La isla de los acebuches

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26 LA VANGUARDIA
O P 1 N 1 O N
Francesc-Marc Álvaro
Márius Carol
Díaz Ferrón, un ejemplo
del caso Gürtel, de la
operación Pretoria o de los epiApropósito
sodios de presunta corrupción
que estos días nos llegan de Baleares, hemos dejado escrito en estas páginas que, contra lo que popularmente se
piensa, el primer momento del fraude político no es eso tan hispánico de meter la
mano en la caja para atender las necesidades del partido, de la familia, de uno mismo o de todo a la vez. La primera corruptela de cualquier cargo público es otra cosa, y consiste en toda esa gama de actuaciones que abarcan desde la dejadez hasta
la negligencia manifiesta, pasando por diversos matices de la incompetencia, la
ineptitud y la inutilidad institucional. El
mayor corrupto es aquel que lo hace mal
desde un despacho oficial, eso cuando el
sujeto en cuestión tiene el detalle de estar
en su lugar, extremo que no siempre se
da. Pero hoy no nos toca hablar de las espectaculares actuaciones de algunos de
nuestros gobernantes llamados autonómicos. Hoy, el foco debemos ponerlo sobre
otra ámbito, ese que llamamos mundo empresarial y que, habitualmente, queda englobado bajo las etiquetas genéricas de
"sociedad civil' y "actores sociales".
El presidente de la principal organización patronal española, Gerardo Díaz Ferrán, tiene muchos problemas en sus empresas. La última noticia es que la dirección general de Seguros, del Ministerio de
Economía, ha decidido disolver la aseguradora Mercurio por falta de liquidez. La
medida se ha tomado para evitar males
mayores. Y llueve sobre mojado. Recordemos que el pasado mes de diciembre se
produjo la quiebra de la compañía Air Comet, un momento muy delicado que Díaz
Ferrán coronó con comentarios despectivos de una desfachatez alucinante sobre los clientes de su aerolínea, palabras
más propias de un hooligan que de un emprendedor responsable que, además, representa -en teoría- a todos aquellos que
se dedican a crear riqueza y empleo en
las Españas.
En aquel momento, fue extraño que la
CEDE siguiera confiando en un personaje
que enfrentaba una grave crisis en sus negocios con la coraza del cinismo más hiriente y esperando que la Administración
pagara todos sus platos rotos, pues fue el
Gobierno central el encargado de facilitar
vuelos a muchas personas que habían adquirido un billete de Air Comet y se quedaron tiradas. La racha de Díaz Ferrán y su
socio Gonzalo Pascual no es precisamente buena. Además de todo lo referido, el
grupo Marsans tiene problemas con Trapsa, la división de transporte de viajeros,
que se ha vendido en parte, mientras Viajes Marsans presenta una deuda bancaria
de 120 millones y las entidades financieras, que ya le han dado 8 millones, exigen
más desinversiones.
Muchos son los empresarios que hoy se
las ven y se las desean para mantenerse a
flote, particularmente los medianos y pequeños. La crisis que vivimos tiene muchos frentes y sabemos bien, sobre todo
en Catalunva, que varios sectores del tejido industrial y comercial atraviesan ahora un momento de una dureza única, supe-
rior incluso a la que se experimentó a mediados de los años ochenta. La mayor parte de estos empresarios han hecho las cosas bien, pero las circunstancias adversas
han sobrepasado todas las previsiones. Está claro que no todos pueden decir lo mismo. Algunos lo hicieron mal y ahora pagan las consecuencias de su impericia o
de su falta de sensatez. ¿Puede Díaz Ferrán achacar todos los problemas de su
grupo empresarial a la crisis global? Algunas reacciones fuera de tono del presidente de la CEOE ante los problemas que le
acucian alimentan una respuesta claramente negativa al respecto.
¿Deben o no deben ser los empresarios
y altos ejecutivos igual de ejemplares que
nuestros políticos? ¿Por qué exigimos a
unos tanto y a otros tan poco? La pregunta es pertinente, más de lo que pudiera parecer. Del mismo modo que una tormenta
de nieve, por excepcional que sea, no puede explicar de manera total los errores y
fallos de la Administración, una tormenta
económica, por mucho que rompa parámetros, no puede justificar completamente todas las tribulaciones empresariales y
su impacto sobre la vida de las personas.
Detrás de ciertos resultados están también las decisiones concretas de alguien,
tomadas con más o menos responsabilidad en cada caso. ¿Nadie debe hacerse cargo de las consecuencias que
ello tiene para miles de empleados y clientes, o para el
erario?
En el caso de Díaz Ferrán
existe el factor añadido de su
papel como referente entre los
referentes, al estar al frente de
la CEOE y actuar como interlocutor del Gobierno y de los sindicatos. Siempre esperamos
que la política fabrique confianza y credibilidad para poder seguir adelante, pero esta
delicada materia no es un producto que deba venir exclusivamente de las oficinas oficiales. De nada servirán bonitas
campañas publicitarias insistiendo en que las cosas las vamos a arreglar entre todos si,
en el fondo, es mucho más fácil continuar desplazando todas las críticas hacia el universo que depende de las urnas,
mientras esa severidad se hace
invisible cuando debemos juzgar otro tipo de actores.
AVALLO NE
En Catalunya, hemos visto
estos días la combinación diabólica de
dos gestiones deficientes. La pública, del
Govern de la Generalitat, y la privada, de
la compañía Endesa, que ha tratado a sus
sufridos clientes no mucho mejor que Air
Comet trató a los suyos en su día. Además, a diferencia de lo que ocurre con el
grupo de Díaz Ferrán, identificado con
una cara conocida, los que maldicen la lentitud inexcusable de la eléctrica en cuestión no saben muy bien quién es el último
responsable del desaguisado. Aparecen
unos u otros directivos, pero nadie sabe
en qué despacho (de aquí o de otro país)
se toman (o dejan de tomarse) las decisiones que, tarde o temprano, van a complicarnos mucho la vida.*
Jordi Llavina
La isla de los acebuches
árbol más común en Menorca
es el ullastre, que encuentro traE1
ducido como acebuche, oleastro
u olivo silvestre. Tiene, en efecto, cierta apariencia de olivo, pero como
dejado de la mano de Dios, de tronco más
delgado, con infinidad de ramas brotándole aquí y allá. Vengo de pasar un fin de
semana inolvidable en la isla, y he contado con un cicerone de excepción: el poeta
Poni Pons, que se define como "islómano" y que ha hecho de su literatura un
auténtico compromiso con su tierra natal.
Pong me explica que el ullastre es casi un
arbusto, por su crecimiento un tanto selvático. "Hay que podarle las ramas y, sobre
todo, los renuevos. Le vas dando forma de
árbol. De otro modo, se dispersa". ¿Puede
existir metáfora más precisa sobre el quehacer poético: un árbol dado, las raíces tra-
MIÉRCOLES, 17 MARZO 2010
bajando bajo tierra, y las largas horas de
cortar aquí una ramita, allí otra, como
moldeándolo? El germen del poema debe
ser algo natural como un acebuche (Guillén: "el poema ve su poema, / a la vista
como ese pino'). Pero la literatura de verdad consiste en saber encauzar el desmedido avance del ramaje.
En el poema "Amantes en invierno",
Robert Graves -que fue vecino de esta isla- empieza diciendo que la forma de un
árbol muestra qué viento prevalece en el
país. Aquí los árboles se inclinan, azotados por la tramontana. Con el espinazo
doblado, parecen rendir culto a la Tierra
de Fuego, que es como se traduce el antiguo nombre fenicio de la isla, Nura -una
palabra que da titulo a uno de los libros
más hermosos de Poriq y, por lo que pude
constatar, también a un supermercado de
su pueblo, Alaior-. El poeta me lleva de
aquí para allá, y todo, en Menorca, adquiere proporciones humanas, y los muretes de piedras ("paret seca") dividen las
parcelas del paraíso. En Ciutadella y
Alaior asisto a sendos clubs de lectura, y
no sé lo que cuento pero recuerdo que era
feliz. Sí, la felicidad debe de ser eso (y la
sopa de pescado que preparó Roser,la
esposa de Ponc). También Pan Faner me
abre su casa frente al mar. Mis amigos son
hospitalarios. Por la noche, salgo por Maó
con los poetas Fátima Anglada y Biel
Pons, y hasta el vino ingerido no daña
tanto como en la península. En el
aeropuerto, el chico de los embarques
reconoce mi firma de leerla en La Vanguardia. Regreso a la realidad, pero ya
estoy pensando en reanurar el contacto
con la isla.*
Una historia
inolvidable
una de las novelas más bellas que nunca se han escrito. La historia de amor de
Mario Vargas Llosa con su
tia Julia es, junto a la disparatada existencia del escribidor de radionovelas
Pedro Camacho, la base de una narración indispensable del escritor peruano, publicada en 1977. La reciente
muerte de Julia Urquidi, la tía Julia,
permite volver la mirada atrás para
darnos cuenta de que nunca acabó de
entender que la novela de Vargas Llosa era, sobre todo, un acto de amor.
Seguramente se sintió despechada,
puede que incluso humillada, con el
relato literario de una relación des~
compensada por la edad (él tenía 19
años y ella 30) cuando se inició un
amor pasional, desbocado, con su sobrino político, que acabó en boda.
El matrimonio fue censurado por la
familia y la pareja tuvo que falsificar
la documentación del joven Vargas,
pues la ley no le permitía casarse con
Es
menos de 21 años. La aventura duró
una década y hubo que apaciguar al
padre del escritor que prometió matar- a su hijo al tiempo que intentaba
anular el matrimonio. En la autobio-
La tía Julia no entendió
que la novela de Vargas
Llosa era, por encima
de todo, un acto de amor
grafía El pez en el agua, Vargas Llosa
reproduce la entrevista entre su maes-
tro Raúl Porras y su progenitor en estos términos: "Después de todo, casarse es un acto de hombría, señor Vargas. Una afirmación de virilidad. No
es tan terrible. Hubiera sido mucho
peor que el muchacho le saliera homosexual o drogadicto, ¿no es cierto?"
En La tía Julia y el escribidor, Julia
Urquidi es consciente de que su historia sentimental tiene fecha de caducidad por la diferencia de edad, pero
aun así ella le manifiesta que apuesta
por aquel amor que incendia su corazón, conformándose con que dure cuatro o cinco años. El joven esposo viajará dos veces a Europa, la segunda
acompañado de la tía Julia, y en París
se quedarán a vivir. Ella fue leal compañera de sus incursiones literarias
hasta el fin de su relación en 1964. En
la novela él escribe que el matrimonio
fue un éxito, que duró más que el de
todos sus parientes y el doble de lo
que ella había pronosticado.
La aparición de la novela en que era
protagonista no le sentó bien a Julia
Urquidi, quien no tuvo mejor ocurrencia que escribir su propia versión del
matrimonio y el posterior divorcio en
1983, con el titulo Lo que Varguitas no
dijo, que, a pesar de pasar inadvertida,
supuso la ruptura más absoluta entre
ellos. El escritor incluso le retiró los
derechos de autor de La ciudad y los
perros como represalia. Una telenovela basada en La tía Julia y el escribidor
la había tratado de seductora de menores y ella, presa de rencor, publicó
una obra llena de resentimiento.
Antes de morir dio una entrevista
en la que hablaba del tiempo junto a
Vargas Llosa como los años más felices de su vida y reivindicaba su sacrificio para convertirlo en escritor: "Yo
lo hice a él". Pero no es menos cierto
que la tía Julia alcanzó la inmortalidad gracias a la pasión de Varguitas.•
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