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MORENO GUERRA, José
[La Rambla (Córdoba), 1777 – 1826]
Diputado por Córdoba, 1820.
Nació en La Rambla (Córdoba) el 14 de julio de 1777. Algunos datos señalan que murió en la travesía de Tánger a
Liverpool el 10 de marzo de 1826.
Hizo sus estudios en el Colegio de Archidona y en San Pelagio de Córdoba, cursando después jurisprudencia en San
Miguel de Granada. Hombre de extraordinaria memoria de voz sonora, fuerte y de gran elocuencia. Se le describe como
gran trabajador y persona de gran imaginación.
En 1808 se ocupaba del mayorazgo de su casa, pero el levantamiento nacional le sacó de su retiro para participar en la
guerra de la independencia y tomó parte activa en la batalla de Bailén. Su casa de La Rambla sirvió para organizar partidas,
facilitando caballos, armas y víveres para los guerrilleros que tan buen papel hicieron en la batalla de Bailén. En 1811 salió
de Cádiz dirigiendo una guerrilla, haciendo todo el daño posible a los franceses. Vuelto de nuevo a Cádiz, se inclinó por las
nuevas ideas de libertad que desembocaron en la Constitución de 1812.
En 1813, y conocido por su talento y patriotismo, se presentó para diputado por Córdoba ese mismo año. Los elementos
reaccionarios de esa provincia le secuestraron su acta. En 1814, con la vuelta de Fernando VII, se le persiguió, prendió y
sujetó a un proceso, en el que el fiscal le pidió la pena capital. Por su condición de caballero maestrante y de militar se libró
de la condena, que le fue conmutada por otra de seis años de presidio en un castillo y una fuerte multa de 6.000 duros. Los
liberales de la época señalaron que como recompensa a su patriotismo se vio perseguido por Fernando VII y sus ministros.
Por ello tuvo que exiliarse en el extranjero.
Estando en libertad bajo fianza en Cádiz, asistía a las reuniones políticas y de los masones, siendo miembro del Soberano
Capítulo y comisionado por éste para atraer al general Sarfiels y promover el levantamiento del ejército de Andalucía.
Fracasado el intento, pudo escapar, dirigiéndose a Gibraltar. Allí se encontraba cuando se produjo el levantamiento de
Riego en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820. Desde la colonia británica colaboró con el pronunciamiento, no solo
con dinero sino también publicando y distribuyendo manifiestos políticos por toda la Península. Implantada la Constitución
fue nombrado regidor del primer Ayuntamiento constitucional de Cádiz y más tarde la provincia de Córdoba le eligió dipu tado para las legislaturas de 1820 y 1821.
Formó parte de una sociedad francmasónica, Los Comuneros –evocando los acontecimientos del siglo XVI-, surgida en
1821 con el objetivo de aglutinar a los liberales amigos de la constitución y del pueblo. En sus filas se integraron los milita res que participaron en el pronunciamiento de Cabezas de San Juan, así como un buen grupo de liberales exaltados, entre
los que figuraban José Moreno Guerra –que en ese momento era diputado por Córdoba- y Romero Alpuente. Todos se
habían formado en la masonería tradicional, cuya secta más representativa era El Gran Oriente que estaba formada por
antiguos afrancesados. Los grupos más jóvenes integraron los comuneros, que a su vez se escindieron más tarde en dos
núcleos antagónicos: los constitucionalistas y los republicanos.
Cuando la Santa Alianza intervino en España reponiendo el régimen absolutista, huyó a Gibraltar y posteriormente a
Tánger. En ambos lugares se ocupó en organizar elementos para derrocar el régimen absoluto. Parece ser que ante las
presiones de Fernando VII, los ingleses lo habían expulsado de Gibraltar y se tuvo que refugiar en la ciudad del norte de
África. Fernando VII mandó una solemne embajada a Marruecos con la intención de lograr su repatriación a España y
condenarlo a la pena capital a cambio de un navío y baterías de guerra. Pero Moreno Guerra hipotecó sus bienes y los puso
a disposición del emperador. En 1826 se siguió contra él una causa que le condenaba a muerte y a la confiscación de todos
sus bienes, pero al no ser detenido quedó incumplida la sentencia. Como había sido echado de Tánger y siéndole imposible
continuar en Gibraltar -donde se había refugiado-, embarcó para Inglaterra. Existen datos controvertidos sobre la fecha y el
lugar de su fallecimiento. Según Ramírez de Arellano murió emigrado en Gibraltar en 1825 y para otros historiadores falle ció durante la travesía. Pero el dato más probable de la fecha del deceso parece que fue el día que el barco arribó al puerto
de Liverpool –el 10 de marzo de 1826-, de una manera harto extraña y que dio lugar a sospechar que la muerte fuera
causada por sus enemigos.
Elección y actividad parlamentaria
Diputado a Cortes durante el período de 1820 a 1822. Muy activo en su labor parlamentaria, destacó por su ingenio y
fogosidad en los discursos parlamentarios. En las Cortes bien pronto se hizo conocer por sus ideas liberales más avanzadas y
terminada la legislatura continuó sus trabajos de propaganda liberal dentro de España y del extranjero. Partidario de las ideas
radicales opinaba que la Constitución apenas se había desarrollado, acusando a los liberales moderados de contentarse con
los logros que la revolución había alcanzado hasta ese momento.
Las crónicas de alguno de sus biógrafos lo definen como liberal a prueba y sin la menor sospecha de interesado, rara avis
en el país del liberalismo. Se le describe como una persona llena de voluntad, buena fe y franqueza. Por el contrario, se le
tacha de hombre de carácter exaltado y se le imputa una gran falta de sentido práctico en la política. Por algunas descrip ciones y por el tono de sus discursos se percibe un hombre impaciente -que no da «tiempo al tiempo»-, y se enerva dema siado con las resistencias. La falta de templanza de carácter le impide dirigir «estas borrascas que se llaman revoluciones»,
puesto que actúa por impulsos, con un temperamento que avanza al bien «garleando y con la lengua de fuera»; y en política
«el bien es alguna vez un mal que se debe dejar ir hoy, para tenerlo mañana». Desafiante ante Fernando VII cuando padeció
persecución y fue encarcelado por defender la causa liberal, hizo alardes imprudentes despreciando la horca.
Alcalá Galiano, en sus memorias, lo describe como un activo miembro de la masonería, hombre de quebrada salud pero
gran alborotador y promotor de algaradas y tumultos; poco dispuesto a ocupar su escaño. Orador locuaz, gozaba de poca
aceptación entre sus colegas y solía quedarse en minoría por la radicalidad de sus propuestas. El retrato que hace Alcalá lo
muestra como hombre rarísimo en el trato personal, alto y fornido. En sus modales mezclaba el trato grosero y tosco –aun que no rudo-, con detalles propios de la gente culta. Tenía golpes felices que mezclaba con exageraciones y mostraba cierto
nivel de instrucción.
Formó parte del grupo de masones veinteañistas como Riego, Quiroga, Alcalá Galiano, Mendizábal y Romero Alpuente.
Este grupo pronto fue desbordado por personas con más influencia como Istúriz y La Bisbal. Desde el verano de 1820 se
advierte la división de la masonería y hacia 1821 se constata la aparición del grupo de los comuneros. Entre los promotores
de la nueva secta destacó Moreno Guerra, que junto a Romero Alpuente, Torrijos y López Pinto, fue de los miembros
fundadores. Algunos autores señalan que el nombre de comuneros tenía un significado nada despreciable. Moreno Guerra y
sus compañeros de partido querían significar ante todo el carácter exaltado y español de su grupo, frente a otras sociedades
secretas de masones y carbonarios, vinculadas a grandes cuadros de organización mundial y dependientes de sus consignas.
A pesar de estas diferencias entre un grupo y otro, hay noticias de la presencia de Moreno Guerra en las logias varios meses
después de que hubiese fundado la comunería. En este contexto también formó parte de las denominadas sociedades patrió ticas, que destacaban por su oposición al liberalismo moderado.
El sentido de la revolución de 1820 estuvo apadrinada por los hombres que en las Cortes de Cádiz o su época, habían
perfilado los caracteres históricos del liberalismo español. Pero también la llevaron a cabo personajes «nuevos», desconoci dos en el panorama político del momento. La disolución del «Soberano Capítulo» y la continuación en la brecha por parte
del «Taller Sublime» fue, en este sentido, un hecho decisivo. Los héroes de la revolución de 1820 –llamados después vein teañistas-, fueron en el campo civil personajes como Alcalá Galiano, Mendizábal, Romero Alpuente, Moreno Guerra,
hombres que hasta entonces no habían figurado entre los dirigentes del liberalismo español. Una vez triunfó la revolución se
le achacó a los jefes del pronunciamiento –aunque hombres honrados-, «mediana capacidad política, y entre los personajes
civiles, los que más descollaban carecían de la educación política que sólo se adquiere con el manejo de los negocios
públicos». En este sentido se atribuye gran ingenuidad a los autores militares y civiles del pronunciamiento.
Participó activamente en el alzamiento de 1820 y resistió serias dificultades antes que triunfase la causa liberal. En los
momentos que el régimen liberal comenzó a mostrar sus primeras fisuras, manifestó que «el moderantismo forma hoy la
vanguardia del servilismo». En Cádiz, durante los preparativos del pronunciamiento de Riego, como hombre de ideas
extremas se rodeó de los diputados americanos y defendió la idea de formar en la isla gaditana una república a imagen de las
ciudades libres de Alemania, pero con un alto grado de independencia y gobierno democrático. En 1821 con la apertura de
las Cortes el 1 de marzo, las palabras y acciones de Fernando VII, así como la existencia de rumores de conspiraciones
anticonstitucionalistas, se generó un ambiente de revueltas y manifestaciones. Galdós describía la situación como fruto de la
debilidad del Gobierno y de la confusión del Congreso. Ante este panorama el pueblo se enfrascó en una lluvia de asona das, violencias y atrocidades sin cuento. Y en ese contexto hace decir a Moreno Guerra que “el pueblo tiene derecho a
hacerse justicia y vengarse a sí propio”. La revuelta urbana de otoño de 1821 provocó que Cádiz negara toda obediencia al
Gobierno central y Moreno Guerra impulsó la movilización callejera, encabezando varios motines en los que esgrimía la
idea de hacer de Cádiz una ciudad independiente al modo de las urbes hanseáticas.
Alcalá Galiano le criticó duramente por defender ideas tan extraviadas que debilitaban la Nación y exponerlas en la ciudad
donde el reconocimiento de la independencia de América tenía más contrarios. Le acusa de falta de juicio y temeridad para
presentarlas en público y sin rebozo alguno. En un discurso en campo raso ante una cuadrilla alborotada, aconsejó llevar al
último punto y trance la resistencia al Gobierno y animó a derribar el puente Zuazo, para mantener la separación con Espa ña. La incitación a la destrucción de la antigua y robusta obra que unía la isla gaditana con el continente de la Península, no
fue bien recibida por la población de Cádiz. Los comerciantes y propietarios oyeron tal expresión con susto y enojo, pues
temieron el aislamiento no sólo con España sino también la pérdida de la actividad comercial con América y la consiguiente
postración y aniquilamiento económico. En esta situación varios diputados americanos fueron detenidos y enviados a
Gibraltar. Sin embargo, a Moreno Guerra nadie le molestó, pero se amedrentó con el trato dado a sus amigos y no se atrevió
a levantar la voz contra estas detenciones. Temía que al defender a los americanos ponía perder el apoyo popular. Parece
que su amilanamiento también estaba relacionado con una dolencia molesta y larga que le tuvo en cama hasta que termina ron todos estos disturbios. En estas mismas memorias se narran las intrigas que tramó Moreno Guerra con alguna sociedad
comunera para acabar con la vida del propio Alcalá Galiano.
Fue elegido para las Cortes el 21 de mayo de 1820. Obtuvo todos los votos de los 12 electores. Tomó posesión de su acta
el 22 de mayo. Juró su cargo el 6 de julio de 1820. Consta como fecha de alta el 1 de julio de ese año y su baja se constata
el 14 de febrero de 1822.
Formó parte de varias comisiones. En primer lugar la de etiqueta para recibir al Rey en la apertura de las Cortes y para
llevar varios decretos a la sanción. También trabajó en otras comisiones como agricultura, código rural y ultramar.
Participó activamente en múltiples debates parlamentarios y trató todo tipo de cuestiones como la prohibición de introducir
granos extranjeros en toda Andalucía. Intervino en debates sobre amnistía, sucesión a la Corona y las memorias en los
departamentos de Guerra y Marina. Asimismo fue muy prolijo en los temas eclesiásticos, económicos y libertad de prensa.
Entre los primeros abordó la problemática de las órdenes religiosas y la exclaustración de clérigos. Respecto a las cuestiones
económicas realizó proposiciones sobre la libertad de comercio, las rentas de aduanas, la distribución de la recaudación de
contribuciones y el presupuesto de la Hacienda.
En la sesión de Cortes de 18 de julio de 1820 expuso que muchos labradores estaban «determinados a no hacer la siega
este año, porque el precio de la cebaba es de 8 a 10 reales, y el del trigo, de 10 a 15 reales; al paso que el de los jornales se
mantiene como siempre». A su parecer lo que deseaba el pueblo no es tener el pan barato, sino los medios necesarios para
adquirirlo. Su bajo precio no era consecuencia de la abundancia de granos, sino de la escasez del dinero, sin que el relativo
mantenimiento de los jornales sirva de gran beneficio a los trabajadores asalariados, puesto que desaconseja el cultivo y
conduce en definitiva al paro. A su vez, el declive del campo venía auspiciado por la escasez de animales para el trabajo
agrícola. Moreno Guerra informaba a las Cortes de 1820 de la caída espectacular del número de animales y las dificultades
que generaba para las tareas del campo.
A partir de agosto de 1820 las Cortes –agotadas las cuestiones ideológicas y políticas-, comienzan a tratar reformas de
cierta trascendencia social. Es el caso de la nueva ley sobre vinculaciones que, por iniciativa de Moreno Guerra y Calatrava,
suprimía los mayorazgos.
Publicó muchos artículos, discursos y manifiestos. Entre ellos destaca su Manifiesto a la nación española y particularmente
a las futuras Cortes de 1822 y 1823 sobre las causas que han paralizado la revolución y la marcha de las Cortes de 1820 y
1821, que fue publicado en Cádiz el 15 de febrero de 1822. Este texto es muestra palpable de sus ideas revolucionarias y su
radicalismo. Repasa los grandes problemas que acucian a España en esos años, desde la gobernabilidad del país hasta la
cuestión americana. Critica la guerra contra las colonias y defiende su independencia. La pérdida de las posesiones de
ultramar deja a España sumida en un importante declive en la política exterior, que está por debajo de las «regiones berebe res». Extiende sus diatribas contra el Ejército y la Marina, por su elevado número de generales y oficiales que podrían
«equipar a la Marina inglesa». Tampoco se libran de sus ataques la Justicia y la Hacienda.
Obras: MORENO GUERRA, José (1822): Manifiesto a la nación española, Cádiz, Editado el 15 de febrero en la Imprenta de la Sincera Unión.
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