el éxodo del pueblo oriental - Biblioteca DDP

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CAMINOS DEL
MERCOSUR 2012
EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL
“La causa de los pueblos no admite la menor demora”
José Gervasio Artigas
EDICIÓN 2012
Sr. José Alberto Mujica Cordano
Presidente de la República
Dr. Ricardo Ehrlich
Ministro de Educación y Cultura
Mtro. Oscar Gómez
Subsecretario de Educación y Cultura
Sr. Pablo Álvarez
Director General de Educación y Cultura
Mtro. Luis Garibaldi
Director de Educación
Esta publicación ha sido realizada por la Dirección de Educación del Ministerio de
Educación y Cultura.
Supervisión General
Luis Albernaz
Lorena Fleitas
Colaboraron:
Susana Urquijo
Ma. Inés Leal
Richard Leivas
Alfonso Gutiérrez
Los contenidos de esta publicación se encuentran en:
www.mec.gub.uy/educación
Catalogación en la publicación: Departamento de Documentación Pedagógica.
327. 109 Uruguay. Ministerio de Educación y Cultura. Dirección de Educación.
URUc
Área de Asuntos Internacionales y MERCOSUR
Caminos del MERCOSUR 2012: el éxodo del Pueblo Oriental /
Uruguay. Ministerio de Educación y Cultura. Dirección de Educación.
Área de Asuntos Internacionales y MERCOSUR; Luis Albernaz, comp.;
Lorena Fleitas, comp. . -- Montevideo: MEC, 2013.
ISBN: 978-9974-36-232-1
1. COOPERACIÓN REGIONAL
2. HISTORIA
3. GEOGRAFÍA
4. ADOLESCENTES
5. INTEGRACIÓN
I. TÍTULO
ÍNDICE
Introducción
pág. 5-6
Qué es Caminos del MERCOSUR?
pág. 7
Trabajos Ganadores de Argentina
pág. 10
Trabajos Ganadores de Brasil
pág. 79
Trabajos Ganadores de Colombia
pág. 129
Trabajos Ganadores de Ecuador
pág. 199
Trabajos Ganadores de Paraguay
pág. 247
Trabajos Ganadores de Uruguay
pág. 289
Acuerdo de Convivencia
pág. 359
Cronograma de Actividades
pág. 361
Bitácoras del Viaje
pág. 369
Equipo de Crónicas y Noticias
pág. 382
Fotos del recorrido
INTRODUCCIÓN
Caminos del MERCOSUR. “Éxodo del Pueblo Oriental”. Uruguay 2012
“La causa de los pueblos no admite la menor demora”
José Gervasio Artigas
El presente volumen recoge los trabajos realizados por jóvenes estudiantes con
edades de 16 a 17 años que fueron seleccionados en la 10ª edición del concurso
histórico literario Caminos del MERCOSUR. La organización de esta edición
estuvo a cargo de Uruguay.
El concurso fue una actividad del Sector educativo del MERCOSUR que tiene como
propósito promover la integración de los estudiantes de los años superiores de
educación media a través del conocimiento de la realidad, la historia y la cultura
de cada país. Se trata de favorecer la construcción de una ciudadanía regional
sustentada en el conocimiento.
Se convocó a estudiantes de los países miembros y asociados de MERCOSUR.
En la edición 2012 participaron jóvenes de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador,
Paraguay y Uruguay. Los tribunales que actuaron en cada país seleccionaron
hasta seis trabajos que resultaron ganadores. Los jóvenes autores de estos
trabajos participaron luego de una recorrida por lugares vinculados a la temática
propuesta.
Para la edición 2012, Uruguay propuso a estudiantes de la región realizar
trabajos en torno al Éxodo del Pueblo Oriental, recordando la gesta del pueblo de
la Banda Oriental junto a José Gervasio Artigas, proclamado en esas instancias
como Jefe de los Orientales.
El concurso tuvo varios subtemas que permitían:
• enfocar el punto de vista histórico:
La Redota: sentido, vicisitudes y consecuencias de la misma;
• conocer las ideas de José Gervasio Artigas:
El sistema de los Pueblos Libres;
• penetrar en la interpretación histórica de las ideas y los hechos en el marco de
los procesos independentistas de América:
El caudillismo y la revolución americana. Polémica;
• valorar los sectores sociales que acompañaron a Artigas y su complejidad:
El pueblo oriental, los seguidores de Artigas, y
• valorar las manifestaciones artísticas que acompañaron la época:
La poesía gauchesca como expresión popular en el Río de la Plata.
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De esta forma, en cientos de aulas y hogares de diversos países de la
región, estudiantes, docentes y familiares estudiaron e intercambiaron
sus puntos de vista sobre el proceso de independencia de la Banda
Oriental y profundizaron sus conocimientos en relación a José Gervasio
Artigas, personalidad que marcó la nacionalidad oriental, más adelante
denominada República Oriental del Uruguay.
Los textos de los jóvenes representan una parte de lo que se trabajó en las
aulas y de lo que aprendieron. Ellos pudieron avanzar en la comprensión
de las características comunes de una región que se caracteriza por su
diversidad cultural pero que ha tenido etapas históricas comunes, una de
las cuales, y de principal influencia, fue la independencia en los comienzos
del siglo XIX.
Los trabajos reflejan los aprendizajes y las percepciones de más de
30 jóvenes americanos. Ponerlos al alcance de todos es un nuevo
acto educativo para continuar con el propósito de crear una identidad
mercosureña.
A los estudiantes les hacemos llegar las felicitaciones por el trabajo y
el esfuerzo realizados; a los docentes, el reconocimiento por la labor de
apoyo y enseñanza sin la cual no hay aprendizajes significativos posibles;
y a los familiares, el agradecimiento por el estímulo y confianza hacia los
jóvenes que estudiaron y produjeron en favor de una región americana
más libre y más educada.
Luis Garibaldi
Director de Educación
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• ¿Qué es Caminos del Mercosur?
Caminos del MERCOSUR es un concurso histórico-literario que se inscribe
en el marco de las actividades del Sector Educativo del MERCOSUR.
• ¿Cuáles son sus objetivos?
Los objetivos de este certamen son estimular y fortalecer la identidad
mercosureña de los jóvenes estudiantes de la región por medio de una
experiencia formadora en la cual los participantes, además de ampliar
sus conocimientos, pudieran vivenciar y apreciar el valor de la integración
regional, respetando la diversidad cultural.
• ¿Quiénes participaron?
Podían participar los adolescentes que estuvieran cursando Educación
Media en los países del MERCOSUR y asociados.
Debían tener:
• entre 16 y 17 años de edad.
• buena actuación escolar (asistencia, conducta y rendimiento)
• capacidad de convivencia con jóvenes de diferentes culturas.
• ¿Cómo se eligieron los temas?
Este concurso consiste en la presentación de un trabajo original de
carácter histórico, literario y cultural sobre un tema elegido por el país
organizador en cada año.
A modo de ejemplo, se reseñan las propuestas de la última década:
• Convocatoria 2003. País organizador: Argentina.
Tema: El gaucho y la cruz del Sur.
• Convocatoria 2004. País organizador: Chile.
Tema: Neruda: poeta, ciudadano, político y premio Nobel de Literatura.
• Convocatoria 2005. País organizador: Brasil.
Tema: Brasilia, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
• Convocatoria 2006. País organizador: Paraguay.
Tema: Augusto Roa Bastos: Narrador, poeta y caminante.
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• Convocatoria 2007. País organizador: Uruguay.
Tema: Río de la Plata: un mundo a descubrir.
• Convocatoria 2008. País organizador: Bolivia.
Tema: Lagos, salares y culturas en la Ruta del Sol.
• Convocatoria 2009. País organizador: Brasil.
Tema: Las ciudades históricas de Minas Gerais.
• Convocatoria 2010. País organizador: Argentina.
Tema: Bicentenario en la gesta emancipadora.
• Convocatoria 2011. País organizador: Paraguay.
Tema: Paraguay en el bicentenario de la independencia.
• Convocatoria 2012. País organizador: Uruguay.
Tema: El Éxodo del Pueblo Oriental
• ¿Cuál era el premio?
Cada país seleccionó seis (6) ganadores y se formó una delegación que,
como premio, realizó un viaje académico, recreativo y cultural al país que
corresponde organizar dicho evento, en este caso, a Uruguay.
Los trabajos seleccionados
Como se indicó, los estudiantes debieron presentar un trabajo
individual de carácter histórico literario sobre la temática “El éxodo
del Pueblo Oriental”.
En cada uno de los países participantes (Argentina, Brasil, Colombia,
Ecuador, Paraguay y Uruguay) los Ministerios de Educación conformaron
tribunales que debieron seleccionar un máximo de seis trabajos, lo que
habilitó a sus autores/as a realizar un viaje académico recreativo y
cultural “Por los caminos del Éxodo del Pueblo Oriental” entre el 1º y el 10
de octubre de 2012.
A continuación se presentan los 32 trabajos de los jóvenes seleccionados
en el Concurso Histórico Literario Caminos del MERCOSUR 2012.
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• Argentina: 6 trabajos
• Brasil: 6 trabajos
• Colombia: 6 trabajos
• Ecuador: 4 trabajos
• Paraguay: 4 trabajos
• Uruguay: 6 trabajos
Fotos y bitácora
Finalmente, se adjuntan algunas producciones posteriores ya que, dentro
de la propuesta de trabajo desarrollada en Uruguay, estuvo la consigna de
que cada día se conformaran equipos con una integración internacional a
los efectos de:
• registrar fotográficamente los lugares visitados y los momentos vividos.
• escribir una crónica diaria, en forma de bitácora y noticia que diera
cuenta de la experiencia cotidiana.
Responsabilidad
El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores
concursantes y no representa necesariamente la realidad histórica o los
puntos de vista del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.
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TRABAJOS GANADORES DE ARGENTINA
Sol Chiara
Escuela Sec. Prov. Nº 728
Puerto Madryn, Chubut, Argentina
MAÑANAS DEL SUR.
PATRIA HERMANA, NUNCA DEJES DE LUCHAR
(Basada en ciertos aspectos de la vida de Melchora Cuenca,
una de las mujeres de José Gervasio Artigas)
Mi vida llena de olvidos, lágrimas, lealtad y tantas otras cosas me obliga
a contar estos últimos años desde que me involucré en una noble causa,
rodeada de fuertes tendencias políticas con las cuales me sentía identificada
hasta la triste separación que viví con José aquella tarde lluviosa, inundada
de calor y amargura, el 5 de septiembre de 1820 en Mandisoví.
Hoy escribir es una forma de descargarme, es una forma de decir
“yo existo”. No sé si algún día este relato será leído por alguien o si
simplemente, al terminar de escribir,, lo romperé en cien pedazos y cada
uno de ellos se esparcirá por todo el río.
No entiendo el abandono de un padre hacia sus hijos, no entiendo cómo
un amor apasionado puede desaparecer en un instante por la derrota
de una ideología a la cual, reconozco, he defendido con uñas y dientes,
desperdiciando días y noches a la espera de un gran triunfo.
Comprendo que la devoción que siente por su patria, por nuestra patria, lo
impulsa a cometer este tipo de actos. Lo único que me queda es esperar
su regreso, su victoria, su compasión a mi dolor, sus ganas de ser buen
padre, o que tal vez extrañe cada uno de los momentos, tanto malos como
buenos, que pasamos juntos. Y, si no es así, si no vuelve jamás, deseo que
su lucha sea recordada con la valentía que le sobra.
Todo empezó en mi adolescencia. Una mañana fría, rodeada de nubes
que cubrían la extensión de todo el lugar, yo me encontraba en un campo
verde, enorme, lleno de vegetación, practicando con mi lanza y mi caballo
llamado Itaete, que significa acero en la lengua nativa de mi madre. Ella
es descendiente de guaraníes. Me había enseñado cómo defenderme en
caso de que fuera necesario. De niña pasábamos días y días trabajando en
mi puntería, en cómo montar el caballo, cómo entenderme con él. Aprendí
entre juegos y risas.
Dejando de lado el recuerdo de mi madre y volviendo al relato, puedo decir
que esa mañana un grupo de hombres, que habían estado rondando todo
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el perímetro del campo por casi una hora, ingresaron salvajemente al
mismo en donde estábamos practicando Itaete y yo. Se acercaron y me
dijeron que era increíblemente talentosa con mi lanza y que les resultaba
demasiado extraño que una mujer tan bella como yo fuera tan habilidosa.
Era una mezcla rara de sensaciones. Por un lado, me sentía halagada de
que alguien reconociera tantos años de esfuerzo y dedicación pero, por
otro lado, me sentía aterrada. Eran hombres altos, de una gran contextura
física. Todos ellos portaban armas, vestimenta formal y enormes caballos
marrones. Con una sonrisa y mi mejor cara de tranquilidad, con una
voz dulce que escondía el terror que me daba la mirada de esas doce
personas, les pregunté a qué se debía su visita.
Uno de ellos, el único rubio de los doce, llamado Bernardo, me explicó
que hacía aproximadamente dos meses que estaban recorriendo terrenos
en busca de hombres con coraje, con ganas de combatir, habilidad para
luchar, ideales marcados, dispuestos a defender a la Banda Oriental, a
formar parte de uno de los ejércitos del señor José Gervasio Artigas.
Sin embargo, para su desgracia, muy pocos hombres reunían las
condiciones necesarias. En otros casos sí pero no estaban de acuerdo
en formar una nueva patria, libre, sin esclavitud, sin depender de otros
gobiernos, sin depender de personas que en realidad no les importaba la
cultura de un país. Solo éramos motivo de aumentar su riqueza y poder,
explotando así a la gente que habitaba este suelo.
Impresionada por la seguridad de Bernardo al hablar, de las palabras que
empleaba, del deseo de emancipación, del amor que tenía por su Banda
Oriental, convencida de que el único fin era luchar por los derechos de la
gente, incluido su sueño de libertad, le dije:
“Me llamo Melchora Cuenca y, a pesar de no ser un hombre, soy capaz de
dejar mi vida por significante causa”.
Maravillados por tal respuesta, me invitaron a unirme a ellos, me
comentaron que al llegar seguramente estallaría una batalla, que
estuviera preparada, que era sólo el comienzo y que nunca tuviera miedo
de nada porque estar ahí era una bendición y, como tal, no podíamos salir
lastimados porque estábamos protegidos por los dioses que habitaban
ese aire.
Como predijeron, al llegar a Las Piedras, una hermosa mañana de sol del
18 de mayo de 1811, se dio lugar a una batalla en la cual José Artigas, al
mando de las fuerzas revolucionarias de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, se enfrentó a las fuerzas imperiales de España -que luego me
enteré que habían sido despachadas por el gobernador de Montevideo,
Francisco Javier de Elío-.
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Fue una experiencia un tanto fuerte para mí. No estaba acostumbrada a
semejante hecho. Estaba preparada para defenderme pero no para matar.
Más temprano había escuchado que los españoles se encontraban en un
lugar estratégico favorecido por la altura, cosa que me causaba cierta
desconfianza. Lo bueno fue que la inteligencia del hombre más bello que
conocí en la vida se hizo presente en ese momento: la de José, mejor
dicho, MI José.
A media mañana, él fue quien dio el primer paso. Se adelantó a toda
posible acción de los españoles. Envió a parte de la infantería al mando
de Antonio Pérez, quien no sé cómo hizo para lograr que el comandante
Posadas abandonara su preciado lugar. Su gente terminó persiguiendo
a los revolucionarios y fue ahí donde el primo de José, Manuel Artigas, al
mando de unos 600 jinetes armados con boleadoras y picanas, entre los
que me encontraba, aprovechó esto para atacar la retaguardia de Posadas
por la izquierda. Así atrapamos al ejército español entre dos fuerzas: la
caballería y la infantería, que cesó la retirada y volvió a la lucha.
Éramos más de 2000 personas, entre ellos y nosotros, todos defendiendo
lo que creíamos mejor o simplemente lo que nos mandaban a hacer.
Sea cual fuera el caso, todos peleamos esa mañana, esa tarde, esas
interminables horas. Todos gritamos, tuvimos miedo; pensamos en
nuestros padres, o en la familia que tuviésemos. Supongo que no era la
única que no veía el minuto de terminar la batalla hasta que por fin las
tropas españolas empezaron a abandonar sus puestos. El capitán José
Posadas izó una bandera blanca y entregó su espada a Artigas.
Aterrada por haber vivido lo que ese día, y más allá de que fui reconocida
como mujer valiente, digna de permanecer en tropas artiguistas
revolucionarias, le pedí ayuda a Bernardo, quien había impulsado mis
ganas de luchar por esta causa.
A la mañana siguiente, partíamos hacia Montevideo y, de verdad, no estaba
segura de seguir. No me sentía capaz de soportar tal grado de violencia,
tanta sangre entre mis manos, tantos rostros sufriendo, moribundos,
lastimosamente felices de morir defendiendo lo suyo. Le rogué una y
cien veces que me acompañara hasta Paraguay o que, por lo menos, me
explicara con lujo de detalles cómo volver.
No sé si el hecho de que fuese mujer y tuviese miedo le causó ternura o si
tal vez se enamoró de mí y no logré percatarme de ello pero amablemente
me acompañó hasta Paraguay. Nos hicimos grandes amigos en pocos días.
Me contó su vida, su amor poco correspondido a una mujer llamada Juana
Victoria, hija de españoles. Ella lo había abandonado por culpa de sus
padres, quienes se la llevaron de vuelta a su país cuando se enteraron de
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que él y Juana querían casarse y formar una familia. Eso hizo que entrara
a formar parte de los grupos revolucionarios al mando de Artigas. El día
en que ella se fue, su vida perdió sentido. No quería pensar en nada más
hasta que le llegó una carta solicitándolo para luchar por la libertad de la
patria, a la cual respondió gustoso debido a que no sentía que podía hacer
algo mejor para derrotar su depresión.
En ese momento, logré entender la frialdad con la que Bernardo se
manejaba. Siempre se sintió rechazado. Sufría carencia de amor.
Pensaba que no era indispensable para nadie, ni siquiera para su propia
nación. Quizás por primera vez en años se creyó útil y querido al traerme
desinteresadamente al Paraguay.
El día en que llegamos, ninguno quiso despedirse. Fue más un “hasta
luego”. Acordamos enviarnos cartas todos los meses para informarnos lo
que ocurría, no solo con su patria sino con nosotros mismos. Nos dimos
un fraternal abrazo y quizá un par de lágrimas colmadas de angustia
cayeron de sus ojos y de los míos esa tarde. Era inevitable: él debía seguir
su sueño, su misión, y yo continuar ayudando a mi padre en su tarea de
comerciante.
Por cuatro años recibí unas cuantas cartas provenientes de Bernardo. Todas
me llegaban como mínimo un mes más tarde de su emisión. Para mi suerte
todas traían la fecha en la que habían sido escritas, por lo que esos años
estuve al tanto de cada una de las cosas que pasaban en el Río de la Plata y
sus territorios aledaños. Me cansé de leer sobre reuniones, batallas, idas y
venidas, sobre sueños de una revolución que nunca llegaba.
La primera carta era del 10 de septiembre de 1811. En ella decía que había
tenido lugar la reunión en la panadería de Vidal y que un mes después se
llevaría a cabo la asamblea de la chacra de La Paraguaya.
La segunda correspondía al 23 de septiembre. Entre otras cosas, lo que
más llamó mi atención fue que Artigas había sido proclamado Jefe de los
Orientales, que Buenos Aires suscribió con el Virrey un armisticio y se
daba inicio al éxodo del pueblo oriental. En esa carta recuerdo sus claras
palabras: “No sé cuándo volveré a escribirte. Debemos confiar y pensar
que esto vale la pena”.
Por suerte, en enero llegó la siguiente, la tercera, avisándome de que
habían logrado cruzar el río Uruguay.
Hasta junio de 1812 sólo arribaban cartas llenas de experiencias y cosas
de su vida personal. También recuerdo que en una de ellas me contaba su
preocupación acerca de su madre, que había contraído matrimonio con un
adinerado hombre de Montevideo quien, como regalo de bodas, le compró
una joven esclava proveniente de África. Me contó que sospechaba que el
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hombre era un negrero, es decir, un traficante de esclavos africanos. Creía
firmemente que a esta pobre gente le habían quitado la posibilidad de ser.
Que les arrebataron su cultura, sus creencias, sus idiomas, sus nombres,
su identidad. Que les destruyeron lo sagrado de las familias, matándolos
y obligándolos a dejar de lado sus derechos de persona, convirtiéndolos
cruelmente en objetos, de gran valor, pero objetos al fin y al cabo.
Durante la última parte de 1812, olvidó su preocupación, y volvió a
abrumarme con hechos referidos a la Revolución. Entre ellos, llegaban
cartas y más cartas:
• “Junio 10: El pueblo oriental se ha establecido en el Ayuí. Tres días más
tarde ha llegado Sarratea al campamento y ha sido reconocido como
General en Jefe. Artigas le ha devuelto sus despachos de coronel.”
• “Setiembre. Marchamos tras el ejército auxiliar porteño a reanudar el
sitio de Montevideo.”
• “Diciembre 31: Rondeau ha triunfado en el Cerrito.”
Así como estas, tantas otras cartas que, por un lado me llenaban de
entusiasmo y, por otro, de frustración por no poder estar ahí. Tal fue mi
grado de frustración que decidí pedirle a Bernardo que sólo me escribiera
sobre asuntos personales porque no soportaba la idea de estar sabiendo
absolutamente todo lo que estaba pasando y aun así seguir sentada leyendo.
Nunca me contestó. Esperé años sentada mirando por la ventana a que
respondiera. Supuse que se había enojado, pensé que creyó que su causa
ya no me importaba.
Resignada, continué con la vida que había elegido por temor, acompañando
a mi padre, Gaspar Cuenca, en su agotadora tarea de proveer víveres a
toda la zona. Un día, en julio de 1815, le llegó un pedido fechado en junio
que decía que el señor José Gervasio Artigas acababa de fundar la Villa de
Purificación, Congreso de Oriente de todos los pueblos de la Liga Federal,
y que mi padre, a través de la Junta del Paraguay, había sido elegido para
abastecer a la Villa de todo alimento, bebida, o lo que se requiriera, por
tiempo indeterminado, asegurándole una buena paga y protección en
caso de que fuera necesario.
Al haber escasez de dinero en la familia, mi padre no dudó un segundo
en aceptar el pedido de José. Cuando me enteré, fui la persona más feliz:
él aportaría un grano de arena, a su manera, en el sueño de tanta gente.
Por supuesto le rogué acompañarlo y, aunque le resultaba extraño que
suplicara tanto, accedió con gusto a llevarme para que le hiciera compañía.
Tardamos días y días en conseguir un carro que fuera capaz de transportar
todo lo que necesitaban. Mi padre tuvo que pedirle prestado uno a un amigo
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de años al cual, por si acaso, no le dijo que era para llevarle alimento a la Villa
de Purificación levantada por Artigas. Viajamos llenos de dificultades. Ahí
tardamos nuevamente una gran cantidad de días. El carro era demasiado
viejo, inestable. Atravesamos una enorme tormenta, tuvimos que soportar
el barro en nuestras caras, el frío en nuestro cuerpo. Fue horrible.
Yo me enfermé en el camino. Mi padre exageró la situación y paramos
una tarde en un pequeño pueblo donde una curandera me dio un té
“mágico” que para el día siguiente debía dejarme como nueva. Así fue. Nos
hospedamos en una gran casa donde alquilaban habitaciones por noche
para los viajantes. Al despertar me sentía perfectamente bien, todo síntoma
había desaparecido por lo que partimos nuevamente para la Villa.
¡Por fin llegamos! Nos recibieron dos hombres, un poco mayores que mi
padre, llamados Claudio y Roberto. Eran los encargados de suministrar
los víveres dentro de Purificación. Descargaron la mercadería del carro y,
luego de terminar, entablaron una amable charla con mi padre.
La hija de Roberto era maestra. Comentó que ella estaba preocupada
porque al día siguiente se inauguraba la escuela de la Villa y aún no habían
encontrado otra. Necesitaban a alguien de confianza, urgente. Mi padre,
sin pensarlo –y sin consultarme, por supuesto- les contestó: “Mi hija es
una excelente maestra”. Roberto fue a buscar inmediatamente a Rosa, su
hija, quien me ofreció el trabajo. Ya tenía olvidada mi profesión pero, sin
dudar, acepté la propuesta.
Me dieron una casa al lado de la escuelita. Esa noche descansé, muy
tranquila, y a la otra mañana me levanté muy temprano. No quería llegar
tarde el primer día de clases. Hicieron un gran acto al cual asistió toda la
comunidad. José dijo unas palabras y fue ahí cuando por primera vez me
fije en él. Un hombre lleno de convicciones; de valores instaurados en la
raíz de su sangre; transparencia en su mirada; palabras firmes, claras y
concretas; elegancia en su más pura esencia; básicamente, todo lo que a
una mujer joven podría fascinarle.
Al ser el acto inaugural de la escuela, nos presentó tanto a Rosa como a mí.
Mi cuerpo temblaba, no sé si era por la emoción de trabajar con niños -que
es algo que amo- o por la presencia de José, que congelaba toda posible
reacción. Posiblemente haya sido una mezcla de ambas cosas.
Terminado el acto, la gente volvió a sus actividades. Rosa entró con sus
alumnos a uno de los dos salones que había y yo al otro con los míos.
Todo marchaba bien hasta que a media mañana hicimos un recreo, donde
me puse a conversar con Rosa. Charla va, charla viene, le pregunté muy
disimuladamente si no conocía a un hombre llamado Bernardo. Ella,
sorprendida, contesta: “¿Quién? ¿Bernardo Cerros?”. Asustada y casi
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susurrando le digo: “Sí, él”. A Rosa le cambió la cara notoriamente. Su
angustia repentina me da daba indicios de que nada bueno había pasado
con aquel amable hombre. Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada
me dijo: “Es mi hermano... era mi hermano. Murió de una grave enfermedad
a principios de 1813. Disculpa mis lágrimas. Es que hace mucho que no
lo recuerdo”. La abracé y sólo le dije que yo había sido su amiga y que él
había sido una gran persona. Cientos de recuerdos y de cartas vinieron
a mi mente. Él me había acompañado y yo no estuve cuando él enfermó,
cuando tal vez necesitaba una palabra, una caricia, o solo más cartas
brindándole mi apoyo, haciéndole saber que lo quería. Ya era tarde.
Terminó el largo recreo. Volvimos a nuestros respectivos salones. Intenté
continuar con la clase. Se me hacía casi imposible escribir, explicar,
enseñar pero aún así logré acabar esa espantosa mañana.
Salí de la escuela, entré en mi casa, tiré el abrigo al suelo y me acosté a
llorar toda la tarde. Sabía que no iba a resolver nada de esa manera pero al
menos desahogaba la amargura que tenía en el pecho. No cené. Realmente
no tenía ganas. Me dormí leyendo la lección que debía dar al otro día.
Pasó una semana. Me sentía mejor. Continué con mi labor perfectamente.
En el recreo hablé con Rosa pero ya no de temas angustiantes. Hablamos
de que sería bueno que los niños desayunaran dentro de la escuelita ya
que muchos de ellos venían sin hacerlo. Decidimos redactar un pedido,
firmado por ambas. Luego debía llevarlo hasta la oficina de José para
que uno de sus asistentes le comunicara lo solicitado.
Esa misma tarde me dirigí hasta la oficina de gobierno. Toqué la puerta,
me atendió Andrés, uno de los asistentes de José. Me hizo pasar. Le conté
lo que pensamos con Rosa y me dijo que justo era la tarde libre de José,
que lo mejor era que lo hablara con él. Me pidió que por favor aguardara
un momento mientras le comunicaba que me encontraba allí. Al cabo de
unos minutos, me dejaron pasar a su oficina. Los nervios me devoraban,
no esperaba charlar con él. Lo saludé, me pidió que me sentara y le
comentara a qué se debía tan agradable visita. Le expliqué que, para la
salud de los chicos, estaría bueno que se brindara el desayuno dentro del
horario escolar. Me dijo que estaba plenamente de acuerdo conmigo, que
mañana mismo recibiríamos los alimentos.
Concluido el tema “desayuno”, José empezó a preguntarme cosas de mi
vida: cómo llegue a Purificación, si era nueva en el lugar, quién era mi
padre, quién era mi madre, por qué decidí ser maestra, qué cosas me
apasionaban de la vida, qué pensaba acerca de libertad de las personas
y tantas otras cosas que ya ni recuerdo. Finalmente, me preguntó si esa
noche no le daba el gusto de cenar con él. Ruborizada, mirando el piso,
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jugando con el pañuelo azul que llevaba en mi cuello, acepté la invitación.
Acordamos un horario y un lugar. Nos encontraríamos a las nueve de la
noche en la pulpería de Don Jacinto.
Me fui a mi casa, me bañé, me perfumé, me arreglé como nunca. Me
puse un vestido que mi madre me había regalado para mi cumpleaños.
Aún no había tenido la oportunidad de estrenarlo. Ya casi era la hora del
encuentro. No sabía lo que podía pasar. No sabía de qué hablarle, si reírme
o no, si preguntarle cosas de su vida, si ponderar sus batallas ganadas o
lamentar sus fracasos.
Salí de mi casa y me dirigí al restaurante. Entré. Lo vi. Estaba sentado, casi
escondido, en la última mesa al lado de la cocina. Lo saludé, me senté y me
olvidé del mundo. Charlamos horas y horas. Me contó desde su infancia,
sus temores, sus aventuras hasta de sus amores de adolescente y sus
ideas para liberar al país. No me cansé en ningún momento de escuchar
su dulce voz. Parecía que aquel hombre rudo y con sed de revolución había
quedado guardado en un cajón en el armario de su casa antes de salir.
Al finalizar la noche, me acompañó hasta mi hogar, donde me confesó que
estaba casado, pero que ya no amaba a su mujer, que ella había sido dada
por loca y que su matrimonio se encontraba casi anulado. Sorprendida, le
dije que yo no era nadie para juzgarlo, que conmigo no debía fingir. Sonrió
y me invitó a tomar un té la tarde siguiente.
Así fueron pasando los días, los encuentros, los tés, las palabras, las
confesiones, hasta que logré enamorarme de él.
Recuerdo la noche en que me propuso matrimonio. También me había
invitado a cenar. Comimos y luego fuimos a caminar por las pequeñas
calles de la Villa. Me contó que estaba oficialmente separado. Esa noticia
me llenó de alegría. Sabía que era un tema que ya no lo dejaba dormir.
Después nos dirigimos a su casa. Había velas rojas prendidas. Quede
anonadada. Él no era un hombre romántico en lo absoluto. Se arrodilló y
me mostró un bello anillo. Me preguntó qué pensaba. De mi boca no salía
ningún sonido. Me dijo: “No quiero que seas mi esposa. Necesito que seas
mi esposa. Te amo como a nadie”.
¡Llegó el día! Toda la Villa reunida en la iglesia. Nuestro casamiento fue
increíble: niños y niñas de la escuela con sus padres, abuelos, abuelas, mis
padres, Rosa, Claudio, Roberto, Andrés, Jacinto y todos sus cocineros, los
amigos de José, mis amigas, todos, no faltaba nadie. La ceremonia fue al
mediodía. Yo llevaba un vestido blanco divino y José un traje precioso. Cada
persona que asistió a la boda se encontraba muy formal. El padre que dirigió
el casamiento dijo cosas que me llegaron al alma. No puedo explicar la
emoción que viví en ese momento, uno de los mejores de mi vida, sin duda.
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Acabada la ceremonia, organizamos un almuerzo en la pulpería de Don
Jacinto, que fue donde nuestro amor comenzó a florecer. Nuestros más
allegados comieron con nosotros. Al terminar, los cocineros limpiaron las
mesas y los invitados jugaron con naipes. Armaron equipos, compitieron,
apostaron y demás. Las mujeres nos dedicamos a alentar a nuestro
equipo favorito, a jugar al bingo o a tomar té y a ponernos al tanto de lo
que ocurría en Purificación.
El día después de la boda, me mudé a la casa de José. Él me lo había
propuesto antes pero no me pareció correcto. Guardé mis cosas, aunque
no eran demasiadas, y asistentes de José pasaron a buscarlas para
llevarlas a mi nuevo hogar.
Ese año fue sólo de felicidad. El trabajo perfecto y la relación con mi
esposo aún más. 1815, un año ideal.
Al año siguiente, en una mañana normal de clase, me descompuse.
Supuse que estaba enferma, que tal vez era una gripe o quizás no haber
desayunado me causó el malestar. Terminó siendo Santiago, mi primer hijo.
1816 me trajo un regalo, una bendición, fruto de ese matrimonio casi irreal.
José, lleno de miedos; yo, de ilusiones puestas en esa criatura.
Nació sano y gordito, con cabello oscuro, y rasgos guaraníes. Rosa
consiguió una maestra que me suplantaría hasta terminar el año. Si era
posible, al año siguiente también. Y así fue. Esos dos años me dediqué
pura y exclusivamente a él. 1816 y 1817 fueron años en los que, de alguna
forma, volví a mi niñez: canté, bailé, reí y jugué como si fuese una pequeña.
Recordé mis primeras clases a caballo, cuando mamá me cantaba para
dormir, cuando papá relataba cuentos con personajes fascinantes. Gracias
a ellos tuve una infancia muy feliz y por eso trataba de ser por lo menos
la mitad de buena madre de lo que fue la mía.
En 1818 volví a trabajar. La relación con José iba de mal en peor.
Discutíamos por todo. Él se pasaba todo el día con sus asuntos, pensando
planes, propuestas. Estaba avocado a cumplir sus objetivos de siempre.
Ese año pasó así, entre peleas y trabajo. Lo único que me reconfortaba y
me hacía feliz era ver crecer, a la luz de mis ojos, a mi niñito guaraní.
Llegó 1819 y, a pesar del mal momento del año anterior, ese año había
arrancado con las cosas en su lugar: José pasaba más tiempo en casa y le
conseguimos una niñera a Santi llamada Milagros. Igualmente yo trataba
de pasar el mayor tiempo posible con él. No me gustaba la idea de que
otra persona criara a mi hijo. Antes de empezar el ciclo escolar, me enteré
de que estaba embarazada nuevamente. No era el mejor momento para
recibir esta noticia pero igualmente lo tomé con alegría. Todo pasa por
algo. Si se dio así, así tenía que ser. Pasaron nueve meses y nació una
18
niña bellísima, igual a José: sus ojos, su boca, su nariz. Santiago estaba
muy celoso y José se derretía. Moría por esa pequeña copia suya, a la cual
llamamos María.
Todo marchaba bien hasta que las cosas se complicaron en Purificación.
Debimos abandonar nuestra casa, nuestras cosas. Debimos huir con
los niños. Nos dirigimos al Queguay, cerca de montes que José había
administrado tiempo atrás para proveer sustento a nuestra familia,
cuando las cosas empeoraron en la Villa.
Allí, nuestro matrimonio, en vez de fortalecerse con el percance sufrido,
se terminó por derrumbar. Ya no soportaba sus locuras, su ánimo de
venganza contra la injusticia, sus desmedidas ganas de liberar a su
pueblo y sus amistades que sólo lo rodeaban por conveniencia. Lo seguía
amando con toda mi alma pero ya no podía soportar que amara más a su
patria que a su propia familia.
Luego de la traición de Ramírez, uno de sus caudillos, en febrero de 1820,
José buscó refugio en Paraguay y me dijo que nos encontraríamos en
Mandisoví en la primavera. Me comentó que no era seguro que fuera con
los niños porque tal vez podrían salir lastimados. Acaté sus órdenes al pie
de la letra. Ese año viví en lo de una amiga de mi madre. Sabía que era un
lugar donde mis niños estarían a salvo.
El cinco de septiembre nos encontramos en el lugar acordado. Discutimos
como nunca. Me dijo que no era sano para los chicos tener una vida llena
de enemigos, armas y batallas, que lo mejor era que yo los criara y algún
día, cuando él lograse finalmente liberar a su querida patria, volvería a
buscarnos. No estuve de acuerdo, pero no me dio tiempo a nada. Me dijo:
“te amo a ti y a nuestra familia, pero más amo a mi pueblo, que sufre
desmedidamente”, se subió a su caballo y su figura se fue perdiendo entre
los montes.
Hoy sigo aquí, con Santiago y María, llena de ilusiones que sé que ya no
valen, llena de proyectos que ya no sirven. Me arrancó la vida, me dejó
sin alma.
19
Antonela Elena Kern
Ciudad de Franck, Provincia de Santa Fe, Argentina
LA LUCHA SIN UNA JUSTA VICTORIA
(cuento)
No era Artigas un hombre de renuncia
fácil. En más de una oportunidad
había dado muestras de jugarse
la vida por las ideas que defendía
para sí y para sus compatriotas,
fueran éstos indios, negros, criollos o
buenos extranjeros.
Artigas era verdaderamente un
hombre de hierro. Cuando concebía
un proyecto, no había nada que
lo detuviera en su ejecución. Era
original, tanto en sus pensamientos
como en sus maneras, muy amigo y
sociable. Sembró las primeras ideas
de igualdad, democracia y respeto
por los derechos del ser humano.
En sus últimos momentos de vida,
cuando ya no había otra solución y estaba cansado, melancólico, dolorido,
con arrugas, abatido, volando de fiebre, comenzó a delirar y contar parte
de su historia pidiendo perdón por sus errores. Estaba atentamente, a su
lado, sosteniendo su mano cálida y dándole un beso con mi mayor dulzura
para que sintiera mi compañía y supiera que lo escuchaba y acompañaba.
“En 1810, la Banda quedó dividida.
Opté por la insurrección contra
el imperio y la adhesión a los
revolucionarios del mayo porteño.
Tenía en ese momento 47 años de
edad, vividos casi todos en el campo.
No estaba solo sino que agrupaba
a mucha gente de distinta posición
social, lo que hacía que me volviera
más fuerte.
Juntando mucha de esa fuerza,
surgió nuestro primer encuentro
20
con los españoles que estaban en Montevideo. Pudimos ganar nuestra
primera batalla.
Defendí en todo momento mi posición. Eso me provocaba un enfrentamiento
con autoridades de Buenos Aires. Mi deseo de que el país dejara de
centralizar al poder y lo distribuyera a todas las provincias, seguía en pie.
Me designaron Jefe de los Orientales pero necesitábamos más fuerza
para poder enfrentar a los españoles y portugueses. Saber que Buenos
Aires y Montevideo firmaron el tratado de paz fue algo más en nuestra
contra. La única solución a la vista era abandonar la Banda Oriental.
Tenía mucha gente conmigo. Al marcharme,
muchas familias me siguieron. Eran unos
6000 hombres pero también familias
completas, con mujeres y adolescentes
valientes. Se agregaron en la marcha
alrededor de 4426 personas.
Algunos iban en carretas viejas, gastadas
de tanto andar, con su paso lento. Otros a
caballo o a pie. Unos llevaban hasta ocho
carretas para una sola familia y también
esclavos para que los sirvieran. Pero otros
no llevaban nada.
La tierra cubría pies, manos y rostros, pero
su marrón manto no cubría las esperanzas
que nos envolvían. Teníamos algo de comida
y agua el suficiente para llegar bien. Tuvimos una noche muy fría y la otra
con un poco más de calor.
Para 1812, ya era evidente la necesidad de una organización definitiva de
los territorios que fueron del Virreinato. Las autoridades de Buenos Aires
citaron a representantes de todos los pueblos para plantear y discutir la
futura constitución.
Mis enemigos, mis detractores,
dieron la orden, a partir
de calumnias y artilugios.
Buscaron debilitarme. Eso
implicó que Buenos Aires
iniciara nuevamente la guerra
contra la Banda. Tuve que
renunciar y dejarle mi puesto
a Rondeau. El jefe porteño
terminó retirándose.
21
Mi lugar era ese. Quizás no debí retirarme pero debía pensar en las
personas que me seguían y no ponerlas en riesgo por mis ideales. Esa fue
mi justificación al retirarme de ese cargo.
Para la solución de este conflicto, en 1813, el ejército artiguista se unió
a Montevideo. Una de las resoluciones fue dar la libertad de vientres de
las esclavas, abalizar la inquisición y la práctica de la tortura, el fin al
tráfico de esclavos, la eliminación de mayorazgos y títulos de nobleza,
entre otros, con lo cual la sociedad se vio favorecida.
En 1815, se creó la Liga de Provincias Libres y además puse en manifiesto
el Reglamento Aduanero para todas las provincias de la Liga Federal.
Mi intención era crear una
unión aduanera entre las
provincias y proteger su
producción de la competencia
europea, fundamentalmente
inglesa,
a
través
de
impuestos diferenciados. Al
mismo tiempo, favorecía la
introducción de productos
necesarios e inexistentes en
la región, como los libros o las medicinas.
Esto hizo que la furia de Buenos Aires se despertara más que nunca.
La situación era insostenible y no había forma de evitar la guerra entre
nuestra liga y la capital.
La Provincia Oriental estaba unificada pero Montevideo jamás iba a ser
artiguista. La ciudad de Montevideo mantuvo sus autoridades españolas
y su fidelidad a España.
Yo nunca más la podré considerar como lugar de residencia. Nosotros
íbamos de un lado al otro y mi lugar más permanente fue a orillas del río
Uruguay, cerca de mis aliados federales.
La provincia comenzó a reponerse de las
guerras y nuestra liga empezó a hacer
grandes planes. Pero los portugueses
invadieron nuestro territorio otra vez
con su objetivo claro de destruirme y al
movimiento que me seguía. Portugal
quería expandir sus territorios y llegó
al Río de la Plata haciéndose pasar por
conciliador de Montevideo, tratando de solucionar los problemas pero
terminó traicionándolos, invadiendo tierras y apropiándose de ellas.
22
Al enfrentarme con dos ejércitos, el porteño y el portugués, la situación
era más difícil. Quise detenerlos pero no pude. Todo fue en vano.
Unos años después, los caudillos de Santa Fe y Entre Ríos se enfrentaron
venciendo a Buenos Aires.
Me derrotaron los portugueses. Caí vencido y traicionado, y sin poder
lograr mis propósitos en la provincia de la liga federal. Busqué reponer
mis fuerzas exiliándome en Paraguay para volver a enfrentarlos pero no
logré más salir de acá. Me quedaron batallas por ganar, por pelear.
Quiero que llames al sacerdote, quiero que venga a despedirme.”
Cumpliendo
su
última
voluntad,
buscamos
al
sacerdote y lo trajimos a su
lado. Al llegar, José quiso
levantarse,
el
sacerdote
dijo que no hacía falta. Él
respondió: “Quiero levantarme
para recibir a su majestad”.
Ayudado por los presentes
y por mí, se levantó y recibió
la comunión. Pidió piedad por
su vida. En su mano tenía un
crucifijo que apretaba con toda su fuerza.
Poco después, abrió sus ojos y gritó: “Tráiganme mi caballo”. Esas fueron
sus últimas palabras. Fue debilitándose, cerró sus ojos y nos dejó.
A sus 86 años, cuando nos dejó, pude entender que no terminó de cumplir
sus objetivos terrenales. Se llevó el cariño, el respeto y la admiración de
la gente de la campaña, quienes le agradecieron su valor y condición de
soldado que procuró la justicia equitativa y tolerancia.
Fue fiel a sus ideas revolucionarias de la época.
Siguió la línea de libertad, igualdad, prosperidad,
felicidad y seguridad. Dentro de los corazones
de estas gentes humildes, mi amado Gervasio
seguirá vivo.
BIBLIOGRAFÍA
Eggers-Brass- Maipue, Teresa. Historia Argentina,
una mirada crítica.
PÁGINAS DE INTERNET:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Gervasio_Artigas
http://www.slideshare.net/liceovillagarcia/rev-artiguista
http://www.chasque.net/vecinet/artigas3.htm
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Lucía Ullúa
Colegio Nº 728 Alfonsina Storni
Puerto Madryn, Chubut, Argentina
ARTIGAS: UN CONDIMENTO DE LA EMANCIPACIÓN DEL PUEBLO ORIENTAL
No ocurrió una vez sino muchas. De las bocas de personas de diversas
culturas manaba una palabra que repercutía mucho. Esa palabra era
un nombre de familia, el de alguien que poseía virtudes y, como no
podían faltar, también defectos. Durante las sucesivas revoluciones
que se dieron durante el siglo XIX, se oía el término seguido y algunos,
bienaventuradamente, lo asociaban con la expresión Libertador del
Pueblo Oriental, aunque había sido sólo un condimento de ese suceso.
Claudia Escalante pertenecía a una familia de europeos que había llegado
a asentarse en Montevideo a mediados de 1780. Era una mujer criolla.
Había nacido en la ciudad a la que llegaron sus padres (ambos europeos)
y allí, dentro de esa formidable fortificación de piedra, comenzó su vida
rodeada de negros a los que agotaba con incesantes mandatos. Ellos
estaban hospedados en el segundo patio de su casa y en condiciones
infrahumanas.
Una de las esclavas se llamaba Elena. Don José, padre de Claudia, era su
amo y la utilizaba como espía para obtener o –mejor dicho- para robarinformación a mestizos, soldados, indios o negros y así anticiparse ante
las posibles revueltas que tenía la revolución.
Una noche, la servicial mujer fue encomendada a quedarse hasta tarde
realizando los quehaceres del hogar. Luego de limpiar dentro de las
enormes y anchas paredes de la casa, se dirigió a las angostas veredas y
fue allí cuando logró oír ruidos. Con mucho coraje se dirigió a la esquina
de la calle y, desde allí, al ver a un hombre que estaba borracho de tanto
pimplar y pimplar, se acercó. Pasó una horrorosa noche junto a él pero
pudo obtener semillas de la manzana. Se dirigió a comentárselo a su amo.
Había terminado de ingresar al hogar de sus amos cuando sonó el
cañonazo al aire que tiraban todos los días desde la ciudadela para que
entrase toda la gente que se encontrara afuera y así quedaran protegidos
dentro de las murallas.
Gervasio Artigas se retiraría hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha
luego del disgusto recibido por el armisticio que había firmado el virrey
Elío por el cual se comprometía a retirar las tropas patriotas.
Artigas era un criollo revolucionario del pueblo Oriental. Tenía un ideario
federalista imitado de las sociedades estadounidenses que desde 1776 se
24
habían liberado de Inglaterra. No quería que el poder quedara centralizado
en Buenos Aires y que dependieran de ellos para exportar como también
para la mayoría de las actividades futuras.
Elena fue con el chisme a su amo. Éste, temiendo las represalias que se les
podían llegar a venir por parte de los godos (españoles), decidió seguirlo
con el apoyo de su familia que siempre le fue incondicional. También
lo siguieron otras personas que abandonaron sus hogares y todos sus
bienes y expresaron pura confianza a ese revolucionario que comenzaba
a notarse en la sociedad criolla de la época. Entre ellos, peregrinaban
gauchos, peones, mestizos y soldados (en su mayoría de raza negra) que
ya tenían por costumbre realizar largos recorridos. Pero lo interesante,
y que debería tener gran reconocimiento y valor, era que todos estos
hombres eran acompañados por su familia (ancianos, niños y mujeres) y
que no sólo lo hacían por sus lazos familiares sino también por la lucha de
un ideal al que defenderían hasta más allá de su último aliento.
Según el censo artiguista o padrón de las familias orientales, se contaron
aproximadamente unas 3000 personas de color, de las cuales sólo 770
eran esclavos. Se puede pensar que las personas que lo acompañaron
superaban las 10 000 ya que no figuraban las que iban en camino, las que
pertenecían al ejército y otras más que pasarían esa cifra ampliamente.
Así fue como cruzaron el río Uruguay y se asentaron en las costas del arroyo
Ayuí, Entre Ríos. Allí comenzaron a entrar en contacto con los guaraníes
que eran indios nativos del noreste argentino. Éstos pertenecían a una raza
amazónica llamada Cáingang (este nombre se les daba por pertenecer al
interior de Misiones) y estaban -y están- distribuidos al suroeste de Brasil,
noreste de Argentina, Paraguay y parte de Bolivia y Uruguay. Convivían en
comunidades, sus viviendas eran de troncos, paredes de barro, techos a
dos aguas con ramas, pastos y hojas de palmeras y generalmente, cuando
ya se creaban entre cuatro u ocho chozas, se formaba una aldea. Cada
una de ellas presentaba un cacique, el llamado Tubiché.
Una vez ubicados en el territorio de la actual Misiones, los exiliados de
Artigas comenzaron a construir su vivienda mancomunando fuerzas. En
el transcurso de este tiempo, Elena pudo contactarse con personas con
las que compartía la misma realidad. También habían sido consideradas
cosas, provenían de África y tenían una vida sometida a la humillación.
Uno de estos nuevos amigos era una pareja apellidada Gamboa. Su hijo,
llamado Pedro, era soldado de Artigas, del cuerpo de Blandengues. Por
ello fue que habían decidido partir de Montevideo junto al éxodo de los
pueblos orientales (también llamado Redota para referirse a que habían
sido derrotados). Eran africanos libertos y su vida estaba destinada
25
a trabajos forzosos y a vivir escapando de la crueldad pero, si de algo
estaban seguros, era que querían luchar para obtener la libertad de
Portugal. Por ello siguieron a Artigas tras su lema:”No quiero que alguna
persona venga forzada; el que no quiera la libertad permanecerá esclavo”.
Los guaraníes con los que habían empezado a interactuar eran indios
sedentarios, a diferencia de otros grupos de aborígenes como los charrúas
o minuanes, que eran nómades. Hablaban otro idioma, pero algunos de
ellos habían aprendido con los jesuitas y gracias a eso fue que se habían
podido comunicar y disfrutar fusionando y compartiendo sus culturas.
Con su ayuda construyeron una casa de adobe y techo de paja con una
gran azotea en un plazo de dos meses y medio (tiempo que otorgaba
Artigas para que construyan sus hogares en las tierras que tenían) y se
destinaron a vivir momentáneamente hasta que se hubiese tranquilizado
el tema de la revolución y las guerras para poder regresar a su patria.
En ese lugar, se conocieron con Andrés Guaicurarí que por aquel entonces
tenía unos 30 años y era conocido porque Artigas lo había adoptado como
a un hijo. Era un guaraní que se había incorporado al ejército de aquel
prócer con las invasiones lusitanas y, por supuesto, cabe destacar que
había sido el más destacado de esos aborígenes.
Claudia era una mujer muy sociable y logró tener un gran afecto por estos
indios, en especial por Lisandro, uno muy valiente que también apoyaba la
libertad y el federalismo y asistía de apoyo a los soldados artiguistas. Se
habían conocido a escondidas de sus padres a los días de haber llegado
a Misiones. A partir de allí se frecuentaban como amigos clandestinos en
las diferentes horas del día y por las noches, obviamente, con un candil
para no recibir multas por sorpresa.
Lisandro, cuyo apellido era Guazú, vestía con un taparrabo hecho con
tela, que se aproximaba más a una especie de chiripá, como todos los
aborígenes de su grupo étnico y se divertía mucho teniendo como
pasatiempo o solaz disfrutar junto a Claudia, a quien había conocido en
las orillas del acaudalado río Uruguay.
Elena se había enamorado de él con apenas oír las conversaciones que
éste mantenía con la hija de su amo. Nunca antes había oído palabras
tan dignas de estar consagradas a los mejores premios de literatura
aplicados a la poesía, pero con fonética original. Es decir, ella amaba
escuchar cómo esos versos escapaban de su boca con tanta facilidad en
el idioma guaraní y no en el castellano. También quedaba encantada al oír
las notas musicales que provenían de la flauta cuando él solía enseñarle
a su criada a tocarla. Pero, a pesar de todo, muy pocas veces había estado
en contacto con hombres ya que estaba siempre tan ocupada con sus
26
trabajos que nunca antes había tenido tiempo de enamorarse. Se podía
decir que era sólo algo raro lo que sentía por él. Era sólo una apreciación
de lo bello del arte pero no un verdadero enamoramiento.
Don José Escalante trataba de una manera no muy apreciable a sus
esclavos y seguía firme a su idea de que las clases debían continuar
perdurando marcadas en tiempos futuros, destacando por un lado a
los comerciantes, por otro a los criollos y mestizos y, por último, a los
esclavos, que carecían de absolutos derechos. Había sido criado por unos
padres muy rectos con los conceptos que se sostenían en esa épocas pero
de todos modos era un poco flexible para comunicarse seguido con los
aborígenes con los que convivía.
A diferencia de su padre, la descendiente Escalante no creía que la raza
blanca era superior a las demás y disfrutaba intercambiando costumbres
y hábitos con su nuevo compañero Lisandro. Además, a diferencia de otras
criollas, apreciaba que las mujeres guaraníes anduvieran pintadas con
mezclas realizadas con especies vegetales y utilizando espectaculares
adornos a los que le otorgaban más importancia que a la vestimenta.
El estilo de vida de Claudia marcaba la diferencia en la indumentaria:
debía usar vestidos de algodón, lisos o floreados, con escotes reducidos
para no atraer la atención de los muchachos, mangas anchas hasta el
codo y con una falda ancha hasta media pierna. También se tenía que
poner una enagua que tenía volados, calzones blancos y además simples
zapatos de taco bajo. Vivía pensando que si hubiese nacido india hubiese
sido más feliz por el simple motivo de que no se debía preocupar por
cómo debía vestir, simplemente andaría casi desnuda. De lo que sí se
arrepentiría sería de no saber jugar la lotería o a los naipes.
Admiraba que los aborígenes usaran taparrabos porque así se les podían
notar muy claramente los notables y bien fortachones músculos que se les
formaban después de tanta fuerza aplicada a talar árboles y arbustos con
hachas de piedra (técnica que utilizaban mediante el milpa, que era su sistema
de cultivo). En la sociedad que frecuentaba en Montevideo, los hombres
vestían atuendos dentro de los cuales se ocultaban tales virtudes dignas de
los hombres. Allá usaban chaquetas cortas justas al cuerpo y bombachas
entabladas y amplias que se ajustaban en los tobillos con dos botones.
El 6 de enero, Elena pidió permiso y, con el consentimiento de Don José, asistió
a la fiesta de San Baltazar (el santo del candombe y uno de los tres reyes
magos de la epifanía cristiana). En épocas de revoluciones e independencia,
se festejaba y bailaba junto a otros negros y libertos en la catedral.
Fue en esta velada cuando, posteriormente a sacarle el lujo a la colorada
tierra que ya brillaba en todo el ambiente, se encontró con Pedro Gamboa,
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el soldado de Artigas con quien ya había formado una amistad y con el
único que se confiaban secretos íntimos. Esa noche le confesó que sentía
algo por Lisandro. A la vez, el soldado, luego de quedarse sorprendido
ante tal confesión y, para compensar tal confianza, le contó que había
visto a ese indio con una mujer blanca. No la quería ver sufrir y fue por eso
que decidió contárselo para que posteriormente no recibiera ningún mal
que la llevara a tenerle miedo al amor. Le parecía que era una muchacha
muy joven y, a pesar de que se llevaban diez años, no dudaba en que si
seguían llevándose tan bien, en un futuro podrían llegar a ser cónyuges.
Elena quedó sorprendida. Había decidido no humillar a tal mujer. Estaba
en contra del racismo y por ello le parecía bien que las diferentes culturas
se juntaran a pesar de su desigual color de piel. Pensó que esta vez ella no
sería la afortunada y que por algo no había podido suceder. Por ahí la vida
ya le tenía un destino y desde allí comenzó a sentir algo por el hombre con
el que compartía sus íntimos secretos.
Los Gamboa habían conseguido la libertad luego de haber ahorrado por
casi 20 años. Se la habían comprado a un amo que ya no los necesitaba.
Habían sufrido mucho en el pasado y odiaban a los blancos. Los culpaban
de prejuiciosos que tenían a su poder desdichadas personas a las que
consideraban carentes de derechos con justificaciones absurdas.
Al igual que Elena, eran afroamericanos. Habían tenido relación con los
Escalante en una oportunidad en la cual Don José sólo había aprovechado
para llenarlos de miradas criticonas y silenciosas que decían todo sin
decir nada.
Años más tarde, durante una noche muy fría, el amor de Lisandro y Claudia
se juntó en la azotea de la casa y tuvieron la mejor noche de sus vidas, a la
cual el paso del tiempo ubicaría en su mejor recuerdo. Pero, a diferencia
de muchos otros amoríos de esas épocas, ellos no podían estar juntos. No
sólo porque pertenecían a clases diferentes sino también porque Pedro
(que ya conocía a Lisandro porque habían construido juntos una canoa)
había realizado una gran confesión sin imaginar que ellos estaban tan
enamorados.
Tal era el amor que sentía el muchacho que pensaba enfrentarse al padre
de su amada sin importar las trágicas consecuencias que podrían llegar
a pasar y a olvidarse de Elena que, según lo que les había contado el
soldado, tenía cierta apreciación y sentimiento de amor para con Lisandro.
El soldado les dijo que ni él ni su amiga los delatarían pero que se cuidaran
porque en esa sociedad hasta podrían condenarlos a muerte por tan poco.
El guaraní pensaba enfrentarse al padre de Claudia y a tan injusta sociedad
para formar una hermosa familia con la mujer con la cual quería compartir
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el resto de sus días. Mientras, para ella, ir en contra de los pensamientos
de la mayoría, siempre la había aterrado desde pequeña.
La esposa de Don Escalante se llamaba Guadalupe y había enfermado.
Los médicos de Misiones no sabían qué era lo que tenía. No había un
diagnóstico definitivo y la familia enloquecía tras pensar que la podrían
llegar a perder. Claudia no sabía qué hacer, lo único que se le había
ocurrido para calmar su tristeza fue ir a ver a Lisandro que justo en ese
momento se estaba levantando de dormir sobre la hamaca que colgaba
de dos troncos.
Cuando lo despertó cuidadosamente para no generar disturbios, le contó
lo que le estaba sucediendo a su madre. Esperaba que viniera de su parte
una ayuda milagrosa. Y no pensó mal, porque ante esto, el soldado buscó
rápidamente a Ñanderú, el chamán de su tribu (curandero de los guaraníes
que convivían en una misma aldea). Éste, al ver tal preocupación por parte
de los familiares de la enferma, y ante el pedido del hombre de su tribu, se
acercó a la casa en la que se encontraba la doña (que prefería pasar sus
últimos días en su hogar) y ofreció su apoyo y sabiduría a cambio de nada.
El marido, tras no tener otra opción y al estar Guadalupe en sus últimos
momentos, aceptó tal predisposición.
El ritual duró varias horas -justas para poner a todos bien nerviosos
como hormigas encerradas-. Se decía que habían sido las horas en las
que el chamán estaba viajando a Ñe´eng-güery en sus sueños para
obtener consejos de parte de sus padrinos y así poder actuar mejor. Las
esperanzas estaban perdidas cuando, sorpresiva y milagrosamente, luego
de que el curandero de la tribu regresara del sueño y aplicara su técnica
de succión, la mujer comenzó a hacer movimientos extraños y de repente
se recuperó e hizo que las hormigas volvieran a la normalidad.
La felicidad de José no tenía descripción. Que su mujer podría haber
dejado de vivir le partía el corazón. La cabeza le dolía y para sus adentros
lo aterraba demasiado. Se puede pensar que fue esto lo que hizo que de
manera tan repentina cambiara de parecer y dejara de tener prejuicios
tan atroces sobre negros e indios y que dejara de tener en cuenta las
clases sociales de la época para hacer sufrir injustamente a los negros
y aborígenes que ni culpa tenían ante tan erróneo concepto. No supo
con qué compensar ese apoyo pero de lo que sí estaba seguro era que
de ahí en más no los discriminaría. Tampoco seguiría tratándolos como
seres inhumanos porque él consideraba que supuestamente era de raza
superior pero ni siquiera había podido ayudar a salvar a su querida y
venturada mujer. Aunque más adelante ocurriría en su casa un acto digno
de compensar tal apoyo.
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Para Lisandro y su amada, lo acontecido había sido muy favorable. Ahora
que su futuro suegro había cambiado radicalmente de pensamiento,
tenían más posibilidades de casarse y dejar de vivir en la clandestinidad
de la injusticia. El indio, con la autorización de Claudia, había decidido ir a
hablar con el padre de ella.
Fue acompañado por un ñanderú (sacerdote). Les llevó un obsequio –típica
costumbre guaraní- que consistía en miel recolectada en el monte, muestra
que representaba que tenía lo necesario para proveer de sustento a la familia.
Don José no comprendía mucho lo que estaba contemplando en la
abertura que había quedado luego de mover la tranca. Sin embargo, una
vez que fluyó el diálogo entre ellos, pudo darse cuenta qué era lo que
estaba pasando y pensó entonces en todos los momentos en que su hija
lo había estado engañando para encontrarse con el indio.
La solterona Escalante pasó a ser la esposa de Lisandro tras casarse
luego de que éste hablara con su padre y de que Escalante, luego de la
convivencia que había tenido con los indios guaraníes, había cambiado
radicalmente sus pensamientos. Como ahora ya no le interesaban las
clases y las razas, para él era muy importante poder convivir en un
ámbito de diversidad cultural y ya sin discriminaciones. Además, ese
mismo Lisandro fue el que buscó al curandero de su tribu para salvar a la
que sería su suegra y eso también provocaba en José el más importante
reconocimiento.
No sólo había permitido a su hija casarse con el indio guaraní, sino que
también otorgó la libertad a Elena, que ya había pasado muchos años con
la familia y había completado su papel de nodriza de Claudia.
Ya liberta Elena, su relación con Pedro se afianzó cada vez más y, con
tantas cosas compartidas en común, decidieron juntarse. Ella ahora ya no
viviría más en casa de los Escalante y por esto él le había propuesto que
se mudara a su casa, el hogar de los Gamboa, a lo cual ella asintió como
respuesta.
Conviviendo juntos, su amor se fue acrecentando. Decidieron trasladarse
a Montevideo como muchas otras familias que ya por 1812 comenzaban
a volver después de la Redota. Fue así como se trasladaron allí, volvieron
a construir su hogar y habían decidido casarse pero, como tardaron en
hacerlo y era una pareja que vivía junta sin estar casada, recibieron una
multa que consistía en cuatro meses de trabajo obligatorio.
Toda la tribu se dedicó a decorar una partecita del ambiente selvático
misionero y, con los familiares más allegados de los novios, se desarrolló
la boda que pasaría a ser un gran ejemplo de la convivencia de diversas
culturas y de que los prejuicios se pueden romper. Claudia y Lisandro, los
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nuevos esposos, bailaron tomados del brazo de Ñanderú (el sacerdote) y
toda la familia de ambos los siguió danzando felices como si nunca antes
hubiesen existido las fuertes murallas de clases sociales y los falsos
prejuicios que los separaban.
Lo gracioso de la boda había sido lo siguiente: la familia de Claudia
había tenido que aceptar que la mujer se casara mediante las prácticas
guaraníes, lo que implicaba que Claudia debía estar pintada con vegetales
y adornada con magníficos collares pero, si ella lo deseaba, tenía el
permiso de ponerse el atuendo blanco que utilizaban las criollas. A la hora
de besarse, la mujer había tenido que realizar movimientos complicados
que provocaban gracia en los invitados debido a que al tener Lisandro
una tembetá les era imposible hacerlo enfrentados. Debieron recurrir a
pensamientos laterales y creativos para unir sus labios y eso se había
convertido en una nueva anécdota para ambas culturas. La tembetá era
un pequeño colgante armado de resina que se aplican esos aborígenes
una vez que llegan a la pubertad. Se les perfora a los varones el labio
inferior y se les inserta. Como diferencia de los varones, a las mujeres
guaraníes que llegaban a la pubertad, cuando se les presentaba la primera
menstruación, se las llenaba de adornos (collares, brazaletes, rodilleras)
y pinturas corporales. Según esa costumbre, ya se las podía presentar
aptas para contraer matrimonio. Por ello fue que Claudia había tenido que
agregárselos para contraer matrimonio con su amado.
A principios de ese verano, la hija del caudillo Don José descubrió que
estaba embarazada. Tendría un bebé, fruto del gran amor que había
cosechado con su marido.
En el verano de 1814, Don José decidió partir a Montevideo y afincarse allí.
Añoraba mucho estar en su patria y consideraba que ya era hora de volver
a su tierra ya que, a pesar de haber nacido en España, vivir tantos años en
la actual capital de Uruguay y formar allí a su familia, hacía los lazos más
fuertes con este territorio. Fue así que volvió para comenzar a construir
un rancho y dos corrales.
En 1815, Artigas conformó una Liga Federal junto a provincias de la actual
Argentina como Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba.
Lo nombraron protector de estos pueblos a los que él se refería como
“el sistema de los Pueblos Libres”, los que se habían unido para tener
autonomía de Buenos Aires y también para cumplir con lo que él decía en
una de sus tantas frases célebres:”La causa de los pueblos no admite la
menor demora“.
En este año, Andrés Guaicurarí, que era el más destacado de los guaraníes
que participaron apoyando a Artigas, fue nombrado Jefe de las misiones y
31
en enero se izó la bandera de los Pueblos Libres que había creado Artigas
tras agregar a la de Belgrano una franja roja del federalismo. Los colores
representaban lo siguiente:
• Rojo: sangre derramada para sostener la libertad.
• Azul: decisión por la República.
• Blanco: distinción y grandeza.
Se debe reconocer que cada acto tiene consecuencias. Por lo tanto, de no
haber tenido Artigas seguidores, ¿estarían hoy estos colores palpitando
sobre un paño en las tierras misioneras?
A finales de 1815, en un hospital de Montevideo, nació una niña llamada
Ñambi que significa hierba curativa en guaraní. Este nombre había sido
otorgado por Ñanderú en su bautismo, cuando se le había acercado
agitando su maraca con un atuendo bien colorido (digno de toda fiesta)
y danzando. Claudia había elegido ponerle otro nombre en honor a las
raíces que su niña por filiación poseía. Era una mestiza, mezcla de un indio
guaraní y una mujer blanca proveniente de Montevideo. Pero, respetando
las costumbres de su marido, optó por bautizarla según la cultura guaraní
y esperar a que éste le otorgara el nombre. Lisandro pensaba que lo que
hacía la religión católica al momento de poner nombre a sus hijos era
ridículo. Imaginarse al sacerdote preguntándole el nombre de su hija le
generaba náuseas por lo que le comentó sus pensamientos a su esposa
y la hizo cambiar de opinión. La beba curaría en un futuro las heridas
que habían dejado conceptos tan errados en la sociedad como lo era la
esclavitud y la discriminación racial que muchos tenían hacia su padre.
Cuando apenas cumplía un año, su territorio recibió una invasión
portuguesa en la que tomaron prisionero a Andresito, que había sido
también muy amigo de su padre, y derrotan a Artigas con soldados que
se habían preparado ya en la lucha contra Napoleón. Éste entonces busca
apoyo en el litoral argentino y lo recibe de Lisandro que ahora militaría
con más fuerzas, juntando bronca, tristeza, fe, esperanza y alabanzas de
su gente que ahora lo llamaba Libertador de los hombres (significado de
su nombre en guaraní) por animarse a acompañar su ideal.
Sin embargo, esta lucha terminó rendida tras no poder hacer más.
Estaban cansadísimos de tanto pelear. Ante ello, Gervasio, acompañado
de sus seguidores, cruza el Paraná e ingresa a Paraguay en 1820. Ahora
en su mayoría estos seguidores eran los negros e indios, entre ellos Pedro
y Elena que ya años atrás habían tomado las armas y también habían
engendrado una niña en la ciudad de Montevideo y que por naturaleza
lucharía hasta ver la libertad ante Portugal.
32
Ese hecho lamentable había tenido nocivas consecuencias durante una de
las luchas: la llamada Batalla de Tacuarembó. Lisandro, que había asistido
como soldado a Artigas en ese momento, falleció tras caer derrotado por
los preparados y armados portugueses.
Fue enterrado más tarde en una urna de barro cerca de las cataratas del
Iguazú junto a todos sus familiares. Su rostro ya no era ovalado. Su pelo
oscuro y abundante ya no era más robusto, había sufrido una malaria
inesperada y ya no sería armonioso como todos sus compañeros de tribu.
Este guaraní, y por defecto gran guerrero, fue provisto de lo que se
creía que necesitaría en la otra vida, ya que ellos creían en la vida
después de la muerte.
Ahora Ñambi tendría que curar también el vacío que había dejado la
muerte de su padre, en ella y en su madre, lo que le llevaría toda una vida.
Artigas había caído rendido pero de todos modos, sus ideales y logros
fueron tomados por los orientales que continuaron la obra emancipadora y
ya para el año 1828 Argentina y Brasil crearon una Convención Preliminar
de Paz sobre Uruguay que convertía al territorio en Estado Oriental, más
tarde llamado Uruguay.
Cuando Ñambi cumplía 15 años, su país ya tenía una Constitución que
había sido promulgada el 18 de julio de 1830.
Fue difícil conseguir la muy añorada emancipación. Todos ponían algo. En
definitiva, ya sea desde Brasil, Uruguay, Paraguay o Argentina, ya fueran
criollos, mestizos, negros, libertos o indígenas, todos, de las diversas
culturas militaban con un mismo fin en común: la independencia de
territorios que habían descubierto los aborígenes anteriormente a Colón.
¿Será eso lo que los unió o tan solo el simple hecho de que pertenecían a
una raza susceptible a sociabilizarse con las demás personas?
En el poder de los latinoamericanos se halla la continuación de esta historia
y, por ello, entre todos enriquezcámosla uniéndonos con afecto para convivir
como hermanos, construyendo un camino y destino para todos.
Siempre necesitaremos del otro para vivir y es importante seguir viviendo
junto a estos pueblos aborígenes para mantener nuestras raíces, las de
cada uno de estos territorios americanos. De esta forma se obrará como
bien lo dijo el precursor: “Hay que defender con honor y no morir con
ignominia”. Por ello, este relato continuará en nuestras manos.
33
Noelia Belén Navarro
Tres Isletas, Chaco, Argentina
LA REDOTA
Narrando la historia como si fuera cuento
– ¡Vamos, Artigas, este es nuestro día!
–invadió una voz los aposentos donde
descansaba José Gervasio Artigas,
caudillo, hijo de Martín José Artigas
y Francisca Antonia Arnal Rodríguez,
familia de estirpe aragonesa y de
renombre, en lo conocido como
Banda Oriental.
Faltaba poco para la aurora del día
23 de octubre de 1811 y ya la brisa
matinal se iba sintiendo, mientras
las flores y animales nocturnos
regresaban al estado de letargo en
que los sumía el sol. Un curso fluvial se extendía a la izquierda, todavía
callado porque la luz del astro rey no se había asomado para despertar a
sus habitantes: era el río San José. Los gallos, con sus cantos estridentes,
anunciaban la llegada de un día radiante. Se percibía en el aire, en la hierba
brillante ante la presencia de la luna de trasfondo. Se sentía, también, en
el firmamento libre de nubes, ya azabache al Oeste, ya aclarándose en
una línea apenas perceptible al Este. Sin embargo, no sólo el ambiente
estaba preparado sino que miles de pechos se ensanchaban al saber que
ese día marcaría el comienzo de un glorioso recorrido.
Artigas sabía del motivo que hacía latir a aquellos corazones, respaldados
en el hombre que con bravo vozarrón lo había ido a despertar. Tal fue así
que no demoró en posicionarse erguido sobre sus pies y, en un santiamén,
estuvo en el alero de la choza que lo albergaba, dispuesto a despabilarse
mojando su rostro con un poco de agua fresquita y a participar de unas
rondas de mate caliente, infalibles en el afán de energizar el cuerpo.
Los protagonistas de aquellas rondas, aparte del mate que, como todos
sabemos, es obligatoria su presencia en cualquier encuentro amistoso,
eran hombres sencillos: criollos, aborígenes guaraníes, charrúas, chanátimbúes y africanos bantúes. Sus diferencias se notaban en la piel, los
rasgos y sus maneras de hablar aunque, en el fondo, todos hablaban de lo
mismo y el brillo en sus ojos al expresarse no podía ser más que uno solo.
34
Suponían que en aquella reunión seguramente se trataría el tema que los
tenía inquietos. La conversación comenzó con cálidos saludos y relatos
de lo que se había hecho el día anterior. Todos ellos habían empacado lo
poco que tenían, preparado los caballos y relatado a los niños lo que iba a
acontecer aquel día.
Más de una lágrima se deslizó por las mejillas de aquellos que, a
medida que hablaban, iban recordando cuánto les había costado tomar
una decisión tan importante. Los ideales de Artigas de transformación,
fraternidad e igualdad, no tardaron en aparecer. A ellos se sumaron las
opiniones de los demás convocados, que expresaban el sentimiento de un
pueblo que ya no quería sufrir opresión y prefería irse, dejar mucho por
encaminarse a un lugar donde sentirse libre y donde ningún invasor, en
especial el español, tuviera voz ni decisión.
Cada vez más personas participaban de la conversación y algunos
se acercaron para escuchar de qué se hablaba en aquella ronda tan
tempranamente organizada. Sólo los presentes podrían describir la
pasión y convicción que se apoderaba de aquellos hombres al dejar oír
sus voces por tanto tiempo calladas.
A este punto mi querido lector debe estar preguntándose ¿A qué se debía tal
reunión? ¿Por qué motivo aquel no sería un día como todos los demás? Pues,
si así es, pasaré a contarles el ámbito en el cual se desarrollaban los hechos.
La narración se remonta a la
segunda mitad del año 1811,
cuando transcurría el último
tramo de la dominación
española en los territorios de
las Provincias Unidas del Río
de la Plata y la Banda Oriental
(hoy Argentina y Uruguay).
Artigas,
revolucionario,
republicano y demócrata,
era Jefe de los orientales
y tenía un ejército a cargo,
con el cual él y su pueblo
se defendían de las fuerzas
realistas del virrey Francisco
Javier de Elío.
José Artigas y sus seguidores
(hombres de coraje antes
que de armas) vencieron
35
en la Batalla de Las Piedras, primer gran triunfo de los revolucionarios
sobre el gobierno español en América. Tras ello, sitiaron Montevideo con
la intención de desalojar a las autoridades que respondían a España.
Mediante el sitio, Artigas se apoderó de la mayor parte del armamento de
la fuerza militar española. Fue así que el virrey Elío decidió pedir ayuda al
gobierno de Portugal para que atacaran a los revolucionarios avanzando
desde el sur de Brasil.
Sumado a todos estos hechos, se había
celebrado el Armisticio, una especie de
tratado de paz, entre las autoridades
de Buenos Aires (temerosos de llegar a
enfrentarse con las fuerzas portuguesas que
avanzarían) y Montevideo. Mediante éste,
Fernando VII era declarado el único soberano,
se debía levantar el sitio y toda la Banda
Oriental quedaba en manos de la autoridad
española de Montevideo ya que las tropas de
Buenos Aires se retirarían del lugar. Con esto,
las relaciones que Artigas había establecido
con la Junta de Gobierno de Buenos Aires
quedaban prácticamente sin efecto.
Al conocerse estas noticias, Artigas y sus
paisanos se retiraron de Montevideo y armaron un
campamento a la vera del río San José, cercano a
la ciudad de San José de Mayo. El lugar albergaba,
además, a mujeres y niños, muchos de los cuales
eran familiares de los soldados revolucionarios.
El mate ya había dado unas cuantas vueltas cuando
Artigas se dio cuenta de que había tomado sólo uno.
– ¡Eh, Tinú1! ¿Cuándo va a llegar el mate hasta acá?
– inquirió Artigas-.
– Disculpe, Artigas, le hicimos llegar el mate, pero cuando usted se pone a
pensar tan profundamente no se da cuenta de nada – respondió el cebador-.
– Es que estoy muy preocupado. Hay momentos en que dudo si emprender
este viaje es lo mejor que podemos hacer.
– No hay motivo de duda, jefe. Queremos ser libres del dominio español
sobre nosotros, ¿no es así? – preguntó Tinú-.
– Sí –respondió Artigas-.
–¿Y no es cierto también que no nos da el cuero para enfrentarnos a Elío y
los suyos ahora que nos superan en número porque están amigados con
36
Buenos Aires? –Éste ya fue Arasunú2 que,
dejando de arreglar el sombrero de paja
roto hacía un ratito por su hijo más pequeño,
se decidió a entrar en conversación.
– También.
– Y entonces no tenemos tiempo que perder.
No podemos dejar que nos manejen como
ellos quieren –aseguró Tinú.
– Ellos nos tienen vigilados hace rato,
Tendota3 . Ya no saben qué hacer porque
ven que tenemos valor, somos bravos
y lo demostramos por la paliza que les
dimos en Las Piedras. Pero que no crean
que somos akâtavy4 , eso sí que no.
Bien sabemos qué puede pasar si nos
quedamos acá: nos van a oprimir como si
fuésemos sus esclavos, nos van a sacar
hasta lo que no tenemos –dijo Arandú5
(convengamos que Arandú nunca se equivocaba en lo que decía ya que,
como su nombre lo indica, era muy sabio).
– Antes que estar bajo el poder de esos aña6 , nos vamos. Seguramente
vamos a encontrar alguna tierra donde no haya nadie que mande y ahí sí
viviremos bien. Tenemos que hacerlo. No va a querer ahora dejar de lado
todo el mapa que dibujó con Arapysandú7 ¡Tantas noches de desvelo!
– Además ¿quién nos asegura que los portugueses no pueden llegar a
atacar en cualquier momento? –fue la opinión del aldeano Tabaré8.
– ¿Pero acaso no firmaron un pacto para que los portugueses no se
vinieran para acá? –cuestionó Tinú.
– Sí, firmaron. Pero de ahí a que lo cumplan es otro káso9 ¿Cuántas veces
nos traicionaron? –respondió Tabaré.
– Ah, sí, en eso tenés razón. Soy uno más que no quiere que su familia
sufra nada de esas cosas. No puedo quedarme. –culminó Tinú.
1 Tinú:
cuchillo (en charrúa)
trueno (en guaraní)
3 Tendota: jefe (en guaraní)
4 Akâtavy: loco de la cabeza (en guaraní)
5 Arandú: sabio (en guaraní)
6 Aña: diablo (en guaraní)
7 Arapysandú: el sensor del universo (en guaraní)
8 Tabaré: hombre que vive lejos del pueblo, hombre de aldea (en guaraní)
9 Káso: cuento (en guaraní)
2 Arasunú:
37
Se hallaban también ahí Manuel Artigas (hermano de José), Don Eusebio
Valdenegro y Don Juan Rosales, los cuales habían ayudado a José en la
batalla de Las Piedras, pero que en aquel día se abstuvieron de hacer
comentarios, justamente porque ese era momento para que el pueblo
diera su parecer. Ellos, al fin y al cabo, estaban dispuestos a acatar
cualquier orden dada por su jefe.
– Total, si vemos que la cosa se pone fea por otros pagos, nos volvemos
para el pago –fue la última opinión que se omitió e, inmediatamente,
Artigas se paró en el centro del círculo, levantó la voz y se decidió a
cerrar la charla:
– Este es el sentir de mis paisanos. Si ellos quieren llegar a lograr la
libertad, yo los voy a acompañar. Mientras tanto, no puedo dejarlos
a la merced de la saña de los españoles. Hoy será un día recordado
en toda la historia, yo sé lo que les digo. Hace un tiempo, cuando me
proponían emprender este recorrido hacia una tierra donde podamos
vivir tranquilos, sin ningún español que nos exija, pensaba que era una
locura. Hoy, gracias a esta corta pero productiva charla, me he podido
dar cuenta de que si el pueblo está convencido, lo podemos hacer.
El recorrido está trazado, los jinetes ya listos, ustedes se han venido
preparando deseosos desde mucho antes que yo, así que la marcha va
a comenzar el día de hoy. Partiremos en una hora.
Los allí presentes estallaron en aplausos. Era lo que querían escuchar. No
había marcha atrás, ya estaban jugados. Cada uno tomó su sombrero y otros
efectos personales que tenía en el lugar y se dirigió al lugar del campamento
donde esperaba la familia deseosa por saber el horario de partida.
Al comunicarles la noticia, más de una esposa estalló en lágrimas que
tanto podían ser de felicidad como de tristeza. Los niños, que sólo sabían
apreciar las cosas buenas de la vida, comenzaron a saltar y los que
estaban jugando dispersos por el lugar, al ver el alboroto que se armaba
en las carpas, fueron corriendo para enterarse lo que sucedía.
Rapidito, con todo el apuro del mundo, los futuros viajeros acomodaron
en las carretas las pocas cositas que les quedaban. Todas iban repletas
porque si bien estaban dispuestos a dejarlo todo por la causa, también
pensaron que tenían muchas cosas que podrían llegar a ser útiles.
En unos pocos minutos, las mujeres, sus niños, provisiones, mantas
y algún que otro juguete encontraron su lugar en los transportes que
iban desde simples carros destechados hasta aquellos con cuero como
cubierta. Muchos hombres prefirieron montar sus caballos para tener
más control de la caravana.
38
Una vez que todos estuvieron fuera del campamento, se organizaron.
Artigas y sus ayudantes: Manuel Artigas, Don Rosales y Don Valdenegro.
Las carretas detrás de ellos y todos los jinetes rodeando la comitiva.
Obedientes a la orden de Artigas “¡Adelante!”, ruedas, patas y pies se
pusieron en marcha. Comenzaba así el Éxodo de la Banda Oriental.
Más de 4000 personas
partieron aquel día
desde la vera del río
San José. El recorrido
era liviano ya que el
entusiasmo de toda la
gente convocada en
aquella caravana hacía
de esta algo parecido a
un paseo. Los músculos
no se cansaban, los
animales tampoco. Aún
las provisiones eran
suficientes y los días acompañaban para que el viaje se tornara muy
llevadero.
Por las noches, el fogón invitaba a la danza, luego de haberse deleitado
todos con las comidas que preparaban las manos de aquellas campesinas
con lo poco que tenían: algunas ollas y utensilios tallados a mano y las
provisiones que fueron haciéndose cada vez menos variadas. Siempre
dispuestas a ayudar en lo que hiciese falta, ellas se encargaban muchas
veces de hacer el fuego mientras los hombres arreglaban carretas,
prestaban especial cuidado a los ancianos y para ello tenían medicinas
naturales, vendas y toda clase de auxilios que cabían en un botiquín de la
época, siempre a mano. Las niñas encontraron nuevas tías que les hicieran
trenzas y los niños, mujeres que los consolaran cuando las madres les
regañaban por andar haciendo travesuras.
También debemos decir que, si reinaba la alegría y el orden en aquellos
días, era porque las damas tenían un instinto capaz de captar aquellos
momentos en los que alguien necesitaba palabras de aliento y no podían
ver las cosas fuera de lugar. Los hombres, a pesar de que aquel no era
tiempo en que las femeninas tuvieran un lugar destacable a la vista de
ellos, siempre decían una frase que hasta hoy se escucha: detrás de todo
gran héroe siempre hay una gran mujer.
– Madre ¿cuál es ese río tan grande? –preguntó Baltazar de mañanita, cuando
apenas se había despertado y vio un curso de agua extenderse muy cerca.
39
– Ese río se llama Uruguay10 – respondió María.
– Uy, ¡otro río más! ¿Y a ese lo vamos a cruzar?
– No, Baltazar. Vamos a ir por bordeándolo rumbo al Norte.
– ¿Y cuánto tardaremos en llegar? – preguntó curiosamente el pequeño.
– Sólo algunos minutos. Mira, ya se ven aves en vuelo desde aquí. Al llegar
verás que está lleno de pájaros, como su nombre lo indica.
– ¿No significa niño esa palabra?
– ¿Quién te lo dijo? – preguntó la mujer.
– Yaguatí11 me lo enseñó el otro día – aseguró Baltazar
– Ah, deberías preguntarle de nuevo.
– Madre ¿habrá más niños allí? –los ojos le brillaban de entusiasmo al
hacer esta pregunta.
– Es muy probable que allá se sumen más niños, es verdad. –al escuchar
esto, el chiquillo saltó de la carreta seguramente interesado en ir a
contarles a los demás infantes lo aprendido un momento atrás.
Era prácticamente seguro que al llegar al río Uruguay, más familias se
incorporarían a la comitiva ya que mucha gente, enterada de los hechos,
tenía los mismos deseos que aquella reunida con tal noble propósito.
Así como María lo había anunciado, en un corto tiempo llegaron al río
Uruguay. Había allí esperándolos un grupo de gente preparada con carretas.
- ¿Esta es la comitiva de la Redota? –preguntó un paisano robusto.
- Sí, es esta. Yo soy Manuel Artigas, hermano del Jefe, José Artigas. Si
gustan sumarse, pueden hacerlo.
- Muchas gracias –respondió el hombre y dio la señal a su camada para
que avanzara.
Llegado este punto, les voy a contar un detalle más: “la Redota” es como
llamaban los paisanos al éxodo, pronunciando mal cuando en realidad
querían decir “la derrota”.
El 3 de noviembre, el arroyo Cololó recibió a la comitiva con todo su
equipaje. Se podían ver carpas de cuero y textiles esparcidas por la
superficie cubierta de hierba. Los carros, parados cada cual al lado de la
carpa de sus dueños. Los caballos y demás animales, en un sitio aparte.
Cada tanto, los guardias –principalmente charrúas– que vigilaban los
alrededores, se acercaban al río para beber del manantial y refrescarse
un poco. Allí se armaban lindas conversaciones entre hombres que
se reencontraban luego de muchísimo tiempo. Algunos descubrían
parentescos, otros planeaban qué harían en la nueva tierra. Había, además
40
de este tipo de charlas, anécdotas, chistes e historias de algunos que
confesaban haber sido gauchos rebeldes que estuvieron bajo la mirada
de los policías y relataban animosamente todas las hazañas que habían
llevado a cabo para escapar de tanta persecución.
Charla va, charla viene, se tejió esta conversación entre dos guaraníes:
- Me contaron que usted fue criador de kavaju12.
- Fui, en mis mejores tiempos.
Sustentaba con la ganancia de las
ventas a mi familia. Mis kavaju eran
especiales porque los alimentaba
con unos pastos que sólo yo sabía.
Los llevaba temprano a pastar en
la pradera y a la tardecita ya me
volvía a mi roga13. Yo le proveía
en secreto a los malones porque,
aunque muchos de ellos preferían
ir a tierras de nadie a adueñarse de
uno, algunos preferían los kavaju
que yo les vendía porque estaban
muy bien preparados.
- ¿Y ya no se dedica más a eso?
- Con dolor en el alma, le tengo que decir que no.
- ¿Mba’érepa14?
- Mire, yo hacía un negocio que al gobierno no le gustaba. La tahachi15
odiaba a los malones y estaban en busca de todo aquel que les ayudara.
Un día, yo había vuelto de llevar a mis animales a pastar cuando llegó
corriendo un mitârusu16 y me dijo que la policía me andaba buscando.
Monté un caballo y me llevé a otros dos por cualquier motivo y me fui,
sin despedirme de nadie. Gracias a Tupá17, pude volver al poco tiempo
y encontré a mi familia bien de salud aunque bastante empobrecida.
Desde entonces me dediqué a ser saladero18.
- ¡Qué oficio tan útil! Usted podría hacer el tasajo19.
12 Kavaju:
caballo (en guaraní)
casa (en guaraní)
14 Mba’érepa: ¿Por qué? (en guaraní)
15 Tahachi: policía (en guaraní)
16 Mitârusu: muchacho, jovencito (en guaraní)
17 Tupá: dios de los guaraníes.
18 Saladeros: personas que se dedicaban a salar carne y secarla al sol para obtener algo muy
similar al charqui.
19 Tasajo: carne en finas lonjas preparada al estilo de los saladeros.
13 Roga:
41
- Una vez que estemos cerca de quedar sin provisiones, Artigas tiene
planeado enviar a algunos a cazar y luego, los que sabemos algo de
eso, vamos a preparar la carne.
- Muy bien pensado.
Terminados los coloquios, cada uno volvía a su puesto y así, todo el día, la
multitud se sentía segura.
Los días siguieron un tanto iguales en el avance, excepto en los días de
lluvia, en que armaban sus carpas para refugiarse y suspendían la marcha.
Las enfermedades y malestares propios de la primavera se hacían notar
y las abuelas andaban de un lugar a otro, llevando pociones para aliviar a
los ancianos y los niños, quienes eran los más afectados.
Al disminuir las provisiones, algunos se apartaban de la procesión para
recoger algún fruto o cazar animales y así poder tener alimentos para uno
o dos días. También había carencias en cuanto a vestimenta.
De tanto en tanto, ocurrían adversidades como enfrentamientos con indios,
o con españolistas resentidos, portugueses, porteños y delincuentes
comunes. A pesar de ello, no se conocieron datos acerca de mujeres o niños
que hayan sido heridos, tomados prisioneros, emboscados o muertos.
Artigas, conocedor de los males que podían acontecer, los tenía bien
preparados y advertidos. Siempre se preocupaba porque se desarrollase
un ambiente de paz y armonía entre los que habían comenzado la comitiva
y los que se habían ido agregando.
Una vez levantado el campamento a orillas del arroyo Cololó, la marcha
continuó, pasando por el río Negro (lo cual llevó varios días), el Paysandú,
el Queguay y el arroyo Quebracho. Luego de cruzar el Chapicuy, llegaron
al río Daymán y acamparon de nuevo.
- ¿Cuál es su nombre?
- Juan Pablo Ocampo, señor.
- ¿Mayor de edad?
- Sí.
- Bien. ¡Siguiente! Nombre y edad.
- María Cortés, mayor de edad.
- ¿Hijos?
- Sí, Isabel y Gregorio Casco.
- Yo soy Isabel y tengo siete años. ¿No sabía que era hija de mi mamá? –
decía una niña inocentemente.
- Yo soy Gregorio y tengo así –balbuceaba un nene dejando ver en su mano
cuatro deditos levantados.
42
Se escuchaban estas voces el día 14 de diciembre en Salto. Todos los
integrantes de la comitiva estaban siendo registrados debido a que, día
a día, muchas personas se habían sumado y ya no se llevaba la cuenta
de cuántos eran. Los niños acompañaban a sus madres, muy intrigados
porque nunca antes habían asistido a un evento tan particular.
Al finalizar lo que se denominó el Padrón de las familias orientales, se
habían registrado 6000 hombres como integrantes del ejército, más de
4435 civiles y 846 carruajes.
Algunos días después, toda la
camada se preparaba para dar
un gran paso en su “huida”. Se
encontraban frente un vado
llamado Salto Chico y su próximo
desafío era cruzar el río Uruguay.
Esta acción duró varios días.
Una vez cruzado el río y puestos
los pies en suelo que hoy en día es
Entre Ríos, Argentina, continuaron
su recorrido hacia el norte, donde nuestro pequeño Baltazar se sintió
intrigado nuevamente.
- Madre, ¿ese es otro río?
- No, hijo, ese es el arroyo Ayuí –respondió María-.
- ¿Y ahí otra vez nos vamos a quedar?
- Así es.
- ¿Cuánto tiempo? –
preguntó Baltazar,
alarmado-.
- Por mucho tiempo,
quizás para siempre.
- ¿Y por qué? –
cuestionó el pequeño,
levantando los
hombros.
- Porque las tierras que
están ahí eran las que
tanto ansiábamos,
Baltazar, esa es la
tierra prometida, la
tierra de la libertad.
43
Manuel Max González
Buenos Aires, Argentina
DIARIO DE UNA SOMBRA
Artigas por un amigo
“Al Rector de la Universidad de Buenos Aires:
Me anima nuestra trayectoria compartida a dirigirme a usted tanto como
historiador como en calidad de amigo para remitirle uno de mis más
recientes descubrimientos. Una mano anónima me ha entregado, hace
algunos meses, un interesante documento privado que, de ser veraz,
posee un valor historiográfico incalculable.
Se trata de un diario personal que habría sido escrito, en teoría, por un
íntimo confidente de José Artigas, Pedro Manuel Quevedo, cercano amigo
del caudillo, que supo con su silencio eludir a la historia.
Las pericias cronológicas han situado el documento en la segunda mitad
del Siglo XIX. La posibilidad de una relación personal de Artigas con el
autor genera escepticismo. Sin embargo, su cuasi indubitable autenticidad
temporal permite aventurar que esta relación existió. Sin un vínculo de
estrecha amistad con el Protector de los Pueblos Libres, hubiera sido
difícil conseguir la cantidad de información que este documento contiene,
si no imposible.
Pocos datos se tienen sobre el escritor misterioso. Su madre fue Juana
Belén Quiroga. Su padre, Mario Clemente Quevedo. Curiosamente, este
último no aparece en ningún censo realizado desde 1778. Desde esa
fecha su vida permanece indocumentada, secreta. Me permito explicar
esta ausencia como una consecuencia posible de la extraña profesión que
Mario Clemente Quevedo ejercía.
Por lo demás, solo he podido hallar tres registros oficiales que hacen
referencia a Quevedo hijo: su partida de nacimiento, rubricada el 17 de
marzo de 1890; su ficha de inscripción a los Blandengues 20 años más
tarde y una breve mención suya en una carta de Fructuoso Rivera a Artigas,
carta en la cual se hacía elogio de los soldados de destacado desempeño.
Determinar desde dónde fue enviado el texto nos resulta imposible. Sí
sabemos con exactitud que el papel proviene de Asunción e intuimos que,
desde la Guerra de la Triple Alianza, el documento ha permanecido en
Buenos Aires, secuestrado por algún comandante porteño.
44
Quién hizo llegar el diario a mi oficina de trabajo permanece tan en las
sombras como su secreto autor. Mi secretaria solo alcanza a precisar que
era joven, rubia, y que llevaba prisa.
Le ruego encarecidamente que lea la trascripción que le adjunto. De
suscitar esta su interés, el original lo estará aguardando en mi despacho.
Espero que mi entusiasmo por este inesperado descubrimiento sea
compartido por usted. Quedo a la espera de su lectura y lo saludo
cordialmente,
Licenciado Martín Ramírez”
I
Entré y salí de esa casa durante años, casi a diario, y nunca dejó de
sorprenderme cómo, a medida que el omnipotente tiempo hacía estragos
en el físico de mi general y éste se marchitaba como un hombre cualquiera,
el jardín crecía en vitalidad, abundancia y color. Ya nadie se ocupaba de ese
espacio: Artigas estaba muy enfermo; Ansina y yo, demasiado preocupados.
El jardín, sin embargo, jamás estuvo más bello que la última tarde. Quizá mi
memoria me engañe pero creo que, al verlo tan esplendoroso, me di cuenta
de lo cercana que estaba la muerte de mi mentor.
Es injusta y selectiva la memoria de los pueblos del Sur. Aún hoy persisten
en olvidar al primero de sus grandes protectores. Treinta años pasó el
general encerrado en el destierro, sepultado en vida, ya sin patria, ya sin
destino. Desde su país lo vituperan, llamándolo sanguinario salteador.
En su provincia, ahora país, le asignan el cómodo mote de héroe local,
sin reconocer el ahínco con el cual abogó por la unión de los pueblos,
insultándolo en la acción al recompensar con el gobierno a quien lo traicionó.
Los indios estaban tan o más inquietos que yo. Su instintiva sabiduría
les sugería lo mismo que a mí me indicaban mis pobres conocimientos
médicos. Estábamos perdiendo al hombre, se iría para ser leyenda.
La indiada paraguaya parecía lista, ya enlutada; sus miradas turbadas despedían
con tristeza al caudillo, él había sabido tratarlos con justicia y aprecio.
Era temprano cuando llegué, pero Artigas estaba despierto, como
probablemente lo había estado toda la noche. Cuando me vio dijo, con voz
sorprendentemente clara para un moribundo: “Mire, si me hubiera matado
usted, ¡cuán distinta hubiera sido la historia!”. Se quedó dormido con una
sonrisa diáfana en el rostro, dejándome a solas con mis recuerdos.
Como casi todos aquellos oriundos de la Banda Oriental, en lo que a Artigas
se refiere, conocí el nombre antes que al individuo. No hay familia que no
cuente nunca sus hazañas o sus crímenes. Yo pertenecía a una de las últimas.
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Siendo yo hijo de un matrimonio adinerado que no comprendía las
convulsiones internas que desgarraban al pueblo americano, la figura del
caudillo entró a mi realidad abrupta y terrible, casi como una pesadilla.
Durante doce años de mi vida no supe de él nada. En mi casa no se contaron
sus aventuras de contrabandista ni sus méritos como blandengue, no
conocí hasta mucho después el ascenso de su fama. En mi hogar, su
nombre, según supe después, estaba tácitamente prohibido.
Mi padre, bandolero rural y afamado contrabandista, compañero del general
en la oscuridad de las leyes, consideró su traspaso a los Blandengues como
una traición personal, un acto deshonroso que no perdonaría jamás. El
odio al hombre estaba siempre presente, vedar el relato de su historia no
disminuyó el resentimiento feroz que mi familia le profesaba.
Una noche, en la frontera, se encontraron dos viejos amigos, separados
por un uniforme, por el deber y por una rivalidad cuyo fin, ya escrito,
estaba en manos de la fortuna.
El teniente de los blandengues gritó: ¡Alto! Mi padre reconoció la voz.
Amainaron el paso los bandidos con una señal muda; podrían haber
ganado la llanura galopando veloces pero la criolla sangre de mi padre
hervía, exigiendo una satisfacción. Lo llamaba su destino sudamericano.
La patrulla de Artigas se acercó al instante. Su jefe encontró, en la noche
inmensa, un triste rostro amigo. Lo recordaba demasiado bien para
pensarlo cobarde; aun así, le pidió a los santos que, aquella vez, se le
escapase su presa.
No hubo tiempo para saludos ni disculpas. Mi padre saltó del caballo,
desenvainado el facón al brillo de la luna. Avanzó terco, sin escuchar las
razones de sus compañeros, que rogaban el escape. Preso de la ira, fuera
de sí, no temía a la muerte ni sentía apego a la vida.
Del otro lado, desmontó un hombre, desanimado pero decidido. Tenía
prohibido el miedo ante el peligro, perseguido por una necesidad asnal
de mostrarse fuerte. No gozaba del momento, no lo embargaba el deleite
vengativo de su contrincante, preferiría evitar la sangre amiga. No iba a
dejarse, empero, vencer con felicidad. Jamás lo haría.
Danzaron los puñales y el acero marcó a ambos, pactando con la muerte
el fin de uno de ellos. El infeliz falleció al instante, penetrado en el vientre,
permaneciendo eternamente tendido en la llanura.
El otro, que por más bienaventuradas acciones será recordado, solo
resultó raspado en el pecho. La herida, aunque no grave, de ser más
profunda le hubiera causado la muerte. Asesinar a mi padre en íntimo
duelo lo marcaría para siempre, haciéndolo mejor.
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Los cuchillos ensangrentados aun están allí, perdidos en la inmensidad de
la frontera, custodiando el cadáver de un bandido.
Ningún otro murió esa noche. La fatalidad no reclamaría otra alma. La
pelea de los antiguos camaradas le había bastado. Los compañeros del
difunto se dieron exitosamente a la fuga. Quizás fueron inalcanzables,
quizás no fueron perseguidos.
Al par de días llegó la noticia a mi hogar, cambiando mi vida de una
vez y para siempre. Mis padres habían quisieron creer que lo que no
es nombrado no existe y la avasallante realidad venía de repente a
contradecir esta creencia. El resentimiento contra el caudillo, germinado
en el silencio, desatado ahora por el asesinato, se convirtió en el más
visceral de los odios.
Mi madre estuvo, luego del suceso, siempre al borde de crisis nerviosas.
La última parte de mi crianza fue al calor de su infinito desprecio para
con el contrincante de mi padre. No había día en que no se insultara al
caudillo. Pronto yo lo aborrecía también, odiando su nombre, todo lo que
sabía de él.
Poco antes de la revolución de Mayo, ingresé a los Blandengues, esperando
encontrar en el cuchillo vengador mi camino a seguir. Me enlistaba para
acallar el rencor y la tristeza que me desbordaban. Había decidido matar
al causante de mis tormentos.
No heredé de mi padre su habilidad como cuchillero, ni la gran destreza
física que lo caracterizaba. De él heredé dinero y nada más.
Vivimos infancias diferentes, él fue el hacedor de su fortuna, el artífice de
su elevada posición social. Yo nací en una familia acomodada, confinado
por mi mudez a la soledad de los libros y el silencio. Supe observar y
escuchar como lo hacen pocos. En el afán de vencer el tedio aprendí a
pensar con velocidad y a escribir con impecable caligrafía.
Estas virtudes, y mi profunda incapacidad ante los aceros y las armas,
facilitaron mis intenciones. Al poco tiempo de mi entrada al cuerpo, ya se
me encargaba transcribir cartas y redactar informes. Seguramente sería
transferido al mando de Artigas, nombrado capitán, en los próximos días.
La primera parte de mi plan estaba completa: logré el ascenso a poco
más de un año de mi ingreso. Era febrero ya, el aniversario de Mayo se
aproximaba. Los porteños no habían claudicado, resueltos a afrontar las
consecuencias de sus acciones. La preocupación española, ligera en un
comienzo, se había convertido en pánico frenético. Un fuego invisible
amenazaba con reducir a cenizas al viejo orden. El número de hombres,
pueblos y provincias sublevados crecía a diario.
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El catorce de ese mes, finalmente, fui puesto al servicio de Artigas. Decidí
presentarme temprano y lo encontré rodeado por un pequeño grupo de
hombres. Ese fue el primero de nuestros encuentros, el objeto de mis
desvelos. Él no estuvo, sin embargo, a la altura de mi odio. Ningún hombre
lo hubiera estado. Los actos humanos no merecen el ataúd de fuego al
cual los condenaba en mi mente.
Era de estatura mediana, algo calvo y de pecho ancho. En su rostro
montevideano impresionaba solo la mirada, por donde parecía querer
fugarse su gigantesco ímpetu interior. Sus ropas carecían tanto de
medallas como de soberbia y, sin embargo, había algo en su aspecto que
le daba aire de gran señor.
La voz le fluía como un río. Su oratoria era, cuando menos, correcta. No
era demasiado agauchado en vocabulario o entonación, a pasar de haber
pasado en el campo media vida. Omitía floripondios lingüísticos típicos
de las capitales, tenía un hablar agradable aunque no sofisticado. Sus
ademanes, siempre oportunos, y sus expresiones serenas demostraban
tanta calidez como decisión.
Era sencillo y breve, pero claro. Dueño de un carisma casi magnético,
su inquebrantable voluntad hacía eco en cada una de sus palabras,
pronunciadas con convicción. Su espíritu, habituado a la lucha, lo hacía
alguien confiable, quienes lo oían no podían más que caer bajo su
persuasivo influjo. Él conducía porque sabía interpretar a su auditorio,
tenía la sensibilidad para comprenderlo. Ante la multitud, él era la multitud
misma; ante el pueblo, era la voz popular la que salía de su garganta.
En ese conciliábulo secreto parecía conocernos más de lo que nos
conocíamos a nosotros mismos. Sus silencios eran órdenes sagradas;
sus palabras, inquebrantables leyes.
No dejé de odiarlo instantáneamente, había alimentado esa pasión con
demasiado afán y por demasiado tiempo. La venganza me definía como
individuo, sin ella era un hombre sin propósito ni destino.
Su figura hizo mella en mí, me sedujo, confundiéndome. Donde antes había
una resolución absoluta, ahora había duda. Sus palabras, pronunciadas
con la suavidad de un ruego y la fortaleza de una decisión, terminaron de
desorientarme.
“Lazos fraternales nos unen a quienes pelean del otro lado del río.
Nuestras espadas no pueden derramar su sangre, deben proteger sus
espaldas. Los reclamos de la Junta protegen los verdaderos intereses
del Río de la Plata, no la infame avaricia de un virrey. Ellos han sido
intrépidos y debemos imitar su ejemplo. La causa de los pueblos no
admite la menor demora”
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Había sido persuadido, como todos los allí presentes. Al día siguiente
desertamos, partiendo hacia Buenos Aires, deponiendo nuestras armas
y olvidando a la corona. Había decidido postergar mi propósito, sin saber
que me dominaba ya el anhelo de no poder cumplirlo nunca.
Siempre había sentido admiración profunda por los notables de la ciudad.
Durante demasiado tiempo los consideré guardianes de la civilización y
la cultura frente a la América salvaje. Mi ceguera vengativa me impedía
interesarme con profundidad por un hecho tan vano como una revolución,
pero siempre les deseé la mayor suerte en su empresa. Los iluminados
hombres de la ciudad insurrecta eran el espíritu de la historia.
Repleto de sentimientos encontrados, emprendí mi viaje. Desde que
presencié la reunión de Artigas y sus camaradas ardía en mi pecho
un sentimiento revolucionario, o al menos una curiosidad que se le
asemejaba. No podía esperar para conocer a los grandes hombres sobre
los cuales descansaba el destino de una nación. Desconocía aún que mis
expectativas no serían cumplidas. En muy pocos hombres de la junta pude
ver el mismo temple de hierro, la misma obcecación animal por ser libres
que uno podía apreciar al instante en el que era ya entonces mi general.
Desde que se lo conoció como revolucionario, la Banda entera comenzó
a alzarse. Su buen nombre arengó a los hombres de la campaña. Por
doquier, grupos aislados de paisanos alzaban sus precarias armas en
defensa de la patria independiente.
Cruzamos el Plata, esperando lo mejor.
II
La ficción que nos habíamos formulado sobre Buenos Aires me pareció, en
un primer momento, superada por la realidad. El epicentro revolucionario
bullía con energía propia. La segunda lengua de sus habitantes era
la política. Los ciudadanos educados habían resuelto abandonar las
bibliotecas y participar en la gloriosa búsqueda de la voluntad general.
Una generación de jóvenes heroicos encabezaba la parte más radical
del movimiento y luchaban valientemente, con las armas y la retórica,
por construir la república que había soñado Rousseau. Protegidos bajo la
máscara de Fernando, intentarían construir los cimientos de una patria
justa. No poseían el poder económico, ni lideraban las grandes multitudes.
Fue su firme convicción la que nos llevó a creer en su victoria.
No eran perfectos: una vida bajo la influencia exclusiva de libros europeos
había hecho para ellos incomprensible la idiosincrasia del pueblo que
querían transformar. El vulgo de las colonias no era francés y mucho
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menos habitante de la utópica Francia soñada por la filosofía; ese vulgo
tenía ancestros españoles y una fuerte impronta americana que los
alejaba de los “designios de la diosa razón”. Este grupo estaba liderado
por un rebelde enérgico e inconformista, de amplia visión y sagaz intelecto
Años después, en Villa Curuguaty, Artigas lo definió con justeza: “Moreno
fue brillante, pero olvidó incluir en sus tesis a los humildes. Descreyó de
los pueblos y no pensó relevante la opinión de aquel que se acostumbra
a tareas rutinarias“.
En ese intelectual y en sus compañeros confió José para la construcción de
la gigantesca nación que soñaba, sin beneficios especiales para ninguna
provincia, auténticamente federal y alejada de intereses portuarios
egoístas. Lo decepcionarían.
Si todos los hombres hubieran sido como ellos, mejor hubiera sido la
suerte de los caudillos. Aunque no compartían los mismos ideales ni
orígenes, al menos no los separaba el odio como infranqueable barrera.
Viejos generales y sus acólitos formaban el otro bando, comprometido
con el cambio moderado, cambio que estaría centralizado en Buenos
Aires. Eran peligrosos pero no terribles. También ellos querían la grandeza
de los pueblos del río, aunque fuese otro su entendimiento sobre la
grandilocuente y ambigua consigna.
Artigas ofreció su espada al ejército revolucionario, esperanzado por el
amor a la libertad que había visto en algunos y no preocupado por quienes
en, secreto, eran ya sus enemigos. Ese fue su gran error, uno en el cual
incurriría demasiadas veces para su propia suerte. Confiado en exceso,
fue recurrente presa de la traición
Juró y juramos lealtad a la junta y él dedicó lo restante de su estadía a elaborar
planes y trazar estrategias para extender la hazaña al otro lado del río.
Libre e inquieto, aproveché para examinar la ciudad, soberbia capital de
un país inexistente; algo en su esplendor me intimidaba. Vagué, invisible
como una sombra, por los interiores de la política, el cabildo fue mío.
Nunca nadie notaba mi presencia y no era ese mi deseo. Tal es mi habilidad
que, siendo el más cercano compañero del primer caudillo americano, he
escapado a los anales de la historia.
No había transcurrido un mes, cuando noté el tercer factor político en
disputa. Era un grupo de hombres despreciables. Rastreros, sicarios
egoístas, que habían levantado sus voces con el grito guerrero, solo en
la disfrazada defensa de sus intereses económicos. Ahora que sus arcas
estaban llenas, habían perdido cualquier miramiento hacia valores que
hasta hacía muy poco habían sostenido. Ni la igualdad ni la libertad que
postulaban los discípulos de Moreno, ni los valores católicos de Saavedra
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les perturbaban el sueño. Así como muchos hombres se habían escudado
en la máscara de Fernando para construir un país, ellos se escudaban en
bellas consignas para mantener llenos sus inmundos bolsillos. La codicia
era su bandera; la aduana, su objetivo; e Inglaterra, su señora. Harían lo
imposible por impedir una federación justa; esa era su guerra.
Se decía, incluso, que Moreno sería asesinado por su secreto designio. En
la pugna por el poder, se olvidan los lineamientos morales. Mucho después,
me enteré de que, para esa fecha, el desgraciado estaba perdiéndose en
las fauces del océano, envuelto en bandera británica.
Ellos veían en la figura del caudillo un peligro potencial. No temían a
la España real o a los fronterizos portugueses. Temblarían solo ante el
amanecer de un líder popular que, cual Mesías terrestre, fuese indomable
y carismático. Un gaucho como Artigas.
Los indios y paisanos lo idolatraban por la ayuda que, siendo Blandengue,
les había prestado. Él los respetaba como a sus pares. Los llamaba
sus “compatriotas”. Eran sus brazos los que pedía para la gran guerra
americana. Su popularidad y altruismo lo hacían alarmante. Era miembro
de un selecto grupo de hombres incorruptibles.
Presa del estupor y del miedo, resolví contarle lo peligroso de estos
enemigos. Temía por su futuro. Él me contestó con palabras al mismo
tiempo necias y tranquilizantes:
“No temas más de lo necesario, ni construyas fantasmas. Que hombres
así existen no lo pongo en duda, pero en el pueblo de los americanos del
sur también abundan hombres de heroico entusiasmo revolucionario,
que darán su vida por defender la causa de los pueblos. Quienes no
comprendan que el Sur no acepta tiranos deberán caer bajo la furia de mi
redentora espada. La Excelentísima Junta nos representa. Por medio de
ella, junto a nuestros compañeros patriotas, venceremos a los déspotas
que desde la preciosa Montevideo quieren subyugarnos”
Y agregó algo más, con tono burlón y alegría genuina a la vez:
“No te extrañe que quienes ahora nos aborrecen capitulen ante nuestro
ímpetu, viendo la justicia en nuestra causa. Después de todo, usted ya no
quiere matarme”.
Mi corazón se paralizó por un instante. Él había conocido mis intenciones
todo el tiempo y aun así me había dejado permanecer a su lado,
consciente de su capacidad para disuadirme. Al ver su rostro todavía
afable, me tranquilicé. No me guardaba rencor. Tenía hacia mí los mismos
sentimientos amistosos que yo había comenzado a profesarle. Ya no
quería matarlo, es cierto.
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A partir de esa conversación deposité en él mi confianza. Su voluntad
lo llevaría a tener un rol preponderante en los designios de la patria. Yo
sería su amigo, su asistente; nada más que su sombra. Estaba destinado
a seguirlo en sus batallas y quizás, algún día, escribirlas en papel,
inmortalizando su figura.
Lamentablemente, sus enemigos no eran confundidos jóvenes con
resentimiento; eran los lobos que había descrito Hobbes y sus dientes
estaban afilados. No tenían miramientos por cuestiones como el honor
o la lealtad, como feroces águilas de rapiña no vacilaban ante su presa.
III
Debíamos reforzar el sitio a Montevideo. La ciudad resistía intacta la
avanzada juntista. Se le ordenó al general reclutar hombres para la
revolución y él cumplió con creces.
A nuestro paso, los pueblos despertaban. Paisanos comunes quedaban
convertidos en guerreros, por la justicia de la causa y el carisma de líder. Los
indios y los gauchos, otrora enemigos del sistema, repentinamente daban
sus almas para responder a los pedidos de un hombre cuya transparente
sinceridad y afamada historia los hacía confiar. Las intenciones de aquel
héroe imposible eran claras, respondían al legítimo interés de los pueblos.
Los desposeídos se veían dentro las consideraciones de un proyecto y
actuaban en consecuencia.
Artigas no hacía distinciones. Convocaba a todo aquel que quisiera luchar
por la justicia de una patria grande y es por ello que tantos hombres lo
siguieron, abandonado sus familias, sin más fortuna que lanzas en mano
y coraje en sus pechos.
La traición porteña era todavía impensable y por ese entonces Artigas no
era sino uno de sus muchos guerreros, un fiel teniente. Gran parte de sus
discursos estaba dirigida a hacer comprender a los habitantes de la Banda
Oriental que la Junta estaba con ellos, económica y militarmente. Y era cierto,
le habían cedido a Artigas 3000 soldados, además de dinero y municiones.
Mi memoria es difusa y la vejez enturbia los recuerdos antes claros.
La famosa Proclama de Mercedes, en cuya redacción, junto con Miguel
Barreiro, colaboré, resume perfectamente el pensamiento expresado por
mi gran amigo y le hace más justicia a la belleza de sus ideas que las
palabras de este anciano perdido que hoy soy. Dos fragmentos son, con
seguridad, los más significativos:
“Para conseguir el feliz éxito y la deseada felicidad a la que aspiramos,
os recomiendo a nombre de la Exma. Junta vuestra protectora, y en el
52
de nuestro amado jefe, una unión fraternal, y ciego obedecimiento a
las superiores órdenes de los jefes, que os vienen a preparar laureles
inmortales. Unión, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria.
He convocado a todos los compatriotas caracterizados de la campaña;
y todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes a contribuir en la
defensa de nuestra justa causa.”
“¡A la empresa, compatriotas! Que el triunfo es nuestro: vencer o morir
sea nuestra cifra; tiemblen esos tiranos de haber excitado vuestro enojo,
sin advertir que los americanos del Sur están dispuestos a defender su
patria; y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso
cautiverio”
Las consignas contenidas en ella serían repetidas hasta el hartazgo.
Primero por el Jefe en persona. Luego se transmitirían espontáneamente
de boca en boca por todo el ejército, que se aleccionaba a sí mismo, ya
convencido, enamorado de la libertad.
No es secreto que el peor martirio para el hombre en armas es la espera,
y tampoco permanece oculta la tendencia hacia la acción violenta que las
masas reunidas tienen en tiempos de cambio y desorden. Todo soldado
estaba deseando probar hasta qué punto se extendía su nueva pasión
guerrera y libertadora. La batalla en San José, genial pero efímera, no
había serenado nuestro temple.
No deberíamos esperar demasiado para una nueva oportunidad. Con una
intuitiva astucia estratégica, mi general decidió atacar Las Piedras. Cortar
el suplemento de víveres que enviados a Montevideo era la misión.
La victoria fue nuestra. Bajo la tutela del gran americano, los gauchos, los
indios y los porteños lucharon como un único ente, aunados por el deseo de
vencer. La valentía con la que pelearon fue asombrosa. Las tropas realistas
fueron diezmadas por una justa combinación de estrategia y ferocidad.
La fama de la batalla se extendió rápidamente, llegando incluso, en supremo
honor, a pertenecer al primer himno nacional. Eufóricos ganadores, no
podríamos sospechar jamás la proximidad del fin de la amistad entre la
ciudad y el caudillo, nadie podría predecir que nos ordenarían cederle una
fracción de nuestro territorio a un virrey nefasto que habíamos cubierto
de injurias, abandonando la provincia, en la cual la mayoría de nosotros
habíamos nacido, a la esclavitud. Y aun menos imaginar las vergonzosas
traiciones que se sucederían después.
El gigante luso decidió, con pérfido oportunismo, avanzar sobre la Banda
Oriental. El timorato gobierno resolvió pactar con Elío un cese de hostilidades,
retirando las tropas porteñas y ofendiendo la voluntad de los libres.
La Junta Grande, cautelosa en exceso, había sido remplazada por el
53
Triunvirato. Este, lejos de brindarle a la política el agresivo dinamismo
que era necesario, continuó renuente a otorgarnos ayuda. Fueron los tres
responsables del poder quienes firmaron el vergonzoso acuerdo; un pacto
de paz con un enemigo vencido. La historia resérveles su merecida infamia.
IV
Artigas se sentía ultrajado. Habiéndose mostrado firme defensor de las
autoridades rebeldes, estas siquiera tuvieron la delicadeza de consultarlo
al decidir. Envestido en el titulo de Jefe Supremo de los Orientales, decidió
acatar el mandato y emprender la retirada. La lucha sin el apoyo de los
triunviros era estéril. Las fuerzas orientales, tan valientes como poco
entrenadas, fallarían de efectuar el unilateral asedio.
No habían llegado los tiempos de la guerra interna. Artigas, con la mente
fría, sin ceder al furor de la ira, decidió desplazarse, cruzar el río Uruguay,
determinado a rearmarse y continuar la batalla en momento más propicio.
Y aquí se convierte en el más grande hombre del territorio entero. Sin
ser obligadas, e incluso en contra de la voluntad del comandante, cientos
de familias abandonaron sus pertenencias, quemaron sus hogares y
todo aquello que no pudieron llevar consigo. Mujeres, niños y ancianos
decrépitos se le suman en el camino, sin tener garantizada más que la
libertad. Redota llaman al inverosímil suceso, éxodo ateo de los libres.
Durante jornadas infinitas siguieron a aquel hombre del que sabían
que daría la vida en defensa férrea de la felicidad común. Infatigables,
continuaron, durmiendo en carpas deshilachadas o con el cielo como techo,
todos bajo la inclemencia del tiempo, hostigados por ataques españoles
(que los soldados no podían detener), caminando sin retroceder un ápice.
Era la patria la que avanzaba imparable en la pradera. La heroicidad era
ley natural en los orientales. Desposeídos, rebeldes y extraordinarios,
continuaban la épica gesta. Hombres y mujeres llamados por el sagrado
grito de la gloría.
El aspecto de los exiliados contrastaba con su grandioso espíritu. No se
detenían más de lo necesario, pero su paso era tan lento como podía
serlo. Los desacostumbrados a la campiña lo lucían en el rostro e incluso
los habitantes de aquel suelo daban muestras de agotamiento. Artigas
solía quejarse: “un mundo entero sigue retardando mis marchas” y estaba
en lo cierto. Mas un mundo entero seguía sus pasos.
Llegamos a Salto con miles de hombres libres dispuestos a todo. El Jefe
Supremo ahora ostentaba su mote con mayor legitimidad que nadie: un
pueblo había respondido a su grito. No querían ser subyugados a ningún
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tirano. Seguirían solo al gran caudillo que lideró su voluntaria huida; él
comandaría sus lanzas en el regreso.
El 14 de diciembre, el Padrón de las familias Orientales reveló que más
de 10.000 acampaban allí y eso sin tomar en cuenta a quienes rezagados,
pero decididos, proseguían el avance.
Cruzamos el río para escudarnos con sus aguas y, en las costas de Ayuí,
aguardamos impacientes la hora del retorno. No hizo mella la necesidad
en los espíritus de esos orientales bravos que, en ritual pagano a la
libertad, poblaban las orillas, rechazando el acuerdo de paz con Elío.
Era el primer acto de rebeldía de Artigas contra el gobierno central y, sin
embargo, él deseaba que fuera el último. No quiso permitir que dos pueblos
cubiertos de la gloria americana se llamaran mutuamente criminales.
Nuestros corazones eran optimistas para ese octubre. Las tibias
autoridades que nos traicionaron con cobardía fueron destituidas por
un campeón de la libertad y los hombres de la Sociedad Patriótica. Los
nuevos triunviros, de apariencia más severa, hicieron suyo el Grito de
Asencio y retomaron las banderas de la justicia, reabriendo el frente de
batalla oriental.
La esperanza feliz de una coexistencia armoniosa se derrumbó, sin
embargo, en un instante: al frente del ejército porteño marchaba un
declarado enemigo del caudillo, con órdenes de mandar, y considerando
a Artigas como un subordinado. Su ejército comandaría mientras que el
nuestro debía servirle de auxiliar. La Redota había instaurado en Artigas
la figura del jefe. Socavar su autoridad era ignorar los deseos francos de
un pueblo, insultando su autonomía.
El caudillo no claudicó y se mantuvo independiente, sin someterse
a las órdenes de Sarratea, asistiéndole en el sitio y reclamándole el
reconocimiento de su autoridad. El Triunvirato dejó de enviarle armas
y municiones en respuesta, acusándolo de detractor en el secreto y
llamando a sus hombres a desertar para engrosar las filas porteñas.
Sin más titulo que su nombre ni más honor que su historia, Artigas conservó
la mayor parte de su ejército y, eventualmente, Manuel de Sarratea debió
huir a Buenos Aires. Malintencionados mentirosos sostienen que Artigas
ofendió la dignidad porteña, cuando su única intención fue mantener
impoluto el derecho de la provincia a sostener las riendas de su destino.
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V
La reconciliación se había dado una nueva cita. Habiendo repatriado
a Sarratea, parte del conflicto se había apaciguado; la polis parecía
comprender y respetar la importancia de Artigas. Habían invitado a nuestra
provincia a la Asamblea del año XIII. La constitución y la independencia
eran sus objetivos.
El caudillo y sus fieles estaban eufóricos. La persistencia no había sido
vana. Finalmente los pueblos se verían unidos por lazos morales, jurídicos
y permanentes. Los hombres del puerto recuerdan a Artigas como un
ignorante violento; a tal punto ha llegado su rencor. Ningún otro luchó
tanto por una constitución auténtica, al modelo de los Estados Unidos,
federal y no monárquica.
Al llegar la noticia, dio un bello discurso con el que persuadió a sus
lugartenientes respecto a lo necesario de aquel Congreso:
“Hay una verdad que considero suprema, los pueblos americanos están
unidos por indisolubles vínculos históricos, no debe haber fronteras
entre los hermanos del sur. Solo juntos en gran patria podremos ser
dichosos. La simpleza y veracidad de la consigna no admiten la menor
duda, Buenos Aires ha terminado por aceptarla, abandonando su encono
centralista y autoritario. La sangre derramada en honorable lucha ha
demostrado que jamás permitiremos la esclavitud, aborrecemos a los
tíranos y mantendremos nuestra libertad a costa de nuestra vida. Una
libertad que respete los legítimos intereses de los pueblos, la única que
existe. Los pueblos no son pueblos sin libertad, pero la libertad sin ellos
no tiene razón de ser.
Abracemos el cambio en nuestros hermanos, cuidándonos de sus dichos
mas sin rencor podremos concretad los proyectos soñados.
Que sea la voluntad general la regente de vuestro provenid, seguidla y
vuestras empresas serán cubiertas de eternos laureles”
No le faltaba poder para designar a los diputados unilateralmente, ni
para asegurar la participación de la Banda Oriental en dicha asamblea.
Su vocación democrática era sincera. El Congreso de Tres Cruces tuvo
lugar no por razones meramente prácticas, sino por hondas convicciones
éticas. Diputados de todas las provincias orientales se presentaron.
Su presencia abrió la sesión. El público, en silencio expectante, aguardaba
sus palabras. En el estrado, con solemne calma, hizo lectura de la Oración
Inaugural. Sus palabras sobrevivirán la historia, su contenido hermoso,
visionario y sincero marcará por siempre todo espíritu revolucionario.
Exigió salvaguardias para la voluntad popular, una constitución que
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establezca legítimamente la inviolabilidad de los derechos sagrados,
reclamando para las provincias toda la libertad que no se delegara en este
documento, constituyendo un gobierno nacional, inclusivo y democrático,
sin aceptar entonces, como no lo haría jamás, la separación de las
provincias hermanas, haciendo hincapié en la necesidad de emanciparse
del centralismo.
Artigas comenzó asegurando: “Ciudadanos: El resultado de la campaña
pasada me puso al frente de vosotros por el voto sagrado de vuestra
voluntad general. (...) Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por
vuestra presencia soberana. Vosotros estáis en pleno goce de vuestros
derechos: ved ahí el fruto de mis ansias y desvelos”.
No se situó más allá de la ley. Condicionó su autoridad a la representatividad
del pueblo. Al encontrarse este reunido, las decisiones concernían no solo a
él, sino a los diputados, a los hombres todos. No fueron palabras vanas sino
acciones concretas. Las autoridades porteñas, excelentes en el plano retórico,
mostraban una flagrante falta de compromiso con todo lo que lo excediese.
El federalismo rioplatense fue engendrado en ese Congreso. Su padre, su
emblema, fue Artigas. En base a lo discutido allí, él redactó una serie de
instrucciones para los delegados. De haber sido escuchadas, un país unido
hubiera sido posible, pero bregar por la igualdad de las provincias, por un
gobierno fuera de Buenos Aires, exigir la sumisión de las fuerzas porteñas
en la Banda a la Banda misma y promover la equitativa repartición de las
rentas aduaneras era ir demasiado lejos. La eficacia de las propuestas fue
nula, siendo útiles solo como precedente. Causarían la definitiva fractura
entre las autoridades capitalinas y el caudillo.
A finales de mayo partieron los diputados, siendo rechazados en julio. Los
infames pretextos que los porteños utilizaron debieran avergonzar a sus
ideólogos. De ingenio maquiavélico para intrigas más complejas, esta vez
la mentira pobremente ideada fue torpe e infantil.
Nunca había visto a Artigas tan enfadado. Le comunicaron la noticia y al
segundo reaccionó vomitando injurias y jurando venganzas. Su paciencia había
terminado. El distanciamiento con Rondeau fue la conclusión de un anunciado
final. Sembrada de pequeñas traiciones porteñas, la relación se deterioraba en
progresivo declive desde la afrenta de Ayuí y el oprobioso armisticio.
Su accionar reflejaba la ira y su sentir, la tristeza, esa fatídica mezcla de
sentimientos que todos vivimos al ver derrumbadas nuestras ilusiones.
Fue la primera vez que observé el estado de pordiosera pobreza en la que
el regimiento estaba sumido.
La división entre soldados rasos y hombres de gran jerarquía era difícil de
observar. Todos con ropas igualmente andrajosas. No presentaban más
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distinciones entre sí que las rasgaduras causadas en la batalla. Dormíamos
en inhóspitos campamentos con el duro suelo como única comodidad. En
los días esperanzados eso era apenas perceptible. Un manto de alegría,
como un furor constante, nos llenaba de ciego optimismo. Al reinar el
descontento, nuestra miseria material fue evidente, pero también fue
evidente la gloria que nuestro patriotismo altruista nos otorgaba.
Desconcertado, fui a observarme al espejo del arroyo, encontrando en él
a un barbudo gaucho, que me observaba con ojos salvajes. El doctor y su
frac se habían perdido. Ya no era ellos; ya no más.
Artigas lanzó su grito “Federación e independencia” y los oídos de las
provincias litorales escucharon.
Durante meses reinaría una calma ficticia. El Protector desconoció a
la ilegítima asamblea. Preparó su plan de acción, se contactó con los
cabildos orientales y reunió a los pocos campesinos que aún no le eran
fieles. La tensión, acrecentada a diario por recíprocas ofensas, estalló en
enero del 1814.
Me ha confiado mi amigo que abandonar Montevideo fue la más difícil
de sus decisiones. Cuando estaba a punto de tomar la plaza y concretar
la empresa a la cual había dedicado tres años de su vida, se fue. Sin
pronunciar una arenga desertora, con su caballo como acompañante
único, abandonó el honor vencedor para cedérselo al ingrato Alvear. Dejó
el campo en manos enemigas. No concretó la fácil victoria, abandonando
su amada ciudad en manos de la suerte.
Sin embargo, actuó con justeza, debió dejar la ciudad para emanciparse
del directorio, abandonar la aventura para emprender la epopeya. Los
soldados así lo comprendieron. Su jefe había abandonado la batalla solo,
sin escolta en la pradera. En las costas del río Uruguay esperó a su gente,
que cabalgó veloz a su encuentro. Una deserción masiva ocurrió ante las
mismas puertas del triunfo. Al mando de Otorgués, corrieron y galoparon
hacía el rebelde líder. Las ofensas de Buenos Aires no quedarían impunes,
gritábamos al caminar. Se congregó, bajo su orden muda, el primer
ejército de la federación.
Los realistas pensaron que podrían aprovechar el golpe de gracia. Intentaron
comprarle con honores estériles y arcas de dinero. La respuesta fue la misma
que siempre había dado y dará a futuros ofrecimientos: “Yo no soy vendible, ni
quiero más precio por mis empeños que el bienestar de mi nación”.
El entonces director supremo, Posadas, en ciega y enardecida furia, lo
declaró traidor a la patria. La cabeza de Artigas tenía precio. Nuevamente
bandido, fuera de la ley pero al amparo de la justicia, declarado traidor por
quienes le habían traicionado.
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En vorágine genial, brava y guerrera, los hombres de los llanos acudieron
a las armas. En el litoral, el nombre legendario acabó el tibio ensueño
de los pueblos. Sus lugartenientes levantaron sus tropas, venciendo en
todas partes a los detractores porteños. Seis provincias, cien pueblos le
responden, una turba de hombres andrajosos ha grabado para siempre
su legado en la historia. Montevideo cae también, el buen Otorgués es
nombrado gobernador.
Artigas y su estirpe de valerosos guerreros habíamos desafiado a dos
enemigos superiores, derrotándolos en grandiosa hazaña. Posadas pacta
en retirada necesaria, le quita el inmerecido titulo de traidor, acepta sus
jerarquías, tiembla con su sombra, lo entrevé en pesadillas.
Las provincias se intuían traicionadas y vieron en él a su redentor. Media
nación clamaba los nombres de la independencia, con una agitación
desmedida, impertinente, memorable, la misma que me invadió al
presentarme una batalla por primera vez. La ensangrentada sombra de
mi padre se levantó en mí para otorgarme aquello que por nacimiento
merecía: el coraje y saña del verdadero americano. No me enorgullezco
de mis actos, pero eran imperiosos. Se debe aventurar la vida en pos de
la libertad. Es el más precioso regalo y el más fuerte deber. Mis manos se
mancharon con sangre y barro.
Por fin la calamitosa situación económica de la Banda Oriental,
profundamente herida por la guerra, parecía vislumbrar una salida. Bajó
la tutela del Protector y su lema: “Los más beneficiados deben ser los
más necesitados” se repartieron tierras a los empobrecidos y se fijaron
aranceles a los productos extranjeros. Lentamente la provincia se
adentraba en el rumbo correcto. La igualdad no era un imposible.
La historia copia a la literatura: quizás quien arbitra nuestros destinos sea
escritor. La trágica simetría poética reclama que el héroe llegue a la cúspide
de su gloria antes de descender a los infiernos. La América caótica parecía
escenario de sueño, lista para obedecer los mandamientos de la fatalidad.
Más que mi amigo, era un héroe auténtico. La Liga Federal se había
congregado bajo su nombre. Las provincias –Córdoba, Corrientes, Entre
Ríos, Santa Fe, Misiones y la Banda Oriental–, en fantástica unión, habían
resuelto desoír a la polis en tanto esta continuase intentando dominarlas.
Artigas siempre decía: “Cuatro líneas del directorio pueden cambiarlo
todo y garantizar la unión”. No buscaba este bloque la bipartición sino
el combate ante las políticas separatistas de un reducido grupo de
manipuladores.
Uno de los más grandes acontecimientos de la revolución fue el Congreso
Oriental, ilustre ocasión. Detrás de sus puertas, las provincias libres, juntas
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por propia voluntad, actuaron aunadas, declarando la independencia e
instituyéndose rebeldes en los Pueblos libres, nombrando a Artigas como
su Jefe Supremo y Protector.
El mejor recuerdo que me han dejado esos años trágicos y asombrosos lo
recibí al salir del congreso. Afuera nos esperaba una multitud que, con sus
mil voces hechas una, agradecía nuestros esfuerzos, que eran también
los suyos propios.
¡Viva Artigas!
Lo idolatraban, era el indicado para guiarlos, quien sabía comprenderlos,
cuya valentía épica había enfrentado a lusos, españoles y porteños. El
hombre de hierro que había resistido bajó el asedio de poderes superiores,
guiándolos a la ventura, a una posible victoria. En sus batallas no había
crímenes insensatos, ni en su alejamiento traición.
¡Viva la revolución!
Amaban la causa, sus gritos de jolgorio no eran hijos de la insensatez
pueblerina. La revolución era suya, su afán y su desvelo, abogaban por la
federación y la igualdad.
¡Vivan los pueblos libres!
Mis dudas habían cejado al fin, aquello era democracia, salvaje, intuitiva,
verdadera. No el sueño de los enciclopedistas ni el resultado de los
desvelos ilustrados. Era la versión que un pueblo civilizado y bárbaro, al
unísono, podía tener de ellas; era auténtica.
Los ojos de Artigas se encontraron con los míos, expresando satisfacción.
La incesante lucha encontraba, al fin, años felices.
Buenos Aires respondió con su propio Congreso en Tucumán,
desgraciadamente volcado al unitarismo. Sin embargo, no había por qué
temer. El poder estaba equilibrado. Nuestro enemigo no era invencible
y nosotros nos veíamos fortalecidos. Mientras ellos buscaban garantías
en la Francia e Inglaterra, rogando al viejo continente aprobación y un
monarca, nosotros, más genuinos, insumisos y arrogantes, seguíamos
solo nuestro americano sentir.
VI
¡Oh fortuna, mil veces maldita sea tu femenina crueldad! Infelices de
nosotros, ignorantes entonces de lo que nos deparabas.
Mientras vitoreábamos la soñada federación, un nuevo trato se urdía en
las sombras. Juan Martín de Pueyrredón, su impío nombre sea cubierto de
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vergüenza, pactaba con Brasil, comprometiendo la seguridad, soberanía
y vida de los hombres orientales. El vil acuerdo prometía neutralidad
absoluta en la eminente invasión de los portugueses. La ira y el rencor no
justifican la decisión oprobiosa. Ninguna compasión merece ser capaz de
vender a su patria para deshacerse de un opositor. Venganza mezquina
de un hombre mezquino.
La traición se reencontraba con su víctima dilecta. La rendición, empero,
no era posible. Habíamos enfrentado a esos canallas antes. Que viniera
quien quisiera venir, pero los orientales valientes no claudicarían; no se
amedrentarían ante nada.
Uno de mis compañeros dijo al escuchar la noticia:
“Serán ellos 15.000 veteranos de las guerras napoleónicas. Vosotros sois
miles de hombres libres y, para quien os ofende intentando violentar a
vuestra amada, no tendréis, ni debéis tened, la menor compasión. Sea
vuestra táctica la astucia, vuestros caballos un fusil “
Proclama optimista, como nuestro ánimo. Nuestras pasadas glorias nos
hacían creernos invencibles, omnipotentes soldados bajo el mando de un
mítico comandante legendario, contemporáneo Marco Aurelio que nos
guiaría a la victoria. La palabrería romana es mía pero el sentir general.
Dos gigantes bíblicos nos rodeaban: Buenos Aires se había unido a su
histórico enemigo solo para vencernos. Preferían desaparecer a tolerarnos.
La provincia oriental no podía formar parte de su territorio. Nuestro puerto
hubiera acabado su monopolio. Y eso era algo que el nefasto Pueyrredón y
las obscuras fuerzas que lo dominaban no permitirían jamás. Como David,
esperábamos vencer.
Solo permanecía cauteloso Artigas. Con sabiduría estoica recibió la noticia
y con intrepidez americana diseñó la respuesta. Los laureles antiguos no
acudirían en nuestro rescate.
VII
Luchamos una guerra imposible, acumulando una seguidilla de derrotas
memorables. Suplimos con valentía nuestras carencias. Combatimos
feroces como animales, solo dejando de avanzar al caer muertos. Nos
postraron 100 veces y 100 nos levantamos. Debimos enfrentar hordas
infinitas a campo abierto en mil titánicas proezas estériles. Perdimos
el miedo al infierno que nos aguardaba. Nos reíamos ante la muerte,
ignorábamos el temor hasta del más temido. He visto en esos años
caóticos a decenas de buenos uruguayos que, desde el suelo y en última
agonía, levantaban la lanza para dejar en esta tierra un maldito menos. No
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nos dimos por vencidos ni siquiera vencidos. Quedaría siempre nuestro
nombre en la historia del valor.
En Santa Ana marcó mi cara una horrenda cicatriz. En India Muerta casi
dejo mi alma. En todas manché de rojo mi cuchillo.
Tres años inverosímiles duró la resistencia. Cuánta sangre oriental, india,
paisana y gaucha regó entonces los pastos de la dulce patria. Dejamos en
el campo miles de vidas. Lloramos con amargura sus muertes, jurando
sobre sus restos la victoria que no fue.
Perdimos a nuestros mejores estandartes. El leal Lavalleja fue
capturado en el arroyo; Andresito, el indomable guerrero de Misiones,
fue llevado al Brasil para no volver; los hombres de ambos aguardaban
bajo tierra su regreso.
Lejos de ayudarnos, el directorio continuaba las intrigas deshonrosas
para nuestra total aniquilación. Con decisión suicida se le ofrecen a un
imperio enemigo las fronteras de la patria.
En 1819 ya nada restaba por hacer. Nuestra gesta había fracasado. Solo
negociar una salida indigna hubiera podido salvarlos. No es este mundo
de indignas diplomacias lugar para un hombre legendario que “ama
demasiado a su patria para sacrificar este rico patrimonio bajo el precio
de la necesidad”.
La única victoria estratégica del año fue lograda por Artigas en persona.
Los entrañables caudillos López y Ramírez, escuchando su pedido,
partieron a Buenos Aires. El porvenir de la batalla era incierto pero un
frente estaba cerrado.
Solo quedábamos algunos cientos de soldados desnudos, diseminados
por la llanura. El corazón de los orientales le pertenecía, pero no así los
recursos para armar a nuevos reclutas o el tiempo para hallarlos. Siendo
inevitable la derrota reaparece la traición, la más amarga enemiga.
Fructuoso Rivera, el incansable patriota, nos había abandonado, tentado
por los ofrecimientos portugueses.
Mi destacamento fue a reunirse con el general, demostrándose aun
leal, todavía fiel. Unos demonios portugueses nos sorprendieron por las
espaldas, cortándonos camino. Yo mismo resulté herido. Caí en Tacuarembó
con el vientre abierto cual mi padre, pensando que compartiría su ingrata
historia. Cerré los ojos mirando el cielo.
62
VII
Algún espíritu bendito, de esos tantos amigos muertos, no habrá querido
para mí ese irónico destino. Desperté una semana después en un
improvisado campamento, tres harapientos orientales me miraban, un
médico entre ellos, que con sus milagrosas manos había curado mi herida.
“Venimos de Mataojo, la revolución ha terminado, el general nos licenció,
se fue a Entre Ríos, derrotado”, me dice uno entre sollozos. No lo escucho,
quiero morderlo con mi extraviado cuchillo, gritarle traidor. Ante la
imposibilidad de hacer ambas, resuelvo juzgarlo con mis manos en su
cuello. Una punzada en el hígado, dos llantos, cuatro manos me detienen.
Miro a los tres a los ojos. Son sinceros.
La libertad era mi regente y yo debía ser su defensor. La revolución no
había terminado mientras Artigas estuviera en territorio patrio; no para
mí. Robé un caballo, dirigiéndome a Entre Ríos entre los febriles ensueños
que mi herida dictaba. Galopé veloz, enloquecido y medio muerto para
encontrarme con un viejo amigo. Debía convencerlo. No podía quedarse
impávido mientras agonizaba la federación.
¡Qué grata sorpresa me lleve al llegar! Lo encontré con vitalidad intacta,
organizando un nuevo ejército. Las provincias eran suyas. Hombres de
todas ellas venían a ofrecerle sus servicios.
Nunca abandonó el afán federalista. Su objetivo era vencer a Buenos
Aires, reorganizarse internamente para volver a la Banda fortalecido y
vencer allí uniendo con eternos vínculos a la totalidad de la nación.
Cuando pisó Entre Ríos, no se creía con oportunidades sinceras. Su actuar
debía ser cauteloso, casi en silencio y no desafiante. De ahí la razón de la
parsimonia con la que actuó en su regreso a suelo libre.
Una noticia inesperada lo cambió todo. En la batalla Cepeda, López y
Ramírez, sus comandantes invencibles, habían acorralado a la pérfida
capital. Los caballos del Norte habían vencido a la sofisticada artillería.
Un ejército de provincia aniquiló a su contrincante, falso europeo.
La montonera venció al Congreso Tucumano, abolió el Directorio. La
federación tuvo la victoria a sus pies.
La historia es dos veces, se copia a sí misma. Un suceso que debiera ser
afortunado terminó por sellar la ruina. La victoria fue acompañada de la
traición. Ramírez, Judas americano, Rivera criollo, vendió al Protector. Los
laureles del triunfo lo trastornaron, no deseó seguir órdenes de un jefe
derrotado. Por designio legal estaba subordinado a Artigas; por voluntad
no estaba ligado ya más que a sí mismo. Su antes amado jefe le era
aborrecible, pues se interponía en su camino al liderazgo.
63
Con ansias personales, objetivos localistas y un proceder indigno, firmó
el Tratado del Pilar, sin incluir en él la más urgente de las cláusulas: la
que asegurase la declaración de guerra al Brasil. Nuevamente las tramas
secretas de Buenos Aires triunfaron frente al fracaso de los hombres. Su
seguridad se pagó en oro. La unidad nacional no pareció importarle al
entrerriano entonces.
Ramírez despreciaba al caudillo. Lo consideraba inferior pero, al mismo
tiempo, temía su grandeza. Sabía que la ofensa no le pasaría desapercibida.
El hombre era inflexible y temerario. La energía legendaria de Artigas lo
hacía peligroso. No tenía ejército, pero lo conseguiría. Años después conocí
las cartas que un aterrado Ramírez manda a Buenos Aires solicitando
ayuda desesperadamente.
Ira furor brevis est. La ira es locura breve y ninguna es mayor que la
generada por el engaño. Nuevamente el fantasma de la traición ahogaba
la dicha. Las mil órdenes que el general enviaba se interrumpieron cuando
un mensajero le trajo la triste primicia. En el mismo momento en el cual
lograba la caída del directorio, debe volver a vestir el uniforme, cabalgar
a su última batalla. Su paciencia, nunca abundante, se había terminado.
Encolerizado, optó por la acción.
En los llanos se escuchó su voz. Ante su patriótico llamado, 3000 soldados
acudieron. Los pueblos libres seguían creyéndolo su protector. A sus
órdenes alzaban sus lanzan, afilaban cuchillos, aventuraban la vida. Él
les había dado tierras, esperanza y consideración. No podían dejarlo solo
ahora. Otros fracasos honrosos y geniales debían escribirse antes del fin.
Nos enfrentábamos entonces dos bandos, como viejos amigos a quienes
la rivalidad y el deber han separado. El siniestro entrerriano había
demostrado astucia perversa para sus manipulaciones: una cláusula
secreta del Tratado del Pilar le otorgaba refuerzos porteños y acceso a
sofisticada artillería, a la cual la bravura de nuestros hombres no pudo
hacer frente. En Las Tunas tuvo lugar el combate definitivo. Las cuchillas
entrerrianas, apoyadas por los fuegos porteños, nos derrotaron.
Ni haber vencido en personal combate a su antiguo jefe satisfizo el
rencoroso deleite con el cual Ramírez nos atacaba. El miedo hace
violentos a los hombres y ese renegado era presa del pánico. No amainó
la fiereza de la persecución ni siquiera la culpa o el recuerdo de viejas
alianzas. Nosotros huíamos hacia el Norte y sus hombres nos seguían a
la distancia de un respiro, destruyendo nuestra retaguardia, matando a
los rezagados. Sabía bien el traidor que si Artigas tuviera una semana de
tiempo un nuevo ejército se congregaría para salvar su vida. De hecho, si
sobrevivimos a la inclemente matanza fue por los grupos de indios que
64
espontáneamente se sumaron a nuestras escasas fuerzas
Llegamos al Norte, el desconocido Norte, sepulcro verde, cárcel inmensa
de barreras infranqueables. Nos arreglamos para sobrevivir. Cruzamos al
Paraguay, de donde Artigas no saldría jamás.
Se agotaba por siempre la aventura. En el nuevo país, tropical y misterioso,
el pasado era difuso. Las cuchillas gauchas, la gloria oriental, la infinita
llanura y la federación eran un sueño memorable. No más que un sueño,
una ficción, una leyenda. Entró al nuevo país como un gacho cualquiera,
sin más que un poncho roto y dos alforjas. Se iba al olvido un gran caudillo,
hecho de todos los hombres.
VIII
Y treinta años después sigue con vida. Su tragedia griega tuvo incontables
tardes en el exilio pero pocas memorables, muchas solitarias. Que otros
se encarguen de contar sus cabalgatas, la reunión con Paz, la vista de la
constitución uruguaya o los maltratos que sufrió al morir Francia; esos
sucesos serán responsabilidad de otra pluma.
No sé cuántas horas permanecí mirándolo dormir, sin creer que a
él también pudiese alcanzarlo la muerte. Siempre fue superior al peligro.
Llega Ansina y otra gente, no recuerdo quiénes eran ni sus rostros. La tristeza
enturbiaba mi visión. De repente se levanta el general asustado. Sabe que
se va a morir y no quiere hacerlo allí. Grita: “Yo no debo morir en la cama
sino montado en mi caballo, tráiganlo que voy a montarlo”. Sus esfuerzos por
incorporarse fueron titánicos pero aquello era demasiado para un octogenario
moribundo. Cayó desmayado, y murió pocas horas después.
La justicia poética es dichosa, y tristes son los hombres. Quien por
deslumbrantes derrotas será recordado, muere en un último intento
desesperado, imposible y bestial. Siendo libre, salvaje, brillante, oriental y
argentino hasta en su lecho, eternamente americano.
BIBLIOGRAFÍA:
- Luna, Félix (1976), Los caudillos. Editor Peña Lillo. Buenos Aires, Argentina.
- O´Donnell, Pacho (2012), Artigas, La versión popular de la revolución de mayo. Editorial Aguilar.
Buenos Aires, Argentina.
- Ramos Abelardo, Jorge (1986), Las masas y las lanzas (1810-1862). Editorial Hyspamerica.
Buenos Aires, Argentina
ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS UTILIZADOS:
- Feinmann, José Pablo (31/10/2004), “Artigas al poder” en Página 12. Buenos Aires, Argentina.
- Feinmann, José Pablo (19/02/06), “Un poco de grandeza” en Página 12. Buenos Aires, Argentina.
- Ferré Methol (19/05/1961), “Artigas o la esfinge criolla” en Semanario Marcha.
65
- O´Donnell, Pacho (30/04/12), “Protector de los pueblos libres” en La Nación
Joaquín Yapur
Piedra Buena, Santa Cruz, Argentina
EL MESTIZO. CRÓNICAS DE UN ESCLAVO
¿Qué sentirías si te sacaran del seno de tu
hogar, te alejaran de tus familiares y seres
queridos, te llevaran a un lugar remoto,
lejos de todo lo conocido, como una bestia,
como un ser despreciable, en donde serías
vendido como un animal para servir a otros,
tan solo por tener distinto color de piel y
diferente cultura, sin tener en cuenta que
el Creador nos hizo a todos iguales? Eso le
ocurrió a mí bisabuelo, Abú Nafa.
Abú era un nativo africano de un metro noventa
de altura, de piel negra, ojos color café, cabello
crespo y muy rizado, nariz chata y aplastada
y de labios muy gruesos, que había nacido en
1770, en la región del Golfo de Guinea, de cuando estas tierras pertenecían a
España. Fue arrebatado de África como quien arranca una fruta de un árbol
para comerla y después tira el carozo. Fue arrastrado a la fuerza y arrojado
en el buque español Esperanza. ¡Qué sarcástica puede llegar a ser la vida! Allí
comenzaron sus pesares.
Fue maltratado, despreciado, metido en un pozo como si fuera una rata. Solo
escuchaba los llantos y gemidos de las personas que corrían su misma suerte.
Si lograba dormirse con el rolar de las aguas, se soñaba asimismo corriendo
libremente por la pradera de su querida África, feliz y sin preocupaciones.
Aquel sueño era lo único que lo mantenía cuerdo. Siempre estuvo hambriento,
pues lo único que le daban de comer eran las sobras de los tripulantes y algunos
insectos que encontraba dando vueltas por allí.
Se le hacía imposible respirar pues el olor era nauseabundo y putrefacto. Se le
pegaba a la piel. A veces pasaban días hasta que alguien se daba cuenta que
uno de los pasajeros había fallecido. Al principio le dio pena pero luego supo
que esa era la única manera de ser libre. Para él eso era tener suerte.
La incertidumbre de no saber a dónde los llevaban lo carcomía, aunque
presentía que no iba a ser nada bueno. Algunos de sus compañeros de encierro
66
decían que los llevaban al fin del mundo. Otros decían que los iban a dejar en
una isla para sacrificarlos, mientras que él pensaba solo en como haría para
poder volver a su hogar.
Los días pasaban y su sueño de volver parecía alejarse cada vez más. Una
noche, mientras que los demás dormían, vio un resplandor que provenía
del suelo. Quiso ver qué era aquel resplandor, como polilla a la luz.
Cuidadosamente y sin despertar a nadie, fue a ver qué ocurría. Era una
especie de broche que le daban las hijas a sus padres cuando zarpaban a
alta mar. Al reverso tenía inscripto un nombre: José de Navarro.
Abú era un hombre humilde y honrado. Decidió entonces regresárselo a
su respectivo dueño. Se lo guardó en su taparrabo y esperó a que saliera
el sol para devolverlo. A la mañana del mismo día él escucha un bullicio
proveniente de la bodega. Era el cocinero del buque. Se lo veía con una
cara de desesperación, como si algo importante se le hubiese perdido.
Abú dedujo que el broche debía pertenecerle. Se le acercó y le mostró al
cocinero el broche. El cocinero lo vio a Abú preocupado y pensó que era
porque él tenía el broche. Abú lo dejo en el suelo, cerca del cocinero y se
alejó. El cocinero se sorprendió a ver la bondad que tenía el prisionero y le
dijo: “Le agradezco que haya hallado y devuelto mi broche, pues tiene un
valor sentimental muy grande para mí. Abú no hablaba español, pero por la
expresión del cocinero José, supo que le estaba eternamente agradecido.
José estaba vestido con una camisa blanca; un capotillo con capucha; dos
jubones, uno de paño azul y otro listado en azul y blanco; un casquete
encerado; un birrete de lana colorado y un par de zapatos abotinados
hasta más arriba del tobillo.
De pronto se escuchó una voz ronca que provenía de la cocina del barco:
“¡Cocinero! ¡Venga ya para acá que mis hombres se están muriendo de
hambre!”. Después de escuchar estas palabras, José se quedó pálido como la
luna en altamar y salió corriendo hacia la cocina.
Abú, feliz de que había devuelto el broche, se puso a dormir, ya que eso
era lo único que podía hacer para que el tiempo no durase eternamente.
Soñaba con su madre; extrañaba su cariño, su dulce voz que siempre lo
reconfortaba y más que nada su exquisito plato de cebra con nueces sea
que le preparaba en ocasiones especiales.
Algo fuera de lo común lo despertó esa tarde. Al abrir sus ojos se
sobresaltó al ver a José dejando frente a él un espeso y humeante plato
de porotos con carne de res. Desde ese momento, Abú supo que se había
ganado un amigo.
Al ser un hombre humilde, decidió repartir la comida con los demás prisioneros.
La estadía en aquel barco comenzaba a mejorar para Abú. Al fin la vida
67
comenzaba a sonreírle nuevamente. Los días siguieron pasando y José siguió
visitando a Abú. Continuó llevándole buena comida y comenzó enseñándole la
lengua española y sus costumbres.
José comenzó a contarle sobre su vida. Le dijo que había nacido en Castilla
La vieja y que trabajaba en la cantina de su padre, Don Ignacio de Navarro,
de quien había aprendido el arte de la cocina; y que su madre, Florencia
Adelaida de la Cruz, era una de las mejores modistas de toda España.
Tenían dos hermanas, Isabela y Guadalupe, quienes estaban casadas y
tenían hijos. Él estaba casado con Margarette La Maison, que era francesa,
y tenía una hermosa hija llamada Caterine de Navarro.
Abú le preguntó cómo es que había terminado en ese barco. José le contó que
después de que su padre falleciera, su madre había enfermado de gravedad.
Tuvo que abandonar su trabajo de cocinero y obligó a su esposa a que se fuera
a vivir con su suegra en Paris, Francia, para poder cuidar a su madre, hasta que
finalmente falleció. Para cuando quiso volver a trabajar ya habían cerrado su
taberna y su mujer no quiso volver con él. No le quedó otra opción que buscar
otro lugar en donde el pudiese trabajar. Por suerte, tenía un tío que era dueño
de una taberna cerca del puerto de Cádiz, en donde conoció al capitán del barco
Misael de Fiílineas, quien andaba reclutando hombres para investigar el Nuevo
Mundo. Hacía cinco años que vivía en aquella nave. Ya se había acostumbrado
a los malos olores y al incesante bamboleo. Él y el capitán se habían hecho
amigos luego de haberse convertido en cuñados.
Meses después, el barco atracó en una isla para conseguir provisiones.
Bajaron a los prisioneros para que respiraran aire fresco. Los tenían
encadenados unos a otros de pie a cabeza en grupos de cuatro. Era la
primera vez que Abú podía ver la luz del sol desde que lo capturaron. Miró
a su alrededor y comenzó a ver cuántos prisioneros había. Eran más de
veinte los que se encontraban encadenados allí. Al principio debieron haber
sido más de cincuenta, pero en el barco fallecieron demasiadas personas a
causa de las enfermedades y los maltratos, sin contar a los que acusaban
de querer revelarse contra el capitán y directamente se los arrojaba al mar.
Al anochecer los ataron a los árboles como si fueran perros. Un marinero con
un mosquete montaba guardia para que no intentaran escapar. ¿Escapar?
¿Adónde? Se encontraban en una isla rodeada por el océano, con tiburones
asesinos asechando sus aguas y además se corría el rumor de que en esa isla
vivían caníbales, haciendo imposible la posibilidad de escapar con vida.
A mitad de la noche, se escuchaban gritos provenientes del interior de
la isla. Durante toda la noche no pudieron dormir a causa del miedo que
invadía a los hombres y por causa de los enormes mosquitos que roban
su sangre para alimentarse.
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Cuatro días se hospedaron en aquella maldita isla, hasta que por fin terminaron
de reaprovisionarse y realizar las reparaciones del navío. Los isleños,
enfurecidos por haberse visto invadidos en su propia isla, comenzaron a
atacarlos, con lanzas y flechas envenenadas. Durante el ataque, se podía
ver cómo volaban los perdigones de los mosquetes de los marineros por
todas partes. Los isleños, uno a uno, fueron cayendo ante la superioridad
armamentística de los españoles. Otra vez el hombre blanco volvió a
ganar gracias a sus armas de fuego.
Al voltear la mirada, Abú vio que sus dos compañeros de encadenamiento
estaban muertos. Uno tenía un agujero en la cabeza hecho por algún
perdigón que cambio su curso y el otro simplemente sucumbió ante la
atrocidad que había sucedido frete a sus ojos. Cada vez más sentía cómo
su vida se le escapaba de las manos. José fue corriendo a ver qué les había
pasado a los esclavos prisioneros, una decisión que los otros marineros
tomaron con indiferencia y desprecio.
Cuando finalmente zarparon, el capitán había citado a José a que fuese a su
camarote para que hablasen sobre lo sucedido. Horas más tarde, un esclavo le
trajo a Abú una nota de parte de José, la cual decía:
“Abú, el capitán me ha prohibido volver a verte. Cuando entré a su camarote, me
estaba esperando sentado en su escritorio. Me miró con gesto de indignación.
Al principio comenzó a preguntarme si me sentía bien, luego me preguntó
si no me había vuelto loco. Después discutimos sobre que los esclavos no
son animales y también tienen derechos. Por lo ocurrido, el capitán me ha
obligado a no poder abandonar la cocina. Igualmente seguiré mandándote
notas de lo que ocurra. ¡Cuídate! “.
Y así José fue enviándole nota tras nota, durante veinte días. Una tarde,
mientras el océano descansaba y la esclavitud dormía, una oleada de
murmullos chocaban contra los oídos de Abú. Era el segundo oficial al
mando, Carlos del Prado, quien estaba hablando con varios tripulantes
acerca de eliminar a alguien. En ese momento, uno de los tripulantes que
estaban allí se dio cuenta de que Abú estaba despierto oyendo todo lo que
decían. El marinero le informó a Carlos:
– “¡Oficial Carlos! Aquel prisionero ha estado escuchando todo lo que
hemos planeado!
– ¡Tranquilícese, idiota!, respondió Carlos. Los salvajes no saben hablar nuestro
idioma. Seguramente está hipnotizado con aquella brillante botella. Désela
para que juegue con ella o lo que sea que haga con ella.
Abú no entendía lo que estaba pasando pero sabía que no era bueno. Decidió
que avisaría a José sobre lo ocurrido. En la botella que el marinero le dio,
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escribió una nota explicando lo que había pasado. Cuando el cautivo de José fue
a darle de comer, él le entregó la botella susurrándole: “Entrégale urgente está
botella a José. Presiento que algo malo ocurrirá dentro de poco. Ten cuidado de
que no te la hurten“.
Al oír estas palabras, el joven cautivo salió corriendo a cumplir el mandato.
Momentos después, el mismo joven volvió con la botella. Esta vez con una
nota de José que decía: “Abú, si tus afirmaciones son ciertas, el capitán
corre un grave peligro. Gracias por haberme informado. Yo le avisaré al
capitán de lo ocurrido.”
Al ponerse la noche, un fuerte estruendo retumbó en la cubierta del barco,
seguido de una horda embravecida de marineros. Se podían escuchar los
disparos de los mosquetes y el rechinar de las espadas. El infierno se había
desatado en la cubierta. Del techo de la prisión brotaba sangre y cadáveres
caían por la escalera. De pronto, una sombra de vida salía de entre los muertos.
Era José, quien estaba malherido. Abú no entendía lo que estaba sucediendo.
José se le acercó arrastrándose y con un último aliento le dijo: “Abú, leal amigo,
voy a estar bien, no te preocupes. El capitán no quiso creerte y ahora los
rebeldes están amotinándose. Toma este broche. Si logras escapar de tu cruel
destino quiero que se lo des a mi hija en Paris. Dile que la amo y que siempre
estaré a su lado aunque no pueda volverme a ver.”
Luego de esas palabras, José falleció. El único amigo que tuvo en aquel barco
murió entre sus manos. El dolor que sintió en ese momento hizo querer
arrancarse esas cadenas que lo aprisionaban para poder estrangular a quien
lo había asesinado. Uno de los prisioneros lo contuvo para que se calmara y le
dijo que aunque José había muerto, no dejara que sus enseñanzas fueran en
vano. Abú se tranquilizo y recogió el broche. Se dio cuenta que, si quería honrar
la memoria de su amigo, tenía que cumplirle su último deseo.
Cuando cesó el motín, el puesto de capitán había sido ultrajado por el oficial
Carlos y al verdadero capitán lo encadenaron junto a los esclavos para luego
ser acusado por traición a la corona española
La noche parecía hacerse eterna y el capitán aun no entendía por qué Carlos
lo había traicionado. Momentos después, una siniestra figura comenzó a
bajar por la escalera diciendo con voz ronca y desgastada:
–“¿Aún no comprende verdad, capitán? Perdón, excapitán. ¿Aún no entiende
por qué lo han traicionado? Le refrescaré un poco la memoria. ¿Recuerda
dónde estaba usted hace cinco años?
- No, no recuerdo –respondió el capitán asombrado–. ¿Quién eres?
- Tranquilo, Misael. Todo será revelado a su debido tiempo. Bueno, como le
estaba diciendo, hace cinco años usted estaba navegando cerca de las Islas
Canarias, cuando un barco portugués acababa de recoger un cargamento
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de especias con destino a las colonias portuguesas en América. Pero no
pudo cumplir su misión gracias a que usted, sin ningún motivo, lo hundió
en medio del mar dejando un solo sobreviviente. Ese sobreviviente, era el
capitán de esa nave y luego, al regresar a Portugal, lo recibieron como a
un traidor y lo desterraron al peor de los infiernos. Ese mismo capitán es a
quien ahora rogará pidiendo clemencia.
- ¡Maldita rata! -vociferó el capitán–. Debí haberte asesinado cuando tuve
la oportunidad. Pero eso no explica por qué mis leales hombres me
traicionaron. Además, aún no me has dicho tu nombre.
- Mi nombre es Joan del Prado. Tus hombres te traicionaron por culpa de
tu segundo oficial al mando, quien es nada menos que mi hijo, Carlos del
Prado, a quien yo crié con el único propósito de vengarme del hombre que
arruinó mi vida.
Mientras discutían, Abú había encontrado las llaves de sus cadenas en uno
de los cadáveres que yacían junto a él. Tomó la botella con la que se había
comunicado por última vez con José. Sigilosamente, se acercó a Joan y,
cuando estuvo lo suficientemente cerca como para destrozarle la botella en
la cabeza, un marinero se le apareció por detrás y lo golpeó con la culata de
un mosquete en la nuca, dejándolo inconsciente.
Al despertar, los rayos del sol volvían a acariciar su piel y el clamar de las
gaviotas ensordecía sus oídos. El golpe lo había entorpecido haciendo que
no se diera cuenta que ya no estaba encadenado, pero, cuando recuperó
la razón, se dio cuenta que ya no se hallaba en el barco sino que ahora se
encontraba en tierra firme.
Al mirar a su alrededor, vio a sus compañeros de encarcelamiento y a otros
esclavos formando una hilera, como en un paredón de fusilamiento. Todos
tiesos y sin mover un músculo. Observó hacia adelante y comenzó a analizar
en dónde estaba.
Había muchas casas hechas de madera, niños correteando y jugando en las
calles de tierra. Enormes y frondosos árboles decoraban el entorno. Al mirar
más abajo, notó que estaba en una especie de plataforma y enfrente de él
había un cúmulo de gente lo estaba observando y cada vez que lo miraban
con determinación comenzaban a cuchichearse los unos a los otros, como
una manada de leones acechando a su presa. Cuando las fieras se calmaron,
un hombre blanco y robusto comenzó a vociferar:
–¡Comenzamos la subasta de esclavos!
El hombre cogió a uno de sus compañeros y exclamó:
–Comenzamos la subasta con este perfecto espécimen: un negro fornido
que sirve para los trabajos pesados del campo. Comencemos nuestra puja
con doscientos pesos.
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Al terminar esa frase, un maremoto de ofertas comenzó a inundar la plaza,
hasta que finalmente una cifra sobresaltó sobre las demás: “Trescientos
doblones”, exclamó un hombre con estirpe.
Así fue como se vendieron los esclavos, uno por uno, hasta que, al caer la
tarde, llegó el turno de Abú. De la misma manera fue ofrecido a las fieras
pero en esta ocasión solo hubo una oferta: “Quinientos doblones“, ofreció un
terrateniente que, al parecer, era uno de los más importantes de la zona. Se
llamaba José Gervasio Artigas.
En aquel momento, una sola cuestión le perturbaba a Abú. Todavía no sabía
en dónde estaba. Cuando el terrateniente que lo había comprado lo fue a
recoger, Abú le pregunto en perfecto español:
– Discúlpeme, señor, ¿me puede decir en dónde estoy?
Artigas, asombrado, le replicó:
– ¿Habla español? ¿Dónde lo aprendió? Perdón, me olvidé por un momento
de su pregunta. Está en América del Sur, en el puerto de Montevideo.
Cuando llegó un carruaje, Artigas exclamó:
–Aquí llega nuestro transporte. Vaya subiendo que en el camino podrá
narrarme sus anécdotas.
Dichas estas palabras, Abú subió a la carreta. Mientras partían, Abú dirigió
su mirada hacia atrás para ver por última vez aquella cárcel flotante que por
tres meses había sido su hogar y su martirio. Mientras viajaban a su destino,
Abú le contó todo lo que le había pasado, cómo lo habían maltrataron, cómo
lo despreciaban, pero también le contó sobre las amistades que había hecho
en aquella nave y cómo había aprendido a hablar español.
Cuando el relato de Abú llegó a su fin, se le vino una pregunta a la mente. Con
resignación se dirigió a Artigas:
–Disculpe que pregunte, señor José Artigas, ¿qué piensa hacer conmigo?
–Abú, no son necesarias tantas formalidades. Solo dígame Don Artigas,
como me dice la peonada. Respecto a su pregunta…
Artigas le contó a Abú la historia de América del Sur, de cómo Colon la había
descubierto, sobre cómo los españoles y portugueses la habían colonizado
y sobre cómo, gracias a conflictos en Europa, las colonias en América se
vieron favorecidas para independizarse.
Provenía de una familia muy adinerada de la región de Montevideo, que
tenía importantes emprendimientos rurales. Artigas ondeó la bandera
de la rebelión del campo, lo que le proporcionó un gran número de
seguidores. Él tenía la idea de establecer una Confederación de Provincias
Autónomas del Río de la Plata, pero el gobierno que mandaba en Buenos
Aires rechazó tal proyecto.
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Artigas se sintió ofendido con Buenos Aires, no solo porque rechazaron
su oferta sino también porque quisieron establecer una tregua con los
españoles –aún atrincherados en Montevideo– y con los portugueses que
entrevieron la ocasión de volver a poner el pie en el Río de la Plata en 1811,
cuando enviaron una fuerza pacificadora. Al año siguiente, los portugueses
abandonan su intento. Al final, en 1814, el ejército de Buenos Aires consiguió
la rendición de Montevideo pero, para entonces, ya se había roto toda
relación con Artigas, quien para esa época se había convertido en el líder
de los federalistas antiporteños de las provincias del llamado Litoral que
discurría a lo largo del río Paraná. El gobierno de Buenos Aires, al no poder
vencerlo, en febrero de 1815 finalmente le cedió Montevideo.
–Eso nos trae a usted Abú –le dijo Artigas al esclavo–. Luego de la guerra,
la denominada Banda Oriental, que por cierto es donde nos encontramos,
quedó devastada, tanto la tierra como el ganado. Lo que se me ha ocurrido
es entregarle porciones de tierra a los negros libres, a los indios y a los
criollos pobres para poder levantar a toda esta castigada región.
– Aún no logro comprender qué tiene que ver todo esto conmigo. Yo sigo
siendo un simple esclavo, don Artigas –respondió Abú–.
– ¡Ya no más! –exclamó Artigas–. Desde ahora lo declaro un hombre libre. Si
quiere, lo integraré en mi proyecto, dándole una porción de tierra que tengo
todavía desocupada en el Sur, cerca del río Uruguay. Si usted lo desea,
desde luego –acotó–.
– ¡Usted me acaba de hacer un hombre libre! ¡Claro que acepto su propuesta,
Don Artigas!
– ¡Excelente, Abú! ¡Sabía que se iba a entusiasmar! Entonces, comencemos
con los preparativos.
Al llegar al terreno, Abú miró a su alrededor y notó que la tierra que le habían
dado estaba muy maltratada. Apenas se veía un canto rodado a lo lejos. El estado
de la tierra era deplorable. Era árida como el desierto de Sahara. No había ni
un árbol para hacer sombra. Era igual que el infierno, pero sin las llamas, con
apenas una pequeña casucha en donde poder dormir. Seguramente, cualquier
otro hombre a quien le ofrecieran ese descampado lo hubiera desechado desde
un principio. Pero Abú no lo miró con desprecio sino que lo miró con ojos de
progreso porque él tenía esperanza en aquel maltratado terreno.
Artigas comenzó a darle especificaciones sobre lo que deseaba que se
convirtiera ese lugar.
– Bueno Abú. Este será tu terreno de ahora en más. Tiene un alrededor de
100 acres. Yo te proporcionaré cinco trabajadores, los que estarán a tus
cuidados, dos bolsas con semillas de trigo y cinco vacas para que las críes.
Un hombre vendrá cada semana para ver y notificarme tu progreso.
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Ya estaba listo para marcharse cuando de repente dijo:
– Ah... ¡por poco me olvidaba de mencionar! A unos tres kilómetros pasa un
riachuelo donde podrás obtener agua y algún que otro pececillo que ande
dando vueltas. Toma además estos tres mosquetes, por si llegara a pasar
algo. Bueno, debo partir. La guerra no se va a ganar por sí sola y yo no me
hago más joven.
Dichas estas palabras, partió hacia el ocaso y Abú con sus hombres
comenzaron a trabajar. Investigó lo que la tierra le ocultaba, es decir, buscar
buenos lugares en donde empezar a plantar el trigo. Luego entró en la
casucha para ver lo que tenía. Mientras hurgaba, encontró dos tambores
para almacenar agua, herramientas que lo ayudarían para labrar la tierra,
un par de palas y dos costales de trigo vacíos.
Al analizar todo que tenia, Abú tomó a dos de sus hombres para que
fueran a llenar de agua los tambores. A otros dos los envió a recolectar,
con los costales vacíos, lo poco que le otorgaba la tierra, como madera y
frutos silvestres.
Mientras la mayoría de sus trabajadores hacían lo que le había encomendado,
tomó al más joven para que lo ayudara a buscar un buen sitio en donde
comenzar a plantar.
Recorriendo el terreno, comenzó a dialogar con el joven, quien aparentemente
era muy callado. Tendría alrededor de 17 años, de piel morena y 1,65 metros
de altura. En todo el transcurso del día el joven no dijo ni una sola palabra. Al
caer la noche, los hombres volvieron agotados y cansados. Abú le preguntó
a uno de ellos por qué no hablaba el joven. “Es mudo”, le respondió.
Abú le pidió disculpas por haberlo molestado y el joven le contestó con
lenguaje de señas que no había problema, que siempre le pasaba. Mientras
Abú se disculpaba, los que traían el agua estaban volviendo agotados debido
al peso de los tambores llenos. Entraron a la casucha para descansar. Los
que habían ido a recolectar madera y frutos volvieron con los costales con
algunos troncos, raíces y frutos silvestres y encendieron una fogata.
Aprovechando las raíces y los frutos silvestres, Abú hizo una especie de té, pues
era lo único que podían comer y les dijo a sus hombres: “Hoy solo podremos
beber esta infusión, pero mientras vayamos progresando podremos, el día
de mañana, comer como reyes”. Los hombres, al escuchar estas palabras,
brindaron esperanzados: “Por Abú, ¡para que tenga una vida larga y próspera!”.
Esa noche Abú se ganó el respeto y la confianza de sus hombres.
Los días fueron pasando hasta que llegó la primera semana y, como le había
dicho Artigas, un hombre fue a ver su progreso. Para entonces, los primeros
brotes del trigo ya podían distinguirse de la tierra. Abú siempre preguntaba
sobre la situación de Artigas en el frente pero jamás obtenía una respuesta.
74
Cada día, Abú fue avanzando un poco más en su terreno. Para la segunda
semana, él y sus trabajadores habían hecho una zanja para el regar el
trigo. La situación de Artigas seguía incierta. En la tercera semana, había
construido un corral para sus vacas y al terminar el mes ya había construido
un estanque, ampliado la casucha y agrandado su terreno con tres acres
más linderos al riachuelo.
Los días se transformaron en semanas y las semanas en meses y Abú aún
no sabía nada sobre Artigas. Hasta que un día, que había comenzado como
cualquier otro, él y sus muchachos estaban cosechando el trigo cuando en
el horizonte apareció una banda de hombres armados. Todos estaban mal
heridos. En el medio de ese pelotón, sobresalía una sombra montada: era
Artigas, quien venía de perder en Tacuarembó.
Cuando Abú reconoció la imagen de Artigas, salió corriendo a socorrerlo.
Tomó a uno de sus muchachos y al acercarse a Artigas lo desmontaron y
llevaron en sus hombros hasta la casa. Allí Abú le preguntó:
– Señor José Artigas, ¿qué le ha sucedido?
– Abú, ya le he dicho que me llame solamente Artigas.
– Perdón, Don Artigas, pero es que estoy alterado. Por favor, dígame qué le
ha ocurrido.
– He perdido una batalla, Abu. Esos malditos lusitanos y brasileños nos
superaban en número. La derrota era inminente.
– Pero Don Artigas, si ya sabía que le iban a ganar, ¿por qué no se retiró antes
de que comenzara la batalla?
– Hay cosas que son difíciles de explicar, mi amigo. En estos casos uno
no puede darse el lujo de retirarse. Hubiera sido una verdadera muestra
de debilidad. Además, si me hubiese retirado sin dar batalla, jamás me lo
perdonaría. No podría vivir con mi conciencia desgarrándome por no haber
siquiera intentado demostrar el valor del pueblo oriental.
Abú, al oír esas palabras, supo que Artigas no era un hombre que se daba por
vencido aunque la derrota fuese inevitable. Él daría toda su sangre, sudor y
lágrimas antes de darse por vencido.
Al día siguiente, con ayuda de sus muchachos, alivió a algunos hombres de
Don José, pero aún faltaban demasiados por ser atendidos. Al caer la tarde,
un mensajero llegó con una carta dirigida a Artigas por un tal Francisco
Ramírez. Al oír ese nombre, Artigas tomó la carta de inmediato y se encerró
en la casa ordenando que nadie entrara, que no lo molestaran. Murmullos
se oían salir de allí. Abú acercó su oído a la puerta para poder escuchar
claramente lo que estaba vociferando:
– ¡Esos malditos traidores! ¡Ramírez, maldito canalla!
75
Dos horas después, Artigas salió de la casa y le dijo a uno de sus hombres
que quemara la carta, pero antes de que el soldado pudiese hacerlo, Abú se
adueñó de ella y pudo leer lo que decía:
“Señor José Gervasio Artigas: ¿Sería muy del caso atraerse a dos sujetos
por cualquier interés y promesas? Así, por sus escasos conocimientos del
asunto, le informo que el 23 de febrero de este mismo año se firmó un
tratado en Pilar, denominado precisamente el “Tratado de Pilar””
Disponía la comunicación del tratado a José Artigas “para que siendo de
su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan convenir a los
intereses de la Provincia de su mando, cuya incorporación a las demás
federadas, se miraría como un dichoso acontecimiento”.
“Le informo, señor Artigas, que usted ya no es conveniente para la Provincia
a su mando, eso quiere decir que deberá renunciar a su puesto sin presentar
resistencia. Gracias por su atención, Francisco Ramírez”
Abú no entendía el significado provocativo de la carta, así que fue con Don
José a preguntarle qué era lo que sucedía. Cuando entró a la casa, Artigas
y dos hombres estaban observando con detenimiento un mapa. El moreno,
preocupado, le preguntó:
– Don Artigas, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué se ha encerrado aquí sin
explicarle a nadie lo que sucede?
– Abú, no te mentiré amigo. Ramírez y López han firmado un tratado con el
fin de destituirme. Deberé enfrentarme a Ramírez para poder darle fin a
sus pretensiones.
– ¡Pero Don Artigas! –replicó Abú–. La mayoría de sus hombres están mal
heridos. No tendrá ni una oportunidad de vencer.
– Es probable, pero no me daré por vencido ante tal ultraje. Le enseñaré a
Ramírez qué sucede cuando te metes con Artigas.
El caudillo estaba cegado ante la ira y no se daba cuenta de que era una
batalla perdida de antemano.
A la mañana siguiente Artigas buscó a sus hombres y, antes de partir, le pidió
a Abú que se les uniera diciéndole:
– No te obligaré a hacer algo que no quieres pero, si llegara a perder, no
dudes en escapar, porque te despojarán de tu terreno y te perseguirán
acusándote de ser uno de los que me ayudó en mi campaña.
– No tengo otra opción más que unirme con usted a la batalla, Don Artigas.
Ya no tengo nada que perder.
Abú se armó con un sable y un mosquete cedido por Artigas y se reunió con
sus trabajadores para decirles:
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– Compañeros, en caso de que no vuelva, les cedo a ustedes mi porción de
tierra y les pido que siempre permanezcan unidos ante la adversidad, que
lo que hemos hecho en estas tierras no haya sido en vano y no dejen que
el fruto de nuestro trabajo perezca. Hasta pronto.
Los trabajadores se entristecieron, lo despidieron y se retiraron a la casa. Sin
más demora, Artigas y Abú partieron hacia la batalla.
La estrategia era ubicarse en Concepción del Uruguay, donde creía que se
haría fuerte para sostener la Liga Federal. Pero, en el camino, en el paraje
Las Gauchas, las tropas artiguistas fueron interceptadas por las de Ramírez.
Minutos antes de que se librara la batalla, Artigas y Ramírez se reunieron
para parlamentar.
– ¡Ríndete! No tienes oportunidad de vencer –afirmó Ramírez–. Tus hombres
están malheridos y te superamos en número. Además, si te rindes, tendré
misericordia de ti.
– ¡No me rendiré ante un canalla como usted! –replicó enérgicamente
Artigas–. No me interesa su misericordia.
– Eres demasiado terco, Artigas. ¡Si lo que buscas es una batalla, una batalla
te has ganado! –terminó diciendo Ramírez.
Y así fue como la disputa habría comenzado. Una lluvia de perdigones volaba
hacia ambos bandos. Los soldados embravecidos desenfundaban sus sables y
bayonetas. Los gritos y alaridos inundaban el campo de batalla, los cadáveres
eran aplastados por los caballos, los líderes se destruían entre sí y, de repente,
en medio de la batalla, Abú sintió el crudo y frío metal que le perforaba el
hombro, haciendo que se desplomara en el suelo. Al levantar la mirada, un
soldado enemigo estaba a punto de clavarle su bayoneta, pero un sable salió
de su pecho salvándole la vida. Quien lo había salvado era nada menos que
Artigas, quien le gritaba: “¡Levántate Abú, que todavía queda mucho por luchar!”
Abú se levantó y, cubriéndole la espalda a Artigas, comenzó a destrozar a
quien se le cruzaba.
El enfrentamiento duró tres horas. Si bien tuvo un resultado incierto, hizo que
Ramírez se replegara hacia Paraná. Artigas siguió su curso hacia Concepción
del Uruguay para saquearla. Días después, cruzó por la jurisdicción de San
Benito, por el camino de Sauce Medio que, desde el punto conocido como
Almacén de Pichón Capriz, conducía hacia el interior y pasaba por El Pueblito,
cercano a Nogoyá.
Al llegar al arroyo Las Tunas, se encontraron con su cauce muy crecido.
Artigas le ordeno a Abú que cabalgara hacia un lugar elevado para ver por
dónde se podría cruzar.
77
El moreno se dirigió hacia una colina y, al darse vuelta para observar el
arroyo, vio cómo atacaban a Artigas. De la nada habían salido cientos de
cañones y carabineros que destrozaron con fuego cruzado a las tropas
artiguistas. Abú se había quedado paralizado ante tal masacre. Todo por lo
que Artigas había luchado fue desmoronado en esa tarde.
Rodeado por los lugartenientes de Ramírez, y viendo su causa definitivamente
perdida, Artigas y algunos sobrevivientes, entre ellos Abú, cruzaron el río
Paraná hacia el exilio en Paraguay, dejando atrás su patria y familia.
En tierra guaraní, se despidió para seguir su vida como él la deseaba:
– Don Artigas, fue un gran honor para mí pelear a su lado pero debo dejarlo.
Aún le debo un favor a un viejo amigo –le dijo Abú–.
– Fue un honor tenerte como aliado en mi causa pero uno más grande fue
poderte llamar amigo. Que te vaya bien en tu viaje o lo que sea que hagas.
Ten una buena vida y sé muy feliz. Lo mereces.
Esas fueron las últimas palabras que le escuchó decir a Artigas antes
de partir. El 23 de septiembre de 1822 Abú zarpó desde el puerto de Rio
de Janeiro, Brasil, hacia Francia, donde en Paris encontró a Catherine de
Navarro, la hija de José, el cocinero. Le entregó el broche que le había dado
su padre para que se lo devolviera.
Tiempo más tarde, con su misión cumplida, Abú partió hacia África, donde
se reencontró con su propia familia y les contó las aventuras que había
tenido en el Nuevo Mundo.
En 1830, volvió a Uruguay para ver que había pasado con su terreno. Resultó
que sus hombres lograron que no se lo quitaran, siguieron trabajando y
consiguieron extenderlo unos 50 acres más. Allí se estableció definitivamente
y se casó con una jovencita llamada Ana María de la Cornisa. Tuvieron un hijo
llamado José Nafa, en honor a sus dos amigos José: de Navarro y Artigas.
Lo último que supo Abú sobre el caudillo fue que se había casado con Clara
Gómez Alonso y que tuvieron un hijo llamado Juan Simeón.
Abú tuvo una vida plena y libre, como siempre había soñado, en Uruguay,
hasta el 26 de noviembre de 1860, cuando falleció por causas naturales,
a los 90 años de edad.
BIBLIOGRAFÍA
BETHELL, Leslie (1990), “La Independencia”. Tomo V de Historia de de América Latina.
Universidad de Cambridge.
GALEANO, Eduardo (1971), Las venas abiertas de América Latina. 1ª ed. Ed. Siglo XXI. Argentina.
ARTÍCULOS DE INTERNET:
http://sanbenitoahora.blogspot.com.ar/2010/06/la-batalla-de-las-tunas.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_del_Pilar
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TRABAJOS GANADORES DE BRASIL
Higor Tristao Oliveira
Estadual Joaquim Thomé de Almeida
Minaçu, UF, Goiás, Brasil
“EXÔDO DO POVO ORIENTAL. A CAUSA DOS POVOS NÃO ADMITE DEMORA”
“SISTEMA DE POVOS LIVRES” (EL SISTEMA DE LOS PUEBLOS LIBRES)
O Uruguai é o segundo menor país da América do Sul e a sua paisagem é
constituída principalmente por planícies e colinas baixas (cuchilla), com
uma planície costeira fértil. A terra está ocupada na sua maior parte por
pradarias, ideais para a criação de bovinos e ovinos. O ponto mais elevado
do país é o Cerro Catedral, com 514 m. Ao sul situa-se o Rio de la Plata
(Rio da Prata), que é o estuário do rio Uruguai, que constitui a fronteira
ocidental do país, e do rio Paraná, que não corre em território uruguaio. O
país tem apenas mais um rio principal, o rio Negro, e algumas lagunas ao
longo da costa do Atlântico.
O clima do Uruguai é temperado, mas relativamente quente, visto que
temperaturas negativas são extremamente raras. O terreno plano fica de
certo modo vulnerável a rápidas mudanças nas frentes meteorológicas e
também ao pampero, um vento frio e ocasionalmente violento que sopra
para norte desde as planícies das Pampas na Argentina
Aspectos físicos
NOME OFICIAL: República Oriental do Uruguai.
NACIONALIDADE: uruguaia.
CAPITAL: Montevideo.
FORMA DE GOVERNO: Presidencialismo.
IDIOMA: español.
MOEDA: Peso uruguayo.
POPULAÇÃO: 3.300.000 habitantes.
RELIGIÃO PREDOMINANTE: Católica.
SUPERFICIE TERRITORIAL: 176.215 Km².
CLIMA: temperado brando.
DIVISÃO ADMINISTRATIVA: 19 departamentos.
PRINCIPAIS CIDADES: Montevideo, Salto e Paysandú.
PRODUTO INTERNO BRUTO (PIB): US$ 20 bilhões.
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MINÉRIOS E MINERAÇÃO: o país possui reservas de mármore, pedras
para construção, cascalhos, pequenos depósitos de minério de ferro.
COMÉRCIO EXTERIOR: o país exporta principalmente carne, sapatos, lã e
produtos alimentícios, e importa produtos químicos, maquinaria, metais e
equipamentos de transporte.
PRINCIPAIS PORTOS: Montevidéu, Punta Del Este, Maldonado, La Paloma,
Colônia, Carmelo, Nueva Palmira, Fray Bentos, Paysandu, Salto e Dolores.
RENDA PER CAPITA: US$ 6130.
FORÇA DE TRABALHO: 1 milhão.
DESEMPREGO: 10,2%. FORÇA DE TRABALHO NA AGROPECUÁRIA: 12,5%; na indústria: 26,4%; em
SERVIÇOS: 61,1% .
DÍVIDA EXTERNA: US$ 6,6 bilhões.
EXPORTAÇÕES: US$ 2,7 bilhões.
IMPORTAÇÕES: US$ 3,7 bilhões.
PARCEIROS COMERCIAIS: Brasil, Argentina, EUA, Itália.
Economia do Uruguai
Ele é um dos raros países da América do Sul que tem uma economia
estável. A economia é fundamentalmente agrícola. Os produtos à base
de carne e a lã são mais importantes. Há também os produtos lácteos
que são destinados à exportação para os outros países sula-americana.
Há igualmente colheitas de cereais, de arrozes, de frutos e de legumes.
Contudo, o sector mais importante da economia é as indústrias de
transformação do petróleo, carvão, produtos químicos, têxteis, bens de
equipamentos do transporte e artigos em couro. O petróleo e o carvão
são importados para a transformação e para o consumo interno. Os
recursos minerais atuais são pouco abundantes e limita-se a materiais de
construção, minerais industriais e um pouco de ouro. Prospecções foram
realizadas e indicam que há reservas de outros minerais preciosos que
sempre não foram extraídos.
Após ter atravessado um período econômico delicado no início dos anos
90, o governo uruguaio aceitou o programa de austeridade imposto pelo
FMI. Desde, os resultados econômicos são bons que aproximam um
índice de crescimento de cerca de 5%/o país é membro do MERCOSUL, da
Associação latino-americano de Integração (ALADI) e o Banco Americano
de Desenvolvimento. Os seus principais parceiros comerciais são a
Espanha, a Argentina, o Brasil, a Alemanha e os Estados Unidos.
80
Cultura do Uruguai
O Uruguai tem cultura marcadamente européia, com características
semelhantes na linguagem, costumes etc. Ao contrário de muitos países
da, a influência indígena é extremamente distante. As tradições gaúchas
têm grande importância no folclore. A taxa de analfabetismo é quase nula
e a imprensa é livre e atuante. São inúmeras as instituições culturais,
públicas e não-privadas.
História do Uruguai
O Uruguai foi colonizado no século XVI, com a chegada dos primeiros
europeus, portugueses e espanhóis. Portugal tinha sua base em Colônia do
Sacramento e a Espanha em Montevidéu, esta que mais tarde se tornaria
a capital do país. Antes da colonização o país era habitado por índios
Charruas, Guaranis e Chanaés, até o século XII. Com a vinda dos europeus,
os índios foram expulsos do Uruguai. O início do século XIX foi marcado
pelo surgimento de movimentos de independência por toda a América
do Sul. O território do Uruguai foi disputado pelos estados nascentes do
Brasil, herdeiro de Portugal e das Províncias do Rio da Prata, atualmente
República Argentina.
O Uruguai se tornou uma nação independente com o Tratado de Montevidéu,
em 1828. O mérito da independência cabe ao capitão José Artigas, que
terminaria seus dias exilados, devido à oposição dos escravocratas
portugueses e dos comerciantes de Buenos Aires e Montevidéu. No
entanto ele se tornou um herói nacional do Uruguai.
Êxodo do povo oriental
Ele é chamado Êxodo Leste ou East Village para a migração coletiva dos
habitantes da Banda Oriental que se seguiram José Gervasio Artigas
para Salto Chico (atual cidade de Concordia Argentina) após o armistício
de outubro de 1811. Os jogadores chamado de “o Redota” a marcha,
o Incrivel que a palavra não consta do dicionário da Real Academia
Espanhola e que se originou quando mais pronunciou a palavra “derrota”.
Ele é considerado um dos fatos centrais e primogênito na formação do
sentimento nacionalista uruguaio prefigura uma espécie de consciência
de ser um povo “diferente” ou “diferente” em Buenos Aires, espanhol e
qualquer outro, por isso é considerado Redota o fato como fermento para
o nascimento de “Orientalismo”.
Depois que Peter Venâncio Benavidez Viera e se revoltaram contra o
espanhol eo Asencio riacho, no departamento de Soriano presentes,
e proclamou-se a favor do governo revolucionário de Buenos Aires,
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tentando lutar por ele para estender seus domínios para o revolucionário
da Banda Oriental.Após este evento, chamado de Grito de Asencio, algo
aconteceu revoltas generalizadas em todo o território da Banda Oriental
(Mercedes, fazendo levantamentos em pêssego, Tacuarembó, Casupá
etc.) Em resposta a essas ações subversivas do Espanhol enfrentaram
três vezes com o Oriente, uma escaramuça no Paso del Rey, fazendo
com que San José e da Batalha de Stones, o espanhol perdeu as três
vezes, e, assim, forçando-os a retirar-se para Montevidéu, deixando tudo
campanha e, sobretudo, da Banda Oriental nas mãos dos revolucionários.
Devido a isso os revolucionários do Leste decidiram criar um lugar em
Montevidéu, apoiado em grande parte pelas tropas revolucionárias da
Junta de Buenos Aires.
Nesta situação, o governo de Buenos Aires, pelo Conselho Big até 23 de
Setembro quando instalamos o Primeiro Triunvirato, fez contato com
Francisco Javier Elio, na tentativa de conseguir um armistício que lhe
permitam utilizar os seus recursos militares em mais perigoso e mais
estrategicamente importante (Alto Peru). A idéia era deixar todo o território
oriental realizada por Francisco Javier Elio, que se comprometeu em troca
a levantar o bloqueio naval de Buenos Aires e não retaliar contra aqueles
que haviam lutado contra ele. O Português, entretanto, deve ser retirado. As negociações foram longas,
mas graças frutíferos para o apoio do embaixador espanhol no Rio de
Janeiro, Marquês de Casa Irujo, eo ministro britânico Lord Strangford,
interessado, de acordo com a política britânica na paz que o comércio
habilitado e evitar conflitos aliados espanhóis no anti-napoleônica. Além
disso, um corpo de opinião Montevideo (representada pelo conselho e
os chamados “moderados”, em oposição ao “teimosos” que levou Diego
Ponce de Leon, o major da praça, e Elio si mesmo).
Os principais opositores destas negociações, como esperado, os orientais,
que foram abandonadas pelo inimigo. Na luta para evitar a cerimônia
começaram a se estabelecer a consciência do Orientalismo.
Depois de várias discussões com os delegados de Buenos Aires (Funes,
Juan José Paso, Manuel de Sarratea e outros), feito na padaria de Vidal, a
primeira reunião dos povos orientais. Os delegados do governo deu suas
razões para a assinatura do armistício e garantiu que os vizinhos não
sofreria represálias, mas dramaticamente demonstrada contra a medida
proposta e disse que eles estavam dispostos a continuar a luta por si.
Depois, houve o 10 de outubro, em um lugar conhecido como o quinto
(ou fazenda) O Paraguai, uma reunião da vizinhança segundo com José
Julian Perez, representante do Triunvirato em negociações com Francisco
82
Javier Elio. Embora ele prometeu “todos os tipos de relevo,” a opinião
unânime não se alterou: o Oriental concordaram em manter o site por
conta própria, liderado por Artigas.
Finalmente, o armistício foi celebrado em 20 de outubro. Artigas, que
tinha sido nomeado vice-governador, chefe de justiça e capitão Yapeyú
Departamento, iniciou um recall naquele dia.
Em 23 de Outubro, às margens do São José, houve uma reunião
espontânea ou montagem dos orientais que foram incorporados no site,
extraordinária importância sobreposto na formação de um sentimento
nacionalista uruguaio. Nessa ocasião Artigas participantes informadas à
ratificação do armistício e respeitar sua decisão e retirar para o norte. Em
meio à tristeza e desespero, todos proclamou então a não depor as armas
e retomar a luta quando possível.
Líder revolúcionário; o Libertador.
Os primeiros anos do jovem José passou na casa de seus pais e seus
avós maternos que, embora sóbrio e austero, como eram os vizinhos
desses fundadores antigos de Montevidéu, teve a concorrência interna de
vários negros que eram escravos, más legalmente teve a consideração eo
tratamento dos funcionários da família e encontrou um papel importante
na vida diária em casa. Com Antoine, preto baguela de seu avô, e templos
quase brancos e outros jovens negros tinham de viver uma experiência
humana única, ouvindo histórias de seus lábios e as memórias de suas
terras para aprender canções e danças africanas, anda em resinto paredes
ou ao longo da costa do porto.
Ele completou dois anos lá, ele aprendeu a arte de ler e escrever, mas este
último exercido praticamente não (não um único documento escrito de
próprio punho, secretários sempre utilizados). Na idade de 14 anos ele foi
enviado por seus pais a um do seu estabelecimento de campo. O que eu
posso dizer que “Esta foi a verdadeira escola de Artigas jovens.”Ele José
Gervasio Artigas organizou um exército para lutar pela independência da
região.
Quando estava prestes a derrotar os espanhóis, tropas portuguesas
vindas do Brasil atacaram tanto os espanhóis quanto os uruguaios,
e tomaram Montevidéu. No entanto, um grupo de seus partidários, “Os
Trinta e Três orientais”, liderados por Juan Antonio Lavalleja, proclamou a
independência do Uruguai. Na realidade, porém, a guerra continuava e os
brasileiros controlavam grande parte do território uruguaio.
O Uruguai decidiu aliar-se à Argentina para se defender melhor do Brasil.
No ano seguinte, o Reino Unido interveio no conflito porque o bloqueio
83
dos portos de Montevidéu e Buenos Aires pela Marinha brasileira estava
prejudicando o comércio britânico às forças expedicionárias brasileiras
foram expulsos do território uruguaio, graças à intervenção britânica,
Brasil e Argentina concordaram em reconhecer o Uruguai como uma
república independente.
O líder revolucionário Fructuoso Rivera foi eleito o primeiro presidente do
Uruguai. Acredito que foi em 1836, ano em que terminava seu mandato,
Rivera tentou permanecer no poder, liderando um movimento contra seu
sucessor, Manuel Oribe. Houve uma guerra civil. Os levantes e as rebeliões
continuaram, passando o controle do governo das mãos de um partido
para outro. Os colorados venceram mais uma vez aproximadamente em
1865 e mantiveram o poder até 1958. Mas essas revoluções perturbaram
a vida da nação até o início do séc. XX.
Ele fornece serviços para a Câmara de Buenos Aires, atravesse o rio
Uruguai e desembarcou na costa do Paysandu. Em seguida, assumiu o
comando da revolução oriental, e de sua sede em Mercedes dirigiu uma
proclamação para fins revolucionários: para ele acredito que foi uma
grande honra coordenar
os compatriotas empresa caros, que a vitória é nossa: a vitória ou a
morte é a nossa figura, e tiranos tremem ter animado a sua raiva, não
percebendo que os sul-americanos estão dispostos a defender seu
país, e ao morrer com honra, do que viver em desgraça em cativeiro
afrontuoso
Libra 18 maio a batalha de Las Piedras, onde desplliega suas habilidades
como estrategista, derrotando o exército espanhol mais numerosas
e mais bem armados do que a oriental. No final desta batalha de seu
acampamento Cerrito diz: “Estes são os momentos que eu me considero
afortunado subiu para o maior grau de felicidade, se nos braços de meu
controle têm contribuído para aumentar a grande obra da liberdade do
meu país amado “
Em 23 de outubro, a cidade oriental, com a cabeça na cabeça iniciar o
caminho “do Redota” (derrota), o nome de Êxodo de East Village, o herói
significa com este pensamento: “Eu não quero que ninguém forçado a
vir. Todos devem esforçar-se voluntariamente a liberdade. Quem não
quer permanecer escravos.
Durante onze meses completou a migração de 700 famílias no país
de Monte e seus vizinhos de armas que cruzaram o rio Uruguai e se
estabeleceram no Ayui.
Os Charruas, um escudo para proteger êxodo de acompanhamento
com 400 guerreiros. Artigas e seu exército de índios, negros e gaúchos
84
dominaram a campanha do Território de Montevidéu. Enfrenta o
centralismo de Buenos Aires. Moradores portugueses e unificar esforços
para lutar e enfraquecer Artigas charruas.
O governador de Montevidéu quebra do armistício com Buenos Aires.
Os moradores fazem um acordo com o Português para a evacuação da
Banda Oriental. Em janeiro de campismo Artigas Ayui na Província de
Entre Rios. Em outubro, produz o segundo cerco de Montevidéu.
Artigas se junta a ele em 21 de fevereiro de 1813. Adicionando os
Charrúas em agosto. Artigas propôs no Congresso de TRÊS CRUZES
reconhecimento da Assembléia das Províncias do Rio de la Plata.
Determina as INSTRUÇÕES famosos do ano para os membros do Leste
XIII, que afirma:
a) A independência absoluta;
b) uma república federal e uma federação de províncias;
c) liberdade civil e religiosa em toda a sua extensão imaginable, Bandera
criado em Arerunguá;
d) liberdade, igualdade e segurança dos cidadãos e dos povos;
e) estabelecimento dos três ramos do governo, cada um
independentemente;
f) os obstáculos constitucionais para prevenir e combater o despotismo
militar;
As províncias de Entre Rios, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Misiones e
Banda Oriental são a Liga Federal. Artigas recebe o título de “Protetor
dos Povos Livres”
10 de setembro. Artigas promulga REGULAMENTO PROVISÓRIO para
promoção da campanha. Ao fazer a distribuição de terras para aqueles
que trabalham esclarece “para evitar que o infeliz mais são os mais
privilegiados.”
1816 - Durante o seu reinado, a partir da capital da Liga Federal, que
chamou Purificação, inter alia, promove a colonização pelos índios e
Guaycuruses Abipones Corrientes. Escudo provenientes da Província
Oriental Parceiro Artigas foi o paraguaio Bacia Purificação Melchora.
Da mesma forma que protegia os índios e teve seu apoio, teve uma atitude
semelhante à “raça” negra. No exército tinha uma divisão de Artigas
marrom. A equipe preta consistiu de Artigas Lencina Joaquim, mais
conhecido por Ansina, líder do Afro-Oriental, e um líder militar chamado
Manuel Antonio Ledesma, que continuou a liderar a comunidade negra
que acompanhou Artigas para o Paraguai. Hows que eram conhecidos
os negros Kamba-Kua e foram chamados de Artigas Cue (pessoas de
85
Artigas). “É Artigas... conversa afável e decente. (...) Eu joguei muito no
jogo, bebeu pouco e comeu com moderação. Ele tocava violão, cantava
e dançava com graça considerável. Gostava muito de meninas bonitas
e é dito que se apaixonou por vários de uma vez. escreveu, muito
naturalmente, e era capaz de grandes idéias....”
O historiador Bartolomé Mitre -1876- apoia o desenvolvimento da biblioteca,
em Nairobi, dizendo: “Deixe o Oriental, iluminado como um bravo”
Em Agosto começa a segunda invasão de Portugal. Quando a invasão do
campeonato Português com os reacionários de Buenos Aires, Artigas
missões atribuídas e seu comandante, a missão de maior risco. “Tornouse a borda de aço da arma para destruir o inimigo. Andrew Artigas
invadiram os territórios de missionários Portugal convidando para
destruir a tirania oriental. Capitães Arautos rápida e ousada veio para os
Povos. Assim começaram as missões épicas viveu mais gloriosamente
em qualquer povo. Nunca um povo paga mais caro por sua liberdade.
Saques, incêndios, destruição e escravidão foram marcando as fases da
luta. “ A.B. (Agostinho Beraza) - O Grillo, revista da escola do Conselho de
Fundamental e Normal, Setembro de 1950.
Com as ações de Rincon de la Cruz e Yapeyú Artigas começa a luta
contra o Português.Artigas critica Pueyrredón para apoiar os invasores
portugueses, enquanto na Banda Oriental foi o combate.San Martin
escreveu para o diretor chileno O´ Higgins para mediar o conflito entre
Artigas e Buenos Aires.
23 de fevereiro - PACTO DE PILAR. Ramirez e Lopez Artigas aliados
concordam com o novo governador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea,
que fez as pazes com os moradores, trair e ignorando a autoridade de
Artigas
(Rivera tinha oferecido a sua ajuda para Ramirez em 1820 para matar Artigas)
Artigas cruza o rio Paraná, com Ansina e um grupo de famílias e lanceras
e lanceiros negros, entrando no Paraguai. Os Artigas foi derrotado por
um Portugal cruel militar.
Ao devolver o centralizador de Buenos Aires, as tropas gaúchas foram
massacrados, eo Português deixado na Banda Oriental. Apenas com nada
para o Paraguai. A retirada não significa que o líder voluntariamente
abandonou a luta. Muito pelo contrário, ele foi para o norte para realizar
uma aliança política e reconstruir o seu projecto e americanismo,
multicultural e multiétnica.
Ansina, grande companheiro e amigo, coloca-lo em um de seus poemas:
“Em breve estaremos de volta para trás corar ... ... Nossa sumaúma
notável ... Será a hora de ir! Artigas é enviado para a aldeia mais remota,
86
San Isidro Labrador Curuguati evitando qualquer contato com o exterior
do Paraguai, o que impede sua aliança com Yegros e retornar para a
Banda Oriental. Receber uma fazenda, terra e uma pensão de 32 pesos
mensais distribuídos entre os pobres. Quando Artigas Rivera convidado
a voltar, ele não abriu o rolo da mensagem, talvez influenciado pela
amargura de idade de traição por seu ex-tenente.
Novo presidente do Paraguai Lee faz mover o herói do bairro de Assunção
na Ibiray quinto. Lá, ele recebeu a visita de um de seus filhos, José Maria,
que em vão tentou trazê-lo para o país.
Grande Guerra estava em pleno e Artigas foi novamente convidado a
voltar pelo Governo de Montevidéu. Com os orientais dividido e em guerra,
com o seu território quase ocupadas pelas grandes potências europeias e
do exército de Buenos Aires, como esperado, se recusou a voltar.
No final de sua vida tinha um cachorro amado chamado Grande Chefe.
23 de setembro de 1850 – Ao meu ponto de vista artigas já fez muita coisa
ao povo uruguaiano e morre aos 86 anos.
CURIOSIDADES
• No Plaza Independencia em Montevideo, na base do monumento ao
General José Artigas, o escultor Angelo Zanelli, apresenta baixo-relevo
cenas que evocam o Oriente Êxodo.
• José Alberto Mujica Cordano (Montevidéu, 20 de maio de 1934) é um
agricultor e político uruguaio, atual presidente da República Oriental do
Uruguai eleito em 29 de novembro de 2009.
• Alguns cortes semelhantes aos do Brasil recebem nomes diferentes,
conforme segue:
• Asado de Tira (costela)
• Colita de Cuadril (maminha)
• Tapa de Cuadril (picanha)
• Bife Angosto (contra- filé)
• Bife Ancho (entrecote, noix ou contrafilé da costela)
• Ojo de Bife (baby beef)
• Filet de Lomo (filé mignon)
• New York Steak (t-bone)
• Cinchulín (intestino assado)
• French rack (carré de cordeiro)
87
Anexos
Imagens do Rio da Prata.
Imagens Do José
Gervasio Artigas.
Conclusão
Ao térmio desta pesquiza pude entender que, o Uruguai é o menor pais
da América do Sul, porém a sua economia é uma das mais estavéis da
América do Sul. A educação do seu povo, posso dizer foi o que me chamou
atenção devido o indice de analfabestismo ser minímo. Percebi também
que, o primeiro presedente José Fructuoso Rivera, até o atual José Mujica
contribuíram para o bom funcionamento desse país lindo e maravilhoso.
88
Mikaela Dos Santos Cardoso
EEFM DEP. Joaquín de Figueiredo Correia
Iracema UF: Ceará – Brasil
A DETERMINAÇÃO DE UMA ALUNA DA ESCOLA PÚBLICA BRASILEIRA EM
CONHECER A HISTÓRIA DE JOSÉ ARTIGAS E SEU PROJETO FEDERAL
Em uma terra longínqua, em um país imenso que já fora chamado
de Terra de Vera Cruz morava uma menina chamada Maria, nome
comum em sua nação e em tantas outras que se avizinhavam, prova da
devoção e religiosidade de um povo temente a Deus e que acreditava na
Providência Divina. Ela era por demais humilde e não residia na cidade,
mas em um pequeno sítio no interior desse imenso país. Sempre
frequentou escolas públicas e ficou fascinada quando foi convidada a
conhecer mais sobre o país que fazia fronteira com o seu.
Ela teria que escrever sobre este povo e sobre suas causas, pois
não se admitia mais demora em se conhecer a história de luta e de
conquistas dos cidadãos dessa nação. Foi convidada então a refletir
sobre a história de um povo irmão e quando começou a se debruçar
sobre datas, fatos, nomes, acontecimentos, ficou ao mesmo tempo
deslumbrada e também muito triste, pois percebera que não conhecia
as lutas, causas e bandeiras daqueles que vivenciaram e vivenciavam
os mesmos dramas, as mesmas dificuldades e que tinham desejos
em comum com o seu povo, ou seja, dar mais dignidade aos seus
compatriotas, principalmente os menos favorecidos e marginalizados.
Ao ler sobre esta pequena região, mas de história incomparável e
admirável, tudo parecia muito estranho, inclusive os nomes; nunca
ouvira falar de José Gervazio Artigas, Juan Antonio Lavalleja, Juan
Maria Bordaberry, José Joaquim de Viana, Alberto Demicheli, Luis
Alberto Lacalle, ou Tabaré, de crioulos e de caudilhos, de lutas, de
heroísmo, de renuncia e determinação em libertar um povo do julgo de
países tiranos e de elites inconsequentes na busca e na defesa de seus
interesses. Essa menina se sentiu triste, frustrada e literalmente vazia
da história dessa gente, pois não sabia de quantas batalhas tinham
sido necessárias para se construir essa nação vizinha, quantos heróis
e mártires conhecidos e anônimos tinham sido necessários para se
construir a soberania desse povo.
Conhecia a Revolução burguesa que ocorreu lá longe e claro que teve
influências em todo o mundo e uma Revolução Industrial, se debruçara
sobre grandes conflitos mundiais, sobre regimes totalitaristas, o
89
antissemitismo, estados governados por preconceituosos e loucos,
mas nunca tinha refletido sobre a ditadura, as loucuras e violências
sofridas por esse povo oriental. Que coisa insana, ela pensava, e como
que não tinha conhecimento a cerca de tudo isso que acontecera tão
próximo dela?
A menina sabia muito mais sobre os povos que moravam distante e
que tinham uma cultura totalmente diferente da sua e de sua gente,
nações com outros objetivos, com outras lutas e pouco conhecia sobre
a vida histórico-cultural destes mais próximo a sua realidade.
Começou a ficar encantada com a história dessa gente e percebeu
que ela tinha tudo a ver com suas origens e suas raízes e passou a
pesquisar feito uma doida e a perguntar e questionar. Buscou seus
professores, mas eles também pareciam não compreender, como se
na sua formação acadêmica não tivessem também contemplado essa
discussão.
Os livros da biblioteca de sua escola não tinham as informações que
ela procurava, porém, se tivesse procurado sobre qualquer outro
continente distante, inclusive o africano de onde teriam vindo parte de
seus antepassados, ela encontraria respostas, mas não uma discussão
que abordasse o povo dessa região. O que fazer? Onde procurar
respostas? Quem poderia me ajudar a refletir sobre essa gente? Quem
seria responsável por toda essa exclusão histórica a respeito desses
nossos irmãos? Quando foi que se passou tudo isso?
Não me contaram e eu não soube e nem vi! Eram só alguns dos
questionamentos que inundavam sua mente carente de conhecimento.
Como que a Escola não ensinou a essa garota a história de heróis
que lutaram contra a tirania, contra os déspotas e uma minoria de
arrogantes que espezinhavam os anseios e direitos da maioria. Veja, nas
palavras desse grande herói que foi José Artigas, que grande exemplo
de determinação e grande exemplo que deixou de ser ensinado a esta
criança, sendo hoje adolescente e que deixou de conhecer e se inspirar
em um grande nacionalista:
“Con libertad ni ofendo ni temo. El despotismo militar será precisamente
aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía
de los pueblos. El pueblo es soberano y él sabrá investigar las operaciones
de sus representantes. En lo sucesivo solo se vea entre nosotros una gran
familia. La causa de los pueblos no admite la menor demora. La cuestión
es solo entre la libertad y el despotismo. Los pueblos de la América del Sur
están íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos.
Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia
90
soberana. Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos. No
existe un pacto expreso que deposite en otro pueblo de la federación
la administración de la soberanía. No venderé el rico patrimonio de
los orientales al vil precio de la necesidad. Para mi no hay nada más
sagrado que la voluntad de los pueblos. Que en modo solemne se
exprese la voluntad de los pueblos en sus gobernantes. Que los indios
en sus pueblos se gobiernen por sí.
Que los más infelices sean los más privilegiados. Sean los orientales
tan ilustrados como valientes. Tiemblen los tiranos de haber excitado
nuestro enojo. Todas las provincias tienen igual dignidad e iguales
derechos. Unidos íntimamente, luchamos contra tiranos que intentan
profanar nuestros más sagrados derechos. Yo no soy vendible, ni
quiero más premio por mi empeño que ver libre mi nación.”
A menina analisando somente o pouco que conheceu a respeito desse
povo compreendeu que seus professores já tinham ensinado sobre
nacionalismo, mas nunca conhecera o que significava o efetivo e
verdadeiro sentido dessa palavra. Sabia que a educação pública que
lhe era oferecida deixava a desejar, mas não esperava ter tão grande
decepção. Queria saber mais sobre essa região, os valores desse
povo, a língua, os anseios, as necessidades, a história, sim a história e
quais as suas relações com nosso país. Desejava compreender sobre
democracia, sobre as lutas nacionais, sobre resistência, independência,
colonialismo, algo que não tinha aprendido de fato na Escola ou talvez
lhe ensiná-lo sem o esplendor que era merecido.
Comparou a história de seu país e as formas como essa nação irmã
tinha se tornado independente e ficou um pouco triste, uma vez que
achara que tinha faltado um pouco do brilho da luta popular, o desejo
louco das massas pela soberania e amor quase que insano pela nação.
Ouviu falar de um mercado comum, de liberdade, de fim de fronteiras
econômicas e culturais na região, mas como podia isso acontecer de
verdade se nós não conhecemos os povos fronteiriços.
As crianças e adolescentes não eram ensinados sobre essa região e
a sua escola não falava disso e a pouco tempo começou a ensinar um
pouco sobre a língua desse povo. Quem foi? Quem foram? O que espera
de nós essa gente? O que pensam de nós? É o futebol o único aspecto
que nos une ou que nos afasta? Porque tanta rivalidade no esporte, se
nas questões econômicas e culturais tanto nos aproxima? Muitos eram
os seus questionamentos e os poucos os que eram capazes a responder.
Um certo dia ela ouviu dizer, não lembra onde, que muitas das nações
91
vizinhas observava o seu país com certo receio e muitos o consideravam
imperialista. Imperialista? O que significa esse termo? É preciso
estudar! Dizia ela. Acreditava ser algo ruim e parecido com dominação.
Seria isso? Foi mais uma vez pesquisar, pois seus professores não
sabia concretamente o que significava e qual a relação deste termo
nessa região, onde não parecia, segundo os nossos educadores, que
existia tal dominação, nem de cunho militar, político ou econômico
de uma nação sobre outra, não nesta parte do mundo. Seria mesmo
isso? Lendo o livro a História do Brasil de Boris Fausto, Professor do
Departamento de Ciências Políticas da Universidade de são Paulo,
deparou-se com a seguinte afirmação: “As transformações puseram
fim ao antigo tipo de dependência dos países do Terceiro Mundo
com relação ao Centro, que na retórica política, teve a designação de
imperialismo americano. Perdeu assim muito de seu sentido a noção
de exploração de país a país”. Essa afirmação deixou um turbilhão de
dúvidas na mente de Maria e aguçou ainda mais a sua curiosidade.
Será que o Brasil naquela época não era usado como meio estratégico
para o avanço da política expansionista portuguesa na América Latina,
com olhares pretensiosos de outros países europeus?
As dúvidas persistiam e com “sede” de conhecimento ela decidiu
fazer uma pesquisa na internet, em sites confiáveis, para sanar um
pouco suas dúvidas. Pesquisando na internet o tema imperialismo,
se deparou com a seguinte definição para o tema: Imperialismo é a
prática através da qual, nações poderosas procuram ampliar e manter
controle ou influência sobre povos ou nações mais pobres. “Algumas
vezes o imperialismo é associado somente com a expansão econômica
dos países capitalistas; embora Imperialismo signifique o mesmo que
Colonialismo e os dois termos sejam usados da mesma forma, devemos
fazer a distinção entre um e outro.” Achou essa definição numa grande
fonte de pesquisa que lhe fora apresentada, um mar nunca antes
imaginado pelos seus antepassados e que ela agora navegava pelas
informações e não tinha percebido que o conhecimento e o mundo
todo estava bem ali na ponta de seus dedos e tudo começaria com um
click. Seria a nação dela imperialista?
Lembrara que o seu professor já tinha lhe dito que vivíamos em um
sistema capitalista. Estaríamos nós oprimindo as nações amigas?
O capitalismo era sinônimo de imperialismo, de colonialismo e de
dominação de um povo sobre outro? E quanto mais navegava no
conhecimento, mas compreendia que nada sabia e o quanto era
fascinante o saber. Achei, pois nesse grande “mar” e nas suas muitas
navegações a história de um homem chamado José Artigas. Ele poderia
92
muito bem ter sido seu conterrâneo, pois essa sua região, antes
denominada Cisplatina, já pertencera a seu país. Mas aquele povo tinha
que ser mesmo independente, pois era muito nacionalismo, patriotismo
e força juntos e mesmo sendo esta uma região fria o povo era quente
e seu sangue entrava em ebulição, verdadeiramente fervilhava quando
os assuntos eram injustiças, opressões e dominações.
Maria precisava conhecer mais sobre esta gente que era mais parte
dela do que outros povos que viviam distante e quem era esse grande
homem chamado José Artigas. Passou a navegar mais e sempre mais,
pois não tinha livros para ler e nem os seus professores, mesmo os
de história e de geografia, que ensinavam inclusive em universidades,
se achavam capazes de ajuda-la. Porém não seria este obstáculo que
a impediria de conhecer um pouco mais sobre a história desse povo
do lado oriental desse nosso continente. Oriental! Quando a menina
viu o tema achou fácil, pois teria que falar alguma coisa sobre os
países orientais. Iria escolher a China. Falar da cultura, da história,
das riquezas e do regime fechado dessa parte do mundo. Seria fácil,
pois aprendera muito na escola sobre esta nação. Fácil nada, pois a
tarefa lhe dada era narrar um pouco sobre uma região colonizada
por espanhóis, invadida por ingleses, portugueses, mas que antes era
habitada por etnias indo americanas nômades, como a charrúa, que
era uma das mais importantes.
Era preciso, primeiro, conhecer um pouco sobre esta nação na
atualidade, para que posteriormente pudesse refletir sobre sua
história e se dedicar a homenagem que faria aquele grande homem
que lutou contra nações poderosas para ver soberana essa terra. Como
não conhecia a história desse povo, logo ela que era fascinada por
esportes e não sabia que foi nessa nação a primeira edição da copa do
mundo em 1930, oferece praias desertas cheias de glamour, praderas
naturais ou extensos banhados, avistamento de aves ou baleias, águas
termais ou centros históricos, patrimônio da humanidade.
Ainda, segundo suas pesquisas, esse país é considerado um dos que
apresentam melhores indicadores de sustentabilidade, pela conservação
e cuidado com o meio ambientes. Um povo que joga futebol como nenhum
outro, mas que tem magníficas canchas de golf. Fiquei orgulhosa em
saber que a taxa de analfabetismo hoje é quase nula e a imprensa é livre
e atuante e eles deram um exemplo de tolerância e democracia, tendo se
tornado o primeiro país latino-americano e o segundo de todas as Américas
a reconhecer a união civil de pessoas do mesmo sexo em nível nacional.
Ela começava a imaginar como deveria ser lindo esse país e, dessa forma,
entendia a ambição de outras nações em querer se apropriar de toda
93
essa beleza natural e estratégica. Essa sempre foi uma terra abençoada
por Deus, pois além de ser cercada por belezas naturais foi marcada por
grandes homens e mulheres que fizeram a diferença e que com suas
lutas transformaram esse pequeno país em uma grande nação.
Maria fizera uma bela pesquisa sobre José Gervasio Artigas Arnal e
ficou tão fascinada pela história desse grande homem que viveu entre
os gaúchos, entre os índios charruas, que lutou pela independência
e pela dignidade desta Terra. Maria ficou encantada pelo Artigas, ao
reconhecer seu senso de justiça e de dignidade quando antes do fim
do século, na fronteira com o Rio Grande do Sul, comprou e libertou um
afro-oriental capturado ilegalmente pelos lusitanos. Joaquín Lenzina,
o negro Ansina que viria acompanhar o amigo, não como escravo
ou servo, mas como cronista e como combatente por toda sua vida.
Seria seu fiel companheiro no longo exílio paraguaio, onde o caudilho
morreria, aos 72 anos.
A cada pesquisa feita, a cada nova descoberta a jovem Maria
admirava mais esse homem que não conhecera e que só agora estava
tendo a oportunidade de vislumbra um pouco de sua história. Esse
fato relacionado a justiça feita ao negro Ansina marcou a garota
profundamente, pois ela era também era afro-descente e imaginava
aquele homem forte e determinado ao mesmo tempo imbuído de uma
grande sensibilidade e de um forte caráter humano, que lhe fizera
correr uma lágrima. Ao se deparar em suas pesquisas com o hino do
Uruguai pode sentir toda a emoção, coração e determinação de um
povo que preferia morrer do que se render a opressão, do que perder
a liberdade e sufocar o grito inflamado de Pátria Livre. Para que saber
espanhol se a emoção é clara em cada palavra e cada oração. Os olhos
podiam até não entender tudo, mas o coração lhe fazia compreender o
sentimento nacional:
Orientales la Patria o la Tumba!
Libertad o con gloria morir!
Es el voto que el alma pronuncia,
Y que heroicos sabremos cumplir!
Libertad, libertad Orientales!
Ese grito a la Patria salvó
Que a sus bravos en fieras batallas
De entusiasmo sublime inflamó.
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De este don sacrosanto la gloria
Merecimos tiramos temblad!
Libertad en la lid clamaremos,
Y muriendo, también libertad!
Maria agora, cheia da história dos orientais de nosso continente, poderia
fazer sua homenagem ao grande homem que nunca conhecera, mas
que certamente foi um partícipe notável da história do Uruguai, com
influência significativa no seu processo de independência. Um Patriota
e primeiro general do Rio da Prata a vencer em combate as tropas
leais à Coroa espanhola durante as lutas independentistas, antes de
dirigir durante vários anos uma confederação de territórios à margem
do Governo de Buenos Aires e do Brasil, que deu origem ao atual
Uruguai. O caráter nacionalista e patriótico de José Artigas encantou
Maria que não via em nenhuma história do Brasil algo de tamanho
valor, desprovido de interesse, de amor incondicional à pátria.
Com as pesquisas realizadas e os conhecimentos adquiridos, Maria
pôde finalmente elaborar a sua versão da história de José Artigas:
José Gervásio Artigas Arnal nasceu em Montevidéu em 19 de junho de
1764. Viveu sua infância em Montevidéu e na chácara paterna, junto ao
arroio Carrasco, estudando as primeiras letras com os franciscanos.
Em 1797, com 33 anos, acolheu anistia real e passou a integrar, como
soldado raso, no corpo de Blandengues de Montevidéu, formado para
combater as correrias de nativos, de portugueses e de changadores
na fronteira norte. Muito logo, foi promovido, naquele corpo, devido as
suas capacidades pessoais e ao enorme conhecimento da fronteira.
Antes do fim do século, na fronteira com o Rio Grande do Sul, comprou
e libertou um afro-oriental capturado ilegalmente pelos portugueses.
Joaquim Lenzina, o negro Ansina o acompanharia como amigo, como
cronista e como combatente por toda a sua vida.
Em 1809, quando o ataque inglês a Buenos Aires, Artigas partiu para
associar-se a resistência, sem chegar a tempo para os combates. Em
Buenos Aires, considerado pelos dirigentes revolucionários como decisivo
para a vitória da luta na pela independência na Banda Oriental, recebeu
o posto de tenente-coronel, cento e cinquenta homens e duzentos pesos.
Em 1811, já na margem oriental do Uruguai, com 180 homens, lançou a
proclamação de Mercedes, obtece diversas vitórias e assumiu a direção
da luta contra o partido espanhol na Província Oriental.
Percebendo que a situação estava desfavorável, o vice-rei espanhol
95
Francisco de Elió aceitou a participação pretensiosa da coroa lusitana,
com sede no rio de Janeiro. A expedição militar portuguesa atravessou
a raia que separava os territórios de Espanha e de Portugal e ocupou,
rapidamente Melo, a Fortaleza de Santa Teresa, Rocha e Maldonado,
enquanto a frota espanhola bloqueava o porto de Buenos Aires,
interrompendo seu rico comércio. Os comerciantes dessa região
negociaram um armistício, entregando a Banda Oriental aos espanhóis,
em troca do fim do bloqueio do porto de Buenos Aires. Tal acontecimento
indignou José Artigas, que levantou imediatamente o cerco de
Montevidéu e iniciou retirada com suas tropas para o norte. O processo
de retirada foi aumentando cada vez mais, deixando o interior da Banda
Oriental semi-despovoado. Conhecido na época como “La Redota”, o
movimento foi denominado pela historiografia oriental em forma mais
erudita e patriótica como o êxodo do povo oriental. Ele é apresentado
como momento da fundação da consciência nacional uruguaia.
Iniciando a luta pela independência e organização federativa das
províncias e pela organização federalista do antigo vice-reinado do
Rio da Prata, José Artigas alcançava o seu ápice revolucionário. Ele
avançava a proposta de Revolução Nacional, Federalista, Democrática,
Republicana e Social que incendiaria a região. Do Rio Grande do
Sul, chegariam gaúchos e, sobretudo cativos fugidos atraídos pelas
promessas de liberdade e terra. José Artigas comandou a resistência
nacional apoiado pelos pequenos e médios proprietários e, sobretudo,
pelos deserdados dos campos e das cidades, ou seja, gaúchos, índios,
negros livres, forros e fugidos, secundados por seus comandantes.
Com o desenrolar das batalhas, muitos dos oficiais de Artigas, à frente
das tropas que controlavam, entraram em acordo ou acomodaram-se aos
luso-brasileiros. Por sua vez, com o começo da divisão de terras na banda
oriental, em novembro de 1815, o Cabildo de Montevidéu abandonou
os desejos nacionais, aderindo logo que lhe foi possível à proteção real
portuguesa. Com fortes apoios na capital e o poder de sua marinha de
guerra, os lusitanos ocuparam Montevidéu, em 20 de janeiro de 1817, onde
o comandante lusitano foi recebido como libertador. Sob a ordem lusitana,
os membros das classes dominantes orientais passaram a combater, por
todos os meios, a Revolução Artiguista.
Após três anos e meio de resistência na campanha, apesar da quase
imediata deserção dos grandes estancieiros, José Artigas e suas tropas
de deserdados foram derrotados na batalha de Tacuarembó, em janeiro
de 1820. Enquanto os orientais eram vencidos pelos luso-brasileiros,
os governadores de Entre Ríos e de Santa Fé venciam os unitários
do diretório de Buenos Aires, com os quais entraram, entretanto, em
96
acordo, sem consultar Artigas, devido ao seu insucesso militar.
A derrota final de José Artigas e da Revolução Nacional Democrática
e Social que capitaneou foi construída pelos invasores que, através da
oligarquia montevideana, desorganizaram a Frente Social Artiguista,
atraindo, primeiro, os grandes e médios proprietários, a seguir, os
lugares-tenentes do libertador. Sob a promessa de reconhecimento das
propriedades dos Donatários Artiguistas e de elevar e premiar os oficiais
que aderissem aos luso-brasileiros. Na dura resistência Artiguista, teria
morrido em torno da metade da população pobre do interior.
Refugiado em Entre Ríos, José Artigas sofreu a oposição do Caudilho
daquela província agora apoiado pelos portenhos. Combatido por seus
antigos lugares-tenentes, acompanhado pelo negro Ansina e por uns
quinhentos combatentes, sobretudo nativos guaranis e cativos fugidos,
sem qualquer esperança na nova ordem, cruzou o rio Paraná em direção
ao Paraguai, onde foi aceito por Jose Gaspar Rodriguez de Francia, que
lhe impediu, porém, de estabelecer qualquer ligação com o exterior.
Anteriormente, Artigas conspirara com a oposição paraguaia, devido à
negativa do ditador perpétuo, defensor intransigente da independência
paraguaia, de unir-se ao movimento federalista. Os soldados Artiguistas
que receberam licença para ingressar no Paraguai, em grande parte
negros, receberam terras e dissolveram-se na população camponesa
local. Os poucos que, desmoralizados pela guerra, entregaram-se ao
banditismo, o doutor Francia mandou perseguir e matar.
Vinte anos mais tarde, quando doutor Francia morreu, em 1840, Artigas
foi preso brevemente, pois se temia que a população paraguaia o
levasse ao governo do país, devido ao prestígio que também ali gozava.
Após a ascensão de Carlos Antonio López à presidência do Paraguai, o
Caudilho Oriental passou a viver, já ancião, em Assunção, rodeado de
deferências, na quinta do novo chefe político, onde faleceu, em 23 de
setembro de 1850, sem jamais aceitar retornar à Banda Oriental.
Maria ficou frustrada e ao mesmo tempo revoltada quando, lendo parte
da história de José Artigas, viu que com o decorrer dos confrontos,
muitos de seus oficiais à frente das tropas que controlavam, entraram
em acordo ou acomodaram-se aos luso-brasileiros. Sob a ordem
Lusitana, os membros das classes dominantes orientais passaram a
combater, por todos os meios, a revolução artiguista. Essa seria apenas
a primeira demonstração da enorme ausência de consciência nacional
da oligarquia de Montevidéu, quando estavam em jogo suas imensas
propriedades e privilégios. Esse recorte da história revolucionária de
José Artigas pelo processo de independência do Uruguai criou em
Maria um sentimento de indignação pela elite que habitava o país
97
naquela época que, em vez de unir-se por uma causa tão justa, nobre e
necessária associavam-se aos luso-brasileiros e espanhóis, pensando
somente em propósitos individuais e em defender seus interesses, não
se preocupando na formação de um país com grandes ideais, onde a
unificação de vários povos em uma só nação viria a se constituir em
uma soberania democrática e acolhedora.
Lembrara-se de seu país e de como as elites brasileiras se comportaram
ao longo da história. Por quantas vezes as elites dessa nação não teriam
se aliado aos “inimigos”, defendendo tão somente seus interesses e
sem nenhum pudor definiram a sorte sobre milhares de compatriotas?
Difícil foi para Maria compreender o que faz uma classe social atentar
contra seu próprio povo, a entregar sua Terra a mãos estranhas e a
aplaudir a lógica insana de destruição da uma pátria. Sabia ela que
faltava mais ao seu povo o nacionalismo, o patriotismo e um orgulho
saudável de fazer parte de uma Terra livre e forte e defender essa
soberania a todo custo, inclusive com a própria vida. Refletia Maria
sobre o hino de seu país e enquanto a letra e canção apaixonante
dessa imensa nação fluía sobre o seu pensar, ficaria imaginando se
seria também patriota ao ponto de dar sua própria vida em defesa dos
ideias de liberdade e de justiça. Ó minha Pátria amada, Idolatrada e se
alguém se levantasse contra a nossa liberdade não fugiria à luta, nem
temeria, quem te adora, a própria morte? Não sabia responder agora e
buscava entre a história de sua gente os grandes heróis, aqueles que
como Artigas, a quem passara a conhecer e a admirar, que doara toda
a sua vida no seu projeto federal para aquela nação amiga.
Maria ao conhecer mais do Uruguai, tão pertinho dela e ao mesmo tempo
tão distante da sua realidade, passou a ver a importância da história
e o quanto é fundamental imortalizar os acontecimentos, os exemplos
de luta e determinação, como o dela mesmo que enfrentara muitas
dificuldades para construir um trabalho literário, buscando compreender
a história de José Artigas e seu Projeto Federal para aquela Terra de
belezas naturais incomparáveis. Vendo os exemplos de nacionalismo ela
pode inclusive amar mais o seu país e saber que é o dever de todos os
filhos desta mãe gentil defender sua soberania, a dignidade do seu povo,
mais igualdade e justiça. E se por acaso a liberdade de sua Terra fosse
ameaçada e desafiada, teriam lá homens e mulheres capazes de fazer
do seu projeto de vida a defesa desses ideais de liberdade e justiça?
Maria lembrava que era preciso com braço forte enfrentar todos os que
desafiam a nossa soberania, até com a própria morte.
Essa jovem estudante percebeu que a história do Uruguai, a história
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dos nossos vizinhos, a história de toda a América do Sul tinha que
ser estudada e estar acessível para a classe estudantil, especialmente
para o Ensino Médio. A luta patriótica e nacionalista dos povos sulamericanos pela independência de seus países não poderiam ser
desconsideradas, inclusive pelas universidades em seus cursos de
licenciatura, onde professores pareciam saber tão pouco sobre uma
herança tão rica em fatos e acontecimentos.
A vida de heróis precisava ser contada nas Escolas e as bibliotecas
precisavam estar cheias de livros que falasse desse nosso povo, de
nossa gente e não somente relatar os fatos históricos dos povos
europeus. Não poderia ser jamais esquecida ou deixada em segundo
plano pelas instituições de ensino do seu país, pois ela percebia e era
inteligente o suficiente para perceber que vivíamos em um novo tempo,
cuja integração deixa de ser apenas uma questão de ideal e passa a
ser fundamental para que os povos de sua região consigam enfrentar
os desafios desse mundo capitalista, que não poupa nenhuma nação
e que é capaz de pelo lucro passar por cima de direitos, de interesses
nacionais, de liberdades e até mesmo da preservação ambiental
desses imensos paraísos naturais.
Ela enfrentou o desafio e se propôs a fazer uma grande discussão sobre
o ensino da história, da geografia, da literatura e da própria língua
espanhola, cujos currículos ainda não contemplavam estes aspectos
de um povo irmão, que precisavam ser conhecidos e reconhecidos por
todos os povos latino-americanos.
Maria “concluiu” suas pesquisas e seu trabalho com o belo poema
do poeta uruguaio Mario Benedetti, na qual homenageou a cidade de
Montevidéu, região que já inundara seu imaginário, pois seus olhos
já conhecera uma região diferente da sua, tão rica de uma vegetação
verde, num contrates surreal com sua região tão seca e árida. Maria
dedicou esse poema tão belo não só ao povo uruguaio, mas também
aos brasileiros e a todos os irmãos sul-americanos e tal obra prima do
coração transcrevemos e colocamos ao conhecimento de todos:
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Montevideo
Cuando anochece
es bella como ninguna.
En la madrugada
sus calles silenciosas,
casi vacías.
La brisa del Plata
nos trae historias de leyenda,
alumbradas por pálidas luces
en el interior de alguna casa.
Mi vista se pierde en el fondo
de la bahía,
inconfundibles aromas
plateados y azules.
Montevideo,
estoy desterrado y sin rostro,
como esos fantasmas
que entran con los ojos cerrados
en una ciudad perdida.
FONTES BIBLIOGRÁFICAS
http://urumelb.tripod.com/historia/artigas_refranes_frases.htm
acesso em 14/06/2012
http://www.infoescola.com/historia/imperialismo
acesso em 20/06/2012
http://www.correiocidadania.com.br
acesso em 05/07/2012
http://www.infoescola.com/demografia/populacao-do-uruguai/
12/07/2012
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/gorosito_perez_washington/mario_benedetti.htm
06/07/2012
http://pt.wikipedia.org/wiki/Mario_Benedetti
100
Kássya Vanessa de Lima Lopes
EEFM ENÉAS OLÍMPIO DA SILVA
Iracema UF: Cerá – Brasil
LA POESÍA GAUCHESCA COMO EXPRESIÓN
POPULAR EN EL RÍO DE LA PLATA
Nunca consegui compreender bem nossa literatura. Terminei o segundo
grau e não aprendi o que deveria aprender. Sempre fui vista na escola
como a menina mais inteligente da sala e isso me custou muito caro;
talvez se fosse hoje, eu estaria fora do Brasil, apresentando projetos,
como fazem os jovens atualmente.
Mas meu sonho sempre foi aprender inglês, pois eu não conhecia outra
língua estrangeira, a não ser o inglês. Um dia qualquer, numa hora
inesperada, chegou a minha casa um parente distante, daqueles que
você nem imagina se ainda está vivo; pois bem, chegou no ônibus da
meia noite. Parecia assombração. Um estranho, no ônibus da meia
noite? Pensei... Deve ser o comedor de crianças, vai me roubar e
arrancar o meu fígado, rins, coração e vender. Corri para a rede e me
cobri, fingindo que nem sabia se havia chegado visitas.
No dia seguinte, conheci o tal homem. Era meu tio Bartolomeu. Mamãe
mal lembrava dele, mas fingia que estava morrendo de saudades
dele. Eu permaneci calada; iria perguntar o quê? Eu nem sabia que ele
existia. Minha mãe logo arrumou um canto pra ele colocar suas coisas
e mostrou a rede e o lugar onde iria dormir. Logo, logo titio conquistou
a família, mas eu era a mais distante dele. Ah, esqueci de dizer que
éramos em doze, lá em casa.
Eu era a caçula, mas não era a preferida, ninguém lá em casa me
dava atenção. Na verdade, eu era esforçada e alguns diziam que eu
era muito inteligente, porque gostava de ler e perguntar muito, só que
ninguém tinha como me responder nada. Eu sabia demais para minha
idade. Naquele tempo, a quantidade de conhecimento dependia da
idade, acho que eles pensavam assim. Aprendi a ler muito cedo e a
trabalhar também.
Um certo, dia, olhei titio pelo buraco da parede e o vi lendo. Passei
quase uma hora tentando ver que livro era aquele, mas o buraco
era pequeno demais e não dava pra ver direito. Passei uma semana
tentando descobrir o que lia, mas nada; mamãe, me pegou olhando
no buraco e me chamou aos cochichos, mostrando a toalha de titio
dizendo que não era pra eu e minhas irmãs não se enxugar com ela,
101
porque podíamos engravidar. Eu só tinha doze anos, pouca informação
a respeito disso, mas mesmo assim desconfiava de sua versão.
Não desisti de olhar no buraco e de repente, vi que tio Bartolomeu
havia saído e o livro estava embaixo da sua rede, era a hora perfeita
pra eu ver que livro era. E vi! Odiei aquele livro. Era um livro escrito
em uma língua que eu nunca havia escutado falar e não dava para
saber quem era o autor, pois um escrevia pelo outro, era confuso,
mas fascinante. Um mistério a desvendar. O título era esquisito: “LA
POESIA GAUCHESCA”. O que era gauchesca? Eu lá sabia, mas queria
saber. Todos os dias, quando titio saia eu ia ao seu quarto, ler aquele
livro. A língua era fascinante e as poesias pareciam músicas aos meus
ouvidos. Tentava entender um tal de Martin Fierro, mas não sabia quem
era, só compreendia que ele era engraçado, sua poesia ou música, era
diferente; as palavras eram interessantes e muito engraçadas.
Fui ficando mais curiosa a cada dia e me sentia sufocada por não
entender termos como “cielito”, “cielo” “todito” um apenas eu sabia que
era nome de mulher: Carlota. Pensei: será uma linda história de amor?
Não sei, tinha apenas uma certeza: eu amava ver aquele livro. Era o
meu tesouro, meu mistério, um segredo que eu precisava desvendar.
Talvez meu tio soubesse, é isso!! Tinha que perguntar para ele. Não
podia... ele não podia saber que eu estava lendo ou seja, mexendo
nas suas coisas. Uma noite dessas, pensei... será o Cielito, o amor de
Carlota? Fiquei ainda mais confusa. Todos os dias continuei tentando
entender aquele livro até entrar na universidade. Aos 29 anos, desvendei
aquele mistério e escrevi um livro contando a minha história. Acho
fascinante a literatura gauchesca, porque conta a história de um povo,
não somente no aspecto cultural, mas político e social.
Falei que sou professora? Tenho uma aluna que é igualzinha aquela
menina que eu fui no passado; curiosa, esperta. Certo dia ela me disse
que admirava o povo Uruguaio, porque tinha uma história de luta muito
ligada a literatura. Pensei em tudo que eu passei para depois de muitos
anos aprender uma língua diferente da minha, uma história de um
povo, que encontrou na literatura poética, uma forma de denunciar as
injustiças sociais, de defender o povo pobre da opressão política.
Assim como aqueles autores, eu precisava expandir esse conhecimento.
E numa tarde, daquelas que a gente pensa que vai acontecer alguma
coisa porque está o céu nublado e um vento forte, apareceu tio
Bartolomeu, assim, do nada. Perguntou sobre mamãe, minhas irmãs e
sobre o que ficou sabendo sobre minhas conquistas na vida.
102
Sem falar, que titio, desapareceu lá de casa, sem deixar nenhuma pista,
sem se despedir de ninguém. Simplesmente sumiu da mesma forma
que apareceu na nossa casa, no ônibus da meia noite. Antes que eu
pensasse perguntar qualquer coisa ele, perguntou se eu havia gostado
do livro. Perguntei-lhe: - Que livro? Ele categoricamente respondeu: meu livro sobre a influência da poesia gauchesca na vida dos povos
do prata? Perguntei como soube e ele não respondeu nada. Olhoume firmemente e pegou a minha mão e colocou um pacote, elevando
minha mãe com o pacote para o peito e foi embora.
Abri o pacote e era o livro de titio, que eu costumava ler ás escondidas.
Já havia esquecido a doçura da minha infância e aquele livro me
fez recordar os belos momentos quando eu era ainda uma menina;
despertou novamente a curiosidade e o gosto pelas poesias de
Martin Fierro, que passava a ter vida em cada “cielito” que eu lia,
compreendendo agora que não se tratava de uma linda história de
amor, mas de uma luta política, social e ideológica do povo gaúcho,
que buscou na poesia a fuga da opressão para um mundo mais justo
e igualitário. Uma mensagem dirigida por intelectuais aos povos da
região rural do Rio da Prata. Uma forma de ironizar os poderosos e
defender os oprimidos da hipocrisia política.
Com a cabeça a mil por horas e a sensação de missão cumprida, fui
para a casa da minha infância e mergulhei na literatura gaúcha, só que
desta vez, sabendo a língua que lia e a mensagem transmitida; e com
a certeza de que titio Bartolomeu não era meu tio, era um personagem
da literatura gauchesca: Martin Fierro, que já não era mais gaúcho
bandido e sim um anjo que veio me ajudar a conhecer José Hernandez,
Bartolomé Hidalgo, Antonio D. Lussich, Hilario Ascasubi e muitos outros
e assim ficar sabendo da gauchesca poética do Rio da Prata.
Vou agora deileitar-me nessas poesias, que não são apenas versos
poéticos, mas a saga de um povo, que aspirava uma vida melhor.Veja
essa poesia, agora, com pleno entendimento da língua:
“No me hago al lao de la güeya
aunque vengan degollando;
con los blandos yo soy blando
y soy duro con los duros,
y ninguno en un apuro
me ha visto andar tutubiando.
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“Não saio fora dos trilhos
nem que venham degolando;
c’os brandos sou sempre brando,
e sou duro com os duros,
e ninguém, noutros apuros,
me viu andar titubeando.
En el peligro qué Cristo!
El corazón se me enancha.
pues toda la tierra es cancha,
y de esto naides se asombre:
el que si tiene por hombre
donde quiera hace pata hancha
Ante o perigo — por Cristo! —,
meu coração não remancha:
qualquer chão p ‘ra mim é cancha;
e nisso sentido tomem:
quem se tenha por bem homem
faz pé firme e não se plancha.
Soe gaucho, y entiéndanló
Como mi lengua lo esplica:
para mi la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el sol.
Sou gaúcho! — Entendam bem
como meu canto o explica:
a terra ante mim se achica
e pudera ser maior;
nem a víbora me pica,
nem me queima a fronte o sol.
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Nací como nace el peje
en el fundo de la mar:
naides puede quitar aquello que
Dios me dió:
lo que al mundo truje yo
del mundo lo he de llevar.”
Nasci como nasce o peixe
nas profundezas do mar;
ninguém me pode tirar
aquilo que Deus me deu:
o que aqui tenho de meu,
do mundo o hei de levar.”
E agora me ponho a pensar: o poeta ou o gaúcho tinha orgulho de ser
o que se é e nada pode tirar isso de uma pessoa. Bem por hoje é só,
preciso ir, já estar noite. A vida continua. Estou feliz por ter desvendado
o meu mistério e por aprendido muitas coisas e o principal que é
continuar aprendendo cada dia mais. E como o conhecimento não se
esgota, tenho muito mais para aprender sobre o êxodo do povo oriental,
suas batalhas, derrotas e conquistas. O mistério do livro de titio não
tinha nenhum mistério, estava carregado de histórias de lutas de um
povo bravo e resistente.
BIBLIOGRAFIA
“MARTÍN FIERRO”; HERNÁNDEZ, José, (hay varias ediciones)
“OBRA COMPLETA [BARTOLOMÉ HIDALGO]”; HIDALGO, Bartolomé (prólogo de Antonio
Praderio), BIBLIOTECA ARTIGAS, COLECCIÓN DE CLÁSICOS URUGUAYOS, VOLUMEN
110, MONTEVIDEO 1966 (hay reedición)
HIDALGO, Bartolomé. Cielitos y diálogos patrióticos. Coleção Letras Nacionales. V.10.
Montevidéu: Universidad de La República, 1969.
105
Thiago Enrique Teixeira Fernandes
Colégio Estadual Joaquim Thomé de Almeida
MinaCu UF – GOIAS- BRASIL
O ÊXODO DO POVO ORIENTAL. A CAUSA DOS POVOS NÃO ADMITE
DEMORA. O SISTEMA DOS POVOS LIVRES.
Localizado ás margens do rio da Prata, o Uruguai apresenta um dos
melhores padrões de vida da América do Sul: tem uma das menores taxas
de analfabetismo, a segunda maior renda per capita e o terceiro melhor
Índice de Desenvolvimento humano da região. Porém nem toda a história
deste belo país, foi marcada por momentos de tranquilidade, o seu povo
lutou bastante para poderem se tornar independentes. Então a partir de
agora vamos conhecer melhor a história deste magnífico povo.
José Gervasio Artigas é considerado herói nacional uruguaio pela
sua atuação na então Banda Oriental na década de 1810, liderando
o movimento pela emancipação do país e rechaçando a presença
espanhola, o centralismo de Buenos Aires, e as ocupações lusobrasileiras no território do atual Uruguai. Ele defendeu a autonomia, e
também independência, da Banda Oriental, região que hoje compreende
o Uruguai e outras províncias argentinas.
Após o término de seus estudos Artigas passou a desempenhar funções
militares na sua região, tendo ingressado no Corpo de Blandengues (uma
espécie de batalhão militar), em 1797, onde ascende sucessivamente,
obtendo várias patentes, como a de capitão, por exemplo; ou quando
ocorre a invasão inglesa de Montevidéu, em 1807, ele organiza as forças de
resistência no interior.
No período anterior a Revolução de Maio, mais precisamente no período
1801-1802, Artigas, por denominação do vice-rei, acompanha o naturalista
espanhol Felix de Azara –que está oficialmente na região em virtude da
questão dos limites americanos entre Portugal e Espanha na região do
Rio da Prata– pelo interior da Banda Oriental, sendo que tal contato com o
espanhol vem a influenciar o pensamento de Artigas no que tange a área
econômico-social.
Assinala-se ainda que nestes primeiros anos do século XIX, Artigas, pela
função que exerce, circula pelo interior da Banda Oriental, conhecendo-a
geograficamente, mas também, a sua população, seja no que diz respeito
as suas condições de vida, anseios, e temores, seja no que refere-se ao
estabelecimento de relações cordiais com essa gente, além de que, neste
106
período, a sua reputação junto aos membros da administração espanhola é
positiva. Artigas nasceu em uma família de latifundiários e crioulos militares
Em Montevidéu, e começou a vida como líder gaúchos feroz ruim, uma
gangue de ladrões e contrabandistas que operam perto da fronteira
brasileira. Baseado em sua experiência, ele juntou-se uma força oficial
espanhol, Blandengues Corpo organizado para livrar o país de bandidos e
traficantes. Em 1810, ele era um homem de uma determinada categoria na
Banda Oriental e um gaúcho líder reconhecido.
Em 25 de Maio de 1810 ocorre em Buenos Aires a Revolução que fica
conhecida como a luta pela emancipação da de Buenos Aires, e que tenta
acabar com a dominação espanhola em todo o Vice-Reino do Rio da Prata.
Buenos Aires, capital do antigo domínio colonial, busca manter toda a
extensão do Vice-Reino sob o seu comando, no que malogra, pois do que foi
o domínio espanhol surgem diversos países independentes, entretanto, isto
não impede que, até meados do século XIX, Buenos Aires tente levar, muitas
das vezes gerando conflitos armados internos, a sua supremacia até as
províncias mais distantes do que é hoje a Argentina.
Voltando ao período posterior ao rompimento dos portenhos com a junta
espanhola, Artigas, segundo Calógeras, no dia 28 de fevereiro de 1811
rompe com a Espanha, a abandonar as fileiras do exército cujo qual fazia
parte, e alia-se com os insurgentes de Buenos Aires, sendo designado
pelos mesmos como o homem da revolução na Banda Oriental, recebendo
a patente de Tenente-Coronel.
Os estancieiros são um importante ponto de apoio que Artigas e o seu
movimento possuem na Banda Oriental, pois esses donos de terras confiam
no líder militar pelo fato dele ser originário de uma família de estancieiros e
na capacidade militar do mesmo, devido aos seus sucessos em impor a lei
e a ordem no campo antes de 1811. Já os comerciantes, majoritariamente,
posicionam-se contra Artigas e favoráveis a Espanha, por crerem que
ficando ao lado dos europeus poderiam conseguir vantagens monopolistas
junto aos seus aliados ibéricos. As tropas que objetivam o fim do domínio
espanhol na região de responsabilidade de Artigas obtém vitórias pela
campanha e povoados menores, sendo grande baluarte da dominação
espanhola Montevidéu, onde está o vice-rei Elío, fiel à Espanha, que chega a
receber apoio financeiro, inclusive, segundo Francisca Azevedo, de Carlota
Joaquina, para a resistência realista desta cidade.
As tropas de Artigas e de Buenos Aires, aliadas, cercam Montevidéu e, como
consequência deste ato, Elío recorre a ajuda da corte portuguesa instalada
no Rio de Janeiro, que envia, segundo o autor Padoin, quatro mil homens
107
para o auxílio dos realistas, tendo a frente o general Diego de Souza.
D. João presta apoio e argumenta que as perturbações na Banda Oriental
estavam causando turbulências na fronteira com o Rio Grande, e de que
com tal marcha, estaria a garantir o domínio dos Bourbon, casa a que
pertencia a sua esposa, Carlota Joaquina.
Artigas teve o desejo de reaver a área das Missões, que no ano da primeira
incursão joanina na Banda Oriental que já era de posse portuguesa, sendo
esta uma razão a influir na decisão do príncipe regente em marchar na
direção do território oriental.
Elío e os portenhos assinaram um acordo, em que os segundos e
comprometeram-se a abandonar a Banda Oriental, cessar o seu apoio a
Artigas e, ainda, reconhecer o domínio espanhol na região. Em tal trato,
estipula-se também a retirada das tropas portuguesas daí. Portugal, que
fora chamado por Elío ao conflito, mas não foi convidado para as negociações
entre o mesmo e Buenos Aires, permanece na Banda Oriental, a ignorar o
que foi estabelecido pelas duas partes contratantes.
Ambos não tem poder para que as tropas portuguesas evacuem a área
e, assim, recorrem a Inglaterra, único país capaz de fazê-lo, seja militar,
seja diplomaticamente. Como o desejo dos patriotas portenhos de que as
forças joaninas saíssem da Banda coincide com os interesses ingleses para
a mesma, seja em razão do seu comércio na região, seja pela aliança com
Espanha – que entendia a margem esquerda do Prata como sua.
Assim, Portugal retira as suas tropas da Banda Oriental do Rio da Prata.
Porém não é só Portugal que tem dificuldade em aceitar o acordo celebrado
entre o representante de Espanha e Buenos Aires, Artigas também a possuí:
vê que os seus aliados portenhos ignoraram-lo, deixando a Banda Oriental
nas mãos dos espanhóis, não havendo espaço para a independência da
mesma e, assim, parte para Entre Rios, sendo acompanhado de diversos
populares, no episódio que fica conhecido como Êxodo do Povo Oriental e
que Artigas é aclamado Chefe dos Orientais.
Lynch afirma que: “Artigas deixou sua terra natal com 4.000 homens todos
civis. Esses 4.000 civis temiam represálias com brutalidade por parte dos
espanhóis e dos portugueses, eles buscavam a independência no exílio,
deixando para trás uma terra queimada e um campo vazio”.
Artigas deixa claro de modo que não se pode duvidar de que foi o líder do
movimento de independência oriental. A margem esquerda do Prata, em
qualquer negociação com Buenos Aires, a partir de então, poderia negociar
em pé de igualdade, e não como uma província subordinada; e, por fim,
esse grupamento que parte com o caudilho é o núcleo de uma nação
independente.
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Em 1813, Buenos Aires convoca uma Assembléia Constituinte onde
as províncias, teoricamente, teriam voz, entretanto, neste momento, o
grupamento que está a governar as Províncias Unidas e comandam a
cimeira são os centralistas, facção contrária à autonomia provincial face
Buenos Aires.
Devido à convocação portenha, Artigas realiza o Congresso Oriental, com
a função de definir o posicionamento dos orientais em Buenos Aires. O
resultado de tal reunião é o estabelecimento das “Instrucciones del Año
XIII”, que contém a reivindicação da agora, sob o ponto de vista de Artigas,
Província Oriental – e não mais Banda – pela independência, república e
federalismo.
Esse foi o projeto de um sistema em que as províncias teriam plena
soberania, o que inclui a autonomia econômica e poder de recrutar os seus
próprios exércitos. O quadro federal seria extremamente fraco, e o governo
central despojado de todos os meios de controle para as províncias. Reduzir
o Rio de la Plata a um conjunto de mini-estados governados por senhores
da guerra insignificantes e preso em sua própria incapacidade.
Nessa reunião Artigas tentou se estabelecer numa proposta federalista de
relações, na qual a adoção de um pacto confederal poderia controlar os
interesses centralistas de Buenos Aires e garantir a soberania da Banda
Oriental. A partir desse posicionamento, a Província Oriental, para unir-se às
Províncias Unidas do Rio da Prata somente através de um pacto confederal,
no qual a sua soberania e independência seriam mantidas Observamos
que nessas Instruções há um firme propósito de reafirmar e declarar a
independência em relação à Coroa espanhola bem como de adotar uma
forma de governo republicano como garantia dos direitos de liberdade, de
segurança e de soberania a cada província. Calógeras define as conclusões
a que chegam os orientais em tal congresso liderado por Artigas como a
antítese do pensamento de Buenos Aires: República e federação, contra
Monarquia e centralismo, além de que a relação estabelecida com os
portenhos deveria ser de pacto e não de obediência. É válido observar que
Artigas, foi fortemente
Influenciado pela constituição norte-americana. Uma vez tendo o projeto para
a inserção da Província Oriental nas Províncias Unidas, os deputados orientais
partem para Buenos Aires, no entanto, uma vez nesta cidade, a Assembléia
não os recebe pelo teor da sua proposta, o que leva a Artigas romper
definitivamente com os portenhos, e a declarar guerra aos mesmos, apoiado
pelos caudilhos das províncias litorâneas. Buenos Aires ataca Montevidéu.
Vigodet, substituto de Elío, é derrotado e, três dias depois, as tropas
vitoriosas ocupam a cidade oriental, lideradas por Alvear. Artigas interpreta
109
a presença portenha como uma força de ocupação, porém, isso não impede
que em 9 de julho o caudilho oriental assine um tratado com Alvear, onde
“Reabilitava a sua honra e reputação; concedia-lhe o posto de comandante
da campanha e da fronteira.
Então Artigas passou a se responsabilizar pela organização da província,
reunindo a sua assembléia provincial e procedendo à escolha de delegados
à Constituinte das Províncias Unidas”.
No entanto, mesmo com a assinatura do acordo, Artigas não abandona
a sua posição favorável ao federalismo, o que desagrada Buenos Aires,
que decide romper com o caudilho oriental e destruí-lo definitivamente.
Artigas reage, e obtém o apoio de outros caudilhos provinciais. Assim, os
portenhos, em Montevidéu, têm que contar com a oposição artiguista desde
a campanha, que por sua vez obtém aliados na cidade capitulada, além de
que o conflito é levado a outras partes das Províncias Unidas.
No final de 1814 os portenhos já haviam sofrido várias derrotas e, em
janeiro de 1815, abandonam Montevidéu e Entre Rios, no que culmina com
a ocupação da primeira por Artigas.
As forças artiguistas ocuparam Montevidéu com a saída dos portenhos
desta cidade e, assim, Artigas governa toda a Província Oriental em 1815,
agora a Pátria Velha, criando, junto com Santa Fé, Entre Rios, Corrientes
e Córdoba, a Liga Federal, com o intento de oporem-se a centralista e
unitarista Buenos Aires. Por este fato, Artigas é reconhecido pelo título de
“Protector de los Pueblos Libres”.
Apesar de aparentemente Artigas estar à frente da Liga, na prática, o seu
poder está delimitado ao território oriental, arrasado e destruído pelos anos
de guerra, o que dificulta o seu governo.
Porém, uma vez no poder, toma diversas medidas para recuperar a Província
Oriental, através do restabelecimento do comércio e dos campos, ambos
assolados pelos conflitos no interior do seu território. Quando cita que a
produção de alimentos dos orientais não era suficiente para abastecê-los,
tendo que importar cereais, entretanto, o comércio, debilitado, fazia com
que uma quantidade ínfima adentrasse o país.
Diante desta situação caótica, Artigas toma medidas para revitalizar
o comércio, realizando acordos com os britânicos, em que os portos
de Montevidéu e Colônia passam a ser abertos para eles. O de
Maldonado também não é esquecido pelo protetor dos povos livres,
que age no sentido de recuperá-lo, entretanto, sem negociá-lo com
os ingleses.
No campo, o caudilho promove a reforma agrária, expropriando as
terras dos seus oponentes e passando-as para os grupamentos mais
110
desfavorecidos da sociedade oriental que apoiaram-o, porém, sob certas
condições, conforme explicita: Artigas fez a expropriação das terras e do
gado daqueles que se opuseram às suas forças.
As terras foram distribuídas, em forma de pequenas propriedades, àqueles
que lhe apoiaram e, entre eles, os que se encontravam na condição de
despossuídos e desclassificados da sociedade de então, como indígenas,
gaúchos, escravos libertos, etc. Os que as recebiam deviam cultivar as
terras e/ou recuperar o rebanho, sob o risco de reverter a terra para o
controle do Estado que se formava.
Com tais atitudes, Artigas retalia os seus inimigos e pretendia garantir o
desenvolvimento econômico da região, além de garantir o efetivo (soldados)
para as lutas armadas.
A falta de contingentes leva a Artigas aceitar em suas tropas escravos
negros, tanto de sua província, quanto do sul do Brasil, e, assim, os cativos
ganham uma espécie de emancipação, o que não agrada aos proprietários
de terras. Outra questão que não agrada aos estancieiros é o programa
de Artigas, de cunho reformista, voltado para as classes mais pobres da
sociedade oriental, que receberam terras e gado do governo estabelecido
em Montevidéu.
O caudilho introduziu uma das medidas mais interessantes e originais do
período da independência” e onde Artigas foi aclamado o primeiro grande
‘reformador agrário’ da América do Sul, entretanto, sem ignorar que o
caudilho necessita que estas terras estejam a produzir, e que Artigas crê
que a melhor maneira para que isto ocorra é entregando-as a pequenos
proprietários.
No que tange a administração propriamente dita, o caudilho busca formar
uma Confederação com base nas instruções do ano XIII, além de dividir
a autoridade com a estrutura herdada do período colonial espanhol,
o Cabildo, sendo tal compartilhamento, a representação do campo,
personificada em Artigas, e dos núcleos urbanos, no Cabildo, além de
que o primeiro representa a vontade popular. As medidas tomadas na
margem esquerda do Prata desagradam ao poder estabelecido no lado
direito: Buenos Aires vê, pela ação de Artigas, o seu projeto de exercer o
controle sobre as demais províncias ameaçado, o que prejudica os seus
interesses econômicos e políticos.
Artigas não causa desagrados somente no Rio da Prata, na Guanabara, a
corte aí instalada desde 1808, também não vê com bons olhos o governo
do caudilho oriental. A insatisfação causada por Artigas em ambos os
governos, o domínio da Banda Oriental e a constituição da Liga Federal
com suas ações e determinações a partir de concepções federalistas e
111
republicanas, como forma de Estado, provocou reações tanto por parte dos
portenhos quanto dos luso-brasileiros. Assim, já em 1815, começam os
preparativos militares, sob o comando do general Carlos Frederico Lecor,
por parte do governo português sediado no Rio de Janeiro, para atacar a
Banda Oriental. No ano seguinte, as tropas lideradas por Lecor adentram
o território oriental, tendo como justificativa as constantes perturbações a
fronteira com o Rio Grande por parte dos artiguistas e o desrespeito para
com a mesma, além de que o projeto do Protetorado de Artigas incluía esta
região brasileira.
Além destas justificativas, soma-se o velho anelo lusitano de estender seus
domínios ao Rio da Prata, os ocupadores adentraram o território prometendo
levar paz e prosperidade aos orientais. A opor-se a Portugal, Buenos Aires
coloca-se contrária ao ataque luso-brasileiro, porém não possui forças para
deter as tropas joaninas, limitando a sua atuação a tentativa de Pueyrredón
de demover Portugal da idéia, no que malogra; Frutuoso Rivera também
tenta impedir as tropas de Lecor através da força, e é igualmente derrotado
no seu intento de impedir a presença luso-brasileira no território de Artigas.
Os portenhos viam positivamente a queda de Artigas e de suas propostas
federalistas, mesmo que para derrotar o caudilho e o seu projeto, Portugal
viesse a entrar em cena, tendo Pueyrredón sido conivente com os invasores
pela queda do inimigo comum. Buenos Aires poderia prestar socorros
a Montevidéu, entretanto, não o faz em virtude de Artigas, opositor a
subjugação aos portenhos, porém “O auxílio seria concedido do melhor
grado se Montevidéu anuísse em incorporar-se ao organismo político das
Províncias Unidas; mas perante suas veleidades persistentes de separação,
Buenos Aires preferia esquivar-se mandando todas suas forças disponíveis
para os lados do Chile e decidindo a invasão capitaneada por San Martín”.
O Cabildo de Montevidéu, diante destes fracassos, não faz frente aos
ocupadores, ao contrário, pede aos mesmos que ocupem a cidade
pacificamente. Diante das circunstâncias, Artigas abandona Montevidéu
e parte para a campanha para comandar uma guerra de guerrilha contra
os luso-brasileiros, apesar de que, segundo Carneiro, a esta altura, Artigas
encontra-se debilitado pela sua idade e pelo cansaço e, na verdade, já não
comanda mais as suas tropas pessoalmente.
O general Lecor chega a Montevidéu no dia 20 de janeiro de 1817,
ocupando-a. Entretanto, as tropas de Artigas não dão-se por vencidas e
cercam a cidade, porém, é inútil, e, assim, Artigas jamais terá Montevidéu de
volta, o que não impede que os artiguistas continuem a resistir a presença
estrangeira no interior do território oriental, nem que ocorram ataques as
Missões e a fronteira do Rio Grande.
112
É válido observar que a partir da perda de Montevidéu o caudilho oriental
passa a enfrentar problemas de ordem pessoal que, por sua vez, interferem
na sua vida política, sendo o seu tormento particular já iniciado no ano da
conquista de Montevidéu pelos portugueses.
Artigas não estava bem de saúde e, paralelamente, sua popularidade
caía, tanto que, já em meados de 1818, locais como a antiga Colônia do
Sacramento, Maldonado e o curso do rio Uruguai já estavam em mãos lusas.
O pensamento antiartiguista começou a crescer, inclusive por parte de
alguns caudilhos das províncias litorâneas, desgastados com o prejuízo das
guerras e sedentos por obterem o apoio de Buenos Aires como forma de
assegurarem os seus interesses.
A guerra afetou a riqueza monetária das cidades, dificultando o comércio.
Os setores mais altos da sociedade oriental apóiam aos portugueses e, a
razão deste suporte dá-se porque esses proprietários estão alarmados
com Artigas com seu populismo primitivo, tranquilizado pelos nobres
valores sociais do Brasil, e satisfeitos com o retorno da lei e da ordem para
o campo. .
Lecor sabe tirar proveito da situação, pois à medida que o poderio de Artigas
encolhe no território oriental e o seu cresce, a população demonstra-se
mais favorável aos ocupadores, e, assim, o general português militariza a
população e organiza-a contra o caudilho.
Artigas abre duas frentes de batalha. Além da frente contra os lusobrasileiros, citada anteriormente, o caudilho envolve-se em conflitos com
Buenos Aires, pois os centralistas desta cidade tentam acabar com os
caudilhos da Liga Federal, entretanto, os portenhos saem derrotados do
embate.
Paralelamente, as tropas artiguistas começam a sofrer várias baixas
em 1819. Andresito é capturado e levado como prisioneiro para o Rio de
Janeiro; Rivera muda de lado, a aliar-se ao exército inimigo, vindo a ser
Barão do Império do Brasil; os Oribe também abandonam Artigas; Lavalleja
é feito prisioneiro no ano seguinte.
1820 é o ano do agravo da já complicada situação de Artigas: em 22 de
janeiro as forças luso-brasileiras impõem-lhe a derrota de Tacuarembó,
que leva o caudilho a refugiar-se na província de Entre Rios, que, aliada
a Santa Fé, derrota Buenos Aires em 1º de fevereiro, no embate contra
os centralistas portenhos citados anteriormente. Apesar dos federalistas
terem vencido a peleja, isto não significa que foi algo positivo para Artigas,
ao contrário, o caudilho oriental perde o controle sobre os litorâneos, que,
por sua vez, não possuem interesse em manter uma guerra junto com
Artigas com o Reino Unido de Portugal, Brasil e Algarve.
113
Entretanto, não era isto que Artigas esperava quando os seus antigos
subalternos venceram, Artigas achavam que eles negociariam com os
portenhos a formal declaração de guerra aos ocupantes da região que ele
denominava de Província Oriental. Enganou-se. Quando sabe do conteúdo
do Tratado de Pilar, em uma cópia enviada por Ramirez, caudilho de Entre
Rios, revolta-se contra o mesmo, achando que foi traído.
Artigas marcha para o ataque a Entre Rios, a saquear povoados e enfrenta
Ramirez em las Guachas, travando-se o embate decisivo entre os dois
caudilhos em 24 de junho de 1820 em Las Tunas, quando o de Entre Rios
derrota definitivamente José Gervasio Artigas.
Artigas, voltou com força selvagem contra seu ex-aliado, derrotando-o na
batalha, e empurrando as selvas de Corrientes do norte.
Assinala-se ainda que o caudilho oriental recebe propostas de anistia por
parte do governo luso-brasileiro, sendo-lhe oferecido o exílio no Rio de
Janeiro, e do norte-americano, que, através do seu cônsul em Montevidéu,
propõe a Artigas o refugio em seu país. No entanto, Artigas nega as duas
ofertas, partindo em direção ao Paraguai.
O caudilho atravessa o rio Paraná com alguns fiéis, mas não sem antes
declarar o fim da guerra, em 5 de setembro, porém, o homem que governou
a Província Oriental, chega à outra margem do Paraná desprovido de bens
materiais e riqueza.
Artigas entrega a um soldado de sua confiança a única e última coisa de
valor que resta-lhe: a quantia de 4.000 pesos, para que fosse enviado a
Lavalleja, no Rio de Janeiro, para que pudesse ser amenizado o martírio dos
seus companheiros presos na principal cidade do Brasil.
Artigas, chegando ao país em que foi buscar refugio provisório, apresentase às autoridades locais, e assim que Francia, ditador paraguaio, sabe da
presença do oriental em seu território, considera-o seu prisioneiro, a alojarlo, em um primeiro momento, em Assumpção e, depois, em Curuguaty,
distante e miserável povoado do Paraguai, onde permanece até 1840,
quando Francia morre.
No ano seguinte a chegada de Artigas no Paraguai, em 1821, é realizado,
na Província Oriental, o Congresso Cisplatino, em que é votada, não sem
grandes articulações políticas, a anexação do território pelo qual Artigas
guerreou pela emancipação ao Brasil, sob o nome de Província Cisplatina.
Entretanto, a esta altura, Artigas está impossibilitado de tomar qualquer
atitude contra a anexação, pois está nas mãos de Francia. Após a morte do
ditador paraguaio, praticamente vinte anos após o Congresso Cisplatino, o
governo substituto ao do falecido permite que Artigas vá viver em Ibiray,
porém sem deixar de monitorá-lo.
114
O líder de outrora, em sua nova morada, mantém o estilo de vida que tem
desde o início de sua vida no Paraguai: uma vida modesta, de homem do
povo, pacata, até o dia da sua morte, 23 de setembro de 1850.
Nos últimos dias de sua existência, ele começou a revisão do processo
histórico que o queria ferretear de crimes na Independência americana,
e ao Uruguai, seu maior filho, lhe quis prodigalizar carinhos e provas de
reconhecimento, a graça que solicitou foi deixarem-no morrer em sua
chácara abandonado e pobre, cultivando suas plantas e distribuindo os
frutos aos mais pobres do que ele. Superior ainda no seu desprezo das
fúteis honrarias humanas, e da inexistente gratidão de seus compatriotas.
Podemos dizer então que ele foi o Protetor dos Povos Livres.
Desde o inicio, a retirada foi acompanhada por civis e seus familiares.
Participaram da marcha alguns proprietários, com seus cativos, mas
sobretudo orientais pobres, com suas mulheres e filhos. A retirada foi se
massificando, até formar uma coluna de talvez quinze mil migrantes, de
carretas, cavaleiros e homens, mulheres e crianças a pé. A longa expedição,
em direção de Salto Chico, na atual cidade argentina de Concordia, em Entre
Ríos, deixou literalmente o interior da Banda Oriental semi-despovoado.
Conhecido na época como “la redota”, corruptela de “la derrota”, o
movimento foi denominado pela historiografia oriental em forma mais
erudita e patriótica como “Éxodo del Pueblo Oriental”. Ele é apresentado
como momento da fundação da consciência nacional uruguaia.
Artigas, que passou os últimos trinta anos de sua vida em tais condições,
cinco anos depois da sua morte é lembrado pelos seus conterrâneos, que
transladam os seus restos mortais para Montevidéu, repatriando-os no
Panteão Nacional.
Após todos os dados fornecidos percebemos que ele batalhou, durante
a década de 1810, período da sua vida política, pela autonomia da região
que já foi a Banda Oriental, Província Oriental, Província Cisplatina e, hoje,
República Oriental do Uruguai.
Entretanto, no período em que está a desempenhar o seu papel político de
destaque, vê por muito pouco tempo a sua proposta sendo concretizada,
e mesmo quando a vê, é em um contexto de crise, com o interior do país
destroçado e a ameaça de uma incursão estrangeira, que acaba a ocorrer
em 1816, sendo que Artigas fica a frente do governo oriental no ano anterior,
e perdendo-o para os luso-brasileiros que conquistam Montevidéu em 1817.
Quer dizer, o caudilho esteve durante muito pouco tempo a comandar a sua
região e seu povo. Percebe-se que, uma vez no poder, Artigas preocupa-se
em recuperar a economia do território sob sua jurisdição, a revitalizar o
comércio e a produção rural, além de atender a demandas sociais, mesmo
115
que ao atender aos mais desfavorecidos economicamente estivesse a
atender seus aliados.
Constata-se também que o caudilho tem um projeto político-econômico
para a Província Oriental, seja no âmbito interno, como foi dito acima, seja
no externo, ao estabelecer a sua relação com Buenos Aires – a da tentativa
de manter uma autonomia, mas em um governo confederado – Espanha
e Portugal – de independência – e a Liga Federal, um acerto com outras
regiões do antigo
Vice-Reino do Rio da Prata que rejeitavam o projeto centralista portenho. O
caudilho da margem oriental do Rio da Prata era um homem que tinha um
projeto político para a sua região, que, uma vez no poder, tentou colocá-lo em
prática, além de que era uma pessoa que tinha um conhecimento externo à
campanha, pois, em 1811, já possuía uma tradução da constituição norteamericana, que veio a influenciar-lo, além de que, com a recomendação que
faz ao cabildo a época da primeira incursão joanina na Banda Oriental, a
alertá-lo dos objetivos expansionistas do príncipe-regente, Artigas baseavase no Correio Brasiliense e, acrescenta-se, que utilizou corretamente a
opinião de Hipólito da Costa, pois, realmente, D. João possuía tais interesses
na margem esquerda do Prata.
Finalizando, Artigas é bastante diferente do perfil do caudilho traçado pela
historiografia liberal, que tem como grande representante Sarmiento,
que taxa esses líderes de ignorantes e incultos, sedentos de poder, sem
um projeto de nação. Artigas, que realmente não obteve uma instrução
universitária, não encaixa-se na figura do caudilho desenhado pelos liberais,
pois tinha um projeto para a Província Oriental, lia materiais produzidos
em outras partes do globo, além de ser uma pessoa que possuía uma boa
leitura do que estava a ocorrer a sua volta, basta lembrar da sua advertência
em relação a incursão luso-brasileira de 1811, basta recordar que não
submeteu-se ao centralismo portenho, prejudicial para a sua província.
E mais resumidamente podemos dizer que o Êxodo do Povo Oriental é
chamada a emigração coletiva de habitantes da zona levantina que seguiu
José Artigas até o Salto Chico. Se Artigas não tivesse lutado pelo seu
povo talvez hoje a República Federativa do Uruguai não seria um país tão
economicamente forte, e acima de tudo belo e digno de um povo heróico e
batalhador.
116
Lucas Kristhen Ferreira Muniz
Escola Estadual Segismundo Pereira
UF- Minas Gerais – Brasil
UM POVO DE TODOS OS POVOS
Eram tempos difíceis no extremo sul do continente americano, enquanto
a Europa eclodia em crises em face ao sucesso inicial das conquistas
de Napoleão Bonaparte, a Coroa Espanhola, se via encurralada em um
estranho jogo de xadrez colonialista e já demonstrava desde os fins do séc.
XVIII uma acentuada fraqueza administrativa,conseqüência do atraso em
se posicionar na nova geografia e política européia, que foi marcada pela
revolução industrial inglesa e pelo idealismo liberal.
Na tentativa de recuperar a sua posição e de solucionar o seu endividamento
crescente, a coroa adota rigoroso controle das colônias, restabelecendo
o monopólio do comércio e tributando pesadamente. E graças a falta de
estrutura industrial espanhola e do baixo incentivo comercial, as colônias já
comercializavam com há algum tempo com os mercadores ingleses.
Os Espanhóis já estavam sentindo a perca do controle e viam o contrabando
crescer e se tornar o principal meio de negócios rápidos, lucrativos e
seguros. E a elite colonial já estava insatisfeita com a atuação da metrópole,
que não oferecia mínimas condições comerciais e oprimia as colônias com
pesados impostos.
Diante desta situação já começava a pulsar dentro do povo, um certo
sentimento revolucionário e se espalhava até as classes mais pobres, as
mais atingidas pela pesada tributação. Estes ressentimentos, tomavam
corpo e se tornara um intenso desejo de independência das colônias.
A separação que era apenas uma questão de tempo tem seu gatilho quando
Napoleão, depõe a dinastia Bourbon da Espanha, e em seu lugar cede o
trono a José Bonaparte. Contudo ainda foi instituída a Junta de Sevilha que
tinha a intenção de manter o controle das colônias no território espanhol.
Mas os movimentos de independência estouram em todos os lugares, em
parte do fruto da inspiração da Revolução Norte-Americana e principalmente
nos ideais liberais já fortemente aceito pela elite colonial. Mas muitas coisas
ainda estavam para acontecer.
Em 1815 o trono da Espanha foi restaurado a um Bourbon, Fernando VII, este
então inicia uma nova era, não diferente da anterior, mas mais austera, com
rígido controle sobre os seus domínios, chegando a loucura de restaurar
a terrível Inquisição. No entanto, apesar de do novo carrasco, algo havia
117
mudado pelas bandas americanas. Durante o curto período de autonomia
das colônias e das lutas libertárias, as mesmas acumularam experiência
necessária para a separação definitiva da metrópole, e claro, a Inglaterra
apoiava fortemente isto esta situação, inclusive materialmente.
A partir de 1817, deste momento em diante, várias lutas libertárias
eclodiram nas colônias espanholas. Alguns nomes são memoráveis como
San Martin e Simon Bolívar. A separação da Espanha impactou fortemente
as novas e independentes nações.
Na região Platina não foi diferente. Estava dando inicio um período de
reconstrução econômica, mas principalmente política, e uma das grandes
características deste momento é o interesse das elites locais em unificar e
centralizar poderes administrativos, como os Caudilhos.
E no antigo e agora extinto Vice-reinado do Prata, a cidade mais importante
era de fato Buenos Aires, por vários motivos, dentre eles seu caráter
intelectual, comercial e por ter o principal porto da região. Breve a elite de
Buenos Aires, já tramava uma ação, para ter o controle político, administrativo
e econômico de toda região sul. Para isto o Governo de Buenos Aires
utilizou não somente as estruturas de governo, mas também as massas, os
movimentos populares. O seu forte desejo era de criar a Confederação das
Repúblicas Independentes, e claro que a sede seria em Buenos Aires. Mas
em Montevidéu, as coisas não eram vista desta forma e eram fortemente
opostos ao ideal argentino, não só pelo desejo de liberdade, mas também
porque ainda havia um representante da Espanha que tinha o apoio da elite
uruguaia, e o Uruguai era o principal concorrente regional de Buenos Aires.
Os ventos da Tirania pareciam apenas mudar de lado, mas nenhum dos
lados imaginava, ou estava preparado, para o homem que mudaria para
sempre a história, não somente do Uruguai, ou da Argentina, ele mudaria
pra sempre o conceito de Liberdade:José Gervasio Artigas ou para os
livres DOM PEPE.
“José Gervasio Artigas Arnal, nasceu em Montevidéu, em 19 de junho de
1764. Seus pais, descendentes dos fundadores da vila e proprietários
de algumas terras no interior. Viveu sua infância em Montevidéu e na
fazenda do pai, junto ao arroio Carrasco, estudando as primeiras letras
com os franciscanos. Na adolescência viveu entre gaúchos e como gaucho,
chegando segundo relatos a participar de comércios ilegais de gado e couro
no território português. Por esses anos, teria vivido com os charruas, com
quem aprendeu a arte de guerrear.
Já com 33 anos, passou a integrar, como soldado, no corpo de Blandengues
de Montevidéu, que combatia a rebeldia de nativos, e a agitação de
portugueses na fronteira lado norte. Breve seria promovido, devido a sua
118
grande capacidade e conhecimento do terreno fronteiriço. E em uma dessas
andanças, ao fim do sec., na fronteira do Rio Grande do Sul, que ele tem
um inesperado encontro, e uma nobre atitude. Artigas compra e liberta um
negro, afro-oriental, que era mantido escravo pelos portugueses e o liberta.
O Negro se chamava Joaquim Lenzina, ou simplesmente o Negro Ansina.
Este o acompanhou como amigo, conselheiro e combatente por toda a sua
vida, inclusive, quando mais adiante seria exilado no Paraguai.
Quando os ingleses atacaram Buenos Aires em 1809, Artigas partiu
para unir-se a resistência, não chegando a tempo de combater e após
a Revolução de Maio 1810, o jovem nobre já se tornara capitão no corpo
de Blandegues. Nesta época recebeu a terrível tareia de reprimir o povo
que lutava contra a coroa espanhola. Aqui algo acontece, que as linhas
históricas ficam turvas, pois ao ver a luta do povo pela liberdade, o jovem
Capitão Artigas, se vê em uma luta consigo próprio, e decidi não lutar
contra o seu povo, mas, pelo seu povo.
No inicio de 1811, já do lado uruguaio, e não mais um Capitão e sim um
Tenente-Coronel, e com apenas 180 homens, Artigas assume a direção da
luta contra o domínio espanhol na província oriental. Rapidamente reúne uma
força composta de gente simples, simpatizantes e gauchos, e se Lana para
anular as forcas do vice-rei Xavier Élio. O improvisado exército de Artigas
toma todo o território oriental, e coloca a cidade de Montevidéu em sítio.
Élio já temeroso pede ajuda dos portugueses, e uma força militar portuguesa,
desce a fronteira sul e toma alguns territórios enquanto isto uma armada
espanhola bloqueia o porto de Buenos Aires. Mas ao interromper o comércio
promissor de Buenos Aires, a junta revolucionária argentina, negocia as
terras orientais, entregando a Banda Oriental aos espanhóis em troca do
desbloqueio do porto. Uma traição inesperada que força Artigas a retirar
sua tropas do cerco que fazia a Montevidéu levá-las para o norte.
Mas não era mais um exército, era um povo, e a retirada foi também de civis e
de seus familiares, uma onda humana, composta essencialmente de pobres,
mulheres com suas crianças. E conforme a marcha prosseguia, mais gente
ia se juntando, até formar uma grande massa de aproximadamente quinze
mil pessoas, carretas e cavaleiros, uma multidão de pessoas andando a pé.
Esta migração deixa a região central quase despovoada, e ficaria para
sempre conhecida como La Redota ou O Exodo do Povo Oriental, este
movimento é essencialmente importante para a construção da identidade
de um povo que não aceita uma solução que não seja a Liberdade, ou como
disse Artigas, ”não venderia sua riquezas ao baixo preço da necessidade”.
Dom Pepe, como era conhecido, agia e pensava diferente, desde a primeira
batalha diante do povo. Era um exercito diferente, formado por excluídos,
119
marginalizados, indígenas, os pobres e também os negros. E com o tratado
entre Portugal e Espanha, que deu a Portugal o direito a posse das Missões,
eles queimaram as suas casas, juntaram seus pertences e saíram rumo a
algum lugar incerto e não sabido, aonde pudessem ser livres.
Em particular algumas histórias deste povo herói, são pilares da liberdade.
Não era ser livre em algum lugar, mas ser livre com um povo. Em todas as
guerras libertárias era comum, usarem negros e escravos para fortalecerem
os seus exércitos. E apesar de não ser incomum o recrutamento de
escravos, Artigas também contaria com este povo, mas mais do que isto,
este povo também contaria com ele. desde as primeiras batalhas estiveram
presentes ao lado de Dom Pepe.
Mais do que isto, no inicio do conflitos, ex-escravos agora soldados do
povo livre, libertaram vários escravos de espanhóis e rio grandenses.
Desde então, muitos Negros fugiram de seus senhores para a Coluna da
Liberdade. Saint Hilaire comentou que: “... dos soldados de Artigas, os que
em todas as ocasiões mostraram mais coragem, foram os negros fugidos,
o que é natural, porque eles lutam por sua própria liberdade, além disso,
o negro é mais valente do que o Índio, porque menos alheio do que este
à idéia do futuro, donde sua valentia em arriscar tudo em busca de um
destino melhor.”
O que se percebe é que os negros não queriam se alistar com o exército de
Artigas, somente por inserção social, mas eles se engajaram uma luta cuja
causa era ser livre. Enquanto no exército do Rio Grande o recrutamento
de negros nem sempre se davam voluntariamente, em alguns casos eram
obrigados e recrutados a força para as forças armadas.
Nas linhas do Povo Oriental, estes tinham o poder de escolher, entre vida
livre e serviço livre. Mas negros das duas linhas buscavam, liberdade tendo
em vista, que mesmo do lado Português os escravos que lutavam ao lado
de seus senhores ganhavam a liberdade. Era tênue a linha da liberdade,
ou escolhia lutar para ser livre ou ser livre para lutar. Ser livre de qualquer
forma era uma questão de luta.
Mas o movimento do povo oriental também pretendia fazer uma ampla
reforma agrária que pudesse redistribuir a terra aos colonos. O governo
revolucionário também proibiu o tráfico de escravos, por volta de 1812,
decretando que os barcos apanhados nesta situação, fossem confiscados
e os escravos seriam considerados livres. Atitude como estas deixavam o
inconsciente coletivo da comunidade escrava sonhassem e desejassem a
liberdade naqueles tempos.
Junto ao povo oriental, negros livres tinham direito a estâncias na
redistribuição de terras. Idéia como esta não somente era inovadora mas
120
também necessária ao processo de liberdade pela qual eram conduzidos
os andamentos no povo oriental, apesar de não haver uma posição
esclarecedora sobre a escravidão.
Ingressar no exército não somente foi uma oportunidade de conquistar a
liberdade, mas também de adquirir a cidadania, mudando o seu status civil.
E este acesso a Força Militar, dava a eles a possibilidade de fazer parte da
futura nação. Para os negros, estar junto ao povo oriental era vislumbrar um
horizonte em que poderiam ter seus direitos civis de liberdade e igualdade,
bem como os direitos a propriedade e as armas.
Outro fenômeno observado durante este período, que a liberdade do povo
oriental, incomodava aos portugueses do Rio Grande, que criaram uma
nova modalidade de tráfico de escravos, para abastecimento do mercado
interno, eles seqüestravam negros orientais livres, para torná-los escravos
no Brasil. Junto aos povos livres o negro encontrava não só o ambiente mas
também a oportunidade de ser e possivelmente ter. Em um ambiente que
as decisões eram democráticas e o povo etnicamente diverso, o conceito
de liberdade era vivenciado no cotidiano, na produção, na locomoção, no
cuidado da comunidade caminhante e seus objetivos.
Até mesmo depois da luta os negros que lutaram junto a Artigas, foram
recebidos em terras paraguaias, a quem foram cedidas, a terra e se
tornaram mais uma vez povo.
Esta história que parece lenda, que se tornou mito, se perdeu na memória
e nos livros. Mas permanece viva aonde ainda exista um sonho, uma utopia,
que se chama Liberdade.
Durante a luta, vivenciaram a utopia, a perseguição do sonho. E o caminho do
povo oriental, era o caminho da América livre, uma história esquecida, mas
que merece e precisa ser lembrada pois um dia um sonho foi o alimento
e o teto de um povo, que não viu outro caminho que não fosse a liberdade.
Não se sabe se era um povo que tinha um líder, ou um líder que tinha um povo.
Um povo que não negociaria suas riquezas em troca da sua necessidade,
um povo que descobriu que o valor da liberdade era pequeno demais perto
do esforço. Um povo composto não por etnias, mas por todos que criam
em um mundo livre, em que a propriedade, o capital e a cidadania eram o
quinhão de cada um. O sangue de negros, índios, e de outros tantos foram a
semente plantada no solo oriental.
Um Povo de todo mundo, de vários idiomas, de várias etnias, de várias
culturas e religiões. Talvez esta fosse a nação Utopia, hoje conhecemos
como Uruguai, mas para os que ainda sonham, a marcha continua, e pode
simplesmente chamá-los de Povo Oriental.
121
Luiz Eduardo Lucena Justino
IFPB Instituto Federal de Educación de Ciencia y Tecnología de Paraíba
Joa Pessoa – UF – Paraíba - Brasil
ARTIGAS: A LUTA PELA INDEPEND ÊNCIA URUGUAIA
Artigo apresentado ao concurso histórico literário caminhos do Mercosul,
sendo o tema “O êxodo do povo oriental”
JOÃO PESSOA / PB
JULHO DE 2012
“Confio que meus compatriotas e o mundo inteiro possam avaliar
justamente minha conduta, e decidir se algum se encontrou jamais em
minhas circunstâncias, se algum me excedeu em sacrifícios pela pátria.”
(Simón Bolívar)
INTRODUÇÃO
No século XIX, iniciou- se um processo de independência das colônias
espanholas e portuguesas na América Latina. Muitos conflitos
aconteceram nas lutas por liberdade. Nesta mesma época, viveu José
Gervásio Artigas, político uruguaio que mais tarde seria consagrado
como herói nacional, devido a sua participação na busca por
independência da Banda Oriental do Uruguai, atual República Oriental
do Uruguai.
José Gervásio Artigas nasceu no dia 19 de junho de 1764, na cidade
de Montevidéu. Suas origens familiares estavam relacionadas com
os fundadores da cidade. Ele se tornou um líder político com atuação
destacada nas lutas independentistas. Além disso, Artigas se destacou
por desenvolver ideais democráticos e republicanos.
Durante sua vida, ele participou de vários conflitos contra espanhóis e
portugueses em busca da independência.
Esta dissertação tem como objetivo analisar criticamente a vida de
José Gervásio Artigas, seus ideais e suas contribuições nas lutas por
liberdade e igualdade.
”O sistema dos povos livres”, o Projeto Federal Artiguista. O caudilho,
o revolucionário, o libertador. Suas ideias, seu pensamento político e
econômico-social.
122
Síntese de sua atuação
Durante a juventude, Artigas trabalhou no campo. Se tornou oficial ao
entrar no regimento de Blandengues de Fronteras. Também participou
nos anos de 1806 e 1807 da Reconquista de Buenos Aires contra as
Invasões Inglesas.
Em 1810, o novo vice-rei desconheceu a junta revoluntária formada
em maio de 1810, fazendo com que Artigas abandonasse o lado
espanhol em 1811. Ele recebeu a patente de Tenente-Coronel do
governo revolucionário de Buenos Aires. Seu objetivo era provocar
investidas militares na Banda Oriental. Devido ao prestígio que tinha
no campo, ele reuniu uma grande força militar. Atuou como líder no
Grito de Asencio.
Venceu a batalha de Las Piedras e fez parte do Sitio a Montevidéu.
Artigas também lutou contra a oligarquia portenha, as forças
espanholas e a invasão portuguesa. Recebeu o título de Protetor dos
povos livres. Na batalha de Tacuarembó, Artigas foi derrotado pelos
portugueses. Muitos dos seus chefes o traíram.
Derrotado, finalmente, por um deles em 1920, partiu para o seu
exílio de 30 anos no Paraguai, onde foi recebido pelo Dr. José Gaspar
Rodríguez de Francia. Após 30 anos de exílio, Artigas morreu em 23 de
setembro de 1850.
Transcendência histórica
Numa época que as colônias latino-americanas almejavam a
independência, Artigas foi um dos líderes políticos que lutou em prol
da independência da Banda Oriental. A revolução na Banda Oriental
teve início em 28 de fevreiro de 1811. Em 18 de maio, Artigas triunfou
na batalha “Las Piedras”, abrindo passagem ao cerco a Montevidéu,
que estava ocupada por espanhóis.
No mês de julho de 1811, as tropas portuguesas entraram no território
oriental. Consequentemente, Buenos Aires abandonou Artigas e faz um
pacto com o vice-rei Francisco Javier de Elio. Num processo que ficou
conhecido como “Êxodo Oriental”, Artigas migrou para um acampamento
montado em Ayuí, tendo como seguidores o povo da planície, que por
sua vez, temiam represálias espanholas. As relações conturbadas
com Buenos Aires fizeram com que Artigas desobedecesse à cidade,
sendo então considerado “traidor da pátria” pelo governo Portenho. Na
citação abaixo, vemos como a revolução de Buenos Aires em busca de
independência influenciou a Banda Oriental.
123
“Na revolução de maio de 1810, em Buenos Aires, dar-se-á o passo
mais importante neste sentido, entretanto em Montevidéu –pela
maciça presença de tropas espanholas e pelo temor da elite loca
de ficar submetida aos desígnios da cidade rival– será adotada uma
postura contrária à autonomia: autoridades locais juram fidelidade à
metrópole. Nestas circunstâncias, o recém formado Diretório portenho
promoverá a subelevação na campanha da Banda Oriental. Como
caudilho dos habitantes da região da campanha, surge aquele que virá
a se transformar no principal referente do mito de fundação da pátria
uruguaia: Jose Gervasio Artigas.” (Carbajal, 2007)
Foi realizada uma assembleia em 1813, que teve como objetivo
estabelecer princípios de governo das províncias de Rio de La Plata.
Artigas então reconheceu a convocatória. Convocou o Congreso de Tres
Cruces, no qual se originou uma série de instruções para os deputados
da Banda Oriental que ir iam participar da Assembleia.
Artigas reuniu alguns de seus seguidores, que iriam ser deputados da
Banda Oriental e os deu instruções para a assembleia de 1813.
Os deputados artiguistas foram rebatidos, sob argumentos legais. Na
realidade, o rebato ocorreu devido ao conteúdo das instruções dadas
por Artigas: federalismo, igualitarismo, democracia, independência
e unidade. O partido artiguista devia evitar qualquer contato com o
partido San Martiniano, já que ambos eram contrários à burguesia
comercial portenha. Com isso, o conflito de Buenos Aires tomou
maiores proporções. Artigas foi considerado novamente traidor e o sua
cabeça foi posta a prêmio.
Com uma crescente popularidade, Artigas recebeu o apoio das
províncias Misiones, Corrientes, Entre Rios, Santa Fé e Córdoba.
Além disso, também recebeu o apoio da Banda Oriental. Ele foi então
denominado Protetor dos Povos Livres, aumentando sua resistência
às oligarquias portenhas. Depois de desenvolver seu programa
revolucionário, Artigas recebe oposição de Bueno Aires e do império
português.
San Martin, general argentino, tentou se comunicar com Artigas
através de correspondências com o intuito de se unirem na luta contra
os espanhóis. No entanto, houve uma interceptação nas cartas e estas
nunca chegaram às mãos de Artigas. Na batalha de Tacuarembó,
124
Artigas é derrotado pelos portugueses no dia 22 de janeiro de 1820.
Dois tenentes de Artigas o tr aem ao formar um trato com Buenos Aires.
Após numerosos enfrentamentos, Artigas é derrotado por Ramírez em
Rincón de Abalos, em 24 de julho de 1820. Ele então sofre exílio até a
morte no Paraguai.
Caudilhismo
No decorrer da história, as sociedades humanas apresentaram
diferentes estruturas políticas. Das sociedades tribais às grandes
civilizações com hierarquias sociais complexas, os ser es humanos
desenvolveram meios singulares para manter a organização política
e social. A partir do século XIX, na América Hispânica, surgiu um
fenômeno político denominado caudilhismo.
O caudilhismo é considerado um fenômeno chave para o entendimento
histórico da região platina no século XIX, sendo um dos temas
fundadores da historiografia platina. Este fenômeno está intimamente
ligado às questões sociais e políticas da época, assim como também
aos conflitos militares.
O caudilho, principal figura do caudilhismo, era um líder político
que exercia poder de maneira autoritária e usava do carisma par a
conseguir uma maior quantidade de adeptos. Em geral, eram militares
ou grandes latifundiários de elites tradicionais que se tornavam lideres
do povo e com este mantinha uma relação emocional, baseada no
culto à personalidade do caudilho. Artigas foi um dos caudilhos mais
famosos da história uruguaia.
Os caudilhos usavam do seu poder político para se manter no poder
por muito tempo, muitas vezes com mandato vitalício. O caudilhismo
surgiu numa época que as colônias hispânicas da América Latina
buscavam sua independência da metrópole. Esse fator histórico fez
surgir a necessidade de líderes que representassem os ideais do povo.
“Para a historiografia platina, o caudilho e seu fenômeno condensam
uma série de relações sociais e políticas, resultando em modelos
específicos de Estado e sociedade.” (Viacava, 2005)
Nessa época, a política era basicamente oligárquica, onde o poder
regional concentrava-se nas mãos de poucas pessoas. Enquanto
pequenas parcelas da população pertencentes às elites sociais
dominavam o cenário político, as massas em maneira geral
desconheciam a democracia. Essa estrutura política favorecia o
surgimento de caudilhos. Os caudilhos tomavam o poder por meios de
golpe de estado.
125
O êxodo do leste
Depois de um acordo assinado entre o vice-rei Elio pelo Conselho de
Buenos Aires, as tropas que anteriormente haviam sido enviadas para
a Banda Oriental para formar um cerco a Montevidéu tiveram que sair
deste território. Artigas então foi nomeado vice- governador e chefe
de justiça. Revoltado com o acordo e evacuação das tropas de Buenos
Aires, tomou uma nova posição e levou seus seguidores à margem
ocidental do Rio Uruguai, o que ficou conhecido como êxodo oriental.
Ele cruzou o Rio Uruguai com 16.000 pessoas que estavam com
seus rebanhos e pertences, no início do ano de 1812. Artigas e seus
seguidores montaram acampamento perto do riacho Grande Ayuí.
Artigas mantinha contato e se correspondia com os senhores das
províncias de Entre Rios e Corrientes, fazendo aumentar o círculo de
pessoas que compartilhavam as suas ideias, alargando sua influência.
No início de 1812, com a quebra do acordo com a retirada do vicerei Elio, as tropas de Buenos Aires retomaram o cerco a Montevidéu.
O chefe político deles, Manuel de Sarratea, fez todo o possível par a
enfraquecer as forças de Artigas, ocasionado assim um conflito com o
líder problemático. Só depois que Sarratea se retirou, Artigas retornou
a Montevidéu com suas tropas.
Instruções para a Assembleia de 1813
No acampamento de Artigas, foram eleitos deputados para participar
da Assembleia Constituinte de 1813, que foi realizada na cidade de
Buenos Aires. Artigas instruiu os seus seguidores, que foram nomeados
em 13 de abril de 1813. Entre os ideais de Artigas e instruções dadas
por Artigas a seus seguidores, estavam: independência das colônias do
poder espanhol; igualdade das colônias através de acordos; liberdade
civil e religiosa; organização dos poderes em forma de governo
republicano; soberania da Banda Oriental.
No entanto, os diplomas dos deputados orientais foram rejeitados
pela Assembleia. O argumento legal válido usado foi que os deputados
haviam sido eleitos num acampamento militar, e que, além disso, eles
haviam sido por instruídos. Então, o general José Rondeau fez um
segundo congresso, que elegeu novos membros para a assembleia,
tendo o cuidado de escolher membros que se opunham a influência
de Artigas.
126
Como consequência, Artigas deixou Montevidéu em janeiro de 1814.
Ele foi a costa do Rio Uruguai, onde seus partidários lançaram uma
série de campanhas que visava controlar o interior da Banda Oriental.
Uma expedição enviada do Paraná foi derrotada em Entre Rios, pele
seu suplente Eusebio Hereñú.
Depois de Artigas ter se retirado de Montevidéu, o Diretor Supremo
das Províncias Unidas do Rio da Prata, Gervásio Antonio Posadas,
assinou um decreto em 11 de fevereiro de 1814, declarando Artigas
traidor da pátria.
CONCLUSÃO
O caudilho, principal expressão do caudilhismo, representava o cargo
de liderança política que desempenhava o poder de forma autoritária
e utilizava do carisma para alcançar uma maior quantidade de
seguidores. De forma geral, era composto por membros de elites
tradicionais. Os caudilhos eram bastante populistas e usavam do seu
poder político para permanecer no poder por um longo período, muitas
vezes, com mandato vitalício.
A colonização da América do Sul, realizada por Portugal e Espanha,
claramente apresentava um caráter essencialmente exploratório. As
metrópoles buscavam enriquecer a custa das colônias, por meio da
extração de recursos naturais e uso da força de trabalho dos americanos
nativos. O caudilhismo surgiu numa época que as colônias hispânicas
da América Latina buscavam sua independência da metrópole e
consequentemente dessa exploração. Assim, esse fator histórico fez
surgir a necessidade de líderes que representassem os ideais do povo.
Nessa época, o poder político concentrava-se nas mãos de poucas
pessoas, representantes das elites sociais. Já as massas, de forma
geral, desconheciam e não tinham acesso à democracia. Assim, essa
estrutura política também favoreceu o surgimento de caudilhos.
Nesse contexto, surge Artigas, principal líder do movimento de
libertação uruguaia. Ele tinha um perfil diferente do caudilho traçado
pela historiografia liberal, que caracteriza esses líderes despreparados,
sedentos pelo poder, sem um projeto de nação.
Primeiramente, ele começou a divulgar seus pensamentos e
buscar pessoas que compartilhavam com estes. Depois, fundou
o acampamento onde foram eleitos deputados para participar da
Assembleia Constituinte de 1813, realizada na cidade de Buenos Aires.
127
No entanto, os diplomas desses parlamentares, os orientais, foram
rejeitados pela Assembleia.
A justificativa utilizada foi que estes haviam sido eleitos em um
acampamento militar e que, além disso, eles foram instruídos com
um fim específico e ilegal. Então, para substituí-los, escolheram novos
membros para a assembleia, tendo o cuidado de escolher membros
que se opunham a influência de Artigas.
A independência das colônias hispano-americanas, com sistema de governo
republicano, em torno de 1820, acarretou em transformações sociais e
políticas significativas na história da República Oriental do Uruguai.
BIBLIOGRAFIA
- CARBAJAL, Fabian (2007) Vozes alternativas na reconfiguração dos mitos
fundacionais: presença da mulher, do negro e do índio no romance histórico
contemporâneo uruguaio. UFGRS. Porto Alegre. Disponível em:
<http://www.lume.ufrgs.br/bitstream/handle/10183/12749/000632346.
pdf?sequence
=1> Acesso em: 28 julho 2012
- NARANCIO, Edmundo M. y otros (1950), Artigas. Estudios publicados en El País
como homenaje al Jefe de los Orientales en el centenario de su muerte 1850-1950.
Varios autores. Ediciones de El País. Montevideo.
- RIBEIRO, Ana (2009), Los tiempos de Artigas. Planeta. Montevideo. 2 tomos.
- SALMORAL (1994), José Artigas, gaucho y confederado. Ed Anaya. Madrid.
- S. L. DE TOURON, Lucía; Julio Carlos Rodríguez y Nelson De la Torre (1969), La
revolución agraria artiguista. Ed. Pueblos unidos. Montevideo.
128
TRABAJOS GANADORES DE COLOMBIA
Alejandro José Mouthon Chamarro
Colegio Ciudad Escolar Comfenalco
Cartagena de Indias – Colombia
ARTIGAS: CAUDILLO MÁXIMO DE AQUELLOS TIEMPOS.
SUS GLORIAS Y SUS INFORTUNIOS.
“Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia
soberana”
José Artigas
Un adalid intrépido, osado y valeroso que encuaderna íntegramente el
terso moral de un pueblo, un héroe que predicó el nuevo verbo llameante,
ese verbo excitante de ¡libertad, libertad y libertad! Un revolucionario
que, mas allá de sus vicisitudes y casi siempre chivateado e inundado
de obstáculos, muy a pesar de ello, jamás se dio por vencido y no bajo
sus brazos, por fuertes que fueran las arremetidas. Francamente, se
tornan tan merecidos los epítetos a José Gervasio Artigas que cualquier
calificativo no sería ajeno para aquilatar la luminosidad de su ingente vida.
En medio de este mundo iconoclasta, remontados en un nuevo concepto,
“la globalización”, donde solo prevalece la celeridad, la tecnología, transitar
por transitar y en muchas ocasiones actuar sin interiorizar ni trascender
en los asuntos de nuestro diario vivir. Concierne entonces a las nuevas
generaciones, sumergidas en un mundo de turbulencia, asumir retos que
permitan analizar introspectivamente los sucesos acontecidos, visionar,
trascender y de hecho abrir espacios de reflexión a los grandes personajes
de la historia que, ajenos a los avances tecnológicos de la época, con gran
liderazgo y tesón, lucharon incansablemente hasta lograr los objetivos
propuestos. Allí se enmarcaron recuerdos imborrables, patrias libres y
grandes aportes a la humanidad que hoy son motivo de gran satisfacción
para los países que conmemoran con dignidad el nacimiento de tan
majestuosos personajes. Tal es el caso de Artigas, quien marco el génesis
de la democracia.
En lo convencional, a lo largo de este trabajo se hace necesario irrumpir
y socavar minuciosamente los hechos transversales que consumaron a
Uruguay libre, invadido de benevolencias pues así se contrae lo exotérico
y lo esotérico nos conlleva a indagar en lo más profundo del personaje
129
de Artigas, tratando de extender la savia que estudia el ideario político,
social, cultural y económico del primer caudillo del Río de la Plata. Porque
a Artigas hay que sentirlo, aventurarlo más allá de sus entrañas. Como
afirma la historiadora uruguaya Ana Ribeiro, estudiosa del itinerante
épico de José Artigas: detrás de un héroe, siempre hay un ser humano y
debajo de una estatua de bronce siempre hay una persona con defectos y
virtudes que encarnan los defectos y virtudes de una época. Retratar a un
hombre es retratar a una época.
Por tanto, me he orientado en la azarosa tarea de no solo atisbar a este gran
personaje en el solo punto de su proeza como militar aguerrido de la Banda
Oriental y de hacer un recital de su biografía. Por el contrario, se procura
dilucidarlo en todos los carruajes de su vida con su personalidad ciclópea,
sus glorias y sus infortunios como hombre, caudillo, padre de los pobres
y patriarca. El anhelo es que su inmortalidad prosiga por los siglos de los
siglos, despierta y su nombre se proclame avezado en el continente.
Ahora bien, con toda esta prescripción de ideas, este ensayo histórico–
investigativo tiene como objeto encarar al caudillo José Gervasio Artigas
(valga la redundancia), catalogado como máximo héroe de la República
Oriental del Uruguay y “Protector de los pueblos libres”. No obstante, no
se trata aquí de subestimar el papel del genio, sino de poner en guardia
contra la concepción mágica que ve en el genio a una especie de figura
sobrenatural, que surge de la nada y actúa en el vacío para crear algo allí
donde nada había20.
Mucho menos se intenta hacer una antología de documentos; sería muy
pretencioso después de la camada de trabajos al respecto. En cambio, si
pretendo en lo posible saldar ‘la leyenda negra de Artigas’ puesto que,
a pesar del trascurrir de los tiempos, existen mitos y leyendas cerriles
que lo humillan. Asimismo, revivir paso a paso sus hazañas en la Banda
Oriental (nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires a la otra
orilla del río Uruguay) y su exhumo vacuo en el Paraguay, argumentando
diferentes opiniones a razón del tema para llegar a una lucubración veraz,
contrastando su epopeya con el mundo actual que llevó a consagrarlo en
el panteón de los héroes.
Por consiguiente, adentrándonos de lleno al controversial Artigas, presento
una breve articulación biográfica del jefe oriental en cuanto a su ambiente
y su historia. Además, un apretado recuento que permite conocer las
peripecias que lo entoldan en la historia para luego ir exteriorizándola.
Se podría decir que la vida de Artigas se compone en cuatro periodos
completamente distintos entre sí pero unidos como los peldaños de una
misma escala. El primero podría titularse “Infancia y juventud”. El segundo
130
abarca el lapso que dedica a su preparación militar. El tercero, la etapa
culminante de su vida, en la cual contemplamos al soldado transformado
en héroe. Y el cuarto, el triste atardecer de su existencia en la vecina tierra
paraguaya.
Haremos un poco más de énfasis en su tercera etapa, la más sublime
entre todas ellas, la que lo consagra y proclama “Protector de los pueblos
libres”, es decir, inspirador, animador, sostenedor de aquellos pueblos que
se consideraron capaces de gobernarse con sus elementos propios y que
no aceptaban imposiciones extrañas .
Pero antes de seguir conduciendo punto a punto este trabajo, se me
hace menester en consecuencia de persona justa que me considero
solventar de manera primordial la ‘leyenda negra de Artigas’. No
sería nada fácil irrumpir las líneas de este escrito sin primeramente
restablecer y dejar en claro los erróneos conceptos (mitos y leyendas),
tejidos de embustes abominables que subyugaron contra el ilustre y
benemérito jefe de los orientales.
A medida de que vayamos conociendo a nuestro personaje, nos daremos
cuenta de su honradez y estoicismo en su soliloquio de vida. Asimismo,
veremos cómo yacen las ignominias en contra de él. En cierto modo, se
hace fácil aclarar unas cuantas calumnias inmediatamente.
De la figura prócer, por excelencia se decía que era un bandido, un
iletrado, un malévolo y traidor. En realidad, a ser posible, era necesario
para muchos eliminar a Artigas de la historia. Por lo que sigue, evito
referirme puntualmente a historiadores que así lo denominaron, para no
considerarme molesto u ofensivo si bien la virtud de la conciencia los
dictaminara. A pesar de todo, ¿serán todos estos viles ultrajes tan ciertos?
Artigas en realidad poseía una inteligencia presentable.
José Gervasio Artigas Arnal nació el 19 de junio de 1764, hijo de Martín José
Artigas y Francisca Antonia Arnal, naturales como él de Montevideo. A esto
se le puede agregar que su abuelo fue uno de los fundadores de esa ciudad.
Sin embargo, en cuanto a su natalicio, existen algunos planteamientos que
generan duda y que vale la pena registrar. No dice el asiento parroquial
que haya visto luz en Montevideo, lo cual plantea discusión sobre el sitio
Véase en V. GORDON CHILDE (1971): Teoría de la historia, Buenos Aires, Editorial La pléyade.
Extraído de PORLEY VARGAS, María (2000): Artigas y Bolívar (Primer premio nacional en el
concurso del Codicen con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de José Artigas), p.3
21 MENENDEZ, Elisa A. (1944): ARTIGAS, Defensor de la Democracia Americana «Prefacio».
Montevideo, A. Monteverde & cía. libreros editores, p. 21
22 LASPLACES, Alberto (1933): José Artigas, Protector de los Pueblos Libres «El hombre y la
historia». Madrid, Talleres Espasa-Calpe, p. 233
20
131
de su cuna, pero nada permite creer que haya nacido en la Villa del Sauce,
localidad del departamento de Canelones23. Es una pequeña villa a más de
35 kilómetros de Montevideo. Si nos trasladáramos a aquellos tiempos de
antaño con los pasos de trocha en trocha y en época invernal, es casi utópico
pensar en un viaje de tres días puesto que aquel recién nacido que después
poseyera una gran brillantez recibió el primer sacramento del bautismo el
21 de junio de ese mismo año.
Análogamente, cumpliendo la voluntad del caudillo y a su beneplácito, de
ahora en adelante lo enunciaremos solamente como José Artigas, debido
a que él nunca se envileció de su segundo nombre ‘Gervasio’, pues así
marca en todos los documentos compilados que hoy restan de él.
Lamentablemente, existen pocos registros sobre la infancia del patriarca.
Aun así, podemos decir que pertenecía a lo más alto de la sociedad, la
llamada gente culta, integrada por comerciantes y militares. Si bien su
familia no era de las más ricas, sí de las más respetadas, algo que en el
periodo colonial resultaba fundamental.
Se educó en el célebre Convento de San Francisco, pero con la pobre y
humilde enseñanza de la época. Es muy poco lo que seguramente pudo
haber cimentado en sus conocimientos. En el yunque cotidiano de su
juventud se dedicó a las faenas rurales y al contrabando.
Luego, en el año de 1797 inicia su etapa oficialmente como militar, ingresa
a la unidad militar ‘Cuerpo de Blandengues’, que fue creada ese mismo
año por las autoridades españolas, con el fin de vigilar las fronteras
(evitar la arremetida de los lusitanos) y controlar el contrabando, bastante
irónico esto último. Recordemos que pocas líneas atrás mencionamos
que el general Artigas fue contrabandista en su juventud. Empero, no
nos pongamos a cuestionar esa fracción de su vida. Pensemos por un
instante que la de Artigas es una época muy distinta a la de ahora, donde
lo legal y lo legítimo del contrabando tienen gran diferencia aunque puede
ser algo barullento para el prontuario de su vida. Aun así, reparemos
detalladamente esta parte de su vida debido a que es la influyente y la
que permite desenvolverse en su augural participación como caudillo, que
lo ha marcado con un irrefragable legado.
No obstante, en referencia de lo que hasta ahora conocemos, vale
preguntarse cómo transfigura José Artigas de ser un sigiloso militar a la
voz de toda la Banda Oriental y porfiarse en sus ideales por la gesta de
emancipación. En cuanto a esto, podemos argüir que don José ascendió
rápidamente como ayudante mayor de milicias de caballería y más tarde
capitán. Por añadidura, recibió el mando de una compañía veterana
de Blandengues en la frontera puesto que mostró gran peripecia en el
132
regimiento reclutando en diversas excursiones hechas a campaña a más
de la mitad de los soldados. Por eso, su nombre se alza en prestigio y
se hace temido al terror de bandidos. Encima, aquí están los primeros
indicios de su gigantesca capacidad para alzar gente.
En sus incursiones como militar encontramos a unos de los hombres
de principal crédito en la ilustración de conocimientos de Artigas.
Tuvo ocasión de convivir casi un año en intimo contacto con Félix de
Azara, sabio naturalista español y hombre de profundos y variados
conocimientos cuyas ideas Artigas asimiló indudablemente en
materia económica y social pues aparecen más tarde en varias de
sus concepciones de hombre de gobierno24. Así, quien sería un incauto
militar, se iría convirtiendo a paso lento pero agigantado en el notable
personaje de un pueblo.
Casi 20 años de correrías a través del territorio, ya como acopiador, como
comerciante, como oficial de milicias o de Blandengues, habíanle dado
un conocimiento del país y de sus habitantes, que no tenía ningún otro
de sus compatriotas25. Estos fueron aspectos totalmente apreciables que
contribuyeron rotundamente a formarlo con su personalidad. En cierto
modo, hay cosas que van ligadas enteramente a la máquina del destino,
que están en el alma y en la patria. Cada quien cumple su historia, feliz o
infeliz, pero la cumple sin medir ni temer consecuencias. Y José Artigas
emanó al mundo para la gloria sublime.
¿Era entonces el general José Artigas un líder militar, un jefe aberrante
o un caudillo? Asimismo, si bien estos tres términos guardan bastante
sinonimia, hay que dejar claro que para el héroe son tres periodos distintos
de su existencia.
Ciertamente, Artigas no nació para la guerra. Su alma contenía un gran
caudal de amor hacia los pueblos y estaba dotada de un hálito de idealismo
sobre la humanidad. Creía en la lealtad de los hombres y en la fidelidad
de las muchedumbres. Estas cualidades no caben en el espíritu insensible
de un guerrero. “Artigas fue general, dice el doctor Acevedo, porque había
necesidad de que alguien mandara los ejércitos”26.
23 LA BIBLIOTECA ARTIGUISTA. Don José Gervasio Artigas. Su vida. Su obra. Introducción a su vida
y obra. Desde 1764 hasta 1810. Disponible en: www.artigas.org.uy
en: www.artigas.org.uy
25 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.63
26 MENÉNDEZ, Elisa A. (1944): Op.cit., «Estadista más que guerrero» p. 57
24 Ibídem. Disponible
133
De modo similar, no era un jefe aberrante porque nunca se descarrió de lo
considerado normal o lógico como jefe militar ya que no cometió ningún
adulterio por su superioridad de general. Sí es cierto que recapitula en
todos los puntos cardinales la identidad de una persona con un gran
poder de liderazgo social pero no la de un líder habitual sino la de esos
líderes innatos, con carácter, emprendedores, proactivos, inteligentes,
democráticos y sabios. Era un caudillo a la manera de los jefes de Israel
que conducían a su pueblo, sin retroceder jamás, lleno de fe, hacia las
fronteras distantes y luminosas de la tierra prometida27.
Sucintamente, se ha recorrido la segunda etapa del general José Artigas,
esa que nombramos como su preparación militar que posteriormente lo
adhiere a la revolución.
En 1810 estalla la ‘Revolución de Mayo’ en Buenos Aires, hecho
transcendental para despertar la pasión revolucionaria de Artigas, donde
se aviva la insurrección del Virreinato del Río de la Plata, aclamando la
absoluta independencia de España. Mi pesquisa me induce a señalar que
la intención de unirse a la revolución maquinaba desde hace tiempo su
ánimo y solo esperaba la ocasión precisa para manifestarla.
Tal ocasión hizo que, un año después, en 1811, Artigas, desertara de las
filas españolas, se dirigiera a la colonia de Buenos Aires y ofreciera a la
Junta Revolucionaria sus servicios para levantar la campaña de la Banda
Oriental. Ya el prócer, con buen renombre por sus acciones en la unidad
militar ‘Cuerpo de Blandengues’ fue aceptado, valorando debidamente lo
que representaba el prestigio y las aptitudes de Artigas; confiriendo a este
el grado de teniente coronel y proporcionándole algunos recursos para
iniciar la insurrección de la Banda Oriental28. Justamente así comienza a
caminar la tercera etapa de su vida hacia el elogio de ser el “Protector de
los pueblos libres”.
Ahora bien, Artigas, encargado de sublevar la Banda Oriental contra el poder
hostil español, se dirigió a Mercedes y a otros lugares al Sur difundiendo
por donde se pronunciaba una proclama que tendía a entonar el espíritu
revolucionario. Tomaré uno de los tantos pregones majestuosos del propio
José Artigas, dejando evidente el mensaje de revolución a la Banda Oriental 29:
“Unión, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria. He convocado
a todos los patriotas caracterizados de la campaña y todos se ofrecen con
sus personas y bienes a contribuir a la defensa de nuestra justa causa.
Vencer o morir sea nuestra cifra, y tiemblen esos tiranos de haber excitado
vuestro enojo sin advertir que los americanos del Sur estén dispuestos a
defender su patria y a morir antes con honor que vivir con ignominia en
afrentoso cautiverio”.
134
Convulsionado todo el pueblo, las hostilidades no tardaron en originarse,
inicialmente con el “Grito de Asencio”, que fue el punto de partida de
liberación del territorio oriental de la dominación española30. Luego el
“Combate de San José” y, más tarde, encaminados hacia Montevideo, la
“Batalla de Las Piedras”. Esta última fue librada con una gran proeza. Allí
surge Artigas bruscamente a la historia con la estatua de un héroe debido
a que derrota al ejército español, que era algo superior en número y más
en armamento y organización. Pero el titán coaligado con los gauchos
hizo resistencia con palos, con los dientes y con las uñas.
No obstante, ya situados casi cinco meses en Montevideo acometiendo al
poderío español, a mediados del mes de julio aparece un fuerte ejército
portugués invadiendo la Banda Oriental, fruto de negociaciones de apoyo
entre el Virrey español De Elío y la corte portuguesa de Río de Janeiro, del
cual nace un armisticio entre el gobierno porteño y De Elío, en el cual se
acordaba que la Banda Oriental seguiría perteneciendo a la monarquía
española. Tal pacto acordado modificó notoriamente la situación
levantando la inconformidad de Artigas. Él hasta entonces había actuado
por completo bajo las órdenes de Buenos Aires y se había derramado
sangre en las batallas de San José y Las Piedras. Pero en ese instante se
devolvía nauseabundamente la Banda Oriental al poder español.
Discurro estas circunstancias como inauditas. Cómo es posible que, luego
de una arremetida tan feroz, se iba a regalar a un pueblo que enardecía
por la libertad de cualquier poder hostil. Por tanto, considero encomiable
el proceder de José Artigas, quien comenzara a labrar más por los
intereses regionales de la Banda que de acuerdo con la obediencia de
aquella autoridad.
Artigas iniciaba entonces a la vez una carrera de político y de soldado que
solo duraría nueve años, que no son mucho en el total de sus ochenta y seis
de vida, pero que fueron bastante para que, por su obra y su gravitación
futura, se lo considere como una de las personalidades más vigorosas y
completas de la historia continental31.
EL TESORO DE LA JUVENTUD, Enciclopedia de conocimientos tomo VIII: Próceres uruguayos.
«Artigas». Buenos Aires, W.M. Jackson Editores, p. 2556
28 EL TESORO DE LA JUVENTUD, Enciclopedia de conocimientos tomo VI: La Revolución Uruguaya
y las guerras de Artigas «El libro de la América Latina». Buenos Aires, W.M. Jackson Editores, p.
1955 - 1956
29 CULTURA E IDENTIDAD URUGUAYA, Recopilación a cargo de Guillermo Font (José Artigas,
síntesis biográfica* «1811»). Disponible en: www.chasque.net
30 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.70
31 LA BIBLIOTECA ARTIGUISTA (Don José Gervasio Artigas. Su vida. Su obra «Introducción a su
vida y obra. Desde 1810 hasta 1812»). Disponible en: www.artigas.org.uy
27
135
De ahí nace ingenuamente ese hecho extraordinario y sin igual que
se conoce como “El Éxodo del Pueblo Oriental”. La idea de salvar a la
patria de cualquier modo ardía en el corazón de aquellos hombres.
Aunque el suelo nativo gimiera bajo el yugo extraño, la patria podía
salvarse¬. La patria no está solamente en la tierra en que nacemos,
sino en el espíritu que nos une32. Toda una muchedumbre, colmada
casi de quince mil personas sin dirección, charrúas de todas la edades
y clases sociales con la esperanza puesta en Dios y el pensamiento en
Artigas, que gritaban en el eco de las montañas: “vamos a la emigración
o la muerte antes de ser esclavos”.
Artigas se había convertido de capitán del ejército en patriarca de un pueblo,
en conductor de esa muchedumbre, en el campeón de los orientales33. Esto
alza su prestigio concediéndole el título de “Jefe de los Orientales”.
En este orden de hechos, me atrevería a decir que, con el éxodo
oriental, el patriarca Artigas abre un singularidad social–cultural en
el legado uruguayo. Me refiero a eso que hoy conocemos como ‘la
garra charrúa’. Sería el indio, el gaucho altivo e indomable, el principal
conjuro mágico al mando del caudillo, contra las aspiraciones
hostiles que sembraría la semilla de las libertades regionales, que
fructificaría más tarde definitivamente en una espléndida realidad.
Fue él, Artigas, quien despertó a la raza gaucha que hoy transciende
con tesón en el Uruguay.
Luego de tan vigoroso hecho como el éxodo, lleno de alegrías y vicisitudes
en sus correrías, en Buenos Aires se preparaba una vez más la insurrección
en la Banda Oriental, pero ahora con un ideal netamente centralista. El
gobierno porteño pretendía imponer la provincia oriental como pueblo
suyo pero, en virtud de todos los derechos, el jefe máximo del pueblo
oriental no aceptaría nunca el sometimiento a los porteños. Así inician
los primeros prefacios del drama que lo llevaría adelante a la derrota y al
destierro. Las autoridades bonaerenses lo ven como el primer obstáculo;
el primero y el más difícil de vencer para sus propósitos centrales ya que
el caudillo arremetía con sus ideales federales.
Hay en este orden de hechos otro acto que pinta de cuerpo y alma
su probidad y estoicismo mejor que cien páginas. Es quizás el más
importante para mí ya que es el principal proyecto, referente al ideal
federal artiguista, a su máxima concesión ideológica por un pueblo. Sin
lugar a dudas, es el ciclo más brillante de la vida de Artigas, el que lo
consagra como el “Protector de los pueblos libres”. Es este el periodo
que trasciende hasta hoy y lo glorifica en lo más alto de los líderes
sociales de América.
136
El caudillo José Artigas, sin abandonar sus tareas militares, se dedicó
a organizar políticamente todo el territorio de la Banda Oriental y en
1813 las autoridades de Buenos Aires citaron a los representantes de
todos los pueblos para diseñar y discutir la futura constitución en una
Asamblea Constituyente.
En ese momento se pusieron de nuevo de manifiesto las dos concepciones
acerca del poder en la revolución.
Por un lado, las autoridades de Buenos Aires se consideraban herederas
del virreinato y consideraban lógico seguir siendo capital de todos los
territorios y centralizar la organización y las decisiones de todas las
demás provincias34.
Por otra parte, cabe resaltar que la Banda Oriental no necesariamente
debía depender de Buenos Aires porque su situación geográfica muestra
algo peculiar y definitivo que contribuyó en la emancipación de estos
pueblos: por su posición estratégica era la única que no dependía de
Buenos Aires para la salida y entrada de mercaderías ya que es un
baluarte insubstituible por el dominio del gran río y los dos poderosos
afluentes: el Paraná y el Uruguay.
Por lo tanto, la Banda Oriental señala en el congreso de Tres Cruces
sus representantes para ir a la asamblea y Artigas dicta las famosas
“Instrucciones del año XIII” que, en resumidas cuentas, proclaman
cuatro cosas que podríamos hasta acotarlas en letra mayúscula:
INDEPENDENCIA, REPÚBLICA, FEDERALISMO Y LIBERTAD CIVIL Y
RELIGIOSA.
Considero estas Instrucciones como ese profético programa que enmarca la
más alta bienaventuranza del caudillo y la gloria de la revolución uruguaya
a cargo de Artigas, soportando todo lo político–social, por los fundamentos
incomparables y majestuoso que contenía. Abiertamente, por primera vez
se divulgaban ideas de esa inmensa semejanza histórica y doctrinal y era
José Artigas, el precursor del génesis de la democracia americana.
Por otra parte, estas ideas liberadoras exacerbaron al poder porteño,
acérrimos amantes a las tendencias oligárquicas y centralistas.
Lo decretaron infame, traidor y enemigo de la patria. Ofrecieron
recompensa por 6.000 pesos a quien lo entregara vivo o muerto. Por
ende, Artigas, sería de ahora en adelante perseguido y ultrajado. Todo
32
LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.81
33 Ibídem., p.84
34
ARTIGAS (Artigas y sus propuestas en el contexto revolucionario), Estudio de Mag. Carmen
Appratto y Prof. Ademar Cordones. Disponible en: ipes.anep.edu.uy
137
se coaligaba contra el caudillo. Exhausto, aunque nunca vencido, se
levantaron calumnias e imputaciones execrables contra el ilustre jefe
de los orientales, hechos que fueron citados al inicio de este trabajo, que
repercutieron en su prontuario y que han sido motivo del ámbito más
discutido quizás de su vida pública.
Aludiendo a lo anterior, es genuino preguntarse a qué se debe, desde
siempre, la persecución y batida contra los caudillos que manifiestan
ideales virtuosos para un pueblo. Es casi obvio afirmar que, detrás de
majestuosas ideologías, hay en otra cueva alguien terrible, corrompido
por otra ideología, cualquiera que sea, la corrupción, etc. En este
caso, la oligarquía centralista, abusadores que no se identificaban
con la grandeza de un pueblo sino por sus propias conveniencias,
bloqueando la veneración de modelos políticos, sociales y culturales
como el de Artigas.
Me gustaría entablar la frase de un gran personaje colombiano, por
cierto, también figurado con la denominación de caudillo, Jorge Eliecer
Gaitán, quien decía: “se convive a despecho en dos países antagónicos:
el ‘país político’, presa de las oligarquías y de los partidos, refugio de
quienes se adueñan del estado para explotarlo en su propio beneficio; y el
‘país nacional’: una muchedumbre silenciosa y marginada, virtuosa, que
siempre está a la espera de un mejor destino”.
Equiparando esta afirmación a nuestra situación en marcha, el ‘país
político’ sería la autoridad porteña que se encarga de perseguir y acabar
con la figura de José Artigas, en quien veía un peligroso ejemplo que
propugnaba un serio cambio social; y el ‘país nacional’, sería esa raza
gaucha fieles a las aspiraciones populares y locales del jefe oriental
Artigas. Éste representaba más ideas de organización que la oligárquica
adueñada de Buenos Aires, porque tenía ideas y principios propios acerca
de una constitución adaptable a aquellos países.
Repulsivamente, los caudillos casi siempre terminan siendo atacados por
una profusión de personajes que no se yuxtaponen a ideales tan vastos y
beligerantes para el progreso de los pueblos, personajes aislados en su
ideología a sus propios placeres y conveniencia.
Por ejemplo, nótese muy bien la circunstancia de personajes como el
de Artigas y otros, para ilustrar, personajes inéditos, caudillos y líderes
sociales de mi amada patria Colombia como Jorge Eliecer Gaitán y
Luis Carlos Galán, que corrieron con la mala suerte de ser asesinados
inconcebiblemente por sus ideales liberales abiertos a nuevas fronteras.
Aunque don José Artigas no fue asesinado, corrió con una suerte parecida,
138
porque la contraparte quiso destruirlo moralmente, con la trama de
injurias levantadas hacia él; injurias que si bien turban la imagen de tan
majestuoso personaje no opacan sus grandes legados a la patria uruguaya
y por ende a la humanidad.
Retomando las ideas de las líneas anteriores, hemos venido mostrando
las hazañas del excepcional caudillo Artigas; y luego una exteriorización
en diferentes perspectivas de la ideología y virtudes de tan dignos
personajes como lo son los líderes sociales.
La situación con la junta bonaerense fue empeorando y la arremetida por
obtener la cabeza del caudillo se fue agudizando. Pero, por otra parte,
su popularidad y prestigio como pensador agudo se iba extendiendo a
varias de las actuales provincias argentinas, afectadas por la política
de puerto único promovida por Buenos Aires. Por eso, provincias como
Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieron a los
orientales, formando “El Sistema de los Pueblos Libres”35. La idea
social era: ‘los infelices serán los más privilegiados’, se impulsaba
el trabajo estable y aumentaba la producción de la campaña oriental
para los sectores más frágiles de la sociedad. Igualmente, se juraba
independencia total de cualquier poder hostil, aunque estos reglamentos
no llegaron a producir los resultados esperados por situaciones que ya
están plenamente justificadas.
No me cabe una sola perplejidad afirmar lo siguiente: después de conocer
ideas tan extraordinarias para un pueblo, posiblemente ningún otro héroe
de la independencia americana encontró mayores obstáculos, despertó más
fuertes odios y prevenciones y fue atacado más ásperamente que Artigas36.
Es admirable como “El Protector de los Pueblos Libres” fue capaz de
concebir y ejecutar planes tan vastos, animado con la bandera de la
independencia, la república y la federación.
Sutilmente, los años siguientes, de 1816 a 1820, para Artigas fueron ‘el
principio del fin’. Los porteños exigieron destruir a Artigas y la liquidación
del “problema artiguista” necesitaba ayuda. Se recurrió a Portugal. Los
portugueses seguían reclamando extender sus territorios hasta el río
Uruguay. El gobierno de Buenos Aires les pidió auxilio y en 1816 comenzó
una vez más la invasión portuguesa, que avanzó rápidamente en la
Provincia Oriental. En enero de 1817 entraron en Montevideo, que los
recibió como ‘pacificadores’, mostrando la continuidad de su resistencia
EL HISTORIADOR (José Gervasio Artigas «La Liga de los Pueblos Libres»), Autor Felipe Pigna
Disponible en: www.elhistoriador.com
36 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «El hombre y la historia» p.221
35
139
a la propuesta artiguista37. Esto concesionó la derrota militar pero no
política al caudillo Artigas, al que no le quedó otra opción que ir hacia el
Paraguay en condición de exiliado, donde murió treinta años después.
En una síntesis encomiable, transfiguramos las peripecias del caudillo
José Artigas. Ciertamente resultaría extremadamente ostentoso relatar
uno a uno los pormenores de su vida con el propósito de lograr ciertas
autenticidades de originalidad y reflexiones veraces de tan ilustre
personaje que conlleven a la urdimbre de nuestro pensamiento, para
nunca jamás dejar desfallecer el “legado Artigas”.
Se afirma a veces que Artigas fue el fundador del Uruguay como país
independiente, como Estado separado, como nacionalidad aparte, y eso no
es verdad. Artigas encarnaba un concepto más amplio, geográficamente
hablando, de la patria, la cual quería que tuviera la misma extensión señalada
por el Virreinato español y que abarcaba la totalidad de las actuales repúblicas
Argentina, Paraguay y Uruguay, y parte de las de Bolivia y Brasil38.
Es él el excelentísimo señor protector de la mitad del Nuevo Mundo, así
como Simón Bolívar el otro señor protector que luchó por la Patria Grande
de América del Sur. Simón Bolívar dijo: “si mi muerte contribuye para que
cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
En tanto, Artigas señaló: “los pueblos de la América del Sur están
íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos”.
Quizás estos dos ilustres caballeros hubieran sido el complemento
perfecto en ese germen por la libertad grande.
Ambos fueron personajes que hicieron historia porque su labor dejó
huellas que trascenderán día tras día, de generación en generación.
Debemos nosotros remover en aquella Patria Grande para fundamentar
hoy la proyección hacia un futuro más solidario y más nuestro. Lo que fue
ilusión en ellos, debe ser realidad en nosotros. El tiempo apremia. Los días
tienen sabor de ceniza. Vayamos, fraternalmente, hacia la Confederación
de la Libertad39. Verdaderamente, héroes como Artigas, caudillos y líderes
sociales integradores comúnmente de un pueblo son los que hoy nos
hacen falta debido a que se ven opacados por la contraparte enunciada,
como los integrantes del ‘país político’.
ARTIGAS (José Artigas y el fin del periodo): Op.cit., Estudio de Mag. Carmen Appratto y Prof.
Ademar Cordones. Disponible en: ipes.anep.edu.uy
38 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «El Protector de los Pueblos Libres» p.148
39 SILVA VILA, Juan (1942): Ideario de Artigas. Revelación y vigencia del pensamiento del Primer
Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, Visionario de la Democracia «Selección,
prologo y notas de Juan Silva Vila». Montevideo, impresora L.I.G.U., p.17
40 ARTIGAS (Artigas, líder social) Tesis de Ares Pons. Disponible en: www.ejercito.mil.uy
37
140
El gran mérito de Artigas consiste en haber señalado las direcciones
fundamentales para un desarrollo feliz de los pueblos rioplatenses. La
defensa del criollo pobre, del negro y del indio es capitulo esencial del
artiguismo, expresado en aquella frase tan plena y definitiva: “los más
infelices serán los más privilegiados”40. Este enfoque hace que Artigas
pase de ser un hombre común con una biografía viril para redondearse
como un símbolo majestuoso.
A modo de epílogo, tomaré del trabajo ‘José Artigas, Protector de los
Pueblos Libres’ de Alberto Lasplaces -estudio que he citado varias
veces en este ensayo- una frase insuperable, ligada plenamente
a la objetividad de Artigas: “los hombres, con sus vicisitudes y sus
miserias, pasan, pero los principios, si son buenos, los sobreviven y los
inmortalizan.” Ese es el legado, imborrable en las efemérides por su
astucia, inteligencia y sabiduría que lo convierten en caudillo máximo
de aquellos tiempos.
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SILVA VILA, Juan (selección, prólogo y notas, 1942), Ideario de Artigas. Revelación
y vigencia del pensamiento del Primer Jefe de los Orientales y Protector de los
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en Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Rio Grande del Sur (1810-1850). Disponible en:
http://www.fee.tche.br/sitefee/download/jornadas/1/s2a4.pdf
142
Julián Camilo Solórzano Sánchez
Colegio Americano de Bogotá
Bogotá - Colombia
ANTOLOGÍA DE LAS REVOLUCIONES GAUCHESCAS
Prefacio
Desde el inicio de la historia de la humanidad, el ser humano ha sentido
la necesidad de expresar sus sentimientos, por medio de diversas formas
literarias y artísticas. Centenares de los movimientos que han sido
desarrollados por los seres humanos han ido en contra de los sistemas
maltratados por unos cuantos. En ellos, el pueblo se ve afectado y oprimido
por lo que encuentran una gran difusión en masa por medio de las artes.
Ya en los remotos tiempos, la antigua América fue colonizada por la
antigua Iberia, con un solo fin, un fin tan macabro y nefasto como lo pudo
ser el empalamiento, las cruzadas y todas las repercusiones que ha
tenido que afrontar nuestra sociedad, en una tierra donde nace oro, donde
se siembra esperanza, siendo todos los americanos quienes regamos un
suelo, suelo que pertenece a todos los que aquí vivimos.
Los movimientos ya sean políticos, económicos, filosóficos, culturales,
históricos han tenido variaciones sociológicas que transforman los
pensamientos de toda una mancomunada sociedad desde los grandes
pensadores. Estos fueron los máximos representantes de estos movimientos.
Al parecer, por un destello divino, fueron y son voceros de una cansada
sociedad. La oligarquía conforma la sociedad y es contraria al proletariado
en el caso general de toda Latinoamérica. Son pocos quienes poseen
muchos bienes y, por el contrario, son muchos los que poco tienen y deben
mantener las tierras de estos terratenientes, su populismo, el narcotráfico,
las guerrillas, y los grupos ilegales que han afrontando la sociedad. Todos
ellos están implicados en la historia de nuestro pedazo de planeta al cual
los indígenas llamaban Pachamama. Nosotros la denominamos “nuestra
bella Latinoamérica”.
Todos los habitantes de estas tierras sabemos el paraíso que ocupamos
por el lugar que solemos llamar hogar. Dicha sociedad es inconformista
respecto a las decisiones que son poco comunales. Esto depende de un
apoyo parlamentario y un apoyo moral o, en casos extremos, entrar en
guerra. Los detonantes de estas leyes draconianas influyen en la literatura,
la poesía, la pintura, el teatro y demás derivaciones de estas expresiones.
A través de la historia, las artes han permitido persuadir a una ignorante
143
sociedad que ella es teledirigida por los medios de comunicación y por el
engañoso poderío de los terratenientes a este lado del planeta; quienes
han iniciado revoluciones para lograr derrocar un régimen. Saben, como
principio, que al tener el apoyo del pueblo y la furia de un aguerrido lugar
-como lo han demostrado los habitantes latinoamericanos-, esta es la
forma más sencilla y menos complicada de lograr una victoria eminente.
Es el particular caso de la región en el Río de la Plata, y en especifico de
la influencia del gaucho como personaje populista, quien logró concretar
lo ya difundido por toda la población: la necesaria separación de estas
tierras de España, una España en decadencia por su misma codicia. Luego
de haber perdido su propia soberanía, el pueblo y la raza aristocrática
criolla sabía que este era el momento adecuado para darle un golpe a
Europa y ser repúblicas independientes.
La poesía, si bien ha sido tomada como referente amoroso, en la independencia
encontró un sentido inspirador a los patriotas y un estimulante para mover
masas en cantidades y obtener el apoyo de las gentes para la derogación de
un sistema al que poco a poco se le veía el fin.
La secularización de España, si bien fue uno de los pocos eventos
confusos -observándolos desde un punto de vista arbitrario-, ha sido de
las escasas oportunidades en donde los latinos hemos podido demostrar
que, cuando un pueblo se une bajo un llanto común, no lo detiene sino el
fin, así se justifiquen los medios.
Es tal el caso de las leyendas que pasaban de boca en boca entre
los indígenas de la época que pícaros creaban leyendas de oro y de
plata para que, como cerdos, ansiaran estos metales. Estos boyantes
procesos se desarrollaron por caudillos y personajes que acapararon
a una sociedad inconforme por los tratos de una colonizadora España
absolutista, buscadora exclusivamente del mayor provecho a la
explotación de las ciudades con mayores metales y mayores riquezas
que jamás haya podido conocer la humanidad. Es esta la humilde pero
rencorosa historia del Río de la Plata, protagonistas de infames parodias
y de múltiples abusos que han conllevado a esta sociedad que aún vive
por el perrengue de los campesinos y de los obreros que luchan por la
América que un día Bolívar soñó.
El gaucho juega un papel sumamente importante para la revolución.
Su personalidad magra y parca en general hace de un hombre frío y
calculador un arma potencial para esta independencia. El gaucho es
entonces una nueva condición social dentro de la colonia. Surge como
una clase guerrera dispuesta a morir por su patria. Algunos de estos
personajes anónimamente dieron su vida a una república y son gesto
144
de inspiración y evocación para las nuevas generaciones. Nosotros
intentamos, con el profundo respeto, poder sumergirnos en el inmerso
y misterioso mundo de la escritura por medio de personajes y de
situaciones, enmarcadoras y habladoras por sí solas de la gauchística
revolución rioplatense.
Mayo es de quien su patria vio sangrar.
Aparceros, aquí me postro a trovar
escuchen pues mi recado singular
aguerridos tendremos que mostrar
rudeza y huachudos nos tenemos que aparcar
así volvernos matreros, la patria lo merecerá
a mí que me importa ese Europeo
que de galán vino mi tierra a violar
soy gaucho por excelencia
bandolero de canciones
y romántico en los corazones
pero aquí yo les vengo es a mostrar
a ustedes mis paisanos
que desistir ni por el berraco, ¡jamás!
Eso decía el gaucho político, con severa seguridad,
que según él se avecinaba una guerra sin igual, una
de múltiples razones. Mientras yo buscaba un poco
más de mate dentro del porrongo, como si no se
pudiera acabar, peculiar sensación de nacionalismo
y emociones patrióticas erectoras de mi alma, o tal
vez eran las infusiones del mate, eso nunca lo sabré.
Lo más factible es que hubiera sido causado
por el estruendoso impacto del ariete al roble
enmarcado para la entrada de la guarida
perteneciente a la milicia de la banda oriental.
Este no había perforado la puerta de pura
casualidad. Eran los generales enviados
por el virreinato del Río de Plata. Sus
empuñadas espadas ratificaban que
poco cordial nos venían a buscar.
145
Agradecido le estoy a la virgen, por aún con mi vida contar; en un zaguán,
tras la barra donde yacía sentado mi cuerpo, descansaba una tabla alta
y poco pesada, la cual volví a su posición original luego del estrecho
hueco atravesar.
En ese instante giré mi cabeza quizás hacia más atrás, y pude discernir
entre las varias personas, allí atrapadas, una vaga mirada, una poco usual.
Tanto fue la mirada de profunda, llevándome ésta al extremo de rebobinar
mi mente. Era un ojo cristalino, tan zarco como una esmeralda cuya mirada
me recordó esas tardes de aventuras junto a mi hermano Eufrasio y
cómo reíamos a carcajadas bajo la quebrada, la cual humedecía todas las
planticas y las gerberas quienes posaban sonrojándose al compás de cada
gota que impactaba el profundo del riachuelito.
También recordaba unas gratas noches, bajo la menguada luna, esa
coqueta luna, cómplice de tantos romances y de tantos amantes. Pero
este caso era de dos jovencitos quienes jugábamos a batallar, yo a ser el
bandido, el bandolero; él a ser el fiel justiciero, el hombre que respetaba
las leyes impuestas.
Ahora dónde estará mi terco hermano. Quizás ya los gavilanes hayan roído
su seca carne bajo el escudo de su patria España. Dicen que todos llevamos
un microscópico europeo por dentro, pero a mi hermano se le propagó tanto
e hizo a este acogedor realista demonio enceguecedor instaurar su alma.
Al atravesar la hostil abertura pude contemplar a mi Cabuco, tan indomable;
aunque fuese yo el más de los mas gauchos, ni un poco podría dominar
a tan imponente animal, azabache, de largas crines, muy enjaezado, el
que poseía los nudos mas regios de la población equina. Daban paso a un
golpe tan potente como un cañón.
A su lado distinguía, por las oscuridades de la noche, a Suyay, un fiel
indígena, un muchacho de buen carácter y muy callado quien mi padre
por fortuna recogió una fría noche platense, de esas matecañas y con
payadas inspiradoras de farras sin precedentes.
Luego de mi encuentro a Cabuco y Suyay, en este recio animal monté para
dirigirme a donde el viento y el destino quisiera llevarme pues soy gaucho,
soy poeta, soy un vividor bohemio de la muerte lenta.
Un senderito polvoroso daba paso a Buenos Aires, mi próximo rumbo,
destinado a conocerme, a quien decidió mi alma sobre mi cuerpo soltar
un entonado verso, uno lloroso como el comenzado a aflojar:
146
Soy gaucho, soy forastero,
un hombre a su propia ley.
Solo busco estallar la libertad,
por eso a ti mi patria, esta rapsodia
yo quiero entonar
escucho en el río
y en su continuo fluir
las voces de mis ancestros
que me piden no huir.
No soy cobarde, ni Europeo que yo fuera
pues mi sangre derramada bajo esta extensa tierra
quisieran ver mis hijos, si es que los tuviera,
correr como los pingos quisieran,
no pedir más a la sumisa voluntad.
No tengo familia.
Voy solo para donde Dios me ha de llevar.
Mis paisanos con el mate han de esperar
ese día que Libertad podamos gritar.
Hubiese adorado hasta la bella Buenos Aires mis versos en prosa y
forzados a la aguada, voz emanadora de los sentimientos emitidos por mi
alma, pero estas ganas fueron interrumpidas por las tropas del virreinato
siguiéndome. Buscaban ponerme tras la reja de su majestad o, en el peor
de los casos, mis ojos no permitir más parpadear. Pero, para mi pronta
fortuna, sólo tres hombres ensillados a unos insípidos equinos buscaron
mi desdicha y evitar ver mi patria en libertad.
Cuidado mi señor Eufrasio, ¡agache el tiesto! Luego de ese estruendoso
grito, el silbido de la flecha disparada por Suyay. La función hizo iniciar,
perforando el pulmón de un español. Gracias a la virgencita no fue un
patriota más. Eran sólo europeos de sangre azul, oportunistas de mi
tierra. ¡No podría estar más cansado de ver estos miserables hombres,
ver mi tierra saquear!.
Luego del flácido caballo derrumbar, los otros dos se disponían a
luchar pero, sin darse cuenta, el hábil Suyay estiró hasta mi regazo las
boleadoras, causadoras estas de un impacto hacia el suelo de estos
milicianos soldados de la Iberia.
147
Empuñaron sus espadas y las
abalanzaron hacía mi estómago,
como lo hicieron con mi América.
Para su infortunio, se estaban
confrontando con un gaucho
matonero, como me decía mi
taita, cuando perforé con mi
lata a un injusto hombre. Debo
recordarle, no es mala suerte,
tan solo no ha sido una de las
primeras víctimas de la furia
gaucha. Así se vieron los dos
cuerpos lentamente desangrar
esas viles pretensiones. Más
profunda clavaban mi herida.
Mano a mano con el destino
había quedado por la deuda
del presagio. Y a la muerte mis
paisanos ellos pobremente en
una redada se arriesgaron.
Ahora el karma hace lo suyo en
contra de estos blanquitos del
perplejo imperio, decadente como una diva milonguera, quien anciana
entrega su lugar a una nueva generación. Pues este era nuestro momento.
Ya las fuerzas de Belgrano habían enterrado su puñal bajo el umbral de
las tropas imperialistas del continente viejo.
Después de a esos farsantes haber hecho dejar de respirar, monté a mi
Cabuco y ahuyenté al aire para a Suyay motivar a seguir nuestro rumbo a
la bella Buenos Aires. Parecería loco, deschavetado dirían los demás, pero
no tonto yo que fuera. Yo lo sabía, si ellos escapaban y galopaban como si
no existiera un instante más, era solo el producto del triunfo de mi bella
Banda oriental.
El mate abundaba, los pericones se danzaban como se respira el viento.
En el ambiente se respiraba la voluntad del creador. Mi pueblo ya se
resollaba de la Europa imperialista, ese macabro demonio, perseguidor
de sueños criollos, de infames momentos, quienes vuelven a llorar. Pero
pronto viene a mi memoria esa singular imagen garrafal, tan sincera,
tan profunda. Esta hace mis lágrimas soltar. Ahora ruego a Dios, bajo el
umbral de mi bella Paraguarí, a mi hermano pueda resguardar.
148
El iberico hortua.
Quien ha tenido el trágico y ameritado infortunio de a Juan de la Hortua
y Sevilleros conocer ha podido testificar en este a un ser quien se cree
superior, un hombre de un mundo más grande, donde una raza más grande
se dio. Así pensaba este hombre. Un español de estatura prominente, ojos
claros y pelo recogido en un moño que envolvía su cabellera, barbado y
un entrecejo que siempre lucía fruncido en ceño, como un fusil a disparar.
Portaba en su cabeza un sombrerín de pluma, la espada cruzada y
envainada, unas botas de pana, muy cómodas. Sus ojos eran poseedores
de maldad y de la castidad española.
Este ibérico se aventó al mar, para la suerte a este lado del mundo
encontrar. Igual a tantos de los europeos, una linda india buscaba
cortejar. Desde el estrecho de Gibraltar hasta la entrada del Río de la
Plata, este desvergonzado europeo despilfarró su posición social hasta
decir “no más”.
Se convirtió en un terrateniente de poder promedio aunque influenciaba
mucho a las personas de no fiar. Era un pillo de imprenta y un malvado
hombre sin piedad. Era tanto lo que poseía este hombre que no sabía si
contar las cabezas de ganado que poseía o las cabezas de los esclavos
que a costillas de una miseria este rufián tenía.
Era amante de las estrategias militares y un hombre peligroso para
estudiar los métodos de una guerra ganar. Su misión en la revolución era
a jóvenes temerosos aún de su majestad Fernando VII reclutar para en las
filas del pabellón como carnada poder saborear.
Encausado en su misión, ésta lo llevó a toda la región rioplatense ubicar
al mando de 20 hombres, que le daban sombra al viento. Era intocable. Un
Dios humano parecía ser aquel mandamás. Galopaba los caballos más
recios del humor más complicado.
Por cualquier miserable cuarto de maravedí, reclutaba los jóvenes aptos
para sus filas integrar. Este fue el caso de Macabeo Denuedo, quien raro
suceso a Juan de la Hortua llevó hasta creer la idea de que la ideología
política profesada era de buen fin y sería para la estabilidad mundial.
Macabeo accedió a irse por acción propia. Sin dos veces consultar,
empacó lo necesario para emprender la expedición y seguir a aquellos
hombres sin valor, quienes los escudriñaban en las filas de una guerra
como moscas para despistar al tirador.
Estando cerca a Paraguarí, un recado de un vasallo a este hombre le llegó,
donde alarmado un general le informaba la necesaria presencia de los
resultados de su reflotación:
149
Mi señor Hortua, visíteme lo más pronto;
me late con urgencia en la mano de sus reclutas
la empuñadura de nuestra majestad recuperar.
Se nos va de la mano la soberanía nacional.
Nuestra patria a usted llama.
La emboscada lista está.
Napoleón ya quiere soberanía ejercer
sobre nuestras tierras.
Pronto podría por acá llegar
así que apúrele pues.
Si usted tarda
tal vez degollado me encontrará.
Alarmado por el apresurado manuscrito y la temblorosa ortografía
adquisidora de una tinta bañada en temor y en gotas de sudor agrio, mezclado
entre culpas y odio, decide este ágil hombre poner rumbo a Paraguarí para
adjuntarse a las tropas realistas y así a su patria poder salvar.
Al detenerse a un lado del río, observó Hortua que necesitaba su tropa
más agilidad y, si no ponían más velocidad a su paso, iban a llegar a la
boca del lobo, para poder emplear tácticas militares, de esas que tanto era
amante. Empezó a usar a los más jóvenes y con más fuerzas en el terreno
para doblar su turno, y poner guardias de menos tiempo con la intención
de alimentar los caballos, buscar la leña, limpiar los fusiles y armas las
tiendas de campaña.
Como es de suponerse, Mecabeo era uno estos jóvenes, los cuales eran
solicitados por el Ibérico para desempeñar estas labores tan arduas. Bajo
el sol, bajo la luna, al compás de los grillos, tenían que trabajar Mecabeo y
centenares de jóvenes, quienes también obligados empezaron a trabajar
para servir a una patria ajena.
Luego de un poco de tiempo dejar el joven pasar, al insertarse a las filas
realistas, el bastión de la ajusticiada gracia a este muchacho empezó a
tocar: donde cantaba solitario, donde recordaba el amor de su papá, de
ese loco jinete y de la añoranza a su hermano y de quien ama como a
nadie más.
Al profundo silencio de los 20 minutos al poder descansar, gracias a la
ayuda de un compañero, se le escuchaba al bandeón una lírica y bella
canción entonar:
150
Donde se encuentra mi hogar
tal vez allí instaurase mi patria
quien volase por tus bellos aires
para poder cantar y declamar.
No creo ahora gracias a mi terquedad
!Oh, si a mi padre yo hubiese escuchado!
Ahora bajo la hoguera tomaríamos mate
recordando las ocurrencias de mamá.
La guerra es para el hombre, la justa de ganar
para mí, pensaba si nada más era algo sencillo,
una vaina nada compleja de empuñar.
Aquí pues bajo la luna lloro,
tan solo pido a Dios perdón por no haber aprendido
a encontrar mi camino de verdad.
Coloquio gauchístico
Esa indescriptible crinera, la afortunada poseedora de miles helados
vientos que galopaban la llanura, en la cual el gaucho derrochaba sus
venturas. Era indescriptible y complejo describir cómo la cuartilla
golpeaba el suelo, similar al pericón más sutil, más deleitoso y elegante
como el fino paso de un bailarín. Así cruzaba este corajudo jinete el Río
de la Plata sobre Cabuco, un fiel caballo, leal y sincero, nombre heredado
a su condición natal. Había sido cría
de un caballo blanco raza pura y una
yegua recia, animales que fueron
cruzados para burlar aquella sociedad
de prejuicios coloniales y darle paso a
Cabuco, un hermoso equino de muslos
bien tornados, ojos cristalinos y patas
listas para galopar al son de la guitarra
de su amo y fiel amador.
Se trataba de Belarmino Denuedo,
un gaucho de profesión, un obrero
arriero por don, un hombre moreno,
de contextura delgada, cetrino,
abundantes barbas, cabello lacio
y castaño, ojos zarcos, de carácter
magro. Vestía en su cuerpo una
151
cómoda chiripa, unas oscuras botas de potro, un chaleco hecho de
cuero de ternero, sus espuelas de plata obtenidas en una disputa de
honor en contra de un comerciante irrespetuoso. El rebenque lo llevaba
sin atención pues tanto confiaba en Cabuco que no sentía la necesidad
de mantenerlo firme. Un poncho, su lazo y calzoncillo cribado que lo
acreditaban como gaucho, como quien quería ser él.
Silencioso como un depredador acechando a su presa, aislado como enfermo
en cuarentena, leal y lleno de coraje por su tierra. Así era también la inspiración
para el que evoca ésta, y como se oía en ese bello pronunciar, predilecto para
un hombre que ame estas tierras y cualquiera que muera por en estas pasear:
“La pluma del desecho, de una letra de furgón.
Bajando la ladera se oye un llanto jargón,
una hoja sucia predilecta de su árbol,
ahora no más la sombra de su esplendor.
Ocaso de parmesano, una roca del faro
esa difamada péndola, de tan grandiosa calaña,
olvidada por el cóndor, que de gorrión la tiene olvidada.
Quién tiñese de praderas su cojín
para contemplar tan antigua manera de sentir.
Antes solía vivir maquineada
por todos los habitantes del planeta declamada
¡Pobre pluma de mis flancos!
Destilado triunfo que lamenta mi alma.
Osa de llorar y de plañir
bajo el dorado aspirante marfil
Ahora solo vuela bajo la sombría luna coqueteada.
Quién fuese poeta para describir tardías veladas,
esas mejillas de poesía nunca escuchada.
Juraría por mi patria, códice revelada.
Ojala no toques subsuelo y mis versos no mueran en falso
Pues seria una lástima que,
a pesar de amarte tanto,
los gritos de mi pueblo jamás fuesen recuperados”.
152
Estos versos este dedicado gaucho declamaba al cielo, mientras su
morada deslumbraba en el horizonte y notaba la discusión de sus dos
jóvenes retoños, mientras hacía relinchar a Cabuco.
Luego de la embestidura logró cruzar el portón para alcanzar a escuchar
la plática realizada por sus dos hijos, Eufrasio y Macabeo Denuedo,
quienes discutían por la revolución, en favor y en contra, respectivamente
de este suceso, cuando la herradura ya chispeaba el concreto. Belarmino
descendió del caballo al escuchar esta discusión.
- Mecabeo, somos pueblo, somos guerra, quien esta tierra no quiera, la
vida jamás merecerá, aunque somos muchos alentando, viviremos
lamentando, sabiendo que hay muchos apoyando.
- Es un día atroz, de ganas a ser peculiar, sin igual, como lo son los demás.
Hoy mi patria está afligida. Mi bandera sangra aguerrida.
- Eufrasio: Mi paisano ya ungió, dentro de las entrañas de tu triste causa
sin emoción, y regó la sangre que por muchos siglos corrió. Ahora
quienes somos pues seremos, somos quienes triunfaremos.
- Por mi patria moriré. Sólo al verla comandar me moriré. Los blancos
y sus marcas en mi pecho mi patria no abandonarán. A santos
entregamos nuestra devoción. Quienes como Simón el bobito, no
sabemos comprensión, quien no lee, quien no comprende, venenosa
historia destinará a lidiar.
- No podrán, sé que no podrán, descansar en paz quienes ya morirán,
quienes lucharán, por ver la mía, por ver la tuya, por ver nuestra paz.
Compleja situación la que afronta este corajudo gaucho. Qué posición
optar, qué hijo debía apoyar.
Por un lado Eufrasio, desde pequeño fue sometido a barbáricas tareas
para desempeñar. Tal vez tenía miedo de ver a sus hijos pasar la situación
similar; era por esto que preferiría morir en un campo de batalla gritando:
¡Independencia, quiero mi libertad!
Por el otro lado, podíamos observar un dedicado joven a los estudios, a la
fidelidad, un niño, ese chaval, de picaresco andar, como si sometiera su
cuerpo a un fiel caminar, quien amaba su patria, consideraba así a España,
llevando en sí mismo el fallido error de la mayoría de los latinos, en buscar ser
Europeos, cuan corre sangre indígena, corredora por nuestras venas, parece
sincronizarse con los amaneceres e inundará las venas de la voluntad.
Debía ajusticiar y buscar la resolución, difamar su ideología tan
revolucionaria, como cualquier gaucho pensará desarrollar; y tan solo en
un leve movimiento, acomodó su boca para así dejar salir de sus labios la
más democrática solución:
153
Yo nací sin educación, sin afán por la vida, sin motivación, o esperpento
a la moción para mí es un honor que mijitos salieron tan vivaces y tan
interesados por la política por sus venas llevar, si a mí nadie me dijo qué
pensar o qué destino consagrar. Así mismo será mijitos: piensen lo que
crean mientras crean que lo piensen. Son tan libres como el caballo que
corre la llanura y golpetea el monte para afirmar que allí está.
Solo, el gaucho yacía en el pastal. Este
indagaba sobre el camino para poder
abarcar tan extraña duda en la vida.
Jamás una tan complicada había tenido
este que afrontar, pues sus hijos vivían
en dos bandas de lados opuestos, lugares
quien cada cual consideraba correcto
para su voluntad. Mientras el pobre
gaucho sentía un fusil penetrando sus
pensamientos y hacia florecer cada uno
de sus mas profundos miedos, recordaba
aquel cansado viejo, cansado de andar,
como si perdonase el tiempo con cada
paso tirado al azar. Recordaba su mujer,
mientras bajo un árbol sombrero cantaba
a su amor, a ese sentimiento otorgante
de libertad, ese llamado por los hombres.
Amor, singular sentimiento, el cual el
gaucho plasmó así:
Bajo el ramillete de la conciencia,
dentro de cada una de mis experiencias,
guardó el camino hacía tu voluntad,
!Oh mi bandolera marginal!
Tan pronto te marchaste y tuitos mis sueños
a la guitarra y al payador otorgaste.
Pues mi inspiración no ha vuelto a ser igual.
Tan sólo elevando mis pensamientos
me puedo yo inspirar.
Vaya, digno no soy yo,
pues estas tierras que Dios me otorgó
a cualquier paisano la imaginación dio.
154
Pero a mí esa puertita se la llevó
el cerrajero de la vida
en el roble de tu amor.
!Oh, mi bandolera, cómo te recuerdo!
Ahora los pingos se pelean.
Vos si recordás.
Cómo odiarías ver los retoños como el taita azarado,
por defender una causa
y perseguir una ideología, maquinados.
Como si esos versos fueran un somnífero, este hombre se desfalleció
bajo la relajante ondulación en la cual se evocaba un singular sonido. Al
despertar volvía a dormir.
Y así año tras año pasó. Cada segundo este gaucho se perdió. Echó su vida
al desprecio. El licor y la apuesta en la ruina lo dejó. Y aunque era todo
un revolucionario, un hombre de puñalera actitud, y de asesina mirada,
solo quedaba la tumba de un magro y semental gaucho oriental, quien
solo, olvidado y abandonado se incorporó a las filas de la banda oriental.
Poco consciente de la realidad y la gravedad, asistía a una guerra, siendo
más bien un suicidio. Pero confiado en la voluntad de Dios, este hombre
encontró viejos amigos gauchos, quienes rastras gauchas vestían. Así
este fulano se arrepentía de no haber corrido con la misma suerte, por su
adicción al mate y al juego haber seguido.
Esta batalla, así pues comenzó sin más preámbulos. Las tropas de
Belgrano y las de Velasco en Paraguarí a medir justas buscaron
desventajar, a quien menos fuerzas y menos muertos haya podido lograr.
Fueron muchos los paisanos de esta historia, irrepetible y hermosa
de narrar, para quienes cuentos cuentan será un honor a las nuevas
generaciones deleitar.
El gaucho ya desgastado de cargar con su cuerpo tantos años, hizo su
machete sostener. Al lado suyo yacía un joven de aspecto temeroso y
de futuro muy dudoso, enano y poco acuerpado. Parecía un pequeño
venado, su cara postraba la tristeza y definía la agonía. Era ver hablar
al llanto, escuchar el silencio. Toda esta reflexión, en cuestión de unos
segundos, llevó al gaucho a tomar su decisión. Este pues su lugar tomó
y le dijo:
- Hijo, hazte atrás mio. Yo no tengo afán alguno de regresar con vida a
mi hogar.
155
Estas palabras a aquel pobre joven un poco le llevaron a tranquilizar.
Luego de este heroico hecho sonó la trompeta. Significaba el inicio de
la batalla por la soberanía de este lugar. Corrió pues este gaucho como
si fuese un jaguar. Pisó tan firme y seguro como el más rudo chamán.
Balanceó su cuerpo e hizo piruetas difíciles de lograr, atravesó con
el machete uno, dos, tres y cuatro cuerpos al son de los gritos de
independencia escuchados desde atrás, agachó la cabeza para un
golpetazo esquivar y el panorama marcar.
Del fondo surgió un joven, un muchacho el cual el gaucho quiso enfrentar,
pues tanta agilidad, y destreza poseía. Para éste un seductor juego se
convirtió.
Al levantar Belarmino su mollera, pudo observar más de cerca a aquel
joven como si fuera el niño de sus ojos, ese cual años atrás su casa le
abandonó.
Se escuchó un estruendo, un grito de tal pasión. El ibérico mandamás, al
joven gritó:
-¡Clava por tu patria pues, esa espada sin preámbulo!.
Luego de esas sedosas palabras, aquel joven empujó el puñal y, sin darse
cuenta, ese loco joven, pese a que no murió, al matar a aquel viejo, así
mismo él se asesinó.
156
Ilmar Antonio Herrera
Concentración Educativa San José de Cañodel Oro
Bogotá - Colombia
LA VARIOPINTA CONFORMACIÓN DEL EJÉRCITO ARTIGUISTA.
MITO O REALIDAD DE ESTE GRUPO INSURGENTE
Es todo un reto para un estudiante de onceavo grado elaborar un ensayo y
presentarlo ante los jurados del concurso Caminos del Mercosur Uruguay
2012 en temas tan álgidos y de suma controversia histórica como es la
visibilidad de las clases populares en los procesos libertarios de la Banda
Oriental, es decir, de Uruguay. En este caso tan particular, como fue la
conformación del ejército artiguista, y así desmitificar paradigmas desde
lo humano y lo mítico de los integrantes de esta milicia.
En este orden de ideas, el presente artículo lo dividiré en cinco partes para
tratar de dar orden cronológico y crítico de la conformación del grupo
armado, de la posición de sus integrantes con relación a sus objetivos
planteados en la independencia desde el componente social, económico
y político, lo cual lo hace ver como un conjunto variopinto de diferentes
intereses y matices ideológicos.
El primer punto de vista está relacionado con José Gervasio Artigas
como el ser humano de carne y hueso, el de las tareas cotidianas desde
su entorno y desde su condición social, el hombre cuyo pensamiento lo
identifica con su mundo rural y de sus gentes multiétnicas, el líder de los
blandengues y de la montonera.
La segunda parte se centra en la diversidad del ejército libertador de
revoltosos, de bandidos y de arrasadores como masa, populares que
enfrentaron con valentía y con sacrificio la hegemonía española, la
luxo-brasileña y la bonaerense durante el proceso de independencia y
conformación de la República Oriental del Uruguay.
El tercer segmento está centrado en demostrar la participación e
importancia de los indios, de los negros y de los hacendados en este
proceso libertario desde diferentes intereses, sentires y actuares, lo cual
los junta pero no los revuelve, es decir, cada quien con sus motivaciones
poderosas para incorporarse al ejército de Artigas.
El cuarto componente está centrado en la participación e importancia
de las mujeres en el ejército artiguista. Esto se plantea como una forma
de reconocer su abnegada, valiente y sacrificada contribución en el
proceso libertario de la Banda Oriental del Río de la Plata. Estamos en
157
deuda desde hace tiempo con este grupo de seres humanos; de igual
forma con los niños.
Por último, se presenta una mirada comparada de los ejércitos
independentistas latinoamericanos, con el único fin de desmitificar el mito
de los grandes héroes y visibilizar a los de abajo, lo cual fue un fenómeno
de la vieja historiografía del siglo XIX y gran parte del XX en Latinoamérica.
Para el caso de Uruguay no fue la excepción.
Artigas entre lo verdadero, lo distorsionado y lo humano
Presentar un semblante del “Protector” suele ser interesante por su
condición social. Artigas no nació en un peladero. Fue nieto de uno de
los fundadores de Montevideo, dueño de una estancia que le permitía
cierta condición social ya que su padre poseía extensiones de tierras y de
ganado que eran representaciones de poder en la vida rural de la banda
del frente de Buenos Aires.
Los datos que se han recopilado de José Gervasio en su vida de adulto
lo encuadran como contrabandista cuando joven. Es bueno explicar que
el contrabando no era una cosa extraña en la Banda Oriental, incluso en
el Caribe de las Grandes y Pequeñas Antillas, en el Caribe Neogranadino,
especialmente en Cartagena de Indias en aquella época, siendo por otra
parte una actividad económica conveniente cuando estaban prohibidos
otros medios de atraer el comercio exterior. De las correrías como
contrabandista abierto al día y la noche ante todas las miradas de los
hombres de monte existe un reporte de un oficial español del 1° de enero
de 1795 indicando que se sabía que un tal Artigas se estaba acercando a
la frontera del Brasil arreando cuatro mil animales con ochenta hombres
armados, la mayoría portugueses.
Importante es analizar las ligaduras o conexiones con los lusitanos de la
frontera brasilera, lo cual evidencia la trasgresión de normas por encima
de las normativas españolas en sus colonias.
Esta noticia deja claro que este Artigas era un destacado jefe de
contrabandistas, aunque no existía señal de que el ganado fuese
robado. Era muy común que los contrabandistas obtuvieran el ganado
honradamente de los hacendados criollos.
De igual manera, el informe indica que Artigas estaba listo a resistir por la
fuerza la interferencia de la autoridad, lo que era una cosa muy seria: ya
que “estos hombres seguramente defenderán sus cosas hasta el último
suspiro, o sea, con la muerte”. Este Artigas era muy posiblemente José
Gervasio Artigas.
158
Un año después, se informó al mismo Virrey acerca de los pasos de algunos
contrabandistas en la frontera del Brasil, incluso uno “llamado Pepe Artigas,
contrabandista y natural de esta ciudad” y de las medidas tomadas por las
autoridades montevideanas para defender su tráfico. Pocas dudas pueden
existir de que este “Pepe Artigas” fuera el futuro héroe41.
¿Qué se puede sustraer de este dato tan importante? Indiscutiblemente
que Artigas se levantó desde muy niño al lado de la vaquería, ya que
eran tierras aptas para ello, donde prevalecía el trabajo del montería,
de ganada con gentes de todos los pelambres, debido al contrabando
descarado y abierto de ganado vacuno, lo cual encuadra a José Artigas
como un hombre de campo, de relaciones variopintas. Me encanta esta
palabra porque no deja a ninguno por fuera. Además, no es excluyente. Fue
Artigas un producto de su medio, quien vivió y murió para su medio, pero
con diferentes matices en su formación con relación a la participación en
los movimientos independentistas como contrabandista, como militar y
como insurgente.
¿Era Artigas el hombre carne y hueso hablando metafóricamente como
el revolucionario con su temple de patriotismo a las gentes de todas las
condiciones sociales y económicas de la Banda Oriental?
La respuesta está en los datos rastreados que hablan por sí solos de este
ser humano odiado por unos y venerado por otros. Dentro de las causas
de cambio que se produjeron en Artigas puede estar el hecho de que se
diera plena cuenta que su país estaba en caos por todas las situaciones
por las que había atravesado anteriormente debido a las actividades
incontroladas de pillaje por parte de las hordas de bandidos, de los
malones de los indios y de los portugueses.
Artigas, es de suponer, no pudo soportar que la ruina se adueñara del
país y posiblemente al reconocer la parte que le cupo en fomentar
el descontento, se puso del lado de la civilización y del orden en un
característico gesto de patriotismo. Ciertamente, en 1795 el territorio
bajo la jurisdicción de Montevideo estaba envuelto en un desorden tal
que los estancieros presentaron una petición al Cabildo haciendo notar
el estado de cosas y solicitando protección contra los bandidos que
en sus correrías se cebaban en sus rebaños al igual que en el ganado
no adjudicado todavía por la Corona y atacaban sus estancias y sus
hombres42.
41 STREET, John. Artigas y la emancipación del Uruguay. Barreiro y Romos. Montevideo, 1980. P. 38.
42 Ibíd. p. 39.
159
José Gervasio Artigas, aprovechando el indulto de 1797, se incorporó
al Cuerpo de Blandengues y tuvo una carrera exitosa en esas fuerzas,
organizadas para perseguir a ladrones, malhechores y contrabandistas43.
¿Era Artigas el hombre que controlaría a esta horda de mala madre? Sin
lugar a dudas que sí. Lo tenía todo, el conocimiento del territorio, de las
gentes que lo poblaban, de los tejemanejes del contrabando, el temple y
la valentía para enfrentar las situaciones más adversas, pero sobre todo
el reconocimiento de los pillos que hacían de las suyas en los territorios
ajenos a ellos.
En este orden de ideas, se sabe que Artigas comenzó a trabajar para la
Corona comisionado por Olaguer Feliú para buscar reclutas en el interior
para la conformación de un nuevo regimiento, convirtiendo en éxito la
tarea por su prestigio. Esto conllevo a que sus superiores le respetaran
por su conocimiento del país y su influencia sobre los gauchos, a pesar
de tener un papel de un simple soldado44. El ascenso de Artigas se
materializó cuando retornó con su destacamento a Montevideo en enero
de 1798 como jefe de la Milicia Montada.
Dentro del desarrollo de esta empresa militar, Artigas cumplió en buena
parte con lo estratégico y social, ayudando a Azara durante varios meses
a partir de abril de 1800 a despejar la zona de invasores portugueses
antes de trazar el nuevo pueblo y dividir las tierras.
Fue en esta oportunidad que el futuro estadista recibió la única lección,
tanto práctica como teórica, acerca de cómo civilizar seriamente el país,
una preocupación que llevó consigo desde entonces en adelante. Sin
duda, Azara discutió con su principal ayudante algunos de los problemas
que trató en su memoria, tales como la poca población del interior y el
estado de barbarie en que vivía el gauchaje. Posiblemente conversaron
sobre la ausencia absoluta de maestros de escuela y aún de iglesias entre
las márgenes del Río de la Plata y el Uruguay y los recién establecidos
pueblos fronterizos de Cerro Largo y Batoví, es decir, todo el interior de
la Banda Oriental. Asimismo, del desgraciado hecho de que tanto los
colonizadores españoles como los portugueses estaban igualmente
dispuestos a contrabandear y dar abrigo a los malhechores45.
Estas correrías del otro lado de la moneda, es decir, desde los gobernantes,
fue cimentando el pensamiento social de Artigas, o sea, la confrontación
de los poderes monárquicos y de los criollos en el Virreinato con la
situación de las gentes común y corriente, del pueblo de bajo pelambre
y de algunos hacendados y comerciantes fueron abriendo esa brecha de
inconformidad de estos hombres libertarios a comienzos del siglo XIX.
160
En la consecución de datos históricos nos encontramos con la crisis que
afectaría la vida de Artigas y la evolución de la Banda Oriental. Para la
primera década del siglo XIX, el país estaba impregnado de un sentimiento
revolucionario, y a principios de 1811 comenzaron a manifestarse
levantamientos esporádicos.
Por ejemplo, la noticia del 12 de febrero sobre Elío, quien había vuelto
como Gobernador de Montevideo, al declararle la guerra a la Junta de
Buenos Aires. Tres días después, Artigas desertó de su puesto en Colonia
y cruzó el río rumbo a Buenos Aires para plegarse a la revolución.
Este hecho no representa meramente la defección de un militar de baja
graduación de cuarenta y seis años sino que es la declaración de libertad
del jefe gaucho a quien la gente del campo más quería y respetaba.
Creo que aquí se desmitifican los grandes héroes de las independencias
latinoamericanas, los construidos por las élites y reinventados en las
estatuas y en los bustos al estilo griego. Se trata de la aceptación popular
de un hombre que pertenecía a ellos, que luchó contra la anarquía de un
grupo de forajidos, de su conversión hacia el orden institucional y de la
concientización de un nuevo régimen. Éste sería a través de la emancipación
mediante un proceso liderado desde las clases bajas, hacendados y
comerciantes, quienes lo habían hecho tan conocido y apreciado por los
criollos honestos como temido por los proscriptos. También era muy bien
valorado por los militares a cuyas órdenes sirvió y habían demostrado en
forma constante el elevado concepto que tenían de sus servicios46.
Este quiebre ideológico de Artigas había tenido su “base de operaciones” en
su época de contrabandista, adonde estableció importantes vínculos tanto
entre los personajes “principales” del lugar como con aquellos con quienes
compartía las faenas y luego “reclutó” para el Cuerpo de Blandengues47.
Cuando Artigas tomó esta vida militar, no se trataba de un bisoño citadino
con un simple afán aventurero. Todo lo contrario, ya era un hombre de
piel curtida, jinete conocedor de la campaña, quien había convivido con
el indio, con el gaucho y con los contrabandistas. Siendo de cuna patricia,
supo de sacrificios y privaciones, aunque su condición de Don, le habría
permitido cómodas digestiones48.
43 TONI, Juan Pedro. El Ideario federal y republicano de José Artigas y sus repercusiones en Santa Fe,
Entre Rios, Misiones y Rio Grande del Sur (1810-1850). Instituto de Profesores “Artigas”, Uruguay.
44 STREET. Op. Cit. 41.
45 Ibíd. P. 44.
Ibíd. P. 89.
FREGA, ANA. Caudillo y montoneras en la revolución radical artiguista. Andes, número 13,
Universidad de Salta, Argentina. P. 3.
48 ZUM FELDE, Alberto. La autonomía política de la Banda Oriental es un hecho social, cuya
demostración es Artigas.
46
47
161
¿Quién fue Artigas como ser humano y como líder de la independencia de
la Banda Oriental o de la República Oriental del Uruguay?
Como ser humano representó la construcción de un hombre del campo
cuyo entorno lo fue moldeando de tal manera que constituyó la figura
de un primer momento más adecuado para contrarrestar los sucesos de
pillaje de finales del siglo XVIII y principios del XIX, ya que solo el “brazo
fuerte” del caudillo podía evitar a la Provincia una “deplorable anarquía”.
En el proceso de independencia de la Banda Oriental está su grandeza
como líder, conduciendo a las clases bajas, hacendados y comerciantes
a la emancipación, a la protección de las mujeres, de los niños y de los
ancianos y a la conformación de una República independiente.
Revoltosos, bandidos y arrasadores
La historia de las independencias latinoamericanas en su estudio
de los ejércitos ilustra que los cuerpos castrenses realistas estaban
conformados por oficiales españoles y criollos, los cuales eran pocos,
además de las compañías y milicias que estaban integradas por pardos
y morenos.
Los ejércitos insurgentes los conformaban los criollos, algunos españoles
y extranjeros, mestizos, negros, indios, mujeres y niños. Una variopinta
mezcla de castas de los hombres que los constituían, lo cual no era una
excepción para los blandengues y montoneros de la región oriental del
Uruguay.
A lo largo de este trabajo de investigación se han encontrado los nombres
de algunos jefes militares de la región. Unos en calidad de hijos de
antiguos hacendados de la zona como D. Pedro Fuentes o D. Juan Ramos,
otros simples pobladores como Basilio Cabral y otros agregados o peones
conchabados o gauchos, como Francisco Encarnación Benítez, del cual se
hablará más detenidamente.
En esta conformación de las milicias y ejércitos insurrectos es poco
lo que conocemos acerca de los jefes–caudillos que la integraban y su
relación con la montonera, las características de las tropas y milicias
locales. Sin embargo, es posible sostener que el cambio estuvo asociado
a los sectores menos privilegiados. Además, es probable aseverar que
los caudillos de extracción social más baja sufrieron mucho más castigo
en la tierra49. De lo anterior podemos inferir que los datos restringidos
en las investigaciones sobre la participación de las clases populares en
los ejércitos de rebeldes es poco o no se le ha dado la importancia que
merecen para entender todo el proceso emancipador, lo cual es notorio en
el grupo de hombres perteneciente a los montoneros.
162
Retomando el caso de Encarnación Benítez, para demostrar la condición
revoltosa de la tropa de Artigas, las diversas memorias y autobiografía que
se han escrito coinciden en presentar a este hombre como un “pardo muy
grueso”, analfabeto, cuya figura imponía miedo. Murió en un enfrentamiento
con los portugueses en Colonia, en mayo de 1818. En el informe que envió el
militar a cargo, señaló que, luego de su muerte el pueblo se iluminó durante
tres días y “todos corrían con placer a ver el cadáver de aquel monstruo”.
Los testimonios provenientes del Ministerio de Hacienda de Colonia y
sus dependientes y del Cabildo de Montevideo coinciden en señalar la
“ferocidad” de Benítez y sus hombres, la apropiación en su provecho de los
bienes confiscados y la suplantación de los funcionarios encargados de la
región. Esta imagen quizás no dista de lo que era aquel sujeto.
Las que no se han debatido son las circunstancias de orden social, económico
y político de parte de las autoridades españolas y criollas respecto a las
comunidades conformadas por esta clase de hombres, del estilo agreste y
despoblado donde vivían y tenían que subsistir, de la misma dinámica de la
guerra, la cual le imponía aquellas conductas para poder ganarla y sobrevivir50.
Entonces, ¿quiénes eran los hombres de Artigas?, se pregunta el
historiador Jesualdo y el suscrito. Respondemos: “Con viejas carabinas
enmohecidas, sables mellados y sin empuñadura, pistolones y trabucos
naranjeros, hojas de tijera de esquilar y medias lunas de desjarretar
enastadas en cañas, ornadas con trapos multicolores van esos paisanos
que ondean en el viento sus camisas rayadas, sus chiripás de merino,
los más sin sombrero o simplemente una vincha sujetando la revuelta
cabellera, con sus rostros requemados por el sol de las cuchillas, con las
narices aplastadas, anchas y sensuales”.
Era una multitud desharrapada que seguía de cerca al protector, gente
que no entendía jerarquías. Los hombres de Artigas eran revoltosos que
arrasaban con lo que se encontraban en su paso.
Con relación a los campesinos de la insurrección comunera de la provincia
del Socorro en la Nueva Granada, se parecían a ellos en su condición
social, campesinos rasos vinculados a la tierra pero descontentos por la
situación social y económica en que se encontraban51.
En la concepción de la conformación de este ejército y su participación
en el proceso revolucionario existía un miedo a la anarquía, por la
consideración que tenían los patriotas de ellos, como unos “salteadores
49 FREGA, Op. Cit. P. 18.
50 Ibíd. P. 10.
51 GALASSO, Norberto. “Artigas y las masas populares en la Revolución”. Cuaderno para la otra historia.
ISSN 1667-1635. Buenos Aires, 2006. P. 4.
163
de caminos”, quienes fueron utilizados por las élites hispano criolla en
contra del artiguismo. En este sentido, el discurso no se refería a los
temidos ataques de los “indios infieles” o ladrones, sino a las partidas
artiguistas, calificadas con esos atributos.
En el trabajo de los viajeros como el francés Auguste de Saint Hilaire
a través de testimonios de hacendados, identifican a los soldados de
Artigas como negros, mulatos o indios, lo cual demuestra la variopinta
conformación étnica de ellos, quienes entraban a las estancias, tomaban
lo que les convenía52. Lo cierto es que ante la escasez de recursos esta
modalidad, parecida a la de las “partidas sueltas” o “gavillas de bandidos”53,
quienes impulsaron su ley.
Dentro del transcurrir independentista de Artigas, aparece una
comunicación del 7 de diciembre de 1811 dirigida por él a la junta del
Paraguay en la cual buscaba apoyo e informaba que contaba con unas
pocas “tropas veteranas” que se ajustaban más a la definición de un
nuevo ejército regular y con “cinco mil vecinos orientales”. En poco tiempo
habían conformado “un ejército nuevo”, cuya sola divisa era la libertad54.
En esta parte de la historia de estos grupos libertarios se denota un
pensamiento político y de organización militar más maduro de parte
de Artigas y quizás de muchos de sus hombres. Es decir, los ideales de
conformar una república independiente no eran una quimera sino una
realidad. Como bien lo ha planteado Kossok, “las fuerzas dirigentes
más progresistas contribuyeron a impulsar la liquidación del antiguo
régimen”55 a través de ideas y proyectos políticos bien pensados y
ejecutados, repito por Artigas y quizás alguno de sus hombres, más
no por la montonera en cuanto a un pensamiento político maduro
y coherente con los acontecimientos que estaban sucediendo en
América Hispana y Europa.
En este caso, la posición de Artigas y de su ejército es precisamente eso,
una visión madura de la independencia de su pueblo mediante las armas
e ideas, lo cual lo demuestra el hecho de que muchas familias siguieran
al ejército mediante sus marchas, contribuyendo a la formación de una
“conciencia de comunidad” adoptadas en torno a la revolución y la guerra.
Podemos culminar esta parte diciendo que la percepción popular
del sentido de la revolución y la división de posiciones entre la “gente
propietaria y de alguna consideración y los órdenes bajos de la comunidad”
es uno de los problemas más agudos de la historiografía del siglo XIX y
principios del XX. Es decir, invisibilizar a estas gentes de poca monta, las
cuales no aparecen en los documentos de primarios que las autoridades
y letrados escribían y, si aparecían, eran amancillados con epítetos de
164
baja calaña para borrarlos de la historia de los pueblos y de las nuevas
repúblicas. Todo ello con el fin de construir sus proyectos políticos y
económicos hegemónicos.
En pocas palabras, el proceso de reconocimiento de estos actores fue
“ocultado” en la construcción del relato histórico hasta por lo menos
la segunda mitad del siglo XIX. Esto no supone considerar de modo
homogéneo el accionar de los montoneros sino, por el contrario, buscar
en sus diferencias aquellas que mostraban una peculiar incorporación
de los conceptos de “derechos del hombre” y “soberanía popular”56,
cuyo accionar de estas clases populares se expresó de modo peculiar al
“derecho a la insurrección”.
Como ha escrito Pierre Vilar, las clases populares “experimentan siempre
alguna satisfacción en el empleo de la violencia”57. Y eran en ese instante
histórico la única forma de conseguir los objetivos planteados por ellos
y satisfacer sus necesidades más sentidas. No había otra solución, no
entendían de otra forma. Eso no daba derecho a rotularlos como una
partida de ladrones y de bandidos para las élites. No tenían otra acción
en esta contienda de tomar lo que no era de ellos pero necesario para su
subsistencia y de la independencia.
¿Eran estos hombres revoltosos y arrasadores? Sin lugar a dudas, su
condición social y étnica fueron ingredientes necesarios para conformar
y comportarse de manera rebelde. Además, el entorno y la situación en
que vivían los convertían en grupos que aprovecharon las circunstancias
que se desarrollaban en esos momentos, para lo cual la subsistencia era
lo primordial. En esta instancia los idearios de libertad estaban distantes
de lo que fue el ejército artiguista.
Indios, negros y hacendados, juntos pero no revueltos
La incorporación de los indígenas en los ejércitos que participaron en
el proceso de independencia estaba representada en ambas partes de
la contienda, es decir, en el ejército de los realistas para asegurar su
condición de protegidos por las leyes de indias y en los del bando de los
criollos para apoyar el proceso de emancipación. Esto es visible en los
indígenas de Pasto, los guajiros, los de Turbana en la Nueva Granada, los
52 FREGA, P.7.
53 FREGA, P.9.
54 Cuadro, Inés y otros. La Redota. Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay. Montevideo, 2011. P. 18.
55 FREGA, Op. Cit. P. 14.
56 Ibíd. P.2.
57 Ibíd. P. 17.
165
indígenas de Cochabamba, los de Perú y, por supuesto, los de Uruguay,
cuya región se estructuró a partir de un “pueblo de indios” (reducción de
chanás y charrúas)58.
Sin lugar a dudas, fue grande la participación de los indígenas en el
ejército artiguista durante el éxodo a la Banda Oriental del Río de la Plata.
El padrón del éxodo de la Banda Oriental de Uruguay registra indígenas
como partícipes de este proceso. Si esperamos nombres para visibilizar
esos nativos americanos, no los hay o por lo menos hasta este momento
no han aparecido, por la simple razón que no eran actores de primera
fila. Eran anónimos, sin Dios y patria. No hacían parte de la historia que
se estaba y se escribió posteriormente. Fueron borrados. Sin embargo,
su participación fue decisiva en este proceso aunque no reconocida. Al
atropello al que fueron sometidos desde su conquista y, en la actualidad,
su reducción demográfica y territorial lo cual empuja a desaparecer
muchas comunidades.
Pero bien, en lo que nos conciernen, los charrúas seguro es que participaron
de un bando u otro dando su vida, porque la dignidad la habían perdido
hacia varios siglos.
Con la relación a los negros, las noticias que se tienen desde el inicio
mismo de la revolución son que el bando españolista denunció la fuga de
esclavos. A su vez, el bando patriota fomentó la formación de batallones
de pardos y morenos a cambio de otorgarle libertad luego de cierta
cantidad de años de servicio (existencia de dos posturas, la de los negros
y la de los insurgentes).
A pesar de estos hechos, las posturas revolucionarias sobre la esclavitud
no fueron claras. Entre los grupos dirigentes se manifestó la tensión entre
derechos contradictorios. Por un lado, el derecho individual a la libertad,
que favorecía el dictado de medidas de corte abolicionista y pregonado
por los derechos del hombre. Por otro, el derecho individual a la propiedad,
que amparaba a los amos del bando patriota el mantenimiento de las
estancias en sus labores agrícolas, pero más que todo ganaderas. Se
sumaba al capital invertido en la compra de los esclavos negros por parte
de sus amos. No se iba a esfumar por obra y gracia de los procesos de
insurgencia, ya que el número de esclavos en algunas partes era más
significativo que en otras y, por supuesto, recordar la magnitud que tenía
el puerto de Buenos Aires para la llegada de los negros esclavos y su
venta por todo el virreinato del Río de la Plata. Por último, el derecho del
Estado a reclutar ejército para la defensa de la patria, lo cual sustentó
el enrolamiento obligatorio de esclavos, bajo promesa de libertad, en
batallones de pardos y morenos59. Creo que más evidente no puede ser
la participación de los negros sujeta a las condiciones de los dos bandos.
166
Una escena bastante elocuente es la narrada en el cuartel de Artigas en
una conversación que este mantenía con el general Bartolomé Zapata,
quien había tomado a Gualeguaychú con sus gauchos a puro lazo y
cuchillo. Después otra con José Culta “un gaucho cuatrero y endiablado”,
medio caudillo de San José. Luego otra con el indio Curaté, de Misiones, y
también con su famoso lugarteniente, el cacique paraguayo Manduré. En
los alrededores del campamento están los indios, los gauchos pobres, los
negros libertos que no saben de los Derechos Humanos ni de la soberanía
popular60, pero si en pie de guerra hasta los tuétanos.
Otros actores representados eran los hacendados y mercaderes. Para los
segundos, la Revolución solamente significaba el comercio libre con los
ingleses y nada le interesan las banderas democráticas y revolucionarias
de Moreno y Artigas61, En cambio, para los hacendados era otra cosa.
Tampoco compartían todas las necesidades de toda la tropa en el fragor
de la guerra, especialmente con relación a la utilización de las reses y
vituallas de las estancias, situación parecida al ejército del general
Mariano Montilla en las haciendas alrededor de Santa Marta al tomar las
provisiones de ellas.
El territorio donde se libró parte de la insurrección y éxodo era una
región donde se practicaba la ganadería (principalmente bovina, aunque
también la cría de mulas, equinos y ovinos) en predios de diverso tamaño y
condición legal de ocupación, así como la agricultura (cereales y hortalizas
principalmente, en pequeñas parcelas y contaba con buenas comunicaciones
para el transporte de su producción. En la costa del río Uruguay, zona de
dos Arenales, había establecimientos de salazón de carnes.
Al estar bajo la dependencia de Buenos Aires en el periodo colonial, eran
oriundos o vecinos de dicha ciudad importantes hacendados de la zona
(Julián de Gregorio Espinosa, Pedro Manuela García, Francisco Albín,
Miguel de Azcuénaga, entre otros), protagonistas de varios pleitos con
los pobladores del lugar62, lo cual demuestra la desavenencias y fractura
de estos grupos que en ciertos pasajes de independencia estaban juntos
pero no revueltos, por una razón poderosa, cada uno tenía intereses
particulares que contrastaban y eran irreconciliables, pero que en tiempos
de fuego cruzado y éxodo era una montonera agrupada alrededor del
Jarocho de Artigas, al decir mexicano.
58 Ibíd. P.3.
59 CUADRO. Op. Cit. P. 20.
60 GALASSO. Op. Cit. P.8.
61 Ibíd. P. 4.
62 FREGA. Op. Cit. P. 3.
167
De acuerdo a esta situación del ejército artiguista, podemos plantear que
la revolución brindó el escenario para el encuentro, el reconocimiento de
una condición común y la búsqueda de sus caminos colectivos.
Por lo variopinta de la conformación de sus milicianos, muchos gauchos,
hombres fuertes y rudos que vagaban por el interior, estaban a la espera
de un jefe que se pusiera al frente de ellos y les ofreciera algún motivo
por el cual luchar. Ese jefe fue Artigas, quien se declaró a favor de la
independencia bajo la Junta de Buenos Aires pero no tardó mucho en
proclamar sus deseos por la independencia absoluta de la Banda Oriental.
Sus adictos y leales orientales iban a luchar y morir por esa idea. No
solamente los gauchos incultos sino también los terratenientes por sus
propias razones políticas y económicas estaban listos para la revolución y
para alcanzar la prosperidad que creían que surgiría del gobierno propio63.
Las mujeres y su importancia en el ejército artiguista
El imaginario del común y corriente de las personas respecto a la
participación de las mujeres en el proceso de independencia considera
real su no intervención. Si lo hicieron fueron pocas y éstas aparecen como
heroínas. De verdad lo son.
Sin embargo, la situación no fue así: ellas fueron pieza clave durante
todo este proceso en los diferentes territorios donde se dieron las
insurrecciones, los levantamientos, los combates, las tertulias y
espionajes. Claro que unas lo hicieron desde diferentes frentes, como
cocineras, lavadoras, enfermeras, entre otras.
Otro elemento de suma importancia fue la diversidad de mujeres que
se enrolaron desde sus etnias, su condición social, económica y marital.
Desde estas perspectivas, la mujer fue clave en la independencia de los
pueblos latinoamericanos del yugo español. Entrando ya a la participación
del las mujeres en los sucesos de independencia de la Banda Oriental,
lo demuestra el censo o padrón del éxodo. Esta población que siguió a
Artigas lo hizo de forma espontánea, desestimando las afirmaciones que
insistían en la violencia ejercida sobre los habitantes de la campaña. De
forma voluntaria “una multitud de ancianos, mujeres y niños” abandonaba
sus hogares después de haber encendido los ranchos y destruido las
sementeras para acompañar a las tropas patrias. Era un “país sublevado
en masa” dispuesto a “triunfar o ser vencido en la lucha”64.
Benditas mujeres, no aparecen individualizadas con sus nombres
como los héroes de la élite. Las heroínas son todas las que iban en ese
peregrinar libertario peleando contra el viento, el sol, la lluvia, el olor a
la pólvora, las balas, el hambre y muchas vicisitudes pero eso sí con la
168
convicción de apoyar las ideas libertarias del “protector”, de sus maridos,
de sus hermanos e hijos.
Dentro de los pocos datos que hemos encontrado sobre las heroínas
de la Banda Oriental del Uruguay está la nota sobre la valentía de estas
mujeres que lo dejaron todo, la cual es destacada y valorada por el Jefe
de los Orientales en cuanto a lo fieles que eran a sus hombres: esposos,
padres y/o hermanos. ¿Habrían sido capaces de cometer ese “exceso” de
formar filas en el ejército o fue sólo una amenaza de Artigas al gobierno
de Buenos Aires para que les ofreciera un lugar donde instalarse? En
cualquier caso, la expresión estaría dando cuenta de que probablemente
el compromiso de estas mujeres con la revolución trascendió el plano de
lo afectivo-familiar65. Había que ponerle corazón, temple e inteligencia.
En el padrón de Artigas figuraban 378 mujeres con sus maridos, 69 viudas
jefas de familia, 1206 hijas mujeres y 133 esclavas. En un total de 4429
personas censadas, 1786 eran mujeres63. Sin embargo, el parecer de
algunos historiadores está sustentado en que seguir al ejército representó
para muchas mujeres la única opción posible que les garantizaba
seguridad y contar con el sustento diario, lo cual es debatible.
Una mirada comparada de los ejércitos independentistas
latinoamericanos. Mucha realidad y poca ficción
Para cerrar este discurso sobre la conformación variopinta del ejército
artiguista, especialmente en la constitución popular de hombres
y mujeres de diferentes etnias, se han seleccionado las milicias
independentistas de la Nueva Granada y de Nueva España para estudiar
sus fenómenos de integración a través de una mirada de la historia
comparada. Así se podrá dar respuesta a tantas preguntas sobre estas
gentes del pueblo raso que tanto se lo merece, por el sacrificio y la
abnegación que le imprimieron a la independencia de sus pueblos, sobre
todo reivindicarlos como actores de primer orden en la historiografía de
nuestras nuevas repúblicas.
En lo referente al ejército libertador de la Nueva Granada, éste estaba
integrado por varios batallones que se encontraban ubicados en los
valles, montañas, mesetas, planicies, llanuras y valles interandinos de las
diferentes provincias. Se conformaban por hombres y mujeres, negros
libres y esclavos que buscaban su libertad, por los indígenas que se
63 STREET. Op. Cit. P. 94.
63 CUADRADO. Op. Cit. P. 30.
63 Ibíd. P. 23.
63 Ibíd. P. 23-
169
ubicaban en cada uno de los bandos en contienda por razones de carácter
personal y también gubernativas, y por mestizos que no tenían ataduras
como los antes referenciados.
Estos ejércitos necesitaban de los recursos que había en las haciendas
para su subsistencia. Le echaban la mano al ganado vacuno y caballar
que había en su paso y vituallas para su sostenimiento. Como se puede
inferir, era una tropa de hombres, mujeres y niños que iban tras sus
maridos, hermanos y padres.
Con relación a la tenacidad, al sacrificio, la valentía y concientización
de ser parte del proceso de independencia desde la conformación de
los frentes de combates lo muestra el ala del ejército de llaneros que
cruzó a lomo de mula y a pie descalzo la cordillera central andina para
llegar a combatir al otro lado de la raya. Era una acción de película que
solo podían hacerlo las gentes de abajo, el campesino acostumbrado
al sol inclemente y al frío entumecedor. De las provincias, quizás la
de Santander fue la mas aguerrida de la Nueva Granada, con solo
mencionar la insurrección comunera capitaneada por José Antonio
Galán y Berbeo, entre otros y, por supuesto, acompañados por la gran
Manuela Beltrán, más el pueblo raso y llano. Es una referencia de
las clases bajas en la emancipación granadina. De igual manera, las
guerrillas de los Almeidas y de los Santos de Guapatá, de los Nieblas,
los Olba y la de Charalá, las de Zapatoca67 fueron importantes en pleno
desarrollo de la independencia entre 1800-1830.
Ahora bien, en lo relacionado a Nueva España, México, en lo que tiene que
ver con esta historia comparada, ella nos da luces de la composición del
ejército manito para interpretar todos estos procesos independentistas
desde las clases de debajo de Latinoamérica.
En este orden de ideas, es preciso conocer lo referente al Grito de Dolores
como la génesis del proceso emancipador que llevó a la libertad al pueblo
mexicano, iniciado el 16 de septiembre de 1810 por personajes como los
sacerdotes Miguel “el cura” Hidalgo y José María Morelos; civiles como
Ignacio Allende, su esposa Josefa Aldama; don Joaquín Arias; doña Rosa,
una campesina que con antorchas y machetes peleó por la libertad de su
querido México; la humilde Candelaria que, junto con su familia, salió a las
calles para unirse a la revolución en pro de un mejor futuro; al campesino
Francisco, que en vez de utilizar su rastrillo para labores agrícolas, lo tomó
como herramienta de sublevación para mostrarle al imperio español sus
irrevocables convicciones por ser libre.
No obstante es muy poco probable que cuando busquemos en Wikipedia
o en cualquier libro de historia de América Latina nos relaten un
poco torcida la historia de cómo doña Rosa, Candelaria o Francisco,
170
quienes dieron sus vidas por liberarse, de igual manera que los otros
79.997 campesinos por pertenecer a las clases de abajo y populares,
de los cuales la historia se ha ocupado poco. Sólo hoy un puñado de
historiadores jóvenes que se han apartado de la historia de los grandes
héroes para tratarlo.
En esta secuencia histórica, es interesante analizar la participación en la
sublevación de Dolores del ejército popular -óigase bien, ejército popular¬liderado por el cura Hidalgo como ya se ha mencionado, respaldado
por un ejército cercano a las 80.000 personas, entre ellos indígenas,
mestizos y negros que llegaban en grandes cantidades en calidad de
esclavos al puerto de Veracruz y se distribuían por todo el vasto territorio
mexicano. Fue acogido por todo el pueblo, convirtiéndose así en una lucha
independentista, en una batalla entre las clases sociales, justificando lo
dicho en el siguiente aparte:
“Un mes más tarde del Grito de Dolores, a Hidalgo lo seguían más de 60.000
campesinos armados con lanzas, arcos y machetes. Pronto se unieron
mineros y algunos trabajadores urbanos, muy poco criollos. Eran 80.000
antes de finalizar el año. Para entonces, no había duda, el movimiento de
masa se adjudicó el lema “Independencia y Libertad”, pedía la abolición de
la esclavitud y la devolución de las tierras a sus propietarios originales,
la comunidad indígena. La revolución adquirió así un punto de lucha de
pobres contra ricos”68.
¿Qué hay de parecido entre estos ejércitos populares de campesinos y de
pobladores de los lugares más recónditos de México con los de la Nueva
Granada y Uruguay?
Lo resumiría en tres grandes aspectos:
I) la composición variopinta de sus gentes, es decir, negros, indígenas,
mestizos y algunos blancos;
II) el liderazgo de hombres que tenían la plena convicción de que la independencia
era una lucha justa por la libertad política y económica de sus pueblos;
III) el temple, sacrificio, abnegación y valentía de enfrentar los peligros
humanos y naturales que se les cruzaban en su camino.
Creo que el ejército montonero, el cual tiene sus bases en el pueblo raso,
fue algo más que eso. Fue el sentir de un pueblo que tenía la necesidad de
lograr cierta independencia de sus procesos económicos y políticos con
67 FORERO, Paulo E. Las heroínas olvidadas de la Independencia. Bogotá, Instituto Colombiano de
68
Cultura. 1972. P. 16.
http://www.elmundo.es/suplementos/crónica/2008/669/1218319207.html
171
relación a la monarquía y a las autoridades virreinales que administraban
estas colonias de ultramar. Muchos de ellos no sabía leer y escribir,
pero sí vivían cotidianamente estos problemas. Por eso la rotulación de
revoltosos, bandidos y arrasadores fue una coyuntura de tiempo histórico
vivido en la realidad hermenéutica de los procesos históricos de las clases
de abajo durante la independencia. Es decir, era construir mitos y héroes
desde las élites para edificar todo el ideario de las nuevas repúblicas con
sus proyectos hegemónicos.
Hay que tener una mirada más crítica con la historia del siglo XX porque
está infestada por la historia tradicional y lineal, de invisibilización de los
negros, de los indios y de los mestizos. Una muestra es lo que ocurrió con
el ejército montonero de la Banda Oriental del Uruguay.
BIBLIOGRAFÍA
CUADRO, Inés y otros (2011), La Redota. Ministerio de Educación y Cultura del
Uruguay. Montevideo.
FREGA, Ana (2002), Caudillo y montoneras en la revolución radical artiguista. Andes,
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ZUM FELDE, Alberto. La autonomía política de la Banda Oriental es un hecho social,
cuya demostración es Artigas.
http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-Uruguay/
Dia%20del%20Patrimonio-Revista %202011-%20LA%20REDOTA.
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Mariana Ramírez Pabón
Instituto Pedagógico Nacional
Bogota - Colombia
Entre vidrios rotos, cuadros viejos, paredes desteñidas y muebles
desgastados, una niña en proceso de ser mujer está tirada cerca a la única
fuente de luz de ese lugar, que no logro identificar. Intento contemplarla
entre las ratas. Tiene el pelo gris por la suciedad. Su piel blanca como el
marfil se desdibuja entre los moretones que cubren su cuerpo, desde el
cuello hasta los tobillos. Veo sus pequeñas manos. Están posadas sobre
su pecho descubierto, que deja ver sus pezones rosados, sus pequeños
senos a medio crecer. Esas manos pálidas sujetan con fuerza una jeringa
con un líquido transparente. Ese líquido, esa substancia, es el único
alimento aquí. Es extraño, no logro identificar nada, pero esa sustancia
me atrae. La deseo más que a la mujer desnuda tendida en el rincón.
Observo todo lo que me rodea, pero temo contemplarme. Por alguna razón
me siento débil, deteriorado. Tengo sed pero no es una sed común; no es
una sed de agua, ni de un refresco. Es una sed que busca la sensación de
desprendimiento, de felicidad, de libertad.
Mi cuerpo habla al sentir ese deseo que no puede satisfacerse. La
sensación no es agradable. Siento fatiga, me cuesta respirar, mis manos
sudan, todo mi cuerpo transpira, mi estomago cruje. Desde lo más
profundo de mis entrañas surge un líquido viscoso que es acompañado por
un fuerte sonido que invade mi garganta e inunda mi boca. Esa enjundia
biliosa impregna mis manos y salpica las baldosas negras de este lugar.
Con un movimiento inconsciente, limpio mis manos con lo primero que
encuentro: los restos de la sudadera que cubren mis débiles piernas. Mi
cabeza busca refugio entre mis extremidades anudadas por mis brazos
temblorosos.
El temor de observarme se ha desvanecido. La curiosidad ahora toma
su lugar. Respiro hondo y con torpeza me levanto el pantalón para
contemplar mis pantorrillas. Descubro unos extraños moretones. Intento
lentamente borrarlos con mi amarga saliva, pero me doy cuenta que no
se desvanecen. Mi respiración aumenta, la inquietud se apodera de mí. No
comprendo la procedencia de esas repugnantes manchas. Soy perfecto,
me siento perfecto, pero no me veo perfecto.
No sé donde estoy. Quiero escapar de este lugar. Quiero arrancarme la
piel para no ver esas manchas que me asemejan a esa extraña que se
halla en silencio en el rincón. Mi atención se detiene en ella. Respira con
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tanta sutileza que da la impresión como si no lo hiciese. Nuestras miradas
se cruzan. Trata de de expresar algo ininteligible De su garganta seca se
libera una débil y trémula voz. En su rostro se dibuja una sonrisa burlona.
Me señala y me dice:
- Oh, tú, dios del Olimpo, por fin has llegado a salvarme del infierno en
el que estoy. Las grises criaturas que me rodean, se comen mis dedos.
Libérame de este infierno. Llévame al cielo, regálame tus pantalones de
hilos de plata que cubren tus piernas. Átame a tus alas, llévame contigo.
No te vayas...
Mientras escuchaba esas palabras desquiciadas, sentí sus manos como
garras rodeando mi cuello. El aire me faltaba, la fatiga regresaba. Tenía
esa extraña aferrada a mi espalda. Quería quitármela de encima. Sentí
una rabia incontenible y la fuerza necesaria para golpearla. Me levanté
con decisión dispuesto a acabarla. Mis brazos la elevaron, la tiraron al otro
extremo de la habitación en que me hallaba.
Ella es la culpable de este sentimiento abominable. Quiero borrarle esa
sonrisa estúpida de su boca. Ella es la que no me permite satisfacer este
deseo incontrolable de mi cuerpo. Ella agotó la única fuente de vida en
este lugar, ese preciado liquido que contenía esa jeringa que busco con
desesperación.
La ira me ciega. La observo inmóvil al otro extremo de la habitación. Me
acerco con determinación hacia ella. Mis piernas la rodean. Me arranco
los pantalones rotos dejando que mi cuerpo desnudo se pose junto al de
ella. Sus gritos hacen que mi miembro penetre con firmeza su cuerpo
para inyectarle la furia que tengo. Satisfecho, agarro nuevamente su
cuello, la golpeo, la torturo, para que confiese el lugar donde se encuentra
la substancia que alimenta mi fuente de vida
Ella simplemente señala debajo del sofá. Mis puños la golpean sobre el piso
hasta sentir el estruendo de sus huesos rotos. La sangre caliente brota de
su boca y colorea el piso del lugar. La vuelvo a contemplar con atención.
Percibo la ausencia de su respiración. Ahora, solo yace su cuerpo inerte,
pálido y desnudo en su rincón inicial, que antes estaba lleno de vida.
Sostengo en mis manos dos ampollas que encontré bajo el sofá. Estas
ampollas representan mi vida entera. Son la luz a mi oscuridad, la paz a
mi desesperación. Ellas revelan la ruta de escape de mi realidad. Tengo
la certeza de poseer en mis manos el más grande tesoro que me salvará
de asumir lo cometido con esa extraña. Mi vida pende de estas ampollas
ahora en mi poder.
La noche se acaba para dar paso al amanecer. Él quería dejar de
sostener ese líquido entre sus manos, deseaba poseerlo entre sus
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venas. Se dirigió de nuevo al rincón de la mujer sin vida, en donde se
encontraba la jeringa vacía.
Actuaba de forma automática. Sus dedos se movían rápido, haciendo que
la jeringa succionara todo el líquido de la ampolla. Su mirada en busca de
libertad, se posó en su brazo derecho, lleno de los mismos moretones que
tenían sus pantorrillas. Su respiración aumentó, su mirada se desvió en
busca de un espacio limpio en su piel. Finalmente lo encontró entre tantos
hematomas y sin pensar ni un minuto más, cerró los ojos e incrustó la
jeringa en una de sus dilatadas venas.
Saboreo la saliva, la paso con gusto y ligereza, mis ojos cerrados se
abren, y se asombran al ver tantos colores en esa habitación, el sofá
levita y se acerca hacia mí, me recoge del piso bañado en piedras
preciosas, y me lleva hacia una ventana en donde se asoma un paraíso
celestial ante mis pies. El sofá se detiene y mi cuerpo se lanza hacia el
vacío queriendo tocar de cerca ese pasto violeta, esa cascada de plata
que baña a las hadas que rodean los árboles y las flores de ese paraíso
en donde el único dueño soy yo.
Me siento feliz, me siento libre, al haber aterrizado de una forma sutil y
suave sobre el césped de un morado intenso. Enseguida, me dirijo hacia la
cascada de plata y observo mi reflejo sobre el pozo que ésta crea. Contemplo
mí cara llena de vida, llena de color, mis ojos miel y brillantes ante el reflejo
del agua, mis labios rojos y gruesos con un gesto de alegría, que hacen
que mi boca esboce una sonrisa. Mi mirada continúa su camino hacia mis
pantorrillas y descubre que esas manchas, que esos moretones que me
cubrían, han desaparecido. Soy perfecto, mi piel se encuentra sana y fuerte
al igual que mis piernas, puedo correr, y puedo volar como las criaturas
mágicas de este lugar. Me dirijo junto a ellas al árbol de la vida, de cuyas
ramas flórese la luz de este lugar y genera la vida de estas criaturas. Estoy
en el centro del mundo. Soy el dueño de la vida y de mi vida.
El tiempo ha pasado, las horas han corrido y la tarde ha llegado. El cadáver
de la niña mujer yace sobre el rincón de la habitación. No parece estar
sola en su camino a la muerte. Un joven de unos 19 años tendido sobre un
sofá rojo, viejo y mal oliente, pareciera acompañarla en su morada final.
El ambiente de la habitación era lúgubre. Los chirridos de las ratas
alimentándose del cadáver en descomposición eran cada vez fuertes. El
olor a putrefacción se adueñó de las paredes e impregnó todo cuerpo u
objeto presente en aquel lugar.
El hedor inundó hasta las grietas de esa pequeña casa abandonada,
ubicada en una esquina olvidada de uno de los barrios más peligrosos de
Montevideo: “El Cartucho”.
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La pestilencia siguió su camino hasta encontrar las narices de dos hombres
que merodeaban el lugar, en busca de un joven que había abandonado su
hogar, hacía unos cuantos años. En las noticias de la noche anterior, una
mujer de un centro de rehabilitación en las afueras de Montevideo, había
mencionado como parte de su testimonio de vida las descripciones de ciertas
personas que la habían acompañado en el infierno del Cartucho. Dentro de
ellas, la de un joven con las características de su familiar desaparecido.
Después de realizar los contactos del caso, los dos hombres llegaron
hasta el barrio “El Cartucho” y tras muchas averiguaciones con la gente
del lugar, se encontraron perdidos. Tomaron la decisión de guiarse por
su instinto, así que se dirigieron hacia la casa de la esquina, que era
desde donde provenía ese olor nauseabundo. Uno de ellos era un joven de
aparentes 22 años, de huesos gruesos y músculos fuertes. De una patada
derribó la puerta de la casa, que se encontraba en estado deplorable.
Al internarse en la casa, los dos hombres se vieron obligados a cubrir las
narices con sus manos para evadir el repugnante olor que provenía de
uno de los pisos de la planta superior. Observaron con atención el estado
del lugar, los pisos de madera rotos, la pintura de las paredes desprendida
a causa de la humedad, los ratones y las cucarachas deambulando y
tropezando con sus zapatos lustrados.
El olor a putrefacción era su única brújula entre esas paredes desvencijadas.
La curiosidad por la procedencia de semejante hediondez les hizo perseverar
en su búsqueda. Dejaron la planta baja de la casa y se dirigieron al piso
superior a través de unas escaleras carcomidas. Uno de ellos, el de mayor
edad, se le dificultó el ascenso, por una malformación en su pie derecho.
Los dos hombres continuaron su camino. Se dirigieron hacia un corredor
inmerso en una espesa oscuridad. Un destello de luz que provenía de una
pequeña puerta, se vislumbró, una vez se internaron en él.
La duda estaba a punto de aclararse. El joven de 22 años empujó la puerta,
dejando que una oleada pestilente penetrara en lo más profundo de sus
pulmones. Su voz gruesa retumbó en las paredes de esa habitación,
creando un eco en toda la casa. El hombre de edad, que se había rezagado
por su lento caminar, permaneció mudo. De su boca no salió ninguna
palabra. El silencio lo invadió por completo. Estaba impactado con la
escena que presenciaban sus ojos.
La paz de mi paraíso celestial es perturbada por las sombras que percibo.
Las criaturas se alarman y se alejan. Comienzo a sentirme solo. Los colores
son reemplazados por la niebla. A medida que la neblina se espesa, el
paraíso se destruye por completo. Intento correr, pedir ayuda, pero no lo
logro. El paraíso se desdibuja y ahora hago parte de la oscuridad.
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El temor invade mi alma, acompañado de un extraño y fuerte olor. Una
estruendosa voz retumba en mis oídos, siento que mi cuerpo está siendo
sacudido. No sé qué pasa, pero quiero escapar, tengo miedo. La voz se
torna intensa al igual que los golpes. Las sacudidas hacen que mi cuerpo
se estremezca.
Me cuesta abrir los ojos, mis parpados están pesados, como mi cuerpo.
Pero esa voz me obliga a responder, me obliga a despertar. Veo la silueta
de un hombre joven, algo borrosa. Ese hombre está tendido al lado mío.
Sus grandes brazos me abrigan con ímpetu. Dice un nombre, escucho
Matías. Intento levantar el brazo derecho, pero solo logro que un dedo se
mueva. La oscuridad regresa y esa silueta y esa voz son absorbidas.
Les costó reconocerlo… después de tantos años de búsqueda, su padre y
su hermano lo habían encontrado en tan lamentable situación. Esa cicatriz
fue la única señal de que su búsqueda había llegado a su fin. De pequeño
había sufrido una quemadura de tercer grado en su muñeca, que le había
marcado por siempre.
Juan, su hermano, actuó de inmediato, brindándole respiración boca a boca.
Duró así cinco interminables minutos, mientras que su padre, Eduardo, le
daba fuertes golpes en el pecho para que su corazón reaccionara. Los dos
hombres estaban quedando sin aliento. Sus narices estaban a punto de
estallar por aguantar tanto tiempo ese repugnante olor. Hasta que el cuerpo
del joven Matías lleno de moretones y sosteniendo aún la jeringa entre sus
dedos, dio un signo de vida al mover sutilmente su dedo meñique.
A Eduardo y a Juan les bastó con esa señal para continuar con la reanimación
de Matías hasta que lograron estabilizar su ritmo cardiaco. Abandonaron
rápidamente el lugar, dejando al cadáver de la joven desnuda tendido en
el piso junto con los ratones y el sofá. Sus espaldas se despidieron de esa
habitación que había sido la casa de Matías durante cuatro años.
Utilizando sus grandes brazos, Juan cargaba el cuerpo de su hermano
menor, frágil y débil. Su padre lo acompañaba con los ojos húmedos por
la nostalgia, mientras estrechaba la mano de Matías, rogándole a la vida,
a Dios, que le diese otra oportunidad a su hijo para alejarse del infierno y
de la esclavitud del mundo de la droga.
Con pasos decididos y veloces, los dos hombres se retiraron de la casa
abandonada, con el cuerpo casi inerte de Matías, a cuestas. Se alejaron
rápidamente de la Calle del Cartucho. A medida que la atravesaban, se
tropezaban con mujeres, hombres o niños, indigentes, que rogaban por
alguna moneda, migaja de comida, o por algún residuo de droga para su
descontrolada adicción.
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El tiempo siguió su curso. El amanecer se tendió sobre las montañas
de la ciudad. La gente salía a comenzar su día. Unos iban rumbo a sus
trabajos, otros, camino al colegio, algunos se levantaban con la esperanza
de encontrar su verdadero amor. Era un día aparentemente común para
todos los habitantes de Montevideo. A excepción de la familia La Rota, cuyos
integrantes se encontraban en la sala de espera del Hospital Central, a causa
de una sobredosis de su familiar Matías La Rota, de 19 años de edad.
En las horas de esa tarde, la espera continuaba. Uno de los médicos
encargados del joven salió de la Unidad de Cuidados Intensivos donde se
encontraba para informar a la familia La Rota que el joven había llegado en
estado crítico al hospital, con unos signos vitales casi nulos, por la sobredosis
que corría por sus venas. Advirtió que a pesar de su gravedad había logrado
milagrosamente sobrevivir, aunque era muy probable que la prolongada falta
de oxígeno experimentada por su cuerpo ocasionara lesiones serias en su
cerebro y podría esperarse una pérdida de memoria irreversible.
La familia La Rota no podía creer lo que hace unos minutos había dicho el
médico. Eduardo, el padre del joven Matías, estaba sumamente agradecido
de volver a tener la posibilidad de emprender una vida nueva con su hijo.
La fetidez se ha ido junto con los golpes, así como esa retumbante voz
pronunciando ese extraño nombre “Matías”. Por alguna razón, mi cuerpo
dejó de sentirse pesado. Mis oídos perciben un pito repetitivo. Pareciese
que proviniera de una maquina, tengo curiosidad. Mis ojos se abren y me
doy cuenta que no estoy ni en la oscuridad ni en el paraíso.
Me hallo en una habitación con paredes blancas, tengo tubos conectados
a mi cuerpo y en una silla se halla un hombre algo viejo mirándome con
alegría. Se acerca hacia mí y me habla con una voz ronca:
-Bienvenido hijo mío, estoy aquí para ayudarte a comenzar de nuevo.
Debes tener confianza. No sé si me reconoces, pero a través de mis relatos
podremos reconstruir nuestro vínculo. Te volveré a contar las historias
que te gustaban cuando chico, como las de nuestro líder y salvador de
nuestra patria “José Artigas”.
Por alguna razón, me siento tranquilo y acompañado al escuchar esta
voz. Pero experimento inseguridad porque no encuentro mi identidad.
Mi mente está en blanco. Me esfuerzo por recordar, pero mi memoria no
responde. No logro nada, no tengo historia, no tengo pasado. No recuerdo
tener un padre, no recuerdo las historias sobre ese tal Artigas que él
nombra. No sé de qué me habla. Sólo recuerdo desde el suceso de la
mujer desmembrada tendida en un rincón de aquel lugar. Antes de allí
todo se nubla y mi memoria se pierde.
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El joven salió del Hospital Central un mes después de que sus ojos se
abrieran. A pesar del tono pálido de su piel, se le veía vital. Sus ojos miel
brillaban, se le notaba tranquilo ante la compañía de sus familiares. Su
padre, su hermano y su madre lo llevaron a su casa, ubicada en uno de los
barrios más pudientes de Montevideo, Los Pinos.
Ese anciano que se hace llamar mi padre, me presentó a una señora
entrada en años, distinguida y aún bella, que se hace llamar mi madre y a
un hombre fuerte, que supuestamente es mi hermano. No los siento como
tal pero por alguna desconocida razón confío en ellos.
Me encuentro en una casa hermosa y grande. Mi habitación es espléndida.
Tiene una vista panorámica de la cuidad. La cama es gigante y una
biblioteca ocupa la mayor parte de su espacio. Esa biblioteca me llama la
atención de una forma peculiar. Con el simple hecho de observarla, crea
en mí un inmenso deseo de poseer el conocimiento que yace entre las
páginas y las líneas de cada uno de esos libros. Quizás estas obras puedan
llevarme a paraísos extraordinarios como lo hace ese tesoro transparente
que creo guardar entre mis venas.
Me atrae un libro que no está entre esas vigas grandes y gruesas de
la biblioteca. Es voluminoso, pesado, tiene una cubierta de cuero y se
encuentra sobre mi mesa de noche. Me intriga saber qué contienen sus
páginas. Debe existir una razón para tenerlo tan cerca. Quiero internarme
entre sus letras y conocer sus secretos.
A pesar de haber regresado a mi supuesto hogar, añoro la sensación de
libertad que me brinda esa valiosa substancia de cristal. Deseo escapar
a nuevos mundos fantásticos. Quiero que la nave de mis sueños regrese,
pero me doy cuenta que no la veo entre los libros ni entre las sábanas de
mi cama. Quiero tenerla de nuevo. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para
poseer de nuevo esa substancia.
La desesperación regresa al igual que la fatiga, las gotas de sudor recorren
mi cara, mis gritos retumban en las paredes de la mansión. Unos pasos
fuertes se acercan a mi habitación. Son de ese hombre viejo y cojo que
me toma fuerte las manos y con una toalla me seca el sudor, me grita
fuerte diciéndome que tal substancia no existe en este mundo. Me dice
que respire profundo y que me calme.
Él mira hacia mi mesa de noche, me toma entre sus brazos y me abriga.
Levanta el pesado libro, lo abre y lee con una voz que me arrulla. De sus
labios brotan unas palabras cálidas que logran que mi desesperación
se desdibuje en el espacio de mi cuerpo. Las palabras que escucho me
calman, me tranquilizan.
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“El salvador de nuestras tierras uruguayas
Hace años, precisamente en 1776, el Virreinato del Rio de la Plata fue
creado en la hoy América del Sur. El Virreinato de Lima ya no podía
gobernar el inmenso territorio bajo su jurisdicción, así que el dominio
español creó el nuevo Virreinato con Buenos Aires como capital. El antiguo
virreinato quedó dividido…. el paisaje se segmentó, la flores dejaron de ser
hermanas. Sus provincias se olvidaron de ser familia y fueron extrañas
entre ellas.
El territorio del Río de la Plata estaba bordeado por el río Paraná, que
hacía parte de la extensa cuenca combinada del Plata. Este hermoso río
cuyo nombre significaba “agua que se mezcla con el mar” formaba, junto
con el río Uruguay, el estuario denominado Río de la Plata.
En aquel virreinato se resguardaban quinientas personas. Algunas,
las que se llamaban blancas, se concentraban en las ciudades pues
se decían tener sangre azul porque sus antecesores provenían de las
tierras más allá del mar, en Europa. Otros eran los indígenas que en un
principio poblaban el continente americano. Otros, una creciente mayoría
denominada “criollos”, producto de la mezcla de españoles e indígenas,
y los otros, de raza negra, seres humanos que se reclutaban de tierras
lejanas, tratados como animales para hacer tareas que los españoles o
los criollos se creían incapaces de realizar.
El nuevo Virreinato del Río de la Plata limitaba con territorios de
malandrines y de rufianes que deseaban reclamar el territorio Uruguayo
como suyo. Los llamaban los “portugueses”. Por esta razón la fundación
de Montevideo en 1724 respondió más a un interés de defensa contra los
portugueses que a otros proyectos.
Entre esa mezcla de razas, sangres y sucesos que acontecieron en aquel
tiempo, nació José Artigas, el 19 de Julio de 1764, en la Banda Oriental,
nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires a la otra orilla del
río Uruguay. Desde pequeño, “el salvador”, como después lo denominaron,
se caracterizó por ser diferente a los niños de su provincia. Mientras ellos
jugaban a las batallas, él contemplaba los caballos que en sus tierras se
encontraban. Soñaba con montarlos y correr velozmente para que nadie
lo alcanzara, quería desprenderse de la realidad para que todos lo vieran
libre sin que alguien lo controlase o vigilase.
A medida que crecía, su sueño iba moldeando su realidad. Montar a caballo
era para él era el estado más parecido a la felicidad. Unos años más tarde,
se integró al cuerpo militar español de “Los Blandengues”, en donde se
convirtió en un jinete espléndido. Su caballo y él eran uno, combatían la
injusticia y la mentira, capturaban a los rufianes y ladrones que en lugares
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escondidos y misteriosos se escondían. Su vida cambiaba con rapidez,
sus hazañas lo hicieron escalar los rangos militares. Era todo un caudillo
reconocido por todas las provincias de aquel Virreinato.
A Artigas le encantaba leer, disfrutaba siendo capitán de la marea de
las letras, le encantaba esquivar problemas narrados y soluciones
propuestas. Entre tantas lecturas, se enteró que los franceses habían
invadido el verdadero reino de los españoles. Como consecuencia de este
gran suceso, las provincias se dividieron al igual que la Banda Oriental.
Pero Montevideo mantuvo sus autoridades españolas y su fidelidad
a España. La fuerza de los militares españoles era mayor que en la de
otros lugares del virreinato. En 1811 las villas que rodeaban a la ciudad
de Montevideo se unieron a grupos revolucionarios en busca de libertad.
En ese caos, se encontraba Artigas aun vital. Una llama interior lo impulsó
a apoyar a la gente del campo, a su familia, a sus hermanos, amigos y
conocidos en la revolución en contra del dominio y la opresión de los
españoles.
Él quería alcanzar el sueño de sentirse verdaderamente libre junto a
su caballo. La revolución quizás era el camino para lograrlo. Artigas se
propuso conseguir ese anhelo. Posiblemente ese sueño se podría expandir
y convertirse no solo en un sentir individual si no en uno colectivo.
A sus 47 años de edad, José Artigas logró ser el centro de la banda
revolucionaria. Sus pensamientos se estaban tornando en acciones.
El 18 de mayo de 1811 fue su primer enfrentamiento en la batalla de
Las Piedras, que se dio en un campo abierto y grande a las afueras de
la ciudad. Ese día, la luz de los rayos iluminaba cada paso del ejercito
artiguista haciéndolo vencedor. Esta victoria hizo posible el sitio de la
ciudad, hizo posible que sus habitantes tomaran conciencia de su papel
en las luchas de independencia y cambiaran su posición frente a las
autoridades españolas.
Artigas, junto con su leal caballo, se acercaba cada vez más a su meta, al
cumplimiento de su sueño. Esa fuerte sensación que invadía su cuerpo y
su alma la percibía como vivir el paraíso en la tierra.
Sin embargo, para llegar a ese paraíso, el ejército artiguista tuvo que
luchar contra la posición de los “porteños” en Buenos Aires, ya que estos
querían que el poder de las provincias se concentrara en su ciudad. Pero
Artigas fue un obstáculo para ellos ya que su propuesta estaba orientada
a que las distintas regiones debían tener mayor autonomía en la toma
de sus decisiones, y la capital del virreinato, Buenos Aires, no debería
intervenir en las provincias divididas por el antiguo virreinato.
181
Esta disputa continuó acompañada de la presión de los portugueses que
habían sitiado a Montevideo. El gobierno de Buenos Aires intervino, dejando
excluida la participación del ejercito artiguista. El gobierno de la capital del
Virreinato tomó solo las decisiones y el sitio de la ciudad fue levantado.
Estos conflictos presionaron la retirada de Artigas hacia el norte, junto con
su ejército. Esa decisión influenció a muchas personas, que decidieron
seguirlo. El sentimiento colectivo salió a flote y familias enteras se unieron
a la causa. Se agregaron entonces miles de personas de todas las clases
sociales en la marcha hacia el Norte. Algunos iban en carretas, otros a
caballo o a pie. Los esclavos servían a algunas de esas familias. El pueblo
uruguayo dejó de estar perdido, dejó de estar dividido, dejó de ser extraño
entre él mismo. Se convirtió en un solo cuerpo con un solo sentir.
Artigas estaba alcanzando su propósito, estaba tocando la cima con la
punta de los dedos de sus manos. Artigas, el “Salvador” le quitó la venda
al pueblo, que pudo revelarse por fin ante la opresión, el miedo, la angustia
y la impotencia que el dominio invasor le imprimía.
Este suceso que quedó grabado en la memoria de cada habitante de
Montevideo fue llamado en un principio “La Redota” pero al paso del
tiempo fue descrito como “El éxodo del pueblo Oriental”.”
Mi cuerpo y mi alma comenzaron a calmarse. Los brazos de ese viejo aún
rodeaban mi cuerpo completamente. Su voz suave y sutil me arrullaba.
Había regresado en el tiempo y me encontraba volando entre los vericuetos
de la historia de mi país. Estaba encantado con el personaje principal, me
sentía identificado, me sentía allegado a él. Su historia hacia que mi alma
se desprendiera, hacia que mis sentidos se liberaran y encontraran una
sonrisa perdida al escuchar, como música, la voz de mi padre entonando
esa leyenda. La historia se apoderó del tiempo. La desesperación dejó de
existir al igual que la ansiedad. Me sentí satisfecho, me sentí feliz.
Ese extraño sujeto que no identificaba, ahora lo siento como parte de mí,
ahora creo en sus palabras y en sus promesas dichas, una voz interna lo
reconoce como mi padre.
Ya han pasado cuatro horas desde la histeria de Matías. La boca de
Eduardo se encuentra seca.
Al escuchar los gritos de su hijo, Eduardo se había dirigido velozmente
a su cuarto y había tomado el libro preferido de Matías en su infancia. Al
hacerlo, había recordado cuando su hijo de unos 12 años se encontraba
tendido en su cama escuchándolo, embelesado con las historias de
Artigas, su héroe favorito.
Pero lastimosamente, el tiempo había pasado y su hijo ya no era un niño.
Era un joven perdido, un joven en recuperación. Pero era su hijo y haría
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todo lo posible para que ese niño inocente e inteligente regresara a sus
brazos. No quería que la vida se lo arrancara de nuevo.
Cuando Eduardo abrió el libro, el joven Matías se calmó, se acomodó
entre los brazos de su padre, sus ojos contemplaron su rostro por unos
instantes y su voz quedó en silencio dejando que la de su padre penetrara
en lo más profundo de su alma.
Al terminar la lectura, Eduardo contempló a su hijo, dormido en sus piernas
sin soltarle una de sus manos. Respiro hondo y profundo levantándolo del
piso y acostándolo en su cama.
El padre de Matías se encontraba sorprendido con la reacción de su hijo al
escuchar la historia de Artigas. Evocó los dolorosos momentos cuando a
la edad de quince años, la droga se lo arrebató de sus manos, de su hogar,
de su vida. Eduardo anhelaba el día en que pudiera sentir o recordar lo
que fue su hijo antes de perderse en ese laberinto. Por esa razón, batalló
con empeño en tantos centros de rehabilitación sin ningún resultado.
En esos cuatro años de desaparición, de esperanzas perdidas, de tristezas
profundas, y de nostalgias interminables, Eduardo no había visto nunca
una luz. Hasta esa tarde en que logró recordar, en que logró traspasar las
paredes del laberinto y escapar de la oscuridad. Hasta ese día en que logró
desvanecer esas tristezas y dolores refugiados y atorados en su garganta.
Esa tarde, cuando su voz entonó la historia de su patria, en que narró la
leyenda de la libertad, la lucha del salvador y forjador del proceso de la
independencia de su país, el renacimiento de un hombre que logró abrir
las puertas que se creían cerradas, no sólo para él, sino para el pueblo de
Montevideo. Esa tarde, cuando sus palabras permitieron hacer catarsis
no sólo de las emociones y sentimientos que rodearon los hechos de ésa
época, sino de los suyos propios.
Todas esas cargas amargas represadas en el pueblo uruguayo, oprimido
por el dominio indeseado y nunca aceptado, por las diferencias sociales y
la injusticia, salieron a la luz, como también el profundo dolor escondido
en el alma de Eduardo.
Ese pueblo uruguayo, esos hombres y mujeres blancos, indígenas, criollos
y negros, marionetas del domino español, estaban henchidos de rabia,
llenos de temor y de dolor, pero colmados de risas ocultas de niños en
busca de la felicidad. Sus hombros, cansados de sostener los hilos del
poder y sus manos, atadas por las cadenas manipuladas y apretadas
por el dominio, les impedían soltarse, pero sus almas ansiosas volaban
entretanto, queriendo sentir el viento de la libertad.
Ese mítico hombre, Artigas, tan famoso y tan nombrado, no solo construyó
la historia uruguaya, no solo aportó a la libertad suramericana en el
183
siglo XIX sino que sembró semillas en la imaginación de un pueblo que
germinaron en cuentos y leyendas que inspiraron los corazones de los
niños, jóvenes y adultos de las generaciones que lo prosiguieron.
Este fue el caso de Eduardo y de Matías, un padre, un adulto del siglo XXI,
y de su joven hijo perdido en el tiempo, en el espacio, sin recuerdo alguno
de su propia historia, sin memoria, pero sanados en sus cuerpos y en
sus almas al volver a escuchar ese nombre, al volver a oír sobre Artigas.
Al sentir el amor de padre a hijo y de hijo a padre a partir del recuerdo
entrañable de esa lectura que les devolvió las vivencias de la infancia; al
reavivar los lazos indestructibles que los unieron entre las espadas y los
caballos del éxodo oriental.
Mi cuerpo plácido se encuentra sobre mi cama. Mi padre ha dejado el cuarto
y he conciliado por fin el sueño. Recreo una a una sus palabras narrando
la historia de Artigas. A través de mis ojos cerrados, diviso su silueta
sosteniendo el viejo libro. Yo lo contemplo al igual que hace un tiempo, con
los ojos de mi niñez. Luego de que esa silueta borrosa suelta el libro, tomo
una espada y monto un caballo de juguete en el ambiente ilustrado de una
biblioteca grande y hermosa. Mis manos sostienen la espada con fuerza y
de mi pequeña boca sale una voz dulce y chillona gritando ¡Soy Artigas, el
salvador, el líder! Busco la libertad, la felicidad y la igualdad de mi pueblo.
Me acompaña mi fiel amigo, mi caballo, que hará que volemos velozmente
para sentir con más fuerza el anhelado aire de la libertad.
Despierto. Tomo conciencia de que estas imágenes no son un sueño. Son
escenas de mi pasado. Soy yo en esta misma habitación escuchando
esas historias del héroe que se apoderó de mi infancia. Recuerdo a mi
hermano, a mi madre y a mi padre, acompañándome. Recuerdo el colegio
junto con mis compañeros. Recuerdo las clases de la profesora de historia
que eran las clases que más me gustaban y en las que más participaba,
porque en ellas conocí a Artigas el héroe de mi infancia. Recuerdo que al
iniciar mi juventud, la curiosidad por sentir la libertad, me llevó a dejar
mi realidad, para simplemente escapar a mundos mágicos en donde yo
solo pudiera ser el dueño, el creador. Es lo último que recuerdo de mi vida,
antes de los sucesos de hace días. Hay un vacío en mi memoria entre
esos eventos. Los recuerdos dejan de ser claros y se tornan borrosos,
imágenes extrañas vienen y se van de mi mente.
Pero sé quién soy, sé que quiero, sé mi historia, que no sólo comienza desde
esos recuerdos y experiencias vividas en tan solo 19 años. Sé la historia de
mi patria que también hace parte de mi vida, sé la historia de mi libertador y
de mi verdadero salvador que fue, es y será mi único ideal, mi único héroe, mi
única fuente de admiración y mi única motivación para continuar escribiendo
mi propia leyenda que hará parte de las memorias de mi bella Uruguay.
184
Camilo Andrés Ventura Felizzola
Ciudad Escolar Comfenalco
Cartagena de Indias – Colombia
ANTE EL ACTUAL PROCESO DE GLOBALIZACIÓN AL QUE ESTÁ ABOCADO
EL MUNDO, EL IDEARIO FEDERALISTA DE JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS,
¿AÚN MANTIENE VIGENCIA?
Hoy el mundo asiste a un innegable proceso de globalización que obliga
a los estados a hacerle frente de manera que sus intereses no se vean
lesionados y, por el contrario, puedan preservar su nacionalidad y ganar
posicionamiento ante la nueva coyuntura mundial. De ahí que, ante dicho
dinamismo, los jefes de Estado están obligados a acometer acciones
tendientes a hacerle frente a este nuevo escenario mundial.
Resulta pertinente aclarar, a propósito de la globalización, cómo esta
se concibe:
“un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala,
que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre
los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y
culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas
y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo
identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las
sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia
liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando
a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura
política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus
relaciones internacionales.”*
Ante el actual contexto mundial, los Estados Unidos de América (EE.UU.)
encuentran un escenario favorable para mantener su hegemonía mundial
y las potencias europeas han comprendido la necesidad de unirse a través
de la Unión Europea (UE) a fin de no rezagarse respecto a este, recuperar
su injerencia en el concierto internacional, preservar los intereses de sus
nacionales y mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. De igual
forma, a China, considerada para occidente como la gran amenaza de
oriente, apoyada en la unidad de su gran extensión territorial y estrategias
geopolíticas, le es indiscutible su importancia en el concierto mundial.
Lo anterior nos lleva a reconocer la gran importancia de la unión de los
estados como estrategia favorable para el logro de la unidad entre los
* i http://es.wikipedia.org/wiki/Globalización
185
pueblos, desarrollar sus economías y, por ende, mejorar las condiciones
de vida de sus conciudadanos.
En Latinoamérica, pese a los diversos intentos que van desde los esfuerzos
del libertador Simón Bolívar en la primera mitad del siglo XIX hasta lo que
hoy se recoge en los grandes avances del MERCOSUR, aún no ha sido
posible crear un escenario de unidad de las naciones, que ayude a la
región a ubicarse en un mejor sitial en el contexto mundial y a minimizar
las desventajas ante los grandes bloques económicos mundiales.
Desde la actual perspectiva Latinoamérica y dentro del concierto de la
globalización, cabría preguntarnos hasta qué punto el ideario federalista
del militar, estadista y máximo prócer uruguayo, José Gervasio de Artigas,
aún mantiene vigencia.
A través del presente ensayo se responde precisamente a esta inquietud.
Por tal razón, se ponen en consideración los argumentos encaminados a
brindarle respuesta.
José Gervasio Artigas fue un reconocido político y estratega militar
uruguayo, quien en la primera mitad del siglo XIX desplegó su accionar en
pro de la independencia de su natal Uruguay y su incidencia en Paraguay
y Argentina fue innegable.
Nació en el seno de una de las siete familias fundadoras de Montevideo,
cursó sus estudios en un convento franciscano. Tuvo una adolescencia
dedicada al contrabando de ganado, lo que le favoreció para conocer su
país y sus habitantes.
Se le considera miembro fundador del cuerpo de «Blandengues», especie
de milicia armada que tenía encomendada la defensa de Montevideo y de
la que llegó a convertirse en su segundo jefe.
“Tras la revolución de 1810 en Buenos Aires, ofreció sus servicios a la Junta
Revolucionaria, en lucha contra el gobernador español de Montevideo. Éste,
al verse amenazado por las tropas independentistas, pidió ayuda a Portugal,
que acudió en su auxilio. Ello motivó la negociación de un armisticio entre
la Junta Revolucionaria y el gobernador español que fue mal recibido por
Artigas, puesto que el tratado devolvía la soberanía a España.
Para no verse obligado a aceptar la tutela española abandonó, con
1.500 familias (alrededor de 16 000 personas), la Banda Oriental, actual
Uruguay, territorio en el que se había hecho fuerte y del que era máximo
dirigente. Artigas y sus seguidores se establecieron en el Ayuí, localidad
desde la cual intentó organizar políticamente las provincias de Entre
Ríos, Corrientes y Santa Fe, y tras conseguir su control, luchar contra los
dirigentes centralistas de Buenos Aires.
186
En 1815 venció a las fuerzas centralistas, tomó Montevideo y organizó
un gobierno federalista en Santa Fe. Resistió hasta 1820, año en que sus
tropas fueron vencidas por las portuguesas, deseosas de hacerse con el
control de la Banda Oriental. Ello le obligó a exiliarse en Paraguay, cuyo
presidente, J.G. Rodríguez Francia, le concedió asilo político.”**
José Gervasio Artigas, después fue encarcelado y posteriormente
liberado por el presidente C.A. López, quien también le concedió refugio,
hasta consumarse su muerte. En 1856, como título póstumo, el gobierno
uruguayo lo declaró fundador de la nacionalidad oriental.
Durante esta época se generó la disputa entre federalistas y centralistas.
Artigas era partidario del federalismo, al cual se oponía el denominado
alto comercio de Buenos Aires y Montevideo.
José Gervasio Artigas luchó contra el centralismo unitario que
subordinaba el país a la política porteña, además de enfrentarse contra
el avance portugués en el Río de la Plata. Dicha lucha dio lugar a que
Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieran a los
orientales, surgiendo la Liga de los Pueblos Libres, ante lo cual Artigas
asume como Protector de la Liga.
“Artigas concebía una nación federal, una federación de provincias, dentro de
la cual la Banda Oriental estaría incluida, en pie de igualdad con respecto a
Buenos Aires, pero con una inequívoca finalidad: el surgimiento de una nueva
y poderosa nación que respetase las economías y autonomías regionales. En
materia económica luchó contra el imperialismo inglés con los medios que
tuvo a su alcance, por eso fue odiado por el sector mercantil pro-británico.”***
La enorme popularidad de Artigas y los idearios que exponía y aplicaba no
favorecían para nada a las clases altas porteñas. Por tal razón era visto
como un gran peligro para estos. Repartir tierras y ganado entre los sectores
sociales más desfavorecidos en la Banda Oriental eran acciones que ponían
en riesgo a los intereses de los hacendados y clases altas porteñas.
A José Artigas se le considera el precursor del federalismo en el Río de la
Plata. Inspirado en el modelo de los Estados Unidos, Él mismo manifestó:
“yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada estado un
gobierno propio, su constitución, su bandera y el derecho de elegir a sus
representantes, a sus jueces y a sus gobernadores entre los ciudadanos
naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi
provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así
habría sido darle a cedo uno lo suyo”.IV
**
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/a/artigas.php
*** http://www.laopinionpopular.com.ar
IV
Ob. Cit.
187
Por otra parte, Artigas propugnaba por el fomento y protección de las
artes y fábricas de las Provincias Unidas, por lo que era partidario de
restricciones a las importaciones extranjeras.
Como se señaló, esta reflexión está encaminada a plantear hasta qué punto,
dentro del marco del actual proceso de globalización al que está abocado
el mundo, el ideario federalista de José Gervasio de Artigas mantiene
vigencia. Cabe tener en cuenta que indiscutiblemente los estados no pueden
ser indiferentes a la necesidad de establecer estrategias que les permitan
asumir acertadamente los nuevos retos y necesidades que pone de presente
el contexto internacional, como consecuencia del proceso de globalización.
De manera previa se ha manifestado que las naciones que han asumido los
retos de la globalización articulados a un bloque, a una unión de estados
o apoyándose en la integración de su territorio, están en una condición de
evidente ventaja respecto a aquellos que están aislados o no han logrado
articularse alrededor de integraciones sólidas.
En el caso Latinoamericano, pese diversos intentos integracionistas,
a diferencia de Europa, ninguno de estos ha podido materializarse
en definitiva. Dentro de estos intentos, cabe señalar los siguientes: el
Mercado Común Centroamericano (MCCA) , que entra en vigor a partir del
Tratado General de Integración Económica Centroamericana, suscrito en
Managua, el 13 de diciembre de 1960; la Comunidad del Caribe (CARICOM),
a partir del Tratado de Chaguaramas de 4 de julio de 1973; la Comunidad
Andina de Naciones (CAN) , que tenía como precedente el Grupo Andino
creado mediante el Acuerdo de Cartagena de 1969; el Tratado de Libre
Comercio para América del Norte (TLCAN), adoptado en 1994; el Mercado
Común del Sur (MERCOSUR) , fortalecido mediante el Tratado de Asunción
de 1991, aunque sus primeros pasos venían produciéndose desde 1985, y
más recientemente la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), cuya versión
final del tratado constitutivo fuera ratificada en Brasilia, en mayo de 2008.
En cuanto a los llamados mecanismos de articulación de la integración
continental, se encuentran la Asociación Latinoamericana de Integración
(ALADI); el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), al igual que el
Grupo de Río, el cual constituye otro de los escenarios de consulta política
continental, con resultados apreciables en la actualidad, y al que ha sido
incorporado recientemente como miembro pleno Cuba.
Los intentos integracionistas antes citados, así como los que se han
omitido en este caso, si bien han constituido avances importantes, aún
en la práctica no han dado lugar a que se configure una real integración
continental. Ahora, ello no quiere decir que se desconozca lo que en estos
momentos significa el MERCOSUR. Sin embargo, el avance hacia una
188
estructura ubicada por encima de los estados, que se aleje del exclusivo
interés gubernamental para poder trascender a una supranacionalidad,
aún está por construir.
“La Unión de Naciones del Sur, por su parte, ha avanzado en los fines
de crear un esquema que supere la perspectiva de la integración
económica, trazándose como objetivo «construir, de manera participativa
y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social,
económico y político entre sus pueblos», como establece el artículo dos de
su tratado constitutivo, no obstante existir algunos elementos discutibles
en torno a la fundamentación desde bases jurídicas de la integración que
este modelo propone.”V
He aquí en donde las ideas federalistas de Artigas cobran vigencia.
El caudillo político y militar uruguayo anhelaba una nación poderosa,
conformada por regiones autónomas, en donde la solidaridad e integración
las hiciera fuerte y determinantes en el concierto internacional. Esta es hoy,
precisamente, una urgente necesidad, dadas las nuevas circunstancias
que ha puesto la globalización.
Pero, si bien aún no podemos hablar de una integración continental,
resulta muy halagador el hecho de que, a través del MERCOSUR, se
han venido adelantado interesantes avances que nos aproximan a la
materialización del sueño esquivo de una real integración Latinoamérica.
Este podría convertirse en el mejor reconocimiento y valoración que se
les haga a próceres independentistas como Bolívar, Artigas y a muchos
otros que se identificaron con la idea de la consolidación de un continente
Latinoamericano integrado, atado a lazos de hermandad, solidaridad y
con claros propósitos comunes de sus pueblos; aun cuando entre estos
se concebían distintos esquemas de integración. Si bien Bolívar era
partidario de la integración, al contrario de Artigas, consideraba que el
modelo centralista era el ideal.
Es innegable que el MERCOSUR hoy por hoy es la más cercana
oportunidad de materializar ese sueño. En torno a él, resulta pertinente
anotar lo siguiente: “con su indudable peso en el desarrollo económico
sudamericano y la búsqueda de sustento político en las más importantes
decisiones que se toman en su seno, así como el marco normativo que
ha implementado lo convierten en uno de los mecanismos sobre los que
se posee cierta confianza y, para muchos, en el ámbito de la teoría y la
práctica económica y también jurídica, resulta el modelo más cercano a la
idea de integración que debe desarrollarse en nuestra área geográfica.”VI
V http://www.eumed.net
VI Ob. Cit.
189
Ante las actuales circunstancias, a propósito de la integración
latinoamericana, resulta pertinente revisar las diversas experiencias
históricas que se han tenido. La intención no es copiar modelos que, si
bien podrían ser válidos para una época, para hoy es probable que resulten
descontextualizados. Sí tomarlos como referentes y, para no incurrir en
los mismos errores, beber bien en esas fuentes. No se puede desconocer
que, al igual que en la primera mitad del siglo XIX, hoy la necesidad de la
integración latinoamericana sigue vigente.
En cuanto al modelo o esquema de organización que soporte la integración
latinoamericana, dadas las diversidades políticas, económicas, sociales y
culturales de las naciones latinoamericanas, un esquema centralista de
integración no tendría cabida; mas sí resultaría apropiado un esquema que
respete la autonomía, la soberanía, reconozca la diversidad étnica, cultural
y política de las naciones. Desde esta perspectiva, muchos elementos del
ideario federalista de Artigas hoy tendrían cabida dentro del marco de
un proceso de integración latinoamericano. Esto corrobora la validez de
algunas tesis expuestas por el prócer uruguayo en el siglo XIX.
El ideal para soportar la unión de nuestro continente sería una estructura
integracionista, con una tendencia supranacional de los pueblos
latinoamericanos. Podría estar inspirada en el modelo de integración
europeo pero evidentemente tendría presentes elementos artiguitas, hechos
extensivos a un ámbito geográfico mucho más amplios al que él ideó.
190
Yinabeth Alcázar Franco
Ciudad Escolar Comfenalco
Cartagena de Indias, Colombia
LA PAUSA
Ese día, Hidalgo conocía cuál sería su rutina. No sería como otros días en
los que su itinerario no estaría definido y el viento del destino designaría
sus pasos hacia sus deseos. No, hoy sería diferente a todos esos días
pretéritos y a los futuros de los que no sabía nada, aunque el atrevimiento
tomara su parte en las afirmaciones. Es allí cuando nos convertimos en un
oráculo de Delfos o un poeta gaucho. No se sabe cuál de los dos le atina
mejor pero lo que sí es cierto e irrefutable es que el segundo tenía un arma
más poderosa: la palabra. La misma palabra que se ausentó cuando se
cometieron injusticias una y otra vez; la palabra que hizo iglesias; la palabra
que reprendió a un hijo para hacerle cambiar; la misma palabra que ha
hecho llorar, reír o actuar a millones de personas a través de la historia.
El encuentro sonó a un hecho aislado durante mucho tiempo porque la
guerra era como un posesivo amorío que no admitía otra pasión sino esa;
ni otra dedicación sino la que le concierne. Y el mate no estaba dentro de
lo permitido, no estaba entre las cosas que podían hacerse para conseguir
la victoria. No era eso lo que “se necesitaba”. Al menos, no acompañado
de charlas extensas y que rememorasen momentos más vivos, más
humanos, si es que alguna vez los hubo.
La guerra no había terminado y nunca lo hizo, pero la detención que iba a
hacerse era determinante para suavizar el alma y fortalecerla al mismo
tiempo. Siempre debía haber espacio para lo sublime y perfecto que fija
los espíritus humanos. ¿Hay algo más sublime que la poesía o un mate?
Lo suave no debía verse entonces como un obstáculo sino como un arma
mordaz, peor que el fuego, el cuchillo o la lanza de cuero.
Y mientras Hidalgo se extendía en sus reflexiones, con justa razón estando
en su catre, Artigas estaba en su casa haciéndose la misma pregunta
de todos los días: ¿terminará? Aunque realmente él no sabía el verídico
sentido de aquella palabra porque hasta donde había podido vivir, nada
simplemente “terminaba” y menos al hablar de naciones.
El revolucionario, el hombre de carácter que con sus gestas no había
hecho más que trabajar por la posterior República Oriental de Uruguay,
recordaba aquellos momentos fugaces de su juventud, en los que tenía el
amor que no había podido vislumbrar en ninguna otra mujer que hubiese
hecho parte de su vida. Isabel, aquella de nombre exquisito que murió sin
191
poder terminar la misión de acompañarlo. Él no podía olvidar de ninguna
manera su sonrisa, que salía inoportuna, su piel suave como el algodón, la
intuición especial que tenía para afirmar que algo no debía hacerse y, por
sobre todo aquello, el amor por el que le correspondía.
Luego pensó en la lucha, en Uruguay, y cayó en la cuenta de que su misión
en el mundo era permanecer en frente del bienestar de su patria, que
era algo más trascendente. Él no había nacido para amar a una persona
sino para amar a tantas como le fuese posible, por eso su pensamiento
daba cabida para todos en una medida exacta y justa. Todo ello se conjugó
para no dejarle levantar de la cama en la que todavía se hallaba acostado,
pero la idea del día que viviría le dio fuerzas para el primer paso. Hoy se
encontraría con Hidalgo.
Hacía mucho que no veía a su querido amigo en un espacio de sosiego y
eso le había aquejumbrado porque, si había algo que le hacía olvidar de
todo lo que deseaba olvidar como una pequeña lanza a la periodicidad del
tiempo para matarle, era escribir poesía.
Oh, pero que nadie se enterase de ello, que suponía un rompimiento a su
reputación de persona fuerte. Nadie podía saber que José Artigas hacía
poesía, y menos aún en compañía de su amigo Hidalgo. No, el pueblo debía
pensar que trabajaba noche y día sin equivocación alguna y sin espacio
para pausas de esas que son reconfortantes.
¿Desde cuándo empezó esta pasión secreta? Artigas tenía años más
jóvenes cuando su debilidad por las palabras suaves se acentuó. Recordaba
que todo había empezado con Isabel y sus exquisitas formas, pues en el
afán de decirle las impresiones de cuánto veía en ella, escribía cartas en
las que ponía su empeño literario, para cortejarle con finas expresiones
de todo cuanto sentía por ella.
Luego de la muerte de Isabel, sus prioridades habrían cambiado y ya no
escribía de amor y rosas. Ahora hacía letras que liberaban, que le ayudaban
en secreto a seguir con la lucha, a persistir sin más. El problema es que no
estampaba las letras y el viento las llevaba, porque no las había acorralado.
Entonces fue Hidalgo quien lo animó a recuperar esa vieja costumbre de
la pluma que había dejado enterrada en un rincón de sí mismo, como en
su propio aislamiento y, sin darse cuenta, había avanzado para entonces.
Escribía mejor.
De pronto, un sonido palpitante, de esos que duran escasos segundos, se
oyó en toda la casa.
- ¿Quién será a esta hora? –se dijo a sí mismo, y recordó que eso de la hora
no importaba cuando se estaba luchando, no había tiempo específico
para nada, el tiempo solo estaba ahí para usarse.
192
Caminó con paso tranquilo hacia la puerta cuidando no tropezarse, y la
abrió con la misma paciencia que le embargaba, teniendo la incertidumbre
de qué imprevisto le suponía aquel acontecimiento a las cinco de la
mañana.
- Buenos días, señor –dijo una voz preocupada que surgía de un cuerpo
indígena guaycurú, y que significó una frase representante de la
desesperación de toda una raza.
- Sigue, por favor –dijo Artigas con seguridad y entereza porque ya sabía
a qué llegaba.
Mientras el indígena entraba a la casa y buscaba la silla para sentarse,
Artigas fue hasta la cocina e hizo mate con leche, en el que estaba
representada la estima profusa que sentía, no a él sino a toda su raza.
Él no estaba ahí, por su parte, por su cuenta, por su voluntad sino por la
cuenta y la voluntad de todo un pueblo.
Contrario a lo que sucedería si se hablara de un criollo de alma firme,
firmeza extraña que se tropezaba con el egoísmo, el alma de los indígenas
era suave y abierta.
Al parecer no iba a ser con Hidalgo la primera vez en el día para la pausa
con la infusión pero le encantaba poder tener a Chimao en su casa porque
el aprecio que tenía por los indígenas rayaba con la admiración.
- Por favor Chimao, cuéntame –le pidió Artigas mientras le entregaba
el mate.
- De parte de todos, vengo a decirle que nos sentimos agradecidos por
las chozas y por darnos el espacio que merecíamos, aunque ahora
estemos teniendo algunos problemas con el alimento –hizo una pausa
como esperando una respuesta, pero era Artigas quien esperaba más–.
No entendemos mucho de sus leyes, pero estamos felices ahora que
nos respetan y todo eso se lo debemos a usted porque aun en contra de
los suyos luchó por nosotros –se expresó de tal forma y bebió con suma
paciencia como saboreándole cada sorbo.
- Chimao, gracias por venir. Me preocupaba qué había sido de todos
ustedes, pues hay algo que quiero darles desde hace unas semanas.
¿Ves el saco aquel? ¿Podrías traerlo? Es comida para todos cuantos
puedan comer de él. No es mucho pero espero que alcance por ahora.
Las cosas se han puesto un poco difíciles. Recuerden: ser dueños de
sí mismos. No dejen que les miren por encima del hombro o les hagan
sentir inferiores. Ustedes estaban aquí desde antes y por eso son estas
tierras más suyas que nuestras.
Y el indígena se marchó con una humilde reverencia…
193
A Artigas siempre le pareció que los indígenas merecían el mismo trato
que cualquier otra persona y que merecían que se les incursionara en
la sociedad, dándoles su espacio, participación y garantías sociales y
económicas. También insistía en que debían educarse y entender su
condición y la de su entorno, pero claro, al sistema con el que él luchaba
fervientemente no le era conveniente tal cosa. Sin embargo, fue Artigas
quien les buscaría los recursos para que aprendiesen las primeras letras
y por todo ello los indígenas le llamaban Padre Artigas porque les cuidó y
amó como solo un padre puede hacerlo.
Cuando Chimao estaba a unos diez metros de la puerta, se giró para
contemplar aquel lugar que les ayudaba siempre y vio a José Artigas
despidiéndole con las manos. Él le correspondió con una sonrisa.
En el camino iba pensando en lo mucho que pesaba aquel saco y en la
felicidad que significaba el mismo. Cada kilogramo de su peso era un
kilogramo de satisfacción. Eso le hizo persistir sin cansancio alguno hasta
llegar a la comunidad, donde todos le esperaban ansiosos por saber la
respuesta de Artigas, encontrándose con el grande y pesado saco que les
habría de saciar el hambre en días siguientes.
A las seis de la mañana, la hora en que las ciudades despiertan de su
quietud nocturna, Artigas debía darse su baño ritual para el comienzo de los
ajetreos del día como lo había estado haciendo todos aquellos años. Aunque
esa mañana no era como los otros días, porque era el día de la pausa con
Hidalgo, un baño no tenía por qué ser saltado. Sonará absurdo revisar si un
baño debe tomarse, pero ese día, Artigas revisó cada paso de lo que hacía
buscando no equivocarse en alguno que lo desviara de su objetivo, porque él
pensaba que las acciones se tomaban de acuerdo al día, pero hacía mucho
tiempo los itinerarios habían sido los mismos y esto se oponía al cambio.
Mas hoy no pasaría de tal forma y tenía que reprogramarse nuevamente y,
en cierta forma, esto también era una pausa.
El día anterior, su amigo había ido a visitarle, pero él estaba tan
ocupado en sus asuntos que no pudo atenderle, y más vale constatar
que Hidalgo no era un holgazán sin ocupaciones pues, como buen
gaucho, trabajaba fervientemente por sus objetivos patrióticos, mas
las pausas eran algo sagrado para el poeta. Y fue por esa razón que
le prometió con ahínco que, sí al día siguiente llegaba sin falta, él le
recibiría plácidamente para compensarle por el viaje casi en vano que
había tomado hasta su casa.
194
“Si de todo lo criado
es el cielo lo mejor,
el “cielo” ha de ser el baile
de los Pueblos de la Unión.”69
Hidalgo, bailando en el cielo, que es lo mismo que bailar en la infinitud,
escribía estos versos aquella mañana por inspiración de su amigo,
cuando en él pensó como en la columna vertebral de esa infinitud que
determinaba el rumbo de la lucha, la misma infinitud que permitía que
fuese incansable el trabajo en el que gauchos como él se jugaban la
vida por la patria.
“Cielo, cielito, cantemos
se acabarán nuestras penas,
porque ya hemos arrojado
los grillos y las cadenas.”
El poeta no podía saltarse que la felicidad de los pueblos se la otorgara
su libertad. Era solo en ella que la autonomía y la unión de las personas
se encaminarían al mismo objetivo como ciudadanos y podían existir
como patrón de eficiencia en la sociedad. El poeta le cantó a la
patria como pudo cantarle a las aves. Su pluma se emocionaba cada
vez con más euforia a medida que convertía en realidad el sueño
libertario a través de la poesía que era la principal herramienta para
la independencia que se propugnaba. Él lo sabía más que nadie y por
esta justa razón continuó escribiendo.
“¡Viva la Patria, patriotas!
¡Viva la Patria y la Unión,
viva nuestra independencia,
viva la nueva Nación!”70
69 Fragmento de “Cielito de la Independencia”. Por: Bartolomé Hidalgo
70 Fragmento del poema “Cielitos de la independencia”. Por: Bartolomé Hidalgo
195
Como si un fuerte viento hubiese elevado sus pensamientos hacia la
escala más alta del cielo, escribió estas últimas líneas, dejándose llevar su
pluma por esa fuerza desconocida que recorría las venas de los gauchos.
Hidalgo vivía en una casa ligeramente amoblada, con techo de paja y
madera, muy práctico para sus fines, que no eran el de una vida cómoda
sino el de una patria libre. Allí, en su pequeño rancho, meditaba acerca de
la poesía y se preguntaba por qué Artigas no se había reconocido como
poeta, si su pluma era excelsa y por qué no daba su talento a Uruguay.
“Tantos corazones hubiese podido dulcificar mi amigo José Artigas, al
punto de ablandarlos como masa y lanzarlos al ruedo de la libertad, como
hacemos los poetas gauchos. Él también es un poeta, quiéralo o no de
cualquier manera, que ser poeta no se elige ni se evita, nadie es poeta
porque algún día lo decide. Si soy poeta es porque medito cuanto hago y
vivo. Eso hace Artigas, quizá en mayor medida. Pero la terquedad es una
lanza que se incrusta en la voluntad para no dejarte escuchar lo que el
mundo y tu voz interior te reclaman con ímpetu. A veces, la terquedad no
se inmuta y la modestia se muestra con ferocidad, haciendo que tú, jefe
de las libertades uruguayas, te prives de la más valiosa de ellas, grabar
las ideas, esas que no se pueden dejar en la mente, esas que necesitan
libertad y ser acorraladas para difundirse, así que puedan volar tan alto,
más allá de los límites, hasta llegar al cielito, como esos cielitos que me
gusta escribir y que se goza de bailar cantar, como se goza el ser libre”.
Hidalgo se alistó en su caballo, el cual cuidaba con dedicación porque en
su opinión el animal representaba algo más trascendente que él mismo:
la lucha. Y luego de hacer la tusa, cortando las crines con suma paciencia
como si disfrutase cada segundo de esa tarea, cabalgó satisfecho de
haber emprendido el viaje a la casa de su amigo.
Recordó entonces cuando era apenas un potro y lo domaba, amansándolo
para que le correspondiese, lo cual no fue nada sencillo porque ese caballo
tenía la rebeldía en sus genes, siendo también difícil el rodeo durante
muchos años, en los que le tocaba hacer piala, echando el lazo mientras
intentaba huir. En definitiva, aquel caballo se parecía demasiado a él, y eso
le hizo quererle más, lo cual no significaba que no le haría la yerra, pues
si hay algo importante cuando se quiere uno de esos animales que se
vuelven parte de ti, es asegurarlo con tu marca. El amor entonces también
tiene algo de posesividad, necesitando lazos que a la vez son símbolo de
la libertad. Más tarde el caballo se volvió tan amigo del gaucho, que éste
no tuvo que preocuparse más por el devenir y le dejó cierto libre albedrío,
que hacía que la relación entre ambos fuese cada vez más fuerte.
196
“Dicen que vienen erguidos
y muy llenos de confianza;
Veremos en esta danza
quiénes son los divertidos.”71
Se acordó de este fragmento cuando vio un grupo de personas bailando
cielitos, precedidas del que cantaba y supo entonces quién iba a salir
victorioso de aquella lucha, quién no se rendiría y quién se tendría que ir.
Él sabía bien que se rendía quien no cantaba y bailaba con la vida, como si
lo incierto se excediera de cierto.
Artigas abrió la puerta para que el fresco de las diez de la mañana pudiese
rondar los pasillos de la casa y hacerla suya, apoderándose de él mismo
también mientras esperaba pacientemente a su amigo. Fue hasta la
cocina y comenzó la preparación del mate dulce, significando la amistad
que a él le profesaba como a ningún otro.
- ¡Buenos días amigo mío, venga para acá a que le dé un abrazo! –dijo
Bartolomé Hidalgo enérgicamente mientras bajaba de inmediato de su
caballo y fiel compañero de sus vivencias llamado Gavilán, despojándose
de sus aperos y dándole golpecitos triunfantes en la cabeza.
- No sabes cuánto me alegra la visita –le dijo Artigas dándole un fuerte
abrazo–. Pasa, que aquí también vives tú.
Bartolomé Hidalgo y José Gervasio Artigas, los incansables, los dos amigos
de esporádico encuentro, el Protector de los pueblos libres y el poeta
gaucho empedernido, el objetivo de todos sintetizado en dos hombres, el
honor de la nación. Ellos estuvieron por horas charlando de lo que había
sido, de lo que era y de lo que podría ser, con la esperanza de resumir los
problemas en un mate dulce y unas cuantas poesías.
“Tanto que he sido,
que no he sido nada.
Soy como un lienzo,
que pinta la patria”
71 Fragmento de Cielito Oriental. Por Bartolomé Hidalgo
197
- Esa es mi obra final Hidalgo. Todo se reduce a esas líneas. No necesito
más. Dirás que soy económico hasta con la tinta, pero no puedo proferir
mil palabras, si quiero decir cinco.
- La síntesis es también una virtud, todo se vale en la poesía, amigo mío.
Mas ciertamente digo que razón tendrías en no mostrarle a Uruguay lo
que haces como sé que quieres por esa modestia tuya que no se detiene
al júbilo, sino que disfruta su medida en tanto que no la tiene. Ahora puedo
comprenderla, pues debes saber que nunca estuve de acuerdo con ella.
Y así los revolucionarios poetas se separaron una vez más, con el
compromiso de un mismo sueño y las letras entre sus dedos.
Artigas no divulgó aquellos versos que pensó y escribió y todos le
creyeron alejado de esas pasiones. Hidalgo siguió con su lucha, su Gavilán
y sus poesías cortejando la libertad para atraerla en aquellos tiempos de
escasez y ambos por sus distintos y encontrados caminos itinerantes que
eran definidos por las vicisitudes del tiempo siguieron como empezando
desde cero, por esa pausa reconfortante que bastó para que, años después,
Uruguay fuese libre…
198
TRABAJOS GANADORES DE ECUADOR
ELIZABET MARILYN GONZÁLEZ DÍAZ
Colegio Fiscal Mixto “Ismael Pérez Pazmiño”
Guayaquil, Ecuador
“LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA”
La palabra “redota” no se encuentra en el diccionario, lo que puede
significar para muchas personas que ésta palabra no tenga valor alguno,
o siquiera una especie de significado que sea de importancia para alguien.
En primera instancia, y para cualquiera, ¿en qué tiempo de nuestro hablar
cotidiano usamos este término? ¡En ninguno, por supuesto! Resultaría falso
e hipócrita decir que se conoce algo que jamás en la vida se ha oído. Pero
de manera simultánea, el instinto de investigar propio del ser humano es el
que lo lleva a cuestionarse lo siguiente: Si esta palabra extraña en realidad
no existiera y careciera rotundamente de una definición como todas las
palabras importantes para el idioma, entonces, ¿por qué la he escuchado?,
¿de qué lugar provendrá?, ¿cuál sería el motivo de concebir un vocablo tan
distinto, que despierta de manera inmediata, la curiosidad del hombre?
Y es allí, precisamente, cuando la travesía de conocer la historia de la
“Redota” empieza.
Tras este sentimiento de interés, las primeras fuentes de información
básica son leídas y el deseo del lector por saber cada vez más acerca
de sus orígenes aumenta. De pronto se descubre que el término “redota”
proviene de la pronunciación errónea de la palabra común “derrota”, cuya
definición detalla que es: “Acción y efecto de derrotar o ser derrotado//
El verbo derrotar, por su parte, hace referencia a vencer o ganar en un
enfrentamiento, a romper o destrozar, o a arruinar a alguien”1.
No obstante, a esas alturas de la investigación ya se tiene el conocimiento
superficial de las generalidades de la Redota, sus orígenes y su valor para
todo un pueblo; no puede ignorarse la pasión nacionalista, aunque ajena.
La expresión continúa sintetizada en siete palabras: “Derrota no es lo
mismo que Redota”.
La incomprensión de la omisión de “redota” en el diccionario, donde se
supone que descansan todos los significados de los vocablos de provecho
para un pueblo en particular, y para la humanidad en general, no se hace
1 http://definicion.de/derrota/ Significado de derrota (22/06/2012; 16h23)
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esperar. En varias ocasiones, al leer en él los datos más relevantes de una
ciudad, región o país, siempre se muestra ante nuestros ojos ya sea un
pequeño párrafo o un extracto de la historia de aquella porción de tierra.
Por desventura, este no es el caso de La Redota, un hecho trascendental que
representó -y representa aún- el nacimiento, crecimiento y consolidación
del sentimiento nacionalista en Uruguay. Al mismo tiempo sucede que
es fácil confundir los significados de derrota y redota pues ¿acaso la
segunda no se originó por el habla equívoca de la primera? La respuesta
a esa pregunta es un rotundo “sí”; sin embargo, que la una provenga de la
otra no indica que los dos términos signifiquen lo mismo, o que al menos
mantengan entre ellas una definición similar.
Al analizar lo mencionado surge repentinamente la siguiente interrogación:
¿Cómo puede ser que este suceso inmensamente importante para
comprender la historia de la República Uruguaya no figure en este libro
tan “completo e ilustrado”?
Es menester profundizar la historia de la Redota para sólo así poder
responder esta inquisición inquietante.
En Latinoamérica se escuchaban los primeros sonidos de las campanas
que anunciaban el deseo de los pueblos de adquirir ya su emancipación
del yugo español. El 25 de mayo del año 1810 la Primera Junta de Buenos
Aires –la misma que vio la luz después que el rey Fernando VII fue tomado
como prisionero en Francia, constituida gracias a la evolución de su
mentalidad sudamericana y humana-, se percató que el pueblo tiene el
profundo y neto derecho de poder regirse a sí mismo ante la ausencia de
un monarca y/o potestad e infunde estas nuevas ideas a la población.
El sentido de democracia trataba de abrirse paso en Uruguay, y casi
todos los habitantes al norte del Río de la Plata y al este del Río Uruguay
- territorio que fue denominado como “Banda Oriental”-, habían sido
protagonistas de una serie de rebeliones que no eran del más mínimo
agrado de las autoridades españolas que gobernaban ese tiempo. A pesar
de que la parte de la Banda Oriental acataba ciegamente a la Gobernación
de Montevideo, el resto de la población apoyó sin lugar a los miedos, ni a las
dudas, a la Primera Junta. Estos hechos, denominados como “Revolución
de Mayo”, hizo saber a los mandamases españoles que la fuerza popular
tomaba cada vez más conciencia del valor de la libertad que es ineludible
poseer para desarrollarse como ser humano y como sociedad.
Entre estos jefes se encontraba Francisco Javier de Elío, quien regresaba
de su madre patria –España- nombrado con la membrecía de “Virrey del
Río de la Plata” por la famosa Junta de Cádiz, y que en tiempos anteriores
se había desempeñado solamente como gobernador de las tierras
200
uruguayas. Tras su retorno, su primera acción como virrey fue declararle
la guerra a la Primera Junta de Buenos Aires el 18 de febrero de 1811
pues el temor de perder lo que creía le pertenecía a su adorada España se
apoderó de su ser. Además no podía fallarle nunca a su nación ya que ella
le había confiado un puesto en extremo cotizado por cualquier gobernador
y comendador de aquella época.
Como Elío requería oprimir rápida y eficazmente el sentimiento libertario
del pueblo procedió a instaurar una amplia gama de medidas, desde
impuestos excesivos y superfluos a las importaciones de tabaco y cuero
que mantenían la economía estable de la región hasta ciertos “pagos de
contribución”. Esto con la fingida misión de ser destinados al mismo pueblo.
Como los comerciantes y trabajadores en general contemplaban su trabajo
estropeado, el comercio se mantuvo en manos de los españoles. Ellos no
habían contado jamás con el hecho de que ciertos elementos de sus propias
milicias también percibirían la injusticia y corrupción de la que era víctima
el Pueblo Oriental -que de una u otra forma, también era su pueblo, pues
pertenecían a él. Uno de ellos, será aquel que se inmortalizaría como uno de
los más grandes próceres uruguayos: José Gervasio Artigas.
Él, al desertar de una de las guarniciones realistas “Colonia del Sacramento”,
se entrega por entero a las disposiciones del Gobierno de Buenos Aires. Es
junto a Venancio Benavides, Pedro José Viera y bajo el mando de Ramón
Fernández y Manuel Francisco Artigas –su hermano-, que en un inolvidable
28 de febrero de 1811 las tropas revolucionarias se toman Mercedes,
Soriano, y Callo, e inclusive vencen a Colonia de Sacramento en una batalla
a la que la historia nombrará como “Grito de Asencio”.
Esa magnánima batalla inspira a los pueblos, como Casupá, Durazno
y Tacuarembó - que anteriormente se limitaban a permanecer bajo el
dominio español- a emprender su sublevación para librarse de su mando.
Durante esos mismos instantes el poder militar confió en el liderazgo de
José Gervasio Artigas y entonces marcharon unidos hacia la ciudad de
Montevideo, apoyados por la Primera Junta, por supuesto. Con la victoria de
la Batalla de las Piedras el movimiento militar liderado por Artigas se toma
San José y Paso del Rey, lo que significaría para los españoles el tercer
fracaso después de las contiendas y su retiro de la ciudad de Montevideo.
Los ímpetus revolucionarios acaparan toda la Banda Oriental. Sin
embargo allí estaba Francisco Javier Elío, tramando su contra ataque.
Esto fácilmente se puede distinguir como un acto desesperado y cobarde.
Francisco Javier de Elío continúa sus réplicas opresoras ante el pueblo
uruguayo. Llevará a cabo expulsiones sin piedad de familias orientales,
de religiosos, comerciantes, trabajadores y toda aquella persona que sea
201
blanco de sospechas de mantener algún tipo de relación o simplemente
simpatía con los miembros de las milicias revolucionarias. No contento
con ello, fue capaz de permitir el ingreso de los portugueses al territorio
uruguayo –en especial a las regiones de Melo, Maldonado, Rocha y La
Fortaleza de Santa Teresa- y de bloquear por completo el Puerto de Bueno
Aires, terminando así de hundir el comercio y la economía de la zona.
El 23 de septiembre de 1811 será el día en el que se formará el Primer
Triunvirato, cuyo tutor es nada más y nada menos que la Junta Grande
–gobierno creado por la Primera Junta de Buenos Aires-. Este Primer
Triunvirato, constituido por Manuel de Sarratea, Feliciano Chiclana y Juan
José Paso, buscará al virrey Elío para negociar un armisticio.
El objetivo de ello fue el siguiente: Elío estaría obligado a levantar el bloqueo
del Puerto de Buenos Aires y de no vejar bajo ninguna circunstancia a todos
los que habían luchado en su contra. Inclusive las fuerzas portuguesas
tendrían que retirarse de los territorios invadidos en el Virreinato del Río
de la Plata y el Triunvirato se comprometía a dejar en manos del Virrey
Francisco Javier de Elío absolutamente todo el territorio oriental; un “precio
recíproco” en extremo desequilibrado considerando todos los gestos
libertarios que no solo las legiones revolucionarias habían ejecutado, sino
también que el pueblo hubo de protagonizar valientemente.
¿Qué es lo que se aprecia claramente de este proceder del Primer
Triunvirato?, ¿una traición? No. ¡Esto es “La traición”! Es una gran puñalada
por la espalda al Pueblo Oriental, a quienes se los entregaba en bandeja
de plata al bárbaro adverso, el mismo que faltando a su palabra, sin lugar
a dudas, no cumpliría con su parte del trato.
Esta última parte, al decir verdad, no tienen la menor importancia, pues lo
que es realmente relevante es el hecho de pisotear cínicamente el anhelo
de libertad que no cinco ni seis personas ansiaban con locura y desenfreno.
Y a pesar de estar al tanto de ello, de saber que la peor burla para una patria
es obtener paz sin dignidad, los representantes del Triunvirato firman el
armisticio con Francisco Javier de Elío, el 20 de octubre de 1811.
Tal vez lo que para otro pueblo hubiese significado “la pérdida de la guerra”,
para el pueblo uruguayo, la firma del armisticio encarnó en el natalicio del
éxtasis revolucionario y nacionalista y la concientización del sentido de la
orientalidad. Ellos, no habrían de rendirse ante el enemigo… no habrían de
acatar lo que sabían no era correcto… y José Gervasio Artigas tampoco.
Artigas, en aquel momento, tomaría el liderazgo ante los orientales.
Estimulado por la indignación causada por la traición hacia su pueblo,
por su reconocimiento del valor inigualable de la libertad, y aún después
de haber sido nombrado como Teniente Gobernador de Justicia Mayor
202
y Capitán del Departamento de Yapeyú -localidad de la Provincia de
Corrientes, en el actual Departamento de San Martín, en Argentina-, el
mismo 20 de octubre comienza a movilizarse junto a los orientales en un
masivo flujo migratorio que retomará el camino de lucha hacia la libertad
ni bien las circunstancias estén a su favor.
Tres días después, Artigas, con todo el dolor que puede sentir un hombre
digno tras haber presenciado el perjurio del que era víctima el pueblo
oriental, ratifica ante la asamblea formada después del armisticio a orillas
del Río San José su resolución de acatar el dictamen. Pero la resolución
definitiva de continuar acompañado de sus fieles y liberales catervas para
conseguir la libertad del pueblo oriental, y la gratitud y admiración de este
pueblo hacia un líder verdaderamente merecedor de aquella insignia, sería
manifestada con un hecho trascendental: La Redota, un exilio compartido, y
que años más tarde sería bautizada por el escritor e historiador uruguayo,
Clemente Fregeiro, como el “Éxodo del Pueblo Oriental”.
Haciendo un paréntesis, ¿es precisamente el término “éxodo” el indicado
para referirse a un hecho tan exclusivo? Si conceptualizamos esta palabra
tenemos: “Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas
con cualquier motivo”2. La Redota no engloba las mismas definiciones
que ella, pues ¿un suceso de subordinación forzada, después de la infame
vileza de un armisticio que no hace honor a su denominación, puede
ser llamada y reconocida como una simple emigración? ¡Claro que no!
¡Jamás un ultraje tan cobarde podría ser considerado como común, ni
para Uruguay, ni para otro pueblo!
¿Dónde quedaría el respeto hacia la propia persona? ¿En el piso, acaso?
Nunca. ¡Y ni hablar del amor a la patria!, ya que este es mucho más grande
que el que uno siente hacia sí mismo… Es este amor el que lleva a varios
a dar la vida por la nación, y con ello, la muerte se convierte en un placer
dulce al combinarse con el pensamiento de la libertad que se obtendrá
después del sacrificio. Como demostrando la particularidad de la Redota,
Juan Zorrilla de San Martín escribe:
“La marcha es penosa y lenta. Unos van a caballo, otros a pie, los
otros en vehículos más o menos groseros; carros destechados o
cubiertos de cuero, rastras tiradas por caballos, acémilas cargadas.
(…) La patria peregrinante.”3
2 www.wordreference.com Significado de éxodo (26/06/2012; 15h02)
3 http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32)
203
Ahora bien, la Redota propiamente dicha se inicia al pasar tres días del
20 de octubre de 1811. Inmediatamente, José Gervasio Artigas recluta a
un gran número de personas que comparten con él el mismo anhelo de
reanudar la búsqueda de la libertad y de no abandonarla nunca. Entre
estas personas, aparte de los militares –en su gran mayoría, soldados de
rangos medios y bajos-, se encontraban civiles, lógicamente. Hombres,
mujeres, ancianos, niños, ¡familias enteras!, todos caminaban bajo
situaciones sumamente duras que deterioraban su cuerpo, pero de ningún
modo su espíritu revolucionario.
Muchas veces bajo un sol inclemente e infernal, y otras, muy seguidas,
soportando las bajas temperaturas que gobiernan silenciosamente las
riveras de los ríos, esa gran multitud buscaba difundir alrededor de todo el
territorio oriental su sentimiento de pesar y, simultáneamente, comunicar
que aunque habían perdido una batalla, la guerra aún continuaba en
pie y que no decaería de nuevo. Poco a poco, se van sumando a la lucha
centenares de personas, lo que conformarían ya miles. Se habla de un
número aproximado de 17000 hombres y mujeres.
A partir del 23 de octubre de 1811 el camino de peregrinación que le espera
a Artigas y a su pueblo será extremadamente amplio: desde mediados de
octubre de 1811 a mediados de septiembre de 1812… casi un año.
La pura crudeza existencial-materialista que tuvo que sobrellevar
el pueblo oriental empieza el 30 de octubre de 1811, cuando las
muchedumbres cruzan el Arroyo Grande ,actual límite o frontera entre los
Departamentos Soriano y Flores, que se caracteriza hasta nuestros días
por su peligrosidad.
Prontamente, al haber cruzado del Departamento de Flores al de Soriano, en
los inicios del mes de noviembre de 1811 José Gervasio Artigas y el Pueblo
Oriental superarán los obstáculos que representan los arroyos de Perdido y
Cololó; más tarde y en el mismo mes, por los días 11 al 13, la fuerza oriental
cruza el Río Negro, en el Paso del Yapeyú y, el 14, arriban al Cuartel General en
Arroyo Negro –lugar que se conoce en la actualidad como el límite entre los
Departamentos de Río Negro y Paysandú-, donde Artigas dijo:
“ Toda la Banda Oriental me sigue en masa, resueltos todos a perder
mil vidas antes que gozarlas en la esclavitud…”4
Y retomando su lucha simbolista, los orientales llegan al Departamento
de Paysandú. El 1 de diciembre de 1811 se instalan temporalmente en los
alrededores del Arroyo Quebracho. Dos días después pasan el Arroyo de
204
Chapicuy, para pronto mostrarse en el Departamento de Salto, que solo
sería posible traspasando el Río Daymán.
Desde ese momento las legiones revolucionarias concentradas en el
Territorio Oriental abordan el plan de desplazamiento de los invasores
portugueses. Después de varios enfrentamientos armados en contra de
antagonistas, en Belén al menos, estos son derribados y desalojados
en su totalidad. Finalmente, el día siete podrán pisar el suelo del
Departamento para proceder a llevar a cabo el cruce del Río Uruguay
por el Salto Chico.
Los orientales se asientan en la costa occidental del río esperando que
el Gobierno de Buenos Aires aprobara la petición, hecha por Artigas, el
14 de diciembre pasado, el permiso para el Pueblo Oriental de poder
permanecer en el Arroyo de la China. Petición que no fue concebida.
Con la determinación de vencer, los orientales permanecen en la zona
del Salto Chico, a manera de protesta y encarnando un auténtico coraje.
Mientras tanto, de nuevo los invasores portugueses enviados por el
Virrey Francisco Javier de Elío penetran en el litoral del Salto Chico con
la intención de hacer desertar a la fuerza oriental de sus aspiraciones.
A ello José Gervasio Artigas responde con estratagemas militares
muy innovadoras que no permiten que los portugueses cumplan con
su cometido, y en efecto, el Pueblo Oriental no cede ante las milicias
portuguesas y continúa en el Salto Chico.
Pero el Gobierno de Buenos Aires ordena que los orientales retrocedan
a la región de Entre Ríos –actual Argentina-, en el mes de abril de 1812.
Mientras estos últimos cuatro meses pasaron Artigas se encontraba en
el Cuartel de Ayuí y en la costa de Uruguay y los orientales se dirigen
a Montevideo para retomar la lucha que habían sido obligados a dejar
después de la firma del armisticio.
El gobierno bonaerense nota que José Gervasio Artigas está decidido a
llegar hasta las últimas consecuencias con tal de liberar de la opresión
de España a su pueblo. Entonces asciende a Manuel de Sarratea como
General en Jefe del Ejército del Norte. Artigas no acepta el nuevo grado
de Sarratea, y para que no tomaran acciones en contra de los orientales
revolucionarios, renuncia a su cargo militar, mas Sarratea no admite
su deserción y osa llamarlo “traidor a la Patria”. Al ver la corrupción
de Sarratea, los bonaerenses lo expulsan de su cargo y colocan allí a
José Casimiro Rondeau, quien es capaz de hacer alejar a los españoles,
liderados por Elío, del Pueblo Oriental.
4 http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00)
205
Llegado el mes de septiembre de 1812 Artigas retorna a la Banda Oriental.
Tras el suceso de la Redota empiezan los primeros gritos de independencia
del territorio oriental, Uruguay. Al final, el sufrimiento que todo un pueblo
tuvo que resistir sirvió como precursor de la emancipación y concibió el
sentido de orientalidad y nacionalismo que por más que quisieron ser
erradicados por el enemigo y victimario, florecieron e iluminaron debido al
alcance de la victoria en un proceso lento, pero preciso; duro, pero original.
Algunos detractores de aquel tiempo desacreditaron esta gesta libertaria
llena de patriotismo y lo tildaron como un teatro dirigido por Artigas, de forma
falsa, para enaltecer su imagen ante los demás pueblos de Latinoamérica.
Sin embargo no existe ninguna evidencia de que estos supuestos sean,
en realidad, verdades. Parece que se trata de opacar la singularidad de
un hecho que inspira a muchos a luchar para superarse, y que siembra
en varias mentes la semilla de la reflexión. ¿Por qué resulta tan difícil
comprender que un pueblo esté dispuesto a padecer sufrimientos para
poder vivir con gloria algún día? Si estuviesen siendo custodiados por el
puño del enemigo, ¿no buscarían librarse de él?
El rencor, la envidia y la corrupción no pueden ser más fuertes que la
verdad. De hecho, no lo serán jamás. La Redota es el gran ejemplo de
que el poder del pueblo es mucho más fuerte que el poder de las armas,
fue por ella que el sentimiento nacionalista uruguayo nace, el valor de la
libertad es comprendido por toda la población, el sentido de orientalidad
se toma el ser de cada uno de los soldados, hombres, mujeres, jóvenes y
ancianos, y se personifica, y más que nada, ejemplifica perfectamente a la
cualidad que pocos ser humanos poseen: la valentía innata.
Se debe recalcar que el hecho de ensombrecer a la Redota ha sido en
vano, pues al contrario, su historia es como lo detalla Graciela Vera:
“Es el nombre con el que se conoce hoy día el episodio que se inscribe
en las páginas más gloriosas de la historia uruguaya (…)”5
La Redota, en parte como la describe esta uruguaya, ha servido también
de inspiración a varios poetas, entre ellos, Líber Falco, quien nos dice
sublimemente:
“En los amaneceres, cuando todo despierta
y se alza gozosamente en el día,
cuando todo es inocente puro y se levanta,
ellos marchaban, Artigas marchaba.”6
206
Ahora, al haber aprendido de dónde provenía el vocablo Redota, después
de establecer el significado de Derrota, tras comprender su historia y su
valor para el pueblo uruguayo, lo que ella puede inculcar en una persona,
sin necesidad de que ésta provenga del pueblo oriental y la inspiración
que representa para algunos o el orgullo y amor nacional que encarna en
otros, ya se puede responder la “inquisición inquietante”: ¿Por qué motivo
la palabra Redota no consta en el diccionario?
A estas alturas ya no se debe decir que no tiene un significado como
cualquier palabra que reposa en este libro, pues no es así. Tampoco se
debería argumentar que no se encuentra en el diccionario solamente por
el sencillo hecho de derivarse de la pronunciación errónea del término
derrota, puesto que si se analiza cuidadosamente, ambas palabras no
encierran en su esencia conceptual la misma definición. Por otro lado, de
ninguna manera uno podría atreverse a manifestar que no figura en este
libro por ser un suceso irrelevante, esto sería una garrafal mentira, o tal
vez una exclamación sin sentido, producto de la ignorancia de alguien.
Lo cierto es que después de conocer y reconocer a la Redota, ni siquiera
se tendría la suficiente “hombría” para decir que simple y llanamente
no significa absolutamente nada para el pueblo uruguayo… esto
verdaderamente sería una ofensa.
Entonces, ¿qué es lo que se debe decir acerca de la Redota?
Definiéndola, se obtiene:
La Redota es el nombre con el que se conoce al exilio y peregrinación
que el Pueblo Oriental de Uruguay emprendió en busca de la libertad tan
ansiada, al mando del General José Gervasio Artigas. // Es el término
que se usa para señalar que aun después de la traición y del despotismo
sufrido se puede continuar batallando para tratar de reivindicarse. //
Ejemplificación de lucha, amor nacional y éxtasis a la libertad de Uruguay
hacia Latinoamérica. // Antónimo de la palabra derrota, pues redota no
indica vencer o ganar en un enfrentamiento, a romper o destrozar, o a
arruinar a alguien, sino vencer las adversidades que se presenten, con el
objetivo de hacer justicia, vivir en libertad y alcanzar la gloria.
¿No debería la palabra Redota constar en el diccionario de la Real
Academia de la Lengua? Ahora, después de todo esto, no se espera dos
veces para decir que sí.
No obstante, existen personas que no han tenido la oportunidad de escuchar
la historia del Éxodo del Pueblo Oriental. ¿Dé que sirve conceptualizar
una palabra tan indivisa, como lo es Redota, si las demás comunidades
4 http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00)
207
no examinan todavía en su totalidad lo que significó y significa para el
pueblo uruguayo y para el resto de América Latina? No sería razonable
definir algo si después de todo se mantiene aquella ignorancia que no nos
permite ver lo mucho que trajo consigo este suceso nacionalista.
La Redota representa en Uruguay la espléndida y luminosa llamarada de
independencia, por haber sido la pura manifestación del ideal emancipador
del pueblo, que inspiró ya no solo en Artigas, sino en los demás militares –
como Juan Antonio Lavalleja-, la unión con las multitudes revolucionarias
para perseverar en la búsqueda de la autonomía. Esto se ve reflejado
en las póstumas batallas y declaraciones de liberación, como la de la
Liga Federal, en 1815. Quizá sin el Éxodo del Pueblo Oriental la infame
dominación española continuaría en aquel territorio.
Al mismo tiempo encarna el espíritu del pueblo uruguayo, que al igual que
José Gervasio Artigas, insigne prócer en toda la extensión de la palabra,
‘saben cumplir’ el voto de mantener siempre la libertad conseguida
años después del Éxodo del Pueblo Oriental, el 25 de agosto de 1825, y
ratificada el 4 de octubre de 1828. Por otro lado, es un deber reconocerla
como el eminente hecho que inspirará a las demás comunidades del sur
del continente a luchar por sus ideales emancipadores, pues esta historia
enseña que es mejor morir a vivir sin libertad.
Y finalmente, debido a la originalidad de La Redota –ya que nunca antes
en la historia de América Latina se había visto a un masivo movimiento
peregrino, lleno de puro coraje y valentía, amor nacionalista y pensamiento
independiente-, es de suma importancia aceptar la gran formación militar,
social y cívica que los uruguayos han poseído desde tiempos antiguos, lo que
los constituye como un verdadero ejemplo para todo el continente americano.
BIBLIOGRAFÍA:
“El Ciclo Artiguista”, Reyes Abadie Washington, tomos 1 al 4, Edición 1968, versión PDF.
PÁGINAS DE INTERNET CONSULTADAS:
http://definicion.de/derrota/ Significado de derrota (22/06/2012; 16h23)
www.wordreference.com Significado de éxodo (26/06/2012; 15h02)
http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32)
http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00)
http://suite101.net Artículo “La patria que peregrina, la Redota o Éxodo de los
orientales” (04/07/2012; 23h46)
http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32)
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Lenin Andrés Guerrero León
Unidad Educativa Cardenal Bernandino Echeverría Ruiz
Guayaquil – Ecuador
A nivel mundial han existido diferentes tipos de culturas representativas,
que con el paso de los años, han sido fundamentos ante estas nuevas
generaciones. La mayoría de estas culturas se entrelazan en un fin
específico: poner fin a la opresión e iniciar una revolución para así
independizarse y crear una nación sólida sin ningún tipo de represiones
sociales, políticas o religiosas.
Así podríamos definir que la Revolución Oriental fue un movimiento
político que en sus principios tuvo un carácter autónomo, liderado por el
militar, estadista y máximo prócer uruguayo José Gervasio Artigas Arnal.
Esta revolución nació de una protesta rural ante las medidas tomadas
por las autoridades españolas de Montevideo. El revolucionario Artigas
impactó con su método revolucionario, el cual hizo que la gente que iba a
su favor se le uniera y así juntos poder vencer a la opresión, ayudando a
consolidar un sentimiento de unión entre los habitantes.
Se puede dar a conocer también que el núcleo fundamental de la vida
urbana era la familia criolla, la cual trataba de semejarse a la nobiliaria
española: santificada desde su fundación por el sacramento matrimonial,
patriarcal, patrilocal y asentada en el casón solariego de los antepasados,
con gran número de componentes de sangre y de servicio.
Las personas de aquella época se clasificaban según su influencia en el estrato
social y cada uno cumplía funciones diferentes en esta sociedad. Los diferentes
estratos sociales pueden clasificarse en: los patricios que ejercían el máximo
poder sobre el resto de habitantes; los indígenas, muchos de ellos sometidos
bajo la presión social; los afro-descendientes, provenientes de África, los cuales
eran pesados y posteriormente vendidos a las familias más adineradas.
Aunque el papel de las mujeres frente a la Revolución fue muy débil,
muchas damas, dejando a lado su condición femenina, enfrentaron
también el ser sometidas al yugo español.
Es así que el siguiente trabajo está diseñado de una manera práctica
y sencilla para poder conocer más de los pueblos orientales, de sus
características y lo referente a su época. Y de este modo es como expongo
de manera educativa e investigativa esta monografía que pretende ofrecer
información acertada acerca de los temas más relacionados del Éxodo del
Pueblo Oriental: el pueblo oriental, los seguidores de Artigas; la sociedad
criolla de la época; el papel de las mujeres en la Revolución; la familia y el
padrón de las familias Orientales.
209
1. OBJETIVOS:
General
•Fortalecer y estimular la identidad mercosureña de los jóvenes
estudiantes de la región; además de ampliar los conocimientos, el poder
apreciar el valor de la integración regional.
Específicos
•Generar un espacio de participación y conocimiento en el estudio del
pueblo oriental, los seguidores de Artigas.
•Fortalecer los lazos de reciprocidad y solidaridad de la región respetando
la diversidad de culturas mediante el estudio de: la sociedad criolla de la
época, el papel de las mujeres en la Revolución de la Banda Oriental, la
familia; el padrón de las familias Orientales.
2. El Pueblo Oriental
2.1 Historia de la Revolución y Éxodo del Pueblo Oriental
La Revolución Oriental fue un movimiento político que en sus principios
tuvo un carácter autónomo, liderado por el militar, estadista y máximo
prócer uruguayo José Gervasio Artigas Arnal. Nació de una protesta rural
ante las medidas tomadas por las autoridades españolas de Montevideo.
El movimiento que comenzó en febrero de 1811 se caracterizó por ser
policlasista –agrupó a toda la población, sin distinción de razas ni de
posiciones sociales, lo que la diferencia del resto de las revoluciones
hispanoamericanas-, este estaba compuesto por tropas irregulares con
un entusiasmo extraordinario.
La denominada Batalla de las Piedras significó el primer triunfo de los
orientales, todo en manos de Artigas, exceptuando Montevideo. Fue luego
de esta victoria que José Artigas pronunció su frase: “Clemencia para los
vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros”.
Los españoles encerrados en Montevideo se resistían a rendirse, por lo cual
el ejército de Buenos Aires y los orientales rodean la ciudad para cerrar las
comunicaciones de Montevideo con el resto del territorio. Los orientales
esperaban que el aislamiento de los españoles les hiciera inevitable
la rendición. De esa manera la población internada empezó a sufrir los
estragos del hambre y la sed; los hospitales se llenaron de enfermos.
210
Los españoles situados en Montevideo optan por pedir ayuda a los
portugueses para lograr la derrota ante los revolucionarios. Poco
después, analizando y aceptando su propuesta, los portugueses
enviaron un ejército de más de cinco mil hombres al territorio de la
Banda Oriental con dirección a Montevideo. Esto complicó a la Junta de
Buenos Aires que lideraba la revolución y que en esos momentos debía
mantener dos frentes: Montevideo y el Alto Perú. Este último territorio
también se opuso a la revolución.
Previendo no poder enfrentar al ejército portugués que venía en auxilio de
los españoles la Junta decide firmar un armisticio con Montevideo para
así mantener la lucha con el Alto Perú.
Las autoridades de Buenos Aires envían delegados al campo sitiador a
consultar a Rondeau y a Artigas las condiciones de paz con Montevideo.
Los orientales deciden reunirse, convocando así a la primera Asamblea
el 11 de septiembre de 1811. Allí proponen continuar con el sitio. El 7 de
octubre de 1811 Buenos Aires firma la paz con Montevideo.
Los revolucionarios acuden a otra asamblea el 10 de octubre de 1811 y
deciden abandonar el sitio ya que Buenos Aires había firmado el tratado
de paz. Como los orientales no podrían enfrentarse a los españoles
y portugueses, haciendo uso de su soberanía eligen un jefe que los
represente: José Artigas.
Al conocer del tratado de paz entre Buenos Aires y Montevideo, el 23 de
octubre los orientales se reúnen en una tercera asamblea en Paso de
la Arena. Allí resuelven: no reconocer el tratado entre Buenos aires y
Montevideo; continuar con la guerra y trasladarse fuera de la Banda Oriental
hasta que hubiera condiciones más favorables para reiniciar la lucha.
El Éxodo Oriental fue una muestra de patriotismo, valentía y constancia
de los hombres de aquella época; estuvo formado por el ejército
oriental, familias y vecinos que se dirigieron en marcha hacia el Salto
del Chico -actual ciudad argentina de Concordia-, dejando sus vidas
para sobrevivir a la opresión que les estaba destinada. Luego de tres
meses cruzan el río Uruguay y se instalan a orillas del río Ayuí, donde
establecen un campamento en enero de 1812. Aproximadamente cuatro
mil personas acompañaron esta marcha entre las cuales se encontraba
la más variada población: mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos
inocentes, etc.; todos manifestando la mayor energía y resignación en
medio de todas las privaciones.
Juan Zorrilla de San Martín, describiendo de manera literal este
movimiento, redactó:
211
“La marcha es penosa y lenta. Unos van a caballo, otros a pié, los otros en
vehículos más o menos groseros; carros destechados o cubiertos de cuero,
rastras tiradas por caballos, acémilas cargadas... la carreta primitiva se
mueve oscilante, dando tumbos y crujiendo; parece que, con sus ojos de
madera y sus ruedas macizas, se lamenta dolorida, largamente, de la
dura tracción de los bueyes. La patria peregrinante.”
Allí permanecieron bajo la protección de Artigas hasta el mes de septiembre
de 1812, cuando se reanudó el sitio de Montevideo y el caudillo regresó
a la Banda Oriental. Algunos de los historiadores anti-artiguistas han
minimizado el hecho y afirmado que Artigas obligó a la gente a seguirlo,
pero no hay indicios siquiera mínimos de que haya sido así.
Gloria y tristeza
Mas el camino recorrido antes
un hombre lentamente de vuelta lo camina
junto a su pueblo, de vuelta
tristemente lo camina un héroe.
Oh! Lentos, persistentes
y lentos carretones.
Carruajes lentos, en lenta caravana hacia el exilio.
Oh! Duros jinetes dulces,
tristemente de vuelta hacia la historia.
Y en las noches, bajo las estrellas,
escoltados por el triste canto de los grillos
impuestos de la majestad del cielo,
silenciosos en el hondo silencio de los campos
ellos marchaban.
En los amaneceres, cuando todo despierta
y se alza gozosamente en el día,
cuando todo es inocente puro y se levanta,
ellos marchaban, Artigas marchaba.
Poema sobre el éxodo, por Líber Falco.
212
2.2. La Banda Oriental
Se conoció como Banda Oriental al territorio ubicado al este del Río
Uruguay y al norte del Río de la Plata, abarcando una zona que se
corresponde en forma aproximada con la actual República Oriental del
Uruguay y el actual estado brasileño de Río Grande del Sur. Era la tierra
más oriental del Virreinato del Río de la Plata y su extensión disminuyó a
medida que partes de su territorio fueron incorporados a Portugal como
parte de la Capitanía de Río Grande de San Pedro.
No constituyó una unidad administrativa hasta la creación de facto por
José Artigas de la Provincia Oriental en 1813 y el posterior Decreto del
Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata del 7 de
marzo de 1814, que creó formalmente la Gobernación Intendencia Oriental
del Río de la Plata.
2.3. Los seguidores de Artigas
La familia Artigas llegó como fundadora. Estaba compuesta por un
matrimonio, los abuelos de José, y cuatro hijas pequeñas. Recibieron una
importante cantidad de tierras inexploradas e inexploradas como forma de
compensar las penurias de la radicación. En el seno de esa familia patricia
nació José Artigas el 19 de junio de 1764, nieto de la familia fundadora.
José Artigas optó por la insurrección contra el imperio y la adhesión a los
revolucionarios del Mayo Porteño. Este hombre tenía en ese momento 47
años de edad, vividos casi todos en el campo, y era reconocido como un
caudillo. Su adhesión no era individual, sino que agrupaba en su causa a
mucha gente y de muy distinta posición social.
Esta decisión lo colocaba en el centro del movimiento revolucionario
de la Banda, partidario del Movimiento Juntista de Mayo, y lo oponía
a las autoridades españolas acantonadas en Montevideo. El primer
enfrentamiento se produce en Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 y el
ejército artiguista sale vencedor. Esta victoria hacía posible el sitio de la
ciudad con el propósito de obligarla a cambiar de posición frente a las
autoridades españolas.
Desde el comienzo se produjeron tensiones entre las autoridades
porteñas y las tropas artiguistas. Eran dos concepciones, dos maneras
de mirar la revolución: una creía que el poder debía estar centralizado
en Buenos Aires; otra, que las distintas regiones debían tener mayor
autonomía en las decisiones frente a la vieja capital del virreinato. Los
primeros problemas comenzaron durante el sitio, cuando la invasión de
tropas portuguesas amenazó a los sitiadores. El gobierno de Buenos Aires
tomó las decisiones y el sitio de Montevideo fue levantado.
213
El desacuerdo con Buenos Aires ayudó a consolidar un sentimiento de
unión entre los habitantes de la Banda. Ese sentimiento se manifestó
cuando, levantado el sitio, Artigas se retiró hacia el Norte. Eran unos 6000
hombres de su ejército, pero también familias. Se agregaron entonces
en la marcha hacia el norte alrededor de 4426 personas. Algunos iban
en carretas, otros a caballo o a pie. Unos llevaban hasta 8 carretas para
una sola familia y también esclavos para que los sirvieran, otros no
llevaban nada. Es claro percibir, cuando se observa el padrón del éxodo,
una especie de censo ordenado por el propio Artigas, la diversidad de
situaciones económicas y sociales de los que allí estaban. La revolución
artiguista tiene allí, en ese momento, un apoyo generalizado.
2. Legado de Artigas
Hemos recorrido el período artiguista, esos nueve intensos años de
revolución, en apretada síntesis. Pero la aparente derrota no era el final
del artiguismo. Retirado Artigas al Paraguay, su recuerdo y el sentido de
su lucha quedaron presentes en los más humildes y rebeldes, aquellos
que se definieron como los que quieren vivir “sin Roque y sin Rey”.
En los difíciles años posteriores, en el campo de la cultura letrada, la
“leyenda negra” de Artigas pareció prevalecer. Sin embargo, la historia
reservaba sorpresas. La Banda Oriental, la Provincia que mantuvo su
orgullosa voluntad de autonomía frente al centralismo porteño y a la
dominación luso-brasileña, emergió pocos años más tarde del retiro de
Artigas a la condición de república independiente. Desgajada del contexto
nacional al cual se había sentido perteneciente, tensa por la indecisa
lucha entre caudillismos contrapuestos, tempranamente polarizada entre
la capital cosmopolita y la campaña semi-bárbara, hubo de construir sus
propias raíces simbólicas para devenir nación, y no puramente estado.
El Protector volvería, desde el otro lado del destierro y de la muerte física,
a dar su imagen como símbolo fundacional. La Patria Vieja se habría de
convertir en raíz de la patria por construir, y el General llegaría a ser el Padre
Nuestro Artigas.
Hay en este proceso mucho más que la utilización deliberada de una imagen
al servicio de la construcción de una nación. Los valores rectores de lo que
luego fue llamado “el ideario artiguista” demostraron ser el fundamento
sólido para la construcción de un proyecto nacional capaz de integrar las
contradicciones tradicionales, y las que agregó el crecimiento migratorio
aluvional, así como de proveer horizontes para el desarrollo de una sociedad
profundamente original y diferenciada en relación con su entorno.
El discurso artiguista, suyo y de sus más íntimos asistentes, llegaría a
214
ser la fuente de los grandes lemas que sostienen la identidad uruguaya:
“Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia
soberana”; “Los más infelices serán los más privilegiados”; “Sean los
orientales tan ilustrados como valientes”.
Todavía hoy este pensamiento vive, en la medida en que no hacemos de él
objeto de una repetición ritual desposeída de actualidad, sino un desafío:
el de descubrir su significado en las concretas condiciones históricas que
son nuestras, y de aceptar el compromiso al cual convoca.
4.La sociedad criolla de la época
Montevideo era sede del poder español y de la sociedad jerarquizada en
razas y clases. Comerciantes, prestamistas, estancieros, asentistas y
altos funcionarios formaban una clase alta que todavía olía a los orígenes
humildes de sus antepasados canarios, vascos y catalanes. Pequeños
tenderos, pulperos, militares y funcionarios de baja graduación y
artesanos integraban un esbozo de clase media. Debajo de todos, el tercio
de la población era negra y esclava.
Quienes se dedicaban al comercio de tránsito y a la industria saladeril
fueron los más beneficiados con las prebendas de la Corona. Concentraban
en sus manos múltiples ocupaciones y eran a la vez, dueños de tierras
y ganados, y dueños de capital en giro en los negocios mercantiles. La
mayoría de los estancieros vivían en su solar en la ciudad, desde donde
controlaban mediante la ayuda de capataces la producción y explotación
del ganado. Solo unos pocos se convirtieron en estancieros colonizadores
que vivían con sus familias en el campo.
Los primeros pobladores extranjeros, los colonizadores, eran una mezcla de
diferentes contingentes hispánicos: canarios, vascos, gallegos, castellanos,
navarros y catalanes. Igualmente algunos italianos, franceses, ingleses y
alemanes comenzaron a instalarse desde el inicio de la vida independiente.
“Los criollos de Montevideo eran muy ociosos; ellos no se ocupaban casi,
más que en conversar en ruedas, tomar mate y fumar un cigarro. Los
comerciantes y algunos artistas, en muy escaso número, son las únicas
personas ocupadas en Montevideo […]
La manera de vivir de los españoles es muy simple. La costumbre
hace que las mujeres y los hombres se levanten muy tarde, excepto
aquellos que están empleados en el comercio, permaneciendo
entonces de brazos cruzados, hasta que se les ocurra la idea de irse a
fumar un cigarro con alguno de sus vecinos. Es así que muy a menudo,
se les encuentre delante de la puerta de una casa conversando y
fumando. Otros, en cambio, montan a caballo pero no para hacer un
215
paseo a los alrededores, sino simplemente para dar una vuelta por
las calles. Si el deseo los lleva, descienden del caballo, hablan con
algunos amigos, hablan dos horas, fuman, toman mate y vuelven a
montar a caballo de regreso. […]
Durante las horas de la mañana, las mujeres permanecen sentadas en
los taburetes de sus salas, teniendo bajo sus pies una estera y arriba una
cubierta de indios o de pieles de tigres. […] Después del almuerzo, amos
y esclavos hacen lo que ellos llaman la siesta, es decir, se desvisten, se
acuestan y duermen dos o tres horas. Los obreros que no viven sino del
trabajo de sus manos, no dejan pasar estas horas de reposo. Esta buena
parte del día perdida es causa de que se trabaje poco, siendo, por tanto
excesivamente cara la mano de obra. ”
Testimonio del viajero Don Antonio José Pernetty,
que visitó Montevideo entre 1763 y 1764.
4.1 La familia oriental
El núcleo fundamental de la vida urbana era la familia criolla, que trataba
de parecerse a la nobiliaria española: santificada desde su fundación
por el sacramento matrimonial, patriarcal, patrilocal y asentada en el
casón solariego de los antepasados, con gran número de componentes
de sangre y de servicio. La americana tuvo generalmente más sirvientes
y esclavos y careció de casón solariego, sustituido a veces por el hogar
del primer antepasado criollo. Aunque teóricamente era patriarcal, en la
práctica funcionaba en régimen de matriarcado. La señora, el ama, era el
verdadero centro de todo y disponía las costumbres hogareñas (horas de
comida, rezos y entretenimientos), los familiares y amistades que podían
o no frecuentarse y hasta saludarse, la educación y ocupación de los hijos,
la instrucción de las criadas, el vestido y la alimentación de todos, etc.
La señora era sobre todo la garante de las virtudes cristianas, que propagaba
con verdadera vocación misionera, asesorada por el confesor y el pariente
cura. Para andar por casa se auxiliaba de un prontuario cómodo y resumido
del modelo de vida cristiana, que eran los Mandamientos, los Artículos de la
Fe y las ejemplares vidas de los santos. Uno de sus cometidos principales
era enseñar a los hijos que el amor era un sendero peligroso que conducía
fácilmente al descarrío y que el sexo era algo reprobable, propio de los negros.
Por lo común practicaba el principio de casar pronto a las hijas (si el
matrimonio se demoraba mucho la joven iba a parar a un convento)
y tarde a los hijos. El problema se relacionaba con la necesidad de
mantener intacto el patrimonio para que lo heredara el hijo mayor, a
cuya costa podrían vivir los demás. Junto a los hijos legítimos vivían los
216
naturales, bien del padre o de los hijos mayores. Las familias criollas se
relacionaban entre sí por complejos vínculos de parentesco que guiaban
los enlaces matrimoniales.
Ejercían además un verdadero tutelaje señorial sobre las familias campesinas
asentadas en sus tierras o sobre las de los indios encomendados. El
compadrazgo permitía al patriarca adquirir derechos (también implicaba
deberes) sobre los hijos de sus trabajadores con carácter vitalicio.
Los criollos llegaron a constituir el auténtico poder económico gracias al
mayorazgo y la dote. El primero evitaba la fragmentación del patrimonio.
Era un privilegio de la nobleza española que permitía traspasar todo o
parte de los bienes al hijo mayor de la familia (había también otros
mecanismos). La dote también ayudó a redondear los patrimonios, pues
se buscaban matrimonios de conveniencia con criollas adineradas, que
aportaban tierras, minas o caudales.
4.2 El padrón de las familias orientales
En el campamento del Salto Chico, antes de cruzar el río Uruguay, Artigas
dispuso la realización de un padrón en el que se debía inscribir los
nombres de los jefes de familia –padre y madre-, el número de hijos que
llevaban y estaban a su cargo, especificando si eran varones o mujeres;
el número de esclavos que acompañaban a cada familia y el número de
transportes si los tenían, ya que muchos viajaban a pie.
El nuevo padrón general levantado en 1778 de orden del Cabildo daba
a Montevideo 4.270 habitantes y 920 casas y a su jurisdicción 5.088
habitantes y 1.237 casas, formando así un total de 9.358 habitantes y
2.157 casas, sin incluir a los portugueses de la Colonia.
Estos 9.358 habitantes se distribuían del siguiente modo,
según el padrón:
Españoles6.685
Esclavos1.386
Negros libres
562
Pardos libres
538
Indios177
Total9.358
Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya.
Tomo I. 1907
217
Como el padrón de la referencia expresa la clasificación por sexo,
se la expone a continuación:
Hombres
Mujeres
Totales
Españoles
Esclavos
Negros libres
Pardos libres
Indios
3.890
835
320
280
88
2.805
551
242
258
89
6.695
1.386
562
538
177
Total
5.413
3.945
9.358
Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. 1907
Las cifras anteriores demuestran que los varones predominaban
extraordinariamente, que entraba como factor de raza en la
constitución de Uruguay, exceptuando los indígenas, cuyos sexos
estaban equilibrados, lo que explica que no tuviesen necesidad de
buscar mujeres de otras razas.
No sucedió lo mismo con los españoles, peninsulares o criollos, que a falta de
mujeres blancas no tuvieron problemas de mezclarse con negras, esclavas
o libertas, y de ahí el origen de los pardos, cuya proporción, respecto al total
de la población, no excedió por entonces el 5 por 100.
El cruzamiento de los indios con mujeres europeas se hizo poco menos
que imposible, pues no solo era una unión que repugnaba a aquellas,
sino que se dificultaba por la superabundancia de varones españoles.
Por otra parte, sólo por captura pudo haber mujeres castellanas en
poder de los indios.
Algo parecido aconteció en los zambos, resultado de la unión de negros
o negras, con indios o indias, tan raro en el Uruguay. Se creía que no
había en otra región más del territorio oriental, pues el campamento de
Santa Lucía, compuesto por indígenas uruguayos, se diseminó en 1760.
218
Las cifras de población que arroja el censo del Cabildo nos demuestra
que aquella en 1778 en la población siguiente:
Raza blanca (españoles)
74%
Raza negra (africanos)
19%
Raza hispano-africana (pardos)
5%
Raza Americana (indios diversos)
2%
Total100%
Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. 1907
Todo esto evidencia que la raza caucásica es la que, durante el período de
la dominación, predominó en la formación de la sociedad uruguaya, y la
que dio carácter y fisonomía propia a la nacionalidad oriental. Su grito de
independencia no es más que una manifestación de idiosincrasia, de su
genio levantisco, de su pertinaz tesón, de su firmeza indomable y de su
orgullo digno, noble y característico. Estas cualidades son genuinamente
españolas, y para reconocerlas y apreciarlas no se necesita aguzar el
ingenio inventando nuevas mezclas, que nunca existieron, con tribus
bárbaras, ni mejoras de sangre con razas inferiores destinadas a
desaparecer. En el desarrollo progresivo de la sociedad uruguaya hasta
el momento de su emancipación no ha intervenido ningún otro pueblo
más que el español.
Montevideo en 1829
Por último, después de las innumerables vicisitudes por las que pasó
esta capital desde la caída del poder español hasta el período de su
independencia –vicisitudes que hicieron oscilar frecuentemente su
población- esta se elevó en 1829, según el diario de la época, a 74.000
habitantes.
5- El papel fundamental de la mujer en la revolución
La historia nacional no registra la participación activa de la mujer,
salvo sus contadas excepciones. Tales son los casos de estas mujeres
patricias que prestaron su ayuda a la causa de la emancipación: Ana
219
Monterroso de la Lavalleja y Bernardina Fragoso de Rivera. Durante
la emigración del pueblo oriental, mujeres de diferente condición,
expuestas a toda clase de penalidades y privaciones, se transfiguraron
en heroínas en aquella marcha interminable.
Meses antes, en mayo de 1811, después de la victoria patriota de Las
Piedras y de la iniciación del sitio de Montevideo, mujeres orientales
tuvieron que abandonar la plaza, expulsadas con sus familias, sin
permitírseles recoger “ni aun los equipajes más preciosos”.
Ese mismo año una heroína de la cual sólo ha trascendido su nombre
-María- hallándose entre los heroicos defensores de Paysandú
comandados por Francisco Bicudo, perdió su vida ante el ataque de las
fuerzas imperiales unificadas, al mando de Bentos Manuel Ribeiro y del
ayudante Manuel Carvalho.
La “china María” era esposa de José Abiaré. Murió “luego de alcanzar
confesión”, según lo certificara el cura patriota Silverio Antonio
Martínez. Hoy su nombre figura incluido en el nomenclátor de la capital
sanducera.
En una página evocativa sobre la china, ha dicho Ricardo Benavente:
“¡Triste destino de una vida oscura!”
Se esfumó en la grandeza épica de un cuadro cuyo deslumbrante
colorido y marciales resonancias empalidecieron su figura hasta
hacerla intrascendente, para que los hombres la olvidasen cuando
escribieron la historia con algo de apresuramiento y mucho de ingratitud.
Influencias telúricas o herencia atávica que se fijaron en su espíritu y
arraigaron en su entraña para que diese vida de su vida para forjar la
independencia de la patria; carne de su carne para gastar el filo de las
bayonetas imperiales; sangre de su sangre para regar la tierra gaucha
y hacer fecundo el tremendo sacrificio.
El campo de batalla agigantó su figura plasmando sus gestos varoniles
con perfil heroico e infundiendo a sus actos la ternura humanitaria de su
femenina condición: fue mano infatigable que en la línea de fuego. Con
febril actividad, alcanzaba el plomo para saciar el reclamo apremiante
de tercerolas y trabucos; palabra que era balsámico consuelo para
la desesperación del vencido; brazos que levantaron al herido
sustrayéndolo hacia la retaguardia salvadora de la mutilación y del
carcheo; dedos que acariciando, cerraron los ojos de los que se fueron
para siempre: labios que luego de murmurar torpe oración, posaron
ardientes sobre la frente helada del caído en la suprema despedida...”.
220
6-Los estratos sociales en la Banda Oriental
Los conquistadores y sus sucesores trajeron los esquemas culturales
de la sociedad en que habían nacido. Se perpetuaron normas como el
autoritarismo, la jerarquización, el machismo, el sentido burocrático y
el concepto de que el trabajo físico era degradante.
La clase alta estaba formada por el “patriciado”, en el que participaban
los grandes comerciantes importadores-exportadores, los grandes
hacendados, los saladeristas, los funcionarios públicos, los altos
dignitarios eclesiásticos y los militares de alto grado; católicos devotos
que fueron fieles defensores de las tradiciones españolas y se sentían
orgullosos de su dominio en la vida de la ciudad.
Otro grupo social de menor jerarquía lo integraban los comerciantes
minoristas (españoles criollos o extranjeros), algunos artesanos,
profesionales y el bajo clero. Las “castas inferiores” estaban integradas
por los jornaleros libres, los indios, los mestizos y los negros libres.
Pese a obtener magras remuneraciones, el bajo costo de vida permitían
el acceso a los productos básicos.
Por debajo de todos los grupos sociales se encontraban los esclavos
negros de origen africano, introducidos en la Banda Oriental desde 1680,
en varias oleadas. Durante el periodo colonial, el tráfico de esclavos
fue uno de los negocios más lucrativos, no solo en Montevideo sino en
toda América. Se realizaba con el permiso de licencia para importar
esclavos o por medio del contrabando.
En términos comparativos el porcentaje de esclavos en relación al total de
los habitantes fue menor que en otras regiones; así alcanzaron un 30,62 por
ciento de la población total. Los negros realizaban las tareas domesticas,
siendo las famosas negras lavanderas. Según los registros de la época, las
familias patricias contaban con un importante número de esclavos.
6.1.Los mestizos y soldados
Los soldados carecían de preparación militar porque eran principalmente
paisanos que vivían en el territorio en forma casi nómade, haciendo
trabajos de campo ocasionales, y peones de los establecimientos
ganaderos, principalmente dirigidos por sus patrones, que las más de
las veces eran los que actuaban como oficiales.
El armamento era totalmente improvisado, apenas tenían algunas
armas de fuego rudimentarias que habían sido utilizadas para defensa
contra los indígenas y los bandoleros portugueses; y sobre todo
disponían de armas improvisadas como cuchillos, lanzas construidas
221
con hojas de tijeras de esquilar atadas a las cañas tacuaras o ramas
de árboles que empleaban como “picanas” (garrocha) para dirigir al
ganado, y otros utensilios propios de las tareas ganaderas, como las
conocidas como “boleadoras”.
El ejército de la Banda Oriental fue un conjunto de tropas dirigidas por
el caudillo federal de la Banda Oriental, José Gervasio Artigas. Dicho
ejército tuvo que luchar contra múltiples enemigos, siendo los primeros
los realistas españoles, luego los Unitarios de Buenos Aires, y después
los imperialistas luso-brasileños. Las fuerzas artiguistas estaban
constituidas por elementos de caballería, infantería y artillería.
Mientras tanto, los soldados españoles eran militares profesionales,
dotados de 6 cañones de artillería, 2 obuses lanzadores de granadas
explosivas y buen armamento de fuego, fusiles que eran de los más
modernos de su época, la milicia revolucionaria estaba compuesta
de unos 400 soldados de a pie y 600 jinetes. Los españoles estaban
instruidos en la realización de maniobras militares y en el empleo
eficiente de su armamento; por su parte, los criollos eran hombres de
campo, hábiles jinetes, y expertos en el manejo de sus utensilios para
picanear y “bolear” el ganado cerril.
6.2.Los Afro-descendientes en la sociedad oriental
6.2.1.El Asiento
Después de autorizarse la trata de negros africanos, fueron varios
los empresarios que se dedicaron a este negocio, sobresaliendo los
portugueses entre todos por la circunstancia de conocer de tiempo
atrás cuán provechoso era.
Estas autorizaciones reales y contratos entre el rey y los particulares,
o convenios con empresas extranjeras para surtir de esclavos negros
las posesiones de ultramar, fueron muy frecuentes, recibiendo la
denominación de asientos, y las embarcaciones que transportaban
negros la de barcos del asiento.
Pedro Gronardo, Práctico del Río de la Plata, venía de pilotear un
navío del asiento de negros que daba la vuelta a Inglaterra después
de haberlos desembarcado en Buenos Aires, cuando al detenerse
en la bahía de Montevideo vio fondeada en sus aguas la escuadrilla
portuguesa mandada por Don Manuel de Noronha.
Carlos V otorgó a sus compatriotas los flamencos el privilegio del
asiento pero fue tan enorme la cantidad de negros africanos que se
222
introdujo que en algunas colonias superó al número de españoles. Esto
decidió al monarca a limitar considerablemente los asientos, de modo
que en 1580 habían casi desaparecido.
En 1791 se declaró la libre introducción de los negros africanos,
cesando el privilegio del que gozaban los ingleses para este tráfico.
Sin embargo, sólo Don Tomás Antonio Romero, vecino de Buenos Aires,
aprovechó los beneficios de esta franquicia, dirigiendo a las costas de
África una fragata de 300 toneladas en 1792 que trajo de retorno 425
esclavos. De ellos 116 perdieron la vida en la travesía.
Nadie más imitó la conducta de Romero, a no ser los portugueses,
aficionados a este género de especulaciones, expuestas sí, pero
también lucrativas.
El número de negros introducidos en Montevideo por todas vías en el
curso de 3 años ascendió finalmente a 2.689.
6.2.2. La trata de negros
Tanto los portugueses como las compañías francesas e inglesas
que aplicaron su capital y su pericia a la trata de negros procedían
en idéntica forma: obtenían en el África occidental la carne humana a
bajísimo precio, y después, en América, la vendían por sumas a veces
fabulosas.
Los jefes de las aldeas indígenas de la costa occidental del África, desde
la altura de las islas del Cabo Verde hasta el antiguo territorio de Angola,
eran los encargados de suministrar carne humana a los negreros,
realizando para ello largas y peligrosas expediciones al interior.
Perfectamente estudiados aquellos pueblos, en conocimiento de sus
costumbres y hábitos, llegada la noche prendían fuego a los villorrios,
compuestos de choza. Los habitantes, impotentes para apagar el
incendio, huían despavoridos, siendo perseguidos y cazados como
fieras mientras trataban de escapar.
Una vez capturados, hombres y mujeres eran encadenados por el cuello,
aunque lo más usual era sujetarlos apareados por medio de una especie
de yugo hecho de toscos y fuertes maderos, que si bien les dejaba libres
las extremidades superiores e inferiores, en cambio les impedía la huída.
Después venía el largo viaje hasta la costa haciéndolos andar a latigazos
entre selvas y desiertos. Mal alimentados, compelidos a hacer penosas
travesías y tratados como bestias, muchos morían en el camino, y allí
quedaban sus cadáveres insepultos, expuestos a la insaciable voracidad
de las más repugnantes alimañas.
223
Una vez llegados a la costa, el negrero portugués, francés, inglés, o español
procedía a elegir la mercadería que era más de su agrado, adquiriéndola
por cualquier chuchería: telas de colores chillones, fusiles viejos, vistosos
gorros, espejos ordinarios, municiones o bebidas alcohólicas.
6.3.Los indígenas en la sociedad criolla
En aquella época había pocos indígenas en el Uruguay. Las comunidades
autóctonas eran cazadores, pescadores y recolectores que nunca
superaron unos pocos miles de individuos. Los indígenas de la Banda
Oriental no cultivaban la tierra ni construyeron ciudades. Absorbidos
por una veloz europeización del territorio, su herencia cultural fue
recogida, en cierto modo, por el gaucho.
Para realizar los trabajos de construcción de los principales edificios
públicos y las fortificaciones que rodearan al casco urbano de Montevideo
fueron trasladados al lugar de la futura ciudad alrededor de mil indios
tapes de las Misiones Jesuíticas. Por su trabajo recibían el magro salario
de un real y medio por día denominado entonces “el jornal del tape”.
Algunos indios escaparon de Montevideo y se fueron al interior del
territorio, donde establecieron precarias tolderías. Uno de los sitios
preferidos fue el ubicado a orillas del Río Cebollatí, donde hoy existe un
lugar llamado “Arroyo de los Tapes”. Otros fueron recuperados por los
misioneros y retornados a las construcciones.
6.3.1. La esclavitud de los indios
Siendo los indígenas vencidos por los españoles, estos quedaron bajo el
yugo del trabajo, pero como no estaban acostumbrados a él, y físicamente
eran débiles, el resultado de su labor no correspondía a sus cálculos y
esperanzas de los conquistadores. Este fue el origen de las Encomiendas.
La esclavitud de los indios, decretada arbitrariamente por Cristóbal
Colón, recibió la desaprobación de los Reyes Católicos, quienes, tan
pronto como supieron de ella, se apresuraron a declarar que “los indios
eran tan libres como los castellanos”, mandando que se les respetase
como vasallos de la corona.
Todas estas circunstancias decidieron al padre Bartolomé de las Casas,
fraile de la Orden Jerónima, a salir a la palestra en defensa de los indios.
Propuso que estos fueran sustituidos por negros africanos en la tarea
de explotación de minas, labranza de la tierra y demás trabajos a los
que los españoles consagraban a los americanos, ya que estos trabajos,
que también hacían muchos europeos a la par de los indígenas, eran
para estos penosos y de poco provecho.
224
De lo cual resulta que para librar a los indios, no de la condición de esclavos,
pues no lo eran ni como tales eran considerados, sino de la esclavitud del
trabajo al que estaban sometidas todas las sociedades, todos los pueblos
y todos los individuos, el padre de las Casas provocó la adopción de un
sistema inhumano que durante cuatro siglos fue motivo de explotación, de
lucro y de crueldad. Ello con el pretexto de que la esclavitud de los negros
africanos era un medio de arrancarlos de su idolatría, obligándolos así a
abrazar el cristianismo como única religión verdadera.
7.CONCLUSIONES
• El presente trabajo investigativo me ha fortalecido en mis
conocimientos sobre la cultura oriental desarrollada alrededor del
año 1811; me ha permitido valorizar a las diferentes culturas que
poco a poco se han ido organizando con el gran propósito de poner
fin a las represiones esclavizantes.
• La revolución bien fundamentada con principios morales, éticos y
sociales a todos los pueblos nos hace libres de la opresión, abandono
y marginación, para así llegar a ser una sociedad sólida y preparada,
donde se ejerza la justicia y se promueve la equidad, para llegar así
al bien común de los pueblos Mercosureños.
• Este proyecto me ha llevado a conocer los diferentes estratos
sociales existentes en aquella época, donde el pueblo se encontraba
bajo la opresión de las clases sociales más pudientes. Es por eso
que nosotros, las nuevas generaciones, debemos prepararnos
con valores, y así continuar con la revolución, para que no existan
diferencias de clases sociales.
BIBLIOGRAFÍA:
Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. Montevideo, 1907. Orestes Araujo.
Enciclopedia del Uruguay. Tomo 1. MMVI Editorial Océano. Barcelona (España).
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http://www.slideshare.net/.../la-revolucin-oriental-de-1811-4884917
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ARTEHISTORIA – Protagonismo de la Familia y poder criollos
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almanaque/Almanaque%201993/pdf/0%20-%20011.pdf
225
Yazmín Adriana Arroba Hurtado
Colegio Bilingüe Logos Academy
Guayaquil - Ecuador
¿EN QUÉ MEDIDA INFLUENCIÓ LA REDOTA EN EL SURGIMIENTO
DEL SENTIMIENTO NACIONALISTA DEL PUEBLO URUGUAYO Y QUÉ
EJEMPLO DEJÓ A LOS DEMÁS PAÍSES LATINOAMERICANOS?
INTRODUCCIÓN
América Latina se ha caracterizado por demostrar un espíritu liberal
y revolucionario, producto del sometimiento a potencias mundiales,
que en diferentes formas y épocas explotaron sus recursos naturales
y humanos. En consecuencia, siempre han existido personajes que
lideraron cambios acordes a la época histórica latinoamericana; así, en
la etapa de independencia de las colonias americanas surgen líderes
continentales como Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio José de
Sucre y paralelamente, en cada país aparecieron líderes que alentaron
a su respectiva patria en tiempos de crisis, por ejemplo: José Artigas
en Uruguay.
Es precisamente este líder, el que permitió a su nación alcanzar la libertad
mediante el hecho histórico de la Redota, evento memorable que marcó la
historia de Uruguay.
En esta monografía se busca establecer la medida en que influenció la
Redota al surgimiento del sentimiento nacionalista del pueblo uruguayo y
qué ejemplo dejó a los demás países latinoamericanos.
En la actualidad, los países latinoamericanos se rigen por gobiernos
democráticos, sin embargo, el pueblo no se beneficia ni se conforma con
las decisiones tomadas por sus líderes.
Debido a esto, los pueblos latinoamericanos, en varias ocasiones se han
manifestado por desconocer a presidentes u otros líderes. Pero, ¿qué
pasaría si hoy existiera un líder con la visión y el interés manifiesto de
sacar adelante a su país?, ¿qué sucedería si en la región tuviéramos
líderes como José Artigas?
226
CAPÍTULO I:
JOSÉ ARTIGAS
¿Por qué es importante revisar parte de la ideología de José Artigas para
comprender La Redota? Aunque es obvia para el pueblo uruguayo la
relación directa entre el personaje José Artigas y el hecho histórico, La
Redota, es preciso que el lector latinoamericano tenga un acercamiento a
la ideología o pensamiento de este revolucionario.
“Algunas de estas ideas fueron: independencia, constitución republicana,
gobierno central que respetará las autonomías mediante la organización
de una confederación, igualdad para todos los ciudadanos así como
libertad civil y religiosa.” (Pigna, 2012).
En este texto, tomado de la Biografía de José Artigas, escrita por
Felipe Pigna, podemos observar un pensamiento político adelantado
para la época en que vivió este personaje. La visión de una América
Latina independiente, sin las ataduras al colonialismo extranjero que
lo único que había hecho en trescientos años era explotar las riquezas
naturales y el recurso humano de este continente. La organización de
una confederación, un gobierno central que trabaje por el pueblo pero
que permita a cada región desarrollarse de acuerdo a su propio interés,
reconociendo autonomía para su gestión.
Otro ejemplo de lo adelantado que era este pensamiento para la época
está en el hecho de que Artigas defendía la libertad civil y religiosa, una
conquista social que, por poner un ejemplo, en Ecuador recién se alcanza
con el liberalismo de Alfaro, a finales del siglo XIX.
CAPÍTULO II:
LA REDOTA: UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN LA HISTORIA DE URUGUAY
La Redota, un importante hecho histórico, de cuyo análisis se desprende
su relevancia actual, no sólo para el pueblo uruguayo sino para el resto
de Latinoamérica, que en los inicios del siglo XXI busca sentar las
bases definitivas de una identidad férrea frente a procesos de enorme
envergadura como la globalización y por otro lado, la crisis económica
mundial que marca este nuevo siglo.
Se revisarán tres aspectos del hecho histórico que conocemos como La
Redota: los antecedentes, el hecho histórico en sí, y sus resultados.
227
2.1. Antecedentes
Fueron dos hechos los que básicamente hicieron que La Redota ocurra.
El primer hecho es la Batalla de Las Piedras, batalla que se dio cerca del
territorio de Las Piedras en mayo de 1811, donde se enfrentaron militares
españoles, quienes contaban con armamentos en buen estado y por otro
lado, los revolucionarios liderados por José Artigas, con armamentos de
origen rudimentario.
Las tropas españolas se dirigieron hasta este punto desde la ciudad
de Montevideo, encontrando a la llegada una verdadera ventaja, ya
que se establecieron en la parte alta de una colina, mientras que los
revolucionarios se encontraban en la parte inferior con igual número de
integrantes que las tropas españolas, pero aun así, con desventajas.
El caudillo líder, José Artigas, hizo real una estrategia que consistía en
aparentar que los revolucionarios se irían y dejarían la guerra, esto hizo
que los españoles bajen pensando que la victoria estaba consigo mientras
que en las faldas de la colina los revolucionarios esperaban por ellos.
Oficialmente, aquella tarde de mayo, los revolucionarios se declararon
victoriosos en esta batalla sobre los españoles, lo que permitió que José
Artigas culmine su primera batalla como un consumado militar y pueda
obtener todo el poder y el armamento español.
El segundo hecho que hizo posible La Redota fue el armisticio entre
Francisco Javier Elío, Virrey de Río de la Plata, y las fuerzas de la Junta de
Buenos Aires, firmado el 21 de octubre de 1811.
Este armisticio fue la culminación de un conflicto iniciado un año antes,
el 25 de mayo de 1810, cuando un movimiento revolucionario depuso al
Virrey de entonces, Baltasar Hidalgo de Cisneros. El armisticio buscaba
terminar con el conflicto entre los realistas y los revolucionarios, y
significó la retirada de los ejércitos de la Junta de Buenos Aires de la
zona de Montevideo. Como consecuencia el pueblo quedó regido bajo la
autoridad de los españoles (Proyecto Artigas, 2010).
Esto significó para Artigas el abandono de la búsqueda de libertad para con
su pueblo, ya que estarían dejándose dominar nuevamente por quienes
anteriormente fueron sus combatientes, los españoles, y fue debido a esto
que decidió exiliar a su pueblo de Montevideo.
2.2. Hecho histórico
La Redota, o también llamada Éxodo del Pueblo Oriental, tomó lugar en
el siglo XIX, específicamente entre octubre de 1811 y principios de 1812
228
(Reyes, 1980). Fue una emigración dirigida por el caudillo uruguayo, José
Artigas, quien había sido nombrado “Jefe de los Orientales” poco antes en
una junta en la Chacra de la Paraguaya.
Estuvo conformada en un principio por el ejército artiguista luego de
conocer el armisticio dado entre el Virrey Elío y la Junta de Buenos
Aires. Pero a medida que el recorrido tomaba forma, las familias iban
incorporándose en esta caminata; adultos, jóvenes, niños y ancianos
formaron parte de este exilio, incluidos los padres y hermana de Artigas.
Se conoce que aproximadamente llegaron al punto final 10.000 personas,
unos a pie, y otros a caballo.
El recorrido comenzó en Octubre por los montes del Río San José,
dirigiéndose hacia el norte, y terminó en el Río Ayuí, pasando antes por
varios lugares como: el arroyo Monzón, arroyo Perdido y arroyo Cololó,
donde se establecieron por unas semanas para luego dar paso por el
Río Negro y Paysandú. Posteriormente, en diciembre ya, se fijaron en el
arroyo Quebracho, arroyo Chapicuy, pasaron el Río Salto para dirigirse a
la ciudad de éste, y finalmente, cruzaron el Río Uruguay para establecerse
en el Ayuí (Reyes, 1980).
2.3. Resultados
La Redota trajo consigo consecuencias multidimensionales, es decir, que
abarcó varios aspectos en el pueblo uruguayo como en su economía,
política e ideología, y no solo en el pueblo uruguayo sino también en las
colonias dominantes.
Para los españoles significó un gran declive de su poder, ya que no podían
dominar o, de nada servía dominar un territorio en el que no había la
cantidad suficiente de habitantes capaces de producir y generar riquezas
para sí mismos.
Por otro lado, para el pueblo oriental que conforma este exilio, significó la
consolidación de su pueblo, el fortalecimiento como población en contra
de las tropas que buscaban la colonización, la creación de monopolios y
en general, la injusticia y falta de libertad de los orientales.
Artigas finalmente caracterizó este desplazamiento manifestando:
“No se pueden expresar las necesidades que todos padecen expuestos a
las mayores inclemencias sus miembros desnudos se dejan ver por todas
partes y un poncho hecho pedazos, liado a la cintura es todo el equipaje
de estos bravos orientales.” (CEIBAL, 2012). www.ceibal.edu.uy/userfiles/
p0001/ODEA/ORIGINAL/110722_lectura/costa_del_arroyo
229
CAPÍTULO III:
PAPEL DEL NACIONALISMO Y ARTIGAS EN LA REDOTA
3.1 ¿Qué impulsó a los participantes y qué sacrificaron?
“Porque dejaron sus vidas, sus amigos y sus bienes, porque les es más
querida la libertad que no tienen”. Letra extraída “Los Orientales” de Los
Olimareños, con la música de Pepe Guerra y letra de Idea Vilariño, refleja
el anhelo de libertad del pueblo uruguayo.
Los participantes fueron impulsados básicamente por la necesidad de
conseguir la libertad de revolución, de dejar a un lado los tiempos en los
que eran sometidos por colonias extranjeras, en este caso, portuguesas
y españolas, pudiendo evidenciar esto en la letra de la canción “Los
Orientales”, en la que se describe los anhelos, privaciones y motivos de
La Redota.
La intervención de José Artigas abarca también gran parte de ese impulso
que tuvo el pueblo oriental. Anteriormente, Artigas ya había tomado
riendas de una revolución en la que dejó en alto a los orientales tras la
victoria en contra de las tropas españolas, permitiendo que despojen sus
poderes sobre ellos, cumpliendo de esta forma los deseos orientales y
ganando la confianza de los mismos.
Adultos, jóvenes, niños y ancianos, familias orientales en general,
definitivamente dejaron a un lado varias cosas por seguir al caudillo líder
y de esta forma, poder obtener varias libertades a cambio de realizar un
gran sacrificio.
En la letra de Los Olimareños tenemos otra frase que resume esta visión
del pueblo oriental: “Rebeldes y valientes se van marchando, las cosas
que más quieren abandonando”. Un desprendimiento de lo material, todos
los esfuerzos son por la sed de revolución y poder propio, para alcanzar
la libertad que tanto habían estado esperando, luego de haber pasado por
colonizaciones españolas, monopolios que rigen el mercado y otros que
simplemente los afectaban.
Abandonaron su lugar de establecimiento en el que se encontraban sus
trabajos, familias, y como dice la letra de la canción, su vida en total, ya
que tomaron el riesgo de exiliarse junto con el caudillo Artigas a toda
costa, dispuestos a soportar todo tipo de desposeimientos, expropiaciones
y problemas que se presentarían a lo largo del camino por recorrer.
230
3.2. Significado del nacionalismo en la Redota
El nacionalismo nació en Europa, en los siglos de la Baja Edad Media, debido
a las revoluciones por parte de burgueses que permitieron obtener luego
una visualización desde otro punto de vista con respecto a este tema. Éste
tomó más fuerza mediante ciertos hechos históricos como la Revolución
Francesa, en la que el pueblo fue en contra de la monarquía absoluta, los
tiempos de Napoleón Bonaparte, en los que criticó la presencia de los
austríacos en Italia. (CEIBAL, 2012).
Estos hechos dieron origen al nacionalismo en Latinoamérica, lo que les
permitió conocer su propia identidad como nación en los diferentes países,
la identidad sea por raza, etnia, religión, costumbres u otros elementos
que hacían a un país diferente de otro.
En Uruguay, este nacionalismo comenzó mediante el general Artigas que
despertó esa sed de revolución y liberalismo en los orientales, permitiendo
que la Redota tome lugar.
“Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias que salieron de
Montevideo; unas bajo las carretas, otras bajo los árboles y todas a la
inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causan
admiración.”, manifestó un viajero paraguayo que visitó el campamento
(CEIBAL, 2012).
El sentimiento nacionalista fue lo que impulsó La Redota. Los deseos de
libertad de los orientales dieron pie a este hecho en el siglo XIX, dejando
varios mensajes para el presente, como la lucha de un pueblo por sus
objetivos y la responsabilidad de un líder por ser herramienta para
lograrlo. Podemos tomar estos mensajes y aplicados.
La Redota expuso un cambio a la ideología del pueblo uruguayo, ya
que éste exilio fortaleció al pueblo como tal, les otorgó más confianza
para combatir nuevas adversidades y les brindó nuevas metas y
visiones.
La Redota fue el primer escalón de nacionalismo alcanzado en
Uruguay, lo que dio paso para que luego de 14 años, siguiendo este
ejemplo artiguista, la independencia de Uruguay tome vida el 25 de
agosto de 1825.
231
CAPÍTULO IV:
¿QUÉ INFLUENCIA TUVO EL NACIONALISMO Y LA REDOTA EN
URUGUAY?
4.1. ¿Qué sería de Uruguay si no hubiera sucedido La Redota?
Si La Redota no hubiera tomado lugar existen muchas posibilidades en
cuanto a lo que podría ser de este país, ya que este hecho histórico marcó
evidentemente su trascendencia, es decir, su historia en general.
En primer lugar, Artigas luchó por la libertad, en contra de la Corona
Española que impregnaba el país uruguayo en ese tiempo, entonces,
si La Redota no se hubiera dado, el pueblo oriental se hubiera visto
todavía dependiente de las tropas españolas con las que Elío había
creado un armisticio.
Desde otra perspectiva, sin este evento histórico, el sentimiento de amor
y orgullo por la nación no hubiera germinado en medio de los uruguayos
-ese pensamiento nacionalista-; ese orgullo por pertenecer a Uruguay,
país en el que José Artigas luchó por sobre todas las situaciones que se
le podrían presentar para dar libertad a su pueblo, para llevar a cabo una
revolución de independencia exitosa. Por ella los uruguayos recuerdan
a su caudillo con mucho fervor. “Cuando no tenga soldados pelearé con
perros cimarrones.”, Artigas.
Finalmente, hoy en día, los pueblos latinoamericanos no tendríamos
este ejemplo que el caudillo uruguayo nos dejó, ese ejemplo de lucha,
perseverancia y tenacidad de los líderes de cada país por alcanzar los
propósitos que más convengan al pueblo pasando todos estos por sobre
sus necesidades y poniéndose en los zapatos de cada uno que forma
parte de la familia, de la nación.
4.2. Evento conmemorativo por la Redota y fortalecimiento del
nacionalismo
La Marcha del Bicentenario; luego de ocurrido el exilio de los orientales
en el año 1811, en el país latinoamericano Uruguay, se realizó el año
pasado (2011) una actividad por los 200 años de La Redota como tributo
al emprendimiento del caudillo Artigas de trasladar a su pueblo para
alcanzar la independencia, dispuestos ellos a soportar cualquier clase de
mal que esté por venir. La marcha realizada duró menos de dos semanas,
exactamente desde el domingo 23 de octubre hasta el sábado 5 de
noviembre del año ya mencionado.
Allí se realizaron diferentes actividades a medida que pasaban por
232
las diferentes estaciones de parada, ya definidas con anticipación.
El cronograma de lo estaba ya planeado desde meses anteriores
por una organización interinstitucional, así como los lugares por los
que pasarían en los trece días de marcha, en seis departamentos de
Uruguay: San José, Flores, Soriano, Río Negro, Paysandú y finalmente
Salto. (BICENTENARIO, 2011).
Las actividades que se realizaron durante la marcha fueron varias. En
las escuelas, sus alumnos preparaban varias exhibiciones para los
marchistas como: cantos, presentaciones bailables, chimeneas en las
noches, siembra del árbol de Artigas y otros; todas estas actividades
culturales como ofrenda para el hecho histórico y los integrantes que
formaron parte de este acto memorable.
Asistieron adultos, niños, jóvenes y ancianos ya sea a pie, en carro o
a caballo. En total fueron aproximadamente 6000 personas las que
conformaron este evento. Todos acudieron con gran entusiasmo y por
sobre todo, con gran orgullo de pertenecer a este país latinoamericano
que de alguna u otra forma se considera bendecido por haber contado
con un líder como el caudillo José Artigas. (BICENTENARIO, 2011).
CAPÍTULO IV:
¿QUÉ SERÍA DE LATINOAMÉRICA SI TOMARA EN CUENTA LA FILOSOFÍA
DE JOSÉ ARTIGAS?
En la actualidad es muy común escuchar acerca de grupos que se
encuentran en conflictos con sus líderes y mucho peor, países que no están
de acuerdo en lo más mínimo con decisiones que toman sus gobiernos, ya
sean éstos democráticos, socialistas u otros.
Para describir la filosofía de Artigas, a continuación se revisarán citas
atribuidas a este personaje y presentadas por Daniel Ruiz en su trabajo
“Pensamiento artiguista en el siglo XXI”, para de esta forma analizar lo
que sería de los países latinoamericanos si tomaran en cuenta los ideales
que tenía, sus propósitos y pensamientos en sí.
“No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la
necesidad.” Indicando el interés por el servicio y el desprendimiento por
lo material porque cuando habla del “rico patrimonio de los orientales”
se refiere al pueblo como tal, porque renuncian a la mayor parte de sus
posesiones. Un acto significativo para una época donde la posesión de
la tierra era uno de los elementos que indicaba el nivel social.
“Los pueblos de la América del Sur están íntimamente unidos por vínculos
233
de naturaleza e intereses recíprocos.”. Como bien sabemos, ninguna
persona persevera por sí sola sino que necesitará siempre de un equipo,
para que de esta forma todos puedan superarse y alcanzar sus metas.
Esto es lo que pasa exactamente con los países latinoamericanos, deben
estar unidos; sus políticos, en lugar de tener conflictos deberían unirse y
ayudarse mutuamente para salir adelante y poder desarrollarse ya sea
económicamente o en otro aspecto.
“Unidos íntimamente, luchamos contra tiranos que intentan profanar
nuestros más sagrados derechos.” En esta frase podemos ver la
preocupación por mantener la unidad del pueblo y así, enfrentar como un
solo cuerpo cualquier amenaza o problema exterior.
“El pueblo es soberano y él sabrá investigar las operaciones de sus
representantes”, otra frase muy cierta de José Artigas. El problema con
las decisiones políticas que se dan en cada país no es solo consecuencia
de los mismos políticos que forman parte de este grupo administrativo.
También es el mismo pueblo, ya que muestra tanta indiferencia a los
temas políticos, lo dan por hecho, mas no dan a conocer sus opiniones,
no actúan sobre esas decisiones porque simplemente se creen con la
incapacidad de poder hacerlo, sin embargo no es así. Todos los pobladores
latinoamericanos deben tomar los temas políticos con mucho interés para
poder intervenir al respecto y en conjunto, llegar a soluciones en las que
formen parte los políticos así como el pueblo en sí.
Los países latinoamericanos como ya mencioné, se caracterizan por
ese sentimiento revolucionario y liberal y las ideas de Artigas invitan al
mejoramiento de procesos propios en cada país que se pueden tomar en
cuenta para un verdadero progreso latinoamericano.
Hoy en día, sin mencionar algún país en especial, conocemos de
presidentes que han sido defenestrados de su mandato; países en que la
democracia y la libre expresión simplemente se están perdiendo, países
totalmente envueltos en corrupción, ¿en realidad creen que con todo esto
podrán alcanzar un desarrollo notable?. Pues, desde mi perspectiva, no.
Comencemos cambiando nosotros mismos, nuestra cultura en sí y el
ambiente en que nos vemos rodeados, simplemente reformémoslo moral
y éticamente para que luego pensemos en el resto.
234
CONCLUSIONES
“Fue un movimiento espontáneo que afirmó la jefatura de Artigas y el
nacionalismo oriental.” (Instituto Artiguista del Uruguay, 2003).
La realización de este trabajo me ha permitido tomar conciencia de los
diferentes aspectos relacionados en la lucha por alcanzar objetivos. En
primer lugar, he podido comprender quién fue José Gervasio Artigas, el
alcance de sus ideales y metas; su valentía para enfrentar situaciones de
vida como el exilio del pueblo oriental, La Redota, y la influencia directa
sobre el pueblo uruguayo que generó un cambio profundo en la historia de
este país y su proyección a los demás países latinoamericanos.
Pude apreciar que el surgimiento del sentimiento nacionalista en el pueblo
uruguayo a partir de una histórica lucha por su libertad ayudó a construir
la identidad uruguaya y marcó la diferencia en cuanto a su proyección
histórica posterior.
De igual forma, este sentimiento nacionalista que los uruguayos mantienen
hasta la presente fecha es realmente un ejemplo de vida y de acción para
los demás países debido a que no se puede actuar en bien de una nación
si no se la ama y respeta profundamente.
Esta doble dimensión hace referencia al amor como motor de impulso
para emprender grandes empresas (exilio del pueblo oriental) y a
valorar la historia de la que los antepasados formaron parte, luchando
con perseverancia por la justicia y libertad que tan difícil se hizo en
el contexto histórico de muchos países, pues tuvieron que soportar
sometimientos diversos.
Finalmente, considero que el mensaje que La Redota nos deja a los
demás países latinoamericanos es que debemos luchar por los ideales
respectivos de cada nación; que actores sociales y políticos en general
deben intervenir con responsabilidad en cualquier decisión que se vaya a
ejecutar, pensando siempre en el bien común; y de manera fundamental,
resalto la participación del pueblo como gestor y vigilante de su propia
historia, pues debe involucrarse activamente en la toma de decisiones
y ser un celoso guardián de los logros obtenidos en cualquier ámbito
de la vida social, política y económica de su país con el fin de que éstos
permanezcan para siempre.
235
BIBLIOGRAFÍA:
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julio del 2012. http://ceibal.elpais.com.uy/el-exodo-del-pueblo-oriental/
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236
María Grazia Roca Solano
Unidad Educativa Monte Tabor - Nazaret
Guayaquil – Ecuador
EL CAUDILLISMO Y LA REVOLUCION AMERICANA
INTRODUCCIÓN
A lo largo del siglo XIX en América Latina nace el fenómeno político y
social llamado caudillismo. Este fue una forma de dominar a un país por
medio del uso de un líder carismático denominado caudillo. Se trata de
un hombre cuya forma de llegar al poder y conseguir el apoyo de las
masas era utilizar su personalidad atrayente y elocuencia al hablar, y
quien generalmente contaba con el respaldo económico de cierta élite.
Él dominaba, de modo que adquiere el poder absoluto y lo ejerce como si
fuera el dueño del país, el gamonal (Tateiwa R.).
El caudillo en su campaña hace creer al pueblo que él será su redentor y la
solución de todos los problemas existentes de su época, gana el respaldo
popular con los rayos de esperanza que ofrece. Sin embargo, este apoyo
se va desvaneciendo cuando estas esperanzas se ven frustradas, por lo
que generalmente surge un nuevo caudillo que convence al pueblo de que
él será la nueva y verdadera solución que buscaban.
La aparición de este fenómeno es recurrente en los países latinoamericanos,
básicamente por la falta de educación de nuestros pueblos que anhelan
un Mesías que solucione mágicamente todos sus problemas y no toma
conciencia que solamente educándose y con un gobierno con conciencia
social, nuestros países superarán sus enormes diferencias.
Para comprender bien este fenómeno debemos contestarnos algunas
interrogantes tales como ¿Cuál fue la importancia del caudillismo en el siglo
XIX en América Latina con especial referencia en Uruguay? ¿Es el caudillismo
positivo o negativo como modelo político para el desarrollo de un país? ¿Por
qué hasta el día de hoy el caudillismo es un tema que vale la pena tratarse?.
Para poder responder esto primero es necesario saber realmente que era un
caudillo, cuál era el contexto histórico y social que los países estaban viviendo
para que busquen con tanta necesidad que alguien los llevara a un cambio;
en otras palabras los antecedentes al surgimiento del caudillismo.
También es importante saber cómo fue el período donde el caudillismo
era el modelo político, sin dejar a un lado la participación de la iglesia en
este fenómeno. Solo así se puede descubrir qué fue lo que los caudillos
hicieron y si favorecieron o no al desarrollo de sus naciones. Es decir,
237
cuáles fueron las consecuencias del modelo político que sus gobiernos
implantaron, como también su legado histórico.
Si bien el caudillismo se dio en toda América, en este ensayo nos enfocaremos
especialmente en el caudillismo uruguayo, sin dejar a un lado a los demás.
Caudillismo ¿Qué es?
Comencemos con la explicación de lo que se entiende por el caudillismo y
caudillo. El caudillismo se puede definir como un período histórico o una
política de los hombres fuertes. Se trata de una forma de poder que se ejerce
vía liderazgo y sirve al control político. Este fenómeno tiene como cabeza
principal al caudillo (Baca L, Bokser-Liwerant J, Cisneros I, Pérez G, 2000: 29).
La palabra caudillo proviene del latín, “capitellum” y significa “cabecilla”. En
Roma imperial se designó así a quienes tenían la capacidad del mando del
ejército (Baca L, Bokser-Liwerant J, Cisneros I, Pérez G, 2000). Según la Real
Academia de la Lengua Española, el caudillo se define como un hombre que
dirige un gremio, comunidad o cuerpo. Sin embargo, su significado es mucho
más amplio pues se lo relaciona con diferentes imágenes y significados,
entre ellos líder, jefe, militar, terrateniente, político, dictador.
No cualquiera puede ser un caudillo, puesto que para serlo se necesitan
varias características y cualidades innatas, como una fuerte personalidad,
ambición de poder, atractiva personalidad, carisma, dotes de oratoria y
literaria, crueldad, valor, capacidad de mando político y militar (GeoCities).
Entonces debemos preguntarnos ¿Eran los caudillos héroes o tiranos?.
Para muchos, los caudillos eran tiranos y lo podemos ver por ejemplo
cuando Napoleón Franceschi Gonzales en Caudillos y Caudillismo dice
sobre la historia de Venezuela: “La casi totalidad de los sociólogos admiten
que el Caudillismo se manifiesta por la existencia de un hombre fuerte
“Tirano absoluto”, “Gendarme necesario”, “Caudillo máximo” o “Caudillo
benefactor”. Este encarna un régimen político personalista y que realiza
la función de gobierno, con plena renuncia de los postulados políticos y
administrativos que deben orientar el lógico y armonioso desarrollo de las
instituciones.” De modo que para la mayoría de los sociólogos Caudillismo,
Personalismo y Tiranía son sinónimos.
Los argumentos utilizados a favor de que el caudillo fuera un tirano
son que ellos usaban el poder como deseaban sin respetar a nadie,
presentando como evidencia a los representantes de tantos golpes de
Estado que se produjeron en el siglo XIX, aparte de que se utilizaba la
violencia en la mayoría de los casos, pues en ciertos casos el régimen
caudillista utilizaba la agresión física en sus campañas.
Para otros en cambio, los caudillos no fueron más que un capítulo en
238
la historia, que no tiene relevancia alguna. En el año1932, Charles E.
Champan publicó un artículo donde definió el siglo XIX como la época del
caudillo. En este se planteó ¿Quiénes son, o eran, los caudillos? ¿En qué
época cobran su importancia? Su conclusión, fue, no lo sé (Champan C.).
Por otro lado, también están aquellos que los consideran héroes. Para
muchos historiadores como Natalia Sobrevilla, algunos caudillos tuvieron
un impacto positivo en su respectivo tiempo, llegándolos a considerarlos
héroes. Sobrevilla compara a algunos de ellos con Simón Bolívar, quien
consiguió la liberación de las naciones latinoamericanas. Para muchos,
él era un gran líder militar y hábil político, además de un excelente
administrador (Fernando Gualdoni, 2012).
Uno de los propósitos de este ensayo es que al finalizar su elaboración
podamos por nosotros mismos juzgar si los caudillos son héroes o tiranos,
siendo de suma importancia mencionar que los caudillos nacen por primera
vez en América, en un contexto de debilidad de las instituciones políticas,
después de las Guerras de Independencia. Es por ello que la mayoría de
caudillos comienzan como líderes militares que pelearon en estas guerras.
Contexto histórico del auge del caudillismo
¿Qué fue lo que las guerras de independencia habían dejado a las naciones
involucradas en ellas? Estas guerras fueron lideradas por la élite social,
quienes tenían el control de las masas. El problema estaba en que las
élites no quisieron después renunciar a sus beneficios, por ejemplo a
los impuestos que recibían, pero a su vez las masas esperaban que sus
intereses sean también tomados en cuenta. En otras palabras, éstas no
estaban dispuestas a seguir relegadas.
A todo esto hay que sumar que en Europa en esta época se da el
surgimiento del liberalismo y con él, el reconocimiento de muchos
derechos de las personas y de los ciudadanos, antes ignorados. Así, en los
primeros años de las nuevas naciones, las ideas liberales hacían énfasis
en las elecciones. La mayoría de las naciones, por ejemplo, consagró el
derecho al sufragio de todos sus habitantes.
En el caso de Uruguay, la posibilidad del sufragio se da en la Constitución
de 1830, en el artículo nueve que preceptuó: “Todo ciudadano es miembro
de la soberanía de la Nación; y como tal, tiene voto activo y pasivo en los
casos y formas que más adelante se designarán” (Uruguay Educa).
Sin embargo, a los candidatos en las elecciones les costaba mucho que las
personas asistieran, apenas un cinco por ciento lo hacía. Los adversarios
apelaban a las masas con intereses locales, pues en ese entonces los
latinoamericanos seguían pensando en términos de comunidades,
239
pueblos y vecinos. Este sistema implementado era totalmente nuevo para
ellos. Su inasistencia se debe a que ellos confiaban en los líderes de sus
comunidades para que manejaran la situación. Esta idea de tener un líder
local o nacional que los guíe se convertirá en la piedra angular para el
surgimiento de los caudillos (Charlip& Bradford).
Además de esta inestabilidad política, también había una inestabilidad económica.
Después de la independencia, la mina y fabricación de textiles fueron los sectores
más afectados por la destrucción y devastación que dejaron las guerras.
El problema radicó en que las élites necesitaban controlar la tierra y la
mano de obra. Los criollos de la época de las Guerras de Independencia
utilizaban la metáfora de la liberación de la esclavitud. Debido a esto
cuando los grupos de poder intentaron controlarlos, ellos sintieron que
volverían a ser “esclavos”.
En cuanto a las tierras, estas representaban otro problema. Los dueños
de ellas eran los terratenientes, pero estos era la minoría de la población.
Además, no tenían el tiempo necesario para administrar todas sus
propiedades y cultivos y por ello, algunas se perdían, sin mencionar el
hecho de que el clima no era el propicio para la siembra. Por otro lado, la
administración política se deterioraba cada vez más pues las doctrinas
económicas empleadas por la clase gobernante eran diseñadas para
naciones desarrolladas como las de Europa, pero no eran útiles para
naciones en vías de desarrollo como América Latina.
Otro factor detonante fue que los sembrados en Latinoamérica eran
productos primarios que se exportaban a Europa y regresaban como
productos manufacturados, a precios muchos más altos. ¡América Latina
estaba en crisis, hundida en deudas! Y con ella la mayoría de sus habitantes.
En adición está el problema del choque cultural los latinoamericanos
buscaban una nueva identidad que reflejara su identidad indígena, a
lo que la élite estaba totalmente en desacuerdo, pues ellos querían
desesperadamente parecerse a los europeos. La élite en todo momento
se consideró mejor que los demás y gozaba de muchos privilegios que la
mayoría de la población carecía.
Hacia la mitad del siglo XIX, las naciones latinoamericanas se desafiaban entre
ellas con guerras. El mayor conflicto fue entre Paraguay y la Triple Alianza –
Argentina, Brasil, y Uruguay- y es conocido como La Guerra Grande (1839- 1851).
También es importante mencionar la Guerra de los Harapientos y la Revolución
de las Lanzas (1870). En esta última se divide Uruguay, dando lugar a un conflicto
a largo plazo entre los liberales y los conservadores (Uruguay educa).
A partir de la situación arriba mencionada, nace el caudillismo. El caudillo
significaba para las masas la solución a estas inestabilidades y sería
240
también él quien redujera la brecha entre la élite y el pueblo. Como ya
sabemos, el caudillo tenía una carismática personalidad que lograba
atraer a las masas y a la élite y lograría por tanto eliminar algunos de
los beneficios injustos que tenía la clase dominante, sin dejar de tener su
apoyo. Para los pueblos, el caudillo sería la libertad, pues ellos controlarían
la política con el fin de hacer respetar sus derechos. Por último, el caudillo
pondría fin al desorden político y económico (GeoCities).
Personajes importantes
El caudillismo tuvo un gran auge porque contaba con el apoyo de la mayoría de
los personajes más importantes de la época. Podemos rescatar que hubo más
de sesenta caudillos en toda Latinoamérica. Uno de los más importantes y que
merece un especial nombramiento es el uruguayo Venancio Flores (1808-1868).
Venancio Flores es conocido como el caudillo conocedor de paisanaje
porque su personalidad se fue formando principalmente en el medio rural,
a caballo. Esto ayudó a que tuviera una mejor relación con las masas.
Comienza como verdadero caudillo con su carrera de militar. Participó en
las Batallas de Sarandí y de Rincón en 1825 y en la de Ituzaingó en 1827,
y acompañó a Rivera en un levantamiento contra Oribe.
Flores llega a la presidencia en 1853, después de la caída de Giro, para
integrar un triunvirato junto a Rivera y Lavalleja, quienes mueren. En
1954 es elegido presidente constitucional y fue combatido por el partido
conservador, una fracción principista y anti-caudillista colorada. Flores
firma un Pacto de Unión con Oribe para no perder su papel protagónico.
Su período electoral constituyó una etapa de gran consolidación de las bases
jurídicas e infraestructura económica del país. Bajo su gobierno se aprobaron
los Códigos de Comercio y Civil. También se inaugura el primer tranvía de
tracción a caballo entre la ciudad de Montevideo y Villa de la Unión.
Sin duda alguna, él fue uno de los caudillos que mejoró la situación del país,
lo podemos ver por los que emigraron a Uruguay. Se estableció la primera
conexión telegráfica con Buenos Aires mediante un cable submarino y se
inauguró el edificio central de la administración del correo (Escuela digital).
En el año 1863 Flores se levanta contra el gobierno de Bernardo Berro en
la llamada “Cruzada Libertadora”, desembarcando en Uruguay, en nombre
del Partido Colorado y en defensa de la Iglesia Católica (Papiros).
Flores fue asesinado por sus decisiones políticas por dos emponchados,
primero lo balearon y luego lograron apuñalarlo.
A pesar que el caudillismo tuvo a muchas personas que lo apoyaban, del mismo
modo habían aquellos que no estaban de acuerdo con él. Aquí encontramos a
dos representantes sobresalientes, la Iglesia y Bernardo Prudencio Berro.
241
La iglesia en el siglo XIX era una de las organizaciones con más influencia.
Recordemos que en la colonización de los europeos a América Latina la
evangelización de los pueblos era obligatoria y para el año 1800 la mayoría
de los nativos se había convertido. La iglesia en ese tiempo intervenía en la
educación, la repartición de las tierras y en alguna manera, hasta en la política.
El caudillismo se oponía a la ideología dominante de la Iglesia. Para esta,
los caudillos eran tiranos, porque usaban villanías y medios prepotentes
e ilícitos para consolidar su poder. La Iglesia intentaba buscar un camino
católico, ético y moral para alcanzar justicia (UNSE).
Si bien esto es cierto, es muy difícil establecer una posición fija de la iglesia,
puesto que ésta siempre se ha visto como intermediaria en el momento
en el que surgen los problemas sociales. Podemos decir que la Iglesia ha
tratado de preocuparse por los desposeídos, sin perder su esencia y por
ello, constantemente intervenía en favor de los indígenas. En cierto modo
es lo mismo que buscaban los caudillos, favorecer al pueblo.
En Bernardo Prudencio Berro, miembro del partido blanco (liberales),
si podemos ver una oposición totalmente en contra de este fenómeno
político y social ya que el veía a los caudillos como factor de peligro para el
orden y la estabilidad institucional. Durante su vida mantuvo varios cargos
políticos como diputado, ministro de gobierno, presidente de la cámara
alta, titular del senado, hasta llegar a ser presidente de la República del
Uruguay desde 1860 hasta 1864.
Con su política, cuando estuvo en el poder buscó el fraccionamiento
de las autoridades caudillistas locales, especialmente de los colorados
(conservadores), además de que buscaba fortalecer la nacionalidad
uruguaya. En sus propias palabras “nacionalizar nuestros destinos” (Ecaths).
Berro conspiró contra el gobierno de Pedro Varal y luego en contra de
Venancio Flores. Su campaña política lo llevó a su propia muerte al ser
capturado por una barrida de Colorados, quienes lo encarcelaron. Sin
enterarse, ni tener nada que ver con el asesinato de Flores, Berro recibe
un tiro detrás de los barrotes.
Bernardo Prudencio Berro era un hombre que estaba en contra de algunos
hechos importantes que sucedían en su época y él sabía muy bien que
lo que hacía podía costarle su propia vida. Sin embargo, trabajaba por
alcanzar una verdadera democracia, tanto así que fue uno de los pocos
presidentes de la época en terminar su mandato.
Berro siempre mantuvo una personalidad austera y cristalina y es por ello
que en la actualidad es considerado como uno de los mejores e ilustres
ciudadanos y Presidentes que ha tenido el Uruguay, tal como lo dice el
periódico El País de Uruguay.
242
Consecuencias del caudillismo.
El caudillismo sin duda alguna deja huella en Latinoamérica. Este fue uno
de los movimientos más importantes para la consolidación de las nuevas
Repúblicas. A finales del siglo XIX el caudillismo estaba llegando a su final
cuando empieza el desarrollo del estado moderno que tenía que crearse
a partir de las consecuencias políticas, económicas y sociales que había
dejado el fenómeno caudillista…
Como nos hemos dado cuenta, después de la independencia, al nacer
el Uruguay a la vida republicana, vino un período de inestabilidad
total, sin ninguna base nacional para sustentarse. Esto trajo años de
inestabilidad donde hubo sucesos de enfrentamientos políticos entre los
diferentes caudillos, los blancos y los colorados, como el que se menciona
anteriormente “La Revolución de las Lanzas” que se disputaban por el
poder entonces. Cuando ya finalizaba el período caudillista, las repúblicas
carecían de organización económica-financiera, con un gobierno carente
de toda forma de planificación (Cruz L.).
Este caos político trajo consigo muchas guerras internas y golpes de
estado. Prácticamente los militares se habían convertido en el sustento
de los caudillos, debido a esto los países tenían un bajo crecimiento
económico, pasando de un régimen caudillista al militarista.
A pesar de esto, el caudillismo favoreció al pueblo, los criollos y mestizos
tenían más derechos por lo que algunos de ellos tuvieron la posibilidad de
acceder a cargos políticos.
En el caso de Uruguay, al inicio del siglo XX el país buscaba la consolidación
de la democracia política, la reforma social y la prosperidad económica
(RAU). Desgraciadamente este tipo de liderazgo había dejado un conflicto
de clases sociales, inestabilidad política, falta de credibilidad ante el resto
de los países de los que dependían y además una corrupción generalizada.
No todo lo que había dejado el caudillismo era malo sino también ponemos
ver el lado positivo. En él encontramos que ciertas garantías civiles como
constitucionales progresaron, por ejemplo, la libertad de expresión, y un
camino abierto e inclusivo hacia la democracia.
El caudillismo no ha concluido, hasta el día de hoy su influencia se mantiene
presente en las diferentes instancias de poder. El orden impuesto por medio de
la fuerza bruta de los caudillos ha quedado como herencia en Hispanoamérica,
entre otras características caudillistas. El caudillo es adicto al poder, a las masas
y por supuesto a la gloria, siempre se desprecia lo hecho por el antecesor, para
así reestructurar el estado de acuerdo a su gusto o la ideología imperante (Cruz
L.). En la actualidad, cuando hay un cambio de gobierno, el nuevo gobernante
243
descalifica todo lo anteriormente hecho utilizando métodos lícitos e ilícitos para
convencer a las masas de que el Mesías ya llegó.
CONCLUSIÓN
Retomemos las preguntas planteadas al inicio: ¿Cuál fue la importancia del
caudillismo en el siglo XIX en América Latina con especial referencia en Uruguay?¿Es
el caudillismo positivo o negativo como modelo político para el desarrollo de un
país?¿Por qué hasta el día de hoy es un tema que vale la pena tratarse?.
Para la primera pregunta, no hay duda que el caudillismo es de suma
importancia para América Latina y por consiguiente para Uruguay. Este
fue el modelo político predominante durante todo el siglo XIX y es un
capítulo de la historia nacional de cada país que no se debe olvidar. Como
dijo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borras “Quien olvida su
historia está condenado a repetirla”.
En esa época solo se buscaba el bien para las naciones, se trataba de
encontrar un impulso para el desarrollo sustentable de la misma. El
problema yacía en que las naciones latinoamericanas estaban recién
creadas y había confusión por el choque de culturas (élite vs. sectores
pobres). La contradicción entre dos visiones del mundo eran latentes. Por
esta razón vemos que hubo distintos tipos de caudillismos, de derecha o
izquierda, liberales versus conservadores, el clero versus los diferentes
modelos socialistas, nadie tenía la solución exacta. Y si bien hubo muchos
conflictos en la época, estos eran necesarios para aprender de ellos, es
parte de la historia y por supuesto de la naturaleza humana.
Veíamos a las naciones como si fueran bebés que recién aprendían a caminar
y cada caída era una nueva oportunidad para aprender del fracaso, de la
inexperiencia y así poder caminar por si solos sin el paternalismo o tutelaje de
cualquier superpotencia. El camino era un camino engorroso, lleno de trampas
y conflictos, que se habían forjado durante el proceso de independencia.
El caudillismo hizo caer en cuenta a los sectores desposeídos que tenían
derechos, que no eran un regalo sino que debían de pelear por ellos hasta la
muerte. Esa era la finalidad del caudillo, trabajar en beneficio de los descalzos,
pero siempre y cuando no se perdiera el apoyo de la clase gobernante. He aquí
el porqué los caudillos necesitaban tener una relación fluida con las masas.
Ellos prometían demagógicamente, haciendo que el pueblo confiara en ellos.
No obstante, cuando no cumplían, sea cual sea el motivo, el pueblo buscaba
y se refugiaba inmediatamente en un nuevo caudillo. Esto causaba a su vez
conmoción social por lo que se hacía necesario elegir a un nuevo caudillo
que respondiera a las urgentes necesidades populares. Este ciclo vicioso
ha sido constante en la historia de Hispanoamérica en los siglos XIX y XX.
244
La idea del caudillismo buscaba el dominio del país por todos los medios posibles, y
hasta involucró a la violencia. Miles murieron por su causa, como por ejemplo Flores.
Pero ¿justifica realmente la convicción maquiavélica de que el fin a los medios?.
El caudillismo también tuvo instituciones en contra, de manera especial la
Iglesia. Para la iglesia mantener el status quo era una forma de preservar
la estabilidad política. La iglesia está en contra de toda forma de violencia
por más nobles que parezcan las intenciones de los promotores de los
cambios sociales. Pero ¿acaso cuando son situaciones extraordinarias no
se necesitan medidas extremas?.
En cuanto a Berro, de cierta forma también, era un caudillo, pero uno menos
idealista, más pragmático y coherente. Él se sostenía del apoyo popular
buscando lo mismo que los otros, es decir, poder y gloria. Sus ideas eran
avanzadas para lo que se pensaba correcto para la época. Éstas no tuvieron los
resultados deseados, no obstante, tuvieron gran influencia hasta el día de hoy.
No queda duda que el caudillo es una persona que logra rescatar las
aspiraciones de un pueblo maltratado en un momento histórico dado.
Los caudillos fallaron en pensar sólo en el presente, y no en lo que
viene en el futuro. Ellos eran inmediatistas, olvidándose de planificar
estratégicamente y teniendo en cuenta que los grandes cambios y
resultados sólo se consiguen a largo plazo.
En cuanto a si los caudillos son héroes o tiranos, se los dejamos a su propio
criterio, pero es muy importante que vean el cuadro completo y no sólo
al caudillo en sí pues todas las personas de cierta manera respondemos
siempre a ideas inculcadas, prejuicios e influencias de nuestro propio
contexto familiar, educativo e histórico.
Finalmente, la importancia de este estudio para los jóvenes es relevante. El
caudillismo sigue influenciándonos hasta nuestros días. Bolívar procedía usando
una mezcla de autoritarismo e institucionalidad y es esa mezcla una característica
fundamental de todos los caudillos como también del nuevo prototipo.
En algunos líderes de Latinoamérica encontramos las características propias de
los caudillos, pues llegan y manejan el poder al igual que ellos. Acceden al poder
después de una inestabilidad política causada por los gobiernos anteriores que
no cumplieron con la promesas políticas dadas en sus campañas.
Si se estudia y se aprende del caudillismo y se saca lo mejor de esta
forma o estilo de gobierno, hay menos posibilidades de cometer los
mismos errores e identificar cuando se comete alguno. En la medida que
el caudillismo vaya evolucionando a un nuevo tipo de gobierno menos
inmediatista, que tenga en primer plano el beneficio de las personas, se
logrará un mejor manejo político. Y si los jóvenes que son el futuro de
nuestros países entienden que es indispensable estudiar la historia y
245
aprender a planificar estratégicamente el futuro, nuestros días venideros
pueden ser más prometedores y sin tanta conmoción social.
En conclusión, nuestros pueblos no pueden, ni deben, dejar atrás sus raíces e
identidad latinoamericana. Los líderes proactivos serán siempre necesarios
para impulsar y dirigir los planes de gobierno como también políticas de
estado definidas que nuestras naciones de manera urgente requieren
pues grandes cambios requieren grandes hombres y mujeres, valientes y
decididos, innovadores y motivadores de sus pueblos, sin estereotipos.
Sin embargo, no deben olvidar que se deben a estos pueblos y que toda
democracia que se jacte de tal tiene el deber primordial de respetar los derechos
humanos y las libertades individuales, simplemente una conquista irrenunciable.
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246
TRABAJOS GANADORES DE PARAGUAY
Natalia Ramona Rodríguez
Colegio Nacional Sagrado Corazón de Jesús
Arroyo Porá, Itapuá, Encarnación, Paraguay
El éxodo oriental
Se denomina Éxodo Oriental o Éxodo del Pueblo Oriental a la emigración
colectiva de habitantes de la Banda Oriental.
En 1806 los ingleses intentaron la conquista del territorio de Río de la
Plata y ocuparon Montevideo de febrero a septiembre de 1807. El 21 de
septiembre de 1808 Montevideo formó una Junta que declaró que, al
no existir rey en España, la soberanía radicaba en el pueblo. En 1810 el
movimiento revolucionario se extendió a toda la zona del Río de la Plata y
culminó en la Revolución de Mayo.
¿Qué es el caudillismo?
Consiste en la llegada en cada país de líderes carismáticos cuya forma de
acceder al poder y al gobierno estaba basada en mecanismos informales
y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que
depositaban en “el caudillo” la expresión de los intereses del conjunto y la
capacidad para resolver los problemas comunes.
El caudillismo fue clave para la dictadura y luchas entre partidos políticos
del siglo XIX. El poder de los caudillos se basaba en el apoyo de fracciones
importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su
contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se
veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer
de su capacidad de mejorar el país o la provincia.
José Gervasio Artigas
Nació el 19 de junio de 1764 en Montevideo, Banda Oriental, Virreinato
del Río de la Plata. Su seudónimo era Karay Guazú, Oberavá karay. Fue un
militar, estadista y máximo prócer uruguayo. Recibió los títulos de “Jefe de
los Orientales” y de “Protector de los Pueblos Libres”. Fue uno de los más
importantes estadistas de la Revolución del Río de la Plata, por lo que es
honrado también en la Argentina por su contribución a la independencia
y, con vicisitudes, a la federalización del país. Falleció el 23 de septiembre
de 1850 en Ybyray, Paraguay.
247
El pueblo de Uruguay se levantó en armas bajo la dirección de José
Artigas, ex-oficial de Blandengues. En octubre de 1811, el Ejército
Artiguista triunfante en la batalla de Las Piedras, poco antes del Primer
Sitio de Montevideo, ocupado por las fuerzas del Virrey Francisco Javier
de Elío, había constituido un campamento en las márgenes del Río San
José, cerca de la ciudad de San José de Mayo
En ese clima de frustración y derrota quedó de manifiesto la voluntad
de los orientales de reanudar el combate apenas las circunstancias lo
permitieran. De inmediato Artigas, al frente de 3.000 soldados, retomó su
camino hacia el Norte, y un alto número de civiles lo acompañó. El caudillo
se opuso a esta emigración masiva en un principio, pero luego ordenó
levantar un registro de las familias e individuos que lo seguían.
El campamento albergaba junto a los milicianos de Artigas una gran
cantidad de civiles comprendiendo mujeres y niños, muchos de ellos
familiares de los soldados, que se habían unido al ejército al levantarse el
sitio, como consecuencia de las negociaciones de armisticio entre Elío y la
Junta de Buenos Aires. Se alojaban principalmente en carretas y carros.
Participaron personas de todas las clases sociales que se movían en las
condiciones materiales más precarias.
“Cada día miro con admiración sus rasgos singulares de heroicidad
y constancia; unos, quemando sus casas y los muebles que no podían
conducir; otros, caminando leguas a pie (…); mujeres ancianas, viejos
decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando
todos la mayor energía y resignación, en medio de todas las privaciones”.
(extrato discurso Ricardo Ehrlich. ¨Agenda del Bicentenario promueve el
encuentro de la nación con las jovenes generaciones¨. 15/2/2011. www.
archivo.precidencia.gub.uy/sci/noticias/2011)
La concreción del Armisticio, al retirársele el apoyo de la Junta de Buenos
Aires colocaba al campamento oriental en una situación insostenible, a
merced de las fuerzas españolas de Montevideo.
Rumbo y cronología del camino
1811
• 12 de octubre: se levanta el sitio a Montevideo.
• 14 de octubre: comienza el cruce del río Santa Lucía y se dirigen hacia
San José.
• 23 de octubre: en el paso de la Arena, San José, Artigas se entera que
Buenos Aires y los españoles firmaron la paz, por lo que el territorio de
248
la Banda Oriental vuelve a jurisdicción española. Decide marcharse y
buena parte de la población oriental lo acompaña al exilio.
• 30 de octubre: cruzan en arroyo Grande (actual límite entre los
departamentos de Soriano y Flores).
• 2 de noviembre: cruzan arroyo Perdido (Departamento de Soriano).
• 3 de noviembre: cruzan arroyo Cololó (Departamento de Soriano).
• 11 al 13 de noviembre: vadean el río Negro en el Paso del Yapeyú.
• 14 de noviembre: llegan al cuartel general en arroyo Negro (actual límite
entre los Departamentos de Río Negro y Paysandú).
• 24 de noviembre: llegan a Paysandú.
• 1 de diciembre: acampan a orillas del arroyo Quebracho (Departamento
de Paysandú).
• 3 de diciembre: cruzan el arroyo Chapicuy (Departamento de Paysandú).
• 7 de diciembre: cruzan el río Daymán (límite entre los Departamentos
de Salto y Paysandú).
• 10 de diciembre: las familias inician el cruce del río Uruguay (Salto).
1812
• 10 de junio: Artigas instala su campamento en el Ayuí (Entre Ríos).
Posteriormente tuvo que luchar contra el centralismo de Buenos Aires.
Seguido por todo el pueblo de la Banda Oriental, fue reconocido como
jefe por seis provincias, creó la Liga Federal y fue nombrado Protector.
En 1814 organizó la Unión de los Pueblos Libres, de la que fue declarado
Protector. Al año siguiente liberó Montevideo del control de los unitarios
aliados de Buenos Aires.
Tras varios meses de enfrentamientos militares entre el Directorio, en una
guerra civil desarrollada en Corrientes, Entre Ríos y la Provincia Oriental,
la victoria de Fructuoso Rivera en la batalla de Guayabos en enero de
1815, obligó al Director Carlos María de Alvear a evacuar Montevideo,
entregándola al segundo de Artigas, Fernando Otorgués.
Gran cantidad de familias acompañaban al ejército que plegó este
desplazamiento.
La columna partió de los montes del Río San José hacia el noroeste, y
luego continuó en trayectoria paralela al Río Uruguay hacia el norte
produciéndose constantes incorporaciones de familias paisanas, con lo
que finalmente formó parte de ella la casi totalidad de las poblaciones
criollas de la Banda Oriental.
249
Artigas describía en su correspondencia la continuada llegada de nuevos
pobladores de la campaña, por lo cual “un mundo entero sigue retardando
mis marchas”, y expresando su pesar por no lograr convencerlos a
quedarse en sus casas.
El 14 de diciembre dispuso Artigas efectuar un relevamiento de las
personas que integraban la columna, dando lugar al histórico documento
conocido como Padrón de las Familias Orientales, en el cual aparecen
6000 hombres como integrantes del ejército.
Llegó a la cúspide de su gloria en 1815, pero su triunfo fue de
escasa duración ya que en 1817 fue atacado nuevamente por las
fuerzas portuguesas, aliadas al Gobierno Central. Abrumado por la
superioridad numérica del enemigo, tras duras resistencias se vio
obligado a retirarse al Paraguay (1820), desterrándose definitivamente
de su patria.
La originalidad del pensamiento de Artigas cobra mayor relieve con el
paso del tiempo, pues supo enfrentarse a las corrientes de la época. Así
opuso la democracia a la monarquía, la autonomía provincial al gobierno
centralista y fue un esforzado paladín al federalismo.
El 29 de junio de 1815 se reunió en Concepción del Uruguay, Entre Ríos,
el “Congreso de los Pueblos Libres” llamado Congreso de Oriente. Fue
convocado por Artigas para “tratar la organización política de los Pueblos
Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las
comunidades indígenas en la economía de la Confederación, la política
agraria y la posibilidad de extender la Confederación al resto del exVirreinato del Río de la Plata”.
En este congreso, las provincias de Córdoba, Corrientes, Entre Ríos,
Misiones, Santa Fe y la Provincia Oriental se declararon independientes
“de todo poder extranjero”, al tiempo que se invitó a las demás Provincias
Unidas del Río de la Plata a sumarse a un sistema federal, ya que dicha
declaración de independencia no era una declaración separatista del Río
de la Plata. A la Liga Federal liderada por José Gervasio Artigas estuvieron
a punto de sumarse las provincias de Santiago del Estero y La Rioja
aunque en ambas al final vencieron las tropas directorales.
Envió una delegación a Buenos Aires con la premisa de mantener la unidad
basándose en los principios de: “La soberanía particular de los pueblos
será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra
revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no solo
de España sino de todo poder extranjero (...)”. Los cuatro delegados fueron
detenidos en Buenos Aires, y el nuevo Director ordenó invadir Santa Fe.
250
La invasión luso-brasileña y la guerra contra los Unitarios
El 9 de julio de 1816 se declaró en el Congreso de Tucumán la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero en el
mismo, con excepción de Córdoba, no fueron representadas las provincias
pertenecientes a la Liga de los Pueblos Libres.
El constante crecimiento de influencia y prestigio de la Liga Federal
atemorizó tanto a los Unitarios de Buenos Aires y Montevideo como al Reino
Unido de Portugal, Brasil y Algarve. En agosto de 1816 numerosas tropas
luso-brasileñas invadieron la Provincia Oriental, con la complicidad tácita
de los Unitarios que se habían fortalecido en Buenos Aires y del embajador
porteño en Río de Janeiro. Con la intención de destruir al caudillo y su
revolución, las tropas luso-brasileñas atacaron por tierra y mar.
Junto a Artigas, participaron en la defensa de su provincia sus
lugartenientes: Juan Antonio Lavalleja, Fernando Otorgués, Andrés
Latorre, Manuel Oribe, el misionero Andrés Guazurary, apodado “el indio
Andresito”. En cuanto a Fructuoso Rivera, éste traicionó a Artigas pasando
a servir a los portugueses y brasileños. Poco tiempo después el mismo
Fructuoso Rivera entraría junto a los montevideanos del “Club del Barón”
a conspirar para dar muerte a Artigas.
Debido a su superioridad numérica y material, las fuerzas luso-brasileñas
al mando de Carlos Federico Lecor vencieron a Artigas y sus lugartenientes
y ocuparon Montevideo el 20 de enero de 1817.
Indignado por la pasividad de los Unitarios instalados en Buenos Aires,
Artigas les declaró la guerra, al tiempo que enfrentó a los luso-brasileños
con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas derrotas.
De 1820 a 1850: el exilio en Paraguay
Rodeado por todos lados por los lugartenientes de Ramírez y viendo su
causa definitivamente perdida, el 5 de septiembre de 1820 Artigas cruzó
el río Paraná hacia el exilio en Paraguay, dejando atrás su patria y su
familia. La separación dejó un profundo dolor en el alma de su esposa
Melchora, que se sintió traicionada y presa del deshonor, y seguramente
vivió llena de amargura el resto de su vida.
El dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia le dio refugio, pero
cuidó que no conservara ninguna influencia política, ni mantuviera
correspondencia con nadie fuera del Paraguay. Su único acompañante
durante el resto de su vida fue el Negro Ansina.
La campaña de los Treinta y Tres Orientales inició la liberación de su
provincia del Imperio del Brasil en 1825. Pero la complicada guerra del
251
Brasil y las intromisiones diplomáticas de Gran Bretaña, sumada a las
sucesivas desilusiones de los orientales con los gobiernos porteños,
llevaron a la independencia del Estado Oriental del Uruguay en 1828, en la
cual Artigas nunca participó.
Disfrutó de su plácida ancianidad en el barrio asunceño de Trinidad,
residiendo en la propia quinta del Presidente de la República Don Carlos
Antonio López, rodeado del afecto de los paraguayos. Allí falleció, diez
años después, el 23 de septiembre de 1850, a los 86 años de edad.
¡Mi caballo! ¡Tráiganme mi caballo!
Últimas palabras de José Gervasio.
Ideario
Las raíces de su ideario tienen dos fuentes principales. Artigas leyó en
su adolescencia libros que provenían de Europa y Estados Unidos, como
Sentido común de Thomas Paine y El contrato social de Rousseau, entre
otros de autores de la Ilustración.
Lo que marcó a Artigas en su adolescencia fue su relación con los
indígenas, negros y gauchos. Se mezclaron sus raíces, su avidez, lo
que leyó y su contacto con la alta sociedad montevideana y con la parte
marginada de la sociedad.
El ideario artiguista se componía de ideas políticas, las que se expresaron
en las Instrucciones del año XIII y en la conformación de la Liga Federal.
También tenía ideas socioeconómicas que se expresaron en el Reglamento
de Tierras, el Reglamento Provisorio de 1815 de la Campaña y Seguridad
de sus Hacendados y el Reglamento Provisorio de Aranceles Aduaneros
para las Provincias Confederadas de la Banda Oriental del Paraná.
252
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
“EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL”
María Magdalena Bargas Cardozo
Centro Educativo de Alto Desempeño ¨Félix de Guarania¨
Caaguazú - Paraguay
LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA
INTRODUCCION
El tema del trabajo trata sobre La Redota: sentido, vicisitudes y consecuencias
de la misma; todo lo que Artigas hizo por su país para salir de la opresión
española que en ese tiempo tenía en su poder a todo el pueblo uruguayo.
El objetivo del trabajo es la de conocer más sobre la historia de Uruguay,
las huellas que dejó Artigas en el paso de la historia y toda la enseñanza
que le dejó a su pueblo antes de morir.
También el trabajo está pensado para indagar la forma en que se ha insertado
la independencia en los países de Latinoamérica teniendo en cuenta que en
nuestros días ha marcado un legado
en la soberanía de los países.
Las limitaciones del trabajo fueron
pocas ya que las informaciones se
pudieron encontrar en páginas de
internet y en libros.
Con toda la información que se
recaudó se pudo terminar y con la
ayuda de algunos docentes se logró
finalizar sin muchas dificultades.
En las páginas siguientes se
detallan: la Banda Oriental, la
Revolución Artiguista, la Revolución
del Río de la Plata en la Banda
Oriental, entre otros.
253
Cabe destacar que el trabajo fue de mucha ayuda para el conocimiento de
la historia del éxodo del Pueblo Oriental. Asimismo, agradezco al director
de la institución por la ayuda brindada para la culminación del trabajo,
igualmente por darnos la oportunidad de participar del Concurso Histórico
Literario “Caminos del Mercosur”.
Finalmente cabe destacar una de las frases de José Artigas
“Sólo aspiro al bien de mi Patria en la justa causa que sigo”
La Banda Oriental
La Banda Oriental, nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires
a la otra orilla del Río Uruguay, fue tardíamente poblada por los europeos.
Distintos grupos étnicos indígenas la habitaban, no demasiado numerosos
y con hábitos errantes. Desde el siglo XVII había comenzado la introducción
de ganado bovino y caballar que se convirtió en una de sus riquezas más
notorias. La explotación del cuero y el arreo de ganado llevaron a frecuentes
incursiones provenientes del norte o de la banda occidental.
Territorio fronterizo entre dos imperios coloniales poderosos, fue
reclamado como propio por portugueses y españoles. La fundación
de Montevideo en 1724 respondió más a un interés de defensa contra
los portugueses que a otros proyectos. La familia Artigas llegó como
fundadora en ese momento, compuesta por un matrimonio, los abuelos
de José, y cuatro hijas pequeñas. Recibieron una importante cantidad
de tierras inexploradas e inexplotadas como forma de compensar las
penurias de la radicación.
En el seno de esa familia patricia nació José Artigas el 19 de junio de
1764, nieto de la familia fundadora. Se ha dicho que era un hombre del
virreinato, lo que significa que su escenario, su visión del mundo, tenía
fronteras virreinales: lugares que para nosotros son hoy otros países para
él eran su mundo de referencia, “su tierra”. Desde muy joven se convierte
en un jinete incansable, conocedor de las propiedades de su familia y de
la campaña en general.
No se diferenciaba mucho de sus contemporáneos: aficionado al juego y
al riesgo, es probable que comerciara con cueros en las zonas fronterizas,
más allá del marco legal impuesto por la Corona ¿Lo legal y lo ilegal
es igual en todas las épocas? Sin duda no, y puede constituir un error
histórico grave no percibirlo.
Lo cierto es que Artigas entró en el Cuerpo de Blandengues en 1797,
cuerpo militar de jinetes creado por las autoridades españolas que
tenía el propósito de recorrer a caballo hasta los lugares más alejados
254
y escondidos en la búsqueda de ladrones y contrabandistas. Poseía las
condiciones ideales, entre ellas su conocimiento del territorio palmo a
palmo, lo que explica su rápido ascenso como militar.
En ese momento de su vida tiene lugar una experiencia que le marcará
profundamente: es designado para acompañar a Félix de Azara en la
recorrida por las casi desiertas tierras la Banda, con el propósito de conocer
sus problemas económicos, sociales y políticos, y proponer soluciones a la
Corona española. Será luego uno de los 3 más conocidos “planes de arreglo
de los campos”. Con él colabora incluso en la fundación de Batoví en las
lejanas tierras fronterizas. Sin duda, el contacto con este representante de
la Ilustración española dejó simientes en su pensamiento.
Revolución Artiguista
1. La revolución artiguista en el Río de la Plata 1811 – 1820
2. La Revolución Artiguista Grito de Asencio. Batalla de Las Piedras.
Asambleas Orientales. Éxodo. Ayuí: Conflicto entre Artigas y Sarratea.
Segundo Sitio de Montevideo. Reconocimiento a la Asamblea general de
Buenos Aires. Congreso de Abril o Tres Cruces. Instrucciones políticas
de Artigas del año XIII. Rechazo de los diputados orientales. Marcha
Secreta. Ruptura con Buenos Aires. Dominación porteña en Montevideo.
Provincia Oriental autónoma. Formación de la Liga Federal: El sistema
de los Pueblos Libres. Cierre del período artiguista de la Revolución
Oriental. Invasión Portuguesa.
3. 1811 Grito de Asencio. Batalla de Las Piedras. Asambleas Orientales.
Éxodo: 20 de Octubre de 1811 y 23 de Octubre de 1811. Batalla de Las
Piedras. J.Luis Blanes. J.Manuel Blanes. La rendición del Capitán de
Fragata José de Posadas luego de la Batalla de las Piedras, entregando
su espada al padre Valentín Gómez. La Batalla de Las Piedras fue
el primer triunfo de los revolucionarios sobre el poder español
en América. El éxodo del pueblo oriental. En 1811, los orientales
artiguistas rechazaron el acuerdo entre el gobierno de Buenos Aires y
los españoles, y abandonaron su territorio.
Óleo de Guillermo Rodríguez. La mañana de Asencio. Autor: Carlos María
Herrera - Óleo s/tela 3,03 x 1,92 m. Museo Nacional de Bellas Artes. La
ruta del Éxodo. Los Orientales llegaron al Ayuí a fines del año 1811.
4. 1812 Ayuí: conflicto entre Artigas y Sarratea. En 1812 Buenos Aires
decidió reiniciar la guerra contra los españoles que estaban en la
Banda Oriental. Al frente del ejército porteño venía Manuel de Sarratea,
a quién se le había encomendado la misión de debilitar el prestigio
de Artigas y ponerlo bajo sus órdenes. Los orientales no aceptaron a
255
Sarratea como jefe, reavivándose el enfrentamiento con Buenos Aires.
Por lo tanto, los ejércitos marcharon separados hacia Montevideo, a
la que iban a sitiar por segunda vez. Debido a las intrigas realizadas
por Sarratea, Artigas solicitó su renuncia. El conflicto terminó con el
retiro de Sarratea y su sustitución por José Rondeau como Jefe del
ejército. Solucionado el conflicto, el ejército artiguista se unió al sitio de
Montevideo, en febrero de 1813.
Encuentro entre Artigas y Rondeau en el Cerrito. Palacio Legislativo,
Montevideo, Uruguay. Ernesto Larroche. Manuel de Sarratea.
5. 1813 Segundo Sitio de Montevideo. Reconocimiento a la Asamblea
General de Buenos Aires. Congreso de Abril o Tres Cruces. Instrucciones
del Año XIII. Rechazo de los diputados orientales. Asamblea General
Constituyente se instala en Buenos Aires el 31 de enero de 1813,
interesadas por organizar el gobierno de las Provincias del Río de la
Plata. Se le llamó Asamblea General porque se reunieron delegados
o diputados de todas las Provincias y se le denominó Constituyente
porque debían elaborar una Constitución.
Congreso de Abril del año 1813 El llamado Congreso de Tres Cruces -o
Congreso de Abril– sesionó entre los días 5 y 21 de abril de 1813 en la
quinta de Manuel José Sáinz de Cavia, en el paraje extramuros –hoy día
barrio de Tres Cruces en Montevideo. Se eligieron seis diputados que
serían enviados a Buenos Aires con Instrucciones. Se establecían tres
principios fundamentales: Independencia, República y Federación. Las
Instrucciones del año XIII.
6. 1814 Marcha Secreta. Ruptura con Buenos Aires. Dominación porteña
en Montevideo. La Asamblea General Constituyente rechaza a los
diputados orientales porque se consideró que los diputados no habían
sido elegidos de acuerdo a las órdenes que ella había enviado. En
realidad, fueron rechazados porque no estaban de acuerdo con las
ideas de Independencia, República y Federación. Esto determinó la
definitiva ruptura de Artigas con el gobierno de Buenos Aires.
Para Artigas ya no era España la enemiga de la libertad de las
Provincias; el verdadero enemigo era Buenos Aires, que se negaba a
reconocer el derecho de los orientales. En 1814 Artigas se retiró del
segundo sitio y se dirigió al Litoral difundiendo las ideas federales
(Marcha Secreta). Las Provincias argentinas de Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes y Misiones lo apoyarán, cansados de la política centralista.
Fin de la dominación española en el Río de la Plata. Montevideo cae en
manos porteñas.
256
El Almirante Brown frente a Montevideo, Diógenes Hecquet. Operaciones
militares en la Banda Oriental y región del litoral, 1812-14.
7. 1815. Provincia Oriental Autónoma. Formación de la Liga Federal: El
Sistema de los Pueblos Libres. Los orientales no podían aceptar la
dominación del territorio por los bonaerenses. En enero de 1815 el
ejército oriental los vence y en febrero se retiran de Montevideo. El
día 26 por primera vez los orientales entraron a la ciudad. Toda la
Provincia les pertenecía por derecho. Entrada de los Orientales en la
Plaza de Montevideo en 1815.
Óleo de Diógenes Hecquet. Las Provincias de Corrientes, Entre Ríos,
Santa Fe, Córdoba y Misiones, junto a la Provincia Oriental, formaron la
Liga Federal bajo la protección de Artigas. Artigas fue reconocido como
la autoridad superior y llamado “Protector de los Pueblos Libres”.
Las Provincias pudieron comerciar por el puerto de Montevideo,
Maldonado y Colonia, evitando así el de Buenos Aires. El comercio con
otros países se reglamentó, protegiéndose a las artesanías locales de
la competencia de los productos europeos. Para ello se cobraron altos
impuestos a los productos importados. Artigas demostró gran interés
por los indios, en el Reglamento agrario de 1815 dispuso que se les
entregara tierras como a los blancos y a los negros.
8. Cuando la Provincia Oriental comenzó a reponerse de las guerras y la Liga
Federal estaba en marcha, los portugueses invadieron nuestro territorio
en 1816, con la aprobación de Buenos Aires, interesada en destruir a
Artigas y al movimiento federal. Artigas debió enfrentar dos ejércitos: el
portugués y el porteño. El caudillo intentó detener a los portugueses, pero
fue imposible, primero cae en manos de portugueses Montevideo y en
Tacuarembó fue vencido definitivamente. El ejército porteño se enfrentó
a los caudillos de Entre Ríos y de Santa Fe. Estos caudillos vencieron a
Buenos Aires en la batalla de Cepeda en febrero de 1820. La relación entre
Artigas y los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe se deterioró rápidamente,
ya que no reconocieron su autoridad y ambicionaron ocupar su lugar.
1816, 1817, 1818, 1819, INVASIÓN PORTUGUESA.
La Revolución del Río de la Plata en la Banda Oriental
En 1810 la constitución de una Junta Provisional Gubernativa en Buenos
Aires fue presentada por sus contemporáneos como punto de partida de
la Revolución del Río de la Plata. La primera medida de la Junta fue el
envío de circulares a todos los pueblos notificando los cambios ocurridos
en la capital y convocándolos a elegir diputados para un Congreso
General. En aquellos lugares donde las élites locales expresaron una
257
mayor resistencia a reconocer a las nuevas autoridades se enviaron
expediciones militares. Éstas se dirigieron hacia el Alto Perú o Audiencia
de Charcas (actual Bolivia) y hacia el Paraguay.
En la banda o ribera oriental del río Uruguay estos sucesos impactaron de
forma diversa. Incidió en ello que ese territorio no conformaba una unidad
jurídico-administrativa sino que, por el contrario, estaba dividido en tres
autoridades: la Gobernación de Montevideo, la Intendencia de Buenos
Aires y la Gobernación de Misiones. En Montevideo, tras un Cabildo Abierto
que contó con una presencia importante de la Armada Real, se decidió no
reconocer a la Junta como autoridad legítima.
Esta decisión realineó a las fuerzas políticas de ambas márgenes
del Plata. Las villas y pueblos de la campaña oriental repartieron sus
adhesiones entre una y otra autoridad. A lo largo de 1810 se fue tejiendo
una red de contactos y movilizaciones que proyectó la revolución en
ambas orillas del Río de la Plata, pese a los intentos de los españoles
realistas de Montevideo por interrumpir esa vía de comunicación regional.
En febrero de 1811 comenzaron en Mercedes las acciones militares del
bando patriota. Rápidamente las fuerzas “insurgentes” avanzaron por el
litoral y el este de la Banda Oriental. El 18 de mayo de 1811 las fuerzas
comandadas por José Artigas derrotaron a las tropas realistas al mando
del Capitán de Fragata José Posadas en la batalla de Las Piedras.
Ese triunfo decisivo permitió poner sitio a la ciudad de Montevideo, a
la vez que las demás poblaciones y las zonas rurales quedaban bajo el
control de las tropas revolucionarias. En enero de 1811 había llegado a
Montevideo el Brigadier Francisco Xavier de Elío con el título de Virrey del
Río de la Plata. Ante la negativa de la Junta de Buenos Aires a reconocer
su autoridad, fijó la sede de la capital virreinal en Montevideo.
Elío había ocupado antes el cargo de Gobernador y había promovido
en 1808 la destitución del Virrey Santiago de Liniers por “afrancesado”
(partidario de Napoleón) y participado decididamente en la creación de una
Junta de Gobierno en Montevideo. Presidida por él, la Junta defendía los
derechos del rey español Fernando VII, preso en Francia, desconociendo
la autoridad del Virrey y la Real Audiencia.
En febrero de 1811 Elío declaró la guerra a la Junta Gubernativa de
Buenos Aires. La flota de la sede del Apostadero Naval bloqueó de
inmediato el puerto bonaerense y controló la navegación del río Uruguay.
Tras la derrota en Las Piedras, las autoridades montevideanas aceptaron
el auxilio ofrecido por el gobierno de Portugal.
El gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el desarrollo de
la revolución
258
El ingreso de las fuerzas lusitanas a la Banda Oriental provocó que el
gobierno revolucionario de Buenos Aires iniciara negociaciones a los
efectos de acordar un “Tratado de Pacificación”. La ocupación portuguesa
representó la apertura de un nuevo frente de guerra, contra un enemigo
conocido y poderoso. El puerto de Buenos Aires se encontraba bloqueado
por la armada española que trababa las actividades mercantiles.
En el Alto Perú (actual Bolivia), la derrota de las fuerzas patriotas en
Huaquí en el mes de junio de 1811 había abierto el camino a las fuerzas
realistas del General José Manuel de Goyeneche para avanzar hacia el sur.
Por estos motivos, la Junta argumentó que era necesario establecer un
armisticio con las autoridades españolas. Detener las hostilidades en ese
frente de batalla era presentado como necesario en la difícil coyuntura
que estaba viviendo la revolución.
Tras un año y medio de guerras, las autoridades revolucionarias veían
peligrar sus proyectos políticos. La prioridad, entonces, fue concentrar un
ejército con mayores efectivos en el Alto Perú y liberar al puerto porteño del
bloqueo que estaba llevando adelante la armada española de Montevideo.
En procura de ello, las autoridades revolucionarias firmaron en ese mismo mes
de octubre de 1811 una Convención con la Junta del Paraguay. En este tratado
se estipuló la posibilidad de un vínculo confederal entre ambos gobiernos. Se
procuraba por todos los medios de evitar que la contrarrevolución pudiera
avanzar sobre la capital. Mientras que con Paraguay se había reconocido la
autonomía de su Junta y se accedía a terminar con pesadas cargas tributarias
del período hispánico, en el caso de la Banda Oriental la opción fue otra: dejar
esos territorios bajo dominio español.
Un plan defensivo: la marcha hacia el norte del ejército y las familias
El 20 de octubre se firmó el armisticio, por el cual se disponía el
levantamiento del sitio y el retiro de las fuerzas revolucionarias de la
banda oriental del Río de la Plata. Las tierras de la ribera oriental del
río Uruguay, junto a los pueblos del Arroyo de la China (Concepción del
Uruguay), Gualeguay y Gualeguaychú, ubicados en la zona de Entre Ríos,
quedaban bajo la autoridad española.
Por su parte, el virrey Elío debía solicitar el retiro del ejército portugués,
levantar el bloqueo al puerto de Buenos Aires y garantizar una amnistía
a todos aquellos que hubiesen expresado adhesión a la revolución. Tres
días después se supo en el campamento artiguista instalado sobre el río
San José que el armisticio había sido ratificado.
Los ejércitos “patrios” debían evacuar la Banda Oriental del Uruguay. Una
reunión de los vecinos que habían venido desde Montevideo con las tropas
resolvió acompañar la retirada militar rumbo a las puntas de Arroyo Grande.
259
Se conoció en ese momento, además, que Artigas tendría otro destino
militar, en la actual provincia de Corrientes. El ejército de José Rondeau
embarcó desde el puerto del Sauce hacia Buenos Aires y otra parte al
mando del Teniente Coronel Nicolás de Vedia desde el Real de San Carlos.
Varias familias orientales optaron por seguirlos y buscar refugio en la
antigua capital virreinal. El ya General Nicolás de Vedia menciona en sus
Memorias, publicadas por Andrés Lamas en 1849, que se fueron con él un
total “de 500 hombres, 200 esclavos y más de 300 personas de los dos
sexos que huían de los godos, como ellas se explicaban”.
Artigas con su ejército se separó de las fuerzas de Rondeau en la región
del arroyo de Monzón y continuó su marcha hacia al norte, en procura de
una mejor posición para enfrentar el avance portugués. El 15 de noviembre
el Jefe de los Orientales fue designado por el Triunvirato (las nuevas
autoridades revolucionarias) como Teniente Gobernador del Departamento
de Yapeyú con sede en Santo Tomé (actual provincia de Corrientes).
Junto al contingente militar, y a medida que éste avanzaba, se fueron
sumando a la marcha nuevas familias. Artigas, en un oficio a la Junta de
Buenos Aires el 13 de noviembre de 1811, se refería a las dificultades que
acarreaba tener que brindar seguridad a esas familias “que eran en tan
gran número que parece imposible designarlo, basta asegurar a Vuestra
Excelencia que nadie ha quedado en los pueblos”.
También José Rondeau informaba al gobierno de Buenos Aires que “de
todos puntos de la campaña se repliegan familias al ejército sin que basten
persuasiones a contenerlas en sus casas”. Esta emigración expresaba no
solo el temor de la población rural a las represalias “realistas” o al saqueo
de las fuerzas portuguesas; era también una opción política.
De ello daba cuenta Artigas el 14 de noviembre de 1811 desde el cuartel
general en Arroyo Negro (actual límite departamental entre Río Negro y
Paysandú) en un Oficio a la Junta de Buenos Aires: “toda la Banda Oriental
me sigue en masa, resueltos a perder mil vidas antes que gozarlas en la
esclavitud”.
La emigración o Redota en la revolución de independencia
El inicio del siglo XIX encontró a España debilitada por las continuas
guerras que había emprendido como aliada de Francia contra Gran
Bretaña. En particular, la derrota naval de Trafalgar (1805) dejó a España
sin posibilidades de ejercer el monopolio comercial con sus territorios de
ultramar. Por su parte, Gran Bretaña consolidaba su control marítimo y
amenazaba a los territorios americanos españoles, como pudo verse en
la ocupación de Buenos Aires y luego de Montevideo entre 1806 y 1807.
260
A estos factores se debe sumar la disconformidad existente en casi todos
los grupos sociales del orden colonial por las medidas que desde la
centuria anterior estaba adoptando la dinastía borbónica para centralizar
y acrecentar el control sobre sus posesiones americanas. En este contexto,
la ocupación napoleónica a la península Ibérica y el cautiverio del monarca
Fernando VII en mayo de 1808 profundizaron la crisis monárquica.
Tanto en España como en América se rechazó al “invasor” y se formaron
Juntas de Gobierno que declararon su fidelidad a Fernando VII. Se iniciaba
con ellas el proceso revolucionario en los territorios americanos. En
dos décadas el mapa político se transformó radicalmente. Las antiguas
colonias hispanoamericanas lograron su independencia -con la excepción
de Cuba y Puerto Rico- dando lugar a la formación de varias repúblicas.
¿Cómo impactaron estos acontecimientos
en el desarrollo de la revolución?
La emigración de las familias que ocupaban la Banda Oriental del Río Uruguay
siguiendo al ejército artiguista para no quedar sometidas al “yugo” español y a
las fuerzas lusitanas “invasoras” constituyó un hecho de gran significación en el
proceso revolucionario iniciado en 1810. Para las autoridades revolucionarias
de Buenos Aires la instalación en tierras entrerrianas del ejército artiguista y
la población civil que lo acompañó representó un antemural ante un posible
avance portugués más allá del Río Uruguay.
También constituyó en cierta forma una amenaza, porque desde allí
Artigas estimuló una alianza ofensiva-defensiva con el gobierno del
Paraguay y con los pueblos guaraní- misioneros. José Artigas emergió
como una figura política y militar de peso en la revolución, por el respaldo
de los pobladores de la Banda Oriental que lo nombraron su Jefe y por el
apoyo ofrecido por los “indios bravos”.
Por otra parte, la experiencia vivida como “pueblo” durante los once meses
que duró la emigración generó lazos de identidad entre quienes optaron
por acompañar la marcha del ejército, a la vez los distanció de aquellos
que se quedaron o emigraron a Buenos Aires.
Conviene precisar que nos estamos refiriendo al término “pueblo” como
sinónimo de “cuerpo territorial y moral”, que dentro de la monarquía
española podía emerger como sujeto soberano. “Un pueblo sin cabeza,
tal era el Pueblo Oriental después de la ratificación de los tratados de
octubre – escribe Artigas a Sarratea desde el Ayuí el 10 de agosto de
1812- entonces pudo constituirse y se constituyó, sino bajo las formas
más o menos propias, al menos bajo las más legales.”
261
Como ha planteado la historiadora uruguaya Ana Frega, en el transcurso de estos
años la voz “oriental” comenzó a teñirse de significado político, no solo designó un
espacio geográfico cuyos límites eran aún imprecisos, sino también a un proyecto
que encontraba en la “soberanía particular de los pueblos” su fundamento.
Defender a la “patria se constituyó en un baluarte de este pueblo en
marcha, pero ésta dejó de aludir a su dimensión territorial –el lugar dónde
se nace- y se transformó en expresión de un ideal moral y político: el lugar
dónde los hombres viven en libertad.
El derrotero de las fuerzas comandadas por el “Jefe de los Orientales”
El 20 de mayo, tras el triunfo de Las Piedras, las fuerzas orientales habían
puesto sitio a Montevideo. A fines de mes, el ejército vencedor había establecido
su campamento en el Cerrito en un punto que por sus características
facilitaba el dominio del espacio distante a la Plaza. La llegada del Coronel
José Rondeau, establecido en Arroyo Seco el 1º de junio, completó la línea
sitiadora que se extendió desde Punta Carretas hasta el Miguelete.
No bien tomada esta nueva posición se produjeron enfrentamientos con
partidas españolas, según reseña la Gazeta de Buenos Ayres el 27 de
junio de 1811. La asamblea realizada en la Quinta de la Paraguaya el 10
de octubre de 1811 decidió la continuidad de la lucha aún después del
retiro del ejército enviado por el gobierno de Buenos Aires.
Procurando evitar quedar entre dos fuegos –las tropas portugueses
estaban avanzando sobre Montevideo-, dispuso el levantamiento del sitio
y la retirada al río San José. Fue en ese punto donde las fuerzas orientales
tomaron conocimiento de que el armisticio había sido finalmente ratificado
y que estos territorios quedaban bajo la jurisdicción de Montevideo.
Para autores como el historiador Agustín Beraza en su obra “El pueblo
reunido y armado”, estos hechos generaron un cambio en la estructura
y en la organización de las armas orientales. Ligadas fuertemente a la
tradición miliciana, no habían experimentado el proceso transformador
pretendido por el Superior Gobierno de Buenos, que apostaba a la
profesionalización para mejorar la capacidad bélica de sus fuerzas.
Beraza defiende la idea de que la ruptura provocada por el armisticio
generó cambios en la estructura de las fuerzas orientales, obligando a
un progresivo abandono de las formas propias de las milicias de vecinos
-formadas principalmente para la defensa local y sin servicio permanente-,
para adoptar la estructura de un ejército de línea. Hasta ese momento, el
grueso de las fuerzas orientales provenía de la formación de cuerpos de
milicias locales, a excepción del Cuerpo de Blandengues creado a fines de
1796 y del cual José Artigas era Capitán.
262
Las comunicaciones de Artigas durante la retirada hacia el norte, con la
presión que significó el traslado de miles de personas hasta el cruce del
Río Uruguay y las exigencias de la guerra, dan cuenta de su preocupación
por la reunión del mayor número posible de armas y de hombres, tratando
de evitar el desarme de los vecinos.
Toda la Banda Oriental sigue al General Artigas, dirá José Elías Carranza,
comandante de Paysandú, en comunicación del 31 de octubre de 1811.
Esa fuerza heterogénea y policroma de la que habló Beraza, que incluyó
a hacendados y peones, a desposeídos del campo y a sectores fuera de
la ley, también lo hizo con los esclavos propiedad de los patriotas y con
los fugados de los españoles que procuraban su libertad y con los indios
misioneros, charrúas y minuanos.
Pese a la incorporación no regular de estos dos últimos grupos, sintetizada
en sus campamentos al margen de los del ejército, tuvieron una importancia
de primer orden que queda de manifiesto por la convocatoria a los caciques
que Artigas hace a través de Carranza el 2 de noviembre de 1811.
En diciembre de 1811, el Gobierno de Buenos Aires ordenó el “arreglo” de
las tropas en una organización militar dotada de regimientos de infantería
y caballería, previendo instrucción regular y fijando las características de
los oficiales.
Se regulaba también la dotación de armamento, excluyendo la gente
sobrante para alivio del erario. Para su puesta en práctica, las autoridades
dispusieron el envío a José Artigas de “60 ejemplares de los títulos de las
Reales Ordenanzas, etc. y el manejo del arma mandado observar en todo
el ejército por este Superior Gobierno”.
En su comunicación del 7 de diciembre de 1811 a la Junta del Paraguay
en busca de apoyo, Artigas informaba que contaba con unas pocas “tropas
veteranas” que se ajustaban más a la definición de un ejército regular, y
con “cinco mil vecinos orientales”, que en poco tiempo habían conformado
“un ejército nuevo, cuya sola divisa era la libertad”.
Enviado por la Junta del Paraguay -recibido con honores en el Cuartel
General de Artigas debido a la importancia que la alianza con esa provincia
podía representar- el 3 de marzo de 1812 el Comisionado Francisco
Bartolomé Laguardia dio las noticias a la Junta sobre el Ejército Oriental:
“El Ejército se compone de cuatro o cinco mil hombres armados con
fusiles, carabinas, y lanzas reuniendo dos divisiones, y varias partidas,
que se hayan ocupando varios puntos, e inclusive la División de Pardos”
… “Cuatrocientos Indios Charrúas armados con flechas y bolas, y estoy
persuadido que aún en los Pueblos de Indios ha dispuesto formar sus
compañías” … “La tropa es buena, bien disciplinada, y toda gente aguerrida
263
la mayor parte compuesta por los famosos salteadores, y gauchaje que
cursaron estos campos, pero subordinados al General, y tan endiosados
en él que estoy en que no han de admitir a otro jefe, en caso que Buenos
Aires quiera sustituir a éste”.
José Artigas y el fin del período
Los años siguientes, de 1816 a 1820, fueron difíciles para el artiguismo
y concluyeron con su derrota militar definitiva. Los problemas con
Buenos Aires se habían agudizado. El gobierno de esa ciudad veía en los
artiguistas, y por supuesto al propio Artigas, como un peligro que era
necesario destruir.
Lo acusaban de atacar la unidad de los territorios con sus propuestas
de federalismo, pero el gobierno de Buenos Aires no tenía demasiadas
posibilidades de terminar con él y con su gente, por los problemas que
tenía en distintos frentes. Por un lado la persistencia de la guerra con la
resistencia española en el Alto Perú, y por otro la alianza de la Provincia
Oriental con las otras provincias de la Liga lo hacía imposible.
La liquidación del “problema artiguista” necesitaba ayuda, y se recurre a
Portugal. Los portugueses seguían reclamando extender sus territorios
hasta el río Uruguay. El gobierno de Buenos Aires les pidió auxilio, y en
1816 comenzó la invasión de alrededor de 16.000 soldados, que avanzaron
rápidamente en la Provincia Oriental. En enero de 1817 entraron en un
Montevideo que los recibió como “pacificadores”, mostrando la continuidad
de su resistencia a la propuesta artiguista, que el patriciado consideraba
peligrosa y desestabilizadora.
Las tropas artiguistas, débilmente armadas y agotadas, no pudieron
hacer frente al enemigo. La situación se hizo definitivamente desesperada
cuando sus antiguos aliados, los caudillos de la Liga Federal, lo abandonan
en medio de lo que los historiadores han llamado la “crisis del año 20”.
Sólo habían quedado a su lado los más pobres: indios y gauchos. El año
1820 fue el último de la presencia física de Artigas en su Provincia. A
los 56 años decide ir hacia Paraguay, tal vez en la esperanza de obtener
apoyo para su proyecto federalista. Pero no habría de volver, y moriría en
ese exilio treinta años después.
Conclusión
Con el presente trabajo tuve una participación estudiantil en la historia de
Uruguay, la cual desconocía, pero en la investigación de su historia llegué
a conocer todo lo que Artigas hizo por su país.
264
El gran hombre que Uruguay tuvo en su historia Artigas “El Protector”.
Decían que el volvería desde el otro lado del destierro y de la muerte física
a dar su imagen como símbolo fundamental. La patria vieja se habría de
convertir en raíz de la patria por construir, y el General llegaría a ser el
“Padre Nuestro Artigas”.
Artigas luchó por su pueblo hasta no poder más pero no pudo hacer mucho
contra las fuerzas de Argentina, aunque tenía el apoyo de los pobres y de
los indios. En el año 1820 y con 56 años de edad Artigas va a Paraguay, en
esperanza de que le brinden apoyo, pero decide quedarse para no volver a
su tierra natal, esperando su muerte que llegó 30 años después.
Hubo pequeñas dificultades en encontrar la información pero con
mucha búsqueda y ayuda de algunos docentes logré recabar algunas
informaciones que me ayudaron a terminar el trabajo.
Espero que más jóvenes se unan en conocer la historia de toda Latinoamérica
y enriquecer más sus conocimientos sobre la misma, y así instar para que
sigan adelante en sus metas propuestas y logren todo en la vida.
ANEXO
José Artigas
265
Estatua de Artigas en
Plaza Independencia de Montevideo
bandera echa por Artigas.
BIBLIOGRAFIA
http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89xodo_Oriental
http://es.wikipedia.org/wiki/Banda_Oriental
http://ipes.anep.edu.uy/documentos/articulos_2004/Documentos_art/pdf/artigas.
http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-URUGUAY/Dia%20del%20
Patrimonio-Revista%202011-%20LA%20REDOTA
WHITE, Richard Alan, “La Primera Revolución Popular en América”, pp. 137 al 138.
266
Tania Sofía Schaefer Czeraniuk
Colegio Juan XXIII
Encarnación, Itapúa, Paraguay
Uruguay es conocido por el nombre de “República Oriental” y esa
orientalidad es una identidad que nace antes de su independencia. “El éxodo
del pueblo oriental”, popularmente llamado “La Redota” (pronunciación
incorrecta de derrota), es un hecho histórico que tiene asociación directa
con la independencia uruguaya, ya que con él nace el sentimiento de ser
únicos, distintos a los porteños, españoles u otros pueblos, es decir, de ser
una patria incluso antes de su libertad.
El que tantas familias hayan decidido seguir voluntariamente a José
Gervasio Artigas, caudillo de la Banda Oriental, luego de que éste
decidiera marchar al norte tras haberse firmado el armisticio entre
porteños y españoles, me ha impresionado. Decidí buscar en Internet y,
en algunos libros, más datos. Encontré una gran variedad de información
que desconocía. Elegí entonces escribir un cuento con la intención de
responderme una pregunta: “¿Qué sintieron esas personas?”. Mientras
escribía busqué ponerme en el lugar de aquellos que se vieron forzados
a tomar una decisión que cambiaría sus vidas. Es así como nace Blanca.
BLANCA LIBERTAD
Silencio, solo queda el silencio.
Si viví todo lo que tendría que haber vivido, no sé… pero fue a pleno, aun en
este mundo de esclavos y secretos. De mi tierra y de su olor.
Me llamo Blanca y amo el mar desde la única vez que lo he visto. Recuerdo
su sonido y el olor, eso me ayuda a dormir, incluso en las peores noches…
porque esas existen. Existen como consecuencia de estos días, estos días
que hace años prometían cambio, estos días en que nada parece igual a
lo que imaginé.
Camino, piso con todas mis fuerzas, decaigo pero no paro de andar. Un
joven viene y me ofrece sentarme a descansar, pero no quiero ser una
carga para nuestros soldados, jóvenes con un mismo ideal, seguidores del
máximo defensor del pueblo, Artigas. No sé su nombre, mi hijo siempre lo
llamaba así y Artigas me recuerda a él.
Aunque, últimamente, todo me recuerda a él. “La muerte no es muerte si es
por una causa y las causas del pueblo no admiten la menor demora”, decía
citando a su líder. Mi hijo, Javier, lo admiraba tanto, a veces pienso que al
no conocer a su padre, halló en él los ojos de un posible ejemplo a seguir.
267
Dolor, eso es todo lo que siento en estos momentos. Hoy es 2 de noviembre.
“No te pongas así, sabes que él tiene la suerte de no pasar por esto”.
Debería encontrar consuelo en ello. Pero miro a mis nietos y es a mi hijo a
quien veo. Seis meses largos hace hoy desde que se fue.
Nunca podré describir su fuerza, toda de corazón. Había sido herido en la
batalla de Las Piedras, demostró su habilidad como soldado; un guerrero
dispuesto a todo para cumplir su objetivo. Obtuvo la victoria y, como
consecuencia, pocos días de vida. Pero aguantó y jamás derramó una
lágrima frente a sus hijos, él no dejaría que sufran lo mismo que él. “Tenés
que ser fuerte por mis hijos, tus nietos” y yo no podía contestar. “No quiero
dejarte sola, es lo que más lamento”. Y yo seguía sin poder contestar. Mi
silencio no decía nada, se mantenía impasible en el tumulto de las olas.
No dije nada el día que murió. Mis movimientos eran solo los involuntarios
y la verdad, que suena egoísta, me dejó de importar el resto. Nada era
necesario, nada estaba primero, nada, todo era nada. Nada excepto mis
nietos. Los veía jugar en el día y llorar por las noches, huérfanos en vano,
víctimas de lo que no tenían culpa.
Viéndolos entendí algo que cambiaría mi vida para siempre, viéndolos
pude comprender a mi hijo. Supe, entonces, que las cosas no podían
seguir así y que confiaría en Artigas como lo hizo Javier. Viéndolos supe
que mi gente y yo somos distintos.
Cruzamos el arroyo Perdido, la armonía del agua al correr me transmite
paz. Me refugio tímidamente en un respiro. No será duradera, por eso le
dedico mis únicos momentos de desdicha y de nostalgias, sabiendo que
tuvimos un tiempo mejor.
Octubre, si mal no recuerdo, el veintitrés. Sufrimiento, solo eso podría
esperarse. Estaba hecho, los papeles se firmaron, el reloj de arena se
dio vuelta y un punto sin retorno esperaba la decisión final. ¿Qué haría
nuestro líder ahora? “¡Lo han hecho!” gritaban los jóvenes. Así era, la
junta de Buenos Aires y los españoles certificaron la paz. ¿Y nosotros?
Nosotros no estábamos incluidos, no en sus planes. Nosotros, entonces,
¿no importábamos? Nosotros, entonces, ¿a sus órdenes? ¿Qué haría
nuestro líder ahora?
Traición. La lealtad pisoteada, ¿acaso no buscábamos lo mismo? Traición, el
pueblo porteño y su traición, nuestros hermanos y su traición. Abandonados
en medio de la pena, el llanto y su traición. ¿Qué haría nuestro líder ahora?
¿Sublevarse o doblegarse? Yo entendía esto y el porqué sucedía. Claro
que los porteños nos habían traicionado por su conveniencia. “Háblales
de riquezas y hacen todo lo que quieras”, mi hijo me había enseñado a
interesarme más en las cuestiones políticas, por mi propio bien.
268
Era imposible determinar lo que vendría después, pero de algo estaba
segura: el cambio era imparable. Más tarde escuché rumores de que
se había tomado una decisión: ni rendimiento ni arrepentimiento.
Nadie bajaría las armas y mucho menos los brazos. Listos en cualquier
momento que se precise, dispuestos a reanudar la batalla cuando fuese
necesario. ¡Somos un pueblo!, me dije. Es hora de actuar por él, pensé.
Así me despedí de mi hogar. Jamás imaginé que emprendería un viaje tan
largo y doloroso, pero no volvería a cambiar lo sucedido. Algo raro en mí
empezaba a nacer, un sentimiento desconocido. De improviso me sentí
orgullosa de mi pueblo. Fue entonces cuando empecé a caminar.
Todo parece lejano, hace solo unas semanas que salimos de San José, mi
antiguo hogar. Ahora mi casa es la tierra y mi hogar está en las familias que
me rodean. He oído decir que a kilómetros de nosotros se van sumando las
personas, seguras de que esto es lo mejor que puede suceder. Hoy estamos
a orillas del Río Negro. Además, hoy conocí a Elsa, es una simpática mujer
que nunca se casó ni tuvo hijos. “Pero Blanca…”, me dijo, como si fuéramos
amigas de toda la vida, “nunca nadie es lo suficientemente bueno”. Acá
todos somos amigos de todos y hay muy pocos secretos.
Elsa tiene una historia bastante peculiar. Quemó su casa con todas sus
cosas, agarró su carreta, y con un poco de comida, siguió a nuestra
caravana. Lo que me sorprende no es que haya quemado su casa, muchos
de los que estamos acá lo hicieron, pero siendo una mujer soltera que no
había pasado por grandes sufrimientos, ¿por qué dejar todo para seguir
un camino sin destino fijo? Al menos yo no sé mi destino. “Es mi gente,
Blanca, yo no soy nada sin mi gente”, me dijo. No pregunté más.
Desde que conocí a Elsa duermo en su carreta. Mis nietos son niños
fuertes pero mi espalda no creo que aguante mucho tiempo más. Gracias
a Elsa tengo más horas de sueño. Gracias a Elsa también he hecho más
amigos, por ejemplo, hoy conocí a Julián. Él participó en la misma batalla
que a Javier le quitó la vida. Lastimosamente perdió un brazo y nunca más
pudo entrar en combate… “lastimosamente”.
Julián se acuerda de él, me dijo que alguna vez habló de mí y que le dijo
que me extrañaba, y que extrañaba también la comida que cocinaba. Yo
extraño cocinar, y a decir verdad, todos extrañamos la comida hecha en
casa, todos extrañamos tener una casa.
Julián tiene una esposa a la que le llamamos Cristi, con ella compartimos
los recuerdos de la desesperanza de tener un ser querido en la guerra
“¡No sabes lo que era!”. “Si sabe”, le decía Elsa cuando se daba cuenta de
mi tristeza; “Ella sabe de dolor Cristi”. Y la muchacha se callaba un rato,
hasta que veía algo que le recordaba otra cosa que había sucedido en
algún lugar con no sé qué personas. Así pasábamos las horas, hablar es
269
la mejor forma de evitar el sueño. Y hablar, para mí, es la mejor forma de
protegerme de mis pensamientos.
Miro el río y más allá la luna. No me gusta pensar porque la mayoría de
las veces solo imagino desconsuelo. Pero hoy es diferente, hoy no estoy
pensando en nadie más, estoy pensando en mí y en el presente indiferente.
El futuro no me pertenece y el pasado es todo lo que me queda. El pasado
es el único lugar donde aún hay primavera. Aunque muchas personas
estén en él, solo unas pocas pueden tener acceso a ciertos recuerdos.
Hoy, trece de noviembre, ha sucedido algo sorprendente. He conocido a la
familia Pérez, otra familia que luego de quemar su casa se puso a disposición
de Artigas. Lo increíble es el motivo; “Temíamos las consecuencias”. Y eso
fue suficiente, entendí todo. Una de las últimas conversaciones con mi hijo
me ayudó: “Estamos jugando con fuego, esto va más allá de las batallas
y los combates”, me comentó una noche; “Francisco Javier de Elío hará
todo lo posible para que no olvidemos estas batallas y no importará que él
sea nuestro gobernador, aún peor, se encargará de que su venganza sea
recordada para siempre”.
Me dio un temblor, Javier lo notó y dijo “pero para eso tenemos a Artigas,
él nos guiará”. Así fue que los Pérez no siguieron a nuestro líder porque
era lo correcto, no lo siguieron porque amaban a su pueblo, lo siguieron
por el terror de la tortura y la pérdida.
Mi hijo se casó cuando tenía veinte años, su prometida tenía diecisiete.
María era la hija de un importante militar al que solo vi el día del casamiento.
Estaban muy enamorados y parecían el matrimonio feliz, seguramente lo
eran. Al año de casados tuvieron su primer hijo, un varón, mi primer nieto.
Manuel era la criatura más hermosa que había visto y cuando sonreía sus
ojos brillaban como estrellas en la oscuridad. Pasado un año más nació
la nena, alegría y tristeza, fue amor por la vida y odio por la muerte. Se la
bautizó con el nombre de María, como su fallecida madre. Mi hijo se había
convertido en un viudo, con dos hijos bebés, a los veintidós años. Desde
el momento en que tomó a mis nietos en brazos y levantó la cabeza, supe
que nunca les faltaría nada.
“José, Artigas se llama José”, me lo ha dicho mi nieto de cinco años, y es
que se ha hecho amigo de un muchacho mayor que también se llama
José. Aunque me gusta que haga amigos, este me parece un poco mayor
y rebelde. Una vez lo escuché discutir con su madre y la forma en que
la trataba. Creo que tiene trece años y no entiende la importancia de
vivenciar valores como el respeto. Debería ponerme en su lugar, esa edad
es muy difícil. Lastimosamente, en esta situación, nadie puede darse el
lujo de ser caprichoso.
270
José se acercó a mí y preguntó por Manuel, “Está durmiendo con su
hermana, no le vayas a despertar”. Contestó con unas palabras entre
dientes que no entendí, pero no importó. Jamás me lo hubiera imaginado,
sucedió algo inesperado. José empezó a gritar y estirarse de los pelos,
gritando “Odio esto, odio a esta gente, odio a Artigas y cualquier persona
que lo siga”. Y lloraba, pero no parecía llanto de niño, lloraba como si su
vida dependiera de ello.
Me asusté pero reaccioné. Fui hasta su lado lo más rápido que pude y
le estiré la oreja hasta que se calló. “Vení, vamos a la carreta”, le dije.
Primero se negó pero cansado de caminar cedió ante mi propuesta. “Dale,
vení, sentate, te voy a contar una historia”. José se sentó pero, enojado,
seguía sollozando.
“Hace mucho tiempo nuestro pueblo no existía, en estas tierras solo se
encontraban nuestros ancestros, nativos del lugar. Solo quedan unos pocos
de ellos. Vivían a su manera y tenían sus propios conflictos, hasta que llegó
uno mayor. España y los españoles decidieron hacer suyas estas tierras y
también a las personas, tratándolas como objetos, y olvidándose de que,
como ellos, los nativos eran seres humanos. Pasaron muchos años y los
españoles tuvieron hijos con las mujeres aborígenes, así se fue creando
nuestro pueblo. Personas que tenían una visión, progreso era todo lo que se
esperaba. Un pueblo que albergaría a todos sus habitantes en paz y justicia.
Pero los españoles no querían eso; los españoles querían que hagamos
solo lo que ellos nos mandaban hacer, y lo hicimos durante mucho tiempo”.
José escuchaba, en silencio, con una cara ahora más tranquila. Y ella
continuó: “Pero las cosas cambiaron, descubrimos que tenemos una
propia identidad”. Ni yo creía las palabras que estaba diciendo, palabras
que salían de mi boca pero provenían de mi corazón. “Tenemos una
identidad y no nos la puede quitar nadie. Nadie puede someternos a
creer en lo que no queremos, hacer lo que no queremos, querer lo que
no queremos. Y ese hombre al que odias, ese hombre que lleva tu mismo
nombre, ese hombre jamás permitirá que no reconozcan esa identidad,
ese hombre decidió protegernos aun cuando suponíamos una molestia
para su ejército, ese hombre hará que nuestro pueblo sea respetado,
porque recuerda siempre: ´somos uno, somos distintos´. Y antes de que
diga nada José agregó ´somos el pueblo oriental´ ”.
La charla me ha dejado exhausta pero con un sentimiento agradable. Me
agrada el chico, se nota que es inteligente, solo necesita a alguien que le
ponga límites. Dejaré a Manuel jugar con él.
Hay algo que dije que me tiene pensando desde hace mucho tiempo “aun
cuando suponíamos una molestia”. Artigas no nos quería detrás de él
271
en un principio, o al menos eso me dijo Julián, y él sabe de estas cosas
casi tanto como sabía mi hijo. Le pedí que me explicara mejor, “cuando
emprendió su viaje hacia el norte jamás imaginó llevar tras suyo más
gente que sus propios soldados. Cuando vio que la gente lo empezaba a
seguir, primero se disgustó pero algo le hizo cambiar de opinión y según
dicen somos más de diez mil los que vamos junto a él”.
Creo que sé qué le hizo cambiar de idea. La necesidad de protegerle a
una persona, algo parecido al instinto maternal. Inexplicable y perfecto.
Somos su gente y él nos protege, es por eso que le seguimos. No podemos
confiar en nada y él es lo más seguro que tenemos. Estaremos a su lado
pase lo que pase.
“Abuela ¿ya que es mi cumpleaños, podemos dejar de caminar?”. Manuel
cumple seis años este primero de diciembre y no puedo contestar esa
pregunta. “Vení Manuel que yo te alzo”, le dijo el mayor de los hijos Pérez.
Este es uno de esos momentos en el que cuestiono qué estamos haciendo.
Y como momento, lo suelo evitar.
A veces me asaltan las dudas inevitables, el porqué de las cosas y el porqué
del porqué. Entro en una batalla interna y empiezo a debatir si lo que hice
está bien o mal, lo más probable es que termine en el suelo, muerta por
mis propios pensamientos. Pero hay otros momentos, unos más felices.
Momentos en los que nada parece ser lo que es. Momentos en los que
miro alrededor y escucho a mis amigos hablar, como si fuéramos una gran
familia dirigiéndonos a un lugar perfecto y el camino es igual de perfecto.
A veces también me imagino llegando a casa, pero no a la casa de siempre.
La casa donde vivíamos el padre de Javier, Javier y yo. Solo que en este
caso, además de ellos, también estaban mi nuera María y mis dos nietos.
El día en el que todos nos sentemos en la misma mesa llegará, pero por
el momento solo puedo imaginar ciertas sensaciones.
Ya tengo destino. Julián vino corriendo cuando se enteró de las noticias. “Salto
Chico, Blanca”. No sé dónde quedará eso ni si nuestra estadía será duradera,
pero es agradable tener una respuesta a las preguntas de mi nieto. La pequeña
María es tan calmada. A veces me preocupa y tengo el presentimiento de que
entiende todo lo que pasa, aunque con sus tres añitos eso parece casi imposible.
De todas formas ambos niños se están cansando de eso.
Estamos cerca dicen... ¿Cerca de qué…? ¿Cerca de quién…?
La caminata ha hecho que la piedad aumente en vez de volvernos seres
más duros e insensibles. Alguien se cae, nosotros lo levantamos, alguien
tiene sueño, nosotros lo mantenemos despejado. Incluso si alguien está
aburrido, nos encargamos de que tenga al menos una conversación que
lo entretenga. Somos uno, somos distintos.
272
He visto el cielo últimamente. Sé que no es relevante ni aun posible, pero
un cuervo parece seguirnos… seguirme. Lo he visto volar sin hacer ruido,
agitar sus alas, hipnotizándome, rompiendo el viento. Quizá pueda percibir
las heridas de algún alma como la mía, y entonces, espera. Espera a que
lentamente me extienda por el piso.
Paso tras paso veo que ya no dejo huellas. ¿O es mi imaginación? El aire
se ha vuelto más pesado los últimos días. El sol ha hecho que los colores
se vuelvan menos vivos, casi percibo todo en un mismo tono. Mis nietos
están más distraídos, por suerte son niños. Ya no preguntan por su padre,
y yo no tengo intenciones de rellenar su ausencia con el recuerdo de un
difunto que está perdido entre mi memoria y la muerte. Prefiero que no lo
hagan como yo, prefiero que se acuerden como se recuerda a un primer
amor, o a la lluvia cuando se está por dormir.
Estamos cerca dicen… ¿Cerca de qué…?
Dije que no lo haría. Pero el cuervo sobre mi cabeza hace que discuta con
todos y con todo, incluso conmigo misma. No se trata de Javier, se trata de
su padre. Él no tenía ideales pero también se fue, él no fue un héroe, pero
también se fue. Javier creyó que murió cuando fue a cazar un jabalí. En
realidad, murió de amor. Amó siempre a otra mujer, y el jabalí no fue un
animal sino un cuchillo. Guardar tantas cosas en silencio hace más larga
la lista de penas y más urgente el final de este camino… ¿Cerca de qué?
Me pregunto qué querrá el cuervo, me pregunto si alguien más lo ve. Parece
que se ríe, parece un enviado de los porteños… parece un español en la espera.
Ya hace tiempo que caminamos. Igual que yo muchos perdieron la cuenta
de los días, pero no su esperanza. No podríamos imaginarnos como sería
no caminar, pero parece que hay noches más cortas en los últimos días,
estamos cerca… dicen. Apenas el sol nace volvemos a salir, mi voluntad no
se quiebra, pero la edad no viene sola. Y casi no puedo ver. A veces, con la
brisa de noche, me cuesta respirar. Espero que nadie sospeche que estoy
más débil. No quiero la ayuda de nadie para seguir la marcha.
Tengo una nueva actividad y con nueva me refiero a una que antes de
emprender este viaje jamás hubiera realizado. Consiste en hacerme
preguntas, preguntas que casi nadie se pregunta. Hoy tengo una
interesante. Estos días han sido más cansadores que los demás pero
descubrí que cuando me rodeo de gente a la que quiero me siento mejor.
¿Por qué queremos a las personas? Busqué respuestas de todo tipo. ¿Por
qué esta gente me entiende? ¿Por qué esta gente es mi compañera día a
día? ¿Porque siento que me conocen y yo los conozco a ellos?
Interrogantes, ese fue mi resultado hasta que vi correr a mi niña María
y supe el porqué la amaba. No la amo porque es mi familia, no la amo
273
porque la conozco ni porque sufrimos juntas día a día. La amo porque
sí. Porque siento que la amo, como amo a todas estas personas, estas
diez mil personas a mí alrededor, porque mi corazón dice que está bien,
porque amo a mi pueblo. Y porque amo a mi pueblo justifico todos mis
dolores. Y es razón suficiente.
Otra pregunta que me hice alguna vez fue ¿Por qué algunas personas
pasamos por cosas que otras jamás pasarán? Yo no quise alejarme de
mi tierra, yo no quise que mi hijo muriera, que mis nietos se quedaran
huérfanos y que mi pueblo tenga que salir de sus casas y sobreponerse
a lo que sea. Podría pensar que es injusto, pero me siento mejor y me
siento especial. Aguantando todo esto descubro en mí y en mi gente una
fuerza que otras personas jamás tendrán. La unión y lealtad que estamos
demostrando jamás será más grande y maravillosa en ningún otro lugar.
Y sí, puede que suela envidiar a los que no están presentes e incluso a los
que perecieron, pero ténganme envidia a mí porque, si con palabras no
puedo explicar el amor que siento por esta sangre que corre en mis venas,
ahora, caminando, lo estoy haciendo.
No sé cuánto más seguiré, pero sé hasta dónde queremos llegar. Ya no
pienso en el futuro, por lo menos no en el mío. Sé que no viviré lo suficiente
para curar todas mis heridas y que me iré con ellas. Pero imagino a mi
pueblo, sin estar. Veo progreso y respiro el aire limpio, veo a mis nietos
y sus hijos riendo, ¿Hace cuánto tiempo no escucho ese sonido? Pero lo
más importante, lo que me saca una sonrisa y unas lágrimas, los veo
libres. Quizás nunca hablen de mí, pero estoy presente, porque sé que
nunca olvidarán mi enseñanza, mi legado: “somos uno, somos distintos,
somos el pueblo oriental”.
“¿Dónde estoy.?”. “¡Ay Blanca!”. Pero yo sentía que algo estaba pasando.
A lo lejos vi correr a un hombre. “¡Estamos llegando!”, gritó. ¿Javier?, no,
no era Javier, ¿era Julián? “¿Dónde?”. “A la libertad Blanca”; “Al cese de
nuestros sufrimientos”. “¿Salto Chico?”. “Dicen que Artigas ha ordenado
parar”. “Vamos a nuestras casas”. “A nuestras nuevas casas, Blanca”.
“¿Y mis nietos?”. “Ellos están bien”. “¿Y Javier?”. “¿Qué te pasa Blanca?”.
“¿Dónde está Javier? Javier te extraño, Manuel y María también”.
“¿Qué le pasa a mi abuela?”. “Dale Javier, vení”. “Vení vos, Blanca, seguí
caminando, dale que ya llegamos”. “No, Javier, no me hagas esto, hijo
querido ¡cuánto te extraño! mi hermoso y pequeño Javier, ¿a dónde
vamos?”. “A la libertad, mamá”.
274
CONCLUSIÓN
Basándome en datos reales escribí este cuento en el cual el personaje
principal, en sus últimos años de vida, forma parte de la marcha oriental.
A través de él viví sus emociones, penas y alegrías como si fueran mías,
me ubiqué en esa travesía y entendí el porqué no rendirse, es decir, el
porqué caminar.
La independencia de Uruguay se dio años después, sin embargo, la
emigración colectiva de los habitantes de la banda oriental en el éxodo
que siguió a José Gervasio Artigas después del armisticio de 1811 fue
la semilla que dio lugar al nacimiento del ser uruguayo. Me conmueve
el amor tan grande que estas personas sintieron por algo inmaterial, la
libertad. Es por eso que a lo largo del cuento destaco la frase “Somos uno,
somos distintos, somos el Pueblo oriental”.
275
Guido Erico Morel Torres
Colegio Nacional de la Capital “General Bernardino Caballero”
Capitá – Asunción – Paraguay
EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL.
“La causa de los pueblos no admite demora”7
El heroísmo del pueblo Oriental del Uruguay:
Al decir pueblo oriental, me refiero al Uruguay, aquella nación que
significa río del urú (ave de la familia odontophorus —perdiz, codorniz—
que habita en bosques tropicales y llanuras áridas)8. Es la versión del
naturalista español Félix de Azara y que tanto se parece a mi país el
Paraguay, hasta en el nombre de origen guaraní.
Este país oriental inicia su peregrinaje hacia el interior de sí mismo
en busca de un ideal de nación, atravesando aquel suelo cubierto por
pastos naturales y una red hidrográfica que lo recorre. Hoy día está
situado entre los paralelos 30° y 35° de latitud sur, a orillas del Atlántico
y del Río de la Plata9.
Pareciera una ironía del destino, del azar o del devenir histórico que
aquella nación que originalmente estuvo habitada por indígenas
Charrúas, visitada por primera vez por Juan Díaz de Solís, quien fue
muerto por los mismos aborígenes; de la mano de Artigas sentara
las bases de su independencia pero que también fuera éste quien
se distinguiese durante su juventud, en la lucha contra los Indios10,
ayudando a su disminución crítica.
Qué atracción, que posición estratégica la del país de Artigas, siempre
codiciado y disputado. Ya en 1680 los portugueses fundaron la Colonia
de Sacramento y los españoles los expulsaron en 1726. Para evitar
nuevas incursiones el Gobernador de Buenos Aires Bruno Mauricio de
Zavala fundó Montevideo11. Apenas ya recuerdo una lección en octavo
grado donde habíamos estudiado sobre el Tratado de Permuta (1750)
y de San Ildefonso (1777). Entonces España trataba de recuperar parte
de su territorio arrebatado. Nuevamente la “Banda oriental” fue la
posesión más peleada.
7 José Gervasio Artigas.
8 http://etimologias.dechile.net/?Uruguay
9 GRAN ATLAS UNIVERSAL. 2009. Edit. Barcel Baires: Lima. Pp. 95.
10 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689.
11 Op. Cit. GRAN ATLAS
276
El territorio de la Banda Oriental es hostigado, una y otra vez. Un ejemplo
de ello: en 1797 el gobernador de San Pablo recibió la orden de asolar
con tropas irregulares las estancias de españoles en el Paraguay, la
Banda Oriental, Corrientes y Entre Ríos12.
A aquel caudillo oriental13, nacido en Montevideo el 19 de julio de 1764
y dedicado a tareas campestres en la estancia del Sauce donde pasó
su juventud14, el destino le tenía deparado algo muy distinto que la
pacífica vida en las campiñas. Sería quien encabezara el éxodo y frente
a quien se inclinarían las multitudes. Aprendiendo a blandir la espada
con el Cuerpo de Blandengues desde 1797, pronto se destacará por su
arrojo15, que lo llevará a gravar su nombre en el bronce, no sólo de las
ciudades del Uruguay, sino de todos los países que lo reconocen como
héroe.
En Asunción, en una de las plazas más bellas, ocupa un lugar de
destaque en el centro de la misma. Al contemplarlo, nos recuerda su
patriotismo e ideal, su valor en tantas gestas como aquellas en que
debió luchar contra los españoles, ingleses y portugueses en procura
de la independencia de su país.
En 1806 y 1807 lucha contra los ingleses16 en su invasión al Río de la
Plata y en 1811 ofrece su espada a la causa independentista de Mayo
y pelea contra los realistas. A su retorno cruza el Río Uruguay a la
altura de Paysandú tomando la jefatura indiscutible. El comienzo de la
revolución oriental es en el llamado Grito de Asencio, el 28 de febrero
de 181117 en el pueblo de Mercedes, extendiéndose por toda la Banda
Oriental y teniendo el apoyo de los caudillos de más prestigio: Fernando
Otorgués, Tomás García de Zúñiga, Manuel Artigas (primo del prócer),
Blas Basualdo, Baltasar Vargas, Félix Rivera y otros18.
La victoria de Las Piedras (18 de mayo de 1811) fue muy importante
porque redoblaron su fe en sus propias fuerzas y cobraron nuevo
entusiasmo en proseguir la lucha. Que coincidencia, nosotros en
Paraguay recordamos las batallas de Paraguarí y Tacuarí de 1811,
que también ocasionó el mismo efecto en nosotros los paraguayos,
dándonos cuenta de nuestras propias fuerzas.
12 PATIÑO, Héctor. Poblaciones y territorio de la banda oriental. (2011) Academia Paraguaya de la
Historia. pp. 483.
13 Forjadores del Paraguay. (2000). Edit Quevedo. Bs. As. Pp 48
14 Op. Cit. Forjadores del Paraguay.
15 Op. Cit. Forjadores del Paraguay.
16 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689.
17 TRAVERSONI, Alfredo. Historia del Uruguay. (1958). Kapeluz: Montevideo. Pp 145- 146.
18 Op. Cit. TRAVERSONI
277
Artigas se dirige al jefe de la plaza de Montevideo aquel 20 de mayo de
181119: “La causa de los pueblos, no admite, señor, la menor demora”,
proclamando de ésta forma su pensamiento democrático, siendo fiel a
ese ideal hasta la última trinchera. Días después nuestro país inicia el
proceso de independencia aquel 15 de mayo de 1811.
La ciudad de Montevideo se mantuvo fiel a las autoridades españolas
pero no así el interior del Uruguay. Es así que Artigas interpreta
el sentir del pueblo del que es parte y pone sitio a “La Montevideo
dominada por realistas”. Desesperado el Virrey Elío solicitó ayuda a
Portugal20. Entonces Portugal invade la Banda Oriental. Esto se suma a
la victoria española en Alto Perú y el fracaso de Belgrano en Paraguay.
Considerando estos hechos los bonaerenses consideran firmar el
armisticio. Las negociaciones fueron difíciles. Una de las cláusulas
es el abandono de las fuerzas bonaerenses que apoyaban a Artigas,
entonces el pueblo uruguayo inicia una serie de asambleas.
Pero en tiempos de Artigas ¿Cómo era el Uruguay? He realizado un
extracto para tener idea de esto: “Más allá de la justeza de estos
relevamientos podemos concluir que la población del territorio
de la Banda Oriental en 1811 era muy reducida y las luchas de la
independencia provocarán importantes cambios en la radicación de los
pobladores.
Al norte del Río Negro solo existían dos poblaciones: Belén y Paysandú.
Paysandú había sido puesto principal de la estancia misionera de
Yapeyú y centro de extracción de cuero del litoral oeste de Misiones”21.
Pero tengo entendido que había otros poblados como Salto, Mercedes,
Soriano, Dolores, Colonia, Florida, San José, Canelones, Cerrito y más…
creo que los territorios no estaban delimitados y eso era aprovechado
por Buenos Aires y por Portugal.
Volviendo a los hechos históricos, siendo inminente la firma del
acuerdo entre Buenos Aires y Portugal los vecinos firmaron un pedido
reclamando que se tuviera en cuenta su posición ante tan grave
problema. Rondeau, entonces, convocó a una Asamblea, que habría
realizado el 10 de setiembre de 1811 en la Panadería de Vidal22.
Me imagino centenar de uruguayos y Artigas en presencia de los
representantes de la Junta de Buenos Aires. Como resultado de las
19 http://www.avisador.com.uy/historia-viva/
20 Op. Cit. TRAVERSONI
21 Op. Cit. PATIÑO, Héctor.
22 http:// www.lamochila.com.uy
278
deliberaciones el pueblo uruguayo decidió no apoyar el armisticio y
seguir luchando contra los españoles.
Pero luego Artigas convoca otra asamblea para explicar las
negociaciones entre Buenos Aires y Montevideo el 10 de Octubre de 1811
en “la quinta de la paraguaya”, cuyo nombre es Juana Suárez23. En la
misma los asambleístas nombran a Artigas como jefe de los orientales.
Y nuevamente Paraguay y Uruguay se ven unidos, una representante de
esta tierra guaraní acogió la segunda asamblea del pueblo uruguayo.
Luego, las tramitaciones diplomáticas entre Buenos Aires y Montevideo
conducen al armisticio del 20 de octubre de 1811. Una de las cláusulas
nefastas fue que la Junta Porteña que en un principio apoyó a Artigas
ahora le daba la espalda y le dejaba a su suerte, con el compromiso
de obtener el retiro de las fuerzas portuguesas, aunque también
se beneficiaba Bueno Aires con el levantamiento del bloqueo naval
montevideano24. Así las cosas, los orientales llevaron todo el sufrimiento
en sus hombros.
Pocos días después, imagino en un ambiente caldeado, se habría
realizado otra asamblea espontánea a orillas del Río San José, en el
paraje llamado Paso de la Arena (23 de Octubre de 1811)25. Artigas
protesta por este tratado que considera inequitativo. La asamblea
decidió mantener las armas y emigrar de Montevideo (…) en la acción
conocida como “El éxodo del pueblo oriental”26.
En mi mente trato de imaginar la marcha del ejército, era de esperarse
que el gran carisma del caudillo mueva a muchas más personas
embelesadas por su labia o simplemente convencidos de su ideal de
patria. Pero a medida que avanzaban la caravana se engrosaba con
más personas y leguas a pie, con caballos, carros y carretas. Las
familias, los amigos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, idealistas en
busca de “una tierra prometida”; una patria donde hacer democracia,
americanismo, cultura, libertad, patriotismo, moral y todas aquellas
virtudes que deseaba aquél líder para su pueblo.
Han renunciado a sus muebles y casas que son cenizas, solo recuerdan
“La Redota”, (era la forma en que en su tiempo se conoció a éste éxodo,
porque era la forma en que los paisanos pronunciaban incorrectamente
la expresión “la derrota”). Con las máximas privaciones van en busca
de un futuro mejor pero con la fe en el retorno victorioso de miles de
23 http://ceibal.edu.uy/ODEA/ORIGINAL/bicentenario/quinta_de_la_paraguaya.
24 Op. Cit. TRAVERSONI
25 http://idearioartiguista-grupo4.blogspot.com/2010/10/asambleas-orientales
26 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689.
279
personas que prefirieron autoexiliarse de la tierra que les vio nacer
a vivir sometidos al poder hispano que a fuego y sangre desfallecía,
además de alejarse de esos gobernantes decadentes que al ojo le
tenían.
Qué ironía que el Pueblo Hebreo por mucho tiempo pudo ver su tierra
prometida sin poder entrar en ella y solo luego de mucho volver desde
Egipto e ingresar a ella. ¿Acaso los orientales tuvieron que alejarse de
su tierra prometida para luego volver? Una coincidencia dolorosa pero
cuya experiencia generó una conciencia de unidad en el pueblo.
Comparo el cuadro con el peregrinaje paraguayo detrás de otro caudillo,
el Mariscal López, que al igual que Artigas llevaba en su ser el mismo
sentir de la patria. En este contexto de huída las personas aplicaron
también una política similar, el de la tierra arrasada, para no dejar a los
contendores que hagan uso del fruto del sudor y esfuerzo.
Al contemplar que le seguían en multitud entre quienes estaban
cuatrocientos charrúas27 “el caudillo oriental” pasa de ser jefe de tropas
a gobernante de su pueblo e iniciaba así el gobierno de una nación sin
territorio, teniendo que administrar las más diversas circunstancias de
orden, justicia, adiestramiento militar y hasta abastecimiento.
Durante la marcha se hacían ejercicios militares con palos28. Qué sufrida
resistencia la de los criollos y mestizos latinoamericanos en su lucha
por la libertad. Así mismo ocurrió en Paraguay, sin armas suficientes,
tuvieron que defenderse con palos, piedras, vidrio y todo lo que pueda
agarrarse con las manos. Esa es la historia de nuestros pueblos que
con mucho sacrificio lograron su libertad.
“El Caudillo” en las márgenes de Río Ayuí combatió a los portugueses
y quedó dueño de una vasta región en la que organizó un gobierno
provisional. Aquel caudillo de ojos azul verdosos, de mirada abierta
e inexpresiva, de nariz aguileña y cuerpo robusto, en Ayuí, inició su
campaña para ganar aliados, ya sea Entre Ríos, Corrientes o Paraguay.
Pero en aquella época, la mano de hierro del dictador Rodríguez de
Francia ya se hacía sentir en los primeros años de vida independiente
del Paraguay y no permitía contacto exterior, esto para preservarlo de
la anarquía existente en el Río de la Plata.
Un compatriota, el capitán paraguayo, Bartolomé Laguardia, visitó Ayuí
y elevó el siguiente informe a sus superiores el 2 de marzo de 1812:
27 Lucena Salmoral, Manuel. (1998) José Gervasio Artigas. Madrid: Anaya. Pp 32.
28 Op. Cit. Lucena
29 Op. Cit. Lucena.
280
“Toda la costa del Río Uruguay está poblada de familias que salieron de
Montevideo, unas bajo carretas, otras bajo los árboles, y todas bajo la
inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causa
admiración y da ejemplo. La tropa es buena, bien disciplinada y toda
gente aguerrida, la mayor parte compuesta por salteadores y gauchos
que cruzaron estos campos, pero subordinados al General29.
Que sacrificio supremo el del pueblo que a costa de su sangre defiende un
ideal. No podemos imaginarnos en la actualidad estar unos segundos en
la intemperie, mojados, o en las calles manifestándonos. Una sola llovizna
hace que nos guarezcamos. Sin embargo nuestros próceres tuvieron
que enfrentar todo, para que nosotros disfrutemos de nuestras actuales
comodidades. Respeto y homenaje es lo mínimo que podemos darles.
Fue necesario unir fuerzas contra el enemigo en común, los realistas
de Montevideo. Es así que reiniciadas las hostilidades entre Buenos
Aires y los realistas el ejército porteño es puesto bajo el mando de
Sarratea, con quien Artigas tiene inmediato rozamiento30. Se hablaba
de unir a los artiguistas con las tropas bonaerenses y marchar contra
Montevideo, enclave español. Para Sarratea era obvio que él conduciría
el ejército conjunto. Para Artigas todos deberían estar bajo su mando
y le dijo a Sarratea en una carta: “Yo debo obedecer y obedezco. Pero
cómo obligarlos (a los orientales) a eso mismo? Yo, no por mí, por ellos,
soy constituido en jefe suyo…”31.
Sarratea consiguió dividir las fuerzas artiguistas. Mediante promesas
y halagos obtuvo varios jefes orientales32. Artigas inició el retorno. Con
los leales mantenían la distancia de las tropas porteñas, hostilizándose
mutuamente. Solicitando siempre la separación del cargo a Sarratea,
hecho que ocurrió, gracias a los jefes de estado mayor Rondeau y French.
La pacificación entre los soldados gracias a la retirada de Sarratea hizo
que Artigas se uniera el ejército de Rondeau, sitiando Montevideo.
Al iniciarse en Buenos Aires la Asamblea del Año XIII Artigas fue invitado
por Rondeau a que reconociera a esa Asamblea Constituyente, pero
Artigas convocó antes a los representantes de los pueblos del la Banda
Oriental para estudiar el caso y adoptar una resolución. La reunión se
realizó en Tres Cruces, en la misma Artigas dijo: “Mi autoridad emana de
vosotros, y ella cesa por vuestra presencia soberana”33, manifestando
claramente sus ideas democráticas.
30 Op. Cit. Forjadores del Paraguay.
31 Op. Cit. Lucena. Pp 37.
32 Op. Cit. Traversoni.
33 http://idearioartiguista-grupo4.blogspot.com/2010/10/asambleas-orientales
281
A mi parecer, una de las resoluciones más importantes del Congreso fue
el establecimiento de un sistema de gobierno federal que asegurara el
derecho de todas las provincias a tener su propio gobierno, sin perjuicio
de mantener la unidad del estado Provincias Unidas del Rio de la Plata34.
Pero esta medida obviamente no cayó nada bien en el Río de la plata,
donde unos “montoneros” se definían como estado confederado”35. En
el Paraguay pasaba lo mismo. Buenos Aires no reconocía el gobierno
independiente y la consideró una provincia rebelde hasta 1852, cuando la
aceptó como país independiente. Era de esperarse que tampoco quisiera
despojarse de ricos territorios que otrora formaban el virreinato.
Los cinco diputados elegidos que irían al congreso de las provincias
unidas en Buenos Aires llevaron unas instrucciones, entre ellas: se pide
a la Asamblea Constituyente la independencia absoluta de estas colonias
y para evitar que una provincia prevalezca sobre otra, se proponía el
régimen federal. En estas ideas puede notarse el ideario de Artigas, el
de la independencia, democracia, republicanismo y federalismo.
Hacia 1813 el territorio estaba en manos de los patriotas orientales,
excepto Montevideo. Entonces Artigas convocó a una nueva asamblea
el 20 de Abril, donde se decide la creación de un gobierno designándose
a Artigas como presidente y a destacados vecinos como miembros del
gobierno. El conocido gobierno económico procuró levantar la economía
agrícola ganadera especialmente, y mantener el orden.
El 1 de junio de 1813, los diputados pidieron su incorporación a la
Asamblea General de las Provincias Unidas pero se les negó con el
pretexto de que faltaba una formalidad legal. Artigas no protestó y
negoció con Buenos Aires otro congreso, pero no asistió por cambiarse
de lugar. Este congreso es conocido como Congreso de la Capilla de
Maciel (9 de diciembre de 1813) eligiéndose tres diputados que nunca
se incorporaron a la Asamblea General.
El congreso de Maciel fue dirigido por Rondeau. También se eligieron tres
personas que se harían cargo del gobierno de la provincia (reconociendo
así que la Banda Oriental era una provincia) pero también se decidió el
cese de Artigas como presidente. Para 1814 la junta porteña disolvió el
gobierno colegiado y nombró un gobernador intendente36.
¿Qué implican estos hechos? Significa que todo lo realizado en Tres
Cruces queda nulo, los bonaerenses toman prácticamente el control del
34 Op. Cit. Traversoni. Pp 163.
35 Op. Cit. Lucena. Pp 43.
36 Navarro García, Luis. Protagonistas de Amética: José Artigas. (1987). Quorum: Madrid. Pp 86.
282
gobierno y marginan a Artigas. Las poblaciones fueron presionadas para
acatar lo acordado en Maciel. Entonces, Artigas viendo que a la caída
de Montevideo era más factible que sea tomado por los bonaerenses,
decide retirarse del sitio. Sabe que es imposible negociar con Buenos
Aires.
El objetivo de Artigas desde ese momento fue demostrar que el
federalismo era posible, pero fue perseguido por Buenos Aires. Posadas
ordenó a Holmberg que pasara por las armas a todos los disidentes,
Artigas para abajo37 y un premio de seis mil pesos a quien le entregara
a Artigas, vivo o muerto38. Ya con “el caudillo oriental” experimentaban
esa formula los porteños, y más tarde lo harán contra “el Mcal. López”.
A ambos se les declaró fuera de la ley y enemigo de la patria39. Era
el destino de los grandes hombres pasar por la infamia para luego
glorificarse en el bronce de la gloria.
Artigas asumía una actitud beligerante ante los invasores, obligaba a
las tropas de Rondeau a evacuar Soriano, quien ya rebelado en 1811
contra España ahora se rebela contra Buenos Aires.
Mientras tanto Montevideo capitula en manos del Gral. Alvear. Con un
ardid mandó llamar a Otorgués (Lugarteniente de Artigas) creyendo que
le iba a entregar la ciudad. Se acercó con confianza pero fue destrozado
por Alvear. Sin embargo, pese a sus esfuerzos el federalismo iba
extendiéndose y los entrerrianos ganaron en el Espinillo a los porteños.
Con apoyo popular, Bautista Méndez se adueña del gobierno de
corrientes40.
Artigas se dirigió al Cabildo, invitándoles a convocar un congreso
provincial. El 20 de abril dicho cabildo lo declara “Protector” y tras
la caída de Montevideo el 23 de junio de 181441 se suavizó la presión
bonaerense sobre Artigas. Incluso fue invitado a participar de un
congreso el 9 de julio de 1814. Artigas convoca a un congreso para
designar diputados. Paradójicamente en el interior del país se mantuvo
en todo momento la resistencia.
Fructuoso Rivera avanza en Las Piedras, Espinillo y Guayabos; la
crisis en Buenos Aires, con Alvear que reemplaza al Director Posadas,
quien intentando negociar con Artigas, hace evacuar Montevideo por
los porteños en un intento de negociación con Artigas el 25 de febrero
37 Op. Cit. Lucena. Pp 54.
38 Op. Cit. Navarro García. Pp 99.
39 Zorrilla de San Martín. La epopeya de Artigas.(sd) Pp 429.
40 Op. Cit. Lucena. Pp 60.
41 Op. Cit. Traversoni. Pp 170.
283
de 181542. Quizás esta actitud también se debiera porque creyó que
las fuerzas españolas al Mando de Murillo venían directamente a
Montevideo.
…Constituyó un Estado que duró entre 1815 a 181643. Pero Artigas quiso
gobernar con el ejemplo y para evitar crear la imagen de Montevideo
como la nueva Buenos Aires decidió trasladarse a Purificación, donde
gobernó desde una choza. Un viajero, Robertson, que también vendría
al Paraguay, visitó a Artigas y dejó una estampa del prócer:
El excelentísimo señor protector del nuevo mundo estaba sentado en
un cráneo de buey, junto a un fogón encendido, en el suelo fangoso de
su rancho, comiendo carne del asador y bebiendo ginebra en un cuerno
de vaca. Lo rodeaban una docena de oficiales, andrajoso, en posición
parecida, y ocupados en la misma tarea que si jefe, todos fumaban y
charlaban ruidosamente. Estaba el protector dictando a dos secretarios
que ocupaban, en torno de su mesa de pino, las dos únicas sillas que
había en toda la Choza, y éstas en asiento de esterillas roto45.
Y en éste caso, solo puede sintetizarse la idea por medio de una frase
y queda bien una expresión bíblica, “Para ser grande, hay que ser
humilde”.
Artigas tenía la autoridad suprema, pero no gobernó directamente, sino
por intermedio del Cabildo, el Gobernador -delegado Miguel Barreiro- y
el comandante de armas Fructuoso Rivera. Todo el Cabildo era integrado
por delegados de la Provincia, de forma que se representara la voluntad
popular.
Creó en Purificación la primera escuela de la patria, además de biblioteca
y periódico. Repartió tierras y ganado por medio de un reglamento,
diciendo “los más infelices serán los más privilegiados ”. ¿Pero cómo
crear y reconstruir si prohibía las contribuciones? Si enunciaba
“Devuelva ese Cabildo, con la mayor exactitud, la contribución que
sacó46”. Para el líder era sencillo, con impuestos al comercio exterior a
través de tres puertos: Montevideo, Colonia y Maldonado.
Durante 1815 trabajó intensamente la idea de confederación enviando
emisarios a Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Misiones,
disponiendo la campaña contra Alvear. En este tiempo la Liga de los
Pueblos Libres tuvo su esplendor. El Cabildo derroca a Alvear y le
42 Op. Cit. Navarro García. Pp 109.
43 LA ENCICLO. 1993. Edit. Arrayán: Santiago. Pp. 840.
44 Op. Cit. Navarro García. Pp 113.
45 Op. Cit. Traversoni. Pp 178.
46 Op. Cit. Lucena. Pp 71.
284
sustituye interinamente Álvarez Thomas, quien simpatiza con Artigas.
No pudiera imaginarse el prócer Artigas que su intención de crear en la
Provincia Oriental el núcleo de una gran Confederación sin separarse
de las Provincias Unidas del Rio de la Plata quedaría reducido en la
actualidad a una extensión territorial de 176. 215 km247.
Para 1816 hay una nueva invasión portuguesa a la cual Artigas dedica
todas sus fuerzas. En el mismo año que se celebra el Congreso de
Tucumán el 9 de Julio de 1816 éste declara la independencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata como consecuencia también del
Congreso de Viena que buscaba la restauración Monárquica48. La Banda
Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe no participaron.
Como Artigas era un peligro para Buenos Aires ésta no hizo nada ante la
invasión y el 20 de enero cayó Montevideo en poder portugués. Al tener la
certeza de que el gobierno de Buenos Aires favorecía a los portugueses,
Artigas declaró la Guerra a Buenos Aires el 13 de noviembre.
Artigas resistió desde 1817 a 1820 y formó dos ejércitos, uno contra
los portugueses y otra contra Buenos Aires. Incluso contrató corsarios
generando grandes perjuicios a la navegación de Portugal49. Artigas
siguió resistiendo hasta que su último ejército fue destrozado en
Tacuarembó el 22 de enero de 182050. Perseguido por los portugueses
se internó en Corrientes estableciéndose cerca de Curuzú Cuatiá.
Semanas después Rivera se pasa al lado de los portugueses, cesando
así la resistencia de la antigua provincia Oriental. Que traición más atroz
la del amigo, compatriota y camarada de tantas jornadas de lucha.
Cuando Sarratea sube como gobernador y firma un tratado con
Estanislao López (Santa Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos)51 queda
desposeído de su título de Protector de Pueblos Libres, traicionado por
la ambición personalista. Desplazar al líder para ocupar ellos el primer
plano. En todos los tiempos el poder siempre sedujo a los hombres,
pocos son los que poseen proverbial fuerza y lo resisten a costa de sus
vidas, sobrellevando el ideal que anida en su corazón.
Pero Artigas no se daba por vencido. Sabía que sus fuerzas eran escasas,
que los tres frentes eran imposibles: confederados, portugueses y
argentinos. La situación empeoró cuando el indio Siti se volvió contra
47 RAMÍREZ, Octavio. Aguayo, Oscar. HISTORIA
Y GEOGRAFÍA. Primer curso. (2004) Asuncion:
Edit. Atlas. Pp. 391.
48 Paraguay. Ministerio de Educación y Cultura. Historia y Geografía 9° grado. (2000) Don Bosco.
Asunción.
49 Op. Cit. Traversoni. Pp 187
50 Océano. Grandes Biografías. (1999) Madrid.
51 Op. Cit. Lucena. Pp 102
285
Artigas y Sarratea envió refuerzos a Ramírez. Pero luchó con fiereza
en la localidad de Cambay y cuando estaba a punto de someter a Siti
fue sorprendido por la espalda y tuvo que retirarse. Acosado por todos
lados, llegó a Candelaria el 23 de setiembre de 1820 acompañado por
sólo 200 hombres, libertos en su mayoría52. Allí anunció su decisión de
exiliarse en Paraguay53. Otra fuente sostiene que fueron mil hombres54
quienes lo acompañaron.
Lentamente vadeó el Paraná e ingresó en territorio paraguayo, donde
fue detenido por una patrulla (Del Fuerte de Itapúa)55. Artigas pidió
protección y se sometió a la magnanimidad del Dictador Supremo de
la República del Paraguay. Al General se lo conducía bajo escolta a la
Capital, mientras que sus compañeros de armas se dispersaban por
los campos. Muchos indígenas prefirieron retirarse a aquellas ruinas
de misiones destruidas56. Un año después su patria era anexionada a
Portugal.
Después de algunos días en el Convento de la Merced, fue enviado sin
poder obtener audiencia, a pesar de su insistencia reiterada, al pueblo
de Curuguaty, a 85 leguas de Asunción, donde solo podía escaparse
por un desierto, del lado de los portugueses57. Oscura fue la noche en
que Artigas se dirigía a rumbo desconocido, lo llevaba el Comandante
de Curuguaty. Pero en la oscuridad del ostracismo siempre ha habido
estrellas rutilantes que rompan con la negra noche. Así aquel líder
democrático vino a parar al oscuro Paraguay del dictador perpetuo
quien dijo: “A un gobernante en desgracia no se le niega la mano”.
Artigas vivió del fruto de su trabajo en la lejana comarca guaraní.
Mientras tanto en su patria, en 1825, los “Treinta y Tres Orientales”
bajo el Mando de Lavalleja independizaron al Uruguay, adhiriéndose a
las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Gracias a la lucha de Brasil
con Argentina, y sobre todo gracias al apoyo de Gran Bretaña, Uruguay
consiguió la emancipación definitiva en 182858.
En 1840, el Dictador antes de su muerte dispuso a su secretario
Policarpo Patiño que enviara correspondencia al comandante militar
de Curuguaty, donde decía: “Ponga la persona de José Artigas en
seguras prisiones hasta otra disposición”. Al verlos venir debió adivinar
y quitándose el sobrero lloró. Pidió permiso para ponerse la camisa y se
entregó59. Pasó un mes en prisión que conoció a los 65 años.
La situación no se prolongó más. Carlos Antonio López, quien abrió
comunicación con sus vecinos, supo entonces en Montevideo que
Artigas había sobrevivido a la larga noche de 20 años y la prensa
pidió su regreso. La idea fue aceptada por el presidente del Uruguay,
286
Fructuoso Rivera. El traidor de la causa lo quería en Montevideo, pero
Artigas jamás permitiría que este impío lo exhibiera como un trofeo.
Tan pronto el gobierno se hizo cargo del poder, se anticipó a brindar el
regreso a su patria, proporcionándoles los medios. El prisionero pidió
la gracia de permanecer en su destierro por propia voluntad. En 1845
López lo albergó en una pequeña chacra de su propiedad, en las afueras
de Asunción (Ybyray- Jardín Botánico). Allí, año a año, bajo el añoso
Ybyra Pytä, recibía la visita de su hijo José María, que tampoco pudo
persuadirle de regresar. Falleció repentinamente el 23 de setiembre
de 1850 a los 86 años de edad y 30 años de su exilio60. Le sobrevivió su
amigo y compañero fiel, el negro Ansina, que vivió 100 años.
CONCLUSIÓN
En el Paraguay, los descendientes de la delegación del “caudillo
oriental” han dejado sus frutos y han formado comunidades enteras
como las de Emboscada y la de Cambacuá en el distrito de San Lorenzo.
Se han mestizado y ahora son parte de nosotros, en unión biológica y de
sueños, de valores y de anhelos compartidos.
Considero que Artigas no pertenece al Uruguay con exclusividad,
pues dio ejemplo de independencia, república y democracia a todas
las naciones del mundo y en particular a los países cercanos. No sólo
pensó en el Uruguay, quería que todos los pueblos que teníamos una
tradición común nos unamos en una confederación. Y quizá, no de la
misma manera, pero si en algún sentido, esa idea pervive en el espíritu
del Mercosur, que es la unidad y asociación de las naciones libres, pero
bajo la estricta observancia de la democracia. Artigas, no un militar,
sino una persona a imitar en sus valores y virtudes de humanitarismo,
honradez y sencillez.
La idea es simple, pero difícil de cumplirla “La causa de los pueblos no
admite demora61” requiere renunciar al egoísmo personal y responder a
una causa más grande, la de la patria en el respeto a las demás naciones.
52 Op. Cit. Lucena. Pp 103
53 Op. Cit. Océano.
54 Renger, Carlyle, Demersay. El Doctor Francia. (1996) Asunción; El Lector. Pp 47.
55 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 48
56 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 49
57 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 50
58 LA ENCICLO. 1993. Edit. Arrayán: Santiago. Pp. 840.
59 Op. Cit. Navarro García. Pp 148.
60 Op. Cit. Navarro García. Pp 149.
61 José Gervasio Artigas.
287
ANEXO
El añoso árbol que diera
sombra al prócer de la
nacionalidad oriental en
los últimos años de exilio
en esa tierra guaraní.
Imponente escultura del prócer Artigas. Ubicado en la Plaza Uruguaya de Asunción.
288
TRABAJOS GANADORES DE URUGUAY
Leslye Maine Martínez
Liceo de Fray Marcos
Fray Marcos - Florida
La Revolución y los Cielitos
Casi todas las revoluciones poseen documentos escritos donde se
plantean los ideales, los principios que la guían; estos documentos son
por ejemplo de manifiestos, los programas de principios, los reglamentos,
etc. Pero también tienen otras formas de expresión como pueden ser las
banderas, las cartas de la revolución, etc.
El sentir de las revoluciones era expresado a través de la música y la poesía.
Revoluciones anteriores y posteriores a la revolución artiguista han tenido
su expresión musical. Recordemos por ejemplo en la Revolución Francesa
“La Marsellesa”, y en la revolución cubana “La Nova Trova Cubana”.
En el caso de la Revolución Oriental quien le puso voz a la misma fue
el poeta Bartolomé Hidalgo, representante de la poesía gauchesca
de nuestro país. No debemos olvidar a los múltiples poetas y músicos
populares (poetas gauchos) que acompañaron la revolución (los nombres
no han llegado hasta nosotros).
Los cielitos patrióticos de Bartolomé Hidalgo son ilustrativos de la relación
revolución-poesía, ya que en los mismos se expresa el sentimiento
colectivo de los pueblos del Río de la Plata, y su deseo de independencia.
La revolución Artiguista forma parte de la revolución del Río de la Plata,
iniciada en mayo de 1810 y basada en la idea de que ausente el rey de
España (prisionero de Napoleón), la autoridad vuelve al pueblo.
En Buenos Aires, (capital del Virreinato del Río de la Plata), se reunió un
cabildo abierto que destituyó y creó al Virrey y creó una Junta de Gobierno.
De esta manera los dirigentes porteños desconformes con el sistema
económico y político colonial tomaron el poder en nombre del pueblo e
invocaron la defensa del rey.
Pero cuando esos dirigentes quisieron imponer el gobierno de la Junta
al resto del Virreinato del Río de la Plata se encontraron con el rechazo
desde varios lugares. La principal dificultad para imponerse que tuvo la
Junta creada en mayo de 1810 fue la desconfianza que los territorios del
interior le tenían a Buenos Aires.
289
Montevideo, que había sufrido las arbitrariedades de Buenos Aires en la
“lucha de puertos” (competencia entre los comerciantes de ambos puertos
para dominar el comercio del Río de la Plata), decidió no reconocer a la
Junta. Pero en la campaña de la Banda Oriental se difundió el apoyo a la
Junta creada en Buenos Aires. Fue así que se inició la Revolución Oriental
o Artiguista.
Al principio la Revolución Artiguista se hizo bajo el mando de Buenos
Aires y los revolucionarios recibieron de ésta armas, dinero y hombres
para enfrentarse con Montevideo. Pero luego la revolución, conducida por
Artigas, se fue distanciando de Buenos Aires y tomó un camino propio. Sin
embargo nunca estuvo en la cabeza de Artigas la idea de convertir a este
territorio (actual Uruguay) en una país independiente.
José Artigas, Capitán de Blandengues, abandonó su cargo en el ejército
español y se presentó ante la junta bonaerense para “llevar el estandarte
de la libertad hasta los muros de Montevideo”. En abril de 1811 toda la
campaña se le unió, proporcionando los hombres para formar un ejército
popular. Este estaba mal armado pero con una temible caballería que
pronto dominó el sur de la Banda Oriental y logró la primera victoria
militar de la revolución en el Río de la Plata: La Batalla de las Piedras, el
18 de mayo de 1811.
Despejado así el camino hacia Montevideo, y junto a las fuerzas de José
Rondeau, se puso sitio a Montevideo. La dominación española quedó
reducida al Montevideo sitiado, defendido por Elío y la escuadra española.
El 20 de octubre de 1811 se firma un acuerdo entre el gobierno de Buenos
Aires y el gobierno español de Elío. Este armisticio fue rechazado por
Artigas y su ejército, que no querían volver a someterse a la autoridad
virreinal. Por ello iniciaron una retirada del territorio de la Banda que
fue acompañada por la mayoría del pueblo oriental en uno de los más
célebres episodios: El Éxodo. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus
posesiones retirándose del país junto a su recién designado “jefe de los
orientales”, Artigas.
A partir de ese momento se asentarían las profundas diferencias entre
los bonaerenses y los orientales, que alcanzaron nivel doctrinario y
político en 1813, cuando Buenos Aires convocó a los diputados de las
distintas provincias para integrar una Asamblea General Constituyente.
Los orientales se reunieron en el llamado congreso de abril e impartieron
a sus diputados allí elegidos las instrucciones que debían llevar a Buenos
Aires; las propuestas fundamentales eran: Independencia, República,
Democracia liberal y Federación.
290
Mientras se generaban estos hechos revolucionarios surgieron poetas que
cantaban el sentir del pueblo y expresaban los ideales revolucionarios. Es
importante destacar que en épocas de la colonia existían en la literatura
rioplatense dos corrientes perfectamente distinguibles: la culta, de
origen europeo, obra de reflejo e influencia, ligada a las ideas estéticas
dominantes en cada época; y la popular, nacida de la tierra, nutrida
por composiciones anónimas y por la constante creación de autores
notoriamente autóctonos.
Esta línea popular sigue el camino paralelo a los acontecimientos
históricos. Las primeras expresiones se remontan al periodo de las
invasiones inglesas, cuando crea un cancionero anónimo de lucha, de
esencia y forma española. En los días de mayo y durante el primero periodo
cívico-militar de la emancipación compone una riquísima variedad escrita
de cielitos y coplas, en las que domina un espíritu netamente americano.
Estas expresiones populares se difunden en los vivaques de los
campamentos gauchos y entre los pardos y morenos que formaron los
batallones patriotas.
En la literatura uruguaya en este periodo hay que mencionar entre los
poetas cultos al español radicado en Montevideo José Prego De Oliver
(1750-1814) y al presbítero Juan Francisco Martínez. En época de la
revolución encontramos los nombres de Bartolomé Hidalgo, 1788-1822,
Francisco y Manuel Araucho 1790-1863, Carlos Villademoros 1777-1851 y
Francisco Acuña de Figueroa 1790-1862 (Autor del Himno Nacional).
Bartolomé Hidalgo es el representante de la poesía gauchesca, género
que aparece como una manifestación exclusiva de los países del Río
de la Plata. En esta poesía, si bien el personaje esencial es el gaucho,
los creadores de la literatura gauchesca son hombres cultos. Poetas
ciudadanos que están familiarizados con las costumbres rurales, por
lo tanto el género gauchesco se desarrolla independientemente de la
literatura culta rioplatense.
Se caracteriza por la expresión cabal de un complejo cuadro que integra
la pintura de la vida y costumbres rurales, personajes identificados con
la tierra y el clima político y pintoresquismo del lenguaje (las historias
personales). Pero lo que le dio categoría literaria, separándola del mero
folclorismo al que hubiera quedado confinada por su localismo, fue la
trascendencia auténtica que por el arte de sus creadores, “poetas cultos”,
adquirió la problemática testimonial que le sirvió de soporte.
Además la poesía gauchesca cuenta con escritores muy reconocidos
internacionalmente como José Hernández, autor del Martín Fierro. En el
caso de nuestro país el mejor representante es Bartolomé Hidalgo, quien
291
muestra a través de sus gauchos “Chano” y “Contreras” las vicisitudes de la
independencia y los accidentes en la segunda patria. También reconocemos
a Hilario Ascasubi representando al gaucho en el período político de la lucha
contra Juan Manuel Rosas. Estanislao del campo y a Lussich???
El género gauchesco fue creado bajo el signo de la técnica realista y
del positivismo artístico. Por eso la poesía gauchesca es más narrativa
y dramática que lírica, carece de elementos descriptivos, apoyando en
cambio un lenguaje que la tipifica y la distingue de la literatura culta. Una
de las formas tradicionales que cultivó Bartolomé Hidalgo en el marco de
la poesía gauchesca fue el Cielito.
Desde la primera mitad del siglo XIX y hasta su finalización coexisten en
la campaña rioplatense tres danzas folclóricas cantadas de pareja suelta
de conjunto: el cielito, la media caña y el pericón.
Bajo la denominación de “cielito” se conocen varios tipos de ejemplos
musicales: la canción danzada propiamente dicha, la segunda parte del
“Estilo” (canción folclórica), la segunda parte del “Minué Montonero”, una
figura del pericón y la canción patriótica de la época de la Revolución
Oriental, de la cual Bartolomé Hidalgo es el principal cultor.
Al decir Hugo García Robles: “los cielitos son verdaderos portavoces de
la gesta emancipadora. En los de Hidalgo se asoma ya la madura crítica
social que aflorará en la posterior y madura literatura gauchesca”.
Sin lugar a dudas que esta forma musical folclórica y anónima o popular
y patriótica en la poesía de Hidalgo fue “vehículo popular como pocos;
el cielito cantado recorrió los fogones patriotas, resonó en los muros
de Montevideo sitiado, y sobre todo en las orejas y el entendimiento del
español y el portugués coloniales”(Washington Benavides).
El cielito patriótico tiene su apogeo en el Uruguay entre 1813 y 1830.
Al conquistarse la ansiada independencia se convierte en un arma de
propaganda y sátira política. Si en la época artiguista tuvo su más fiel
representante en Hidalgo, durante la Guerra Grande fue Hilario Ascasubi,
argentino residente en Uruguay entre 1832 y 1851, quien recoge el sentir
del poeta oriental y compone sus cielitos con raíces netamente criollas.
De acuerdo con las investigaciones y recolección folclórica realizada por
el musicólogo uruguayo Lauro Ayestarán (Montevideo 1913-1966), el
cielito consta de dos períodos de cuatro frases cada uno, constituyendo un
total de dieciséis compases. Hay diferentes ejemplos de frases de “cielito”,
aunque en todas la melodía y el acompañamiento están elaborados en
distintos compases; el ejemplo más común es el de la melodía en 4/8 y el
acompañamiento 6/8.
292
Bartolomé José Hidalgo nació en Montevideo el 24 de agosto de 1788. A
raíz de la muerte de su padre en 1800, todavía niño, debió hacerse cargo
de mantener a su familia. Por eso afirmaba: “soy de una familia muy
pobre, pero honrada; soy hombre de bien y esto es todo mi patrimonio”.
Trabajó para la familia de Artigas, lo acompañó en el Éxodo del Pueblo
Oriental. Vivió luego en Buenos Aires, se casó y dedicó parte de su vida a
cantarle a la Patria.
Bartolomé Hidalgo pertenece a la cultura popular. Es uno de aquellos
autores que se pueden definir como “esenciales”; es decir, aquellos que
más allá de la vestidura lírica o literaria, tienen su importancia en la
carnadura de lo que dicen, en el grado de alimento esencial. Sus cielitos,
que hablan de la peripecia patriótica, van deviniendo después en poemas
en los cuales se incorporan las primeras denuncias que luego continuarán
la voz de “Los Tres Gauchos Orientales”, de Antonio Lussich, y más tarde la
de “Martín Fierro”, de José Hernández.
Es considerado en el actual Uruguay el primer poeta que canta a la Patria
por ser el autor de la primera canción sobre los orientales, la Marcha
Oriental. En el “Cielito de la Independencia” canta a las Provincias Unidas
del Río de la Plata, actualmente Argentina y Uruguay.
Ya que encerré la tropilla,
Y que recogí el rodeo,
Voy a templar la guitarra
Para explicar mi deseo.
Cielito, cielo que sí,
Mi asunto es un poco largo
Para algunos será alegre
Y para otros será amargo.
El otro día un amigo,
Hombre de letras por cierto,
Del rey Fernando a nosotros
Me leyó un gran manifiesto.
Cielo, cielito que sí,
Este rey es medio sonso,
Y en lugar de D. Fernando
Debiera llamarse Alonso.
Ahora que él ha conocido
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Que tenemos disensiones,
Haciendo cuerpo de gato,
Se viene por los rincones.
Cielito, cielo que sí,
Guarde amigo el papelón,
Y por nuestra independencia
Ponga una iluminación.
Dice en él que es nuestro padre
Y que lo reconozcamos;
Que nos mantendrá en su gracia
Siempre que nos sometamos.
Cielito digo que sí,
Ya nos largamos el mono,
No digo a Fernando el 7,
Pero ni tampoco el nono.
Después que por todas partes
Lo sacamos apagando,
Ahora el rey con mucho modo
De humilde la viene echando.
Cielo, cielito que sí,
Ya se le murió el potrillo,
Y si no que se lo digan
Osorio, Marcó y Morillo.
Quien anda en estos maquines
Es un conde Casa Flores,
A quien ya mis compatriotas
Le han escrito mil primores.
Cielito digo que no,
Siempre escoge D. Fernando
Para esta clase de asuntos
Hombres que andan deletreando.
El conde cree que ya es suyo
Nuestro Río de la Plata
¡Como se conoce amigo
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Que no sabe con quién trata!
Allá va cielo, y más cielo
Cielito de Casa Flores,
Dios nos librará de plata
Pero nunca de pintores.
Los que el yugo sacudieron
Y libertad proclamaron,
De un rey que vive tan lejos
Lueguito ya se olvidaron.
Allá va cielo, y más cielo,
Libertad, muera el tirano,
O reconocernos libres,
O adiosito y sable en mano.
¿Y qué esperanzas tendremos
En un rey que es tan ingrato
Que tiene en el corazón
Uñas lo mismo que el gato?
Cielito, cielo que sí,
El muchacho es tan clemente,
Que a sus mejores vasallos
Se los merendó en caliente.
En política es el diablo,
Vivo sin comparación,
Y el reino que le confiaron
Se lo largó a Napoleón.
Cielito digo que sí,
Hoy se acostó con corona,
Y cuando se recordó,
Se halló sin ella en Bayona.
Para la guerra es terrible,
Balas nunca oyó sonar,
Ni sabe qué es entrevero,
Ni sangre vio colorear.
Cielito, cielo que sí,
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Cielito de la herradura,
Para candil semejante
Mejor es dormir a obscuras.
Lo lindo es que al fin nos grita,
Y nos ronca con enojo
Si fuese algún guapo… vaya:
¡Pero que nos grite un flojo!
Cielito digo que sí,
Venga a poner su contienda,
Y verá si se descuida
Dónde va a tirar la rienda.
Eso que los reyes son
Imagen del Ser divino,
Es (con perdón de la gente)
El más grande desatino.
Cielito, cielo que sí,
El evangelio yo escribo,
Y quien tenga desconfianza
Venga le daré recibo.
De estas imágenes una
Fue Nerón que mandó a Roma
Y mejor que él es un toro
Cuando se para en la loma.
Cielito, cielo que sí,
No se necesitan reyes
Para gobernar los hombres
Sino benéficas leyes.
Libre y muy libre ha de ser
Nuestro jefe, y no tirano,
Este es el sagrado voto
De todo buen ciudadano.
Cielito, y otra vez cielo
Bajo de esta inteligencia,
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Reconozca, amigo rey,
Nuestra augusta independencia.
Mire que grandes trabajos
No apagan nuestros ardores,
Ni hambres, muertes y miserias,
Ni aguas, fríos y calores.
Cielito, cielo que sí,
Lo que te digo, Fernando.
Confesá que somos libres,
Y no andés remoloneando.
Dos cosas ha de tener
El que viva entre nosotros,
Amargo, y mozo de garras
Para sentársele a un potro.
Y digo cielo y más cielo,
Cielito del espinillo,
Es circunstancia que sea
Liberal para el cuchillo.
Mejor es andar delgado
Andar águila y sin pena,
Que no llorar para siempre
Entre pesadas cadenas.
Cielito, cielo que sí,
Guárdense su chocolate,
Aquí somos puros indios
Y sólo tomamos mate.
Y si no le agrada, venga
Con lucida expedición.
Pero si sale matando
No diga que fue traición.
Cielito, los españoles
Son de laya tan fatal,
Que si ganan es milagro,
Y traición si salen mal.
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Lo que el rey siente es la falta
De minas [de] plata y oro,
Para parar este trago
Cante conmigo este coro.
Cielito digo que no,
Cielito, digo que sí,
Reciba, mi D. Fernando,
Memorias de Potosí.
Ya se acabaron los tiempos
En que seres racionales,
Adentro de aquellas minas
Morían como animales.
Cielo los reyes de España
¡La puta que eran traviesos!
Nos cristianaban al grito
Y nos robaban los pesos.
Y luego nos enseñaban
A rezar con grande esmero,
Por la interesante vida
De cualquiera tigre obero
Y digo cielo y más cielo,
Cielito del cascabel,
¿Rezaríamos con gusto
Por un tal D. Pedro el Cruel?
En fin cuide amigo rey
De su vacilante trono,
Y de su tierra, si puede,
Haga cesar el encono
Cielito, cielo que sí,
Ya los constitucionales
Andan por ver si lo meten
En algunos pajonales.
Y veremos si lo saca
La señora inquisición,
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A la que no tardan mucho
En arrimarle latón.
Cielito, cielo que sí,
Ya he cantado lo que siento,
Supliendo la voluntad
La falta de entendimiento.
Comentario del cielito: Un gaucho de la guardia del monte contesta al
Manifiesto Fernando VII y saluda al Conde de Casa Flores con el siguiente
cielito, escrito en su idioma.
En este cielito vemos claramente la función que cumple la poesía gauchesca,
explicar “mi deseo” como característica fundamental. Sabemos que esta
poesía es cantada porque nos dice “voy a templar la guitarra”.
El “yo” lírico se prepara para transmitir a través de la música y las palabras
su “asunto”, que en este caso es sobre el rey y la revolución.
El rey es la figura central de este cielito. A través de diferentes expresiones
se le caracteriza y también se plantea una visión caricaturesca del mismo.
De esta forma el poeta se hace portavoz de los orientales, nos transmite
la visión que los colonos tenían de su monarca
“…Este rey es medio sonso…”
“…Esto que los reyes son/ imagen del ser divino/ es con perdón de la
gente el más grande desatino…”
El poder divino del rey y su visión paternal también son cuestionados
ya que solo el pueblo recibirá la gracia mientras éste sometido. Otros
aspectos del rey que es fuente de críticas es la falsa humildad de la
cobardía.
“…Ni sabe que es entrevero/ ni sangre vio colorear.”
Esta imagen de cobardía se resulta aún más cuando dice:
“… ¡pero que nos grite un flojo…”
Al rey se le atribuye gran ambición. Se considera que el interés por las
tierras americanas es por el oro y la plata de sus minas: “lo que el rey
siente es la falta de minas de plata y oro”. El poeta menciona el saqueo
de las riquezas americanas que la corona realizó: “nos cristianaban al
grito y nos robaban los pesos los pesos”.
Además de la explotación y el sometimiento se menciona el sufrimiento,
la crueldad que esta dominación ejerció sobre los americanos:
“…seres racionales/ dentro de aquellas minas/morían como animales...”
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Vemos que el rey es visto por el poeta y por los americanos que
protagonizaran la gesta independiente como un hombre (no Dios) lejano,
insensible al dolor de su pueblo, materialista interesado en riquezas,
cobarde, tonto, mal gobernante. Estas imágenes del poder representado
en el rey serían algunas de las causas o justificaciones que conducirían
a los pueblos a la revolución y la independencia sería la forma de la
liberación de tanta opresión.
Lo primero que dice el poeta es:
“…el conde cree que ya es suyo nuestro Río de la Plata/como se conoce
amigo/que no sabe con quién trata…”.
La idea de libertad es muy clara en el cielito y aparece como una arenga.
Encontramos por primera vez en el cielito el concepto de luchar o morir
por la independencia es más valioso que vivir bajo la dominación.
“libertad muera el tirano, / o reconocernos libres/ o a diosito y sable en
mano”
Esta idea aparece reforzada con el concepto de que no solo los orientales
están dispuestos a morir, sino a pasar todo el sufrimiento que sea
necesario:
“…Mire que grandes trabajos
No apagan nuestros ardores
Ni hambres, muertos y miserias,
Ni aguas fríos y calores…”
El espíritu revolucionario aparece con mucha nitidez en el poema. Los
americanos son hombres valientes, con coraje, cansados de soportar
injusticias, hastiados de ser gobernados por un rey que no los merece.
Están dispuestos a sacrificarse y si fuera preciso a morir para alcanzar la
independencia.
Como conclusión podemos decir que en este cielito se observan claramente
los rasgos de la poesía gauchesca: un poeta culto que usando una forma
popular “cielito”, y a través de la palabra y expresiones coloquiales y
americanismos, expresa el malestar social existente por el régimen
colonial dominante y exterioriza su deseo de libertad para sus tierras.
300
Jessica Daiana Marichal Marichal
Liceo Habilitado “San José”
Chamizo – Florida
“A LA VERDADERA COMPAÑERA DE LA LUCHA….LA QUE RESISTIENDO
LLEVÓ CONSIGO TODAS LAS PÉRDIDAS Y LOS DOLORES: LA MUJER
REVOLUCIONARIA ORIENTAL”
Me detuve un momento pues las llagas de mis manos no me permitieron
seguir trabajando la tierra…
Ahora que las contemplo, no solo veo en ellas las huellas de todo aquel
sacrificio, sino también el reflejo del inmenso amor a mi pueblo, y junto
a él, se me aparecen recuerdos más lejanos de otros amores, cuando
soñaba con un hogar o con el cálido abrazo de una familia…
Mis cinco hijos nacieron de amores pasajeros tan efímeros como las brisas
en primavera. Tal vez pueda parecer que estoy lamentándome aquí, pero
no es así, no me arrepiento de aquellos momentos porque gracias a ellos
tuve conmigo a quienes me sostuvieron firme cuando la realidad se volvió
temerosa, cuando la amenaza del regreso de los extranjeros era como si
el campo nos encerrara y nos volviera esclavos de la incertidumbre.
Por eso decidí dejar todo, arriesgarme a seguir a Artigas, porque sabía que
él nos protegería, siempre parecía tener las palabras justas para expresar
lo que todos sentíamos. En aquel momento, el mayor de mis hijos ya estaba
hecho un hombre, las niñas apenas alcanzaban los nueve años, y a los más
pequeños la vida me los había arrancado tempranamente de mi lado.
Mientras nos preparábamos para partir en el aire rondaban muchas
sensaciones: el miedo de dejarlo todo, la esperanza de recuperarlo, el
desconcierto de lo que nos esperaba, y la confianza en el pueblo unido
bajo el mando de un caudillo.
Juan se había unido a las tropas del jefe oriental y ya me había avisado
que abandonarían el sitio de la ciudad muy pronto. Todos debíamos
asegurarnos de quemar nuestros humildes ranchos, era preferible no
dejar nada a merced de los enemigos, preferible destruirlo nosotros y
quedarnos con los momentos vividos allí.
Y así arrancamos por el mes de Octubre nuestra marcha a través de la
Banda Oriental, guiados por nuestro protector Artigas. Muchos iban en
sus caballos, algunos escondidos detrás de sus ponchos, otros con el
torso desnudo como si el frío no les penetrara la piel, rezando para que el
viento los llevara por el mejor camino.
301
Fueron más los que se sumaron, gauchos, indios, negros, mestizos,
mujeres solteras, familias enteras, hasta acompañados por militares
bonaerenses. Todos conformábamos la identidad colectiva de este gran
pueblo revolucionario que con nostalgia dejaba atrás sus tierras vacías
mirando firme hacia un nuevo horizonte.
Pasaron los días y las semanas hasta que finalmente llegamos a
Paysandú-según nos dijeron-, después de haber atravesado con mucha
dificultad el Río Negro.
Había conocido a una mujer, ya de avanzada edad, se llamaba María, al
igual que muchos no pudo cruzar el Río, quedando olvidados en el camino.
A mi lado iban miles de familias, algunas de ellas compuestas por la pareja,
sus hijos y esclavos. Como lo eran José y Ramona, que iban con sus cuatro
hijos y un esclavo en dos carruajes. Reconocí también matrimonios solos, que
iban con sus sirvientes, con carruajes llenos de ropa, alimentos y recuerdos.
Se podía percibir también hombres, al frente de sus familias, llevando consigo
a sus hijos. Otros iban solos, con sus riquezas o a pie sin nada.
También había muchas mujeres como yo, de todas las condiciones sociales.
Yo iba con mis tres hijos a pie, llevando lo que podíamos con nosotros.
Llegamos a Salto Grande, era el momento de cruzar el Río Uruguay. Los
trescientos charrúas que nos acompañaban se quedarían de este lado del
río, en el territorio de sus ante pasados…aguardando con ansias nuestro
regreso. Eran todos de rasgos similares. Robustos y grandes, con su piel
morena-oliva, con su hermosa sonrisa en su boca de labios gruesos.
A nuestro lado iban unos seis mil hombres que según su vestimenta
parecían ser del ejército. Eran miles los niños, miles los vehículos, ocho
mil eran los bueyes, veinte mil eran los caballos. Desde lejos se nos veía
llegar, acechados por el peligro, por el hiriente tiempo, expuestos casi
desnudos, con la miseria de alimentos y ropa. Eran pocos nuestros lujos,
como el de fumar, tomar mate o entablar conversaciones con los demás,
pero era así como lográbamos que este largo viaje fuera más llevadero.
El cruce fue muy duro, aunque las rocas asomaban permitiéndonos avanzar,
las fuertes corrientes nos hacían titubear. Muchos exhaustos por el esfuerzo
dejaban caer sus pertenencias para poder llegar a la orilla, otros no pudieron
desprenderse del peso, quedando perdidos entre los pozos de agua.
Cada día me cuesta más seguir, el cansancio pesa sobre mí. Pero al mirar
a mi lado, veo dos rostros llenos de inocencia, de esperanza, y una fuerza
desconocida recorre mi cuerpo, permitiéndome seguir.
Al acampar en el Ayuí podíamos oír una poesía que calmaba nuestras
almas. Venía del suave tocar de las cuerdas de una guitarra y de su
ingenioso vocabulario que hacía reír y llorar hasta al corazón más rudo.
302
Allí estaban los gauchos, reuniendo tanta gente a su alrededor, a quienes
nunca les faltaba su caballo, guitarra, mate y cuchillo. Son ellos también
dueños del juego, apostando todo lo que tienen, hasta sus propias prendas.
Entre toda la multitud detuve mi mirada. Pude reconocer esos ojos
color café, que llevan por nombre Pedro. Si, era él, aquel que alguna
vez me raptó, del cual sin querer, me enamoré. Entre todos, su recuerdo
permaneció. Como olvidar esa dulce voz. Un día desapareció, sin decir ni
siquiera adiós. Hoy lo vuelvo a ver, después de haber creído que en sus
andanzas, el destino le había tendido una trampa.
Juan, mi hijo mayor, es fruto de lo que un día fuimos él y yo. Hoy el destino
nos volvía a reunir, en un mismo lugar. Pero pensé que él ni mis ojos debía
de reconocer.
De repente se escucha un fuerte murmullo, todo miran escandalizados,
con miedo, algo ocurría. Pero mi hijo me advierte que solo ha sido una
falsa alarma, aún estamos seguros aquí.
Varios días ya han pasado, desde el primer día que acampamos aquí, en el
Ayuí. Día tras día todo era más complejo. Muchos arriesgan sus vidas al arrear
ganado de territorios controlados por portugueses, porque el alimento ya es
escaso, siendo las posibilidades de conseguirlo cada vez más peligrosas.
Si en el campamento existía una mirada, una imagen, que me permitía
afirmar que todo este esfuerzo no es en vano, que me daba valentía, era
la de Artigas. Él se mantenía firme ante nosotros, mostrando su grandeza,
pero en sus ojos se reflejaba ese protector paterno, triste por su pueblo,
preocupado por nuestra situación. Es un hombre humilde, fuerte, nos
sentíamos a salvo junto a nuestro caudillo.
Sola me encuentro, mientras mis dos hijas juegan a lo lejos. Juan practica
junto con otros hombres como utilizar las armas de fuego. Escucho una
voz detrás de mí, -¡Josefina!-. Ese es mi nombre, ¿pero sería a mí a quién
buscan? Otra vez volvió a susurrar -¡Josefina!-.
Fue en ese entonces que incliné mi cabeza para saber quién era. Para
mi asombro era Pedro, después de tantos años me reconoció. Quedé
impactada que no supe que decir. Se acercó aún más hacia a mí, sin decir
nada me sostuvo fuertemente y me entrelazó entre sus brazos.
Luego de tanto tiempo, de tanta soledad, él volvía a mí. Pero había algo
que no me permitía avanzar en ese momento, el miedo del engaño, del
abandono. Él es un gaucho, lleva en su sangre el sentimiento de libertad,
de rebeldía, como sabría si se estaba mostrando sincero o yo volvería otra
vez a caer en la trampa de sus poesías. Mi reacción solo fue soltarme en
silencio y dejarlo solo allí.
303
Al anochecer, estando todos reunidos en familia, una de mis gemelas,
María, comenzó a sentirse débil, su color de piel era pálido, estaba ella fría
al tacto. No sabía qué le sucedía. En la mañana, al no ver ninguna mejora,
Juan me ayudó a llevarla junto con el doctor del campamento, pero él
tampoco supo decirnos que ocurría, solo restaba esperar y orar.
Dos días pasaron, tres, cuarto, una semana y María seguía muy frágil,
expuesta a todo mal.
Una mañana sus ojitos nunca más abrieron, sin saber que se la llevó.
Junto a ella una parte de mí se quedó. Sola me dirijo al lugar donde la
hemos enterrado, conmigo llevo tres flores, cada una representaba mis
tres ángeles en el cielo. En soledad necesitaba desprenderme de todas mis
penas, de todas mis cargas, el camino ya avanzaba y yo iba quedando atrás.
El sol amanece, es hora de dejar todo atrás.
Tuve la oportunidad de hablar con varios negros, esclavos. Eran trasladados
con sus amos, apenas si sabían de esta Revolución y repentinamente ya
estaban formando parte de ella. Pero había una realidad mayor a esta, la
de poder escapar del dominio del amo español que tanto los torturó, los
rebajó. Había un pensamiento que predominaba en el aire, el de conseguir
su libertad y la de sus hijos.
En cada instante sentía el recuerdo de aquel momento, de aquel abrazo,
algo había generado Pedro en mí. Su rostro se volteaba todos los días
hacia mí, como buscando una respuesta, un sí. No se atrevía a acercarse
y yo cada día más insegura, por no saber si había hecho lo correcto o no.
La situación aquí se tornaba cada vez más difícil. Yo ya no era la misma, en
cada uno de mis pasos podía sentir el dolor, el esfuerzo. Muchas veces en
las noches, antes de dormir, varias preguntas me atormentaban. ¿Sería
capaz de regresar a nuestra tierra? ¿Lo iba a lograr? ¿Qué iba a suceder
mañana, si es que había un mañana para mí?
Cada día observaba a cientos de hombres, mujeres, arriesgando todo por
el hoy, sin saber si el día de mañana serviría de algo el esfuerzo. Pero ellos
estaban ahí, firmes, aprovechando cada segundo, gastando cada momento
de sus vidas, por una causa, una causa que según ellos era noble.
En una noche cálida, donde las estrellas asomaban para invitar a
contemplaras, sentí el inmenso deseo de correr hacia Pedro, pero ¿cómo?,
si no sabía dónde estaba, pero ¿cómo? si mi respuesta había sido un no.
Fue en ese momento, donde el destino me mostró realmente lo que era
lo correcto, él otra vez estaba ahí, mostrándome el camino. No lo dudé, a
partir de ese momento no me separé más de él.
304
Es un día de fiesta, un acontecimiento muy especial iba a ocurrir. El
sacerdote Figueredo va a unir en santo matrimonio a Pedro y a mí.
Para Juan fue muy difícil de asimilar a su padre y que yo decidiera ser su
esposa, pero con paciencia supo percibir que la vida es muy corta para
sentir rencor, que yo era feliz junto a él.
Mi esposo, como otros tantos gauchos, estaban aquí empujados por el
entusiasmo. La audacia, la rebeldía y el coraje corría por sus venas.
Nadie fue obligado a seguir a Artigas, él no quería que nadie fuera forzado,
sólo permitía que lo siguieran quienes así lo desearan.
El propio Artigas comunicó que somos como unos cuatro mil, -que grande
que es el poder de nuestro caudillo. Somos demasiados y la necesidad de
una organización era urgente.
El ejército se organizó en Artillería, Infantería y Caballería. Juan, como buen
jinete, formaba parte de la Caballería. Junto con mi hija, como muchas
mujeres más, formábamos parte del servicio de sanidad, ayudando a
heridos y enfermos.
Fueron muchas las vidas que se fueron, en los ríos, en la tierra, pero
fueron muchas las vidas que recibimos en nuestro campamento.
El propio Artigas se encargaba de la justicia, él era el más indicado y en
eso todos estábamos de acuerdo.
Por el mes de Abril, si es que no me equivoco, era tiempo de regresar a
nuestro territorio siguiendo a Artigas, que iba en busca de ayuda porteña
y paraguaya.
Al llegar a nuestra tierra nuevamente, esperamos y seguíamos esperando
la ayuda que jamás venía. Frente a esta situación de incertidumbre Artigas
decidió dar marcha atrás y regresar a nuestro antiguo campamento.
En nuestro campamento se podían distinguir, a lo lejos, unos pocos
hombres marginados, encarcelados. Eran los portugueses, nuestros
enemigos. Torturados y odiados, nuestras bocas se llenaban de blasfemia
cuando los teníamos cerca. Al verlos le pedía a Dios sacara este rencor,
este odio dentro de mí, pero cuán difícil era de lograr.
Gracias a Dios mis dos hijos aun seguían firmes y con las fuerzas
necesarias para seguir los pasos de la Revolución.
En cambio mi debilidad se comenzaba a notar en mis ojos, en mis mejillas.
Mi familia ya lo comenzaba a notar. Pero tratando de evadir cualquier
sospecha, les insistía que era algo del momento, que ya iba a pasar.
Luego de estar completamente instalados, en Junio nos informaron del
regreso decisivo a nuestra patria, para sitiar nuevamente Montevideo.
Todos sabíamos que a partir de aquí se marcaba un nuevo comienzo.
305
Como todos los días, desperté acostada en mi lecho. Algo era diferente
esta mañana. No conseguía levantarme. Me encontraba envuelta en una
lucha, mi cuerpo no me permitía seguir, mientras que mi corazón corría
tan rápido, tratando de salir para echarse a andar.
Ya era hora de partir. Afligidos, los que me rodeaban trataban de alentarme
y apoyarme, pero todo parecía tan inútil…
Otra vez me pregunto cómo poder cruzar el Río Uruguay. Más lo pensaba,
menos lo lograba. De mil maneras intentaron convencerme, ellos se
encargarían de mí, pero sabía que si aceptaba terminaría siendo una carga.
Miré a mi alrededor, el calor del sol rozaba suavemente mi rostro, fue en
ese entonces que tomé la decisión. Nadie me movería de aquí.
Al entender mi elección, con tristeza se unieron a la multitud. Los veía
alejarse, llenos otra vez de temor.
Ya estando ellos lejos, pude percibir cuán grande era el poder del pueblo,
la fidelidad hacia nuestro caudillo. Con seguridad pude decir que todo este
proceso valió la pena, ya no caben dudas dentro de mí.
Recuerdos como el beso de un amado, la sonrisa de una hija, la fuerza
de Juan, el rostro de Artigas, iban quedando enterrados con lágrimas en
esta tierra…
Aquí estoy, sola, a merced del destino. Mis manos se adormecen,
dificultándome la escritura. Siento que estas serán mis últimas palabras…
Cuanto deseo que esta tinta marque como en mi vida, un valor en la
historia de mi pueblo…
Y así la noche se acercaba, intrigada por lo que pasaba…
En el cielo una estrella brillaba, a lo lejos alguien me esperaba…
BIBLIOGRAFÍA
REYES ABADIE, W VASQUEZ ROMERO, A (1998). Crónica General del Uruguay. Tomo II. Ed.
Banda Oriental. Montevideo.
ANA MARIA RIBEIRO (1999). Los Tiempos de Artigas. Tomo I y tomo II. Ed: Dr. Enrique
BELTRÁN. Montevideo. Uruguay. Una publicación de El País S.A.
306
María antonella barboza
Liceo Militar Gral Artigas
Fray Bentos- Uruguay
CAPÍTULO I
LOS PREPARATIVOS
Julia se encontraba en la sala de su casa de piedra y teja en una
calurosa tarde a fines de octubre. Mientras hacía como que practicaba
al piano una pieza de música para satisfacer a su familia de alta
sociedad, realmente leía uno de los libros que toda buena señorita no
debía conocer. Olvidando, así, lo que sí debía conocer para deleitar a
todo posible candidato en las divertidísimas tertulias a las que con
desagrado concurría.
Tanta calma fue interrumpida por Gertrudis, una de las jóvenes criadas
negras de la familia, quien entró corriendo a la sala mientras gritaba:
- ¡Venga señorita! ¡No puede perderse lo que está pasando! ¡Todos los
vecinos dejan sus casas! ¡Vea, se ha formado una caravana!
- Tranquilízate Gertrudis, no entiendo nada. Explícame de nuevo cuáles
son esos acontecimientos que tanto te preocupan-responde con voz
pausada y dulce nuestra ya presentada señorita Julia.
Gertrudis, desesperada ante la tranquilidad de su amita, la tomó de un
brazo haciendo que se incorporara del sillón de terciopelo para dirigirse
juntas hacia la puerta principal desde donde, más allá de los jardines
de la magnífica estancia, podían verse multitud de carros, carretas,
caballos, que marchaban en fila brindando una imagen singular.
- ¿Qué habrá sucedido, Gertrudis? ¿Están locos acaso? ¿Cómo van a
abandonar la seguridad de sus hogares dejando todo atrás?
La criada no tuvo tiempo de responder porque entró Don Carlos, en su
magnífico caballo bayo, al galope y a los gritos:
- ¡Mujer! ¡No te preocupes por los detalles! ¡Tenemos que emprender la
marcha! ¡Apúrate! Y tú, Julia ¿Qué haces ahí parada? ¿Ya tienes pronto
el equipaje?
- Padre ¿A dónde vamos? ¿Llevo mis vestidos de seda?
- ¡Qué seda ni seda! Prepara rápido todo lo que quieras llevar pero que
te entre en un baúl, intenta ser práctica a pesar de ser mujer. Las
noticias desde San José no son las esperadas. Los españoles firmaron
la paz con Buenos Aires, así que debemos irnos antes que vuelvan
307
a querer mandar a todo el mundo. ¿Qué se creen estos españoles?
No se dan cuenta que la época del Virreinato terminó, que aquí hay
criollos dueños de su presente y de su futuro.
Julia obedientemente baja su cabeza y se dirige con aparente
compostura a cumplir con el pedido de su padre mientras no puede
dejar de pensar por qué le tocó ser mujer en un mundo de hombres.
Gertrudis revolotea a su alrededor parloteando sin ser escuchada.
Por el jardín todos los habitantes de la estancia, blancos y negros, ricos y
pobres, amos y criados se preparan para la misteriosa e inesperada marcha.
CAPÍTULO II
DEVELANDO MISTERIOS
José, el hermano mayor de Julia, caminaba por la sala sin poder disimular
su nerviosismo, murmuraba o rezaba, pues como buen criollo descendiente
de españoles, era creyente, profundamente religioso, hasta el extremo de
haber manifestado a su familia su deseo de ser sacerdote. Soñaba con
oficiar la misa diaria, participar de procesiones y celebraciones de santos
que unieran a la comunidad montevideana.
- Hermano, ¿Podrías explicarme qué sucede? ¿A dónde vamos?preguntó la joven damita cada vez más preocupada.
- Julia querida, hasta hoy te he considerado una niña, pero el camino
que emprenderemos este día te hará crecer de golpe. Encomiéndate
a nuestro Señor pues padre ha decidido seguir a Artigas quien, como
buen caudillo, ha demostrado valor y seguridad.
- ¿Seguirlo? ¿A dónde? Si Artigas está afuera, sitiando nuestra ciudad.
- Ya no, fue enviado a Yapeyú en Las Misiones, va a ocupar su cargo
de Teniente Gobernador. Los amigos de Elío están persiguiendo cada
vez más a aquellos que simpatizamos con el movimiento oriental.
No podemos quedarnos, no podemos dejar todo lo que tenemos para
que lo disfruten los portugueses o peor aún los españoles y criollos
traidores. Ya hemos soportado demasiadas vejaciones. Parezco
egoísta, hermana, pero si supieras todo lo que nos han hecho pasar
me entenderías.
- Pero ¿A dónde vamos? ¿Con quién? Tendremos que vadear el Rio
Negro en el paso de Yapeyú, nos llevara más de un mes llegar allí.
- Vamos con el Jefe de los Orientales- respondió enérgicamente Don
Carlos ingresando en la sala junto a dos de sus criados negros y a un
trío de indios, todos cargados de provisiones, armas y equipajes.
308
- Vamos, las carretas están listas, los caballos ensillados, vuestra madre
espera nerviosa. Gertrudis, llévale a la señora sus sales y su abanico.
CAPÍTULO III
TODO ATRÁS
La familia Azarola junto a sus criados y a un grupo de indios observa, desde
la calle empedrada, cómo las llamas consumen la hermosa estancia.
- No llores mujer, si no ha de ser para nosotros tampoco la dejaremos
para el disfrute de nuestros enemigos.
Dejando atrás las murallas Montevideo se hacía chiquito a medida que la
distancia aumentaba. En medio de paisanos que cantaban lamentándose
por “La Redota”, marchaban Julia y los suyos.
Las noticias llegaban fragmentadas pues iban de una carreta a la otra y
no siempre podía creerse en su veracidad.
“…Lo echaron porque temían a su poder como jefe…”
“… al Yapeyú, no encontraron un lugar más lejos para librarse de él…”
“… dicen que el jefe no esperaba que más de cuatro mil almas lo siguieran…”
“… le complicamos la marcha claro está, pero él va a saber cómo librar los
obstáculos que se nos presenten en el camino…”
Un grupo de paisanos seguía la marcha caminando. Don Carlos hace que
sus carretas se detengan y los invita a subir pero estos manifiestan su
deseo de seguir a pie, diciendo:
- Es como un castigo que nos pusimos a nosotros mismos, por la
“Redota”, Don Azarola ¿vio? Tuvimos que dejar el sitio nomà y no
pensamos abandonar a nuestros soldados, menos a nuestro jefe.
- Suban por lo menos sus equipajes, así caminarán más cómodos.
CAPÍTULO IV
LA BITÁCORA
Julia sentada en la carreta no podía dejar de pensar en todo lo que había
dejado atrás, cuando se le ocurrió una idea: escribir una bitácora, dejar
plasmado en el papel todo lo vivido, para compartir en un mañana con
sus hijos.
309
Cada día, durante las horas de sol, Julia escribía todo lo que iba sucediendo
y de este modo había encontrado un sentido para su vida. Gertrudis, por
su parte, ya no era considerada una criada y se había convertido en una
fiel amiga y secretaria.
Recorrían juntas la caravana preguntando cuántos niños, cuántas mujeres,
cuántos hombres y cuántos ancianos la integraban, así como sus razas y
ocupaciones.
Una de esas tantas mañanas Julia tuvo una grata sorpresa pues nada
más y nada menos que el mismísimo Don José Artigas la mandó buscar.
Nadie salía de su asombro en la carreta de los Azarola.
- ¿A ti? ¿Por qué a ti? ¿No será acaso a mí a quien desea ver? – se
preguntaba en voz alta. José quien creía que como su vocación había
tomado como modelo el lado religioso del otro José, José Artigas,
éste quizás se había enterado y lo llamaba para animarlo a seguir el
llamado de Dios.
- Seguramente es a mí a quien desea ver- dijo Don Carlos. - ¿Para qué
puede querer a una mujer?
El enviado de Artigas comenzaba a impacientarse de modo que volvió a
leer el comunicado del jefe “… a la Señorita Julia Azarola junto a su Señor
Padre…” rogando al padre de Julia que los acompañara.
CAPÍTULO V
EL ENCUENTRO
Al frente de la marcha se estaba preparando un campamento. Un grupo de
criollos formado por blancos y mestizos, con la ayuda de algunos indios,
preparaban unos toldos y encendían las fogatas.
Julia se sorprendió al encontrar colaborando con el jefe a muchas
mujeres. Armadas, con el cabello atado, dando órdenes y más aún, a
muchos hombres obedeciendo los mandatos femeninos.
En una de esas tolderías se encontraba Artigas, quien en mangas de
camisa, sentado sobre una cabeza de vaca, formaba parte de una rueda
de orientales de los más diversos orígenes pero con un ideal en común.
Con la sencillez que caracterizaba a este hombre de pocas pero acertadas
palabras, presentó a todos a Julia como su colaboradora.
Don Carlos casi se desmaya de la emoción y a Gertrudis le dieron unas
terribles ganas de ir al baño cuando Artigas en persona también la
nombró.
310
- Estas jovencitas están escribiendo un diario de nuestra marcha, a
partir de hoy las invitaré a hacerlo oficialmente para llevar un control
y conocer todas las novedades que ocurran a diario.
- Claro señor, como los nacimientos y los enfermos y las embarazadas y
la gente que se suma todos los días… - comenzó a disparar Gertrudis,
sin hacer ni una pausa.
- Tranquila amiga. Así lo haremos señor, es un honor para nosotros
brindar nuestra modesta ayuda a esta causa- dijo Julia sonrojándose
con emoción y un dejo de vergüenza, ante la mirada sincera de ese
hombre, ídolo de los orientales.
Comenzaban a llegar a caballo algunos soldados encargados de patrullar
los alrededores y se iba agrandando la rueda. Llegaban hasta los
aguateros, todos los orientales compartían el almuerzo entre charlas y
payadas.
Julia al fin se sentía útil y feliz de ser mujer en un mundo de hombres.
Había descubierto el valioso papel de la mujer oriental, para hacer realidad
el sueño de un pueblo, su pueblo.
CAPÍTULO VI
NÚMEROS
Artigas le dio a Julia una copia del padrón realizado en Salto Chico como
guía para facilitar su trabajo.
- Según estos datos somos alrededor de 4.400 personas y casi 850
carretas, sin contar a los 6.000 militares que nos acompañan. Tienes
allí otros datos que te pueden servir- dijo el General.
- Sí, señor. Edades, razas y sexo. ¡Ah! y esclavos. Nosotras comenzamos
el relevamiento pero somos tantos que…
Las jovencitas pusieron manos a la obra y los días pasaron rápidamente
desde que se les hubiera encomendado tan importante misión. Así fueron
narrando todo lo vivido en los campamentos a orillas de arroyos y ríos, en
esa marcha lenta pero segura hacia el norte.
Todas las actividades rutinarias se volvieron, durante la marcha, un
verdadero desafío. Ricos y pobres se repartían tareas:
- Lázaro, a ti te toca hoy vigilar los alrededores junto a Luis.
- Si, si tú repartes el agua déjame un poco para llevar.
- Mujer, cuenta bien los panes pues debemos cuidar las provisiones que
nos quedan.
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José Azarola no cabía en sí de felicidad pues participaba en la misa diaria
junto a los sacerdotes, como uno más.
Hasta la frágil y delicada Señora Azarola trabajaba a la par de los criados
preparando las comidas.
Transcurrían los días, uno a uno se iban sorteando los obstáculos. Se
fortalecía a diario la solidaridad y los lazos de hermandad entre orientales,
más aún entre rioplatenses.
Mamá Ana María quiere que José continúe estudiando durante la
marcha. Julia, que escucha la discusión entre ambos sin aguantar más
sin defender a su hermano, comienza a describir con lujo de detalles
el camino recorrido. Sonríe pensando qué podía ser mejor que estudiar
geografía al recorrer los lugares que solo conocían de boca de expertos.
Tantos y tan lindos paisajes en el suelo oriental.
El Arroyo Grande con su colorida ribera, o el Arroyo Perdido, como su
nombre lo indica ubicado en un remoto paraíso terrenal. Como conocer
el Arroyo Negro, lugar sagrado donde se encontraba el Cuartel General.
Campamentos inolvidables en el arroyo Quebracho, en el Río Daymán… ¡Ah!
sin olvidarse de ese fantástico río que ha hecho posible la marcha pues ha
sido la referencia espacial, una fuente inagotable de alimento y de agua.
Ana María horrorizada le ordena:
- Calla hija, las mujeres no debemos saber tanto. Te costará mucho
conquistar un buen partido, lee mejor tus partituras aunque no tengas
el piano para practicar.
Julia sin responder se retira pensando que no solo aprendió geografía
sino, también, todo lo que puede hacer una mujer cuando hombres como
Artigas confían en ellas y les brindan oportunidades.
CAPÍTULO VII
UN VISITANTE INDESEABLE
Un día como cualquiera se transformó en diferente, con la inesperada
llegada de Manuel de Sarratea. Pasó al lado de las carretas de la familia
Azarola, elegante y erguido, y apenas inclinó su cabeza a modo de saludo.
Como reguero de pólvora se expandieron las noticias “… es el Presidente
del Triunvirato…” “…quiere seguir luchando contra los españoles y necesita
nuestro apoyo…”
Jacinto, uno de los más parcos de palabra, habló como un libro abierto
pero recién lo entenderíamos después de los incidentes:
312
- Este hombre no es de fiar, ojalá el jefe sepa “oler” sus intenciones.
Todos creyeron posible la alianza pero Sarratea, casi de inmediato,
comenzó a intentar desacreditar a Artigas.
- ¿Quién va a creerle? ¿Cómo permitirle hablar así de nuestro jefe?
Poco duraron las buenas relaciones, de ningún modo los orientales nos
pondríamos a las órdenes de este hombre pedante y orgulloso que tenía
como misión destruir todo aquel sentimiento surgido y fortalecido durante
estos meses de marcha.
Una vez que Sarratea se retiró Artigas nos informó sobre las acciones
siguientes:
- Compatriotas, Sarratea se retiró escuchando nuestra solicitud de
renuncia. Rondeau, con quien tengo una excelente relación, queda al
mando del ejército. Comenzaremos nuestra marcha hacia Montevideo,
estimo que para febrero estaremos nuevamente sitiando la ciudad
amurallada.
Este fue su discurso, si así puede llamarse, y todos, acatando sus órdenes,
reanudaron la marcha en dirección opuesta.
Podía percibirse en el aire la mezcla de sensaciones y sentimientos
encontrados.
De regreso a nuestras querencias, a encontrarse con la familia y los amigos
que allí quedaron, a enfrentarse con los enemigos y los indiferentes a
nuestra causa.
Julia que había escuchado todo desde un rincón imaginaba cómo se
encontraría la estancia, cuánto tiempo les llevaría reconstruirla.
CAPÍTULO VIII
CON LAS IDEAS CLARAS
La marcha de regreso estuvo colmada de dificultades pero estas no
opacaron todo lo vivido.
Julia aprendió en estos nueve meses mucho más que en sus 16 años
de vida. Festejó su cumpleaños teniendo a las estrellas como velas y
a los árboles ribereños como invitados especiales. Cuando su carreta
quedaba en lo alto de una pendiente, le sorprendía ver a ese montón de
gente peregrinando, muchos de ellos a pie, con lo puesto como equipaje,
parecían como diez mil almas.
Con los calores de febrero se encontró de regreso en su vieja y querida
estancia, o lo que quedaba de ella.
313
Ni un animal en los alrededores, ni un ladrillo en su lugar, ni una flor en el
otrora famoso jardín de Doña Ana María, pero al mirar a su alrededor no
encontró ni una sola cara triste o desolada.
El optimismo y la fe mueven montañas y en este caso movieron a todos
los Azarola y a sus criados.
Don Carlos iba y venía como uno más, sudoroso bajo el sol de verano,
daba las últimas indicaciones antes de marchar junto a sus hombres para
unirse al Sitio.
Gertrudis, mientras cargaba los ladrillos de adobe, reflexionaba en voz
alta poniendo en palabras lo que todas las mujeres pensaban pero
ninguna decía:
- Mire usté, que las mujeres esto y aquello, que somos frágiles y no
podemos, ahora nomás nos dejaron solitas para reconstruir todo
esto…
- Y lo vamos a hacer, no tengas dudas- respondió segura Julia mientras
levantaba una pared.
Seguramente nunca supieron ni estas mujeres, ni los hombres que
hicieron historia con esta marcha, que fueron ejemplo de lo que el tesón
y los ideales pueden lograr. “La Redota”, según nuestros paisanos, se
transformó en el triunfo de un pueblo que, a pesar de su pobreza material,
encontró en el camino la riqueza de una identidad: la del pueblo oriental,
mi pueblo. Pueblo sin armas, pueblo sin preparación militar, pero pueblo
de encuentro de razas, pueblo de ideales profundos y firmes.
Con aquel Jefe que nos cargó “en sus brazos de gigante”, según la expresión
de Zorrilla de San Martín, que aseguró a todos y a cada uno un trato justo.
A aquellos osados orientales que manifestaron su protesta y decisión de
cambio marchando detrás de un solo hombre, hombre común y corriente,
hombre de carne y hueso, centrado y seguro, les brindó la oportunidad de
hacer escuchar sus voces a través de cordilleras y océanos, llegando a
todas partes.
Fuimos modelo para todos los pueblos americanos, unos ya libres, otros
oprimidos, otros luchando. Todos miraban sorprendidos de lo que era
capaz un puñado de hombres cuando de conseguir sueños y defender
suelos se trata.
314
Laura Gabriela Burgos De Léon
UTU Arroyo Seco
Las Piedras- Canelones- Uruguay
LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA.
Los hechos de 1811 que desembocaron en el éxodo del pueblo oriental.
El año pasado festejamos en Uruguay el año del Bicentenario ya que hizo
200 años de la primera batalla que se ganaba al dominio extranjero y del
sentimiento de independencia que nacía en todos los orientales y hacia la
figura de nuestro Prócer José Gervasio Artigas.
Pero en este año y en los próximos también se celebrarán 200 años de
otros tantos acontecimientos y de tantas personalidades que dieron sus
vidas, que lo arriesgaron y perdieron todo por luchar y defender sus ideales,
ayudando así ayudaron a que hoy seamos un país libre e independiente. Y
no nos olvidemos de la estocada final al dominio extranjero como lo fue la
cruzada libertadora. Allí se ve claramente ese sentimiento fuerte y como
algo sagrado al jurar “liberar la patria o morir por ella”.
Esta parte de la historia hay que comprenderla. No se puede hablar de un
tema como algo aislado ya que viene enrabado a otros acontecimientos que
tuvieron sus consecuencias.
Uno de estos acontecimientos fue “El Éxodo”, acuñado por el historiador
Clemente Fregeiro en 1883:
“Así como los arroyos, corriendo en distintas direcciones, echan fatalmente
su caudal en el seno de nuestros ríos de aguas rápidas, así también por las
distintas regiones de la Banda Oriental se formaban corrientes humanas que,
salvando los obstáculos de nuestra campaña, fueron a desembocar, con sus
cantos de libertad y sus acentos de pena, en la gran columna del Éxodo, a cuyo
frente iba Artigas como jefe del ejército y como protector de los pueblos libres”.
INTRODUCCIÓN
En el año 1811 sucede el hecho más hermoso de nuestra historia: por
conservar su libertad la población del país abandona sus hogares y emigra
en masa hacia la costa occidental del Rio Uruguay. Nace en ese momento y
por esa circunstancia el Estado Oriental. El pueblo en armas se constituye,
se da sus primeras instituciones y elige un jefe: José Artigas.
En los hechos, los cuatro quintos de la población abandonan el territorio de
la Banda Oriental. Estos hombres habían iniciado un levantamiento contra
las autoridades españolas.
315
La Redota (derrota) es a la vez el camino, la huida y el estar vencidos,
comprende en su significación la amargura, la contrariedad, la impotencia, el
sacrificio; muestra pues el exacto estado en que se hallaban los orientales.
Con La Redota llega a nuestra campaña algo que hasta entonces era
desconocido: el hambre. En campaña se carecía de cama o de un techo o de
una olla para hervir un puchero para un enfermo pero nunca un oriental se
había hallado en la situación de no tener carne para hacer un asado.
A partir del 23 de octubre nuestros paisanos se cubren de andrajos y desde
entonces comienzan a construir sus libertades a medida que pierden, como
un precio, la abundancia, el ocio y muchas veces sus vidas.
Y no son sólo los gauchos y los pobres los que pierden todo y marchan a La
Redota, son también los hacendados más ricos.
El pueblo oriental emigra de su tierra por no padecer a sangre y fuego, bajo
españoles y portugueses, o por no someterse mansamente a esos mandones
o invasores. Las familias buscan protección en la caravana de la Redota y
los hombres se pliegan a ella para servir en la causa de la revolución. Esa
emigración fue una larga prueba de miseria y de privaciones.
Causas
La victoria de Las Piedras tuvo importantes consecuencias. Vigorizó el entusiasmo
y la fe de los orientales en su propio esfuerzo. Consolidó el prestigio militar de
Artigas. Dejó el territorio oriental en poder de las fuerzas revolucionarias, pues
las fuerzas españolas se encerraron en el recinto de Montevideo.
Las fuerzas victoriosas de Artigas iniciaron inmediatamente el sitio de
Montevideo, conjuntamente con el grueso del ejército bonaerense comandado
por Rondeau. Artigas era partidario de aprovechar el éxito obtenido mediante
un ataque decisivo a la plaza, pero Rondeau, Jefe Supremo, no lo autorizó y
ordenó el sitio de Montevideo.
Mientras los contingentes revolucionarios se situaban frente a Montevideo
ocurrió un acontecimiento nuevo. El virrey Elío, ante el peligro de una derrota
total, solicitó la ayuda de Portugal. Y como respuesta a este pedido, en julio
de 1811 la Banda Oriental fue invadida desde el norte y el este por fuerzas
portuguesas comandadas por el general Diego de Souza.
El 1º de junio de 1811 Rondeau, con 2800 hombres y 12 cañones tomó el
mando del sitio de Montevideo que había sido iniciado por Artigas poco
después de la Batalla de Las Piedras.
En ese momento toda la Banda Oriental estaba en poder de los patriotas pero
las comunicaciones marítimas con Buenos Aires se hallaban interrumpidas
por la escuadra española que dominaba el Río de la Plata y el Río Uruguay.
316
Los portugueses ocuparon varias poblaciones en el norte y el este del país;
Melo, Santa Teresa, Rocha, San Carlos, y Maldonado.
Las negociaciones de paz
El gobierno de Buenos Aires prefirió iniciar negociaciones diplomáticas en
lugar de continuar la lucha. En la antigua capital del virreinato la situación
era difícil; existían muchas diferencias de opinión entre los gobernantes y
además los ejércitos del Alto Perú habían sido derrotados por los españoles.
A estos hechos se sumaba la invasión portuguesa, que obligaba a luchar
contra un nuevo enemigo.
Los gobernantes bonaerenses opinaron que no se podía hacer frente
simultáneamente a tantas dificultades y procuraron obtener un armisticio.
Las negociaciones fueron prolongadas y complicadas. En Montevideo, en
Buenos Aires y en Río de Janeiro se celebraron diversas entrevistas hasta
que pudo finalmente llegarse a un acuerdo.
Las primeras asambleas orientales
¿Por qué fue significativa esta reunión?
Fue la primera vez que el vecindario en armas exteriorizó su voluntad
colectiva y reclamó por sus derechos.
Estas asambleas, si bien no están rodeadas de las fórmulas legales relativas
a convocatoria, integración y carácter de la representación, tienen enorme
importancia en nuestra evolución política.
En los intentos de paz que se desarrollaron en este período, los orientales
no tuvieron ninguna intervención. Ello provocó la aparición de una tendencia
nacionalista y que indujo a Rondeau a convocar una asamblea de vecinos para
analizar los problemas comunes. La reunión se celebró el 10 de setiembre
de 1811 a media legua de la plaza sitiada, en la “Panadería de Vidal”, ubicada
en la manzana que hoy delimitan las calles Lorenzo Fernández, Pedernal,
Joaquín Requena y Yaguarí. Se cree que la asamblea se integró con más de
cien vecinos y los diputados del gobierno de Buenos Aires.
Entre otros se destacaban los coroneles Rondeau y Artigas, el presbítero
Dámaso Antonio Larrañaga, don Miguel Barreiro, el capitán Felipe Santiago
Cardozo, don Carlos Anaya y don Tomás García de Zúñiga.
Los comisionados porteños expusieron las causas de la concertación del
tratado con Elío y la necesidad de suspender por el momento el sitio y la
actividad militar en la Banda Oriental.
La segunda asamblea se habría realizado el 10 de octubre. Se la conoce bajo
la denominación de “Asamblea de la Quinta De La Paraguaya”, ubicada en lo
317
que es hoy el Parque Central. Su convocatoria fue solicitada a Rondeau por
los jefes orientales al tenerse conocimiento del acuerdo preliminar a que
habían llegado Montevideo y Buenos Aires el 7 de octubre. Se celebró en
presencia del delegado del gobierno de Buenos Aires, Dr. José Julián Pérez.
La más importante resolución de esta Asamblea habría sido la designación
de Artigas como Jefe de los Orientales. Allí los Orientales aceptaron que
se levantara el sitio, “solo con el objeto de tomar una posición militar más
ventajosa…” No le fue fácil a Artigas conciliar sus deberes militares con
sus responsabilidades como Oriental. Sin duda influyó para que su pueblo
aceptara la decisión de levantar el sitio.
Pero mientras conversaba con los orientales, asegurando la entera
adhesión de aquel gobierno a sostener con sus auxilios nuestros deseos,
el representante J. Julián Pérez tenía en el bolsillo el proyecto de Convenio
con Elío, por el cual se establecía que las tropas de Buenos Aires debían
desocupar enteramente la Banda Oriental y que en toda ella no se reconocería
otra autoridad que la del Excmo. Sr. Virrey.
El armisticio entre Elío y el Primer Triunvirato de Buenos Aires quedó
terminado en Montevideo el 20 de octubre de 1811. El Triunvirato
bonaerense ratificaba su reconocimiento a Fernando VII, se comprometía
a prestar ayuda económica a España en la guerra contra Napoleón y a
levantar el sitio de Montevideo; el Virrey, por su parte, a que las fuerzas
portuguesas se retiraran y al cese del bloqueo de los ríos y del puerto de
Buenos Aires.
La diplomacia inglesa, representada en la persona de Lord Strangford,
influyó para hacer efectivo el armisticio. Gran Bretaña tenía interés en que el
Río de la Plata abriera sus puertos al comercio de ultramar y que mantuviera
su unión con España y Portugal para seguir luchando contra Napoleón.
Rondeau levantó el sitio de Montevideo el 12 de octubre de 1811. Artigas hizo
lo mismo y se retiró con su ejército hacia las márgenes del San José donde
se realizó una nueva asamblea en la que se resolvió la retirada del ejército
el día 23 de octubre.
RUTA DEL ÉXODO ORIENTAL
Etapas de la emigración del pueblo oriental
(Octubre de 1811 – Septiembre de 1812)
Se ha iniciado la triste retirada. Se alejan hacia el Monzón los regimientos
que durante cerca de cinco meses sitiaron la plaza de Montevideo.
“…Y la idea palpitaba, viva como un astro, todo menos retornar a la esclavitud.
318
Se resolvió abandonar el suelo nativo para volver por él; salvar la patria, aun
sin tierra, el espíritu aun sin cuerpo, esperando la resurrección.
Y Artigas tomó entonces a su pueblo, a todo su pueblo, y lo cargó en sus
hombros de gigante.
Y dijo: ¡Vamos!
Y se lo llevó a cuestas a través del territorio oriental, hasta encontrar allá en
el norte un sitio en que vadear el rio Uruguay, y poner a salvo, como el tigre
a sus cachorros…
…Y los héroes eran mujeres y eran niños y eran viejos, muy viejos algunos.
Y eran soldados y eran familias, la misma familia de Artigas,…” (Como lo
expresara el Poeta de la Patria: Juan Zorrilla De San Martín).
En las márgenes de aquel arroyo se despiden Rondeau y Artigas. El primero
se dirige con sus regimientos hacia el Puerto del Sauce, donde se embarcará
con sus tropas con destino a Buenos Aires. Artigas emprenderá su marcha
hacia el norte.
El Éxodo del Pueblo Oriental o “La Redota” como era conocida en su
tiempo tienen una doble importancia. Es un hecho histórico que ejerce
indudable influencia tanto sobre el futuro del pueblo oriental, como sobre el
fortalecimiento de la personalidad de Artigas.
En cuanto a los orientales, la experiencia de sufrimientos y privaciones
vivida en común refuerza los lazos de solidaridad. Se organizó así una
imponente caravana, de unas dieciséis mil personas, formada por familias
de hacendados ricos y pobres; con mujeres, hombres, niños, ancianos y
esclavos. La marcha se orientó hacia el paso del Yapeyú en el río Negro y
continuó por la costa del Uruguay.
Entre los días 14 y 17 de octubre cruzan el Santa Lucía en dirección hacia el
Río San José, donde acampa. Aquí, el 23 de octubre de 1811, recibe Artigas la
noticia de la ratificación del armisticio suscrito entre el Gobierno de Buenos
Aires y el de Montevideo, por el cual se confirmaba el levantamiento del sitio
y se dejaba el territorio de la Banda Oriental bajo la jurisdicción de Elío. En
esa ocasión el pueblo oriental en armas decide no acatar las resoluciones
fundamentales de aquel convenio y proclama Jefe a Don José Artigas.
“El dulce grito de la libertad penetró mi oído y yo tuve la ocasión de manifestar
unos sentimientos que respiraron como yo. La idea de la felicidad de mi país
lisonjeó mis deseos y el augusto gobierno de los hombres libres hizo el resto:
súbdito siempre de sus respetables decisiones, me distinguirá la obediencia
y habré cumplido mis deberes sólo cumpliendo sus órdenes”.
“Pasé a esta Banda Oriental de Segundo Jefe de la tropa con que se dignó auxiliar
a mis compaisanos: llegaron los últimos acontecimientos y más de setecientas
319
familias han fijado su protección en mí; el grito de ellas, de los ciudadanos, de la
campaña, todo empeña mi sensibilidad y aún mi honor cuando me hacen causa
de su laudable compromiso y de sus pérdidas remarcables; me hacen conocer
que abandonar esta Banda envuelve algo más que su lamentable desgracia y
yo, mediante la determinación de usted, hallo necesario corresponder a sus
deseos, el oficio que me dirige usted, con fecha 23 del corriente me anuncia
una comisión -le nombran Gobernador de Yapeyú- de que seré sustituido
por el señor diputado doctor don Julián Pérez, orientado de ella avisaré mi
resolución a usted, sin que se halle en lo más mínimo algo incompatible con mi
subordinación y con la gran causa que sostenemos”.
El día 29 de octubre desde el Cuartel General en el arroyo Monzón
escribe el General Artigas al Gobierno de Buenos Aires:
“Un gran número de hombres a quienes el grito de su familia debería tal vez
inspirar la resolución de permanecer en sus casas pero que constantes en el
primer voto de sus corazones dirigido sólo a mantener la libertad de su suelo,
todo lo abandonan y dando un centro a sus ideas las fijan sólo en cumplirlo:
tal es la perspectiva que ofrece en estos momentos la Banda Oriental; pero
esto no es más que bosquejar en general; nunca podré dar a usted una idea
que pueda conducir al conocimiento de lo aflictivo de su estado; básteme
decir que sólo ellos pueden sostenerse a sí mismos: sus haciendas perdidas,
abandonadas sus casas, seguidos a todas partes no del llanto pero sí de la
indigencia de sus caras familias; expuestos a las calamidades del tiempo
desde los primeros instantes que resonó en esta Banda el nombre augusto
de la libertad, sin haber recibido en este gran período otro auxilio, otro sueldo
que sólo cinco pesos; pobres, desnudos, en el seno de la miseria sin más
recurso que embriagarse en su brillante resolución”.
Cuartel General en Arroyo del Monzón, 31 de octubre de 1811.
General don José Artigas a la Excelentísima
Junta Ejecutiva del Río de la Plata.
Resueltos los orientales a abandonar el territorio patrio, inician desde San José
la marcha hacia las puntas de Arroyo Grande donde se hallaban el 30 de octubre.
El 31 llegaban ya a la vera del arroyo Monzón desde donde Artigas expone al
Gobierno de Buenos Aires la situación de la campaña oriental, el ejército y las
familias que le siguen. El 2 de noviembre Artigas estaba en el arroyo Perdido
desde donde imparte órdenes a Ambrosio Carranza para que se sostenga en
Paysandú hasta su llegada y auxilie a los caciques indígenas. El 3 de noviembre
-desde Colólo- hace saber al Juez Comisionado del Distrito de Soriano que no
podrá fijarse en Mercedes, “ni menos mantenerlo con algunas tropas”.
320
“Todo individuo que quiera seguirme hágalo uniéndose a usted para pasar
a Paysandú luego que yo me aproxime a ese punto; no quiero que persona
alguna venga forzada, todos voluntariamente deben empeñarse en su
libertad; quien no lo quiera, deseará permanecer esclavo”.
“En cuanto a las familias, siento infinito no se hallen los medios de poderlas
contener en sus casas: un mundo entero me sigue, retardan mis marchas y
yo me veré cada día más lleno de obstáculos para obrar; ellas me han venido
a encontrar, de otro modo yo no las habría admitido; por estos motivos
encargo a usted se empeñe en que no salga familia alguna; aconséjelas
usted que les será imposible seguirnos, que llegarán casos que nos veamos
precisados a no poderlas escoltar, será peor verse desamparadas en unos
parajes que nadie podrá valerlas; pero si no se convencen por estas razones
déjelas usted que obren como gusten”.
“A la fecha cuenta este ejército con la fuerza de cuatro mil hombres y tengo
todas las probabilidades de reforzarlo aún considerablemente sintiendo
sólo la falta de armamento que hace la exigencia de sus valientes brazos y
algún otro auxilio que cubran su desnudez; prosigo con ellos mi marcha para
repasar el Uruguay.”
“La grandeza de ánimo que los hace superiores a todo sólo hace conocer
excitarse en ellos un ardor que si no muestra toda la exageración de su
sensibilidad ostenta en gran manera el transporte majestuoso de una razón
exaltada por unos sentimientos que la conducen al heroísmo”.
“¡Oh! ¡Cuántos son dignos de la corona destinada a la fortaleza y la virtud!...
Yo llegaré, señor excelentísimo, con ellos a mi destino, esperaré allí las
órdenes de usted y la justa consideración al mérito en sus generosos votos.”
Cuartel General en el arroyo Cololó, 3 de noviembre de 1811.
José Artigas.
Decidido Artigas a no fijarse en Mercedes, la columna se dirige hacia el
Río Negro, el que fue vadeado por el paso de Yapeyú entre el 11 y el 13 de
noviembre de 1811. El 14 de noviembre Artigas tiene instalado su cuartel
General en el Arroyo Negro.
“Excelentísima Junta Ejecutiva de las Provincias del Río de la Plata.”
“Nuestra fuerza reunida es muy respetable y muy capaz de imponer al
enemigo. Aquí tengo algunas piezas de artillería con sus municiones
correspondientes, porción regular de fusiles, lanzas, etc.: toda la Banda
Oriental me sigue en masa resueltos todos a perder mil vidas antes que
gozarlas en la esclavitud: los indios infieles abandonando sus tolderías
inundan la campaña presentándome sus bravos esfuerzos para cooperar a
la consolidación de nuestro gran sistema.”
321
Cuartel General en Arroyo Negro, noviembre 14 de 1811. Del Coronel
don José Artigas a don Elías Galván.
Ocupa después Paysandú, cuyo punto ya abandona el 21 de noviembre con los
emigrantes que le siguen, siempre en dirección al Norte; el 24 de noviembre
se encuentran en el arroyo San Francisco y cruzan el río Queguay; el 1º de
diciembre están acampados en el arroyo Quebracho. El 4 de diciembre en
Chapicuy; el 7 de diciembre se hallan en el Daymán, próximos a Salto. Desde
aquí prosiguen en dirección a este punto, donde permanecen acampados.
Alrededor del 10 de diciembre las familias inician el pasaje del Río Uruguay
por el Salto Chico hacia la costa occidental cuyo pasaje prosigue hasta fines
de este mes. En los últimos días de diciembre habían pasado la mayoría de
las familias el Río Uruguay quedando el grueso del ejército en el territorio
oriental. Es entonces cuando se ataca a los portugueses que pretenden
obstaculizar el paso, los que son completamente abatidos en Belén.
Artigas cruza el río Uruguay en la primera semana de enero de 1812. Las
familias acampan en la costa occidental a la espera de que el Gobierno de
Buenos Aires acceda a la solicitud formulada por su Jefe el 14 de diciembre
de 1811 en el sentido de que se les autorice para instalarse en el punto de
Concepción del Uruguay que les ofrecía mayor seguridad. No satisfecha esta
aspiración, los emigrados permanecen acampados en el Salto Chico, hasta
que se resolviera sobre su destino. Artigas, designado por el Gobierno de
Buenos Aires Teniente Gobernador de Yapeyú, debía dirigirse a aquel punto.
La permanencia y expansión de los portugueses en el litoral determinó la
necesidad de emprender operaciones militares contra ellos. En la segunda
quincena de abril de 1812 se abrirían las operaciones, lo que explica el
pasaje del ejército, nuevamente a la costa oriental seguido de las familias
que se negaron a abandonarlo.
El 10 de abril se había terminado la penosa travesía del río instalándose el
campamento artiguista en el Salto Chico Oriental. El Gobierno de Buenos Aires
creyó conveniente dejar en suspenso el plan de ataque a los portugueses y
ordenó el retroceso de Artigas al territorio de Entre Ríos.
El 29 de abril de 1812 el ejército oriental ha pasado el Uruguay fijando
nuevamente su campamento en el Salto Chico occidental. El 23 de mayo
aún se encontraba en aquel sitio dispuesto a encaminarse hacia el norte, a
Corrientes. El Cuartel General debía situarse en la costa del Yaguarí.
El 27 de mayo, Artigas, que había movido su Cuartel del Salto Chico Occidental,
se encontraba en la costa del Ayuí. El 30 y 31 de mayo tiene su cuartel en el
arroyo de Mandisoví.
Al día siguiente Sarratea, en virtud de órdenes que ha recibido de Buenos Aires,
firmado el tratado de 26 de mayo de 1812, dispone que Artigas suspenda sus
322
marchas y operaciones en Misiones. El 6 y 8 de junio Artigas se encontraba
en San Gregorio desde donde retrocede, de manera que el 10 de junio se
encontraba nuevamente en el Ayuí donde instala al fin su campamento.
El patriarca y su pueblo permanecerán allí catorce meses, después de
los cuales regresaran a la patria, por el mismo camino que llevaron, y
conducidos por la misma visión. En el Ayuí quedaron establecidas alrededor
de 16000 personas, soportando toda clase de dificultades y a la espera de la
oportunidad de retornar a la tierra natal.
Artigas debió desplegar una gran actividad: atender a los múltiples
problemas que creaba el abastecimiento y el mantenimiento del orden en la
población; ejercitar a los hombres en el manejo de las armas, preparándolos
para el momento en que se reiniciara la lucha; establecer relaciones con
los pueblos vecinos de Entre Ríos, Corrientes y Paraguay, procurando
convencerlos acerca de que los americanos tenían los mismos problemas y
debían unirse para resolverlos en común.
En el Ayuí, Artigas inicio su experiencia como gobernante; aprendió a resolver
los mil problemas que se presentan diariamente, y en el íntimo contacto con
su pueblo, sintió el respeto y la veneración de este obligándose a servirlo
como lo haría hasta consumir sus últimas energías.
El armisticio entre Buenos Aires y Portugal
En noviembre de 1811 Elío abolió el Virreinato del Río de La Plata y se marchó
a España, designando a Gaspar de Vigodet como jefe militar del territorio.
Vigodet tomó el mando en enero de 1812 y reanudó la guerra con Buenos
Aires anulando el armisticio de octubre.
El primer Triunvirato, entonces, bajo la presión diplomática de Inglaterra,
trato de impedir la intervención de Portugal en el conflicto con Montevideo.
El 26 de mayo de 1812 se firmó en Buenos Aires el armisticio luso-bonaerense
(tratado Rademaker-Herrera) que estableció el cese de las hostilidades
entre las fuerzas de Portugal y de las provincias Unidas y dispuso el retiro
del ejército portugués del territorio oriental.
Diferencias políticas entre Artigas y el Triunvirato: el envío de
Sarratea al Ayuí. (Junio De 1812).
El gobierno de Buenos Aires, al iniciar preparativos militares, designó a
Manuel de Sarratea como general en jefe del Ejército de Operaciones de la
Banda Oriental.
Sarratea ubicó su ejército sobre la costa occidental del Río Uruguay y luego
se trasladó al Ayuí. En el campamento oriental se iniciaron una serie de
323
divergencias entre Artigas y Sarratea, que con el tiempo se convertirían en
un grave conflicto.
En junio de 1812 Sarratea se dirigió al Ayuí y se presentó ante Artigas como
General en Jefe del Ejército Revolucionario, siendo reconocido y acatado
por el Caudillo. Al mismo tiempo, para dividir el ejército oriental, Sarratea
consiguió atraerse por medio de halagos e intrigas a algunos jefes artiguistas
de arraigo, resquebrajando la magnífica unidad que hasta ese momento
habían mantenido el pueblo y el ejército oriental en el exilio.
De inmediato Sarratea ubicó su campamento en Arroyo de la China
(Concepción del Uruguay), donde fue seguido por los jefes desertores y
algunas familias del campamento del Ayuí.
Artigas, con el apoyo de los jefes orientales, protestó ante las autoridades
bonaerenses por la conducta desleal e intrigante de Sarratea y, al no obtener
satisfacciones, renunció a los títulos militares que se le habían otorgado,
quedándose únicamente con el de Jefe Militar y Civil de los Orientales.
Sarratea desconoció la Jefatura de Artigas e intenta separar de las filas
orientales a muchos oficiales. Junto a Artigas permanecen los hombres
representativos de la raíz popular y campesina: Otorgués, Rivera, Lavalleja,
Blas Basualdo, Andrés Latorre, Miguel Barreiro.
Desde un primer momento le rindió los honores correspondientes a su
jerarquía. Transcurrido el tiempo, el General Sarratea empezó a dar órdenes
a los subordinados de Artigas pasando por encima de su jerarquía: los malos
orientales, atentos al canto de sirena que les prometía beneficios personales,
se alejaron del campamento de Artigas y lo peor, lo hicieron con sus tropas.
Olvidaron que si por algo habían sido fuertes los orientales, en los peores
momentos, había sido por su unión.
Se va el Teniente Coronel Eusebio Baldenegro, su Mayor General (el segundo
de Artigas), se va el Teniente Coronel don Ventura Vázquez con el Regimiento
de Blandengues (cuerpo del que Artigas era jefe, sin perjuicio del comando
superior del Ejército Oriental). Se van los comandantes Pedro J. Viera y
Baltasar Vargas. Se va el Capellán del Ejército Santiago Figueredo.
Quedan los fíeles, los orientales de corazón. Luego de esto Sarratea estableció
su campamento en el Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) teniendo
como Jefe de Estado Mayor a Francisco Xavier de Viana y por secretario
a Pedro Feliciano Cavia, montevideanos ambos, como igualmente, antiartiguistas.
Los orientales protestan ante Buenos Aires al no ser contemplados y Artigas
renuncia a los títulos dados por dicho Gobierno. “Nada debemos esperar
sino de nosotros mismos”, había dicho meses antes a Elías Galván.
324
Los jefes fieles al General habían enviado en su representación ante el
Gobierno a don Manuel Martínez de Haedo. El teniente don Vicente Fuentes,
también en Buenos Aires, cumplía misiones dispuestas por el General Artigas.
El segundo Triunvirato
El tiempo transcurría y el 8 de octubre de 1812, tiene lugar en Buenos Aires
un nuevo cambio de gobierno, aparece el segundo Triunvirato. Este envía al
mayor Carlos María de Alvear con la finalidad de buscar la paz y unión entre
Artigas y Sarratea. Alvear no se entrevista con el General Artigas, alega los
sufrimientos padecidos por una caída del caballo y de regreso a Buenos
Aires falsifica la documentación, tergiversando los hechos.
A fines de 1812 Sarratea ordenó a Artigas que se trasladara con sus
fuerzas a Montevideo detrás del ejército porteño. Artigas, que hasta ese
momento había obedecido, rechazó sus órdenes y exigió en una nota que se
determinara el cometido de ambas fuerzas y el alejamiento de Sarratea del
mando del ejército.
Poco después, en enero de 1813, delegados de Artigas y de Sarratea
celebraron una entrevista y llegaron a la firma de un acuerdo que establecía
el alejamiento de Sarratea como jefe del ejército y la declaración de que las
tropas bonaerenses constituían un ejército auxiliador.
Sarratea se negó a aceptar lo pactado por lo que Artigas ordenó a uno de sus
jefes, F. Rivera, que hostilizara al ejercitó porteño. Además, envió a Buenos
Aires a Tomas García de Zúñiga con la misión de hacer conocer a dicho
gobierno las aspiraciones del pueblo oriental. Artigas instruía de esta manera
a su diputado: “La soberanía particular de los pueblos”, sería precisamente
declarada y ostentada como único objeto de nuestra revolución.
Este principio constituyó uno de los puntos básicos del ideario artiguista
y fue un antecedente del federalismo. Sarratea el 2 de febrero declara a
Artigas “Traidor a la Patria” urgiendo medios para quitarle la vida.
Cada día es mayor el número de deserciones del Ejército Auxiliador que van
hacia el de Artigas.Sarratea aumentó a tal grado su desprestigio que en la
“representación del vecindario” del 23 de febrero de 1813 resultó la unión de
ambos ejércitos. Dos días antes el General Rondeau había sustituido a Sarratea.
Ante la gravedad de la situación, los principales jefes porteños, Rondeau y French,
decidieron llegar a un acuerdo con Artigas, sustituir a Sarratea en la jefatura del
ejército y retirar los oficiales que se habían separado del campamento del Ayuí.
El 21 de febrero de 1813, Sarratea dejó el mando a Rondeau y se embarcó
hacia Buenos Aires. El 26 del mismo mes el ejército artiguista se unió al
porteño y juntos continuaron el asedio a la ciudad de Montevideo.
325
Todos estos hechos desencadenaron en la convocatoria de la Asamblea
General Constituyente del Rio de la Plata en enero de 1813.La evolución de
los acontecimientos nos mostrara que fue Artigas, en la Provincia Oriental,
quien proyectó la organización política más adecuada a los intereses de los
pueblos y a los principios de la Revolución.
Artigas convoca un congreso oriental en tres cruces
(Abril 1813).
El Congreso oriental celebró su cesión inicial el 5 de abril de 1813 con la
presencia de numerosos diputados de los pueblos que comprendían la
Banda Oriental.
Artigas presidió el Congreso y pronunció el discurso de apertura, donde
expuso públicamente por primera vez el principio de la soberanía de los
pueblos y la necesidad de una constitución.
Artigas comenzó el discurso recordando el momento en que el pueblo
oriental lo había elegido como Jefe y expresó que ésta era la segunda vez
que debía hacer uso de su soberanía: “Mi autoridad emana de vosotros y
ella cesa ante vuestra presencia soberana. Vosotros estáis en el pleno goce
de vuestros derechos: ved ahí también todo el premio de mi afán”. Estas
palabras muestran un profundo sentido democrático.
En este congreso se decide reconocer la Asamblea Constituyente pero bajo
una serie de condiciones. De este Congreso se desprende lo que son las
Instrucciones de 1813 que los diputados orientales llevarían a la Asamblea
Constituyente. Estas Instrucciones representan una síntesis del pensamiento
artiguista y constituyen un verdadero programa de organización para la
Provincias Unidas.
… “En este año 1813, desde el momento en que se incorpora al segundo sitio,
hasta el en que se retira de él, en enero de 1814, cobra Artigas todas sus
proporciones. Su pensamiento solar brota ya conglomerado, de la sombra
caótica, y, separando las tinieblas de la luz, empieza a regular los días y las
noches…”
“…dicta entonces sus instrucciones;…No son ellas una opinión; son una
evidencia, un grito imperioso, una intimación de luz que vibra en las tinieblas,
y proyecta en ellas los colores de un bandera nueva…”
Los principios de gobierno fundamentales sustentados en las Instrucciones
son los siguientes:
INDEPENDENCIA: Se pide que la Asamblea Constituyente declare la
independencia absoluta de estas colonias.
REPUBLICANISMO Y DEMOCRACIA: Se propone el establecimiento de
326
un régimen republicano y democrático en el cual el pueblo gobierne por
intermedio de sus representantes, que exista la libertad civil y religiosa y se
adopten todas las medidas necesarias para evitar el despotismo.
FEDERALISMO: Se proponía un régimen federal, basado en el reconocimiento
de su igualdad entre todas las provincias para evitar que una provincia
prevaleciera sobre las otras
“…Estas sus Instrucciones, que estamos estudiando, emanaron del alma de
esos pueblos, de todos los pueblos rioplatenses. Artigas es y será el héroe;
él vio la verdad intrínseca de nuestra vida…”
“…en sus Instrucciones proclama, no solo la independencia oriental, sino la
independencia absoluta de estas colonias,…se siente investido del genérico
de Protector de los Pueblos Libres, como será llamado…”
ANEXOS
LOS ORIENTALES
Letra de Idea Vilariño
Música- Los Olimareños
De todas partes vienen,
sangre y coraje,
para salvar su suelo
los orientales;
vienen de las cuchillas,
con lanza y sable,
entre las hierbas brotan
los orientales.
Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.
Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque es más querida
327
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra
y la libertad ajena
y porque siempre los pueblos
saben romper sus cadenas.
Eran diez, eran veinte,
eran cincuenta,
eran mil, eran miles,
ya no se cuentan.
Rebeldes y valientes
se van marchando,
las cosas que más quieren
abandonando.
Como un viento que arrasa
van arrasando,
como un agua que limpia
vienen limpiando.
Porque dejaron sus vidas...
BIBLIOGRAFIA
Biblioteca Artiguista- La Redota (El Éxodo) de Carlos Maggi
-La Epopeya de Artigas Tomo II de J. Zorrilla de San Martín
-Artigas fundador de la nacionalidad Oriental de Víctor Martínez
-Artigas. Estudios publicados por El País de Edmundo Narancio.
Historia del Uruguay y de América de A. Traversoni
Historia del Uruguay Siglos XIX y XX de Schurman Pacheco – Coolighan Sanguinetti
Historia del Uruguay de Traversoni
Historia del Uruguay de Reyes Abadie
328
Noelia Churi Pérez
Liceo Parroquial San José
Canelones – Uruguay
EL COMIENZO DE UNA NUEVA Y LARGA ETAPA PARA LOS ORIENTALES:
La Revolución Hispanoamericana es uno de los acontecimientos
fundamentales de la primera mitad del siglo XIX. En ella se encuentra
el punto de partida para la vida independiente de la gran mayoría de
los países de este continente y marca el momento final para el imperio
español. Por la acumulación de una serie de factores internos y externos
se desencadenó el estadillo de la Revolución en Hispanoamérica.
Hechos que desencadenaron la revolución de 1811:
Toda ésta situación que se ve representada en el mapa ayudó a
desencadenar el desenlace político institucional en la capital del virreinato,
al comenzar el año 1810.
El descontento creciente de la campaña oriental hizo que se pusiera en
contra de Montevideo.
Buenos Aires estaba interesada en extender la Revolución, así mismo
prometía soluciones a los problemas de los orientales, a quienes
estimulaban y enviaban auxilio.
El 28 de febrero de 1811, con el Grito de Asencio, comenzaba el alzamiento
de la campaña oriental.
El movimiento surgía así desde la campaña, espontáneo, inorgánico,
opuesto totalmente a Montevideo. Esto tenía que ver con la política
desarrollada por la ciudad con respecto a la producción de la campaña
desde tiempo atrás; los cueros, principalmente comercializados
con Europa, eran intermediados en el puerto de Montevideo por los
poderosos comerciantes y barraqueros montevideanos, quienes
bajaban los precios de compra al productor y subían los derechos de
depósito en las barracas. Ocurridos los acontecimientos de 1810 en
el Río de la Plata y puestas en prácticas las medidas de recaudación
de fondos a expensas del medio rural, la campaña Oriental no tardó en
levantarse en armas.
Sin embargo, difícilmente el movimiento podría prosperar carente de una
autoridad y guía rectora. Ésta surgió con la incorporación de Artigas a la
Revolución.
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Ésta marcha de la Banda Oriental albergaba junto a los milicianos
de Artigas una gran cantidad de indios, criollos, mujeres, niños, viejos,
jóvenes, muchos de ellos eran familiares de los soldados a consecuencia
de las negociaciones del armisticio entre Elío y la Junta de Buenos Aires.
En la trayectoria se iban incorporando familias paisanas.
Artigas no logró convencerlos de que se quedaran ya que no tenía armas
ni podían protegerlos. Estas familias, sin embargo, siguieron igual.
“El levantamiento oriental de 1811 fue una rebelión de instintos, la mayoría
del pueblo que va a intervenir en la revolución es guiada por un caudillo…
el peón de la estancia, sale el matrero de la espesura del monte, el indio
aúlla y levanta su toldería.
Blancos, rubios, morenos, indios, negros, pardos, viejos, jóvenes y mujeres.
Montando, blandiendo (tomando) armas y cuchillos, empuñando viejos
tabucos… Salidos no se sabe de dónde, llegan de todas partes.
La fuerza rural alzada constituye una fuerza que tomará la dirección en
que se le encause y servirá al bien o al mal según quién los dirija.”
Canción: Los Orientales:
De todas partes vienen,
sangre y coraje,
para salvar su suelo
los orientales;
vienen de las cuchillas,
con lanza y sable,
entre las hierbas brotan
los orientales.
Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.
Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque es más querida
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra
y la libertad ajena
330
y porque siempre los pueblos
saben romper sus cadenas.
Eran diez, eran veinte,
eran cincuenta,
eran mil, eran miles,
ya no se cuentan.
Rebeldes y valientes
se van marchando,
las cosas que más quieren
abandonando.
Como un viento que arrasa
van arrasando,
como un agua que limpia
vienen limpiando.
Porque dejaron sus vidas...
El Caudillo José Gervasio Artigas:
Con esta biografía trato de describirlo con frases de quienes lo conocieron
personalmente.
Artigas nacía el 19 de junio de 1764 en la ciudad de Montevideo… Y así lo
describen…
El General Nicolás de Vedia que fue su compañero de clase recuerda que:
“Es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho. Su rostro es
agradable; su conversación afable y siempre decente; come parcamente,
bebe a sorbos, jamás empina los vasos. No tiene modales agauchados, sin
embargo de haber vivido siempre en el campo”.
“José Artigas era un muchacho travieso e inquieto y dispuesto a solo usar
de su voluntad; sus padres tenían establecimiento de campaña y de uno
de ésos desapareció a la edad como de 14 años y ya no paraba en sus
estancias, sino era una que otra vez, ocultándose a la vista de sus padres.
Correr alegremente los campos, changuear y comprar ganados mayores
y caballadas, para irlos a vender a la frontera del Brasil, algunas veces
contrabandear cueros secos, y siempre haciendo la primera figura entre
los muchos compañeros, eran sus entretenimientos habituales”.
Hacia 1790 existen referencias de que vivía por el litoral del Uruguay,
recogiendo ganados en los campos del Queguay, asociado “a un señor
Chatre”. Nicolás de Vedia vuelve a mencionarlo en sus “Apuntes”:
331
“Se había pasado cosa de diez y seis a diez y ocho años, cuando después
abrazó su carrera de vida suelta, lo vi por primera vez en una estancia,
a orillas del Bacacay, circundado de muchos mozos alucinados que
acababan de llegar con una crecida porción de animales a vender. Esto
fue a principios de año ’93, en la estancia de un hacendado rico, llamado
el Capitán Sebastián”.
El Comandante del Apostadero Naval de Montevideo, José María de
Salazar lo describe de la siguiente manera...
“Artigas era el coquito de toda la campaña, el niño mimado de los
Jefes, porque para todo apuro lo llamaban, y se estaba seguro del buen
éxito, porque tiene su extraordinario conocimiento de toda la campaña
como nacido y criado en ella, en continuas comisiones contra ladrones,
portugueses y además muy emparentado, y en suma, en diciendo Artigas,
en la campaña todos tiemblan. Este hombre insultado y agraviado sale
vomitando furias, desaparece, y cada pueblo por donde pasaba lo iba
dejando en completa sublevación…”.
En su “Diario de Viaje”, Larrañaga también lo describe:
“…En nada parecía un general. Su traje era de paisano y muy sencillo:
pantalón y chaqueta azul, sin vivos ni vueltas, zapatos y medias blancos y
un capote de bayetón eran todas sus galas…”
Bartolomé Mitre lo describe como:
“Artigas era verdaderamente un hombre de hierro. Cuando concebía
un proyecto no había nada que lo detuviera en su ejecución, su voluntad
poderosa era el temple de su alma y el que posee esta palanca puede reposar
tranquilo sobre el logro de sus empresas. Original en sus pensamientos
como en sus maneras (...) Siempre se mostró superior al peligro”.
Cómo veo yo a Artigas después de la formación que he recibido:
Desde niña me han mostrado formas de ser y de ver a Artigas. Desde mi
punto de vista de niña Artigas era un héroe, pensaba que sin él no seríamos
lo que somos ahora, me lo mostraban como si fuera “Dios”. Pero si lo comparo
con lo que pienso ahora muchas cosas han cambiado en mi forma de pensar
ya que he estudiado muchos puntos de vista de diferentes historiadores,
amigos de él y como fue verdaderamente la historia de nuestra Patria.
Antes cuando iba a la escuela era diferente la historia que nos mostraban,
mucha información nos la “ocultaban” y nos mostraban a Artigas cómo un
héroe (cómo dije anteriormente). Mi opinión que merece ahora de Artigas
es buena también, y no dudo de que fue una gran persona, pero sé que sin
la ayuda de todos los Orientales no hubiese sido un “héroe”, lo vemos así
ya que a él lo habían asignado cómo guía de ésta marcha o éxodo, pero si
hubiesen elegido a otra persona, Artigas hoy en día no sería nombrado, sólo
332
lo recordaríamos como recordamos a las demás personas que acompañaron
la marcha, cómo uno más y sería otra persona a la cuál llamaríamos “héroe”.
También el ideal que tenía yo de él cambió mucho cuando me enteré
que era contrabandista. Él fue contrabandista de ganados y cueros hacia
Brasil. Y sin embargo lo seguimos y seguiremos llamando “héroe” de
nuestra Patria.
En el inicio del siglo XIX España se encontraba debilitada por las continuas
guerras que había emprendido cómo aliada de Francia contra Gran Bretaña.
Por otro lado el cautiverio de Fernando VII profundizó la crisis monárquica.
La Banda Oriental no conformaba la unidad jurídico-administrativa, sino
que estaba dividida en tres autoridades: la Gobernación de Montevideo, la
Intendencia de Buenos Aires y la Gobernación de Misiones.
A lo largo de 1810 se fue proyectando la revolución en ambas orillas del
Río de la Plata. En febrero de 1811 comenzaron en Mercedes las acciones
militares del bando patriota. Rápidamente las fuerzas “insurgentes”
avanzaron por el litoral y el éste de la Banda Oriental. El 18 de mayo de
1811 las fuerzas comandadas por Artigas derrotaron a las tropas realistas
al mando del Capitán de Fragata José Posadas en la Batalla de las Piedras.
Algunas características de la Batalla fueron: los artiguistas tenían un
ejército de 1000 hombres, en cambio las milicias de Posadas estaban
constituidas por 1230 personas. Además poseía artillería y fusiles
modernos de la época; en cambio la milicia artiguista estaba formada en
su mayoría por hombres de campo y desertores de las filas españolas.
Tenían jinetes armados de boleadoras y picanas. Luego de la victoria
Artigas pronunció: “Clemencia para los vencidos, curad a los heridos,
respetad a los prisioneros”, en referencia a las fuerzas del ejército español.
Ese triunfo decisivo permitió poner sitio a la ciudad de Montevideo, a la vez
que las demás poblaciones y las zonas rurales quedaban bajo el control
de las tropas revolucionarias.
En enero de 1811 había llegado a Montevideo el Brigadier Francisco Xavier
de Elío con el título de Virrey del Río de la Plata. Ante la negativa de la Junta
de Buenos Aires a reconocer su autoridad, fijó la sede de la capital virreinal
en Montevideo. Elío había promovido en 1808 la destitución del Virrey
Santiago de Liniers por “afrancesado” (partidario de Napoleón) y participado
decididamente en la creación de una Junta de Gobierno en Montevideo.
Presidida por él, la Junta defendía los derechos del rey español Fernando VII,
preso en Francia, desconociendo la autoridad del Virrey y la Real Audiencia.
En febrero de 1811 Elío declaró la guerra a la Junta Gubernativa de Buenos
Aires. La flota de marina -Montevideo era la sede del Apostadero Navalbloqueó de inmediato el puerto bonaerense y controló la navegación del
333
Río Uruguay. Tras la derrota en Las Piedras las autoridades montevideanas
aceptaron el auxilio ofrecido por el gobierno de Portugal.
La corte lusitana, que desde comienzos de 1808 residía en Río de Janeiro
huyendo de la invasión napoleónica, era consciente de que la crisis que
afectaba a la Corona española también podía tocarle a ella, por lo cual
debía estar muy atenta a los acontecimientos de España y América. Para
ello potenció todas las vías posibles de comunicación.
La amenaza que representaba para el imperio portugués la sublevación
de las colonias españolas -el temor al “contagio revolucionario”-, es clave
para comprender la política llevada adelante por la dinastía de los Braganza
durante la primera década revolucionaria.
La Banda Oriental representaba una frontera amplia entre ambos imperios
ibéricos. Los portugueses buscaban extender sus territorios, y con la debilidad
de la autoridad española aumentaron las posibilidades de los portugueses
para expandirse y controlar más territorio que el acordado en los tratados de
límites. En julio de 1811 un ejército portugués comandado por Diego de Souza
cruzó la frontera en apoyo a Elío. La intervención lusitana representó una
amenaza a la retaguardia del ejército sitiador y contribuyó de modo decisivo
a la firma del armisticio entre gobiernos de Montevideo y Buenos Aires.
El ingreso de las fuerzas lusitanas en la Banda Oriental provocó que el
gobierno revolucionario de Buenos Aires iniciara negociaciones a los
efectos de acordar un “Tratado de Pacificación”. La ocupación portuguesa
representó la apertura de un nuevo frente de guerra. El puerto de Buenos
Aires se encontraba bloqueado por la armada española que trataba las
actividades mercantiles.
Por estos motivos la Junta argumentó que era necesario establecer un
armisticio con las autoridades españolas. Tras un año y medio de guerras,
las autoridades revolucionarias veían peligrar sus proyectos políticos. La
prioridad entonces fue liberar al puerto porteño del bloqueo que estaba
llevando adelante la armada española de Montevideo. Y la opción de la
Banda Oriental fue dejar los territorios bajo el dominio español.
Mientras la Junta de Buenos Aires intentaba acordar con las autoridades
montevideanas la manera de conseguir la paz entre ambos gobiernos, el
Comandante en Jefe de las fuerzas sitiadoras, Cnel. José Rondeau, solicitaba
al gobierno porteño hombres y armas para fortalecer la retaguardia. En
los primeros días de setiembre una delegación bonaerense llegó al campo
sitiador para informar sobre las conversaciones que habían llevado a cabo
con el gobierno montevideano.
El día 10, en la Panadería de Vidal (ubicada en la actual manzana de
Lorenzo Fernández, Pedernal, Joaquín Requena y Yaguarí), convertida en
334
cuartel militar, se celebró una reunión de los “vecinos orientales” para que
se informaran y se pronunciaran sobre las negociaciones que se estaban
llevando a cabo con Elío.
En dicha oportunidad, “el vecindario –según recogió en sus memorias
Carlos Anaya-se comprometió a sostener personalmente el sitio,
mientras tanto el ejército salía al encuentro del que mandaba De Souza,
jefe portugués en marcha al campo sitiador”. Los representantes de la
Junta debían informar a las autoridades porteñas esta propuesta para
conocer cómo seguirían las negociaciones.
Un mes después los “vecinos orientales” de la línea sitiadora fueron
convocados por el Cnel. Rondeau para informarles acerca del “Tratado de
Pacificación” que se estaba acordando con las autoridades realistas de
Montevideo. En la asamblea reunida el 10 de octubre de 1811 en la Quinta
de la Paraguaya (ubicada en las cercanías de la intersección de las calles 8
de Octubre y Garibaldi) se conoció que el acuerdo suponía el levantamiento
del sitio y la retirada de las tropas revolucionarias.
Los vecinos orientales aceptaron con poco agrado suspender el asedio a la
ciudad de Montevideo –sólo podía justificarse para lograr una posición más
ventajosa para frenar el avance portugués-, pero decidieron continuar la
guerra. Proclamaron a José Artigas como “Jefe de los Orientales” (elegirlo
cómo Jefe significaba que los respetaba cómo Pueblo, era buen supervisor,
sabía tomar decisiones y reaccionar en las situaciones imprevistas) y lo
siguieron en su retirada hacia San José.
El 20 de octubre se firmó el armisticio, por el cual se disponía el
levantamiento del sitio y el retiro de las fuerzas revolucionarias de la
Banda Oriental del Río de la Plata. Las tierras de la ribera oriental del
río Uruguay, junto a los pueblos del Arroyo de la China (Concepción del
Uruguay), Gualeguay y Gualeguaychú ubicados en la zona de Entre Ríos
quedaban bajo la autoridad española.
Por su parte el Virrey Elío debía solicitar el retiro del ejército portugués,
levantar el bloqueo al puerto de Buenos Aires y garantizar una amnistía
a todos aquellos que hubiesen expresado adhesión a la revolución. Al
conocerse los términos del Armisticio firmado entre las autoridades de
Montevideo y las fuerzas bonaerenses, los vecinos y pueblo en armas
que mantenían el sitio de Montevideo deciden abandonar un territorio
en el que se sentían inseguros.
Porque por un lado quedaban a expensas de las autoridades españolas
a las que habían combatido hasta ese momento; mientras, por el otro, se
hallaban enfrentados a la presencia de las tropas portuguesas. Y se refugian
en el seno de un ejército revolucionario en retirada, y marchan junto a él.
335
Abandonan los alrededores de Montevideo desde el mes de octubre de 1811
hasta que retornan y se incorporan al segundo sitio (iniciado por las fuerzas
de Rondeau). Estas fechas abarcan el largo derrotero de un pueblo y ejército
guiados por su caudillo a través de la Banda Oriental, a la que atraviesan
y arrastran a su paso. Pero abarcan también todas las connotaciones
de esa marcha: la mezcla de adhesiones, euforias, temores y amenazas
que determinaron las conductas de sus diversos actores: el inicio de una
identidad colectiva que después lograría un perfil nacional; la ambigüedad
que puede observarse en los principales protagonistas.
Inician las marchas acompañadas de las fuerzas bonaerenses. Cruzan el
Río San José en el Paso de Pintos y acampan a fines de octubre en la zona
de Arroyo Grande. El 31 de octubre las fuerzas bonaerenses se separan
del ejército oriental y mientras este se dirige hacia el Yapeyú, la gente de
Rondeau bajaba hacia su punto de embarque: Colonia del Sacramento. Les
dejaban a los orientales ocho piezas de artillería, un repuesto de municiones
y tres oficiales duchos en su manejo.
El Capitán General Vigodet reclamó, desde Montevideo, el embarque de las
tropas de Artigas como parte del cumplimiento del Tratado de Pacificación.
Buenos Aires creía necesario enviar a Artigas a custodiar el pueblo de
Misiones, atacado por los portugueses. Por un lado, se rinde ante las
exigencias de Montevideo, y abandona el sitio dejando a los orientales que
se habían levantado en armas a expensas de sus antiguos enemigos.
Por otro lado no desecha la idea de volver a enfrentarse a Montevideo
cuando reponga fuerzas, de allí que guarde bajo la manga la carta del
ejército artiguista. Le servía que se mantuviera unido, armado y expectante.
A los cinco días de haberse realizado la Asamblea del Paso de la Arena, en
la que se decidiera emigrar, Artigas recibe por parte de la Junta bonaerense
el cargo de Teniente Gobernador de Yapeyú.
Es hacia ese territorio que se dirige, las familias ya se habían sumado al
ejército. Cruzan el Río Negro entre el 11 y 13 de noviembre de 1811: tres
días para cruzar trabajosamente el más ancho de los ríos interiores de la
Banda Oriental. Luego ocupan Paysandú por pocos días, y siguen cruzando
las barreras de agua de la bien regada llanura: el 1° de diciembre el arroyo
Quebracho, el 4 el Chapicuy y el 7 el Daymán.
Luego seguirán hasta el Salto Chico donde efectuarán el cruce del Río
Uruguay. Las familias cruzan en diciembre, Artigas y su ejército solo
después de custodiar el pasaje de todos, ya en enero de 1812. Allí acampan
en las orillas del arroyo Ayuí, en la provincia de Entre Ríos. Los charrúas,
que eran 300 aproximadamente, acompañaban la marcha. No abandonan
336
el territorio de sus antepasados, y se quedan de este lado del río. Pero
aguardaran, expectantes, el retorno del pueblo en armas.
El padrón de las familias que Artigas manda levantar a mediados de
diciembre de 1811 desde el Cuartel General del Salto registra a las “familias
emigradas” de la Banda Oriental que siguen al ejército de Artigas con casi
cinco mil nombres propios. El inventario comprende los datos de los hijos
y de los pocos bienes que se podían acarrear en la difícil marcha. Aun en el
breve renglón que cada familia ocupa caben sin embargo los trazos de un
agudo retrato de época. Retratos de hombres y mujeres que demuestran
sus corajes y vanidades incluso a través de los datos desnudos de un censo.
Pivel Devoto presupone un mensaje de parte de Artigas. La concepción de
este documento, la prolijidad de los datos que registra, el espíritu que trasunta
cada una de sus líneas, su formalismo, reflejan en síntesis que Artigas quiso
dejarnos de aquella gran patriada la idea de un fenómeno social originado
por fuerzas coherentes, que permitan confundir en las mismas páginas
de un censo con un sentido de unidad, los nombres de las familias criollas
pobladoras de distintos pagos y jurisdicciones de la Banda Oriental”.
Censo: “Veinticinco familias (sobre 880), el 3%, tienen muchos esclavos (más
de 5) y sus bienes promedian los 700 pesos por persona -Don Martín llevaba 3
carretas y 8 esclavos suyos, Pablo Preafán, el padre de Rivera, con 7 carruajes
y 16 esclavos; 130 familias (14%) tienen varios esclavos (hasta 5) y bienes
que promedian los 125 pesos por persona; 450 familias (52%) llevaban un
transporte con su mobiliario, sin tener esclavos, sus bienes promedian los 50
pesos -es la clase media, integrada por ‘ocupantes’ de tierras; 270 (31%) no
tienen esclavos ni llevan transportes, carecen de bienes; se contabilizan en
total 500 esclavos, el 12% de la población computada.
Son cifras incompletas, pues Artigas advierte que no se computan, además
de la tropa, ni los hombres ‘sueltos’ ni las familias que acampan distantes
ni ‘los que van llegando’. El censo realizado por Artigas contabiliza un
total de 4.435 personas y 846 carruajes, pero en opinión general de los
historiadores al no contabilizarse los ejércitos, ni las personas que se
sumaban al acontecimiento general en el camino (“los que van llegando”),
ni demás, se llega a un número aproximado a las 16.000 personas o más.
Participaron personas de todas las clases sociales que se movían en las
condiciones materiales más precarias.
“Cada día miro con admiración sus rasgos singulares de heroicidad y
constancia; unos, quemando sus casas y los muebles que no podían
conducir; otros, caminando leguas a pie (…); mujeres ancianas, viejos
decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando
todos la mayor energía y resignación, en medio de todas las privaciones”.
337
Esa madeja de soldados y hogares motiva otra dualidad: la del propio Artigas.
En un oficio dirigido a uno de sus comandantes señala la ambigüedad de
Buenos Aires: “El Gobierno de Buenos Aires abandona esta Banda Oriental,
a su opresor antiguo, pero ella enarbola a mis órdenes, el estandarte de la
libertad. Síganme cuantos gusten, bajo la suposición de que jamás cederé”.
Allí estaba el sentido del deber, el instinto de amparar, la carga de
responsabilidad que lo ligaba a la gente y que se levantaba como imperativo
por encima de su condición de militar. Portador de una doble investidura, era
como militar un Coronel del Regimiento de Blandengues, jerárquicamente
dependiente del Gobierno Bonaerense, desde que se puso a su servicio.
Mientras, como Jefe de los Orientales, era Jefe de un pueblo que por
resolución popular lo eligió y le impuso la decisión del Éxodo. Varias son las
causas que movieron a los habitantes de la Banda Oriental a protagonizar
aquella marcha de toda la campaña.
En primer lugar, el temor. Las tropas portuguesas (de las que un vecino
afirmaba “Con títulos de ladrones, hacen la Guerra”) confirmaron lo que
Artigas llamó su “mala fe”, o sea, su objetivo de conquista: “pueblos enteros
que han saqueado, miles de atrocidades que han cometido”.
Con criterio político y conocimiento de la historia, observó “la tenacidad
de los portugueses”, pero también sus antiguas miras y ambiciones sobre
el país; los enormes costos de una expedición que no compensaría tales
gastos con la simple conquista de Montevideo.
La artillería pesada que los acompañaba y la dificultad de Montevideo
de defenderse por sí sola ante tales recursos, “todo anuncia que estos
extranjeros tan miserables como ambiciosos no perderán esta ocasión de
ocupar nuestro país”. Pues ese sería el primer paso de un plan más amplio
que les permitiría sentirse “seguros de la llave del Río de la Plata”.
Las represalias por parte de los españoles eran otra fuente de temor,
aunque no la única. Claramente lo expresó Rondeau cuando informa sobre
la situación de la campaña: de todos los puntos se repliegan familias al
ejército sin que logren persuadirlas; “en muchas ha movido esta resolución
el temor de los portugueses, en otras los sugerimos de algunos, que mal
intencionados, se complacen en persuadirles males que les inferirá el
Gobierno de Montevideo luego que se vea libre de los respetos que le impone
este ejército, y las más por el temor de los desertores que ya principian a
llenar de terror a las familias, y que prevalidos sin duda de la impotencia en
que queda aquel Gobierno para contenerlos causarán en lo sucesivo daños
más sensibles”.
Otra motivación del Éxodo además del miedo, es el entusiasmo: “los hombres
respiraban entusiasmo por los poros”, dijo el Coronel Ramón de Cáceres.
338
Artigas: “me es lisonjera la alegría que manifiestan nuestros paisanos”; “la
alegría que vi renacer entonces de los que me siguen hizo mi mayor gloria”. El
supo ver en ese impulso de la gente un fermento valioso, de allí que aconsejara
a uno de sus hombres que todo individuo que quisiera seguirlo, lo hiciera, no
queriendo que persona alguna fuera forzada, sino voluntariamente.
Mientras que, respecto a las familias, le señala: “siento infinito que no se
hallen los medios de poderlas contener en sus casas: un mundo entero
me sigue, retardan mis marchas, y yo me veré cada día más lleno de
obstáculos para obrar; ellas me han venido a encontrar, de otro modo yo
no las habría admitido”. Le pide entonces que: “se empeñe en que no salga
familia alguna; aconséjeles ver que será imposible seguirnos, que llegarán
los casos que nos veamos precisados a no poderlas escoltar, y será muy
peor verse desamparadas en unos parajes que nadie podrá valerlas; pero si
no se convencen por estas razas déjelas que obren como gusten”.
La Banda Oriental esta semi-desierta, ya que casi todo el mundo ha
marchado en el Éxodo. El poder realista, cuya sede está en la amurallada
Montevideo, busca controlar esta revuelta llanura y envía una partida
“tranquilizadora”, bajo el mando de un “Celador”.
En sus minuciosas anotaciones él mismo escribe que salieron el 3 de mayo
de 1812 de la Guardia del Cordón, almorzaron en Toledo “en lo del difunto
Castro” y pasaron la noche en la estancia de Artigas, en el Sauce. Recorre
durante un mes los campos, llegando a principios de junio a los pasos del Yí,
en la sierra del Olimar, donde capturan a cuatro ladrones acusados de robo,
deserción y una muerte en la zona de Santa Lucía.
Decide ejecutarlos, para lo que cuenta: “hice conducir los reos al patíbulo,
que era un palenque de caballos, y se los pasó por las armas, habiendo
después mandado quitar las cabezas para dejarlas, la primera en La
Cuchilla Grande, en el Camino Real del Cerro Largo; la segunda en el Paso
de Illescas; la tercera en Casupá y la cuarta en San Ramón, lugar en donde
los dichos habían hecho sus hazañas”, “el resto de los cadáveres fueron
enterrados cristianamente”.
Esta violencia no es nueva, pero si está acentuada, al tener como objetivos
no solo la represión de delitos contra la propiedad o la vida, sino también la
pertenencia al bando artiguista. Por eso el celador ordena que se requisen y
quemen todas las embarcaciones menores para prevenir “alguna sorpresa de
insurgentes” y que “si se encontrase alguna gavilla de rebeldes con las armas
en la mano se les tratara como a reos de Estado y si las urgencias o escasez
de gente no les permiten enviarlos a Montevideo o puerto más inmediato de
donde con seguridad puede enviarlos a la dicha ciudad, les formará el más
breve sumario, y convencido de tal hecho los hará pasar por armas, y sin más
339
contemplación que la de una ejecución breve y justa dejando las cabezas de
los tales colocadas en los lugares más visibles y transitables.
Como en toda situación de quiebra, en la revolución caducan reglas, caen
poderes y, en una lógica nueva, afloran rebeldías y protagonismos. El día 9
de junio el celador anota en su diario que ha tenido noticias de que personas
de “muchas villas y partidos producen expresiones denigrantes contra las
disposiciones del Gobierno y su digno Jefe, siendo el mayor número de éstas
algunas mujeres atrevidas que fiadas en lo preferido de su sexo les parece
que tienen alguna particular libertad para expresarse de cualquier modo”.
Entonces ordena que en todos los casos se las trate como a “reos del Estado”.
En el informe que el Alférez de Milicias Antonio Bueno de Fonseca entrega
a Vigodet dice que toda la campaña está totalmente desierta por haberse
reunido sus habitantes a Artigas, “que todas la personas que no quisieron
acompañarle, o aquellas que han prestado algún Socorro a los portugueses
o en cuyas casas han parado, son muertos bárbaramente, y robados
todos sus bienes. Todos los portugueses prisioneros por los porteños eran
entregados a los indios para que los castigasen a su discreción.
También relata la onda expansiva de la “redota” en su marcha. Mirándolos
pasar desde lo alto de un cerro, el Alférez informa que las caballadas del
ejército artiguista son de cuarenta mil animales, así como innumerables
bueyes para transportar los bagajes “de las inmensas familias”.
Santiago Vázquez, que había acompañado el éxodo hasta la ciudad de Salto,
era en 1823 un anti-artiguista que publicó en un periódico de Montevideo la
que sería una de las primeras fuentes escritas sobre el episodio. Con vigorosa
pluma desarrolla esta escena con Artigas como centro: “oído de todos como un
oráculo nombró sus procónsules o visires y los derramó en todas direcciones
con escogidas escoltas a dar cumplimiento a sus feroces instrucciones”.
Eligió a aquellos dotados de corazón sencillo por ser más capaces de llevar a
extremos el fanatismo político. Y les dijo: “convidad a los pueblos a que me sigan,
auxiliad la emigración, y haced todo el mal posible a los que no quieran adoptarla;
traed cuanto posáis, y acabad el resto; talad, destruid. Quemad, porque cuanto
más atrás de mí, es mi enemigo; es decir, no solo los hombres, sino los ancianos,
los niños, las mujeres, las haciendas; las casas y hasta los pastos y las aguas,
todo es vuestro y la Patria fugitiva os manda gozarlo, o destruirlo”.
Esos “ministros del viejo de la montaña” cumplieron el pedido, “así al volver
ellos de su comisión, Artigas se vio rodeado de diez mil almas”.
Artigas confiesa: “yo admití la honra con que me distinguieron, me
comprometí a guiarlos hasta el fin y eché sobre mis hombros los deberes
que son anexos al todo”. “Me hallaré incapaz de corresponder a la patriótica
ternura de estos géneros ciudadanos”.
340
Juan Zorrilla de San Martín en “La Leyenda Patria” sintetizará que en el
éxodo Artigas “tomó entonces a su pueblo, a todo su pueblo, y lo cargó en
sus hombros de gigante. Y dijo: “¡Vamos!”.
Las descripciones de aquella emigración eran decadentes y Artigas se
presenta ante el gobierno bonaerense y a poco de iniciadas las marchas,
“solo ellos pueden sostenerse a sí mismos: sus haciendas perdidas,
abandonadas sus casas, seguidos a todas partes no del llanto pero si
de la indigencia de sus caras familias” expuestos a las calamidades del
tiempo, “pobres, desnudos, en el seno de la miseria sin más recurso que
embriagarse en su brillante resolución”.
Y pide recursos en dinero para sostener a cuatro mil hombres “penetrados
de la pasión americana” y algunos vestuarios para cubrir la “dolorosa
desnudez” de esos “bravos seres”. Agradece los 200 sacos de galleta y las
60 ollas de hierro recibidas y pide municiones y vestuarios para su ejército.
Alimentar esa masa errante fue un problema que se agudizó a medida que
avanzaba hacia el norte. Ya a la altura de Mercedes tuvieron que organizar
expediciones de gran riesgo para arrear ganado en terrenos y estancias
controladas por las fuerzas portuguesas.
Para curar a los heridos había un “Hospital”; éste era de acuerdo a la
realidad ya que la mayor parte de las veces se curaba con yuyos y solo
trabajosamente se consiguieron algunas medicinas; la anestesia “por
vapores de éter (para las varias operaciones y amputaciones que la guerra
ocasionaba) ya que ésta no aparece en el Río de la Plata hasta 1847.
Buenos Aires lo había designado Teniente Gobernador del departamento
misionero de Yapeyú, cuya capital era Santo Tomé y estaba en manos de
los portugueses.
Debió enfrentar las avanzadas lusitanas en todo Yapeyú, el Río Negro,
Paysandú y hasta en el propio campamento del Salto Chico.
Entre Montevideo como base del Poder Español y el avance de las tropas
portuguesas, Artigas no dudaba: los más peligrosos eran los soldados de
este imperio extranjero y ambicioso. Su experiencia en la carrera militar,
la mayor parte en guerra contra los portugueses, le indicaba que aun
acatando a regañadientes el armisticio debían mantener una fuerza armada
respetable, que contuviera a ese enemigo mayor.
Es de primera necesidad, le señala en diciembre de 1811 a Buenos Aires,
evitar que el ejército portugués ocupe Montevideo y su campaña: “dueños de la
llave del Rio de la Plata, inexpugnables en aquel punto, y aumentada entonces
su fuerza con exceso, contrariaban absolutamente todas las comunicaciones
exteriores, invadirán fácilmente la provincia del Paraguay, y muy en breve la
seguridad de la capital misma se vería amenazada por mar y tierra”.
341
Los partidos portugueses se extendían por todo el territorio, observaban
y seguían de cerca todos los movimientos de las tropas artiguistas, “solo
el respeto que les causa este ejército les detiene para atacarme”, escribe
Artigas, que sabe que ocupan los puntos que el va dejando, esperando que
repasen el Uruguay, al que consideran “un antemural de su poder”.
Sabe débil a Montevideo, no cree que sus fortificaciones basten para
defenderla, pero cree que además “el pueblo corrompido no tomará una
parte activa en oponerse cada día a un nuevo poder, cansado de sacrificios
y privaciones”, mientras que “los hombres viles” que la gobiernan jamás
accederán a pedir auxilio de Buenos Aires. La vieja rivalidad entre las dos
ciudades era para él un dato geopolítico certero.
Su plan para derrotar a los portugueses no se basaba en el enfrentamiento
directo, porque conocía la inferioridad de sus medios y la necesaria
prudencia militar. Buscaba el desgaste por multiplicación de frentes, la
guerra de partidas que les permitía aumentar sus fuerzas no por el efecto
de un mayor número de soldados, sino por las acciones rápidas, secretas y
coordinadas que los obligaran a abrirse en varios cuerpos.
Contaba con el apoyo de Paraguay para diversificar la atención de los
portugueses. Procuraba ocupar la zona del Arroyo de la China, donde podía
ubicar a las familias, quedando libre para operar militarmente a la vez que
podía tener una reserva de ganado y caballos, además de ser un punto de
apoyo que le asegurara una posible retirada.
Ya desde febrero Artigas vuelve a plantear ante las autoridades bonaerenses
su preocupación por el dominio portugués en la Banda Oriental y la
necesidad de que sus hombres repasen el Río Uruguay. En febrero de 1812
elabora un plan y lo presenta ante Buenos Aires. En él plantea que había
que atacarlos sin pérdida de tiempo.
Buenos Aires le ordena que repase el Río Uruguay y luego de instalado ahí
en la orilla Oriental tome únicamente las mismas posiciones que antes
tenía, y agregan que no debe tomar por sí mismo ninguna iniciativa militar
sin consultarlos.
El Gobierno de Buenos Aires le envía una nota en la que autorizan a instalar
a las familias orientales que lo siguen en sus marchas, en los pueblos y
parajes que considere seguros y cómodos.
Les señala que tiene prontas al lado Oriental caballadas y boyadas, pero que
les es difícil determinar si conviene mantenerlas allí o hacerlas cruzar. En
circunstancias tan críticas pide libertad para decidir sobre todo tipo de asuntos.
El ayudante mayor de Artigas, a menos de un mes del plan de éste para
expulsar a los portugueses, se dirige directamente a Buenos Aires y propone
uno propio. Sugiere distribuir las fuerzas de acuerdo a pasos similares a los
342
del plan artiguista: apoyo paraguayo y correntino, toma de las Misiones, y
culmina proponiendo un asalto “en brecha” en las murallas de Montevideo.
El día 6 de abril de 1812 las fuerzas de Artigas cruzan el Río Uruguay y
ganan la orilla oriental. Deja doscientos hombres del otro lado para ayudar
el cruce de carretas y animales. Apenas instalado, le comunica a Buenos
Aires que no ha podido convencer a las familias de separarse de ese ejército
que se disponía a entrar en acción. Llegaron al exceso “de ofrecerme sus
vidas formando entre los soldados antes que abandonar a sus padres,
hermanos y esposos, precisamente cuando ellos por amor a la libertad iban
a reconquistar sus antiguos hogares con el precio de su sangre”.
Las fuerzas portuguesas despliegan un contraataque. A mediados de abril
el avance portugués los obliga a dar marcha atrás y deben volver a cruzar
el Uruguay para refugiarse en la orilla occidental.
En junio de 1812 el Gobierno de Buenos Aires decide llevar la lucha
nuevamente a la Banda Oriental. Se había firmado un nuevo armisticio, entre
el representante del Reino de Portugal, Teniente Coronel Juan Rademaker, y
el Gobierno de Provincias Unidas del Rio de la Plata, el Dr. Nicolás Herrera.
Pensando en restablecer nuevamente el sitio de Montevideo, designan a
Manuel de Sarratea como General en Jefe del “Ejército del Norte”. Poco
después lo nombran Capitán de la Banda Oriental del Paraná. También
nombran a Artigas General en Jefe del Ejército de Oriente y Capitán General
de la Banda Oriental, dándole las primeras ordenes: suspender todas las
acciones iniciadas sobre Misiones.
En forma casi expresa Sarratea tenía asignada una tarea mayor:
desmoralizar al ejército Oriental y crear divisiones que debilitaran el poder
de Artigas.
El 14 de Junio de 1812 Sarratea llego al cuartel de Artigas en el Ayuí.
Este opinó sobre lo impropio de las faenas a cargo de los soldados, sobre
la necesidad de respetar a los propietarios del ganado y observó que el
ejército estaba sin caballos, escaseaban las carretas y había bandidos de
toda clase por toda la campaña. En la misma fecha que Artigas reconoce a
Sarratea, el 16 de julio de 1812, le devuelve las distinciones militares que la
Capital le había otorgado. Hace que los Jefes de las divisiones de su ejército
reconozcan a Sarratea. La mayoría lo siguió incondicionalmente, pero casi
mil hombres se fueron tras Sarratea.
Sarratea le pide a Artigas los mejores cuerpos para formar el ejército con
que invadiría la Banda Oriental, a cuyos Jefes los había catequizado dándole
lujosos trajes, y dinero, cosa que Artigas jamás pudo ni quiso darles.
Formó así el ejército con el que repasaría el Uruguay comandado por una
vanguardia a mando de Rondeau, mientras Artigas quedó con sus milicias
343
formando la retaguardia y ocupado en ayudar a las familias al cruce de las
heladas aguas del río, en el crudo mes de agosto. Mientras el momento del cruce
se producía, Sarratea situó su campamento a una legua del cuartel general
de Artigas. Desde allí tendría contactos personales, entrelíneas y maniobras,
buscando desacreditar, debilitar y finalmente matar al Jefe de los Orientales.
Sarratea sienta los primeros antecedentes de lo que luego se llamaría
“La Leyenda Negra” en torno a Artigas, describiéndole a la capital el más
sombrío de los panoramas.
Se destruyó la remesa de treinta y cinco mil caballos que habían traído
desde la Banda Oriental, así como un enorme número de cabezas de
ganado, cuya escasez es notoria. El vecindario que se sumó a su marcha, lo
hizo por diferentes razones: a fuerza de amenaza; políticamente utilizados
para atraer a otros; mientras muchos lo hicieron como única salida para
“salvarse de las violencias de toda especie” que provenían de ese mismo
ejército, cuando no de los ladrones y desertores.
El Gobierno de Buenos Aires, alarmado, ordena a Sarratea que Artigas sea
separado del ejército y se traslade a la capital. Curiosamente Sarratea se
opone. El historiador Pivel Devoto ha señalado que lo decide como una
estrategia de rodeo y desgaste.
Sarratea agrega que el poder que tiene Artigas es porque cuando se
sintieron abandonados a sí mismos se dieron un Jefe con el que están
perfectamente “según su voluntad”, no encontrando contradicción alguna
entre reconocer al gobierno bajo las ordenes de su propio Jefe; cosa que
“aun antes no se negaran a los pueblos”.
En los primeros días de julio de 1812 hubo una conspiración realista contra
el Triunvirato.
Aquel pueblo en armas como escudo cruzó finalmente el Río Uruguay en el
mes de agosto. También las fuerzas de Sarratea lo hicieron. En septiembre
Rondeau se hallaba ya en Mercedes y el 20 de octubre llega a Montevideo. El
sitio del mismo había sido iniciado el día 1 de octubre por el caudillo artiguista
José Culta. Las familias se suman al sitio recién en febrero de 1813, coronando
así un viaje de retorno de seis meses, tan sacrificado como lo fuera el de ida.
¿Por qué se lo denominó redota al éxodo del Pueblo Oriental?
La redota focaliza un episodio particular de la gesta emancipadora artiguista:
la larga marcha del éxodo, porque era de esa forma que le llamaban los
paisanos. Redota que podía ser derrota. Redota que se convierte, torciendo
las palabras, en la forma en que el pueblo oriental torció su destino de
pueblo subyugado y se jugó por un sueño, abandonando todo, para seguir a
Artigas en una marcha al Norte, a cien leguas de Montevideo. Una travesía
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por el agreste, despiadado destino incierto. Una marcha sufrida pero con el
más ambicioso de los derroteros: la libertad.
Suele decirse que la redota define, más que ningún otro episodio histórico
del proceso emancipador, la matriz de esta nación. El pueblo se identifica
en torno a la adversidad, se siente una unidad en la diáspora, acechados
por dos imperios y por las intrigas de Buenos Aires. La redota no se olvida,
y los obliga a reinventar el mundo, porque el otro estaba equivocado.
UN POCO DE HISTORIA…
En 1885 el historiador Clemente Fregueiro empleó la expresión “Éxodo del
Pueblo Oriental”, que tuvo una gran difusión. En 1950, otro autor, Carlos
Maggi, tomando como punto de referencia las expresiones del propio
paisanaje oriental, según crónica recogida en la época por Carlos Anaya,
propuso denominarlo “la Redota”.
Más recientemente, el historiador Agustín Beraza reactualizó la expresión
utilizada por el propio Artigas: “la emigración”. Tema polémico en su
interpretación, utilizada en otras épocas para alimentar la “leyenda negra”
gestada en torno a la obra y personalidad de Artigas por sus enemigos. Según
ésta leyenda negra, Artigas fue el que obligó a la gente a que lo acompañó
en el éxodo, quemándole sus casas y destruyendo sus plantaciones.
¿Identidad o patria fugitiva?
Diversos historiadores han vinculado el éxodo con el surgimiento de la
identidad nacional mientras que otros hablan directamente de nacionalidad.
Pivel Devoto considera al éxodo como acontecimiento histórico, y para
destacarlo como tal, describe, cual telón de fondo, la masa anónima que
lo protagonizó: “Jamás llegaremos a saber quién fue el primero de los
paisanos orientales que dio la voz de alarma a sus vecinos para abandonar
la tierra, jamás conoceremos los nombres de los que murieron en la marcha,
los escondidos senderos que cada uno hubo de seguir para sumarse a la
caravana de la patria fugitiva”, dice, subrayando todo lo que se desconocerá
siempre. No lo sabemos, señala, “ni interesa a nuestro juicio”-agregaporque lo notable es el acontecimiento protagonizado. Porque todos los
factores que precipitan el Éxodo de 1811 “sellaron entre los hombres libres
de esta tierra el pacto social del que surgió nacionalidad oriental; la noción
si se quiere primitiva y cerril de que éramos un pueblo al que las fuerzas
que animan la historia, llamaban a darse un destino propio”.
Esa posición historiográfica, que Carlos Real de Azúa llama “tesis
independentista clásica”, presenta la nacionalidad en el Uruguay como
producto de un destino a predestinación histórica. Fue expuesta también
por otros autores. Alberto Zum Felde, inaugurando en 1920 el término
345
“proceso histórico” visualizaba “un sentimiento colectivo de nacionalidad”,
pero aclaraba así su conformación: “la nacionalidad no es la tierra, no es
el suelo, es la asociación, es la entidad humana”.
Por eso, para éste autor, “no hay mas forma de asociación posible que
la caudillesca”. El caudillo encarna la voluntad, la necesidad, la ley y el
destino: “el centro de la nacionalidad estará donde él esté”. Ambulante
en la marcha, “el campamento del Ayuí es la concentración operada por
primera vez, de todos los elementos territoriales”.
Por su parte Edmundo Narancio concibió esa nacionalidad en forma de gradual
concientización histórica y puntualizó su surgimiento en cinco momentos:
1° “El levantamiento popular de la Banda Oriental se hizo contando con el
auxilio de Buenos Aires”.
2° “El suministro de ese socorro había dado lugar a un pacto tácito,
mediante el cual los orientales reconocían la autoridad de Buenos
Aires a cambio de la ayuda para derrocar la tiranía, lo cual beneficiaba
a ambas partes”.
3° Al firmarse el Armisticio de octubre quedó roto el lazo que ligaba a los
Orientales con Buenos Aires”.
4° En uso de la libertad en que se hallaba, el pueblo oriental armado “se
constituyó” nombrando su jefe y dándose, más adelante otros órganos
de Gobierno”.
5° “El estado naciente, para el logro de sus fines inmediatos (recuperación
territorial, consolidación de la libertad en su suelo por la derrota de la
“tiranía”) buscó, como medio, la alianza con otros pueblos, a los que
propuso la Confederación”.
En las discusiones actuales sobre nuestra identidad, la nacionalidad
tiende a ser vista como un largo y complejo proceso en el que cuentan
todos y cada uno de los factores, desde los geopolíticos hasta los sociales,
incluyendo la labor ideológica del relato histórico como tal. Se distingue,
además, la nacionalidad de la aparición del estado, ya que no son lo
mismo ni coinciden en el tiempo. Vista así, la nacionalidad es una creación
de larga génesis en la que cuentan tanto los héroes como los personajes
anónimos, los fogones del éxodo, la “Leyenda Patria” de Zorrilla de San
Martín, la memoria de las divisas, o los olvidos, que también son necesarios
para que algo pueda ser contado.
Ya sea como el momento de afirmación del contrato social que nos
conforma, o como episodio a ser completado por experiencias posteriores,
el éxodo (emigración, procesión o redota) fue uno de los hechos del ciclo
revolucionario artiguista en el que más claramente se evidenció lo colectivo
346
como sujeto histórico. Porque fue heroico, trágico y de protagonismo
anónimo, aunque a su cabeza fuera, gallardamente visible, un caudillo de
enorme magnetismo personal.
Mi opinión sobre el éxodo:
Éste hecho sin duda conmovió o todo el Pueblo Oriental; es lindo ver
cómo la gente luchó, salió y dejó sus casas y sus vidas para comenzar
otra totalmente nueva, dejó todo para unirse a un hecho tan importante
cómo lo fue el éxodo del Pueblo Oriental; dejaron todo lo que tenían por
una esperanza, un ideal por estar en total desacuerdo con lo que estaba
ocurriendo en ese momento en la Banda Oriental, para poder “cambiarlo”.
En aquella época también se lo podría haber visto cómo algo utópico, pero
sin embargo la gente fue igual, no lo pensó dos veces, estaba muy decidida.
Pasaron frío, hambre, viviendo en malas condiciones (condiciones
insalubres) pero siempre defendiendo a la Patria. Toda la campaña se
unió; indios, negros, niños, ancianos, mujeres, paisanos, familiares de
soldados, todos fueron bienvenidos sin distinciones.
Pero en éste hecho tan importante se han olvidado de algo, una protagonista
sin dudas muy importante para lo que fue el éxodo. Se olvidaron de la mujer,
fueron y son invisibles en las páginas de los libros de historia, protagonizaron
episodios y hechos muy importantes en el éxodo, ya que había violencia y
peligro. Se vieron solas, hundidas en la miseria y al frente de sus hijos;
fueron baleadas y violadas, pero también supieron desafiar al enemigo.
Sedujeron y fueron seducidas, en esa sociedad abierta y en emergencia.
En general fue una gran y heroica travesía llevada a cabo por muchísima
gente que sintió la necesidad de emigrar por su patria y tuvieron muy buenos
resultados ya que hoy en día somos un país libre e independiente gracias a
todas esas personas que lucharon por la independencia de nuestra patria.
Conmemoraciones en la Actualidad:
En el Pueblo de Casupá, departamento de Florida, desde el año 2000 se
realiza una marcha que abarca de “La Tierra de los Artigas” conocido
como “Manguera de los Artigas” (Casupá-Florida), en las costas del Arroyo
Casupá, hasta el Paso de la Arena en las costas de Río Santa Lucía Chico.
Allí el General José Artigas acampó con su pueblo y ejercitó al regreso
del éxodo entre enero y febrero de 1813, antes del segundo sitio de
Montevideo. Ésta marcha tiene el objetivo de unir lugares fuertemente
ligados al más grande de los orientales en nuestro departamento.
347
Un grupo de personas tuvo hace 12 años la idea de hacer una marcha a
caballo, y reunirnos para organizar y hacer el lanzamiento de esta cruzada.
Como en aquel entonces esta es la Marcha de todos los Orientales unidos
por la única y propia identidad histórica que nos identifica y nos proyecta.
En el recorrido de esta marcha se hacen fogones artiguistas; charla
histórica alusiva al “Campamento del Paso de la Arena en 1813; se le hace
una ofrenda floral al prócer José Gervasio Artigas en la plaza de Casupá;
y se hacen espectáculos folclóricos.
Esta marcha surge ya que en el año 2000 se realiza una “Marcha de
Regreso”, uniendo Salto con Montevideo. Esa Marcha culmina con un
enorme desfile Gaucho-Militar que rinde honores al General José Artigas
en el día que conmemoramos los 150 años de su fallecimiento. Desfilan
casi 4000 jinetes frente al mausoleo que guarda los restos del “Padre de
la Orientalidad” y “Protector de los pueblos libres”.
Pasado ya unos días de la “Marcha del Regreso”, un par de personas de
Florida y Casupá comentando lo vivido días atrás, siente la necesidad de
hacer algo similar dentro del Departamento de Florida, ya que teniendo
lugares de fuerte presencia artiguista en el departamento como son el
“Paso de la Arena” y “Tierra de los Artigas” les pareció buena la idea de
destacarlos uniéndolos de a Caballo.
BIBLIOGRAFÍA:
INTERNET:
HYPERLINK “http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonioURUGUAY/Dia%20del%20Patrimonio-Revista%202011-%20LA%20REDOTA.pdf”http://www.
patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-URUGUAY/Dia%20del%20PatrimonioRevista%202011-%20LA%20REDOTA.pdf
LIBROS
ANA MARÍA RIBEIRO. (Agosto de 1999). Plan general, textos e investigación iconográfica. Tomo 1
y 2. Ed. El país s.a Montevidéu Uruguay
ASHINGTON REYES ABADIE. (2011). Artigas y el Federalismo en el Rio de la Plata 1811-1820.
Primera parte. Ed. Banda Oriental S.R.L.
JUAN E. PIVEL DEVOTO. (2004). De la leyenda negra al culto Artiguista. Volumen 171. Ed.
Biblioteca Artigas colección de Clásicos Uruguayos; Ministerio de Educación y Cultura.
REYES ABADIE, W. VASQUEZ ROMERO, A. (1998). Crónica general del Uruguay. Tomo 2. Ed. Banda
Oriental. Montevideo.
348
Mariana Andrea Parise Fitipaldi
Liceo Dr. Loreto Daniel Vidart – Santa Rosa
Canelones - Uruguay
PERDER PARA GANAR
Él siempre que podía acostumbraba a observarla desde la ventana del
despacho, mientras ella esperaba al aguatero cuando escuchaba su
cencerro. El cuerpo bien formado de la joven Andreína se adivinaba debajo
de sus ropas holgadas, y una de aquellas tardes, terminó por encender la
pasión del patrón.
Cuando las campanas de la Iglesia dieron el “toque de queda”, en el cuarto
de ella, el deseo abusó de la inocencia, porque Andreína cedió finalmente
al susurro de falsas promesas.
Semanas después, la señora de la casa se enteró del embarazo, echó a
la muchacha, y de esa manera, sin techo, sin abrigo y sin comida el otoño
llegó tristemente. Andreína ofreció sus labores en casi todas las casas de
la pequeña ciudad, hasta que una mañana, cuando el tibio sol comenzaba
a calentar el adoquín, su mano ya cansada encontró la cara amable de
María Bermejo del otro lado de una gran puerta de madera.
- Buenas días – haciendo reverencia -. Mi nombre es Andreína Acuña y
vengo humildemente a pedirle trabajo y hogar para nosotros – tocándose
el vientre.
Bendiciendo a la futura criatura, la señora María Bermejo recibió sin
pensar a la muchacha e inmediatamente dio indicaciones a la esclava
para que la acompañara a la cocina y dispusiera una de las habitaciones
para la recién llegada.
Los meses pasaron y mientras el vientre crecía, así también lo hacía la
amistad entre Andreína y la Señora.
María Bermejo era viuda hacía unos meses, pues su esposo había fallecido
en una revuelta en la campaña. Desde ese momento se había sensibilizado
de tal modo que hacía cosas que ninguna otra dama de su clase hubiese
hecho: conversaba en la cocina con las criadas y las invitaba a comer a la
mesa principal.
Aquella casa era un verdadero hogar, un lugar de esos para nacer, y así
pasó, una noche de invierno, mientras los relámpagos opacaban la luz de
las velas: en las manos de María llegué al mundo.
349
Dicen que era pequeñita y colorada por la fuerza que hice. Me llamaron
Danisa Acuña, pues la identidad de mi padre era secreta, solo aquellas
nuevas amigas la conocían; yo la supe mucho tiempo después.
A la mañana siguiente, el sol me despertó, el temporal ya había pasado,
los pájaros otra vez comenzaron a cantar en el patio.
Entre veranos e inviernos pasaron los años, hasta que una primavera,
junto con el perfume de las flores, llegó la revuelta. Por ese entonces, las
autoridades de gobierno estaban reclamando “ciertos papeles” sobre la
propiedad de la casa de María, pero ella no los hallaba, pues era su marido
quien se encargaba de tales asuntos.
El sonido del cañón anunciaba ya el amanecer, cuando las autoridades
entraron violentamente, tirando abajo la puerta principal de madera.
Pronto el barullo invadió el hogar y el comisario ordenó a María abandonar
inmediatamente la casa.
Los portones de la muralla ya estaban abiertos cuando María junto a toda
la servidumbre cruzó rumbo a la estancia de su prima Clara. El manto
oscuro de la madrugada envolvió a las mujeres mecidas por el ritmo lento
de la carreta.
En unos días habíamos llegado a la estancia, allí estaban Clara y su marido
que nos recibieron. Recuerdo que entre abrazos y sollozos, María explicó
por qué tuvo que abandonar la ciudad y agradeció la hospitalidad de su
prima. Yo solo intentaba calcular a qué distancia nos encontrábamos de la
muralla porque tras ella no solo quedaba la ciudad de los ricos, quedaban
mis recuerdos y toda posible pista sobre la identidad de mi padre.
Luego de ubicarnos en las habitaciones me quedé dormida, el viaje había
sido agotador. Esa noche, después de la cena, en la sala principal se oyeron
voces, y entre dormida escuché que hablaban de las noticias recién llegadas.
Un cartero a todo galope había entregado en las manos del esposo de Clara
cartas sobre asuntos que yo no había escuchado hasta ese momento.
Las cartas decían que muchos pueblos de la campaña se habían unido
a la causa revolucionaria y que se habían enfrentado contra los Godos
en una batalla llamada Las Piedras, cuyo jefe era José Artigas. Se había
conseguido la victoria y la Junta de Buenos Aires había ordenado al
ejército revolucionario sitiar la ciudad amurallada.
Después de unas cuantas semanas aprendí que la vida en la estancia era
más tranquila que la de la pequeña ciudad: levantarse temprano, ayudar
a los criados, jugar con los pocos niños que había, ir a rezar a la capilla,
y largas tardes observando cómo las damas bordaban, tomaban el té y
lloraban por la pérdida de sus seres queridos en aquellos enfrentamientos
sobre los que hablaban frecuentemente.
350
Una mañana la tranquilidad fue interrumpida por la llegada de una carreta
que se detuvo en el patio de la estancia. De ella bajaron varios señores de
estancias vecinas que venían a conversar con el dueño de casa. La sala
principal pronto se llenó de voces, es que José Artigas junto a su ejército,
al verse solo, había decidido marcharse desde el lugar donde sitiaba la
ciudad hacia el norte.
Comentaban que la marcha ya había comenzado y los orientales deseaban
unirse al jefe, aunque este no tuviera nada que ofrecerles.
Eso me preocupó, así que corrí a preguntarles a mamá y a María que
era lo que estaba sucediendo y me llevé una gran sorpresa cuando vi
a Clara ordenando a los criados que empacaran algunas cosas, porque
pronto deberíamos marchar. Volví a correr y coloqué en la maleta lo más
necesario. Todos partimos ese día.
Así como había abandonado la ciudad amurallada, esta vez abandoné la
estancia y tuve que ver cómo la incendiaban; la prima de María afirmaba que
no había que “dejarles nada a los godos”. Lo que no entendía era ¿por qué
yo debía abandonar siempre lo que quería?. Creo que ya en ese momento
existía en mí este sentimiento inmenso y fuerte, pero aún no lo reconocía.
Esa misma tarde comenzó el viaje más asombroso de mi vida.
Fuimos unos de los primeros en unirnos a la caravana así que tuve que ver
como los demás sufrían como yo, teniendo que abandonar lo que más querían
y ver como se quemaba lo poco que había quedado, para no dejar nada.
A medida que avanzábamos las columnas de humo se elevaban en el cielo
como guiando nuestro camino y diferentes olores se esparcían por el aire.
Éramos un grupo numeroso, habían niños como yo, hombres, mujeres y
ancianos; todos unidos con un mismo fin, por eso supe que ese viaje sería
de las cosas que nunca olvidaría.
Ahora sí, éramos realmente un pueblo en movimiento, el pueblo de los
orientales. Éramos dos mil, no, quizás tres mil, éramos muchos; blancos,
gauchos, negros e indios todos juntos camino a Belén, como la estrella que
había iluminado y guiado a los Reyes Magos. La estrella era la fe, era Artigas.
Los días pasaron y yo deseaba que pronto acampásemos, pero el caso
era que ya lo habían hecho antes a las orillas del río Santa Lucía. En
el camino se habían sacrificado algunas vacas para llenar el buche y
los perros quedaban atrás comiendo las sobras mientras las moscas
invadían el lugar.
Los primeros dolores de columna aparecían tras dormir en las tablas de
la carreta, ¿cómo dormirían los demás?...tirados sobre el pasto mojado
por el sereno o sobre sus pobres caballos cansados.
351
Nunca olvidaré que en aquel trayecto una de las hijas de Clara se sintió
mal. Ella estaba acostumbrada a la tranquilidad y comodidad de su vida
anterior, fue por eso que ese mediodía cuando comió sobre la carreta, el
vaivén de ésta le produjo dolor de estómago. Se recostó un momento pero
sucedió que vomitó y como estaba dormida se ahogó; algo así me explicó
mamá, porque por lo que yo tenía entendido las personas solo podían
ahogarse en el agua.
Los vecinos de la carreta pararon para darle el pésame a Clara y ayudaron
a cavar una pequeña fosa. En el sepulcro colocaron una cruz casera y
depositamos flores silvestres. Juan, un cura que venía en la caravana,
rezó un Padre Nuestro en voz alta y encomendó el alma al cielo.
Esa misma tarde, en otra carreta, nació una pequeña y habían de llamarla
Jesusa en honor a la difunta. Esa noticia alegró un poco a María, pero
igualmente sus ojos estaban tristes. La vida le había quitado todo, primero
al esposo, luego la casa, ahora a su ahijada, y aún así, permanecía con ella
la fe y la esperanza.
Una vez más debimos cruzar un arroyo, el agua fría no solo mojaba los
objetos y las ropas sino que era anticipo de malestares y enfermedades.
En nuestra carreta había frazadas como en tantas carretas de estancieros
con mobiliario y ropas elegantes, pero los que venían a pie solo traían lo
puesto, al igual que los gauchos y chinas a caballo.
Yo tenía suerte de estar con una familia adinerada que no me trataba
como criada y me tenía mucho cariño, pero aquellos que lo habían
dejado todo, ¿qué tenían? Solo la fe depositada en una persona, la
cabeza de la caravana, el líder de los revolucionarios, el jefe de los
orientales, Artigas.
Una mañana, mientras jugaba con dos grandes amigos que había
hecho entre los vecinos - Juanita, oriental de nueve años y el pequeño
Tacuabé, guaraní de cinco años - , cruzó por el cielo una bandada
de pájaros. Los observamos con tal detenimiento que encontramos
en ellos un parecido con nosotros: así como ellos, nosotros también
teníamos un guía. Al nuestro yo lo había visto solo un par de veces, pero
no era como lo había imaginado, un pájaro mandón, todo lo contario.
Vestía uniforme rojo, azul y blanco, como lo hacían algunos de sus
soldados, acostumbraba a caminar entre la gente, visitar las carretas
y conversar con las familias.
Esa tarde, jugando y correteando perdimos de vista la carreta de María, que
era lo que usábamos como distintivo entre la multitud, como la farola para
los navegantes. Por suerte nuestras madres salieron en nuestra búsqueda
y antes que el sol se escondiera nos encontraron. Esa noche mamá me retó
352
como nunca lo había hecho, y mientras yo le explicaba lo que había pasado,
escuché que María dijo distraídamente “De tal palo, tal astilla”.
Este refrán quedó dando vueltas en mi mente: ¿qué había querido decir
María?
A principios de noviembre, cuando el calor se avecinaba, la marcha
se detuvo para organizarse: se había suscitado una peste y a falta de
medicamentos y condiciones de higiene muchas personas murieron.
Algunos pequeños se quedaron sin madre y otros sin padre, recé por ellos
como me había enseñado María: “reza por ti y por los demás”. Ya otras
veces me había dicho estas palabras detrás de una triste sonrisa.
Los días pasaron y la tristeza aumentaba en la multitud, los ancianos
se iban quedando en el camino al tiempo que otros pequeños llegaban,
trayendo la esperanza de un futuro mejor, con orientales libres, fuertes y
luchadores.
Largas conversaciones ocupaban las noches mientras se armaban los
fogones y se asaban vacunos. La palabra libertad podía escucharse en
todas partes, incluso cantadas por las voces del pueblo.
A mediados del mismo mes hubo un gran movimiento, la extensa caravana
se preparó para cruzar el Rio Negro, durante la travesía muchos fueron
arrastrados por la corriente, al igual que caballos, bueyes y carretas.
Aún siento el sonido de la corriente, los balidos de los animales, los gritos
de las personas, los ladridos de los perros y el silencio…
Mientras el pueblo acampaba ya del otro lado del río, los soldados se
preparaban para instalar un cuartel. En ese momento un caballo blanco,
con un hombre y una cartera a la bandolera, había de dirigirse en sentido
contrario a nuestro destino.
La intriga me dominó, así que a la tarde mientras mi madre con otras
damas cuidaban de los enfermos y no me veía, me escapé. Caminé y
caminé, hasta que al fin visualicé el objetivo: un toldo, algo más grande
que los demás, que de seguro pertenecía al jefe.
Me acerqué y ahí estaba él, sentado sobre el cráneo de un animal, apoyado
sobre una tabla de madera, escribiendo; sus labios se movían como si
recitara lo que escribía pero no llegaba a oír, traté de acercarme pero vi
moros en la costa, como suelen decir, así que me fui. Ese pudo ser un día
espléndido, si no hubiera sido porque me vieron espiando y me interrogaron.
- ¿Qué haces tú aquí pequeña? – me dijo un soldado.
- ¿Eres espía? ¿Quién te ha enviado? - preguntó otro.
- Dejen a la niña en paz - dijo con voz grave el jefe - ¿Qué sucede pequeña?
353
¿Te has perdido?
- Primero, no soy pequeña y no me he perdido. He venido yo sola hasta
aquí porque tengo un caso que resolver.
- Y dime, ¿te puedo ayudar?
- Pues sí, he visto al cartero viajar. ¿A quién le envía cartas? ¿Le parece
momentos estos para mandar cartas?
- Son cartas que traen noticias sobre la situación de Montevideo y de
Buenos Aires. ¿Has oído hablar de ello?
- Si, yo antes vivía en la pequeña ciudad. ¡Resuelto el caso! - dije asustada ¿Puedo irme?
- Abran paso soldados, que allí va la futura Juana de Arco – dijo el jefe.
De regreso a la carreta de María, encontré a mamá llorando.
- ¡Oh Danisa, has aparecido! ¿Por qué me das estos sustos? ¿Dónde has
estado?
- He hablado con el jefe Artigas.
- Vamos pequeña, déjate de tonterías, cuéntame la verdad.
- ¡Es verdad mamá! me ha dicho que soy la siguiente “Juana de Arco”
¿quién es?
- Tú y tus fantasías… fue una mujer luchadora- dijo María.
- ¡Esta niña! – dijo mamá.
- ¡Es osada como su padre! – le respondió María.
Mamá se sonrojó y me dijo:
- ¡Ve a la carreta!
Esa noche soñé miles de cosas, yo luchando por la Banda Oriental,
pero…la duda era si usar arco o sable… Con tales palabras me sentía
honrada y lucharía en la Revolución como lo había dicho el guía,
como lo hace un hijo por su padre, pero… ¿Quién era mi padre? ¿Sería
revolucionario? ¿Estaría en alguna parte de la caravana? Ese era el
siguiente caso a resolver.
Las cortinas de humo aparecieron una vez más, habíamos unido a la
última familia revolucionaria que quedaba por levantar. En esta parada se
sumaron indios del noreste de la región que vinieron a nuestro encuentro
dejando lo mucho o poco que tenían.
La mañana que tomé el coraje para preguntarle a mi madre sobre la
identidad de mi padre vi llegar a José Artigas, pegué un brinco de la
carreta y fui a saludarlo.
354
- Buenos días Señor Artigas.
- Buenos días.
- Ella es mi madre - le dije mientras la señalaba.
- Buenos días, sepa disculpar, pero ¿Usted conoce a la niña? – dijo mi
madre.
- Si, la conocí días pasados – dijo el jefe - ¿Acaso no es su hija?
- Si, claro que lo es; simplemente quería verificar su paradero aquel día.
¿Acepta un mate?
- Con gusto.
Mamá le hizo una seña a la india vecina para que lo preparase, pues no
podían hablarse ya que no entendían sus lenguas. La india le acercó el
mate y mamá le agradeció.
Esa noche dormí con María pues mamá durmió sola en la otra carreta,
pero debía de sentirse mal pues se quejaba mucho. Antes que el gallo
cantara, entre dormida conseguí escuchar unas pisadas fuertes que
se alejaban, y a la mañana siguiente mamá me mandó al toldo del jefe
Artigas a espiar que hacía. En aquel momento no entendí por qué primero
me retaba y luego me enviaba. El jefe no volvió a visitarnos, mamá y María
se pusieron tristes.
Creí que Dios había escuchado mis súplicas cuando a la semana siguiente
se organizó una gran asamblea en la tropa, y reconocí una vez más la voz
de Artigas.
Habló durante un largo rato pero utilizó algunas palabras extrañas, así
que no comprendí todo su discurso, pero no podía dejar de ver como el
pueblo se agitaba y lo aplaudía.
Luego de la asamblea, esa tarde el campamento se levantó y hubo que
cruzar otro arroyo para recién después, a principios de diciembre, acampar
nuevamente. El cruce de agua traía siempre lo mismo, enfermedades,
sufrimientos y pérdidas.
Mientras el sol se escondía, una vez más, me propuse hablar con mamá,
ya era tiempo de resolver el viejo caso. Así que me senté frente a ella y le
pregunté:
- ¿Me parezco a papá?
Ella me tomó entre sus brazos y se puso a llorar.
– Te pareces mucho en tu forma de ser, eres valiente e impetuosa como él.
Una jauría de perros que atacaba el ganado interrumpió la conversación.
Hombres y mujeres a caballo y a pie trataban de dispersarlos. El zumbido
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de las balas hizo que pronto nos refugiáramos en la carreta y que los
perros al fin se alejaran.
Pronto llegó la hora de dormir, y esa noche yo lo hice entre los brazos de
mamá como cuando era pequeñita. Sin dejar de observar sus ojos tristes
imaginaba el rostro de mi padre e intentaba encontrar similitudes con el
mío, seguramente tendría muchos rasgos iguales a los suyos.
Por esos días unos soldados uniformados de rojo, azul y blanco como el
jefe nos visitaron y pidieron los nombres de los integrantes del grupo y la
cantidad de carretas, lo mismo hicieron con todos los vecinos.
Un mediodía de diciembre llegamos al gran río, el de los pájaros pintados,
pero nos encontramos con una crecida. Un brujo, que decía saber mucho
de la naturaleza, anticipaba que el agua bajaría y podríamos cruzar por
las piedras que se veían bajo la corriente. El pueblo depositó la confianza
en él y esperamos.
Y así sucedió, una vez más acarreamos las pertenencias, los adultos
ataron los animales a piolas, pues esta corriente era mucho más fuerte
que cualquier otra que hubiésemos atravesado antes. Todavía escucho
a Juanita gritar por su hermana pequeñita que se había soltado de la
mano de su madre, la corriente la arrastró, Juanita tan solo unos años
más grande que su hermana nada pudo hacer. Los hombres de a caballo
trataron de salvarla pero fue imposible. La multitud hizo un gran silencio.
El llanto en el rostro de Juanita duró tantos días como lo hizo el cruce.
Esperamos a todas las familias y animales del otro lado del río y cuando
terminó el cruce marchamos todos juntos rumbo al Ayuí. Unos días
después llegamos y nos instalamos. Los rostros tenían otro aspecto, los
que habíamos llegado hasta allí poseíamos el sentimiento de hermandad
y de solidaridad.
Aquellos orientales que traían carretas con mobiliarios las habían vaciado
y dejado sus pertenencias en el camino para brindarles espacio a los más
necesitados.
Hombres y mujeres tenían mucho trabajo por hacer, construir ranchos
precarios que servirían de abrigo para pasar el invierno. Los más
habilidosos con algunas maderas construyeron sencillos muebles para
mayor comodidad. Ahora lejos de los godos y los portugueses, el pueblo
era libre como aquella bandada de pájaros que una vez vimos. Ya en
territorio nuevo, el pueblo instalado se encontraba seguro; sentía que este
era el momento perfecto para conocer más sobre mi identidad.
A la mañana siguiente cuando comía unas ricas tortas fritas que había
preparado la madre de Juanita, el caballo blanco pasó una vez más, esta
356
vez no iba en dirección contraria sino que se dirigía hacia el norte. ¿A
quién le mandaría cartas Artigas ahora? Una gacela no hubiese alcanzado
la velocidad de aquel caballo, que con los cascos rotos corría a todo galope
al fiel servicio del jefe, al servicio del pueblo, al servicio de la libertad. El
polvo que levantó se mezcló con el aire, las tortas fritas parecían tener
pizcas de chocolate.
Pero pronto se resolvió mi duda, pues el tío de Juanita en rueda de mate
comentó que el jefe planeaba pedirle ayuda a Paraguay.
Al caer la tardecita se armaron fogones y una guitarreada. Nos visitaba el
más famoso de los payadores, Manuel Francisco Álvarez, el hijo de Don
Álvarez - el curandero - el que cura con yuyos y palabras. Sus payadas
fueron hermosas, todos los que nos encontrábamos allí habíamos
de derramar al menos una lágrima; hasta el alma más fría había de
emocionarse al escuchar aquellos versos cargados de amor hacia el
pueblo libre.
El perfume de las flores trajo esta vez una delegación al mando de un
porteño, el pueblo comenzó a murmurar.
Ese hombre sí parecía un pájaro mandón como el que había visto aquella
vez en la bandada. Su presencia era soberbia. Se dirigió hacia donde
estaba el jefe y conversaron largo rato. El pueblo no dejaba de murmurar.
Pronto el rumor corrió por entre la multitud, las autoridades bonaerenses
querían sustituir a Artigas como jefe del ejército y colocar a esta nueva
autoridad, Manuel de Sarratea.
También en esos días llegó la ayuda del Paraguay reducida a un simple
cargamento de tabaco y provisiones.
A esto se le sumó la convocatoria para el segundo sitio a la ciudad
amurallada. El jefe de los orientales se mantuvo fiel a la autoridad que el
pueblo le había dado y no aceptó las órdenes de Buenos Aires.
El segundo sitio se llevaría a cabo bajo su mando y con el sacrificio del
pueblo oriental, que debía volver a pasar por todos los lugares y volver
a vivir todos los sufrimientos, pero con la esperanza de volver a casa.
El campamento se desarmó y la multitud se puso en movimiento
emprendiendo el retorno. Como aquellos pájaros, ahora nosotros
volvíamos de la migración.
Con tanto trajinar mi caso aún no estaba resuelto, hacía mucho tiempo que
había tenido aquella charla emotiva con mamá pero no me había brindado
ninguna información concreta, la siguiente posibilidad estaba en María.
357
Yo sabía que la amistad entre ellas era muy estrecha, pasaban los días
juntas bordando, ayudando a los necesitados, cocinando, hablando; y entre
tanta charla tendría que haber surgido el tema de quien era mi padre.
Así fue que en la mañana de la partida, cuando el olor a mate conquistaba
el Ayuí por última vez, me dirigí firme a María:
- ¿Usted sabe quién es mi padre?
- Eso lo sabe tu madre, pregúntaselo a ella.
- Yo sé que usted lo sabe, me ha dado pistas, ahora hable. Quiero saber de
dónde vengo, quién soy, dígame, por favor.
Dar pena nunca fallaba para conseguir lo que quería y esta era la
oportunidad para utilizar esa táctica.
- Ay tesoro mío, tu padre es un godo que endulzó el corazón de tu madre
con promesas y cuando la echaron embarazada, el muy canalla nada
hizo. No merece tu amor, ni tu preocupación.
Tales palabras llenaron no solo mis ojos, sino mi alma de lágrimas… en mi
corazón nació un sentimiento nuevo, el rencor.
¿Qué significaba entonces “Del tal palo, tal astilla”? ¿Sería acaso yo, una
canalla, una despreocupada? Me aseguraría de no ser así. De él nada quería
tener, lamentablemente llevaba su sangre, pero nada más llevaría jamás.
Lucharía contra los godos por mi pueblo y para demostrarle a mi padre
que nadie subestima a las mujeres, y menos a las orientales.
Aquel sentimiento con el que partí de la estancia de Clara persistía, sabía
que este viaje sería de las cosas que no abandonaría, pasara lo que pasara
y así fue.
Comenzó entonces mi misión, el jefe me había llamado meses atrás Juana
de Arco y lo sería, una de las Juanas de Arco de los orientales, pues no era
la única mujer luchadora, muchas más se habían unido.
Pasaron algunos meses hasta que finalmente llegamos al sur, a la ciudad
amurallada de la que habíamos sido echadas, la misma que el destino nos
permitía volver a contemplar.
Esa mañana el cielo estaba celeste, el sol brillaba en todo su esplendor,
el ejército patriota se preparaba para un nuevo enfrentamiento y yo para
asumir mi verdadera identidad, una Juana de Arco oriental.
358
ANTES DE COMENZAR EL RECORRIDO ES IMPORTANTE COMPARTIR EL
ACUERDO DE CONVIVENCIA
30 septiembre al 9 de octubre de 2012
“La causa de los pueblos no admite la menor demora”.
José Gervasio Artigas.
El Ministerio de Educación y Cultura de la República Oriental del Uruguay
y el Sector Educativo del MERCOSUR, con apoyo de la Organización de los
Estados Iberoamericanos (OEI), presentan: “Caminos del MERCOSUR”.
Convocatoria 2012 “El Éxodo del Pueblo Oriental”, haciendo partícipes
a los centros educativos del desafío de promover y consolidar una
conciencia favorable a la integración regional.
Este es un encuentro multicultural, en todo el sentido de su término, ya
que nos encontraremos con representantes de diversas culturas, idiomas,
tradiciones, historias y saberes. Este enriquecerá nuestra experiencia y
optimizará nuestra participación y el intercambio de opiniones, así como
nuestra comprensión hacia los demás. Por tanto, deseamos que esta
experiencia sea lo más provechosa y productiva para todos y por qué no,
divertida y llena de compromisos e ideas nuevas.
En tal sentido, durante los 10 días que compartiremos diversos espacios,
es importante establecer algunas recomendaciones para la más
adecuada convivencia y participación en el referido evento; siendo este el
objetivo del Acuerdo de Convivencia, es importante que tengas presente
lo siguiente: Derechos y responsabilidades de los/las adolescentes.
DERECHOS
Al igual que los otros miembros de tu delegación, los adolescentes tienen
derecho a expresar sus opiniones, a ser escuchados en sus intervenciones
y a consultar lo que estimen necesario.
Tienen derecho a hacer uso adecuado de las instalaciones y servicios
destinados al evento.
Tienen derecho a que se respeten sus creencias y costumbres y a recibir
un trato cordial y respetuoso por parte de los adultos y de sus pares.
Es importante que los organizadores brinden información oportuna sobre
las actividades que se realizarán, a fin que puedan participar y conocer
otros aspectos del país anfitrión.
359
RESPONSABILIDADES
El adulto acompañante debe estar informado de nuestras actividades
(y viceversa) ante la eventualidad de requerir su intervención, ya que el
mismo está velando por nuestra seguridad física y emocional. Debemos
tener siempre presente que integramos una Delegación Oficial Nacional
de nuestros respectivos países y por tal motivo debemos participar en
todas las instancias dando nuestras opiniones, expresándonos con
respeto y escuchando y dialogando con nuestros pares adolescentes y
adultos. Debemos ser consientes de nuestro rol y del impacto del mismo,
ya que de nosotros depende en buena medida el cumplimiento de la
programación y los objetivos del evento, es decir el éxito del mismo.
Tener presente en todo momento que estamos en una reunión multicultural,
lo que significa respetar los usos y costumbres de los representantes de
todos los países por diferentes que éstas sean con relación a las propias
(Ejemplo saludos, demostraciones de afecto, expresiones, etc.).
Es importante acudir a todos los eventos programados, teniendo presente
que este encuentro tiene previstas diversas instancias creativas y recreativas,
lo que dará oportunidad a la integración con otros adolescentes de la región.
Cooperar para que el encuentro se convierta en un espacio donde todos y
todas tengan igual derecho de participación sin discriminación.
Es nuestra responsabilidad el no incurrir en hechos que puedan dañarnos
o dañar a otros y todo lo que amenace nuestra salud, bienestar y seguridad.
Frente a cualquier conflicto, debemos siempre apelar al diálogo, al respeto
y acudir a los adultos quienes tienen la responsabilidad de mediar frente
a cualquier tipo de controversia.
Respetar los horarios establecidos para levantarse, desayunar, salidas en
grupo, visitas guiadas y horarios de descanso.
No fumar, no consumir drogas, ni tomar bebidas alcohólicas.
No portar objetos de valor o en caso de hacerlo, hacerse responsables de
los mismos.
En las visitas culturales se recomienda no alejarse del grupo, cuidar los
objetos de valor que portamos y respetar los plazos previstos para las visitas.
En todo momento deberemos tener presente que estamos en otro país que auspicia
como anfitrión, que en el mismo rigen normas y leyes que establecen formas de
conducta que debemos respetar, aunque éstas no rijan en nuestros países.
¡Gracias por acompañarnos en este evento tan importante, el cual nos
da la posibilidad de ejercer nuestros derechos y responsabilidades, así
como enriquecerlos! Sean desde ya bienvenidos a la República Oriental
del Uruguay. Marzo de 2012.
360
CRONOGRAMA de ACTIVIDADES
Del 30 de Setiembre al 9 de octubre de 2012.
361
DIA
30 de
setiembre
Día 0.
HORA
ACTIVIDADES
Llegada de las distintas
delegaciones a Montevideo Uruguay. Bienvenida
Alojamiento Hotel Balmoral.
San José 1121.
18:00
a
21:00
Reunión de trabajo con las
delegaciones de Caminos 2012.
• Presentación del Itinerario, plan
de trabajo y del grupo de
coordinadores a cargo.
• Acuerdos de convivencia.
22:00
Cena en Hotel
8:00
Desayuno
9:00
a
11:30
Lunes 1
de Octubre
1er. Día
Reunión de Trabajo para:
Presentación de las Delegaciones
Entrega de Materiales por parte de
caminantes ediciones anteriores
(mochilas, camisetas, etc)
Propuestas de documental y
muestra fotográfica.
Bienvenida Oficial en el Ministerio
de Educación y Cultura. Con la
presencia del Ministro de
Educación (a confirmar) Director
de Educación - Autoridades de
CODICEN.
12:30
Almuerzo – En Hotel Balmoral.
14:00
Posible visitas en la tarde a:
• Plaza Independencia.
• Puerta de la Ciudadela.
• Teatro Solis. (16 a 16,40)
362
DIA
Lunes 1
de Octubre
1er. Día
HORA
ACTIVIDADES
17:00
Merienda, visita UTU Arroyo Seco
Continúa visita.....
−Museo del Carnaval.
19:00
Regreso al hotel Balmoral
20:00
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación (colectiva y posteriormente los adultos)
20,30
Cena de Bienvenida por parte del
MEC en Hotel Balmoral.
22:00
Martes 2
de octubre
2do. Día
8:00
Desayuno en el Hotel Balmoral
9:00
Recorrido por:
• Palacio Legislativo (9 a 10)
• Visita al Edificio MERCOSUR(10,45
a 12,00)
RAMBLA DE MONTEVIDEO
13:00
Almuerzo Hotel Balmoral
15:00
- Intendencia Montevideo. (Piso 2
recibe la Intendenta Ana Olivera)
Museo
16:30
Merienda en Intendencia de Montevideo Mirador, piso 22.
19:00
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
20:30
Noche de los Talentos Noche de los
Talentos (10 minutos por delegación)
Cada delegación presenta una actividad que refleje aspectos de su cultura.
22:00
Cena Hotel Balmoral
363
DIA
HORA
6:30
8:00
Miércoles 3
de octubre
3er. Día
ACTIVIDADES
Desayuno en el Hotel.
Llegada y visita a la ciudad de Las
Piedras. Puente Calpino El lugar de
la Batalla. Actividad propuesta por el
CECAP de La Paz.
Participación de estudiantes de
Manuel Rose y UTU.
Actividad en Obelisco. Pabellón del
Bicentenario. Teatro y otras actividades
preparadas por la Comuna Canaria.
12:00
Almuerzo con adolescentes y autoridades locales del Departamento.
13:30
Partida al Departamento de San
José, por Santa Lucía.
15:00
Llegada a San José Opciones:
• Visita a la Quinta del Horno
declarada Monumento Histórico.
• Visita al lugar donde esta ubicada
la placa en homenaje al Éxodo del
Pueblo Oriental.
16:30
Merienda en el bus y Partida hacia
el departamento de Soriano
19:00
Llegada al Departamento de Río
Negro, Ciudad de Fray Bentos.
Bienvenida en la Plaza Constitución.
Banda Municipal y autoridades
Municipales.
20:00
Alojamiento en Hotel de Fray Bentos.
20:30
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
22:00
Cena en Regimiento Mecanizado Nº 9
364
DIA
Jueves 4
de octubre
4to. Día
HORA
ACTIVIDADES
6:30
Desayuno en el Hotel
8:00
a
9:00
Recorrida por la ciudad de Fray
Bentos. Batallón Rincón. Visita guiada.
9:00
Museo de la Revolución Industrial.
Visita Guiada.
10:00
Salida al Departamento de
Paysandú.
11:30
Llegada a la Ciudad de Paysandú
• Recorrido por la Ciudad y
alrededores. Tour Turístico con
Humor
13:00
Almuerzo: Frente al río, en Club de
Pesca (con Centro Educativo,
Empanadas y pasteles)
16:00
Llegada en caravana (Con CECAP) a
la Meseta de Artigas: Bienvenida en el
lugar (Chapicuy, adolescentes de
Guichón, etc) Campamento armado
por El Batallón “Gral. Leandro Gómez”
de Infantería Mecanizado Nº 8.
Breve recorrida en el lugar. Actividades artísticas locales.
20:00
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
21:00
Noche de los fogones, con historias
campestres, de la época, cantantes y
payadores de la zona. Rueda de
Mate. Cena (Asado y parrilla )
365
DIA
Viernes 5
de octubre
5to. Día
HORA
ACTIVIDADES
7:30
Desayuno en el campamento.
8:30
Plantar los árboles por parte de las
delegaciones. Colocación de placa
recordatoria.
9:30
Cabalgata en la Meseta y posterior
traslado a Salto.
12:00
Llegada a Salto. Termas del Dayman
12:00 a 13:00
Bienvenida Centros MEC y adolescentes, espectáculo Circense.
13:00 a 15:00
Alojamiento en Hotel Del Pasaje y
Almuerzo en Acuamanía.
16:00
Recorrida por ciudad, etc. Vaimaca,
costanera,
18:00
Merienda ( Parque acuatico Acuamanía)
21:00
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
22:00
Cena Show – baile
7:00
Desayuno en el hotel de las termas
8:00
Sábado 6
de octubre
6to. Día
10:00
Monolito de cruce del Exodo por río
Dayman.
Salida de Salto para realizar el
Cruce a Ayuí . Entre Ríos- Argentina
Llegada a Concordia (Ayuí). Recibimiento de autoridades y estudiantes
(a confirmar)
366
DIA
HORA
12:00 a 13:30
14:30
15:30 a
18:30
Sábado 6
de octubre
6to. Día
Domingo 7
de octubre
7mo. Día
ACTIVIDADES
Almuerzo de camaradería en Entre
Ríos. (a confirmar)
Retorno a Salto Termas.
Parque Acuático ACUAMANIA –
Termas del Dayman. Merienda
20:00
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
21:00
Cena de camaradería con CECAP de
Salto
23:30
Regreso hacia la ciudad de Montevideo.
6:30
Llegada a Montevideo Desayuno en
el Hotel Balmoral
8:15
Salida a PIRIAPOLIS.
10:00
Llegada al Castillo Piria breve
recorrida. Piriapolis.
11:00
Aero sillas con subida al Cerro San
Antonio.
12:00 a
13:00
Almuerzo en Restauran frente al
Puerto de Piriapolis.
13:30
Visita a Casa Pueblo. Punta del Este
14:30
Puerto Punta del Este. Paseo en
Lancha por la península. (aprox. 1,30
horas) dos grupos mientras tanto
paseo por Gorlero en día del patrimonio.
367
DIA
HORA
18,00
Domingo 7
de octubre
7mo. Día
ACTIVIDADES
Merienda en Parador de Parada 12.
Paseo por la Barra de Maldonado.
Portezuelo.
21:30
Reunión diaria de Evaluación y
Planificación de toda la delegación
de Caminantes.
22:30
Cena.
7:00 a 8:00
Desayuno en el Hotel Balmoral
Recorrido por el mercado de los
artesanos
Tiempo libre para realizar compras
Lunes 8
de octubre
8vo. Día
Martes 9
de octubre
9no. Día
12:30
Almuerzo Hotel Balmoral con autoridades de la enseñanza
15:00
Visita e Intercambio con Adolescentes
de UTU - INET ( Centro de Estudios)
Merienda
20:00 a 21:30
Reunión de Evaluación colectiva y
despedida de toda la delegación de
Caminantes.
22:00
Cena de Despedida (audiovisual con
fotos de las delegaciones ) Autoridades
Selección de Fotos que formaran
parte de la muestra itinerante.
8:30
Desayuno
Partida de las Delegaciones a sus
países.
368
LOS CAMINANTES REALIZARON BITÁCORAS DEL VIAJE
Día lunes 1 de octubre
El espíritu de América del Sur se ha reunido nuevamente, el concurso
“Caminos del MERCOSUR” ha sido el pretexto perfecto, seis culturas se
han dado cita en la capital de Uruguay, que oficia de huésped.
Miedos y expectativas conviven en los caminantes; Montevideo, magnífica y
cubierta de inquietante niebla, parece querer emular los ánimos de quienes
la visitan. La Ciudad vieja nos recibe gustosa, despliega sus encantos,
erradicando nuestros temores e invitándonos cálidamente a la alegría.
Dentro de la plaza nos observa imponente Artigas en su bronce, las risas
y las fotografías se detienen un instante ante su vista, que severamente
nos recuerda el mensaje del prócer: “La causa de los pueblos no admite
la menor demora”. El tiempo apremia y no podemos permanecer frente a
él, despedimos su escultura con cariño, el héroe derrotado por el peso de
la historia no es solo Oriental, ya es parte de nosotros.
Bajo el influjo de esta tierra extranjera continuamos el camino, nos
adentramos a la Ciudadela, nos flanquea la tradición, a nuestro lado se
intercambian fragmentos del espíritu oriental, libros y antigüedades nos
seducen a la distancia. Calles de ensueño se entremezclan en la memoria
con el recuerdo del hogar, diferenciándose, pareciéndose.
Al observar la catedral la imagen de la Virgen María nos da la bienvenida
desde lo alto, acompañada por dos santos. Al abrir las puertas el ambiente
de santuario invade el espíritu, las macizas columnas de mármol se
alzaban hacia el cielo, pero un delicado techado detienen su avance.
Mientras recorremos el templo las esculturas de los santos y los curas
embriagan el paisaje. La antigua catedral logra conmover lo más profundo
de nuestro ser. A la hora de partir Jesús desde la cruz se despide de
nosotros esperando volver a vernos.
Conociendo más historia, llegamos al Solís, nuestros ojos se deleitan con
bellas pinturas que se hacen sentir; en el techo ellas habitan, coronando
aquel espacio que aloja en su interior la magia del teatro. El entusiasmo de
los guías se podía apreciar, mientras a través de sus palabras podíamos
imaginar sobre la platea el gallinero desbordar y entre risas y llantos a los
actores encarnar una obra de Shakespeare. Fue así que comprendimos la
importancia de ese lugar.
Brasil, Uruguay y Ecuador parten en el Mercosureño y el resto de las
delegaciones lo hicieron en el Banda Oriental. Algunos con mucho sueño,
otros con las baterías totalmente cargadas, pero lo importante es que
369
valía la pena porque en la UTU nos esperaban con el delantal puesto y una
rica merienda para compartir, conocer e intercambiar. En fin, fue un día
muy bonito ya que todas las delegaciones habían llegado y juntos pudimos
tener nuestro primer día unidos en diversidad cultural y comenzar el gran,
ansioso y esperado camino.
Cuando la voluntad de pueblos hermanos se ve reflejada en sus jóvenes,
quienes mañana escribirán la historia de cada uno de sus países y con
eso la historia de nuestro hermoso continente, podemos llegar a observar
como todo está cambiando. Las culturas de nuestra Sudamérica se
funden, se mezclan y terminan siendo una.
La educación es la base de todo país, y hoy dimos cuenta de eso, de cómo
a través de un proyecto educativo sumamos granitos de arena para que
en un futuro podamos saber, querer y valorar a la diversidad cultural que
reside en este suelo.
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ARGENTINA
Día martes 2 de octubre
Yo era solamente un chico que vivía solo en mi mundo imaginario y solo
me gustaba escribir mis poesías y mis cuentos. Yo tenía muchas ganas de
salir de mi pequeño mundo y conocer a otras cosas, pero no tenía ninguna
oportunidad de hacer esto.
Hasta que un día llegó esta oportunidad que yo tanto esperaba. Pero yo
me pregunté:
-¿Debo o no aceptar esta gran oportunidad?
¡Decidí aceptar esta oportunidad y fui a conocer un país llamado Uruguay;
y teníamos que pasar 10 días en este bello país. Confieso que tuve miedo
de conocer este nuevo mundo, pero al mismo tiempo quería conocer el
lugar!
Llegando a Uruguay conocí nuevas personas. Estas mismas de: Uruguay,
Paraguay, Ecuador, Argentina y Colombia. Todos tenían culturas totalmente
diferentes de las mías, yo hablaba portugués y ellos hablaban español;
¡pero me salió muy bien la comunicación con ellos!
En el primer día conocí la Estatua de un líder uruguayo llamado José
Gervasio Artigas, también el Teatro Solís y la Iglesia Matríz de Montevideo.
En el segundo día conocí el Palacio Legislativo de Uruguay. Yo quedé
encantado con la bella arquitectura del Palacio y visité el lugar donde se
encuentran los restos mortales de Artigas; también conocí al Presidente
de la Cámara de Diputados de Uruguay. Me gustó mucho lo que este
370
hombre hablaba porque entendí que él tiene muchas ganas de hacer que
Uruguay avance cada vez más. Ya en lo Palacio Legislativo yo vi una frase
que creo llevaré por toda mi vida. Decía así:
“Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia
soberana.”
Después partí con los chicos de distintos países al Edificio Mercosur,
también quedé encantado con la bella arquitectura de este lugar. Y muy
emocionado porque conocí el lugar donde son tomadas importantes
decisiones sobre el futuro de mi continente.
Por la tarde yo visité la Intendencia de Montevideo y conocí a la Intendenta
Ana Olivera. Ella me encantó, por su historia y también porque es la
primera mujer intendenta de Montevideo.
En la Intendencia baile un poco con los chicos de distintos países, ha sido
muy bueno. Yo vivía en un lugar donde hace mucho calor y no sabía cómo
es un lugar donde hace frío, en un comienzo sentí mucho frío por cuenta
de eso, ¡pero conseguí controlar esta cuestión muy bien! Bien mi historia
es un libro abierto y el fin de esta historia, tu luego vas a conocer.
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: BRASIL
Día miércoles 3 de octubre
La música, el baile, la lírica y las voces de cada integrante de las diferentes
delegaciones esparcían por cada rincón del acogedor Hotel Balmoral un
sentimiento de calidez suramericano que embriagaba, porque desdibujaba
el tiempo y el espacio. El aroma cambió al igual que el entorno, nos
encontrábamos en un viaje que rompía las fronteras de nuestros países.
En Uruguay nos deleitamos con un magistral coro de música tradicional que
sintetizaba su esencia. En Paraguay la danza siguió el ritmo del arpa y la guitarra.
En Ecuador conocimos al imponente cacique junto a su amada esposa, quienes
justifican la ciudad de Guayaquil. En Colombia el baile nos transportó a través
de sus regiones. En Brasil la voz se conjugó con la alegría y el baile estrechó
lazos entre todos que son ya irrompibles. Como último destino en Argentina la
poesía gauchesca y el tango nos enamoró con su imponencia.
Al comenzar el día todas las delegaciones se dirigieron hacia el segundo
piso para disfrutar de un rico desayuno que fue brindado por el Hotel
Balmoral. Todos los adolescentes aprovecharon al máximo de ese
exquisito plato. Los jóvenes muy felices se dirigieron hacia la puerta
principal ya que en ese lugar los estaban esperando para disfrutar de su
primer viaje en el pueblo oriental de Uruguay.
371
La incesante noche había infundido el cansancio en los caminantes, que
se evidenció prolongadamente en los ómnibus que nos desplazaron
por las carreteras uruguayas. De esta manera continuó hasta que unos
jóvenes estudiantes, los cuales provenían de la ciudad de Las Piedras,
pintorescos y rozagantes, acudieron a nuestro encuentro encarnando
personajes de una variada gama épica y objetivamente representativos
de la colonia uruguaya. Ellos eran los responsables y “culpables” de
empaparnos sobre la primera piedra que derrumbó la Banda Oriental,
siendo ésta la inspiradora del resto de las campañas libertadoras en la
gran Latinoamérica.
Esa gran Latinoamérica que soñó el prócer, sin distinciones ni límites. El
primer paso de patria se da en ese encantador lugar, el calor humano
nos consume y nos libera por un momento de la incesante naturaleza.
El preponderante rol de la clase obrera es el protagonista de la lucha,
resaltando así que Artigas no hubiese sido quien es, sino es por el pueblo.
Las actividades nos enamoran, el baile nos une; Argentina, Brasil, Colombia,
Ecuador, Paraguay y los anfitriones nos entrelazamos y disfrutamos del
majestuoso Pericón. Nuestros pasos toman el mismo camino, el fin común
está cerca y gloriosamente gritamos ¡Viva la Patria!
Los estudiantes de Las Piedras desarrollaron una buena labor y los
distintos alrededores del Uruguay nos dejaron entrever a todos en
su máximo esplendor la diversidad de facetas que los integran. Nos
despidieron con una desaforada alegría, de hecho muy afectiva, para
seguir con nuestras osadías rememorando “El Éxodo del Pueblo Oriental”.
Así, en este orden, emprendimos camino arriba, hacia el pequeño pueblo
de San José, donde el arte nos hacía una cita formal para engalanarlos
con las curvas y cuadraturas del Teatro Bartolomé Maccio. Ícono sin igual,
que se caracteriza por sus retratos diáfanos de la tragicomedia y también
por el buen tributo al dios de las artes escénicas; totalmente sublime.
Momento después, al sentir de unos cuantos pasos, nos adentramos
a la emblemática Catedral de San José, que reflejaba toda la belleza
arquitectónica a la que nos ha acostumbrado el Uruguay. Además, dejando
en vilo la buena afectividad y fe religiosa católica del pueblo oriental, digno
de admirar.
Al igual que como se hubiese recibido a un ejército libertador, en la
Intendencia de la ciudad de Fray Bentos la banda de la ciudad programó un
cálido recibimiento a las distintas delegaciones. Éstas por unos concisos
pero mágicos momentos compartieron la creación de una nueva patria;
una donde brasileños, argentinos, paraguayos, ecuatorianos, uruguayos y
colombianos, sin importar las costumbres, hicieron en conjunto: eliminar
372
las tierras y dibujar por unos segundos la América que Bolívar y Artigas
soñaron al lograr darnos una soberanía y una identidad, que multiétnica
e infinita, nos esbozaba.
Luego del recibimiento en la sala principal de la gobernación del
Departamento de Río Negro, además de gratificante y reveladora, hubo
unos matices de integración, y realmente demostró que no es cada país
independientemente que conoce la historia artiguista, si no que hace
hincapié para ser la gran América que reúne una serie de importantes
tradiciones.
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: COLOMBIA
Día Jueves 4 de octubre
Empieza un nuevo día para los caminantes y junto a este una nueva
aventura. Aunque Fray Bentos denota un clima de fuertes brisas, la
pasión nacionalista abriga todos nuestros corazones, pues al dirigirnos al
régimen nueve del Ejército Nacional Uruguayo, el aire defendía la consigna
de vencer o morir por la patria; allí visitamos el museo donde vimos
armamentos utilizados en distintas guerras, cada uno de ellos contaba
su propia historia, pero en realidad todas mantenían entre sí una relación
en común; esta es la fortaleza y valentía de todo un pueblo que trabaja en
unión para defender su soberanía. Esto, mas la fidelidad innata del mejor
amigo del hombre también reivindico el concepto que esta afortunada
delegación tiene de esta nación, el mismo que es el siguiente; Uruguay es
sinónimo de coraje y amabilidad.
Luego, nos trasladamos al pasado, que es necesario para comprender
el presente, conocimos la estatua del patrono de la ciudad, Fraile Bentos
quien es un ejemplo de que la religión si se puede relacionar con la política,
quien también nos invita a ver mas allá de lo que tenemos en frente y
de esta manera observar la hermosura de la naturaleza, que rodea esta
ciudad, e hipnotiza a sus visitantes, así como a sus mismos pobladores.
Después de esto los caminantes envueltos en medio de historia y
leyenda nos dirigimos al museo de la revolución industrial, una de las
mejores muestras de desarrollo humano el cual nos permitió conocer
y vivenciar como era el arduo trabajo ejercido por los grandes números
de personas hasta llegar al punto de necesitar mano de obra extranjera.
Es digno de orgullo el trabajo disciplinado de obreros y encargados
de la administración de las fábricas que motiva de gran manera a los
jóvenes caminantes y alcanzar mediante propias habilidades las metas
propuestas que conllevan a la integración y fraternidad regional.
373
Fuimos después al club de los pescadores. Los trovadores se encargaron
de encender aun más los ánimos de los caminantes. Todos, muy alegres,
olvidamos lo nocivo del mundo y quemamos lo que a nosotros nos parece
injusticias y preocupaciones, esas cosas que en el mundo están de más,
para luego compartir un almuerzo muy propio de todas y cada una de las
delegaciones de los países sudamericanos… esta vez, hasta el sol estuvo
presente iluminando nuestros caminos.
Tuvimos un momento de integración conociendo nuestras distintas
culturas que después de tanto convivir juntos, están volviéndose una. Los
acentos poco a poco se mezclan. Junto a nosotros se unieron jóvenes de
Cepas de Paysandú y estudiantes de la ciudad Guichón.
Más tarde nos reunimos en la Meseta de Artigas. Éste era el lugar donde
el prócer se asentó antes de realizar el cruce a la hermana Argentina, y
como él, acamparemos en ella. El paisaje nos enamora, y una puesta de
sol nos muestra gentileza, así como la de la gente de Uruguay. Pasamos
un rato verdaderamente feliz con conversaciones que ya no son entre
desconocidos, sino entre amigos.
En un ambiente acogedor, hablamos sobre el prócer, Artigas, de quien
podemos aprender a amar a la patria. Él decía cualquier enemigo de la
patria es enemigo mío. Él es un perfecto ejemplo de una persona que
inspira, logró que lo siguieran y que un pueblo desarrolle un pensamiento
político de una gran América, La Patria Grande. Cuando hablamos de
nación no solo se habla de un pedazo de tierra, sino de algo mucho más
grande que esto. Patria un sentimiento que llega hasta lo íntimo del corazón.
La patria no tiene límites, la patria rompe barreras y esquemas, tal como
lo hacemos el día de hoy, formando una hermandad entre uruguayos,
brasileños, argentinos, paraguayos, colombianos y ecuatorianos. Hoy
hacemos patria, hoy no somos solo nosotros mismos, somos un país
entero, una nación, un ejemplo de que los jóvenes si hacemos cosas por el
mundo y que los día por venir serán mejores.
Las delegaciones del Mercosur en caminos del Éxodo del Pueblo Oriental
no somos los únicos que demuestran esto, sino que también están los
jóvenes que deciden realizar un estudio arqueológico del área donde
solía vivir Artigas Melchora Cuenca. Después, nuevamente la música está
presente, unificando nuestras culturas más y más.
Como es de costumbre, nuestros compañeros del Sur del continente
organizaron la preparación de una deliciosa parrillada. Tras deleitarnos
con ella, nos sentamos alrededor de una fogata que desbordaban
emociones, las mismas que se incrementaron con las historias, leyendas
y bromas que representan los humores de las culturas unificadas, y
374
después de ello, el sueño y el descanso se apoderó de nuestros cuerpos,
llevando también a nuestras almas a reposar en tranquilidad.
De hecho, para Ecuador, escribir la bitácora el día de hoy no ha sido un
deber o una simple responsabilidad, más bien se ha convertido en un
verdadero placer ya que llegamos a presenciar un paisaje inigualable
y nunca antes visto por ninguno de los que conformamos la delegación
ecuatoriana. Decimos con toda certeza que nosotros hemos llegado a
amar a esta patria, tan bella, tan amigable, tan cálida… tan uruguaya.
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ECUADOR
Día Viernes 5 de octubre
Llegando al 5° día de la recorrida de los caminantes empieza una
exploración por la meseta de Artigas, después de una noche donde nos
deleitaron artistas con canciones típicas de la región y en la cual se formó
una ronda alrededor de una gran fogata que con sus llamas pareció
convocar a las delegaciones en torno a ella, comenzando así las tertulias
y los relatos que fueron avanzando con las horas, provocando entre los
participantes curiosidad, incertidumbre, reflexión, ansiedad y en más de
una ocasión, miedo.
Empieza de a poco el día con un desayuno alrededor de la ya apagada
fogata en el que se iban sumando los jóvenes y adultos. Una vez todos
puestos de pie se toma como oficio la jardinería, dando inicio a la
plantación de diez árboles, entre ellos, el guayabo colorado, el pindó y el
chal, colocando luego una placa recordatoria.
Al finalizar la plantación algunos de los integrantes de las delegaciones
expresaron sus sentimientos y emociones, contándonos que para ellos no
era solamente ‘’plantarlos’’, sino que significaba dejar las raíces de una
cultura, estrechar los lazos latinoamericanos y por sobre todo llevarse
un pedazo de cada cultura adquirida a través de los hechos acontecidos,
demostrando también que los límites “solamente existen en los mapas”
como lo mencionó una compañera.
En la meseta también tuvimos la oportunidad de pasear en caballos,
hecho que nos permitió identificarnos aún más con la historia del pueblo
oriental, ya que ese lugar que recorríamos cabalgando, y otros caminando,
muchos años atrás era ocupado por el pueblo que formó parte del éxodo
que siguió a Artigas.
Unas cuantas horas de viaje y llegamos a Salto, para instalarnos en el
Hotel El Pasaje, volviendo así a las comodidades. Cruzando la calle nos
encontramos con el parque acuático “Acuamanía”, donde almorzamos y
375
tuvimos un recorrido acompañado de Fabián, uno de los salvavidas. El nos
mostró los cuidados y precauciones que debemos tomar al momento de
ingresar a los toboganes y piscinas.
De vuelta al colectivo nos dirigimos a la UTU, donde nos recibieron alumnos
cursantes del primer año Bachiller en Turismo, para transformarse en
nuestros guías por la ciudad. Empezamos la recorrida por los lugares
históricos en la plaza Artigas que con su hermosura y su bella fuente dejó
a todos maravillados. Pudimos ver también que en frente de la plaza se
encontraba la única catedral de la ciudad construida al principio del siglo XIX.
Más tarde llegamos a otra plaza llamada Plaza Treinta y Tres, denominada
así por los Treinta y Tres Orientales. De ahí destacamos la exposición de
cuatro estatuas que representan las diferentes estaciones del año.
Para terminar el recorrido fuimos al puerto que tiene una de las vistas
más hermosas que hemos visto, una imagen que trasmite calma y en la
cual se aspira un aire de historia debido al imponente edificio en el que
hoy se encuentra un museo histórico.
Ya terminado el recorrido nos dirigimos de vuelta al hotel para disfrutar de
una rica merienda en la cual se siente la ansiedad por la fiesta que nos espera.
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: PARAGUAY
Día sábado 6 de octubre
El parque acuático transformado en pista de baile se engalanó con la
presencia glamorosa de los caminantes 2012. El intercambio cultural
se hizo presente esta vez a través de los distintos tipos de música,
prevaleciendo el sexy movimiento de caderas colombiano.
Finalizado el encantamiento, a la media noche regresamos al hotel.
Los pasillos pronto se llenaron de voces, los coordinadores esperaban
impacientes que las luces se apagaran. Amaneció fresco, la lluvia mecía los caminantes que adormilados
dejaron la cafetería desierta. Los ómnibus encendieron sus motores para
dirigirnos ahora a nuestro último destino. La vecina orilla, la provincia de
Entre Ríos, nos esperaba.
En la aduana se podía percibir la expectativa por llegar al otro lado del río
para vivir en cuerpo y alma lo que Artigas y su pueblo sintió al acampar en
el Ayuí. Pero algo no andaba bien, el temor se apoderaba cada vez más de
nosotros al imaginar que no podíamos acompañar los últimos pasos del
pueblo oriental. Los minutos pasaban y se convertían en horas. Tratando de pasar el tiempo, muchos aprovecharon a descansar, a otros
376
se los veía compartiendo palabras y risas. De pronto una señal de alegría.
Luego de varios trámites y obstáculos la prueba había sido superada. Así
dejamos nuestra tierra atrás para adentrarnos aún más en la historia viva
del “Éxodo del Pueblo Oriental”. En Concordia fuimos recibidos por la Municipalidad, se encontraban
presentes: el Sr. Vice-Intendente Alejandro Casañas, el Sr. Consejal Miguel
Prati, el Sr. Director Departamental Saúl Dri, entre otras autoridades, quienes
declararon no sólo el interés municipal de nuestro viaje, sino también
expresiones como “Esto lo tenemos que hacer entre todos, una América
mayor depende de nosotros”, “Una América Latina grande no separatista”.
El eco de palabras similares a éstas quedaron resonando, “Ustedes son el
mejor homenaje a aquel hombre que soñó esa América”. Minutos más tarde las diapositivas nos enseñaron otros mapas y otras
circunstancias en las que aún no se habían dibujado las fronteras. Luego el
parque San Carlos nos mostró entre ruinas y monumentos que el misterio
y la belleza de la tierra es una como la historia de uruguayos y argentinos.
De la misma manera la imagen del prócer se simboliza en la bandera
de la provincia hermana de Entre Ríos y en el sentir de sus habitantes.
Continuamos con el recorrido de la ciudad, apreciando así sus lugares
característicos. Luego, el almuerzo, una comida típica, el asado, en el
club Progreso. Al terminar regresamos a Salto en busca de las maletas,
cargando con ellas las ganas de disfrutar de Acuamanía.
Emprendido el viaje de regreso a Montevideo, Salto aún nos tenía
reservada una sorpresa: la despedida de un atardecer multicolor. Ya
marcha atrás ‘Mercosureños’ y ‘Banda Orientales’ desafían al tiempo con
nuevas historias. En este viaje hemos pasado por aquellos lugares que fueron trascendentes
para que nuestra patria fuera libre e independiente. Hoy, finalizada la ruta
realizada por los orientales doscientos años atrás, nos recuerda el enorme
desafío de luchar por defender la libertad en cada uno de los espacios en
que actuamos, con enorme decisión, con fuerza de espíritu y entrega para
ejemplo de las generaciones que nos sucederán.
Deseamos una sociedad comprometida que exija y que cumpla los valores
fundamentales que sustentan nuestra nación y para esto debemos hacer
entender a todo su conjunto que a lo largo de nuestra historia muchos
héroes murieron para que hoy el Uruguay sea libre e independiente.
Las grandes gestas se valoran por lo que enseñan y no por lo mucho que
las reverenciemos, hay que reflexionar acerca del momento histórico que
nos toca vivir, debemos pensar los hechos que constituyeron nuestra historia
377
desde nuestro tiempo, revisando algunos valores, y construyendo otros, para
aprender a conocernos diferentes pero iguales, incluidos en una única patria.
Nos toca continuar la tarea emancipadora, ya sin armas de guerra pero
con las siempre vigentes armas de la educación y de la integración de
tradiciones y costumbres. Estas batallas debemos librarlas como hijos,
como ciudadanos ¡tan ilustrados como valientes!
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: URUGUAY
Día Domingo 7 de octubre
Todo comenzó con un abrir de ojos, un tenebroso color gris que cubría el
cielo, la lluvia amenazaba nuestro viaje.
La fatiga quiso apoderarse de nosotros pero a pesar de eso continuamos
con nuestro paseo, habiendo dado el final al recorrido de nuestro
protagonista principal, José Artigas, en Ayuí- Argentina.
Mientras las nubes no dejaban de derramar incesantes gotas de agua, las
delegaciones partían en el Mercosureño y Banda Oriental para iniciar el
breve recorrido a Piriápolis y Punta del Este que solo se dejó fotografiar.
La imponente Piriápolis daba signos de alquimia por donde se la viese.
Desde su árbol cargado de energías positivas, sus ornamentales hoteles y
castillos, hasta las estatuas de la rambla misma.
El Castillo Pittamiglio nos dejó entrever que nada es lo que parece, que a veces
podemos equivocarnos, elegir caminos incorrectos y aun así volver a empezar.
Su presencia arquitectónica nos cautivó y sus pinturas lograron
trasladarnos a diferentes sitios.
El agua, cayendo del cielo infatigable, frustró nuestras ansias de aventura;
las lanchas y el mar no permanecerán en el recuerdo.
Aunque no pudimos compartir la merienda prevista con chicos de la
UTU, ellos, con muy buena voluntad nos enviaron alfajores que habían
preparado y como siempre dice Higor, estaban “RIIIQUIISIIIMOOOSSS”.
Pasamos horas interminables arriba de los colectivos pero gracias a los
lazos que hemos formado evitamos que el viaje se convirtiera en una
tediosa espera. Vamos sintiendo que tristemente nuestros días juntos se
acaban, se acerca el final, se siente la gran despedida.
Hoy, luego de haber vivido esta semana cargada de aprendizajes y
amistades que nos marcaran por el resto de nuestra vida, podemos
decir que sin darnos cuenta y hasta casi naturalmente rompimos esas
“fronteras” que creíamos que nos dividían.
378
RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ARGENTINA
Día Lunes 8 de octubre
Maria nas terras de ARTIGAS. Maria agora com o coração iluminado e com
uma felicidade sem fim partia para as terras de José Artigas, homem que
com sua história de luta e amor pelo Uruguai lhe fez refletir sobre seus
sentimentos pela sua pátria e lhe fizera amar como nunca havia amado antes.
Ao chegar nas terras dos seus irmãos Orientais Maria e seus companheiros
foram recebidos com uma calorosa recepção de boas vindas pela amiga
Sandra que os levou para o hotel onde o cansaço venceu a curiosidade e fez
com que eles dormissem uma curta noite de sono onde os sonhos de imaginar
o que viria pela frente tomaram conta da mente de Maria e seus amigos.
Já no dia seguinte depois de uma maravilhosa noite de sono e com uma
curiosidade a flor da pele, Maria e seus amigos foram conhecer as outras
delegações onde se começava a criar um verdadeiro elo de amizade e
companheirismo.
E com todas as delegações presentes eles puderam iniciar a jornada
de luta artiguista, onde todos os caminhantes ficaram encantados e ao
mesmo tempo inebriados com a beleza da Ciudadela, lugar que trazia
consigo não apenas a beleza mais a história de lutas que mesmo com o
passar do tempo não foram esquecidas ou apagadas.
E ao chegar no Plaza Independência Maria ao enxergar de longe a estatua
de José Artigas sentiu seu coração vibrar pois como todos os seus
companheiros Maria jamais imaginava que pudesse chegar tão longe, seu
olhos paralisaram ao vê-lo montado em um cavalo onde a fisionomia do
seu rosto retratava um ser imponente que não temeu a própria morte.
A caminhada foi longa, foram tantos lugares visitados que Maria estavacom
a mente cheia. De tantas coisas para contar mal conseguia lembrar.
Em mais um passeio naquela linda cidade Maria juntos com os outros
caminhantes foram para o Palácio Legislativo, onde a emoção tomou conta
de seu interior ao ver onde estava guardado os restos mortais de Artigas.
Maria ao visitar os 19 departamentos uruguaios percebeu que a história de
Artigas não estava escritas em papeis ou reproduzidas em estatuas, ela
percebeu que sua luta e sua história estava na mente, no coração e no sangue
do povo uruguaio, um povo que onde passa, conta e retrata com todo amor e
orgulho a vida de um homem que para eles e o maior herói de todos os tempos.
Em todos os departamentos visitados um deles fez com que Maria se
sentisse em sua própria casa, Paisandú. Esse e o nome do lugar onde
Maria sentiu dentro de si uma paz inigualável, e ao ver um quadro de
379
Artigas pregado na parede da casa onde vivera por alguns dias em meio
a suas batalhas, ela se sentiu totalmente segura, uma segurança que
nunca sentira nem nos braças de seus pais, e ao redor de uma calorosa
fogueira, pode sentir a presença de Artigas, que lhe confortou o coração
para aguentar a saudade de casa.
Depois da volta do departamento de Paisandú, Maria fazia a sua última
visita pela cidade de Montevidéo e junto as delegações de Paraguai,
Equador, Colômbia, Argentina, Uruguai e Brasil, foram conhecer o museu
de futebol, e logo em seguida partiram para o museu do carnaval, onde as
fantasias e as cores tomaram conta dos olhos de cada caminhante, e no
fim do dia foram ao Instituto de Tecnologia Superior.
Acabadas as atividades, na volta para o hotel Maria lembrava uma das
frases de Artigas, onde em seu momento de reflexão ela pode ter a
certeza que Artigas não lutou apenas pelo povo uruguaio mas por todo os
irmãos vizinhos. ‘’MI AUTORIDAD EMANA DE VOSOTROS Y ELLA CESA POR
VUESTRA PRESENCIA SOBERANA.’’
Maria carrega com ela um sentimento verdadeiro, um sentimento que
arde em seu peito como brasa quente que soa por justiça esse sentimento
se descreve em uma só palavra ‘’Artiguista’’ e esse sentimento que Maria
carregara em seu peito por toda vida. Mas agora a jornada Artiguista
juntos com os caminhantes chega ao fim, para que se de inicio a uma nova
história que será fruto das experiência vividas nessas terras. E Maria hoje
com todo orgulho canta um hino que não e de seu país, o hino do Uruguai,
o qual adotara como sua pátria também.
ORIENTALES LA PATRIA O LA TUMBA LIBERTAD O CON GLORIA MORIR!
ES El VOTO QUE EL ALMA PRONUNCIA, Y QUE HEROICOS SABREMOS
CUMPLIR! LIBERDAD, LIBERDAD ORIENTALES ESE GRITO A LA PATRIA
SALVÓ QUE A SUS BRAVOS EN FIERAS BATALLAS DE ENTUSIASMO
SUBLIME INFLAMÓ. DE ESTE DON SACROSANTO LA GLORIA DECIMOS
TIRANOS TEMBLAD! LIBERTAD EM LA LID CLAMAREMOS, Y MURIENDO,
TAMBIÉN LIBERDAD.
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RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: BRASIL
CRÓNICAS Y NOTICIAS DEL RECORRIDO
Día lunes 1 de octubre
De dónde venimos.
Las delegaciones parte de MERCOSUR educativo conocieron la Ciudad
Vieja. Hoy primero de octubre, con la llegada de la delegación Colombiana,
se terminó de conformar el grupo de jóvenes Caminantes 2012 tras haber
recibido ayer a las delegaciones de Argentina, Brasil, Ecuador y Paraguay.
En el día de la fecha las actividades se centraron en la Ciudad Vieja, uno de
nuestros centros turísticos más importantes en tanto patrimonio cultural
y barrio portuario. Los jóvenes conocimos de ésta manera un poco de la
historia de nuestro país en sus orígenes a través del relato de estudiantes
de la UTU de Turismo y la apreciamos en el paisaje arquitectónico. Tuvimos
así la oportunidad de conocer y mostrar a integrantes ajenos a nuestro
pasado de dónde venimos.
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros, es como ser
incesantemente niños”
Marco Tulio Cicerón.
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EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Antonella Barboza (Argentina)
Mikaela Dos Santos (Brasil)
Día martes 2 de octubre
La red de Caminos del MERCOSUR amplía horizontes en la integración de
urbes sudamericanas.
Las distintas delegaciones de los países sudamericanos conocieron
el día de hoy, 2 de octubre del presente año, el Palacio Legislativo, un
edificio neoclásico griego cuyas paredes, fachadas, bóvedas y columnas
se encuentran decoradas con mármol propio de este país.
Los caminantes se ubicaron primero en el “Salón de los Pasos Perdidos”,
para luego dirigirse a la Cámara de Senadores. Allí apreciaron una
de las más grandes muestras de la democracia en el subcontinente,
sintetizada en la famosa frase de Artigas “Mi autoridad emana de
vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”.
Después de recorrer aquel edificio, los representantes de las diferentes
naciones se reunieron con el Presidente de los Diputados, quien los
acogió calurosamente y compartió su opinión acerca de los temas que
se debaten actualmente en la República Oriental de Uruguay.
Más tarde, en la Sede del MERCOSUR, se afianzaron los objetivos de
esta integración, pues los adolescentes comprendieron más su rol en
esta travesía; en este momento aprovecharon para tener un tiempo de
esparcimiento entre ellos.
Los chicos asistieron a la Intendencia de Montevideo también, en
donde tuvieron el placer de conocer a Ana Olivera, Intendente de este
Departamento. Ella se encargó de hacer que los caminantes se sientan
como en casa, aprovechando para poder aclarar dudas de los mismos.
Finamente, el día cerró con una especial comparsa al estilo del
CANDOMBE en el que las diversas delegaciones comprendieron que la
música rompe las fronteras idiomáticas de las regiones.
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EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Elizabeth González (Ecuador)
Lenin Guerrero (Ecuador)
Día miércoles 3 de octubre
La música, el baile, la lírica y las voces de cada integrante de las diferentes
delegaciones esparcían por cada rincón del acogedor Hotel Balmoral un
sentimiento de calidez suramericano que embriagaba, porque desdibujaba
el tiempo y el espacio. El aroma cambió al igual que el entorno, nos
encontrábamos en un viaje que rompía las fronteras de nuestros países.
En Uruguay nos deleitamos con un magistral coro de música tradicional
que sintetizaba su esencia. En Paraguay, la danza siguió el ritmo del arpa
y la guitarra. En Ecuador, conocimos al imponente cacique junto a su
amada esposa, quienes justifican la ciudad de Guayaquil. En Colombia, el
baile nos transportó a través de sus regiones. En Brasil, la voz se conjugó
con la alegría y el baile estrechó lazos entre todos que son ya irrompibles.
Como último destino en Argentina, la poesía gauchesca y el tango nos
enamoró con su imponencia.
Al comenzar el día todas las delegaciones se dirigieron hacia el segundo
piso para disfrutar de un rico desayuno que fue brindado por el Hotel
Balmoral, todos los adolescentes aprovecharon al máximo ese exquisito
plato. Los jóvenes muy felices se dirigieron hacia la puerta principal ya que
en ese lugar los estaban esperando para disfrutar de su primer viaje en
el pueblo oriental de Uruguay. Tras un largo viaje y mucho sueño, en un
momento inesperado subieron varios estudiantes uruguayos, los cuales
tenían un carisma muy grande y sobre todo son muy inteligentes y capaces
de tener cualquier tipo de relación con personas de diferentes países.
EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Sol Chiara (Argentina)
Yinabeth Alcázar (Colombia)
Día Jueves 4 de octubre
EL SOL ACOMPAÑÓ A LOS CAMINANTES EN QUINTO DÍA ARTIGUISTA.
“Posterior a la salida de Fray Bentos, los jóvenes recorrieron Paysandú”.
Al partir de la ciudad de Fray Bentos, en la mañana del jueves, los jóvenes
se dirigieron al Museo de Armas del Ejército Batallón del Rincón, armas
las cuales ya fueron usadas y armas que apenas se empiezan a usar en
383
la ardua labor del Ejército. Lo que más llamó la atención de algunos
caminantes fue el Mausoleo de Artigas y su compañero negro Ansina;
estaban muy emocionados, y deseaban obtener más tiempo para
contemplarlo. Esto nos hizo dar cuenta que Artigas no estaba en el
Mausoleo, Artigas estaba aquí en las personas que deciden seguir por
las veredas de la libertad, la soberanía, la belleza y estar con todos los
participantes de Caminos del Mercosur 2012, y en todos aquellos que
comprenden y que saben lo que es el Pueblo Oriental.
La historia de Fray Bentos se hizo presente en el camino de los
caminantes, quienes por medio de una simpática obra de teatro
elaborada por unos estudiantes locales enseñaron a éstos la historia
etimológica del nombre de la ciudad.
En su partida hacía el museo de la revolución industrial los caminantes
tuvieron un agradable encuentro con una parte de la sociedad de aquel
entonces, un poco más de 100 años después de la cautivadora historia
de Artigas, el proletariado; clase social obrera a la cual cada una de las
naciones delegadas coincidía en señalar como la base de las riquezas
y de los paraísos americanos.
Luego del largo camino, y cruzar al departamento de Paysandú, unos
cómicos y impactantes comediantes del teatro independiente hacían
presencia, y por medio de líricas y chanzas, eran portadores de la voz de
una cultura olvidada pero tan representativa que cautivaba y envolvía
de manera inusual.
La tarde se hizo completa luego de que unos estudiantes del Departamento
acompañaran a los caminantes para hacer presencia y conocer un poco
más de su cultura, donde intercambiaron risas y compartieron alegrías
lanzando piedras, las cuales brincaban y salpicaban el Río Uruguay,
tomarse fotos, lo cual propició una integración muy buena entre todos
los jóvenes.
Aunque esto no fue todo, algunos estudiantes se emocionaron con
la belleza de “La meseta de Artigas”, cautivadora y hermosa como
ninguna otra; el atardecer, hacía un ocaso imperdible y perdurable
en la memoria de estos jóvenes, quienes impactados por la belleza
del atardecer, enjugaban sus mejillas y sonrojaban al paisaje por
contemplarlo y llenarlo de tanto amor. Era como si nadie fuese digno
de contemplar tan grata belleza.
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EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Lucas Kristhen (Brasil)
Julián Solórzano (Colombia)
Día viernes 5 de octubre
¨Árboles Sinónimo de vida¨
Las Delegaciones mercosureñas (caminantes del Éxodo del Pueblo
Oriental 2012) dejaron como recuerdo la plantación de diez árboles. En
la mañana del 5 de octubre del corriente año jóvenes representantes de
cada delegación se unieron y realizaron una actividad en la cual debían
de plantar árboles en honor a José Gervasio Artigas, en la Meseta donde
lleva su nombre, además se ha dejado una placa recordatoria.
Los árboles no solamente son plantas, poseen vida como nosotros,
necesitan de un espacio en el cual puedan crecer y dar sus frutos. En ese
momento se ha reflejado una vez más la integración entre todos.
EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Natalia Rodríguez (Paraguay)
Guido Morel (Paraguay)
Día sábado 6 de octubre
Cruzando dos naciones.
Los jóvenes representantes del Mercosur llegaron finalmente a destino,
atravesando el río para completar la memorable ruta del pueblo oriental.
Los caminantes atravesaron la frontera el sábado temprano por la
mañana, sufriendo varios percances en su camino; la demora en
la aduana les recordó, tal vez, que aquel territorio que supo ser uno
se encuentra dividido por burocracias, leyes y el peso de tragedias
compartidas.
Una etapa del viaje ha concluido, el recorrido histórico, plagado de
recuerdos de pasadas glorias orientales, termina en los alrededores
de Ayuí. Junto al renombrado arroyo aguardaban representantes de
la Intendencia de Concordia. Uno de ellos, ferviente artiguista, quiso
evocar mediante palabras la memoria del héroe; su esmerado discurso,
aunque no carente de apasionadas subjetividades, enriqueció los
conocimientos técnicos que toda la delegación poseía sobre la Redota.
El simbólico intercambio de presentes cierra la recepción, los Ministerios
385
Educación de Uruguay y Argentina son quienes los entregan. Un ciclo
se termina, los pasos de los caminantes ya no siguieron los de Artigas,
las pocas jornadas restantes están destinadas al ocio, si es que así lo
permiten las tormentas.
Cruzando duas nações
Os jovens representantes do Mercosul chegaram finalmente a destino
atravessando o rio para completar a rota dos povos orientais. Os
caminhantes atravessaram a fronteira no sábado pela manhã sofrendo
várias dificuldades em seu caminho. A demora na fronteira ...penso
que talvez aquele território que alguma vez foi um, agora se encontra
dividido pela burocracia, as leis e o peso da tragédia compartilhada.
Uma parte da viagem foi concluída, o percurso histórico, cheio de
memórias, de glórias orientais termina perto do Ayuí. Junto a Córrego
esperavam os representantes da Prefeitura de Concordia. Um deles,
artiguista apaixonado, queria evocar empalavras a memória do herói.
Seu discurso cuidadoso, embora não seja carente de subjetividade,
enriquecia os conhecimentos que a delegação tinha da Redota.
A troca simbólica de presentes fecha a recepção. Os Ministérios da
Educação do Uruguai e da Argentina entregam os presentes. Um ciclo
é concluído, os passos dos caminhantes não seguem os de Artigas, os
poucos dias restantes são para lazer, se permitido pelas tempestades.
EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Max González (Argentina)
Higor Tristao (Brasil)
Día domingo 7 de octubre
Los sudamericanos se empapan con el arte uruguayo
“Los caminantes del MERCOSUR llegaron a una de las atracciones
turísticas más importantes del Uruguay”. El 7 de octubre todas las
delegaciones se dirigieron hacia Maldonado.
El recorrido realizado en Punta Ballena no forma parte de la reconstrucción
del éxodo, pero fue tomado en cuenta por los organizadores de Caminos del
MERCOSUR por ser una zona muy importante para el turismo uruguayo.
En Punta Ballena los jóvenes se detuvieron en Casa Pueblo, donde se
encontraron con una fabulosa arquitectura que resalta ese lugar. La
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misma fue construida por Carlos Páez Vilaró, quien paralelamente se
dedica a la escritura y pintura, artista con el cual los sudamericanos
tuvieron el privilegio de tomarse fotos e intercambiar palabras.
Este artista es muy reconocido como “el poeta” y “el loco”, una de sus
obras más importantes fue el libro escrito a su hijo en forma de relato
de la experiencia vivida en la tragedia de los Andes. Aunque el tiempo
no favoreció el recorrido, las delegaciones hicieron suya la imagen vivaz
dada por las obras de Carlos Páez dentro de su taller.
EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Jessica Marichal (Uruguay)
Ilmar Herrera (Colombia)
Día lunes 8 de octubre
Finaliza Caminos del MERCOSUR 2012 (en español)
Los caminantes comparten su último día en Montevideo. Luego de su
recorrido desde la capital uruguaya hasta Concordia, Argentina, los
estudiantes y sus coordinadores, con satisfacción y sin ánimos de
despedida, disfrutan de su último día completo juntos, con entretenidas
charlas, abrazos, cartitas y deseos de no separarse.
La jornada de hoy estuvo dedicada al esparcimiento y compras. Entre
otros lugares, recorrieron el Mercado de los artesanos, el Museo del
Fútbol, el Museo del Carnaval y el Instituto Tecnológico Superior. También
hubo espacio para recordar momentos que tuvieron lugar en los últimos
días y, según datos recogidos, se realizaron estadísticas, algunas de las
cuales se detallan a continuación.
Canciones más escuchadas: Yo tengo tu amor y Sexy Movimiento de
Cadera.
Frases top del momento: “Mmm, riquísimo”, “¡Qué interesante!”,
“Despaciiito” y “¿Te lo deletreo?”.
Miedo más recurrente en el micro “Banda Oriental”: ir a Chutro.
Explicación más dada: en Ecuador, el verde y el maduro no son bananas.
El menos sonriente en fotos: Thiago.
El más fotogénico: Eduardo.
El más chistoso, inquieto y guapo: Higor.
Los bailarines más sensuales: Alejandro, Julián, Julia, Mariana y Camilo.
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Las tangueras: Daniela y Antito.
La bailarina de samba y la más artiguista: Mikaela.
Los fotógrafos oficiales: Lucas y Adriana.
La voz más hermosa: Mainé.
La mejor presentación: “Hola, soy Alejandro, de Cartagena, Colombia”.
La más bochinchera: Antonela.
Los más callados: Kassya, Sol, Lucía, Guido, Hilmar, Noe, Churi, Felipe,
Vilma y Laura.
El mejor asistente médico: Joaquín. La más latina: María Grazia.
El filósofo más político: Max.
La más solidaria: Natalia.
Las del español más claro: Yinabeth y Elizabeth.
Los más simpáticos: Susana, María Inés, Jéssica, Magdalena, Mariana P,
Alicia y Sandra.
La twittera: Tania. El más coqueto: Lennin.
Los más dormilones: Thiago y Max.
La que más sabe de campamento: Daniela.
Los del portuñol: Joaquín, Thiago, Daniela, Eduardo y Noelia Navarro.
El más serio y responsable: Luis.
Además se registraron pequeños siniestros por parte de Nando, Higor y
Mikaela, “los faroferos”.
Los protagonistas del Programa Educativo del MERCOSUR tendrán esta
noche su última reunión de evaluación, cena con el Ministro de Educación
y actividades varias.
Representantes de las delegaciones han declarado que dan las gracias a
los coordinadores uruguayos por su calurosa hospitalidad en esta bella
ciudad y, además, dijeron que fue una experiencia maravillosa que nunca
olvidarán.
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EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS:
Thiago Henrique (Brasil)
Noelia Navarro (Argentina)
Chega ao fim caminos do MERCOSUL 2012 (em português)
Os caminhantes compartilham seu último dia em Montevidéu.
Depois de percorrer a capital uruguaia até Concórdia, Argentina, os
estudantes e seus coordenadores, com satisfação e sem ânimos de
despedida, desfrutam de seu ultimo dia completo juntos, com entretidas
conversas, abraços, cartinhas e desejos de não se separarem.
A jornada de hoje esteve dedicada ao espairecimento e as compras. Entre
outros lugares, recorreram o Mercado dos Artesãos, o Museu do futebol,
o Museu do carnaval e o Instituto Tecnológico Superior. Também houve
espaço para relembrar momentos que tiveram lugar nos últimos dias e,
segundo dados recolhidos, se realizaram estatísticas, algumas das quais
se detalham na continuação.
Canções mais escutadas: Yo tengo tu amor e Sexy movimiento de cadera.
Frases top do momento: “Humm riquíssimo”, “Que interessante!”,
“Despacito” “¿Te lo deletreo?”.
Medo mais recorrente no ônibus “Banda Oriental”: Ir ao sótão.
Explicação mais dada: No Equador, o verde e o maduro não são bananas.
O menos sorridente em fotos: Thiago.
O mais fotogênico: Eduardo. O mais engraçado, inquieto e bonito: Higor.
Os bailarinos mais sensuais: Alejandro, Julían, Julia, Mariana e Camilo.
As tangueiras: Daniela e Antitto.
A bailarina de samba e a mais artiguista: Mikaela.
Os fotógrafos oficiais: Lucas e Adriana. A voz mais bonita: Mainé.
A melhor apresentação: “Hola, soy Alejandro de Cartagena, Colombia”.
A mais faladeira: Antonela.
Os mais calados: Kassya, Sol, Lucía, Guido, Ilmar, Noe Churi, Felipe, Vilma
e Laura.
O melhor assistente médico: Joaquín.
A mais latina: María Grazia.
O filósofo mais político: Max.
A mais solidária: Natalia.
As de espanhol mais claro: Yinabeth e Elizabeth.
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Os mais simpáticos: Susana, María Inés, Jéssica, Magdalena, Mariana P,
Alicia e Sandra.
A twittera: Tania.
O mais jeitoso: Lennin.
Os mais dorminhocos: Thiago y Max.
A que mais sabe de acampamento: Daniela.
Os de bom portunhol: Joaquín, Thiago, Daniela, Eduardo e Noelia Navarro.
O mais sério e responsável: Luis.
Além do mais se registraram pequenas coisas sinistras pela parte de
Nando, Higor e Mikaela, “os farofeiros”.
Os protagonistas do programa educativo do MERCOSUL terão esta noite
sua última reunião de avaliação, jantar com o Ministro da Educação e
atividades variadas.
Representantes das delegações declararam que agradecem aos
coordenadores uruguaios pela sua calorosa hospitalidade nesta bela
cidade e, além do mais disseram que foi uma experiência maravilhosa
que nunca se esquecerão.
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