Informe Final - Inicio - Universidad del Valle

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INSTITUCIONES CULTURALES, CAMBIO INTELECTUAL E
INMIGRACIÓN DOCENTE EN COLOMBIA
1930-1950
Informe del proyecto de investigación: Colombia: La República Liberal y los
transterrados españoles: cambio intelectual, instituciones educativas y exilio
republicano español, 1936 – 1950.
Renán SILVA
Indice
Agradecimientos…………………………………………………………
I
Presentación………………………………………………………………
1
I Enfoque, problema y fuentes……………………………………….
4
II La inmigración docente como posibilidad histórica……………
14
III Política cultural e inmigración docente en el marco de la
República Liberal.…………………………………………………………
41
IV Complejas relaciones entre las ciencias químicas y el
nacionalismo………………………………………………………………
65
Breves conclusiones…………………………………………………….
114
Orientación bibliográfica……………………………………………….
117
AGRADECIMIENTOS
El autor agradece sinceramente a todas las personas que lo han ayudado
en este trabajo. Como la lista es grande, en esta página se limita a
agradecer a la Fundación para la Investigación de la Ciencias y la
Tecnología del Banco de la República por su extraordinaria paciencia con
este trabajo y con este investigador, quien por motivos que no vale la pena
traer a cuento y que fueron casi siempre exteriores a él, se demoró el doble
o el triple de tiempo asignado en principio para el trabajo.
El autor desea así mismo reafirmar ante el Banco de la República y la
Universidad del Valle, que apoyaron académica y financieramente este
trabajo, que se encuentra abierto a todas las sugerencias que los
evaluadores y lectores puedan presentar a este Informe de Investigación, y
que en la medida de sus posibilidades está en la mejor disposición para
incorporar en el futuro las recomendaciones que se le hagan, tanto sobre
su contenido como sobre su forma.
Renán SILVA
I
PRESENTACIÓN
El presente texto corresponde al informe investigación del proyecto Colombia: la
República Liberal y los Transterrados Españoles: cambio intelectual, instituciones
educativas y exilio republicano español, 1936 – 1950, presentado a la Fundación
para la Investigación de la Ciencia y la Tecnología del Banco de la República. El
texto se compone de cuatro capítulos, una conclusión breve y la respectiva
bibliografía. Por fuera de lo anterior se incluye un Apéndice, constituido por dos
partes: un conjunto de breves fichas biográficas de algunos republicanos
españoles y un conjunto de hojas de vida de exiliados españoles republicanos y
de algunos inmigrantes docentes europeos que vinieron al país en los años que se
estudian en este trabajo (1930-1950 de manera aproximada). El autor piensa que
los dos apéndices son importantes en función de los análisis y las conclusiones
de la investigación realizada.
Los capítulos que comprende el trabajo pueden ser caracterizados de la
siguiente manera, desde el punto de vista de su contenido y de su propósito: el
primero de ellos consiste simplemente en una presentación breve del enfoque con
el que hemos trabajado, reducido en esta presentación a sus elementos más
definidos, desde el punto de vista conceptual. Durante todo el trabajo de
investigación hemos adoptado los mayores cuidados para que el enfoque elegido
no sustituya la realidad investigada.
El segundo capítulo presenta el problema de la “inmigración docente” en
Colombia en las décadas de 1930 y 1940. La idea es la de que América latina se
convirtió en un polo de atracción para una gran cantidad de académicos europeos
-no solo españoles republicanos-, que ante el avance del fascismo y la quiebra de
las democracias occidentales, querían o debían abandonar sus países de origen,
bien fuera porque la situación se hacía espiritualmente imposible para los
hombres de cultura, bien fuera porque de manera directa sus convicciones
políticas o su origen étnico los ponía en una situación de posibles víctimas de las
fuerzas dominantes en Europa en los años inmediatamente anteriores a la
Segunda Guerra Mundial o durante ésta. La idea del capítulo es la de que esa
inmigración abrió posibilidades culturales de enriquecimiento muy grandes para
los países de la región y en particular para Colombia. Se trataba de una gran
posibilidad histórica: cómo y cuánto se aprovechó o dejó de aprovecharse, sigue
siendo objeto de un debate histórico.
El tercer capítulo busca precisar de qué manera la política cultural de los
gobiernos designados en Colombia como la República Liberal (sobre todo los
gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos) ofreció puntos de apoyo
para que los inmigrantes europeos, y los exiliados españoles de manera
particular, encontraran un lugar en la sociedad de acogida. En cierta manera se
trató de una confluencia afortunada, cuyas grandes posibilidades desde el
principio observaron algunos miembros del gobierno y partido liberal, y de
manera muy precisa el presidente Eduardo Santos.
1
El capítulo cuarto es un estudio detallado de las relaciones concretas que
se establecieron en una institución cultural de tanta importancia como la
Universidad Nacional entre un destacado académico español –un químico-,
formado en España, Alemania y Suiza, y sus colegas colombianos. En la
introducción del capítulo se vuelve sobre algunos de los elementos que
especifican la forma como se ha tratado de estudiar ese tipo de relaciones entre
un grupo “establecido” y un recién llegado que al arribar no solo no conoce el
medio al que llega, sino que tiene formas muy diferentes de plantearse los
problemas de la vida académica. Solo hay que advertir, para evitar equívocos, que
no se trata de un estudio de historia de las ciencias, sino simplemente de un
análisis de “relaciones de fuerza” y formas de legitimidad en el campo académico.
La conclusión del trabajo está presentada a la manera de una síntesis
provisional y evita cualquier generalización imprudente, sobre un problema que
en nuestra opinión apenas comienza a investigarse.
El trabajo incluye una Orientación Bibliográfica, que no coincide
exactamente con los trabajos que se citan a lo largo del texto. Sobre este punto
hay que señalar que esa bibliografía se refiere de manera directa a los trabajos
que hemos consultado durante cierto tiempo sobre el tema específico de la
“inmigración docente”, con un fuerte acento sobre el exilio republicano español.
Como esa Orientación Bibliográfica incluye algunos breves comentarios sobre los
trabajos citados, puede verse como una especie de balance crítico de los estudios
sobre el tema, que hoy mismo tal vez habría que actualizar, aunque los cambios
del “estado del arte” parecen no ser mayores. Las fuentes secundarias que se
citan dentro de los capítulos son, o bien referencias sobre el enfoque que hemos
puesto en marcha, o bien referencias a literatura contextual, que aclara el
panorama general de lo que estudiamos de manera particular.
El Informe que se presenta a consideración de los lectores está construido
sobre una lógica sencilla: pequeñas proposiciones que se fijan desde el comienzo
de cada uno de los capítulos y ejemplos repetidos de hechos, de sucesos, de
eventos, que marchan en dirección de esas pequeñas proposiciones, incluso para
matizarlas y relativizarlas, no solo para afirmarlas.
Ese trabajo de demostración, que no ofrece mucha complejidad, tiene sí la
virtud de que está fundamentado en todos los casos en fuentes primarias, de
archivo, regularmente inéditas, y no utilizadas con anterioridad. Todo lo que aquí
se afirma proviene de la consideración de documentos de la época y tiene en
cuenta las huellas efectivas que del proceso quedaron. El lector que no comparta
las afirmaciones que aquí se hacen, puede dejarlas de lado, pero puede sacar
cierto provecho para formar sus propios juicios a partir de la documentación que
el trabajo aporta.
El uso sistemático de fuentes primarias y el recurso permanente al
ejemplo, como una forma elemental de demostración, crean una dificultad al
investigador, que no puedo dejar de mencionar: el problema de la reiteración. Es
decir que por cada uno de los sucesos estudiados podríamos aportar muchísimos
más ejemplos y multiplicar las referencias documentales. El archivo que sobre el
problema hemos reunido nos permitiría con facilidad multiplicar las situaciones y
2
los eventos. No nos ha parecido un buen camino, porque los ejemplos han sido
propuestos por su valor heurístico y no por otra razón. Ni el “bibliografismo”
recargado que hoy, sobre la base del uso de la Internet domina en la
investigación, ni la extensión desmedida de los informes, nos parecen virtudes
dignas de cultivar. El Informe propone y argumenta unas tesis. Solo espero que
ellas no sean un despropósito y que lo que tengan de demostración esté logrado a
través de los procedimientos con que de manera corriente se trabaja en el campo
del análisis histórico.
Después de haber estudiado por tantos meses el problema del que trata
este Informe, soy el primero en comprender que no solo el problema no está
resuelto, sino que estamos muy lejos de ello. Propongo pues algunos datos no
conocidos o poco conocidos y expongo de manera tímida algunos análisis muy
preliminares. Ofrezco disculpas de antemano por las repeticiones que el lector
observará entre cada uno de los capítulos.
3
I
ENFOQUE, PROBLEMA Y FUENTES *
La historia es relativamente conocida. Por razones diferentes, los años 1930 son
años fundamentales en la evolución política y cultural de España y de Colombia.
En España se trata de cambios constitucionales profundos, que se concretan en
lo que se denomina la Segunda República, que da al traste con la monarquía. En
Colombia se trata del fin de la llamada hegemonía Conservadora y la llegada al
poder de los gobiernos liberales, precisamente en 1930 y hasta 1946 (c). Bajo los
gobiernos liberales toma fuerza la idea de la necesidad de la transformación de
las viejas estructuras sociales, políticas y culturales, a las que se señala como
freno a la modernización del país, a la dificultad de Colombia para ponerse a tono
con el siglo XX, según se decía. 1
Dentro de este proceso de cambio, la modificación del vetusto sistema
educativo nacional se planteaba como una de las metas centrales. Según la
fórmula consagrada por la historiadora Aline Helg, se “trataba de civilizar al
pueblo y formar las élites”. Para el primer objetivo se pensaba que la extensión de
la higiene (en buena parte a través de la escuela pública), la generalización del
alfabetismo, la reforma pedagógica (la “escuela nueva”) y la introducción en la
enseñanza de mínimas nociones técnicas que sirvieran para calificar a los
trabajadores manuales, serían suficientes.
Para lograr el segundo objetivo –aquel de formar las élites- se pensó en la
fundación de nuevas instituciones educativas y culturales y en la reforma de
algunas de las ya existentes, y se intentó por distintos medios el concurso de
profesores y sabios extranjeros que, buscados principalmente en Alemania (sobre
lo cual ya existía una experiencia), en Francia y en Suiza, constituyeran un
soporte para el proceso. 2
En el origen de algunas de las instituciones básicas de la cultura
académica superior en el siglo XX colombiano se encuentra, mirado el problema
con mínima objetividad, la acción de los liberales, aunque mucho más por la
iniciativa de los propios jefes de Estado y de los círculos de intelectuales
Las siguientes páginas recogen de manera revisada nuestros planteamientos iniciales al
diseñar esta propuesta de investigación. Las incluimos aquí no solo por su carácter
informativo acerca de algunas de las perspectivas del proyecto y de la investigación, sino
porque ellas mismas fueron resultado de un trabajo de investigación, aunque de hecho
las hemos vuelto a revisar e introducido algún matiz, mejorado la exposición y recortado
sensiblemente su contenido. Por lo demás recogen algunos elementos de lo que puede ser
llamado un “estado del arte”, punto al que casi ninguna referencia hacemos en los tres
capítulos que forman el cuerpo central de este informe.
1 Cf. en general y para todo lo que se diga por relación con la República Liberal, Álvaro
Tirado Mejía, “López Pumarejo y la Revolución en Marcha”, en Nueva Historia de
Colombia, I. Bogotá, Planeta, 1989 y de manera más reciente R. Silva, República Liberal,
Intelectuales y cultura popular. Medellín, La Carreta, 2006.
2 Cf. Aline Helg, La educación en Colombia: 1818-1957 [1984]. Bogotá. UPN, 2001.
*
4
modernos de que supieron rodearse, que por acción de los miembros
tradicionales del partido (los políticos de oficio), los que no se encontraban
preparados para tal tarea, o simplemente no se interesaban en ella.
Así pues, con la República Liberal llegan también al gobierno muchos de
los jóvenes intelectuales que se habían formado sobre todo en el debate de ideas
en los años 1910-1930, que tenían cierto grado de cosmopolitismo (viajes a
Europa y a los Estados Unidos, lectura en lenguas extranjeras, correspondencia
con sabios de fuera del país, conocimiento de la literatura moderna y en alguna
medida de los desarrollos de la ciencia natural y las ciencias sociales modernas) y
sobre todo gentes que estaban convencidas del papel de la educación y de la
cultura en los cambios sociales.
Instituciones básicas en la evolución cultural de Colombia en el siglo XX
como son el Gimnasio Moderno, la Universidad Nacional, la Escuela Normal
Superior, el Instituto Etnológico Nacional, el (malogrado) Instituto de Altos
Estudios Sociales y el Instituto Caro y Cuervo son precisamente creación de la
República Liberal y de sus intelectuales –no constituye un error incluir a la
Universidad Nacional, pues bajo el primer gobierno de López Pumarejo se produce
realmente una verdadera refundación de una institución que había perdido su
vigor intelectual y hasta su propia naturaleza como centro de enseñanza superior
y que se encontraba fracturada en una serie de escuelas y facultades, sin
disponer siquiera de un campus propio que facilitara una actividad
medianamente coherente. Como no es un despropósito incluir al Gimnasio
Moderno, lugar básico de la temprana experiencia pedagógica liberal, que había
sido fundado en 1913 bajo la idea de renovar y modificar el panorama educativo
nacional, asumiendo la “revolución pedagógica” de finales del siglo XIX y
principios del XX.
Las instituciones mencionadas serán el lugar central de formación (de
aprendizaje, pero en algunos casos de enseñanza también) de quienes han
producido en Colombia obras que siguen siendo los modelos que una generación
ha creado como base de la moderna investigación científica nacional. Para
limitarnos al campo de las ciencias sociales, podemos mencionar a título de
ejemplos los que son precisamente los casos más destacados: Jaime Jaramillo
Uribe (El Pensamiento colombiano en el siglo XIX y Ensayos de historia social
colombiana), Virginia Gutiérrez de Pineda (La familia en Colombia, y con Roberto
Pineda Giraldo, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial, 1750-1810),
Gerardo Reichel-Dolmatoff (Los Kogi. Una tribu de la Sierra Nevada de Santa
Marta, Colombia y Desana. Simbolismo de los indios Tukano del Vaupés, y con
Alicia Dussán, The People of Aritama. The cultural personality of a colombian
mestizo Village), con lo cual damos cuenta de la aparición de tres ramas básicas
del saber científico moderno: la historia, la antropología y la etnografía de
perspectiva etnológica.
Por su parte, España, a partir de 1936 y hasta 1939, conoció una
confrontación civil –la Guerra Civil española- de repercusiones enormes, uno de
cuyos efectos típicos fue el llamado “exilio republicano español”, un éxodo y una
diáspora constituidos no solo por gentes que participaban de los ideales de la
República y se oponían al fascismo desatado por los insurgentes, sino también
5
por gentes que aún siendo partidarias históricas de la Monarquía, aceptaban el
nuevo orden republicano consecuencia del curso democrático.
Entre 1936 y 1950, pero de manera particular entre 1936 y 1939 España
conocerá un fenómeno de emigración masiva que tendrá, en la perspectiva que
nos interesa, un rasgo característico que define el proceso: la historia demográfica
y social de España enseña que los españoles habían estado saliendo de su país a
lo largo del siglo XIX para distintas partes del mundo –no solo bajo la forma de
exiliados políticos liberales-, escogiendo como uno de sus destinos más
constantes el de las Américas. “Cruzar el charco”, “hacer América” son
expresiones que han perdurado en el lenguaje coloquial español, como recuerdo
de algo que en el pasado fue una constante.
Pero el exilio republicano español se caracteriza ante todo porque, a
diferencia de lo que ocurrió sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, no son
trabajadores del campo ni obreros urbanos semicalificados los que toman el
camino de la emigración. Ahora el viaje hacia América –en este caso América
latina- será mayoritariamente el de gentes de alta cultura, el de profesores
universitarios, el de periodistas, escritores y artistas, el de científicos, el de
técnicos especializados en ramas modernas del saber, una emigración cualificada
en términos de ciencia y de cultura que buscará dar continuidad a su trabajo de
saber en América Latina, en donde, bajo ciertas condiciones que no se pueden
idealizar, terminará encontrando un lugar apropiado para el ejercicio de su
actividad profesional e intelectual y en donde al mismo tiempo cumplirá un papel
esencial como matriz formadora de nuevos grupos intelectuales, como
instrumento animador de la vida cultural, como núcleo de transmisión de
muchos de los elementos de la cultura europea –sobre todo alemana, para el caso
de la filosofía y la historia- y como elemento socializador en nuevos valores
respecto del rigor en la actividad científica e investigativa. 3
La crónica de este suceso impresionante de emigración cultural es
relativamente bien conocida para los casos de México –el principal lugar de
acogida de intelectuales republicanos-, de República Dominicana –en donde el
proceso no tuvo ninguna trascendencia y en cambio sí planteó inmensas
dificultades- y de Argentina –en donde fue más el esfuerzo privado y familiar,
antes que el estímulo oficial, lo que facilitó el proceso-, por la importancia
cultural y científica de las gentes que llegaron a esos países o por el papel que
desarrollaron en el campo editorial (Fondo de Cultura Económica, Editorial
Losada, entre varios ejemplos), por las obras de pensamiento que tradujeron e
Cf. Nicolás Sánchez Albornoz –con la colaboración de María Teresa Pochat-, El destierro
español en América. Un trasvase cultural. Madrid, Instituto de Cooperación
Iberoamericana, 1991. Para el contexto general de la situación española, entre una
variedad de fuentes, muchas de ellas de gran calidad, cf. Manuel Tuñón de Lara –
director-, Historia de España, IX, La crisis del Estado: Dictadura, República, Guerra (19231939). Barcelona, Editorial Labor, 1981. La publicación más reciente que sobre el tema de
los exilios políticos en la historia de España conocemos es Jordi Canal (ed.), Exilios. Los
éxodos políticos en la historia de España. Siglos XV-XX. Madrid, Silex, 2007 –de crear a
este libro habría que tomar en serio la renovación de los estudios históricos en España
sobre el tema de las migraciones. Se trata de un libro recomendable por más de una
razón
3
6
introdujeron en nuestros países (Karl Marx o Max Weber, entre otros autores),
por las corrientes filosóficas que fundaron o desarrollaron (como en los casos de
María Zambrano o de José Gaos, traductor además de Heidegger) y por las
instituciones que fundaron y animaron (el Colegio de México, por ejemplo).
En el caso colombiano puede observarse, aun reconociendo lo inexplorado
y trivializado del problema, que en el llamado “exilio republicano español” –que en
el país no debió llegar a 100 personas, si nos fijamos estrictamente en el campo
de los trabajadores intelectuales-, sus miembros funcionaron como grandes
animadores culturales que encontraron un campo propicio y receptivo para su
actividad en la propia política cultural de la República Liberal, y esto pese a la
conocida actitud de rechazo que respecto de ellos mostró el partido conservador y
gentes de la Iglesia católica, y aun algunos miembros del partido liberal.
Se trató en general de un grupo que, sin tener siempre el carácter de
“intelectuales destacados” que tuvo buena parte de quienes llegaron a México, sin
haber gozado de la visibilidad que lograron en sociedades que atravesaban
dinámicas culturales intensas (como son las casos de México y Argentina y aun
de Chile), y sin haber podido gozar de las facilidades que ofrecía la existencia
previa de instituciones culturales de alto desarrollo (como en México) o de
colonias de recepción ricas y socialmente notables (como en el caso de los
españoles de Chile), habiendo llegado a un medio social pueblerino y atrasado,
sin mayores tradiciones de arte, cultura y ciencia, y sobre todo históricamente
caracterizado por la ausencia de instituciones de cultura que favorecieran el libre
desempeño de los “hombres de letras”, encontró un entorno de alguna
receptividad cultural y puso una de las cuotas mayores en la formación de un
nuevo ambiente para la ciencia y la investigación. 4
Jaime Jaramillo Uribe, quien tuvo contacto directo como discípulo en la
Escuela Normal Superior con algunos de los miembros del exilio republicano
español y fue luego amigo de algunos de ellos, ha indicado ese papel de
animadores y formadores culturales de algunos de los miembros más importantes
del exilio español. Así por ejemplo, hablando de Luís de Zulueta, escribe que “nos
descubrió a quienes por entonces éramos jóvenes, lo que podríamos llamar, con
mayúscula, la Cultura Europea de la época, en sus famosas conferencias
dictadas en el Colegio de San Bartolomé”. Y hablando del gran historiador José
María Ots Capdequí dirá que “el fue quien nos inició, nos descubrió y nos reveló
muchos aspectos de la historia social colonial y el que incitó a muchos miembros
de mi generación, y a mí mismo, a tomar en serio la historia colonial de nuestros
países”. 5
Hay que mencionar, así de pasada, la importancia de la migración cultural alemana en
Colombia. Sobre este punto también hay un vasto campo por explorar. Cf. –solo como
ejemplo- Giorgo Antei, editor, KOLUMBIEN, Presencias alemanas en Colombia. Bogotá,
1998.
5 Jaime Jaramillo Uribe, “José María Ots Capdequí, historiador del derecho indiano”, en
Politeia, No 12. Bogotá, Universidad Nacional, 1993, pp. 11-14.
4
7
Estado del arte de la investigación
Dadas las condiciones ideológicas y políticas a que el régimen del General
Francisco Franco sometió a la sociedad española, no es de extrañar que el
problema del exilio republicano no se empezara a discutir hasta bien avanzada la
descomposición de la dictadura y cercana la muerte del Caudillo. Es
precisamente este hecho el que menciona de manera directa José Luís Abellán, el
director de la obra más voluminosa –seis volúmenes- que hasta el presente se ha
producido sobre el exilio republicano español en América Latina. Abellán escribirá
que “A principios de 1973 un grupo de amigos empezamos a trabajar en un
proyecto –la historia del exilio español en 1939- que nos parecía una laguna
vergonzosa en nuestra bibliografía”, agregando que la mayoría de los españoles
tenía un desconocimiento completo de ese suceso extraordinario, de tal manera
que se hacía necesario “dar una información lo más exacta y precisa posible de lo
que dicho éxodo había representado en nuestra historia política, cultural y
social”.
Abellán señala, en la introducción a la obra que dirigió, y que apareció en
España en 1976 –cf. Vol. I-, que se trataba de producir una obra “pluralista, con
autores y enfoques múltiples”, aspirando a elaborar la “primera historia de
conjunto sobre el exilio español de 1939”, agregando que, y este punto es
importante en nuestra dirección, “hemos puesto el acento en la información
documental y bibliográfica”, para terminar señalando que: “Después vendrán
otras obras de interpretación y exégesis o de análisis, pero se hace perentorio en
un primer momento darle un carácter descriptivo e informativo que sirviese de
base a otros enfoques”. 6
El propósito fue loable y la obra ha sido de inmensa utilidad –posiblemente
el instrumento más valioso con que contamos en este terreno-, pero no es seguro
que la empresa haya encontrado sus continuadores. Por lo demás, en el terreno
mismo de la información, el propio profesor Abellán reconocía que el propósito
había fracasado. Así por ejemplo, refiriéndose al capítulo sobre la “antropología
en el exilio” -artículo encargado al conocido especialista Fermín del Pino-, uno de
los campos en los que los exiliados republicanos más contribuyeron y en donde
se encontraban representantes muy eminentes de esa disciplina en formación, se
nos recordará que no se logró “hacer un análisis de lo que significó la aportación
del conjunto de todos ellos [los antropólogos]”, limitándose [el autor] a elaborar
una serie de fichas sobre diversos antropólogos, y aun así se trata de un listado
incompleto… Sirvan estas líneas de justificación y de disculpa al lector”.
Casi en el mismo momento en que apareció la obra dirigida por el profesor
Abellán entró en circulación el trabajo importante (y también voluminoso) de
Javier Rubio, que se ocupaba del mismo fenómeno, pero insistiendo mucho más
en los aspectos demográficos, terreno en el que la obra tiene el mérito no de
haber aportado cifras seguras, sino de haber favorecido la discusión, por la
propia polémica que suscitó.
José Luís Abellán –bajo la dirección de-, El exilio español de 1939, 6 volúmenes. Madrid,
Taurus, 1976-1978.Cf. de manera particular la Introducción al primer volumen realizada
por el profesor Abellán, p. 13 y ss.
6
8
Javier Rubio comienza su obra reconociendo lo mismo que Abellán había
ya mencionado: la casi nula investigación sobre el problema en España. Escribirá
entonces que, “aunque parezca sorprendente [el fenómeno migratorio] no ha sido
objeto de un estudio válido de conjunto, a pesar de los cuatro decenios
transcurridos desde que se inició la guerra civil”, y dio a su obra como objetivo
mayor el de ofrecer “en forma coherente una visión global de este extraordinario
fenómeno político-migratorio a través de una óptica esencialmente histórica”. 7
Sin embargo, el resultado global del trabajo, a pesar de que ha sido
considerado un avance de investigación, no ha dejado al parecer contento a
nadie, sobre todo en punto a las cifras propuestas, que es el objeto mayor de la
obra de Rubio, de tal manera que los aspectos cuantitativos del problema siguen
siendo un enigma, como lo reconoce el propio José Luís Abellán en una de sus
obras más recientes dedicadas al exilio, lo que además ha llevado a la curiosa
idea de que por qué los resultados del esfuerzo han sido infructuosos, la tarea
debía abandonarse, como ha sugerido en obra reciente Luís de Llera Esteban,
quien sobre el problema de las cifras reales del exilio ha escrito: “Poco importa –
entre otras cosas porque las estadísticas existentes carecen de rigor…”. 8
De manera resumida podemos decir sobre la historiografía española del
problema que, luego del largo y explicable olvido y silencio sobre el fenómeno, las
obras que han aparecido se han caracterizado por ser primeras visiones más bien
informativas sobre el suceso –como en el caso de la obra dirigida por J. L.
Abellán-; o que se ha tratado de obras ante todo polémicas, por moverse en un
terreno que produce grandes dificultades de análisis –como en el caso de la
historia demográfica, en la obra de Javier Rubio-, suscitando polémicas que no
han encontrado ningún terreno favorable de solución, recordando más bien el
carácter altamente valorado y pasional que asumen las discusiones sobre el exilio
sobre todo en España.
Pero por fuera de estas dos obras, de méritos innegables, se puede decir
que la mayor parte de los estudios publicados resulta de un valor muy discutible,
por la dificultad de plantear un problema real de investigación, bien sea porque
de entrada limitan su alcance al terreno simplemente testimonial, bien sea
porque sus resultados no les permiten pasar de ese nivel. Como se escribe con
relativa exactitud en una obra aparecida en 1991, “prácticamente todo lo anterior
gira en torno al ámbito de la crónica histórica, testimonial o temática, y pocos
han intentado estudiar los procesos formales del fenómeno”, lo que en buena
medida se puede aplicar sin injusticia a la obra que señala esa crítica, obra en la
que además, como en casi todas las demás sobre el exilio republicano español, el
caso colombiano no ha sido nunca considerado, más de allá de cinco o seis
renglones que repiten los hechos conocidos. 9
Javier Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se
produce con el fin de la II República Española. 3 volúmenes. Madrid, Librería Editorial San
Martín, 1977, Vol. I, p. 13 y ss. El volumen III con un valioso apéndice documental.
8 Cf. Luís de Llera Esteban –Coordinador-, El último exilio español en América. Madrid,
MAPFRE, 1996, p. 13; y José Luis Abellán, El exilio como constante y como categoría.
Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp. 69-70.
9 J. M. Navarro-Calderón, El exilio en las Españas de 1939: ¿A dónde se fue la canción?
Madrid, Anthropos, 1991, pp. 14-15.
7
9
Al parecer los mejores trabajos sobre el fenómeno que nos disponemos a
estudiar han sido el producto de académicos de los Estados Unidos. La amplitud
conocida de las agendas de investigación de las universidades de los Estados
Unidos, unida a la superpoblación de sus doctorandos, muchos de ellos carentes
de temas de investigación, y al interés de una parte del mundo universitario por
la vida política y cultural mexicana, sirvieron para que muy tempranamente
aparecieran en los Estados Unidos –antes que en México y en Argentina- obras
importantes sobre el exilio republicano español en América Latina, aunque
ninguna de tales obras se ocupa del caso colombiano –con una excepción que
más adelante señalaremos.
Dentro de las obras sobre el exilio español republicano producidas en el
ámbito de los estudios sociales en universidades de Estados Unidos,
posiblemente la que más debe retener nuestra atención debe ser la de Patricia W.
Fagen, no solo por su carácter temprano, por comparación con lo realizado en
España -1973-, sino por su rica documentación, por su capacidad de dar una
mediana forma conceptual al problema del que quiere ocuparse, y por la forma
mesurada y práctica como hace intervenir nociones complejas como las de
“intelectual”. El trabajo, en su origen una tesis doctoral, se ocupa con cuidado de
trazar el cuadro inicial del surgimiento de la República Española y el comienzo de
la confrontación que llevará a la guerra civil, en los términos en que el asunto es
más o menos conocido; pero a continuación se detiene con cuidado en el estudio
de las contribuciones académicas del exilio y sus repercusiones sobre la vida
social en general, además de plantear y desarrollar el tema de las “asociaciones
republicanas” en México, como uno de los elementos que necesariamente dieron
densidad, profundidad y permanencia en esa sociedad a los exiliados, realizando
un ecuánime balance del legado dejado por los españoles republicanos de 19361939.
Aunque el libro de Patricia Fagen no se ocupa de Colombia, las pistas de
investigación aportadas son notables, como notable fue su intento de quitar un
poco de “lírica y retórica” al suceso examinado, prestando atención a los matices
en cuanto a la forma de recepción por parte de la sociedad mexicana (“Huéspedes
mal acogidos”), a las formas de “sociabilidad” desarrolladas por los inmigrantes
(“La unión de profesores españoles en el extranjero”) y a las modalidades
diferenciales de recepción de la comunidad española previamente establecida en
México, trazando un “programa” que habría que continuar para el caso de las
otras sociedades que recibieron a la emigración intelectual española, entre ellas la
colombiana. 10
Patricia W. Fagen, Trasterrados y ciudadanos [1973]. México, FCE, 1975. Cf. también
Loys Elwyn Smith, Mexico and the Spanish Republicans. Berkeley and Los Angeles,
University of California Press, 1955, Julián Amo y Charmion Shelby, La obra impresa de
los intelectuales españoles en América, 1936-1945 –Prólogo de Alfonso Reyes-. Stanford
University Pres, 1950, y más recientemente, pero se trata de una obra que no conozco,
Michael Ugarte, Shifting Ground: Spanish Civil War Exile Literature. Duke University Press,
1989.
10
10
En el caso colombiano hay que señalar que no existe una sola obra
dedicada al problema, que pueda ser mencionada ni por su acopio documental ni
por la calidad de sus análisis. El reciente libro publicado bajo el título de Memoria
y Sueños. Españoles en Colombia en el siglo XX, constituye una crónica, en parte
una hagiografía, que no dibuja ningún objeto de investigación, y que se contenta
con recopilar datos, muchos de ellos conocidos, que no son sometidos a ningún
proceso de elaboración ni de interpretación. 11 Posiblemente su mayor mérito sea
el de incluir un C. D. que contiene informaciones brindadas por algunos de los
transterrados o sus descendientes acerca de su experiencia en Colombia. Estas
palabras que suscribimos no deben considerarse como una forma desatenta de
dirigirse a otros trabajos de investigación. Lo que se señala es simplemente el
carácter de crónica y recopilación inicial de ese tipo de trabajos, reconociendo que
una crónica puede ser una contribución importante como materia prima para el
análisis de un problema. 12
Por fuera de lo anterior, y teniendo como objeto central el significado del
exilio republicano español, los debates en torno a los exiliados llegados a
Colombia y las discusiones de prensa acerca de la Guerra Civil española y el
advenimiento del régimen franquista, el texto que nos parece más importante y
mejor elaborado, hasta donde llega nuestro conocimiento, es el que escribió hace
ya muchos años el gran historiador David Bushnell y que ahora por fin se
consigue en castellano. El texto muy detallado y cuidadoso respecto del objeto
que se fijó –esencialmente la política colombiana frente a republicanos y
franquistas, considerada a través de la prensa- fue citado por primera vez por
Álvaro Tirado Mejía en su libro sobre el primer gobierno de López Pumarejo, antes
de que fuera publicado en inglés en los Estados Unidos. 13
Una contribución que merece citarse por que se dirige de manera directa al
problema que nos interesa –por lo menos a algunos de sus aspectos- es el trabajo
de José Hernández García, La guerra civil española y Colombia 14 , un libro que
reúne datos interesantes, que revisó una cantidad grande de prensa de esos años
11 F. Vejarano Delgado, M. E. Martínez y C. Hoyos Uribe, Memoria y Sueños. Españoles en
Colombia. Siglo XX. Bogotá, Fundación Españoles en Colombia-Universidad Externado de
Colombia, 2004, cf. de manera particular pp. 129-224.
12 Al trabajo anterior se puede agregar la monografía titulada Españoles en Colombia.
Médicos y odontólogos exiliados a consecuencia de la Guerra Civil en España. Una
aportación española a América –Madrid, Fundación Españoles en el Mundo, 1992-,
trabajo que, por fuera de su tema, perfectamente localizado y particular, se constituye en
una especie de homenaje de reconocimiento a un grupo social
13 Cf. Mark Falcoff and Fredrick Pike, The Spanish Civil War 1936-1939: American
Hemispheric Perspectives. University of Nebraska Press, 1982. –He podido obtener una
copia del artículo a la generosidad del profesor David Bushnell. –Cf. David Bushnell, “La
guerra civil española, 1936-1939: perspectivas colombianas”, en Ensayos de historia
política de Colombia, siglos XIX y XX. Medellín, La Carreta, 2005.
14 José Ángel Hernández García, La Guerra Civil Española y Colombia. Influencia del
principal conflicto mundial de entreguerras en Colombia. Bogotá, Universidad de la
Sabana/Editorial Carrera Séptima, 2006. En un plano más general habría que agregar el
libro de Rodrigo de j. garcía Estrada, Los extranjeros en Colombia. Bogotá, Planeta, 2006,
que se ocupa sobre gentes de otras partes que han venido al país, pero se limita al siglo
XIX, ya que su interés es el del aporte de los extranjeros a la construcción de la nación en
el primer siglo republicano.
11
y que se dirige ante todo a los aspectos políticos del problema y a las relaciones
entren los gobiernos, aunque incluye una cierta cantidad de información sobre
algunos exiliados republicanos, sin estudiar, porque no es su interés, el problema
de la actividad académica de los republicanos españoles en el país.
Trabajos que no toman como objeto directo el problema que nosotros nos
proponemos enfrentar han arrojado en muchas ocasiones datos, nombres y cifras
importantes para componer el cuadro del exilio republicano, sobre todo en el caso
de la Escuela Normal Superior. Igualmente, y casi siempre con mucho más
acierto, el problema ha sido mencionado en las historias parciales que de las
universidades públicas o de algunas de sus facultades existen en el país.
Pero en sus aspectos más definidos la rica aventura intelectual que
significó para el país el exilio republicano español permanece por ahora en la
oscuridad, y al parecer permanecerá por largo tiempo. La experiencia de trabajo
nos ha dejado la idea de que las fuentes documentales para el estudio del
problema si bien se encuentran dispersas y no son de fácil localización, son ricas
y muchísimo más abundantes que lo que uno se imagina, al punto que si al
principio el investigador puede quejarse por la falta de informaciones, recorrido
un trecho del camino en los archivos lo que habría que quejarse es por las
dificultades de tratamiento que plantea la riqueza y abundancia de las
informaciones. En el caso nuestro hemos consultado las fuentes habituales de
prensa que siempre se mencionan, las que muy poco citamos, pues reflejan los
aspectos más conocidos del problema y los que tocas de manera menos directa
con los problemas del orden cultural e intelectual y de trabajo académico. Hemos
consultado durante largos meses los fondos llamados “Visas” en el Archivo
General de la Nación. De ahí hemos extraído una buena cantidad de
informaciones –amplias por el número pero pobres en cuanto al contenido- de
solicitudes de ingreso, sin que se pueda establecer con exactitud si fueron
respondidas de manera positiva o rechazadas. Se trata de datos importantes,
pero complementarios para este trabajo.
Las informaciones que más han resultado de interés para este trabajo son
las que provienen del Archivo de la Escuela Normal Superior, de los fondos
Ministerio de Educación –posesiones- del Archivo General de la Nación, de
informaciones que aparecen el Diario Oficial (en donde se publican los registros
de contratos y otros instrumentos civiles), pero esencialmente del Archivo Central
de la Universidad Nacional, que ha sido para este trabajo el apoyo esencial.
Sin embargo, por el volumen de información y por tratarse de un momento
muy inicial de lo que llegará a ser un gran archivo en el futuro, por el escaso
conocimiento que tenemos de tal archivo (sus fondos, sus secciones, sus
laberintos, sus trampas), la consulta que hemos adelantado puede caracterizarse
como puramente inicial y hasta superficial (si entendemos esta última palabra
como una advertencia de que no hemos sido capaces por ahora de bucear en la
profundidad de esa documentación, un hecho que es necesario reconocer.
Hay finalmente una pregunta que plantearse en función de ese privilegio
que hemos dado al Archivo Central de la Universidad Nacional y tiene que ver con
la forma particular como nos hemos planteado este trabajo de investigación.
12
Hay que decir que este trabajo no toma la dirección de una crónica
biográfica de un grupo social determinado –los exiliados republicanos españoles-.
Tampoco estudia sus luchas desde Colombia por el regreso de la república en
España. Lo que estudia este trabajo es la contribución de esas gentes exiliadas a
la evolución cultural de la sociedad colombiana en un lapso de tiempo
determinado.
Sin embargo, no lo hace de manera abierta, apuntando a todo lo que pueda
llamarse “contribución cultural” independientemente de su lugar y de su forma.
En realidad lo que estudia es de manera precisa la intelectualidad académica o
docente y lo que intenta establecer, de manera muy inicial, es la forma como las
instituciones académicas locales fueron transformadas por el saber y las formas
de transmisión de saber puestas en funcionamiento por los inmigrantes
académicos llegados al país en esos años.
Pero para estudiar este problema ha sido necesario plantearse al mismo
tiempo el problema de las condiciones que favorecieron la recepción de los recién
llegados –poco y de manera más bien implícita hemos señalado las condiciones
que impedían o dificultaban su inserción en la sociedad académica local-: hemos
estudiado pues la forma como los mecanismos de la política cultural (y la propia
política en esa sociedad) favorecía su integración y su contribución en lo que hace
un momento llamamos la sociedad académica local.
Así pues se ha tratado de documentar una forma de relación inscrita en un
campo institucional (por ejemplo la Universidad Nacional) o por lo menos en el
campo de ciertos dispositivos o mecanismos de difusión cultural (como el
programa de “extensión cultural”, que buscaba renovar la cultura habitual de las
mayorías sociales en el país, por lo menos como propósito declarado).
Tal vez sea necesario también señalar que a pesar de que este trabajo se
planteó originalmente como un estudio del “exilio republicano español”, por el
camino abandonamos esa perspectiva y preferimos mejor estudiar al mismo
tiempo el exilio e inmigración europeos en general, no solo porque nos parece que
no hay ninguna razón válida para establecer diferencias entre uno y otro, sino
además bajo la relación que nosotros hemos trabajado y que venimos de indicar,
hacer la separación no tiene mucho sentido. Esta que es una de las conclusiones
de nuestro trabajo, ha terminado siendo también uno de sus presupuestos.
13
II
LA INMIGRACIÓN DOCENTE COMO POSIBILIDAD HISTÓRICA
Nuevos docentes para nuevas formaciones
A principios de los años 1930 parece haber existido en Colombia una amplia
conciencia dentro de la mayor parte de la dirigencia educativa nacional sobre la
necesidad de transformar el sistema educativo del país, y en particular la
enseñanza superior –que difícilmente podría definirse como un sistema
coherente, organizado en consonancia con los cambios que atravesaba la
sociedad-. Existía así mismo la idea de que esa transformación no podría hacerse
sin el apoyo de especialistas extranjeros que fueron un apoyo para el proyecto de
organizar sobre bases modernas el sistema educativo superior, una idea que se
puede constatar por la presencia recurrente del tema de las “misiones
extranjeras”.
Los orígenes de esa nueva conciencia de cambio cultural y educativo no
son fáciles de identificar con toda precisión, pero sus elementos más generales si
pueden indicarse. El marco general del proceso se relaciona desde luego con el
cambio que la sociedad colombiana experimentaba desde el fin de principios de
siglo XX y que a la altura de la primera postguerra ya aparecía como un hecho
reconocido, aunque se reconocía también su carácter incipiente.
Con mucho más énfasis, por ser una condición menos general, debe
recordarse la riqueza de la vida intelectual colombiana de los años 1920, años en
de los cuales se destaca siempre una inicial transformación en el campo de las
letras y las artes, y la aparición de por lo menos tres figuras –León de Greiff y
Luis Vidales y Luis Tejada- que en el campo de la poesía y la crónica urbana
desafiaban toda la tradición retórica anterior, a la manera de un anuncio
prometedor de que algo había cambiado, y sobre todo de que algo podría cambiar
en el inmediato futuro. 1
Se debe mencionar también la aparición de círculos intelectuales
compuestos por médicos, abogados, periodistas, literatos –en un sentido aun muy
tradicional- que reunidos en torno a una o dos voces mayores y a una pléyade de
gentes realmente jóvenes –que son los “dirigentes espirituales” de la nación en los
años 1930-, fueron elaborando una idea nueva sobre el futuro de lo que López de
Mesa llamó la “nación colombiana”. En particular, dentro de sus variadas
publicaciones, en las que nunca faltó la apelación al adjetivo “moderno”, hay que
destacar a Universidad, una frágil publicación, topográficamente muy deudora
aun del pasado, pero en donde se discutieron por primera vez o se volvieron a
1 Cf. para las informaciones básicas al respecto Hubert Pöppel, Tradición y modernidad en
Colombia. Corrientes poéticas en los años veinte [1994]. Medellín, Universidad de
Antioquia, 2000; Álvaro Medina, El arte colombiano en los años veinte y treinta. Bogotá,
COLCULTURA, 1995; Gilberto Loaiza Cano, Luis tejada y la lucha por una nueva cultura.
Bogotá, COLCULTURA, 1995.
14
discutir bajo otra forma, muchos de los problemas nacionales –una expresión de
época- que luego serán el objeto de las reformas liberales de los años 1930. 2
De manera particular Universidad señaló un ideario cultural que ponía su
centro de atención en los problemas de la educación, con lo cual reanudaba uno
de los más fuertes intereses de las elites políticas colombianas a lo largo del siglo
XIX, pero sobre todo durante el llamado periodo federal (c. 1860-1880), en la
época de la gran reforma educativa liberal y de la fundación de la Universidad
Nacional. En muy buena medida el ideario de reformas educativas discutidas en
los años 1920, constituirá el núcleo del ideario de reformas de la llamada
República Liberal después de 1930. 3
En el caso de la universidad pública colombiana, desde los años finales de
la década de 1920 había tomado fuerza la idea -que será en los siguientes años
todo un tópico, por lo menos hasta los años 1960-, de que la universidad debería
ser un instrumento del desarrollo nacional y estar al servicio de los problemas del
país, lo que planteaba el problema de su reforma, pues se reconsideraba como
una institución respetable pero vetusta, a la que la Regeneración conservadora
había sometido al silencio y a la rutina, y dispersado en una serie de “escuelas y
facultades”, sin ningún nexo interno entre ellas, y sometidas a formas de saber y
de transmisión del saber que permanecían desde hacía muchos años
inmodificadas.
La necesidad de incorporar nuevas disciplinas y formar para nuevas
profesiones, el reconocimiento de la importancia del conocimiento de lenguas
modernas y la idea misma de que ella se abriera a grupos un poco más amplios
de la población, eran asuntos que –sobre todo- los liberales habían discutido
ampliamente, aunque debe reconocerse que el empeño por la reforma educativa
fue un interés de intelectuales liberales y conservadores, y que muchas de las
bases de una educación con algún rasgo de modernidad fue introducida desde los
propios años veinte por educadores que formalmente eran miembros del partido
conservador. 4
Un aspecto clave para resaltar en este punto es el que tiene que ver con los políticos y
educadores colombianos que habían viajado a Europa antes del proceso de llegada
“masiva” de transterrados españoles y de inmigrantes intelectuales europeos. Los
ejemplos principales son aquí los de Luis López de Mesa y –puede que mayor énfasis-, el
de Agustín Nieto Caballero, quien conoció de manera forma directa a Jean Piaget y a
María Montesori –quería invitar a esta última a Colombia a pesar de su edad-, realizó
contactos con muchos estudiantes que adelantaban su formación en Suiza –como María
Rodrigo, quien luego fundaría el Instituto Psicotécnico en la Universidad Nacional- y con
algunos españoles (catalanes ante todo) del instituto Libre de Enseñanza de Barcelona,
que vendrían luego a Colombia. Indicaciones bibliográficas precisas sobre las principales
publicaciones del mundo intelectual colombiano de los años 1920 pueden verse en
Ricardo Arias. Los Leopardos. Una historia intelectual de los años veinte. Bogotá,
Universidad de los andes, 2007.
3 Algunos aspectos del problema mencionado en Renán Silva, República Liberal,
intelectuales y cultura popular. Medellín, La Carreta, 2005.
4
Cf. Aline Helg, La educación en Colombia 1918 – 1957 [1984]. Bogotá, U.P.N., 2001, p.
111 y ss.
2
15
Posiblemente en donde el problema de la renovación se manifestaba de
manera más aguda era en lo que tenía que ver con los responsables de las nuevas
cátedras que suponían las nuevas formaciones académicas y aun en aquellas que
debían modificarse de manera radical en función de los cambios que se
comenzaba a introducir. Había pues que buscar profesores y no había otra forma
para conseguirlo que mirar hacia el extranjero, si se quería proceder con
realismo.
La idea de traer al país académicos e investigadores no era desde luego
nueva en Colombia y tenía antecedentes importantes en el siglo XIX
(antecedentes de los que aquí no tenemos necesidad de ocuparnos), y
realizaciones importantes en los años 1920, años en los que por segunda vez
había venido al país una importante misión de educadores alemanes, algunos de
los cuales permanecieron luego en el país, y quienes habían estudiado con todo
cuidado aspectos sobresalientes de la educación colombiana, propuesto reformas
importantes y habían logrado impulsar realizaciones que los gobiernos liberales
no podían dejar de tener en cuenta, como efectivamente lo hicieron –de hecho se
trata de cambios educativos que constituyeron parte de la génesis de la
educación moderna en el siglo XX colombiano 5 -.
La diferencia sin embargo consistía en que ahora los profesores buscados
no lo eran para que realizaran a la manera de una misión oficial un diagnóstico
de la educación colombiana. Se trató de la búsqueda a través de colombianos
ilustrados que se encontraban en el extranjero o a través de los agentes
consulares, de académicos que estuvieran interesados en venir a vivir a Colombia
–o interesados en pasar un tiempo en Colombia-, dedicados a la enseñanza en
cátedras precisas, en el marco de una reforma cuyas líneas centrales ya estaban
señaladas. Los ejemplos se pueden multiplicar, pero desde ya podemos citar el
caso del futuro presidente Eduardo Santos, mientras residía en París, en
desempeño de un cargo diplomático y quien se ocupaba de manera directa de
contactar académicos extranjeros para que vinieran a trabajar a Colombia, sobre
todo, pero no exclusivamente, en el caso de republicanos españoles que se
encontraban en Francia en situaciones muy difíciles, luego de su huida de
España al estallido de la Guerra Civil o en los meses posteriores.
[Cablegrama]. París, 26 de enero de 1938. MINEDUCACIÓN. Bogotá. Planes
contratar Sánchez Albornoz aplazados. García Banús tiene propuestas de
mexicanos. Pregunta si Colombia podría ofrecerle $ 400 mensuales. […]. No tengo
compromiso ninguno, ruégoles resolver como mejor parézcales contestarme cable
para avisarles. 6
En algunas otras ocasiones, los contactos parecían venir de meses atrás,
antes del estallido de la guerra Civil en España, como en el caso del médico,
especialista en histología, don Francisco Suárez López. Según relataba Enrique
Caballero Escobar –quien trabajaba en la embajada colombiana en París- en carta
escrita al rector de la Universidad Nacional en mayo de 1937, días atrás se había
presentado a su despacho don José Gaos, como presidente de la Junta Delegada
Cf. por ejemplo Aline Helg, La educación en Colombia, 1918 – 1957, op. cit.
Biblioteca Luis Ángel Arango. Sala de Investigadores. Correspondencia Eduardo Santos.
26- 01-1938.
5
6
16
de Relaciones Culturales de España, quien representaba al médico Suárez López,
preguntando si su invitación para venir a la “Facultad de medicina de Bogotá” se
mantenía, según se había acordado desde muchos meses atrás. Suárez decía
haber llegado a un acuerdo verbal con la Universidad para que regentara la
cátedra de histología por dos años, a partir de enero de 1937, y Caballero Escobar
quería saber cómo eran las cosas, pues no conocía ningún detalle al respecto,
haciéndose “simplemente intermediario ante el ministerio para transmitir la
pregunta que nos dirigió el señor Gaos”. 7
En muchos otros casos, y sobre todo en la medida en que la situación
política en España iba tornándose más difícil, figuras políticas y redes de amigos
y familiares se movilizaron para solicitar de manera oficial la colaboración
educativa de profesionales que podrían servir a la enseñanza, al tiempo que
lograban abandonar España. Este fue el caso por ejemplo de Pedro Mayoral
Carpintero, que aparecía como invitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores
para dictar una serie de conferencias en el país, pero quien a pesar de la repetida
insistencia de las autoridades colombianas, no conseguía el permiso para viajar,
pues se encontraba, según las autoridades republicanas españolas, “prestando
sus servicios en la sanidad militar en la ciudad de Valencia. 8 En otros casos, el
avance del conflicto español permitió reactualizar contactos anteriores, como en
el caso de Mercedes Rodrigo, quien a finales de 1938 se encontraba en Niza, y a
quien Germán peña, director nacional de escuelas normales en Colombia,
escribía: un funcionario de la Legación colombiana escribía: “Con el mayor agrado
ha tenido conocimiento este despacho, por conducto de don Agustín Nieto
Caballero, de que usted desea trabajar en el país”, para enseguida ofrecerle un
primer contrato profesional que incluía el ejercicio docente y la “organización de
un gabinete de orientación profesional”. 9
Las propias directivas de la Universidad Nacional habían iniciado contactos
para el reclutamiento de algunos de los profesores que necesitaban e incluso en
ocasiones no habían podido responder a las primeras ofertas recibidas, por
UNAC. Secretaría General. 1937. 28-05-1937. –La carta de Caballero Escobar es de 2804-1937. –José Gaos hacía gestiones en París para ayudar a salir de España a
profesionales e intelectuales que se encontraban en situaciones difíciles, como el doctor
López Suárez, quien no conseguía una visa para abandonar territorio español, por falta de
un contrato de trabajo. Este mecanismo fue utilizado de manera repetida tanto por los
españoles que se encontraban en la Península, como por aquellos que, ya en plena
confrontación y ante la caída de la República, habían logrado pasar los Pirineos y se
encontraban en sitios de refugio o directamente en campos de concentración franceses.
8 UNAC. Consejo Académico. Rectoría. 1938. referencia 189. Vol. 21. No 65. Carta del 17XI-1938. El expediente incluye la Hoja de Vida de mayoral, un reconocido científico, que
podía mostrar muy importantes realizaciones en el campo de la enseñanza y de la
experimentación. Cf. en Ídem. Archivo 1939. Rectoría. Vol. 2. Oficio 253. 3-02-1939 (y
varias fechas más), para seguir el curso del problema. Se anuncia a principios del mes de
febrero que “Mayoral y su hijo Juan han logrado pasar la frontera y que se encuentran en
algún lugar de los Pirineos franceses”. Finalmente, meses más tarde logrará atravesar el
Atlántico y llegar a Bogotá, en donde encontrará a su hijo, que ejercía como odontólogo.
En Ídem, oficio 60, puede verse la noticia acerca del académico Andrés Catala Morón,
quien por esa misma época trataba de salir de España hacia Colombia, en donde había
logrado una invitación como conferencista.
9 UNAC. Rectoría. 1939. Referencia 189. Vol. 25.- No 83.Oficio 220.
7
17
problemas administrativos o financieros, como parece haberle ocurrido a
principios de 1937 al rector Gabriel Durana Camacho, quien había encomendado
a Andreas Hermes, consultor técnico del Ministerio de Agricultura y Comercio
comunicarse con
personalidades dirigentes de la industria química alemana, con el objetivo de
contratar los servicios del doctor Karl Rackmann, reconocida autoridad en el campo
químico agrícola y director desde hace mucho tiempo de una de las más importantes
estaciones agrícolas experimentales de Alemania, como profesor para la universidad
Nacional. 10
Andreas Hermes pasa enseguida a recordar al rector Durana que habían
sido arreglados ya, con su acuerdo, todos los aspectos de trabajo, de sueldo, de
desplazamiento y que “repetidas veces usted confirmó el gran valor que la
adquisición… significaba para el progreso de la Universidad y para los fines
químico – agrícolas en general, expresando además la convicción de que el
respectivo contrato se celebraría…”. 11
El caso es que el rector encontraba ahora dificultades para la realización
del contrato, “debido al déficit en el presupuesto universitario”, lo que ponía en
dificultades a Hermes ante su colega alemán. Andreas Hermes, en tono enojado,
declaraba que “con el fin de determinar mi posición ante los señores de
Ultramar… me veré obligado a exponer a los mismos, las razones de dicha
negativa, por lo cual no puedo asumir responsabilidad alguna”, y terminaba su
carta reclamando “los documentos y la fotografía del señor doctor Rackmann,
para remitirlos a Alemania”. 12
Otro ejemplo en esta misma dirección tiene que ver con la situación del
abogado y profesor de derecho internacional comparado Hermann Meyer
Lindenberg, quien desde el año 1936 había convenido en prestar sus servicios al
Gobierno de Colombia como docente universitario y como asesor en materias
internacionales. Con la promesa del contrato seguro ofrecida por las autoridades
universitarias en Bogotá y ratificada en París por Rafael Guizado, el encargado de
la delegación colombiana ante la Sociedad de las Naciones, el profesor Meyer se
apresuró, según cuenta, a retirar su candidatura de otras universidades a las que
se había presentado como posible profesor y comenzó de inmediato los
preparativos del viaje: organización de sus libros y materiales de trabajo,
adquisición de objetos cotidianos necesarios para el y su familia, y compra de los
tiquetes de barco, por la vía de Nueva York, pues tenía necesidad de visitar en esa
ciudad a algunos de sus amigos, sobre todo al director de un Instituto de
UNAC. Consultorías. Solicitudes. Cátedras y empleos. 1937. Vol. 1. Carta del 15-031937.
11 Ídem.
12 Ídem, p. 2. La lectura de la correspondencia de los rectores y secretarios generales de la
Universidad Nacional bajo este ángulo indica que habían aprendido a enfrentar este tipo
de situaciones, que eran repetidas, como habían aprendido a negociar contratos, a
regatear salarios y a disimular la falta de buenas condiciones de trabajo que en algún
momento se habían mencionado a los extranjeros contratados.
10
18
Investigaciones Sociales [¿Teodoro Adorno?], para el que en el último tiempo
había de escribir un trabajo importante, que debo entregar”. 13
De esta manera el profesor Meyer se encontraba con las compras
realizadas, los pasajes listos, su cita en Nueva York, pero con el anuncio de que el
contrato aun se demoraba y, luego, con un gran silencio durante muchos días,
por parte de las autoridades universitarias, las que no habían olvidado sus
responsabilidades con el nuevo contratado, pero no encontraban como vencer las
resistencias de la administración, en Bogotá, aunque intentaban de mil formas
solucionar todas las trabas que la burocracia y la falta de recursos ponían a la
formalización del contrato del nuevo docente. Mientras tanto, el profesor Meyer,
deseoso de viajar a Colombia, y tal vez urgido de hacerlo, escribía, con un tono de
agobio, al rector de la Universidad para que intercediera en su favor [lo que
finalmente logró):
La gran amabilidad que se me ha mostrado en las dos cartas oficiales… me da valor
para rogarle a usted, Señor Rector, de darme las instrucciones necesarias para que
me sea posible, sin retraso alguno, emprender mi viaje. Dada la falta de tiempo y la
lentitud de las relaciones por carta, me permito aun la petición de enviarme esas
instrucciones por cable, y los gastos que se ocasiones, dirigirlos a mi padre o
deducirlos de mi paga. 14
Las iniciativas de visita corta o de estadía larga como profesores
universitarios en Colombia multiplicaron los actores del proceso, pues además de
las labores de cónsules y particulares, además de las gestiones de representantes
en París de refugiados o de gentes perseguidas y de la propia acción de las
directivas de la universitarias –no solo de la Universidad Nacional, caso al que
nosotros nos limitamos aquí-, también intervenían las misiones consulares de
países interesados en que gentes provenientes de esas patrias se trasladaran a
América latina. Aunque los resultados no parecen haber sido exitosos, una de las
legaciones consulares más insistentes fue la de Italia, cuyo ministro en Colombia,
por ejemplo, escribía al rector de la Universidad Nacional presentando a cuatro
aspirantes a cátedras de dibujo y arquitectura, un campo en el que la
Universidad tenía mucho interés, aunque no sabemos cuál fue la respuesta del
rector Roberto Franco en esta oportunidad, en que se presentaba como
candidatos a los señores Pittini, Rossi, Becker y Maggiora, cuyas hojas de vida se
incluían en la presentación. 15
Desde Roma también intentaban conseguir empleo en Colombia, en su
Universidad Nacional, varios profesores que seguramente deberían ignorarlo casi
todo respecto de tal país y universidad, lo que no debería importar mucho a
gentes necesitadas de trabajo y a veces temerosas por su propia existencia, en
una Europa que cada vez resultaba más difícil de soportar para quienes tuvieran
una condición política, étnica o religiosa de las que empezaban a ser perseguidas.
13 UNAC. Consultivo. Solicitudes de Cátedra y Empleos. 1937. Carta para el rector de la
Universidad Nacional de 25-01-1937. Meyer señala que ha estado aprovechando el
tiempo, además, para el perfeccionamiento de lengua castellana: “… intensificándome
mucho en el estudio del español”.
14 Ídem.
15 UNAC. Secretaría General. 1937. Carta de 30-12-1937
19
Así, desde la capital italiana, el encargado de negocios de Colombia
informaba acerca del profesor Enrico Carboni, que deseaba enseñar derecho
marítimo “en una de las universidades colombianas”, por lo cual interrogaba
acerca de a qué autoridad debería dirigirse, entregando de una vez copia de su
hoja de vida 16 . El funcionario colombiano hablaba también acerca del profesor
Alfredo Albanesi, “quien manifestó el deseo de seguir a Colombia con un contrato
para la enseñanza de la cultura italiana (literaria, filosófica, artística). Incluyo por
lo tanto el curriculum vital de este profesor, así como su programa de
enseñanza”, agregando finalmente que,
Este profesor Albanesi me ha parecido una persona inteligente y culta, digna de
toda consideración y aprecio. Además goza aquí de muy buena reputación
científica. 17
Un hecho importante que se sumó a este proceso de “intercambio cultural”
y de “migración docente” se relaciona con la aparición de una especie de interés
manifiesto tanto en Estados Unidos como en Europa, por los países de América
latina, en los que se descubría no solo potencialidad económica, sino ante todo,
en estos años, la presencia instituciones de raigambre democrática, en las que
antes no se había reparado, a fuerza de prejuicios sobre la “eterna inestabilidad
de América Hispana”. Pero ahora, ante lo que aparecía como una inmensa “crisis
de civilización”, ante las monstruosas persecuciones religiosas y raciales y ante la
amenaza de una nueva guerra –estando aun fresco el recuerdo de la pasada
conflagración-, muchos hombres de letras y de ciencia miraban hacia la
desconocida América latina, en principio más por necesidad que por aprecio o por
conocimiento. 18
Es difícil circunscribir con alguna exactitud los motivos de ese interés
nuevo o renovado por la región, y en particular por Colombia, pero, por fuera de
una cierta idea acerca del carácter democrático de la sociedad, todo hace suponer
que se trataba de motivos diversos, motivos que de manera muy específica en
nuestro caso, por lo menos en el nivel del conocimiento y las ciencias, se
relacionaban con el interés de muchos países por enviar a sus expertos a estudiar
problemas de botánica, de zoología, de geografía, de enfermedades tropicales
UNAC. Secretaría General. 1937. Carta de 3-07-1937.
Ídem.
18 La idea de Colombia como un país respetado en el exterior por su tradición democrática
y sus instituciones republicanas, una idea que hoy puede sorprendernos, si tomamos en
cuenta su presente inmediato, o las visiones generalizadas que existen sobre el siglo XIX y
sus guerras civiles, era una idea seriamente considerada hacia los años 1930, sobre todo
cuando se comparaba el país con los regímenes dictatoriales del Continente y se tomaban
en cuenta las declaraciones de fe democrática de muchos de los políticos liberales. A
principios de octubre de 1937, Luis de Zulueta escribía a su amigo y protector Eduardo
Santos, luego de quejarse de lo mal que andaba el mundo y las amenazas que pesaban
sobre él: “En cambio, aquí, en Colombia, y esa es mi segunda felicitación, la jornada
electoral del pasado domingo constituyó un nuevo y libre plebiscito a favor de la
candidatura suya. Estas elecciones parecen garantizar que su presidencia podrá ser una
magnífica etapa de paz interior y de progreso económico y espiritual del país. La
democracia colombiana es un hermoso ejemplo para América en estos momentos en que
América debería ser un ejemplo para el mundo”. BLAA. Sala de Investigadores. Archivo
Eduardo Santos. Caja 20. Carpeta 5, f. 652.
16
17
20
(como en el caso de la malaria), muchas veces con ayuda de sus universidades y
de fundaciones extranjeras como la Rockefeller y comenzar procesos de
intercambio con la instituciones colombianas. Pero en este caso se trataba de la
realización de viajes de estudio, regularmente planteados como de tiempo corto, y
desconectados al parecer de las realidades políticas del refugio y del exilio,
aunque no por ello menos enriquecedores. Es claro que a la mayor parte de estas
propuestas se respondió de manera afirmativa, pues el país parecía interesado en
tales programas de investigación, aunque menos fortuna tuvieron quienes venían
en viaje de estudios pero sin mayores apoyos económicos, aunque sí con
presentación de una institución académica.
El último caso que acabamos de mencionar puede corresponder al del
abogado norteamericano de la universidad de Georgia Meldrin Thompson Jr,
quien en septiembre de 1937 escribía al ministro de Educación Nacional,
contando que era empleado de una compañía que producía obras jurídicas, pero
que estaba “dispuesto a renunciar a esta posición de seguro futuro, en aras de
mis ideales panamericanos, que ahora más que nunca representan el sueño de
mi vida”. Thompson, que deseaba convertirse en un abogado comercial
especializado en asuntos de comercio entre Estados Unidos y Colombia, quería
pasar un año en el país, pero no disponía ni de una beca ni de recursos
económicos, respecto de lo cual escribía:
No siendo rico me parece importante suplicarle el favor de considerar la posibilidad
de un canje en el que yo daría el cono cimiento que poseo sobre las leyes de mi país
y recibiría en cambio lo más importante en Derecho Romano. Yo entiendo que
ustedes poseen una cátedra de Derecho Sajón-Inglés, en la cual estoy muy bien
preparado… Para su conocimiento añadiré que fui profesor de “Gobierno” en la
Universidad de Georgia. 19
Un caso similar –del que también desconocemos mayores datos- puede ser
el del medico H. Hamilton Cook, quien era presentado por el cónsul colombiano
en Miami como “eminente cirujano y especialista en cirugía de la cabeza” y quien
se encontraba interesado en visitar el país, dictar algunas conferencias en la
Escuela de Medicina “y hacer algunas operaciones de cirugía de la cabeza como
demostración de sus conocimientos científicos”, aunque no sabemos
estrictamente con que motivos o expectativas. De todas maneras, el cónsul
recomendaba su contratación para una vista con el fin de “dictar algunas
conferencias” y “demostrar prácticamente sus conocimientos”. 20
Un caso aun más preciso en la dirección que hemos anotado de interés por
la “naturaleza americana” –para decirlo a la manera del siglo XVIII-, es el del
sabio austriaco Bernhard Hollinger, un experto en farmacia que había
desarrollado lo que el llamaba “mi mapa de drogas en el mundo”, trabajo durante
el cual había descubierto “la riqueza de su país en materiales químicos y
plantas”. Hollinger, quien se presentaba como doctor en medicina y en filosofía y
químico graduado en la Universidad de Viena, señalaba que había trabajo por
UNAC. Secretaría General. 1937. Carta para el rector de la Universidad Nacional de 1109-1937.
20 Ídem, carta para el ministro de Educación Nacional de 28-06-1937, reenviada a la
Universidad Nacional el 7-07-1937.
19
21
muchos años en la industria química alemana, checoslovaca y suiza y que había
inventado “muchos y altamente valiosos procedimientos patentados, cada uno de
ellos aplicado con éxito al bienestar público”. 21
Una de las ideas del profesor Hollinger era la de que a pesar de esa riqueza
–no química sino botánica- al país se introducían “innumerables cantidades de
productos farmacéuticos y de medicinas de patentes de varios países
extranjeros”, cuando en el país esos productos podrían ser producidos y
comercializados nacional e internacionalmente. Hollinger indicaba que buena
parte de los productos que se expendían al consumidor no correspondían “en sus
aspectos químicos y médicos a las necesidades referentes a la sanidad pública”,
lo que exigía una investigación cuidadosa, para corregir el rumbo, pues la
presentación de los productos médicos no era otra cosa que “una inteligente
propaganda y… el contenido de los folletos [de los productos médicos] no
representa la verdad completa”. 22
La carta de Hollinger, que combina un enfoque económico de los
problemas (“por encima de todo debemos encontrar los medios de controlar
importaciones y estimular exportaciones”), con un enfoque “humanístico, por
decirlo así (“Este sería un problema –el de los malos medicamentos- que, resuelto
con éxito, sería igualmente aceptable… para el bienestar público”], desemboca en
la idea, que el pone de presente de manera explícita, a la manera de un
ofrecimiento, de que el puede encargarse de la creación de un centro de
investigación y fabricación de medicamentos científicamente orientados y
apoyados en la botánica nacional, con lo cual, además de servir al bienestar
público y al aumento de las exportaciones, se tendría una “ocasión natural de
encontrar y dar empleo en el país y promover así la economía pública”. Su
propuesta era exactamente la siguiente:
Como consecuencia de mis vastos estudios científicos e investigaciones, yo estaría
en capacidad de utilizar los recursos locales en elementos químicos y plantas y más
tarde abrir un camino para la exportación a países extranjeros. Mi trabajo en esta
esfera crearía una Institución de Estado levantada con ese fin y funcionando por sí
misma y, antes de mucho tiempo, hasta daría una entrada extra al tesoro. 23
Aunque una mirada irónica podría encontrar en la carta al Presidente de
una lejana nación suramericana cierta tono de vendedor de específicos que está
buscando hacer negocios o salir de una mala situación en su lugar de origen, no
hay duda que el “evangelio socioeconómico” que predica, por lo demás teñido de
cierto tinte socialdemócrata, estaba en el ambiente de la época, como lo prueba el
hecho de que la Presidencia de la República hubiera trasladado la carta al
Departamento Nacional de Higiene y éste a la Facultad [así se lee en el membrete
de respuesta] de Farmacología y Farmacia de la Universidad Nacional, la que, a
través de su director, examinó con todo cuidado la propuesta y señaló que su
Escuela [o Facultad] trabajaba en la misma dirección, “con el fin de obtener lo
UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta para el Presidente de la
República. del 12-07-1937.
22 Ídem. “Esto puede decirse por lo menos del 50% de los materiales químicos”, según las
estimaciones o las opiniones de Hollinger.
23 Ídem.
21
22
más pronto posible la preparación de drogas sintéticas que hasta hoy se han
adquirido en el exterior y el aislamiento de los productos activos de nuestra flora,
que ha permanecido completamente ignorada”. 24
Se apartaba el director de la Escuela de Farmacia de la idea de Hollinger de
fundar un establecimiento exclusivamente industrial, que operara como un
monopolio de productos médicos de base botánica, y pensaba que sería más
interesante la contratación de Hollinger como profesor, para de esta forma
preparar “para la industria un buen número de técnicos, aprovechando la
organización de la enseñanza de esta Escuela y el material de los laboratorios del
Departamento de Química, anexo a esta Facultad”, con lo cual de paso señalaba
la forma radicalmente nueva como en la Universidad Nacional empezaba a
plantearse el problema de las formaciones académicas, los usos de las disciplinas
y la emergencia de nuevas profesiones. El director Luque terminaba señalando
que:
Sería conveniente que el Gobierno investigara de una manera seria las aptitudes y
autoridad científica del doctor Hollinger, para evitar un fracaso si se llegara a
contratarlo como profesor de la Escuela de Farmacia. 25
Localmente, las autoridades universitarias colombianas se empeñaron en
entrar en relaciones con los gobiernos europeos y con los Estados Unidos, o
directamente con sus universidades, para conseguir apoyos para sus propios
candidatos, lo que se hizo no solo en la Universidad Nacional, si no en la Escuela
Normal Superior, que logró patrocinio para algunos de sus mejores estudiantes y
directivos (como Jaime Jaramillo Uribe y José Francisco Socarrás) en Francia,
con participación del Gobierno colombiano en parte de los gastos. 26
Muy común fue que los profesores europeos interesados en salir de sus
países buscaran apoyo en algunos de sus colegas que se había establecido con
anterioridad en un nuevo país y habían logrado el acceso a las instituciones
educativas. Este puede ser el caso de la asistente social y enfermera Gertrud
Feick, quien se apoyaba en los buenos oficios del profesor Herrsnstadt, que
trabaja en la Universidad Nacional, quien a su vez buscó el respaldo de Fritz
Karsen, uno de los más respetados y valiosos docentes y orientadores de la
Universidad en esos años, y quien en ese momento se desempeñaba como Asesor
Pedagógico del Curso Preparatorio –la transición de la secundaria a la
universidad-. Karsen escribía al rector de la Universidad que,
Si no estoy mal informado, la Universidad Nacional está preparando cursos
para enfermeras y empleadas de la asistencia social. Me parece posible que
Ídem.
Ídem. Carta para el Departamento Nacional de Higiene de 30-10-1937.
26 Por fuera de las recientes memorias publicadas por el profesor Jaime Jaramillo Uribe,
en donde habla con alguna amplitud sobre este punto, pueden verse las muy simpáticas e
ingenuas “memorias” o “recuerdos” de José Rozo Contreras, por años director de la Banda
Sinfónica Nacional y quien adelantó sus estudios en Italia y en Francia, como becario del
Gobierno colombiano. Cf. José Rozo Contreras, Memorias de un músico de Bochalema.
Cúcuta, Biblioteca de autores Santandereanos, 1960.
24
25
23
se pudiera aprovechar los servicios de una experta en este ramo para dicha
institución.
El doctor Herrnstadt que en Berlín durante muchos años trabajó como alto
funcionario en el ministerio de Asistencia Social, conoce de su trabajo a la
señorita Gertrud Feick, que estima como una experta muy idónea de la
asistencia social y de todos los asuntos de la enfermeras de toda clase y
como una persona cultivada y bien preparada, conocedora de la teoría y de
la práctica de dichas materias.
La señorita Feick que pasó todos los exámenes alemanes existentes en la
asistencia social, está graduada por el estado para prestar estos servicios.
Domina el francés y el inglés, y aprende hace un año el castellano, de
manera que entenderá y hablará este idioma con facilidad, dados sus
conocimientos de otras lenguas.
La señorita Feick… está dispuesta a venir al país, y creo que se pudiera
engancharla en condiciones favorables para la Universidad. 27
Desde luego que en estas recomendaciones, aun viniendo de un académico
como Fritz Karsen, tan interesado sinceramente en la Universidad Nacional y en
la modernización de la educación para el cambio de la sociedad, debería haber un
elemento de solidaridad y ayuda frente a alguno de sus compatriotas que
empezaba a pasarla muy mal en Alemania, pero la lectura de la hoja de vida de la
señora Fick convence de que se trataba de una académica graduada y
experimentada, y en verdad en los planes de trabajo de la Universidad Nacional
estaba la idea de crear una formación profesional en enfermería y asistencia
social, que transformara la práctica de ese tipo de ejercicios profesionales y los
contenidos y formas de enseñanza de lo que se llamaba la Escuela Nacional de
Enfermeras, una práctica que, por lo demás, bajo su forma más extendida, se
ejercía como una actividad empírica, sin mayores controles ni exigencias.
Un caso que también se conoció fue el de los intentos de migración del país
de acogida a uno nuevo, en donde podían encontrarse mejores condiciones de
trabajo. México (como en el caso de Ots Capdequí), los Estados Unidos (como en
el caso de Francisco Abrizqueta o de José Cuatrecasas) y Argentina (como en el
caso del gran matemático Francisco Vera) fueron el norte para los españoles que
llegaron a Colombia (en algún momento lo fueron también Caracas y Mérida en
Venezuela, a donde fueron Antonio García banús y José Gómez Royo), pero
Colombia fue polo de atracción para algunos de los profesionales y técnicos que
habían llegado a Chile y a Ecuador, como en el caso del ingeniero austriaco Iwan
Dobry, quien se desempeñaba en Quito como profesor de Electrónica y
Radiotecnia en la Universidad Central, pero deseaba trasladarse a Colombia y en
ese sentido escribía al rector de la Universidad Nacional, señalando que,
Actualmente laboro en la Universidad Central de Quito… y antes he laborado como
docente catedrático de la universidad de Viena, desde 1930 hasta 1938. Durante
más de 25 años he ocupado las más elevadas posiciones en la gran industria
alemana, los últimos 10 años como miembro del Consejo de Administración, director
y jefe electrónico de la A.E.G. en Viena. […]
UNAC. Secretaría general. 1937. Carta de 28-04-1937. La carta viene acompañada de
la Hoja de Vida.
27
24
Mi nombre tiene buena reputación entre los especialistas eléctricos de muchos
países. Me esforzaría con todo ánimo para dar mejor prestigio al renombre de su
alta universidad y pondría todo mi esfuerzo en cumplir mi cometido y en mejorar y
ampliar los cono cimientos de la juventud, orientándolos por nuevos derroteros, y así
crear, si es posible, un centro electrónico que despierte interés en muchos
estudiantes de América del Sur. 28
En el caso particular de España republicana, es sabido que el estallido de
la revolución fascista, la consiguiente guerra civil y la victoria final del
franquismo expulsaron de su tierra a un número grande de académicos
españoles, que serán luego conocidos en América Hispana como “transterrados”.
Pero se sabe menos que la pujante cultura intelectual de la España de los veinte
se nutría de manera grande del pensamiento europeo y en buena medida del
pensamiento alemán, tanto en las ciencias naturales como en la filosofía. Muchos
de los académicos europeos que habían hecho suya como patria a España o como
lugar de estudios (dos términos que tendieron a coincidir) optaron por países de
América Latina (o los Estados Unidos) como lugar de su nueva residencia. 29
En el caso colombiano los casos de solicitud fueron varios, y podemos citar
como ejemplos (fallidos) los dos siguientes. Primero el del doctor Walter Knoche,
un científico alemán, con formación en filosofía, quien era especialista sobre
problemas del clima y había hecho buena parte de su experiencia profesional en
zonas de Bolivia y de Chile, país en donde había residido. En agosto de 1937
Knoche presentó ante las autoridades colombianas una solicitud de viaje de
estudios al país, pues comprendía que su regreso a España, en donde se
encontraba establecido como investigador desde 1934, investigando sobre “Las
condiciones bioclimáticas de la colonización…en ambas Américas” y sobre “La
Saharización progresiva. Desgraciadamente la Guerra Civil española puso
término a estos estudios”. 30
Sin posibilidades de regreso inmediato a España –el creía que el exilio
duraría un corto tiempo, como al principio lo pensaba buena parte de los
exiliados españoles- deseaba ahora recorrer como investigador otras regiones de
América latina que no conocía, entre ellas Colombia, país que ofrecía, según su
opinión, “tantos estímulos al hombre de ciencia”. Como Knoche no era un hombre
de recursos, solicitaba que se le eximiera del derecho de entrada, que el gobierno
UNAC. Secretaría General. 1939. Carta para el rector de la Universidad Nacional de 1510-1939.
29 En particular para el caso de los exiliados españoles de formación científica –aunque
incluye también muchos nombres de las nacientes ciencias sociales- cf. Francisco Giral,
Ciencia española en el exilio (1939-1989). Barcelona, Anthropos, 1994. Igualmente puede
verse, Nicolás Sánchez Albornoz –Compilador-, El destierro español en América. Un
trasvase cultural. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991, las dos obras
con marcado carácter testimonial, entre otras cosas por el hecho de que sus autores
fueron dos eminentes sabios que por más de tres décadas estuvieron por fuera de su
España natal.
30 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta para el ministro de
Relaciones Exteriores de Colombia de (c) 30-07-1937. Knoche, que tenía un título de Ph.
D., había hecho viajes de estudio por las Islas Canarias, Norte de África y Asia Menor, y
con dineros alemanes había emprendido “una expedición científica con fines de
observaciones aeroeléctricas y climáticas a la alta cordillera de Bolivia (1808-1809).
28
25
colombiano había impuesto a todo extranjero (250 pesos, cantidad no siempre
fácil de conseguir, producto de una medida con la que se intentaba frenar la
migración hacia el país, que muchos políticos se representaban, de manera
alarmista y provinciana, a veces con visos de xenofobia, como “masiva” y
“multitudinaria”) y proponía además que el “Supremo Gobierno de Colombia”,
… me invite [a] dar algunas conferencias sobre las materias indicadas en mi
curriculum y en la lista de estudios adjunta, sea en la universidad de Bogotá, o en
otra parte, o que el gobierno me encargue algunos estudios de interés para el país;
estos estudios podrían referirse p. e. a la climatología agrícola… repoblación de
bosques.
Sería tal vez posible que el Supremo Gobierno me pague una remuneración que me
permite una estadía de cinco a seis meses en Colombia. 31
El otro caso que podemos considerar, refiriéndonos a solicitudes de
europeos establecidos en España como investigadores y profesores, y que
también querían salir de la Península o no podían regresar a ella, es el de
Francisco Olivier Brachfed, un profesor húngaro (de Budapest), quien se presentó
a la Legación de Colombia en Francia –París-, con una meritoria hoja de vida,
contando que era un graduado de la Universidad de París, que enseñaba en
Madrid (Facultad de Filosofía) literatura y humanidades, aunque también dictaba
en Barcelona cursillos de sociología y psicología. Brachfeld manifestaba su deseo
de realizar un viaje a través del país, “preparando una serie de artículos para
diferentes agencias y órganos de prensa, a los cuales vengo colaborando desde
hace varios años”, aprovechando además su excursión por Colombia para
“preparar el contacto entre la realidad social y cultural colombianas, por un lado,
y por otro el Instituto General Hispanoamericano de Sociología que se está
fundando en París, y al que colaboraré muy intensamente, dirigiendo
probablemente la nueva revista que dicha entidad se propone fundar”. 32
El funcionario encargado en París de estos asuntos, que era quien enviaba
esta solicitud y la correspondiente hoja de vida, recordaba que “la situación
actual de este país [España] lo obligó a salir y ahora desea ir a Colombia, y como
pensaba que sus servicios tal vez podrían ser de interés para la Universidad
Nacional, transcribía algunos párrafos consignados en su solicitud por Brachfeld,
en que éste sintetizaba sus aspiraciones:
… Mis pretensiones serían sumamente modestas y me contentaría con una cantidad
que asegure mi viaje y mis principales gastos de alojamiento y vida. Me parecería lo
más conveniente… la organización de varios cursillos paralelos, por ejemplo: 1. Un
cursillo de sociología europea contemporánea (Alemania, Francia, Inglaterra,
Checoslovaquia, Hungría)… 2. Un cursillo… en algún ateneo u otra entidad de
divulgación y literaria, con cierto nivel intelectual sin embargo, sobre grandes
novelistas y poetas europeos (Thomas Mann, Marcel Proust, Rainer María Rilke,
Ídem. El doctor Knoche era miembro de numerosas sociedades sabias, entre ellas las
Sociedades Geográficas de Frankfurt, de Nuremberg, y la Academia Imperial Leopoldina
de Naturalistas Alemanes de Halle, y había sido condecorado por el Gobierno alemán con
la Gran Medalla de la Cruz Roja.
32 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1938. Carta para el Rector de la
Universidad [Nacional] de 19-11-1937.
31
26
Alejandro Petöfi, etc.). 3. Un cursillo de psicología para maestros en alguna normal…
Supongo que existen en Colombia varias normales de provincia. 33
Consideremos finalmente el caso de una solicitud presentada por el
odontólogo I. Sanz de la Calzada, quien había escrito a su colega Sebastián
Carrasquilla, director de la Escuela de Odontología –a quien conocía de manera
indirecta, por algunas de sus publicaciones-, poniéndole de presente la necesidad
urgente que tenía de trabajo docente o profesional, por lo cual pedía orientación
“sobre la posibilidad de conseguir alguna ocupación en Colombia”. Sanz de la
Calzada era odontólogo de la Universidad de Madrid, con varias especializaciones
obtenidas en las universidades de Pensilvania y Nueva York, con una amplia
experiencia en el campo de la odontología sanitaria, cuyo servicio había
organizado en la ciudad de León. Se declaraba además conocedor de gran parte
de los hospitales y escuelas dentales de América del Norte.
Mencionaba así mismo el odontólogo que era candidato a la cátedra
principal de odontología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid,
una candidatura que se encontraba aplazada por los sucesos de la guerra
española, lo que lo había obligado a partir hacia París, en donde practicaba
diariamente en una consulta privada y en un consultorio de servicio público,
encontrándose en la mejor disposición para dedicarse a la docencia, y contaba
también que había sido seleccionado por la España republicana para representar
al país en el Congreso Dental Internacional que se había celebrado en Viena,
evento al que “no pudo llegar nuestra representación”, en razón de la situación
política española. 34
Sanz de la Calzada aspiraba a ser catedrático integral en la Universidad
colombiana. Sin embargo, tal vez tanteando el terreno, el odontólogo señalaba
que en caso de no ser posible una vinculación integral a la docencia, “podría
igualmente desarrollar… un ciclo de conferencias, tal vez organizadas por alguna
entidad científica…”, señalando que también estaría en capacidad de participar
en las tareas de una revista científica –una revista profesional moderna inspirada
en las normas europeas o americanas, de cuya dirección podría encargarse,
según el mismo lo indica, es decir, de manera resumida, que estaba dispuesto a
aceptar cualquier clase de trabajo dentro de su campo, lo que quiere decir que su
situación debía ser angustiosa en París.
La mayor parte de esas solicitudes de ejercicio investigativo y docente en
Colombia por parte de gentes que querían salir de sus países de origen –bien
fuera por persecuciones explícitas, por amenazas o por temores de lo que podría
suceder- y por parte de aquellos otros que deseaban visitar el país en corto viaje
de estudios, fue respondida de manera negativa por las autoridades colombianas,
casi siempre alegando carencia de recursos, aunque se reconociera la existencia
de la necesidad de esos recursos para la puesta en marcha de la transformación
de las instituciones educativas y culturales que se proponían los gobiernos
liberales de los años 1930-1940.
Ídem. Los cursillos en las normales de maestros son los que piensa Brachfeld que le
permitirán hacer su viaje de estudios por Colombia.
34 UNAC. División de Archivo y Correspondencia. 1937. Carta de 4-08-1937.
33
27
Es difícil desde la distancia manifestar una opinión acerca de si en esa
negativa hacían presencia otros elementos más, como el “patrioterismo”, distintas
formas de nacionalismo, el miedo a la competencia académica o sencillamente
una actitud de complacencia muy conservadora con el estado de cosas reinante y
muy poco convencida de las exigencias de trabajo científico e investigativo que
requería la transformación de la sociedad. Al odontólogo español se le respondió,
señalando que en el caso de la Universidad Nacional, la contratación suponía ya
el régimen de concursos –que existía aunque en sus inicios y era con frecuencia
dejado de lado- y que no había programados en lo inmediato ninguno de ellos,
aunque podría estar atento a su realización. 35
En todo caso, el examen de la documentación explorada y se trata de una
parte mínima de esa documentación -referida además solamente a la Universidad
Nacional-, deja la idea de que el país hubiera podido tener el beneficio de la
experiencia cultural de docentes e investigadores que parecen, al tenor de sus
hojas de vida, gentes experimentadas, que acumulaban una porción importante
de la cultura europea y que se encontraban en la mayor disposición de trabajo,
así fuera simplemente por la necesidad material en que se encontraban, aunque
sus comunicaciones dejan entrever que en su deseo de encontrar un lugar para
desempeñar su trabajo había mucho más que necesidad material.
Pongamos de presente este último elemento señalado, pues en muchas
ocasiones la insistencia en la necesidad material de empleo y de resguardo que
había en los transterrados españoles y en general en los emigrantes culturales
europeos, no ha dejado ver con claridad que ese hecho –normal e inocultable-, se
acompañó en muchas ocasiones de una fuerte deseo de diálogo cultural,
incrementado de manera particular en los refugiados españoles que volvían a
descubrir ahora sus relaciones de lengua y de cultura con América latina. Tal vez
cediendo a la idea ingenua de expresividad del documento citemos de manera
completa una carta “reveladora” en la dirección anotada. Es la carta que desde
Lausanne escribía en mayo de 1937 Clara Campoamor, “una de las mujeres más
interesantes de España”, como escribía don Aurelio Tobón, el secretario del
ministerio de Educación Nacional en el envío que hacía de la carta de petición de
la exiliada
Excelentísimo Señor Darío Echeandía [sic]
Ministro de Educación Nacional
Excelencia:
Por indicación de algunos de sus compatriotas, a quienes me he dirigido en
demanda de orientación, me permito molestarle con el ruego de que se digne prestar
atención al deseo que voy a exponerle:
He salido de España a fines del mes de agosto, después de haber permanecido en
Madrid durante las seis primeras semanas de la revolución. La contemplación de
cuanto ocurre, todo ello en pugna con mi criterio personal y con mi formación política
republicana, me han decidido a tomar la resolución –en cuanto de mi voluntad
pueda depender su realización- de intentar la posibilidad de hallar en América una
actividad docente o cultural en armonía con mis capacidades, que me permita
alejarme de España, por un largo tiempo, y aun definitivamente, si las
circunstancias me favorecieran.
35
Ídem.
28
No obstante haber hallado algún medio de desenvolvimiento en otras latitudes
europeas, deseo vivamente realizar mi viejo deseo de ir hacia ese continente. Hay en
ello la razón sentimental de que en él no me encontraría sino a medias expatriada, y
la razón de orden práctico de que mis actividades, que han tenido siempre por base
el idioma, hallarían un clima más grato para mí
Por ello me permito rogarle encarecidamente a usted que tenga la bondad de prestar
acogida favorable a mi pretensión y estudiar la posibilidad de que pudiera hallar en
su país una actividad docente, sea en relación con el idioma, sea en relación con el
derecho. 36
Necesidades docentes locales y oferta internacional de recursos calificados
Así pues, la situación política europea, las condiciones sociales y económicas de
la primera postguerra, la quiebra de las instituciones democráticas y el
consiguiente ascenso del nazismo y el fascismo, la persecución masiva por
razones de etnia y de religión, que cobijó a un número muy grande de gentes
dedicadas a las ciencias, las letras y las artes, y en ciertos momentos y regiones
la propia crisis económica y la atmósfera de opresión intelectual, sumados todos
esos elementos a cierto exotismo con que se concedía a la América latina, bien
fuera como representación de una naturaleza inédita o bien como experiencia
democrática original y desconocida, fueron todos elementos que crearon una
importante oferta de docentes, analistas críticos, investigadores, profesionales y
técnicos de alta calificación que deseaban salir de sus países, circunstancias que
se acrecentaban en el caso de España, en donde cientos de intelectuales, artistas
y profesionales debieron salir por razón de la Guerra Civil a que dio lugar el
levantamiento franquista. América latina sería sentida por los que luego se
conocerán como los “transterrados españoles”, como el albergue temporal –en
principio-, por la comunidad de lengua y de historia, pero no menos por las
facilidades que algunos de sus gobiernos, como los de México y Colombia,
ofrecieron en algunos años, a los refugiados españoles, aunque desde el punto de
vista de la amplitud del apoyo, de los recursos invertidos, de la solidaridad
expresada, no puedan compararse las actuaciones de esos dos países.
Debe hacerse énfasis en que en el caso colombiano las situaciones políticas
y sociales antes mencionadas, que funcionaron como una importante oferta –
estable o pasajera de trabajo intelectual-, se encontraron de manera muy
sincronizada con la decisión de las autoridades de gobierno colombianas (sobre
todo los responsables oficiales de la educación), de traer un grupo de docentes
europeos que sirviera como refuerzo para la realización de sus nuevas propuestas
educativas, una decisión que era compartida, apoyada y a veces impulsada por
algunos intelectuales que habían vivido una experiencia de formación cultural en
Europa y en Estados Unidos en los años 1920.
UNAC. División de
vida de la solicitante
campo del derecho y
años de existencia de
36
Archivo y Correspondencia. 1937. Carta de 24-05-1937. La hoja de
convence de la importancia de su formación y de su trabajo en el
de la política, en donde había logrado altas posiciones durante los
la República.
29
En todo caso, no solo el país tenía alguna experiencia acumulada al
respecto, sino que la Universidad Nacional había discutido el problema de
manera precisa y hasta había delineado algunos elementos de política al respecto,
desde comienzos del año 1936, por lo cual el rector en ese año, Gabriel Durana,
podía dirigirse al personal directivo consultándole acerca de las contrataciones de
profesores extranjeros que deberían hacerse, en función de las nuevas
orientaciones académicas de la Universidad. Así por ejemplo, a finales de agosto,
Durana escribía a la Escuela de Farmacia:
Como la rectoría para el año entrante empezará a dar cumplimiento a la nueva
reglamentación sobre el profesorado, [pregunto]… qué cátedras de las que integran
el pénsum de la Escuela pueden ser regidas por profesores nacionales, por existir en
el país y especialmente en esta capital personas capacitadas para hacerse cargo de
ellas, y qué asignaturas necesitarían la traída de profesores extranjeros encargados
de dictarlas de manera permanente, por tratarse de materias para las cuales no
puede conseguirse en el país profesorado competente;. 37
a lo que tres días después respondía el director de la Escuela de Farmacia que,
Como se anotó en el anteproyecto para el año 1937 enviado a esa superioridad, es
indispensable la adquisición de profesores extranjeros para la enseñanza de ciertas
asignaturas nuevas comprendidas en el pénsum de las especializaciones de
farmacia biológica, farmacia química y farmacia experimental, que por ser carreras
que apenas se inician entre nosotros, no es posible encontrar profesorado
competente en todas las materias que integran dichos ramos. 38
Alfredo Luque continúa señalando que las necesidades de docentes eran
mayores que las posibilidades económicas existentes en ese entonces, por las
propias carencias de personal local especializado, pero que mientras tanto puede
ser “suficiente para desarrollar en el primer año las cátedras del plan de estudios,
la traída de cuatro profesores extranjeros que deben actuar en las siguientes
cátedras…”, las que entra enseguida a mencionar, aunque no deja de poner de
presente que la limitación es doble: de recursos humanos y de fuentes de
financiamiento. 39
Así pues, la fórmula acordada por el Consejo Directivo con los profesores
acerca de que los recursos docentes extranjeros solo deberían venir en caso de su
ausencia en el plano local se cumplía y quedaba puesto de presente que sin el
concurso de profesores venidos de otras partes del mundo el arranque de las
nuevas formaciones académicas no sería posible, como de inmediato lo mostraba
el caso de las prácticas que deberían organizarse en el Hospital San Juan de
Dios, en las dependencias de Farmacia, cargo para el cual
UNAC, Archivo. Escuela de Farmacia. 1936. 31-08-1936 (Oficio 579).
Ídem, 3-09-1936. Hubo casos en que algunas escuelas informaron no tener necesidad
ninguna de recursos docentes extranjeros, no sabemos si por razones de “nacionalismo”,
o simplemente porque la necesidad no existía en ese momento: “Así, a la consulta del
rector Durana, la escuela de Bellas Artes respondió –cf. Ídem. Escuela de Bellas Artes.
Referencia 2-11. 1936. Vol. 1 (62 B)- el 31-08- que “todas las cátedras pueden ser
dictadas por profesores colombianos y no hay ninguna que pueda ser integrada [sic] por
un profesor extranjero”.
39
Ídem.
37
38
30
… insinúo al señor Rector el nombre del Doctor Isidoro Murtra Casanovas,
farmacéutico de la Universidad de Barcelona, llegado recientemente a esta ciudad,
cuyos servicios pueden aprovecharse ventajosamente en este para el cual no había
podido obtenerse hasta hoy un profesor competente que prestara este servicio de
acuerdo con las exigencias de la Escuela y las necesidades del Hospital. 40
De manera concreta, en su transcurrir cotidiano las situaciones eran un
poco más difíciles de lo que aparecen en la decisión tomada de contratar a
Murtra, pues de manera permanente se reproducía el problema de la falta de
recursos económicos, lo que además desembocaba en un problema de “carga
laboral” intensa (una situación que parece haber sido una constante de las
obligaciones laborales que se impusieron a los docentes inmigrantes) y en
ocasiones en la toma de decisiones que afectaban la distribución de puestos de
trabajo y condujeron en muchas oportunidades a la supresión de algunos cargos,
lo cual será en el futuro uno de los motivos que producirán tensiones y conflictos
permanentes entre los recién llegados y los que anteriormente trabajaban en las
escuelas. 41
En este caso de la Escuela de Farmacia que glosamos, el nombramiento
de un nuevo responsable planteaba la necesidad de conseguir las partidas para el
pago, por lo cual Alfredo Luque recomendaba al rector de la Universidad
conseguir que se votara una partida en el Consejo Directivo, con aprobación del
ministro –que asistía al Consejo-; y que en el caso de que no fuera posible,
… insinuaría respetuosamente al Señor Rector la supresión del [cargo] de jefe de
trabajos y de tres de los seis preparadores que hay actualmente en esa Sección,
para dedicar el valor de esos sueldos al pago del profesor. 42
En el aspecto más general, dejando por un momento de lado a la Escuela
de Farmacia –a la que volveremos-, entre 1936 y 1940 la Universidad Nacional
parece seriamente interesada en hacerse, con grandes sacrificios económicos, al
servicio de todos los recursos docentes extranjeros que necesitaba o que podría
contratar, aprovechando además la coyuntura favorable que ofrecía la situación
europea, que además debió abaratar mucho el trabajo calificado, pues antes que
académicos solicitados de manera rogada y expresa, se empezaba a contar con
una amplia oferta de gentes que lo que querían era huir de lo que parecía ser el
Ídem.
Los casos de respuesta negativa dada a los ofrecimientos de académicos muy
acreditados por falta de fondos fue repetida, y un inventario completo de este punto
ayudaría mucho a modificar la idea de que al país no solo no quería venir ningún exiliado
español –o inmigrante europeo-, sino que los que vinieron eran gentes de calificación
intelectual apenas aceptable. Cf. al respecto, por ejemplo, el oficio 956 del 24-04-193? Del
Ministerio de Relaciones Exteriores sobre la imposibilidad de acoger a los profesores
Francisco Ruiz Funes y Cirre Jiménez, quienes se encontraban en Bélgica, habiendo
huido hace poco de España. El ofrecimiento se había hecho a través de Francisco Umaña
Bernal y la falta de presupuesto la certificaba Otto de Greiff, como secretario de la
Universidad Nacional. –Por fortuna poco tiempo después los dos académicos lograron
pasar una corta temporada de trabajo en el país.
42 Ídem, 3-11-1936 (Oficio 961). –El nombramiento de Murtra efectivamente se produjo –
por Resolución 134 de 1936-, pero no sabemos si hubo que recurrir al expediente de
suprimir cargos y despedir trabajadores.
40
41
31
próximo infierno europeo. De hecho en muchas ocasiones se rechazó el
ofrecimiento de servicios docentes y profesionales por parte de especialistas de
alta calificación que querían venir al país a trabajar, o simplemente salir de sus
países, aunque al principio no tuvieran una idea clara de si permanecerían o no
en el país de recepción. 43
Así pues, por fuera de las contrataciones, fácilmente explicables, que desde
tiempo atrás se hacían para la Escuela de Música (o Conservatorio de Música) 44 ,
se produjeron muchas otras contrataciones, todas temporales –casi siempre por
12 meses, pero renovadas muchas de ellas de manera constante por años- y
cubriendo campos muy diversos de saber, de formación profesional y de origen
territorial de los contratados (Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra). 45
La mayor parte de esas contrataciones se relacionaba con problemas clave
de lo que ya se mencionaba como el “desarrollo nacional” y planteaba el problema
de la creación en la Universidad de formaciones académicas desconocidas o por lo
menos la modificación de la forma tradicional como muchas de ellas se
adelantaban, como en el caso particular de ingeniería, el derecho y la medicina.
Así por ejemplo, desde 1936 se discutía sobre la importancia del estudio de las
enfermedades tropicales y en una sesión del Consejo Directivo el rector de la
Universidad habló sobre la venida al país, por esos días, del profesor Muhlens,
especialista en enfermedades tropicales, declarando la conveniencia de que se le
invitara por parte de la Universidad. El consejo aprobó la invitación al
mencionado profesor y la asignación de una partida de 500 pesos para gastos de
permanencia. 46 Un año después el rector de la Universidad hablaba de la
necesidad urgente de organizar un laboratorio de enfermedades tropicales, una
idea que ya había sido planteada meses atrás, y recomendaba aprovechar “lo
Cf. por ejemplo UNAC, T. 8, 1938, 17-01-1937, en donde se niega la solicitud,
tramitada a través de la Legación colombiana en París, para la venida del profesor Olivier
Brachfeld, porque la “Universidad no tiene en el momento cómo ocuparlo, como se decía
en la respuesta al ministerio de Educación, aunque desde luego había también problemas
de recursos económicos. Una hoja de vida puede ser el soporte de muchas cosas que no
sean ciertas. Pero buena parte de las hojas de vida que hemos tenido oportunidad de
revisar dejan la idea de una oferta de trabajo intelectual realmente muy calificada y dejan
la impresión de que el país no pudo aprovechar en ese momento uno de las mayores
posibilidades que tenía para lograr un apoyo esencial para modificar, sobre la base del
trabajo calificado, muchos de los que eran sus principales problemas económicos y
sociales. Cf. Apéndice con selección de Hojas de Vida al final de este trabajo.
44 Cf. por ejemplo UNAC, Actas Consejo Directivo, T. 1, 25-06-1936, en que “Se da lectura
al informe elaborado por la comisión designada para estudiar los contratos elaborados por
el síndico de la Universidad y los ciudadanos alemanes […] sobre prestación de servicios
en el Conservatorio Nacional de Música, como profesores de violín, de viola, de violonchelo
y de baile clásico respectivamente…”. Los contratos fueron efectivamente celebrados.
45 Cf. por ejemplo UNAC, Actas Consejo Directivo 1937, 21-05-1937, en donde el rector de
la Universidad da cuenta de las invitaciones hechas a los profesores franceses Raoul
Brandon y Paul Rivet, “que han sido invitados por la Universidad para venir en diciembre,
subvencionando al primero con gastos de viaje y permanencia…”. El profesor Brandon
dictaría doce conferencias y trabajaría en la organización de la Escuela de Bellas Artes,
labor que junto con la organización de la formación en arquitectura terminaría recayendo
luego en otros docentes, varios de ellos de origen extranjero.
46 Cf. UNAC, Actas Consejo Directivo 1937, 21-05-1937.
43
32
servicios de un eminente especialista español”, aunque algunos de los otros
consejeros recomendaban esperar un poco y aprovechar el regreso de alguno de
los médicos colombianos que en ese momento terminaban en el extranjero sus
estudios de especialización, estudios que habían realizado con becas oficiales. 47
Los profesores fueron llegando y fueron ocupando sus nuevas posiciones e
integrándose a la vida de la Universidad y a la vida del país, con las dificultades
legales y sociales que eran de esperarse. En cuanto a las dificultades legales debe
mencionarse el problema de la separación entre el ejercicio profesional y el
ejercicio docente –común a muchas legislaciones-, lo que hacía que se le
permitiera al docente recién llegado el ejercicio de su cátedra, pero no el de su
actividad profesional –por ejemplo en el caso de un ingeniero, o de un médico, de
un arquitecto o de un abogado.
Este último caso, sin que sepamos cuál fue la solución adoptada, fue
discutido por el Consejo Directivo de la Universidad, en el momento del contrato
del profesor Hans- Meyer Lindenberg, pues se decía que su nombramiento no
incluía el “ejercicio profesional sin limitaciones”, ya que sus servicios se habían
solicitado como docente y el desarrollo pleno de su actividad profesional se
estimaba que representaba “una fuente de desventajosa competencia con los
nacionales”, introduciéndose por esta vía uno de los temas mayores en las
tensiones con los inmigrantes –la competencia al trabajo nacional, uno de los
temas más constantes en el periódico El Siglo-. De todas formas el contrato se
aprobó, porque la calidad de las referencias académicas del jurista eran notables,
tal como informó la comisión nombrada para tal efecto, pues, según el redactor
del informe, el profesor Gerardo Molina, el currículo vital del profesor Meyer era
plenamente satisfactorio y las referencias a su favor de parte del profesor
Burkhart de Reynold, conocido internacionalista y profesor del Instituto
Universitario de Estudios Internacionales de Ginebra, dejaban por fuera de toda
duda sobre sus calidades. 48
La asimilación al nuevo medio cultural e institucional
Es claro que por fuera de las tensiones estructurales (laborales, académicas, de
competencia) los docentes extranjeros conocieron muchas más dificultades, lo
que de todas maneras no hizo imposible su adaptación, lo que finalmente deja la
UNAC. Actas del Consejo Directivo 1938. 8-06-1938.
UNAC, Consejo Directivo, 1936, T. 2, 19-09-1936 (Proposición 88). En general los
profesores llegados, en virtud de sus salarios, tuvieron necesidad de recurrir a un
segundo empleo, no siempre docente, lo que hicieron sin mayores conflictos con la
Universidad, incluso a veces con autorización expresa de la Institución. Cf. por ejemplo
para 1950 la respuesta positiva que la rectoría de la Universidad da al profesor Ots
Capdequí, quien había presentado una solicitud para poder dictar su cátedra de Derecho
español y derecho indiano en la Universidad Externado de Colombia y en el Colegio Mayor
del Rosario, mientras se desempeñaba como docente en la Universidad Nacional –UNAC.
Archivo Rectoría 1950, 15-02-1950-. Sin embargo, la tensión que se albergaba aquí y que
muchos alimentaban, entre trabajo escaso y extranjeros que ocupan los puestos de
trabajo, no dejará de ser la causa de muchos de los enfrentamientos con los docentes
inmigrantes.
47
48
33
idea de una adaptación lograda, como lo han sido todos los procesos de migración
de extranjeros hacia Colombia a lo largo de su historia. Esas dos dificultades que
mencionamos tienen que ver con el conocimiento o el aprendizaje “in situ” de la
lengua –desde luego que esa dificultad no se planteaba para los exilados
españoles-, por una parte, y con los métodos pedagógicos utilizados, por otra.
Respecto de la lengua hay que señalar que los académicos que llegaron al país,
sobre todo los de más alto nivel, eran por lo menos bilingües –como lo indican
muchas hojas de vida-, y además gentes familiarizadas con el inglés, como en el
caso de los docentes alemanes, que conocían el francés, muchas veces el
castellano y leían en inglés, y que en todo caso, cuando no conocían el castellano
mostraban una gran disposición para el aprendizaje de la nueva lengua.
Las autoridades de la Universidad Nacional, a través de los cónsules se
preocuparon mucho por dejar bien establecido este hecho, pero no hay duda de
que algunos de los docentes llegaron sin conocer la lengua, o sin conocerla de
manera cuidadosa. El contrato con el profesor Rudolf Hommes, por ejemplo, dejó
establecido en una cláusula precisa, que Hommes dentro de un tiempo
prudencial deberá aprender la lengua, cláusula que figura también en el contrato
de muchos de los músicos que vinieron a trabajar al Conservatorio Nacional. En
el caso de R. Hommes se decía que:
El señor Rudolf Hommes se compromete a aprender el español en el menor tiempo
posible. Si al comenzar el segundo año de vigencia de este contrato, el contratista
no conoce el español con suficiente habilidad para hacerse entender de sus alumnos
o del personal administrativo, el gobierno nacional podrá rescindirlo sin obligación
ninguna diversa del pago de viáticos. 49
No hay menciones repetidas que indicaran que se trató de un escollo
insuperable, pues al parecer el dominio de la lengua se logró, por lo menos, como
era de esperarse, como segunda lengua, lo que no parece muy sorprendente, si se
tiene en cuenta que eran adultos en situación de aprendizaje, en un momento en
que la lengua materna se encontraba perfectamente afirmada, y por la situación
de refugio aparecía, como para muchos exiliados, como la patria misma. Solo en
contados casos parece haber existido alguna dificultad mayor. Esta puede ser la
situación en la que se vio el profesor alemán Rothstein, según lo que se consigna
en una de las actas del Consejo Directivo:
…El rector da cuenta de la resistencia por parte del profesor Rothstein a hacerse
cargo del curso de música en el año preparatorio. El secretario informa que el señor
Rothstein le manifestó las razones que tenía para negarse, como son su gran
dificultad para expresarse y el temor de ser el hazmerreír de los alumnos. 50
La otra dificultad tuvo que ver con los métodos pedagógicos. No hay duda
que muchos de los profesores que vinieron a servir como docentes en estos años
Diario Oficial 23638. 24-11-1937.
UNAC, Consejo Directivo Actas 1937. T. 3, 19-03-1937. El hecho puede ser visto ahora
simplemente como “simpático”, pero en ese entonces puede haber sido una causa de
sufrimiento del docente, mientras asimilaba la nueva lengua. Recuérdese que se trata de
refugiados, lejos de sus patrias, que pasaban por un mal momento, y dispuestos por lo
tanto a aferrarse a su lengua como fuera.
49
50
34
en la Universidad Nacional tenían formas de trabajo que, sin entrar a valorarlas,
deberían tener grandes diferencias con las que aquí eran habituales. En muchas
de las representaciones estudiantiles que se escribieron en momentos de
conflicto, los estudiantes dejan la sensación de que sienten el trabajo estudiantil
como una sobrecarga de trabajo y de que se encuentran sometidos a una “forma
de hacer” que les es ampliamente desconocida, un punto que podremos
ejemplificar de manera amplia cuando hablemos acerca de la modalidad
pedagógica del “semanario”, una de las formas de trabajo más polémicas que los
nuevos docentes trataron de implantar en la Universidad, en compañía de
algunos de sus colegas nacionales, y que fue una forma ampliamente
controvertida por profesores y estudiantes y rechazada por estos últimos bajo la
forma abierta de un conflicto de rechazo.
Podemos por ahora contentarnos con citar un caso interesante de
oposición dividida de los estudiantes frente a los métodos pedagógicos de sus
nuevos maestros, para mostrar las complejidades de la situación. Se trata de la
evaluación que los estudiantes de música hacen de sus profesores alemanes, en
una solicitud en la que precisamente están pidiendo la renovación del contrato de
tres de ellos y en donde indican que “Está por demás anotar la buena labor
desarrollada en esta institución por los profesores antes mencionados, que han
creado una cultura superior a la existente en los años anteriores”, aunque
agregan al mismo tiempo que “la traída o nombramiento de nuevos catedráticos
para regentar los cursos a cargo de los señores [profesores]… produce trastornos,
los inconvenientes que nacen de la aplicación de distintos métodos de enseñanza,
y el aprendizaje bajo estas circunstancias nos puede perjudicar”, con lo que
declaran al mismo tiempo que la introducción de un método nuevo, siempre
plantea problemas, particularmente en un campo como el de la enseñanza
musical, en donde la pedagogía resulta tan difícil, las relaciones son tan
autoritarias y las formas de identificación y transferencia tan habituales, pero
que ya parecen haber asimilado los nuevos métodos que les han impuesto sus
profesores alemanes, de los que ahora solicitan renovación de su contrato. 51
Una observación más, de nuevo contextual, antes de avanzar en el análisis
del problema específico del que queremos ocuparnos. Una circunstancia más
pesaba sobre los profesores europeos que enseñaban a finales de los años 1930 y
los años 1940 en la Universidad Nacional: el espectro de la guerra y de la política
internacional, un elemento que contribuyó en muchas ocasiones a hacer difícil el
desempeño de su labor. No nos referimos en este momento a los ataques que el
periódico El Siglo diariamente, durante varios años (¡sin exageración!) adelantó
contra los docentes europeos (sobre todo si observaba en ellos algún antecedente
judío, lo que no era tan difícil) y de manera muy particular contra los exiliados
españoles, quienes de manera sistemática eran tratados como “rojos”,
“comunistas” o “anarquistas y “ateos”. 52
UNAC, Conservatorio Nacional de Música. Archivo. Facultad de Artes. Vol. 4. 1939. 1704-1939. Los profesores eran Frolich, Rothstein y Wallenger.
52 Un caso significativo, por lo constante y por lo injustificado, lo mismo que por los
niveles de desinformación a partir del cuales se hacían las acusaciones, es el que tiene
que ver con los repetidos ataques del periódico El Siglo contra el profesor Fritz Karsen,
uno de los mejores servidores de la Universidad Nacional, en cuanto a la formación de la
51
35
Nos referimos más bien a la “atmósfera política” de la que eran rodeados en
virtud de las circunstancias de sus países, lo que hacía que cada uno de estos
profesores apareciera con una especie de marquilla frente a sus colegas, sobre
todo frente a aquellos que no los apreciaban, y que muchas veces que hubo que
discutir sobre un contrato nuevo, sobre la prolongación de uno anterior, o sobre
el ofrecimiento de una cátedra, se pensara primero en sus circunstancias
ideológicas y en las circunstancias políticas de su país, todo en ello en un
ambiente muy politizado, de división en torno a los partidos liberal y conservador
y con una interpretación partidista de toda acción humana, como ha sido una
constante entre nosotros. Podemos ofrecer varios ejemplos que creemos
significativos.
El Consejo Directivo de la Universidad Nacional discutió a finales de 1936
acerca de una propuesta que el Colegio Alemán y la Legación Italiana, cada uno
por su cuenta, habían presentado para que de manera gratuita nacionales de
esos estados dictaran en la Universidad cursos de sus respectivos idiomas y
literaturas. Las actas del Consejo en donde se recoge la discusión dan una idea
muy viva de la discusión y del punto política e ideológicamente sensible que cada
uno de los consejeros pensaba se estaba tratando. El Consejo nombró a dos de
sus miembros para que de manera independiente presentaran una consideración
sobre el ofrecimiento, ya que el punto parecía delicado, pues había insistentes
rumores, cuyos fundamentos no conocemos, acerca de que los extranjeros afectos
A las ideologías extremas que dominaban en Alemania e Italia utilizaban sus
colegios (y otras instituciones) como punta de lanza para propagar sus doctrinas.
La comisión encargada de estudiar el asunto señaló –aunque de una
manera en parte confusa y en parte contradictoria- que “desde el punto de vista
liberal y del libre examen que impera en la Universidad” no debería haber
inconveniente para admitir profesores de cualquier ideología, que era el subfondo
de la discusión, pues se estimaba que los docentes que irían a prestar sus
servicios representaban las ideologías en el poder de los Estados de donde eran
nacionales, y agregaban que la libertad de pensamiento exigía entonces aceptar el
ofrecimiento, pero compensándolo con “profesores marxistas que representen el
extremo opuesto”. Un consejero más, interesado también en participar en la
discusión de esta especie de dilema en que parecía atrapado el Consejo Directivo,
llamaba la atención sobre el carácter no confesional de la Universidad y
recordaba que el propio ministro de Educación era partidario de la colaboración
ofrecida. 53
La discusión parece haberse animado y otras voces se hicieron escuchar y
se habló de la oportunidad que tendrían los universitarios de aprender dos
importantes lenguas modernas y una clásica (el latín), un regalo que se podría
echar a perder por temores infundados, que era lo que parecía encontrarse en las
opiniones de los designados para estudiar el problema, señalando también que en
cuanto al posible proselitismo en que podían empeñarse los profesores
Ciudad Universitaria, en cuanto al impulso de nuevas carreras y el remozamiento de
otras, en cuanto a la introducción temprana de elementos modernos de planeación. Cf.
entre varias noticias al respecto UNAC, Consejo Directivo Actas 1938. T. 9, 19-04-1938.
53 UNAC, Actas del Consejo Directivo 1936. T. 2, 19-10-1936.
36
encargados de las cátedras, el riesgo era mínimo, pues la Universidad estaría
atenta y vigilante, pero que la prohibición no era el camino, ya que “la misma
naturaleza de la universidad rechaza el temor a las ideas”. 54
Queriendo aclarar aun más su posición, Gerardo Molina, miembro del
Consejo, sustentaba su punto de vista, recordando que la libertad, tanto la
libertad política como la universitaria, tenía sus limitaciones, dando como
ejemplo la situación en la que un Estado debía imponer formas de censura para
defender el propio régimen de la libre discusión, como ocurría con el caso de las
ideologías fascistas y nazistas,
Y evitar que tomen preponderancia dentro de ella [dentro de la sociedad y la
universidad] sistemas de ideas que van justamente contra esa misma libertad, que
es característica universitaria, como sucedería con los principios fascistas que, como
es sabido, se distinguen por su tendencia antidemocrática. 55
Muchas otras actas del Consejo Directivo muestran esa extrema
politización de la discusión del Consejo Superior, quien a su vez reflejaba y
alimentaba una discusión que en buena medida, en ciertas facultades –la
Facultad de derecho de manera particular- se encontraba presente. Parece
sorprendente y nos recuerda las realidades de la cultura política del país en la
primera mitad del siglo XX –y posiblemente más allá-, el hecho de que en muchos
de los listados de docentes de los años 1930 y 1940 al lado del nombre del
profesor se encuentre su filiación política –liberal y conservadora de manera
mayoritaria-, aunque hay que mencionar como signo de buena salud espiritual,
que en el caso de los exiliados no se incluía ninguna designación (por fuera de la
de “extranjero”) y que en el caso de los pocos socialistas, como don Antonio
García, se les permitía hacer uso d ese calificativo, aunque, claro el ideal hubiera
sido que nada tuviera necesidad de decir nada al respecto. 56
En una reunión de junio de 1937 el Consejo se vio confrontado de nuevo a
tomar decisiones sobre materias que eran directamente políticas y que en el plano
local eran ante todo cuestiones partidistas de enfrentamiento diario. Al Consejo
había llegado un cable procedente de Valencia (España) dirigido al rector de la
Universidad y firmado por autoridades universitarias y profesores de las
instituciones universitarias españolas, en el cual protestaban por el bombardeo a
un puerto civil realizado por un barco de guerra alemán.
54
Ídem.
Ídem. La sesión concluyó sin ninguna definición precisa y se solicitó continuar
discutiendo el problema en una reunión próxima. –El dilema que se anuncia en la
discusión parece estar expresado de una manera ingenua y de él podría pensarse que se
trata de un tópico superado por la teoría política y por la práctica societaria de la política.
Sin embargo, podría ser que, por el contrario, se tratara de un dilema aun vigente, como
lo ha puesto de presente el ascenso de diferentes formas de fundamentalismo, en el
marco de sistemas formalmente democráticos. Como se sabe, en el caso de la sociedad
alemana, ésta debió enfrentar en la postguerra y la derrota la discusión de las
limitaciones que ella misma debería imponerse respecto de la libre difusión de los ideales
nazis, un sistema de restricciones aun vigentes.
56 Cf. por ejemplo Renán Silva,
55
37
El cable reclamaba desde luego solidaridad con los habitantes de ese lugar,
rechazo a la acción de las tropas nazis y por lo tanto firma del documento
propuesto. Puesta en consideración la comunicación, algunos plantearon la
conveniencia de adherir y respaldar, mientras que otros señalaban que todo
debería quedarse en un acuse de recibo “para evitar la formación de pugnas entre
el personal universitario” y alguna otra voz señalaba que debería nombrase una
comisión para elaborar un proyecto de respuesta, uniéndose a la protesta, pero
“desde un punto de vista político, sino por la transgresión del derecho de gentes
que significa el bombardeo alemán”, añadiendo que la situación recordaba la
agresión del Perú a Colombia años tras… Como ocurría casi siempre, el Consejo
levanto su sesión, nombrando una comisión que debería elaborar un borrador de
respuesta. 57
El Consejo Directivo de la Universidad Nacional parece ser en los años
1940 un lugar de opiniones diversas, que se confrontaban de manera
permanente, pero bajo un clima en general amable –con excepciones que se verán
aparecer en ciertos momentos-, con un ligero dominio de las opiniones más
“modernizantes” y “progresistas”, frente a otras que aparecían como
conservadoras y atadas a la tradición, aunque visto el problema desde la
distancia es posible que un juicio de esta naturaleza no deje de estar marcado por
el anacronismo. Pero en realidad esa es la percepción que dejan las actas y las
discusiones, y el Consejo Directivo hizo en muchas oportunidades de la causa de
los refugiados y de los perseguidos causa propia, como se puede notar en una
carta que Julio Carrizosa Valenzuela, rector en 1943, envía al ministro de
Relaciones exteriores y en donde le dice:
Por autorización del Consejo Directivo de la Universidad Nacional me permito
dirigirme a usted muy respetuosamente, con el fin de solicitar la ayuda de ese
Ministerio, a fin de gestionar la traída al país del profesor Enrique Molles, químico
español, quien se encuentra actualmente, según parece, en Madrid. Si el
Ministerio a su cargo considera oportuna esta gestión, podría realizarse por
conducto de nuestro Ministro en España, quien pudiera informarse acerca de la
situación de dicho profesor en la Universidad Central de Madrid.
La Universidad [Nacional] sabe que dicho profesor estaría en disposición de venir
al país y quiere aprovechar esta oportunidad, teniendo en cuenta que se trata de
uno de los científicos más grandes con que cuenta España, cuyos trabajos en el
campo de las ciencias químicas lo han llevado a ocupar una posición de primera
categoría entre los científicos del mundo entero que se ocupan en esta materia. 58
UNAC, Consejo Directivo Actas 1937. T. 4. 5-06-1937. La dificultad de enfrentar este
tipo de situaciones, lo que debe tener una explicación en las condiciones políticas de la
institución y de la sociedad, en las propias tradiciones de funcionamiento político
elaboradas en el mundo parlamentario, pero no menos en la originalidad de la situación
que se vivía, no debe dejar la impresión de que el Consejo Directivo de la Universidad era
un organismo que suplía toda actividad con la formación de comisiones. El recurso era
permanente, pero la lectura de las actas muestra que en muchas ocasiones era eficaz.
58 UNAC Archivo. Correspondencia 1943. T. 50, Vol. 51, 15-12-1943. No tenemos ninguna
idea sobre qué ocurrió con el profesor Molles, pero su apellido no aparece ni en los
archivos de la Universidad Nacional ni en los registros de visas que revisamos en el
Archivo General de la Nación. Muchos otros que hicieron solicitudes, seguramente en
medio de grandes angustias, tampoco consiguieron llegar a Colombia, aunque es posible
que hubieran encontrado una buena patria en otra parte. Citemos el caso de del
57
38
Un momento un poco difícil para los europeos que trabajaban en la
Universidad Nacional ocurrió en al año 1943 y corrió por cuenta de la declaración
de beligerancia que Colombia entre Colombia y Alemania, y en general por la
actitud del gobierno colombiano frente a las naciones del Eje, una conducta que
el país había adoptado siguiendo el curso que tomaban los Estados Unidos y
buena parte de las democracias occidentales. En una sesión del Consejo Directivo
de principios de 1943, el rector de la Universidad interrogó al ministro de
Educación sobre las medidas especiales que se irían a tomar contra los
extranjeros de las naciones del Eje que temporalmente trabajaban para el
gobierno colombiano o para alguna de sus instituciones. El ministro respondió
que por el momento no había nada y que sus condiciones permanecían por el
momento iguales, hasta que el gobierno dictara nuevos decretos en relación “con
los extranjeros pertenecientes a los países del Eje”, y solicitó de una vez la lista
completa de los funcionarios de la Universidad que tuvieran esa condición. 59
En una sesión posterior el ministro volvió a referirse de nuevo al problema
de “los extranjeros pertenecientes a las naciones del Eje” que ocupaban cargos
oficiales y mencionó que el gobierno nacional tenía el propósito de no renovarles
sus contratos de trabajo, aunque él sabía que en la Universidad trabajaban
gentes que eran difíciles de reemplazar, señalando que con quienes se hubieran
nacionalizado no habría problema alguno. El Consejo y el rector se limitaron a
insistir en la función esencial que para la Universidad adelantaban los
extranjeros que allí trabajaban y citó como ejemplo “los casos de los señores
Richter y Dich que desempeñan cargos de muy difícil reemplazo en los Institutos
de Ciencias naturales y Radium, respectivamente”. 60
Ninguno de estos hechos dejaba de crear zozobra entre los nuevos (y a
veces viejos) docentes europeos que trabajan en la Universidad Nacional (y otros
lugares del país, fuera de Bogotá), pero ninguna de estas circunstancias puede
compararse con las que sus compatriotas padecían en Europa, y la atmósfera de
persecución en cierta manera se limitaba a las páginas de los periódicos
conservadores (en Bogotá y en Medellín sobre todo), y en el caso de la Universidad
el asunto se concretaba ante todo en una mala atmósfera de trabajo, en formas
de “maltrato docente” y en una forma de desprecio bastante insignificante como
era la de sentirse superior por razón del lugar de nacimiento, una forma de
ataque (¿ o de defensa?) que también fue utilizada en ocasiones por los propios
extranjeros y que revelaba un sistema de tensiones, cuya lógica se escapaba para
aquellos que las padecían sordamente o las vivían como conflictos abiertos. Ese
catedrático español Domingo Casanovas Pujada, quien ofrecía sus servicios a la
Universidad en un momento tan difícil como el verano del año 1938, “pero la Universidad
no tiene manera de aprovechar los servicios del profesor Casanova”, como informaba el
rector al ministro de Educación. Ídem, T. 13, 27-06-1938.
59 UNAC. Consejo Directivo Actas 1943. T. 28. 1-12-1943.
60 Ídem, 14-12-1943. Estas medidas contra los “extranjeros de las naciones del Eje”, como
se decía, afectaban a italianos y alemanes, pero no a los exilados españoles, quienes
también soportaban su propia angustia, al resultar vigilados en su actividad por la propia
Legación española ya en manos del nuevo gobierno triunfante. Para un aparente y
confuso episodio de vigilancia y de averiguación de datos sobre los españoles que
trabajaban en la Universidad Nacional por parte de las nuevas autoridades españolas cf.
Ídem, 1942, T. 26, 21-09-1942.
39
será, a grandes rasgos el contexto social e ideológico a donde llegará a trabajar
como docente e investigador el químico español don Antonio García Banús, cuyas
aventuras y desventuras consideraremos en el próximo capítulo.
40
III
POLÍTICA CULTURAL E INMIGRACIÓN DOCENTE EN EL MARCO DE LA
REPÚBLICA LIBERAL
Confluencias y senderos comunes
Como se recordará, el título de este informe de investigación y posiblemente el
núcleo de relaciones que más se ha querido destacar es el de Instituciones
culturales, cambio intelectual e inmigración docente. Aunque el objetivo de esta
investigación era en principio de una manera más simple considerar el problema
de los “transterrados españoles” en Colombia, sobre los que se sigue echando de
menos una fuerte corriente de estudios, en el subtítulo del proyecto original ya se
había enunciado la relación básica que quería interrogarse: “Cambio intelectual,
instituciones educativas y exilio republicano español”, una relación que como
explicamos páginas atrás extendimos luego al conjunto de los académicos
inmigrantes europeos, por razones que allí dejamos consignadas.
Con el título que ahora hemos puesto a este informe final, y con el
subtítulo que en su momento pusimos al proyecto original, tratábamos y
tratamos de indicar una orientación que nos parece no haber sido tomada en
cuenta de manera suficiente en los trabajos sobre el exilio español de los años
republicanos –y en general en las investigaciones sobre el exilio europeo posterior
a 1930-. Se trata de lo siguiente: si bien en los trabajos sobre este problema, o
más en general en las crónicas existentes sobre estos episodios, se ha indicado de
diversas formas, a veces muy bien documentadas, el papel que los exiliados
españoles (que no siempre eran republicanos) cumplieron como agentes de
cambio cultural en el país, de manera similar a como otros grupos nacionales de
refugiados lo fueron, no se ha puesto el acento suficiente sobre las condiciones
internas que permitieron o favorecieron el cumplimiento de tal papel.
Ha faltado tal vez pues un énfasis mayor sobre el hecho de que los
exiliados pudieron cumplir tal papel modernizador en el campo de la cultura y la
educación, porque las condiciones internas de cambio político y social existentes
en el país y el entorno de creación de nuevas instituciones de cultura académica
que fue distintivo de esos años, lo hicieron posible. O dicho de otra manera: hay
que acentuar el papel de contexto favorable que el ambiente cultural de la
llamada república liberal cumplió en la recepción y asimilación del grupo de
“inmigrantes docentes” que llegaron al país a partir de 1930 y de manera
acentuada después de 1936, pues ese fue el contexto y las circunstancias que le
otorgaron su sentido a un proceso que sin ese marco general hubiera podido
producir muchos menos frutos. 1
Hablamos de “ambiente cultural favorable” para referirnos a un cierto ánimo
constructivo y emprendedor que se refleja de manera frecuente en la documentación y
que debe haber sido consustancial en los espíritus más liberales, luego de la pérdida del
gobierno y la “caída” de la Hegemonía Conservadora. Es un ambiente que se expresa no
solo en el ánimo de los grandes dirigentes, sino en la disposición general de muchas
1
41
Hay que insistir pues en que por fuera de esta relación que vincula de
manera estructural dos series de acontecimientos que por principio no se
encontraban ligadas (la República Liberal, de una parte, y de otra el exilio de
intelectuales españoles republicanos y más en general europeos), la dinámica del
proceso, sus características y el sentido que adquirió, podrían haber sido muy
limitados en su eficacia, máxime cuando se trataba de una corriente migratoria
pequeña, que muchas veces optó por el exilio en el país por carecer de otras
oportunidades –o por lo menos lo hizo con un cierto desconocimiento de ese país
al que se dirigían y al que muchas veces terminaron amando-. Este aspecto del
proceso de inmigración se acentúa aun más si tenemos en cuenta que hay
muchas discontinuidades en la permanencia en el país, digamos entre 19301950, de parte de los recién llegados, pues no solo llegaron en fechas diferentes –
de manera mucho más acentuada que en México y la Argentina-, sino que buena
parten de ellos estuvo entrando y saliendo, y muchos otros tan solo pasaron una
corta temporada en el país. 2
No afirmamos desde luego que a los estudiosos del problema se les haya
escapado el hecho de que hay un fuerte vínculo entre el fin de la Hegemonía
Conservadora en 1930 y el inmediato ascenso del partido liberal al gobierno bajo
la figura de la llamada República Liberal, y la recepción de inmigrantes
académicos europeos, sobre todo refugiados republicanos españoles, y que los
gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos constituyeron un
contexto favorable para el ejercicio del trabajo intelectual. Sin embargo, vale la
pena avanzar más allá de ese elemento de contextualización y mostrar de qué
manera en los años de la República Liberal, particularmente en el tramo final del
primer gobierno de López Pumarejo y en el gobierno de Eduardo Santos, el país se
había embarcado en un proceso de construcción de instituciones académicas
modernas, muchas de las cuales habían sido anunciadas desde el propio
gobierno de Olaya Herrera.
gentes que en posiciones corrientes del ejercicio docente y cultural trataban de
aprovechar al máximo las oportunidades educativas en donde estas aparecieran. Podemos
adelantar desde ahora un ejemplo. En carta de 7-X-1940, Gustavo Escobar, quien al
parecer trabaja en la Universidad Nacional, informa que se encuentra en la ciudad el
pianista Alexander Borovsky, “uno de los más renombrados intérpretes de la obra de
Bach”, y piensa que la Universidad debe invitar “al ilustre pianista a dar una serie de
conferencias ilustradas con ejercicios musicales sobre el gran compositor”, en el foyer del
teatro Colón, para provecho de los estudiantes y de la ciudad. Cf. UNAC. Facultad de
Artes. Referencia 62 C. Vol. 2. Oficio 339.
2 Aunque Colombia no se encontraba en el último lugar de los sitios que se buscaban
como refugio, sin embargo, sus desventajas culturales e intelectuales por comparación
con México y Argentina –y aun con Chile, en donde había un grupo importante de
europeos socialmente bien localizados, que funcionó como grupo de reopción- eran
percibidas con claridad y se repiten con frecuencia en la correspondencia entre los
exiliados. Quito y Bogotá (Ecuador y Colombia) se encontraban entre los destinos menos
apetecidos. Pedro Enríquez Urueña le escribía al Alfonso Reyes –en carta del 31-93-1938-:
“Sobre [Ángel] Rosenblat supongo que sabes que está invitado a Quito. Mi idea (se la he
dicho a Amado [Alonso] es que el debe irse cuanto antes a Quito (lo importante es salir del
infierno europeo) y allí esperar la invitación a México”. Pedro Enríquez truena y Alfonso
reyes, Epistolario íntimo. T. III. Santo Domingo, Universidad nacional, 1983, p. 442.
42
Lo que debe recordarse, porque a menudo se olvida, es sobre todo que los
años (c) 1930-1950 fueron un periodo de muchas iniciativas en el plano de la
creación de nuevas instituciones culturales o de refundación y recreación de
algunas de las instituciones culturales previamente existentes. La puesta de
presente de este hecho fácil de constatar de manera empírica, de ninguna manera
significa que se postule que a mediados del siglo XX y como resultado de las dos
décadas anteriores Colombia contara con un sistema de instituciones culturales
de inspiración liberal con fuerte raigambre en la sociedad.
Como se sabe, 1948 obró como un cambio fuerte de dirección en la
orientación cultural del país, al punto que, por lo menos bajo cierto ángulo, no
puede dejar de reconocerse una cierta discontinuidad con algunas de las
realizaciones mayores de los años anteriores en el plano de la cultura. De otro
parte, los años 1930 y 1940 si bien fueron años de impulso a una nueva política
cultural –moderna y de masas-, lo fueron en medio de grandes dificultades
económicas, de una crítica sin matices adelantada por el partido conservador y la
mayor parte de la prensa conservadora (El Siglo, en Bogotá, La Patria en
Manizales y El Colombiano en Medellín, principalmente) y en medio de cierta
indiferencia por parte de un grupo amplio de la población muy acostumbrada a
una vida social y cultural que recuerda el ambiente de la hacienda y el dominio
de la parroquia, tal como lo conoció el siglo XIX en el país. Por lo demás, una vida
social moderna de corte urbano nítido, solo se vislumbra en el país a partir de los
años sesenta, cuando la República Liberal es ya sobre todo un recuerdo. 3
Aun así, no debe dejar de considerarse el hecho de que la tercera y cuarta
décadas del siglo XX son en Colombia época de una innegable modernización
social y cultural que se encontraba en marcha desde por lo menos los años 1920,
aunque en el plano estrictamente cultural es innegable que fue el bajo el
“dirigismo cultural” de la época de los gobiernos liberales que esa tendencia
adquiere su mayor fuerza y significado.
Desde luego que la difusión de una actitud cultural moderna fue un hecho
desigual, tanto en términos espaciales como sociales. Desde luego que la difusión
de esa nueva actitud encontró diferentes formas de resistencia en fuerzas y
grupos sociales muy diversos, como en el caso de la Iglesia católica –que sin
embargo se apoyaba en muchas de las conquistas de una sociedad moderna,
como la libertad de publicar y defender las propias ideas-, por fuera de que el
propio inmovilismo de la sociedad y una tradición vivida como natural actuaban
como las principales fuerzas de oposición al cambio, fuerzas que se activaban
Para los sucesos y evoluciones políticas del periodo cf. Álvaro Tirado Mejía, Aspectos
políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo 1934-1938. Bogotá,
Procultura/Instituto Colombiano de Cultura 1981. Para los aspectos culturales y sobre
todo educativos de la República Liberal cf. Aline Helg, La educación en Colombia, 19181957. Bogotá, CEREC, 1987 –un libro que es a la vez una síntesis y una magnífica
introducción a estos problemas-. Aunque sin ninguna referencia a la vida universitaria ni
al papel de los “inmigrantes culturales”, algunos elementos de la política cultural liberal
son tratados en R. Silva, República Liberal, Intelectuales y Cultura Popular. Medellín, La
Carreta Editores, 2005. Un recuento extenso de la oposición conservadora a las
iniciativas liberales se encuentra en James D. Henderson, La modernización en Colombia.
Los años de Laureano Gómez, 1889 – 1965. Medellín, 2006.
3
43
cada vez que la Iglesia católica y el partido conservador le anunciaban a la
sociedad que todas las formas de estabilidad y de orden se encontraban en
peligro, bien por fuera por fenómenos tan poco escandalosos como el juego del
basket ball, la gimnasia olímpica o la educación mixta. 4
Desde luego que el punto hacia el que se dirigían todos esos cambios
puestos en marcha –o que se intentaba poner en marca por parte de los liberalesno aparecía como un objetivo explícitamente concebido con absoluta claridad por
los responsables culturales de esos años –particularmente los liberales que
habían creado la oficina de Extensión Cultural en el Ministerio de Educación
Nacional o aquellos que dirigieron la Escuela Normal Superior o la Universidad
Nacional, para señalar un ejemplo significativo-, pero aun así, bajo un
vocabulario “liberal radical”, que recordaba mucho el vocabulario de la cuestión
social moderna en Europa, un programa de modificación cultural había sido
propuesto al país y en buena medida emprendido con alguna claridad, y cierta
voluntad de cambio parecía sentirse en el ambiente, como lo prueba, por la vía
contraria, la idea de que la sociedad se venía al suelo y sus valores esenciales
eran derribados, idea que preconizaban la prensa conservadora y la Iglesia
católica. 5
Incluso en las formulaciones de hombres de gobierno o de escritores
públicos en las que se hablaba de una “Revolución en Marcha” o se caracterizaba
el inmediato pasado como “vieja sociedad” o “antiguo régimen” –este último
término utilizado de manera sistemática por la prensa liberal-, o aun como “época
de transición”, es difícil imaginar que existiera un diseño y un cálculo sobre la
dirección y los resultados del proceso que se emprendía, proceso del cual además,
como ocurre casi siempre, se ignoraban tanto los antecedentes reales (para
Cf. Renán Silva, “Pegan a una niña –Documentos”, en Sociedad y Economía –Revista-.
Cali, Universidad del Valle –Facultad de Ciencias Sociales y Económicas-. No 11, 2006,
pp. 232-247. Aunque el sectarismo liberal no tenga en la política colombiana del siglo XX
diferencias marcadas con aquel del que se reprocha de manera sistemática en los
conservadores, un rasgo que sorprende en los educadores liberales de estas dos décadas –
aun en aquellos que se impacientaban con facilidad extrema como José Francisco
Socarrás- es la parsimonia y tranquilidad con la que en la mayor parte de las ocasiones
enfrentaron la crítica conservadora radical, para darse cuenta de lo cual no hay más que
leer con cuidado los textos de personas como Eduardo Santos, Alberto Lleras, Gerardo
Molina o el propio Socarrás. Cf. por ejemplo cara del 27-07-1942 de J. F. Socarrás para
Germán Arciniegas, ministro de Educación, en Escuela Normal Superior. Se trata de una
carta en la que el rector de la Escuela Normal Superior señala al ministro la forma como
tratan en la Normal Superior los temas sexuales y como se respeta los credos religiosos y
las formas particulares de organización de los grupos católicos, a los que se apoya y
respeta. Cf. Archivo. Pieza No 86. Para ver de qué manera educadores católicos como el
Padre misionero capuchino Marcelino Castelví, el director del Centro Lingüístico de la
Amazonia sentían las reformas liberales, percibían las reformas educativas liberales cf.
carta del 6-01-1936 de M. Castelví para Enrique Pérez Arbeláez, en la que le pregunta con
ingenuidad e ironía si en adelante será necesario presentar algo así como un certificado
de que usamos métodos modernos y científicos en dichos estudios”. Castelví, que era
católico y conservador, se llevó bien con las administraciones liberales, con las que
compartía su interés por las “culturas y lenguas indígenas”.
5 Cf. al respecto por ejemplo Renán Silva, Reforma cultural, Iglesia católica y Estado
durante la República Liberal. Cali, Universidad del Valle –CIDSE-, 2007.
4
44
algunas de sus propuestas), así como, claro está, se ignoraban las limitaciones y
contingencias que por el camino aparecerían (como la crisis económica y la
Segunda Guerra Mundial), nada de lo cual impedía caracterizar al nuevo gobierno
liberal, por sus propios promotores, como “nuevo régimen”, y como una
esperanza de volver a encontrar un pasado perdido, según la fórmula con la que
Luis López de Mesa buscaba conectar las realizaciones liberales posteriores a
1936 y la reforma cultural de 1870. 6
En relación con lo que a nosotros directamente nos interesa, hay que
recordar que los grandes temas de la reforma educativa liberal habían conocido
una expresión intelectual en muchos de los análisis que en los años 1920 habían
presentado los escritores y políticos reunidos en publicaciones como Universidad,
una revista que logró congregar a gentes de diversas generaciones y diversos
estilos de trabajo y experiencia cultural, pertenecientes a más de una generación
(como en el caso de Luis López de Mesa y de Germán Arciniegas, sus dos cabezas
más visibles], quienes se identificaban con la meta de transformar en términos
culturales el país y que ponían en el centro de su acción la situación de la
educación, a la que consideraban el problema número uno de la sociedad
colombiana. Incluso de manera práctica muchos de los propósitos de reforma
educativa habían tomado forma regional en el Departamento de Boyacá, con el
trabajo de la Misión Pedagógica Alemana, aunque otras evaluaciones educativas y
culturales de contenido moderno se conocieron en Antioquia, en Santander y en
la Costa Atlántica. 7
La idea es pues la de que hay una visible confluencia entre las políticas
culturales liberales y el exilio republicano español –y en general europeo-, no solo
por la abierta simpatía que muchos de los recién llegados tenían por los
programas educativos del dirigismo cultural y educativo que en el plano local, y
no siempre en conexión o con conocimiento de las evoluciones europeas al
respecto adelantaban los liberales colombianos, sino porque los inmigrantes
mostraron en general una gran capacidad de adaptación a las situaciones locales,
y fueron capaces –seguramente forzados por la necesidad en muchos casos- de
asumir con toda disposición las tareas que se les proponían, tareas para las que –
desde el punto de vista de sus formaciones académicas originales- tenían todas
las competencias requeridas, como lo muestran sus hojas de vida. 8
La referencia es todo menos que esporádica en López de Mesa. Puede verse por ejemplo
en su introducción al Cancionero que hacia 1936 publicó en la Imprenta Nacional el
Ministerio de Educación y que, bajo el título de “música y nacionalismo” tenía un prólogo
de López de Mesa, como ministro de Educación. En el caso de la Universidad Nacional la
referencia también es constante, sobre todo en los años del rectorado de Gerardo Molina
(1944-1948).
7 Para un esbozo general del proceso cf. Aline Helg, La educación en Colombia, 1918-1957,
op. cit., p. 11 y ss. Una presentación detallada del proceso, pero limitada a la escuela de
niños en Martha Cecilia Herrera, Modernización y escuela nueva en Colombia. Bogotá,
UPN/Plaza y Janés, 1999, pp. 61 128. La Misión Pedagógica Alemana de los años 1920 –y
las otras- están consideradas en “La participación de los alemanes en el desarrollo de la
educación en Colombia”, en AAVV, Presencia alemana en Colombia. Bogotá, Editorial
Nomos, 1993, p. 141 y ss.
8 Cf. Apéndice, al final de este trabajo. La posible simpatía existente por las realizaciones
de los liberales colombianos por parte de los académicos e intelectuales españoles (y
6
45
Como lo señalaba el docente y científico español Carlos Zozaya, en carta
para su viejo amigo, el ministro de Trabajo, Arturo Robledo, “En estos momentos
tristes para todos los españoles y especialmente para los que hemos tenido que
ver de cerca los padecimientos de la población civil, nos consuela
extraordinariamente la ayuda de ustedes”, señalando a continuación que su idea
no era la de hacerse rico, en términos económicos, al establecerse en estas tierras
–que en su caso eran conocidas desde años tras-, sino simplemente el deseo de
que “el tiempo que vaya a estar expatriado de mi país…[pueda] trabajar materias
útiles para ustedes y nosotros…”; y continuaba diciendo que “los que no somos
políticos y no hemos ocupado [en la República] más que puestos técnicos”,
seguramente podremos regresar”, pero entre tanto aspiraban a ser útiles,
…quizá organizando la lucha antipalúdica, quizá [trabajando] en la organización de
un laboratorio de parasitología en el que pudiera contribuir a la formación de jóvenes
médicos colombianos”. 9
El tema del presente capítulo es pues el análisis del papel de los exiliados
españoles en el cambio cultural a finales de década de 1930 y durante la década
de 1940, en la medida en que ese trabajo cultural se inscribió en el proceso e
creación de nuevas instituciones culturales que se encontraba en los aspectos
centrales de la política cultural de los liberales en el marco de la llamada
República Liberal. Como anotamos atrás, los gobiernos liberales de Enrique Olaya
Herrera –en menor medida- y de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos –en
mucha mayor medida-, fueron grandes recreadores de la vida cultural y
educativa, y creadores de instituciones que aun en el presente –como en el caso
del Instituto Caro y Cuervo- continúan siendo un patrimonio cultural del país.
De manera particular hay que insistir que durante esos gobiernos toma fuerza la
figura de la “extensión cultural”, que terminará siendo el principal dispositivo de
transmisión cultural a que acudirán los gobiernos liberales, un dispositivo de
ampliación de la esfera de circulación de la cultura de tanto alcance en la historia
del país, que la expresión perdura hasta hoy, tanto en el plano de la alta cultura,
por ejemplo en las universidades, como en el plano de la llamada “cultura
popular”. 10
europeos) puede ser explicada recordando que se trata de un caso de “homología
estructural”. Lo que ocurre es que el liberalismo colombiano de los años 1930 y 1940
recoge el núcleo de los problemas culturales de una sociedad moderna, aunque lo haga
en un contexto de gran atraso y pobreza. La idea de ciudadanía extendida, de acceso al
consumo cultural de masas y el uso en la difusión de la cultura de los medios modernos
(mecánicos) de reproducción (el libro, el disco, el cine), lo mismo que el intento de puesta
al día de todas las formas del folclor popular, presentado bajo una forma identitaria y el
papel asignado al intervencionismo cultural del Estado, son rasgos del liberalismo
colombiano y de buena parte del programa cultural nacionalista y socialista europeo, en
sus variantes de izquierda y derecha.
9
UNAC. Rectoría. Carta del 01-03-1939.
10 Cf. al respecto de la forma y funciones de la “extensión cultural” en los años 19301950”, Renán Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en
Colombia. Medellín, La Carreta, 2006.
46
Un punto importante por señalar aquí tiene que ver con la propia
condición cultural de los exiliados españoles. De los republicanos españoles
exiliados en Colombia se ha dicho con frecuencia –muchos menos de los otros
exiliados europeos, tal vez porque han sido menos estudiados- que constituían un
grupo apenas meritorio en el plano de la alta cultura; e incluso, por comparación
con los exiliados españoles que llegaron a México y Argentina (se menciona
mucho menos el caso de los Estados Unidos a donde llegó parte de la mejor
poesía de vanguardia española) se ha hablado de cierta mediocridad. Una
consideración más juiciosa del problema podría indicar algo diferente. Pero,
mientras se afirma una visión más equilibrada de tal problema, puede irse
mostrando que una cierta calidad “cultural promedio” no era una mala opción
para el programa cultural de la República Liberal, que en buena medida se
inclinaba por la difusión masiva de la cultura, antes que por el cultivo de la
genialidad, y que en cierta medida era conciente del punto de partida de su
proyecto de transformación cultural.
Se trata de una orientación cultural incluso a veces acentuada de manera
extrema, por ejemplo en el caso de Gustavo Santos –pero no en la visión de Darío
Achury Valenzuela, el mayor responsable de los programas de extensión cultural
de los años 1940-1945-. Gustavo santos –hermano del presidente Eduardo
Santos-, un artista con conocimientos del medio europeo y de los programas de
difusión cultural masiva de Francia e Italia a principios del siglo XX y quien había
dejado la práctica del arte por el ejercicio de lo que hoy llamaríamos la
“promoción cultural”, escribió muchas veces al respecto. 11 Podemos citar ahora
un ejemplo claro a este respecto. Se trata de una carta que Gustavo Santos
escribió a Antonio Cano y José María Bravo Márquez –en Medellín-, dos músicos
y difusores de la cultura musical, que en 1936 trabajaban en la organización del
Congreso nacional Musical, y en donde Santos les cuenta que ha escrito una
carta al presidente de la Asamblea de Antioquia,
…pidiéndole la creación de unas becas para maestras jóvenes que teniendo una
preparación musical suficiente (conocimiento de teoría y solfeo) vengan a seguir los
cursos de pedagogía musical que dará durante todo el año el profesor Gerhartz en el
Conservatorio. Considero básico, para todo lo que queremos hacer en el futuro, esta
preparación de maestras. Nada sacaremos con conservatorios, etc., si no
preparamos maestras sin mayores pretensiones de artistas, pero solidamente
preparadas para transmitir a los niños las bases de la música. Esto y los coros
populares son mi preocupación primordial. Ayúdenme ustedes a sacar adelante esta
idea en la asamblea. Con $ 50 por becada creo que será suficiente, ya que los
cursos no costarán absolutamente nada a las alumnas. 12
No conocemos ningún trabajo particular sobre Gustavo Santos, cuya obra como difusor
cultural y como polemista en el campo del arte, fue notable. Santos parece haber sido en
ciertos años un abanderado del “arte proletario” y del “realismo socialista” y su crítica de
los medios académicos “aristocráticos y cerrados” podía tomar en ciertas oportunidades
una forma extrema. La música y la pintura fueron sus mayores campos de interés, lo
mismo que la docencia y los procesos de popularización del arte.
12 AGN. MEN. Dirección de Bellas Artes. Informes. 1935-1937. Caja 3. Carpeta 5. Carta
de 29-02-1936. El profesor Gerhartz era uno de los músicos contratados por el Gobierno
nacional en adelanto de sus programas de difusión cultural.
11
47
En el desarrollo de nuestro propósito de mostrar la confluencia de
intereses entre las políticas liberales de los años 1930-1940 y la emigración
europea intelectual que llegó al país, en la segunda parte del presente capítulo
abordaremos un problema más, que es el que tiene que ver con el papel que tales
inmigrantes cumplieron, en el campo de la “alta cultura” académica, como piezas
claves en el proceso de difusión de formas específicas del trabajo académico, que
eran desconocidas en el país, como en el caso del “seminario” –que es la forma
que de manera concreta presentaremos en estas páginas-, una modalidad del
trabajo académico, al parecer de inspiración alemana, que introduce en la
enseñanza formas nuevas de trabajo que acercan la docencia a la práctica de la
investigación, y esto en un momento en que la universidad colombiana definía
sus funciones básicas –la docencia, la investigación y la extensión-, una
conquista de los años 1940, formalizada y puesta en marcha de manera más
estable en los años 1960, y definitivamente institucionalizada en los últimos
treinta años de vida universitaria en Colombia, una conquista para la que las
formas docentes de los inmigrantes, su apoyo y experiencia, resultaron
determinantes.
Intentaremos abordar toso estos asuntos a través de un tratamiento
singular del problema, es decir especificándolo en el ámbito de un proyecto
cultural –aquel de los liberales-, de unas instituciones y unos actores, pasando
por el detalle de situaciones concretas que, cuando son examinadas en su propia
“inmediatez”, pero localizándolas en un contexto más general, son básicas para
captar el sentido de los procesos, sentido que de otra manera se escapa cuando
toda situación es enunciada en el simple marco de sus condiciones más
abstractas.
No se trata desde luego de restituir todos los acontecimientos o eventos
relacionados con el problema –lo que por lo demás, como es sabido, es una tarea
imposible-, prolongando aun más el estilo de crónica, que ha dominado en la
aproximación al tema del papel cultural de los extranjeros en Colombia, tanto en
el caso de los españoles como en el de los europeos en general. Se trata más bien
de mostrar muchas de las tareas que cumplieron esos académicos en exilio, de
las posiciones que ocuparon, de las definiciones a las que sirvieron, para mostrar
como se relacionaron de manera práctica muchos de los elementos que hacía
posible el proyecto cultural de los liberales y las competencias y disposiciones de
los inmigrantes, o por lo menos lo que se puede llamar su “polivalencia laboral”,
expresada como la voluntad de trabajo, aprendizaje y adaptación al medio. 13
Varios estudios sobre el exilio científico republicano español, que trabajan desde el
punto de vista de la historia de las ciencias –que no es desde luego nuestro punto de
vista- y casi todos los libros que recogen testimonios de científicos exiliados han insistido
en el valor que para ellos tuvo el hecho de que contaran con una formación general
adecuada, más allá de sus especializaciones, lo que les permitió una inserción recursiva
en “mercados de trabajo” que no ofrecían demasiadas posibilidades a personas que
tuvieran una altísima especialización. Es a eso que nos referimos con el término de
“polivalencia laboral”. Cf. sobre esto por ejemplo Carlos Acosta Rizo, La labor del geólogo
español José Royo Gómez en Colombia: Un caso de construcción multilateral de la
tecnociencia en Latinoamérica. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona –Centro de
Historia de las Ciencias-, 2006, y Carlos Acosta, Nicolás Cuvi y Xavier Roqué, Ciencia
entre España e Hispanoamérica. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2003.
13
48
Lo que dicen las fuentes
La mayor parte de los inmigrantes intelectuales que llegó al país en los años 1930
y 1940 había recibido con anterioridad una oferta de trabajo o había recibido una
respuesta positiva a una demanda previamente presentada. Algunos de ellos,
llegaron más bien con el respaldo de un amigo de su misma nacionalidad –casi
siempre en la misma situación de exilio- o con el apoyo de algún funcionario
consular colombiano a quien habían acudido en Bruselas o en París, o
desembarcaron en algún puerto colombiano, con muy escasos conocidos. 14
Pero cualquiera que fuera el caso, todos tenían necesidad de realizar
localmente un contrato específico de trabajo, en que se fijaran las tareas a
realizar, las condiciones laborales de cumplimiento de la labor encargada, el
salario a recibir y el tiempo para el cual se le contrataba.
En los archivos ha quedado la huella de esas contrataciones, aunque éstas
se expresan bajo la forma más bien repetitiva y formalizada en extremo de un
instrumento jurídico. Además, las “huellas” del proceso se encuentran bajo forma
muy dispersa en los archivos y de manera fragmentada en el tiempo, porque casi
siempre se trataba de contratos de corta duración, regularmente un año o menos,
o de contratos para tareas docentes o intelectuales específicas, que no daban
lugar a un trabajo de tiempo completo, lo que hizo que mucho de los exiliados
tuvieran que responder al mismo tiempo por tres o cuatro trabajos distintos,
sobre todo cuando se trataba del ejercicio docente.
Sin embargo, a pesar de la dispersión, la monotonía “exterior” de las
huellas y su carácter discontinuo, es posible mostrar algunos ejemplos precisos y
significativos –tanto por la tarea cumplida como por el renombre intelectual del
ejecutante-, ejemplos que nos sirvan para demostrar e ilustrar las proposiciones
Los casos son suficientemente variados, pro el patrón se repite: redes de ayuda, más
bien informales, actualización de anteriores contactos e incluso presentación espontánea
ante funcionarios consulares o carta enviada a viejos compañeros de estudio. Citemos dos
ejemplos, uno conocido y exitoso, y otro muy desconocido y cuyos resultados ignoramos.
En carta del 20-04-1939 el ministro de educación escribe al director de la Escuela Normal
Superior sobre el caso del eminente académico Pedro Urbano González de la Calle, “quien
desea establecerse en el país, dedicándose al magisterio, profesión que ha ejercido por
muchos años y con gran éxito en Europa”. El ministro le anuncia enseguida al rector de
la Normal Superior, que lo autoriza para ofrecerle unas iniciales clases de lingüística a su
llegada y agrega: “Usted se servirá indicar al profesor González de la calle el sueldo de que
disfrutará de acuerdo con las horas de clase que le corresponde dictar”. –Cf. Archivo de la
Escuela Normal Superior. 35-40. Varios. No 10-. En carta del 21-08-1939 Guillermo
Hernández de Alba, quien se iniciaba en los estudios históricos, recomendaba ante el
mismo rector, a Miguel Such-Martín, “prehistoriador y antropólogo muy distinguido, y
quien en días recientes ha llegado de la martirizada península en busca del generoso asilo
colombiano”. Hernández de Alba dirá también que esa recomendación la hace por
recomendación recibida a su vez del “profesor [Paul] Rivet y mi hermano Gregorio
[Hernández de Alba]”, éste último uno de los primeros antropólogos colombianos
formados en Francia en la escuela de Marcel Mauss. Such- Martín consiguió algunos
contratos como arqueólogo y desarrolló trabajos de excavación en la región
santandereana, según noticias de Alicia Dussán, pero no tenemos más pistas acerca de
su trabajo e ignoramos que corta o larga fue su temporada de exilio en Colombia.
14
49
que hemos planteado renglones arriba acerca de la confluencia entre la política
cultural de los liberales y las competencias y desempeño de muchos de los
académicos e intelectuales inmigrantes en esos años. Es posible además, que esa
primera presentación nos permita continuar más allá, al reunir tales datos con
otros documentos ilustrativos de la forma más concreta como ese desempeño
laboral e intelectual se produjo, la forma como parece haber contribuido a un
enriquecimiento posible de las tareas intelectuales y académicas en el país y en
cierta manera como terminó siendo una forma de poner en marcha nuevos
sentimientos de pertenencia e identidad, que muestran el crecimiento de lazos
estrechos de afecto y simpatía por el nuevo lugar de residencia. 15
A partir de 1941, y cuando la suerte de la República española “ya estaba
echada”, Rafael Urueña realizó repetidos contratos con el ministerio de
Educación, para trabajar en la Biblioteca Nacional en Bogotá cumpliendo varias
tareas entre las que se encontraban –no hay que olvidar que el ministro
delegatario de la República española en Colombia, y un prestigioso abogado y
político español-, entre las cuales se contaban:
… Instruir a los empleados de la Biblioteca Nacional… en la disciplina de la
traducción del idioma francés al español […]. Dictar conferencias sobre el mismo
tema en los planteles oficiales que determine el Ministerio de educación […]. Traducir
de los idiomas francés, inglés o portugués al español las obras que le indique el
director de la Biblioteca Nacional y que traten sobre las costumbres y demás
aspectos de la vida de la Nueva Granada, así como las descripciones hechas por
viajeros célebres en Colombia, tales como L’Amérique Équinoxialle por E. André, La
Nouvelle Grenade por Le Moyne. Dichas traducciones serán destinadas para la
publicación de la Colección “Viajeros” que proyecta el Ministerio de educación
Nacional. 16
Nos referimos de manera particular a una documentación llegada en años pasados al
Archivo General de la Nación [AGN], bajo el rubro de “Ministerios. “Posesiones”, en donde
se encuentra-repetimos: de una manera muy dispersa- rica información sobre este tópico,
informaciones que pueden ampliarse con otras que se encuentran en el Diario Oficial –
igualmente dispersas-, pero que será la fuente que más utilicemos aquí. Debemos
limitarnos desde luego a ejemplos significativos en relación con nuestro propósito –
aunque no descuidaremos los matices o los elementos documentales que nieguen
nuestras afirmaciones-. En estos fondos se encuentran a veces informaciones que
sorprenden, en la medida en que se refieren a hechos de los que nada o muy poco se
sabe. Podemos ofrecer un ejemplo: el contrato celebrado por el Ministerio de Educación
con un grupo de cinco profesores ingleses, “bajo las órdenes del ministerio británico de
educación”, “para trabajar en los colegios que determinara el Ministerio [de educación de
Colombia”. Cf. Diario Oficial, 1940. 29 de abril de 1940. No 24351.
16 Diario Oficial, 1941. Martes 11 de marzo. No 24609. El contrato tenía vigencia de un
año y se repitió cada vez en más o menos los mismos términos. La asignación de Urueña
era de 150 $ mensuales. R. Urueña aparecerá luego en otros contratos como traductor
para la sección de Extensión Cultural de Ministerio de Educación. La idea de apoyarse en
los exiliados como traductores de grandes obras sobre la historia del país parece haber
sido un deseo constante. Cf. Diario Oficial 1943. 27 de septiembre, 1943, contrato con la
señora Josefina Rodríguez de Hommes, sobre la traducción de la obra Religio und
Mithologye Uitoto… Traducción en nueve meses contados, a partir del 15 de agosto… 90$
mensuales.
15
50
El caso de Rafael Urueña, como exiliado político que hacia el año 1939 ya
no tenía más remedio que buscarse un empleo, por la propia suerte de la
República, era muy difícil. Urueña no era en sentido estricto un académico –
aunque sí era un hombre de letras, y había salido de España por razones directa
y estrictamente político y con un cargo de representación de un gobierno en el
exilio –un gobierno que cada vez fue más inexistente y al que finalmente el
obligado reconocimiento de del gobierno del general Francisco Franco después de
1939 dejaría en la completa orfandad. Su trabajo en la Biblioteca Nacional o sus
clases en establecimientos de secundaría que el ministerio de Educación debería
asignarle, no sabemos si fueron cumplidos, aunque es un hecho que el proceso
de publicación de viajeros extranjeros que hubieron pasado por Colombia era
efectivamente un proyecto del Ministerio, lo mismo que en el caso de la Biblioteca
Nacional, sabemos que se trataba de una institución muy transformada en los
años anteriores, sobre todo bajo la dirección de Daniel Samper Ortega y una
institución que seguía cambiando luego de que en 1936-1938 hubiera ocupado
su nuevo edificio, hubiera terminado respondiendo por el proyecto de las
Bibliotecas Aldeanas y hubiera comenzando mejoras en sus secciones de canje
internacional, aparentemente con buenos resultados, según la revista Senderos y
las Memorias de los ministros de educación. En todo caso, Urueña siempre llevó
una vida muy modesta y compartió esas tareas con muchas otras sobre todo en
el pequeño mundo editorial de la ciudad, apoyado por los propietarios de la
popular revista Estampa –un verdadero foco modernizador del periodismo y sobre
todo del fotoperiodismo, que fue una fuente de información muy grande para los
colombianos durante la Segunda Guerra Mundial-, propiedad de una familia de
exiliados republicanos.
Un caso diferente al de Urueña, sobre la misma base común del exilio, era
el de Gerhard Masur, el destacado historiador alemán, autor años más tarde de
una reconocida hasta hoy biografía sobre Simón Bolívar y uno de los exiliados
más dispuestos a viajar por el país ofreciendo conferencias sobre la cultura
alemana de los siglos XIX y principios del XX, por fuera de su trabajo docente en
Bogotá. Es un caso diferente al de Rafael Urueña porque Masur era en sentido
estricto, y sin muchas otras posibilidades, un académico con dedicación de
tiempo completo. Según las informaciones consignadas en uno de los varios
contratos que debió hacer con el gobierno colombiano, los compromisos eran
grandes –había sido contratado como “técnico educacionista”, y se describían de
la siguiente forma:
… se obliga en primer término a desempeñar el cargo de director de las secciones de
la Escuela Normal Superior…. Y servirá además como profesor en la misma Escuela
durante el término de catorce horas semanales de clase, en las siguientes materias:
alemán, historia del arte, historia de la filosofía, historia de la literatura o historia de
la cultura humana. El contratista se obliga a prestar sus servicios en época de
vacaciones escolares en la forma y lugar determinados por el Gobierno, a dictar
conferencias públicas en los departamentos de la República y a organizar los cursos
de extensión cultural que quiera establecer el Ministerio de Educación Nacional. 17
Diario Oficial. Miércoles 2 de abril de 1941. No 24627. G. Masur se encontraba en
Colombia desde 1938. este nuevo contrato representaba un logro, porque estaba hecho
por un término de dos años. –La primera edición de la biografía de Bolívar escrita por
Masur fue publicada en inglés en 1948 por la universidad de Nuevo México. Masur tenía
17
51
No son abundantes los testimonios de los viejos discípulos de G. Masur
respecto del trabajo de su maestro. Su hoja de vida lo mismo que sus
realizaciones posteriores no dejan duda sobre su competencia. Las huellas, a
veces poco “expresivas”, que quedan en la documentación, dejan ver que se
trataba de un profesor de gran dedicación, altamente competente y que soportaba
una carga inmensa de trabajo, por un salario relativamente bajo, como lo fue el
de la mayor parte de los exiliados -225 pesos en su caso-. Jaime Jaramillo Uribe
se ha referido en términos amables a quien fue su profesor, aunque para su
propio trabajo de historia colonial reconoce que la primera influencia vino de José
María Ots Capdequí 18 , el reconocido historiador valenciano, de quien hay en los
archivos colombianos muy ricas en informaciones, tanto sobre su trabajo en la
Escuela Normal, como su posterior trabajo en la facultad de Derecho y en el
Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional. 19
La dirección de Extensión Cultural del Ministerio de Educación tuvo
grandes intereses en el campo de la cultura popular, como o hacíamos notar
renglones atrás citando el caso de Gustavo Santos, y puso también muchas
esperanzas en la cualificación del trabajo artesanal, en el que encontraban en
muchas ocasiones los dirigentes liberales una posibilidad artística, como lo había
escrito Germán Arciniegas hablando de los célebres caballitos de Ráquira y lo
repetía Darío Achury Valenzuela hacia 1941, en momentos en que se preparaba
la Encuesta Folclórica Nacional de 1942. Algunos de los contratos celebrados con
los exiliados europeos intelectuales se relacionaban con estas iniciativas
una amplia formación filosófica –Socarrás dice en alguna parte que era “espiritualista”,
para indicar que no era marxista en filosofía- y una similar en historia. Sabemos que
había estado en los años 20 en el congreso Mundial de Historia en el que Marc Bloch
expuso algunas de sus grandes propuestas por la transformación de las ciencias
históricas. En la documentación hay huellas repetidas de su paso por las diferentes
regiones del país (estuvo por ejemplo con Karl Bruner en Popayán). Citemos un ejemplo
más. Desde Ibagué –Tolima-, Eduardo Guzmán Esponda, director de Educación, informa
que Masur estuvo en septiembre de 1936 dictando conferencias en el auditorio Alberto
Castilla, “a las que asistió numeroso público”. Los temas fueron “Moral y política” y “El
poder del espíritu”. AGN. MEN. Dirección de Bellas Artes, 1930-1939. Caja 3. Carpeta 3,
f.8. 18 Cf. Jaime Jaramillo Uribe, Memorias intelectuales. Bogotá, Taurus, 2007 –una fuente,
no demasiado rica de informaciones sobre los exiliados españoles y europeos que se
ocuparon de la docencia.
19 En el que es uno de los muchos contratos J. M. Ots Capdequí que celebró con el
Gobierno colombiano podemos leer que Ots se compromete con la elaboración “de un
estudio jurídico sobre el problema del colegio de San Bartolomé” –un tema que debería
serle bastante extraños, y con “trabajos de derecho Español antiguo y Derecho Indiano…
estudio que ya fue entregado. El Gobierno reconoce al contratista como remuneración por
sus servicios la suma de 900$...”. Como se sabe, Ots publicará en la imprenta de la
universidad Nacional un estudio, más bien documental, sobre el Estado y el derecho
español en el siglo XVIII, y en Colombia y en el extranjero publicará luego muchos
estudios de síntesis, abarcando periodos más largos y con el examen de documentos
provenientes de muchos más archivos. Pero no es exagerado decir que el actual Archivo
General de la Nación se abre a la investigación documental moderna con los trabajos de
Ots. Cf. José María Ots Capdequí –Profesor de la Universidad Nacional de Colombia-,
Nuevos aspectos del siglo XVIII español en América. Bogotá, Universidad
Nacional/Editorial El Centro, 1946.
52
relacionadas con las culturas populares y con el desarrollo educativo de los niños
de medios sociales campesinos o urbanos, pero no provenientes de clases de
alguna riqueza y prestigio.
Podemos citar en el caso de la artesanía popular el caso del contrato
celebrado con el destacado escultor español Jorge Oteiza, con quien había tenido
conversaciones en Buenos Aires –en donde Oteiza se encontraba iniciando su
exilio- el embajador Lucas Caballero. Aunque las ocas parecen no haberse
desarrollado posteriormente de la mejor manera, se puede citar el contrato que
efectivamente se firmó para que Oteiza enseñara escultura en medios artesanales
y populares –de manera particular lo que se quería era que Oteiza dirigiera una
escuela de cerámica en Carmen de Viboral, una población famosa por las bajillas
y otras piezas de cerámica que, siguiendo una vieja tradición que hoy persiste, las
familias campesinas cultivaban.
Según el contrato, Oteiza debería venir a Colombia
…con el fin de organizar la enseñanza de la cerámica en las escuelas colombianas,
de acuerdo con las instrucciones que para el efecto recibirá del Ministerio de
educación de la república de Colombia, comprometiéndose a hacer los trabajos
preliminares para iniciar la enseñanza a la mayor brevedad posible, cuando llegue a
Bogotá 20 .
El contrato estipulaba que Oteiza dictaría cursos “de manera personal”, y
que venía contratado” como director de la escuela de cerámica de Carmen de
Viboral” y que debería enseñar tanto a los alumnos como a los maestros “el
montaje de hornos, preparación de gredas y esmaltes, trabajo de torno,
cocimiento de vasijas…” y que su contrato sería por un año, con un salario de
250$ al mes, y que como posiblemente Oteiza llegaría al país en época de
vacaciones “deberá emplear ese tiempo en preparar sus trabajos y… en dictar
clases para los maestros…”, si así fuere necesario. 21
Un caso también de gran interés por la relación que establece con la
política cultural de los liberales, de manera específica con su política educativa –
en buena medida inspirada en la Escuela Nueva y en las orientaciones de la
escuela de psicología de Ginebra-, es el que se relaciona con uno de los trabajos
encomendados a María Rodrigo, quien fue profesora de música para niños en
varias escuelas elementales de la ciudad, habiendo pasado finalmente a la
enseñanza de la música coral en el que será luego el Instituto Pedagógico
Nacional, con cuyo coro la señora Rodrigo desarrolló una actividad pública coral
que fue de manera sistemática registrada por la prensa.
Diario Oficial, 1942. 11 de marzo de 1942. No 24907.
Ídem. No sabemos exactamente qué ocurrió con este contrato y no hemos encontrado
rastros de que efectivamente se pusiera en marcha. De todas maneras no debe olvidarse
que Oteiza era un escultor relativamente conocido, que los salarios no eran los mejores y
el trabajo exigía una gran dedicación, y sobre todo que en este caso en particular, “El
presente contrato requiere para su validez de la expedición por la Contraloría General de
la república de un certificado sobre reserva legal de fondos, de la aprobación del
excelentísimo señor Presidente de la República, previo concepto favorable del Consejo de
Ministros…”.
20
21
53
Además de la actividad anterior, María Rodrigo –exiliada española hermana
de Mercedes Rodrigo, la fundadora del Instituto Psicotécnico de la Universidad
Nacional, el antecedente inmediato de la carrera de psicología en Colombia y
repetido objeto de acusaciones por parte del periódico El Siglo- encontró una
forma particular y efectiva de ligarse a la sociedad a la que llegaba, a partir de su
propia actividad musical. La señora Rodrigo, por encargo del Ministerio de
educación y por internes propio se dedicó a poner música a los conocidos poemas
de Rafael Pombo, con el fin de que el Ministerio de Educación imprimiera un
cancionero popular que los niños pudieran con la ayuda de sus maestros cantar
en las escuelas públicas. El cancionero finalmente fue editado en las ediciones
que dirigía Daniel Samper Ortega para el Ministerio de educación y al parecer en
sus propias ediciones, luego que dejó la dirección de la Biblioteca Nacional, y
terminó siendo un texto muy popular, aunque con el paso de los años parece ser
que los maestros lo abandonaron y los poemas siguieron siendo memorizados,
pero no bajo su forma musical. 22
La dirigencia intelectual de la República Liberal, por su cuenta, pero no
menos bajo el aguijón de la presencia de los exiliados europeos, algunos de los
cuales tenían formación en el campo de la arqueología y de lo que hasta hoy
continúa llamándose “prehistoria”, tuvo gran interés en el patrimonio
arqueológico nacional y en la suerte de las sociedades indígenas que sobrevivían
en el territorio colombiano, como terminó reflejándose en la creación del Instituto
Etnológico Nacional –hoy en día Instituto Colombiano de Antropología e Historia-,
cuyos dos directores iniciales fueron precisamente dos exiliados. 23
El profesor Paul Rivet, distinguido americanista –médico por su formación
inicial-, creador de una teoría de gran difusión sobre el “origen el hombre
americano”, y José de Recasens, un hombre curioso de las ciencias, con una
amplia formación humanística y que terminó, junto con su esposa -quien
también trabajo en labores docentes y de difusión de la ciencia-, establecido por
completo en Colombia. Los contratos con los Recasens fueron numerosos, todos
Cf. Diario Oficial, 16 de junio de 1943. No 25329. Inscripción en el registro de
Propiedad Literaria y Artística de la obra Música para las Fábulas de Pombo, de que es
autora la señora María Rodrigo. En su memorial de presentación dice el abogado del as
señora Rodrigo: “Dicha música, cuyo registro solicito, fue publicada en las llamadas
Ediciones Samper Ortega, bajo el título de ‘Fábulas de Pombo’. Música, editada por la
Casa Conti, de Bogotá, en cuanto a la impresión de la música propiamente dicha. El resto
fue realizado por la Editorial ABC… La obra completa fue impresa en el año de 1942,
edición de 1000 ejemplares…”.
23 La bibliografía sobre este punto es más o menos buena y numerosa, sobre todo en
términos de artículos. Podemos citar aquí por comodidad y porque son fácilmente
accesibles Carl Langebaek, Arqueología colombiana. Ciencia, pasado y exclusión. Bogotá,
COLCIENCIAS, 2003; Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de
Colombia. Viajeros, arqueólogos y coleccionistas, 1820-1945. Bogotá, Instituto Colombiano
de Antropología e Historia/Universidad de los Andes, 2006; Jimena Perry, Caminos de la
antropología en Colombia. Gregorio Hernández de Alba. Bogotá, Universidad de los andes,
2006.
22
54
relacionados con la arqueología, los grupos indígenas y la docencia en institutos
de secundaria y en universidades. 24
Podemos más bien concentrarnos, por su alta significación cultural en uno
de los contratos celebrados por el Gobierno nacional con el profesor Paul Rivet, y
en el que podemos leer que, “El contratista se compromete a prestar sus servicios
de profesor en el Instituto Etnológico Nacional. El plazo para el cumplimiento de
las obligaciones del contratista será el indispensable para desarrollar los cursos
que se propone… y el Gobierno le pagará como contraprestación de sus servicios
la suma total de 500 $...”. 25 Pero existieron contratos anteriores con el profesor
Rivet, que incluían más obligaciones –por ejemplo la de dictar cursos en colegios
de secundaria-, y en donde la tarea de investigación era señalada de manera
explícita. Así por ejemplo en 1941 se indica que
… el contratista se obliga con el gobierno a regentar… las cátedras que son materia
de su especialidad, en los establecimientos y en las horas que le serán
determinadas oportunamente […]. El contratista se compromete a realizar trabajos
de investigación científica que le encomiende el gobierno… [quien]… le reconocerá
300 $ mensuales… 26 .
En este mismo campo de la naciente etnología (o antropología) colombiana
podemos citar el caso de quienes llegaran a ser cerca de 20 años después dos de
los dos mejores investigadores de la antropología en el país, y fuera de él. Se trata
de Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán –esta última colombiana –formados
como investigadores en cursos de muy breve duración en el Instituto Etnológico
nacional- y los dos muy cercanos de Paul Rivet –de hecho será Gerardo Reichel
quien se hará cargo del Comité Francia-Colombia, cuando Rivet viaja a México,
por pedido del general De Gaulle, para ocupar un puesto de importancia en la
lucha contra el ocupante nazi-. 27
Cf. por ejemplo Diario Oficial 1944. 23 de octubre de 1944. No 25675. Contrato con
José de Recasens Tuset sobre prestación de servicios como profesor de arqueología y
etnología –en este caso en el Instituto Etnológico Nacional. pero Recasens tuvo que
desempeñarse de manera repetida en colegios de secundaria, como debió hacerlo la
mayor parte de los exiliados docentes europeos. El Fondo “Posesiones-MEN” del AGN, está
repleto de noticias al respecto.
25 Diario Oficial 1943. 2 de diciembre de 1943. No 25411.
26 Diario Oficial 1941. 22 de septiembre de 1941. No 24763. Posiblemente la asignación
más alta que se pagaba dentro del grupo de los exiliados, junto con la que recibía Luis de
Zulueta, aunque don Luis parece haber vivido mucho más de los ingresos derivados de su
trabajo en el periódico El Tiempo. De todas maneras, todos los contratados tuvieron
siempre una especie de “prima” con la que se trataba de compensar los bajos ingresos
que recibían, un hecho que explotó de manera sistemática el periódico El Siglo, en su
campaña inseparable contra los gobiernos liberales y los republicanos españoles. Por lo
demás se sabía que Rivet y de Zulueta eran del círculo del Presidente Eduardo Santos, lo
que los hacía más propensos a la animadversión del partido conservador.
27 A veces se olvida mencionar que Paul Rivet no solo era un prestigioso intelectual
francés, un investigador encargado de la organización de buena parte del Congreso de
Ciencias Folclóricas de Francia a mediados de los años 1930 –junto con Lucien Febvre,
Marc Bloch y Albert Demangeon- y un inspirador directo de la creación del Museo de las
Ciencias del Hombre, sino un viejo luchador socialista, que había sido “concejal” en la
ciudad de París.
24
55
Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán serán de los primeros investigadores que
arrancan de manera firme el trabajo de campo en la zona indígena del Tolima (por
la Mesa de Ortega) y en la parte interior de la Costa Norte de Colombia –por la
Sierra Nevada de Santa Marta- y serán los creadores del primer gran museo
arqueológico del Magdalena –a cuyas vicisitudes nos referiremos páginas más
adelante-. La mayor parte de esos trabajos fueron realizados sobre la base de
contratos –muy precarios en cuanto a su retribución, logrados por el por ReichelDolmatoff –europeo inmigrante, aunque no exactamente “exiliado”-, en el marco
del interés de los intelectuales liberales que se encontraban a la cabeza del
ministerio de Educación, a principios de los años 1940. Es interesante citar el
contrato entre los esposos Reichel-Dolmatoff y el ministerio de Educación, porque
en él se encuentran precisados los términos de una investigación que en gran
parte sería el programa logrado de esta pareja de antropólogos:
Contrato con Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán sobre exploración
etnográfica en la cordillera de Calarma, Mesa de Ortega y Ortega (Tolima).
Primera cláusula… Realizar entre las tribus indígenas supervivientes el estudio de
las siguientes investigaciones científicas: medidas antropológicas, clasificación de
grupos sanguíneos, manifestaciones de cultura material y espiritual. Así mismo
verificar excavaciones arqueológicas de sondeo en la zona mencionada y en las
regiones de Coyaima y Chaparral, en el mismo departamento.
Segunda: Los contratistas se obligan además a buscar en las regiones indicadas,
indígenas que hablen todavía las lenguas precolombinas, y en caso de encontrarlos,
llevar a cabo la recolección del material indispensable y el subsiguiente estudio del
mismo.
Tercera: Los contratistas llevarán para su investigación dos estudiantes del instituto
Etnológico Nacional… comprometiéndose además a dirigirlos e instruirlos en todos
los trabajos que se emprendan de conformidad con el presente contrato. 28
No podemos tener ninguna pista acerca de quién elaboraba en el ministerio
los contratos, ni quien fijaba previamente las tareas o veía por su cumplimiento,
pero lo que si resulta claro es que hay una mirada y un lenguaje de intelectuales
familiarizados con las tareas de la naciente etnología europea en la manera de
enunciar unos conocimientos y que los “técnicos” de las oficinas
gubernamentales parecían gentes formadas en la más reciente ciencia social,
como también lo podemos observar, de manera complementaria, citando uno o
Diario Oficial 1942. No 25336. 1 de septiembre de 1942. –Este es un ejemplo solamente
de los varios contratos celebrados entre el Gobierno nacional y Reichel-Dolmatoff. Hemos
insistido en ejemplos tomados del campo de las ciencias sociales, pero igualmente son
constantes los ejemplos que se pueden citar del campo de las matemáticas –los contratos
con Francisco Vera, el gran matemático español, por ejemplo-, o del campo de las ciencias
botánicas, con orientación farmacéutica. Citemos a este respecto el caso del académico
húngaro, exiliado en Colombia, Coloman Mezey (cuyo nombre aparece con diferentes
grafías en la documentación), quien celebraba con el Gobierno colombiano un contrato de
prestación de servicios para “… regentar cátedras en materias de su especialidad… y el
resto del tiempo a realizar trabajos e investigaciones que le encomiende el Ministerio de
Economía Nacional, relacionadas con plantas medicinales del país, desde el punto de
vista de la investigación farmacológica… contrato por diez meses y medio desde el 16 de
febrero y hasta el 31 de diciembre de 1942”. Cf. Diario Oficial 1942. No 24982. 16 de
junio de 1942 –el contrato se firmó cuando el trabajo se encontraba en marcha, un hecho
que fue repetido.
28
56
dos renglones de un contrato celebrado entre el ministerio de educación y el
destacado investigador y educador alemán exiliado en Colombia, Justus Wolfram
Schottelius:
…se compromete a hacer el catálogo y estudio analítico de todas las colecciones
arqueológicas y etnológicas del Museo Arqueológico, y de las que se puedan
adquirir… a reorganizar la exposición de colecciones, a dirigir trabajos de campo y el
estudio de los sitios arqueológicos. 29
Podemos cerrar estas observaciones, que solo buscaban poner de presente
las confluencias entre algunos elementos de la política cultural liberal de los años
1930 y 1940 y las posibilidades laborales de los exiliados o inmigrantes
académicos españoles y europeos, con la consideración de dos casos más. 30
Podemos ahora comenzar mencionando el caso de Pedro Urbano González
de la Calle, el conocido lingüista español que pasó una temporada en el país, en
los años de su exilio y de quien ya habíamos hecho mención páginas atrás. Según
lo que indica uno de sus contratos, pues también fueron, pero siempre en
relación con tareas de docencia e investigación, a González de la Calle se le
contrataba para que, en compañía del padre José Félix de Restrepo adelantaran
“una investigación de cultura científica en el Ateneo de Altos Estudios”, una
institución que en ese momento no lograba aun su perfil definido, pero que era ya
un embrión del futuro Instituto Caro y Cuervo –a quien originalmente se bautizó
solo con el nombre de Rufino Cuervo, sin la compañía del señor Caro, que se
agregaría por el camino-. Según el contrato, se trataba exactamente de continuar
la obra de Cuervo –el Diccionario de régimen y construcción de la lengua-, y en
cierta manera de ponerla al día, elaborando “el diccionario de la lengua con
neologismos para continuar una tradición nacional…”. 31
El contrato señalaba que González de la calle y Félix de Restrepo tendrían
dentro de sus funciones escoger algunos colaboradores jóvenes para llevar
adelante las tareas, con quienes comenzaría el proceso de formación de una
escuela de investigadores de la lengua. El contrato se renovó cada año y se
Cf. Diario Oficial 1941. No 24629. 2 de abril de 1941. Incluso aquí las tareas son más
amplias, pues además de la investigación etnográfica y la formación docente, se incluye el
aspecto museográfico.
30 Pero nuestras consideraciones dejan de lado aspectos que en un análisis que fuera en
otra dirección podrían ser de interés. Citemos dos de esas direcciones. Buena parte de los
exiliados debieron trabajar por periodos largos en la enseñanza secundaria, dictando
cursos muy diversos a grupos numerosos, en condiciones pedagógicas y materiales que
hacían realmente difíciles las tareas, tanto en Bogotá, como en otras capitales (Cali y
Pasto por ejemplo) y en algunas ciudades de provincia (por ejemplo Ocaña, Pamplona). De
otro lado, no solo debería conseguir trabajo el cabeza de familia, sino otros de sus
miembros. Por ejemplo en el caso de don Luis de Zulueta, cuya hija Inés trabajó en la
Universidad Nacional, o la esposa de Justus Schottelius, quien dictó cursos en la escuela
Normal Superior, como también lo hizo Rosa Mayol de Recasens –hay muchísimos más
casos-. Este aspecto familiar del exilio fue oportunidad sistemáticamente aprovechada por
el periódico El Siglo, para criticar y atacar a los exiliados y a los gobiernos liberales,
denunciando al mismo tiempo el “desalojo del trabajo nacional” y la dilapidación de
recursos públicos en la atención a gentes que no lo merecían.
31 Diario Oficial 1940. No 24880. 3 de diciembre de 1940.
29
57
mantenía en vigencia en 1944, pero el “Instituto Cuervo” o la Sección Cuervo del
Ateneo de Altos Estudios había ya reclutado a sus primeros miembros, que se
encontraban en proceso de formación. Los contratos mencionan a Julián Motta
Salas y a Manuel Casas Manrique, aunque de ellos se dice que el primero debería
dedicarse al estudio del latín y como complemento al trabajo en “la gramática
histórica de la lengua castellana” –el Diccionario de Cuervo- y del segundo que
trabajaría en la colección de textos “de las diversas lenguas indígenas”, realizando
siempre que fuera posible grabaciones que “vengan a formar la discoteca
lingüística del ministerio…”. 32
Pero que puede que haya resultado más importante para la cultura
filológica y humanista de Colombia los nombres que enseguida se mencionan,
puestos en calidad de jóvenes: José Manuel Rivas Sacconi, Rafael Torres Quintero
y Luis Flórez 33 , tres investigadores que durante medio siglo dominarían la vida y
las evoluciones del Instituto Caro y Cuervo y asegurarían, finalmente, más que su
cambio, el mantenimiento de una tradición que a finales del siglo XX ya
comenzaba a ser ampliamente cuestionada. Lo cierto es que desde el punto de
vista de la creación de una institución como el Caro y Cuervo y la determinación
de muchas de sus líneas de acción e investigación –como la que llevará al Atlas
Lingüístico y Etnográfico de Colombia, el ALEC-, la presencia de Pedro urbano
González de la Calle resultó definitiva.
Cerremos ahora sí estas observaciones citando el caso, complejo, de Miguel
Joseph Mayol, un exiliado español que tuvo en principios grandes dificultades
para acomodarse dentro de la precariedad de las nacientes o renacientes
instituciones culturales colombianas, y quien en principio tuvo que ser
contratado por varios periodos como profesor de tipografía en algunos institutos
técnicos, pero a quien veremos evolucionar luego a la categoría de impresor y
editor, pues en el año de 1941 editó para el Ministerio de educación Nacional
ochocientos ejemplares del volumen segundo de la obra de Rufino José Cuervo,
aun autor que a estas alturas terminaba convirtiéndose en una fuente de apoyo
de más de un exiliado. Más adelante, en 1943, Miguel Joseph Mayol editaría en
dos volúmenes parte de la correspondencia de Rufino José Cuervo, dentro de la
Colección Archivo Cuervo, y en el marco de la idea cultural de rescate de los
“clásicos nacionales”. 34
Extensión Cultural: un mecanismo catalizador
Alfonso López Pumarejo, y tras el los ministros de Educación que formaron parte
de su gobierno y aquellos que lo fueron durante el gobierno de Eduardo Santos,
repitieron todos que el problema de la cultura en Colombia era un problema que
excedía el campo de la educación formal. Por ello era necesario producir un
mecanismo de difusión cultural que asegurara que el mayor número de
Cf. Diario Oficial 1944. No 25531. 28 de abril de 1944, No 25564, 9 de junio de 1944 y
No 25637, 7 de septiembre de 1944.
33 Cf. Diario Oficial 19944. No 25564. 9 de junio de 1944 y No 25671, 18 de octubre de
1944.
34 Cf. Diario Nacional. 1943. No 25285. 1 de julio de 1943.
32
58
colombianos pudiera acceder a los bienes de la cultura y en particular a la
palabra de los artistas, académicos e intelectuales. El mecanismo podía revestirse
de las más diversas condiciones, pero el fin era el mismo: difundir la cultura y el
nombre que terminó imponiéndose para designarlo fue el de “extensión cultural”,
un nombre que llegó a ser al mismo tiempo la designación oficial de la oficina que
se encargaba en el ministerio de Educación de todos los programas que
intentaban hacer de los bienes culturales un objeto que circulara más allá de los
grupos sociales que de manera tradicional habían tenido acceso a la educación, a
las artes y a todas las formas de “construcción” y “ennoblecimiento” del
espíritu. 35
Lo que se quiere ahora resaltar ante todo es el hecho de que buena parte
del papel cultural modernizante de los emigrados europeos intelectuales –sobre
todo fuera de Bogotá, pues en la capital del país es posible que la Universidad
Nacional, la prensa y la Escuela Normal Superior, hayan sido el lugar por
excelencia de ese papel- se logró en el marco de ese proyecto de difusión cultural
que se concretaba en los programas de “extensión cultural”. De hecho, como lo
observamos renglones arriba, en algunos de los contratos con los exiliados e
inmigrantes se incluía como cláusula expresa la participación en los programas
de extensión cultural dentro y fuera de Bogotá. En los renglones que siguen
deseamos insistir sobre este punto, que nos parece básico para poder hacerse a
una idea –que en parte ya hemos bosquejado- de los cambios culturales de los
años 1930 y 1940 y del lugar en ese proceso de los exiliados e inmigrantes.
Podemos partir por recordar un hecho significativo. En 1939, como parte
del proyecto de difusión cultural del ministerio de Educación, la Biblioteca
nacional preparó un proyecto de conferencias para realizarse en sus nuevas
instalaciones, soportado por completo en exposiciones de algunos de los
principales miembros del exilio republicano español. 36 Aunque se trata de una
propuesta y sabemos que el programa no se cumplió al pie de letra, pues hubo
cambios en los nombres de algunos expositores, el programa, que además estaba
diseñado para llevarse a las principales ciudades del país, ofrece una idea clara
de esas conferencias, que complementaban las que por esos mismos años
también el ministerio de Educación ofrecía en el Teatro Colón y en donde los
exiliados e inmigrantes académicos tuvieron también un papel de primer orden.
Los profesores seleccionados fueron en aquella oportunidad Juan María
Aguilar, profesor de la Universidad de Sevilla, quien hablaría sobre Francisco de
Miranda; el profesor de la Universidad de Valencia José María Ots Capdequí,
Sobre el proyecto de extender la cultura en el marco de los cambios políticos de la
República Liberal cf. Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular.
Medellín, La Carreta, 2005.
36 Cf. “Memorando sobre un posible curso de divulgación cultural a desarrollar en el salón
de conferencias de la Biblioteca nacional por algunos profesores españoles”, en Biblioteca
Nacional. Correspondencia. Asuntos varios. Dirección .1939. La forma como la idea de
“extensión cultural” fue asimilada y desarrollada en la una institución como la
Universidad Nacional puede verse en el Informe que Gerardo Molina presento en 1948 al
término de su rectorado. Cf. Universidad Nacional de Colombia. Revista Trimestral de
Cultura Moderna. No 12, mayo-junio, 1948, pp. 277 y ss. Los puntos precisos sobre
extensión cultural en pp. 284-285.
35
59
quien dictaría “tres o cuatro conferencias” sobre “el régimen señorial de la Edad
Media española”; el profesor Pedro Mayoral, de la facultad de Medicina de la
Universidad de Madrid, quien se encargaría de “tres o cuatro conferencias, sobre
el tema del “diagnóstico individual o conocimiento de la personalidad…”, aunque
también podría hablar sobre problemas de higiene elemental y vacunación; el
doctor Santiago Esteban de la Mora, “arquitecto, funcionario técnico de la oficina
de urbanización del municipio de Madrid”, quien podría dictar conferencias
“ilustradas profusamente con proyecciones, sobre problemas modernos de
urbanización de las grandes ciudades”; el profesor José Royo Gómez, geólogo del
Instituto de ciencias naturales de la Junta para la ampliación de estudios de
Madrid –uno de los organismos responsables de la formación europea, sobre todo
alemana, de los graduados españoles-, quien hablaría sobre la constitución de la
tierra; el profesor José Cuatrecasas, botánico que desde principios de los años
1930 visitaba regularmente el país y era antiguo director del Jardín Botánico de
Madrid, quien hablaría sobre “Aspectos interesantes de la flora colombiana”; el
doctor Francisco Carreras, del Instituto nacional de san Isidro de Madrid y de la
Junta para la ampliación de estudios, quien hablaría sobre “la lucha contra los
estupefacientes en Europa y América”; el profesor Pablo Vila, muy conocido en
Colombia, porque en los años veinte había sido rector del Gimnasio Moderno,
geógrafo y pedagogo catalán, “quien podría dictar dos o tres conferencias sobre
problemas modernos de la geografía económica y su aplicación al mundo
geográfico colombiano”; y finalmente el profesor Antonio Trías Pujol, de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, cuyo tema aun no podía
anunciarse al público, por cuanto el doctor Trías “en estos momentos se
encuentra realizando el viaje de Barranquilla a Bogotá”. 37
Este tipo de ciclos de conferencias, pensadas para un público amplio, y que se
ofrecían sin costo alguno, y de los cuales ha quedado un amplio registro
fotográfico, que muestra siempre salones colmados por el público y de cuyos
contenidos hubo de manera permanente información en la prensa –incluso
cuando se trataba de atacar a los conferencistas, como lo hizo de manera muy
encarnizada el periódico El Siglo con dos de ellos, los doctores Jiménez de Asua y
Demófilo del Buen-, encontraron eco muy favorable en otras ciudades, como en el
caso de Popayán. Hay que recordar que la Universidad del cauca se encontraba
en los años 1930 en un proceso de renovación producto de varios factores, entre
los que podemos mencionar, por fuera de la política educativa liberal, la
existencia de rectores de espíritu liberal y moderno como César Uribe Piedrahita médico colombiano especializado en los Estados Unidos, en Harvard-, y A. J.
Lemons Guzmán, o docentes como Gregorio Hernández de Alba, antropólogo
formado en París, y quien funda en Popayán el primer “Instituto Indigenista del
país”, y un grupo de profesores extranjeros, entre los que descollaba Juan
Montón Blasco, un ingeniero industrial catalán, graduado en la escuela
37 El programa incluye datos biográficos y académicos precisos sobre cada uno de los
conferencistas, y se trata en todos los casos de académicos de cierta importancia en el
mundo intelectual español. Quienes los reemplazaron en el programa de conferencias en
Bogotá y luego en las provincias podrían mostrar también recorridos intelectuales
notables o aceptables; además, como lo veremos renglones adelante, el grupo se
enriqueció con otros académicos europeos y con académicos colombianos.
60
politécnica de Barcelona, renovador de la enseñanza de las matemáticas y quien
funda en Popayán el primer programa de Ingeniería Industrial del país. 38
En un ambiente como el bosquejado, a pesar de todas las dificultades
materiales y cierto aislamiento cultural, los programas de extensión cultural que
se apoyaban en ciclos de conferencias de los exiliados españoles y los inmigrantes
docentes europeos, encontraron un gran eco entre los estudiantes universitarios.
Los informes de los directores de educación de estos años, que constituyen una
fuente de importancia –a pesar de su carácter oficial- para observar la dinámica
del cambio intelectual, ofrecen para el caso del departamento del Cauca una
fuente preciosa sobre estos puntos. 39 Esta fuente puede complementarse con
revistas que surgen en esos años, como por ejemplo, Universidad del Cauca.
Órgano del movimiento ideológico occidental universitario, publicación dirigida
por Antonio García, el conocido economista colombiano, graduado en la
Universidad del Cauca en Derecho, y por muchos años uno de los impulsores en
la Universidad nacional de la investigación y la figura de los “institutos de
investigación”, junto con Ots Capdequí y Francisco Abrizqueta.
El asunto es que había en esos años en la Universidad del Cauca un grupo
importante de profesores extranjeros, como el mencionado ingeniero del Montón,
quien había salido con su familia recién iniciado el conflicto español, cuya
esposa, María del Montón –también catalana- será la organizadora de destacada
de prácticas musicales modernas, de la manera similar a como en Bogotá lo era
María Rodrigo; o como Miguel Fornaguera, un educador catalán también muy
activo como docente y como escritor de temas de educación y de ciencias sociales,
que años después regresará a Bogotá, luego de cumplir su tarea en Popayán; o
como el profesor alemán Albert Hartmann, físico de profesión, pero al mismo
tiempo botánico-naturalista, quien enseñaba matemáticas y ocupó el cargo de
vicerrector.
En ese ambiente de docencia renovada y de ascenso de una juventud que
buscaba algo que puede denominare como “modernidad”, la llegada de las
destacamentos del programa liberal de extensión Cultural no podía encontrar
sino acogida (a pesar de que no faltaron nunca las voces de rechazo y las
resistencias implícitas). Según la revista Popayán de finales de 1937 días atrás
había estado en la ciudad dictando un ciclo de conferencias el profesor Luis de
Zulueta, quien había obtenido grandes éxitos en su empeño de destacar los
elementos básicos de la moderna cultura europea, y quien había sido calidamente
recibido con palabras agradecidas por el rector de la Universidad. 40
El nacionalismo catalán no dejaba de manifestarse en la fundación de la Escuela de
Ingeniería industrial, de la que se decía que debía servir a la patria, engrandecer el país,
desarrollando industrias…” y ofreciendo “nuevos horizontes a la juventud”. Cf. Informe
del director de Instrucción Pública, 1935. Popayán, 1935, pp. 109-110.
39 Cf. por ejemplo Informe del director de Educación Pública del Cauca, 1934. Popayán,
Imprenta del departamento del Cauca, 1934 –véase en especial p. 47 y ss: “Informe del
rector de la Universidad del Cauca”, que para esos años era Efraín Salazar Silva. Un
informe que permite percibir con facilidad los vientos de cambios que recorrían la vida
universitaria
40 Popayán (Revista). No 3. 23-XII-1937. La publicación incluye propaganda de la Librería
Argos, que da a conocer a través de un aviso sus “novedades de librería”.
38
61
Lo que hay que destacar ante todo en nuestra dirección es que con la
colaboración de Gustavo Santos la Universidad puso en marcha un programa de
extensión cultural, que copiaba sus bases del que se estaba desarrollando en
Bogotá y se apoya también en muchos de los académicos que habían llegado al
país. El programa comprendía un elemento artístico –Nicanor Zabaleta hizo tres
presentaciones, pero hubo otros artistas destacados también que llegaron hasta
Popayán- y las habituales conferencias centradas en el tema de la cultura de
Occidente y la crisis de la civilización a principios del siglo XX. En el año de 1938
los invitados principales fueron Luis de Zulueta, Gerhard Masur y Enrique Pérez
Arbeláez. Vale la pena citar los títulos de las conferencias, por lo menos para
hacer notar no solo su tinte moderno y actual, sino la revolución cultural que
para algunos oyentes pudo haber significado este tipo de actividad.
Don Luis de Zulueta dictó cuatro conferencias, sobre el tema general de
“Los fundamentos de la cultura moderna”, cuyas contenidos específicos fueron:
El misterio de Oriente; El genio clásico (Homero); El Cristianismo (Dante); y El
mundo de la acción y de la ciencia (Cohete), lo que parece ser un programa de
conferencias que tenía organizado desde tiempo atrás, y que dictó en varios
lugares del país. 41
Por su parte G. Masur había dictado un cursillo de sociología para los
estudiantes de derecho, y también uno de historia para los alumnos del último
año de bachillerato, además de sus conferencias públicas, en las que había
abordado el tema de las dictaduras modernas (Bolchevismo, Nazismo y
Fascismo), había disertado sobre la obra de grandes pensadores alemanes y
europeos (Nietzsche, Wagner, Sorel, entre otros) y había hablado sobre la vida de
Goethe; mientras que en el cursillo de historia universal para alumnos de último
año de bachillerato había estudiado la educación, el estado y la sociedad y la
concepción del universo durante el Renacimiento.
Enrique Pérez Arbeláez, el botánico colombiano, profesor de la Universidad
Nacional y creador y director en ella del Instituto Botánico Nacional había
desarrollado seis lecciones públicas sobre botánica, pero centradas en el uso de
las prácticas de laboratorio: métodos, cultivos; por fuera de los aspectos
relacionados con los aspectos históricos de la botánica y sus relaciones con la
economía de una sociedad, temas sobre los cuales lo había antecedido y
acompañado el también botánico y naturalista Carlos Lehman, que por un tiempo
residió en Popayán, mientras era profesor de la Universidad Nacional, antes de su
regreso a Francia. 42
A finales de 1937 Zulueta había estado también en compañía de Masur dictando un
ciclo de conferencias en Mompox. Uno de los organizadores lamentaba que no hubiera
reconstrucción de las conferencias, porque no se había tomado nota taquigráfica de ellas.
Cf. UNAC. Facultad de Ciencias. Referencia 62 D. Vol. 1. No 35. 1937. Oficio 2616. 1-121937.
42 No hay que olvidar que la universidad del Cauca había tenido en esos años grandes
mejoras en el plano de los laboratorios, lo que facilitaba un mínimo de actividad
experimentalista: “En este año los laboratorios han progresado notablemente con el
equipo de materiales para química”, y se menciona la realización de compras en Alemania
y el proyecto de nuevas adquisiciones, aunque deben enfrentar el problema de la falta de
recursos económicos. La publicación que citamos incluye un plano de las nuevas
41
62
El caso que hemos presentado de la ciudad de Popayán y en ella de la
Universidad del Cauca, no puede considerarse como un hecho aislado. Las
mismas situaciones de enganche entre el programa cultural del liberalismo y el
papel en esa política de difusión cultural de los inmigrantes europeos y los
republicanos españoles se constatan en otros lugares del país. Dentro de esos
otros lugares es posible que el que impresiona tanto o más que el caso de
Popayán es el de Barranquilla en los años 1940. Una publicación en especial, la
Revista del Museo del Atlántico, recogió la huella de ese proceso de renovación
cultural. 43 El título de la revista sorprende pues tiende a hacer pensar que se
trata del órgano de difusión de un museo. Sin embargo, su estudio pone de
presente de inmediato la novedad que ahí se aguarda. De manera un tanto
caprichosa, Julio Enrique Blanco, quien era a principios de los años 1940 el
director de Educación Pública, puso ese nombre a una publicación que en
realidad recogía a manera de amplio resumen toda la actividad cultural de la
ciudad de Barranquilla y en cierta manera del departamento del Atlántico, lo
mismo que la actividad de todas las instituciones de cultura y educación que el
organizó en una especie de frente común, bajo el nombre de “Museo del
Atlántico”. 44
Llama la atención en el caso de Barranquilla no solo la modernidad
literaria (por ejemplo la difusión de Dostoyewsky) y filosófica (por ejemplo
Nietzsche), sobre quienes la revista publicó textos diversos, sino el papel tan
grande de los extranjeros en el desarrollo cultural de la ciudad. En particular, por
lo que a nosotros más interesa, la revista del Museo del Atlántico permite no solo
ver en funcionamiento el mecanismo de extensión cultural, plenamente asumido,
sino el papel que en esa empresa tuvieron dos exiliados españoles. De una parte
Ramón Vinyes, cuyo papel cultural en la ciudad es muy conocido por razones que
tienen que ver con la historia de la literatura en Colombia, y de otra parte
Francisco Vera, el gran matemático español, que pasó una parte de su exilio,
antes de partir para Buenos Aires, en donde continuaría la publicación de su
obra con la ayuda de Rey Pastor –exiliado también-.
edificaciones construidas entre 1936 y 1938 con destino a laboratorios de física, química
y metalurgia. Cf. Informe del Rector de la Universidad del Cauca, 1938 –sin datos
editoriales de identificación. En este mismo año de 1938 dictó un ciclo de conferencias en
Popayán, en el marco del programa de extensión cultural el arquitecto alemán, profesor
en ese momento de la Universidad Nacional Karl Brunner. Por el contenido
absolutamente moderno de los títulos de sus exposiciones vale la pena citarlas: El
urbanismo contemporáneo; la vivienda obrera y de clase media; avenidas monumentales;
urbanización moderna, la urbanización en Chile; parques y campos deportivos;
arquitectura y urbanismo en Roma, arte urbano histórico; el arte urbano moderno; los
rascacielos norteamericanos; aspectos urbanos de Bogotá y de Popayán…. ¡un programa
de exposiciones realmente sorprendente! Sobre Brunner puede verse Andreas Hofer, Karl
Brunner y el urbanismo europeo en América latina –Prólogo de Rogelio saltona-. Bogotá,
El Áncora editores/Corporación La Candelaria, 2003.
43 Cf. en particular Revista del Museo del Atlántico –Barranquilla. Publicación bimestral
bajo la dirección de Julio Enrique Blanco-. Octubre, 1941.
44 Cf. Revista del Museo del Atlántico –“Instituciones que integran el Museo del Atlántico”. Nos 4 y 5. Marzo de 1944. El espíritu del programa liberal no era solo una declaración
retórica. De hecho López de Mesa y el propio López Pumarejo estuvieron presentes en la
ciudad y participaron de algunas de las actividades que organizaba Julio Enrique Blanco.
63
La Revista del Museo del Atlántico permite seguir en detalle la actividad
permanente que como conferencista y divulgador bajo una forma popular de los
grandes temas de la matemática moderna cumplió en Barranquilla Francisco
Vera, quien ya fuera bajo el ángulo lógico, ya fuera bajo el ángulo histórico
desarrollo una capacidad notable de comunicar las formas de razonamiento y la
importancia de las ciencias matemáticas. 45
Igualmente la Revista Museo del Atlántico permite observar otros
desarrollos sorprendentes, por lo menos por lo desconocidos, y en los que
tuvieron participación importante los exiliados españoles republicanos e
inmigrantes docentes europeos. Podemos citar el caso de los desarrollos de la
psicotecnia, es decir de las diversas aplicaciones de la estadística a la medición
de actitudes y de aptitudes, sobre todo a través de la “forma test”, lo que por
mucho tiempo se consideró como una garantía de cientificidad en dominios como
el de la selección profesional. De manera habitual se ha pensado que el esfuerzo
de Mercedes Rodrigo –exiliada española- en la Universidad Nacional en los años
1940 no encontraba experiencias similares en el país, que permitieran hacer
comparaciones. En realidad los avances realizados en estos terrenos en
Barranquilla no dejan dudas acerca de que en medios del exilio, de manera
similar a como ocurría en Bogotá, la estadística avanzaba en su programa de
intentar aplicar formas de medición a todas o a la mayor parte de lasa actividades
del espíritu humano. 46
Francisco Vera alcanzó a publicar algunas de sus obras en Bogotá, en la editorial
Voluntad, y en Barranquilla, en editoriales difíciles hoy de identificar. En la portada de
sus obras publicadas en Colombia aparece la mayor parte de su bibliografía, que hasta el
año 1943 aproximadamente sumaba unos 15 títulos, que luego en Argentina se vieron
constantemente aumentados. A pesar del interés creciente que hoy en día existe en
España por la obra de Vera, su etapa colombiana es casi completamente desconocida, a
pesar de que en Colombia publicó obras, enseñó en la Escuela Normal Superior y en la
Escuela de Comercio y en establecimientos de secundaria y fue un conferencista
permanente en los programas de extensión cultural del Ministerio de Educación.
46 Cf. Revista del Museo del Atlántico. Nos 8 y o. Marzo, 1945. fenómenos similares de
innovación y de asociación entre “nacionales” y “extranjeros” en torno al programa
cultural del liberalismo y más en general en torno al avance cultural y educativo pueden
encontrarse de manera muy marcada en el caso de Santander y de la ciudad de
Bucaramanga, como lo ilustran las historia de la Universidad Industrial de Santander. Cf.
por ejemplo Armando Gómez Ortiz y Claudia Patricia Cote, Gestación y fundación de la
Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga, Escuela de Historia UIS, 1996, o
Universidad Industrial de Santander, 50 años. Bucaramanga, UIS, 1998 –los nombres de
los profesores extranjeros que llegan huyendo de la guerra se encuentran en pp. 21-22 y
en p. 54 y ss. las realizaciones de Rodolfo Low Maus, el inspirador y organizador de buena
parte del proyecto universitario encarnado en la UIS. El mismo papel destacado de los
académicos extranjeros y de algunos republicanos españoles en el caso de las escuelas de
agricultura tropical del Valle del Cauca, que se encuentran en el origen de la Escuela de
Agronomía de Palmira, perteneciente a la Universidad Nacional de Colombia. Al respecto
cf. Universidad Nacional 65 años. Sede Palmira, 1934-1999. Palmira, Taller de
Publicaciones de la Universidad, 1999, y Víctor Manuel Patiño, Autobiografía. Bogotá,
Instituto Caro y Cuervo, 2003 –Patiño en p. 5 los nombres de algunos de los profesores
extranjeros en la Estación Agrícola de Palmira, hacia 1936-1937, aunque en este caso
antes que el exilio, los extranjeros llegan formando parte de misiones agrícolas.
45
64
IV
COMPLEJAS RELACIONES ENTRE LAS CIENCIAS QUÍMICAS Y EL
NACIONALISMO
Introducción
Intentaremos realizar en este capítulo el análisis de un conjunto de eventos
referidos al tema de las relaciones entre “docentes extranjeros” y “docentes
nacionales” -para decirlo bruscamente-, concentrándonos, a la manera de un
estudio de caso –expresión sobre la que volveremos-, a la Universidad Nacional de
Colombia, no solo por ser esta institución una de las que salió más renovada de
la época de los gobiernos liberales que van de 1930 a 1948, sino porque el
problema ha sido poco estudiado a partir de esta institución, habiéndose siempre
mencionado, aunque sin profundizar, mucho más el caso de la Escuela Normal
Superior. 1
Así pues, el objeto de este capítulo es el del estudio de las relaciones (en
este caso de manera particular el estudio de las relaciones de conflicto) entre dos
grupos de académicos en una institución universitaria, con la idea, que hemos
tomado de la sociología, de que tales conflictos y tensiones pueden ser explicados,
si de ellos se logra construir un modelo estructural, es decir un conjunto de
enunciados breves que organizan un lugar al cual es posible referir esos sucesos,
eventos o acontecimientos que las fuentes documentales nos presentan bajo la
forma de “situaciones conflictivas”, tal como de manera corriente, bajo nuestro
sentido común, definimos tales situaciones.
El uso de este tipo de aproximaciones, por sencillas que ellas sean, ha
dado lugar en ocasiones en las ciencias sociales a un equívoco curioso –sobre
todo en los estudios de los sociólogos y de los economistas- que tiene que ver con
el privilegio del modelo –o de la teoría- frente a los hechos, lo que hace que por el
camino el investigador abandone la atención a lo que sus fuentes o datos le
indican y termine en manos de lo que apenas era un instrumento para tratar de
entender las situaciones que tenía al frente, de tal manera que tales situaciones
pierden toda su singularidad y su especificidad contextual (temporal y espacial) y
el investigador se ve lanzado a la temeraria empresa de hacer entrar todos los
datos que recolectó, con tanta paciencia, en los límites del modelo fabricado
previamente para ayudar en la explicación de tales hechos.
Cf. M. C. Herrera y C. Low, Los intelectuales y el despertar del siglo. El caso de la escuela
Normal Superior: una historia reciente y olvidada. Bogotá, UPN, 1994. Pero el tipo de
relaciones que queremos interrogar no coincide de ninguna manera con aquellas que son
objeto del texto del texto de Herrera y Low, quienes desde luego mencionan la existencia
de docentes llegados del extranjero y de transterrados españoles, pero se ocupan más
bien de realizar una primera aproximación monográfica al lugar de formación académica
de un grupo de intelectuales.
1
65
Para evitar esa tentación que acabamos de mencionar nos cuidaremos
pues de todo uso puramente deductivo de un instrumento siempre necesario –al
que sencillamente podemos definir también como una hipótesis-, tratando de
mantenernos dentro de límites razonables en su empleo, e incluso diremos más
bien que antes que un “modelo” definido en términos estrictos, lo que intentamos
es acudir a algunas proposiciones extraídas de por lo menos dos enfoques
sociológicos, para ayudarnos con tales proposiciones en la explicación de un
“aglomerado” de hechos que describen las fuentes y que queremos captar en su
significado singular, es decir, tal como intenta captarlos el historiador –aunque
desde luego la singularidad de la que hablamos no es simplemente la de las
personas ni la de los eventos, sino también la de las situaciones y las
condiciones, que de todas maneras pueden ser captadas también como
constantes, por lo menos para un periodo histórico dado.
Las referencias teóricas de las que queremos ayudarnos en este caso –sin
perjuicio de separarnos de ellas cuando observemos sus limitaciones o incluso su
inutilidad- tienen que ver en primer lugar con un estudio muy conocido del
sociólogo alemán Norbert Elias -un verdadero clásico de la disciplina, aunque en
buena medida hoy convertido en una especie de exponente de la llamada “gran
teoría”, similar a un Talcott Parsons, gracias a el uso que hacen en el medio
académico de sus formulaciones algunos discípulos apurados que buscan
comprender el llamado “proceso de civilización” y el proceso de “formación del
Estado”, no mediante una paciente reflexión histórica, sino por una especie de
“salto dialéctico” que los lleva de manera deductiva de unas proposiciones que
sintetizan tan solo muy a medias siglos de experiencia europea, al análisis
concreto de una sociedad histórica determinada-. 2
Nos referimos de manera particular a un corto estudio en donde N. Elias
examina las relaciones que contraen dos grupos de trabajadores industriales en
una comunidad urbana (cuyo nombre Elias indica con un nombre ficticio),
relaciones que se caracterizan por la tensión permanente, cuando no por el
conflicto abierto. El “enigma” que Elias quiere descifrar tiene que ver con el hecho
de que los dos grupos tienen condiciones sociales homogéneas desde el punto de
vista laboral, de ingresos y educativo (nivel de formación técnica), tres
dimensiones básicas que la sociología por mucho tiempo tuvo como los principios
que organizaban los sistemas de oposición y conflicto entre los grupos sociales.
El estudio realizado por Elias (y otro colega) lo conduce a una situación en
parte sorprendente: que todos los elementos de conflicto, que todas las formas de
estigma, de “no reconocimiento” que uno de los grupos lanza sobre el otro, que
todas las modalidades de tensión en las relaciones entre los grupos, remiten a un
elemento estructural –constante, regular-, que se refiere a la antigüedad, y que se
expresaría bajo la forma siguiente: soy más que usted, porque llegué primero,
porque soy “antiguo”, porque tengo viejas raíces, un argumento que fácilmente
los historiadores reconocerían como de constante presencia cuando se enfrentan
al análisis de las sociedades de “antiguo régimen”, sobre todo cuando se trata de
2 Cf. como un ejemplo en nuestro medio –dentro de varios posibles-, Cristina Rojas,
Civilización y violencia. La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX [2001 en
inglés]. Bogotá, Norma, 2001.
66
analizar las formas como se intenta legitimar alguna condición de “nobleza”,
aunque Elias lo constata en esta oportunidad, hecho sorprendente, en un medio
urbano y entre trabajadores industriales, es decir en un tipo de sociedad que
habitualmente designaríamos, en términos sociológicos, como “moderna”. Elias
construye entonces un sistema de oposiciones entre los “establecidos” y los
“marginados” –los que llegaron luego- y muestra de qué manera la comunidad
(que él estudió) constituye la mayor parte de sus relaciones respecto del “otro”, a
partir de una forma de diferenciación simple, que parece sorprendente por su
propia simpleza: la antigüedad. 3
Desde luego que Wiston Parva –la comunidad que Elias estudio bajo ese
nombre ficticio- no es la Universidad Nacional –nuestra idea es puramente
analógica-, empezando porque en nuestro caso las propias condiciones
económicas y educativas de establecidos y marginados no eran similares (en
general los extranjeros durante mucho tiempo ganaron menos y solo algunos
pocos de ellos tuvieron mejores ingresos que los docentes colombianos, aunque
los niveles educativos de la mayor parte de los extranjeros parecen haber sido
mayores que el de los locales], pero la idea de la oposición entre establecidos y
marginados y la manera como la antigüedad produce y organiza una serie de
oposiciones, no deja de ser atrayente, por lo menos como pista de investigación,
entre otras cosas porque valora condiciones y diferencias que en las formas
habituales de pensar los sistemas de oposición social no son incluidas. 4
La otra “directriz teórica” en la que trataremos de apoyarnos para
emprender nuestro pequeño estudio del trabajo docente de algunos de los
“republicanos españoles” y otros docentes inmigrantes en el medio académico
nacional en los años 1940 del siglo XX, tiene un origen diferente y se relaciona
con investigaciones afirmadas en una fuente empírica muy localizada –una
sociedad muy particular, una coyuntura por completo ajena a la que nosotros
consideramos y un material empírico de encuesta-, que muy poco se asemeja a la
situación que nosotros intentamos examinar, pero que ofrece pistas de análisis
que pueden servir para considerar situaciones muy diferentes, pero que se
inscriben en el campo institucional de la enseñanza superior.
Norbert Elias, “Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y marginados”
[1977], en N. Elias, La civilización de los padres y otros ensayos. Bogotá, Grupo Editorial
Norma, 1998, pp. 79 – 138. Aquí hay un escollo a evitar y es el que tiene que ver con el
“campo semántico” del vocablo “marginados” en las ciencias sociales, en las cuales, sobre
todo en América latina en la segunda mitad del siglo XX, el término remite a pobreza y a
exclusión social, en el sentido de insatisfacción de necesidades. No es ese el sentido que N.
Elias da al término de marginado.
4 Sin que esto signifique ninguna crítica radical de las formas de análisis que se apoyan
en oposiciones del tipo “élites” y “masas”, oposición que encontraría su explicación última
en las llamadas condiciones económicas (la “infraestructura”), el análisis histórico -de
manera particular la llamada “microhistoria”- ha llamado la atención sobre todas las
formas de poder, de autoridad y de conflicto que se derivan de lazos o de relaciones
sociales “invisibles”, pero no por ello menos eficaces., como la tradición, el respeto, el
prestigio, o el control sobre la información. Cf. al respecto, por ejemplo, Giovanni Levy, La
herencia inmaterial. Historia de un exorcista piamontés del siglo XVII [1985]. Madrid,
Nerea, 1990.
3
67
Se trata del Homo Academicus de Pierre Bourdieu. 5 Como se conoce, se
trata de un libro en apariencia curioso y muy poco leído –por lo menos entre
nosotros- en el que el gran sociólogo francés –un autor demasiado banalizado y
convertido en un objeto al tiempo de moda y de culto y en proveedor de una cierta
jerga para iniciados- intentó estudiar aspectos centrales del famoso movimiento
universitario de Mayo de 1968 en Francia, pero de una manera inusual (ya que lo
hizo con fuerte contenido documental y empírico, por eso hablamos de un libro
“curioso”), que trataba de evitar el extendido “ensayismo” que desde esa fecha
hemos conocido como la forma principal de análisis de tal acontecimiento, y en
que además ponía su foco de reflexión no sobre los estudiantes que se
manifestaban en las calles, sino, de manera básica, sobre los cambios
estructurales de la institución, después de la Segunda Guerra Mundial.
Más o menos quince años después de los sucesos universitarios de Mayo
del 68 y cuando seguramente ya muchos los habían olvidado, Pierre Bourdieu
publicó un libro que aspiraba a ser una “explicación” de un aspecto esencial del
acontecimiento –que no fue simplemente estudiantil- y lo hacía recurriendo a su
forma tradicional de encarar muchos de los objetos sobre los que investigó: la
reconstrucción del sistema de posiciones que estructuran el campo –en este caso
universitario-: una reconstrucción empírica, sobre la base de una encuesta –
complementada con otras fuentes-, de las “posiciones docentes”, realizada a
través de un método paciente que relaciona cada una de las formas de capital
cultural que acumulan los “sujetos universitarios” sometidos a encuesta, con las
formas de poder monopolizadas a través de cátedras largamente mantenidas bajo
formas monopólicas, por medio de la participación en tribunales de tesis, en
comités de decisión sobre ascensos y evaluación y publicación de trabajos, o por
relaciones que se tienen con el mundo editorial, etc., pero no menos, en el caso
francés, con acumulación de prestigio por presencia constante en cierta clase de
publicaciones, o por el lugar ocupado en el Hit Parade intelectual y por la
visibilidad en los medios de comunicación, y por la participación en misiones
internacionales de carácter oficial, en tanto representantes de la cultura francesa,
etc.
Lo que constata Bourdieu es que en algún momento a comienzos de los
años 1960 se rompió el equilibrio de vieja data que caracterizaba el mundo de los
profesores universitarios y que las jerarquías tradicionales fueron rotas por la
emergencia de nuevas categorías de docentes, en una universidad que ahora era
de masas y que en el propio campo docente producía su “proletariado” (de
manera particular los llamados maîtres d’assistance); una universidad sacudida
también por crisis de sucesiones de las burocracias docentes tradicionales, por
crisis de legitimidad en cuanto a lo que se enseñaba y en cuanto a las formas de
distribución y designación de los saberes y de las profesiones, particularmente en
el caso de disciplinas nuevas, como la sociología (disciplinas que producían
también sus formas de “proletariado intelectual”.
Todo esta situación original y “perturbadora” de los equilibrios anteriores,
daba lugar al surgimiento de tipos específicos de contradicciones que no podían
ser comprendidas sino en términos del análisis de la propia institución y que en
5
Pierre Bourdieu, Homo academicus [1984]. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
68
buena medida remitían a las nuevas condiciones de reproducción del cuerpo
docente, a la defensa de cuerpo practicada por grupos de docentes que sentían
los cambios impuestos y los cambios incorporados como una amenaza a su
tranquilidad y dominio tradicional, como también remitían a cambios exteriores a
la institución –cambios relacionados con el mundo editorial, con el papel de los
“profesores-intelectuales” por relación con los medios de comunicación, con la
presencia de un nuevo abanico de posiciones posibles en el campo universitario,
y sobre todo con la llegada a la universidad de cientos y cientos de jóvenes
culturalmente muy diferenciados de lo que había conocido la mitad del siglo XX –
de manera estricta se trataba de la primera generación de postguerra que
arribaba a la universidad-, todo esto reconstruido con el rigor de un trabajo
empírico sorprendente (y poco tomado en consideración por quienes se declaran
discípulos del cuidadoso sociólogo).
En general la lección que deja el libro –cuyos procedimientos de trabajo y
conclusiones son aquí presentados aquí de manera tan esquemática-, un libro del
que no es necesario asumir por entero ni su vocabulario, ni sus conceptos, ni
cada una de sus conclusiones, es simplemente la idea de que ese conjunto de
situaciones que a todos aparecía en la superficie como inesperado y
sorprendente, remitía a modificaciones de las estructuras universitarias, a
cambios en la población estudiantil (en su morfología social) y por tanto en el
sistema de relaciones que sostenían los profesores entre ellos, con la institución
y con los estudiantes, a cambios en el campo propio de las disciplinas y en el
campo de la organización administrativa universitaria (las formas de relación
entre las facultades y la aparición, además, de otro tipo de agrupaciones entre
docentes (centros, laboratorios, grupos), todo lo cual podría ser una buena serie
de indicaciones para considerar el problema empírico que tenemos planteado: las
tensiones entre dos grupos de docentes y las formas de resistencia al cambio en
la medida en que una forma tradicional del hacer docente se ve modificada, al
mismo tiempo que examinamos la forma de representación del problema, es decir
la interpretación que los agentes producen de la situación, en este caso la
percepción del conflicto a través de una “conciencia nacionalista”, que piensa la
situación como un despojo extranjero, realizado además, en este caso particular,
por un representante de la “España roja”.
Resumiendo diremos entonces que lo que para nosotros interesa de
manera principal es la idea de la complejidad que pueden entrañar las relaciones
entre “establecidos” y “marginados” –en el sentido de Elias- en una sociedad y las
tensiones que de ahí se desprenden; lo mismo que nos interesa la idea, clásica en
sociología, de que los sistemas de posiciones y los logros previamente obtenidos,
lo mismo que la organización administrativa en el marco de la cual se ha hecho
una carrera universitaria, son elementos que pueden ayudar a explicar las
tensiones y conflictos que caracterizan en un momento determinado el mundo
decente de las universidades.
Son entonces estas las proposiciones que, de manera cauta, adoptamos de
esos análisis propuestos por Bourdieu y Elias, siempre dentro de la perspectiva
prudente que renglones arriba insinuamos y con la convicción de que lo que nos
interesa comprender no es una forma universal de tensiones y conflictos, sino
apenas un conjunto de sucesos singulares que rodearon la historia particular que
69
queremos comprender. Así que en realidad, más que hablar de “modelos” como lo
hicimos renglones atrás, resulta más conforme al espíritu y a los hechos que
examinaremos, hablar de “indicaciones de perspectiva teórica”, en parte aisladas
de los dispositivos generales en los que fueron propuestas.
Pero debemos sumar aún dos nuevos elementos a nuestro “enfoque”, los
dos explícitos en muchos de los análisis de Pierre Bourdieu. El primero tiene que
ver de manera mucho más concreta con el volumen del capital cultural, expresado
en títulos, en experiencia docente, en vinculación con centros notables de
elaboración de conocimiento y, para decirlo en una palabra, en cantidad de
conocimientos adquiridos y relaciones con las disciplinas modernas que en
Colombia la Universidad Nacional deseaba introducir –aunque el proceso de
transformación universitaria, como lo hemos visto y lo podremos ver de nuevo en
varias oportunidades en otros capítulos de esta trabajo, era una constante
también de otras instituciones educativas en otras regiones del país-.
Todo indica, o por lo menos es una pista a seguir, que los recién llegados
en su mayoría aventajaban en medida grande a buena parte de quienes eran sus
colegas en la Universidad. Las hojas de vida y los logros de muchos de los que
emigraron tienden a hacernos pensar en esa dirección –como creemos que lo
prueba el Apéndice de hojas de vida que se encontrará al final de este trabajo-.
No dudamos desde luego que el punto es complejo, no solo porque no siempre se
dispone de los datos que serían necesarios para tener un cuadro completo del
problema, sino porque además la idea de “medir” en este campo no resulta fácil.
Habrá que atender sin embargo a todos los indicios que resulten significativos en
esa dirección. 6
El segundo elemento tiene que ver con lo que podemos llamar el ethos
cultural o más bien el ethos de ciencia, un punto en donde se concreta ya no
solamente el problema de las competencias adquiridas sino más bien el del
desempeño práctico que se puede demostrar y que va siempre acompañado de
una actitud precisa respecto del trabajo cotidiano. Este es desde luego también
un problema difícil de verificar, pero algunas huellas han quedado en la
documentación y hasta donde sea posible hay que aprovecharlas. Trataremos
pues, dentro de una idea de control sobre toda aproximación demasiado brusca,
de prestar atención a ese elemento que llamamos “ethos de ciencia” y que se
refiere, como señalamos, al desempeño, al compromiso, a la dedicación,
elementos seguramente difíciles de medir, pero reveladores de la forma como se
asume el trabajo de docente y de docente investigador. 7
Aquí es necesario insistir en una diferencia precisa entre el trabajo de reconstrucción de
empírica que realiza la sociología y aquella que realizan los historiadores. La diferencia
mayor consiste en que mientras el sociólogo (o el antropólogo) construye la información de
encuesta, lo que le permite disponer de la mayor parte de las informaciones que el
investigador estima como necesarias para responder a sus preguntas, el historiador debe
basarse en informaciones siempre incompletas y fragmentarias, en datos que no pueden
considerarse más que como “indiciales”.
7 Sin querer concluir sobre este tipo de problemas tan complejos, ofrecemos un ejemplo
de lo que queremos indicar, tan solo para señalar cómo en ocasiones la documentación
puede ofrecer indicios de eso que llamamos un “ethos de ciencia” o de trabajo científico.
“Se lee una nota del Director del Año Preparatorio en la cual participa que se ha
6
70
Para mostrar de manera aun más clara las limitaciones de nuestro
propósito, hay que señalar que partiremos aquí de un caso individual, pues
dedicaremos la mayor parte de las líneas que siguen al estudio de las labores
docentes, experimentales e investigativas adelantadas en la Universidad Nacional
por un académico exiliado, el Doctor Antonio García Banús, un químico español,
que vivió y trabajó en Colombia entre –más o menos- 1938 y 1945 y quien fue
uno de los creadores del moderno departamento de Química de la Universidad
Nacional de Colombia.
No se trata desde luego de hacer una biografía de García Banús, en el
sentido convencional de la expresión, ni mucho menos de producir lo que ahora
se llama una “historia de vida” –una forma de burlar los rigores de una buena con
muy poco esfuerzo-. 8 Se trata de analizar la experiencia docente de García Banús
–un tramo y una dimensión de su existencia-, que no es más que un punto en
una red, como una forma de acercarnos a un conjunto de posiciones
estructurales, que nos introducirán en un sistema de oposiciones que harán
comprensibles las tensiones entre extranjeros y locales y nos pondrán de presente
los movimientos y actitudes de resistencia, de rechazo y de aprobación que
rodearon los años de reforma y cambio educativo en la Universidad Nacional
sobre todo en los años 1940, durante el rectorado del doctor Gerardo Molina,
proceso de cambio en el que los profesores extranjeros tuvieron un papel tan
destacado.
Antes de presentar de manera extensa y documentada el caso de García
Banús, es bueno señalar qué entenderemos por “caso” en el marco de este
trabajo, pues esta noción es a veces objeto de contradictorias interpretaciones. En
primer lugar hay que recordar que la perspectiva de este trabajo no es la
perspectiva estadística de lo “representativo”. Es decir, no afirmamos que las
consideraciones (e interpretaciones) que vamos a presentar acerca de la
trayectoria docente del Doctor García Banús, representen la trayectoria de todos
o de la mayor parte de los inmigrantes docentes europeos (o simplemente
españoles) que se vincularon a las instituciones universitarias colombianos en los
años 1930 – 1940. Ni siquiera decimos que pueda predicarse tal carácter
representativo en el caso particular de la Universidad Nacional, aunque si
consideramos que se trata de un caso altamente significativo.
La noción de “caso” a la que nosotros nos referimos es a la que se conoce
como “caso posible de lo real”, es decir como un tipo de situación, empíricamente
constatable (y teóricamente construida) a partir de la cual es posible reflexionar
en términos generales –si se quiere “teóricos”- sobre un haz de situaciones
posibles, lo que sirve de manera básica para potenciar la imaginación (histórica y
sociológica) y por lo tanto para aumentar nuestra comprensión del mundo
empezado el curso de alemán opcional, aprovechando los servicios del profesor Rudolf
Hommes del ministerio de Educación, quien no devenga nada por parte de la
Universidad”. UNAC, Actas del Consejo Directivo 1937, 28-08-1937. Son repetidas las
ocasiones en que se encuentra este tipo de indicación, bajo la forma de “dictar cursos ad
honorem”, de los que se puede derivar desde luego prestigio y otros intangibles, pero que
no menos pueden ser reveladores de una forma de relación con el trabajo.
8 Cf. Pierre Bourdieu, “La ilusión biográfica”, en P. Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la
teoría de la acción [1994]. Barcelona, Anagrama, 1985, pp. 74 – 83.
71
empírico tal como efectivamente ha sido vivido, cuando se le reconstruye a través
de una documentación seleccionada a la luz de un problema y construida como
“corpus” de investigación.
Cuando decimos que vamos a estudiar el “caso” de García Banús decimos
entonces que queremos reflexionar sobre una situación empírica que se ofrece de
manera ejemplar como una forma de hacer inteligible esa situación cultural
mucho más general que es la relación entre “establecidos” y “marginales”, en este
caso en el campo intelectual, sin separarse del fondo histórico que la constituye,
huyendo de esta manera de las generalizaciones sin base histórica que a veces se
hacen pasar por “tipos ideales”, cuando son más bien formalizaciones puramente
abstractas de situaciones históricas estilizadas.
Pensamos por tanto que el estudio de la trayectoria de Antonio García
Banús ilustra de manera ejemplar sobre una trayectoria docente concreta y al
mismo tiempo sobre un conjunto de posiciones docentes posibles, que se separan
o se acercan en medidas diversas de esa trayectoria ejemplar analizada, lo que
nos tiene que servir para proyectar nuevos esquemas comprensivos sobre el
conjunto de la situación, más allá del caso considerado. 9
Antonio García Banús en Colombia y en la Universidad Nacional
En una publicación de 1964, en un artículo sobre Antonio García Banús, el autor
del breve texto escribió lo siguiente:
Su carácter sincero y afectuoso y sus dotes de gran simpatía le crearon en Colombia
u extenso círculo de admiradores que junto con sus discípulos recuerdan su nombre
con veneración y cariño. 10
El texto llama la atención por dos razones. La primera porque recuerda que
las muestras de cariño y devoción por un maestro, con muy pocas excepciones,
resultan un hecho altamente perecedero, como lo prueba la poca referencia que
se hace a García Banús en los textos que, por su tema, podrían mencionarlo, una
situación a la que, además, debe haber contribuido la escasa obra escrita de
García Banús. No exactamente que al viejo maestro no se le mencione, sino que
se le menciona de una manera puramente ritual, con poco interés por
profundizar en su trabajo práctico de organizador inicial de un departamento
académico. 11
Para una discusión de este tipo de problemas cf. Jean – Claude Passeron et Jacques
Revel, Penser par cas [Enquête, 4]. Paris, EHESS, 2005. Cf. de manera particular “Penser
par cas. Raisonner à partir de singularités”, p. 9 y ss. y “Les diverses formes de
raisonnement par cas”, p. 229 y ss.
10 Luis Montoya Valenzuela, “El profesor Antonio García Banús”, en Química e Industria.
Sociedad Colombiana de Químicos e Ingenieros Químicos. Vol. V, No 2, septiembre 1964, p.
7.
11 Cf. por ejemplo Germán Cubillos A., editor, Facultad de Ciencias: Fundación y
consolidación de comunidades científicas. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
2006. En la mayor parte de descripciones y análisis –una bibliografía numerosa- sobre el
exilio español de 1939 en América latina –cf. en este trabajo más adelante “Orientación
9
72
La segunda razón por la cual el texto citado me parece interesante tiene
que ver con las visiones idealizadas que los discípulos o la tradición producen
sobre ciertas figuras a las que se considera como “egregias”. Las fuentes
existentes sobre estos puntos indican que el carácter de García Banús no era
exactamente el que el párrafo señala y, sobre todo, que sus relaciones con colegas
y alumnos fueron en general difíciles. No afirmamos que García hubiera sido una
especie de “bête noire” de toda la Universidad Nacional y de cada uno de sus
alumnos y colegas. Pero fue siempre un profesor discutido, aplaudido por
algunos, pero recusado por la mayoría, un docente que mantuvo con la mayor
parte de sus colegas relaciones difíciles y que fue combatido dentro y fuera de la
Universidad Nacional por nacionalistas y conservadores que encontraron siempre
en el periódico El Siglo respaldo a sus campañas, sin que hubiera motivos
políticos reales para esos ataques, ya que el examen de su vida política y personal
-con los escasos documentos que sobre estos puntos existen- deja la impresión de
que se trataba de un demócrata civilizado, principalmente interesado en sus
problemas de laboratorio, lo que lleva entonces a la pregunta sobre las
condiciones que alimentaron esas tensiones y los subsiguientes conflictos, con
quien a veces, como en el artículo citado, se nos presenta como “rodeado de un
círculo de admiradores” y “recordado con veneración y cariño”.
No se sabe de manera precisa de quién fue la idea de traer al transterrado
español Antonio García Banús a Colombia como profesor de química de la
Universidad Nacional, pero el hecho no parece de mayor importancia, si se tiene
en cuenta que su caso es solamente uno más dentro de una serie de casos de
docentes europeos de altas calidades académicas que habían tenido que salir de
sus países por razones religiosas, raciales o políticas.
Lo que señalan de manera clara los documentos (por lo menos los que
nosotros hemos consultado) es que los primeros contactos con García Banús los
hizo en París el futuro presidente de la República, doctor Eduardo Santos, pues a
principios de 1938 en el Consejo Directivo de la Universidad Nacional se leía un
“un cable del señor Eduardo Santos al ministro de Educación, sobre las
condiciones en que podría venir al país el químico español García Banús”, una
oferta que el Consejo discutió y aprobó, con la condición de que “el ministerio
colabore con la mitad del sueldo mensual propuesto, que es el de 400 pesos. El
señor rector ofrece hablar… sobre el particular”. 12
Pero existen indicios de que antes de esta fecha el asunto de había tratado,
por lo menos desde el verano de 1937, pues la Secretaría General de la
Universidad disponía ya en septiembre de ese año de los papeles que el ministerio
de Relaciones Exteriores había enviado al ministerio de Educación y éste a la
Universidad Nacional, con la hoja de vida y recomendaciones a favor de García
bibliográfica”—se incluye de manera elogiosa el nombre de Antonio García Banús, pero
los datos sobre su vida y su obra siguen siendo breves y repetidos. Cf. por ejemplo
Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1981). Barcelona, Anthropos, 1994.
12 UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 7. 26-01-1938. Santos, un hombre de
comodidades económicas y convencido demócrata, amigo de la causa republicana
española, era amigo y apoyo en París de los exiliados españoles, sobre todo de los que
pertenecían a los medios intelectuales.
73
Banús 13 , incluyendo dentro de tales recomendaciones una expedida por una
Sociedad de Sabios Alemanes dedicada al apoyo de científicos europeos en malas
condiciones por razones de la situación política en el viejo continente. El
presidente de la mencionada Sociedad escribía:
Sociedad de Auxilios de los Sabios Alemanes en el Extranjero
Londres, 11 de agosto de 1937
Señor Ministro de Relaciones Exteriores
Bogotá
Recordando la mucha benevolencia de que me dio pruebas V. E. cuando las
negociaciones celebradas en Ginebra respecto al llamamiento de administradores y
científicos alemanes a Colombia, me permito dirigirme ahora a V. E. para
recomendarle muy sinceramente a un sabio español: el profesor Antonio García
Banús, estimado como un gran sabio y profesor de química por sus compatriotas
españoles y por sus colegas ingleses.
El Profesor García Banús tuvo que salir de Barcelona a consecuencia de la guerra.
Necesita urgentemente otra colocación, y creo que honraría a toda universidad o a
cualquier otro instituto que aprovechara sus servicios
Acepte V. E. etc.
(Fdo) F. Demuch – Presidente. 14
García Banús parece haber buscado posibilidades de trabajo no solo en
Europa sino en varios países de América Latina e incluso al parecer diversas
varias instituciones y países se habían interesado por sus servicios, aunque no
sabemos la razón precisa de su decisión final por Colombia, país en donde no
eran buenas las condiciones económicas ni había una tradición grande de
estudios universitarios o de actividades de ciencia, aunque buena parte de la
documentación consultada deja la idea de que el profesor García Banús poco
sabía del país antes de venir a Colombia aunque afirmaba tener en el país
algunos conocidos en medios de españoles republicanos. 15
El caso es que García Banús tomó su decisión y desde el Collège d’Espagne
–el lugar en donde se encontraba refugiado en París-, escribía a Miguel Turbay, el
Ministro de Negocios Extranjeros de Colombia, el 19 de septiembre de 1937, una
carta manifestando su decisión. Una carta que vale la pena conocer, parafrasear
y citar, porque ahí aparecen ya en una primera versión algunos elementos de lo
que podemos llamar el ethos de ciencia y la vocación académica de García, dos
elementos que creemos que se encuentran ligados, por lo menos en parte, a las
dificultades y conflictos que en su trabajo académico conoció en Colombia.
UNAC. Secretaría General. 1937. 20-09-1937. El ministerio de Educación los envía
para saber si “si sería conveniente e interesante para la Universidad la venida del Profesor
Antonio García Banús…”.
14 UNAC. Secretaría General. 1937. 8-09-1937. Los contactos europeos –por fuera de
España- son fáciles de explicar, pues sus estudios posdoctorales los había realizado en
Zurich y en Munich.
15 UNAC. Secretaría General. Ídem. “En Colombia tengo un antiguo alumno mío, Señor
Ignacio Vidal, profesor de la Escuela Agrícola de Cali. En Bogotá debe vivir el Doctor A.
Ordóñez Mutis, amigo mío de cuando ejercía de odontólogo en Barcelona. Deben estar en
Bogotá, Don Luis de Zulueta y el señor Calvet, antiguo director de La Vanguardia de
Barcelona, ambos amigos míos”.
13
74
García Banús comienza recordando que su condición es la de un
perseguido político, la de un hombre que ha sido desterrado de su país y que se
encuentra huyendo por “la trágica situación de mi patria” e interesado por
“encontrar en cualquier parte un rincón en donde continuar trabajando con toda
buena fe y entusiasmo” en la rama de la ciencia a la que había dedicado su vida,
agregando a continuación:
Tengo mucha experiencia en la enseñanza experimental de la química y en el
trabajo de investigación científica. Mi deseo sería poder llegar a montar un centro de
estudio y de trabajo como el que había organizado en Barcelona. Puedo dar cuentas
referencias sean necesarias, incluso de profesores alemanes, ingleses y franceses,
si no bastan las que adjunto. 16
Para comprender –sin ninguna idealización- la novedad de la propuesta de
García Banús, hay que recordar la precariedad de la universidad colombiana aun
a principios del siglo XX: heredera de una tradición humanística más bien
discutible y de unas formas retóricas que ya poco recordaban el Siglo de Oro
español, que se suponía su matriz original, limitada a la enseñanza del derecho y
de la medicina –la ingeniería civil se encontraba hasta ahora en sus comienzos-,
las ideas de “investigación científica” y de “centro de estudio y de trabajo” le
tenían que resultar casi por completo ajenas.
Un tiempo después de haber escrito la carta que hemos citado, que no era
una comunicación para un académico sino para un diplomático y que había sido
escrita con un fin completamente utilitario, todavía en París, García Banús
escribió una carta al Rector de la Universidad Nacional –don Roberto Franco-, en
el momento en que sabía que en el Consejo Directivo se había decidido su
contratación. Es importante aquí de nuevo citar, porque los ideales educativos,
científicos y pedagógicos y sus planes de trabajo en Colombia aparecen ahí ahora
sí de una manera mucho más definida.
El profesor García Banús comienza por señalar que “El doctor Santos me
ha leído el telegrama del ministerio de Educación en el que anuncia mi
aceptación… de mi modesta persona, como profesor de química de la
Ídem. Ahí mismo puede leerse una Hoja de Vida de García Banús –de las varias que
redactó en su larga vida académica- que aquí reproducimos en el Apéndice. No existe una
buena biografía de García Banús, ni siquiera una semblanza biográfica de consistencia.
De su Hoja de Vida copiamos algunos datos que pueden ser útiles para el desarrollo de
este capítulo: Había nacido en Valencia el 2 de octubre de 1888. En 1936 estaba casado y
tenía 3 hijos ya crecidos. Había estudiado farmacia y ciencias químicas y se había
doctorado en Química en Madrid. Había sido catedrático de química orgánica (por
oposición) desde 1914, primero en Oviedo y después, desde 1915, en Barcelona,
realizando estudios “postdoctorales” en Zurich (1911 – 1913) y en Munich (1928). Fue
vicerrector de la Universidad de Barcelona al proclamarse la República, vocal del
Patronato de la Universidad Autónoma de Barcelona, como representante del Gobierno de
la República. Director de la Sección Química del Laboratorio General de Ensayos de la
Generalitat de Catalunya (1929 – 1935). Director del Instituto de Química de la
Universidad de Barcelona, académico corresponsal de la Academia de Ciencias de Madrid,
Miembro de la Sociedad Española de Física y Química y de sociedades similares de
Francia, Alemania e Inglaterra. Hablaba, por fuera del castellano y el catalán, el francés y
el alemán y conocía el inglés y el italiano.
16
75
Universidad”. Por ello, García Banús se pone a las órdenes del rector de la
Universidad y vuelve a poner de presente su interés por el trabajo académico,
actividad a la que el designa como “mi verdadera vocación”:
He dedicado toda mi vida a la enseñanza y apartado de ella por la triste situación
de mi patria, espero con gran ilusión el momento de reanudar, al lado de ustedes, el
trabajo, que constituye mi verdadera vocación. 17
García Banús señala [lo que era más o menos obvio) que Eduardo Santos
no le había podido indicar cuáles serían los cursos que debería dictar, pero
dejaba de una vez determinada su oferta docente –la cual será posteriormente
uno de los motivos de discrepancia con quienes serán sus nuevos jefes y
colegas 18 -, aunque señalaba su disposición de asumir cualquier otro curso que
estuviera dentro de su competencia legítima:
De todos modos puedo además profesar cualquier otra especialidad de la química,
siempre y cuando no sea con gran detalle. 19
El nuevo profesor de la Universidad Nacional repetía su interés de dirigirse
lo más pronto a Colombia y urgía por la formalización de su contrato –que por el
camino resultó bastante enredada-, porque para viajar del adelanto de dinero que
muchos otros “inmigrantes docentes” necesitaron, ya que se encontraban en la
explicable pobreza del refugiado. 20 Pero sobre todo, en esta carta García Banús
hacía explícito lo que el consideraba su propósito principal en la enseñanza –
aunque no podamos saber por ahora de manera exacta si el propósito fue logrado
y si lo fue en qué medida-:
Tengo un interés especial en poder organizar el trabajo práctico con el fin de formar
un grupo de muchachos que sepan trabajar bien en el laboratorio y puedan servir de
núcleo a una modesta escuela de investigación. Permítame señor rector que desde
UNAC. Secretaría General. 1938. 24-02-1938.
Ídem. García Banús escribe: “Química orgánica, con sus cursos prácticos de
laboratorio; Síntesis orgánica, con los cursos prácticos; Química General, curso
preparatorio para los estudiantes de cualquier facultad que necesite el conocimiento de la
química”.
19 Ídem.
20 Ídem. En Ídem, 24-03-1938, el ministro de Educación se dirigía al secretario de la
Universidad Nacional, para que apuraran en la aprobación del contrato, que luego debería
ir al Consejo de Ministros y ser sometido a otros controles más -entre ellos su publicación
en el Diario Oficial, lo que será de nuevo un motivo de retraso-, para que luego se
despachara a París y poder girar los viáticos, para que García Banús pudiera viajar. La
correspondencia sobre el contrato en amplia en UNAC y muestra que fue objeto de todas
las dificultades burocráticas imaginables, lo que fue una condición general de todos los
contratos con los docentes que vinieron en estos años del extranjero. Todos estos son
detalles de una situación que debió ser una especie de mortificación, y hasta de
sufrimiento, para García Banús, quien parece haber sido un hombre impaciente en
relación con sus condiciones de trabajo, sobre todo en sus primeros meses en Colombia,
mientras pudo apreciar y hasta acostumbrarse a ciertas formas de funcionamiento
administrativo y de carencia de recursos que eran verdaderos obstáculos para el trabajo
docente.
17
18
76
ahora solicite su valioso auxilio y colaboración en este sentido, con el fin de que, mi
modesta persona, pueda dar el mayor rendimiento posible. 21
Una enunciación de propósitos de trabajo académico que pueden ser
definidos como “modernos” (con toda la ambigüedad y la indefinición del
término), que hoy mismo tendrían vigencia y que en todo caso eran una novedad
radical en las instituciones universitarias colombianas.
Solucionado el problema de los viáticos y relativamente el asunto del
contrato –aun no perfeccionado-, García Banús (sin su familia, la que vendría un
poco después a vivir a Colombia) se embarcó en algún puerto francés y a finales
de mayo de 1938, desde Barranquilla escribía al rector de la Universidad
Nacional: “Al llegar a Colombia lo saludo afectuosamente, esperando hacerlo
pronto personalmente” 22 y poco tiempo después se encontraba en la ciudad
dispuesto a comenzar su trabajo de jefe de un departamento académico que era
inexistente, ya que según el contrato que le dio la Universidad, su misión era la
de prestar a la Institución sus servicios como químico “para la dirección y
organización del Departamento de Química y como profesor en la materia” 23 , lo
que sería en el futuro inmediato –casi que desde el momento mismo de la firma
del contrato- una de los motivos más fuertes de discordia con sus colegas, como
lo veremos en detalle un poco más adelante.
Establecido ya en la ciudad y en la Universidad Nacional y luego de haber
conocido las primeras dificultades de instalación en cuanto a oficina, archivos,
laboratorios, biblioteca (es decir la inexistencia de laboratorios y biblioteca),
García Banús se dirigió al Consejo Directivo, recordando el contenido de su
contrato: la organización y dirección de un departamento de química
(“organización de la que me ocupo ya en la actualidad”) y señaló que como el
semestre ya se encontraba en marcha, debería limitarse a dictar un curso de dos
lecciones semanales sobre “Métodos de trabajo en química orgánica” y uno más,
de una lección, sobre “Constitución y síntesis de los principales alcaloides y de
otros productos vegetales”, cursos que pensaba que podrían servir a los antiguos
alumnos y a los ya graduados. 24
En su primera carta al Consejo Directivo señalaba también García Banús
que se le había procurado una habitación “donde montar el pequeño despacho
que necesito para mi doble trabajo de profesor y director del Departamento de
Química”, pero agregaba que ahora debería conseguir “algunos muebles y
accesorios… y los útiles que son de indispensable necesidad en toda oficina de
despacho”, agregando, en una nueva petición, que le interesaría mucho “poder
disponer de alguna persona idónea que me sirviera de ayudante o secretario
algunas horas del día…”, empleo para el que proponía “a un antiguo alumno y
ayudante mío, de la Universidad de Barcelona, que se encuentra actualmente en
esta ciudad…”. 25
Ídem.
UNAC. Correspondencia 1938. Cablegrama del 28-05-1938.
23 UNAC. Correspondencia 1938. Contrato. s.f. Se dice también que el contrato es
inicialmente a dos años y que puede ser renovado según disposición de las partes.
24 UNAC. Escuela de Farmacia. Departamento de Química 1938. 8-06-1938.
25
Ídem.
21
22
77
García Banús no conocía aun la Institución a dónde llegaba ni sabía
mucho acerca de la susceptibilidad que había en la ciudad frente a los recién
llegados, luego de que la campaña de buena parte de la prensa sobre los
españoles anarquistas y los judíos que quitaban a los nacionales el trabajo, había
hecho sus efectos. De modo que las iniciales peticiones de García Banús, que
parecen normales y justificadas, y sobre todo su intento de dar trabajo a uno de
sus compatriotas, que se encontraba en la ciudad sin recursos y buscando
empleo -y para quien además solicitaba un curso, pues se trataba de un
refugiado con título de doctor-, no parecen haber caído bien entre los colegas de
quien venía a organizar un departamento académico, que desde el principio había
sido mal mirado. 26
Los cursos ofrecidos por el nuevo profesor que llegaba a la Universidad
Nacional fueron promocionados como cursos de extensión universitaria y en su
organización se mostró muy diligente el director de la Facultad de Farmacología y
Farmacia (así dice el papel con membrete, pero la designación de esa unidad
académica cambiará varias veces en estos años) y se abrieron inscripciones
públicas, con gran interés por parte de los profesores que se desempeñaban en
esos campos o en campos similares 27 , y unos días después se informaba al rector
de la Universidad que el doctor García Banús había dictado su conferencia
inaugural –“Métodos de trabajo en química orgánica”-, que había sido muy
promocionada en la Universidad, aunque aun no se habían puesto los avisos
correspondientes en el periódico El Tiempo, pues García Banús había dicho que el
se encargaría de ello, en razón de sus “relaciones personales con los directores
de El Tiempo”, a quienes puede que García Banús hubiera sido recomendado por
el Presidente Eduardo Santos, su amigo de Paris. 28
La institución y el lugar: el problema de las especializaciones
La situación de la Universidad Nacional a principios del siglo XX es muy poco
conocida. Se sabe desde luego que su existencia misma, más allá de la
formalidad, puede ser incluso discutida, porque la Regeneración había logrado
dispersarla en una serie de escuelas y facultades que no mantenían ninguna
relación orgánica y entre las que no existía ninguna comunidad de propósitos.
Ídem. El inicial desconocimiento del medio y de su estrechez económica, una situación
comprensible, queda bien reflejada en una de las frases finales de su carta: “Mucho les
agradecería tuvieran a bien dar las instrucciones del caso al señor Síndico de la
Universidad, para que el se sirva despacharme tales elementos”.
27 UNAC. Secretaría General 1938. 22-06-1938.
28 Hay que pensar en una institución universitaria de una intensa politización y hay que
recordar una cultura política (la colombiana) que extiende al conjunto del sujeto, a cada
una de sus características, sus adscripción política, y hay que tener presente que García
Banús aparecía para sus colegas como un “recomendado” de Eduardo Santos, quien era
precisamente el presidente de la República. Además García Banús había varias veces
recordado, de manera accidental o intencional,, su amistad con la familia Santos,
propietaria del diario El Tiempo.
26
78
Su reunificación –que es en parte su refundación- en la Ciudad
Universitaria a partir más o menos de 1936 fue progresiva y solo hasta los años
1940 puede decirse que la Ciudad Blanca coincidía como campus con la
Universidad (de hecho buena parte de la correspondencia de las “secciones” de la
Universidad Nacional de los años 1930 llevaba membretes con direcciones de
diferentes lugares del centro de la ciudad).
La idea que deja la documentación es la de una serie de escuelas o
facultades en las que un grupo numeroso de profesores -todos catedráticos
contratados para la enseñanza de una materia y la mayoría de ellos docentes
para los que el ejercicio pedagógico constituía un segundo oficio, una forma de
ganar algo más dinero o de lograr ciertos honores anexos al cargo- dictaba
“materias”, cuya responsabilidad recaía por entero en la escuela o facultad de que
se tratara, muchas veces dentro de condiciones precarias de desempeño, de
calificación profesional o de asistencia (la documentación deja ver que el
problema de la inasistencia era una constante del ejercicio docente, lo que es fácil
de comprender cuando se tienen en mente sus condiciones estructurales, es decir
las formas de contratación y de ligazón con la institución).
Sin embargo, a mediados de los años 1930 el esfuerzo de renovación era
visible y viejas y nuevas enseñanzas, como las de farmacia y química, se
encontraban en proceso de cambio, mucha veces bajo la orientación de docentes
recién incorporados –y en ocasiones de docentes extranjeros recién incorporadosy aun en ciertas oportunidades la Universidad se arriesgaba con cursos de
“especialización” y “doctorados” (todo ello dentro de una terminología y unas
titulaciones que eran cuando menos inciertas, desde el punto de vista de los
tiempos de formación y requisitos).
Ese era precisamente el caso de la escuela o facultad (las dos
designaciones aparecen en su papelería) de Farmacología y Farmacia, que había
empezado a desarrollar después de 1935 una serie de cursos que denominó de
especialización y que parecen haber tenido una orientación “remedial”, como se
diría con palabras nuestras hoy, debido a los problemas de formación básica que
los mismos graduados y los docentes de la escuela habían detectado.
Las llamadas especializaciones no parecen haber tenido un curso exitoso
en su funcionamiento –por razones que no son difíciles de precisar- y habían
sobre todo despertado el recelo de los propios pocos cursantes, quienes,
precisamente por la época de la llegada de García Banús se encontraban en pleno
movimiento de protesta contra los cursos recibidos. En una carta para el Consejo
Directivo –cada escuela o facultad tenía su propio Consejo y dictaba sus propias
cátedras de manera muy independiente, con profesores internamente
seleccionados-, a principios de 1938, los estudiantes matriculados en el
“programa” de especialización en “Farmacia biológica”, ponían de presente que el
motivo de haber comenzado tales cursos era el de “complementar los estudios de
farmacia general que en forma bastante deficiente hemos terminado”, una
situación que parecía de nuevo prolongarse, ya que en los nuevos cursos “hay
materias de las cuales no hemos tenido la primera clase, y en las ya iniciadas
estamos haciendo un estudio deficiente por carecer de la práctica que cursos de
esta naturaleza requieren”, motivo por el cual declaraban que “en la forma como
79
funciona la supuesta especialización, la Universidad está gastando dinero en
cosas que no existen y que en forma alguna nos benefician, por lo cual
solicitaban la intervención del Consejo, para encontrar una solución al problema
que vivían. 29
El Consejo de la Escuela de Farmacia y su presidente –el doctor Jorge
Ancízar Sordo, un profesional muy respetado e influyente en el medio
universitario y fuera de él, con parientes que también trabajaban como docentes
en la Universidad y que hacía énfasis constante en su entronque familiar directo
con don Manuel Ancízar, considerado como el “creador y fundador” de la
Universidad Nacional- parecían de acuerdo en que las llamadas especializaciones,
una herencia del “presidente” anterior de la Escuela, eran un fiasco, y no tenían
objeción ninguna a que fueran clausuradas. Ancízar Sordo y el Consejo de la
Escuela pensaban que no era conveniente entregar el título originalmente
ofrecido, simplemente porque no coincidía con la realidad de la formación
ofrecida y creían que el camino era el de conseguir en el extranjero becas para los
estudiantes de las especializaciones, pues la Universidad “no podía seguir
sosteniendo el compromiso adquirido con los estudiantes”, por lo que el camino
era el de clausurar las especializaciones y conseguir las becas en
…facultades del exterior, en donde puedan adquirir los conocimientos que aquí no se
les pueden dar, con mayor provecho para el país, para la Universidad Nacional,
para la Escuela y para ellos mismos…. 30 .
Como los estudiantes eran tan pocos –el presidente de la Escuela habla de
tres, en una de las especializaciones-, Ancízar Sordo había realizado cuentas
precisas y en su opinión el traslado al extranjero resultaba menos costoso que el
sostenimiento de las cátedras, y se había dirigido ya a las embajadas de Francia e
Italia, “para pedir información acerca de las condiciones en que los estudiantes
colombianos pudieran seguir estudios superiores de farmacia en las
universidades de dichos países”. Con criterio en principio realista, Ancízar Sordo
señalaba que de esta manera la Universidad les proporcionaría a los estudiantes
matriculados en la especialización
…la más completa y eficiente de las enseñanzas, les daría la oportunidad de
conocer laboratorios e industrias farmacéuticas que nunca podrán ver en nuestro
país, de aprender idiomas útiles para el ejercicio de la profesión, y finalmente, lo que
a mi juicio es lo más valioso, es una forma de ayuda a formar personal técnico
competente en el ramo de la farmacia, que a su regreso a Colombia vendrá a
colaborar en la obra del desarrollo de esta escuela 31 .
UNAC. Escuela de farmacia. 1938. Carta de 24-06-1938 –copia-. La carta es firmada
por los tres estudiantes de la especialización.
30 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta para el Rector de la Universidad Nacional y
Consejo Directivo de 24-06-1938.
31 Ídem. Una posición realista, que podría ser válida para enfrentar el problema particular
que se vivía en la Escuela de Farmacia, pero que chocaba con la estrategia del Gobierno
colombiano y del Consejo Directivo de la Universidad Nacional de conseguir recursos
técnicos baratos en el extranjero para desarrollar o fundar nuevas especializaciones
profesionales, aunque Ancízar dejaba clara la obligación de los becarios de “prestarle en el
futuro sus servicios docentes y profesionales” a la Universidad y al país. La Universidad
Nacional adoptaría de manera cumplida a partir del año 1944 la doble estrategia de becar
29
80
La solicitud era pues la de clausura de las especializaciones y becas en el
extranjero para los actuales cursantes –un proyecto fácil de concebir, pero en ese
momento difícil de realizar-, un problema y una solución en las que en principio
el nuevo químico llegado al país para crear, organizar y dirigir un nuevo
departamento académico poco tenía que ver de manera directa. Sin embargo,
muy pronto García Banús se vio enredado en el conflicto, pues los estudiantes de
la especialización de Química Farmacéutica e Industrial General entraron
también en el litigio, expusieron las mismas quejas de sus compañeros sobre la
debilidad del programa de formación y reclamaron al nuevo profesor como uno de
sus maestros para el curso de Farmacia Química y Fitoquímica, según promesa
que habían recibido de la anterior dirección de la Escuela, pero promesa de la que
el propio García Banús no conocía nada. 32
Para solucionar el nuevo litigio la Escuela de Farmacia se dirigió al
profesor García Banús para conocer su opinión y para que rindiera un informe al
respecto. 33 El químico recién llegado cumplió con la tarea, de manera extensa,
con lo cual parece haberse inaugurado la disputa abierta entre dos unidades
académicas (Farmacia y Química), entre sus docentes y entre dos formas de
entender los problemas de la enseñanza y de la investigación universitarias, y de
manera aun mucho más concreta, entre las maneras de pensar, en el campo de
dos disciplinas o tipos de saber o clases de conocimiento, las relaciones entre la
teoría y la práctica, entre la clase y el laboratorio, entre el trabajo de grupo y el
trabajo individual. Que a ello se sumaran elementos “personales” de carácter y
buenos y malos genios es un hecho innegable, pero que poco agrega a las
determinaciones más generales que se esconden, como en penumbra, en hechos
altisonantes que parecen no hacer referencia más que a características
singulares. 34
García Banús comenzará señalando que comprende el derecho de los
estudiantes de la Escuela de Farmacia a que los compromisos acordados con
ellos sean cumplidos, pero no deja de recordar con tono enfático que sus
obligaciones contractuales con la Universidad Nacional son las de organizar y
dirigir un departamento académico de Química y que desde el, principio, estando
aun en Europa, informó a la Universidad cuáles eran las cátedras que podía
dictar, con el fin “incluso de poder aportar material desde Europa”, aunque su
carta no tuvo respuesta de parte de la Universidad. Por ahora, informa, en el mes
que lleva en la universidad como profesor, no ha podido hacer otra cosa –sin
lograrlo- que intentar “organizar un rincón en la Universidad en donde poder
a sus mejores profesores y estudiantes en el extranjero, y traer al país cada vez que
pudiera –dentro de sus recursos económicos limitados-, profesionales foráneos de alta
calidad, que quisieran trabajar en el país, de manera temporal o definitiva.
32 UNAC. Secretaría General. Carta para el Rector de la Universidad Nacional de 07-071938.
33 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938- Acta N0 75. 07-07-1938 –copia-.
34 Cf. de manera particular Pierre Bourdieu, Homo Academicus. Paris, Les Editions de
Minuit, 1984, en especial Capítulo II, numerales 1. “Distanciation et adhésion” y 2.
Compétence scientifique et compétence sociale”, p. 53 y ss. El modelo general de
Bourdieu en este punto, por sorprendente que parezca, se encuentra en Inmmanuel Kant,
La contienda entre las facultades de filosofía y teología –Traducción de Roberto Rodríguez
Aramayo y estudio preliminar de José Gómez Caffarena-. Madrid, Trotta, 1999.
81
trabajar”. En cuanto a los cursos que se le solicitan, García Banús discutirá
hasta su titulación misma, que le parece poco modesta y no muy adecuada en
términos científicos –un nuevo motivo de discrepancia-, indicando enseguida que
ha tratado por todos los medios de dialogar y recibir información de parte de sus
colegas, consultar informes escritos sobre la actividad de la Universidad en el
campo de la química y la farmacia, pero que nada de eso ha sido posible. 35
García Banús, un poco ofendido por no haber sido involucrado en
discusiones en donde se discutía sobre su asignación de trabajo y por haber sido
sometido a una especie de aislamiento por parte de sus colegas (del cual el puede
también haber sido responsable), señala que por ahora su meta inmediata es la
organización del nuevo departamento de Química, que a pesar de que existía
sobre el papel, no existía de manera práctica (“como lo prueba el hecho de que
para ello me han contratado”, como escribe García Banús) y que organizado ese
departamento se hará responsable directo de las enseñanzas que sean
programadas:
Entre tanto, en el difícil periodo transitorio y de organización que hemos de vivir,
estoy dispuesto como es bien sabido a poner de mi parte mi mejor voluntad, y
reclamo lo mismo de parte de todos, para ir solucionando los conflictos que
aparezcan. 36
Los días de la llegada del profesor García Banús se encontraban pues
ensombrecidos por la crisis de las especializaciones y la Escuela de Farmacia se
sentía además presionada por el arribo de un docente extranjero, con altos títulos
académicos, quien al parecer no solo quería determinar cuáles materias dictar,
sino que además discutía su nomenclatura tradicional, y que además se
incorporaba para formar un departamento académico en competencia directa con
la Escuela, aunque orientado por principios diferentes, bastante ajenos a la
práctica tradicional que dominaba en la Escuela y en cierto sentido en la
Universidad nacional y colombiana. 37
UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta para el Consejo de la Escuela de Farmacia de
07-07-1938 [enviada por la Escuela a la Rectoría de la Universidad Nacional el 11-071938.
36 Ídem. En realidad las cátedras sí habían sido ofrecidas a los estudiantes y se les había
prometido que llegado García Banús él se encargaría de ellas, lo que nunca se le había
mencionado y correspondía al anterior presidente de la Escuela. Cf. al respecto UNAC.
Escuela de Farmacia 1938. Carta de Jorge Ancízar Sordo para Rector de la Universidad
de 14-07-1938.
37 En lo inmediato la suspensión de las especializaciones produjo la liquidación de
algunos contratos de docentes encargados de las cátedras, uno de ellos el profesor Curt
Spiero, quien había sido especialmente contratado para enseñar materias en esos cursos.
Como faltaban algunos meses para terminar su contrato el profesor Spiero preguntaba a
la Rectoría –con una redacción difícil, un hecho comprensible- acerca de cuál iría a ser su
suerte. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Carta de Curt Spiero para Director –ya no
se dice Presidente- de la Escuela de Farmacia de 07-09-1938. Spiero, que parece haber
tenido múltiples dificultades en su desempeño en la Universidad, pero sobre quien se
sabe muy poco, renunció en abril de 1939 a la Universidad Nacional, en los siguientes
términos: “[…] Pero sin embargo yo era el único de los profesores de toda la facultad [de
Farmacia] hoy, el que no conseguí su sueldo. No puedo entender el motivo para este
desprecio. Mi sueldo, que era pequeño antes, ya es ahora solamente una suma ridícula, y
35
82
Parece ser que la propia idea de “departamento” como unidad académica
que centralizaba todos los cursos –todas las enseñanzas-impartidas sobre una
cierta rama del saber, era sentida en parte de la Universidad como una amenaza,
no solo porque modificaba una forma de hacer que era una rutina establecida (las
escuelas o facultades que distribuyen cursos entre un grupo de docentes que
funciona como su clientela definida y asume la docencia como una fuente
secundaria de sus ingresos), sino porque haciéndolo modificaba un sistema de
equilibrios entre las escuelas, que era a su vez un sistema de poderes y de
reparto de poderes.
Un acta de reunión de la Escuela de Farmacia, de 10 de junio de 1938,
señalaba con toda precisión la manera como era percibida la situación –como
amenaza- y los puntos sensibles de poder y autoridad que se consideraban
alterados con la decisión de crear un nuevo departamento académico, tarea para
la cual, además, se contrataba a un extranjero trabajador y cascarrabias –por el
camino nuevos elementos y nuevas precisiones se agregarán a esta primera
percepción, a la que se sumaba el hecho, que la documentación muestra de
manera clara, que la intervención del Consejo Directivo se sentía aun como la
intromisión de un organismo exterior a las unidades académicas, un intento de
control sobre unidades que hasta hace poco habían sido por completo
autónomas. Es por eso que en la redacción de las actas de la Escuela de
Farmacia se nota por momentos la idea de que la Universidad Nacional (su
Consejo Directivo) constituye una entidad de otro orden, que toma decisiones
sobre jurisdicciones que no le pertenecen.
Disputas de territorio y competencias de jurisdicción y recursos
El Consejo de la Escuela de Farmacia resumía sus discusiones declarando que
había surgido un problema para la Escuela “con ocasión de la llegada a Bogotá
del profesor Antonio García Banús, quien vino contratado por la Universidad
Nacional para organizar y dirigir el departamento de Química, pues hasta ahora,
el director de la Escuela [de farmacia] ha sido al mismo tiempo director de dicho
departamento”, condición que ahora se perdía, con disgusto de la Escuela, que
había sido la responsable tanto de la parte administrativa como docente. 38
Lo que más irritaba a los directivos de la Escuela de Farmacia era el hecho
de que para la creación de la nueva unidad no se les hubiera consultado, pues la
Universidad Nacional “no había enviado ninguna comunicación oficial respecto
del citado contrato” –el contrato de García Banús-, ni respecto “a la ingerencia
que deben tener las directivas de la Escuela en el departamento de Química”. 39 El
es lo mejor, que renuncio definitivo. Yo ruego a la facultad darme un certificado sobre mi
trabajo hasta ahora, como es costumbre en todo el mundo. Recibí una reputación para
otra Facultad”. UNAC. Facultad de Ciencias 1939. Vol. 30. No 56. 08-03-1939.
38 UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Acta No 73. 10-06-1938. Farmacia aparece en los
documentos como una Escuela que controla aproximadamente unos 25 nombramientos
de profesores de cátedra.
39 Ídem. “El señor Presidente, oídas las palabras del doctor Montoya [uno de los miembros
del Consejo], hizo notar que el contrato con el doctor García Banús se había hecho a
espaldas de la escuela…”.
83
problema estaba pues definido en términos claros, como un problema de
competencias, de lugar de toma de decisiones y de instancias definitorias acerca
de quiénes podían acceder a la Universidad como nuevos docentes. Por el camino
nuevas dimensiones se irían sumando al problema.
Como no conocemos en detalle la historia de la Escuela de Farmacia y no
sabemos mayor cosa sobre sus formas de identidad y sus modalidades de “esprit
de corps” –como diría Emilio Durkheim-, es difícil explicar la fuerza de la reacción
contra un profesor nuevo y la creación de un nuevo departamento académico.
Sabemos sí que las resistencias expresadas, por fuera de hacer visible un punto
de vista sobre la enseñanza y un corporativismo que al parecer se refugiaba en lo
“nacional”, también concretaban temores latentes, pues desde 1937, cuando se
había discutido sobre la creación de un departamento de Química, se había
hecho notar que con su creación también se debería suprimir una serie de cargos
de ayudantes y de asistentes de la Escuela de Farmacia. 40
De todas maneras, la propia identidad de la escuela se debía ver y sentir
como amenazada, pues el Consejo de Escuela de Farmacia discutió acerca del
nombre que en adelante debería llevar, ahora que se iba a fundar un
departamento de Química, habiéndose acordado finalmente que “mientras la
Universidad Nacional decide si el departamento de Química sigue o no anexo a la
Escuela, ésta lleve simplemente el nombre de Escuela de Farmacia –antes
designada como Escuela de Farmacología y de Farmacia-, y que este mismo
nombre lleve en adelante, en caso de que el departamento de Química sea
desvinculado de la Escuela, un hecho que aun era pensado como una simple
posibilidad. 41
Pero la separación de las dos unidades académicas –un departamento
nuevo, pues en realidad antes no existía sino de nombre y por ahora se reducía a
un profesor prestigioso y de aceptación discutida- y una escuela -que a veces se
definía como “facultad” y que controlaba un número grande de cátedras y de
catedráticos- era un hecho que no tenía vuelta atrás, y en medio de recursos
económicos limitados, casi siempre deficitarios, a pesar de todos los esfuerzos
financieros que el ministerio de Educación hacía, había necesidad de enfrentar el
problema de la nueva distribución de recursos, agravada ahora por el hecho de
que se trataba de distribuir la misma cantidad, pero entre dos unidades.
Esta nueva situación se traducía de manera clara en que la Escuela de
Farmacia vería menguados los recursos para su funcionamiento, para la compra
de insumos de laboratorio y para pago de cátedras, en beneficio de la nueva
unidad académica. 42 Como lo señalaba la Escuela de Farmacia, se había creado
UNAC. Consejo Directivo 1937. Acta No 9. 6-02-1937.
UNAC. Escuela de Farmacia. Acta No 73. 10-06-1938.
42 Hay que señalar que, de todas maneras, a pesar de las penurias económicas, la
Universidad Nacional no dejó desamparadas a sus unidades, y las actas de la Escuela de
Farmacia a lo largo de 1937 y 1938 muestran un flujo permanente de pequeños recursos
para compras de insumos de laboratorio, para la adquisición de pequeños equipos de
trabajo (por ejemplo microscopios) y todo lo que garantizará un funcionamiento
constante. Cf. por ejemplo UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Acta No 76. 12-07-1938,
40
41
84
un problema administrativo y económico, “consistente en que la Universidad
Nacional no ha definido aun las relaciones que debe tener el departamento de
Química con las directivas de la Escuela [de Farmacia]. De manera aun más
particular, se indicaba que
…el presupuesto de la Escuela había sufrido un desequilibrio debido a la
apropiación que hizo el Consejo Directivo de la Universidad, de una partida para
atender un pedido hecho por el profesor García Banús y cuyo monto asciende a [$]
529, 50; esta suma fue invertida en algunos muebles de oficina 43 ,
agregando que esta redistribución del presupuesto no solo disminuía los recursos
e introducía lo que el Acta denomina un “desequilibrio”, sino que además ponía
en peligro la propia terminación del semestre –terminación que la Escuela
declaraba que no podía garantizar-, pues la Universidad se empeñaba en ignorar
las necesidades de la Escuela y continuaba apropiando sumas para rubros que
no estaban en los presupuestos generales, como ocurría con las solicitudes que
presentaba ante la Administración el profesor García Banús. 44
Efectivamente en el Consejo Directivo había sido sometido a un primer
debate el proyecto de redistribución del presupuesto de la Escuela de Farmacia, o
más exactamente se había discutido y se habían aprobado unos traslados de
dinero de la Escuela de Farmacia, “para dotar al departamento de Química”,
como respuesta a una solicitud que días atrás había hecho García Banús –el 18
de junio en un segundo debate el proyecto de acuerdo para el traslado de
recursos fue aprobado. 45
Un momento muy alto en la competencia por recursos se presentó en el
mes de agosto de 1938 cuando la Universidad Nacional se vio favorecida por lo
que García Banús llamó un “crédito extraordinario”. El asunto es que García
Banús se enteró a través de alguna forma que la Universidad había conseguido
ese dinero, y de inmediato se dirigió al Rector para consultarle sobre las
oportunidades que habría dentro de ese préstamo de una partida nueva para el
departamento de Química. El Rector Franco le sugirió presentar al Consejo
Directivo por escrito sus peticiones, lo que García Banús hizo de inmediato. 46
El crédito (o préstamo o auxilio o ampliación presupuestal) era de 100 000
pesos, una cifra grande por relación con los presupuestos de ese entonces y
estaba destinado a cubrir necesidades de la educación superior, y García Banús,
quien se enteró de esta noticia muy a última hora, ni corto no perezoso elaboró de
manera rápida una carta en la solicitaba para el departamento de Química la
suma de 8 000 pesos, con los cuales pensaba que podría atenderse a algunas de
las necesidades (estimadas como mínimas) de la nueva unidad académica. La
en donde se da cuenta de asignaciones para mejoras en salón de conferencias, en vitrinas
de laboratorios de botánica, en mejoras en el laboratorio de química.
43 UNAC. Escuela de Farmacia 1938. Acta No 74. 23-06-1938.
44 Ídem.
45 UNAC. Consejo Directivo 1938. Actas No 72 y No 73 de 08-06-1938 y 18-06-1938.
46 Cf. UNAC. Secretaría General. 1938. Carta para el Rector de la Universidad Nacional de
29-08-1938. –La carta fue leída en el Consejo Directivo de la Universidad el 22 de
septiembre de 1938.
85
carta, de la que no sabemos si fue respondida de forma positiva, tiene el interés
de permitirnos conocer parte de las ideas de García Banús sobre la forma en que
debería asumirse la enseñanza de la química en un departamento académico
organizado de manera moderna.
García Banús comienza señalando el valor que tiene la cultura documental
y la importancia de la bibliografía actualizada para la formación científica –lo que
parece completamente obvio hoy, pero no lo era en la universidad de principios y
mediados de siglo XX en Colombia, por extraño que parezca- y recordará que el
departamento en formación “no tiene ni la más modesta biblioteca de química” y
que poco se ha hecho por comenzar su formación y “no se posee ni un libro ni
una revista que permita la consulta y el trabajo a los profesores y alumnos
avanzados”. 47
Agregaba enseguida el profesor García Banús que la situación de los
laboratorios era similar a la de biblioteca, pues los almacenes se encontraban
desocupados y “no hay productos químicos para las prácticas de los alumnos, ni
para el trabajo de los profesores”, ni siquiera para las prácticas más elementales
que se pudieran imaginar, las de los estudiantes de los cursos preparatorios; y en
el caso de él mismo, señala que le gustaría poder disponer pronto
…de un modesto laboratorio… para iniciar con la colaboración de los alumnos
avanzados, el estudio químico de la flora colombiana, y para ello son
indispensables, además del laboratorio… algunos libros y revistas fundamentales,
productos químicos y material de laboratorio, y de todo carece prácticamente este
departamento. 48
García Banús traza una presupuesto aproximado, que cubre la compra de
productos químicos, de material fungible, de muebles e instalaciones y de compra
de libros, y sobre estos últimos ofrece datos precisos para la compra de textos
que deben ser la base de una incipiente biblioteca química, textos de los cuales
ofrece el precio según la edición, tal como el dato se reporta en la “Verlag Chemie,
editora de la Sociedad Alemana de Química, casa de la máxima seriedad”,
agregando a continuación:
La Colección del ‘Chemiker Zentralblatt’ es absolutamente necesaria para
informarse de cualquier asunto de la química en cualquiera de sus ramas… es pues
la base de cualquier biblioteca de química y sin ella prácticamente no puede [nadie]
enterarse de lo que hay sobre cualquier rama de la química pura y técnica. Las
obras de Richter, Stelher y Weyl (junto con el Beilstein que posee ya el laboratorio
del Ministerio de Industria, obra también absolutamente necesaria y que cuesta
unos 5.000 R.M.) constituyen con la Colección y la suscripción del ‘Chemiker
Zentralblatt’ el mínimo absolutamente indispensable para trabajar en cualquier
rama de la química orgánica. Las obras de Wehmer, Klein y Winterstein son
precisas, junto con las antes citadas para el trabajo especial a que quiero dedicar mi
laboratorio de análisis y estudio de las plantas activas. 49
UNAC. Departamento de Química –Dirección- 1938. Carta para el Consejo Directivo de
28-08-1939.
48 Ídem.
49 Ídem. Por fuera de los méritos indiciales que para el investigador tiene la solicitud de
García Banús (que nos informa sobre su cultura documental y su interés por el trabajo de
47
86
Antes de terminar el año 1938 y sin que se cumpliera un año de la
vinculación de García Banús a la Universidad Nacional, el propio Consejo
Directivo reconocía que las relaciones entre la Escuela de Farmacia y el
departamento de Química eran muy malas, lo que quería decir que en el
ambiente se sentían las tensiones entre los profesores, el Consejo y el
“Presidente” de la Escuela de Farmacia –Jorge Ancízar Sordo- y el Doctor García
Banús. 50 Según el acta del Consejo Directivo, el Rector de la Universidad
Informa que entre los químicos del departamento respectivo hay algún malestar con
la llegada del profesor García Banús, y que desean que se deslinden claramente las
atribuciones de éste y las del director de la Escuela de Farmacia. El señor Rector
informa que les manifestó [a los profesores molestos] que el departamento de
química tendría nexos con todas las dependencias de la Universidad en que se
dieran enseñanzas de química. 51
El escenario era pues a finales de 1938 de una cierta división entre
profesores y administradores de la Escuela de Farmacia, de un lado y el profesor
García Banús, quien aparecía sin aliados inmediatos, pero quien se había ganado
el apoyo del Rector de la Universidad y por esa vía el apoyo de buena parte del
Consejo Directivo, lo que sería un punto clave para el desarrollo de su idea
científica y pedagógica. Así por ejemplo, para obtener un lugar de trabajo más o
menos adecuado, García Banús escribió al Rector de la Universidad, contándole
que no podía disponer “de un local adecuado para montar un discreto
laboratorio” para su trabajo, pero que había descubierto un lugar desocupado
que podría servir:
La [sala] que ahora queda vacía es contigua al oscuro rincón que tengo destinado a
despacho y no tiene instalación alguna, por todo lo cual sería fácil instalarme en ella
a gusto. ¿Podría pues disponer de esta sala y del crédito suficiente para
transformarla rápidamente en laboratorio? Cuanto pueda hacer en este sentido lo
agradecería infinitamente su buen amigo… 52
laboratorio), la competencia con la Escuela de Farmacia por recursos es clara. Farmacia
estaba presentando en esa misma fecha al Consejo Directivo una solicitud por 10 000
pesos, a partir del mismo crédito, pero no conocemos el texto de la solicitud, tan solo su
mención en un acta del Consejo de Escuela. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia 1938. Acta
No 77. 29-08-1938.
50 El director de la Escuela de Farmacia, Jorge Ancízar, renunció por esos días a su cargo,
porque el recordó o alguien le recordó que entre su cargo en la Universidad y otro empleo
que tenía en el Gobierno nacional había alguna incompatibilidad, aunque muchos de sus
colegas y un grupo de estudiantes le pidieron que se mantuviera en el cargo. De todas
maneras Ancízar Sordo volvería pronto al Consejo Superior de la Universidad. Cf. UNAC.
Consejo Directivo. 1938. Acta No 88. 22-08-1938.
51 UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 72. 14-06-1938. El Consejo nombró una
comisión para la discusión y determinación de las funciones del director del nuevo
departamento de Química.
52 UNAC. Departamento de Química. 1938. Carta para Agustín Nieto Caballero de 18-101938. La carta está encabezada con la frase “Mi querido amigo y Rector”. Meses después
cuando la reelección de don Agustín Nieto Caballero como rector de la Universidad,
García Banús le escribió felicitándolo por este hecho y agregando: “Al mismo tiempo este
departamento [de Química] se complace en formular sus mejores votos para que bajo su
acertada dirección los destinos universitarios de Colombia sigan marcando, como hasta
ahora, una era de notables progresos”. UNAC. Rectoría y Secretaría 1940. 1-04-1940.
87
El Consejo Directivo nombró una comisión compuesta por los decanos de
Medicina y de Ingeniería de la Universidad y el director del departamento de
Química para estudiar la organización del nuevo departamento y en diciembre de
ese año el departamento tenía ya su aprobación en primer debate y en el mes de
marzo de 1939 tendría aprobado su plan de estudios, a pesar de la oposición en
el Consejo Directivo del antiguo director de la Escuela de Farmacia, quien
finalmente aceptó el nuevo plan, pero dejó sentadas una serie de reservas difíciles
de comprender, en las que luego de aprobar, solicitaba a la Universidad no
comprometer ninguna responsabilidad con quienes serían los estudiantes del
nuevo plan de estudios de química:
… no considera oportuna la iniciación inmediata de esta carrera. El consejero
Ancízar resume las objeciones expuestas en el Consejo Académico y dice que no ve
inconveniente en que se inicien los estudios, siempre que la Universidad no asuma
responsabilidad para con los que se inscriban. El Consejo aprueba en segundo
debate el plan de estudios. 53
Las utopías razonables de García Banús
El profesor Antonio García Banús se volvió una presencia muy frecuente en el
Consejo Directivo de la Universidad Nacional y en cierta manera el Consejo
Directivo terminó convertido en una especie de plataforma a la que, bajo el
amparo de buena parte de los consejeros y del Rector –Agustín Nieto Caballero y
al final don Gerardo Molina-, acudió García Banús para exponer sus ideas sobre
la enseñanza moderna de la química y ciencias afines y en general para exponer
sus concepciones sobre el funcionamiento de una universidad a tono con el siglo
XX, una pedagogía universitaria que debió resultar de gran utilidad para el
Consejo en su conjunto.
En muchas actas del Consejo Directivo aparece la mención de “con
asistencia del Doctor García Banús, quien expuso sus ideas…”, o una fórmula
similar, y los resúmenes que transcriben las actas indican en todas las ocasiones
de manera sintética el contenido de lo expuesto, aunque no tenemos sino en
raras oportunidades otros textos de García Banús que nos permitieran observar
con más detalle lo que de manera convencional podemos designar como “sus
ideas”. Veamos dos ejemplos de lo que señalamos:
Presente en la sesión el doctor Antonio García Banús, director del departamento de
Química, explica sus puntos de vista en relación con el estado actual de la
[enseñanza] de la química en la Universidad, con las reformas que en su sentir
deben emprenderse, y analiza el concepto que en Europa se tiene del profesor de
tiempo completo y de los ascensos de la carrera del profesorado, tanto en los títulos
como en la remuneración. Habla además de la dificultad de dar enseñanza a un
número muy crecido de alumnos, con los escasos elementos de que se dispone
UNAC. Consejo Directivo 1938. Acta No 130. 7-12-1938, y Acta No 8. 13-02-1939. En
abril de 1940 García Banús será elegido oficialmente como director del departamento de
Química, una unidad académica que empezaba a tener existencia efectiva. Cf. UNAC.
Consejo Directivo 1940. Acta No 26. 01-04-1940.
53
88
actualmente. Y promete continuar en una próxima sesión la lectura de su informe y
las correspondientes explicaciones. 54
Un párrafo sorprendente. Sabemos pues que García Banús llevaba un
texto escrito que leía e iba parafraseando, aunque no estamos seguros de cuál era
ese texto. 55 Desde el punto de vista de sus temas, hay que señalar que no se
necesita ser un avezado conocedor de la historia de las instituciones
universitarias colombianas para entender que esas palabras eran un lenguaje
nuevo y que introducían en problemas que hasta el presente son objeto de
discusión en la universidad colombiana, sin encontrar ninguna solución
definitiva.
Claro que no hay que hacer en este punto de García Banús una especie de
precursor absoluto. Algunas de esas ideas habían sido ya mencionadas por otros
académicos e intelectuales y muchas de ellas se mencionarán en los años
siguientes sin relación directa de conocimiento de las palabras de García Banús.
Pero lo que resulta sorprendente es la manera como esas palabras se sintonizan
con los grandes temas sobre las que discutía en los años 1940 la Universidad
Nacional y sobre los que volverá a discutir de manera intensa a principios de los
años 1960, y más aun, la sintonía de esas palabras con lo que serán muchas de
las realizaciones del rectorado admirable del Gerardo Molina en la Universidad
Nacional en los años 1944-1948. 56
García Banús continuó su exposición (¿o inició otra?) días después en el
mismo escenario, introduciendo nuevos elementos y reiterando algunos de los
que ya había formulado. Vale la pena de nuevo citar el resumen que se consigna
en las actas:
Presente en la sesión el profesor Antonio García Banús… continúa la exposición
iniciada en una de las sesiones anteriores, en relación con sus puntos de vista sobre
la organización de la enseñanza de la química. Insiste en que esta enseñanza
requiere gastos considerables, y que los alumnos deben contribuir para ellos; explica
cómo se cobraban los respectivos derechos de matrícula en Barcelona. Se refiere
enseguida al plan de construcción de un edificio central para [el departamento de]
Química, idea posterior a su informe, y expone detalladamente las características
que, en su concepto, debe tener dicho edificio, y suspende su exposición. 57
Así pues, García Banús no solo parece haber aprovechado cuanta
oportunidad le ofrecía el Consejo Directivo, sino que va enunciando nuevas ideas
sobre lo que piensa que debe ser una enseñanza –que nosotros calificamos como
moderna- de la química. Por lo pronto retengamos la idea del plan de
UNAC. Consejo Directivo 1939. Acta No 20. 16-03-1939.
Cf. Apéndice, en donde incluimos textos de García Banús, alguno de los cuales podría
ser el que llevó a estas sesiones del Consejo Superior.
56 En 1944 El Consejo Superior, bajo la orientación de Gerardo Molina, aprobó una
Resolución integral sobre el tiempo completo del profesor universitario. Muchos de los
elementos de ese texto recuerdan las observaciones que García Banús había hecho años
antes cunado hablaba del “full time” y explicaba su significado, su relación con la
investigación y con una mejora sistemática de la docencia. La Resolución se encuentra en
UNAC. Consejo Directivo 1944. Reunión del 14-04-1944. Numeral XXIII.
57 UNAC. Consejo Directivo 1939. Acta No 26. 13-04-1939.
54
55
89
construcción de un edificio para el departamento de química, punto sobre el que
volveremos, luego que citemos una más de sus constantes intervenciones ante el
Consejo Directivo de la Universidad una semana más tarde:
Presente en el recinto el profesor Antonio García Banús… continúa la exposición
iniciada anteriormente sobre el departamento a su cargo. Repite las características
que debe tener el edificio de investigaciones químicas. Se refiere a la necesidad de
establecer almacenes seccionales, dependientes del almacén general, para la más
rápida marcha de los elementos. Habla de la importancia enorme que tiene la
biblioteca en los estudios químicos, cuestión sumamente costosa, tanto en los libros
como en las revistas, y expone sus puntos de vista en relación con la retribución del
profesorado, que, en su sentir, debe ser una suma fija como base y un porcentaje
sobre el valor de las matrículas, y promete continuar su exposición en una próxima
sesión. 58
La idea de “edificio” que propone García Banús -y que a veces denomina
como “edificio de química”, veces como “edificio que reúna toda la enseñanza de
química en la Universidad” (esa es una de sus ideas sobre un departamento
académico), a veces “edificio de investigaciones químicas” o “instituto de
investigaciones químicas”- fue presentada de manera extensa y bajo forma escrita
al Consejo Directivo y es finalmente una de las mayores realizaciones del
transterrado español. El caso es de alto interés porque no solo estamos frente al
hecho de que (con todo lo aproximado que pueda ser la fórmula) García Banús
tuvo oportunidad de ver concretada su “razonable utopía”, sino que además la
idea arquitectónica no depende de un “sobredimensionamiento” de la forma, sino
de una representación precisa de su función.
En una de las sesiones del Consejo Directivo, cuya fecha no hemos podido
precisar de manera exacta, pero que con cierta seguridad corresponde al primer
semestre de 1939, García Banús expuso de manera amplia y detallada su idea del
edificio “en donde pueda reunirse toda la enseñanza de la química de la
Universidad Nacional”. Son ideas que vale la pena explorar, así sea de manera
breve, porque incluyen algunas observaciones sobre el estado de la enseñanza (en
este caso de la química), que ponen de presente cuál era el estado de cosas que
García Banús quería superar –son palabras que además, junto con otros textos,
ayudan a entender la importancia de este químico barcelonés desconocido y
aclaran un poco hacia dónde habría que mirar cuando se trata de ver la
importancia cultural e intelectual de los “transterrados españoles”, un lugar
situado en otra parte, en un sitio diferente de aquel a donde habitualmente se ha
dirigido siempre la mirada.. 59
Ídem. Acta No 28. 20-04-1939.
UNAC. Departamento de Química 1939. 3.04-1939 –esa es la fecha que figura sobre el
texto que escribió García Banús o que fue mecanografiado para él y que tiene como título
en letra capital: “Señores Honorables Miembros del Consejo Académico de la Universidad
Nacional”, aunque con seguridad sabemos que fue presentado ante el Consejo Directivo –
García Banús puede haber equivocado la designación o el texto puede haber sido
presentado ante las dos instancias. El hecho no importa demasiado-. Se trata de tres
páginas, tamaño oficio, en cuya parte superior se lee, además del título, “Archívese”.
58
59
90
García Banús empieza por recordar que en repetidas ocasiones ha llamado
la atención sobre la necesidad urgente de estudiar la posibilidad de la
“construcción de un edificio en donde pueda reunirse la enseñanza de la química”
que dispensa la Universidad. Le parece que para tener claras las ideas acerca de
este tipo de construcción, lo esencial es “conocer por una parte qué enseñanzas
deben darse y cómo deben darse; [y] por otra parte, cuál ha de ser el número de
alumnos que deben recibir la enseñanza…”, para desembocar enseguida en una
caracterización de la enseñanza experimental en la Universidad Nacional en los
años 1930 y posiblemente 1940, lo que permite entender muchas de sus
diferencias con el funcionamiento de la Escuela de Farmacia, tal como el había
observado las cosas.
Escribe entonces que se trata de un tipo de enseñanza muy deficiente, pero
que ese es un hecho que no hay que extrañar, porque la Universidad se
encuentra en “pleno periodo de creación y organización” –lo que en otro texto el
había llamado una “fase de transición”- y que como la Universidad ha empezado
a crecer y a ver llegar a sus aulas a cientos de nuevos estudiantes, no hay que
sorprenderse de que “nos encontremos desbordados en un momento dato por la
masa escolar que acude a la Universidad para comenzar sus estudios”, aunque
no puede olvidarse la consecuencia que de ese crecimiento se desprende, de
manera particular para enseñanzas que tienen necesariamente un elemento
experimental y de laboratorio, razón por la que hay que preparar el futuro, pues
olvidar la solución del problema y no prever desde ahora “sería una actitud
inexcusable”:
La enseñanza experimental no se dará bien mientras no cumplamos con una
condición axiomática, que asombra por su misma elementalidad, tan pronto como se
plantea y examina con ánimo imparcial, a saber: que cada alumno trabaje en el
laboratorio por su cuenta, independientemente y con toda responsabilidad. 60
Fijado el axioma, García Banús recurre al ejemplo, y se pregunta –de una
forma un tanto retórica, que desde el principio deja adivinar la respuesta- sobre
qué se pensaría de unas clases de dibujo en que cuatro o cinco estudiantes al
mismo tiempo utilizaran los mismos instrumentos (los mismos lápices, los
mismos papeles) para copiar el mismo modelo, y concluye: “La colaboración que
en la vida social es indispensable, no creo que tuviera en este caso su mejor
empleo”, agregando que eso es lo que viene ocurriendo con la enseñanza
experimental en la Universidad Nacional, por falta de lugares de trabajo, de
materiales y de personal competente, lo que quiere decir que los estudiantes
trabajan en grupo, con lo cual, “es prácticamente imposible el control de
individuo y [es] mínima su responsabilidad”. 61
Ídem. Pero García Banús parece encontrar, o por lo menos buscar, soluciones para el
trabajo experimental en los tiempos difíciles. Así por ejemplo en 1942, en un momento de
crisis económica profunda de la Universidad Nacional, y siguiendo una recomendación de
José Francisco Socarrás, plantea que como docente se dispone a hacer prácticas de
laboratorio colectivas, de tipo demostrativo, como una forma de ahorro, que al mismo
tiempo evita la parálisis. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1942. Comunicación del 20-061942.
61 Ídem. García Banús agrega: “Esta responsabilidad tiene, desde luego, una gran
importancia desde el punto de vista pedagógico, pero no es menor su importancia desde
60
91
Sobre la base de este tipo de ideas, expuestas de una manera sencilla y
contrastadas con el funcionamiento presente –que García Banús critica sin
escarnio y sin mofa, señalando, como ya dijimos, que se vive una fase de aguda
transición-, el químico catalán va desarrollando su propuesta y sacando sus
conclusiones 62 , para señalar ya casi al final de su exposición:
Debemos sin duda proyectar un edifico mejor, en todos [los] conceptos, a lo que hoy
tenemos, donde pueda trabajar, como es debido, un número de alumnos superior al
que actualmente está matriculado. ¿Pero este ‘superior’ qué significa? ¿Cuántos
son? 63
Al hacer su propuesta de un edificio especialmente construido y
acondicionado para la enseñanza de la química (que en ese momento en la
Universidad Nacional era el tipo de enseñanza experimental más novedoso y
ambicioso, por la relación que para esa ciencia y las profesiones a que da lugar se
planteaba en función del desarrollo industrial del país) García Banús no tenía
sencillamente una imagen traída de otra parte, o no clamaba por el desarrollo de
proyectos costosos (y a veces extravagantes), que fueran los únicos que
permitieran una enseñanza experimental adecuada. En realidad era en la propia
Universidad Nacional en donde encontraba un modelo realizado de su idea:
En algún sitio [el problema de la capacidad futura de los edificios] ha sido resuelto.
Cuando visité hace pocos días las nuevas y magníficas instalaciones de la Escuela
de Veterinaria… obra que envidio y admiro…me decía [el director]: hoy tenemos
quince estudiantes, pero la Escuela está proyectada para que haya cincuenta en
cada curso y no admitiremos más. 64
Ver concretada “su idea” de un edificio adecuado para la enseñanza de la
química le llevó un tiempo largo a García Banús y un esfuerzo muy dedicado, en
el que, hay que decirlo, el Consejo Directivo y la Rectoría lo acompañaron. Sus
ideas y algunos de sus diseños –que no conocemos-fueron enviados al Ministerio
el punto de vista administrativo y económico”, punto este último que le permite volver a
introducir sus ideas sobre el alto costo de la enseñanza experimental y la necesidad de
que los alumnos –sus familias- asumieran una parte de los gastos. No olvidemos que
algunos de los propios representantes de la República Liberal, como Germán Arciniegas,
habían discutido acerca de los inconvenientes de que los bienes culturales fueran
simplemente gratuitos.
62 El texto de García Banús deja la idea de que su exposición estuvo acompañada por
gráficos, por esquemas y por diseños, que debe haber llevado, como el mismo lo dice,
como material adjunto a su exposición –“Al planear el futuro centro de enseñanza que
tanta falta nos hace, hice el cuadro adjunto, como base inicial del proyecto necesario”-,
pero que nosotros no conocemos.
63 Ídem. García Banús piensa que la Universidad debe proyectar, con método, el
crecimiento futuro de la Universidad y conocer las nuevas necesidades que se imponen
con ese crecimiento, y en cuanto a su propia unidad académica y su responsabilidad
solicitará que el Consejo le ofrezca luces sobre el crecimiento proyectado, “con el fin de
dar la debida organización a la enseñanza experimental que está bajo mi
responsabilidad”.
64 Ídem. En general, para caracterizar el tipo de problemas que está planteando, García
Banús menciona que se trata de problemas que “no será la primera ni la última vez” que
debe estudiar el Consejo Directivo, pero que le parecen problemas “fundamentales para la
organización de cualquier tipo de enseñanza experimental”.
92
de Obras Públicas, en donde empezaron a padecer los contratiempos que
imponen siempre (a veces de manera necesaria, casi siempre de manera
innecesaria) los trámites administrativos en las oficinas públicas. A mediados de
febrero de 1940, García Banús se dirigía de nuevo al Rector de la Universidad,
hablándole acerca del edificio proyectado para “el Instituto Químico en la Ciudad
Universitaria”, y solicitándole sus buenos oficios ante el Ministerio de Obras
Públicas, en donde al parecer dormía la propuesta.
Dirá entonces que la enseñanza continúa brindándose en condiciones muy
difíciles y hablará de “la enorme matrícula que hemos tenido en la Facultad de
Ingeniería y en los estudios de ciencias químicas”, lo que “agrava el problema de
la enseñanza experimental, que ya era de difícil solución en los años anteriores”.
El crecimiento presente y esperado de la enseñanza de la química –una materia
que como “servicio” el departamento de Química ofrecía a muchas facultades- no
era una simple ocurrencia de García Banús, como una manera de defender su
propio interés caprichoso de un edificio concebido por el. Se trata de un hecho
que ya a principios de 1941 creaba problemas de espacio y de presupuesto, como
se anotaba en el propio Consejo Directivo de la Universidad:
El señor Rector se refiere al problema del departamento de Química, con motivo del
gran número de alumnos que han ingresado a las facultades y escuelas en que este
departamento interviene. Dice que el problema se resolvería con una adición de
2.500 pesos al presupuesto de Química, para nombrar un profesor de tiempo
completo. El Consejo aprueba… 65
García Banús recordaba también en su comunicación arriba citada que el
Ministerio tenía en su poder “desde hace mucho tiempo”: “el programa general de
construcción” y los “planos de los diversos laboratorios y unidades más
importantes del Instituto”, y volvía a insistir en que el solo no podía “avanzar más
en el proyecto” –de suyo bastante complejo, como escribía-, “hasta que los
señores arquitectos hagan, cuando menos, un anteproyecto general”. 66
El asunto del edificio se reproduce de manera incesante en la
correspondencia de García Banús, en la del departamento de Química, en la del
Consejo Directivo y en la del la Rectoría, lo que debe ser un indicio de la fuerza
que puso García Banús, y en buena parte la Universidad, en el proyecto –
finalmente logrado- y de los obstáculos grandes que debió encontrar por el
camino –todos ellos desde luego no referidos a las resistencias al cambio, ni al
apego a las formas rutinarias de la deficiente enseñanza experimental adelantada
hasta ese momento -por lo menos en el caso de la química-, ni a las reservas que
muchos de los colegas mantenían sobre el gran impulsor del proyecto, sino
también hechos relacionados con el funcionamiento de la administración pública,
con la inexperiencia administrativa y con la permanente ausencia de recursos
económicos.
Aun en 1945, Luis Montoya, quien fue discípulo de García Banús y era
ahora profesor muy respetuoso del maestro y de sus iniciativas, escribía en su
65
66
UNAC. Consejo Directivo. Acta No 9. 6-02-1941.
UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida: varios años-. 15-02-1940.
93
calidad de decano a García, sobre el asunto del edificio. Decía el decano en su
carta que la Universidad seguía “especialmente interesada en arreglar asuntos
referentes a la continuación y ejecución del proyecto de edificio de la Facultad de
Química en la Ciudad Universitaria” y quería seguir contando con ello con el
apoyo y participación de García, agregando además que:
No está por demás ratificar a Usted, lo que tantas veces le he manifestado
verbalmente, de que creo que el interés de la Facultad es el de que usted asuma la
continuación del proyecto y siga ayudando a la ejecución de la obra con la
competencia y el interés con que lo ha venido haciendo. 67
Menos de un mes después y habiendo recibido respuesta de García Banús
–respuesta que nosotros no conocemos-, el decano volvía a la carga, para
manifestarle al profesor García el interés de la Universidad de despejar todos los
obstáculos a la culminación de la obra y volvía a reiterar sus palabras de
consideración por el profesor:
Le reitero lo que tantas veces le he manifestado respecto al interés que tiene
para la Facultad el que usted siga atendiendo la dirección de la obra,
creación suya, y a la que ha venido dedicando tanto interés y entusiasmo. 68
Una historia permanente de incidentes y desencuentros
En mucho menos de tres años el profesor García Banús, químico barcelonés
republicano refugiado en Colombia, republicano convencido, aunque desprovisto
de cualquier tentación extremista, había conquistado mucho más de lo que era
posible imaginar, si se recuerdan las características de las instituciones
universitarias colombianas en la primera mitad del siglo XX. No se puede olvidar
que en los años 1940 la Universidad conoce uno de sus periodos de oro, sobre
todo por la presencia de dos rectorados “admirables” que son los responsables de
muchas de las transformaciones clave de la institución en ese periodo.
En particular la rectoría de don Agustín Nieto Caballero fue una condición
de excepción para que García Banús, y el reducido y desconocido grupo de
colaboradores que le acompañó, pudiera haber sacado adelante muchas de sus
ideas. 69 El reconocimiento que García Banús hacia de la autoridad científica y
UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida-. 1945. Carta del 15-09-1945.
¿Pero el interés sincero del decano era el interés de toda la Facultad?
68 Ídem. Carta del 5-10-1945.
69 Hay que señalar de paso que los trabajos sobre Agustín Nieto Caballero no son tan
numerosos, como a veces se piensa. En su mayoría se trata de trabajos concentrados
sobre su labor –innegable- en el Gimnasio Moderno, lo que ha producido una distorsión,
que lleva a considerarlo no como un gran educador, sino tan solo un educador de las
élites ricas de Bogotá, lo que lo empequeñece, pues deja de lado su carácter de profundo
innovador pedagógico, su entusiasmo con la educación popular, su papel en el campo de
la formación de docentes, sus ideas sobre la Inspección nacional escolar y sobre todo su
carácter de demócrata convencido del papel llamado a jugar por la educación en las
sociedades modernas en curso de transformación. Al lado de la edición de su obra –
extensa, desperdigada y difícil de localizar-, una antología de sus textos básicos sería una
67
94
pedagógica de Nieto Caballero y su solidaridad explícita con su rectorado fueron
hechos conocidos y una circunstancia determinante en el momento de su
renuncia a su posición directiva en 1941, en el momento de una crisis muy
grande de la Universidad Nacional, una crisis que la hizo merecedora por parte
del periódico El Siglo de todos sistemáticos, que tenían repetidos antecedentes,
pero que alcanzaron en esta oportunidad una virulencia desconocida –la misma
virulencia que se encontrará algunos años después con motivo de los litigios del
Instituto Psicotécnico de la Universidad Nacional, dirigido por la española
Mercedes Rodrigo-. Agustín Nieto Caballero, modelo de rector liberal y tolerante,
había sido desde el principio de su rectorado condenado por el partido
conservador, por su actitud de apertura hacia las nuevas corrientes del
pensamiento en ciencias sociales y en psicología, y en general por su defensa de
la libertad de pensamiento. 70
Así pues, cuando Agustín Nieto Caballero decidió en un momento de crisis
renunciar a la rectoría de la Universidad, García Banús aprovecho la oportunidad
y presentó su propia renuncia al cargo de decano de la Facultad de Química,
señalando de manera explícita que su decisión de dejar el cargo –no la
Universidad- estaba decidida desde comienzos del año, pero que se había
mantenido por no complicar la situación de la Universidad y del Rector, pero que
habiéndose ahora producido la renuncia de don Agustín, no encontraba motivos
para permanecer, por fuera de que renunciar al tiempo con Nieto Caballero le
proporcionaba la oportunidad de “rendir un modesto, pero cordial y sincero
homenaje de gratitud y admiración a la insigne figura…” de don Agustín. 71
Como decimos, retiro del cargo, pero no de la Universidad, pues a
continuación García Banús reafirmaba sus compromisos con la Universidad y
con el país –compromisos morales y legales-:
Dentro o fuera de ella [de la Universidad] mientras el país me lo permita, entregaré
mi esfuerzo y mi voluntad a favor de mis estudiantes de química, de este sector de
la juventud colombiana generosa, entusiasta y trabajadora, en las que he puesto
mis máximas esperanzas y a la que va también mis agradecimientos como maestro
y como decano. 72
contribución clave a la historia de la cultura y de la educación en el país en la primera
mitad del siglo XX.
70 En octubre de 1941 la Universidad Nacional se encontraba, por decir así, sitiada por El
Siglo, por un caso de aborto realizado por un estudiante de medicina de la Universidad a
su amante. El Siglo pedía la dimisión del Rector, a quien acusaba de haber exonerado al
estudiante de toda responsabilidad: (“Por eso el Doctor Nieto Caballero, que según las
actas, formó parte de las sesiones en que se trató el asunto, era y es indigno de continuar
al frente de la Universidad”, concluía El Siglo).
71 Los conatos de renuncia, tan característicos de los rectorados de la Universidad
Nacional en los años 1960 –piénsese por ejemplo en el rectorado de José Félix Patiño-,
también se conocieron en los años 1940. El enfrentamiento habitual de la autoridades de
la Universidad Nacional, eran en el frente externo con el partido conservador y con su
principal vocero -el periódico El Siglo-. El periódico conservador reproducía de manera
sistemática las posiciones de los profesores conservadores, pero también les proponía
algunos motivos de queja y oposición.
72 UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida- 1941. 10-10-1941.
95
Ese mismo día, o por lo menos con esa misma fecha, García Banús
escribía a Agustín Nieto Caballero, lamentando los sucesos que perturbaban la
vida universitaria y haciendo notar la paciencia con que Nieto Caballero los había
enfrentado y el sacrificio que estaba dispuesto a hacer al presentar su renuncia.
Mencionando su propia renuncia, García Banús volverá a declarar su afecto por
la obra de Nieto Caballero, lo mismo que el reconocimiento que los estudiantes de
la Facultad de Química hacían de la labor de don Agustín, y cerraba su carta con
la siguiente declaración:
Y por mi parte y aunque mi modesta opinión vale muy poco, quiero manifestarle la
satisfacción enorme que yo sentiría si me llamara Agustín Nieto Caballero, al
contemplar la obra de la Ciudad Universitaria, orgullo de Colombia y de toda
Suramérica. 73
Sin embargo, no hay que olvidar la afirmación que García Banús hace en
sus dos cartas recién citadas, acerca de su decisión de retirarse del cargo y
limitar sus tareas a las de la docencia y la investigación. Los motivos no se
pueden precisar de manera taxativa, con la documentación que tenemos a mano,
aunque podemos suponer que ellos se refieren de manera principal a sus formas
de relación, competencia y enfrentamiento con sus colegas. Son motivos que
remiten de manera general a la forma como su trabajo era recibido y percibido
por una parte influyente del profesorado, lo que se concretaba en un cierto mal
ambiente sobre la persona y el trabajo del químico español, y esto a pesar de las
aclaraciones que al respecto había hecho en más de una oportunidad sobre su
trabajo en el propio Consejo Directivo.
Hay que hacer notar que ese “mal ambiente” que rodeaba el trabajo de
García Banús alcanzaba también a otros docentes que tenían una característica
compartida con García Banús: la de ser extranjeros –no solo españoles sino en
general extranjeros-, lo que indica que de alguna manera el conflicto expresaba
una situación mayor –sin que todas sus dimensiones se agoten aquí-. Al respecto
es bueno citar una parte de un memorial escrito por un grupo de estudiantes de
la Facultad de Química, que pone de presente la existencia de ese ambiente
enrarecido, que fue una constante en la Universidad durante estos años –aunque
la animadversión frente a los docentes extranjeros no fuera una actitud general-.
Se trata de un memorial que muestra que bajo una forma reconocida, la
oposición entre “nacionales y extranjeros” ya se encontraba explícitamente
constituida en el medio universitario:
Es leído un memorial de los estudiantes de la Facultad de Química en que se solicita
del Consejo [Directivo] un respaldo para el decano doctor Antonio García Banús y
para los profesores extranjeros de la Facultad. El Consejo dispone contestar que la
Universidad está en todo de acuerdo con los memorialistas y que hasta el momento
no ha llegado ninguna comunicación contra el personal docente de la Facultad de
Química. 74
73
74
Ídem.
UNAC. Consejo Directivo 1941. Acta No 27. 15-04-1941.
96
Pero que hubiera llegado al Consejo Directivo un memorial de tal
naturaleza, que respaldaba al profesor García Banús, indica que en realidad una
parte de los profesores y estudiantes de la Facultad de Farmacia y de Química y
de otras unidades académicas se movilizaran en torno a oposiciones como las de
“nacional” y “extranjero” y a definiciones de la química y la ciencia como
“nacionales”, alentados por un grupo de profesores colombianos que había
acogido y estilizado en su propio interés la idea de que los “venidos de fuera” le
quitaban el trabajo a los colombianos –el argumento que en el campo más amplio
del trabajo manual y del comercio el periódico El Siglo había movilizado contra el
grupo de polacos judíos a los que acusaba de ser la “ruina de los trabajadores
nacionales” –aunque desde luego la acusación también se escuchó en medios de
comerciantes liberales y en un grupo amplio de la opinión pública, lo que obligó a
políticos republicanos y demócratas como Alfonso López Pumarejo y Eduardo
Santos, creyentes fervorosos de la causa republicana española y decididos
antifascistas, a conciliar con una política de inmigración restrictiva, apoyada en
la vieja idea de “cuotas de inmigrantes” y que empleaba a fondo mecanismos de
cobro de entrada, de porte de dinero, de contrato de trabajo previo y otros, para
detener lo que se consideraba, con poco sentido objetivo y con ninguna
percepción de las posibilidades futuras, como una avalancha llamada a acabar
con la “nacionalidad”.
Había más motivos para que muchos de sus colegas no apreciaran el
trabajo de los docentes venidos de otros países, pero muchos elementos presentes
en la documentación indican también que la idea de una oposición, idea
efectivamente existente, funcionaba al mismo tiempo como la envoltura de una
situación de otra naturaleza, una situación que se refiere ante todo al campo
académico, a ethos diferentes de trabajo científico, a competencias por jurisdicción
y a reacciones frente a cambios en la política universitaria, cambios que
aparecían, en buena medida, representados -concretados, resumidos- en los
profesores “extranjeros”, en tanto que muchos de ellos parecen haber mostrado
una disposición al trabajo y un nivel científico superiores a los de buena parte de
sus colegas nacionales, particularmente aquellos que pertenecían al grupo más
antiguo de docentes de la Universidad.
A su vez, y es una circunstancia que volvía más complejo el problema, los
resortes más profundos del cambio en curso dependían de otras fuerzas que
estaban más allá de la propia institución universitaria, en la propia evolución de
una sociedad que redefinía en un sentido moderno la mayor parte de sus
funcionamientos culturales urbanos, y entre ellos las formas más tradicionales de
la vida académica universitaria, un hecho que a los espíritus más conservadores
se les aparecía como el resultado de la presencia de ese puñado de profesores
extranjeros, a los que sin mayor distingo y con muy poca razón definía como
“rojos”, “socialistas”, calificativos que no dejaba de endilgar además a educadores
como el propio Agustín Nieto Caballero, como Gerardo Molina o como el viejo
rector de la Escuela Normal Superior, don Francisco Socarrás.
En el caso de Antonio García Banús los motivos de diferencia con sus
colegas, sobre todo con los de la escuela de Farmacia, eran conocidos. De una
parte la creación del departamento de Química –años después Facultad de
Química- era un motivo mayor, porque había significado la pérdida de un
97
monopolio –las cátedras de química que se dictaban en varias facultades- y la
designación de un director, con independencia de toda consulta a la Escuela de
Farmacia y en un momento en que la Universidad trataba de imponer a sus
unidades académicas, con grandes trabajos, la idea y el funcionamiento de
“departamentos”, como forma nueva de administrar el sistema de cátedras y de
organizar el propio trabajo docente, haciendo a los departamentos los organismos
que controlaban una cátedra perteneciente a un mismo campo de saber, sin
importar cuál fuera la formación profesional de que se tratara, un sistema de
trabajo que no solo encontró la resistencia de buena parte de los docentes, sino
que además tuvo de manera repetida el rechazo de muchos grupos de estudiantes
que pensaban que cada “materia” enseñada debería abandonar todo rasgo
general y definirse en función de las profesiones. 75
La creación de los departamentos –que llevó un buen número de años y
conoció varias formas de realización- multiplicó las disputas en torno a la
“propiedad” de las cátedras y condujo a la búsqueda de particularidades muchas
veces inexistentes en la definición de los cursos y en el contenido de cada uno de
ellos, pero no era el único elemento que se ponía en juego en las tensiones y
conflictos con García Banús (y en parte con los “extranjeros”, aunque esta
afirmación puede ser imprudente, si se generaliza).
El conocimiento breve que tenemos ya de las formas de hacer que trataba
de impulsar García Banús, concentradas sobre todo en su idea de trabajo
experimental y en el peso que daba a las prácticas de laboratorio –un elemento
muy descuidado en la formación académica anterior-, el peso que otorgaba a la
consulta de la bibliografía especializada y reciente, sobre todo de revistas (y
revistas extranjeras), un elemento muy ajeno en las formaciones académicas en
las que primaba el recurso a las rutinas y al mundo de lo conocido y su propia
idea de lo que a veces llamaba las “ciencias químicas” y su papel en el desarrollo
de la sociedad, fueron también elementos que jugaron un papel en las
resistencias que despertaba García Banús entre muchos de sus colegas. 76
Uno de los litigios más duros que sostuvo muy recién llegado García
Banús, en este caso con el director de la Escuela de Farmacia, don Jorge Ancízar
Sordo –que a su manera quería ser el patrón del barcelonés-, permitió poner de
Cf. por ejemplo el “Memorial de los estudiantes del Instituto de Química” que
solicitaban un curso de matemáticas especial para los químicos, ya que “Las matemáticas
que hasta ahora se nos han dado han sido las del preparatorio de Ingeniería, que como
usted sabrá solamente abarcan un repaso de las matemáticas vistas en el bachillerato,
nociones de trigonometría y muy poco de derivadas”, aunque había protestas también por
el caso contrario, es decir, cuando se estimaba que el contenido era muy elevado. UNAC.
Escuela de Farmacia –Correspondencia remitida- 1939. 18-08-1939. Podemos ofrecer
ahora el ejemplo de un memorial de los estudiantes de Farmacia, en que solicitaban que
los cursos de química fueran calificados con los criterios de la Escuela de Farmacia y no
del departamento de Química, lo que pensaban que los desfavorecía. Cf. UNAC. Consejo
Directivo 1953. Acta No 52. 08-09-1943.
76 García Banús comenzó –en un momento de pobre presupuesto de la Universidad
Nacional- una sorprendente campaña para conseguir libros o apoyos económicos para la
compra de libros, con empresas, industriales, obreros, medios oficiales, particulares, que
tuvo cierto éxito. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1942. 20-06-1942.
75
98
presente otros elementos más de ese extendido litigio que caracterizó su ejercicio
profesoral en la Universidad, y en donde se encuentra tal vez el elemento más
distinguido del trabajo docente de García Banús. El litigio se inicio como un
enfrentamiento por la distribución de las cátedras de química, que en principio
eran una atribución de la Escuela de Farmacia, pero que en general era el
producto de una negociación, muchas veces amañada entre la Escuela y las
facultades que requerían el servicio, las que muchas veces operaban al margen de
las directivas de Escuela para solicitar las cátedras casi como un servicio
personal que ofrecían unos catedráticos que ocasionalmente contaban con su
unidad académica para la realización de un trabajo que, como señalamos páginas
atrás, no tenía mayor rigor en el cumplimiento horario –no olvidemos que en
general era una actividad alterna a otro ejercicio profesional-, no soportaba
mayores controles en el desempeño –por fuera de las críticas habituales de los
estudiantes a través de “memoriales”, cuando ya el daño estaba causado- y que
se realizaba con plena disposición por parte del catedrático de las competencias
para fijar horarios, pruebas, requisitos y niveles de exigencias, todo lo cual se
hacía con gran autonomía frente a la propia “escuela” o “facultad”, y de manera
mucha más autónoma frente a la propia Universidad, que desde mediados de los
años 1930 trataba de modificar esa situación de “autonomía”.
El litigio fue intenso y crispó las fuerzas de los participantes e hizo gastar
varias horas en su consideración a las organismos directivos de la Universidad,
pero permitió dejar en claro, por lo menos de manera formal, la vocación
académica irrestricta de García Banús y la forma cómo entendía el trabajo
académico, docente y de investigación, a más que le permitió reiterar muchos
otros temas que había expresado antes de esta pugna y que expresaría después,
tanto en momentos de litigio como en momentos de calma.
El enfrentamiento tuvo que ver, como indicamos, con disputa por cátedras
–conflicto de competencias-, pero tuvo que ver también con problemas de
desempeño de la cátedra por parte de un profesor –el profesor Salcedo- y por esa
vía con la forma de concebir el trabajo práctico con los estudiantes por parte del
profesor cuya tarea fue objeto de discusión. 77 De manera expresa, García Banús,
quien en principio era el “acusado”, por así decir, señalaba que el primer foco de
discusión se encontraba en la manera de encarar el trabajo de enseñanza de la
química, en su parte experimental y de laboratorio. García Banús escribía a
Ancízar Sordo, refiriéndose a este núcleo del litigio:
A usted le consta perfectamente que al Doctor Salcedo [el catedrático involucrado en
el litigio] no se le han negado los medios para que diera la enseñanza práctica. El
Doctor Salcedo no quiso simple y llanamente, según me manifestó… encargarse de
las prácticas, ni tan solo de dar una clase experimental con los medios que
La carta más amplia que al respecto escribió García Banús, que es la que vamos a
citar, se encuentra en UNAC. Escuela de Farmacia –Correspondencia recibida- 1939. 1105-1939. Las respuestas de Jorge Ancízar Sordo fueran varias y en más de una
oportunidad llevó el problema hasta el Consejo Directivo. Si no citamos ahora sus
respuestas, no es por presentar un cuadro desbalanceado e interesado del problema, sino
porque en ninguna de esas respuestas parece haber observaciones sobre lo que pueden
considerarse los argumentos centrales de García Banús sobre la manera de encarar el
trabajo docente universitario.
77
99
pudiéramos proporcionarle… yo le ofrecí expresamente el aula de química, que como
usted sabe, se arregló un poco en los últimos tiempos para estos fines. 78
García Banús dirá más adelante que sobre la forma de docencia del
profesor Salcedo había habido quejas repetidas, pero que ellas no se referían
solamente a la parte práctica o mejor a la ausencia de la parte práctica en la
enseñanza, (“porque usted sabe tan bien como yo mismo, que no es solo por falta
de prácticas, sino por otras cosas [más] que los estudiantes se quejan”) y luego de
referir otra serie de hechos menudos (de los que nosotros podemos olvidarnos),
pasaba a hacer una fuerte declaración (que tiene todos los visos de un manifiesto
de principios, de quien quiere hacer conocer su opinión definida sobre un asunto
que considera trascendental), una declaración que nosotros podemos copiar, con
la intuición de que significa una forma condensada de presentación del ideario
docente y de la idea de trabajo intelectual de García Banús –aunque muchas
veces de manera práctica su ideal no fuera alcanzado, como ocurre con todo
ideal-:
Me permitirá que yo sea de otra opinión y muy atentamente le manifieste o le
recuerde algo que deseo que usted sepa y no olvide. Yo no he venido a Colombia a
perder el tiempo y gastar los nervios luchando en pequeñas intrigas o por pequeñas
e inconfesables ambiciones. He venido a entregarme sin reservas, en cuerpo y alma
a la Universidad y a este país que quisiera reemplazarse a la patria que perdí. No
creo ser un “sabio internacional”, como usted me llama, ni soy un trasto inútil
dispuesto a servir de pelele a nadie. No tengo más ambición que poder pagar a
Colombia como hombre bien nacido, la deuda de gratitud contraída. No he venido a
quitar nada a nadie, ni a llevarme nada; he venido a dar lo único que poseo, mi
mucho entusiasmo, mi buena voluntad, un poco de experiencia adquirida por mis ya
demasiados años, con la ilusión de hacer por Colombia, lo que por mi España hice
en más de veinte años de sacrificios y allí quedó: un modesto centro de estudios
químicos. Jamás, en el año en que nos conocemos, ha podido Usted ver, ni aun
sospechar en mí, ni palabras ni acción alguna que no correspondan estrictamente a
este credo. 79
El nacionalismo como ocultamiento y como coartada
El nacionalismo latinoamericano del siglo XX -sobre el que existen tantos trabajos
importantes- es, a su manera, un enigma, sobre todo porque muestra la aparente
paradoja de conocer una fase de ascenso en momentos en que las fronteras
económicas y culturales de los países se debilitaban, como lo prueba el impacto
de la crisis económica de los años 1930 y el traslado hacia América Latina de
grandes contingentes de trabajadores manuales e intelectuales de Europa (como
Ídem.
Ídem. A continuación García Banús escribía: “Hecha esta confesión, con absoluta
franqueza y claridad y de una vez por todas, quiero manifestarle que si hay una persona
que por su autoridad, por su posición, por su autoridad científica e incluso por las
relaciones que a ambos nos obligan con la más alta personalidad del país, debe ayudarme
en mis sencillos y modestos deseos y en el cumplimiento de mis obligaciones morales y
materiales para Colombia, esa persona es Usted”. Las palabras arriba citadas lo han sido
también en por lo menos un texto más. Cf. Ramiro Osorio, Historia de la química en
Colombia. Bogotá, Ministerio de Minas y Energía, 1982, pp. 78-79.
78
79
100
lo muestran los ejemplos elocuentes de Brasil, Argentina y México), lo mismo que
el estrechamiento de las relaciones entre los países y los continentes, a través de
la expansión de las economías mercantiles.
La propia fase de proteccionismo industrial (que identificamos con la
acción de la CEPAL), que corresponde más a un hecho de ideología que a una
apabullante realidad que hubiera producido una industria nacional “cerrada”,
garantizada por un mercado interno explotado de manera exclusiva por
propietarios nacionales, significó con toda precisión una fase de expansión
capitalista que, si bien pudo haber reforzado a algunos grupos de productores
nacionales, al mismo tiempo hizo más estrechas las relaciones entre los
diferentes componentes del sistema capitalista internacional. En realidad el
proteccionismo, que se corresponde con el ascenso de muchos elementos de
nacionalismo literario y artístico, y hasta científico, y que tiene una de sus
expresiones más agudas en las distintas variantes del “anti-imperialismo”, fue
sobre todo una ideología de negociación ante los Estados Unidos y los grandes
organismos internacionales de financiación, por debajo de la cual la integración
de las diversas economías nacionales en un sistema mundial avanzaba de
manera acelerada, como se verá desde principios de los años 1970.
En el caso colombiano, en donde son pocos los trabajos que se detengan
en el problema del nacionalismo, éste fenómeno también tiene sus enigmas,
porque no solo se corresponde con el gobierno de presidentes, políticos e
intelectuales cuyas referencias son de manera explícita europeas, sino porque se
corresponde
además
con
una
de
las
fases
más
intensas
de
“norteamericanización” de la vida nacional, a lo que se suma el hecho de que las
ideologías denominadas “indoamericanas” que, ponen su acento en el desarrollo
nacional que se vincula con énfasis sobresaliente en la inclusión social y
económica de la población indígena, tipo APRA (y AMAUTA en el terreno de la
cultura) nunca tuvieron importancia. Más allá de las ideologías de ciertos
partidos, la sociedad colombiana de los años 1940 se orienta más por el
cosmopolitismo del fox, el jazz-band, las nuevas telas industriales, Cantinflas y el
nuevo cine de Holliwood y su sistema de “Stars”. 80
El “nacionalismo colombiano” parece haber sido sobre todo, un tibio
nacionalismo económico que en los años 1940 y sobre todo 1950 permitió a los
industriales crecer bajo el amparo del Estado protector (cuya ingerencia
rechazarían al final del siglo XX, conquistados los beneficios del proteccionismo
industrial) y una opción cultural que durante años (aun en el presente) flotó en el
ambiente sin encontrar nunca apoyos decisivos ni obras que pudieran haber sido
modelos de inspiración literaria o plástica, como sucedió en otros países de la
región. 81
Cf. al respecto R. Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural.
Medellín, La Carreta, 2006.
81 Cf. por ejemplo Eduardo Sáenz Rovner, Colombia años 50. Industriales, política y
diplomacia. Bogotá, Universidad Nacional, 2002.
80
101
Pero el “nacionalismo” fue esgrimido en muchas ocasiones, sin mayor
elaboración, contra los docentes extranjeros que vinieron a Colombia en la
primera mitad del siglo XX y en la Universidad Nacional el profesor Antonio
García Banús y algunos otros docentes europeos conocieron sus excesos y un uso
amañado que se refugiaba en la “defensa de lo nacional”, cada vez que había que
discutir problemas de ciencia y de investigación, o de administración
universitaria, con personas que representaran una tradición diferente a la
conocida.
En el caso que nos interesa ahora, el del “nacionalismo químico y
farmacéutico”, hay que decir que el asunto, que no solo estaba en el ambiente,
sino que ya varias veces había sido mencionado, llegó al Consejo Directivo de la
Universidad, a raíz de un litigio particular –anodino y corriente-, que enfrentó a
García Banús con uno de los más viejos catedráticos de la Universidad: el
profesor del curso de química, en la Escuela de Farmacia, Antonio María Barriga
Villalba. Veamos lo que permiten observar a este respecto las actas del Consejo
Superior de la Universidad Nacional.
En una reunión del Consejo Superior de febrero de 1942 fueron leídas tres
comunicaciones (“memoriales” dice el acta) del profesor Barriga Villalba. En la
primera comunicación, como presidente de la Sociedad Colombiana de Químicos
“solicita que sean preferidos los químicos nacionales en las cátedras de la
Universidad”. En la segunda comunicación, presentada ya a título personal,
levanta una queja por la suspensión de su nombramiento como profesor en el
departamento de Química. La tercera comunicación corresponde a “una
resolución de la mencionada Sociedad, en la que se declara persona non grata, al
profesor García Banús, Decano de la facultad de Química”, y por lo tanto
responsable directo de que no se le hubiera renovado su contrato. 82
Los hechos que se encontraban detrás de la decisión tomada por García
Banús –quien de todas maneras no debería tener mucha simpatía por el viejo
profesor Barriga- tenían que ver en lo inmediato con la inasistencia sistemática
de éste a su curso de química (lo que sabemos era una práctica más bien
generalizada en la Universidad), pero ponían de presente también la nueva
realidad de los departamentos universitarios, los inicios de la idea de docencia
centrada en la investigación, otra idea de la enseñanza de la química, más
concentrada en el trabajo de laboratorio y una idea diferente de la actividad del
químico –que ahora debería ligarse a procesos industriales, en un país que
acariciaba el sueño de desarrollar un entable industrial, en medio de un mercado
que por momentos de veía desabastecido-.
La discusión, según la síntesis que el Acta incluye, fue amplia y con
participación nutrida, y deja la impresión en el lector de haber sido de alguna
manera “apasionada”. El Rector de la Universidad, que se encontraba ya al
corriente de los hechos y había hablado al respecto con algunos miembros de la
Sociedad Colombiana de Químicos, el gremio que había salido en defensa de su
presidente y profesor, y había tratado de explicarles la reglamentación sobre
inasistencia, “implantada con carácter general”, lo mismo que “lo correspondiente
82
UNAC. Consejo Directivo 1942. 11-02-1942.
102
a los nombramientos, que se hacen por año docente, quedando la Universidad en
libertad de renovarlos o renovarlos”, lo que quería decir, entre otras cosas, que
El señor Decano de Química no hizo otra cosa que cumplir los Estatutos, no
renovando el nombramiento del profesor Barriga Villalba, que faltó durante el año
pasado a un 30.4% de las clases. 83
El representante de los profesores en el Consejo Directivo de la Universidad
presentó serias objeciones a la medida que se tomaba contra el profesor,
lamentando el tratamiento que se daba a un profesor después de 25 años de
servicios y denunciando que en algunas otras facultades, como Farmacia, se
habían producido también despidos similares, mientras que el ingeniero Julio
Carrizosa, uno de los docentes de mayor influencia en la Universidad Nacional
durante estos años y uno de los educadores más comprometidos con el proyecto
de reforma de la educación Nacional, pensaba que el profesor Barriga no era el
injuriado, sino la Universidad, a quien éste debería explicar las razones de sus
faltas sistemáticas a clase y su escaso compromiso con la formación escolar. 84
El consejero Gerardo Molina fue más lejos aun e intentó darle al problema
una forma nueva que permitiera discutirlo bajo otros ángulos, y comenzó por
referirse al papel de las asociaciones gremiales por relación con la Universidad, ya
que para él el meollo del asunto se encontraba en la actitud corporativista de
gremios profesionales frente a los intereses generales de la institución
universitaria. Gerardo Molina señalaba que
…este problema arranca de la Sociedad [Colombiana] de Químicos, cuyos miembros
están estratégicamente colocados y quieren acaparar todas las clases. El profesor
García Banús ha cumplido los reglamentos de la sin distinción de personas, como es
su deber. 85
Luego de que varios otros miembros del Consejo indicaron la corrección del
proceder de García Banús y algunos de los ultrajes que había recibido por
cumplir con los reglamentos, José Francisco Socarrás –el conocido educador, por
mucho tiempo ligado a la Escuela Normal Superior- solicitó separar dos
Ídem. Barriga Villalba llevaba más de 20 años al servicio de la Escuela de Farmacia
como catedrático y había desempeñado varios cargos públicos, siendo además profesor de
la Escuela de Medicina del Colegio del Rosario y en ese momento presidente de la
corporación que agrupaba a los químicos colombianos. La presión de los gremios y
corporaciones sobre la asignación de cátedras y nombramiento de directivos en la
Universidad era una constante. Cf. por ejemplo la Resolución del Consejo Nacional de
Farmacéuticos y Químicos, presionando por la elección de José E Pardo –“miembro
destacado de esta Corporación”- como director de la Escuela de Farmacia. La Resolución
está firmada por Luis Cortés como secretario y por Isidoro Murtra, farmaceuta barcelonés
llegado poco tiempo antes que García Banús, lo que permite insistir en la idea de que los
bloques y las alianzas no responden sencillamente a la división extranjeros versus
nacionales. Cf. UNAC. Escuela de Farmacia. 1938. Correspondencia. 7-04-1938.
84 Ídem. Se sabía además que para mejorar los planes de estudio de Ingeniería y evitar
faltas de coordinación entre las materias se habían desarrollado más de siete reuniones a
las que había sido citado el profesor Barriga, sin que hubiera sido posible conseguir su
asistencia a una sola.
85 Ídem.
83
103
problemas. De un lado el de su viejo profesor de medicina en la Universidad del
Rosario –el doctor Barriga Villalba-, enjuiciado por no asistir a clase, y el de la
Sociedad Colombiana de Químicos, un verdadero grupo de presión sobre las
cátedras de la Universidad y cuyo secretario, también docente de cátedra de la
Universidad, obligaba a los estudiantes a acudir en horas inusuales a su oficina,
“porque no tiene tiempo para ir a la facultad”, y recuerda que los miembros de
esa asociación gremial presionaban por aumento de salarios y por la
multiplicación de cátedras propuestas en horarios extremos, para que pudieran
hacerlas compatibles con su trabajo en las oficinas gubernamentales y en otros
ámbitos. 86
Más adelante Julio Carrizosa Valenzuela volverá sobre la discusión y
recordará la conocida costumbre de no asistir a clase del profesor Barriga –en
realidad era una costumbre más general, impuesta por la coexistencia de varios
empleos y por la consideración de que la docencia en la Universidad era una
ocupación marginal o segundo empleo- y afirmará que “si las sanciones por las
faltas de asistencia entre el profesorado no han de cumplirse, es mejor
derogarlas. El asunto pareció cerrarse con dos proposiciones que presentó José
Francisco Socarrás, en la primera de las cuales se criticaba al decano de la
Facultad de Farmacia por “participar notoriamente en un movimiento que socava
la autoridad de la Universidad” –con lo cual se refería a los “memoriales” de la
Sociedad de Químicos y a la actividad “conspirativa que contra el nuevo
departamento de Química y su director se había organizado a partir de las
propias oficinas del ministerio de Minas, según lo declaraba Carrizosa
Valenzuela-; mientras que en la segunda, con ánimo conciliador y de
apaciguamiento de los ánimos en la batalla, pedía que se oyeran y consideraran
de nuevo las explicaciones del profesor Barriga Villalba. 87
El departamento de Química -presidido por García Banús-, que debió
volver a discutir el problema, por sugerencia de J. F. Socarrás, concluyó que no
había excusa posible para las ausencias del profesor, pero, de nuevo con ánimo
contemporizador, recordó que se trataba de un viejo profesor y que para la
Universidad era importante mantener relaciones con gentes que estaban en
contacto “con [los] problemas nacionales” y propuso que se le dieran a Barriga
Villalba “uno o varios cursos monográficos o de extensión, con el tema, forma y
condiciones que el doctor Barriga crea más conveniente”, con lo cual se le
mantenía en sus cátedras –es decir se mantenía una de sus formas de ingreso
económico-, pero se le alejaba de la enseñanza de los cursos “sistemáticos”, es
decir de los que suponían trabajo de laboratorio y control de la actividad
experimental de los estudiantes. 88
Pero las aguas no se calmaron y en la siguiente reunión del Consejo
Directivo se informó que la Escuela de Farmacia cerraba filas en torno a la
organización gremial de los químicos colombianos, cuyos miembros no pensaban
Ídem. “La Universidad debe responder francamente [a la Sociedad de Químicos] que no
puede ocuparlos por más tiempo del que tienen comprometido”, señalaba también J. F.
Socarrás.
87 Ídem.
88 UNAC. Consejo Directivo. 1942. Acta No 12. 16-02-1942.
86
104
colaborar más con la Universidad, entre otras cosas, porque “los químicos no
reconocen al profesor García Banús”, a quien acusaban también de ausentista,
de poner bajas calificaciones a los estudiantes, de exigencias desmedidas en la
enseñanza y, de nuevo, de quitar trabajo a los químicos nacionales, según una
acusación que por esos días, y en defensa de los químicos del país y del profesor
supuestamente agraviado, volvía a recoger el periódico conservador El Siglo. 89
En una reunión posterior del Consejo Directivo de la Universidad –con
presencia del ministro de Minas, ya que esa dependencia había sido señalada
como un foco de “conspiración contra la Universidad- volverá a aparecer el litigio
“Barriga Villalba versus García Banús” y el ministro de Minas plantearía que
resultaba conveniente examinar los problemas surgidos, pues “Hay que tener en
cuenta que todas… son entidades que sirven al Gobierno que [se] deben prestar
mucho apoyo. J. F. Socarrás aprovechará la oportunidad y definirá el problema
en los siguientes términos:
… desde la llegada al país del doctor Antonio García Banús, contratado por la
Universidad por recomendación del doctor Eduardo Santos, ha habido por parte de
algunos químicos nacionales una marcada oposición a sus actividades… no es
posible colocar en el personal docente del departamento de Química a todos los que
solicitan cátedras, pues por lo general están tan ocupados en cargos oficiales, que
solamente en horas de la noche podrían dictarlas. Estos químicos han agitado la
prensa antes de dirigirse a la Universidad. Tenemos pues un sector de oposición
dentro del Gobierno que para poder expresar libremente sus ideas, debería
desvincularse de las actividades oficiales. 90
El ministro de Minas insistía en que el país necesitaba profesionales
solventes y que debería existir colaboración entre la Universidad y el Laboratorio
del ministerio de Minas en lo referente a labores de investigación, al tiempo que el
Instituto de Fomento Industrial, que tenía entre sus funciones el apoyo a los
proyectos de explotación de las riquezas nacionales, para cumplir con su tarea
necesitaba “preparar personal nacional”, pero que mientras se contaba con los
recursos especializados preparados en el país, resultaba “indispensable echar
mano del extranjero especializado…” en estos campos, fórmula que Socarrás
sintetizaba al señalar que
Ídem. Acta 19. 6-03-1942. Ahí mismo se encuentra referencia directa a la publicación
del periódico El Siglo y a un “memorial” firmado por un grupo de estudiantes. El Consejo
Directivo tuvo que ocuparse en repetidas ocasiones en sus sesiones en discutir las
informaciones que El Siglo ofrecía acerca del funcionamiento de la Universidad y la
presencia en ella de corrientes “rojas y comunistas”.
90 Ídem. Acta No 20. 11-03-1942. La manera como Socarrás aborda el problema en esta
oportunidad revela precisamente una forma “partidista” de plantear el problema, y
equipara el trabajo en la universidad a un trabajo en una dependencia más del Gobierno
liberal, con el cual habría que tener solidaridad a todo precio. En otros momentos
Socarrás adelantó una discusión muy informada y muy poco politizada, con datos sobre
costos y número de alumnos, sobre la base de lo cual argumentaba que lo mejor para la
Universidad era la fusión de los departamentos de Química y Farmacia, una
recomendación que no era del gusto ni de García Banús ni de sus contradictores.
89
105
Las industrias alemanas y americanas se formaron principalmente con personal
inglés, la rusa con personal americano y alemán y la japonesa con americano e
inglés. 91
El punto era importante, además, porque el Consejo Directivo había
adoptado la política de combinar varias estrategias de formación científica de sus
alumnos, y una de ellas era precisamente la de combinar la traída de técnicos
extranjeros de alta capacitación, con el envío de graduados de la Universidad que
terminados sus estudios regresaran a enseñar y a formar investigadores. Por otra
parte, Socarrás y otros miembros del Consejo Directivo habían dicho en muchas
ocasiones que la Escuela de Farmacia se conformaba con formar personal para
despachar fórmulas en droguería y no formaba profesionales para enfrentar los
problemas del desarrollo industrial del país. 92
Por ahora -pero solo por ahora- el viento parecía favorable al profesor
García Banús, quien no solo había sido apoyado por el Consejo Directivo en su
difícil disputa con el Presidente de la Sociedad Colombiana de Químicos, sino que
al mismo tiempo volvía ser elegido en su cargo de decano de la Facultad de
Química, casi por unanimidad. 93 Pero la actitud nacionalista volverá en muchas
otras oportunidades. De hecho pocos meses después cursaba en la Cámara de
Representantes un proyecto de ley sobre reglamentación de la profesión de
químico, impulsado por las asociaciones gremiales y por la mayor parte de los
profesores de la ciencias químicas y farmacia de la Universidad, con excepción de
los extranjeros, en donde se incluía una cláusula para que el decano de la
Facultad no pudiera ser extranjero –bajo la fórmula inversa: que el decano debe
ser colombiano-, una cláusula a la que tanto el Rector de la Universidad como el
ministro [el acta no permite entender bien si de Educación o de Minas] y otros
miembros del Consejo Directivo se oponían. Así pues, las dificultades y cierto mal
ambiente de trabajo estaban llamados a permanecer. 94
Ídem.
UNAC. Consejo Directivo. 1941. Acta No 87. 7-11-1941. “El Consejero Socarrás dice
que ha elaborado dos memorandos para someter a la consideración de los consejos de
Química y Farmacia en relación con las perspectivas de estas profesiones en Colombia.
Considera que la Universidad está un poco de espaldas a la vida y que para Colombia es
urgente el desarrollo de los estudios químicos con miras a la industrialización. Es
necesario que nuestros profesionales en estas materias tengan campos de actividad
distintos de las posiciones burocráticas”.
93 UNAC. Consejo Directivo. 1942. Acta No 32. 11-05-1942. La nueva elección quería decir
que se renovaba de nuevo su contrato, que de todas maneras tuvo que ser de nuevo
negociado, por dos años más en esta ocasión. Cf. Ídem. Acta No 43. 20-06-1942.
94 UNAC. Consejo Directivo 1943. Acta 62. 9-11-1943. “El ministro encargado informa
que habló con uno de los autores del proyecto original, a quien le manifestó la
inconveniencia de fijar que el decano debe ser colombiano”. Algunos meses después
Jorge Orozco, en nombre de Sociedad Colombiana de Químicos protestaba “por la
designación de un químico extranjero para un cargo en el Ministerio de Minas y
Petróleos”. Cf. UNAC. Consejo Directivo 1944. Acta No 56. 3-11-1943.
91
92
106
Adiós al Maestro
Con el paso de los meses la situación del profesor García Banús con sus colegas
de otras facultades, sobre todo de Farmacia, no mejoró sino que tendió más bien
a empeorar, aunque su relación con los principales miembros del Consejo
Directivo seguía siendo de gran respeto y cordialidad, al tiempo que su trabajo
seguía gozando de un alto reconocimiento en esa instancia. En abril de 1944 un
grupo de alumnos, “de los antiguos y actuales de Química” solicitaba su
reelección como decano 95 , al tiempo que su contrato fue renovado y reajustado su
salario, que llegó a 500 pesos, incremento que se hizo teniendo en cuenta “el alza
del costo de vida desde que el profesor García Banús suscribió el primer contrato,
y la circunstancia de que por estar a contrato, no tiene derecho a prima móvil”,
aunque de todas maneras, no pudo ser clasificado como titular por su condición
de extranjero, según se le había vuelto a advertir dos años atrás, ya que algún
artículo o parágrafo o inciso del estatuto profesoral lo prohibía –por extraño que
suene-. 96
1945 puede haber sido tal vez el año más difícil de García Banús en la
Universidad Nacional. Es el año en que, según fuentes como las actas del Consejo
Superior, las actas de la Escuela de Farmacia y el periódico El Siglo, recibió los
más inclementes vetos estudiantiles y rechazos profesorales que se puedan
imaginar, aunque volvió a contar con el apoyo del Rector –ahora don Gerardo
Molina- y de la mayoría del Consejo Directivo, en el que tenía un puesto don
Agustín Nieto Caballero.
Al problema que de tiempo atrás enfrentaba a dos unidades académicas:
Química y Farmacia, y que giraba en torno a concepciones diferentes del trabajo
académico, del trabajo experimental, de la condición del profesor universitario, y
a una idea diferente en cuanto a las exigencias y formas de supervisión del
trabajo que adelantaban los estudiantes –buena parte de esto expresión de una
visión diferente de la vocación docente y de la formación científica-, se sumaba el
hecho de que la Universidad nunca había dado una solución efectiva al asunto
del carácter de una unidad académica como Química, que desde hacía varios
años funcionaba al mismo tiempo como departamento y como facultad.
Por lo demás, el conflicto reunía rasgos que lo hacían de difícil solución: de
un lado la actitud “corporativa”, muy fuerte en la Escuela de farmacia,
constituida en su mayoría por viejos profesores, de condición social elevada, con
fuertes vínculos con el poder político –a través de sus posiciones en el Ministerio
de Minas, por ejemplo- y con un alto grado de integración como dirigentes de un
“gremio especializado”. De otro lado la actitud “personalista” de García banús,
representante casi absoluto de un departamento en formación y que no pasaba
de tres miembros activos y visibles, pero cuyo “líder” –García Banús- podía
mostrar una condición académica e investigativa, una hoja de vida de
realizaciones y de prestigio por pertenencia a sociedades europeas de sabios, que
superaba en alto grado a las de los profesores de la Escuela de Farmacia, pero
que era considerado un “rojo extranjero” y señalado por una parte de la prensa
95
96
UNAC. Consejo Directivo 1944. Acta No 22. 20-04-1944.
UNAC. Ídem. Acta No 2. 24-01-1944.
107
nacional (El Siglo) no solo por su pasado republicano, sino por su propia vida
privada, juzgada como moralmente reprochable.
A todo lo anterior se agregaba el hecho de que la Universidad no
encontraba aun el camino de imponer a todas sus unidades la idea y el
funcionamiento de departamento, lo que hacía que muchas de ellas insistieran en
un camino autónomo y controlaran las cátedras y los nombramientos
profesorales, lo mismo que los programas y sus contenidos a la vieja usanza,
como si la Universidad no se hubiera centralizado y continuara siendo el viejo
conjunto de escuelas y facultades “federadas”, a las que solo unía el nombre
genérico de la institución.
Esta situación de una gran reserva de fuerzas tradicionalistas que se
apegaba al viejo modelo de la universidad y que se negaba a aceptar (por lo
menos de manera pasiva) la posibilidad de una forma diferente de organización y
administración de la docencia universitaria, era índice no solo del carácter
habitualmente conservador de la institución universitaria y de la presencia de un
viejo sector profesoral instalado aun en el tiempo de las “escuelas y facultades”
anterior a la ciudad universitaria, sino que a su manera expresaba una
correlación de fuerzas externas a la Universidad Nacional, relacionada con el
acceso al poder de los liberales desde los años 1930. La oposición conservadora
identificaba la mayor parte de los cambios en el naciente sistema universitario
como cambios desestabilizadores de un viejo orden académico que se encontraba
bien establecido, lo que coincidía y se sumaba a su idea general de que todos los
cambios sociales avanzaban en una vía desestabilizadora de un orden social y
sus jerarquías.
Para los docentes extranjeros, como García Banús y el pequeño grupo de
profesores europeos que trabajaba en la Universidad Nacional, su forma de hacer
académica, que en muchos casos introducía novedades en el trabajo docente y en
la actividad cultural de extensión, aparecía como alinderada con el liberalismo en
el poder, no solo porque eran esos gobiernos los que habían permitido o
favorecido su llegada al país, sino porque en el Consejo Directivo de la
Universidad resultaba visible la simpatía y acuerdo en muchos casos existentes,
entre las novedades académicas que los venidos de fuera ponían en marcha y la
política cultural y docente que los dirigentes educativos liberales presentes en el
Consejo Superior (entre ellos Nieto Caballero, Molina y Socarrás) promovían y
defendían.
En el caso de las relaciones entre la Escuela o Facultad de Farmacia y el
Departamento o Facultad de Química se sumaba el hecho de que existía una idea
diferente acerca del nivel de exigencia en la enseñanza de un tipo de conocimiento
–la química- que como “materia” académica aparecía registrada bajo el mismo
nombre: “Química”, aunque con calificativos diferentes… orgánica, sintética,
vegetal, etc.; un tipo de conocimiento que se dictaba en diferentes facultades, en
todas las cuales los estudiantes reclamaban la especificidad de su formación y
por lo tanto de los contenidos que debería incluir en cada caso la asignatura que
bajo ese nombre se daba, muchas veces sin mayor conocimiento acerca de la
propia química y tendiendo a reproducir una idea que venía más de la tradición o
de las recomendaciones interesadas de sus profesores.
108
Se trataba pues de un conflicto en torno al monopolio de un tipo de saber,
de un desacuerdo respecto de los contenidos básicos que debería incluir la
transmisión de ese saber, en función no de la disciplina misma sino de las
profesiones, un “clásico” conflicto universitario de “reparto de saberes”, que no
oculta el hecho de que detrás de él se encontraban concepciones diferentes tanto
de la ciencia como de la enseñanza y de la formación en una profesión moderna
(en este caso la química, la ingeniería química y otra idea de lo que debería ser un
profesional de la farmacia, como se repite tantas veces en las actas del Consejo
Superior).
Además, en los últimos años, la Universidad parecía haber dado un paso
atrás en el camino de la constitución de los departamentos académicos y muchos
de las antiguas escuelas y facultades habían asumido de nuevo la asignación de
los cursos, la contratación de los profesores y la definición independiente de los
contenidos, lo que volvía a dar una forma de mosaico muy diversificado a todas
sus enseñanzas. 97
Al parecer la “subasta de cátedras” fue aprovechada por la Escuela de
Farmacia, y en parte por las facultades de Medicina e Ingeniería para desarrollar
vetos sistemáticos contra García Banús. El representante de la Escuela de
Farmacia –que rechazaba a García Banús- volvió a hablar de la formación del
nuevo departamento de Química, siete años atrás, como una medida contra su
Escuela (“con cuya implementación perdió la Facultad de Farmacia”) y recordó
que García Banús era desde el año anterior rechazado no solo por los profesores
sino por los estudiantes, ya que el profesor dicta sus cursos sin tener en cuenta
la índole de esta profesión [farmacia]”. 98
En una sesión posterior, después de largas acusaciones en pro y en contra
de García Banús, el Rector de la Universidad, Gerardo Molina, tomo la palabra y
declaró sentirse decepcionado al comprobar que en fondo del problema lo que se
encontraba era “una conjura” puesta en marcha desde hacía tiempo para sacar al
profesor español de su cargo, de quien hacía un alto elogio, continuando el tono
de una comunicación de los estudiantes de Química. Don Agustín Nieto
Cf. al respecto UNAC. Consejo Directivo. 1943. Acta No 29. 23-06, en donde García
Banús informa que ha leído en la prensa algunos avisos de concursos para cátedras, y
que como algunos de tales concursos son para cátedras de química, que se supone son
responsabilidad de ese departamento, pregunta qué es lo que está ocurriendo al respecto.
“Le asalta el temor de que la idea de departamento de Química se desquicie”, pues la
enseñanza de la química debería estar centralizada en el departamento…”. A continuación
intervino el consejero Pizano quien “dice que es partidario del sistema de departamentos,
al que en un principio fue adverso, y propone, y así lo acepta el Consejo, que el problema
planteado por el doctor García Banús sea considerado primero por el Consejo Académico”.
98 UNAC. Consejo Directivo 1945. Acta No 8. 1-03-1945. El mismo Consejero señalará en
una reunión posterior “que los estudiantes de Farmacia se han perjudicado mucho con la
dilación en la solución de este problema [las clases de García Banús]. Pero en la misma
sesión son leídas “sendas comunicaciones de los consejos estudiantiles de Farmacia y
Química en contra y en pro respectivamente del mencionado profesor”. Cf. Ídem. Acta 14.
13-04-1945.
97
109
Caballero, ex-rector y ahora miembro del Consejo Directivo, intervino en la
discusión y según el acta levantada, sus palabras fueron las siguientes:
El Doctor Nieto Caballero considera que la Universidad no puede cometer una
injusticia con un servidor de la talla del profesor García Banús, quien durante su
rectoría manifestó extraordinario interés por la Facultad de Química, que él creó. El
Doctor García Banús es eminente en cualquier parte del mundo. Es explicable que
sea muy eminente para los muy buenos, a quienes dirige y aconseja como maestro.
No podemos hacerle la guerra a los extranjeros eminentes y útiles que nos llegan. No
estando vacantes sus cátedras, no hay por qué reemplazar al profesor García
Banús. 99
Pero las posiciones del Consejo Directivo, sobre todo de los más sensatos y
respetados educadores que en él participaban, no se correspondían con las de los
estudiantes, quienes impulsados muchas veces por sus profesores de Farmacia,
decidieron que de ninguna manera aceptarían las clases de García Banús, tal
como informaba el Rector de la Universidad al Consejo, a mediados de abril, en
una sesión en donde de nuevo se leyeron dos proposiciones, una del Consejo de
la Facultad de Química y otra de los estudiantes de Química, de respaldo a
García Banús y de protesta contra los ataques de que era objeto. 100
Por su parte el decano de la Facultad de Farmacia afirmaba que muchos
estudiantes preferían perder la materia que asistir a un curso de García Banús, a
quien acusaba de hablar siempre en voz alta y de ser siempre camorrero. El exrector Durana Camacho, miembro del Consejo y quien se encontraba en el cargo
a la llegada de García Banús, se permitió manifestar su extrañeza por el
movimiento de los estudiantes y recordó que farmacia y química eran dos tipos de
formaciones importantes “en el desarrollo del país” y que “las dos facultades…
todavía no alcanzan a suministrar el personal que necesita la industria, atendida
hoy por muy pocos profesionales”, una afirmación cierta, que además servía para
disminuir los temores que sobre el mercado de sus graduados alentaba la
Escuela de Farmacia, a pesar de que los propios representantes de Farmacia
insistían en la vieja definición (“premoderna”) de su profesión, como “encargados
de la dirección de farmacias y laboratorios”. 101
Agregaba el doctor Durana que al país seguían llegando laboratorios
norteamericanos –y de otros países-, que hacían aquí grandes ganancias,
mientras el problema de la salud pública –es decir el problema de la salud de la
mayoría-, permanecía desatendido; y en cuanto al caso preciso de García Banús,
Ídem. 13-04-1945. La última observación de Nieto Caballero (“No hay por qué
reemplazar al profesor García Banús”, se refería a una proposición de algún consejero
opuesto al químico español, que había solicitado despojar de sus cursos a García y
reemplazarlo por otros catedráticos”.
100 Ídem. Acta No 15. 18-04-1945. Por eso días el periódico El Siglo publica la noticia de
estos enfrentamientos y titulaba: “Posible huelga en la Facultad de Farmacia contra el
Profesor García” y subtitulaba: -“Este elemento español fue declarado persona no grata
por el Consejo Directivo de la Facultad de Farmacia”. –“La forma despectiva como se
expresa de los químicos nacionales”. –Texto de la resolución aprobada por los
estudiantes”.
101 Ídem. Las palabras acerca de atender y dirigir farmacias y laboratorios es de un
miembro de la Escuela de Farmacia.
99
110
en parte enjuiciado por la seriedad que ponía en la enseñanza y en el grado de
trabajo que requería de los estudiantes, declaraba que “los profesores más
severos, cuando están respaldados por sus méritos profesionales, son y deben ser
los más queridos por los estudiantes”. 102
El fondo real del problema volvía a ser recordado por Julio Carrizoza
Valenzuela, al mencionar que el asunto central se encontraba en otra parte:
Antes que el caso del profesor García Banús se deben considerar las relaciones
entre las facultades de química y farmacia… quizás en esta última Facultad, a
donde van estudiantes no muy bien seleccionados, hay un lastre que rebaja su
nivel. El Doctor García Banús es una autoridad mundial. Claro que todo lo que
enseña está en los libros, pero la presencia y las indicaciones del profesor influyen
notablemente 103 ,
poniendo por esta vía de presente una parte de los elementos estructurales que
animaban el conflicto: el diferencial cultural de los estudiantes de las dos
“carreras” –que posiblemente en los años 1940 ya conducían a dos destinos
sociales diferentes-, los posibles orígenes sociales y culturales diferenciados de
los estudiantes (una indicación que se deja ver en alguna parte de la
documentación y que encontraría su ratificación en la “constante sociológica” de
que las carreras de menos exigencia académica son con mucha frecuencia
visitadas por los aspirantes de menores antecedentes y rendimientos
académicos). Decimos una parte de los elementos estructurales del conflicto,
porque la otra parte conducía de manera directa a los docentes, a sus formas de
vinculación con la Universidad, a sus capitales culturales acumulados, a los
propósitos que le daban a una formación profesional y a su propia vocación
docente y manera de encarar el trabajo de ciencia y de investigación. 104
Finalmente don Gerardo Molina, el Rector, en una actitud conciliadora y
tratando de sacar algún buen partido del mal enfrentamiento, indicaba que se
debería tomar el incidente como una oportunidad “para impulsar ambas
facultades… en rigor ambas casi coinciden,
…pero para la selección en Química hay mucha exigencia y en cambio mucha
elasticidad para la Farmacia… 105
Dividido entre el reconocimiento de los mejores y la crítica de quienes
parecían ser los menos competentes en su campo de actividad científica y en el
campo mismo de la política universitaria, García Banús continuó enseñando por
Ídem.
Ídem.
104 Ídem. Los profesores de la Escuela de Farmacia que se oponían a García Banús, en los
momentos de menor apasionamiento en la disputa aceptaban que permaneciera en la
Universidad, como investigador, pero que se alejara de la docencia.
105 Ídem. En medio de las dificultades del conflicto y de su recurrencia por años, el Rector
Molina expresó también la idea de que a lo mejor el profesor García Banús podría
dedicarse tan solo a la docencia y a la enseñanza más elevada, pero el sentido de sus
palabras y sus propósitos eran por completo diferentes a los de los rivales de García
Banús.
102
103
111
un tiempo más, pero comenzó a ir pensando en su retiro, por motivos que llamó
de salud y que bien podrían haberlo sido.
A principios de febrero de 1947 –y después de haber visto reproducirse el
mismo litigio una vez más en los meses anteriores- García Banús envió al Consejo
Directivo una comunicación en la que anunciaba su retiro como profesor, aunque
anunciaba que gustosamente podría volver a la Universidad “transitoriamente a
intervenir en la orientación de los trabajos del edificio de la Facultad de Química”,
que aun no se encontraba concluido. El Consejo lamentó el retiro del viejo
profesor y aprobó de manera unánime una proposición que decía:
El Consejo Directivo al verse obligado a aceptar la renuncia del Doctor Antonio
García banús como profesor de la Universidad, por las razones de índole personal
Que la motivan, manifiesta un profundo pesar por el retiro de tan eminente
colaborador de la Universidad, reconoce los grandes servicios prestados a ella como
fundador de la Facultad de química, como decano de esta durante varios años,
como profesor meritorio, consejero y orientador en la construcción y adaptación del
edificio para el departamento de Química de la Ciudad Universitaria.
El Consejo Directivo confía en que el profesor García Banús pueda volver
frecuentemente a Bogotá a continuar prestando su concurso en la dirección del
departamento de Química, y a dictar cursos breves y conferencias en la Facultad. 106
Más de dos años después de su partida, la Universidad Nacional invito al
Doctor García Banús –en ese momento profesor en la Universidad de Mérida, en
Venezuela- a Bogotá, para que dictara un curso de extensión en la Facultad de
Química, aprovechando además su actividad docente para consultarle sobre la
situación de la Facultad. 107 Era un momento muy sensible en la vida política del
país, pues continuaba muy fresco el recuerdo del asesinato de Gaitán ocurrido
cuatro meses atrás y el sectarismo que caracterizaba la vida política nacional y la
identificación que se hacía de la Universidad Nacional con el liberalismo de
izquierda luego del rectorado de Gerardo Molina, convertían a la Universidad en
un punto de atracción permanente para las campañas del periódico El Siglo en
pro de la vuelta de los perdidos “valores espirituales”, hecho al que hacía
responsable de las recientes tragedias del país y que encontraba su síntesis
mayor en la caída de la universidad nacional en manos del comunismo y del
anarquismo, como efecto de la confusión sembrada por el partido liberal, en lo
relacionado con lo que debería ser la orientación espiritual del país.
No fue difícil pues volver a despertar con toda fuerza en El Siglo, principal
defensor de las tradiciones conservadoras, la representación que unía en forma
completamente fantasmagórica, a un viejo químico español, que había pasado
algunos años de su vida de refugiado en nuestro país, tratando de ayudar a
formar profesionales en un disciplina moderna e intentando que se terminara la
construcción de un edifico cómodo para las labores de profesores y estudiantes,
con los peores males de nuestro tiempo. El periódico El Siglo, que cultivaba el
arte de la memoria y del odio –en este caso tanto más terrible cuanto
106 UNAC. Consejo Directivo 1946. Acta No 3. 7-02-1947. En la misma sesión se leyó una
Resolución del Consejo de la Facultad de Química en que solicita que se le otorgue el
título de Profesor Honorario de la universidad, a lo cual accede el Consejo…”.
107 UNAC. Consejo Directivo 1949. Acta No 30. 9-08-1949.
112
injustificado-, arremetió pues contra el pobre profesor García Banús con tanta
virulencia y de manera tan repetida (¿pero aguijoneado por quién?), que José
Gómez Pinzón, en ese momento Rector de la Universidad, se vio precisado a
enviar a García una carta de disculpas, en la que le decía:
Muy apreciado profesor:
Me dirijo a usted, como Rector de la Universidad Nacional, para manifestarle cómo
he deplorado los ataques inmotivados de que usted ha sido víctima, junto con
muchos funcionarios de la Universidad, por parte de un diario de la ciudad.
Aunque usted muy bien sabe que tales ataques son parte de una campaña de
carácter político encaminada a crearle dificultades a la Universidad, creo de mi
deber, en el caso suyo, por ser usted actualmente huésped transitorio de ella,
expresarle lo siguiente:
A raíz de la constitución de la Universidad Nacional, gracias a las gestiones del
Doctor Eduardo Santos, entonces Presidente de la República, y del Jorge Soto del
Corral, Embajador de Colombia en Francia, fue usted contratado para fundar y
organizar la Facultad de Química, de la cual fue primer decano y profesor muy
distinguido.
Durante nueve años usted dedicó usted todas sus actividades a la facultad de
Química, sin haber tenido durante ese tiempo ninguna intervención de carácter
político. Habiendo recibido usted ofertas halagadoras de algunas universidades de
otros países, entre ellos Canadá… decidió usted aceptar el ofrecimiento que le hizo
la Universidad de los Andes, de Mérida, Venezuela, a la cual usted presta ahora su
valiosa colaboración. Recuerdo muy bien que en su decisión influyeron motivos de
salud y el deseo de aprovechar una oferta que nuestra Universidad no estaba en
condiciones de brindarle.
Como testimonio de gratitud a quien formó las primeras generaciones de químicos
colombianos, los Consejos Académico y Directivo de la Universidad, unánimemente
le otorgaron el título de Profesor Honorario de la Universidad.
Esta en el presente año quiso aprovechar el periodo de vacaciones suyas en la
Universidad de Mérida, para invitarlo a dictar unos cursos breves y a visitar la
Facultad que usted creó. Habiendo aceptado usted gentilmente esta invitación, la
Universidad lamenta muy de veras, el incidente anotado al comienzo de esta carta.
Una vez más manifiesto a usted mi desagrado porque esto haya ocurrido. 108
108
UNAC. Secretaría Rectoría. Archivo 1949. Carta del 26-08-1949.
113
Breves Conclusiones
Investigar un problema es hacer entrar en “crisis” “representaciones mentales”
acerca de un determinado acontecimiento o grupo de acontecimientos que tienen
para un individuo o para una sociedad la forma definida de lo ya sabido, de lo
aceptado y hasta de lo querido. Para recorrer ese camino de despojarse de una
visión familiar no hay fórmula ni recomendación fija y universal. Cada disciplina
tiene su propio recetario, más o menos puesto al día por las discusiones de los
especialistas y por cada nueva investigación que haga precisamente entrar en
crisis algunas de las formas de lo ya sabido.
Las ciencias sociales y la epistemología que las acompaña (y que se fabrica
en el trabajo mismo y no simplemente en un lejano laboratorio que pertenece por
derecho propio a quienes enseñan a investigar sin jamás hacerlo), por fuera de
preceptos técnicos solo nos recuerde que nuestras mejoras herramientas en este
camino son las de discutir la forma de planteamiento habitual de un problema e
intentar dotarlo de un conjunto empírico que funcione como su condición de
experimentación.
Siguiendo ese camino –al tiempo complejo y sencillo- empezamos por hacer
un inventario de las tres o cuatro cosas que habitualmente se decían sobre el
problema que queríamos investigar, y que pueden resumirse así: Los
transterrados españoles verdaderamente importantes llegaron a México y a la
Argentina. Nosotros tuvimos figuras de segundo orden, de muy poco importancia
cultural, a lo que se suma que fueron pocos, porque Colombia no resultaba en
ese momento, como no lo había sido en el pasado, atractiva para nadie –por fuera
de la época de circulación de la leyenda de El Dorado, en donde tantos españoles
y en general europeos quisieron venir. Comenzamos por pensar que esta visión
familiar y dominante podría no ser del todo correcta.
Lo siguiente era documentar el problema de una forma que permitiera
acceder a nuevas fuentes que permitieran una recreación del problema. Para
nosotros en este caso, de manera particular, ese “archivo” ha sido de manera
básica la Universidad Nacional de Colombia, pero no menos algunas nuevas
secciones integradas al Archivo General de la Nación en años recientes.
Los resultados a que hemos llegado en esta etapa, muy inicial en el estudio
del problema –y que podría designarse, a pesar del tiempo que hemos tardado,
como una fase de reconocimiento de la superficie- nos convencen de la necesidad
de no separar en el estudio del problema a los españoles transterrados de los
demás europeos que vinieron (o aun que desearon venir al país), en la perspectiva
de construir un problema de investigación que se inscriba en el horizonte de las
migraciones intelectuales transcontinentales de la primera mitad del siglo XX.
Pensamos que hay muchas elementos que invitan a pensar que no hay
mayores rasgos diferenciales entre ese conjunto de gentes dedicadas a la
actividad intelectual que quería abandonar sus países poco antes de la gran crisis
de la democracia Occidental o en el momento mismo en que se encontraba en
curso. Desde luego que debe haber muchas diferencias, pero se nos antojan
114
menores y acompañadas de una serie de elementos comunes que más bien
unifica el conjunto. Además, el estudio integrado de los llamados exiliados
políticos y de lo que aquí hemos llamado “inmigración docente”, puede ser
importante para darle un peso menos a todo lo que recuerde elementos
“idiosincrásicos”, “identitarios”, en la explicación del problema.
La consideración de un número muy grande de hojas de vida de gentes que
vivieron a Colombia o que desearon venir y lo solicitaron nos convence de que se
trataba de profesionales e intelectuales académicos de un alto nivel cultural, por
lo menos desde el punto de vista de lo que las Hojas de Vida señalan. Sin
embargo, más allá de las competencias declaradas, cuando se examina el
problema en términos del desempeño, es claro que hay coincidencia entre el
elevado nivel que aparece consignado en la Hoja de Vida y lo que se puede
observar de manera práctica, en la mayoría de los casos en que esta
comprobación puede intentarse. Desde luego que no todos los intelectuales y
académicos que inmigraron eran las grandes figuras de la ciencia y la filosofía en
Europa, pero parece haberse tratado de un nivel promedio elevado, y en algunos
casos de un alto nivel en el campo del trabajo intelectual (es difícil decir otra cosa
de un Paul Rivet, por ejemplo).
Por esta vía vuelve a plantearse el problema del importante papel cultural
de una “minoría ilustrada”, cuando encuentra un medio receptivo y la posibilidad
de dar curso a lo que son sus competencias formales. Es decir, vuelve a
plantearse el problema del ingreso del país, de algunas de sus instituciones
culturales, en el campo de la modernidad intelectual, por lo menos en relación
con algunos de sus aspectos más destacados.
Los análisis hasta el presente realizados sugieren que sin el marco de la
República Liberal y sus transformaciones educativas, lo que llamamos el
“importante papel de los republicanos españoles” y de los otros europeos no
hubiera sido posible. De manera más precisa: sin el ambiente de renovación
universitaria encarnado en un grupo reducido de dirigentes educativos
(regularmente, pero no siempre), pertenecientes al partido liberal, la inserción
culturalmente exitosa de los recién llegados, no hubiera sido posible y al mismo
tiempo los rendimientos de su trabajo hubieron sido menores o nulos.
Habrá que estudiar de manera renovada este problema de las vías de
acceso a la modernidad, que ha hecho que gentes que no tenían siempre
antecedentes comunes en cuanto a las instituciones de formación, en cuanto a
las lecturas realizadas, en cuanto a formas de sociabilidad intelectual hayan
resultado tan cercanas en metas y propósitos, y hayan encontrado de manera tan
rápida y completa la posibilidad de un diálogo cultural, y que al mismo tiempo
hayan recibido de manera conjunta la animadversión de quienes se oponían a los
cambios culturales e intelectuales o los concebían bajo otra forma y otros ritmos
y con participación de otros actores sociales.
En el caso particular de la Universidad Nacional hay que considerar con
todo detalle los procesos de reforma interna, y poner la atención sobre periodos
rectorales (por ejemplo el de Gerardo Molina) que nos empiezan a aparecer ahora
en una perspectiva nueva, como momentos de una fuerte transformación (lo que
115
podría llevarnos no solo a ver ese periodo de una manera diferente, sino a
rastrear unos pocos años atrás algunas reformas que solo habíamos creído
observar en el periodo de don José Félix Patiño (nos referimos por ejemplo a la
idea de profesor de tiempo completo, profesor investigador, instituto de
investigación… entre otras). Pero aun no es tiempo de concluir nada sobre este
punto.
Surgen pues nuevos temas de investigación, la necesidad de pensar en
nuevos cuestionarios y la redefinición de los archivos que los pueden hacer
posibles como programas de investigación y surge desde luego la posibilidad de
volver de una forma enteramente nueva a uno de los periodos más intensos y
fecundos de la vida intelectual de país.
116
ORIENTACIONES BIBLIOGRÁFICAS *
Sobre las políticas y las realidades de la inmigración hacia Colombia el mejor
texto que puede verse es el de Fredéric Martínez, “Apogeo y decadencia del ideal
de la migración europea en Colombia, siglo XIX”, en Boletín Cultural y
Bibliográfico [B. C. B.], Vol. XXXIV, No 44, 1977, pp. 3-45. Un caso curioso y más
o menos bien estudiado de inmigración europea en Colombia es el de los
alemanes en Santander del Sur. Cf. Horacio Rodríguez Plata, La inmigración
alemana al Estado Soberano de Santander. Repercusiones socioeconómicas de un
proceso de transculturación. Bogotá, Kelly, 1968. Sobre las influencias de las
“minorías extranjeras” en Colombia puede verse el cuadro muy inicial pero
repleto de sugerencias trazado por Malcolm Deas en “La influencia inglesa –y
otras influencias- en Colombia (1880-1930)”, en Nueva Historia de Colombia, III.
Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 161-182. Louise Fawcet de Posada ha
estudiado en Libaneses, Palestinos y Sirios en Colombia –Barranquilla,
Universidad del Norte, 1991- el caso de una minoría que ha terminado siendo
muy importante en el país y que constituye un caso exitoso de adaptación de una
minoría extranjera, como son lo han sido todos los casos de grupos extranjeros
en el país -¿cultura de la violencia?-. El Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco
de la República –segunda época- dedicó en años pasados un número grande de
artículos al problema de las migraciones extranjeras a Colombia.
Los trabajos sobre los japoneses que llegaron a Colombia siguen produciéndose,
pero todos vuelven a contar los mismos hechos (hay una película reciente de
Carlos Palau que vuelve sobre el tema, sin ninguna novedad). Lo mismo ocurre
con el estudio de otros grupos venidos a comienzos del Siglo XX. Un capítulo
especial merecerán en el futuro las presencias árabes y judías en la colonización
española de América latina, por fuera de toda mitología sin fundamento (“el
espíritu judío de los paisas” y cosas por el estilo). Las señales de la presencia son
numerosas y los artículos que ratifican los hechos e introducen algunos nuevos
empiezan a aparecer. Para el esquema general que permite entender el fenómeno
puede verse el libro fundamental de Serge Gruzinski, Les quatres parties du
monde. Histoire d’une mondialisation. Paris, La Martínière, 2004 y el de Sanjay
Subrahmanyam, L’Empire portugais d’Asie, 1500-1700. Paris, Maisonneuve et
Para este Informe Final de Investigación hemos actualizado la bibliografía originalmente
consultada y que aparecía en el Proyecto de Investigación, que fue puesta al día en un
Informe de Investigación previo y que se ha vuelto a renovar, incluyendo títulos que antes
no conocíamos. Pensamos que esta “Orientación Bibliográfica” puede ser de utilidad para
otras personas que quieran trabajar sobre este tema del exilio republicano español, sobre
algún aspecto particular del fenómeno o sobre temas análogos –hay en Colombia hoy en
día multiplicados trabajos sobre el refugio, sobre el exilio y sobre la migración de
colombianos en Europa, particularmente en España, Francia e Italia-. Una parte del
análisis que presentamos se encuentra en esta “orientación bibliográfica”, que no
constituye un listado tomado de Internet, sino una bibliografía efectivamente revisada,
más importante aun cuanto que en el cuerpo del trabajo no hacemos referencia al “estado
del arte”. Las referencia bibliográficas nuevas aparecen en el interior del texto, sin
ninguna advertencia especial, salvo en el caso de los libros de G. Noiriel, el libro de Kant
sobre “el conflicto de las facultades” y lo referente a las hoy llamadas “connected
histories”.
*
117
Larosc, 1999. Una presentación sintética del enfoque de las “historias
conectadas”, a cargo de Gruzinski, Subramanyan y Roger Chartier puede ver en
ANNALES, Histoire, Sciences Sociales, Janvier-février 2001, No 1.
La emigración española hacia muchas partes del mundo, que es una
constante, cuenta con una bibliografía muy amplia. Citemos en primer lugar la
reciente compilación de Jordi Canal, Exilios. Los éxodos políticos en la historia de
España. Siglos XV-XX. Madrid, Silex, 2007, de síntesis afortunada y de
perspectiva internacional. Para el caso de América latina, que es el que nos
interesa, podemos citar el libro de César Yánez, La emigración española a América
(Siglos XIX-XX). Dimensiones y características cuantitativas. Columbres [Asturias],
Fundación Archivo de Indianos, 1994, libro que no incluye ninguna referencia a
Colombia, lo que nos recuerda lo ignorado del fenómeno local. José Luís Abellán –
bajo la dirección de-, El exilio español de 1939. Vol. I, pp. 172-176, Vol. III, pp.
266-269, Vol. V, páginas diversas, ofrece los datos más conocidos sobre
emigrantes republicanos españoles en Colombia. Cf. Javier Rubio, La emigración
de la guerra civil de 1936-1939. Madrid, Librería Editorial San Martín, 1977, Vol.
I, pp. 157-199, para observaciones socio-demográficas y políticas sobre todos los
países hispanoamericanos, incluido Colombia, caso sobre el cual señala que este
país no tenía tradición de inmigración, que poseía una estructura económica
débil y que, a pesar de las simpatías del presidente Eduardo Santos, colocó
condiciones “severas de admisión”, concretadas en “antecedentes de
insospechada honorabilidad”. En p. 158 Rubio hace notar que el grueso de los
trabajos, informaciones y datos existentes tiene que ver en realidad es con el caso
mexicano: “La notoriedad política y cultural de la colonia de exiliados en México
ha dado lugar… a que sea el capítulo de la emigración de la guerra civil más
estudiado”; y más adelante, en Nota 61, menciona el hecho de que los mejores
trabajos sobre el fenómeno del exilio se deben a plumas extranjeras –en realidad
se deben a culturas académicas diferentes-. Cf. las importantes pp. 235-269 para
datos interesantes sobre procedencias regionales por países de recepción
(Colombia recibió sobre todo catalanes y un tercio de procedencias diversas que
multiplica lugares de origen) y para el cuadro socio-profesional que comprueba la
primacía de la emigración de gentes de ciencia y de cultura.
Fernando Salvador Pelazón, Los españoles en América Latina. Madrid,
CEDEAL, 1995, ofrece informaciones importantes sobre el conjunto del proceso.
Según sus informaciones los españoles no dejaron de venir a América Latina en
todo el siglo XIX, pero el crecimiento de los años 1880-1930 es sorprendente,
aunque Colombia no figura entre los sitios preferidos por los españoles. Consuelo
Soldevilla Oria, El exilio español. Siglos XIX y XX. Madrid, Arco Libros, 2001,
ofrece bajo forma de síntesis los mejores datos sobre calidades socio-profesionales
y orígenes regionales de los exiliados españoles de 1936-1939 y hace referencia a
todos los países de Hispanoamérica y discute las cifras que habitualmente se han
presentado: “Igualmente existen discrepancias en torno a los exiliados que
llegaron a tierras americanas aunque puede estimarse que a finales de la década
de los treinta unos 12000 habían encontrado refugio en México y otros 7000 en el
resto del Continente. A ello se agregarían unos 10000 más que irán llegando en la
década siguiente huyendo de la guerra europea. El cómputo total del exilio en
América [Latina] quedaría así en torno a 30000 personas de las que 20000
estarían en México”.
118
La bibliografía mexicana y argentina sobre el problema es amplía –sin que
mencionemos aquí nada sobre sus calidades-, pero parece fatigada desde el
punto de vista del enfoque y con un crecimiento detenido. Con motivo de los
cincuenta años del exilio republicano español celebrado en 1989, los coloquios y
encuentros de investigadores fueron numerosos –y nos imaginamos que costosos. Buenos Aires, México, Madrid, Maryland, etc., fueron sedes de encuentros de
investigadores y de actores del proceso, pero no es mucho lo que quedado para la
posteridad. En parte el episodio se reeditó en 1992, ya que muchos comités
organizadores reunieron en un solo costal el exilio de 1936-1939 con la
celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. Cf. entre varios
Claudio Sánchez Albornoz-Editor-, El destierro español en América: Un trasvase
cultural. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1991, y J. M. NavarroCalderón –Coordinador-, El exilio de las Españas en 1930: ¿A dónde se fue la
canción? Madrid, Anthropos, 1991, en donde además se puede ver información
acerca de los coloquios y celebraciones, y sobre la exposición que la Fundación
Pablo Iglesias organizó sobre el exilio republicano (“Cincuenta años de destierro
español, 1939-1989). En Colombia, hasta donde he podido informarme, la única
celebración fue la realización de un seminario más bien “clandestino” organizado
por la Universidad Nacional en 1992 (Cultura y Derecho, 500 años. Homenaje a
Ots Capdequí. 24-28 de agosto de 1992), continuando la tendencia de ligar V
Centenario y exilio español. En México se publicaron recientemente dos libros
que traen informaciones de interés: Martí Soler Vinyes, La Casa del Éxodo. Los
exiliados y su obra en la Casa de España y El Colegio de México (1938-1947).
México, El Colegio de México, 1999, Víctor Díaz Arciniegas, Historia de la Casa
Fondo de Cultura Económica (1934-1966). México, FCE, 1994. Ángel H. López, en
Indalecio Prieto y las pugnas de Postguerra (1939-1947). Madrid, Siglo XXI, 2007,
estudia aspectos problemáticos poco investigados de manera rigurosa del exilio
español –pero frecuentes en los medios de exiliados políticos, como lo mostró
Marx para el caso del exilio alemán en Francia a mediados del siglo XIX-: el
asunto de los dineros del exilio.
Los libros de Memorias y recuerdos pueden volverse una fuente esencial
para el trabajo sobre el tema del exilio republicano español en América latina,
porque son frecuentes y de alta calidad literaria, simplemente que para los
historiadores no es admisible la confusión entre testimonio y análisis histórico.
Dos ejemplos de alta calidad que testimonian sobre el exilio son Francisco Ayala,
Recuerdos y olvidos. 2. El exilio. Madrid, Alianza Tres, 1982 y Max Aub, Diarios,
1939-1952. México, CONACULTA, 2OOO. En Colombia, datos importantes se
encuentran en los recientes testimonios de Jaime Jaramillo Uribe, Memorias
intelectuales. Bogotá, Taurus, 2007. –Además, de gran utilidad sobre un grupo de
extranjeros llegados al país al principio del siglo XX, existen las importantes
memorias de Simón Gubereck, Yo vi crecer un país, Bogotá, Colombia en la rueca,
19??, que no se ocupa de los exiliados españoles, pero que ofrece algunas
observaciones sobre la percepción de los extranjeros en Colombia.
Menciones contextuales o –casi siempre- circunstanciales y anecdóticas
sobre el exilio republicano español en Colombia pueden leerse en diversos
trabajos colombianos. Citemos a título de ejemplo, F. Cepeda Ulloa y R. Pardo
García-Peña en “La política exterior colombiana (1930-1946)”, en Nueva Historia
de Colombia, III. Bogotá, Editorial Planeta, 1989, pp. 9-28, dedican algunos pocos
119
renglones al problema. Germán Arciniegas, en “Eduardo Santos”, en Nueva
Historia de Colombia, I, op. cit., p. 363, dedica tan sólo 16 líneas al exilio español,
tal vez por limitaciones de espacio, pues Arciniegas fue el gran compañero de
Santos en el apoyo a los exiliados españoles. Jaime Jaramillo Uribe en varios
textos ha hecho referencia al exilio español. Cf. por ejemplo “La educación
durante los gobiernos liberales. 1930-1946”, en Nueva Historia de Colombia, IV,
pp. 87-110. Don Gabriel Poveda Ramos ofrece algunos datos de interés sobre
miembros del exilio de alta formación técnica o científica –por ejemplo Antonio
García Banús- en “Los comienzos de la ciencia en Colombia”, en Nueva Historia
de Colombia, IV, op. cit., pp. 159-198. Juan Manuel Ospina, en “La Escuela
Normal Superior: un círculo que se cierra”, en B.C.B., Vol. XXI, No 2, 1984, pp. 316, recrea a manera de una “pequeña crónica” el funcionamiento de la Escuela
Normal Superior, incluye una lista preliminar de exiliados españoles y de
emigrados alemanes que trabajaron en esa institución. J. M. Ospina, en Los
intelectuales y el despertar cultural del siglo. El caso de la Escuela Normal
Superior. Bogotá, UPN, 1994, menciona algunos datos de interés. Víctor Manuel
Prieto en El Gimnasio Moderno y la formación de la élite liberal bogotana, 19141948. Bogotá, UPN, 2000, reporta algunos datos sobre la institución e incluye
una mención rápida de Pablo Vila y Miguel Fornaguera. Ricos en detalles,
intuiciones, análisis y derroche de inteligencia son siempre los análisis de
Jacques Gilard. Cf. Ramón Vinyes, Selección de Textos. 1. Selección y Prólogo de
Jacques Gilard. Bogotá, COLCULTURA, 1982. Igualmente, J. Giilard, Entre los
Andes y el Caribe. La obra americana de Ramón Vinyes. Medellín, Universidad de
Antioquia, 1989.
A los trabajos conocidos sobre el tema y que acabo de citar hay que sumar
porque son de interés investigativo, el primero, y de interés directo sobre el tema
de los españoles exiliados, el segundo, Rodrigo de Jesús García, Los extranjeros
en Colombia. Su aporte a la construcción de la nación (1810-1920). Bogotá,
Planeta, 2006, y José Ángel Hernández García, La guerra civil española y
Colombia. Bogotá, Universidad de la Sabana/Editorial Carrera Séptima, 2006.
Los trabajos sobre el exilio español en Venezuela son muy interesantes, porque la
trayectoria de los exiliados “intelectuales” que llegaron a ese país se parecen
mucho en su perfil a los que llegaron en Colombia, como se parece su papel en la
renovación de las instituciones universitarias y culturales en general. Sin
embargo, a pesar de que muchos españoles exiliados circularon entre Colombia y
Venezuela, los trabajos escritos sobre Venezuela hacen muy poca o ninguna
mención de esta situación. Véase por ejemplo Víctor Sanz, Venezuela ante la
república española (1931-1939). Caracas, El Centauro, 1997 y del mismo autor,
El exilio español en Venezuela. Caracas, El Centauro, 1995.
El problema conceptual de los intelectuales y los grupos y medios
intelectuales es difícil y la bibliografía es creciente Nuestra perspectiva es la que,
más o menos, se desprende de la obra de Pierre Bourdieu, cf. sobre todo Homo
Academicus (Paris, Minuit, 1984) y Noblesse d’État (Paris, Minuit, 1989). Se trata
de un análisis que pone el acento sobre los elementos relacionales: “Pensar en
términos de campos significa pensar en términos relacionales. El modo de
pensamiento relacional… es, como lo señala Cassirer… la marca distintiva de la
ciencia moderna…”. Cf. P. Bourdieu, Respuestas. Por una antropología reflexiva
[1995]. México, Grijalbo, 1995, p. 64. Para el caso particular de nuestro trabajo y
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por se la fuente de “inspiración” de Bourdieu en Homo Academicus, hay que citar
de Inmanuel Kant, La contienda entre las facultades de filosofía y teología –
Traducción de Roberto Rodríguez A y Estudio preliminar de José Gómez C.Madrid, Trotta, 1999.
Una síntesis del enfoque de Bouerdieu aplicado a la historia de los
intelectuales puede verse en Christophe Charle, Los intelectuales en el siglo XX:
Precursores del pensamiento moderno [1997]. Madrid, Siglo XXI, 2000, cf. sobre
todo pp. 155-202. Pero no hay que pensar que todo lo señalado por Bourdieu es
absolutamente original y el punto cero del que todo debe partir. Ya Edward Shils
había observado -en “Intelectuales”, Enciclopedia Internacional de Ciencias
Sociales, Vol. 6, [1968]. Madrid, Aguilar, 1979, pp. 136-149- que “… el estrato
intelectual de cualquier sociedad posee una estructura; es algo más que el
conjunto estadístico de todos los que realizan acciones intelectuales”. Hay dos
formas básicas de considerar el problema del intelectual. La primera es
definiéndolo por relación con la propia sociedad moderna y con el ejercicio de la
libertad de crítica, a partir del “hombre de letras” de la Ilustración. Es la
perspectiva histórica que lo piensa como una invención reciente, como un
producto exclusivo de la modernidad (cf. por ejemplo los análisis de Bourdieu
sobre Flaubert y la autonomización del campo literario. Cf. Las Reglas del Arte.
Génesis y estructura del campo literario [11992]. Barcelona, Anagrama, 1995). La
segunda es la que considera el problema en un nivel antropológico de generalidad
e identifica el intelectual con las funciones mismas del sacerdote, el brujo y el
profeta, y con el uso en la comunicación de “símbolos abstractos”, en una
tradición que arranca tanto de Émile Durkheim, como de Max Weber (cf. por
ejemplo “Las doctrinas sagradas ortodoxas y heterodoxas de los intelectuales
indios”, en Ensayos sobre la sociología de la religión, II. Madrid, Taurus, 1987) y
tiene una continuación en perspectivas como las de Jack Goody (cf. “Intelectuales
en sociedades sin escritura”, en La domesticación del pensamiento salvaje [1977].
Madrid, AKAL, 1985, pp. 29-45), aunque la fuente directa de J. Goody es E. Shils.
No parece que, bien llevadas las cosas, con cuidado empírico que no resuelva los
problemas específicos en “tendencias universales” (Weber), tenga por qué existir
una oposición de principios entre los dos enfoques. Finalmente: para los
problemas más “internos” de competencias, autoridad, prestigio, normas de
validación, estándares de producción y competencias por legitimidad entre
“sabios” inscritos en marcos institucionales definidos, cf. Pierre Bourdieu, El
oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad. Cursos del Collège de
France 2000-2001 [2001]. Barcelona, Anagrama, 2003.
El estudio de los grupos intelectuales y las instituciones culturales sigue
renovándose de una manera que sorprende y la bibliografía se enriquece de una
forma que hace muy difícil estar al día y distinguir el buen grano del que no lo es.
Por fuera de todo lo que venimos de citar –y excluyendo contribuciones
colombianas recientes que no hemos podido incluir en nuestras reflexiones, como
las de Ricardo Arias sobre el grupo de Los Leopardos (2007) y la de César Augusto
Ayala sobre Gilberto Alzate Ayala (2008, ha aparecido un volumen de los tres
prometidos)-, resulta mejor citar algunas obras de otras historiografías, que
resultan especialmente orientadoras. Francois Dosse, La marcha de las ideas.
Historia de los intelectuales, historia intelectual [2003]. Valencia, Universitat de
València, 2006, recoge algunas de las últimas novedades en cuanto a enfoques
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sobre el problema de la historia intelectual. Pascal Ory, Jean-Francois Sirinelli,
Los intelectuales en Francia. Del caso Dreyfus a nuestros días [2007]. Valencia,
Universitat de València, 2007, resume y sintetiza lo conocido, pero tiene el mérito
de llegar hasta el presente, en un tono que no es el del periodismo. Enzo
Traversa, La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales
[1997]. Barcelona, Herder, 2001, es mucho más que la simple repetición de un
tema ya estudiado. Tono Judt, Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses
1944-1956 [1992, primera edición en inglés]. Madrid, Taurus, 2007, es
posiblemente el libro más sorprendente sobre el tema, porque es uno de los
primeros que desde una posición relativamente despojada de exagerados juicios
de valor, aborda de manera muy crítica y rigurosa una historia que en Francia
durante muchos años se vio siempre con complacencia “nacional y patriótica”.
Para un trabajo de investigación, ya no solo sobre los intelectuales sino
sobre los exiliados intelectuales, se encuentran indicaciones de primer orden en
la mayor parte de las obras de Gérard Noiriel que, aun cuando estudian los
problemas de la inmigración en Francia –ese es su centro principal-, ofrecen
orientaciones importantes sobre el marco general en el que hay que colocar a los
“inmigrantes intelectuales” en una sociedad nacional. Véase sobre todo Gérard
Noiriel, Le creuset francais. Histoire de l’ immigration. XIX – XX siècle. Paris,
Éditions du Seuil, 1988 – 2006 y État, nation e immigration. Paris, Gallimard –
Éditions Belin, 2001. Fernando Devoto y PIlar González Devoto en Émigration
Politique. Une perspectiva comparative. Italiens et Espagnols en Argentine et en
France. XIX-XX siècles. Paris, L’Harmattan, 2001, dan prueba de imaginación en
sus esquemas de interpretación, además de proponer perspectivas comparativas
internacionales más bien inéditas.
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