PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado 71 Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 71-79 Perros moros y gringos patones: la visión del enemigo en romances y corridos de frontera Marcelo Fuentes* RESUMEN Las fronteras, como espacios de conflicto y colaboración entre naciones y culturas, son lugares privilegiados para observar cómo se construye la identidad de un pueblo en su interacción con otros. Tanto los romances que documentan la relación entre árabes y castellanos en la España medieval y del Siglo de Oro, como los corridos que hoy abordan el contacto entre mexicanos y estadounidenses, retratan dos fronteras muy similares: ambas cuentan con personajes heroicos o despreciables, sucesos ejemplares o trágicos, y códigos de honor propios de un espacio de tránsito e ilegalidad. Sin embargo, al analizar ambas manifestaciones artísticas resalta una diferencia fundamental: mientras los compositores de romances supieron valorar y hasta idealizar a sus enemigos, los corridistas no han superado el rencor hacia el otro y su demonización. Esta imposibilidad de valorar lo distinto resulta preocupante, en cuanto revela cómo México y Latinoamérica no han aprendido todavía a elaborar sus construcciones identitarias en un diálogo con la otredad. Palabras clave Corridos romances fronterizos Unidos relaciones de frontera romances moriscos frontera México-Estados —A mí me gustan los corridos, porque son los hechos reales de nuestro pueblo. —Sí, a mí también me gustan, porque en ellos se canta la pura verdad. —¡Pues ponlos, pues! —Pues órale, ahí va. INTRODUCCIÓN AL CORRIDO “JEFE DE JEFES” (Los Tigres del Norte 2003) * Magíster en Literatura Hispánica Rutgers University. E-mail: [email protected] 72 La visión del enemigo en romances y corridos de frontera Marcelo Fuentes D el mismo modo en que la identidad de un individuo no se forja en soledad, las naciones construyen sus identidades en la interacción con otros pueblos. Tal proceso es especialmente notorio en las fronteras, los espacios de contacto internacional por excelencia, y sobre todo cuando esas fronteras separan a sociedades de culturas muy diferentes, como sucede hoy con los Estados Unidos y México. La manera en que se relacionan estos dos vecinos con religiones, economías, razas e idiomas distintos, es ejemplificadora para todo el resto de Latinoamérica: la frontera estadounidense-mexicana constituye un modelo a escala de América entera, donde la reducción del espacio sirve para intensificar las aproximaciones más o menos problemáticas de todos los latinoamericanos con la gran potencia del norte. Creo que el análisis de esta relación se puede enriquecer al compararla con otra frontera igualmente conflictiva, de dos pueblos con divergencias también casi inconciliables, como fue el espacio de roce entre moros y cristianos en la España medieval y del Siglo de Oro. La comparación entre ambas fronteras reviste un interés aún mayor desde un aspecto literario, porque contamos para tal estudio con obras de características muy similares e incluso emparentadas. En el caso de España, el contacto entre los dos pueblos enemigos quedó reflejado en las gestas y romances medievales, a tal punto que esa sola relación dio origen en los siglos XV y XVI a dos subgéneros: los romances fronterizos y los romances moriscos. Algunos de los romances traídos por los conquistadores perduraron fieles a sus temas originarios; a la vez, el pueblo latinoamericano tomó la forma de los romances peninsulares para versificar y cantar sus propios personajes y eventos.1 Esta transformación fue particularmente visible y exitosa en México, donde los corridos mantuvieron el carácter narrativo y los versos octosílabos de los romances, pero alteraron la rima y, desde luego, el contenido.2 Debido a que los corridos, al igual que los romances, se centran en hechos muy específicos y de alto interés tanto para el compositor como para su público (episodios bélicos, catástrofes de todo tipo, crímenes pasionales, hazañas de héroes y bandidos), ha resultado inevitable que todos los altos y bajos de la convivencia entre mexicanos y estadounidenses queden retratados en esos versos. 1 2 Aunque resulte difícil de creer, Ramón Menéndez Pidal consigna sólo dos referencias de la presencia de romances en América después de la conquista y antes del siglo XX: Rufino José Cuervo, en 1874, oyó en un valle de los Andes “a un inculto campesino que recitaba romances de Bernardo del Carpio y de los infantes de Lara” y poco antes, en 1867, José María Vergara hablaba de cómo “los llaneros en Colombia desecharon los romances españoles y compusieron otros suyos” (1941:45). Es lógico suponer que entre la conquista y fines del siglo XIX los romances experimentaron los mismos procesos observados por Cuervo y Vergara: continuidad o reformulación de la tradición oral. “La métrica de los corridos es sencilla: son cuartetos con versos de ocho sílabas, rimados en forma variable; la rima puede ser asonante, consonante, o mezclada”, señala Avelino Gómez Guzmán (s/f ), quien además nota que su división tradicional en cuartetos ha sido desplazada por sextetos en los más contemporáneos narco-corridos. Recordemos que los romances, en cambio, tenían la misma rima asonante en todos sus versos pares. PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado 73 Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 71-79 Óscar Martínez (1994) clasifica los tipos de fronteras de acuerdo a la mayor o menor interacción entre los pueblos vecinos: así, las fronteras pueden ser desde alienadas hasta integradas, dependiendo de si el transnacionalismo económico y social es, respectivamente, casi inexistente o muy alto. Para Martínez, la frontera entre México y Estados Unidos ejemplifica el nivel anterior al integrado: el de interdependencia, en el que se produce una simbiosis que complementa las ventajas industriales estadounidenses con los recursos naturales y la disponibilidad de mano de obra mexicana. En otras palabras, se trata de una relación en la que no tiene cabida la indiferencia: se odien o se amen, ambas naciones no pueden dejar de necesitarse. De allí que ninguna política de antiinmigración haya tenido nunca éxito en Estados Unidos. Desde la Gran Depresión de 1929, la obsesión por controlar la inmigración mexicana ha sido intermitente: en 1933, 1955, 1964, 1976 y 1986 se han rigidizado las condiciones, para enseguida olvidarlas o cambiarlas por otras, y se han vuelto más constantes sólo a partir de la última década del siglo XX (García 2003).3 En el caso de España, también hubo un irregular y progresivo rechazo a los árabes: en las gestas como el Cantar de Mío Cid o el Cantar de los siete infantes de Lara, la guerra declarada entre moros y cristianos a menudo se interrumpe con alianzas de conveniencia entre los enemigos, y resulta notable que en ninguno de estos poemas épicos los antagonistas principales sean moros, sino cristianos, como García Ordóñez, los infantes de Carrión o Ruy Velázquez. Incluso más decidor acerca de esa necesidad que supera todo amor y todo odio es el hecho de que el vengador de la muerte de los siete infantes de Lara sea su hermanastro Mudarra, el hijo bastardo de un castellano y una árabe. Aun terminada la Edad Media y conquistada Granada por los Reyes Católicos en 1492, la expulsión de todos los moros de España se decreta después de más de un siglo, en 1609 y 1610 (Alvar 1974). Las similitudes históricas entre ambas fronteras se ven reforzadas en los personajes y hechos que llenan los romances fronterizos o moriscos y los corridos del norte de México. Aunque en un caso la guerra sea explícita y en el otro se limite a lo legal y a abusos aislados, no cabe duda de que los protagonistas de romances y corridos viven en zonas de beligerancia casi permanente. Por sus peculiares circunstancias, en estos lugares no se practican los mismos códigos culturales y éticos que en el resto de las respectivas naciones: si en la Edad Media los cristianos a menudo pactan o se alían con los moros, en contra de lo que sus convicciones políticas y religiosas exigirían, la frontera que se retrata en los corridos es un sitio de nula justicia civil, donde la sangre se paga con sangre, donde imperan la traición y la venganza, y donde los peores crímenes no se cometen entre enemigos de 3 Cabe destacar que, según García Alonso (2003), las políticas de control fronterizo a partir de los años 90 generan consecuencias tan inesperadas como perjudiciales tanto para mexicanos como para estadounidenses: en vez de reducir la cantidad de inmigrantes ilegales, las nuevas leyes prolongan y hasta perpetúan su estadía en el otro país (pues los que ya traspasaron la frontera no quieren arriesgarse a un nuevo cruce) y afectan no a todos los inmigrantes, sino sólo a los más vulnerables: los más pobres, con menor educación, más jóvenes, etc. 74 La visión del enemigo en romances y corridos de frontera Marcelo Fuentes distintas culturas, sino entre socios y amigos o entre marido y mujer. A fines del siglo XX y comienzos de nuestro siglo, la irrupción del tráfico de drogas a gran escala sólo acentúa la confusión de límites geográficos y éticos: los narcotraficantes se jactan en los corridos de ‘pasearse por donde quieren’ y las historias de asesinatos por honor superan todo el morbo gótico de las gestas medievales más cruentas. Es como si los personajes hubieran cruzado las barreras del espacio y el tiempo sin perder un ápice de sus personalidades y actitudes; sus aspiraciones y conflictos son los mismos, por más que los caballos hayan sido reemplazados por coches y avionetas, y las espadas, adargas, lanzas y venablos, por un variado arsenal de armas de fuego: carabinas 30/30, rifles con balas expansivas, metralletas R-15, pistolas escuadras y —tan frecuente en los corridos como la espada en los romances—, el fusil de asalto AK-47, llamado con familiaridad ‘cuerno de chivo’. Por ser espacios bélicos, las fronteras de romances y corridos se constituyen como sitios predominantemente masculinos. En los romances fronterizos y moriscos las mujeres tienen poca figuración, si bien en romances anteriores, basados en las gestas, existen algunas mujeres caracterizadas por su fortaleza que muchas veces raya en la crueldad.4 No olvidemos que la desmesurada tragedia familiar del Cantar de los siete infantes de Lara es instigada por doña Lambra, tal vez la mujer más diabólica de la historia de la literatura antes de Lady Macbeth, y que un poema épico entero (hoy perdido) fue conocido como La condesa traidora. De manera similar, las mujeres ocupan una posición muy subalterna en los corridos y con frecuencia son tratadas como objetos. Los Tigres del Norte (2003), los corridistas actuales más exitosos de México, hablan en “El tahúr” de un jugador que, tras perderlo todo en sus apuestas, apuesta y pierde a su mujer; en otro de sus corridos, “El gringo y el mexicano”, la infidelidad femenina se paga con la muerte.5 Pero, al mismo tiempo, las mujeres de los corridos demuestran que nada tienen que envidiarle en fiereza a la condesa traidora o a doña Lambra: en “Macario Leyva” de Los Tremendos Gavilanes, la esposa del protagonista por la espalda les dio muerte/ con una ametralladora a dos sicarios que buscaban a su marido (Varios autores 2003). En “Contrabando y traición”, uno de los corridos más populares de Los Tigres del Norte (Los Tigres del Norte: El Club s/f ), Camelia mata de siete balazos al esposo que quiere abandonarla tras una exitosa venta de drogas, para luego desaparecer con todo el dinero. Los mismos Tigres del Norte concluyen acerca de dos narcotraficantes mexicanas que masacran a tres colombianas en California. Así dicen en “También las mujeres pueden”: 4 5 La mayoría de las mujeres de los romances fronterizos y moriscos aparece en historias de cautivas, cuyo carácter novelesco pone el énfasis en la truculencia y las sorpresas de la trama, más que en las relaciones o psicología de los personajes. Además, el mismo cautiverio limita bastante los actos y caracterizaciones de estas figuras femeninas. Véanse, a modo de ejemplo, “Moriana cautiva”, “Romance de una morilla de bel catar” y “Romance de don Bueso” (Menéndez Pidal 1997); así como “Hermanas reina y cautiva” (Alvar 1974). Y el propio hijo de la adúltera, al recibir a su padre tras veinte años de prisión en Estados Unidos, reconoce la justicia del castigo, entregando esta ejemplificadora conclusión: Lo que le hizo a mi madre,/ le juro que está bien hecho./ […] Si una mujer me traiciona,/ también yo le hago lo mismo (Los Tigres del Norte 2003). PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado 75 Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 71-79 También las mujeres pueden y además no andan con cosas: cuando se enojan, son fieras esas caritas hermosas y con pistola en la mano se vuelven re peligrosas. (Los Tigres del Norte: El Club s/f ) El tema de la mujer es en particular relevante para analizar las relaciones fronterizas porque, por muy conflictiva que resulte la interacción entre naciones vecinas, la atracción erótica suele aligerar o borrar todas las diferencias. Ya hemos mencionado a Mudarra, el fruto del adulterio en que incurre el padre de los siete infantes de Lara con una mora. En el romance fronterizo “Abenámar, Abenámar”, el rey cristiano, maravillado por la hermosura y riqueza de los palacios árabes, se dirige a Granada como a una mujer: Si tú quisieras, Granada,/ contigo me casaría, oferta que la ciudad rechaza porque Casada soy, rey don Juan,/ casada soy, que no viuda (Menéndez Pidal 1997:222). Por su parte, los corridistas no sólo pregonan su deseo hacia las güeras o rubias anglosajonas, sino que se jactan de sus conquistas al otro lado de la frontera. En “La línea divisoria”, los Cuatro Cometas cantan: En la Unión Americana,/ yo me paseo donde quiera/[…] conociendo hembras distintas/ para escoger la que quiera. Y añaden: Hermosas son las güeritas /[…] mi corazón se emociona/ cuando les hago caricias (Varios autores 2003). Los Tigres del Norte incluso dedican un corrido, “El bilingüe”, a retratar la relación entre un mexicano y una extranjera que no sabe hablar español:/ cuando le hablo, no me entiende;/ mas los besos que le doy/ ella bien que los comprende, razón por la cual el estribillo se canta en el idioma de ella, quebrando además todas las reglas tradicionales de métrica y rima: I wish to tell you in this song how much I love you. I hope my love can make you come back pretty soon. Never forget to return here, I’ll be waiting, alone and praying. Come back, release me, give me freedom, give me love. (Los Tigres del Norte: El Club s/f ) En los corridos, a veces el amor por las estadounidenses parece un mero pretexto para humillar a sus padres, hermanos y parejas; otras veces, adquiere rasgos de una auténtica fascinación que, como en el caso de “El bilingüe”, lleva al hablante a adquirir el otro La visión del enemigo en romances y corridos de frontera 76 Marcelo Fuentes idioma, aunque se proponga algún día enseñar/ Spanish a mi pochita. Esta veneración de la otredad es más marcada en los romances fronterizos, que se extasían ante la belleza de las ciudades enemigas y que desembocan en los romances moriscos, abiertamente maurófilos, a tal punto que en el Romancero general de 1600-1605 se critica a aquellos poetas que idolatran el mundo árabe: Renegaron de su ley/ los Romancistas de España/ y ofrecieron a Mahoma/ las primicias de sus gracias (Alvar 1974:129). Pero es precisamente en ese enamoramiento del otro donde los romances y los corridos se apartan. Aun antes de que los romances fronterizos y sus relatos de escaramuzas militares evolucionaran en los moriscos y su idealización de todo lo árabe, escasean las caracterizaciones negativas de los moros. Casi el único retrato odioso aparece en el “Romance de Garcilaso de la Vega”, en el que aqueste perro, con befa,/ en la cola del caballo,/ la sagrada Ave María/ llevaba haciendo escarnio (Martínez s/f ). Fuera de este sacrilegio que amerita al moro prepotente ser tildado de ‘perro’, los romancistas españoles suelen destacar al árabe como un guerrero con el mismo valor que cualquier combatiente cristiano. A menudo, el poder económico y militar del enemigo se muestran en franca superioridad, porque, desde luego, el enfrentamiento sólo es digno de cantarse al combatir contra un rival digno de tal nombre. La riqueza y la gran valía de los árabes aparecen minuciosamente descritas en largas enumeraciones, como en el “Romance del cerco de Baza”, en el que los moros desestiman el asedio del rey Fernando, advirtiéndole que: Pan tenemos por diez años mil vacas para salar; veinte mil moros hay dentro, todos de armas tomar; ochocientos de caballo para el escaramuzar; siete caudillos tenemos tan buenos como Roldán, y juramento tienen hecho antes morir que se dar. (Martínez s/f ) En contraste, los mexicanos no escatiman improperios en contra de los estadounidenses: desde mediados del siglo XIX, o sea desde los orígenes del corrido, los vecinos del norte son llamados “yanquis maldecidos”, “bandidos invasores”, “nación tirana”, “gringos ambiciosos”, “nuestro enemigo eterno”, “yanqui artero y cobarde”, “gringo pretencioso” y, memorablemente, gringos patones malvados,/ abortos del mismo infierno,/ maulas hueros desgraciados,/ que odian a nuestro gobierno (Simmons 1957:421, 422, 425, 430, 433, 472). La malquerencia se origina en los conflictos internacionales, como la Guerra de Intervención Norteamericana, pero se perpetúa en el menosprecio y el maltrato coti- PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado 77 Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 71-79 dianos de esos ‘gringos patones’ en contra de los inmigrantes de México. A mediados del siglo XX, los corridistas ya denuncian que: En los Estados Unidos/ linchan a los mexicanos/ y los dejan sin trabajo/ porque son muy inhumanos (Simmons 1957:428). Frente a la prepotencia estadounidense, se contraponen la dignidad y el esfuerzo de los inmigrantes mexicanos, como en “En busca de fortuna” de los Centellas de Arizona: Lo que aquí les estoy cantando no lo vayan a olvidar, ni crean que al brincar la línea todos vienen a gozar. Por el contrario, mi amigo, venimos a trabajar. (Varios autores 2003) La distancia entre el rencor mexicano y el respeto castellano al enemigo, que deriva en la apreciación de la belleza exótica de la otra cultura, puede fácilmente explicarse por circunstancias históricas: mientras los reinos cristianos se van enriqueciendo y extendiendo durante la Edad Media, hasta que el moro se vuelve una figura inofensiva en el Siglo de Oro, el mexicano de los siglos XX y XXI va tomando una conciencia cada vez más clara de su absoluta indefensión frente a un adversario cuyo poder supera ampliamente al de toda Latinoamérica. Al mexicano no le queda otro alivio que gozarse en la ínfima venganza de conquistar a las güeras o de vencer a los estadounidenses con modestas pruebas de ingenio, como lo hacen las tropas de Pancho Villa al disfrazarse con los uniformes enemigos (Mendoza 1995) o los narcotraficantes que escapan de los agentes de Arizona y sus radares mediante el uso de pistas de aterrizaje subterráneas.6 Otro recurso de compensación consiste en alabar a quienes sí se atreven a enfrentarse a Estados Unidos: cuando se aproximaba la Segunda Guerra Mundial, hubo corridos que aprovecharon de advertirles a los ‘ingratos patones’ que ya viene Alemania y Rusia/ unidas con el Japón (Simmons 1957:451) y, en nuestro siglo, no faltó quien celebrase y justificara la destrucción de las Torres Gemelas del World Trade Center, como lo hace Andrés Contreras (asociado a la rebelión zapatista) en su “Corrido de Osama Bin Laden”: Culpables son esos gringos de todo lo que les pasa. 6 Ver, por ejemplo, “Pista enterrada” (El Chapo de Sinaloa et al. 2003). Existen también, por supuesto, las bravatas hacia los estadounidenses, como Si ellos son muy poderosos/ en armas y municiones,/ nosotros tenemos piedras/ y muchísimos calzones (Mendoza 1995:42). Pero esta misma baladronada revela el extremo complejo de inferioridad de los mexicanos, reducidos a pelear con piedras y puro valor, frente al poder insuperable de Estados Unidos. 78 La visión del enemigo en romances y corridos de frontera Marcelo Fuentes Lo que ellos le han hecho al mundo, se lo hicieron en su casa. Y vuelen los bombarderos allá por Afganistán: andan buscando a Bin Laden, pero no lo encontrarán. (Wald s/f ) En medio de esa total animadversión, los gestos gentiles hacia el otro responden a eventos muy aislados. Sólo cuando Alemania hunde barcos mexicanos en la Segunda Guerra Mundial y México entra oficialmente al grupo de los aliados, Estados Unidos se convierte en una ‘nación hermana’ y los corridistas incluso lamentan la muerte de Roosevelt porque fue “de México gran amigo” y “defendió la libertad” (Simmons 1957: 453, 456, 457). De igual modo, la escalofriante tragedia de las Torres Gemelas logra despertar alguna simpatía en corridos que no sólo comparten el dolor estadounidense al declarar que “de luto está el mundo entero”, sino que incluso amenazan a los terroristas: Los que iniciaron la guerra,/ prepárense pa’ perder./ El país de esos cobardes/ puede desaparecer (El As de la Sierra, “Tragedia en New York”, cit. Wald s/f ). Más allá de los avatares históricos y políticos, cabe preguntarse si existe alguna razón intrínseca por la que los cristianos de la España medieval fueron tan superiores a los corridistas mexicanos contempóraneos en su capacidad de apreciar y valorar al habitante del otro lado de la frontera. Si volvemos a considerar que la manera en que nos enfrentamos a los otros revela más sobre nuestra relación con nosotros mismos que con la alteridad (como lo reiteraron todos los psicólogos y teóricos del siglo XX, desde Freud y sus estudios sobre las neurosis a Lacan y su etapa del espejo, pasando por los tipos psicológicos de Jung y el objeto transicional de Winnicott), veremos con nitidez cómo la aversión de México en particular y de Latinoamérica en general contra los Estados Unidos deja al descubierto todas las inseguridades y vacíos de nuestra propia construcción identitaria. ¿O acaso el odio a los ‘gringos patones’ no es muy similar al odio que ejercemos en contra de las minorías raciales, sexuales y socioeconómicas que pueblan nuestro continente? En medio de la constante lucha entre el uno y el otro, entre lo que se nos asemeja y lo distinto, podemos aprender a interactuar con la otredad de maneras menos viscerales y más provechosas. Poco ganó y, por el contrario, mucho perdió moral y culturalmente España con la expulsión de los árabes y judíos de su territorio.7 De igual modo, no existen mayores beneficios que podría acarrearnos un posible debilitamiento de los 7 La pérdida también habría sido catastrófica en lo económico si España no hubiera contado con la extraordinaria fortuna de iniciar su conquista de América en el mismo año (1492) en que venció a los árabes y desterró a los judíos de la Península Ibérica. PERSONA Y SOCIEDAD / Universidad Alberto Hurtado 79 Vol. XX / Nº 2 / 2006 / 71-79 Estados Unidos. No se trata de derrotar ni eliminar lo diferente, sino de lograr discernir y aceptar al menos parte de su influencia: aquella que puede contribuir al desarrollo y al afianzamiento de nuestra identidad que, como todas las identidades, es siempre híbrida y está siempre alterándose y creciendo en el contacto con los otros. Referencias bibliográficas Alvar, Manuel, 1974. 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