El Esplendor de la Palabra

Anuncio
EL ESPLENDOR
DE LA PALABRA
PERLA MONTIVEROS DE MOLLO
(Año 1994)
INDICE
PROLOGO......................................................................................... 2
1. UNA TONADA FUNDACIONAL ................................................... 3
ACLARACION NECESARIA ........................................................ 3
POETICA DEL HOMBRE QUE DICE ............................................ 4
DIGO LA TONADA ........................................................................ 5
LA LEYENDA DE LA TONADA .................................................... 6
INGRESO DE LA TONADA EN LA TONADA. ............................. 7
“DIGO LA TONADA” DE A.E. AGÜERO...................................... 9
NOTAS.......................................................................................... 11
2. POR EL CAMINO DEL ORO EN LAS LEYENDAS ................... 13
EL TEMA DE TESOROS ESCONDIDOS EN LAS LEYENDAS. 14
DE LEYENDAS EN LA LITERATURA. CON EL MEDICO DE
SAN LUIS ..................................................................................... 15
CON MATEO Y EL ULTIMO MICHILINGÜE............................... 17
NOTAS.......................................................................................... 20
3. LA MEMORIA DE LA TIERRA EN POLO GODOY ROJO ........ 22
SENDAS PARA EL MITO ............................................................ 22
FUENTES FAMILIARES Y COMARCANAS............................... 24
CON EL SANTOS VEGA............................................................. 25
“MEMORIAS DEL GUITARRERO” DE POLO GODOY ROJO . 32
NOTAS.......................................................................................... 37
4. BERTA ELENA VIDAL DE BATTINI, SU POESIA .................... 39
NOTAS.......................................................................................... 43
5. LA POESIA DE ANTONIO ESTEBAN AGÜERO Y CESAR
ROSALES: PATRIMONIO SANLUISEÑO ..................................... 44
UBICACIÓN DE LA POESIA DE AGÜERO................................ 47
ORIGINALIDAD DE LA POESIA DE AGÜERO.......................... 48
CESAR ROSALES ....................................................................... 48
OTROS RASGOS DE ORIGINALIDAD ....................................... 50
CANTOS CELEBRATORIOS ...................................................... 51
EL TESTIMONIO EN EL DECIR.................................................. 53
HORIZONTE DESDE SUEÑOS Y VIGILIAS............................... 56
EL TEMA DE LA MUERTE .......................................................... 56
EL SENTIDO DE LA GLORIA TERRENAL ................................ 58
NOTAS.......................................................................................... 59
6. CARTAS DE VICENTE ALEIXANDRE A CESAR ROSALES... 60
TRAS LAS HUELLAS DEL DESTINO LITERARIO DE CESAR
ROSALES..................................................................................... 61
ALGUNOS DATOS UTILES EN MI EVOCACION A CESAR
ROSALES..................................................................................... 61
VICENTE ALEIXANDRE.............................................................. 62
DE QUE MANERA LLEGO A CONOCER ESTA
CORRESPONDENCIA................................................................. 63
LA PRIMERA CARTA.................................................................. 64
VENGO A DAR TESTIMONIO ..................................................... 66
CONCLUSION.............................................................................. 68
NOTAS.......................................................................................... 69
7. CUYO: UN ESPACIO PARA LA LITERATURA ........................ 71
UN NEXO COMUN DESDE EL PAISAJE ................................... 74
CON LA MIRADA EN EL TIEMPO .............................................. 75
PROPUESTAS DE MODERNIDAD ............................................. 77
NOTAS.......................................................................................... 82
A mi hijo Agustín
PROLOGO
El escudo de la provincia argentina de San Luis blasona su ámbito natural, su
ecosistema originario: sierras, verdor, fauna autóctona, azul cielo mediterráneo, y sol
en su mundo, sol dorador.
Oro, luz y esplendor son constantes que descubro en el deambular de la palabra
hermosa de la región, esa que el espíritu del hombre elentó procurando un
develamiento verdadero.
Los siete ensayos que integran este libro han de recorrer pluralidad de voces de
la provincianía, mi confianza está puesta en que la reminiscencia de sus discursos
pasados y la atención a los de hoy y los por venir, configuren un lugar de encuentro y
propongan en la palabra activa una comunicación y su busca en un más ancho,
universal, darse y comprender.
UNA TONADA FUNDACIONAL
Casi por dos décadas, sería aproximadamente entre el 50 y el 70, año del
fallecimiento de Antonio Esteban Agüero, participé con mi pueblo de San Luis,
de la fantástica experiencia que significó el escuchar la entrega de “Los digo”,
poemas así genéricamente bautizados y dichos por su autor el poeta Agüero,
ya fuera en rueda de amigos, en rueda de guitarras o directamente trasmitidos
por las radioemisoras locales. Y cada vez que vuelvo al pequeño país, es bien
frecuente que por radio y gracias a las grabaciones que quedaron de estos
mensajes 1, se renueve el milagro “movilizador” de los digo en sus escuchas. O
ya sea que alguien por distintos medios, siguiendo el estilo y acento del poetarecitador, obtenga de la platea paralelo interés con una recreación de tan
amado patrimonio.
Pero me a tocado escuchar estos versos puestos en música, en general
fueron composiciones de proyección folklórica – algunas que traían hasta
resonancias del altiplano-, y el interés, la fuerza notable que trasmitían de suyo
estos versos, era como si se diluyera. Aunque estas piezas musicales no eran
de tonalidad comarcana, se trataba de composiciones que tuve por nobles, con
excelentes intérpretes del canto y de las que podía llegar a esperarse realzaran
la palabra poética.
Me pregunté una y otra vez, qué faltaba, porqué esa fuerza convocante
en cierto modo se perdía y creí apreciar la gran falta de aquella entonación
mantenida tensa desde la cuerda del corazón a la palabra.
ACLARACION NECESARIA
La suposición de que las tonadas o entonaciones, esos particularismos
fonéticos distintivos de los hablantes de las diversas provincias argentinas
pueden provenir de los varios dialectos y lenguas indígenas que se hablaron en
la región antes de la conquista, está registrada en importante bibliografía.2
La pérdida irreparable de documentación hace que sólo puedan darse
imprecisas presunciones acerca de cuáles fueron esas lenguas o dialectos
hablados en las tierras sanluiseñas.3
Para el estudio de las tonadas de la provincia de San Luis y su
determinación en zonas, El habla rural de San Luis de la Dra. Berta E. Vidal de
Battini, continúa siendo el libro de consulta obligada. Señala la existencia en la
provincia de tres tonadas: la puntana (de la capital y zona centro), la
entonación de la zona sur y la tonada nortina (zona noroeste y región serrana
del este). Esta demarcación de las tonadas todavía tiene vigencia.4
A los fines de esta sumarísima exposición, me resulta de real utilidad
Renca Folklore Puntano, obra que emprendió el Instituto Nacional de Filología y
Folklore y que Susana Chertudi y Ricardo Nardi, entre otros, integraron su
autoría. Aclaro: Renca es población “nortina”, vecina de Merlo, el pueblo del
bardo Antonio Esteban Agüero.
Del capítulo sobre Entonación, de la última obra citada, valoro
especialmente estas observaciones:
la línea melódica de los renqueños difiere de la gente culta de Buenos Aires,
especialmente en sus altibajos tonales, neoacentos y alargamientos vocálicos que se
manifiestan casi siempre en las palabras aisladas y en las últimas palabras del grupo
fónico, sobretodo si se acompaña de una gran carga afectiva.
Más adelante se precisa:
altura tonal, acento de intensidad y alargamiento vocálico aparecen en la primera
sílaba de las palabras. Por eso, todas las palabras con neoacento comienzan a una altura
apreciablemente mayor que en el habla porteña. Así mismo, no puede haber tres sílabas
seguidas sin acento.5
POETICA DEL HOMBRE QUE DICE
Esta poesía del hombre que dice, en su origen está concebida un paso
antes de la escritura. Está dicha en el aire, sujeta en su sonoridad.6
Un texto de Agüero titulado “vivir en poesía”, y que corresponde al
volumen Poemas Inéditos, nos alcanza una visión de su Poética: “La poesía y el
poeta, poco o nada tienen que ver con el idioma escrito, porque Ella y El (su
depositario y creador) nacieron con la voz humana.”7
Este apego del poeta a la voz humana, en la que la poesía ha de iniciar
su recorrido está cercano al razonamiento de Gérard Genette y al inspirado
decir de Valéry.
Para Genette (Lenguaje Poético, poética del lenguaje), razones materiales
muy evidentes que se desprenden del modo fundamental de la comunicación
literaria debilitan su fuerza poética8. En este mismo sentido explicitando este
cambio de lo oral a lo escrito, el empobrecimiento de los modos auditivos y la
modalidad del consumo literario habían llevado a Valéry a afirmar que:
Durante mucho tiempo, la voz humana fue base y condición de la literatura. La
presencia de la voz explica la literatura primera, en donde la clásica tomó forma y ese
admirable temperamento. Todo el cuerpo humano presente bajo la voz, y soporte,
condición de equilibrio de la idea…Llegó un día en que se supo leer con los ojos, sin
deletrear, sin escuchar, y ese hecho alteró toda la literatura. Evolución de lo articulado a
lo apenas rozado, de lo ritmado y encadenado a lo instantáneo, de lo que soporta y exige
un auditorio a lo que soporta y transporta un ojo rápido, ávido, libre sobre la página.9
De esa voz humana, la tonada es motivo para el que el poeta procura
ahondamiento y resonancia en su verso.10
DIGO LA TONADA11
En su obra Historia y Leyenda de la Villa de Merlo, y en capítulo
nominado”Los primitivos habitantes”, Agüero expone los antecedentes
históricos que dan sustento a la tesis de la que ya habíamos hecho referencia,
tal de que en una particularidad fonética “musical y cantarina de la acentuación
esdrújula del vocabulario de los indígenas de la región, estaría el origen de la
tonada” de los pobladores nativos de la Villa de Merlo y sus alrededores.12 Con
su poema”Digo la tonada”, que integra Un hombre dice su pequeño país, el escritor
explicita desde su esplendor poético el hecho fundacional de tal entonación.
Los versos de Arte Mayor, asonantados, de Agüero, dan buen
encuadramiento a la apertura épica del romance, noventa y seis versos
distribuidos en estrofas de desigual extensión marcan cuatro momentos
importantes, el primero señala la llegada del idioma Castellano y la contienda
de éste con la lengua aborigen, el segundo, el triunfo del idioma sobre la voz de
la tierra, el tercero habla de una lucha que prosigue en la sombra hasta que sólo
queda de la lengua indígena, la tonada, el cuarto momento revela el carácter de
fuerza unitiva de la tonada y su proyección en abiertas posibilidades futuras.
“El verso hace de correo entre los tiempos, y la rememoración, forma
parte de una nueva orden de partida”13 manifiesta Cúneo en el Prólogo a Un
hombre dice su pequeño país, y añade “porque la de Agüero no es región quieta,
se la sabe, se la ve, reordenándose para la marcha profunda”.
De aquí que entendamos que su mundo no está representado como un
cuadro colorido y fijo, sino que se halla dinámicamente expresado con sus
propios códigos, que el poeta descuenta son poseídos por el escucha-lector, por
esos códigos se siente habitante efectivo de mundos distantes y cercanos en el
tiempo, siempre próximos a su propia historia.
El narrador se instala a distancias diferentes del tiempo narrado y es la
elección del lenguaje la que nos permite identificar dichas distancias. Por
ejemplo, la selección de sememas recortados de textos épicos y mitológicos
acrecientan la distancia y fortifican la estructura épica: “el idioma nos vino con las
naves”, “fue contienda”, “los hierros agrios de odio en su color de fragua le marcaron
el pecho”.
Además de la epicidad que se puede mostrar a nivel sintagmático, en la
interpretación vertical de su valor semiótico profundo, la historia se inserta en el
relato mítico, más propiamente de leyenda.
Desde este pasado atemporal, se cambiará cuando la descripción no
mitológica de un mundo más cercano al hablante alcance las voces y el hoy, en
sucesión de riquísimos actos del habla que reflejarán un aquí y un ahora
y la escucho en la voz que me despierta
con el mate y su luz en la mañana
cuando el sol es un padre que nos dona
el reciente verdor de la esperanza;
y la escucho en un niño que transita
por el sendero que trazó la cabra
y me grita: ¡Buen día! y me conforta
con la sonrisa de su alegre cara;
(…)
y la siento rezar en el velorio,
y saltar en el arco de la taba,
y volverse puñal en el insulto,
y suspirar en la recién casada.
Dondequiera que esté yo la escucho
y tras ella regreso a la comarca
(…)
En tanto la tonada, desprendida de esa epopeya original, guarda formas
simbólicas gracias a cuya hermenéutica lo real puede convertirse en objeto de
captación intelectual:
alguna noche la escuché en Rosario
en la voz de una joven que pasaba
y eso sólo bastó para que viera
amanecer los cerros del Conlara; (…)
LA LEYENDA DE LA TONADA
Agüero, escritor de profunda cultura tradicional, echó a volar una leyenda
sobre la tonada concebida con elementos que proceden del imaginario
folklórico, en tanto su trama produce la sensación de surgir del inconciente
colectivo.
La leyenda puesta en el romance, narra la dura guerra entre un bando de
oscuros ruiseñores contra los zorzales y la calandria nativos, calandria que
acalló su canto cuando los hierros le marcaron el pecho y quebraron su
garganta prodigiosa. Ya con las venas sangrantes, sus acentos y voces fueron
perdiendo contenido y expresión hasta quedar convertidas en la permanente y
mágica tonada.14
Esta revelación de lo que puede entenderse como experiencia casi
religiosa de autoctonía nos lleva a pensar en el área de vivencias físicas y
espirituales del autor. “Mi niñez estuvo llena de relatos y leyendas nativas, recordaba Agüero en oportunidad de dar a la prensa su recreación de la
leyenda del Crespín- “Las criadas de mi casa poseían un inagotable repertorio,
y añadía, “Si hoy cada cosa en la ancha tierra está para mí como cargada de
prodigio, se lo debo a ellas”, y más adelante recuerda las leyendas de los
pájaros, sus metamorfosis fabulosas e ingenuas.15
Un “andar” el universo de los pájaros en la poesía de agüero, puede
llevarnos a descubrir vestigios del sentimiento de la naturaleza propio de los
pueblos primitivos, apreciar la creación cargada de sacralidad.16
INGRESO DE LA TONADA EN LA TONADA.
El poeta define a la tonada, esa característica distintiva del habla como a
“este mágico son que nos describe”, y más adelante a cierta en decir que estas
fuerzas unitiva y salvadora
(…) nos sella la voz con el anillo
popular y común de la tonada
Ernest Cassirer, en su libro Mito y Lenguaje, recuerda la expresión de Von
Humbolt que me resulta asombrosamente coincidente: “Cada lenguaje traza un
círculo mágico alrededor del pueblo a que pertenece”; finalizaba este
comentario el científico, señalando el proceso mediante el cual, el hombre
como una hilandera extrae el hilo de su rueca, va extrayendo el lenguaje de su
propio ser, “también se va entretejiendo con él”.17 Y es así la experiencia que
observó en Agüero y su creación. La fuerza vital, la proyección futura, el valor
ontológico de la tonada como elemento –substancia-unitivo y comunicante, lo
va a lograr el poeta en un sincretismo del material fónico del verso en sus
funciones métrica y rítmica y la tonada a la que permite vivir en el ancho
romance endecasílabo.
“Digo la tonada” entonces, es camino que en singular enunciación
convoca por el tono y por la anécdota, los dos polos de la comunicación.
André Martinet con su Lingüística Sincrónica,18 me ofreció invalorable
ayuda, especialmente en el capítulo referido a “acento y tonos”, mostrándome
la ventaja de atender en estos estudios a una curva melódica ya que sus
hechos de entonación informan más allá de la identidad de las unidades
significantes, y se interesan por el estado de espíritu del que habla. Martinet
apoya la actitud de Trubetzcoy ampliando el examen funcional de los hechos
del acento, y dando por esta parte lugar destacado a las funciones demarcativa
y culminativa. Por las funciones de relieve individualiza unidades semánticas en
la cadena hablada. El acento libre promociona la función contrastiva activa, en
tanto el oyente puede estar más acto para el análisis y la interpretación de lo
que se dice, además el acento de insistencia procura el uso armónico de las
curvas melódicas.
Observo que el endecasílabo yámbico es el que corresponde en su
acentuación al romance que venimos estudiando de Antonio Esteban Agüero.
Aprecio como muy acertada esta elección ya que este verso se presta a gran
variedad de cortes y riquezas de ritmos, y resulta flexible, rápido y enérgico.
Cumple pues, “Digo la tonada” la exigencia de acentuación en sexta sílaba,
además de la penúltima. Los acentos accidentales, por otra parte bastante
regulares, se presentan en coincidencia con el fluir de la tonada.
Necesito recordar que observando la línea melódica de la tonada nortina,
ella se manifiesta con dichos neoacentos, casi siempre en las últimas palabras
del grupo fónico, sobretodo si se acompañan de una gran carga afectiva, altura
tonal, acento de intensidad y alargamiento vocálico se hallan interrelacionados
y ocupan una posición fija en circunstancias iguales. He aquí una razón para
que la 8ª sílaba aparezca casi siempre acentuada y que la curva melódica se
intensifique en coincidencia al final del grupo fónico.
Otra observación que concierne a la tonada nortina es la de que en ella
todos los casos de neo-acentuación muestran un acento adicional en la 1ª
sílaba de las palabras. Siguiendo con las características de nuestra tonada, se
ha visto que no puede haber tres sílabas seguidas sin acento. De aquí que en
el romance los acentos se distribuyan en la 1ª, 3ª, 6ª, 8ª, 10ª o en su defecto en
2ª, 4ª, 6ª, 8ª, 10ª. Apoyándonos en lo estudiado en Martinet, los acentos en
primeras sílabas de los versos registrados, son de utilidad para
encuadramiento, mientras que los en 8ª, y 10ª, sílaba cumplen funciones de
culminación. En tanto que los nuevos acentos de insistencia procuran el uso
armónico de las curvas melódicas.
La fuerza de comunicación que impone como funcionalidad muy suya la
tonada, puede vislumbrarse en el fundamento espiritual del lenguaje. Agüero
ha concebido este sentido unitivo de la totalidad, de una totalidad vital concreta
en ese verso que, por otra parte, despliega gran variedad de elementos en un
ámbito de observación natural.
Este vehículo originario entre la conciencia lingüística y la mítica se
expresa en el hecho de que la entonación aparece también como entidad
mítica, provista de determinados poderes míticos. Por este hecho, la palabra
recupera una especie de potencia primigenia de donde procede todo ser y todo
acontecer.
Esta tonada nos trae con su vibración, en su poder de subyugar, un nuevo
soporte material del Gran Mensaje.
La palabra como el arte que engendra, se desprenden de ese común
suelo nativo del pensar mítico, experimenta una suerte de palingénesis, de
renovación sensorial y espiritual. Esta regeneración se opera porque el
lenguaje auxiliado por su tonada, ha llegado a convertirse en cause de la
expresión artística, que le ofrece por esta vía su oportuna autorrevelación.
Desde este planteo de la relación vida-poesía pretendo significar que la
historia se textualiza. El poeta termina por su voz siendo la voz de los otros, la
gran mayoría. El oyente destinatario o el lector, actualiza el sentido
manifestado por esta organización sintagmática y distingue la voz narradora. El
concurso comunitario de su pueblo ya posee la competencia que previó el
emisor en su escucha o lector cooperante.
Así, el nosotros se consubstancia con su pueblo, salvífico sentido de la
vida que al encontrar el plural por la comunión en la palabra salvadora,
demiúrgica, trasciende la otredad. Las voces, en su canto enriquecen el sentido
de la materia poética usada por el descendiente aeda de los antiguos
pobladores indios y de los conquistadores hispanos, conteniendo valores de
eticidad, de sabiduría y liderazgo. Y nos propone como bandera
esta música nuestra soterrada
este leve clamor, esta cadencia,
este cuño solar, esta venganza,
este oscuro puñal inadvertido
este perfil oral, esta campana,
este mágico son que nos describe,
esta flor en la voz: nuestra tonada.
Y para todos los demás gustadores de estos digos allende la provincianía
y la comarca, entiendo que el atender a la brisa de la tonada es alcanzar el
contenido más pleno de la heurística que nos propone Agüero, en tanto que el
no registrar a la tonada dentro de “La Tonada”, es recibir una melodía alterada,
o con registro opacado en el que se pierden, quizás si para siempre, la
oportunidad de escuchar ecos de antiguas voces indias en un Castellano
emplazado en antigua y singular cadencia. La tonada que con su aura, señala
en América el mestizaje del verbo.
DIGO LA TONADA
De Antonio Esteban Agüero19
El Idioma nos vino con las naves,
sobre arcabuces y metal de espada,
cabalgado la muerte y destruyendo
la memoria y el quipo del Amauta;
fue contienda también, la del Idioma,
dura guerra también, sorda batalla,
entre un bando de oscuros ruiseñores
con su pico de sierpe acorazada
y zorzales y tímidas bumbunas
que la voz y la sangre circulaban
del abuelo diaguita o michilingue
con persistencia de remota llama;
rotas fueron las voces ancestrales,
perseguidas, mordidas, martilladas
por un loco rencor sobre la boca
del hombre inerme y la mujer violada.
Y el Idioma triunfó, los ruiseñores
de Castilla vencieron, la calandria
cuya voz era tierra, barro nuestro,
son y zumo de tierra americana
de repente cayó cuando los hierros
agrios del odio en su color de fragua
le marcaron el pecho que gemía
y segaron la luz de su garganta…
Pero la lucha prosiguió en la sombra,
una guerra de acento y palabras,
de fugitivas voces y vocablos
con las venas sangrantes que buscaban
refugiarse en la frente o esconderse
en la nocturna claridad del alma
perdiendo expresión y contenido,
la sonora raíz, la leve gracia,
el poder bautismal y la semilla
para ser sólo la sutil fragancia
que nos sella la voz con el anillo
popular y común de la Tonada:
Yo entrecierro los ojos y la escucho
venir y llegar hasta mi almohada
como un largo rumor de caracola,
como memoria de mujer descalza,
como llega la música en la brisa
si la brisa es arroyo de guitarra;
y la siento volar en la tertulia
de labio en labio, mariposa mansa,
suave cuerda que vibra, quena sorda,
o fugaz sugerencia de campana;
y la escucho en la voz que me despierta
con el mate y su luz en la mañana
cuando el sol es un padre que nos dona
el reciente verdor de la esperanza;
y la escucho en un niño que transita
por el sendero que trazó la cabra
y negrita: ¡Buen día! y me conforta
con la sonrisa de su alegre cara;
de repente la siento que rodea
mi corazón como una mano blanda
si la voz de la madre o de la esposa
se florece con íntimas palabras;
alguna noche la escuché en Rosario
en la voz de una joven que pasaba
y eso sólo bastó para que viera
amanecer los cerros del Conlara;
y otra noche la oía en Buenos Aires,
en muchedumbre de no sé qué plaza,
sobre un grito vibrante que decía
titulares de prensa cuotidiana;
cómo es dulce sentirla cuando llega
desde una boca de mujer besada
con el “sí” suspirado que promete
una calida rosa para el ansia;
y la escucho sonar entre los niños
de un pueblecito que se dice Larca
mientras mueven las manos en el juego
escolar y rural de la payana;
y la ciento rezar en el velorio,
y saltar en el arco de la taba,
y volverse puñal en el insulto,
y suspirar en la recién casada.
Dondequiera que esté yo la escucho
y tras ella regreso a la comarca
donde soy una piedra, una semilla,
una nube y un pájaro que canta…
No tenemos bandera que nos cubra
tremolando en el aire de la plaza,
ni canción que nos diga entre los pueblos
cuando suene el clarín, y la proclama
desanude las últimas cadenas
y destruya el alambre y la muralla,
pero tenemos esta luz secreta,
esta música nuestra soterrada,
este leve clamor, esta cadencia,
este cuño solar, esta venganza,
este oscuro puñal inadvertido
este perfil oral, esta campana,
este mágico son que nos describe,
esta flor en la voz: nuestra Tonada.
NOTAS
1. Me resultó invalorable en el momento de analizar la recepción de “Digo
la tonada”, el L. P., serie especial 33-037 Los poemas de Agüero en la voz de su
autor. Editado por JR (lado 2) s/ fecha.
Como el término recepción no tiene larga tradición en el discurso
comparatista, conviene consultar los desplazamientos de las búsquedas de
esta disciplina, en este sentido el estudio de Ives Chevrel, “De 1’ influence à la
recepción critique”, París, S.F.L.G.C. 1983.
2. Félix Luna, Confluencias, Buenos Aires, Sudamericana, 1991. En el Cap.
“Las voces”, sostiene que las tonadas “son el mejor ejemplo de la confluencia
de lenguas”, p. 60-63.
3. De entre muchos investigadores, el nombre de Félix F. Outes, es fuente
que por su importancia y difusión de seguro fue consultada por Antonio
Esteban Agüero; en Los aborígenes de la República Argentina sostiene: “Las
regiones septentrionales de San Luis en el momento histórico de la conquista,
estaban ocupadas por numerosos indígenas sedentarios, actualmente
extinguidos, bajo designación general de diaguitas, comprendían varias tribus
entre ellos y de principal importancia los Comechingones, pueblo de
montañeses que vivían en la sierra homónima”
4. Pueden resultar ilustrativos, para una primera aproximación a estas
tonadas, ejemplos vertidos por Berta E. Vidal de Battini en El habla rural de San
Luis, biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Facultad de Filosofía y
Letras, Buenos Aires, 1949, pp. 22-23. Para la tonada “puntana”: viene la
sèñóora, viento sùréro. Para la tonada “nortina”: chócolàte, múchachìto. La tonada
del “sur”, semejante a la del litoral, también semejante a la puntana aunque con
rasgos más débiles.
5. Renca. Folklore Puntano, Buenos Aires, 1958, pp. 156-158.
6. Como encuentro que Agüero participa y se enriquece en la vertiente de
la oralidad, siento que a él le va muy bien esta descripción: “il sait en jouer dans
le ton, la diction, I’ agencement syntaxique, pour retomber toujours lá aù il veut
arriver: il est jongleur au sens médiéval du terme”. Louis –Jean Clavet, La
Tradition orale, “Le style oral” Paris Presses Universitaires de Frances 1984.
7. Antonio Esteban Agüero, “Vivir en poesía”, Poemas inéditos, Buenos
Aires, Crisol, 1978, p.9.
8. Genette, Gérad, Langage poétique, poétique du langage, Paris, Information
sur Sciences Sociales, 1968.
9. Valéry, Oeuvres, T2, Paris, Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, 1960.
10. Berta Elena Vidal de Battini en su poema “La Tonada” (Campo y
soledad, 1937, pp.58-59), con un mismo asunto me llevó a un estudio detenido
del que deduje interesante parentesco. El breve poema de Berta Elena, en
versos libres, ha dejado semillas valiosas en el romance de A.E. Agüero. Pero
mientras los versos de la poeta puntana quedan cautivos en el sortilegio de la
tonada, esa “sombra india” como ella la define, Agüero se propondrá además
desentrañar la razón de la tonada, anunciar su pervivencia y celebrar el mito
actuante.
11. Antonio Esteban Agüero, Un hombre dice su pequeño país, Buenos Aires,
Colombo, 1972, pp. 31-34.
12. Antonio Esteban Agüero, Historia y Leyenda de la Villa de Merlo, Obras
Completas Tomo II, San Luis, Editorial Universitaria, 1989, p. 254. El texto
completo dice: “numerosos documentos del tiempo de la conquista concuerdan
en designar a los indígena de esta región con el nombre de indios campanas,
aludiendo, sin duda, a la acentuación esdrújula de su vocabulario que le daba
una particular tonalidad musical y cantarina. Basado en estos antecedentes
históricos es que sustento la tesis de que en esta particularidad fonética estaría
el origen de la tonada de los pobladores nativos de la Villa de Merlo y sus
alrededores” p. 254. La nominación de “indios campanas”, para los naturales
de la región, nada corriente, la encuentro explicitada en el Libro de Compañía de
Jorge. M. Furt, cuando se refiere a Monseñor Pablo Cabrera de Córdoba,
“Hablando, su voz un poco de retintín sermonal, en su boca a campana (como
decían los españoles de la Habla india cordobesa) sus palabras refraneras”, p.
231.
13. Un hombre dice su país, Ct., pp. 7-9.
14. Elección jerarquizada de Antonio Esteban Agüero la del lenguaje de
los pájaros para formular esta leyenda, René Guénon en su obra Símbolos
fundamentales de la ciencia sagrada, Buenos Aires, Eudeba, 1988, dice “A
menudo, en diversas tradiciones se trata acerca de un lenguaje misterioso
llamado el lenguaje de los pájaros, designación evidentemente simbólica, pues la
importancia misma que se atribuye al conocimiento de ese lenguaje, como
prerrogativa de una alta iniciación, no permite tomarla literalmente”. Y más
adelante “y cuya imagen en el mundo humano es el lenguaje ritmado, pues
sobre la ciencia del ritmo que comporta por lo demás múltiples aplicaciones, se
basan en definitiva todos los medios que puedan utilizarse para entrar en
comunicación con los estados superiores”. p. 47.
15. A. E. Agüero, “La leyenda del Crespín”, diario Clarín, Buenos Aires,
2/8/1973.
16. De un poema de A. E. Agüero, titulado “Los pájaros” (Poemas inéditos),
son estos versos “De los azules dedos de Dios, en la Mañana, /han salido las
cosas, / han brotado los seres, /pero del alma misma de Dios, de su mirada, /
han nacido las formas de las aves silvestres.”
17. Cassirer, Ernst, Mito y Lenguaje, Buenos Aires, Galatea-Nueva Visión,
1959.
18. Martinet, André, La lingüística Sincrónica, Madrid, Gredos, 1968.
19. Mi agradecimiento para la Sra. Rosa Romanella de Agüero, esposa
del poeta, la que gentilmente me permitiera el transcribir “Digo la tonada”,
desde Un hombre dice su pequeño país, Buenos Aires, Colombo, 1972.
POR EL CAMINO DEL ORO
EN LAS LEYENDAS
Nombro el oro y lo propongo como un símbolo, como objeto inaprensible
puesto por el destino a brillar a lo lejos, labrando historias de esperanzas y
desesperanzas, ofreciendo reflejos súbitos y con ellos luces y señales de un
mensaje.
El resplandor del oro en la naturaleza produce una visión sagrada y
esencial, yo he experimentado esa majestuosa visión en dos lugares sitos en
Sudáfrica y en nuestro argentino San Luis. Las colinas doradas de
Johannesbourg acumulando residuos de explotación aurífera esplenden su
amarillo aunque no entregan, es cierto, el armonioso canto de luz grávido de
oro de un río pequeñito y que nos pertenece, el de la Carolina sanluiseña, lugar
cuya mina dio razón a la nominación tradicional de la Ruta del Oro que lleva
hasta allá.
Señalo tan sólo un resplandor de oro que permanece en el paisaje.
Procurando entender en parte, la atracción deleitosa que pudo ir acompañada
a la fiebre del oro que en busca del dorado metal lleva un registro de larga
antigüedad prehispánica, para convertirse en repetida apetencia desde las
primeras noticias que adornan el viaje de un cierto Colón. Pedro Mártir de
Anglería, cronista y corresponsal, de príncipes, papas y cardenales, en carta
que fecha el 14 de mayo de 1493 en Barcelona, difunde entre otras esta
noticia: “Ha vuelto de los antípodas occidentales cierto Cristóbal Colón…” –y
más adelante- “Ha regresado trayendo muestras de muchas cosas preciosas,
pero principalmente de oro, que crían naturalmente aquellas regiones”1. Desde
entonces, la busca de otras tierras, “tal vez con el Dorado de sus
encantamiento al fondo”2, al decir de Germán Arciniegas, es Utopía que se
repite, como sueño que está en el fondo de la naturaleza humana. Tierra
propicia para que se instale la leyenda.
El camino de la leyenda permite una aproximación al mito, si bien aquel,
nos clarifica Eliade, es “expresión de verdad absoluta porque refiere una
historia sagrada, una revelación trashumana que ha tenido lugar en el alba del
Gran Tiempo, en el tiempo sagrado de los comienzos”3, la leyenda ante el mito
ensaya aproximaciones, elige relecturas que contienen tantas veces partículas
del polvo inicial o de su misterio. Sí, hay una nobleza de nacimiento, una
jerarquía áurea en esta especie que integran las leyendas. En este caso, sus
temas dentro del asunto central del oro en cuanto tesoro oculto, pueden bucear
los orígenes, las causas, proponer arquetipos, dar noticia de nombre. La
inteligencia de una salida del tiempo profano al tiempo sagrado, es llave de su
poder4.
EL TEMA DE TESOROS ESCONDIDOS EN LAS LEYENDAS
La leyenda de la Ciudad de los Césares, que al decir de muchos, se
origina en la misión bajo el mando del capitán Francisco de César de la flota de
Sebastián Gaboto allá por 1528, es entronizada en el valle del Conlara por
nuestro poeta Antonio Esteban Agüero, él nos advierte que
en algún lugar se conservan intactos los cimientos de aquella maravillosa ciudad
de fantasía, levantada por el caudaloso espíritu imaginativo de millares de aventureros,
soldados, marinos, capitanes, que tras la búsqueda de ese áureo espejismo encontraron
la tierra que hoy tenemos por madre ¡Ciudad de los Césares! Ciudad construida para no
desaparecer jamás porque fue labrada con humo de imaginación, con celajes de fantasía,
con la madera de los mejores sueños5.
El tema universal de los tesoros ocultos es general en la Argentina
reflexionaba la Dra. Berta Elena Vidal de Battini, nuestra ejemplar investigadora
puntana, considerando su admirable cosecha de riquísima oralidad reunida en
Cuentos y leyendas populares de la Argentina6. De este corpus nos ofrece setenta y
cuatro relatos en los que se desgranan leyendas de tapados, entierros, tesoros,
chenques7, minas, millacheos8, recogidos en la amplitud de la patria. En su origen
tan diverso recuerdan el Exodo Jujeño, la expulsión de las Misiones jesuíticas,
la Guerra del Paraguay, los enterramientos indígenas, el camino del Inca, las
luchas civiles y cuántos hechos y lugares más. El abundante caudal de
versiones de algunas de estas leyendas, habla a las claras de su vigencia
popular en el ámbito oral, otras, por su número escaso dicen de probables
pérdidas, de quasi despedidas en su agostamiento. De estos ejemplos de lo
que tiende a desvanecerse, observo que todavía nos despliegan
aproximaciones y misterios. Tal vez entre éstas se encuentra la que en San
Juan relatara un tal Iglesias sobre la india
Mariana, que bajaba
misteriosamente al poblado a cambiar sus trocitos de oro9, o aquella leyenda
catamarqueña nominada “Las riquezas del rey Indio”, con su lejana
reminiscencia del suplicio de Atahualpa y que descubre que “algunos pedazos
de oro como forma de raíces, se han encontrado por gente inocente”10. Y hay
notas, muchas, coincidentes en este espectro animado por el brillo mineral,
como así también aparece el dato único, por ejemplo el que asegura “en el
extremo donde apunta el arco iris, si se cava se encuentran tapados,
tesoros…”11 El brazo cósmico de un arco iris, bien mirado, anuncia
metafóricamente el dedo del destino.
Un trabajo de Don Teófilo Celindo Mercado nominado “El Chocoy y su
Tesoro Escondido”12 da cuenta de la leyenda dorada del Famatina y estudia
ordenadamente las razones por las que en un mismo lugar la leyenda haya
concebido entronques de orígenes bien distintos. De las tres versiones madres,
una tendría relación directa con el sacrificio de Atahualpa, otra es atribuída a
los jesuitas, y la tercera se relaciona con célebres mineros aragoneses, venidos
de Chile y sus avatares a raíz de las guerras de la Independencia.
Estas, como la mayoría de las leyendas del género, ofrecen un final
abierto. Por eso las veinticinco bolsas de cuero de guanaco repletas de polvo
de oro y pepitas siguen esperando la mano más afortunada que las descubra,
siempre que ya no se dé por definitiva la leyenda que memora al Dr. Colombres
que al auxiliar en sus últimos momentos y confesar a su dueño, se quedara con
el secreto de la gran fortuna (Lo que para algunos explicaría el orígen del
primer establecimiento de industrialización de la caña de azúcar).
Y ya en la provincia de San Luis, debemos a José Ramiro Podetti en su
Estirpe Nativa una página sobre los entierros para los que puntualiza las
características comunes a su descubrimiento, orígenes, lugares,
manifestaciones visuales y auditivas, y reacciones causadas.13
Refiriéndose a “La narrativa popular y sus leyendas”, el Dr. Jesús Liberato
Tobares cuenta de un tesoro encontrado en la zona de Cerro Bayo, en San
Luis. Allí señala a don Gervasio Gil como su feliz descubridor, araba un día su
pequeña parcela de tierra, cuando la reja de su arado chocó con una enorme
piedra laja que al darse vuelta lo transformó de humilde labriego en fuerte
comerciante. Después –el Dr. Tobares- nos alcanza la noticia cierta de un
diario local que cuenta la muerte trágica, acaecida a este hombre cuando
intentó cruzar el río Saladillo. Queda para todos el enigma de si el hecho del
descubrimiento no trajo también consigo tan trágico e inesperado desenlace.14
Escogí estos antecedentes como muy nobles de entre tantos que
enriquecen nuestro gran libro oral.
DE LEYENDAS EN LA LITERATURA
CON EL MEDICO DE SAN LUIS
La novela El médico de San Luis de Eduarda Mansilla de García, 15 elige
como ámbito para su narrar una muy lejana en el tiempo San Luis de la Punta.
El texto que sirve de encabezamiento para la obra pertenece a El Vicario de
Wakefield de Goldsmith. Un estudio de intertextualidad nos asegura en la
intención de la Mansilla, tal el de procurar, siguiendo este importante
magisterio, una pintura de la vida real que describa caracteres que sugiera
planos de conducta y motivos de acción. Con esta preocupación, una de las
iniciales escritoras argentinas, entrega el primer cuadro de la Ciudad de San
Luis, que ingresa a la historia de la literatura argentina con aproximaciones
costumbristas de indudable interés.
La novela publicada en 1860, se refiere a una época que podría ubicarse
en la cuarta década del siglo pasado, mientras dibuja el devenir de la familia
del médico de San Luis inmersa en el ritmo pueblerino y en la naturaleza que
alienta sus vidas. Mi interés de hoy se centra en el momento en que una
leyenda de tesoros va a conseguir lugar en sus páginas, va a proyectarse
desde un patio como los que todavía quedan en añosas casas sanluiseñas “en
el patio que es bastante grande, hay dos pies de parra que extienden sus
nervudos brazos formando una lujosa techumbre, debajo de la cual se reúne la
familia durante las horas de sol”. Quien hará el relato es un ciego músico,
cuidador de cabras y portador del alma popular. Y ha de prepararse la rueda de
oyentes que requieren la oralidad. “Las sillas se acercan”, los gestos subrayan
la teatralidad del momento “el cabrero tose, se aclara la voz y el cuento
empieza”. “Pues señores: han de saber ustedes que allá por el año…”16 La
oralidad de primer grado no pretende alcanzar la fidelidad de su nivel de
lengua, solamente alguna expresión pintoresca, de sabor local, subraya una
observación válida para un estudio sociocultural.
El caso nos habla de un tal ñor Virgola, chileno que aparece por Mendoza
en el año 30 y traba relación con un platero al que provee de piedras de plata.
Interesado el platero por conocer el secreto de la fortuna de aquel, le resulta
imposible enterarse, a pesar de seguimientos y pesquisas que intenta cuando
Virgola hace sus misteriosos viajes para aportar más piedras. Un día, al
encontrarse el chileno al borde de la muerte, es “auxiliado” por el platero y el
cura que protagonizan graciosas escenas lindantes con lo grotesco buscando
lograr una confesión de quien no consideraba pecado el silenciar el secreto de
la mina. Por fin, antes de morir deja estas señas “está en el cerro Bayo, la dejé
tapada con una cruz de jume y dos piedras lajas”. Importa la reflexión con la
que se cierra esta primera parte de la historia.
A ñor Virgola lo enterraron como a pobre en el zanjón, las calandrias se volaron
desplumándose lo más que pudieron las unas a las otras, y el cura y el señor platero se
echaron a buscar con gran contento y mayor secreto el cerro Bayo. Pero acontece
casualmente que en la cordillera hay más cerros bayos que estrellas en el cielo…17
Una segunda parte de esta narración se anuncia intercalando la fórmula
oportuna “y aquí el cuento se acaba, pero falta la cola que cuento sin cola diz que no
tiene mérito”.18 Nos enteramos por fin que la mina hubo de pertenecer al patrón
de Virgola, un joven oficial del ejército español que en la derrota de Chacabuco
se cortó hacia el sud para ganar el reino de Chile, antes de irse, recomienda a
Virgola usar de la mina lo que necesitara y no confiar a nadie el secreto de su
ubicación. Pasado un tiempo, un nuevo personaje, conocedor de este secreto y
respetuoso del mismo es convencido por ocasionales buscadores de minas a
revelarlo, y decide acompañarlos para mostrárselas. Un accidente antes de
este viaje proyectado cuesta la vida a la única persona que conocía este
derrotero. Gran sensación produjo la historia de ñor Virgola en su auditorio
desde el que hasta surge un proyecto para una excursión a Cerro Bayo.
También florece la ensoñación de la intuición sicológica puesta en James
Wilson, el médico de San Luis, adivina en los enamorados de sus hijas: “mucho
me temo que esta noche sueñe Amancio que ofrece a Lía una carroza dorada
tiradas por cisnes”19.
Hubo oportunidad y naturalidad en el tratamiento de esta leyenda, que se
convierte en elemento integrador del devenir narrativo. La funcionalidad de la
relación extratextual de proveniencia oral, ha sido creada con conciencia de su
valor y sin disimulo. La literaturidad brinda elementos, agrega pasos, tensiones
y no desaprovecha las fórmulas folklóricas de apertura y cierre. Claras
reminiscencias de contenido folklórico comarcano, simbólico, y clásico se
suman al hecho de poner en evidencia una constante que individualiza a un
grupo humano: el contar del pueblo que se valoró siempre en la puntanidad.
CON MATEO Y EL ULTIMO MICHILINGUE
Dardo Neftalí Torres nació en el paraje Las Cavernas del Departamento
San Martín de la provincia de San Luis20, ámbito que le brinda al escritor sus
más nobles hontanares para su cuento Mateo y el último Michilingüe cuyos
hechos se circunscriben a las serranías y población cabecera del
Departamento San Martín, en el noroeste sanluiseño.
En las notas preliminares que entregué para este libro por pedido de
Dardo, digo:
Crecen en las honduras del recuerdo las referencias testimoniales enriqueciendo a
la ficción, y el tejido del tiempo permite albergar un pasado remoto de memorias
individuales y colectivas, un presente del narrador en el texto que nos habla desde un
hoy, y el tiempo de la narración propiamente dicha, cuyos sucesos acaecieron entre el
invierno de 1939, o sea desde los comienzos de la Segunda Guerra Mundial hasta
promediar la misma. Las descripciones de los singulares parajes, prolijas y bellas,
convierten al sitio de la acción en uno y germinal. (…) Lo vivido y lo soñado se
conjugan para brindar un fresco de aquella pequeña comunidad rural que devino
minera…. El autor nos ofrece una especie de crónica de esa sociedad en mutación a la
que aquella Guerra Mundial requirió sus minerales de tungsteno, y adonde llegaron
también ecos de la contienda que dejaron su impronta… Interactúan muchos personajes
que componen una masa anónima, dolorida, en la que se hallan criollos y gente venida
de lejanas tierras. De este mundo surgen los protagonistas. Mateo, con su desaforada
búsqueda acuciada por el daño de la guerra y el anciano michilingüe a quien la memoria
de otros tiempos no le impide tener una visión totalizadora, y el narrador, también
protagonista, este relator, este “yo” criollo, este agonista que supervive a las anécdotas,
se me ocurre muy en el ser de Dardo Neftalí Torres.21
Con la relación de los buscadores de oro, el escritor propone el símbolo y
marca el interés vertebral del cuento. El anciano indígena que baja al pueblo a
cambiar su oro, interesa, llama la atención de dos amigos (Mateo y quien oficia
de narrador) dueños de pequeñas explotaciones mineras. Este interés nos lleva
a aproximarse a quien fuera el último michilingüe, hablar con él, seguir hasta su
morada en la montaña y vivir la extraña aventura de buscar la mina del
preciado allal22 en los cerros circunvecinos al rancho del anciano enclavado
contra uno de éstos. El indígena sabio y generoso anfitrión en aquellas
soledades, aunque deseoso de que sus ocasionales amigos descubran la
mina, no puede revelarles su ubicación porque una ancestral promesa hecha a
Hunuc Huar se lo impide. Sólo designios superiores, si así corresponde,
entiende el anciano, habrán de orientar a estos buscadores de oro. Accede,
eso sí, a mostrarles la mina, en condiciones muy extrañas. Maniata con lonjas
a los dos amigos y usando cilindros de cuero con su pelambre negra hacía
adentro, como careta ciega, los sume en la oscuridad. Procede luego a
acollararlos con un lazo por la cintura, prende una rienda en la soga que los
une y se echa a andar con ellos de tiro. Por espacio de dos horas los lleva por
terrenos escarpados e irregulares. Este recorrido laberíntico, ofreció las
penurias de un verdadero camino iniciático al narrador y a su amigo. A las
caídas y golpes se sumaba el frío muy intenso y lo insoportable de no poder
casi respirar con los artefactos puestos en sus cabezas.
“Así andando, llegamos a un punto donde nos ordenó quedarnos quietos
por un momento” –cuenta el relatorél murmuró unas cuantas palabras en su antigua lengua; luego nos mandó
ponernos de perfil y avanzar de igual modo; nuestras espaldas y pechos rasaban las
ásperas superficies de dos paredes, lo que nos hizo suponer que íbamos cruzando una
estrecha garganta, la que a los pocos metros se ensanchó; después debimos agacharnos
para no golpearnos la cabeza, según nos explicó, pasábamos el dintel de ingreso a la
gran mina. Por fin, ya estábamos en ella. (…) Una lámpara alimentada con sebos era
accionada por el anciano que iba iluminando con ella las prodigiosas paredes, donde
centenares de pequeñas guías iban a converger a la veta mayor que, tal si fuera el tallo
de un árbol, extendía sus raíces hasta perderlas en las entrañas del cerro. Todo era metal
purísimo, áureo, sin el menor cuerpo extraño. Ahí estaban frente a nuestros ojos
centenares de toneladas…23
Y con los repugnantes tubos colocados otra vez sobre sus cabezas,
retornaron por un camino que se les ocurrió distinto, pero que les exigía
grandes esfuerzos. Por varios días y en excursiones sucesivas permanecieron
los visitantes en los dominios del anciano. Este les contó que los hijos de Inti se
llevaron cantidades de allal, y permanecieron mucho tiempo en busca de la
mina prodigiosa, sin resultado, y antes que ellos, con la misma intención y sin
éxito anduvieron chimúes y mochicas. Después de la conquista, según el relato
del abuelo, todas las corrientes llegadas hasta allá se interesaron por el tesoro
de michilingues, que sólo a ellos les fue dado poseer. El último michilingüe
sabe que con su vida el plazo se cumple, hasta que Hunuc Huar decida, su
voluntad habrá de expresarse, confiaba el indígena. Por su parte Mateo
ansiaba conseguir el oro para salvar a su patria de la opresión, para liberarla,
obsesión que lo lleva a extremos de postramiento y exaltación. En tanto el
narrador tiene una actitud comprensiva hacia Mateo, y de admiración
incondicional hacia el indígena, y su interés por el metal paulatinamente
desaparece ante preocupaciones trascendentes. Por último, Mateo enajenado,
amenaza al indígena y a su amigo. Reduce a éste colocándole maneas y uno
de los cilindros ya mentado, imposibilitándolo de todo movimiento y tortura al
indio hasta que consigue que traicione a Hunuc Huar y a su pueblo. Nuestro
cronista oye los desgarrantes clamores del anciano, y siente que el viejo
indígena se rinde a la par que profetiza: “Verás la mina que no será de tu
pueblo porque es del mío”24. Sus pasos han continuado dentro del rancho
donde está la grieta de la montaña por la que pasaron antes. Con el tropel de
los perros, el tropel desenfrenado de la manada que huía, la voz de Mateo se
alcanzó a oir, como si fuera desde las profundas entrañas del cerro,
pronunciando el nombre de su patria, y luego, la tierra puesta en movimiento en
estruendosa caída de murallas, farallones, rocas que se deslizaban y
estrellaban. Junto al patriota yugoeslavo, montenegrino, quedó sepultado el
último michilingüe. Nuestro narrador, milagrosamente a salvo pudo liberarse de
sus ataduras. Del rancho, de la mina disimulada con éste, nada quedó. Los
perros compañeros del abuelo, como su majadita no quisieron seguir a nuestro
criollo, dicen que aún andan, silvestres, por esos cerros. De regreso, en el
almacén más concurrido, el sobreviviente de tanta calamidad narró lo acaecido.
Todos lamentaron por Mateo y otras muertes que sucedieron en ese tiempo,
cuenta nuestro memorioso narrador, para concluir: “Nadie se acordó del
aborigen bueno, de ése que en mi cuento evoco para que todos lo
recuerden.”25
Las palabras finales del libro hacen explícito para el lector el propósito en
la elección de un personaje ya codificado antes. Se ha conseguido la
individualización, la identificación de un esquema folklórico que el yo-narrador
decide transportar de la abstracción más o menos intemporal de la leyenda a la
“realidad” de una vida “histórica”.Dardo Neftalí Torres acierta en dar a lo
legendario coyuntura de “realidad” vivida que, justifica existencialmente una
fama preexistente y a la vez la revitaliza desde su personal peripecia biográfica.
Recupera el aura de lo legendario que tenía, pero con una nueva dimensión en
la literatura evocadora de literatura (el cuento literario que evoca la leyenda).
El narrador -autor- protagonista salta resueltamente fuera de la narración
propiamente dicha y escribe sus conclusiones.
La densa madeja folklórica que sostiene el cuento obra en éste
mostrándose a sí misma. En tanto la desacralización de alguna leyenda añade
verosimilitud (Ej. El fantasma simulado por Martina disfrazada con una sábana);
hay nuevos fantasmas, el fantasma de la guerra es uno de ellos y no es el
menos movilizador.
El hecho socio-económico propone cambios y se relaciona con la
inmigración en momentos de crisis bélica mundial. Pero siempre es el pueblo
mismo, actor y público el que puede contar y echar a volar fortunas y
adversidades.
Gastón Bachelard se preguntaba. “¿cómo podrá mantenerse una leyenda
y perpetuarse si cada generación no tuviera razones íntimas para creer?”26
Hemos de atender al símbolo. La significación simbolista de un fenómeno
facilita la explicación de esas razones misteriosas que ligan lo humano a lo
cósmico, lo casual a lo casual lo desordenado a lo ordenado, se entiende por
este andar el universo y se aproxima lo trascendente.
Al incorporar la materia de lo legendario D. N. Torres nos ha permitido
caminar una geografía mítica. Así entendido, el espacio develado en sus
páginas se nos entrega como imagen del nuevo mundo en cuyo centro, axis, el
árbol cósmico, ese árbol deslumbrante acerca símbolos en tanto hace posible
una comunicación entre regiones y tiempos bien distintos para llegar a éste
hemos entrevisto una imagen de laberinto donde se cumplen las pruebas
previas, a la manera del lugar que veda a los profanos la entrada al sitio
destinado a los misterios. Y sin tiempo para un detenerse en tal simbología,
digamos que de acuerdo a René Guénon, la montaña es el lugar primordial en
un simbolismo de la forma cósmica, en tanto la caverna es lugar de la verdad.27
Y ahí, como gran apetencia está el oro. Propp, en su obra Las raíces
históricas del cuento, nos explica que el color dorado de un objeto es señal de su
pertenencia al reino del más allá. Si atendiéramos los motivos de esos cuentos
tradicionales venidos de tan antiguo, que se me ocurren eternos, coincidiríamos
en que nuestro contador caminó el largo camino de la humanidad y nos ofreció
noticias de sus avatares, de entre éstos, la empresa difícil y su doble carácter
de atraer e intimidar, el sentido de un recorrido de la vida hasta la vejez, la
calidad de lo profético, la presencia del héroe y del falso héroe. La figuración
del regreso del mundo de los muertos al de los vivos y finalmente el mito que al
decir de Propp dura más que el rito y renace con el cuento.28
El terremoto, sorprendiéndonos al final de la aventura, cierra el gran ciclo
para proponernos un comienzo limpio, abierto de nuevo a la armonía de la
naturaleza. El diccionario de símbolos tradicionales de Cirlot nos permite
entrever, en ocasiones como ésta, al terremoto como creador de fertilidad, en
tanto subraya que el terremoto es “en el fondo una aplicación del simbolismo
universal del sacrificio y la inversión cósmica”.29
Así nuestro oro sanluiseño, preñado de símbolos dibujados sabiamente
por su narrador, nos ilumina un mensaje que orienta sendas de progreso moral.
Este andar me acerca a las nuevas búsquedas de Literatura Comparada,
así celebró un párrafo de un documento de André Monchoux, gran
comparatista francés, especialista en el estudio de mitos que dice:
En los comienzos, uno se ocupaba sobretodo en descubrir contactos, influencias,
pero esto resultaba un tanto anecdótico, dispersos. Después nos hemos dado cuenta de
que hay en todas las literaturas una unidad de fondo, presente en su amplia diversidad,
leyes del espíritu y del corazón que son universales, como elemento de la comunidad.
Esta es posiblemente una buena definición de nuestro esfuerzo: la búsqueda del fondo
común que debe orientarnos hacia la fraternidad.30
NOTAS
1. Carta CXXX de Pedro Mártir de Anglería al Caballero Juan Borromeo
(Barcelona 14/5/1493), en Torres Asencio, Joaquín, Fuentes Históricas sobre
Colón y América, T. I. pp. 17-20.
2. Arciniegas, Germán, “América es otra cosa”, “La Nación”, 21/1/1990.
3. Eliade, Mircea Los Mitos del Mundo Contemporáneo, 1991, p.6.
4. Montiveros de Mollo, Perla, Leyendas de nuestra tierra, 1993, pp.7-12.
5. Agüero, Antonio Esteban, Obras Completas, Tomo II, Historia y leyenda de
la Villa de Merlo, Cáp. III “La presencia del hombre blanco”, p. 268.
6. Vidal de Battini, Berta E., Opus Cit., Nota, p. 425, T. VII.
7. Chenque, voz araucana, tumba, por ext. donde se han enterrado a los
caciques con todas sus prendas, de aquí entierro de gran fortuna y lugar
sagrado.
8. Millacheo, voz mapuche, significa “lugar donde hay oro”, de milla, oro;
cheo, donde hay.
9. “La India Mariana”, leyenda sanjuanina, Vidal de Battini, Opus Cit., p.
361-62. El secreto de grandes minas de oro parece que se perdió con la
muerte de la india Mariana a quien el pueblo todavía recuerda.
10. Ibídem p. 344.
11. Ibídem p. 341.
12. II Congreso Cuyano de Investigaciones folklóricas, Centro de
Investigaciones Folklóricas “Prof. Dalmiro Adaro” San Luis, 1972, pp. 49-54.
13. Ramiro Podetti, Opus cit., cap. “Los entierros” pp. 8-10.
14. Tobares, Jesús Liberato, II Jornadas Provinciales de Literatura
Sanluiseña, 1983, p. 27.
15. Eduarda Mansilla de García (nació y murió en Buenos Aires, 19381892). El Médico de San Luis, Buenos Aires, EUDEBA, 1962; como acápite la
novela cita este fragmento de la Introducción al Vicario de Wakefield de Oliver
Goldsmith: “En este siglo de opulencia y refinamiento ¿a quién podrá agradar
un carácter como éste? Aquéllos que no gusten sino del gran mundo, apartarán
sus ojos con desdén de la simplicidad de su modesto hogar de provincia. Los
que toman el mal tono por la alegría, no hallarán ninguna gracia a su inofensiva
conversación; y aquéllos que han aprendido a burlarse de la religión, se reirán
de un hombre que halla su mayor consuelo en la esperanza de otra vida”.
16. Dardo Neftalí Torres (1926-1993), Mateo y el último michilingüe, San
Luis, Selecciones Literarias Puntanas, 1988.
17. Eduarda Mansilla, Opus Cit. pp. 85.
18. Ibídem, pp. 90.
19. Ibídem, p. 93.
20. Dardo Neftalí Torres, (1926- 1993), Mateo y el último michilingüe, San
Luis, Selecciones Literarias Puntanas, 1988.
21. Torres, Dardo Neftalí Opus Cit. pp. 6-8.
22. Allal, voz allentiak, sig. oro (all-all allall).
23. D. N. Torres, Opus Cit. pp. 66-67.
24. Ibídem, p. 100.
25. Ibíd. p. 106.
26. Bachelard, Gastón, La psychanalyse du feu, París, Gallimard, 1949.
27. Guénon, René, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada,
“Simbolismo de la forma cósmica” XXIX “La caverna y el laberinto”, XXXI “La
montaña y la caverna”, Buenos Aires, EUDEBA, 1988.
28. Propp, Vladimir Las raíces históricas del cuento. Ver pp. 415 (3) 449 (3)
491 (23) (24) (26).
29. Cirlot, Diccionario de símbolos tradicionales, Barcelona, Luis Miracle Ed.,
1958, p. 402.
30. Monchoux, André, carta del Prof. A. M. dirigida a la Prof. Nadine
Aguilar, 10/3/1992.
LA MEMORIA DE LA TIERRA EN
POLO GODOY ROJO
Toda la obra literaria de Polo Godoy Rojo1 aporta múltiples espejos en los
que se reflejan a los seres de un espacio de la patria que supo de su siembra
de maestro. Aquel vivir la docencia en escuelas rurales sanluiseñas proyecta
una enorme prédica. Palabra y gesto nos alcanza a sus lectores para
participarnos en verdad y amor la dimensión de un conocimiento que la vida le
develó.
“Memorias del guitarrero”2 es un relato que integra el libro Nombrar la
tierra, este título nos indica cual ha de ser el comienzo de una apetecida
identidad. Señala así a la tierra que es sustento; por ella el friso de seres y
situaciones en los cuentos y relatos cobran verosimilitud, son los que fueron.
Por ella, el tiempo puede quedarse latiendo recónditamente o apurar su ritmo
con afirmaciones extremas, ser el tiempo de morir o el tiempo de vivir.
Cada narración que integra el volumen aporta atmósferas necesarias para
la visión telúrica total de la obra, que ayudan a apreciar esa relación entre
conciencia, voz y territorio imprescindibles para una valoración en el plano
ontológico3. Distintos momentos de la condición humana registran sus dieciséis
títulos que se vertebran en los contenidos primordiales sujetos a las distintas
edades por las que pasa el hombre: niñez, mocedad, madurez y vejez, siempre
con la cuota de lucha y esfuerzo para sobrevivir en esa campaña de la
provincia de San Luis. En varias de estas creaciones reclama justicia con
valiente denuncia.
SENDAS PARA EL MITO
Una nota optimista entre tanto dolor se ofrece en el centro del libro
con”Memorias del guitarrero”, relato que abre caminos entre el cielo y la tierra
para el ser que asumió desde el arte la misión solitaria. Tal dueño del canto
nace en un San Luis entrañable – en sinfronía con el escritor- y ha de recorrer
sus caminos más recónditos. Ocurre que el autor ha prestado buena parte de
su ser y de las sendas de su memoria para que se hagan una con las
andanzas de su guitarrero. En su historiar, Polo Godoy Rojo procura las
visiones de un perpetuo ir y venir entre la anécdota y el reflexionar,
desenvolviendo el misterio de los días ante claros horizontes, explicitando los
móviles de la libertad. Una y otra vez se produce el diálogo, la comunicación.
Es creación sostenida por una experiencia y que, desde fuentes muy hondas,
propone una identidad a partir de lo arquetípico en remozada presencia.
Godoy Rojo en su narración maneja una “técnica de espejo” que nos
permite ver a guitarrero y ámbito en doble visión. En un primer relato que hace
de preámbulo, aparece el narrador en el niño que fue, frente a un guitarrero
que es, en esa instancia, y que ejercerá sobre el muchachito tal fascinación
como para ponerlo en camino iniciático, hasta lograr el status de guitarrero y
cantor. Bajo esta doble perspectiva, la integración del primero al segundo relato
nos permite entender con más amplitud a este arquetipo criollo -sin nombre en
la narración-, en sus distintas actitudes y circunstancias que, como lo iremos
sabiendo, se darán parecidas sin repetirse nunca. El ensamble de uno a otro
relato es impecable, por eso la “mirada ausente” del guitarrero, descripta en el
primer relato, “esa mirada que se dejaba perder en la lejanía”4, puede
retomarse en quien nos participa una revelación final de las Memorias,
“buscando sendas nuevas para seguir”.5
El tránsito, desde el primero al segundo relato, es el alto intemporal,
oportuno para ayudar a comprender en toda su magnitud la evolución de una
vida que ha abrazado la misión del arte, que ha hecho suya la tarea de
comunicarse con todos los seres que encuentre en sus caminos para
entregarles su dádiva plena de vibración humana, en trascendencia unitiva.
“era el pasado y todo lo por venir, todas mis esperanzas y todos mis dolores y
el de todos los hombres lo que mis dedos arrancaban como un sueño distinto
de sus cuerdas”.6 De aquí en más, el pasaje de un relato a otro se volcará sin
solución de continuidad, con una técnica que se me ocurre aprendida en
Sahrazad, quien en Las mil y una noches, radicó su habilidad en terminar sus
cuentos a poco de comenzar la noche, a iniciar sin interrupción uno nuevo que
quedara incompleto en el momento del amanecer. De esta manera el relator
anuncia “Tengo mil cosas para contar, mil versos para recordar. Y los dejaré ir
cayendo despacito, de noche en noche, de esas noches claritas cuando las
estrellas parecieran acercarse a conversar con uno”. Y más adelante, “y
anduvimos senderos estrellados y muchos amaneceres nos vieron todavía
avivando estrellas”.7
Aprecio que la asunción de la normal realidad del narrador memorioso
está orillando la esfera del mito, con todo su sello de significados y valores
poéticos, esta certeza me revela el sentido de la observación de Cesare
Pavese: “sólo hay poesía cuando la tensión de un mito vibra en cada página.”8
Y el escritor tiene doble opción cultural,9 anudar su decir con su paisano o
más objetivamente describirlo o contarlo, pero el escritor prefiere ejercitar ese
su largo aprendizaje que se llenó de voces comarcanas, puede decirlas sin
disfraz, porque su voz es una con la de lo suyos. Y da así la función reveladora
del personaje en su habla, lenguaje dotado de tonalidad que trasmite la calidez
del sentimiento, los grados del amor, del esperar, de la añoranza, de la
aceptación, de la rebeldía. El tono se mantiene austero en la narración del que
ha de llevar el canto trashumante. Polo Godoy Rojo supo hallar
espontáneamente el habla del cantor rural, y en ese saber se encadenó uno de
sus mayores descubrimientos. Jorge Luis Borges dijo en una oportunidad que
había comprobado “que saber cómo habla un personaje, es saber quién es,
que descubrir una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber
descubierto un destino”.10
FUENTES FAMILIARES Y COMARCANAS
Fuentes del guitarrero han de abrevarse con justicia en la provincia de
San Luis11, las que iluminan el andar de esta criatura de Polo Godoy Rojo y que
nos llegan como si se tratara de un desprendimiento autobiográfico. De ese
Polo Godoy Rojo autor de canciones esenciales, integrante de una familia que
hace un culto de la música y el canto regional.
Un recuerdo familiar evocado en sus “Coplas para mi abuelo campesino”
se me figura síntesis y raíz de todo este recorrido memorioso:
Como buen criollo que era
gustaba de echar un trago
morir en un guitarra
y renacer en el canto,
Y la copla final
Ahora que lo recuerdo
se me hace que está a mi lado
señalándome el camino
de claridades y cantos.12
Otro testimonio poético nos dice del paisano “Juan Lucero” el recuerdo
evoca a este cantor y hachero. Pervivencia comarcana nos vuelca
reminiscencia del otro cantor “de larga fama”…:
Me parece a veces que oigo
el canto de Juan Lucero
ese guapo campesino
que la oficiaba de hachero
(…)
Hace mucho que anda libre
el canto de Juan Lucero
él duerme entre cuatro tablas
su alma florece en el viento.13
En página dedicada a la memoria del poeta Agüero a poco de su
fallecimiento, Polo Godoy Rojo despide a su amigo poeta diciendo: “su canto
profundo, que manaba de la tierra misma, quedará cantando eternamente,
tierno, claro y estremecido en todas las guitarras de la tierra.”14 El mismo Polo
Godoy Rojo evoca entonces las estrofas de “Digo las Guitarras” a las que
Agüero había “dicho” muchas veces en su valiosa oralidad. Es entonces
cuando Godoy Rojo pide por verso del poeta admirado el silencio anterior, ese
que debe preceder al arte de la música perdurable:
Hoy les ruego silencio; simplemente,
hoy les pido silencio, porque debo
en esta noche celebrar guitarras.15
Celebrador de guitarras nuestros dos poetas, celebradores de quienes
sencilla y virilmente por tierras de San Luis, cumplen su sino en la guitarra
estremecida.
CON EL SANTOS VEGA
En su novela Campo guacho, Polo Godoy Rojo nos muestra con Florián, el
protagonista, un despertar adolescente a la vocación del canto y de la guitarra.
Se registra así un sentir paralelo al del joven que devendrá guitarrero
memorioso en el relato que nos ocupa. En la novela ese momento se da
cuando Florián advierte a quienes “tocaban la guitarra como el mesmo Santos
Vega”.16 Aprecio que una vez más en la narrativa de Polo Godoy Rojo, la fusión
del horizonte histórico propio con el ajeno del texto permite vislumbrar un
modelo de la propia mismidad. Y el reconocimiento de la fidelidad del ser
asume esa configuración simbólica 17 que define al mito y que por el camino de la
literatura deviene un conjunto de elementos relacionados, significativos de una
experiencia humana.
Polo Godoy Rojo ha nombrado pues a Santos Vega, el mítico cantor que
para algunos estudiosos, entre ellos Julio Caillet-Bois, “vino a representar a
todos los payadores que antes de desaparecer se encarnaron en la leyenda de
Santos Vega.”18
Los primeros escritores que tomaron a Santos Vega como motivo de su
obra lo hicieron ya entendiendo su calidad de mito. Bartolomé Mitre, en nota
aclaratoria a su Santos Vega aparecido en el volumen Rimas se refiere
precisamente a “la tradición popular que ha hecho de Santos Vega una especie
de mito que pervive en la memoria de todos” (1854)19. Hilario Ascasubi, por su
parte, cuando señala que para la historia de Los Mellizos de la Flor, él determinó
“referir sus hechos y su vida criminal por medio del payador Santos Vega,
especie de mito de los paisanos que también he querido consagrar. (1870)20
De entre los textos que alojaron al mito de Santos Vega, un especial
momento se dio con el “Santos Vega” (1881-1887) de Rafael Obligado.
Registro coincidencias notables con “Memorias del guitarrero”, partiendo de la
convicción que su autor enarbola, de que son suyos desde que se nombran, la
tierra y el canto, porque la raíz está en lo que pertenecen por teluria y por
tradición insoslayable. También Obligado se sabe depositario y heredero de un
patrimonio:
Yo que en la tierra he nacido
Donde ese genio ha cantado
(…)
Mientras de orgullo me anega
La convicción de que es mía
(…)
la tierra de Santos Vega!21
Los ejemplos que puedan movernos a encontrar una filiación del
Guitarrero de Godoy Rojo en el Santos Vega de Obligado son numerosos y
sugestivos. Godoy Rojo al alentar situaciones distintas en su guitarrero cantor
por la actualidad de su visión no empaña el influjo de su ilustre antecedente. El
genio de Santos Vega y Juan sin Ropa, ya unidos para siempre y superando
vallas de vencedor y vencido, trasciende y recupera sus lustros.
Aquel círculo de admiración original que consiguiera la fama de Santos
Vega se ha de repetir una y otra vez para el guitarrero.
Obligado:
Mudos ante él se volvieron
(…)
En derredor del poeta
Un vasto círculo hicieron
Todos el alma pusieron
En los atentos oídos
Porque los labios queridos
De Santos Vega cantaban22.
Polo Godoy Rojo:
En cuanto hicieron un poco de silencio, arranqué haciendo una escala que les hizo
abrir grandes los ojos. Algunos se pararon y otros empezaron a acercarse… parecían no
creer en lo que estaban escuchando. Canté el primer verso y me les largué con otro
bordoneo distinto. Ya veía que todos estaban con los ojos pintados por la emoción23.
Godoy Rojo:
La igualé como a mí me gustaba, la hice sonar con un bordoneo especial que tenía
para hacer parar la oreja al más distraído. Fue suficiente. Cuando terminé la primera
estrofa, se levantaron todos los que estaban adentro, los de afuera se estrecharon en la
puerta…24
El azoramiento del chico en el primer relato de “Memorias del Guitarrero” y
su confesión posterior “Quedé como si me hubieran hecho algo de brujería”25.
Nos hace pensar en el comentario sobre Santos Vega que pone Obligado en
boca del abuelo relator:
Y si cantando murió
Aquel que vivió cantando,
fue –decía suspirando-
Porque el diablo lo venció.26
Extrañas vibraciones que se avienen al perfil de Juan Sin Ropa
Obligado:
Cantó tristes nunca oídos
cantó cielos no escuchados.27.
Evocamos aquella confesión en el joven que devendrá guitarrero:
Godoy Rojo: “historias nunca oídas que me hacían apurar el corazón.28
Se dieron coincidentemente en desborde sensorial, las nuevas
sensaciones:
Obligado:
que llevaban derramados
la embriaguez de los sentidos.29
Godoy Rojo: “eran aromas diferentes, los que percibía, colores que
nunca había visto ni imaginado.”30
De la roja lumbre que inflama Juan sin Ropa, por cuyo motivo se lee en la
obra de Obligado:
Chispearon las miradas
(…)
(…)
medio envuelto
Por las rojas llamaradas.31
hay calor semejante para otro auditorio, que se refleja en el niño oyente
de “Memorias del Guitarrero”.
Godoy Rojo: “esas voces que parecían hacerme hervir la sangre y sentía
el grito caliente que ya me reventaba la garganta!”32
Una emoción, una inquietud especial produce el canto de Juan sin Ropa,
y Obligado registra el efecto en Santos Vega.
Obligado:
Y toda inquieta
Sintió su alma de poeta”.33
En Godoy Rojo, el muchacho “sintió que las nuevas voces le hacían
apurar el corazón por sentimientos nuevos.”34
La despedida: para Santos Vega, el postrer canto fue aquel que dedicara
a su prenda.
Obligado:
Adiós, luz del alma mía
(…)
Santos Vega se va a hundir…”35
El guitarrero entona también su despedida, dedicada a una mujer y que el
relato trascribe. Son versos de “Despedida a María”, de tono elegíaco como los
de Obligado.
Godoy Rojo:
Adiós María adorada
(…)
Sólo en la tumba fría te olvidará tu cantor.36
Si se aceptara que el sentido mítico del Santos Vega renace en esta
nueva instancia, es posible prever que su canción de despedida ha de
multiplicarse para empezar una y otra vez.
El gaucho cantor, uno de los tipos genuinos que describió Sarmiento en
un capítulo de Civilización y Barbarie, es antecesor del guitarrero. Atendiendo a
la elección de los tipos genuinos propuestos por el gran sanjuanino, como el
del cantor, Ezequiel Martínez Estrada, ya anunciaba su perdurabilidad al
estudiar Los Invariantes Históricos en el Facundo: “son seres indígenas,
engendrados por la tierra, que no desaparecen por evolución y menos por
violencia, sino que perseveran en su stata.”37. Apreciando los cambios de los
tiempos, es indudable que el nómade que fue ese gaucho cantor pervive en el
guitarrero que nos presenta P. Godoy Rojo. Veamos algunos comentarios de
Sarmiento coincidentes con los avatares de este más resiente criollo guitarrero:
Sarmiento:
El cantor no tiene residencia fija: su morada está donde la noche lo sorprende; su
fortuna en sus versos y en su voz. ¡Dondequiera que el cielito enreda sus parejas sin
tasa, dondequiera que se apura unas copas de vino, el cantor tiene su lugar preferente, su
parte escogida en el festín!38
Godoy Rojo:
Yo era así; me hacía de amigos, despertaba el amor en las mujeres, conocía
lugares y parajes y me iba legos enseguida, con mis sueños y mi guitarra…” allí cerca
habría un sábado a la noche con otras manos amigas, copas a compartir con criollos
nobles…39
Sarmiento: “El cantor anda de pago en pago”, “de tapera en galpón “.
“Cantando sus héroes…”40
Godoy Rojo: “De tanto andar los caminos había aprendido versos que
pegaban justito según juera la ocasión.”41
El sentido del tiempo en el que está inmerso “el cantor” de Sarmiento
“entre la vida que se va y la vida que se acerca”, 42 se refleja en Polo Godoy
Rojo: “era el pasado y todo lo por venir”,43 y continúa así siendo una constante
que tiende a resolverse al final de la narración acentuando la mirada de futuro.
Nuestra perspectiva del lector permite observar el carácter relacionante de
textos y de hechos literarios, un proceso no solamente de creación, sino
también de comunicación y de socialización. Hay enunciados en los que la
palabra viviente resuena y señala las profundidades simbólicas inconscientes,
como una herencia que retoma sus derechos. Y fue precisamente Bartolomé
Mitre, el que más cuidó de que su estilo se apartara de la oralidad, tal como lo
expuso con motivo de la presentación de su poema de Santos Vega, quien
hubo de dar basamento importante a la enunciación del bardo mítico en
aquellos dos versos que coloca en el epígrafe, salvándolos desde su sacra
oralidad primera, es el decir de Santos Vega:
Cantando me han de enterrar
Cantando me he de ir al cielo.44
Después Rafael Obligado, ya pasado el tiempo vecino del mito que fuera
el de Mitre y Ascasubi, ha de abrevar un elemento de la palabra viva del “cantar
popular” para el acápite de su composición:
Santos Vega, el payador
Aquel de la larga fama
Murió cantando su amor
Como el pájaro en la rama.45
Tiempo había de pasar todavía hasta que el epígrafe a unas décimas de
Avelino Herrero Mayor, despertaran como un sueño la sombra del mito dicha
ya por uno de sus poetas, Rafael Obligado:
Cuando la tarde se inclina
Sollozando al occidente,
Corre una sombra doliente
Sobre la pampa argentina.46
Tantos avatares de la tierra y el canto hasta llegar al cantor innominado,
guitarrero arquetípico, como voz que capta los influjos cósmicos y drena las
profundidades simbólicas inconscientes sellando los nuevos tiempos, en
espontáneo lenguaje próximo a la oralidad, que no señala regreso, ni
antiescritura sino una nueva base de cultura, abriendo otro espacio para el
imaginario.
Así andando, el camino se nos hace clara huella acercadora de
trascendencia. Están presentes la voz del cantor, las voces de la memoria
colectiva, con el mito en una nueva recreación cantando y andando un paisaje
físico que bien pudo ser el de sus orígenes más remotos en tierra de San Luis.
Recordemos que Ascasubi hizo decir al propio Santos Vega que era puntano y
en sus notas explicita el significado del gentilicio.47 Ricardo Rojas, teniendo en
cuenta estos antecedentes, alienta la posibilidad de que aquel haya sido
originario de la provincia de San Luis 48. Así también se preocupará en dilucidar
lo que llama “la cuestión de Juan Godoy”49, estudio seguido por buen número
de investigadores, sostenedores los más que Juan sin Ropa pudo ser Juan
Gualberto Godoy, el mendocino payador y poeta amigo de Juan Crisóstomo
Lafinur.50
Otro escritor sanluiseño contemporáneo nuestro, Jesús Liberato Tobares,
dice el elogio de Gente de mi pago y ofrece en su libro las “Coplas de
Guitarrero”51. Anotemos la nominación guitarrero con equivalencia semántica
a la propuesta por Godoy Rojo. La sabiduría que entrañan sus versos nos
revela que:
Oficio tan importante
no se lo puede olvidar
si el hombre tiene memoria
es porque sabe cantar.”52.
La guitarra es el instrumento que le permite “decir”
Para decir lo que siente
con la guitarra le basta,
así anda por los caminos
repartiendo la esperanza.53
Y hay historial, largo como la patria, noble como sus gentes. Y hay un
presente, en las coplas de Tobares, el hoy, el ahora bien puede ser así:
Ahora anda los caminos
repartiendo su mensaje
son los Lunas, los Mercau,
los Chaves y los Fernández.
Por ellos canta la tierra
el arroyo, el pedregal,
y canta el paisano pobre
que nunca aprendió a cantar.54
La pobreza mayor, la de no poder expresarse, ya no es tan miserable
cuando alguien deviene su intérprete. En las coplas que le siguen, el Dr.
Tobares aún acierta en ofrecer noticia de tal canto y de su siembra, para
concluir en la afirmación.
No en vano ha sido San Luis
la tierra de Santos Vega.55
Ricardo Rojas apreciaba en Santos Vega mítico la más acabada
personificación del tipo payadoresco de nuestra poesía oral y aseguraba que
su leyenda era “una leyenda que no ha concluido de formarse, que vive todavía
en el alma de nuestro pueblo.”56 Entiendo que en el campo de la literatura,
como en el campo de la cultura oral, es factible apreciar que en sus distintas
áreas se ha privilegiado más o menos su leyenda; en tanto pervive el gaucho
cantor mítico; una y otra vez portador de líneas de fuerza que evidencian su
vitalidad. Es bueno clarificar con relación a Santos Vega, el personaje mítico, lo
que corresponde al mito y lo que se relaciona a su leyenda. Para ello, además
del tratamiento de las distintas fuentes literarias, conviene puntualizar la
demarcación de lo que J. Rousset ha llamado “las invariantes” del mito, o sea
los elementos en los que hay buenas razones para estimar que forman el
cuadro mínimo de la expresión del mito, que podrían corresponder a los
mitemas de G. Durand.57 De acuerdo a ello señalaríamos su calidad de cantor
de largo aliento (la vida dispuesta para el canto), de vocación trascendente
(“cantando me he de ir al cielo”), de vida nómade, la libertad como norma
(“como el pájaro”), y su ministerio famoso (“aquel de la larga fama”). Quedaría
de esta manera, en el plano de la leyenda, su controversia con alguien que lo
superó “en armonías”, pesar que le causó la muerte.
Así entiendo el mito de Santos Vega trasciende una muerte que sólo
puede ser asociada a una leyenda, en tanto el mito que sabe de su permanente
fascinación y de su misterio expresa a su alma ánima, siempre fresca
causando el sortilegio que se lee en su auditorio. Pocos mitos como el de este
tipo de cantor popular se encuentra más relacionado con el hombre de nuestro
pueblo, llega a ser su voz, vox populi, apoyado en su fe, comprometido en su
perdurabilidad. Yvez Chevrel al estudiar los nuevos caminos del mito, en lo que
concierne a la expresión vigente de la humanidad mostrando su capacidad
para organizar su propia sobrevivencia nos propone como texto de equilibrio y
reflexión esto que Nietszsche escribiera en 1872:
Falta de mito toda cultura pierda la sana fecundidad de su energía nativa, sólo un
horizonte circunscripto por el mito puede asegurar la unidad de la civilización viva que
él encierra58.
Unas coplas a las que Polo Godoy Rojo intitulara “Coplas del cantor”
insisten en su propósito empujado por el mito.
De orilla a orilla a la vida
cantando la he de cruzar
me dormiré en mi guitarra
soñando la eternidad.59
Cómo deseamos que su Guitarrero siga cantando para una platea cada
vez más amplia, en esa comunicación sobre la base privilegiada de una
percepción auditiva, para recibir al arte, y al artista con la fibra de su emoción y
de su sentimiento enristre. La catarsis, la depuración de las pasiones será su
lógica consecuencia, y por otra parte, la razón de ser, la misión del guitarrero
cantor ayudando a vivir.
En tanto el escritor nos deja su página fuera ya del tiempo definido de la
escritura, para el tiempo indefinido de la lectura y de la memoria.
MEMORIAS DEL GUITARRERO
DE POLO GODOY ROJO60
Era yo un muchacho chico cuando una tarde me mandaron a buscar unas
árganas a lo del padrino Juan. Mama estaba seguro que no me iba a demorar
porque tenía que cruzar un campo donde todos sabían qui’ asustaban y yo
nunca m’iba a animar a cruzarlo de noche. Clavau entonces que volvería
temprano.
Cuando llegué vi atado al algarrobo grande dos caballos muy lindos, bien
aperados, tapados en sudor. Yo no los había visto nunca ni las marcas que
tenían era de las conocidas. Tenían que ser forasteros.
Me bajé, di el mensaje, me entregaron las árganas que iba a buscar y ya
le mandaron recuerdos a toda la familia; pero yo, a todo esto, no despegaba el
ojo `e las piezas, porque bulla se oía adentro y algo estaba pasando. Me quedé
un ratito haciéndome el distraído, acomodando el aperito, sacando los abrojos
`e la cola de mi Bayo, medio con ganas de irme porque la noche se venía
encima y ya se me empezaban en encoger el cuerito de sólo pensar que tenía
que cruzar el campo por la “Cruz del Descabezau” en medio de la oscuridad,
pero también con ganas de saber quienes eran y que hacían esos hombres
adentro. Esos cálculos estaba haciendo, cuando sonó una guitarra. Que bonito
que sonó, la guasa!
Fue como una bocanada de aire dulce, alegre, que me llenó el alma!
Como quien no quiere la cosa, me arrimé hasta la puerta donde había ya
otros dos chicos y fue entonces cuando vi a ese hombre desconocido de larga
melena renegrida y ojos hermosos haciendo correr sus dedos, como de seda,
por las cuerdas de la guitarra. Quedé como si me hubieran hecho algo de
brujería! Fue como si de pronto me hubieran llevado a otro país de maravilla
donde las cosas que veía y pensaba no eran de este mundo. Eran aromas
diferentes las que percibía, colores que nunca había visto ni imaginado,
historias nunca oídas que me hacían apurar el corazón por sentimientos
nuevos! Y aquel hombre muy blanco y de mirada ausente que la dejaba perder
en la lejanía, ahora alumbrado apenas por la luz de una vela, seguía haciendo
acordes, seguía sacando por la boca de la guitarra voces que parecían
hacerme hervir la sangre y sentía el grito caliente que ya me reventaba la
garganta!
Ni cuenta me di del tiempo que había pasado allí, cuando unos brazos
comedidos me acomodaron las árganas en el caballo y pegándole un chirlo en
el anca, me despacharon de vuelta. Nunca supe eso ni me acuerdo tampoco
en qué momento pasé por el campo embrujado. Iba prendido de las estrellas y
el cielo de la noche se me imaginaba una gigantesca guitarra que soltaba sobre
el campo su aire perfumado y lleno de sueños.
Desde entonces empecé a vivir como ausente de todas las cosas, de
mama, de mi caballo regalón, de los deberes que tenía que cumplir, Vivía
soñando con tener una guitarra. Y el día que la tuve y supe que era realmente
mía porque el viejo Polonio me la había dado a cambio de muchos días de
trabajo, sentí que allí encontraba de nuevo, enterito, al muchacho dichoso que
naciera aquella noche, y que mi corazón estaba dentro de la guitarra y la
guitarra en toda mi alma.
La dejaba caer mansita sobre mi pecho, la acostaba cuidadosamente, y
empezaba a hacerle correr los dedos, acariciándola como había visto hacer al
forastero aquella noche. Yo era el hombre y ella la tierra y el cielo y los dos nos
juntábamos para cantar. Era el pasado y todo lo por venir, todas mis
esperanzas y todos mis dolores y el de todos los hombres lo que mis dedos
arrancaban como en un sueño distinto, de sus cuerdas.
Y nos hicimos compañeros, amigos hasta la muerte y anduvimos
senderos estrellados y muchos amaneceres nos vieron todavía avivando
estrellas, llena la boca de versos, estremecido el corazón de amor.
Si me habrá abierto puertas la guitarra, si me habrá ganado amigos, si
habrá hecho caer lágrimas escondidas a más de una buena moza!
Tengo mil cosas para contar, mil versos para recordar. Y los dejaré ir
cayendo despacito, de noche en noche, de esas noches claritas cuando las
estrellas parecieran acercarse a conversar con uno.
Ahora me acuerdo que una vez dispuse ir a visitar a un primo que vivía en
“El Realito”; era un día y medio de viaje a buena marcha del caballo por zonas
poco menos que desiertas. Me puse las mejores pilchas, cargué las alforjas
con algunas cositas que podía necesitar y salí poco antes de las doce. Como
no era muy conocedor del camino, había pensado que me quedaría a hacer
noche en “El Balde de Escudero”. Anduve y anduve y ya se hacía la noche y
desde buen rato atrás que no encontraba ni un rancho para preguntar por qué
mundos andaba, todos eran senderos borrados, campos desiertos y luego
montes y montes. Me disponía a tirar los cueros bajo cualquier árbol, cuando
alcancé a distinguir una luz. Llegué. Era un boliche. Me acuerdo que había tres
o cuatro hombres afirmados a un mostrador destartalado. El candil apena
ardía. Vi que estaban tomando la vuelta y que uno era muy joven. Saludé y
apenas si me contestaron. Se acercó luego el bolichero y me preguntó que se
me ofrecía. Le pedí alojamiento, porque ya estaba viendo que no iba a
encontrar otra casa donde hacer noche; me dice el patrón, que era viejo
grandote con caro de malo, no tenemos cama ni pasto ni nada. Le pedí
entonces algo para comer, porque venía de lejos. No hay nada, me contestó.
Déme dos kilos de maíz para el caballo, por lo menos. Tampoco hay, me volvió
a decir. Bueno, dije mirando al grupo que estaba afirmado al mostrador, ahora
si que estamos bien. Yo y mi caballo vamos a tener que dormir al palo y a lo
gallo. Ninguno dijo ni palabra. Estaba visto que el bolichero no quería saber
nada conmigo. Me habría visto a lo mejor, cara de bandolero. Bastante
ofendido me disponía a salir, cuando se me acercó el más joven de los
parroquianos y me alcanzó su vaso con vino invitándome a tomar. Le di las
gracias y me serví. A todo esto yo había notado mucho movimiento en la casa;
entraban al despacho mujeres y chicos, buscaban cosas y salían apurados, se
sentían pasos en las otras piezas, en la galería, en el patio tropeles de caballos
que llegaban, ruidos de muebles que cambiaban de un lugar a otro.
Entramos a conversar con el amigo este, en un aparte y ya me contó que
había novios en la casa y que él no era invitado porque le arrastraba el ala a
una de las niñas y que el patrón no era gustoso. En eso que estábamos,
apareció de nuevo el dueño de casa y con cara más fiera todavía, dirigiéndose
a mí, me dijo que disculpara, pero que tenía que cerrar el negocio. Me toqué el
sombrero, di las buenas noches, como si nada hubiera pasado y salí como
para seguir viaje. Nos quedamos conversando junto a la puerta con el amigo,
cuando oímos un tropel por entre los montes y junto con pegado, aparecieron
los novios a caballo y a todo galope entre los tiros al aire y el alegre reventar de
los cuetes. Ya vimos que se bajaban muchas niñas y jóvenes. Entonces,
viendo tanta alegría y bullicio, me di cuenta que era una tremenda injusticia que
yo fuera a pasar ahí cerca la noche tirado en medio ‘e los campos teniendo mis
habilidades. El asunto se había puesto lindo. La reunión se había armado en
medio del patio y por supuesto, nos acercamos a mosquetear con mi amigo. En
cuanto entraron los novios, ya les cantaron una canción dedicada,
acompañados por una guitarra desafinada. Me dio pena, porque los cantores
iban por un lado y la guitarra por el otro. Cuando terminaron, le digo al joven
despreciado con el que estábamos del lado afuera, pídase la guitarra y yo me
comprometo a hacerlo llegar hasta la misma cabecera de los novios. Le pegó
un brinco el corazón a mi amigo y dice, vea soy amigo del novio, pero claro,
él… ahora, usté m’ entiende, no? Pucha qui’ había siu di´ aguante corto mi
amigo. Qué tanto ahora y qué mañana.
Escríbale cuatro letras, dígale que quiere darles las buenas noches y que
para eso precisa una guitarra. En eso pasó un chico a nuestro lado y le
pregunto:
-¿sabís cuál es el novio? ¿Y no?, me contestó. Ahí nomás hice las cuatro
rayas y le digo, andá, llevale este papel y tomá estas monedas. El muchacho
salió saltando en una pata y en seguida ya vi que el novio se levantaba,
conseguía la guitarra y la mandó con un hermano de la novia. Riéndose le dice:
¿así qui´ has aprendido a cantar? No, si’ atajó mi amigo. Es este mozo que les
va a dar una música a los novios.
Era una guitarra negra, muy linda. La igualé haciéndola sonar apenas, la
acomodé sobre mi pecho con cariño y ya la pulsé; daba gusto hacerla sonar.
Era de esas guitarras que se entregan al alma del cantor y con las que pueden
decirse cosas que uno nunca pensó fuera capaz de decir.
Cuando la tuve a punto, le digo a mi cumpa, ahora me la va a sostener
bien firme para poder hacerle las corridas en arpegio hasta la boca, sabe? Me
miró como si no me hubiera entendido. Los novios estaban sentados en la
cabecera, al lado los dueños de casa y padres del novio y más allá, otras
señoras y niñas más donosas, que daba gusto mirar.
En cuanto hicieron un poco de silencio, arranqué haciendo una escala que
les hizo abrir grandes los ojos. Algunos se pararon y otros empezaron a
acercarse para el lado de la quincha; parecían no creer en lo que estaban
escuchando. Canté el primer verso y me les largué con otro bordoneo distinto.
Ya veía que todos estaban con los ojos pintados por la emoción. Ya me los
metí en el bolsillo a estos viejos, pensé contento y seguí. Cuando iba por el
segundo verso, ni uno solo había quedado en su lugar, tres o cuatro me
sostenían la guitarra y otros me estaban pasando la mano sobre el hombro.
Cuando terminé con los versos, estrujándome y medio en el aire, me pasaron
hasta la cabecera donde estaban los novios que querían conocerme; a todo
esto, ardían los cuetes y los tiros, toriaban los perros, ululaba como indiada el
negraje pasándose sus buenos tacos. Y de mi socio, qué les cuento, en medio
de los remolinos, ya se había acomodado y estaba pegadito al lado de “su pior
es nada”. Usté si que aprovecha la guitarra, me dijo el novio. La toca desde las
clavijas hasta la boca, caray! y me pasó un “potrillo” de vino. Nos hicieron
sentar en el sitio de preferencia y me pidieron que cantara otro verso para los
dueños de casa. ¿Que me iba a hacer rogar? Yo nu’ era zonzo di’ ahora. De
tanto andar los caminos había aprendido versos que pegaban justito según
juera la ocasión. Si se trataba de un viejo al que debía conquistar, ya me
largaba con el “Concierto del jilguero y la calandria” o con “La historia del
muchacho de la poca suerte” o con “La pluma del caburé”. De modo que entré
a complacerlos. Arranqué despacito y le fui haciendo desgranar sonidos hasta
cerca de la boca por la prima y la segunda.
Aquello parecía una lluvia de pajaritos, según yo me lo imaginaba. Y
mirándoles la cara de asombro me decía: Ahora están sabiendo lo que es un
criollo guitarrero! Apenas si les di tiempo para que aliviaran con un suspiro,
cuando con todo sentimiento que cabía en mi pecho, les entoné la “No llorés mi
alma”. Ahí aflojó todo el orgullo del dueño de casa, que hasta entonces había
estado como empacau. No bien terminé el canto y se acercó y me dijo: ¿usté
es el joven que esta noche me pidió alojamiento y pasto para el caballo? Si,
señor, le contesté. Bueno, ya tiene todo, sabe? Su caballo está comiendo y
usté pase a la mesa, esta es su casa; y vaya sabiendo que de aquí no se va a
ir hasta que no le aprendamos todos los versos que sabe, dijo abrazándome.
No, señor, le va salir muy caro, le contesté bromeando y él me respondió
pegando una risotada y dándome otro abrazo: no importa; vamos a comer. Ya
los cabritos estaban en la mesa y a mi compañero lo divisaba un poquito más
allá hecho un caramelo al lado de una morocha que era una flor.
En cuanto terminó la comilona, se armó el baile. Estaba muy lindo aquello.
Era gente tan buena, que enseguida parecía que todos nos habíamos criau
juntos. En una de esas, oí comentar en una rueda lo linda que estaba María.
Me arrimé al socio y le pregunté que cual era María. Es aquella gordita que
está allí, me dijo. Esa es la chica que yo afilo. Ya me lamenté de mi mala
suerte. Qué pasa, me preguntó con apuro. Nada, le contesté, sino que estaba
pensando conquistarla. Le iba a cantar un verso, pero si es la tuya no le canto
nada. No, me dice siguiendo la broma y medio en serio. Cantale que te la
presto y si quiere irse esta noche con vos, que se vaya, total, mañana te vas
del pago y chau. Y diciendo esto, se fue, trajo la guitarra y me la pasó. Como
sabía un canto para cada nombre de mujer, ya le canté la “Despedida a María”:
“Adiós, María adorada/ este recuerdo te dejo/ vaya triste é idolatrada/ yo en un
instante pensaba/ no sufrir esta pasión/ pero mi fiel corazón/ piensa en ti, dulce
María/ que sólo en la tumba fría/ te olvidará tu cantor”. Cuando terminé de
cantar el último verso, la moza que había estado suspirando cortito no pudo
más y se cubrió los ojos para esconder las lágrimas.
Linda fiesta fue esa que duró hasta el otro día a la noche. Nunca me voy a
olvidar. Me halagaron con todo lo que yo quería. El lunes recién pude seguir mi
camino entre los abrazos de la gente y pedidos de que volviera cuanto antes al
“Balde de Escudero”.
Esa noche llegué a casa de mi hermano y no pensé más que en
descansar. Al otro día, cuando quiero acordar, empezó a caer gente, despacito,
como quien no quiere la cosa, de a pie, a caballo, en sulky, de a uno, de a dos.
Malicié que era para esa misma noche el fandango que había preparado mi
primo por mi visita. Y esa tarde nomás se armó que daba gusto. Había algunos
paisanos que tocaban la guitarra, otros que cantaban, pero yo me hacía el
desentendido, seguía sentado haciéndome el ignorante, conversando con una
tía vieja, pero eso sí, con el ojo a las criollas para ver a cual me la iba a apuntar
más tarde. Cuando me preguntaron si sabía música, les dije que todavía no
había tenido tiempo de aprender. Me estaba reservando, porque sabía que no
bien les cantara la “No llorés mi alma” o cualquier otro canto, ya no me iban a
dar respiro.
Cuando estaba la fiesta en lo mejor, como a eso de las diez de la noche,
se oyó un tropel por el patio, luego alguien dijo son dos forasteros y ya se oyó
que tocaban las manos. Cuando se asomó mi primo, oí una voz gruesa y
conocida que daba las buenas noches y decía, soy el bolichero del “Balde” y
vengo porque somos muy amigos con un mozo cantor que estuvo en casa la
otra noche y que ahora debe estar en esta reunión. Era nada menos que el
bolichero que llegaba con otro amigo de él. Ya salí y dice el viejo con la cara
llena `e risa: vengo siguiéndolo, amigo y usté disculpe, porque no puedo
olvidarme’ e lo lindo que usté y quiero escucharlo cantar otra vez. Ahí no más
los que estaban presentes le capujaron las palabras y algunos se enderezaron
diciéndome, ah, con que no sabía la música, no? Aquí lo vamos a ver. Y sin
perder tiempo me alcanzaron la vigüela.
Antes de que me acomodara nomás, medio afirmado a la muralla, me dice
el patrón, atuzándose los bigotes, cante, amigo, la “No llores mi alma”, y bueno,
qué se va a hacer, ya que estamos en el baile… La igualé como a mi me
gustaba, la hice sonar con un bordoneo especial que tenía para hacer parar la
oreja al más distraído. Fue suficiente. Cuando terminé la primera estrofa, se
levantaron todos los que estaban adentro, los de afuera se estrecharon en la
puerta y hasta los que estaban asando los chivos sacaban la cabeza por arriba.
Ya me estaba faltando el aire cuando hice el acorde final. Lo mismo que en el
boliche, todos querían saludarme, aplaudían como con rabia y tiraban cuetes y
tiros que era aquello el mismo infierno.
Cuado pasó un poco el entrevero, se me acerca el otro mozo que había
venido con el amigo de “Balde” y me dice entregándome un papelito, esto le
manda María. Que podía decirme? Si al final yo con ella había hablado muy
poco; está bien que le había dedicado un verso y había bailado una pieza con
ella, pero nada más. No hallaba que hacer para sacarme la curiosidad, hasta
que pude escabullirme a un rinconcito para leer. “Amigo, decía, no he podido
olvidar sus versos ni sus palabras. Si estima en algo a su amiga, no deje de
volver por aquí, como me prometió. Le haré saber, entonces, porqué se lo
pido”. Escondí el papel y me quedé pensando en aquella linda mujer a la que
yo, sin proponérmelo, había turbado, sin duda. Claro que me hubiera gustado
muchísimo conversar otra vez con ella, porque era la flor codiciada en muchas
leguas a la redonda, y más con la esperanza de merecer algo.
En ese momento me daba cuenta que tenía razón aquella vieja cada vez
que me repetía: Vea, mozo, cante lo que quiera y a quien quiera, pero no le
cante a las chicas porque ellas sufren mientras usté se divierte”.
Siguió la fiesta ardiendo por las cuatro puntas. Canté toda la noche, como
me lo pedían, y, aunque quería estar alegre, aquel mensaje me había
producido una pena que no me era posible disimular; y era raro, porque
pensaba y pensaba mucho más de lo que acostumbraba hacerlo por una
mujer.
Al otro día temprano el camino me esperaba y busqué sendas nuevas
para seguir, porque ya por “El Balde” no podía volver. María iba a quedarse
esperando inútilmente. También el patrón, un buen hombre al fin y mi amigo al
que no podía hacerle tan mala jugada. Aunque fuera por una mujer como la
que el amaba.
Quedaban atrás muchos adioses, el compromiso de volver que
difícilmente cumpliría. No me gustaba repetirme. Yo era así; me hacía de
amigos, despertaba amor en las mujeres, conocía lugares y parajes y me iba
lejos, en seguida, con mis sueños y mi guitarra. Ya sabía que en alguna
hachada iba a ir a parar donde tendría que darle al hacha de sol a sol para
parar la olla; pero también, que allí cerca, habría un sábado a la noche con
otras manos amigas, copas a compartir con criollos nobles que entregaban su
amistad hasta la muerte, otros ojos de mujeres que se humedecieran cuando
yo les dedicaba una canción de amor.
Olvidado de mis penurias, siempre yo con mi guitarra, la noche, el alba, la
música en el alma y versos, muchos versos nuevos, que los caminos sin fin me
iban enseñando.
NOTAS
1. Obras de Polo Godoy Rojo: De tierras puntanas, Poesías, 1945, El malón,
Cuentos, 1947, El clamor de mi tierra, Poesías, 1949, Poemitas del alba, Relato para
niños, 1953, 2ª ED. 1981, 3º ED. 1987, 4º ED. 1990, Mi valle azul, Poesías, 1955,
Campo guacho, Novela, 1960, Teatro de juguetes, Teatro para niños, 1965, Donde la
patria no alcanza, novela, 1972, 2º ed. 1990,Nombrar la tierra, Cuentos y relatos,
1973, De pájaros y flautas, Poesías, 1977, Cuentos del Conlara, cuentos, 1979, Nombro
la luz, Poesías 1984, Secreto Concarán, novela, 1987, Leal, Cuentos, 1989, 2ª ed. 1991,
Pisco Yacu, cuentos, 1990, Laurel Puntano, Poesías, 1991, Comarca azul, Poesías,
1991, El gallero, Poesías y cuentos, 1993, La fiesta de mi escuelita, Poesías, Teatro
para niños, Teatro de títeres, Glosas y Discursos, 1994.
2. “Memorias del Guitarrero” en Nombrar la tierra, Córdoba, Ediciones
Culturales Cordobesas, 1970, pp. 70-100
3. Antonio Pagés Larraya, “Letras argentinas: nexos y filiaciones” en La
periodización de la Literatura Argentina, T.I., Mendoza, Universidad Nacional de
Cuyo, 1987.
4. Polo Godoy Rojo, Opus Cit., p.78.
5. Polo Godoy Rojo, Opus Cit., p.86.
6. Polo Godoy Rojo, Opus Cit., p.79
7. Polo Godoy Rojo, Opus Cit., p.79
8. Atilio Dabini, Estudio de “Narrare è como ballare”, 1948 y “Narrare è
monotono” 1949, de Cesare Pavese, La Nación, 8/6/1952.
9. Olga Fernández Latour de Botas, Borges y la poesía gauchesca, Buenos
Aires, Secretaría de Estado de Obras Públicas, Colección de Ensayos y
monografías, 1964, p. 3.
10. Jorge Luis Borges, El “Martín Fierro”, Buenos Aires, Ed. Columba,
1953, p.12.
11. Los lugares citados de sus andanzas, se ubican con precisión en la
toponimia sanluiseña.
12. Polo Godoy Rojo, De pájaros y flautas, 1977.
13. Ibíd.
14. “Antonio Esteban “por Polo Godoy Rojo en Virorco, Número especial
de homenaje a Antonio Esteban Agüero, año VI, nº 21, julio a diciembre 1970,
SADE San Luis, pp. 27-29.
15. Antonio Esteban Agüero, Un hombre dice su pequeño país, Buenos Aires,
Francisco A. Colombo, 1972, pp.71-82.
16. Polo Godoy Rojo, Campo Guacho, Buenos Aires, Emecé Editores, p.42.
17. Definición suscinta que tomamos de Yves Chevrel, La Littérature
Comparée, “Les mythes Littéraires”, I. Terminologie, Paris, Presses
Universiitaires de France, 1989, p. 61.
18. “Introducción a literatura gauchesca. Hilario Ascasubi” por Julio-CailletBois, en Historia de la Literatura Argentina dirigida por Rafael Alberto Arrieta,
Tomo III Buenos Aires, Peuser, 1959, p.65.
19. Bartolomé Mitre, Rimas, 3ª ed. Corregida y aumentada, Buenos Aires,
La Cultura Argentina 1916, p. 362.
20. Hilario Ascasubi, Prólogo al Santos Vega o los mellizos de la Flor. Rasgos
dramáticos de la vida del gaucho en las campañas y praderas de la República
Argentina, 1778 – 1808, Buenos Aires, V.A. Vaccaro, 1919.
21. Rafael Obligado, Santos Vega, Buenos Aires, Ed. Colihue, p. 41.
22. R. Obligado, Opus Cit. p. 48.
23. Polo Godoy Rojo, Nombrar la tierra, Cit., pp.81-82.
24. P. Godoy Rojo, Opus cit. p. 78
25. P. Godoy Rojo, Opus cit. p. 78
26. R. Obligado, Opus cit., p. 54.
27. R. Obligado, Opus cit., p. 52.
28. P. Godoy Rojo, Opus cit., p. 78.
29. R. Obligado, Opus cit., p. 52.
30. P. Godoy Rojo. Opus cit., p. 78.
31. R. Obligado, Idem.
32. P. Godoy Rojo, Ibídem.
33. R. Obligado, Ibídem.
34. Polo Godoy Rojo, Ibídem.
35. R. Obligado, Opus cit., p. 53.
36. P. Godoy Rojo, Opus cit., 83.
37. Ezequiel Martínez Estrada, Los invariantes históricos en el Facundo,
Buenos Aires, Casa Pardo, 1974, antes habíamos ya anotado “No son tipos
pintorescos, pues: son los cromosomas de seres que evolucionarán, pero
mucho más se repetirán, conservando sus caracteres específicos y
caracterológicos”. P. 16.
38. Domingo Faustino Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie, Buenos
Aires, Ed. Sopena, 1963, p. 51.
39. P. Godoy Rojo, Opus Cit., p. 86.
40. D. F. Sarmiento, Ibídem.
41. P. Godoy Rojo, Opus Cit., p. 82.
42. D. F. Sarmiento, Ibídem.
43. P. Godoy Rojo, Opus Cit., p. 79.
44. Epígrafe que lleva el nombre de Santos Vega.
45. Epígrafe para el que se subraya Cantar Popular.
46. Epígrafe con los versos iniciales del Santos Vega de Rafael Obligado,
que sirve de tema a las Décimas de Avelino Herrero Mayor, y que
corresponden a Pampa en soledad, 1953, composición que selecciona Olga
Fernández Latour de Botas en su obra Folklore y Poesía Argentina, Buenos
Aires, Guadalupe, 1969, p. 227.
47. Hilario Ascasubi, Opus Cit., “Tolosa: Pero, amigo, por las dudas,
dígame: usté es Paraguayo o Tarifeño?” “Vega: Soy Puntano”, en esta edición
que recoge la anotación del propio Ascasubi se aclara: “Puntano, natural de la
Punta de San Luis, provincia argentina”, p.78.
48. Ricardo Rojas, Historia de la Literatura Argentina, Vol. II, en el Cap. “El
Santos Vega” de “Ascasubi”, nos importa su referencia a la primera vez que
aparece mencionado Santos Vega (Diálogo del 19 de octubre de 1893, en “El
gaucho en campaña”), donde se dice entrerriano “Yo soy José Santos Vega/,
payador de Entre Ríos, etc.” Y ante esta cuestión, he aquí algunas
conclusiones de R. Rojas que nos interesan “En aquel tiempo la leyenda de
Santos Vega poco antes fallecido, se encontraba en plena vitalidad. Nacida en
La Pampa, comenzaba a extenderse a toda la República como un símbolo
nacional. (…) Pero si en el diálogo de 1839 se lo menciona como payador
entrerriano, en el poema que estudio, se lo presenta como gaucho nacido en
San Luis. Es posible que fuera realmente puntano, aunque radicado en Buenos
Aires, hasta de donde puede hablarse de la “radicación” de un payador, que es
por definición un personaje errabundo, etc”. Hay argumentaciones para
defender su “puntanía” pp. 489-490.
49. Ricardo Rojas, Opus cit. Vol. II, Capítulo XV “La cuestión de Juan
Godoy”, pp. 386-399.
50. Entre otros Félix Weinberg, Juan Gualberto Godoy: Literatura y Política,
poesía popular y poesía gauchesca, Buenos Aires, Hachette 1970.
51. Jesús Liberato Tobares, Gente de mi pago, San Luis, Ed. Martín
Fierro, 1991, La copla de Pie Quebrado con la que finalizan las “Coplas del
guitarrero” se usa como epígrafe del libro: “No en vano a sido San Luis/ la tierra
de Santos Vega”.
52, 53, 54, 55.J.L. Tobares, Opus Cit., pp.45-48.
56. Ricardo Rojas, Opus Cit., p. 489.
57. Yves-Chevrel, Opus Cit Chap.III. Perspectives de recherches, 2.
Comment étudier les mythes?, p. 67.
58. Ibídem, p. 73.
59. Polo Godoy Rojo, Nombro la luz, Córdoba, Alción Editora, 1984, p. 67.
60. Agradezco a mi amigo el escritor Polo Godoy Rojo, quien me autorizó
para que ubicara al final de este ensayo su relato “Memoria del guitarrero”, de
su libro Nombrar la tierra, Córdoba, Ediciones Culturales Cordobesas, 1970.
BERTA ELENA VIDAL DE BATTINI,
SU POESIA
Berta Elena Vidal de Battini, su nombre esplende en candensioso
endecasílabo. Nacida en el siglo (1900-1994), sus cuatro libros de poesía: Alas,
Agua Serrana, Tierra Puntana y Campo y Soledad fueron publicados entre 1924 y
19371. Atendiendo a estas fechas, apreciamos que su obra poética es una de
las primeras actividades que nos la revelan en el mundo de la cultura.
Poemarios que nos resultan iluminadores de su vida joven y prólogo de los
años por venir, en éstos se espejan designios vocacionales claros, raigales;
más tarde, su larga existencia consiguió mantener ideales y objetivos en
diversos caminos, los que fue enriqueciendo de humanidad y sabiduría.
La producción lírica de Berta Elena es un bien sanluiseño. En descripción
amorosa, casi sacra diría, busca la poeta salvar del olvido rostros y almas de
los pueblos. Manera inaugural de la mirada detenida en los lugares de
provincianía, agua, viento, cielo, naturaleza toda, y los trabajos y los días de
sus gentes. Y hay un convencimiento en la poeta, que es maestra, y que ya ha
descubierto los mitos de su tierra: Este es el de que la región no aísla, sino más
bien prolonga sus luces más allá de sus fronteras. Helena Percas, que estudió
La Poesía Femenina Argentina señalaba “su verdadera vocación es la de hacer
revivir en sus versos a la región de San Luis en una poesía clara, llena de amor
por la tierra y por sus sencillos habitantes”2. Por su parte, María Delia Gatica de
Montiveros en su Pequeña historia de las letras puntanas, y en el capítulo que a la
Dra. Vida de Battini le dedica, asegura: “Berta Elena ha descubierto el paisaje
puntano en su integridad territorial, lo ha expresado estéticamente y le ha dado
permanencia en nuestra literatura”3. Para ejemplificar este acierto elijo algunos
versos de su poema “El Río Seco”, de Agua Serrana, que dicen
A los pies del pueblo
Se halla el río seco,
Hundido en su cuenca de arena plateada,
De flancos sedientos, como una ancha herida cruelmente rasgada
Y abierta a los vientos.
(…)4
y de Tierra Puntana, su “Cerro del Lince”
Triunfa su azul celeste
sobre el azul del cielo,
y es en la pampa un ave
por emprender el vuelo.
Sobre leguas y leguas
es señal en el rumbo
como si fuera el cruce
de las sendas del mundo 5.
Desde esta enumeración puntual, a los seres que pueblan este paisaje, a estos seres
ella propondrá curiosamente su autorretrato.
Hombres de las campañas, soy tu hermana:
sana, fuerte, confiada.
pero en el fondo de la greda humana
triste y reconcentrada.
(…)
(“Campesina”)6
Después, ella misma se verá en su magisterio “apacentando niños”.
Todo un panorama de coincidencias podríamos señalar entre las dos
admirables campesinas, aquélla que se llamó a sí misma “mestiza vasca”,
natural de la Vicuña chilena, Lucila Godoy y nuestra Berta Elena aconsejando a
las maestras “como reza el brevario de Gabriela Mistral”7. Hubo más
coincidencias por testimonio del esposo de la señora de Battini, he sabido de la
relación epistolar de las dos escritoras, de la ponderación de la obra de la
puntana hecha sin retaceos por Gabriela Mistral, como así también de la
señalada preferencia de la gran chilena por su último libro Campo y Soledad.
En estas últimas poesías, las de Campo y Soledad, Berta Elena deja de ser
una representación, una comentarista de su transcurrir para tornarse texto. En
tanto es la poesía registro de las vibraciones de su mundo. Se da un arte de
despojamiento radical. Leemos en “Siembra”, su poema inicial,
(…)
corazón maduro como una semilla,
en la tierra mía
te vengo a sembrar8
Arte de revelación, así revelación sorpresiva de su niñez en el
caleidoscopio de paisajes en uno, hecho sonido, luz, aroma, movimiento.
Anduve con su alborozo
por estos campos abiertos.
Se fue cantando en el agua
pero vuelve con el viento.
Manos de salvia y poleo,
ojos dorados de octubre,
lloran en sendas de tierra
pero ríen en las nubes.
Violones de los maizales,
rondas de alfalfa y de trigo,
sobre parva olorosas
bailan sus días dormidos.
Se va el sueño por la huella
de la flecha que arrojara
sobre la banda de alondra
el arco de la mañana.
(“Infancia”)9
En extrema delicadeza, su enorme fuerza vital se une a la imperiosa
gravedad presente, cuando examina alguno de los grandes temas de la
existencia. Así, la muerte anticipada, y su presentimiento nos sume en
atmósfera casi superrealista:
Golondrinas de plata
me invaden la bandada
de un mensaje lejano, insinuante y oscuro,
que sacude los árboles de mi selva profunda
de un cantar de arrobo, de silencio y de fuga.
¿Quién estará cantando mi dolor en la tierra?
¿Quién amará el retiro de mi amor dilatado?
Está mi oído atento
Un temblor me ha nombrado.
En tibia lluvia el polen de las flores más altas
me ha cubierto la cara
como si hubiera muerto.
Lenta, vuelve la aurora
y en su paloma blanca me dice que no es cierto.
(“Arrobo de las noches de luna”)10
Sí, nos estremece esa mirada bella que trasciende, ha habido un camino
de áskesis, de perfección, el camino de sí mismo se nos revela en este libro
impar.
Soledad, soledad,
camino de sí mismo,
cause vuelto hacia adentro
para el remanso del insondable más.
(…)
(“Soledad”)11
Puede hablarse de una transubstanciación como cuando en su poema
“Tierra adentro” dice: “La flor del paisaje se me abre en las manos”12 y, desde
este asumir, la tierra y los hechos sanluiseños se han abierto al país, a
América, se han universalizado. Aquel Río Seco de nuestro San Luis descripto
y visto en su realidad y en su leyenda es para siempre “Río de América viejo”13.
En cada lugar percibe sobre todo el alma de las materias fundamentales,
y eso le permite ir develando el “mito del eterno retorno”. Las pequeñas flores
de entre las piedras, margaritas, nomeolvides se quedan marcando un friso
nuevo y eterno.
La margarita de piedra
de la cruz está en la cuesta,
pareciendo que bajara,
pareciendo que subiera,
parábola de Jesús
en la presencia viajera.
(“Cruz de Piedra”)14
Antes de recordar el último verso de este libro deseo agregar una
definición escanciada por Jorge Luis Borges:
La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el
tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo o algo dijeron que
no hubiéramos debido perder, o están por decir algo, esta inminencia en una revelación,
que no se produce es, quizás, el hecho estético.
(“La muralla y los libros”)15
He aquí el verso final de Berta Elena, que anuncié: “La belleza manda que
nunca se encuentre”16.
El tiempo de la poesía de Berta Elena continúa durante su amplia vida,
porque su vida fue siempre poesía. El habla de sus gentes al que ella dedicará
sus afanes le entregó su fontanar de oro, le permitió una salida del tiempo
profano al tiempo sagrado. En sus múltiples investigaciones entrevió y por
estas nos permite entrever una apertura al tiempo Sagrado de los Comienzos.
Pero el tiempo suyo de decir poético culmina en este splendor ordinis: el
esplendor del orden de sus poemarios nos reserva para siempre, para todos,
esta su poesía pura que no envejece porque es poesía de todos los tiempos.
NOTAS
1. La obra poética de la doctora Battini tiene el siguiente orden de
publicación. Alas, Buenos Aires, Imp. L. Bernard, 1924; Agua serrana, ilus. De
Nicolás Antonio de San Luis, Buenos Aires, El Ateneo, 1931; Tierra puntana,
viñeta de Nicolás Antonio de San Luis, (1ª y 2ª ed.), El Ateneo, 1937; Campo y
soledad, Buenos Aires, El Ateneo, 1937. En cuanto a su muy extensa y
fundamental obra en prosa, a la que frecuentemente he acudido para mis
investigaciones, citaré sus dos obras mayores: El habla rural de San Luis,
Fonética, Morfología y Sintaxis, VII T. Biblioteca de dialectología
hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires, con Prólogo de Amado Alonso, 1949 y Cuentos y leyendas populares de la
Argentina, nueve de sus diez volúmenes han sido editados por Ediciones
Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1980-1984. A estas obras se suman entre
tantas, estas cuyos títulos anuncian temática sanluiseña: Mitos sanluiseños,
ilustrados por Nicolás Antonio de San Luis, Buenos Aires, Porter Hnos., 1925;
“Voces marinas en el hablar rural de San Luis”, Filología 1, 2, Buenos Aires,
1949, “El léxico de los buscadores de oro de La Carolina, San Luis” Anales del
Instituto de Lingüística de Mendoza, 1952, “El pesebre de Navidad en San
Luis”, c. Dirigida por Rafael Jijena Sánchez, 1963, etc.
2. Helena Percas, La poesía femenina argentina (1810-1950), Madrid,
Ediciones Cultura Hispánica, 1958, p. 399.
3. María Delia Gatica de Montiveros, Pequeña historia de las letras puntanas,
San Luis, 1946, p. 65.
4. B. E. Vidal de Battini, Agua Serrana p. 73.
5. B. E. Vidal de Battini, Tierra puntana, p. 57.
6. B. E. Vidal de Battini, Agua Serrana, p.79.
7. B. E. Vidal de Battini, Agua Serrana, cito la estrofa que corresponde a
“Hermana Maestra” “(…)// Que el desencanto pase y el fervor se acreciente, /la
incomprensión no mate la esperanza naciente, /ni la injusticia turbe tu lección
natural /como reza el breviario de Gabriela Mistral./// (…)”
8. B. E. Vidal de Battini, Campo y Soledad, “Siembra”, p. 7
9. Ibídem, “Infancia”, pp. 14-15
10. Ibíd. “Arrobo de las noches de luna”, pp. 26-27
11. Ibíd., p. 11
12. Ibíd., p. 9
13. Ibíd., “Pena nativa”, p.54.
14. Ibíd., p. 31
15, Jorge Luis Borges, Otras Inquisiciones, Obras Completas, Buenos Aires,
Emecé, p. 635.
16. Berta Elena V. de Battini, de Campo y Soledad, “Cosecha” En el ocio
inmenso/de unos pocos días espigué estos versos, /campo y soledad. /Los
hube sufriendo, /los veo pequeños. /La grieta del cerro /no partió en la piedra
su entraña de agua, /y quedó sangrando /la raíz del árbol. /Llora la esperanza
siempre penitente. / Se busca a sí misma. /La belleza manda que nunca se
encuentre.” pp., 105-106
LA POESIA DE
ANTONIO ESTEBAN AGÜERO
Y
CESAR ROSALES
PATRIMONIO SANLUISEÑO
Algo realmente trascendente es para un pueblo poseer una voz suya en la
Poesía, saber que de su seno han surgido poetas capaces de decir
melodiosamente lo que su corazón encierra.
Antonio Esteban Agüero y César Rosales son tales poetas, cuya obra
pertenece a la literatura sanluiseña porque ambos son oriundos de la provincia,
pero aún más porque el proceso gestador de sus poesías registra una realidad
sanluiseña de raíces vivenciales y múltiples correspondencias. En mérito a esto
es sanluiseño el temple del sentimiento con el que el mundo está
representando en sus creaciones.
Se destacan en cada escritor los principios aglutinantes de nuestra
comunidad, esto les hace dueños de una individualidad que les da señorío de
toda la tierra. Poetas que acceden desde su “pequeño país” al universo y el
universo está en sus poesías.
Al celebrar sus creaciones podremos ver, en forma ideal, el panorama de
la provincia sanluiseña: todo su vivir y contemplar, todo su luchar y su esperar.
Al compartir sus cantos, hemos de percibir el pueblo actuante y la belleza
reveladora.
En el año 1972, desde la Casa de San Luis en Buenos Aires, tuve el
placer, que consideré como alto honor, de organizar una Meza Redonda como
Homenaje Nacional a la Poesía de Antonio Esteban Agüero, brillo especial le dieron
los integrantes del panel: Dardo Cúneo, María Alicia Domínguez, Antonio de la
Torre, Hugo Arnaldo Fourcade, Enrique Menoyo y César Rosales. La
publicación posterior de sus trabajos me ha permitido ahora acudir al recuerdo
claro de César Rosales:
Conocí a Antonio Esteban Agüero en el verano de 1946. Había publicado yo el
año anterior mi primer libro de poemas: Después del Olvido. Pero no era un principiante
en las letras, puesto que desde varios años antes venía publicando versos y prosas,
primero en el lejano y solitario Sur, después en Buenos Aires, adonde vine a residir
finalmente. Agüero llevaba publicados entonces tres poemarios: Poemas Lugareños
(1937), Romancero Aldeano (1938) y Pastorales (1940). Siendo un poco más joven que
yo, se había adelantado en la empresa del libro, no en la aventura de la poesía cuyos
comienzos son posteriores a los míos”.
Y relata más adelante:
Pasábamos mi esposa y yo unos días de vacaciones en Rincón del Este, paraje
serrano muy próximo a la pintoresca, tranquila y eglógica Villa de Merlo1
Rosales describe su visita a un añoso algarrobo que Agüero habría de
convertir años más tarde “en la figura protagónica de una epopeya del
paisaje”22. Y continúa con su evocación:
nos encontramos de pronto en una rueda de rostros y manos que se tendían en
cordial saludo. Y de pronto también en un intervalo de improvisado diálogo, alguien,
uno de los circunstantes, que me arroja una inquisidora pregunta: Conoce Ud., en
Buenos Aires, a César Rosales? Sí… lo conozco, César Rosales soy yo, contesté, no sin
cierta extrañeza, como si la pregunta se la hubiese formulado a otra persona y no a mí.
Mayor fue la extrañeza de Agüero porque se trataba del propio Agüero y yo tampoco
sabía que era él quien preguntaba –al oir mi respuesta. Demás está decir la sorpresa del
tal fortuito encuentro y la gracia que nos hizo a todos esta suerte de prólogo de comedia
de equivocaciones.3
Mientras conversaban, recuerda Rosales, miraba “la escarpada muralla de
la vecina sierra de Comechingones”, se vio niño feliz contemplando hacia el
gran cordón azul de la misma sierra, “y no sabía yo que allá lejos, al pie de la
montaña ya vivía y soñaba un niño predestinado como yo a ser poeta”…4
Salteo muchas reminiscencias, comenta después sobre Agüero,
vivía en paz consigo mismo -lo que no quiere decir conformismo- y con los
demás, con los hombres de su tierra y con los animales y las plantas, las piedras y las
aguas. Luego era feliz y cantaba esa felicidad. Pienso que Teócrito y Virgilio,
Gracilazo y Pascoli, Francis James y Antonio Machado hubieran vivido a gusto en esta
tierra de ensueño y maravilla, como hubieran vivido en mi terruño del noroeste, San
Martín distante poco menos de unas veinte leguas de Merlo, en el nunca olvidado y casi
desconocido rincón de mis mayores.5
Atendamos
biográficas.
a
estas
coincidencias
que
son
valiosas
referencias
Antonio Esteban Agüero (1917-1970) ya lo dijo Rosales, siendo más
joven que él, se había adelantado en la empresa del libro.
Tengo por buena la costumbre de buscar en la obra de los mismos poetas
que queremos conocer, la razón y el código de sus propias creaciones. Porque,
en verdad, quién nos iluminará sobre el misterio del poeta sino el poeta mismo?
“El Pregón”, es una de las últimas poesías que escribiera Agüero –
incluída en Poemas Inéditos- y dice:
Yo no quiero morir. Es imposible
que yo pueda morir mientras la vida
siga viva en jilgueros y caballos.
Si yo siento la vida deliciosa
como un río
de abejas –en febrero,
locas de sol- por las profundas venas.
Si yo tengo mi voz en la garganta,
mi voz plena de nombres, abarcando
el contorno y la esencia de las cosas”.6
Plantea, como vemos, su imposibilidad de morir porque le alienta la
certeza de haber creado vida con vida, y en esta obra así formada descubre su
voluntad de permanencia, la armonía del mundo, el suyo, el de sus creaciones,
es tal porque abarca el “contorno y la esencia” de las cosas. Surge de esta
composición de Agüero su seguridad en el oficio de poeta y su optimismo de
amador de la vida.
Otro texto del poeta de Merlo: Vivir en poesía, éstas páginas en prosa, son
páginas de fuego sagrado. Se parte de un postulado cierto: la poesía está y
existe porque está y existe en el hombre. Poeta de afirmación, en Agüero no
podríamos entender una postura agónica.
De entre muchas proposiciones que integran el texto recordemos estas:
-Vivir en poesía es amar el pequeño reducto de la patria con pasión volvedora de
trucha o golondrina, porque en esa mínima parcela planetaria está representada la
totalidad del cosmos.
-Y entre otras
complicadas y variadas cosas,
el poeta entiende que
vivir en poesía es comprender que la comunicación se inicia donde terminan los
idiomas, las razas y las fronteras.7
Pienso que aunque Vivir en poesía no es breviario de estéticas ni de
ciencias literarias, señala la primera condición poética tanto para crear cuanto
para interpretar en su verdadera dimensión a la poesía, también muestra las
razones inmanentes que están desde siempre en el corazón del hombre a
partir de las que puede emprenderse la búsqueda del “ser habitante o habitado
por la poesía”.
Conocedor y gustador de la poesía universal, de entre sus lecturas
predilectas se cuentan los autores españoles, en especial los clásicos y los
modernistas; los grandes poetas de América; Vallejos, Whitman, Neruda,
Lugones; también se mostró interesado por la obra de los poetas franceses, en
especial los simbolista y surrealistas, como por la de los poetas orientales, uno
de ellos fue R. Tagore.
Dentro de los escritores leídos se señalan influencias de los españoles:
desde Berceo a Garcilaso, como así también de García Lorca, Machado,
Guillén, Unamuno.
Más que influir en su venero poético los poetas, la poesía debió llegar a
Agüero como un regalo de armonía, como un admirable canto unitivo,
derribando fronteras. De aquí que él apreciara en Supervielle, por ejemplo,
hermandad en el sentir de la naturaleza.8
Pero de todas las fuentes del canto que paladeó, la más preciada fue la
de los pájaros, justificando su importancia el mismo poeta se autodenomina
“traductor de pájaros”9 (en “Canción de los dos traductores” del libro Canciones
para la voz humana).
UBICACIÓN DE LA POESIA DE AGÜERO
Entre “los fines del romanticismo y los anunciadores del superrealismo”,
es la ubicación que da Juan Carlos Ghiano de Antonio E. Agüero –Poesía
Argentina del siglo XX-, registrándolo en el sub grupo llamado “Definiciones
nacionales”, el lugar que se le designa entre Manuel J. Castilla y Nicandro
Pereyra, sin otra explicación sobre este sitio me mueve, a mi vez, señalar un
manifiesto de La Carpa, agrupación y revista de Tucumán que, en 1944 tuvo
entre sus representantes a los poetas Manuel J. Castilla y Nicandro Pereyra,
siempre me pareció que este manifiesto definía la postura de nuestro Agüero y
entiendo, nadie lo ha señalado hasta hoy en tal correspondencia, dice así:
Creemos que el poeta es la expresión más cabal del hombre de la tierra, aunque se
yergue como el árbol en aspiración de altura. Conscientes de las solicitudes del paisaje y
de las urgencias del drama humano, no renunciamos ni al arte, ni a la vida,… En fin,
creemos que la poesía tiene tres dimensiones: belleza, afirmación y vaticinio 10.
Esta coincidencia lleva a reafirmar que la poesía de Agüero es
trascendente poesía argentina. Como poeta de la mejor corriente nacional, esta
posición lo ha de definir creador de América en la solidez y fuerza de un
impulso nuevo, propio. Cúneo lo distingue “habitante de la cultura de América
morena, de su fidelidad, de sus disidencias”.11
ORIGINALIDAD DE LA POESIA DE AGÜERO
Pregonar, decir, nombrar, es misión que se cumple bellamente en la
poesía de Agüero. El es el poeta que sabe comunicarse por el canto, por la
voluntad de triunfar sobre el tiempo y el olvido, por el querer salvar y salvarse.
De aquí nace uno de los rasgos originales y permanentes de la obra de este
poeta: él es el vate de la comunicación a la vez mágica y clara, el poeta
solidario, el que encontró la palabra depurada con la que llegar al pueblo en
especial vibración, el que siente con el pueblo, el prójimo elegido. Sus notas
originales se encadenan, del canto deriva una armonía que se ajusta a un ritmo
interior, a lo telúrico, que arrastra, que conmueve.
Félix Coluccio marca puntualmente otras de las características de este
bardo sanluiseño cuando dice:
como aconteció con otros poetas americanos, no necesito del tremendismo para
denunciar en sus versos injustos despojos y torpes olvidos respecto de los seres que
sobreviven o transitan una vida sin horizontes ni esperanzas en ese San Luis “bravío y
áspero reducto donde los puntanos aman, luchan y mueren desde hace más de cuatro
centurias” tal como Agüero lo definiera.
Y siendo la proyección folklórica de la poesía agüeriana, de las más
trascendentes en América, seguimos a Coluccio, “con ella enalteció la humildad
de las cosas comunes pero eternas revitalizando su tradición”.12
Señalamos otros rasgos de su genuina originalidad: estos temas
regionales o de raíz folklórica, no bastan por sí mismos para asegurar una nota
original en la poesía de Agüero, la originalidad está dada en el ritmo renovado
que imprime a las cosas, a los hechos, a la vida que fue, a la que es. Este ritmo
define su postura, no se mira el pasado como pasado, sino como fuerza, como
empuje, como compromiso que ya camina en el futuro, toda su poesía se
ajusta a este ritmo interior que es siempre un andante porque según lo expresa
Cúneo “la de Antonio Esteban Agüero no es región quieta, se la sabe, se la ve,
reordenándose para la marcha profunda, para rehacer el camino reandándolo.
La tradición no es cosa que se queda, acompaña al Poeta”.13
CESAR ROSALES (1910-1973)
De su último libro publicado El Cristal y la Esencia son estos versos
reveladores:
Sólo viviendo de alma, de cernido
silencio de ternura, de alarido
se puede amar y eternizar lo amado.14
Clave transparente y esencial la que nos propone el poeta: el acto poético
es excelsa forma de vida, sólo por esta vía se consigue perdurabilidad, una
vigilia tensa, una vida atenta en busca constante de la belleza podrá percibir el
cernido silencio por donde se tamizan las arenas de la eternidad.
Terruño e infancia, como crisol luminoso, aparecen entrañablemente
unidos en la poesía de Rosales y son el leit-motiv que ha de circular por sus
versos ya como tema, muy preciado, o como sentimiento trascendente.
Yo siempre me pregunté cómo era posible que este poeta, gestor de luz
celebrante, fuera considerado la más de las veces como poeta elegíaco del
Grupo del 40. El mismo Rosales nos aclara en qué medida ha de entenderse
su participación en esa generación:
Este sistemático error en un enfoque de un movimiento literario –el de la
generación del 40- que en su advenimiento se caracterizó por su inclinación a
rememorar su infancia y su lugar de origen, ha generado un equívoco, según el cual la
del 40 es una generación de poetas irremisiblemente elegíacos.
En esta visión parcial, unilateral y niveladora de valores y expresiones –dice-, no
se ha tenido en cuenta que el tono neorromántico, fundamental, dado en el devenir de
las generaciones literarias, registra una multitud de matices que van desde la nota
quejumbrosa hasta la exaltación pánica, incorporando el pasado entrañablemente como
una vivencia imperecedera.15
El amplio espectro de la cultura literaria de Rosales explica en cierto
aspecto, la riqueza renovadora de su poesía, en ella convergen dos corrientes
principales: una clásica vertiente de inspiración grecolatina y proyección
renacentista y barroca; y otra moderna de proyección simbolista y
neorromántica que desemboca en el surrealismo.
Hubo para el poeta aprendizaje de libros y de vivencias, de éstas las que
más cuentan son las de la primera edad. “Egloga” es el título de un soneto suyo
que nos entera de que el cardenal nativo fue su primer maestro de campo:
de él aprendí la pura hechicería
de trocar en destello y melodía
el terrenal asombro de estar vivo.17
Pero hay otros maestros, otras reconocidas fuentes en el poeta
celebrante, se han señalado los clásicos españoles, también Molinari, Cernuda,
Hölderlin, Rilke, Whitman, St-John Perse.
Por él mismo en sus citas y recuerdos tenemos presente textos del
Antiguo y Nuevo Testamento y evocamos a buen número de grandes poetas.
Valga como ejemplo aquel fino recuerdo que le inspiró Juan Ramón Jiménez
quien junto con su esposa Zenobia Camprubí, visitara a Rosales en su casa de
Buenos Aires:
prefería escuchar al maestro cuyas palabras tenían la sugestión y el poder de un
sortilegio, de una emanación espiritual. Alto, delgado y pálido, como ciertas figuras
descarnadas de El Greco, todo él me daba la impresión de una llama esculpida por el
tiempo, a resguardo del viento, dentro de la campana de un fanal. Pero como la música
y la luz, que eran sus elementos naturales y mágicos, el aire le llenaba la voz y aleteaba
en su rostro: el aire de la vida, una de cuyas formas era el hilo del diálogo encendido,
tenso, comunicante, cuerda tañida por dos almas, vibrante y extendida entre dos
soledades, dos silencios, dos unidas orillas.18
La admiración de Rosales por Vicente Aleixandre, el Premio Nobel
español fue sin duda recíproca, Aleixandre señaló estas cualidades de su obra:
poesía de comunicación, multiforme rostro americano, panorama vivificado
desde su tronco unitario.19
OTROS RASGOS DE ORIGINALIDAD
Rosales es poeta que inaugura el verso de la palabra esplendente,
asentado en símbolos y alegorías, el lujo de la forma está puesto en función del
destello interior, de las esencias de la existencia, como una manera de iluminar
por su versículo la condición del hombre en el cosmos.
Por los símbolos de su poesía, si estamos atentos, pasan revelaciones de
infinito: río-tiempo que fluye; Monte blanco, enigma de la lucha de principios:
lucha dentro de la cual aquél defiende el orden cósmico, ese cosmos cuyo
paradigma es su pueblo “de cuatro calles y una plazuela” en donde pervive la
familia, estrella de los días.
Como poeta trascendente, su gran originalidad estriba en haber logrado el
equilibrio por el que la forma propone su preciosismo, necesario, para alcanzar
el vuelo de la imagen desprendida y transparente. Recurro a un ejemplo: sólo
el volar de una mosca le permite hilar tal poesía en ascensión, que de su
zumbido pueda despertarse, al fin, la imagen del Valle tutelar, lo sacro de su
corazón.
Es un fragmento del “La casa en la colina” correspondiente a Cantos de la
Edad de Oro:
Y esa mosca obstinada, de color obsidiana verdegris, cuyas alas,
vítreas y transparente, emitían apenas
una débil y tenue vibración
y se tornasolaban bajo el haz repentino de un flequillo de luz filtrada al sesgo
más allá por la ventana roja del poniente
a través del encaje de aquella cortinilla que el céfiro agitaba
dejando vislumbrar por detrás de los claros del ramaje,
más allá de los verdes y boscosos collados,
la levantada cresta las aristas desnudas del farallón rosado de unas cumbres…
Jaspeada, terca mosca solitaria, avarienta de luz, que en la suave penumbra
estival de la estancia volaba atolondrada y temblorosa,
con un leve, monótono,
tenaz y melancólico zumbido, un zumbido
que persiste y escucho aún, a veces, lejanísimo pero extrañamente claro,
y despierta el recuerdo de la umbría y soleada floresta de la infancia
entre dormida allá en el cuenco de un valle amueblado de luz,
¡de arroyo de cristal, de abejas de oro!
¡Vieja casa natal, cerca del río, al pie de la colina!”20
CANTOS CELEBRATORIOS
Dos poetas sanluiseños con vocación de belleza, llenaron sus fanales al
pie de la sierra azul –de uno y otro lado de la sierra de Comechingones-,
poetas celebrantes, poetas esenciales. Distinta poesía, valor siempre puesto en
la comunicación.
Elijo dos libros de cada autor en mi deseo de caracterizarlo.
Primeramente estos libros de Cantos Celebratorios: Las cantatas del árbol
de Antonio Esteban Agüero y Cantos de la Edad de Oro de César Rosales.
La glorificación de la naturaleza en apertura clásica de Oda, nos entrega,
por sus Cantatas del Arbol Antonio Esteban Agüero. Con registro de mar, de
arroyos claros, de susurros de fronda para celebrar el bosque natal, los seres
que lo habitan, su entorno, su historia y sus misterios.
Y en el centro del bosque, como si fuera su corazón real e ideal, el árbol
dador de dicha desde un largo y comedido vivir es descripto con versos que
suenan a letanías de poesía pura:
Padre y Señor del Bosque
Abuelo de barbas vegetales.
Algarrobo natal. Torre del cielo.
Monumento y estatua de follaje.
Hijo del sol y de la tierra unidos.
Corona real para la sien del aire.
Arbol de luz. Espejo de los siglos.
Dios vegetal de corazón fragante.
Así yo quiero terminar la Oda,
asistido por Angeles del Canto:
Algarrobo natal, abuelo nuestro,
¡Catedral de los pájaros!21
La especial ebriedad que causa en el poeta esa comunión con la
naturaleza, hacen que el sortilegio de una transformación se sienta y se
transmita vívidamente:
mis raíces se anudan a raíces
bajo la tierra de fecundo seno
y mi copa se eleva rumorosa
y majestuosa sobre el bosque viejo
con las ramas posadas en el aire
como en hombro de amigo y compañero;
pájaros vienen a buscar mi sombra,
plácida sombra de follaje nuevo,
mariposas y abejas me coronan
de susurrante deslumbrante vuelo
las hormigas me suben por el tronco,
sobre mis hojas se detiene el cielo,
ya no soy yo porque ya soy un árbol
para todo los días en el tiempo
¡Oh, dejadme ser árbol en el bosque
este bosque natal el bosque nuestro;
mientras rueden las horas y las nubes
no interrumpáis el encantado sueño…22
En una profunda hermandad con la naturaleza toda, hermoso árbol dador
de plácida sombra es Antonio Esteban Agüero!
El reino de la infancia se abre suntuosamente por la poesía de César
Rosales en sus Cantos de la Edad de Oro.
Los cantos, a la manera de una sinfonía, permiten escuchar la floresta, la
vida en aquella casa natal al pie de la colina, la higuera madre “estremecida
catedral”23, el pájaro de la infancia, los frutos silvestres, el amor por la poesía
prefigurado en la niñez y los misterios insondables de la vida que ya anuncian
sus notas.
El ritmo versicular, en verso libre, nos ofrece la vecindad con la plegaria
cuyos ecos también nos llegaron en las Cantatas de Agüero.
“Los frutos silvestres” es una de las composiciones que nos muestran al
poeta recibiendo real y simbólicamente las esencias sanluiseñas que su terruño
de San Martín le entregó. He aquí fragmentos de ese poema:
(…)
Vosotros me nutristeis con vuestros ásperos y fuertes zumos,
en vosotros hallé, prefigurado, el sabor de la vida,
el color verdeoro,
verdesol, verdeimán de la esperanza
y el perfume selvático de la libertad.
(…)
Frutos silvestres,
es mucho, mucho aún, lo que debo a vosotros
que me ofrendasteis el sabor primario
de cuanto-zumo, aroma, vida, esenciacon paciencia infinita, con silencio, sufrimiento y dolor amalgama y sustenta
la tierra en el recinto de su crisol oscuro
y guarda en su sagrario
(…)
La tierra os engendró pero no fuisteis, no, destruídos por ella ni por las ciegas
furias que desatan sus dioses.
Cuando todo yacía quemado o anegado, tierra y arborescencias
del agreste solar, vuestros sufridos, vuestros pequeños y apiñados frutos
sangraban como vasos de ofrendas entre cercos de punzantes espinas
y se ofrecían llenos de prístino sabor y virginales zumos a la inocente fiera
que movía mis manos y anidaba en mi boca.
No una vez, muchas veces, suelo natal –escúchame-,
yo comí vuestros frutos y asumí sus esencias, sus inmanentes dones!24
EL TESTIMONIO EN EL DECIR
Otros dos grandes libros: Un hombre Dice su Pequeño País de Antonio E.
Agüero y Vengo a Dar Testimonio de César Rosales.
Los considero juntos porque se da en ellos a partir del Título un decir en
forma testimonial que es compromiso asumido: “un hombre dice su provincia”,
“vengo a dar testimonio”.
En Un hombre Dice su Pequeño País, Agüero nos dice su: “San Luis del
Venado y de las Sierras”. En este libro el poeta se nos revela ordenador de un
cosmos tanto espiritual como material.
Sus distintos Digos hablan de la génesis de un vivir comunitario en este
nuevo Viejo Mundo.
Es la gesta que se afirma y por gracia de su poesía supera una etapa
esencial entre el sueño y lo posible. La obra se agranda en el rechazo de todo
exceso, el paisaje siempre humanizado se da a la medida, noble medida del
hombre. Por eso el pueblo, amado por el poeta se emociona ante la verdad y
justicia poética de su Digos. Ese es el pueblo que se reencuentra en sus
robustos sentimientos, en su salud espiritual como en este pasaje de “Digo el
llamado” donde la evocación al sacrificio estoico por la causa de la libertad
llega muy hondo:
(…) Y San Luis obediente respondía
ahorrando en la sed y la miseria;
río oscuro de hombres que subía,
oscura río, humanidad morena
que empujaban profundas intuiciones
hacia quién sabe qué remota meta,
entretanto el galope levantaba
remolinos y nubes polvorientas
sobre el anca del último caballo
y el crujido final de las carretas.
Y quedaron chiquillos y mujeres,
sólo mujeres con las caras serias
y las manos sin hombres, esperando…
en San Luis del Venado y de las Sierras.25
El endecasílabo es la senda cuyo ritmo acompaña esta epopeya creadora,
romances que abarcan la enumeración de acciones, de seres y de cosas
elevadas por el amor unitivo de la poesía.
Al decir los Oficios, la hermandad del poeta con los hombres de su tierra
se hace evidente. Esos hombres que por la humildad de sus trabajos parecen
condenados a vivir en sombras y en olvido. El bardo rescatará sus nombres,
sus afanes, y junto a hacheros, tejedoras, dulceras, remeseros, yuyeros,
papayeros., carboneros, pastores, picapedreros, cuenta la utilidad y belleza del
Oficio de Poeta que le ha dado la dicha de sentirse “boca de Hombre y corazón
de Pueblo”.
Y surgen acá y allá ramilletes de nombres para armar el verso más
hermosamente solidario:
yo saludo la sombra campesina
de nativos y honrados Carpinteros;
Mauricio Barreda, Juan Orozco,
Pablo Aguilera, Sebastián Moreno,
Dolores Luna, Sinibaldo Funez,
Crisanto Nuñez, Juan Daniel Romero.26
Viviendo así, la esperanza de salvación se ilumina, por eso el bardo del
pueblo presiente que
La noche en que fusilen canciones y poetas
por haber traicionado, por haber corrompido
la música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás a mí me salve estos versos que digo…27
Vengo a Dar Testimonio es obra de César Rosales quien, alguna vez,
apuntó el papel que Saint-John Perse postulaba para los escritores de nuestro
tiempo “además de ser testigo y actor no ha de renunciar a ser árbitro de la
vida, aunque su juicio dado por iluminación del corazón no sea inmediatamente
oído por sus contemporáneos”28 esa “iluminación” es la que hizo que Agüero
acertara al señalar el camino de la Salvación y que Rosales proponga al
finalizar este libro, en la certeza de los valores permanentes:
Yo digo la semilla no debe perderse,
yo digo el sembrador
no ha muerto aún y vive,
vive aún en el puño constelado de rubíes fulgurantes como una granada
entreabierta de júbilo
del que arroja sin miedo la palabra-simiente sagrada y virginal
-chispa arrancada de un sueño remoto
para el día futuro, dios espléndidosobre el erial salvaje.29
Y Rosales es también poeta ordenador. Esta obra viene a dar testimonio
de la génesis de la poesía en el mundo. Referida que fue esta epopeya, el
poeta testimonial nos alcanza “un esplendor del orden” que se alza desde su
suelo de infancia: “Canto al Cerro Blanco” –el macizo montañoso que se
levanta muy poco distante de San Martín hacia el Oeste- explica, ayudado por
la magnificencia del símbolo cómo se llega a destruir el equilibrio del cosmos.
Por eso entiende de ese “bastión de la pureza”, del Cerro Blanco esa
“reacción”, cual cataclismo, que se produce, cree el poeta ante el acoso, la
ensordecedora, desmedida demanda de la dinamita, de aquellos que ante el
continuo excavar, no vieron, le dice al Cerro30
(…)que en los surcos de tu pecho
una flor daba al viento su perfume,
que una fuente brotaba de la roca,
que una alondra cantaba y que su canto
iluminaba el corazón del hombre,
y era una miel, un hilo melodioso.
que unía los extremos
y entrelazaba el cielo con la tierra,
la tierra con el cielo alucinante,
el carbón con los astros,
la noche con las alas rosadas de la aurora.
(…)
Y más acá de ese cerro “duro cáliz” está el pueblo. De éste su pueblo
natal al poeta le preocupa, y en qué forma “La condición de los seres”, están
las preguntas y las repuestas sobre su condición humana teñidas de eternidad:
En mi pueblo ¿sabéis?,
los seres son eternos
como una dura piedra,
como un oscuro insecto.
Como la piedra viven
batidos por el viento,
tallados a los golpes
de las aguas del tiempo;
(…)
De nada se alimentan
y todo asume en ellos
un color indeleble,
un verídico acento,
un vigor de planetas:
el agua, el aire, el fuego
la madre tierra tejen
el cañamazo recio
de sus vidas tejidas
con puros elementos
(…)
De nada se alimentan
y todo es alimento
en un aire que templa
los nervios como acero
y preserva las almas
de herrumbres y venenos:
(…)31
Dignos de recordar, el enlistado de nombres nos ubica en pareja
dimensión de sentimiento y propósito, a Rosales de Agüero:
Pilar Sosa, Dalinda,
Sinforoso, Eliseo,
Eloísa, Nazario,
Nicolás, todos ellos,
puros como el rocío
como piedras, eternos.32
HORIZONTE DESDE SUEÑOS Y VIGILIAS
Una vez, por boca de niño sanluiseño, tuve esta maravillosa revelación
sobre nuestra condición de seres oriundos de San Luis: “nosotros tenemos los
sueños”, me dijo, todavía me emociona el recuerdo de su voz y de su seriedad!
Sí, tenemos los sueños, alto estandarte de poetas. “No me despertéis,
dejadme, en mi sueño está la niña”33 decía Agüero, simbolizando en la niña, la
poesía. Y, sueño de poetas es sueño de dioses, bien recordaba Rosales las
palabras de Hölderlin “el hombre es un Dios cuando sueña”.
Nos quedan sus sueños amasados con belleza y dolor transubstanciado,
memorias de anhelos y vigilias en una común actitud de nobleza y
reciedumbre.
Esta disposición de fortaleza espiritual que señalamos, hace que en sus
obras haya una aceptación madurada del orden de la vida, de los ciclos vitales
que marca la naturaleza los que, bien vividos, alcanzan una forma de
perennidad.
EL TEMA DE LA MUERTE
Si buscamos destacar en la poesía de Rosales y de Agüero el eco que
dejaron las distintas influencias literarias con respecto al dolor suscitado por la
muerte, debemos señalar para el caso de Agüero el influjo de los autores
españoles admirados por él, y en Rosales, el mundo de presagios, sombras y
extravíos que acompañó al Romanticismo alemán, mas en la instancia
particular del sentimiento suscitado por lo tremendo de vidas truncadas en su
infancia, esta coincidencia se nota en los dos poetas con peculiaridad que les
es propia. La muerte como tragedia, sólo se presenta en la obra de nuestros
poetas cuando se trata de vidas jóvenes cercenadas, de muertes de niños.
Los versos octosílabos de Agüero en su Romancero de Niños expresarán lo
fatal de las muertes de aquellos para quienes, como el pastor despeñado,
sus años eran tan pocos
que cabían en las manos34,
y ante tal desdicha los más tremendos interrogantes quedan sin
responder:
Ay, ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?
Al niño le están velando?35
César Rosales, en su extenso poema “El otro juego”, cuenta la
desgraciada sorpresa teñida de tragedia ante la niña del corro de la infancia
que, participando en las chanzas de “la gallina ciega”, murió al ser picada por
una víbora. Este suceso paraliza un juego que se creía infinito. Por él se ha
roto, de alguna manera, el equilibrio del cosmos.
Nadie pensaba, no, nadie temía
que la niña con aire de sonámbula y estentórea gallina
buscando el hilo y el dedal perdidos
pudiese quedar sola y a oscuras para siempre
abandonada en medio de un caserón desierto en un patio sin luna.36
Dirá hasta qué punto nuestros poetas sanluiseños se mantienen firmes en
su actitud vital, el hecho de que al madurar cada uno su muerte propia, ésta sea
esperada con poesía y con fe.
Entre los últimos poemas de Antonio E. Agüero y César Rosales,
encontramos sendas composiciones referidas a la “Casa” que les espera
habitar en el más allá y que prefiguran en imágenes de plenitud. Ambos
eligieron la áurea forma del soneto para este motivo de pervivencia.
Pertenece a Antonio Esteban Agüero:
Abandono de la Casa
Ya no tengo mi casa pero tengo
toda la noche como casa mía,
estrellas las lámparas, estrellas,
para que alumbren lo que siempre digo.
Un soneto de Dios y otro del Diablo,
porque alguna vez los he de ver unidos
con la mano en la mano, unidamente,
en el Lucero que anuncia la mañana.
Lo que fue casa es soledad y barro,
soledad con recuerdos y tesoros
ánimas muertas y memorias tristes.
Pero mi casa es un palacio hermoso,
donde el Angel del Canto me recibe
para todos los días de las noches.37
No nos llame a equívoco esa voluntad del poeta Agüero de ver unidos el
Bien y el Mal que tuvieron su corazón humano como principal campo de
batalla, se aquietará la lucha que marcó su propia condición de hombre, esto
es de pecador, mientras persiste el ansia de volver a la Unidad redimido por la
Palabra.
César Rosales alienta también una fe trascendente en:
Mi casa Eterna
Mi casa de estalactitas en la montaña.
Mi casa con frutos de oro a la intemperie.
Mi casa donde el viento marino mueve
roncas alas de espuma desatada.
Mi casa fosforescente junto al río
como un cielo nocturno o una caverna.
Mi casa hija del sol y las tormentas
como una espiga o la hoja de un cuchillo.
Mi casa entre campanas y madréporas
con ruedas de fogatas y resinas
Mi casa donde anidan las estrellas.
Piedra sonora nube de gaviotas
mi casa eterna llena de semillas
su techo azul mojado por la aurora.
Se entreabren las puertas de la Revelación, con el Lucero que anuncia la
mañana, con la aurora se da el comienzo del “más allá” que anima una misma
cristiana fe.
EL SENTIDO DE LA GLORIA TERRENAL
¿Qué esperaron nuestros poetas por tanto amar, por tanto ardimiento?
¿Qué esperaron como reconocimiento, como homenajes nuestros?
Los dos poetas nos lo han confiado: Antonio Esteban Agüero, a los veinte
años, en el primer poemario el romance “Crónica de la fiesta religiosa de
Renca”, contó cómo al lado de todo un pueblo que decía su ruego él también
dijo el suyo
y yo…y yo qué rogaba?
…Gloria olorosa y pequeña39
Una gloria tejida con los sentimientos puros de su pueblo, olorosa de su
floresta nativa.
César Rosales, en su último libro, en el soneto “El laurel”, piensa en el
laurel que pudo habérsele ofrecido pero que él cambia por la guirnalda que teje
el sol,
esmeralda solar o pedrería
aunque durara el pétalo de un día
esa guirnalda quiero solamente.40
Tal es la voluntad de nuestros poetas sanluiseños, volvamos pues, en sus
poesías, a los dones de la tierra para ahondar el calor del buen recuerdo.
NOTAS
1. Mesa redonda sobre la poesía de Antonio Esteban Agüero, “Mi encuentro con
Antonio Esteban Agüero y su poesía”, por César Rosales, Buenos Aires, Casa
de San Luis, 1972, p. 59.
2. 3. Ibídem, p. 60.
4. Ibíd. p. 61.
5. Ibíd. p. 62.
6. A. E. Agüero, “Ultimos poemas (¿1960-1970?)”, Poemas inéditos, Buenos
Aires, Ediciones Crisol, 1978, p. 77.
7. “Vivir en poesía”, páginas que Agüero publicó en el diario La Capital de
Rosario en 1967 y Poemas Inéditos las recoge, Cit., p. 13.
8. Como acápite de su poemario Pastorales, Agüero elige este texto de
Jules Supervieille “Mi anhelo es que las preocupaciones de los hombres de las
ciudades no hagan desaparecer poco a poco la poesía de la hierba y el cielo,
los árboles y el aire libre, la paz de los campos…”, Buenos Aires, Porter Hnos.,
1939. Me refiero a este tema en “Notas para un estudio sobre la obra del poeta
Antonio Esteban Agüero”, en Virorco, Nº 21, Año VI, julio a diciembre 1970,
SADE filial San Luis, pp. 43-51.
9. Antonio Esteban Agüero, “Canción de los dos traductores”, Canciones
para la voz humana, Buenos Aires, Calogeras-Mumblat, 1973, p. 23-24.
10. Prólogo a la “Muestra Colectiva de Poemas de La Carpa”, Primer
Boletín de La Carpa, 1944.
11. Dardo Cúneo, en el prólogo a Un hombre dice su pequeño país de
Antonio Esteban Agüero, Buenos Aires, Francisco Colombo, 1972, p. 9. Estas
palabras fueron también leídas por D. Cúneo en la Mesa redonda en Homenaje a
la poesía de A. E. Agüero Cit. y su publicación las incluye, pp. 17-18.
12. Félix Coluccio “Antonio Esteban Agüero” en la Sección “Mundo
Folklórico” de La Prensa. 1973.
13. Dardo Cúneo, Prólogo Cit., p. 7.
14. César Rosales, “El amor y la ruina”, El cristal y la Esencia, libro que
lleva este epígrafe “Los poemas de este libro fueron escritos entre 1955 y
1961”, Buenos Aires, Nexo, 1966, p. 42.
15. César Rosales, Vicente Barbieri. Vida y Poesía (Ensayo biográfico y
critico), Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentina, 1967, p. 106.
16. Observo coincidencias en este aspecto con Barbieri, Opus Cit.
17. De El Cristal y la Esencia, Cit., p. 27-28.
18. César Rosales, Vicente Barbieri, Cit., pp. 78-79.
19. Asunto que será estudiado extensamente en el Cap. “Cartas de
Vicente Aleixandre a César Rosales”.
20. César Rosales, “La casa en la colina”, Cantos de la Edad de Oro,
Buenos Aires, Losada S. A., 1966, pp. 22-23.
21. Antonio Estaban Agüero, VI “Cantata del abuelo algarrobo”, Las
cantatas del árbol, Buenos Aires, Bartolomé U. Chesino, 1953, p. 35.
22. Ibíd. “Cantata del bosque natal”, pp. 74-75.
23. César Rosales, VI “La higuera madre”, Cantos de la Edad de Oro, Cit.,
pp. 31-35.
24. Ibíd. IX “Los frutos silvestres”, pp. 77-92.
25. Antonio Esteban Agüero, “Digo el llamado”, Un hombre dice su pequeño
país, Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1972, p. 26.
26. Ibídem, “Digo los oficios”, p. 69.
27. Ibídem, “Digo la mazamorra”, p. 29.
28. en su conferencia “La poesía como testimonio”, 1961, César Rosales
se refirió al Canto tercero de Vents, de Saint John Perse, para señalar el sentido
misional que el gran escritor Franco-antillano confiere al quehacer del poeta
como testigo y árbitro en el mundo de los hombres.
29. César Rosales, “Cambiar la vida”, Vengo a dar testimonio, Buenos Aires,
Losada S. A. 1960, p. 141.
30. Ibídem, “Canto al Cerro Blanco”, p. 45.
31. Ibídem, “Sonata de mi pueblo”, p. 71.
32. Ibídem, “Sonata de mi pueblo”, p. 73.
33. Antonio Esteban Agüero, “Romance y nana”, Romancero de Niños,
Buenos Aires, Colombo, 1946, p. 75.
34. 35. Ibídem, “Romance del despeñado”, pp. 9-12.
36. César Rosales, VII “El otro juego”, Cantos de la Edad de Oro, Cit., p. 5960.
37. Antonio Esteban Agüero, “Soneto XX (Abandono de la casa), Poemas
inéditos, Cit., p. 124.
38. César Rosales, “Mi casa eterna”, El Cristal y la Esencia, cit., p.63.
39. Antonio Esteban Agüero, “Crónica de la fiesta religiosa de Renca”,
Romancero Aldeano, Buenos Aires, Talleres Gráficos Argentinos, L. J. Rosso,
1938, p. 87.
40. César Rosales, “Laurel”, El Cristal y la Esencia, Cit., p. 34.
CARTAS DE VICENTE ALEIXANDRE
A
CESAR ROSALES
La poesía es una sucesión de preguntas que el poeta
va haciendo. Cada poema, cada libro es una
demanda, una solicitación, una interrogación, y la
respuesta es tácita, pero también sucesiva y la da el
lector con su lectura.
Vicente Aleixandre
TRAS LAS HUELLAS DEL DESTINO LITERARIO DE CESAR
ROSALES
“Escribí con amor y por amor a mi pueblo, a mi país, al hombre universal”,
con estas palabras finalizó César Rosales su conferencia “La poesía como
testimonio”, dada en la Fundación Argentina por la Libertad de la Cultura1.
Todo empieza así en el amor a su pueblo, en el ejemplo de un padre labrador,
en las oídas y retenidas voces comarcanas, y esta genuinidad esplenderá en el
poeta a lo largo de su vida. Y en momentos importantes, las afinidades
electivas serán vías para crecer y para comunicar lo de su tierra; amistades
que atesoró el escritor y que no dejan de admirarme2.
Queda testimonio de su amistad con grandes escritores argentinos como
Manuel J. Castilla, Carlos Mastronardi, E. Martínez Estrada, César Tiempo,
Vicente Barbieri, Jorge Luis Borges, M. Mujica Láinez, Francisco Luis
Bernárdez, Bernardo Canal Feijóo, León Benarós y tantos más. Amistades
americanas como la de Miguel Angel Asturias, Cintio Vitier, Pablo Neruda,
Arturo Torres Rioseco, Edmund Urbansky y J. S. Allen. Amistades europeas,
valgan entre otros grandes nombres los de Juan Ramón Jiménez, Vicente
Aleixandre y Henri de Lescoet.
Su sencillez, su discreción que cantó en alejandrinos otro amigo suyo,
Joaquín Gómez Bas 3, mantuvo silente tanta relación valorativa y afectiva.
Conociéndola y ya a más de veinte años de su muerte, destaco que César
Rosales ha dejado a su pueblo aún otra herencia hermana de sus obras, tal el
reconocimiento de su condición humana y de escritor dado por altos valores
literarios de su tiempo. Así aprecio su relación con Vicente Aleixandre.
ALGUNOS DATOS UTILES EN MI EVOCACIÓN A CESAR
ROSALES
César Rosales nació en1908, en un antiguo pueblo sanluiseño, San
Martín, llamado primitivamente Rincón de los Rosales. Descendiente de
antiguas familias de prestigio en la fundación nacional, también hubo
parentescos con quienes se señala como los primeros poetas de la aldea natal,
amigos éstos de Leopoldo Lugones, a quien supieron hospedar en el lugar y
permitir que el pueblo atesorara el recuerdo de compartidas tertulias con su
figura joven. Dos nombres que guarda la memoria comarcana: Zenón Torres y
Ciro Fernández, identificados, para fines del siglo pasado con ideales
fervorosos y revolucionarios4.
San Martín de San Luis, con cielo y luz de infancia, deja vivencias
inefables que marcan para siempre al poeta Rosales, él nos lo dijo:
Yo nunca he visto juntos
tanta luz, tanto cielo,
como en ese puñado
de cal y de silencio
que es el rostro y el alma
de mi lejano pueblo.
Cerros, sierras, valles, quebradas, ríos, floresta, los dones de la poesía
muy junto a los idearios de la libertad, y la naturaleza siempre en mágica
combinación llegaron a César Aníbal Rosales Fernández que hubo de vivir en
su niñez una Edad de Oro de tal plenitud que superara al Olvido, que
trascendiera en poesía comunicante.
Hasta los dieciocho años permanece Rosales en tierras puntanas,
después la provincia de Buenos Aires le depara otros paisajes físicos y
espirituales, cumple allí importante labor cultura, participa activamente en
distintos periódicos, con otros poetas de Bahía Blanca funda Voz Nuestra,
donde publica su ensayo sobre Radiografía de la Pampa que le valió la amistad
de Ezequiel Martínez Estrada5.
En 1937 César Rosales se radica en la Capital Federal, en esta ciudad
publica sus obras 6, participa del movimiento literario denominado Generación
del 40 al que estuvo vinculada, como le parecía bien aclarar, más que por
afinidades estéticas, por razones de convivencia artística y de ambiente, ejerce
el periodismo7 y desde acá mira a su provincia, siente su “Argentina invisible”,
siente a América, esplende en comunión con escritores americanos y
europeos. Larga y selecta es la nómina de sus amigos desde el corazón y la
poesía.
Fallece en la Capital Federal de 1973.
VICENTE ALEIXANDRE
La amplitud de la vida del escritor español, un representante de la
Generación del 27, permitió que César Rosales se vinculara con él cuando
Aleixandre ya era poeta maduro y consagrado y que éste le sobreviviera varios
años. Nuestro escritor puntano falleció antes de que Vicente Aleixandre hubiera
recibido el Premio Nobel de Literatura 1977.
La figura de Aleixandre era bien conocida por los poetas de la Generación
Argentina del 408, su verso ha llegado hondo y consiguió fundada devoción.9
Contemporánea a las inquietudes de la Generación del 40 es la que se ha
llamado en la producción de Aleixandre “Etapa Segunda de la Evolución de su
Obra poética”: la del descubrimiento del tiempo, la del encuentro con el
hombre10.
Etapa esta que se había abierto con Sombra del Paraíso (1944).
Tal vez los versos del poema inicial de este libro debieron ser
profundamente asumidos por nuestro poeta sanluiseño:
Para ti, conoces cómo la piedra canta
y cuya delicada pupila ya sabe del paso de una montaña
(…)
oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva11.
O tal vez César Rosales entendió con “Criaturas de la aurora” ser uno de
los vosotros del verso “Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia”12.
Intuyo que por aquellos poemas de Aleixandre, por esa poesía, estaba abierto
el camino para la comunicación sostenida con César Rosales13.
Andando en esa vía, cuento con la palabra pulida, justa, guardiana del
splendor ordinis de Vicente Aleixandre en sus cartas, respuestas éstas a los
que, como interrogante de luz, fueron los libros del escritor puntano.
Esclarece mi enunciado este párrafo de la Conferencia Nobel pronunciada
en 1977 por el poeta español: “La poesía es una sucesión de preguntas que el
poeta va haciendo. Cada poema es una demanda, una solicitación, y la
repuesta es tácita, pero también sucesiva y la da el lector con su lectura”14.
DE QUE MANERA LLEGO A CONOCER ESTA
CORRESPONDENCIA
En la solapa del volumen de poemas Vengo a dar testimonio, de César
Rosales, editado en 1960, aparece un comentario sobre su libro anterior, La
Patria Elemental, y que pertenece a Vicente Aleixandre. Esto me mueve a
preguntar a la viuda del escritor puntano, Piedad Prada de Rosales, si hubo
alguna relación epistolar entre los dos poetas. Ella me afirma que hubo entre
ellos una fluida correspondencia. Mas, a través de intensa búsqueda encuentra
en los papeles de César Rosales sólo dos cartas de Vicente Aleixandre. El
comentario crítico antedicho correspondería a una tercera.
Una vez más expresó a la dulce compañera de César mi inquietud
esperanzada en que una nueva exploración consiga otras misivas del escritor
andaluz o copias de cartas del puntano remitidas a aquél, preguntó por algún
archivo de su correspondencia; su amable respuesta apura una justificación:
César era un ser excepcional, pero muy distraído, tenía siempre su portafolio lleno
de papeles, las clases, la radio, el periodismo, las conferencias, presentación de libros,
actuación como jurado, congresos, por lo cual perdía muchas cosas, o se olvidaba donde
las había dejado, lamentablemente la muerte lo sorprendió de golpe, muchas cosas
quedaron truncas cuyo paradero ignoro 15.
Copio textualmente el párrafo de esta esquela que permite apreciar la vida
de premura y compromisos que le impuso Buenos Aires a nuestro poeta
puntano. Y pienso cuanto importan estas cartas encontradas, esta
comunicación grávida de belleza entre Buenos Aires y Madrid. Con
agradecimiento y serenidad me aproximo a ellas, testimonio de una gran
compresión, de un compartido bien.
La presentación de César Rosales a Vicente Aleixandre se hace con su
libro Después del Olvido (Premio Municipal de Literatura, publicado en 1945),
que si atendemos a la fecha de la respuesta, Rosales lo envía en 1951.
LA PRIMERA CARTA
Ya el membrete nos lo anuncia, Vicente Aleixandre, Velintonia, 3
(Parque Metropolitano). y escrita a mano, con su letra abierta y con sus
grandes márgenes dice textualmente su carta:
Madrid, 1 de Julio de 1951
Sr. D. César Rosales
Virrey Melo 1595. Buenos Aires
Querido Poeta: Leyendo su libro “Después del
Olvido”sentía yo la distancia geográfica para lamentarla. Este libro es de los que me
hacen desear conversar con el poeta, saber sus proyectos…
¡Tantas cosas! Si para mí poesía es comunicación, su
libro traduce la vida inmediata, la realidad (tremenda palabra que alcanza al hombre y
su halo). Por eso con Ud., que lo siento en la primera fila de la generación argentina
nueva, quisiera yo estar algunas horas diciendo, conversando.
¿No vendrá Ud. alguna vez por Madrid? Si mi salud me
lo permite espero algun día hacer un viaje a la Argentina.
En fin, con gozo registro la aparición para mí de un poeta pujante ya y me
dispongo a contemplar su curso. Me gustaría recibir sus libros venideros.
Gracias por su regalo y dedicatoria y le saludo
cordialmente.
Vicente Aleixandre
Procuro seguir el itinerario de pensamientos y voliciones. En tanto el poeta
sevillano lee Después del olvido, le duele la distancia geográfica en la que se
encuentra su autor y su imposibilidad de concurrir a ese polo de atracción que
le resulta la Argentina. Cuantas veces, por su parte, habrá lamentado el poeta
de San Luis el no haber podido acudir a Madrid!
Y luego, el centro de una valoración: Aleixandre parte de lo que él
entiende por poesía. Lo señala en una palabra, palabra clave, comunicación.
Por ella, en este primer poemario de Rosales descubre Aleixandre la vida
inmediata la realidad del hombre y su circunstancia. Distingue al poeta
sanluiseño que dice desde este libro, que dice desde el origen de su canto:
Es la memoria eterna
la que recorre ahora la incierta lejanía
donde lo que perdemos tiene como el amor
su raíz en la sangre, su flor en el recuerdo.
Es la memoria… oíd cómo penetra
tañendo sus laúdes entre amapolas
de un pradera antigua16.
Del mismo libro son estos versos que dan su “Alusión a un paisaje” primer
paisaje interior que se irá integrando con otros en los libros por venir:
Hay un paisaje antiguo, un paisaje de bordes oscilantes,
adherido a la piel del alma; al fondo
mismo del alma; es algo
así como un tapiz de flores ya borrosas
caído en el mar, como
una hiedra tenaz que no quiere morir17.
“Gozo”, sin retaceos, manifiesta Vicente Aleixandre ante este “poeta
pujante” y se dispone a contemplar su curso, el recorrer de este hombre-río que
desde Buenos Aires, despierta una disposición de “ojo-conciencia” en el poeta
andaluz.
Por testimonio de la esposa de César Rosales sabemos que la
correspondencia entre los dos poetas siguió cumplidamente; pienso, entonces
que los libros de Rosales acudieron ante el poeta español, pero el extravió de
la valiosa correspondencia nos deja sin conocer el eco que pudieran despertar
las obras sucesivas: El sur y la esperanza, Oda a Rainer María Rilke, El exiliado.
Recién con La Patria Elemental, 1953, retomamos la palabra de Vicente
Aleixandre, esta vez salvada en el párrafo enunciado en solapa de Vengo a dar
Testimonio, que dice:
Es una hermosa obra. Es lo que yo llamaría poesía de comunicación, manifestada
con una rica variedad, posee un sentido trascendente. Y cuán multiforme este rostro
americano, desplegado con palabra compleja y certidumbre en la dicción, en un
panorama vivificado y propio, que el poeta nos comunica desde su tronco unitario18.
Entre otros importantes comentarios que despierta esta obra, César
Rosales elige este juicio, apretado, espléndido, como referencia. Sin duda hubo
identificación del poeta con estas palabras de un maestro.
Aún en mi obligado “saltear cartas”, puedo seguir su secuencia
ascendente en lo que hace a la apreciación del poeta de España por la nueva
obra de Rosales: “Es lo que yo llamaría poesía de comunicación”. Recordemos
en su anterior “si para mí la poesía es comunicación”. Luego surge la
clarificación del alcance de esta poesía de La Patria Elemental: integración
“manifestada por una rica variedad”. Los subtítulos de este libro: “Provincia de
infancia”, “Hechizo de la tierra”, “El espanto y el éxtasis”, “Ciervos de luz, oh,
ríos” son nominaciones sublimadas de capítulos que abarcan los seres y las
cosas, el pastor, el lagarto, la noche, montaña, tierra, y entre tiniebla y fuego,
Los ríos, sí, los ríos:
ciervos de luz paciendo en las praderas de mi país
Oh ríos
de lenguas musicales, alargados
en ramas cuyas hojas son espejos
del paisaje, sonidos,
hebras del infinito que en ellos se refleja.19
Puntualmente, Vicente Aleixandre ha señalado sentido trascendente.
Desde Buenos Aires, y más precisamente a través de la poesía rosaliana
se revela a Vicente Aleixandre un rostro americano, un rostro multiforme,
subyacente en esa Patria de esencias que alimentó al poeta sanluiseño.
VENGO A DAR TESTIMONIO
El libro de César Rosales que obtiene el Primer Premio Municipal de
Poesía de la Ciudad de Buenos Aires, en 1961, es enviado por su autor a
Vicente Aleixandre, la respuesta, por lo que deja entender su texto, no se hace
esperar. Las dos carillas sin membrete, permiten apreciar desde el papel, un
trato más íntimo y frecuente:
“Madrid, junio de1961
Amigo mío César Rosales: No hace mucho le
escribía yo a usted. Hoy añado unas líneas porque quiero decirle que su libro último
está aquí y me acompaña, y agradecerle su regalo y dedicatoria. En este “testimonio”
la perspectiva ha variado, pero no el poeta. Rasga Ud. un nuevo paisaje y esta vez más
humano que nunca. Contra las “furias” la victoria, ¿verdad? Y con lapidaria palabra.
Poesía de comunión. Sé cuán yo fruto de su
trabajo es esta obra y le acompaño y le deseo todo el éxito que merece. Como sin duda
su labor hasta ahora.
Su amigo
Vicente Aleixandre
La expresiva riqueza de esta carta invita a volver sobre sus palabras para
observar el profundo significado latente en cada párrafo, en cada expresión.
La amistad sentida y manifiesta está subrayada en los posesivos en
encabezamiento y cierre, “amigo mío”, “su amigo”, subrayada por el mutuo
acompañarse, “su libro me acompaña”, yo “le acompaño”.
A diez años de aquella primera carta, infiero por las propias palabras del
poeta sevillano que hubo un continuado escribirse (cual lo atestigua Piedad P.
de Rosales). “No hace mucho le escribía yo. Hoy añado unas líneas”
Probablemente se cruzaron –cruzando el ancho mar- la carta de Aleixandre
con el libro enviado por nuestro poeta, su Vengo a dar testimonio; no espera,
entonces, Aleixandre la respuesta a la correspondencia habitual, se apura a
escribir como añadido unas palabras. Un acuse recibo que signifique la alta
valoración y la estima. Y el poeta que se propuso “seguir el curso” de Rosales,
aprecia comparativamente con las creaciones anteriores que la perspectiva ha
variado. No el poeta, el creador, con su mismo empuje, tal como se le había
presentado en el primer libro “un poeta pujante”. “Rasga Ud. un nuevo paisaje y
esta vez más humano que nunca”, asegura Aleixandre, proponiendo enseguida
una interpretación “Contra las “furias” la victoria, ¿verdad?”. Estas palabras que
pudieran en cierta medida parecer crípticas, sin la apoyatura de diálogos,
reflexiones que debieron mantenerse, se clarifican acudiendo al libro
comentado, al “testimonio”: En cinco partes está montada la arquitectura de
este radioso libro. La primera, “La Piedra del Silencio”, abre para los lectores el
paisaje de conocimiento, de adivinación y profecía. Desde el valor de lo
humano, desde la esencia del ser.
Y me dije sin miedo
desnudando mi voz hasta la médula:
vengo a dar testimonio,
vengo a labrar un acta de la vida,20
Explicita el compromiso con vida y poesía. Por eso: “rasga Ud. un nuevo
paisaje, y esta vez más humano que nunca”:
Toca la piedra, rasga su yerma vestidura,
su coraza de herrumbre y moho, hiende,
y sacude su inercia, su letargo,
con el viento de tu alma
repentino y violento como el azar o el fuego
de las montañas21.
La visión poética de Rosales en este libro allega imágenes en donde
esplende la condición de pureza de su pueblo y a la par aproxima del
escenario del mundo, su buceo de lo caótico, el oscuro horror de lo impío. La
raíz ontológica deambula en innumerables facetas, valga como ejemplo su
recuerdo de César Vallejo:
el hombre sin reposo,
un hombre nada más, nada menos que un hombre22
Pienso en el comentario de quien dialoga con el amigo, y sabe de
antemano su respuesta: “Contra las “furias” la victoria. ¿verdad?”. Comentario
que devino de entre otros versos, de aquello:
…Salta o quédate pródigo.
(…)
salta el cerco de espinas y culebras,
conjura el laberinto y esa trama funesta
que teje una maraña de tenebrosos hilos
sobre el agua y las rosas de la aurora; vuelve
o quédate, no importa, aquí o entre las hebras
del mar con sus esfinges de sal verde
desata una vez más el torbellino de tus errantes alas
al aire de la vida sopla
una vez más y expande hasta la última chispa
el fuego irreductible que tu alma sustenta!23.
Sufrimiento, dolor, pureza, voluntad de salvación, lo confesional profundo
consiguen que la serena conciencia crítica de Aleixandre señale con voz
segura: “Poesía de comunión”.
CONCLUSION
Las tres comunicaciones de Vicente Aleixandre que he transcripto,
abarcan diez años. Diez años en los que, si se atiende a las cartas del poeta de
España la poesía de Rosales ha ampliado su radio, ha alcanzado un sentido
cósmico, abierto al mundo. Así, en la primera carta y por la obra comentada,
Aleixandre confiesa su atracción por esa Argentina distante, y manifiesta su
deseo de estar con uno de los poetas que él estima en la “primera fila de la
generación argentina nueva”. La segunda comunicación dice cómo a través de
la poesía de Rosales, Aleixandre concibe la problemática americana, “rostro
múltiple en su tronco unitario”. Por último, y tras la carta del 61 del poeta
español, éste explica el paisaje que le viene de su amigo César Rosales,
sintiéndolo más humano que nunca, universal.
Si algo se salvó de esta comunicación en este decenio, cuánto se ha
perdido de los años posteriores. Quizás mucho de esa comunión pueda leerse
entre líneas en las creaciones de uno y otro poeta. Sabido es que para
Aleixandre de un último período hay que reconocer de qué pensamiento y vida
se identifican. Lo uno en una totalidad recuperada, dice el discurso de
Aleixandre
…Todo expresa
una verdad tangible: una materia,
o es un rayo de luz que yo aprisiono.
Ceñirle es darte amor, mundo otorgado.
Mundo que casi rueda entre mis brazos.
Como un beso, el espacio, y, ahora ardido,
queda en estrellas como su memoria
Diálogos del conocimiento (1966-73) 1974.24
César Rosales adelantándose –basta atender a las fechas de referencia y
de publicación de cada texto- inaugura un mensaje que Aleixandre mantendrá
en coincidencia de valores semánticos en su cadena de metáforas y atmósfera.
Así Rosales nos trasmite esa seguridad de alcanzar en instante único, la
Unidad:
“…el relámpago
revelador, el rayo como el bisel de un ojo
cenital o una espada
de un ser y un tiempo intactos
amándose y bebiéndose fundidos
en infinitos seres y geométricas cifras
de espacio y tiempo, todos
libando como abejas el propio néctar en
los cálices brillantes o sombríos
de otros cuerpos celestes,
de otras almas humanas o divinas
Cantos de la Edad de Oro, 196625.
Lo cierto es que en los dos poetas se acrecienta un apetito de unidad con
la creación y que concibe paralelamente en su verso, esas galaxias donde se
funde el conocimiento amoroso con lo perdurable.
Como variantes del mundo, los dos poetas proyectan un esplendor que lo
ennoblece.
NOTAS
1. Buenos Aires, 1961.
2. Amistad y afecto dedicó también a los escritores de su provincia, “Los
escritores de San Luis le son deudores de su empuje para la creación de la
Filial de San Luis de la Sociedad Argentina de Escritores, en 1965”, María Delia
Gatica de Montiveros, Pequeña Historia de la Letras Puntanas, San Luis, 1986, pp.
81/84.
3. He aquí algunos de los “Alejandrinos al Poeta César Rosales”,
aparecidos en La Prensa, Buenos Aires, 25/8/74: “Creo que no fue César; ni
César, ni Rosales/ Ni corazón, ni sangre. Ni piel; tampoco hueso. / Era tan sólo
un canto, y nada más que eso. / Era el jamás oído clamor de los corales, /…/
Ingrávido, indeciso, temeroso, cohibido, / disuelto en el secreto de su violínpoema, / dijo el calor del aire, le dio luz al esquema / del paisaje bucólico que
trajo del olvido. /…/ En vano retenerlo por libros y retratos, /por laureles y
lágrimas, medallas y relatos, / En el mundo no estuvo: el mundo estuvo en él.”
4. Tobares, Jesús L. “De la aldea donde nació César Rosales”, artículo en
Virorco, año XVIII, Nº 42, San Luis, SADE, San Luis 1983, pp. 30/32.
5. Leemos en la carta de Ezequiel Martínez Estrada a César Rosales
datada el 26/12/1934 en Buenos Aires, “le agradezco mucho los conceptos de
su trabajo sobre Radiografía de la Pampa, hecho con simpatía y comprensión dos
cualidades raras en nuestros críticos.” Y en otro párrafo, “¡Ojalá Voz Nuestra
encuentre los oídos que necesita para no perderse en la vastedad de la Pampa
y pueda seguir adelante!” (Archivo Piedad Prada de Rosales).
6. Detalle cronológico de las obras de César Rosales publicadas: -1945,
Después del Olvido, Buenos Aires, Ed. Colombo, Premio Municipal de Poesía de
la Ciudad de Buenos Aires y Faja de Honor de la SADE.
-1946, El Sur y la Esperanza, Buenos Aires, Ed. Raigal, Colec. dirigida por
Vicente Barbieri. -1946, Oda a Rainer María Rilke, con ilustración de Atilio del
Soldato, Buenos Aires, Ed. Colombo. -1952, el exiliado, poema con ilustración
de Juan Batle Planas, Buenos Aires, Cuadernos de Unicornio. -1953, La Patria
Elemental, Buenos Aires, Ed. Raigal, Colección La Poesía -1960, Vengo a dar
Testimonio, Buenos Aires, Losada S.A. Primer Premio Municipal de Poesía de la
Ciudad de Buenos Aires.
-1964, Poesía y Profecía, ensayo, Ed. Univ. Nacional de Córdoba.
-1964, Poetas Argentinos contemporáneos, Selección de poemas y notas con
Prólogo de Guillermo de Torre. Buenos Aires, Ed. Dirección de Relaciones
Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
-1966, Libro de Piedra, con dibujo de Fallabrino, Filial SADE de La Rioja.
-1966, Cantos de la Edad de Oro, Buenos Aires, Ed. Losada, Colec. Poetas
de Ayer y de Hoy, Gran Premio Nacional de las Letras de la Ciudad de
Necochea.
-1966, El Cristal y la Esencia, con ilustraciones de Leopoldo Presas,
Buenos Aires, Ed. Nexo, Arte y Cultura, Colección Río Encendido.
-1967, Vicente Barbieri, Vida y Poesía, (Ensayo Biográfico y Crítico), Buenos
Aires, Ediciones Culturales Argentinas.
-1989, La Rapsodia Porteña, (Ensayo Expositivo y Crítico), Buenos Aires,
Ed. Póstuma, Fundación del Banco de Boston. 1989.
7. A la mayor parte de su labor como periodista la desarrolló en el diario
“La Nación”, cuya primera colaboración data de 1939. Cuando su sepelio, en
representación de dicho órgano de prensa habló Nicolás Cócaro, quien entre
otras consideraciones señaló: “asomarnos a la vida de un creador, de un
batallador de la inteligencia, que por encima de todas las vicisitudes cotidianas,
ha tenido primero la adhesión a la poesía, y junto a ella su fe en nuestras
páginas, hace doblemente triste mi misión. Fue cordial, generoso, con sea
parquedad de los que piensan y no hablan mucho, pero justo y gustoso de su
tarea periodística. Y las notas que pasaban por sus manos –todos le debemos
algo- a veces esas biografías eran ensayos, ponían a prueba el talento, su
cordial disposición y su cultura”. “La Nación”, 20/12/7 Fue jefe de Prensa de la
Universidad de Buenos Aires.
8. Ara, Guillermo, Suma de Poesía Argentina (1938/1968), Primera Parte,
Buenos Aires, Ed. Guadalupe, 1970, p. 110.
9. Cartosio, Ema de, “Una tarde y Vicente Aleixandre”, “La Nación”
28/7/1963.
10. Amusco, Alejandro, “Vicente Aleixandre: poeta de la totalidad”. Etapa
Primera: El amor como himno y destrucción. Etapa Segunda: Descubrimiento
del Tiempo, encuentro con el hombre. Etapa Tercera: Síntesis y
Autorreconocimiento. Los Premios Nobel, Madrid, Ed. Orbis, fundación Nobel
(Suecia) 1983.
11. Aleixandre, Vicente, Sombra del Paraíso, Buenos Aires, Losada S. A.,
1977, p. 7.
12. Ibídem. p.11.
13. Según testimonio referencial de Piedad Prada de Rosales, un ejemplar
de Sombra del Paraíso (lamentablemente extraviado), llegaría a César Rosales
varios años después de las primeras comunicaciones con esta dedicatoria: “A
César Rosales, su admirador y amigo: Vicente Aleixandre.”
14. Fundación Nobel. Los Premios Nobel, Madrid, Hyspamérica Ediciones
S. A. 1983. p. 168.
15. Carta fechada en Buenos Aires, el 4/3/85.
16. Rosales, César, Después del Olvido, cit., p. 11.
17. Ibídem. p. 9.
18. Rosales, César, Vengo a dar Testimonio, cit, solapa.
19. Rosales, César, La Patria Elemental, cit. p. 109.
20. Rosales, César, Vengo a dar Testimonio, cit. p.13.
21. Ibídem, p. 19.
22. Ibídem, p. 134.
23. Ibídem, p. 143.
24. Aleixandre, Vicente, Antología Esencial, Madrid-Buenos
Hyspamérica, 1984, p. 186.
25. Rosales, César, Cantos de la Edad de Oro, cit. p. 41.
Aires,
CUYO:
UN ESPACIO PARA LA LITERATURA
En Poemas de las tierras puntanas, publicado en 1936, Alfredo Bufano –a
quien considero uno de los fundadores del Cuyo literario porque dio amplitud
de cálido abrazo a la región- alzó esta copla de entre un conjunto al que el
denominó “Coplas puntanas”:
Las tres Marías del Cielo
ya no se nombran así
el señor las llama ahora
San Juan, Mendoza y San Luis.1
Copla de estilo popular, por su sabiduría y gracia ha conseguido el primer
galardón a que puede aspirar una poesía de esta índole, tal el de que el pueblo
la tenga por suya y en él circule anónimamente.
Lo cierto es que el decir de esta copla puede inscribirse en el sistema de
signos que nos remiten a un último significado, ya que sus elementos apuntan
a las características de mito. Roland Barthes que se ha preocupado por
descifrar los sistemas de signos empleados en casi todas las mitologías
modernas, reprochaba a Occidente, a nuestra sociedad el que fabrique signos
y los deseche al mismo tiempo. Nos corresponde, entonces, apreciar la
intuición y expresión que se ofrece en la naturalidad del signo.
Localizamos en el cielo criollo el universo encontrado, el Cinturón de
Orión, las Tres Marías que ya habían sido ubicadas en el corpus de las
leyendas cuyanas. Y en éstas esplende el sentido piadoso de las tres mujeres
de imagen evangélica. Sí, el pueblo las indica con deleite a las Tres Marías:
“son esas tres estreas, que` tan ahí en fila y que todo el mundo las conoce”2.
(Asegura la informante de una de las leyendas).
“Para el pueblo el cielo es el reino de Dios”3, comentaba Berta Elena
Vidal de Battini refiriéndose a las leyendas religiosas del cielo. De aquí que sólo
“el Señor”, como lo menta la copla, es dueño de disponer nominación que
atienda al ordenamiento de su reino.
Las coplas se hacen eco de la voluntad expresa del Señor que inscribe en
mandato en orden que concierne a la belleza y a la creación. El hecho sacro
erige a las provincias cuyanas en destino de brillo con pareja intensidad. Con
luz propia y distinta podrán sumar su luminosidad en la proximidad
arquetípica. Con el esplendor del mito intuído por el poeta alcanzamos “el
umbral del sentimiento verdaderamente religioso, la turbación primera de la
conciencia sobrenatural”4 (para decir el mito con una de sus definiciones que
prefiero).
Se me ocurre que estas coplas son reserva de espiritualidad objetivada,
reserva de un saber que el hombre del mañana encontrará intacta en los
recodos de la memoria ancestral.
Propendemos entonces a ampliar nuestro horizonte de gustación y
conocimiento. Así hemos de mirar un Cuyo literario. Nos sumaremos a la tarea
compartida que exalta y diferencia y, auspiciosamente próximos buscaremos la
trascendencia, la apertura hacia el otro en torno a los valores del arte y del ser.
No sería útil puntualizar algunas de las características de la teoría de la
horizonalidad
(neologismo formado de zona y horizonte) del pensador
norteamericano Maurice Materson y que el doctor Raúl H. Castagnino estudió
en la búsqueda de los aportes comparatistas que la misma puede alcanzar.5
Para nuestro estudio en literaturas provinciales y regionales nos importa saber
que la teoría y la horizonalidad justifica la existencia del regionalismo literario
con la condición de abrirse hacia el mundo, de conectar su existencia a la
existencialidad, el microcosmos al macrocosmos.
La teoría natansoniana se funda en la hipótesis de que un rasgo básico de
todo posible mundo ha de ser su carácter horizonal. “No es el mundo el que se
da sino su horizonte”, se nos afirma. De aquí que a este mundo lo tomamos
sólo como base en cuyo horizonte personas y sucesos aparecen y resultan.
Por la teoría que Natanzom explicita en su Literary Philosophy and the Social
Sciences comprendemos que nuestro mundo incluye zonas o regiones de
intimidad, familiaridad y extrañeidad. Pero se nos insiste: familiaridad y
extrañeidad se hallan en el sujeto.
A través de zonas concéntricas, de órbita cada vez mayor, el movimiento
de nuestro pequeño reducto hacia el mundo es horizonal. Es el espacio
creciente de zona, región, nación, mundo.
Y ya en el orden exclusivamente literario aprecia Castagnino que la
diferencia entre el mundo de la ficción literaria y el mundo real estriba en que
uno es sintético y apariencial y el otro histórico y acumulativo. Subyacente en
cualquier elemento del hecho literario ficcional, se incluye el horizonte que
define y limita el mundo creado literariamente. De acuerdo al horizonalismo, toda
expresión literaria, regional o no, lírica o épica, opera una transubstanciación,
transmuta la realidad en signo, el espacio en tiempo, el tiempo en sucesión o
desarrollos. Signos y tiempo son las substancias últimas en que se transforman
todas las substancias de la realidad.
Me propongo en base a lo expuesto de esta teoría hacer ciertas
reflexiones que ejemplifiquen y nos permitan apreciar mejor un programa que
procure el crecimiento hacia un destino de comunicación y esperanza.
Nuestra gente utiliza para explicitar ese sentido personal e intransferible
por el que cada cual alcanza su visión de hechos y situaciones, una serie de
imágenes que ejercitan la teoría de que venimos hablando: así, expresiones de
signos positivo son “buscar nuevos horizontes”, o la de “tener miras”, en tanto
otras de signo negativo se duelen de quien “no ve más allá de su propia nariz”
o del que “tiene o usa anteojeras”. Así, el pueblo aprecia la visión individual,
primera e ineludible que condice con la teoría horizonal.
Veamos ahora cómo se manifiesta la horizonalidad en el hecho literario,
en la literatura que es esencialmente cosa viva, creación de la vida que en ella
y por ella toma conciencia de sí misma, en tanto el escritor enriquece esta zona
de horizonte alcanzándole profundos hontanares y alturas metafísicas.
Leemos en Don Segundo Sombra que tener alma de resero “es tener alma
de horizonte”6, el contenido metafísico se adueña de la definición de quien
ejerce la actividad de resero y por ésta ha gozado de la libertad del andar. El
discurso ilumina un signo que trasciende la primitiva realidad.
Pero Güiraldes nos da pie para más discurrir: en El libro bravo ha
confesado.
Hablo a mi pueblo porque hablo con mi pueblo. El es quien guía mi corazón por la
mano mientras digo estas cosas
- y más adelanteentre extranjeros aprendí a ver lo que en mí había de nacional, lo que hay en mí no
de individual sino de colectivo y de común a todo mi pueblo7.
Se ha comentado mucho sobre el hecho de que Güiraldes fue un escritor
discípulo de simbolistas franceses, “afrancesado” y “extranjerizante” se lo llegó
a tildar; también su aprecio por el gaucho y sus valores estuvo, a veces,
subestimado explicándolo como una postura exterior de la que es capaz quien
pertenece a pequeño círculo de acaudalados y refinados. Mezquinas ambas
interpretaciones que desconocen a nuestro señor gaucho y olvidan por ejemplo
que Güiraldes pertenece a la generación de Ricardo Rojas y de Manuel Gálvez
y que esta generación vivió preocupada por el problema de la restauración
nacionalista, y en 1925, un año antes de la aparición de Don Segundo Sombra,
Alejandro Korn declara que “solamente dentro de un proceso evolutivo que
fusione el pasado irreversible con las exigencias imperativas del presente
hallaremos la solución nacional”. Y en 1926, a su importante estudio sobre la
novela lo encabeza esta afirmación: “La obra de Ricardo Güiraldes se incorpora
en buena hora a la literatura nacional.”8
Güiraldes plantó su escuela al aire libre de “su tierra de siempre”, y en ella
Don Segundo formó el espíritu de Fabio Cáceres, el guacho hecho gaucho y
luego hombre culto y cuya alma, enriquecida por las más puras cualidades del
carácter nacional, bien ha de ir ya marchando “como madrina `e tropilla”9 hacia
el porvenir. La novela coincidía con el anhelo colectivo de afirmación nacional y
vigorosamente lo incluyó. Y siendo así no es sólo un adiós sentido, sino una
anunciación. Tal vez la melancólica elegía no permitió que apreciáramos
suficientemente la anticipación en la fe de la que fueron partícipes todos.
Güiraldes mismo se lo explicaba en carta a Valery Larbaud: “A Don Segundo lo
hemos escrito todos, estaba en nosotros… y nos alegramos de que exista en
letra impresa”10. Por eso pienso, que desde la pampa, el inmenso horizonte
compartido, ilumina la esperanza en nuevos crecimientos argentinos.
UN NEXO COMUN DESDE EL PAISAJE
Uno de los grandes temas de los escritores de Cuyo de todos los tiempos
es el del rostro físico de la tierra y el halo que la envuelve.
Región mediterránea, indudablemente es su cielo azul y su sol el común
denominador que registran todas las experiencias poética, como que ya fuera
su sol ardiente buen dorador de sus habitantes desde que se tiene memoria.
Alonso Ovalle en su Histórica Relación del reino de Chile (publicada en 1640), al
describir a los huarpes que integraban el grupo mayor de las tribus indígenas
que ocupaban la extensa comarca de Cuyo, en la época de las primeras
expediciones españolas, relata que “lucían una piel de color bronceado más
oscuro que la generalidad de los indios americanos, debido acaso al quemante
sol de Cuyo”11. Sin tiempo para exponer cómo se descubre el paisaje en
proporciones áulicas en las obras de los escritores de San Juan, Mendoza y
San Luis, miremos sólo trocitos de cielo soleado en versos de sus poetas.
Antonio de la Torre, en su poemario La rama nueva (1953) y de su poema
“Mocedad”, pronuncia estos dos versos esplendentes!
Campos de sol y vendimia,
la rama en el aire, ardiendo.12
En Poemas de Cuyo (1925), Alfredo Bufano oficia esta “Liturgia del sol”
Y adoro a Dios en la feraz pradera
de cuyo aroma bíblico me inundo.
Y lo adoro en el sol, cuyo jocundo
calor me envuelve como una bandera.13
En coincidente alegoría, Antonio Esteban Agüero dice en “Cantata del
Ciprés” de “Las Cantatas del Arbol” (1953):
La mañana es igual a una bandera
de vivo azul flameando sobre el valle
la luz ríe con risa verdadera
en la acequia que baja por la calle.14
Sí, ese sol, ese cielo que envuelven flameantes, llameantes como una
bandera, también se llevan en las retinas cuando alguien, como el poeta César
Rosales, dejó de vivir en su suelo, y como un exiliado cuyo recuerdo no
duerme, persiste con su asombro:
Yo nunca he visto juntos
tanta luz, tanto cielo,
como en ese puñado
de cal y de silencio
que es el rostro y el alma
de mi lejano pueblo.15
De Vengo a dar Testimonio (1960), en “Sonata de mi pueblo”.
Y todos estos poetas han procurado también descubrir el paisaje humano
del lugar. Por ejemplo, Antonio de la Torre busca para algunos personajes de
su San Juan, la dignidad del prototipo, algunos versos de “La Vendimiadora”
(de La llama en el tiempo, 1965) que me tomo la libertad de citar salteadamente
porque los rasgos quedan así más al descubierto, pues no han de perder, por
esto, fuerza ni prestigio:
Morena de soles indios
las trenzas negras al viento
…………………………………
El viento Zonda le esculpe
maduros racimos nuevos
…………………………………
Entre esquiva y valerosa
con la mirada en el tiempo16
CON LA MIRADA EN EL TIEMPO
Sí, mi intención era traerlos hasta este verso, acá, la intuición poética
descubre a la mujer de Cuyo ubicada aún “en el tiempo de la espera”, en
espera lúcida.
Paulina Movsichoff nos va a permitir reencontrar, en espejo, ese tiempo
de esperar, en su novela Fuegos Encontrados, (Premio Rulfo, 1981, México).
Esta novela de rostro americano trasciende su provincianía. El pueblo de
Nuestro Señor del Espino, ámbito de su novelar, no es otro que el otrora
floreciente Renca sanluiseño. Paulina Movsichoff nos desdeña referentes
históricos usados libremente, ficcionalmente, para recrear un tiempo que ya,
para la memoria colectiva es tiempo mítico. Novela de una larga espera, éste
es su asunto esencial. La escritora mira el destino de aquellas pobladoras
renqueñas que ella escucha reflexionar en Josefina, su protagonista principal
“el destino de la mujer es una espera irremediable, condenadas desde siempre
al desamparo y a la soledad”17. Si se acepta que a la genuinidad, a la esencia
de la novela le importa el cumplimiento de un cambio, que de operarse daría
prueba de transformación narrativa. Y si el cambio esperado no se produce,
podemos entender por qué el final de la novela queda abierto; entonces tal
transformación podrá darse más allá del tiempo del relato, o pasar del tiempo
mítico a la historia actual.
Para Tzvetan Todorov –si tenemos en cuenta su estudio sobre las
transformaciones narrativas-18, esta novela se internaría entre las que
pretenden transformaciones complejas, para tales Todorov considera las
categorías de verdad, de conocimiento, de enunciación de futuro, de
subjetividad y de juicio. Comprendo que a Paulina Movsichoff la asisten
competencia y compromiso. La considero creadora de un nuevo lenguaje, de
una nueva retórica capaz de aprehender esas zonas poéticas y narrativas que
desde su perspectiva son inéditas: dice con verdad y con belleza, espontánea y
naturalmente el amor, la soledad, la vida y la muerte, el estar en el tiempo
desde su condición humana, condición femenina. Para la adecuada valoración
de este acto de audacia y madurez ha de requerirse de una crítica capaz de
entender la quebradura de la traición y la existencia de un novelar paralelo al
establecido por los hombres durante siglos de cultivo narrativo y poético.
Por la teoría de horizonalidad sintetizamos en la visión que sobre las
mujeres nos da Paulina Movsichoff, la realidad se transforma en símbolos cuyo
estatismo significa una permanente demora, elijo de un fragmento del libro uno
de los símbolos:
Al abrir el cajón vieron a Mercedes intacta, ataviada con el vestido blanco que
usara para la boda y que luego le sirvió de mortaja. (…) Decidieron mantener el
secreto. No querían que cundiera la voz y el reposo de Mercedes se viera turbado por
los curiosos. Luego verían si se lo comunicaban al obispo. Josefina tampoco lo supo.
Casiana fue quien comprendió más el sentido del suceso, cuando abrazó a Pedro
diciéndole: “Sólo aquello que muere puede quedarse”19.
En tanto que la realidad, hecha de fragor y fuegos encontrados para los
hombres, es acción, es tiempo consumido una y otra vez. Diacronía existencial
que una mujer, Paulina Movsichoff, recrea y abre hondos cambios desde sus
nuevos códigos de relato.
Leíamos por la sabiduría de un Hernández en el Martín Fierro20,
el tiempo sólo es tardanza
de lo que está por venir.
Desde una realidad asumida y explicitada por Paulina Movsichoff, el
porvenir virtualmente empieza a hacerse presente.
En otros casos, el escritor busca su urdimbre en el presente o en un
pasado inmediato, y se complace en usar zonda sociológica de otro tiempo y
lugar. Sostenía Sarmiento, el gran sanjuanino en un artículo publicado en 1841:
“los pueblos como los individuos necesitan larga preparación para la vida social
y la preparación no es la misma en todas las épocas ni en todas las fases de la
civilización”. Y en otro texto de la misma época subrayaba: “leer lo escrito, para
conocer lo que se sabe y continuar con su propio caudal de observación la obra
de la civilización”21
En nuestro estudio sobre la narrativa de “Memorias de un Guitarrero” de
Polo Godoy Rojo, reflexionábamos en que medida el gaucho cantor de
Sarmiento que se mueve entre la civilización y la barbarie es antecesor del
guitarrero y lo valioso que para un estudio sociológico de nuestra campaña
hubiera sido apreciar los cambios habidos en escenas e individuos, el limado
de situaciones y de costumbres teniendo como referencia estos dos
personajes. Remarcamos que el nómade que fue ese gaucho cantor pervive en
el guitarrero que nos presenta Polo Godoy Rojo.
Al elegir textos representativos para una lectura semiótica del ensayo
latinoamericano, Davis William Foster elige Facundo de Sarmiento. Una de las
partes más famosas y antologisadas de Facundo es el análisis de los distintos
tipos de gaucho. De ese análisis la figura que más se destaca es la del gaucho
cantor. Dice Foster: “Anticipando los análisis posteriores de las tradiciones
gauchescas, Sarmiento recalca el valor del gaucho cantor como vox populi”,22
voz del pueblo que es bebida en sus fuentes, para alcanzar un plano superior
del espíritu y del destino.
PROPUESTAS DE MODERNIDAD
El estudio de la interculturalidad, del diálogo entre culturas próximas, en la
proyección del trasfondo literario de cada época es enriquecedor23.
A partir de los años sesenta, el escritor se ve asediado por variedad de
asuntos que se vinculan más íntimamente con el periplo humano y mítico. La
escritura experimental vanguardista es un rasgo que apreciaremos en
escritores representativos de Cuyo.
Pienso en Antonio Esteban Agüero y Antonio Di Benedetto y en este caso
me intereso por algunos poemas de Agüero de Canciones para la voz Humana,
escritos en la década del sesenta y de edición póstuma en 1973, y por la
novela El silenciero, primera edición en 1964, o El hacedor de silencio, como la
denominara finalmente di Benedetto, el escritor mendocino.
Se impone una búsqueda en el orden simbólico que explicite cómo se
propone la regeneración del hombre moderno (y del arte moderno), la
recuperación del paraíso interior, ése que tiene raíces en la naturaleza, ese que
se ha conocido y gozado y que ha entregado esencias de vida natural.
Conviene recordar el sentido de modernidad expuesto por Emil Volek:
Es el conocimiento cada vez más profundo y matizado del hombre, de la sociedad
y del universo; es hacer posible lo que antes no lo era y, de este modo, acrecentar la
libertad del hombre y su capacidad real de intervenir conscientemente (para bien o para
mal) en el mundo. Esta es la cara luminosa de la modernidad 24.
Jaume Pont, de la Universidad de Barcelona, en Prólogo al Hacedor de
Silencio dice “Di Benedetto contempla al mundo con atávica añoranza de la
armonía natural”25. Y esta situación existencial del hombre perseguido y
acosado está significada en la novela ante la doble ambición del personaje
principal: escribir una novela, conseguir el silencio primigenio. Se plantea como
necesidad vital encontrar el sitio donde reine la voz humana (sonido) y se
destierre el ruido de las máquinas. A partir de esta pretensión, y sólo así,
enraizado en esa apetencia de libertad, para el personaje, la vida plena del
hombre y su creación serían posibles.
Berta Elena Vidal de Battini al prologar Canciones para la voz humana de
Agüero, observa al poeta que regresa a su canto en el que persiste el elogio de
la vida campesina, y esta vez, dice Berta Elena, “su pensamiento maduro está
sobre cargado de experiencias extrañas”26. Lo cierto es que los rápidos y
violentos cambios en todos los órdenes de la vida traen, y el poeta lo intuye, la
sensación de desarraigo y alienación, por eso su voz nueva se alza deseosa de
frenar este proceso, indicando la forma de salvarse. En el primer poema de su
libro, Agüero dice:
De nuevo, nuevamente,
como hace tres mil años,
hablemos la lengua que comprendan
el corazón
y los nervios humanos,
el idioma secreto de la vida,
donde cada vocablo
tiene olor,
y calor,
y sabor
como las frutas de verano27
“Preludio cantable”
Indudablemente Agüero nos señala el advenimiento de una nueva
modernidad y busca tender el puente provisional entre la tradición y la nueva
trascendencia secular diferida al infinito.
Es posible marcar una secuencia contrapuntística acercando estas
producciones de los dos escritores.
Así, los rasgos que definen la mejor poesía última de Agüero son su
libertad y su autonomía. En el discurso del poeta la palabra es una realidad
radical, se enlaza con sus fuentes vitales, dionisíacas, subconscientes.
“Canción para comer las uvas” nos alcanza sus versos que ejemplifican con
amplitud lo expuesto:
Con un hambre de bestia primitiva,
llena de flores en la sangre oscura,
y una sed animal por la garganta,
Yo como las uvas.
………………………………………………
Los trenes se borran a lo lejos
a la distancia la ciudad se esfuma,
y me miran alondras y caballos,
mientras como las uvas.28
Di Benedetto para expresar el duro periplo del exiliado de su mundo que
es el personaje de El hacedor de silencio, se vale de la segmentación textual,
inscripta entonces en la materialidad del texto y con esto ofrece una de las
claves de su desciframiento; aprovecha la sugestión de lo imperfecto, de lo
inacabado, es como si la literatura tanteara sus propios límites:
-…-, la máquina... (el ruido-máquina).
La máquina es útil. No su ruido, peor si se exagera o no se modera -…- Produce,
en quien lo genera, una euforia de poder (¿poder agresivo?).
Los seres humanos son generadores de sonidos. Son (los demás).
Hay un ruido… material
Y hay otro ruido que es… ¿cómo es?
Viene de las personas mismas, o de las condiciones que crean las personas o de la
convivencia.
A veces se percibe como un bloqueo, como una onda o infiltración sonora o un
susurro opresivo y deprimente.
Tampoco es así. No es posible oírlo -…- Lo que de él se capta, se recibe, son las
consecuencias. Esencialmente –como el otro, el ruido material- perturba. Es tan intensa
su gravitación que desequilibra, no los sentidos… ¿qué?
¿Es un ruido…? Sí, tiene que constituir un ruido, un ruido de guerra, destructor y
no aparente. Un instrumento de –no-dejar-ser-.
(Divago. Creo que este razonamiento ha sido una ráfaga de sinrazón.)29.
Percepciones (voz, sonido, silencio, ruido), objetos símbolo (radio),
búsquedas de validez para las personas humanas son paralelas.
La “Canción del No” del poeta de Merlo asegura:
…………………………………………………….....
Yo no quiero ser cordero
¡No!
a pesar de la lana y la inocencia
de los vellones cándidos.”
…………………………………………..
No quiero ser el frío
¡No!
de la frente que grava lo que dicta
una voz de la radio
Y más adelante
Yo no quiero ser nada que no sea
ser hombre libre, el hombre libre,
el hombre
de pie sobre el tiempo de los astros.30
Ya al final de la novela del escritor mendocino, la no libertad y una radio
condicionan la esperanza y la infelicidad:
este es el camino: un pasillo, una puerta de barrotes, otro pasillo y otra puerta de
barrotes.
Oigo una canción que termina. Oigo voces de locutor y locutora que detallan
virtudes comerciales.
Pregunto desolado. Y esa radio?
Es un hombre bondadoso; me contesta como si se alegrara de poder ofrecerme una
compensación:
-¿Le gusta? La tendrá siempre.
El no puede saber.31
Agüero se siente fuerte, se sabe en la lucha, piensa en los hombres, el
género humano amenazado, y él con la sacralidad de su misión afirma:
Porque si nosotros
desertamos,
qué será de los hombres”
………………………………
Y yo, el Poeta,
seguiré cantando:
Un canto que nombre la esperanza;
viento y marea de pájaros32
…………………………………
El hacedor de silencio asiste a la muerte de la esperanza ante el desajuste
entre el mundo cotidiano y las aspiraciones profundas del hombre en el mismo
centro de esta perturbación existencial.
-… siento el cerebro machucado, como si estuviese al cabo de un abnegado
esfuerzo de creación. Como si hubiera escrito un libro.
Pero mi cansancio no es feliz
La noche sigue… y no es hacia la paz adonde fluye.33
La frustración inevitable de personaje-esfuerzo creador no nos niega, sin
embargo, la apreciación del paródico esfuerzo. Ya Borges había anunciado: “la
inminencia de una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”34.
el fracaso en encontrar la nueva trascendencia se convierte en una experiencia
estética.
Por dos caminos bien distintos Di Benedetto y Agüero procuraron
contemporáneamente y desde nuestro Cuyo la asunción de una nueva
modernidad que significara un paso adelante en la formación histórica del
hombre en su proyecto humano. Este proyecto explícito en las obras de uno y
otro escritor y según lo manifiesta Emil Volek al darnos claves para entender la
modernidad, se propone “reducir el impacto del fatum y acrecentar la libertad
humana a través del conocimiento y de la intervención consiente del mundo”.35
Voz, canto que impulsa a salvarse en Agüero; propósito catártico en la
novela de di Benedetto de quien importa leer su testimonio:
Me enfermaban los ruidos, los padecía como una agresión personal del mundo
contra mí. De esa hipersensibilidad y de la compresión de los efectos que yo llamo
“ruido infernal”, surgió la mitad de El silenciero. La otra mitad es más profunda, atañe
al “ruido metafísico”. Pues bien, padeciendo esa tortura, quizá para salvarme, escribí la
novela. (Reportaje en “Crisis”.1974).
El resorte teológico fundamental, se ilumina en cada obra por sus marcos
referenciales. Por eso considero clave especial del desciframiento de sentido
contextual, a imágenes de la Biblia: Evangelios y Génesis.
En “Canción del para qué de la máquina” de Agüero, hay auspiciosa
búsqueda límite, con apoyatura del mundo fabril:
Las máquinas existen
para que el pan,
y el vino,
y el pez
se multipliquen.
Milagros de multiplicación deseados como en el Gran Ejemplo para el bien
de los hombres.
Las máquinas existen
para que un día Lázaro
otra vez resucite…36
Otra vez, dice el poeta, lo que implica un reconocimiento a una primera
vez, en una renovación auspiciosa de humanidad y vida.
Di Benedetto, por su parte, se vale de una imagen bíblica “el sacrificio de
Isaac”, que prefigura la imagen de Cristo crucificado para componer una página
de estremecedora belleza. (Los cuadros de Marc Chagall sobre el tema habían
sugerido parecida interpretación).
Esta forma de visión por el arte, es un modo de desvelamiento de la
realidad:
Estoy sentado en una piedra, en un monte de naturaleza agradable, aunque bien
triste.
Viene, desde lejos, un pastor. Me dice:
-No te es permitido permanecer en este sitio.
Voy a preguntar por qué y él se anticipa:
-Porque sobre esa piedra un cordero fue sacrificado.
Retiro mi cuerpo del descanso y quedo de pie ante el anciano.
El se satisface de mi obediencia y reemprende su camino.
Instalado en una piedra más pequeña, examino la mayor como si acabara de
proponerme un enigma, no una prohibición.
Me sorprende el pastor con un regreso repentino y me amonesta:
-¡Y no pretendas haber sido dado en sacrificio, ser un inmolado!37
Italo Calvino en inolvidable conferencia en una Feria del Libro en Buenos
Aires, al referirse a la Biblia señalaba su sentido de pluralidad impreso desde el
título, Los Libros, porque en ella están contemplados prehistoria e historia de la
humanidad, y son herencia que sostiene la Cultura de Occidente.
Cada uno lleva consigo su “propia geografía” escribía Guillermo Hudson y
explicaba que se trata de algo así como un centro telúrico que nos liga y nos
une a la tierra como por un cordón umbilical.
Es el lugar en dónde están las repuestas a todos los interrogantes, decía,
pero que pocos elegidos alcanzan a dar en su vida con ese centro.
Nuestros escritores cuyanos manifiestan este sello que los enaltece, y al
dar prueba de fidelidad a la tierra y a su tradición nos la dan también de
fidelidad al futuro.
NOTAS
1- Bufano Alfredo, Poesías Completas, Tomo III, Poemas de las Tierras
Puntanas, “Coplas Puntanas”, Nº 31, Buenos Aires, ECA, 1983, p. 793.
2- Vidal de Battini, Berta Elena, Cuentos y Leyendas Populares de la
Argentina, Tomo VII, “Las tres Marías” Buenos Aires, ECA, 1984, p. 828.
3- Vidal de Battini, Berta Elena, Ibídem. p. 838.
4- La definición de Mito es de Otto Rudolf, véase en: Kirk G. S. El Mito, su
significado y funciones en la antigüedad y otras culturas., Barcelona, Paidós, 1970,
p. 23.
5- Véase: Castagnino, Raúl H, “Literatura y Horizonalidad: Zona, región,
nación, mundo” en Suplemento Cultural de “La Prensa”, Bs. As. 25/10/88 y en
“Elementos comparatistas en el estudio de los regionalismo: Literatura y
horizonalidad: zona, región, nación, mundo”, Actas de Coloquio Internacional
de Literatura Comparada “Artes Regionales”, Ministerio de Educación y Cultura
de la Provincia de Corrientes, 1989.
6- Güiraldes, Ricardo, Obras Completas, Don Segundo Sombra, Buenos Aires,
Emecé Ed., 1962, p. 373.
7- Güiraldes, Ricardo, O. C., El Libro Bravo, p. 548-9, el subrayado es
nuestro.
8- Korn, Alejandro, Ensayos Críticos sobre filosofía, ciencias y letras Buenos
Aires, Colección Claridad, p. 77.
9- Güiraldes, Ricardo, O. C., Don Segundo Sombra, p. 490.
10- Güiraldes, Ricardo, O. C. Del Epistolario, A Valery Larbaud,
18/1/1927, p. 798.
11- Véase: Follari, Rodolfo S., “Acerca de la conquista de Cuyo y la
fundación de San Luis”. En Nuestra Historia, Revista de Historia de occidente,
Año IV, Nº 10, Buenos Aires, 1971, p. 207.
12- De la Torre, Antonio, La rama nueva, “Mocedad”, Buenos Aires, Peuser,
1953, p. 82.
13- Bufano, Alfredo. P. C. Poemas de Cuyo, Tomo II. p. 428
14- Agüero, Antonio Esteban, Las Cantatas del Arbol, Buenos Aires,
Chiesino, 1953, p. 49.
15- Rosales, César, Vengo a dar testimonio, Buenos Aires, Losada S.A.,
1960, p.65.
16- De la Torre, Antonio, La llama en el tiempo, Buenos Aires, Francisco
Colombo, p. 41.
17- Movsichoff, Paulina, Fuegos Encontrados, México, Ediciones Tierra
Adentro, 1982, p.149.
18- Todorov, Tzvetan, Poétique de la prose,
“Les Transformations
narratives”, Paris, Ed. Seuil, 1978.
19- Movsichoff, Paulina, Ibídem, p.53.
20- Hernández, José, La Vuelta del Martín Fierro, “Payada con el moreno”,
Canto 1120, Buenos Aires, Ed. Libra, 1973, p. 277.
21- Sarmiento, Domingo Faustino, Obras Completas, Tomo IV, Instrucción
Pública. Santiago de Chile, Imprenta Gutemberg, 1886, p. 411.
22- Foster, David William, Para una lectura semiótica del Ensayo
Latinoamericano: textos representativos, Madrid, Studia Humanitatis, 1983, p.23.
23- En estos últimos años ha surgido la denominación Nuevo Cuyo, que
incluye también a la provincia de La Rioja. Es auspiciosa la ampliación de un
horizonte cultural.
24- Volek, Emil, Cuatro claves para la modernidad, Madrid, Gredos, 1984,
p.10.
25- Di Benedetto, Antonio, El Hacedor de silencio, prólogo de Jaume Pont,
Barcelona, Plaza y Janés, 1985, p.9.
26- Agüero, Antonio Esteban, Canciones para la voz humana, prólogo de
Berta Elena Vidal de Battini, Buenos Aires, Calogeras-Munblat, 1973, p.6.
27- Agüero, Antonio Esteban, Ibídem, p.11.
28- Agüero, Antonio Esteban, Ibídem, p. 29.
29- Di Benedetto, Antonio, Opus Cit., pp. 131-2.
30- Agüero, Antonio Esteban, Opus Cit., pp. 53-4.
31- Di Benedetto, Antonio, Opus Cit., p.176.
32- Agüero, Antonio Esteban, Opus Cit. p.14.
33- Di Benedetto, Antonio, Opus Cit., p. 177.
34- Borges, Jorge Luis, Obras Completas, Otras Inquisiciones, “La muralla y
los libros”, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 653.
35- Volek, Emil, Opus Cit., p.12.
36- Agüero, Antonio Esteban, Opus Cit., p.21.
37- Di Benedetto, Antonio, Opus Cit. pp. 176-7.
Los trabajos que integran este volumen fueron presentados, total o
parcialmente en las distintas oportunidades que se detallan:
1.-Una tonada fundacional.
-III Congreso Argentino de Hispanistas, Universidad de Buenos Aires, 1992.
-II Jornadas Nacionales de Folklore, Buenos Aires, 1992.
2.- Por el camino del oro en las leyendas.
-III Congreso Cuyano de Investigación Folklórica, Centro Adaro, San Luis.
1992.
3.- La memoria de la tierra en Polo Godoy Rojo.
-II Jornadas Provinciales de Literatura Sanluiseña, Universidad Nacional de
San Luis, 1983.
4.- Berta Elena Vidal de Battini, su poesía
- Mesa redonda en Homenaje a la Dra. Battini en oportunidad de la
presentación de Leyendas de Nuestra Tierra, Selección, Adaptación y Prólogo por
Perla Montiveros de Mollo, Sociedad Argentina de Escritores, Buenos Aires,
1993.
5.-La poesía de Antonio Esteban Agüero y César Rosales: Patrimonio
sanluiseño.
- Primeras Jornadas Provinciales de Literatura Sanluiseña, Universidad
Nacional de San Luis, 1981.
6.- Cartas de Vicente Aleixandre a César Rosales
- Coloquio Internacional de Literatura Comparada, Universidad Católica
Argentina, Buenos Aires, 1985.
7.- Cuyo: Un espacio para la literatura.
- Primeras Jornadas Cuyanas de Literatura, San Luis, 1990.
*** FIN ***
Descargar