pregón patriótico sobre la figura del cte. d. pablo arredondo acuña

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PREGÓN PATRIÓTICO SOBRE LA FIGURA DEL CTE. D. PABLO ARREDONDO ACUÑA, PRONUNCIADO EN BAEZA EL 10 DE ABRIL DE 2015, POR EL EXCMO SR. GENERAL DE BRIGADA DE INFANTERÍA, DEM, D. ANTONIO RUIZ BENÍTEZ, SUBDIRECTOR DE ENSEÑANZA DEL ET. 1. AGRADECIMIENTOS E INTRODUCCIÓN. Excmo. Sr. Teniente General Jefe del Mando de Apoyo Logístico del Ejército de Tierra. Ilmo. Sr. Alcalde de Baeza. Excmo. Sr. General Jefe de la Brigada de La Legión. Señoras y Señores componentes de la comisión pro monumento al Cte. Arredondo. Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades civiles y militares. Señoras y Señores: Para alguien que ama a La Legión como yo lo hago, no puede caber un mayor honor que el de tener la oportunidad de glosar alguno de los múltiples hechos heroicos que tachonan su existencia. Quiero, por tanto, que mis primeras palabras sean de profundo agradecimiento a todos los que han hecho que eso sea hoy posible: Al Tte. General De la Rosa por proponerme para pronunciarlo A la comisión organizadora por aceptar mi designación. A La Legión, materializada en su General, por avalar mi presencia, hoy aquí. Y finalmente a la muy noble…………ciudad de Baeza, por permitirme glosar la figura de uno de sus hijos más insignes y acogerme con tanto cariño como lo ha hecho. A todos, gracias, muchas gracias y espero, humildemente, no defraudar tantas expectativas. 2. LOA A BAEZA. Ningún lugar mejor podía haber elegido nuestro héroe, Pablo Arredondo para nacer, que esta monumental ciudad en la que nos encontramos, Baeza. 1 Sólo alguien cómo el insigne poeta Antonio Machado, podría describir así su grandeza; su poesía clara y melancólica nos traslada desde sus campos hasta las calles de su casco antiguo. Desde mi ventana, campo de Baeza, a la luna clara ¡Montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina ¡ ¡De luna y de piedra también los cachorros de Sierra Morena! II Sobre el olivar, se vio a la lechuza volar y volar. Campo, campo, campo. Entre los olivos, los cortijos blancos. Y la encina negra, a medio camino de Úbeda a Baeza. III Por un ventanal, entró la lechuza en la catedral. San Cristobalón la quiso espantar, al ver que bebía del velón de aceite de Santa María. La Virgen habló: Déjala que beba, San Cristobalón. IV Sobre el olivar, se vio a la lechuza volar y volar. 2 A Santa María un ramito verde volando traía. ¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea! Dejarse llevar por Baeza es desvanecerse en el esplendor de su románico, en la grandiosidad de su Casa del Pópulo, de su Plaza de Santa María, de su Catedral, de su Puerta de Jaén, de su Palacio de Jabalquinto, de su Ayuntamiento, de sus Iglesias de San Andrés y de la Santa Cruz, es dejarse cautivar por su férrea dignidad romana, visigoda, mora y cristiana. Es embeberse de la grandiosidad de su monumentalidad, que la ha llevado a ser declarada Patrimonio de la Humanidad. De la ciudad moruna tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa, a solas con mi sombra y con mi pena. El río va corriendo, entre sombrías huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza Tienen las vides pámpanos dorados sobre las rojas cepas. Guadalquivir, como un alfanje roto y disperso, reluce y espejea. Lejos, los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal; Descansan las rudas moles de su ser de piedra en esta tibia tarde de noviembre, tarde piadosa, cárdena y violeta. El viento ha sacudido los mustios olmos de la carretera, levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. La luna está subiendo amoratada, jadeante y llena. Los caminitos blancos se cruzan y se alejan, buscando los dispersos caseríos del valle y de la sierra. 3 Caminos de los campos… ¡Ay, ya, no puedo caminar con ella! ¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea! Baeza pobre y señora. Bendita Baeza. Suena el himno a Baeza. 3. ARREDONDO Y BAEZA. El Comandante Arredondo, es uno de los más grandes héroes españoles del siglo XX, bilaureado, condición a la que únicamente han accedido cinco militares españoles. Además le fue concedida una medalla militar individual, un ascenso por méritos de guerra, tomó parte en más de cincuenta acciones de combate y sufrió diez heridas de guerra. Pero también, y sobre todo, Arredondo es un ser humano extraordinario por su altruismo, su generosidad, su valor y su indomable voluntad, por la alegría y serenidad que sabía transmitir a los que le rodeaban en las ocasiones más difíciles y por la pasión que en todo ponía, en fin, un modelo de Soldado y Caballero. Nuestro héroe, Pablo Arredondo Acuña, nació en Baeza, el 8 de enero de 1890, en el seno de una familia de amplía tradición militar originaria de Torreperogil, que se estableció en la ciudad al casar su padre, el Teniente Coronel don Pablo Arredondo, con doña Rosario Acuña, hija de don Cristóbal Acuña Solís, alcalde de Baeza. En el entorno maravilloso de la ciudad, no es difícil imaginar al Pablo niño correteando alrededor de su casa en el número 5 de la calle de San Pablo, y creciendo entre sus calles y monumentos. Su carácter un tanto poeta y soñador, le lleva a elegir los estudios de letras, que cursa en los colegios e institutos de la ciudad, en cuyas aulas y con el marchamo de una rancia tradición, va naciendo en él su vocación por la milicia. No en vano, sus raíces castrenses se remontan, según pleito de hidalguía que se conserva en la Real Chancillería de Granada, hasta don Lope García de Arredondo, que tomó parte en la conquista de Baza, junto a los Reyes Católicos. Militar fue su bisabuelo, que sirvió en el Regimiento de Dragones de la Reina, sus tíos y su padre, don Pablo Arredondo Muñoz‐Cobo que murió de Teniente Coronel como consecuencia de las enfermedades contraídas en Cuba. Asimismo, sus cinco hermanos alcanzaron la muerte vistiendo el uniforme militar. 4 Pablo ingresó en la Academia de Infantería el año 1908, a la que se incorporaría el 31 de agosto. En dicho centro cursaría estudios durante tres años, hasta obtener el empleo de segundo teniente de Infantería en julio de 1911. Suena el Himno de Infantería. Su primer destino sería el Batallón de Cazadores de Barbastro nº 4, por entonces de guarnición en Alcalá de Henares; en esta ciudad tuvo su primer contacto con la vida de guarnición. Pero no estaría mucho tiempo en ella, apenas un año y medio más tarde sería destinado a otro Batallón de Cazadores, en este caso el Arapiles nº 9, con el que continuó de guarnición en Alcalá de Henares hasta el 7 de mayo de 1913. A partir de ese momento es destinado a Marruecos, comenzando el joven oficial el contacto con el protectorado, a la edad de 23 años. Empieza entonces a escribirse la corta pero intensa relación de Arredondo con África, de la que ya había oído hablar a sus hermanos y a su padre. El Batallón de Cazadores de Arapiles quedaba encuadrado en la Brigada de Cazadores, mandada por el General Primo de Rivera, junto con los batallones de la misma clase Barbastro nº 4 y Llerena nº 11. Pablo Arredondo llega a Algeciras el día 9 de mayo con su unidad, y embarca en el vapor “Canalejas”, llegando a Ceuta en el mismo día. Allí permanece en la línea exterior de la plaza en el Fuerte del Serrallo, hasta el 23 del mismo mes cuando el Batallón de Arapiles se traslada, en una marcha de dos jornadas, desde Ceuta a Tetuán, pasando por el Rincón del Medik, donde se había entrado pacíficamente tan sólo tres meses antes, el 19 de febrero. Al día siguiente de llegar a Tetuán, el 25 de mayo, tuvo Pablo su primer contacto con la vida de posición, al ser destacado con su compañía a la de Yebel Denia. Unos días más tarde entraría por primera vez en combate, más bien una escaramuza, al salir a dispersar a un grupo de moros que habían causado con anterioridad algunas bajas al destacamento encargado de hacer la aguada para la posición. 4. SU PRIMERA LAUREADA. Después de haber dejado su Compañía en la posición de Yebel Denia y reintegrarse al Batallón de Tetuán, toma parte en su primer combate serio que constituirá a la vez su bautismo de fuego y su bautismo de sangre, al participar en la acción de Laucien, lo que le valdrá a la postre, la concesión de la primera Laureada. Para conocer la entidad de las acciones en la que tomó parte, vayamos a la lectura de su hoja de servicios: 5 “El 11 de junio de 1913, a las órdenes de su Teniente Coronel D. Alfredo de Castro Otaño, salió con el objeto de tomar posiciones a mitad de distancia del puente Buscejo y proteger el repliegue de la columna y convoy mandados por el Excmo. Señor General de Brigada Don Miguel Primo de Rivera, entablándose reñidísimo combate con el enemigo que interrumpía el paso a dicha columna dando por resultado de la operación el paso del referido convoy, hasta que por la noche se efectuó el repliegue al campamento, sosteniendo nutrido fuego con el enemigo que en grupos numerosos atacaban la retaguardia del Batallón constituida por la 3ª compañía que era a la que este oficial pertenecía, sosteniéndola por escalones sucesivos con el mayor orden a pesar de la oscuridad y formando con su sección el último escalón, rechazando las acometidas furiosas del enemigo que causó a esta compañía bastantes bajas y resultando herido grave este oficial quién continuó, no obstante en su puesto al mando de su sección, hasta llegar al campamento de Tetuán a las diez de la noche, ingresando entonces en el hospital de sangre….” Hasta aquí el escueto relato oficial de los hechos, pero esa noche el Teniente Arredondo, empieza a escribir sus páginas en el libro de los héroes de la Patria: El Batallón Arapiles ocupa unas alturas para mejor proteger una columna que trasladaba muertos y heridos. Inmediatamente se vieron atacados por gran número de enemigos de las Harcas del Raisuni que volcaban toda su potencia sobre la indefensa columna en retirada. Durante un buen rato los cazadores de Arapiles opusieron fuerte resistencia para dar tiempo al repliegue de la columna, pero llegó un momento en que se vieron prácticamente cercados por el enemigo, por lo cual el Jefe del Batallón ordenó, ya avanzada la tarde, el repliegue del mismo. Empezó con orden, por escalones que se apoyaban sucesivamente, pero cuando las sombras de la noche empezaron a dificultar la visibilidad, el enemigo, aprovechando su perfecto conocimiento del terreno, se movió muy ágilmente, desorientando la reacción española. Por la izquierda del despliegue se bate el Teniente Arredondo. Cumpliendo con la orden de repliegue, acaba de abandonar un grupo de rocas desde donde ha mantenido a raya al enemigo. Apenas se ha alejado unos cien metros, cuando los moros, dueños ahora de las rocas, desencadenan un fuego mortífero que no sólo les alcanza a ellos, sino que bate a las otras secciones en movimiento. Las bajas crecen de modo alarmante, Arredondo quiere contrarrestar el efecto que los heridos producen en sus compañeros y grita: ¡Muchachos! ¡Tenemos que volver! ¡Echadlos de las rocas! ¡Adelante, cazadores! ¡A por ellos! La reacción es instantánea, los soldados corren tras su teniente, que, sable en mano, se lanza a desalojar al enemigo. La lucha al arma blanca es tremenda, pues los moros se protegen entre las rocas y hay que sacarlos de su escondite. El Teniente Arredondo 6 lucha a mandobles con los tres rifeños que le rodean, derribando de un certero golpe a uno de ellos. Los otros, asustados por el valor de aquel hombre que lucha como un coloso, huyen precipitadamente. Uno de sus hombres descubre que el Teniente está herido en la ingle, manando abundante sangre y así se lo hace saber. “¡Calla! –Le dice‐. No es más que una pedrada”, y volviéndose hacia sus hombres, tremolando el sable ensangrentado, exclama: “¡Otro empujón más y no volverán más a estas piedras!”, al tiempo que nuevamente corre al frente de su sección y vuelve a cargar con el mismo empuje. Su asistente, asustado, le vuelve a decir a su Teniente que la herida que tiene en la ingle no es una pedrada, sino una herida de bala, a lo que el Teniente Arredondo replica: “No digas disparates. Y no hables con nadie de mi herida, Ya lo sabes, no es más que una pedrada. Aguanto bien, y no es momento de pararse a curar un tiro sin importancia”. Por tercera vez vuelve con sus hombres a desalojar al enemigo que hostiga sin tregua a las tropas en retirada. El valor de sus oficiales no sólo estimula, sino que enorgullece a los soldados que, contagiados de su valor, cada uno se transforma en un héroe que lucha sin regateos. Una bala ardiente ha herido gravemente a Arredondo en una ingle, pero sigue combatiendo hasta el final, y cuando el enemigo se retira, aún le sobran valor y fuerzas para reunir lo que queda de su sección y se repliega con ellos, cargando sobre sus hombros a alguno de sus soldados heridos, a pie, hasta Tetuán. De la humildad y naturalidad con que asumía su propia grandeza, da exacta idea la nota que desde la camilla en la que le llevaban al quirófano escribió a su hermano Juan: “Me han herido de gravedad en la cadera, saliendo la bala por debajo de los riñones, pero estoy tranquilo y contento por haber cumplido con mi deber y permanecer en mi puesto. Puedes estar orgulloso de mí. Prepara a mamá para que no sufra. Pese a que no he hecho más que lo que debía, me proponen para una Laureada”. Suena la marcha Las Corsarias. No cabe mayor ejemplo de heroísmo, abnegación, entrega a la misión y dedicación a sus subordinados. Treinta días sumido en el lecho del dolor le cuestan a Arredondo el pago fiel a su heroica hazaña. Pierde un riñon y sufre sucesivas recaídas hasta que finalmente, en 1914 se incorpora, ya de Teniente, al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, de guarnición en Tetuán, unidad en la que, pese a la brevedad de su destino, tomó parte en ocho acciones de combate, mereciendo ser nombrado como distinguido en la orden del Cuerpo y recompensado con la Cruz del Mérito Militar con Distintivo Rojo, lo que acrecentó su fama de oficial valiente y sacrificado. 7 5. SU INCORPORACIÓN A LA LEGIÓN. EL CREDO LEGIONARIO. En 1917 es ascendido a Capitán y pasa destinado a la península, donde permanece hasta septiembre de 1920; en ese momento, de la imaginación de un maravilloso loco soñador, está surgiendo una de los obras castrenses más sublimes de la historia: La Legión. Su fundador, el Teniente Coronel D. José Millán‐Astray Terreros, que ha sido uno de sus profesores en la Academia de Infantería, le llama para incorporarle a la élite que compondría el primer grupo de Oficiales del recién creado Tercio de Extranjeros. “Arredondo, escribe Millán‐Astray, necesito tu entusiasmo”, y le promete sufrimientos sin fin, en primera línea de combate, probablemente la muerte y la gloria, si es capaz de merecerla. Y Arredondo no supo negarse. Así, el 1 de octubre de 1920 se incorpora a La Legión, que había sido creada por Real Decreto de SM el Rey Alfonso XIII en enero de ese mismo año, y que había recibido a sus primeros legionarios el 20 de septiembre, fecha que se tomará desde ese momento, como la de su fundación oficial. Los siguientes meses los pasará el Capitán Arredondo dedicado a la organización e instrucción de su compañía, tarea que no debió ser nada fácil, teniendo en cuenta la procedencia de los primeros legionarios. La escena, es descrita en el primer tomo de la Historia de La Legión magníficamente: “Millán‐Astray está en Ceuta resolviendo los mil problemas que se le presentan, acuciando su actividad y su capacidad de organización. Han pasado unos días y no llegan más hombres. Aunque está seguro de su obra, supone que llegarán cortas expediciones de siete a ocho enganchados. Pero a fines de septiembre, desde Barcelona le avisan que se han firmado unos cuatrocientos compromisos. La alegría le invade, exulta de gozo y telegrafía simplemente:<<¡Qué vengan!>> Ha nacido La Legión. Y llega, procedente de la Ciudad Condal, la primera expedición. En Algeciras embarcan, y al dar fondo el ancla del buque frente a Ceuta, Millán‐Astray, impaciente, pide una embarcación gasolinera y sale a su encuentro para darles la bienvenida, y lo hace sencillamente y con elocuencia. Los que llegan lo escuchan interesados y al finalizar su alocución tiran al aire sus prendas de cabeza en señal de jolgorio. Son una extraña mezcla, nada más abigarrado, más diferente, más extraño que esta masa de hombres que se apresura a desembarcar. Algunos van bien vestidos, otros rotos, mugrientos y desarrapados; unos con monos azulados de obreros; otros semidesnudos. Son como la espuma oscura de una sociedad que les arrojó de su seno. Habrá entre ellos algunos que tengan cuentas pendientes con la justicia; sindicalistas que huyen de las luchas internas y que acaso hayan disparado su pistola desde una 8 esquina; estudiantes que han vendido sus libros porque les place más la aventura; marineros hartos de hacer singladuras por los siete mares; inadaptados que en parte alguna hallan acomodo; hijos que han renunciado a sus familias quién sabe por qué estímulos inconfesables; aficionados a los paraísos artificiales que quieren entregar lo que les quede de vida a una causa noble; torerillos fracasados; extranjeros que sirvieron en otros ejércitos y salieron de ellos por causa que sólo los interesados deben saber; guerreros temperamentales que buscan ascensos y medallas; limpiabotas; cargadores de muelles; algún título nobiliario que por alguna razón no honró sus blasones; presuntos suicidas que no tuvieron el valor de matarse y buscan la limpia muerte de la guerra; aventureros que han corrido la Ceca y la Meca y hasta algún presisidiario evadido” Quizás alguno de ellos podría ser el protagonista de aquel maravilloso romance del poeta Rafael de León, que lleva por título “el Feo” y dice….. Ya se me olvidaba, amigos, que ayer prometí contaros los motivos y razones de por qué soy Legionario. Mientras leía esta carta, los estaba recordando. Yo era el chaval más humilde, más bueno y más «desgraciao» que se inscribió en los Padrones de la Cabecera el rastro. Y aunque mi madre era guapa, según los que la trataron, mi padre fue por lo visto, de un feo tan exaltao, que se miró en un espejo y, al verse, palmó en el acto. Y esta cara fue la herencia que mis papás me dejaron: moreno‐verde‐aceituna, pelos tiesos, chiquitajo. Nadie me llamaba Antonio, que es así como yo me llamo, sino «El Feo». 9 Y Con el nombre de «el Feo» me bautizaron. Yo me quedaba mirando a las comadres que llevaban a su retoño en los brazos diciendole: «rey del mundo, tesoro, mi cielo, encanto». Yo jamás supe lo que era, ni de limosna, un halago. De pequeño, me vengaba de los chavales del barrio: «pata's» en las espinillas, mohicones, cascotazos, ¡que a éste le quito la gorra!, ¡que tumbo a aquel otro en el fango! ¡Que polvos de pica‐pica por el «cogote» a «puñaos»! Y al que pesco en una fuente, le empujo, y al agua patos. De «el feo» todos decían que era de la piel del diablo, y «el feo» todas las noches se adormilaba llorando. Y al fin le salió la barba; allá va un mocito «honrao» que sabe ganarse a pulso la vida con su trabajo. Le siguen llamando «el feo»; ¡qué más da, si al fin y al cabo los hombres pueden ser hombres aunque no estén ondulaos! ¿De novias?, ¿con mi carita?, «pa'» que iba a meterme en gastos; le digo a cualquiera ¡mira! y al verme le da un colapso. Pero el sino se presenta cuando menos lo esperamos; un chaval que lo bautizan a escote los de mi patio, 10 una madre, que en los ojos lleva escrito el desengaño. Yo, que me muero de pena, que me doy tres latigazos, que se me olvida mi rostro, que me acerco al «cristianao», y en una copla, a la madre, mi corazón le regalo: con esa flor de tu rama, voy a hacer una cariá, yo tengo cuatro apellidos, los cuatro le voy a dar, como si fuera hijo mío. Y lo cumplí, a los tres meses yo era ya un hombre casado con una mujer bonita, noble, leal y de buen trato, y con un chaval que en el alma yo me lo puse a caballo. Los que me llamaban feo me lo siguieron llamando, y con razón, pero ella nunca puso tal nombre en sus labios y yo, se lo agradecía. Y así vivimos tres años sin ella decirme «el feo» ni yo mentarle el pasaó. Recuerdo que fue un domingo... Yo tenía al niño en los brazos cuando una sombra en la puerta preguntó: «¿Está la Rosario?» «Está para mí, ‐le dije‐ que pa' usted ya la enterraron». «Pues vengo a resucitarla y a llevarme ese macaco, porque lo feo se pega y usted lo es un rato largo». No dijo más, ni un suspiro, cayó como cae un árbol 11 cuando lo siegan de golpe los cien cuchillos de un rayo. Pero ella, sí que lo dijo, viendo en tierra aquel guiñapo, me lo dijo sin palabras, me miró de arriba abajo de una manera tan fina, diciéndomelo tan claro que nunca pensé que un mote pudiera hacer tanto daño. Los jueces dijeron: «¡libre!» Yo respondí: «¡condenaó! ¿A quién vuelvo yo mis ojos? ¿Dónde encamino mis pasos?» y la Bandera de España me contestó: «A mí, muchacho, que yo voy a ser tu madre, te daré gloria y amparo y te enseñaré el secreto de andar con la frente en alto, te haré novio de la muerte, que es la novia de los guapos». Y aquí estoy con esta carta, que hoy ha llegado a mis manos, donde un chiquillo me dice: «Papá, tengo tu retrato, me gusta mucho que seas Caballero Legionario, porque con ese uniforme: ¡Mecáchis, sí que eres guapo!» Suena la marcha Bandera y Patria. En el cuartel del Rey los reúne Millán‐Astray y aparece ante ellos firme, erguido, marcial. Los mira a todos con una mirada aguda que penetra hasta el fondo de su alma. Hay un silencio imponente que sólo quiebra la voz del fundador bien timbrada, varonil, enérgica, persuasiva: “Legionarios: 12 Habéis contraído con La Legión el más honroso compromiso de vuestra vida: pertenecéis ya a La Legión, que os recibe con los brazos abiertos. Os ofrece honor, gloria, olvido para vuestras almas. Cualquiera que sea vuestra condición y vuestro origen, recibís ahora un orgulloso título desconocido hasta este momento: el de legionario. Tendréis aquí cuanto se os ha prometido, cuotas, haberes, alimento sano y vestido airoso. Podéis ganar galones y alcanzar estrellas. Seréis tratados con justicia y equidad, pero sin blandura. A cambio de ello, sufriréis constantes peligros y azares, trabajos, duras marchas y en el combate ocuparéis siempre, siempre, los puestos de honor que son los de peligro. No seréis engañados. Estaremos siempre juntos bajo el signo de la muerte y muchos de nosotros entregaremos nuestras vidas; que nada hay más glorioso que morir combatiendo en La Legión para gloria de España y de su Ejército. Pronto lo aprenderéis así…..Caballeros Legionarios: ¡Viva La Legión! Y en tono menor, les dice:<<El que esté arrepentido, el que no se sienta suficientemente capaz de estas cosas sublimes, no tiene más que presentarse al médico y decirle que le duele la garganta. Cómo no merece ser legionario, será pasaportado para España>> A ninguno le duele ni le dolerá nunca la garganta, son la semilla de La Legión que ha germinado. Las filas están electrizadas. Un temblor de emoción recorre la formación de aquellas almas atormentadas, de aquellos hombres de vestimenta tan distinta, de aspecto tan diferente. En un arranque de espontaneidad lanzan al aire sus prendas de cabeza pronunciando estentóreamente el grito de<<¡Viva La Legión!>>. En las paredes del patio se han escrito frases que los nuevos legionarios van leyendo poco a poco: <<La muerte llega sin dolor>> <<Podéis llegar a Capitanes>> <<Lo más horrible es vivir siendo un cobarde>> <<Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado>>. <<La Legión pedirá siempre, siempre combatir sin turno, sin contar los días ni los meses ni los años>> En estas expresiones el fundador busca sintetizar un código moral con el que ha dotado a sus legionarios: el Credo Legionario. Médula y nervio, alma y rito de la Legión en el que se rinde culto a la Patria, al valor, al honor, a la disciplina, al compañerismo y a la Bandera. Su expresión pone de manifiesto el compromiso que todos y cada uno de los Legionarios asume con La Legión. 13 A esta tarea ilusionante se incorpora el Capitán Arredondo cuando recibe el encargo de organizar la Primera Compañía de la Primera Bandera que acaba de nacer. Los siguientes meses los pasaría dedicado a la instrucción y mando de esa primera unidad de La Legión, especialmente querida para mí, puesto que el Oficial que les habla tiene el privilegio de que ese haya sido su primer destino: la Primera Compañía de la Primera Bandera, la gloriosa compañía del Capitán Arredondo. Suena la primera parte de Tercios Heroicos. La historia de La Legión es desde su fundación la consecuencia de un estilo, de una liturgia, que supieron crear sus fundadores. En aquellos días la vida tanto de los legionarios como de sus Jefes, no debió ser nada fácil. La falta de confianza del Mando en la bisoña y naciente Unidad, les hace pasar por un auténtico calvario durante meses, en los que fueron marginados a tareas logísticas y de fortificación, construcción de blocaos, servicios auxiliares y de retaguardia. Pero la indómita Legión no se rinde, ha nacido con vocación de sacrificio, de entrega sin límites, de bravura sin par; su fundador la ha creado para ahorrar vidas de una tropa de reemplazo sin moral, derrotada; sus legionarios, son únicos y sin igual, su contraseña: ¡Legionarios a luchar, Legionarios a morir!, es un canto al arrojo y a la acometividad. Esta maravillosa obra de un loco visionario sólo es posible apreciarla en su grandeza cuando nos paramos a reflexionar cuán difícil debió ser transformar a delincuentes, expresidiarios, y aventureros de todas las ideologías, en una unidad disciplinada y eficiente, dispuesta siempre a ocupar los puestos de mayor riesgo frente al enemigo y a buscar constantemente en el fuego su redención. Allí estaba Arredondo, el primer Capitán, transformando esa visión idílica en una magnífica realidad que al poco de su creación, supera complejos ante un enemigo hasta entonces temible, eficaz y escurridizo. Podemos imaginar a nuestro héroe con su voz cercana y cálida rindiendo y fidelizando a sus hombres, que hasta ese momento llegaron incrédulos, desarraigados por la desgracia y endurecidos por la hiel y el fracaso. Pero este intenso tiempo de preparación no duró mucho, el día 2 de noviembre, sin haber alcanzado aun los dos meses de preparación, llega al campamento de La Legión en DAR RIFFIEN, la orden de partir hacia UAD LAU, la unidad sabe que va a entrar en combate, se camina a buen paso y los primeros cantos surgen de las gargantas de los legionarios: Legionario, legionario soy, Y mi niña, dice, cuando a verla voy. 14 ¡Niño mío!, yo quiero ser la primera Que se abrace a la Bandera Ganada por La Legión A pesar de su movilización, no se tiene confianza en La Legión, y una vez tras otra se le asignan misiones rutinarias que en sus canciones, con sana ironía ponen también de manifiesto los legionarios: ¿Quiénes son esos soldados de tan bonitos sombreros? El Tercio de Legionarios que llena sacos terreros. Pero la suerte de La Legión estaba echada y el Capitán Arredondo se ve involucrado en las primeras operaciones serias; desde mediados de abril forma parte de las columnas de Castro, Girona y Sanjurjo, con las que, a pesar de no serle asignada la vanguardia que su Jefe reclamaba constantemente, La Legión sufre su auténtico bautismo de fuego durante la ocupación de las posiciones de AIT GABA, SALAH Y MUÑOZ CRESPO. En la toma de esta última posición y tras tres días de violentos combates, el 29 de junio es herido de gravedad el Capitán Arredondo una vez más. Así lo describe Carlos Micó, legionario y poeta, en su libro Los Caballeros de La Legión: <<Cuando me acerqué a él, estaba de pie y me dijo en un tono en el que no se adivinaba ni nerviosismo ni emoción: avisa que venga inmediatamente una sección de ametralladoras, porque nos están asando; tengo ya dos balazos en los muslos. Cuando acudieron los camilleros, el heroico Capitán ya estaba acostado en el suelo. ¡No os acerquéis a mí, gritaba, que están tirando muy bien! ¡Me han tumbado de dos balazos más! Batid primero al enemigo, y ya vendréis luego a por mí>>. Cuando horas después lo recogieron, la situación de Arredondo era muy grave, lo que le obligó a un largo peregrinaje por diversos hospitales de campaña, hasta que finalmente, resultó imprescindible evacuarlo a Madrid. De haber sido otro su carácter, ahí podría haber terminado la sufrida y brillante carrera militar de Arredondo, y con toda justicia nuestro héroe, en su condición de inválido, podría haber pasado a disfrutar de la desahogada situación, de la familia que anhelaba crear y de su merecido y ya inmenso prestigio. Pero no; el capitán Arredondo estaba hecho de otra madera y ni supo ni quiso eludir su sagrado compromiso con la Patria, con La Legión y con sus legionarios. Suena la Canción del Legionario. Determinado a conseguir la vuelta al servicio activo por cualquier medio, Arredondo se embarcó en lo que durante los tres años siguientes sería para él un auténtico calvario. 15 Recurrió a todo tipo de médicos, hasta gastar una buena parte de su capital; suplicó al Rey, que lo recibió en audiencia el 27 de marzo de 1923 y prometió ayudarle, y, tras una lucha titánica contra los tribunales médicos, en los que incluso se vio obligado a disimular la situación real de su pierna, Arredondo consiguió finalmente ser dado apto para el servicio, eso sí, con la ayuda de un artilugio ortopédico metálico que le acompañaría el resto de sus días. A su pueblo, Baeza, fueron llegando, para muy pocos, las noticias de la prensa y después, boca a boca los comentarios de la limpia ejecutoria de aquel héroe, primero teniente y luego capitán; tras las heridas de su primera Laureada, su presencia esporádica, siempre que se lo permitía el doloroso tratamiento al que se sometía en los hospitales de Córdoba y Madrid. Su madre, en su afán protector, le escribía animándolo a que aceptara su suerte y volviera a Baeza, a lo que él responde: “Me niego. Soy militar y ni sé ni quiero vivir de otra manera. Usted, madre, a sus rezos, que falta le han de hacer, y yo a batirme por el honor de España, que no están los tiempos para pensar en uno mismo. Así soy yo y así debe ser la madre de un legionario”. Y en otra ocasión en que su madre, doña Rosario, debió de insistir, Pablo se reafirmaba: “No sufra por mí, madre, que yo no quiero hacerle daño, pero mi honor y mi historia me llevan a seguir combatiendo por la Patria”. Vieron entonces sus paisanos a un joven inválido que se ayudaba de bastones y un rudimentario aparato ortopédico en la pierna que le había quedado inútil para poder caminar. Tres años así, y cuando todo el mundo esperaba su pase al cuerpo de mutilados, y la exhibición de su bien ganado prestigio en una Academia o un despacho, Arredondo vuelve al servicio activo y a La Legión, tenía preparadas para él otras balas en África. Sus paisanos ya no tenían que leer los periódicos ni escuchar los comentarios de éste o de aquel, podían verle cada día, sentir su voluntad indomable, observar su cuerpo tallado a balazos, a martillazos de sacrificio y abnegación; una vocación castrense profunda y ejemplar. Arredondo ni quería ni sabía vivir de rentas, aunque fuesen limpia y duramente ganadas. La Legión le acoge de nuevo con los brazos abiertos, devolviéndosele el mando de su querida primera compañía. Ni los dolores, ni las heridas, ni el hambre, ni la sed, ni las extremas condiciones de vida y combate de las que habla en sus cartas, consiguen empañar la felicidad de Arredondo al encontrarse de nuevo al frente de sus legionarios. <<Después de seis días sin suministro alguno, le escribe a su madre, finalmente tuvimos que sacrificar al caballo, que nos comimos asado sin pan, sal, ni 16 nada más. Lo peor es que ahora tendremos que repartir su carga. Lo que bebimos no es para contar>>. Así pasará los cuatro siguientes meses, tomando parte en innumerables combates que entonces se sucedieron, hasta el 19 de noviembre siguiente en que durante la retirada de XERUTA al ZOCO DE ARBBA, encontraría gloriosa muerte y ganaría su segunda Laureada y la Medalla Militar Individual. 6. SU MUERTE. En España, por la aguda sensibilidad popular de aquellos años sobre el desgaste del Ejército, provocada tres años antes por el desastre de ANNUAL, se había instalado entre los españoles toda una gama de sentimientos desde la vergüenza a la venganza. En el seno del ejército, las trifulcas entre los partidarios de la retirada y los del control del territorio, habían llevado al General Primo de Rivera a adoptar una decisión de compromiso intermedia ordenándose una retirada de XAUEN, que no acabó en otra hecatombe semejante a la de ANNUAL, gracias a los escalones sucesivos que contuvieron el repliegue; en uno de los cuales, XERUTA, murió Arredondo, cuando mandaba la Primera Bandera de La Legión. El 19 de noviembre de 1924, apenas iniciado el movimiento bajo un violento temporal de agua y viento, la columna de la que formaba parte la unidad de Arredondo, fue atacada con gran intensidad por numerosos enemigos de las Kabilas de XERUTA y XAUEN. Muerto el General Serrano y ocupados por los moros puestos de protección prematuramente abandonados, la columna en cuyos últimos escalones iba Arredondo, tuvo que continuar su marcha en condiciones muy desfavorables. Viendo que el ataque del enemigo arreciaba, el Capitán Arredondo, que mandaba la Bandera, cede el Mando de ésta y toma el mando directo de la que fue su primera compañía. Cuentan las crónicas que << el Capitán Arredondo al mando de la primera compañía, ocupa posiciones ventajosas para facilitar la retirada, conteniendo briosamente al enemigo hasta ver a salvo a todas las fuerzas de la Sexta Bandera de La Legión y del Grupo de Regulares de Ceuta. Al empezar el repliegue, Arredondo es herido en el pecho y, comprendiendo la crítica situación de las fuerzas en retirada, permanece en su puesto batiendo al enemigo y sacrificándose por la seguridad del resto de la columna. Cercada su compañía, defienden todos caras sus vidas, hasta que la superioridad del enemigo acaba con ellos, muriendo el capitán de un segundo balazo, los oficiales y los legionarios con espíritu espartano, en cumplimiento de su deber y del Espíritu de Compañerismo del Credo Legionario: “con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo, hasta perecer todos.>>. En aquel momento, el capitán Arredondo tenía 34 años de edad y, dada la gravedad de la situación, su cuerpo, nunca se recuperaría. 17 “Escribiré una oración militar, dejó dicho el general Millán‐Astray, la oración de los héroes, y en ella y en lugar preferente irá el nombre del capitán Don Pablo Arredondo Acuña, para que la reciten y sirva de ejemplo a los Ejércitos y a todos los españoles”. Suena el toque de oración legionaria. 7. EL MONUMENTO. Afirma Ortega y Gasset en su obra “Ideas y creencias” que el defecto más grande que posee el ser humano es el de la ingratitud, y no se refería con ello sólo a la injusticia, el mérito, o la herencia recibida, sino que matiza y completa su pensamiento diciendo: “Volver la espalda al pasado es la rebarbarización del hombre”. Tras la muerte de su héroe, no incurrieron los baezanos de entonces en el defecto tan español que tanto denosta Ortega en sus pensamientos, sino que al contrario, fueron muy generosos en palabras y testimonios. No ahorraron en los periódicos y revistas de la época, alabanzas a su paisano y consideraciones a su familia. Pero fueron, sobre todo, generosos en obras: describiendo con amor sus proezas, manifestando su apoyo y cariño a la familia, y finalmente inmortalizando su memoria en un monumento. El 11 de enero de 1925, en la revista local Ayer y Hoy se decía: <<Su patria chica debe honrar en la muerte al héroe que dio la vida por la Patria grande; Baeza está obligada; nobleza obliga. Y, hay que hacer….¡Hay que hacer algo a todo trance por la memoria del Capitán!>> Así, dos meses después de su caída en Xeruta, las autoridades de Baeza, con el apoyo y la exigencia de todo el pueblo, recogen el guante de las iniciativas salidas de un comité central y de la diputación provincial para la erección de un monumento en su honor. A partir de ese momento, el ayuntamiento de la ciudad y la comisión ejecutiva trabajan con tesón para llevar a buen fin el proyecto. El punto culminante de esta labor se sitúa en el 19 de noviembre de 1925, primer aniversario de la muerte de Pablo Arredondo, haciendo coincidir esta fecha con un pleno extraordinario del consistorio y la colocación de la primera piedra del monumento. La sesión tenía como único punto del orden del día: “Determinar el lugar de emplazamiento para la colocación de la estatua que se ha de erigir en esta ciudad al hijo de ella, Don Pablo Arredondo Acuña” En ella, se acordó que el emplazamiento de la estatua se realizase en el Paseo del Arca del Agua y al lado opuesto de la fuente del mismo. En la ubicación del monumento tuvo un gran peso la opinión de su autor, Jacinto Higueras, reputado escultor jiennense, puesto que al igual que en su confección, fue muy minucioso a la hora de 18 proponer el lugar, después, y tal y como consta en acta, de visitar todos los posibles lugares de la ciudad que consideraba reunían las condiciones apropiadas. Este movimiento popular y espontáneo no cejará ya en su empeño abriendo una suscripción popular, eligiendo al escultor y fijando el lugar de su emplazamiento. Iniciativa que finalmente se materializará con la inauguración del monumento el 19 de enero de 1927 en un acto multitudinario en Baeza, que vistió para la ocasión sus mejores galas para recibir a las personalidades que asistían al acto y para arropar con su afecto a la familia del héroe en un momento tan señalado. Según refleja el acta que se levantó del acontecimiento y que se guarda en el archivo municipal de Baeza, asistieron al acto múltiples personalidades, algunas ostentando la representación del Rey y otros miembros de la familia real, destacando entre otras la del presidente del Consejo de Ministros, el General Primo de Rivera, el Coronel Millán‐
Astray, fundador de La Legión, el General Ardanaz Crespo, Capitán General de la Primera Región Militar y D. José Yanguas de Messía, ministro del estado. Tras la inauguración, el monumento volvería a tener cierto protagonismo a mediados de 1930, cuando se llevó a efecto la imposición a la estatua de la segunda laureada de Pablo Arredondo, concedida el año anterior. Después de la imposición de la Laureada, el monumento vuelve a la tranquilidad que no abandonaría ya hasta el estallido de la guerra civil. Durante la cual se produjo el derribo y posterior desaparición de la estatua. Tras la guerra, el monumento, o más bien sus restos, siguen ocupando el emplazamiento original elegido por su autor. El Arca del Agua fue cambiando, pero el muro, junto al pedestal mutilado mirando a la fuente, y la inscripción “erigido por suscripción popular e inaugurado el 19 de enero de 1927”, siguieron allí, sin duda, esperando que se hiciese justicia a la memoria del héroe. Justicia que se hace hoy, nuevamente mediante iniciativa popular, al restaurar la memoria del héroe Baezano reerigiendo el monumento que le honra. 8. SU LEGADO. Arredondo fue y murió como un auténtico soldado. La historia heroica que este baezano ilustre escribió en los torturados campos de Marruecos, con la tinta indeleble de su sangre, no puede quedar ni ha quedado perdida en la memoria, es inamovible. Siendo todavía un bisoño Oficial, gana su primera Laureada en la acción heroica de Laucien, en la que demuestra su heroísmo y su abnegación, con tan sólo 23 años de edad. 19 Es el primer Capitán que acude a la llamada del fundador, Millán‐Astray, para tomar el mando de la primera unidad creada de la naciente Legión, con el compromiso de honrar a la más leal compañera del Legionario, la muerte entre el clamor proclamado por oficiales y legionarios de su ejemplaridad, de su caballerosidad y de su entrega sin límites a La Legión. <<¡Cuando te veo, mi Capitán, creo que la humanidad es buena!>> Exclama Carlos Micó legionario y periodista. <<Heroico hidalgo andaluz>> escribe sobre él el Comandante Franco en su Diario de una Bandera. <<Ha muerto el Capitán Arredondo, modelo de caballeros y de soldados>>, afirma el Teniente Coronel Mola, en obras todas ellas escritas en la primera mitad de los años veinte. Pero ¿Cómo era Arredondo, que valores le movían? Como diría el poeta baezano de adopción el insigne D. Antonio Machado, <<era en el buen sentido de la palabra bueno>>. Quizás el mejor retrato pueda extraerse de su testamento, donde en dos escasos pliegos de papel barba que firmó y rubricó el 12 de agosto de 1924, quizás presintiendo ya su cercana muerte, abre su corazón: ‐
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Declaro que soy católico, apostólico y romano…; soltero aunque empeñada mi palabra con la Señorita Luisa San Teodoro Linares. Ruego a mi madre y hermanos que pidan por Dios por la salvación de mi alma. Instituyo herederos a mi madre mientras viva y con la preciosa y única condición de pasar una renta vitalicia de ciento cincuenta pesetas a Luisa, encomendándole a mi madre la misión cristiana de velar por ella y dirigirla enseñándola a ser una buena creyente. Lego a mi ahijado la Cruz de San Fernando que lleve en el uniforme al morir. Lego a mi sobrino Pablo el uniforme ensangrentado. Lego, por fin, a mi queridísima y santa madre la Cruz que me regaló la Brigada de Cazadores. Encargo a mis hermanos Juan y Luis que hagan un ligero resumen de mi vida militar y se la lean con frecuencia a sus hijos para que sean amantísimos de España. Es un auténtico catecismo de amores, de firmes creencias, de esas a las que apela un ser humano para sostener el modo de vida mística que ha abrazado. Amor a Dios y a su madre, a su familia, a su novia, fidelidad al juramento contraído, heroísmo, amor a España, abnegación. 20 Tan sólo unos días antes de morir, en la última carta recibida por su madre, le decía: “Ante los apuros que España está pasando en estos momentos, debe tener el orgullo de contribuir con uno de sus hijos, con su propia sangre, a la salvación de la Patria”. ¿Cabe mayor generosidad, altruismo y serenidad en alguien? Su testamento está redactado apenas tres meses antes de la fecha en la que le sobrevendría la muerte, y lo que es más espeluznante, sin saber que moriría ni cuándo ni cómo lo haría, pero sin duda, estaba seguro de que lo haría cómo un legionario, mirando a la cara a la muerte y en combate. Y así fue. “Cuando lea usted estas letras, decía en la carta que se encontró entre sus pertenencias en la tienda en la que pasó su última noche, yo habré dado contento la vida por la Patria, tan necesitada de la sangre y del sacrificio de sus hijos. Sólo una pena inmensa me llevo: el separarme de usted y de Luisa”. Suena La Madelón, canción de marcha de La Legión. 9. EPÍLOGO. Querido Comandante Arredondo, tu sacrificio y entrega no han sido en vano. Hoy La Legión y tu ciudad, Baeza, te rinden el reconocimiento que ni el olvido, ni el odio, ni la sinrazón, han conseguido apartar de sus corazones; el homenaje sincero de los que te sienten y te identifican como un verdadero héroe del pueblo, sincero, humilde, abnegado, valiente, temerario, sencillo y soñador. Hoy, mi Comandante, tu querida Baeza y tu venerada Legión rinden culto a tu valor, a tu honor y a tu gallardía y reescriben en su historia, ese verso que nunca debió desprenderse de la tuya. Y a mí, a tu humilde pregonero, sólo le falta invocar a nuestro protector, al protector de tu bendita Legión, nuestro Cristo de la Buena Muerte, para que nos ayude a seguir tu senda, y nos permita, en caso de necesidad, seguir tu ejemplo de sacrificio y entrega al servicio de la Patria. Cristo de la Buena Muerte. Adelantado en la tierra. Pendón de pechos guerreros. Fiel hermano legionario, porque tú fuiste primero. En abrazar en tu cruz, con tu sufrimiento ciego. A ese noble legionario que allá en su pozo, altanero. Desafía al vil enemigo, sus cañones, sus morteros. 21 Para enarbolar más alto, ese pendón heredero de la tradición hispana. Almena, baluarte, castillo, reducto imperecedero. Donde no llegan ni asoman porque no tienen sustento: Desalientos, frustraciones, desánimos, desesperos. Guión que bajo sus pliegues acoge a hombres dispersos. Difuminados, inmersos en su propia vida sin recalar en el resto. Y que con la sola magia de su tremolar inhiesto. Transforma mágicamente una vida sin sentido en el más grande misterio. De una mística guerrera al servicio de su pueblo. No permitas tu, Cristo nuestro, que estos nobles legionarios: Bravos, aguerridos, fieros, desinteresados, justos, patriotas, gallardos, incomprendidos, perfectos. Pierdan esa protección que les brinda tus desvelos. Que se aparten de tu lado, que rompan con ese sello, que tienen sobre su alma y que sólo les da el Tercio. No permitas tú, legionario primero, tú que sabes de su empuje de su arrojo y su desprecio ante toda situación que conlleve algo de riesgo. Que se les calumnie nunca, se les desprecie o humille, pues todos sus malos hechos son: Tener un glorioso pasado pleno de honras y muertos, querer a Dios y a su Patria por encima de dineros, y estar dispuesto en cabeza a morir como un guerrero. Permítenos ahora y siempre, oh tu Dios nuestro, que podamos seguir implorándote y llamándote: ¡Legionario primero! Suena el Novio de la Muerte. Señoras y Señores, sólo me queda pedirles que en recuerdo de nuestro insigne héroe al que hoy honramos, griten conmigo: ¡Viva el Comandante Arredondo! ¡Viva Baeza! ¡Viva La Legión! ¡Viva España! Muchas gracias. 22 Suena el Himno Nacional. 23 
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