Horacio Pilar poesías De Poesía Completa, Editorial Atuel, Buenos Aires, 2000. Bahía de santos Bueyes oscuros y humeantes en el corral del puerto, bajo sombras de guinches junto al agua tranquila. Bahía de Santos afiebrada hoy, brumosa, Bahía de Santos hoy afiebrada. Quiero que éste mi barco rompa su sombra de candado y en el muelle te deje lo que tienes de luz —como en un cementerio se despiden las flores las ondas entre mínimas ruedas de marea se llevan a la noche esta inquietud del aire, lo ojival de algún bote llevado por la niebla se refugia en su lisa platea de petróleo. Llueve sobre mis pies, llueve sobre la cara de mi cuerpo; hay quien llora esta hora con señales idénticas. La ventana del viento se me pega a los ojos, la mecha en santabárbara del corazón se quema, mi barco con mugido ardiente mata una mariposa y arrastra varios nombres con la proa al partir —con las manos caídas dejo caer adioses mientras alguien me espera en la ciudad del Sur. Bahía de Santos con la cintura al mar, Bahía de Santos afiebrada hoy, brumosa. Víbora La víbora su elástico puñal está caída está abajo del mundo a la altura del pozo enroscada en su peso con su hechura de rama sin brote de árbol desesperado que se come los pájaros por el sabor del cielo. Arde la suela suave, la víbora, su elástico puñal está caída engastada en un río de piel, con un aro de aceite en la garganta, va la víbora madre de víboras resumen de lagarto cuerda viva, con la punta de un látigo en la boca y no le doy la mano no la nombro enemiga nunca la he castigado ni le he alcanzado un pájaro, a veces ni la veo cuando voy distraído y me ha tocado verla como un leño dormido no le reclamo nada ni el ser víbora víbora ni el darle miedo al miedo un nervio con escamas. No le reprocho nada con su hechura de rama florida de hambre desesperada que se come los pájaros por el sabor del cielo vivo en el espejo de la tierra. Jornada I Vengo a cubrir la arena de abrazos y de flores a poner el corazón en cada ola a mojarme los ojos de ver mar a tener frío y calor a desnudarme a lanzar mi rodilla entre las piedras a saber de mí mismo bajo el aire a recoger las líneas de mi pie —de su vergüenza ajena a mi vergüenza— unidas en secreto hasta mi rostro caminaré sereno entre las líneas que atan nudos de luz bajo los pájaros. Luego de oscurecer la calle de mi ventana alta ágil noche de agosto con sandalias quemadas arrastra entre las hojas sus neblinas diamantes mojada de crepúsculo por la arena encendida clava navíos en la luna vuelca besos en las plazas y descalza los ojos para ver el silencio —los colores del aire llevan agua— su llanura metálica cubre los campanarios y los pájaros hacen su tibieza en los árboles los peces se asoman para ver las estrellas ágil noche de agosto que sostengo en la boca así como un retrato te conservo en mi cuarto. De quién heredo soledad lágrima en ojo de pájaro de qué fuerte sangre ésta la mía remanso sobre piedra de amor qué belleza otrora se hizo profunda como a veces en pecho de mujer la luna apaga su tristeza otoño torre de viento las vidas por las bocas se derraman y este vino al rojo con hojas de cobre me azula la mansión del pecho amor un golpe de ceniza en la ventana y un caerse de luz de antenas rotas un ala dentro del corazón abandonada. Llamo los barcos clavados en la luna de madera muerta como antaño escucho llantos de marineros atados a los pozos del mar escucho olas que vuelcan lenguas de cuero caballos de bronce que galopan micas y cristales y veo la alegría extenderme el corazón así como los niños deshojan el agua. Jornadas II Te hablo serenamente así hablo, lo bárbaro de tu sangre sonríe y tengo miedo de acariciarte despacio como tu piel exige, tan despacio, como el aire suave que te rodea exige el aire, que es otro la tierra el sol. Eres a la mañana como la mano al mundo el cuchillo a la herida el pasaje del tiempo por los ojos la suma luminosa que hace arder en los pájaros eres a la mañana por tu presencia misma los arroyos de sangre que te forman la boca el nudo que a la vida desatan las semillas apareces y toda la ventana que guardo con su diamante de oro se engarza a lo que eres el flujo y el reflujo de un beso en la marea canta la madrugada reclinada a tus pies. Esta oscuridad padece los buenos y benditos ojos que dices y me miras me llamas claramente con nervio de alquitrán repites las manos tartamudeas el corazón y el fósforo de la boca me amas como la cintura de agua ama el pie como la virgen ama el dolor que pudiera asi conservas al reloj de sol con tejida arena entubada y violeta asi matas a un pájaro derramada y terrible con el pulso del cuello sereno y ciego doncella que esperas con el aliento en cepo tu primer compañero al fondo de una plaza ésta es la verdad descalza que sufre su nervio de alquitrán su lago en la moneda profunda vuelas con el cuerpo empozado en la sustancia sin brillo de la noche y me llamas como si pudieras llamarme solamente el corazón en su puñal te mide la inocencia mientras cierras tus voces a éste tu ardiente territorio. Voz en pájaro oscuro, alud formado al vientre nido de agua implacable la primera palabra doble llanto en la herida del silencio el rostro de tu cuerpo con su bautismo de odio vulnerado bestia serena, rabiosa de fatiga bajo la plaza sucia en árboles consumidos entre nuestros labios habitados de amor lo inesperado ensaya el sueño elástico clavo de silencio arroyo de sol penacho de luna ensaya los rencores de mañana las camas que viviremos las fugas al mismo sitio el presagio incorpóreo de tu primera lágrima la memoria en las manos los primeros olvidos lo inesperado, con su mecha de azufre puesta a doler sobre nuestro vientre avalancha cercana de actos en la piel árbol seco en miradas de raíz a tu flanco nido de agua quebrada desde ti derramado juntos sin altura calor en tallos pezuña y alas del aire entrelazados la noche tira su ancla de yeso enarbolada bajo nudos de luz junto al pozo gastado boca en última boca llovizna la ceniza; sueño al fondo del agua con los ojos descalzos lo inesperado llega derrama su hora inmóvil dentro del campanario el palomar del pecho hecho todo palomas conquistado sin fuerza por la hiedra del viento lo inesperado surge con su barca vacía hasta ti y hasta mí en diferente arena: acantilado, solo, entre flores mordidas bajo huesos de pájaros veo tu dorso inútil hincado dulcemente por un adiós sin labios recogerse a lo lejos. El sol te recorre puramente te encuentro cuando está sobre tu mano me empujas con los ojos hasta el cielo y el viento la arena suave amor estoy como los pájaros que arrastran la espuma del ala estoy con lo absorto de tu cuerpo y conozco la claridad como de las manos puedo arrancar luz acariciándote tanto como tu espalda es oscura cuando te beso y el viento la arena juntos en la balanza ardiente.