El camino hacia la resolución pacífica en el estado de Rakáin, en

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Pensando en el futuro: desplazamiento, transición, soluciones
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acuerdo multilateral basado en los tratados
de CEDEAO. Aunque esto puede ser menos
viable en el contexto de África oriental
por la falta de un marco jurídico regional
comparable, merece más investigación la
posibilidad de conciliar la residencia temporal
del país de acogida con la recuperación
de la ciudadanía del país de origen.
Según ACNUR, 12,9 millones de refugiados
vivían en situaciónde desplazamiento
prolongado a finales de 2014, y solo 126 800 se
repatriaron de manera voluntaria durante el
mismo año. Con las tendencias mundiales de
la actualidad, los refugiados en situaciones de
desplazamiento prolongado podrían tardar
más de 20 años en volver a sus países de origen,
sin importar si tal retorno es posible o incluso
deseable. Además de avanzar con nuevas
iniciativas de repatriación (con las importantes
salvedades ya mencionadas en cuanto a la
mayo 2016
distinción entre regímenes obligatorios y
voluntarios), las modalidades de repatriación
voluntaria deberían ampliarse para incluir
la posibilidad de soluciones alternativas
basadas en marcos de migración transitoria.
Giulio Morello [email protected]
Gerente de protección, Liberia, Consejo Danés para
los Refugiados (DRC) y excoordinador de soluciones
duraderas, DRC Somalia www.drc.dk
Las opiniones presentes en este artículo son del
autor y no necesariamente reflejan las de DRC.
1. ACNUR (1996) Manual de Repatriación Voluntaria
2. Ver Schmeidl S (2009) “Repatriación a Afganistán: ¿solución
duradera o transferencia de la responsabilidad?”, Revista
Migraciones Forzadas n.º 33
3. Véase, por ejemplo, Long (2010) ¿Solo en casa? Un análisis de la
relación entre la repatriación, la movilidad y las soluciones duraderas
para los refugiados. EDPS DE ACNUR.
www.acnur.es/PDF/Investigacion_SoloenCasa_Repatriacion_
Movilidad_SolucionesDuraderas_Refugiados.pdf
El camino hacia la resolución pacífica en el estado de
Rakáin, en Myanmar
Ronan Lee y Anthony Ware
Las fuertes opiniones nacionalistas y los poderosos intereses personales continúan
interponiéndose entre las comunidades rakáin y musulmana y en la resolución del
desplazamiento.
En 2012 estalló en la comunidad la violencia
entre la población musulmana y la budista en el
estado de Rakáin. Los musulmanes –conocidos
como “rohinyá”– se llevaron la peor parte del
conflicto y siguen sufriendo las consecuencias.
Entre las consiguientes “soluciones”, se ha
separado activamente a las comunidades
musulmana y budista y se han limitado de
manera drástica los derechos de los primeros.
Se estima que unas 140 000 personas, la mayoría
musulmanas, siguen siendo desplazadas
internas en campos o se encuentran atrapadas
en el barrio de Aung Mingalar en la capital
del estado de Rakáin, Sittwe. Sus vidas se
han ido volviendo cada vez más frágiles,
marginales e inseguras, por lo que muchos se
han embarcado en botes desvencijados que
llegan hasta el Golfo de Bengala en un esfuerzo
por migrar. La vida para los budistas, que son
mayoría en este estado, tampoco es un camino
de rosas. El estado de Rakáin es el segundo
más pobre de Myanmar. Su tasa de pobreza es
del 78%, casi el doble de la media nacional.
El conflicto étnico parece haber llegado
a un punto muerto pero, en general, reina
la incertidumbre acerca de qué va a pasar
ahora. Es esencial reducir las tensiones
étnicas y prevenir los conflictos en la
comunidad para garantizar un futuro
mejor a todos los residentes del estado
de Rakáin, y para ello hay que reducir
las posibilidades de que los musulmanes
vuelvan a desplazarse y acabar con su
situación actual de desplazamiento interno.
Cuando iniciamos nuestras investigaciones
en las comunidades pobres y urbanas en
el norte del estado en 2015 esperábamos
encontrarnos con dos comunidades que
quisieran tener poco o nada que ver la una
con la otra y cuyo respeto mutuo fuese
escaso. Al contrario, nos encontramos gente
dispuesta a dejar de lado sus perjuicios
y su miedo hacia el otro colectivo.
A veces, entre los rakáin reinaba la
ignorancia con respecto a la difícil situación
de los musulmanes a la vez que hacían oídos
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ACNUR/M Murphy
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Pensando en el futuro: desplazamiento, transición, soluciones
El personal de ACNUR visita a los aldeanos que viven en refugios improvisados después de que sus casas fueran quemadas dirante la
violencia entre comunidades en el municipio de Kyauk Taw, al norte de Sittwe, estado de Rakhine, Myanmar, 2012.
sordos, tal vez de forma deliberada, ante su
marginación sistemática, pero, lejos de tener
una actitud agresiva contra ellos, la abrumadora
mayoría rakáin rural y urbana manifestó un
deseo moderado de vivir en paz con sus vecinos
musulmanes y estaba dispuesta a aceptar que
se les concedieran sus derechos humanos y
unas mejores oportunidades de integrarse
bajo las circunstancias adecuadas. Querían
que se aplicaran las leyes con transparencia
y sin corrupción, y que la comunidad
musulmana demostrase su compromiso con
las responsabilidades ciudadanas. No obstante,
consideran que el reconocimiento oficial
del nombre “rohinyá” es una reivindicación
política a la que no pueden acceder.
El tono pacífico y conciliador de las
respuestas de los rohinyá nos sorprendió. Los
que estaban en campamentos de desplazados
internos querían hablar primero de las
injusticias específicas que habían sufrido
pero después estaban dispuestos a hablar
de soluciones pacíficas y de reintegración.
Un punto común del debate era que se
debería considerar al Gobierno y al ejército
como los principales responsables del
conflicto de 2012 ya que permitieron, cuando
no instigaron, el nacionalismo extremo que
avivó la violencia. La opinión generalizada
era que se utilizó el nacionalismo rakáin pero
que en realidad no fue el detonante básico
del conflicto. Cada una de las comunidades
con las que hablamos manifestó su opinión
de que fue más bien el Estado quien causó el
problema y no los rakáin o los musulmanes.
Las comunidades rakáin y musulmanas
insinuaron que el objetivo del Gobierno era
distraerlos mientras el Estado se apropiaba
del gas de la región y de los ingresos
procedentes de otros recursos. Y, dado que
ambos consideran que es el Gobierno quien
ha desatado la crisis, también creen que podrá
arreglar la situación cuando esté dispuesto a
hacerlo. Tanto los rakáin como los musulmanes
rohinyá compartían su optimismo acerca del
potencial del nuevo Gobierno de Myanmar de
abordar las quejas locales que venían de antaño.
Los musulmanes quieren regresar a sus
antiguas vidas en la comunidad, quieren
relaciones pacíficas con sus vecinos, y quieren
que les sean reconocidos, garantizados
y respetados sus derechos. Creen que el
Gobierno podrá resolver fácilmente su
situación si dispone de la voluntad política
y la capacidad de liderazgo necesarias.
Ronan Lee [email protected]
Ex diputado de Queensland y doctorando en la
Universidad de Deakin
Anthony Ware [email protected]
Catedrático, Universidad de Deakin
www.deakin.edu.au/
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