Veo una voz; Oliver Sacks

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Resumen del libro “Veo una voz”
When the Mind Hears fue el primer libro que leyó sobre el mundo sordo. Ese libro hizo
que cambiara de punto de vista sobre los sordos, paso del desinterés a la fascinación
plena. Seguiré contando el resumen en primera persona por si en algún momento de
mi vida llego a signarlo.
Mi experiencia personal con mi colega Lucy K, sorda congénita, fue otro de mis
momentos clave en este viaje. Ella leía los labios. “... “leer los labios” es una expresión
bastante impropia para designar ese arte complejo de observación, deducción e
inspirada conjetura.”
Antes de leer el libro de Lane, mi visión de los sordos era sólo como discapacitados
auditivos. Cambié del sordo al Sordo. Aunque hagamos una gran generalización
cuando decimos 'sordo', existen diferentes críticas en cuanto a los tipos de sordera; la
más relevante es su edad de aparición. Lo trascendental es la relación del lenguaje
con el pensamiento para quienes nacen sordos o se quedan sordos en la etapa
prelocutiva.
Descubrí el libro de David Wright, Deafness. El libro trata de su experiencia vital desde
el momento en que descubre su sordera a los siete años, contiene sus reflexiones.
Me resultó especialmente útil ya que me es más fácil ponerme en el lugar de una
persona que pierde la audición que en el de una persona que nunca ha tenido la
experiencia del sonido, que carece por tanto de la realidad sonora, de la imaginación
auditiva( los apuntes sirven para algo más que para los exámenes).
Wright habla de “voces fantasmas” -muy característico entre los sordos postlocutivos-,
como aquellos a quienes les amputan una parte de su cuerpo, pero continúan
sintiéndola. Se trata de los “espectros sensoriales” creados por el cerebro cuando
queda desconectado de ese “flujo sensorial”.
Los sordos congénitos están expuestos a un gran riesgo sin un lenguaje. Esta
carencia “es una de las cosas más terribles que puede padecer una persona”, como la
comunicación entre nuestros semejantes, el acceso y transmisión de la información, la
identificación con un grupo, una cultura; en definitiva, lo que precisa nuestra condición
humana. Si no disponemos de todo esto, podemos llegar a no utilizar nuestra mente al
100 x 100 pese a poseer la capacidad. Precisamente por esto es por lo que
históricamente se les ha desprovisto de privilegios y de algunos derechos
fundamentales.
A mediados del siglo XVIII comenzó un cambio importante con respecto a la visión de
los sordos. Existía el interés, la curiosidad antropológica y psicológica sobre un ser
humano que estuvieses desprovisto de leguaje, como fue el caso del “niño salvaje” de
Aveyron.
Cuando se inició de modo adecuado la instrucción a los “sordomudos” (palabra muy
usada pero de modo erróneo, como bien se nos ha repetido reiteradas veces en el
ciclo), se descubrió con asombro y admiración cómo era posible que pudieran
integrarse en la cultura y en la vida social.
Wright nos cuenta sobre los colegios de la época que se aferran de manera incansable
a conseguir que los sordos hablen y que han sido tremendamente dañinos para los
sordos prelocutivos; relata cómo Vanesa, una compañera suya sorda de ocho años,
fue incapaz de responder a una pregunta muy sencilla para cualquier niño oyente. Ella
desconocía la respuesta porque no venía en el libro; en realidad se trataba de ese tipo
de información que recibimos los oyentes sin necesidad de buscarla, que recibimos de
manera inconsciente.
Se trataba de un colegio “progresista”, se prohibía la lengua de signos, pero a pesar
de los castigos, las manos de los niños continuaban usando las manos para
comunicarse .
¿Por qué? ¿Por qué el símbolo, el significante, tenía que ser oral? ¿Por una cuestión
metafórica? ¿Religiosa?
El abate Sicard plantea preguntas vitales en este sentido. Y es sabido que una buena
pregunta, lleva implícita la respuesta. La causa, para Sicard, era que los sordos no
disponían de estos “símbolos para fijar y combinar ideas”, lo que provocaba la falta de
comunicación total.
La situación de los sordos prelocutivos hasta 1750 fue nefasta. Se les negó la
posibilidad de comunicación, viviendo como apestados, desconsiderados social y
legalmente. Pero igual de terrible a nivel personal, ya que supuestamente no servían
para nada.
En el siglo XVI el convencimiento del médico-filósofo Cardan resultó revolucionario;
consideró que el oír las palabras resultaba prescindible para comprender las ideas.
En el XVIII, el abad De l'Epée, queda impresionado tras la reflexión que pone Platón
en boca de Sócrates en el Cratilo cuando alude al intercambio gestual entre sordos
para satisfacer la necesidad de comunicarse. De l'Epée fue un oyente que aprendió
los signos y creó el sistema de señas .Con él , los alumnos sordos de clases sociales
corrientes aprendieron a leer, obteniendo de este modo la vía más directa al saber.
Especialmente interesantes son las experiencias que podemos leer en el primer libro
escrito que se conozca por un sordo, Pierre Desloges en 1779. Quedó sordo cuando
aún no había adquirido el lenguaje. Pese a sus grandes capacidades naturales, fue
incapaz de organizar un discurso coherente hasta que aprendió a hablar por señas.
Para Desloges, la lengua de señas “al dar una imagen fiel del objeto expresado,
resulta apto para precisar las ideas y para ampliar la capacidad de comprensión, pues
se crea con él un hábito de observación y análisis constantes. Es un lenguaje vivo;
refleja el sentimiento y estimula la imaginación”.
Sicard dice que “abre las puertas... de la inteligencia por primera vez”.
Una figura curiosa fue Condillac, el filósofo que consideraba a los sordos como
“estatuas sensibles”; se introdujo de manera anónima en las clases De l'Epée
convirtiéndose en el mayor patrocinador filosófico del método y las señas. Fue una
persona muy influyente en su tiempo.
El cambio se produjo cuando la población comenzó a acudir en masa a ver las
demostraciones de Sicard y De l'Epée, aceptando a los sordos en la sociedad
humana. Podríamos decir que se trató de un momento muy importante en la historia
de la Comunidad Sorda. De pronto existían y eran escritores, ingenieros, filósofos,
intelectuales...
En Estados Unidos hubo gran agitación cuando Laurent Clerc apareció allí en 1816; el
motivo fue el impacto que causó conocer a un “sordomudo” con una cultura e
inteligencia tan asombrosas. Y en 1817 Clerc y Thomas Gallaudet fundaron el Asilo
Estadounidense para Sordos de Hartford.
Existe un falso mito en cuanto a la universalidad de las lenguas de signos. Las lenguas
orales son diversas en los diferentes países porque están sometidas desde su
creación a diferentes factores que las construyen, lo que ocurre de manera idéntica
con las lenguas de signos.
Entre las influencias e importaciones que recibió la lengua de signos americana,
encontramos la de Martha's Vineyard, población en la que una minoría significativa de
los habitantes de este lugar padecía de sordera hereditaria, y en que la mayoría de los
habitantes oyentes acogieron su lengua de signos.La alfabetización y culturización de
los sordos se extendió por Estados Unidos de manera tan rápida y llamativa como en
Francia e influenció a otros lugares del mundo.
En 1864 una ley autoriza a la Institución Columbia para Sordos y Ciegos de
Washington a convertirse en una universidad nacional para sordomudos. Su primer
rector fue Edward Gallaudet, hijo de Thomas Gallaudet, y todavía hoy es la única
universidad de humanidades para alumnos sordos del mundo.
El término “sordomudo” es incorrecto. Cualquier persona puede hablar salvo que su
aparato del habla esté lesionado. Lo complicado es reproducir sonidos sin haber
tenido jamás la opción a oír, ni tener referentes auditivos.
Los dilemas estaban y continúan: si los sordos sólo utilizan el lenguaje gestual, sólo
podrán comunicarse entre ellos; ¿no sería mejor enseñarles a hablar?
Enseñar a hablar a sordos congénitos es una tarea casi imposible y larga, que retrasa
el tiempo para la enseñanza general. ¿Vale pues la pena? Para E. Gallaudet no. La
experiencia mostraba que quienes utilizaban lengua de signos en la escuela, accedía
con mayor rapidez a la información, a la cultura.
El momento más denigrante para las lenguas de signos se contemplé en el Congreso
de Milán de 1880 “en el que se excluyó de las votaciones a los maestros sordos,
triunfó el oralismo y se prohibió 'oficialmente' el uso del lenguaje de señas en las
escuelas.”
Se prohíbe una lengua natural y se impone otra antinatural. Muy probablemente tuvo
todo que ver con la época. La de científico ayudo al declive de algunos sordos en la
sociedad.
El psicólogo Hans Furth, especialista de la congnición en los sordos, verifica que el
hecho de invertir tanto tiempo en enseñar a hablar a niños sordos congénitos, les deja
por contra poco, tiempo para aprender cualquier otra cosa. Además, todo el
aprendizaje que reciben los oyentes de manera “accidental”, en momentos
extraescolares, está fuera del universo sordo.
Al llegar los años sesenta, psicólogos, padres, profesores de niños sordos
comenzaron a cuestionarse qué era lo que estaba pasando. De repente se plantean
que “hay que hacer algo”.
Ahora ya se sabe que las lenguas de signos son idiomas, que cumplen con todos los
rasgos que caracterizan una lengua a todos los niveles.
Es un idioma la lengua de signos, pero sobre todo es un idioma natural. Los niños
sordos hijos de padres sordos, articulan sus primeros signos sobre los seis meses de
edad, consiguiendo antes del año y medio un avance importante en comunicación. En
cuanto a la gramática del idioma es diferente; los niños, sean sordos u oyentes la
aprenden a la misma edad. El desarrollo lingüístico se da al mismo ritmo entre unos y
otros.
Si somos capaces de comprender la importancia de la detección precoz de la sordera,
comprobaremos que se eliminan de un plumazo multitud de impedimentos para los
niños sordos.
¿Algún día existirá un mundo en el que de igual si eres sordo o no? Nos hemos
imaginado estos paraísos muchas personas. Los sordos radicales han soñado el
Poder Sordo, incluso se propuso la creación de un estado sordo en el oeste de los
Estados Unidos. Desde mi punto de vista es una locura.
Antes he mencionado Martha's Vineyard, en Massachusets. En este lugar, debido a la
endogamia, y desde que llegaron los primeros colonos a finales del siglo XVII, casi
todas las familias tenían un miembro sordo, así que toda la comunidad aprendía a
signar. No era importante si oía o no una persona. No se diferenciaban en nada de sus
vecinos, salvo en que eran más cultos.
Decidí conocer este lugar. Nada más llegar contemplé un grupo de ancianos hablando,
cuando de repente, comenzaron todos a signar y a reír, después siguieron con
lenguaje oral.
Las lenguas de signos son un idioma básico del cerebro. Lo supe cuando vi a una
anciana realizando con sus manos movimientos elaborados; su hija me contó que
pensaba en voz alta, también que a veces, hablaba en sueños y que dormida esparcía
fragmentos de signos sobre su colcha. (Esta frase es sacada del libro, me resultaba
muy descriptiva a la vez que apasionante)
Entre el 5 y el 14 de marzo de 1988, fui espectador privilegiado de la revolución
ocurrida en la Universidad Gallaudet.
“Huelga en Gallaudet”, “Estudiantes piden rector sordo”.
[The New York Times abre en portada con titulares College for Deaf Is Shut by Protest
Over President By LENA WILLIAMS, Special to the New York Times.Published: March
08, 1988]
Las universidades para negros tenían rectores negro, en las universidades
exclusivamente para mujeres era una mujer la rectora, pero Gallaudet volvía a elegir
una persona oyente, en este caso Anne Zinser.
“Los sordos no están preparados aún para desenvolverse en el mundo oyente”,
declaró la presidenta del consejo J.B. Spilman, quien apenas conocía la lengua de
signos.
Al día siguiente, comenzó todo.
Los alumnos se manifestaron ante la Casa Blanca y el Capitolio. Los estudiantes
tenían cuatro peticiones: un rector sordo, la dimisión de J.B. Spilman, la mayoría del
cincuenta y uno por ciento de miembros sordos en el consejo y que no se tomasen
medidas disciplinarias. El equipo de maestros y profesores le respaldaron.
Para entender el origen de este conflicto hay que observar varios frentes. Entre el
profesorado y la administración existe una tensión palpable, ya que esta manejaba el
centro como si fuese una empresa, con actitudes cuestionables, y con poco respeto
hacia su cultura y sensibilidad. También cabe destacar que el modelo educativo no
podía compararse con el de una enseñanza para oyentes, por lo tanto todo era
distinto.
Me relacioné con algunos estudiantes, pero “tuve la sensación de que predominaba un
sentimiento de imagen cruel, incluso entre los que profesaban el «Orgullo Sordo»”.
Los alumnos se concentraron ante las puertas cerradas de la universidad. Los que
mandaban entre los estudiantes hablaban y nadie se perdía un signo de lo que decían.
Hubo barricadas, discursos, pancartas. “Si no hay rector sordo, no hay universidad”.
Los dirigentes, lejos de encender los ánimos, transmiten calma al tiempo que están
profundamente comprometidos con la causa de quienes representan y de la
comunidad sorda en general. Reciben visitas y apoyo de todos los grupos de sordos
del país.
Me llamó especialmente la atención una chica que signaba a su perro y el animal,
atento a ella, se volvió, se giró y finalmente le ofreció la pata a su dueña. El perro
llevaba un cartel de tela blanca a cada lado que decía «Yo entiendo las señas mejor
que Spilman».
Hubo varias fases en esta protesta. Al principio hubo cólera y tensión, pero en pocas
horas «cambió la conciencia». Una nueva conciencia, sosegada, más nítida y como si
se tratase de una única voluntad compuesta por dos mil personas que han descubierto
la potente energía de una unión serena hacia el logro de un objetivo común.
Los estudiantes de Gallaudet era tan maduros y competentes como cualquiera, pero
muchos no los veían de ese modo por el hecho de ser sordos y entre esos muchos, se
encontraban ellos mismo con frecuencia.
La rebelión de marzo fue organizada con maestria. La sala de comunicaciones era un
ir y venir de personas. Prensa, televisión, entrevistas, teletipos. Lograron el apoyo del
Congreso, de sindicatos, de candidatos a la presidencia. Finalmente, la administración
les escuchó. La propia doctora Zinser, con elegancia y reconocimiento hacia los
estudiantes dimitió.
King Jordan, sordo a los veintiún años, decano de la Escuela de Artes y Ciencias, fue
elegido rector. “El mundo ha visto que la comunidad sorda ha alcanzado la mayoría de
edad.”
Comunidad Sorda como minoría cultural y lingüística, que transmite su cultura e
historia de generación en generación, con una identidad social y cultural.
Los sordos incluso dentro de sus propias familias pueden sentirse “extranjeros” y sin
embargo sentirse identificados e integrados al encontrarse en una comunidad entre
signantes.
A partir de 1860 la lengua de signos cae en desgracia. Alexander Graham Bell
pretendió que se cerrasen todos los centros en los que se utilizaba. Gallaudet manteo
la situación, pero una vez más la ciencia y racionalidad de la época fue demasiado
poderosa.
Aún así logró demostrar que si las personas sordas gozaban de oportunidad y medios,
podían estar en el mismo nivel que cualquier oyente incluido el aspecto deportivo. El
gimnasio de Gallaudet era uno de los mejores del país. De todos modos el resultado
fue la degradación de la lengua de signos que sólo podía ser utilizada a nivel coloquial,
quedando desterrada en la enseñanza y en el discurso formal.
Como no podía ser de otro modo, la realidad sorda renació, fue redescubierta como
una forma de ser única, como comunidad, como comunicación.
Ocurrió con la llegada del lingüista William Stokoe a Gallaudet en 1955. Abordó la
lengua de signos de tal modo, que se considera un nuevo y fundamental capítulo en la
historia de los sordos. Su artículo Sign Language Structure de 1960, fue el primer
estudio científico y serio de la lengua de signos estadounidense. Como lingüista tenía
muchos intereses, tanto por la cultura como por los aspectos biológicos del lenguaje.
Provoco el reconocimiento de la cultura sorda. Sus obras son de gran importancia, ya
que muestran a fondo en mundo del Sordo.
Muchos sordos hacían que los propios oyentes dudaran de su identidas, ya que ni
ellos mismos aceptaban su situación.
Como dice el proverbio «los peces son los últimos que identifican el agua». Muchas
veces necesitamos de una mirada ajena, con perspectiva, con una mirada limpia, para
reconocer lo propio.
Se empezaron a realizar obras de teatros en lengua de signos, tenían más voz dentro
de la sociedad, se hacían ver y opinaban como sus semejantes; fueron los artistas
quienes liberaron la lengua de signos.
Salió de las profundidades la poesía, el humor, el baile, la canción... y todo signado.
Oradores signantes que transmiten y difunden su cultura y su historia generando una
mayor conciencia de pueblo sordo.
Por fin, en la década de los setenta, el oralismo pasa a un segundo plano y la lengua
de signos resurge aunque bajo polémicas. Nació una nueva mentalidad gracias a
Stokoe, una identidad más sólida, un «mi lenguaje soy yo».
Los sesenta se caracterizaron por el reconocimiento de las minorías, por el respeto y
los derechos. En 1972 se fundó Orgullo Sordo. Se generó un nuevo vocabulario que
incluía palabras como autodeterminación, comunidad autónoma; se enfoca a los
sordos desde la despatologización. La lengua de signos aparece en Barrio Sésamo,
en Hollywood, en los Óscar. Nace el Orgullo Sordo y también el Poder Sordo.
Quizá fue la propia historia sorda el caldo de cultivo del que surgió la rebelión de
Gallaudet de 1988.
Dos meses después de esta revolución asistí a la graduación anual de la Escuela para
Sordos de Lexington , por primera vez en ciento veinte años todos los discursos fueron
signados.
Ahora bien, ¿realmente ha cambiado todo? ¿somos conscientes los oyentes de que se
trata de un verdadero pueblo con todo lo que ello conlleva? ¿reconoceremos que
existe esa simetría en cuanto a lo esencial que necesita una cultura para serlo?
Lo cierto es que los sordos superaron no sólo la imagen, sino lo que es más decisivo y
profundo para el cambio: la autoimagen. Construyeron una nueva percepción de sí
mismos.
Seguramente nada de esto hubiera sido posible sin la rebelión de los estudiantes de
Gallaudet.
CONCLUSIÓN Y OPINIÓN PERSONAL
He de reconocer que mientras hacia el resumen realice algunas opiniones, pero por si
no quedaron muy destacadas comenzare con mi conclusión:
Me ha sorprendido gratamente el conocer con tantos detalles la condición de personas
con sordera, los estudios en niños/as salvajes, el manejo de la lengua de signos y el
papel fundamental que juega la lengua (en especial la de signos para las persona con
sordera) en el desarrollo intelectual de las personas. La gran cantidad de conceptos
nuevos (neologismos) palabra ya usadas en temas anteriores en la asignatura, y los
estudios científicos sobre el cerebro, me han resultado apasionantes pero algo
pesados también.
Los pies de página (algo de los cual tuve que preguntar cómo se llamaba) y las
referencias constantes hacen que un libro muy interesante sea difícil de leer. En
alguna ocasión he tenido que pasar de la lectura de pie de página para no agobiarme
con la lectura y enterarme de lo que verdaderamente quiere transmitir el autor. ¿Es
posiblemente lo que ha perseguido, que repasemos varias veces el libro? Conmigo lo
ha conseguido en varias páginas, espero no tener que volver a leérmelo.
Creo que tradicionalmente la sociedad ya sea por desconocimiento o por dejación se
ha “deshumanizado” a las personas sordas al privarles de un instrumento de
comunicación efectivo. A mí me ha servido para aumentar mi deseo de derribar
barreras y abrir la mente aun más ante el mundo apasionante que nos presenta el
autor, sabiendo que mediante una lengua adecuada la persona sorda tiene las mismas
posibilidades que otra cualquiera para desenvolverse en la vida, siempre y cuando no
nos olvidemos de los intérpretes, algo muy necesario para la eliminación de barreras
entre sordos y oyentes, y viceversa.
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