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MEMORIA PRESTADA
EL HOLOCAUSTO EN LA NOVELA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA:
LOS CASOS DE SEFARAD DE MUÑOZ MOLINA
Y EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS DE GARCÍA ORTEGA
MARIJE HRISTOVA – DIJKSTRA
[Foto de la portada: Momunento a las víctimas del Holocausto (2007). Parque de Juan Carlos I.
Madrid. © Javier1949. Flickr]
Memoria prestada. El Holocausto en la novela española contemporánea: los casos de Sefarad de
Muñoz Molina y El comprador de aniversarios de García Ortega by Marije Hristova is licensed
under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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MEMORIA PRESTADA
EL HOLOCAUSTO EN LA NOVELA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA:
LOS CASOS DE SEFARAD DE MUÑOZ MOLINA
Y EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS DE GARCÍA ORTEGA
MARIJE HRISTOVA – DIJKSTRA
Tesina de maestría (‘doctoraal’)
Filología hispánica
Universidad de Ámsterdam
31 de julio de 2011
Coordinador: dr. Pablo Valdivia Martín
Segundo lector: dr. Antonio Sánchez Jiménez
Marije Hristova – Dijkstra
6225004
marije.hristova[at]gmail.com
3
ÍNDICE
1.
Introducción
3
2.
La memoria del Holocausto en el siglo XXI
7
2.1 La memoria del Holocausto en Europa
7
2.2 El Holocausto en la literatura
11
2.3 La memoria del Holocausto en España
13
2.4 La narrativa del Holocausto en España
20
Sefarad de Antonio Muñoz Molina
27
3.1 Historia europea desde perspectiva española
30
3.2 Narrar el Holocausto
32
3.3 Primo Levi
35
3.4 Personajes híbridos
41
El comprador de aniversarios de Adolfo García Ortega
45
4.1 Memoria prestada
48
4.2 Auschwitz está demasiado cerca: perspectiva española
51
4.3 Entre ficción y realidad
54
5.
Conclusión
57
6.
Obras citadas
65
3.
4.
1
INTRODUCCIÓN
Durante muchas décadas la memoria del Holocausto ha sido una memoria ajena al colectivo
español (Mate 1998). Esto no sorprende si pensamos que en los años cuarenta España ya
estaba sometida bajo una dictadura autárquica y cerrada que iba a durar hasta 1975. A pesar
de las atrocidades sufridas bajo la propia dictadura, la mayoría de los españoles no tuvo
experiencias directas con la política exterminadora del Tercer Reich. Es cierto que un grupo
pequeño sí tuvo experiencias propias: unos luchando en el frente nazi y otros recluidos en los
campos de concentración. Pero la memoria de estas personas no ha dado lugar a una memoria
del Holocausto o de la Segunda Guerra Mundial en España. La memoria de los que sufrieron
la represión en los campos nazi quedó ajena al colectivo español, salvo para los exiliados que
se vieron destinados a los campos.1 La memoria de los soldados que lucharon en el frente del
Este, por otra parte, fue insertada en la conmemoración de ‘los caídos por España’, es decir
los soldados ‘nacionales’ que murieron durante la Guerra Civil española. Por lo tanto, la
desmemoria del Holocausto se alinea con la desmemoria de las víctimas republicanas de la
Guerra Civil española.
A pesar de la ausencia de una cultura de memoria del Holocausto es notable que en
los últimos años, grosso modo a partir del 2000, la novela del Holocausto ha conocido un
notable auge en la literatura española (Gómez López-Quiñones y Zepp 2010; Steenmeijer
2009). ¿Cómo se narra una memoria ajena, pero tan importante, también literariamente,
como la de Holocausto? En los países donde sí hay una memoria viva de la Segunda Guerra
Mundial y del Holocausto, los escritores actuales son definidos como la segunda o la tercera
1
La memoria de Mauthausen y de sus sobrevivientes ha tenido siempre alguna presencia tras el desarrollo de la
literatura testimonial. Sobre todo con la internacionalmente muy reconocida obra de Jorge Semprún. Un
ejemplo más reciente es Tras Mauthausen (2007) de Mariano Constante. Estas novelas autobiográficas se basan
sobre todo en la memoria individual.
INTRODUCCIÓN
generación insertada en esa cultura de memoria del Holocausto tras las historias de sus
abuelos y de sus padres (Franklin 2011; Hirsch 1997). Pero en el caso de los escritores
españoles, si de algún colectivo de memorias traumáticas formasen parte, sería
principalmente del de la memoria de la Guerra Civil española.
En este trabajo de investigación nos centraremos en dos novelas españolas recientes
que narran el Holocausto: Sefarad (2001) de Antonio Muñoz Molina y El comprador de
aniversarios (2002) de Adolfo García Ortega. Lo que llama la atención en estas novelas son
las referencias (intertextuales) a escritores icónicos que han narrado el Holocausto, entre los
que destaca sobre todo Primo Levi. García Ortega parte de un personaje secundario que
aparece en La tregua de Primo Levi y lo inserta como personaje principal de su novela
inventándole una historia de origen y de porvenir. En Sefarad de Muñoz Molina, los
escritores icónicos son tanto personajes novelísticos como fuente primaria de esta ‘novela de
novelas’.
Partiendo de la idea de que la memoria del Holocausto es principalmente una memoria ajena
al colectivo español, la necesidad de recurrir a la narrativa icónica de la memoria del
Holocausto es tal vez fácilmente entendible. Sin embargo, las referencias icónicas se insertan
en un contexto específicamente español. De allí, la pregunta principal que ha inspirado este
trabajo es: ¿Cómo se representan los textos icónicos del Holocausto en la literatura española
actual?
El trasfondo teórico del planteamiento concierne el debate reciente entorno a la
memoria y sus representaciones literarias, y, específicamente, a las incidencias entre la
literatura del Holocausto por una parte y por otra la memoria en la literatura española actual.
Dentro del marco teórico propuesto por Daniel Levy y Natan Sznaider (2006), el recurso a la
narrativa icónica podría bien ser una evidencia de la globalización de la memoria del
Holocausto. Al contrario, Michael Rothberg (Rothberg 2009) aboga por una sensibilización
en torno a los enlaces 'multidireccionales' de la memoria, en la que la memoria del
Holocausto posibilita la articulación de otras historias de víctimas. Pero aparte de los
diferentes modelos de la memoria transnacional, la memoria histórica de la Guerra Civil
española se presenta como un marco muy específico para entender la representación del
Holocausto en la literatura española.
El primer capítulo es un artículo introductorio en el que expondremos la historia de la
memoria del Holocausto en Europa y en España, tanto como los diferentes lazos históricos
que tenemos que considerar cuando hablamos del Holocausto en España. Aunque el
4
MEMORIA PRESTADA
Holocausto mismo, aquí entendido como la Shoah (término bíblico preferido por el colectivo
judío) o la ‘Solución final’ (término eufemístico procedente de los nazis), no involucró al
colectivo español, no deberíamos olvidar la importante relación entre España y los regímenes
del Eje durante los años cuarenta. Además, nos adentraremos en la memoria del Holocausto
en el género de la novela. En los siguientes dos capítulos se presentarán los análisis de
respectivamente Sefarad y El comprador de aniversarios. Para el análisis se partirá de un
'close reading' de ambas novelas. El propósito aquí no es el de la mera comparación, sino el
del análisis detallado de las representaciones de referencias icónicas como por ejemplo Primo
Levi, con el fin de revelar la particular lectura realizada sobre el escritor. Algunas preguntas
parciales son: ¿Qué textos icónicos del Holocausto se recogen? ¿Hay referencias explícitas a
un contexto español por parte del narrador o de los personajes principales? ¿Cuál es el centro
de interés en las representaciones de las referencias icónicas? Finalmente, en el último
capítulo expondremos algunas líneas de comparación que establecen un conjunto de
conclusiones generales sobre la novela del Holocausto en España, al mismo tiempo que se
proponen nuevos posibles hilos conductores para investigaciones futuras. El presente interés
en torno al Holocausto por parte de los escritores españoles promete un campo de
investigación mucho más amplio en el que el análisis de las dos novelas que aquí se
presentan cubre solamente un pequeño espacio.
5
2
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
2.1 LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EUROPA
El discurso generado en torno a la memoria del Holocausto es hoy día uno de los puntos de
referencia más importantes para articular la representación histórica y sentimental del
conjunto de la memoria europea. Aunque pueda parecer lo contrario, la recuperación de la
memoria histórica del exterminio en masa, de lo que supuso Auschwitz o de la
industrialización de la muerte llevada a cabo por el régimen de Hitler, se ha realizado de
manera relativamente reciente. Tal y como sostiene Tony Judt en el epílogo de su magnífica
obra Posguerra. Europa después de 1945 ‘todos los países europeos crearon su propio
síndrome de Vichy’ (Judt 2005, 808). Siguiendo a Judt podemos afirmar que la recuperación
de los testimonios y la memoria de aquellos, que fueron víctimas del genocidio llevado a
cabo contra los judíos, sorprendentemente no fue objeto de la atención de historiadores e
intelectuales en la inmediata posguerra. En este sentido, como expone Tony Judt en el
epílogo de este libro, la representación de las trágicas consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial se realizó en la mayoría de las naciones europeas mediante la recuperación de una
abstracta imagen de sufrimiento nacional mientras que se dejó la persecución y aniquilación
del pueblo judío en un segundo plano. De esta manera se procedió en países como Bélgica,
Holanda y Francia a la glorificación de las víctimas nacionales de la contienda a través de la
mitificación de la historia de la resistencia anti-fascista. Como consecuencia de este énfasis
en el sufrimiento nacional, los judíos supervivientes fueron prácticamente relegados a un
plano de invisibilidad y anonimato.
Una de la repercusiones directas de la existencia de un contexto como el que
acabamos de describir fue la negación de la posibilidad de que se escuchara la voz de los
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
judíos que sentían la necesidad de ofrecer su testimonio. Tony Judt ejemplifica este “clima”
con la recepción de la narración más emblemática sobre el sufrimiento judío en los campos
de exterminio. Nos referimos a Se questo è un uomo (Si esto es un hombre) de Primo Levi.
No deja de resultar curioso el hecho de que el libro fuera rechazado por la principal editorial
de izquierdas italiana en 1946. En aquel entonces parece ser que se estimó que la narración
de la detención del mismo Primo Levi, un judío italiano superviviente de Auschwitz, no
cabía dentro del marco del discurso predominante sobre los héroes de la resistencia antifascista italiana. En cambio, en 1947 sí se publicó en una editorial pequeña, De Silva, una
tirada de 2500 ejemplares. La traducción al inglés no salió hasta el 1959, también con una
tirada muy baja, aunque su distribución en los Estados Unidos aún esperaría unos veinte años
más (Judt 2005, 807). Se questo è un uomo no fue objeto de mayor interés hasta la muerte de
Primo Levi en 1987. En este mismo año también salió la primera traducción al castellano por
Pilar Gómez Bedate. A pesar de todas las dificultades que tuvo que superar este libro para
poder alcanzar la difusión que se merecía, hoy día su autor, Primo Levi, ha alcanzado la
posición de hito imprescindible en lo que se refiere a la literatura y la memoria del
Holocausto (Todorov 2005, 177).
No obstante, pese al muy tardío reconocimiento de la narrativa de Primo Levi,
también es preciso señalar que observamos un cambio en el proceso de recuperación de la
memoria de la Segunda Guerra Mundial en Europa durante los años sesenta debido al
importante juicio llevado a cabo contra Adolf Eichmann en Israel y al proceso de Auschwitz
en Frankfurt. Después, en las décadas de los años setenta y ochenta, el reconocimiento del
sufrimiento de los judíos y la recuperación de la memoria del Holocausto fueron estimulados
por producciones cinematográficas como la mini serie Holocaust dirigida por Marvin
Chomsky (1978) o el famoso extenso documental Shoah de Claude Lanzmann (1985), por
citar algunos ejemplos. Como hemos destacado anteriormente, será en estos mismos años
cuando la obra de Primo Levi obtenga una mayor divulgación.
Después de la caída del bloque comunista a partir de 1989 se puede constatar un giro
en el fenómeno que hemos expuesto hasta ahora. El Holocausto pasa a partir de este
momento a ocupar una posición central como elemento desde el que articular la recuperación
de la memoria histórica europea reciente. De este modo, el discurso de recuperación de la
memoria del Holocausto ha sido institucionalizado gracias a conmemoraciones nacionales e
internacionales, museos, memoriales y monumentos. Este proceso institucional de
recuperación de la memoria histórica del genocidio judío, que hasta entonces había sido
encarnada por los supervivientes, durante los años noventa, se transformó dejando de ser un
8
MEMORIA PRESTADA
testimonio transitorio (‘memoria comunicativa’ en términos de Aleida Assmann) para
convertirse en ‘memoria cultural’: un espacio discursivo duradero fuertemente arraigado en
el ámbito de lo público y de la cultura europea.
En relación con lo anterior, según Aleida Assmann, la evolución de la “memoria del
Holocausto” es la ‘de represión total a la obsesión global’ (Aleida Assmann y Conrad 2010,
98). También Enzo Traverso ha señalado que la memoria del genocidio de los judíos hoy día
cubre casi todas las demás “memorias” en el espacio público (Aleida Assmann y Conrad
2010, 98). Assmann incluso va más allá y distingue que, al principio del siglo veintiuno, la
“memoria” del Holocausto es ya un fenómeno global. Otros autores, como es el caso del
sociólogo español Alejandro Baer (2006) o los sociólogos estadounidenses Daniel Levy y
Natan Sznaider (2001), emplazan las raíces de este proceso de globalización ya en los años
noventa. Para ello, Baer describe lo que él llama la globalización, la universalización y la
americanización del Holocausto como un proceso iniciado tras la construcción de un museo
memorial del Holocausto en Washington D.C. Baer señala que la construcción de este museo
se enfrentó a un problema difícil de resolver sobre cómo ‘trascender el carácter particular y
grupal de la memoria de una tragedia, que hasta el momento se había concebido como “de
los judíos”, hacia una memoria más universal con la que podía identificarse una amplia
audiencia estadounidense no judía’ (Baer 2006, 77). La clave se encuentra, para Baer, en el
hecho de que tras la construcción del museo, la noción del Holocausto se actualiza en la
configuración de un discurso universal que se convertirá en modelo y que operará a nivel
ideológico como punto de referencia de lo que supone la persecución y el exterminio.
Siguiendo la misma línea argumentativa, Levy y Sznaider (2001) señalan cómo el
Holocausto da lugar a una memoria universal, global y cosmopolita. Basándose sobre todo en
la difusión mediática del Holocausto, señalan cómo la memoria del Holocausto se encontrará
ahora ligada al discurso de los derechos humanos. El recuerdo y la recuperación de los
testimonios de las atrocidades cometidas contra los judíos durante la Segunda Guerra
Mundial funciona, por tanto, como un “imperativo moral discursivo”. Esta noción de
“memoria del Holocausto” halló en la crisis de Kosovo en 1998-1999, por ejemplo, un
espacio donde ejerció esta función de “imperativo moral” de la que acabamos de hablar. En
este sentido, según dichos autores, la crisis de Kosovo es el momento fundacional en el
proceso de la “universalización” del Holocausto. Por primera vez, ‘las “lecciones del
Holocausto”, la protección de los derechos humanos y la necesidad de prevenir el genocidio’
fueron imperativos morales discursivos que operaron como justificación de una intervención
militar (Levy y Sznaider 2006, 165). Resulta llamativo que los críticos alemanes que antes
9
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
habían rechazado tales usos como la “instrumentalización del Holocausto”, en este nuevo
contexto aplaudieron la universalización de la memoria del Holocausto (Levy y Sznaider
2006, 166).
Para Aleida Assmann, el año 2000 es muy importante. Cuando el 27 de enero la
“Fuerza de Tareas Internacional para la Memoria del Holocausto” invitó a dieciséis naciones
en Estocolmo para discutir y definir un marco común para la conmemoración y la educación
del Holocausto se inició un nuevo paradigma. Cinco años más tarde, el Parlamento Europeo
declaró el día de la liberación de Auschwitz, el 27 de enero, como un día de conmemoración
europeo. Haciéndonos eco de las ideas de Tony Judt, el reconocimiento del Holocausto y la
participación en la recuperación de su memoria se han convertido, en buena medida, en un
ticket de entrada para la Unión Europea (Judt 2005, 803).
Por todo ello, teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora, creemos necesario
diferenciar lo que por un lado es la “universalización” o la “globalización” de la memoria del
Holocausto y, por otro lado, la “europeización” del Holocausto. En el caso de la
“universalización”, señalada por Baer, Levy y Sznaider y Assmann, se hace referencia al
proceso en el cual la memoria del Holocausto se convierte en una metáfora o una referencia
moral de la violación extrema de los derechos humanos. El Holocausto como icono global se
usa frecuentemente para llamar la atención sobre otros procesos traumáticos y otras
atrocidades. Assmann lo define como un ‘free-floating signifier’ (Aleida Assmann y Conrad
2010, 114). Por otra parte, la “europeización” de la memoria del Holocausto se refiere al
proceso mediante el que la memoria del Holocausto se ha convertido en una de las
principales referencias discursivas de la identidad europea. Tony Judt termina su espléndido
ensayo, ‘From de House of the Dead’, subrayando los enlaces entre la Europa contemporánea
y Auschwitz cuando escribe:
‘If in the years to come we are to remember why it seemed so important to build a
certain sort of Europe out of the crematoria of Auschwitz, only history can help us.
The new Europe, bound together by the signs and symbols of it's terrible past, is a
remarkable accomplishment; but it remains forever mortgaged to that past. (…)
“European Union” might be a response to history, but it can never be a substitute’
(Judt 2005, 830-831).
Por tanto, siguiendo a Judt, podemos afirmar que la “europeización” del Holocausto está
íntimamente ligada al proceso de la integración económica y política de Europa que utiliza la
experiencia real de la Segunda Guerra Mundial como elemento de cohesión de su territorio .
10
MEMORIA PRESTADA
2.2 EL HOLOCAUSTO EN LA LITERATURA
Las representaciones novelísticas del Holocausto son muy diversas y es difícil llegar a una
subdivisión del género. La historia de la novela del Holocausto está, en buena medida, ligada
con la historia de su tardío impacto, como ya he expuesto anteriormente. Durante las
primeras décadas tras el final de la Segunda Guerra Mundial existió un cierto ambiente de
negación de los relatos testimoniales del Holocausto. Los supervivientes sí querían contar su
historia, pero hubo pocos que quisieran escucharlos. Es preciso que tengamos en cuenta que
la narrativa de la primera generación se empieza a publicar en los años sesenta. La novela del
Holocausto vino a ocupar una categoría distinta dentro de la literatura producida sobre la
Segunda Guerra Mundial y tan sólo se desarrollaría a finales de los años setenta y durante los
años ochenta. Por otra parte, su desarrollo está estrechamente ligado con su apropiación
comercial dentro de la cultura occidental. Hollywood tuvo una cierta importancia en la
popularización del tema, aunque también engendró una discusión feroz acerca la
trivialización del Holocausto como un cliché barato (Sicher 2005, xiii).
La dificultad de narrar y de representar el Holocausto es un tema de debate
recurrente. Generalmente la literatura del genocidio se diferencia de otras modalidades
literarias en el hecho de que está estrechamente ligada a la realidad histórica. La invención
total de tales horrores cruzaría la frontera de lo éticamente aceptable para muchos críticos.
Por ello la novela del Holocausto pone su centro especial de atención en torno a temas como
la escritura de la Historia, la representación de atrocidades y la diferencia vaga entre la
autobiografía y la ficción (Franklin 2011; Sicher 2005).
La mayoría de los autores son supervivientes o descendientes de supervivientes del
Holocausto. Para categorizar las diferentes aproximaciones proponemos la subdivisión en
generaciones más común: la primera generación de supervivientes que vivió los horrores del
Holocausto; la segunda generación, es decir los hijos de los supervivientes; y, de manera más
reciente, se ha debatido sobre la existencia de una tercera generación, la de los nietos. Existen
algunas diferencias muy importantes entre unas generaciones y otras. Mientras que para la
primera generación hubo un ‘antes’ del Holocausto, para la segunda generación todo empieza
con el Exterminio. Estos últimos son los que crecieron con los efectos postraumáticos de los
padres y desconocen la historia familiar de las generaciones mayores (Sicher 2005, xviii). La
tercera generación viene a ser un grupo de escritores con un interés especial en la estética: un
tema tabú en la literatura del Holocausto desde la frecuentemente citada negación de la
11
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
poesía después de Auschwitz por Theodor Adorno.2 Ruth Franklin no los clasificaría entre
los novelistas del Holocausto ya que, aunque siempre tocan el tema, éste nunca llega a ser el
foco central de atención (Franklin 2011, 237). Sus narraciones están basadas en las historias
familiares, pero a la vez han conocido el Holocausto a través de otros libros y a través del
cine. Un ejemplo representativo de este grupo de escritores es el novelista estadounidense
Jonathan Safran Foer con su novela Todo está iluminado (Everything is illuminated (2002)).
Aquí el Holocausto ocupa el centro de interés a la vez que es aproximado, en un doble juego,
desde fuera ya que la historia está narrada por un personaje externo a la historia familiar
judía.
Por su parte Efraim Sicher (2005) omite la existencia de una tercera generación, pero
añade a esta clasificación de la novela del Holocausto, la categoría de la novela histórica o
novela documental, escrita por aquellos que no son testigos ni familiares de supervivientes.
Además, distingue la categoría de la novela de los “holocaustos” posmodernos, que borran
las fronteras temporales, geográficas y raciales. Para él algunos ejemplos los constituyen
Ruido blanco de Don DeLillo o Eve's Tattoo de Eva Prager3 (Sicher 2005, xviii-xxii). Es
cierto que aquellos autores que no pueden depender de su memoria personal o familiar como
material literario, tienen que recurrir a otras formas para representar el evento. Pero esto
conlleva ciertos riesgos ya que, como subraya Jessica Lang, ‘stories centered on
memorializing the Holocaust through non-Jews (Emily Prager’s Eve’s Tatoo, 1998),
fetishizing the Holocaust (Philip Roth’s The Ghost Writer, 1979), and laughing at the
Holocaust (Roberto Benigni’s “Life Is Beautiful,” 1997) have produced a range of
controversies and critiques’ (Lang 2009, 44). Lang introduce la siguiente paradoja: al morir
los últimos testigos, el Holocausto está cada vez más sujeto de la imaginación (44).
En conclusión podemos afirmar que al principio del siglo XXI nos encontramos ante
un horizonte repleto de paradojas y de intensas problemáticas en lo que se refiere a la
memoria y a la literatura del Holocausto. Por un lado constatamos que hay una presencia
abrumadora de representación del Holocausto en la literatura y en la memoria cultural. Por
otro lado el testimonio vivo y directo de la memoria del Holocausto está muriendo con los
últimos supervivientes. La principal consecuencia de esta situación estriba en el hecho de que
el Holocausto se haya convertido, con un poder cada vez mayor, en un espacio discursivo
2
Las palabras exactas de la negación son ‘Nach Auschwitz ein Gedicht zu schreiben, ist barbarisch’ y datan de
1949. Ruth Franklin señala cómo estas palabras se arrancaron de su contexto original (una crítica literaria
Marxista) tras las múltiples citas e interpretaciones. Ahora, se entienden como una prohibición general de
cualquier literatura imaginativa del Holocausto, ‘a condemnation of the moral callousness of aestheticizing
horror’ (Franklin 2011, 3).
3
La novela de Prager no se ha traducido al español.
12
MEMORIA PRESTADA
fuertemente ligado al paradigma ético de un conjunto de imperativos categóricos morales
sobre los que se articula el discurso universal de los derechos humanos. No debemos olvidar
el carácter relativo del ámbito de actuación de la noción de Holocausto como imperativo
categórico moral universal porque, si bien es cierto en el contexto de Europa Occidental y de
los Estados Unidos esta noción opera de forma plena, también es preciso tener en cuenta que
por ejemplo en América Latina o en Asia (Jeffrey Alexander, mencionado en Aleida
Assmann y Conrad 2010, 107) no funciona de la misma manera. Quizá, en este sentido, es
necesario tener muy presente que, como apunta Efraim Sicher, al final de su introducción en
The Holocaust Novel, aún no hay un acuerdo universal sobre qué apropiación del Holocausto
es legítima (Sicher 2005, xvii). En nuestra opinión es aquí donde se encuentra el centro de
debate sobre la representación y articulación de la noción del Holocausto en la actualidad. La
conclusión de Sicher sigue siendo válida ahora, seis años después de su publicación. El
debate sigue abierto.
2.3 LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN ESPAÑA
La memoria del Holocausto en España está estrechamente ligada a la memoria de la Guerra
Civil española y del franquismo. Por una lado, ya durante la Guerra Civil la Alemania de
Hitler y la Italia de Mussolini prestaron apoyo militar y logístico al ejército rebelde fascista
sublevado bajo las órdenes del general Francisco Franco. Los lazos entre la España de Franco
y las potencias del Eje no sólo se habían establecido tras la ayuda de éstos en la Guerra Civil,
sino también habían servido de inspiración ideológica. ‘En la construcción del Estado
franquista, el periodo del conflicto mundial, y especialmente los años 1939-1942,
corresponde a la fase más germanófila del régimen’ (Rozenberg 2010a, 56). Al comienzo de
la Segunda Guerra Mundial, el nuevo régimen se declaró “estrictamente neutral” en el
conflicto. Sin embargo, después de los avances rápidos de las potencias del Eje, Franco
cambió la postura inicial a la de no-beligerancia, con la expectativa de posibles adhesiones
territoriales.4 Las ayudas a Alemania, con la exportación ilimitada de wolframio español
también era un estímulo para la economía nacional totalmente devastada por la Guerra Civil
española. Aparte, en 1941 se envían 18.000 voluntarios falangistas en la División Azul para
combatir en el frente del Este, ayudando, según la retórica del régimen franquista, a la 'lucha
4
Oficialmente, Franco difundió una postura de conveniencia que se justificaba con la defensa de la idea de que
tres guerras, según él, se estaban desarrollando simultáneamente. En la guerra del Eje contra el comunismo,
Franco era favorable al Eje; en la guerra entre el Eje y los Aliados, Franco era estrictamente neutral y por
último, en la guerra contra Japón, se posicionaba en el bando de los Aliados.
13
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
contra el comunismo'. Con el cambio del panorama de la guerra, a partir de 1942, volvieron a
reorientar la posición del régimen hacia la neutralidad. Aunque no fue un proceso lineal,
poco a poco se iban reduciendo las facilidades que habían concedido a las potencias del Eje.
Tras ese momento, Franco hasta concederá facilidades a los Aliados, como por ejemplo
cuando posibilitó el paso por el territorio español a diversas categorías de individuos en
tránsito: refugiados del nazismo y combatientes de las fuerzas de liberación (Rozenberg
2010b, 215).
Por otra parte, muchos de los republicanos españoles que habían salido al exilio
fueron recluidos en los campos de concentración franceses. Algunos vieron posibilidades de
juntarse desde allí a los grupos de resistencia francesa, pero, tras la posición colaboradora de
Vichy, muchos otros se vieron directamente deportados de los campos de concentración
franceses a los campos alemanes. Ángeles Egido León, historiadora que entre otras se
interesa por la memoria de las víctimas de la Guerra Civil, recoge estas experiencias en
Españoles en la Segunda Guerra Mundial (Egido León 2005). Con el motivo del 60
aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, que según la autora no recibió bastante
atención en España, Egido León nos señala un amplio abanico de experiencias de los
exiliados españoles en los campos franceses y alemanes, la resistencia francesa y la Legión
Extranjera.
Una tercera línea en la experiencia de los españoles durante la Segunda Guerra
Mundial es la de los judíos. La historia más contada, ya durante el franquismo, es la del
diplomático de la embajada española en Budapest Ángel Sanz Briz. En Un español frente al
Holocausto (Carcedo 2000), el periodista Diego Carcedo traza los pasos de Sanz Briz durante
esos años durísimos en los que logró salvar a miles de judíos de origen Sefardí, pero también
a otros, otorgándoles la nacionalidad española. Es una historia que nos recuerda a la lista de
Schindler: la bondad de un individuo frente a la barbarie de la Historia. La historia fue
utilizada por el gobierno de Franco para recobrar algún prestigio tras la Segunda Guerra
Mundial y después de 1945. La recepción de miles de refugiados judíos en tránsito sin
discriminación racial, forjó ‘la imagen de un Franco filosemita’ (Rozenberg 2010b, 213). No
obstante, desde mediados de los años setenta esta visión apologética de la salvación de los
judíos por el franquismo fue desacreditada por nuevos estudios.
Aún así, Bernd Rother señala cómo el mito de la salvación de los judíos por Franco
quedó tan bien establecido que perdura hasta hoy. Según Rother, el gobierno español estaba
más interesado en proteger las propiedades de los judíos que en su libertad personal (Rother
2010; Rozenberg 2010b). Rother describe cómo en realidad los procedimientos burocráticos
14
MEMORIA PRESTADA
en España redujeron el número de judíos que podían pedir la repatriación. La concesión de
los documentos para obtener la nacionalidad española pasaba por un filtro político y el
régimen franquista se negó sistemáticamente a otorgar visados colectivos. Los judíos que sí
tuvieron ocasión de quedarse durante algún tiempo en España fueron ayudados por
organizaciones humanitarias (Rozenberg 2010b, 221-226). La salvación de los judíos
dependía entre otras del compromiso personal de los representantes diplomáticos en los
países bajo dominio nazi. En otras palabras, personas como Ángel Sanz Briz actuaban por
iniciativa propia. No obstante, el mito de la salvación de los judíos por el gobierno español
fue estratégicamente planeado. Consiguieron que el Congreso Mundial Judío reconociera
oficialmente a la España de Franco como un aliado y utilizaron esta historia activamente en
una campaña de propaganda frente a los aliados occidentales (Rother 2010) y en 1949
cuando España quería mostrarse como un país digno de entrar en las Naciones Unidas
(Friedman 1993, 424). En realidad el anti-semitismo en España conoce una historia larga,
desde la prohibición oficial del judaísmo en 1492 pasando por la Inquisición hasta la época
franquista.5 Aunque no se puede negar la ayuda de España a miles de judíos españoles y
extranjeros, Danielle Rozenberg concluye su análisis subrayando que ‘al privar a varios miles
de sefardíes de la nacionalidad española a la cual tenían derecho y retrasar deliberadamente
la repatriación de ciertos grupos en espera, judíos “repatriables” según los propios criterios
del Reich, España fue responsable de haber abandonado a una suerte trágica a un gran
número de judíos españoles que podían haber sido salvados’ (Rozenberg 2010b, 248).
Alejandro Baer, siguiendo al filósofo Reyes Mate, traza aquí también un enlace más
filosófico que histórico en la expulsión de los judíos Sefardíes y ‘Los estatutos de limpieza
de sangre’ como un precedente de los crímenes Nazi (Baer 2011, 97).
Aunque el rescate de los judíos fue instrumentalizado para mejorar la apariencia del
régimen frente a los países aliados, generalmente, la memoria de las víctimas de la Segunda
Guerra Mundual fue silenciada durante todo el periodo franquista. Los fallecidos en el frente
del Este fueron conmemorados junto a los demás ‘Caídos por la Patria’, es decir, las víctimas
del Bando Nacional durante la Guerra Civil española. Pero las historias de las víctimas
republicanas y judías estuvo totalmente ausente. Incluso a finales del siglo XX, el gobierno
español otorgó subvenciones para recuperar los restos de fallecidos de la División Azúl en el
frente oriental, mientras que negó subvenciones parecidas para recuperar las víctimas
5
Para una historia detallada veáse La España contemporánea y la cuestión judía (2010) de Danielle Rozenberg.
Rozenberg señala ‘la constante instrumentalización de la herencia judía con fines políticos más o menos
explícitos’ (Rozenberg 2010b, 15).
15
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
republicanas de las fosas comunes en tierra propia. A pesar de que el régimen franquista
nunca había sido antisemita en sus actos, la retórica del régimen durante la Guerra Civil y la
Posguerra era claramente antisemita. Los enemigos declarados de la España 'una, grande y
libre' eran los judíos, masones y comunistas. Aun así, era un anti-semitismo peculiar, debido
a la falta de presencia física de judíos en la península. El historiador Xosé Manoel Núñez
Seixas señala cómo los veteranos de la División Azul ayudaron a construir una versión
oficial franquista de lo que había sido el Holocausto. Su experiencia en el frente del Este les
había puesto en contacto con la población judía y la política de exterminio nazi. En sus cartas
y memorias leemos una visión del pueblo judío totalmente conforme con la ideología nazi.
No obstante, en autobiografías después de 1946, la cuestión judía no se suele mencionar. A
partir de los años cincuenta el mito viene a ser que el soldado español de la División Azul no
supo nada de los campos de exterminio y, todavía más, que demostraba una compasión
abierta frente al judío maltratado (Núñez Seixas 2010, 79-81). De este modo, durante el
franquismo, la historia del exterminio de los judíos fue reemplazada por una historia del
español benévolo, que ayudó a los judíos tanto luchando en el frente del Este, como en el
propio país, ofreciéndoles pasaportes y visados para luego cruzar el océano.
Mientras que en la España franquista las víctimas republicanas de la Guerra Civil
fueron totalmente silenciados, en el resto de la Europa Occidental la Guerra Civil española
vino a ser el icono político de memoria del siglo veinte, por lo menos para las izquierdas
(Diner 2010, 33). Sobre todo en las primeras décadas después de 1945, la memoria de la
Segunda Guerra Mundial fue inicialmente ligada a la narrativa de la resistencia antifascista
de las izquierdas, silenciando la memoria de los judíos que volvieron de los campos de
exterminio y el icono más emblemático de la lucha antifascista fue la Guerra Civil española.
Sin embargo, Dan Diner distingue la importante yuxtaposición que hay bajo la superficie de
esta alianza: la yuxtaposición antropológica de dos formas de muerte. Una debida a la
oposición política y la lucha ideológica y la otra como resultado de la destrucción completa
lejos del conflicto, una aniquilación sin causa (Íbidem). Es solo en las últimas décadas que la
memoria de Auschwitz ha eclipsado la memoria de la Guerra Civil española.
No obstante, en España, la memoria hegemónica de la Guerra Civil nunca fue la del
antifascismo. Durante los años de la dictadura, la memoria pasó de una narrativa triunfalista
del bando nacional que liberó España de la anti-España de marxistas y judeomasones a una
narrativa que exaltaba la paz, después de una guerra fratricida mejor olvidada. Mientras que
el relato triunfalista nunca desapareció del todo durante la Dictadura, la exaltación de la paz y
la reconciliación se convirtió en el relato que dominó el proceso de la transición democrática
16
MEMORIA PRESTADA
hasta los años 90. Durante este último periodo se habla hoy día de un “pacto de silencio”, un
pacto tácito para no hablar de los acontecimientos más atroces de aquella guerra fratricida.
Aunque durante este periodo los historiadores sí empezaron investigaciones minuciosas
acerca la represión durante la Guerra Civil y el franquismo en diversas localidades, estos
relatos no llegaron a formar parte de una memoria hegemónica y de los discursos más
amplios (Graham 2004, 323).
Se puede decir que la memoria de la Segunda Guerra Mundial, para el colectivo
español estrechamente ligado a la memoria republicana y la memoria del exilio, siguió la
misma trayectoria. Mientras que la Segunda Guerra Mundial y la experiencia de los
españoles durante la contienda sí fue objeto de algunos estudios históricos, no llegó a formar
parte de un discurso memorialístico a través de conmemoraciones y museos hasta finales de
los años 90. Aún así, a principios del siglo XXI el filósofo Reyes Mate sigue indagando en
varios ensayos periodísticos y filosóficos sobre la falta de una memoria del Holocausto en
España (Mate 2008, 142-143). Aún más, Alejandro Baer apunta a un antisemitismo
persistente, ya que los españoles parecen incapaces de recordar y mencionar la destrucción de
los judíos en los campos de exterminio nazis, sin recurrir a una crítica feroz hacía la política
contemporánea israelí y la situación en Palestina. ‘Es un tic español, señalaba la escritora
Elvira Lindo, mentar el problema entre israelíes y palestinos cada vez que en España se habla
o se escribe sobre las víctimas del nazismo o sobre Auschwitz. (...) Según el discurso en los
medios de comunicación, las víctimas de ayer se han convertido en la sombra de sus
verdugos’ (Baer 2006, 241). Otros pensadores, como por ejemplo Pedro Ruiz Torres (Ruiz
Torres 2007) apuntan a la diferencia entre la memoria antifascista y la memoria del
Holocausto para explicar la ausencia de la última en España.
No obstante, el arraigo de la memoria del Holocausto como una memoria cultural más
duradera en la Europa Occidental en los años noventa coincide con la aparición en España de
la llamada memoria histórica de las víctimas de la Guerra Civil española. Incluso el
Holocausto aparece cada vez más como una metáfora para denominar la represión feroz
durante la Guerra Civil. En 2003, los periodistas Montse Armengou y Ricard Belis plantean
la pregunta “¿Hay un Holocausto español?” en el libro y documental, ambos titulados Las
fosas del silencio. La obra no habla del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, sino que
trata de aplicar la teoría del Holocausto a los crímenes de la Guerra Civil española.
Recientemente, apareció también el libro del historiador e hispanista Paul Preston titulado El
Holocausto español (Preston 2011). Este tipo de publicaciones se identifican más bien como
un ejemplo de la universalización o globalización del Holocausto, señalado por Daniel Levy
17
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
y Natan Sznaider (2001). El Holocausto viene a ser una metáfora para llamar la atención
sobre otras atrocidades traumáticas. Más aún, Isabel Estrada señala en su artículo ‘To
Mauthausen and Back: The Holocaust as a Reference in Spanish Civil War Memory Studies’
(2010), cómo los estudios acerca la memoria histórica de la Guerra Civil se apropian del
vocabulario que se origina en los estudios del Holocausto. Estrada concluye cómo tras esta
reapropiación tanto el Holocausto como la Guerra Civil española pierden su singularidad
(Estrada 2010, 50)
Los hispanistas Antonio Gómez López-Quiñones y Susanne Zepp, editores del
reciente volumen acerca el Holocausto en la memoria española, buscan una posible
explicación de la tardía aparición de una memoria del Holocausto en España en la reciente
Ley de Memoria Histórica que introduce el colectivo español en la tendencia europea de
restitución y memoria de crímenes contra la humanidad (Gómez López-Quiñones y Zepp
2010, 10). A la vez, se menciona la influencia de la traducción al español de obras canónicas
como las novelas de Primo Levi, Jean Améry y Elie Wiesel, tanto como la apariencia de las
grandes producciones cinematográficas como La lista de Schindler de Steven Spielberg y El
pianista de Roman Polanski. Sin duda, todas estas producciones han tenido influencia en la
aparición de una memoria del Holocausto en España. Sin embargo, habría que añadir alguna
especificación cronológica. La Ley de Memoria Histórica se presentó a finales de 2006, casi
dos años después de la instauración del día 27 de enero como día europeo de la
conmemoración del Holocausto. La primera traducción al castellano de Se questo è un uomo
de Primo Levi salió en el año 1987, la misma época en que la obra por fin recibió la atención
debida en el resto de los países de Europa. La primera traducción de Elie Wiesel se publicó
ya en el 1971 (Las puertas del bosque) seguido por La noche…el alba, el día en 1975. La
obra de Jean Améry sí que salió por primera vez en español a finales de los años 90.6 Gómez
López-Quiñones y Zepp presentan pues un abanico de posibles influencias, situadas entre los
principios de los años 70 hasta ya entrados en el siglo veintiuno. Además, estas influencias
no parecen diferenciarse demasiado de los textos más importantes y estimulantes de una
memoria del Holocausto en el resto de los países europeos.
La referencia que falta en este repaso es la de la película documental Shoah de Claude
Lanzmann (1985). El autor mismo ya preguntó en el año 1988 si existía ‘algún "misterioso
motivo" por el que Shoah seguía inédita en España en salas comerciales y de televisión,
después de haberse exhibido en el mundo entero y de haber gozado de críticas entusiastas en
6
Levantar la mano sobre uno mismo en 1999 y Revuelta y resignación y Más allá de la culpa y la expiación en
2001.
18
MEMORIA PRESTADA
prestigiosos medios de muy diferente signo’ (Rubio 1988). En 1988 se presentó el ya clásico
documental en un único cine de Madrid, Torre de Madrid, con subtítulos en francés. No fue
hasta el 1998, que el documental se estrenó con subtítulos en español en México (Gandler
2009, 164). El sociólogo Alejandro Baer añade a esta larga lista de posibles influencias en
interés mediático en Violeta Friedman, superviviente de Auschwitz y residente en Madrid y
su lucha contra León Degrelle, antiguo miembro de la Waffen-SS y líder prominente del
movimiento neo-nazi belga en los años 90. Este caso también abrió el debate sobre la
presencia de criminales Nazi en España (Baer 2011, 99).
En general, no es fácil trazar el porqué de la tardía introducción de una memoria del
Holocausto en España. Lo cierto es que la memoria del genocidio judío alcanza España
cuando en el resto de Europa pasa a una forma más institucionalizada en los años 90. En ese
momento se busca otra forma de seguir narrando los horrores de la ‘solución final’ debido a
que los últimos testigos se están muriendo. No obstante, en España nunca hubo testigos
judíos de los campos de exterminio. En este sentido hay una constante e irresuelta tensión
entre lo que son las experiencias republicanas en Mauthausen y Buchenwald y por otra parte
las experiencias en los campos de exterminio como Birkenau y Auschwitz (Diner 2010, 33).
Notablemente, esta misma tensión se encuentra bajo un mismo marco temporal, cuando
hablamos de la memoria antifascista y la memoria del exterminio judío. Es aquí donde
podríamos encontrar otra posible explicación para la introducción tardía de una memoria del
Holocausto en España en los noventa. En estos años la memoria hegemónica europea cambia
el acento del testimonio a una narrativa más amplia, institucionalizada en museos,
memoriales y lugares de memoria; en España, debida a la ausencia de testimonios de judíos
españoles, no es hasta este momento cuando se hace posible conectar con las
representaciones del Holocausto. Por otra parte, en esta época también surge la memoria
republicana de la Guerra Civil española. La cuestión es, cómo esta memoria, que
tradicionalmente se relaciona con los marcos de la memoria anti-fascista se relaciona con la
ahora hegemónica memoria del Holocausto.
Las múltiples conexiones entre la historia y la memoria de por un lado la Guerra Civil
española y por otro lado la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto inducen a pensar que el
reciente interés sobre el Holocausto en España no es el mero resultado de la globalización o
de la universalización del Holocausto como metáfora. Aún así, es difícil conectar la memoria
del exterminio con la memoria de los republicanos en los campos de concentración Nazi. Sin
embargo, España como miembro de la Unión Europea, también participa en las
conmemoraciones europeas del Holocausto. A partir de 2006 se presentan discursos
19
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
presidenciales y ministeriales en el día internacional del Holocausto, el 27 de enero. Además,
el Holocausto ha llegado a formar parte del currículum escolar.7 Interesante desde esta
perspectiva resulta también que el Memorial Democràtic en Barcelona. Este museo pone
énfasis en la conexión entre la memoria de la Guerra Civil y del Holocausto, tras la
introducción explícita de los lugares de memoria en Cataluña en una cronología de historia
europea del siglo veinte. Así, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y las
guerras en la antigua Yugoslavia vienen a ser elementos de una misma “historia” común.
Danielle Rozenberg enlaza el interés y el creciente conocimiento del Holocausto en España
con ‘el deseo de Europa’, que existía desde el tardío franquismo hasta la entrada en la
Comunidad Europea. La reunión con los demás países occidentales significaba, hasta cierto
punto, la renovación de los valores republicanos. A principios del siglo XXI se da un nuevo
giro a la identidad europea en busca de los valores totalmente compartidos. ‘En ce sens,
rejoindre la mémoire traumatique de l’Europe s’avère le plus court chemin vers un avenir
commun’ (Rozenberg 2007, 64). Pero en España, como veremos en la reciente narrativa
española del Holocausto, la memoria traumática de Europa está estrechamente ligada a la
memoria traumática de la Guerra Civil española.8
2.4 LA NARRATIVA DEL HOLOCAUSTO EN ESPAÑA
La narrativa española del Holocausto se podría distribuir aproximadamente en dos grupos. El
primer grupo abarca la literatura de testimonio de los supervivientes de Mauthausen y
Buchenwald. El segundo grupo recoge los relatos de escritores totalmente ajenos a la
contienda y la experiencia de los campos. En el primer grupo destaca el novelista Jorge
Semprún. Aunque considerado novelista francés por muchos, al escribir mayoritariamente
en francés y al residir en París desde 1945, Semprún es el escritor-superviviente español de
los campos nazis más reconocido. Aún así, hay que tener en cuenta que él narra sus
memorias del campo de Buchenwald, mientras que la mayoría de los republicanos españoles
fue deportada a Mauthausen. Además, las memorias de los españoles supervivientes de los
campos nazis se centran sobre todo en la deportación y en la vida de los antifascistas en los
campos de concentración, algo que habría que diferenciar de lo que tradicionalmente se ha
7
Para un resumen de las iniciativas en España acerca la memoria del Holocausto, véase la página web de la
International Task Force for International Cooperation on Holocaust Education, Remembrance, and Research:
http://www.holocausttaskforce.org/memberstates/member-spain.html, consultado el 19 de mayo de 2011.
8
En varias conmemoraciones del Holocausto en España se ha incluído a representantes de los Republicanos que
estuvieron en los campos de concentración, para establecer una relación entre España y la historia del
Holocausto (Véase Baer 2011, 100-105).
20
MEMORIA PRESTADA
tratado la narrativa del Holocausto. Notablemente, Ulrich Winter subraya que las primeras
narraciones de supervivientes españoles de Mauthausen, como los de Amadeo Sinca Vendrell
y Joaquim Amat-Piniella9, no son narraciones de víctimas, sino de héroes. Asimismo, Winter
concluye que estos primeros textos no han contribuido a un discurso español del Holocausto,
sino que han formado una base para las representaciones literarias y cinematográficas de la
Guerra Civil española y la imagen propia de la izquierda española (Winter 2010, 113).
Las contribuciones al segundo grupo de narrativa española del Holocausto son objeto
del presente estudio. Son los relatos sobre el Holocausto de escritores contemporáneos
españoles totalmente ajenos a la experiencia de los campos. A diferencia de la mayoría de los
escritores que han narrado el Holocausto, estos novelistas españoles no tienen ningún vínculo
familiar o histórico con la Segunda Guerra Mundial. Ellos han conocido la historia de los
campos nazis tan solo a través de libros de historia, de novelas y de representaciones
cinematográficas. Sus novelas cabrían dentro de la categoría de novela histórica o novela
documental, distinguida por Efraim Sicher (2005). Es a partir de 1997 cuando, según el
hispanista Maarten Steeenmeijer, empiezan a publicarse ‘con cierta frecuencia novelas
españolas que se vertebran en torno al nazismo y el Holocausto’ (Steenmeijer 2009, 203).
Las novelas mencionadas por Steenmeijer no constituyen según él una lista espectacular ni
en sentido cuantitativo, ni en sentido cualitativo: es una lista de ocho novelas no siempre
escritas por los novelistas españoles más eminentes. Aún así, la lista no carece de interés
debido a la ausencia total de este tema en la narrativa española en el periodo anterior.10
La lista abre con la novela catalana de Maria Àngels Anglada, El violí d'Auschwitz
(1994), publicada en castellano en 1997. Las demás contribuciones se publican al rededor o
posterior al 2000: Cita en Varsovia (1999) de Hermann Tertsch, El niño de los coroneles
(2001) de Fernando Marías, Sefarad (2001) de Antonio Muñoz Molina, Velódromo de
invierno (2001) de Juana Salabert, El comprador de aniversarios (2002) de Adolfo García
Ortega, La habitación de cristal (2003) de Luis Manuel Ruiz y El invierno de las almas
desterradas (2004) de Abel Caballero.11
9
Amadeo Sinca Vendrell, Lo que Dante no pudo imaginar: Mauthausen-Gusen 1940-1945 (1980) y Joaquim
Amat-Piniella, K.L. Reich (1963)
10
Sultana Wahnón señala como la existencia de una poesía española del Holocausto ha sido ignorada en gran
medida. La poesía española del Holocausto empezó ya en los años cuarenta con León Felipe, Max Aub, Jorge
Guillén y Rafael Alberti. Wahnón incluso argumenta que '[t]he great Spanish poets who included the theme of
the extermination in their works from the seventies on were at the forefront of the great revival of this historic
event' (Wahnón 2010, 184).
11
Esta lista se incluye en Steenmeijer (2009, 203)
21
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
En su clarificador ensayo, Maarten Steenmeijer propone analizar esta nueva tendencia
en la narrativa española desde una estrategia evasiva que él denomina “catapóstrofe”,
siguiendo a Jacques Derrida y a Heinrich Lausberg, y que se hace referencia al ‘intricado
interés por la catástrofe del otro’ (Steenmeijer 2009, 207) Según él, el súbito interés en el
tema del Holocausto, está estrechamente ligado a la imposibilidad de un tratamiento normal
del trauma nacional de la Guerra Civil española. Sin embargo Dagmar Schmelzer, en su
análisis de Esperando a los años que no vuelven (2007) de César Antonio Molina y de El
séptimo velo (2007) de Juan Manuel de Prada, concluye que los enlaces entre la perspectiva
española y un contexto europeo más amplio conducen a la relativización del pasado propio.
El Holocausto para ella funciona como una memoria cosmopolita que trasciende las fronteras
nacionales. Por tanto la búsqueda de otros temas distintos al tema de la Guerra Civil española
señala el final del ‘boom’ en este ámbito (Schmelzer 2010, 241).
Lo que en este estudio nos interesa es cómo se relata el trauma ajeno, usando el
término crítico acuñado por Steenmeijer. Las dos obras que se analizarán en más detalle,
Sefarad (2001) de Antonio Muñoz Molina y El comprador de aniversarios (2002) de Adolfo
García Ortega, destacan no solamente por tratar el tema del Holocausto, sino también por sus
referencias intertextuales a los textos icónicos del Holocausto. Ambos novelistas insertan la
obra de Primo Levi en sus novelas. Mientras que Primo Levi, junto a otros escritores
icónicos, se convierte en una referencia fundamental en la novela Sefarad, en cambio en El
comprador de aniversarios el personaje de Hubernik, que conocemos de La tregua de Primo
Levi, viene a ser uno de los protagonistas. Estas dos obras presentan lo que, a nuestro modo
de ver, conlleva el problema principal de narrar el Holocausto como trauma ajeno. La única
referencia “real” a aquel trauma europeo proviene de representaciones literarias y
cinematográficas. Por ello, no es de extrañar, que los límites de la invención literaria misma
sea uno de los temas de debate más recurrentes en la narrativa del Holocausto. La respuesta
de estos autores españoles parece ser una novela híbrida con referencias explícitas a los
textos icónicos y a la vez nos ofrecen una lectura española de estas obras fundamentales del
Holocausto.
La recepción de la obra de Primo Levi ya se ha citado en varias ocasiones como
ejemplo representativo de cuál ha sido el desarrollo de la historiografía de la memoria del
Holocausto en el mundo. Su tardá publicación y éxito constituye uno de los ejemplos más
claros de las dificultades de enfrentarse a la realidad de los campos de exterminio en las
primeras décadas después del 1945.
22
MEMORIA PRESTADA
Su trilogía autobiográfica que comprende Si questo è un uomo (Si esto es un hombre),
La tregua (La tregua) e I sommersi e i salvati (Los hundidos y los salvados), es una de las
referencias destacadas en las dos novelas de Antonio Muñoz Molina y Adolfo García Ortega
que aquí estudiaremos. La llamada trilogía de Auschwitz representa tal vez el relato más
emblemático y detallado sobre la vida en el campo de concentración de Auschwitz. Para
Primo Levi, el campo de concentración fue un experimento social y biológico enorme. Es
sobre todo en Si questo è un uomo donde Levi destila la esencia de Auschwitz como
experimento. El breve relato recoge la detención, la deportación de Turín a Auschwitz, la
estancia de diez meses de Primo Levi en el campo de Auschwitz y la liberación del campo.
Con su ojo analítico de químico, disecciona la vida en los campos determinando los
diferentes componentes de la crueldad nazi y los detalles imprescindibles para la
superviviencia de los reclusos. En el relato destaca su preocupación por la lengua y la
representación del Holocausto: en los campos una palabra equívoca podría predeterminar la
diferencia entre la vida y la muerte y a la hora de dar el testimonio la lengua parece
últimamente inadecuada para representar los ‘defectos estructurales del universo moral’
(Franklin 2011, 47). El libro es sobre todo una obra literaria, sin ser ficticia o inventada.
Hoy día, el trabajo de Levi recibe un reconocimiento unánime que culmina en su
sacralización y ‘el culto de sus catacterísticas intrínsecas incontestables’ (Thanassekos 2008,
383). Según Yannis Thanassekos, la recepción de Levi ha construido un verdadero ‘objeto
cultural’ de autoridad incontestable en el dominio testimonial. Apreciamos el trabajo de
Primo Levi por la simplicidad, la claridad y la coherencia. Aún así, en la apropiación de la
obra de Primo Levi en Europa y los Estados Unidos su función de icono viene a ser una
trampa. Actualmente se entiende a Primo Levi sobre todo como un autor judío e indulgente.
No obstante, la voz de Primo Levi es siempre híbrida, recogiendo múltiples identidades:
químico y escritor, testigo y novelista, judío e italiano. Además, ‘[Levi] wished to situate the
Holocaust in the context of global injustice – Algeria, Vietnam, the Soviet Union, Chile,
Argentina, Cambodia, and South Africa – which displaces the desire for revenge onto the
demand for justice’ (Cheyette 2007, 69).
Si questo è un uomo fue traducido y editado en España en 1987. Las otras dos novelas
integrantes de la trilogía fueron traducidas y publicadas un año posterior. 1987 coincide con
la muerte de Primo Levi y con el auge del interés por su obra en el resto del mundo
occidental. Aún así, Francesco Ardolino abre su contribución sobre la recepción de la obra de
Levi en España en el volumen Primo á l'oeuvre. La reception de l'oeuvre de Primo Levi dans
le monde (Mesnard y Thanassekos 2008) manifestando sus preocupaciones. Según él, en
23
LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO EN EL SIGLO XXI
España no existe ningún trabajo académico sobre Levi fuera del ámbito de la filología
italiana. Admite que las excepciones, como la novela Sefarad de Muñoz Molina, confirman
la regla en este caso. Ardolino relaciona la ausencia de estudios serios acerca de esta obra
clásica con la ausencia generalizada de interés de los españoles por los campos de
concentración y aún más, con la resistencia de la derecha española a condenar el franquismo,
tanto como la falta de presión social para que se afectuara tal condena (Ardolino 2008, 186187).
Aún así, en este preocupante panorama hay algunas notas positivas. En 2004 el
Círculo de Lectores ofrece una edición limitada de la trilogía de Auschwitz con una
introducción de Antonio Muñoz Molina que admite la integración de Levi en el horizonte
cultural del lector español (Ardolino 2008, 188). Además, en el mismo año se defiende una
tesis doctoral en la Universidad de Vigo por Xoán Manuel Garrido, sobre la traducción y la
paratraducción de Si questo è un uomo. Asimismo, en el 2009, se ha creado el grupo de
investigación DiGEC: Discriminación, Genocidio y Exterminio Cultural: un Estudio sobre la
Literatura del Holocausto y la Recuperación de la Memoria, adscrito a la Universidad de
Granada. Este grupo tiene como uno de sus metas crear una red española de investigadores
para impulsar la investigación y la traducción de Literatura del Holocausto en España.12
Aparte de la narrativa española del Holocausto y de la recepción de los textos clásicos
sobre el Holocausto mismo, debemos destacar las memorias de dos editores. El editor Mario
Muchnik recuerda a Primo Levi en sus memorias A propósito: del recuerdo a la memoria
(1931-2005) (2005). Asimismo, el editor César Antonio Molina recoge el análisis de los
campos nazis por Primo Levi en algunos instantes de su voluminosa Esperando a los años
que no vuelven. Memorias de ficción (2007). Como último, se podría añadir aquí la novela
gráfica Prisionero en Mauthausen. Un análisis de la culpa personal y colectiva (2011) de
Toni Carbos y Javier Cosnava. Esta novela gráfica no hace referencia directa a la obra de
Primo Levi, pero recoge detalladamente la idea del campo de concentración como un
experimento social y biológico.
Concluyendo se puede afirmar que a partir de los años noventa en España aumenta el
interés y la información sobre el Holocausto. Este interés se expresa en el campo de la
Historia, la narrativa, la traducción y reedición de las obras clásicas y en el estudio
académico de la memoria del Holocausto en España. Las obras de Antonio Muñoz Molina y
Adolfo García Ortega que analizaremos aquí, forman un conjunto interesante por sus
12
Véase http://digec.ugr.es/pages/digec.html
24
MEMORIA PRESTADA
referencias explícitas a las obras canónicas, en especial a Primo Levi. Por otra parte, ambas
obras nos ofrecen una visión particularmente española sobre la historia del exterminio judío y
los años oscuros en el continente europeo. Veremos cómo estas obras vacilan entre una
refencia al Holocausto como memoria global y la Shoah como memoria europea,
estrechamente ligada a la experiencia española durante el siglo XX, entre la “catapóstrofe”13
y la memoria cosmopolita.
13
El hispanista holandés Maarten Steenmeijer propone el término “catapóstrofe”, siguiendo a Jacques Derrida y
a Heinrich Lausberg, para analizar el tema del Holocausto en la narrativa española. Con ello se hace referencia
al ‘intricado interés por la catástrofe del otro’ (Steenmeijer 2009, 207).
25
3
SEFARAD DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA
La extraordinaria ‘novela de novelas’ Sefarad de Antonio Muñoz Molina, publicada en 2001,
es una de las primeras novelas en la narrativa española que toca el tema del Holocausto. Esta
obra está compuesta por diecisiete historias o novelas entrelazadas entre sí. Cada una de estas
historias reflexiona sobre la condición del destierro y la memoria desde ángulos diferentes,
pero siempre manteniendo como hilo conductor el conjunto de las experiencias totalitarias en
la Europa del siglo XX.
Con la palabra ‘novela’, Muñoz Molina se refiere tanto a la Historia como a las
historias personales que cada uno lleva consigo (Grohmann 2006, 235) en un claro homenaje
a la literatura de Galdós. Esta interpretación se adelanta ya en la dedicatoria, deseando que
sus hijos ‘vivan con plenitud las novelas de sus vidas’, y, por tanto, estableciendo la analogía
entre novela y vida. Una analogía parecida vuelve a repetirse en el segundo capítulo
‘Copenhague’, cuando el narrador se pregunta qué historias sabrán sus compañeros de viaje
tan callados, ‘qué historias sabrán y no cuentan, qué novelas lleva cada uno consigo’ (Muñoz
Molina 2001, 65). De esta manera se establece una relación directa entre la novela y las
historias, anécdotas y recuerdos de las personas. No obstante, simultáneamente, la
denominación ‘novela de novelas’ propone un espacio más amplio que abarca todas estas
vidas e historias: la condición universal del destierro y la Historia europea del siglo XX.
Asimismo, Sefarad recoge dos temas importantes que se desarrollan tras las
numerosas voces, anécdotas e historias narradas. Las últimas palabras de la novela, ‘la
melancolía de un largo destierro’ (Muñoz Molina 2001, 535), apuntan muy claramente a
estos temas principales: la memoria y el destierro. Sin embargo, al contrario de lo que sugiere
el marco de la novela, emplazada en las experiencias totalitarias del siglo XX, la condición
del destierro no solamente se ejemplifica con el destierro de los judíos y disidentes políticos
SEFARAD
durante el siglo XX sino que el autor propone un territorio más amplio. Al tratar Muñoz
Molina el tema desde una perspectiva española, presenta un abanico universalizador que
comprende tanto el destierro (a veces voluntario) de aquellas que se fueron a vivir a las
grandes ciudades españolas por razones de trabajo, dejando atrás la vida acogedora de sus
pueblos natales, 14 o la marginación de los enfermos y drogadictos, como la longue durée del
éxodo de los judíos sefardís desde 1492. Este mapa de “posibles exilios o destierros” se
construye de una forma narrativa no lineal que se desplaza de una década a otra y de un país
a otro. Asimismo, aparte del destierro de las personas, los objetos juegan un rol notable. Los
objetos mismos son muchas veces desterrados, como por ejemplo los manuscritos y cuadros
de la Hispanic Society de Nueva York; objetos que a la vez destacan por su carga narrativa y
la posibilidad de recuperar ciertas memorias (véase Adema y Hristova 2010). En este sentido,
el tema de la memoria también constituye un elemento fundacional de la novela. Cada uno de
los diecisiete capítulos es en parte una meditación sobre el significado de la memoria
personal y colectiva, pero también del olvido y de la desaparición de los últimos testigos. A
través de la recogida de diferentes voces testimoniales y objetos de memoria, Antonio Muñoz
Molina consigue formar un relato que enlaza la memoria y la historia española con la
europea: historias privadas y “pequeñas” con el gran discurso de la Historia.
La ligazón entre los temas de la memoria y del destierro que muestra Sefarad aborda
una tercera temática: la de la identidad. La relación entre memoria e identidad ya se ha
subrayado por diversos especialistas de la memoria colectiva, como por ejemplo Maurice
Halbwachs, que acuñó el término ‘memoria colectiva’ a principios del siglo XX, y Jan
Assmann, uno de los principales pensadores en el debate de los años noventa (véase
Halbwachs 1992; Jan Assmann 1995). El tema de destierro sin embargo, amplifica esta
cuestión, ya que subraya tanto la fragilidad de una identidad imaginada, como su carácter
híbrido. Muñoz Molina señala dicha fragilidad meditando sobre las terribles consecuencias
de la imposición de una identidad, como fue el caso de muchos judíos al comienzo de la
Segunda Guerra Mundial que se habían integrado totalmente en la cultura nacional de sus
respectivos países y a los que se les atribuyó una cierta identidad judía construida por el
antisemitismo. Este fue el caso de Jean Améry (Hans Meyer) y Primo Levi, pero también del
personaje ficticio de Isaac Salama quién admite que ‘cuando tenía nueve o diez años, en
Budapest, lo que yo quería no era que los judíos nos salváramos de los nazis. (…) lo que yo
14
En muchos casos, el éxodo a las grandes ciudades españoles no era voluntario. Durante la dictadura muchos
republicanos se vieron forzados a irse para buscar el anonimato de las grandes ciudades, cuando su (supuesta)
afiliación política o la de sus familiares les hacía la vida en el pueblo imposible. En estos casos, el traslado a las
grandes ciudades se puede ver como un exilio interior.
28
MEMORIA PRESTADA
quería era no ser judío’ (Muñoz Molina 2001, 157). El escritor Emile Roman explica que no
es judío por la fe de sus antepasados, ‘a mí me hizo judío el antisemitismo’ (Muñoz Molina
2001, 495).
Las historias recogidas en Sefarad se narran, a veces, a personas totalmente
desconocidas en los largos trenes que cruzan Europa. El viaje en tren y las historias que se
cuentan en ellos forman un motivo entretejido a lo largo de los diecisiete capítulos
independientes. El símbolo de los trenes refleja tanto el tema del destierro como la historia
del siglo XX europeo, en la que los trenes a Auschwitz y otros campos de exterminio han
llegado a ser, dentro del imaginario colectivo sobre la memoria del Holocausto, una de las
imágenes más potentes. A su vez, el énfasis en las historias que la gente relata en los trenes
también está asociada con la misma estructura formal de la novela, ya que intercala
numerosas historias y narradores diferentes. El autor subraya, paradójicamente al tratarse de
una novela y por tanto de ficción narrativa, la poca necesidad de inventar porque basa las
diferentes historias de Sefarad en fuentes orales, testimonios, cartas y libros de referencia
como las obras autobiográficas de Margarete Buber-Neumann, Evgenia Ginzburg, Jean
Améry y Primo Levi, y también en las interpretaciones históricas de Tzvetan Todorov,
Stephan Koch o Françoit Furet. Leemos, por tanto, las historias que la gente se cuenta o se
podría contar en un tren. El conjunto es una novela que recoge y entreteje varios relatos;
relatos de los que otros personajes se apoderan, atribuyen un significado y vuelven a narrar
dentro del marco de sus propias vidas o novelas.
La recepción realizada por la crítica internacional ha situado Sefarad como una
novela del Holocausto. Antonio Gómez López-Quiñones observa que con esta novela se
interrumpe la tendencia de que las aportaciones españolas al debate sobre el Holocausto
pasaran casi siempre desapercibidas. ‘El diálogo que esta novela propone entre la “Solución
Final” nazi y otros genocidios, junto con un esfuerzo metatextual que explícitamente medita
sobre los procedimientos narrativos empleados, ubican a Sefarad en el epicentro de algunos
de los más vigentes debates intelectuales sobre el legado del Holocausto’ (Gómez LópezQuiñones 2004, 60). A su vez, David Herzberger recalca que el trauma histórico del
Holocausto forma el núcleo de la novela (Herzberger 2004, 90). También Juan Carlos Martín
Galván asume en su tesis doctoral que ‘la recuperación de la memoria colectiva en Sefarad
supone enfrentarse inevitablemente a uno de los acontecimientos históricos más impactantes
de todo el siglo XX: el Holocausto, o Shoah, judío’ (Martín Galván 2006, 148). Es verdad
que el Holocausto forma un tema recurrente en casi todos los capítulos de la novela y que
con ello Sefarad es una de las primeras y más conseguidas novelas en la narrativa española
29
SEFARAD
que toca este tema. No obstante, no es precisamente el exterminio de los judíos el problema
central de la novela, sino la marginación y el destierro, también tematizado a través del
éxodo de los judíos sefardíes. Exilio o éxodo no es lo mismo que exterminio; la exclusión no
es igual a la destrucción; Mauthausen no es Auschwitz (véase Rother 2010). Sin embargo, en
Sefarad, los temas del destierro y la memoria sí abren un espacio para introducir el tema del
Holocausto. A continuación expondremos cómo Antonio Muñoz Molina se acerca al tema
del exterminio, la ‘solución final’, un tema tradicionalmente ajeno a la memoria colectiva
española y a la tradición literaria en España. En nuestra opinión, sin recurrir a la equiparación
de Mauthausen y Auschwitz, el autor consigue abrir el horizonte de la memoria colectiva
española para incluir en ella el Holocausto como memoria europea del siglo XX.
3.1 HISTORIA EUROPEA DESDE PERSPECTIVA ESPAÑOLA
Las experiencias totalitarias del siglo XX en Europa forman el punto de convergencia de
Sefarad. Asimismo, la novela no se limita solamente al continente europeo, ya que menciona
también a los inmigrantes magrebíes y subsaharianos y recurre al museo de la Hispanic
Society en Nueva York como una cierta metáfora del destierro. Todas estas historias son
abordadas principalmente por experiencias españolas. Los personajes principales de las
diferentes historias intercaladas casi siempre son españoles o tienen algún enlace identitario
con España, como el origen sefardí. Sacristán, Mateo, Godino, la visitante en ‘Cerbère’, el
hombre de la División Azul en ‘Tan callando’ y ‘Narva’ son todos españoles. Los narradores
Isaac Salama, Emile Roman y Camille Pederson-Safra son de origen sefardí. Willi
Münzenberg es tal vez uno de los personajes más ajenos a esta perspectiva española. Pero
cabe notar que su tragedia empieza en 1936, justo cuando quiere organizar una campaña
internacional para ayudar a la República española. Otro capítulo que se aleja relativamente
del lazo español es ‘Quién espera’, en el que el autor recoge a diferentes personajes históricos
que se han visto enfrentados al terror nazi o estalinista. Aún así, figuran entre ellos Rafael
Alberti y María Teresa de León y su entrevista con Stalin sobre la ayuda soviética a la
República española.
Además de estas referencias a personajes españoles o relacionados de alguna manera
con la realidad hispánica, en el conjunto de las historias se alude a todos los aspectos más
importantes de la historia y la memoria de la Segunda Guerra Mundial en España. En este
sentido destaca sobre todo el exilio republicano que llega a ser una referencia importante en
todo el libro. Su presencia es muy intensa, ya que se nos presenta las experiencias del exilio
30
MEMORIA PRESTADA
español en diversos contextos: en Rusia a través de Sherazade, el exilio en Francia del padre
de la ‘visitante’ en Cerbère, en el Palacio de Cristal nos adentramos en una exposición sobre
el exilio español en México o nos acercamos a la historia de la monja sor María de Gólgota,
que en realidad se llama Francisca y es hija de republicanos, que logra escaparse del
convento para exiliarse a los Estados Unidos. Igualmente, el exilio de los judíos sefardíes es
una referencia frecuentemente resaltada a través de los personajes: Camille Pederson-Safra,
Isaac Salama, la mujer pelirroja en ‘Narva’, Emile Roman, y también el icónico Primo Levi.
El rescate de los judíos sefardíes por los funcionarios españoles, con especial mención
de Ángel Sanz Briz, también figura como tema en una de las narraciones recogidas en
Sefarad. En ‘Oh tú que lo sabías’, Isaac Salama recuerda la ayuda de Sanz Briz a él y a su
padre y a muchos más, para conseguir un pasaporte español y escaparse de las deportaciones
a los campos nazis. Contrariamente a la imagen benéfica de la ayuda a los judíos sefardíes,
también nos encontramos ante la experiencias de un soldado de la División Azul en el frente
del Este. En este caso parece que Muñoz Molina elige subrayar la bondad del soldado, tanto
en ‘Tan callando’ donde resalta las buenas intenciones con los huéspedes rusos, como en
‘Narva’ cuando explica su acercamiento a una chica pelirroja judía, a la que el narrador
atribuye la identidad sefardí. El soldado en ‘Narva’ adquiere un perfil aún más contradictorio
cuando es yuxtapuesto a su propio profesor de literatura fusilado al principio de la Guerra
Civil. Muñoz Molina intenta poner de manifiesto todo un conjunto de contradicciones que
acosan a los personajes como resultado de experiencias traumáticas.
Aparte de los enlaces históricos, en varias ocasiones se pone de relieve la
(des)memoria de la Segunda Guerra Mundial durante el franquismo y la democracia. Isaac
Salama nos cuenta que cuando se fue a estudiar en Madrid hacia la mitad de los años
cincuenta, sus colegas de la universidad no sabían apenas nada de la guerra de Europa
(Muñoz Molina 2001, 143). En ‘Berghof’ la desmemoria destaca tras la ayuda de España a
los criminales nazis, después de 1945. La casa en la costa, habitada por un anciano nazi
rodeado por parafernalia nazi pone de manifiesto el hecho de que muchos alemanes nazis
encontraron en España un país de acogida cuando fueron buscados y condenados por los
países aliados. En el mismo capítulo, el narrador nos recuerda la invasión del sur de Europa
por los aliados desde el norte de África en 1943, imaginándose los españoles defendiéndose
contra ellos desde el búnker en la playa (Muñoz Molina 2001, 254), y así se subraya una vez
más la posición colaboradora del régimen franquista con las potencias del Eje. Es solamente
Mateo Zapatón quien sí se acuerda ‘de haber visto hace muchos años en uno de esos
31
SEFARAD
noticiarios en blanco y negro que daban en los cines montañas y montañas de zapatos viejos,
en aquellos campos que había en Alemania’ (Muñoz Molina 2001, 365).
En cuanto a la memoria tergiversada durante el franquismo, el narrador en Sefarad,
nos recuerda cómo había aprendido en el colegio que el año 1492 era ‘el de mayor gloria en
la Historia de España’, con el descubrimiento de América, la reconquista de Granada y la
expulsión de los judíos, ‘que en los dibujos de nuestra enciclopedia escolar tenían narices
aguileñas y perillas puntiagudas, y a los que se atribuía la misma oscura perfidia que a otros
enemigos jurados de España, de los cuales no sabíamos nada más que sus nombres temibles,
masones y comunistas’ (Muñoz Molina 2001, 492). Pues, en el imaginario franquista, los
judíos expulsados en 1492 se ponían en el mismo saco que los republicanos ‘comunistas’,
consiguiendo a su vez una comparación directa entre el año ‘de mayor gloria’ 1492, y el año
‘de la victoria del Glorioso Alzamiento’ 1939.
El enfoque español sobre las experiencias durante los años cuarenta en Europa está
intrínsicamente relacionado con la memoria de la Guerra Civil española y del Franquismo.
Por otra parte, las experiencias españolas no se relacionan directamente con los campos de
exterminio. En cambio, la perspectiva sobre los años cuarenta es más bien la del anti
fascismo. Las experiencias de los afiliados del partido comunista que caen en desgracia son
mucho más cercanas a las de muchos exiliados republicanos españoles, que la experiencia de
los judíos en los campos de exterminio. Es sobre todo en este último caso donde Antonio
Muñoz Molina recurre a los testimonios icónicos del Holocausto.
3.2 NARRAR EL HOLOCAUSTO
Los personajes que proporcionan al conjunto de relatos una dimensión española, son casi
todos personajes ficticios. Muchos de ellos se convierten en la voz narradora, aunque
algunos, como por ejemplo el señor Isaac Salama y el soldado de la División Azul, son
presentados como testimonios recogidos por el “narrador básico”. En la nota de lecturas,
Muñoz Molina menciona a algunas personas que le han ofrecido su testimonio, pero no se
identifican con sus nombres reales en el relato. No obstante, cuando la narración se adentra
en la memoria del Holocausto, la inserción de las obras y personajes canónicas que han
narrado la Segunda Guerra Mundial, y en especial el Holocausto, merece una atención
especial.
Richard Eder comenta, en su reseña para el New York Times, que Muñoz Molina
presenta en Sefarad una introducción a textos virtualmente inaccesibles para el lector español
32
MEMORIA PRESTADA
(citado en Gómez López-Quiñones 2004, 68). Aún más, habría que añadir que Muñoz
Molina tampoco podía contar con referencias literarias españolas que ya hubieran abordado
el tema previamente. Es verdad que con las referencias a los textos de mayor importancia en
cuanto a la Shoah, Sefarad se convierte en un objeto que supera los límites de una mera
novela al introducir el lector español en el tema del Holocausto junto con la tradición literaria
del Holocausto. Con la recogida de textos icónicos, Antonio Gómez López-Quiñones apunta
que con ello la novela acaba siendo un ‘catálogo literario, un “quién es quién” del
impresionante y decisivo corpus textual del Holocausto. (…) Es precisamente esta insistencia
en los nombres propios y en las obras de la tribu letrada la que acaba alejando a Sefarad de
su conato de realismo epistemológico y acercándola a una postura contraria: entre su
narración y el Holocausto parece haber tan sólo textos’ (Gómez López-Quiñones 2004, 68).
Gómez López-Quiñones sostiene que el ‘narrador básico’ en Sefarad el cual repite varias
veces que él no quiere inventar nada, que da pereza inventar o falsificar, y realiza una
aproximación al Holocausto que es, en última instancia, literaria y textual. Es verdad que,
como ya hemos comentado previamente, Muñoz Molina se acerca al Holocausto a través de
textos secundarios, donde le falta el enlace con la memoria española. Sin embargo, desde
nuestro punto de vista gracias a la forma de la novela y a la manera de introducir los textos
icónicos se consiguen borrar las fronteras entre las diferentes historias y experiencias.
Aunque la aproximación al Holocausto es textual y literaria, no representa un obstáculo para
el lector.
Los escritores icónicos aludidos más frecuentemente en Sefarad son sin duda Franz
Kafka, Margarete Buber-Neumann, Evgenia Ginzburg, Jean Améry y Primo Levi. En
relación con el Holocausto destacan Jean Améry y Primo Levi, por ser ambos judíos
supervivientes del campo de exterminio de Auschwitz y pertenecer al canon mundial de la
literatura de testimonio de la Shoah. Margarete Buber-Neumann, sobrevivió tanto al campo
de concentración estalinista de Karganda como al campo nazi de Ravensbrück. No obstante,
como autora se relaciona más directamente con su pasado de disidente comunista: Margarete
había sido internada en el campo de concentración Ravensbrück por su afiliación política; a
su vez, Ravensbrück, aunque fue un campo durísimo, no era un campo de exterminio.
De todos estos escritores icónicos, Jean Améry y Primo Levi, aunque aparecen en
diversos párrafos y capítulos, no llegan a ser desarrollados como personajes dentro de la
novela. Aún así, en la nota de lecturas al final de Sefarad, Antonio Muñoz Molina menciona
a ambos como los autores más decisivos en su educación de los últimos años, ‘sin los cuales
es muy probable que ni este libro se me hubiera ocurrido ni yo habría encontrado el estado de
33
SEFARAD
espíritu necesario para escribirlo’ (Muñoz Molina 2001, 538). La manera en que el texto
recoge a estos dos autores es, en nuestra opinión, crucial para entender cómo Antonio Muñoz
Molina inserta el tema del exterminio de los judíos en la novela Sefarad. Aquí analizaremos
las diferentes referencias a Primo Levi.15 Señalaremos que en vez de equiparar los diversos
crímenes del siglo XX, que según Antonio Gómez López-Quiñones conlleva ‘un
desequilibrio que le impide reconocer en el Holocausto un punto y aparte para el desarrollo
del siglo XX’ (Gómez López-Quiñones 2004, 63), Sefarad abre un espacio que posibilita
múltiples conexiones entre memorias aparentemente no relacionadas.
La novela recoge varias alusiones al Holocausto, refiriéndonos con ello estrictamente a las
políticas de exterminio del Tercer Reich. En estas alusiones, la referencia a los campos de
exterminio se entrelaza con otras experiencias. Es decir, la novela nunca representa
directamente los horrores de los campos de exterminio, sino que alude a ellos muchas veces
con frases sueltas e intercaladas. Las referencias que más llaman la atención son las
experiencias de las voces icónicas de Jean Améry y Primo Levi; y como ya hemos apuntado
anteriormente, en este estudio nos centraremos en el último.
Pero antes de entrar en las referencias a Primo Levi, también es preciso destacar que
Sefarad recoge alusiones a los campos de exterminio en algunas otras ocasiones. En el
capítulo ‘Münzenberg’ se relata la amistad entre Milena Jesenska y Margarete BuberNeumann en el campo de Ravensbrück, que Muñoz Molina define como campo de
exterminio (Muñoz Molina 2001, 196-197). Como ya he mencionado antes, la experiencia de
Margarete Buber-Neumann pone énfasis en la ‘repetición de la pesadilla’ de los campos
nazis y el gulag. En ‘América’, Mateo Zapatón narra que los zapatos viejos son las cosa más
triste en el mundo. Cuando era niño, durante la guerra, vio muchos zapatos de muertos. ‘Yo
me fijaba en que a muchos se les habían salido los zapatos, o se veían unos zapatos tirados o
un zapato solo y no se sabía de qué muerto eran’ (365). Al mismo tiempo, se acuerda de las
montañas de zapatos en 'aquellos campos que había en Alemania’, que vio en los noticiarios.
Aquí, por tanto, se establece en pocas palabras una analogía entre los fusilados durante la
Guerra Civil española y los judíos muertos en los campos nazis. En ‘Narva’, el soldado de la
División Azul baila con una chica judía que le confiesa que están matando a todos los judíos
de Narva, que los llevan en tren, no saben adónde, y que ruega que se vaya de allí para contar
15
Para un análsis más profundo de las referencias a Jean Améry remitimos a la tesis doctoral de José Antonio
Martín Galván (2006, 147-202), a la que nos referiremos en algunas ocasiones para contrastar las alusiones a
Primo Levi.
34
MEMORIA PRESTADA
lo que está ocurriendo. Unas páginas antes, el soldado recuerda que vio un grupo de
prisioneros y que no comprendía nada entonces, porque no estaba dispuesto a saber, blindado
por su creencia fanática en todo lo que les contaban. Este capítulo reconstruye un nexo
histórico entre España y la Alemania nazi. El soldado no quiere exculparse por las cosas que
hizo entonces, pero ahora sigue sintiendo la obligación de hablar por ellos y contar lo que les
hicieron. A la vez, el anciano extiende su preocupación a masacres del presente, ‘piensa en
Bosnia, o en Ruanda, hace nada, ayer mismo, un millón de personas asesinadas en unos
pocos meses, y no con los adelantos técnicos que tenían los alemanes, sino a machetazos y a
palos’ (444). En ‘Dime tu nombre’, el testimonio de Adriana Seligmann, viuda de uno de los
desaparecidos argentinos, recuerda a su abuelo, Saúl Seligmann y sus pesadillas en las que
grita y habla en alemán. Contado desde esta perspectiva, se extiende una línea entre los
muertos arrojados en el Río de la Plata y el abuelo superviviente de los campos nazis.
En todas estas referencias se menciona la Shoah desde una posición distante: el
narrador recoge el testimonio de otra persona y en muchos casos ese testigo tampoco es un
testigo directo de los horrores nazis: Adriana Seligmann, nieta; el soldado, testigo
secundario; Mateo, a través de los noticiarios; y Margarete Buber-Neumann, conocida por el
narrador a través de una referencia literaria. Además, algo que también veremos más adelante
en las referencias a Primo Levi, las alusiones a los campos de exterminio producen alusiones
directas a otros horrores distantes en tiempo y lugar.
3.3 PRIMO LEVI
Las primeras alusiones a Primo Levi las encontramos en ‘Copenhague’, el segundo capítulo
de la novela que nos introduce a la mayoría de los personajes y a las tramas del resto de la
novela. El motivo de los trenes se convierte en este capítulo en tema principal y posibilita al
narrador intercalar un sin fin de referencias literarias y culturales. No solamente encontramos
a los autores icónicos mencionados arriba, pero también a Tolstoi, Jules Verne, Kierkegaard
y Proust. La primera referencia al Holocausto y con ello a Primo Levi, la encontramos en una
enumeración sobre las historias que se cuentan en los viajes. ‘En la literatura’, dice el
narrador, ‘hay muchas narraciones que fingen ser relatos contados a lo largo de un viaje, en
un encuentro al azar del camino, en torno al fuego de una posada, en el vagón de un tren’
(39). Después de esta afirmación, el narrador nos ofrece ejemplos literarios. Uno de ellos es
El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, texto icónico en cuanto al imperialismo
europeo porque introduce una visión crítica y también refleja las visiones racistas europeas.
35
SEFARAD
Justo después, el narrador recuerda el tren de deportación a Auschwitz en el que Primo Levi
se encontró a una mujer que había conocido hace años y ‘durante el viaje se contaron cosas
que no cuentan los vivos, que sólo se atreven a decir en voz alta los que ya están del otro lado
de la muerte’ (40).
Este pasaje sorprenderá al lector crítico. La intercalación de la referencia a los trenes
de deportación parece arbitraria y sin conexión con lo anterior o lo que viene posteriormente:
la memoria de una historia amorosa en un tren de Granada a Madrid. Sin embargo, parece
que el narrador nos da pistas sobre el panorama en el que se interpretará el Holocausto a lo
largo de la novela. El enlace que aquí se sugiere entre el colonialismo y el Holocausto, entre
el racismo histórico europeo y la deshumanización y destrucción de los judíos, es una línea
de interpretación propuesta por Hannah Arendt en Los orígenes de totalitarismo (1951)
(Véase Rothberg 2009, 33-65). Con ello, Muñoz Molina ofrece, ya en la primera alusión al
Holocausto, un panorama muy abierto dándose cuenta de los enlaces culturales entre el
Holocausto y la cultura europea. No obstante, cabe resaltar que no se trata de una
comparación directa entre el Holocausto y otros crímenes. El enlace que aquí se sugiere es
una pista sin llegar a desarrollarse.
Más adelante, se incluye una segunda referencia a Primo Levi. El narrador escucha a
su abuelo recordando sus experiencias con un interlocutor mientras viajaba en tren.
‘Era (…) como si yo no viajara en el tren donde ahora íbamos, sino en cualquiera de
los trenes de los que ellos hablaban, trenes de soldados vencidos o de deportados que
viajaban eternamente sin llegar a su destino (…). Decía Primo Levi, poco antes de
morir, que seguían dándole terror los vagones de carga sellados que veía a veces a las
vías muertas de las estaciones. Yo serví en Rusia, dijo el hombre, en la Divisón Azul.
Subimos a un tren en la estación del Norte y tardamos diez días en llegar a un sitio
que se llamaba Riga’ (44).
También aquí vemos la intercalación de una referencia a Primo Levi, seguida ahora
directamente por las experiencias de un soldado de la División Azul. En este párrafo, el
narrador dibuja un mapa de Europa cruzado por largos trenes y son exactamente los trenes
los que posibilitan que las diferentes memorias se enreden tras el primer plano narrativo
sobre el viaje y las historias que se cuentan entre los compañeros de viaje. En la siguiente
página el narrador vuelve sobre el viaje de deportación de Primo Levi y ahora lo enlaza con
la deportación de Margarete Buber-Neumann a Siberia. De esta manera se cuentan y se
enredan las historias que se relatan en un tren: la historia de un viaje provoca la de otro.
36
MEMORIA PRESTADA
Resalta también el uso de los pronombres en este pasaje donde se contrapone la
experiencia de Primo Levi con la del hombre que sirvió en la División Azul. El pasaje citado
anteriormente abre con el “yo” que provoca la identificación íntima con el lector pero luego
la perspectiva cambia a una tercera persona para recoger la experiencia de Primo Levi. La
frase siguiente abre otra vez con el “yo”, provocando una ruptura con la frase anterior. No
obstante, no se trata del ‘yo narrador’, pero el interlocutor del abuelo, intercalado en estilo
directo. Mientras que el lector puede adentrarse en la perspectiva personal del “narrador
básico” y el “narrador interlocutor”, la experiencia de Primo Levi se mantiene a distancia con
respecto a la tercera persona. Además, debemos señalar que los dos narradores engloban la
perspectiva española, mientras que Primo Levi no puede ser identificada de la misma
manera.
Los pasajes del viaje a Auschwitz citados en ‘Copenhague’ provienen directamente
de Si questo è un uomo. Las frases que se recogen se desvían muy poco de la versión
original. No obstante, en la última alusión, el narrador se imagina que Primo Levi vio por las
hendiduras de los tablones nombres de ‘poblaciones apartadas que casi nadie por entonces
había oído nombrar, Mauthausen, Bergen-Belsen, Auschwitz’ (45). En el texto original, sin
embargo, no se mencionan los nombres de los otros campos, cuando Levi escribe ‘[d]esde la
mirilla, nombres conocidos y desconocidos de ciudades austríacas, Salzburgo, Viena; luego
checas, al final, polacas’ (Levi 2002, 9). La inserción del nombre de Mauthausen es
llamativa, sobre todo considerando el contexto español, siendo el campo donde se veían
recluidos los republicanos españoles deportados. No obstante, tampoco aquí la enumeración
establece la comparación problemática entre Mauthausen y Auschwitz. La intercalación de
Bergen-Belsen, tampoco un campo de exterminio pero sí un lugar de memoria importante por
la muerte de Ana Frank en este campo, tiene como consecuencia que la enumeración no se
refiera (erróneamente) al exterminio, sino que ponga énfasis en los lugares de memoria.
Además, con la inserción de estos nombres icónicos, Antonio Muñoz Molina subraya aún
más la paradoja entre el estado icónico de estos topónimos hoy en día y el desconocimiento
de estas poblaciones en la época de Primo Levi.
Se puede concluir que las breves referencias a Primo Levi en este segundo capítulo
apuntan en dos direcciones interpretativas. Por un lado, se enlaza la deportación de Levi a
Auschwitz con un panorama universal de racismo (Joseph Conrad) y deportación (Margarete
Buber-Neumann), y por otro lado se contrapone la deportación con las experiencias
españolas durante la Segunda Guerra Mundial: el binomio la División Azul y Mauthausen,
que al mismo tiempo representa a los dos bandos que lucharon en la Guerra Civil española.
37
SEFARAD
Después de ‘Copenhague’ no volvemos a encontrar una alusión al testimonio de
Primo Levi hasta el capítulo ‘Oh tú que lo sabías’. En nuestra opinión, este capítulo forma el
núcleo central del libro. Conocemos a Isaac Salama, judío sefardí, húngaro, español y cojo.
Su personaje recoge casi todos los diferentes tramas que se desarrollan a lo largo de la
novela. Es el niño judío rescatado por Sanz Briz que vive casi todo el resto de su vida en
Tánger ocupando el oficio de presidente del Ateneo español. La madre y las hermanas de
Isaac Salama murieron en un campo tan poco importante que casi nadie conocía su nombre y
el nombre sigue siendo un enigma para el lector. Justo aquí, el “narrador básico” se permite
una digresión, apuntando que de hecho el nombre de Auschwitz tampoco significaba nada
para Primo Levi en aquel entonces.
Se trata de una referencia breve que en principio carece de importancia. No obstante,
la breve referencia establece una relación entre la figura de Salama y Primo Levi. Los
paralelos los encontramos en el ámbito de la identidad en relación con el trauma del
Holocausto. Más adelante, ambos son identificados como judíos sefardíes, que sin embargo
eran sobre todo italianos o húngaros antes de ser judíos.16 A lo largo de su vida, como
resultado del trauma del exilio, el señor Salama se esforzará para no llamar nunca la
atención, mientras compara la carga de su pierna coja con la estrella amarilla que le hacían
llevar en Budapest (Adema y Hristova 2010, 71-72). Salama era buen estudiante que en nada
quería ser diferente de sus colegas de la universidad. En el capítulo ‘Eres’, llegamos a saber
más sobre Primo Levi, tan poco conocido por el público español. Leemos que vivió siempre
en el mismo piso burgués en Turín, salvo a los años cuando estuvo en Auschwitz y que,
como el señor Salama, era un buen estudiante que en nada se sentía diferente de los demás.
Antes de que lo señalaran los nazis, Primo Levi era, ante todo, italiano.
El tema de la construcción de la identidad se repite, de hecho, en varias ocasiones, y
sobre todo la construcción de la identidad a base de clasificaciones de desconocidos y
terceros. El señor Salama se da cuenta de su origen judío cuando es señalado como tal en
1944. Lo que quedará de su vida es lo que cuentan otros de él. Por último, disimula su
condición de minusválido, escondiendo sus muletas.
Donde en ‘Copenhague’ se establece el enlace entre los diversos personajes de la
novela tras el supuesto viaje en tren, ‘Eres’ produce la identificación directa entre el lector y
los personajes tras el uso del pronombre “tú”, tanto como la identificación entre los mismos
personajes. El pronombre tú carece de un referente real en estas ocasiones, en teoría
16
De Jean Améry también se apunta que era sobre todo austríaco antes que judío.
38
MEMORIA PRESTADA
cualquiera puede ocupar el locus de víctima en estas instancias (Martín Galván 2006, 168).
Esta forma de emplear el pronombre tú, ya se presenta en el tercer capítulo ‘Quien espera’,
que empieza con la frase que se repetirá en varias ocasiones: ‘Y tú qué harías si supieras que
en cualquier momento pueden venir a buscarte, que tal vez ya figura tu nombre en una lista
mecanografiada de presos o de muertos futuros (…)’ (67). En las siguientes páginas, este
“tú” vuelve a ser Trotksy (70), Hans Meyer (71), Heinz Neumann (72), el profesor
Klemperer expulsado de la universidad (75), o Evgenia Ginzburg (77). El pronombre tú
envuelve a muchos personajes históricos, pero también se dirige cada vez al lector. Las
enumeraciones y alusiones a diferentes personajes empleando siempre el mismo pronombre
“tú” desemboca en la mezcla de identidades. Se establece una identificación directa del lector
con los múltiples personajes, pero también entre los diferentes personajes a través de las
diferentes analogías. A la vez, el pronombre “tú” se ubica entre el “yo” y el “Otro” y apunta
al problema de la construcción ambigua de la identidad, entre la construcción propia y la
ajena: ‘Crees saber quién eres y resulta de pronto que te has convertido en lo que otros
quieren ver en ti’ (77).
Asimismo, los límites entre el lector y los diversos personajes se suspenden en varias
ocasiones. No obstante, en el capítulo ‘Eres’, la relación con el otro vuelve a ser el tema
principal (Ahnfelt 2008, 56). No solamente surge la reciprocidad entre el “yo” y el “tú”, sino
que al final se establece una relación directa entre varios personajes históricos que el lector
ha llegado a conocer en la novela.
‘Eres Jean Améry viendo un paisaje de prados y árboles por la ventanilla del coche en
el que lo llevan preso al cuartel de la Gestapo, eres Evgenia Ginzburg escuchando por
última vez el ruido peculiar con que se cierra la puerta de su casa, adonde nunca va a
volver, eres Margarete Buber-Neumann que ve la esfera iluminada de un reloj en la
madrugada de Moscú, (…), eres Franz Kafka (…). Eres quien mira su normalidad
perdida dese el otro lado del cristal que te espera de ella, quien entre las rendijas de
las tablas de un vagón de deportados mira las últimas casas de la ciudad que creyó
suya y a la que nunca volverá’ (419).
Cabe destacar que al final de este párrafo, Muñoz Molina consigue la identificación directa
entre el lector y la víctima anónima del Holocausto.
En este mismo capítulo, el narrador vuelve otra vez al tema de la deportación de Levi,
pero esta vez sin mencionarle explícitamente. El viaje en tren a Auschwitz de cinco días se
evoca ahora tras el pronombre “tú”, mucho más provocador que la antes empleada tercera
persona más distante y ‘objetiva’. Aún así, en el último párrafo de ‘Eres’ que hemos leído en
la última cita, falta el nombre de Primo Levi, aquí sustituido por la evocación de alguien
39
SEFARAD
deportado a un campo para nunca volver. Parece pues, que el narrador evita la identificación
directa con Primo Levi, que siempre se mantiene en una posición de referencia icónica.17
Para terminar, en el último capítulo, ‘Sefarad’, el narrador evoca la memoria de Primo
Levi en dos instantes. Primero, en relación con el éxodo de su familia sefardí de España, hace
muchos siglos. Segundo, se le compara directamente con el testimonio de Jean Améry, quien,
a diferencia de Primo Levi, se cambió de identidad para siempre después de 1945.
Ahora bien, si consideramos el conjunto de evocaciones a Primo Levi, estas forman
en realidad una línea interesante que nos lleva tras la deportación en tren a Auschwitz a la
vez que vuelve a reflexionar sobre la identidad italiana y las raíces sefardíes y finaliza
sugiriendo la identificación directa con otros deportados como Jean Améry dentro del
capítulo ‘Sefarad’. Esta línea pone de relieve el hilo argumentativo de la novela. El tema del
destierro se enfoca en primer lugar a través del motivo del viaje y los trenes: los vagones de
deportación a Auschwitz. Sin embargo, cuando nos adentramos más en la novela, el éxodo de
los sefardíes y su enlace con el Holocausto cobra cada vez más relevancia. Cabría notar que
la identidad sefardí le fascina al narrador y hasta la quiere “inventar”. El nombre de la danesa
Camille Pederson-Safra es para él un enigma, una promesa cifrada. Aún más, cuando el
narrador revive la historia del soldado de la División Azul y su encuentro con una mujer
judía pelirroja, admite, por primera vez en la novela, que le ‘gustaría inventar que la mujer
pelirroja era de origen sefardí, y que le dijo algunas palabras en ladino, estableciendo con él,
en aquella ciudad remota de Estonia, en medio de tantos oficiales alemanes, la melancólica
complicidad de una patria en secreto común’ (438). Aunque añade en seguida que no hace
falta inventar nada para que surja la voz de esta mujer. Las evocaciones al Holocausto son
pocas, aún así, tras las referencias Sefarad presenta un ejercicio de establecer un enlace de
memoria e identidad con aquella tragedia del siglo XX desde el imaginario español. Primo
Levi, como icono, encarna la relación entre Sefarad y el Holocausto.
Este es el planteamiento que Alejandro Baer sugiere en su reciente artículo ‘The
voids of Sepharad’, cuando propone que ‘there may well be a further approach to the
Holocaust in Spain that brings us back to the very title and beginning of this essay: the
forgotten traces of Sepharad’ (Baer 2011, 114). Es una lástima que en este trabajo Baer no
evoque el ejemplo de la novela Sefarad. Recurriendo a Reyes Mate, Baer pone énfasis en
17
Aunque Jean Améry sí se incluye en esta enumeración al final de ‘Eres’, cabe notar que su testimonio
también se mantiene a una cierta distancia. Tal como apunta Martín Galván, el autor reconoce en su nota de
lecturas que encontró al testimonio de Jean Améry por azar en una librería de París. Donde podría haber optado
por ‘haberse apropiado directamente de la voz de Améry a través de su discurso directo, prefiere ceder este
privilegio a Emile Roman’ (Martín Galván 2006, 154).
40
MEMORIA PRESTADA
cómo el enfoque en la historia de los sefardíes y la ‘España de las tres culturas’, también
ilumina el presente y la memoria histórica española. Reyes Mate entiende la España
contemporánea como descendiente de la intolerancia del pasado. ‘La España de hoy es
producto de lo que ha sido (y ha llegado a ser) y no de lo que fue ( y dejó de ser). Eso
significa que no podemos ahora relacionarnos o reivindicar aquella España sin cuestionar
ésta (…)’ (Mate 2008, 142). Baer apunta a la línea directa entre la intolerancia de Franco y la
España de la Inquisición, una línea por cierto, a la que el mismo régimen aludía y que
también se evoca en Sefarad. A su vez, la Segunda República y Sefarad pueden entenderse
como memorias enredadas de la España tolerante (Baer 2011, 114-115). Antonio Muñoz
Molina también evoca una relación entre la Segunda República y Sefarad como la antítesis
de la intolerancia. Ambos grupos han sido excluidos y señalados en diferentes momentos de
la Historia de España.
No obstante, el aura de sacralización que rodea el Holocausto y su representación,
impiden que el autor se invente a un personaje español o sefardí que sobreviviera a los
campos de exterminio como Levi. En vez de ocupar este vacío, el autor opta por rodear el
testimonio del sefardí Primo Levi con una espiral de historias. Cada una de estas historias
ayuda a pasar las diversas “fronteras identitarias” que existen entre el testimonio de Primo
Levi y la memoria colectiva española. Muñoz Molina consigue borrar estas fronteras a través
de la mezcla de los pronombres, el motivo del tren y las historias que se cuentan en los
viajes, pero sobre todo a través de varios personajes híbridos.
3.4 PERSONAJES HÍBRIDOS
Tal vez la mayor influencia de la obra de Primo Levi que se puede apreciar en Sefarad reside
en los personajes y las voces híbridas que encontramos a lo largo de la novela. Como hemos
señalado en el capítulo anterior, la voz de Primo Levi es siempre híbrida, recogiendo
múltiples identidades: químico y escritor, testigo y novelista, judío e italiano. Él mismo se
resistía a la categorización como escritor judío, diciendo que no le gustaban las etiquetas, en
cambio a los alemanes sí (Cheyette 2007, 67). En Sefarad la categorización, las etiquetas
impuestas por terceros viene a ser una de las mayores preocupaciones. El historiador Tony
Judt sitúa a Primo Levi en un espacio intermedio que admite complejidad y multiplicidad
(Rothberg y Druker 2009, 21).
En Sefarad el énfasis en las identidades híbridas, la mezcla de voces narradoras y las
analogías entre experiencias en diferentes tiempos y lugares tiene como resultado que las
41
SEFARAD
diversas fronteras, que Gómez López-Quiñones denomina juegos de oposiciones, entre la
ficción y la verdad, la literatura y la realidad, la impostura y la autenticidad, se acaben
borrando. Dentro del ámbito de la memoria, estas oposiciones no existen como entidades
exclusivas, sino como elementos complementarios.
Para este argumento, primero de todo cabe volver al concepto de memoria colectiva
divulgado por uno de los pioneros en los estudios sobre la memoria colectiva, el sociólogo
Maurice Halbwachs (Halbwachs 1992). Para Halbwachs, todas las memorias son a la vez
individuales como colectivas. La memoria colectiva tal como Halbwachs la presenta es
múltiple, ya que un actor puede formar parte de varios colectivos o marcos sociales que no
siempre se solapan por completo.
Antonio Muñoz Molina nos presenta en Sefarad varios personajes que encarnan
literalmente diversos colectivos. Así, en ‘Copenhague’, conocemos a la señora Camille
Pederson-Safra, de origen francés y sefardí. Para el narrador, el nombre de la mujer era en sí
mismo un enigma. El narrador admite que, ‘no puedo resistirme al imán de los nombres: la
mujer me dijo que había nacido en Francia, en una familia judía de origen español. Pedersen
era su apellido de casada’ (56). Su nombre comprende pues diversos marcos sociales:
francés, danés, judío y español. Tras su condición de destierro ha adquirido todas estas
identidades. También el señor Salama pertenece a varios colectivos, húngaro, español, judío,
español en Marruecos y cojo. Primo Levi es italiano y sefardí, pero no recobra su identidad
judía hasta que le apuntan los antisemitas. En las diferentes historias estas varias identidades
cobran más o menos importancia o se mezclan entre sí. En la historia ‘Sherezade’, la mujer
que se ha exiliado con sus padres a Rusia tras la Guerra Civil española y volvió a Madrid
para cobrar una pensión mejor, ha llegado a ser una persona totalmente híbrida, que no habla
bien ninguno de los dos idiomas y se siente una persona ajena tanto en Madrid como en
Moscú. El soldado de la División Azul ‘ve a quien fue como si viese a otro’ (100), y
reconoce sus identidades sucesivas, divididos por el tiempo y la experiencia: el muchacho
apasionado por la filosofía y la literatura, el joven que no llegó a luchar en la Guerra Civil
española, el soldado en el frente del Este saltando trincheras y por último, el hombre de
ochenta años al que solamente le quedan los recuerdos. De este modo, los personajes
engloban las oposiciones, que a su vez terminan siendo elementos complementarios de su
identidad. La concepción de estos personajes híbridos, de los que Primo Levi es uno, también
consigue borrar la frontera textual o literaria que Antonio Gómez López-Quiñones identifica
entre el Holocausto y la narración en Sefarad.
42
MEMORIA PRESTADA
Muñoz Molina reconstruye la historia de España y de Europa a través de estos
personajes híbridos. El tema de la novela, el destierro, viene así a ser también un motivo que
ayuda a narrar la historia compleja del siglo veinte. Alexis Grohmann define la forma de la
novela como ‘travelling text’, ‘involving long distance mental as well as actual travel that
regularly produces vertigo in the mind of the narrator(s), as well as in that of the readers’
(Grohmann 2006, 233), mientras que señala la importancia de las digresiones en el texto. Son
exactamente estas digresiones, donde muchas veces se borran fronteras y se establecen
relaciones entre hechos y personajes sin relaciones aparentes en cuanto a espacio y tiempo.
Pues, la forma de la novela, el tema del destierro y el motivo del viaje en tren posibilitan la
conexión de diferentes países, tiempos y personajes. Además, tal como apunta el narrador en
‘Copenhague’, ‘en los viajes se cuentan y se escuchan historias de viajes’, recordándonos la
frase de Galdós en Fortunata y Jacinta, ‘doquiera que el hombre va lleva consigo su novela’
(64). Pues, las historias de vida se cuentan y se mezclan, pero también, cuando una persona
lleva consigo sus historias, las mezclará y enlazará con las experiencias diferentes en lugares
nuevos.
Aparte del enfoque en los personajes híbridos, Primo Levi
‘wished to situate the Holocaust in the context of global injustice – Algeria, Vietnam,
the Soviet Union, Chile, Argentina, Cambodia, and South Africa – which displaces
the desire for revenge onto the demand for justice. (…) In stark contrast with [Jean]
Améry, who remained trapped within the violence of the camps, Levi negotiated
continually between the death camps and the values of the world at large’ (Cheyette
2007, 69-70).
Así, destacaba el aspecto universal del Holocausto (Rothberg y Druker 2009, 8). En Sefarad
también encontramos estas referencias de injusticia, que incluyen no solamente las
experiencias totalitarias los años cuarenta y cincuenta, pero también referencias a los sin
papeles africanos, los cadáveres arrojados al Río de la Plata (Muñoz Molina 2001, 477),
Bosnia, Ruanda y la herencia imperialista a través de la referencia a Joseph Conrad.
Micheal Rothberg examina el tipo de analogías que encontramos a lo largo de
Sefarad en su libro Multidirectional Memory (Rothberg 2009). En este libro define el
funcionamiento de la memoria como un sistema multidireccional. Con ello quiere buscar una
definición de la memoria fuera de la atribuciones globales o universales y evitar un esquema
simplificador de ‘bien’ y ‘mal’ que suplanta la complejidad del Holocausto y su memoria,
tanto como la de otros conflictos. En su libro, analiza varias obras literarias para adentrarse
en lo que él llama, la arqueología de imaginación comparativa (Rothberg 2009, 107).
43
SEFARAD
‘I have proposed the concept of multidirectional memory, which is meant to draw
attention to the dynamic transfers that take place between diverse places and times
during the act of remembrance. (…) The model of multidirectional memory posits
collective memory as partially disengaged from exclusive versions of cultural identity
and acknowledges how remembrance both cuts across and binds together diverse
spatial, temporal, and cultural sites’ (Rothberg 2009, 11).
Pues, el modelo de Rothberg analiza y admite cómo diferentes memorias se enlazan en el
espacio público. En su análisis apunta a la estructura narrativa de los libros y cómo ayuda a
sugerir analogías sin entrar en la comparación directa. Este también es el caso en Sefarad,
donde los viajes y la recogida de testimonios admite la yuxtaposición de diferentes
memorias. Asimismo, apunta que la “postmemory” (Hirsch 1997) se puede entender como
una versión particular de las diferentes direcciones de la memoria. Marianne Hirsch propone
el termino “postmemory”, para esa memoria que nos ha llegado tras los testimonios de otros,
la fotografía y también la ficción. Según Rothberg, la introducción tardía de la memoria, a
través de testimonios, textos y imágenes, ayuda e invita a la yuxtaposición de una memoria
particular con otros imaginarios históricos (Rothberg 2009, 271). Esto es exactamente lo que
ocurre en Sefarad tras el “narrador básico”: un escritor contemporáneo, lector de Jean
Améry, Primo Levi, Margarete Buber-Neumann, etcétera, que además recoge varios
testimonios a lo largo de su vida. Luego, el escritor (narrador) inserta a todas estas historias
en una novela. El resultado es una novela híbrida, donde estas historias se contraponen o a
veces invitan a comparaciones desde la perspectiva contemporánea. Con ello podemos decir
que la memoria del siglo veinte recogida en Sefarad es un ejemplo perfecto de la
“postmemory” y sus efectos multidireccionales.
Muñoz Molina dibuja un mapa, desde una perspectiva claramente española, pero
dejando espacios para introducir la memoria del Holocausto. El Holocausto no viene a ser un
‘free floating signifier’, como advierte Aleida Assmann, pero tampoco responde solamente a
la categoría de memoria histórica europea. Son sobre todo los personajes híbridos los que
consiguen dar un sentido más profundo a las varias analogías establecidas en las digresiones
del “narrador básico”, ya que ellos encarnan el mapa transnacional y transtemporal que
Muñoz Molina evoca. Es aquí donde la novela se acerca más a la narrativa de Primo Levi.
Levi se incorpora a la memoria histórica de la intolerancia española a través de su lineaje
sefardí y del Holocausto, al ser un superviviente de Auschwitz, al mismo tiempo que
reflexiona en su narrativa sobre la complejidad y multiplicidad de la memoria colectiva e
individual.
44
4
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS DE ADOLFO GARCÍA ORTEGA
En la novela El comprador de aniversarios (2002) de Adolfo García Ortega, el Holocausto,
en concreto Auschwitz, es el tema principal y Primo Levi encarna la referencia clave sobre la
que el autor construye el relato. El autor parte del personaje Hurbinek que conocemos de La
tregua de Primo Levi, para acercarse a los horrores de los campos de exterminio. ‘Auschwitz
está demasiado cerca’, dice la frase inicial de El comprador, demasiado cerca para ya echarlo
al olvido. El narrador que ha conocido el Holocausto solamente a través del cine y de los
libros, viaja a Auschwitz como peregrino. No obstante, herido en un accidente en una
autopista alemana, el narrador inicia su peregrinaje a través de la imaginación desde el
hospital alemán donde está ingresado. Para ello parte de aquél personaje tan conocido de
Primo Levi: el niño de apenas tres años que muere en Auschwitz en marzo de 1945, justo
después de la liberación, ‘libre pero no redimido’ (García Ortega 2002, 38). El niño Hurbinek
que no sabía hablar y que tenía las piernas paralizadas.
En la obra de Primo Levi, Hurbinek encarna la incapacidad de narrar el Holocausto.
Nacido probablemente dentro del campo de exterminio, no se sabe nada de él, ni de sus
padres, ni tampoco de su nacionalidad u origen. El niño solamente dice una sola palabra que
entre las múltiples nacionalidades que le rodean, nadie consigue entender. Así, Ruth Franklin
apunta que ‘Hubernik embodies a classic survivor’s nightmare: to speak and not to be heard’
(Franklin 2011, 46) García Ortega a su vez, cita a Primo Levi, recordándonos, que ‘Hurbinek
no era nadie (...) un hijo de la muerte, un hijo de Auschwitz’ (García Ortega 2002, 28).
Adolfo García Ortega quiere cambiar el destino de este niño a través de la literatura.
Desde su cama en el hospital alemán, inventa para Hurbinek un posible nombre, un pasado y
un futuro. A la vez, se detiene ante la existencia del niño en el campo, elaborando sobre el
origen de sus pocas pertenencias. La historia de Hurbinek viene a ser un motivo para
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
centrarse en el sufrimiento de los niños en el campo. Además, aunque el autor especifica en
el primer capítulo que solamente quiere hablar de Hurbinek, la invención de su pasado y
futuro acoge en realidad una multitud de personajes, unos ficticios, otros también recogidos
de la narrativa de Primo Levi.
La ficcionalización de la vida de Hurbinek, sin embargo, no llega a ser un relato
coherente, ni tampoco elimina la incertidumbre sobre las incógnitas acerca el niño. El
narrador no inventa sólo un pasado y futuro, sino que presenta un tejido de varios pasados y
futuros posibles. La novela se desarrolla cuidadosamente, tomando cada vez un paso más en
la imaginación. Con cada capítulo, nos alejamos un poco más de los datos que nos ofrece
Primo Levi en La tregua.
Los primeros tres de los trece capítulos nos familiarizan en su totalidad con los tres
personajes más importantes de la novela: en el primer capítulo conocemos al narrador y a su
fascinación por Hurbinek y la memoria del Holocausto; el segundo capítulo se adentra en lo
que podemos saber de Hurbinek a través de la obra de Levi y en el tercero, Primo Levi
mismo viene a ser el personaje principal. Conocemos su origen sefardí, su situación familiar
al estallar la Segunda Guerra Mundial y la deportación a Auschwitz. En este último capítulo
el autor ya se aleja poco a poco de los meros datos biográficos, para meterse en la piel de
Levi, evocando su posible pensamiento y estado de ánimo en la mañana antes de su muerte.
Con estos tres primeros capítulos, el narrador se asegura de que el lector y él saben lo
mismo sobre Hurbinek y Primo Levi, quien a su vez garantizó la existencia del niño a través
de su testimonio. Con el siguiente capítulo, el narrador emprende el paso a la imaginación
con la historia de los posibles padres de Hurbinek, los judíos polacos Sofía y Yakov. El
tiempo de la narración rompe con la cronología de los hechos, pasando de los años anteriores
a la Segunda Guerra Mundial a los años posteriores y viceversa, pero siempre con la
referencia del año 1945, la muerte de Hurbinek. La muerte del niño viene a ser un punto cero,
un momento en la Historia que marca un antes y después, tal como lo hace Auschwitz en la
Historia de Europa. En el capítulo cinco nuestra mirada es redireccionado hacia el futuro.
Nos centramos en las personas que rodearon a Hurbinek cuando murió en Auschwitz. El
narrador ficcionaliza estos personajes evocados en primer lugar por Primo Levi,
imaginándose cómo Hurbinek sobrevivió en sus memorias. Leemos por ejemplo como
Hurbinek llega a ser el protagonista de un cuento que Henek, el que cuidaba a Hurbinek en
Auschwitz, trasmite a sus propios hijos. En el cuento, Hurbinek es un niño que vive en el
tronco de un árbol, pero no puede salir porque no tiene piernas. Este ser infeliz llora dentro
del tronco y si uno escucha muy atento, se pueden escuchar sus gemidos y llantos. En este
46
MEMORIA PRESTADA
cuento, Henek también le devuelve la vida a Hurbinek, representado por cada árbol que le
rodea. Después de este futuro tras la memoria de los supervivientes, volvemos a Auschwitz,
al punto cero. Ahora, en vez de imaginarnos el pasado o el futuro de un solo niño, Hurbinek
viene a ser el motivo para recoger diversas historias sobre el destino cruel de varios niños en
el campo. El narrador recoge aquí testimonios de supervivientes que conoció a través de la
literatura y de Erika Fisherkant, quien dirige una fundación que se ocupa de los niños
víctimas del nazismo. Hurbinek llega a ser el símbolo de muchas otras vidas rotas.
También en el séptimo capítulo, Hurbinek llega a ser el símbolo, la base para narrar la
historia de otros personajes. Nos adentramos ahora en el posible futuro de Hurbinek en el
caso de que hubiera sobrevivido. Este capítulo se puede considerar el centro de la novela, ya
que es aquí donde el narrador realmente le ‘compra aniversarios’ a Hurbinek. Conocemos a
varios personajes de diferentes nacionalidades que todos comparten la condición de
minusválidos o son cojos, pero ninguno de los personajes recuerda o conoce el por qué de su
incapacidad física. El narrador nos presenta a ocho personajes, que podrían haber sido
Hurbinek, pero que sin embargo desconocen su pasado. Hurbinek sobrevive, pero sigue sin
poder contar su experiencia del Holocausto. Aunque aprendió a hablar, no consigue escapar
de su silencio acerca de los horrores de Auschwitz. Esta mudez se anula sin embargo en el
siguiente capítulo, donde el narrador se adentra a los posibles significados de la única palabra
que Hurbinek llegó a pronunciar. Esta palabra no solamente ofrece varias posibilidades sobre
el origen de Hurbinek, sino que también sirve de punto de partida para una digresión acerca
el significado de las palabras dentro del campo de exterminio y después del Holocausto,
recurriendo a las voces de los autores icónicos de Jean Améry, Walter Benjamin y también
Primo Levi. En el capítulo ‘Piedras llenas de voces’, Auschwitz-Birkenau viene a ser el
protagonista de la naración como lugar del horror.
Conociendo el lugar de Auschwitz, el tratamiento de los niños en Auschwitz, el
posible pasado y futuro de Hurbinek y sus únicas palabras, el narrador se aproxima por fin a
la posible existencia real del niño en Auschwitz entre 1942 y 1945. Los capítulos diez y once
describen la historia inventada del origen de Hurbinek, focalizado mayoritariamente a través
de Sofia. Conocemos su pánico al saber que estaba embarazada en el gueto de Varsovia y el
sufrimiento en el campo, escondiendo su embarazo y después ocultando al niño, al que puso
el nombre de Ari. Al final, Sofia decide intentar sacar al niño del campo. Tras el intento
fallido de la liberación de Hurbinek, conocemos a las varias ‘madres’ de Hurbinek que se
ocuparon de él después de que Sofia se hubiera desprendido de él. A través de los objetos que
cada una le proporciona, una manta, una gorra, unos botones, unos zapatos etcétera, el
47
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
narrador se imagina la vida de Hurbinek en el campo. Termina con el pañuelo que Primo
Levi se llevó a Turín y guardó para el resto de su vida en una pequeña caja con otros objetos
de recuerdo a esos años del horror. ‘Primo Levi empezó a escribir de Hurbinek a partir de
aquí. No sabía el pasado de ese niño ni quiso aventurarle un futuro imposible, Sin embargo,
el sucio pañuelo del dragón habitó su memoria para siempre’ (García Ortega 2002, 225).
En el último capítulo titulado ‘El árbol de las fotos de este mundo’ volvemos sobre
todo a la vida del narrador. Éste tiene un sueño prestado de Hurbinek con la devoración de
una lagartija por una legión de hormigas. En este sueño el narrador recuerda a todas las
personas que ha conocido en su vida. ‘Todo lo olvidado surgía en mi sueño progresivamente.
Correspondía a una especie de tarea por cumplir, sabía que estaba haciendo un trabajo, que
me quedaban muchas personas por recordar’ (229). De todas estas personas había una foto
colgada en un árbol, debajo del que luego iba a ser enterrado Hurbinek. Es como si tras el
recuerdo de Hurbinek, el narrador ha abierto una caja de pandora, subrayando la necesidad de
recordar, narrar y trasmitir la historia de las personas que ha conocido. Apunta con este sueño
la importancia de la memoria. Con este capítulo concluye tanto el viaje del narrador a
Alemania como la imaginación de la vida de Hurbinek. El narrador reconoce que pensar el
Holocausto, saberlo y decirlo le ha cambiado. ‘Ahora lo sé: yo iba a Auschwitz, pero ya no’
(236). Los objetos, los lugares de memoria, solamente son una ayuda para recordar, una ‘aide
de mémoire’, pero a través de estos objetos hay que adentrarse en la historia que cuentan. Por
esto, el narrador se define como un peregrino, distanciándose de los turistas que visitan los
campos de concentración como si fuera un parque de atracción.
4.1 MEMORIA PRESTADA
Gonzalo Pontón escribe que la novela 'se postula menos como una evocación literaria de la
Catástrofe que como una interpretación de su sentido, esto es, del sentido que debe tener para
nosotros' (Pontón 2003, 69). Así, el relato representa para él la ‘memoria renovada’: ahora
que desaparecen las últimas voces de testigos directos, ‘el testigo está en manos de quienes,
desde el pensamiento y la literatura, creen que en el horror de Auschwitz se encuentra una
lección para el presente y el futuro’ (Íbidem). También Antonio Muñoz Molina subraya la
importancia de la ficción para aproximarnos a experiencias no vividas: ‘quizás necesitemos
algo más, un grado de identificación – no de escuchar a los otros, sino de acercarnos más a
ellos, de ponernos de algún modo en su lugar – que sólo puede ofrecernos, paradójicamente,
el arte de la ficción’ (Muñoz Molina 2003, 76). Para él, El comprador no trata de Auschwitz,
48
MEMORIA PRESTADA
sino de la imaginación de Auschwitz sesenta años después. ‘No acabamos sabiendo más
sobre aquél niño de cuya existencia en el mundo sólo queda un rastro en una página de Primo
Levi, pero sí ahondamos en las variaciones del recuerdo y del olvido, de la proximidad y la
distancia, de nuestra condición personal de herederos de supervivientes y buscadores
obsesivos de lo que nosotros no llegamos a vivir’ (77).
Aún así, García Ortega se encuentra en un terreno delicado en el campo de la
literatura del Holocausto. Como hemos visto en el primer capítulo, la invención de los
horrores, frente al testimonio, cruza para muchos críticos la frontera de lo éticamente
aceptable. García Ortega hace justamente esto: ficcionaliza un personaje que conocemos a
través de un texto testimonial. Para Francesco Ardolino la ficcionalización llega a ser ‘la
banalisation du personnage d’Hubernik, devenu le protagoniste d’un très mauvais roman
populo-lacrymal’ (Ardolino 2008, 186). Aún más, García Ortega ficcionaliza el personaje
que según otros críticos encarna la incapacidad de narrar el Holocausto, o la pesadilla del
superviviente. Con ello, yuxtapone su relato a la tradición de la literatura del Holocausto. Es
sin duda un llamamento muy fuerte a la importancia de narrar, utilizando un personaje que
encarna lo opuesto.
Por otro lado, parte de la crítica española lamentó que García Ortega se ocupara de un
tema ‘tan poco español’. En el artículo ‘Carta después de Auschwitz’, publicado en la revista
Quimera en 2004 en un especial sobre el Holocausto titulado ‘Después de Auschwitz: los
libros del recuerdo’, García Ortega lamenta la ignorancia que hay en España sobre el
Holocausto. Un año más tarde, el autor aún se ve necesitado de explicar su decisión de
escribir sobre el Holocausto. ‘Mis respuestas, entonces, se centraban en argumentar que era
el momento en que las novelas o la literatura en general debían tomar el relevo de los
testimonios y de los libros de historia, y que me consideraba sobre todo un escritor europeo y
nada de lo europeo me era ajeno’ (García Ortega 2005, 105). En este último artículo el autor
muestra su preocupación sobre la vuelta del antisemitismo en el siglo XXI y la importancia
que se quita hoy día al hecho del Holocausto. Es interesante que frente a la crítica de tratar un
tema ‘poco español’, García Ortega se defina como ‘europeo’ y con ello adscribe a
Auschwitz y al Holocausto sobre todo una importancia histórica europea.
Luis María Romeu Guallart analiza El comprador de aniversarios dentro del marco
del ‘realismo posmoderno’, una tendencia literaria que vuelve la vista a la realidad y a la
historia, rompiendo con la mímesis. El elemento metaficcional de la novela es el mismo
personaje de Hurbinek que existió tanto real como literariamente, pues se trata de un
‘personaje prestado’ en términos de Guallart (Romeu Guallart 2010, 167). La narración de
49
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
García Ortega no es invención total, sino se cuenta a través de un testimonio prestado, con un
personaje prestado y así llega a ser lo que Pontón denomina ‘memoria renovada’.
Aún así, y lo que nos interesa aquí, la memoria en esta novela tal vez no es
precisamente renovada para el lector español, sino que se trata más bien de una primera
introducción al tema de la memoria del Holocausto en la literatura. Con los límites éticos que
rodean la posibilidad de narrar el Holocausto, el autor español se ve necesitado de prestar
pues la memoria de Primo Levi para acercarse al exterminio de los judíos. En sus propias
palabras, no presta la memoria, sino que la compra: ‘Compro memoria. Compro totalidad, es
decir compro ese clima, esa tierra, ese aire. Ubicación, en suma. En esta habitación de
hospital de Frankfurt soy un comprador atento y desesperado’ (García Ortega 2002, 151).
El comprador se rebela contra la tendencia de olvido o de amnesia. De forma más
concreta se sitúa contra la mirada amnésica de los turistas. La cultura de consumo convierte
al patrimonio cultural en espacios que cada vez más se parecen los unos a los otros. Barbara
Kirshenblatt-Gimblett señala cómo, con la lógica de la mirada turística (‘tourist gazing’), los
espacios se convierten en sitios de interés y los sitios se convierten en destinos (KirshenblattGimblett 1998). Cuando leemos la tan repetida frase ‘Yo iba a Auschwitz, pero ya no’, desde
esta perspectiva, se articula aún más claramente el objetivo del narrador. El narrador quería
visitar a Asuchwitz y con ello el campo se había transformado en su destino. Sin embargo,
tras el accidente, el narrador se da cuenta de que Auschwitz como sitio de interés o
patrimonio cultural, no le podrá ayudar en acercarse a la historia de la Catástrofe. El relato se
convierte en una defensa apasionada de la ficción y de la memoria. Para el narrador, la
memoria está instrínsicamente relacionada con la narración y con la imaginación. La
ficcionalización de un personaje que encarna la imposibilidad de narrar subraya este objetivo
aún más. Mientras que su memoria de Auschwitz nunca podrá ser más que una
“postmemory” en términos de Marianne Hirsch, esto no quiere decir que nuestra memoria de
la Catástrofe tiene que ser superficial y ajena, transformada por la industria del patrimonio.
‘Comprar memoria’ dentro de esta perspectiva parece un término un tanto irónico ya
que responde a la categoría de turista. García Ortega emplea esta noción exactamente en el
capítulo en el que se adentra en el mismo lugar de Auschwitz. Describe el campo con
precisión, sin haber estado nunca. Ya conoce el lugar, seguramente a través de sus múltiples
representaciones visuales. ‘Cuando un día vaya a Auschwitz, veré todo esto’ (García Ortega
2002, 153). Pero a la vez se da cuenta de que ‘todo en Auschwitz es un hueco de otra cosa
que ya no está’ (152).
50
MEMORIA PRESTADA
4.2 AUSCHWITZ ESTÁ DEMASIADO CERCA: PERSPECTIVA ESPAÑOLA
El comprador de aniversarios ofrece una posibilidad para el lector español de acercarse a la
historia del Holocausto. El narrador español que solamente conoce el Holocausto a través de
la literatura y a través del cine es seguramente más informado que el lector español medio,
por esto se asegura primero de familiarizar al lector con Primo Levi y el personaje de
Hurbinek. Para el narrador es necesario saber y pensar el Holocausto y subraya una y otra
vez la necesidad de recordarlo anotando que el Holocausto está demasiado cerca. Parece que
las primeras dos páginas de la novela estén dirigidas directamente al lector español,
recalcando la necesidad de hablar del Holocausto y de Hurbinek, aunque se ha escrito ya
mucho sobre esto. Aquí, el narrador también defiende su elección de inventarle una vida a
Hurbinek, aunque al niño ya no le valga de nada: solo así podrán ‘ser redimidos los dos’
(García Ortega 2002, 10). ¿Redimidos de qué?, se preguntará el lector. Más tarde leemos que
Hurbinek murió en los primeros días de marzo de 1945, ‘libre pero no redimido’ (38),
repitiendo las mismas palabras que usó Primo Levi en La tregua. No obstante, la existencia
de Hurbinek en la memoria del Holocausto ya fue asegurado por Primo Levi con la
publicación de La tregua. Dentro del contexto español, pues, esta frase únicamente se puede
interpretar como el rescate de la memoria del Holocausto en España, y en especial el rescate
de la figura emblemática de Primo Levi y el personaje Hurbinek. La narración del relato
adquiere un significado semi terapéutico tras estas palabras, como si el narrador pagara la
deuda española por el desinterés generalizado por temas relacionados con el Holocausto.
Hay, sin embargo, solamente una instancia donde el narrador se refiere directamente a la falta
de memoria del Holocausto en España. Cuando enumera los turistas que acuden a Auschwitz,
‘muchos judíos, muchos italianos, dos o tres españoles, ningún alemán (por lo visto – hay
estadísticas – los alemanes nunca visitan Auschwitz)’ (151-152), sugiere que los españoles
no parecen tener mucho interés por la memoria del exterminio y en su tendencia amnésica se
parecen más a los alemanes que a los italianos.18
La elección del personaje de Hurbinek, un niño sin identidad precisa, se entiende
siendo un personaje más próximo al lector español: el niño sin identidad y sin nombre se
representa como una víctima universal más que una víctima judía. También Romeu Guallart
se da cuenta del poder metafórico del personaje de Hurbinek que ha vivido una vida tan
18
Aún así, la visita a Auschwitz no es el único instrumento de medición de la cultura de memoria del
Holocausto. La lectura, por ejemplo, como él mismo sugiere de algún modo, es otra forma de recordar y
acercarse a la memoria del Holocausto.
51
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
breve y anónima (Romeu Guallart 2010, 170). La anonimidad además, ofrece la posibilidad
de imaginarse diversas alternativas acerca el pasado y el futuro de este niño y así el narrador
consigue introducir el contexto español en el relato sobre campo de Auschwitz, si bien es en
principio un contexto ajeno a los campos de exterminio como he detallado en el primer
capítulo. La primera alusión que el texto ofrece sobre la posible madre de Hurbinek, es la de
una joven del que nadie sabía el nombre:
‘Ángela Pérez León, era una sefardita española casada con un maquinista bohemio al
que no había visto desde su llegada al campo. La mujer llevaba agarrado a ella un
cuerpecito que no emitió gemido alguno en la caída. (...) Hurbinek volió por los aires’
(García Ortega 2002, 24).
Se trata de una alusión preliminar: el lector tiene que esperar dos capítulos para
conocer la historia de Sofia y Yakov como otros posibles padres de Hurbinek. Más aún, no es
hasta el final de la novela que el narrador postula a Ángela Pérez León no como una madre
posible, sino como una de las mujeres que cuidaron a Hurbinek, después de que Sofia se
había desprendido de él para sacarle del campo. Ahora leemos que ‘Ángela Pérez León era
una sefardita española que residía en Bohemia desde el fin de la guerra civil’ (223). Fue la
mujer que llevó a Hurbinek aún con vida a su barracón e introdujo los botones en la vida del
niño. Con la evocación de Ángela Pérez León al principio y al final de la novela el narrador
encuadra el relato en un marco español.
Pero también dentro de este marco encontramos varias alusiones a un posible
contexto español, enlaces entre la memoria colectiva española y europea. En cuanto a los
posibles futuros de Hurbinek, dos de los ocho personajes evocados responden a un contexto
español. El primero es Pablo Orgambide, un escritor español. El narrador lo imagina el día de
su boda, en 1975, cuando justo acaba de terminar la biografía de Adolf Hitler y Franco
muribundo firmó sus últimas sentencias de muerte. (Nótese la yuxtaposición entre la figura
de Hitler, ya pasado al ámbito de la Historia y Franco matando a españoles desde su cama).
El padre de Pedro Orgambide, conservador y afín al régimen franquista, había luchado con la
División Azul y trajo consigo un niño de Rusia. Pablo nunca supo la verdad acerca su origen.
El segundo personaje es Walter Hanna, un judío serfadita residente en Salónica. Fue acogido
por los sefardíes de Salónica cuando pasó por allí en un camión de niños moribundos. El
nombre se lo puso él mismo. El narrador le imagina en un hospital cerca de Berlín, donde
quedó ingresado tras un accidente de coche yendo a Auschwitz. Walter Hanna es el último
personaje presentado como posible futuro de Hurbinek. Notablemente, este personaje señala
52
MEMORIA PRESTADA
fuertes paralelos con la vida del narrador. Con ello, la evocación de los diferentes personajes
culmina en algo que se podría resumir como un ‘todos somos Hurbinek’, sugiriendo la idea
de que cualquiera de la edad de unos cincuenta y nueve años podría haber sido ese niño
paralítico sin siquiera saberlo.
Como último, el enlace histórico entre la España franquista y la Alemania nazi es
recordado a través del cónsul español que le visita al narrador en el hospital. Le invita al
narrador a pasar por la embajada española antes de marcharse a España, para ver sobre todo
el mobiliario ‘sobrio, marrón, “epílogo de estilo fascista de los años treinta” (...), llevado allí
en la época de Castiella’. Casi todos los muebles son del 1939,
‘cuando Serrano Súñer estaba en Berlín de embajador de su cuñado Franco. Dice el
cónsul que a Hitler siempre le gustaron los muebles de la embajada española. ¿Acaso
estuvo allí en alguna ocasión? – Una vez, un 18 de julio’ (García Ortega 2002, 158).
Las cosas duran más que nosotros, comenta el cónsul. En este capítulo, el narrador describe
las ruinas y remanentes de Auschwitz, las cosas que perdurarán más que los últimos
supervivientes. En comparación con las ruinas y lugares de Auschwitz aún existentes en el
día de hoy, también el mobiliario de la embajada española parece recobrar las conotaciones
de un lugar de memoria de una historia demasiado cerca, pero sin embargo olvidada. El
cónsul, no obstante, lo presenta como un patrimonio cultural que vale la pena visitar para el
turista español; unos residuos ‘curiosos’ del pasado, desligados del significado de aquél
pasado trágico español.
Aunque a primera lectura la novela parece carecer de un contexto español, las
evocaciones ‘españolas’, si bien son breves, aparecen con cierta constancia. En su conjunto,
los personajes envuelven y aluden a la mayoría de los elementos del complejo abanico de
enlaces entre España y el Holocausto: la ayuda y amistad entre el Tercer Reich y el régimen
franquista se evoca a través de Serrano Suñer; la Guerra Civil y el exilio a través de la
sefardita Ángela Pérez León y también de Manuel Valiño que estuvo con Hurbinek en los
últimos meses, antes de la liberación (90); la División Azul aparece en la historia de Pablo
Orgambide. A parte, la figura del judío sefardí es resaltado a través de Primo Levi, Ángela
Pérez León y Walter Hanna. La inserción de personajes españoles y sefardíes y las alusiones
al pasado franquista conllevan la aproximación del Holocausto para el lector español. Aún
más, la crítica que denuncia la mirada superficial de los turistas también se vuelve sobre el
pasado español, lo que finalmente produce un alegato por la memoria.
53
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
4.3 ENTRE FICCIÓN Y REALIDAD
Romeu Guallart analiza El comprador de aniversarios como un ejemplo del realismo
posmoderno. ‘En la particular hibridez de esta poética, el realismo ya no basa su trabajo en la
observación sino que, tomando como elementos de base los pertenecientes a la realidad
empírica los transforma, los mezcla con elementos ficcionales y les da un sentido ético cuyo
producto final, en forma de novela, es transmitido al lector’ (Romeu Guallart 2010, 167).
Con el resumen de la novela, ya hemos visto cómo el autor se mueve muy cuidadosamente
de la realidad a la invención. No obstante, la hibridez entre realidad y ficción no es algo tan
nuevo como Romeu Guallart nos hace pensar. Uno de los temas más debatidos acerca la obra
de Primo Levi es la veracidad de su testimonio. Ruth Franklin define Si questo è un uomo
como un libro fundamentalmente literario. Añade sin embargo, que decir que un libro es
literario no significa automáticamente que el contenido sea ficticio o inventado (Franklin
2011, 56-57). Aún así, como autor Primo Levi usó su libertad creativa para alterar sus
personajes y hacer la narración más efectiva. Sam Magavern, experto en la obra de Primo
Levi, subraya la importancia de que Levi mantiene el control sobre su narración como único
narrador, ‘since to tell one’s story is to control one’s own destiny’ (citado en Franklin 2011,
58).
Desde nuestro punto de vista, Adolfo García Ortega utiliza de algún modo la misma
estrategia. En la novela, hay solamente una voz narradora, que activamente y concientemente
inventa varios pasados y varios futuros para Hurbinek. El narrador controla los límites entre
la realidad y la ficción de tal modo que en ningún momento conseguimos identificarnos con
Hurbinek. Entre el niño y el lector queda siempre la voz narradora del español escritor
ingresado en un hospital alemán, que además nos devuelve de vez en cuando al tiempo real
de la narración, el año 2001. Con el control del único narrador, no es difícil distinguir entre la
realidad y la imaginación acerca los acontecimientos en Auschwitz. Aún así, si bien los
límites entre la invención y la realidad están muy marcados, es verdad que García Ortega
‘inventa’ gran parte del relato acerca de Hurbinek. Pero así consigue su objetivo de acercarse
a la realidad del Holocausto sesenta años después, a través de la imaginación.
Asimismo, la hibridez también la encontramos en el mismo futuro y pasado de
Hurbinek. El narrador imagina diferentes ‘madres’ de Hurbinek, que le cuidaron
consecutivamente en el campo de exterminio. El posible futuro de Hurbinek se despliega a
través de ocho personajes diferentes. Donde el narrador dice que quiere comprarle
54
MEMORIA PRESTADA
aniversarios a Hurbinek, en realidad le compra posibles futuros, todos con su propio
universo.
La forma de la novela, un libro de viaje, da a la novela la característica de Bildung. El
narrador lo dice claramente, cuando admite que su viaje no es un viaje turístico, pero ‘tal vez’
de peregrinaje. Además, concluye admitiendo que pensar, saber y decir el Holocausto le ha
cambiado. A la vez, el motivo del viaje, tal como hemos visto en Sefarad, también admiten al
narrador incluir varios tiempos, espacios y personajes. Aunque al final el viaje es detenido
por el accidente, el narrador prosigue el viaje a Auschwitz a través de su imaginación.
Aparte, su ingreso como español en un hospital alemán, le admiten introducir personajes
contemporáneos como el cónsul español, y también comparaciones en nuestra opinión más
discutibles como los paralelos que el narrador dibuja entre los médicos que le ayudan a él y
los procedimientos del doctor Mengele en Auschwitz.
La novela El comprador de aniversarios parte pues del pequeño universo ‘real’ del
personaje Hurbinek del cual no sabemos casi nada, para abrir un relato que incluye muchos
personajes de diferentes nacionalidades, objetos de memoria y hechos históricos. También
aquí encontramos enlaces multidireccionales, en términos de Michael Rothberg, evocando no
solamente la guerra civil y el franquismo, pero también enumerando a otros criminales,
Eichmann, Barbie, Pinochet, Pol-Pot, Karadzic, Mladic, Milosevic, Kabunga, Renzaho,
Bizimungu (García Ortega 2002, 21), y otros lugares del horror: ‘Alguna vez he visto osarios
y he imaginado enseguida que son restos de seres humanos a la espera de cierta justicia que
ha de llegar. Como en Ruanda. Como en Bosnia. Como en Camboya’ (García Ortega 2002,
175).
La novela de García Ortega parece prestar también la preocupación de Levi por el
contexto global de la injusticia y resuena en ella la hibridez de la obra de Primo Levi. Más
notablemnte, aquí, Hubernik llega a tener varias identidades. Tal como argumenta Romeu
Guallart, la hibridez sirve para universalizar este personaje concreto, para convertirlo en un
símbolo y no sirve, como suele ocurrir en la literatura posmoderna, como un filtro que
manifiesta la imposibilidad de conocer los hechos históricos (Romeu Guallart 2010, 181).
Partiendo de una voz narradora española, un peregrino fascinado por la historia del
Holocausto que solamente conoce a través de los medios de comunicación, el autor no tiene
otra opción que prestar el testimonio de otros autores para aproximarse a la historia de la
Catástrofe. Para el narrador, pensar y conocer el Holocausto es de una importancia ética
imprescindible y nos ayuda a acercarnos a esta historia a través de los residuos que nos
quedan: los testimonios y los objetos, pero sobre todo la imaginación. Es también esa postura
55
EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS
ética la que se vuelve contra la absorción de la memoria del Holocausto en la industria del
patrimonio y los lugares de la memoria.
El Holocausto se presenta como una referencia fundacional en la memoria europea,
un punto cero que marca un antes y un después. Dentro de esta memoria también caben
alusiones al pasado dictatorial español y los judios sefardíes desterrados. Las connotaciones
al colectivo español que encontramos a lo largo del texto, ayudan a reflexionar sobre el
Holocausto y de algún modo dicen: el Holocausto está demasiado cerca, no solamente en su
dimensión temporal, sino también en su dimensión cultural. Admitiendo que el narrador
solamente quiere hablar de Hurbinek, subraya la singularidad y la unicidad del Holocausto.
No obstante, desde la perspectiva alejada temporalmente, sesenta años después, y
geográficamente desde el contexto español, el narrador no escapa de la necesidad de la
universalización del personaje. La hibridez del testimonio del sefardí Primo Levi y también
el anonimato del personaje de Hurbinek parecen admitir por una parte las conexiones
multidireccionales de la memoria y por otra la universalización, al mismo tiempo que no
reducen necesariamente la unicidad y la importancia del Holocausto.
56
5
CONCLUSIÓN
Los dos autores objeto de este estudio toman préstamos del testimonio icónico de Primo Levi
para poder acercarse a la memoria del Holocausto. Los autores citan directamente a Primo
Levi en varias ocasiones al mismo tiempo que tratan de no pasar la frontera de la ficción.
Asimismo, hemos visto como Antonio Muñoz Molina opta por contextualizar el testimonio
de Primo Levi con una espiral de historias que, paso a paso, ayudan a borrar las “fronteras
identitarias” entre los campos de exterminio y el colectivo español. Adolfo García Ortega,
por otro lado, parte del núcleo del testimonio de Primo Levi en La tregua para acercarse aún
más hacia la ficción. Este autor toma prestado el personaje que encarna la pesadilla del
superviviente: el hablar y no ser oído. Pero ahora el narrador obliga al lector a escucharlo.
Incorpora en su texto descripciones de las crueldades más horrorosas en los campos. Rodea a
este niño sin identidad de una multitud de identidades para que el lector se dé cuenta de la
carga metafórica de aquella vida trágica. El relato se convierte en un manifiesto que critica la
cultura de “turismo” histórico y aboga por una memoria del Holocausto a través de la
literatura y la imaginación. El Holocausto en Sefarad encarna un espacio compartido y de
referencia rodeado por las diferentes historias. Pero el Holocausto en sí, los horrores de los
campos de concentración no se detallan explícitamente, lo que crea un vacío en el centro de
la espiral. Por otro lado, en El comprador de aniversarios el Holocausto tiene un papel
central.
El espacio distinto que ocupa el Holocausto en estas dos novelas tiene consecuencias
para la posibilidad de insertar la historia y la memoria españolas. Hemos apuntado en varias
instancias la diferencia entre Mauthausen y Auschwitz, la yuxtaposición antropológica de dos
formas de muerte (Diner 2010, 33). Tanto Antonio Muñoz Molina como Adolfo García
Ortega son muy conscientes de esta yuxtaposición e intentan rehuir la comparación directa.
Esto tiene como efecto que en cuanto la narración se centra más en Auschwitz, menos
CONCLUSIÓN
espacio cabe para insertar la memoria de la Guerra Civil y del Franquismo. La memoria del
Holocausto no eclipsa a la memoria de la Guerra Civil española, pero simplemente ocupan
campos semánticos complementarios. Aún así, en ambos relatos encontramos varias
alusiones al pasado español que además en su totalidad cubren gran parte de los diferentes
ámbitos de la implicación de España en la Segunda Guerra Mundial.
En este marco cabe resaltar la figura del judío sefardí que recobra una importancia
notable en ambas novelas. Es aquí donde se encuentra una mayor aproximación entre la
memoria histórica española y la memoria del Holocausto. Es sin embargo una memoria
contradictoria. La figura del judío sefardí no solamente alude a la bondad de los
representantes de las embajadas españolas durante la Segunda Guerra Mundial y sus
esfuerzos para ayudar a muchos judíos tras otorgarles la nacionalidad española, sino que
recuerda la historia de la España intolerante tras la expulsión de los judíos después de 1492.
En Sefarad esta dimensión se articula en varios pasajes. Es un enlace que no solamente ha
recobrado importancia en el contexto de la literatura, sino que úlimamente también se ha
repetido en el trabajo analítico de Reyes Mate (Mate 2008) y de Alejandro Baer (Baer 2011).
La referencia a Sefarad, sin embargo, no alude directamente a la historia del Holocausto, sino
que enlaza con el significado que se ha venido a dar al Holocausto a finales del siglo veinte.
El del discurso humanitario de los derechos humanos. El de la memoria de la intolerancia, la
exclusión y la marginalización. El de la memoria que ahora se proyecta sobre nuevas
instancias de intolerancia produciendo nuevas limpiezas étnicas, como las guerras recientes
en la antigua Yugoslavia. La combinación de espacios temporales y espaciales tan diferentes
como el éxodo de los judíos sefardíes y el Holocausto, invita en nuestra opinión a la apertura
de la narración a las analogías multidireccionales. Primo Levi, como icono de los testimonios
de Auschwitz, encarna esta posibilidad. Ante todo como judío sefardí. Pero también hemos
señalado cómo su preocupación por la justicia global y su énfasis en la hibridez de la
identidad responden a la posibilidad de constituir estas analogías multidireccionales que
surgen desde la posición del narrador geográficamente y temporalmente ajeno, desde la
perspectiva de la “postmemory”.
García Ortega parte de Auschwitz y del testimonio de Primo Levi, mientras que
Muñoz Molina reduce las referencias directas a Primo Levi a unas frases fugaces. Además,
García Ortega subraya la necesidad de ‘inventar’ o comprarle aniversarios a Hurbinek
mientras que Muñoz Molina alude en varias instancias a la desgana de inventar, ‘rebajarse a
una falsificación inevitable zurcida de literatura’ (Muñoz Molina 2001, 195). Aún así, ambos
relatos coinciden en que acaban creando una espiral de relatos y personajes que rodean la
58
MEMORIA PRESTADA
historia de Auschwitz. En este sentido, desde posiciones totalmente opuestas, los autores
llegan a construir un relato con ciertas semejanzas inducidas por un lado por las restricciones
existentes en la tradición de la literatura del Holocausto y por otro lado por el imaginario
posible desde la memoria colectiva española.
Sin embargo, encontramos una diferencia significativa entre ambas creaciones
literarias en cuanto al uso de las voces narradoras. En Sefarad, el uso de una multitud de
voces narradoras en combinación con la mezcla del uso de los pronombres crea una
identificación directa entre varios personajes. Muñoz Molina utiliza esta estrategia para pasar
minuciosamente de un personaje a otro, sugiriendo las analogías sin entrar en la comparación
fácil. Con cada paso nos acercamos más a la víctima del Holocausto, abriendo un espacio
para finalmente poder escribir ‘eres quien mira su normalidad perdida desde el otro lado del
cristal que te espera de ella, quien entre las rendijas de las tablas del vagón de deportados
mira las últimas casas de la ciudad que creyó suya y a la que nunca volverá’ (Muñoz Molina
2001, 419). Aún así, el narrador mantiene una cierta cautela frente a la presentación de Primo
Levi como un personaje novelístico. El mapa que se crea en Sefarad, es pues un mapa
metonímico de identificación. Michael Rothberg apunta en relación a la obra literaria de
Caryl Phillips que ‘metonymic identification helps to capture the contingent contiguities of
diasporic experience, its necessarily multiple locations and syncretic cultures’ (Rothberg
2009, 156). Lo que importa no es tan sólo tomar el sitio del otro (o ocupar el espacio de la
memoria del otro), sino hacer un inventario de las diferentes geografías y memorias del
destierro. El uso de la metonimia ayuda por tanto a abrir el campo semántico, en este caso de
la memoria y del destierro, para incluir un sin fin de historias y memorias analógicas. Muñoz
Molina explicíta este proceso de identificación en la misma novela a través de la voz del
“narrador básico”:
‘(...) y no me hacía falta suponer o inventar una historia que los unificara a todos y los
hiciera encajar como un rompecabezas. Cada uno cobraba una valiosa cualidad de
misterio, se yuxtaponía sin orden a los otros, se iluminaban entre sí en conexiones
plurales e instantáneas, que yo podía deshacer o modificar a mi antojo, y en las que
ninguna imagen anulaba a las otras o alcanzaba una primacía segura sobre ellas, o
perdía en beneficio del conjunto su singularidad irreductible’ (Muñoz Molina 2001,
192-193).
Adolfo García Ortega, por otro lado, mantiene el control total sobre su novela tras una
sola voz narradora. Paradójicamente, aunque él no evita la invención ni tampoco la narración
detallada de las escenas más horrorosas de Auschwitz, el relato no elimina la distancia entre
59
CONCLUSIÓN
el lector y el Holocausto. Aquí sí hay sólo texto entre el lector y el Holocausto y más
precisamente el texto de Primo Levi.19 No llegamos a saber nada más de Hurbinek, el último
testimonio sigue siendo el de Primo Levi. Las comparaciones directas entre la situación del
narrador en el hospital alemán y el pasado de la Segunda Guerra Mundial solamente alejan
más al lector de una posible identificación. Aunque García Ortega también presenta un mapa
con múltiples personajes y geografías, no termina en la identificación metonímica que
apreciamos en Sefarad. Las proyecciones multidireccionales no llegan a desarrollarse más
allá de su mención. La clara defensa de la memoria del Holocausto como proyecto ético,
junto a las fugaces pero constantes referencias a la historia española, hacen pensar en la
historia y la memoria del Holocausto como una metáfora de la memoria histórica española.
No obstante, la figura retórica de la apóstrofe, sugerida por Steenmeijer, nos parece menos
eficaz en el caso de las novelas aquí presentadas (Steenmeijer 2009, 206-207). El narrador en
esta novela no se aparta de su oyente o lector para dirigirse a otra persona, sino que
precisamente se dirige a su lector habitual ofreciéndole un discurso de memoria nuevo pero
siempre sobre el trasfondo de la propia experiencia histórica.
¿Cómo se escribe pues el trauma ajeno? La literatura del Holocausto de la tercera generación
o la categoría de la novela histórica o novela documental a la que alude Efraim Sicher, nos da
ya algunas pistas. Sus novelas están basadas en historias familiares pero también en
representaciones ficcionales de la literatura y la cinematografía, mientras que la narración se
inicia muchas veces desde una focalización externa. Sobre todo la ‘memorialización’ del
Holocausto a través de no judíos parece producir varias posiciones críticas. Jessica Lang nos
recuerda la siguiente paradoja: al morir los últimos testigos, el Holocausto está cada vez más
sujeto de la imaginación (Lang 2009, 44). Son mecanismos que corresponden también con la
categoría de ‘postmemory’ de Marianne Hirsch.
Estos mecanismos también los encontramos en las dos recientes novelas españolas
sobre el Holocausto. Los narradores principales en ambas novelas son externos en cuanto a la
experiencia del Holocausto y las novelas se construyen a base de las historias de testimonios
orales y fuentes secundarias. En nuestro caso, es sobre todo la literatura icónica la que juega
un rol primordial para acercarse al Holocausto. Muñoz Molina subraya en un artículo sobre
la novela de Adolfo García Ortega la importancia de la imaginación literaria para
aproximarnos a las experiencias no vividas. No obstante, la literatura española del
19
Esta es la crítica que Antonio Gómez López-Quiñones expresa en relación con la novela Sefarad (Gómez
López-Quiñones 2004). Véase el capítulo 3.2, página 33.
60
MEMORIA PRESTADA
Holocausto parece producir una categoría tal vez aparte de la novela documental de Efraim
Sicher. Es la ausencia de una cultura de memoria del Holocausto y una literatura del
Holocausto lo que deja a los novelistas contemporáneos sin precedentes literarios. Su tarea
no es solamente imaginar el Holocausto desde su posición ajena, sino también presentar al
lector español los iconos de la literatura mundial del Holocausto. Como he señalado, dentro
del ámbito español, Primo Levi parece recobrar un interés especial por su identidad sefardí.
A la vez, en contraste con otros escritores icónicos como Jean Améry o Elie Wiesel, la
hibridez en los testimonios de Levi y su preocupación por un mapa más amplio de la
injusticia parecen corresponder con la conyuntura contemporánea de universalización o
globalización del Holocausto.
El énfasis en ambas novelas está en la importancia de recordar, que parece resonar
con el contexto de la memoria histórica de la Guerra Civil española. Resulta significativo que
ambas novelas incorporan un gran número de referencias de la historia de la Guerra Civil
española y del Franquismo. Con ello, se alude también a una memoria muchas veces
tergiversada o al menos poco conocida. El resultado es un texto híbrido que revista un mapa
de memoria multidireccional que, tal como lo ha acuñado Michael Rothberg, entiende la
memoria fuera de posibles esquemas de memorias exclusivas. En el caso de España y el
Holocausto, ambas novelas señalan la complejidad de los enlaces entre ambas memorias,
recogiendo referencias a la Inquisición, la Guerra Civil, el Franquismo y la época
contemporánea. La inserción de referencias de otras escenas de injusticia, como Bosnia,
Ruanda o Argentina completan el mapa. Pero los enlaces importantes que se acentúan en
ambas novelas son los enlaces entre la memoria del Holocausto y la memoria de la España
intolerante. Sin embargo, las escenas de injusticia más presentes en el mapa geográfico de
España dejan un vacío en ambas novelas. Es solamente en un comentario fugaz, en Sefarad,
donde el narrador se acuerda del mapa del terror español, ‘también aquí caminamos sobre
tumbas sin nombre y fosas comunes’ (Muñoz Molina 2001, 445). Aún así, en ambas novelas
se aprecia que la posible memoria del Holocausto en España depende de la memoria de la
Guerra Civil española y del Franquismo. Irónicamente, la primera sí se ha institucionalizado
desde arriba, mientras que la segunda sigue encontrando resistencia a la hora del
reconocimiento oficial.
Para terminar, me gustaría proponer unas líneas de trabajo a considerar dentro del campo de
investigación relativamente nuevo de la memoria del Holocausto en España. Lo que más
resalta de las dos novelas que aquí analizamos es la constante presencia del contexto
61
CONCLUSIÓN
histórico español. Ya he mencionado mis reservas en torno al concepto propuesto por
Maarten Steenmeijer de la apóstrofe o catapóstrofe. Aún así, el interés por la memoria del
Holocausto parece estár intrínsicamente relacionado con la recuperación de la memoria
histórica de la Guerra Civil española y del franquismo. Nuevo es, sin embargo, la presencia
del judío sefardí y la alusión a una historia más profunda de la intolerancia. El interés por el
Holocausto parece tener un efecto ‘boomerang’ sobre la propia memoria colectiva y abre el
horizonte de la memoria histórica española en sus dimensiones temporales y geográficas. A
la vez, la forma de la narración en ambas novelas con los espirales de historias, las
repeticiones frecuentes (‘Qué harías tú’ o ‘Iba a Auschwitz, pero ya no’) y los vacíos que
estas estrategias narrativas
dejan, invita a una lectura de ambas obras en cuanto a la
presencia del trauma propio.
En cuanto a la recepción de los escritores icónicos de la memoria del Holocausto,
sería importante ampliar el estudio sobre la recepción de las obras icónicas del Holocausto en
España, tanto como la recuperación y la circulación de estas obras a través de nuevos
productos culturales. Estos procesos también se deberían estudiar en comparación con otros
países europeos. He apuntado cómo uno de los propósitos en las novelas destacadas es la
introducción y la familiarización del lector con los escritores icónicos del Holocausto como
Primo Levi. Esto sugiere que la presencia o la presentación de textos icónicos en la literatura
reciente del Holocausto en otros países sería distinta. A la vez, la referencia intertextual a los
testimonio icónicos también parece responder a los límites éticos de la invención que rodean
el tema del Holocausto en la literatura. En cuanto a la recepción de Primo Levi, sería
importante revisitar la recepción de los otros escritores icónicos que en estas obras también
se mencionan y parecen recobrar alguna importancia, como por ejemplo Jean Améry. ¿Qué
obras se han reeditado últimamente en España y cuáles vienen a ser referencias importantes
para las nuevas expresiones culturales?
Finalmente, ya que la memoria se configura a través de una multitud de distintos
medios, cabría estudiar la memoria del Holocausto fuera del ámbito de la literatura. Hemos
señalado cómo algunos patrones que apreciamos en Sefarad y El comprador también se
repiten en el trabajo filosófico de Reyes Mate y el análisis sociológico de Alejandro Baer.
Esto hace pensar que con la entrada en el siglo veintiuno, la institucionalización de la
memoria del Holocausto ha tenido efectos importantes sobre los colectivos de memoria
ajenos a esa memoria. Lo que, en palabras de García Ortega, pensar, saber y decir el
Holocausto nos ha cambiado. Con ello, el Holocausto ha venido a ser una metáfora para otras
‘memorias de la intolerancia’ o a formar parte del campo metonímico de las ‘historias de
62
MEMORIA PRESTADA
injusticia’. Aún así, en las novelas que aquí analizamos, la narración del Holocausto como
trauma ajeno o memoria prestada, no implica la preponderancia del Holocausto sobre otras
culturas de memoria ni tampoco el vaciado de significado del Holocausto mismo, como
algunos estudiosos advierten. En el caso de Sefarad y El comprador de aniversarios el uso
de los testimonios icónicos consiguen precisamente el reconocimiento de la unicidad del
Holocausto y la necesidad de que su memoria no caiga en el olvido.
63
OBRAS CITADAS
Adema, Janneke, y Marije Hristova. 2010. “The Exile Condition: Space-time Dissociation in
Historical Experience. A Reading of Sefarad.” Krisis (1): 62-76.
Ahnfelt, Vigdis. 2008. La recuperación de la identidad en la novela Sefarad de Antonio Muñoz
Molina. Tesis doctoral, Estocolmo: University of Stockholm.
Amat-Piniella, Joaquim. 1963. K.L. Reich. Barcelona: Club Editor
Anglada, María Àngels. 1997. El violín de Auschwitz. Madrid: Alfaguara.
Ardolino, Francesco. 2008. Les traductions des oeuvres de Primo Levi en espagnol et en catalan. En
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