El hilo invisible de la revolución. De Fernández Granell a Remedios Varo (pasando por Trotsky, Breton y Benjamín) Antología de textos preparada por Pepe Gutiérrez-Álvarez 0. A modo de prólogo. 1. Wilebaldo Solano: Eugenio Fernández Granell, militante del POUM. 2. Pepe Gutiérrez-Álvarez: Presentación de Breton. 3. André Breton. Lenin, de León Trotsky. 4. Gerard roche: El encuentro entre el águila y el león. Trotsky, Breton y el Manifiesto de México. 5. Walter Benjamin: el surrealismo. 6. Andrés Devesa: Benjamin Peret: poesía y revolución. 7. Pepe Gutiérrez-Álvarez: Maurice Nadeau, una página en la historia del surrealismo (y del trotskismo). Anexo: La política del surrealismo. 8. Victoria Combalia: Remedios Varo en la Plaza Lesseps. Entre el 3 de octubre y 28 noviembre, de jueves a jueves quincenalmente, la Fundació Andreu Nin, en colaboración con la Biblioteca Andreu Nin-Gótic, ha organizado cinco conferencias-debates como “Homenaje a Eugenio Fernández Granell”, militante de la Izquierda comunista en la primera mitad de los años treinta, luego del POUM, y artista surrealista internacionalmente reconocido (*). 0. A modo de prólogo Como contribución a este ciclo de conferencias (que esperamos, tengan una continuidad), he creído útil la edición de un conjunto de textos, orientados el personal interesado. En gran medida, los temas tratados se sitúan en los años treinta, y concluyen, simbólicamente, con el asesinato de Trotsky, el suicidio de Walter Benjamín, así como con el exilio de los surrealistas al Nuevo Mundo. La tentativa de crear una Federación de Artistas Revolucionarios e Independientes, queda sepultada por la ocupación alemana de Francia y el estallido del mayor desastre humanitario jamás conocido: la II Guerra Mundial. Una guerra contra la cual, todos ellos habían soñado con una revolución socialista en oposición al desastre. Esta es una historia que parte de diversos hilos hasta formar un tupido ovillo. Uno de esto hilos nos lleva al último exilio de Trotsky, y el irresistible ascenso del estalinismo en un contexto social de destrucción de las bases sociales y culturales de la revolución de Octubre. Después de vivir situaciones bastante agobiantes en Alma-Ata, en Prinkipo, en Dinamarca (donde un gobierno socialista de izquierda se plegó a las imposiciones soviéticas a través de su embajadora, la que antaño había sido Alejandra Kollontaï), y finalmente en Francia (donde la presión estalinista y de la extrema derecha coincidieron por motivos diferentes), y en un momento en el que el Estado estalinista lo consagraba como el Gran Diablo, Trotsky pudo resurgir gracias a la acogida, el ambiente y las relaciones que pudo gozar en México, un “país surrealista por excelencia” al decir de Breton, en un momento histórico, social y cultural, especialmente creativo. Así es que, aunque inmerso en los problemas que planteaban el "gran terror" estalinista, las vicisitudes del movimiento obrero internacional, y las tremendas dificultades de creación de una nueva internacional, Trotsky buscó en su tiempo un espacio para el arte y las letras. En 1923, aprovechando unas breves vacaciones, escribió Literatura y revolución, que causó una honda impresión entre los intelectuales revolucionarios rusos, tanto por su clara defensa de la libertad para la creación artística, como por su brillante crítica a la literatura de la época revolucionaria. Hay que destacar de este libro su refutación a las concepciones imperantes sobre una pretendida cultura proletaria. Para Trotsky: "Es fundamentalmente erróneo oponer una cultura y un arte proletario a la cultura y el arte burgueses. La cultura y el arte proletario es temporal y transitorio. Nuestra revolución debe su importancia histórica y su grandeza moral al hecho de que construye los cimientos de una sociedad sin clases y de la primera cultura auténticamente universal". Cuando el comisario cultural de Stalin, Zhadanov empezó a desarrollar en la URSS sus teorías al servicio del Estado, Trotsky escribió secamente: "El estilo de la pintura soviética es presentado como “realismo socialista”. La definición sólo pudo haberla inventado un burócrata encargado de dirigir un departamento de Bellas Artes. El realismo consiste en imitar daguerrotipos provincianos del último cuarto de siglo pasado, y el estilo «socialista» en utilizar trozos de fotografía retocada para representar sucesos que nunca han ocurrido. No se pueden leer sin repugnancia y horror los poemas y novelas, o ver pinturas y esculturas en los que funcionarios armados de plumas, pincel, o cincel, y vigilados por funcionarios armados de pistolas, glorifican a los «grandes jefes geniales» en los que no hay una sola chispa de genio o de grandeza. El arte de la época de Stalin quedará como la expresión más notable de la más profunda decadencia de la revolución proletaria". Luego, una vez en el exilio, Trotsky soñó con encontrar un aliado entre las conciencias literarias de su tiempo, un Emile Zola capaz de movilizar como éste lo hizo a favor de Dreyfus. El primero de estos candidatos fue Malraux, y lo consiguió parcialmente hasta que los "procesos de Moscú" crearon un abismo entre ambos. Durante los "procesos", imaginó que este candidato podría ser el hoy olvidado Jules Romains, por dos motivos, uno porque su literatura mantenía muchas semejanzas con la del autor de Germinal, el modelo de "escritor comprometido" con la verdad, en los esquemas de Trotsky, y dos porque Romains había escrito unos pasajes muy elogiosos de Trotsky en su obra Hombres de buena voluntad, pero Romains era un "espectador". No lo era sin embargo André Gide quien después de ser un activo "compañero de ruta" del comunismo en actividades múltiples al lado de Malraux, viajó a la URSS invitado por Gorky, tuvo el suficiente coraje para escribir su propio testimonio Regreso de la URSS, obra en la que --como después en sus Retouches-, ofrecía una visión crítica certera y minuciosa de una realidad que otros no querían mirar, y que en sus trazos primordiales, recordaba en muchas cosas lo que se decía en La revolución traicionada. Sin embargo, después de efectuar diversas declaraciones favorables a Trotsky, de denunciar los "procesos" de Moscú, Gide declinó la invitación de Pierre Naville de viajar a México, y de comprometerse hasta ese nivel. Quien sí aceptó fue André Breton, un auténtico "participante", un revolucionario que había entrado en la onda comunista después de leer la evocación trotskiana de Lenin, y que no había mostrado la menor duda a la hora de tomar partido a favor de Víctor Serge, de denunciar los "procesos" o de apoyar la CNT y el POUM (en cuyas milicias tomaría parte su "segundo", Benjamín Péret). Breton era llamado el "papa negro" del extraordinario y subversivo movimiento surrealista. Mientras que Trotsky apenas sí había sobrepasado en sus inclinaciones literarias de la tradición realista del siglo XIX, y Breton navegaba por otros espacios, a veces muy alejados, había algo que los acercó y que finalmente los unió en un proyecto de internacional cultural. Breton sentía hacia Trotsky lo que él mismo denominaba "complejo de Cordelia" (en referencia a la hija menor del rey Lear, de Shakespeare), y entre las múltiples tomas de posición entorno a Trotsky, escribió: "Me imaginaba a aquel hombre, que fue la cabeza de la revolución de 1905, una de las dos cabezas de la revolución de 1917, no sólo al hombre que puso su genio y todas sus fuerzas vivas al servicio de la causa más grande que conozco, sino también al testigo excepcional, al historiador profundo cuyas obras hacen algo más que instruir, pues infunde en el hombre el deseo de alzarse. Me lo imaginaba junto a Lenin y, más tarde, defendiendo solo su tesis, la tesis de la revolución, durante los congresos trucados. Lo veía solo, de pie entre sus compañeros, ignominiosamente abatidos, solo, atormentado por el recuerdo de sus cuatro hijos a los que habían asesinado. Acusado del mayor crimen que pueda existir para un revolucionario, con su vida amenazada en todo momento, entregado al odio ciego de aquellos mismos por quienes se prodigó por todos los medios. ¡Por fuerza ha de ser fácil organizar la noche de la opinión!" (Antología.1913-1966, Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 144). Breton llegó a México en febrero de 1938. Entre él, Trotsky y Diego Rivera --el muralista mexicano que había traído al viejo a Coyoacán--, tuvo lugar una serie de conversaciones que desembocaron en la redacción (firmada por los dos artistas, pero redactada fundamentalmente por Trotsky) del Manifiesto por un arte revolucionario e independiente en el que se contemplaba al arte auténtico amenazado por unos nuevos vándalos: el Estado capitalista y la burocracia estalinista. El arte, para ser digno de este nombre, ha de ser libre y revolucionario, ha de aspirar a «una reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque sólo fuese para liberar a la creación intelectual de las cadenas que la obstaculizan, y permitir a toda la humanidad elevarse a alturas que solamente genios aislados alcanzaron en el pasado». La revolución debía de ampliar y profundizar los caminos del arte, ya que ambos buscaban la emancipación del hombre. El artista debe de ser, antes que nada, un creador. Contra toda clase de obstáculo para su libertad, el Manifiesto reclama: «toda clase de licencia para el arte». Ciertamente, la revolución ha de defenderse dé sus enemigos, pero entre las medidas de autodefensa y «la pretensión de ejercer una dirección sobre la creación intelectual hay un abismo. Si bien para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución se ve obligada a erigir un régimen socialista centralizado, para la creación intelectual debe de establecer y asegurar desde el principio un régimen anarquista de libertad individual». Finalmente, ofrece la siguiente síntesis de sus consignas: independencia del arte para la revolución, la revolución-para la liberación definitiva del arte. La II Guerra Mundial impidió que la FIARI lograra despegar. Los surrealistas tuvieron que sortear los peligros de un Francia ocupada y se dispersaron; Rivera y Frida se distanciaron de Trotsky, y evolucionaron hacia el comunismo oficial, aunque siempre como personalidades muy singulares; la crisis interna del SWP con ocasión de la invasión rusa a Finlandia (que planteó el dilema sí había que defender a la URSS o no), dio al traste al extenso equipo nucleado alrededor de la revista Partisan Review que durante la "guerra fría" pasó a ser un instrumento al servicio de la CIA. En la posguerra, Breton y un sector de los surrealistas siguieron defendiendo ideas muy parecidas, y mantuvieron una activa relación con el trotskismo. Un episodio singular en la trayectoria final de Trotsky fue su relación con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, que lo acogieron en su casa, y que habían intercedido ante Lázaro Cárdenas para que el México comprometido con la República y el exilio español fuese una excepción dentro de "un planeta sin visado". En contra de lo que se ha dicho, es justo afirmar que dicha actitud resultaba bastante coherente con la trayectoria del pintor que había sido uno de los fundadores del partido comunista mexicano, y que se había mostrado como un artista irreductible en la defensa de su ideario en episodios tan notables como el que le enfrentó al magnate Rockefeller en defensa de la presencia de su retrato de Lenin en el Rockefeller Center, o en su rechazo del academicismo pictórico en la URSS estalinista, por otro lado, una interpretación política del muralismo mexicano nos revela que este fue la expresión más coherente del legado de la revolución de Octubre (como Goya lo sería de la revolución francesa), y algunos de los murales de Rivera forman ya parte indisociable de una cierta iconografía trotskiana. Más allá de unas relaciones personales en las que cabe registrar las idas y venidas en la evolución política de Rivera (que acabó claudicando), y de los escarceos amorosos con Frida (que ponen de manifiesto "otro Trotsky"), que se desarrolló fugazmente como parte de una crisis entre el ardoroso revolucionario que se sentía "como un cadete", y su compañera, Natalia, con la que acababan de vivir los acontecimientos más dramáticos de su vida, y con la que mantenía unas relaciones muy tiernas. El alcance de estos escarceos no puede precisarse ya que, a estancias del propio Trotsky, Frida destruyó todas las cartas que éste le envió, aunque existe el testimonio de Anita Brenner a la que Frida se las enseñó. Mostraban un tono lírico no exento de ironía. Después de un breve distanciamiento, las relaciones de Trotsky y Natalia se reafirmaron. Por su parte, Frida siempre fue ella misma, se sentía halagada y sintió un natural afecto hacia Trotsky. La historia es conocida: situada como la "mujer" de Rivera, el talento de Frida acabaría alcanzando unos niveles de reconocimiento superiores a los de éste. A ello contribuyeron, Breton y los surrealistas que la "adoptaron", y también la leyenda de Trotsky. A caballo de este prestigio, ahora alimentado por novelas, biografías y películas, inciden en este momento estelar en que fue posible una extensa convergencia de personajes tan extraordinarios como disímiles. Ocurrió en un país surrealista, en un contexto excepcional (el de Lázaro Cárdenas, el último gran reformista heredero de la revolución mexicana; en coincidencia con la llegada de abigarrada emigración española, pero también francesa), y señaló un encuentro entre el arte y la revolución para el que se carece de antecedentes y de emulación. Cuando sintió que la muerte se aproximaba, Trotsky redactó un breve Testamento, acto que es recogido en una escena de El asesinato de Trotsky, de Joseph Losey, y que se encuentra según Roberto Benigni, junto con los libros de Carlo Levi, entre las fuentes primordiales de inspiración de su laureada (y muy discutible) película La vida es bella (La vita è bella, Italia, 1997), título extraído del texto, "La vida es hermosa", unas palabras que contrastan con una situación en la que el horror tiene que ser superado por una apuesta de confianza en la vida, aunque sea pensando en su "disfrute" por parte de las nuevas generaciones, a las que había que ahorrarles el espectáculo más espectral de la barbarie reaccionaria. En las notas, Trotsky se reafirma en su ideal comunista, y concluye diciendo: "No tengo necesidad de refutar aquí una vez más las estúpidas y viles calumnias de Stalin y sus agentes: en mi honor revolucionario no hay una sola mancha. Nunca he participado ni directa ni indirectamente en ningún acuerdo, o incluso negociación entre bastidores con enemigos de la clase obrera. Miles de adversarios de Stalin han caído víctimas de falsas acusaciones similares. Las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su honor político y tratarán a los verdugos del Kremlin tal y como se merecen (...). Durante cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario; durante cuarenta y dos he luchado bajo la bandera del marxismo. Si tuviera que empezar de nuevo, desde luego, trataría de evitar este o aquel error, pero el curso principal de mi vida seguiría siendo el mismo. Moriré como un revolucionario proletario, como un marxista, como un materialista dialéctico y, en consecuencia, como un ateo irreconciliable. Natalia acaba de acercarse a la ventana del jardín y la ha abierto más para que el aire pueda entrar plenamente en mi cuarto. Puedo ver el brillante verdor del césped bajo el muro, y el claro azul del cielo sobre él, y todo lleno de la luz del sol. La vida es hermosa. Que las generaciones futuras la limpien de todo mal, opresión y violencia y la disfruten al máximo" A los pocos días de escribir estas notas, Trotsky fue asesinado por Ramón Mercader, fervoroso estalinista en las juventudes del PSUC durante la guerra civil, e hijo de Caridad Mercader, llamada "La Pasionaria" catalana. Anteriormente, un comando bajo las órdenes de David Alfaro Siqueiros, había logrado burlar la blanda vigilancia (Trotsky quería confiar en todos sus guardianes, no consentía que no se dejara entrar a los mexicanos), y penetró en las habitaciones para disparar numerosas ráfagas de metralleta que resultaron fallidas, aunque hirieron levemente a Séva, el nieto de Trotsky, el único superviviente de lo quedó de su familia en la URSS. Encarcelado durante décadas en México, Ramón Mercader, se mantuvo siempre en la coartada que ocultaba su personalidad, y negó cualquier conexión con Stalin, aunque no pudo persistir en la "teoría" de que era un "trotskista desengañado". La trama dio lugar a numerosos libros, así como a dos películas más o menos famosas que, de alguna manera, alumbran sobre una época en la que los herejes eran perseguidos hasta la vejez y hasta los confines, y también sobre el miedo que provocaba un hombre con una historia y con el arma de la voz y de la pluma, una pluma que según confesaba él mismo, le hacía sufrir a la hora de escribir. Hoy en día, no existe la menor duda sobre toda la trama que envolvió el crimen, incluso se conocen los principales actores, todos ellos conectados con las más altas instancias de la KGB, el problema no radica aquí, sino en la interpretación del significado del crimen, entre otras cosas porque una historia conservadora dominante quiere amalgamar la víctima con los verdugos. El asesinato de Trotsky, dejó a Stalin "liberado" de cualquier eventualidad, y cumplió el objetivo de éste: "descabezó" a un movimiento en el que ahora nadie podía aspirar, ni de lejos, a ocupar una autoridad moral y política tan sobresaliente. En el mismo escenario del crimen, algunos de los testigos como Alfred Rosmer, ya se había apartado, otros, como Jean Van Heijenoort, lo haría años más tarde, visiblemente frustrado, el militante que golpeó en la cabeza a Frank Jacson, Mercader, el norteamericano Joseph Hansen, jugaría un papel sobresaliente en la reafirmación que el Trotskysmo logró en los años sesenta, al calor de la revolución cubana y de la emergencia de unas nuevas izquierdas, a Natalia le costó entender que había que diferenciar entre el inconmensurable horror provocado por el estalinismo, y lo que podía significar la URSS y el movimiento comunista a pesar de tantos pesares. Por aquellos días, una antigua militante comunista de origen valenciano, María Teresa García Banús, sobrina del pintor Joaquín Sorolla y compañera de Juan Andrade, acababa de cruzar la frontera con Francia, huyendo de las tropas franquistas pero también de los comunistas de los que también había tenido que huir, aunque como Juan, ella sabía que había que diferenciar entre los burócratas y los militantes de a pie. Estaba sola con ellos en uno de aquellos campos de concentración, con que las autoridades francesas recibieron a los perdedores. Entonces le llegó a las manos un trozo de diario atrasado en cuya portada se informaba que Trotsky acaba de ser asesinado. Maria Teresa cuenta en sus memorias (inéditas) que aquel día sintió que la historia se hacía pedazos, y que los sueños de libertad e igualdad estaban cada vez más lejanos. Sin embargo, todavía le quedaban muchas páginas que vivir desde la esperanza. Existen numerosas ediciones de Literatura y revolución, aunque la más completa es la de Ruedo Ibérico en dos volúmenes; igualmente son numerosos los debates y ensayos sobre sus textos, pero el más completo quizás sea el de Norman Geras. Masas, partido y revolución. Expresión literaria y teoría marxista (Fontamara, Barcelona, 1980, tr. F. Cuscó Torella). El Manifiesto que aparece en dicha obra, está editado con el título Por un arte revolucionario e independiente (El Viejo Topo, Barcelona, 1999), en el que se incluye una extensa selección de textos, así como un amplio trabajo sobre la relación de Trotsky con Diego Rivera, Frida Kahlo, y con el obcecado estalinista David Alfaro Siqueiros, y un artículo de Michael Lequenne sobre las relaciones entre el "Trotskysmo" y el surrealismo; complementario a este libro resultan mis trabajos: André Gide y el comunismo y André Malraux. Travesía de un siglo (El Viejo Topo nº 151 y 166, respectivamente). En los años setenta, Tusquets dio a conocer la controversia entre Breton y Louis Aragón con el título de Surrealismo contra realismo socialista. Ya entonces esta controversia se podía considerar superada, incluyendo en los medios artísticos e intelectuales próximos al PCE. Según testimonio de Manuel Sacristán, ya en un seminario del PCE y al PSUC en los años 60, él mismo y el recientemente fallecido, Carlos Blanco Aguinaga, habían hecho una exposición y una defensa de los argumentos de Trotsky en este punto, y cabría añadir que, por entonces, ya el PCI había "permitido" una edición afín al partido. Un ensayo más que notable que abarca primordialmente esta controversia "entre coyoacanes y aragoneses" es el de Ángel García Pintado, El cadáver del padre. Artes de vanguardia y revolución (Akal, Madrid, 1981). Otras aportaciones a considerar son las de Peter Collier, Sueños de una cultura revolucionaria: Gramsci, Trotsky y Breton, en Culturas de vanguardia y política radical en la Europa de principios del siglo XX (Debats, nº 26, Diciembre 1988, Edicions Alfons el Magnánim), y la de Ronald Paulson, La revolución y las artes plásticas, que aborda la relación entre Octubre y el muralismo mexicano (visto a través de la relación entre Trotsky y Rivera)" en la obra colectiva La revolución en la historia, edición de Roy Porter y Mikulas Tiech (Crítica, Barcelona, 1990). El mejor testimonio sobre los últimos años de Trotsky, lo ha escrito Jean Van Heijenoort, Con Trotsky. Desde Prinkipo a Coyoacán. Testimonio de siete años de exilio (Nueva Imagen, México, 1979, tr. Tununa Mercado). Estas memorias de quien fue secretario, traductor y guardaespaldas de Trotsky, entre octubre de 1932 y noviembre de 1939, recrean detalladamente la atmósfera en que éste vivía y trabajaba en esos años de exilio hasta los más ínfimos detalles. El relato simple y preciso de esa cotidianeidad trascendente permite, en no pocos casos, superar errores involuntarios de otros autores, de manera que Heijenoort no duda en "enmendar la plana" a Deutscher y a buena parte de los testimonios escritos sobre Trotsky entorno a esta época, a veces con contenida indignación. Obviamente logra disipar calumnias y despojar al personaje del aura mitológica que, como a todos los grandes hombres, suele creársele, ofreciendo detalles sobre sus relaciones personales, sus actitudes ante muchas cosas, sin olvidar detalles sobre su posiblemente platónica relación amorosa con Frida Kahlo. Se trata de una obra modélica por la frescura de una memoria, que fue minuciosamente verificada gracias a un archivo personal del autor que contiene 22 mil documentos (entre ellos 4 mil cartas de Trotsky), correspondientes al periodo que se extiende entre 1929 y 1940. El periodo del exilio en México es ampliamente considerado, aportando mucha --y nuevainformación, de quien fuera testigo de la relación con Diego Rivera y Breton, amén de una gran cantidad de personalidades mexicanas y de otras partes del mundo como Gide o Gorki. Eludiendo la devoción incondicional tanto como la hostilidad sistemática, el relato de Heijenoort -que no pretende ser un examen integral de la personalidad de Trotsky, de sus ideas y de su carácter- contribuye sin embargo a la visión crítica de una etapa histórica que los sucesos posteriores actualizan hoy... Al acabar su relato, Heijenoort escribe: "Después de la muerte de Trotsky milité durante siete años en el movimiento trotskista. En 1948, las concepciones marxistasleninistas sobre el papel del proletariado y su capacidad política me parecieron cada vez más en desacuerdo con la realidad. Fue también en ese momento cuando conocieron, quienes no querían cerrar los ojos ni taparse los oídos, toda la amplitud del universo concentracionario estalinista. Bajo esa impresión, me puse a examinar el pasado y llegué a preguntarme sí los bolcheviques, al establecer un régimen policial irreversible, al anular toda opinión publica, no habían preparado el terreno sobre el que habría salir el enorme hongo venenoso del estalinismo. Rumié mis dudas. Durante varios años, sólo el estudio de las matemáticas me permitió conservar mi equilibrio interior. La ideología bolchevique estaba, para mí, en ruinas. Tuve que construir otra vida". No obstante, en sus últimos años, ya jubilado como un matemático de reputación internacional, Heijenoort ofreció esta contribución, prólogo el Journal d´ exil, de Trotsky (para Gallimard), intervino con su rigor acostumbrado en las jornadas que con pretexto del centenario de Trotsky congregó en México a especialistas del todo el mundo, y colaboró activamente en el desarrollo del Institut Léon Trotsky, especialmente en algunos números de sus Cahiers. Ecos de Heijenoort y de otros testimonios del momento, así como sobre el conjunto de las vidas opuestas y paralelas de Trotsky y Stalin, se pueden encontrar en una subyugante obra literaria, La casa azul de Coyoacán (Plaza&Janés, Barcelona, 2002, traducción de Jorge F. Hernández), de la escritora australiana Meagahn Delahunt, que antaño fue una de las líderes del SWP australiano en los años ochenta y noventa. Otra obra que abarca este período es Trotsky. México 1937-1940 (Documents Payot, París, 1988), magníficamente ilustrado, con un retrato de Trotsky escrito por el novelista norteamericano James T. Farrell (el autor de Studs Ludigan y otras grandes novelas), potsfacio, cronología y bibliografía de Broué y texto de Alain Dugrand, responsable de dos documentales sobre Trotsky, Trotsky. Revoluciones, y Trotsky. Exilios, que han sido emitidos en el programa de TV2 correspondiente a la “La noche Temática”. Aparte del ya clásico (y muy discutible) libro de Julián Gorkin, cabe anotar también por su abundante documentación El asesinato de Trotsky: antes y después (recopilación, introducción y notas a cargo de Pepe Gutiérrez-Álvarez, y editada entre la Fundación Andreu Nin, Barcelona, 1990), y sobre todo el riguroso trabajo, digno de Sherlock Holmes efectuado por Pierre Broué en, L¨assassinat de Trotsky (Complexes, Bruselas, 1990). A título de curiosidad cabe señalar la presencia de un extenso capítulo incluido en la obra de Guillermo Cabrera Infante, Tres tristes tigres (Seix Barral, Barcelona, 1970) titulado La muerte de Trotsky referida por varios escritores cubanos años después..., en el que Cabrera se refiere a "el viejo epónimo: profeta de una religión herética: mesías y apóstol y hereje en una sola pieza". 1. Wilebaldo Solano Eugenio Fernández Granell, militante del POUM Eugenio Fernández Granell nació en 1912 en La Coruña y murió en Madrid hace unos días. Iba a cumplir 89 años. Era un gran artista y una de las figuras más valiosas del POUM. Esta doble personalidad le sitúa entre las personajes más interesantes del siglo XX y, por tanto, del período revolucionario español de 1930-1936, sobre el que se han escrito centenares de libros. Era músico, escritor político, novelista, periodista, escultor y, ante todo y sobre todo, pintor. Su nombre y su prestigio le sitúan en la cúspide del movimiento surrealista, muy cerca de André Breton, su profesor y su amigo en los primeros tiempos del exilio. Sus amigos y sus camaradas sabíamos que Eugenio era un hombre sencillo, cordial, ocurrente y divertido y que sólo se irritaba ante las grandes imposturas de su tiempo y, en primer lugar, el fascismo y el estalinismo. Vida militante El que quiera hacer una biografía de Granell se enfrentará con una labor enorme. Porque Eugenio era un trabajador infatigable y un militante siempre dispuesto a asumir todas las tareas que se le proponían. El estudio de su vida de pintor le planteará grandes problemas porque se encontrará con un trabajo de creación considerable, que, por suerte, está recogido en el museo de la Fundación Granell de Santiago de Compostela, Pero el que aborde su larga vida política podrá comprobar que muy pocos artistas han abarcado tantas cosas como él en los años de lucha contra el fascismo y por el socialismo. Puesto que ya se ha escrito bastante sobre su obra de pintor, me parece que importa también que digamos algo sobre su vida militante. Eugenio Granell llegó a Madrid el año 1928, casi en vísperas de la caída de la dictadura de Primo de Rivera y de la apertura del proceso revolucionario de 1930. No tardó en ingresar en la Escuela Superior de Música, donde vivió la efervescencia política que se manifestaba en los centros de enseñanza de Madrid. Participó muy pronto en la agitación estudiantil y vivió intensamente en la euforia de la proclamación de la República, En 1932 decidió ingresar en la Oposición de Izquierda, que era una pequeña organización animada por Juan Andrade, editor y director de la revista Comunismo, una de las primeras publicaciones que criticaba la política de Stalin. Granell comenzó a colaborar en dicha revista y se destacó especialmente por su labor política en el período de la Alianza Obrera, en vísperas del movimiento de Octubre de 1934. Su organización, que se había trasformado en Izquierda Comunista al mismo tiempo que se distanciaba de las posiciones de Trotsky, estrechó las relaciones con el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín. Tras una fase de intensa colaboración en el seno de la Alianza Obrera, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista se unificaron en Octubre de 1935 para crear el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Granell y el POUM de Madrid Granell fue uno de los militantes que acogió con gran entusiasmo la creación del POUM. A partir de entonces, el nuevo partido se desarrolló notablemente en Madrid y ello permitió su participación intensa en la lucha contra los militares sublevados el 19 de Julio de 1936. Granell, miembro del Comité del POUM de Madrid, dió pruebas de su talento y de su increíble dinamismo asumiendo la dirección del diario El Combatiente Rojo, la organización de la Columna motorizada del POUM de Madrid que, mandada por Hipólito Etchebehere, combatió en el frente de Sigüenza y la incautación de una emisora de radio que fue de una gran eficacia para el reclutamiento de las Milicias y para informar a toda España. A fines de Octubre de l936, se organizó en Madrid un mitin de la Juventud Comunista Ibérica en el teatro Infanta Isabel, en el que hablamos Enrique Rodríguez, Eugenio Granell y el autor de estas líneas de recuerdo. El acto tuvo un éxito extraordinario… pero provocó las iras de Santiago Carrillo, que inició una escandalosa campaña contra el “trotskismo” antes de que llegaran, como sabemos hoy, las directivas de Stalin contra el POUM. Esa campaña fue coronada por un asalto al local de la Juventud poumista mientras nuestros milicianos luchaban en el frente de Sigüenza junto al batallón “Pasionaria”. Recuerdo aún el furor de Granell y de todos nuestros combatientes. Tuvimos que frenar a muchos compañeros que querían dar una respuesta contundente a Carrillo. Pero la situación fue tan desagradable que muchos milicianos pidieron ser trasladados al frente de Aragón, donde las fuerzas de la CNT y del POUM eran mayoritarias y prevalecían los valores de solidaridad frente al enemigo franquista. Poco antes de que se iniciara la represión contra el POUM, Granell estuvo en Barcelona, reclamado por Nin para dar un nuevo impulso a la revista teórica La Nueva Era. En el período de clandestinidad que nos impuso el golpe contra el POUM del 16 de junio de 1937 ( la detención de la mayor parte de los dirigentes del POUM y el secuestro y asesinato de Andreu Nin), Granell colaboró con el nuevo Comité Ejecutivo hasta que pudo incorporarse como comisario político a un batallón mandado por un cenetista. Granell estuvo exiliado en Francia unos meses. Como no quería quedar a merced de los nazis, se fijó la perspectiva de salir de Francia, cosa que no era fácil. Finalmente, logró embarcar con rumbo a Chile, pero tuvo que desembarcar en Santo Domingo. Detalle importante: en el tren que le conducía al puerto conoció a Amparo, que no tardó en convertirse en la mujer de su vida. Para sobrevivir en Santo Domingo, hizo de todo. Fue diseñador de muebles, profesor de violín y periodista. Y fue allí donde tuvo la suerte de conocer a André Breton, la figura central del surrealismo. En Madrid había conocido a Benjamin Peret. Según dijo hace unos años, en una entrevista con Concha García Campoy, “ya estaba en la tendencia surrealista, lo que pasa es que la personalidad de ese hombre extraordinario me causó una impresión tremenda”. Algo parecido me dijo a mi en el curso de una cena en Madrid. Y le encantó saber que Breton nos había apoyado mucho en el periodo de la represión estalinista y que habíamos coincidido varias veces en actos políticos durante nuestro exilio en Francia, Granell y la Fundación Andreu Nin Para evitar que este artículo resulte demasiado largo paso por alto los éxitos y las peripecias de Granell en los países de América Central y el hecho de que tuvo que marcharse de Guatemala porque los estalinistas le hacían la vida imposible. Pero vale la pena recordar que una importante parte de su obra pictórica la hizo en los Estados Unidos, donde se doctoró en sociología y antropología y donde fue profesor en la Universidad de Nueva York. Pero él se quejaba del escaso éxito del surrealismo en los Estados Unidos y de la predominancia de la pintura abstracto-expresionista, que, a su juicio, se había convertido en “el arte nacional americano”. Y ahora quizás convenga destacar que Eugenio Granell fue uno de los creadores de la Fundación Andreu Nin y que intervino activamente en nuestras tareas en dos momentos importantes. El día en que comparecimos ante Ramos Armero para firmar el acta notarial de la Fundación Andreu Nin, todo era buen humor entre nosotros, pero la nota la dio Eugenio. El notario le preguntó por su profesión y él contestó diciendo: “antiestalinista”. Todos nos echamos a reir. Un día de junio de 1990, una delegación de la Fundación Nin fue recibida en la Embajada de la URSS para presentar una carta firmada por más de 300 intelectuales y militantes dirigida a Gorbachov y a la Comisión de rehabilitaciones del Partido Comunista reclamando “el esclarecimiento del caso Andreu Nin”. Granell formaba parte de la delegación y se quedó asombrado de que los diplomáticos rusos hablaran tan bien el castellano. Estos se expresaron con mucha amabilidad y hasta nos preguntaron sobre el destino de las hijas de Nin y nos dieron un folleto en castellano sobre las rehabilitaciones de Zinoviev, Kamenev, Bujarin y las demás figuras del bolchevismo asesinadas por Stalin. Granell miraba con mucho interés las paredes para ver si había una foto de Stalin. Claro está, no la encontró. Pero salió tan contento como todos nosotros. Al fin, tras largos años de lucha, habíamos reivindicado el nombre de Nin y el nombre del POUM en territorio ruso. Eso era muy importante para Eugenio Granell. 31 de Octubre de 2001 2. Pepe Gutiérrez-Álvarez Presentación de Breton Se puede empezar diciendo que el surrealismo es un movimiento artístico-culturalpolítico de una importancia central en el siglo XX, no inferior a la que pudo tener el romanticismo el siglo anterior…Seguir diciendo que su historia es inseparable de la biografía de André Breton, al que ciertos sectores tildan de “autoritario” por las crisis y expulsiones de un movimiento que carecía de cualquier poder que no fuera el de la palabra y el de sus obras. Breton no podía ni retirar el poste a los amigos con los que en un momento dado tuvo sus conflictos como pudo ser el caso de Artaud o de Aragón, por motivos diferentes por no decir opuestos. Sigamos, la biografía de Breton está poderosamente imbricada a su toma de posición revolucionaria, algo que en las últimas décadas se trató de obviar. Guardo por algún rincón un amplio trabajo publicado en el suplemento cultural de El País de hará una década, y en el que se pasaba la esponja sobre sus compromisos de pensamiento fuerte, subversivos. El autor que ofrecía un “dossier” bastante extenso de las publicaciones de Breton en españa, no hacía ninguna mención la publicación en el Viejo Topo de un amplio dossier sobre el viaje de éste a México, y que lleva por título Manifiesto por un arte revolucionario e independiente. Eso sí, ironizaba sobre la relación del movimiento con Trotsky, y la “justificaba” pro la sempiterna vocación de los surrealistas de estar al lado de los perseguidos. Se lo comenté a Michael Löwy que ya estaba harto de estas mandingas, y me comentó: “lo raro es que hayan hecho alguna mención”. Breton fue, en palabras de Eugène Ionesco, “uno de los cuatro o cinco grandes reformadores del pensamiento moderno”; sus actos e ideas se convirtieron en el pulso del último gran movimiento artístico del siglo XX: el surrealismo cuyas secuelas e influencias son enormes, baste anotar que por aquí, el surrealismo impregna toda la generación poética del 27. Esta claro pues la necesidad de un buen retrato, sobre todo porque el Sarane Alexandrian (Breton según Breton, Ed. Laia, Barcelona, 1973), ya que da lejos, y otros, como el de Volker Zotz (Somogy, París, 1990, prólogo de José Pierre), no se tradujo. Para llenar este vacío nos llega esta minuciosa biografía, Mark Polizzotti con la que el autor parece lograr romper el cristal que durante tanto tiempo fuera la vida íntima del llamado “papa negro” de los surrealistas. Si Breton prefirió acentuar los episodios más dramáticos e inusuales de su vida, Polizzotti excava y presenta sus “momentos vacíos”, sus horas de depresión o debilidad, con el propósito de arrojar luz sobre un oscuro fragmento de la experiencia humana. Este libro concede un aire vivificante a la figura del revolucionario poeta francés, al tiempo que facilita una mejor comprensión de los acontecimientos que contribuyeron a moldear su vida y su pensamiento. El trabajo de Polizzotti tiene toda la pinta de resultar una biografía canónica, muy al modo anglosajón. Aunque no resulte muy surrealista, esto no tiene porque resultar un desmerecimiento ya que existen biografías, académicamente muy notables, aunque a veces pueden ser plomizas para el lector general. El trabajo de Polizzotti es prolijo y detallista, pero se lee con interés, quedando un importante aparato de notas en las páginas finales, sólo para los muy interesados. Digamos un par de cosas sobre el personaje: André Breton nació en Tinchebray (un pueblo de Normandía) el 19 de febrero de 1896, hijo de padres bretones. Fue un hombre apasionado y enérgico -salvo en su decaído final- que soñó siempre con una poesía nueva, hirviente de palabras, que no tuviera que ver con “el mundo literario” sino con la vida misma vivida con verdad, libertad y pasión absolutas. Lo recalcó todavía en una entrevista de 1946: “transformar el mundo, cambiar la vida, remodelar el entendimiento humano de arriba abajo”, eso era lo que siempre había pretendido. Primero leyó a los simbolistas y se fascinó con Mallarmé, después siguió la tutela de Valéry, enseguida vio el hervor vanguardista de Apollinaire en los años de la I Guerra Mundial y tras el estreno de Las tetillas de Tiresias se fascinó (casi hasta el amor) por un personaje entre el dandismo y la subversión cuyas cartas editó tras su suicidio en 1919: Jacques Vaché, importantísimo en su vida, pese a las sospechas finales de homosexualidad que recayeron en él, lo que repugnó a Breton, que mantuvo siempre un extraño rechazo a “los invertidos”, más chocante en quien defendió tantas libertades ¿No se habría enamorado sin saber de Vaché? Afín, luego superador (y adversario político) de Tzara y del dadaísmo, Breton halla su puesto con sus iniciales “mosqueteros”, Aragon y Soupault, al inventar “la escritura automática”, no sin débitos para con Freud y Apollinaire, al publicar primero su libro segundo Los campos magnéticos en 1920 y después (en 1924) el Manifiesto del surrealismo. Definido por el propio Breton como “automatismo psíquico en estado puro”, el Surrealismo con todas sus crisis, heterodoxias y múltiples regaños entre sus integrantes ha sido una de las grandes revoluciones creativas, literaria y pictórica, del siglo XX. Breton es además, el autor de obras bellísimas (para muchos mejor en prosa que en verso, pensemos en Nadja (1928) De vocación libertaria natural, Breton fue antes de la II Guerra Mundial un intransigente rebelde, que se las tuvo con Eluard, con Aragon, con Dalí o con Matta buscando una libertad pura que terminó poniéndole a mal tanto con los conservadores (a quienes detestaba) como con los comunistas estalinistas, a quienes denunció, siempre a favor de Trotsky. ¿Cuál era esa tercera vía que buscaba, y que no parece haberse hallado todavía? Uno de sus antiguos colegas, el editor, historiador y memorialista, Maurice Nadeau, que escribió una Historia del surrealismo (editada por Ariel, Barcelona, 1970), el movimiento acabó como tal en 1939, cuando Breton se marcha a América, huyendo de la guerra. El final de Breton (regresado a Europa con su tercera mujer y su hija Aube en 1946) fue el de un hombre en declive. Un intransigente y autoritario genio del lenguaje a quien se le hacía más difícil crear porque le faltaban nuevas mujeres, pese a sus coqueteos con Joyce Mansour. Murió en 1966, dos años antes de las jornadas de mao que el mismísimo Pompidou llamó “la revancha de Breton”, y el biógrafo académico no se olvida, y presenta el mayo como un epitafio de Breton. Representó todo un mundo de subversión y aventura, toda una época de desafíos al desorden establecido. Esta minuciosa biografía de Polizzotti da todos los detalles conocidos, y añade muchos nuevos. Pero Breton no acaba en Breton, ni el surrealismo acaba en Francia. Traspasó las fronteras, y sobre su pasaje catalán nos habla Ferran Aïsa en Les Avantguardes. Surrealisme i revolució (1914-1939), en su libro editado en Base, y Ángel García Pintado ya nos ofreció un cuadro convulsivo sobre sus debates políticos en su obra El cadáver del padre, que editada a principios por los ochenta por akal, está a punto de conocer una reedición revisada y ampliada en Libros de la Frontera. .:. Desde la “Gran Guerra” (1914-1918), la mayor locura militar-imperialista hasta entonces, el arte moderno estaba la ofensiva. De las pútridas trincheras surgirá el Dada, diciendo que más allá de las guerras y de las patrias vivían los hombres independientes, animados por otros ideales. Asqueados del naufragio dinamitarán el lenguaje que lo había producido. nimado por la crisis abierta en la postguerra, concretamente en octubre de 1924, aparecería el primer manifiesto surrealista, seguido del número uno de la revista del grupo: “La revolución surrealista”. Al mismo tiempo se abrió la “oficina central de investigaciones surrealistas”. Al público invitado se le precisaba: “Estamos en vísperas de una revolución, puedes tomar parte en ella”. El grupo publicó un panfleto de una extraordinaria violencia contra Anatole France, titulado “Un Cadáver”, criticando su colaboración con L’Humanité, el grupo defendía que el autor de Los dioses tienen sed, representaba el espíritu burgués. En la misma línea se sitúa lo que sigue, cuando en julio de 1925, con ocasión de un banquete en honor de Saint-Pol-Roux, estalló el escándalo: Max Ernst burlándose de todos los reunidos se puso a gritar “Viva los alemanes. Viva los rifeños!. Los surrealistas firmaron en L’Humanité el texto de Barbusse: “Llamamiento a los trabajadores intelectuales: Condenáis la guerra del Rif ¿sí o no?”. A finales de julio apareció el documento: ‘L revolución ahora y siempre”, firmado conjuntamente por los surrealistas, las revistas “Clarté” y “Philosophie” y el grupo belga “Correspondance”. Los surrealistas siempre dieron pruebas de una total voluntad unitaria ante los acontecimientos importantes. En octubre del mismo año, Breton hizo una crítica entusiasta del libro de Trotsky: Lenin (que fue editado por Ariel en 1970 con el texto de Breton traducido por Pere Ginferrer). Y en el número 7 de su revista firmará un texto: “El oportunismo impotente”, apoyando la huelga de los mineros ingleses que traicionó Stalin. El proyecto de una revista común con, “Clarté”, que se titularía “La Guerre civile”, fracasará ante la cerrazón de algunos surrealistas. Más tarde, el 30 de septiembre de 1926, Breton publicó “Legitima Defensa”, donde atacaba violentamente a H. Barbusse pero precisaba su concepción de las d relaciones a mantener con el PCF: total independencia. Ello no impediría la adhesión a este partido de Eluard, Breton y muchos otros miembros del grupo a principios de 1927. Su adaptación a la vida militante fue compleja. La dirección del partido no se mostraba muy convencida de aquellos nuevos adherentes, que rechazaban limitarse a recibir órdenes. La “bolchevización” estaba ya en marcha. En marzo de 1929, los surrealistas convocan una reunión muy ampliada con el propósito de hacer un examen crítico sobre el caso Trotsky, que acababa de ser expulsado de la URSS. La reunión se transformará en un arreglo de cuentas entre los presentes. El motivo inicial, a pesar de ser apasionante, no llegaría a ser tratado. “La revolución surrealista” desaparecería a finales de 1929. Después de la publicación del segundo manifiesto surrealista, en julio de 1930, empezará a aparecer “El surrealismo al servicio de revolución”. El cambio de título es significativo: ya no hay una revolución surrealista sino una revolución a hacer en común los políticos y los artistas unidos. Por aquel entonces los surrealistas entran en relación con la “Oficina internacional de literatura revolucionaria, de Moscú, y afirmaron que en caso de guerra actuarían según las posiciones de la Tercer Internacional. En 1931 los surrealistas se movilizaron contra la exposición colonialista de París, y los fascistas atacaran la sala donde se proyectaba la película de Buñuel y Dalí La edad de oro (años después Buñuel realizará su peculiar “puntazo” al jefe de policía Chiappe, responsable de la prohibición de la película, haciendo que su nombre sea evocado en una sórdida manifestación fascista en el argumento de la película Diario de una camarera, con Jeanne Moreau y Michel Picoli). . Pero el tiempo que sigue es de un giro reaccionario, de un lado está el ascenso del nazi-fascismo, de otro, la contrarrevolución burocrática en la URSS, y llega el tiempo de las rupturas, de las opciones decisivas y de las traiciones llegaba. A finales de 1930, justo después del Congreso de escritores revolucionarios de Kharkov, Aragón firmó junto a otros un bochornoso texto atacando el “freudismo” y el “Trotskysmo”. A su regreso, escribió un poema a la gloria de la URSS (o más bien a la de Stalin), por el que fue amenazado con los tribunales, el grupo le defendió como poeta. Finalmente, en 1932 se produce la ruptura. Algunos seguirán a Aragón pero la mayoría permanecerá con Breton, lo que no les impedirá integrarse en la Asociación de escritores y artistas revolucionarios, próxima al PCF como decía la fórmula utilizada hasta hace muy poco. En julio de 1933, los surrealistas más coherentes serán expulsados del PCF. No podía durar el acuerdo entre quienes comprendían el suicidio de Mayakovsky y los periodistas de L´Humanité, que consideraban inverosímil que alguien se pudiera suicidar en el “país del socialismo”. Desde el 10 de febrero de 1934, en su Llamamiento a la luchar los surrealistas participan en la movilización contra el golpe fascista y entran en el Comité de vigilancia de los intelectuales. Pero en junio de 1935, se le prohíbe a Breton tomar la palabra en el Congreso de escritores en defensa de la cultura; Eluard leerá su texto al final de la reunión en medio de una confusión general. El estalinismo ya es omnipresente y los surrealistas tomarán posición contra él. Su ruptura con eI PCE se hará definitiva después de que condenaran el pacto StalinLaval. Apoyaron a los combatientes republicanos y revolucionarios en España, especialmente al POUM y a la CNT, Benjamin Peret y Mary Low, combatirán como milicianos. A partir de septiembre de 1936. el movimiento denunciará los procesos de Moscú y firmarán el “Llamamiento a los hombres”. La “intelligentsia” liberal y de izquierdas, miraba hacia otro lado. Más tarde se producirá el célebre viaje de Breton a México, su encuentro con Trotsky y la redacción en común el texto: “Por un arte revolucionario e independiente”, que a pesar de su fama ha sido poco leído, y en el que destaca la comprensión de ambos, un artista di te revolucionario, en cuanto a la necesidad de la más completa libertad en el arte. El texto, que aparece con la firma de Diego Rivera pero que habían redactado Breton y Trotsky, estaba destinado para servir de base para la constitución de una Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente. La guerra estaba en puertas, la revista de la Federación, “CIé”, sólo pudo sacar dos números. Trotsky y Breton estaban demasiado aislados. Algunos años antes, los surrealistas habían escrito: “La movilización contra la guerra no es la paz”, denunciando el llamado Congreso pacifista de Amsterdam-Pléyel. Buscaron aliarse con el proletariado revolucionario y se encontraron en todas partes con el estalinismo. Quizás hubieran tenido éxito en su empresa: ligar el individuo al colectivo, el sueño y el deseo a la lucha de clases, el inconsciente al consciente, Freud a Marx, Rimbaud a Lenin, la poesía y la política...Sí la revolución de Octubre no hubiera sido traicionada. Pero su tragedia fue la del silo XX, el siglo de las revoluciones traicionadas según frase penetrante de Albert Camus…Con todo, el influjo internacional del surrealismo fue enorme, y en su historia hay numerosos capítulos españoles, comenzando por el cine, por Buñuel y Dali, y también por una Exposición en Canarias, una tierra fértil en artistas surrealistas. Dicho influjo persistirá a lo largo de la postguerra en el exilio, y también en interior, pero las condiciones históricas son muy diferentes. No será hasta el mayo del 68 que el surrealismo volverá a caminar al compás de la revolució. No fue por casualidad que comentando los acontecimientos, Pompidou pudiera comentar: “Breton está detrás de todo esto”, 3. ANDRÉ BRETON LEÓN TROTSKY: «LENIN» A juzgar por determinadas alusiones hechas desde estas mismas páginas y desde fuera de ellas, tal vez haya podido darse pábulo a la creencia de que todos nosotros conveníamos en sustentar una opinión no muy favorable acerca de la Revolución rusa y sus dirigentes, y de que nos absteníamos de criticarla más abiertamente no tanto porque nos faltaran ganas de mostrarnos severos sobre este particular cuanto para no proporcionar seguridades definitivas al público, siempre deseoso de habérselas meramente con una forma original de liberalismo intelectual, como tantas otras ya toleradas anteriormente; en primer lugar porque ello no conlleva consecuencias, al menos inmediatas, y en segundo lugar porque en rigor puede ser enfocado, con respecto a la masa, como un poder de descongestión. Sin embargo, lo cierto es que en lo que a mí respecta me niego en redondo a que se me tenga por solidario de cualesquiera amigos míos en la medida en que ellos hayan creído que podían atacar el comunismo en nombre, por ejemplo, de cualquier principio —e incluso del principio, tan legítimo en apariencia, de la no aceptación del trabajo. En efecto, pienso que el comunismo, al existir como sistema organizado, ha sido el único medio de que se llevara a término el mayor cambio social en las condiciones de duración que le eran propias. Bueno o mediocre, defendible o no en sí mismo desde el punto de vista moral, ¿cómo podríamos olvidar que ha sido el instrumento gracias al cual han podido ser derribadas las murallas del antiguo edificio?, ¿cómo podríamos olvidar que se ha revelado el más maravilloso vehículo de sustitución de un mundo por otro que haya existido nunca? Para nosotros, los revolucionarios, poco importa saber si el nuevo mundo es preferible al anterior, y, por lo demás, no es éste el momento de debatir tal problema. A lo sumo, importaría saber si la Revolución rusa ha terminado, cosa que no creo. ¿Pues qué? ¿Una revolución de tal amplitud habría de terminar tan pronto? ¿Los nuevos valores habrían de sernos ya tan sospechosos como los antiguos? Ciertamente, no somos lo bastante escépticos como para conformarnos con esta idea. Si entre nosotros hay hombres que vacilan aún ante este temor, debe, desde luego, darse por descontado que no me opongo a que pongan en juego, en la medida que fuere, el espíritu general que nos anima, y que debe orientarse ante todo hacia la realidad revolucionaria y hacernos acceder a ella por todos los medios y cueste lo que cueste. En tales condiciones, que en buena hora Louis Aragón haga saber a Drieu La Rochelle, en una carta abierta, que nunca ha gritado «¡Viva Lenin!», pero que «puesto que se le prohibe emitir este grito, mañana lo dará a pleno pulmón». Que en buena hora también yo y cualquier otro de los nuestros opine que no basta con que esté prohibido para comportarse de este modo, y que llevaríamos demasiado fácilmente el agua al molino de nuestros peores detractores, que son también los de Lenin, si les dejábamos suponer que nuestra conducta obedecía simplemente a un desafío. ¡Viva Lenin!, al contrario, precisamente porque es Lenin. Quede claro que no se trata de un grito pasajero, sino de la afirmación clara y firme de nuestro pensamiento. En efecto, sería enojoso que siguiéramos tomando como ejemplo humano a los franceses de la Convención y debiéramos limitarnos a revivir con exaltación aquellos dos años, por lo demás magníficos, que fueron el inicio de todo. No es un sentimiento poético, por atractivo que resulte, lo que más conviene cuando se aborda un período revolucionario, por lejano que éste sea. Y mucho me temo que los rizos de Robespierre y el baño de Marat confieran un prestigio inútil a unas ideas que de otro modo no nos aparecerían tan claras. Aparte de la violencia —pues ciertamente es la violencia lo que de modo más elocuente los abona—, toda una parte de su carácter nos escapa, y debemos confiarnos a la leyenda. Pero si, como yo creo, lo que ante todo nos importa es la búsqueda de medios de insurrección, me pregunto, fuera de la emoción que tales figuras nos han dado imborrablemente, a qué esperamos en el terreno práctico. No ocurre lo mismo con los revolucionarios rusos, a quienes ahora estamos empezando a conocer. Tales son, en suma, esos hombres de quienes tan a menudo se nos ha hablado mal, esos hombres a quienes se nos representaba como enemigos de cuanto aún puede merecernos indulgencia, como autores de no sé qué desastre utilitario mayor aún que el que presenciamos. Separados de toda maniobra política, se nos aparecen en su humanidad; se nos dirigen, no ya como ejecutores impasibles de una voluntad que nunca será superada, sino como hombres que han llegado a la cima de su destino, que nos hablan, y que se interrogan. Renuncio a describir nuestras impresiones. Trotsky recuerda a Lenin. Y es tal la serenidad que se remonta sobre tantos disturbios, que se diría que una espléndida tempestad se remansa. Lenin, Trotsky, la simple enunciación de estos dos nombres bastará para que muchos meneen la cabeza. ¿Comprenden, o no? Incluso las cabezas incomprensivas de muchos son irónicamente pobladas por Trotsky con cotidianos accesorios de oficina: la lámpara de Lenin en la antigua Iskra, los papeles sin firmar que redactaba en primera persona, y, más tarde,... cuanto pertenezca al olvidado curso de la historia. Y creo que nada falta, ni en perfección ni en grandeza. Ciertamente, no son los otros hombres de Estado sujetos idóneos para ser vistos desde esta óptica. Que en su cobardía se prevenga el pueblo de Europa. Porque la gran revelación del libro que nos ocupa es, hay que insistir en ello, que muchas de nuestras ideas más queridas, a las cuales estamos habituados a subordinar estrechamente el sentido moral particular que podamos poseer, no condicionan en absoluto nuestra actitud en lo que respecta a la significación esencial que queramos otorgarles. En el plano moral en el que hemos decidido situarnos, parece fuera de duda que un Lenin es absolutamente inatacable. Y si se me objeta que, según este libro, Lenin es un tipo y los tipos no son hombres, me limitaré a preguntar cuál de nuestros bárbaros sofistas se atreverá a sostener que pueda hacerse alguna enmienda a las apreciaciones generales emitidas por Trotsky aquí y allá sobre los demás y sobre sí mismo; preguntaré, en suma, quién continuará detestando realmente a este hombre, quién será insensible a su voz. Es preciso leer las brillantes, las justas, las definitivas, las magníficas páginas de refutación dedicadas a los Lenin de Gorki y Wells. Es preciso meditar largamente sobre el capítulo que trata del volumen de escritos infantiles dedicados a la vida y a la muerte de Lenin, notables por demás en todos los aspectos, y sobre los cuales el autor ejerce una crítica tan aguda y desesperada: «A Lenin le gustaba pescar. En los días calurosos, tomaba su caña y se sentaba a la orilla del río, y pensaba en el modo de mejorar la vida de los obreros y de los campesinos». ¡Viva Lenin, pues! Saludo a León Trotsky, que ha sido capaz, sin la ayuda de muchas de las ilusiones que aún nos quedan y, tal vez, sin creer como nosotros en la eternidad, de mantener para nuestro entusiasmo esta invulnerable consigna: «Y si tocan a rebato en Occidente —y eso ocurrirá—, puede que nos hallemos absortos en nuestros cálculos, en nuestros balances, en la NEP, pero responderemos a la llamada sin vacilación ni demora: somos revolucionarios de pies a cabeza, lo hemos sido, lo seremos hasta el fin». 4. Gérard Roche El encuentro del águila y el león TROTSKY, BRETON Y EL MANIFIESTO DE MEXICO Traducido por Silvia Novak Reproducimos un trabajo de Gérard Roche, publicado en Cahiers León Trotsky Nº 25, de marzo de 1986, sobre el encuentro de León Trotsky y André Breton, poeta y fundador del movimiento surrealista, en 1938. El encuentro se realizó en México, última residencia de exilio de Trotsky , donde, dos años más tarde, fuera asesinado por un agente estalinista. Aunque es conocida en general la relación de Trotsky con Breton, así como el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente que surgió del encuentro en México, la gran cantidad de trabajos de investigación sobre esta relación (como, por ejemplo, los que ha publicado el Instituto Léon Trotsky en sus Cahiers bajo la dirección de Pierre Broué, quien autorizó la traducción y difusión en castellano de los artículos allí publicados) y, por lo tanto, las riquísimas discusiones que ella suscitó, están muy poco difundidos, sobre todo en español. La relación entre el Trotskysmo y el surrealismo es una muestra más de que, aún en los umbrales de la segunda guerra mundial, perseguido y acorralado por el estalinismo y el fascismo, el Trotskysmo era una corriente viva y actuante, no sólo en el seno del movimiento obrero, sino capaz también de relacionarse con los movimientos intelectuales y artísticos más progresivos de la época, amenazados por las mismas fuerzas reaccionarias que hostigaban al Trotskysmo y a la vanguardia obrera mundial. Pocos encuentros han arrojado una luz tan viva, al punto de entrar en la leyenda, como el encuentro entre Trotsky y Breton en México en vísperas de la segunda guerra mundial. Aquel hombre del que un periodista mexicano describe el rostro “de trazos enérgicos”, la “abundante melena de león”, de quien emana una “dinámica interior”, está entonces en la cima de su madurez de poeta y de jefe incuestionado del movimiento surrealista, cuyas bases teóricas había sentado a principios de los años ´20. Trotsky, la “joven águila” de la revolución rusa, según la expresión del crítico americano Edmund Wilson, el par de Lenin, el prestigioso jefe del Ejército Rojo, vive para entonces su último exilio, acorralado y amenazado cada día por los asesinos de Stalin. Es un hecho notable que en el momento más trágico de la entreguerra, cuando triunfa el fascismo y se perpetra uno de los más grandes crímenes de la historia con los procesos sangrientos de Moscú, pero también igualmente en el momento más negro de su vida personal, Trotsky se incline nuevamente hacia los problemas artísticos. En agosto de 1939, Trotsky escribe que “es bueno que sobre la tierra exista no sólo la política, sino también el arte. Es bueno que el arte sea inagotable en su virtualidad, como la vida misma”. Durante una de las entrevistas que Breton otorga, desde su llegada, a la prensa mexicana, reafirma los objetivos del surrealismo: las palabras de Marx “transformar el mundo” y las de Rimbaud “cambiar la vida” forman para los surrealistas una única consigna. Breton no dejó de creer, a pesar de las decepciones y de los fracasos sucesivos, que los caminos de la poesía y de la revolución, sin confundirse jamás, pueden llevar un día al hombre a dar “el salto del reino de la necesidad” hacia el de la libertad. Espera encontrar en Trotsky no solamente un interlocutor privilegiado, un teórico sin par, sino también la prueba viviente de que es posible conciliar la actividad de interpretación del mundo con la de su transformación revolucionaria. Entre el poeta de El Amor loco y el teórico de la revolución permanente se establecerán relaciones armoniosas y una verdadera complicidad. Nada es más extraño a estas dos personalidades fuera de lo común que el sectarismo y el monolitismo: comparten la misma sed de conocimiento, como lo atestiguan sus debates apasionantes. Esta complicidad y este acuerdo excepcionales, que los desacuerdos pasajeros – muy comprensibles entre dos hombres de origen y de formación tan diferentes – no alcanzarán a oscurecer, se cristalizan en el manifiesto “por un arte revolucionario independiente”, que resonó como un último llamado a la libertad antes que se abatieran sobre el mundo la noche y el estruendo de la barbarie armada. México maravilloso Breton y su compañera, Jacqueline Lamba, llegan a México alrededor del 17 de abril de 1938. De entrada, se produce el flechazo por la tierra mexicana, “tierra de belleza convulsiva”. Breton confía en que México “en sus montañas, su flora, el dinamismo que le confiere la mezcla de razas, así como en sus más altas aspiraciones” tienda a transformarse en “el lugar surrealista por excelencia”1. Pero el viaje de Breton a México y la visita a León Trotsky son la culminación de un largo proceso político marcado por numerosos conflictos con el Partido Comunista y con la Internacional Comunista. Desde comienzos de los años ’30, Breton y sus amigos surrealistas se opusieron en varias ocasiones a la política del Partido Comunista Francés y a la de la Internacional Comunista. En 1931 y 1932, polemizan con el comité de Amsterdam-Pleyel que animan Romain Roland y Henri Barbusse y que la Internacional Comunista digita entre bastidores. Criticando el pacifismo del comité de Amsterdam-Pleyel, pregonan el retorno a las posiciones de Lenin y confluyen así con análisis de Trotsky y de la Oposición de Izquierda que llaman a luchar por la realización de un frente único contra el fascismo y la guerra. En la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (AEAR), Breton rechaza las tesis sobre la literatura proletaria impuesta por los “teóricos” soviéticos de la Asociación Rusa de los escritores proletarios (RAAP). En respuesta a un investigación de la revista Monde, retoma por su cuenta la argumentación de Trotsky, haciendo suyas sus “palabras admirables”. Se levanta contra los plumíferos que se hacen pasar por escritores y artistas proletarios, cuya producción no es más que “fealdad y miseria” y que no conciben otra cosa por fuera del “inmundo reportaje, del monumento funerario y del croquis de presidios”2. En abril de 1934, toman abiertamente posición contra la expulsión de Trotsky (de Francia, N. de T.), a quien saludan en el volante “Planeta sin visa”. Breton y sus amigos rompen definitivamente con el PCF en junio de 1935 en el “Congreso internacional de los escritores por la defensa de la cultura”, en el transcurso del cual estalla, saliendo completamente a la luz, el affaire Víctor Serge. La voz de los surrealistas, así como la de los defensores de Víctor Serge, fue sistemáticamente silenciada. El discurso de Breton, leído por Eluard, y el de Nezval, fueron saboteados por los organizadores, entre los que se distinguió por su celo su ex - amigo Aragon, fiel ejecutor de Moscú, que ya no era para él “la chocha”*. En su folleto “Del tiempo en que los surrealistas tenían razón”, Breton y sus amigos hacen el balance de este período estigmatizando el “viento de cretinización sistemática que sopla sobre la URSS”, y concluyen afirmando que el régimen de la URSS se inclina “a la negación de lo que había sido”; “A este régimen, a este jefe, no podemos más que comunicarles formalmente nuestra desconfianza”3. Pero el golpe de los procesos de Moscú provoca una fractura aún más profunda, y sumerge a Breton en un horror y un derrumbe físico y moral del que le costará mucho salir. Superando su disgusto frente a las confesiones envilecedoras, se compromete resueltamente junto a los militantes socialistas, Trotskystas, sindicalistas y un puñado de intelectuales y escritores como Jean Giono, Victor Margueritte, Marcel Martinet, en el Comité por la investigación sobre los procesos de Moscú, constituido a principios de octubre de 1936. El río de sangre que corre en Moscú lo conduce a medir la amplitud y la profundidad de la degeneración del régimen burocrático que ve como “un retroceso acelerado sin cesar”: “Negación de la dictadura del proletariado en provecho de la de un hombre, restauración de la familia, de la patria, que anuncian para el futuro la de la religión; restablecimiento bajo todas sus formas de la desigualdad entre los hombre, ahogamiento en sangre de toda veleidad crítica...”4. Cuando Trotsky recibe a Breton en la “casa azul”, está informado de su evolución. Naville envió a Coyoacán informaciones y los textos de sus discursos, y, superando las querellas del pasado, escribe a Van Heijenoort: “Usted puede utilizarlo plenamente a favor de L.D. (Lev Davidovicht, Trotsky, N. de. T.), ya que él se ha conducido en esta cuestión con una claridad perfecta, y no es un miedoso”5. Trotsky es muy conciente del interés que representa la venida de un aliado tal. Desde la llegada de Breton, invita a los redactores de la nueva Partisan Review a entrar en contacto con el poeta francés: “André Breton, la cabeza reconocida del surrealismo, está ahora en México. Como ustedes sabrán seguramente, tanto en el plano artístico como en el político, él no sólo es independiente del estalinismo, sino que le es claramente hostil. Tiene sinceras simpatías por la IV Internacional.”6 No es imposible, como lo sugiere Jean Van Heijenoort, que Trotsky haya tenido un plan en mente desde la llegada de Breton a Coyoacán. En tanto que la visita de Malraux, en agosto de 1933, no había desembocado más que en una cierta desconfianza hacia el escritor, que no había cumplido las promesas de sus novelas sobre la revolución china, la venida de Breton y su sincera simpatía por la IV Internacional, en una situación política muy diferente, ofrecen a Trotsky perspectivas nuevas. En un contexto amenazante, en el que el puño de hierro del facismo y del estalinismo se cierra cada vez más, entrevé la posibilidad, apoyándose en Breton, de abrir una brecha en las filas de los intelectuales estalinistas y de los compañeros de ruta de los partidos comunistas ya desestabilizados por las oleadas sucesivas de los procesos de Moscú. El PCF, de todas maneras, comprendió muy bien esto, ya que organizó desde París una campaña de calumnias contra Breton, antes de su llegada. Las gesticulaciones de los tentáculos de Commune y de la Casa de la Cultura encuentran eco en la filas de la LEAR, prima lejana de la AEAR francesa, controlada por el Partido Comunista Mexicano. Trotsky, que sufre él también el fuego de las calumnias de los Lombardo Toledano y de los Laborde, aporta su ayuda a Breton, pidiendo a Van Heijenoort que organice la protección del poeta durante sus conferencias, que podían ser saboteadas por los estalinistas. Es así que el pequeño grupo Trotskysta mexicano asegura un servicio de orden discreto desde la primer conferencia de Breton en el Palacio Bellas Artes. Breton encuentra igualmente en la persona de Rivera a un defensor ardiente y valeroso que, en la prensa mexicana, rompe lanzas contra aquellos que llama los intelectuales “clericales, estalinistas y gepeusistas**”. Escribe que la persecución respecto de Breton coincide con aquella de la que es víctima Freud, y revela así la tendencia del período histórico. Agrega que, sobre este punto “la historia ha probado que entre Adolf Hitler y Joseph Stalin no había la menor diferencia”. Rivera saluda a Breton “amante de México”, que ha comprendido “el contenido de belleza, de dolor, de fuerza contenida y de humor negro de este país.”8 Escaramuzas ¿Qué conocimiento tenía Trotsky, por entonces, del surrealismo? Las tímidas preguntas hechas a Naville en la isla de Prinkipo y las respuestas evasivas y más que insuficientes de este último, en aquel entonces poco dispuesto a clarificar el difícil “pase de manos” entre su pasado de surrealista y su compromiso en las filas de la Oposición de Izquierda, no lo ayudaron para nada a hacerse una idea precisa de los objetivos y de los principios del movimiento fundado por Breton11. Se puede suponer que, hasta 1938, a excepción de algunos números de La Revolución Surrealista, Trotsky no había leído casi ninguno de los grandes textos surrealistas e ignoraba casi todo de la obra de Breton. Es el crítico de arte americano Meyer Schapiro quien hace llegar a Trotsky las principales obras de Breton, poco antes del arribo de este último a Coyoacán. ¿Trotsky los leyó y estudió atentamente o bien se contentó con hojearlos, como parece pensar Van Heijenoort? Las discusiones ricas y apasionadas entre los dos hombres nos inclinarían más bien a pensar que Trotsky buscó seriamente comprender el surrealismo y la obra de Breton, quien por otra parte, pensaba que Trotsky tenía de ellos un conocimiento bastante bueno9. Estas numerosas discusiones no estuvieron exentas de escaramuzas ni de incidentes. Breton ha subrayado hasta qué punto la “complexión artística” era absolutamente extraña a Trotsky, a pesar de su interés por el arte y los artistas. Formado en la escuela del gran crítico literario ruso Bielinsky, Trotsky es un aficionado a la novela realista: “La novela es nuestro pan cotidiano”, subraya en un ensayo consagrado a Gogol. El gusto manifiesto y muy pronunciado de Trotsky por la novela, a la que considera como “un gran arte”, y en particular por la novela francesa, no podía en absoluto acarrear el entusiasmo de Breton, de quien es conocida su aversión por el género novelesco. En el Manifiesto del Surrealismo, Breton desliza, en efecto, la condena a la ficción novelesca que se ubica con una miseria descriptiva en las antípodas de lo imaginario y lo maravilloso. ¿Se habló de Céline? No parece que Trotsky y Breton hayan hablado del autor de Viaje al fin de la noche. Se sabe cómo saludó Trotsky la entrada ruidosa de Céline en la literatura francesa, que provocó una verdadera revolución en el lenguaje. Breton, por su parte, nunca apreció la obra de Céline, de la que dirá más tarde que ni una sola línea “revela otra cosa que un capacidad totalmente física de sostener una pluma y de empaparla en el fango”10. Parece, no obstante, que Trotsky y Breton tienen la misma apreciación sobre la evolución literaria y política de Céline después de su última novela. Apenas llegado a México, Breton denuncia en la revista Hoy el contenido reaccionario de Bagatelas por una masacre11. Trotsky ya había podido observar la confirmación de su pronóstico en Muerte a crédito, cuya grosería y monotonía había subrayado en una carta a (León) Sedov, agregando a propósito de su autor: “Sin embargo, no se trata de un joven banal.”12 Pero el primer cruce de armas entre Trotsky y Breton tuvo lugar durante su segunda reunión el 20 de mayo, y fue alrededor de Zola. No creemos, contrariamente a lo que afirma Lionel Abel, que Trotsky haya podido defender contra Breton que Jules Romains, como novelista, fuera superior a Zola 13. A pesar de la gran admiración de Trotsky por el fresco de Hombres de buena voluntad, es casi seguro que Zola le parece de una estatura mayor. En su Diario de Exilio, Trotsky escribe que Zola, contrariamente a Jules Romains, era un “participante”, y es por eso que, a pesar de las debilidades y falencias de su obra, el primero es “más alto, más profundo, más caluroso, más humano”14. Por un momento, Trotsky había esperado que Jules Romains fuera el Zola del contraproceso de Moscú, al que finalmente le faltó un J’accuse. La actitud prudente de Jules Romains decepcionó a Trotsky, pero no hizo más que confirmar, a fin de cuentas, el juicio que él había formulado tres años antes: Jules Romains no tenía el carácter de un “participante”; era, por el contrario, “moralmente distante”. Es por lo tanto a Zola a quien Trotsky elige para poner a prueba a Breton, con el objetivo de oponer el naturalismo al surrealismo. Seguro de sí mismo, habiéndose preparado visiblemente para la discusión, Trotsky se lanza a la defensa de Zola: “Cuando leo a Zola, descubro cosas nuevas que no conocía, penetro en una realidad más amplia. Lo fantástico es lo desconocido.”15 Un poco sorprendido y a la defensiva, Breton no pudo negar que “había poesía en Zola”16. Pero el juicio que Trotsky –que creía oponer el mundo realista del naturalismo al surrealismo-, intentó hacerle a Breton, resultó un golpe en el vacío. En 1932, Breton ya había respondido a las críticas que buscaban “acreditar, a expensas del surrealismo, los procedimientos neo-naturalistas”, críticas que “regateaban con todo aquello que, desde el naturalismo, ha constituido la más importante conquista del espíritu”17. Precisaba sin ambigüedad su posición frente a la corriente naturalista que no rechazaba en absoluto y que prefería, de lejos, al simbolismo: “Me gustan mucho, por otra parte, los escritores naturalistas: pesimismo aparte –son verdaderamente demasiado pesimistas- (...) Los encuentro, en promedio, mucho más poetas que los simbolistas que, en la misma época, se esforzaban en embrutecer al público con sus elucubraciones más o menos rítmicas; Zola no era malo, por cierto (...); los Goncourt, cuyos tics intolerables se tiende más y más a representarnos, no eran incapaces de ver, de palpar, Huysmans, entre nosotros, antes de hundirse en la fangosa inutilidad de En Ruta, no había dejado de ser un grande, y sería fundado poner como modelo de honestidad a los escritores de hoy, los libros cada vez menos leídos de Robert Caze.”18 Pero para Breton, el maestro incuestionable del naturalismo, no es Zola, sino JorisKarl Huysmans, el único que logró mezclar “el humor negro” y “la áspera comicidad inglesa”. Esta facultad le permite superar la miseria y “las situaciones desoladoras” y llegar “al resultado paradójico de liberar en el lector el ‘principio’ de placer “ 19. El humor negro, cualidad suprema a los ojos de Breton, está ausente de la obra de Zola. Después de este intercambio sobre Zola, la discusión entre Trotsky y Breton trata sobre Freud y el psicoanálisis. No es necesario señalar lo que el surrealismo debe a los descubrimientos de Freud. Desde el Manifiesto del Surrealismo, Breton afirma que él cree en la “resolución futura de estos dos estados en apariencia tan contradictorios, como lo son el sueño y la realidad, en una suerte de realidad absoluta, de surrealidad”. Trotsky pudo leer en Los Vasos comunicantes los esfuerzos teóricos de Breton para conciliar una interpretación materialista del sueño con los descubrimientos y los análisis de Freud. Siempre tan incisivo y ofensivo, Trotsky interpela a Breton acusándolo de querer tergiversar los descubrimientos de Freud sobre el inconsciente: “Usted invoca a Freud, pero ¿no lo hace en función de una tarea contraria? ¿No quiere usted ahogar lo conciente por medio del inconsciente?”20 El ataque de Trotsky revela una cierta incomprensión de los objetivos del surrealismo que, como muchas veces lo subrayó Breton, tiende a la resolución dialéctica de los contrarios. Breton afirma que, para él, se trata de establecer “un hilo conductor entre los mundos demasiado disociados de la vigilia y el sueño, de la realidad exterior y la interior, de la razón y la locura, de la calma del conocimiento y del amor, de la vida por la vida misma y la revolución”21. De hecho, el surrealismo hizo suya la consigna de Marx: “hacia mayor conciencia”. La definición que Breton da a su actitud frente al psicoanálisis, algunos días más tarde, en una revista mexicana, responde precisamente a las objeciones de Trotsky: “He intentado demostrar en diversas ocasiones, permitiéndome utilizar para ello ejemplos tomados de mi vida personal, que si, como lo ha establecido el psicoanálisis, la actividad del sueño depende estrechamente de la actividad de la vigilia que lo ha precedido [...], de la misma manera la actividad durante la vigilia procede, al menos parcialmente, de la actividad onírica anterior. Que el hombre adquiera la conciencia de la interpretación constante de estas dos actividades, y le será posible, en el plano sensible, superar el sufrimiento que engendra en él la lucha entre el principio de placer y el principio de realidad; en el plano intelectual, reconciliar el conocimiento intuitivo y el conocimiento racional”.22 Sin duda, es necesario igualmente ver en el temor de Trotsky a que el surrealismo ahogue lo conciente bajo el inconsciente, un cuestionamiento velado de la escritura automática. Sobre esta cuestión tan controvertida, Breton había hecho una precisión muy clara en su conferencia de Praga, en abril de 1935. El automatismo psíquico jamás había constituido para el surrealismo un fin en sí mismo: “Creo, por mi parte, haber insistido suficientemente sobre el hecho que el texto automático y el poema surrealista son no menos interpretables que el relato de sueño, y que nada debe descuidarse para llevar a buen puerto, cada vez que uno sea llevado a ello, tales interpretaciones. No se si hay aquí problemas post-revolucionarios, pero lo que sí sé, es que el arte, obligado desde hace siglos a no separarse más que apenas de los caminos derrotados del yo y del súper-yo, no puede sino mostrarse ávido de explorar en todo sentido las tierras inmensas y casi vírgenes del ello. De ahora en más, está demasiado comprometido en ese sentido como para renunciar a esta expedición lejana, y no veo nada de temerario en prejuzgar, desde este punto de vista, su evolución futura”. 23 Cuando Breton pregunta: “¿Es Freud incompatible con Marx?”, Trotsky responde: “Estas son cosas que Marx no estudió. Para Freud la sociedad es un absoluto, salvo quizá un poco en El porvenir de una ilusión; ésta toma la forma abstracta de la coacción. Hay que penetrar en el análisis de esa sociedad.”24 De hecho, si Trotsky saludó el aporte de la escuela psicoanalítica de Viena (Freud, Adler, Jung), fue sobre todo por su contribución en “la cuestión del rol jugado por el elemento sexual en la formación del carácter individual y de la conciencia social.”25 Trotsky continúa desconfiado y francamente incrédulo en la aplicación del psicoanálisis al dominio del arte. Como lo nota Jacqueline Lamba, Trotsky no podía concebir el psicoanálisis más que en el plano de la terapéutica, como el propio Freud 26. El artículo que Trotsky consagró en su juventud a Gogol es, a este respecto, muy esclarecedor. Trotsky se niega a llevar las críticas de la obra de Gogol al terreno del psicoanálisis y a asimilar “la extrañeza de su escritura, su disposición melancólica y sus ideas místicas a un esquema clínico de psicosis depresiva”. ¿Por qué y cómo este “artista realista devino en un místico didáctico?”, no es la psicopatología sino “la historia social que nos permite responder a esta pregunta” 34, concluye27. No es en absoluto sorprendente constatar que Trotsky y Breton están en desacuerdo a propósito de la relación entre el arte y la locura. De formación médica y psiquiátrica, alumno del Doctor Babinsky en (en Hospital de) la Pitié, Breton adopta frente a la locura una actitud entremezclada de respeto y de miedo, y un interés que no abandonará jamás28. Trotsky ha leído, por cierto, las muy bellas páginas de Nadia, en las que Breton se lamenta contra el encierro de la locura. No es imposible que él haya podido “molestarse” con la lectura de varias páginas del Manifiesto concernientes a los delirios de los locos, y, probablemente, con aquella en la que Breton declara que se pasaría la vida “provocando” las “confidencias de los locos”: “son personas de una honestidad escrupulosa y cuya inocencia no tiene igual, salvo la mía”, escribe 39. En Los Vasos comunicantes, Breton subraya las “relaciones estrechas que existen entre el sueño y las diversas actividades delirantes tal como se manifiestan en los asilos”. Nota también una analogía entre las “reacciones afectivas paradójicas en el sueño y en la demencia precoz”30. Trotsky se rebela y sostiene “que no podía venir de la locura en sí nada de positivamente constructivo en relación al devenir humano”, mientras hacía notar que Shakespeare había sacado de las palabras de los locos una sabiduría31. ¿Hay que sorprenderse de que, sobre esta cuestión, la concepción de Trotsky se encuentre tan alejada de la de Breton, quien más tarde sostendrá la paradoja según la cual la categoría de enfermos mentales constituye un “reservorio de salud mental”?32. Es la libertad lo que él invoca mostrando a través de las obras de los locos, ya no considerados como objetos clínicos, los “mecanismos de la creación artística liberados de toda traba”33. Pero la divergencia más seria y la más profunda concierne al azar objetivo, concepto clave de la búsqueda surrealista. Definido por Breton como “la forma de manifestación de la necesidad exterior que se abre un camino en el inconsciente humano”34, el azar objetivo hunde sus raíces teóricas en el materialismo dialéctico y el freudismo. Trotsky se resiste frente a la definición de azar objetivo, que no alcanza a conciliar con su propia concepción del materialismo dialéctico, temiendo sobre todo, que en Breton, ella desemboque en el misticismo: “Camarada Breton, el interés que usted le otorga al fenómeno del azar objetivo no me parece claro. Sí, sé perfectamente que Engels había hecho uso de esa noción, pero me pregunto si, en vuestro caso, no hay otra cosa. No estoy seguro de que usted no tenga la preocupación de mantener – (dijo) mientras sus manos delimitaban un pequeño espacio en el aire- una pequeña ventana abierta hacia el más allá”. No había terminado aún de justificarme, cuando él continuó: “No estoy convencido. Y, por otra parte, usted ha escrito en algún lado... ah, sí, que estos fenómenos presentaban para usted un carácter inquietante. -Perdón, le dije, yo escribí: inquietantes en el estado actual del conocimiento, ¿quiere usted que lo verifiquemos?” Se levantó bastante nerviosamente, hizo algunos pasos y volvió hacia mí: “Si usted dijo... en el estado actual del conocimiento... no tengo más nada que responder.”35 En El Amor loco, donde se encuentra el pasaje cuestionado por Trotsky, Breton cree útil invocar el testimonio de Hegel para quien el espíritu “es mantenido despierto y vivamente solicitado por la necesidad de desarrollarse en presencia de objetos, en la medida que quede en ellos algo de misterioso que todavía no ha sido revelado”. Pero es detrás de la garantía teórica de Engels que Breton se atrinchera para responder a los detractores que lo acusan de misticismo respecto del azar objetivo; en Los Vasos comunicantes, es decir, seis años antes del diálogo con Trotsky reproducido más arriba, Breton escribe: “He aquí lo que es tildado en mí de misticismo. La relación causal, vienen a decirme, no podría establecerse en ese sentido. No hay ninguna relación sensible entre tal carta que nos llega de Suiza y tal preocupación que uno podría tener cerca del momento en que esa carta fue escrita. Pero, ¿no es esto –me pregunto- absolutizar de una forma lamentable la noción de causalidad? ¿No es regatear con la palabra de Engels: “La causalidad no puede ser comprendida sino ligándola a la categoría del azar objetivo, forma de manifestación de la necesidad?”36 En El Amor loco, Breton insiste sobre esta sed “de vagar al encuentro de todo aquello de lo que yo me asegure que me mantendrá en comunicación misteriosa con los otros seres disponibles, como si fuéramos llamados a reunirnos de improviso”. El misterio en Breton no tiene valor religioso ni místico, sólo vale para ser dilucidado. El “mundo es un criptograma que pide ser descifrado”, escribe Breton. ¿Hasta dónde esta concepción es compatible con el materialismo dialéctico? ¿Convenció realmente Breton a Trotsky en este debate que, después de todo, sólo tenía una apariencia teórica, ya que Breton comprometía en él su vida entera? Pero, ¿no es una manifestación del azar objetivo aquel encuentro asombroso en 1916, sobre el puente de un navío español en ruta hacia los Estados Unidos, entre Trotsky y el poeta-boxeador Arthur Cravan, héroe místico del surrealismo? Entre los heterogéneos pasajeros del navío, desertores, aventureros, especuladores, rechazados de Europa, Trotsky nota a “un boxeador anglo-francés, leyendo bella literatura, primo de Oscar Wilde” que “reconocía abiertamente que prefería demoler las mandíbulas yanquis que hacerse quebrar las costillas por algún alemán”37. Cravan había encontrado en Barcelona al campeón mundial negro Joe Johnson y lo había desafiado. El combate se llevó a cabo en Nueva York el 29 de abril de 1917: Cravan cayó por K.O. en el primer round. ¿No es también, en el tumultuoso criptograma de la historia, una manifestación del azar objetivo y del humor objetivo –la esfinge blanca y la esfinge negra, según la bella expresión de Breton- el encuentro inesperado de Trotsky con el grosero Bidet (sic), jefe de la policía judicial francesa? En 1922, en Moscú, Trotsky se entera de que el organizador de su expulsión de Francia hacia España en 1916, se encuentra en una prisión soviética; se produce entonces un increíble diálogo entre el policía que, decepcionado, dice: “¡Es la marcha de los acontecimientos!”; “No se puede exigir un mayor consuelo por parte de Némesis”, escribe simplemente Trotsky38. LA AMISTAD DE LOS PERROS Y LOS "GRANDES TRANSPARENTES" "En nuestros días, no se puede consentir que exista un misticismo portátil, algo así como un perrito doméstico que uno lleva a su lado". Trotsky, Literatura y revolución. Esta frase, escrita en 1923, con un singular efecto de boomerang, tomó a la distancia, quince años más tarde, una significación muy simbólica e irónica en torno a un debate sobre los perros entre Trotsky y Breton. Esta nueva escaramuza parecía, en un principio, anodina: Trotsky, que amaba a los animales -y que también los cazabapensaba que los perros eran capaces de emociones casi humanas y que podían sentir amistad por el hombre. Una tarde, en el curso de una discusión en Patzcuaro, Breton fue conmocionado. Jacqueline Lamba reconstruye la polémica que se entabló en ese momento. Breton rechaza lo que parece ser "en principio, una posición sentimental ". "¿Qué pruebas puede haber de lo contrario?", replica Trotsky, agregando que "sus reacciones tienden a hacernos creer, de forma muy verosímil, que los perros sienten amistad". Luego de una interminable discusión, Trotsky concluye, riendo: "Sería necesaria, sin duda, una tercera persona, mitad perro, mitad hombre para arbitrar este debate; a falta de su existencia y considerando la reacción de los perros hacia el hombre, me atengo a mis sentimientos" (39). Breton no digirió, por cierto, la discusión sobre los perros ni la conclusión de Trotsky, puesto que sintió la necesidad, en 1942, de recordar el incidente. Sin dar el nombre de Trotsky, fácilmente reconocible, Breton deplora que quien ha estado al frente de grandiosos acontecimientos en la historia, posea "una visión antropomórfica sobre el mundo animal" que, según él, "pone al descubierto en su manera de pensar deplorables facilismos". "Siempre me ha parecido que el pensamiento con mayor dominio de sí mismo, el más agudo, el más apto para superar todos los obstáculos en el campo en que se aplica, fuera de este campo, se acomoda a las más extrañas complacencias. Mi sorpresa a este respecto se cristaliza siempre en torno a una conversación en la que yo tenía por interlocutor a un espíritu de una envergadura y un vigor excepcionales. Era en Patzcuaro, en México: siempre nos recordaré yendo y viniendo a lo largo de la galería que daba sobre un patio florido, adonde subía, desde veinte jaulas, el grito del sinsonte. La mano nerviosa y fina que había dirigido algunos de los acontecimientos más grandes de este tiempo, se distraía acariciando a un perro que vagaba alrededor nuestro. Hablaba de los perros y yo observaba cómo su lenguaje se hacía menos preciso, su pensamiento menos exigente que de costumbre Se abandonaba a amar, a atribuirle a un animal bondad natural, hablaba, incluso, como todo el mundo, de devoción. Yo intentaba demostrarle lo que hay de arbitrario en atribuirles a las bestias sentimientos que sólo tienen un sentido apreciable en tanto se refieran al hombre, ya que eso nos llevaría a considerar al mosquito como conscientemente cruel y al cangrejo, como deliberadamente retrógrado. Se hizo claro que se ofuscaba al tener que seguirme en este camino: insistía -y esta debilidad es, por otra parte, emocionante a la distancia, en razón del destino trágico con que los hombres habrán pagado su entrega total a su causa- en lo que el perro sentía por él, en toda la acepción de la palabra amistad"(40) En Prolegómenos a un tercer manifiesto surrealista o no, Breton cuestiona el antropomorfismo, al que sustituye por una especulación intelectual fundada en la vida mítica que le parece más fecunda. "No hay sociedad sin mito social", escribe Breton. El debate acerca de la amistad con los perros encuentra su prolongación en una reflexión sobre el mito. El hombre no es "el rey de la creación", tampoco es "la línea de mira del universo". Inspirado por la lectura de Novalis y de William James, Breton, "sin tomar en cuenta las acusaciones de misticismo" deja vagar su espíritu: "Creo tener que observar que no me alejo aquí, sensiblemente, del testimonio de Novalis: `Vivimos en realidad dentro de un animal del que somos parásitos. La constitución de este animal determina la nuestra y viceversa ´, y que acuerdo plenamente con el pensamiento de William James: `Quién sabe si, en la naturaleza, no tenemos un lugarcito al lado de seres insospechados, como nuestros gatos y nuestros perros viviendo a nuestro lado en nuestras casas (41) A estos hipotéticos seres invisibles, fuera del alcance de los sentidos del hombre, Breton los llama los Grandes Transparentes. ¿Discutió Breton con Trotsky sobre la hipótesis de William James y su concepción del mito? Esto es lo que afirma, en todo caso, Lionel Abel, apoyándose en las confidencias del mismo Breton. Trotsky, escandalizado, se habría enfurecido : "Le gritó a Breton -escribe Lionel Abel- que no teníamos necesidad de nuevos mitos, sino de mayor claridad. El no había rechazado a la III Internacional para anunciar que formaba parte de un animal gigantesco, desconocido para el mismo Breton o, por añadidura, para James, o para no importa qué idealista americano". (42) Poco importa, a fin de cuentas, que la discusión haya existido o no; apostamos a que Trotsky no habría respondido de otra manera. Si bien la preocupación del mito colectivo ya estaba presente en los años 37-38, nos parece, sin embargo, que no fue sino más tarde, hacia mediados de los años cuarenta, cuando tomó todo su vuelo y su importancia en el pensamiento de Breton. El descubrimiento y la lectura en profundidad de Fourier en los Estados Unidos aceleraría este proceso, que finalmente terminó cuestionando al marxismo como medio absoluto de conocimiento de la realidad social. Su visión de la historia sería, de la misma manera, profundamente modificada. EL "COMPLEJO DE CORDELIA" Cordelia: "Qué hará Cordelia? Amar sin pronunciar palabra..." Shakespeare, El Rey Lear. Es, sin duda, hacia finales de mayo o principios de junio, cuando Trotsky le pide a Breton la redacción de un proyecto de manifiesto que debe servir de base de reagrupamiento a los escritores y artistas revolucionarios. Es entonces cuando se produce un extraño fenómeno: Breton, paralizado, "con el aliento de Trotsky en la nuca" -según la expresión de Van Heijenoort-, no logra redactar el proyecto solicitado. El retraso persistente provoca, en el transcurso del mes de junio, un breve y violento incidente entre Trotsky y Breton. En la ruta de Guadalajara, en medio del viaje, Breton es obligado a descender del auto que encabeza la caravana; Van Heijenoort toma entonces su lugar cerca de Trotsky, quien viaja sentado en el asiento trasero del auto, derecho y silencioso, visiblemente irritado. Fue el retraso de Breton en redactar el manifiesto lo que provocó la cólera de Trotsky. Después de este incidente, hubo un enfriamiento que duró varios días, luego, las relaciones cálidas se restablecieron. A comienzos de julio hubo otro viaje de varios días a Patzcuaro. Después de las excursiones del día, por las noches se desarrollaban animadas discusiones alrededor de cuestiones del arte y la política. Hubo incluso la intención de publicar estas conversaciones bajo el título de "Las conversaciones de Patzcuaro" firmadas por Breton, Rivera y Trotsky. Lamentablemente, Breton cayó enfermo, afectado de pronto por una afasia. El león surrealista estaba privado de su voz frente a la estatura imponente del águila. Por cierto, se pueden hacer comentarios sobre las razones psico-somáticas de esta enfermedad repentina, que, por desgracia, nos privó de un libro magnífico, que hubiera rivalizado con las conversaciones entre Goethe y Eckermann.(43) Breton sintió la necesidad de explicarse acerca de su inhibición, en una carta a Trotsky, escrita en el barco que lo llevaba de vuelta a Francia: "Muy querido León Davidovitch, Me animo más a llamarlo así, ahora que no estoy en vuestra presencia. Sin embargo, frecuentemente he deseado hacerlo y, si se lo digo, es para que usted mida la inhibición de que soy víctima, cada vez que se ha tratado de intentar algo en vuestra dirección y bajo vuestra mirada. Esta inhibición destaca ante todo -quisiera hacérselo comprender a cualquier precio-, la admiración sin límites que le profeso; aquella no ha sido, en estos últimos tiempos, más que su otra cara. Así, muy frecuentemente, me he preguntado lo que sucedería si, aunque sea imposible, me encontrase frente a uno de esos hombres alrededor de los cuales he moldeado mi pensamiento y mi sensibilidad: digamos por ejemplo, Rimbaud o Lautréamont. Me sentiría de golpe extrañamente privado de medios, preso de una especie de necesidad perversa de disimularme. Es lo que yo denomino, recordando al Rey Lear, mi "complejo de Cordelia": no se burle, es totalmente innato, orgánico, lo creo totalmente imposible de desarraigar. Usted es, precisamente, uno de esos hombres, quizá también -no estoy del todo seguro, a causa de Freud - el único vivo. (...) Pero no lo aburriré más con estas explicaciones sentimentales. Tal vez puedan solamente hacer justicia sobre el malentendido de la ruta de Guadalajara, que usted tuvo razón en querer dejar en claro."(44). Podemos abandonarnos a imaginar el diálogo que se entabla -en el asiento trasero del auto que corre hacia Guadalajara- entre Trotsky-Lear y Breton-Cordelia; un diálogo que podría parecerse extrañamente al del drama de Shakespeare: " Lear - ... Y ahora, vos, alegría nuestra, la última, aunque no la menos querida, cuyo amor juvenil disputan competidores, las viñas de Francia y la leche de Borgoña, ¿qué podéis decir que merezca un tercio más rico que el de tus hermanas? ¡Habla! Cordelia - Nada, señor. Lear - ¿Nada? Cordelia - Nada. Lear - De nada, no vendrá nada. Habla de nuevo. Cordelia - ¡Infeliz de mí, que no puedo llevar dentro de mis labios mi corazón! Amo a vuestra Majestad conforme a mi deber, ni más ni menos. Lear - ¡Cómo, cómo, Cordelia! Enmendad un poco vuestras palabras, si no queréis dañar vuestros intereses."(45). "EL EJE INVISIBLE DE LA REVOLUCION" El proyecto que Breton presentó finalmente a Trotsky, escrito en tinta verde, fue discutido y modificado en el curso de varias sesiones. Trotsky recortaba el manuscrito de Breton, pegaba en su propio manuscrito dactilografiado los pasajes que se habían seleccionado en la discusión, que él mismo corregía a mano. El texto en ruso era inmediatamente traducido por Jean Van Heijenoort. La versión definitiva del manifiesto no se distingue casi del texto inicial redactado por Breton, aunque aquí o allá se observan modificaciones no carentes de interés. El manifiesto aparece como la fusión notable de dos corrientes de pensamiento y de dos concepciones de la creación intelectual, concepciones muy antiguas, pero revividas y modificadas por la experiencia y, sobre todo, por el contacto enriquecedor y estimulante entre los dos hombres. El esfuerzo de análisis teórico de la degeneración burocrática de la URSS emprendido en La Revolución Traicionada, condujo a Trotsky a hacer un terrible balance de la condición intelectual y del arte. Los contactos con los intelectuales de Partisan Review, las largas discusiones con Breton y Rivera, condujeron a Trotsky, durante el mes de junio de 1938, a escribir varios artículos consagrados al arte oficial soviético. Este le parece aún más servil que el arte cortesano de la época de la monarquía, porque descansa sobre una falsificación sin precedentes en la historia, destinada a magnificar al "jefe", es decir a Stalin. Durante el mes de junio, Trotsky repite, en varias ocasiones, este veredicto sin apelación: "El arte de la época estalinista entrará en la historia como la expresión más espectacular de la profunda declinación de la revolución proletaria". Breton estaba tan horrorizado como Trotsky frente al aspecto profundamente reaccionario del "realismo socialista", que en la URSS, luego de abril de 1932, había sucedido a la teoría del arte y de la literatura proletaria como "armas de la lucha de clases". Breton rechaza el "realismo socialista" como había rechazado y combatido la futilidad de la literatura proletaria en los años ´20. En un texto teórico de gran intensidad, escrito un año antes del viaje a México, Breton niega que el arte de una época pueda consistir en la "pura y simple imitación de los aspectos que reviste esa época" y rechaza como "errónea" la concepción del "realismo socialista" que pretende imponer al artista "excluyendo toda otra expresión, la pintura de la miseria proletaria".(46) En México, reafirma las exigencias propias del arte y la poesía: "Así como no he dejado de sostener que la poesía estaba hecha para expresar, no el "contenido manifiesto" sino el "contenido latente", que tiene como función objetivar el "mito colectivo" de una época, de la misma manera me he opuesto siempre a que la poesía pueda servir como instrumento de propaganda, aunque sea con la intención de propagar la revolución. Mi ruptura con Aragon en 1930 se debió en gran parte a mi intransigencia en este punto. He dicho que la poesía, ante todo arte de lenguaje, obedece a determinaciones particulares, se desarrolla según una curva particular que es imposible hacer coincidir con el desarrollo de las reivindicaciones sociales (47). El manuscrito de Breton, (48), conservado en la Houghton Library, comparado con el texto del manifiesto, permite circunscribir la parte que se debe a Trotsky de la de Breton, y al mismo tiempo, nos da una idea más precisa de su elaboración. Algunos pasajes del manifiesto indican claramente que ciertas divergencias entre Trotsky y Breton fueron, si no resueltas, al menos parcialmente superadas. Así ocurrió con el azar objetivo, ásperamente discutido por Trotsky. Sobre este punto, el bosquejo de Breton se retomó integralmente en el texto del manifiesto. El proceso del descubrimiento en el dominio del arte o de la ciencia, que conduce al conocimiento, se describió en términos idénticos a los que definen el azar objetivo: "En lo que conserva de individual en su génesis, en tanto pone en marcha cualidades subjetivas para despejar cierto hecho que ocasiona un enriquecimiento objetivo, un descubrimiento filosófico, científico o artístico aparece como el fruto de un azar precioso, es decir, como una manifestación más o menos espontánea de la necesidad. No se podría ignorar tal aporte, tanto desde el punto de vista del conocimiento en general (que tiende a que se continúe la interpretación del mundo) como desde el punto de vista revolucionario (que, para llegar a la transformación del mundo, exige hacerse una idea exacta de las leyes que rigen su movimiento)" (49). De igual modo, se puede suponer que el debate concerniente a Freud y el psicoanálisis, terminó en un compromiso. Cuando Breton afirma que la vocación artística es el resultado de un "choque entre el hombre y algunas formas sociales que le son adversas", se hace eco de Trotsky cuando éste escribe que la creación artística "es siempre un acto de protesta contra la realidad, consciente o inconsciente" (50) La creación artística se define en el manifiesto con ayuda de términos tomados directamente del psicoanálisis: "El mecanismo de sublimación, que interviene en tal caso, y que el psicoanálisis puso en evidencia, tiene como objeto restablecer el equilibrio roto entre el "yo" coherente y los elementos reprimidos. Este restablecimiento se opera en beneficio del "ideal de sí" que levanta contra la realidad presente, insoportable, las potencias del mundo interior, del "sí", comunes a todos los hombres, y constantemente en vías de expansión en el devenir".(51) Trotsky y Breton son adversarios de la teoría del "arte por el arte", pero también lo son del arte de propaganda, o más aún, según la expresión de Engels, del arte "tendencioso". Suscriben, especialmente Breton, lo que escribía Engels mismo, en abril de 1888, a Miss Harkness: "Cuanto más disimulados estén los puntos de vista del autor mejor será para la obra artística" (52) Cuando Trotsky propone incluir en el manifiesto que el artista, permaneciendo independiente, no puede servir a la lucha emancipadora más que a condición de "estar impregnado subjetivamente de su contenido social e individual, de haber hecho hecho pasar el drama por sus nervios y de buscar libremente dar una encarnación artística a su mundo interior", no hace más que repetir bajo otra forma, lo que ya escribía en Literatura y Revolución: "El eje invisible (el eje de la tierra también es invisible) debería ser la revolución misma, alrededor de la que debería girar toda la vida agitada, caótica y en vías de reconstrucción. Para que el lector descubra este eje, el autor debería haberse preocupado por ello, y al mismo tiempo, haber reflexionado seriamente sobre ello" (53) Breton, por su parte, niega que se puedan hacer obras de arte, ni siquiera en último análisis, obras de arte útiles, restringiéndose a expresar únicamente el "contenido manifiesto" de una época. El surrealismo no se propone más que la expresión de su "contenido latente". En "Posición política del arte de hoy", Breton destaca que la Comuna de París dejó al arte enfrentado a sus propios problemas: antes como después, los problemas a los que se enfrentaba el artista "continuaron siendo los mismos": la fuga de las estaciones, la naturaleza, la mujer, el amor, el sueño, la vida y la muerte".(54) Coincide con Trotsky, para quien el artista debe, ante todo, "dar libremente una encarnación a su mundo interior". "Es que el arte, en toda su evocación en los tiempos modernos, está llamado a saber que su cualidad reside únicamente en la imaginación, independientemente del objeto exterior que le dió nacimiento. Está llamado a saber que todo depende de la libertad con la que esta imaginación alcance a realizarse, y a realizarse ella y sólo ella. La condición misma de la objetividad en el arte es que éste aparezca como apartado de todo círculo determinado de ideas y de formas. Es por esa vía que puede adecuarse a su necesidad primordial, que es la de ser totalmente humano".(55). Sobre ese punto, Trotsky y Breton parecen haberse puesto de acuerdo, como lo atestigua el manifiesto que afirma que, en materia artística, "importa esencialmente que la imaginación escape a toda coacción, que no permita, bajo ningún pretexto, que se le impongan escalafones". Trotsky había subrayado ya en Literatura y Revolución que el arte no tiene como meta la imitación de un modelo exterior, aunque sea el de la realidad del mundo proletario, sino que le es indispensable alimentarse en el hogar del "lirismo personal". "Nuestra concepción marxista del condicionamiento objetivo del arte y de su utilidad social no significa en absoluto, cuando ésta se traduce en el lenguaje de la política, que querramos dirigir el arte mediante decretos y prescripciones. Es falso decir que para nosotros, únicamente es nuevo y revolucionario un arte que hable del obrero; en cuanto a pretender que exigimos de los poetas que describan exclusivamente las chimeneas de las fábricas o una insurrección contra el capital, es absurdo. Por supuesto, por su misma naturaleza, el arte nuevo no podrá dejar de ubicar a la lucha del proletariado en el centro de su atención. Pero el arado del arte nuevo no está limitado a un cierto número de surcos numerados: por el contrario, debe labrar y roturar todo el terreno, a lo largo y a lo ancho. Por pequeño que sea, el círculo del lirismo personal tiene, indiscutiblemente, el derecho de existir en el arte nuevo. Más aún, el hombre nuevo no podrá formarse sin un nuevo lirismo".(56). En su proyecto inicial, como lo muestra el manuscrito conservado en la Hougthon Library, Breton había retomado en su conclusión la fórmula usada por Trotsky en Literatura y Revolución: "Total permiso en el arte, salvo contra la revolución proletaria". A su regreso de México, Breton indicó que fue el mismo Trotsky quien lo puso en guardia contra los abusos que podrían hacerse de este último constituyente de la frase, y borró sin dudar "salvo contra la revolución proletaria".(57) Otro párrafo del manuscrito de Breton, igualmente restrictivo y que iba en el mismo sentido que la fórmula precedente, no fue seleccionado. (58). Sobre esta cuestión de la independencia del arte y de la creación, el pensamiento de Trotsky sufrió una evolución importante. En La Revolución traicionada, redactada dos años antes, Trotsky adhiere aún a su antigua fórmula, puesto que escribe que el Estado obrero debe permitir a las tendencias artísticas "una libertad completa en su propio terreno", pero, agrega, poniendo "por delante de todo criterio: a favor o en contra de la revolución".(59). Pero luego, los procesos amañados y las sangrientas ejecuciones en la URSS mostraron hasta dónde podía llegar la burocracia en su odio ciego a la revolución y a la libertad. La degeneración del arte soviético, que llega incluso a celebrar las macabras ejecuciones de los procesos, le hacen temer el abuso que podría hacerse en el futuro del criterio "a favor o en contra de la revolución proletaria" en el terreno del arte. En verdad, ¿no es una fórmula que un régimen burocrático sin escrúpulos, que "pervierte las palabras" y "aliena la libertad" -para tomar las palabras de Breton-, podría utilizar para sus propios fines con el objetivo de aplastar al arte? (60). Trotsky completa esta importante y significativa modificación de su formulación sobre las exigencias de la creación artística, en un párrafo redactado íntegramente por él, y cuyo estilo es fácilmente reconocible: "Si para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución debe erigir un régimen socialista de planificación centralizada, para la creación intelectual, debe, desde su mismo comienzo, establecer un régimen anarquista de libertad individual".(61). Se puede medir aquí el paso dado por Trotsky, que escribía en La Revolución Traicionada que la creación intelectual "necesita libertad... la ciencia, el arte no deberán sufrir ningún plan impuesto, ninguna sombra de obligación". Es recién a partir del contacto con André Breton y luego de largas discusiones con él en compañía de Rivera, que Trotsky siente la necesidad de precisar que el arte requiere un "régimen anarquista" de libertad individual. Cómo no relacionar este hecho con lo que escribía Breton en 1937: entre los diversos procesos del espíritu es "únicamente apelando al automatismo bajo todas sus formas, que se puede esperar resolver, por fuera del plano económico, todas las antinomias que, habiendo preexistido a la forma de régimen social bajo la que vivimos, corren el riesgo de no desaparecer con ella". (62). Al término de un análisis lamentablemente muy somero del manifiesto "Por un arte revolucionario independiente", se puede observar el acercamiento excepcional de dos pensamientos y de dos procesos, que eran, sin embargo, muy diferentes al principio. No compartimos la opinión de Arturo Schwartz, quien escribe que las relaciones entre Trotsky y Breton estuvieron marcadas por "un vicio original" y que "siempre fueron en un único sentido: mientras que la universalidad de la visión de poeta le permitía a Breton abrazar la causa social, el exclusivismo de la visión de hombre político, privaba a Trotsky de un punto de vista más amplio sobre lo humano" (63), agregando que Trotsky jamás comprendió "las reivindicaciones surrealistas". Nada más alejado de lo que el mismo Breton pensaba sobre este punto. En los Entretiens, insiste no sólo en lo que "había de prodigioso en su organización mental" sino también en lo que "podía tener de humano en el sentido más elevado del término (...) esa facultad de relacionar cada pequeño hecho observable con un dato general, de convertirlo -sin que ello tuviera nada de artificial o de forzado- en esperanza de un reajuste de los valores de este mundo, que viniera a fortificar aún más el sentimiento de la necesidad de la lucha revolucionaria"(64). Por cierto, no es cuestión de sostener el punto de vista inverso, según el cual Trotsky se habría hecho una idea perfectamente clara de los objetivos surrealistas y que, finalmente, habría adherido a ellos. Muchos terrenos le resultaban cerrados, e incluso desconocidos. En su discurso del 11 de noviembre de 1938, Breton recuerda que los nombres de Sade y Lautréamont "lo hacían poner ligeramente molesto", pero, agrega, Trotsky le exige que precise el rol que ellos habían jugado en su pensamiento "ubicándose desde el único punto de vista justo, desde el punto de vista común al revolucionario y al artista, que es el de la liberación humana" (65). Algunos, como René Etiemble, cuestionaron la validez del acercamiento entre Trotsky y Breton. En el transcurso de una conferencia en México en 1939, Etiemble destacó que "estaba sorprendido por la colusión que existe entre el racionalismo de Trotsky y el irracionalismo ampliamente afirmado de los surrealistas". Al final de la conferencia, Van Heijenoort, que estaba en la sala, propuso a Etiemble una entrevista con Trotsky, que le dio la posibilidad de preguntarle a éste último sobre su alianza con Breton. Trotsky le respondió "que no podía permitirse ser sectario sobre las cuestiones ideológicas cuando era tan difícil encontrar aliados: ya que los surrealistas aceptaban la unidad de acción, no veía por qué debería rechazar una alianza con ellos" (66). El materialismo dialéctico tal como lo defendía Trotsky, ¿era tan incompatible con el espíritu del surrealismo, cuya reivindicación de lo irracional dista mucho de ser su único componente? Por otra parte, nos parece un poco estrecho, y no demasiado justo, caracterizar el pensamiento de Trotsky como "racionalista", de la misma forma que nos parece caricaturesco reducir el surrealismo a lo irracional. Hemos subrayado cuán cerca de Hegel y sobre todo de Engels se sentía Breton, y que no duda en reivindicar alto y fuerte la adhesión del surrealismo a las tesis del materialismo dialéctico. El surrealismo no se considera a sí mismo únicamente como un cuestionamiento radical al viejo pensamiento racionalista de Augusto Comte, sino que reivindica una liberación total del espíritu y una fusión del entendimiento humano en la que la razón y lo irracional dejen de ser percibidos contradictoriamente. La riqueza de las discusiones entre Trotsky y Breton, la complejidad de las cuestiones planteadas, su manera de responder a ellas, desprovistas de todo sectarismo, hacen ampliamente justicia de las críticas simplificadoras que tienden a reducir a dos corrientes de pensamiento originales y matizadas, a categorías abstractas y estrechas. LA MIRADA DEL AGUILA La última entrevista entre Breton y Trotsky fue muy cálida. La guerra amenazaba y Breton sabía que corría el riesgo de ser reclutado desde el momento mismo de su regreso a Francia. Jean Van Heijenoort nos brinda un testimonio emocionante de esos últimos instantes: "Mientras estaban a punto de separarse en el patio soleado de la casa azul de Coyoacán, en medio de los cactus, los naranjos, las Santa Rita y las estatuas, Trotsky fue a buscar a su escritorio el manuscrito común del manifiesto y se lo dio a Breton. Breton se emocionó mucho. Era, por parte de Trotsky, un gesto inusual, único incluso durante todo el tiempo en que yo había vivido con él" (67) Breton llega a Francia con una responsabilidad abrumadora, que descansa casi únicamente sobre sus espaldas: poner en pie, sin demora, la Federación Internacional del Arte Independiente (FIARI). Desde los primeros días, despliega una intensa actividad y logra reunir, a fines de septiembre de 1938, a unos sesenta intelectuales, artistas y escritores, que le dan su adhesión; entre ellos, los franceses, Giono, Marcel Martinet, Henri Poulaille, y los extranjeros Ignazio Silone, Jef Last, Helge Krog, Herbert Read, Karel Teige, entre otros. Pero también hay notables ausencias y rechazos. Breton visita a Gide, quien no acepta aportar su firma, aunque no excluye colaborar eventualmente con el futuro boletín de la FIARI Otros lo esquivan por diversas razones, como Roger Martin du Gard. Breton deplora la defección de Gaston Bachelard quien se declara "incompetente". Por su lado, Trotsky intenta acelerar el proceso en México, pero rápidamente los resultados se demuestran modestos, incluso decepcionantes. Diego Rivera, enfermo y deprimido, falta a la cita. Las cosas se dilatan en los Estados Unidos, en donde Dwight Macdonald, portavoz de Partisan Review, frena el movimiento. Una discusión triangular entre París, Nueva York y México, arbitrada por Trotsky, que nació de las reticencias de Macdonald, en desacuerdo con los pasajes del manifiesto relacionados con el psicoanálisis, hizo perder varios meses. Recién el 2 de marzo de 1939, es decir, siete meses más tarde de la redacción del manifiesto, una treintena de intelectuales americanos se reúnen, por iniciativa de Partisan Review, y deciden formar la League for Cultural Freedom and Socialism, que se declara simpatizante del manifiesto de México. Finalmente, el congreso mundial y la constitución de un Comité Ejecutivo Internacional de la FIARI jamás verán la luz. Pero a partir de enero de 1939, y en los meses siguientes, el grave conflicto entre Trotsky y Rivera, que desemboca en su ruptura, hace planear una sombra amenazante y mortal sobre la FIARI La dolorosa ruptura entre Trotsky y Rivera afecta profundamente a Breton. "No hace falta decirle, -escribe a Trotsky- , que la actividad de la FIARI se encuentra gravemente afectada por esta ruptura entre usted y Rivera" (68). Sin embargo, si se puede hablar de un fracaso de la FIARI no es por falta de energía desplegada por Breton, quien cumplió con la tarea comprometida. Como lo precisará Breton más tarde a André Parinaud: "Un fracaso tal, en este momento, se confunde con muchos otros. Todo ocurre como si la actividad intelectual, en las más diversas direcciones, marcara un tiempo de detención, como si el espíritu estuviera ya advertido de que nada es capaz de hacer retroceder a la plaga" (69) A pesar de las fluctuaciones de su pensamiento político y sus posicionamientos ulteriores, que lo alejarían del marxismo, Breton jamás renegará del manifiesto ni de su actividad en favor de la FIARI En diciembre de 1945, declara, durante una entrevista, que "es una cuestión de vida o muerte para el surrealismo continuar reivindicando la plena libertad de investigación artística" y que se atiene a "los términos de llamado Por un arte revolucionario Independiente"(70) A pesar de tomar distancia de la IV Internacional y de las ideas defendidas por Trotsky, Breton mantiene intacta su admiración por el exiliado de México. En 1957, en ocasión del 40º aniversario de la Revolución de Octubre, evoca la mirada de Trotsky "fija sobre él" y que "por sí sola" basta para ordenarle: "guardar fidelidad a una causa, la más sagrada de todas, la de la emancipación del hombre... Nada logrará extinguir a una mirada tal y la luz que de ella se eleva, de la misma manera que el Thermidor no pudo alterar los rasgos de Saint - Just".(71). NOTAS: * Hacia 1925, Aragón mantenía todavía una actitud hostil hacia la revolución rusa, y se refería a ella en forma despreciativa y provocadora. De ahí la expresión irónica y despectiva de "Moscú, la chocha", que Aragón utiliza en su artículo "Avez-vous déja giflé un mort?", publicado en el panfleto colectivo "Un cadavre", luego de la muerte de Anatole France en octubre de 1924 (N. de T.) ** "Gepeusistas": referente a la GPU, la policía política stalinista de la época, antecesora de la NKVD (N. de T.) 1- “Diálogo con André Breton”, por Rafael Heliodoro, Universidad de México, junio de 1938. 2- André Breton, Second Manifeste du surréalisme, Manifeste du surréalisme, Jean-Jacques Pauvert, 1962, pp. 188/189 3- Du temps que les surréalistes avaient raison, en Manifestes du surréalisme, pp. 299-301. 4- Declaration d’André Breton au meeting du POI, 17 de diciembre de 1936, Cahiers León Trotsky Nº 9, enero de 1982, p. 114. 5- Pierre Naville a Jean Van Heijenoort, 12 de mayo de 1938, Houghton Library (6953) 6- Trotsky a Philip Rahv, 12 de mayo de 1938, Oeuvres, 17, p. 230. 7- Testimonio de Jean Van Heijenoort. 8- Diego Rivera “Más letras antes que pan. Los clérigos estalinistas guepeuizantes y el caso del gran poeta André Breton”, Novedades, 24 de junio de 1938, ver también el artículo del 10 de junio en el que Rivera habla del libro de Breton Los Vasos Comunicantes. 9- Entre los libros de Breton que llegaron a Nueva York, Van Heijenoort menciona: el Manifiesto del surrealismo, Nadia y Los Vasos comunicantes. Seguramente haya que agregar El Amor loco. En su discurso del 11 de noviembre de 1938, Breton declara: “Conociendo bastante mis libros, insistió conocer mis conferencias y me ofreció discutirlas conmigo”, Visita a León Trotsky, Cahiers León Trotsky Nº 12, diciembre de 1982, p. 116. 10- Carta colectiva de protesta del grupo surrealista en L’Express con fecha 22 de junio de 1957, Tracts surréalistes et déclarations collectives, introducción y notas de José Pierre, Le Terrain vague, 1982, p. 171. 11-Entrevista de André Breton otorgada a la revista Hoy, 14 de mayo de 1938. 12- Trotsky a Sedov, 18 de dicembre de 1936, OEuvres, 11, p. 350. 13- Lionel Abel se basa en el relato que le hizo Breton en el verano de 1942, en Nueva York, de sus discusiones y divergencias con Trotsky. En un artículo “The surrealists in New York”, Commentary, octubre de 1981, pp. 44-54, Lionel Abel, escribe: “El encontró que Trotsky ponía a Romains por encima de Zola en tanto novelista y Breton se negó a admitir este juicio. No hay ninguna duda de que Breton tenía razón. Lo que sería interesante saber es por qué Trotsky cometió semejante error de apreciación, ya que frecuentemente era un excelente crítico literario.”. Si se acepta el relato de Lionel Abel, hay que concluir que Trotsky cambió de parecer entre 1935 y 1938. Sin embargo, ponemos muchas reservas sobre la seriedad y la exactitud de los recuerdos de L. Abel, que, por otra partes, desbordan de errores: para no citar más que uno, Abel sitúa la visita de Breton a México en 1939. 14-Trotsky, Journal d’exil, Gallimard, 1960, pp. 67-68 15- Jean Van Heijenoort, Sept ans auprès de Léon Trotsky, Les lettres nouvelles, 1978, p. 180. 16- Ibidem. 17- André Breton, Les Vases Communicants, Gallimard, 1955, pp. 96-97. 18- Ibidem. 19- André Breton, Anthropologie de l’humour noir, Jean Jacques Pauvert, 1966, pp. 247-263. Joris-Karl Huysmans (1848-1907), autor de A Rebours (1884), En rade (1887), Là bas (1891). 20- Jean Van Heijenoort, op. cit., p. 180. 21- Breton, Les Vases Communicants, p. 105. 22- “Diálogo con André Breton”, Universidad de México, junio de 1938. 23- André Breton, “Position politique de l’art aujourd’hui”, conferencia pronunciada el 1 de abril de 1935 en Praga, en Manifestes... op. cit., p. 272. Marguerite Bonnet da, en algunas páginas, un análisis muy esclarecedor de la génesis del automatismo en Breton. Muestra que es coveniente establecer una distinción entre el automatismo practicado por los poetas y los pintores surrealistas y aquel de los mediums. Marguerite Bonnet demuestra de manera muy convincente que es en Freud y no en Janet ni mucho menos en Myers, donde Breton encontró el impulso inicial que lo condujo a la escritura automática. Marguerite Bonnet: André Breton. Naissance de l’aventure surréaliste, José Corti, 1975, pp. 106-108. 24- Jean Van Heijenoort, op. cit., p. 180. 25- Trotsky, Littérature et révolution, U.G.E., p. 55. 26- “Entretiens d’Arturo Schwartz avec Jacqueline Lamba”, op. cit. 27- Trotsky, “N. V. Gogol (1852-1902) ”Vostotchnoié Obozriéné (La Revista del Oriente) Nº 43, 21 de febrero de 1902, bajo el seudónimo de Antid Oto. Este artículo no fue traducido al francés. Existe una traducción americana “Gogol an Anniversary Tribute”, en The Basic Writings of Trotsky, pp. 317-324. 28- Sobre la actitud de Breton frente a la locura, ver Marguerite Bonnet, op. cit., pp. 108-111. 29- Manifestes, pp. 17-18. 30- Breton, Les Vases Communicants, p. 29. 31- “Entretiens d’Arturo Schwartz avec Jacqueline Lamba”, op. cit., p. 210. 32- André Breton, “L’art des fous”, La clé des champs, Jean Jacques Pauvert, 1967, p. 274. Trotsky escribe en Literatura y Revolución: “Los delirios de un loco por sí mismos no contienen nada que el enfermo no haya recibido previamente del mundo exterior. Sólo un psiquiatra experimentado, de espíritu penetrante, e informado del pasado del enfermo, sabrá encontrar en el contenido del delirio, los restos deformados y alterados de la realidad. La creación artística, evidentemente, no es delirio. Pero es también una alteración, una deformación, una transformación de la realidad según las leyes particulares del arte”. Littérature et Révolution, p. 202. Se puede medir aquí lo que separa a Trotsky de Breton, quien escribe en Nadja: “la ausencia bien conocida de frontera entre la no-locura y la locura no me dispone a acordar un valor diferente a las percepciones que son el producto de una o de otra”. Nadja, p. 171. 33- Ibidem. 34- André Breton, L’Amour fou, Gallimard, 1968, p. 25. 35- “Visite à Léon Trotsky”, op. cit., p. 116. El pasaje al que Trotsky hace alusión se encuentra en L’Amour Fou: “Se trataba para nosotros de saber si un encuentro, elegido entre todos los otros recuerdos, y para el que, por lo tanto, las circunstancias toman, bajo una luz afectiva, un relieve particular, había sido, para quien quisiera relatarlo, ubicado originalmente bajo el signo de lo espontáneo, de lo indeterminado, de lo imprevisible o incluso de lo íncreíble, y, si éste era el caso, de qué manera se había operado seguidamente la reducción de estos datos. Contábamos con todas las observaciones, incluso distraídas, incluso aparentemente irracionales, que hubieran podido ser hechas sobre el concurso de circunstancias que presidió tal encuentro, para hacer surgir que ese concurso no es en absoluto inextricable y poner en evidencia los lazos de dependencia que unen las dos series causales (natural y humana), lazos sutiles, fugitivos, inquietantes en el estado actual del conocimiento, pero que, sobre los pasos más inciertos del hombre, hacen a veces surgir vivos brillos”. L’Amour fou, pp. 25-26. 36- Les Vases Communicants, p. 111-112. 37- Trotsky, La guerra y la revolución, Editions Têtes de feuille, 1974, Tomo 2, p. 16. Arthur Cravan nació como Fabian Avenarius Lloyd, el 22 de mayo de 19887 en Laussana, de padres ingleses. Arthur Cravan no era, como escribe Trotsky, primo de Oscar Wilde, sino su sobrino. Ejerce diferentes oficios: boxeador, chófer, y luego edita una pequeña revista de poesía que él mismo redacta íntegramente. Se encuentra con Gide, quien probablemente se haya inspirado en él par su Lafcadio. Después de su combate contra Joe Johnson, se embarca hacia Terranova. En 1919, se señala su presencia como profesor de educación física en la academia atlética de México, al mismo tiempo que se encuentra preparando una conferencia sobre el arte egipcio. Desaparece misteriosamente en 1920 en el curso de una expedición en barca con un compañero desconocido, cerca de las costas mexicanas. Los textos de Arthur Cravan fueron reunidos y presentados por Bernard Delvaille: Maintenant, E. Losfeld, 1957. André Breton le consagra algunas páginas en su Anthropologie de l’humour noire, pp. 427-437. 38- Trotsky, ibidem, p. 15. 39.- "Entretien d´Arturo Schwartz avec Jaqueline Lamba" op.cit., p.210. 40.- André Breton, "Prolégomènes à un troisième manifeste du surréalisme ou non", 1942. en Manifestes, p. 348-349. 41.- Ibidem, p. 350-351. 42.- Lionel Abel, op.cit., p. 48. 43.- Eckermann, Johann Peter (11792- 1854), escritor alemán, secretario y amigo de Goethe. Sus conversaciones aparecieron bajo el título de Conversaciones de Goethe con Eckermann. 44.- André Breton a León Trotsky, 9 de agosto de 1938, Houghton Library (369). 45.- Shakespeare, El rey Lear, Obras Completas, Editorial Aguilar, 1966, España, p. 1631, traducción de Luis Astrana Marin. Trotsky y Breton, al igual que Marx, tenían una gran admiración por Shakespeare. El rey Lear, traicionado por sus dos hijas a las que había dotado ricamente, sólo conservaba el amor de Cordelia, su hija menor, a la que había repudiado. Drama de ingratitud y de locura, El rey Lear es la más atormentada y, sin duda, la más bella de las piezas de Shakespeare. 46.- André Breton, "Limites non frontières du surréalisme", 1937, en La Clé des Champs, p. 21. 47.- "Diálogo con André Breton", Universidad de México, junio de 1938. 48.- "Pour un art révolutionnaire indépendant", 25 de julio de 1938. Nos remitimos al volumen 18 de las OEuvres, p. 198-211. en el que se publican juntos el texto definitivo del manifiesto y el proyecto de Breton. 49.- "Pour un art révolutionnaire indépendant " OEuvres, 18, p.199. Breton parece haberse inspirado en los textos filosóficos de Engels publicados bajo el título de "Etudes philosophiques" por E.S.I. en 1935, obra que cita sobre todo en "Limites non frontières du surréalisme", en 1937. Hay, en efecto, una estrecha filiación entre la concepción del azar objetivo y la resolución de las antinomias tales como las definía Breton, y el método dialéctico de Hegel reivindicado por Engels. 50.- Trotsky, "L´Art et la Révolution", 17 de junio de 1938, carta a Partisan Review, OEuvres , vol.18, p. 82. 51.- "Pour un art révolutionnaire indépendant ", op.cit. p.203. 52.- Breton se refiere a la carta a Miss Harkness en "Limites non frontières du surréalisme", op.cit. p.21. Engels escribe exactamente: "Estoy muy lejos de acusarla de no haber escrito un relato puramente socialista, una ´novela tendenciosa´, como la denominamos los alemanes, para subrayar los conceptos políticos y sociales del autor. No es eso a lo que me refiero. Cuanto más disimulados estén los puntos de vista (políticos) del autor mejor será para la obra artística". Karl Marx, Friedrich Engels, "Sobre el arte", Ediciones Estudio, 1967, p. 41, Traducción de Héctor Rossi. La palabra (políticos) fue tachada por Engels. 53.- Trotsky, "Litérature et Révolution", p.96. 54.- André Breton, "Position politique de l´art aujourd´hui", op.cit. p. 257. 55.- Ibidem, p. 257-258. 56.- Trotsky, "Litérature et Révolution", p. 196. 57.- "Visite à Léon Trotsky", op. cit., p. 116. 58.- Se trata del siguiente párrafo: "Salvo en el caso, evidentemente, que su obra tomara un sentido hostil a la causa de la emancipación humana, o entrara en contradicción con el materialismo dialéctico que es su clave, el artista no tiene obligación de responder más que ante sí mismo sobre las formas de las tentaciones variables que ha sufrido", "Pour un art révolutionnaire indépendant " op.cit., texto de Breton, p.205. 59.- Trotsky, "La Révolution Trahie", p. 123. 60.- André Breton, "Du ´réalisme socialiste´ comme moyen d´extermination morale", La Clé des Champs, p. 337-338. 61.- "Pour un art révolutionnaire indépendant ", op.cit., p.206. 62.- "Limites non frontières du surréalisme" op. cit., p. 20-21. 63.- Arturo Schawrtz, op. cit. p.14. 64.- André Breton, Entretiens (1913-1952), Gallimard, 1969, p.188. 65.- "Visite à Léon Trotsky", op.cit. p.116. 66.- René Etiemble, "The Tibetan Dog", Yale French Studies, 31 de mayo de 1964, p.130. Correspondance avec René Etiemble. 67.- Van Heijenoort, op.cit., p. 189. 68.- Breton a Trotsky, 2 de junio de 1939, Houghton Library (371). 69.- Entretiens, p. 192. 70.- Ibidem, p. 233. 71.- André Breton, "La Révolution d´Octobre", en Arturo Schwartz, op.cit., p. 195. 5. Walter Benjamin. El surrealismo "Un concepto tan radical de la libertad no lo ha habido en Europa desde Bakunin. Los surrealistas lo tienen. Ellos son los primeros en liquidar el esclerótico ideal moralista, humanista y liberal de libertad, ya que les consta que la libertad de esa tierra sólo se compra con miles de durísimos sacrificios y que por tanto ha de disfrutarse, ilimitadamente, en su plenitud y sin cálculo pragmático... Cuando cuerpo e imagen se interpretan tan honradamente, que toda tensión revolucionaria se hace excitación corporal colectiva y todas las excitaciones corporales de lo colectivo se hacen descarga revolucionaria, entonces, y sólo entonces, se habrá superado la realidad tanto como el manifiesto comunista exige. Por el momento los surrealistas son los únicos que han comprendido sus órdenes actuales." Texto: WALTER BENJAMIN, Iluminaciones I Imagen: Caligrama de Guillaume Apollinaire. 6. Andrés Devesa. Benjamin Péret: poesía y revolución Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera “Pero el que es capaz de todo, el que está más simplemente en el plano heroico, el hombre que nunca está prevenido contra la existencia, el que uno encuentra en el Amanecer, el que desafía el buen sentido en cada respiración, es Benjamin Péret, de bellas corbatas, un gran poeta como ya no se fabrican, Benjamin Péret que tiene atada una ballena, o tal vez un gorrión.” Louis Aragon: Una ola de sueños I Cuando estudiaba (tanto de niño como ya en la universidad) siempre me explicaron que el surrealismo era un movimiento artístico, estudiándose como una más de las vanguardias del primer tercio del siglo XX y reduciendo su contenido teórico y su práctica a una postura meramente literaria y estética, ocultando la que era su verdadera raison d’être: hacer que lo maravilloso sea la vida misma, lo que sólo puede hacerse realidad destruyendo la civilización capitalista y el régimen de la mercancía, tal y como los propios surrealistas expresaron en muchos de sus textos y declaraciones colectivas: «Somos la revuelta del espíritu; consideramos a la revolución sangrienta como la venganza ineluctable del espíritu por sus obras. No somos utopistas: esa revolución sólo la concebimos bajo su forma social.» (“La révolution d’abord et toujours”, 1925). Ese mensaje revolucionario del surrealismo debe ser difuminado y confundido, insertándolo por medio de los mecanismos recuperadores de la cultura en este mundo que ellos tanto despreciaron. Aunque bien es cierto que esa integración es más fácil de llevar a cabo con unos que con otros. Y esa es una de las razones por las que Benjamin Péret, de quien se dice que fue el más grande poeta surrealista, haya sido tan olvidado, quedando eclipsado por otros personajes que transitaron por el surrealismo y que lo abandonaron vergonzosamente para mejor servir a sus amos (el dinero, la fama o el Partido, según el caso). Péret es olvidado y omitido precisamente porque ejemplifica mejor que ningún otro de sus compañeros en su obra y, sobre todo, en su vida, el valor y el compromiso del surrealismo en lo que Breton definió como la «defensa incondicional de la emancipación del hombre» (“Position politique de l’art d’aujourd’hui”), esto es, el carácter netamente revolucionario del surrealismo. Y Péret destaca por ser el surrealista más convencido y seguramente el más fiel a sus principios, especialmente al del compromiso revolucionario, compromiso que no abandonará hasta su muerte. Péret fue uno de los surrealistas que mejor supo comunicar y que mejor integró en su propia vida aquello a lo que aspiraba el surrealismo: a una revolución con dos caras que miraban hacia un mismo horizonte, el de la emancipación integral del ser humano, para lo que era imprescindible una doble acción que transformase el mundo (Marx) y cambiase la vida (Rimbaud). En Péret el surrealismo alcanza algunas de sus más altas cotas (aunque también algunos de los límites que le acompañaron siempre) y ello quizás porque él fue quien más creyó en el potencial emancipatorio de la poesía superando las dimensiones teórica, estética y literaria hasta integrar la poesía en la vida y, lo que es más importante, ayudar a liberar a ésta de las trabas que impiden su desarrollo libre y pleno y que no son otras que las que imponen el capitalismo y su sistema de organización del mundo. Péret buscará a lo largo de toda su vida desenmarañar la madeja tejida a nuestro alrededor para mostrar aquello maravilloso que aún puede reconocerse en nuestras vidas y que es sólo un tímido destello de lo que podría ser la vida: «Lo maravilloso, repito, está por todas partes, en todas las épocas, en todos los instantes. Lo maravilloso es, tendría que ser la vida misma. Con tal que, sin embargo, no ingeniarse en hacer esta vida deliberadamente sórdida como lo hace esta sociedad con su escuela, su religión, sus tribunales, sus guerras, sus ocupaciones, sus liberaciones, sus campos de concentración y su horrible miseria material e intelectual.» (Benjamin Péret: “Tiene la palabra Péret”). Y a esa liberación de las fuerzas de lo maravilloso consagrará su vida. II Péret nació en Rézé (cerca de Nantes) en 1899 en el seno de una familia de origen humilde. Movilizado durante la Primera Guerra Mundial, cuando ésta termina se traslada a París, donde entra en contacto con los dadaístas parisinos encabezados por Tristan Tzara, participando de las actividades del grupo hasta que en 1922 rompe con ellos junto a Breton, Aragon, Soupault y Éluard para formar lo que será el núcleo originario del surrealismo, que hará de la revista Littérature su órgano de expresión. Su objetivo era tratar de superar el mero gesto nihilista de Dadá yendo más allá de la agitación destructora de los dadaístas en busca de nuevos modos de conocimiento de la realidad y de intervención sobre la misma. La ruptura con Dadá había comenzado a gestarse en 1921, con motivo del “juicio” al que se sometió al escritor Maurice Barrés, al que se acusaba de “crímenes en contra de la seguridad del espíritu humano” (juicio en el que Péret tiene un papel destacado al intervenir como testigo encarnando al “soldado desconocido” y atacando duramente la nacionalista y belicista Barrés). Esta acción irritó a Tzara, que trató entonces de distanciarse de sus díscolos seguidores, que habían dado un salto importante. El reto había sido lanzado, se trataba de superar el carácter difuso y puramente estético de Dadá y avanzar hacia una acción colectiva que fuese más allá. La ruptura definitiva del recién creado Surrealismo con Tzara y Dadá se produce en 1923 cuando Tzara tiene que llamar a la policía para que expulse del teatro en el que se representa su obra Coeur à gaz a Éluard, Breton y Péret que habían acudido a interrumpir y reventar la representación. En 1924 Péret comienza a dirigir junto a Pierre Naville La Révolution Surréaliste, nueva publicación del grupo que llevaba en su portada una fase que es toda una declaración de intenciones: «Hay que llegar a una nueva declaración de los derechos del hombre». Al mismo tiempo se crea la “Oficina de Investigaciones Surrealistas”, situada en el número 15 de la Rue de Grenelle y que tiene como fin la experimentación y la búsqueda de elementos con los que construir una nueva vida. Sin embargo, la cuestión de la acción política está latente. En 1925, en el número 3 de La Révolution Surréaliste, Pierre Naville, el más politizado del grupo, llama a la acción revolucionaria criticando la postura meramente artística y estética de parte del grupo, especialmente de los pintores. Breton ha de mediar, pasando a dirigir él mismo La Révolution Surréaliste y evitando la ruptura. Pero la cuestión estaba sobre la mesa. El surrealismo se veía en la necesidad de unir a la crítica del arte y de la vida cotidiana el contenido político que la superase para no quedarse en la misma frontera que Dadá no supo o no pudo traspasar. Así pues, será 1925 el año en el que el surrealismo dé el salto político, aproximándose a las filas del marxismo revolucionario, que, en ese momento, con el comunismo triunfante en Rusia, se creía la fuerza que habría de transformar el mundo. Y si bien esto no llegó a ocurrir, un gran optimismo revolucionario recorría el mundo, lo que propició que muchos se uniesen a esa fuerza que se creía victoriosa abandonando toda cautela y espíritu crítico. En parte ésta es la historia de amor entre el surrealismo y el comunismo, la de un acercamiento necesario y vital para unos y para otros, pero en la que una parte (el surrealismo) se veía obligada a ceder y a aceptar acríticamente directrices que chocaban con su espíritu libertario y la otra (el Partido) no veía sino con recelos a unos “camaradas” a los que siempre consideró pequeñoburgueses y poco disciplinados. El acercamiento del surrealismo al comunismo se concretó a raíz de la guerra de Marruecos, en oposición a la cual los surrealistas suscriben el panfleto “La révolution d’abord et toujours” junto a Clarté (grupo de intelectuales comunistas), Philosophies (que agrupa a varios jóvenes filósofos entre los que destacan Henri Lefebvre y Georges Politzer) y Correspondance (revista del grupo surrealista belga). A raíz de la publicación de este manifiesto, surge el proyecto de crear una nueva revista, La guerre sociale, entre los surrealistas y Clarté, si bien nunca llega a hacerse realidad, en gran parte por los recelos de los comunistas ante la “sinceridad” revolucionaria de los surrealistas. A pesar de todo, Aragon, Breton, Péret, Éluard y Unik deciden unirse al PCF con la intención, ante todo, de demostrar a los comunistas que no les asusta dar el paso hacia la acción política. Sin embargo, la desconfianza mutua (de los surrealistas respecto al burocratismo y el autoritarismo en el seno del partido y de los comunistas respecto al carácter revolucionario del surrealismo) es un lastre demasiado pesado para que llegue a fraguar una alianza y una complicidad. El PCF exigía sumisión y fe absoluta en sus dirigentes y sus dictados, algo que los surrealistas, al menos aquellos que se mantuvieron fieles a sí mismos, no estaban dispuestos a aceptar. III En 1929 Péret, que se había casado con la cantante brasileña Elsie Houston, viaja a Brasil, donde residirá dos años. Allí, sus recelos hacia el comunismo “oficial” y el seguidismo de la política estalinista se concretan, uniéndose a las filas de la Oposición de Izquierda, siendo el primero de los surrealistas en adherirse al trotsquismo, paso que Breton y la mayoría del grupo no darán hasta 1933, a pesar de las continuas decepciones que venían sufriendo. A finales de ese año, Breton, Éluard y Crevel son expulsados del PCF por solidarizarse con Fernand Alquié, que había enviado una carta (que fue publicada) a la revista Le Surréalisme au Service de la Révolution en la que criticaba “el viento de cretinización sistemática que sopla desde la URSS”. En el Congreso de Escritores por la Defensa de la Cultura celebrado en París en 1935 se consagra definitivamente la ruptura al ser leído el manifiesto “Du temp que les surréalistes avaient raison” en el que se critica duramente la contrarrevolución estalinista y la complicidad y sumisión de los intelectuales en la misma. Éluard, que leyó el texto en lugar de Breton, que había sido censurado por abofetear al escritor ruso Ilya Ehrenburg (una sonora bofetada que se llevó el “insigne” escritor y periodista por, entre otras razones, acusar a los surrealistas de pederastas) fue fuertemente abucheado e insultado durante su intervención. A partir de ese momento sólo quedaban dos vías: doblegarse a las consignas del Partido, como hizo primero Aragon, al que pronto seguiría precisamente Paul Éluard; o seguir avanzando en la vía revolucionaria, acercándose a la facción marxista que entonces parecía más avanzada y opuesta a la “desviación” estalinista: el trotsquismo. Ésta última fue la opción de Péret, desde años atrás y avanzando siempre hacia una posición cada vez más comprometida, crítica y revolucionaria. Péret fue expulsado de Brasil en 1931 por sus actividades políticas. Regresó a Francia, donde militó en diferentes grupos trotskistas, combinando el marxismo revolucionario y el surrealismo y creyendo firmemente no sólo en su compatibilidad sino en su complementariedad: «el poeta lucha contra toda forma de opresión: la del hombre por el hombre en primer lugar y la opresión de su pensamiento por los dogmas religiosos, filosóficos o sociales. Combate para que el hombre alcance un conocimiento para siempre perfectible de sí mismo y del universo. Esto no implica que desea poner la poesía al servicio de una acción política, inclusive revolucionaria. Pero su cualidad de poeta lo convierte en un revolucionario que debe combatir en todos los terrenos: el de la poesía, con los medios propios de ésta, y en el terreno de la acción social sin confundir jamás los dos campos de acción so pena de restablecer la confusión que se trata de disipar y, por lo tanto, de dejar de ser poeta, es decir, revolucionario». (Benjamin Péret: “El deshonor de los poetas”). Esto es, poesía y revolución unidas en un mismo frente, pero no confundidas ni supeditadas una a la otra. Y, al hablar de poesía, es importante destacar que la concepción surrealista de la misma no se reduce al poema escrito o al menos no sólo, sino, sobre todo, a “una forma de estar en el mundo” que tiene un potencial iluminador y transformador extraordinario. Julio Monteverde resume la visión surrealista de la poesía con este párrafo: «Allí donde el hombre se libera en libertad alcanzando el placer que desea (placer que se puede concretar en el humor, en la belleza, en el lirismo, en el amor, en el conocimiento, en la revuelta, etc.) allí reside, para mí, la poesía. Y el intermediario entre estos dos polos, el camino que lleva de uno a otro, no es sino la imaginación. Por tanto, la poesía es también una lucha, un proceso activo de tránsito hacia un estado ausente pero, de una forma u otra, ya intuido como posible». (Julio Monteverde: “La llama bajo los escombros. Consecuencias del uso de la poesía”, Situación de la poesía (por otros medios) a la luz del surrealismo) IV Tras una breve colaboración con el grupo Contre-Attaque de Georges Bataille y después de renunciar a entrar en la Liga Comunista ante la pretensión del exsurrealista Pierre Naville de que declarase que el surrealismo era contrarrevolucionario, Péret forma parte del Partido Comunista Internacionalista (POI) desde su fundación en junio de 1936. El 5 de agosto de ese mismo año acude a la Barcelona revolucionaria junto al director de cine Léopold Sabas y Jean Rous, miembro del secretariado internacional del POI. Tras la vuelta de Rous a Francia un mes después, Péret se convierte en el delegado del POI en España. Su tarea era actuar de enlace entre el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y los trotskistas del Movimiento por la Cuarta Internacional y favorecer la colaboración entre ambos. En las filas del POUM, Péret dedica sus esfuerzos a evitar (en la medida de sus posibilidades) que la revolución se estanque y retroceda, pero también conoce allí a la joven pintora Remedios Varo, que se convierte en su compañera. Al llegar a Barcelona en agosto, Péret quedó deslumbrado por la revolución, de este modo lo describe en una carta a Breton fechada el 11 de agosto: «Si vieras Barcelona tal y como está hoy, salpicada de barricadas, decorada con iglesias incendiadas de las que no quedan más que cuatro paredes, estarías tan exultante como yo». Pero un mes después su visión es mucho más pesimista ante el freno evidente a las conquistas revolucionarias: «Aquí se regresa muy lentamente al orden burgués. Todo el mundo se aborrega lentamente. Los anarquistas van cogidos del brazo de los burgueses de la Esquerra republicana y el POUM no termina de echarles flores. Ya no hay hombres armados en las calles de Barcelona como cuando llegué. La Generalidad (es decir, los burgueses) lo han recuperado todo ―aunque sus manos sean temblorosas― y los revolucionarios del 19 de julio colaboran con ella, rompiendo así la dualidad de poderes que se había establecido tras la insurrección» (Carta a André Breton, 5 de septiembre). Al giro contrarrevolucionario que toman los acontecimientos y el creciente poder de los estalinistas se unen los recelos del POUM ante los trosquistas (y es que aunque a menudo se afirme que el POUM era un partido trotsquista, lo cierto es que dentro del partido los trosquistas eran una minoría). Esto provoca que en marzo de 1937 busque “refugio” en las filas del Batallón Nestor Makhno de la Columna Durruti, en cuyo seno combatirá hasta finales de 1937 en que abandona España junto a Remedios Varo y Munis, dirigente de la minoritaria Sección Bolchevique-Leninista de España (uno de los que más lúcidamente denunciarán el fracaso de la revolución en España y el papel contrarevolucionario del PCE, lo que llevará a que los estalinistas pongan precio a su cabeza), que se convierte en su mejor amigo y colaborador inseparable. Ya en Francia, Péret sigue vinculado al POI, así como continúa formando parte activa del grupo surrealista, participando tanto en su revista Clé como en las actividades de la Federación Internacional del Arte Revolucionario e Independiente (FIARI), creada por iniciativa de Breton a raíz de su encuentro con Trotsky en México en 1938 y del manifiesto “Por un arte revolucionario e independiente” que ambos escribieron juntos. Al comenzar la guerra mundial, Péret es movilizado y en mayo de 1940 es detenido por el gobierno colaboracionista de Vichy a causa de su militancia política. Es encarcelado en la cárcel de Rennes, aunque será liberado un mes después. Esta sorprendente liberación (teniendo en cuenta su “historial” político) no pilló por sorpresa, sin embargo, a Péret, que la había intuido en un episodio de videncia poética que tuvo en su celda y en la que una serie de imágenes le anunciaron su pronta liberación (incluida la fecha exacta de su salida de la prisión), experiencia que relata en el texto “Tiene la palabra Péret” y que es uno de los ejemplos más claros de lo que los surrealistas entendían por poesía. A principios de 1941, tras haberse reunido con su compañera Remedios Varo, llega a la Villa Air Bel en las afueras de Marsella, donde espera para poder huir a América junto a otros surrealistas como Breton, Duchamp y Max Ernst. Finalmente, logran partir hacia Casablanca en octubre de 1941 y desde allí pueden embarcarse hacia México. V Péret vivirá en México hasta 1948. Allí se reencuentra con Munis, militando con él en el Grupo Español en México de la Cuarta Internacional, escribiendo bajo el pseudónimo de “Peralta”. En México publicó algunas de su mejores obras, como El deshonor de los poetas, una apasionada defensa de la poesía como fuente de conocimiento y de liberación y una crítica y un ataque directo a los participantes en un folleto llamado El honor de los poetas (entre ellos algún exsurrealista), ejemplo de poesía que se vende a las ideas de patria, Estado y religión, pervirtiéndose y pasando a ser la voz de su amo, lo que lleva a Péret a afirmar que «el honor de estos “poetas” consiste en dejar de ser poetas para pasar a convertirse en agentes de publicidad». En la misma línea de defensa de la poesía “abierta” y lo “maravilloso” como medios de experimentación y transformación de la realidad escribe también en México el texto “Tiene la palabra Péret”. En 1946 publica “El manifiesto de los exégetas”, texto en el que critica el manifiesto de la pre-conferencia de la IV Internacional de ese mismo año, haciendo un balance de lo que considera el fracaso y el aislamiento de la IV Internacional en su análisis de la Rusia estalinista y de la situación mundial tras la guerra. En este manifiesto, Péret expone la posición del Grupo Español en México de la Cuarta Internacional respecto al régimen estalinista, que va más allá de considerarlo un “Estado obrero degenerado” como opinaba el secretariado internacional y lo califica valiente y certeramente de ser un auténtico “Capitalismo de Estado”, un análisis muy similar al planteado poco después por el consejista Pannekoek y por el grupo Socialisme ou Barbarie (también proveniente de una escisión del trotsquismo) y que está en la base, junto a la crítica de la vida cotidiana (una crítica ya planteada por el surrealismo), de los intentos de renovación y superación del marxismo en la Francia de los años cincuenta y sesenta por parte de grupos como Arguments, Socialisme ou Barbarie o la Internacional Situacionista, que llevarán a cabo una crítica del marxismo utilizando el propio método crítico de Marx, atacando la conversión del marxismo en ideología y, por tanto, en “falsa conciencia” que trata de reducirlo todo a los rígidos esquemas de un economicismo y un cientificismo que se creen universalmente válidos, limitando el carácter crítico y revolucionario del propio marxismo. En 1948, Munis y Péret (que por aquel entonces se había separado de Remedios Varo), regresaron a Francia y un año después son expulsados de la IV Internacional por su posición crítica respecto a las posiciones oficiales de la misma. Péret continuó colaborando con el surrealismo (que se nutrió en la posguerra de un grupo de jóvenes que se unieron a los “veteranos” como Breton y el propio Péret) y al mismo tiempo prosiguió su militancia política en el Grupo Comunista Internacionalista (GCI), formando mayoritariamente por exiliados españoles, y en la efímera Unión Obrera Internacional. En esta época continúa estrechamente ligado a Munis, que vuelve a España junto a otros militantes para reorganizar la lucha, siendo detenido en Madrid en 1952 y condenado por el Juzgado Especial de Espionaje y Comunismo a 7 años y 6 meses de cárcel. Péret viajará a España para entrevistarse con él y con Jaime Fernández en la cárcel. Cuando Munis es liberado, en 1957, retoma su colaboración con Péret, fundando el Fomento Obrero Revolucionario, que trató de aplicar el análisis marxista a las nuevas realidades surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, con dos bloques enfrentados y falsamente antagónicos. Al mismo tiempo que sigue colaborando con Munis, Péret participa junto al resto del grupo surrealista en Le Libertaire, periódico de la federación Anarquista de Francia, entre los años 1951 y 1953, con el objetivo de acercar posturas, revisar las doctrinas existentes y examinar juntos «todos los problemas del socialismo con el objetivo, no de encontrar en ella una confirmación de sus propias ideas, sino de hacer surgir de ella una teoría capaz de de dar un impulso nuevo y vigoroso a la revolución social» (“Declaración preliminar”). En el curso de esta colaboración, Péret entablará un interesante debate con los anarcosindicalistas acerca del papel de los sindicatos en la sociedad capitalista de la posguerra, debate que dará lugar a un libro, Los sindicatos contra la revolución, escrito junto a Munis y no publicado hasta después de su muerte. Tras una estancia en Brasil en 1955, de donde será expulsado a causa de su militancia política (como ya había sucedido treinta años antes), regresa a Francia, donde continuará su labor incansable, escribiendo y participando activamente tanto en el grupo surrealista como en el grupo de Munis, siendo fiel a sí mismo hasta su muerte en 1959. VI Benjamin Péret es, sin duda, «un raro ejemplo de coherencia personal y política, de poeta y militante comprometido durante toda su existencia con el surrealismo y el marxismo revolucionario.» (A. Guillamón: “Introducción al Manifiesto de los exégetas”). Y ese compromiso se aprecia perfectamente en su participación en la Guerra de España, una guerra social y revolucionaria en la que se abrieron todas las puertas que siempre permanecieron cerradas con mil cerrojos y custodiadas por los peores cancerberos, y en la que los revolucionarios de todo el mundo pusieron todas sus esperanzas. Y Péret no quiso ser un mero observador de lo que ocurría en España. Y como muchos otros revolucionarios anónimos acudió al centro del huracán para participar activamente en la revolución. Y el fracaso de la misma, lejos de hacerle desfallecerse y doblegarse a la terca realidad, sólo le convenció aún más de la imperiosa necesidad de una revolución social que lo transformase todo (la estructura socio-económica pero también las estructuras mentales y la propia vida). Y en esa revolución por llegar la poesía debería jugar un papel fundamental. En este sentido, se puede comparar la trayectoria de Péret con la de Carl Einstein, que también combatió en las filas de la Columna Durruti (siendo técnico militar y portavoz del Grupo Internacional de la misma) y que era ya un “veterano” que había participado en la República de Consejos de Baviera y en los comienzos del dadaísmo, pero que en el transcurso de la guerra fue abandonando la esperanza en la utopía, criticando primero el papel de la poesía en la transformación del mundo: «Las ametralladoras se burlan de los poemas y de los cuadros. Las paráfrasis tienen que terminar.» (Entrevista en Meridiá. Setmanari de literatura, art i política. Tribuna del Front Intel.lectual Antifeixista), para al final de la guerra abandonar la defensa de la revolución y ceder al pragmatismo, apoyando los “trece puntos” de Negrín, para poco después quitarse la vida en la Francia ocupada. Esto no resta valor a la vida y la gesta de Einstein, pero sí dice mucho de Péret, que sobrevivió a las peores circunstancias, a las derrotas, a las traiciones, a las guerras y no sólo no se retiró a los aposentos del individualismo, de la literatura o del compromiso con lo existente, sino que se mantuvo en el frente toda su vida, tratando de ir siempre más allá, a pesar de los errores que pudiese cometer. Péret fue de los que luchó toda su vida y eso ya le convierte en imprescindible. Mi intención al hablar de Benjamin Péret no era llevar a cabo una hagiografía ni una defensa incondicional de su persona ni del surrealismo. Lejos de eso, hoy se nos hacen evidentes sus limitaciones, sus fallos y sus peligros, siendo el más evidente el de su recuperación por parte de la industria cultural, a pesar del rechazo siempre mostrado a entrar en el “juego” del arte y de la literatura. Y es que la advertencia de René Daumal a Breton: «Ten cuidado, André Breton, de no figurar más tarde en los manuales de historia literaria, ya que si anhelamos algún honor, sería el de quedar inscritos para la posteridad en la historia de los cataclismos» (cit. por Jean-François Dupui (aka Raoul Vaneigem): Historia desenvuelta del surrealismo) es una realidad y el surrealismo es limitado a la historia del arte y de la literatura para evitar que su contenido revolucionario pueda prender alguna mecha. Por eso se tiende a olvidar y a ocultar a Péret, porque fue ante todo un revolucionario y su recuperación es más difícil. Y aunque ese compromiso variase, de su primera militancia en el PCF a las filas del trotsquismo que creía la facción más avanzada del marxismo (obviando el papel contrarrevolucionario de Trotsky como organizador del Ejército Rojo y asesino de Krondstat), hasta llegar a posiciones cercanas al consejismo que, combinado con su defensa de una vida nueva y distinta, anticipan el marxismo heterodoxo y libertario de los situacionistas, Péret siempre fue fiel a sí mismo y siempre creyó en una revolución que parecía escapársele de las manos y que unía ineluctablemente a la liberación de las fuerzas que existen en potencia en todos los seres humanos, liberación que había de llevarse a cabo por medio de la poesía, de la realización de los deseos y de la transformación de la vida. Y esa revolución aún está por hacer. La historia, lejos de servir como objeto de contemplación o de recreación en un pasado que se cree puro y maravilloso, ha de ser un aguijón que nos espolee, superando el tiempo vacío y cerrado del siempre-lo-mismo, transformándolo en un tiempo-ahora que se abra a un futuro dialéctico y utópico. En palabras del propio Péret: «Parece que del esfuerzo emancipador de los hombres subsisten, ante todo, los holocaustos ofrecidos a esta liberación, en los cuales se inscriben las aspiraciones de toda una época. Es como si los oprimidos dijeran a las generaciones futuras: «Perecimos porque nos equivocamos. Buscad donde reside nuestro error».» (Benjamin Péret: El quilombo de Palmares). Superar la historia, realizarla. (*)Intervención en el III Festival Desviat (Alto Ampurdán, diciembre 2007 Artículo extraído de www.fundanin.org/devesa3.htm 7. Maurice Nadeu, una página en la historia del surrealismo (y del Trotskysmo) Acaba de fallecer Maurice Nadeau (París, 1911-2013), militante revolucionario, historiador, editor, crítico literario, divulgador, alguien fiel a los de abajo en tiempos de intelectuales comprados. El hecho no ha suscitado apenas comentarios en la prensa establecida ni entre la izquierda en general, cuatro cosas de las que ya se dicen en Wikipedia, sin embargo, la biografía de Nadeau da para mucho más, tanto por el alcance y variedad de sus aportaciones como por la coherencia de su trayectoria. Huérfano de guerra, ingresó en la Escuela Normal Superior (Francia), donde se inició en la militancia revolucionaria en 1930. Primero en el Partido Comunista Francés, hasta que expulsado del partido en 1932 por defender la línea de frente único contra el fascismo, o sea, en una época en la que el estalinismo rampante señalada que la socialdemocracia era “el enemigo principal”. Lee entonces a Lenin y a León Trotsky en la línea que lo habían hecho Breton y los surrealistas o sea, a través del Lenin que escribió Trotsky, de la que existe una edición virtual en La cosecha Anticapitalista. Se ubica pues en una franja en la que el surrealismo y lo el aparato estalinista llama Trotskysmo. Se le encuentra en la Ligue Communiste de France, que lideraba Pierre Naville, del que fue amigo y camarada siempre. Naville es el principal eslabón que unirá a Breton con Trotsky. Durante esos años, conoce y se relaciona con Louis Aragon, André Breton, Jacques Prévert, Benjamin Péret, otro Trotskysta que tal, por cierto, voluntario en la guerra española en las filas del POUM y uno de los poetas más libre y osados de la corriente surrealista. Después de ser nombrado profesor de letras en 1936, dio clases hasta 1945; también fue el secretario general de la FIARI (Federación Internacional de Artistas Revolucionarios e Independientes) que tenía como programa el Manifiesto por un Arte Revolucionario e Independiente (sobre el que existe una edición ampliada de el Viejo Topo), que firman Breton y Diego Rivera, aunque los redactores son el primero y el León Trotsky más libertario. Es también una de las firmas de la revista Clé, órgano de la Federación, que publicó dos números antes de que la guerra mundial, se lo llevará todo por delante. Entre los redactores de esta revista, figuran Jean Giono, el poeta Marcel Martinet, el sociólogo e historiador Michel Collinet, el cineasta Ives Allegret, el pintor André Masson. Nadeau retomó su actividad docente bajo la ocupación nazi y se implica en actividades políticas clandestinas del Trotskysmo. La esposa de su camarada y amigo, David Rousset, autor de El universo concentrionario, lo ayudó a escapar de la deportación. Esta primera parte de su vida culmina con la publicación, en 1945, de Histoire du surréalisme, fielmente vertida al castellano por Juan-Ramón Capella (Ariel, Barcelona, 1972), con un dibujo del surrealista (y singular camarada) Max Ernst como portada. Esta obra marcó todas las historias ulteriores y revela las bases de las propias convicciones de Nadeau. Después de una liberación que no ofreció lo que prometía, Maurice entró como crítico en el periódico de la Resistencia Combat dirigido por Albert Camus, con el que igualmente mantiene una fructífera relación. Fue el responsable de la sección literaria durante siete años y desde esta plataforma dará a conocer a autores como Georges Bataille (otro viejo trotsko de los años treinta), René Char, Henri Michaux, Claude Simon, Henry Miller, e inicia la edición de las obras del Marqués de Sade, una de las claves del imaginario surrealista. Sus contemporáneos se extrañaron cuando defendió a Louis-Ferdinand Céline, obviamente por su obra literaria y por la hipocresía que suponía, ocultar las complicidades con el ocupante de la Francia burguesa y reaccionaria. Su firma aparece en algunos de los documentos más lúcidos y valientes de los cincuenta, lo encontramos en un manifiesto de denuncia de la ocupación soviética de la Hungría de los consejos obreros de 1956, en actos en memoria de Andreu Nin, pero sobre todo en el Manifiesto de los 121, al lado de intelectuales como Adamov, Simone de Beauvoir, André Breton, Marguerite Duras, Daniel Guérin, Henri Lefebvre, Michael Leiris, Mascólo, François Maspero, André Masson, H. Parmelin, Pignon, Alain Resnais, Alain Robbe-Grillet, Romain Rolland, Alfred Rosmer, Roy, Nathalie Sarraute, Jean Paul Sartre, Claude Simón, entre otros y otras. La presencia de personajes ligados al surrealismo y a la tradición Trotskysta francesa, es notable. También aparece la firma de Jean-François Revel, que década más tarde resurgirá como uno de los “mandarines” de la deriva neoliberal, del corrupto que se vende al Gran dinero para acusar desde el altar del “pensamiento único”, toda crítica al capitalismo, justo todo lo contrario de lo que acabaría haciendo Nadeau, que nunca olvidó sus deberes con los oprimidos. Durante esta época, Nadeau inicia un largo período editorial en distintas editoriales y periódicos, entre otros en el Mercure de France, Le Nouvel Observateur o "L’Express". Durante las jornadas de mayo del 68, fue de los primeros junto a Jean-Paul Sartre o Dionys Mascolo, Robert Antelme, Marguerite Duras, en ocupar La Sorbona para dejar constancia de sus incondicional apoyo a los estudiantes en lucha. En 1977 funda su propia editorial: Les Lettres nouvelles, con la que publica la primera novela de Michel Houellebecq, "Ampliación del campo de batalla", las obras del futuro premio Nobel J.M. Coetzee, y de jóvenes autores como Soazig Aaron, Ling Xi o Yann Garvoz. Sobre su ingente labor editorial, se ha llegado a afirmar, que Maurice Nadeau era “el editor de lo imposible”. Sus libros respondían a meros criterios de calidad literaria, y los editados lo consideraban como un verdadero padre que cuidaba de ellos y de sus obras. Aparte de un ensayo sobre la novela francesa después de la guerra (1964) y de una antología de la poesía francesa (1970-72), Maurice Nadeau escribió también un potente libro de recuerdos, Una Vida en Literatura (2002). Esta obra tuvo una considerable incidencia en el guerra contra la ocupación neoliberal de los escenarios de la cultural consagrada en los medios franceses, incluyendo los que antaño habían simbolizado la conciencia crítica heredada de las Luces, de la tradición de Víctor Hugo y Emile Zola hasta llegar a la lucha a favor de la insumisión en Argelia y el mayo del 68. Nadeau fue presentado como un nostálgico, como emcinado partidario de las causas perdidas, alguien que no se había enterado que la historia ya había acabado y que, finalmente, los señores habían derrotado a los siervos en la lucha de clases. Sería un pena que la muerte de alguien así pase desapercibida y que, una obra de la entidad de su Historia del surrealismo, siga descatalogada. Por eso, aunque sea con unos fragmentos breves, creo que no estará de más, dar a conocer algunos de sus fragmentos más brillantes. Anexo, La política del surrealismo. «Nous avons proclamé depuis longtemps notre adhesión au matérialisme dialectique dont nous faisons nótres toutes les théses.» André Breton. La política surrealista se había iniciado en 1931 con tres panfletos contra la Exposición colonial y con una participación activa en la Exposición anticolonial de los comunistas. Aragón y Eluard, en particular, se habían encargado con pleno éxito de la decoración de algunos stands. Tras la ruptura de Aragón con el grupo, las relaciones con el PCF se vuelven más tensas. Se recuerda, particularmente, la movilización masiva de los Congresos «Amsterdam-Pleyel», que, dirigida por Barbusse y Romain Rolland, debía hacer retroceder la guerra». Los surrealistas no tenían confianza en el pacifismo humanitario de estos dos hombres y, pretendiendo ser mejores discípulos de Lenin que los propios comunistas, lanzaron la famosa consigna: «Si queréis la paz, preparad la guerra civil» 1 Fue en este momento (finales de 1933) cuando Breton, Eluard y Creveí fueron expulsados del Partido comunista: por atacar la nueva iniciativa comunista, por atribuírseles ser solidarios —y en efecto lo son— de un artículo de Ferdinand Alquié publicado en el S.A.S.D.L.R. Este artículo denunciaba «el viento de cretinización que soplaba en la URSS:» a través de films como El Camino de la vida, en el que se exaltan valores conformistas (aunque fuera sólo el famoso amor al trabajo, bestia-negra de los surrealistas). Crevel recuperaría el favor unos meses después, hasta el punto de colaborar en Commune, el órgano de la A.E.A.R. Breton y Éluard (éste durante algunos años) se separarán cada vez más del comunismo oficial, y se verán llevados a combatirlo. Sus primeros hechos de armas como políticos separados de la influencia de la III Internacional comienzan en seguida. 1934 señala, recuérdese, la irrupción de las masas en la calle, la ruina provisional del parlamentarismo. Éste, desacreditado por los affaires Stavisky y Prince, enormes escándalos del régimen, logró sobrevivirse a sí mismo hasta la declaración de guerra. Parece que los campos enemigos quieran combatirse en lo sucesivo fuera de su terreno ficticio, a pecho descubierto: el parlamento será la primera víctima del golpe de estado frustrado del 6 de febrero. Los fascistas y la reacción social, aunque no consiguen derribar efectivamente el régimen, muestran claramente que la solución se encuentra fuera del Parlamento. Y, ciertamente, no es el Parlamento lo que defienden las masas obreras en la huelga general que se produce a continuación... El «6 de.febrero» ha sido una seria advertencia para los revolucionarios. ¿Van a dejar, como en Italia y Alemania, que los defensores de la reacción política y social aparezcan como los únicos capaces de efectuar un cambio de régimen? ¿No deben recobrarse, uniendo sus fuerzas primero, y destacar a continuación la necesidad inmediata del cambio radical que siempre han propugnado? En medio de esta agitación dejan oír su voz los surrealistas. Naturalmente, están de parte de los revolucionarios y ya el 10 de febrero lanzan un Llamamiento a la lucha. Solicitan la formación urgente de una unidad de acción extendida a todas las organizaciones obreras, la creación de un organismo «capaz de convertir esa unidad en una realidad y en un arma». Distan mucho de ser los únicos signatarios del llamamiento (por lo demás, parece que la iniciativa no fue exactamente suya) y unen en torno a él a gran "numero de intelectuales que más adelante engrosarán las filas del «Comitg de Vigilance des Intellectuels».2 El 18 de febrero aparece un nuevo panfleto, enviado a las mismas organizaciones, sobre el mismo tema y con un planteamiento exacto acerca de los medios de realizar esa «unidad de acción del proletariado». Los surrealistas, esta vez, se hallan en el meollo mismo de la lucha. Breton no ha mentido cuando afirmaba que llegado el momento los surrealistas estarían en sus puestos.3 Algo después se suman al «Comité de Vigilance» firmando el Manifiesto del 25 de marzo de 1935, que condena todo intento de retorno a la “Union sacrée». Efectivamente: mientras tanto, se había producido un acontecimiento importante: la firma del pacto franco-soviético de ayuda en caso de guerra, señalado" por el viaje de Fierre Laval a Moscú, con la adhesión consiguiente de los comunistas franceses a la política exterior de su país. Aparentemente, en el mismo plano del acercamiento franco-soviético se organiza el «Congreso del os escritores para la defensa de la cultura». Los surrealistas, de la misma manera que habían denunciado el Congreso pacifista de «Amsterdam- Pleyel», pese a proclamar su voluntad de expresarse en él, ahora solicitan participar en este Congreso, que debe reunir a los intelectuales avanzados de todos los países. Llaman la atención de los organizadores respecto de dos hechos: en primer lugar, ellos no están incondicionalmente en favor de una “defensa de la cultura”, pues ésta no es otra cosa que la cultura burguesa, y tampoco quieren asistir a una reunión que sea un gran espectáculo en el que todo el mundo se limitará a proclamar su fe pacifista y antifascista. Es necesario que no se renuncie al planteamiento y la discusión de las cuestiones litigiosas más importantes para darse el gusto de conseguir una unidad puramente verbal. La petición surrealista es rechazada. Se les mantiene al margen de las tareas de organización del Congreso, y no se les menciona como participantes en el mismo ni en los carteles ni en los programas; sólo uno de ellos podrá hacer uso de la palabra en su nombre. René Crevel insiste con mucha viveza ante sus amigos comunistas para que al menos se respete esta última cláusula. Al parecer, debido al suicidio de Crevel, por razones oscuras (pero que, como hemos visto, había fundamentado suficientemente), Éluard pudo leer ante el Congreso un texto escrito por Breton, Pues np se le permitió leerlo al propio autor debido a unos incidentes que había tenido pocos días antes 4 con un miembro de la delegación soviética. El recuerdo de esos incidentes y el temor de un sabotaje a la reunión por parte de los surrealistas habían puesto nerviosos a los asistentes. La lectura de Eluard se produjo en medio de un tumulto, y al día siguiente Barbusse escribió en L'Humanité que («Eluard se pronunció contra el pacto franco-soviético y contra una colaboración cultural entre Francia y la URSS», deformando intencionadamente las palabras pronunciadas. Breton, sin embargo, no hacía más que prevenir a sus amigos revolucionarios contra la política de la burguesía francesa: Si el acercamiento franco-soviético se impone, es el momento menos apropiado para alejarnos de nuestro sentido crítico; a nosotros nos corresponde vigilar muy de cerca las modalidades de este acercamiento», decía. El público, aunque compuesto por intelectuales, permaneció insensible a los matices y no quiso ver en esas palabras más que un ataque contra la Unión Soviética. Las declaraciones de Breton fueron acogidas fríamente cuando denunció una vez más la noción de patria, que en lo sucesivo harían suya los comunistas. Se niega a seguirles en este nuevo terreno: Por nuestra parte, nos negamos a reflejar tanto sen la literatura como en el arte la inversión ideológica que se ha producido recientemente en el campo revolucionario de este período con el abandono de la consigna "transformación de la guerra imperialista en guerra civil"... Nosotros no trabajaremos para ahogar el pensamiento alemán... tan activo ayer, y del que sin duda estará hecho el pensamiento alemán revolucionario de mañana... La intervención no se limita a unas consideraciones políticas: se extiende; al terreno del arte. Y señalemos ya desde aquí esta evolución del surrealismo: se considera como un movimiento cultural integrado por artistas vinculados a la revolución, convertidos en «compañeros de viaje» de ésta y que dejan la dirección del movimiento revolucionario en manos de los políticos. Con todo, Breton dice: «La obra de arte vive en la medida en que es incesantemente recreadora de emoción, en que la sensibilidad cada vez más general encuentra en ella diariamente un alimento cada vez más necesario. Los trastornos sociales no la afectan en la medida en que realiza un equilibrio perfecto entre lo exterior (la forma) y lo interior (el contenido manifiesto). En este caso único, Breton se declara dispuesto a «defender la cultura». No hay que conservar las obras «clásicas» de que se ha dotado la sociedad burguesa, sino solamente las obras «anunciadoras» de Nerval, Baudelaire, Lautréamont, Jarry. Llevando más lejos su análisis, trata de distinguir entre el Courbet, demoledor de la Columna y el Courbet pintor, o a Rimbaud, que no ha pasado a la posteridad como “el joven francotirador de la revolución” sino porque fue ante todo “un 5 revolucionario en poesía. Breton se alza una vez más contra la concepción de un arte propagandístico o de circunstancias, en beneficio de un arte que lleve en sí mismo su fuerza revolucionaria, producto de hombres que sienten y piensan como revolucionarios. Pero los congresistas ya han tomado posición; las declaraciones de Breton, enunciadas por Eluard, no se toman en consideración. Así, en una publicación 6, en la que los surrealistas resumían las enseñanzas del Congreso, escribían a propósito de la creación de la «Association internationale pour la défense de la culture» y su Comité de 112 miembros (designados bajo cuerda por los comunistas): «Sólo podemos expresar nuestra desconfianza hacia ese Comité y esa asociación.» Y, al mismo tiempo, declaran que no aceptarán sin control las consignas actuales de la Internacional Comunista, ni aprobarán, a priori las modalidades de su aplicación». Finalmente, tras haber citado diversos ejemplos sacados de la prensa soviética, manifiestan su desconfianza respecto del actual régimen de Rusia y de su jefe 7. Se trata esta vez de la ruptura definitiva, declarada, con el Partido comunista de la URSS, y su sección francesa. Pero no de la ruptura con la Revolución. Breton así lo prueba al publicar ese mismo año Position politique du Surréalisme.8 Se revuelve contra el papel providencial que se lleva a desempeñar en todas partes a quienes han hecho la revolución en Rusia; a continuación, contra la actitud admirativa que, según los comunistas, habría de ser el único comportamiento de los revolucionarios "occidentales respecto de lo que ha ocurrido y ocurre en Rusia. Por una parte, dice Breton, se fabrica un verdadero tabú, y, por otra, se niega la capacidad de rechazo, el único motor auténtico de la actividad revolucionaria. Breton no quiere refugiarse en esa actitud, que según él es retrógrada; por el contrario, se aparta de ella para encontrar de nuevo la acción, necesaria e inmediata 9, y anuncia la unidad en la lucha de los intelectuales revolucionarios». Los participantes de este movimiento se alzan contra las ideas de patria y nación, contra el capitalismo y sus instituciones políticas». Denuncian el Frente popular en formación, cuya fracaso prevén, por la sencilla razón de que trata de llegar al poder dentro del marco de las instituciones burguesas. Al margen de estas negaciones, proclaman que su causa «es la de los obreros y de los campesinos», sin reconocer demagógicamente que la vida de éstos es «la única buena y auténticamente humana». La organización queda abierta a todos los revolucionarios, sean marxistas o no, que reconozcan como postulados lo siguiente: «La evolución del capitalismo hacia una contradicción destructora; la socialización de los medios de producción como término del proceso histórico actual; la lucha de clases como factor histórico y como fuente de valores morales esenciales». Estas tomas de posición revelan una lucidez que se echará de menos en muchos de los participantes del Frente Popular. Los surrealistas y sus amigos están obsesionados por la facilidad con que los fascistas han conseguido en diferentes países desorganizar a las fuerzas revolucionarias, derrotarlas y tomar el poder. Por ello proclaman la necesidad de romper con la táctica tradicional de los partidos obreros, y aplicar para el ataque contra el régimen actual «una, táctica renovada», basada en la comprobación de que los fascismos han sabido utilizarlas las armas políticas, «creadas por el movimiento obrero», y que no hay inconveniente alguno — todo lo contrario— en que los movimientos revolucionarios proletarios utilicen a su vez las armas creadas por los fascismos, en particular aspiración fundamental de los hombres a la exaltación afectiva y al fanatismo 10 De ello se sigue que, «sin reserva alguna, la Revolución debe ser enteramente agresiva; sólo puede ser enteramente agresiva...». El programa de Contre-Attaque, aunque mudo respecto de muchas cuestiones que no se resuelven sólo con fórmulas, se oponía a la corriente de resignación que parecía arrastrar a las masas hacia la servidumbre fascista. La experiencia del Frente popular, realizada, según las propias palabras de su dirigente León Blum, para «evitar la Revolución», no podía menos que confirmar la posición política de estos intelectuales. Su movimiento abortó porque eran precisamente intelectuales, desarraigados del proletariado, sin contacto con las fuerzas vivas de la historia, momentáneamente anonadadas e hipnotizadas por la proximidad de la guerra. ContreAttaque, tras unos meses de vida vegetativa, fue a sumarse a los innumerables planes cargadas de buenas intenciones de que está empedrado el camino de la emancipación revolucionaria. -Notas . --1. En un panfleto titulado La mobilisation contre la guerre n'est pas la paix, y firmado por Breton, Caillois, Char, Crevel, Eluard, Monneíot, Péret, Rosey, Tanguy y Thirion. --2. Encontramos en él los nombres de los surrealistas y los de J. R. Bloch, Félicien Challaye, Louis Chavance, filie Faure, Ramón Fernández, Jean Guéhenno, Henri Jeanson, Fernand Léger, André Lhote, Maximilien Louis, Ándré Malraux, Marcel Martinet, Paul Signac, etc. --3. En este momento les alerta de un Hecho de importancia secundaria: León Trotsky se ve afectado por una orden de expulsión del gobierno francés, al que había solicitado asilo político tras haber sido expulsado de Rusia y luego de Turquía. Los surrealistas, en esta ocasión, se alzan para protestar contra esta medida y se honran saludando particularmente al autor de una fórmula que es para ellos una razón permanente de vivir y de actuar: «El socialismo significará un salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad, y ello también en el sentido de que el hombre de hoy, lleno de contradicciones y carente de armonía, abrirá el camino a una estirpe humana más dichosa» (Texto del panfleto publicado en tal ocasión. --4. Ilya Ehrenburg había tratado, al igual que Claudel, de «pederástica” la actividad surrealista. André Breton, que por casualidad le había encontrado en la calle, le reprendió por ello –5. "Trasformar el mundo", dice Marx; "cambiar la vida", dice Rimbaud; para nosotros las dos consignas son una sola» (Breton). --6. Du temps que los surrealistas avaient raison (agosto, 1935) --7. «Limitémonos a registrar el proceso de rápida regresión que quiere que, después de la patria, sea la familia la que salga indemne de la Revolución rusa agonizante. Ahí sólo falta restablecer la religión — ¿por qué no?— y la propiedad privada para que se malogre una de las mayores conquistas del socialismo. Pese a provocar el furor de los turiferarios oficiales, nosotros preguntamos si se necesita un balance distinto para juzgar por sus obras a un régimen, que en este caso concreto es el actual régimen de la Rusia soviética, y al jefe todopoderoso en torno al cual este régimen se convierte en la negación misma de lo que debía ser y de lo que ha sido. A este régimen y a este jefe sólo podemos expresarles formalmente nuestro desafío.» --8«Por encima de las consideraciones que siguen, y a las que me ha conducido mi preocupación, de hace ya diez años, de conciliar el surrealismo como modo de creación de un mito colectivo con el movimiento mucho más general de liberación del hombre que tiende ante todo a la modificación fundamental de la forma burguesa de propiedad, el problema de la acción, de la acción inmediata a llevar a cabo, permanece enteramente en pie.» --9. Cuyo Manifiesto, fechado el 7 de octubre de 1935, es firmado, además de por Breton, Eluard, Pastoureau y Péret, por antiguos surrealistas como Boiffard, por simpatizantes del surrealismo como Claude Cahun, y Maurice Heine; por intelectuales como el actor Roger Blin, P- Aimery, etc., y por el antiguo enemigo de Breton, Georges Bataile, la clavija obrera del movimiento. --10. «Lo que se apoderará del poder no será una insurrección amorfa. Lo que hoy decidirá el destino social es ia creación de una amplia f composición de fuerzas, disciplinada, fanática, capaz de ejercer cuando < llegue el momento una autoridad despiadada...» 9. Victoria Combalia Remedios Varo y la plaza de Lesseps (*) Remedios Varo, notable pintora surrealista exiliada en México, cumpliría 100 años este año. La Universidad de Barcelona le ha rendido un pequeño pero muy interesante homenaje en forma de congreso a cargo de especialistas de su obra de todo el mundo que se han desplazado a la capital catalana. Remedios Varo nació en Anglès (Girona) el 16 de diciembre de l908, hija de un ingeniero hidráulico andaluz, Rodrigo Varo, y de Ignacia Uranga, de ascendencia vasca. El alcalde de Anglès, presente en el congreso, nos explicó que el padre de Remedios era librepensador, estudioso del esperanto, preocupado por las cuestiones sociales y amante de la mineralogía, y que el pueblo, desde muy temprano, poseyó luz eléctrica. También señaló que el municipio, en 1887, pasó de tener una economía agraria a industrial, un motivo recurrente en las obras de Remedios, pobladas de máquinas de mecanismos inútiles, extravagantes o sencillamente poéticos (ojalá los alcaldes acudieran a congresos de arte, me digo, y con tal ánimo participativo). A La plaza podría ser un lugar para recordar a Varo, en vez de un sitio agresivo y falsamente de vanguardia Remedios viajó con su familia a Madrid y a Marruecos, y con su primer marido, Gerardo Lizarraga, a París, donde conoció de cerca el grupo surrealista. Pero volvió a una Barcelona considerablemente abierta al arte de vanguardia y en l935 compartió un estudio en la plaza de Lesseps con el también pintor surrealista Esteban Francés. En julio de aquel año Marcel Jean llegó con Óscar Domínguez a la ciudad y todos ellos realizaron unos preciosos cadáveres exquisitos, aquellos dibujos colectivos empezados por un participante del juego, tapados y continuados por el siguiente jugador, que dan un resultado sorprendente. Al año siguiente participaría en la famosa exposición Logicofobista de la librería Catalònia de Barcelona. Remedios fue la esposa del gran poeta Benjamin Péret, que se alistó voluntario en la Guerra Civil (afiliado al POUM); con él volvió a París y ya no regresó nunca más a España. En París fue detenida por los nazis por ser la compañera de Péret y, tras miles de peripecias que harían las delicias de cualquier guionista de películas, pudieron huir finalmente a México, el país que resultaría a la postre su patria de adopción. Allá, donde es venerada como pintora, formó un grupo de artistas e intelectuales con Leonora Carrington, Gordon Onslow Ford, Luis Buñuel, Wolfgang Paalen y su mujer, Alice Rahon, así como con Walter Gruen, quien se convertiría en su último marido. La obra de Varo es muy personal y evoca un mundo surgido de su imaginación donde se mezcla lo científico, lo místico, lo esotérico y lo mágico (Tere Arcq, por ejemplo, nos habló de la influencia de Gurdjieff y Ouspensky en la obra de Varo). Sus lienzos están realizados con la minuciosidad de un orfebre y reflejan la unidad cósmica y las interconexiones entre diferentes planos de la realidad: la materia y el espíritu, el mundo animal, el humano y el vegetal. Otro de sus grandes temas, que fascinó a los surrealistas, es el de la mujer maga, más ligada al inconsciente que los hombres y dotada de poderes superiores. Su originalidad reside en que nos las emplaza en el en ocasiones tan denostado ámbito doméstico. Octavio Paz afirmó de ella: "Con la misma violencia invisible del viento al dispersar las nubes pero con mayor delicadeza, como si pintase con la mirada y no con las manos, Remedios despeja la tela y sobre su superficie transparente acumula claridades". Si bien el pueblo de Anglès le dedicará un monumento a su hija natal, Barcelona ha hecho bien poco por esta artista, en palabras de su biógrafa Janet Kaplan, "divertida, lista, lectora empedernida y que sabía más de ciencia que los científicos". La plaza de Lesseps hubiera podido ser, en lugar de una plaza que se anuncia agresiva y falsamente de vanguardia, un lugar ideal para recordarla. (*) Artículo aparecido en El País (6-11-2008) (*) El cuadro de conferencias, será el siguiente: 03-10-13-- Eugenio Fernández Granell i el surrealisme en Espanya Ponents: Natalia Granell, Pelai Pagès, Pepe Gutiérrez-Álvarez Presenta; Peio Edorziain 17-10-13-- El surrealisme i les avantguardes artístiques Ponents: Ferran Aïsa i Marc Casanova Presenta: Pepe Gutiérrez-Álvarez 31-10-13 -- Walter Benjamín i el surrealisme Ponents: Josep Casals Presenta: Marc Casanova 14-11-13-- Breton, Trotsky i Rivera. El manifest per un art revolucionari i independent Ponents: Pepe Gutiérrez-Álvarez Presenta: Miquel Salas 28-11-13-- Remedios Varo i Benjamín Peret Ponent: Victoria Combalia Presenta: Julia Montilla Campillo