Jesús con la suegra de Pedro Lc 4 38-39

Anuncio
Hora Santa: La Presentación de Jesús en el Templo: Lc 2 21-38
1. Noticia:
Juan Pablo II volvió a poner en el horizonte de todo cristiano la vida que se nos planteó
en el bautismo, la razón, la esperanza, de todos nuestros esfuerzos personales y
eclesiales: la santidad. El cristiano debe querer ser santo, que Dios -el Santo de los
Santos, el 3 veces santo- penetre en su corazón y en su vida y lo transforme, lo
convierta, en santo.
La santidad no se compra a cambio de algo. Se la consigue en el trato con Dios.
San Juan expresa muy claro que «a Dios nadie lo vio, nunca» (1Jn 4, 12). Sin embargo,
se nos acercó, se nos hizo próximo, «Dios con nosotros», en Jesús de Nazareth. Jesús
nos llama, no a memorizar y repetir sus palabras, no a hacer lo que El hizo 2.000 años
atrás, sino a aprender de su corazón (ver Mt 11, 28-30). Sólo entonces, podemos cumplir su
mandamiento de amar como El nos amó (ver Jn 15, 12).
Eso vamos a hacer en esta hora. Estar con Jesús para que Él vaya haciéndonos santos.
Queremos un corazón como el suyo, para que, desde la intención, todas nuestras
acciones y operaciones sean de amor y servicio, hagan bien, no mal (ver Hch 10, 38; 1Pe 4,
19). Contemplaremos a Jesús en las dificultades de realizar su amor, en nuestro mundo
de afirmaciones egoístas, de individualismos, competencias, apariencias,
superficialidades, conformismos, esquematizaciones, de «ley del mínimo esfuerzo», etc.
2. Ambientación:
Canto: Pon tu Mano en la Mano del Sr. de Galilea (Uruguay: Cantermos Hermanos, nº
253)
3. Oración de Intención
Oremos: Enciende, Padre, nuestro deseo de Jesús. Que nunca hagamos de Él
y de su corazón algo adquirido, que sepamos que no tenemos lo que él puede y
quiere darnos, que abramos nuestros sentidos, nuestras inteligencias y nuestros
corazones, al deseo de su espíritu y su manera de actuar. Te lo pedimos por Él ,
que nos enseñó a amar y nos llamó a seguirle donde ya llegó para vivir contigo y
el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
4. Lectura de la Palabra de Dios:
Tranquila, pausada, atentamente leer Lc 2, 21-38
5. Preámbulos:
Composición de lugar: Jerusalén sobre el monte Sión, casas de piedras y ladrillo,
de 2 y 3 pisos, sobre callejas que suben hacia el templo. Arriba, grandes pórticos
de entrada, una enorme explanada, dependencias, escalinatas al Sancta
Sanctorum, la construcción magnífica, que demoró 46 años en ser levantada.
6. Mirar las Personas:
6.1. Simeón.
Vive en Jerusalén, en alguna de las casas de la ciudad. Era justo, es decir,
actuaba según la ley de Dios. Era piadoso, es decir, no un hombre materialista,
superficial, sino espiritual. En él se reconocía el Espíritu de Dios. Esperaba la
consolación de Israel: era un buen ciudadano, un patriota, identificado con el
pueblo de Dios, por quien sufría la corrupción, la derrota, la ocupación, el
dominio, etc. Pero, por el Espíritu Santo, estaba convencido que no moriría sin
haber visto al esperado de la naciones, el Cristo o Mesías, el enviado de Dios.
Aquel día, el Espíritu lo ha hecho levantarse, ponerse la túnica de ir al templo,
trepar las calles apoyado en el bastón, jadeando, haciendo altos...
6.2. Ana:
No sólo vive en Jerusalén sino en el templo: es una viuda, consagrada, intérprete
de los designios de Yahvé: tiene 84 años, pero hace ayunos y oraciones. Su
linaje viene de Aser, uno de los hijos de Jacob.
6.3. María y José:
No viven ni en el templo, ni en Jerusalén. Son «pajueranos», jovencitos, pobres.
Vienen a cumplir la ley. A los 8 días de nacido llevaron al bebito a la sinagoga,
donde el rabino del pueblo lo circuncidó. Y le pusieron Jesús, según María
recordaba el ángel Gabriel le había dicho debía hacer. Según la ley, ella había
seguido impura y purificándose 33 días más. Apenas cumplido ese plazo, puede
traer al bebe al templo, a presentarlo a Yahvé, porque es suyo. También quieren
hacer una ofrenda. Sólo les alcanza para 2 palomitas: una en reparación del
«pecado» y otra en agradecimiento, como sacrificio.
6.4. Jesús:
Si queremos ver a Dios Hijo encarnado, hecho hombre, sólo vemos un bulto, un
bebe envuelto en pañales, rebozos, una mantita. Viene en brazos de María o
José, unos jóvenes, tímidos, ignorantes, sin ningún protagonismo. Sin embargo...
7. Mirar qué hacen, oir qué dicen, unos y otros:
7.1. Simeón toma al niño en brazos y bendice a Dios manifestando que ha
encontrado lo que buscó toda su vida. También bendice a José y a María y a esta
le revela lucha, contradicciones, dolores, corazones desnudados.
7.2. Ana alaba a Dios y de toda la gente que habría en el templo, elige a los que
esperaban la redención de Dios y les habla del niño.
7.3. María y José no aparecen por sí, sino como los padres del niño: no hacen
nada, sólo se admiran, se dejan hacer.
7.4. Jesús niño: No dice, ni hace nada, no puede, no sabe. Solo está allí. Es Dios
amando en silencio, en brazos y labios de unos y otros.
8. Oración sobre uno u otro punto:
Es tiempo de esfuerzo personal orante: ponerle palabras a lo que el espíritu
suscita en el corazón y dirigirlas a Dios con confianza.
1. Quienes traen al amor cumplen la ley
2. Quienes reconocen el amor esperaron: con seguridad, perseverancia, ayunos y
oraciones.
3. Quienes reconocen el amor: alaban, bendicen, se sienten consolados, pero
prevén conflictos, dolores con buenos frutos en los corazones.
4. El amor debe ser dado a conocer, incluso para quienes ya lo viven
parcialmente.
9. Oración Común:
Oremos. Corazón de Jesús, que tu Corazón lata en el nuestro y transforme
nuestras relaciones personales y sociales, para que vivamos la justicia del reino
del Padre y, por Tí, Él nos bendiga en el Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.
Juan Antonio Medina S.I.
Descargar