En esos primeros años 20, además del fútbol a los coruñeses les

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En esos primeros años 20, además del fútbol a los coruñeses
les gustaba pasear por la calle Real, disfrutar de animada charla en el Café-Bar Galicia –inaugurado en los bajos del clásico
Hotel Ferrocarrilada-, tomar las aguas en la Casa de Baños “La
Primitiva” y deleitarse con alguna que otra pícara película en
el “Salón Victoria”. Porque comenzaba una época de desenfreno, alegre, divertida, abierta a las innovaciones musicales, al
charleston y al jazz. Se organizaron bailes en el Sporting Club
y La Coruña se contagió de la pasión de conducir (1.000 automóviles matriculados en la provincia en el verano de 1923).
Con ocasión de la fiesta del Apóstol, el entonces aspirante a
dictador Miguel Primo de Rivera se acercó por unas horas a
la ciudad. Fue recibido con desorbitado entusiasmo popular
y miles de coruñeses se echaron a la calle para ver, en vivo al
futuro “Cirujano de Hierro”, al salvador de la Patria, al hombre
que habría de sacar a España del atolladero con su célebre
“a mi no me borbonea nadie”. “Primo se paseaba por el Cantón seguido de la gente, buscando y provocando los aplausos,
como los toreros”, contará años después Manuel Azaña (que se
encontraba por aquellos días de turismo en la ciudad) a su cuñado Rivas Cherif. Era esa la Galicia urbana de la Dictadura, la
de la burguesía adinerada que descansaba en Mondariz, la de
la nueva oligarquía de militares, agrarios y mauristas. La de muchos coruñeses que cada tarde de fútbol, disfrutaban de un Deportivo de La Coruña llamado a convertirse en el buque insignia
de la ciudad y que en esas fechas, se preparaba para afrontar
con fuerza una nueva edición del Campeonato Gallego.
Miguel Primo de Rivera Visitó la ciudad herculina en los primeros años
veinte y fue recibido entre un gran entusiasmo popular
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