1168370453-CORREDOR 81

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El Corredor
Mediterráneo
Las ganas de encontrarse.
R ÍO C UARTO
Río Cuarto / Río Tercero / San Francisco / Villa María
Primavera 2006 - Año 5 N° 205
TODA UNA VIDA AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA.
Un vívido y agradecido relato de su alumna, Lila de Alonso.
Mrs.Anstruther
Había empezado a describir al personaje que me
ocupa, cuando percibí que algo andaba mal, irremisiblemente mal.
Me detuve a reflexionar y a releer. Ella estaba allí.
Pero, ¿adónde?
Aislada como una bacteria de laboratorio.
Y los silbatos y el humo de los trenes?, Y los gigantescos eucaliptus? Y los antiguos carolinos que brotaban esplendorosos con perfume a rosas, en aquel
ámbito ferrocarrillero con calles de barro y estiércol?
Los caballos de todo tamaño y pelaje tiraban chatas
areneras o ladrilleras, carros de verduleros, panaderos,
pescaderos y lecheros; carretas de serranos, vendedores de arrope, quesillos de cabra, higos secos y pelones; jardineras de polleros, yuyeros y aceiteros; sulkys
de “turcos” y “rusos”, vendedores de ropa, mercería y
calzado. También los chacareros con los breaks rebosantes de insumos para sus quintas y campos y los
mateos con faroles de bronce lustrado,
E s c r i b e
L ILA
DE
A LONSO
Británica .
ario de la Cultural
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ive
An
º
25
de
Sepiembre 1970
trajinaban en ese entrevero de carruajes de tracción a sangre que arrancaban al amanecer, cuando los primeros trenes salían para Córdoba. Los poquísimos autos y
camiones que circulaban, salvo los inadvertidos, evitaban una aventura, cuyo remate, indefectiblemente, terminaba siendo el deleite de chicos y grandes y la codiciada propina de unos pocos, que con brazadas de paja brava, ladrillos y ramas sacaban a las víctimas de la trampa de lodo.
Un día de fines de septiembre de 1944, después de un violento chaparrón, volvíamos del colegio sorteando charcos y haciendo equilibrio en piedras y ladrillos,
cuando vimos un autito azul que patinó en la esquina de Bolívar y Paso y se detuvo. La conductora arrancó violentamente intentando zafar de la huella pero, su
impericia y la famélica potencia del motor, la llevaron a hundirse más aún y a disparar un chijetazo de barro a los pocos transeúntes que observábamos la escena.
Cont. pág. 2
En sus Bodas de Oro 1974.
Para Consultar la versión digital del CORREDOR MEDITERRÁNEO: http://www.puntal.com.ar/corredormediterraneo/corredormediterraneo.html
¿MORIRÁ EN TUS MANOS
ESTA ROSA?
La obra de Paco Urondo
Normand Argarate
Villa María
Págs. 4 y 5
MUCHO CAMINO POR CONTAR
Poemas de Ana María Paulí
SEÑALES DE VIDA
POESÍA
San Francisco
Río Tercero
Págs. 6 y 7
Adrián Vitali
Pág. 8
Viene de tapa
El Corredor Mediterráneo / Página 2
a.
r en plena tare
Mrs. Anstruthe
El lungo del almacén de la esquina se
acercó al cochecito en unos pocos trancos, con las enormes
botas de goma hundidas hasta los tobillos, mientras gritaba con
su voz potente, ligeramente aguda –“¡Misantru!”. “¡No lo
arranque!!!”.
El inglés de enfrente, Mister Brunt, menudo y algo mayor,
opinó escéptico que “la escocesa” no iba a poder colaborar
desde el volante. El irlandés Lynch, que venía llegando de su
oficina elegantísimo, de traje gris perla y chambergo al tono,
compartió el comentario de Brunt y sugirió que entre dos, no
sería nada complicado sacar el autito a terreno más firme. Brunt
levantó la mirada hacia el grandote como para cerciorarse de
que, si alguien iba a colaborar con el almacenero, no sería precisamente el irlandés.
El lungo estaba impaciente y la “Misantru” quería arrancar de
nuevo para terror de los circundantes. La llegada del “pibe”
salvó la situación. Más alto que su padre y de talante muy solidario, se quitó los zapatos, se arremangó los pantalones y fue
en ayuda de su progenitor. En un minuto el vehículo estuvo en
terreno firme y la “Misantru” bajó, menuda y decidida, a agradecer el servicio –“¡Ja!” agregó después. –“¡Esos dos, siempre ganan la guerra gracias a nosotros!”. –“Los irlandeses continuó- están siempre ocupados en desenterrar papas y frenar a los ingleses y los ingleses buscan camorra en todas partes y después nos piden ayuda”. El lungo la miró azorado
–“¿Pero, no son todos ingleses?” –“ Otro día le explico” dijo
la “Misantru”, soltando el embrague de golpe para cumplir con
su ritual de arrancar de un salto.
Pocos meses después de este episodio, al ingresar a la Escuela
Normal, coincidí en un curso con Elizabeth Anstruther. Así me
enteré de que la “Misantru” se llamaba Mrs. Anstruther y de
que su nombre de pila era Charlotte... o Carlota.
Como vivían a una cuadra de mi casa, en la calle Ameghino,
iniciamos una amistad que duraría hasta el presente. Mientras
charlábamos consumíamos fuentes de
buñuelos en mi casa o platos rebosantes
de pancakes en la suya. Las tantas horas
transcurridas en la casona del ferrocarril
habían convertido mis visitas a ella en uno
de mis mayores placeres. Todo allí me
parecía perfecto, hasta aquel aroma de
cáscaras y semillas de manzanas, que se
cocían a fuego lento, anunciando su mágica transformación en una jalea cristalina,
casi de color rubí.
Este modo de cocinar, aprovechando hasta
las cáscaras, que tantas veces dio pie a las
bromas sobre el amarretismo escocés, es
sólo una ancestral y espontánea organización común a las gentes a las que, fuera del
aire, el cielo y la lluvia, nada se les regala.
El mismo hecho de ahorrar, posibilita el dar
y ¡vaya si daba!, esta mujer generosa hasta
lo increíble, pero que detestaba hacer alardes de su virtud.
A veces compartíamos un viaje en ómnibus o
una caminata de vuelta al barrio. Con sus
pasitos cortos pero firmísimos me dejaba
Staff de La Cu
ltural Británica
septiembre de
1974.
atrás
construcción, pero todos, decididamente orientados en la vida.
Una tarde de enero me sorprendió en su casa una tormenta de
viento y piedra. Los eucaliptus se inclinaban peligrosamente
hacia el edificio y las enormes ramas caían con estruendo
rozando los techos. Mirando aquel espectáculo por una ventana, sentí terror. Para agravar la situación, las descargas eléctricas eran de una frecuencia y de una intensidad, que no había
visto en mi vida. Ella se dio cuenta de mi desesperación y
tomándome con firmeza de la mano me llevó a su cuarto a
donde me aseguró que no nos podía pasar nada. Como la tormenta empeoraba constantemente y yo no podía entender su
serenidad, sacó una cajita del ropero y me contó que en ella
guardaba, desde el día de su nacimiento, una fina piel que le
cubría la cabeza en el momento de nacer y añadió que la partera le había encomendado a su madre que la conservara siempre,
atrás
porque la protegería toda la vida. Aunque el estrépito era inferrápidamente. –“Come on chinita!”,
decía a cada rato. No podía entender que me atrasara, especial- nal, me fue transmitiendo confianza con la historia de su amumente en las veredas desparejas. Por el camino, paraba para leto, el cual no era otra cosa que la membrana amniótica, según
comprar jamón en La Praviana, pan en Casasnovas, quesos en me explicó días atrás un pediatra amigo. Al tratarse de una cosa
lo de Puig, algo en la farmacia del Águila y algunas veces, infrecuente, algunos pueblos le atribuyen una importancia muy
especialmente en invierno, entraba a la tienda “La Argentina” especial y lo consideran un signo de buen augurio para el recién
del señor Abdo Yapur, en donde solían entregarle un paquete nacido.
bastante voluminoso. El contenido de esos paquetes me intri- Continuó diciéndome que había nacido en la ciudad de Londres
gaba sobremanera pero, había un acuerdo tácito entre las dos: el 5 de enero de 1901, hija de los escoceses Christine Lobban y
Charles Singer y que se habían mudado de Inglaterra a la ciusi ella no hablaba de algo, yo no preguntaba.
Un 9 de Julio de aquellos inviernos de 40 heladas, se terminó dad de Aberdeen en Escocia, donde había realizado sus estumi intriga. Temprano a la mañana pasé por su casa para buscar dios primarios y secundarios, que culminaron con un certificaa su hija y seguir rumbo a la escuela. Entré a la cocina, adonde do de bachiller en 1919.
4 chicos de entre 8 y 12 años, sentados a la mesa, tomaban cho- Terminada la Primera Guerra Mundial, su familia, constituida
colate con pancakes y jalea. Vestían ropas nuevas: tricotas abri- por sus padres, ella y un hermano menor llamado Stewart, emigadas, medias de lana y zapatillas flamantes. Con las cabezas gró a la Argentina. Desembarcados en el Puerto de Buenos
todavía húmedas y las orejas rojas era evidente que venían de Aires el 1° de mayo de 1920, fijaron residencia en el pueblo de
darse un buen baño. –“¡Nos bañamos todos, señorita!” me dijo Lomas de Zamora.
el mayor. – “¡Estaban hermosos el agua caliente y el jabón Las famosas academias Berlitz acababan de instalarse en el país
y la joven Carlota inició su actividad laboral, en una de ellas.
perfumado!”.
No se qué días estos pillos tenían que volver a mostrar que todo No mucho después de comenzar el trabajo docente, sufrió la
seguía entero y limpio, pues, cuando exhibían todo en orden, pérdida de su madre que, internada por una apendicitis, contrajo una pulmonía de fatales consecuencias.
recibían pequeños premios.
A veces, su benefactora les imponía hacer el salvataje de ani- Conoció por entonces al señor Roberto Anstruther, quien commalitos abandonados en la zanja, que repartían, con o sin per- partía una pensión con otros británicos contratados por el ferromiso, por todas las casas del barrio. Ella reconocía estos bichos carril. Casados en 1924, se trasladaron a Sunchales, donde permanecerían alrededor de 2 años durante los cuales nació su pridonde estuvieran y los llamaba “ zanja cats” y “zanja dogs”.
En su trato con los chicos había pautas inamovibles: concurrir mogénita, Jean, en 1925.
a la escuela, presentar los cuadernos regularmente y cuidar la Su padre y su hermano regresaron a Escocia definitivamente.
higiene personal, mas, dado que su acción no era esporádica, (Sé que su hermano, que era marino, vino algunas veces a visilos resultados eran generalmente buenos. Así, corridos algunos tarlos.)
años, los niños, convertidos en muchachones, solían trabajar En Río Cuarto se establecieron desde 1926 hasta 1933, cuando
se radicaron en Córdoba. En 1928 tuviecomo jardineros, ayudantes de negocios, aprendices de talleres,
ron un hijo llamado Ian, fallecido a los 8
o en la
meses de edad y en 1930 nació la hija
menor, Elizabeth.
Mientras me contaba acerca de su niño
se le opacaba la voz, pero bruscamente
interrumpió su relato y me invitó a salir
al patio, puesto que la tormenta había
pasado.
Afuera, los destrozos eran impresionantes: árboles enormes yacían obstruyendo los senderos en todas direcciones y un grueso colchón de hojas y
pájaros muertos completaban el paisaje apocalíptico.
Rumbo a mi casa, por ese trayecto de
sólo una cuadra, todo era devastación.
Cuando llegué, mi madre contemplaba desconsolada la huerta - jardín y el
pequeño gallinero repleto de pollitos
y gallinas muertas.
Pensé que todos esos destrozos se
superarían y en un odioso contraste,
evoqué la voz, quebrantada por el
dolor, de quién había sufrido una
pérdida realmente irreparable.
emio MBE.
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de la reina Isabel
En representación
El Corredor Mediterráneo / Página 3
En 1950 con
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el Hotel Roma
actual oficina
de Telecom.
El resto de su historia la armé a retazos: un poco por sus
comentarios, otro poco por las vivencias de las horas compartidas y mucho por las referencias de sus hijas Jean y Betty, de
sus colaboradoras y de Ana Cachau la única nieta que vive en
nuestra ciudad.
Cuando en 1933 se mudaron a Córdoba, las niñas tenían 8 y 3
años. El tiempo transcurrido allí sería muy provechoso, pues en
la Escuela de Lenguas de la Universidad cursó las carreras de
Profesora Nacional de Inglés y de Traductora Pública, a la vez
que la Alianza Francesa le entregó su diploma de traductora. La
obtención de esos títulos la habilitaría para ocupar distintos
cargos en la Escuela Normal y en el Instituto Superior de
Ciencias de la ciudad de Río Cuarto.
Vuelven a Río Cuarto en 1941.
En su segunda etapa riocuartense vivió, quizás, los años más
productivos de su vida.: múltiples emprendimientos, reveladores de su capacidad creativa y organizadora, la convirtieron en
uno de los personajes más destacados del medio y rápidamente fue requerida para ocupar lugares importantes en el desarrollo cultural de la ciudad.
A través del Consejo Británico fundó, en 1945, la Asociación
Riocuartense de Cultura Argentino – Británica.
Una sucesión de disertantes y artistas de primer nivel nos distinguieron con su presencia. Mrs. Anstruther y la Comisión
Directiva lucharon, tercamente, para que, hasta el último centavo disponible se utilizara en beneficio de sus alumnos y de
toda la comunidad.
Pero su desvelo mayor fue, sin duda, formar maestros.
Hasta su llegada, prácticamente toda la enseñanza del idioma
inglés estuvo en manos de personas que muy generosamente
ofrecieron sus conocimientos de la lengua inglesa, ya sea privadamente o en los colegios secundarios.
Pero esas épocas de inmigración masiva, cuando disfrutábamos
de nativos de diversos orígenes dispuestos a transmitirnos su
saber, habían llegado a su fin.
Por sus fluidos contactos en Córdoba, nos hizo aprovechar las
ventajas que ofrecía la Escuela de Lenguas de dicha ciudad.
Una vez que terminábamos de cursar el ciclo básico secundario, se podían comenzar a rendir las primeras materias del profesorado como alumnos libres o regulares; mientras que, a partir de segundo año se exigían los títulos de bachiller o maestro.
No eran épocas de fotocopias y el sistema de mimeógrafo que
utilizaban muchas maestras era poco práctico.
Para simplificar las cosas,
ella escribía varias copias
a máquina, utilizando
finísimo papel de seda y
carbónico. Con este trabajo, que realizaba en sus
supuestas horas de descanso, nos permitió disponer
del material necesario para
nuestro estudio.
Nos juntábamos así, gracias
a su denodado esfuerzo, con
gruesas carpetas de copias
de literatura, gramática e
historia.
Toda ella y su ámbito eran de
una notable pulcritud y eran
famosos sus zapatos lustrados, al punto de que nos preguntábamos cómo hacía para
lograr esa hazaña en una ciudad con tanta tierra.
Su puntualidad y resistencia
eran tan proverbiales como su
coquetería y su constancia:
uno descontaba que estaría en
su lugar de trabajo, a la hora
convenida, predispuesta y de
buen talante.
No
discriminaba a nadie y cuando alguna
de nosotras lo hacía, era contundente en su crítica y en su
admonición. Sus alumnos eran de orígenes sumamente heterogéneos, no obstante, nadie sufrió por tales diferencias y jamás
abochornó a nadie por algún incumplimiento.
Cuando las primeras profesoras nacionales de inglés egresaron
de la UNC, comenzaron a cubrir la creciente demanda de colegios y otros sectores. No muchos años después, en un emprendimiento conjunto de varias personas, liderado por el profesor
Tenaglia, se crea el Instituto Superior de Ciencias, cuyo departamento de lenguas es organizado conjuntamente por Mrs.
Anstruther y otras profesoras.
La Cultural, como se la designa popularmente, siguió enriqueciéndose con la llegada de nuevas docentes, y su crecimiento
sostenido cubrió las múltiples necesidades de la ciudad, que
había cambiado de ritmo.
En el año 1974, la Reina Isabel II de Inglaterra le otorgó el
“MBE”, condecoración que se adjudica a aquellos británicos
que más han hecho por la difusión de la cultura y el idioma
inglés.
Un Teatro Ópera repleto estalló en risas y aplausos, cuando el
representante de su majestad le entregó la medalla y ella, fiel a
su temperamento, le comentó, frente al micrófono, que la
Reina le estaba otorgado tal distinción a
una “nacionalista escocesa”.
Enero de 1978
Marchábamos por las rutas de Escocia
cuando de pronto descubrí un cartel que
indicaba “Aberdeen”.
Le pedí a mi hijo que tomara un camino
ascendente que se abría a la derecha.
Eran las dos y media de la tarde y ya
anochecía.
Cinco soldados escoceses marchaban al
ritmo de sus gaitas y tambores. Se
balanceaban sus kilts y sus sporrons de
piel y plumas al compás de la música.
Sin duda, iban a cubrir una guardia en
algún lugar desconocido para mí. Pensé
que alguna vez, hacía muchos años, los
pasos de la pequeña Lotty habían andado por allí.
Cerré los ojos y la imaginé, niña aún,
por sus pagos. Ella, y otras figuras
imprecisas y extrañas, casi fantasmagóricas, se escurrieron por un sendero.
Al término de la década del 70, su
hija mayor la reemplaza en la
Dirección
de la Cultural. Mammy Lotty, como cariñosamente le decían sus nietos, siguió honrándonos con su presencia y su inestimable consejo. Luego, al jubilarse Jean, se
radicaron en Córdoba, donde hacía varios años su hija menor,
viuda con 4 hijos, dictaba las cátedras de Inglés en un Colegio
Nacional.
No fue un alejamiento sin dolor, puesto que Río Cuarto había
sido el escenario de sus logros y aquí residíamos aquellos que,
mejor o peor, representábamos el fruto de sus 40 años de trabajo ininterrumpidos.
No obstante la distancia, nos visitó muchas veces y siempre
con inigualable cariño vino a recibir algunos homenajes, a los
cuales, vital e ingeniosa como siempre, les quitó toda solemnidad. A nada de lo que hacía le daba importancia y todo lo tomaba como el normal cumplimiento de una obligación o una simple rutina.
En los ’90 le prometí visita y a la hora indicada me estaba esperando en el jardín, coqueta e impecable, con un atuendo sencillo y colorido. Su casa brillaba con la misma e increíble pulcritud de siempre y había preparado los mejores manjares para mí.
Estaba feliz con mi visita, lo mismo que yo de estar a su lado.
Don Roberto había muerto hacía algún tiempo y según decía,
vivía “sola” pero “acompañada”. Sin duda, se refería a que disfrutaba de la compañía de algún familiar, que variaba, según las
obligaciones de cada uno.
Entre sus novedades me informó, exultante, que estaba dándole clases a un pequeño grupo de profesionales.
Sana y lúcida, me hizo estallar de risa con sus “medidas preventivas” contra asaltantes y ladrones.
Cuando nos despedimos, con disimulada tristeza ¿presentíamos ella y yo que no nos veríamos más?
El 12 de agosto de 1995, a última hora de la noche, con voz
angustiada, llamó a su hija Jean que la acompañaba en ese
momento. Pese a que fue atendida de inmediato, falleció pocas
horas después. Sin largos padecimientos ni minusvalías, se fue
de este mundo a los 95 años, cumpliendo sobradamente con los
augurios que, casi un siglo antes, le hiciera la comadrona a su
madre.
¿Si tuvo defectos? ¿Cómo no habría de tenerlos?
Nadie más rápido para el sarcasmo o la ironía, la risa sardónica, el comentario mordaz, la respuesta filosa o el gesto hiriente, pero, eso sí, rara vez propinaba estos golpes a quien no
tuviera espaldas para aguantarlos.
A los que nos tocó alguna vez, generalmente nos sirvió de lección.
PD: Mrs. Anstruther está sepultada en el cementerio Parque
Perpetual, de la ciudad de Río Cuarto.
El Corredor Mediterráneo / Página 4
V ILLA M ARÍA
¿Morirá
en tus manos,
esta rosa?
Escribe
N ORMAND A RGARATE
Quién Pudiera
A Javier Urondo
tiene
el “aire suave” y limpio del infierno
la peligrosa cadencia
conoce esa forma
de mirar las cosas
esa perdición recién nacida
algo sabe
angelito de dios
animal tibio del silencio
desterrado de este mundo
que viene y escapa
La deslumbradora obra de Paco Urondo despliega, en origamis voladores, pequeños mundos
de poesía; apenas dibujados con “la ternura rápida de una mano”.
Poesía surgida como contraste, como la materia que registra la plasticidad de teoría y praxis,
como el rasgo indiscutible de la propia conciencia de la experiencia de vivir.
En este sentido uno puede advertir en los versos el deseo profundo de vincular íntimamente
la experiencia con la palabra. Acertadamente Susana Cella 1 señala en el prólogo de la edición de las obras completas, de tratar de “religar vida y poesía”.
Es indudable que Urondo ha permanecido “desaparecido” de la cultura oficial, y que comienza a realizarse una exacta lectura de su vital obra que incluye poesía, cuentos, novela, ensayos y guiones cinematográficos, paralelamente a los oficios de titiritero, periodista y cronista apasionado de su época. Este devenir creativo, propio de una voluntad que no sólo piensa
las condiciones de dominación, sino que fundamentalmente busca crear una forma de existencia contra la dominación, es el estilo de Urondo.
Desde este lugar puede iluminarse entonces la trayectoria de la militancia política del poeta.
“Empuñé las armas porque busco la palabra justa”; Respuesta que genera incomodidad porque sin renunciar a tradiciones literarias, enuncia a una generación que anunciaba el “Hombre
Nuevo”, al hombre entendido como promesa, como energía autocreadora. En el certero ensayo de Cella se señala esta predisposición, este estado anímico revolucionario que insufla en
las palabras su destello verdadero: “En Historia Antigua, en el poema “Juan de Garay”, aparece un fragmento –“ahora la aventura, el naufragio lento de los recuerdos”- que con variaciones resurge en el “Proemio de La Perichole”- “Ahora la incertidumbre, la aventura/ donde
la indolencia hostil del tiempo/ alienta.”
El tiempo de la aventura se relaciona con el abandono de cierto lugar de complacencia, de
cierto pasado, e implica ponerse en riesgo, producir un cambio cuyo desenlace no es previsible, sin embargo es insoslayable. No se trata de un mero lanzarse hacia cualquier tipo de peligro, en una especie de elección temeraria, sino de responder a alguna demanda que aparece
con la fuerza de una necesidad. “El poema puede narrar esa experiencia.”
Leer a Urondo es leer a una generación de jóvenes que vivieron como les habría gustado vivir
en el futuro, porque como dice el mismo Paco: “La imagen que abandonada quedó en la
memoria/ ya habrá podido levantarse/ y conquistar otra vida/ y brincar sobre una nueva fatalidad.”
1) “Obra Poética” Francisco Urondo- Prólogo Susana Cella- Adriano Hidalgo Editora-2006
Eres alta y delgada
sorprendida por un deseo agrio y una apacible seducción
vertida de sufrimientos pálidos y silenciosos
dolores estridentes y largos
sus manos pequeñas y su vergüenza y el amor tocando su
cintura
el amor que no cae milagrosamente
que se ejerce y que no se revela como a veces suponemos
el amor que viene y va que encanta y repugna
y su soledad sin el amor revelado
y sin el otro amor compartido
la soledad sin esperanza y sin ternura
sin tibias palabras
o la atmósfera de una conversa
Viejas Amigas
He conocido a esas extrañas cordobesas de gestos antiguos.
He visto navegar sus hábitos hacia la inmensidad de
blandos cojines de plumas y felpa. Y hoy las he encontrado
en el cenit de la noche, al salir de un charco
ágil por los renacuajos y hediendo de sueño.
“Viejas amigas –les he dicho_ ¿qué hacen ustedes
en la madrugada, qué representan para la inocencia
que hemos buscado de tantas maneras, qué significan
para esta soledad?” Nada responden. Encienden sus cigarrillos
meditando y fuman profundamente dos o tres pitadas.
Después, con súbita indignación, me miran:
“Eres un cerdo demasiado gordo; no mereces vivir si
tratas así nuestros viejos sueños: ya no te amamos”.
“Perdonad, perdonad al menos mi esperanza, oh primeras
amantes, tibias meretrices, gracia e inconsciencia.”
El Corredor Mediterráneo / Página 5
El regreso de la Colegiala
Días estos y aquellos
Ella, la más silenciosa de todas, la que menos hubiese supuesto,
ha brincado sobre el viento, ha hendido la tormenta
con su mano, ha llenado su vela de aire tibio y rápido,
ha dejado una mancha de vino sobre mi hombro.
Ha oído el sol de invierno. Crece envolviendo y ajustando
su corazón; sacude su sueño, despliega las plumas que
le abrigan: ve caer aquí o allá el contorno de sus ídolos.
Me ha dado vuelta y apenas pude sorprender el último rabo
del vestido, una sombra movediza y algún perfume que
quedó flotando y luego la siguió.
El calor no lo matará del todo; el frío no quebrantará su
sueño. Herido está de tiempo que lo contiene, de crueldad,
de decisión, de grandes dársenas, de eterno comienzo,
de mesurado adios.
Ella no es ahora carne ni conciencia; es un recuerdo que toca
el timbre y huye, como una colegiala.
Ha llovido, vuelvo a descansar sobre el hombro del barro.
Alta Sociedad
a Jorge Vila Ortiz
Bar “La Calesita”
Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una cueva donde
uno se sienta, bebe y ve pasar a hombres enrarecidos por
distintos problemas. Es una gran linterna mágica.
Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus criaturas.
Uno se siente allí ferozmente feliz.
Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha aprendido
a caminar, aún no sabe defenderse.
El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta.
ella es tremenda como el otoño
y por un inveterado capricho
se desbarranca y se consume
no encuentra semejantes
que puedan verificarla
o la resonancia de una palabra
que la conduzca
a un signo sin pasado
ignora los resortes de su comienzo
sola consumida y triste
desafiada por una decadencia
que no le atañe pero la complica
Maquis
Está solo en medio de una isla. Quiere cruzar a la otra orilla,
pero teme que no lo autorice el frío intenso
de las aguas.
Ahora intenta salvarse; olvida la baja temperatura que lo rodea,
la mirada que rebota, su larga resistencia. Piensa en Marco Polo,
en alguna esperanza que necesita encontrar,
en el aire suave de un niño.
Supo echarse a caminar descalzo en otras islas que conocen
del amor sus ramas flexibles y húmedas. Ha nadado
junto a una morena joven, se diría una indígena dueña
de los remansos, una muchacha caliente como un pato salvaje.
Otros tiempos mejores y peores, distintos,
sin ninguna vigencia.
Los habitantes de la isla desconocen el contacto y ni se
miran en el corto espacio.
triste o desenfadada
estas “adorables criaturas”
no conocen
su propio y desencadenado nombre
sin saber adónde mirar
de dónde asir sus manos poco acostumbradas al trabajo
de qué manera amar
cómo entregar su corazón imprevisible
exigente o lejano pueden describir
un velo oscuro ir más arriba
de las pésimas nubes
llega ahora con idéntico miedo
al lugar del cadalso
al sonido de la victoria
y andan siempre solemnes
con algo que no pudo llegar a destino
esas maniobras de sus ojos
esa acumulación de gestos
esa obsesión en la cabeza.
MUCHO CAMINO
PARA CONTAR
Poemas de Ana María Paulí
Fuego, una mujer, hijos, nietos. La
SIN TI....
misma suma repitiéndose en cada
cosa que guarda el secreto, durante años, de una mujer que cocina,
que lava heridas, que adivina lo
Mis días sin ti
Transitan vagamente,
Como un esqueleto sin ojos
Entre la penumbra y el ocaso.
que piensan los otros que viven de
su comida. Que la admiran en lo
cotidiano de dar vida.
Ana
María
Paulí
nació
en
Sólo cuando serpentea
Tu recuerdo en mi camino,
Un haz de luz alumbra
Mis pasos trémulos....
Tancacha, Provincia de Córdoba el
22 de noviembre de 1953. Se radicó en San Francisco el 21 de enero
de 1978.
Y el badajo de una pregunta
Martilla mi conciencia:
¿Cómo habrá mañanas...
Está casada. Y tiene 5 hijos, 4 nietos y mucho camino para contar.
si tú no estás conmigo...?
S AN F RANCISCO
El Corredor Mediterráneo / Página 6
El Corredor Mediterráneo / Página 7
CEMENTERIO
Aldea de casitas bajas
Grandes cruces en la entrada.
Viejos pinos te dan sombra
¡Y sólo el viento no calla!
¿Serán todas las voces una,
en la del viento, que cantan?
¿O serán diálogo abierto,
para quien sepa escucharlas?
Por tus pasajes angostos
Yo corría alborotada...
¡Visitaba a mi nonito,
En su última morada¡
¡Silencio ¡ decían los grandes
Y lentamente rezaban....
¿Por pereza? o temían
¿Que el nono se despertara?
Lo que no saben los grandes
Es que el nono allí, no estaba...
Galopando pasó una nube,
Y era él quien la montaba...
Si tengo casa en la aldea,
Que mi casa no esté cerrada
Porque si pasa una nube...
Quisiera poder montarla¡
VIDA TE PERDONO
CALLE DE MI BARRIO
EN TANCACHA.
Yo te perdono Vida
Mis tristezas,
Aunque nunca supe
De dónde me venían.
Cuando en cama de moras
Mi calle se acuesta,
Como bandadas
Los chiquillos llegan.
Yo te perdono
El llanto
Que guardé en mis ojos,
Por no apagar la risa.
Por la calle larga
Sorteando las quejas
De vecinos que duermen,
Religiosos la siesta.
Yo te perdono Vida
La censura temprana
Y el silencio
Como pájaros vuelan
Trepando moreras
A comer dulces frutos
Entre amargas penas.
Yo te perdono Vida
El andar con cautela
Para evitar el reproche...
Te perdono la ignorancia,
Y los miedos...,
Y las culpas.
Yo te perdono los sueños
Que puse a volar
Para que vivan.
Raídas sus ropas
Y anchas sus risas
No ocultan temores
De alguna paliza.
VIDA INTERIOR.
Yo hice de mi vida un verso.
Lavé pañales con jabón de sueño.
Curé raspones con palabras mágicas.
Y enseñé a volar sin tener yo alas.
¿De qué me quejo?
Yo hice de mi vida un verso...
Fui ancho puente
Por el que pasó la vida...
Reviví a mis muertos
Para que en mis hijos vivan.
Y leí mil cuentos
Para que mis hijos sigan...
¿De qué me quejo?
Yo hice de mi vida un verso.
Pero no me quejo...
Mi vida es poesía.
Por caídas torpes
Y el llanto de alguno
Termina la fiesta
Y empieza el ayuno....
YA HICE LA CAMA...
Porque más allá de mis alas
Puse la mirada
Y la esperanza
Por eso a veces
He sido nube,
Otras barrilete, y otras...
Yo era el viento.
Pero sólo si prometes
No repetir la historia,
Vida; Te perdono.
Aunque será sólo
Hasta la próxima siesta.
Porque en cama de moras
Mi calle se acuesta
Entre dicha y pena
Yo fui tejiendo
Con hilos de sueño
Una sábana blanca
Le bordé jazmines
Color de esperanza
Y al costado puntillas
Con nubes de plata.
Entre dicha y pena
Ya hice la cama...
Y puse dos estrellas
En lugar de almohada
La cama querido,
Tiene por frazadas:
Mis dos manos tibias...
¡Eres tú, el que falta¡
R ÍO T ERCERO
El Corredor Mediterráneo / Página 8
La Mirada Incontenible
Adrián Vitali
Señales de la vida
La mirada incontenible
receptora de formas,
de colores, de nostalgias;
presenta y expone
en las paredes del alma
la desnudez de lo simple.
El vértigo del amor
Ternura
En los frágiles instantes
de la ternura,
acontecen las caricias,
sin pausa,
sin orden,
sin límites.
Los espacios prohibidos
desnudan sus mitos,
y queda la entrega
rozando el delirio.
El amor descalzo
con ritmo incontenible,
alcanza el espacio puro
y la mirada amanecida.
Escenas de corridas
y ocultaciones
transgreden
el tiempo,
la razón,
el sentimiento.
En el delirio consumado
de las fantasías
se ofrece un mundo,
de equilibrio,
de juego,
de ternura.
Confidencias desnudas
El Relámpago Encendido
Adrián Vitali nació en Ferreyra, provincia de Córdoba.
El 11 de noviembre de 1994, fue ordenado sacerdote en Villa el Libertador (Córdoba). En agosto de
1998 dejó el ministerio para formar una familia.
Desde enero de 1999 está radicado en Río Tercero.
En 2001 editó el libro “Señales de la vida”, donde realiza un planteo existencial de sus experiencias de
vida. El libro se divide en cuatro partes: 1) El vértigo
del amor, donde expone las vivencias y las sensaciones de dejar el sacerdocio, lo dedica a la mujer, habla
de sexualidad, de erotismo; 2) Confidencias descalzas, donde se revaloriza lo cotidiano: las mañanas, la
lluvia, el mate; 3) El umbral de los delirios: aquí hace
una antología dedicada al hombre, el costo de adaptarse al ámbito laboral; 4) Brillo de un gesto, donde
se exponen pensamientos existenciales, hablando
inclusive de la muerte.
Los poemas que se transcriben a continuación pertenecen al libro mencionado.
El relámpago encendido
penetra y manipula
en un instante
los secretos de la noche.
Quebrada en su misterio,
que se contrae poco a poco
en la evidencia
de sus sensaciones dilatadas
por la conspiración de los destellos.
Chispas pretenciosas
que aparecen, pasan
y mueren en un momento,
ante la sombra turbia de la nada.
Brillo de un gesto
Amistad
La amistad
es el ámbito de la historia
donde dos personas
existencialmente distintas,
se donan la propia originalidad
aceptándose,
con una intención permanente.
Si no se da este movimiento,
de donación y aceptación
de la propia originalidad,
no se da la amistad.
Desnudez que se impone
con ternura,
en el diario recuerdo
del tiempo inalterable.
Imágenes sin orden
se van acomodando
por la imprecisión y los afectos.
La voz templada por el milagro
dibuja con sonidos
que se enredan en el aire,
la belleza,
que nunca prescribe en la memoria.
En el umbral de los delirios
Hombres Sin Utopía
Hombres sin tiempo
para la utopía y los sueños.
Hombres cansados
que van dejando en el viento
los sentimientos agrios del ahora.
Hombres determinados por otros,
a vivir para comer
y al silencio para continuar
en la caravana de harapos,
iniciada en la injusticia.
Hombre de sombras secas
resquebrajadas
por el dolor anónimo
y permanente de la impotencia.
Hombres saqueados
en su dignidad,
en su ayer,
en su hoy,
en su después.
Hombre sin apellido,
sin templo,
sin pueblo,
sin vértigo.
Hombres al borde del camino
esperando
el atardecer de la vida,
y el ocaso de la muerte.
Hombres que se entrevistan
con lo soñado
en las oscuras cargas del tiempo.
Hombres que en la tregua del riesgo,
cuidan los detalles,
de las alusiones,
de la imagen,
de lo olvidado.
Hombres sumergidos lentamente
en el devenir de la existencia,
donde se van alternando mágicamente
las prioridades salvajes y eternas,
del dilatado andar de la nostalgia.
Quienes deseen colaborar con esta publicación, pueden enviar sus trabajos, o consultar en las siguientes municipalidades:
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Bv. Sarmiento y San Martín
tel. 0353 4527092
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de la Ciudad de San Francisco
Av. Hipólito Yrigoyen 21
Tel 03564-439157/8
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Municipalidad de Río Tercero
Casa de La Cultura Villa Elisa
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Equipo Editorial
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