Cabarí, poema, 1856

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1
Aromas del Alma
Poesías
de
Ramón de Santiago
Publicadas, é inéditas,
desde
1848 á 1904
Empezadas a coleccionar el año 1871
en
Montevideo
Tomo 1º
1848 a 1859

Carátula del manuscrito de la que se puede deducir que el autor comenzó a organizar su obra
próximo al final de su vida, recuperando desde 1871 algunas piezas sueltas anteriores, entre las que se
encontraría Cabarí. Ignoramos si este poema fue publicado en la prensa [Nota del E.]
2
CABARÍ
Trascripción paleográfica y cuidado de la edición de
Alejandro Gortázar
1
El año mil setecientos
Y siete de nuestra era
Veloz pasaba, dejando
Sobre la Uruguaya tierra
Muchos recuerdos sangrientos
y una hermosa primavera,
que el Paraná y Uruguay,
Donde más juntos serpean,
colmaba de verdes hojas,
De arbustos y enredaderas,
Derramando entre sus bosques,
En sus aguas y en sus sendas,
En sus islas y en su cielo
Nubes de ricas esencias
Y de pájaros cantores,
Y mil claridades bellas.
En una hermosa mañana
De diciembre, tan serena
Que escucharse parecía
Sobre las altas palmeras
Los besos de la luz pura,
Y de tal esplendor llena
que á sus rayos se apagaban
La esmeralda de la yerba
Y hasta el azul de los cielos,
Siguiendo una angosta senda,
Que hacia el Paraná conduce,
Y entre su bosque se enreda,
Marchaba un indio gallardo
Que en lo ágil de sus piernas,
De su andar en la cautela,
Y de sus vivaces ojos
En las miradas atentas,
El deseo bien se mira
De que nadie allí lo vea.
De pronto detiene el paso,
3
Alza la altiva cabeza,
Mira entorno suyo, y luego,
Como se oculta en la espesa
[H]ojarasca el tigre fiero,
Desapareció en la selva.
Irguió entonces su alto cuerpo,
Sacudió su cabellera
E imitando el ronco grito
Del Chajá,1 siguió la senda
Bajo las gigantes copas
De ñandubais y palmeras,
De urundais y vívaroes,
Donde bandadas inmensas
De loros y guacamayos
Lanzaban su charla eterna.
No su marcha interrumpían,
Siempre segura, altanera,
Ni el jaguar2 que entre las matas
Agazapado lo acecha,
Ni el leon que ruge airado
Celoso junto á su hembra,
Ni el silvar de la serpiente,
Ni la gigantezca boa
que de las palmas se enreda
Y en anillos formidables
Del suelo á las copas llega,
Ni el cascabel aterrante
De la Uguayapí, 3 certera
Para dejar en sus saltos
Pronta herida que envenena.
Como el rey de aquellos bosques
Nada lo admira ni arredra,
Y á su alrededor, parece
Que todo a su vista plega.
Al llegar a un descampado
Que circunda por do quiera
Muralla de espeso monte,
Paróse, lanzó con fuerza
De nuevo el potente grito
Del Chajá, y calló la selva;
Pero en el instante mismo
Por todos lados y a priesa
Esbeltos indios salieron
Armados de arcos y flechas,
De macanas y de picas
Y de arrojadizas piedras,
1
Especie de pato volador. [Esta y las siguientes notas, salvo expresa indicación en contrario,
corresponden al autor del poema].
2
Tigre feroz.
3
Vivora de cascabel.
4
Y rodeando respetuosos
al que la señal hiciera,
Sus palabras esperaban
con anhelo y reverencia.
–Todo está pronto Charruas
Para la venganza cierta,–
Empezó el recien llegado,
Pero interrumpió su arenga
grito de gozo salvage
que estremeció la arboleda.
–Todo está pronto, prosigue,
Y ha de ser grande y sangrienta.
Son ya nuestros aliados
Los Yarós que en la sorpresa
Temibles son, pues se arrastran
Vivos como las culebras;
Los Bohanes atrevidos
Hábiles en la pelea
En la retirada astutos,
Y el Minuano que no ceja
Ni al número ni a las armas,
que mata, destruye, incendia,
Y cuanta mas sangre vierte
Mas sus coleras aumentan.
Solos quedan los traidores,
Esos guaranies, que mengua
Son de las tribus valientes
Que poblaban estas tierras.
Mañana al romper el día
Y antes que el tuyú4 en la selva
Con su canto lo salude,
Llegaran por varias sendas
Esos bravos aliados
que la libertad desean,
Para reunirse en el sitio
De la altísima palmera
Y elegir el gefe digno
De la deseada empresa.–
No bien concluido había
De hablar el indio, tremenda
voz unida de mil bocas
que repercutió en la tierra,
El nombre de Cabarí
Levantó sobre la selva,
Y cien veces repetido,
Y siempre con más violencia,
Cual el trueno se dilata
Desde el valle hasta la sierra
4
Pájaro de dulce canto, muy madrugador.
5
Y desde la sierra al valle,
Resonó por las cuchillas
Por los montes y laderas.
2
Un valle estenso, umbroso, circuido
De gigantezcos bosques al Oriente,
Y del gran Paraná por los raudales
Y sus añosas selvas á Occidente,
Era el lugar que Cabarí indicára
Como sita de unión a los guerreros
Indomables y bravos, que ni un punto
Dobláran su cerviz a los Iberos,
Y conservando en sus salvages almas
El belicoso ardor de sus mayores,
Por su adorada libertad querian
Exterminar á blancos y traidores,
Para volver a ser los libres dueños
Del Uruguay, del Paraná y el Plata,
De sus verdes cuchillas y llanuras
Do eterna primavera se retrata.
De alegre verde se tapiza el valle
Con fresca alfombra de feraz gramilla,
Bordandola doquier la blanca y roja
Modesta margarita, ó la amarilla
Señal del macachin5 o el raudo hilo
De plateada corriente que murmura,
Como escribiendo en loza de esmeralda
El nombre del autor de la natura.
En admirable anfiteatro sube
Al rededor el bosque giganteo,
Cual si a los hombres enseñar quisiese
Como se alza un magno Coliseo,
Y cubre ese lugar la pura bóbeda
De un alto cielo con sus nubes bellas
Que de dia abrillanta un sol de fuego
Y tachonan de noche las estrellas.
En el centro del valle palma hermosa
Yerguen altiva sobre toda planta,
Y cual corona de la grande selva
Su refrescante copa se levanta.
Bajo ella, dicen, que Tupá 6 se sienta
A gozar de su sombra en el verano,
A oir de los tuyus7 las melodias,
Del Paraná el estruendo soberano,
5
Especie de tuberculo pequeño, muy dulce.
Genio del Bien.
7
Pajaros de dulce canto
6
6
Y del sorzal las tristes armonías.
Cuando la aurora desplegó riente
Sus esplendentes galas, y en el seno
De los bosques entró, de varias tribus
Aquel valle anchuroso estaba lleno.
De Cabarí a la cita habían llegado:
Los Bohanes pequeños y fornidos
Que ostentan en sus manos largas picas,
Y son por esas armas muy temidos;
Los Minuanos bravos, sanguinarios
Para el tiro de flecha muy certeros,
Y cuyos arcos tal dureza tienen
Que tenderlos no pueden los Iberos;
Los Yáros y Güenoas que manejan
La pesada macana con pujanza,
Y el enemigo que la ve blandida
Pierde ya de vivir toda esperanza;
Y por fin los Charrúas siempre altivos
Gigantescos, valientes, atrevidos,
A la fuerza o alhagos altaneros,
Que caen muriendo, pero no rendidos.
Armados van los unos de altas picas,
Otros del arco y flechas, de pesadas
Y ruidosas macanas los mas fuertes,
Muchos de lisas piedras redondeadas,
De dos en dos unidas por un tiento 8
Y que llevan dos muertes ya lanzadas.
Desnudos tienen la robusta espalda
El alto pecho, los fornidos brazos
La bien formada pierna, pero fina,
Y los pies tan callosos, que sus pasos
No interrumpe jamas aguda espina.
Apenas de Aguará9 venao o danta
Un pedazo de cuero les desciende
De la cintura hasta el membrudo muslo,
Y de daños el vientre les defiende.
Negra, cerdosa, larga cabellera,
Que ciñen a las sienes con la faja
De piel frotada o de maleable junco
Hasta sus pechos y su espalda baja.
De las tribus detrás en grandes grupos
Se ven a las mugeres, y trepados
De los árboles altos en las ramas
Se asoman los muchachos admirados.
Al pie de la palmera estan reunidos
Los caciques valientes, de aire altivo,
Altos flexibles, de ademanes prontos,
De arrogancia salvage y mirar vivo.
8
9
Cuerda hecha de cuero.
Especie de zorra grande.
7
Alli está Cuapucú 10 de los Bohanes
Gallardo gefe que se apoya airoso
En su alta pica; adornan sus cabellos,
Su cintura y su brazo musculoso
Vistosas plumas de colores varios,
Y cubre sus espaldas vigorosas
El quillapí11 formado de dos pieles,
Que a dos leonas arrancó furiosas.
Alli está Oberabó12 casique amado
De Yaros y Guenoas; la carrera
Tan veloce sostiene que de un ciervo
La piel que pende de sus hombros era;
Plumas blancas y negras son su adorno
En la cabeza piernas y cintura,
Y apoya su membrudo fuerte brazo
En grueso palo de madera dura.
Allí también está Piaguapí 13 intrepido,
Sin adorno de plumas ni de pieles,
Llevando sobre el hombro muchos pares
De gruesas bolas a sus ojos fieles.
Del bravo minuano es el orgullo,
Pues dicen que al taguátu 14 a que lanzara
Un tiro de esas bolas, de su vuelo
Enredado con ellas lo bajara.
Mas sobre todos Cabarí se eleva,
Cual vivaró15 gigante que asomase
Su frente sobre palmas altaneras,
Y al rededor el bosque dominase.
Con largas plumas de yucapaní 16 corona
Sus cabellos oscuros y poblados;
Albo collar de dientes y colmillos,
En yacarées17 feroces conquistados,
Rodea su cuello, y a la vista cuenta.
Las victorias terribles de su brio,
Y uno por uno los que ya vencido
De esos dueños voraces del gran río.
Orgulloso se muestra, cual monarca
Con su manto real de armiño y grana,
Al sentir en su hombro el suave peso
De la piel de un jaguar 18, que una mañana
Lo acometió en el bosque, pero al punto
A golpes lo venció de su macana 19
10
Gallardo.
Especie de capa, general en los indígenas.
12
Agil, corredor,
13
Animoso, valiente
14
Especie de [h]alcón blanco
15
Arbol muy alto de madera amarga
16
El Aguila.
17
Especie de cocodrilo.
18
El tigre
11
8
Sobre su vientre y muslos caen graciosas
Del ala del ñandúa flexibles plumas
Que movidas del aire cuando marcha,
Parecen transformadas en espumasb.
Terciado a la espalda lleva el arco,
Y las temibles flechas silvadoras,
Con las cuales traspasa, cuando quiere,
Las rápidas torcazas voladoras.
Con su mirada penetrante y fiera
Todo lo observa, todo lo domina,
A una señal que con la mano hizo,
De la tribu de Indios mas vecina
Salió Caarú20 charrúa venerable
Por los años que cuenta de hechicero,
De médico afamado, y por que siempre
De Cabarí fué amigo y consejero;
Y en el tronco subiendo de un tumbay, 21
Por algun huracan desarraigado,
Con poderosa voz que todos oyen,
Así les habla altivo e inspirado:
–Charrúas, Bohanes, Yáros, Minuanos,
Y vosotros Güenoas, descendientes
De aquellas tribus indomables, fieras,
Que se han ido apocando a los furentes
Rayos traidores de la vil España,
Ya de venganza se aproxima el dia.
¡Cuantos soles y lunas han lucido
Desde que Añang22 mató nuestra alegria,
Al ambicioso blanco dando glorias,
Y convirtiendo nuestra libre suerte
Nuestra felicidad, y nuestro imperio
En dura esclavitud, ó negra muerte!
¿De esas cuchillas, valles y montañas
Que siempre nuestros padres dominaron,
De esos rios y selvas grandes, bellos,
Que fueron su delicia, y do cazaron
El zurubí 23 y el yacaré24 y la danta 25
Y el jaguar26 y el venáo27 que tenemos?
Apenas un rincon en estos bosques
Donde mal nuestros hijos defendemos.
19
Equivale a la maza de los guerreros antiguos
En este punto el autor inserta una nota que no consigna luego al pie.
b
En espuma parecen transformadas
20
Noche, oscuro, negro.
21
Arbol de tronco muy grueso
22
Genio del mal.
23
Especie de pescado muy grande
24
Cocodrilo
25
Cuadrupedo del tamaño de un [ilegible], con trompa
26
Tigre
27
Especie de siervo pequeño
a
9
Allí do estaban los tapíes28 del indio
Ciudades alzan nuestros opresores,
O los ranchos29 se aumentan y reunen
de esos odiados guaranies traidores.
Llegó la hora de venganza, hermanos,
Tupá30 la inspira y nuestro padre ardiente
La alumbrará muy pronto en nuestra patria,
¡Ay! Devorada por estraña gente.
El Español y el Portugues celosos
La presa se disputan, y sangrientos
Los unos á los otros se esterminan
En combates feroces; los momentos
Son de que el indio sobre todos caiga
Destruya, mate, incendie, y libre
Haga por siempre su querido suelo.
Hace tres lunas que dormía á la sombra
De este Yatay31, por todos venerado,
Cuando vi aparecerse entre mis sueños
A Zapican zañudo, ensangrentado.
“Levántate Caarú, me dijo, y corre
De tribu en tribu a predicar venganza”.
Desperteme aterrado, y aun veia
Al heroico Cacique, y la esperanza
Nació en mi pecho, y en el labio mio
Sentí la sed de sangre aborrecida,
Y mis manos buscaban temblorosas
La vengadora flecha ya perdida.
¡Venganza, mis hermanos! Corra sangre,
Arrasad esos pueblos de traidores,
Y entregad sus colegios y sus templos
Del incendio voraz a los furores;
Pero antes, nobles, indomables tribus
Que de los libres deseais la gloria,
Entre nuestros casiques el guerrero
Elegíd que os conduzca á la victoria.–
Calló Caarú; con estruendosos gritos
Por gefe Cabarí fué proclamado,
Y con muestras salvages de contento
Por caciques y tribus saludado.
Entonces él armando su gran arco,
Y un momento fijandose en el cielo,
Espera...apunta...su saeta lanza
Que de un Caracará 32 parando el vuelo,
Casi perdido entre las blancas nubes,
Atravesada en él se volvió al suelo.
28
Pueblos o aduares indigenas
Habitaciones con techo de paja
30
Dios, o el genio del bien
31
Palmera
32
Ave de rapiña –Carancho–
29
10
Cojiolo al punto Cabarí orgulloso,
Y enseñandolo muerto a los guerreros,
–Que caigan, dijo, cual cayó esta ave
El guaraní traidor y los iberos–
Una inmensa alegría estalló entonces
Por toda la asamblea; ya disparan
Unos sus flechas que los aires pueblan,
Ya en cien grupos los otros se separan
Y sus danzas guerreras egecutan,
Las macanas33 chocando formidables,
Esgrimiendo sus picas, ostentando
Su agilidad en saltos admirables,
Y carreras haciendo tan veloces,
Que fueran a ñandues34 comparables.
Mas derrepente Cabarí se alza
Sobre el grande tumulto delirante,
Y haciendo una señal, en un silencio
Profundo convirtiólo en el instante.
Llamando entonce a los primeros gefes,
Que al gozo general se habian unido,
Con ellos apartose de la turba
Y asi les habla en tono decidido:
–Casiques aliados, cuando el dia
Se esconda allá en los cielos,
Y salga Añang35 a recorrer la tierra
Envuelto de la noche entre los velos,
En silencio saldreis de estos lugares,
Como deja el jaguara la selva espesa
O el aguará 36 su cueva sorprendiendo
En sueños descuidados a su presa.
Esparcíos en grupos por la costa
Del Paraná, por islas, por senderos,
Por pasos y caminos; que no os sientan
Los ya confiados en la paz viageros,
Sino para caer bajo los golpes
De vuestras armas ó de vuestros brazos;
Caigan los pueblos en monton de ruinas,
Sus altares y santos en pedazos;
Que tras de cada mata salga un hombre,
Pronto a lanzar la vengadora muerte,
Tupá37 os dirige, libertad os llama
Que ningun indio permanezca inerte
Cuando la patria su valor reclama.–
No bien cesó de hablar el gran cacique,
33
Especie de maza.
Avestruces.
35
Genio del mal –diablo–
a
El autor introduce una nota 36 en esta palabra pero no la describe.
36
Especie de zorro grande.
37
Genio del bien –Dios–
34
11
Cuando las tribus todas aliadas
Con sus gefes al frente abandonaron
El valle, y en las sendas intrincadas
Del bosque silenciosas penetraron.
Cabarí entonces se volvió a la suya
Y con acento hablando, cariñoso,
–Mañana, dijo, mis charruas valientes,
Cuando ya brillen del lucero hermoso
Los cabellos dorados, y de estrellas
Esté inundada la estension del cielo,
En Yapeyú entrarémos a cubrirlo
De sangre y llamas y de eterno duelo.
Nada quiero de allí, tomadlo todo;
Pero salvad a Guizaró la hermosa
Si yo mismo sacarla no pudiese
De aquella de traidores cueva odiosa.–
Muy pronto el valle se quedó desierto,
Y en él do tanta animacion hubiera,
Solo se oía el poderoso acento
Del Paraná a lo lejos, la hechizera
Dulcísima cancion de los boyeros38,
La queja del zorzal, el suave arrullo
De la torcaz sencilla, o del arrollo
Escondido entre cañas el murmullo.
Mas derrepente en el dintel del bosque
Un indio apareció muy cauteloso,
Mirando a todos lados con viveza
Y aplicando el oido temeroso.
Del lado opuesto sonó un chasquido,
Un ¡ay! oyose en el lugar desierto,
Y por flecha veloz atravesado
De espaldas aquel indio cayo muerto.
Entonces viose la figura altiva
De Cabarí que el valle atravesaba,
Y llegando a la victima sangrienta
La flecha del costado le arrancaba.
–Anda ahora traidor, dijo severo,
Infame guaraní, cual zorro listo,
A contar á tus amos españoles
Lo que hoy en el bosque hubieres visto.–
3
En unas verdes laderas,
Que del Uruguay dominan
Grandes vistas hechiceras,
Sobre las cuales se empinan
Viraroes y palmeras,
Donde el artista divino
38
Especie de mirlos de canto admirable.
12
Ha esparcido la esmeralda,
El oro mas puro y fino,
El nacar, la perla y gualda,
Y vislumbre purpurino,
Donde la luz se recrea
En arrojar sus brillantes,
Sobre las aguas flamea,
Y en dulcisimos cambiantes
Rio y bosques argentea,
Se levanta Yapeyú
De guaraníes reduccion,
Que el zelo y la gran virtud
De jesuita levantó
En las aras de la cruz.
Con sus rústicas moradas
Saludables y espaciosas,
Ya esparcidas, ya agrupadas,
Y de palmas rumorosas
O de ombues rodeadas;
Con sus cercos bien formados
De verdes talas frondosos,
Por jasmines enredados,
Y espinillos aromosos
Y viriculláes39 dorados;
Con su templo do se empina
El gracioso campanario,
Que pueblo y campos domina,
Del Señor del Santuario
Mostrando la cruz divina;
Con su humilde Campo santo
De yerva y flores cubierto,
Que riega a veces el llanto,
Y que oye el querido muerto
Mesclado a devoto canto,
Parece una antigua aldea
De neófitos cristianos,
Donde el alma se recrea
Creyendo hallarse en los llanos
De la verde Galilea.
Era la hora en que bajaba
El supremo rey del dia
Al horizonte, y doraba
De la luz con que moria
Lo que a su paso encontraba.
Aun en Yapeyú se oye
El canto por todas partes
Con que acompaña placiente
Al martillo de las artes
39
Fruto de la enredadera llamada pasionaria.
13
El guarani inteligente40.
Aun el molino elegante
Sus blancas velas rodea
En la cuchilla distante
Como un airon que flamea
En el yelmo de un gigante.
En la gran plaza, sombreada
Con ombues corpulentos,
Rebozaba una bandada
De indiecillos barullentos
Del colegio libertada,
Mientras risueños pasean
Bajo las copas frondosas
Los jesuitas, que recrean
Sus grandes almas piadosas
En la niñez que hermosean.
De pronto cambió el color
Del bosque, del agua y campo,
Perdió el cielo su fulgor,
Y el último rayo [ilegible]
En las nubes dejó el sol.
Sobre el templo se posaron
Golondrinas y palomas,
En los arboles cantaron
Los zorzales, mas aromas
En el aire se respiraron.
A lo lejos anunciaba
Música dulce y sonora,
Que del labrador llegaba
Para descansar la hora,
Y a su hogar se encaminaba. 41
Por entre verdes maizales
Y blancos algodoneros,
Y rubicundos trigales,
Se llenaron los senderos
De hombres y de animales.
Pronto en la plaza se unieron
Labradores y artesanos,
Luego devotos vinieron
Niños, mugeres y ancianos,
Y atentos permanecieron.
Hasta que la torre habló
Con su metálico acento;
El pueblo entonces se hincó,
Y el suavísimo concierto,
De la oración se elevo.
40
Los jesuitas habían acostumbrado a los indios reducidos a acompañar su trabajo con
canciones, especialmente religiosas.
41
Era costumbre en las misiones empezar y concluir los trabajos de campo con música, que
ejecutaban los mismos indios.
14
Un jesuita ya cano,
De rostro dulce y sereno,
Alzando su blanca mano,
Bendijo aquel pueblo lleno
Del espíritu cristiano42.
Y despues cual los corderos,
Que a la voz de su pastor
Toman distintos senderos,
Buscando amparos del sol
El redil ó abrevaderos.
Así aquellos inocentes
Guaraníes reducidos,
Por las calles diferentes
De Yapeyú esparcidos,
Se retiraban placientes,
Ya cariñosos guiando
Sus bueyes, que a paso lento
Van el arado arrastrando,
O las vacas que alimento
Del ubre van rebosando,
O de cabras las manadas
Impacientes y graciosas,
O las mulas recargadas
Con las yerbas aromosas
Al establo destinadas.
Las bellas tintas del cielo
Se fueron debilitando,
El crepusculo su velo
De crespon fue desplegando
Sobre el silencioso suelo,
Y empezaron á brillar
Por las ventanas y puertas
Los candiles del hogar,
Como igneas flores abiertas
De la noche en el sendal.
En esa hora misteriosa
De dulce melancolía,
Con marcha asaz afanosa
Un indio joven salia
Del tranquilo Yapeyú,
Y dando por un sendero
Que hácia el Uruguay bajaba,
Se detuvo en el lindero
Donde la selva empezaba
Envuelta en negro capuz,
Hasta que vio derrepente,
Cual del bosque roja estrella,
42
Segun la tradición recogida de indios viejos que pertenecieron a las misiones de los Jesuitas,
esta escena se repetia todos los dias.
15
Aparecer dulcemente,
Como indicando su huella,
A poco trecho una luz.
Por su resplandor guiado
Internose en la arboleda,
Y con paso recatado
Al fin de angosta vereda
Pequeño rancho encontró.
Desde su puerta veia
Sobre pieles recostada,
Bella india en que lucia
La esbeltez acentuada
Con el varonil vigor.
Apenas su cuerpo hermoso
Saya de algodon velaba,
Mientras cabello abundoso
Su virgen seno sombreaba
Cual negrísimo crespon.
En sus brazos torneados
Aros de plata lucian,
Varios collares formados
De cuentas, se sostenían
En su cuello de torcaz,
Y de garza blancas plumas
Sobre su morena fuente
Se movian como espumas
Al sentir de dulce ambiente
Las caricias resbalar.
Con febril desasosiego
Miró el indio tal belleza,
Y, quizas de amores ciego,
Penetró con ligereza
En el miserable hogar.
A su vista inesperada
La joven se alzó al instante
Como gazela asustada,
Que en su sueño delirante
Sorprendierala el tapir.
Ambos fijos se miraron
Un momento, sonrieron,
Cariñosos se abrazaron,
Y este diálogo tuvieron
Güizaró y Alborebí.
Alborebí
¿Porque huyes, prima mia,
Del tranquilo Yapeyú,
Despreciando su alegria
Su trabajo y su virtud?
¿Porque el hogar que tus padres
16
En el pueblo te dejaron
Abandonaste, Maria,
Y en el bosque solitaria
Escondes tu juventud?
Güizaró
No me llames con tal nombre,
Primo mio, lo aborrezco...
Alborebí
¡Ah Güizaró me estremezco
penetrando tu intension!
¿Acaso la dulce vida
Del cristiano ya te cansa,
Y al salvagismo te lanza
Tu indomable corazón?
Güizaró
Escuchame y no me acuses,
Mi querido Alborebí:
Era mi madre charrua
Y mi padre guaraní;
Como el tuyo, sometido
A la esclavitud gustoso,
En el trabajo y reposo
Se consideró feliz.
Pero mi madre que nunca
Olvidó su raza altiva,
A su lado vivió esquiva
Retirada é infeliz.
Ni la voz del jesuita,
Ni la magestad del templo,
Ni de mi padre el egemplo
Doblaron su razon.
Infiltróme de muy tierna
Sus rencores contra España,
Y a la reducción huraña
Mi alma de niña formó.
Ni en el dia en que la muerte
Cerró por siempre sus ojos
Se aplacaron sus enojos
Ni doblose su altivez.
A su lecho de agonia
Me hizo llegar cariñosa
Y asi trémula y llorosa
Me habló por última vez.
–Nunca te olvides, me dijo,
Mi querida Güizaró,
Que el Guaraní es el esclavo
Del fiero conquistador.
17
Eramos dueños de todo
Cuanto encierra esta region;
Hoy para él trabajamos,
Y estas tierras empapamos
Con nuestro mismo sudor.
Mientras tu padre no muera,
Sigue Güizaró sufrida,
Y no le amargues la vida
En la triste ancianidad.
Pero si Añang43 lo llevare
A la negra ibicuá 44,
Busca la tribu charrua
Y vuelve a tu libertad–
Ya soy huerfana y soy libre,
Nada tengo en Yapeyú,
Solo espero a mis hermanos
Para huir la esclavitud.
Alborebí
¡Ah Güizaró, tus acentos
Son cual flecha emponsoñada
Que de mi seno agarrada
Me causa infernal dolor!
Güizaró
No te entiendo, Alborebí,
Y me [ilegible] ...
Alborebí
Pues escucha
Como mi alma sufre y lucha
Entre el odio y el amor:
Cuando niño te queria,
Llegué a joven y te ame;
Y en este amor concentré
Toda la esperanza mia.
En la luz de la alborada,
Del dia en el esplendor,
De la tarde en el claror,
Y entre la noche estrellada,
Veia siempre tu hermosura
Mas graciosa que la aurora,
Mas que el sol encantadora,
Y que la luna mas pura.
En la brisa que da arrullos
Al frondoso ñandubay45
En la voz del Uruguay
43
Genio del mal.
La sepultura.
45
Arbol hermoso y gigantezco.
44
18
Llena de suaves murmullos
En los trinos del tuyú 46
Que canta en el sarandí, 47
En la queja del picuí 48
Escondido en el ombú, 49
Su voz escuchar creia
Dulce, argentina, sonora,
Penetrante, arrobadora
Como un himno de alegria.
Cuando tus ojos posaban
Sus miradas en los mios
Amor, esperanza y brios
En mi pecho fermentaban,
Como fermenta en las flores
A la mirada del sol,
El blanco, azul o arrebol,
Y el germen de sus olores.
¡Cuantas veces en el prado
Mis ilusiones doradas
Me hicieron oir tus pisadas
En el surco de mi arado,
Y volviendome amoroso,
Aun creia te acercabas,
Y cariñosa enjuagabas
Mi semblante sudoroso!
¡Cuantas ¡ay! en el sendero
Que va de mi hogar al campo,
Del sol al postrero lampo,
Me estaciaba en el lucero.
Que adorna la tibia frente
De la tarde, y le decia:
–Cual tu brilla en la alma mia
su bella imagen riente,
Como tu será radiante
La estrella de mi futuro,
Si en su seno hermoso y puro
Refleja mi amor constante!–
¿No recuerdas Güizaró
Aquel placido contento,
Aquel orgullo violento
Que en mi rostro se pinto,
Cuando los Padres me alzaron
De esta reduccion caudillo 50
Y de mis ojos el brillo
46
Pájaro de dulce canto
Árbol parecido al mimbre.
48
Tórtola grande.
49
El árbol más grande y frondoso del Rio de la Plata.
50
Los Jesuitas acostumbraban á nombrar para Gefes Militares de las reducciones, y aun para
Jueces, etc., etc., a los mismos Guaranies.
47
19
Con que entonces te miraron?
¿Lo recuerdas? Pues á fé
Que no me alegré por mi;
Si tanto placer sentí,
Si tanto orgullo mostré
Fué porqué desde esa hora
Te vi de afectos rodeada,
Y de todos respetada,
De los Guaranies Señora.
Pero este amor que crecia
En mi alma poderoso,
Exigente y anheloso
Fue un deber del alma mía
Cuando la suerte cruel
Tus padres te arrebató,
Y en el mundo te dejó
Sin amparo amante y fiel.
Sali un dia de mi hogar
Feliz y erguido a buscarte,
Para conmigo llevarte
A las aras del altar,
Y al ministro de Jesus
Decirle de corazon:
Bendice, padre, mi union
A esta flor de Yapeyú.
¡Mas ¡ay! que destino cruento
Me preparaba la suerte!
¿Porque, porque, dura muerte,
No devoraste mi aliento,
Antes que vieran mis ojos
La luz como oscuridad,
La calma cual tempestad
Y las flores como abrojos?
Llego á tu estancia querida,
Alli penetro anhelante
Buscando alegre y amante
La mitad ¡ay! de mi vida...
Nada encuentro...todo en calma
Toda oscura y silenciosa,
Como el pecho de una hermosa
Cuando de él se ausenta el alma.
Salgo triste,...busco ansioso...
Y te ví, ¡ah! no te viera!
Como una gama ligera
Corriendo hacia el bosque umbroso.
¿Porque huye?, me decia
Presintiendo agudo mal...
Cuando del bosque al umbral
Un indio se aparecia,
Y tu...¡Maldito de mí!
20
Tu carrera apresurabas,
Y en los brazos te arrojabas
Del salvage Cavarí...
No tiembla tanto al dolor
De la flecha el leon herido,
Como mi pecho encendido
De odio tembló y furor.
Si cual rayos de los cielos
Mis ojos fueran formados,
Hubieran sido vengados
Alli mis crueles zelos.
Tu no sabes Güizaró
Lo que de entonces sentí,
Cuanto amé y aborrecí,
Cuanto mi angustia creció!
Mi corazon ferozmente
En su dolor se torcia,
Y mi cabeza perdia
Con ideas de demente...
El trabajo abandoné,
Y mi padre con mi hogar,
Y del sacrosanto altar
Fastidiado me ausente.
Siempre al salvage espiando,
Siempre tu huella siguiendo,
Y cada vez conociendo
Que mas os ibais amando.
En el bosque proceloso
Cien veces pude matarlo,
Bajo mis pies aplastarlo
Como un iguana51 asqueroso.
Pero siempre entre mis brazos
Halle tu imagen querida,
Respeté su odiada vida
Por no hacer tu alma pedazos...
Güizaró
¿Y que ganarías, dí,
Con matar a tu rival
Si odio charrua, fatal
Habias de hallar en mi?
Alborebí
¡Tanto lo quieres, ingrata!
Güizaró
Tanto que en su vida vivo,
De su amor, amor recibo,
51
Lagarto grande pardo, ó verde.
21
Y el que lo mate, me mata.
Alborebí
¡Amar a ese vil salvage
Que prepara ferozmente
A nuestro pueblo inocente
El incendio y el pillage!
Güizaró
¡Y como no lo he de amar
Si es de mi raza indomable
El Cacique formidable
Que os hace á todos temblar;
Si su alma altiva y violenta
En furores se devora,
Por que llegue ya la hora
Final para nuestra afrenta!
Él lleno de patrio amor
Por su grande hermosa tierra
Y su libertad, a guerra
Llama audaz al opresor.
Él preferirá morir
En el campo hecho pedazos,
Que ver sus heróicos brazos
Al trabajo sucumbir,
Y se estinguirá su voz
En la ultima batalla
Antes que doblar su talla
Ni á tus Reyes, ni a tu Dios!
Él ama la libertad
Del jaguar 52 en la espesura,
Del venao en la llanura,
Del ave en la inmensidad.
Yo como él así la quiero,
Su suerte será mi suerte,
Y ni aun la misma muerte
Podrá alejarnos espero.
Cesa pues, Alborebí,
En tan imposible empeño,
Nunca yo tendré otro dueño
Que el Charrua Cabarí.
Tu tienes en Yapeyú
Quien fervorosa te ama,
A su corazon te llama
Y es cristiana como tu.
Basta de hablar, basta ya.
Dejamé con mi destino,
No salgas a mi camino
52
El tigre.
22
Y haz feliz a Poremá.
Y así hablando Güizaró
Del rancho agil se desliza
Y cual gama asustadiza
En la selva se internó.
De lazarse tras su huella
Alborebí tuvo intento;
Pero alarido violento
Hacia Yapeyú se alzó,
Y conociendo los gritos
De venganzas y de guerra
Con que estremece la tierra
El bravo Charrua feroz,
Siente que el valor guerrero
En su pecho se levanta,
Y con alígera planta
Hacia el pueblo se lanzó.
4
¿Que fragor repentino y sercano
Desgarra la calma, quebrando el silencio
De la noche serena y hermosa,
Que cubre la tierra con májico velo?
¿Es acaso de tigres feroces
Hambrienta bandada que ruge buscando
Con su instinto ferino la presa,
Y cruza los bosques, alturas y llanos?
¿Es el sordo crugir de los truenos
Que anuncian las iras de negra tormenta,
O el bramar silvador del pampero,
Que bate sus alas y golpeando las nieblas?
–No, no es eso, responden las madres,
Las tiernas esposas, los niños y ancianos:
Es el grito cruel del Charrúa
Que en calles y plazas feroz ha estallado–
Y al instante en la torre del templo
Con voz anhelosa sonó la Campana,
Y a su alarma responde el bramido
Del indio inhumano que busca venganza.
–Empuñad, Yapeyuanos, las armas,
que a vuestros hogares ataca furioso
El temible Charrúa cruento
Trayendo el incendio, la muerte y el robo.
¿No escuchais del Cacique terrible
La voz prepotente que a furias concita,
Como el eco del trueno en el plata
Las olas soberbias levanta y domina?
–Mas ya estalla el fusil por do quiera,
23
Fugaz alumbrando cual un pestañeo
De monstruo que abriese en las sombras
Ansioso de sangre sus ojos de fuego.
Ya la bala invicible, silvando,
Los pechos elije traidora y furente,
Y cual sierpes furiosas las flechas
En la honda tiniebla reparten la muerte.
Ya á los ayes de cien moribundos
La grita se mezcla de triunfo sangriento,
Y mas fuerte y vibrante se oye
La triste campana en la torre del templo.
Mas y mas el bramido salvage
Del indio Charrua la noche conmueve,
Y un feroz de victoria alarido
Al pueblo aterrado mas hondo estremece.
Caen al golpe de duras macanas53,
O al choque estruendoso de moles de piedra,
Del hogar hace poco tranquilo,
Aquellas mas firmes ventanas y puertas;
Al clamor convulsivo de un niño
Que llena las madres de pena y espanto,
El ahullido doliente se mescla
Que lanza a los aires el perro asustado.
Los ganados en fuga aterrada
Los cercos rompiendo, las calles invaden,
Y brotando rogizo el incendio,
Sus iras de llamas despiden chispiantes.
¿Quedará Yapeyú sepultado
En negros escombros y ardiente ceniza?
¿Es en vano que siga vibrando
Cual ronco, sonoro, temblante lamento,
Y en los cielos estienda sus ayes
La triste campana en la torre del templo?
¡No!...que llega, vivaz, ardoroso,
Faltándole aliento, de furias ahogado,
El caudillo querido del pueblo,
De cuya victoria responden sus brazos.
Coge el arco de un muerto charrua,
Al cuello suspende la bolsa de flechas,
Y lanzando en la noche tremendo
El ¡Bo! 54 Con que ataca su tribu en la guerra,
Va reuniendo en su torno valientes
Que ansían de nuevo volver a la lucha;
El valor resucita perdido,
Y busca furioso al triunfante charrua.
Cada flecha que vuela de su arco
Un grito produce que anuncia una muerte,
Y sus pasos ya marcan veloces
53
54
Especie de maza guerrera.
Grito de guerra de las tribus Guaranies.
24
La huida segura de aquel que los siente.
Pronto agota sus flechas terribles
Y luego, arrojando ya inutil el arco,
Una maza recoge del suelo
Y alzando con ella su atlético brazo,
–Yapeyuanos, frenético clama,
Ya huye aterrado el salvage maldito,
Corramos a ellos, mis bravos, corramos,
Salvemos la vida de esposas é hijos!–
Cual dispersa el jaguar en el llano
La banda bravia de fieros chacales,
Que disputan el cuerpo sangriento
Del gordo venado, [ilegible] aterrante
El valiente caudillo ardoroso
La horda terrible de fieros charruas,
Que entre el fuego, las balas y el humo
Con gritos salvages botín aseguran.
Al cabo Alborebí triunfante llega,
De sangre y polvo y de sudor cubierto,
Hollando muertes y ceniza ardiente
A los confines del aflicto pueblo,
Y de sus fieles guaraníes rodeado
Se detuvo por fin tomando aliento.
Tiende la vista al campo, que ilumina
De los trigales el voraz incendio,
Y ve la turba de charruas que huye,
Lanzando aun sus alaridos fieros,
Y desafiando para abierto campo
Con sus gritos agudos y sus gestos.
Mas derrepente Alborebí se iergue,
Recobrando su fuerza y su denuedo,
Roncas blasfemias en su labio estallan,
Y tiembla enfurecido...Y es que lejos,
Donde ya sus furores no lo alcanzan,
A Cabarí divisa altivo, fiero,
Llevando a Güizaró55... y en ese instante
Creyó faltarle el corazon del pecho.
Todo lo olvida, su fatiga ardiente,
Las muertes, las ruinas, el incendio,
La lucha heroica que le dio victoria
Y los victores justos de su pueblo.
Todo lo olvida por lanzarse loco
Tras el infame, que le lleva a un tiempo
Su esperanza, su amor, su vida entera,
Su mas hermoso y adorado cielo;
Pero una mano que su brazo oprime,
Y tierna voz que con dolor y afecto
55
Rayo de luz.
25
Su nombre lleva a su estraviado oido,
Volver le hace el rostro descompuesto,
Y fijando sus ojos encendidos
En quien detiene su furor inmenso
–Poremá, Poremá 56 que es lo que quieres?–
Esclama con tristeza y desaliento.
–Tu anciano padre entre la duda gime
De saber si eres vivo o estas muerto–
Respondióle la joven, derramando
Lagrimas abundantes, y gimiendo.
–¡Mi padre! ¿Salvo está? ¿Quien lo ha salvado?
–Yo misma, Alborebí, del pobre viejo
Guié los pasos en la horrible noche,
Y aflicto lo dejé dentro del templo.
Alli el refugio fue contra el charrua
Para muchos ancianos; allí alienta
Muchas madres cobraron con sus hijos;
Todos allí elevan a los cielos,
Por su triunfo y por su vida cara,
Sus mas devotos y sentidos ruegos–
–Sí, vamos, Poremá, llévame, llévame
A la casa del Dios de los consuelos,
A ver si la oración en mi alma apaga
Este infernal amor en que me muero,
Este delirio que mi mente ofusca
En negras sombras y en horror intenso.
5
Querida de Yapeyú
Es la joven guaraní,
Que en el pueblo todos llaman
Hermana de Alborebí.
Bajo el agua del bautismo
Le pusieron Soledad;
Mas despues por los encantos
De su alma virginal,
Por su sencillez, modestia,
Su virtud y castidad,
De la Reduccion los mozos
Le llamaron Poremá.
Su hermosura no es aquella
De la ardiente Güizaró,
Que los ojos aprisiona
Y da incendio al corazon.
Es muy bella, pero dulce
Cual la luz del Uruguay,
Que suavísima se estiende
56
Pureza.
26
Bajo el sauce y ñandubay. 57
Tiene encantos su mirada
Pero encantos de rubor,
Do palpitan siempre unidos
La pureza y el amor.
En el timbre de su acento
Hay arrullos de torcaz,
Y el remedo melodioso
De la queja del zorzal.
Cuando sale por las tardes,
A la hora de oracion
Para ir al templo santo,
Con su veste de algodon
Y el pajizo ancho sombrero
Que ella misma se tejió, 58
–Ahi va, dicen las mugeres,
La graciosa Poremá.
¡Cual semeja su figura
La Pastora 59 del altar!–
Y los mozos se preguntan:
–¿Porque siempre Soledad
Es tan triste cual su nombre
Y á la Iglesia va a llorar?–
Y por fin, opinan todos,
Que de algun secreto amor
Siente la espina en el alma,
La hiel en el corazon.
No tiene padre ni madre
Ni tampoco hermanos ha,
Que los perdió en un asalto
Que el charrua dió a su hogar.
Recogiola generoso
El padre de Alborebí,
Y en su morada la hizo
Mientras niña muy feliz.
Pero apenas en su pecho
Se abrio la aromada flor,
Que perfuma el alma toda
Y enardece el corazon,
Que juventud llaman unos
Y otros la llaman amor,
El cariño, que en la infancia
A Alborebí profesó,
Convirtiose en la mas pura
Y mas profunda pacion.
Mas una tarde que estaban
57
Árbol hermoso y gigantezco.
En las reducciones jesuíticas los indios tejian los lienzos de algodon y sombreros de paja.
59
En casi todas las Iglesias de las Reducciones se hallaban las imagenes del Buen Pastor, y
Divina Pastora.
58
27
A la puerta del hogar
Alborebí con su padre,
Y con ellos Poremá,
De las tareas del dia
Descansando con solaz,
Y del tibio sol poniente
Mirando la magestad,
Volvió el anciano los ojos
Llenos de dulce brillar
A los jóvenes, y dijoles
Con paterna suavidad:
–¡Con que placer, hijos míos,
contemplandoos estoy!
Muy deprisa, muy deprisa
De este mundo ya me voy;
Pero moriré contento
Si uno para el otros sois.
¿No me dareis la ventura
De que al templo os lleve yo?–
Bajo Alborebí los ojos,
De pronto se estremeció,
Y pensativo y confuso
Sin decir Adios partió.
Ella derramó una lagrima,
La primera de dolor,
Y mirando al pobre viejo
Hondamente suspiró.
–¡Estraño! dijo el anciano,
¿No te quiere, Poremá?–
–Si, me quiere, padre mio,...–
–Si te quiere, te amará;
Es buen hijo y buen cristiano,
El hará mi voluntad–
De entonces la joven india
Una rival presintió,
Conociendola muy presto
En la hermosa Güizaró.
Pero su alma noble y dulce
No sabía aborrecer,
Y encontró quizas consuelo
En su mismo padecer.
Como a bálsamo de penas
Recurrió a la religión,
Y al ministro del altar
La desgracia confió.
El buen jesuita viendo
De Poremá el mal cruel
–Espera, le dijo, espera
y ruega al cielo por él;
Alborebí es un cordero
28
Descarriado pero fiel;
Quiérelo, no lo abandones,
Que al redil ha de volver.
Y es por esto que la joven
Siempre al templo va a llorar,
Y poniendo ante la virgen
De jasmin del Uruguay
Todas las tardes un ramo,
Dice con sencillo afan:
–Por Alborebí lo traigo
A las aras de tu altar;
Sepáralo, madre mia,
Del mal camino en que va–
6
Ya en todas partes los charruas guerreros,
Y las tribus aliadas que seguian
De Cabarí las órdenes, surgian
Como bandadas de jaguares fieros,
Señalando sus huellas por do quiera
Con sangre y muerte, destrucción y fuego,
Ciegos para el valor, sordos al ruego
Tan solo ardiendo de venganza fiera.
Tres cientos años de lucha furente
Contra el soldado de la Iberia heróico
No habian podido quebrantar su estóico
Amor de libertad siempre creciente.
Si una generación habia caido
Con Zapicán y Abayubá de ella,
Siguiendo ardiente la sangrienta huella,
Otra generacion habia surgido.
En su sangre esta misma se estinguiera,
Siempre guerreando en desigual batalla;
Mas de entre el fuego, el humo y la metralla
Otra generación audaz nacia.
Y así, así, cual libres sucumbiendo,
Y cual héroes indómitos matando,
Íbanse los charruas acabando
El yugo con su muerte repeliendo.
¡Ah! de esta gente brava no domada,
No hubiera dicho el Español Ercilla,
Que los heroes invictos de Castilla
“Pusieran duro yugo por la espada”.
Nunca temieron del cañon el trueno,
Ni del caballo torpes se espantaron
Como de igual a igual siempre lucharon,
Fue su valor salvage muy sereno.
Así su pecho libre se oponia
Contra la ferrea cota del soldado,
29
Y su erguida cabeza al acerado
Casco que a su contrario defendia.
A la bala mortífera y traidora
Que los diezmaba como rayo ardiente,
La tarda flecha respondia furente
O la bala de piedra silvadora.
Nunca su pica se bajo humillada,
Si la enredaba con la fiera lanza,
Ni [desmintiose] la feroz pujanza
De su maza brutal ante la espada.
En cien combates do corrió a torrentes
Su sangre con la sangre de la España,
Desde el Plata magnífico que baña
Las playas de su tierra sonrientes,
Hasta el alto Uruguay, dejaron ellos
Escrita en sangre su inmortal memoria,
Sin saber que legaban a la historia
De heroismo salvage mil destellos.
Y mientras el guaraní feliz seguia
La ley y el Dios del Español triunfante,
Llevando a pueblos su familia errante,
El charrua guerreando se estinguia.
Pero en los bosques de los patrios rios
Aun de su raza restos se ocultaban,
Que venganzas terribles anhelaban
Con instintos heroicos y bravios.
Esos con Cabarí la señal dieron
De la nueva alianza vengadora,
Y en su marcha triunfal devastadora
El terror y el espanto difundieron.
Mas su reciente y atrevida empresa,
Su astucia, su valor, su grande arrojo,
De Yapeyú el ataque, con enojo
Supo Inclan60 severo, y a gran priesa
Las medidas dictó para esterminio
De aquella sin igual ardiente zaña,
Que amenazaba destruir de España
En Uruguay el bélico dominio.
Y por eso en Yapeyú,
Contra su tranquila usanza
Otra vida se presenta
Que la vida de las armas.
Solos estan sus sembrados,
Solitaria su campaña;
Descansa el buey todo el dia,
O pace la verde grama,
Y unidos con el arado
60
Gobernador español en el Río de la Plata.
30
Duermen el pico y la azada;
Que cuando la guerra azoma
Y los campos amenaza,
Con la paz huye el trabajo,
Se pierde la miez dorada,
A la tierra falta el riego,
Cae la fruta de la planta,
La flor muere en el capullo,
Se llena la vid de ramas,
No da la sabrosa uva
Ni el licor que de ella mana;
Se enlodan las frescas linfas
Del manantial antes claras,
Y libres y sin custodia
Los ganados se esparraman.
Ardiendo los guaranies
Por tomar justa venganza
Del luto que los charruas
Dejaron en sus moradas,
Del gobernador las ordenes
Con premura ejecutaban.
Aqui un grupo diligente
Limpia las feroces armas,
Para que de ellas la muerte
Con mas ligereza salga;
Allá otro grupo se adiestra
En evoluciones rápidas,
Y de cabos españoles
Atienden a la enseñanza.
Unos aprontan cartuchos,
Afilan otros las lanzas,
Y aun aquellos que no tienen
De fuego las prontas armas
Alistan agudas flechas
Con los arcos que las lanzan,
O de los arboles cortan
Y arreglan rudas macanas,
Anhelando todos, todos
Llegue el dia de la marcha.
Pero aquel que mas que nadie
Actividad demostraba,
Cual si de febriles priesas
Su espiritu se animara
Por castigar del charrua
Los crimenes y la audacia,
Era Alborebí que ardiente
A todo presto atendia,
En todas partes estaba.
Aquí reprende al moroso,
Allá corrige una falta,
31
A los cansados alienta,
A los activos en[s]alza;
Ya recibe algun espia
Que a los bosques enviara,
O con nuevas instrucciones
Otros al punto despacha,
Y con su egemplo de todos
El corazon entusiasma.
Poremá desde la puerta
De su rústica morada,
Siempre sencilla y graciosa
Mas siempre en su dulce cara
Inocente, la tristeza,
Atenta lo contemplaba,
Dando suspiros su pecho,
Sus ojos hermosa lágrima.
Al fin despidióse el sol
Desde las colinas altas,
Y los genios de la tarde
Desplegaron a su espalda,
Cubriendo el vasto horizonte,
Sus cortinas de oro y grana.
Adornaronse las nubes
Con tenues ropas de gualda,
Con rosas de primavera,
Adornos de perla y nacar,
Y cruzaron por el cielo
Con volar dulce, agradecidas,
Como muchachas que corren
De unas bodas a la danza,
Allá sobre los ombues,
Los viraroes y las palmas
Sus canciones entonaron
Los zorzales y calandrias,
Despidiendose del astro
Que les engorda la larva,
Las semillas les madura
Sus nidos con luz regala
Y con átomos de vida
Sus pichones amamanta.
Cesó la bulla en el pueblo,
Cada cual se fue a su estancia,
Y Alborebí, recordando
La gran pena que lo mata,
A la suya llegó, donde
La tierna joven lo aguarda;
Y sentandose a su lado
En silencio suspiraba;
Mas ella con voz suave
Y dulzura asi le habla:
32
Poremá
¿Que te aflige Alborebí?
Porque de esa grande pena,
Que tu corazon devora,
A la que fue en la inocencia
Tu alegre querida hermana,
De tus juegos compañera,
No le has dado ya una parte
¡Ay! por grande que ella sea?
¿Porque callas egoista?
¿Crees que el dolor no amengua
Cuando son dos corazones
Los que sufren su inclemencia?
¿O ya no quieres, ingrato,
A esta huerfana que ruega
Al cielo siempre por tí,
Deseando, sí, que fueras
Feliz... muy feliz... a costa
De su dicha y su existencia?
Alborebí
No aumentes, no, Poremá
Mi profunda aguda pena;
Tus palabras me hacen daño
Porque justas me recuerdan,
Que todo lo olvido, todo
En esta fatal dolencia
De mi espíritu estraviado;...
Pero que ya no te quiera....
¡Ah! Poremá no lo digas:
De los cielos en presencia
Te juro que si mi pecho
Una tirana y violenta
Pasión no esclavizára,
Ni la afeccion dulce y tierna
Del hermano hacia la hermana,
Sino gozos te diera
Un amor tan grande y puro,
Como es febril y sin tregua
El que ocupa mi alma toda
Lacerando mi existencia.
Tu bien sabes, Poremá,
La causa de mi tristeza;
Tu por ella tambien sufres,
Y eso mas me desconsuela.
Olvidame, hermana mia,
Pues mi corazon que alienta
La devoradora llama
De loca pasion intensa,
Y con brios infernales
33
A mi valor se revela,
¡Oh! no es digno, no, del tuyo
Do la paz y la pureza,
Tierno amor, virtud constante
Unidos viven e imperan...
Poremá
¿Olvidarte, Alborebí?
No olvida nunca la selva
Del Uruguay la frescura,
Ni la blanda enredadera
El tronco del viraró, 61
Ni es ingrata, no, la tierra
Con el sol que le da vida
Y la colma de bellezas.
Feliz me has hecho al decirme,
Que yo no sufro de tu pena;
¡Es verdad! de la Pastora
El altar mis manos llenan,
De los jazmines mas bellos
Que en el Uruguay blanquean;
En tu nombre alli los pongo,
Sus aromas por ti ruegan,
Y al cielo suben unidas
Con mi plegaria sincera.....
Alborebí
¡Que corazon es el tuyo,
Poremá.... ¡Cuanta nobleza!
[¡]Que tranquila magestad
Tu misma pasion revela!
Y ¡Cuan debil, cuan ingrato
Es el mio que no llega
A dominar sus delirios
Ante tu virtud serena!
Es tu alma, hermana mia,
Como las lagunas bellas,
Que lejos de las corrientes
De nuestros rios, semejan
Puros pedazos del cielo
Bajo verdes arboledas
Jamas el pampero enturbia
De su superficie terza
Los cristales encantados;
Para contemplarse en ellas
Los rayos del sol, cruzando
Por medio de ramas frescas,
Les dan un calor suave,
Dulce ambiente, grata esencia,
Y con luces de mil formas
61
Arbol gigante casi siempre cubierto de enredaderas
34
Enamorados las besan.
Por entre flores y hojas
Alli bajan las estrellas,
Y en sus aguas de la noche
El astro hermoso no tiembla.
¿Y que es la mia, ay de mi?
Lago que raudo atraviesan
Del gran rio las corrientes,
Que un sol calcinante quema,
En cuyas ondas los bosques
Estremecidos reflejan
Y se miran retemblando
Las nubes, luna y estrellas.
¿Porque entre mi alma y la tuya
Se interpuso la funesta
Güizaró para mi dicha
Que en ti la hallaria sincera?
¡Ah! Bien dice el jesuita,
Cuando en el púlpito enseña,
Que el hombre no goza nunca
Felicidad en la tierra...
Poremá
Mas allá de aquel lucero
Que con sus rayos alegra
La melancólica tarde,
Y parece nos contempla,
La gozaremos tan grande....
Tan grande que será eterna.
Vuelve al cielo tus miradas,
Caro hermano, y nada temas,
Que de alli suelen llover
Consuelos para las penas,
Como llueven los rocios
Sobre las flores enfermas,
Y las abundantes aguas
Sobre las cuchillas secas.
Alborebí
Un favor ¡oh Poremá!
Voy a pedirte: la guerra
Contra Cabarí y sus hordas
Ya va a empezar y sin tregua;
Si el cielo quiere que yo
La vida concluya en ella,
Haz que mi cuerpo descanse
En la misma humilde huesa
Donde mi madre querida
La resurrección espera...
Con triste y pausado golpe
35
La campana de la Iglesia,
Recordando al Yapeyuano
La plegaria de la queda,
Interrumpió de los jovenes
La sentida conferencia.
Ambos se hincaron devotos,
La salutacion exelsa
Del arcangel repitieron,
Luego el indio con tristeza
Tomó en sus manos las manos
De Poremá, y en su terza
Frente un osculo imprimiendo,
Le dijo con voz muy tierna:
–¡Adios, hermana, a los cielos
Por este infelice ruega!.–
Y con paso apresurado
Se alejó de su presencia.
Triste quedó Poremá,
Cual paloma sin pareja,
Fijando sus bellos ojos
En la oscurecida senda
Por do el joven guaraní
De súbito se perdiera,
Cuando sintiose en los brazos
Del anciano que profesa
De padre a los dos amor
Y solo en su dicha piensa.
–Hija, le dice, he oido
Vuestras palabras, y tiembla
Mi corazon por la suerte
Del hijo que mi alma era.
No lo abandones, querida,
Haz vigilar su demencia;
Soy tan viejo que me faltan
El vigor (el vigor) y ligereza,
Y ya estos ojos cansados
No penetran las tinieblas–
–Padre, respondió la joven,
Su sombra he de ser do quiera;
Pero esplicadme, os suplico,
Que será lo que el intenta,
Al reunir en su aposento,
Un [q]uillapí 62 plumas bellas
Para adornar la sintura,
Las rodillas y cabeza,
Y una bélica macana 63
Que el mismo cortó en la selva–
–Tambien, contesto el anciano,
62
63
Especie de manto hecho de una o mas pieles.
Especie de maza guerrera.
36
Pidióme con insistencia
El collar aquel de dientes
De jaguar que fue la prenda
De mis juveniles años
Mas querida, y me recuerda
Mi valor y mis hazañas
En la lucha con las fieras...
Quizas un ardid guerrero
Llevar a cabo pretenda,
Vistiendose como visten
Los salvages en la guerra...
Quizas él mismo desee
Penetrar hasta la fuerza
Del Charrúa, convinando
Algun golpe de sorpresa...
–¡Ah! padre, la joven dijo,
Temo tambien que pretenda
Como Güizaró Dejarnos
Por la vida de las selvas...
Y silenciosos quedaron
Llenos de mortal tristeza
El anciano y Poremá;
Mientras la negra tiniebla
De la noche poco a poco
Los iba envolviendo densa,
Como las sombras del alma
Envuelven las grandes penas.
7
Como las horas tristes de amargura
Un caluroso dia amaneciera;
Del Dios de los charruas los potentes
Rayos de lumbre pura
Por irradiar en la terrestre esfera
Luchan en vano, vividos, ardientes
Con la plomiza impenetrable nube
Que los oculta cual tupido velo:
Opaco entre la yerba está el rocio,
Y a los aires no sube,
Al beso dulce de aromado cielo,
Para calmar las iras del estio.
Al aureo lampo de serena aurora
No despertó la juguetona brisa
Para decir al músico del monte:
–De cantar es la hora–
Al Uruguay majestuoso: – risa
Tu linfa adormecida– al horizonte:
–Rasga los mantos de tu oscura bruma–
37
A la selva tupida y silenciosa:
–Estremece tus hojas y tus flores,
Sobre la blanca espuma
De la onda del rio vagarosa
De tu esencia derrama los favores–
Profunda era la calma, y parecia
Que en el aire la inercia se aspiraba.
El sauce y sarandi sus cabelleras
No hundian a porfia
En la quieta laguna, ni danzaba
Al compas de sus ondas placenteras
El verde camalote64, ni orgulloso
Sobre la selva el viraró gigante
Su copa balancea de esmeralda,
Ni del ombu frondoso
Ruedan las hojas en bandada errante
De la verde cuchilla por la falda.
Del tieyubré 65 los trinos delicados,
Los dulces silvos del tutúnca riente 66
Faltan en el sauzal y los yatayes. 67
Tan solo enamorados,
Cual los ecos de espiritu doliente,
Salen del bosque los amantes ayes
De la picuí 68, que llama temblorosa
A su consorte ausente a la espesura
Del tupido ramage y hojarazca,
Al ver que procelosa,
Desde la triste encapotada altura,
Amenaza terrible la borrazca.
Como del infinito eco de guerra
Retumban broncos los lejanos truenos,
Y con sus ecos conmover parecen
De la Uruguaya tierra
Los bosques silenciosos y serenos,
Los rios que en su cauce se adormecen,
La cuchilla que sueña entre sus flores,
El cerro cuya frente se corona
De cenicienta nube, la llanura
Ahogada de vapores,
Y el manso lago que en su verde zona
Espera de los cielos la luz pura.
En ese dia que mortal tristeza
Calma siniestra y aire sofocante,
¡Ay! parecian acabar la vida
Con la feraz belleza
64
Planta acuática general en todos los rios y arroyos del Rio de la Plata.
Gilguero de cabeza negra.
66
El cardenal, pájaro.
67
Palmas grandes y frondosas.
68
La paloma grande, cenicienta.
65
38
De las tierras que baña fecundante
El Uruguay grandioso, su guarida
Fijará Cabarí, muy de mañana
Con sus hordas terribles, en parage
Cuya selva do quiera se estendía
Agreste y soberana,
Cual misterioso templo del salvage
Do ocultas sus deidades presentia. 69
De Yapeyú no muy distante estaba
Aquel sitio sombrio, y el caudillo
Quizas premeditando, lo eligiera,
Contra el pueblo que daba
Mayores fuerzas y mas alto brillo
Al instrumento de la gente Ibera
Un nuevo ataque, que con mas fiereza
Que el anterior, hundido lo dejara
Entre escombro y carbones, y su gente
Ya muriendo
Del vencedor charrua, presentara
Al Guaraní traidor leccion latente.
Y mientras en el bosque [esparramada]
La huestes de salvages victoriosa
Duerme y descansa, en pintorezca altura
De timbaes 70 coronada
De grueso ñandubay y palma airosa,
Se destaca gigante la estatura
Del bravo Cabarí a quien rodean
Los gefes de las tribus que juraran
Con el charrua libertad o muerte.
Sus rostros se hermosean
Con recuerdos de hazañas que lograran
Y el relato que hacian de esta suerte.
El muy gallardo Cuapucú 71 hablaba
Y con gestos enérgicos, bravios,
Que su orgullo decian y sus brios
Sus recientes hazañas relataba.
–No me dirás, Cabarí,
que Cuapuicú el animoso,
su brazo fuerte y glorioso,
Fue moroso
En matar y en destruir.
No le basta el ancho pecho
Que el fuerte pampero aspira
Para contener la ira
Que le inspira
Quien osó su patria herir.
Si tuviera de Tupá 72
69
Los charruas creian que los genios del bien y del mal habitaban el bosque.
Arbol grande y muy frondoso.
71
Gallardia.
70
39
El aliento soberano
O de Añang73 la negra mano,
Ni un hispano,
Ya existiera, ni a un traidor.
Y mientras mi fuerte brazo
El sable del estrangero
No tronche, sera certero,
Carnicero,
Respondiendo a mi furor.
Ya mi tribu esta diezmada,
Falta mi hogar en la sierra,
Perdi mi esposa en la guerra,
En mi tierra
Libre me resta morir.
Mas como en jaguar74 furioso
Que ya vencedor se siente,
Clava sus uñas furente
El muriente
Ya vencido tamaunir 75,
Asi moriré, lo espero,
En la tierra ensangrentada,
Clavando mi garra airada
En la odiada
Faz cruel del vencedor.
Y he de lanzar a su boca
Con la mia sanguinosa,
Ya convulsa y rabiosa,
Ponzoñosa
Sangre ardiente de furor.
Cruzando montes espesos,
Valles ocultos sombrios,
Negros pantanos y rios
Con los mios
Llegué al alto Paraná.
Tenebrosa era la noche,
Airado el cielo tronaba,
Amaberá chispeaba,
No anunciaba
La mañana el sabiá. 76
En la opuesta playa ardian
Las españolas hogueras,
Alumbrando las riveras
Y altaneras
Copas del ñandubaí, 77
72
Genio del bien poderoso.
Genio del mal.
74
El tigre.
75
Oso hormiguero.
76
Pajaro de la especie del zorzal, ó el mismo zorzal.
77
Árbol gigantezco.
73
40
Mientras balsas recargadas
De riquezas y alimentos
Amacadas por los vientos
Los momentos
Esperaban de partir.
Como bandas de aguaraces78
Por el hambre embravecidos,
Mis boanes79 esparcidos,
Confundidos
Con la selva y matorral,
Inmovibles cual las rocas,
Como los muertos callados,
Esperaron los airados
Y esforzados
Ecos del cuerno fatal. 80
Ya las nubes eran flores
Que la luz mandaba al cielo,
Y las aves desde el suelo
Con anhelo
Saludaban a Tupá 81,
Cuando las balsas pesadas
Abandonando la playa
Fueron llegando a la raya
Do se explaya
Como un lago el Paraná.
De mi cuerno la voz bronca
Sonó entonce en la espesura,
Llenó de ecos la llanura,
Y en la altura
De las lomas fue a bramar.
Cual brotados de la tierra
Me lancé con mis valientes
Nuestras picas en los dientes
Las corrientes
Como peces á cruzar.
Pronto las balsas se vieron
De mis boanes rodeadas
Y cual rapidas bandadas
Imitadas
De furiosos yacarées, 82
Ya se juntan, ya se apartan,
Ya sambullen, ya aparecen,
Ya las aguas enrogecen,
Ya perecen
De mis bravos mas de cien.
78
(/( )/)Especie de chacales.
(/( )/)Tribu.
80
Hacia el oficio de trompa guerrera.
81
Genio del bien.
82
Especie de Cocodrilo.
79
41
De las armas españolas
Las centellas nos cubrian,
En las ondas aun hervian
Y esparcian
Muerte, muerte sin cesar.
Con sus fuegos nos quemaban
Los fusiles entruendosos
Y a sus sables acerosos
Y filosos
Muchos craneos vi trozar.
Yo por fin logra plantarme
De pie firme en la cubierta,
Y mi pica siempre alerta
Siempre cierta,
En el pecho se clavó.
Del valiente gefe ibero,
Y abrazandolo con brio,
El forzado brazo mio
En el rio
Ya muriendo lo lanzó.
¡Si tu vieras con que furia
Mis boanes asaltaron,
Con cual impetu atacaron,
Cual pelearon
Con ardiente frenesí!
Y despues que la batalla
Con horror fue concluida
Complaciente vi extinguida
Toda vida
De Español y Guaraní.
Sangre había en mi ancho pecho,
Mi brazo la sangre honraba,
Y sangre humeante flotaba
Y empañaba
El cristal del Paraná.
Y luego en voraces llamas
El botin fue consumido,
Que del bando aborrecido
Ni un vestido
Para si guardo el Boan.
No me diras, Cabarí,
Que Cuapucú el animoso
De brazo fuerte y glorioso
Fue moroso
En matar y destruir.
No le basta el ancho pecho
Que el fuerte pampero aspira
Para contener la ira
Que le inspira
Quien oso su patria herir.–
42
Te admiro Cuapucú, dijo el Caudillo,
Que fuiste grande, grande, en la pelea
Y esos infames de feroz lalea (sic)
Concluiste pronto con audacia y brillo.
Ahora te toca Oberabó 83 afamado
Con el ardor que tu palabra emplea
Decirnos lo que obró tu esfuerzo osado.
–Yo fui el incendio furente
Que rugiente
Las praderas cultivadas devoró.
Los extendidos trigales
Ya dorados,
Los hermosos maisáles
Ya granados,
En carbones y cenizas convirtió.
Yo fui la emboscada diaria,
Sanguinaria,
En los bosques, y la sierra y pajonal,
Solo un paso no hallarias,
Ni un sendero,
Ni un camino encontrarias
Do el viagero
No haya visto de mi furia la señal.
Yo fui en la noche lluviosa
La estruendosa
Voz horrísona y tremenda del turbion,
Si a los pueblos me acercaba,
Y mi hiriente
Grito bélico lanzaba
Cual potente
Cruel bramido de matanza y destrucción.
Yo en venganzas fui inflecsible
Si terrible
Me lanzaba del traidor en el tapé;
Y gozoso sonreía
De la altura,
Si rogiza relucia
La llanura
Con las llamas en que ardiendo lo dejé.
Mas si al daño de mi brazo
Ni un pedazo
De esta tierra dominada se escapó,
Ni a los niños alcanzaron
Mis venganzas,
Ni en mugeres se mancharon
Mis pujanzas
83
Ágil.
43
Que a inocentes nunca ofende Oberabó.–
–Muy bien, Oberabó, dijo el caudillo,
Y te has portado como buen Güenoa; 84
Dignos tus hechos son de grande loa
Y tu nobleza de constante brillo.
A Piagupí85 le toca relatarnos
Sus hazañas tambien, y muy sencillo,
Con su valor, sin duda va a admirarnos.–
Iba a hablar el Minuano
Cuando un indio, con presteza
Saliendo de la espesura,
Hacia Cabarí se acerca,
Y con acento muy bajo
Para que él no mas lo entienda,
Le dio noticias sin duda
De tal importancia llenas,
Que el caudillo se irguió al punto,
Y a todos cuantos lo cercan
Con voz de mando supremo
Las habló de esta manera:
– Marchad valientes caciques
A preparar vuestras fuerzas,
Pues dentro de pocos dias
Sobre nosotros sin tregua,
Caerán los hijos de España,
Y los falsos de esta tierra
Con sus fusiles traidores
Y sus lanzas y sus flechas.
En Yapeyú con ahinco
Sus batallones se adiestran,
Y sus espias cual nube
De caranchos nos acechan. 86
Marchad pues y vigilantes
Preparaos para la guerra,
Porque va a correr mas sangre
Que agua corre en la ladera
Cuando las nubes derraman
Sus cataratas inmensas.
Entre tanto aunque hoy oyereis
En este lugar contienda,
Nadie curioso se acerque,
Ni nadie a mesclarse venga.
Así Cabarí lo quiere,
Y así Cabarí lo ordena.–
Los caciques aliados,
84
Nombre de tribu.
Animoso.
86
Especie de ave de rapiña.
85
44
Aunque sumisos, sin mengua,
Al instante obedecieron
Ocultandose en la selva.
Hizo entonces Cabarí
Cariñosa, dulce seña,
Que en sus labios palpitó
Como del zorzal la queja,
Y de entre espeso ramage
Salió Güizaró la bella.
–Ven amada de mi alma,
Dijo el caudillo, y su prenda
Con los brazos estrechando,
Colmó de caricias tiernas:
¿Sabes a quien Cabarí,
Sin mucho tardar espera?–
–No lo sé, mas lo adivino,
Contestó la joven trémula,
Su amor, y sus locos celos
A Alborebí nos entregan–
–Viene, si, pero su vida
Libre estará en mi presencia
–¿Y si su orgullo y valor
Provocasen tu altiveza?–
–Lucharemos como bravos,
Y Tupá al mejor proteja;
Quiero que estes a mi lado,
Y que su palabra atiendas,
Porque tu para los dos
Eres la dicha o la pena.–
No bien acabado habia
De hablar el Cacique, seña
Se oyó prócsima en el bosque,
De que alguno con preseteza
Rompiendo ramas venia,
Y pisando la hoja seca.
Y muy pronto tan hermoso
Y erguido como la fiera,
Que sale del matorral
Anhelante de su presa,
Surgió Alborebí el valiente
Cual lanzado por la selva;
Pero al ver a Güizaró,
De amargura y de tristeza
Sus miradas se empañaron,
Y mudo quedó en presencia
De su amor y su rival,
Hasta que de esta manera
Cabarí le habló risueño,
Mirandolo con fijeza.
–Te esperaba, Alborebí,
45
Y contigo a la mas bella
Muger que hay en Yapeyú;
Pero quizas ha quedado
Escondida entre la selva;
Tu, sin duda, no lo sabes...
Pero Poremá de cerca
Ha seguido tu sendero
Vigilando tu existencia,
Como la tierna Picuí 87
Vuela tras de su pareja.
Son muy buenos mis espias;
Todo lo saben y ojean,
Y a pesar de los adornos
Charruas de su cabeza,
Y del quillapi 88 tan nuevo
Que tus espaldas ostentan
Y de la maza pesada
En que descansa tu diestra,
Al punto te conocieron,
Y de ellos me han dado cuenta.
Y por cierto, amigo mio,
(A pesar de nuestras guerras
Tambien un tiempo lo fuimos)
Que aumentan tu gentileza
Esas prendas tan charruas
De nuestros padres herencia
No la empañan ni deshonran
Como aquel calzan de tela,
Aquella camisa burda,
Y de paja amarillenta
El sombrero tan alado
Que usais en vuestras haciendas,
Y con el cual me parecen
Chimangos vuestras cabezas 89....
–Basta, basta, Cabarí,
Basta de burlas, ya, cesa;
Respondiole el Yapeyuano
Recobrando su presencia:
Sabe que tambien recuerdo
De nuestra amistad la era,
Y en nombre de ella aqui vengo,
Exponiendo mi existencia,
Renunciando mi esperanza
De felicidad suprema,
A ofrecerte paz durable,
Honores y hasta riquezas,
Si oyendo mi voz de amigo
87
Paloma de monte.
Especie de manto hecho con pieles.
89
Aves de rapiña, especie de alcón.
88
46
Renunciase a la guerra.
Con ella nada consigues
Sino llevar a la huesa
Esa tu raza indomable
Que grande ha sido y pequeña
Hoy a su lado se agrupa
Como bandada de fieras,
Que cercadas y vencidas
Solo por morir pelean....
–Paz me ofreces, Guaraní,
Y honores y hasta riquezas...
¿Porque no ofreces también
Libertad e independencia?
¿Porque no dices: charrua,
Vas a recobrar tu tierra?
Me ofreces paz; pero ¿a caso
Esa paz me dará selvas,
Grandes rios, altos montes,
Dulces valles, verdes sierras,
Donde cual antes domine
Mi valor y audacia estrema?
¿Me dará caza abundante
Frutas sin cuento, y la pezca,
Sin mas trabajo que armar
Mis arcos de dura flecha,
O tender la mano altiva
A la cargada arboleda?
¿Tendré en mi patria querida
Libre el paso por do quiera,
Levantando mis tapées
Donde mejor me convenga?
No, Alborebí, no, mi raza
Jamas regará la tierra
Con el sudor del trabajo,
Ni sus brios, ni su fuerza
Gastará con el arado,
Que con garras avarientas
Destroza nuestras cuchillas,
Nuestros bosques y praderas
Para dar a los estraños
Mugeriles opulencias.
Esa es la paz que me ofreces:
Paz con trabajo y tristeza,
Paz con sudores y llanto,
Paz con pesadas cadenas.
Tambien me brindas astuto
Honores y hasta riquezas.....
No engañan, no, a los charruas
Esas mentidas ofertas.
¿Son las que os cumplen el Rey
47
Y padres de vuestra iglesia?
¡Honores! Otros honores
Mi raza jamas desea
Que aquellos que gana libre
En sus luchas y en sus guerras
Con la pujanza indomable
De su pecho y de su diestra;
Ni jamas buscará torpe,
Ni aceptará mas riquezas
En el aire de sus cuchillas,
El perfume de sus mugeres,
Las llamas de sus hogueras,
La frescura de sus rios
Y su libertad inmensa.
Yo te juro, Alborebí,
Que antes que el charrúa la pierda
Concluirá su raza toda,
Pero concluirá en la guerra.
–Eres necio, Cabarí,
O añang maldito te ciega
¿De nuestras tribus salvages
Dime, infelice, que queda?
Solo restos esparcidos
Que a tu espalda se congregan
Para morir y extinguirse
En la prócsima refriega.
Ya estos campos van llenando
Gentes activas y nuevas,
A quienes Tupá con brazo
Invencible las entrega.
¿Porque has de privar feroce
Que tu brava descendencia
Goze un dia de los bienes
Que ya a mostrarse comienzan.
En nuestras antes incultas
Aunque feraces praderas?
Ven al menos a probar
La vida tranquila y bella
Del hogar con el trabajo
Que no es, Cabarí, una pena.–
–No es mejor, guaraní astuto,
que mi vida de la selva,
ni es mejor tu hogar ahogado
que mi movediza tienda,
Do nunca faltan los aires
Animantes de mi tierra,
Do recibe hasta durmiendo
El charrua brios y fuerza.
No te canses en inútiles
Palabreos y promesas,
48
Y si otra cosa no quieres,
Puedes irte, y nada temas;
Te acompañaran mis agentes
De los montes hasta afuera–
–¿Esa es tu última palabra?
–Un charrua nada enmienda
de lo que una vez ha dicho.–
–Pues escucha mi respuesta:
Ha sido siempre costumbre
En tu tribu y en las nuestras,
Que si dos hombres amaban
A una muger, en pelea
Leál ganarla debían;
Y el que en valor o destreza,
O con armas, el triunfo
Alcanzaba en su presencia,
Aquella muger amada
Obtenía como prenda–
–Ya he entendido, Alborebí,
Y por ahí empezar debieras,
Amador desventurado
De la charrua mas bella
Que ha nacido en Uruguay,
Y que es luz de mi existencia.
No se dirá no, por cierto,
Que Cabarí no venera
Las costumbres de su tierra,
Ni que un guaraní enseñarle
A respetarlas pretenda...
Vamos pues, agregó el indio
Con voz profunda, altanera,
Cojiendo su enorme maza;
Vamos a saciar la fiera
Rabia de celos y odio
Que nuestros pechos alientan;
Y tu Güizaró, lo sabes,
Del vencedor (serás) prenda...
Tambien hoy allá en los cielos
Añang y Tupá guerrean.
8
Cual dos Atletas de la antigua Roma,
Que al magno Coliseo
Juntos marchasen con tranquilo paso,
Animados tan solo del deseo
De matar o morir, los dos rivales
Del Uruguay la orilla costeando,
Pronto llegaron a una hermosa altura,
49
Que en perpendicular barranca hundia
Su base en la frescura
De las aguas del rio,
Rodeandola despues por otros lados
Del bosque la espesura.
Pasaron los dos; los quillapices90
Al suelo abandonaron,
Y frente a frente centelleando furias
Sus ojos se miraron.
Gigantezcos los dos, los dos fornidos,
Pechos salientes, cuellos minusculos,
Brazos cual rama de urundy91 nudosos,
Flecsibles pero erguidos
Como del sarandi 92 la vara enhista,
Dos genios parecian
Que a disputarse la feliz floresta
De otro mundo venian.
¡Con que impetu fiero
Alzan veloces las potentes mazas!
¡Con que salto ligero,
Mas que él del tigre al agarrar su presa,
Ambos se atacan, esperando astutos
Encontrar la victoria en la sorpresa!
Inútil todo fue; sus nobles armas
En el arma se hirieron,
Y al eco duro de su golpe seco
Las aves de los arboles huyeron.
En tanto Güizaró que habia seguido
Convulsa a sus amantes,
El corazon de incertidumbre herido,
Apoyada en un arbol, parecia
Clavar sus dedos en la rama dura,
Y con el rayo de sus grandes ojos
Del combate la colera encendia.
De funerales nubes la tormenta
Iba cubriendo la estension del cielo,
Y el relámpago a intervalos vibrando
De rojos lampos esmaltaba el suelo.
Desde el momento aquel los dos rivales
Comprendieron al punto
Que en pujanza y valor eran iguales,
Y que la astucia solo o la destreza
La victoria daria;
No la ardiente fiereza
Que sus potentes brazos dirigia.
Los ojos de uno en los del otro fijos
De las pupilas arrancar parecen
90
Manto de pieles.
Arbol (flecsible) muy fuerte.
92
Arbol muy flecsible y de ramas derechas.
91
50
Los secretos del golpe,
Que sus iras ofrecen,
Y aun antes que una maza haya bajado,
La del contrario firme,
El miembro que va a herir ha adivinado.
Si en carrera veloz vertiginosa,
Como la del ñandu de engaños llena,
Huye el uno, pensando
Do detener su fuga maliciosa
Para embestir matando,
Corre el perseguidor, si activo cauto,
La astucia del contrario calculando;
Al rápido volver de aquel que huyera
El súbito parar responde siempre
Del que atento y veloz lo persiguiera,
Y sus mazas entonces prevenidas
Se chocan y estremecen
Deteniendo la muerte entre dos vidas.
Pero las olas de furor ardiente
Que en sus pechos bramaban,
Inundando de fuegos sus cabezas
En olas de delirio se cambiaban,
Y a pesar del constante golpeteo
Con que chocan sus mazas,
Cual estallo continuo de la selva
Que el incendio hace brasas,
Sin poder las acusan y sin suerte
Para llevar en ellas
La deseada muerte.
Cubiertos de sudor, por un instante
Aquel inútil batallar suspenden;
Y con desprecio y brio
Aquellas armas que su orgullo fueran
Arrojan en el rio.
Cual dos leones, que en su amor ferino
A disputar la hembra se preparan,
Las uñas crispan, los colmillos baten,
De sus ojos convulsos llamas brotan,
Y con las colas do su rabia llega
La verde grama azotan,
Asi los dos indianos el momento
Atisban precavidos
Del ataque violento.
De súbito se lanzan
El uno contra el otro cual movidos
Por resortes de acero;
Chocan sus pechos altos y fornidos,
Y tan veloz su salto fue y certero,
Que ceñidos entrambos se sintieron
Por sus hercúleos brazos;
51
En su aliento de fuego se quemaron,
Y con uñas feroces
Las bronceadas espaldas desgarraron.
En tanto Güizaró que mas temblaba
Cuanto mas largo el combatir veia,
Con la mirada de sus ojos negros
De la lucha las furias encendia.
¿Como juntas las incansables fuerzas
De aquellos dos Atletas de los montes,
Que en abrazos de muerte se estrechaban,
Y en sudores de fuego
Rostros y pecho y brazos se inundaban?
¡Ay! en vano sus músculos torcian,
Como nudosas ramas al embate
De irritado pampero,
Para doblar los del contrario rijidos
Como barras de acero;
En vano en el lugar donde sus brazos
Al contrario aferraron
Queda una faja de color sangriento;
En vano, cual dos árboles que enreda
El huracan violento,
Con sacudidas bruscas y furiosas
Quieren lanzarse al suelo,
Para saciar alli como dos fieras
Su furibundo y homicida anhelo.
En vano en vano todo, por dos genios
Parecen alentados,
Y hasta la tierra por sus pies herida,
Al verlos tan valientes y esforzados
Rechaza su caida.
Invencibles los dos se conocieron,
Y en sus acervas (sic) rabias impotentes,
Sus cuellos de leones desgarraban
Con iracundos dientes,
Cuando de pronto Alborebí perdiendo
Tierra en la verde cima
De la fatal barranca, a su enemigo
Del Uruguay en la mugiente sima
Precipita consigo.
Bajo las aguas que a tal golpe bullen
En espumoso hirviente remolino
Desaparecen los dos; pero muy presto
Con su furor ferino
Las cabezas asoman, nadan listos
A continuar la lucha, cual lo hicieran
Dos yacarés hambrientos y furiosos;
Se buscan, se acometen y en su estulta
Ansia de concluir, ya no reparan
Que el liquido elemento los sepulta.
52
¡Que atroz instante Güizaró la hermosa
De la barranca padeció en la altura!
Casi tendido el cuerpo en el vacio,
Saltando el corazon en su tortura,
Con las manos crispadas, y los ojos
Clavados en el rio,
El momento esperaba en que triunfante
Saliese Alborebí sobre las aguas
Para seguir a su perdido amante.
Mas no fue Alborebí, fue su ventura
La que floto en las ondas; victorioso
Corta el charrua la veloz corriente,
Por la barranca trepa, y amoroso
En sus brazos la estrecha; febriciente
Güizaró lo contempla; de su voca,
Convulsa aun con el furor reciente,
Busca el amor el beso,
Embebe en él su labio, y delirante
Y loca de placer, a su adorado
Arrastra al bosque espeso.
Del fondo de las aguas
Alborebí entre tanto habia subido,
Desfalleciente ya, pero luchando
Con enemigo aun mas aguerrido;
Busca llegar hasta la opuesta orilla,
Y con angustia y pena
Dejando el rio con su sangre tinto
Logra caer en la desierta arena.
En ese instante, Poremá aflijida
Sale del bosque trémula y llorosa,
Corre a su lado, sientase en la playa,
Y de su amado la cabeza hermosa,
Mas ya mortal, sangrienta
Apoya en su regazo,
Y a ella se inclina por saber si alienta.
El guaraní muriendo
Abre los ojos que la muerte anubla;
Mira la joven, Güizaró la crée,
Y dicele gimiendo:
–¡Ay! no lo creas, no, no me ha vencido!....
Al caer en el agua duro tronco...
El pecho me ha partido!–
–Olvida, Alborebí, te ruego, olvida,
En esta hora tu pasion funesta;
Respondió Poremá, y a su eterna vida
Desde mis brazos parte!...
–¿Eres tu Poremá, angel del suelo,
que el balzamo derramas de dulzura
En mi terrible duelo?
¡Que desgraciado fui, que desgraciado!
53
Quizas el justo cielo...
¡Ay! me castiga por no haberte amado!...
Súbita convulsion el cuerpo ataca
Del moribundo guaraní; sus ojos
Fija en la altura, plácida sonrisa
Sus labios hermosa,
Y mueve cual la llama que flamea
Al perder su esplendor bajo la brisa.
Bello rayo de sol, rompiendo entonces
Las nubes tormentosas,
Vistió la escena con etéreas tintas
De oro y de zafir de plata y rosas;
Y Poremá, sus manos elevando
Hacia el astro del dia,
Levanta ¡oh Sol! Exclama,
Sol cariñoso de la patria mia,
Levanta hasta los cielos
En uno de tus puros, dulces rayos,
De tan amado ser el alma pia.
Volvió a ocultarse el astro tras los negros
Velos de la tormenta,
Y sobre el Uruguay grandes, sonoras,
Cual llanto de las nubes,
Caian ya las gotas precursoras
De borrasca violenta.
9
Lumbrera hermosa de los dulces dias
De mi patria adorada,
Foco de tierno amor y de alegrias,
Aliento de sus glorias, y admirada
Fragua de libertad donde el guerrero
A su alma dió los temples del acero;
Glorioso rey de nuestro puro cielo,
De nuestras nubes gala,
Jardinero inmortal de nuestro suelo,
Y fulgente turíbulo que exhala
Nubes eternas de esplendor y aromas,
Bañando en ellas nuestras verdes lomas;
Rico manto real de nuestros mares,
Sabia de nuestros montes,
Música celestial de sus cantares,
Genial pintor de bellos horizontes,
Lámpara que de mano del Eterno pende
Y en Oceanos de luz el mundo enciende;
¿Porque alumbraste la fatal mañana
de sangre y esterminio
para la raza altiva y soberana
que rechazaba el español el dominio,
54
Aquella raza que formó fogosa
La virtud de tus rayos portentosa?
¿Porque alumbraste ¡ay! las destructoras
Iberas compañias
Y de los guaranies las vengadoras
Masas de Yapeyú? ¡Ah! ¿no sabias
Que su marcha veloz, ardiente, fiera,
Contra el charrua dirigida era?
Por eso ya cuando tu rostro asoma
Flamígero, explendente,
Como el rostro de un Dios, sobre la loma
No ves al indio plácido, sonriente,
Que al ver su patria por tu luz bañada
Te envia una oracion en su mirada.
Ni en las ardientes horas de tus iras
Ya lo ves adormido
Cave los rios donde tu te miras,
Forzando al lado de su bien querido
La dulce paz de su profundo sueño,
Bajo la sombra del yatay risueño.
Ni en las serenas tardes, cuando el cielo,
Nubes, pájaros, flores,
Se despiden de ti, vida del suelo,
Y reciben de ti luz y colores,
Lo ves erguido, estático, suspenso
De la gran magestad de su descenso.
Ya no llegan a ti desde la tierra
Sonoros, prepotentes,
Sus altos gritos, anuncios de la guerra;
Ni admirarlos podras bravos, valientes,
Dominar del jaguar la garra fiera
Y del venao la veloz carrera.
Ya el charrua no existe; fue su raza
Briosa e indomable
Nube de exhalación que brilla y pasa.
¿Quién su constancia contará admirable?
¿Quien todo su valor y su heroismo?
¿Quien su lucha al morir? Solo tu mismo.
Espléndida llanura
De bosques rodeada,
Con aire y luz y aromas
Do quiera regalada;
De verde grama fresca
Y flores tapizada,
Desciende suavemente
Buscando hacia el oriente
La limpida corriente
Del fúlgido Uruguay.
La baña el sol de dia
55
Con lluvia de esplendores;
En la callada noche
Los pálidos fulgores
De la encantada luna
Argentan sus verdores,
Y en medio de la calma
Que arroba nuestra alma
De plata son la palma,
Quebracho y ñandubay.
Suele cruzarla a veces
Con paso magestuoso
El avestruz tranquilo;
Trisca el voluptuoso
Venao tras de su hembra,
Y tiendese el hermoso
Jaguar en las floridas
Matas adormecidas
Bajo las encendidas
Caricias de [ilegible] Sol.
Cuando la aurora sale,
Por bandas la paloma
Revoloteando cruza
Para ir hacia la loma
Do de cardal madura
Parda semilla toma,
Y vuelve diligente
Cuando en la tibia frente
De la tarde, esplendente
Brilla el lucero amor.
Y a veces de las nubes
Las sombras silenciosas
Sobre la verde grama
O selvas relumbrosas
Tan rápidas resbalan,
Pasando magestuosas,
Que creese en la mano
De un genio sobrehumano
Luchando, pero en vano,
Por apagar el sol.
Mas de ese bello sitio,
De Yapeyú alejado
Por muy tupidos bosques
Do quiera resguardado
Y por laguna estensa
A Oriente confinado
Desaparecido habia
La plácida alegria
Conque natura pia
Lo hiciera seductor.
En cambio del charrua
56
La hueste bulliciosa
Inquieta lo llenaba,
Y la llanura hermosa
Antes tranquila y bella
Repercutió estruendosa
Con voces de guerrero
Que listos y altaneros
Cruzaban los senderos
Llenaban su estension.
Allí llevára Cabarí su campo
La misma noche que siguiera al dia,
En que vio el Uruguay la ardiente rabia,
Salvages fuerzas, y salvage ira,
Que amor y celos, y diversa raza,
En él y Alborebí prendido habian;
Y anhelante y feroz alli esperaba
De sus ligeros y hábiles espias
La pronta vuelta, que a su fiera zaña
El momento propicio marcarian.
Al campamento en tanto iban llegando
En diferentes grupos las familias
De los bravos salvages, porque larga
Siendo la ausencia, el corazon pedia
Alimento de amor, placer y calma.
Pero esas fieles, fervidas amantes,
Alli en los bosques de la madre patria
¿Que iban a presenciar? quiza la ira
De su adverso destino, desatada
Sobre los restos de su raza altiva;
Quiza la lucha, como nunca brava,
Do el valiente charrua pelearia
Solo para morir en su adorada
Preciosa libertad, jamas perdida,
Y no impelidos por falaz confianza
En su fuerza, valor y astucia viva.
Amantes, y alejados de aquel pueblo,
Que en la llanura vocinglero hervia,
Del Uruguay cave la margen grata,
Güizaró y Cabarí, de la gramilla
Haciendo alfombra blanda,
Teniendo por docel la copa erguida
De gigante Yatay93, la verde y alta
Barrera de los bosques por cortina,
Y por espejo de luciente plata
La ancha laguna que a sus pies dormia,
Aspiraba amor en sus miradas,
En la caliente perfumada brisa,
93
La palma.
57
En la luz con que el cielo los bañaba,
En los rumores de la selva tibia,
En las nubes que plácidas y albas
Cual gigantes palomas extendian
Su vuelo en el espacio, y en la magna
Bóveda azul que amante los cubria.
De pronto Cabarí quedo sumido
En distracción profunda, cual si su alma
Buscar quisiera una vision perdida;
Mirolo Güizaró, tierna lo abraza,
Y con voz aun mas grata que dulcísima
Llamada de picuí, 94así le habla:
Güizaró
–Como árbol sin rocio
Estas triste, bien mio,
Y como flor sin brisa
Ha muerto tu sonrisa.
¿Porque muda
Sufre su alma altiva?
¿Quiza la amarga duda
En ti el dolor aviva?
De esa pena
Que el corazon te parte
A Güizaró da parte...
Cabarí
–Solo tu dulce acento
Disipa en un momento
Sombras del alma mia;
La alegria
Grata renace en ella;
La esperanza
Surge risueña y bella,
Y confianza
Tengo ya en la victoria.
¡Oigo cantar la gloria!
Asi las verdes hojas
Que oscuro polvo empaña,
Su brillantez recobran
Si la lluvia las baña;
Asi el tuyú 95en el monte
Mas armonioso canta,
Cuando al morir la noche
La aurora se levanta.
Güizaró
–¿Porque entonces tus acentos
Mis tormentos
No concluyen y mi afan?
94
95
Paloma de monte.
Pájaro de canto muy dulce.
58
¿No soy yo tu amante esposa
que celosa
Tus destinos seguirá?
Te he jurado por el cielo
Que en tu duelo
O tu dicha, encontrarás
Siempre intrépida a tu lado
Mi abnegado,
Mi constante pecho audaz.
Ya tu suerte con mi vida
Marcha unida
Hasta el negro ibicuá. 96
Cabarí
Escucha pues, amada,
Prenda del alma mía,
Fiel compañera hermosa
De mi fortuna impia;
Escucha, y en tu pecho
Caiga la gota impura
De este voraz veneno
Que mi valor tortura.
Valientes son los hijos
De esta querida tierra
Y sus caciques nacen
Para vivir en guerra
Con el que vil ataca
Su libertad querida,
La mas preciosa prenda
Para su errante vida.
Y ni la zaña ardiente
Ni nuestra viva astucia,
Ni ese valor furente
Que riesgos desconoce,
Conseguiran la suerte
Cambiar de los charrúas;
Para ello es la muerte.
Si en un momento fuimos
Do quiera vencedores,
Audaces destruyendo
Iberos y traidores,
Que la sorpresa solo
Quien nos prestó victoria;
A nuestros padres nunca
Gustóles esa gloria. 97
Ya en sus [tapees] se arman
96
El sepulcro.
Los charruas formaban la tribu mas noble de cuantas se encontraron en el Río de la Plata,
(/.../); pocas veces se las vio hacer emboscadas al enemigo.
97
59
Los guaranies traidores,
Y en bandas ordenadas
Cual diestros cazadores,
A nuestros bosques pronto
Vendran, y aunque luchemos
Cual fieras perseguidos
Aqui nos concluiremos.
Con impaciencia espero
Mis hábiles espias,
Que esparramé en la noche
Por diferentes vias;
Pero ninguno viene...
¡Cuanto me sobresalta!
¿Cual es el vil charrua
Que a su consigna falta?
¡Quizas dentro las redes
Del guarani cayeron!
¡Quizas los que yo acuso
con gloria sucumbieron!...
Güizaró
–Yo he visto muchas veces
Jaguar, 98 acorralado
Por cazadores indios,
Caer despedazado,
Antes que dar paciente
Su indómita cabeza
Al corredizo lazo
Que rigido lo apresa–
Cabarí
–La sangre del charrua
bulle en tu pecho ardiente.
¡Ah Güizaró eres digna
Del nombre de tu gente!
Solo en la negra muerte
La libertad tendremos;
Alli Güizaró amada,
Allí la gozarémos.
Mas yo quisiera, y este
Es, Güizaró, mi anhelo,
Que si mis ojos cubre
De Añang99 el negro velo,
Cuando en la lucha caiga
Muriendo como bravo,
Ni mi cadaver quede
Del vencedor esclavo.
Güizaró
–No quedará, lo juro;
Tendré de fiera el brio
98
99
Tigre.
Genio, o Dios del mal, o el mal mismo.
60
Para ocultar celosa
El único bien mio.
Cabarí
Ya las ardientes sombras
De nuestros padres vienen
A presenciar la lucha....
Ya llegan... se detienen
¡Que fieros ¡ah! me miran!...
Se acercan, me rodean...
Y dicen: –los charruas
Hasta morir pelean.
Güizaró
–¡Oh, Cabarí, deliras!...
Cabarí
–No, Güizaró, es un sueño
que en la pasada noche
De mi dormir fue dueño...
Güizaró
–Añang en las tinieblas
Los hace y con fiereza
Los manda que atormenten
Del indio la cabeza.
Cabarí
–También Tupá 100 los hace
Sobre el azul del cielo,
Y son en la desgracia
De corazon consuelo.
Escucha, amada, escucha,
Mi sueño misterioso;
Es triste algunas veces,
Pero otras muy hermoso.
Güizaró
–Habla, que tu palabra
Llega a mi atento oido
Como el rumor de brisa
Sobre el juncal dormido,
Y el corazon entonces
De tu reclamo lleno,
Como de oscura carcel
Quiere saltar del seno.
Cabarí
Era la hora en que la selva duerme;
El sol se mira en la mitad del rio,
Y al hálito quemante del estio
Del Uruguay se dobla toda flor.
Cansado reclineme bajo el manto
De aquel sauzal que báñase en la orilla,
100
El genio del bien, o el bien mismo.
61
Y en un tronco posando la mejilla
Cerró mis ojos sueños vencedor.
Entonce el gran Tupá bajo mi vista
Tendió esta patria llena de ventura
Con su cielo esplendente, su luz pura,
Su sol de incomparable magestad,
Sus montes virginales apiñados,
Sus caudalosos rios refulgentes,
Y sus dulces colinas sonrientes
Do se respira la inmensa libertad.
Y vi dichosa en los verdes valles
Y en sus floridas humedas laderas
Aquellas tribus dueñas verdaderas
De este suelo que España nos robó.
Las vi mudando sus tapées sencillos
Do su absoluta voluntad queria,
Cazando allí donde abundancia habia
Durmiendo do la noche las cubrió.
¡Y eran felices nuestros padres! dueños
Del agua y aire, de la tierra y fuego,
Jamas al cielo dirijian su ruego
Por mas riqueza, ni por mas placer.
Amor no mas la ley de sus hogares,
Entre el amor y libertad crecian,
Como troncos del bosque envejecian
Y en dulce sueño se extinguia su ser.
Mas derrepente nube tenebrosa,
Cual negro quillapi de Añang airado,
Cubrió de luto el rostro abrillantado
De nuestro hermoso Paraná-Guazú.101
Enrogecidas sus corrientes rápidas,
Y revueltas sus olas espumosas
Rebramaron altivas y furiosas
Al mugir del feroz Cuzubirú. 102
Cual jaguares del aire embravecidos
Las negras nubes entre sí rugieron,
Del sol el puro resplandor cubrieron,
Y las cruzó iracundo Amaberá 103
Lo que vi entonces, Güizaró querida,
Despierto ya mi corazon abruma;
Ni en la misma vejez que me consuma
De mi memoria fiel se borrará.
Cual engendros del rio y la tormenta
En la playa saltaron los guerreros
Imponentes, altivos y severos,
Cuyas armas brillaban como el sol.
Y lucian sus frentes y sus pechos
101
Lo que se llama hoy Río de la Plata.
Viento pampero fuerte.
103
El relampago y el rayo.
102
62
Con radiantes y bellos resplandores
Como luce el Guazú con los fulgores 104
De hermoso dia lleno de arrebol.
Los charruas valientes con su grito
Las cuchillas y montes atronaron
Y a su encuentro terribles se lanzaron
Con la rabia feroz del yayazú 105
¡Oh canta sangre, Güizaró, y cuanto
Muerto mis ojos en el campo vieron,
Cuanto alarido de furor oyeron
Estos oidos, no lo piensas tú!
¡Ay! pero Añang106 que del charrua queria
La muerte y esterminio, a los guerreros
Prestó sus rayos fúlgidos certeros,
Y a sus armas la voz del huracan.
Como sombras de nubes que resbalan
Sobre la loma los charruas pasaron,
Y en desiertos sangrientos se cambiaron
Los felices tapíes107 de Zapican.108
De soledad inmensa que abrumaba
Me vi rodeado; pareciáme el mundo
En silencio sumido tan profundo
Sin luz, ni vida, ni aire ni calor.
En medio de mi sueño la ira ardiente
Abrazaba mi sangre; la esperanza
De una implacable singular venganza
Aumentaba en mi espíritu el furor.
Con el rápido vuelo que atraviesa
El ígneo Amaberá109 la negra nube,
Asi de Alborebí el espectro sube
Y me eleva potente tras de sí.
En un instante sobre altivo cerro,
Que en derredor las lomas dominaba,
Y cuyas faldas ancho rio bañaba,
Por el fantasma transportado fui.
Y mi rival, entonces parecieme,
Levantando la voz a tal acento
Que aún despierto en mis oidos siento,
Pronunció estas palabras con ardor.
–Poco mas de cien veces los ombues
Sus hojas cambiarán para que el cielo
Poderoso realize en este suelo
Lo que vas a mirar en derredor.
Desapareció el espectro, y al instante
104
El Paraná, rio.
Jabali muy bravo y feroz.
106
Genio del mal.
107
Campamentos, aldeas.
108
El Cacique de los Charruas cuando llegaron los conquistadores.
109
El relampago o el rayo.
105
63
Grande y bello Tapé110 se alzó a mi frente
Como las nubes blanco, y reluciente
Cual las olas que forma el Uruguay.
Cien gigantes canoas desde el rio
Sumisas como á Rey lo saludaban,
Y las armas del trueno coronaban
Sus murallas mas altas que urundais111
Maz ¡ay! sobre el tapé tan blanco y bello
Vi tremolando el pabellon ibero,
El que sangriento siempre y altanero
Sobre las tumbas del charrua venció.
En medio de mi sueño rabia e ira
Dieron al alma su mayor vehemencia
Y que el rayo quemara mi existencia
El corazon furioso deseó.
Pero de pronto en las lejanas lomas
Que en verdosa subida se dominan,
Y unas tras otras salen y se empinan
Para admirar el sinigual tapé,
Remolinos de nubes vi elevarse,
Oi el estruendo del cañon hispano,
Y el bramido feroz del charrucano 112
En la victoria renovó mi fé.
Entre el polvo y el humo del combate,
Dominando lucientes batallones,
Flameaba rodeado de cañones
El amarillo y rojo del pabellon.
Se agitaban las lomas al estruendo
De la sangrienta, férvida batalla,
Y en nubes invicibles la metralla
Cual granizo caia del turbion.
Mas no veia las soverbias plumas
De mis hermanos agitarse airadas,
En sus negras melenas enredadas
Por el afan de horrible combatir;
Ni sus brazos de bronce poderosos
Levantando la maza enrogecida,
O blandiendo la chuza, que una vida
Arranca siempre cuando llega a herir;
Ni la flecha de plumas adornada
Se clavaba en los pechos silvadora,
Ni la redonda piedra zumbadora
Buscaba cráneos do su golpe dar.
¿Quienes eran, entonces, esos hombres,
Ese pueblo tan fuerte y tan guerrero,
Que con el bravo é invencible ibero
110
Campamento, aldea, (/.../), reunion de familias.
Arboles robustos y gigantescos.
112
Los descendientes de indigenas y españoles conservaron por mucho tiempo la costumbre de
dar alaridos en las batallas.
111
64
Frente a frente podia batallar?
Dominando sus potros ardorosos
En la rauda carrera desatada,
En el salto violento, en la parada
Y en la vuelta, increible por veloz,
Descendian las lomas, cual si el viento
Con furor de huracan los impeliera,
O las trepaban en audaz carrera
Para enterrarse en el combate atroz.
Entre las nubes de la lucha grises
Sus lanzas y sus sables fulguraban;
A los cuadros de infantes se lanzaban
Y la linea española hacian temblar.
Al diezmarlos, quemante la metralla,
Daban vuelta veloces, se rehacian,
Y con mas furias atacar volvian,
Y la linea española hacian doblar.
Amaberá 113 su rapidez les daba
Los jaguares114 del bosque sus bramidos
Y sus furores eran encendidos
En el rayo inmortal de nuestro sol.
Habia en sus ojos y en su tez bronceada,
En sus corbas narices, y cabellos
De mi raza indomable los destellos
Bajo el aire marcial del español.
Juzgaba a veces que charruas eran,
Dueños ya del caballo y de la espada,
Empapando la tierra conquistada
Con su sangre que ahogaba al opresor.
Juzgaba otras que españoles eran,
Sanguinarios luchando con hermanos,
Por poseer la tierra que inhumanos
Nos robáran en dias de dolor.
Al fin cual pasan las soberbias olas,
Al azote del viento reveladas,
Sobre las negras rocas empeñadas
En detener el furibundo mar,
Asi sobre las filas españolas
Los escuadrones rápidos pasaron,
Y de sus potros con el casco hollaron
Las armas de la Iberia sin rival.
Alzose entonces de gemido y llanto;
En sus callles y plazas el espanto
Sus fantasmas de miedo levantó,
Y a lo largo del asta su bandera
Cayó cual hoja que tronchó el pampero;
Y seca pende del yatai 115 altero
113
El relampago.
Tigres.
115
Palmera muy frondosa.
114
65
Donde frondosa un dia se agitó.
10
Calló el cacique; Güizaró que atenta
Con respeto y amor lo contemplaba,
Preguntole anhelosa
Por el estraño sueño impresionada:
–¿Y luego que pasó, Cabarí mio?
¿Como concluye esa vision estraña?
–Concluye, Güizaró, dijo el guerrero,
Que desperté convulso, aflicta el alma,
Saltando el corazon apresurado
Y la mente ofuscada;
En vano de Caarú busque la ciencia;
Incierto como yo, piensa y se pasma
Con sueño tan estraño muchos dias;
Llega uno por fin, viene y exclama
Un gozo aparentando que no siente:
–Tu sueño es de Tupá116 grande palabra;
Con él te anuncia que el charrua indomable
Ha de vencer en la primer batalla–
Mas yo que siento el corazon opreso
Y sombra de tristezas en el alma
Nuestra victoria veo
En morir como libres y mi mancha–
Los dos amantes tristes, pensativos,
Y atormentados de ansiedad estraña,
En silencio quedaron contemplando
Del Uruguay las susurrantes aguas,
Que en blanca espuma o en brillantes ondas
Las arenas y flores refrescaban.
Pero siniestro reventó en los aires
El ¡Bo! 117 Del guaraní, como llamada
De una trampa de muerte;
El trueno horrible de españolas armas
En varias partes conmovió la selva;
Las silvadoras balas
Azotaron furiosas de los árboles
Hojas, troncos y ramas,
Y cual juntas de látigos airados
Que algun genio invisible manejara,
Herian resbalando
Del Uruguay las aguas.
El verde Oceano de ondulosas copas
Agita al punto infinidad de alas,
Y se llenan los aires de palomas
Que huyen en bandadas,
116
117
Genio del bien.
Genio de guerra de los guaranies.
66
Mientras chajas118 y teruteros juntos119
Sobre la selva en remolinos graznan.
Huia la vida de los bellos montes
Al anuncio feroz de la batalla.
Cabarí que comprende
De aquel estruendo la terrible causa,
Salta cual fiera que el rival sintiese,
Cojer su poderosa fuerte maza,
El llamado guerrero del charrua
Con formidable voz al aire lanza,
Y de su amante Güizaró seguido
De la laguna arrojase en las aguas.
Cruzan veloces la veloz corriente
Del rapido Uruguay, tocan la playa
De la margen opuesta, valerosos
En un instante suben la barranca,
Y a la orilla del bosque
Esperan de sus gentes la llegada.
De Cabarí a los gritos
Se orientan los charruas que por bandas
A la orilla del rio van llegando,
Perseguidos con zaña
Por los airados guaranies e iberos,
Que sangrienta venganza
Vienen tomando ya de los salvages,
Al herirlos furiosos por la espalda.
Dando alaridos de furor o espanto,
Huyendo como gamos, o con rabia
Sus vidas defendiendo,
Las de sus hijos y consortes caras,
Por varios juntos hombres y mugeres
Y niños se abalanzan
A las raudas corrientes salvadoras,
Y alli do altivo Cabarí se halla
Van logrando llegar, pero las ondas
Del grande rio con su sangre manchan,
Y en las arenas de su fondo caen
Los que las flechas y traidores balas
Atajaron crueles
En medio de las aguas.
El gran Cacique intrepido, sereno
En la enhiesta barranca se levanta
Como una estatua en pedestal de piedra;
Roza su frente la silvante bala
Dobla las plumas que (/.../) su cabeza
El viento de las flechas que se clavan
Zumbando aun en los vecinos arboles;
Mas él con sus palabras,
118
119
Ave que toma su nombre del sonido de su grito.
Especie de grullas.
67
Con sus gestos enérjicos
A todos da valor, a todos llama;
Y cuando vio que fugitivo alguno
No cruzaba las aguas,
Levantando su brazo, que blandia
La formidable maza,
Como retando la enemiga gente,
–Venid, gritó, traidores,
A buscar al leon en su morada.–
Y veloz como el ciervo
Perdiose entre las ramas.
Por un instante dominó el silencio;
Guaranies y españoles meditaban
Por do atacar al enemigo, fuerte
En su nueva emboscada,
Cuando un torrente, de redondas piedras,
Y de flechas y chuzas arrojadas
Cayó sobre ellos esparciendo sangre
Muertos y heridos en la angosta playa;
Y ni un charrua se veia en la orilla
Del rio o de la selva enmarañada.
Parecia que árboles y arbustos
Imitados se armáran,
Y sus ramas en flechas convirtiendo
Y sus frutas en piedras, las lanzaban
Sobre el cruento enemigo
De aquella heroica raza,
Que a la sombra naciera de sus copas
De sus flores y frutas disfrutara,
Y ahora venia entre los gruesos troncos
Las malezas tupidas y enredadas,
Los barrancos ocultos,
Buscando como única esperanza
Para su libertad último ausilio,
Para morir en campo de batalla.
De la selva al amparo
Las legiones huyeron yapeyuanas,
Pues solo así librarse conseguian
De aquel que los diezmaba
Torrente destructor; pero son muchos
Y muy valientes y de grande audacia
Los guaranies terribles;
Españolas escuadras
Con cabos aguerridos los dirigen,
Por vados escondidos el rio pasan,
Y logran penetrar dentro del bosque
Donde el charrua alerta se abrigaba.
Con mas furor entonces
Reempezó la batalla,
Y bajo las tupidas arboledas
68
Del fusil retumbaron las descargas.
Alli donde la brisa poco antes
Habia vibrar las hojas y las ramas
Con misterioso ritmo
De una gigante arpa,
Alli donde el zorzal y la paloma
El dulce uretuí 120 y la calandria
Sus quejas se decian,
O de su amor las dichas entonaban;
Alli donde arroyuelos cristalinos,
Frescos y ocultos por floridas matas,
Apenas susurraban juguetones
Como temiendo interrumpir la magna
Dulcisima armonia de la selva,
Alli las furias entran desatadas,
Estrellanse los odios con los odios,
La rabia con la rabia.
Aqui triunfa el español acero
Allá la flecha y la salvage maza,
Una batalla librase sangrienta
Del monte en cada abra,
Y al lamento mortal de los heridos
Maldiciones se mesclan y amenazas.
¡Ah! vosotros tan solo ñanduvaes121
De poderosos troncos y altas ramas,
Flecsibles sarandies, sauces frondosos,
Gigantes virarós122 esbeltas palmas,
Puros jazmines que habitais el aire,
Sencillas margaritas rojas y albas,
Podriais decirnos la salvage lucha
De ese dia de horrores y de zaña,
Quien el valiente fue, quien el mas fuerte,
Quien el que mas sangre se bañara,
Quien al tigres superó en furores
Quien al chacal en rabia.
Llega ya el sol al medio de los cielos;
El combate no cesa, la ira bárbara
De los guerreros por doquier aumenta;
Parece que al calor de aquella llama,
Que es fuente de la vida,
Templa la muerte su feroz espada.
Se acerca ya la tarde;
De los charruas la mas grande maza
Yace sin vida bajo el patrio bosque;
Sus hijos y mugeres de la banda
Vencedora se encuentran prisioneros:
Va cesando el fragor de las decargas
120
La viuda pajaro de dulce canto.
Arboles gigantezcos de madera muy dura.
122
(/.../) son los mas altos del bosque.
121
69
Y el alarido de la lucha ardiente,
Con la severa misteriosa pausa
Que en los aires se aleja
La estruendosa borrasca,
Y de la selva suben
Columnas de humo blancas,
Que anuncian el incendio,
Pira gigante de la muerta raza.
¿Pero cual es la suerte de los bravos,
Caciques indomables, que lucharan
Al frente de sus tribus
En la sangrienta funeral campaña?
Hacia un rincon del bosque mas espeso,
Cerca de una barranca,
Que el Uruguay domina, casi a pico,
Y que coronan espinosos talas
Y espinillos de oro,123
Hay una oculta reducida obra
De la virgen floresta:
Es la escena final de la batalla.
Cubren la yerba y las silvestres flores,
[ilegible] las aguas
De frescos arroyuelos,
Y los troncos robustos de las palmas,
De yapeyuanos y charruas e iberos
Destrozados cadáveres, que aun lanzan
De sus ojos vidriosos las centellas
De furibunda rabia,
Y parece que agitan en sus manos,
Por la muerte crispadas,
Ya la espada o la pica enrogecidas,
Ya la tronchada maza.
Alli está Cuapucú; como el queria,
Murio matando con ferina zaña;
Su sangre con la sangre del ibero,
Que en el pecho le hundiera la ancha daga,
Confundidas estan en charco rojo;
Sus manos aun se agarran
En los sangrientos cuellos,
Y sus ojos que saltan
De las órbitas negras, aun parecen
Que con rayos de ira se incendiáran.
Alli está Oberató; por larga herida,
Que abrio en su frente la tajante espada
Salió con pesadumbre
Su tan salvage cuan valiente alma;
Tendido está en la tierra
Sobre la fuerte espalda,
123
Arbol que da la (aroma) color de oro.
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Y aun no ha soltado la quebrada pica,
Y aun parece que altivo se esforzára
En romper de la muerte las cadenas
Para volver ardiente a la batalla.
Allí está Piacupí, vacio tiene
El carcax de sus flechas, y de su alma
Vacio tambien el destrozado pecho.
¡Ay, cuanto duelo su feroz pujanza
Deja a los yapeyuanos!
¡Cuantos vacios en la hueste hispana!
Sobre el campo estrecho y sanguinoso
De cadáveres lleno y rotas armas,
De Cabarí la atletica figura
Dominante se alza.
Solo un resto de vida
Se agita vengador en sus entrañas,
Y busca en torno suyo
Si hay enemigos do saciar su rabia.
De las heridas de su pecho brota
Sangre copiosa que sus pies empapa;
La mano siente de la cruda muerte
Que su valiente corazon desgarra;
Le faltan ya las fuerzas,
Ante sus ojos misteriosos pasan
Negros espectros de la noche eterna,
Y no quiere caer; su cuerpo asalta
El terrible temblor de la agonia,
De una gigante palma
Moribundo en el tronco se recuesta,
Y en un supremo esfuerzo la que ama,
La hermosa Güizaró, nombra risueño.
Un soldado español de entre las matas
En ese instante sale;
Al mirarlo el guerrero, como lava
Que tibia ya de pronto se incendiase,
Siente su sangre recobrar la llama
De poderosa vida;
Se iergue altivo, alza su macana,
Y va a lanzarse con la ardiente furia
Que usára en la batalla;
Pero el soldado retrocede al punto,
Su homicida fusil ligero baja,
Un relampago brilla,
Un estruendo en la selva se dilata,
Y el corazon del indomable indio
Partio quemante la traidora bala.
Abre los brazos, Cabarí, cayendo,
Y con el suelo de su amada patria
Uniendo el rostro y el heroico pecho,
Libre, su aliento postrimero exhala.
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Como fiera leona que al lamento
De su herida pareja se abalanza,
Erizada la crin, sangriento el ojo,
Extendidas las garras,
Así aparece Güizaró tremenda
Del vencedor soldado por la espalda;
Veloce como el rayo
Arrebata la espada
De un cabo guarani muerto en la lucha,
Amor ardiente y vengadora zaña
Dan vigor a su brazo, y en el cuerpo
Del español la deja sepultada,
Arrojando del seno de aquel bravo
La aborrecida alma.
Corre a su amado, lo levanta en brazos,
Y cual queriendo darle vida estampa
Sus labios en sus labios;
No llora cual muger, cual fiera lanza
Bramidos de furor, y sobre el seno
Frenética oprimiendolo desata
Su lengua en maldiciones:
–Ni aún tu cuerpo, furibunda exclama,
La presa ha de quedar de los infames;
Ven, Cabarí, y huyamos donde halla
Su verdadera libertad el indio–
Con vértigo mortal turbada el alma,
En jadeante y rápida carrera
Por medio de la selva, que desgarra
Sus miembros sudorosos,
Llega del Uruguay a la barranca,
Y asida del cadaver adorado
Se precipita en las profundas aguas.
Tendia ya el crepúsculo sus sombras,
Como una oscura transparente gaza,
Sobre el grande Uruguay y sus florestas,
Cuando la vencedora gente yapeyuana,
Salia del bosque y el camino estrecho
De la aflijida reduccion tomaba.
Como dientes de fuego del gigante
Monstruo de los incendios, ya las llamas
Devoraban la selva;
Los viejos troncos con estruendo estallan,
Gimen las hojas que en cenizas vuelan,
Suspirando dobleganse las ramas,
Y espesas nubes de humo ceniciento
Do chipas mil se encienden y se apagan,
El campo de combate van cubriendo
Como inmensa mortaja.
Sanguinosos los pies, y destrozados
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Senos, brazos y espaldas
Por la dura maleza y las espinas,
Apenas resguardadas
Por girones de tela o de pieles;
Pero altivas y fieras y con rabia
Mirando los soldados
Vencedores sangrientos de su raza,
Por centenares iban las mugeres
De los muertos charruas, desoladas,
Sin hijos, sin esposos,
Sin libertad, sin patria,
Quizas la muerte torvas meditando,
Antes que en la mision vivir esclavas.
¡Quien entonces diria,
Que esas mugeres tristes, agoviadas
Bajo el terrible peso
De su inmensa desgracia,
Iban a ser las madres de los bravos
Guachos orientales, cuyas lanzas
Habian de dar la libertad y el nombre
A la patria Uruguaya.!
11
Un año habia pasado
Desde la cruda guerra
Que ensangrentó los campos
De la uruguaya tierra.
Brillaba ya en los cielos
La reina de las flores,
Y de sus ricos senos
Saltaban los amores
Para llenar los campos
De luces y armonia,
Dar su esmeralda al pasto,
Al bosque en alegria,
Al agua sus reflejos
De grana azul y plata,
Al espinillo bello
Su aroma de oro grata,
Al uretuí 124 sus cantos,
A la picuí125 su arrullo,
Al arroyuelo exausto
Su plácido murmullo,
Y al Uruguay gigante
Sin paisages grandiosos
De ñanduvaes126 y sauces
124
El pajaro de mas dulce canto en el Uruguay.
La paloma de monte.
126
Grandes arboles de madera muy fuerte.
125
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Y viraroes frondosos. 127
Como un erial cubierto
De nidos de palomas,
Del yapeyuano el pueblo
Duerme en sus verdes lomas,
Bajo la sombra fresca
De sus yataes128 gigantes
De sus tacuaras129 bellas
Y ombues dominantes.
La paz hermosa virgen
Hija del alto cielo
De galas mil reviste
El aire, el agua el suelo.
Rompe el calmoso arado
La loma y la pradera
Y en todo vierte encantos
El sol de primavera.
No viene ya el charrua
Con gritos vengadores,
En estruendosa turba
Y armado de furores,
A interrumpir los dias
Del guaraní afanoso,
Su sueño y su alegria
Su rezo fervoroso;
Ni con rojiza tea
Consume los trigales,
Haciendo escoria negra
De huertas y maizales.
La calma venturosa
De pueblos inocentes,
En Yapeyú las horas
Hace correr placientes,
Y entre el trabajo activo
Y la oracion al cielo
Del guarani el destino
Cumplese aquí en el suelo.
Mas las charruas indómitas
Mugeres de aquellos bravos,
Que en su inmortal derrota
Murieron sin ser esclavos,
En la alta noche el pueblo
Dejan y al rayo triste
Del luminar del cielo
Que con su luz reviste
Los uruguayos montes,
En las lagunas juega,
127
Viraroes. Arboles los mas altos del bosque.
Palmeras muy hermosas.
129
Cañas altisimas y muy fuertes y frondosas.
128
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Penetra entre los bosques
Y el pedernal platea,
Dicen, que entre la niebla
Que roza la cuchilla,
Se agolpa en la pradera,
O sobre el cerro brilla,
A sus esposos hallan
Pasando en son de guerra,
O derramando lágrimas
En la perdida tierra.
Pero tambien en las calladas tardes
Cuando parece que la flor asoma
Su frente llena de sutil aroma
Para mirar del cielo el esplendor,
Se ve una joven guarani vestida
De humilde tela de algodon, ceñida
A su talle de palma encantador.
Del tosco brazo de una cruz suspende
De algun viricullá la flor llorosa 130
Y esparce en torno de la verde fosa
De Uruguayo jazmin la blanca flor.
Al verla dicen las muchachas tristes
Con lengua lastimera:
–Aun sigue Poremá queriendo a un muerto;
Si Alborebí la viera,
Vendria a tanto amor!.
Montevideo, 1856
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Enredadera que da la flor llamada Pasionaria.
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