El impacto de la reestructuración neoliberal: comparación de las

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El impacto de la reestructuración neoliberal: comparación de las
estrategias sindicales en Argentina, Brasil, México, Canadá y
Estados Unidos
Graciela Bensusán *
LASA 2000
LAB02. "Estrategias sindicales frente a la integración económica: TLCANMERCOSUR"
Marzo, 2000
*
Profesora de tiempo completo de la UAM-Xochimilco y de tiempo parcial en Flacso, sede México.
1
El propósito de este trabajo es explorar de qué manera las organizaciones sindicales
respondieron a los cambios derivados de la reestructuración neoliberal durante las dos
últimas décadas en los cinco países más desarrollados del continente: Canadá, Estados
Unidos, México, Brasil y Argentina. Igualmente se busca identificar los principales factores
explicativos de dichas estrategias considerando los siguientes aspectos: a) la estructura de
oportunidades económicas y políticas en las que actúan; b) los respectivos regímenes
institucionales ; c) la naturaleza, tipo y fuentes de sus recursos de poder. Cabe advertir que,
dadas las limitaciones de espacio, sólo se recogen aquí las principales tendencias y se
muestran las semejanzas y diferencias en cada caso, con base en los resultados de dos
proyectos de investigación1 .
1. La introducción de las políticas neoliberales y los modelos previos
Al comparar la experiencia de los cinco países, como se hace en el cuadro 1, se ponen de
manifiesto en primer lugar los distintos tiempos de introducción de las políticas
neoliberales. El proceso inició en los Estados Unidos y Canadá a finales de la década de los
sesenta cuando los bancos nacionales de los dos países abandonaron su compromiso de
mantener una política monetaria expansiva y buscaron en su lugar combatir la inflación que
había venido subiendo, mediante una política monetaria restrictiva (Robinson, 1998a y b).
Esta política tendió a desacelerar el crecimiento económico, a producir desempleo y, por
tanto, a frenar el desarrollo salarial.
1
Estos proyectos son: a) Estrategias sindicales frente a la reestructuración y el TLCAN en México, Estados
Unidos y Canadá, en el que participaron, además de la autora de este estudio, los siguientes investigadores:
María Cook (Cornell University), Ian Robinson (Universidad de Michigan) Gregor Murray (Universidad
de Laval), Bodil Damgaard (FLACSO-México) y con financiamiento del CONACYT y del Fideicomiso
para Estudios Trinacionales COLMEX, realizado entre 1996 y 1998; b) Estrategias sindicales frente los
procesos de integración: una visión comparativa entre el TLCAN y el MERCOSUR, con la participación
de Héctor Palomino, Cecilia Senen, Marisa Von Bülow, Silvia Portella, Bodil Damgaard y Landy
Sánchez, financiado por el CELAG y realizado entre 1998 y 1999. En ambos proyectos se estudió el
comportamiento sindical a nivel nacional y de tres sectores fuertemente impactados por la reestructuración
y la integración: automotriz, electrónica y vestido.
2
Cuadro 1 Introducción de políticas neoliberales TLCAN y Mercosur.
1975
Mercosur
(intentos)*
(mezcla)
Brasil
(mezcla)
1975
1980
1995
intensificación
 inicio
México
1990
intensificación
 inicio
Canadá
Argentina
1985
 inicio
EE.UU.
TLCAN
1980
1985
moderación leve
intensificación
 inicio
intensificación
 inicio
1990
intensificación
1995
Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000
*Hubo intentos inconsistentes y frustrados para abrir la economía argentina bajo el régimen militar (1976-83),
pero no iniciativas de ajuste sostenidas.
México siguió el camino de sus vecinos del norte unos años más tarde cuando las
condiciones económicas – una virtual bancarrota de la nación – llevaron a adoptar medidas
drásticas. Las iniciativas económicas que se tomaron fueron mucho más profundas y
severas que las de Estados Unidos y Canadá, a tal grado que se trató no solamente de
cambios en las políticas económicas, sino de la formulación de un nuevo modelo de
desarrollo, como también sucedería más tarde en Argentina y Brasil. Las nuevas políticas
de ajuste estructural incluyeron en México recortes en el presupuesto estatal,
privatizaciones, desregulaciones y, a partir de 1985, una creciente apertura comercial
(Lustig, 1992).
De manera contrastante con los países del norte del continente, Argentina y Brasil
continuaron durante los ochenta con la implementación de políticas económicas que
tuvieron sus raíces en el modelo de desarrollo de industrialización por substitución de
importaciones (ISI). No obstante, a mediados de la década y después de una serie de crisis
económicas que ocurrieron en medio de transiciones políticas, se empezaron a mezclar las
iniciativas tradicionales con otras políticas inspiradas en la doctrina neoliberal. Tanto el
plan Austral (Argentina, 1985-88) como el plan Cruzado (Brasil, 1986-87) rechazaron al
inicio las medidas neoliberales de ajuste ortodoxo, aunque conforme avanzaba el tiempo
ambos programas heterodoxos (por sus medidas neoliberales moderadas) se acercaban cada
vez más a la ortodoxia, al grado tal que al comenzar el año de 1988 era difícil distinguir
entre las políticas de estabilización seguidas en Argentina y las recomendaciones del FMI
(Smith, 1989:148).
Todos los países impulsaron durante los ochenta y formalizaron en los noventa
esquemas de integración económica basados en las ideas neoliberales. En 1986, entró en
vigor el CUFTA (Canadian – United States Free Trade Agreement) y en 1994 el TLCAN
(Tratado de Libre Comercio de América del Norte) entre estos dos países y México. El
TLCAN puede percibirse como una versión más amplia y profunda del CUFTA, al
contemplar la protección a la propiedad intelectual, la (casi total) liberalización de los flujos
de inversión (igual trato al capital nacional y extranjero), la apertura de los servicios
3
financieros (como bancos, casas de bolsas y aseguradoras), pero también por incluir los
Acuerdos de Cooperación Laboral y Ambiental de América del Norte (ACLAN), conocidos
como “acuerdos paralelos”.
Previamente, México reafirmó su nuevo camino económico al subscribirse al GATT
en 1986 (que en 1995 se convirtió en la Organización Mundial del Comercio, OMC). En
1994 fue aceptado como miembro de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE), organización en donde los 29 países miembros, según la OCDE
misma, “comparten los principios de la economía del mercado, la democracia pluralista y el
respeto por los derechos humanos”. Por su parte, entre 1984 y 1989, Argentina y Brasil
suscribieron veinticuatro protocolos bilaterales que regulaban diversas áreas comerciales
(Comisec, 1995) y finalmente en marzo de 1991 firmaron, junto con Uruguay y Paraguay,
el Tratado de Asunción que hizo posible la creación del Mercosur.2
El cuadro dos registra las mayores similitudes en las características de las políticas
neoliberales y sus consecuencias en los países con democracias liberales y economías sin
mayor intervención estatal – Canadá y Estados Unidos – frente a Argentina, Brasil y
México, cuyos sistemas políticos y económicos tienen sus raíces en el corporativismo, el
papel protagónico del Estado como agente del desarrollo y el proteccionismo. Además, en
los tres casos se iniciaron procesos de democratización que se encuentran en distintas
etapas de profundización.
Como se analizará en el siguiente apartado las diferencias en las condiciones
iniciales en que se adoptaron dichas políticas al igual que la diversidad en su
implementación provocaron variaciones en los resultados a pesar de que el estimulo fue
similar: una ideología neoliberal que sostiene las virtudes del mercado, la preferencia por la
propiedad privada, la disciplina fiscal y el papel protagónico del sector privado. En
particular es evidente que las implicaciones de llevar a cabo políticas similares – como las
políticas monetarias restrictivas, desregulaciones, privatizaciones e iniciativas para
fomentar la integración económica regional, etc. – son mayores en un contexto previamente
caracterizado por un sistema económico y político corporativo y estatista que en uno donde
el individualismo y el liberalismo ya tenía importantes tradiciones y raíces.
2
Brasil fue miembro constitutivo del GATT (1948), mientras que Argentina entró en 1967.
4
Cuadro 2 Modelos económicos y políticos antes y después de la introducción de políticas neoliberales*
Modelo previo
Económico
Argentina “Modelo ISI**
Entre 1983-1989: Políticas de
ajuste “heterodoxas” (Plan
Austral) con énfasis en
- Estabilidad monetaria (no
lograda)
- Congelamiento de salarios y
precios
- Reducción del presupuesto
estatal
Brasil
Modelo ISI**
Modelo actual
Político
Económico
Político
Corporativismo basado en
populismo laboral sustituido por
régimen militar entre 19761983.
Desde 1989 y particularmente
desde 1991, políticas
neoliberales “puras” con énfasis
en
- Estabilidad monetaria
(lograda)
- Liberalización financiera
- Apertura económica
- Privatizaciones de empresas
estatales
- Prudencia fiscal
- Desregulaciones (destaca la
reforma del sistema de seguro
social (las obras sociales) en
1994)
- Integración económica
regional
Sistema presidencial
democrático bipartidario
centrado alrededor del Partido
Radical, que tiene rasgos de la
social democracia y el Partido
Justicialista (PJ o “Peronista”),
históricamente un partido
populista que ahora promueve
políticas neoliberales.
Nuevos partidos y alianzas
pueden llegar a reconfigurar el
bipartidismo.
Políticas neoliberales
“ortodoxas” a partir de 1991
aunque con ciertas concesiones
para los trabajadores. Se basan
en
- Estabilidad monetaria (el
plan Real; 1994)
- Liberalización financiera
- Apertura económica (desde
1988)
Democracia presidencial con
parlamento fragmentado y
multipartidario. Destacan el
PSDB (el Partido Social
Demócrata de Brasil) y el PT
(Partido de los Trabajadores).
El poder constitucional es
relativamente descentralizado.
Las primeras elecciones presidenciales directas después del
régimen militar se celebraron en
De 1983 a 1989 gobierna el
Partido Radical (UCR) bajo
Raúl Alfonsín.
Partidos políticos débiles.
Corporativismo estatal con
partidos políticos débiles
sustituido por régimen militar
(autoritarismo burocrático) entre
1964-1985.
A partir de 1986 políticas de
ajuste “heterodoxas” (Plan
Cruzado) basado en
- Estabilidad monetaria (solo
parcialmente logrado)
Partidos políticos débiles.
- Desindexación completa y
congelamiento de salarios y
Hay cierta apertura política
precios
desde 1974, pero la transición
democrática es prolongada hasta
5
-
Formula para la conversión democrática es prolongada hasta de la moneda favorable para finales de los 1980.
los trabajadores
-
Privatizaciones
régimen militar se celebraron en
Desregulaciones
1989.
Integración económica
regional
Corporativismo basado en
Políticas neoliberales desde 1982
Proceso hacia la
populismo radical
basadas en
democracia; partidos
(incorporación de varios grupos, - Apertura económica (intensificada políticos opositores
entre ellos los trabajadores) y
a partir de 1985)
aumentan su fuerza en el
construido sobre el Partido
- Privatizaciones (1982-88:
Parlamento y a nivel local
Revolucionario Institucional
a tiempo que continúa el
empresas pequeñas; 1989→
(PRI).
régimen corporativo
empresas grandes, puertos,
Partidos políticos de oposición
encabezado por el Partido
carreteras, etc.)
extremadamente débiles.
Revolucionario
- Liberalización financiera
Institucional, PRI, en el
- Deregulaciones (destaca que la
gobierno.
ley laboral no ha sido reformado)
- Integración económica regional
Una serie de pactos tripartitos
firmados entre 1987 y 1997 mantiene
un componente corporativo en la
implementación.
México
Modelo ISI**
Alto nivel de intervención
estatal en la producción,
servicios y funciones sociales.
Proteccionismo contra
competencia extranjera
Canadá
Políticas keynesianas con
compromiso de pleno empleo.
Democracia liberal encabezada
por un primer ministro
relativamente débil y un
parlamento dominado por un
sistema básicamente bipartidista
controlado por el Partido
Liberal y el Partido
Conservador.
Políticas neoliberales desde 1978,
“suavizadas” por políticas económicas
regionales. Destaca
- Política monetaria restrictiva
- reducción de gastos sociales del
Estado
- apertura económica e integración
económica regional
EE.UU.
Keynesianismo con
compromisos de pleno empleo.
Proceso gradual hacia mayor
apertura económica
Democracia liberal con
presidencialismo relativamente
débil y parlamento bipartidario
dominado por el Partido
Políticas neoliberales inducidas por el Democracia liberal con
gobierno federal sin “suavizantes”
presidencialismo
regionales. Destacan
relativamente débil y
parlamento bipartidario
Democracia liberal
encabezada por un primer
ministro débil y
parlamento dominada por
partidos socialdemócratas
y liberales. Se observa
mayor fragmentación
partidaria y ningún
partido es fuerte en todos
los estados.
6
apertura económica
dominado por el Partido
Republicano (conservador) y el Partido Demócrata (liberal).
-
políticas monetarias restrictivas
parlamento bipartidario
políticas fiscales regresivas
dominado por el Partido
deseo de balancear el presupuesto Republicano y el Partido
estatal (entre otras medidas vía
Demócrata.
reducción de gastos sociales)
Se observa una tendencia
- mayor apertura económica aunque conservadora dentro de
con tendencias proteccionistas.
ambos partidos.
Fuentes: Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000 con base en Ramos (1997), Smith (1989), Collier y Collier (1991), Robinson (1998a y b),
Goldstein (1993).
* La división entre “antes” y “después” es predominantemente analítica ya que las transformaciones entre modelos en la práctica son graduales.
** ”: ISI: Industrialización vía substitución de importaciones. Se caracteriza por proteccionismo y amplia intervención estatal en la economía.
7
2.Estructura de oportunidades3 y modelos de regulación :
implicaciones para los sindicatos
La estructura de oportunidades económicas
Resulta evidente que al inicio de las políticas neoliberales las condiciones económicas eran
muy distintas en los cinco países. A principios de los ochenta las mayores similitudes se
observan entre Canadá y Estados Unidos, en términos de ingreso per-capita, niveles de
inflación, tasas de crecimiento, etc. Como se señaló, estas semejanzas no se limitaban a las
tendencias macroeconómicas sino que alcanzaban también al tipo de políticas económicas
implementadas y a la moderada intervención estatal en la economía (aunque mayor en
Canadá), dejando al mercado las mayores libertades para regular las transacciones entre los
agentes (Robinson, 1998).
Por su parte, los tres países latinoamericanos compartían un modelo de desarrollo
centrado en el mercado interno, con una fuerte participación estatal en la economía. En los
años de apogeo de este modelo, Argentina, Brasil y México mantuvieron altas tasas de
crecimiento, mejoras en el ingreso per-capita y en las tasas de industrialización, etc. Sin
embargo, para finales de la década de los setenta ( si no antes) las economías
latinoamericanas ya mostraban signos de agotamiento (Dombois, y Pries, 1995)
Estas condiciones iniciales permiten explicar las diferencias en los tiempos y
alcances de las políticas económicas implementadas en las décadas posteriores. Canadá y
Estados Unidos se concentraron en la reestructuración de su planta productiva para ganar
competitividad, en la recuperación de las tasas de crecimiento y la reactivación de sus
economías, mediante la inversión interna, mientras se preocuparon menos por los niveles de
inflación, la estabilidad monetaria, o bien, la deuda pública. En ellos el retiro del Estado fue
más suave que en A.L, precisamente por la menor importancia que tuvo previamente. De
esta forma, tanto las características de su modelo de desarrollo como su desempeño
económico demandaron un ajuste menos drástico que el de los países latinoamericanos
(Ibid).
Como resultado de esta diferencia, en los tres países latinoamericanos se
experimentó una mayor caída salarial a la par que ganaban terreno aquellos sectores
dirigidos hacia la exportación. En unos cuantos lustros la cara de las economías
latinoamericanas se transformó notoriamente, dando lugar al retiro del Estado de sectores
estratégicos (mediante la privatización de las empresas estatales), la reducción del gasto
social real y una política salarial restrictiva (Tockman, 1994). Además, dada la importancia
de la relación sindicatos/ Estado en estos países, la contracción estatal tuvo un impacto
mayor sobre los sindicatos latinoamericanos que sobre los del norte del continente.
En términos generales, las políticas de apertura, la búsqueda de la reducción de los
costos de producción ( sobre todo de los laborales, en aras de ganar mayor competitividad)
3
El concepto de estructura de oportunidades políticas proviene de la literatura sobre movimientos sociales y
ha sido retomado por Robinson, 1999 para dar cuenta de los factores de índole política que intervienen para
aumentar o reducir las oportunidades de desempeño de los sindicatos. Igualmente, este autor amplía el
concepto hacia el campo económico y alude a la estructura de oportunidades económicas para identificar los
factores que afectan el poder entre sindicatos y empleadores. Este trabajo recupera ambos conceptos.
8
así como las políticas de ajuste provocaron en todos los casos el aumento del poder del
capital y diminuyeron el poder sindical en términos económicos. El cuadro siguiente
describe las tendencias que configuran las estructuras de oportunidades económicas en los
cinco países.
Cuadro 3 Variables Económicas
Argentina
1980
1997
2.2
3.3
Peso
relativo en
el PIB
regional a
3.7
Tasa de
Crecimiento
del PIB b
2,739
PIB per
capita
(dólares) c
Estructura
Sectorial del
PIB d
Agricultura
6
Industria
41
Manufactura
29
Servicios
52
2.3
Desempleo
(% de la
PEA) e
8.4
8,965
6
31
Nd
63
16.3c
Brasil
1980
1997
6.7
8.0
9.1
México
1980
1997
6.4
3.4
3.5
8.4
6.2
1,938 4,796
3,331
3,524
8
33
22
59
Nd
5
26
20
68
2.7
11
44
33
45
4.3
14
36
23
50
6.9
Canadá
1980
1997
7.5
6.2
Estados Unidos
1980
1997
77.2
79.1
1.5
3.7
-0.2
3.9
10,699
20,103
11,882
28,902
Nd
nd
nd
nd
7.5
2.5
30.7
17.6
66.9
9.2
3
33
1.6b
24.9b
16.9b
73.4b
5.0e
22
64
7.0
Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000
a
World Bank: World Development Report 1998/99, p.212.
b
Argentina, Brasil y México, 1980-1993: World Bank: World Tables 1995; 1994-1998: Argentina: INEC:
Anuario Estadística de la República Argentina 1997 y CEPAL: Base Regional de Datos de Coyuntura; Brasil:
Sistema IBGE de Recuperação Automática - SIDRA 97; México: INEGI, Sistema de Cuentas Nacionales de
México (1999); Canadá y Estados Unidos, 1980-1994: OECD: Historical Statistics, 1960-1994; 1995-1998:
OECD: National Accounts (1999) accessed at www.oecd.org/std.nahome.htm
c
World Bank: World Development Indicators 1997; World Development Report 1998/99; INEGI:
Indicadores internacionales. Gini: Base de datos obtenido por el Banco Mundial (www.wb.org) o
como indicado.
d
World Bank: World Development Report 1998/99, p.212. Para Canadá: Statistics Canada,
CANSIM, Matrix 4677. Para EE.UU.: Bureau of Economic Analysis; National Account Data (1998).
e
OIT: Anuario de estadísticas del trabajo, 1989-90; y “LABORSTA”, base de datos operada por la
OIT, disponible en http://laborsta.ilo.org.
Los datos muestran que Estados Unidos, Argentina y Brasil vieron crecer su proporción en
el PIB regional mientras Canadá y México la disminuyeron. Particularmente destaca la
severa caída en éste último país que en tan sólo 17 años casi se redujo a la mitad.
Los países latinoamericanos se distinguen de Estados Unidos y Canadá en que la
introducción de políticas neoliberales en general impulsó un notable crecimiento de sus
economías. En cada caso, el quinquenio después del viraje económico fue positivo: el
crecimiento anual en Argentina fue de 6.4% en promedio entre 1990 y 1994, Brasil creció
entre 1991 y 1995 un 2.7% en promedio (pese a caer 1.2% en 1992) y México mantuvo de
1987 a 1992 un auge del PIB que alcanzó 3% en promedio anual. No obstante, cabe
advertir que en el último país ese indicador cayó 3.9% en 1986, año en el que ya había
9
adoptado algunas reformas de índole neoliberal y volvió a caer en 1995, cuando se habían
consolidado las reformas4.
Por otra parte, en números absolutos el PIB per capita creció en las últimas décadas
en los cinco países, siendo las naciones más industrializadas las que muestran un PIB per
cápita mucho mayor a sus contrapartes. Sin embargo, si comparamos el PIB per capita de
cada país con el porcentaje que representan del estadounidense, se observa que pese a las
recurrentes crisis, Argentina ha logrado aumentar el PIB per cápita desde un valor igual al
23% del PIB per cápita registrado en Estados Unidos en 1987, a uno igual al 31% en 1997.
Por su parte, también en relación con Estados Unidos, el PIB per cápita en México ha
disminuido en más de la mitad, desde equivaler al 28% hasta llegar a un nivel igual al 12%.
Parte de esta tendencia se explica por el aumento de la población mexicana, aunque la
población también creció en Brasil mientras que ese país ha podido mantener su PIB per
cápita a un nivel estable (si bien a un nivel bastante bajo) debido al incremento en el PIB en
términos reales. Destaca también la caída del PIB per cápita en Canadá con relación al de
Estados Unidos, que equivale a más de 20 puntos porcentuales. OJO.
La pronunciada polarización del ingreso dificulta la revitalización de los mercados
nacionales basada en la demanda doméstica. A su vez, esta situación se agudiza por las
estrategias económicas fundadas en los mercados externos que tienen un claro interés (por
razones de la competitividad internacional) en mantener los salarios bajos en los sectores de
las exportaciones y se despreocupan por el enfriamiento que causa ello en la demanda
agregada doméstica. 5
Un indicador de ello es el crecimiento del coeficiente de Gini (cuyos datos se
presentan en el apartado dos de este trabajo). Resaltan al respecto los casos de Argentina y
EEUU como aquellos que más han visto crecer la desigualdad, seguidos de México,
Canadá y Brasil (en términos de crecimiento total). En números absolutos, los países con
mayor desigualdad continúan siendo Brasil, México y Argentina, aunque rápidamente se
acerca a ellos EEUU, mientras que Canadá, pese al incremento, continúa siendo el más
igualitario. El deterioro en las condiciones económicas también puede apreciarse en la
evolución de los salarios, la cobertura social a los trabajadores y el crecimiento del
desempleo (éste último en Canadá y EEUU)
Al considerar la estructura sectorial de la producción destaca la importancia de la
agricultura en los tres países latinoamericanos, especialmente en Brasil, que además es el
único país en donde este sector ha crecido (de 11 al 14%) durante el período analizado. La
desindustrialización alcanza entre 7 y 10 puntos porcentuales en los países
4
Fuentes: Argentina, Brasil y México, 1980-1993: World Bank: World Tables 1995; 1994-1998: Argentina:
INEC: Anuario Estadística de la República Argentina 1997 y CEPAL: Base Regional de Datos de Coyuntura;
Brasil: Sistema IBGE de Recuperação Automática - SIDRA 97; México: INEGI, Sistema de Cuentas
Nacionales de México (1999); Canadá y Estados Unidos, 1980-1994: OECD: Historical Statistics, 19601994; 1995-1998: OECD: National Accounts (1999) accessed at www.oecd.org/std.nahome.htm
5
A su vez hay que señalar que las abismales diferencias en los niveles inflacionarios señalan condiciones
económicas muy distintas en los cinco países. Al tiempo que Canadá y Estados Unidos casi han podido
erradicar la inflación, los países latinos vivieron durante los ochenta una “década perdida”, caracterizada,
entre otros factores, en Brasil (y antes de 1991 también en Argentina) por periodos de hiperinflación donde
el incremento de los precios estuvo por arriba de 1,100 puntos porcentuales anuales. Debido a las recientes
crisis económicas, la inflación ha vuelto a mostrar su cara en México y en Brasil, mientras los últimos
datos mensuales de Argentina (marzo de 1999) señalan una tendencia a la deflación. Las medidas de
estabilización y ajuste ortodoxas (permitiendo, entre otros, altos niveles de inflación) han incrementado la
desigualdad en los países latinos (Smith, 1989, con especial referencia a Argentina y Brasil).
10
latinoamericanos, mientras que en todos los países se observa la creciente importancia del
sector de los servicios.
Para las organizaciones laborales, la importancia de los cambios estructurales
apuntados radica en que se altera el peso relativo de aquellos sectores donde el sindicalismo
tradicionalmente había sido fuerte. Por ello, se requiere de un cambio en las estrategias
organizativas para mantener la misma densidad sindical y, desde luego, para estar mejor
representado en aquellos sectores (en particular servicios) que experimentan un
crecimiento.
Otro segmento de las economías que ha registrado un auge los últimos años es el
que se dedica a vender productos y servicios internacionalmente, dadas las políticas de
apertura económica implementadas en todos los casos analizados.
Cuadro 4. Evolución del Comercio Exterior
Promedio por década
Crecimiento promedio
Comercio
exterior (% del
PIB)
Periodo 60-69 70-79 80-89 90-96
12.7
13.4
15.2
16.1
Argentina
13.2
16.6
17.7
17.6
Brasil
38.2
46.5
52.6
62.5
Canadá
17.8
16.7
29.4
45.5
México
9.89
15.3
19.2
22.4
Estados Unidos
60-69 70-79 80-89 90-96
-16
24.3
70.4
32
-7.7
12.4
-35
16.4
21.2
25.6
-4.8
44.3
-17
37.7
60.8
58
9.28
69.3
-1.9
16
Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000Banco Mundial: World Development Indicators on CD-
ROM.
Sobresale el nivel del comercio exterior de Canadá que está claramente por arriba
del promedio mundial desde que inicia la serie de estadísticas. Ese nivel se debe, ante todo,
a un abundante intercambio de servicios (por ejemplo, electricidad) y productos primarios
con el país vecino y menos al comercio manufacturero. Los demás países de la muestra
estuvieron en un momento inicial señaladamente por debajo del promedio mundial respecto
al tamaño del comercio internacional (oscilaban entre 10 y 15% contra 28% a nivel
mundial), reflejando en parte la política de la industrialización por substitución de
importaciones (ISI) vigente en los países latinos y el proteccionismo y el tamaño del
mercado doméstico en el caso estadounidense.
México ha experimentado en este aspecto el crecimiento más espectacular de todos.
Todavía en 1976, el comercio mexicano tenía un tamaño porcentual igual al de Brasil,
Argentina y Estados Unidos, pero a finales de los ochenta ya había rebasado el nivel del
promedio mundial y por una enorme expansión entre 1994 y 1996 superó en ese último año
el nivel de los países del Asía Pacífico, comúnmente considerados exportadores por
excelencia. Los datos permiten sostener, en conclusión, que más que ningún otro de los
países analizados, México llevó a cabo un viraje económico drástico a partir de la apertura
y la integración regional.
Respecto al empleo, se puede afirmar que el número de puestos ha aumentado en
cada uno de los cinco países durante los años observados. Sin embargo, esta expansión no
ha sido suficiente para mantener bajas las tasas de desempleo, las cuales se han
incrementado a consecuencia de las políticas económicas restrictivas que los gobiernos
implementaron. Especialmente los trabajadores de Argentina y Canadá han enfrentado un
11
mercado laboral adverso. En Argentina, a la elevación de las tasas de desempleo a niveles
récord se agrega el hecho de que ha crecido el subempleo (Murillo, 1997:78; del 8.6% al
11.3% de la PEA, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), mientras
que continuaron los problemas con la informalidad y el cuentapropismo que emergieron
durante la década de los ochenta (Palomino y Senén, 1999).6 Esta situación de precariedad
rompió con la tradición del modelo laboral corporativo, donde la estabilidad laboral estaba
plenamente garantizada (Etchemendy y Palermo, 1998:562).
En Canadá, el desempleo se debió fundamentalmente a la contracción del sector
manufacturero que se registró a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Tan
sólo entre 1989 y 1992, se perdieron 334,000 empleos en el sector manufacturero
equivalentes al 17% del nivel de empleo registrado antes de 1988, la mayoría en sectores
donde el uso de mano de obra es intensivo como el vestido y el ensamblaje de productos
eléctricos y electrónicos (Robinson, 1998b:11). Según los datos de la OIT (LABORSTA),
el desempleo canadiense llegó en 1992 al 11.3% de la PEA. En México el desempleo se
mantuvo, según las cifras oficiales, en niveles sumamente bajos (por el crecimiento del
sector informal), mientras que en Estados Unidos éste se redujo al nivel más bajo en los
últimos treinta años.
En conclusión, el sindicalismo enfrentó tanto en el norte como en el sur un contexto
económico adverso (que empezó a mejorar sustancialmente para el caso estadounidense a
partir de 1995). Pese a ello también se abrieron nuevos espacios susceptibles de
participación sindical: la reestructuración de las empresas introdujo nuevas formas de
organización de la producción en las cuales las organizaciones sindicales pudieron incidiraunque excepcionalmente- y mecanismos inéditos para incorporar las ganancias de
productividad al ingreso de los trabajadores. Igualmente, la integración productiva de las
empresas (intra e interfirmas) potenció la eficacia de ciertos recursos como las huelgas,
paros selectivos, etc. Se trata de posibilidades que si bien para la mayoría de las
organizaciones han significado sólo riesgos o retrocesos, para otras implican nuevas tareas
sindicales en el terreno productivo y una mayor capacidad de movilización.
En este sentido, cabe destacar el proceso de aprendizaje de algunas organizaciones
sindicales las que, a partir de su propia transformación, han logrado articular respuestas
innovadoras contando con los recursos adecuados para sortear las restricciones y
aprovechar las oportunidades en un contexto de cambios acelerados. Esto significa que,
bajo ciertas circunstancias, los sindicatos han aprendido a jugar bajo nuevas reglas y en
algunos casos, aunque todavía excepcionales, han logrado acumular suficiente poder como
para plasmarlo en regulaciones e intercambios que les son favorables. A continuación
examinaremos cómo el factor político jugó para favorecer u obstruir la capacidad de
innovación sindical.
Restricciones y oportunidades políticas
Las políticas económicas han ido acompañadas de importantes transformaciones en el
escenario político. Al inicio de las políticas neoliberales los movimientos sindicales de
Estados Unidos y Canadá vieron declinar su influencia política ya que por entonces los
6
Catalano y Novick (1995:88) reproducen datos que señalan que la cobertura social y laboral en Argentina
disminuyó del 19.8% de la PEA en 1980 al 11.3% en 1991. Asimismo habría aumentado la proporción de
la PEA que no goza de ningún tipo de protección laboral (jubilación, obra social, derechos laborales) del
12% en 1980 al 28.7% en 1991.
12
partidos políticos no aliados e incluso adversarios en importantes rubros, ganaron las
elecciones. En este sentido, el ascenso del Partido Republicano en Estados Unidos y del
Partido Conservador al gobierno federal canadiense, implicó un retroceso en el poder
político de las organizaciones sindicales, que se evidenció sobre todo en su menor
capacidad para incidir en el rumbo de las políticas gubernamentales.
El escenario político latinoamericano también resultó adverso al conjunto de las
organizaciones sindicales aquí analizadas. Sin embargo el panorama fue distinto en cada
caso: en Argentina y México se trató del viraje drástico en las políticas de gobierno de los
partidos políticos tradicionalmente aliados (el Partido Justicialista y el Partido
Revolucionario Institucional, respectivamente). Paradójicamente, en ambos casos el
compromiso político de las organizaciones corporativas con los partidos gobernantes
constituyó una fortaleza porque aseguró su sobrevivencia y hegemonía pero, al mismo
tiempo, constituyó una debilidad pues impidió su renovación, disminuyó su
representatividad y aumentó su fragilidad al crecer la dependencia de los recursos
provenientes del Estado como resultado del alejamiento de las demandas de las bases.
(Murillo, 1997, Palomino y Senén, 1999 y Bensusán, 1998)
Por su parte, las propias características del sistema de partidos brasileño limitaron el
poder político de las organizaciones sindicales. La conformación del Partido del Trabajo en
1980, su arrastre electoral y el activo papel del sindicalismo en el proceso de transición a la
democracia, aseguró en cambio al nuevo sindicalismo una fuerte presencia en la escena
política nacional y provincial. Sin embargo, ni el PT si sus aliados de izquierda han logrado
ganar las elecciones presidenciales e incluso en los últimos comicios de 1998 su candidato
y líder histórico, Ignacio da Silva, retrocedió en las preferencias electorales (Guilhon,
1999). Sin embargo, en términos generales, puede apreciarse durante la década de los
ochenta un crecimiento constante del poder político de la CUT, hecho que se muestra en
las reformas constitucionales de 1988. Esta evolución se estanca durante la década de los
noventa aunque el poder político de los sindicatos no disminuye de manera significativa,
precisamente por el amplio espectro de alianzas desarrolladas por el nuevo sindicalismo
(Bunel, 1995).
En el caso de Canadá, el federalismo y el hecho de que el 90% de la fuerza de
trabajo está bajo jurisdicción local hicieron del nivel provincial un espacio político vital
para el sindicalismo (Meltz y Verma, 1995 y Robinson, 1998). El contexto político fue en
consecuencia mucho más favorable para el Congreso del Trabajo Canadiense( CLC, por sus
siglas en inglés), en tanto que en las principales provincias se mantuvieron los gobiernos
aliados. De esta forma, en este ámbito se atenuaron las políticas federales de corte
neoliberal y se impulsaron esquemas de cooperación entre empresarios y sindicatos (ibid).
Las diferencias más significativas en términos políticos radican en que Canadá y
Estados Unidos contaban con democracias consolidadas desde varias décadas atrás
(sistemas de partidos, alternancia política, mecanismos de representación) que brindaban a
los sindicatos y los trabajadores mecanismos –limitados- para incidir sobre el rumbo de su
país o bien, para defender sus derechos individuales. Particularmente, en los Estados
Unidos destaca el uso del sistema judicial (Hascherberg, 1992) y en Canadá del gobierno
provincial.
Estas características se diferencian de la inestabilidad política que caracterizó a
Brasil y Argentina durante décadas, donde la suspensión de la legalidad debilitó a los
actores políticos partidistas e impidió la construcción de estructuras de gobierno sólidas y
13
democráticas. De hecho, todavía hoy ambos países padecen cierta fragilidad institucional
(McGuire, 1997).
El caso de México contrasta con los otros cuatro: a diferencia de sus pares
latinoamericanos contó desde los años cuarenta hasta fines de los ochenta con una enorme
estabilidad política, puesto que las disputas por el poder jamás pusieron en riesgo al
régimen político; por otra parte, el sistema mexicano se diferenció de sus vecinos del norte,
precisamente porque los mecanismos de acceso, distribución y uso del poder que
aseguraron su estabilidad, fueron antidemocráticos, dando lugar a un sistema de partidos
con un partido hegemónico, sin alternancia política ni división real de poderes.
Bajos estos contextos, las oportunidades y restricciones para las organizaciones
sindicales fueron significativamente distintas. En Canadá y Estados Unidos, pese al ascenso
de los partidos no-aliados, la apertura política y la estabilidad democrática dejaron abiertas
las puertas tanto a la recuperación del poder de los partidos políticos tradicionalmente
aliados como a los mecanismos alternativos de representación, participación e influencia
política (cabildeos, comités, etc.)
Por su parte, la gradual instauración de la democracia en Brasil y Argentina abrió
posibilidades que durante la dictadura habían estado cerradas: protestas públicas,
movilizaciones masivas, huelgas, nuevas alianza políticas, reconocimiento de
organizaciones prohibidas, etc. En el primer caso, esta coyuntura fue utilizada por el nuevo
sindicalismo para apoyar la conformación de un nuevo partido político (el PT), abrirse
espacios en el poder legislativo, llevar a cabo amplias movilizaciones y en general, para
ganar presencia pública. La apertura del régimen brasileño favoreció igualmente la
recuperación de la tasa de sindicalización (aunque recientemente ha tendido a disminuir), la
aparición de nuevas centrales sindicales, etc. En el segundo caso, paradójicamente las
posibilidades que la democratización abrió fueron utilizadas durante el gobierno de
Alfonsín y prácticamente abandonadas por el sindicalismo hegemónico durante el gobierno
de Menem. Sin embargo, la mayor pluralidad política permitió también allí el surgimiento y
la consolidación de corrientes alternativas al sindicalismo corporativo (como MTA y
CTA).
La transición mexicana a la democracia, por su parte, es sin duda la más lenta e incierta.
La sobrevivencia de los mecanismos corporativos, el apoyo estatal al PRI y las reglas
electorales que limitan la formación de coaliciones, así como la presencia de un fuerte
presidencialismo (aunque ahora debilitado) han posibilitado no sólo la permanencia sino
también la expansión del sindicalismo tradicional, sobre todo en algunos sectores
exportadores. Sin embargo, el aumento de la pluralidad política y el ascenso de los partidos
políticos de oposición desde fines de los ochenta han abierto más posibilidades que nunca
antes al sindicalismo social y movimentista en aras de la conformación de un nuevo polo
sindical en México, sobre todo mediante la limitación al uso de la represión como forma de
resolución de conflictos. Asimismo, el hecho de que el sindicalismo tradicional –CTMCROM, CROC- mantenga su afiliación corporativa al PRI y su abierto rechazo a los
partidos de oposición, hacen que éstos últimos tiendan a apoyar el surgimiento de nuevas
organizaciones para debilitar al PRI. 7
7
Sin embargo, la coexistencia entre partidos de oposición y sindicalismo tradicional, no es imposible tal y
como lo demuestran las relaciones establecidas entre gobiernos locales opositores y las organizaciones
corporativas tradicionales en Chihuahua, Guanajuato, Baja California y la propia Ciudad de México.
14
Modelos de regulación laboral y estrategias sindicales
En comparación a los modelos de regulación laboral de Estados Unidos y Canadá, los
latinoamericanos brindan mayores recursos institucionales a los sindicatos, haciendo de
éstos actores centrales en el funcionamiento del régimen político y el modelo de desarrollo
económico. En principio, esto haría suponer que los sindicatos de Brasil, Argentina y
México cuentan con mayores recursos para responder a los cambios económicos y
políticos. Sin embargo, la investigación comparativa muestra el fenómeno inverso.
La legislación laboral constituye una variable importante para explicar algunas de las
diferencias en los efectos de las políticas neoliberales sobre los trabajadores y sus
organizaciones. Por ejemplo, las cláusulas de exclusión explican la mayor estabilidad de la
tasa de sindicalización en México respecto a los demás países o bien, el procedimiento de
otorgamiento de la personería jurídica es una de las causas de la permanencia de las
organizaciones centralizadas tanto en ese país como en Argentina. Sin embargo, las
diferencias en el marco regulatorio no son suficientes para explicar los distintos
desempeños de las organizaciones sindicales. Así, pese a contar con marcos institucionales
más favorables en Argentina y México, los sindicalismos de ambos países se encuentran
sumamente debilitados, mientras que con un marco menos protector, el sindicalismo
canadiense logró revertir algunos de los efectos negativos al igual que ocurrió con el de
Brasil y, en menor medida, en Estados Unidos.
Al respecto hay que resaltar que tanto en Brasil como en Argentina y México el
acceso a los recursos de poder sindical estuvo siempre controlado o filtrado por el Estado.
De esta forma, se pudo condicionar su ejercicio al apoyo, o por lo menos, la tolerancia de
las políticas gubernamentales, de lo que se derivó una restricción significativa a la acción
sindical (Murillo, 1997; Palomino y Senén, 1999; Bensusán, 1998) Ante ello y en el nuevo
contexto económico y político, la construcción de fuentes de poder alternativas a las
estatales fue un requisito necesario para articular una estrategia de defensa más efectiva de
los intereses de los trabajadores.
Esto puede apreciarse contrastando las respuestas del sindicalismo brasileño, por un
lado, y por otro, el argentino y el mexicano. En el primer caso, el “nuevo sindicalismo”
identificó claramente la necesidad de desarrollar fuentes alternativas de poder y reconstruir
sus recursos tradicionales para ganar autonomía frente al Estado, posición que se ha
mantenido hasta hoy (por ejemplo, la intensa movilización, las alianzas con los
movimientos sociales, la renuncia a los ingresos del impuesto sindical de los más grandes
sindicatos o bien la participación en el proceso productivo). En los otros dos casos, por el
contrario, no se establecieron fuentes alternativas de poder provenientes de la sociedad para
contrarrestar el poder del capital y su mayor cercanía con el Estado, por lo que los efectos
adversos de las políticas gubernamentales sobre el conjunto de sus representados fueron
mayores.
Si bien, como antes observamos, existe una serie de factores económicos y políticos
que contribuirían a explicar estas diferencias –grado de desarrollo, profundidad de la crisis
y el ajuste, etc.- es necesario analizar las propias estrategias sindicales como variables
intervinientes. Esto significa que las estrategias implementadas por los distintos tipos
sindicales en cada constituyen a su vez una variable que permite explicar las capacidades
actuales de ese mismo sindicalismo.
15
3. Comparando estrategias
Del análisis de la estructura de oportunidades económicas y políticas, así como de los
modelos de regulación se desprende que los recursos institucionales disponibles no
permiten explicar los impactos sobre el poder sindical lo que obliga a considerar otros
aspectos, como el tipo de sindicalismo dominante en cada país. Mientras en México y
Argentina los sindicatos contaron legalmente con recursos importantes en materia de
agremiación, representación y negociación colectiva, esto no se reflejó en la conservación o
aumento de su poder de negociación. Por otra parte, el sindicalismo canadiense, pese a no
contar con esos recursos institucionales tiene hoy un balance favorable en su desempeño al
igual que el brasileño, lo que lleva a concluir que la naturaleza social o movimentista que
distinguió a ambos fue un factor positivo en la nueva estructura de oportunidades
económica y política mientras por el contrario el carácter corporativo- estatista y los rasgos
propios del sindicalismo de negocios (business unionism) resultaron adversos.
En este sentido se explorarán las siguientes hipótesis:
a) el mayor o menor éxito en la defensa de los trabajadores ha estado asociado con la
presencia o ausencia de actores sindicales fuertes e independientes, capaces de adoptar
posiciones críticas frente a las políticas gubernamentales y hacer efectivas las garantías
concedidas en la legislación (por restringidas que éstas fueran). Ello puede observarse
en los casos del sindicalismo hegemónico en Canadá y Brasil, que pese a las diferencias
en los niveles legales de protección, pudieron atemperar los efectos de las políticas
económicas, en claro contraste con la mayor debilidad del sindicalismo estadounidense,
mexicano y argentino.
b) en contextos adversos para el intercambio político entre el Estado y los sindicatos como
los que hoy predominan, la fortaleza de los sindicatos depende en gran medida de la
disposición, construcción o reconstrucción de fuentes de poder autónomas y recursos de
poder propios. Eso es claro en el análisis de los tres casos latinoamericanos: mientras el
sindicalismo brasileño logró mantener su posición autónoma y recursos propios, el
sindicalismo argentino y el mexicano no lograron hacerlo, dependiendo en mayor
medida de los recursos proporcionados por el Estado. Por su parte, la fuerte presencia
social y la capacidad de movilización, etc. constituyeron un factor clave para que el
sindicalismo canadiense y el brasileño mantuvieran o consiguieran poder de
negociación. Asimismo, el sindicalismo estadounidense muestra una notable
recuperación de su presencia y poder toda vez que finalmente innovó sus recursos
tradicionales ( como resultado del cambio de liderazgo en 1995), dependiendo menos
de aquellos característicos del sindicalismo de negocios y ampliando el espectro de sus
aliados así como el contenido de sus agendas. Al respecto, su acercamiento a los
movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales resultó fundamental para
ganar legitimidad.
En términos comparativos puede sostenerse entonces que no sólo el contenido de las
políticas o los marcos regulatorios determinan las nuevas configuraciones laborales, sino
también las propias estrategias de los actores, quienes inciden sobre los procesos en curso,
aunque no controlen la dirección de los mismos ni las respuestas de los otros actores.
Aunque este supuesto no avale una visión voluntarista del proceso de cambio social, se
pretende con ella destacar que las acciones de los sindicatos han influido en la evolución de
las políticas económicas ya sea oponiéndose, suavizándolas o apoyándolas (tácita o
explícitamente).
16
Más aún, es importante señalar otra implicación en términos del esquema de análisis
seguido en esta investigación. El marco analítico del trabajo buscó superar la visión
reduccionista que explicaba los efectos de la reestructuración neoliberal sobre los sindicatos
a la luz del deterioro de las oportunidades económicas para incluir también los factores
políticos. En consecuencia conviene tratar de manera separada el distinto papel de los
sindicatos latinoamericanos en la transición política.
El papel de los sindicatos en la transición política
En este rubro destaca significativamente el caso de Brasil porque muestra cómo el
sindicalismo logró recuperarse, recomponerse y transformar su naturaleza en gran medida
por el papel activo jugado durante el proceso de transición. En efecto, como se dijo antes,
el sindicalismo brasileño jugó un papel central en la consolidación de la democracia en ese
país.
A diferencia de México, en Brasil la transición comenzó antes de la fase más aguda
de ajuste y reestructuración. Este hecho permitió, por un lado, un proceso de
transformación sindical en condiciones económicas relativamente estables. Por otro, la
mayoría de los actores sociales ( tanto los sindicatos como los empresarios) coincidieron, al
menos en parte, en las críticas a la política económica. Asimismo el papel jugado por el
sindicalismo brasileño emergente de ese proceso le permitió formar parte de un movimiento
social en ascenso y conseguir nuevos aliados políticos que después mantuvieron su
compromiso hasta la “refundación” constitucional de 1988. Todo ello contribuyó a que las
reformas económicas tuvieran un mayor gradualismo y no pudiesen ser obviados los temas
sociales ni los redistributivos (Marques-Pereira y Théret, 1999, p. 361-163)
En contraste destacan el caso de México y Argentina donde los respectivos
sindicalismos hegemónicos no jugaron un papel central en la transición. Por un lado, en
Argentina la transición se inicia ligeramente antes que la reforma de mercado (con la
restauración del gobierno civil) y se consolida a la par de la profundización de la reforma
económica (con la llegada de Menem al poder). En este caso influyó la debilidad del
sindicalismo argentino durante la dictadura (la intervención de los sindicatos) pero también
el indeciso papel que tuvo durante la restauración de la democracia. Este papel que poco
contribuyó a la reconstrucción de las instituciones democráticas fue producto
substancialmente de la alianza histórica del peronismo y la CGT. El hecho de que el PJ
perdiera las elecciones en 1983, colocó al sindicalismo hegemónico argentino en la
disyuntiva de apoyar o no las reformas políticas que buscó implementar el presidente Raúl
Alfonsín. Particularmente sobresalió el hecho de que los sindicatos se opusieron con todas
sus fuerzas a las reformas que buscaron ”normalizar” los sindicatos o democratizar los
mecanismos al interior de los mismos (McGuire, 1997). Después, esa misma alianza
política condicionó el papel subordinado del sindicalismo argentino durante el gobierno
menemista, que si bien logró frenar algunas reformas laborales (sobre todo de aquellas
relacionadas con las prerrogativas sindicales), no logró atemperar el ajuste ni las políticas
económicas que impactaron fuertemente las condiciones de los trabajadores. Como señala
McGuire (1997) durante el gobierno menemista no se consolidaron las bases de una
institucionalidad democrática y por tanto, el papel jugado por los sindicatos hegemónicos
tampoco contribuyó a dicha institucionalización.
Algo similar ocurre en el caso mexicano, donde el sindicalismo corporativo no sólo
no ha contribuido a la democratización del sistema político sino incluso ha constituido un
17
obstáculo para la misma. Su férrea alianza con el PRI y su subordinación al gobierno le ha
impedido sostener una posición crítica frente a las reformas económicas y lo ha vinculado
con las posiciones más conservadoras al interior de aquel partido y en cuanto a los aspectos
políticos de una reforma laboral. Sin embargo, en el escenario sindical mexicano también
destaca el papel, relativamente pasivo, del resto del sindicalismo. Si bien, los sindicatos de
tipo movimentista o social que hoy integran el “nuevo sindicalismo” no se oponen a la
democratización del régimen, también es cierto que hasta hoy han jugado un papel marginal
en este proceso.
Estrategias y capacidades de las organizaciones sindicales
El análisis puntual de las estrategias de los diversos actores sindicales, considerando su
naturaleza específica, permite apreciar con mayor claridad sus efectos sobre la propia
evolución del sindicalismo en cada uno de los países. Como puede verse en el siguiente
cuadro relativo a las semejanzas en sus estrategias, el sindicalismo dominante puede
agruparse en dos bloques: por un lado, los casos de Canadá y Brasil, quienes desplegaron
estrategias muy similares tanto económicas como políticas. Por otro, los de México y
Argentina (con las mayores similitudes), cuyos respectivos sindicalismos comparten
algunos rasgos importantes con el estadounidense en cuanto a su comportamiento
económico.
Cuadro 5 Estrategias sindicales dominantes
Tipo
de Canadá
Estados
México
Argentina
Brasil
estrategia
Unidos
Mixta
Conservadora Conservadora Conservadora Mixta
Económica
Innovadora
Innovadora
Conservadora Conservadora Innovadora
Política
En
la Cooperación Cooperativa Cooperativa Cooperativa Confrontadora/
Cooperación
contratación limitada
limitada
colectiva
Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000 Con base en Robinson, 1998; Robinson,
1999; Bensusán,1998, Senén y Palomino, 1999 y Portella, 1999
En efecto, el sindicalismo de tipo social de Canadá y Brasil, comparte una estrategia en
materia económica que combina una fuerte crítica al modelo económico en su conjunto con
posiciones de negociación y participación en medidas y políticas específicas que atañen
directamente a sus representados (políticas sociales, salariales, impuestos, etc.). De esta
forma, aunque defendieron antiguos logros también pudieron articular propuestas de
políticas alternativas acordes a los nuevos tiempos (Robinson, 1998 y Portella,1999). En
este sentido, destacan diversas propuestas a nivel de políticas económicas sectoriales, que
constituyeron una opción para la reactivación y/o modernización de la industria que
asegurara mejores salarios e ingresos a sus representados a la vez que significaran una
alternativa para problemas sociales específicos. Ejemplo de ello son las iniciativas en el
sector automotriz (sobre todo en Brasil) y en telecomunicaciones y el sector público en
Canadá (Bensusán y Von Bülow,1997 y Meltz y Verma, 1995).
Esta misma posición se ve reflejada a nivel de las negociaciones colectivas. En
ambos casos, las organizaciones sindicales condicionaron su participación en la
18
reestructuración de las empresas a que éstas significaran ventajas para sus agremiados
(aunque sólo fuese el mantener el puesto de trabajo). Se trató de una cooperación limitada,
que diferenció los intereses sindicales respecto de los empresariales y gubernamentales,
aunque ello no significó un conflicto permanente (Babson, 1998, Bensusán y Von Bülow,
1997). En todo caso, la CUT en Brasil tuvo una política más confrontadora que su
semejante canadiense, sobre todo por la presión que ejerció sobre la contraparte empresarial
para lograr su reconocimiento como interlocutor, lo que finalmente logra en los noventa.
Ello contrasta claramente con las estrategias desplegadas por el sindicalismo
hegemónico en EEUU, Argentina y México que no opuso mayores resistencias e incluso
apoyó (en el caso argentino y mexicano) las políticas gubernamentales, pese a que éstas
afectaban de manera adversa a sus representados. En todo caso, sus reivindicaciones se
ciñeron a los propios límites que las políticas públicas marcaban en torno a niveles
salariales, beneficios sociales, etc. Es decir, en esos países el sindicalismo dominante
asumió la lógica del modelo económico como propia, sin alcanzar a articular una
perspectiva crítica e innovadora (Robinson,1999; Palomino y Senén, 1999; Bensusán,
1998). Es importante señalar que en el caso estadounidense, esta perspectiva comenzó a
cambiar con el ascenso de la corriente New Voice a la dirigencia de la AFL-CIO, que
paulatinamente desplegó una estrategia de mayor oposición al modelo económico en su
conjunto. Igualmente el surgimiento de divisiones en el sindicalismo tradicional argentino
(CTA) y el mexicano (UNT) se relaciona con la toma de posiciones críticas frente a las
políticas neoliberales.
A nivel de la negociación colectiva también se registran similitudes. Las estrategias
prevalecientes en el medio sindical de los tres países apuntaron a una fuerte cooperación
con las estrategias empresariales, ya sea apoyando de manera más o menos activa (como en
EEUU) la reorganización de la producción, la introducción de nuevas tecnologías y formas
de organización del trabajo o bien no oponiendo obstáculos a las mismas, como ocurrió en
Argentina y México. En los tres casos, las organizaciones sindicales asumieron el discurso
y las prácticas de las empresas, desdibujándose los límites entre la patronal y el sindicato
(Ibid). Sin embargo, hay que anotar una diferencia: mientras que en Estados Unidos la
estrategia se mantenía en la línea del sindicalismo de negocios que lo distinguió
históricamente, en Argentina y México se contradecía la tradición anti-empresarial que
caracterizó al sindicalismo corporativo, explicándose este giro más por motivos políticos
que económicos. También se trató de una cuestión de sobrevivencia, ya que se propusieron
seguir contando con los apoyos estatales y empresariales necesarios para conservar los
monopolios organizativos a cambio de su docilidad durante las profundas
reestructuraciones.
En efecto, en Estados Unidos las prácticas de cooperación con el empresariado se
reactivaron, sobre todo hasta principios de los noventa, en aras de la defensa de los puestos
de trabajo y del “compromiso” sindical con la reactivación de la industria norteamericana,
en un contexto político adverso. Por el contrario, en Argentina y México la cooperación
con los empresarios fue parte de una estrategia global de apoyo a sus históricos aliados
políticos -el PJ y el PRI- bajo la lógica de preservar prerrogativas para las estructuras
sindicales. Esto muestra un efecto paradójico de los respectivos marcos institucionales: el
que los sindicatos de Argentina y México tuvieran importantes prerrogativas legales pero
escasos recursos autónomos (aunque éstos siempre fueron mayores en Argentina que en
México), volvió a ambos sindicalismos dependientes de los recursos institucionales,
incentivando estrategias encaminadas a preservarlos. En un contexto de rápida
19
transformación económica, esta dependencia constituyó un obstáculo para la defensa
efectiva de los trabajadores sindicalizados.
En la dimensión política también es posible ubicar semejanzas significativas entre el
sindicalismo canadiense y brasileño. En ambos casos, las organizaciones sindicales llevaron
a cabo acciones tendientes a ampliar sus aliados políticos, acercándose a los movimientos
sociales y corrientes políticas que apoyaron su crítica al modelo económico en su conjunto.
Ambos se preocuparon también por conseguir consenso y respaldo a sus posiciones en el
conjunto de la opinión pública (Robinson, 1998 y Portella, 1999). Sin embargo, la forma
en que buscaron hacerlo fue diferente: mientras en Canadá el sindicalismo social mantuvo
su tradicional apoyo al PND (sobretodo en las provincias, a excepción de Quebec), en
Brasil, la CUT apoyó el surgimiento y consolidación del PT, apostando a una alternativa
política propia, capaz de capitalizar el apoyo social al sindicalismo.
El caso de Brasil confirma así la importancia de la estrategia política durante y
después de la transición. El papel jugado por el nuevo sindicalismo fue en este caso
fundamental para la consolidación de la democracia y para promover un proceso de ajuste
gradual que contemplara mayores mecanismos distributivos (Marqués-Pereira y
Théret,1999, p. 349). La ampliación de su base de apoyo político y la constitución de
nuevo un partido político, frente al que mantiene importantes niveles de autonomía, le han
dado a la CUT una mayor presencia en la toma de decisiones y fuerza política propia.
Por su parte, las organizaciones sindicales mayoritarias en México y Argentina
comparten una estrategia política conservadora, que mantiene sus vínculos políticos incluso
en momentos de fuertes dificultades para los partidos políticos tradicionalmente aliados. En
México la permanencia de la alianza entre el sindicalismo corporativo y el PRI, constituye
un obstáculo para la democratización del régimen, a la vez que restringe las posibilidades
del sindicalismo tradicional en un contexto de mayor pluralidad política y inestabilidad
económica. Por su parte, la estrecha relación de la CGT con el Partido Justicialista
constituyó un obstáculo para ganar autonomía durante el gobierno menemista y, frente a la
reciente derrota electoral del PJ, fue una muestra de debilidad.
En el sindicalismo estadounidense cabe señalar un importante giro que ha
significado un mayor peso a la dimensión política. En efecto, desde el ascenso de New
Voice, las acciones de la AFL-CIO han redescubierto la importancia de las alianzas
políticas, como se evidencia en su intento de ampliar su base de apoyo tanto en el ámbito
parlamentario (congresistas) como en el de las organizaciones sociales y del público en
general (Robinson, 1999). En este camino ha logrado importantes triunfos al detener en
1998 y 1999 los intentos del presidente Clinton de extender el TLCAN al resto del
continente, bajo la exigencia de una regulación laboral y ambiental más efectiva, y formar
parte de la amplia coalición de organizaciones que puso de cabezas a la OMC durante los
sucesos de Seattle en diciembre de 1999, buscando promover un modelo económico
alternativo.
Poder y naturaleza de las organizaciones sindicales
Cómo se señaló con anterioridad, las organizaciones sindicales que vieron disminuir en
menor medida su poder de negociación son aquellas que contaron con recursos de poder
propios y bajo su control, lo que les permitió construir y/o renovar sus capacidades. Ello los
llevó a desplegar estrategias innovadoras que, en el marco de sus respectivas estructuras de
oportunidades políticas y económicas, posibilitaron una mejor defensa de sus agremiados.
20
Esta afirmación es válida tanto si comparamos entre países como entre distintos tipos
organizativos al interior de cada uno de ellos.8 El siguiente cuadro permite mostrar con
mayor claridad este punto.
Cuadro 6. Evolución de las capacidades por tipo de sindicalismo
Canadá
Estados
México
Argentina
Brasil
Unidos
Tipo Sindical
Capacidad de SS
SMS SN
SN-S SC
Movilización
Coordinación
Estratégica
Discursiva
Política
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
-/+
+
+
-
-
SS SM
S
+ +
+ +
+ +
+ +
+/- +/-
SC SN
SMS
SC
SS
SN
-
+
+
+
+
+
-
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
-
Con base en Robinson, 1998; Robinson,1999, Bensusán,
1998, Palomino y Senén, 1999 y Portella,1999
SS= Sindicalismo Social, SMS= Sindicalismo de Movimiento Social, SN= Sindicalismo de
Negocios, SN-S= sindicalismo de negocios con tendencia social, SC= Sindicalismo corporativo
Fuente: Bensusán, Damgaard y Sánchez, 2000
8
En la tipología sindical utilizada para el análisis comparativo de los países del TLCAN, Robinson (1999)
distingue en primer lugar la naturaleza voluntaria u obligatoria de los sindicatos, según los trabajadores
pueden decidir libremente su ingreso y salida de las organizaciones lo que obliga a éstas a diseñar incentivos
positivos para aumentar su agremiación. Al considerar los cinco países sólo el caso de México se ubica en la
última categoría en tanto las cláusulas de exclusión restringen la libertad de afiliación ( puesto que en la
mayor parte de los casos el acceso y conservación del empleo depende de la sindicalización). De la misma
forma, éste debe tratarse también como un caso de sindicalismo corporativo- estatista. Entendemos por éste a
un tipo de organización obligatoria subordinada al Estado y cuyos recursos de poder provienen esencialmente
de esta fuente. (Bensusán, 1998). Dentro del sindicalismo voluntario, Robinson (1999) propone cuatro tipos
organizativos: a) el sindicalismo de negocios (business unionism) se caracteriza por ser excluyente (al
concentrarse en los trabajadores de mayor calificación) y proveer servicios altamente especializados a sus
miembros en la negociación colectiva y en el manejo de los conflictos a cambio de las cuotas. No se preocupa
por la democracia interna, independientemente de las formalidades, ni cuestiona los valores propios del
capitalismo. Descansa en los recursos institucionales y se apoya en aliados políticos partidarios. b) el
sindicalismo de movimiento social desempeña también funciones económicas para sus miembros
(negociación colectiva), pero se considera parte de un movimiento social más amplio que propone la reforma
del orden económico y político para ampliar la justicia social y la democracia. Además mantiene altos niveles
de compromisos de los miembros con las metas sindicales a través de una participación destacada en la
definición de sus metas y estrategias, por lo que presenta también altos niveles de democracia interna. c) el
sindicalismo social comprende elementos de los otros dos al disponer de una agenda política amplia, buscar la
organización de la mayoría de los trabajadores asalariados y representar sus intereses en general mientras, por
otra parte, es escasamente crítico frente al orden económico y político y se interesa poco en la movilización de
sus miembros. Por el contrario, descansa más en los recursos institucionales y en la búsqueda de aliados
políticos partidarios, como el sindicalismo de negocios. (Robinson, 1999). Esta tipología ha sido utilizada
para elaborar el cuadro 6
21
Las organizaciones sindicales que buscaron y lograron desarrollar sus capacidades
cuentan hoy con un balance de poder más favorable que aquellas que no lo hicieron.9 En
Canadá el “sindicalismo social” y el de “movimiento social” vieron crecer su capacidad de
movilización, coordinación, estratégica y discursiva. Las organizaciones canadienses vieron
crecer el apoyo de sus miembros, acrecentaron su participación en acciones gremiales,
ampliaron su perspectiva mediante la incorporación de cuadros capacitados y vínculos con
intelectuales, a la par de contar con un discurso propositivo que incorporaba nuevos temas
y destinatarios (Robinson, 1998). La diferencia más significativa entre ambos tipos de
sindicalismo ( el social y el movimentista) radicó en su capacidad política: mientras el
sindicalismo social mantuvo sus alianzas tradicionales con el PND y por lo tanto, estuvo
más expuesto al vaivén electoral de éste, las coaliciones políticas más amplias del
sindicalismo movimentista lo colocaron en una mejor posición (Ibid).
Por su parte, para fines de los noventa el conjunto del sindicalismo estadounidense
mejoró su desempeño en distintos aspectos. Amplió su capacidad de movilización, por el
crecimiento del compromiso de sus miembros, lo que a su vez le permitió comprometerse
en actividades de movilización como las efectuadas en el sector automotriz (véase Cook,
1998) y, más recientemente, en las luchas en contra de la profundización del libre comercio
en Seattle. Incrementó igualmente su capacidad estratégica al identificar con mayor
claridad sus oportunidades como resultado de los recursos destinados a la investigación, las
campañas de sindicalización y la calificación de sus cuadros dirigentes (Robinson, 1998).
Sin embargo, pueden anotarse en ese país diferencias significativas entre el sindicalismo de
negocios “puro” y aquél con tendencia social, representados por la vieja guardia y la
corriente de New Voice respectivamente, principalmente respecto a su capacidad de
coordinación, discursiva y política. La razón de estas diferencias radicó en el mayor nivel
de compromiso y cercanía del sindicalismo tradicional con las estrategias empresariales.
Esto provocó, por un lado, una mayor desarticulación entre los niveles, al hacer necesaria la
autonomía de las secciones a nivel de planta, perdiéndose la capacidad de coordinación
entre las distintas instancias. Por otro, se produjo el desdibujamiento de su discurso al
borrarse las fronteras entre el proyecto sindical y empresarial. Un claro ejemplo de ambas
debilidades se encuentra en los sindicatos automotrices (Cook, 1998). Por su parte, también
pueden apreciarse diferencias en términos del lugar que ocupa la dimensión política para
cada uno de los tipos sindicales, siendo el sindicalismo de tipo social y movimentista quien
vio acrecentado su poder, al igual que ocurrió en el caso del sindicalismo canadiense por la
ampliación de sus alianzas políticas (Robinson, 1998)
En México, el sindicalismo corporativo muestra una clara disminución de sus
recursos lo que se tradujo en una evidente incapacidad para generar fuentes de poder
9
Aquí utilizamos los concepto de capacidad estratégica como la habilidad de una organización sindical para
“entender” su entorno, ubicar sus oportunidades y formular políticas alternativas viables y atractivas de
manera rápida y creativa, sea respecto a políticas económicas nacionales o bien, la negociación de un
contrato colectivo de trabajo. Entendemos por capacidad discursiva la facultad de expresar opiniones de
manera eficaz y de hacer llegar el mensaje a sus miembros, simpatizantes y/o interlocutores. (Robinson
1998:44-47). Este mismo autor señala otras capacidades de los sindicatos: capacidad de movilización
(medida en términos de afiliación de miembros y la disponibilidad de éstos de apoyar activamente las
demandas e iniciativas del sindicato); capacidad de coordinación (que puede tomar una dimensión
intrasindical – la coordinación de acciones entre las bases de una organización laboral y los líderes – o una
dimensión intersidical coordinación entre diferentes sindicatos, federaciones y confederaciones); y
capacidad legislativa (posibilidad de influir el proceso legislativo) (Ibid).
22
alternativas a la tradicional alianza con el gobierno. De manera esquemática puede
señalarse que las organizaciones mantuvieron – llegando incluso en algunos sectores a
aumentarla- su agremiación no por una tarea consistente de expansión, sino por las
disposiciones legales que facilitan la sindicalización e impiden la desafiliación (Bensusán,
1998). Asimismo, los sindicatos tradicionales no desarrollaron nuevos mecanismos que
fortalecieran la coordinación inter e intrasindical, sino que mantuvieron aquellos que
aseguraron el control político de sus miembros y secciones a través de una paradójica
fragmentación en el seno de una estructura formalmente centralizada. En el mismo sentido,
pueden señalarse los nulos avances en materia de capacidad estratégica y discursiva, por lo
que las dirigencias corporativas mostraron serias limitaciones para elaborar propuestas a
partir de una visión propia y prepararse para sobrevivir en un entorno sindical
crecientemente competitivo(Ibid).
Por su parte, el sindicalismo de tipo social y movimentista mostró en México una
mejor evolución en el desarrollo de sus capacidades, como ocurrió en los demás países.
Pese a que muchos de ellos se ubican en sectores fuertemente reestructurados, en su
conjunto no han visto disminuir su agremiación, pero tampoco han logrado una expansión
significativa de la misma ya que se mantienen los candados corporativos. Sin embargo, lo
que si ha aumentado es su capacidad de coordinación, tanto por el fortalecimiento interno
de las organizaciones como por la construcción de la UNT la que, pese a sus no pocas
dificultades, ha permitido una mayor colaboración y solidaridad entre las organizaciones
miembros.
En materia política este balance positivo todavía no resulta evidente en México. A
la luz de la creciente pluralidad parecería que se gana poder político a medida que avanza
la democracia. Sin embargo, el conjunto del nuevo sindicalismo ha mantenido hasta ahora
una posición extremadamente cautelosa en esta materia. El de tipo movimentista se ha
acercado a grupos de oposición que se ubican en una frontera difusa con la ilegalidad lo
que restringió su capacidad de influir sobre amplios sectores de la sociedad y los partidos
políticos, actores centrales de la transición, y los llevó a su virtual desaparición. El de tipo
social, como es el caso de la UNT, intenta construir instrumentos propios para incidir en el
proceso político, a través de la creación del MST como agrupación política y de la
presencia en otros espacios extrapartidarios (como Agenda 2000 o el grupo Vertebra, que
buscan una definición abierta de las candidaturas presidenciales en temas de interés para los
sindicatos y la sociedad en general), cuyo futuro es sumamente incierto. Al mismo tiempo,
algunos de sus liderazgos siguen guardando vínculos estrechos con el PRI mientras otros se
acercan al PRD, partido de oposición ubicado a la izquierda del espectro político que, sin
embargo, no ha dado todavía la importancia debida a sus relaciones con los sindicatos.
Por su parte, en Argentina, el sindicalismo corporativo muestra fuertes similitudes
con el sindicalismo mexicano, al experimentar una caída constante de sus capacidades,
mientras que el sindicalismo de negocios ha logrado un balance más favorable en algunos
aspectos tales como capacidad de coordinación y estratégica, en tanto pudo participar mejor
en la reestructuración de las empresas y logró ubicar oportunidades para fortalecerse bajo la
lógica del mercado. En materia económica, su apoyo al gobierno del presidente Menem
limitó su independencia y poder de negociación. Un balance más favorable lo tiene el
sindicalismo de movimiento social, que si bien ha visto disminuir su poder económico, en
los últimos años ha aumentado su poder político y mejorado sus capacidades.
En el caso brasileño, las capacidades del viejo sindicalismo corporativo están en
franca declinación mientras que el sindicalismo social ha visto, por el contrario, fortalecerse
23
su presencia y mejorarse el conjunto de sus capacidades. Por su parte, el sindicalismo de
negocios tuvo en ese país logros y pérdidas: mientras pudo aumentar su capacidad de
coordinación y estratégica, también ha visto diminuir su capacidad de movilización y
discursiva. Esta evolución permite explicar su posición política, ya que su apoyo al
gobierno actual y a los partidos políticos aliados al mismo le han abierto importantes
posibilidades para expandirse, participar en la definición de políticas públicas y
beneficiarse, en cierta medida, de las políticas de reestructuración de las empresas. Sin
embargo, este apoyo también constituye un factor de debilidad, al limitar las posibilidades
de recurrir a las movilización o a la huelga a la vez que pierde eficacia su discurso,
desapareciendo las fronteras discursivas entre las propuestas sindicales, las empresariales y
gubernamentales.
Evolución de las capacidades sindicales y cambio de naturaleza
¿A qué respondieron las estrategias sindicales implementadas? O dicho de otra forma, ¿por
qué los sindicatos seleccionaron determinado curso de acción y no otros? Del análisis
anterior se desprenden algunas respuestas a estas interrogantes que deberían seguirse
explorando en otras investigaciones: por un lado, las estrategias responden a las estructuras
de oportunidades económicas y políticas en cada país, mismas que brindaban incentivos
para determinadas estrategias, mientras aumentaban los costos de seguir otros caminos. Así
por ejemplo, una estructura económica de alto desempleo alentó estrategias cuya objetivo
central fue la preservación de los puestos de trabajo (aunque disminuyera
significativamente el salario y/o las prestaciones sociales). A la vez, la mayor apertura
política redujo los costos de las estrategias opositoras al gobierno en turno y sus aliados
sindicales.
En este mismo sentido funcionaron los modelos de regulación laboral. Un ejemplo
claro se refiere a la naturaleza voluntaria u obligatoria del sindicalismo: en Estados Unidos,
Canadá, Brasil y Argentina la legislación y las prácticas conducen a que la pertenencia al
sindicato sea una decisión voluntaria de los trabajadores, de tal forma que un desempeño
negativo de las organizaciones puede ocasionar la desafiliación de los miembros. En
México, por el contrario, la pertenencia al sindicato es un requisito para el acceso y la
conservación del empleo, por lo que el trabajador no puede renunciar libremente. De esta
forma, de manera más o menos directa, las regulaciones laborales obligan a las
organizaciones sindicales de los cuatro primeros países a tener un mejor desempeño con el
propósito de no perder su agremiación, mientras que en México dicho incentivo no sólo no
existe sino que es reemplazado por otros que alientan la subordinación al gobierno.
Sin embargo, si bien se comprueba que las estructuras de oportunidades o los marcos
de regulación condicionan las acciones de los agentes no llegan a determinarlas ya que
también intervienen otra serie de factores endógenos tales como las trayectorias
organizativas y políticas, su dependencia o independencia de los recursos institucionales,
las características de sus miembros, sus antecedentes ideológicos, etc. En otras palabras, las
capacidades sindicales previas con las que tienen que enfrentarse a los nuevos retos.
Así, en el nuevo contexto económico y político el sindicalismo tradicional
(corporativo o de negocios) tiene menores posibilidades de mantener su poder de
negociación. La innovación en las estrategias y en algunos casos el cambio de naturaleza
parece ser un requisito indispensable para su permanencia. En este contexto, las
organizaciones que ampliaron sus bases de agremiación y de apoyo político (expandiéndose
24
a otras plantas, empresas o sectores y consiguiendo nuevos aliados) al igual que sus
agendas, pudieron potenciar su presencia y en cierta medida, recuperar parte del terreno
perdido. Igualmente, la innovación de sus capacidades de coordinación, estratégica y
discursiva permitió un uso más eficiente y racional de los mermados recursos humanos y
financieros de los sindicatos a la vez que les proporcionó una mayor capacidad propositiva.
Dicha transformación fue en algunos casos más allá del cambio en los recursos de
poder (mayor o menor dependiendo del sindicalismo del que se trate), pues conllevó el
replanteamiento de la naturaleza sindical misma en tanto significó redefinir el núcleo de su
acción y de las alianzas que mantenía con otros interlocutores así como los referentes
político- ideológicos y los horizontes a mediano y largo plazo del quehacer sindical. El
mejor ejemplo al respecto es el de Brasil. En otros casos, esta transformación radical es
todavía una asignatura pendiente, como ocurre en México, donde el cambio abarcó
exclusivamente a un sector minoritario de los sindicatos existentes.
Conclusión
En contra de las explicaciones reduccionistas que derivan mecánicamente el
debilitamiento del poder sindical del contexto económico adverso creado por la
reestructuración neoliberal, los hallazgos aquí reunidos confirman la desigualdad del
impacto de este proceso en atención a diversos factores que van desde la naturaleza o el
tipo de sindicalismo dominante hasta los distintos marcos regulatorios y sistemas políticos.
Todos estos factores inciden, a su vez, en las características de las estrategias sindicales
desplegadas para responder a las exigencias de un contexto económico y político sometido
a drásticos cambios. Países tan disímiles como Canadá y Brasil presentaron tendencias
convergentes en el escenario sindical, cuyos protagonistas mostraron una mayor capacidad
de innovación que la observada en las organizaciones de los otros tres países. Sin embargo,
hay que destacar que el sindicalismo dominante en Estados Unidos se renovó a partir de
1995 registrando desde entonces tendencias semejantes a las de Canadá y Brasil. Por el
contrario, Argentina y México, países donde el corporativismo estatal tuvo mayores niveles
de institucionalización, se presentan como los casos de mayor conservadurismo y menor
eficacia en la representación de los intereses de los trabajadores en el nuevo contexto
económico y político. Aunque estos aspectos han sido explorados a la luz del
comportamiento sindical en cinco países, tanto a nivel nacional como en sectores claves del
modelo exportador ( dónde los cambios han sido más pronunciados) es necesario reunir
más evidencias en torno a las peculiaridades de cada caso y seguir la evolución de las
estrategias sindicales que apenas se insinuaban al terminar el siglo con el propósito de
apoyar o rectificar las hipótesis aquí indicadas.
En cualquier caso, al menos como conclusión provisoria, no sólo pueden rechazarse
las predicciones del inevitable fin del sindicalismo como resultado de su incapacidad para
defender los intereses de los agremiados en el nuevo contexto sino que se demuestra la
importancia creciente de este actor para ejercer un contrapeso a las políticas neoliberales e
incluso una reanimación del mismo en el último quinquenio, lo que obliga a impulsar
nuevas investigaciones que den seguimiento al proceso de renovación de los recursos de
poder sindical y le den aliento aumentando cada vez más la capacidad estratégica de las
organizaciones obreras.
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