TRABAJO DE GRADUACIÓN FINAL “EUTANASIA. Un derecho a morir dignamente. Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia”. VARELA OPIZZO, Verónica Natalia ABOGACÍA 2007 II TRABAJO DE GRADUACIÓN FINAL “EUTANASIA. Un derecho a morir dignamente. Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia”. VARELA OPIZZO, Verónica Natalia ABOGACÍA 2007 III A mi abuelo Enrique, porque mientras su recuerdo viva en mi corazón nunca me faltará alegría, y porque siempre estará presente. IV A mis padres, porque me dieron la vida y porque este logro también les pertenece; A mi padre, por ser un ejemplo de honestidad y rectitud y por ser mi ángel de la guarda sobre la tierra; A mi madre, por darme la vida, por ser mi mejor amiga, mi confidente y por curar con sus caricias hasta las heridas del corazón; A mi hermano Ariel, mi amigo fiel y porque a su lado siempre hay motivos para una sonrisa; A mis hermanas y a toda mi familia, por estar siempre a mi lado; A mi gran amiga y compañera Ana Calderón, por interminables horas de libros, risas y llantos compartidos y por ser mi sostén en aquellos momentos en que todo parecía complicarse; A Belén, Victoria y María Pía, por caminar junto a mí estos cinco largos años; A la profesora Cristina Gonzalez Unzueta, porque a su lado descubrí el apasionante mundo de la Bioética, por su predisposición y su excelente calidad de persona; Al profesor Jorge Orgaz, por su colaboración y buena predisposición; A la Universidad Empresarial Siglo 21 y a todos los profesores que hicieron de mi una profesional; A todos gracias por este logro que hoy les dedico. V ÍNDICE Introducción……………………………………………………………………………6 Capítulo 1 DIGNIDAD Y DERECHO A LA VIDA Introducción……………………………………………………………………………11 Título 1: Derecho a la vida y dignidad humana. Reconocimiento de nuevos derechos constitucionales. Derecho a morir dignamente………………………….. 12 Título 2: Autodeterminación y Derecho a rechazar tratamientos médicos. Objeción de conciencia…………………………………………………………………………. 19 2.1. Autodeterminación. Derecho a rechazar tratamientos médicos aún ante el riesgo de muerte……………………………………………………………………... 19 2.1.1. Análisis jurisprudencial. Caso Parodi………………………………………. 20 2.1.1. a. Hechos………………………………………………………………………. 21 2.1.1. b. El fallo y sus argumentos. …………………………………………………. 22 2.1.2. Objeción de conciencia. El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: Caso Marcelo Bahamondez……………………………………………….. 26 1 Capítulo 2 EUTANASIA Introducción…………………………………………………………………………. 32 Título 1: Eutanasia. Etimología. Concepto. Antecedentes históricos……………. 35 1.1. Etimología. Concepto…………………………………………………………... 35 1.2. Antecedentes históricos………………………………………………………… 38 Título 2: Clasificación. Eutanasia solutiva y resolutiva. Activa y Pasiva………… 42 2.1. Clasificación…………………………………………………………………….. 42 2.2. Eutanasia provocada: Solutiva y Resolutiva (Activa, Directa o Indirecta y Pasiva)………………………………………………………………………………... 44 Título 3: La Discusión doctrinaria. Detractores y defensores……………………. 50 3.1. Detractores y defensores……………………………………………………….. 50 3.1.1. Detractores. La sacralidad de la vida………………………………………. 50 3.1.2. Defensores. La libre disposición de la persona…………………………….. 55 Capítulo 3 EUTANASIA, BIOÉTICA Y LOS PRINCIPIOS BIOÉTICOS Introducción…………………………………………………………………………. 58 2 Título 1: Principio de Autonomía. El derecho del paciente a conocer y decidir………………………………………………………………………………… 60 1.1. Principio de Autonomía………………………………………………………… 61 Título 2: Principio de Beneficencia o No maleficencia……………………………. 64 2.1. Principio de Beneficencia………………………………………………………. 64 Título 3: Principio de Justicia. Los recursos del sistema de salud. Justicia distributiva…………………………………………………………………………... 66 3.1. Principio de Justicia……………………………………………………………. 66 Capítulo 4 DERECHO COMPARADO Introducción…………………………………………………………………………. 70 Título 1: Derecho Comparado. Europa y América……………………………….. 71 1.1. Europa…………………………………………………………………………... 71 1.1.1. Alemania……………………………………………………………………… 71 1.1.2. Italia…………………………………………………………………………… 73 1.1.3. España………………………………………………………………………… 75 3 1.1.4. Gran Bretaña…………………………………………………………………. 76 1.1.5. Otros países de Europa………………………………………………………. 77 1.2. América…………………………………………………………………………. 77 1.2.1. América del Norte……………………………………………………………. 77 1.2.1.1. Estados Unidos……………………………………………………………… 78 1.2.1.2. Canadá………………………………………………………………………. 82 1.2.2. Latinoamérica………………………………………………………………… 82 1.2.2.1. Colombia…………………………………………………………………….. 82 1.2.2.2. Uruguay…………………………………………………………………….... 84 1.2.2.3. Otros países………………………………………………………………….. 86 Título 2: Eutanasia Legal. Ley holandesa de verificación de terminación de la vida a petición propia y del auxilio al suicidio Nº 26.691. Breve referencia a la situación de Bélgica…………………………………………………………………………….. 86 2.1. Eutanasia legal en Holanda. …………………………………………………... 86 2.2. Breve referencia de la regulación en Bélgica………………………………….. 91 Capítulo 5 LA EUTANASIA EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO ARGENTINO Título 1: Situación actual en el ordenamiento argentino. ………………………. 93 1.1. Derecho nacional……………………………………………………………….. 93 4 Título 2: Proyectos en el Congreso de la Nación hasta el momento……………… 96 2.1. Proyectos presentados al Congreso de la Nación……………………………... 96 Título 3: El ámbito provincial. Reciente proyecto presentado en la Provincia de Río Negro…………………………………………………………………………… 100 Capítulo 6 PROYECTO DE LEY NACIONAL DE EUTANASIA. LA NECESIDAD DE SU REGULACIÓN. Introducción………………………………………………………………………... 103 Título 1: La necesidad de regular la eutanasia. Fundamentos……………………105 Título 2: Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia………………………………….109 CAPITULO I. Disposiciones Generales…………………………………………….111 CAPÌTULO II. Solicitud de Eutanasia……………………………………………..113 CAPITULO III. Testamento Vital………………………………………………....117 CAPITULO IV. Menores que no han alcanzado los 18 años……………………..120 CAPITULO V. Procedencia de la Eutanasia……………………………………...120 Conclusión……………………………………………………………………………122 Bibliografía…………………………………………………………………………...127 5 INTRODUCCIÓN Con el avance vertiginoso de las ciencias y las tecnologías en los últimos 30 años en el ámbito de la medicina se han alcanzado logros, antes impensables. Hoy se piensa en la medicina como una especie de ciencia que todo lo puede y en donde casi todos los males han encontrado la cura o al menos un tratamiento; dejando como consecuencia muy poco lugar a la muerte y alimentando esa especie de tabú que se levanta a su alrededor alejándola cada vez más de su realidad como proceso natural por el cual termina la vida de un ser humano. Es así como producto de todo desarrollo y crecimiento social que van generándose nuevas conductas, y también nuevos conflictos; en este sentido, y en el tema objeto de este trabajo, allí donde la medicina no ha encontrado solución a la muerte se aferra en forma caprichosa a la vida como existencia biológica e intenta mantenerla a cualquier precio cayendo más de una vez en el terreno del encarnizamiento terapéutico o distanasia dando de esta forma origen al tema de la eutanasia, objeto de discusiones éticas, jurídicas y filosóficas. A pesar de la certeza de la muerte, y de los estados terminales con existencias indignas, pensar en morir antes de la hora señalada resulta prácticamente una aberración. Se produce un enredo entre creencias 6 religiosas y concepciones que dicen ser morales, que hacen que la atención se desvíe de quienes realmente deben ser el centro del interés; los pacientes terminales, los que agonizan y padecen. En este marco es que se encuentra una lamentable realidad: enfermos terminales sufriendo o muriendo en agonía en salas de cuidados intensivos; la ausencia total del derecho en un extremo y la errónea y apresurada equiparación de la eutanasia con el homicidio por el otro; y una atención médica caracterizada por el miedo, las dudas y la incertidumbre de los profesionales de la salud ante la falta de respuesta del ordenamiento jurídico. Mientras los médicos trabajan bajo presión de ver comprometida su responsabilidad por no tener una legislación clara que los dirija y proteja, los enfermos ven como, siendo violentada su intimidad y su derecho a la autodeterminación protegidos constitucionalmente, sus pedidos son ignorados, la vida se les impone y deben esperar el final en condiciones indignas y sin poder decidir libremente sobre su persona potenciándose aún más el sentimiento de que han perdido el dominio sobre sus vidas y sus cuerpos. Si bien los avances y desarrollos tecnológicos tienen más virtudes que defectos, también han contribuido a la uniformidad del hombre quien paulatinamente va perdiendo su individualidad y se mueve al ritmo de las imposiciones sociales. En este esquema es lógico que la eutanasia haga 7 ruido y deba ser desechada, ya que se trata del producto de una voluntad individual y libre que en su sano juicio gobierna sobre su vida hasta el último segundo de su existencia. Es hora de que la libertad y dignidad del hombre sean definitivamente reconocidas y que cada cual recupere el dominio de su persona; y es el derecho quien debe garantizarlo a través de una legislación consciente. En tiempos donde la vida ya no debe verse como el único bien sino como un todo integrado por dignidad, libertad e integridad psico-física, la eutanasia no hace apología de la muerte, sino que abre caminos a la vida digna, a la autonomía y a la libertad. Se busca contemplar mediante el derecho la nueva realidad social, y por eso se propone regular la eutanasia; abriendo de este modo un abanico de posibilidades y reivindicando los derechos de los enfermos terminales y de los que sufren. En el Capítulo primero del presente trabajo se analizará la incidencia de la consolidación de nuevos derechos constitucionales como la autodeterminación, la dignidad y la libertad ante el valor vida, exponiendo la necesidad de reconocer la existencia de un derecho a vivir y morir dignamente para todas las personas en situación terminal. Además y como complemento del tema en cuestión, se hará una breve referencia al derecho a rechazar tratamientos médicos mediante el análisis de dos casos 8 jurisprudenciales, ya que dicho asunto posee una importante relación con la eutanasia y aporta argumentos de relevancia. En el Capítulo Segundo se realizará una recorrida por el concepto de la eutanasia, antecedentes históricos y sus clases; entre las que se destacará la clasificación entre eutanasia activa y pasiva por ser la de mayor consideración a la hora de proponer su regulación. También se hará una breve referencia a sus fines y dentro de los mismos a aquellos que deben ser evitados por desvirtuar los objetivos tenidos en mira al proponer su tratamiento legislativo. Por último se expondrán las diferentes opiniones respecto de su procedencia en donde se podrán observar las principales posturas a favor y en contra entre los partidarios de la sacralidad de la vida y los liberales. En el Capítulo tercero se abrirá una nueva visión integradora de la ética y el derecho de la mano de la Bioética como nueva disciplina y de sus principios bioéticos de autonomía, beneficencia y justicia. En el Capítulo cuarto se realizará una recorrida por distintos ordenamientos jurídicos del mundo para observar el tratamiento que recibe la eutanasia y formar al lector una idea aproximada del estado legislativo del tema a nivel mundial. En este mismo marco se analizará la Ley Holandesa de Verificación de Terminación de la Vida y Ayuda al Suicidio 9 por ser Holanda el primer país en el mundo en despenalizar la eutanasia y al cual más tarde se le sumó Bélgica. En el Capítulo quinto se verá el tratamiento que la figura recibe en el ordenamiento jurídico argentino en la actualidad. Para finalizar en el Capitulo sexto y luego del tratamiento de la eutanasia y del marco legal y constitucional en que se halla sustentada, se expondrán las razones por las cuales se sostiene en el presente trabajo la necesidad de regulación de la eutanasia y se presentará un Proyecto de Ley Nacional que la regula. 10 Capítulo 1 Dignidad y Derecho a la Vida Introducción Como resultado del fin de la Segunda Guerra Mundial la persona humana ha cobrado una mayor importancia internacional y se ha consagrado a través de distintos instrumentos internacionales. Tanto el derecho a la vida como la dignidad hallan reconocimiento en las distintas Constituciones de Posguerra condenando todas las conductas que puedan atentar contra su libre ejercicio. Aún cuando la vida pareciera continuar siendo el bien jurídico absoluto y supremo de ejercicio hasta a veces obligatorio y del cual no puede disponerse, se ha abierto camino un nuevo grupo de derechos que encuentran también reconocimiento internacional y constitucional y que vienen a complementar al valor vida para poder adaptarlo a los tiempos modernos que se viven. Se hace referencia a la libertad ideológica y corporal, a la dignidad, a la integridad física y psíquica y a la autodeterminación, derechos que integran un todo que verdaderamente puede llamarse vida. 11 Ante el avance vertiginoso del hombre, sobre todo en el campo de las ciencias y más específicamente en el de las ciencias médicas, aparecen como consecuencias directas nuevas conductas que reclaman reconocimiento; en este ámbito la eutanasia aparece como respuesta al ensañamiento que puede provocar esta especie de “super ciencia” negándole el espacio natural que la muerte debe poseer en la vida de una persona. El morir dignamente se ha vuelto una exigencia ética en tiempos en los que la vida se traduce en signos monetarios. A la par de este valor vida se levantan la libertad y la dignidad como nuevas esferas del hombre que le deben ser reconocidas para que precisamente la vida sea calidad y no cantidad, sea dignidad y no existencia biológica y para que vida sea equivalente a autodeterminación. Titulo 1 Derecho a la vida y dignidad humana. Reconocimiento de nuevos derechos constitucionales. Derecho a morir dignamente. 1.1. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial las potencias vencedoras convinieron en sentar las bases de una convivencia pacífica y tolerante que impidiera la reiteración de tan traumatizante experiencia y de nuevos horrores masivos para la humanidad como lo fueron el nazismo y 12 el holocausto atómico sobre dos ciudades japonesas. Fue así que los países buscaron establecer reglas universales que garantizaren un status jurídico fundamental a todo ser humano por su sola condición de tal. En este marco nació, en 1945, la Organización de Naciones Unidas, cuyo antecedente inmediato fue la Sociedad de Naciones creada en 1919 al concluir la Primera Guerra Mundial, y como resultado de su labor se crea el 10 de Diciembre de 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos en cuyo Preámbulo se establece que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Esta declaración fue mas tarde complementada por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos constituyendo tres magnos instrumentos internacionales que hallan reconocimiento en la mayoría de las Constituciones de Posguerra. De esta forma los nuevos textos constitucionales han enlazado sus ordenamientos positivos con estos instrumentos internacionales estableciendo un amplio respeto por el bien jurídico vida, e incorporando otros que concurren para afianzar su plenitud de goce, tales como la integridad física y moral, la dignidad de la persona, el libre desarrollo de la personalidad y la libertad ideológica. 13 En el caso de la Constitución Nacional Argentina y luego de la reforma de 1994, se han incorporado en su artículo 75º inc. 22 los instrumentos internacionales de Derechos Humanos, otorgándoseles jerarquía Constitucional. Por esta razón deben entenderse complementarios de los derechos y garantías reconocidos por la misma, entre los que se pueden destacar los tres nombrados anteriormente y el Pacto de San José de Costa Rica o Convención Americana de Derechos Humanos, creada en el seno de La Organización de Estados Americanos en Noviembre de 1969, y que en su articulo 11.1 consagra como principio fundamental que toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. En el ámbito de estos instrumentos internacionales cabe destacar algunas de las principales expresiones en las que se reconocen derechos de relevancia para la materia en cuestión y entre los que se encuentran la integridad física y psicológica de la persona, el derecho a la vida, libertad y seguridad. Por esta razón dichos instrumentos normativos establecen la prohibición total de la sumisión a torturas, penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, advirtiendo que nadie podrá ser sometido sin su consentimiento a experimentos médicos o científicos (art. 3º de la Declaración Universal de DD HH; art. 6º inc. 1 y art. 7º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos), situación que refleja la 14 preocupación de la comunidad internacional por los abusos del obrar médico frente a pacientes sometidos a su actuación. La dignidad es otro de los derechos que cobran especial relevancia como base de la libertad, justicia y paz de todos los individuos y como cualidad inherente del hombre consustancial a su propia existencia (art. 1° de la Declaración Universal de DD HH y Preámbulo). También se destacan el libre desarrollo de la personalidad jurídica como derecho de todo ser humano en todas partes y la libertad ideológica que proscribe injerencias arbitrarias en la vida privada, la familia, el domicilio y correspondencia, declarando el derecho de toda persona a la protección legal frente a ellas, reivindicando la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión como así también las libertades de opinión y expresión, ya que nadie puede ser objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de tener o de adoptar creencias a su elección (art. 18º inc. 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). De esta forma se ve como este grupo de derechos y en especial la dignidad vienen a compaginarse con el reconocimiento de la vida como bien supremo, de manera que ya no se está frente a la protección de la vida como simple existencia, sino de una vida ligada indisolublemente a la dignidad humana. Frente a esta realidad, la sociedad y el Estado deben abstenerse de de practicar cualquier medida que pueda atentar contra la 15 misma reconociendo al hombre como ser absoluto, fin de sí mismo e independiente de toda referencia a los demás seres. Con semejante consagración viene al caso preguntarse si la prolongación caprichosa de la vida y contra la voluntad de quien sufre dolor no significa un atentado a su dignidad como complemento de una vida que sin libertad y dignidad se reduce sólo a tiempo esperando el final. Desde el punto de vista jurídico y bioético se plantea en situaciones como la eutanasia un conflicto entre los dos valores constitucionales, vida y dignidad, y que desde la perspectiva de la persona como integración entre vida, integridad psico-física y libertad debe resolverse a favor de la dignidad o si se quiere de la vida, pero de la vida digna. En este sentido no se debe caer en el error de concebir a la vida como bien absoluto e indisponible, y muchos menos común. Dejando aparte convicciones religiosas y dilemas éticos, y desde el punto de vista jurídico y constitucional, la vida es un bien disponible individualmente; es decir, sólo quien es dueño y señor de su propia vida puede en determinadas situaciones que así lo justifiquen disponer de la misma, porque además no puede pensarse en la vida sin dignidad. Se sostiene que se trata de un derecho de ejercicio discrecional en el que si hay derecho a vivir y a elegir que ser en la vida, también puede elegirse cuando morir, si a criterio de quien sufre su vida carece de dignidad. Los hombres disponen de sus vidas 16 en forma continua, de hecho resulta más reprochable conducir a excesiva velocidad o en estado de ebriedad asumiendo los propios riesgos y aún el de los demás (como es habitual en Argentina), que pedir luego de una decisión consciente y elaborada, el final de una existencia de padecimientos y en donde existe la certeza de la muerte aún cuando no se conozca en que momento llegará. No se concibe la vida sin dignidad porque es ésta última la que da sentido a vivir. Desde esta perspectiva, el valor vida resulta el derecho más personalísimo que una persona posee y es por esta razón que debe ser su titular quien en condiciones de padecimientos decida si ésta ha perdido o no su sentido. No puede imponerse una vida a cualquier precio, interfiriendo en el ámbito privado de la persona y violentando su intimidad. Es preciso comenzar a observar la vida desde su conjugación con otros valores que hoy también tienen reconocimiento, formando un todo integrado por vida, integridad psico-física, libertad de acción, de conciencia e ideológica y dignidad. Sólo cuando la sociedad logre ver este conjunto de derechos como un todo en donde cada una de las partes necesita de la otra para funcionar estará en condiciones de entender la necesidad de la eutanasia como una posibilidad para una elección libre y consciente. Se destaca el valor de estos nuevos derechos como complemento de una vida y entre ellos la dignidad porque la creemos inherente a una buena calidad de vida mediante la cual el hombre conserva la capacidad de manifestar y 17 desarrollar su potencial propio como ser sano. La dignidad debe constituir un límite infranqueable para la sociedad y las técnicas médicas aplicables. Se puede observar como paulatinamente han ido ganando espacio otros derechos a la par del reconocimiento del valor vida, como los son la integridad psico-física, la dignidad, y la libertad de acción, libertad de conciencia, libertad ideológica, de pensamiento y religión; y de la misma manera es necesario comenzar a reconocer la existencia de un derecho a morir dignamente y que éste último también pueda integrar el conjunto de derechos que se describieran en el párrafo anterior como complemento del derecho a la vida afianzando la dignidad inherente a todo ser humano hasta su ultimo día de existencia. En este sentido debe existir un límite para la prolongación artificial y caprichosa del curso vital; en el que se rechace el retraso injustificado del proceso mortal por medio de modernos instrumentos médicos y en contra de la voluntad del paciente. Debe ponerse una traba legal a estas conductas que se ensañan en mantener la vida y violentan la intimidad del enfermo, quien siendo consciente, es el único verdaderamente habilitado para decidir respecto de sí mismo y de su vida. En este sentido es la Constitución Nacional la que aporta la solución mediante el reconocimiento de los instrumentos internacionales que garantizan la dignidad humana y otro grupo de derechos prescriptos en sus artículos 19º que protege el ámbito privado de la persona y 33º de derechos 18 no enumerados que presenta un cuadro de derechos que si bien no aparecen expresamente son necesarios para el ejercicio de una vida digna y en el que se puede encuadrar el derecho a elegir una muerte digna garantizándole al hombre la existencia y el dominio de sí mismo desde el comienzo hasta el final de sus días. Título 2 Autodeterminación y derecho a rechazar tratamientos médicos. Objeción de conciencia. 2.1. Autodeterminación. Derecho a rechazar tratamientos médicos aún ante el riesgo de muerte. Resulta de relevancia hacer referencia al rechazo de tratamientos médicos por parte de los pacientes, por ser un tema que se encuentra ampliamente relacionado con la eutanasia, no sólo por poseer en la mayoría de las oportunidades el mismo fin, sino también porque se encuentran en este tópico argumentos de importancia que resultan válidos para justificar la eutanasia. Quien rechaza un tratamiento conociendo los riesgos que asume, está eligiendo morir dignamente o dicho en otras palabras el vivir de un modo más digno sus últimos momentos. 19 Si bien no se puede afirmar en los casos de rechazo a tratamientos médicos que la persona desea su muerte como lo hace mediante la eutanasia, quien rechaza un tratamiento puede muchas veces colocarse en riesgo de muerte certera y sin embargo decide negarse y asumir las consecuencias, razón por la cual casi estaría rozando indirectamente el ámbito de la eutanasia. No puede afirmarse que del rechazo de un tratamiento derive la muerte como consecuencia ineludible, pero los riesgos existen y por lo tanto sí resulta válido afirmar que la persona en esa situación ha considerado al menos en algún momento la idea de su muerte y la ha asumido aún cuando no posea certeza de que acaecerá. 2.1.1. Análisis jurisprudencial. Caso Parodi. En este sentido y en el intento por graficar la realidad se realizará un análisis jurisprudencial de dos fallos; el caso Parodi perteneciente al Juzgado Criminal y Correccional Nº 3 de Mar del Plata, a cargo del Juez Pedro Federico Hooft y el Caso Marcelo Bahamondez dictado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En el primero y siguiendo a Hooft, se pueden observar los argumentos a favor de la negativa de los pacientes a determinados tratamientos médicos y se verá porqué resultan válidos también a la hora de 20 justificar la eutanasia. En el caso Parodi cuya sentencia data del 18 de Agosto de 1995 y que sirviera de inspiración al Proyecto de Ley presentado en 1996 al Congreso de La Nación por los diputados Corchuelo Blasco y Álvarez y al cual se hará referencia en el Capítulo 5. Se verán primero los hechos para luego ingresar en los fundamentos y el fallo. 2.1.1. a. Hechos. El 30 de Junio de 1995 ingresó al Hospital Interzonal General de Agudos de la ciudad de Mar del Plata, en adelante H.I.G.A; el señor Ángel Fausto Parodi de 64 años de edad con una gangrena en su pierna derecha, antecedentes de diabetes y alcoholismo. Ante tal situación y luego de habérsele realizado los estudios pertinentes, se le informó que debería amputársele el miembro inferior derecho, intervención a la cual accedió luego de reiteradas negativas y que le fue practicada el 9 de Agosto de 1995. El 16 de Agosto del mismo año se le diagnostica una isquemia vascular del miembro inferior izquierdo el cual debería serle amputado en razón de encontrarse su vida en riesgo de muerte, intervención a la que Parodi, en perfecto estado de lucidez hasta entonces, se negó rotundamente. Ante esta situación y ante el riesgo de futuras acciones legales en su contra el H.I.G.A elevó al Juzgado Criminal y Correccional 21 N° 3 de Mar del Plata, a cargo del Juez Pedro Federico Hooft fotocopia íntegra de la Historia Clínica del paciente en cuestión, informe del Servicio de Salud mental e informe del Comité de Bioética del Hospital. En dichos informes constaba que Parodi había sido informado adecuadamente respecto de sus condiciones de salud y de su riesgo de muerte ante la negativa de la intervención quirúrgica pero que sin embargo persistía en su posición. A lo que cabe agregar que en el dictamen del Comité de Bioética se había sugerido sobre la base del principio de autonomía, respetar su voluntad a rehusar la amputación. Así las cosas, el juzgado se constituyó en el Hospital y tomó testimonio a varios profesionales pertenecientes al establecimiento, los cuales coincidieron en que Parodi se encontraba desmejorado y se negaba a recibir alimentos pero que sin embargo continuaba en su decisión de no prestar consentimiento a la intervención. A lo que debe agregarse que al ser consultado el mismo paciente aún sin poder expresarse verbalmente manifestó por medio de gestos y señales inequívocos su negativa y al ser preguntado por su deseo de morir su respuesta fue afirmativa. 2.1.1. b. El fallo y sus argumentos. Dadas las circunstancias, el Juez falló a favor del respeto de la decisión autónoma de Parodi de negarse a la intervención mutilante de su miembro inferior izquierdo. 22 Para el Juez Hooft se trataba de una decisión de naturaleza bioética en donde se hallaban en conflicto dos valores fundamentales, vida y dignidad. Partió de la base del reconocimiento de paciente como agente moral autónomo, para lo cual se basó en el Principio bioético de Autonomía, sosteniendo que su autodeterminación y dignidad inalienables deben ser respetadas. Sostuvo que con el consentimiento informado como regla y existiendo un artículo1 en la Ley Nacional de Ejercicio de la medicina en donde se requería el consentimiento del paciente para intervenciones mutilantes; y aún cuando la vida del enfermo corriera peligro, debía prevalecer su dignidad por encima del valor vida y no podía violentarse su libertad de autodeterminación. Reconoció que la intervención que pretendían realizarle a Parodi era cruenta y que por ende su negativa reconocía un fuerte sustento constitucional en los artículos 19º y 33º de la Constitución Nacional Argentina. Y utilizando las palabras de Germán Bidart Campos expresó que “ en una democracia constitucional, en la que la dignidad y el valor de la persona humana ocupan un lugar prioritario y central, dicha dignidad exige que se respeten las decisiones personales, el propio plan o proyecto de vida que cada cual elige para sí, en la medida en que no perjudique a terceros, ni afecte al bien común; ... La intimidad y privacidad es un aditamento de la dignidad, de manera que en 1 Ley Nacional 17.132 de Ejercicio de la Medicina. En su Art. 19 inc. 3. preceptúa que debe respetarse la voluntad del paciente en cuanto su negativa a tratarse y establece además que en las operaciones mutilantes se debe solicitar la conformidad por escrito del paciente. 23 nuestra filosofía constitucional, el principio de autonomía se halla unido indisolublemente a la dignidad”2. Expresó también que ante un conflicto entre el valor vida y la dignidad, optar por la prevalencia del primero implicaría una grave violación a la esfera de libertad personal del paciente, importando una grave ofensa para su dignidad, intimidad y privacidad como persona humana a lo que agregó que por la naturaleza de los valores en juego el paciente constituía “el árbitro único e irremplazable de la situación”, afirmando el derecho de morir con dignidad del enfermo. Se observa como cada uno de los argumentos utilizados por Hooft en el caso Parodi son válidos a la hora de legalizar la eutanasia como consagración de la autodeterminación de la persona, de su dignidad como valor absoluto, tan o más importante que la simple existencia biológica y la libertad de ejercer dentro de su esfera privada actos que en nada perjudiquen a terceros. Como sostiene Germán Bidart Campos en su comentario al fallo que se expusiera anteriormente, el cuidado de la salud propia queda comprendida en el ámbito de lo que el autor llama conductas autorreferentes; referidas únicamente al ámbito privado de la persona y cuyo respeto esta consagrado por el artículo 19º de la Constitución 2 BIDART CAMPOS, German J; HERRENDORF, Daniel H.; Principios, Derechos Humanos y garantías, Edit. Ediar, Buenos Aires 1991, p. 169 y ss. 24 Nacional. La salud propia debe interpretarse como un deber jurídico sólo cuando su descuido pueda poner en riesgo la vida de los demás, como lo sería en el caso de una epidemia, una persona que se niegue a tomar las medidas correspondientes a su prevención; pero fuera de estos casos estamos ante un derecho constitutivo de una conducta autorreferente cuyo descuido sólo compromete la propia salud y que no puede ser objeto de compulsión, o coacción. Según este autor existe aquí un conjunto de derechos como la privacidad, la dignidad, la integridad corporal, psíquica y moral y la objeción de conciencia, que deben ser respetados en respaldo de la autonomía personal y de los proyectos propios de vida; existe de esta forma un principio de libertad que no debe ser violentado ni aún cuando el paciente corra riesgo de muerte. El rechazo de tratamientos médicos cuando existe riesgo de muerte puede ser equiparado a la eutanasia pasiva ya que esta última consiste en el abandono de tratamientos o medidas de mantenimiento de la vida para esperar que se produzca la muerte. De esta manera los argumentos vertidos en este caso deben tenerse en cuenta a la hora de intervenir arbitrariamente en la decisión de los que desean morir, cuando éstos están ejerciendo un acto que debe permanecer inmune a todo atentado social y dentro de su ámbito de privacidad. 25 En el caso Parodi también se hizo referencia al fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso Marcelo Bahamondez, en el que se consagra la objeción de conciencia, y que será desarrollado en el apartado siguiente. 2.1.2. Objeción de conciencia. El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: Caso Marcelo Bahamondez3. Si bien en el caso Bahamondez no se trata concretamente de la eutanasia, se encuentra relacionado con el rechazo de tratamientos médicos, sólo que en este caso referidos a creencias religiosas; sin embargo en el fallo algunos de los votos hicieron referencia a la eutanasia tanto a favor como en contra y los argumentos hacen una valiosa interpretación de las normas constitucionales que se vienen mencionando en el presente trabajo como sustento legal de la misma. A grandes rasgos los hechos fueron los siguientes: En el año 1989 el Sr. Marcelo Bahamondez fue internado en el Hospital Regional de la ciudad de Ushuaia por causa de una hemorragia digestiva. En ese momento se determinó que debía practicársele una transfusión sanguínea, a lo cual Bahamondez se negó rotundamente por ser las transfusiones contrarias a sus creencias religiosas por pertenecer a la comunidad de Testigos de 3 LA LEY 1993-D, 130,. Caso Bahamondez Marcelo. CSJN 06/04/1993. 26 Jehová. Ante esta situación y por correr su vida riesgo de muerte, el Hospital recurrió a la Justicia que tanto en primera como en segunda instancia autorizaron la práctica de la transfusión aún en contra de su voluntad. Para la Cámara Federal de Apelaciones de Comodoro Rivadavia, el derecho a la vida constituía un bien supremo del cual no resultaba posible que la libertad individual se ejerciera hasta el punto de extinguirla. Sostenía que el pedido de Bahamondez era un “suicidio lentificado”, realizado por un medio no violento y no por mano propia sino por la omisión del propio suicida que al no admitir el tratamiento se dejaba morir. Ante la persistencia de la Justicia en imponerle la transfusión, Bahamondez interpone recurso extraordinario argumentando que no era su intención suicidarse sino la protección de sus más íntimas convicciones religiosas cuyo sustento legal se hallaba en los artículos 14º y 19º de la Constitución Nacional, en los que se garantiza la libertad de culto y el principio de reserva. En 1993 la Corte Suprema de Nación se dispuso a darle tratamiento al recurso planteado; aunque para ese entonces Bahamondez ya no se encontraba internado ni su vida corría peligro, razón por la cual la Corte consideró inoficioso el recurso por carecer el agravio de actualidad. Sin embargo por encontrarse cuestionados derechos constitucionales y por 27 tratarse de un caso susceptible de repetición, los jueces del Alto Tribunal emitieron sus votos aportando valiosos argumentos al tema de referencia. Como primer argumento y por su destacada importancia se encuentra el voto de los Doctores Carlos S. Fayt y Rodolfo C.Barra; quienes resaltaron el valor de la persona humana como fin en sí mismo, eje central del ordenamiento jurídico y por lo tanto inviolable. Expresaron que cualquiera sea el carácter jurídico que se le asignare al derecho a la vida, al cuerpo, a la libertad, a la dignidad, al honor, al nombre, a la intimidad, a la identidad personal, o a la preservación de la fe religiosa no debía dejar de reconocerse que en nuestro tiempo cada una de ellas encerraban cuestiones de magnitud relacionadas con la esencia de cada ser humano y su naturaleza individual y social. Sostuvieron que el respeto por la persona humana era un valor fundamental, jurídicamente protegido con respecto del cual los demás valores tenían un carácter instrumental; y de esta manera los nuevos derechos del tercer milenio como la dignidad y libertad tenían que prevalecer sobre el avance de ciertas formas de vida impuestas por la tecnología y cosmovisiones dominadas por un sustancial materialismo práctico. El hombre es el único dueño y señor de su vida, su cuerpo, su identidad, su honor, su intimidad, sus creencias trascendentes y todos aquellos aspectos que configuran su realidad integral y su personalidad. Respecto de la intimidad, la conciencia y el derecho a disponer de su 28 propio cuerpo sostuvieron que encontraban sustento legal en el artículo 19º de la Constitución Nacional en virtud del principio de reserva que concede a todos los hombres una prerrogativa según la cual pueden disponer de sus actos, de su obrar, de su propio cuerpo y hasta de su propia vida cuando de ningún modo ofendan al orden, la moral publica o perjudiquen a terceros. Se puede observar como estos argumentos son los mismos que se utilizarán durante el desarrollo del presente trabajo como justificativo de la legalización de la eutanasia, y en este voto, si bien no es nombrada expresamente, los jueces consideraron la posibilidad de los hombres libres de disponer de sus propias vidas y de sus cuerpos siempre que no exista un perjuicio fuera de su ámbito de intimidad. En los votos en disidencia de los Doctores Mariano Cavagna Martínez y Antonio Boggiano se puede observar una referencia expresa a la eutanasia pero en este caso repudiándola; apoyaron la libertad religiosa ya que la misma brindaba la posibilidad de ejercer la objeción de conciencia que definieron como el derecho a no cumplir una norma u orden de la autoridad que violente las convicciones íntimas de la persona siempre que dicho incumplimiento no afecte de manera significativa los derechos de terceros ni otros aspectos del bien común. En ese sentido, era reprochable imponer a Bahamondez una transfusión sanguínea cuando el hecho violentaba sus convicciones religiosas; pero recalcaron que no debía caerse 29 en el error de pensar que el Estado no tenía potestad para intervenir y afirmaron que sí podía hacerlo, en los casos en que alguien consintiera legalmente un daño corporal a sí mismo. En este marco distinguieron entre el rechazo de tratamientos médicos producto de la objeción de conciencia que sería visto con buenos ojos por tener como fin la defensa de convicciones religiosas; de la eutanasia que según ellos carecía de finalidad terapéutica, y constituía una manifestación de la cultura de la muerte. En realidad parece oportuno destacar de este voto la definición de objeción de conciencia; porque concretamente habla de íntimas convicciones del hombre, pero no hace en ningún momento referencia expresa a una creencia religiosa; por lo que puede resultar de validez a la hora de justificar un pedido de eutanasia cuando quien lo practica lo hace desde su más íntima convicción de que su vida ya carece de sentido o dignidad. Por el mismo motivo tampoco se debe caer en el error de prohibir una acción de este tipo fundados en argumentos religiosos como los sostenidos por la Iglesia Católica puesto que en nombre de una creencia religiosa estaríamos violentando las convicciones de aquellos que por ejemplo no son creyentes o que aún creyendo poseen el convencimiento de lo que están solicitando. El tema de la objeción de conciencia y su reconocimiento constitucional por medio de este fallo no debe desvirtuarse a favor de determinada religión, ni debe dejar de tenerse en cuenta por su 30 validez a la hora de fundamentar constitucionalmente las solicitudes de eutanasia y la necesidad de su regulación. Se está ante una puerta más que se abre en el camino legal de la eutanasia y no debe menospreciarse su importancia. Por último, resta por comentar el voto de los Doctores Augusto Belluscio y Enrique Petracchi en los que también se hace referencia a la autonomía individual y al artículo 19º de la Carta Magna. En este sentido sostuvieron que el hombre era libre de adoptar las decisiones acerca de su persona sin interferencia alguna por parte del Estado o de los particulares en tanto sus decisiones no violen derechos de terceros. En definitiva si bien el fallo no se corresponde expresamente con el tema que tratamos, sienta importantes precedentes que emanan del más alto tribunal de justicia de Argentina y que pareciera abrir el camino en el ámbito de las normas constitucionales. 31 Capítulo 2 Eutanasia Introducción Con la consagración del derecho a la Vida como primordial derecho que puede asistir a todo ser humano, la eutanasia se presenta en la actualidad como un tópico generador de grandes controversias que hasta nuestros días no han encontrado conciliación, más aún si se tiene en cuenta que el tema involucra cuestiones éticas, morales, filosóficas y jurídicas. Fuertes argumentos en pugna, tanto del lado de sus detractores como de sus defensores luchan por prevalecer, aunque es necesario reconocer que actualmente el primer bando tiene mayor peso, y esto es público y notorio con el simple hecho de que sólo Holanda y Bélgica han legalizado la eutanasia, mientras que el resto de los países del mundo la condena expresamente o a través de la aplicación analógica de alguna figura en su ordenamiento, como es el caso del Código Penal Argentino en el que la eutanasia queda comprendida dentro de la figura del Homicidio (art. 79º y ss. del C.P). Variados son los argumentos que utilizan sus detractores entre los que cabe destacar la vida como derecho fundamental y supremo, el cual no 32 importa un poder soberano cuyo ejercicio pueda extenderse hasta la potestad de destruirla. Según esta postura nadie es dueño de su propia vida ni de la ajena, argumento que la Iglesia Católica refuerza sosteniendo que sólo Dios da la vida y sólo Dios puede quitarla, agregando que así como el homicidio es un acto criminal y sacrílego, lo mismo vale afirmar para la eutanasia. Se suma también la idea de que nadie puede tener la certeza absoluta de la no-curación del enfermo y el peligro de la aplicación de la figura en situaciones diferentes a aquellas que justifican su reconocimiento, desvirtuando sus fines. En suma, para esta postura la eutanasia en cualquiera de sus especies constituye un delito, el de homicidio. Desde otra perspectiva, quienes consideran que la eutanasia debe ser legalizada, sostienen que mantener la vida a cualquier precio es desmoralizante y degrada la condición humana; razón por la cual colocan a la dignidad por encima del valor vida otorgándole mayor prioridad a la calidad de vida por sobre la cantidad. En este mismo marco destacan la importancia de la autodeterminación, como derecho absoluto de toda persona a través del cual debe de reconocérsele la facultad de controlar lo relativo a su atención médica, aún en los casos en que deba decidir el seguir sujeta o no a procedimientos artificiales de mantenimiento de la vida. Esta postura de corte mas liberal hace hincapié en la necesidad de reconocer la existencia de un derecho a morir con dignidad que termine con 33 la idea de mantener la vida bajo cualquier circunstancia, reivindicando a su máxima expresión el ejercicio de la libertad humana, y de este modo permitiendo a los enfermos el dominio sobre sus vidas hasta el último momento de su existencia, con el único límite de no perjudicar a los demás. Así, con el reconocimiento de estos derechos, el hombre se encuentra en condiciones de disponer libremente de sí, aún de su propia muerte y la decisión queda comprendida en su ámbito personal y exenta de la interferencia de terceros. El problema radica en que la muerte ha sido excluida hoy de su lugar natural, y ha dejado de encajar en nuestro ámbito de realidad, perdiendo su espacio natural y generando a su alrededor aspectos ideológicos, culturales y jurídicos logrando de esta forma que se olvide la naturalidad que el morir mismo posee. A la par se levanta la medicina de nuestros días, engrandecida por el conocimiento cada vez mayor de la organización biológica del hombre y con una aparatología como soporte que contribuye a gestar un paradigma de una ciencia prácticamente invencible en donde en el fondo no existen enfermedades incurables, dejando un espacio casi ínfimo a la muerte. Al mismo tiempo y como contracara de esta concepción comienzan a gestarse los pedidos en favor de la muerte, de una muerte digna, ya que cada vez hay más gente que ve a otros muriendo de un modo indigno y temen pasar por lo mismo. 34 Ahora bien, en el momento en que la vida se ve afectada por lamentables condiciones de salud que llevan a quien las padece a verse en una situación de la cual es consciente que no saldrá, confinado a una unidad de cuidados intensivos, en donde su existencia pende de un hilo, y en donde las posibilidades sólo consisten en medios extraordinarios de mantenimiento de vida o máquinas artificiales de respiración, cabe preguntarse si se está cuidando la vida o sólo prolongando una agonía con final irreversible. Polémico y controvertido, la eutanasia es un tema instalado en la sociedad y su tratamiento es hoy una necesidad. Sección 1.01 Sección 1.02 Título 1 Eutanasia. Etimología. Concepto. Antecedentes históricos. 1.1. Etimología. Concepto. La palabra eutanasia proviene del Griego eu: bien; thanatos: muerte; es decir, buena muerte. Sin embargo con el paso de los siglos sostiene Niño que la palabra ha recibido variados significados, como “muerte rápida y sin tormentos”, “muerte digna, honesta y con gloria”, “bella muerte”, “muerte tranquila y fácil” y “muerte piadosa”, entre otras4. De todas formas a los fines de los objetivos 4 NIÑO, Luis Fernando; Eutanasia: Morir con Dignidad, Editorial Universidad, Buenos Aires 2005, p.81. 35 propuestos por el presente trabajo, serán muerte digna o buena muerte los significados correctos a utilizar, amén de que todos los anteriores hacen referencia al tema en algún aspecto. Como sostiene Malicki en el lenguaje vulgar, el término se utiliza para hacer referencia a una muerte dulce o piadosa frente a un sufrimiento prolongado y doloroso. En sentido más preciso y atendiendo a un enfoque jurídico se la puede definir como la acción u omisión que deliberadamente causa la muerte sin sufrimientos físicos, de una persona que padece una enfermedad incurable y dolorosa, con el fin de eliminar el padecimiento de una penosa agonía5. A lo que cabe agregar que no sólo estarían comprendidas las enfermedades incurables sino todos los estados irreversibles a causa de accidentes o lesiones dolorosas, como parálisis groseras y en donde se debe aclarar que no quedan incluidos los casos de estado vegetativo por muerte cerebral declarada, puesto que según el artículo 236 de la Ley 24.193 de Transplante de Órganos la persona en este estado se encuentra legalmente muerta. 5 MALICKI p.143. 6 El Art. 23 de la Ley 24.193 de Transplante de órganos establece que: El fallecimiento de una persona se considerará tal cuando se verifiquen de modo acumulativo los siguientes signos, que deberán persistir ininterrumpidamente seis (6) horas después de su constatación conjunta : a) Ausencia irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia; b) Ausencia de respiración espontánea; c) Ausencia de reflejos cefálicos y constatación de pupilas fijas no reactivas; d) Inactividad encefálica corroborada por medios técnicos y/o instrumentales adecuados a las diversas situaciones clínicas, cuya nómina será periódicamente actualizada por el Ministerio de Salud y Acción Social con el asesoramiento del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI). La verificación de los signos referidos en el inc.d) no será necesaria en caso de paro cardio-respiratorio total e irreversible. 36 En suma, la eutanasia se presenta como un comportamiento por el cual, con motivos de razones humanitarias relacionadas con el sufrimiento, se provoca intencionalmente la muerte de una persona, ya por una acción directa (producción o anticipación de la muerte) o indirecta (no intentar detenerla) debido a la presencia de una enfermedad incurable, una entidad letal, lesiones dolorosas o eventos que causan un inmenso dolor físico o moral. Es primordial no perder de vista que ante la posible legalización de la eutanasia el único interés en juego es el del paciente y debe ser éste el único que prevalezca, su fin principal y el único por el cual se predica su procedencia; hacemos referencia a un interés “en donde la calidad y cantidad de vida se conjugan en una ecuación personalísima gobernada por el interés del ser humano situado en el intransferible trance del morir7”. Por ende quedan descartados los supuestos de eutanasia eugenésica encaminada al mejoramiento de la raza humana, y la económica que se orienta a eliminar vidas que se consideran inútiles, exentas de valor vital y de costoso mantenimiento, repudiables desde el punto de vista moral y encuadradas en el ámbito jurídico en la figura de homicidios calificados. Se reitera, sólo es posible hablar de eutanasia cuando existen valores en juego 7 NIÑO, Luis Fernando, op. Cit. p. 90. 37 tales como la dignidad, libertad y autodeterminación de la persona a la par del supremo bien vida. En definitiva, según lo expuesto en los párrafos precedentes; al concepto eutanasia, es válido equipararlo a la existencia de un derecho a morir con dignidad, haciendo referencia al derecho de toda persona a que se le reconozca la posibilidad de disponer de su propia vida en determinadas situaciones especiales, definiendo que hacer con ella, simplemente por la dignidad que le corresponde, y de ahí la exigencia de instaurar la eutanasia siempre bajo determinadas condiciones y requisitos a cumplir impuestos legalmente, ante el riesgo de que se desvirtúen los fines tenidos en mira por el legislador. Un derecho a morir dignamente que termine con aquellas muertes consideradas indignas en instituciones, en donde médicos y el Estado mismo se empeñan en prolongar una existencia inmisericordiosa por medios artificiales ante una vida que se esfuma lenta y progresivamente quedando solo una existencia efímera apegada a un cuerpo físico. 1.2. Antecedentes históricos8. La eutanasia no es un problema nuevo y mucho menos ligado al desarrollo de la medicina moderna. El sólo hecho de que el ser humano esté gravemente enfermo ha determinado que 8 Conf. www.wikipedia.com 38 en las distintas sociedades la cuestión quede planteada y por ende la eutanasia es un problema persistente en la historia de la humanidad en el que se enfrentan ideologías diversas. Por ejemplo, el tema no planteaba problemas morales en la antigua Grecia en donde la concepción de la vida era diferente; y como una mala vida no era digna de ser vivida, ni el eugenismo, ni la eutanasia complicaban a las personas. En esta época sólo Hipócrates representó una notable excepción prohibiendo a los médicos la eutanasia activa y la ayuda para cometer suicidio. Pero más tarde durante la Edad Media se produjeron cambios frente a la muerte y al acto de morir, y tanto la eutanasia como el suicidio y el aborto fueron considerados como pecado, con el argumento de que el hombre no podía disponer libremente sobre la vida que le fuera dada por Dios. El arte de la muerte en la cristiandad medieval, formaba parte del arte de la vida; y por ende quien entendía la vida, también debía conocer la muerte por lo que la muerte repentina, deseada por tantas personas en la actualidad, se consideraba como una muerte mala. Para el cristianismo se requería estar plenamente consciente para despedirse de familiares y amigos y poder presentarse en el más allá con un claro conocimiento del fin de la vida. 39 Con la llegada de la modernidad comienza a cuestionarse el pensamiento medieval, la visión cristiana deja de ser la única y se conocen y se discuten las ideas de que la juventud, la salud y la vida eterna pueden ser alcanzadas con el apoyo de la técnica, de las ciencias naturales y de la medicina. En ese entonces fue que entraron en escena pensadores que justificaron el desenlace anticipado de la vida, condenado durante la Edad Media. Así fue que el filósofo inglés Francisco Bacon, en 1623, retomó el antiguo nombre de eutanasia, y diferenció dos tipos: la "eutanasia exterior" como final directo y concreto de la vida y la "eutanasia interior" como preparación espiritual para la muerte, refiriéndose por una parte, a la tradición del “arte de morir” como parte del “arte de vivir”, pero agregando a esta tradición algo que para la Edad Media era insostenible e inimaginable: la muerte de un enfermo ayudado por el médico. También Tomás Moro, justificó el suicidio, en su obra Utopía (1516), defendiendo la eutanasia activa, aunque no utilizó su nombre. Para estos pensadores era un requisito decisivo de la eutanasia activa el deseo del enfermo; ya que contra la voluntad del enfermo o sin aclaración, la eutanasia no podía tener lugar, "Quien se ha convencido de esto, quien termina su vida, ya sea voluntariamente a través de la abstención de recibir alimentos o es puesto a dormir y encuentra salvación sin darse cuenta de la muerte. Contra su voluntad no se debe matar a 40 nadie, se le debe prestar cuidados igual que a cualquier otro" decía Tomás Moro en Utopía. Sin embargo, en la práctica, el comportamiento general de los médicos no siguió las ideas de los filósofos: rechazaron la eutanasia externa; justificaron la eutanasia pasiva y predicaron la eutanasia interior. Pero desde fines del siglo XIX, diversos enfoques, que señalan una nueva orientación, comenzaron a exteriorizarse entre los médicos y pacientes, entre las personas y la sociedad, y la eutanasia se convirtió en un tema a debatirse. En numerosos países europeos se fundaron, a comienzos del siglo XX, sociedades para la eutanasia y, se promulgaron informes para una legalización de la eutanasia activa. Sin embargo, y como suele ocurrir a causa de la naturaleza ambiciosa del hombre, durante la segunda guerra mundial se llevó a cabo la matanza de lisiados y enfermos mentales dando paso a un término de eutanasia alejado de su sentido real cuando, por ejemplo, los nazis hablaron de eutanasia para referirse a la eliminación de los minusválidos y débiles que determinó que en los Juicios de Nuremberg se tildara de ilegal e inmoral toda forma de eutanasia activa sin aclaración y consentimiento o en contra de la voluntad de los afectados. En el presente, se sustentan diferentes opiniones sobre la eutanasia y se tiene certeza de su práctica en los distintos países del mundo. A la par, 41 también han proliferado otras clases de opciones como la creación de los hospicios u hogares, la medicina paliativa y los grupos de autoayuda, quienes trabajan por la humanización en el trato con los moribundos y quieren contribuir a superar la distancia ente la vida y las prácticas médicas, pero sin embargo la eutanasia vuelve a los debates en las distintas disciplinas y es factible defenderla siempre en miras del interés del moribundo. (a) Título 2 Clasificación. Eutanasia solutiva y resolutiva. Activa y pasiva. 2.1. Clasificación. Antes de tratar los dos grandes grupos de eutanasia que importan al presente trabajo, la eutanasia solutiva y la resolutiva y dentro de ésta las formas pasiva y activa, se presentan algunas clasificaciones quizás de menor importancia a los fines de este informe, pero que no deben ser obviadas. Se trata de lo que siguiendo a Niño se ha dado a llamar eutanasia natural y provocada, compuesta esta última por la eutanasia autónoma y heterónoma. Cuando el autor citado habla de eutanasia natural hace referencia a la muerte que llega de forma natural y sin padecimientos, mientras que al hablar de la provocada plantea el hecho 42 de una conducta humana, ya sea de la propia persona o con intervención de terceros, que busca paliar el dolor y los padecimientos de agonía. A su vez dentro de este gran grupo de la eutanasia provocada distingue entre eutanasia autónoma en la que en la “buena muerte” no existe participación de terceros, y la heterónoma que resulta de la acción u omisión de terceras personas. Por último, resta definir la eutanasia voluntaria e involuntaria las cuales difieren en que la primera depende pura y exclusivamente del pedido del paciente, mientras que la segunda no deriva de su voluntad sino de la de terceras personas, como ser médicos o familiares, razón por la cual es repudiada en principio por el presente trabajo, ya que como se dijo en un principio la eutanasia debe ejercerse pura y exclusivamente en interés del moribundo, cuya voluntad podría verse burlada si se considerara la opción de que terceros pudiesen elegir el momento de su muerte. De todas maneras a poco que se avance se podrá observar que el repudio puede ser relativo y podría considerarse en casos en que al momento de tomar la decisión y sin haber dejado ninguna constancia de su voluntad, la persona se encontrare en estado irreversible de inconsciencia, cuestión que será tratada en capítulos posteriores al tratar la normativa propuesta. Pero el papel preponderante dentro de la clasificación que expone Niño se le debe reconocer a la eutanasia solutiva y resolutiva, cuya 43 diferencia primordial radica en la actitud adoptada frente al curso vital, razón por la cual el tema será expuesto con mayor grado de desarrollo en el apartado siguiente 2.2. Eutanasia provocada: solutiva y resolutiva (Activa, directa o indirecta y pasiva;). Se define en primer lugar a la eutanasia solutiva para luego ingresar concretamente en el ámbito de la eutanasia resolutiva que será objeto de tratamiento del proyecto de ley del presente trabajo. Como se sostuvo en párrafos precedentes el criterio utilizado para establecer esta clasificación radica en la actitud que se adopta frente al curso vital. Al definir el primer grupo, la eutanasia solutiva, se hace referencia a un tipo neutral que consiste en brindar una especie de auxilio al moribundo sin interferencia de ningún tipo de conducta que abrevie el curso vital. Se trata de lo que en medicina se ha dado a llamar cuidados paliativos9 los cuales, lejos de la idea de provocar la muerte anticipada, consisten en mitigar el dolor, controlándolo y brindando asistencia psicológica o espiritual a la persona; razón por la cual se está en condiciones de afirmar que este tipo de eutanasia constituye una intervención lícita y además 9 La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a los Cuidados Paliativos como: "... el cuidado activo y total de las enfermedades que NO tienen respuesta al tratamiento curativo, siendo el objetivo principal conseguir la mejor calidad de vida posible para los pacientes y sus familias." Los objetivos de los Cuidados Paliativos según la OMS son: Alivio del dolor y otros síntomas, no alargar ni acortar la vida, dar apoyo psicológico, social y espiritual, reafirmar la importancia de la vida, considerar la muerte como algo normal, proporcionar sistemas de apoyo para que la vida sea lo más activa posible y dar apoyo a la familia durante la enfermedad y el duelo. 44 un deber ético y jurídico para el médico y para cualquier tercero10, en el que quedan comprendidas conductas tendientes a aliviar el dolor físico y espiritual, ya sea por el empleo de analgésicos, o brindando apoyo psicológico, ayuda en condiciones de higiene, abrigo, nutrición, diálogo, entre otros. Desde el punto de vista del derecho este tipo de eutanasia no posee consecuencias jurídicas relevantes y constituye una opción perfectamente legítima en nuestro ordenamiento hasta el punto de convertirse en un derecho que toda persona posee en los instantes últimos de su vida configurando también una forma de reconocimiento a su dignidad. Se puede afirmar que esta clase de tratamientos constituyen una opción perfectamente válida, pero el problema radica en que en determinadas oportunidades estas opciones no serán suficientes para quien agoniza y es aquí donde entra en escena el segundo grupo, generador de polémicas porque si bien su fin exclusivo también es el alivio del dolor ya no se trata aquí de mitigarlo esperando el final, sino de la abreviación del curso vital a pedido del moribundo. Es innegable que la cuestión comienza a tornarse ardua en este punto si se tiene en cuenta que este tipo de prácticas se encontraría en principio penada por nuestro derecho penal, nada más y nada menos que con la figura del homicidio, y esto es así porque al hablar de eutanasia resolutiva 10 NINO, Luis Fernando, op. Cit., p. 97. 45 y aunque siempre en interés y con el consentimiento del enfermo, se hace referencia a la incidencia en la duración del curso vital, ya sea mediante su reducción o supresión. Dentro de esta clase se reconocen dos grandes grupos y de importante significación para el ámbito jurídico. Se puede hablar de eutanasia activa y pasiva, en la que en la primera el acortamiento de la vida se produce por medios de acciones positivas (aplicación de un cóctel mortal o eutanasia directa; o, suministro de analgésicos con efectos colaterales que pueden ocasionar la muerte, esto es eutanasia indirecta) y en el segundo caso por la inhibición de las conductas o suspensión de los tratamientos. Este último tipo, el de la eutanasia pasiva presenta una marcada similitud con lo que se ha dado a llamar ortotanasia o muerte correcta que parte de la idea de no aplicar medios desproporcionados para mantener con vida a una persona de manera que la situación termine constituyendo un “encarnizamiento terapéutico o distanasia ” caracterizado por la utilización de recursos médicos invasivos, destinados a prolongar la vida del enfermo y que no modifican en modo alguno el curso natural e irreversible de la enfermedad, ni mejoran la calidad de vida del paciente sometiéndolo a la insistencia, inutilidad y desproporcionalidad de ciertos medios. 46 Una vez introducidas tanto la eutanasia activa como la pasiva cabe realizar una breve referencia del aspecto penal del asunto que será ampliada en capítulos próximos. En un primer análisis y desde la perspectiva de la doctrina tradicional tomando la causación o no-evitación de la muerte de una persona por otro, los supuestos analizados encuadrarían en la figura de homicidio doloso, pero a poco que se avance se observa que la nota distintiva la constituye el hecho de que se está ante una vida amenazada ya de muerte, y en donde se busca la abreviación del curso letal de la enfermedad o dolencia con el consentimiento del mismo afectado, por lo que cabe preguntarse si la situación es la misma o merece un encuadre legal diferente que amplíe las vías de autodeterminación de los pacientes y actuación del galeno que no desea ver comprometida su responsabilidad. Como sostiene Sporken “la eutanasia implica una reducción anticipada del curso de la muerte11” y no apenas la abreviación inicua del curso de la vida, por lo que de repente el supuesto comienza de esta forma y con estos argumentos a acercarse a la atipicidad. A lo que cabe agregar que aún cuando la eutanasia activa directa y la pasiva resultaren chocantes por el modo en que son llevadas a cabo, todavía queda la eutanasia activa indirecta en la que, Niño sostiene que no es reprochable la actitud de un médico que partiendo de la base de su dominio siempre relativo de los 11 SPORKEN, Paul, Medicina y Ética en discusión, Editorial Verbo Divino, Navarra 1974, p. 327. 47 procesos causales, combine versación y humanidad en sus acciones de manera tal que logre armonizar cantidad y calidad de vida de sus pacientes terminales. Razón por la cual está a la vista que el compromiso del médico se mantiene reconociendo las limitaciones de la ciencia y el límite de la vida, aceptando la muerte como destino inexorable de los seres humanos, y por lo tanto el hecho de suministrar fármacos integra parte de su deber de aliviar el dolor y padecimientos de su paciente cuyo cuadro es irreversible y cuya muerte es certera cuando es él mismo quien consiente libre y racionalmente terminar con su dolor. El médico debe cumplir con su deber de acompañarlo hasta el fin y es por eso que frente “ al derecho del paciente de morir con dignidad, la obligación del galeno parece orientarse en esos extremos a una actuación propiciada12”. Se considera que no puede entonces hablarse de homicidio si el bien jurídicamente protegido, la vida, se ha convertido en una simple existencia, con un fin inexorable y cuyos últimos momentos sólo implican sufrimiento y dolor, no parece tratarse del mismo bien y por eso la necesidad de una regulación específica que permita reconocer el derecho a disponer de su vida con que cuenta todo ser humano mas aún si su fin se aproxima. Respecto de este tema es importante rescatar la reflexión de Hooft cuando sostiene que “la vida en su dimensión meramente biológica no es un valor 12 NIÑO, Luis Fernando, op. Cit. p. 114. 48 absoluto... frente a la vida meramente biológica puede efectuarse una opción en función de la calidad de vida, a otros valores que el hombre puede realizar... la vida biológica es condición necesaria pero no suficiente para la vida humana”13. Debe plantearse con claridad que el bien jurídico tutelado al proclamar eutanasia es la dignidad humana, un derecho a morir con dignidad perteneciente a su titular por el cual se puede sostener que la vida debe ser protegida no sólo respecto de su cantidad sino también a su calidad. Por esto resulta conveniente meditar sobre la existencia de un derecho individual de gran entidad, que se levanta por sobre la legislación penal, amparado por el artículo 19º de la Constitución Nacional14 que permita desincriminar la conducta eutanásica y su regulación especial. De esta forma su práctica como acción privada de los hombres y que en nada perjudiquen a terceros no debe verse interrumpida por o el Estado o la sociedad. No se menosprecia aquí la vida, sólo se procura la consagración de la dignidad y la libertad como derechos autónomos y absolutos susceptibles de una protección jurídica específica que garantice su ejercicio tal cual ha sido dispuesto constitucionalmente. 13 HOOFT, Pedro Federico, Bioética y Derechos Humanos”, Edit. Depalma Buenos Aires, 1999. Artículo 19º de la Constitución nacional Argentina: “ Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral publica, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados...” 14 49 (i)Título 3 La Discusión doctrinaria. Detractores y defensores. 3.1. Detractores y defensores. Respecto de sus detractores y defensores se distinguen dos grandes grupos, quienes defienden la sacralidad de la vida y quienes sostienen la libre disposición de la persona. 3.1.1. Detractores. La sacralidad de la vida. En el primer grupo los argumentos de mayor peso son dados por la Iglesia Católica que sostiene que nadie puede disponer de su propia vida por constituir esta última un bien absoluto, individual, común y divino; y se opone a la eutanasia por representar un pecado original, que viola las leyes Divinas. Dicha institución argumenta que la vida es un don y por lo tanto sagrada, que fue dada por Dios y debe ser Dios quien la quite; razón por la cual el homicidio y el suicidio son considerados actos sacrílegos y lo mismo vale decir para la eutanasia. De esta forma la Iglesia rechaza toda forma de eutanasia que representa una ofensa a la dignidad humana, como antedato a la humanidad, calificándola como homicidio, razón por la cual quienes la practiquen deben ser tenidos como “ asesinos”, aún cuando sea el propio enfermo quien la solicite. Para justificar el sufrimiento se apoya 50 en la doctrina del dolor como vía de purificación15, y sostiene con Pío XII que “ la eutanasia es una práctica inmoral que sustrae al hombre al sufrimiento purificador y meritorio, no por medio de un alivio caritativo y loable, sino por medio de una muerte como la que se da a un animal sin razón...”. La única concesión que puede reconocérsele a la Iglesia a nuestros días es la distinción entre medios ordinarios de uso obligatorio y extraordinarios de reanimación, en los que se ha estimado que debe permitirse la renuncia a los medios desproporcionados para salvar la vida cuando éstos ya no ofrecen esperanzas razonables para el enfermo, evitando un encarnizamiento terapéutico sin sentido. En el mismo sentido, 1994 Juan Pablo II en su Carta de los Agentes de la Salud afirmó que si bien no existe el derecho de procurarse o hacerse procurar la muerte, tampoco puede evitársela a toda costa; “ante la inminencia de una muerte inevitable no obstante los medios usados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a tratamientos que procurarían solamente un prolongamiento precario y penoso de la vida, pero sin interrumpir todavía el tratamiento normal correspondientes...”16. 15 Sostiene Juan Pablo II “... que así como la desobediencia del hombre a su Dios a pesado sobre sus espaldas durante siglos, el obediente sometimiento hasta la muerte a un destino de sudor y fatiga, de amores reglados y aun de dolores, habrá de permitirle compartir una pequeña parte de la Cruz de Cristo y aceptarla con el mismo espíritu de redención...” 16 SAMBRIZZI, Eduardo. A, op. Cit. p. 219. 51 También dentro de sus detractores pero ya fuera del ámbito religioso, se han practicado argumentos de tipo ético y jurídico. Se parte de la base de que la que vida es un derecho inalienable y que al optar por la eutanasia se entrega la libertad y se acaba con ella; con el agravante de que en los casos en que no exista consentimiento existe el peligro de que los fines se desvirtúen constituyendo homicidios enmascarados por la eutanasia en donde los móviles ya no sean el dolor y el sufrimiento humanos, sino económicos o eugenésicos como la eliminación de los mas débiles, viejos, pobres o enfermos mentales. Argumentan también que la vida no importa un poder soberano y por ende no puede ejercerse hasta el punto de destruirla basados en la supuesta existencia de un derecho a la dignidad de la cual predican que no es susceptible de grados y que nunca se pierde independientemente de cual sea el estado en que la persona se encuentre. Por ultimo hay quienes sostienen que nunca se puede tener certeza absoluta de la no-curación del paciente y por tanto sería apresurado hacer un juicio de este tipo más cuando las consecuencias de la práctica de la eutanasia son irreversibles. En el orden jurídico y dentro del derecho comparado la mayoría de los países no admiten la licitud de la eutanasia, en especial la activa, calificándola como homicidio piadoso o por compasión, siendo pocos los 52 Códigos que la regulan como delito autónomo17. Sin embargo la eutanasia pasiva pareciera poseer mayor aceptación ante situaciones límite en las que se practica la omisión de tratamientos no comunes y de eficacia no comprobada en las cuales no existiría obligación para el galeno de proporcionarlas. Dichos criterios aparecen en fallos jurisprudenciales como el del caso “Karen Quinlan18” de Norte América en donde la Corte de Nueva Jersey autorizó la desconexión de los aparatos que ayudaban a mantenerla viva, por cuanto estimó que Quinlan nunca recuperaría el conocimiento por encontrarse en estado de coma irreversible. En esa oportunidad de sostuvo que se trataba de un caso de eutanasia pasiva dejando en claro la impunidad de quien la desconectó de los medios artificiales de soporte vital. Con este panorama parece la eutanasia pasiva tener alguna posibilidad de aceptación, mientras que la activa es repudiada y sólo Holanda y Bélgica la han regulado y permitido bajo ciertas condiciones. Antes de entrar en los argumentos vertidos por sus defensores, posición en que se enrola el presente trabajo, resulta válido establecer las críticas pertinentes a la postura anterior. En primer lugar es necesario advertir, como sostiene Niño, la contradicción en la que la Iglesia cae con sus propios argumentos al censurar la eutanasia, ya que basada en 17 18 Pueden citarse: Noruega, Uruguay, México. Caso Quinlan, Nueva Jersey, Estado Unidos. 31/3/76. 53 excepciones que constituyen concesiones de Dios al poder humano y a la autoridad pública apoya la pena de muerte, la inmolación y el sacrificio por el prójimo y lo que es peor aún, la guerra justa, “... resulta entonces que es lícito autodeterminarse a matar o morir por Dios, la Patria o las instituciones; pero deviene contrario al orden natural, al todo social y al poder divino, aún cuando la vida se reduzca a un irremediable sufrimiento, el ejercicio de lo que Nietzche llamó la suprema expresión de la libertad humana, consistente en elegir el momento de la propia muerte”19. Parece entonces que la vida no representa ya un valor tan absoluto y que el Estado y los hombres podrían disponer de ella en nombre Dios o de la patria, todas supuestas causas justas. La pregunta entonces es si el dolor y padecimiento humanos no son causa justa igual o más que suficiente que la pena capital o la guerra, para otra concesión del poder Divino. En suma, este rechazo constituye un supuesto fin social que encubre una muestra más del poder de dominio de esta gran institución, en donde una concesión de este tipo podría significar el despertar de muchos adoctrinados. Ante esta situación no debemos dejar de exponer el caso de quienes no creen o no practican una determinada religión o sólo creen a su manera, quienes se convierten en víctimas de una violación a su igualdad de oportunidades, cuando una 19 NIÑO, Luis Fernando, op. Cit. p. 44. 54 religión que dice ser imperante traba la concreción legal de sus derechos, en este caso un derecho a morir dignamente. Respecto de las otras posturas como el riesgo de perder la libertad o el hecho de que se desvirtúen los fines tenidos en mira al legislar, pueden refutarse fácilmente partiendo de la idea central de este trabajo, ya que la consagración de la eutanasia no es otra cosa más que afirmar la existencia de la libertad humana y su autodeterminación que le permitan al hombre disponer libremente de sí mismo aún en el momento de su muerte. Como se sostuvo en párrafos anteriores el interés supremo aquí es el del paciente y por ende su consentimiento, su pedido, entendido como expresión libre de su voluntad se convierten en condiciones sine qua non para la procedencia de la figura en cuestión, por lo que el riesgo de la existencia de fines desvirtuados parece desvanecerse. Dignidad, libertad y autodeterminación aparecen entonces como pilares fundamentales que protegerán jurídicamente al enfermo en la determinación de su muerte digna. 3.1.2. Defensores. La libre disposición de la persona. Ya en el campo de quienes la apoyan, posición a la que adhiere el presente trabajo, vemos que los principales argumentos giran en torno de la autodeterminación, libertad de disposición del propio cuerpo y dignidad 55 humanas; se pretende su legalización pues la verdadera falta a la vida y dignidad radica en permitir el sufrimiento humano e imponerlo hasta el punto de desmoralizar la condición humana. La persona adulta y plenamente capaz debe tener garantizado su derecho absoluto a autodeterminarse y a poder elegir el momento y la forma de su propia muerte controlando las decisiones y la atención médica; en definitiva debe reconocérsele su derecho a morir dignamente, y los incapaces deben contar con la misma opción mediante el establecimiento de testamentos vitales o por medio de la representación legal. Nada de malo puede haber en ejercer la libertad propia con el único límite de no perjudicar a terceros y no se ve en que forma elegir una muerte digna, el fin de una existencia de padecimientos, puede agraviar a terceras personas. Se parte de la base de que la vida en determinadas condiciones puede llegar a ser indigna y hasta humillante, y por ende lo doloroso ya no será la muerte, sino esa forma de vida, porque nadie desea la muerte a cualquier precio, sino que sólo rechaza ese tipo de vida. Se trata, pues de una decisión consciente del paciente, responsable de su propia vida al cual la sociedad debe reconocerle el derecho de poder abandonarla cuando así lo estime y por supuesto cuando estén dadas las condiciones y presupuestos necesarios para que la eutanasia sea procedente entre ellos, el de padecer una enfermedad que conducirá a una muerte pronta; lesiones y padecimientos insoportables; 56 sufrimiento, consentimiento prestado por el paciente luego del pertinente apoyo psicológico para acompañarlo en su elección, intervención médica en la práctica y revisión ética y legal. De esta forma se evitarán los pretendidos abusos a los que hacen referencia sus detractores y se dará la posibilidad a aquellos que la consideran seriamente y como una opción válida y posible para terminar con sus padecimientos. Como se verá en capítulos siguientes, es necesario que se piense conscientemente en la vida y en si es lo mismo hablar de cantidad o calidad de vida, porque no siempre un tiempo mas de existencia garantizará condiciones dignas y de bienestar. Debe evitarse de caer en el error de interponerse a la elección consciente y seria del moribundo que no desea continuar con su agonía y al cual un tiempo mas de vida no le garantiza bienestar sino solo dolor. Así calidad de vida por sobre cantidad de vida es otro de los grandes argumentos válidos en apoyo de la eutanasia; la garantía de la vida, pero ya no como simple existencia sino como vida digna. Se asiste en la actualidad a un cambio en el cual el capricho de prolongar la vida a toda costa esta siendo reemplazado por una ética que enfatiza la calidad de vida y se opone a las nuevas tecnologías que prolongan en forma abusiva la vida de una persona cuando ésta ya no puede o no desea controlar su existencia. 57 Capítulo 3 Eutanasia, Bioética y los Principios Bioéticos Introducción. La Bioética (bios: vida; ethiké: valores morales) constituye una disciplina cuyo desarrollo se ha dado extensamente a partir de los años 70; como resultado de un vertiginoso avance de las modernas tecnociencias en el campo de las ciencias de la vida y por cuestiones nuevas vinculadas a temas emergentes en el ámbito de la vida, salud, derecho y ética. Se puede definir como “ el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y la atención de la salud, en tanto que dicha conducta es examinada a la luz de los principios y valores morales”20 o como el estudio de los problemas éticos, sociales, legales, filosóficos y otros relacionados que emergen en la atención de la salud y las ciencias biológicas”21. Esta nueva disciplina pretende reflejar un espacio común para la ética y la vida y busca armonizar hechos, valores, cuestiones del ser y el deber ser, la ciencia y la consciencia. Su aparición obedece al surgimiento de los grandes avances tecnológicos en el área de la medicina, la reivindicación de los derechos de los pacientes como contrapartida a la 20 21 REICH, Warren T., Encyclopedia of Bioethics, Free Press, London, New York, 1978. Definición de la Asociación Internacional de Bioética. 58 decadencia del paternalismo del médico y la aparición de cuestiones éticas y morales como precisamente lo es la eutanasia. Se trata de problemáticas que requieren respuestas interdisciplinarias y un estudio amplio alejado de pretensiones reduccionistas o conservadoras. La Bioética como ciencia pretende nuevas soluciones a problemas morales que aparecen en cuestiones relacionadas con el hombre y su entorno proponiendo nuevas metodologías capaces de resolver los problemas éticos, axiológicos y legales que demandan los nuevos tópicos que hoy se han instalado en la sociedad. Esta novedosa rama pretende lograr una integración entre los dos sistemas normativos de una sociedad, ética y derecho, y de esta forma lograr una visión interdisciplinaria de los nuevos problemas, abriendo un espacio de reflexión crítica a cuestiones que involucran aspectos éticos, jurídicos, sociales y filosóficos. Como sostiene Hooft “lo que se busca es una nueva forma de juridicidad, distinta, orientada no sólo a los aspectos patrimoniales, sino que más atenta al bienestar de la persona y a los hoy llamados derechos personalísimos22”. De esta forma el autor propone una integración de Bioética, Derecho y Derechos Humanos; que logren una protección amplia de la dignidad humana como valor primordial y de la autonomía de la persona ante situaciones en las que como ocurre con la eutanasia no bastan soluciones conservadoras o reduccionistas. Como 22 HOOFT, Pedro Federico; Bioética y Derechos Humanos: una visión integradora y fructífera de complementación, Revista Electrónica de Bioética, Año 1- N°1, Agosto de 2005. 59 sostiene Germán Bidart Campos “...es precisamente la interdisciplinariedad de la Bioética con el derecho constitucional y con el derecho internacional de los derechos humanos lo que permite la tarea de recíproca complementación, en la búsqueda de aquel conjunto de condiciones necesarias que convergen a la dignidad de la persona humana...”. La Bioética posee principios propios que aparecen desarrollados en el Informe Belmont de 197923 en donde se hace referencia a los principios de Autonomía, Beneficencia o No maleficencia y Justicia. Los tres, serán desarrollados en el presente capítulo y constituyen sólidas bases a partir de las cuales se pueden construir argumentos válidos a la hora de proteger la libre autodeterminación del paciente en los casos de eutanasia. En este marco de integración interdisciplinaria entre Bioética y Derecho, los principios bioéticos orientarán la toma de decisiones en situaciones concretas, constituyendo una nueva visión de los problemas bioéticos, brindando soluciones interdisciplinarias alejadas de posiciones simplistas. Título 1 Principio de Autonomía. El derecho del paciente a conocer y decidir. 23 INFORME BELMONT. Principios y Guías Éticos para la protección de los sujetos humanos de investigación Biomédica y del comportamiento. Estados Unidos, 18 de Abril de 1979. Este informe fue elaborado por la National Comission for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research, creada por el Congreso Norteamericano en 1974 a fin de llevar a cabo una completa investigación y estudio tendiente a identificar los principios éticos básicos que deberían dirigir la investigación con seres humanos en las ciencias del comportamiento y la biomedicina. 60 1.1. Principio de Autonomía. El reconocimiento de la autonomía del paciente nace a causa de las investigaciones practicadas en seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial, más precisamente fue durante los juicios de Nuremberg en donde médicos fueron juzgados por sus investigaciones degradantes e inhumanas sobre personas llevadas a cabo durante el nazismo. A partir del Código de Nuremberg en 1947, diversos instrumentos internacionales consagraron la protección de la autonomía de las personas colocando al sujeto por encima de la ciencia. En este sentido repudiaron la doctrina sostenida por el positivismo científico de la Modernidad en la que el hombre constituía un objeto de estudio de la ciencia biológica del mismo modo que lo eran vegetales y animales; sin que la ciencia se viera supeditada a estándares morales y lejos de las valoraciones éticas que en nada podían influir si se partía de la base de que toda investigación era llevada a cabo a los fines del progreso y crecimiento de una medicina cada vez mejor para la humanidad. De esta forma el hombre dejaba de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio más para el vertiginoso avance de esta ciencia. Luego de la Segunda Guerra Mundial y al tomarse conciencia de las atrocidades que se llevaban a cabo con base en esta concepción, la reivindicación de la persona humana vino de la mano de los instrumentos 61 internacionales de Derechos Humanos y Reglamentaciones y Declaraciones de principios24 en los que se sentaron las bases para la investigación en seres humanos, pero a los que además puede recurrirse a la hora de resolver otros dilemas éticos referidos a la persona humana De esta manera comienza a producirse una progresiva decadencia del principio paternalista de la medicina provocando un cambio en la relación medico – paciente. El paciente comienza a ganar protagonismo en la relación como sujeto capaz de tomar decisiones respecto de su salud a partir de un derecho a recibir la información completa de su diagnóstico, riesgos, tratamientos, consecuencias y distintas opciones a seguir en lo que se ha dado a llamar el consentimiento informado. El principio de autonomía parte de la base de la convicción ética, de que todos los individuos deben ser tratados como agentes autónomos y que todas las personas cuya autonomía está disminuida tienen derecho a ser protegidos. Se consagra de esta manera el respeto por la persona humana como individuo que posee capacidad para deliberar sobre sus fines personales y de obrar bajo la dirección de su deliberación, y por esta razón es que deben valorarse sus consideraciones sin poner obstáculos a sus acciones siempre que no perjudiquen a terceros. Se trata aquí de hacer partícipe al paciente de su propia enfermedad, brindándole toda la información necesaria que le 24 Código de Nuremberg (1947); Declaración de Helsinski (1964 y enmiendas); Informe Belmont (1979). 62 permita deliberar respecto de su tratamiento cuando sea plenamente capaz y de subsanar su capacidad cuando así sea necesario. Ante un paciente en estado terminal o con lesiones que causen un dolor o sufrimiento insoportables este principio debe ser primordialmente reconocido de manera que el moribundo pueda tomar una determinación consciente y producto de una reflexión seria respecto de la decisión de acortar su curso vital. Ante una situación de estas características el enfermo debe contar con un verdadero consentimiento informado que le permita conocer cada uno de los aspectos de su cuadro para poseer la oportunidad de escoger su destino. Se trata en este caso de un consentimiento informado integrado por tres aspectos trascendentales: información, comprensión y voluntariedad; en el que se le provea de la información completa respecto de su estado incluyendo riesgos, consecuencias, posibles tratamientos, resultados, ventajas y desventajas, que le permita tener un panorama amplio y por sobre todas las cosas claro y preciso de su diagnóstico de cara a practicar su elección. Por otro lado debe el médico asegurarse de que quien recibió la información haya comprendido cabalmente los alcances de la misma y cada uno de sus aspectos y de ser necesario brindarle el apoyo psicológico suficiente para su compresión y asimilación. Por último y como viene sosteniéndose desde el comienzo de esta obra, el paciente una vez recibida la información pertinente debe elaborar una decisión libre y 63 consciente producto de su voluntariedad y en interés de su propio bienestar luego de una valoración de riesgos, beneficios y opciones producto de una información completa y exhaustiva de su cuadro. En suma, una persona en una situación terminal o a quien su vida por determinadas dolencias y padecimientos se haya reducido a una simple existencia libre de toda dignidad, debe poseer la protección de su propia autonomía, que le permita disponer libremente de su vida respecto de su propia muerte y de su derecho de vivir y morir dignamente. De esta forma estará ejerciendo su derecho de elegir no sólo a partir de su dolor sino a partir de una información objetiva, combinando ambos elementos, haciendo su voluntad sobre la base de criterios serios y objetivos y en donde además el médico vea resguardada su responsabilidad, protegiendo de este modo a ambas partes de la relación. Título 2 Principio de Beneficencia o No maleficencia. 2.1. Principio de Beneficencia. El principio de beneficencia comparte su origen con el anterior y consiste en dos reglas fundamentales: no hacer daño y extremar los posibles beneficios para lograr el bienestar 64 integral de la persona. De esta forma lo que se busca es prevenir el daño y contrarrestarlo haciendo y fomentando el bien. El juramento Hipocrático establece que los médicos deben buscar el máximo beneficio de sus pacientes según su mejor juicio y evitando causar daño alguno, desde esta perspectiva y en el campo de la eutanasia cabe preguntarse cuándo ciertos y supuestos beneficios pueden estar justificados y si realmente poseen la entidad suficiente para lograr el bienestar del paciente en situación terminal. Aquí es cuando antes de realizar juicios apresurados sobre determinadas situaciones, corresponde hacer primero un balance de los beneficios y su real incidencia en el curso vital de quien solicita su propia muerte. Debe tenerse en cuenta que más de una vez los tratamientos supuestamente beneficiosos no logran el bienestar integral del paciente, aliviando por momentos un dolor físico y obviando el espiritual. El error se comete al analizar en abstracto el supuesto beneficio de los mismos ante situaciones tan exclusivas y concretas como la de los sujetos en momentos de padecimiento y dolor. Y es aquí donde entra en escena la no maleficencia, y permite plantearnos hasta qué punto es válido oponerse a la decisión consciente de un enfermo de terminar con su dolor basándose en soluciones supuestamente beneficiosas que en vez de aliviar puedan causan un daño mayor prolongando la agonía. El verdadero sentido de este principio debe buscarse en el caso concreto, en el pedido del paciente 65 ejerciendo su autonomía, autodeterminándose, y brindarle la posibilidad de buscar su propio bienestar cuando el padecimiento se vuelve insoportable. Volviendo entonces al punto del interés del enfermo, debe ser éste el que prevalezca y es su bienestar el que debe buscarse, partiendo de la base de que carece de fundamentos causar un daño aun mayor al prolongar su existencia cuando para quien esta enfermo, ésta ya no posee sentido. Cabe preguntarse si el empeño en mantener la vida a cualquier precio no se transforma en una vejación aún peor para una persona que ya carga con la pesada mochila de su enfermedad. Es tiempo de que el beneficio se busque en interés del verdadero perjudicado, el moribundo, el afectado por el dolor, para que de esta forma y permitiéndosele deliberar sobre su destino pueda decidir sobre su bienestar. El principio debe utilizarse para apoyar al paciente en tan difícil decisión y no como justificación de tratamientos caprichosos que solo prolonguen la agonía y sirvan de resguardo moral ante los ojos de la sociedad. Título 3 Principio de Justicia. Los recursos del sistema de salud. Justicia distributiva. 66 3.1. Principio de Justicia. Se entiende este principio como “imparcialidad en la distribución” de los riesgos y beneficios, es decir tratar a los iguales, igualitariamente y establecer criterios éticos en la asignación y distribución de los recursos de salud. Ante este ideal y ante un Hemisferio Norte que año tras año incrementa su gasto en salud, nos topamos con la realidad de Latinoamérica en donde la escasez de recursos y la falta de presupuesto son las grandes vedettes. A esto se suma la reciente reaparición de enfermedades infecciosas y parasitarias que se creían erradicadas, como es el caso del cólera y lo que es peor aún el creciente empobrecimiento de la población a causa de las constantes crisis económicas que estas regiones atraviesan, que hacen que la desnutrición25 recobre protagonismo generando cuadros masivos con daños neurológicos irreversibles en los niños. Mientras que la población aumenta vertiginosamente los recursos sanitarios públicos colapsan, situación que se traduce en deficiencias en la atención, hacinamiento y falta de infraestructuras, falta de higiene, deterioro, salarios bajos, falta de capacidad, y un aumento agresivo de la industria farmacéutica transnacional con altos costos. Ante esta pobre situación los médicos en estas regiones se ven en la mayoría de los casos ante la lamentable 25 En 1971 la O.M.S publicó un informe en donde establecía: “El cerebro es el centro de una inmensa actividad metabólica, en relación con otras viseras... Las principales carencias de la alimentación del pobre inciden sobre las calorías, las proteínas, las vitaminas y las sales minerales. Todas esas carencias se traducen en síntomas clínicos que recuerdan los de las perturbaciones del sistema nervioso central... 67 disyuntiva de tener que optar por un orden de preferencia que ya no depende de su voluntad sino de parámetros a contabilizar para brindar atención a quien posea mayores posibilidades de supervivencia o cuyo cuadro sea más reversible que otro. Con esto no se busca caer en la repudiable situación de la eutanasia económica, sino que es válido reconocer que ante recursos escasos muchas veces el mantenimiento de cuadros irreversibles resulta un derroche de recursos inútil cuando las posibilidades de sobrevida ya no existen. Una vez mas se reitera, no debe caerse en el campo de una eutanasia económica, sólo se busca demostrar como un ensañamiento terapéutico no sólo repercute negativamente en el ámbito del moribundo sino también en cuestiones de igualdad y de acceso a los servicios sanitarios a escala social reduciendo el ámbito de posibilidades. En suma bajo ningún punto de vista debe permitirse que el principio de justicia se convierta en argumento excluyente o principal para justificar la eutanasia, no se trata aquí de poner precio a la vida humana ni de sostener que una vida pueda valer mas que otra, aún cuando ya no posea esperanzas. Todos aún los moribundos merecen contar con los recursos sanitarios pertinentes. Lo que se pretende mediante su descripción es una breve reflexión de una realidad que no puede obviarse en nuestro sistema: el hecho de que en condiciones de escasez de recursos la decisión de una 68 persona de acortar su curso vital cuando ya no posee esperanzas de sobrevida puede convertirse en una oportunidad de acceso a quien todavía las posee. 69 Capítulo 4 Derecho Comparado Introducción El panorama mundial de la regulación de la figura no arroja resultados favorables, sólo dos países en el mundo la han contemplado y permitido, mientras que el resto continúa repudiándola a través de figuras como el homicidio simple y el homicidio piadoso haciendo una equiparación apresurada de estas últimas con la eutanasia. En el presente capítulo se presentará una breve referencia de Derecho Comparado con el fin de mostrar a grandes rasgos el estado de regulación de la figura en Europa y América, sin ánimo de entrar en detalles que exceden los fines del trabajo. Se describirá la situación actual en el Derecho Argentino y se analizará la Ley Holandesa de Terminación de la Vida a Petición Propia y del Auxilio al Suicidio del Año 2002, que sirve de base y referencia para el Capitulo 6 en el cual se presentará el Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia objeto del presente trabajo y se expondrán las razones por las cuales se cree necesaria su regulación. 70 Título 1 Derecho Comparado. Europa y América. 1.1. Europa. 1.1.1. Alemania. Se puede afirmar que la situación de Alemania frente al tema de la eutanasia presenta un matiz especial por el cual es necesario remontarse a la Alemania Nazi. Durante este lamentable período en el que se cometieron aberrantes violaciones a los Derechos Humanos, la eutanasia tuvo un papel repudiable que en nada se acerca a los fines del presente trabajo. Durante el Nazismo pudo verse en todo su esplendor lo que en el capítulo primero se definió como eutanasia eugenésica, con la implementación en 1939 del Programa Aktion T4 que disfrazado bajo el pretexto de motivos humanitarios era llevado a cabo con el macabro fin de la supervivencia de los más capaces en la búsqueda de la pureza e higienes raciales como imperativos biológicos del régimen. Eliminaron a personas que eran consideradas como indeseables ya sea por estar disminuidas física o psíquicamente, por padecer enfermedades graves, transmisibles a sus descendientes e incluso por cuestiones de raza. Aquel programa despertó 71 duras críticas por lo que Hitler dijo suspenderlo en 1941, pero su aplicación continuó en forma secreta un año mas tarde. Ante tan degradante situación, luego de la caída del Nazismo, la eutanasia fue vista con horror y desprecio por lo que todo cuanto a ella se refiriera era rechazado in limine. El flagelo del régimen Nazi hace de Alemania un caso especial, en donde puede comprenderse el rechazo por la eutanasia, pero es preciso aclarar que se trataba de una eutanasia eugenésica cuyos fines se vieron desvirtuados y que en nada se asemeja a la buena muerte que aquí se trata. A pesar de su especial situación el Código Penal Alemán si bien no abarca específicamente la eutanasia, establece una pena atenuada para el homicidio a petición, cuyo mínimo es de cinco años, mientras que la pena del homicidio que no fue consentido puede llegar a agravarse hasta el punto de una privación de la libertad de por vida según las circunstancias del caso. También es de destacar el fallo del Tribunal Supremo Federal de Alemania en donde en Noviembre de 1996, por primera vez se pronunció a favor de la eutanasia activa indirecta, al sostener que “una medicación destinada a aliviar el dolor expedida por un facultativo en correspondencia con la voluntad declarada o presunta del paciente, no resulta inadmisible en un moribundo aunque de modo inintencionado aquella suponga como 72 consecuencia inevitable la aceleración del proceso mortal”26. Por último existe un Proyecto Alternativo sobre la eutanasia y el Suicidio, presentado en 1986, en el que se admite la eutanasia pasiva voluntariamente aceptada o requerida, la cual no constituiría un acto ilícito. Con todo esto se puede observar como a pesar de su marcada historia la sociedad alemana y su derecho han comenzado a elaborar el tema y lo reconocen como una realidad. 1.1.2. Italia. Italia no ha sancionado leyes que contemplen la eutanasia y en general el tema no es visto con buenos ojos en aquel país puesto que la vida se considera un bien absoluto e indisponible. El Código Deontológico Italiano de Medicina la prohíbe expresamente y sostiene que el médico en ningún caso, aún ante la petición del paciente, puede aplicar tratamientos que puedan menoscabar la integridad física y psíquica del paciente, y mucho menos cuando se trate de acortar su vida, puesto que todo acto médico que tenga por objeto causar la muerte es contrario a la ética médica27. Y el Código Penal contempla la eutanasia como homicidio común por lo que la pena es la misma, con una condena mínima de nueve años, o existe una alternativa de encuadrarla en el homicidio consentido cuya pena es atenuable hasta dos años y ocho meses. 26 SAMBRIZZI, Eduardo A., Derecho y Eutanasia, Editorial La Ley, Bs. As, 2005. Pag, 236. Cit. por ROXIN, Claus en Tratamiento Jurídico Penal de la Eutanasia, pag. 7. 27 SAMBRIZZI, Eduardo A., op. Cit. p. 242. 73 De todas formas y con una legislación detractora, han existido en Italia casos de eutanasia como el comentado por Sambrizzi en el cual un profesor de ingeniería fue absuelto en 1998, cuando sin autorización de ninguna clase o decisión médica mediante, quitó el respirador que mantenía viva a su esposa28. Este significativo caso ocurrido en 1998 reabrió el debate sobre eutanasia en Italia, cuando el profesor Ezio Forzatti ingresó a la sala de terapia intensiva de un hospital llevando consigo un arma descargada y obligando a desconectar a su esposa Elena Moroni del respirador artificial que la mantenía viva. Forzatti fue condenado por un tribunal de primera instancia a seis años de prisión por homicidio preterintencional, sin embargo la Cámara de Apelaciones lo absolvió por considerar que al tiempo de quitarle el respirador Elena se encontraba cerebralmente muerta. Forzatti explicó que al enterarse de su enfermedad terminal Elena le había pedido que no permitiera el ensañamiento terapéutico con ella para mantenerla viva inútilmente. En un país de fuerte cultura católica una decisión como la tomada por los jueces de Milán despertó fuerte polémicas y la sensación de estar ante una sentencia histórica29. 28 29 SAMBRIZZI, Eduardo A., op. Cit. p.241. Diario Clarín, 26 de Abril de 2002. 74 1.1.3. España. El Código Penal Español en su artículo 143º, contempla la eutanasia activa directa y la cooperación necesaria en la misma y establece pena de prisión de cuatro a ocho años para la inducción al suicidio; de dos a cinco años para la cooperación necesaria al suicidio; y de seis a diez años para el caso del homicidio a petición, todas penas atenuadas en comparación a la establecida para el homicidio simple cuya condena varía de diez a quince años. El mismo artículo 143º incluye en el inciso cuarto una pena menor para los casos de la cooperación al suicidio y del homicidio a petición, estableciendo que “... el que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas...”30 . De la redacción del artículo se puede observar que no se contemplan la eutanasia pasiva o la activa indirecta por lo que puede interpretarse que estarían permitidas. En la actualidad el debate sobre la eutanasia ha vuelto a instalarse en el seno de la sociedad española a partir del caso de Inmaculada Echevarría, una mujer española de 51 años, a la cual le fuera 30 Código Penal Español, 1995, art. 143. 75 diagnosticada a los nueve años una grave distrofia muscular que la iría postrando progresivamente hasta dejarla tetrapléjica. Inmaculada expresó al Comité Autonómico de Ética de Andalucía que “deseaba morir desde los 29 años y que no era justo vivir así, en una vida de soledad, vacío y opresión por lo que nadie tenía el derecho de meterse en su decisión de morir”. La Junta consideró que el caso encuadraba en una limitación del esfuerzo terapéutico y que el derecho de la mujer se encontraba reconocido en la Ley de Autonomía del Paciente, por lo que el 14 de Marzo de 2007 Echevarría fue sedada y desconectada del respirador que la mantenía viva desde hacía 9 años, despertando la polémica nacional en torno al tema. Para la mujer se trató de un “milagro”31. 1.1.4. Gran Bretaña. Este país no cuenta con ninguna disposición legal que trate el tema de la eutanasia, ni siquiera se contempla la figura del homicidio por compasión que como se puede observar en este capítulo la mayoría de los países equiparan a la eutanasia, no obstante se han presentado proyectos al Parlamento que no tuvieron aprobación. De todas formas la Cámara de los Lores ha debido pronunciarse en varias oportunidades sobre casos de eutanasia32. 31 En Internet www,26notcias.com.ar, 15 de marzo de 2007. 32 SAMBRIZZI, Eduardo. A. , op. Cit. p. 246. Caso Tony Bland., Caso Miss B. 76 1.1.5. Otros países de Europa. La eutanasia activa en Suiza es sancionada como si fuera un homicidio simple con una pena mínima de cinco años y la posibilidad de atenuación por homicidio consentido a petición seria y persistente de la víctima. Portugal no admite la eutanasia aunque también contempla un supuesto de atenuación para homicidio cometido por motivación humanitaria o compasiva. Particular situación presentan Grecia y Dinamarca en donde los homicidios cometidos a pedido de la víctima enferma terminal, cometidos por compasión son sancionados con detención de por lo menos 60 días. El anterior es a gran escala el panorama europeo con las salvedades de Holanda y Bélgica, quienes legalizaron la eutanasia y serán tratadas con mayor detenimiento en el presente capítulo. En la mayoría de los países europeos la eutanasia es repudiada, aunque las penas establecidas son atenuadas y en muchas situaciones no obstante la ley, los tribunales han fallado absolviendo a quienes la practicaron. Situación que demuestra la existencia de contradicción respecto al tema y que abre camino al debate para su posible despenalización. 1.2. América. 1.2.1. América del Norte. 77 1.2.1.1. Estados Unidos. En los Estados Unidos, se han presentado desde comienzos del siglo XX diferentes proyectos destinados a legalizar la Eutanasia apoyados en la necesidad de reconocimiento de lo que llaman “muerte dulce” definida por la Asamblea de la New York State Medical Association en 1903, por la que se reclamaba un derecho y un deber a la muerte en determinadas ocasiones dignas de eutanasia, entre las que incluyeron al cáncer, la tuberculosis en el tercer período, fractura de columna cervical con parálisis completa e impotencia funcional de los miembros. 33 Ninguno de los proyectos tuvo aprobación y en 1958 el Congreso de Nueva York sentenció de cruel la conducta de quien predicare el deber de matar a las personas afectadas por padecimientos incurables. No obstante esta situación a nivel legislativo, han ocurrido en Estados Unidos casos referidos a la eutanasia que incluso han tenido gran repercusión mundial de los cuales vale la pena destacar el caso Nancy Cruzan en donde la posición minoritaria de la Corte Suprema ofreció sólidos argumentos a la hora de reconocer el derecho de autodeterminación de los moribundos. En 1990 este caso llegó a la Corte Suprema de los Estados Unidos, constituyendo el primer caso de pedido de interrupción de tratamientos de sostén de vida que llegó al máximo tribunal de ese país. 33 Ag. De Noticias Zenut, 14 de Junio de 2003. 78 Cruzan había sufrido en 1983 un accidente automovilístico que la llevó a un estado de inconsciencia del cual no se recuperaría nunca más (estado vegetativo permanente). Sus padres habían solicitado ante la justicia del Estado de Missouri que a Nancy le fueran retirados los procedimientos de hidratación y nutrición artificiales, lo cual fue concedido por una Corte estatal bajo el argumento de que una persona en la condición de Cruzan tenía un derecho fundamental constitucional a requerir el retiro de los procedimientos de prolongación de la vida. existencia Todo reforzado por la de testimonios que hacían referencia a que Nancy había manifestado a un compañero que ella no desearía seguir viviendo si sufriera una enfermedad o un accidente. Sin embargo la Corte Suprema del Estado de Missouri revocó el fallo y se rehusó a aceptar que el amplio reconocimiento constitucional de la privacidad incluyera el derecho de las personas a rechazar tratamientos médicos, además sostuvo que la representación de los padres no era suficiente para requerir el retiro del soporte vital que provocaría la muerte. Así las cosas el caso llegó por vía del writ of certiorari34 a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que también resolvió denegar la autorización requerida por los padres de Nancy bajo el argumento de no se hallaban legalmente habilitados para requerirla 34 Recurso de excepción que permite que causas “importantes” y que versan sobre los alcances constitucionales de los derechos y libertades civiles lleguen a la Suprema Corte de los Estados Unidos. Representa el ejercicio de las facultades discrecionales del Máximo Tribunal y son solo cuatro los votos requeridos para la concesión de este recurso, de modo que la minoría puede compeler a la mayoría a rever una causa que la minoría considera valiosa. ( Germán Bidart Campos, “El certiorari y la Evocación de la Competencia de la Corte Suprema”) 79 y que sólo una persona capaz podría ejercer el derecho constitucional de rechazar tratamientos de sostén. De todas maneras lo valioso del caso y a los fines del presente trabajo se encuentra en los argumentos de la postura minoritaria de la Corte, así el Juez Brennan sostuvo “... que la tecnología médica ha creado una zona oscura, donde por momentos se confunden los límites entre la vida y la muerte, una situación frente a la que algunos pacientes expresan que no desean una vida sustentada en esa tecnología médica... prefiriendo en cambio que se respete el curso de la naturaleza para poder morir con dignidad...”, sostenía que el hecho de que Nancy fuera ahora incapaz no la despojaba de sus derechos fundamentales, por ende de su derecho de verse libre de tratamientos no deseados que no le ofrecían beneficios algunos ante su irremediable destino. También por la posición minoritaria el juez Stevens rescató el peligro de permitir que “el interés abstracto e indiferenciado de protección de la vida, prevaleciera sobre los mejores intereses de Nancy al impedir que sus guardianes ejercieran su derecho a rechazar el tratamiento médico”. Es válido exponer estos argumentos a la hora de reflexionar hasta qué punto el Estado invocando un derecho a la vida (sin definir en que condiciones) se arroga para sí el poder de disponer de la vida y muerte de una persona, violando la libertad de autodeterminarse y disponer de sí misma que cada individuo posee. Como sostiene Pedro Hooft en su libro “Bioética y 80 Derechos Humanos” al relatar y analizar el caso Cruzan: “no es obligatorio ni necesariamente bueno, todo tratamiento para cualquier paciente, puesto que no todo lo técnicamente posible es éticamente justificable y un tratamiento apropiado es aquel que le brinda a un paciente determinado un beneficio que justifique la carga impuesta al paciente, sus familiares o terceros...” “la vida en su dimensión meramente biológica no es un valor absoluto... frente a la vida meramente biológica puede efectuarse una opción en función de la calidad de vida, a otros valores que el hombre puede realizar... la vida biológica es condición necesaria pero no suficiente para la vida humana.”35. Si bien el caso Cruzan es ajeno al ordenamiento jurídico argentino vale la pena citarlo por la importancia de los argumentos dados a favor de la dignidad de la persona y si bien estos constituyeron la posición minoritaria, representan sólidas bases a la hora de fundamentar la regulación de la figura en Argentina. Otros casos con gran repercusión como el de Cruzan en los estados Unidos lo son el de Karen Quilan y el reciente caso de Terry Schiavo quien murió al serle retirada la sonda que la hidrataba y alimentaba, luego de una larga contienda judicial que comenzara en 1998. 35 Pedro Federico Hooft. “Bioética y Derechos Humanos”, edit. Depalma, Bs As, 1999. 81 1.2.1.2. Canadá. En este país no existen normas que atenúen la responsabilidad penal de quien comete eutanasia u homicidio por compasión, y el Código Penal en su artículo 14º establece que ninguna persona tiene derecho a que se le cause la muerte y por ende su consentimiento no afecta en nada la responsabilidad que le cabe a la persona que lleve a cabo esta acción. Diferentes propuestas se han presentado a favor de la legalización de la eutanasia por parte de Asociaciones propulsoras del derecho a morir con dignidad, pero hasta ahora no han obtenido respuesta favorable del Congreso. 1.2.2. Latinoamérica. 1.2.2.1. Colombia. Dentro del ámbito latinoamericano es de destacar el grado de desarrollo que el tema ha alcanzado en Colombia en donde, como sostiene Sambrizzi36, en el año 1997 la Corte Constitucional se pronunció por la constitucionalidad del artículo 326º del Código Penal que establecía una pena de seis meses a tres años para la persona que matare a otra por piedad y en el afán de poner fin a sus intensos sufrimientos provenientes de una lesión corporal o enfermedad grave o incurable. Pero lo curioso de este fallo es que la Corte fue mas allá de una declaración de 36 SAMBRIZZI, Eduardo A., op. Cit. Pag. 252. 82 constitucionalidad en sus fundamentos y expresó que “ en el homicidio eutanásico, la actuación del sujeto activo carece de antijuricidad, pues se trata de un acto solidario que no se realiza por la decisión personal de suprimir la vida, sino por la solicitud de aquel que por sus intensos sufrimientos, producto de una enfermedad terminal, pide que le ayuden a morir, razón por la cual los jueces deben exonerar de responsabilidad a los médicos que así obren. En el mismo fallo manifestó que “ si la manera en que los individuos ven la muerte refleja sus propias convicciones ellos no pueden ser forzados a continuar viviendo, con el argumento inadmisible de que una mayoría lo juzga un imperativo religioso o moral, cuando por las circunstancias extremas en que se encuentran, no lo estiman deseable ni compatible con su propia dignidad” y agregó también que el deber del Estado de proteger la vida debe ser compatible con el respeto a la dignidad humana y al libre desarrollo de la personalidad, razón por la cual frente a los enfermos terminales que experimentan intensos sufrimientos, este deber estatal debe ceder frente al consentimiento informado del paciente que desea morir en forma digna. Por tanto el Estado no puede oponerse a la decisión del individuo que no desea seguir viviendo y que solicita le ayuden a morir”. Dentro de los votos en disidencia que sostenían la ilicitud de actos encaminados a suprimir la vida de un ser humano que así lo pide, también se ve una mínima inclinación a favor cuando sostenían el repudio 83 por el encarnizamiento terapéutico y la posibilidad de retiro o suspensión de tratamientos desproporcionados o ineficaces. En el mismo fallo la Corte exhortó al Congreso para que con fundamento en principios constitucionales y a elementales razones de humanidad, regule el tema de la muerte digna37. De todas formas a pesar de los valiosos argumentos esgrimidos por el Alto Tribunal, el tema aún no ha sido regulado. 1.2.2.2. Uruguay. Otros de los países en donde la situación pareciera ser más favorable es Uruguay en donde los jueces se encuentran facultados para absolver a quien comete homicidio por piedad cuando la víctima se lo hubiese suplicado en reiteradas ocasiones. El artículo 310º del Código Penal uruguayo (CPU) establece: "El que con intención de matar, diere muerte a alguna persona, será castigado con veinte meses de prisión a doce años de penitenciaría", sin embargo, al enumerar las llamadas "causas de impunidad", menciona el "homicidio piadoso", situación fáctica que, contempla una buena parte de las hipótesis eutanásicas. En efecto, el CPU en su artículo 37º ("Del homicidio piadoso") establece que "los Jueces tienen la facultad de exonerar de castigo al sujeto de antecedentes honorables, autor de un homicidio piadoso, efectuado por móviles de piedad, mediante súplicas reiteradas de la víctima". Del análisis del artículo se desprende que el sujeto activo debe ser una persona con 37 Los principales argumentos del Fallo expuestos fueron tomados de los destacados por SAMBRIZZI, op. Cit. p.252 84 "antecedentes honorables" (más allá del incierto significado de la expresión, no es requisito que tenga la condición de Médico); el sujeto pasivo debe tener "una situación de padecimiento objetiva" y debe ser capaz de expresar "súplicas reiteradas"; el elemento objetivo debe consistir en dar muerte existiendo un nexo causal entre la acción u omisión ejecutada y el resultado letal; esa acción u omisión debe ser realizada "por móviles de piedad"; y la culpabilidad, obviamente, corresponde al dolo (existencia de intención). Lo relevante de la figura es la facultad del juez de exonerar al sujeto activo de castigo, ya que a diferencia de los supuestos de inimputablidad y de justificación en que falta uno de los elementos esenciales del delito (culpabilidad o antijuridicidad), cuando se presenta una hipótesis de impunidad, se extingue o puede extinguirse su punibilidad, por lo que no corresponde la pena en atención a la falta de peligrosidad del autor, aplicándose el "perdón judicial" en el que el juez tiene una potestad discrecional para exonerar de la condena. La jurisprudencia Uruguaya no registra sentencias en donde haya sido aplicado el artículo 37º que regula la figura del homicidio piadoso, el cual tampoco fue utilizado en el reciente caso que tomara estado público en Agosto de 2006 en donde el médico uruguayo Diego Magga38 fue acusado 38 Diario Cambio Digital de Salto Uruguay, www.diariocambio.com.uy. Caso Diego Magga. 85 de provocar intencionalmente la muerte de cuatro de sus pacientes en estado terminal, mediante la aplicación de una alta dosis de morfina. Finalmente y luego de seis meses de polémica la jueza de la localidad de Libertad actuante en el caso decidió archivarlo por considerar que la actuación del médico en los casos señalados no era delictiva. 1.2.2.3. Otros países. En México, Brasil y Perú poseen similares situaciones y si bien no reconocen la eutanasia establecen una pena atenuada para los homicidios consentidos por la víctima. Chile no legisla al respecto y ni siquiera cuenta con un atenuante para cuando los móviles sean piedad o compasión. Título 2 Eutanasia Legal. Ley holandesa de verificación de terminación de la vida a petición propia y del auxilio al Suicidio N° 26.691. Breve referencia a la situación en Bélgica. 2.1. Eutanasia Legal en Holanda. El tema de la eutanasia en Holanda no es nuevo y si bien su despenalización se logró en el año 2002 de la mano de la Ley N°26.691 de Verificación de Terminación de la Vida a Petición Propia y del Auxilio al Suicidio ya desde hacía casi treinta años se 86 habían aceptado por la Justicia prácticas eutanásicas y por lo tanto el debate se encontraba instalado en la sociedad. De esta forma la nueva ley no hizo más que legalizar una práctica que aunque no estaba expresamente escrita, era tolerada en el país sobre la base de conductas aceptadas por la Justicia y apoyadas en años de Jurisprudencia. Así fue que 1° de Abril de 2002 comenzó a regir en ese país la Ley 26.691 que modifica y establece los artículos 293º y 294º del Código Penal que tipifican el auxilio al suicidio y el homicidio por compasión39. La modificación consistió en el establecimiento de un eximente por el cual el médico que termina con la vida de un paciente a petición propia o ayuda a su suicidio, queda exento de la responsabilidad penal, siempre que haya cumplido con los requisitos legales del debido cuidado y notifique la muerte no natural al forense y a una de las cinco Comisiones Regionales de verificación de eutanasia. De acuerdo con el artículo 2° de la Ley los requisitos de cuidado implican que el médico: 1) Ha llegado al convencimiento de que la petición del paciente es voluntaria y bien meditada. 39 El art. 293 penaba con 12 años de prisión a la persona que terminaba con la vida de otro a su pedido, aún cuando la solicitud fuera expresa y seria. El art. 294 castigaba al suicidio asistido entendido como la acción intencional de incitar a otra persona a suicidarse, o como la acción de asistir a otro en su suicidio, o la procuración de los medios necesarios para hacerlo. 87 2) Ha llegado al convencimiento de que el padecimiento del paciente es insoportable y sin esperanzas de mejora. 3) Ha informado al paciente de la situación en que se encuentra y de sus perspectivas de futuro. 4) Ha llegado al convencimiento junto con el paciente de que no existe ninguna otra solución razonable para la situación en que se encuentra éste último. 5) Ha consultado, por lo menos, con un médico independiente que ha visto al paciente y que ha emitido su dictamen por escrito sobre el cumplimiento de los requisitos de cuidado a lo que refieren los puntos 1) al 4). 6) Ha llevado a cabo la terminación de la vida o el auxilio al suicidio con el máximo cuidado y esmero profesional posibles. Respecto de la edad y capacidad para efectuar el pedido la ley establece un amplio margen que incluye a los menores de edad, y respecto de estos últimos, el médico podrá atender la petición de pacientes de entre doce y dieciséis años y que se les pueda considerar en condiciones de realizar una valoración razonable de sus intereses en el asunto, siempre que cuenten con el consentimiento de los padres, o tutores; y para el caso de menores de entre dieciséis y dieciocho años en las mismas condiciones sólo necesitan que los padres sean parte en el proceso de formación de voluntad, pero de 88 todas maneras siempre se estará por su decisión. Las manifestaciones de voluntad se aceptan por escrito o en forma oral y serán consideradas por el médico como legítima solicitud de eutanasia; su importancia radica sobretodo en los casos en que el paciente ya no se encuentra en condiciones de manifestar su voluntad por encontrarse inconsciente, o en coma. Una vez efectuada la solicitud y luego de haber analizado si se reúnen todos los requisitos de cuidado exigidos, el médico que ha llevado a cabo la práctica deberá emitir un informe de muerte no natural al forense y este último emitirá un dictamen que será enviado a una Comisión Regional. Existen cinco Comisiones Regionales que serán las encargadas de verificar una vez recibido el informe del forense y del médico, si se han observado los requisitos de la debida diligencia cuando se ha practicado la eutanasia. Las Comisiones estarán integradas por un jurista, un médico y un experto en ética cuya decisiones serán tomadas por mayoría de votos. Luego de examinado el expediente, si la Comisión llega al convencimiento de que el médico ha obrado con la debida diligencia, el expediente será archivado; mientras que si existen indicios de una actuación negligente, debe poner el caso en conocimiento del Ministerio Fiscal y de la Inspección de Sanidad para que inicie la investigación pertinente para determinar si el médico debe ser perseguido judicialmente. 89 Es importante destacar que el médico no se encuentra obligado a llevar a cabo la petición de su paciente si por sus convicciones morales o religiosas rechaza la eutanasia. La ley de eutanasia en Holanda a sido objeto de críticas y cuestionamiento, no obstante se cree que se trata de una aptitud abierta cuyo fin es rodear la práctica de la eutanasia de máximos cuidados; y cuyos fundamentos principales fueron el reconocimiento de la autonomía del paciente y la convicción de la insoportabilidad e inutilidad del dolor que puede acompañar al acto de morir. No debe dejar de destacarse que en un país como Holanda todos poseen acceso a la asistencia sanitaria y cuidados paliativos y sin embargo no siempre se puede evitar que algunos pacientes terminales sufran de forma tan insoportable que solicitan poner fin a su vida. Es por eso que en estos casos la eutanasia se ve como un final digno. Es decir, no se debe apuntar al tema desde el punto de vista económico, porque aún cuando los recursos existan pueden no ser suficientes a criterio del moribundo. Nadie duda en aquel país de que el deber primordial del médico es el de velar por la vida, pero entendido éste como la asistencia necesaria para un final digno en estas especiales situaciones en donde el médico reconozca cuando los tratamientos ya son inútiles. La legislación holandesa deja en claro que sus disposiciones no deben interpretarse como una legalización general de eutanasia, sino que se tienen que reunir siempre 90 unas circunstancias específicas, como el estado irreversible del paciente que padezca un sufrimiento insoportable, y cuya voluntad no sea coaccionada. Por último es preciso aclarar que la ley 26.691 no alcanza a los incapaces por demencia, ni a niños menores de 12 años, sin embargo la cuestión esta siendo tratada y se encuentra sujeta a posibles reformas al respecto. 2.2. Breve referencia de la regulación en Bélgica. Este país legalizó la eutanasia en Mayo del 2002, dándole un tratamiento muy similar al de la ley holandesa pero con algunos matices. Por ejemplo en Bélgica se exige que el pedido sea realizado por escrito, mediante un acta que deberá ser incorporada a la historia clínica, redactada, fechada y firmada por el requirente, y cuando este último no se encuentre en condiciones de expresar su voluntad la petición deberá ser confeccionada por una persona mayor, elegida por aquel, quien deberá explicar las razones por las cuales el interesado no puede redactar el documento. Respecto de la edad la ley contempla el caso de personas mayores de edad (18 años) y menores emancipados (15 años) no sólo cuando se encuentren afectados por una enfermedad terminal, sino también en los casos en que sin ser enfermos terminales se hallen afectados por una 91 dolencia constante e insoportable de carácter incurable, de acuerdo a los conocimientos de la ciencia médica, y certificado con la opinión de más de un médico para valorar la gravedad de la patología. 92 Capítulo 5 La Eutanasia en el Ordenamiento jurídico argentino Titulo 1 Situación actual en el ordenamiento jurídico argentino. 1.1. El Derecho Nacional. La legislación argentina si bien no autoriza la eutanasia tampoco la tipifica como delito autónomo por lo que sería en principio aplicable el artículo 79º del Código Penal que castiga la muerte de una persona por otra con una pena de ocho a veinticinco años de prisión. Y en esta senda es que se han encuadrado algunos casos en la figura de homicidio emocional ( art. 81° inc. 1°) que posee una pena mas atenuada40. Lo anterior es respecto de la eutanasia activa involuntaria y voluntaria, mientras que respecto de la eutanasia pasiva la solución parecería variar, ya que no se estaría ante un homicidio cometido por omisión, sino que debería tenerse en cuenta lo establecido por la ley nacional 17.132 de ejercicio de la medicina en su artículo 19º inciso 3 que reza: “ los profesionales están obligados (...) a: respetar la voluntad del paciente en cuanto a la negativa de tratarse o internarse...”, con la cual 40 CNCrim. Y Corr. Sala De Camara 11/3/69,ED,31-501. 93 parece abrirse un camino ortotanásico con el fin de evitar el encarnizamiento terapéutico permitiendo la omisión de tratamientos innecesarios o ineficaces. De todas maneras esta última se trata de una interpretación de las leyes vigentes en la que se estaría en condiciones de sostener que la recepción de un tratamiento médico cualquiera, está ligado inexorablemente al consentimiento del paciente, por lo que en una situación de hecho como la eutanasia pasiva, la negativa del mismo sería de gran relevancia para justificar su procedencia. Se estima que no puede negarse la muerte de nadie impidiendo que la naturaleza siga su curso sin tratamientos inútiles de por medio. He aquí la incierta realidad argentina, ya que la conducta de la eutanasia no parece encuadrar perfectamente en la figura de homicidio descripta por el artículo 79º del Código. Y en referencia a lo expuesto en el párrafo anterior resulta acertada hacer aquí una breve referencia a Niño cuando en su obra “Eutanasia. Morir con Dignidad41”, propone el empleo de lo que Zaffaroni ha denominado tipicidad conglobante. Según el análisis del autor el hecho de que una conducta encuadre objetiva y subjetivamente al tipo no quiere decir que automáticamente sea legalmente típica, para lo cual utiliza el ejemplo del boxeador que produce una lesión al otro mientras se disputa la 41 NIÑO, Luis Fermando, op. Cit. p. 134-136. 94 pelea, es decir, una conducta que aunque adecuada a la descripta por el legislador no es prohibida por el ordenamiento jurídico. El autor explica que todo orden normativo reconoce a la libertad como valor supremo y que el legislador establece los tipos legales sólo para garantizarla, por lo que una conducta que encuadra en un tipo legal que ha contado con el consentimiento del titular del bien no constituye una conducta penalmente repudiable, y esto es así porque un ordenamiento superior le reconoce al sujeto la posibilidad de disponer de dicho bien, en este caso la vida. Es aquí cuando entra en escena la tipicidad conglobante en la cual se propone que ante la concreción en la realidad de social de una conducta prohibida penalmente, su examen debe realizarse en forma integral y a la luz de una normativa superior, a lo que debe sumarse el hecho de que no puede negarse que en todo ordenamiento jurídico prevalece el ejercicio de derechos constitucionalmente reconocidos por encontrarse la Constitución en la cúspide del ordenamiento. Con todo esto y si se tiene en cuenta que la libertad es un derecho reconocido por nuestra carta magna, surge el interrogante de hasta que punto es válido sostener la tipicidad de la eutanasia; más aún cuando además de la libertad otros derechos de corte constitucional, como la dignidad humana y la autodeterminación se encuentran en juego. No se debe olvidar además que el artículo 19º de la Constitución Nacional protege la intimidad de las personas exceptuando de 95 toda autoridad a las acciones privadas que en nada perjudiquen a terceros. Y si a esto se suma la reflexión del autor citado cuando expresa que debe distinguirse entre el ente que es objeto de protección jurídica, en este caso la vida, y el valor protegido que es la relación de disponibilidad del sujeto con el bien en cuestión, entonces cabe preguntarse también si ante el consentimiento del titular de la cosa la conducta no se encuentra ya justificada y en el ámbito de la atipicidad. Título 2 Proyectos presentados al Congreso de la Nación Argentina hasta el momento 2.1. Proyectos Presentados al Congreso de la Nación42. Diferentes proyectos han sido presentados al Congreso de la Nación Argentina referidos a tema de la eutanasia, siguiendo a Sambrizzi, proponemos una breve recorrida por los mismos. Existe un proyecto que data del año 1937 presentado por los Dres. Eusebio Gómez y Jorge E. Coll, el mismo proponía una reforma al Código Penal para una atenuación al homicidio simple de entre uno y seis años 42 Conf. Lo expuesto por SAMBRIZZI, Eduardo, op. Cit. p. 256-262. 96 para aquella persona que cometiera el acto respondiendo a un móvil sentimental de piedad ante el dolor físico de la víctima, cuando fuera intolerable y las circunstancias evidenciaran la inutilidad de todo auxilio para salvar la vida del que sufre. En este proyecto que no tuvo aprobación, si bien se continúa condenando la eutanasia, comienza a verse un mínimo reconocimiento a la misma y a los fines que persigue: evitar el sufrimiento humano y el interés de quien lo padece. En 1941 vuelve a proponerse una reforma al ordenamiento penal argentino mediante un proyecto presentado por el Dr. José Peco, en este caso se establecía también la atenuación de la pena por motivos eutanásicos que consistía en una condena de uno a tres años si los móviles fueran piadosos y existiera consentimiento de la víctima. Aquí ya comienza a aparecer la idea del perdón al homicidio piadoso valorando la justicia del caso concreto. Cincuenta y cinco años más tarde, en 1996, los diputados José M. Corchuelo Blasco y Carlos Raúl Alvarez, propusieron un proyecto titulado “Derecho de oposición al empleo de todos los tratamientos médicos que prolonguen la existencia, produzcan dolor, sufrimiento y/o angustia en caso de enfermedades incurables, irreversibles o terminales”. El proyecto trataba la legalización de la eutanasia pasiva cuando el paciente terminal la solicitare y por producto de su libre consentimiento. Dentro de los 97 requisitos necesarios se encontraban la convicción del médico de la irreversibilidad del cuadro del enfermo, inexistencia de tratamientos que pudieran curarlo y la confirmación de otro médico independiente y de un psiquiatra que analizare al paciente con el fin de determinar si se encontraba capacitado para llevar a cabo el pedido. La Comisión Parlamentaria que trató el proyecto sostuvo que no era viable puesto que opinó que en los únicos casos en que resultaba lícito retirar los tratamientos era cuando los medios se volvían desproporcionados extraordinarios y no cuando el paciente lo solicitare en cualquier momento. Ya más cercano a nuestros tiempos se encuentra el proyecto de la Diputada Martha Alarcia, del año 2002, denominado “Derecho de las personas a recibir o rechazar procedimientos quirúrgicos o tratamiento médico” proponiendo la legalización de la eutanasia pasiva para quien la solicitare luego de recibida la información pertinente, encontrándose capaz y sin limitaciones mínimas de edad, sin perjuicio de la gravedad de su enfermedad. Pudiendo rechazar procedimientos quirúrgicos, diagnósticos, hidratación y alimentación y reanimación artificial. En el mismo año la Diputada Cristina Zuccardi presenta el “Régimen del ejercicio del derecho de los pacientes con enfermedades terminales a consentir o rehusar un tratamiento”, el mismo resulta de interés ya que permite el requerimiento de la eutanasia pasiva por cualquier persona 98 mayor de catorce años y capaz, cuyo estado fuere irreversible, terminal a causa de una enfermedad incurable o que por un accidente se encontrare en idéntica situación, ampliando de esta manera el margen de la capacidad sin limitarla a la plena y extendiéndola a los menores púberes. El acto debería otorgarse por escrito ante oficial público y dos testigos. Y agrega para el caso de los menores de entre ocho y diez años que el acto fuese otorgado por sus representantes legales producto de la decisión del menor en estado terminal. En el 2003 las Diputadas Marta Milesi y María José Lubertino presentaron un proyecto similar al anterior pero sin establecer límites de edad, bastando con que quien solicitare la eutanasia pasiva tuviese la capacidad necesaria para comprender la información suministrada y las consecuencias del obrar. Para los casos en que el paciente no fuera capaz o se encontrare inconsciente la decisión debería ser tomada por sus representantes legales, cónyuge, descendiente, ascendiente o parientes consanguíneos hasta el segundo grado. El Proyecto más reciente data del año 2005, propuesto por los Diputados Jorge Rivas, Margarita Jarque y Lucrecia Monteagudo sobre una Ley de Testamento Vital por el cual los pacientes en estado terminal y luego de haber recibido la información clara, precisa y necesaria para conocer su situación deberán manifestar su voluntad por escrito, la cual 99 deberá asentarse en la historia clínica del paciente y deberá ir acompañada de un informe detallado del médico en el que consten las características de la patología, enfermedad o accidente, su carácter de irreversible, incurable y terminal. Como puede observarse en la mayoría de los proyectos más recientes nada se dice respecto de la eutanasia activa por lo que se podría deducir que aún es repudiada, sin embargo apoyan y solicitan la legalización de la eutanasia pasiva estableciendo mínimos límites de edad en alguno de los casos y ninguno en otros. Siempre salvaguardando el interés del principal afectado, el paciente, y subsanando su capacidad cuando fuere necesario por medio de sus representantes legales. Hasta el momento ninguno ha tenido aprobación. Título 3 El ámbito provincial. Reciente proyecto presentado en la Provincia de Río Negro. 100 3.1. Río Negro43. Durante el mes de Julio de 2007 ingresó al recinto de la Legislatura de la Provincia de Río Negro un proyecto de ley sobre muerte digna presentado por la Diputada Marta Milesi, el cual también fue presentado por la misma diputada en el año 2003 ante el Congreso de la Nación y que no obtuvo aprobación. La ley abarca dos cuestiones diferentes, por un lado, la creación en el ámbito del Ministerio de Salud de un registro de voluntades, en el cual una persona puede declarar en cualquier momento su voluntad de cómo morir si llegara a sufrir un accidente o enfermedad terminal. Este registro servirá particularmente para aquellos que al momento de la enfermedad o lesión no puedan expresar su voluntad por encontrarse en coma o en estado de inconsciencia, ya que de esta forma se deja sentada con anterioridad su intención de que su agonía no sea prolongada. Por otro lado, se establece la declaración de voluntad anticipada, que se realiza cuando la persona ya está enterada de que tiene una enfermedad terminal, y deja constancia de las cosas a las que quiere atenerse y a cuáles no. Esta declaración anticipada tiene por objeto el respeto a la calidad de vida y a la dignidad de los enfermos terminales al dejar sentado que aquellos que padezcan una enfermedad irreversible, incurable y se encuentren en estado terminal, o hayan sufrido un accidente 43 www. rionegro.com.ar. 101 que los coloque en igual situación, tendrán el derecho de expresar su rechazo a procedimientos médicos extraordinarios o desproporcionados y que produzcan dolor o sufrimiento. Dicha declaración deberá llevarse a cabo mediante una manifestación escrita, datada y fehaciente, en la que el paciente exprese las instrucciones que deberán respetarse en la atención y el cuidado de su salud, en el supuesto de situaciones terminales. La voluntad expresada en la declaración será revocable solamente por quien la manifestó, no pudiendo ser desconocida o revocada por representantes, familiares, personal sanitario, ni autoridad o persona alguna. Por otra parte, la iniciativa establece que ningún profesional que haya obrado de acuerdo a las disposiciones de esta norma estará sujeto a responsabilidad civil, penal ni administrativa y contiene además una cláusula que admite la “objeción de conciencia” del médico, para lo cual se abrirá un registro a tal efecto en cada establecimiento asistencial. El proyecto fue tratado por la Legislatura provincial recibiendo media sanción y se espera su aprobación para el mes de Agosto. Sin embargo a se han generado en la provincia y a nivel nacional fuertes polémicas especialmente religiosas respecto del tema que pueden dejar atrás la cuestión peligrando su posible aprobación. 102 Capítulo 6 Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia. La necesidad de su regulación. Introducción. La constante controversia que acompaña al tema de la eutanasia, con sus defensores y detractores y con cuestiones jurídicas, morales y filosóficas de por medio genera un ambiente de inseguridad jurídica para pacientes, familiares y trabajadores de la salud y para la sociedad en general. El eterno debate sobre su procedencia choca con una innegable realidad, la de un numero cada vez mayor de personas que mueren abandonadas, solas y agonizando en inhóspitas salas de cuidados intensivos, viendo violentado el ejercicio de, quizás, su último derecho sobre la tierra: el derecho de morir dignamente, de elegir cuándo y cómo morir de una manera más humana. Por sucesos como los anteriores se cae inevitablemente en la conclusión de que nada justifica más la existencia de la norma que la misma realidad social, porque allí donde hay conflicto (del cual no se puede negar que es consustancial a la sociedad) el derecho representa su solución por naturaleza. 103 Ante un vacío legal como el que aquí se trata es posible que se generen nuevos y mayores conflictos, por eso la necesidad de que los operadores jurídicos tomen cartas en el asunto y que los legisladores abarquen los nuevos supuestos de hecho que el mismo devenir del hombre provoca. Se debe ser consciente de que el tema en cuestión demuestra una vez más que si bien el hombre ha logrado avanzar a escalas inimaginables en todos los ámbitos de su vida, aún le resta mucho camino por andar, y que la muerte continúa siendo un “tabú” en estos días, motivo de temores y discusiones éticas a pesar de constituir un destino ineludible del proceso natural del individuo. Todos nacen, todos mueren inevitablemente, pero aún así la muerte genera discordia, enfrentando desde hace décadas a quienes ven en la eutanasia la solución a una muerte digna y a sus detractores que sostienen que la vida es un bien supremo cuyo desenlace nadie puede adelantar sin cometer homicidio. A lo largo del presente trabajo se han desarrollado los principales aspectos referidos al tema de la eutanasia. En el presente capítulo se expondrán los fundamentos de la necesidad de su regulación y el marco legal constitucional en que se haya sustentada su procedencia. Por último se presentará el Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia objeto principal del presente trabajo. 104 Titulo1 La necesidad de regular la eutanasia. Fundamentos. 1.1. Luego de un recorrido a gran escala por los distintos ordenamientos jurídicos de distintos países y en especial la situación de Argentina; debemos exponer las razones por las cuales es necesaria la legalización de la eutanasia. Se debe recordar una vez más que el único interés en juego es exclusivo y excluyente del paciente y que no podemos hablar de eutanasia si no es desde su propia perspectiva y desde su pedido consciente de terminar con el dolor. Las personas en situación terminal o cuyos padecimientos a causa de una enfermedad o accidente sean insoportables, necesitan el reconocimiento de su derecho a disponer de su propia vida, y a poder elegir una muerte digna. Se debe ser consciente de que la situación es delicada y que en estos casos la persona no busca la muerte sino que busca terminar con los dolores de una vida que ya no es digna y en la que muchas veces anticipar la muerte es la única salida. Así como el derecho a una vida digna es reconocido en el ámbito de los derechos humanos y a nivel constitucional, es hora de que se reconozca la existencia de un verdadero derecho a morir dignamente, para que los 105 moribundos ejerzan el poder sobre sus vidas hasta el último minuto de consciencia. Cuando una persona solicita la eutanasia no está haciendo más que anticipar el momento de una decisión que ya su cuerpo y salud han dispuesto, la muerte pronta o segura, evitando la agonía de esperar su llegada. Se debe tener en cuenta que la Constitución Nacional en su artículo 19º establece el principio de reserva en virtud del cual protege la intimidad, las convicciones y decisiones de los hombres siempre que no ofendan al orden, la moral pública, ni perjudiquen a terceros; y en este sentido se entiende que la eutanasia y un derecho a elegir su destino final y disponer de su propia vida constituyen un acto privado e indelegable de cada persona que se haya fuera del ámbito de reproches por parte de las autoridades y de la sociedad; y que por constituir derecho constitucionalmente reconocido merece su tratamiento legislativo y una ley que lo avale para garantizar su ejercicio. Para reforzar esta idea también en la Carta Marga se encuentra en su artículo 33º un grupo de derechos conocidos como los derechos no enumerados pero que en virtud de este artículo se encuentran contemplados dentro del ámbito constitucional; de este modo el derecho a la vida y el derecho a la integridad, dignidad del hombre y sus componentes físicos, psíquicos y morales se encuentran en un pie de igualdad, por lo que no se justifica la intención de anteponer la vida 106 por sobre la dignidad cuando deben verse como realidades inseparables en donde una no puede ejercerse sin la otra. La propuesta de legislar terminaría con los conflictos que surgen a partir de la incertidumbre que generan tantos debates sobre desacuerdos ideológicos y que olvidan la verdadera necesidad de quienes se encuentran transitando por la enfermedad, a quienes se debe evitar sumarle una preocupación más, un mal mayor y allanar su camino mediante el medio más indicado para resolver los conflictos sociales, la ley. La necesidad de una ley pretende terminar con la ocultación de posibles prácticas ilegales y con el miedo que estas situaciones generan; no se trata de justificar la muerte de una persona por capricho, sino de defender la vida digna por medios lícitos y cubrir una necesidad de la comunidad en su conjunto. El tema que se plantea en interés exclusivo del enfermo alcanza indirectamente a los profesionales de la salud que conviviendo con el dolor de sus enfermos se ven obligados a realizar su trabajo bajo la amenaza de ver comprometida su responsabilidad y ante la disyuntiva de negarles su última voluntad, aún desde la convicción de que su pedido es la única alternativa correcta. Se trata de un compromiso de toda la sociedad que posee la obligación de respetar la voluntad individual y debe abstenerse de intervenir en las decisiones personales que en nada le influyen. Es 107 necesario que el debate sobre la eutanasia comience a instalarse en la sociedad para que pueda elaborarse y asumirse para que paulatinamente pueda madurar y se logre comprender la necesidad de su regulación. Pacientes, médicos y familiares necesitan un respaldo ante situaciones complicadas de elección como las que aquí se tratan y es la ley la que debe brindar la solución y evitar el conflicto. El tema es hoy una realidad en la sociedad y necesita una pronta respuesta. Legalizar la eutanasia no implica una apología de la muerte, sino el reconocimiento del ejercicio supremo de la libertad individual. No se desconoce la complejidad del tema, pero sí es hora de asumir que la propia vida no es indisponible y que la misma debe contar con mucho más de una existencia biológica para ser considerada tal. Una ley que la abarque no debe ser entendida como una obligación de causar la muerte de todos los enfermos terminales, sino como una puerta que se abre a quienes entre ellos no desean continuar su agonía, brindándoles un espacio en el que puedan elaborar su situación y tomar una decisión madura rodeados de la asistencia necesaria. Es muy importante en un tema tan delicado como éste no perder de vista los fines; la vida digna y la libertad individual como pilares y el respeto de las decisiones tomadas a conciencia. Proponer una ley es proponer un orden para alejar la cuestión de pretensiones caprichosas y centrar la atención en los verdaderos 108 involucrados, los enfermos, su entorno y los profesionales de la salud; puesto que si bien la “vida impuesta” contra la dignidad del titular puede estar amparada en valores tan respetuosos como los religiosos, de ninguna manera se debe pretender encontrar un respaldo en valores constitucionales ante una conducta social irrespetuosa de la libertad individual. Antes de cuestionar y entrar en discusiones inútiles, se debe tener en cuenta que la eutanasia bien entendida parte del principio de que cuando la voluntad de cada persona se encuentra bajo las secuelas dolorosas de una enfermedad o estado incurable, en la que no existe posibilidad de encontrar mejoría de ningún tipo, es preciso reflexionar sobre la oportunidad de brindarles una posibilidad. Título 2 Proyecto de Ley Nacional de Eutanasia 2.1. En el presente trabajo se ha recorrido un extenso camino en el ámbito de la figura de la eutanasia, desde su historia y sus clasificaciones, hasta la normativa que sirve de sustento legal constitucional para su regulación. En este marco, y en miras a confeccionar un proyecto de ley que brinde el marco legal necesario para la aplicación lícita de la figura en la República 109 Argentina, es que deben tenerse en cuenta los siguientes datos aportados en el presente trabajo. Es de importancia para la elaboración de un proyecto de ley adecuado no perder de vista el hecho de que toda persona debe ver reconocido su derecho de autodeterminación desde el comienzo hasta el fin de su existencia y que todos aquellos que se encuentren en pleno uso de sus facultades tienen un derecho a disponer de su propia vida en la forma que consideren correcta. En este sentido, es fundamental su intervención en la toma de decisiones referentes a su propia salud y vida misma ejerciendo, sin ver coartada su libertad, esta clase de acciones privadas que en nada perjudican a terceros, y en las cuales ni el Estado ni la Sociedad pueden intervenir; ya que cualquier interferencia en este ámbito privado constituye un peligroso atentado a una intimidad reconocida constitucionalmente. Tampoco puede dejar de tenerse en cuenta el papel que la dignidad juega en este ámbito como derecho constitucionalmente reconocido y mediante el cual debe garantizársele a las personas el goce de una existencia digna hasta el último minuto de vida; partiendo de la base esencial de que la vida sin dignidad ni libertad se reduce solamente a una simple existencia biológica mutando peligrosamente su naturaleza de derecho fundamental de todo ser humano a una absurda obligación. Ya no puede negarse a estas alturas que así como una persona puede elegir libremente que ser en la vida, también debe poder elegir 110 cuándo y cómo morir de una forma más humana, para lo cual es necesario el reconocimiento de un “derecho a morir dignamente” no sólo como exigencia ética de unos pocos, sino como un verdadero derecho que requiere ser reivindicado. El morir dignamente reviste plena juridicidad y por esto todo ser humano debe poder elegir o exigir, para sí o para otra persona a su cargo, una muerte digna. Las personas deben poder vivir y morir humanamente en unas condiciones que supongan el respeto al hombre en su dignidad de persona y al hombre enfermo, no como a un simple paciente, sino como un agente activo de su enfermedad y salud. CAPÍTULO I DISPOSICIONES GENERALES a) b) Art. 1. A los efectos de la presente ley, se entenderá por: a- Eutanasia: Acción u omisión que deliberadamente causa la muerte sin sufrimientos físicos, de una persona que padece una enfermedad incurable y dolorosa, con el fin de eliminar el padecimiento de su agonía. Asimismo quedaran comprendidos todos los estados irreversibles a causa de accidentes o lesiones dolorosas. No quedan incluidos los casos de 111 estado vegetativo por muerte cerebral declarada, en virtud del artículo 23º la Ley 24.193 de Transplante de Órganos. (b) b- Eutanasia activa: acción positiva puesta en movimiento con la finalidad de causar la muerte de la persona. c- Eutanasia directa: suministro de drogas o procedimientos cuyo fin inmediato es provocar la muerte. d- Eutanasia indirecta: Administración de calmantes o drogas mediante los que se pretende paliar los dolores del enfermo cuyos efectos colaterales pueden causar la muerte. (c) e- Eutanasia pasiva u ortotanasia: Omisión de la aplicación de los medios proporcionados y ordinarios necesarios para sostener la vida. Inhibición de las conductas o suspensión de los tratamientos extraordinarios para prolongar la vida. f- Enfermedad incurable: Enfermedad cuyo diagnóstico es irreversible y en la que no existen posibilidades reales de cura o de respuesta a tratamientos específicos de acuerdo a los parámetros dados por la medicina actual. g- Enfermedad terminal: Presencia de una enfermedad avanzada, progresiva, incurable sumado a una falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico. Acompañada de un progresivo deterioro de la salud que causará irreversiblemente la muerte. 112 h- Testamento Vital: Declaración unilateral e inequívoca de una persona, en pleno uso de sus facultades, exteriorizada por cualquier medio fehaciente, por la cual la persona manifieste su voluntad de que se le aplique o no la eutanasia en cualquiera de sus formas. i- Pleno uso de facultades mentales: Se entenderá a los fines de la presente ley, que una persona se encuentra en pleno uso de sus facultades mentales cuando por su estado de conciencia y madurez mental y luego de haber recibido la información clara, precisa y suficiente respecto de su cuadro ésta pueda reflexionar acerca de su estado de salud, para tomar un determinación voluntaria y elaborada al respecto. El pleno uso de las facultades mentales debe comprobarse mediante acreditación psicológica. CAPÍTULO II SOLICITUD DE EUTANASIA. Art. 2. Toda persona que haya cumplido los 18 años de edad y que se encuentre en pleno uso de sus facultades mentales en los términos de la presente ley, podrá solicitar la aplicación de la eutanasia pasiva u ortotanasia o la aplicación de la eutanasia activa indirecta luego de recibir el correspondiente consentimiento informado e indicando en forma clara y 113 precisa los motivos de su decisión. Su voluntad será revocable en cualquier momento. Art. 3. Se entenderá por Consentimiento Informado la recepción por parte del paciente de su diagnóstico en forma clara, completa, precisa y veraz. La información debe incluir diagnóstico, riesgos, posibles tratamientos, beneficios y consecuencias. Asimismo el profesional deberá comprobar que la información haya sido correctamente interpretada por el paciente, para lo cual deberá poner a su disposición todos los medios necesarios para una acabada comprensión de su situación. Art. 4. La solicitud que deberá constar en la historia clínica del paciente, deberá realizarse mediante el cumplimiento de los siguientes requisitos: a. Que el médico que atiende al paciente le haya proporcionado toda la información correspondiente a su estado de salud dando cumplimiento al consentimiento informado dispuesto por el art.3. b. Que el pleno uso de las facultades mentales del paciente sean ratificadas por dictamen de psicólogo o psiquiatra. Quien deberá 114 certificar que la decisión es producto de su libre albedrío y libre de toda coacción. c. Que a partir de la primera solicitud el paciente sea consultado regularmente por un término prudencial características de su enfermedad que surja de las y en todas las oportunidades haya persistido en su decisión. Deberá quedar constancia de cada una de las consultas en la Historia Clínica del paciente. d. Asimismo deberá ser consultado ante cada nuevo tratamiento alternativo que surja y ante el cual deberá persistir en su decisión. e. Que previo a la solicitud el médico haya llegado, en consulta con uno o más médicos, al convencimiento de que el estado del paciente es irreversible. O en caso de existir tratamientos alternativos haya hecho conocer al paciente de su existencia y este se haya negado. f. Que el Comité de Bioética del establecimiento de salud haya sido consultado al respecto mediante informe del médico y dictamen del psicólogo. g. En caso de no existir en el establecimiento Comité de Bioética, deberá reunirse al efecto de evaluar la solicitud una Comisión compuesta por profesionales de la salud, al menos un abogado y un especialista en ética. 115 h. El Comité deberá emitir un informe expidiéndose al respecto de la pertinencia de la solicitud y si se han reunido todos los requisitos anteriores. Art. 5. Luego de emitido el informe por el Comité de Bioética el médico se encontrará en condiciones de llevar a cabo la solicitud del paciente en la forma en que este haya elegido. Art. 6. En caso de que el informe sea negativo o existan motivos fundados para sospechar de la real voluntariedad del consentimiento o pedido del paciente, el Comité deberá expresar sus razones y dar vista a la Justicia. Art. 7. En caso de intervención Judicial la solicitud se suspenderá hasta tanto se hayan aclarado los términos del informe y exista certeza de la veracidad del consentimiento. El proceso tramitará por vía sumarísima en el cual el paciente debe ser oído. Art.8. Una vez despejadas las dudas mediante el pertinente procedimiento las partes quedarán en condiciones de llevar a cabo la solicitud. 116 Art.9. Los médicos no se encuentran obligados a llevar a cabo la solicitud del paciente. En caso de oponerse deberá hacerlo saber y derivar el caso a otro profesional del establecimiento o propuesto por el paciente. CAPITULO III TESTAMENTO VITAL. Art.10. Toda persona que haya cumplido los 18 años de edad y que se encuentre en pleno uso de sus facultades mentales, podrá dejar constancia, en forma fehaciente, de su voluntad respecto de la aplicación de la eutanasia sobre su persona, en cualquiera de sus formas, en los casos en que según esta ley su aplicación sea procedente. Art. 11. Constituyen medios fehacientes para la instrumentación del testamento vital: a) Manifestación escrita toda entera, fechada y firmada por la mano misma de la persona en cualquier tiempo anterior al deterioro de su salud. b) Manifestación realizada ante escribano público. c) Manifestaciones verbales, grabaciones y/o filmaciones. 117 En caso del inc. a. la validez de la manifestación quedará supeditada a la constatación de la letra y firma del manifestante por dos testigos, o en su defecto por pericia caligráfica. En caso del inc. c la manifestación sólo será válida previa constatación judicial de su autenticidad. Art. 12. Ausencia de Testamento Vital. En caso de ausencia de Testamento Vital, no será procedente la aplicación de la eutanasia, salvo los siguientes supuestos: a. Que la persona afectada manifieste en pleno uso de sus facultades su decisión respecto de la aplicación de la eutanasia, ante el médico y dos testigos, previa comprobación de su estado de salud mental por un psicólogo. b. Cuando la persona no se encuentre en pleno uso de sus facultades mentales o en estado de inconsciencia, será procedente únicamente la aplicación de la eutanasia pasiva u ortotanasia, mediando solicitud y consentimiento de su cónyuge, ascendientes o descendientes hasta el segundo grado y en su defecto los colaterales hasta el cuarto grado, previa constatación médica de la irreversibilidad de su estado. 118 c. En el caso del inciso anterior y ante la inexistencia o incapacidad de parientes que puedan ejercer la representación, podrá autorizarse únicamente la aplicación de eutanasia pasiva u ortotanasia, previa constatación de la irreversibilidad del estado, solicitud médica y del Comité de Bioética de una autorización judicial. Art. 13. El orden de prioridades para realizar la solicitud y otorgar el consentimiento será el siguiente: los parientes en línea recta en primer grado concurren con el cónyuge; en caso de ausencia de cualquiera de ellos, corresponderá la decisión a los demás parientes en línea recta, teniendo prioridad según la proximidad en grados. De no existir cónyuge ni parientes en línea recta, concurrirán a tomar la decisión los parientes colaterales hasta el cuarto grado, también tendrán prioridad los que estén más cercanos en grado. En todos los casos, se requerirá unanimidad de los que estén en el mismo grado y el cumplimiento de los requisitos expuestos en el Capitulo II de la presente Ley. 119 1) CAPÍTULO IV 2) MENORES QUE NO HAN ALCANZADO LOS 18 AÑOS Art. 14. Los menores que no hayan cumplido 18 años de edad deberán ser oídos respecto de su voluntad de que les sea aplicada la eutanasia. La decisión deberá ser tomada por sus representantes legales, previo cumplimiento de los requisitos del Capítulo Segundo de la presente ley y mediando autorización judicial que acredite la real observancia de los intereses del menor. Art. 15. En todos los casos deberá tomar intervención el Ministerio Publico de la defensa de Menores e Incapaces. CAPÍTULO V 3) PROCEDENCIA DE LA EUTANASIA Art. 16. La eutanasia sólo será procedente en los siguientes casos y en donde la irreversibilidad, progresividad y permanencia del estado halla sido comprobada: a) Enfermedad terminal acreditada por informe médico. 120 b) Enfermedad incurable acreditada por informe médico que produzca un progresivo y grave deterioro de la salud. c) Lesiones severas, irreversibles y permanentes a causa de accidente. Art. 18. Fuera de estos casos, la aplicación de la eutanasia en cualquiera de sus formas será reprimida de acuerdo al art. 79 y ss. del Código Penal, aún cuando fuera solicitada por el paciente mediante Testamento Vital. Art. 19. Comuníquese, etc. 121 CONCLUSIÓN A lo largo del presente trabajo se buscó un sustento legal para los fundamentos dados a la necesidad de regular la eutanasia. Fue la misma Constitución Nacional la que prestó las bases a partir de las cuales se justificó la existencia de la autodeterminación de la persona y de su derecho a morir dignamente y en forma más humana. Tanto el reconocimiento de los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos mediante el Artículo 75º inc. 22, en los que además se les otorga jerarquía constitucional, como los artículos 19º y 33º de la Carta Magna, otorgan un frondoso sustento legal al tema de referencia y permiten despejar las dudas y opiniones detractoras que tildan a la eutanasia de caprichosa, eugenésica o económica mediante sólidas bases legales como las constitucionales. A través del principio de reserva se pueden trazar los límites de un ámbito íntimo y particular de cada individuo en donde quedan comprendidas todas las decisiones respecto de su cuerpo, salud y espíritu que en nada influyen a terceros. Dentro de este ámbito personal la autonomía humana alcanza la mayor relevancia y las elecciones de vida no pueden ser interferidas por la sociedad o el Estado. Decisiones de este tipo no pueden en nada perjudicar la moral o el orden público, de manera que intromisiones caprichosas, 122 cuestiones éticas o religiosas podrían constituir un peligroso avance violatorio de la intimidad de la persona garantizada constitucionalmente. Existe un verdadero derecho a la vida y a la dignidad humana comprendido en este ámbito personal que debe complementarse con la libertad de elección, disposición del propio cuerpo y pensamiento y con el reconocimiento de un derecho a morir dignamente como complemento de una existencia más humana protegida hasta el final de sus días. No se observa el perjuicio de una muerte digna y de elecciones de este tipo, cuando sean garantizadas por medio de una ley que proteja sus verdaderos fines y por eso se resalta su necesidad. Regulando la eutanasia se protegen sus objetivos librándola de fines desvirtuados y de prácticas ilegales, a la vez que se garantiza el ejercicio de la libre voluntad de quienes realmente necesitan de hacer uso de esta figura mediante una elección meditada y consciente. En suma, se es consciente de que hablar abiertamente de la muerte es muy difícil, sobre todo porque aceptar la muerte de los seres queridos y más aún la propia es uno de los procesos más traumáticos del ser humano. Aún siendo conscientes de su inevitable acaecimiento, los hombres buscan evitarla mediante procesos que logran retrasarla pero no impedirla. En nuestros días la palabra muerte es sinónimo de dolor y miedo y no es descabellado el impacto que genera la idea de provocarla, aún cuando 123 la vida se esté apagando. Pero es innegable que la muerte es un fenómeno consustancial a la vida del hombre y que convive con él cada día de su corta existencia. La realidad de la ciencia médica avasallante y vertiginosa, no ha logrado avanzar lo suficiente como para deshacerse de ella y si bien ha dado respuestas antes impensables transformándose en una especie de “super ciencia”, aún son muchas las personas que sufren en sus hogares y centros médicos conscientes de su inevitable e incierto deceso, esperándolo, en cuestión de días o meses. Todas ellas conviven con el fantasma de la muerte viviendo “sin vivir” el camino que queda para lo inevitable. Su entorno se entristece y la vida se altera mientras que la ciencia busca mantenerla a cualquier precio, aún cuando ya todos los medios sean inútiles al punto de transformarse en desproporcionados y hasta degradantes. Resulta curioso que ante semejante realidad el derecho se haya mantenido en silencio o haya optado por penar quizás el último ejercicio de la libre voluntad de una persona; o simplemente su necesidad de “vivir” los últimos momentos de una vida que se apaga, pero vivir en el sentido literal de la palabra, vivir con todo lo que ello implica, vivir dignamente, vivir con calidad; vivir para cuando quien esta a punto de irse valga la pena vivir, y no solo existir unos meses o días más. Sólo quien esta tan 124 cerca de su fin sabe el valor de la vida, de cómo quiere vivirla y el dolor de vivir aquello que ya no es vida sino simple existencia. Es hora de que la sociedad pueda familiarizarse con el tema y logre ver a la eutanasia a través de su verdadero fin; como una posibilidad o esperanza para aquellos que sienten el derecho de elegir como vivir y como morir siempre que ello no perjudique a los demás. Se está ante el ejercicio de un derecho individual e íntimo de cada ser humano de disponer de sí mismo. No se trata con su regulación de permitirla a cualquier precio, o por simple capricho, se trata de brindar una solución a un supuesto de hecho que aún no ha sido alcanzado específicamente por el derecho y que sin embargo halla sustento legal en el mas alto cuerpo legal, la Constitución Nacional. El derecho a morir dignamente como realidad que es, debe ser contemplado y garantizado mediante la ley. La vida como el bien más preciado merece ser respetada, pero si en el afán de respetarla se busca mantenerla a cualquier precio, puede convertirse en un descuido de la vida misma, pero de una vida digna, integrada por un conjunto de derechos que hacen posible vivirla, como lo son la libertad, la dignidad, y la integridad física y psíquica de todo hombre. 125 La eutanasia no hace apología de la muerte, la eutanasia garantiza el derecho de elegir a aquellos que tan cerca de lo inevitable buscan de vivir dignamente, priorizando la calidad de esos últimos momentos, por la cantidad de días sin “vida” en su vida. 126 BIBLIOGRAFIA • ANDRUET, ARMANDO S. (h), “Reflexiones Críticas a dos Artículos de la Ley Holandesa de “Terminación de la Vida a Petición Propia”. -“Bioética, Derecho y Sociedad. Conflicto, ciencia y convivencia”; Córdoba, 2004. • BASSO, DOMINGO, “Nacer y Morir con Dignidad. Bioética”. 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