23. Integración de las investigaciones arqueológicas del Alto Valle

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Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 321-330
ISSN: 0007-9502
Integración de las investigaciones
arqueológicas del Alto Valle del Guadalimar,
en la Sierra de Segura, en el ámbito
del Alto Guadalquivir.
El oppidum de Bujalamé
(La Puerta de Segura, Jaén)
Javier ALCALDE GONZÁLEZ
Luis M.ª GUTIÉRREZ SOLER
Juan Alberto NAVARRO GÓMEZ
Carmen RUEDA GALÁN
Juan Pedro BELLÓN RUIZ
Eva MONTES MOYA
Belén PORTASANY TROVO
Beatriz SÁNCHEZ JUSTICIA
Nuestro trabajo pretende abordar una lectura diacrónica de una zona desatendida desde el punto
de vista de la investigación arqueológica: el Valle Alto del Guadalimar. En líneas generales, la investigación busca la contextualización de un espacio territorial excéntrico al gran núcleo del Alto
Guadalquivir integrado por los grandes oppida de Cástulo, Iliturgi, Tugia, Puente Tablas o Úbeda la
Vieja, entre otros. La misma está basada en el análisis arqueológico de restos en superficie y una revisión de los escasos estudios realizados, desde la bibliografía y de las fuentes históricas.
De este esquema general se desprende la caracterización arqueológica del oppidum de Bujalamé,
jerarquizador del poblamiento ibérico de una extensa zona, que nos permite generar el debate acerca de
su funcionamiento o no como frontera o límite territorial, y la comparación de los territorios situados a
ambos lados de esta posible marca definitoria. Este oppidum es además el punto de partida para abordar
temas sobre propuestas tipológicas referidas a los distintos modelos de hábitat ibérico.
La siguiente, y relativamente extensa, descripción pretende indicar la clara presencia de tres grupos de relieve bien diferenciados, y sectores productivos bien definidos y contrastados del área, que como se verá resulta un claro nodo de zonas morfológicas y ecológicas1.
1. VALLE TENDERO, F. et alii, Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, Guía Botánico-Ecológica,
Editorial Rueda, Madrid, 1989. RIVAS MARTÍNEZ, S., Memoria del mapa de series de vegetación de España,
Escala 1: 40.000, Universidad Complutense de Madrid, Edita Icona, 1987, Madrid.
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Contexto geomorfológico del entorno de Bujalamé (figura 1)
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FIG. 1. Cuenca del Guadalimar a su paso por Bujalamé.
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Con un sentido noroeste-sureste, se suceden en el entorno donde se asienta
Bujalamé tres unidades geológicas fundamentalmente. En primer lugar, en el extremo noroeste aflora el Paleozoico de la Meseta, o Macizo Ibérico; en el centro encontramos la Cobertera Tabular, y por último en la franja meridional comienzan los
primeros relieves de las zonas externas de las Cordilleras Béticas que se encuadran
en el Penibético. De manera que estas tres unidades van a dar como resultado otros
tres tipos de relieves diferenciados en este territorio.
Las mayores alturas de la zona se hallan en la Sierra de Segura y se ubican en la
zona oriental respecto a Bujalamé, destacando dos vértices: Buitreras y Oruña, que a
la vez conforman el valle a través del cual discurren las aguas del río Guadalimar, que
va abriendo un paso natural hacia el Sur.
La Cobertera Tabular da lugar a una topografía suave que únicamente se ve
alterada por los afloramientos de dolomías que producen elevaciones del terreno,
como Salfaraz. Por otra parte, al norte, la amplia depresión de tierras rojas triásicas
de estructura tabular por la que serpentea el Guadalimar, tradicionalmente cerealista, ha sido invadida por el olivar, tanto en las zonas más altas al este del arroyo del
Gavilán, como en la solana y el poniente del cerro Salfaraz. Por debajo de esas altitudes, la salobridad de las tierras rechaza la nueva plantación y se extienden los
campos de labranza cerealista, salvo en algunos casos, donde el suelo salobre solamente admite pastizales. En lo más alto y en la umbría del Salfaraz, los matorrales
y los pastizales sustituyen a cualquier cultivo.
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Bujalamé se encuentra en el término municipal de la Puerta de Segura, localizado en el noreste de la provincia, y constituye un paso natural desde Sierra Morena
hacia las Sierras Prebéticas de Cazorla, Segura y las Villas (sector bio-geográfico subbético Cazorlense). Está vinculado con los sectores Hispalense y Subbético
Alcaracense (colindante al sector Manchego).
En el valle del río Guadalimar se desarrolla una amplia terraza que constituye
el asiento de las tierras más fértiles del entorno, lo que explica entre otros motivos
la elección de este lugar para el asentamiento humano. El río se encuentra al pie de
la ladera norte del Cerro de Bujalamé. Se trata del más importante afluente del
Guadalquivir por su margen derecha, y nace en el extremo nororiental de la Sierra
de Segura. Paulatinamente, su cauce poco profundo va excavando un valle estructural de fondo plano que se desarrolla como un pasillo de cinco kilómetros de
anchura aproximadamente que en sentido Norte-Sur separa la Meseta de las Cordilleras Béticas, y en sentido Oeste-Este comunica la Andalucía Bética con las estepas de Albacete y el levante español.
Las tierras aquí tienen limitaciones graves para el crecimiento de bosques productivos. A esta clase corresponden climas muy desfavorables y, salvo pequeñas
excepciones de regímenes muy fríos, éstos estarán caracterizados por un pequeño
período de actividad vegetativa a causa de las precipitaciones escasas. Las litofacies
dan lugar a suelos de mediocres propiedades, poniendo, a su vez, nuevas limitacio-
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Los materiales más recientes son las gravas, arenas y lutitas fluviales del Cuaternario. Son depósitos de terrazas fluviales acumulados en las márgenes del
Guadalimar y que constituyen terrenos llanos y muy fértiles. Estas características se
dan al norte de Bujalamé, y justo al sur comienza el tercer relieve, que es montañoso pero de alturas moderadas.
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nes al crecimiento del arbolado. Se trata de un bosque de talla elevada, en el que el
Quercus rotundifolia suele ser dominante. Únicamente en algunas umbrías frescas,
barrancadas o piedemontes, los quejigos pueden suplantar a las encinas. También
en las áreas mesomediterráneas cálidas, el acebuche y el lentisco (Olea europaea
subsp. sylvestris, Pistacia lentiscus) están inmersos en el carrascal. El río Guadalimar
presenta un bosque en galería donde predomina el álamo blanco (Populus alba),
capaz de resistir inundaciones más o menos periódicas. Además, es fácil encontrar
la mimbrera (Salix elaeagnos), los carrizos (Phragmites australis) y la enea (Typha
domingensis), zarzamoras (Rubus ulmifolius), madreselvas (Locinera periclymenum
subsp. Hispanica), etc.
Metodología
Se parte de una recopilación integral de la información referida a condiciones
geomorfológicas y condiciones ecológicas (teniendo en cuenta factores como: agua,
tierra, fauna, flora, latitud/altitud, etc.), evitando su uso de manera directa para la
reconstrucción de territorios del pasado.
En vista de la relativamente escasa cantidad de información (en relación con las
dimensiones del territorio) es necesario valorar todas las facetas de los datos obtenidos tanto en el campo como de forma bibliográfica. Para ello se está utilizando la propuesta de «Concepto de producto en Arqueología» de A. Ruiz, M. Molinos, F. Nocete
y M. Castro2 (disposición, deposición, circulación y funcionalidad en tanto producto), así como los cuadros de múltiple entrada propuestos por L. F. Bate. Se están
empleando también, de manera experimental, los principios de los postulados conductualistas de M. Schiffer sobre conjuntos de uso y conjuntos sistémicos. Todo esto
a fin de recomponer la información, que por el momento es muy fragmentaria.
Los trabajos se rigen bajo el concepto de que los contextos pueden ser «reconstruidos» en tanto su origen social, por lo que «todo el trabajo del arqueólogo consiste en identificar tales contextos a partir de unidades taxonómicas socialmente significativas. Dicho de otro modo: Para llegar a reconstruir la historia y la vida de un
pueblo dado, es menester aislar las unidades de restos materiales dejados por el
hombre (contextos) que sean susceptibles de ser comparados —orgánica y no aisladamente— con fenómenos sociales conocidos (etnológica e históricamente) y a
partir de la constatación de su recurrencia (repetición en varios pueblos) establecer
el carácter social que le corresponde. El método en Arqueología se organiza mediante técnicas cuya forma de proceder es a través de la búsqueda, análisis y explicación
de los restos de unidades taxonómicas socialmente significativas» (Lumbreras,
1981:393).
Las unidades de análisis van desde niveles territoriales, de asentamiento o sitio,
hasta información de artefactos y «ecofactos». Para esto los criterios básicos serán
los morfo-funcionales.
2. RUIZ RODRÍGUEZ, A. et alii, «Concepto de producto en Arqueología», Arqueología Espacial, 7, Teruel,
1986.
3. LUMBRERAS, L. G., La Arqueología como Ciencia Social, Ediciones Peisa, Lima, 1981.
Con este trabajo de investigación se ha pretendido elaborar una descripción y
definición del oppidum de Bujalamé y su relación geopolítica con el entorno, es
decir, el papel que se desprende del análisis territorial respecto a la estructuración
del poblamiento ibérico en el Alto Valle del Guadalimar. Todo esto derivado de la
intencionalidad en la elección del lugar privilegiado desde distintos puntos de vista:
— Alta posibilidad de aprovechamiento de abundantes recursos naturales
(hidrológicos, forestales, agrícolas ...). A diferencia de algunos sitios ibéricos de la
zona (es el caso del Cerro de la Virgen, con una funcionalidad de control y relacionado directamente con las tradicionales vías de paso de ganado), Bujalamé cuenta
con tierras muy fértiles para la explotación agrícola, así como su inmejorable ubicación en el Alto Valle del Guadalimar, hechos que se complementan hasta alcanzar un
posicionamiento incuestionable en el plano del autoabastecimiento y del control de
productos.
— Desde el punto de vista de control visual, Bujalamé se asienta en un cerro
amesetado que le proporciona una situación privilegiada de dominio sobre el paso
natural que comunica la Alta Andalucía con el Levante, en la Puerta de Segura.
— Por último, y en relación con el punto anterior, se podría hablar de un
aspecto estratégico que le da aún mayor relevancia a su indiscutible posicionamiento. Así, al hecho físico hay que añadir que el paso del río por su vertiente
norte puede responder a un factor defensivo más, que se suma al conjunto de características definitorias del sitio.
El problema fundamental, al que ha habido que enfrentarse en la fase de planteamiento inicial de los trabajos de reconocimiento superficial, ha sido la carencia
de estudios previos en la zona y concretamente en el oppidum de Bujalamé. Los únicos datos con los que se cuenta son los que han sido obtenidos de las prospecciones llevadas a cabo por anteriores investigaciones4, de las que se desprenden algunas conclusiones que hemos retomado con las recientes revisiones de inventario.
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Delimitación y definición del oppidum de Bujalamé
El planteamiento metodológico empleado en Bujalamé fue de revisión de los
datos conocidos para profundizar en el estudio del sitio. Partiendo de este punto se
realizó un reconocimiento superficial selectivo con observación detallada de materiales y reconocimiento de restos estructurales o su apreciación a través de los cambios artificiales observables en la topografía del sitio. El reconocimiento se llevó a
cabo por un grupo de seis personas que observó la plataforma que constituye la
zona habitable del asentamiento y se dividió en dos grupos de prospección con los
siguientes objetivos:
4. HORNOS, F.; CHOCLÁN, C.; CRUZ, J. T., «Prospección Superficial de urgencia en el término de Castellar
(Jaén), 1985», Anuario Arqueológico de Andalucía, III, 1987, pp. 222-225; LÓPEZ, ZAFRA y CRESPO,
«Prospección arqueológica superficial en la cuenca del Guadalquivir, valle del Guadalimar,
Provincia de Jaén», Anuario Arqueológico de Andalucía.
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A simple vista, Bujalamé adquiere la morfología característica que nos permite reconocerlo en el paisaje como un oppidum ibérico, es decir, se trata de un cerro
amesetado y fortificado, con una extensión de siete a diez hectáreas aproximadamente.
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— Reconocimiento del recinto amurallado. Los resultados obtenidos en esta
toma de contacto fueron la definición de la muralla en su tramo Este, siguiendo la
ruptura en las líneas de pendiente observables en la topografía, desprendiéndose de
esta manera que se trata de una construcción en piedras de pequeño tamaño en
unión viva, es decir, sin el empleo de ningún tipo de argamasa.
— Localización de la necrópolis asociada al asentamiento, sin que hasta el
momento se haya obtenido ningún resultado al respecto.
Los materiales observados permiten fechar este oppidum en el Ibérico Pleno, sin
que haya evidencias en superficie de una ocupación anterior. Tampoco, con los
datos obtenidos, podemos predecir el momento de finalización del funcionamiento del asentamiento.
Estudio del exvoto de «El Sacrificador» de Bujalamé
El exvoto de bronce conocido como El Sacrificador nos presenta un personaje
en actividad ritual sacrificando un animal que aparentemente es un cordero.
Actualmente la pieza se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid con procedencia desconocida, aunque recientes investigaciones de Narciso
Zafra apuntaban su procedencia en el entorno de La Puerta de Segura, en las proximidades de Bujalamé. La campaña de revisión del inventario realizada durante el
verano del año 2000 nos puso en contacto con los propietarios de los terrenos en
los que se localiza el oppidum, los cuales nos ratificaron la procedencia de El
Sacrificador del interior del perímetro amurallado. El análisis del exvoto y su procedencia puede ayudar a hacer algunas reflexiones sobre la probabilidad del sacerdocio en época ibérica, así como la relación de santuarios con la estructura social en
la zona del Alto Valle del Guadalimar y más concretamente en Bujalamé (La Puerta
de Segura, Jaén) situada en la misma vega del río.
Una mirada hacia las fuentes antiguas apenas da información sobre el sacerdocio en época ibérica. Sin embargo, un pasaje de Silicio Itálico (III, 01) ofrece una
descripción de los oficiantes religiosos del templo de Melkart en Cádiz. Aquí encontramos claras semejanzas con El Sacrificador: atuendos ajustados y una cinta en la
frente para recoger el pelo (semejanzas que coinciden con las variables propuestas
como características más indicativas de rango sacerdotal por T. Chapa y A. Madrigal,
19975). Parece ser un personaje con un elevado nivel social. Viste un faldellín corto
ceñido por un cinturón muy ancho. Peina largos bucles que le caen hasta los hombros. Una cinta le recoge el pelo en la frente.
En cuanto a la iconografía, opiniones como las de G. Nicolini (comunicación
personal, 2001) o L. Prados aceptan como sacerdotes a figuras con la cabeza tonsurada o una cinta ciñendo el cabello. También a figuras en posición no oferente con
un vestido ceñido y con un pliegue en el centro, rasgo que se repite en otros exvotos denominados sacerdotales.
5. CHAPA, T., MADRIGAL, A., «El Sacerdocio en época ibérica», SPAL, 6, Madrid, 1997, pp. 187-203.
Las similitudes del sacrificador con los sacerdotes conocidos de época ibérica son muy evidentes, según T. Chapa y A. Madrigal, pero lejos de pretender realizar una lectura referente a la compleja estructuración social de los mismos en el
ámbito de la cultura ibérica, queremos llamar la atención sobre su notable parecido estilístico respecto a determinados exvotos hallados en el Santuario Ibérico
de Castellar de Santisteban (Jaén), no muy distante de Bujalamé (apenas 30 kilómetros), sitio al que tradicionalmente se le adjudicó la procedencia de este interesante bronce ibérico.
Análisis territorial y relación entre el Alto Valle
del Guadalimar y el Valle del Guadalquivir:
primeras conclusiones
El planteamiento de las investigaciones realizadas en el ámbito del Alto Valle
del Guadalimar giró en torno a dos objetivos fundamentales, el análisis de la
estructura de poblamiento ibérico en esta zona, incluyendo los períodos inmediatamente anteriores y posteriores, y la relación o integración del mismo en las interpretaciones elaboradas para el Alto Guadalquivir.
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Otra característica que señalan son los objetos ligados a la celebración del
ritual. Los más significativos son los cuchillos sacrificiales. El cuchillo curvo es el
más utilizado en el período orientalizante, desapareciendo después en favor de la
falcata. Estos rituales de sacrificio tienen gran importancia, no sólo por los temas
religiosos, sino por el comportamiento económico relacionado con el consumo de
carne y el comercio.
Principalmente debemos tener en cuenta el marco espacial en el que nos
encontramos, inserto en un paisaje caracterizado por la presencia de zonas de alta
montaña, un complicado relieve y con una relativa escasez de zonas adecuadas para
el cultivo en el interior de las mismas. Por otro lado, y aunque pueda ser consecuencia de la escasez de investigaciones, la zona es periférica a las campiñas giennenses tan ampliamente investigadas en los últimos años6 y con una estructuración
poblacional que es capaz de generar respuestas políticas, que revelan su integración
social o «étnica»7.
El primer grupo al que hacemos referencia son los oppida presentes en el
entorno:
6. RUIZ, A., MOLINOS, M., Los Iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico, Barcelona, Editorial
Crítica, 1993.
7. MOLINOS, M., RISQUEZ, C., SERRANO, J. L., MONTILLA, S., Un problema de fronteras en la periferia de
Tartessos: las Casillas de Marmolejo (Jaén), Universidad de Jaén, 1994.
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Partimos de una hipótesis fundamental, referida a la existencia de un sistema
de asentamiento característico y distintivo desarrollado en la zona. Los diversos
muestreos y prospecciones selectivas, además del reconocimiento de los sitios
documentados en anteriores investigaciones, han puesto de manifiesto la existencia
de varios tipos de asentamientos ibéricos (Ruiz y Molinos, 1993).
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— Bujalamé: ubicado en la margen izquierda del río Guadalimar en una
amplia meseta, cuya superficie habitada podría ocupar entre las siete y diez hectáreas. Su posición es estratégica respecto a los recursos naturales (tierras de alta productividad) y geopolíticos (rutas de paso).
— Cerro de la Virgen: situado por encima de los 1.100 m.s.n.m. Es un punto
importante de control del territorio, relacionado con las rutas de paso desde el
Bronce Pleno (como lo mencionan Zafra, Crespo, Rozas en los Anuarios
Arqueológicos de Andalucía). Sus dimensiones no son superiores a las 5 hectáreas
y parece disponerse en aterrazamientos en su vertiente sur. Su entorno inmediato se
caracteriza por la completa ausencia de tierras aptas para el cultivo, distantes, en
todo caso, en más de tres km del asentamiento.
Otros asentamientos son:
— Cerro Castellones: puede tratarse de un pequeño asentamiento fortificado
inferior a las dos hectáreas. Se encuentra a media ladera de la vertiente sur de la
Sierra de Oruña, en la margen derecha del río Guadalimar, aunque en un punto
relativamente distante de la vega del mismo río y carece de una posición estratégica de control visual de su entorno. Los materiales observados en el mismo son escasos y podría pertenecer a una fase tardía del Ibérico Pleno. Parece que, con toda
seguridad, este asentamiento es abandonado en el Ibérico Tardío, apareciendo en el
siglo II a.n.e. el Cerro del Castillo, distante un kilómetro, cuya posición ahora sí privilegia los aspectos estratégicos de control del valle.
— Cerro del Cura: sus características son semejantes en posición y tamaño al
Cerro Castellones. También la cronología de los materiales parece coincidir con la
ocupación del mismo. Se encuentra sobre un pequeño cerro tipo domo, fortificado,
que no supera las dos hectáreas, sobre la margen izquierda del río Morles, afluente
del río Guadalimar, confluyendo con el mismo a unos 300 m.
— Cerro de Cabeza Grande: ubicado en la margen izquierda del río Guadalimar, presenta numerosas dificultades para su caracterización arqueológica. Su
perímetro fortificado genera un área de, aproximadamente, cuatro hectáreas, siendo visibles en superficie algunas estructuras cuadrangulares. Apenas se encuentra
material en superficie y los fragmentos de cerámica a torno son muy escasos y no
permiten establecer su cronología.
Las prospecciones y reconocimientos realizados hasta el momento no evidencian la aparición de torres o fortines. Únicamente podría atribuirse esta categoría al
sitio de Carrasquilla. Se trata de un pequeño asentamiento (inferior a dos hectáreas)
ubicado sobre una elevada cota en el entorno de Bujalamé (no dista del mismo más
de dos km). No se ha constatado la presencia de fortificación y tampoco es evidente en su topografía. Podría por tanto tratarse de una primera articulación entre el
gran oppidum de Bujalamé y su territorio político.
Tampoco se tiene suficiente información sobre la existencia de un modelo de
poblamiento en llano. Exclusivamente se ha documentado su presencia en un
pequeño sitio, cerca de la desembocadura del río Trujala, en la margen izquierda del
río Guadalimar. El Alfar del Lobo no supera las dos hectáreas, se encuentra en una
zona relativamente llana, sobre la primera terraza fluvial del río Guadalimar, y no
existen evidencias topográficas o geomorfológicas de una posible fortificación. Los
A modo de discusión preliminar se pueden desarrollar los siguientes planteamientos:
— Parece generalizarse como asentamiento tipo un oppidum de pequeño
tamaño, articulados en función de uno de mayor tamaño, y de características formales más homogéneas a los conocidos de otras regiones.
— Parecen existir vías de comunicación y posicionamientos estratégicos respecto a comunicaciones transversales en los sistemas montañosos (Cerro de la
Virgen). En estos casos la escasa productividad de las tierras del entorno contrasta
con la ubicación del asentamiento respecto a una vía tradicional de paso ganadero.
La articulación longitudinal, si bien se da por descontada, debe ser afinada en términos de variedad productiva, comunicación y control.
— Bujalamé está ubicado en un punto estratégicamente privilegiado, de control del acceso interior a la sierra a través del valle del río Guadalimar, por la Puerta
de Segura, y su consecuente comunicación por la zona albaceteña. Sin embargo, el
éxito de tal privilegio sólo es posible en relación con un patrón de articulación de
asentamientos que permitan el control y la integración territorial del Alto
Guadalimar con, y frente, a su entorno.
8. GUTIÉRREZ, L., El poblamiento ibérico en el curso medio del río Guadalimar, Tesis Doctoral, Microfichas,
Universidad de Jaén, 1998.
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Derivada de las prospecciones anteriores a nuestro reconocimiento, y relacionada con la integración de esta zona de sierra con la campiña, surge la hipótesis de
la existencia de un proceso de colonización desde el valle del río Guadalquivir hasta
el límite Noreste de la provincia de Jaén, a través del valle de dicho río y la cabecera del río Guadalimar. Se sostiene que asentamientos como Santo Tomé, Bujalamé
o Cerro de la Virgen ya estarían habitados en época Ibérica Antigua.
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materiales documentados pueden pertenecer a un momento tardío8. La exclusividad del sitio puede responder a la carencia de investigaciones sistematizadas en el
territorio, pero también a una posible peculiaridad funcional del sitio en su contexto cultural ibérico.
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