apuntes 20 - Instituto Electoral del Estado de México

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expediente electoral
Algunos problemas
en torno a tres aspectos
de la democracia en México
Anselmo Flores Andrade*
Introducción
Durante varias décadas los ciudadanos y actores políticos consideraron que la
democracia resolvería los problemas más apremiantes de nuestro país; en ese
sentido, los males que aquejaban a nuestra nación se consideraban producto de
la falta de democracia en nuestro sistema político. Así, durante muchos años el
discurso político que enarbolaron los actores le otorgaron a la democracia un
significado sobredimensionado: panacea que resolvería no sólo los problemas de
la economía nacional y la relación Estado y sociedad sino también los problemas
comunes del proceso político cotidiano. Esta situación se torno más incesante
durante la segunda mitad de la década de los noventa, una vez que las variables
macroeconómicas se estabilizaron y los problemas económicos que aquejaron a
gran parte de los países de la región se controlaron. El avance de la tercera ola de
democratizaciones dejaba escaso margen de maniobra para experimentos políticos
distintos a la democracia liberal como al modelo económico que lo acompañaba.
De ahí que a partir de esos años la democracia encontrara una coyuntura
internacional ampliamente favorable para su instauración y consolidación.
El inicio de la denominada “tercera ola de transiciones” puso en el centro del
debate la importancia e incidencia de las instituciones en la promoción, estabilidad
y consolidación de la democracia, así como en la resolución de los problemas
sociales y económicos inherentes a la instauración de un sistema democrático.
*
Doctor en Ciencia Política. Profesor-Investigador de la FLACSO-México.
76
Esto resultó más apremiante para los países latinoamericanos, quienes una vez
restaurado su régimen democrático se encontraron con una serie de problemas
de naturaleza diversa y de gran envergadura, muchos de ellos heredados de los
gobiernos no democráticos y otros propios del nuevo orden de cosas imperante,
a los que tenían que hacer frente para satisfacer las expectativas que amplias
capas de la sociedad le otorgaban a la democracia. Uno de los caminos seguidos
por los distintos gobiernos fue la reforma de las instituciones y, en algunos casos
más ambiciosos, la elaboración de una nueva Constitución Política (Payne,
Zovatto, Carrillo y Allamand, 2003). Si bien en cada país las formas particulares
del modo de transición hacia la democracia fueron disímiles, en todos ellos se
realizó un ejercicio de rediseño institucional y constitucional con el propósito de
confeccionar mecanismos, incentivos e instrumentos para hacer frente al contexto
y realidades a los que se enfrentaron los primeros gobiernos democráticos. Como
era de esperarse el cómo y cuándo de las reformas fue disímil y a pesar de ello en
todos esos casos permeo la idea de que el rediseño de las instituciones contribuiría
a resolver los problemas de representatividad, estabilidad y gobernabilidad que
imperaba en cada país. No obstante, a pesar de esta proliferación de gobiernos
democráticos y del amplio consenso por parte de los ciudadanos sobre sus
instituciones y procedimientos las democracias latinoamericanas paradójicamente
han sido acompañadas por altos costos sociales de inequidad social y premura
económica debido a una serie de déficit en el ámbito de la seguridad pública, en la
puesta en práctica de políticas públicas poco eficientes y eficaces, en la protección
de los derechos de los ciudadanos e insuficiencia de la impartición de justicia que
explican gran parte de la inestabilidad política de la región (Carrillo:2001).
En México, con el arribo al poder ejecutivo en julio del 2000 de un personaje
de origen partidista distinto al que gobernó al país durante varias décadas, los
ciudadanos y actores más relevantes del sistema político mexicano sustentaron
la firme convicción de que la legitimidad con que llegaba al gobierno Vicente
Fox la democracia tomaría carta de naturalización en nuestra vida política.
Sin embargo, desde la toma de posesión de Fox a la fecha la convicción se ha
transformado en incertidumbre y la confianza en desencanto. En efecto, y como
se verá más adelante, lo que los ciudadanos han observado en los últimos tres
años es que la democracia no sólo no ha resuelto sus problemas más apremiantes
sino también observan que ni los más elementales del quehacer político nacional.
En ese sentido, la democracia no sólo no ha resuelto problemas que pretendía
solucionar sino que los ha agravado. Los factores que se pueden enumeran
como responsables de esta situación son diversos y de variada naturaleza. Desde
los meramente procedimentales hasta los marcadamente estructurales; los que
incumben a las instituciones como a los culturales; incluso los que se deben
a la naturaleza y características de los actores. De tal suerte que los problemas
con que se encontró el nuevo equipo de gobierno en diciembre del 2000 no
sólo permanecen sino que en algunos ámbitos han crecido en intensidad; por
lo que las propuestas de reformas, estructurales como políticas, presentadas por
77
el ejecutivo como por algunos actores como solución a esos problemas cada día
encuentran mayores obstáculos para su concreción. Lo que permite ser poco
optimistas sobre la puesta en marcha, en los próximos años, de la agenda del
gobierno, tanto legislativa como política.
En ese tenor en las líneas que siguen abordaremos someramente algunos problemas
que afronta la democracia en México, uno de ellos se refiere a la situación del
financiamiento de la política, o más precisamente el financiamiento público de
los partidos políticos y la situación de los partidos nuevos en el sistema electoral
mexicano. En segundo lugar, las consecuencias que ha producido el ejercicio
de la política del presidente Fox en torno a la relación del Ejecutivo con el
congreso mexicano; finalmente un estado del arte de la cultura política y valores
ciudadanos de los mexicanos en los últimos cuatro años. El argumento central
que subyace en el texto es que a pesar del amplio consenso y legitimidad con que
arribo el actual gobierno las estrategias instrumentadas así como el ejercicio de la
política desplegada frente a los demás actores relevantes del sistema político han
resultado contraproducentes para producir resultados positivos en una diversidad
de ámbitos como para el mantenimiento de la confianza y credibilidad ciudadana
en su democracia y el desempeño de su gobierno.
1. Elecciones
El cambio político en México tuvo como uno de sus aspectos centrales la
actividad electoral (Becerra, Salazar y Woldenberg: 2000). De ahí que durante
gran parte de ese periodo los procesos electorales en nuestro país implicaron
una gran cantidad de recursos humanos, materiales y financieros, todo ello con
el propósito de dotar a ese ámbito de la confianza, credibilidad e imparcialidad
que posibilitaron la aceptación de sus resultados. Paralelo a este incremento
también fueron creciendo los montos destinados a las actividades electorales de
los partidos políticos que al correr de los años ha provocado serios problemas
de transparencia y equidad en destino de esos recursos. Los procesos electorales
del país incumben cada día mayores cantidades de dinero por lo que no sólo las
elecciones en México se han encarecido sino también el vínculo entre política y
dinero se ha incrementado. Y no podía ser para menos si tomamos en cuenta que
en la actualidad la competencia electoral requiere de grandes sumas de dinero
para el mantenimiento no sólo de su estructura partidista en todo lo ancho
del territorio nacional sino para sufragar en los comicios municipales, estatales
y federales los permanentes y costosos mensajes insertados en los medios de
comunicación impresos y electrónicos (Carrillo, et al: 2003). En especial estos
últimos absorben importantes cantidades del presupuesto de los partidos. De
hecho más de la mitad del financiamiento que reciben los partidos políticos
en nuestro país van a parar a las arcas de las grandes televisoras nacionales
78
(Lujambio: 2003). Y es está necesidad de recursos para costear su permanencia
en los medios electrónicos e impresos, como la inoperante sustentabilidad del
autofinanciamiento con base en las aportaciones estrictas de sus militantes y
afiliados, así como la propia fórmula para determinar el monto, lo que genera
un espiral de incrementos sostenidos. Además, ha provocado un problema
mayúsculo de corrupción en el sistema político, en general, y en la arena
electoral, en particular (Xiomara: 2000).
Las cifras destinadas al mantenimiento del aparato que permite organizar y
administrar las elecciones como el destinado a las estrategias de los partidos
políticos para difundir sus propuestas a los ciudadanos son cada vez más
escandalosas De acuerdo al trabajo de Lujambio ya citado, de 1989 al año
2000 el financiamiento público supuso un incremento de 44 veces; esto es
de 7.29 millones de dólares estadounidenses que supuso para el primer año
mencionado pasó a 322 millones en el 2000. Veamos con más detalle esto,
porque el monto destinado para el financiamiento a la actividad electoral es
el dato más relevante en torno al problema de una posible reforma electoral
en puerta. En el cuadro 1 que se muestra a continuación podemos observar
el monto, e incremento, del financiamiento público que otorgó el máximo
órgano electoral del país a los partidos políticos en el periodo de 1997 a 2003.
Cuadro 1
Financiamiento público a los partidos
1997-2003
1997*
1998**
1999***
2000****
2001*****
2002******
2003*******
A.
Perman
1,031,750,820.77
1,005,603,759.67
1,252,383,926.68
1,500,456,125.07
2,206,569,763.12
2,303,658,823.97
2,421,611,942.13
G.
Campaña
1,043,564,761.49
0
0
1,500,456,125.07
0
0
2,421,611,942.13
36,178,279.95
40,963,195.00
59,980,468.00
63,179,982.83
44,115,829.72
78,620,891.61
93,822,276.40
2,111,493,862.21
1,046,566,954.67
1,312,364,394.68
3,064,092,232.97
2,250,685,592.84
2,382,279,715.58
4,937,046,160.66
A. Espec
Total
* Ocho partidos.
** Cinco partidos
*** Once partidos.
**** Once partidos.
***** Ocho partidos.
****** Ocho partidos.
******* Once partidos.
Cabe mencionar que el cuadro no contempla el financiamiento público a los partidos en el D.F. para el año 1997
($335,229,352.44) ni la ministración extraordinaria para gastos de campaña en dos distritos en 2003 ($5,549,908.13).
Fuente: IFE. Dirección de Prerrogativas.
Aunque el monto es sumamente considerable en un país como el nuestro en
donde se tienen demasiadas carencias en otros ámbitos, las cifras resultan más
cuestionables cuando se les vincula con los resultados electorales obtenidos por
los partidos. Esto es, la cantidad de dinero que reciben los partidos políticos
79
no tiene correlación con la obtención de escaños legislativos. Esto resulta más
ilustrativo cuando observamos el desempeño de los partidos nuevos en los
últimos procesos electorales (véase cuadros 2 y 3 ).
Cuadro 2
Financiamiento público partidos nuevos
Procesos electorales del 1997, 2000 y 2003
1997*
2000**
2003***
Actividades Permanentes
15,251,920.92
160,763,156.22
137,072,374.08
Gastos de Campaña
19,689,901.16
160,763,156.22
137,072,374.08
0 (a)
7,297,551.19 (b)
4,055,404.19 (c)
35,441,822.08
328,823,863.03
278,200,152.35
Actividades específicas
Total
* Los partidos fueron PPS y PDM.
** Los partidos fueron: CD, PSN, PCD, DS, PAS Y PARM.
*** Los partidos fueron: PMP PLM Y PFC.
(a) Ningún partido obtuvo financiamiento por este rubro.
(b) El PARM y el PAS no obtuvieron financiamiento por este rubro.
(c) El PFC no obtuvo financiamiento por este rubro.
Fuente: Elaboración propia.
Cuadro 3
Número de diputados obtenidos por los partidos nuevos
Periodo 1991-2003
1991
1994*
1997
2000**
2003
PT (0)
PDM (0)
PPS (0)
CD (4)
PMP (0)
PVEM (0)
PT (10)
PDM (0)
PSN (3)
PLM (0)
PRT (0)
PVEM (0)
PCD (0)
PFC (0)
PDM (0)
DSPPN (0)
PAS (2)
PARM (0)
* Los diputados fueron de MR
** Los diputados fueron de RP, excepto uno del CD.
Fuente: Elaboración propia.
Nótese el sustancial incremento del financiamiento que supuso de 1997 (35.441
mil) al 2000 (328.823 mil), y a pesar de que en el siguiente proceso electoral federal
se redujo (278.200 mil) la cifra sigue siendo cuantiosa respecto a 1997. Por otra
parte, cabe subrayar que en ese periodo los once partidos nuevos que ingresaron
a la arena electoral sólo lograron obtener nueve diputados, y eso ocurrió en las
elecciones del 2000 debido a que tres partidos (PC, PSN y PAS) participaron en
esos comicios en coalición, de no ser así es probable que se hubiese repetido la
situación de 1997 y 2003 en donde ningún partido nuevo obtuvo representación
80
parlamentaria. Por lo anterior, resulta cuestionable la pertinencia de continuar
manteniendo el financiamiento a instituciones políticas que no han logrado
diseminarse en la sociedad. Esto resulta más contundente cuando observamos
(véase cuadro 4) que durante los últimos cinco procesos electorales el 90% de
los partidos que obtuvieron su registro previo a la contienda electoral en que
participarían perdieron su registro como partidos al no obtener el número
mínimo de votos establecidos por la ley electoral.
Cuadro 4
Partidos que perdieron su registro por no alcanzar el porcentaje de la
votación requerido por la ley para conservar su registro
Periodo 1991-2003
1991
1994
1997
2000
2003
PDM*
PDM*
PPS*
PARM*
PMP*
PRT*
PARM*
PDM*
PCD*
PFC*
PT*
PFCRN
PFCRN
DS*
PLM*
PVEM*
PPS
PAS
PVEM*
PSN
* Estos partidos solicitaron, y obtuvieron, su registro como partidos políticos para participar en esa elección.
Fuente: Elaboración propia.
Si bien el tema del financiamiento de los partidos políticos es un tema sensible
en los sistemas políticos modernos, para un país como el nuestro en donde la
relación entre el dinero y la política pasa por un periodo sumamente conflictivo
resulta aún más imperante de solucionar.1 En especial cuando para una amplio
segmento de la población la actividad y comportamiento mostrados por los
representantes de esos partidos tanto en los recintos legislativos como en la
escena pública no ha sido la adecuada. Esto es, el comportamiento de los partidos
en el proceso de deliberación legislativa al interior de los órganos legislativos no
ha sido el más óptimo desde la perspectiva ciudadana, pero también respecto a
los temas y problemas nacionales; como lo ilustran los escándalos de corrupción
en que se han visto inmiscuidos algunos de los llamados partidos “chicos” (caso
PVEM) como los denominados “nuevos” (caso PSN), los cuales están muy lejos
del comportamiento lícito y ético que demandan los ciudadanos en un ambiente
1.
Para darse cuenta de la relevancia de este asunto en nuestro país, cabe mencionar que el Consejo General del Instituto Federal
Electoral sólo de 1997 a la fecha ha aprobado 431 acuerdos y dictámenes relacionados con la comisión de prerrogativas,
partidos políticos y radiodifusión en rubros referentes a instructivos y metodologías para el registro de nuevos partidos
y agrupaciones políticas nacionales, así como para el registro de coaliciones electorales; en relación al financiamiento y
prerrogativas de partidos y APN’s; así como a registros y modificaciones a los documentos básicos de los partidos políticos y
APN’s; y topes de gastos de campaña, entre otros. www.ife.org.mx
81
permeado por la corrupción. De tal suerte que los ciudadanos ven a esas
organizaciones y sus representantes como los corresponsables de la corrupción
más que la solución a ella. Como lo veremos más adelante, lo anterior es una de
las causas del descrédito de la Política y los políticos, de la desconfianza en sus
instituciones como de desaliento en sus resultados.
2. Ejercicio de la política
Otro de los problemas que presenta nuestra democracia mexicana está
estrechamente vinculada al ejercicio de la política llevada a cabo por el actual
gobierno. La composición y distribución del poder instaurada a partir de finales
de los noventa ha modificado la tradicional forma del oficio político como
de la cultura política de los actores (Casillas: 2000, p.11). Así, a pesar de que
Vicente Fox logró la presidencia de la república, al momento de su asenso el PRI
conservó una veintena de gobiernos estatales y gobernaba en dos tercios de los
municipios del país (Remes: 2001). Esto es, Fox arribó al máximo cargo político
del país en un contexto de distribución del poder político adverso para poder
sacar adelante su agenda legislativa como sus políticas públicas. La cual se
tornó complicada por la naturaleza de muchas de las reformas planteadas por
él, algunas de ellas políticamente muy sensibles y de necesario apoyo camaral
por tratarse de reformas constitucionales; además de que las estrategias políticas
instrumentadas por el titular del ejecutivo han sido ineficaces en diversos
ámbitos provocando enfrentamientos entre poderes federales, dificultades
para la construcción de una agenda común y dificultado la relación EjecutivoLegislativo. En ese sentido, el costo del aprendizaje ha sido alto en términos
políticos debido a la impericia en la conducción política del país.
El aprendizaje de ser partido en el gobierno y, en particular, la integración de
un nuevo equipo gubernamental de origen empresarial y políticamente diverso
ha provocado más desatinos que aciertos en la conducción del país.2 Las pugnas
y divergencias de opiniones al interior del gabinete, la asincronía entre el
Ejecutivo y su partido en los más variados temas de la agenda gubernamental,
así como entre las pugnas entre los poderes legislativo y ejecutivo han sido
la característica más sobresaliente del gobierno de Vicente Fox, en especial
en los dos primeros años. Respecto a esto último, uno de los factores que
contribuyó a esa disonancia entre ambos poderes lo constituyó la estrategia
2.
Un gabinete amplio, variopinto y con funciones duplicadas no podía generar una actuación eficiente ni homogénea; todo lo
contrario, las pugnas, rivalidades y confrontaciones eran previsibles. Incluso, la misma designación motivo sinsabores para
algunos miembros del gabinete que preferentemente querían una posición distinta a la que obtuvieron. A la fecha más del 70%
de las oficinas con línea directa con el presidente Fox han desaparecido. Esta situación contribuyó a restarle posibilidades de éxito
al gobierno frente al cúmulo de problemas a que tenía que hacer frente, así como para concretar algunas promesas de campaña.
82
diseñada durante los dos primeros años por el ejecutivo frente al legislativo.
La estrategia gubernamental se basó en “explotar” la popularidad de Vicente
Fox y en consecuencia se le indujo a hacer un uso excesivo de los medios de
comunicación, en especial en las coyunturas en que se debatían cuestiones
fundamentales de la agenda político-económica del ejecutivo. De tal suerte
que se estableció un tipo de presidencia plebiscitaria debido a su constante
apelo al apoyo de los ciudadanos en momentos en que se deliberan cuestiones
importantes en la agenda del gobierno, como lo ejemplificaron las diversas
ocasiones en que el mandatario mexicano desplegó una serie de mensajes
televisivos en cadena nacional defendiendo y explicando el contenido de
lo que denominó la “nueva hacienda pública distributiva”. De ese modo, la
estrategia presidencial de salir a convencer a la opinión pública antes que a
los diputados de su propio partido, y a los integrantes de la cámara en general,
enrareció y añadió grados de presión innecesaria al proceso de negociación
de las iniciativas presidenciales. Esta situación fue reconocida por el propio
Vicente Fox, en una entrevista televisiva en enero del 2002, cuando señaló
que había perdido la campaña mediática. “[De lo que no funcionó..]….fue eso
precisamente de la reforma hacendaria que pretendí introducir con el respaldo
de la ciudadanía, aprendí la lección de que en México todavía las cosas se
mueven de otra manera. De ahí nos pasamos a manejar la reforma en las
pláticas con los partidos políticos, con los diputados, con los senadores, con
los gobernadores y funcionó mejor”.3 Situaciones como la anterior provocaron
que las relaciones entre ambos poderes fueran difíciles y conflictivas.
En este ambiente, las elecciones federales de julio del 2003 adquirieron una
oportunidad invaluable para destrabar el impasse que había generado la
correlación de fuerzas existente en el sistema político durante los primeros
dos años de gobierno. No obstante, los resultados electorales de esa contienda
consolidaron la distribución del poder políticos y reforzaron la percepción
de que las cosas no se modificarían, es decir, se continuaría con la tónica
observada hasta ese momento debido a que el partido del presidente Fox
no sólo no aumentó su representación política al interior de la cámara de
diputados sino por el contrario disminuyó a casi 50 diputados el número
de escaños parlamentarios en su poder (véase cuadros 5 y 6) con lo cual las
dificultades para sacar adelante la agenda legislativa del ejecutivo se complicó
aún más que con la anterior conformación de la legislatura. Es decir, en la
actual LIX legislatura el principal partido opositor (PRI) aumentó su poder de
negociación de ese recinto legislativo, como en la política nacional. De esa
forma ni el ejecutivo ni la cámara de diputados de manera unilateral pueden
llevar a buen puerto sus iniciativas; es necesaria la participación y colaboración
de ambos poderes para sacar adelante el trabajo legislativo.
3.
Cfr. www,presidencia.gob.mx El Presidente Vicente Fox en Zona Abierta, 3 de enero de 2002.
83
Cuadro 5
Integración de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados
(septiembre 2000-agosto 2003)
Partido
Integrantes*
%
PRI
210
42.0
PAN
207
41.4
PRD
52
10.4
PVEM
16
3.2
PT
8
1.6
PSN
3
0.6
PAS
2
0.4
CONV.
1
0.2
IND.
1
0.2
Total
500
100
* Esta fue la distribución original, la cual se modificó; para noviembre de 2002 era: PRI (208); PAN (205); PRD (52); PVEM (17)
e Independientes (2). Los partidos PT, PSN, PAS y Convergencia, no variaron sus escaños.
Fuente: Cámara de Diputados. Secretaría de Servicios Parlamentarios. 30 de enero de 2001 y 12 de noviembre de 2002.
Cuadro 6
Integración de la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados
(septiembre 2003-agosto 2006)
Partido
Integrantes
%
PRI
224
44.8
PAN
151
30.2
PRD
97
19.4
PVEM
17
3.40
PT
6
1.20
CD
5
1.0
Total
500
100
Fuente: Cámara de Diputados. Secretaría de Servicios Parlamentarios.
La existencia de un gobierno sin mayoría junto a la readecuación de funciones
de los órganos de poder y representación han contribuido a esta nueva realidad.4
Además, el constante escrutinio de las actividades del presidente de la república
que realizan los medios de comunicación, así como la existencia de nuevos
centros de poder (gobernadores) que presionan al ejecutivo han modificado el
contexto en que tradicionalmente se desenvolvía el ejecutivo federal.5
4.
5.
La experiencia del fenómeno de gobiernos sin mayoría, de acuerdo a Lujambio, se ha extendido de 1988 a la fecha a 22 de las
32 entidades federativas del país. Actualmente existen 16 estados del país con esa conformación política (Lujambio:2004).
Por otra parte, durante este periodo algunas decisiones del poder judicial han ido en sentido contrario a la volunta presidencial,
como lo ejemplifican las resoluciones que ha emitido dicho órgano a propósito de las controversias constitucionales que se han
dado en estos años.
84
En cuanto al legislativo, las cámaras de senadores y de diputados ya no se
encuentran sometidas a la voluntad del presidente. La conformación política
de ambas cámaras, así como el contexto en que se desenvuelven, hace difícil
la subordinación de los diputados y senadores a la agenda del presidente de la
república. Las nuevas funciones de fiscalización de las actividades del ejecutivo
como elemento de equilibrio frente al poder del presidente han modificado la
tradicional elaboración de las políticas públicas. En esta nueva etapa el ejecutivo
federal ya no puede modificar ni reformar a placer de manera unilateral el marco
legal ni domina el proceso de elaboración de políticas públicas, ahora los partidos
de oposición toman parte activa y decisiva en su diseño y ejecución. El número
de iniciativas presentadas por los legisladores supera con creces a las del ejecutivo,
en ese sentido, es la propia correlación de fuerzas en la cámara de diputados la
que determina la agenda legislativa en el congreso mexicano. De tal suerte que
la autonomía del poder legislativo respecto al ejecutivo es un echo evidente. De
igual forma, la redimensión de la actuación de instituciones, actores y reglas de la
política han trastocado la percepción que tenía muchos de aquellos en la actividad
política. Instituciones como el IFE, PGR y el Tribunal Federal del Poder de la
Federación, entre otros, han visto redimensionado su actuación en la política,
esto es han tenido en este sexenio una intensa actividad política. Por otro lado, la
multiplicación de actores en las deliberaciones políticas públicas han obstruido
la posibilidad de construir consensos en torno a temas fundamentales. Y por si
esto no fuera suficiente, también ha existido una cuestionada representación y
falta de confianza entre los actores políticos deliberantes. Paralelo a esto hemos
observado serias tensiones entre los poderes federales pero también entre estos y
los poderes locales, en especial con el gobierno de la capital del país; gran parte
de este enfrentamiento ha sido causa de la escasa colaboración y coordinación
entre esas instituciones, así como en un periodo de politización de la justicia.
Ambas situaciones han rebasado sus ámbitos de acción y deliberación naturales
provocando una perversión que ha contribuido a la perdida de confianza en los
tribunales de impartición de justicia como en los actores que los componen .
De tal suerte que se quiere solucionar problemas estrictamente políticos desde la
perspectiva jurídica y viceversa. El perder de vista la naturaleza de los problemas
ha provocado serias desavenencias.
Otro problema en este ámbito del ejercicio de la política lo constituye la dificultad
para la construcción de una agenda común, aunque también su ausencia ha sido
debido a la sobrecarga de la agenda; al escaso consenso sobre temas prioritarios
de la agenda política nacional; a la imposición de lo coyuntural en todos los
proceso de diálogo y en la confrontación constante entre intereses partidistas y
resolución de problemas nacionales que podrían beneficiar al ejecutivo en turno
(lógica electoral). De ahí que los comportamientos y estrategias cooperativas
para la resolución de los problemas han estado ausentes. En este tenor, cabe
mencionar que uno de los grandes fracasos de este periodo es la propuesta de
reforma del Estado como la denominada reforma integral de la constitución. Ambas
85
propuestas, a pesar de ser urgentes continúan en el olvido. La distribución actual
del poder político, la falta de interés por parte de los actores involucrados en la
reforma, la experiencia de acuerdo incumplidos así como la falta de confianza
entre los actores políticos se encuentran como los motivos para posponer la
deliberación, negociación y, en su caso, la implementación de esas reformas.
Finalmente, la nueva relación entre los poderes Ejecutivo y el Legislativo ha
tenido como consecuencia mayores dificultades para la aprobación de la agenda
legislativa del Ejecutivo como para la construcción de mayorías en el recinto
legislativo que permita equilibrar el número de iniciativas presentadas con las
aprobadas, ya que el número de estas últimas es cada vez menor frente al total de
las recibidas en el congreso mexicano, del 61.3% que representaron en el periodo
1991-1994 pasó al 22.8% para los años 2000-2003 (Nacif: 2004, p. 20). Otro
dato significativo en esta materia es que la tasa de aprobación de las iniciativas
del ejecutivo en el periodo 2000-2003 continuó siendo importante por lo que
no existió parálisis legislativa ni mucho menos choque de poderes que hayan
puesto en riesgo la viabilidad del gobierno, más bien lo que ha existido es un
intenso trabajo legislativo pero de importancia secundaria. Como se observa en
el cuadro 7, durante la pasada Legislatura LVIII en ambas cámaras del congreso
si bien la mayoría de las iniciativas presentadas por el ejecutivo en la cámara de
diputados y de senadores han sido aprobadas (es decir, una tasa de aprobación
de las iniciativas presidenciales del orden del 80%) éstas no son las consideradas
fundamentales o importantes por los actores políticos.
Cuadro 7
Iniciativas aprobadas al Ejecutivo en el Congreso mexicano
LVIII Legislatura (septiembre 2000-agosto 2003)
Cámara
Total de asuntos
Presentados
Iniciativas
presentadas por el
Ejecutivo
Iniciativas
aprobadas al
Ejecutivo
Diputados
1310*
52
43
Senadores
848**
17
16
* Incluye minutas.
** No contempla el tercer año de ejercicio de la legislatura. Incluye leyes, decretos, ratificaciones, nombramientos, puntos de
acuerdo y permisos, en estos aspectos cabe subrayar que de las 25 solicitudes presentadas por el Ejecutivo, para ausentarse del
país, 24 le fueron aprobadas; y de los 106 nombramientos diplomáticos, todos le fueron aprobados
Fuente: Elaboración propia con base en los datos que aparecen en la página de la Cámara de Diputados: www.cddhcu.gob.mx/
gp_iniciativas.html y www.senado.gob.mx/comunicacion/fox/iniciativas.htm.
Esta situación es grave si se considera que gran parte de las reformas que necesita
el país (como las denominadas reformas estructurales) para proveerse de un marco
institucional que garantice condiciones más adecuadas para el desarrollo y el
crecimiento económico no han sido ya no digamos presentadas sino ni siquiera
debatidas ni consensadas para su presentación en los foros legislativos. El temor al
86
rechazo legislativo, las posturas sumamente encontradas sobre aspectos específicos
de los temas, así como el disímil orden de prioridades de los problemas no han
permitido una deliberación sobre los mismos. Situación que se ha vuelto crítica
en la actual legislatura LIX en donde, como se muestra en el cuadro 8, durante los
meses que lleva en ejercicio la nueva cámara de diputados ésta apenas a aprobado
el 20% del total de iniciativas presentadas por el ejecutivo federal.
Cuadro 8
Iniciativas aprobadas al Ejecutivo en el Congreso mexicano
LIX Legislatura (septiembre 2003-mayo 2004)
Cámara
Total de asuntos
Presentados
Iniciativas
presentadas por el
Ejecutivo
Iniciativas aprobadas
al Ejecutivo
Diputados
556*
21
4
* Incluye minutas.
Fuente: Elaboración propia con base en los datos que aparecen en la página de la Cámara de Diputados: www.cddhcu.gob.mx/
gp_iniciativas.html. y www.senado.gob.mx/comunicacion/fox/iniciativas.htm.
Este hecho era de esperarse luego de las relaciones difíciles que dejo la experiencia de
la legislatura LVIII y aún más si tomamos en cuenta los resultados electorales de las
elecciones federales para renovar el congreso en julio de 2003, así como los problemas
coyunturales en que se han enfrascado los actores políticos como sus representantes
en los órganos legislativos. En ese contexto es difícil que cualquier iniciativa del
ejecutivo federal pueda salir adelante. Además si la correlación de fuerzas al interior
del congreso hace difícil aprobar de manera unilateral cualquier iniciativa, el clima de
desprestigio mutuo a que han contribuido ambos poderes ha inducido a la existencia
de un ambiente de recriminaciones y rupturas entre los poderes y actores políticos.6
Estos diferendos se dieron en distintos momentos y niveles respecto a una variedad
de temas de la agenda política y legislativa (pero también la propia situación interna
de los partidos políticos no dejaba margen para expresiones unitarias). Un factor
determinante para dicha situación ha sido el nuevo papel que ha jugado el congreso
mexicano en la vida política nacional en los últimos años; es decir, no sólo se ha
convertido en un órgano que legisla sino también como espacio privilegiado para la
representación política y como fiscalizador del ejecutivo. No obstante, paradójicamente
estas nuevas actividades del congreso son paralelas al descrédito en que se encuentra
inmerso en la actualidad, como lo podremos ver a continuación.
6.
Por ejemplo, el presidente Fox afirmó que si el Congreso no aprobaba las reformas estructurales, como la energética,
telecomunicaciones, laboral y fiscal, la economía nacional no crecería, ni se crearían nuevos empleos: “En contraste, si el
Congreso da luz verde a esa reformas, el escenario cambiara sustancialmente de acuerdo con proyecciones del gobierno
federal”. Véase El Universal 12 de junio del 2002. Los legisladores, por su parte, rechazaron las afirmaciones del ejecutivo y lo
calificaron de incompetente en la conducción del país, además de acusar: “No hemos recibido las iniciativas de reformas de
los temas que el ejecutivo considera urgentes” Véase El Universal 13 de junio del 2002. Otro ejemplo de estas situación son las
que vertió sobre una negativa por parte del congreso a concederle permiso para ausentarse del país: “…hay quienes, por falta
de visión y por anteponer intereses partidistas a los intereses de la nación, no desean que México progrese. Tal parece que la
oposición se ha empeñado en que mi gobierno no cumpla con el cambio por el cual ustedes votaron”. Mensaje a la nación del
presidente de la república, Vicente Fox, 9 de abril de 2002. www.presidencia.gob.mx
87
3. Desencanto en la democracia
Un problema mayor de nuestra democracia mexicana lo constituye la percepción
que sobre tres aspectos relevantes de ella tienen los mexicanos, a saber: a)
desencanto con la democracia, o con su ejercicio; b) el alejamiento de los
ciudadanos de los asuntos públicos; y c) la pérdida de confianza y credibilidad
de las instituciones representativas de la democracia, en especial los partidos y
el congreso. Estas dimensiones no agotan ni son todas las posibles de escrutinio
sino son las más relevantes para nuestro propósito. Una de las características
más sobresalientes de los últimos tres años es sin duda el desencanto masivo
que expresan los ciudadanos mexicanos respecto a su democracia mexicana, o
más precisamente sobre el cambio político y alternancia. De tal suerte que en
la mayoría de las encuestas de echura nacional e internacional realizados en los
últimos años en el rubro de satisfacción e insatisfacción, los ciudadanos mexicanos
muestran altos niveles de desilusión. Como se muestra en el cuadro 9, a pesar de
que existe un amplio apoyo por la democracia en nuestro país, no sucede lo mismo
con la satisfacción con ella (véase cuadro 10). Los ciudadanos insatisfechos con
nuestra democracia se han incrementado sustancialmente bajo este gobierno de la
alternancia, cada año crece el número de ciudadanos insatisfechos.7
Cuadro 9
Preferencia democracia / autoritarismo
1999-2000
2001
2002
Democracia es preferible
45%
46%
63%
Da lo mismo
19%
14%
14%
Gobierno autoritario
34%
35%
20%
Fuente: Tomado de Francisco Valdés Ugalde y Anselmo Flores Andrade “Valoración de la democracia y alternancia política.
México antes y después del 200” Trabajo presentado al seminario internacional La democracia y la opinión pública en América
Latina organizado por Latinobarometro y Clacso,y celebrado los días 5-7 de diciembre del 2002 en Buenos Aires, Argentina.
Cuadro 10
Satisfacción con la democracia en México
1999-2000
2001
2002
Insatisfecho
61%
69%
81%
Satisfecho
36%
26%
17%
Fuente: Ibid.
7.
En este mismo sentido, de acuerdo a una encuesta nacional en vivienda realizada en el 2002, sólo un 32% de los entrevistados consideró
que el país está en general mejor que el año anterior frente a un 66% que la consideró igual o peor. En cuanto a la situación de su familia
un 28% expreso que mejor mientras que un 70% señaló que igual o pero. Véase Revista Este País, enero de 2003, p. 44.
88
Lo anterior no podía ser de otra forma si se toma en cuenta la serie de promesas y
compromisos expresados por el presidente Vicente Fox durante su campaña electoral
como al conocer su triunfo electoral el dos de julio del 2000. Después de un periodo
prolongado de un estilo de ejercer la política y acción del gobierno los ciudadanos ya
manifestaban un hastío con el statu quo y la clase gobernante, de ahí que gran parte
de las promesas expresadas por el candidato y presidente electo de Acción Nacional
calaron mucho en el animo de los ciudadanos que manifestaron altas expectativas
acerca de lo que haría el nuevo gobierno. De acuerdo a una encuesta realizada en la
ciudad de México cinco meses después de las elecciones del 2 de julio del 2000, las
opiniones favorables a Vicente Fox así como las expectativas sobre su gobierno eran
considerablemente altas (en una escala del 1 al diez, la otorgaron una calificación
de 7.71) en aspectos como mejorar las condiciones de vida, mejorar la calidad de la
educación, disminuir la seguridad pública y en confianza en su gabinete, entre otros:
“Cabe aclarar que la experiencia nos dice que una calificación media cercana al valor
7 o superior a éste es una calificación alta que muy pocas figuras gubernamentales
obtienen” (Covarrubias: 2001, p.44). Así, a pesar de una amplia lista de déficit sociales
y político (i.e. pobreza, impartición de justicia, seguridad, corrupción, etcétera) los
ciudadanos mexicanos manifestaron su apoyo al ejecutivo como a los titulares de la
administración pública que tomaron las riendas del aparato del Estado. No obstante
lo anterior, durante ese periodo de gracia en donde el bono democrático del gobierno
era cuantioso los problemas no sólo no se resolvieron sino que algunos incluso se
han acentuado, como lo veremos más adelante. El pobre desempeño institucional
y la precaria capacidad gubernamental mostrada hasta el momento (para generar
crecimiento económico, crear empleos y el aumento de la inseguridad pública) están
incidiendo considerablemente en las apreciaciones de los ciudadanos respecto a la
actuación del jefe del ejecutivo en la conducción del gobierno.
Por otro lado, el marco institucional imperante y los comportamientos estratégicos
mostrados por los actores políticos durante estos tres años se han convertido en
serios obstáculos para la estabilidad de nuestra incipiente democracia mexicana.
En particular, la estructura jurídico-política del régimen que se supone superado
se mantiene en la actualidad (Casar: 2003, p. 31) lo que motiva a los ciudadanos
a observar que las cosas no han cambiado suficientemente; además es dentro de
estas instituciones, normas y roles que la nueva distribución del poder político del
país actúa encontrando resistencias y vacíos para su acción.8 De tal suerte que la
nueva dinámica generada por la correlación de fuerzas no se corresponde con las
estructuras jurídico-políticas existentes incentivando más la parálisis y el conflicto
que a la cooperación. En tal contexto las apreciaciones y optimismo desarrollado
8.
Por ejemplo, no existe un mecanismo legal para solucionar el problema de no aprobación del presupuesto del país por parte de
los diputados en el periodo establecido por la constitución; la ausencia de una disposición legal que posibilite la continuidad
de la carrera parlamentaria contribuye a que las negociaciones de la agenda legislativa se supedite a coyunturas electorales y/o
políticas, además de evitar la profesionalización del proceso legislativo; asimismo, la permanente actividad electoral del país
genera más estímulos para los desacuerdos entre los actores políticos que para los acuerdos.
89
por los ciudadanos, alentados por los propios líderes políticos, se han topado con
inercias estructurales y límites coyunturales que hasta la fecha han impedido la
satisfacción de parte de las promesas empeñadas.
En ese sentido, a pesar de que Vicente Fox arribó a la presidencia de la república
con un optimismo desbordado compartido por amplios sectores de la sociedad
debido a su impericia en la conducción del país el bono democrático se diluyó
rápidamente. A lo anterior a contribuido sin duda la postergación de los cambios
y reformas prometidas, y en su lugar a realizado algunas modificaciones tímidas
que no han impactado en el imaginario colectivo; de igual forma su obstinada
actitud de no realizar ningún cambio tanto en su equipo gubernamental como
en su estrategia política a pesar de mostrar fallas evidentes en ambos frentes.
Este creciente desencanto también ha tenido consecuencias en el ámbito
electoral, como en el aumento del abstencionismo9 y en el desprestigio de la
política.10 De ahí que no deba de sorprendernos los datos que en los últimos
meses arrojan las encuestas nacionales sobre la salud de nuestra democracia y
sus instituciones. Respecto a esto último, cabe mencionar que las instituciones
en la democracia cuentan con una valoración de confianza muy precaria, como
se observa en el cuadro 11 los partidos políticos, seguidos del poder judicial, son
valorados como los menos confiables por los mexicanos. Por el contrario, dos
instituciones tradicionalmente no democráticas, como la iglesia y el ejército,
cuentan con un alto grado de confianza, 53% y 42% respectivamente.
Cuadro 11
Confianza en las Instituciones
1999-2000
2001
2002
Iglesia
75%
55%
53%
Televisión
37%
54%
39%
Policía
35%
15%
12%
FF.AA.
51%
40%
42%
Gobi / presi
44%
35%
19%
Poder judicial
41%
23%
17%
Congreso nac
35%
25%
24%
Partidos
34%
22%
12%
Personas
34%
36%
22%
Fuente: Op. Cit.
9.
En México los índices del abstencionismo se han incrementado en los últimos procesos electorales federales. En 1997 la cifra
fue de 42.3%; en el 2000 se redujo a 36% y en 2003 alcanzo la cifra de 58%. No obstante lo anterior, abstencionismo es un
fenómeno multifactorial que afecta tanto a democracias en proceso de consolidación como aquellas de más larga data; de
acuerdo a un reciente estudio en América Latina es común que casi un 40% de la población en edad de votar se abstenga de
hacerlo en las elecciones (Payne, Zovatto, Carrillo y Allamnd, 2003, p. 65).
10 . De echo puede generar un ciclo de deterioro “…la desilusión ante el desempeño de la clase política sirve como caldo de cultivo
de una mayor desconfianza y distanciamiento de la política que reduce aún más la participación y los incentivos para un buen
desempeño. El desencanto con los actores e instituciones democráticas puede abrir las puertas del poder para que dirigentes y
movimientos gobiernen sin apego a la constitución” (Payne, Zovvato, Carrillo y Allamand, 2003, p. 51).
90
Respecto al congreso mexicano la pobre valoración que los ciudadanos le otorgan
resulta preocupante dado el papel relevante que ha tenido en los últimos años
en la definición de la política nacional. Es decir, la importancia creciente que ha
tenido el congreso en las últimas dos legislaturas no se ha correspondido con una
valoración positiva sobre su papel, actividades y desempeño. De acuerdo a un
estudio elaborado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la
Cámara de Diputados de la LIX Legislatura, a pesar de que el 91% de los mexicanos
consideran muy o algo importante para el país la existencia de la Cámara para
la democracia sólo cinco de cada diez ciudadanos dicen estar interesados en
los asuntos que se discuten en ese órgano legislativo. Si bien es cierto que la
poca confianza que los ciudadanos le otorgan al congreso mexicano se inscribe
dentro de un panorama general de desconfianza hacia la Política y los políticos, el
escaso conocimiento sobre sus actividades, así como el pobre desempeño que los
ciudadanos perciben de sus tareas legislativas parecen contribuir enormemente
a esa imagen negativa que los ciudadanos tienen de él. Por ejemplo, de acuerdo
al estudio ya mencionado de la Cámara de Diputados, se señala que más de la
mitad de la población (53%) no conoce cuántos diputados integran ese órgano
legislativo y el 60% de los mexicanos no sabe cuál es la función de un diputado
federal. De igual forma, a diciembre de 2002 el 65% de los ciudadanos no sabía
cuanto tiempo duran los diputados en su cargo.
Aún más grave es el hecho a pesar de que un 47% de los mexicanos consideran
necesarios a los partidos políticos, de acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional
sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la Secretaría de Gobernación,
Conociendo a los ciudadanos mexicanos 2003, el 93% de los ciudadanos
considera que ningún partido político le ha ayudado a mejorar sus condiciones
de vida; y lo que es un dato mayor, el 52% de los ciudadanos considera que al
elaborar las leyes los diputados toman más en cuenta los intereses de sus partidos,
un 13% contesto que el interés particular del legislador; igual porcentaje afirmó
que los intereses del presidente de la república y sólo un 14% consideró que los
intereses de la población. En síntesis, el Congreso y los partidos que son el cauce
natural de representación en las democracias modernas no están cumpliendo su
cometido, por lo que en lugar de afianzar sus vínculos y representación con los
ciudadanos están justamente logrando lo contrario.11 De ahí que no debería de
sorprendernos la poca confianza que los ciudadanos les otorgan ni tampoco en
relación al bajo nivel de aprecio de las actividades que realizan.12
11. Desde otra perspectiva de análisis, esta situación podría suponer que los ciudadanos no logren observar una eficacia social de los
resultados de la toma de decisiones del congreso, aunque si pudiera serlo desde la visión de los actores (Colomer y Negretto: 2003).
12. En un estudio elaborado por el Centro de Investigación y Docencia Económica sobre el desempeño de la actual Legislatura de la
Cámara de Diputados se confirma la baja asistencia a reuniones de comisiones por parte de los legisladores y se subraya que la
carga de trabajo legislativo se concentra en un grupo muy pequeño de comisiones por lo que el resto de ellas tiene escasa actividad
y su contribución al trabajo legislativo es marginal. www.cide.udu/Reporte%202%20EvaluacionDesempenoLe%5B1%5D.pdf
91
Por otra parte, de acuerdo a esa misma encuesta, el desinterés por la política y
los asuntos públicos continúa siendo precario en nuestro país. Un 87% de los
mexicanos están poco o nada interesados en la política. El doble de lo que arrojó la
Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2001, en esa ocasión
los que manifestaron estar poco o nada interesas en la política fueron (42%). Esta
última encuesta también mostró que los mexicanos hablan poco de política (44%
dice no hablar de ella) y una mayoría (78%) afirmó no haber leído las noticias
políticas durante la semana previa al momento de entrevistarlos. Igualmente,
la sociedad mexicana mostró un nivel sumamente alto de desinformación y
conocimientos políticos, el 95% manifestó conocer poco o nada sus derechos
establecidos en la constitución (Valdés y Flores: 2000, p.23). Lo anterior es grave
si como argumenta una publicación reciente del BID “la base de un buen gobierno
reside en una ciudadanía bien informada y altamente participativa”.13
En cuanto a la percepción de lo ciudadanos con el ámbito del derecho y respeto
a las leyes cabe mencionar que una mayoría relativa (58%) de mexicanos
consideran que la corrupción se ha incrementado y un 68% de los ciudadanos
señaló que la corrupción es tanto de los políticos como de los ciudadanos,
mientras que un 43% cree que ni los gobernantes ni los ciudadanos respetan las
leyes (Valdés y Flores: p.26). Si estos datos no son suficientes cabe mencionar
que de acuerdo a la Encuesta Conociendo a los ciudadanos mexicanos 2003, el
63% de los mexicanos considera que las leyes en nuestro país se aplican para el
beneficio de unos cuantos; mientras que un 40% afirma que en su experiencia
las leyes se usan para defender los intereses de la gente con poder y un 14%
considera que como pretexto para cometer arbitrariedades. Por lo anterior,
podemos decir que existen escasos incentivos institucionales y políticos para el
fortalecimiento del Estado de derecho y de una cultura de la legalidad.
Interiorizar y afianzar en los ciudadanos y las elites dirigentes comportamientos
acordes a los valores democráticos se torna apremiante para no continuar
generando condiciones que en combinación con otros elementos generen altos
grados de inestabilidad política y social. Por ello, también es apremiante no sólo
la construcción de un marco institucional de carácter netamente democrático
sino fundamentalmente que éste sea legitimado y aceptado por los actores
políticos relevantes; sin estos grandes factores (instituciones, procedimientos
y comportamientos) la democracia mexicana distará mucho de madurar y
afianzarse en la vida política nacional del país.
13. Payne, Zovatto, Carrillo, Allamand, 2003, p. 51.
92
Conclusiones
Los problemas que presenta nuestra incipiente democracia mexicana son
compartidos por otras naciones de América Latina generadas que enfrentan
los desafío afianzamiento y consolidación de sus regímenes democráticos. En
ese sentido, los fenómenos de desafección política, corrupción, desencanto
ciudadano con sus gobiernos, problemas de la relación dinero y política,
descrédito de partidos y congresos, etcétera son comunes en la mayoría de
los países con democracias de larga data como los en ciernes (PNUD, 2004).
Obviamente, las democracias en proceso de fortalecimiento presentan con
mayor intensidad y frecuencia esos fenómenos (Carrillo: 2001). En México,
como ocurrió en otros países de la región, el bono democrático, la luna de miel,
del primer gobierno democrático con la ciudadanía no duró mucho tiempo, el
desencanto ciudadano y el malestar social no tardaron en expresarse bajo una
diversidad de modalidades. Lo anterior en gran medida por el pobre desempeño
que a juicio de la sociedad ha mostrado el gobierno de la alternancia; en ese
sentido más allá de las expectativas ciudadanas y su correspondencia con el ideal
democrático, creemos que han sido las estrategias y las decisiones del ejecutivo
federal en turno las que han incidido en el desempeño gubernamental. Esta
situación ha sido agravada por la ausencia de instituciones y mecanismos
institucionales que, por un lado, posibiliten la cooperación entre los actores
e instituciones y en consecuencia la resolución de los problemas in situ que se
presentan en el proceso político mexicano; por otro lado, para que restringa
posibles márgenes de discrecionalidad por parte de los políticos y gobernantes
en la resolución de los problemas. No obstante, en ese desencanto ciudadano
también ha contribuido la actuación de las fuerzas políticas con representación
parlamentaria como los principales actores políticos. Los comportamientos y
actitudes mostradas por el conjunto de actores (sociales y políticos) no han
sido el adecuado desde la perspectiva de los ciudadanos para poder destrabar
el entuerto en que se encuentra actualmente la democracia mexicana. En ese
tenor, si la consolidación de la democracia dependiera del desempeño del
gobierno y la evaluación de sus instituciones la democracia mexicana no
tendría muchas posibilidades en el corto plazo.
La confianza y credibilidad en las instituciones y los políticos es fundamental
para la toma de decisiones por lo que de continuar los bajos índices de
aprobación y credibilidad que la ciudadanía les otorga no podemos esperar
determinaciones en las cuestiones fundamentales (reformas energética, laboral,
reforma del estado, etc.) y mucho menos que sean puestas en práctica en el
corto y mediano plazo. Un golpe de timón es necesario, tanto en las estrategias
como en los comportamientos de los actores, de lo contrario de persistir la
falta de confianza en los políticos y en las instituciones el alejamiento de
93
los ciudadanos de la política aumentará y socavará el fortalecimiento de la
democracia y en consecuencia su supervivencia. No obstante, a pesar de las
insuficiencias institucionales y de desempeño los déficit en las diversas materias
y ámbitos señaldos líneas arriba son parte del proceso de reconfiguración y del
nuevo equilibrio del poder político en México que auguran un contexto más
propicio para su enderezamiento que uno hacia el retroceso.
94
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