Prodavinci

Anuncio
1
Prodavinci
E-mail al director
Mario Morenza · Sunday, June 6th, 2010
From: [email protected]
To: [email protected]
Subject: Qué hago? S.O.S. – . –
Adjunto: ValeriayVera.jpg, Veratrajeada.jpg, ValeriadeMariana.jpg
Montpellier, viernes 25 de julio de 2003.
Mucho tiempo ha pasado y parece que siempre surgen los mismos espectros que
fraguan una malla de miedo. Pero no es miedo, es, más bien, soberbia. Soberbia a
todo. Y es que me encuentro tan vacía o tan seca. Es como jugar al ajedrez con la
muerte. Todo parece rebozado de simpleza, una harina para cubrir ciertas emociones
que, por lo general, no sube ni con la más eficaz de las levaduras. Me da vértigo
pensar tanto. Mientras escribo, un poco de limonada. Cuando exijo cosas, me gusta
que mi aliento sea cítrico. ¿Supiste lo de Phillipe? Te escribo el e-mail porque no sé si
llegó el que te envié la semana del 18. Tantas cosas han pasado. ¿Cómo le hago?,
¿cómo le hago para llenarme de Yerma como me llené de Mariana Pineda?, ¿y tan
sencillo todo?, y el miedo que a veces te borra los registros. Ayúdame Isaías, ayúdame.
Tu amiga y actriz predilecta. Besos. Algunas veces tuya y tan de nadie.
Valeria Bauer
***
From: [email protected]
To: [email protected]
Subject: Fw: Qué hago? S.O.S. – . –
Adjunto: FotoElenco, FotoSaisai, FotoStudios, FotoStudios12, FotoStudios34,
Fotostudios67, Afiche002, tickets22
Caracas, miércoles 30 de julio de 2003.
x|xValeria, siempre buscando simetrías en los puntos más inapropiados, indagando en
los huecos del drama, metiéndote en problemas. “¿Y qué importa?”, te comentarán si
prestas demasiada atención al aplauso automático, fuera de lugar y el público que no
se percata de nada (que me saca de quicio), que sólo ve luces y oye la música, aplaude
y ríe (y cómo ríe cuando debe llevarse las manos a la boca o a las pestañas). Pero yo sé
muy bien que no es así. Si fuera así, Valeria, tú no estuvieras tan lejos, tan adentro, ya
Prodavinci
-1/6-
05.09.2015
2
cerquita de París, y hablando y hablando francés lo que antes hablabas en español,
pidiendo un croissant en lugar de un cachito, llevándote las manos a la nariz para no
aspirar un trozo de Sena, casi el mismo gesto que aprendiste cuando cruzabas un
puente que te llevaba de una orilla a la otra del Guaire, a esas horas en las que ya el
Metro baja su santamaría y tienes que correr, cansada de repetir los gestos del
personaje que ensayas y pronto la gente verá cuando suba el telón. Así son las cosas
cuando te quieres arrellanar en la bidimensionalidad de un nombre impreso en el
papel, cuando vienes y vas y me preguntas: ¿Cómo lo hago?, ¿cómo lo hago si ahora es
tan diferente?, y no buscas dentro de Valeria lo que sabes que tienes y lo hiciste tan
bien en nuestra última obra juntos. Registros huyen dentro de ti y viene después la
afanosa y desesperada lucha por encontrarlos y hacerlos tuyos, como cuando te
aprendes el texto. Te vuelves tu principal obstáculo y enemigo, que no te deja
controlar tus objetivos, abordar tu tarea escénica. Encuentra ese placer que te hizo
bailar en el escenario, deslizarte como si las tablas del Teatro Municipal estuvieran
bruñidas de pomada. Aquella vez saliste al escenario el día del estreno como si
rasgaras una nube. Cegaste a tu personaje. Valeria, esa nube casi sólida, amurallada,
¿me captas?, que terminó por enloquecer a Mariana, que cercó la casa. Mirabas como
loca, con tus ojos te movías por los espacios, como un par de linternas de luz
esmeralda (el color de tus ojos y de la sortija de diamantes que tenías y tiraste al
escenario). Movías tu cuello felino como un periscopio descontrolado.
Hace unos días recibí tu e-mail. No sé qué espera(mo)s, si conmigo, cuando eras mi
actriz, lo hacías tan bien. Te devorabas el aire en escena (el se-nos-iba-el-aliento era
una descripción literal —tan lugar común— que yo siempre te decía al final de cada
función), cuando interpretaste a Mariana Pineda en Mariana Pineda. Ahora te
complicas toda con el papel de Yerma en Yerma, ahora, lejos, y en París. Y me
acuerdo, de nuevo, del día de la première en el Teatro Municipal de Villa Campo,
cuando apareciste embadurnada en inquietud, eran telúricos tus movimientos. La
expresión que lograste con todo tu territorio corporal fue mítica, una vibración, una
resonancia magnética. Tan diferente (en otros casos) a ese primer cuadro del Acto I de
Yerma, en el que te imagino, desde aquí, tendida, inmóvil, como metida en una urna
disfrazada de alcoba, y no en una urna disfrazada de tiempo. Sé que extrañas no tener
un director que hable tu lengua. Me gustaría desplazarme hasta allá, ahora, ir lejos, a
París. Prepararte tus arvejas con queso, pasta a la carbonara con vinagre andaluz. Y
caminar llevándote del brazo, huyendo de los museos y plazas. Dar vueltas indefinidas.
Amancebada a una frase mía para un diálogo absurdo de una obra absurda, sin
preguntarme lo que no entiendes y sé que no entiendes porque ríes de la palabra que
no es epicentro de la ironía y soy yo el equivocado. Pero mis compromisos con el
rodaje de la versión cinematográfica de Bodas de Sangre me lo impiden. Ahora, en
este preciso instante, estoy en el set de filmación con mi iBook 2002, redactando este
e-mail. Si tuviera al menos un día libre no fuera otra mi actividad que la de fisgonear
por la hendidura que ofrece el cerrojo de tu camerino. Ver tu mundo desde una
realidad detrás de la puerta. Harías de Mariana Pineda. De Yerma. Simultáneamente.
Vería desde mi mezquino ángulo tu nuca decimonónica. Te vería maquillándole a tu
rostro lo que al tiempo le corre sponde maquillar lentamente. Te vería por el cerrojo,
donde la realidad aquiescente adquiere le aroma de lo encerrado.
También, si tengo suerte, te miraré mirar la hora y atisbar cómo sigues dibujándote
mejillas impensables. Te miraré mirar el reloj y percatarte que falta poco para el
Prodavinci
-2/6-
05.09.2015
3
ensayo —porque imagino, nada más—, que te estás dando cuenta del paso del tiempo,
una frecuencia en la que Mariana Pineda no encontró el más mínimo asidero
(¿recuerdas?). Se encontraba como desterrada del paso de las horas a pesar de su
inquieta mirada a los relojes dorados y ¿por qué?, y ¿por qué?, y ¿por qué?, los
segundos se estiraban como goma antes de dar paso a otro minuto y a otro y otros mil
millones de minutos más, terminando por no importarle, porque lo mismo. Porque lo
mismo mil millones de veces más.
¿No te das cuenta que Yerma anda y desanda sobre segundos aireados más que en sus
furtivas salidas a la llanura? Tal vez buscando que alguien se la lleve al río pensando
que es mozuela. Pero sólo encuentra buscar más orillas de las que el río tiene. Pero
puro esperar tiempo libre, esperar suerte, esperar mirar horas. No tengo tiempo.
Debemos terminar la filmación en dos meses para estrenar en salas comerciales antes
de la primera semana de diciembre, son los setenta años de Bodas de sangre. Te
mando en archivos adjuntos algunas fotos. Me gustaron las tuyas, por cierto. Siempre
payasa.
Sigo aquí, imaginando cómo te has refugiado en tu camerino, como quien le huye al
sonido delator de los tacones contra el piso cuando se quiere estar a solas y no se
desea la más mínima intromisión de nada ni nadie. Y te vuelves casi guapa, casi
divertida, casi memorable. Te das con esa exquisita imperfección que llamamos arte.
Sólo imaginando las maneras de tu mano para recorrer tus facciones del mismo modo
afable con el que mis dedos recorren el teclado. El polvorete para exagerar una piel
amasada por ponzoñosa sangre, aterida, de la misma materia inasible que cerca la
casa de Mariana Pineda, esa casa que posee la extraña capacidad de estrecharse más
y más, succionar lo que se dice como un pulpo de ángulos rectos.
Percibo de qué manera toses, como si te faltara el aire. Creo que los cosméticos para
el maquillaje anegaron tus vías respiratorias clausurando momentáneamente el flujo
de oxígeno, pero siempre momentáneamente, nada definitivo. Gracias a Dios tienes
sangre y eres aún. ¿Puedes volar? Aún eres Valeria. ¿Un pájaro sin sangre puede
volar? ¿Con sangre envenenada? El mundo, Valeria, a veces, se nos acerca.
(¿Recuerdas que hablamos de eso antes de ensayar una de las escenas de Mariana
Pineda?) “Pero el mundo se me acerca, las piedras, el agua, el aire, ¡comprendo que
estaba ciega!”, ¿te acuerdas de ese parlamento? En un segundo, las piedras. El agua.
En otro, el aire. El miedo. Tu rabia, nuestra rabia. Mi desespero en mil millones de
segundos más. Un minuto y otro y tres más, ¡¡¡¡¡qué importa!!!!! Y te decía que no
necesitabas empolvarte la nariz, que tú lo hacías bien. Que colgaras tus problemas en
los garfios. Que dejaras a Valeria en el camerino. Que Valeria tenía que estar lejos. Y
luego, tratamientos y mi compañía que te hizo alivio, supongo. Que nos hizo alivio,
supongo. Estabas gaseosa, sin nudos, ataduras, amarres a nada. En el aire. La
botánica para ti era un lugar incierto. La verticalidad que asume lo vegetal para ti era
el vacío. Sin tus pies sobre nada. Nunca me sentí tan director. Eligiendo
cuidadosamente, con el tino de los vestuaristas para elegir los trapos para Ricardo III,
tu dieta que te la aprendiste como un diálogo, qué digo diálogo, monólogo estomacal.
Pero esa no era la salida. Siempre furtiva y pensabas que yo lo ignoraba. Eras mi osa
panda. Mi nuez de almíbar, un recuerdo de Barquisimeto añejado. Y recuerdo como te
dosificaba las tardes con melocotones que tanto odiabas y yo preparándolos en los
más variados formatos. La mermelada de melocotón condicionó tu adicción a esta
Prodavinci
-3/6-
05.09.2015
4
fruta. ¿En París cómo le llaman? ¿Durazno como en España?
Pero no te quedes dormida. Aún te sigo observando desde el cerrojo. Al acecho de
cualquier movimiento. Pero no te quedes dormida. Estás en París y no aquí. Como en
tu primera escena en Yerma, soñando mentiras, y, a tus pies, inmóvil como tú, un
tabanque de costura, un objeto alejado y no un pedazo más de cuerpo. Espero que tu
compañero de escena, en la escena, sea lo más cercano a lo yermo. Es indispensable
para el efectivo engranaje de la obra. Son como espejos yuxtapuestos, que se
complementan. Se me cansan las manos de tanto que te he escrito hoy. Y mis manos
me hacen recordar a aquel señor francés de Bellas Artes, el que lee las manos, el que
echa las cartas. Ese, en fin, el que adivina el futuro, cuando no el pasado. Y nos
preguntó que si ya estábamos casados. Y sin esperar nuestra negativa respuesta dijo
que si no lo estábamos ya, nunca lo estaríamos. ¿Por qué no predijo tu viaje a La
France? Total que era su propia patria tu destino.
Aquí la bruma ya ha caído. Recuerdas cómo ensayamos en Mariana Pineda la forma en
que tenías que dejar caer la sortija. Lo hiciste con una suprema dignidad vertical
incomparable. Aquí lo que tienes que dejar caer es más complicado. No es objeto de
utilería. Eres tú, Valeria. Yerma se desmorona (o se viene desmoronando o hace
tiempo que ocurrió y sólo queda el simple eco de la caída, las secuelas). Tienes que
instalarte en un rol despectivo (y esto mismo se lo digo a tu amiga y nada que
entiende cómo arrojar el azahar). Cuando camines por el campo, cada vez que
escuches el llanto de un niño, tienes que sentir que arrojas un pedazo de ti, un pedazo
de voz, de mirada. Debes sentir una corriente eléctrica que te muerde los dedos, como
una envidia dulce que te cae desde arriba y tratas de disimularla, como en el libro de
Edilio Peña, recuerdas sus consejos. Un rol despectivo, facineroso, que no irá más allá
de un simple gesto es lo que le trato de decir a La Novia de mi versión de Bodas de
Sangre. Mariana Pineda arroja el anillo, La Novia arroja el azahar. Cae la bruma
invisible que está latente, como a la expectativa de ceñirse a los hechos y contar su
historia, o terminar la historia de los que no tienen historia. De esa manera viaja,
como se desplaza la humedad, se poza sigilosa en las paredes, absorbe sonidos,
oscuros gritos de raíz, hasta miradas extraviadas. Una navaja, diez cuchillos. “Gran
obra”, dijo EA Moreno-Uribe en sus habituales reseñas teatrales domingueras.
Por otra parte, no estoy de acuerdo que el papel de Víctor lo haga ese imbécil.
(¿Recuerdas lo que te dije de él cuando te fui a despedir al aeropuerto?) No me gusta
en lo absoluto que estés trabajando con el cabeza hueca de tu infernal ex cónyuge. Le
falta movilidad. (Yo les llamo personajes hilo filoso porque anudan o cortan según la
dirección en que esté trazada la obra, son gaseosos o de hielo, no vegetales,
enraizados a la tierra, plantados.) El Víctor que escogieron tiene más similitudes con
Juan que con el mismo Víctor. Si yo tuviera los derechos y el presupuesto para llevar
esa obra al cine. Já, si yo los tuviera. Se debieron traspapelar los documentos en la
sección de casting. Una frustración así debió haberla sentido Gustavo Ott cuando vio
de lejos el éxito de The Others, o El Sin Sense, como le digo yo a la película de
Shyamalan. Gustavo Ott con Los peces crecen con la luna se les adelantó veinte años.
Navegando en el blog de crítica teatral Por el amor a Elvis, de Grisel González, me
enteré que no se percibe esa diferencia tan clara entre ambos, tan natural, tan
perceptible que a uno lo hace cantar y a otro secarse como una toalla que la
Prodavinci
-4/6-
05.09.2015
5
exprimieran, se secará de una manera más rígida e inhumana que Yerma. El ideal
para la personificación de Víctor es, por supuesto, Daniel Salazar, mejor conocido en
el cine, como Dan Sálaz Ariel (nótese que el Ariel es una simple remoción de las letras,
como lo que hace José Manuel Briceño Guerrero con Jonuel Brigue), el actor de
Margarita, no de Margarita Xirgu, tu actriz favorita, de Isla Margarita procede (¿te
acuerdas que fuimos aquel verano?).
Yo, Valeria, por mi parte, no estoy de acuerdo que el “actor” interprete a Juan,
necesita ese toque irónico y solapadamente autoritario que posee (un Egisto,
probablemente es él, un afeminado sin personalidad. Mariano Álvarez, qué actorazo,
él hubiese sido el propio para este papel). El personaje, según leí en otra reseña de
Yerma, se verá empobrecido. Si en definitiva es interpretado por tu ex-cónyuge, claro.
Y hablando de malos actores. Ayer despedí a la imbécil de Carolina Matheus. Es
insoportable. Ya sabes que con ataques de divismo yo no quiero nada en lo absoluto
(me saca de quicio). Ayer se terminó de arreglar a las 9:00 de la mañana y que por una
migraña retraso. Cuando alguien dice migraña por dolor de cabeza, ya está siendo
infectada de divismo, se le subieron los humos a la “cabeza”. Cuando dice jaqueca por
migraña ya es recomendable hacer gestiones para asignarle una cura de sueño en “La
casa de descanso” más cercana a su domicilio y hallar a otra actriz que la sustituya.
Los productores, siempre profesionales ante todos los contratiempos, resolverán este
percance a la brevedad posible. ¿Será que llamo a Julie Restifo para un casting
express?
Ahora, inmediatamente después de terminar el rodaje de Bodas de Sangre, empiezo
con los trámites para El Rinoceronte. No hay vacaciones para Isaías este año, querida
Valeria. No las hay. Luego de El Rinoceronte vendrá un año y medio de aflojar
músculos, neuronas y diez kilos. “Te veo y no te conozco de lo flaco que estás,” me
escribiste aludiendo a mis fotos que salen en el site de la película que cubre el making
of. Voy a hablarme con los productores, intuyo que tienen en su haber un pacto con
alguna divinidad burocrática: negocios son negocios y ellos no toman en cuenta qué
manos aprietan para materializarlos. Consiguen cualquier papel que sea, desde un
pasaporte hasta una cédula de identidad falsa, por si acaso se necesita a un personaje
chino. Tú sabes a qué me refiero. Ya los buscaré para llevar al cine “Alina Luggo De
Pascutto y los lunares negros de las aceras”, un cuento que quiero adaptar, busco
guionista si sabes de alguien. Y el papel que tenía pensado dárselo a la diva (el de la
rubia Daisy) te lo pienso dar a ti. Si aceptas, claro. Te imaginas la Francisco de
Miranda abarrotada de rinocerontes corriendo como locos por Chacao, Altamira,
Sabana Grande, bañándose en el Guaire.
Creo que ya debería irme despidiendo. Ya está cayendo la noche. Hoy me toca una de
las escenas más difíciles. La escena de los leñadores, que comienza con mucha
naturalidad y luego se diluye progresivamente en un ambiente como surrealista. Pero
eso lo resolvemos al momento de la edición. Tal vez estoy pecando de efectista.
Repiqueteo de ramas secas y troncos huecos. “Será un reto rodar la escena, un juego
visual de enlaces que se tienden sobre una realidad supuestamente cotidiana”. Esta
frase más que acartonada se la dije a unos periodistas que se acercaron y se las daban
de genios cinéfilos. La música que le pondremos será casi hipnótica. Y dos o tres
homenajes a dos cineastas, ya tú te enterarás. Tampoco te la voy a contar toda.
Prodavinci
-5/6-
05.09.2015
6
Me despido, Vale. Creo que ya Daniel Salazar está listo. También me han criticado que
la escena donde muere Leonardo —el papel que interpreta Daniel Salazar—, y El
Novio, es muy cruda, que ni Tarantino en Kill Bill, pues. Más una reyerta sangrienta
que poética. Pero sabes cómo soy yo cuando me pongo mi cachucha de director:
escucho todas las opiniones y termino haciendo lo que me da la gana. Dirigir es una
duda constante.
Isaías Saisaí
Posdata:
Viajo en dos semanas a Caracas. Luego regreso a la locación. Visitaré Bellas Artes.
I.S.
This entry was posted
on Sunday, June 6th, 2010 at 12:55 am and is filed under Domingos de ficción
You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You can
leave a response, or trackback from your own site.
Prodavinci
-6/6-
05.09.2015
Descargar