Ultimas puertas podadas

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Últimas puertas podadas
por la nieve
Pedro Péglez González
Últimas puertas podadas por la nieve
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A Animzay, con mi amor
por su amor a la vida.
A sus hijas, las princesas
Alrac y Alimac.
Si un hombre pierde algo
y regresa y lo busca cuidadosamente,
lo encontrará.
Tatanka Yotanka
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2
BIENAVENTURADO EL ÁRBOL QUE CAMINA
Para Ricardo Acosta
Le dije al Gran Espíritu:
-Mi espiga quiere sólo un grano de aire
dime buen Manitú si eso es bastante
o es mejor una hilacha de la brisa.
Me dijo el Gran Espíritu:
-Yo te doy todo el viento
un grumo de tormenta en la mandíbula
un soplo de arco iris en la nuca.
Le dije al Gran Espíritu:
-Mi espiga quiere sólo una pizca de agua
una hormiguita líquida
una salpicadura apenas de los cielos.
Me dijo el Gran Espíritu:
-Yo te doy todo el río
preñado de diluvios y de fábulas.
Le dije al Gran Espíritu:
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3
-Mi espiga es aguacero para las cicatrices
pero quiere ser vino sólo quiere ser vino
¿es tan difícil copa el cuenco de la mano?
Mi espiga es la tormenta para la desmemoria
pero quiere ser nube sólo quiere ser nube
donde sagrados sean los peces
bienaventurado el árbol que camina
y el amor no pueda ser tan sólo
un mal pájaro que canta.
El Gran Espíritu posó un beso en mi hombro
y se marchó llorando.
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4
Tan turbia de avellanos
Yo no estaré allí.
Me levantaré y pasaré.
Stephen Vincent Benet
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5
SEDICIÓN DE LOS ENCIERROS
Yo no sé de qué cirro confabulan
mi estrépito
la fractura inconciliable de mi pluma
en qué sol preconizan esta hoguera
para un sin rostro.
No imagino si habrán tenido en cuenta
los riesgos del lagarto
para sanear con fuego una cascada
ni siquiera me atrevo al vaticinio
de si voy a ser lluvia
o me han llamado
de si voy a caer
o han confundido los caminos de la espuma
si el feliz cataclismo tiene un pez maldito
en la mano de amar
o ese lazo de cieno tiene al fondo
su imploración de niña.
(En asuntos tan serios
toda voz es un surco en la ventisca
toda sangre es un lirio
todo el aire es un círculo inclemente).
En fin de cuentas
no soy yo más que todos los encierros
pavoneando su vuelo
no soy yo más que el polvo que se anuncia
y de un solo aleteo no es la tribu.
En fin de cuentas
hay algo que anda bien en todo esto
pero yo no lo sé.
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6
EL MANZANO
Los surcos y el bisonte llevan todos los brazos
los sudores juntísimos
contiguos.
Pero
¿y el pecho del guerrero?
¿no lleva acaso un solo cuello?
¿a su brillo sin doble otro cansancio
no le está prohibido?
El héroe es un manzano
que crece solitario en el centro de un hombre.
Puede abrazar sus ramas a las de otro
pero no su raíz
el géiser de sus venas
su pulso fascinante.
Pero
¿y las flores?
¿y las lágrimas dulces del manzano?
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7
LA MANTA
Para Rosa Rodríguez
Debajo de la manta
no se esconde el invierno.
Debajo de la manta está la especie
los rumbos de las hojas
el antílope.
Pero la nieve no. La nieve se arrebuja
para inundar pezuñas
aventar cicatrices
o desplumar los pasos de las flores.
Por eso se la ve
de apócrifo color
y la piel del bisonte le cuece su emboscada.
Pero mucho cuidado si el abrigo
insiste en ser coraza
en ser verano aleve
donde se ahoga el espejo y sus peldaños:
Debajo de la manta
puede estar
el pistilo esperando.
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8
LOS CACHORROS
A Orlando Ruiz y Flor de Paz
Porque el cachorro siempre
frecuenta su acertijo
acaricia su nido de serpientes
duda del rumbo.
Siente que puede avecinar la lluvia
(para eso lleva atado su aguacero).
Y nosotros también fuimos la meta
antes de ser la huella
fuimos el coro azul
antes de ser la voz única
el redondo camino.
imberbe
Pero el cachorro sabe que todavía es viento
y que de él se armará la flecha de aire
aún no presa en el arco.
Y no se pone grácil elegirle
las rayas en el lomo
la insólita terrumbre en la pezuña
(él tiene que escarbar)
ni adelantarle el rizo
en que habrá de ser fiera
o el disparo.
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9
LA PREGUNTA EN EL AGUA
Ah mi padre venero de la tribu
labrador de mi lanza:
cuando alzaste las anclas del trineo
y el cacique bendijo con su mano
tus dos secos relámpagos
¿era yo el aguacero?
¿O era acaso la sed que amanecía
el cuenco de mi nombre?
Y ustedes mis hermanos
(guerreros que partieron su manzana)
cuando ataron su carne en la pradera
y se fueron tomados del cabello
hacia el tótem del aire
¿era yo que llovía?
¿O era acaso mi sitio entre la hierba
adelantando su discurso de agua?
¿Hasta dónde no es humo
ese ruido en los ojos?
¿Hasta dónde usa estribo la llovizna?
Y esa araña sutil
partera de lo oscuro
¿no vendrá hasta mi tipi
a fumar de mi brazo el calumet
ahora que estoy cantándole?
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AH MI MADRE
Madre
tú me enseñaste
a masticar las pieles
a ayudar al bisonte en su presagio
tú me enseñaste a triturar qué hierba
a domeñar el borde a la fatiga
incluso a destrozar aquellas sombras
con los dientes cerrados y perfectos.
Ah mi madre
por qué
por qué
no me enseñaste
también a no mascar mi propia piel
sus empinadas grietas
como si el buen guerrero
fuera una manzana
como si el turbio diente
pudiera liberarme.
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RESPONSO A LA NUBE APÓCRIFA
Y yo quién soy
si tú no eres el tótem
ni yo el trecho de cielo en su madera
si no eres el agua ni yo soy su reflejo
si no soy la colina
para augurar los cascos
para poner en fila su donaire
sus ripios
para decir quién viene
en tus vestidos
quién va en tu catacumba
en tu pradera
quién te llueve y adónde.
Si no eres la luna
ni yo quien la ha colgado de la muerte
cómo esgrimir la mano
para espulgar tus alas
ventear tus cicatrices
escudriñar los puntos cardinales
de tu ojo de matar.
Y yo quién soy entonces.
Cómo es barranca el plagio de la nube.
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LA DANZA DE LOS FANTASMAS
A Yazmina Calcines
Ahora
de espalda al bosque
quiero esperar un rito
no sé bien si de hormiga o plenilunio
no sé bien si descalzo
que me abrevie este horror
de praderas huidizas
a fuerza de quién sabe qué preguntas
qué cataclismo roto inconocido
qué entretela del antes.
Ah mis hermanos nuevos
¿y les doy a beber trigo de este costado?
Ah mis hijos antiguos
¿cómo endulzar su sed si extravié las colinas?
Ah mi hermana mi hermana
costilla de mi raza
¿qué libélula remienda
mocasines a una sombra?
¿Cómo premiar tu tiempo de los melocotones
así con esta puerta tan turbia de avellanos?
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PALABRAS AL PEREGRINO
Si llegas a la puerta de mi tipi
si llegaras escaso y maldolido
el pecho entramado de algún cuervo
y la risa de espaldas
y el tomahawk en veda
no hace falta que diga
un hilo de mis venas te coserá las lluvias
y te preguntará
si no has comido
alguna vez de las estrellas
y te pondrá en las sienes algún sorbo
de ciertos espejismos que conjuro
desde el labio del pájaro.
Ni qué decir un soplo de laguna
con su cisne y con todo
deslizará su estera bajo tu áspid
(quizá convide incluso a tus espumas
para llevar los rápidos del río
a otro desfiladero
donde pastan los peces menos cuerdos)
y hasta puede suceder se te llenen de pronto
las mejillas de conejos
(son tan pocas las trampas en mis prados).
No importa si al principio
somos sordos o mudos
o si al final nos damos cuenta de que fuimos.
(La lengua de las manos
esa que nos iguala al pie de nuestra madre
la pradera
anda despacio y calza muchas veces
mocasines trasnochados).
Lo que importa es que luego descubrimos
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que siempre un arco iris
clamaba por tu nombre a voces desde un punto
que jamás conoceremos.
Si llegas a la puerta de mi tipi
no olvides regresar:
dentro se queda mi áspid
mis espumas
mis lluvias
mis cuervos todavía.
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Pastando el breve frío
Tampoco hemos sido hechos
para llorar una vez solos.
Parra Wa Samen
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ECLIPSE DEL ÁNIMA
Una dalia cayó de su pistilo
y es mi lágrima.
El cristal que me sangra no es su muerte
es la mía el pezón que no estuvo en mi colmillo.
Sollozo que no lloro más allá de su pulpa
ajena de mis arcos.
¿Si no sufro su cáliz
era ausente y fue antes su caída?
¿O voy siendo yo el muerto?
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ABJURACIÓN DEL MITO
Si no eres aquel vaticinio del código
bajo el azul hechizo de la tribu
si en tu larga cabellera de india cuervo
no habitan liebres ni árboles ni espejos de montaña
y solitario vaga escurridizo un venado sin astas
igual yo te convoco:
el poeta es un dios que sublima la tierra
y es posible que llegues a galopar los aires
si dejas que su cetro de caracol convulso
de precipicios lunas torrentes y caballos
te bendiga y te pueble.
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CHASATONKA
Esta cañada asciende hasta tu valle.
Desde el hondón de tipis y noches entrejuntas
esta cañada avanza a donde no me saben
hasta donde no abrevan mi sangre de piel roja.
Allí no han preguntado por qué el ciervo
se me subió hasta el rostro
qué perfecto animal de la pradera
me ha dibujado el anca.
Esta cañada asciende hasta los hábitos
tú a lo lejos te pierdes te pierdes y el guerrero
te atestigua sin sol sin estrella del norte
acaricia su flecha su prisa sus preludios
le dice a su caballo mosqueado que ya es tarde.
Chasatonka se vuelve parte y canta a la guerra
mientras en la colina
-paz de muertosun ala se disuelve.
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CANCIÓN EN LA (DES)MEMORIA
Evidentemente el aire tiene partes que aún no sabes
y en este tiempo no se puede salir a la intemperie
sin ir armado al menos con un poco de aire.
A qué distancia de mí te estás peinando ahora?
A cuántas lunas te has echado a descansar
según costumbre?
Ah esa maldita tradición de echarse siempre a descansar
al mediodía de las cosas a la hora misma
en que se comen unas a otras las estrellas.
Me vienen tiritando por el aire del bosque
dos preguntas antiguas como siempre
delicadas pastando el breve frío:
A qué distancia está el día en que otra vez
nazcamos juntos?
A qué distancia de mí te estás peinando ahora?
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NATURALEZA MUERTA
Para Norka Figal
Hoy he estado de nuevo bajo aquel
follaje de tu falda.
Hoy he estado de nuevo
en el pliegue del bosque
donde hace tantas lunas nos tocamos
solamente los suspiros.
Qué país de misterios esa hoja del árbol
aunque ya no parece tu entrecejo
ahora huele a eco de agua
a penacho anudado por tu espuma.
Qué pradera esa brisa
ahora teje un vacío que pasa cabalgando
entre cuatro fantasmas y un bisonte.
Acaso alguno de ellos somos nosotros vivos
nosotros una sed que perfumó su afluente
cada quien a su modo de ser niebla
yo regando dos nueces en el jardín del aire
tú envolviendo los trinos en penumbra
como si una vergüenza
después de haber sacado el río a pastorear
las ramas secas.
Acaso alguno de ellos somos nosotros muertos
y ahora mismo una liebre está doliendo tanto
y ahora mismo de pronto
este bosque ha blanqueado de una sombra
(qué redondo dolor es esa nieve)
tapiando de su polvo mis azules
ventanas de la tierra.
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CANCIÓN PARA DESPERTAR A LA HIERBA BLANCA
Despierta apotoyesi
el sol ha alucinado la colina
y el coyote tu ojo está buscando.
Despierta hierba blanca.
Tú eres alimento
de la fiera que a veces se agazapa
tras la nube
demasiado encendida
para amar el recinto de una lágrima.
Despierta apotoyesi
despierta por ahora hierba blanca
ahora antes que baje el animal que sorbe
la semilla del río.
Despierta para siempre. Rumia tu lanza.
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ELOGIO DE LA NIEVE
A Maideline Hernández
Voy a abrir las ventanas al invierno
para que acabe ya la tanta nieve
para que los espíritus del viento
se derramen en paz
me dejen en cariño.
Mamanti el curandero se equivoca:
mi fiebre no es el buen medicamento
para fundir los cielos de la lumbre
por mucho que la lumbre sea un ciervo
con un ala de azul
y una violeta al centro
de su fiel desamparo.
Y yo sólo quería ahuyentar esa trampa
espantar de su flecha al cazador
poner acaso en juego
sangre de mi espejismo
sin esperar siquiera el estallido
súbito de la orquídea.
¿Pero qué hace el cachorro
atado en la pradera?
¿Pero qué hace el kiowa sin manta
en la colina
tirando de las barbas al diablo contigo inmóvil?
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ORACIÓN DE INVIERNO
Parece que ya esta mano
no está hecha de mano.
Se abre pájaro a volar
pero no encuentra el aire.
Sube a tientas lo oscuro de una yesca
y de pronto se mira suspendida
(de Opirikut remedo
pero sin la esperanza).
Brota de ella algún árbol
(un árbol pequeñito
mas con toda
la estatura del agua)
y ve que en sus raíces
no premian las hormigas.
Todo el manto del mundo
puede estar preso en ella
pero ningún rescate se da por enterado.
Quizá haya que acostarla a regresar
bajo la tierra. Porque
¿al sol de qué sirve alguna mano
de la que se escabullen los granizos?
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DE LA HIERBA Y LA NUBE
En medio de la noche
según los indios cuervos
un suspiro es un grito.
En medio de la noche es más que grito
un velo que se quiebra
aquel sonido raro que no sé de qué viene
de qué letra de ti
apotoyesi
hierba blanca en lenguaje pie negro
o tal vez zonta
gente digna de confianza en lengua siux.
Aquel sonido raro
puede hacerme otro hombre.
Por ti yo he enjaezado con bonete de guerra
mi caballo.
Por ti hablo de soledad
y palpo el galopar lejano de tus ojos
muerdo el aire y devoro tu pelo de india cuervo
antes que sea la nube que engulle girasoles.
No importa si la noche me abre un sitio
al fondo del bajío
o sobre la colina:
yo mastico mis flechas
bebo mi arco y espero
tu aparición
natosaki
mujer del sol de los pies negros
por ti vivo y no muero de mirarme
como un traidor pauní.
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La pradera inconclusa
(Las plumas de la cabeza eran alas
para volar a las
praderas del cielo)
Ernesto Cardenal
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LEYENDA AL PIE DEL AGUA
Animzay la pequeña
la hija del cacique
se asomó a la laguna
que devolvió su imagen.
Presa acaso de algún divino miedo
decidió contemplar inalterable
aquella magia
y prefirió la sed
a beberse a sí misma.
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OPIRIKUT
Sobre la azul pradera
bajo la luna de agua
(viejo charco en el cielo)
los guerreros paunís develaban la altura
sus lúcidos confines
buscando a Opirikut
su mínimo chispazo
en la tensa cabellera de la muerte.
Buscando a Opirikut
para saber noticias de la vida.
Y así luna tras luna
encontraba el guerrero la vida tras la estrella
la estrella tras la muerte
la muerte tras el fuego
(el fuego de algún dios horneaba la colina
o ensayaba una danza de sombras por los valles)
y de nuevo la luna azulando el espacio
y de nuevo el pauní llamando a Opirikut
para saber noticias de la vida.
Pero nunca la estrella hizo otra cosa
que anunciarles el precio de la espera.
Eso no fue hace mucho.
Hay un pauní ahora mismo extraviado en su destello
pobre loco tal vez por el hallazgo
pero el astro no enciende girasoles
la vida no se anuncia en los cirros y los nimbos
entre una luna y otra
ni la noche es la muerte.
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LA PRADERA INCONCLUSA
Nunca lo puso en duda.
Sólo él encontraría el bisonte blanco.
Absolvería a la tribu
de su deuda de sueños con los dioses.
Lo decían los códigos
la sapiencia feroz de sus antiguos
la leyenda en la piedra –aquella nubeel indudable azogue de los antepasados.
No preguntó a su lecho. Él era el elegido.
Allá estaba el bisonte
su blancura en lo oscuro
una luz nunca vista ni por los adivinos
-entrenados acaso en acunar fantasmassu blancura pastando cristalitos
sobre el cielo verdísimo
esperando su abrazo
para decirle el rumbo.
Nunca lo puso en duda. Sólo él lo encontraría.
Él primero fue un águila
que interrogaba al viento con un círculo
-elegancia tal vez o un cierto trámite
para un fruto asumido de antemanoy dicen que trataba de tú a los horizontes
y se bebió un otoño desesperadamente
en una cáscara de trigo.
Allá en lo alto el viento -ese traidor sublimele exorcizó las alas
y le puso una luna en cada ojo.
Volvió al punto inicial.
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Él era el elegido
y fue entonces un ciervo
con un aire de azul demasiado evidente
haciéndole piruetas entre la cornadura
y un hambre secular de valle y de pradera
entre los pies descalzos.
No pudo ver la flor en la frente de un buitre
colgado como estaba de los ojos del arce
y la flor amorosa le comió las rodillas.
Entonces supo al menos que era un hombre
un guerrero iroqués
un pobre diablo
pero no puso en duda que fuera el elegido
y reemprendió la marcha.
Tenía la certeza
la púdica certeza:
Nadie sino él encontraría al bisonte
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¿blanco?
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NUNCA LOS ASTROS
Opirikut horada el manto que ciega a los guerreros.
Si no existiera Opirikut no habría esperanza.
Pero si no tuviera ojos la noche
entonces de seguro no habría Opirikut.
Sin embargo los astros dedican poco tiempo
a los humanos
no dan mucha importancia a su ala en agua viva
necesitan las horas para la menos riesgosa profecía
de una quieta apariencia.
En la colina un búho
los pinos y un coyote
un coyote y los pinos
y otra vez un coyote
en la aldea el incienso
la ceremonia
el brujo
que danza ante la hoguera llamando a Opirikut
estrujándose el cuerpo
flagelándose el sexo con bejucos y días de abstinencia
rompiéndose la vida en mil pedazos
de barro echado al fuego
llamando a Opirikut para que anuncie el estallido.
Todo en vano. Todo sin respuesta:
Nunca fueron los astros los que hicieron
sacrificios a los hombres.
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LA TENSA CABALGATA
Al fin morí de la sombra.
Doy en el ansia.
El espíritu bueno de los bosques
nunca tuvo la culpa de ese duende.
Fui yo: no supe ver (y a veces no lo quise)
el fatuo sol goteando en la ladera
como un espantaflores.
Ahora entierro el hacha de ese miedo
en una rama de arce
y si hago la guerra es mi costilla.
No había muerto tanto desde entonces
aquella amante muerte
y puede suceder que ahora me enrede
con los vivos pistilos de los pájaros
o me turbe al contar las aspas del insecto.
Regresar del cansancio trae sus piedras
jugándose la vida entre los cascos
y tengo que aprender pronto el galope
y a los aparecidos.
Ahora mismo el jinete sin cabeza
atraviesa mi valle sobre el lomo
de un bisonte emplumado de blanco.
Dice que tiene hambre
que se comió las bestias del invierno
y me pide los ojos.
Ahora mismo se ríe y es un aire.
No soy yo la penumbra
pero es mi costado.
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CÍRCULOS DEL TIEMPO
Porque ya no seremos fugitivos
del agua y de la sed
ni dejaremos rostros de rodillas
sobre el susto del lago,
Animzay, Animzay,
tu pelambre desciende del cacique
y atrás sólo nos queda otra inocencia.
Porque siempre seremos los maderos
del agua y de la sed,
Animzay, Animzay,
dejamos ahora quieto el temblor de la orilla
bajo el pie de tus hijas:
las ondas las esperan
quizá para mostrarles tu mejilla
sin las rayas del tiempo
quizá para anunciarles en los ojos
la próxima escapada.
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LOS RIESGOS INFALIBLES
Yo inventé esta pradera
donde escojo los ruidos.
Yo soy el cancerbero de su rosa y su cactus.
Yo la hice con pliegues de mis huesos.
Eso fue una mañana:
desperté a darme cuenta
de que tenía dentro tanta sangre de castor
y si acaso un olvido.
Los antiguos cazadores de serpientes
los viejos buscadores de bisontes de nieve
me lo dejaron todo en la garganta
cuando fueron al río a hacerse peces
mucho antes de que yo los conociera.
(En pago yo no les perdono escamotearme
justamente lo que no tenían).
Pero hice mi pradera y reconforta
clasificar sus fiebres
ponerles nombrecitos
pegar oído a tierra con cuidado
-no se enturbien las plumas del penachoadivinar la danza del coyote
saber por dónde viene frotándonos el frío
contra el círculo amable de la espiga
arriesgar que la brisa me asesine
alguna cuerda –no todo el antebrazoy poner al hocico de los vientos suicidas
un aviso parecido a una estrellita.
Al fin y al cabo es mi pradera
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y yo escojo los ruidos
los lapido
con una caminata inabarcable.
Y si a veces -¿felices?- los ruidos me escogieron
es que me han descubierto demasiado inocente
para inventar praderas.
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Corazón grávido
…debió soñar consigo mismo en el mundo
real, para escapar del mundo de sombras.
Dee Brown
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PERO
Dices bien oh patriarca:
Nuestro corazón es rojo y dulce
para todas las lenguas de la tierra.
Dices bien oh patriarca de los siux.
Pero no llevan lengua las langostas
devoradoras de manzanas.
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CABALLO LOCO VUELVE A SOÑARSE
Entonces yo sabía que las Paha Sapa, esas Negras Colinas de mis padres,
eran un noble olvido del cielo sobre la tierra, que eran centro de todos
sus tentáculos, y allá me iba a hablar con Wakantanka, a pedirle visiones
y soñarme más acá de la sombra, hasta llegar al aire en que suelo ser
hombre. Entonces a mi espalda tenía atardeceres, libélulas había en mis
tobillos y mis hombros cantaban al compás de la danza del potro. Y todo
se mecía de pronto a un solo tiempo, el tiempo de la Luna cuando
maduran las cerezas, y la hierba se desviste de aguanieve. Entonces con
mis flechas yo podía ensartar las tinieblas, las enjuagaba en sangre del
verano, y con eso la tierra llegaba a parecerse un poco al aire. Y eso ya
era bastante. Pero yo no sabía que la sombra tiene un filo cosido en la
pestaña, y el hombre puede ser mitad de dios y otra coyotes, y la
penumbra puede clavarse fatalmente en la brisa. De modo que cuando
me iba de la tierra, con el torso talado por su lanza, decidí arrebatarle a
Wakantanka un ala -sólo un ala- y hundírsela en el pecho a los guerreros
dulces para que no tuvieran que ir a las Negras Colinas. Ahora soy sólo
un hondo corazón preñado de colmillos. Un terco corazón oglala siux,
enterrado y latiendo en Chankpe Opi Wakpala, cerca y lejos de las Paha
Sapa. De allá sale a soñarse, a escudriñar dónde la sombra se hurta mis
mocasines. De allá sale a soñarse el corazón, a preguntar. Y eso es
bastante.
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DISCURSO POR UN SUICIDA
Y qué hay de tu penacho, hermano?
Por qué pálido hondón de adversidades
se lo diste a los otros?
Si tú lo habías dicho:
con él no se nos viene encima
la techumbre del mundo.
Con él somos un parto menos de la sombra.
Sin él sería sólo el ruido de la oreja
el tiempo de la piedra
bajo el brazo del pájaro.
Qué bien yo te veía los conejos
al filo de la espiga aunque al revés del río
si el penacho era sonrojo pero era.
Cierto que a veces te mordieron sus costuras
pero qué diadema no nos deja
su presencia en las sienes?
Qué testigo tendremos si no los verdugones?
Ahora los otros ponen cada pluma
en una colina diferente
y tú fumas con ellos de ese calumet
que vierte un humo adocenado
parecido al cansancio.
En qué borde del barranco te paraste
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a despeñar las piedras
sin mirar que tú estabas en el fondo
a la diestra del río
enseñando a tu hijo el volver de los salmones?
Murió tu frente
ayer la esperarás. Ahora
cómo le digo al ciervo que no es polvo
lo que comió en tu mano?
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LO TRAJO EL MENSAJERO
El gran cacique Sheatl, de la lejana tribu de los dwarish, hoy tuvo un
sueño horrible: el mundo era una estepa color fuego que danzaba
girando. En el centro unas bestias color nada hincaban sus gargantas en
la luna y la luna chorreaba un vaho negro y era un cuchillo. El cuchillo
tajaba a los ciervos en diez mitades que, una vez repartidas a los
muertos, no tocaban siquiera a una añoranza. Un bisonte tullido por
una bocanada de humo -del caballo de hierro que montaban las bestias
color nada- quiso hacer un girasol y le salió un destierro. Un pedazo de
cielo y un resplandor del agua intentaron cubrir con una manta los
sagrados vestigios de los bosques y fueron enlazados de las patas por las
lenguas de las bestias color nada, lazados y arrastrados en un círculo a
la estepa color fuego que danzaba girando, girando y abrazando hasta a
las ubres de la hoguera que ayer amamantaron los cabellos de luz en la
lejana tribu de los dwarish.
-Un sueño, sólo un sueño. Por suerte sólo un sueño -dijeron pobrecitos
mis fantasmas-. Menos mal que olvidamos que el gran cacique Sheatl
hace ya más de un siglo que no duerme.
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LA ROSA EN EL ESTRIBO
En memoria del Rosebud.
Para Francy Bazurco.
¿Y tú fuiste la rosa
o el susto de muchacha que levitó a su hermano
de entre el rubio estampido de la sangre?
(Nunca una pluma rota se erigió tan penacho
sobre el potro espoleado por un beso
ni este jefe cheyenne burló de un solo asombro
a algún hocico prusia).
Vuelve siempre mi hermana
al pavor de la rosa
que alimenta al milagro.
Vuelve siempre recuerda los cantos de los padres
que va a llegar el sol que ellos sangraron
(no sé bien si por roca por dios o sin camisa
no sé bien si esperando o envuelto en tu sandalia)
va a llegar algún día entre mi bruma y tu aire
y saldremos celestes a zurcirle los ríos
yo pintado de entonces
por si acaso el estertor del trueno.
(Pero tú no te alejes:
Si un resquicio de nieve otra vez me asesina
tu pétalo me salva).
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AÚN
Y a veces todavía vuela un silbo
flechado por el tábano.
Vuela casi mañana
pero anochece tanto mediodía
que en el costado hendido se le entecan
los melocotoneros.
(Ah piedra germinal
disuelta en la hojarasca).
A veces una lámina del código
cruje sólo en incienso
cuando hace falta el lábaro.
(Parra Wa Samen qué para qué tú cantaste
sino para cambiarnos la intemperie).
Y a veces se nos pierde una pradera
se nos deslíe un derrotero
un derrisco nos gruñe entre la rótula
y un bisonte nos mira y nos pregunta
por Tatanka Yotanka.
Vean bien mis guerreros
qué de espantos brevísimos escancian
sus celadas.
Qué de hormigas el pómulo apresuran.
De grises no ha dejado de estar hecho
este bosque
urgido de tizones
para azular al menos el cerco de la nieve.
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Miren bien dónde y cómo
son yesca sus estíos.
Miren bien sus entonces.
Digo yo el más novicio veterano
de los hondos flecheros de mi casta.
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PROCESIÓN DEL QUE HABLABA DE LA ESPIGA
Con qué saña me adivina su otro acecho
su manía de atar mis cicatrices
-esos rotos meandros del ánima en mi razacon qué rúbrica su ala pone precio
a la fabulación de mí que no arde en sus instintos
ni habita sus sonidos
qué ojo turbio en su aleteo no da tregua a mi sombra
a mi apellido amante de la tierra y sus partos
-ese púdico hervor de las raícesqué desgarro sin duelo de mi carne se avecina
en su pico.
Si yo no fuera el sol en sus dos cimas
-la una suspendida por el Gran Manitú
en la bóveda de agua
y la otra este guerrero que ahora rumia su olvidosi yo no fuera el bravo Chasatonka
semidiós atrapado en la bondad terrible de la hoguera
y otra mitad mi paso
mi inabarcable huella dibujando cada confín de las colinas
si yo no fuera -digo- Chasatonka
el eco del castor ya no sería el temblor
de alguna estrella
poco antes de nombrar su bienvenida
sería solamente la vocación del topo
y su astucia aplaudida por la arena.
Pero yo traigo el rastro en las pestañas
y la sangre del aire me corre por las flechas
me suda por las nubes de palabras que le arrebato
al viento
y ese verano puso Manitú en mi carcaj
para que no le hiciera tan líquidas preguntas
sobre el olor del rumbo y los tibios presagios
Últimas puertas podadas por la nieve
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de la espuma.
Ah si al Gran Manitú
no le hubieran puesto al hombro tanta niebla
¿acaso no tendría ahora este guerrero
menos humo en la garganta?
¿no tendría menos uña clavada entre los dedos
menos desolación en cada ausencia?
¿no le reclamarían sus efluvios
menos puertas podadas por la nieve?
Ah si al Gran Manitú no le hubieran emplumado
de escarcha
tanto bisonte impío perfumado de armiño
yo pudiera decirles si soy guerrero siux
o cheyenne o navajo
o tal vez algonquino delaware iroqués
pero se me han perdido las muchachas
(sin los cabellos hondos de las niñas uno pierde
hasta el ruido del agua y el rumbo de las rosas).
Con tanta nieve espuria me han perdido
las muchachas de azul lavando el arroyo de mis huesos
los ritos infantiles que libraban de la última penumbra
a mi lengua y mi escudo
se me han perdido piernas para asentar la nuca
y no hay otro camino para el cuello
que enramar el penacho
a los cuarenta puntos cardinales.
Ahora soy sólo yo ante la pradera
y si volteo la frente me acuchillan
esos ojos y el acecho de su espina.
Llevo enjambres de lunas desvirgando horizontes
y a mi espalda las alas infalibles
su fuego de cenizas diciéndome su espanto
pudriéndome las dunas y los cedros.
A veces me pregunto qué me busca
y es que tengo la espiga.
Ah si el Gran Manitú no conociera
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cómo la estoy cantando
con qué cuerda de sangre
le estoy haciendo el himno.
Ah si el Gran Manitú me viera ahora
cómo le contaría las borlas de los peces
cómo le tiraría del vestido
para que me narrara otra vez esa historia
para que me dijera de los aruacos míos
que vinieron de Cuba y fundaron Abaibo
al norte de la isla
y tejieron de bruces los pantanos
entramaron los bosques de espejismos
y de adivinaciones
le pusieron su sábana azul a la pradera
se quitaron el pecho y lo lanzaron lejos tierra adentro
y dieron su mejilla verde a cada hermano
que encontraron al centro del asombro
tan preñados de pájaros.
Pero el Gran Manitú se ha dormido de angustias
se ha dormido de trampas
que disparan sus garfios a mi espalda
mientras yo llevo lunas escanciando praderas
donde me alzan los gritos de la hormiga
el venado me guía a su escondrijo
y me besa y bendice
pobrecito en sus ancas
y la liebre me esculpe en la tormenta
algún guiño de amor
por si las aguas se empecinan
en ser cómplices.
Y yo les doy del pan de mi costado
a que beban la sangre de mis cuencas vacías
y hasta un poco de nube de mis ojos
(no se puede vivir siendo tan cuerdos)
y dibujo el camino con mis hombros
trazados de memoria
a pesar de ese círculo de acechos
a pesar de que a veces me imagino
que el cansancio del sol en la colina
no sabe nada de esto.
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