Libro de las Comarcas

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La peor riada. La Guerra Civil en la
Ribera Alta del Ebro
JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ
JESÚS AIBAR BIELSA
No para de llover (causas estructurales)
La Ribera Alta del Ebro representaba un papel importante, aunque no preponderante, en la economía de la provincia de Zaragoza. Favorecía esta posición la cercanía a
la capital, amplio mercado, la buena marcha de las azucareras de Luceni y Alagón –de considerable tamaño– una
fértil huerta, y las amplias zonas de pasto para el ganado,
donde había una significativa cabaña ovina y vacuna.
Pero, aunque en términos generales la economía de la
zona fuera buena, no se libraba de los problemas seculares que lastraban el avance, unas trabas donde no es fácil divisar la frontera entre
lo político, lo económico y lo social. El caciquismo –auspiciado por la política de
la Restauración y la dictadura de Primo Rivera– y el desigual reparto de la propiedad de la tierra crearán conflictos continuos que se acelerarán y agravarán con la
llegada de la II República española en 1931.
La política de la Restauración estimulaba la aparición del caciquismo. La figura del
cacique se define esencialmente por ser una persona muy influyente en una determinada zona. El elitista y amañado turno de partidos facilitaba que las personas
más acaudaladas se presentaran para ocupar los escaños políticos. El cacique proponía mejoras para su zona, ganándose así la adhesión de sus vecinos. Estos progresos repercutían en mayor grado en sus negocios, que solían florecer, y de soslayo trascendían al pueblo. Por lo tanto el cacique mediante la actividad política
acumulaba un mayor potencial económico, prestigio y control social. Sus contemporáneos veían esto como un mal menor de la política, aunque no faltarán voces
en contra de esta práctica tan habitual.
La Ribera Alta era una de las zonas de Aragón donde el patrimonio rústico alcanzaba mayores extensiones, estando la mayoría de estas haciendas en manos de títulos como el duque de Villahermosa en Pedrola, el conde de Sobradiel, el conde de
Fuenclara en Luceni o el señorío de los López Quílez en La Joyosa.
De la Historia
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La naturaleza nobiliaria de esta propiedad hacía que los dueños no se acomodaran
a la dinámica jurisdiccional del liberalismo.
Al margen de estos grandes terratenientes residía una masa de jornaleros que, en
su mayoría, disfrutaban de alguna pequeña parcela de regadío que les surtía de alimentos básicos y no lo alejaban en exceso de la fragilidad de la subsistencia. Su
orientación política no fue homogénea, y en momentos clave algunos tomaron
posiciones más cercanas a los intereses de sus amos que a los suyos propios.
En medio de estos dos bloques sociales, bien diferenciados, se encontrará un
grupo heterogéneo de medianos y pequeños propietarios que gozaban de una economía un tanto más relajada, aunque también muy vulnerable a las crisis agropecuarias. Dentro de este bloque se encontraban también los comerciantes y tenderos. Este último componente de clase media no tuvo excesiva influencia política
en la comarca.
Con las revoluciones burguesas del siglo XIX se emprendió el proceso desamortizador de las propiedades que estaban en manos muertas. La Iglesia verá rápidamente reducido su patrimonio, provocando en su seno un ferviente rechazo hacia
el liberalismo, a pesar de que en la comarca no disfrutaba de la misma incidencia
como propietaria que en otras zonas.
Otro bloque que se enfrentó a la desamortización fue la nobleza. Como se ha
apuntado, en la Ribera Alta los mayores propietarios agrícolas coincidían con títulos nobiliarios. Por un lado, estos grandes propietarios querían mantener la tenencia de sus vastas posesiones y, por otro, los labradores y jornaleros veían justo el
reparto de las tierras que trabajaban.
Muchos de los procesos judiciales que tuvieron lugar en el siglo anterior se quedarán sin resolución, dilatándose hasta la República. Los tribunales republicanos
tendrán que dirimir con premura estos asuntos que provocaban tensiones sociales.
El antiguo palacio de los señores de La Joyosa –hoy reconvertido
en edificio de apartamentos– destacando sobre las viviendas de
los antiguos colonos
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Comarca de Ribera Alta del Ebro
No había suficiente documentación para dilucidar si
una hacienda era señorío jurisdiccional o territorial, por
lo tanto, ante tal imposibilidad, los jueces presionados
por el momento político que
vivían, emitían fallos que
dependían más de la voluntad gubernativa que de los
contenciosos legislativos.
El proceso desamortizador
dejará marca en los vecinos.
Habían puesto en él sus esperanzas, pero no veían que
la situación cambiase considerablemente.
Aunque
aumentó la producción
agrícola, la mayor parte de
la propiedad quedó en
manos de los mismos. Algunos nuevos compradores
no pudieron hacer frente a
los gastos en años de seEl palacio de los condes en Sobradiel (actual
quías. La compra de tierra
Ayuntamiento)
monopolizó los capitales
que podían haberse dedicado a la industria, se mantuvieron los problemas sociales, aunque mitigados, y los
vínculos del Antiguo Régimen quedaron rotos, apareciendo en los asalariados la
sensación de desprotección
Aumentan las tormentas (causas coyunturales)
Tras las elecciones municipales, el rey Alfonso XIII abandona el país y se proclama, el 14 de abril de 1931, la II República, que es acogida con manifestaciones
de júbilo en toda España. Ampliará la participación política y se implanta por primera vez el sufragio universal, creando, al tiempo, un sentimiento conjunto de
esperanzas de cambio político, económico y social.
Pero la República tendrá que hacer frente a muchos problemas; por un lado, la
población proletaria, partidos políticos y sindicatos, que pedían cambios económicos rápidos; y por otro, un bloque social más conservador, que tardará en organizarse, pero que después frenará con virulencia los procesos subversivos de la
República. Estos dos bloques bien diferenciados alejarán cada vez más sus posturas y conducirán la situación hacia un choque inminente.
Las principales organizaciones en la Ribera Alta serán los sindicatos de clase y los
partidos políticos de derechas. Los sindicatos de clase eran la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y la Unión General de Trabajadores (UGT) a través de
su sindicato agrario, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT).
El primero de ellos, de tendencia anarquista, estaba fuertemente asentado en Zaragoza, aunque se extendió con timidez por la provincia. La CNT tenía sedes relevantes en Pedrola, Gallur y Alagón.
De la historia
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Remolinos. Casa-cueva del barrio minero
La UGT era el sindicato mayoritario en la comarca, contaba con sedes en Bárboles, Alagón, Remolinos, Luceni, Boquiñeni, Pradilla y Gallur.
La implantación comunista fue muy débil, aunque se empezaba a notar en Luceni,
mientras que la incorporación al PSOE no fue tan numerosa, ya que muchos consideraban que estaban dentro del partido si eran afiliados al sindicato UGT.
En los pueblos de la Ribera Alta donde había fábricas se tenía la posibilidad de
mantener un sueldo alternativo a los jornales del campo, lo que potenciaba una
mayor autonomía respecto a los terratenientes, al mismo tiempo que la concentración de obreros favorecía una mayor y mejor organización sindical. La voluntad
republicana posibilitó la ampliación del espacio político para estas organizaciones,
lo cual alertó a los miembros conservadores que siembre habían regentado el
poder público. Se abrirán centros obreros en todos los pueblos y se trabajará con
ilusión para hacer llegar la cultura a todos los vecinos.
Los conservadores se agruparon en torno a Acción Nacional y, más tarde, a la
CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Aglutinaba a pequeños y medianos propietarios que se sentían agraviados por la política republicana,
sobre todo por la cuestión religiosa, nacional y agraria, en especial esta última. El
Instituto de Reforma Agraria (IRA) pretendía la expropiación de las fincas que no
tuvieran “cultivadas y labradas todas sus tierras según los usos y costumbres del
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Comarca de Ribera Alta del Ebro
lugar”. Medidas como éstas provocan recelos en los pequeños y medianos labradores que se inclinaron en la defensa de sus intereses por el bando de los grandes
terratenientes. Entre el 30% y 60% de la propiedad de la tierra estaba en manos de
los beneficiarios de los títulos nobiliarios mencionados. Su venta se ejecutó en los
años republicanos y donde más gente se benefició, es decir, donde se compró
entre un mayor número de gente, fue en Figueruelas, Boquiñeni, Pradilla, y Cabañas. Mientras que en Alagón, La Joyosa, Torres y Alcalá, la propiedad se acumulaba en pocos propietarios.
En la década de 1930 el cuadro de la distribución de la propiedad rústica quedaba
de la siguiente manera:
Menos
del 30%
Figueruelas
Entre
el 30-40%
Boquiñeni
Pradilla
Cabañas
Entre
el 40-50%
Gallur
Pedrola
Remolinos
Grisén
Bárboles
Pinseque
Entre
el 50-60%
Alagón
Más del 60%
Torres
Sobradiel
La Joyosa
Alcalá
Fuente: Luis GERMÁN ZUBERO. Atlas de Historia de Aragón, I.F.C., Zaragoza.
La República se propuso como objetivo un reparto más equitativo de las rentas.
Como hemos visto en el apartado anterior, uno de los problemas más acuciantes,
en una economía en la que primaba la agricultura, era la partición de las tierras.
Además de estos problemas político-económicos, tendrá que hacer frente a la crisis agraria de los años 30.
Las consecuencias del “crac” de 1929 llegaron a España en 1931. Cayó la bolsa y
la economía decreció. En los años sucesivos, 1932-34, la economía aragonesa tuvo
que hacer frente a la crisis de superproducción del azúcar y bajaron los precios de
la remolacha azucarera, producto de mayor cosecha. Como medida se aplicó la Ley
de Ordenación, por la cual se reducía a la mitad la producción.
Las consecuencias no tardaron en llegar, los productores de remolacha vieron sus
ganancias reducidas, gran parte de la producción tuvo que destinarse a otras salidas comerciales no tan rentables, mientras la burguesía aragonesa soportaba una
grave crisis. Los salarios bajaron y muchos obreros no fueron contratados esas
temporadas, mermando considerablemente sus ingresos.
Mientras, el I.R.A. no satisfacía las expectativas de los trabajadores, que consideraban que las expropiaciones iban muy despacio y, como consecuencia, se produjeron ocupaciones ilegales. Algunos propietarios, ante este atropello y comprobando que las autoridades republicanas no intervenían con suficiente
contundencia, decidieron formar cuadros armados de defensa.
De la historia
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A esta grave situación le siguieron huelgas y enfrentamientos en los ayuntamientos. Los trabajadores dirigieron su
descontento hacía la política de la República y, sobre todo, hacia los dictámenes
de los Jurados Mixtos del Trabajo Rural,
por considerarlos la causa de la desprotección de los obreros.
En 1934, coincidiendo con el malestar
por la crisis azucarera, es convocada una
huelga general en toda España por la
Pradilla de Ebro. Trillando en la era de Joaquín
FNTT y CNT, contra la política del
Moncín, hacia 1945
nuevo gobierno del partido Radical y de
la CEDA. Esta huelga fue especialmente violenta en Gallur y Pradilla, donde los alcaldes izaron en el balcón del ayuntamiento la bandera roja.
No se hizo esperar la intervención del ejército contra los insurrectos. El saldo final
del enfrentamiento fue de varios muertos y decenas de detenidos. Los grupos
sociales dominantes aumentaron su desconfianza hacia la República y los obreros
radicalizaron sus posturas.
La quebrada situación social empeoró y los intentos democratizadores quedaban
continuamente cercenados por uno y otro bando. Ya no se aproximaban con razones, sino que cada uno proclamaba sus consignas sin buscar eficientemente el consenso.
El ambiente de enfrentamiento traspasó el ámbito político. La organización de la
vida local quedó enrarecida y cada grupo contaba con sus propias zonas de recreo,
sociales o lúdicas.
Otro punto importante de fricción fue la cuestión religiosa. La institución eclesiástica mostraba una actitud más cercana a las clases dominantes y no tardó en
distanciarse de la política republicana, ya que sentía como ataques directos ciertos
recortes de poder: el Estado dejó de ser oficialmente confesional y la educación ya
no era monopolio de la Iglesia.
Las doctrinas sociales de la Iglesia de principio de siglo no consiguieron atraer a
los movimientos obreros. Por el contrario la Iglesia era vista como un elemento
más del orden social establecido, contra el cual había que luchar. En este orden de
ideas, la Iglesia, y por extensión sus miembros, fueron vilipendiados y atacados, las
procesiones eran obstaculizadas, se rompían imágenes sagradas, etc. La mera celebración de una procesión era tomada como un pulso político.
Las elecciones de Febrero de 1936 llegan en un ambiente de tensión y muy polarizadas: por un lado las derechas de la CEDA y por otro, el Frente Popular, que
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Comarca de Ribera Alta del Ebro
era una conjunción de partidos republicanos, socialistas y comunistas. Pronto se
convirtió en un movimiento popular unido, con los objetivos de la amnistía de los
presos de los sucesos del 34 y la derrota del fascismo. La CNT dio libertad de voto
a sus miembros, factor que en algunos pueblos decidió el resultado final.
Los pueblos en que la coalición republicano-socialista fue mayoritaria fueron Pradilla, Gallur, Luceni, Pedrola, Grisén, Bárboles, Alagón, Torres, Sobradiel, La
Joyosa y Pinseque. Los pueblos donde las derechas obtuvieron la mayoría fueron
Boquiñeñi, Remolinos, Alcalá, Cabañas, y Figueruelas.
La riada (la Guerra Civil)
El 18 de julio de 1936 el ejército de África, comandado por el general Francisco
Franco da un golpe de Estado, secundado por las capitanías generales y los principales puestos militares de la península.
En los primeros momentos la Ribera está pendiente de los acontecimientos de
Zaragoza y tanto las derechas como las izquierdas esperaban noticias de los organismos de la capital.
En Zaragoza el gobernador civil republicano, Vera Coronel, no quiere repartir las
armas y los sindicatos se mantienen en alerta. Parece que el jefe de la V División,
Miguel Cabanellas, se mantiene fiel a la
legalidad republicana. Pero en la noche
siguiente Cabanellas contacta con el general Mola y se alía con los golpistas.
El día 19 se declara el Estado de Guerra
en Zaragoza y en todo el territorio aragonés. Los sindicatos perdieron un tiempo
valioso y sólo consiguieron la convocatoria de una huelga general. Creían que el
ejército no repetiría los sucesos sangrientos de 1934. El nuevo gobernador civil
decretó la obligación de rescindir los
contratos de todos aquellos que no acudieran a sus puestos de trabajo. La huelga
del 20 de julio no será efectiva y las calles
estaban tomadas por falangistas, miembros de Acción Popular y juventudes de
los partidos de derechas.
Entonces comienza en Zaragoza una ola
de represión violenta: son sacados de sus
Desfile en Sobradiel
De la historia
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casas y asesinados los dirigentes cenetistas, socialistas, republicanos, simpatizantes
de izquierdas y trabajadores del Estado y se extiende el terror a toda la población.
La Ribera Alta se encuentra en un espacio estratégico pues comunica Zaragoza
con el requeté navarro. La Guardia de Asalto, afecta a la insurrección, será la
encargada en un primer momento de tomar los pueblos de la Ribera, con el fin de
facilitar la llegada a Zaragoza de las tropas de Mola y los requetés que salían desde
Pamplona.
La toma de los pueblos no fue pacífica, grupos armados hicieron frente y hubo
decenas de muertos. En Alagón y Torres de Berrellén los republicanos se hicieron
con la fuerza y desarmaron a la Guardia Civil, hasta que llegaron los destacamentos militares golpistas. Se produjeron fuertes combates, con el resultado de trece
muertos y cuantiosos heridos, de éstos unos cien en Alagón y cuarenta y cinco en
Torres. También ocurren enfrentamientos en Pedrola donde se cuentan dos bajas.
Al poco llegan las partidas de requetés, apoyados desde Zaragoza. para dominar
las zonas de mayor respaldo de las agrupaciones de izquierdas. como Luceni,
Gallur y Boquiñeni.
En estos enfrentamientos murieron quince personas en Luceni, doce en Gallur y
seis en Boquiñeni. Estos hechos aparecieron en el Heraldo de Aragón del 23 de julio,
donde se constatan los enfrentamientos de Luceni, Torres, Boquiñeni, Pradilla,
Alagón y Gallur.
La comarca no pudo contar con la ayuda de las tropas republicanas ni de las columnas anarquistas de Barcelona. Desde este momento la Ribera queda en el
bando nacional. A partir de entonces la historia de estos pueblos será el diario de
una retaguardia.
El ejército, impuesta la Ley Marcial, ocupó todo lo relacionado con el orden público, la responsabilidad en la decisión de las ejecuciones y las atribuciones propias
de los juzgados de la Administración Territorial.
La represión subsiguiente fue planificada, sistemática. En primer lugar se ejecutan
a todos los destacados dirigentes de las organizaciones sindicales, después a los
alcaldes republicanos (fueron asesinados los de Remolinos, Alagón, Bárboles, y
Sobradiel). También a los miembros de las corporaciones locales, seis concejales
en Alagón, tres en Boquiñeni, tres en Pedrola y otros cuatro en Gallur. Tampoco
se libraron, incluso, algunos sin adhesión política alguna pero se habían beneficiado de los repartos agrarios.
Las mujeres no quedaron al margen de esta vorágine. Fueron asesinadas tres en
Pedrola, tres en Luceni y otras cinco en Gallur. En este último pueblo residía
María Domínguez Remón, conocida por su enérgica militancia socialista, su
opción por los pobres, sus prolíficas creaciones como poeta, conferenciante y
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Comarca de Ribera Alta del Ebro
periodista, colaboraciones en diversos periódicos y libros y por ser una de las primeras alcaldesas de España. Fue fusilada en septiembre de 1936 en Fuendejalón.
Posiblemente las listas de fusilados y desaparecidos se cuentan por cientos y oscilan de unas fuentes a otras. Las deficientes referencias de los archivos, la disparidad de lugares donde se ejecutaban (Mallén, Torrero, etc.) y las formas en que se
eliminaban –paseos y sacas– hacen difícil una precisa investigación.
Hacia el año 1937 la zona estaba totalmente dominada y el frente se encontraba
ya lejos. Por eso los ayudantes del Estado Mayor del “Caudillo” ocuparon algunos de los palacios que hay en la comarca. Incluso, durante un tiempo, el propio
General Franco asentó su “terminus” o cuartel general en el palacio de los
duques de Villahermosa en Pedrola, pese a las desavenencias políticas que existían entre ambos.
Ametralladora antiaérea en la terraza de una vivienda de
Alcalá de Ebro
De la historia
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