1914, octubre. Año VI, nº 117. - Federacion Libertaria Argentina

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O ficin a s:
T A C U A R l, 9 0 0
R E V IS TA S E M A N A L DE C R ÍT IC A Y A R T E
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ALBERTO
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BUENOS A IR ES , O C TU B R E 2 2 OE 1 9 1 4
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N ú m e ro
117
I. — “ C r ó n ic a s A rg e n t in a s ” ! El suicidio de
Ba rro so ; Alberto Ghiraldo. ............................
II. — La gu e rra y la re volu ción . Reflexiones
de un in te m a c io n a lis t a ; Juan E . Canilla.
III. — E l pan de los m a e stros; Julio H. Bar­
cos .......................
IV. — De la guerra. C a rta s de París ; Julio
Llanos - - - - - - - - - - - - V . — Cu e n to s de la ciu dad. L lega la In quie­
tud; Delio Morales .............................................
V I. — “ N u e stros p resos” : Valentín Plftelro.
Jo sé Basteni. Pedro C a s a s . R a m ó n y
A lb e rto Leal. A m é rico Bu ro cco . A nd ré s
Uboldi - - - - - - - - - - - - V II. — Ibsen y A le m a n ia - - - - - - - V I I I . — L a guerra; Emilio Frugoni - - - - I X . — Lib rería de " Id e a s y F i g u r a s ” - - X. — Los eruditos (cuento real); F¡. González
Arrili - - - - - - - - - - - - XI. — N otas; Osvaldo Saavedra - - - XII. — A F ie d r lc h N ie tz ch e ; A. Marasso lincea.
XIII. — Los tejedores de Silesia; Enrique Heine.
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117
Los tejedores de Silesia
ÈI a rran có con avidez, y ahora
A m etrallarn o s hace como a perros.
¡ T ejem os ! ¡ T ejem os !
Silenciosos, sin fe, 110 brilla el llanto
De aquéllos hom bree en los ojos secos,
C rujen sus dientes, fúnebres canelones
A n te el te la r sentados van d icie n d o :
« V ieja A lem ania, tu sudario helado
Ya tejen en la som bra nuestros dedos,
Y en el te jid o vil, los labios m ezclan
De m aldición y cólera los ecos.
¡T ejem o s! ¡T ejem os!
«M aldita n u e stra p a tria tam bién sea,
N u e stra p a tria alem ana, donde el cielo
C ubre tan sólo aprobio, m al e in fam ias,
D onde, al a b rir sus p étalos al viento,
Se m a rc h ita la flor, y sólo viven
La lacería, el engaño, el vilipendio.
¡T ejem os! ¡T ejem os!
«M aldito sea el Dios de los dichosos,
Al que elevam os m íseros acentos.
Del ham bre h orrible en los eternos días
Y en las heladas noches del invierno:
En vano en su piedad la fe pusim os;
íll nos vendió, bu rlad o s: ¡pobres necios!
¡T ejem o s! ¡T ejem os!
«L a lanzadera vuela, el te la r c r u je ;
D ías y noche sin cesar tejem os.
V ie ja A lem ania, tu sudario helado
Y a te je n en la som bra nuestros dedos,
Y m ezclan nuestros labios al tejid o ,
D e m aldición y cólera los ecos.
¡ T ej eiwn s! ; T ej om os!
«M aldito sea el rey, el rey del rico,
Al c ual en vano, de a m a rg u ra llenos,
M isericordia y compasión pedim os:
De n u e stra bolsa ruin el p o stre r sueldo,
E .v r t q u e
IT e i n e .
Notas
D e O sv ald o S a a v e d ra
B uenos A ires, O ctubre 12 de 1914.
Mi querido G hirajd o :
A ndaba perdido en el desorden de m is pap eles el
e je m p la r de I deas y 'F iguras on que h a n aparecido
Jnis estudios sobro el socialism o y el anarqusm o, de
m anera que recién los recorro y me apercibo de que
éste últim o e stá contentado p o r usted.
E ste o rn a to es un fa v o r in te resan te p a ra mi y mi
silencio a ese respecto ha debido parecerle a u sted
extraño.
Q ueda explicado.
Cum plo ah o ra con el deber de ag rad ecerle no so­
lam ente la publicación sino la atención que usted
ha dedicado a m is ideas.
E s claro que nosotros no vam os a hacer una con­
tro v ersia , sabiendo que aunque nos coloquemos "Ti
d istin to s puntos de v ista los dos tenem os el ideal de
u n a noble lib e rta d en un digno bien estar.
Siem pre su afectísim o am igo,
O.
Saavedra.
A Fiedrich Nietzche
en
en
de
en
de
en
Su círculo sereno, la lám p a ra e sp a rc ía;
e stan tes de roble los libros graves, m udos;
el silencio, inm ensa la unción de poesía
los mármo-les sacros; y, en las tolas, desnudos
rosas v ir g in a le s ... Y a la noche a gobiada
pensam ientos altos, resplandecía a fu e ra
susurros eclógicos y viva prim avera.
Y
volviendo el po eta de su fre n te abism ada,
a n te el libro solemne, on la h o ra callada,
hablo a Nietzgche filósofo, a sí: por fu e rz a un d ía
se enco n trarán en u n a n u estras líneas do idea,
tu selva ilum inada de u n a a g reste arm onía
y mi p e n ar nostálgico de p asto r de Caldea,
Aún no te conozco pero de paso he visto
tu s enorm es alm enas de poeta m ayor,
y he tem ido tu influjo de guerrero im previsto
y tu s flechas de b árb aro que encendiera el dolor.
Q uizás p a ra mi alm a solam ente has soñado,
quizás p a r a m is ciencias fué cim iento t u o b ra ;
quizás la m ano sab ia de alguién me h a señalado
y es un dolor de a stro poT a rd e r m i zozobra
y un secreto profundo mi soledad; el viento
de m is ideas cruza libre, m onte y estepa,
aunque a veces claudica en el pavor violento
de f re n te al Océano su potro de M a z ze p a . . .
Sobre los hom bros croza, sobre los tiem pos gira,
se a b alan z a sonám bulo y rebelde a l fu tu ro
o se encanta e n tre oceánidas deseando a D eyanira,
y sie n te en el C alvario nostálg ias de, E picuro.
Mi pensam iento sigue nna línea ignorada,
ja m á s quiso m i m ano d arle rum bos y líneas,
y surgen de m is éxtasis en esencia s a g ra d a
a lientos m atin ales de selvas a p o lín e a s ...
Y, tú b á rb aro heróico, m i tem ido, tú el fuerte
v en d rás h a sta m i vida cuando conquistadores
m is anhelos sofrenen su cabestro a la m u erte;
tal así la e n tre v ista d e dos em peradores.
S e rá en días gloriosos, de d u lzu ra sonriente,
e n tre olivas y rosas de los huertos latinos,
b a jo la luz dorada del sol resplandeciente
y al rum or de la s m úsicas de los dioses níarinos.
A rturo M arasso R occa. .
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A Ñ O VI
B u e n o s Aires, O c t u b r e 2 2 de 1 9 1 4
N útn . 117
IDEAS Y FIGURAS
REVISTA S E M A N A L DE CRÍTICA Y ARTE
O F I C I N A S : T A C U A R Í, 9 0 0
A L B E R T O GHIRALDO
D IR EC TO R
• - “ Crónicos Argentinas” - El
s u ic id io de B a rr o s o
«¡Adelante-! *or encim a de las tu m b a s: ¡a d e la n ­
te!» ¿F ilé quizás el esp íritu de esta fra s e de Goethe,
el que inspiró el gesto trá g ic o del noble am igo, del
buen com pañero, cuando resuelto al sacrificio- em p u ­
ñó el a rm a del suicida, después do la n z a r sobre la
hija cariñosa, ocupada- en lo« quehaceres del hogar
humilde, la ú ltim a m irad a de p a d re am ante, m ira d a
en la que aún d ijé rase flotando el dolor inm enso, la
angustia, in en arrab le de su resolución suprem a'!
P orque e ra bueno, porque era fu e rte , porque siem ­
pre tuvo p a r a los suyos y p a r a los ex trañ o s, la frase
tierna!, el adem án suave, la a c titu d fra n c a y g e n til
.leí que sal>e de la. vida y del- dolor, no es posible
suponer en esa resolución, d eb ilid ad m oral sino con­
vencimiento.
Asi m e explico yo <w suicidio de este hom bre altivo
y bravo, sentenciándose a m uerte con la seren id ad
adm irable del que realiza un acto im prescindible,
necesario., peren to rio , inaplazable.
No defiendo el suicidio por el suicid io ; analizo
solamente, explico un hecho-, razono un m om ento sa n ­
griento en que un hom bre puede m orir b a jo su pro­
pia m ano, realizando el mismo acto de un soldado
de la vida cayendo ¡en la b a ta lla .
D escorram os el telón del dram a. V einte años de
combate a rd ie n te , como obrero del m úsculo, han a g o ­
tado la vida del hom bre. V ein te años en los que se
dió todo entero al tra g in del ta lle r y al fu e g o de una
idea, en cuya p ro p a g an d a desgastó tam b ién sus n e r­
vios. F o rm ad o el hogar, no vino con el desarrollo' de
los h ijos la tra n q u ilid a d a. que p o d ría a sp ira r un
hombre en sus condiciones, porque la. salud no fu é
k com pañera esperada de la fa m ilia . Im p o sib ilita d o
para d e fen d e rla de las acechanzas del clim a, de los
males late n te s en m edio de la f a lt a de com odidad,
de luz, de a ire y de to d a clase de elem entos en que
vive e n tre nosotros la m ayoría o brera, m inado su
organismo por la e n ferm ed a d cruel y contagiosa, se
encontró un d ía fre n te a fre n te de un problem a te ­
rrible: él. el hom bre abnegado- que luchara con de­
nuedo siem pre en d efen sa de la com pañera y de los
hijos; él, el am paro n a tu ra l y poderoso de siem pre,
dentro de lo relativo, e ra hoy el único obstáculo, el
más próxim o peligro p a ra la vida de los que am ara.
Im posibilitado .estaba p a ra el tra b a jo y esto es la
muerte hoy p a ra todo hom bre que ha en tre g ad o , co­
mo obrero .en el taller, las en erg ías de su o rg an ism o ;
además la en ferm ed a d cruel y contagiosa le im ponía
el alejam ien to del hogar, so pena de a r ra s tr a r en el
desmoronamiento- de sus pulm ones la. sa n g re de los
hijos. ¿Q ué hacer'? P la n te a r el problem a p a ra un
hombre de su en tereza y en sus condiciones, e ra re ­
solverlo. Con el últim o puñado da m onedas, g an ad a s
a costa, de sus sudores de enferm o, com pró un revól­
ver. D espués la m irada a la h ija y el tiro cortero
que rom pió su cráneo digno de a lb e rg a r idean g ra n ­
des y paralizó un corazón bien puesto, donde solo
¡■ve a g ita ro n sentim ientos generosos.
l ie a h í, pues, el dram a, rá p id a , concisam ente e x ­
puesto. lie a h í el d ra m a íntim o y fo rm id a b le de un
hom bre, com pañero de ideas nuestro, que h a realizado
un acto, al p a rec er censurable aún desde el p u n to de
m ira de n u e stras ideas, y, mucho m ás aún, si se le
contem pla superficialm ente, sin a h o n d ar en su e n tr a ­
ñ a , sin descender al fondo de las cosas, sin p e n etrar
en. el m isterio de la vida, mucho m ás com pleja en
todos los m om entos de Jo que nuestros ojos pueden
a p rec ia r a. sim ple v ista, sin buscar el por qué f a ta l
de todos los acontecim ientos.
Y o digo entonces que no existe el suicidio como
m al general, sino nuieiáas. Y en este caso el com pa­
ñero cuya desaparición o rig in a estos coui'entarios, no
es p ro p iam en te un su ic id a por tem peram ento, d iré
así, sino un hom bre que se lia valido del suicidio co­
mo de un recurso necesario, indispensable y heroico-,
si quereis, p a ra d a r solución a una situación extrem a.
P a u l L a fa rg u e , otro com pañero que se a rran có la
vida con sus pro p ias m anos, no fué tam poco un *»<«i'ida desde este punto de v ista. A unque el caso p re ­
sen ta cara cte re s m uy d istin to s, m ás bien dicho, a u n ­
que el caso, en su exterio rid ad , ts c o n tra rio al p re ­
sente, su esencia es idéntica. A los se te n ta años, aun
lleno de vigor pero en vísperas de la claudicación
física, m oral y quizás intelectual, L a fa rg u e , cuya
vida es fá cil porque dispone de elem entos al alcance
de sus g ra n d es fa cu lta d e s, resuelvo m orir porque él
considera que el hom bre no debe nunca presen ciar
su p ro p ia ruina. Y echa m ano1 del recurso del suici­
dio p a ra cum plir con e sta opinión, m uy resp etab le
según mi en ten d er, aunque 110 ta n to como la resoluc:ón de B arroso al inm olarse en hom enaje de la vida
nueva, p a r a cuyo desarrollo y por los m otivos e x ­
puestos, él se considera 1111 obstáculo y un [>eligro.
Y
es en este m om ento suprem o, cuando yo evoco
la figura, dulce y fu e rte , del com pañero caído-, realisando la fra s e soberana del p o eta in m o rta l:— ¡A de­
lan te ! P o r encim a de las tu m b a s: ¡a d e la n te !— con
el ú ltim o pensam iento fijo en los retoños de su raza
y doblando por ellos la cabeza, doliente y destrozada
p o r el tir o c e rt:ro , sobre le.s b ra fo s laboriosos que
ta n ta vida p ro d u je ra n !
A lberto G hiraldo .
Buenos A ires, (i d? S eptiem bre de 1914.
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La guerra y la revolución
R eflex io n es de un in te m a c io n a lis ta
JO» poi-o mlíís de ilo» meses la trem en d a g u e rra ,
que t-omo 1111:1. p e sa d illa de g ig a n te s se desarrolla
)>a.j<> la m irada a tó n ita de las gen tes, en easi toda
Ja extensión de línropa, lia logrado convulsionar in­
creíblem ente las ideas que m itren los m ovim ientos
sociales contem poráneos. V 110 p o d ía sel' de o tr a m a­
nera. L as previsiones m ás pesim istas 110 nos Inician
sospechar siq u iera esta conflagración e x tra o rd in a ria ,
que a poco que se prolongue, am enaza secar las fu e n ­
te s vivas de la a ctu al civilización europea.
I j o s sociólogos h a b ía n
repetido h asta el cansancio
que, dada la perfección del organism o social y sobre
todo a te n d ien d o a la preem inencia a lc an zad a dentro
de él por las f u e r/a s financieras v por el cap ital, no
eran y a posibles las cru en tas g u e rra s que an tañ o
asolaron a la hum anidad. Kl socialism o fu e rte m e n te
o rganizado como p a rtid o político, en la m ayoría de
los países, en m uchos de los cuales g o b iern a o influ­
ye eficazm ente, el socialism o, re p ito , cuyos an te ce ­
dentes ideológicos, (¡lie se rem ontan h a sta m ás allá
de la in te rn a c io n a l, lo obligaban a ser, a p esar de
ia s inevitables tran saccio n es v de las re p e tid a s re ­
ducciones de les p ro g ram a s de lucha, enem igo del
m ilitarism o y por consiguiente de las a v e n tu ra s bé­
licas, tam b ién nos había, sugestionado con sus decla­
raciones que afirm aban la im posibilidad de que Kuro p a pudiese ser envuelta en una g ra n g u erra.
T an a rra ig a d a estaba e sta ú ltim a idea en algunos
cerebros qm el gru p o de «Les T em ps N ouveaux»,
en un m anifiesto feeliado en 1." de agosto, es decir,
cuando y a soplaban las p rim eras ra ch a s del huracán
de fu eg o qmwliov b a te a la K uropa, se a tre v ía a in ­
vocar la esperanza de que el pueblo alem án salvase
a la civilización, proclam ando la república.
i ’o r o tra p a rto la resolución pacífica de los inci­
d en tes intern acio n ales provocados por A lem ania—
m om entos de la g u e rra A nglo-B oer, de la anexión de
B osnia al A u stria , de A g ad ir, e tc . . . —cuyo progreso,
Atiranto los últim os c u are n ta años se ha afirm ado en
los m ás ríg id o s ideales de predom inio m undial, con las
correspondientes y d ra m á tic a s vu eltas de las espadas
a sus v ainas, nos su m in istra b a la h a la g ad o ra sensa­
ción de que aquellos, socialistas, sociólogos y econo­
m istas, no se. equivocaban. Y llegam os a cree r que
las diversas gentes del orbe civil h a b ía n adquirido
una conciencia nueva, capaz de c o n tra rre s ta r, en un
m om ento dado, la d e lira n te actuación de los m o n ar­
cas del derecho divino.
I ’ero he aquí que a hora la g u e rra , la g u e rra a
m uerte de la m ayoría de los pueblos, es 1111 hecho,
por encim a de to d as las previsiones; he aquí que
los trad icio n ales enem igos que h a sta ayer a p la ca b a n
sus fu ro re s hom icidas m ostrándose los filosos dientes,
como b e stia s feroces (pie 110 se a tacan e n tre sí ú n i­
cam ente por m iedo al dom ador que las vigila— en es­
te caso el dom ador sería el pueblo, la m ayoría— quie­
ren, m ás furiosas que nunca, luchar h a sta d estruirse.
L a m ayoría h a b itu a d a a la obediencia por siglos de
esclavitud m oral y m ate ria l se lia dejad o a r ra s tr a r
a la m asacre sin p ro te s ta r. Y las m inorías pacifistas,
easi sin tiem po p a ra reaccionar, pues la acción debió
ser a n te rio r, han desaparecido a n te la m ag n itu d <le
los hechos cum plidos.
*
*
l P o r qué no
son las causas,
de la defección
ralist.es» y aún
#
han accionado esas m inorías? ¡C uáles
su rg id a s ta l vez a últim o m om ento,
de los socialistas, de los «grevegenede los 1ib frfa rio s? He aquí una mui-
titu d de alistrusos problem as que algunos, con es­
p íritu ligero, han creído resolver hablando de (lui­
ciones, de apostasías, de co b ard ías y excomulgainln
de las filas rc b c ld ts a unos y otros.
¡Si existió la cob ard ía ella fu é previa y cumple
que cad a 11no cargue con el lote que le corresponde,
por habernos todos d e ja d o a r r a s tr a r d u ra n te años
al abism o (pie hoy am enaza tra g a rse la civilización,
pues h a sido con el a p o rte c otidiano de v a ria s gene­
raciones que los gobiernos lian sostenido la famosa
paz arm ad a.
K11 lo que respecta a las a c titu d e s de los partidos,
de los grupos y de las personas aisladas, indudable­
m ente las reponsabilidades son muy d istin ta s y de
gra d o d ifere n te .
101 socialism o como p a rtid o político, que cu muy
poco se d ifere n cia d e los dem ás, no puede conside­
rarse exento de culpa, ya que ha co ntribuido por do­
ble m anera a la g u e rra — adhiriéndose a. las ideas a r­
m am e n tistas de ios gobi.T nos y haciendo creer ni
pueblo p o r otro lado que era p o rta d o r de las ideas de
p a z ;— pero el socialism o francés, lo mismo que el
belga y el inglés, cuentan en descargo suyo su actitud
pacifista h asta el m om ento de la g u e rra . MI manifiesto
de «Le T ernas Nonveaux». lo mismo «pie los editoriales
de la «Rataillt-' S indicaliste», confirm an esta manera
de ver. Kn cam bio no se puede d ecir lo mismo de Ion
g ru p o s políticos de la social-dem ocracia de Alemania
y A u stria .
Sus declaraciones a n te rio re s y poste­
riores a la ru p tu ra de las hostilidades di m uestran
p a u la tin a m e n te que ellos estaban de acuerdo con la
conducta b ru tal de las clases d irig e n tes de aquellos
países, provocadores de la. c atá stro fe . A hora bien.
¿Q ué o tr a a c titu d que la de cooperar en la defensa,
p odían a d o p ta r los socialistas d e los países a g re d i­
dos por la b a rb a rie teu to n a que se les venía encima
con social-di inocracia y todo, como se dice? L as organizaeiioues: o b ra ra s —«la propia- (tottíedieración del
T ra b a jo de F ra n c ia — independientes, como es noto­
rio, de los p a rtid o s, encontráronse a n te idéntico pro­
blem a y se ha visto como lo resolvieron en igual sen­
tid o : aceptando la contin g en cia de la g u e rra como
1111 a ta q u e. 110 c o n tra el estado francés, sino contra
el pueblo todo y c o n tra las ideas de lib ertad de que
é ste viene siendo secular depositario. Así .Touhaux,
secretario de la C. G. du T. revolucionario do larga
actuación, pudo ser aclam ado, en una m em orable reu­
nión de los ob rero s de P a rís, después de haber dicho
que «es n ecisario ir a la fro n te ra , por que se va a
d efen d er el único patrim onio a ctu al de los deshere­
dad o s: las lib e rtad e s republicanas, conquistadas a
precios de san g re por los antepasados, contra el des­
potism o histórico, que rep resen tan las m onarquías
a tacan tes» , lis ta s p a la b ra s recuerdan singularm ente
las que en un m om ento análogo, fren te al mismo
enem igo de hoy p ro n u n c ia ra el fam oso revolucionario
B lanqui. jA d m ira b le repetición de hechos en los des­
tino« de u n a clase!
Mal a to y A lm ereida en F ra n c ia desde « L a B atailie S indicaliste» y «L a (iu é rre Sociale». O ioda. Tancredi y O berdán G igli desde «V olonta» en Ita lia y
num erosos lib e rtario s de los países agredidos— nótese
que son casi todos viejos servidores de los ideales
de v a n g u ard ia — haciendo suyo un antiguo deseo de
K ro p o tk in e, exteriorizado v a ria s veces después de
1S70, han declarado— m ás que declarado algunos han
tom ado el cam ino de los cam pos de concentración—
que es necesario a p o lla r el concurso a los e jé rcito s
de F ran cia e In g la te rra que rep resen tan al d ecir de
A leeste de A m bris— el hom bre que, después de Mala te sta , m ás ha contribuido al reciente d e sp e rta r re-
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volncionario de I ta lia — el e sp íritu de la lib e rta d h u ­
mana (>(»ntra la dom inación a u to rita ria y m ilita rista
que q u id e a b atirse sobre el m undo, precisam ente en
osta lim a en que nuestros sueños de ju s tic ia y de
fra te rn id a d em piezan a ilum inar las conciencias.
O berdan G igli ha dicho elocuentem ente on V olontà
lo sig u ien te :
«I.a defensa on este caso me parece necesaria. D e­
fensa 110 solo de mi hogar, sino de nu estro s hogares,
tn v irtu d del am plio sentido de la so lid arid ad que
tenemos, que ab arca fro n te ra s y confines.
«¿O los hemos de a b an d o n a r a la m area d e stru c ­
tora. de ejército« feroces, orgullosos y. cargados de
odio? ¿Y nos debednos, en tal «aso, r e tir a r a la m on­
taña d e sierta a p re d ic ar al viento?
_
«¿Qué d iría , después el pueblo de nosotros'? j,0 no
debemos ocuparnos de este, sacrificándolo todo a una
inanim ada concepción teó rica ? ¿Q uién es ta n santo
para sacrificar todo sentim iento hum ano al Tdeal p u ­
rísimo?
«Ixi m isión de los innovadores puede ser p u ra ­
mente racional, m ística, lógica y entonces ella eni'iientra su esencia y su fin en la á lg id a visión de la
meta. V' se tiene el santo y el m á rtir.
«Pero puede ser tam bién sen tim en tal, puede i r al
pueblo, avecinándose a él con las p a la b ra s y con la
vida, experim ent& ndo en p a rte su ilusión y prece­
diendo o siguiéndolo en sus ascensiones ideales y m a­
teriales. Y se tie n e el hom bre de acción, ilógico o
impreciso como G aribaldi».
A hora bien. ¿Cómo condenar irrem ediablem ente a
los grujios sociales y a los hom bres que ob ran y se
expresan de u n a m an e ra ta n clara y sin cera? Y por
otra p a rte , ¿ por qué c re e r que el estallido, sin oposi­
ción icvolucionaria o sim plem ente h u m an itaria, de
esta g u e rra com porta un fracaso d e fin itiv o de los
ideales de renovación social, una b a n c a rro ta do la
civilización socialista— en el i^ .p lio sentido de la p a ­
labra— hacia la cual va la hum anidad?
Ks necesario se r m enos pesim istas y sobre todo
menos sim p listas. A níi ju ic io la actual co nflagra­
ción enrojiea, si bien en sus orígenes inm ediatos pudo
Sfrlo, 110 es y a la g u e rra común, en que e n tra n on
juego solam ente los intereses y las especulaciones
financieras do unos cuantos potentados.
En efecto ¿cuál es el dem ente o el ingenuo— m i­
llonario o desheredado— que puede creer que los r e ­
sultados de esta colosal lucha redunden en su bene­
ficio ?
¿Quién pue.de decir si la a ctu al g u e rra se te rm in a ­
rá en breve o al c o n tra río se p ro lo n g ará h a sta el
aniquilamiento- to ta l de los pueblos y de la civiliza­
ción europea?
¡Oh, es seguro que ella a quienes m enos conviene
es a sus propios provocadores!
M ultitu d de co ntingencias im posibles de preveer,
ni de (v ita r, por consiguiente, han venido a com plicar
la situación creada por el hom icidio político de S a ­
rajevo. A n tig u as cuestiones de ra za y de religión,
v m odernas diferen cias de civilización y de ideales
progresivos han venido a hacer de la g u e rra qiue se
desarrolla, a n te nu estro s ojos, uno do los m ás g randes
acontecim ientos (pie re g is tra la h isto ria hum ana ( 1).
P o r eso to d as las d o ctrin as han sido sobrepasadas,
como en otros g randes m om entos de la vida de las
sociedades.
Y
rotos los moldes teóricos una conciencia de cir­
cu nstancias ha nacido en el seno do los pueblos. Mo­
vidos p o r oscuras fu erzas, euva n a tu ra le z a descono­
cen, p tro q ic evidentem ente a rra n c a n de hechos y de
acontecim ientos pasados, se han inflam ado de ardor
guerrero. Das m inorías revolucionarias no han podido
su b stra e rse a la trem enda conmoción y así vemos a
los m ás e n tu sia sta s a n tim ilita rista s e in te m a c io n a ­
lis ta s de otros días acudir a la d efen sa de la v ieja
tie rr a gala heredera de G recia y liorna y dep o sitaría
de las lib e rtad e s elem entales.
„
Pero por eso no m orirán nuestros ideales. Al con­
tra rio es seguro y ello se e stá com probando a m edida
que se desarrollan los acontecim ientos, que la in te r­
vención de u n a p a rte de los revolucionarios c o n tri­
b u irá , a a c e n tu a r el aspecto lib e rta rio de cruzada
c o n tra el m ilitarism o y el esp íritu de a u to rid a d que
y a tien e de por sí e sta g u erra. Y luego cuando venga
la h ora de re n d ir cuentas, las sim patías conquistadas
p o r . aquellos, liarán (pie los pueblos 110 se equivoquen
en el cam ino a seguir.
E s m ás, creo que un aislam iento absoluto cuando
ya no es tiem po, de d e te n e r los acontecim ientos y
cuando ni rem o tam en te se puede p re te n d e r oponer un
dique a la espantosa carn icería, sería estéril para la
revolución, corriéndose adem ás el peligro de «segre­
g a m o s de la s g ra n d es co rrie n te s h is tó ric a s » ...
En resúm en, como lo expresado en o tras ocasiones,
esta g u e rra era in evitable y h a sta cierto punto n e ­
cesaria p a ra liquidar definitivam ente las instituciones
g u e rre ra s que m antienen el fuego del odio en tre los
pueblos. Ño e x istía posibilidad alguna de que las
cosas se resolvieran de o tra m anera. P ro d u cid a ella
las c ircu n stan cias han cam biado absolutam ente p a ra
los revolucionarios de E u ro p a y es probable que te n ­
gan ra?ón los que no han vacilado en ponerse de la
p a rle que m ás se a p roxim aba a nu estro s ideales de
lib e rtad . U n im perioso sentido de hum anidad, o me­
jo r dicho de conservación de todo aquello que los
pueblos tienen de noble y de bueno, parece hab er
em pujado, en la h ora d ifíc il, a t.odos los pueblos de
E uropa c o n tra el crudo m aterialism o g u errero de
A lem ania. No han podido, como no lo hubiésem os
podido nosotros tam poco, sustraerse a un estado de
conciencia m undial.
De cualquier m anera creo que la s ideas revolucio­
n a ria s lejos de hab er b a n ca rro te ad o , se d ifu n d irá n
y se ren o v arán , de m an e ra im posible de preveer, en
contacto con el pueblo. Tal vez. a ellas les corresponda
la m isión re cto ra de los acontecim ientos que te n g a n
lu g ar al día sig u ien te de la paz.
JttAX E. Garulla .
( 1 ) E ste artícu lo fu é e scrito antes de que llegase
h a sta nosotros el discutido m anifiesto de M alato.
Com párese y véase como coinciden estas ideas con
las del ad m irab le escritor.
El pan de los maestros
Desde las colum nas de I deas y "Figuras , en un de­
tenido estudio analítico del d esastre educacional en
la R epública A rg e n tin a ,— d esastre que el verbalism o
IM triotizantc, in h e re n te a los vividores de la p a tria ,
no h a logrado ocu ltar a los a b ie rto s ojos de la. opi­
nión sensata del país, porque se llega a un m om en­
to en que la lite r a tu r a no b a sta a ta p a r la re alid a d
de los hechos,— desde estas colum nas hace dos años
formulé las siguientes proposiciones:
«¿Q uiénes salvarán a la R epública de la vergüenza
que p a ra un p a ís próspero y libre im plican el ham bre
de sus educadores y la m iseria de sus escuelas p ú ­
b lic a s ? — ¿E os g o b e rn a n te s ? — ¡Si precisam ente son
ellos los que m alversan los fondos de la educación,
aum entando p a ra sostener sus p repotencias autoerátic a s el núm ero de los sayones y reduciendo el de los
nilaestros de escuela!»
«A la C onfederación del M agisterio— a ñ a d ía en
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v ís p e r a s 'd e su organización— acaso te toque el honor
de hacer interv en ir el gobierno de aquellas pro v in ­
cias donde, se roban descaradam ente el pan de los
m aestros al g a sta rse los dineros de las escuelas».
La Confederación del M agisterio e stá fo rm ad a. Y
aunque d ista mucho, [>or la im provisación de sus
fu e r;a » efectivas, siendo rela tiv a m e n te escaso el núinero de asociaciones confederadas, de ser el inex­
pugnable» b a lu a rte de la razón y el derecho de los
m aestros a rg en tin o s, y a h a estrenado sin em bargo,
sus arm as con eficaz b iz a rría . Con el hecho a que
quiero re fe rirm e ha podido de m o stra r que no están
de hoy en a d elan te desterrad o s de la ju stic ia ni
h u é rfa n o s de la so lid arid ad social, aún aquellos h u ­
m ildes y estoicos m aestros de c a m p a ñ a confinados en
los extrem os duros y desiertos de la R epública.
Si es verdad que la re p ic ad a acción g u b e rn a tiv a
no ha sabido hacer alcan zar n i los beneficios do la
lib e rta d ni los de la llam ad a civilización nacional
h a s ta las a p a rta d a s poblaciones de las provincias,
cuya suerte si siem pre im portó poco a los porteños
m onos signe im portándole a. los misniios pro v in cian o s;
si es cierto que d entro de la R epública A rg e n tin a
h a y to d av ía dos civilizaciones d istin ta s y o p u e stas:
lina re tró g ra d a , la de las provincias, y o tra algo- evo­
lucionista, la. de la cap ital fe d era l, y eso es por obra
y g ra cia de los unicato s políticos que reducen a un
chiste n u e stra fo rm a republicana, tam bién e s v erd ad
que quienes tr a b a ja n la c u ltu ra de este pueblo aca­
b a n de echarse sobre los hom bros la q u ijo te sc a tare a
do lev a n tar todo un ejército- de inteligencias honestas
p a r a re d im ir al pueblo de S arm iento y A lberdi, de
sus orgánicos estigm as de b arb arie.
Se ha em pezado por los m aestros de San J u a n . El
inspector de escuelas norm ales, señor W herfield S a ­
lin a s, h a p in ta d o en el seno de la C onfederación del
M ag isterio con los colores crudos d e un exacto ve­
rism o, el cuadro som brío que ofrece la situación de
centenares de hom bres y m u jeres consagrados según
la expresión de nuestros cocodrilos intelectuales— al
«noble apostolado» del m ag iste rio .— P ues b ien , , el
g ob ern ad o r de San .Juan, hace ¡quince m eses! que no
p a g a a sus a póstoles; y como el honrado comercio
tam poco acostum bra a a b rir créditos a los apóstoles,
y éstos necesitan de cualquier m anera, vivir, fá c il es
im a g in arse las p eripecias y Jos m ilagros que aquellos
tris te s m ortales deben s u f r ir y re a liz a r p a ra so ste­
nerse.
N o hay p ro letaria d o m ás explotado ni m ás esclavo
en esta, p lu to c rá tic a nación a rg e n tin a , que el de los
m aestro s de escuela de las provincias.
V e rd ad es que, cada u n a de e stas cosas dan elocuentam ente, m ejo r que los discursos académ icos o
p a rla m e n tario s, una lección de re alid a d respecto de
la s condiciones e sp iritu a le s de un pueblo. N o son
los gob ern an tes, sino ta m b ié n ]a ponderada sociedad
a rg r.n tin a, los culpables directos del h a m b re y la
abyección que sufren sus educadores. ¡ P a ra d o ja in-
g ra ta , se m ejan te a una m aldición social, la. que pesa
sobre el m aestro de escuela: él da el pan del alma
y a él se Je niega el p a n del cuerpo!
M uchas son las lu cra s p o lítica s y sociales que ul­
ceran el organism o de la nación: latrocinio adminis­
tra tiv o , usurpaciones del poder por la ciega razón
de la futirza, asesinato de las lib e rtad e s públicas y
retrocesos de la razón, por p a rte de las castas que
nos g o b ie rn a n ; el culto servil de la obediencia que
es la fo rm a p a siv a de la. inm oralidad, por pa rte de
las clases que obedecen, he aquí un rasgo evidente
de n u í'stra psicología social.
P o r algún lado, hay que em pezar sin em bargo a
a ta c a r n u e stra en ferm ed ad . E l papel de los maestros
de escuela, vinculados de un punto a otro de la Re­
p ú b lic a por un ideal de perfeccionam iento social,
puede m uy bien ten e r la im p o rtan cia que nuestras
pseudos a risto c rac ias in telectuales están lejos de sos­
p echar, a pesar de los sucesos sintom áticos que se
d esarrollan a n te sus narices. Véase sino el primer
resu ltad o de la a c titu d de la C onfederación del Ma­
g iste rio al dem andar p o líticam ente al gobierno (le
la provincia de S a n J u a n a n te Jas can .'aras de la
nación, an unciando a la vez que prom overía una
suscripción p ú b lic a en todo el p aís -a fa v o r de lus
m aestros de aquella, provincia.
Q ueda p e n d ien te una interpelación al m inistro (leí
ram o en la C ám ara de D iputados. El Consejo Na­
cional resolvió a d e la n ta r dos m eses de la subvención
a dicha provincia, con la recom endación humillante
p a r a el gobierno sa n ju an in o , de no g astársela en
o tr a cosa que no sea p a g a r a sus m aestros. El mismo
C onsejo lia. prom etido en ta n to , a d e la n ta r diez meses
m ás, d entro do breve tiem po. T a l vez, como primeras
p rovidencias ten g an éstas, la m om entánea eficacia de
poner sobre aviso a los dem ás gobernadores de pro­
v incias que se h a lla n en p arecid as condiciones que 110
son pocos p o r cierto. E l m ag isterio por su p a rte em­
p ieza a hacer su h isto ria , apelando al m étodo uni­
versal de lucha que usan todos los oprim idos del
g lobo: la so lid arid a d grem'ial p a ra las ju sta s rei­
vindicaciones del derecho. P ro le ta rio s de la inteli­
gencia, su causa es idénticam ente la. m ism a que la
de los galeotes del tr a b a jo o p re so r; am bos son los
p ro d u cto res de la riqueza p ú b lic a : m oralm ente los
nnos, m a te ria lm e n te los o tro s; sólo es distinto el
nom bre do sus am os. E stad o se llam a el de los prirr.'eres y C apital el de los segundos. Pero- identifica­
dos éstos en su esencia sociológica, resu ltan una cosa
m ism a : el privilegio.
Lo« m aestros a rg en tin o s, por razones de cultura y
de a c tu a lid a d histó rica, e stán d estinados a hacer el
m ism o eaJmino sin d ic a lista que los m aestros france­
ses. E l impulso inicial e stá dado. P re ten d e r contra­
rre s ta rlo equ iv ald ría a q uerer rectificar la trayecto­
ria del p royectil una vez escapado del cañón.
J u l io R. B arcos .
De la guerra
C a r t a s de P a r í s
P a rís , septiem bre 1.,.—M i querido am ig o : P ongo
bien las fechas en estas c a rta s d esa rre g lad a s, acaso
p o r Jo que van en un momonto realm en te histórico.
Reflexiono y n a rro e n te ram e n te al co rre r de la p lu ­
m a ; pero no me eche al canasto.
Son Jas seis y inedia p. n¿. A caba de v isita rn o s o
notificarnos, m ejo r dicho, el terc er aeroplano alem án
que h a obsequiado a la ciudad con tre s botabas. L a
población perm anece résignadam 'ente tra n q u ila . L as
m ujeres valen los hom bres.
P ero la notificación que m e h a d e sp a rp a ja d o es la
que nos hizo hoy la cocinera y proveedora: «no liar
m ás com estibles ni bebestibles». Yo no puedo ni sa­
lir, porque la planchadora 110 suelta m is camisas sin
que le paguen el tra b a jo . E n fin, a la buena (le
D ios!
S eptiem bre 2 .— Dios a p rie ta ; pero. 110 a h o g a ...!
Anoche nos vinieron unas provisiones. Tomates,
cebollas, ajos, papas, hongos, arroz, sal, aceite, y . ..
m edio kilo de yerba m ate y maíz, pisado. ¿Se imagina
u sted ? L a h ija de nuestro am igo X que ¡tart.e ahora
p a ra T ronville, nos en viaba ese valioso resto de sus
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provisiones. l í a sido « n a id ea encan tad o ra.
De m anera que hoy h las cinco a. m. e stab a yo
haciendo m azam orra cou el m aíz que [»me anoche
mismo en rem ojo. Creo que m e ha salido adm irable.
H ay, pues, unos tre s d ías m ás asegurados!
D u ra n te ellos, tal vez los alem anes se hayan a c e r­
cado dem asiado a P a rís. P o r eso echo hoy ésta al
correo, pues dudo mucho que h aya corespondencia
m ás a llá de e sta sem ana.
E l e sp íritu tristó n de la ciu d ad so h a entonado
mucho con la noticia, esp arcid a anoche, de que los
alem'anes em piezan a r e tir a r con ap u ro tro p as del
norto p a ra re fo rz a r las que luchan con los rusos,
que avanzan de 1111 modo form idable. E sta es una ciu­
dad valiente.
C reía yo al p rin cip io que ib a a re fle ja r el m iedo;
no es a sí! y refleja sin d u d a en ello la confianza que
no se q u e b ra n ta , sobre el resultado final favorable.
P e ro eso no a le ja el peligro de P a rís.
— E s ta m añana a las cinco a. 111. a b rí el balcón de
mi q uinto piso— que lin d a ho ra! Todo dorm ía aún.
Yo m irab a con tris te z a todo lo que esta ciudad e n ­
c ie rra como belleza, a rte , saber, y me p re g u n ta b a si
el cañón 110 h a rá , próxim am ente, su o b ra b á rb a ra
sobre todo eso acum ulado por el tr a b a jo d e los siglos
y por el a fá n de ta n ta s generaciones. P arece, re a l­
m ente, m en tira que aún esté expuesto a la de stru c ­
ción violenta lo m ejor que el hom bre ha hecho.
E sto se piensa y se siente con verdad en presencia
de la am enaza indudable, positiva.
— Dejem os reflexiones sobre esto!
C uando pienso en mi tie rr a m e entristezco! Aquí,
no ha llegado el conocim iento de que hayan tenido
otro m ovim iento, pueblo y gobierno que el de) pálnico
por los bancos y el dinero. D ecididam ente, nos hemos
m ereantilizado* m ucho!
E n st& uida veo las m edidas p ro p u e stas por el P o ­
der E je c u tiv o ; leo los discursos de las cám aras, y
leo tam bién que el Senado no hace 1111 hom enaje a
Ja u ré s. Todo e stá a. la m ism a a ltu r a de ignorancia
y de a tra s o : los proyectos del P . E . los discursos y
la negativa al hom enaje. Me d a tam bién pues, un
po co .d e vergüenza que acom paña m uy bien a la tr is ­
teza.
Y
tenga e» cuenta que E sp a ñ a, aún Grecia, cu­
yas finanzas ha m altratad o , n a tu ralm en te, la reciente
g u e rra , y que p re p ara o tra , han enviado generosos
recursos p a ra sus connacionales.
— Son las seis y m edia y ya el ia fa lta b le aviador
alem án vuela tran q u ilam en te sobre P a rís, saludado
por inú tiles d escarg as de fu silería.
V a como a unos dos m il m'etros o mil quinientos,
según parece. H abrá a rro ja d o sus bom bas, que 110
he oído e s ta lla r; y h a b rá hecho sus víctim as, pues
es d ifíc il que u n a bom ba caiga en P a rís en 1111 lugar
soíitario. L a población sale a las calles y ven tan as
a contem plarlo.
El resu ltad o final de e sta g ran g u e rra se rá fa v o ra ­
ble, lo creo, a la e n te n te; pero P a rís. F ra n c ia , su­
fr irá mucho, m uchísim o, tan to o m ás que B élgica
cuya m ita d son y a escombros.
A dm iro e sta población que si tiene miedo, lo ocul­
ta con serenidad y h a sta con gracia. Con toda la f a ­
ma de guapos, que nos atribuim os los argentinos, 110
ten d ría B uenos A ires en igual caso parecido c o n ti­
nente. H a b ría máls grite« tal vez, pero menos sere­
nidad. Y estos g rito s Berían lo peor. A quí ni se han
heheo m anifestaciones hostiles fre n te a la Legación
o Consulados alem anes. Se h a m archado a las fro n te ­
ras, sim plem ente, y sin quo haya h abido desertores.
L a s b a ja s lian sido enorm es por una y otra parte.
Se com prende, con el uso y abuso de las terrib les
arm'as m odernas.
D ecíase que la A lem ania hab ía
calculado |>erder 1111 millón de hom bres. El cálculo
va a q uedar chico. O tro tan to perderá. F ra n c ia y
otro Tiusia. P o n g a un m edio millón m ás entre aus­
tría co s y servios; In g la te rra d e ja rá tam bién por
tie rra s y m ares otro medio m illón; y vaya sum ando!
Se espera la acción de T u rq u ía y extender la del
Ja p ó n . Con eso e n tra rá G recia y los B alkanes en
danza. Veremos si quedan quietas, que lo dudo, I t a ­
lia V E spaña. Buen arreglo de cuentas finales!
E n fin, mi am igo, vaya usted a ta n d o cabos y re ­
cogiendo estas im presiones que no son m ás que po­
bre reseña p a ja la m agnitud de la conflagración y
t‘l d e s a s tre !
TTn largo abrazo.
J u u o L la n os .
Cuentos de la ciudad
L lega la in q u ietu d
Kste J u a n , modelo de Ju a n e s, adem ás de a p e lli­
d arse F ern án d ez, es m uchacho sim ple, tris te y vul­
g a r ; con la tris te z a que m ana de las vidas m etódicas
y honradas, con la v u lg arid ad que fluye, irrem ed ia­
ble. de la im potencia de ser en la vida a lta n e ra , de
la im posibilidad de triu n f a r en la p illería y el do­
n a ire canalla, y veg etar en cam bio como u n a sucia
y pobre carne que se mueve ridiculam ente p e g ad a a
un ta b u re te , a sp ira oletres de engrudo viejo, y se
fa tig a y se d estroza en fu e rz a de lid ia r con viejos
zap a to s o bo tin es roñosos o p an tu flas n e fa n d a s. . .
J u a n , ubicado en la pocilga que la m ansa tira n ía
del amo le concediera, tr a b a ja todos los días. Y en
todos ellos, en los que hay llu v ia que anegue el p atio
y ahogue la pieznoha en penum bras, o en los que ríe
el sol y a llá en lo a lto hace filig ra n a s de oro, se
encuentra ab u rrid o , m ustio, anónim o en el sordo do­
lor. de v eg etar, en la a p la n a d o ra anulación de las
horas sin luz, sin a le g ría y en las que como un ritm o a
su e-ausaneio hay el sonido to n a n te del m artillo m a r­
cando pausas en la suela y h a y como é g id a de vida
y e-airel de recuerdo la c a n ta ta le ja n a que rozando
las paredes llega de los pisos su p erio res por gracia
de u n a dom éstica alegre y hum ilde que sinfoniza sus
sesiones de freg ad o con coplas que d e já ro n le en el
alm a el dolor y la m elancolía éle los años idos.
J u a n recibe v isita s; las de unos amigot.es terrib les
y vocingleros, por causa de los cuales en m ás de una
ocasión recibió del amo serias reconvenciones. E l,
hom bre form al, resulta p a ra aquellos sus fisgones
am igos, bandidos en fu erza de ser vagabundos, 1111
e x tra o rd in a rio p re stam ista que les solventa a veces
im periosas necesidades con m ódicas enotas—de vein
te a tre in ta centavos— a plazos siem pre prorrogables.
E llos por su p a rte , retribuyendo, si uno no le deja
e n tra d a a gallinero p a ra cualquier te a tro en que oficia
de «claqueur» otro le presta el carnet de 1111 periodiquín infam e, órgano, en extram uros, de la raza de
color y del cual es por lo menos c ro n ista social.
F e rn á n d ez hace g a n as de re ír d u ra n te la sem ana y
acum ula chistes con olor a betún. P ero llega el sábaelo y piensa en d iv e rtirse ; tiene un inconsciente
gesto
de liberto que d a al tra s te con el fa rd o de
sus m iserias y sus ang u stias. Y si se d iv ierte J u a n !...
H ijo de la m ansedum bre, a p ad rin ad o de la re sig n a ­
ción, c iu d ad an o de ese país de nieblas en que lloran
m u jeres sim ples, inconsolables, m ansas trag e d ia s de
hum ildad, a rd ie n te s poemas de renunciación, él, que
tr a b a ja ele) lunes al sá b a d o , en la noche de este d ía
corre a la calle haciendo núm ero en esa c ara b an a de
elegantes plebeyos que, en la s a b a tin a transición de
asueto hecha en la jo rn a d a , se em peñan en a tu rd irse ,
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en g u sta r un poco de hiel por el descalabro de a l­
guna fiesta de ilusión cum plida sin gran d eza, des­
bo rd an d o hastio.
•loan por lo re g u la r se decide por el te a tro y e n ­
tonces la salida tiene im portancia,— con lo que que­
da dicho que el d ía sábado e s d ía im p o rtan te para
J lian.
L legadas que son las seis, abandona el tab u re te .
L en to y cachazudo lu stra luego los botines, y saca
el tr a je del b a ú l; su fren seguidam ente la m ism a
suerte lina ealmisa, un cuello, u n a c o r b a t a . .. y por
un m inuto el am biente del m echinal se s a tu ra de. la
suave fra g a n c ia de m anzanas «eam oesas», g u a rd ad a s
por el zap a te ro en el arcón. Se m uda y después se la ­
va, y se f ro ta las m anos con lim ón, que según él es
cosa m uy b u e n a para las m anchas de tin ta y el perfiMíiie de suela. Y viene la operación de ponerse la
cam isa, colocarse el cuello y la c o rb ata y cepillarse...
por el costado, por las p iern as, por delante, por d e ­
t r á s y u n a m inuciosa re v ista de su persona e le g an ti­
z a d a en una m etam orfosis de lu jo b a ra to .
D espués de lo cual, J u a n , pulcro y a tild ad o som ete
a su persona a un prem ioso exam en de la n te del e s­
pejo, y encontrándose, invariablem ente orondo y m ag ­
nífico, se dispone a salir.
*
*
J u a n Fenández e stá en la calle, y. p rín cip e del
derroche con dos o tre s pesos en el bolsillo encuén­
tra s e dispuesto a saborear la a m a rg a d elicia de unas
lioras «le a tu rd im ie n to . Se siente calav era y e n tra en
1111 alm acén con derrochadoras intenciones de tom ar
el vermohut.. H ay m ucha gente en el despacho de
b eb id as y a f i n a n le p arece que será por el público,
n otado como' un g ran gesto, si se a p u n ta con un -al­
f a jo r . H ace la proeza levantando el fa n a l que los
g u a r d a . .. y después do comérselo, piensa que es un
f a rr is ta , que ha tira d o de p uro vicio sólo en el a p e ­
ritiv o veinte centavos. Sale del alm acén y e n tra en
u n a fonda a c en a r; y como p a ra eq u ilib rar las fi­
nanzas m erm adas por aquella p ro d ig alid ad no tom a
vino, el p a tró n lo m ira hosco, con recelo y ol mozo lo
sirve con zum bona desconfianza. Mas, él p a g a con
heroismo-, y p a ra que el inexperto rap az ap ren d a a
d istin g u ir le da cinco centavos de p ro p in a.
Sale
tr iu n f a n te del figón, cruzado del desprendim iento y
la generosidad, y alegre por lo ta n to , pero a ta l p u n ­
to que se h a rta de decir chicoleos y m alos piropos a
las m uchachas que a su paso e ncuentra, cam ino del
«M ayo» que es a donde se dirige.
A llí se a p o sta en la esquina dispuesto a e sp e ra r a
su am igo el «claqueur*. A costum brado a la apacible
y no bien oliente p enum bra de su pocilga, el vértig o
de la calle lo a t u r d e . . . y, hom bre casi provinciano,
se en cu en tra fu e ra de su ra d io en aquel sitio por
dónde la. vida p a sa como un torbellino, en el ruido
de las victorias, en el fu lg o r de los tra n v ía s y en el
pregón de los vendedores de diarios, de curiosas b a ­
r a ti j a s y brevas «de a diez». J o a n siente u n a desa­
zón irrita n te , un desasosiego tu rb a d o r que lo invade
h a sta a c o n g o ja r lo ... y como el am igo no viene, p a ra
a y u d a r la «posse» que se le v a . poco a poco en sacu­
d id as do cortedad y vergüenza, em pieza a fu m a r,—
c ig a rrillo tr a s c ig a r r il l o ... desesperadam ente.
Se
m area V bam boleante, e s tá ya a p u n to de caer, cuan­
do divisa al «claqiieur» que, diciendo indecencias a
quien quiere oirías, se acerca.
— Al fin!— m u sita Fernández.
— ¿Qué me «decis» v i e j o . . . — y rápido, c ertera m en ­
te — ¿ te i nato en un «capuchino?». . .
J u a n , consecuente con su p a siv a costum bre de
acceder, mueve la. cabeza aprobando. Y ol otro de­
seoso de hacerle, ver que lo hecho no e stá m al hecho
y encima, es ju sto , ha.bla de m uchos inconvenientes
salvados p a ra conseguir la entrada.; luego, propone.
— B ueno; entonces a g u árd a m e — y sale corriendo.
So a vista con uno de los influyente« de la claque;
sa lu d a a un te rrib le c rítico del p araíso , y por fin
vuelve con un cartoncito que p e rm itirá a Fernán­
dez hacer una solemne e n tra d a al gallinero. Toman
el «capuchino» que p a g a él, e Ín terin no llega el mo­
m ento de e n tra r al te a tro d istraen el tiem po viendo
como unos c an illitas en los billares, taquean igno­
m iniosam ente con significado peligro de la lela ver­
de. Luego sale confundido con una b a n d a de canallot.es pintorescos y proeacfs. Y lo bueno que él, Fer­
nández. inofensivo como el que m ás se siente también
héroe al lado de aquellos m arqueses de la gallofa
m inúscula.
Y
ya en el p a raiso . . . T.os am igos de Ju a n pole­
m izan con el te rrib le crítico sobre si es mejor «El
G enio A legre» o «H anm let». E l, ocupando bien gu
«delantera», a tu rd id o por la. luz y el dorado de la
sala, d eletrea los avisos del telón de boca. Y se fija
en los m úsicos; y n o ta que uno que esgrim e un bomb ard in o se acerca al del bombo, y por la mímica de
sus p a la b ra s , adivina que dic-e-: «López, me parece
que ay er m a ta ste un do sostenido con los p latillo s...
¿ te d ijo algo el m aestro?»
Llega, el direetoT , un lioinbre flaco que al estirar
los brazos sim ula una c ru z ;— y la b a tu ta en el aire
inicia el giro arm ónico del interm edio de «Bohemios»
pleno de niebla y evocación. Y J u a n , que zapatero
y todo tie n e su corazoncitn, conmovido, aplaude hon­
ra d a m e n te ; y con el ánim o p re p ara d o p a ra las cosas
sentim entales, d a a las p a la b ra s de la farándula un
hipocondríaco sentido de te rn u ra y cursilería.
Se representa «L a C orte de "Faraón». El público
acoge la sandez sensual de la zarzuela con ruidosas
c a rc a ja d a s de l u j u r i a ; y F ern á n ed z tan sensible y
casi etéreo en el interm edio sabido, ríe nefandamente,
a p la u d e a ra b ia r cuando la tip le, mostrando algo
que no e stá precisam ente- en el libreto, dice aquello
de:
Son las m u jeres de B ab ilo n ia
T^as m ás a rd ie n te s que el am or crea,
T ienen el alm a s a m a rita n a . ..
E n los entreactos J u a n se a b u rre , y sin quererlo,
los cara cte re s de los avisos que cubren el telón lo
a tra e n , bailan d o a n te su pupila, ya turbia por el
sueño, lina danza congolesca.
L a función term in a, y F e rn á n d ez sale a la 1 calle
a p esad u m b rad o ; y tem iendo un «pechado» del «olaqueur» p a ra contenerlo lo inv ita a un «capuchino».
P ero el otro, que como sa b lista es implacable, a me­
dia libación com enta.
— L in d a la « . . . d e F a ra ó n » eli?
E l zap atero hace un aspaviento negativo lleno de
m oralid ad que al «claqneur» le resulta admirable.
— N o, pero m ás me gustó «Bohemios». La ra, la
rái, J a r á . . . . a . . . jqué sen tim en tal!
— C antalo—m u sita J u a n b a s ta n te azorado.
— A visá. . . P e ro en fin, si te em peñas—y tararea
la- lág rim a s a n ta del poem a m usical.
F e rn á n d e z se conmueve, y el pecho se le dilata en
un— « ¡ta n rom án tico !» — que la p rofunda sabiduría
del am igo vagabundo sobre la flaqueza humana, apro­
vecha el in sta n te p a ra deslizar, rápido, inquisitivo.
—C h é .. . ap reciad o cam arad a, estim adísim o com­
p in c h e ... tienes por a h í . . . u n a s c h iro la s ? ...
L a v u lg aro ta m utación a que obliga el pedido des­
p ie rta del éxtasis a. J u a n ; considera el caso v duda...,
pero el otro, domlinador y descarado lo m ira con se­
g uridad ta la d ra n te ,— y calmo y pachorriento, Fernán­
dez. saca bien del fondo del bolsillo trein ta centavos
y—.suprem o de c o rtesía aunque con am arga rabia—
se los pasa por d ebajo de la m esa.
— G racias, e ll e .. . e res un buen muchacho.
— Chau— dice el buen m uchacho levantándose, y
sale del café.
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T riste y m editabundo, cam ino «le su c u a rto va
Juan. L leva el alm a dolida, a p la n ad a por una 'leso
larión que le quem a la:* sienes, por una inquietud
desconocida <|iu*. lo acongoja. La baraúnda. de los co­
ches, la a le g ría de los cafés llenos de luz, el desfilo
pecador de a lu cin ad o ras m ujeres, todo ese esplendor
del B uenos A ires nocturno, p a lp ita n te de vicio, cau ­
tivador como u n a película de ra ro s exotism os, que
untes lo tu rb a b a d ejándole u n a g ra ta sensación de
fiesta, a h o ra, sin sa b e r por qué le resu lta estúpido,
m ortificante, algo así como u n a c a ra b a n a de locos
haciendo gestos en el vacío. P re sie n te que aquella
sii m anera de d iv ertirse en los días sábados es un
piadoso engaño de su corazón em peñado en ahu y en ­
tar, con m en tid as chispas de oro el enorm e hastío
que m an a de su vida ra q u ítica , prosaica, desgarralluram ente m onótona y vulgar. T.-a cabeza a b ra sa d a ,
en las sienes los pensam ientos de su tr is te vivir v a ­
cuno, «orno p á ja ro s locos, le golpean fe b ric ie n te s; en
la nuca siente el tem blor iL> una epilepsia p re m a tu ra ;
un calofrío a zo tad o r le corre por la espalda, c lav an ­
do luego a llá a b a jo , en los muslos, su g a rra de h ie ­
l o . . . ; y sin quererlo, sin pensarlo, su p aso se acelera
y J u a n como un enorm e p in g a jo que aventase en el
aire la tra g e d ia de sus tem blores, huye del centro de
la ciudad, p a ra ex ten d er la som bra convulsa de su
niorpo en un absurdo zigzagueo en el c la ro r de las
ralles so lita rias, b añ ad a s por la b lan ca suavidad de
la luna. Ksta m aravillosa rodela de p la ta , lum inaria
ilusoria p a ra el dolor de p erros y vagabundos, re
m onta en el espacio cirro s e rra n te s con una nivea
serenidad golgótica.
&
J u a n corre; ej corazón como un pobre p a ja rito ,
sangróse por la c rueldad de una b ala p e rd id a lo
lleva en a las de una a n g u stia to rtu ra d o ra . Rn una
casa ion sus v e n ta n as ilum inadas, a b ie rta s a la no­
che, g entes felices se d iv ie rte n ; bailan al com pás
gangueante y apuñaleado do un bandoneón y una
g u ita rra. F ern án d ez observa, como ríen y gozan, y
siente una p o n a .. . una e g o ísta pena por aquellas
gentes que no su fren la a m a rg u ra do a n siar y se
divierten. Y piensa que él a n te s tam bién era feliz. . .
y que ah o ra seguram ente iba a te n e r umi tira n ía
m ás en el raquitism o de su vida anónim a y so rd a­
m ente d esgraciada.
IJ e g a fre n te a su c asa v se detien e a n te s de a b rir
la p u e rta . M ira allá, al sudoeste, y de los bajos, de
la. Quem a, en el relente de la noche le llega una
q u e ja im precisa en la que late la hum ilde trag e d ia
del a rra b a l: la liiposa congoja de u n a m u je r que
llora, el eco ronco y co rtad o de un borracho (pie
t a r ta je a un e x trañ o y lúgubre soliloquio, el aullido
de un perro que reseca los huesos, el canto rasgado,
estiletoso, de a lg ú n gallo que an uncia las t r e s . . .
A bre y e n tra . I j» r en trañ as, esponjan de dolor, le
rebosan hiel; el pecho se le inflam a en un hondo
suspiro. Pone el pie en el um bral de la pocilga y
la p isad a suena opaca, v agorosa; prende un fósforo
y en las p ared es hay un revuelo de som bras geom é­
tric a s que, se q u i e b r a n ... Ju a n d istrae la m irada en
la cair.ii,, en su v ieja y resignada c a m a . .. A m arga­
do. m ed ita calm oso, dolorosam ente: su vida, toda su
tris te y m acerada vida se le p re sen ta como una sen­
da de m artirio s y lacerias som breada por la tristeza
de episodios innom brables y en ella ¡sola! como
una salvación, como un punto de sol y una m em oria
dr- bien, la figura de su m adre, de su viejecita le ja ­
n a . . . ¡L a m adre a d o r a d a ! .. .
Kn un relám pago m ental su fre la pena de la di­
cha p e rd id a en el viejo ho g ar olvidado; y el enorm e
tedio de su existencia lacrim osa, a rra s tra d a , inútil y
tris te se d e sg a rra en un gesto, en un .g rito doliente
que es como la c a tá s tro fe de su alm a.
—(M a d re .. . ! m adre m ía I
E l rep en tin o recuerdo blanco de la pobre m adre,
a n c ia n a con nieve en el pelo y arm iño en el alm a lo
tu n d e, ap lan ad o ra m en te, en la cam a. Y p o r su pecho
Olí el triu n fo de las tin ie b la s que se ¡llegan en los
rincones angulizando pavores, pasan por vez. prim era
en un ciclón de ra b ia s y dudas, lib e rta d o ra s y re ­
veladoras, las g a rra s de la angustia.
D em o Morai.e s .
“ Nuestros presos
La c a m p a ñ a de “ Id e a s y F ig u r a s ” . S u re p e rc u s ió n .
V a le n tín P iñ e iro
Un la detención de P iñeiro hay algo d rn n .á tic a ­
mente in teresante. D esarrollábase entonces la huelga
del personal de la C ervecería de Quilines y asumía,
un puesto en ella el citado tr a b a ja d o r. E m p e ñ ad a
la policía en hacer fra c a s a r el m ovim iento, inició
contra los o rganizadores una tenaz, persecución. L a
soberbia i'm punidad de que siem pre lia gozado la
horda v andálica (pie asesinó al perio d ista Di Diego,
no iba a p a ra rse en conte titilacio n es fro n te a los
derechos platónicos de que pueden hacer uso los
obreros.
El acuerdo cóm plice con los c a p ita lista s reclam aba
do los sayones a su servicio un procedim iento de
circunstancias, y en atención a ello el local social
filó clausurado porque si m ie n tra s lina legión de
huelguistas e ra a m e d ren ta d a, c o rrid a de las asam ­
bleas y apaleada, en la v ía p ú b lica a! m enor desliz.
Piñeiro. como decimos, asum ió entonces la. pro-se
(•retaría de la sociedad de resisten cia, razón por 1?
cual m ultiplicaba sus esfuerzos d? o rg a n iz ad o r y
com batiente m alogrando los planes a te n ta to rio s de
la policía. E n tre estos recursos extrem os, tom ador
por P iñ e iro y sus cam aradas, contábase el de la?
reuniones en secreto— aquí el ejercicio inviolable de
las reuniones p ro le ta ria s tiene que realizarse siein
pro
o cultas y en voz. b a ja : la R epública es un?
adm irable form a de gobierno— efec tu a d a s en lugare?
aislados de la población. lia policía percatóse df
este procedim iento de los huelg u istas y en lu g ar de
prohibí] su realización en la form a m oderada que
el caso exigía— ya que ella h a b ía clausurado arb i
t.rariam ente la sala de asam bleas que los obrerof
ten ía n — esperó que los com pañeros se hallasen d eli­
berando en el bosque en que conm unm ente lo Iniciar
p a ra d espachar en c o n tra de ellos un escuadrón de
legendai ios m asad-adores — vulgo cosacos-— que sor
p ren d ió a los reunidos, intim óles dispersión y lie
sableó luego con u n a im piedad rayana, en sa lv ajis
iiio. Mu-líos fueron los golpeados y no pocos los he
ridos. Sin arm as, desprovistos do toda defensa lo?
tra b a ja d o re s no tuvieron m ás recurso que luiir ante
la lluvia de m andobles y hachazos que la soldadesca
re p a rtía . P iñ e iro ju n to con otros fu é aprosado, he­
rid o y m aniatado, se le tra tó como a u n a fiera, ne
g ándole asisten c ia m édica, ropas y alim entos. ¡E ra
el se c re tario en huelga y ten ía epie p a g a r la osadía
do ser hom bro consciente en un m edio hostil al pon
saim en lo ! Como A ndrés U boldi. tr a s de apalead o fué
procer-arlo. IÍ1 correctivo a la crueldad policial, en
la A rg e n tin a , os la. consagración del delito, no su
reparación. T ócele en tr is te suerte que ate n d iera su
causa ei juez V illar Sáenz Peña quien echándose a
la espalda la b a la n za de la ju stic ia , falló en su con­
tr a condenándole por d e lito com ún a dos años v seis
m eses de prisión.
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L os que lian creído que exageram os cuando na­
rra m o s la infam ia cornetilla con l'b o ld i, tienen en esta
repetición in fam an te una prueba o un m otivo más
d e asom bro.
P iñ e iro ha apelado a n te la C á m a ra : su expediento
se encuentra actualm ente a la espora de lo que di
gjin los inm ortales, fPVodueiráise o tra vez el vergon­
z a n te espectáculo de la confirm ación penal <jue lia
so te rrad o a A n tilli, l ía n : eu y P e r i ?
i/a incertid iu n b re nos snbreeoje il e sp íritu peii
satulo (pie por fa ta l eonsecueneieneia eti prácticas j
proce dimlicritos, la ilu stre C ám ara ap ru eb e la inicua
senteneii . Piñeiro apaleado, P iñ e iro herido, P iñeiro
preso. Piñeiro v ejad o por policía» indignas, no pue­
de, 110 -roemos que pueda ser escarnecido nueva
m ente por la C ám ara.
De realizarse lo c o n trario 110 direm os en adelante
•»pie en tal organism o legista, o b ra y e je cu ta un con
ju n to de hom bres m ás o menos in ju sto s por razón
de conveniencia, sino que allí m ora una fa m ilia d i
se rp ien tes.
J o s é B a s te n i
No se h alla actu alm en te preso pero ha pasad o con
■este honesto obrero 1111 hecho bochornoso que pone
de relieve la iniquidad policial que estancos in teresa
d o s en 0.1locar en la picota.
Basten i fué detenido en los prim eros d ías del mes­
en curse en la calle C orrientes y A nchorena. lla llá
liase a las cuatro de la m añ an a a la e sp e ra del tra n
v ía que debía llevarlo a la casa de un construetol
que le p ro m etiera tra b a jo . E n el intervalo éste,, Baste n i vióse de pronto inquirido b ru ta lm e n te por un
s u je to de sospechosa c a la d u ra . K ran las c u atro de
la m añ an a y la obscuridad del p a ra je hízole crecí
<?h un asalto de w indoloro.
Rechazó al e x trañ o p e rso n aje con p a la b ra s de.l
m om ento pidiéndole se individualizase prim ero para
po d er responderle en debida form a. P o r toda res­
puesta B asteni fué a gredido p o r el re fe rid o su jeto
que resu ltó ser un pesquisa en a y u d a del cual aou
diero n a g en tes de la sección.
E n tre pesquisa y ag en tes B asteni fué em pujado
hacia la C om isaría luego de los golpes de estilo.
A nte -al oficial de g u a rd ia prim ero y después ante
el Com isario, B asteni expuso el hecho ta l cual había
sucedido esperando que la ju s tic ia triu n fa se d i la
b ru ta lid a d reprim iendo al a ta jo de pillos que le d e ­
tu v ie ra y e stro p ea ra. R! com isario so solidarizó con
su s su b a lte rn o s y el preso rodó en el carrito de M
infam ia, hacia la. oficina c en tral de la policía secreta.
La perspicacia policial descubrió p ro n tam en te que
B a sten i era 1111 obrero peligroso por su intervención
en los m ovim ientos sociales. En esta oficina y a los
dos días, de e sta r preso fué m andado a e fe c tu a r la
lim pieza con 1111 descom edim iento y una a rb itra rie d a d
que originó de su p a rte una débil p ro testa , sivfio’en
te , 110 o b sta n te su m oderación, p a ra que s-e le impn
siese así no m ás y porque xí como siem pre, dos horas
de plantón.
M ien tras cu m plía el castig o pidió h a b la r con el
oficial de g u a rd ia a n te q ire n q u e ría vin d icar sus
fu e ro s individuales desconocidos por los celadores j
m ilicos. Llévasele a la presencia del m atoide g erárquieo y por recom pensa a su lesionada d ig n id a d , el
m iserable éste abofeteo!» b á rb a ra m e n te sin dolerse
de su estado ni avergonzarse como hom bro de a f ro n ta r
a o tro hom bre a m a rrad o con esposas y tenido de
am bos brazos por dos carceleros m enores.
L lorando de ra b ia y do im potencia B asteni fué
llevado do nuevo al sitio del suplicio donde purgó
eon el áspero p lantón la enorm e fa lta do liab er sido
un obrero culto, tr a b a ja d o r y honesto en una socieded que obliga al individuo a tra n s fo rm a rse en 1111
tig re p a ra que los cam ellos lo respeten.
C om entando este hecho sa lv aje d ijo oportunam en
le el Gioruaie d ’Ita U a :
« L 'in n o c en te connazionale dio non é capace di eva­
dere e ció che é |H?ggio. 11011 trova chi gli apra k
cella, ebbe ieri l ’a lt ro, dopo ta n ti giorni di galilm.
la m elanconica idea di protestare.
Mori l ’avesse m ai fa tto . F u tolto di peso dal «(pu­
dro» e tra s p o rta to n ella sta n za do un ufficiale di
policía che si trovara, in quel m omento a letto, i-on
due «vig ilan ti» ai lati. (C oraggioso queliti ’ufficiale!).
(¿nello dei tre in m utande, senza dire né «ai» r.é
«bai» com inciò a d istrib u ir ceffoni al malcapitato
lasciandolo sem i-pesto. Dopo lo foco trasportare le
un a ltro «qnadto» più lurido c malsano del priino,
rim ettendolo in lib ertà verso sera, senza degnarlo
di u n a spiegazione.
C hiam iam o l'a tte n z io n e del signor l'b a d e su questo
nuovo caso.»
La intervención de e sta h o ja y sobre todo la pro­
te s ta enérgica de todos los presos que firmaron una
nota e sc rita en térm inos condenatorios contra, el vul­
g a r to rtu ra d o r de carn e indefensa, determ inó que la
j e f a t i n a do O rden Social pusiese al preso en libertad
p a ra ta p a r con este paso la posible manifestación
extensiva de la p ro testa .
Es posible que el castigo im puesto al oficial 111atoide sea 1111 galón m ás on sus indignos homhrus.
¡ P a r a eso estam os en la. A rg e n tin a , patria ile las
L eyes Social v de Residencia!
P e d ro C asas
En la detención de (¡asas hacen vértice poderosos
intereses, policiacos y patro n ales. Knt.re las autori­
dades ro sa rin as—d o n d e e stá esto preso—y la Sm-iedad P a tro n a l de O breros del P u e rto , media 1111 pació
siniestro, que d a ta de años, frag u a d o en confia de
la e je m p la r vida del culto y hontsto propagandista
obrero, detenido actu alm en te.
Quien haya seguido
con interés el curso do los acontecim ientos desarro­
llados e n tre el c a p ita l y el tra b a jo disde deis años
a e sta p a rte , p o d rá explicarse fácilm ente el por qué
del a rb itra rio proceso incoado a este hombre, (‘asís
se Ili/o a la vida a g ita d a y noble de la lucha por la
lib o ita d en la m ism a ciudad del Rosario on la époi’a
de los g ra n d e s m ovim ientos grem iales do toda la
R epública. P erseverante y animoso- entregóse desde
su iniciación a la difusión de la doctrina liberiana
que Ih valido a las m asas la. ilustración y el entusias­
mo las hizo a p ta s p a ra a f ro n ta r la tiran ía (le sus
despiadados y eternos explotadores. Al par del des­
envolvim iento de su r a ra energía, la policía y el po­
der reaccionario todo do la- provincia, comenzó tam­
bién a te je r on su d erredor la malla do las acechanzas de las (pie salvó en m uchas ocasiones debido a
su tem plado c a rá c te r v a la fe inquebrantable de
su id -al revolucionario.
ím p ro b o re su lta ría n a rra r todos los peligros, In­
das las detenciones, to d as las provocaciones que Ca­
sas h a soportado desde -entonces. Su vida es todo un
episodio prieto de incidente», luchas y persecuciones.
R esalta e n tre ellos— y p a rlo do aquí la irreductible
anim osidad en su contra de policías y patrones—la
conocida tra g e d ia de 1í>0(5 que tuvo por resultado en
un asa lto al local de los estivadores en huelga—del
que Casas e ra secretario— la 'm uerte de dos vigilan­
tes. A m iz do este hecho do sangre ('asas huyó de
R osario evitan d o con la h u id a el zarpazo aplastador
de la reacción que en consecuencia se produjo. 8a
ausen cia fué 1111 a d m irab le pretexto par« que el
gobierno d e cre ta ra la persecución sistem ática de todo
10 (pie sig n ificase organización obrera, acumulando
por a ñ a d id u ra — a Casas y (¡onzález, dos de los pro­
p a g a n d ista s m ás inteligente« con que el groiiiiialismo
co ntaba— la m u erte de los agentes. Detenido ('asas
011 M ontevideo y González en Rosario, probaron no
sin h a b er su frid o in term inables meses de encierro,
que eran inocentes (lo lo que lis imputaban. Las
persecuciones on ta n to fueron extrem adas para am-
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bus. Casas soportó e» la república u ru g u a y a infinitas
■amarguras h a sta que resolvió por ra jo n e s de conve­
niencia tra sla d a rse nuevam ente a Rosario.
Desde que pisó e sta ciudad los cuidados policiales,
los a ta q u es velados, las prohibiciones irrita n te s, todo
lo que puede p e rtu rb a r y a to rm e n ta r la v id a de un
luchador, fu é ejecu tad o en su c o n tra y con el late n te
interés de a rra s tra rlo a la exaltación, cam ino del
dolito y com ienzo de la cárcel, destino que se e sfo r­
zaron en buscarle siem pre.
Salvó e sta ve;: como o tra s de to d as las celadas,
h a sta que el 2,‘i de ju lio próxim o pasado sin que
m ediara ningún m otivo exigente, fué inv itad o a presentai se a n te (-1 je fe de policía. S a lía en ese in stan te
del local de la F ederación O b rera en con,pañía de
su m u je r e h ijo s y así se presentó, así fu é obligado
a p re sen ta rse al d e p artam e n to donde tr a s breve es­
liera notificaron a su com pañera que podía re tira rs e
y a él que se ha lla b a detenido. Poco después sin aviso
previo ni explicación alg u n a som etiéronlo a un re ­
conocim iento e f.c tu a d o p o r m enores, que desfilaban
A nte él disim uladam ente.
P e rc ató se C asas de lo que hacían y p rotestó e n é r­
gicam ente sabiendo al pceo tiem po que su « iib e rtad
sería inm inente pues aquellos niños no le reconocían
como al a u to r de las incitaciones al asalto expropiador que se h a b ía predicado en una asam blea del 21
y que dió por resultado el d e sb a lijam ie n to de una
fiam brería». F alló inm ediatam ente el plan policial en
e sta su prim er te n ta tiv a pero no así la intención de
an u la rlo con la prisión. Casas no fué puesto en li­
b e rta d como se le d ije ra : toda lo c o n tra rio , en ca ­
rá c te r de detenido quedó definitivam ente en el d e ­
p a rta m e n to . Sem anas m ás ta rd e el delito de « in c ita ­
ción a delinquir» se tra n s fo rm a b a en «violación de
la Ley Social». C asas com prendió entonces que debía
re sig n arse a lo de siem pre, y esp erar en consecuencia
el pronunciam iento fiscal p a r a sab er que fa lta se le
inventaba y acum ulaba. La acusación en verdad ha
«ido firme y casi grotesca por lo artificial en sus
fundam entos. Sé le acusa de todo por la sencilla
razón que 110 sé le puede p ro b a r nada. E s la tá c tic a
.represiva de to d as las épocas.
A cada artificio C asas h a contestado u n a verdad,
a cada falaz inventiva ha respondido con una com­
probación o p u ;sta y te rm in a n te , a cada im putación
a r b itra r ia , h a a p o rta d o una dem ostración concluyente
y definitiva. L a ju s tic ia em pero, signe su curso.
L a L ey Social que m arca p a ra su aplicación un
plitio perentorio de diez días c o n tin ú a estirándose
m eses y meses ad o p tan d o sus estúpidos a rtícu lo s a
los r;c u rs o s im previstos que la inocencia y la lógi­
ca de Casas, le crea . E l tr a b a jo de zapa de los ca­
p ita lis ta s y policías m ina de mil fo rm as la lib e rta d
de este digno hom bre y los jueces com placientes, no
tie n e n rep aro que oponer, cuando d estruido un to rp e
com plot, la ’m aldad les provee de otro que e n tre en
vigencia sin m:ás fu n d am en to s que la veleidad aviesa
de los pillos que los fra g u a n .
Casas tiene defensor y espera sa lir en lib e rta d
porque 110 h a y en su contra un solo acto acreedor a
lo opuesto.
E l elem ento liberal del R osario— cu el poder unos,
en el llano otros—.ha dorm ido sobre los laureles sin
preocuparse ni m ucho ni poco de su cobarde a ctitu d
y de la vida de un tra b a ja d o r puesto al servicio de
la causa m ás noble que a g ita el corazón de los hom ­
b res del presente.
L os obreros organizado« y los m ilita n tes rosarinos
lian iniciada una cam paña popular en fa v o r de la
in m ed iata lib e rta d del detenido.
Confiamos en que el brazo del pueblo se rá m ás
sólido que el b razo secular de la tira n ía . Casas no
puede c o n tin u a r por m ás tiem p o encarcelado: la r a ­
zón lo am p ara, el derecho lo escuda.
R a m ó n y A lb e rto L ea l
E11 Rosario tam bién, se hallan presos los dos her­
m anos Leal. Se les a e u s a . . . de esto, de lo otro y
de lo d. m ás a llá ; en fin, de n ad a, que vale decir
de todo.
L a razón suprem a es la de ser am bos socios de la
Sociedad O b rera de T ra b a ja d o re s del P uerto, que
re s ta a la P a tro n a l fueza y prestigio. Uno de ellos
fué el que presen tó a la casa D re y ffu s el ¡diego de
condiciones aprobado en un m ovim iento reciente que
téb n in ó con el triu n fo de la causa obrera,
D esde entonces la sociedad ilícita, d e n ig ra n te , in­
fa m a n te y despreciable que tienen los c a p ita lista s
p a ra vergüenza de los tra b a ja d o re s que a n te ella
se p o stra n y p a ra perpetuación d? la esclavitud hu­
ir-ana, ha tra b a ja d o incansablem ente tra ta n d o de
a le ja r a los herm anos Leal del centro de sus o p e ra ­
ciones. S-.í no' inscripción en la lista de tra 'd o re s e
inconscientes que in te g ra n la asociación de «rompe
huelgas» no podía ser perdonada por los que de ella
viven y a su som bra m edran. Indu d ab lem en te que
esa fu n e sta institución 110 h a b rá en ninguna o tra
p a rte exigido de las au to rid ad e s el proceder rep re­
sivo dirig id o contra los herm anos L eal, menos que
eso aún, en F ra n c ia , In g la te rra , en el U ru g u a y m is­
mo h u b iera sido d isu e lta por orden gubernam ental
ya que s i existencia 110 responde más que al fin de
n ia ta r los m ovim ientos obreros. Su com etido se re ­
duce a v e g etar en la ociosidad m ie n tras 110 se pro­
duce 1111 choque de intereses, in stan te en que in te r­
viene con to d as sus potencias p a ra enem istar a los
tra b a ja d o re s, enconar sus odios, echar a unos encim a
de los otros y provocar de d ifere n te s m aneras el distan c iam ie n to p ro letario y su sa n g rien ta secuencia.
L a Sociedad P a tro n a l decimos, sería disuelta en
un país culto y verdaderam ente dem ocrático, porque
f n esencia su organización no es m ás que la de un
núcleo de a g en tes provocadores. E n la República A r­
gentina esto es sinem bargo agua de rosas, y así lo­
gró la sección ro sa rin a el triu n fo de su intento h a ­
ciendo deten er por la policía— en lu g ar de ren d ir
cuenta a n te ella d? su ilí-ita existencia— a los hones­
to« tra b a ja d o re s nom brados.
J u n to con Casas esperan el resultado del f i n. . .
Según parece se h a hecho de los tre s procesos uno
so lo :— n,:ás com odidad p a ra los jueces, máls p ro b a b i­
lidad para la consum ación de la in ju stic ia y m ás es­
carnio p a ra la h isto ria ju ríd ic a nacional.
A m é ric o B urocco
Los p re té rito s rosarinos— le acusan de disparos de
revólver en c o n tra de la horda que sableaba una
m anifestación de h a m b r:e n to s chiquitines. Lia necesi­
dad desbordada por la s calles exigía pan y tra b a jo
trad u cien d o su ho rrib le a n g u stia por boca de los mil
p ro fan o s indigentes, por los infinitos h ijos de obre­
ros sin tra b a jo que en el h o rro r de los hogares sin
pan ni luz com prendieron la necesidad de d e sb o rd ar­
se irrum piendo en las calles esplendentes donde el
ocio luce la holgura insolente que el privilegio le
a p o rta , p a ra que si no el dolor de los cuerpos flage­
lados por el ham bre, llegase cuando menos a oído de
los p o ten ta d o s la honda, tris te y desfallecida voz. de
la m iseria. El «escuadrón», célebre allá co'tno aquí por
sus fech o rías, recibió orden de dispersar aquella p ro ­
cesión in term in ab le de c a rita s p á lid a s y m acilentas
que no necesitaban tra d u c ir en q u e ja s lastim eras sus
a n g u stia s « a ra p ro b a r que en los sucuchos de sus
padres fa lta b a el d iario sustento.
L a soldadesca cam prendió p erfe c ta m en te la orden
y puso eq f u g a a esa flor de la m iseria, con el pecho
de los caballos y el plano de los m achetes. Burocco
tuvo la desgracia de a-sistir como espectador a aque­
lla vergonzosa a zo tain a de c ria tu ra s h a m b rien ta s y
d e sa rra p a d as.
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E n un in sta n te <le confusión y espanto Buroceo
vió a un cosaco que p re te n d ía a) p a rec er u ltim a r a
golpes a un niño. R eaccionando sobre su pánico m is­
mo quiso im pedir el crim en. La consecuencia fué
f a ta l; le a sa ltaro n m il m anos, le ap resaro n m il c a ­
d en as y en las espaldas sin tió m ás de' tíli g o lp e .'
E n la cárcel, sem anas m ás ta rd e s? supo que s^ le
acusaba de disparos c o n tra la policía. T en ía revólver
y esto fu é ad m irab le ineapie pan«, la acusación.
B uroeco va quiza a jiistific a r con su prisió n la
■necesidad que hnbo en a p alea r a los indefensos niños,
que no eran tale s sino bandoleros dignos de la horca.
El gobierno rad ical de S a n ta F e hace pro d ig io s
p a ra colocarse a la a ltu r a dem ocrativa de sus tr a d i ­
ciones.
A n d ré s U b o ld i
E l ju ez N egro, el ju ez fa ta l a la lib e rta d de los
htfmbres do pensam iento, ha fa lla d o confirm ando a
U boldi los dos años que le p id ie ra el fiscal. No con­
form e con ésto aúu, por c a rta del preso a su fa m ilia
sabem os que se le p o n d rá a disposición de la policía
después de cum plida la condena: esto p o r resolución
de la sentencia.
Uboldi fu é el v ilm ente apaleado obrero de la p la ­
za C onstitución. Creíam os que n u e stra pública d enun­
cia y el deber de las reparaciones im pondrían su li­
b e rta d .
N o ha sido así y esto com prueba lo que y a d ijim o s:
que U boldi, honesto obrero vejado, escarnecido, m al­
tr a ta d o y to d a v ía condonado a dos años d e prisión
p o r haberse d e ja d o deshacer el c u e ^ o a golpes con
los policías, sa ld ría de la cárcel plenam ente conven­
cido de que en lo f u tu r o no a ju s ta r á su vida como al
vivir e n tre ge n te s sino como al v iv ir e n tre lobos.
S o b re u n a reso lu ció n
A vellaneda, 12 de O ctubre de 1914.
Com pañero A lb erto G hiraldo.—S a lu d :
A plaudo ta l como debiera hacerlo todo obrero
consciente, la c am p añ a pro-presos do I deas Y Fioor a s , como asim ism o la determ inación de los camara­
das, G arulla y M . P a y v a , de destinar- a aquellos el
dinero pro-delegación a L ondres.
Sin o tro p a rtic u la r, v uestro y de la causa,
J uan Bonica.
U n a a c la ra c ió n
C om pañero G hirald o :
L e a g rad e ce ría a usted, rectificase una pequeña
cosa de lo a p are cid o sobre mi compañero en el
penúltim o núm ero de su revista.
Mi com pañero se llam a H u m b erto y no José.
P a rd u c c i ig n o rab a en su p e re g rin a je por las cár­
celes e uropeas lo que aquí nos pasaba. Supo estando
en M ontevideo—-y no en I ta lia — que su m adre estaba
en ferm a de m ucha gravedad p o r el compañero Pez z íto n i que no se a tre v ió a revelarle de improviso la
te rrib le verdad de lo sucedido. Creyendo encontrar
eon v id a todavía a su anciana madre- em barróse para
é sta con intenciones de a b ra z a r por últim a vez a lí
a u to ra de sus días, y al mismo tiem po para llevarme
a mi que me hallaba en una penosísim a situación.
Lo dem ás h a pasado como lo describe Tdeas y 'Figu­
ra s.
E sp eran d o que la ju stic ia de la cam paña que tan
o p o rtu n am en te inicia, conm ueva los corazones y nos
devuelva la tra n q u ilid a d que hoy nos arrebatan con
la lib e rta d de nuestros padres, herm anos y maridos,
saludo a usted ate n tam en te ,
A xtonia M. P arducct.
B uenos A ires,’ S ep tiem b re 12 de 1914.
A O. M. T’aiva. y .1. E. G arulla.
i -
C uando se com ete u n a acción m ala por m uy p e ­
queña. que sea, de todos nace u n a c rític a con ansias
de te rm in n a r con el hom bre que la ha com etido. E n
cam bio, cuando una buena acción se realiza, todos
se lim ita n a un « está bien» que no va m ás a llá del
pensam iento de cada uno. E s por eso, que a n te la
resolución tom ada por ustedes al d a r el giro que so
le ha dado al dinero que p a ra la D elegación de L o n ­
dres fu é recolectado e n tre la colectividad, quereinos
lle g a r h a s ta ustedes por m edio de esta« líneas, a
e stre c h a r m anos que aúnen fu e rz a s p a ra poder se ­
g u ir varonil y g randem ente, el cam ino em prendido
h a c ia la realización del ideal. Convencidos, reafir­
m am os el paso p o r u stedes dado, lo que crecem os
a c e p ta rá n todos los que b u en am en te piensen y te n ­
gan conciencia.
Saludam os a los com pañeros,
F . P omarés L auros a .— L eonardo
S ch en tn i .— V ic en te Ca ppello .
— M ario S axarria .
U n b a la n c e
B alan ce general del dinero pro-delegación a Lon­
dres que e stab a en poder de J . E . Garulla y C. Mar­
tín ez P a y v a :
E n tre g a d o a. V icente M a r i.............................$ 100.—
»
» A . U b o ld i................................... » 100.—
»
» H. P a rd u c c i...............................» 100.—
»
» J . P e r i ........................................ » 100.—
E n tre g a d o a la Sociedad de panadero«
paTa ser re p a rtid o e n tre los presos por
causas so ciales............................................ . » 100.—
"Entregado a la m ism a sociedad p a ra los
dep o rtad o s M anuel M atos, E duardo
B nquero y F lo real M a rtín e z ....................» 100.—
T o ta l .................. $
600.—
B uenos A ires, O ctubre 16/ 914.
Ibsen y Alemania
P o r ser de o p o rtu n id a d trad u cim o s lite ralm e n te los
fra g m e n to s qu? van a leerse, d e una com posición t i ­
tu la d a P a r B ullón, que fig u ra en las «P oesías Com­
pletas» de E nrique Tbsen, en donde el genial escan ­
dinavo se a d e la n ta con su e x tra o rd in a ria videncia a
de m o stra r lo que significaba p a ra el níundo la vic­
to ria de la fu erza en carnada en A lem ania en la g u e ­
rra del 70.
Como se ve. al re p etirse el episodio trá g ic o las a l­
tas p a la b ra s del p o e ta recobran oportunidad, pues
la. a c tu a l ecuación de la g u e rra , presenta las únicas
do« soluciones que p re sen ta b a en aquel entonces: la
v icto ria de A lem ania, y con ella el so juzgamiento de
la civilización al despotism o m ilita rista que represen­
ta n sus hom bres dirig en tes,— a quienes Ibsen niega
el idealism o necesario p a ra las grandes empresas ci­
v ilizadoras— o el tr iu n f o de la civilización de la li­
b e rta d personalizada, esta vez como en el 70, por la
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patria, de los derechos del hom bre, que el vigoroso
dram aturgo nórdico am alta ta n to a pesar de sus a n ­
tecedentes de raza y de su irred u c tib le in d iv id u a ­
lismo,
lie a q u í el (tanto:
E l porvenir fra c a sa con las ruinas,
L os g rito s y las detonaciones.
E ntonces yo m ismo desarm ado
M e desespero delante de m is helios sueños desván ec i[dos.
*
«•
*
En nuestros d ía s las cuestione« so resuelven
Unicam ente ]H>r la fuerza.
Yo declaro, pues, netam ente, <pie lo quiero así.
Sin em bargo, c o n tra ria m en te a l uso prusiano,
A vuestra buena g ra cia h a ré tam bién llam ado
Y os ro g a ré «pie seáis d e m e n te
Por mi ausencia y por m i silencio.
Yo vivo aquí en D resde, como ahora
Se vive en l ’a rís,
En m edio de pesados alem anes de len g u a je heroico
Que quieren p o r la fuerza, re g e n te a r el m undo.
B ravatas, g rito s y b an d eras a g ita d a« en el aire,
«Wacht a m -r c im » ... ¡H e aquí lo que llam an i>oesía!
Estoy constreñido por e ste círculo.
¡Y b ie n ! Creedm e, a m enudo
Encuentro la c in tu ra bien estrecha.
Charlas de cervecerías y m en tira s políticas,
jlle aquí la c arn e fo fa que se me sirve!
Y en el d iario de la ciudad
Donde los versos alem anes
Cojean sobre pies desiguales,
Se me ofrece siem pre el mismo alim ento.
Que me sienta ta u bien
Como un ru y u t de ra ta s a un p a risién.
Pero os peor aún
Cuando me llega t i eco de nuestro norte lejano.
¡Peor a ú n ! cuando la fe que m e dan el sol y la pri[m avern
Muere b a jo los golpes de los cañones K ru p p .
Más allá de los llam ados a la b a rb a rie
{Q ué fuerza contiene el entusiasm o de 1111 pueblo'?
Cada m iem bro de la m ultitu d es 1111 egipcio
Que 'aporta su piedra
A la g ra n obra en construcción.
J u s to os el cálculo como irreprochable es el plan del
[arq u itecto .
E n v erdad la pesada m asa *'S im ponente,
Hace b a ila r el público de adm iración,
Sin em bargo se detiene con la boca sem iabierta.
P orque la fe com ienza a fa ltarle .
¡ E s ta grandeza es la. v e rd ad era gran d eza?
¿Qué es lo que hace la g ran d eza de una obra?
N o su resultado inm ediato,
Sino la o rig in a lid a d personal de su creador
Que se revela todo en la obra.
¡Y a h o ra e sta tu rb a do alem anes ~
Que invade P a rís.
¿Qué personalidad los g u ía? •
¿Qué liéroe personifica su victoria?
¿E li qué m om ento su triu n fo
Se ha realizado en un je fe glorioso
Cuyo nom bro fuese celebrado por m illones de bocas,
Y en (pié fra g u a ?
¡P e ro no! E s ol regim iento, es el escuadrón.
El estado m ayor— a lia s los espías— . •
¡E s la ja u r ia em b riag a d a por los curas!
E s por lo que yo estoy convencido
Que la g lo ria les liará fa lta .
¡E sta jo rn a d a 110 en co n trará ja m á s su p o e ta !
E
n r iq u e
Ibskn.
La guerra
Z arp a sa n g rie n ta que se a b ate
sobre el re fu g io del hogar
y esp arce al viento del com bate,
sobre la tie rra v sobre el m ar,
los hom bre ú tile s que fueron
el alim ento y el sostén,
colum nas ¡a y ! que se rindieron
a l rep icar de un s o m a té n ...
H unde su cuña en las ciudades
hechas de hierro, piedra y cal.
y las aventa a las edades
en 1111 derrum be c o lo s a l...
El frío reina en los hogares,
cenizas cubren ol fogón,
pero en los cam pos y en los m ares
sa lta la llam a del cañón.
M iles de vidas necesarias
devora el c rá te r del volcán,
y en las m ansiones p ro le ta ria s
niños sin p adre piden pan.
; Fuego
estéril y
qu e lab ra
fa ta l, de
M uerte y M iseria se rep arten
lioy cien pueblos el b o tín :
¡ picos gem elos que com parten,
fra te rn a lm e n te su fest 111!
de m uerte que da frío,
exterm inador,
el cauce p a ra 1111 río
sa n g re y de dolor!
M ien tras la m uerte hace su siega
de todo un m undo la heredad,
y de cadáveres anega
e l p anoram a de una. edad,
el J Tambre a los hogares llega
■como u n a b r u ja sin p ie d a d .. .
Se instala en ellos.
Su gu ad añ a
la M uerto a fu e ra hace c ru jir;
y en la b u h ard illa y la cabaña
la b ru ja al niño hace d o rm ir. . .
E a gu e rra p isa los sem brados
y los transform a, en un erial,
y soliv ian ta los teja d o s
<■01110 el >nás rudo v e n d ab a l;
A quien escapa de la M uerte,
encierra el H am bre en su redil,
y la M iseria, de esta suerte,
llena, de huesos su cubil.
Son las dos alas que despliega
el m onstruo horrendo al avanzar,
y oculta al sol sobre la vega
y a la urbe inm ensa hace tem blar,
son las dos alas con que a rra s a
en un te rrib le a v asalla r,
cuando como una trom ba pasa
* sobre la tie rra y sobre ol m ar.
M ientras la. g u e rra hace en E uropa
1111a fa n tá s tic a excursión,
m onstruo de fuego que galopa
e n tre una g ra n devastación,
aquí en A m érica plantem os
011 árb o l de am or y de paz,
y a su som bra soñemos, forjem os
un m undo (1? herm anos por siem pre ja'niás.
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E m i i . io F r i c o n i .
Librería de “Ideas y Figuras”
Se abrirá al público mañana en Ta cu a rí 900, Buenos Aires
A p a rició n de la se g u n d a edición de “ M ú sica P ro h ib id a ” .
C o m p letan d o la o b ra c u ltu r a l r e a liz a d a p e rió d ic a y c o n s ta n te m e n te p o r ID E A S Y FIGURAS,
hem os re su e lto ,— pese a la m a la época eco n ó m ica p o rq u e a tr a v ie s a el p a ís,— a m p lia r n u e stro radio
de a cc ió n a n e x a n d o a la r e v is ta u n a secció n de lib r e r ía que a b rire m o s a l p ú b lic o m a ñ a n a mismo, en
el lo cal T a c u a rí 900, d o n d e ta m b ié n q u e d a rá n in s ta la d a s la s oficinas de n u e s tra ad m inistración y
a d o n d e d e b e rá se r d irig id a d e sd e h o y e n a d e la n te to d a c o rre sp o n d e n c ia .
L a lib r e r ía de ID E A S Y F IG U R A S p o n d rá en c irc u la c ió n to d a s la s o b ra s m o d ern as de litera­
t u r a y so cio ló g icas que a n u e s tro ju ic io re ú n a n los e le m en to s n e c e sa rio s p a r a fo m e n ta r la educación
d el p ueblo, d e s p e rta n d o sus s e n tim ie n to s h a c ia el a r te , la lib e r ta d y la belleza.
E n e l n ú m ero p ró x im o d e ID E A S Y F IG U R A S , com en zarem o s la p u b lic a c ió n d e n uestro catár
logo.
“ M úsica P ro h ib id a ” (se g u n d a edición).
A p ro v e ch a m o s e s ta o p o rtu n id a d p a r a a n u n c ia r a n u e s tro s le c to re s la a p a ric ió n in m e d ia ta de la
se g u n d a e d ic ió n d e « M U S IC A P R O H IB ID A » , lib ro d e v e rso s de A lb e rto G$Lraldo, cuyos últimos
p lie g o s se im p rim e n en e sto s m o m en to s. « M U S IC A P R O H IB ID A » f o rm a r á u n a r tís tic o volumen de
250 p á g in a s.
« M U S IC A P R O H IB ID A » se v e n d e rá a l p re c io d e $ 1.20 m /n . el e je m p la r y se e n v ia rá libre de
g a sto s d e c o rre o a c u a lq u ie r p u n to d e l a re p ú b lic a , p re v io el e n v ío d e su im p o rte . D escuento a los
a g e n te s , lib re ro s y p a q u e te ro s d e ID E A S Y F IG U R A S . D esde y a re cib im o s p e d id o s p a ra esta obra.
Los eruditos
( C u en to r e a l )
Se sin tió pobre, insignificante, m ezquino, aquella
ta rd e v eran ieg a, (“am po a fu e ra , ■sin tien d o colarse en
mis pulm ones sucios de la a tm ó sfe ra «I? la ciudad,
el a ire libre, sabroso, que venía de la pam pa le ja n a ;
re streg a n d o sus re tin a s ron el verde vivo de la t ie ­
rra fecundando la sim ie n te; oyó lig eram en te el elo­
g io de los ojos que aq uilabati herm osura. Su displi­
cencia de am able ciud ad an o se quebró a n te lo gran d e
del p aisaje.
N acido y criado en la ciudad te n ía
habituada- su m ira d a al estrecho horizonte, a las
casas a lta s que ta p a n la glo ria del sol, a las a s f a l­
ta d a s avenidas con una irris o ria perspectiva de t a r ­
j e t a postal.
E strec h a, como las calles de su ciu d ad se le crió
la conciencia. Su ilu stració n , e ra u n a ilustración de
lib re ría . Desde los seis años, h a sta bien e n tra d o s los
veinticinco' se le h a rtó de libros. 101 m aestro y Iostex to s le colm aron el cerebro de sesudas razones.
S abía m ucho! Al re c ib ir su D iplom a de doctor en
L eyes, prem iaro n su erudición de enciclopedia, con
u n a m ed alla de oro. A fu e rz a de m uy continuos s a ­
crificios alm acenó todo lo leído. S abía m ucho! pero
al a b an d o n a r el a u la se convenció que sabía muy
poco. Kl a ire que se re sp irab a eu su ciudad, un aire
sucio, pesado, le dió brios p a ra com enzar a luchar
con sus sem ejantes. R st.aba cargado aquel a ire del
miierobio de la lucha fe b ril de las g ra n d es ciudades
m odernas. A engaños puros y mist.ifieacione,s aplicó
su libresca ciencia. Pocos años después se le estreclió m ás la conciencia, olvidó alg o de lo inútilm en te
a p ren d id o y fortificó en cam bio su ciencia de vivir.
Se le hizo carn e en el cerebro aquello de que viv i­
mos comiendo a l vecino, de que la vida es u n a m u­
tu a devoraeión in term inable. M ie n tra s e ste axiom a
no se in c ru sta d entro de nosotros, nosotros no lle­
vamos a. buen fyi n inguna em presa. ¡Y él e ra do cto ­
ra d o en Ijeyes y ciencia» s o c ia le s ...
A los cinco años de e je rce r e sta profesión, ta n li­
b e r a l! — siguiendo siem pre los consejos de su sa p ien ­
tísim o padre— eligió esposa e n tre sus relaciones más
a d in erad as.
Aplicó su ciencia de embrollos eii la
difícil elección y se quedó con una, porque sí, porquele convenía. Lo mismo que si hubiese leaido que
e le g ir un alfiler de co rb ata.
Se casó. Su m u je r resultó o tra erudita. Había
o btenido ¡b rilla n te m e n te! su títu lo de bachiller de­
g lu tien d o textos. H ablando, resultaba hombruna.
S a b ía m ucho, pero mucho, ella ta m b ié n ...
Mi am igo, el eru d ito , conocía poco a las mujeres.
N o ten ía noción p rá ctic a de1 ellas. En eso cualquier
h o rte ra , de esos (pie liacen de tenorios los domingos
de ta rd e y de noche, dábale lecciones. Bien es verdad
(pie podía consolarse al s a b ir que en achaques fem enios eva t-an ig n o ran te como algunos autores de
zarzuelas en un acto. Conocía, eso sí, alguna que otra
m e r e tr iz .. .
Su esposa le resultó, p a ra su íntim a convicción
inconfesable una m eretriz p a ra él solo; muy ins­
tru id a . muy sa b ia, m uy calculadora, muy fría. Muy
p a rec id a a él mismo en esto.
Al año 'más o m enos, observó en su mujer, señales
de divino fru to . E lla no se lo confesó. Kl no se atre­
vió a p re g u n ta rle .
L igeram ente, experimentó mía
nueva acusación en su in terio r— ¡sentirse padre!—
pero filé sensación (pie abogó el frío cálculo que le
d ic ta b a su erudición teó rica «le la ciencia del vivir.
E lla y él, tuvieron siem pre la- idea clara, concisa,
de que los h ijo s esto rb an p a ra cam inar por la vida;
son una c a rg a que dificulta el cam inar ligero y ágil
p or los e u trin ca d o s vericuetos.
Sin em bargo, pes? a los deseos de la bachiller en
letras, el h ijo n a c i ó ...
Tgual hubiese nacido un cordero en la c u ad ra ...
E l p adre lo besó, lo observó bien atentamente, y
haciendo p ropósitos de sa c ar de aquel su hijo otro
eru d ito , m iró a la m adre. T enía ésta, expresión de
odio en los ojos, al m irarlo parecía querer acussirle de a q u ella enorm e culpa de los dos. Aquel trozo
de panto blaudueha, amiorotada, venía para afearla,
a q u ita rle quizá, las horas (pie dedicaba a la lectura,
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a los ejercíaos in telectu ales de su v a sta erudición,
•¿uizá no pudiese a sistir m ás a las «conferencias en
el «Ateneo», a la redacción de a q u ella re v ista fem e­
nina que d irig ía , ocupada en cuidar aquel mocoso,
seguram ente un llorón como todos, que las m ás de
las noches ni dorm ir d e ja n . E l padre, resignado q u i­
so darlo la ra jó n , m irán d o la eon ojos de pena. Al
d e ja r su h ijo en la cam a, pen sab a de nuevo que en
verdad «aquello» e r a mi estorbo, un g ra n esto rb o . . .
Dieron al ro rro a criar. Lo acordaron así por v a ria s
causas. P a r a sacarlo de casa. para, que no m olestase
con sus llan tos y berridos, p a r a que no le diera, de
m am ar la m adre de sus pechos horrorosam ente a u ­
m entados. C ria r— lo decían los libros,— av ie ja y des­
g a sta. ¡Cómo que de la v id a de la m adre y sólo a
su costa obtienen la v id a los h ijo s!
L levado el m uchacho a casa d?. la rolliza am a e n ­
carg a d a de su existencia, volvieron .p a d re y m adre,
despreocupadam ente, mluy tran q u ilo s a dedicarse a
los libros. R ila comenzó a p re p a ra r un volum en sobre
«Econom ía D om éstica». E¡1 a volver a e stu d ia r p a ra
t r a t a r de obtener una c á te d ra en una fa c u lta d . Cada
día sabían m á s . . .
C ierta ta rd e m andó la m u je r que c ria b a al niño,
recado de que e stab a enferm o. F u é la m ad re a verlo,
en el ra tito que le dejó lib re u n a co nferencia y una
reunión de D am as B enem éritas de San Q uintín,
obispo y m á rtir! (E l a u to r que peca a veces ta m ­
bién él por erudito-, ad v ierte al crédulo lector que
San Q uintín no fué nunca obispo, ni siq u iera máirtir ) .
T ra je ro n a un médico. N o e ra n a d a, un ligero em­
pacho, que p a sa ría con un te d e .. . R ecetó iel galeno—
otro eru d ito — y dió sus instrucciones a la nodriza.
E l c.ljioo empeoró. A los tre s d ías, «como un be-ndito»
se m urió en brazos de la. a su sta d a m ujer.
Los ¡>adres, c ristia n ac ie n te, se e n cargaron do e n ­
te rra rle .
E lla , la bach iller, term inó su libro-, se publicó y
la prensa toda se deshizo en elogios. U n g ra n éxito.
Tin laurel m ás, ganado p a ra la. causa fem enina. E l
volumen lo aprobó el M inisterio de In stru cció n P ú ­
blica y se adoptó como texto. U n ex-inspector d-e e s­
cuelas que prologó el lib ro — con un prólogo como el
de los p oetas prim erizos— lo recom endaba a los p a ­
dres de fa m ilia p a ra la m ejo r educación de sus hijos.
Aquello e n se ñ aría a ser' buenas h ija s, buenas h e r­
m anas, buenas esposas, y excelentes m a d r e s ! . .. E l
prólogo le valió al ex-inspector no se que suplencia
en no se qué escuela en que fa lta b a , por defunción,
el en cargado de su b ra y a r las p á g in a s que fu ese es­
cribiendo un señor de g a fa s azules que hacía b a s­
ta n te bien las veces de D irector.
Y , el e ru d ito , consiguió su cáitedra on una F a c u l­
ta d (la de V e te rin a ria ) después de u n a s n otables
oposiciones de que se ocuparon h a s ta los periódicos
de la tard e .
Se sintió pobre,' insignificante, m ezquino, aquella
veran ieg a ta rd e , cam po a fu e ra , sin tien d o colarse en
sus pulm ones sucios, el a ire sabroso que venía de la
p am p a lejan a.
Lo inconm ensurable del p a is a je le dió sensación
de v i d a . . . Se a b rió en su corazón m ism o ancha veta,
que se deshizo én llanto en los ojos. A quella a le g ría
de vivir no la h a b ía experim entado ja m á s, ta n clara,
ta n precisa, ta n bella, en ninguno de su s libros.
El cam po era extenso. A ia d istan c ia, los bueyes
tard o s, 'mansos, a r ra s tra b a n un a r a d o . . . Un hom bre,
los bueyes, la re ja que d e strip a la tie rr a , borran d o
el verdor del cesped, p a ra d e ja r dorando a! sol sus
glebas y sus s u r c o s ...
La m em oria le t.raj<> la id ea de la sim iente c a ­
yendo en aquella tie rra , p a ra fru tific a r después en
áureo m anto de espigas que su su rran al im pulso de
la b risa el cánto de bendición de sus g ran o s que se
convierten luego en las hogazas b l a n c a s ...
E l hom bre aquel, como perdido en ta l m ar decam po a b ie rto , guiando sus bueyes, ignorado, a b rie n ­
do surcos, le dió e n v id ia .. . H ubiese querido tro ca r
su m ezquina vida con la de aquel o tro tranquilo la­
b ra d o r, inocente de dolores m entales y rem ordim ien­
tos refinados del e s p íritu . . .
. . . Y la. im agen de aquel trozo de carne de su c a r­
ne, su h ijo , que se le fu é, no de un em pacho, no, sino
por no hab er encontrado el cariño que necesitaba
p a ra vivir, se le plantó a n te los ojos, le ocultó el
p a isa je , p a ra posársele luego sobre el corazón, con
peso de b r o n c e .. .
Al volver a la ciudad, ya en su casa, c o n tin u a b a
con la sensación de v id a que le d iera aquella lard e
el cam po a b ierto , que ro tu ran , sudando-, los hom bres
m ansos de buena voluntad.
S in tió hastío por los libros. T en ía la necesidad de
un h ijo a quien dedicarse, ya. que su ilustración li­
bresca, 1« im p o sib ilita b a p a ra todo tra b a jo , y, como
m ovido por sus propios pensam ientos, describió a su
m u je r sus sensaciones inflam ado m u g a ría s de vivir.
L a bach iller sonreía con u n a »iraca de conmise­
ración . . .
’
^
Debían- te n e r h ijo s p a ra cria rlo s y alegrarse con
el dolor do su crianza, el trozo de am argada vida
que lle v a b a n ...
L a b achiller pensaba, en ta n to , en la fe ald ad que
a c a rre a ría su em barazo, en las a rru g a s que re p o rta
un» crianza, y según los libros— el debilitam ientocerebral, que lleg'aba a p a re ja d o a todo eso— con al­
g unas o-tras ccsillas; el tem or a s u frir, a m orir
quizás. . .
P o r esas razones que ap u n tó el m arido, olla sore sistía a ta l idea d escabellada y obtusa.
E m pero, con ra b ia , con desesperación, aquella no­
che lo « n jen d ra ro n .
¡U n h ijo — p e d ia él— uno solo cu quien pueda d e ­
p o sitar yo m is esperanzas, inculcar 'mis ideas, h a­
cerlo reflejo mío, continuación de mi vida inútil en
e sta tie r r a . . . Un h ijo , a quien q uerer de veras, p o r
quién s u frir , por quien vivir. Siu un h ijo en quien
p u rg a r el delito de aquella prim era c ria tu ra a b an d o ­
nada, su existencia no te n ía fin, ni explicación po­
sible. . .
El h ijo no nació ¡p o b re eru d ito ! el h ijo no nació..
A esa enorm idad se opuso I-a bac-hiller con todas sus.fuerzas, con to d a s sus m añas. L os libros, esos te ­
rrib le s libros de Ciencia, le dieron la clave p a ra no
d a r al m undo un ser por quien s u frir, a v ie jarse y
m o rir. . .
E l erudito— los libros olvidados en el -estante pol­
voriento— una- ta rd e otoñal se alojó u n a bala on el
cerebro, aquel alm acén de co-sas sabias, de cosas,
grandes, -de cosas bellas— que habíale ocupado t-oda
su vida en llenarlo, en colm arlo de ciencia, de sab er,
de erudición— polvoriento a hora todo, como los es­
ta n te s que a g o b ia la p olilla y destroza el ra tó n — y
por el que m oría rom piéndolo con un cachito de plo­
mo, in ú til depósito éle ideas agenas, de v ulgaridad deotros, de vaciedades p o rten to sa s, que no hacían o tra
cosa que e n fria rle la san g re, endurecerle el alm a„
d e rra m ar el c o ra z ó n .. .
A la sem ana, la. b a ch ille r en letras, que le sentabasu t r a j e de luto a las m il m aravillas, resaltan d o ef
som blante levem ente aceitunado; la bachiller que lle­
v a b a p u b lic a d as tre s ediciones de su notable libro—
da b a u n a co nferencia estudiando «con g ra n acopio
d'3 d ato s que dem uestran la erudición y el tale n to de
la co n feren cista» — según decía un periódico— e stu ­
diando digo, la m ejo r m anera de c u id ar las m adres,
a los h ijo s p a ra hacer de ellos, hom bres útiles a 1».
sociedad, conscientes de sus debsres, y m ujeres ca­
paces de p e rp e tu a r la sublim e m isión de las m a­
dres ! . . .
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