Eloy Terrón Abad

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ELOY TERRÓN ABAD
Obra completa
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ÍNDICE
ELOY TERRÓN ABAD: Inteligencia y humanidad…………………………….. 4
AUTOBIOGRAFÍA - incompleta -
…………………………………………….. 6
Conciencia de clase
La Guerra Civil
Guerrillero republicano
Recluta en el bando franquista
Consejo de Guerra
Marinero de... libros
El tesoro del grupo
Madrid / Fabero
POR QUÉ LA FALTA DEL HÁBITO DE LECTURA ……………………….. 14
De la penuria al despilfarro
Los últimos años del franquismo
Aprender por imitación
Hábitos de consumo
La moda
Objetos de prestigio
Hábito de lectura y la televisión
Sumisión a la imagen y a la publicidad
SOBRE LA LECTURA: SIGNIFICACIÓN POLÍTICA Y CULTURAL ……… 21
La actividad de pensar
La penosidad del trabajo
Pensamiento abstracto
El pensamiento basado en conceptos
Pensar la realidad
La lectura facilita el pensamiento
EL LENGUAJE Y LA CREACIÓN DEL REINO DE LOS ESPÍRITUS ……… 26
El lenguaje en la construcción del mundo ideal
La ciencia nuestro único asidero
El lenguaje y la conciencia
El conocimiento humano
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¿QUÉ ES LA CULTURA?……………………………………………………….. 33
Interés del tema
Definición de la cultura y etapas principales de evolución
La larga etapa en el uso de los instrumentos
El dominio y producción del fuego
Cambios biológicos provocados por el uso de los instrumentos
La inermidad de las criaturas y las consecuencias de los cuidados exigidos
Convivencia, transmisión de experiencia y progreso de los instrumentos
La invención colectiva del lenguaje y el nacimiento de la conciencia
Conclusiones
La búsqueda de un intermediario, un soporte objetivo para la experiencia
La conciencia y el lenguaje
BIBLIOGRAFÍA - inacabada - …………………………………………………………….......... 45
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ELOY TERRÓN ABAD
INTELIGENCIA Y HUMANIDAD
Eloy Terrón Abad nació en 1919 en Fabero, pueblo de la comarca de El Bierzo (León). Fallece
en Madrid el año 2002 y sus cenizas reposan en un valle de su tierra natal. Procedía de una
familia de campesinos pobres. Fue educado como los demás niños en la rigurosa escuela del
trabajo, por lo que tuvo que aprender siguiendo el ejemplo de los adultos de su entorno.
A los 14 años, 1.934, momento de gran expansión minera, empezó a trabajar en Minas del
Bierzo como aprendiz, de herrero, electricista, mecánico, etc. Cuando estalló la Guerra Civil,
tuvo que huir del pueblo, al que no volvió hasta 1.949, ya Licenciado en Filosofía y Letras
(Rama de Filosofía). Después se dedicó a la enseñanza, primero en Bachillerato y después en
la Universidad. Expulsado de la Universidad franquista por defender las ideas democráticas
trabajo largos años junto a Faustino Cordón en los laboratorios IBIS. Tras acogerse a la
Amnistía pudo integrarse en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad
Complutense de Madrid (U.C.M.) en la Sección departamental de Teoría de la Comunicación
Social. Tras su jubilación en 1.984, continuó dando numerosos cursos y seminarios.
Durante la transición fue elegido democráticamente Decano del Colegio de Doctores y
Licenciados y Presidente del Consejo General de Colegios, (por su labor en estos cargos le
fue concedida la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio)
Asimismo Presidió el Club de Amigos de la U.N.E.S.C.O. (Caum); asumió la Dirección de la
Asociación "Guillermo Humboldt" para el conocimiento entre los pueblos de España y la
República Democrática Alemana; formó parte del Consejo Asesor de la Fundación de
Investigaciones Marxistas (F.I.M.); e integró los equipos del Área de Comunicación de
Izquierda Unida.
Pionero en España del Movimiento de Defensa del Consumidor, fue miembro del jurado del
Tribunal por la Paz para Iraq y Presidente de la Fundación Primero de Mayo de Comisiones
Obreras (CC.OO.)
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Autor de varios libros:
•
Escritos de Julián Sanz del Río.
(Ediciones de Cultura Popular. Barcelona-1.968);
•
Sociedad e ideología en los orígenes de la España contemporánea.
(Península. B-1.969)
•
Posibilidad de la estética como ciencia.
(Ayuso. Madrid-1.970);
•
Ciencia, técnica y humanismo.
(Gráficas Espejo. M-1.973);
•
Educación religiosa y alineación. Pseudónimo:"Toribio Pérez de Arganza"
(Akal. M-1.983);
•
España encrucijada de culturas alimentarías.
(Ministerio Agricultura. M-1.992);
•
Los trabajos y los hombres.
(Endymión. M-1.996)
•
Cosmovisión y conciencia como creatividad
(Endymión. M-1.997);
•
La cultura y los hombres
(Endymión. M-2.002)
Además ha participado en la redacción de varios libros colectivos; ha publicado numerosos artículos en revistas y
ha dado centenares de conferencias. Era un escritor prolífico, con numerosos textos - muchos de ellos aún inéditossobre temas de actualidad, fruto de su continuo interés por pensar y comprender el entorno político-económico,
social y natural.
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AUTOBIOGRAFÍA -incompleta- de:
ELOY TERRÓN ABAD
Nací en Fabero a finales de 1.919, en una familia campesina pobre, como todas las del
pueblo; fuí educado como los demás muchachos en la realización de las labores agrícolas,
bajo la vigilancia constante y la dirección de los adultos: mis padres y mi abuelo. Mi conciencia
empezó a formarse con la experiencia ganada en el trabajo, en las orientaciones y, sobre todo,
en las reprensiones de los mayores. Dada la forma de poblamiento y el sistema de producción
agrícola, las relaciones de los muchachos con adultos de otras familias eran muy escasas, por
lo que apenas se producían interacciones de influencias extrañas. Ni siquiera el cura interfería
seriamente en la formación de los muchachos, pues no disponía ni de medios, ni de tiempo
para adoctrinarlos en la ideología católica nacional. La conciencia de los jóvenes campesinos
era pobre, pero coherente y muy integrada; era suficiente y adecuada para guiar su
comportamiento y el de los adultos, en un medio tan sencillo y tan poco expuesto al cambio.
CONCIENCIA DE CLASE
La llegada a Fabero de varios centenares de mineros procedentes de La Unión (Murcia),
de Bélgica, de Francia, de Asturias, puso a prueba nuestra formación y nuestra ingenuidad y
nos fascinaron las ideas anarquistas y socialistas, reforzadas por el hecho de que la gran
mayoría de los jóvenes adolescentes, campesinos, empezamos a trabajar en las minas; no se
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podía desperdiciar el ganar un jornal. A los trece años y medio empecé a trabajar en Minas del
Bierzo, y a los 14 y 15 asistía a las reuniones sindicales clandestinas, en 1.934 y 1.935. Me
sentía plenamente adherido a la nueva clase social naciente: la clase obrera.
Esta clase obrera comenzaba a tomar conciencia de sí y de su fuerza, y puede decirse
que nunca estuvo tan dispuesta a hacer una revolución. Yo me sentía tan vinculado a ella, que
entre los 14 y los 16 años no leía otra cosa que las publicaciones del movimiento libertario.
Estaba totalmente dispuesto a colaborar con el sindicato y con las organizaciones obreras, pero
no tenía conciencia de lo que esto significaba. Mi conciencia ingenua y sencilla de campesino,
ajena por completo a la lucha ideológica, (el rasgo más característico de ella era la ausencia de
una ideología), a la vez que me vinculó a los trabajadores de Fabero, creó en mí un rechazo
radical contra la revolución; siento decirlo, pero siempre tuve horror a la violencia y a derramar la
sangre de mis semejantes. Pero a pesar mío, pronto me vi envuelto en una lucha criminal e
injusta: la guerra civil, la guerra contra los trabajadores.
LA GUERRA CIVIL
En agosto de 1.936 tuve que abandonar mi casa al amanecer y salir corriendo si quería
salvar mi vida. Huí yo sólo, tenía algo más de 16 años. La etapa más ingenua y feliz de mi vida
había terminado.
Tras casi un par de meses refugiado en las montañas y pueblos de Ancares y Fornela,
fuí con otros muchos compañeros a la zona republicana de Asturias, y a pesar de mi horror a la
violencia y a matar, me alisté en el Ejército Popular, que sin tener la edad necesaria, me
acogió. Tras dos meses en una unidad de combate, fuí designado enlace para llevar órdenes.
Fue un puesto de gran responsabilidad para mí, pues como circulaba continuamente entre el
puesto de mando y las unidades de combate inmovilizadas en el frente, me asediaban los
oficiales y los soldados que querían saber noticias sobre la marcha de la guerra. Esto era
lógico, la prensa llegaba con dificultad y no había radios, solamente en el puesto de mando
había un aparato.
Yo, un muchacho de 17 años, con una formación escolar muy deficiente, me sentía
obligado a hacerme una composición de lugar sobre la marcha de la guerra. Tuve que aprender
atropelladamente geografía y política para contestar a las preguntas que me hacían. Además,
yo no quería que mis compañeros se desmoralizaran, para lo cual deformaba un poco las
noticias; me daban pena muchos soldados, campesinos leoneses y gallegos que no podían
volver a sus casas porque los asesinarían, pues muchos de ellos eran desertores de las filas
franquistas y todos eran voluntarios. Tuve que hacer un esfuerzo tremendo, leer la prensa,
escuchar la radio, seguir los avances y retrocesos de nuestro Ejército sobre mapas malísimos
y, además, leer obras políticas para formarme.
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Estuve en el frente del Este, Llanes, la sierra de Cuera (Cabrales), el Mazuco, Cangas
de Onís, la cota 408. Retrocedíamos continuamente, no teníamos aviación, ni artillería. Nuestra
unidad perdió en los combates más de la mitad de los efectivos; tuvieron que retirarnos del
frente. Nos enviaron a cubrir un amplio frente en el cerco de Oviedo, por la parte del monte
Naranco, donde nos sorprendió el hundimiento del frente asturiano. Creo que fue una noche de
los alrededores del 20 de octubre (1.937). Desperté en el puesto de mando y me dí cuenta que
todos habían huido. Quedé completamente anonadado.
GUERRILLERO REPUBLICANO
Me dí cuenta que tenía que huir otra vez, buscar refugio en las montañas. Me sentí tan
cansado y tan abrumado que cogí mi "naranjero" (un subfusil de fabricación canadiense), y me
dispuse a acabar de una vez; en ese momento llegó mi hermano César con varios
compañeros que bajaban de los parapetos altos; venían a buscarme porque habían decidido
buscar refugio en las montañas de la cordillera Cantábrica. Sin ningún entusiasmo me uní a
ellos; salimos y a punta de metralleta arrebatamos dos o tres coches para llegar a la montaña
antes de que las tropas franquistas nos cortaran el paso. No sé por donde fuimos; recuerdo
vagamente haber pasado por Mieres. En la montaña recuerdo que entramos en una casa llena
de madreñas. Empezaba mi vida de máquis, de huido, de guerrillero. Me aterrorizaba tener que
usar mi "naranjero". Por la cordillera Cantábrica nos dirigíamos hacia el Bierzo.
Éramos ocho o diez, sólo recuerdo los nombres de algunos, Ramiro Pérez, José
Dablanca, uno de Villafranca, rubio, que sabía conducir, uno que llamaban el "Cone", de una
familia que vivía en Lillo; mi hermano César que era el jefe nato del grupo, otros varios que no
recuerdo sus nombres, y yo, que había sufrido una bronquitis mal curada y no paraba de toser.
Esto hacía que mi presencia se hiciese incómoda para el grupo, de manera que pronto
comprendí que querían deshacerse de mí. Acordaron que el llamado "El Cone", que tenía
familia en la zona minera de Teverga, intentara ser recibido por ella y presentarse al ejército
franquista. Decidieron que me fuera con él y siguiera la misma suerte, porque yo no podía
seguir con el grupo por el peligro que representaba mi tos. Regalé mi "naranjero" que, por cierto,
sólo disparé una vez tirando al blanco, la munición era muy escasa.
Acompañé al "Cone" a Teverga; estuvimos dos días ocultos en una cueva natural hasta
que los familiares del pueblo nos comunicaron que ya podíamos presentarnos a la autoridad,
"militar, por supuesto". Pasé unos días con aquella familia hasta que me dieron un
salvoconducto para regresar a Fabero. Sin ninguna dificultad emprendí el viaje desde Oviedo a
León. Mientras esperaba en la estación de León al tren que me debía llevar a Ponferrada,
encontré a mi primo Tomás Terrón, quien me dijo que no fuera a Fabero porque corría serio
peligro, que fuera a casa de su madre en el mismo León.
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Aunque tenía miedo a encontrarme con gente de Fabero que me denunciara y me
detuvieran, viví en casa de mi tía en León con relativa tranquilidad; fue para mí una ocasión
espléndida poder aprender a vivir en una ciudad. Como mi primo, de edad cercana a la mía,
estudiaba 5º curso de Bachillerato, me dediqué a estudiar con él literatura, geografía e historia,
francés y otras asignaturas. Pronto me dí cuenta que no me era nada difícil entender y asimilar
aquellas materias.
RECLUTA EN EL BANDO FRANQUISTA
Cuando en la primavera de 1.938 ordenaron las autoridades franquistas la movilización del
reemplazo de 1.940, algunas personas con las que estaba en contacto me aconsejaron que el
Secretario del Ayuntamiento de Fabero me incluyera en la lista de reclutas. En los días
inmediatos fuí enviado a Lugo, al Regimiento nº 31 con base en Lugo. Recibí la instrucción
militar a tortazos; sentía tanta aversión por la institución que no fuí capaz de aprender a llevar el
paso; tal era mi rechazo a los "deberes militares", agravada por el comportamiento del ejército
franquista. A comienzos del verano fuimos enviados al frente de Teruel.
Como el Secretario del Ayuntamiento de Fabero, para justificar mi inclusión en su lista
de reclutas, me calificó de estudiante, a nuestra llegada al frente fui seleccionado para la plana
mayor, por lo que, durante mi permanencia en el regimiento 31, estuve alejado del frente de
combate. En el verano de 1.939, finalizada la guerra (la nuestra) y cuando amenazaba el
estallido de la Segunda Guerra Mundial, conseguí el traslado del regimiento de Lugo al Ejército
del Aire, de reciente creación, y a la base aérea de León. Buscaba acercarme a esta ciudad
donde estaba semi-desterrada mi familia; mi abuelo, mi madre y mis tres hermanos.
La guerra civil había terminado, pero un pesado clima de terror inundaba el país, que se
hacía más denso a medida que la guerra exterior ensanchaba su círculo de destrucción y de
muerte.
En el aeródromo de León encontré unas condiciones que, sin dejar de ser para mí
hostiles, eran aceptables. Pronto me destinaron al Observatorio de Meteorología que en muy
pocas semanas fuí capaz de gestionar yo sólo. Este hecho me demuestra ahora lo mucho que
había avanzado en mi "madurez" intelectual. Esto me impulsa a realizar una evaluación de lo
que representó la guerra en mi formación y dentro de su carácter negativo, cómo, a pesar de
eso, me obligó a dar pasos adelante. Por de pronto, la represión, el temor, la incertidumbre, me
forzó a tratar de prever qué me podía pasar, qué peligros amenazaban mi vida para intentar
sortearlos. Este esfuerzo fue especialmente grave en los últimos meses en el frente de
Asturias, cuando era inminente el derrumbe; especialmente angustiosos fueron los días que
pasé en Teverga, tratando de imaginar que me esperaba en la zona franquista. Es un hecho
que en realidad yo nunca tuve conocimiento de qué se me acusaba en Fabero y cuál era la
gravedad de las amenazas que pendían sobre mi vida. Sólo supe lo que el cura d. Maximiliano
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dijo a mi madre: "Eloy que no venga"; esto es, que no regresara a Fabero después de la huida
de agosto de 1.936. El asesinato por pura venganza del hermano menor del médico D. Alfredo
de Vega; la muerte de este joven de mi edad, en venganza por no encontrar a sus hermanos
mayores, constituía una prueba de sus convicciones criminales y de su sumisión a un poder
que sólo podía imponerse por el terror.
Yo buscaba justificar mi miedo con los numerosos asesinatos cometidos en pueblos y
ciudades españolas, dominadas por el ejército sublevado, por los requetés o por los falangistas.
Se ha dicho y se dice que estos asesinatos han sido el resultado de odios y enemistades
personales; justificar así estos crímenes es acusar al pueblo español de bárbaro y salvaje (lo
que no confirma nuestra historia) y equivale a absolver y a descargar de toda culpa a quienes
incitaron y ordenaron matar. ¿Cuál fue la suerte que corrieron generales, jefes y oficiales que
cumplían órdenes del gobierno de la República? ¿Qué recomienda en sus instrucciones el
"Director", Emilio Mola?. A mí me decían que no volviera, pues podía correr la misma suerte que
el hermano menor del médico de Vega , d. Alfredo, un joven de mi edad que fue asesinado
porque no encontraron a los hermanos mayores.
Lo más sorprendente es cómo la ingenua conciencia de un muchacho campesino pudo
enfrentarse con la exploración de las pútridas ciénagas de una sociedad atrasada y
embrutecida por siglos de miseria y a cuyos miembros les eran ofrecidos premios
y honores por acciones claramente criminales. ¿De dónde salió esa gente que se entregó al
asesinato y al pillaje?, ¿en qué escuelas fueron adiestrados para la denuncia, el robo y el
asesinato?. A mí, pobre campesino, aprendiz de minero con un ligero barniz de ideales,
más que anarquistas, libertarios, me horrorizaban los crímenes y tropelías que se
cometieron en nuestras aldeas, pueblos, villas y ciudades de la España profunda.
CONSEJO DE GUERRA
Aunque pasé por momentos muy graves en el aeródromo de León, tanto los años que
permanecí en él, como los que pasé en León, (1.940 a 1.950), fueron decisivos para mi
formación intelectual, con la reserva de que mis principios morales no sufrieron cambio alguno.
Mi permanencia en la base aérea, fue muy estimulante; mi trabajo en el Observatorio
Meteorológico, me animó a estudiar matemáticas, álgebra y trigonometría. Sólo, sin ayuda de
nadie, estudié y comprendí matemáticas. También estudié física y ciencias naturales y proseguí
mi aprendizaje de la lengua francesa.
Pero mi principal progreso vino por otro lado, de manera realmente inesperada. En los
días de la rendición de Francia al ejército nazi, alrededor del día 20 de julio de 1.940, en un
encuentro con una unidad del ejército franquista, resultó muerto mi hermano César; como
llevaba un mapa de la región noroeste de la península que contenía adicciones mías, pidieron
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mi detención desde el Cuartel de las fuerzas de represión de la guerrilla, que tenía su sede en
Ponferrada. Fuí detenido por la policía militar de la base aérea y llevado a Ponferrada. Allí me
interrogaron durante una tarde y parte de la noche, y de madrugada, fuí llevado de regreso a
León. Cuando salíamos de Ponferrada, el oficial que me acompañaba se limitó a decirme: "De
buena te has librado. Querían que te quedaras ahí."
Estuve detenido y permanecí aislado en un calabozo casi un año. Me formaron consejo
de guerra, pero me trataron con cierta benevolencia, en particular el Coronel Jefe de la base
aérea de León. Después de varias consideraciones, me condenaron a seis meses y un día por
el delito de adhesión a la rebelión. Me defendió el Capitán Cadórnigo, que casi se limitó a leer
una carta de varios folios que yo le dirigí.
Durante los casi once meses que permanecí aislado en un calabozo, fuí autorizado a
pedir y leer libros de la biblioteca del Pabellón de Oficiales. Hubo días que leí dos o tres libros;
de historia, (César Cantú y otros), de ciencias, de viajes, literatura (P. Baroja, G. Miró, Concha
Espina, Blasco Ibañez), de autores franceses, ingleses, hispanoamericanos, alemanes, etc.
Leía y anotaba todo lo que me parecía interesante. Me entusiasmaron los clásicos griegos y
latinos. Mi cabeza era una caldera en plena ebullición. Tanto el capitán de cuartel, como el oficial
de guardia se preocupaban de que me proporcionasen los libros a tiempo. Más de un oficial,
después de haber devuelto yo el libro, venía a mi calabozo a comentarlo conmigo. También mis
hermanas, que venían a visitarme los fines de semana, traían todos los libros que podían
conseguir, sobre todo algunos de la librería de viejo de Ovidio.
MARINERO DE... LIBROS
Es verdad que fueron unas lecturas atropelladas, pero cuando al cabo de algo más de
diez meses, quedé en libertad, me había decidido a estudiar. Quería hacer los tres primeros
años de bachillerato para poder ingresar en la Escuela de Pilotos de la Marina Mercante de
Bilbao. Este proyectó me rondó un año o dos por la cabeza. Mientras estuve en la base aérea,
hice el primer curso, y después de una licencia indefinida en 1.942, hice el segundo y el tercero.
Pero, por entonces, ya se habían enfriado mis proyectos de recorrer los mares; pues me dí
cuenta que estudiar era un trabajo serio y decidí estudiar una carrera seria.
Me hubiera gustado una carrera científica como física, ciencias naturales o, después de
leer la novela de Sinclair Lewis "El Doctor Arrowsmith", medicina.
Hubo un momento en que me sentía capaz de estudiar cualquier carrera. Pero, después
de considerar seriamente mis medios económicos, me decidí por Filosofía, que me parecía la
carrera más "científica" que podía hacer sin tener que ir a la Universidad.
Si no me equivoco, en 1.942-43, hice 2º y 3º; en 1.943-44, 4º; y en 1.944-45, hice 5º, 6º,
7º y Reválida. Las cosas no me fueron favorables y no pude matricularme en ningún curso en
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1.945-46, y tuve que esperar a 1.946-47 para pasar los dos primeros cursos de filosofía, y en
1.947-48 me examiné en Murcia por recomendación de un catedrático amigo, de los cursos 3º,
4º y 5º.
En 1.948 estaba prácticamente con el título de licenciado en el bolsillo, pero no tenía la
menor idea de lo que quería hacer con él.
Me encontré con la dualidad fundamental de la asimilación del conocimiento; pues se
pueden poseer unos conocimientos de dos maneras distintas: yo poseía, dominaba, puesto que
podía hablar o escribir de los conocimientos de los que me examinaba, pero no había sido
capaz todavía de convertir esos conocimientos en mi conciencia, en mi yo, de tal manera que
potenciaran mi pensamiento cuando pensara en lo que debía de hacer. Porque una cosa es
tener unos pensamientos y otra transformar ese conocimiento en la propia conciencia,
mediante la cual cada uno piensa lo que le rodea o preocupa. Claro que no todo
conocimiento es susceptible de convertirse en "instrumento" del pensar por ejemplo, en los
conocimientos necesarios para construir un puente o para herrar un caballo.
Aquí se plantea una cuestión capital en relación con el desarrollo de la propia
personalidad: aprender a usar los conocimientos propios en la interacción comunicativa con
otras personas, no sólo en la discusión, sino en el intercambio pausado y formativo de
opiniones entre personas de distinto nivel de formación pero bien intencionadas y tolerantes,
que buscan esclarecer cuestiones, en debatir para imponer los criterios u opiniones propias.
Claro que para conseguir este "clima", es necesaria una gran dosis de humildad y unos
principios morales muy firmes.
EL TESORO DEL GRUPO
Estoy intentando teorizar lo que yo creo que era el círculo de personas que se reunían
casi todas las tardes en torno a d. Antonio G. de Lama, cuando yo conocí el grupo y tuve la
suerte de formar parte de él, en la biblioteca Azcárate de León, al iniciar mis estudios de
bachillerato. D. Antonio era, no solamente generoso, sino que derrochaba sus conocimientos y
sus experiencias más valiosas, hasta el punto de producirse una puja de generosidad
intelectual.
La principal virtud del grupo consistía en que cada uno de los componentes se sentía
estimulado a enriquecer el tesoro del grupo con algún conocimiento valioso; a la vez que cada
miembro parecía buscar la admiración de las personas más conspicuas del grupo, d. Antonio,
Eugenio y Crémer. Por lo que a mí se refiere, confieso que me esforzaba en buscar alguna
idea, tema, pensamiento o teoría que me proporcionara la admiración al menos de estos tres
miembros mencionados. En busca de este aplauso revisaba a fondo todos mis conocimientos y
los actualizaba para tenerlos más presentes. Claro que era más difícil y menos atractiva que la
de muchos de los otros, que cumplían sus ambiciones escribiendo un soneto o un pareado
ingenioso.
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Para mí el grupo no sólo era estimulante, sino que era donde yo ensayaba mis
concepciones o visiones de conjunto, y, sobre todo, era donde comprobaba la claridad y la
coherencia de las teorías que lograba elaborar; el existencialismo de Heidegger, de Sartre, la
filosofía de Husserl, de Max Scheler, el Neopositivismo del Círculo de Viena, las grandes teorías
de la física moderna.
Cuando los norteamericanos hicieron explotar la primera bomba atómica sobre
Hiroshima, yo supe explicar la base física con la famosa ecuación de A. Einstein. Sin embargo,
envidiaba a los poetas miembros del grupo que escribían versos en "Espadaña", la
sorprendente revista creada y sostenida por d. Antonio, Crémer y Eugenio. Yo no publiqué ni
una sola línea en ella.
Tuve mucha suerte en encontrar el círculo de d. Antonio y, no sólo en ser admitido en él,
sino en la buena opinión que éste tenía de mí. Eugenio me ayudó mucho a corregir rasgos de
mi educación. Sin ellos yo no sería el mismo, ni intelectual ni moralmente; aunque reconozco
que no han cambiado mis principios morales, pues seguía considerando a los trabajadores
como mi norte y guía. Se depuraron mis modales y aprendí a controlarme mejor.
Por otra parte, mucho más tarde me dí cuenta que los hijos de los trabajadores, aunque
tuvieran buenas condiciones para el estudio, solían fracasar por la falta de hábitos de "clase
media", tales como convertir el estudio en trabajo, acomodar a este último las condiciones de la
vida familiar, respetar las horas de estudio habilitando para ello una habitación lo más cómoda y
aislada, que todos los miembros de la familia consideraran al estudio como un trabajo duro y
fácil de alterar, etc.
Sin embargo, el estímulo más eficaz falta necesariamente en las familias, no sólo
obreras, sino trabajadoras (pienso en la clase media baja) y consiste en la imposibilidad en que
se encuentra el estudiante del tema de estudio para esclarecer y reafirmar las ideas que está
adquiriendo: esta fue la inapreciable ayuda que me proporcionó el círculo de d. Antonio.
FABERO – MADRID
El año 1.948 fue el año en el que terminé mi carrera, pero también fue el año en que
conocí a Cirilo Benítez, el ingeniero que sabía economía, historia, y que tenía una actitud
generosa, optimista, ante la vida. Para mí ha sido un hito en mi evolución; me ayudó mucho a
encontrar la vía de progreso de mi personalidad intelectual.
Ahora bien, este proceso fue acompañado de indecisión; en 1.949, cuando se retiraron
las últimas guerrillas y se trasladaron las tropas invasoras procedentes del Llano Amarillo de
Ketama, los Regulares, volví por primera vez a Fabero, después de 13 años de ausencia. Tenía
alguna prevención, pero, para sorpresa mía, fuí bien acogido.
Los años de indecisión fueron el 49, el 50 y el 51; por una parte quería profundizar en
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algunas ideas. Estaba leyendo la "Fenomenología del Espíritu" de Hegel en alemán y en inglés;
leía también los "Manuscritos económico-filosóficos" de Marx y estaba obsesionado con la
naturaleza del trabajo, por eso ayudé a mi familia. El fruto de estos esfuerzos cuajó en las
lecturas de Hegel, la "Lógica" y algunas obras de los economistas Adam Smith, David Ricardo y
de Carlos Marx. En 1.950, mientras se combatía en Corea, pasé el examen de licenciatura en la
Universidad de Madrid.
En 1.952 me trasladé definitivamente a Madrid y comencé a trabajar como profesor "de
todo" en un Colegio en el que estuve seis o siete años, aprendiendo de los niños y
adolescentes. En 1.954-55 comencé a explicar historia antigua en la Facultad de Filosofía y
Letras. Fue enriquecedor, aprendí muchísimo. Era maravillosa la potencia exploradora de mi
pensamiento y mi capacidad para conectar con los autores de más fama como G. Glotz,
Eduardo Mayer, G. Thomson, André Bonard, V. G. Childe, Leslie A. White, y tantos otros.
Inicié por entonces la preparación de mi tesis doctoral "La importación de la filosofía krausista a
España", aunque continué estudiando a Hegel. En estos años proyecté el estudio sobre Fabero,
que ya no dejaría de la mano hasta hoy...
Catadau (Valencia), 10 de Julio del 1.996.
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Dictadura, industrialización e inmigración.
POR QUÉ LA FALTA DE HÁBITOS DE LECTURA
Necesidades de información en poblaciones sometidas a cambios sociales
y económicos.
Es cada vez más frecuente oír hablar de una cuestión cierta-mente importante, que preocupa
mucho y que consiste en descubrir cuáles son los temas que más interesan al público en el que
existen y funcionan las asociaciones del tipo de la nuestra, el CAUM. Yo quisiera contribuir a
esclarecer ese difícil y no menos complejo problema que se refiere a qué es lo que preocupa y
atrae a la gente común de nuestro tiempo.
DE LA PENURIA AL DESPILFARRO
Antes de seguir adelante, sería necesario comprobar, decididamente, si hay algo que atraiga a
la gente, sí hay algo que la preocupe y cuál es el carácter de esta preocupación; pues la gente
puede estar preocupada por cómo ganar dinero para hacer frente a las necesidades reales y a las
necesidades “virtuales” que genera la vida, en las grandes ciudades actuales. Puede estar,
también, dominada por el miedo al paro, por la educación y el destino de los hijos, etc., etc. Sin
duda son muchos los problemas que pueden preocupar de manera tan absorbente, o que no les
deje ni tiempo ni espacio para pensar acerca de y dónde encontrar ayuda o soluciones.
Insisto en esto, porque la mayoría de nuestra gente, llegada del mundo rural, donde había sido
sometida a una educación dominada por la cultura de la penuria, ha tenido que hacer una drástica
reconversión a la “cultura” del consumo, e incluso, del despilfarro, “cultura” a la que podríamos
llamar del “tírese después de usado”, hoy dominante en las modernas sociedades de consumo del
capitalismo industrial democrático, es decir, de las sociedades de libre mercado.
LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL FRANQUISMO
En los últimos años del franquismo nuestras gentes, llegadas masivamente a las ciudades
industriales y a las zonas de servicios turísticos, estaban preparadas para trabajar y realizar
grandes tareas, no tenían miedo al trabajo ni a la austeridad ni a renunciar a muchas cosas que,
por lo demás desconocían; fue la época heroica de nuestra clase trabajadora.
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Como, por otra parte, todavía no se habían instaurado los mecanismos de “manipulación” de
masas, el franquismo pretendió utilizar los métodos o el método al que recurrieron los regímenes
“nazis” y fascistas, el encuadramiento de las masas, en organizaciones de mucho relumbrón,
patrioteras y cargadas de formulismos y de retóricas: Falange Española Tradicionalista y de las
JONS, la Sección Femenina, las falanges juveniles*, la Organización Sindical, San José Obrero, el
lº de Mayo, Educación y Descanso, y otras muchas. Pero estos instrumentos resultaron
ineficaces y vacíos para encorsetar en los años 60 y 70 las aspiraciones de las masas recién
llegadas o que estaban llegando a las ciudades y zonas turísticas.
Los inmigrantes, en su gran mayoría jóvenes, no traían la experiencia de vivir en la ciudad, así
como tampoco de trabajar en la industria y mucho menos en los servicios; se enfrentaban a unas
exigencias de trabajo, de relaciones con los compañeros, de integración en un barrio (donde
habían encontrado vivienda), de instalación de la vivienda (adquisición de muebles y diversos
objetos de la casa), de comidas, etc.
¿Qué pautas siguieron en sus compras? ¿Qué comidas hacían?. En resumen: ¿qué guías
siguieron en sus compras, en la adquisición no sólo de cosas sino también de hábitos e ideas?
Aparece aquí una cuestión compleja. Y es la adaptación de centenares de miles de hombres y
mujeres jóvenes a un nuevo modo de vida. El modo de vida urbano, industrial y de servicios. Se
instalaron en el nuevo hábitat sin aprendizaje y sin guía. Es evidente que era notable la
diferencia entre la forma de vida rural y la urbana. Piénsese en la compra de muebles y vestidos;
cómo la efectuaban en el medio rural y cómo la efectuaban en el medio urbano; por lo que se
refiere a los alimentos, es bien sabido que en el mundo rural no se compraban habitualmente
alimentos; esto por lo menos abarcaba a la mayoría de los campesinos que vivían de una
agricultura de subsistencia. No cabe duda, fueron ganando experiencia sobre la marcha;
aprendían de su propia práctica.
APRENDER POR IMITACIÓN
Fue este un cambio muy brusco, que nada tenía que ver con el trabajo en el campo, con lo
aprendido en el pueblo y lo poco de la escuela (apenas en muchos casos para leer), con las
costumbres de consumo (muebles, enseres de la vivienda, vestido, comida). Cómo era lógico, fue
en el área del trabajo y en la del consumo donde los inmigrantes urbanos se encontraron más
faltos de experiencia propia y se dieron cuenta de que en estas tres áreas se necesitaba, con
urgencia, un substituto de la experiencia, esto es, del conocimiento socializado, pero, ¿cómo y
dónde encontrar ese conocimiento, la experiencia socializada?.
Y lo que era más grave ¿cómo apropiárselo para dirigir, guiar su actividad como trabajador?
Muchas empresas de entonces resolvieron este grave déficit de especialidad profesional
organizando sus propias escuelas de aprendices y cursos acelerados de adaptación, pero en las
innumerables empresas pequeñas, el recién llegado tenía que aprender por un procedimiento que
conocía muy bien, la imitación y la “acción demostrativa” de los trabajadores que le habían
precedido.
Para llenar esta laguna, piénsese que en los años 60 y 70, y también durante los 80, los
organismos oficiales franquistas tuvieron que organizar cursos acelerados de adaptación, de
16
actualización y reciclaje, que, ciertamente, contribuyeron a facilitar a muchos trabajadores el
encontrar trabajo. También se aprovecharon las “academias de piso” organizando cursos de
preparación para toda clase de oposiciones que la naciente sociedad industrial requería.
Esta es una situación en la que en una sociedad se pone claramente de manifiesto
que un sector de la población, los trabajadores concretamente, se siente necesitado de la
experiencia para dirigir y guiar su actividad; por consiguiente, ese sector de población tiene que
improvisar la “experiencia”, tiene que recurrir a la experiencia socializada, esto es, a la
experiencia social, el conocimiento fijado en el lenguaje. Es decir, todas aquellas personas
dedicadas a la producción pueden reforzar, enriquecer su experiencia , recurriendo al lenguaje
hablado o escrito. Cuando las gentes tienen que recurrir a este tipo de conocimiento se puede
decir que buscan información para mejorar su actividad.
Es evidente que hay una situación en que unas personas que podrían llevar a cabo una
actividad productiva, no pueden hacerlo por que carecen de unos conocimientos que están a punto
de adquirir; recuérdese que los trabajadores que encontraron trabajo en una empresa pequeña no
necesitaron cursos acelerados de actualización, si no que aprendieron sobre la marcha viendo
trabajar a sus compañeros; téngase en cuenta que lo que podían hacer los trabajadores de una
empresa pequeña, no podían hacerlo los trabajadores de una grande por las pérdidas de escala.
HÁBITOS DE CONSUMO
Existía otra área de actividad en la que la población inmigrante de las zonas urbanas se
encontró falta de experiencia, que fue (y es) en el área de consumo. Para consumir,
utilizaron muebles, objetos del hogar, vestidos, etc.; hay que saber usar esos objetos, hay que
conocerlos antes de adquirirlos; claro que muchos objetos de este área eran conocidos por los
inmigrantes, tales como ropas, calzado, etc. Y en la misma línea podemos considerar los
alimentos; aunque, sin duda, los inmigrantes rurales llegados a las ciudades debieron encontrarse
con alimentos que no pudieron utilizar porque no sabían como prepararlos, y debieron esperar a
tener conocimientos, esto es, información para consumirlos.
En este área del consumo debió de jugar un papel importante el cine, pues era la distracción
preferida por los españoles desde los años 50 hasta que apareció la televisión en los años 70, y
fue en ella donde millones de españoles vieron por primera vez la utilización de objetos propios de
las sociedades industriales, por ejemplo, frigoríficos, lavadoras, batidoras (hacerse un zumo para
desayunar), tostadoras, amen de los objetos de máximo prestigio en las sociedades industriales;
el automóvil, la televisión, la radio de transistores. Naturalmente, el conocimiento, el saber de su
existencia y el funcionamiento de estos aparatos fueron los que exigieron más conocimiento,
porque la experiencia, era evidente que no podían tenerla inmigrantes recién llegados a las
ciudades, a las zonas urbanas.
LA MODA
Para entender bien la adaptación de los inmigrantes urbanos al consumo y cómo ganaron
17
experiencia, hay que distinguir tres fases:
a)
el consumo de muebles y objetos del hogar,
b)
el consumo de vestido y calzado y
c)
el consumo de alimentos.
De estos tres sectores del consumo, fue sin duda el consumo de ropa y calzado el que
evolucionó con mayor rapidez, debido a los poderosos estímulos de la industria textil, de los
grandes almacenes, y de la naciente industria de la confección. Así surgió la moda como
mecanismo exhibicionista de poder económico; las modas se sucedían vertiginosamente. A los
años 60 pertenece la invencible revolución de la minifalda, un grito de liberación del cuerpo
femenino.
Pues bien, la evolución de estos tres sectores del consumo, salvo el de la moda, fue lenta y
sin cambios cualitativos. Sólo la moda exigió un suplemento de experiencia, que se concretó en
las revistas femeninas del tipo de Elle, que apenas contenían relatos literarios, pero dedicaba
amplios espacios a los anuncios.
OBJETOS DE PRESTIGIO
El verdadero cambio en el consumo había de producirse como resultado central y capital del
desarrollo industrial del país. La industrialización española, como la de otros países en los que el
capitalismo se desarrolló con notable retraso tuvo como base la producción de objetos de
prestigio, de disfrute y de entretenimiento: automóviles, ropa, joyería, cadenas musicales, radio
transistores, tocadiscos, etc.; aunque, en principio, estos objetos no iban dirigidos a las masas,
pronto el aumento de su producción obligó a orientarlos hacia ellas.
La gran mayoría de la población trabajadora carecía de conocimientos sobre estos objetos, sin
embargo, el hecho sorprendente de que la industrialización producía objetos con los que
encandilar a al s masas, daba lugar al hecho de producir un tipo de mercancías (los medios
audiovisuales: radio y televisión) que, además de ser atractivas por sí mismas eran el mejor de los
vehículos para dar a conocer a la población cualquier clase de mercancías.
La fabricación de aparatos de radio y de televisión constituyó la rama central de la
producción en las industrializaciones tardías, porque dichos aparatos son la vía insustituible
de comunicación con las masas para proporcionarles conocimiento acerca de todos los demás
objetos de la industria.
Aquí se plantea la gran cuestión que explica la forma peculiar del desarrollo intelectual
(cultural) de nuestra población y en especial de nuestra clase obrera. Al iniciarse tardíamente la
industrialización de nuestro país nos condenó a recibir como los primeros objetos industriales,
primero, la radio y de manera más reciente la televisión, hasta el punto de que para muchas
familias de inmigrantes la televisión fue el primer electrodoméstico del hogar. Instalar el
televisor en medio del hogar de un inmigrante equivalía a destapar la caja de los deseos y
esperanzas de personas absolutamente indefensas y sin la menor capacidad crítica.
Tan absoluta falta de sentido crítico frente al mundo maravilloso desplegado por la televisión
18
tiene una explicación histórica abrumadora. Cuando la industrialización inició su marcha
incontenible hacia la segunda mitad de los años 60, Franco llevaba más de 30 años de dictadura,
después de derrotar, con ayuda del nazi-fascismo, a los partidos democráticos y de haber
destruido todas las organizaciones obreras y de haber aniquilado a sus mejores dirigentes; pues,
es un hecho que Franco y sus colaboradores se propusieron como objetivo el exterminio de los
dirigentes obreros, hasta el punto de que los trabajadores españoles quedaron inermes en manos
de los empresarios.
Para los franquistas ese conglomerado del más variado pelaje, que iba desde los requetés
(campesinos pobres y medios navarros) pasando por los señoritos de la falange hasta la
aristocracia terrateniente, el auténtico núcleo del Movimiento, los obreros españoles eran el
verdadero enemigo, la anti-España, y por tanto la derrota y la represión los empujó al aislamiento
más completo, al individualismo más riguroso. Nadie confiaba en nadie; ni el más leve contacto
político ni sindical, ni el menor contacto con la cultura obrera.
Ya antes de la guerra civil los obreros españoles leían poco, principalmente porque no sabían
leer, pero procuraban enterarse de lo que pasaba por los que leían. Existía la imagen de un grupo
de braceros andaluces o extrémenos, escuchando al atardecer a un compañero que leía un
periódico obrero. Seguramente que muchos obreros, tanto del campo como de las villas y
ciudades no sabían leer, pero la gran mayoría de los que habían aprendido a leer se encontraban
en las mismas condiciones ya que nunca habían practicado la lectura; bajo la dictadura franquista
los trabajadores no tenían nada que leer ¿qué podían leer?, Arriba, Pueblo, los periódicos de
provincias, salvo para aquellos obreros que quisieron practicar el sadomasoquismo, no publicaban
nada que tuviera para ellos el más mínimo interés.
Es un hecho que bajo el régimen franquista los obreros se vieron obligados a vivir de
espaldas a la letra impresa . Quizás algunos trabajadores, muy pocos, leyeron Marca, el
portavoz del pan y circo, Los deportes, el fútbol en particular, constituyeron el rasgo cultural
predominante bajo la dictadura.
HÁBITO DE LA LECTURA Y LA TELEVISIÓN
Además, como es bien sabido la lectura para ser eficaz tiene que convertirse en hábito y
para un obrero era muy difícil, sino imposible, adquirir el hábito de leer, pues carecía de estímulos
¿qué podía leer y para qué? Los obreros bajo la dictadura aborrecieron la lectura ya que nada,
ninguna publicación, les incitaba a leer. Por otra parte, la atonía, el inmovilismo, la involución
ideológica del franquismo con su culto hacía el pasado para retomar la ideología de los Reyes
Católicos y los “valores” del poderío español cuando en el “imperio” nunca se ponía el sol, todos
estos intentos eran tan grotescos que repelía hasta a los más atrevidos exaltadores del nacionalcatolicismo.
Cuando los millares y millares de inmigrantes se desparramaron por las ciudades y zonas
industriales y turísticas, se encontraban en la misma situación que los otros obreros; pues si los
hijos de los campesinos pudieron ir algunos días a la escuela y aprendieron a leer, nunca pudieron
practicar la lectura para adquirir el hábito. Los comienzos de la industrialización
19
sorprendieron a los trabajadores españoles en la más plena indigencia intelectual para
ejercer una discriminación inteligente de las oleadas de objetos que se les venían
encima.
Como, además, coincidieron los comienzos del desarrollo industrial con la aparición y
expansión de la televisión, los trabajadores, todos sin hábitos ni práctica de lectura, se sintieron
tranquilizados porque creyeron que la televisión era el medio ideal de comunicación; quedaron tan
satisfechos que no echaron en falta para nada la lectura. Claro que esta cómoda solución, que
condujo a los trabajadores a creer que la televisión era un medio de comunicación, que
los hacía sentirse bien informados con su mágica ventana al mundo, para lo que se mostró muy
eficaz, fue precisamente para hacer las veces de escaparate para exhibir los más atractivos y
fascinantes objetos dentro del mismo hogar familiar.
Naturalmente que no hubo medio más eficaz para dar a conocer los nuevos
objetos, sus características y la manera de hacerlos funcionar, su uso, etc. La televisión
proporcionó sin esfuerzo la experiencia de que carecía la población trabajadora en el área del
consumo.
Esta población se sentía tan cómodamente instalada ante el televisor que aún hoy no
advierte la mutilación a la que se le ha sometido.
SUMISIÓN A LA IMAGEN Y A LA PUBLICIDAD
A parte de que la experiencia que la población trabajadora necesitaba en el área del consumo,
era poco importante; sin embargo, tuvo consecuencias de largo alcance, tales como, aceptar el
dominio de la imagen que impide al individuo elevarse a la generalización abstracta. Y
lo que es más grave, dejarse aprisionar y por tanto, manipular por el instrumento más
eficaz y decisivo en la comunicación de masas. Por esta pendiente los hombres, los
trabajadores, se han dejado deslizar sin resistencia alguna al conformismo y a la
sumisión a los mensajes publicitarios.
Cuando la población acepta y asume con satisfacción los limites de los medios de
comunicación de masas, termina prisionera de la “cultura de la imagen” y reduce su capacidad de
comprensión a un nivel preconceptual, sensorial. No hace falta decir que esta es la condición ideal
para la manipulación, propia de las masas en las grandes ciudades industriales (véase C.Wright
Mills: La élite del poder).
Las gentes de las sociedades de masas han perdido de tal manera el hábito de la lectura que
aunque sepan deletrear y sean capaces de leer el nombre de una estación de metro, un anuncio
de la televisión, el título de un artículo de un periódico, es seguro que no son capaces de leer y de
entender el contenido del artículo; estos son los analfabetos actuales.
Pero la población sometida a este tipo de comunicación, no sólo es incapaz de leer y de
entender el contenido de un artículo de prensa, sino que sus individuos, son asimismo incapaces
de seguir el desarrollo verbal de un tema, esto es, son incapaces de seguir una lección, un
discurso o una conferencia, porque o bien han perdido el hábito del pensamiento abstracto, o lo
que es más grave aún, porque nunca han tenido ese hábito, puesto que también hay que aprender
a seguir la línea argumental de una lección.
20
Las gentes sometidas al conformismo de la sociedad de masas no necesitan más información
que la contenida en los anuncios.
¿Cómo desenganchar a esas gentes del conformismo de la sociedad de masas? es ya
otra cuestión.
Eloy Terrón Abad.
Madrid, 1995
21
SOBRE LA LECTURA:
SIGNIFICACIÓN POLÍTICA Y CULTURAL
No es elegante ni progresista propugnar la práctica de la lectura como si estuviéramos en el
siglo XIX, cuando no existía otro soporte para la palabra que el papel, el libro. Hoy es un atraso
hablar de la galaxia de Guttenberg, que ha sido “felizmente” sustituida por el vídeo, el microfilm, el
teletexto, y claro está, por los ordenadores. Leer hoy, es una práctica demodé; leer hoy como se
hacía en el siglo XVI o en el XVIII cuando no existían verdaderos sustitutos de la lectura como
resultado de los grandes avances de la tecnotrónica, (telecomunicaciones, televisión -vídeo y
ordenadores), constituye un atraso y una pérdida de tiempo; ahora el primado lo ostentan los
medios audiovisuales que abren la marcha del progreso y de la civilización.
Actualmente -se nos dice- hay que ceder el puesto a las nuevas técnicas, hay que confiar
en los instrumentos del futuro, porque, hay que desengañarse, el futuro está ahí y nos lo
descubren los industriales japoneses, los estadounidenses o los de Hong Kong, pues ha llegado
la hora de que avancemos de la prehistoria del pensamiento, mediante el uso de nuestros
rudimentarios y falibles recursos de pensar, a los nuevos instrumentos de pensar: los ordenadores
de la decimoctava generación y las máquinas de inteligencia artificial (I.A.), que producen un
pensamiento objetivo, rápido, eficaz y a la altura de las necesidades de nuestra era tecnotrónica.
No hay que olvidar, tampoco, que vale más una imagen que mil palabras, ventaja fácilmente
apreciable en la mayoría de las especies animales, pues parece que todas ellas poseen
riquísimas imágenes no contaminadas por los conceptos.
LA ACTIVIDAD DE PENSAR
A los avanzados adalides y esforzados propagandistas que con el patrocinio y el mecenazgo
de las poderosísimas corporaciones del universo del CHIP, nos tratan de convencer de nuestro
retraso mental y nuestro empeño en pensar con los viejos instrumentos, pues a estos
impertérritos promotores de la revolución tecnológica y electrónica, hay que decirles que el
pensar, ese rudimentario pensar que ha producido La Iliada, La Divina Comedia, El Quijote, La
Fenomenología del espíritu, El Origen de las Especies, Guerra y Paz, y otras muchas obras no
menos importantes, es la acción de un animal y solamente de él, nadie más que un animal puede
realizar esa función de pensar: la función más elevada en la que la evolución cósmica se vuelve
sobre sí misma y se piensa, toma conciencia de sí, se hace autoconsciente.
No es difícil comprender que la actividad de pensar es la actividad más elevada que puede
realizar el ser humano y que sólo él puede llevar a cabo. En primer lugar, el pensar es la
acción de un ser vivo que por la posición que ocupa en la naturaleza y su tardía aparición, ha
22
alcanzado una organización muy compleja y una masa proporcionalmente elevada de tejido
nervioso, que además, está fuertemente concentrada, ya que el encéfalo y la médula constituyen
la parte dominante; a ello hay que añadir una laringe altamente desarrollada y muy rica en
terminaciones neurológicas musculares, que permite a los individuos emitir una enorme diversidad
de sonidos, lo que constituye la base de la gran riqueza del lenguaje. Pero todo esto, es sólo
parte de la dimensión biológica del proceso de pensar, un proceso que sólo es posible a través de
la adquisición de la experiencia acumulada en el riquísimo medio humano.
Las personas, al construir el medio humano* han desprendido experiencia de su acción y la
vinculan a los sonidos del lenguaje convirtiéndolos así en palabras cargadas de significado (es
decir de experiencia, creando una especie de duplicado ideal de la realidad (del medio humano)
cuyo soporte, como es claro, son las palabras. Este duplicado ideal al que tienen acceso las
personas, tanto por el aprendizaje de la lengua como por el uso y la familiaridad con los
elementos del medio humano, es lo que permite a los individuos pensar.
LA PENOSIDAD DEL TRABAJO
Aunque en la construcción del medio humano las gentes desempeñaron una fuerte
actividad muscular, fue la dificultad del trabajo la que impulsó a éstas a recoger experiencia e idear
fórmulas para ahorrar esfuerzos y reducir el gasto muscular y sustituirlo por animales, por
instrumentos y máquinas, hasta tal punto que actualmente en los países industriales avanzados,
donde antes había docenas de personas ahora sólo hay unas pocas máquinas.
Se tiene la impresión de que cuanto más progresa la cultura, menos trabajo
muscular se reserva a las personas, pero sin embargo, más es la tarea intelectual, que nadie más
que las personas pueden desarrollar y sólo ellas: la tarea de pensar.
Pero hay algo más difícil e importante todavía; a medida que mejoran las
condiciones de vida en las sociedades capitalistas industriales, el consumo de mercancías y la
utilización de servicios, requieren de manera creciente más pensamiento de parte de los individuos
si quieren usar y disfrutar de las cosas. El simple hecho de vivir en una sociedad industrial
avanzada, vivir en las grandes ciudades, en las urbanizaciones modernas, requiere un mayor desarrollo de la capacidad de pensar si se quiere llevar una vida satisfactoria, todo lo contrario de lo
que ocurriría a los habitantes de las aldeas de subsistencia.
PENSAMIENTO ABSTRACTO
Cuanto más avanza la sociedad, hay mayores comodidades y, en resumen se
vive mejor, mayor es la necesidad que tienen las gentes de disponer de un pensamiento abstracto,
23
un pensamiento más abarcador que proporcione al individuo un sentimiento de seguridad, una
sensación de que las oleadas de estímulos, de provocaciones, no anonadan a la persona
sumergiéndola en el caos. Para evitar estos y otros peligros semejantes, los individuos tienen que
conocer el medio en que viven, y cuanto más complicadas se hacen las sociedades, más
indispensable se hace una idea fidedigna del ámbito socio-económico y cultural en que se vive. Se
trata de una ley que rige la actividad de los seres vivos, concretamente de los animales: el animal
tiene que disponer de alguna idea (concepción) de la realidad, del hábitat inmediato directo en el
que hace su vida.
Compárese si no, la amplitud y la riqueza de detalles de la idea de la realidad de
un campesino, que nunca salió del valle donde está situada su aldea, con la idea que necesita un
buhonero que con su caja al hombro, va de pueblo en pueblo o de aldea en aldea ofreciendo su
mercancía pero sin detenerse en lugar alguno.
Cada persona tiene que disponer de una idea representativa del ámbito en el que
hace su vida, pero en las sociedades industriales avanzadas, esta idea representativa de la
realidad, no puede construirse sobre la base de la experiencia ganada directamente por el
individuo de la realidad; actualmente hay que fomentar todo lo que ayude a las personas ha
hacerse una idea de la compleja realidad en la que viven; facilitar el acceso de todo el
mundo a las fuentes del conocimiento, para que de este modo, puedan contar con una
guía enriquecedora y eficaz para el desenvolvimiento de sus vidas.
Ahora bien, el pensamiento que todas las personas necesitan para conducir su acción, guiar
su vida o su actividad profesional, es el pensamiento corriente; el pensamiento abstracto, que
alcanza la máxima generalidad, es el pensamiento construido por conceptos elevados al máximo
nivel de abstracción y generalización, conceptos y juicios que se utilizarían siempre que las
condiciones fuesen las mismas. Son conceptos vinculados a palabras que utilizaríamos en
situaciones idénticas.
EL PENSAMIENTO BASADO EN CONCEPTOS
Aquí nos encontramos con la primera afirmación rotunda y absoluta: el pensamiento tiene que
estar formulado en palabras cargadas de significado (es decir conceptos), pues aun-que nosotros
podamos representarnos imágenes, pensamos solamente con palabras porque lo exige la
estructura de nuestra conciencia.
Los relatos, las narraciones, las descripciones, las teorías que encontramos en los libros (y
naturalmente en otro tipo de soportes como el microfilm, la pantalla del televisor —teletexto—,
cinta de video, disco y pantalla de ordenador, etc.,) todos esos contenidos, están elaborados con
la misma materia prima: palabras en su máximo grado de abstracción, conceptos. Pero tales
narraciones conceptuales, congeladas o petrificadas en los diferentes tipos de soportes, son
24
absolutamente inactivos, aunque se conserven invariables durante miles de años; sin embargo,
transferidos esos contenidos a una conciencia, adquieren una nueva vida, la vida en que fueron
creados, y pueden alumbrar nuevos conocimientos.
Pues, el conocimiento, sólo es creador y activo, constituyendo la materia prima de una
conciencia. Porque el conocimiento fosilizado o congelado en los libros u otros soportes es el
mismo; es el mismo tipo de pensamiento, pero inmediatamente que accede a una conciencia, se
transforma. Esta fecundación del pensamiento individual de un hombre o mujer vivos es tan real y
tan viva, tan activa y eficaz, que hace siglos que los hombres de la Edad Moderna formularon
aquel pensamiento tan hermoso:“los modernos somos como enanos aupados a los hombros
de gigantes, podemos ver más lejos que ellos”.
Por eso el pensamiento depositado en los libros se vivifica y transforma inmediatamente que
penetra en una conciencia, y este poder prodigioso del conocimiento tiene su razón de ser en que
representa la verdadera esencia humana, es, además la esencia humana fundamental-mente
comunicable; es comunicación pura.
PENSAR LA REALIDAD
No parece necesario proponer nuevos argumentos a favor, primeramente, de que la actividad
más propia, más genuina, más elevada del ser humano, es la actividad de pensar,
porque el pensamiento humano es el proceso culminante de la evolución cósmica .
Los avances de la civilización hacen absolutamente necesario que los hombres y las mujeres
dediquen mas esfuerzos a la tarea de pensar la realidad que vivimos y, como cuestión de vida o
muerte, hay que pensar en las consecuencias a corto, medio y largo plazo, de las cada día más
poderosas acciones sobre la naturaleza.
En segundo término, el pensamiento que los humanos han elaborado y depositado en los
libros se hace activo y fecundo tan pronto como penetra en una mente, y esta fecundación, es
inevitable y necesaria porque nuestro pensamiento individual se potencia y desarrolla inmediatamente, desde que entra en contacto con el pensamiento que está depositado, “congelado”, en los
libros u otros soportes tecnológicos; hasta el punto de que no hay mente que se pueda resistir a
la acción fecundadora del pensamiento porque, como esencia humana comunicable que es, el
pensamiento depositado en los libros es irresistible.
Dado el estrecho paralelismo existente entre el pensamiento depositado en los libros y la
actividad pensante del ser humano, el ejercicio más eficaz para elevarse al pensar abstracto
es la lectura, pasando por sus tres etapas:
de lectura en voz alta,
lectura en voz baja y
25
lectura silenciosa o lectura inarticulada...
que es ya verdadero pensamiento; verdadero pensar.
LA LECTURA FACILITA EL PENSAMIENTO
Sin el apoyo de la lectura una persona puede llegar al pensamiento abstracto, pero encontrará
dificultades. Sin embargo, a través de la lectura, el joven e incluso el adolescente, se adaptará
pronto al pensamiento abstracto, es decir, la forma general del pensamiento.
¡Cuidado! Los medios audio-visuales no nos proporcionan pensamiento como la
lectura, solamente nos proporcionan percepciones que podemos transformar en
pensamiento... o no.
Ninguna máquina elabora conocimiento como lo hace cualquier hombre corriente. Las
máquinas por sí mismas nunca podrán aplicar la ciencia a diseñar y a fabricar objetos,
mercancías para el mercado. Por eso es falso que las máquinas puedan sustituir a los libros, es
decir a un soporte de textos ya sea como el libro o de otro tipo.
Eloy Terrón Abad
Madrid, junio del 1994.
26
EL LENGUAJE Y...
LA CREACIÓN DEL REINO DE LOS ESPÍRITUS
Aunque parezca que esta cuestión es un caso particular de la creación del dominio de lo ideal,
no sólo forma parte de esa actividad del hombre sino que la presupone, porque la ideación, por
ejemplo, de objetos, de un hacha, de un bastón para desenterrar raíces, etc., se llevó a cabo en
ausencia del lenguaje; la creación del reino de los espíritus no solamente presupone lenguaje, sino
que presupone asimismo una actividad que implica la convergencia de fenómenos distintos de la
naturaleza: los primeros cultivos agrícolas.
Los hombres que crearon los espíritus debieron contar con un lenguaje ya muy desarrollado, no
sólo al nivel de actividades de subsistencia sino después de haber avanzado el proceso de
desprender al lenguaje de su imbricación con actividades de subsistencia. La creación de los
espíritus constituye la primera aproximación a una concepción mágica de la naturaleza,
la concepción mítica del mundo. Esta concepción significó un extraordinario paso
adelante en el desarrollo de la cultura y en el afianzamiento del hombre como sujeto
frente a la naturaleza.
En realidad, la concepción mítica (y posteriormente la religiosa) venía a satisfacer dos
necesidades de los hombres:
6)
una representativa, cognoscitiva, es decir, la representación de relaciones del hombre con
el medio, y
7)
otra, la necesidad de quebrantar su soledad.
Cuando los hombres inventan los espíritus y los atribuyen a los fenómenos más sobresalientes
de la naturaleza, dejan de estar solos, de sentirse solos, porque adonde quiera que dirijan la
mirada se encontrarán con un espíritu, con algo semejante a ellos, es decir, se reconocerán en
todo lo que los rodea; pues la gran tarea de los hombres es lograr que el mundo objetivo no nos
sea extraño, o dicho en otras palabras, que nosotros mismos nos reconozcamos en él (Hegel).
Por lo demás, una vez inventados los espíritus y una vez atribuidos a los fenómenos naturales,
los hombres descubren una nueva forma de relacionarse con la naturaleza, hasta entonces hostil.
Los antepasados del hombre, y el hombre mismo, se han adaptado a la naturaleza mediante la
utilización de instrumentos, esto significa que en un grado mayor o menor modifican su entorno
natural, esto es, toda adaptación en el caso del hombre es una transformación. Ahora bien, esta
adaptación del hombre es activa, pues se cumple por medio de instrumentos creados por sí
mismo, y es progresiva, ya que los hombres ganan experiencia de su acción; apoyado en este
movimiento progresivo, el hombre da un paso más en su adaptación y con sus instrumentos y su
experiencia intenta adaptar aspectos de la naturaleza a sus propias necesidades: descubre cómo
la naturaleza puede producir lo que el hombre necesita.
Pero adaptar seres y procesos naturales a las nacientes necesidades de los hombres, planteó
27
más exigencias en experiencia, que no podían satisfacer, porque la experiencia adquirida en la
fabricación de instrumentos y en la identificación y recogida de alimentos no era de gran utilidad
cuando pretendieron hacer que la naturaleza produjera un grano o un fruto determinado que les
fuera grato consumir. La búsqueda y recogida de productos espontáneos, vegetales y animales, no
sólo requiere menos experiencia y que esta sea menos compleja, sino que las acciones son
directas, breves (de corta duración).
Muy distinta era la adaptación de seres y procesos naturales a las necesidades de los hombres,
era preciso reconstruir las condiciones espacio-temporales que exigían los productos desde la
siembra, la germinación, el florecimiento y la madurez.
Hasta la cosecha, las exigencias son muy diversas: de suelo, de agua, de luz, de tiempo,
duración, etc. Como además era improbable que la vivienda estuviese al lado de la parcela, pues
por motivos de seguridad las viviendas estarían juntas, protegidas por una empalizada (tipo Kraal),
los hombres no podían vigilar, ni mucho menos proteger, sus parcelas.
Por otra parte, los cultivadores carecían de experiencia de cómo y de qué proteger aquello de lo
que dependía la vida de todos. Estos primeros cultivadores, los primeros que descubrieron cómo
forzar a la naturaleza a producir aquello que más necesitaban, estaban tan pendientes de las
plantas que cultivaban, que con bastante rapidez descubrieron las relaciones de cultivo con los
fenómenos físicos que mayor influencia ejercían sobre las plantas: la lluvia, el sol, las nubes y la
acción nefasta y destructora de las tormentas, los relámpagos, los truenos, los animales dañinos,
etc.
La constante atención a sus cultivos descubrió a los hombres las estrechas y determinantes
relaciones de las plantas entre una serie de fenómenos de la naturaleza que hasta entonces habían
pasado inadvertidos, es decir, los hombres no estaban motivados para prestarles atención. Al
mismo tiempo descubrieron la unidad de la naturaleza en la interacción de los fenómenos, lo que
indujo a los hombres a pensar que esos fenómenos interaccionan, luchan y combaten como
movidos por el odio o la amistad.
Impulsados por la preocupación dominante, proteger sus cultivos sobre todo cuando no los
veían, y en su afán de proteger a distancia, los hombres comenzaron a personificar los fenómenos
favorables y hostiles, y comenzaron a darles nombres, pensando que al nombrarlos creaban alguna
forma de relación personal entre los hombres y los fenómenos naturales, entre ellos y lo
atmosférico.
En aquella primera adaptación a la naturaleza de las necesidades de los hombres, éstos
controlaban algunas partes del proceso del cultivo, como seleccionar bien las semillas preparar
bien la tierra, eliminar las malas hierbas. A veces sustituían a veces la lluvia por el riego, pero en la
tierra, la humedad y calor, son quienes hacen germinar las semillas, quienes hacen crecer, florecer
y madurar los frutos.
Los hombres no determinaban los procesos biol ógicos de las plantas cultivadas, sólo ponían las
condiciones para que las fuerzas naturales hicieran su trabajo. Lo que sí hacían era prodigar con
preferencia las plantas que les eran más útiles.
Pero, a medida que los hombres progresaban en la identificación de las fuerzas, las nombraban,
y tan grande era la influencia que ejercían sobre sus vidas, que las personificaban, se familiarizaban con ellas y les conferían una existencia semejante a la suya propia.
28
De esta manera identificados los fenómenos, nombrados y personificados, entraron a formar
parte del mundo de los hombres. Desde entonces los hombres ya no estuvieron solos, de manera
que a cualquier parte que volvían la vista se encontraban con viejos conocidos: ríos, nubes, vientos,
fuentes, montes, árboles.
Los primeros campesinos vivieron durante milenios confiados en ese mundo habitado por las
creaciones de su propia imaginación; y a esas ideaciones confiaban la protección de las parcelas
con plantas cultivadas de las que dependían sus vi das; y aunque su dominio fuera meramente
imaginario, al creer y confiar en él era como si fuese real.
EL LENGUAJE EN LA CONSTRUCCIÓN DEL MUNDO IDEAL
El lenguaje aparece cuando los hombres, por asociaciones corticales temporales (por un reflejo
condicionado), vinculan un objeto, por ejemplo, el hacha, con un sonido, y siempre que oyen ese
sonido (la palabra hacha, aunque no la tengan a la vista), lo vinculan con la representación del
hacha. Cuando el sonido hacha se difunde entre todos los miembros del grupo, la palabra depura la
representación de hacha y tiende a reafirmar lo general, lo común de la idea de hacha. Mejor aún,
con la existencia y aceptación de la palabra vinculada a una cosa, dado que no todas las cosas
son iguales, la palabra tiende a identificarse con una representación abstracta, un concepto, una
definición.
La palabra aplicada a objetos tiende necesariamente a hacer resaltar lo común, lo
general, el significado abstracto, es decir, por la lógica de las cosas, la palabra aplicada a un objeto
destaca lo general, de tal manera que cumple un papel idealizador, tiende a crear lo ideal, tiende a
idealizar.
El lenguaje crea, promueve el mundo ideal, el reino de lo ideal. Después
de aparecido el lenguaje prolifera una inmensa multitud de seres ideales.
No es extraña esta proliferación de “entes ideales” a unos hombres que asistieron
al desbordamiento del mundo de las cosas, pues, al nombrar con palabras las cosas, estas se
desnudan de su ropaje material y se revisten de velos, gasas y tules, de tal manera que los
hombres trasladaron su confianza y su certidumbre de los seres reales a los “seres ideales”
(derivados de ellos) y de éstos a los seres ideales nuevos, constituidos en apariencia según las
mismas pautas que los seres ideales extraídos de los seres reales, pero que en realidad son
creaciones ideales sin ningún fundamento real.
No era extraño que los hombres que estrenaban el lenguaje desconocieran las
falacias a que conduce en el tratamiento formal de lo real y de lo imaginario, hasta el punto que
iban de uno a otro con la más completa confianza.
Para estos primeros usuarios del lenguaje, atribuir un nombre, en cuanto era
aceptado por una mayoría, se investía de realidad, se le confería existencia. Nombrar algo
equivalía a darle existencia. Lo que salía de la boca de un hombre que hablaba de lo real y de lo
imaginario, todo era real.
29
¿Cómo se iban a utilizar las palabras para falsear las cosas y engañar a los
hombres?
LA CIENCIA NUESTRO ÚNICO ASIDERO
Ordinariamente se piensa que los productos de la actividad humana son artificiales, antinaturales
y arbitrarios. Se piensa esto porque se cree que el hombre es un ser extraño en este mundo. Esta
idea ha sido la dominante en el pasado y lo es hoy, pues, con seguridad se puede afirmar que no
menos del 90% de la población, incluyendo personas con formación intelectual, cree firmemente
que el hombre es el resultado de una creación especial del Dios o Ser Supremo que ha creado y
sostiene el universo.
Si los hombres son seres extraños en este mundo, como afirman muchos escritores de “ciencia
ficción”: los hombres llegaron en poderosos “ovnis” procedentes de otras galaxias; es aceptable
que toda la acción humana, dirigida a adecuar el entorno natural a las peculiares necesidades de
los hombres es incongruente, no puede integrarse en el orden natural del mundo, por eso, todo lo
que los humanos transforman, por necesidad tiene que alterar el orden que el Ser Supremo impuso
al universo entero y, en especial, a la naturaleza.
Estas creencias suponen una concepción dualista que desborda los alcances y conclusiones de
la ciencia, que es nuestro único asidero en el insondable, inabarcable universo del que
forma parte nuestro planeta, nuestro sistema solar y nuestra galaxia.
Pues bien, sólo la ciencia, el conjunto de la experiencia recogida por los hombres al transformar
amplias superficies (espacios) de naturaleza para crear el medio humano, esa riquísima
experiencia decantada (fijada) en las palabras del lenguaje, como soporte físico y sistematizado,
sólo este conjunto es el conocimiento, el único conocimiento de que disponen los hombres para
entender su existencia, sus cambios, su “naturaleza”, su esencia, aunque ésta sea enormemente
compleja.
Ahora bien, la base del conocimiento que el hombre ha alcanzado de su entorno natural y la
base de su certeza, es que el conocimiento disponible le permite al hombre elaborar una hipótesis
de trabajo, que manteniendo su coherencia explique y consolide la concepción de que:
a) el hombre es el resultado natural de la evolución de los seres vivos de nuestro planeta, y el
hombre actual es el resultado culminante de toda la evolución animal;
b) el hombre como producto de la evolución, es perfectamente natural como aquellos seres vivos
y, en especial, como los animales que no han sido afectados por la acción del hombre, si es que
queda algo no interferido por él; y
c) que la porción o fragmento de la naturaleza transformada por el hombre es natural, porque el
agente transformador es también natural.
30
EL LENGUAJE Y LA CONCIENCIA
La humanidad, o mejor dicho, aquella parte que cuenta: las naciones que tienen
poderosas industrias en las que fabrican barcos, aviones, coches, cañones, bombas
termonucleares, que escriben y editan libros, se sienten muy orgullosas y satisfechas porque
poseen un conocimiento especializado que llaman ciencia, ciencia industrial o fuerza productiva;
se trata de un conocimiento tan estimado que se han creado leyes para proteger su uso y es
objeto de tráfico comercial, así como de espionaje industrial. Esta ciencia industrial es tan
apreciada porque es la guía más eficaz para la invención de objetos útiles y de la tecnología más
adecuada para fabricarlos; también esta ciencia es muy apreciada porque durante el último medio
siglo ha contribuido tanto y tan eficazmente a la industria de la destrucción y de la muerte, que ha
puesto en peligro de extinción la vida humana sobre la Tierra.
La ciencia industrial (este nombre no es muy utilizado entre nosotros, pero es bastante corriente
en los Estados Unidos) es el sector más brillante del conocimiento humano aunque no el más
valioso y digno, puesto que este conocimiento sólo proporciona satisfacciones materiales, mayores
facilidades para desencadenar guerras más destructivas.
¿Por qué se ha producido este desarrollo, este crecimiento tan unilateral de la ciencia es decir,
del conocimiento humano?
El desarrollo de este sector del conocimiento humano se debe a que a lo largo de la historia las
clases dirigentes han estimulado con premios y privilegios a los hombres que se han dedicado a
avanzar y a esclarecer el dominio de los hombres, en tanto que se ha abandonado el conocimiento
fuera de la naturaleza, el conocimiento objetivo y desinteresado de los hombres, de su convivencia,
de la educación, y de la búsqueda de su bienestar.
El desarrollo desigual de los pueblos de la Tierra y el abandono a que se les ha condenado ha
provocado guerras depredadoras y la explotación industrial y comercial de los pueblos más inermes
y débiles; se les ha envilecido y hundido en la miseria, se les ha engañado con el tráfico de
abalorios y se les engaña con las relaciones de intercambio desigual.
La humanidad, en sus esfuerzos y trabajos para transformar la naturaleza y convertirla en la
morada segura y satisfactoria para todos los hombres, ha ganado una masa ingente y variada de
conocimiento que le ha servido para hacerse una idea del desarrollo para ampliar su solidaridad, no
sólo con sus vecinos sino con todos los habitantes de la Tierra.
Todo lo que hay de bueno, de generoso, de altruista, de sacrificio y de abnegación, de meritorio,
de elogiable en los hombres, se debe a ese conocimiento pero también se debe a él todo lo que
hay de ruin, de miserable de indigno.
¿Cómo puede el conocimiento humano producir, provocar, reacciones tan opuestas?
¿Qué es este conocimiento humano que provoca, que da lugar a reacciones tan adversas
¿Quién lo ha producido? ¿Cuál es su origen?
31
Hay que afirmar radicalmente que el lenguaje, el conocimiento humano, las imágenes,
representaciones, sentimientos, todos los sueños, todas las fantasías, son producto, son creación
de la conciencia humana; pero también es igualmente verdad, que toda actividad de la conciencia y
todas las conciencias tienen como material básico el conocimiento, y no pueden existir las
creencias sin el conocimiento. Conviene tener presente que el lenguaje, un componente tan
importante de la evolución, es el soporte físico del conocimiento.
EL CONOCIMIENTO HUMANO
Se cita una frase de Galileo, posiblemente apócrifa, que afirma: “Dicen que Dios lo sabe todo,
pero lo que yo sé, lo sé tan bien como E”l. Este dicho de Galileo es correcto si se considera que
Dios sabe equivale al conocimiento objetivo, al pensamiento concreto, y que el conocimiento que
los hombres elaboran a partir de la experiencia extraída de la acción transformadora de la
naturaleza es, sin duda, el conocimiento objetivo de la realidad. Por tanto, el conocimiento ganado
por los hombres es el conocimiento, porque en él reflejan los hombres el comportamiento del
mundo real.
Se pueden esgrimir varios motivos para demostrar lo correcto del conocimiento humano
(el único conocimiento que existe):
1) no es fruto de la experiencia de un hombre, sino de la experiencia de un número indefinido
de hombres que la han depositado en las palabras de una lengua depurando el conocimiento,
que consiste en la experiencia asociada a una palabra;
2) el conocimiento “elaborado” por los hombres en un sentido es el conocimiento que los
hombres han aprendido y convertido en su propio yo pensante, es decir, lo que en un individuo
pien sa es el conocimiento que piensa en todos, lo único que cambia es el enfoque;
3)
el conocimiento vinculado al lenguaje ha sido comprobado miles y miles de veces;
4) el conocimiento ha sido ‘constituido” con la experiencia ganada por los hombres en su
actividad trasformadora una vez desechada la experiencia individual no coherente;
5) el conocimiento, tal como lo poseemos, no podía constituir se en un todo auto consciente
por ninguna otra especie animal debido al carácter de la experiencia animal.
Porque todos los animales viven inmersos en la naturaleza y su experiencia la reflejan tal
como ella es, pues el animal no puede formular proyectos, porque no domina el flujo de
contenidos de su conciencia.
Sólo la conciencia del hombre, y únicamente ella, podía elaborar su rica y especial
experiencia en conocimiento, por sus especiales rasgos: por su capacidad de transformar la
naturaleza y elaborar leyes del comportamiento interno de los elementos de la naturaleza; por su
capacidad para formular proyectos y persistir en su realización, porque el conocimiento es
resultado de una contribución de experiencia colectiva de todos los hombres depurada de residuos
particulares, individuales; por el soporte especial constituido por el lenguaje, que proporciona al
conocimiento la estructura interna para su manejo y su expansión indefinida , en cuanto el
conocimiento se puede convertir en contenido de una conciencia individual activa.
32
El conocimiento humano es producto de las conciencias de los hombres formadas
o constituidas por el conocimiento humano mismo.
Eloy Terrón Abad
Madrid, enero del 2001
33
¿QUÉ ES LA CULTURA?
ELOY TERRON ABAD
Interés del tema
Desde la muerte del dictador se habla mucho de cultura, mejor de la Cultura. Los periódicos
tienen secciones dedicadas a la Cultura, en cuyas páginas se habla de cine, de exposiciones, de
conjuntos musicales, de libros, de pintura, etc. Los ayuntamientos tienen un concejal de cultura
que se ocupa de las fiestas populares, de la conservación de los edificios viejos, de la cabalgata
de los Reyes Magos y otros asuntos, incluso los gobiernos de muchos países tienen un ministro
de Cultura. La palabra cultura se ha hecho cotidiana, incluso, la noción de cultura se ha
trivializado y se ha hecho de uso corriente entre las gentes.
Ahora bien, ¿es la cultura aquello de que hablan los periódicos bajo ese epígrafe, es
sólo aquello de que se ocupan los concejales o los ministros de cultura o la noción de cultura
comprende algo más significativo e importante? A poco que se reflexione parece que la noción
de cultura abarca algo más, mucho más; al menos cuando se habla de cultura occidental, cultura
griega, culturas primitivas, historia de la cultura, etc., parece que se va mucho más allá de una
noción trivializada. Parece como si la idea de cultura fuera algo mucho más serio y
trascendental, algo muy profundo e importante; que justifica que, ante la trivialización actual, se
plantee la pregunta de qué es en verdad, la cultura, y si tiene interés para la gente de hoy
aclarar el concepto de cultura.
Es imposible una comprensión cabal y satisfactoria del hombre sin esclarecer y
entender la noción de cultura y el papel que ha jugado en la evolución de la humanidad. Es de la
máxima importancia dar una explicación racional, científica, de cómo un primate (un antropoide
superior muy próximo a un chimpancé o a un gorila) emprendió una vía evolutiva que le llevó al
hombre. Porque en el hombre se advierten cualidades, unos caracteres que parecen no tener
nada que ver con los restantes animales y, por tanto, hay que pensar que el hombre tuvo un
origen distinto, esto es, que el hombre no es un animal. Y este es el fundamento de todas las
ideologías religiosas que declaran que el hombre es resultado de una creación especial de Dios,
que infunde a cada uno un alma racional e inmortal, que sobrevive después de la muerte del
34
cuerpo y que es susceptible de premio o castigo, según hubiera sido el comportamiento del
individuo. Todas las ideologías reaccionarias, todas las concepciones religiosas, se apoyan en
este supuesto.
Ahora bien, las cualidades excepcionales que se observan en los hombres: el
pensamiento, los sentimientos, la abnegación, la solidaridad, el amor, ¿pueden explicarse sin
recurrir a la existencia de un alma inmortal y a la creación especial del hombre por un Dios? Sí,
se puede dar una explicación racional, científica, convincente de que la especie humana ha
tenido un origen humilde y sencillo y que sólo con la ayuda de sus propias fuerzas se ha elevado
de la condición de simple animal a la grandeza y al poder que hoy ejerce sobre la tierra. La
cultura como resultado materializado de cada esfuerzo evolutivo del hombre, no deja lugar a
dudas de cómo el hombre se hizo a sí mismo a través del trabajo.
Definición de cultura y etapas principales de su evolución
El punto de partida no puede ser otro que la definición de “cultura”. La cultura es la
forma de adaptación extracorporal (no orgánica) de un animal, el primate prehumano, a una
naturaleza hostil. En esta definición científico-natural de cultura se señala lo realmente nuevo y
revolucionario: un animal que para conseguir adaptarse a la naturaleza no espera a que se
modifiquen sus patas, su hocico o cualquier otra parte de su cuerpo, como hacen todos los
animales, sino que toma cosas de su entorno natural, como palos, piedras, huesos, etc. Para
adaptarse en este sentido, los antepasados del hombre que llamamos homínidos, comenzaron
primero a utilizar de manera no regular y esporádicamente cosas de su entorno, después, el
homínido llevaría consigo el palo o la piedra cuyo uso sería continuo y en tercer lugar, el
homínido no sólo llevaría consigo cosas en función de instrumentos útiles, sino que comenzaría
a adecuar la cosa a cada propósito, así comenzará a transformar las cosas de la naturaleza en
objetos útiles, esto es, adaptativos.
De acuerdo con la definición anterior, la cultura abarca todas las transformaciones que
los antepasados del hombre y él mismo, llevaron a cabo sobre el entorno natural y la
experiencia adquirida en su actividad transformadora. Pues el hombre, como todo animal,
recoge experiencia de cada acción; cada acción deja una huella en su sistema nervioso, en su
cerebro (una conexión nerviosa temporal), que facilita y mejora la acción siguiente. Pero, por
definición, el homínido (y más tarde el hombre) no opera sobre su entorno natural directamente
con sus manos, sus dientes o sus pies, sino que opera con cosas tomadas de la naturaleza (cada
vez más modificadas) en función de instrumentos, y en cuanto lo hace así no sólo gana
experiencia de la compleja acción de las manos (experiencia animal), sino que gana otro tipo de
experiencia como consecuencia de la acción del instrumento sobre el objeto de trabajo, el palo
de excavar sobre el suelo para desenterrar raíces, o la acción de la piedra sobre el palo para
35
aguzarlo, y otras. A este nuevo tipo de experiencia se le denomina aquí ‘experiencia externa’,
porque es algo así como experiencia del mundo exterior. Por tanto, la cultura abarca estos dos
grandes dominios, el primero y más importante, que comprende toda transformación de cosas
de la naturaleza en objetos útiles (adaptaciones) esto es, la cultura material, y el segundo, que
abarca toda experiencia animal o externa que, depositada primeramente sobre los instrumentos
y las habilidades para manejarlos, y después, además, sobre las palabras del lenguaje,
constituye la base del poder creciente del hombre sobre la naturaleza. Este es el contexto de la
cultura espiritual, que es el núcleo original de lo que ahora llamamos cultura.
Los hitos o etapas más sobresalientes de la cultura son, 1) el uso de instrumentos; 2) el
dominio y producción del fuego; 3) las consecuencias biológicas del uso de instrumentos; 4) la
inermidad del niño debida a su nacimiento prematuro o “domesticación del hombre”; 5) la
multiplicación y diversificación de los instrumentos y el surgimiento del medio humano; 6) la
necesidad de un soporte físico para recoger conservar y transmitir la experiencia externa, que
impuso la invención colectiva del lenguaje; 7) la creciente intervención del hombre en los
procesos naturales, que facilitó el salto al autotrofismo, a la producción por el hombre de sus
propios alimentos y, para satisfacer todas sus necesidades, a la invención de la agricultura, la
domesticación de animales, la construcción de viviendas, la alfarería, la invención del tejido,
etc.; 8) La invención de la primera forma de la cultura espiritual, el mito, como instrumento para
el dominio de los hombres; 9) la aparición de un excedente económico que provocó la división
de la comunidad primitiva en dos clases opuestas, la de los señores, gobernantes, sacerdotes y
guerreros, y la de los trabajadores oprimidos y explotados.
La larga etapa en el uso de instrumentos
Abarca esta etapa, que va desde el comienzo del uso de instrumentos hasta el control
del fuego, las cinco sextas partes del tiempo que el hombre y sus antepasados directos llevan
sobre la tierra; aproximadamente desde hace unos tres millones de años hasta hace medio
millón. Fue esta larguísima etapa la más miserable, violenta e inexorable debido a la rudeza y
pobreza de los instrumentos y utensilios (un hacha de mano y palos), la falta de experiencia y el
desplazamiento de su hábitat ancestral, la fronda tropical. Sin embargo, en esta larguísima etapa
se consiguió ir rompiendo el comportamiento animal e instintivo, con el misérrimo apoyo de este
equipo de instrumentos, con cuyo uso se afianzó y fortaleció la postura erecta y los cambios
anatómicos que la harían irreversible. Hay que señalar que a pesar de la pobreza de los
instrumentos se sentaron las bases fisiológicas indispensables para los cambios y progresos
posteriores pues, entre la actividad manual propiciada por el uso de los instrumentos
disponibles y la intensa presión del entorno natural, la capacidad craneana pasó de algo menos
de 500 centímetros cúbicos a más de 1000 ya en el hombre de Pekín. Este rápido crecimiento,
36
especialmente de la corteza, hizo posible un fuerte retroceso del comportamiento animal y el
avance del comportamiento humano guiado por la experiencia externa.
El dominio y producción del fuego
El dominio del fuego es la más evidente demostración de los progresos del
comportamiento guiado por la experiencia, que superaba al comportamiento instintivo. Pues
como es bien sabido todos los animales tienen miedo al fuego, miedo instintivo, ya que no
procede de la experiencia animal. Y si unos homínidos no huyeron, como todos los animales del
fuego, sino que se acercaron a él, este hecho significa que en ellos, la supresión del
comportamiento instintivo estaba ya muy avanzada, lo que les permitió vencer el miedo. Entre el
dominio o control del fuego y su producción debió mediar bastante tiempo y una amplia
adquisición de experiencia, pues a todos los efectos, el fuego era un importante, valioso y
sobre todo, muy peligroso instrumento, que fueron capaces de manejar porque estaban muy
acostumbrados a emplear sus manos en el manejo de instrumentos. La conquista del fuego
debió significar para aquellos homínidos una adquisición formidable, aunque sólo fuera como
una poderosa barrera de protección. La tranquilidad de los homínidos aumentó mucho bajo la
protección del fuego. Pero les debió servir también para hacer habitables las grutas y cañones
ya que proporcionaba luz y calor; también debió servirles para extenderse hacia las regiones
templadas y frías. La primera y principal consecuencia del uso del fuego debió ser el aumento
de la población por la protección que les prestaba frente a los carniceros. El fuego contribuyó
en gran medida a hacer la tierra más habitable y a prefigurar el medio humano. El dominio del
fuego hizo a los homínidos reconocer su singular superioridad frente a los animales que huían
despavoridos del fuego.
Cambios biológicos provocados por el uso de Instrumentos
Ya se ha señalado que el uso de instrumentos fortaleció la postura erecta y el crecimiento del
cerebro. Ahora bien, la postura erecta provocó cambios anatómicos importantes, sobre todo
en la pelvis con el acortamiento del largo hueso de los antropoides y la disminución del diámetro
del canal de parto. De esta manera, las criaturas del homínido, con una cabeza mucho más
grande, tenían que nacer por un canal del parto más estrecho; la contradicción se resolvió
produciéndose el alumbramiento inmediatamente antes de que el volumen de la cabeza pusiera
en peligro la expulsión del feto; para facilitar ésta, la existencia de fontanelas permite la
deformación del cráneo a fin de facilitar su salida. Conviene tener en cuenta esto porque el
crecimiento del cerebro del niño es muy rápido, pues a los tres meses casi se duplica en
volumen.
37
Por consiguiente puede decirse que las criaturas del Homo-erectus nacen
prematuramente en unas condiciones de gran indefensión, es decir de inermidad, que exigen
cuidados solícitos y continuados durante mucho tiempo y que esa prematuridad, habría sido
catastrófica para la especie si la madre (y los adultos en general) no hubieran tenido las manos
dispuestas para acogerlas; preparadas y adiestradas previamente por el uso de los
instrumentos, durante muchas generaciones.
La lnermidad de las criaturas y las consecuencias de los cuidados exigidos
La indefensión o la inermidad de las criaturas era tan absoluta que perecían en pocas
horas sin los cuidados que les prestaban los adultos de manera continuada. Como no disponían
ni de cunas, ni de cochecitos y ni siquiera había caminos, las criaturas tenían que ser llevadas en
brazos permanentemente. Conviene repetirlo, tenían que ser transportados en brazos
constantemente; no cabía otra posibilidad: o cuidarlas o dejarlas morir; muchas morirían, pero
cuidaron a un número suficiente para que la especie sobreviviese. Ahora bien, no se puede
llevar a una criatura tan inerme en brazos durante tanto tiempo (que menos que dos o tres
años), sin condicionar de manera muy eficaz su comportamiento. Por lo pronto llevar en brazos
a una criatura significa trabar sus movimientos, esto es, impedirle moverse y hacer lo que quiera;
esto significa que se le impide toda espontaneidad, se le impide desarrollar una conducta
(comportamiento) espontánea, instintiva, animal. Es evidente que en estas condiciones, la
criatura tiene que adaptarse a lo que quieren de ella los adultos que la cuidan y que aunque no
se lo propongan al cuidar las criaturas para no dejarlas morir, les imponen un comportamiento
que estiman que es bueno para ellas: es decir, las educan o en otros términos las
“domestican”, aniquilando su conducta instintiva y animal, y les inculcan otra conducta que
conviene a las necesidades del grupo en cuyo seno van a vivir. Ahora bien, el comportamiento
es puntual, fragmentario, se refiere siempre a opciones particulares y con el tiempo y el
desarrollo, las criaturas convertidas en adultos necesitan la identificación del comportamiento,
necesitan de la totalidad que sólo puede provenir de la configuración unificadora de los
propósitos del grupo. La inermidad de las criaturas y los cuidados que exigen, conducen a la
necesidad de una identificación unitaria de los individuos con los fines del grupo: se plantea la
necesidad de una conciencia.
Convivencia, transmisión de experiencia y progreso de los instrumentos.
La convivencia en torno al fuego, reforzada más tarde por la preparación colectiva de
las comidas, junto con la larga etapa de dependencia de los niños ante los adultos, crean unas
condiciones muy apropiadas para la transmisión de la experiencia aún por el lento
38
procedimiento de la acción demostrativa o la acción indicativa. Esta transferencia de
“experiencia externa” de unos individuos a otros repercutió en la aceleración del ritmo de la
invención de nuevos instrumentos durante parte del paleolítico medio y sobre todo durante el
paleolítico superior, desde el Musteriense, Auriñaciense, Solutrense y hasta el Magdaleniense.
En esta etapa se produjeron invenciones muy importantes como la del arco y la flecha y de
hecho se configura la amplia serie de instrumentos que, consolidada en el Neolítico, constituirá
la base de las primeras civilizaciones y se prolongará hasta la antigüedad grecorromana. Esta
especificación y diversificación de instrumentos y utensilios facilitó un mejor abastecimiento de
grupos humanos cada vez más numerosos y socialmente más complejos cuya organización
social avanzó notablemente. Durante esta etapa se configurará el régimen tribal y se llevará a
cabo la gran invención de la exogamia y su implantación generalizada. Los progresos en la
organización social demuestran el avance de la forma humana de comportamiento y el rápido
retroceso del comportamiento instintivo y animal.
Considerados en su conjunto; la convivencia social bajo la protección del fuego, la
aplicación del fuego a la preparación de alimentos y la proliferación de instrumentos, son la
clara demostración de los progresos realizados por los hombres en el intento de convertir la
tierra en su morada, en su hogar bien protegido contra todos los elementos hostiles de la
naturaleza, en otras palabras, en el intento por crear el medio humano en el que disfrutar de
protección y seguridad. El medio humano comprende todas las transformaciones llevadas a
cabo por el hombre en su entorno para adaptarse mejor a la naturaleza, construyendo
empalizadas, viviendas y caminos, desbrozando tierras para el cultivo. Claro que al realizar
todas estas transformaciones, los hombres ganaron experiencia variada, ingente y compleja.
La Invención colectiva del lenguaje y el nacimiento de la conciencia
La invención del lenguaje por un grupo humano fue estimulada por la intensificación de la
convivencia, de la complejidad de la organización social, los cuidados y educación de los niños,
la creación del medio humano (convertir la tierra en morada de los hombres) y sobre todo, por
la multiplicación y diversificación de los instrumentos y utensilios. Todos estos factores han
impulsado la búsqueda de un soporte físico para recoger, clasificar, conservar y transmitir la
experiencia, pero de entre todos ellos hay que destacar la educación de las criaturas, la
cooperación en el trabajo y muy especialmente hay que hacer resaltar la multiplicación y
diversificación de los instrumentos, porque el lenguaje sólo podía aparecer cuando la actividad
humana a través de instrumentos, fuese bastante amplia y diversa, de manera que la experiencia
humana alcanzara a un gran número de objetos y de acciones; ya que el lenguaje tuvo que
referirse, primeramente, a objetos y acciones creados por los hombres antes que a cosas y
acciones naturales que serían asimiladas a las anteriores. Pero sobre todo, el lenguaje apareció
39
bajo la presión de la gran masa de “experiencia externa” acumulada; es la gran masa de
experiencia ganada en la transformación del entorno natural la que exige un soporte físico más
dúctil que los instrumentos y utensilios, las habilidades y la memoria individual, todo lo cual se
agrava ante las exigencias educativas de los niños, a los que hay que transmitir toda la
experiencia externa para asegurar la supervivencia del grupo.
Por otra parte, la experiencia externa adquirida en la transformación del entorno, en
cuanto refleja la intervención del hombre en los procesos naturales el palo de excavar “revela”
lo que hay debajo de la superficie del suelo, el trabajo del silex “revela” el interior de la madera,
el cuidado del fuego “revela” su fuerza destructora, etc.-, -traspasa la superficie y avanza hacia
el interior y la esencia de las cosas (cascar una nuez, decía Engels, es el comienzo de un
análisis) e inicia el comienzo del descubrimiento de sus leyes, todo esto es lo que va a recoger y
conservar el lenguaje; y en esto radica su potencia transformadora.
Pero el lenguaje, la palabra, encuentra a los hombres en la mejor disposición para
recibirlo y usarlo, pues su actividad es ya eminentemente humana; ha desaparecido todo instinto
animal, su cerebro y en especial su corteza, ha adquirido un volumen enorme forzado por la
actividad neuromuscular y la presión del medio, las exigencias educativas y cooperantes son
urgentes y apremiantes.., la invención del lenguaje debió de ser un estallido que lo facilitó todo.
Por su esencia cultural, el lenguaje cumple al menos tres funciones: es el soporte óptimo
para recoger, clasificar, conservar y transmitir la experiencia, y en este sentido funciona de
manera particular, singular y fragmentaria; pero, en otro sentido, el lenguaje manifiesta una
fuerte tendencia totalizadora, globalizadora, en cuanto ninguna palabra existe por sí misma, sino
que cualquier palabra remite a otra en un discurso sin fin, de manera que tomadas en sí mismas
todas las palabras de una lengua reflejan la totalidad de las transformaciones llevadas a cabo en
la naturaleza por el grupo que las habla (constituye algo así como un duplicado “ideal” del
medio humano); y en un tercer sentido, la lengua aprendida por los individuos no sólo les
proporciona la experiencia particular vinculada a cada palabra, sino que además, cuando el
conjunto de palabras adquiridas, abarca el medio humano en que vive el individuo, tales
palabras se integran en una totalidad que hace posible la recogida de experiencia nueva, su
inclusión en el conjunto, y por consiguiente se convierte en fuente del comportamiento y en
cierto grado de su desarrollo (esto es, de su enriquecimiento), el conjunto de palabras
asimiladas es capaz de volverse sobre sí mismo y pensarse a sí mismo, o sea que tal conjunto o
totalidad se ha convertido en conciencia, en otras palabras, en conocimiento (interiorizado) que
conoce.
La conciencia es el resultado de la interiorización de las palabras del lenguaje,
portadoras de la experiencia (este es el conocimiento) adquirida por los hombres en sus
esfuerzos por transformar la naturaleza hostil en morada del hombre, en medio humano. Esta
interiorización o asimilación de las palabras de la lengua (que son los soportes de ese
40
“duplicado ideal” del medio humano), comienza en cada niño inmediatamente después de
nacer, cuando la madre le habla al mismo tiempo que le presta toda clase de cuidados, de
manera que para él, las palabras de la madre son el estímulo más placentero y más satisfactorio.
Y las palabras llegan al niño, primero como una música maravillosa; la voz de la madre que es
fuente de toda satisfacción, y más tarde, llegan como portadoras de experiencia de
conocimientos y condicionantes del comportamiento, que llegan al niño cuando su subjetividad,
su “yo”, está vacío debido a la supresión de toda respuesta espontánea y de todo instinto, y
con un cerebro enormemente desarrollado y totalmente predispuesto para recibir un contenido;
la conciencia o el conocimiento, que se hace así activo y conoce. Sólo así se explica que la
conciencia constituida por conocimiento externo (palabras cargadas de experiencia) arraigue,
enraíce en cada individuo hasta convertirse en lo más íntimo y lo más personal, en el mismo yo,
y que se identifique con el cuerpo hasta dominarlo de una manera tan absoluta. Esto es lo que
explica la terrible fuerza de la cultura, el hecho de que el hombre en su desarrollo individual,
pasa por un momento en que debido a los cuidados exigidos por la inermidad del niño, se
impide en él la aparición de los instintos animales y se crea un vacío que de acuerdo a cómo se
llene, así será la personalidad del individuo adulto resultante; de ahí, el porqué es tan importante
el empleo que se haga de los contenidos culturales.
Conclusiones
Después de la conquista del lenguaje, que facilitó enormemente la recogida,
conservación, transmisión y aplicación de la experiencia (convertida por su vinculación con la
palabra en conocimiento) los progresos de los hombres en el aprovechamiento en su beneficio
de los procesos naturales fueron incontenibles. Es evidente que los hombres no podían
continuar esperando que la naturaleza produjera espontáneamente los bienes que ellos
necesitaban para su sostenimiento, por eso, para asegurarse el abastecimiento de alimentos
descubrió el procedimiento para cooperar con la naturaleza en la producción de plantas y de
animales: el cultivo de plantas y la domesticación de animales. Para ello no sólo aprendió a
disponer el suelo de la manera más adecuada para el crecimiento de las plantas y su
fructificación, sino que aprendió a seleccionar las variedades más productivas, más sabrosas e
inocuas, hasta obtener variedades que no parecían tener nada que ver con las especies
silvestres de partida. De la práctica tuvieron los hombres que aprender el papel del agua, del
sol, del suelo y de los abonos en el crecimiento de las plantas. El esfuerzo por correlacionar
estos distintos factores llevó a los hombres a formular visiones de conjunto que fueron como las
ideas precursoras de la noción de naturaleza, aunque las primeras de esas visiones adoptaran la
forma de dramas mitológicos. En este sentido, el mito constituyó la primera representación de la
cultura, es decir, la cultura considerada como un todo orgánico.
41
Por otra parte, el descubrimiento de la agricultura y la domesticación de animales,
significó un avance tan grande que pronto los hombres fueron capaces de crear “riqueza”, es
decir, objetos útiles susceptibles de usar por no importa que hombre; esta riqueza podía
consistir en viviendas, ganados, tierras de labor, vestidos, muebles, aperos, elementos
conservables, etc. Pero crear riqueza quiere decir que los hombres dedicados a la agricultura y
a la ganadería producían un poco más de lo que consumían, este poco más dependía de
diversos factores, pero principalmente de la adecuación de los instrumentos y aperos y de la
energía empleada. Ahora bien, la creación de un excedente, especialmente de alimentos, abría
la posibilidad de que algunas personas pudieran abandonar la producción de sus alimentos para
dedicarse a tareas concretas y especializadas, es decir, así se hizo posible la división social del
trabajo y lo que tuvo consecuencias más trascendentales, la división de la comunidad primitiva
en dos clases sociales, la de los gobernantes, sacerdotes y guerreros, y la de los trabajadores
campesinos y artesanos.
La búsqueda de un Intermediario, un soporte objetivo para la experiencia.
La forma prelingüística para recoger, conservar y transmitir la experiencia, (esto es, la
fijación de la experiencia sobre los instrumentos, la habilidad para manejarlos y la comunicación
indicativa) era tan rudimentaria que se había convertido en un grave obstáculo para continuar el
progreso de la población. Por eso se planteó la tarea urgente de encontrar un soporte físico,
objetivo, sobre el que fijar la experiencia, que facilitara su recogida, conservación y aplicación
así como su transmisión: o sea la comunicación y, lo que es más importante, su manejo y
elaboración internos. Para responder a estas exigencias el nuevo soporte físico tenía que
cumplir unas condiciones:
1.- Debía ser un estímulo puro y además neutro.
2.- Poseer una potencial diversidad que lo hiciese susceptible de asociarse con cada
estímulo, procedente de objetos o procesos de la realidad, tanto exterior como interior.
3.- Tenía que ser un fenómeno fácil de producir y fácil de recibir e identificar con bastante
seguridad.
4.-Este estímulo neutro, no sólo tenía que servir para recoger y conservar la experiencia
sino que tenía (como se ha dicho) que facilitar el manejo de la experiencia y propiciar su
elaboración, pues comunicar algo requería la preparación de lo que se quería comunicar.
El único proceso que cumplía estas condiciones era (y lo es) la palabra; el sonido o
conjunto de sonidos que los hombres podían emitir con el aire de sus pulmones, modificado por
el aparato de fonación (faringe, cavidad bucal, lengua, paladar, etc.) La palabra como sonido es
un estímulo neutro, es decir, susceptible de asociación con cualquier otro estímulo de la
realidad. Es fácil de producir y también es fácil de recibir. La palabra como sonido se recibe
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bien incluso en la oscuridad, aunque los comunicantes no se vean; y recepción y emisión se
potencian mutuamente.
Pero el hecho realmente importante es la facilidad con que contaban, incluso los
primeros hombres, para emitir sonidos diferentes e identificables; para la comunicación esto es
muy importante, y lo es mucho más para la manipulación de la experiencia y su elaboración
interior.
La cuestión capital del lenguaje es la capacidad para producir sonidos a voluntad,
controlar el aire inspirado y gobernar la producción de sonidos. Pero esto es consecuencia de
movimientos musculares, lo que quiere decir que la pronunciación de palabras es una actividad
voluntaria del individuo, porque es una actividad neuromuscular y controlable por vía
cenestésica, por consiguiente, hablar en voz alta, musitar en voz muy baja o recitar unos versos,
son mentalmente (esto es, pensar) actividades voluntarias, porque todas ellas son actividades
musculares o neuromusculares. Aunque parezca extraño, el puro pensar es resultado de una
actividad muscular voluntaria de nuestro sistema fonador. La clave del misterio de nuestro
pensamiento radica en entender como la emisión de sonidos verbales (y la condición de los
mismos) ha ido formando todo un tejido de reflejos condicionados, un analizador similar al
formado por la mano derecha, hasta constituir el actual proceso del lenguaje. Probablemente el
analizador del lenguaje se fue formando a lo largo de un dilatado proceso histórico en la especie
humana, de manera parecida a como hoy se forma el proceso del pensar lingüístico en cada
niño. Y el fondo de pensar debió formarse en la historia de la especie del mismo modo que hoy
se forman, a partir de las ideas interiorizadas por cada uno, las ideas que constituyen la historia
personal de cada uno de nosotros. El analizador es como un registro de nuestro pasado y
nuestro sistema fonador es como el terminal que nos permite el acceso a la masa de datos
acumulados.
Gracias a una cualidad muy característica del lenguaje, la “continuidad del discurso
lingüístico”, podemos acceder en cualquier momento y por cualquier punto, a la masa
acumulada de nuestra historia vital. La facilidad y la versatilidad del acceso a la “acumulación
histórica individual”, unidas a la continuidad del discurso lingüístico, hacen posible que el
individuo pueda manipular su experiencia, ya que tiene la posibilidad de actualizar imágenes,
representaciones, actividades, afectos, emociones, etc. Con esta facilidad que las palabras
proporcionan a los hombres para “bucear” por su pasado, éstos están en condiciones de
adueñarse de su propia historia y de explotar su experiencia.
Las palabras al establecer asociaciones reflejas con no importa que estímulo, objeto o
fenómeno del medio, inician el proceso de abstracción y de generalización, pues, desde el
momento en que se asocia una palabra, un nombre, a un objeto, se comienza a prescindir de
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algunas particularidades, sobre todo cuando se observan otros objetos similares a los que se
aplica el mismo nombre; esta es también la base de la formación de las representaciones. Como
puede deducirse la generalización es una función de la abstracción, cuando más se prescinda de
caracteres individuales, más general y abarcadora es la representación y más aplicable es a
mayor número de individuos.
Dos cuestiones muy importantes quedan por analizar aquí para entender bien el papel o
función del lenguaje, que siendo un proceso sociocultural que precede a los individuos y les
sobrevive, siendo una producción externa que los individuos “aprenden”, pronto se convierte
en lo más íntimo para el individuo y lo que enraíza más poderosamente en el cuerpo animal
humano. Empezando por el proceso de interiorización e intimidad de las palabras, es lógico que
se produzca este hecho. En primer lugar está el cambio del comportamiento instintivo y animal
al comportamiento integrado por la experiencia humana pues perdida la unidad animal, se forma
en el individuo un vacío que sólo puede ser llenado por el lenguaje. En segundo lugar, en el
largo período de inermidad y de dependencia se establece un fuerte lazo de afecto, se
descubren las identidades que se refuerzan con la larga convivencia; buena prueba, es la
solidaridad profunda entre todos los miembros del grupo que los hace muy sensibles a los
elementos espirituales del grupo. Por último, la intimidad del lenguaje quedará aclarada después
de analizar la cuestión del enraizamiento del lenguaje.
No puede existir enraizamiento del lenguaje en el cuerpo animal del hombre sin un
cierto grado de intimidad, y esto es lo que ha debido ocurrir. Aun no se ha investigado lo
suficiente el tema, probablemente porque hasta ahora se ha considerado el lenguaje como una
propiedad intrínseca del hombre y por tanto no podía plantearse este tema; sin embargo ya se
dispone de bastantes datos e incluso de una teoría para demostrar en qué consiste el
enraizamiento. La palabra es un estímulo y como tal puede formar reflejos condicionados con
los objetos con los que aparezca asociada tan reales como cualquiera Otros. Es más, la
palabra es un estímulo de alcance inmenso, ya que reemplaza a numerosos estímulos con los
cuales se liga en la vida cada hombre. Por tanto, en los hombres las palabras cumplen el mismo
papel que los estímulos de los agentes externos o internos en cualquier animal. Pues gracias a
toda la vida precedente del hombre adulto, la palabra está ligada con todas las estimulaciones
externas o internas que llegan a los grandes hemisferios y las señala a todas ellas; las sustituye
en todas y por ello puede provocar todas las acciones, todas las reacciones del organismo que
estén determinadas por tales estimulaciones.
Por último, no se puede entender la función comunicativa ni condicionada de la palabra,
si no se la considera sostenida por todo el medio humano. Para comprender bien la función de
la palabra, hay que considerarla como el soporte físico de toda la experiencia adquirida por los
hombres, al llevar a cabo todas las experiencias verificadas en la naturaleza, para crear el medio
humano. Este medio humano está formado por todos los objetos creados por los hombres para
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hacer la vida más segura. Como es lógico, al construir los hombres el medio humano, decantan
la experiencia ganada en las palabras del lenguaje de tal manera, que la totalidad de la
experiencia aparece recogida y organizada en el conjunto de las palabras de la lengua. Como a
la vinculación de palabra y experiencia la llamamos conocimiento, se puede decir que el
conjunto del conocimiento obtenido en la construcción del medio humano, constituye una
especie de “duplicado ideal” del medio humano. Este “duplicado ideal”, es el contenido del
universo cognitivo que proporciona a los hombres los contenidos lingüísticos para pensar la
realidad, realidad que piensan en la medida en que participan de ese “duplicado ideal. Y
pueden hacer esto porque primeramente están familiarizados a través del uso, con el medio
humano; lo dominan como práctica, y a través del lenguaje poseen el conocimiento del medio
humano. Pero es necesario admitir que existe un universo cognoscitivo, cuyo soporte son las
palabras y que nos entendemos y pensamos porque por medio del lenguaje, tenemos acceso a
ese universo cognoscitivo, que es como un ‘duplicado ideal’ procedente de la acción
transformadora de los hombres.
La conciencia y el lenguaje
La gran conquista humana, el gran salto hacia adelante en la evolución de la cultura fue
la invención colectiva del lenguaje; ésta permitió convertir toda la experiencia humana en
conocimiento comunicable a todos los hombres, pero hizo posible algo mucho más importante,
abrió el camino para convertir todo el comportamiento de los hombres en potencialmente
racional, porque la experiencia vinculada al lenguaje, en cuanto ha sido miles de veces
comprobada en la actividad de los hombres, llevaba al componente objetivo, racional, a guiar la
actividad de los hombres. Es necesario hacer resaltar esto para llegar a la afirmación de que la
conciencia es una consecuencia del funcionamiento del lenguaje, pues el lenguaje, la palabra
hablada, es el soporte material de la conciencia.
Aunque cuesta trabajo admitirlo, la principal función del lenguaje. gracias a la
continuidad del discurso lingüístico, consiste en la capacidad para manejar la experiencia
pasada. A diferencia del animal, el hombre puede actualizar sus imágenes, sus representaciones,
vivencias, fragmentos verbales, etc., puede cumplir este proceso justamente porque el hombre,
mediante la acción muscular sobre el sistema fonador (los músculos glasofaríngeos), puede
intervenir a voluntad, en toda la experiencia personal acumulada.
De partida hay que afirmar rotundamente, que la conciencia no posee un órgano
material, no es una sustancia; podría definirse en todo caso como un campo, como una función
del lenguaje, ya que el lenguaje tanto en su papel de movilizador de la experiencia, como en su
función comunicadora, pone en acción su cualidad o su propiedad de continuador del discurso
lingüístico, de palabra viva, activa; palabra hecha operante por la acción de los músculos
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glasofaríngeos, que da lugar a un círculo iluminado, lo que sería una buena definición de la
conciencia, si le añadimos un elemento inseparable de la conciencia, la representación espacial.
El hombre, poseedor de la palabra, no puede actualizar ningún fragmento de la experiencia
pasada sin representarse el espacio en el que el hecho ha tenido lugar, pero tampoco puede
comunicar nada a un compañero sin localizar espacialmente, sin representarse, el lugar de los
hechos. En este sentido piénsese en la aparente complejidad de la danza de las abejas, que
pretende comunicar donde hay polen y donde está. Pues bien, la representación espacial se da
ya, en la simple manipulación interna de la experiencia, así como en la comunicación con otros;
puede decirse que es la precursora de otra propiedad también definidora de la conciencia: la
concepción general del mundo; elemento esencial de la actividad organizadora de la realidad,
por la conciencia, ya que ante todo, la conciencia es naturalmente conciencia del mundo
inmediato y sensible que nos rodea. Tanto la representación espacial, como la concepción de la
realidad, son formas de manifestarse la función esencial de la conciencia: son la relación del
hombre con el medio natural y humano.
El animal no se relaciona con la naturaleza sino que vive inmerso en ella; el hombre desde muy
temprano, a partir del control y manejo del fuego, empezó a distanciarse de la naturaleza y a
enfrentarse a ella como ser extraño; esto fue una consecuencia del uso de los instrumentos
como intermediarios entre el hombre (o sus antepasados) y la realidad natural. El hombre, al
sentirse extraño y distanciarse de la naturaleza se enfrenta a ella como sujeto, como agente que
la transforma, y en la medida en que la transforma, la conoce. Toda acción sobre la naturaleza
produce experiencia que, interiorizada por medio de la palabra, enriquece la conciencia y
esclarece la relación del hombre con el medio. Como la actividad transformadora, la ideación
de objetos, es una función alimentada por la imaginación y, a la vez, estimulante de ella. Los
hombres, en posesión del lenguaje, desarrollaron una fuerte actividad creadora de invención de
seres poderosos y en algo similares al hombre, los espíritus, compañeros fantásticos que
mitigarán la soledad humana y ayudarán a los hombres a sobrellevar las penalidades de una vida
llena de fatigas, angustias y aflicciones. Después de creados los espíritus por los hombres
pasaron a constituir puntos importantes en sus relaciones con el medio natural y humano.
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BIBLIOGRAFÍA - inacabada - de Eloy TERRÓN ABAD
FABERO de EL BIERZO (León) 1919 – Madrid 2002
Ex - Decano del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid
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Ex - Presidente del Consejo General de Doctores y Licenciados de
España
Ex - Presidente del Club de Amigos de la UNESCO de Madrid
(Caum)
Ex - Presidente de la Asociación de Amistad con la R.D.A.:
“Guillermo Humboldt”
Ex - Presidente de la Fundación Primero de Mayo de CC.OO.
“Las filosofías sociales de nuestra época de crisis: el hombre frente a
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“Introducción a la historia de la filosofía” de Georg Hegel;
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“Sanz del Río. Textos escogidos” Estudio preliminar
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“Posibilidad de la Estética como Ciencia”
(el hacerse de su objeto y la evolución de los sentimientos humanos)
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“Ciencia, técnica y humanismo”
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M-1973
“Educación religiosa y alienación” pseudónimo: Toribio PÉREZ DE ARGANZA
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“España, encrucijada de culturas alimentaría” Su papel en la difusión de los cultivos americanos
Mº Agricultura. Secretaria General Técnica
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“Significación política y cultural de la lectura”
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“Los trabajos y los hombres”.
La desaparición de la cultura popular en Fabero del Bierzo
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“Por qué la falta de hábitos de lectura”
Cuadernos del Caum
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“Cosmovisión y conciencia como creatividad”
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“Contenidos originales de clase en la poesía de Carmen Busmayor
Separata de la Revista Tierras de León
León-1997
“La cultura y los hombres”. Prólogo de Vicente Romano
Endymión
M-2.002
49
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