El legado de Alfaro está siempre presente

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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
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El legado de Alfaro está siempre
presente
(Alfaro sakishkakunaka kanmi kunan
pachakama)
Esta publicación es un reconocimiento al legado, valía y
trascendencia política de Eloy Alfaro Delgado. Los tres discursos
que ponemos en consideración de nuestros lectores fueron
pronunciados el pasado 25 de marzo de 2011 durante un emotivo
acto en el que el Centro Cívico, que lleva su nombre recuperó
uno de los símbolos e íconos de su lucha: su victoriosa espada.
Presentación
Ese acto también fue el momento propicio para resaltar el valor
histórico de Alfaro, su estrategia política en momentos en que
arreciaba la crítica de quienes se oponían a los cambios que él
lideraba y el país anhelaba. Pese a que ya ha transcurrido más
de un siglo, las críticas y obstáculos se vuelven a presentar, casi
en los mismos términos, y con los mismos sectores políticos y
económicos.
Al igual que hace más de 100 años con la Revolución Liberal, la
Revolución Ciudadana llegó para cambiar nuestro país. ¿Qué
hubiera hecho don Eloy en este momento histórico, cuando ciertas
fuerzas buscan caer en un inmovilismo, en un institucionalismo
cerrado que se opone a los cambios? Seguramente habría
tomado el mismo camino, es decir fortalecer el cambio con la
participación popular.
Este es el momento de dar un paso al frente, de dejar a un lado
dogmas y paradigmas que, en la práctica, solo benefician a
quienes defienden los privilegios de un viejo Estado excluyente.
Ima shinami karka patsak wata washa kay Revolución Liberalwan,
kay Revolución Ciudadanaka chayarkami mudachinkapak
Ecuador llaktata. ¿Imatatak ruranmunkarka tayta Eloyka kunan
punllakuna, mashna chimpapurakkunata rikushpa kaykuna mana
munankukta kay llaktata ñawpaman pushankapak?. Shinami
payka kay ñanllatatik hapimun karka ayllukunandig llankaymun
karka.).
Doris Soliz Carrión
Ministra Coordinadora de la Política y
Gobiernos Autónomos Descentralizados
Abril 2011
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
Discurso del señor presidente constitucional de la
República del Ecuador
Econ. Rafael Correa Delgado en el LXXIII aniversario de la Policía Nacional y graduación de la LXXII
(septuagésima segunda) promoción de oficiales
de línea de la Policía Nacional
Quito, 02 de marzo de 2011
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LA ESPADA DE ELOY ALFARO
Montecristi, 25 de marzo de 2011
Queridas compañeras, queridos compañeros:
¡Qué emocionado que me siento el día de hoy! Emoción de estar
en este lugar que es leyenda, que marca un hito histórico en nuestro país. Aquí se redactó entre todos, con todos, sin propietarios,
sin dueños, la Constitución de Montecristi; esa Constitución que
acabó con la larga y triste noche neoliberal y que, por todos lados,
huele a don Eloy Alfaro, a la Revolución Liberal, a las Montoneras, a
tanto que nos dejó “El Viejo Luchador”. Emocionado de recibir esta
espada victoriosa de Gatazo, de ponerla en este sitio para que, por
fin, podamos honrar como se debe la memoria de don Eloy Alfaro.
Viendo esos símbolos de poder como: su bastón de mando; el ferrocarril que le diera el empresario Harman, después de haber culminado esa extraordinaria, impresionante obra de ingeniería; su
traje de Masón; y ahora también esta espada vencedora en Gatazo,
que fue la batalla que abrió el camino hacia la victoria definitiva.
¡Qué emoción ver este recinto lleno de gente sencilla, gente traba-
jadora, de representantes de la Asociación de Personas con Capacidades Especiales de Manabí, de representantes de los artesanos,
de representantes de nuestras comunas de Bajos de Montecristi,
Manantial, Río Bravo, Picoazá! Simbolizando muchas cosas: que
esta Constitución que se redactó en este lugar construido por la
Revolución Ciudadana no tiene dueños, no tiene propietarios, es
de todas y de todos, sobre todo de ese pueblo sencillo que se encuentra hoy presente, y que ¡no hay un pueblo para la Constitución, sino la Constitución para el pueblo!; y si hay que reformarla y
enmendarla, así lo haremos.
Miren esa frase: “Si en lugar de afrontar el peligro hubiera yo cometido la vileza de pasarme al enemigo, habríamos tenido paz, mucha paz, la paz del coloniaje”.
Si en lugar de afrontar el enemigo hubiera yo cometido la vileza
de quedarme sentado en el sillón presidencial, cómodamente en
mi oficina en Quito, sin correr más riesgos, sin reformar la justicia,
sin sancionar la corrupción, sin solicitar al pueblo ecuatoriano su
aprobación para modificar la Constitución en aquello que debe ser
modificado, hubiéramos tenido paz, hubiéramos tenido los aplausos de la oligarquía, de la prensa corrupta; pero, hubiera sido la paz
del coloniaje.
Estamos aquí, compañeros, para cambiar este país. Preguntémonos ¿qué hubiera hecho don Eloy en este momento histórico?
¿Estar con los que le dicen NO a todo? ¿Con los que nos quieren
inmovilizar? Que caen en el fetichismo de decir “la Constitución no
se toca porque la hicimos nosotros, somos sus propietarios”; o estar con la Revolución Ciudadana que dice SÍ al cambio, SÍ a la Patria
nueva, SÍ a la Patria de todas y de todos.
Creo que la historia, inmerecidamente, nos ha deparado sanos orgullos, hermosas coincidencias; después de un siglo de esa Revo-
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
lución Liberal, se realiza la Revolución Ciudadana. Por supuesto, a
la cabeza de esa Revolución Liberal estaba el inmenso Eloy Alfaro
¡Cómo quisiéramos tener un Alfaro en nuestros días!
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Pero, a esta revolución le ha tocado rescatar muchos símbolos de la
Revolución Liberal, que fueron destruidos, opacados, destrozados
por la desidia, la indolencia, la antipatria, por la larga y triste noche neoliberal; por ejemplo: el Registro Civil, creación de don Eloy
Alfaro, que lo convirtieron en la antología de todos los males del
sector público (corrupción, ineficiencia, indolencia, maltrato) hoy,
se convierte en una de las mejores instituciones del país. De igual
manera, esa obra de ingeniería extraordinaria: el tren, que lo dejaron morir en la larga y triste noche neoliberal, lo desguazaron, se
lo repartieron como botín entre piratas, se robaron hasta los rieles,
y el próximo año ya será nuevamente una realidad, escuchando
su silbato, viendo su humareda por los rincones del recorrido de
Guayaquil a Quito, como lo hiciera hace un siglo el Viejo Luchador.
Y tal vez por todo eso, nos honra también tener los mismos enemigos, ¿verdad? ¡Prohibido olvidar! Quiénes fueron los enemigos de
la Revolución Liberal, quiénes fueron los enemigos de Alfaro, quiénes fueron los cómplices –incluso autores- de ese magnicidio, de la
Hoguera Bárbara, del cruel, del cobarde asesinato: fue una prensa
corrupta que escribía editoriales malintencionados, manipuladores, incitadores a la violencia; fueron los sectores más retardatarios
de la iglesia, que hoy también -ni siquiera frontalmente-, sino con
maniobras dignas de politiqueros, mandan mensajes subliminales
para que el pueblo se pronuncie NO en la consulta.
Nos honra también -y nos confirma en el camino- que la Revolución Ciudadana tenga los mismos enemigos que tuvo la Revolución Liberal.
Llegó el “Viejo Luchador” a Guayaquil el 18 de junio de 1895, te-
nía 53 años pero estaba más joven que nunca; llegó en el vapor
Pentaur; venía de Nicaragua el “Cóndor de América”, en donde le
habían nombrado General de División, el 12 de febrero de 1895,
por haber contribuido en la lucha por la libertad de conciencia, por
el laicismo y por la integración de la Patria Grande.
Fue recibido con júbilo, vítores, música y unas coronas de «pepas
de chaquira» de muchos colores. El 19 de junio, a la noche, le ciñeron la banda presidencial en nombre del pueblo guayaquileño.
Ese monumento de hombre que era el general, no vino a sentarse
a descansar, vino a dar pelea, a terminar con siglos de explotación,
de injusticia, de inequidad; su vida entera estuvo al servicio de los
grandes ideales, de la dignidad y de la soberanía de la Patria. Vino
a dar batalla, a poner el pecho; vino a afrontar el combate final en
contra de un sistema oligárquico, excluyente, oprobioso.
Estuvo durante varias semanas velando armas, organizando a las
tropas, organizando la conciencia, el arsenal, la pólvora y el canto;
iba repartiendo ideas y armas, que para una batalla por la libertad,
vienen a dar igual. “En la demora está el peligro”, decía, mientras
iba repartiendo la esperanza.
En la demora está el peligro, y algunos que parece que no tienen
urgencia, que este país para que cambie puede esperar dos siglos
más… ¡En la demora está el peligro!
El combate se perfilaba de inmediato, era urgente, absolutamente
necesario. El ejército de indios, de negros, de mestizos, de montoneros pobres, de angustiados sin tierra, sin educación, estaba
librando una dura lucha por la vida, por el trabajo, por la educación laica, por la participación de las mujeres; este ejército de revoltosos estaba cambiando la historia; estaba, a fuerza de sueños,
abriendo las puertas del futuro, inaugurando el siglo XX, porque
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
como llegó a decir Eloy Alfaro: “los patriotas hemos perdido toda
esperanza de reconquistar los derechos de la Patria por medios pacíficos, obligándonos, por lo tanto, a apelar a la violencia y a buscar
en las armas el sostenimiento de la causa justa”. Ese ejército que
inauguraba el nuevo día, tuvo en el general una antorcha, el guía
necesario.
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La batalla de Gatazo, se libró el 14 de agosto de 1895 y fue decisiva
para el triunfo de la Revolución Liberal. Ese día, llegó la aurora, el
nuevo amanecer para la Patria. Reconoció en el grado de coroneles
a los indios Alejo Sáes y Manuel Guamán, que fueron los dirigentes que entraron con él a Gatazo, junto a los indios de Guamote y
Cajabamba.
Contó entre sus filas con la presencia de mujeres altivas… como
hoy contamos en la Mesa Directiva también con la presencia de
mujeres altivas, esa también es la Revolución Ciudadana, que
debe tener rostro de mujer. Fíjense en la Mesa Directiva: ocho
personas (siete mujeres y el alcalde de Montecristi, nuestro anfitrión, un abrazo al señor alcalde). Valiosas Ministras de Estado, que
antes no había, y si habían era para las cosas más intrascendentes (siempre la Ministra de Estado debía ser para Ambiente, “pero
¿para obras públicas una Ministra de Estado? No, eso solo es para
varones”… pero aquí tenemos a Érica Silva, ministra de cultura; a
María Fernanda Espinoza, nuestra ministra de patrimonio; Tatiana
Hidrovo, manabita, directora de Ciudad Alfaro; nuestra querida Susana, gobernadora de Manabí; Doris Soliz, ministra coordinadora
de la política (una mujer manejando la política de la Revolución
Ciudadana); María de los Ángeles Duarte, ministra de transporte y
obras públicas; nos honra con su presencia también la tataranieta
del Viejo Luchador, a la cual (y a toda su familia) le agradecemos
profundamente la generosidad de poner objetos tan valiosos de
nuestro querido don Eloy para disfrute, para recuperar su memoria, para remembranza de todo el pueblo ecuatoriano que lleno de
gratitud mantiene en su alma, en su cabeza, en su corazón al Viejo
Luchador.
Contó entre sus filas con la presencia de mujeres altivas, guerreras libertarias a quienes reconoció también como sus coronelas, la
riosense María Gamarra, la manabita Filomena Chávez; las coronelas guarandeñas Joaquina Galarza y Feliza Egüez, que pusieron la
vida en el esfuerzo para que las mujeres sean reconocidas en sus
verdaderas potencialidades, para que no fueran solamente parte
de la vida doméstica, de encierro, de falta de oportunidades, para
que pudieran abrir de una vez y para siempre las puertas de los
colegios y de las universidades, para labrar los conocimientos, la
reflexión, el pensamiento.
El 4 de septiembre, Alfaro entra triunfalmente a Quito, en donde
fue recibido entre aclamaciones y expresiones de gran júbilo. Poco
tiempo después, vino desde Panamá doña Ana Paredes (cuánto
sufrió la pobre Ana por todas las aventuras de don Eloy, arriesgaba la vida a cada instante), la oligarquía despectivamente le llamaba el “General de las derrotas” (más de treinta años luchando
y treinta años perdiendo), tal vez el mayor legado que nos da don
Eloy (como don Simón) es su constancia, es haber persistido en sus
ideales independientemente del resultado de la suerte.
Vino desde Panamá doña Ana Paredes, la esposa, el gran amor del
“General de las derrotas”; y, a sus manos llegó esta espada que acabamos de depositar en ese salón tan bello, con un mensaje que
nos acaba de transmitir la tataranieta del “Viejo Luchador”; ese
mensaje decía: “Señora, pongo a sus pies la espada vencedora de
Gatazo”.
Nuestro agradecimiento sincero a la familia, a los descendientes
del general Eloy Alfaro Delgado por entregarnos este símbolo de
lucha, de coraje, de valentía y heroísmo, que pertenece a todo el
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
pueblo del Ecuador, que pertenece a la historia del Ecuador. Nosotros, tengan la seguridad, no la envainaremos sin honor. Ahora
que la espada de Simón Bolívar camina por América Latina; ahora
que el amor armado de Manuelita Sáenz nos cobija y nos alienta, esta espada libertaria se queda desenvainada en las manos de
nuestro pueblo, como garantía de que a esta revolución nada ni
nadie la puede detener; porque vamos hacia la construcción de
un Estado democrático, de Derechos, de equidad y justicia como
quería nuestro Eloy; vamos a la realización de los cambios profundos, rápidos y en paz; vamos a levantar la Patria Altiva y soberana,
alfarista, bolivariana, con todas, con todos.
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El pensamiento de Simón Bolívar, los sueños, los anhelos de integración, de construcción de la Patria Grande, flameaban en esta
espada revolucionaria que desenvainó Don Eloy tantas veces, buscando la libertad; la libertad nacida de una razón deliberante; una
libertad radical, honesta, que privilegiaba la ética, la soberanía de
la conciencia humana; una libertad con justicia, que buscaba oportunidades de vida para el campesino, el indio, el negro, el trabajador; libertad de una clase popular postergada y oprimida desde la
Colonia y a lo largo y ancho de nuestra vida republicana.
A Don Eloy le correspondió enfrentar una larga y terrible noche
post colonial en ese momento, tuvo que presentar batallas en
contra de enormes intereses de la burguesía comercial y bancaria (como lo estamos enfrentando ahora también, ¿verdad?) y de
los conservadores latifundistas de la sierra, que solo buscaban sus
prebendas, sus ganancias: los viejos godos. Cabalgaba en la oscuridad de esas épocas, buscando auroras de dignidad y de progreso
para las inmensas mayorías: “la hora más oscura, es la más cercana
al amanecer”, decía.
Era digno hijo de su tiempo, de su pueblo, de su gente, jamás rehuyó batalla alguna si se trataba de romper cadenas de injusticia, de
segregación racial ó de marginación sexista; por ello, su ejemplo se
ha convertido en un símbolo de consecuencia y valentía; es la viva
imagen del conductor de un pueblo hacia los cambios sociales, hacia los cambios profundos en la historia.
Internacionalista, solidario, entendió que la libertad de los pueblos
latinoamericanos constituye un deber insoslayable de los revolucionarios. Eloy Alfaro Delgado, más que liberal era radical; los liberales de ese tiempo buscaban propiciar cambios, los radicales
buscaban la revolución; y, más que una revolución radical, podemos hablar de “una revolución alfarista”, porque fue mucho más
que un simple liberalismo y por eso se empeñó en defender las
libertades públicas, en proteger el mercado interno y en promover
el desarrollo nacional; en ese entonces significaba llevar al Ecuador
al siglo XX; ahora nuestra Revolución Ciudadana intenta llevar a
este Ecuador al siglo XXI, y les insisto, con honrosa coincidencia
enfrentamos los mismos enemigos que enfrentó el viejo luchador.
Probablemente los sectores más retardatarios de la jerarquía eclesiástica se van a considerar un Hidalgo, un Morelos, cuando en verdad están jugando el rol del obispo Schumacher de Portoviejo que
organizaba hasta ejércitos para luchar contra el enviado de Satán,
es decir, Eloy Alfaro.
Probablemente los periodistas que día a día tratan de denigrar al
Presidente, tratan de denigrar a nuestra Revolución, se consideran
Montalvos y me consideran a mí un García Moreno; pues aquí no
está García Moreno y ni de lejos existe un Montalvo; muy probablemente existe un César Borja, el “Metacarpo”, aquel sicario de
tinta que tanto daño le hizo al Viejo Luchador.
Con “El viejo de Montecristi”, como también lo llamaban, vienen
en estampida a la memoria los “montoneros” de Manabí, del Oro,
de Los Ríos, del Guayas, de todas partes de la Patria, sudorosos, en
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
marchas forzadas, por el llano y las montañas; por las pocas victorias y las muchas derrotas, viviendo y muriendo: Marcos Alfaro,
Luis Vargas Torres, Zenón Zabando, Pedro Montero; la lucidez ideológica y libertaria de José Peralta; el tropel de los caballos, el brillo
de los machetes montoneros, tomándose por asalto las luces de la
libertad.
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Aquí, querido Alcalde, aquí en Montecristi… Usted debe estar muy
orgulloso de ser alcalde de esta ciudad tan emblemática, tan importante en la historia del país, historia de hace un siglo, historia
reciente. Aquí se escribió la nueva Constitución, que marcó el inicio de una nueva era y la sepultura definitiva de la larga y triste
noche neoliberal.
Aquí, en Montecristi, cuna de Eloy Alfaro, cuna de nuestra nueva Constitución; aquí, renovamos nuestro compromiso de jamás
fallarle al pueblo que nos eligió, no para administrar un sistema
caduco y corrupto sino para transformar las estructuras de este
sistema, para realizar una verdadera revolución en lo político, en
lo económico, en lo social; vamos a concretar los ideales de la revolución liberal y de la revolución ciudadana. Estamos velando armas. Jamás abatiremos las banderas de la dignidad, aquí nadie se
vende ni retrocede nunca, nadie da un paso atrás, no hay forma de
que nos puedan detener. No hemos venido a envainar la espada,
mucho menos a guardarla, peor a regresarla a su vaina, sin haber
cumplido con el deber de realizar los cambios necesarios. Hasta
que exista un niño sin escuela, un niño con hambre; mientras que
los trabajadores sean explotados y se sigan burlando sus derechos;
mientras los campesinos sigan sin tierras, nuestra obligación de luchar sigue pendiente.
Como decía el Viejo Luchador: “Si en lugar de afrontar el peligro
hubiera yo cometido la vileza de pasarme al enemigo habríamos
tenido paz, mucha paz, la paz del coloniaje”. Facilito lograr esa paz
que en realidad es pacificación: pisotear derechos, pisotear libertades, mantener la desigualdad de siempre, someternos a los poderes fácticos y que nos aplaudan los medios de comunicación, los
banqueros, las cámaras de la producción; pero, al igual que el Viejo
Luchador, no hemos nacido para eso. Hemos nacido para jugarnos
la vida y cumplir con nuestro pueblo.
Los símbolos de combate de quien decía que en pleno “siglo de las
luces”, estábamos a oscuras; de ese gran conductor de la Patria que
trabajó incansablemente para que tengamos educación pública
laica y gratuita, no se pierden ni se perderán mientras nos quede
aliento.
Los seguidores de quienes asesinaron al mejor ecuatoriano de todos los tiempos, los representantes del pasado, los mismos que siguen defendiendo los intereses que incendiaron en el parque de
El Ejido, en esa “hoguera bárbara” la esperanza de todo un pueblo,
siguen ejerciendo su influencia nefasta desde las sombras, siguen
tramando sus asaltos al poder; siguen arrastrando su infamia, negándole a la Patria sus derechos de avanzar, de perfeccionar sus
mecanismos democráticos; y, al igual que en la época de don Eloy,
dicen que estamos dividiendo al pueblo ecuatoriano; o sea, para
no dividirnos no hay que hacer absolutamente nada; e insisto, seguir con esa paz, la paz de los sepulcros, la paz más parecida a la
pacificación, la paz no basada en la justicia, sino esa paz basada en
la opresión.
Ayer tuve un encuentro maravilloso con los afroecuatorianos del
país para inaugurar por segunda vez el concurso Nelson Estupiñán
Bass, en nombre de ese gran escritor esmeraldeño, y Silvio estaba
presente y reparé que le había llamado a su hijo Lincoln y con toda
razón, Lincoln, presidente Abraham Lincoln, presidente norteamericano que dio la libertad a los esclavos, pero frecuentemente olvidamos que a ese Presidente se lo acusaba de divisionista, produjo
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
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la guerra de secesión, casi destroza, destruye a su país, casi desaparece los Estados Unidos como lo conocemos hoy en día; y esa
era la gran acusación: haber dividido a nuestro país, porque !qué
bien que estábamos con los esclavos! ¿Para qué hacer olas? ¿Para
qué alterar el orden constituido? ¿Para qué romper la paz? Estábamos en paz con los esclavos, y eso nos da un mensaje muy potente
¿verdad? Alcanzar la justicia a cualquier costo, a cualquier riesgo,
sino esa paz es lo más parecido, insisto, a la pacificación basada
en la opresión. Es importante recordar esto, porque son ejemplos
muy relevantes en momentos actuales. Para nosotros lo más fácil
es quedarnos callados, quedarnos sentados, no hacer olas, más del
setenta por ciento de aprobación popular pasará a la historia con
un Presidente muy popular sin haber cambiado lo necesario; y yo
no nací para ser traidor, compatriotas. Aquí, insisto, nos vamos a jugar la vida como ese Eloy Alfaro, como ese Lincoln, para alcanzar a
cualquier costo la justicia, la dignidad, la equidad en nuestra Patria.
Cuando estaba Eloy Alfaro en el gobierno, tuvo que enfrentar los
intereses de los grupos de poder, a los conservadores, a los viejos
Godos, que no se quedaron en paz, que trabajaron intensamente
en su contra, como ahora lo están haciendo ciertos obispos, que
dizque llaman a reflexionar al pueblo ecuatoriano porque están
en peligro “las libertades”, utilizando el lenguaje que utiliza la oposición para asustar a nuestra gente. ¿Hasta cuándo? Ojalá, como
católico deseo fervientemente que pronto cambie la relación de
fuerzas en esa Conferencia Episcopal, para nuevamente tener una
iglesia progresista, que se preocupe de la promoción humana,
preocupada de la cuestión social, comprometida con su gente, y
no ciertos obispos que cada vez están más lejos de su pueblo y
más cerca tan solo del billete y del poder económico.
La prensa de ese tiempo (y no olvidar, para no cometer los mismos
errores), no muy diferente a la que existe hoy en día, convocaba…
Y no olvidar manabitas, ecuatorianos, ¡no olvidar! El problema que
enfrentamos ahora ni siquiera es reciente, ha sido histórico: una
prensa corrupta, que es el mejor cancerbero de los intereses vigentes de los modelos de opresión, de los privilegios de siempre,
cito “…Y no ha de ser pues, esta nueva traición a la Patria la que dé
prestigio ni en el pueblo ni en el ejército a un hombre despreciable y aborrecible. Será, por el contrario, un poderoso estímulo para
acabar, de una vez para siempre, con todos estos elementos nocivos para la República.” Esta cita, es parte del editorial publicado
en el Diario El Comercio de Quito, el 11 de Enero de 1912, apenas
diecisiete días antes del magnicidio, ya lo estaban preparando, refiriéndose a la rebelión alfarista empezada por el general Montero
en Guayaquil, en contra del Gobierno de Carlos Freire Zaldumbide.
“… Y ese traidor, ese hombre despreciable y aborrecible, ese elemento nocivo para la República…”, era nada más y nada menos
que Don Eloy Alfaro Delgado, el mejor ecuatoriano de la historia,
el más ferviente servidor de la Patria.
Si eso dijeron de Alfaro, ¿qué nos pueden decir a nosotros? Y eso
que en ese entonces no existía todavía diario El Universo, La Hora,
El Hoy, Teleamazonas, etcétera…
El mismo día, en el Diario “La Prensa”, con el título “La Víbora en
Casa” refiriéndose al regreso de Alfaro desde Panamá -se levanta el
general Montero en Guayaquil contra el gobierno de Carlos Freire
Zaldumbide y llama al líder liberal, el Viejo Luchador que estaba en
Panamá-. Entonces, cuando regresa, ¿qué escribe Diario La Prensa?: “Esta es la víbora que tenemos entre nosotros, oh! Ecuatorianos, y a esta víbora es preciso triturarla”. Así se preparaba el escenario para la Hoguera Bárbara, que ocurriría antes de que acabara
el mes.
Prohibido olvidar. Si así trató esta prensa corrupta al mejor ecuatoriano de todos los tiempos ¿qué podemos esperar nosotros, com-
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patriotas?
¡Por supuesto, ni un paso atrás! Y venceremos nuevamente, compañeros.
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Aquel 28 de Enero de 1912, el brutal asesinato del Cóndor de América, no fue algo fortuito, no fue una explosión popular espontánea. Todos sabemos que el pueblo de Quito y del Ecuador es un
pueblo bueno, no tiene naturaleza criminal. El cobarde asesinato
de Eloy Alfaro fue una vileza premeditada, inducida, azuzada por
las hordas más retardatarias de la República: sectores de la iglesia
como el obispo Schumacher de Portoviejo, prensa corrupta, poderes económicos, poderes políticos derrotados en cuanto a aceptación popular; entre ellas, y como siempre, esos medios de comunicación que, desde la elocuencia de insensatos editoriales, como
los que he reproducido, atacaba y ataca toda opción encaminada
a sustituir sus oprobiosos modelos. Hoy, después de cien años de
la gesta de los montoneros revolucionarios, nuestro país vive un
proceso de cambios profundos.
No olvidar lo que hizo la prensa con la Revolución Alfarista; lo que
hicieron los poderes económicos; lo que hizo cierto sector de la
iglesia; lo que hicieron ciertos obispos, como el obispo Schumacher (alemán). Obispo de Portoviejo que organizaba ejércitos diciéndoles que si pierden la vida en la batalla ganarán inmediatamente el reino de los cielos, porque estarán peleando contra “el
Hijo de Satán”, y el hijo de Satán era nada más ni nada menos que
el general Eloy Alfaro Delgado. Prohibido olvidar, compatriotas.
Con la decisión, con la voluntad de todo un pueblo, construimos
una verdadera transformación en las relaciones de poder; aquí, se
verificó ese cambio en las relaciones de poder, la Constitución fue
el inicio de la nueva era, de la nueva época; hay que seguirla perfeccionando, concretando, complementando con leyes, con políti-
cas públicas, con acciones concretas; pero se marcó el hito. Esto ya
es leyenda. La nueva Constitución, para pasar del Estado Burgués
al Estado Popular; para pasar de ese país de unos cuantos a un país
de todos; para pasar de ese modelo neoliberal a un modelo socialista, de justicia, de dignidad.
Construimos una verdadera transformación en las relaciones de
poder, en función de las grandes mayorías, algo inédito desde la
Revolución Liberal; y, aunque no gozamos ni de lejos de un Alfaro,
-¡cómo quisiéramos tenerlo entre nosotros!-, recibimos los mismos
odios de aquellos que quieren mantener a toda costa sus prebendas, sus privilegios, sus espacios de poder. En 1896, estos grupos,
estos intereses, desarrollaron una intensa actividad, intentaron levantar en su contra al país, organizaron la contra-revolución conservadora, que se levantó para enfrentar a los “sanguinarios liberales” –así les llamaban-, con una ferocidad inusitada.
¡Vaya, qué coincidencias!, ahora también nos quieren levantar los
grupos más retardatarios en contra del autoritarismo, la dictadura;
“dictadura” que cada vez quiere ir a las urnas a consultarle al pueblo ecuatoriano; y son ellos los que se oponen y nosotros somos la
dictadura. Imagínense.
Don Eloy, personalmente, dirigió muchos de aquellos enfrentamientos, de los que salió victorioso, más que él mismo, el país.
Por eso, nosotros no vamos a envainar la espada, nosotros no vamos a guardar la espada del “indio Alfaro”, del “indio alzado”, del
“montubio respondón”, solo la dejamos encargada en este mausoleo, para resguardar su patrimonio, para tenerla a buen recaudo;
pero su espíritu está, hoy más que nunca, vivo y combatiendo a
diario en cada militante positivo, que trabaja por la Patria renacida.
Nosotros vamos a mantener encendida la antorcha de quien insti-
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
tuyó la libertad de pensamiento, la enseñanza pública, laica y obligatoria; celebramos en cada uno de nuestros actos, en cada uno
de nuestros pensamientos la memoria del “Viejo Luchador”, que
nació a la historia para orgullo y gloria de los ecuatorianos, que se
ha convertido en ejemplo de lucha por la dignidad, por el laicismo,
por la vida, por el pueblo, por la libertad.
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Porque no se trata de repasar la historia, se trata de repensar nuestras responsabilidades. Alfaro cabalga de nuevo, sus montoneras
están por todas partes, la Patria nos llama. Estamos comprometidos con los hombres y las mujeres libres, que construyen el futuro
de dignidad para el Ecuador.
Las voces de batalla que vuelven a retumbar en el Ecuador, siguen
el ejemplo inmortal del guerrero que trabajó incansablemente por
la paz y el desarrollo; sin embargo esas batallas ya no se realizan
con balas, como en aquellos tiempos, sino con votos. No estamos
a la sombra de Eloy Alfaro, estamos a plena luz de su ejemplo de
dignidad que nos alumbra. No se trata de un saludo vacío al pasado, se trata de establecer nuestros compromisos libertarios con el
presente y con el futuro.
Vamos, con todos los hombres y mujeres honestos, laboriosos y
revolucionarios de la Patria a vencer con el Sí en la Consulta Popular, que busca perfeccionar nuestros instrumentos democráticos,
nuestros compromisos de lealtad con los postulados de paz y desarrollo, en un esfuerzo plural de las ecuatorianas y de los ecuatorianos, en un canto coral de dignidad, con una estrategia conjunta,
con una canción de amor y de combate, con un pacto de unidad.
Diremos, parafraseando a José Martí, que el trabajo libertario de
Simón Bolívar, de Eloy Alfaro, está todavía por hacerse. Aquí está la
espada, aquí está el ejemplo y la memoria combativa.
Querido General, querido don Eloy, no vamos a fallarte; General,
esta es una batalla más por la dignidad de la que saldremos airosos, victoriosos, más llenos de esperanza que nunca. Vamos a
decirle ¡Sí a la Patria! ¡Sí al futuro! ¡Sí a la paz! Vamos a lograr una
nueva victoria popular. ¡Vamos a lograr la victoria siempre!
Muchas gracias, compañeros.
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
Discurso de la ministra de Coordinación de Patrimonio Natural
y Cultural, María Fernanda Espinosa.
Acto cívico patriótico en homenaje a la recuperación de los
Bienes Emblemáticos de la Revolución Alfarista
Queridas y queridos Manabitas;
Querida Tatiana Hidrovo, Presidenta de Ciudad Alfaro.
Señora Gobernadora
Compañeras y compañeros Ministros
Compañero Presidente
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La espada del Viejo Luchador reposa ahora en el Centro Cívico
Ciudad Alfaro como símbolo de la renovada lucha por la emancipación de nuestros pueblos. El Gobierno de la Revolución Ciudadana, decidido a continuar la gesta alfarista, rinde con este acto
un homenaje a quien fuera el abanderado de la Revolución Liberal
Radical, que libró al Ecuador del sistema oligárquico-terrateniente,
heredado del Coloniaje. Muchas de las injusticias de aquel modelo
de Estado agobian todavía a nuestro país. La espada del General
Revolucionario regresa a Montecristi, para recordarnos a todas y
todos que la lucha no ha terminado. Este recinto cívico, donde se
llevó a cabo la Asamblea Constituyente y que vio el nacimiento del
Nuevo País, también será testigo de nuestro empeño por conseguir el sumak kawsay , el buen vivir y por perfeccionar nuestro proceso revolucionario a través del gran arquitecto del cambio que es
el pueblo. Por eso le estamos preguntando a él, al Pueblo, cómo
hacer los cambios profundos que aún están pendientes. Ninguna revolución puede ser estática es un cuerpo vivo que crece y se
multiplica con el aliento de los hombres y mujeres que luchan por
una patria nueva sin exclusiones, sin inequidad, sin injusticia.
Obedeciendo el mandato de la Asamblea Constituyente, Ciudad
Alfaro ha emprendido la tarea de recuperar los Bienes Emblemáticos del Viejo Luchador. Hasta este momento, el Museo Histórico
de Ciudad Alfaro ha recuperado, restaurado y difundido una co-
lección de valiosos objetos, entre los que destacan la indumentaria de masón, el traje de civil y el bastón donado por la Sociedad
de Zapateros de Guayaquil en 1908. Esta última reliquia posee un
importante valor simbólico, porque recuerda el surgimiento de la
clase media y la pequeña industria en el país, gracias al Gobierno Liberal Radical. La búsqueda de la unidad del Ecuador y la vida
digna de sus habitantes está muy bien representada en uno de los
objetos más sencillos de la colección del Museo: una réplica a escala del Tren de la Unidad Nacional. Estamos también recuperando el tren patrimonial de Alfaro, aquel que unió las regiones de
la Patria, y que durante décadas significó la sobrevivencia y hasta
la prosperidad de familias, pueblos y ciudades enteras. Los Bienes
Emblemáticos del Revolucionario Eloy Alfaro, algunos de ellos en
manos de sus descendientes, hasta hace poco, les pertenecen ahora y para siempre a todas las ciudadanas y ciudadanos del país.
Como debe ser, porque los patrimonios son bienes públicos para
el disfrute de todas y todos.
El Archivo de la Revolución Alfarista cuenta ya con 15.000 documentos recuperados, entre ellos, numerosas cartas. Este legado es
una verdadera insignia para el Gobierno de la Revolución Ciudadana, pero sobre todo constituye una herencia, que nos inspira a
seguir trabajando por la Patria. Por ello una selección de cartas de
Don Eloy fueron publicadas hace poco en un libro que contiene
las copias de los manuscritos. Con estas acciones, queremos salvaguardar el Patrimonio Nacional, pero también difundirlo, para que
los ciudadanos del Nuevo País lo conozcan, lo valoren y se apropien de él. No habrá revolución económica ni política que alcance
para volver a tener Patria, si no está acompañada de una revolución cultural y sustentada por una revolución educativa. Creemos
que generar, recuperar y entregar estos espacios públicos a la ciudadanía es la estrategia más efectiva para recobrar y fortalecer el
orgullo de pertenecer a nuestra heroica nación.
Con este proyecto, y otros del Plan de protección y recuperación
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del Patrimonio Cultural del Ecuador, denominado S.O.S. Patrimonio, el Ministerio Coordinador continúa, con la ejecución del Decreto de Emergencia Patrimonial, dictado por el Presidente Rafael
Correa, en el 2007. Se trata de un hito histórico sin precedentes, a
favor del rescate y preservación de nuestra memoria. Se trata de
una auténtica acción política y patriótica y no de un mero gesto
protocolario o retórico. Se trata de una necesidad imperiosa que
compromete la supervivencia del Ecuador mismo como nación
pero nación de verdad con memoria, con pasado y sobretodo con
futuro, un futuro lleno de esperanza.
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Estos símbolos materiales que el Presidente Correa entrega hoy a
Ciudad Alfaro, han sido conservados con veneración por los descendientes del Viejo Luchador, quienes en un acto de generosidad
y desprendimiento decidieron compartir con todos los ecuatorianos estos emblemas del trabajo, la dedicación y la decisión de continuar construyendo la Patria altiva y soberana que empezó a formar Alfaro y sus montoneros. Por esto, gracias a los familiares de
Don Eloy, y de modo especial a su tataranieta Irene Marques de la
Plata. Fueron precisamente los familiares del General Alfaro quienes solicitaron expresamente que las piezas queden reunidas en
este lugar histórico, junto a sus cenizas, y que sean precauteladas
para las generaciones presentes y futuras. Sin embargo, a pesar de
su importancia, los Bienes Emblemáticos del Revolucionario Eloy
Alfaro son apenas una parte del Patrimonio Nacional que estamos
recuperando en una cruzada nacional por recuperar nuestra riqueza patrimonial que es inconmensurable.
Al devolver los restos de Alfaro a Montecristi, junto a su espada
y a sus más insignes pertenencias, el Gobierno de la Revolución
Ciudadana quiere recomponer simbólicamente aquel cuerpo desmembrado, arrastrado y quemado por las huestes conservadoras
en 1912, porque la recuperación de aquella entidad, la del Viejo
Luchador, representa, en este Cambio de Época, la reparación de
la fuerza y unidad de una nación, un país y un Estado, desmembrados y ultrajados durante décadas por los intereses antipatrióticos
del Neoliberalismo. Estos intereses dolorosamente, aún blandean
la espada corroída del pasado de exclusión, de entreguismo. Esos
intereses antipatrióticos vuelven a tomar cuerpo para oponerse al
derecho del pueblo a ser consultado sobre temas que atañen directamente a su futuro y al futuro de sus hijos.
En estos días, el Viejo Luchador vuelve a empuñar su espada viva
y brillante en defensa de la Patria altiva y soberana. Nuevamente,
marchamos con usted, mi General Alfaro, guiados por su memoria,
por su espada, inspirados por su ejemplo.
Que Viva Alfaro
Que Viva la Revolución Ciudadana
Que Viva Manabí
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“Una Revolución sin gerentes ni propietarios”
Discurso de Tatiana Hidrovo
Presidenta del Centro Cívico “Ciudad Alfaro”
“Si en lugar de afrontar el peligro, hubiera yo cometido la vileza de
pasarme al enemigo, habríamos tenido paz, mucha paz, la paz del
coloniaje”
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“Cuando desaparece la práctica de la Justicia, se viene al suelo el
edificio social que llamamos Nación”.
Señor Presidente Constitucional de la República del Ecuador Ec.
Rafael Correa Delgado, Sra. Ministra de Patrimonio, Dra. María Fernanda Espinosa, Sra. Ministra de Cultura, Dra. Erika Silva, Sra. Ministra de la Política Dra. Doris Soliz, Sra. Ministra de Transporte y Obras
Públicas, Arq. María de los Angeles Duarte, Sra. Gobernadora de
Manabí Ing. Susana Dueñas, Sr. Alcalde del cantón Montecristi Ing.
Washington Arteaga; señores artesanos, señores pescadores, señores discapacitados…
Al calor de la naciente República, hace poco menos de doscientos
años, se inicio la disputa de dos proyectos políticos. La consolidación de uno u otro imprimiría el carácter de la naciente República
del Ecuador, y definiría la vida de miles de gente, herederos todos
del tortuoso sistema colonial.
El primer proyecto buscaba la consolidación de un Estado nacional integrado no sólo por un territorio, sino también por ciudadanos, entendidos cada uno de estos como la parte de un todo,
un fragmento de la soberanía popular y un individuo portador de
derechos sociales y políticos. Ello significaba borrar la estructura
estamentaria heredada de la colonia y eliminar los principios de
pigmentocracia, de superioridad e inferioridad racial. Crear una nación, es decir una identidad colectiva, una noción de pertenencia
a una fraternidad nacional, generar un sentido de Patria y ejercer
la soberanía del estado y la potestad sobre sus recursos naturales.
El segundo proyecto, planteo desde el principio la creación de una
república de papel, sin ciudadanos, derechos ni soberanía. Su propósito sería plegar a la nueva dimensión económica de la modernidad capitalista, el mercado, y convertir como su razón esencial
de ser la captura de la renta y el capital, rendirse ante los encantos
del consumismo y la especulación financiera sin respetar Patria,
frontera ni soberanía.
Aunque ambos proyectos eran y son reflejo de la modernidad, el
primero de ellos tuvo como su núcleo central a la sociedad, a la
gente, a la vida y a la nación. El segundo, al mercado y la renta.
Para ello sus defensores buscaron controlar la fuerza de trabajo, los
medios de producción, entre ellos la tierra, y promocionar la idea
del mercado como un fenómeno vital y natural. Los portadores de
este proyecto de muerte, fueron las emergentes oligarquías apátridas que sepultaron la visión integracionista y humanista de Bolívar
y asumieron el control de varios estados hispanoamericanos, entre
ellos Ecuador.
Para estas oligarquías y grupos de poder era fundamental no sólo
tomar el control de las viejas instituciones coloniales y mantenerlas vigente; sino también, conservar un sistema social desigual, y
sobre todo, con la antigua experiencia colonial, introducir su ideología, operar sobre los imaginarios de la gente, producir la desmemoria social y el olvido, para impedir el desarrollo de los sentidos
de Patria y la formación de una conciencia social, base de la capacidad de autodeterminación. Por eso, desde hace casi dos siglos,
tal como ahora, el principal recurso de los grupos de poder, ha sido
controlar los canales por donde circulan la información y las ideas,
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para el caso del siglo XIX, los púlpitos y las nacientes universidades. Limitar y manejar el sistema educativo y sus contenidos. Y por
supuesto, operar el sistema de justicia, por que la administración
del castigo y la creación de la norma y la ley otorgaban y otorgan
poder.
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Todo esto suena actual. Lo es, pero también es una realidad histórica. La historia de nuestro país ha sido eso, el proceso de resistencia
y la persistencia de los sectores populares por derribar a la vieja oligarquía, sus antiguas instituciones, sus sistemas de poder fáctico y
ejercicio de hegemonía, y los medios de control ideológico: díagase claramente la prensa o medios de información sin compromiso
nacional y social.
En este largo proceso de resistencia hemos tenido hasta hace poco,
un solo gran salto, la revolución alfarista. Alfaro y su revolución de
base campesina, logró instituir los primeros derechos políticos y
sociales. Instauró por primera vez lo que hoy llamamos formas de
inclusión social al visibilizar a la mujer dentro de la vieja sociedad
patriarcal, insertarla en el espacio público y prover su formación
profesional. Por otra parte, consagró el derecho a la libertad de
expresión, entendida esta como el derecho de la gente a expresarse y no como el derecho de la vieja oligarquía a deformar las
representaciones de la realidad para impedirnos el desarrollo de
una conciencia de sí, y consagrar nuestra verdadera y real libertad,
en cuanto sociedad civil. Este hombre, salido de un antiguo asentamiento indígena y colonial, históricamente periférico, consagró
el estado civil en el siglo xix, lo liberó de una teocracia opuesta a
la comprensión del mundo a través de la razón. Don Eloy no sólo
enunció la soberanía, la ejerció, la concretó, cuando en 1896, a escaso tiempo de estar en el poder, suspendió el pago de la deuda
externa inglesa. Alfaro, óigase bien, se enfrentó a los intereses de
los importadores que pujaban por la liberalización total del comercio (todo parecido a la palabra TLC no es coincidencia), y protegió
la industria nacional en una etapa de impresionante expansión del
mercado y afanes neocolonizadores, mientras la burguesía ecuatoriana pugnaba por el aperturismo comercial.
Pero no todo quedó allí, la revolución alfarista llegó más lejos,
planteó la aprobación del primer derecho americano para proteger a las nacientes repúblicas hispanoamericanas, intento fallido
debido a la intervención de EE.UU. Este hombre de mirada intensa
sentó también y al mismo tiempo, al construir el ferrocarril trasnadino, las bases de la integración nacional para lograr un tejido
social interegional que diera lugar a la nación, buscando al mismo
tiempo la formación de un mercado interno.
Apenas nacido en 1842, cuando casi nadie tenía una noción ni un
sentimiento de ecuatorianidad, Alfaro fue capaz de imaginar la patria, vivirla, sentirla y defenderla hasta la muerte. Por todas estas
razones, porque generó las condiciones para el desarrollo de gremios de pequeños industriales y creó el sistema educativo público
laico, promoviendo la formación de un segmento medio, fue imposible para la burguesía un acuerdo con Alfaro. Su acción e ideología política radical, su honestidad, sentido latinoamericanista y
su desafío continuo a los poderes imperiales, aterrorizó siempre
a las élites, que imaginaban el crecimiento de la insurgencia campesina, la politización de los indios y la emergencia de una clase
media urbana que les pudiera arrebatara el poder.
Por ello y por todo lo demás, se convirtió en la sombra más temida
de las oligarquías y de los propios tibios liberales que a la hora de
hacer la revolución, se conviertieron en traidores. La emergencia
de la montubiada y la indiada, la posiblidad de una rebelión popular que fuera más allá de lo permitido, articuló a todos los opositores para realizar la más horrenda masacre y asesinato de la historia
nacional.
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Pero de que vale contar esta historia, si no la comprendemos desde el presente, si no entendemos que antes como ahora nos enfrentamos a los mismos poderes fácticos enquistados en ciertos
medios de comunicación, a grupos de poder financieros sin compromiso nacional, y a facciones contituidas por mercenarios de la
política.
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No de otra manera se explica que en el proceso judicial instaurado
poco después del asesinato de alfaro un testigo digese: “entre los
arrastradores de los cuerpos estuvieron: el comerciante beltrán,
pérez, el anotador de cheques del Banco Pichincha, los Mantilla de
El Comercio, los peluqueros Camacho y los Salvador del Almacén
La Violeta . Testimonio de Miguel Dávila. 1912. Folio 340.
Ante esta evidencia, salta la pregunta: cómo explicar este continuo histórico, sin entender que el tiempo de Alfaro es nuestro propio tiempo, que su proyecto político fue, como es el nuestro, un
proyecto que busca una revolución profunda, y que por lo tanto
nos enfrentamos en la lucha cotidiana con el acecho de los poderes hegemónicos.
Si a alguien le queda duda y se pregunta por que estamos hoy
aquí, le diremos que venimos a rendir homenaje a la memoria alfarista, a demostrar que nuestro gobierno concreta una política
de recuperación del patrimonio emblemático, el mismo que reposará aquí no para la contemplación, sino para ciudadanización. La
gente, todos, todas, podrán mirar y reflexionar sobre el proceso a
través de la cátedra viva implementada en nuestro museo y archivo de la revolución, y ahora, por medio de la exposición de bienes
emblemáticos integrada por el traje de civil, el traje de masón, la
réplica del tren metálico que recibió Alfaro como regalo en 1908,
el bastón donado por la sociedad de zapatero, evidencia de su
servicio a los gremios de emprendedores, y la espada ceremonial,
piezas que estuvieron hasta hace poco en manos de sus desce-
dientes, quienes las han entregado a nuestro gobierno en un gesto
de invalorable confianza.
Pero además, estamos aquí, para realizar un gesto de liberación.
Venimos a tomar la espada de alfaro, no como la pieza de un anticuario ni el objeto preciado de un panteón de héroes petrificados,
sino como la metáfora, como el código de libertad, el signo de la
decisión de hacer una real revolución, de cambiar el orden establecido, por una razón sencilla y fundamental. Amamos la vida en
colectivo.
Que viva por siempre la memoria alfarista y su ejemplo de lucha.
Y que viva con mas fuerza en el regazo del cerro que acogió sus
sueños de un estado, justo, digno, equitativo y soberano.
Estamos aquí para tomar la posta viva la Patria y la revolución.
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