PREGÓN DE FIESTAS

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Juan de Dios Martínez Mateo
Pregón de las Fiestas
de Caravaca de la Cruz 2015
En honor de la Santísima
y Vera Cruz de Caravaca
Fiestas en honor a la Stma.
y Vera Cruz de Caravaca
FIESTAS DECLARADAS DE INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL
Juan de Dios Martínez Mateo
Pregón de las Fiestas
de Caravaca de la Cruz 2015
En honor de la Santísima
y Vera Cruz de Caravaca
Domingo 26 de Abril, 21’00 horas
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Buenas noches, Caravaca. Gracias por asistir a la lectura del Pregón
de las Fiestas. Os invito a vivirlo con la misma emoción, responsabilidad y orgullo con la que lo he escrito. En primer lugar me gustaría
dar las gracias a la Real e Ilustre Cofradía de la Vera Cruz y, sobre
todo, a su Hermana Mayor, Elisa Jiménez Girón, por haberme dado
la oportunidad de pregonar las Fiestas de Caravaca. Una invitación
que este humilde comunicador entiende como la posibilidad de poder compartir sus conocimientos, sus vivencias y su fe en la Patrona
de la Ciudad.
El Pregón es mucho más que un anuncio del programa de festejos,
es la proclamación solemne de unos días singulares, apasionantes,
de oración y de diversión, donde todos los caravaqueños –y yo lo
soy por convicción– fraternizamos reunidos por los brazos acogedores de la Santísima y Vera Cruz. Como también es una emoción,
un grito lanzado al aire para que el nombre de la Cruz llegue a todas
partes; una meditación teológica para hacer saber que el jolgorio de
estos días no empaña ni la fe ni la devoción; y es el legado expresado con hondura y belleza en unos pregones en los que se refleja el
acervo cultural con el paso de los años.
Lo primero que uno advierte es que las Fiestas de Caravaca son algo
muy serio. Por muy paradójico que resulte, el fervor con el que los
caravaqueños sienten su Fiesta trasciende mucho más allá de una
simple celebración. Es un sentimiento de pertenencia y de orgullo,
de tradición, de historia, de su naturaleza. Por eso uno entiende enseguida que sus habitantes no se disfrazan, sino que se visten, para
participar en los desfiles. Aquí nos vestimos, como si pareciese que
el resto del año vamos disfrazados, porque justo estos días es cuando
nos vestimos de nosotros mismos. Los atuendos están cuidados al
máximo y destilan en sus emblemas el rico patrimonio de la ciudad.
Caballistas, Moros y Cristianos, Armaos… todos hunden sus raíces
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en la leyenda que ha construido el esplendor de esta tierra con el
paso de los siglos.
La lectura de este pregón es, además, una satisfacción añadida por
tratarse de la primera vez que una mujer representa el cargo de
Hermano Mayor. Un paso pequeño pero importante, tanto para
la sociedad caravaqueña como para la Iglesia. Una feliz noticia que
tengo el privilegio de compartir en un año en el que otra mujer,
nacida hace cinco siglos, toma protagonismo entre todos nosotros:
Teresa de Jesús. La Santa de Ávila fue la primera en reivindicar el
papel espiritual de la mujer en la Iglesia, a pesar de las limitaciones
de su tiempo.
Fundó diecisiete conventos, uno de ellos en esta ciudad y consiguió
el hito de que su reforma llegara también a los hombres –algo insólito en el Siglo XVI–, como se plasmó en la Orden de los Carmelitas
Descalzos. Muchos años después, el añorado Pedro García Esteller,
también adelantado a su tiempo en muchas cosas, reclamó desde
este mismo balcón que era tiempo de que una mujer se pusiera al
frente de la Cofradía. Petición que suscribió no hace mucho otro
caravaqueño ilustre, como es Luis Leante. Al fin, ese momento ya
es una realidad gracias a un impulso que se corresponde con la normalización de la mujer en la realidad social y festera de Caravaca.
Enhorabuena a los cofrades por haberlo hecho posible.
Nací un tres de mayo, el Día de la Cruz; y como una premonición,
la Santísima y Vera Cruz me ha acompañado en lo más esencial de
mi vida. Así me lo inculcó mi madre desde que tengo uso de razón
en su casa de la huerta de Algezares. En la que me eduqué junto
a mi hermano, junto al recuerdo de un padre al que Dios se llevó
siendo niños, pero con tiempo de aprender de él que sólo las buenas
personas son capaces de cambiar el mundo. Entre moreras y frutales
crecí al amparo de la Virgen de la Fuensanta, que habita en la otra
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mitad de mi corazón. Como no creo en casualidades, sino en causalidades, cuando llegué a Caravaca me percaté de la trascendencia
de este designio divino. Hoy comparto este feliz descubrimiento,
como otros muchos murcianos hicieron siglos atrás. Por eso la catedral de Murcia exhibe la Vera Cruz en su imafronte por iniciativa
del arquitecto Jaime Bort y, en especial, del cardenal Belluga. Caravaca no podía faltar en la edificación más emblemática, de la que
todos los murcianos nos sentimos orgullosos. Como también está
presente en otros monumentos de mi ciudad. En este caso no una,
sino dos cruces, están en los cimientos del Puente de los Peligros, el
más castizo que atraviesa el Segura. Fue construido en sustitución
de un viejo viaducto de madera, que era arrastrado por las aguas
cuando venían las riadas. Tan frecuentes y tan temidas en la vega
del río. Los murcianos imploraron la protección de la Patrona de
Caravaca en la primera piedra. Y ahí sigue, porque el puente ya
no cedió jamás, bajo la atenta mirada de la Virgen de los Peligros.
Ese puente ha sido de manera tradicional por el que los huertanos
accedían a la ciudad y todos sus transeúntes se santiguan al cruzarlo.
El puente es por definición la conexión de las diversas acepciones
de nuestra fe, en cualquiera de sus símbolos cristianos y, en mi caso,
la percepción de esa relación que después podría experimentar. Porque pertenezco al extenso grupo de personas que un día llegaron a
Caravaca para quedarse, bien en lo físico o en lo espiritual y llevan
para siempre prendida en el pecho, el símbolo de la Adoración. Ya
no hay distingos entre la procedencia y los nuevos rasgos que habitan el corazón, sin renuncias ni exclusiones. Por eso puedo afirmar
que ser o sentirse de Caravaca, como en mi caso, es lo más fácil y
lo más difícil a la vez. Si no fuera por Caravaca, ¿cómo íbamos los
murcianicos a conocer la nieve?
Pero la Cruz no sólo es un símbolo. No es un amuleto ni un fetiche. Amamos la cruz no por su estuche de oro, sino porque dentro
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conserva una astilla de la Cruz en la que murió Jesús. Ese trozo
del lignum crucis que descendió del cielo traído por ángeles hasta
nuestra Caravaca, y que celosamente habéis custodiado los caravaqueños consciente del valor espiritual que representa; conscientes
de que en estos días convulso en los que al ver tanto sufrimiento y
se cuestionan principios y valores del ser humano, también nos trae
mensajes de esperanza.
Por lo tanto, abrazamos su mensaje, el mensaje de nuestra Cruz de
Caravaca, que es el mensaje de Dios. Pero, ¿cómo seguir hablando
de un Dios defensor de todos, defensor de quienes son crucificados
por la injusticia? ¿Cómo creer en un Dios amigo de la vida cuando
tantos inocentes caen víctimas del hambre, la miseria y las desgracias?
Si queremos conocer la respuesta de Dios al sufrimiento de los
hombres la tenemos que descubrir en el rostro infamado y torturado del Crucifijo. La cruz de Jesucristo, la Cruz de Caravaca, es para
los cristianos la revelación decisiva de Dios. Nosotros seguimos predicando y venerando al Crucificado porque creemos encontrar en él
fuerza de Dios y sabiduría de Dios y porque seguimos convencidos
de que “la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina más fuerte que la fuerza de los hombres”
En la cruz, o se termina toda nuestra fe en Dios o se abre a una
comprensión nueva y sorprendente de su misterio. En la cruz se
nos manifiesta el verdadero poder del amor de Dios. En la cruz
descubrimos sorprendidos que Dios sufre con nosotros. En la cruz
se nos revela así que Dios combate el mal con el poder del amor.
En definitiva, en la cruz, en nuestra Vera Cruz de Caravaca, se nos
revela hasta qué punto el amor de Dios es grande y respeta la libertad de los hombres poniendo en nuestras manos el acontecer de
nuestra vida.
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Asumo hoy el reto de pregonar las Fiestas de Caravaca y me pregunto si no he hecho esto mismo durante muchos años, a lo largo de
mi trayectoria profesional. Por qué, ¿qué es un pregonero, sino un
portavoz de la realidad, o un gestor de emociones? Soy periodista,
por formación, por experiencia y por vocación. Tengo la enorme
fortuna de dedicar mi vida a la profesión que más me gusta. Un
oficio duro e insaciable. El periodismo es una responsabilidad que,
como decía Kapuscinski, sólo puede hacerse desde la bondad, de
la necesidad de contar desde el corazón. La verdad tiene muchas
aristas, pero su relato sólo puede ser verídico cuando nace desde la
premisa de hacer el bien.
El pregonero desciende al fondo de su corazón para articular su
discurso, desde los sentimientos que lo han hecho posible, para alcanzar una intensa identificación entre la labor de información periodística propiamente dicha y la autenticidad. Es por eso que éste
es un título que adorna muy bien el currículum de un periodista,
pero, en este caso, en mi caso particular, va mucho más allá, porque
ser pregonero de las fiestas de la Santísima y Vera Cruz no es sólo
un añadido más a mi carrera profesional, está en la carrera del alma,
que es la más importante para la vida.
He dedicado muchos años a la información deportiva, lo que me ha
aportado unos canales de expresión de enorme riqueza. El periodismo deportivo crea con la narración una explosión de sentimientos,
de implicación y un énfasis hacia la noticia impensable en otras facetas. El locutor se vacía en cada retransmisión. Una dinámica que
he intentado aplicar también en mis crónicas de las Fiestas de Caravaca. Se me pone un nudo en la garganta en la Cuesta, el Día Dos,
cuando la multitud se agita al grito de ¡caballo en carrera! Desde lo
alto un penacho cabecea rítmico al compás de un rumor creciente.
Una ola de júbilo que acompaña el galope se abre de repente para
ver el gesto desencajado de los caballistas, asidos a su ramalera como
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un cordón umbilical. Corren, galopan, más y más rápido para derrotar al propio caballo, rebosantes de adrenalina. Nos dejan a todos
sin respiración, jadeantes después de una emoción tan intensa.
Os aseguro, que es conmovedor narrar la épica del esfuerzo. Transmitir la intensidad del momento, en el que tienes que expresar con
palabras la estela que dejan los caballos y la pasión desbordada de
los caballistas. Como lo es también poder contar el fervor a la Cruz
y la majestuosidad de los desfiles en los días siguientes. Imágenes
muy poderosas, como la del Baño de la Cruz y las lágrimas que
brotan entre todos los afortunados que pueden mojar su rostro o su
ropa con el agua bendita. Estremecedor, en contraste con la alegría
y vistosidad de los desfiles. Es muy gratificante contar el paso de
moros y cristianos, moras y cristianas, con la belleza de sus trajes, la
marcialidad de sus formaciones, la textura de las bandas de música
que los acompañan y la empatía con la que miran a las tribunas.
Todo eso lo he podido disfrutar, muchas veces de manera simultánea a mi participación como un festero más. Porque todo lo hecho
en primera persona, como parte de la Fiesta.
Otros grandes comunicadores me han precedido en esta hermosa tarea, alguno de ellos en representación de la empresa pública:
Fernando Alonso Navarro, Luis Carandell, Matías Prats, Ignacio
Ramos, Alfonso de la Cruz, Piti Alarcón, Pepe Ferrer o Paloma Gómez Borrero. Pregoneros que por la propia idiosincrasia de la tarea,
en general, han enaltecido la labor del periodismo.
Un oficio que me permitió conocer Caravaca, en lo personal y en
lo profesional, gracias a mi amigo Alfonso de la Cruz, colega y extraordinario caravaqueño, cuando entré a colaborar en la redacción
del extinto Diario 16. Un periódico en el que tuve la fortuna de
coincidir con otro caravaqueño militante llamado Javier Orrico. Sin
duda, el mejor articulista de la Región de Murcia y uno de los mejo-
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res de España. Pero por encima de todo coincidí allí con una mujer
que me iba a cambiar la vida: Lourdes Aznar. De su mano pude
conocer en profundidad su tierra natal, la hospitalidad de su gente
y el amor a la Vera Cruz. Símbolo que pende en mi pecho desde
entonces. Con ella me casé a la sombra de la Cruz en su Santuario.
Oficiaron la misa nada menos que cinco curas…y alguno calentado
la banda… ¡y no lo hizo el Papa por muy poco! Juntos nos embarcamos en un apasionante reto profesional y familiar, con el nacimiento de nuestra hija Marta. Con ellas he pisado la luna… la luna
de Barranda, donde he prolongado mi hogar, donde he encontrado
una gran familia y los brazos abiertos de sus vecinos.
Siento hacia Caravaca y sus pedanías un afecto indisimulable con
el paso del tiempo. Este municipio ha llenado mi corazón hasta el
punto de considerarlo algo mío. Un sentimiento que he tratado de
transmitir desde el periodismo a todos los órdenes de la vida.
En aquellos primeros años simultaneaba mi labor profesional entre
Murcia y Caravaca, las crónicas para RNE fluían a uno y otro lado
del Carrascalejo gracias al desarrollo del teléfono móvil, la gran revolución tecnológica de la radio. Ello posibilitó, por ejemplo, que,
en alguna ocasión, pudiera enviar mis crónicas para Radio Nacional
desde la misma esquina del desaparecido Comunicando, mientras
me resistía a los efluvios de los ricos calamares a la plancha. Otro
acontecimiento fue la apertura de la autovía del Noroeste. Ahora
parece que lleva ahí toda la vida, pero los que hemos pasado horas
detrás de un camión sin poder adelantar y atravesando todos los
pueblos de la comarca, le otorgamos su infinito valor. Así, pude
disfrutar y difundir las Fiestas de Caravaca, mientras trabajaba.
Primero en Radio Nacional y después en Televisión Española. Las
crónicas, con esa magia indomable de las ondas, se han emitido por
toda España y por el resto del mundo, a través de Radio Exterior
y del Canal Internacional. Y me he emocionado cuando algunos
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caravaqueños que están lejos de su tierra me han expresado su agradecimiento por poder disfrutar de los sonidos, las imágenes y avivar
los sentimientos de su hogar materno. Son razones que reconfortan
esta bendita profesión. Lo ha hecho posible la apuesta firme que
Radiotelevisión Española ha hecho siempre por esta celebración. La
actual Corporación, antes Ente Público, presta una atención especial a todos los actos de relevancia en las distintas regiones mediante la vertebración de sus Centros Territoriales. Nuestra obligación
como servicio público es recoger la información y hacerla extensible
al resto del país y del mundo. Esta Casa, RTVE y sus trabajadores,
siempre han demostrado un cariño especial por esta Fiesta; y siempre han encontrado el calor de un pueblo y una forma de hacer la
celebración singular, con total respeto y respeto también a nuestro
trabajo. Todos mis predecesores en la Dirección de Radio Nacional
y Televisión Española en Murcia han sabido defender, como yo intento hacer ahora, la importancia histórica y cultural de esta ciudad
y de la Vera Cruz.
Conocer las Fiestas de Caravaca es sumergirse en un mar de sensaciones. Para los que las visitan por primera vez resultan impactantes
por su singularidad, por su variedad e intensidad. Desde que entra
en la ciudad el Tío de la Pita, hasta los fuegos artificiales del día
Cinco, el festero experimenta una montaña rusa de emociones. Se
conmueve ante el símbolo de la Vera Cruz, vibra con los caballos en
la Cuesta, se recrea en la espectacularidad de sus mantos y se deleita
con la explosión festera de los moros y cristianos. Así hasta rendirse
a la Cruz de Impedidos. Para conocer la devoción más profunda
basta con acompañar la Reliquia bajo el palio y entrar en los hogares de los que la reciben, con una mirada trémula y las lágrimas de
alegría poblando sus mejillas. La Cruz es ese día, más que nunca,
amor, esperanza y consuelo para los que más lo necesitan.
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Las Fiestas alcanzan todo su esplendor en los primeros días de mayo,
pero toman auge en las semanas precedentes con la presentación
de todos los cargos festeros. Los sábados de abril toman las calles
de la ciudad para celebrar la algarabía cristiana, mora y caballista.
Momentos de fraternidad y celebración para los componentes y los
visitantes. Caravaca abre sus puertas y se prepara para la eclosión
primaveral. Los gigantes ‘los nanos’ y ‘gitanos’, abandonan su descanso en la ermita de San Sebastián para bailar y arrancar sonrisas
a su paso. Pronto llegará la multitudinaria noche de las migas, una
diáspora de exaltación gastronómica y alegría que se puede prolongar hasta bien avanzada la madrugada en los estertores de abril.
Sin embargo, el Día Uno es un día de contemplación y exclamación. Miles de vatios de luz desvelan uno de los secretos mejor guardados: los diseños de los mantos. Todos los proyectos que fueron
diseñados y bordados durante el otoño e invierno, se muestran en
todo su esplendor para admiración pública. En ellos se recrean escenas, monumentos y personajes de las Fiestas. Miles de puntadas
de enorme calidad artística, en las mejores telas, tejidas con esmero
hasta el mínimo detalle. Un elemento distintivo de la alta creatividad o categoría artística caravaqueña. Debo confesar que una de las
ilusiones más grandes que he experimentado ha sido ver mi rostro
bordado en uno de ellos, gracias a la generosidad de la Peña Mel
Azules. Para mayor satisfacción, ataviado con el traje heráldico de
la Soberana Orden del Temple, pues se trata de un binomio inseparable. Cuando se conoce la meticulosidad y el cariño con el que se
eligen los motivos de cada manto, es cuando sobreviene la sensación
de privilegio y eterno agradecimiento.
Cuando el crepúsculo se cierne sobre la Iglesia del Salvador, se ilumina la Orden de San Juan con su tradicional Romancero. Una
visión ácida, pero constructiva y, sobre todo, irónica de la sociedad
caravaqueña. La ironía es el lenguaje de la inteligencia y si es en
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verso, poética. Como me temo que este año me puedan colgar algún pendón en su homilía, permítanme que me adelante con una
estrofa al uso de la Cruz de Malta:
Tiene San Juan en el romancero
La gracia y el don
Pero si mofan al pregonero
Templará las lanzas su guarnición;
Freires de la maza, queridos
Tenéis mi aprecio sincero
Y de buen grado con vos militara
Si mi alma templaria de caballero
¡Pudiese tolerar la pilpirrana!
Como su propio nombre indica, me gustaría resaltar la hospitalidad
con la que siempre me han acogido insignes sanjuanes como Andrés
Torres, Juanfran Navarro, Taru, Rafa Moreno, Manolo, Elías, Miguelín y tantos otros que engrandecen esta Fiesta. De hecho, yo iba
para San Juan, hasta que de repente vi la luz… la luz proyectada sobre el traje de las ‘chapas’ en casa de Gonzalo López Augüí, que fue
quien me dejó el primer sayo templario y cambió mi percepción.
Acaba el primer Día de mayo con uno de los momentos para mí
más emotivos, en esta misma plaza. La interpretación del himno de
Caravaca afina el espíritu en un sentimiento puro de pertenencia y
entrega absoluta a la Vera Cruz. Es hora de acostarse pronto, porque
al día siguiente comenzará la Fiesta muy temprano. Tanto que hay
algunos que no pueden conciliar el sueño. Me refiero a los caballistas más profundos. Los nervios les impiden cerrar los ojos porque
ya han visualizado varias veces las piezas que van a colocar en el
enjaezamiento del caballo. Es una ceremonia reservada sólo para
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iniciados, en la que se produce una comunión entre el caballista y
todo el peso de la tradición.
Y aquí, os aseguro, que ver este ritual y grabarlo para TVE ha sido
una de las experiencias más emocionantes que he podido vivir; por
esa mística que viven los caballistas en el momento que llegan a
la cuadra, envueltos en el silencio de la madrugada, al acercarse
al caballo e ir colocando una a una las piezas como si de vestir a
un ángel se tratase; con esa extrema delicadeza, al tiempo que esa
firmeza para sujetar al animal y ese respeto de estar ante uno de los
seres vivos más nobles y bellos de la creación.
Y cuando suena la alborada de campanas, el caballo se altera, pero
ya muestra sus crines engalanadas y trenzadas los atacolas. Poco a
poco, conforme la luz gana el alba, las piezas del manto ya están,
y el caballo se muestra nervioso porque presume la fiesta. Por fin,
cuando sale a la calle, los destellos del manto encienden la ciudad.
Corre, gira, cabecea y hace sonar la dulzura de los cascabeles con las
que los niños caravaqueños van a construir sus mejores recuerdos
de la infancia. Es el Día grande de los Caballos del Vino, una fiesta
única en el mundo. Miles de personas abarrotan Caravaca. Flota un
aroma de chocolate y bizcocho casero. En el Templete, en el casco
antiguo o bajo las almenas del Castillo correrá la fuchina y el vino.
Todos quieren ver de cerca los mantos y sumarse a la alegría de los
caballistas.
Más tarde, comenzará otro de los rituales mágicos, con la entrega
de la bandeja de flores y la bendición del vino. Una imagen que no
suele tener tanta trascendencia en los medios de comunicación y
sin embargo es de vital importancia histórica porque da sentido a
la popular carrera y que ni siquiera muchos jóvenes caravaqueños
conocen.
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Los comunicadores, y los mismos organizadores, debemos hacernos
el propósito de divulgar todos estos detalles que fundamentan la
Fiesta.
Estamos ya en el gran momento de la carrera. Caballos cada vez
más rápidos, con cuatro almas asidas a sus costuras y gestos desencajados. Fuerza y sabiduría, dicen los expertos, para poder manejar
ese potencial en los ochenta metros que les separan de la gloria.
‘Citius, altius, fortius’, ‘Más rápido, más alto, más fuerte’, como reza
el lema olímpico, porque estos jóvenes caballistas representan aquel
ideal helenístico. Son descendientes de los héroes de Olimpia que
consagraban su esfuerzo a los dioses en pos de una causa noble. Su
carrera armónica, simétrica a cada lado del caballo, transfiguran su
montura como las alas de un Pegaso imaginario.
Es de esperar que este año se batan records, pues se han entrenado
en una novedosa cuesta a imagen de la real y vienen más preparados. Se ha visto así plasmada una antigua pretensión de las Peñas.
Algunos amigos templarios, por su parte dicen que ellos también
quieren para entrenarse una barra… para fortalecer los bíceps en la
batalla, no crean que para otra cosa.
He vivido el Día Dos con intensidad, como cristiano y como caballista, gracias a la hospitalidad de Mel Azules. Tiene este grupo del
pañuelo azul un ramillete excepcional de caballistas pero para mí
uno de sus alma mater es un caravaqueño programático llamado
Juan José Cantero. Un hombre inquieto y más listo que los ratones
coloraos, que siempre tiene una buena idea para hacer más grande la Peña y los Caballos del Vino. Llegó hasta al sorteo navideño
de lotería y dejó boquiabierta a toda España. Personas así contribuyen a hacer las Fiestas más grandes. Como también todos los
componentes de la Comisión de Festejos, que trabajan de manera
denodada y altruista durante todo el año, sólo por la devoción a la
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Santísima Cruz, unido al esfuerzo de la concejalía del ayuntamiento
de Caravaca. Por estas razones, los Caballos del Vino han de ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La Humanidad es
muy grande, casi incontable, así que la distinción de la UNESCO
también lo será. Estamos seguros de que lo conseguirá muy pronto
y permitirá una mayor repercusión, reconocimiento, de este bello
rincón de la cristiandad.
Con el ocaso del día Dos, la Santísima y Vera Cruz abandona el
santuario para iniciar su peregrinaje hacia la ciudad. Los Armaos escoltan a la reliquia hasta la Parroquia de El Salvador, acompañados
por Moros y Cristianos. Al final de la misma, todos los participantes
entran a la iglesia para adorarla. Me conmueve ver como algunos se
sientan y rezan en silencio en un momento muy profundo. Vestidos
con sus trajes de época para rememorar la historia, parece como si
estuvieran un poco más cerca de la trascendencia de la Cruz. Es un
momento sublime, en el que he visto a muchos llorar de emoción
contenida. Incluso hay quien no se puede reprimir y rompe el silencio con vehemencia, ¡viva la Santísima Cruz!
Un fervor que se volverá a revivir la tarde del día siguiente, con el
Baño de la Cruz y la Bendición de las Aguas. Pero antes se podrá
presenciar la que para mí es la procesión más especial, porque atraviesa el corazón de Caravaca, mientras recoge muestras de cariño
de los que salen a su paso en sus angostas calles. Uno tras otros,
los Grupos y Kábilas descienden majestuosos la Cuesta de la Cruz.
Desde esa atalaya privilegiada se forma un estrecho pasillo alfombrado de flores y aplausos para recibir a la Santísima y Vera Cruz,
en su carro. Al fondo una luz ocre recorta el cielo del Templete,
entre destellos cálidos de primavera, en una visión conmovedora. El
Lignum Crucis se hundirá en el agua una y otra vez. Bendecirá los
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campos y a sus gentes, ¡nos dirá que nuestra vida tiene esperanza y
tiene sentido!. Se ha cumplido con el ritual un año más.
A quienes nos acompañáis por primera vez en estos festejos, os invito a presenciar otro episodio emblemático, la representación del
Parlamento entre El Rey Fernando III y el Sultán Ceyt Abuceyt.
Juntos se retarán a lomos de su caballo para revivir la historia. La
dramatización de los pilares de esta tierra que ha sido ejemplo de
un tolerante mestizaje de culturas. Las Fiestas de Caravaca son un
extracto legendario de la historia que hallamos en las investigaciones de Diego Marín, Gregorio Sánchez Romero, o José Antonio
Melgares, entre otros.
En la Edad Media Caravaca era tierra fronteriza y la línea de la
cristiandad se movía a ritmo de batallas y escaramuzas. En uno de
los asedios del Castillo nace el reflejo de las Fiestas y el poder omnipresente de la Cruz. Una vez resuelta la batalla, tan bien recreada
junto al Templete por las tropas cristianas y agarenas, Caravaca se
convirtió también en un ejemplo de convivencia. Quisiera resaltarlo, en un momento crítico con el Islam por culpa del yihadismo.
No debemos condenar una cultura milenaria por los que tratan de
imponer la violencia.
Somos el resultado de un crisol de culturas y debemos evitar los enfrentamientos. Nuestro cuerpo, nuestros apellidos, nuestra gastronomía exhiben el legado de la dominación musulmana. Gracias a
ellos en mi huerta natal tenemos acequias y norias, o la arquitectura
mudéjar de la Iglesia de la Concepción. Sólo hay que rascar un poco
el suelo de la Región para encontrarnos con sus vestigios. Cuando
moros y cristianos desfilan juntos homenajean nuestros orígenes y
ofrecen un ejemplo de respeto y convivencia a las generaciones venideras. Es la importancia que tiene ese legado, al que no se debe
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renunciar nunca, a pesar de las voces que intentan ver algo más de
carácter político en estas fiestas.
No perdamos nunca el sentido de la convivencia que durante años
aquí y en toda Murcia han compartido distintas razas y culturas.
Aquí no hay odio y sinrazón. Hay fraternidad, memoria histórica,
devoción y muchas ganas de celebrarlo.
Aunque cada uno tenga su corazoncito. Decía mi admirado –y recientemente fallecido– Eduardo Galeano que se puede cambiar de
religión, pero no de equipo de fútbol y yo añadiría que tampoco
de grupo o kábila, pues suele pasar que es el Grupo quien te elige
a ti y no al revés. En mi caso, quedé impactado la primera vez que
vi desfilar a la soberana Orden. Máxime, cuando tuve el privilegio
de sentirlo en la casa de un templario ilustre, pionero de las Fiestas
como era Rafael Fortis. Gracias a él y a un puñado de valientes
cristianos y moros, revivieron estas celebraciones hace casi 60 años.
Sin duda, estará muy orgulloso de ver el sentimiento y magnitud
que han alcanzado. Junto a sus hijos Rafa y Carlos, Rosa y su yerno, Manolo, mi amigo Chirri, entre otros, hemos vivido grandes
alegrías en los años posteriores. Junto a ellos tuve la suerte de ganar
la amistad de Sebastián Cayuela, el sempiterno corazón del Grupo,
con el que aprendí a amar la Fiesta con el respeto debido. Él diseñó
el traje con el que desfilamos los días Dos y Tres. El sayo y los complementos son un compendio de tradición. Más aún, es una tesis de
la historia del arte. Incluida la famosa celada templaria con la que
tapamos el rostro y tanto impacta a los que la ven por primera vez.
Sólo hombres de un gran talento y cariño festero pueden dedicar tal
empeño a su Grupo, ya sea cristiano o infiel. Porque cada prenda,
cada traje tiene su leyenda en Caravaca de la Cruz. Y cada Grupo,
kábila o Peña Caballista tiene a ese hombre o mujer, en quien todos
estamos pensando ahora, que son imprescindibles para mantener la
cohesión. Siempre dispuestos a colaborar, a aportar ideas, a apoyar
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las iniciativas de otros y sin pedir nada a cambio. Son los cimientos
de estas Fiestas. Por eso hay que ser agradecidos con ellos. En la
Orden del Temple, Sebas, como Toni, Pepe, Antonio y Juan y todos los demás, me aportan una sensación de privilegio por desfilar
junto a ellos.
Prestad atención. Ya suenan los timbales. Los sones del maestro
Sánchez Navarro se mezclan con el ruido metálico de sables y espuelas. Llegan hombro con hombro, prietas las filas y el paso marcial. La Soberana Orden del Temple de Caravaca se humilla ante
la Vera Cruz y rinde tributo a sus Fiestas desde la devoción y la
camaradería. Gracias amigos. ¡Viva el Temple!
Caravaqueños, os he hablado de personas que han dedicado con
generosidad sus mejores horas a la prosperidad de las fiestas, pero
también quiero hacerlo de quienes han consagrado su dedicación a
esta ciudad más allá de las celebraciones. A muchos los he conocido
de cerca. Algunos (bastantes) ya no están entre nosotros, pero hay a
quien se lo pueda agradecer. Por poner un ejemplo, que me toca de
cerca por el parentesco, quiero nombrar a mi suegro Antonio Aznar
Martínez. Soy testigo fiel del interés, el gusto y la alegría con la que
ha luchado por Caravaca. Uno de los hombres que un momento
histórico de la ciudad tomaron las riendas para sentar las bases de
la transición. Fue el primer consejero de Educación de la recién
estrenada Comunidad Autónoma y después se desvivió por su tierra
desde el ayuntamiento, junto a su entrañable Pedro García Esteller.
Después encomendó su vida a la docencia y a su familia, de la que
ahora disfruta felizmente junto a su mujer, Maruja. Valores de esfuerzo, entrega y generosidad, propios de los caravaqueños, que ha
sabido inculcar en sus hijos, sus nietos y sus amigos. A Antonio y
a todos los prohombres, que salieron victoriosos de un camino tan
inédito como voladizo en aquellos años, deberíamos girar la mirada
en los momentos de zozobra social. Firmaron el final de la época,
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como los eremitas que se rebelan contra La Feliz Gobernación –poder establecido–, en palabras de su contemporáneo Miguel Espinosa, en su ‘Escuela de Mandarines’. Espinosa ha sido el mejor escritor
murciano de todos los tiempos y uno de los grandes referentes de la
cultura caravaqueña como el pintor Rafael Tejeo; los escultores José
Carrilero y Rafael Pi; los músicos Antonio Martínez Nevado y José
Antonio Martínez Meca (el Punto); los escritores Miguel Sánchez
Robles, Luis Leante y Gregorio Javier; las cantantes Maruja Garrido
y Mari Trini; el torero Pedro Barrera o el futbolista Miguel Ángel
Ferrer (Mista).
Hablando con mi familia y amigos caravaqueños a lo largo de los
años he conocido el recuerdo y la nostalgia de la Caravaca que se
fue, pero que ha quedado clavada en sus memorias y que despertaron mis sentidos, como el ruido de la piedra y del agua en el Molino
del Río, las copiosas nevadas que llegaban a incomunicar Barranda
y el resto de pedanías…, o el olor embriagador del chocolate Supremo que emanaba de la fábrica de la Gran Vía y que se colaba a través de las rejillas. Se respiraba un aroma inconfundible que se quedó
impregnado en la memoria colectiva de varias generaciones, o como
la de las castañas asadas de la ‘Paragüera’ cuando empezaba el otoño,
o la de la churrería de la vieja Plaza de Abastos. ¡Quién no se dejaría
seducir ahora, otra vez, por esos olores y sabores de antaño!
Disfrutad amigos de vuestros recuerdos. Dejad que penetre en
vuestros sentidos el espíritu de una gran ciudad y de un pueblo
ejemplar. Muchos de sus nombres los he incluido en este pregón.
Son personas muy cercanas a mí y os habrán parecido desconocidas
a algunos, pero son los que han hecho posible el ramillete de vivencias que os he relatado esta noche. Y pienso que es algo común,
que cada uno de vosotros puede poner nombre propio a ese grupo
de familiares, de amigos, de compañeros de Grupo que de manera
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conjunta elevan la grandeza de estas Fiestas. Cada uno con su visión
particular, pero todos unidos por la pasión de la Vera Cruz.
Os invito a reflexionar en estos días sobre nuestra Patrona, pero
también a celebrar la Fiesta con entusiasmo. Lo mejor es que cada
cual la sienta a su manera. Hay una fiesta distinta en cada uno de
los caravaqueños y caravaqueñas, porque cada uno la interioriza de
una manera singular. Tantas fiestas como somos, tantas fiestas como
las que compartimos. Sed Felices.
Termino con la esperanza de que este relato haya sido de vuestro
agrado. La Cruz está custodiada en el Santuario y por todo el pueblo durante estos días, pero siempre estará custodiada en el corazón
de cada uno de los caravaqueños y para siempre en el mío. Es el gran
milagro que obra cada día la Santísima y Vera Cruz.
En paráfrasis de Santa Teresa,
Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma,
Mi cuerpo, mi vida y alma
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestro soy, para Vos nací ¡Vivan las Fiestas!
¡Viva Caravaca de la Cruz!
¡Viva la Santísima y Vera Cruz!
Juan de Dios Martínez Mateo
Caravaca, 26 de Abril de 2015
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Juan de Dios Martínez Mateo
Pregonero de Fiestas 2015
CURRICULUM VITAE
• Juan de Dios Martínez Mateo es periodista y en la actualidad dirige el Centro Territorial de RTVE Murcia. Tiene 47
años, está casado y tiene una hija.
• Inició su trayectoria profesional hace 27 años en los Servicios Informativos de TVE de Murcia y, después en Radio
Nacional en Valencia. En la década de los 90 regresó a la
emisora territorial de Murcia, donde se centró sobre todo en
la información deportiva. A principio del nuevo Siglo se trasladó definitivamente a los Servicios Informativos de TVE
para presentar los Informativos territoriales. Hasta que en
noviembre de 2012 fue nombrado director de Radio Nacional y TVE, en Murcia y Cartagena. En este tiempo ha puesto
en marcha una profunda y novedosa reestructuración con
la integración física y funcional de RTVE. Una nueva etapa
histórica de la Corporación en la optimización de recursos,
información y Servicio Público.
• Durante su carrera ha colaborado con los periódicos La
Opinión, donde aún escribe un artículo semanal y en Diario
16, hasta su desaparición en 1996. Con anterioridad fue
Delegado en Murcia de la Agencia Europa Press durante dos
años.
• En el año 2001 trabajó con el Comité Olímpico Español como
Jefe de Prensa de las Jornadas Olímpicas de la Juventud.
• Ha publicado algunos relatos literarios y ha sido guionista
para el cuadro de actores de Radio Nacional de España.
• En la actualidad es el presidente de la Asociación de la Prensa Deportiva de Murcia, directivo de la Española y director
del Máster en periodismo deportivo de la UCAM.
• En Caravaca fue cofundador del periódico local El Noroeste,
junto a su mujer, Lourdes Aznar (periodista también y exdirectora de Caravaca Radio), entre otros. Durante su periplo
profesional ha efectuado numerosas retransmisiones de las
Fiestas para la radio y televisión públicas, en los ámbitos
regional y nacional. También de los actos correspondientes
a los Años Jubilares de 2003 y 2010. Asimismo tiene una
profunda relación con las Fiestas caravaqueñas. Forma
parte de la Soberana Orden del Temple desde hace 18 años
y gracias a este grupo ha aprendido a amar y respetar la
grandeza de esta celebración, a compartir el fervor por
la Vera cruz y el encanto de la ciudad. De la misma forma,
ha podido vivir las sensaciones irrepetibles del sentir
caballista gracias a la Peña Mel Azules, a la cual pertenece
su familia y un estupendo grupo de amigos. Con todos ellos
y otros muchos de diferentes grupos y peñas, se ha sentido
siempre partícipe y admirador de la Fiesta.
• En consecuencia, durante este tiempo ha generado un sentimiento de pertenencia que le ha llevado a sentirse como
un caravaqueño más. Es un murciano-caravaqueño o un
caravaqueño-murciano. En cualquier caso, un sentimiento
indisoluble de privilegio.
Comisión de Festejos de la
Real e Ilustre Cofradía de la
Stma. y Vera Cruz de Caravaca
Real e Ilustre Cofradía
de la Stma. y Vera Cruz
de Caravaca
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