Pérez Gianguzzo. Cuaderno La entrevista psicoanalítica

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA
LINGÜÍSTICA y DISCURSIVIDAD SOCIAL
Serie: Estudios del Lenguaje
Cuaderno: La entrevista psicoanalítica.
Subjetividad e interlocución - 2014
Carla Pérez Gianguzzo
La entrevista psicoanalítica. Subjetividad e interlocución
Carla Pérez Gianguzzo
…en presencia de un psicoanalista, estas personas hablarán, en un
principio, de la misma forma en que le hablarían a cualquiera. Sin
embargo, la forma de escuchar de aquel, una “escucha” en el
sentido pleno del término, logra por sí sola que su discurso se
modifique y asuma un nuevo sentido a sus propios oídos. El
psicoanalista no da la razón ni la niega; sin juzgar, escucha. Las
palabras que los pacientes utilizan son sus palabras habituales; sin
embargo, la manera de escuchar encierra un llamado a la verdad
que los compele a profundizar su propia actitud fundamental frente
al paso que están dando y que muestra ser completamente diferente
a todo contacto con psicólogos, educadores o médicos.
Françoise Dolto
Introducción
El objetivo del presente cuaderno es introducir al estudiante de la asignatura
Lingüística y Discursividad social (Facultad de Psicología, UNR) a una serie de
conceptualizaciones acerca de la entrevista psicoanalítica, abordadas en el marco de la
Teoría de la Enunciación, de Émile Benveniste. 1
Para comenzar, es necesario situar al psicoanálisis como una disciplina fundada
por Sigmund Freud, cuyos comienzos pueden marcarse en el año 1900. Freud, médico
neurólogo austríaco, (en sus inicios junto a Josef Breuer) comienza a construir el
edificio teórico del psicoanálisis al encontrarse con enfermas histéricas, a quienes la
medicina no conseguía curar (en tanto si bien en ellas algunos órganos se encontraban
afectados, no se observaba una etiología orgánica de la enfermedad, y por ende los
tratamientos médicos no producían efectos). Freud, a partir de un amplio trabajo con
histéricas, descubre que sus síntomas desaparecían cuando éstas lograban contar
recuerdos y revivir determinadas escenas de su historia. Así nace el psicoanálisis, a la
vez método de investigación y de tratamiento de la neurosis y de los procesos anímicos
inconcientes.2
Conforme a la teoría psicoanalítica, la neurosis (la histeria es un tipo particular
de neurosis) es explicada como “una afección psicógena cuyos síntomas son la
1
Benveniste, E. (2004) Problemas de lingüística general, Volumen I y II [1954]. Buenos Aires: Siglo
XXI.
2
En este cuaderno utilizaremos los términos conciente e inconciente, en lugar de consciente e
inconsciente, siguiendo los criterios de escritura y traducción propuestos por la editorial Amorrortu,
(traducción directa del alemán de José L. Etcheverry) cuya edición se considera canónica en la
publicación de las Obras completas de Sigmund Freud.
1
expresión simbólica de un conflicto psíquico”.3 Freud sostiene que ésta se produce a
partir de la represión, que funciona como un poder censurador excluyendo del devenir
conciente
a las aspiraciones que resultan desagradables. Así, estas mociones
pulsionales reprimidas permanecen inconcientes; sin embargo, siguen teniendo efectos
sobre la vida del sujeto formando, a través de rodeos al modo de condensaciones y
desplazamientos,4 síntomas neuróticos. Ahora bien, Freud crea un método para
desmontar estos síntomas: hacer conciente lo inconciente, lo cual se consigue a medida
que el paciente logra relatar la historia de sus síntomas, y así, con las intervenciones del
analista, se encuentran las asociaciones que han permitido su formación. De este modo
el psicoanálisis, a diferencia de la psicología, no se limita a hacer desaparecer
transitoriamente los síntomas, sino que opera en el orden de la causa de los mismos, de
la causa de la neurosis.
Así, en el curso de sus investigaciones, Freud construye un modo de tratamiento
de la neurosis a través de la palabra, en tanto logra la cura a partir de intervenciones
(verbales, lingüísticas) que realiza sobre aquello que sus pacientes dicen. El creador del
psicoanálisis explica que a través de lo que se dice, a través de la palabra, el inconciente
puede ser reconocido. De hecho, en 1881, una de sus pacientes --a la que llamó Ana O-denominó a aquello que años después Freud llamó psicoanálisis, “cura por la palabra”
(talking cure).5 Para que un análisis funcione, lo que un analista le pide a su paciente es
simplemente que hable. Tal como refiere Benveniste en “Observaciones sobre la
función del lenguaje en el descubrimiento freudiano”,
el psicoanálisis parece distinguirse de toda otra disciplina. Principalmente en
esto: el analista opera sobre lo que el sujeto le dice. Lo considera en los
discursos de éste, lo examina en su comportamiento locutorio, “fabulador”, y
a través de estos discursos se configura lentamente para él otro discurso que
le tocará explicitar, el del complejo sepultado en el inconsciente. De sacar a
la luz tal complejo depende el éxito de la cura, lo cual atestigua a su vez que
3
Laplanche, J., Pontalis, J. (1996) Diccionario de Psicoanálisis [1967]. México: Paidós, p. 236.
Freud conceptualiza la condensación y el desplazamiento como los modos de funcionamiento del
inconciente. El desplazamiento consiste en el desprendimiento de la intensidad de una representación,
para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, ligadas a la primera por una cadena
asociativa. Por su parte, la condensación se produce cuando una representación única logra representar
por sí sola varias cadenas asociativas, es decir, cuando en una representación (que accede a la conciencia)
se reúnen varios elementos de contenidos inconcientes. Estos procesos son registrables en las formaciones
del inconciente: sueños, chistes, olvidos, lapsus, síntomas. (Laplanche, J., Pontalis, J. (1996) Diccionario
de Psicoanálisis [1967]. México: Paidós)
5
“En este talante, ni siquiera en la hipnosis era siempre fácil moverla a declarar, procedimiento para el
cual ella había inventado el nombre serio y acertado de <<talking cure>> (<<cura de conversación>>) y
el humorístico de <<chimney-sweeping>> (<<limpieza de chimenea>>)” . Freud, S. (2006). Estudios
sobre la histeria [1893-95] en Sigmund Freud Obras completas, Vol. II. Buenos Aires: Amorrortu, p. 55.
4
2
la inducción era correcta. Así del paciente al analista y del analista al
paciente, el proceso entero es operado por mediación del lenguaje. 6
Ahora bien, a los fines de este cuaderno, es preciso señalar que la noción de
entrevista se encuentra en los desarrollos de Freud cuando teoriza acerca de los
encuentros entre analista y paciente, previos a la iniciación del tratamiento. En “Sobre la
iniciación del tratamiento”,7 el autor plantea que antes de comenzar un tratamiento es
necesario un período de prueba, en el que el analista determina, a partir de una serie de
entrevistas con el consultante, si éste va a devenir en su paciente y si se dará curso a una
terapia psicoanalítica con él o no.
Tal como mencionamos anteriormente, estas entrevistas poseen características
particulares y se constituyen sobre determinadas reglas. Expondremos, entonces, en el
siguiente apartado algunas de dichas características. Seguidamente, expondremos los
conceptos centrales necesarios de la teoría de la enunciación para, finalmente, llevar a
cabo un abordaje de la entrevista psicoanalítica centrado en la subjetividad y la
interlocución.
Una caracterización de la entrevista psicoanalítica
Freud sostiene que dada la gran diversidad de las disposiciones psíquicas con las
que los analistas se encuentran, la variabilidad de los procesos anímicos y la enorme
cantidad de factores intervinientes, no es posible llevar a cabo una mecanización de la
técnica8 del psicoanálisis. Sin embargo, hay ciertas regulaciones que hacen a la
especificidad del trabajo de un analista. Una de ellas es la que propone tomarse un
tiempo provisional con cada paciente en forma de entrevistas preliminares a un
tratamiento, para adquirir cierto conocimiento del caso, decidir si es apto para un
psicoanálisis, y si el analista está en disponibilidad para tomar a ese paciente en
tratamiento o no. En este sentido, el análisis a comenzar se constituirá como un contrato
entre paciente y analista, que reside en las decisiones de ambos de llevar a cabo y
continuar la situación analítica.
Ricardo Horacio Etchegoyen (psicoanalista argentino), en su texto Los
fundamentos de la técnica psicoanalítica, teoriza la entrevista psicoanalítica y plantea
6
Benveniste, E. (2004). Observaciones sobre la función del lenguaje en el descubrimiento freudiano
[1968] en Problemas de Lingüística General I. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 75, 76.
7
Freud, S. (2004) Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis,
I) [1913] en Sigmund Freud Obras completas, Vol. XII (Trad. J. L. Etcheverry) Buenos Aires: Amorrortu.
8
Idem, p. 125.
3
que ésta se sostiene sobre una norma básica: facilitar al entrevistado la libre expresión
de sus procesos psíquicos, lo que no se logra a partir de una serie esquemática de
preguntas y respuestas, ni de un interrogatorio. Por ello, la entrevista psicoanalítica no
sigue un esquema estipulado ni un programa determinado. A esto también se refiere
Freud cuando escribe:
No interesa para nada con qué material se empiece –la biografía, el historial clínico
o los recuerdos de infancia del paciente–, con tal que se deje al paciente mismo
hacer su relato y escoger el punto de partida. Uno le dice, pues: “Antes que yo
pueda decirle algo, es preciso que haya averiguado mucho sobre usted; cuénteme,
por favor, lo que sepa de usted mismo”.9
Así, la regla analítica fundamental es la asociación libre: ésta consiste en que el
analizado debe comunicar todo lo que se le ocurra, sin rechazo de nada ni objeciones
críticas. El analista entonces debe familiarizar al paciente con esta regla, diciéndole que
a lo largo de su relato, en lugar de desestimar cualquier ocurrencia que acuda sin tener
(en apariencia) ninguna relación con lo que está diciendo, la comunique. Se trata,
entonces, de que diga toda idea o pensamiento que sobrevenga a su conciencia. Esta es
la regla que rige para el analizante.
Del lado del analista vale una regla complementaria: deberá prestar a todo lo que
escucha la misma atención parejamente flotante. Así lo plantea Freud:
Como se ve, el precepto de fijarse en todo por igual es el correspondiente necesario
de lo que se exige al analizado, a saber: que refiera todo cuanto se le ocurra, sin
crítica ni selección previas. Si el médico se comporta de otro modo, aniquila en
buena parte la ganancia que brinda la obediencia del paciente a esta “regla
fundamental del psicoanálisis”. La regla para el médico se puede formular así:
“Uno debe alejar cualquier injerencia conciente sobre su capacidad de fijarse, y
abandonarse por entero a sus ‘memorias inconcientes’”; o, expresado esto en
términos puramente técnicos: “Uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en
algo”. 10
Freud justifica esta técnica señalando que apenas el analista presta atención a un aspecto
particular del discurso del paciente empieza a escoger el material, obedeciendo así a sus
propias inclinaciones, lo que falseará la percepción de lo que aquel dice. Indica entonces
que debe exigirse de parte del analista una frialdad de sentimiento y una no censura
propia ante lo que el enfermo le dice. Esto es lo que permitirá el discernimiento de lo
inconciente escondido. Referimos ya que Freud plantea que el analista debe escuchar
desde su inconciente: ello implica que para poder escuchar e interpretar, el analista debe
9
Idem, p. 135.
Freud, S. (2004) Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico [1912] en Sigmund Freud
Obras completas, Vol. XII. (Trad. J. L. Etcheverry). Buenos Aires: Amorrortu, p. 112.
10
4
despejarse de sus prejuicios, creencias, intereses, gustos, censuras y pensamientos
propios, que forman parte de su conciencia. Porque analizar no es educar, ni guiar ni dar
consejos. De esta manera, respecto del analista formula: “debe volver hacia el
inconciente emisor del enfermo su propio inconciente como órgano receptor,
acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono”. 11
Para poder llevar esto a cabo, y que el análisis no se contamine de influjos sugestivos ni
de ambiciones pedagógicas, el analista debe –además de formarse en psicoanálisis–
analizarse y supervisar.
En un psicoanálisis entonces, a diferencia de otras terapias psicológicas, la
propia individualidad del analista debe quedar por fuera. A esto Freud se refiere con
abstinencia y neutralidad del analista. Se trata de que el analista no sea transparente
para el analizado sino que solo muestre, al modo de un espejo, lo que le es mostrado.
En este punto resulta significativo abordar la entrevista psicoanalítica a la luz de
los conceptos teóricos de E. Benveniste. Pero antes debemos exponer algunos de ellos.
Algunos conceptos centrales de la teoría de la enunciación
La teoría de la enunciación (Benveniste, 1954) sostiene que el lenguaje, propio
de la naturaleza del hombre, es lo que le permite constituirse como sujeto. Así, plantea:
“Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo
lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de ´ego´”. 12
Siguiendo a Benveniste, la lengua es solo posibilidad de lengua hasta que el
hombre se apropia de ella y habla. Ese acto de apropiación y de puesta en
funcionamiento de la lengua por un acto individual de utilización es la enunciación. Así,
después de la enunciación, es decir de ese acto en el que adviene el sujeto, designándose
como yo, la lengua se efectúa en una instancia de discurso. Asimismo, Benveniste
plantea que toda enunciación implica necesariamente una interlocución, en tanto el
locutor se apropia de la lengua designándose como yo e instala al mismo tiempo a un tú.
La conciencia de sí no es posible más que si se experimenta por contraste. No
empleo yo sino dirigiéndome a alguien, que será en mi alocución un tú. Es esta
condición de diálogo la que es constitutiva de la persona, pues implica en
reciprocidad que me torne tú en la alocución de aquel que por su lado se designa
por yo. (…) El lenguaje no es posible sino porque cada locutor se pone como sujeto
y remite a sí mismo como yo en su discurso. En virtud de ello, yo plantea otra
11
Idem, p. 115.
Benveniste, E. De la subjetividad en el lenguaje [1958] en Problemas de Lingüística General I. Buenos
Aires: Siglo XXI, p. 180.
12
5
persona, la que, exterior y todo a “mí”, se vuelve mi eco al que designo tú y que me
dice tú.13
Esta relación dialógica entre el yo y tú tiene ciertas características: el yo y el tú no son
simétricos, en tanto el yo engendra y trasciende al tú, son complementarios y
reversibles. Para Benveniste, entonces, es en esta relación de definición mutua de las
dos personas que constituyen la enunciación, donde radica el fundamento lingüístico de
la subjetividad:
Como forma de discurso, la enunciación plantea dos “figuras” igualmente
necesarias, fuente la una, la otra meta de la enunciación. Es la estructura del
diálogo. Dos figuras en posición de interlocutores son alternativamente
protagonistas de la enunciación. Este marco es dado necesariamente con la
definición de la enunciación.14
En relación a esto, Benveniste sostiene que una de las categorías fundamentales del
discurso es la categoría de persona, la cual se constituye sobre la base de ciertas
oposiciones. Así, se diferencian el yo (el que habla, primera persona), el tú (al que se
dirige, segunda persona) y el él (el que está ausente de la esfera de la interlocución,
tercera persona o no-persona). Ahora bien, yo y tú, es decir la primera y segunda
persona, se oponen a la tercera como miembros de la correlación de personalidad, en
tanto yo y tú poseen la marca de persona, mientras que él está privado de ella. Así, la
tercera persona representa un invariante no-personal. Ahora bien, yo y tú se oponen
como elementos de la correlación de subjetividad. Entonces yo es definido como la
“persona subjetiva”, siendo el tú la “persona no-subjetiva”, oponiéndose estas dos
“personas” a la “no-persona”, él.
En este marco, Benveniste plantea que la enunciación, como acto de apropiación
de la lengua y de constitución de la subjetividad, es posible gracias a que la lengua
ofrece un “aparato formal de la enunciación”. Dicho aparato está constituido por un
conjunto de formas vacías, desprovistas de toda referencia material, que se vuelven
“llenas” cuando un locutor las asume en la instancia discursiva. Es este aparato de
formas vacías, conformado por pronombres personales, deícticos, índices de ostensión y
formas temporales de los verbos, el que permite que un sujeto se constituya en la
enunciación al apropiarse de la forma yo, y en el mismo acto se instaure un sistema de
referencias interno con el eje yo/ahora/aquí:
13
Idem, p. 181.
Benveniste, E. El aparato formal de la enunciación [1970] en Problemas de Lingüística General II.
Buenos Aires: Siglo XXI, p. 88.
14
6
Cuando el individuo se lo apropia, el lenguaje se convierte en instancias de
discurso, caracterizadas por ese sistema de referencias internas cuya clave es yo,
y que define el individuo por la construcción lingüística particular de que se
sirve cuando se enuncia como locutor.15
Asimismo, esta deixis espacial y temporal, es decir la organización del tiempo y el
espacio en el discurso a partir de un aquí (el lugar del yo) y ahora (el tiempo del yo,
presente lingüístico), es lo que permitirá al sujeto, instaurado en el discurso a partir del
yo, construir simbólicamente su realidad. Porque, según Benveniste, “hablar” es
enunciar, y enunciar es simbolizar. Respecto de la simbolización, el autor plantea:
(…) el lenguaje representa la forma más alta de una facultad que es inherente la
condición humana, la facultad de simbolizar.
Entendemos por esto, muy ampliamente, la facultad de representar lo real por
un “signo” y de comprender el “signo” como representante de lo real; así, de
establecer una relación de “significación” entre una cosa y algo otro.
(…)
La existencia de tal sistema de símbolos nos descubre uno de los datos
esenciales, acaso el más profundo, de la condición humana: no hay relación
natural, inmediata y directa entre el hombre y el mundo, un entre el hombre y el
hombre. Hace falta un intermediario, este aparato simbólico, que ha hecho
posibles el pensamiento y el lenguaje. 16
En concordancia con esto, puede asumirse que el hombre accede al mundo sólo a través
del lenguaje, de modo que sólo accede a representaciones (simbólicas) del mismo. Así,
el lenguaje, orden de mediación entre el sujeto y el mundo, es donde éstos se
representan, es decir, se vuelven a presentar. 17
Siguiendo estos planteos, “hablar” implica la constitución de un sujeto, entidad de
naturaleza lingüística que no puede distinguirse de la instancia discursiva, y a la vez la
producción de una representación simbólica en la que el mundo queda configurado.
Un abordaje de la entrevista psicoanalítica conforme a la teoría de la enunciación
Planteadas algunas características de la entrevista psicoanalítica y presentados
ciertos conceptos centrales de la teoría de la enunciación, analizaremos dos tópicos de
esta teoría en el marco de la entrevista: la interlocución y la subjetividad.
Caracterizada la relación discursiva entre analista y analizante, o entre analizante
y analista, ¿se trataría de una relación dialógica entre un yo y un tú, al modo en el que lo
15
Benveniste, E. La naturaleza de los pronombres [1956] en Problemas de Lingüística General I. Buenos
Aires: Siglo XXI, p. 175.
16
Benveniste, E. Ojeada al desenvolvimiento de la lingüística [1963] en Problemas de Lingüística
General I. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 27, 31.
17
Rogieri, P. (2011) Cuaderno: Modos de significar. Material de circulación interna. Cátedra Lingüística,
Facultad de Psicología, UNR.
7
teoriza Benveniste? Si bien se trata de dos seres humanos que hablan, podemos plantear
que no habría instancia de diálogo en la entrevista psicoanalítica. Si lo hubiera ésta se
trataría de dos yoes hablando, funcionando respectivamente como yo y tú, al modo de
dos semejantes, en función de los distintos momentos en los que los que cada uno de los
participantes tomara la palabra. Ahora bien, en la entrevista psicoanalítica, si bien
participan dos individuos y se necesitan de estas dos piezas para que la misma funcione,
hay un solo yo en juego: el del paciente. En la entrevista psicoanalítica se trata de que el
yo del analista quede por fuera, suspendido, de modo tal que no obstaculice el proceso
psicoanalítico. A esto nos referimos cuando anteriormente planteamos que el analista
debe abstenerse y ser neutral en relación a involucrar en la entrevista con el analizado
sus propias creencias, opiniones, prejuicios.
En relación a esto, Jaques Lacan plantea que la posición del analista supone una
función, lo que implica un vaciamiento de sus características propias e individualidades.
Desde esta función, en el marco de las entrevistas psicoanalíticas, se trata de que el
analista dirija la cura. Pero dirigir la cura no implica dirigir al paciente. Lacan se refiere
a esta cuestión planteando la diferencia entre la palabra vacía y la palabra plena.
Sostiene que la palabra vacía es la que se vehiculiza en una dimensión imaginaria, entre
un yo y un otro que son semejantes y que sostienen una relación simétrica. El autor
plantea que el analista cae en un error si se sitúa en la posición del otro semejante (otro
con minúscula) 18 a la hora de escuchar al analizante, en tanto de ese modo sólo
favorecerá una dialéctica de palabra vacía, que implica una dimensión de la palabra en
tanto engaño y que obstaculizará cualquier movimiento subjetivo por parte de éste. De
lo que se trata en cambio, en el marco de una entrevista psicoanalítica, es de que quien
ocupe la función de analista se ubique en una posición que implique una falta, un vacío
(vacío de pensamientos, prejuicios, creencias y deseos propios), que motorice el proceso
de análisis y logre así promover una dialéctica de palabra plena, que apunte a la verdad
del sujeto. Porque es en la palabra plena donde el inconciente hace su aparición, y es a
ese surgimiento hacia donde se dirige el psicoanálisis, en tanto es allí donde se
encuentra la verdad del deseo del sujeto.
18
En su obra, Lacan diferencia el otro (pequeño otro) del Otro (gran otro). El pequeño otro es un reflejo,
una proyección del yo. A la vez es el semejante, la imagen especular; está inscripto en el orden
imaginario. En cambio, el gran Otro designa la alteridad radical. Lacan lo equipara al lugar del lenguaje y
de la Ley, por lo que está inscripto en el orden simbólico. Para un examen ampliado, cf. Lacan, J. (19541955) Seminario 2. El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psiconalítica. Buenos Aires: Paidós,
2006.
8
En este sentido es que se plantea que la interlocución en la entrevista
psicoanalítica no implica una relación dialógica entre un yo y un tú reversibles y
complementarios, producido entre paciente y analista. Si lo implicara, es decir, si en ese
intercambio discursivo se escuchara esa interlocución, se trataría entonces de una
entrevista psicoterapéutica. En la psicoterapia, a diferencia del psicoanálisis, la
entrevista implica una relación entre paciente y psicólogo de intercambio discursivo y
subjetivo, en tanto el terapeuta interviene desde su conciencia, sin despojarse de sus
prejuicios, ideales y opiniones. La interlocución aquí si se registra en su dimensión de
diálogo entre un yo y un tú reversibles y complementarios.
Se propone entonces la lectura en la entrevista psicoanalítica de una dimensión
de la interlocución sostenida entre el yo del paciente que habla y el tú al que se dirige,
que si bien se presenta en la entrevista soportado por la figura del analista –gracias a los
conceptos de repetición y transferencia 19 propuestos por Freud– puede plantearse que se
trata en realidad de una sustitución. Freud sostiene que el paciente transfiere sobre el
analista mociones pulsionales y fantasmáticas, que provienen de su historia y de
relaciones que éste ha establecido con personas significativas. Así, si bien el paciente se
dirige al analista al momento de hablar, muchas veces se trata de otro tú al que se
orienta con eso que dice y en el cómo lo dice. Es este nivel de interlocución el que
debemos identificar a la hora de analizar enunciativamente una entrevista psicoanalítica,
es decir, poder determinar a qué tú se dirige el yo del paciente en los distintos
momentos en los que habla, aunque en efecto parezca hablarle al analista.
Así, en la entrevista se escuchan múltiples interlocuciones, mas no como
relaciones dialógicas complementarias, en tanto el psicoanalista no se ubica como tú
reversible al yo, sino que –posicionado en su función de analista– se despoja de su yo,
19
Respecto de la transferencia, Freud aclara: “Todo ser humano, por efecto conjunto de sus disposiciones
innatas y de los influjos que recibe de infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio
de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así
como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado, digamos así, un clisé (o también varios)
que se repite –es reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida (…). Es entonces del todo
normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está
parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestras premisas, esa investidura se
atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también
podemos decirlo, insertará al médico en una de las <<series>> psíquicas que el paciente ha formado hasta
ese momento”. Freud, S. (2004) Sobre la dinámica de la transferencia [1912] en Sigmund Freud Obras
completas, Vol. XII. (Trad. J. L. Etcheverry). Buenos Aires: Amorrortu, pp. 97,98.
Los desarrollos que lleva a cabo el psicoanálisis sobre la repetición y la transferencia son sumamente
vastos, y el detenernos en ellos excedería el propósito de este cuaderno. Para ampliar, remitirse a Freud,
S. (2004) Sobre la dinámica de la transferencia [1912], Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos
sobre la técnica del psicoanálisis, II) [1914], Puntualizaciones sobre el amor de transferencia Nuevos
consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III) [1915 (1914)] en Sigmund Freud Obras completas, Vol.
XII. (Trad. J. L. Etcheverry). Buenos Aires: Amorrortu.
9
quedando en juego únicamente el del paciente. Circula entonces sólo el yo del
analizante y los diferentes tú a los que éste se dirige, que si bien se proyectan sobre la
figura del analista, no es del tú de éste de quien se trata en la entrevista psicoanalítica.
Nos detenemos ahora en el tópico de la subjetividad. Hicimos referencia más
arriba a la concepción, sostenida por Benveniste, de sujeto que se constituye en y por el
lenguaje, que se funda en la instancia discursiva misma. Ahora bien, es con esta entidad
con la que trabaja un analista en una entrevista psicoanalítica, en relación a su escucha y
a sus intervenciones. Aquello que interesa en un análisis, sobre lo que se opera, es sobre
esas entidades discursivas que se construyen simbólicamente en ese encuadre, no sobre
la realidad empírica del paciente. Lo que un analista escucha en una entrevista es, tal
como ha planteado, cómo constituye el yo que está hablando en esa instancia de
apropiación de la lengua, a qué tú se está dirigiendo, es decir, las distintas
interlocuciones que se producen en esa instancia discursiva, cómo establece la nopersona, cómo organiza el tiempo y el espacio en esa construcción simbólica que hace
del mundo, es decir, cómo nombra y simboliza su sí mismo, a los otros y a su realidad.
Por supuesto, hay diferencias respecto de cómo la enunciación lingüística y el
psicoanálisis conciben al sujeto, en tanto el psicoanálisis plantea la existencia de
motivaciones inconcientes como base de constitución del sujeto, mientras que los
desarrollos de Benveniste se sostienen sobre la base de la lógica de la lengua:
Todo el psicoanálisis se funda en una teoría del símbolo. Ahora, el lenguaje no
es más que simbolismo. Pero las diferencias entre los dos simbolismos ilustran
y resumen todas las que indicamos sucesivamente. Los análisis profundos que
Freud hizo del simbolismo del inconsciente iluminan también las vías diferentes
por las que se realiza el simbolismo del lenguaje. (…) Con respecto a este
simbolismo que se realiza en signos infinitamente diversos, combinados en
sistemas formales tan numerosos y distintos como lenguas hay, el simbolismo
del inconsciente descubierto por Freud ofrece caracteres absolutamente
específicos y diferentes. (…) a diferencia del signo lingüístico, estos
significantes múltiples y este significado único están constantemente vinculados
por una relación de “motivación”. Se observará finalmente que la “sintaxis” que
encadena estos símbolos inconscientes no obedece a ninguna exigencia lógica, o
más bien no conoce sino una sola dimensión, la de la sucesión que, como Freud
vio, significa asimismo causalidad. 20
Sin embargo, más allá de estas diferencias, comprender el concepto de
subjetividad erigido por Benveniste es esencial a la hora de abordar el modo de
constitución subjetiva que realiza en su discurso aquel que lleva a cabo una consulta a
un psicoanalista.
20
Benveniste, E. (2004). Observaciones sobre la función del lenguaje en el descubrimiento freudiano
[1968] en Problemas de Lingüística General I. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 84, 85.
10
Citamos en este punto un segmento de una primera entrevista psicoanalítica
llevada a cabo entre Luis Hornstein, un psicoanalista argentino que en el momento de la
entrevista estaba trabajando en Venezuela, y un paciente al que, para los fines de
publicación, denominó Marcelo:
Marcelo: Tengo mil problemas. Todos los problemas del mundo. Un día estoy
bien, al otro día estoy mal. El doctor... me habló de usted el otro día. Él pensó
que era depresivo. Yo he pasado por épocas depresivas, he visto otros doctores,
tuve tratamientos con pastillas. Yo siento que no estoy bien. Tengo cien mil
problemas. Soy un caso muy complicado.
Analista: ¿Por qué no empezamos por alguno de los cien mil problemas?
Marcelo: (se ríe) hace un año y pico estuve mal. Siempre he sido depresivo por
culpa de mis padres. La depresión es el problema principal. Yo estaba en
tratamiento con un médico. Me dio Meleril. En una época se agravó mucho,
tenía un pensamiento repetitivo, me dieron Tryptanol en dosis pequeñas. Mi
mamá tomó Tryptanol toda su vida. Un día sentí que las pastillas no me hacían
efecto y fui donde una psicopedagoga o algo así, una psicoanalista junguiana.
Fue hasta diciembre que fui. Sentí que era algo muy superficial para todos mis
traumas y mis confusiones. Todo eso. Para hablar con ella hablaba con
cualquier amigo.
Tengo problemas existenciales en cuanto a todo: trabajo, situación,
estudio, cuerpo, relaciones. Es todo problemático. Todo. (con profundo
desánimo). Un día vi un programa de televisión… hicieron un diagnóstico de
un maníaco-depresivo. Yo siento que soy un maníaco-depresivo. Un día feliz,
todo perfecto; al día siguiente no me quiero mover, no quiero saber nada de
Caracas ni del mundo. ¡Es todo tan complicado! No sé qué es la depresión. Mi
mamá es muy proteccionista, soy único hijo, tengo 27 años. Mi mamá es muy
traumatizada. Mi papá es el peor hombre del mundo. Algo así como el
Complejo de Edipo. Con ella he pasado depresiones. Yo siento que ella me hace
creer que yo tengo una depresión. Yo no sé si la tengo o no la tengo. Si yo
hablo tres palabras ella siente que se le va la mitad de la vida.
No tengo amigos, nadie me quiere, no puedo vivir entre la gente, nadie
me llama. No se me ocurre adonde ir. El otro día me pasó algo muy interesante.
Salí con una muchacha y empecé a preocuparme si me dejaban entrar al lugar
donde la llevé. Ahí empiezan los nervios. Yo sé que tengo que salir con una
persona. No me puedo desligar de mi mamá. Yo trato de buscar los por qué.
Relaciones afectivas con mujeres no tengo. Hace un año que no tengo
relaciones sexuales, me cuesta muchísimo. Tuve una novia con la que estuvimos
juntos cuatro años y cuando terminé me dio la depresión. De allí que vino todo.
¡Se supone!
Analista: ¿Se supone? ¿Quién supone?
Marcelo: Pensé en mi mamá. Ella me dijo: ¡“Vamos al médico!” Exactamente
hace un año. Yo me siento muy hebreo pero no creo en Dios. Mi mamá reza dos
horas por día. A mi me parece absurdo. Ella se refugió en la religión. Mi papá
no es nada religioso. Nunca ha tenido cinco palabras conmigo. Lo único que
quiere es que yo sea el que él no pudo ser: Un hombre lleno de millones, con su
fábrica. Cuando yo estaba con mi novia, ella no podía venir a mi casa. Toda la
relación estaba distorsionada. Yo me voy a mudar. Por fin me mudé. Cuando
me mudé tuve el rompimiento con mi novia a las dos semanas.21
21
Hornstein, L. (comp.) (2004) Marcelo: del espejismo al proyecto, en Proyecto Terapéutico. De Piera
Aulagnier al psicoanálisis actual. Buenos Aires: Paidos, pp. 171-173.
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Si abordamos este segmento de primera entrevista psicoanalítica desde la teoría
de la enunciación, podemos vislumbrar varias cuestiones. Por un lado, el modo de
constitución discursivo del yo: “Tengo cien mil problemas. Soy un caso muy
complicado”, “Yo siento que soy un maníaco-depresivo”. Expresiones que muestran un
modo de construcción de su ego fundado en un caso. Él es un caso, y esto aparece fijado
en su discurso. Por otro lado, puede advertirse cómo en su enunciado no aparece una
distinción clara entre la primera y tercera persona, en este caso, la madre. Marcelo dice:
“Con ella he pasado depresiones. Yo siento que ella me hace creer que yo tengo una
depresión. Yo no sé si la tengo o no la tengo”. En un momento dice, refiriéndose al
surgimiento de su depresión en función de la separación con su novia, “¡Se supone!”,
verbo impersonal (tercera persona gramatical). Ahí el analista interroga acerca de cuál
es el sujeto de esa suposición. Por lo que interroga el analista es por quién está hablando
ahí, si esto que el paciente dice tiene que ver con un pensamiento propio o no. Y
nuevamente aparece la confusión entre el yo de Marcelo y su madre, en tanto él
responde: “Pensé en mi mamá. Ella me dijo: ¡´Vamos al médico!´”.
Aquello que leemos en un nivel enunciativo, en tanto lo que leemos es cómo el
locutor constituye su subjetividad en el lenguaje, nos permite hacer una lectura clínicapsicoanalítica del sujeto que consulta. En este caso puede inferirse, en función de las
dificultades discursivas para hablar desde un yo diferenciado del él, que algo de lo que
le acontece a este sujeto se relaciona con sus dificultades para separarse del otro,
principalmente de su madre. Respecto de esto, Marcos Bernard, psicoanalista que
participa de la publicación de este caso y de la discusión acerca del mismo, sostiene:
Sus opiniones se superponen a las de su madre, dando la imagen de un discurso
realizado a través de dos voces que se complementan. Transitan por senderos
diferentes, o se contradicen.
En otras ocasiones parece encontrarse en la situación de alguien que actúa con
una conciencia brumosa, en la que diversas voces –incluso la suya- lo nombran
y determinan. A veces se encuentra reaccionando frente a esta situación como si
recuperara el dominio de un yo soberano, que de todos modos no consigue
conservar durante mucho tiempo. (…) Podríamos pensar los problemas de
Marcelo como los de alguien a quien no le han sido provistos bordes, ni bordes
de su cuerpo. (…) Esta carencia relativa de bordes determina un funcionamiento
dificultoso de su yo, ya que por momentos no puede distinguir entre su
pensamiento y el de quienes lo rodean, habitualmente sus padres. 22
22
Idem, pp. 185-186. Cabe aclarar que este análisis fue realizado sobre el enunciado completo de la
primera entrevista y parte de la segunda. En este cuaderno transcribimos un recorte de la primera
entrevista, con el objetivo de explicitar las conceptualizaciones teóricas presentadas.
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Vemos cómo, siendo el lenguaje el orden en el que el psicoanálisis trabaja,
algunos conceptos que propone la lingüística de la enunciación, como el de subjetividad
y el de interlocución,
se tornan esenciales a la hora de abordar el trabajo de un
psicoanalista en el marco de una entrevista. La clínica analítica es una clínica de la
escucha; se trata de una clínica que apela al sujeto, el cual, siguiendo a Benveniste, se
constituye en y por el lenguaje, al momento de hablar. Allí residen las bases para el
trabajo en una entrevista psicoanalítica, y sus características, presentadas al comienzo
de este cuaderno, servirán de marco de producción para que dicho trabajo sea posible.
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