02A-Remedios Penales

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SUMARIO DE LA PONENCIA: LOS REMEDIOS PENALES Y PENITENCIAS EN
EL CIC/1983
(LIMA, 20 de agosto 2014)
1. LOS REMEDIOS PENALES PUEDEN SER IMPUESTOS:
a) ANTES DE UN DELITO:
A norma del can. 1312, § 3 se emplean remedios penales, es decir la amonestación y la
reprensión, que son en primer lugar instrumentos juridico-pastorales de carácter preventivo y
tienen como finalidad principal la de prevenir la comision de delitos (cf c. 1312 § 3).
b) AL FINAL DE LA INVESTIGACIÓN PREVIA (cf. c. 1717):
Cuando el Ordinario estime que la investigación previa le había ofrecido elementos
suficientes para decidir, debe emitir un decreto que concluya la investigación (c. 1718), que
decidirá a partir de las informaciones y pruebas recogidas:
1. si puede ponerse en marcha el proceso para infligir o declarar una pena;
2. si conviene hacerlo así, teniendo presente el c. 1341;
3. si debe utilizarse el proceso judicial o, cuando la ley no lo prohibe, se ha de
proceder por decreto extrajudicial.
4. el Ordinario ha de revocar o modificar el decreto a que se refiere el § 1, siempre
que, por surgir elementos nuevos, le parezca que debe decidir otra cosa.
5. al dar los decretos a que se refieren los párrafos 1 y 2, conviene que el Ordinario,
según su prudencia, oiga a dos jueces o a otros jurisperitos.
Concretamente si aplican los remedios penales cuando que no procede iniciar ningún
tipo de procedimiento (c. 1718, § 1, 1°) porque la acción criminal ya ha prescrito (c. 1362); o
bien porque no hay pruebas suficientes (c. 1348).
c) AL FINAL DEL PROCESO PENAL:
El legislador deja al juez en el proceso penal judicial y al Ordinario en el proceso
administrativo la potestad discrecional de aplicar la pena, de diferirla e incluso de no
irrogarla, así como también, en ciertos casos, de reducirla o de imponer en su lugar una
oportuna penitencia, según su conciencia y su prudencia (cf cc. 1343 y 1344).
El c. 1343 considera que las penitencias pueden emplearse para evitar la imposición de
la pena, cuando es facultativa.
A norma del c. 1344 el Ordinario, respectivamente el juez pueden imponer una
penitencia:
a) "si el reo se ha enmendado y ha reparado el escándalo, o si ya ha sido
suficientemente castigado por la autoridad civil o se prevé que lo será" (c.1344, n. 2);
b) no se ha llegado a cometer o consumar el delito (cf c. 1328 § 2);
c) concurre cualquier otra circunstancia que disminuya la gravedad del delito (cf. c.
1324). Siempre que el delincuente tuviese sólo uso imperfecto de razón, o hubiera cometido el
delito por miedo, necesidad, impulso de la pasión, embriaguez u otra perturbación semejante
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de la mente, puede también el juez abstenerse de imponerle castigo alguno si considera que de
otra manera es posible conseguirse mejor su enmienda (c. 1345);
d) si sobre la accion presuntamente delictiva no se ha alcanzado el grado de certeza
que se requiere para la imposicion de la pena (cf c. 1348). En este último caso el ordinario
puede emplear también los remedios penales de la amonestación y de la reprensión
(correptio) para prevenir los delitos.
2. LA AUTORIDAD PARA IMPONER EL REMEDIO PENAL
Segun el § 1 del c. 1339, el autor del remedio penal es el Ordinario (cf c. 134 § 1),
concretamente el Ordinario que decretó de llevar a cabo la investigación previa, así como
otras medidas pastorales que se estimen oportunas. Lo puede hacer personalmente o por
medio de su delegado (cf. c. 1339 § 1).
El admite, sin embargo, que los remedios penales puedan ser tambien aplicados
mediante sentencia del juez al final del proceso penal judicial: "Si los actos u omisiones
conducen por su misma naturaleza a la ejecución del delito, el autor puede ser castigado con
una penitencia o remedio penal, a no ser que, una vez comenzada la realización del delito,
hubiera desistido de ella voluntariamente..." (c. 1328 § 2).
La penitencia será aplicada mediante sentencia o decreto, por el juez o el Ordinario
(cuantos responden a este título según el c. 134 § 1) respectivamente, según que se haya
seguido, para conocer del delito, la via judicial o la via administrativa. Si se adoptan por
decreto (cf c. 1342 § 1). Hay que atenerse, por lo que se refiere a los diversos aspectos y
elementos esenciales y accesorios de su constitución, notificación y ejecución, etc., al regimen
jurídico de estos actos administrativos, regulados principalmente en los cc. 35-58.
Los remedios penales, que afectan al fuero externo, deben consignarse por escrito (cf
c. 37). La forma escrita los diferencia de otros tipos de advertencias, admoniciones o
correcciones verbales, no formales, como son, por ejemplo, la correccion fraterna de la que se
habla en Mt 18, 15.
Debe quedar siempre constancia escrita de la reprensión y de la amonestación
formales pues en ocasiones sera necesario probar posteriormente su existencia y la fecha en
que se dio o se notifico, etc. Para ello, y por la naturaleza de su contenido, se conservara en el
archivo secreto de la curia diocesana o del Instituto de vida consagrada o sociedad de vida
apostólica del imputado (cf. c. 1339 § 3). El Ordinario puede decidir de conservar el
documento en el archivo ordinario para dar más publicidad al caso.
3. LA AMONESTACIÓN
La amonestación es un remedio penal, impuesto sobre todo para prevenir los delitos
(c. 1312, § 3). La amonestación consiste en conminar o invitar a alguien a enmendarse de su
comportamiento. Se contempla directa o indirectamente en diecisiete cánones del CIC de
1983 que se irán mencionando.
En general, amonestar es recordar al amonestado algún deber que le incumbe
invitándole o urgiéndole a que lo cumpla (como en los cc. 1299 § 2 y 1689), o incluso
advirtiéndole de las consecuencias que tendría no hacerlo. Concretamente invita a abandonar
una actitud o conducta en la cual, por ser ilícita o improcedente, se debe cesar. La mayoría de
los cánones donde aparece la amonestación están en el libro VI («De las sanciones de la
Iglesia»: cc. 1311-1399).
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La amonestación contemplada en el c. 1339, § 1 se dirige a:
a) quien se encuentra en ocasion proxima de delinquir;
b) sobre quien recae la sospecha grave de que ha cometido un delito después de haber
tenido noticia. Tal sospecha debe deducirse de la investigacion previa al proceso penal (cf. c.
1717).
Esta amonestación busca o bien advertir (para evitar el delito) o bien reprender al
culpable de alguna actuación grave (sospechosa de ser delictiva). Es un acto anterior y
diferente de la amonestación que establece el c. 1347, que es un requisito previo a la
imposición de una censura por la comisión de un delito.
Tal amonestación debe contener los siguientes requisitos:
a) que sea hecha personalmente al fiel, o por escrito o verbalmente ante dos testigos.
No bastará, por tanto, una comunicación telefónica, en cuanto que no constituye prueba
jurídica;
b) que la amonestación contenga una explícita advertencia de que se procederá a la
expulsión si no hay corrección en un término determinado;
c) que se especifique claramente la causa;
d) que el fiel presuntamente inculpado pueda ejercer en libertad su derecho de defensa.
En el CIC de 1983, desatender una amonestación es a veces parte integrante de una
conducta tipificada penalmente para la cual se establece una pena, como en el c. 1371, n. 2:
"quien de otro modo desobedece a la Sede Apostólica, al Ordinario o al Superior cuando
mandan o prohiben algo legítimamente, y persiste en su desobediencia después de haber sido
amonestado." Así, el rechazo pertinaz de las doctrinas que en él se especifican, sólo queda
tipificado si ha habido una amonestación no seguida de una retractación. Asimismo,
desobedecer un mandato o prohibición legítimos sólo está tipificado si se persiste en ello
después de una amonestación.
La amonestación como remedio penal es distinta de la amonestación establecida por el
c. 1347 § 1 antes de imponerse una pena canónica.
4. LA REPRENSIÓN
La reprensión es más fuerte de la reprensión y consiste, por su parte, en hacer ver con
autoridad a alguien que ha obrado mal en una determinada conducta. La reprension, para que
pueda ser eficaz, debe ser justa y, por tanto, proporcionada tanto a las circunstancias del
hecho (que determinan su mayor o menor gravedad) como tambien a las circunstancias y
condicion de la persona (edad, salud, oficio, etc.).
5. LA PENITENCIA
La penitencia canónica es distinta de las obras de penitencia por los pecados, a que
estan llamados todos los cristianos, especialmente en los días de penitencia según el can.
1253. Además es distinta de la penitencia sacramental (cf c. 981 del CIC de 1983) y consiste
en tener que hacer una obra de religion, de piedad o de caridad (c. 1340 § 1) como
consecuencia de la comision de un delito.
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La penitencia canonica supone siempre un delito cometido o por lo menos atentado
(cf. c. 1328).
La penitencia puede ser impuesta:
1) A norma del can. 1312, § 3 se aplican las penitencias en lugar de una pena, o para
aumentarla (cf. cann. 1312, § 3; 1324, § 1; 1343; 1344, n. 2);
2) en el caso de la remisión de una censura (cf. c. 1358, § 2);
3) para hacer más grave la pena impuesta (cf. cann. 1312, § 3; 1326, § 2);
4) en el caso de un delito no consumado por razones independientes de la voluntad del
delincuente (cf. c. 1328, § 2) en lugar de una pena.
5) cuando concurre alguna de las circunstancias atenuantes contempladas en el c. 1324
del CIC;
6) cuando siendo facultativa la pena conminada contra algun delito, se estime
oportuno imponer una penitencia en lugar de la pena (cf c. 1343);
7) cuando aun siendo la imposicion de la pena preceptiva u obligatoria, sin embargo
en el momento de aplicarla el reo se haya enmendado y reparado el escandalo, o ya haya sido
suficientemente castigado por la autoridad civil o se preve que lo sera (c. 1344, 2°).
El § 2 del c. 1340 dispone que no se puede imponer publicamente una penitencia por
una transgresion que es y permanece oculta. La norma mira a defender el derecho a la buena
fama (cf c. 220), y que adquiere una relevancia y aplicacion especiales en materia penal.
6. OTROS MEDIOS DE SOLICITUD PASTORAL: LA REVOCACIÓN DE LAS
FACULTADES MINISTERIALES Y LA PROHIBICIÓN DEL EJERCICIO PÚBLICO DEL
MINISTERIO
El Ordinario podría revocar la facultad de predicar, de oír las confesiones
sacramentales, de asistir a las bodas que se tenía por razón de oficio o delega general, sea por
vía disciplinar o por la vía penal según el c. 1336 § 1 n. 2.1 Sin la facultad especial concedida
por la suprema autoridad de la iglesia y salvo el c. 1044, es ilegítima la prohibición impuesta
mediante acto administrativo fuera del ámbito penal, de ejercer cualquier ministerio sacerdotal
coram populo incluidas las facultades concedidas a los presbíteros por derecho universal2.
A veces hay Obispos que niegan el derecho de un sacerdote al ejercicio del
ministerio3, consideran que un sacerdote no está suspendido solamente porqué puede celebrar
la Santa Misa privadamente y recibe la sustentación por parte de la diócesis4 y no permiten la
15 Cf.
SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram Grocholewski,
28 de abril de 2007, prot. n. 37937/05 CA, en: Ius Ecclesiae 19 (2007), 613.
2 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Decreto del Prefecto en Congreso,
coram Burke, 30 de mayo de 2009, prot. n. 41760/08 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 667.
3 SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Grocholewski, 28 de abril de 2007, prot. n. 37937/05 CA, en: Ius Ecclesiae 19 (2007), 614.
4 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Grocholewski, 28 de abril de 2007, prot. n. 37937/05 CA, en: Ius Ecclesiae 19 (2007), 614.
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invitación de feligreses a la celebración privada de la Santa Misa ni de concelebrar la misa
públicamente5.
Hay que recordarles que no es necesario un permiso para ejercer las facultades
concedidas por la misma ley: "Non sustinetur praesuppositum, nam nullo modo requiritur
deputatio ex parte Ordinarii ad exercendas facultates ipsa lege universali concessas".6
Un Obispo puede prohibir a un sacerdote de celebrar la eucaristía públicamente y de
administrar los sacramentos por el bien de la Iglesia y de su propio bien. Sería un error
considerar la prohibición de ejercer el ministerio públicamente como una simple consecuencia
de la remoción administrativa del clérigo de su oficio o, si tuvo más oficios, de todos.7
Erróneamente algunos Obispos se refieren al c. 906, que permite la celebración privada de la
Santa Misa sin participación de fieles, para pretender imponer al sacerdote celebrar siempre
privadamente y sin participación tampoco de un fiel simplemente por la justa y razonable
causa indicada en este canon. Tampoco es suficiente la invocación del c. 223, § 2, porque no se
puede atribuir un poder ejecutivo al Ordinario que el canon no le confiere. El c. 223, § 2 de las
normas sobre los derechos y las obligaciones de los fieles en general trata del poder legislativo,
no de poder ejecutivo.
Un Obispo sostuvo que en su diócesis no se conceden facultades ministeriales a un
clérigo si él no desarrolla un oficio eclesiástico que lleva consigo la cura de las almas o ejerce
legítimamente la cura de las almas con la aprobación por parte del Ordinario competente. Creía
que los sacerdotes pueden desarrollar una actividad cualquiera en la función de santificar en una
diócesis solamente en cuanto estén legítimamente designados (c. 834, § 2) por el Obispo
diocesano y siempre bajo su autoridad (c. 835, § 2).8
Hay que distinguir atentamente entre la prohibición de ejercer el ministerio presbiteral y
el conferimento de un oficio, por el cual hay que constar ante la autoridad competente la
idoneidad del candidato (cf. c. 149, § 1). Habrá que resolver si es posible, la duda.9 No ocurre de
ninguna manera una concesión por parte del Ordinario para ejercer facultades que la ley
universal misma concede.10
Los presbíteros ejercen el munus sanctificandi siempre bajo la autoridad del Obispo (cf.
c. 835, § 2). Sin embargo, su potestad de moderar el ejercicio del munus sanctificandi por parte
de los presbíteros no puede ser comparada con la potestad de prohibir este ejercicio, si no
5 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Grocholewski, 28 de abril de 2007, prot. n. 37937/05 CA, en: Ius Ecclesiae 19 (2007), 614.
6 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Decreto del Congreso coram
Vallini, 13 de junio de 2008, prot. n. 38962/06 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 661-662, n. 5.
7 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Cacciavillan, 18 de marzo de 2006, prot. n. 32108/01 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 661.
8 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Cacciavillan, 18 de marzo de 2006, prot. n. 32108/01 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 661.
9 Cf. Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Decreto del Prefecto en
Congreso, coram Burke, 30 de mayo de 2009, prot. n. 41760/08 CA, en: Ius Ecclesiae 23
(2011), 667.
10 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Decreto del Prefecto en
Congreso, coram Burke, 30 de mayo de 2009, prot. n. 41760/08 CA, en: Ius Ecclesiae 23
(2011), 662.
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conforme a derecho, particularmente en lo que se refiere a las facultades concedidas por la ley
universal misma.11
En caso de una duda acerca de la idoneidad de un sacerdote para el ejercicio del
ministerio pastoral por falta de equilibrio psíquico, el Ordinario puede poner la condición que
acepte un examen en el Instituto X como prerrequisito para la entrega de cualquier oficio o carga
eclesiástica. Es necesario explicar al clérigo como la exigencia de un examen psicológico es
compatible con la necesidad de salvar la propia intimidad (cf. c. 220) y en cuales normas
canónicas está fundada la prohibición general de ejercer la liturgia públicamente.12
La bibliografia utilizada sarà distribuida separadamente.
Lima 20 de agosto 2014
Fray Nikolaus Schöch, OFM
11 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Cacciavillan, 18 de marzo de 2006, prot. n. 32108/01 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 662.
12 Cf. SUPREMO TRIBUNAL DE LA SIGNATURA APOSTÓLICA, Sentencia definitiva coram
Cacciavillan, 18 de marzo de 2006, prot. n. 32108/01 CA, en: Ius Ecclesiae 23 (2011), 657.
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