AGUSTÍN MORETO Y EL LINDO DON DIEGO

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Prof. J. Antonio García
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DPTO. LENGUA Y LITERATURA- IES Avempace
C/ Islas Canarias, 5 - 50015 ZARAGOZA - Telf.: 976 5186 66 - Fax: 976 73 01 69
AGUSTÍN MORETO Y EL LINDO DON DIEGO.
http://www.avempace.com/personal/jose-antonio-garcia-fernandez
Guía de lectura
(Aunque la representación de Teatro Avempace se dirige a todos los alumnos de ESO y
Bachillerato, es especialmente adecuada, a la vista de los currículos oficiales actualmente vigentes
en el área de Lengua Castellana y Literatura, para jóvenes de 3º de ESO y de 1º de Bachillerato.
Por otra parte, teniendo en cuenta el uso propagandístico del teatro nacional por parte del
Imperio español, el visionado de la obra es también muy interesante para alumnos y profesores del
área de Ciencias Sociales, Geografía e Historia)
Llamamos comedia nacional al conjunto de obras del siglo XVII escritas por algunos de los
mayores genios de nuestra literatura: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina,
Miguel de Cervantes, Guillén de Castro, Agustín Moreto…
En aquella centuria decimoséptima, el teatro era el gran espectáculo de masas y el
educador por excelencia de las multitudes iletradas, de manera que la comedia nacional no era
neutra desde el punto ideológico, dada la fuerza con que penetraba en las mentes de las
personas del pueblo, sino que se había erigido en portavoz de los valores tradicionales. La
comedia nacional defendía el orden establecido, las ideas conservadoras de Su Católica, Sacra e
Imperial Majestad.
Biografía de Agustín Moreto y Cavana (1618-1669)
Agustín Moreto y Cavana nació en Madrid, en 1618, y murió en
Toledo, en 1669, a los 51 años. Hijo de comerciantes italianos, fue clérigo
de órdenes menores y nunca tuvo cargos eclesiásticos relevantes. Vivió
en varios lugares, entre ellos Madrid, Sevilla y Toledo, donde murió. Fue
enterrado a petición propia en el cementerio para pobres, pues en sus
últimos años había trabajado con los desposeídos.
Se le considera discípulo de Calderón de la Barca, como Francisco
de Rojas Zorrilla y Jerónimo Cáncer, y es tenido por el último gran
dramaturgo de nuestro Siglo de Oro. Ha pasado a la historia de la literatura sobre todo por dos
obras: El lindo don Diego (1662) y El desdén con el desdén (1654), ambas comedias de enredos
amorosos. Escribió mucho y algunas obras las hizo en colaboración como: La adúltera penitente
(con Calderón y Juan de Matos Fragoso), El bruto de Babilonia (con Matos y Jerónimo Cáncer), El
hijo pródigo (con Matos y Cáncer), Nuestra Señora del Pilar (con Matos y Sebastián Rodríguez de
Villaviciosa), etc.
En El desdén con el desdén cuenta cómo doblegar el desdén de una dama de alta
posición. Esta es una comedia palatina o cortesana, de las que Bances Candamo llamaba “de
fábrica”, y pasa por ser la mejor de su género en todo el Siglo de Oro. El argumento es, más o
menos, como sigue: un enamorado galán decide escarmentar a la mujer esquiva cuyo amor
persigue, desdeñosa con todos sus pretendientes, haciéndose igualmente desdeñoso y esquivo,
con lo que viene a suscitar la curiosidad de la bella y, por fin, su amor. Para ello recurre a los
sabios consejos de su criado, que conoce bien la naturaleza humana.
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Las notas características del teatro de Moreto
son:
 La maestría en el verso.
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 La gracia en los diálogos, elegantes, inteligentes, comedidos; destaca también por el uso
inteligente del aparte (una convención escénica en la que los personajes fingen hablar en
voz baja dirigiéndose al público, que sí los escucha, pero sin que los otros personajes que
están en la escena entiendan lo que dicen).
 La maestría en la caracterización psicológica de los personajes (como puede comprobarse
en El lindo don Diego), Moreto es un fino cincelador de caracteres y un gran observador;
pero, eso sí, sus personajes son tipos: el “lindo”, la dama desdeñosa, el criado
enredador…
 La escasa originalidad (prefiere tocar temas tradicionales o tópicos, como el del “miles
gloriosus”, el vanidoso ridículo, la dama desdeñosa, el criado vivaracho y truhán, etc.).
Moreto era tenido por un buen adaptador de comedias antiguas. Así, en su famoso
Vejamen, Jerónimo de Cáncer, discípulo -como Moreto- de Calderón de la Barca y
colaborador con él en varias comedias, lo presenta "(re)escribiendo comedias viejas".
 Aun podríamos añadir una característica más: el tradicionalismo mental, pues viendo los
títulos de sus obras (Antes morir que pecar, Cómo se vengan los nobles, El Cristo de los
milagros, El más ilustre francés San Bernardo, El mejor amigo el rey, Los jueces de
Castilla, Primero es la honra…) ya se comprende que su posición es conservadora y que
puso su pluma al servicio de los valores tradicionales.
En definitiva, Moreto manifiesta una clara tendencia a la sentencia y al consejo
moralizador, no cae en el barroquismo o en el enredo excesivo, en las tramas descabelladas,
defectos de los que adolecerán las comedias posteriores de otros autores. Es por esa razón por la
que se le considera el último gran dramaturgo del Siglo de Oro. Sus cualidades presagian ya la
comedia neoclásica del siglo XVIII. Su “lindo” equivaldrá en el Neoclasicismo al petimetre, el
joven a la moda, más preocupado de lo exterior que de las cualidades morales.
El lindo don Diego (1662)
Métrica
La obra está escrita en verso, como casi todas las correspondientes al siglo
XVII. Desde el punto de vista métrico, es muy variada, pues se utilizan: redondillas,
romances, silvas y pareados. Moreto era gran maestro versificador y rimaba con facilidad los
versos. El cómputo silábico no impedía que se sirviese de ironías, juegos de palabras,
malentendidos...
El figurón
El lindo don Diego es una comedia de figurón, es decir, su protagonista, don
Diego, es un presuntuoso vacuo; un personaje que enlaza con la tradición literaria
del “miles gloriosus”, el soldado fanfarrón, que ya aparece en las tablas escénicas desde tiempos
antiguos, desde la época romana, desde al menos el cómico Plauto. Don Diego tiene también
mucho del otro tipo reiterado en las comedias: el pretencioso galán provinciano que viene a
Madrid con ínfulas de nobleza y rancio abolengo.
Fuentes
El modelo inmediato de Agustín Moreto es El Narciso en su opinión, del
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dramaturgo valenciano Guillén de Castro, universalmente conocido como autor de Las
mocedades del Cid (una obra que, a su vez, inspiró al trágico francés Pierre Corneille en su
celebérrimo Le Cid, la cual originó en el país vecino la encendida polémica entre antiguos y
modernos, donde se sustanciaba la necesidad de obedecer o no la regla de las tres unidades -de
acción, lugar y tiempo-).
El tema del Narciso, el vanidoso ridículo, el hombre enamorado de sí mismo, se mezcla
en El lindo don Diego con la tradición del “miles gloriosus”, el soldado fanfarrón. Y aún
podríamos decir que don Diego tiene también algo del tópico del avaro, pues solo piensa en su
provecho y es capaz de utilizar a tal fin el matrimonio de interés, ajeno en todo punto a la idea
romántica (muy posterior al siglo XVII en el terreno de la literatura, no anterior al siglo XIX) del
amor o del enamoramiento. Don Diego solo ve en el matrimonio un medio de acrecentar su
superioridad social, de aumentar su ego. No hay en él atisbos de generosidad, pero sí de avaricia,
de mezquindad e interesado proceder.
La crítica considera unánimemente que El lindo don Diego es, por sus merecimientos,
muy superior a la obra que lo inspira, El Narciso en su opinión, de Guillén: más cómica, mejor
construida, con personajes mejor caracterizados…
Argumento
El protagonista, don Diego, que se tiene por
apuesto y se admira a sí mismo como en el mito clásico
de Narciso, halla su contraposición en don Mendo, cuya inteligencia y
discreción sobrepasan las cualidades del vanidoso Diego. Don Tello, tío
de ambos, ha decidido casar a sus dos hijas, doña Inés y doña Leonor,
con esos sobrinos suyos. Doña Inés, que no puede soportar a su
prometido, el vano y ridículo Diego, ama a otro caballero, don Juan,
cuyo criado, Mosquito, logra con sus manejos que el “lindo don Diego”
abandone a su prometida por una criada, Beatricilla, que se finge
condesa y hace pensar al absurdo galán en una boda de mejor
provecho.
Al final, el petimetre Diego, esclavo de la moda, recibe su
merecido y queda en evidencia en sus interesadas pretensiones. En la
comedia, el final feliz exige las bodas de los enamorados, en esta
ocasión excepcional, por partida triple: los dos caballeros, con sus damas (don Juan-doña Inés,
don Mendo-doña Leonor) y el criado, con la criada (Mosquito-Beatriz).
Moreto supera así al venerable padre y maestro del teatro nacional, Lope de Vega, quien
acostumbraba a rematar sus comedias con dobles bodas. El final con triple enlace hizo, sin duda,
las delicias del respetable en su tiempo que, de seguro, supo agradecer su ocurrencia al autor con
un fuerte aplauso. El lindo don Diego cerraba así el círculo del éxito:
MOSQUITO:
Mamóla.
DIEGO:
Villano--¡viven los cielos...!-MOSQUITO:
Aquí no hay a qué apelar;
que no lo sufriera el pueblo.
DIEGO:
Pídase si quedo mal.
MOSQUITO:
Y castigado este necio
a gusto de los oyentes,
aquí, con aplausos vuestros,
dichosamente el poeta
da fin al lindo don Diego.
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Análisis de los personajes principales
El don Diego moretiano es un antihéroe, funciona sobra la base del
distanciamiento: el público no se identifica, sino que se aleja de él, se burla de su
necedad. Como decía el filósofo francés Henri Bergson en su estudio sobre la
comicidad, lo cómico “s’adresse a l’intelligence pure” (“se dirige a la inteligencia pura”). Para que
haya risas, es necesario que el personaje se convierta en algo risible, que lo veamos como un ser
ridículo caracterizado por su vanidad, sus manías y su estupidez, pues él es el único que no se da
cuenta de la realidad. Vive en la inopia. Es decir, en la idiocia.
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Don Diego
Don Diego cree que todo el mundo sucumbe ante sus encantos, sobre todo las damas,
que no pueden evitar enamorarse de él. Se mira continuamente en el espejo. Es un petimetre a la
moda, que utiliza innumerables horas en su aliño indumentario; un parásito social que solo
presume, desprecia y mira por encima del hombro. Se considera el mejor, el más bello y bravo, el
más noble y viril de los hombres, pero en realidad produce el efecto contrario, pues se convierte
en la contrafigura de la nobleza que quiere representar.
Su narcisismo es tal que no se rige por las normas que regulan
la conducta de los caballeros: ni tiene sentimiento del honor ni de la
cortesía ni de la generosidad. Su egolatría lo lleva incluso a la avaricia y
es capaz de mentir con tal de conseguir su objetivo de medro y ascenso
social. De él dice Mosquito que “de sangre y bolsa es muy limpio”. Que
no tiene mucho dinero, vamos, ni es amigo de dispendios con los
demás.
Es, definitiva, un arribista. Y si le aplicáramos el análisis que don
Gregorio Marañón aplicó al mito de don Juan Tenorio, podríamos
concluir que es impotente u homosexual: “lindo”, “adamado”,
“macho” (en el sentido de “estéril”), “mulo” (en el mismo sentido)…
Tales son los calificativos que le dedica Mosquito: he ahí por qué lo
rehúyen las damas y por qué él se niega a mirar una realidad que se
hace evidente a todos, menos al propio interesado. Las pruebas de
afeminamiento, disimulo y cobardía que da a lo largo de la comedia lo demuestran.
Don Diego deslegitima, en cierta forma, la superioridad de la nobleza sobre el vulgo y las
clases serviles. Por eso, es pasto de un personaje inevitable en las comedias de
Los criados
nuestro Siglo de Oro: el gracioso o donaire, en este caso un gracioso memorable,
Mosquito, que es la verdadera alma de la obra. Mosquito derrota al “lindo” de la
única forma en que podría hacerlo sirviéndose de la vanidad de aquel, haciéndole creer que
podrá ser “condeso”. El inteligente criado trabaja fielmente al servicio de su señor don Juan, pero
también… en su propio beneficio, pues quiere lograr que su amada Beatricilla, la fregona que don
Tello ha despedido por deslenguada y “alparcera”, sea readmitida en el hogar, para poderse así
casar con ella. Beatriz será para Mosquito digna partenaire, pues se muestra tan experta como él
en enredos, tretas y fingimientos, en grado de maestra y aún doctora. Mosquito es el gracioso de
la comedia y, además, hace el papel de enamorado de Beatriz (es decir, de galán de criada); por
último, es el “facedor y desfacedor de entuertos”, el que lía y deslía la madeja.
Entre Mosquito y Beatriz consiguen crear el enredo, una inmensa telaraña en la que ellos
mismos están a punto de caer en alguna ocasión pero que, finalmente, funciona a la perfección
para producir el desenlace feliz, obligado en toda comedia. Todos se salen con la suya:
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 don Tello, el padre venerable, porque consigue bodas ventajosas para sus dos hijas;
 sus hijas, las damas doña Inés y doña Leonor, porque sin desobedecer a su progenitor,
logran el matrimonio con galanes de su agrado, don Juan y don Mendo;
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 y por supuesto, los criados, Beatriz y Mosquito, que son sin lugar a dudas los personajes
más inteligentes de la obra.
 Todos, naturalmente, excepto don Diego que queda en ridículo, descubiertos a los ojos de
todos su cobardía e interesado proceder. Él se queda “compuesto y sin novia”, como se
suele decir popularmente.
Pero… ¿No habíamos dicho que la comedia nacional protegía los valores tradicionales,
los salvaguardaba y ensalzaba? ¿Cómo, pues, se permite el autor crítica tan mordaz contra un
miembro de la nobleza?
Ello solo era posible si, en primer lugar, se usaban con el personaje principal las técnicas
de distanciamiento a las que hemos aludido más arriba: era importante convertir a don Diego en
un ser risible, en un ente ridículo merecedor de todas las chanzas.
En segundo lugar, hacía falta otro personaje imprescindible en muchas de las comedias
barrocas: el padre venerable, don Tello, que suele funcionar como ayo o guardián
Don Tello
de las esencias. La crítica sajona lo llama “blocking character”, personaje-obstáculo
o carácter de bloqueo. Él es quien permite que haya intriga, pues si los amantes se
quisieran sin más y no hubiera obstáculo para su unión, habría sin duda boda, pero lo que no
habría sería obra. La comedia requiere el enredo, la dificultad y solo después llega, reparador, el
final feliz, que alegra el corazón del público. Así pues, don Tello decide casar a doña Inés con un
galán absurdo, don Diego, y, desde la posición de autoridad que ocupa, su decisión no puede ser
discutida, solo cabe el acatamiento.
Comienza así el conflicto, que quedará pronto desactivado en el caso de doña Leonor,
pues el galán que le propone su padre, el joven don Mendo, es discreto, atractivo y lleno de
cuantas virtudes son deseables en un hombre de noble cuna. El conflicto se centra, por tanto, en
la relación Inés-Diego, que resulta problemática, máxime cuando sabemos que Inés desprecia a
Diego y ama a don Juan, al que conoce desde hace varios años.
El personaje de bloqueo oscila en su caracterización teatral entre el tirano todopoderoso
(sería el caso del comendador en Peribáñez y el comendador de Ocaña o en Fuenteovejuna, de
Lope de Vega) y el anciano justo, ponderado y bueno (aparece, por ejemplo, en El alcalde de
Zalamea, de Lope, y también en la obra homónima de Calderón: Pedro Crespo bendice a su hijo y
le recomienda el bien cuando este decide unirse a las milicias para servir al Rey).
En El lindo don Diego, el personaje de don Tello tiene todo de nobleza, mesura y
ponderación y nada de tirano arbitrario (contra este sería lícita la rebelión, como en
Fuenteovejuna, de Lope de Vega: “todos a una”). Eso explica también que de sus hijas se espere
una posición de obediencia al progenitor, incluso en el caso de doña Inés, a quien don Tello
planea casar con el ridículo don Diego en contra de la voluntad de la dama. El aprendizaje del
padre a lo largo de la comedia consistirá en hacerse consciente de la necedad de su sobrino Diego
y cómo aquella lo inhabilita para casarse con su hija.
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La visión del matrimonio que tiene don Tello es tradicional: lo considera un
asunto de familia, un medio de prosperar socialmente o de acrecentar el
patrimonio familiar; un negocio, en suma, organizado por el cabeza de familia, cuya autoridad no
es discutible, y en el que la opinión de la hija (o inclusive de los hijos, si los hubiere, cosa que no
ocurre en esta obra) no cuenta. En el matrimonio no interviene para nada la idea del amor, sino
solo la conveniencia, el interés, la relevancia social. Y naturalmente es el padre quien debe dar el
parabién, sin el cual el vínculo es imposible.
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El matrimonio
Las damas, en general, en el teatro español del Siglo de Oro no tienen otro
papel más que el de suspirar de amor, si bien en El lindo don Diego se les concede
cierto margen de maniobra, cierta capacidad de acción: estando como están
vinculadas por obediencia a las decisiones de su progenitor, consiguen con
inteligencia hacer que las cosas giren a su favor y ocurran como ellas quieren. Por eso Leonor le
dice a su hermana Inés, al principio de la obra (versos finales de la jornada primera), cuando esta
está aterrada con la idea de tener que casarse con don Diego:
Las hijas: doña Inés
y doña Leonor
LEONOR- El riesgo de un casamiento,
que si se yerra es martirio,
ha de ser el escogerlo
de quien se obliga a sufrirlo.
Siendo esto cierto, ¿qué temes
de que él tenga ese disinio?
¿Se ha casado alguna dama
con el sí que el padre dijo?
Por otro lado, el matrimonio solo es viable
dentro de la misma clase social: el criado con la
criada, el galán con la dama. Así ocurre en las
comedias de todos los autores del teatro nacional:
en Lope, en Calderón, en Moreto… Otra cosa sería una inadmisible revolución. Todavía falta
algún tiempo para que aparezca la Lady Chatterley (con su jardinero), imaginada por D. H.
Lawrence (1928), o el criado burlón capaz de salirse siempre con la suya, aun en contra de la
voluntad de su señor, como ocurre con el Fígaro (1775) de Beaumarchais.
Bien, pues con todo, a pesar de su querencia por la tradición, don Tello hace en la
comedia el papel de un hombre justo, ejerce su papel de manera en nada arbitraria. Es
ponderado, capaz de cambiar de opinión, intenta procurar la felicidad de todos los suyos. En
cierta forma, es el reverso de don Diego, pues si la burla de aquel está justificada por su propia
estulticia, la obediencia a este pater amabilis es obligada en el caso de sus descendientes, pues
su autoridad está santificada con los atributos de la ponderación y la nobleza de espíritu.
Interpretación de El lindo don Diego
En definitiva, El lindo don Diego podría entenderse al modo en que señala Northrop Frye,
como lucha entre dos generaciones: la vieja (don Tello) y la nueva (los jóvenes). Otro crítico,
Francis Cronford, ha recordado igualmente los ritos de la fertilidad en las culturas antiguas, la
lucha entre el viejo rey invernal y el nuevo monarca primaveral o veraniego, cuyo triunfo
permitirá el renacer de la vida.
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La obra de Moreto, naturalmente, como no podía ser de otra manera, apuesta por la
conservación del orden establecido, de manera que no se rompa la tradición heredada. En este
equilibrio reparador del conflicto, es fundamental el papel del gracioso: Mosquito, quien con su
hábil maniobrar, con su gusto por el enredo –lo que se manifiesta también en su gusto por el
humor verbal o el juego de palabras- permite que doña Inés se encuentre con su verdadero
amor, don Juan, y que el “gloriosus”, don Diego, quede desenmascarado y en entredicho.
Los críticos han señalado con acierto el marcado ascenso del gracioso en esta y otras
obras moretianas (como Trampa adelante), al igual que en comedias de Guillén de Castro tales
como Quien no se aventura no ha ventura. El gracioso, un personaje en principio pensado como
secundario, cobra más y más protagonismo, usurpándoselo al mismísimo galán. Wardropper, por
ejemplo, habla de liderazgo dramático, “leadership role”, y constata que el personaje está casi
siempre en escena e incluso hace solos, apartes, para el público.
El gracioso del teatro nacional es mucho más que un bobo simpático. Va más allá de lo
bufonesco o la carnavalada. Asiste al señor, pero lo supera en inteligencia, en personalidad
dramática y, finalmente, en aprecio del público. Digamos que, mientras que con el gracioso se
produce un proceso de identificación entre personaje (Mosquito) y auditorio, en el caso del
figurón (don Diego) el proceso es opuesto: distanciamiento y burla.
El lindo, el Narciso enamorado de sí mismo, el
“gloriosus” convertido en figurón, el provinciano paleto
con absurdas pretensiones de rancio abolengo nobiliario,
ridiculizado en su descabellado proceder, desacraliza a la
nobleza, legitima la burla a la que es sometido y
fundamenta también el interesado proceder del bufón
que, en lugar de servir únicamente a los deseos del señor,
se permite sacar provecho para sí mismo.
La literatura de Moreto, último gran dramaturgo de nuestro teatro áureo, muestra a las
claras que el esquema social del viejo Imperio en el que “nunca se ponía el sol”, la organización
jerárquica basada en la ciega sumisión del criado a su amo, había empezado a resquebrajarse.
Mosquito es mucho más que aquellos donaires o graciosos de Lope cuya única misión era la de
hacer reír, mucho más que la simple contrafigura del galán: es el centro mismo de la acción
dramática, el puente que une los valores de dos mundos opuestos (el bien y el mal, la nobleza y la
servidumbre, la estupidez y la inteligencia, el autoritarismo y la obediencia, la sumisión y la
rebeldía…)
El lindo don Diego y la comedia de figurón
Sin embargo, no debemos caer en el error de ver el texto de Moreto como una obra
revolucionaria, pues nada más lejos de la intención del autor, muy apegado a los valores
antiguos. Los textos solo pueden ser entendidos en el contexto en que son producidos, en las
concretas circunstancias en que nacen, en unas específicas coordenadas de espacio y tiempo. Y
evidentemente, el hic et nunc, el aquí y ahora en que vivió Moreto no fue una época
precisamente inclinada al liberalismo. Y tampoco él, clérigo de ordenada vida y costumbres, era
partidario de mayores desórdenes.
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Lo que sí es cierto es que, consciente o inconscientemente (más bien, lo segundo),
Moreto transmite en su obra El lindo don Diego la crisis de una sociedad anticuada cuyos
esquemas ya no funcionan con la eficacia que antes tenían. He aquí un claro ejemplo en que
observamos cómo los textos clásicos, además de su interés artístico, además de su condición de
monumento literario, tienen también un gran valor añadido como documentos socio-históricos.
La comedia de figurón es uno de los subgéneros dramáticos generados en el Siglo de
Oro español a partir de la comedia de capa y espada. Muy cercano al género dramático de
la farsa, pueden encontrarse ya figurones (personajes cómicos de un grotesco y ridículo orgullo)
en el teatro de Plauto, y en especial en su pieza Miles gloriosus, (El soldado fanfarrón)
o Aulularia (Comedia de la olla).
El nacimiento del género en el teatro clásico español está bien claro. Siempre solía
quedar un "galán suelto", burlado al final de una pieza de capa y espada, siempre fundada en un
enredo de tipo amoroso. El género abarca los siglos XVII, XVIII y principios del XIX. El primer
autor puede considerarse Alonso de Castillo Solórzano. Poco a poco se le fueron agregando
rasgos cómicos hasta transformar a ese galán suelto en un arquetipo de lo risible, en una
personalidad con frecuencia afeminada (como en El lindo Don Diego) o propietaria de rasgos
ridículos, frecuentemente emparentados con el aldeanismo provinciano
(hay que recordar aquí que don Diego y su primo don Mendo vienen de
Burgos). Muchos de ellos son vascos o montañeses, imbuidos de un
grotesco orgullo nobiliario. Su primer ejemplo señero está en El Narciso en
su opinión, de Guillén de Castro, donde aparece un protagonista atildado y
pretencioso, que queda ridiculizado. Esta obra, como ya hemos señalado
anteriormente, sirvió de modelo a Moreto para su Lindo…
En el repertorio de las comedias de figurón del Siglo de Oro
español, además de El lindo don Diego, figuran:









 El marqués del cigarral, de Alonso de Castillo Solórzano.
 Entre bobos anda el juego, de Francisco de Rojas Zorrilla.
 Guárdate del agua mansa, de Pedro Calderón de la Barca.
Un bobo hace ciento, de Antonio de Solís.
El sordo y el montañés, de Antonio Fernández de León.
El castigo de la miseria, de Juan Claudio de la Hoz y Mota.
El hechizado por fuerza, de Antonio de Zamora.
El honor da entendimiento y el más bobo sabe más, Abogar por su ofensor y barón del
Pinel, El dómine Lucas, Yo me entiendo y Dios me entiende, La más ilustre fregona, De
comedia no se trate, allá va ese disparate y De los hechizos de amor la música es el
mayor y el montañés en la Corte, de José de Cañizares.
La encantada Melisendra y Piscator de Toledo, de Tomás de Añorbe y Corregel.
Don Cosme Antúnez y Panciconeja o El desgraciado por fuerza, de José Calvo
Barrionuevo.
Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena, de José de la Concha y
Un montañés sabe bien dónde el zapato le aprieta, de Luis Moncín, entre muchas otras.
Con el tiempo el género se transformó en la comedia de carácter neoclásica. Las
comedias de figurón españolas del Siglo de Oro, siempre en torno a un personaje ridículo central,
gustaban tanto a los clasicistas franceses que las imitaron y refundieron mucho. Hay que
distinguir, sin embargo, que las comedias de figurón españolas no tratan de arquetipos
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psicológicos universales, como las francesas, sino de personajes ridículos fruto de unas
circunstancias histórico-sociales concretas.
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Ya más adelante, el paleto y palurdo figurón provinciano ha sido víctima de la hilaridad
cortesana, y en tal sentido ha sido un personaje constante en el género dramático hasta el
mismísimo siglo XX, como el personaje interpretado por Paco Martínez Soria en La ciudad no es
para mí, cuyo guion escribió Fernando Lázaro Carreter.
Fragmentos de El lindo don Diego
Copiaremos aquí algunos fragmentos representativos de la comedia de Agustín Moreto.
El primero pertenece a la jornada I, en él entra Mosquito y comenta que ha conocido a los novios.
Don Mendo le ha parecido gallardo, pero don Diego… Llama la atención la familiaridad con que
revela ante los señores la opinión que le merece el galán, sabiendo como sabe que va a ser el
marido de doña Inés:
MOSQUITO:
¡Jesús, Jesús! Dadme albricias.
LEONOR:
¿De qué las pides, Mosquito?
MOSQUITO:
De haber visto a vuestros novios;
que apenas el viejo hoy dijo
1
la sobriniboda cuando
2
partí como un hipogrifo ,
3
fui, vi y vencí mi deseo ,
y vi vuestro par de primos.
LEONOR:
Y ¿cómo son?
MOSQUITO:
Hombres son.
LEONOR:
Siempre estás de un humor mismo,
pues ¿podían no ser hombres?
MOSQUITO:
Bien podían ser borricos;
que en traje de hombre hay hartos.
LEONOR:
Y ¿cómo te han parecido?
MOSQUITO:
El don Mendo, que es el tuyo,
galán, discreto, advertido,
cortés, modesto y afable;
menos algún revoltillo
que se le irá descubriendo
con el uso de marido. (…)
INÉS:
¿Y don Diego?
MOSQUITO:
Ése es un cuento
sin fin pero con principio;
que es lindo el don Diego y tiene,
4
más que de Diego, de lindo .
Él es tan rara persona
que, como se anda vestido,
5
puede en una mojiganga
ser figura de capricho. (…).
Y porque mejor te informes
de quién es y de su estilo,
te pintaré la mañana
que con él hoy he tenido.
Yo entré allá y le vi en la cama,
de la frente al colodrillo
ceñido de un tocador,
que pensé que era judío. (…)
1
sobriniboda: neologismo inventado por Mosquito, que alude
a las bodas planeadas por don Tello de sus hijas con sus
sobrinos.
2
hipogrifo: animal mitológico, mitad caballo y mitad Grifo,
que montaba Astolfo en Orlando furioso, de Ariosto.
3
fui, vi y vencí: Mosquito remeda la famosa frase de Julio
César, “Llegué, vi, vencí”, “Veni, vidi, vici”, ejemplo de
lenguaje conciso y de yuxtaposición.
4
lindo: lo dice Mosquito aquí en el sentido de afeminado,
cuidadoso en exceso de su compostura y aseo. Más abajo, lo
llamará “adamado”.
9
5
mojiganga: fiesta pública en la que hay disfraces ridículos y
hombres disfrazados de animales.
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6
Con su bigotera puesta
estaba el mozo jarifo,
como mulo de arriero
con jáquima de camino; (…)
De este modo, de la cama
salió a vestirse a las cinco
y en ajustarse las ligas
llegó a las ocho de un giro.
Tomó el peine y el espejo
y, en memoria de Narciso,
le dio las once en la luna;
y en daga y espada y tiros,
capa, vueltas y valona
dio las dos y después dijo,
7
"(…) Mozo, ¿dónde habrá agora misa ?"
Y el mozo, humilde, le dijo,
"A las dos dadas, señor,
no hay misa sino en el libro."
Y él respondió muy contento,
"No importa, que yo he cumplido
con hacer la diligencia.
Vamos a ver a mi tío."
Éste es el novio, señora,
que de Burgos te ha venido;
tal que primero que al novio
8
esperara yo un novillo .
6
bigotera: protección para los bigotes que se ponía de noche
para que no se descompusieran.
7
misa: en aquel tiempo solo había misa hasta mediodía.
8
novillo-novio: juego de palabras de Mosquito y
animalización de don Diego”; antes lo ha llamado “lindo”,
“necio” y “mulo”.
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Mosquito llega incluso a animalizar a don Diego, comparándolo con un mulo y con un
novillo, con la complicidad de los nobles, que le permiten hablar de modo tan irrespetuoso de
uno de ellos, de un miembro de su clase social, al que incluso el criado llega a tildar de “lindo” (o
sea, poco hombre, afeminado).
Es más, el propio don Mendo lo calificará de “necio” y “majadero” en la escena siguiente
y lo mismo harán las damas, en cuanto que lo conozcan; y hasta el mismísimo don Tello, el
cabeza de familia que ha orquestado las bodas, se irá dando cuenta del carácter ridículo de su
sobrino. Mosquito, a lo largo de la obra, insiste en la animalización del ridículo galán: pide que le
den una “albarda”, dice que es pecado querer casar a Inés con un “jumento”, etc.
MOSQUITO:
Y que es pecado nefando
casarte con un jumento.
La ridiculización de don Diego es constante y acaba en el “¡Mamóla!” (“¡Tonto!”) que
dice Mosquito justo al final de la comedia.
Un par de escenas más debajo de esta que hemos transcrito, Mosquito se ofrece para
desarrollar sus saberes brujos de magno enredador:
MOSQUITO:
¿Y si yo me atrevo a hablar
y a decirte que aunque luego
te case con él tu padre,
yo a descasarse me atrevo?
Porque este novio es un macho
JUAN:
y hace mulo el casamiento.
Inés, señora, ¿qué dices?
¿Quédale ya a mi tormento
esperanza que le alivie?
Así, comienza el protagonismo del gracioso, y ya no lo abandonará en toda la obra. Él es
quien urde la trama, quien crea los equívocos y engaños y quien, finalmente, los desenredará.
También recae sobre él el humor verbal de la comedia; aquí, por ejemplo, dice de don Diego que
es un “macho” en el sentido de estéril, y habla de “hacer mulo el casamiento” jugando con el
parecido fonético de “mulo” y “nulo”. La obra, desde el punto de vista dramático, es un continuo
crecer de Mosquito y el decrecer y decaer constante de don Diego.
En la jornada segunda, Mosquito le insiste a su amo don Juan:
MOSQUITO:
Vuelvo a decirte que hay medio
para curar tu dolor.
JUAN:
Mosquito, en tanto rigor,
¿cuál puede ser el remedio?
Don Tello ha determinado
el dar a Inés a don Diego,
y ha despreciado su ruego
y su palabra ha empeñado;
no hay medio en tanta aflicción.
MOSQUITO:
Dígote que le ha de haber.
JUAN:
Necio, ¿cómo puede ser?
MOSQUITO:
¿Hay tal desesperación?
Ese hombre ¿no es un rocín?
Luego tu duda es crüel (…)
Pero para aqueste efeto,
tu licencia me has de dar
de lo que yo he de trazar.
JUAN:
Ésa yo te la prometo.
MOSQUITO:
Pues, señor, yo, conocida
11
la liviandad de don Diego,
deseando tu sosiego,
hallé el medio por su herida.
Alabéle con intento
a tu prima la condesa,
que ya de viuda profesa
se le anda el casamiento.
Abrió tanto ojo a la mía,
y muy fïado de sí,
dijo, "Si ella me ve a mí,
yo me veré señoría."
Yo le prometí llevar
donde ella verle pudiera,
y él dijo, "De esa manera,
condesa, de par en par."
Si trazamos que en él cuaje
esta esperanza, después
despreciará a doña Inés
y al viejo y a su linaje.
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Y el gracioso vuelve a animalizar a don Diego, llamándolo “rocín” (es decir, asno, burro).
Se muestra además seguro de su “maña”, de salir airoso del reto. Además, sabe que el punto flojo
de don Diego es la vanidad, así que decide luchar contra él usando de sus propias armas:
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MOSQUITO:
(Voy a avisar a Beatriz
por que se ponga en adobo,
que ha de tragar este bobo
la condesa fregatriz).
Aparte
A continuación, transcribimos la parte más “revolucionaria” de la obra: cuando Mosquito
le explica a Beatriz qué ha de hacer para pasar por condesa:
MOSQUITO:
Mira, Beatriz, si quieres acertarlo,
cuanto hablares sea escuro y confuso;
habla crítico agora, aunque no es uso,
porque si tú el lenguaje le revesas,
pensará que es estilo de condesas; (…)
y en viendo que habla voces desusadas,
cosas ocultas, trazas intrincadas,
para dar a entender que lo comprenden,
le dicen que es gran cosa y no la entienden.
Conque si le hablas culto, prevenida,
te tendrá por condesa, y entendida.
BEATRIZ: Pero si él me pregunta algo corriente,
forzoso es responderle vulgarmente.
MOSQUITO: De ningún modo, que ese no es su paso.
BEATRIZ: Y si él pregunta, "¿Cómo estáis?", acaso,
¿qué le he de responder?
MOSQUITO:
En garatusa.
"Libidinosa, crédula y obtusa."
BEATRIZ: Pues ¿qué ha de entender él, si eso no es nada?
MOSQUITO: Acaso entenderá que estás preñada.
BEATRIZ: Déjame a mí, que yo sabré hablar culto
cuando importe, que no ha de ser a bulto.
Mosquito llama a Beatriz “fregona en paños mayores”, dando a entender que la
diferencia entre criados y señores no es tanta, una simple forma de hablar y comportarse, una
manera amanerada de estar en la vida. Y cuando Beatriz, “la condesa condada”, se entrevista con
don Diego, este traga completamente el anzuelo:
BEATRIZ: ¿Quién anda en los corredores? (…)
DIEGO:
El cielo guarde esa aurora.
BEATRIZ:
La vuestra sea bien venida.
DIEGO: (No he visto en toda mi vida
Aparte
mejor bulto de señora.)
BEATRIZ:
¿Qué intento os lleva neutral
a mis coturnos cortés?
DIEGO:
(¡Jesús, cuál habla! Esto es Aparte
estilo de sangre real.)
Señora, bueno he venido.
MOSQUITO: (Qué quieres te preguntó). Aparte
DIEGO:
Estar bueno quiero yo;
luego bien he respondido.
BEATRIZ: (De risa me estoy cayendo
Aparte
y disimular no sé).
DIEGO: (También me parece que
Aparte
va la condesa cayendo).
BEATRIZ:
En fin ¿venís rutilante
a mi esplendor fugitivo,
para ver si yo os esquivo
a mi consorcio anhelante?
DIEGO:
¿No ves, Mosquito, al hablarme,
con qué gracia me enamora?
MOSQUITO:
Pues ¿qué es lo que dijo agora?
DIEGO:
Todo aquesto es alabarme.
Si yo aquí os he parecido
como vos significáis,
cierto que no lo arriesgáis
porque soy agradecido.
BEATRIZ:
Explicaos de una vez.
DIEGO:
Hablaros de espacio intento.
BEATRIZ:
Pues apropincuad asiento.
DIEGO:
Mosquito, ya pica el pez.
MOSQUITO:
Ya yo le he visto tragar.”
Incluso los demás nobles -excepto don Juan, amo de Mosquito, que está al tanto de todocaen en el engaño de creer condesa a Beatriz hasta que el enredo “da lumbre”, como dice el
ingenioso criado. El arribista don Diego se niega a casarse con doña Inés, pensando en una boda
de mejor acomodo con la falsa condesa y tarde se da cuenta de su error:
TELLO:
DIEGO:
¿Qué mujer?
Ésta que veis
es mi mujer.
TELLO:
¡Bien, por cierto!
¿Y por aquesta crïada
dejáis a mi hija?
DIEGO:
¡Esto es bueno!
¿Qué criada? Que es condesa,
12
y se disfrazó de celos.
Descubríos ya, señora.
BEATRIZ:
Yo descubriros no puedo
más de que soy Beatricilla
y vos el lindo don Diego.
DIEGO:
Pues ¿cómo es esto?
MOSQUITO:
Mamóla.
DIEGO:
Villano--¡viven los cielos...!--
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La obra se cierra, además, con triples bodas: los galanes con sus damas (don Juan con
doña Inés, don Mendo con doña Leonor) y Mosquito con su Beatricilla. Los siervos se colocan,
una vez más, a la altura de los señores, también en la obtención de un desenlace feliz. Sin duda su
talento, su agudeza y su ingenio merecían tal final igualitario. La jerarquía social quedaba, a la
vez, afirmada y contradicha.
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Del “román paladino” al hablar “en garatusa”
En la edad media un monje riojano llamado Gonzalo de Berceo (fines del siglo XII-1252)
escribió estos versos que han pasado a la historia de la literatura:
«Quiero hacer una prosa en román paladino
en el cual suele el pueblo hablar con su vecino,
que no soy tan letrado para hacer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de buen vino.».
Los intelectuales de entonces, quienes detentaban el saber, los clérigos, enunciaban así
su idea de acercarse al pueblo: hablarle “en romance claro”, sin retórica ni latines, tomarse con la
gente un vaso de buen caldo riojano. Su ideal era la aproximación, el acercamiento a los de abajo
a los que había que predicar la verdad cristiana de un modo sencillo, directo, fácilmente
asimilable por aquellas mentes toscas que ignoraban cómo empuñar la pluma, si bien manejaban
a diario con habilidad el arado.
La nobleza que representa tan lindamente don Diego es, justamente, lo contrario: un
grupito encumbrado al que le gusta hablar con afectación, un elenco parasitario que establece
distancias con los otros, con los plebeyos, a los que se creen infinitamente superiores.
Por eso la burla de Beatriz. Su hablar “en garatusa” cuando se finge condesa es un ajuste
de cuentas también en el plano lingüístico: es el pueblo apropiándose de los afeites
aristocráticos, el asalto al tocador de la Bastilla. La “condesa” habla tan barroca que don Diego
cae rendido a sus encantos: “Sin duda tiene grandeza la dama, a juzgar por cómo se expresa”,
piensa aquel bobo. El “guiso lingüístico” que le prepara Beatriz tiene una apariencia magnífica,
todo él salpimentado además, para el público, con el humor verbal de Mosquito, que no deja de
hacer brillantes juegos de palabras durante toda la obra.
Cuando al final se desinfla el buñuelo de palabras preparado por los criados (“saliose
todo el puchero”), el galán conocerá la amarga verdad: “que yo soy Beatricilla, y vos el lindo don
Diego”. Dentro del buñuelo, no había sino aire. Un par de pillos se habían reído de su excelencia.
De la “condesa condada” al “condeso” burlado. Tesoros, grandezas y dignidades… ¿qué se
hicieron?
Volaverunt, señor don Diego! Volaverunt!
El juego lingüístico en El lindo don Diego
Ver el documento
http://www.avempace.com/file_download/2299/EL+JUEGO+LING%C3%9C%C3%8DSTICO+EN+EL+
LINDO+DON+DIEGO.doc.
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Más información
Martínez Berbel, Juan Antonio, “El ascenso de un personaje secundario: el gracioso en
Trampa adelante de Moreto”, Teatro de palabras. Revista sobre teatro áureo, nº 1, 2007,
disponible en http://www.avempace.com/file_download/2288/El+ascenso+del+gracioso+en+Moreto.pdf
 Moretianos, Universidad de Burgos, http://www.moretianos.com/, biografía de Moreto:
http://www.moretianos.com/biografia.php.
 Moreto, Agustín, El lindo don Diego, 3ª ed. Madrid, Cátedra, 1981. Ed. Frank P. Casa y Berislav
Primorac.
 Teatro Avempace, web: http://www.avempace.com/programas/teatro-avempace. Ver el
apartado dedicado a El lindo don Diego, con varios documentos de interés, entre ellos:
o Teatro Avempace, “El juego lingüístico en El lindo don Diego”,
http://www.avempace.com/file_download/2299/EL+JUEGO+LING%C3%9C%C3%8DST
ICO+EN+EL+LINDO+DON+DIEGO.doc.
o Teatro Avempace, El lindo don Diego, de Agustín Moreto. Texto usado en la
representación,
http://www.avempace.com/personal/jose-antonio-garcia-fernandez

http://www.avempace.com/file_download/3099/EL+LINDO+DON+DIEGO+revisado+2.pdf.
 Wikipedia, voces “Agustín Moreto”, “El lindo don Diego”, “El desdén con el desdén”,
“Comedias de figurón”.
Trabajo para los alumnos de Bachillerato
Utiliza tu libro de texto, busca los temas relativos al teatro en el Siglo de Oro y contesta a
estas cuestiones:
1. El teatro de Miguel de Cervantes Saavedra. Tragedias, comedias, entremeses.
2. Lope de Vega y su teatro: “monstruo de Naturaleza” y “Fénix de los ingenios”.
3. La escuela lopesca. Tirso de Molina y El Burlador de Sevilla. Otros autores (Guillén de
Castro...)
4. Calderón de la Barca y su teatro.
5. La escuela calderoniana. Agustín Moreto y El lindo don Diego. Otros autores (Francisco
Rojas Zorrilla, Jerónimo de Cáncer).
6. El teatro inglés en los siglos XVI y XVII. Shakespeare y otros autores.
7. El teatro francés en los siglos XVI y XVII. Molière (comedia), Corneille y Racine
(tragedia).
Después de haber leído el texto de Agustín Moreto, responde a estas cuestiones:
8. Resume con tus palabras el argumento de El lindo don Diego.
9. El papel del gracioso en El lindo don Diego. Mosquito y Beatricilla.
10. El papel del figurón en El lindo don Diego. Los tópicos del Narciso, del “miles
gloriosus” y del paleto provinciano.
11. El papel del padre en El lindo don Diego.
12. Visión del matrimonio en El lindo don Diego. El amor y la obediencia. Matrimonio y
clases sociales. La comedia y el final feliz.
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