Discurso generacional

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Discurso generacional
Julio BARRENECHEA
El autor de este artículo, conocido poeta. Premio Nacional de Literatura
f 1960) —El mitin de las mariposas, Espejo de sueño. Diario morir, Poesía completa—, evoca en estas páginas, en forma persona! y emotiva, las generaciones literarias chilenas de estos últimos cincuenta años, sobre todo las generaciones del
año veinte y treinta.
Si cavamos hondo en el concepto "Generación", resulta que no es sólo el conglomerado de coetáneos, sino que es ese conjunto
pero tomo portador de un mensaje, con una
significación que lo vuelve un hito en la historia del pensamiento, del arte o de la política de un país, o del conjunto de todas esas
manifestaciones de la cultura humana. Hay
hombres que le dan apellido a una época, que
le dan paternidad a una generación. Hablamos
de la época de Lope o de la generación de
Shakespeare. Hablamos del tiempo de Góngora o de la generación de Rubén Darío. España
nos da la generación del 98 ion Unamuno, Azorín, Baroja, Valle Inclán. Chile a mediados del
siglo diez y nueve da la generación de Lastarria, de Fundamenta] importancia para el pensamiento liberal. Y así, con mirada desordenada y panorámica, encontramos la expresión
generacional en distintos sitios y épocas del
mundo.
Sin embargo en nuestro país, nuestro testimonio de cargo, el paisaje histórico que cabe
dentro de nuestra mirada viva, donde se mezcla la palabra vehículo de ideas, y aquella de
mayor escogencia que sirve de envoltorio para
la expresión estética, puede remitirse a cuatro
circunstancias generacionales, marcadas por
los años, 1920, 1930, 1950, y la época actual.
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1920 adquiere para nosotros el encanto de
lo divisado, un poco perdido en el tiempo con
cierto aire de leyenda, como lus muebles o los
lapices iinlijnius. La^ figuras, vistas un poco a
la distancia, adquieren talla histórica, y se
proyectan agigantadas frente a la mirada admirativa del niño cautivado por las acciones de entrega heroica y los apasionados episodios verbales. Es la del veinte una generación de fuerte iüsurgencia, que viene empujada por las ¡deas de la revolución rusa v de su
literatura, y por las escuelas estéticas de vanguardia, surgidas al final de la primera guerra
mundial. Expresándose primordialmenle en el
terreno universitario, trae como aporte distintivo, la acción conjunta estudiantil obrera, y
se produce el obrero intelectualizado, como
respuesta armónica al intelectual proletarizado. Es una generación de individualidades poderosas, caracterizada por el signo anarquista.
Recuerdo haber observado, a la distancia, reuniones en casa de mi pariente Julio Barrenechea Díaz, médico inteligente que falleció muy
joven. Allí, no diré escuchaba, miraba conversar a De María, al Doctor Juan Gandulfo, de
trágicos destinos. Las reuniones eran trascendentales, solemnes, profundamente serias. En
la cabecera del lecho de mi pariente, había un
crucifijo de plata, adornado con unas cintas
aojas. La figura cení cal juvenil de la generación, es el Presidente de la Federación de Estudiantes Santiago Labarca; ú mártir, el poeta
José Domingo Gómez Rojas, autor del poema
Miserere, y quien muere enloquecido después
de un proceso de triste memoria. En sus funerales, que dejaron en nuestro recuerdo el
ruido de Jos pasos de- aquella doliente multitud, la figura romántica de Pedro León Ugalde nos dio la primera demostración de increíble valor cívico, al acusar públicamente del
hecho luctuoso al mandatario de la época. El
político que capitalizó todo el fermento renovador, dándole forma de ley, fue Don Arturo
Alessandri Palma.
En el orden poético, el año veinte equivale a un cruce de caminos, con muy importante tránsito. Entre los poetas propiamente
del año veinte está Roberto Meza Fuentes, de
verso fluido y musical, gran animador de la
cultura y de las célebres fiestas primaverales
de la época. Director por muchos años de la
revista Juventud, una de las más importantes
y sostenidas expresiones de nuestra historia
cultural, autor de Palabras de amor, y otras
uhras entre las cuales está inédito su Romancero de O'Higgins que será publicado por la
Universidad de Chile. En la misma promoción
están Carlos Cassasus, poeta del mar, descubridor de la Atlántida en la poesía, y autor de
un hermoso libro con hondura hacia arriba,
Océano de Dios, que aún permanece inédito. Armando Ulloa, poeta cglógico. Raimundo
Echaverría Yrarrázabal con la memoria azul
llena de las leyendas del mar, Juan Egaña perdido dentro de una inmensa melancolía, Romuj Murga importantísima voz del amor en
la poesía chilena.
Llegaban hasta el año veinte voces, como
de hermanos mayores. El creacionista Vicente
Huidobro, el angelical Ángel Cruchaga, la desolada Gabriela, el finísimo mago Juan Guzmán Cruchaga, el artista de la palabra labrada
Pedro Prado, el maravilloso inédito Jorge Hübner Besanílla, el áspero y tierno y siempre muy
chileno Pablo de Rukha, el impetuoso Víctor
Domingo Silva. Y esos poetas, que sin olvidarnos de Carlos Pozoa Veliz y su pintoresca
y triste vida, están como en una penumbra,
con el imperio magistral sobre él verso de
nueve silabas: Max Jara (Sangre el clavel, nieve ía rosa, suelen un día amanecer, parecen
esposo y esposa, porque la vida es florecer)
Carlos Mondaca (¿Qué viste madre en el utnbraí? ¿Qué resplandor te deslumhró?) Jorge
González Bastías (Hay un sendero muy amado,
que mana luz de eternidad, el que por ¿I ha
penetrado, su nimba de su claridad) Manuel
Magallanes Moure (Son del color del agua tus
pupilas, del color del agua del mar, desnuda
en ellas se sumerge mi alma, con sed de amor
y eternidad).
Es curioso observar las resonancias múltiples que adquiere en estos poetas el eneasílabo. También lo ha usado con singular destreza, y con cierto desgano, dejándolo a veces
caer de manera personalísima Gabriela Mistral, con la cual se da la impi-csión que este
mttro trae una musicalidad en misterioso acorde con nuestro acento natural.
Del año 1920, que es el epicentro de una
época, que por supuesto no está constreñida a
su precisa medida, surge, camino adelante,
Pablo Neruda, seguido de los llamados entonces Ntrudíanos, y cuya personalidad, distinta
en cada una de ellos, no era fácil distinguir
dentro de una poesía que, obedeciendo a cierto común denominador, se prestaba a confusiones. Allí están Humberto Díaz Casanueva,
Rosamel del Valle, Gerardo Seguel, con un
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hermoso tilulo: TVtr.í campanario* a la onlla
del ciclo, y el increíble Alberto Rojas Giménez,
que es ¡a más grande aproximación, que en
la realidad he encontrado, a esa mezcla de ternura y comicidad, que es como la vida misma
y que se llama Carlos Chaplín.
Después en el substrato nacional, por largos años no logran combinarse los ingredientes para dar una nueva generación, hasta que
el año 1930 da en e! calendario la característica de una época, que prácticamente se desarrolla entre los años 1927 y 1933. Como siempre, es la Universidad fa caja de resonancia de
la inquietud del país, y es allí donde toma forma la lucha contra el primer Gobierno del General Carlos Ibáfiez del Campo, que se caracteriza por un notable desconocimiento de las
libertades públicas. El estudiantado gasta dos
años en su lucha masiva, y afronta situaciones
callejeras contundentes, reclusiones y relegaciones. La actitud es eminentemente universitaria y democrática, al servicio del imperio de
la constitución y de la libertad. Con esta unidad en la acción, el Gobierno cae el 26 de junio de 1931, y lus estudiantes, por algunos días,
responden del tránsito y del orden públicos.
Pero aparece un nuevo fenómeno, que establece una nolable diferencia con la generación
del veinte que está formada por individualidades, bajo el signo del anarquismo. Aparecen
los grupos orgánicos, bajo el signo del socialismo, sea este científico, de Estado, ateo o
cristiano. El grupo que asume el papel de derecha, sin serlo en realidad, es el Renovación,
origen de la Falange Nacional, y en último
análisis, raíz de la Democracia Cristiana. Los
otros son el Grupo Avance (Comunista), Vanguardia (Trotskista), y un grupo llamado Universidad, con pretcnsiones de apolítico.
En ei orden poético, hay en la época jóvenes, para quienes, iodo el problema de la
poesía chilena se reduce a definir una especie
de campeonato entre Huidobro, Neruda y de
Rocka. Los jóvenes se dividen entre los maestros, y no faltan quienes, actuando a la salud
de Huidobro, acusan a Neruda de plagio, por
haber éste publicado una paráfrasis de un
poema de Tagorc, demostrando cómo la temática se robustecía al trasmutarse de la prosa
al verso.
Literariamente también hay algunos movimientos orgánicos. El runrunismo, con Benjamín Morgado, Clemente Andrade Marchant,
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Raúl Lara Valle, Alfredo Pérez Santana y Alfonso Reyes Meza, es una reacción contra la
trascendencia y la oscuridad y aspira incluso
a ser una manera superficial y clara de vivir,
dándole situación poética a la greguería. El
angunientismo es un movimiento de jóvenes
prosistas que expresan su devoción por la tierra, por todo lo que es nuestro y nos define.
El grupo Mandragora, grupo poético, con Enrique Gómez Correa, Teófilo Cid, Braulio Arenas, escapa a mis posibilidades de definición,
porque no siempre sus realizaciones guardan
relación con sus postulados. Pero todo esto es
revelador de inquietud, junto con la aparición
de los antecedentes de lo que en un futuro
próximo, seria nuestro espléndido movimiento
teatral.
Quiero recordar lo que en mi tiempo, o
sea el año 1930, se podría llamar el grupo de
poetas que no se agrupó, y que es al cual me
siento pertenecer, a pesar de que en cierto momento, lo mismo que oíros de estos poetas independientes, tuvimos ciertas afinidades con
el runrunismo.
Rene Frías Ojeda, actual regidor de definición comunista, teniendo un subido color
era dueño de una poesía blanca, toda de una
suave claridad musical. Era poeta floral, que
siempre ganaba el premio y elegía reina en
los juegos tradicionales de Providencia. Es el
autor de Maestr'aa, cuya primera estrofa recordaremos: "En la escuela pequeña que abrió
tu corazón, mi adolescencia triste yo fui a matricular. Y yo fui el único alumno que escuchó
tu lección, y tú fuistes la única que la pudo
enseñar", —no creo que la dureza obligatoria,
haya destruido su ternura interior.
José Miguel Latorre, que ahora vive un
estado de reverdecimiento, proclamando la
plena vigencia de sus fuerzas físicas, ha tenido
el ansia de libertad más infinita, y de allí surgió su conocido poema Gitana, con el cual llegó a identificarse. "Vivir aprisionado por cuatro muros grises de un cuarto, para el alma
siempre oscuro y estrecho, y sentir unas ansias infinitas de irse, vagando por la gloria de
los campos abiertos".
Hernán Cañas Flores, a veces comía rosas,
y quería irse detrás de un caballo blanco por
la cordillera. Está lleno de piedad humana y
la hace extensiva incluso a los animales. Sabe
sufrir por la muerte de un niño, de un amigo
o de un potrillo. Para todo tiene corazón y
entrega su amor sin regateo: "Viene del sur el
tren del viento, que de regalos te ha traído,
una bandeja de jacintos, un quitasol de tamarindos, y un arco iris para el dedo."
Eduardo L'garle fue llamado gran poeta
joven de rostro nazareno. Su libro debió titularse Mariposa de ceniza- Estuvo mucho tiempu a media vida, en su lecho, pero sensibilizado en tal forma, que escuchaba lo que ocurría
dentro de las cosas. Y tenía un gran humor
jovial. Al mundo todo lo miraba como a un
circo, y mirando a los astros exclamaba "¡Todos los espectadores de galería están fumando
estrellas!"
Augusto Santcliccs era un poeta que asustaba. Había reynos poéticos que le temían. Publicu su primera colección "El agua en sombra", y más tarde cerró su capitulo poético
ton Romance de Lucas y espadas. No me resigno a creer que esté ealladu, aunque él haga
•metáforas con su silencio poético. Tenía demasiada voz: "¿Madre, por que al cansancio
llaman serenidad?"
Juvcncio Valle hacía sonar en el Sur su
Flauta del Hombre Pan, y con minuciosa y
verde sabiduría, averiguaba al bosque debajo
de las cortezas. Llegó a Santiago con su margarita Petunia, con ese sol que comía amapolas y esa burra que comía menta, y además
con esa gota de agua pura que se le atravezaba en la garganta. Fue como si el aire del sur
se hubiera entrado por la ventana abierta de
Santiago.
Y también nos llegaban de las provincias
los romances de Osear Castro, de Nicanor Pa-
rra y de Alejandro Galaz. Todos con su voz
personal, como un rostro musical reconocible.
La Generación del 50, cuya cabeza más
distinguida es la muy bien dolada de Enrique
Lafourcadc, es de condición estrictamente literaria, está integrada por prosistas y tiene un
claro sentido de la disciplina, de! rigor y de la
técnica. Tal vez sus cultores estén más cerca
del escritorio que de la vida, y probablemente
tengan más información documental que aventura propia. De todas maneras, en un mundo
que tiendo a la especiatización, su actitud seria
perfectamente explicable y acorde con el tiempo.
La actual generación, siempre enfocada en
el terreno universitario, ideológicamente nu
hace una labor creadora hacia afuera, pues
ahora el fenómeno ocurre a la inversa, y la
Universidad es un reflejo de la división política nacional.
En el orden poético creo que existe un
magnífico coro, sin que se destaque claramente una voz superior. La actual es una generación poética con mucho oficio, donde es apreciable un evidente retorna a la claridad, o por
lo menos, un abandono del prejuicio de hacer
obscuridad obligatoria. Se rechazan todas las
obligaciones, lo mismo ía de hacer verso clásico, que la de no hacerlo. Se tiende a escribir
con libertad, y a liberarse incluso, de los
"maestros". Y no hay duda que en Chile, a pesar de lo anli-poética que se estima una época,
cuando injustamente se procura establecer la
contradicción ciencia-poesía, la vigencia de esta última continúa intacta, y cada día se ensanchan los límites de su radiante imperio.
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