revista “alegria mensual” abril 2016

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DÍA DE LA MADRE- Página 2
LA GUITARRA – Páginas 4 y 5
CUMPLEAÑOS DE ABRIL - Página 6
FERIA DE ABRIL - Página 7
FERIAS ANDALUZAS – Página 8
RINCON DEL DIBUJO – Página 9
ES MI PUEBLO - Página 10
BIOGRAFÍAS: ELIZABETH TAYLOR - Página 11
AMIGAS - Páginas 12
MI PUEBLO EN FOTOS: BERNINCHES – Página 13
ALBACETE TIERRA DE CONTRASTES - Página 14
LA PRIMAVERA - Página 15
SARITA Y EL DUENDE - Página 16
BAILADOR - Páginas 17, 18, 19, 20 y 21
SEMANA SANTA 2016- Página 22
COCINA TRADICIONAL - Página 23
PASATIEMPOS - Página 24 Y 25
SEMANA DE LA PRIMAVERA - Página 26
ACTIVIDADES CULTURALES – Página 27
DOMINGOS DE PIANO - Página 28
Cuando Paco de Lucía se fue,
porque lo llamaron para una fiesta en la Gloria,
Temblaron, tristes y solas,
Por la pena que tenían,
Las guitarras españolas.
Antes de que el gran Lucía,
llegara para la fiesta
no habiendo en el cielo guitarras,
porque tampoco había juergas,
Dios le dijo a San José
(un santo que entiende bien de madera)
oye Pepe: Hazme una guitarra,
una guitarra flamenca,
con el mejor palo Santo
y más celestial que tengas.
Orgulloso del encargo
San José la hizo perfecta.
y Dios no pudo por menos
que decirle, con un aire a castañuelas:
- ¿Olé las manos que hicieron esa guitarra de España,
a mayor gloria del cielo!
Pero cuando el guitarrista
hizo temblar en un tercio
toda el alma del bordón,
San Pedro sintió que un aire,
como de ángeles gitanos,
se le metía en las venas
y le subía a los labios;
Por Mary Blanco
Pues sin poder contenerse
y sin poder remediarlo
tiró p’alante, flamenco,
con una caña en la mano;
se echó el Jerez a la boca,
lo paladeó un buen rato,
Carraspeó, para evitar
que le saliera algún gallo
(no sé porque San Pedro
les teme tanto a los gallos)
Y entonándose, primero,
con un jipío bien largo,
puso al cielo al rojo vino
con los tercios de un fandango.
Y hasta la Virgen María,
bonita como ella sola,
con la luna por peineta
y el sol por bata de cola
se bailó unas bulerías
en el tablao de la gloria.
Benigna Ruiz cumple el 2 de abril 96 años
Antonia Cubillo cumple el 2 de abril 94 años
Pilar Solanas cumple el 3 de abril 88 años
Juana Asensio cumple el 3 de abril 87 años
Manuel Ruiz cumple el 3 de abril 87 años
Francisca Sierra cumple el 10 de abril 83 años
Mª Encarnación Dean cumple el 5 de abril 87 años
José Rafael López cumple el 6 de abril 66 años
Valentín Armuña cumple el 8 de abril 86 años
Mª Rosario Gómez cumple el 10 de abril 86 años
Concepción Arcones cumple el 10 de abril 81 años
Mª Carmen Arauzo cumple el 11 de abril 60 años
Francisca Faura cumple el 11 de abril 81 años
Constantino Jiménez cumple el 13 de abril 88 años
Justa Pérez cumple el 14 de abril 86 años
Victoriano Abanades cumple el 15 de abril 81 años
Sergia Luque cumple el 16 de abril 80 años
Demetria Velázquez cumple el 17 de abril 87 años
Manuel Gonzalo cumple el 20 de abril 88 años
Marcelina Moreno cumple el 20 de abril 83 años
Mª Victoria González cumple el 22 de abril 90 años
Capilla Luque cumple el 25 de abril 88 años
María Cuñado cumple el 25 de abril 97 años
Isabel Rodríguez cumple el 26 de abril 92 años
Mª Teresa Picón cumple el 27 de abril 81 años
Mª Asunción Albillos cumple el 28 de abril 83 años
Rosa de las Peñas cumple el 28 de abril 93 años
Petra de la Roja cumple el 29 de abril 92 años
Por Rosario Alcántara
Se conoce como Feria de Abril o Feria de Sevilla al conjunto de casetas y
atracciones que se instalan en el recinto ferial del barrio de Los
Remedios para la celebración de la fiesta local de Sevilla, en la comunidad
autónoma de Andalucía.
Se celebra una o dos semanas después de la Semana Santa
Es la feria más importante y conocida de cuantas se celebran en Andalucía,
la más visitada y la que más impacto económico tiene en la Comunidad
Autónoma.
COMER Y BEBER EN LA FERIA
La noche del lunes al martes se llama "noche del pescaíto". Es
costumbre servir una selección de frituras de pescado y demás
especies del mar, tales como las pijotas, boquerones, pescada, acedías,
adobo y calamares.
Para el almuerzo es costumbre que en cada caseta se prepare un
“guiso” del día como las papas con chocos, los garbanzos con bacalao,
la caldereta, y otras comidas típicas de Andalucía y España.
Los buñuelos o los churros, llamados en Sevilla "calentitos",
acompañados de chocolate caliente son también típicos en la feria.
Normalmente las casetas tienen grifo y barriles de cerveza,
aunque suelen primar los vinos blancos, como el fino de Jerez o
la manzanilla de Sanlúcar. Desde los años 2000 se ha popularizado
mucho el rebujito (manzanilla con mucho hielo y sprite o gaseosa).
Por Rosario Alcántara
Aunque la feria de Sevilla es la más conocida, Andalucía está llena de
ferias coloridas en todas sus provincias.
FERIA DE CÓRDOBA
La Feria de Córdoba se celebra normalmente a finales de mayo, en
conmemoración de Nuestra Señora de la Salud. En el recinto del Arenal
se dan cita caballistas, gitanas y flamencos.
FERIA DE MÁLAGA
La Feria de Málaga se celebra a partir del 15 de Agosto. El pregón tiene
lugar desde la playa de la malagueta. Cada año acuden más turistas. La
feria de día transcurre en el centro de las calles de la ciudad, en la calle
Larios se concentran la mayor parte de feriante. La feria de noche seda
lugar en el recinto de arena a pocos metros del centro.
FERIA DE JEREZ
También llamada Feria del Caballo, debido a sus carreras por la playa,
se celebra cada mes de mayo en Jerez de la Frontera. Declarada
de Interés Turístico Internacional , se trata, junto con la Semana
Santa una de la mayor y más importante fiesta de la ciudad.
Por Loren
Por Jesús Hernández
Por Ana María Herrera
Por Rafael López
Por Mario Ferrer
A la sombra de los olivos
entre espigas y amapolas
donde no respira un alma,
donde están las calles solas.
Donde su brisa en invierno
huele a campo y chimeneas,
donde brota de una casa
el olor a hierbabuena.
Donde la tranquilidad
es la estela dominante
donde mi vida ha empezado.
y donde quiero que acabe.
Maio
Por Loren
Elizabeth Rosemond Taylor, nació en Londres el
27 de febrero de 1932. Muy pronto y animada por un
amigo de la familia, Elizabeth acudió a su primer casting
en Hollywood, y todo fue como coser y cantar y en poco
tiempo tuvo su gran oportunidad con un papel en un
corto.
Los encargados del estudio quedaron impresionados con
su presencia en la gran pantalla, y después de rodar su
primer largometraje, “Lassie”, su carrera cinematográfica
comenzó a despegar, a pesar de que tan solo era una
niña. En 1944, Fuego de Juventud la acabó convirtiendo
en una estrella.
Los años pasaban y Elizabeth fue creciendo. Sus papeles fueron cambiando y comenzó
a interpretar a personajes adultos. En la década de 1950, ganó su primera nominación
al Oscar, una nominación como mejor actriz por “El árbol de la vida” en
1958. Conseguiría estar nominada en dos ocasiones antes de postularse como
la ganadora en 1961 con “Una mujer marcada”, una estatuilla a la que pronto
acompañaría otra por su papel en ¿Quién teme a Virginia Wolf? en 1967.
Sus brillantes actuaciones y su espectacular físico la convirtieron en un icono del cine,
aunque también fue ganando fama debido a sus innumerables matrimonios, para ser
exactos, un total de ocho, con siete hombres diferentes, debido a que volvió a casarse
en segundas nupcias con uno de ellos
Pero si algo hay que destacar de esta legendaria actriz, a parte de su poder
interpretativo, su carisma y su belleza, es la gran colección de joyas que tenía.
Elizabeth también es conocida por su labor incansable en la lucha contra el Sida, que
comenzó cuando un íntimo amigo murió en el año 2011 por una insuficiencia
cardiaca.
Por Juanita Asensio
A lo largo de nuestros veintidós años hemos conseguido tener una
gran unión y amistad. Somos como hermanas, nos apoyamos las unas
a las otras con gran sinceridad, tanto es así, que si a una la pasa algo,
lo sentimos como si fuera nuestra propia hermana, de nuestra misma
sangre.
Hemos pasado momentos tan bonitos que para mí sería difícil olvidar.
Y en este aprendizaje como es hacer un blog, estoy convencida que
os he dejado un recuerdo muy bonito en él.
Quiero dejar plasmado el cariño que os tengo, los recuerdos tan
bonitos vividos a lo largo de estos años, recuerdo nuestros festivales
y cenas en las que nos lo pasábamos muy requetebién.
Sé que cuando os dije que me marchaba con mi marido a una
residencia, a un apartamento, no os pareció bien, porque pensasteis
que ya no nos veríamos como tenemos costumbre, los lunes y
miércoles, para tomarnos ese cafetito y nuestros bizcochos que tan
ricos nos sabían.
No se me olvidara lo que me dijo Mª Luisa; - Juanita tu no.
Os diré que estoy muy contenta.
“La buena amistad no es la que siempre está a tu lado, sino
aquella que aunque este ausenté sabes que esta y que en los
momentos más difíciles aparece de un modo u otro. Prefiero una
amistad a distancia que una que la tenga todos los días y que
cuando realmente la necesite no este, o me de espalda.”
Por Loren
Mi pueblo se encuentra en la provincia de Guadalajara, Castilla La
Mancha.
Situado a la cabecera del valle que forma el río Arlés en su nacimiento,
encaramado en una ladera llamada "Las Matas". Su situación en pendiente
obligó a una construcción "aterrazada", desnivelando sus calles.
A penas somos 67 habitantes. Cabe destacar que yo fui campeón de
bolos de mi pueblo. Allí tenemos la cofradía del Santísimo Sacramento, del
que yo soy hermano.
Berninches conserva dos fiestas locales, una en honor del Corpus Christi
celebrada a principios de verano, y otra, su fiesta mayor, en advocación de la
Virgen del Collado, señalada invariablemente para el día 8 de septiembre.
También es reseñable la conmemoración de la Semana Santa y su
procesión nocturna del Viernes Santo, con el singular "Jesús amoroso"
acompañando el ascenso de la Virgen desde la ermita de la Soledad. Así
mismo también es de destacar la Romería que cada último fin de semana del
mes de mayo el pueblo realiza a la ermita, con comida campestre en las
inmediaciones de por medio.
Durante el Corpus Christi, se visten altares callejeros y se sale a hacer
posas a su frente en procesión, rememorando una cultura ancestral. Los oficios
religiosos, son acompañados por música nocturna y otras actividades festivas.
VISTA DE BERNINCHES
IGLESIA DE BERNINCHES
Por Antonio Lozano
Ocurrió en un pueblo de Albacete, donde reside “el verduras” con su mujer
“La Juanete”.
Un día de Carnaval se disfrazaron los dos de brujos medievales, y
pasearon por el pueblo llamando la atención de los vecinos que admiraron
su buen humor y su gran alegría.
Pero a la Guardia Civil del retén del pueblo no les gustó aquella forma de
diversión y los encerró a los dos en el calabozo el Ayuntamiento.
Los vecinos entonces fueron a visitar a Don Julián, el alcalde del pueblo,
para que interceptara por la libertad del Verduras y la Juanete.
Don Julián fue a ver al comandante de la Guardia Civil, el cual no sabía
nada del suceso. Le comentó al alcalde que cuando tuviera alguna noticia
se lo comunicaría.
Como sabemos todos “las cosas de palacio van despacio” así sucedió que
los dos brujos estuvieron en el calabozo cuarenta días a pan y agua.
Cuando la Guardia Civil se enteró de que debían soltar al Verduras y a la
Juanete, Don Teodoro (el cura del pueblo) estaba celebrando la Semana
Santa, y los feligreses haciendo los ejercicios espirituales.
En esa Semana Santa en el pueblo de Chinchilla (provincia de Albacete)
hubo una gran nevada, y los Guardias Civiles acosados por el frío, tuvieron
que tirarse al río.
“La primavera, la sangre altera”. “La primavera ha venido, nadie sabe
cómo ha sido”. El refranero español está lleno de referencias a la primavera, la
estación del año más colorida. En primavera, florecen los campos y el frío va
poco a poco dejando paso al calor del verano. Es la época en la que sacamos del
armario la ropa de entretiempo, las chaquetitas de lana y, sobre todo, los
chubasqueros y los paraguas, porque en estos meses las tormentas, cargadas de
relámpagos, truenos, rayos y lluvia, nos pueden sorprender en cualquier
momento.
Oficialmente, la primavera comienza el 21 de marzo y termina el 21 de
junio. Los días van haciéndose cada vez más largos, y da gusto salir a pasear y
tomar algo a una terraza o disfrutar de la naturaleza. Aunque la primavera lleva
consigo otro problema añadido… ¡las alergias! La gente alérgica al polen lo suele
pasar muy mal durante esta época. También existe otro mal propio de esta época
llamado “astenia primaveral”, por el cual la gente se siente cansada y algo triste.
¡Pero al salir al campo o al parque a uno se le alegra el corazón al ver las flores,
los árboles rebosantes de hojas y las verdes praderas!
También hay que tener en cuenta otro hecho importante, y es que el
último fin de semana de marzo adelantamos una hora el reloj. Gracias a esto,
anochece más tarde y podemos disfrutar más de la luz del sol.
La primavera es, en definitiva, la época más alegre del año, con permiso
del verano. Y digo alegre porque el frío va desapareciendo, las flores comienzan a
resurgir y es como si el mundo volviera a empezar.
En primavera no sólo florecen las flores, también florece la vida.
Por Ángela Calleja
Sarita era una niña muy guapa, con los ojos grises y el pelo largo y rubio.
Tenía siete años y quería triunfar en el mundo de la música. Cualidades no
la faltaban, ya que cantaba como los ángeles. Era la reina de todas las
fiestas y asombraba al mundo con su tierna y dulce voz. Pero una noche
mientras dormía, se le apareció un duendecillo verde y le dijo: “Sarita,
mira que saco de bombones llevo… ¿Te gustan?”. A la pobre Sarita, que
era muy golosa, se le hizo la boca agua. “¡Claro que me gustan!”, contestó
la niña. “Pues son tuyos si me das una cosa… solo una…”, le dijo el
duendecillo. Sarita le preguntó qué es lo que quería y él le dijo: “Quiero tu
voz”. Sarita apreciaba su voz, pero aquellos bombones tenían una pinta…
Total, que al final la niña aceptó el trueque y se quedó sin su dulce voz.
Ahora, cada vez que cantaba, llovía a cántaros y se rompían todos los
cristales de su casa. Todos estaban muy tristes, menos los vendedores de
paraguas y los cristaleros, que hicieron su agosto. El duende sin embargo
se hizo muy famoso en todo Duendilandia, sacó varios discos, realizó
importantes giras y ganó varios premios. ¡Para que ustedes vean lo mala
que es la tentación… y más aún si es al chocolate!
Relato corto que forma parte de los denominados “Cuentos de Pavones“, sugeridos por
los profesionales de la Residencia Albertia en Hacienda de Pavones, 261.
Madrid, noviembre de 2015
José María Álvarez Español, familiar de la residente Fermina Humanes
Cuando escuché estos vitales argumentos al eminente filósofo y humanista Emilio Lledó,
en su discurso como receptor del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades,
pensé en la vida e historia de un hombre sencillo, de un hombre bueno que conocí en una
residencia de mayores de los Altos de Pavones. Se llamaba Manuel Prados Becerra.
De niño se crio en plena naturaleza, en el campo. Sus padres vivían en las casas para
trabajadores de un cortijo sevillano. Aunque recibió con provecho la sencilla instrucción del
bondadoso maestro de la escuela de su pueblo y la tradicional buena educación de sus padres,
sus mejores profesores fueron la luz del mediodía, el sol y la luna, el día y la noche, las
estrellas, el calor y el frio, el agua, el viento y la lluvia, la escarcha de la mañana, el río y sus
praderas, los arroyos, la serranía escondida tras la niebla, las nubes enrojecidas por el ocaso,
los frutos de la tierra y sobre todo los seres vivos que habitan esos increíbles escenarios. Crecía
y se formaba como hombre entre los árboles y las plantas, observando su transcurrir desde el
renacer esplendoroso de la primavera, después del letargo invernal, pasando por la generosa
donación de los frutos en la cosecha estival y la armónica belleza de su declive en el otoño.
Pero sus mejores y más grandes amigos fueron los animales que poblaban aquellas
hermosas tierras, muchos de ellos formando parte fundamental del trabajo de sus mayores y
los más cercanos incluso compartiendo el humilde hogar de su familia. Con los animales tuvo
una intensa y fructífera relación. Relación afectiva que, en numerosas ocasiones, pudo situarse
por encima de una intensa amistad o una familiaridad que, para muchos de los que viven en el
desarraigo de las ciudades, es difícil de entender en su verdadera y completa dimensión.
Tomando nuevamente las reflexiones de Emilio Lledó, en su discurso de Oviedo, Manuel
logró estar en posesión de “la luz interior” que se consigue por ese “descubrimiento del gozo de
los sentidos, determinado por una nueva y eterna forma de mirar los principios fundamentales
de la vida: el agua, el aire, la tierra”. La belleza tantas veces unida a la verdad y a la bondad,
en la filosofía clásica.
El joven Manuel Prados Becerra entró, como mozo de cuadra, en las caballerizas de una
prestigiosa y afamada ganadería de toros bravos que se extendía generosamente a poniente de
su pueblo, lindando ya con tierras del Parque Natural de la Sierra. Se ilusionó con el mundo del
caballo de faena, con el de doma española y con la monta campera, llegando a apasionarle
aquella directa e intensa relación con los espléndidos ejemplares que se criaban en la yeguada
situada en las proximidades del cortijo que, con su tradicional silueta, presidía la finca.
Además de su amor a los caballos y de su recíproca afinidad con ellos, pronto destacó por
su destreza en las labores camperas, participando desde sus monturas en todas las artes y
menesteres que precisa la cuidada crianza del toro bravo. Fue descubriendo los secretos que
atesoran tan excepcionales animales: los toros de lidia y su extensa familia de sementales,
vacas, utreros, novillos, vaquillas, erales, becerros, chotos y terneros que, cumpliendo cada cual
con su natural función, conforman la ganadería. Cada toro que se lidia en una plaza, mantiene
en el campo a un numeroso grupo familiar y a una hermosa extensión de terreno y naturaleza.
El conjunto de fincas, dehesas, pastizales, marismas, sierras, valles y espesuras,
dedicados al toro de lidia, en España, Portugal y sur de Francia, suponen una de las más
extensas reservas naturales de nuestro viejo continente y por lo tanto uno de los soportes
fundamentales para la sostenibilidad de la Europa verde. Sin duda, es una pieza
imprescindible para mantener el equilibrio ecológico, tan amenazado por la civilización
urbana, industrial, energética, tecnológica y de explotación intensiva de los recursos
naturales, así como por sus invasoras, contaminantes y mastodónticas infraestructuras. En
uno de estos remansos de paz, lejos del “mundanal ruido”, rodeado de la familia y de sus
adorados perros, vivió Manuel dedicado al cuidado de los caballos y a la cría del ganado
bravo.
Además de su dedicación a las labores ganaderas, se ocupaba por afición y vocación al
estudio, análisis, gestión y actuaciones encaminadas a preservar la flora y la fauna
autóctonas del excepcional territorio que le acogía. Buscó la ayuda de otros compañeros y la
asesoría y colaboración de técnicos y veterinarios de la empresa y de las administraciones
públicas o del Parque Natural vecino. Para Manuel, eran su principal entretenimiento y su
pasión: las aves que poblaban aquellos campos de encinares y alcornocales, las migratorias
que estacionaban en las charcas y humedales de las fincas de la ganadería, las fugaces
codornices o torcaces que transitaban el lugar o las poblaciones de jabalíes y cérvidos de las
haciendas y cotos del entorno, dedicados a la caza. Colaboró e impulsó proyectos que llegaron
a merecer premios y reconocimientos.
Tuvo que disminuir su intensa actividad extralaboral cuando, por sus méritos en el
trabajo campero y después de ejercer diversos oficios y rangos, asumió la responsabilidad de
mayoral de la ganadería. Para entonces sus hijos habían completado los estudios
universitarios y continuaban con la labor de su padre a favor del medio ambiente en el
entorno en el que se criaron, crecieron y se formaron. El mayor, Manolo, ejercía ya como
veterinario en la ganadería y la pequeña Rocío, con su título de ingeniería agrícola, preparaba
oposiciones para el Ministerio. Los dos habían heredado de su padre el amor a la naturaleza,
facilitado por el contacto directo con el entorno y la proximidad con los seres vivos que lo
enriquecen y a los que tanto valoraban y querían.
Pasaron los años y Manuel, ya viudo y jubilado, siguió colaborando con su experiencia,
el entusiasmo de siempre y a pesar de sus mermadas fuerzas, con los continuadores de aquella
esforzada labor de preservar y acrecentar, en lo posible, la gran riqueza que Dios les había
entregado, para cuidarla en beneficio de toda la humanidad. Cuando se lo pedían, orientaba y
aconsejaba al nuevo mayoral e incluso al ganadero que siempre valoró sus métodos en las
labores de campo y sus criterios en las de tienta y selección para preservar e incluso mejorar
tan histórico encaste.
En una ocasión, el mayoral le pidió que durante los días de Navidad vigilase a unas
vacas que estaban a punto de parir, mientras pasaba esas fechas en el pueblo de su mujer.
Como Manuel vivía en casa de su hijo el veterinario, quedaba asegurado el buen control de
los posibles nacimientos. En efecto, en plena Nochebuena, la vaca Bailadora, aquella que era
su ojito derecho, la que había logrado, en su día, la mejor nota de tienta en la historia de la
ganadería, tuvo la bendita oportunidad de traer al mundo, con ayuda de Manuel y de su hijo,
un precioso ternero. Era igualito a su madre cuando nació, puro Saltillo. También podían
apreciarse los rasgos santa-coloneños heredados del semental que más toros de vuelta al
ruedo había proporcionado al prestigioso hierro.
Le dieron el nombre de Bailador y se crio, junto a su madre, en uno de los lotes de
seleccionadas vacas a las que cubrían dos espléndidos sementales, en una de las fincas de la
ganadería. Era una hermosa extensión de pastizal bañada por dos arroyos entre colinas de
encinares. La casa de Manuel, la de su hijo Manolo, estaba situada al borde de esta finca, en
una pequeña alquería de blancos tapiales. En los primeros tiempos de Bailador, de becerro o
de eral, Manuel acompañado de su perra Luna, se aproximaba al cercado y los tres pasaban
buenos ratos cuando les decía lo afortunados que eran. Les contaba que la mayor parte del
ganado vacuno, vive estabulado en grandes naves donde engordan aceleradamente, sin
poder disfrutar de los prados y parajes privilegiados que a ellos les rodeaban. A Luna, un
inquieto ejemplar de braco alemán, le relataba la extraña vida que llevan algunos perros de
ciudad, a los que llaman mascotas, encerrados en pequeñas viviendas, saliendo únicamente
en paseos relámpago para librarse de sus necesidades y atados a una cadena.
A pesar de los achaques cardiacos y sus más de setenta y ocho años, se encontraba
con vigor suficiente para continuar cabalgando sin forzar el trote y pudo seguir la evolución
de Bailador durante los años siguientes. Aquel ternerillo, nacido una Nochebuena, se había
convertido en un utrero ejemplar, serio, con el trapío equilibrado y respondiendo con
generosidad al “tipo” clásico de su encaste. Manuel y Bailador llegaron a una relación de
afinidad y empatía, que superaba el lógico cariño que un mayoral pueda tener por sus toros.
Ambos se reconocían desde lejos y se acompañaban a discreta distancia, uno a caballo y el
otro con su manada de utreros, en las tareas camperas o en los ejercicios a los que se
someten los astados, dentro de la placidez del campo bravo, para que se conviertan en
auténticos atletas. No cabía duda, cumplidas sus cuatro hiervas, sería uno de los toros de
bandera destinado a prestigiar la ganadería en una corrida de postín, en alguna de las
mejores ferias.
Un desdichado día, tuvo Manuel un severo episodio de salud y la tardanza en llegar
la ambulancia, sumada a la lejanía del hospital, sacó a relucir el único inconveniente que
tenía aquel paradisiaco lugar de Andalucía. Salió del susto con las facultades muy
mermadas y problemas de movilidad. Su natural optimismo le llevaba a bromear diciendo
que, por fin, había logrado manejar con arte una “muleta” y añadía: ¡menuda faena! Su hija
Rocío, que ocupaba en Madrid un puesto de responsabilidad en la Secretaría de Estado de
Medio Ambiente, se preocupó pensando que pudiera repetirse un episodio parecido y además
precisaba sesiones de recuperación, pero no podía encerrar a su padre en un piso de ciudad.
Encontró no muy lejos de su casa, en los Altos de Pavones, una residencia de mayores que le
gustó, con servicios médicos y de enfermería constantes, buenas instalaciones y equipos
para la rehabilitación. Tenía también dos amplios patios y zonas verdes en el entorno, para
suavizar en lo posible la añoranza de los extensos campos abiertos que le acogieron toda su
vida.de las arenas de la playa y los intensos y provocadores colores de las aguas del
Pacífico.
En los primeros días, se acopló mejor de lo esperado a la residencia. Las sesiones de
rehabilitación y las visitas de la familia le tuvieron entretenido. Sus nietas madrileñas
estaban guapísimas y le llenaban de mimos mientras le contaban sus historias de estudios y
novieces.
CONTINUA
Él les relataba sus viajes como mayoral, acompañando a toros y novillos, por toda
España y por el sur de Francia e incluso hasta Méjico y Colombia. También les contaba la
cantidad de personas importantes y cultas que había conocido gracias a los toros, entre
escritores, intelectuales, pintores o escultores, amantes de la belleza y de la esencia
verdadera del hombre y su entorno: la naturaleza tan interrelacionada con la tauromaquia
y su historia.
Comenzó a dar paseos, cada día más largos, por las zonas arboladas del barrio y
por el vecino polideportivo de Moratalaz. Le costaba relacionarse con otros residentes y con
el personal del centro e incluso tuvo que soportar los improperios de un ignorante, que
residía en los apartamentos anexos y que presumiendo de ecologista y animalista, tachaba
de asesinos a todos los relacionados con el mundo de los toros. Un día se acercó a Faunia,
un parque zoológico próximo a la residencia y quedó asombrado de los comentarios de los
visitantes, que creían estar viendo animales en libertad. Decidió ocultar su profesión, de la
que estaba tan orgulloso y silenciar su amor a la naturaleza y a los animales. Eran sus
animales lo que más echaba de menos. Soñaba que cabalgaba llevando a la manada hasta
el río o con labores de acoso y derribo. También recordaba con nostalgia las tardes
gloriosas en las que, un toro de su casa, era aplaudido en el arrastre o premiado con la
vuelta al ruedo, dando sentido a todo el ciclo, a toda la vida que se desarrolla de manera
intensa, auténtica y esplendorosa en los campos de ganado bravo. Todo ese mundo, toda
esa vida, todo ese equilibrio se extinguiría, si el toro de lidia desapareciera. Para él era muy
difícil que, estas gentes tan contaminadas por la ciudad, por los tópicos de la mal
entendida modernidad y por una politizada ecología basada en el enfrentamiento,
pudieran entender la auténtica verdad, bondad y belleza que la naturaleza regala al
hombre.
Llevaba ya unos meses en Madrid, cuando recibió la visita de su hijo, que venía a
un congreso científico para presentar una ponencia sobre los avances en la investigación
genética, en relación con el toro de lidia. Fue para Manuel como si le visitaran todos los
componentes de la ganadería, hombres, animales e incluso los parajes, la tierra, el aire y el
agua que corrían por sus venas llegando hasta el corazón. Le preguntó por todos y por
supuesto por Bailador y por cómo se presentaba la próxima temporada. Manolo le traía
una muy buena noticia, habían contratado una corrida de la ganadería para la Feria de
San Isidro. <Papá, en mayo lidiamos en Madrid, si te encuentras con fuerzas ya te
conseguiremos una buena localidad, cerca de toriles>.
Aquella noticia que le trajo su hijo, le animó a esforzarse más en los ejercicios de
recuperación y a seguir con más disciplina las prescripciones de los médicos. Estaba
intranquilo, faltaban poco más de dos meses para San Isidro y Manolo no le había podido
concretar si se cerraba la contratación de Sevilla.
No habían entrado ni en Fallas ni en Castellón, pero sí en una de las primeras ferias de
Francia, con una novillada de postín, la de despedida del novillero de moda. Sabía que este
año, entre cuatreños y cinqueños, podían salir como mínimo seis o siete buenas corridas
para plazas importantes. Eran tantas familias, tantos animales, tanta bendita naturaleza
la que dependía de esos toros que, como vanguardia de la ganadería, daban lo mejor de su
casta y honrando a los que les precedieron, pasaban a formar parte de la historia de un
encaste mítico o incluso de la tauromaquia.
Llegó el día señalado. El cartel era de los más atrayentes de la feria. Dos figuras del
toreo y una alternativa.
La ganadería llevaba varios años sin venir a Madrid y se le esperaba con ilusión y
curiosidad después de los éxitos del año pasado en plazas y ferias muy importantes. Manuel
no quiso ponerse el sombrero sevillano que le había traído su hijo, ni tampoco que le dijeran
los nombres de los toros elegidos, deseaba la sorpresa de reconocerlos cuando saltaran a la
plaza. Prefería pasar desapercibido y que las protagonistas fueran sus dos nietas, que le
acompañaban y que destacaban por su sencilla belleza heredada de la abuela, una guapa y
humilde mujer del campo andaluz.
Al primer toro lo recibió el tricantino a porta gayola. Lo reconoció Manuel en su
primera acometida, en el encuentro con la larga cambiada de recibo. Era Fusilero, hijo de la
vaca Fusilera, uno de los de mejor presencia de los últimos años en la ganadería, descarado
de encornadura y muy en el tipo del encaste por capa y hechuras. Para Manuel, no supieron
entenderle los subalternos, ni en varas ni en la lidia y tampoco el matador excesivamente
nervioso en todos los tercios. En el caballo, cuando le dejaron, demostró bravura y en la
muleta se entregaba humillando en las primeras tandas. Pero los errores del torero
descubrieron demasiados huecos y como estos toros aprenden con rapidez, Fusilero le puso
difícil al torero el final de la faena y el encuentro en la suerte suprema. Fue aplaudido en el
arrastre, mientras Manuel le mandaba con gratitud, un abrazo de amigo desde muy adentro,
como lo hiciera durante muchos años, con todos los toros, cuando era el mayoral.
Sonó el clarín anunciando el segundo de la tarde, que salió de chiqueros con brío,
levantando altivo la cabeza y acudiendo con nobleza y entrega a los capotes. A Manuel,
aunque siempre había esperado ese día, le dio un vuelco el corazón. ¡Era Bailador, si, si, era
Bailador! Estaba en la plaza para cumplir la excelsa misión para la que había nacido y para la
que le habían preparado durante cincuenta y tres meses. Manuel nunca había estado tan
nervioso en una plaza de toros, ni siquiera cuando intentó ser torero y con quince años,
consiguió que le pusieran en una becerrada, en Lora del Río.
Pensó en la suerte de corresponderle la lidia a un diestro tan admirado por él. Le
conocía personalmente por las estancias que había pasado en la finca, como preparación
previa a las temporadas. Bailador, luciendo su armónico trapío, tomó los capotes con bravura
bajando la cabeza y acudió, con presteza y empuje, tres veces al caballo, dos de ellas desde
lejos. El veterano maestro, con su compenetrada cuadrilla, supo realizar la ordenada lidia que
corresponde a un ejemplar tan encastado, dejando que luciera sus arrancadas y embestidas.
Los tendidos reaccionaron con aplausos y se palpaba la emocionada expectación que produce
la impresionante presencia en el ruedo de un toro auténticamente bravo. Se lucieron los
rehileteros, ya que el toro acudía al primer cite y un run-run de ilusión recorría la plaza
cuando el torero se acercó al tendido 2, cerca de toriles, para brindar la faena.
Acercándose a las tablas alargó la montera con su mano diestra, señalando a Manuel.
<Abuelo es para ti>, le dijo una de sus nietas. El brindis fue sincero, asumiendo la
responsabilidad de poner broche de oro a tan auténtica historia: <Va por el gran amigo de los
toros, el que ha querido y criado animales tan hermosos como Bailador. Espero estar a la
altura>.
La faena fue templada, de menos a más, plena de elegancia, hondura y sentimiento.
Toro y torero llegaron a compenetrarse de tal manera que la belleza y la armonía se
transformaban en la emoción de ver entrelazadas las esencias de la naturaleza, como en ella
se entrelazan “los elementos: la tierra, el aire y el agua”.
Un escalofrío recorría las entrañas de Manuel cuando, el público puesto en pie y los
toreros en el albero, aplaudían a Bailador en el arrastre, durante la pausada vuelta al ruedo
con la que fue premiado y que quedaría escrita con letras de oro, en la historia de la Plaza de
Toros de Las Ventas. El veterano mayoral pudo susurrar conmovido, con la serenidad del
deber cumplido: <Gracias Bailador, mi buen amigo >.
FIN
Como ya viene siendo tradición, por cuarto año
consecutivo, esta Semana Santa hemos querido
sacar
en
procesión
a
Nuestra
Señora
de
Albertia, esta vez el Martes.
Durante los días de atrás, en el taller de
pintura, los residentes han elaborado flores
para decorar el manto de la imagen, que lucía
muy colorida.
La procesión se ha realizado haciendo la vuelta a la manzana de la residencia. La
gente nos miraba sorprendida por la calle e incluso desde los coches que pasaban.
Hemos hecho varias paradas, en las que varias residentes han cantado saetas.
Al volver a entrar al Centro, la última parada ha sido en el salón de actos, donde
nos esperaba una saeta cantada por Rocío Jurado y la última, cantada por
nuestra residente Juana María Bueno. Hemos lanzado "vivas" y "glorias" a
nuestra virgen y hemos pedido poder repetir el próximo año, y con el mismo buen
tiempo.
Después, el Miércoles Santo es el turno de nuestra cata de Torrijas, en la que
los familiares acuden junto a nuestros residentes a degustar este dulce tan típico
de la Semana Santa.
En esta ocasión, las torrijas fueron de leche, de vino, de anís y de chocolate.
Todos salieron muy contentos, pues estaban riquísimas. Un aplauso para nuestra
cocinera y sus compis que las hicieron con tanto cariño.
Por Soledad Bermejo
Ingredientes:
- 1 manojo de espárragos trigueros
- 1 calabacín
- 1 berenjena
- 3 alcachofas
- 1 ajete
- 100 gr de champiñones
- 2 pimientos del piquillo
- 1 paquete de lasaña
- 2 botes bechamel ( o hacerla si se sabe)
- Sal, pimienta
- Aceite
- Queso rallado
- Tomate frito
Preparación
- Cortar la verdura en trocitos y freír por separado
- Cocer durante 15 minutos las láminas de pasta de lasaña
- En una bandeja echamos la bechamel y le añadimos pimienta, nuez
moscada y un chorrito de aceite.
- Poner una capa de bechamel en el fondo de la bandeja .Una lámina de
pasta, la verdura, tomate frito y un poco más de bechamel
- Otra lámina encima y repetimos la misma operación hasta la última
- Rociamos con la bechamel sobrante por encima y echamos queso
rallado.
- Metemos al horno hasta que se dore, al grill unos 10 minutos.
- RIQUÍSIMO
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