MANUEL CAMPO MARTÍN Propuesta para una sistematización objetiva del estado general de conservación de un esqueleto 1. INTRODUCCIÓN El estado general de conservación (E.G.C.) de un esqueleto presenta una gran importancia en Paleopatología, importancia que se deriva de la estrecha ligazón existente entre la obtención de un diagnóstico retrospectivo y la preservación del mayor número de piezas posibles. Podemos deducir por tanto que, a la hora de planificar cualquier investigación osteoarqueológica, especialmente si ésta va dirigida a series muy amplias con lugares de depósito disperso, el conocimiento de dicho estado de conservación debe constituir un pilar fundamental que nos ahorrará, cuando menos, tiempo y frustraciones. Si examinamos la literatura paleopatológica en lo relativo a ésta cuestión, podemos comprobar que, efectivamente, casi todos los autores coinciden en destacar su significación, quedando ello corroborado mediante la presencia de un apartado específico en la mayoría de fichas osteoarqueológicas, protocolos de excavación u hojas de referencia estándar1. El problema surge, sin embargo, al tratar de determinar o de definir dicho estado general de conservación, ya que, ante la carencia de una sistematización adecuada del mismo, debemos seguir acudiendo, bien a criterios cualitativos que, como veremos a continuación, encie- rran una notable subjetividad, o bien a criterios estrictamente cuantitativos que se prestan a errores de interpretación. 2. CRITERIOS ACTUALES DE DETERMINACIÓN DEL ESTADO DE CONSERVACIÓN GENERAL DE UN ESQUELETO. 2.1. Criterios cualitativos: Desde un punto de vista teórico, estarían incluidos en este apartado todas aquellas determinaciones destinadas a informar sobre la "calidad" del esqueleto problema. Su expresión, sin embargo, suele quedar reducida en la práctica habitual a una mera indicación, ya sea por parte del propio excavador o bien del investigador que examinó por primera vez los restos, donde se específica si el esqueleto está completo o incompleto. En el caso de que el esqueleto esté incompleto, dicha indicación suele acompañarse además de una apostilla aclaratoria donde se define si su E.G.C. es "bueno", "regular" o "malo" 2. Aunque no podemos negar la sencillez de elaboración del E.G.C. siguiendo este método, circunstancia que explica su amplia difusión, lo cierto es que tal 1 A modo de ejemplo, podríamos citar: la hoja de datos para la utilización básica con los esqueletos propuesta por Brothwell, el formulario de enterramientos (Burial Form) de la Smithsonian Institution, o la ficha osteoarqueológica normalizada (F.O.A.N.) propuesta por Thillaud. 2 En algunas fichas de excavación dichos criterios se amplían a "muy bueno", "bueno", "regular", "malo" y "muy malo", lo que, en nuestra opinión, no mejora la definición del E.G.C. 159 MANUEL CAMPO MARTIN ventaja queda absolutamente eclipsada por su falta de objetividad. Evidentemente, en el caso de un esqueleto completo, caso ideal y, por tanto, muy poco frecuente, no existe mayor problema en aplicarlo3, pero la circunstancia habitual no suele ser ésta, encontrándonos en todas las demás situaciones con que la determinación del E.G.C. queda bajo el libre albedrío del sujeto que lo elabora, quién, limitado tan solo por unos parámetros excesivamente laxos, puede verse fácilmente influenciado por diversos factores. Así por ejemplo, resulta razonable imaginar que cuando el objeto de estudio está constituido por una necrópolis amplia, cuyos esqueletos están globalmente bien conservados, lo más probable es que el criterio de determinación del E.G.C. de cada individuo aislado sea mucho más estricto que el utilizado, incluso por la misma persona, ante otro yacimiento con restos globalmente peor conservados. No debemos olvidar, por otra parte, que en algunas ocasiones puede ser el propio investigador quién, guiado por los objetivos de su estudio, personalice aún más dichos criterios cualitativos, concediendo mayor importancia a la conservación y/o ausencia de ciertas piezas en detrimento de otras, circunstancia que los invalidaría a todos los efectos para otras investigaciones. Creemos por tanto, que la definición del E.G.C. atendiendo a criterios estrictamente cualitativos, aunque fácil de elaborar, carece en muchos casos de utilidad práctica por su inherente subjetividad. 2.2. Criterios cuantitativos: Se encontrarían representados por el denominado índice de Conservación de un esqueleto (IC), el cual se obtiene mediante la siguiente fórmula: IC = Número de huesos disponibles X 100/200 correspondiendo la cifra del denominador al número total de huesos del esqueleto excluidos los huesecillos del oído, los supernumerarios y los sesamoideos4. En contraposición a los criterios cualitativos, el índice de Conservación es un método de determinación mucho más objetivo, por cuanto recoge el número total de huesos conservados. Su inconveniente principal radica en no aclararnos cuáles son dichos 3 huesos y en qué situación de deterioro se encuentran. En lo concerniente al estado real de las piezas, podrían acordarse soluciones parciales como, por ejemplo, incluir en su elaboración sólo aquellas absolutamente íntegras; resolver la otra omisión, sin embargo, resulta mucho más complicado. Esta última afirmación viene justificada por el estricto carácter cuantitativo del índice, el cual, por definición, concede igual valor a todos los huesos, no estableciendo ningún tipo de discriminación al respecto. Indudablemente, cualquier pieza de un esqueleto puede aportar datos fundamentales, pero lo cierto es que, en líneas generales, determinados huesos proporcionan información más abundante y fiable que otros. El no tener en cuenta éste detalle, fundamental en nuestra opinión, es lo que acarrea que la valoración aislada del IC, es decir, sin el apoyo de algún otro criterio cualitativo, se preste a errores de interpretación5. 2.3. Criterios cualitativos y cuantitativos combinados: Su expresión más sencilla estaría constituida por la anotación del IC junto al mapa óseo de cada esqueleto, tal y como aparece en algunas fichas osteoarqueológicas. En dicho mapa óseo se reproducen todos los huesos del esqueleto, bastando con sombrear las piezas existentes. Si queremos ser más rigurosos, ello debería acompañarse además de una descripción pormenorizada de cada pieza. La información suministrada por ésta asociación de criterios es completa y objetiva, no pudiendo censurarle nada en éste sentido. El inconveniente radica principalmente en lo prolijo de su elaboración y en la incomodidad de su manejo, sobre todo, cuando se revisan series muy amplias. Si consideramos las desventajas que acabamos de citar , podemos comprobar que coinciden con aquellas que lleva aparejadas un inventario clásico, lo cual es lógico por cuanto, al fin y al cabo, la asociación de criterios, tal y como la hemos descrito, no sería otra cosa que un mero inventario. Resulta por tanto difícil de aceptar que el mejor criterio para determinar el E.G.C. sea precisamente aquél que le dio origen. Quizás incluso en este caso debiera indicarse su mayor o menor fragilidad, particularidad a tener muy en cuenta en su recogida y traslado. De incluir los tres huesecillos del oído, (yunque, martillo y estribo), la cifra exacta del denominador sería de 206. 5 Así por ejemplo, a un esqueleto del que se conservaran todas las costillas, manos y pies, le correspondería un índice de conservación del 65%. En contraposición, otro individuo del que se conservara cráneo completo y todos los huesos largos, sólo le correspondería un IC del 25%. 4 160 PROPUESTA PARA UNA SISTEMATIZACIÓN OBJETIVA DEL ESTADO GENERAL DE CONSERVACIÓN DE UN ESQUELETO 2.4. Otros posibles criterios: Corresponderían a lo que podríamos denominar índices de Conservación Modificados. En esta línea, debemos destacar muy especialmente la propuesta de Thillaud de idear otros índices que definan el estado de cada elemento óseo en el marco de una sepultura colectiva, una necrópolis o una población. Desgraciadamente no tenemos noticia de que hayan sido desarrollados hasta la fecha, por lo cual nos limitaremos a citarlos. Finalmente, también podríamos incluir dentro de estos índices modificados una propuesta personal, ya abandonada, consistente en asignar un determinado valor numérico a cada hueso y/o grupos de huesos en función de su interés paleopatológico teórico, cifra a la que además sumábamos o restábamos puntos según su estado de conservación. El índice de conservación obtenido de esta forma, reunía datos cualitativos y cuantitativos, resultando bastante fiable. Lo laborioso y complicado que entrañaba su aplicación práctica hizo que, finalmente, decidiéramos abandonarlo. 3. EL CRITERIO IDEAL Revisados hasta aquí los criterios actualmente disponibles para la determinación del E.G.C., creemos que ninguno de ellos, en unos casos por exceso y en otros por defecto, satisfacen completamente las necesidades de todos los especialistas involucrados en el campo osteoarqueológico. Se hace necesario, por consiguiente, la creación de otros nuevos y, para ello, conviene partir de un supuesto Criterio Ideal, que nos servirá de modelo a la hora de analizar cualquier propuesta en este sentido. Dicho Criterio Ideal debe reunir tres características fundamentales, a saber: a) Facilidad para su elaboración, es decir, que la recogida de los datos necesarios para su configuración no sea compleja ni excesivamente laboriosa. b) Sencillez en su manejo, es decir, que se traduzca en una determinación clara y concisa, huyendo de inventarios y descripciones exhaustivas. c) Utilidad práctica, o lo que es lo mismo, que proporcione una información suficiente. 6 La dificultad para desarrollar este criterio ideal radica en conseguir el equilibrio adecuado entre estas tres características citadas; de conseguir o no dicha armonía dependerá el éxito o el fracaso de cualquier propuesta. Si atendemos tan solo a las necesidades aisladas de cada especialista, el ansiado equilibrio se romperá en distintas direcciones: hacia el lado de la facilidad de elaboración en el caso del arqueólogo, hacia la sencillez en el manejo de los datos en el caso del historiador, o hacia la utilidad práctica en el caso del paleopatólogo. El resultado de estas desviaciones interesadas será un criterio carente de la necesaria homogeneización interdisciplinar y, como tantos otros, de uso muy restringido. 4. NUESTRA PROPUESTA Partiendo de la esquematización sencilla de los huesos del esqueleto humano que aparece en la Tabla I6, nuestra propuesta para la determinación del Estado General de Conservación establece cinco grados: GRADO O u ÓPTIMO. Cuando se dispone del esqueleto completo (Esqueleto Axial + Apendicular). GRADO I. Cuando se conserva al menos: a) Esqueleto Apendicular completo o b) Cráneo completo + Huesos Largos completos o c) Cráneo completo + 2 ó más apartados completos del Esqueleto Apendicular. GRADO II. Cuando se conserva al menos: a) Cráneo completo o b) Huesos Largos completos o c) 2 ó más apartados completos del Esqueleto Apendicular o d) 1 apartado completo del Esqueleto Axial (excepto las costillas) + 1 apartado completo del Esqueleto Apendicular. GRADO III. Cuando se conserva al menos: a) 1 apartado completo del Esqueleto Axial (excluido el Cráneo por razones obvias). o b) 1 apartado completo del Esqueleto Apendicular. Modificada de lo propuesto por ORTNER para la localización de lesiones patológicas en el esqueleto. 161 MANUEL CAMPO MARTIN GRADO IV. Cuando no se reúne ninguna de las condiciones anteriores pero es posible la obtención de algún dato métrico de interés. GRADO V. Constituido por aquellos restos muy fragmentados en donde no es posible la obtención de datos métricos de interés. Tabla 1 Clasificación esquemática de los huesos del esqueleto humano (Modificada de Ortner) Esqueleto axial Cráneo C. Vertebral (excep. Sacro y cóccix) Costillas Esternón Esqueleto C. Escapular Escápula M. Superior Brazo y antebrazo apendicular -logía, a pesar de lo cual carecemos de unos criterios que lo definan de una forma clara, sencilla y útil. En la elaboración de nuestra propuesta hemos intentado reunir estos criterios de forma equilibrada, con el fin de cubrir las necesidades de todos los especialistas involucrados en este área científica. Dicha propuesta no trata de sustituir, en ningún momento, a la descripción pormenorizada del estado y número de los huesos disponibles, la cual , en nuestra opinión, debe formar parte de todo estudio paleopatológico riguroso, sino, sencillamente, de aproximarse a ese criterio ideal. Su finalidad es, básicamente, la de facilitar la imprescindible conexión interdisciplinar, unificando criterios y formas de expresión; porque, al fin y a la postre, en muchas ocasiones, todos estamos diciendo lo mismo de distinta forma. M.C.M. Clavícula Mano C. Pélvica Coxal Sacro Cóccix M. Inferior Muslo y pierna Pie BIBLIOGRAFÍA BASS, W.M.; 1987: Human Osteology. Missouri Archaeological Society, Special Publication. 327 p. Third edition. BROTHWELL, D. R.; 1987: Desenterrando Huesos. Fondo de Cultura Económico. 286 p. México. 1a edición en español correspondiente a la edición en inglés de 1981. CAMPILLO, D. y VIVES, E.; 1987: Manual de Antropología biológica para arqueólogos. CoHeció Origens, p. 179 fig. 96 Barcelona. ORTNER, 5. CONCLUSIONES El Estado General de Conservación de un esqueleto presenta una enorme importancia en Paleopato 162 D.J.; 1985: Identification of Pathological Conditiones in Human Skeletal Remains. Smithsonian Institution Press. 488 p. Washington. THILLAUD, P.L.; 1992: El diagnóstico retrospectivo en Paleopatolo-gía. En "Munibe (Antropologia-Arkeologia)", suplemento n° 8 correspondiente a las Actas del I Congreso Nacional de Paleopatología. pp. 81-88. San Sebastián.