Cambios y continuidades en torno a la coparticipación federal

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V JORNADAS NACIONALES DE INVESTIGADORES DE LAS ECONOMÍAS
REGIONALES
14, 15 y 16 de septiembre de 2011 -Universidad Nacional de La Pampa, Facultad de
Ciencias Humanas - Santa Rosa, Provincia de La Pampa
Cambios y continuidades en torno a la coparticipación federal de impuestos de
Argentina. Un aporte al debate desde la visión de Dorrego.
Ariel García
Edgardo Riera
“La vida de Dorrego habría de dejar para la
posteridad una lección y al mismo tiempo un
llamado que aún no ha sido recogido con
plenitud. Sus intervenciones parlamentarias y
sus escritos periodísticos, despojados de la
polémica
circunstancial,
contienen
los
fundamentos teóricos de nuestro federalismo
(Carretero, 1968: 83).
“Es el artista del desorden, cediendo tal vez a
necesidades de su organización; sin oídos en
el alma, con la sonrisa sincera en los labios y
sin la conciencia verdadera de la tendencia
subversiva de sus actos, él mismo se exalta y
se embriaga envolviéndose cada día en el
formidable ruido que ha promovido a su
rededor” (Nicolás Avellaneda, citado en
Carretero, 1971: 11).
I. Perspectivas federalistas en Dorrego......................................................................................... 2
1. Presentación...................................................................................................................... 2
2. Porqué Dorrego ................................................................................................................. 3
II. Antecedentes teóricos .............................................................................................................. 6
1. Federalismo y descentralización: divergencia y complementación................................... 6
2. Cooperación político-financiera entre ámbitos estatales ................................................. 8
III. De la teoría a la práctica. Experiencias en relaciones fiscales inter-jurisdiccionales ............. 10
IV. Reflexiones sin ánimos de conclusión................................................................................... 17
Bibliografía .................................................................................................................................. 18

Doctor en Geografía (UBA), Magíster en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO) y Profesor en Economía
Social (UBA). Desempeña sus labores de investigación en el CEUR-CONICET. Correo electrónico:
[email protected]

Licenciado en Sociología (UBA) participa de proyectos de investigación en el CEUR-CONICET. Correo
electrónico [email protected]
I. Perspectivas federalistas en Dorrego
En este apartado interesa abordar, a) las características generales del trabajo
-justificación, objetivos y organización-; y b) elementos significativos del pensamiento
de Dorrego que podrán servir para observar aspectos de la coparticipación federal de
impuestos.
1. Presentación
En días en el que el revisionismo histórico ha logrado un alcance poco antes
imaginado, resulta interesante traer a la luz el aporte de Dorrego, un líder olvidado
tanto por la historia oficial como por gran parte del revisionismo. Volver a sus
intervenciones en el Congreso Nacional resulta una tarea que intenta trascender el
valor testimonial y servir de nexo con el presente. Dorrego ha sido un convencido
federalista que a la doctrina de esta organización estatal unió su militancia y rol político
en temas que cobran renovada trascendencia.
Especialmente, se trata de pensar en “clave dorreguiana” la inevitable discusión en
torno a la coparticipación federal de impuestos. Intentar trasladar automáticamente el
pensamiento de Dorrego al debate actual en torno a la generación, distribución y
ejecución de recursos fiscales federales resulta una tarea sin sentido. Desde las
décadas de 1820 y 1830 hasta la actualidad -2011- discurrieron procesos de ruptura,
continuidad y cambio que harían impensable una traslación acrítica de los argumentos
expresados hace 180 años. Sin embargo, en los discursos de Dorrego como Diputado
por la Provincia de Santiago del Estero es posible encontrar claves con las cuáles
pensar la situación relativa a la demorada discusión sobre una nueva legislación en
torno a la coparticipación.
El objetivo del trabajo es aportar elementos de la doctrina federalista de Dorrego a
la discusión sobre la coparticipación federal de impuestos. Para ello, se ha recurrido a
fuentes de información centralmente secundarias (estadísticas, normativas,
periodística especializada y académica). En cuanto a esta última, su búsqueda e
identificación fue realizada tanto en sitios de Internet pertenecientes a organismos
ligados con la temática como en las bibliotecas de FLACSO Buenos Aires, del Instituto
de Geografía y del Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires y del Centro
de Estudios Urbanos y Regionales -CEUR-, como en ámbitos ligados con el diseño,
ejecución y monitoreo de políticas públicas.1 En relación a la legislación, se acudió a
la que entiende en materia de distribución de recursos públicos.
El artículo se organiza en cuatro apartados. En el primero se plantean ideas de
Dorrego en torno al funcionamiento de un sistema federal, considerando
especialmente aquellos elementos útiles para la comprensión de la experiencia
argentina. En el siguiente apartado, se exponen antecedentes teóricos a través de los
cuáles pueden recuperarse los aportes de Dorrego en el devenir de la coparticipación
federal de impuestos. En el tercero, se expone y explica especialmente la dinámica
-continuidades y cambios- histórica y actual de las diversas formas de coparticipación.
Por último, se plantean las conclusiones del trabajo.
1
En especial, las fuentes de información consultadas han sido de origen: a) internacional (Instituto
Nacional de Ecología-México-, Programa de Descentralización del Estado y Desarrollo, Universidad de
Alcalá-Madrid-; b) nacional estatal (Subsecretaría de Relaciones con las Provincias, Dirección Nacional de
Coordinación Fiscal con las Provincias, INDEC -Instituto Nacional de Estadística y Censos -los tres
citados se hallan en la órbita del Ministerio de Economía y Finanzas-, la Subsecretaría de Asuntos
Municipales del Ministerio del Interior y la Instituto Nacional de la Administración Pública -INAP de la
Jefatura de Gabinete de Ministros); c) nacional no estatal (ASAP -Asociación Argentina de Presupuesto y
Administración Financiera Pública; CIPPEC -Centro de Implementación de Políticas Públicas para la
Equidad y el Crecimiento-, CEFED -Centro de Estudios Federales-, CECE -Centro de Estudios para el
Cambio Estructural-, FIEL -Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas-; y TOP -Centro
de Desarrollo y Asistencia Técnica en Tecnología para la Organización Pública-).
2. Porqué Dorrego
Dorrego ha sido un propulsor de la organización estatal federal2 por entender que era
un sistema tendiente a amalgamar facciones diversas -para las cuales la entonces
novedosa forma de organización resultaba potencialmente favorable- y a través del
cual se podría optimizar el uso de recursos fiscales, posibilitados por incrementos de la
riqueza generada y de la población. En palabras de Carretero (1968: 83),
“ninguno antes que él formuló [los fundamentos teóricos de nuestro federalismo] con tanta
claridad ni precisión. Los que le siguieron retomaron su verbo y sus ideas. Han sufrido
modificaciones que el tiempo impuso, pero la raíz sigue siendo el pensamiento de Dorrego.
De allí la importancia de sus intervenciones en el Congreso, defendiendo los derechos del
ciudadano, asentado en la soberanía del país, protegiendo las regiones del interior del
poder avasallador de la ciudad-puerto”.
En tal sentido, Dorrego expone en sus discursos ante el Congreso Nacional desde
una visión en el que las definiciones políticas -independencia, soberanía, autonomíason las que ordenan las cuestiones económicas. De tal forma, el Diputado posee una
visión en el que federalismo sirve como herramienta de emancipación de intereses
extranjeros. Entre las herramientas que destaca se encuentra la posibilidad de
sobrellevar la deuda pública -que por aquel entonces había adquirido una dimensión
significativa en relación a la economía de las provincias que se federaron (ver p.e.
Carretero, 1971: 25-38). E incluso, Dorrego había esgrimido la posibilidad de
instrumentar un fondo destinado a mejorar las ventajas económicas. Quizás se trate
de un antecedente de la coparticipación, con más de un siglo de antelación
(Guglielmino, 1980: 174-175).3
Como se desprende de la relación estratégica entre economía y política, el
federalismo argentino era propuesto como un intento de generar bases sólidas en las
relaciones entre las provincias. Este intento colisionaba con:
“la burguesía ilustrada en ascenso que pretendió otorgar a las Provincias Unidas del Río de
la Plata una organización política copiada de las europeas vigentes en la década del 10 al
20, pero que tropezó de inmediato con la realidad económica y social de los regionalismos
que tomando el nombre de federalismo, combatieron en el plano militar y político esas
aspiraciones (…) La contradicción de la corriente ideológica ilustrada (…) [consistía en que]
mientras en el plano de la política y de la educación aplicaba los adelantos más recientes,
en el plano de las condiciones materiales de los trabajadores y de la economía en general,
conservaba el paternalismo post-feudal o semi-capitalismo” (Carretero, 1971: 12).
En el marco económico de mediados de siglo XIX, el libre-cambio -antecedente
directo del pretendido estado ausente- tuvo implicancias gravosas para lo que
actualmente podría denominarse “economías regionales”, así como para las
incipientes industrias localizadas en distintas áreas. Esta situación beneficiaba a los
comerciantes-importadores, aunque reducía significativamente las posibilidades de
generar un ahorro nacional (ibídem: 13). En tal contexto,
2
El término federalismo deviene del latín, aunque se encuentran divergencias respecto a cuál es su
etimología. Para Bou i Novensá (2005: 2) tiene su raíz en la palabra foedus (contrato, tratado o convenio)
mientras que según Riccheri y Tobar (2003: 16) se origina en la noción de fidelis (confianza).
3
“Pasaré ahora a lo que se ha dicho sobre la falta de recursos. Yo pregunto: ¿se han deslindado hasta
ahora o han organizado en la mayor parte de las provincias las rentas que pueden dar? (ibídem: 175176). No, señor, si ellas se deslindasen bajo el sistema federal se vería que tienen suficientes recursos.
Por otra parte, ¿la riqueza y la población no van en aumento? Si hoy se encuentra que hay un pequeño
déficit, mañana habrá algún sobrante. Nos ha arredrado nuestra revolución en el caso en que nos
hallamos por estar igualadas las entradas con las salidas. Pero se ha pasado a pesar de que no se podía
creer, porque se ha dicho, esto no es común ahora, y metodizándonos debemos esperar en adelante que
haya rentas suficientes para sostener no solamente a los empleados públicos, sino también para
amortizar nuestras deudas y aún para establecer un fondo que nos ponga en aptitud de entablar
proyectos de lujo que nos proporcione ventajas” (Guglielmino, 1980: 176).
“La resistencia y la lucha de los grupos del interior respondió a un contenido económico y
social, que se manifestó en el plano de lo político con el nombre de federalismo. Las cartas
de Estanislao López, Francisco Ramírez, José Artigas y posteriormente Pedro Ferré, dan
cuenta de que se oponen a ser mandados política y económicamente por Buenos Aires,
desde el momento que esa dependencia significaba la muerte material de las poblaciones al
quedar sin ocupación útil por la introducción masiva y barata de elementos maquinados por
Inglaterra, Francia, los Estados Alemanes y Norteamérica” (ibídem).
Por lo antedicho, podría pensarse que la propuesta federal se presentaba como una
oposición “progresista” a Buenos Aires. Sin embargo, al reclamar la nacionalización de
la aduana esta orientación política se ponía en duda, puesto que se terminó por
aceptar una coparticipación parcial de la riqueza de la misma.4 Esta asociación podría
haber terminado por reforzar la hegemonía de Buenos Aires por sobre el resto de las
provincias (ibídem).
Considerando el citado contexto histórico, el pensamiento político de Dorrego
puede ser abordado a partir de dos ejes conceptuales que conforman su particular y
compleja estructura ideológica.
El primero consiste en una concepción política significativamente humanista que se
traduce en principios de igualitarismo democrático y se manifiesta en su convicción y
defensa de la universalidad de derechos de ciudadanía. En efecto, desde una
concepción radical e inusual para su época Dorrego defiende en su labor como
legislador el derecho al voto de los sectores históricamente postergados (analfabetos,
deudores, vagos y “mal entretenidos”, domésticos, peones y soldados) cuando rebate
la propuesta del representante por el unitarismo Manuel Antonio Castro quien sostenía
la importancia del voto calificado para evitar el voto clientelístico de los domésticos que
obedecerían la insinuación de su patrón por temor a ser expulsados y perder la
subsistencia (Carretero, 1968: 88-89).
Décadas antes de que Sarmiento sistematizara en su célebre “Facundo” la noción
de “civilización y barbarie”, Dorrego enfrenta el prejuicio que da origen a la “madre de
todas las zonceras” (Jauretche, 1973) y que a lo largo de la historia argentina atraviesa
la dinámica política y cultural. Para ello, despliega una precisa y eficaz argumentación
que se sustenta en la idea de inclusión social a través del reconocimiento de los
derechos de ciudadanía plena, en este caso a través del sufragio. Su énfasis está
puesto en la asimetría de derechos y obligaciones cívicas entre los sectores populares
tradicionalmente marginados y la clase privilegiada.5
El segundo eje de nuestro análisis, consiste en la concepción de Dorrego en torno a
la organización federal del Estado consecuencia del concepto de “ciudadanía” a partir
del reconocimiento de la dignidad de las personas y de la igualdad de derechos
sociales, y que aquí devienen en la noción de “voluntad general” y en los principios de
autonomía y soberanía de las provincias, reconociendo en todas y cada una de ellas
los mismos derechos constitutivos que los de los individuos que las conforman:
4
“Ejemplo de ello son el Tratado de Pilar, concretado sobre la base de armas y dineros; el Tratado de
Benegas, rubricado con 25.000 vacas y el Tratado del Cuadrilátero, en que cada contratante quedaba
librada económicamente a sus propios recursos” (Carretero, 1971: 13).
5
“¿Y es regular que en una sociedad como ésta una vigésima parte de ella sea sola la que determina
sobre las demás? ¿Cómo se pude permitir esto en el sistema republicano? Esto es barrenar la base y
echar por tierra el sistema. Pero no se ha contestado lo que ha dicho el otro señor diputado. Estos
individuos son los que llevan con preferencia las cartas más principales del Estado. ¿Y se les ha de echar
afuera de los actos populares, en donde deben ejercer sus derechos? ¿Es posible que sean buenos para
lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones? Esta
disparidad no se puede concebir en nuestro sistema. ¿Qué independencia es la que se necesita? Una
independencia tal, que no pueda haber una coacción o violencia respecto del individuo que sufraga […] si
se excluye a los jornaleros, domésticos asalariados y empleados también ¿entonces quién queda? Queda
cifrada en un corto numero de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del
dinero y si esto es así, podría ponerse en giro y mercarse” (Carretero, 1968: 88-89, cursivas propias).
“Se dice que todos los gobiernos son igualmente buenos; pero es mejor para el país,
estrictamente hablando, aquel que sea la expresión del voto público, y que está más en
contacto con el pueblo, o para hacer su felicidad, o para conocer los males que se sienten y
poderlos remediar” (Brienza, 2007: 248).
Durante su exilio de 1816 en Baltimore -Estados Unidos- Dorrego había tomado
contacto con el ideario de Hamilton, Madison y Jay. De ese modo, se nutrió de los
principios republicanos liberales y de la organización política federal, a través de la
lectura de El Federalista. Así, el diputado construyó una convicción política localista
que reivindica el reconocimiento de los derechos de todas y cada una de las provincias
como unidades inescindibles y fundacionales de la Nación, así como portadoras de
derechos plenos de soberanía.
Al proponer una igualdad en términos políticos, Dorrego no desconoce la manifiesta
desigualdad económica existente entre las provincias y la ciudad-puerto de Buenos
Aires. En este sentido, pretende armonizar y equilibrar el desigual desarrollo de las
mismas concibiendo un sistema de regionalización territorial por cercanía geográfica
que articula localismo con solidaridad recíproca entre los estados miembros. Esta idea
práctica de solidaridad territorial intenta propender a la disminución de la asimetría
económica entre dichas unidades territoriales mediante la conformación de
jurisdicciones regionales viables por oposición al centralismo unitario basado en la
especulación financiera y aduanera.
Resulta importante observar la distinción que hace entre los conceptos de
“sujeción” y de “concurrencia” (asociativa). En el primer caso el término denota la
noción de sometimiento de una provincia a manos de otra con la consecuente
afectación de sus derechos soberanos; por el contrario, el término “concurrencia”
implica una asociación simétrica a partir de un reconocimiento mutuo entre dos o más
provincias como entidades soberanas, condición sine qua non de toda concertación de
pactos, acuerdos e intercambios de beneficios y obligaciones (Romero Carranza, et.
al. 1993: 57-58).
Los ejes planteados, el igualitarismo y el federalismo, han sido elementos presentes
en las acciones de gobierno, cuando Dorrego desempeñó sus funciones en el poder
ejecutivo. Se centró en una decidida protección en favor de las clases populares más
postergadas. Para ello, estableció medidas tanto desde lo económico -fijando precios
máximos sobre los artículos de primera necesidad (pan y carne) y prohibiendo el
monopolio de su comercio- como desde lo social -suspendiendo medidas arbitrarias
que avasallaban los derechos de las personas, tal como el reclutamiento forzoso-.
La particular elaboración del pensamiento político de Manuel Dorrego resulta hasta
nuestros días un digno objeto de análisis ya que conjuga elementos de las más
diversas tradiciones filosófico-políticas aparentemente incompatibles. De este modo,
conforma un complejo núcleo doctrinal que conlleva al cuestionamiento de las
tradicionales formas de estructuración ideológica de los partidos y corrientes políticas
que se irían conformando a lo largo de la historia argentina. Así, el pensamiento
dorreguista se permite ser liberal pero nacionalista, federal pero porteño, ilustrado pero
popular, nacionalista pero democrático y republicano, localista pero profundamente
americanista (Brienza, 2007) ofreciendo una matriz de pensamiento político que se
relaciona intrínsecamente con las condiciones históricas, geográficas, sociales y
económicas de Argentina.
Por lo expuesto hasta aquí, se considera que los contenidos desplegados ofrecen
perspectivas significativas para entender el porqué recurrir a las ideas de Dorrego.
Esta cuestión ha llevado a plantear una discusión en torno a la coparticipación federal
de impuestos, considerando las ideas de Dorrego en torno al funcionamiento de un
sistema federal. En las formas y magnitudes de distribución de recursos fiscales
posiblemente puedan observarse las evidencias más palpables sobre las
particularidades de todo arreglo federal. En este sentido, las nociones de Dorrego
pueden arrojar luz sobre aspectos que, a nuestro juicio, no han sido lo suficientemente
explorados en el debate sobre una nueva ley de distribución de los impuestos
nacionales. No obstante, como paso anterior al abordaje del devenir de la
coparticipación, resulta necesario exponer elementos teóricos relativos al tema aquí
planteado
II. Antecedentes teóricos
En este apartado desarrollamos las dimensiones teóricas a partir de las cuales
analizamos el contexto empírico de la investigación. Específicamente, nos centramos
en: a) la temporalidad del par descentralización/recentralización; y b) la cooperación
política y financiera entre ámbitos en un estado federal.
1. Federalismo y descentralización: divergencia y complementación
Federalismo y descentralización son conceptos que suelen emplearse
indistintamente, en parte debido a las intersecciones existentes entre ambos (Alvares
Affonso, 2000: 9). Consideramos que para diferenciarlos es importante definirlos. En
cuanto a federalismo, este es un concepto que refiere a las organizaciones políticas
que combinan el auto-gobierno de las unidades constituyentes -provincias, estados,
länders, etc.- con el gobierno compartido. Por ende, federalismo implica
simultáneamente la unidad nacional del estado6 y la autonomía política de sus
entidades constitutivas (Watts, 1999 y 2001; citado en Bou i Novensá, 2005: 2; Elazar,
1987: 33).
Gibson (Pfr. 2004: 4-5) halla dos grandes modelos analíticos sobre federalismo.
Uno que asemeja este a la descentralización y otro que lo entiende como alianza o
unión. El primero define al federalismo como un conjunto de prácticas políticoinstitucionales que tienden a la descentralización de actividades políticas y
económicas en determinado territorio nacional. Por ende, aquí federalismo es
comprendido más como sinónimo de descentralización que como un orden
constitucional o arreglo político particular. Lijphart (1984, citado en Souza, 1998: 3)
critica este modelo al indicar que la descentralización no es una condición necesaria ni
suficiente para el federalismo, a pesar de que este se encuentra generalmente
acompañado de una autonomía sustancial entre los miembros que adoptan este
arreglo político-institucional. El segundo modelo analítico hace hincapié en la
etimología de federalismo, bajo la cual es posible caracterizar la estructura
organizativa de diversos arreglos federales particulares. Para esto, se indaga la
situación de un determinando país (para lo cual se aborda la relación entre länders,
oblasts, estados o provincias, según sea el caso) o bien la diversidad de arreglos
federativos tales como las uniones, confederaciones y/o consociaciones. Los trabajos
que responden al segundo modelo indagan en las características de la unión entre las
entidades subnacionales componentes, problematizando respecto al mantenimiento de
la integridad nacional vis a vis el sostenimiento de la autonomía subnacional (Gibson,
2004: 5).
6
En esta investigación definimos al estado como “la comunidad humana que en el ámbito de determinado
territorio (aquí “el territorio” es el elemento diferencial) requiere exitosamente como propio el monopolio de
la violencia física legítima (…) El Estado se presenta como la única fuente del “derecho” a la violencia. De
este modo, estableceremos como significado de la política la aspiración a participar en el poder o a la
aspiración a influir en el reparto del poder entre los diversos estados, o, en el interior de un mismo estado,
entre los diversos grupos de individuos que lo constituyen” (Weber, 2006: 9). En idioma español, la
noción de estado se confunde con la de gobierno -en inglés norteamericano a esta se la conoce también
como administration-. Aquí definimos gobierno como el conjunto de personas que ejercen el poder
político a través de órganos estatales, desde los que determinan la orientación política de un estado y una
sociedad (Ciudad Política, 24-10-2007). Por último, cabe agregar que para referirnos a las vinculaciones
entre ámbitos de gobierno empleamos indistintamente las palabras inter-jurisdiccional e intergubernamental, a efectos de no reiterarnos excesivamente.
Por su parte, la descentralización es definida como un conjunto de políticas públicas
orientadas a aumentar el poder, la autonomía de decisión y el control de los recursos,
las responsabilidades y las competencias locales de ámbitos subnacionales y
municipales en detrimento del nacional (Falleti, 2004a: 20; Katorobo, 2004: 4). Sin
embargo, como sucede con el concepto de federalismo, con una misma denominación
suelen englobarse procesos disímiles. Por ende, es previsible que desde diferentes
orientaciones
político-ideológicas
o
analítico-metodológicas
al
término
descentralización se le confieran significados heterogéneos y hasta opuestos (Pfr.
Alvares Affonso, 2000: 5).
Un conjunto de autores (ibidem: 34-38; Rowland, 2003: 42-43; Wilson, 2006: 12 y
Gibson, 2004: 4-5) discuten la relación entre federalismo y descentralización. Elazar
(1987: 34-36) sostiene que las organizaciones estatales federales son nocentralizadas por definición. Según este autor, el término descentralización es
erróneamente asociado a dichas organizaciones, porque -como observamos- implica
una autoridad central con la potestad para centralizar o descentralizar.
Consecuentemente, en regímenes federales es posible pensar en no-centralización
porque las unidades componentes poseen autonomía propia y sólo transfieren ciertas
actividades hacia el ámbito federal -p.e. comercio exterior, moneda y defensa- o
comparten la gestión de otras. Este hecho imposibilita una relación jerárquica como la
existente en estados unitarios.7 Por ende, para Elazar (ibidem) la descentralización es
propia de estos últimos, donde el nivel central delega o concentra ciertas funciones.
Observemos la complementación entre centralización y federalismo.
Gráfico 1. Formas de gobierno y locus de decisión gubernamental
Centralizado
Unitario
Federal
Descentralizado
Fuente: Rowland, Allison (2003). “La descentralización y las relaciones intergubernamentales. Apuntes
para las dependencias federales”. En: Rodríguez Solórzano, C. (comp.) La descentralización en México:
experiencias y reflexiones para orientar la política ambiental. Instituto Nacional de Ecología, México.
En el Gráfico 1, Rowland (2003: 42-43) diferencia descentralización y federalismo
partiendo de dos ejes conceptuales: formas de gobierno y locus de decisión
gubernamental. Analíticamente, estos ejes son útiles para situar los diversos arreglos
institucionales en un continuum. El eje horizontal refiere a las relaciones entre las
divisiones territoriales subnacionales y posee como extremos el federalismo y el
unitarismo.
En tanto, el vertical contiene como opuestos las decisiones
gubernamentales centralizadas en el orden nacional y las totalmente descentralizadas
en el ámbito local (Pfr. ibidem).
7
Nohlen (2005: 3) destaca que los arreglos federales se distinguen de los unitarios por el nivel de
autonomía de las unidades componentes y por el estatus constitucional de la misma.
Wilson (2006:12) argumenta que un sistema federal es centralizado cuando el
orden nacional posee amplio margen para diseñar e implementar políticas públicas,
mientras el subnacional se limita a definir la localización de las mismas. Este es el
sentido con el que Rowland (2003: 42-43) define las decisiones gubernamentales
centralizadas en el marco de una organización federal. Por el contrario, este arreglo
estatal es descentralizado en el ámbito provincial y/o municipal cuando estas
jurisdicciones cuentan con un alto nivel de discreción en la decisión y localización de
las políticas.
Por último, Gibson (2004: 4-5) entiende que las estructuras político-electorales y
fiscales del ámbito federal configuran la dinámica centralización/descentralización
puesto que influyen en la organización del sistema de partidos, crean múltiples
escenarios de movilización política y empoderan a algunos actores en detrimento de
otros. Según el autor, tal situación limitaría las prerrogativas de ciertos actores y
afectaría el balance de poder entre ámbitos de gobierno. Wilson (2006: 11-13) llega a
similar apreciación, aunque partiendo de las implicancias de la descentralización en el
diseño y gestión de las políticas públicas. Coincide con Gibson cuando entiende que
las políticas descentralizadas son influidas por tensiones en torno a los recursos y
debido a las conductas político-burocráticas presentes en distintos ámbitos de
gobierno (ibidem).
En definitiva, la distinción evidenciada en los dos ejes propuestos por Rowland
(2003: 43) permite entender el origen de la recurrente asociación entre federalismo y
descentralización y allana el camino para un desarrollo analítico al respecto (Gibson,
2004: 4-5). Sin embargo, la asunción de la complementariedad de ambos ejes
contradice la idea de Elazar (1987:35) respecto a la condición no-centralizada de todo
arreglo federal. Incluso, aún en casos en los que se adopten políticas de
descentralización, estas no describen tendencias unilineales. Más aún, podría suceder
que dichas políticas ni siquiera sean explícitamente formalizadas. De eso nos
ocupamos a continuación.
2. Cooperación político-financiera entre ámbitos estatales
Una de las esferas más complejas y conflictivas del federalismo es la referida a las
relaciones político-fiscales entre los ámbitos de gobierno. Tal escenario ha fomentado
el análisis sobre la cooperación política-financiera entre estos y el estudio del “grado”
de descentralización efectiva en cada jurisdicción (Souza, 1998). Los trabajos que
abordan la temática intentan develar los aspectos extra-constitucionales de los
arreglos federales. En palabras de González Villar (2004: 53) “lo que interesa son las
relaciones inter-gubernamentales y las redes de influencia política que
limitan/posibilitan el desarrollo de la autonomía”.
Desde la óptica del Derecho, Lozano Miralles (2005: 185-187) define a la
cooperación como una forma de interacción entre entidades políticamente
descentralizadas, que no están subordinadas por una jerarquía en el ámbito concreto
de actuación de sus competencias. Según este mismo autor, la cooperación es útil
para contrarrestar los efectos de las desiguales situaciones en las unidades
constitutivas, porque permite: a) conciliar el principio federal de unidad en la
diversidad; b) lograr una mejor eficacia y mayor eficiencia y economía en la gestión y
en la administración; c) responder a los problemas que ocasiona la tendencia hacia
una mayor inter-dependencia entre los distintos poderes del estado; y d) atender la
complejización de las demandas sociales (ibidem).
Como observamos, los preceptos de la cooperación suelen fundarse en factores de
índole socio-política y fiscal. Atendiendo a esto, Fillipov, et al (2004: 40-41) sostienen
que deben estudiarse las dinámicas institucionales e incentivos políticos de los
sistemas federales más allá de las justificaciones económicas que condicionen su
éxito. Krane, et al (2004) comparten este último enfoque a partir del análisis de las
responsabilidades y la autonomía tributaria generadas en las relaciones estados-
municipios de Estados Unidos. Consideran que las teorías normativas del federalismo
fiscal8 son insuficientes para entender la complejidad de dichas vinculaciones, sobre
todo en lo referido al curso de los ingresos municipales en la dinámica subnacionallocal. Por esto, indagan las posibilidades y limitaciones de los actores para operar en
las estructuras estatales (ibidem: 525-528).
Desde un abordaje institucional que se focalice en las interacciones entre ámbitos,
es posible entender que bajo condiciones constantes una mayor independencia en la
gestión de los recursos públicos implica mayor capacidad para definir políticas y
ejecutarlas (Pfr. Vilas, 2003: 7). Esta autonomía efectiva es función de relaciones
institucionales y personales entre representantes de distintos ámbitos, vinculaciones
que trascienden el plano normativo. Pírez (1986: 7-8) coincide con lo anterior cuando
sostiene que las formas y distribución del financiamiento público resultan de disputas
entre diversos ámbitos estatales y son cruciales para definir las responsabilidades que
cada uno de estos puede y debe atender.
En un sistema estatal federal las negociaciones por el financiamiento son básicas
para concretar el precepto de solidaridad territorial, ampliamente enraizado en la
temática del federalismo. Su significado es ambivalente, aunque aludiendo a ella los
estados nacionales suelen canalizar políticas y recursos fiscales hacia territorios
periféricos. Velásquez Guadarrama (2003: 59) lo ejemplifica en términos financieros.
Este autor sostiene que la solidaridad territorial implica pactos por la distribución de
ingresos públicos que atiendan dos cuestiones esenciales respecto a las
responsabilidades: cómo los distintos ámbitos estatales se las reparten y cómo se las
financia.9 Antoni Castells (1999: 279) también se refiere a ambas cuestiones cuando
argumenta que las distintas jurisdicciones tienen que responder con recursos a dos
requerimientos básicos. Por un lado, a cuáles son las funciones y competencias a ser
atribuidas a cada ámbito y las necesidades de gasto que deben afrontarse. Por otro, a
cuáles son los sistemas de distribución de ingresos hacia los ámbitos subnacional y
local en relación a los recursos indispensables para brindar los servicios bajo la órbita
de cada uno de ellos. Como se observa, ambos requerimientos se interrelacionan.
En última instancia, si partimos de una concepción institucional del federalismo, es
importante considerar la distribución de las funciones estatales entre los ámbitos, de
forma que cada esfera estatal pueda decidir por responsabilidad propia en
determinadas áreas (Riker, 1975, citado en Nohlen, 2005: 3). La noción de solidaridad
territorial abre paso a la discusión de un aspecto más profundo y controvertido, la
autonomía. Pues, esta es clave en las vinculaciones inter-jurisdiccionales para estimar
las posibilidades y limitaciones político-fiscales de cada ámbito. Pero, ¿que se
entiende por autonomía?
8
Tales teorías se encuentran representadas en aportes como los de Musgrave, Brennan y Buchanan,
Tiebout y Peterson. Desde enfoques neoclásicos y keynesianos, sus propuestas suelen focalizar en la
recaudación y distribución de impuestos, aunque sin profundizar en aspectos extra-fiscales. El primer
autor sostiene que la provisión de bienes públicos corresponde al sector estatal, el cual debe propender a
la distribución del ingreso a partir de vincular recaudación y gasto (Finot, 2001: 7). Brennan y Buchanan
integran la Escuela Public Choice. Poseen una perspectiva neoclásica aunque su enfoque es heterodoxo,
puesto que en vez de analizar acciones individuales consideran aspectos institucionales formales e
informales. Ambos autores señalan que el Estado puede fijar impuestos con un fin meramente
recaudatorio, por lo que entienden que deberían existir mecanismos para impedir abusos (Toboso, 1996:
23-26). Por su parte, Tiebout supone un federalismo competitivo cuando asume que los funcionarios
municipales pugnan por los ciudadanos, mientras que las tasas que estos pagan influyen en la calidad de
los bienes y servicios públicos ofrecidos en la jurisdicción. Por tal motivo, el autor sostiene que los
ciudadanos deciden su residencia en función del nivel de las tasas y de los bienes y servicios públicos
existentes. De esta idea se deduce la conocida frase “los ciudadanos votan con los pies”. Por último, en
este modelo de “mercado de municipios” y a diferencia de Tiebout, Peterson plantea que antes de
colocarle un precio a las tasas los funcionarios examinan los intereses económicos locales además de
calcular costos y beneficios (Krane, et al, 2004: 516-521).
9
Esta última problemática ha sido objeto de la denominada Geografía Fiscal, interesada tanto en el
estudio del impacto territorial de la política y la capacidad fiscales como en el análisis de las desiguales
necesidades y costos de provisión de los bienes públicos (Pfr. Nadal, 1989: s/n).
III. De la teoría a la práctica. Experiencias en relaciones fiscales interjurisdiccionales
Desde finales de siglo XX, en todos los continentes co-existen diferentes formas de
interpretar y constituir el federalismo fiscal y se desarrollan diversos procesos en
descentralización de la gestión pública. Este capítulo tiene por objetivo conocer las
relaciones fiscales inter-gubernamentales.
La República Federal Argentina cuenta con un sistema de distribución de recursos
fiscales (Coparticipación Federal de Impuestos) que en principio intenta atenuar las
brechas socio-económicas de las provincias. Cetrángolo y Jiménez (2004: 123)
destacan que el devenir de los sistemas de coparticipación se caracteriza por la acción
de tres tendencias paralelas: a) el aumento de las jurisdicciones incluidas -de 14 en
1935 se pasó a 24 en 1994-; b) la incorporación creciente de tributos nacionales a la
masa de recursos coparticipados -desde 1988 es factible la inclusión de impuestos
creados después de esa fecha-; y c) una tendencia histórica al incremento del
coeficiente de distribución primaria que estaría siendo cuestionada tras la crisis
económico-social de 2002.10
La historia de las relaciones fiscales inter-jurisdiccionales puede ser periodizada en
los siguientes tres ciclos:
I.
II.
10
Hasta 1935. Porto (2005: 4) señala que las transferencias intergubernamentales ya estaban contempladas en la Carta Magna de 1853,
aunque el antecedente inicial legislado es de 1932 y se destinó a
infraestructura vial de las provincias. Sin embargo, el primer sistema integral
es de 1935, cuando se aplica una Ley que unificó los impuestos internos al
consumo y en el que las entidades federadas participaron sobre la
recaudación de los tributos nacionales a los réditos y a las ventas (Pfr.
ibidem). Cetrángolo y Jiménez (2004: 123) sostienen que el sistema de 1935
se instrumenta debido a la crisis fiscal federal, producto de una baja en la
recaudación que se originó tras el derrumbe del comercio exterior a principios
de la década. A lo anterior, Porto (Pfr. 2004: 125) agrega una razón de
solidaridad territorial, pues las importantes asimetrías económicas entre las
provincias redundaban en una desigual disponibilidad de bienes públicos.
Entre 1935 y 1988 se acentúa el carácter redistributivo de la Coparticipación
Federal, sobre todo a partir de 1947.11 Este direccionamiento de política
fiscal se refuerza con la Ley 14788 de 1959. La misma es resultado de las
modificaciones que el Poder Ejecutivo nacional introduce a un Proyecto de
Ley que habían consensuado e impulsaban los gobiernos subnacionales.12
1) En los hechos, la Ley 14788/59 desestimó la propuesta de un grupo de
provincias de que el 17% del total a coparticipar se distribuyera en partes
iguales y 3% en forma inversa a la población. En lugar de ello, se fijó una
distribución del 25% en partes iguales. El porcentaje restante, tanto en el
En sistemas federales, los regímenes de distribución de recursos hacia el orden subnacional organizan
la transferencia de fondos en una instancia primaria y otra secundaria. La primera consiste en el reparto
nación-provincias del total recaudado por impuestos establecidos como coparticipables. En la secundaria,
cada provincia participa sobre la porción que obtienen conjuntamente en la distribución primaria. Estas
“cuotas” de participación se conocen como coeficientes de distribución secundaria.
11
El mensaje del Poder Ejecutivo presentado en el Congreso Nacional que acompaña al texto de la Ley
12956/46 expresa que el 2% de la Coparticipación “se distribuirá inversamente proporcional a la población
(...) Este nuevo factor de distribución tiene por miras favorecer a las provincias dotadas de menos
recursos e iniciar así una política tendiente a levantar el nivel de importancia de las mismas (…) se hace
necesario implantar un nuevo índice que actúe en forma inversa a los anteriores y que (…) favorezca en
forma acentuada a los Estados con menores recursos” (Porto, 2005: 5-6).
12
Durante la década de 1950, la provincialización de casi todos los territorios nacionales (entidades
jurídico-administrativas dependientes hasta entonces del orden federal) modificó el número de unidades
subnacionales con interés directo en los ingresos fiscales federales. Con excepción de Tierra del Fuego,
que se provincializó en 1990, Chaco y La Pampa hicieron lo propio en 1951, Misiones en 1953 y Río
Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Formosa en 1955.
III.
13
proyecto de las provincias como en la Ley finalmente sancionada, se
distribuía de acuerdo a población, recursos propios y gastos realizados por
cada una de estas (Pfr. ibidem: 2005: 6). Tal como se puede inferir, el
período que se inicia a partir de 1947 se aproxima al espíritu del
pensamiento federal de Manuel Dorrego, ya que sostiene una distribución
inversamente proporcional a la población en vistas a favorecer a las
provincias menos dotadas de recursos.
2) El régimen que se configuró entre el decenio del 1950 y 1973 estaba
constituido por distintas legislaciones relativas a la distribución de diferentes
tributos con las que se definían tres mecanismos de reparto. Es a partir de
1973 cuando la Ley 20221 unifica todos los impuestos bajo una regulación
concerniente a la Coparticipación Federal, sin incluir los referidos al
comercio exterior y los de destino específico (Cetrángolo y Jiménez, 2004:
123; 1995: 13). Porto (2005: 6) argumenta que esta última legislación
persigue una efectiva redistribución al determinar el reparto en función de la
capacidad y necesidad fiscal subnacional. Para esto, la distribución
secundaria se fijó en función de tres coeficientes: a) población -dada la
estricta relación entre los servicios públicos provinciales y el número de
habitantes-; b) brecha de desarrollo -determinado por la necesidad de
compensar la base tributaria débil de las provincias de menor dinamismo y
sus estructuras económicas-; y c) dispersión demográfica -establecido en
función de la dificultad de prestar servicios públicos en provincias con baja
densidad de población-. En definitiva, puede entenderse que la Ley 20.221
de marzo de 1973 profundiza y perfecciona el contenido de la política
distribucionista de Perón, atendiendo las inquietudes doctrinarias
dorreguistas. Sin embargo y tal como consideran Iñiguez y Manzanal (2011:
25-26), las características que asumió esta Ley fueron pasibles de
concretarse sin mayores debates, debido a que se establecieron en el
gobierno dictatorial de Lanusse. En particular, deben observarse los nulos
márgenes de libertad con los que contaban las provincias para discutir qué
coeficientes iban a configurar la distribución secundaria.
En la etapa iniciada con la sanción de la Ley 23548 de 1988 -régimen en
vigor aún en 2011- las variables de población, brecha y dispersión fueron
desechadas como criterio para estipular la distribución secundaria de
recursos fiscales federales coparticipables. En lugar de estas variables se
consideraron los repartos efectivamente realizados en el período 1985-87.
Como la Ley 20221/73 caducó en 1984, desde entonces no existía
legislación que amparase la distribución de recursos. Entonces, durante
dicho trienio hubo un reparto ad hoc que consideró los coeficientes de
distribución heredada de esta última Ley y que fue determinado por las
necesidades y poder negociador de los representantes provinciales (Pfr.
Cetrángolo y Jiménez, 2004: 126).13 Falleti (2004a: 22) señala que la Ley
23548/88 significó un impulso descentralizador y que representó una victoria
de las provincias sobre el gobierno nacional de aquel entonces.
Puntualicemos algunas características en el devenir del régimen estipulado
por la citada Ley:
El Decreto 648 de 2006 explícita criterios de brecha de desarrollo en la distribución. “El Gobierno
modificó el esquema de reparto de la porción coparticipable del Impuesto a las Ganancias en base a la
distribución de la población con NBI. Misiones está incluida en la veintena de provincias que recibirán un
mayor porcentaje de Coparticipación Federal (…) La repartición se realiza sobre el 4% de la recaudación
del Impuesto a las Ganancias (…) conforme al índice de NBI [que surge del CNP 2001] y para ser
destinado a obras de infraestructura básica social” (Diario El Territorio, 27-5-06). Sin embargo, en los
hechos esta y otras pre-coparticipaciones distorsionan el régimen, complejizando y dificultando una
discusión parlamentaria que resulte en un cambio del mismo (ver Fólica, 1997).
1) Ampliación de la distribución primaria. En principio, un incremento en la
participación de las provincias en el total a coparticipar actuó en desmedro
del ámbito federal, ya que las provincias alcanzaron la mayor participación en
el reparto de los fondos totales desde 1935 y lograron ampliar la base
impositiva que integra la masa coparticipable. Esta tendencia al incremento
del peso provincial en la distribución primaria es histórica, aunque no lineal.
En efecto, fue interrumpida durante los gobiernos de facto de 1966-1970,
1970-1971, 1971-1973, 1981-1982 y 1982-1983 y en la etapa postdevaluación iniciada en 2002. Patrucchi (2007: 14) considera que en este
último lapso existe una merma relativa de los recursos realmente disponibles
para las provincias debido: a) a la creación de tributos federales no
coparticipables como el de retenciones a las exportaciones; b) al
establecimiento de impuestos coparticipables solo parcialmente (30% del
Impuesto al Cheque); y c) al auge de las pre-coparticipaciones,14 que desde
la década de 1980 han ido “erosionando” la masa de recursos a distribuir. A
principios de siglo XXI, los dos últimos hechos conllevan a que la distribución
primaria efectiva haya sufrido una importante reducción. En la Tabla 1 se
observa la dinámica histórica de dicha distribución:
Tabla 1. República Argentina. Coeficientes de distribución primaria en los regímenes de
coparticipación federal (%)
Nación
Provincias y Capital Federal
(%)
(%)
12143 y 12147 ( )
1935-1946
92,5
17,5
12956
1947-1958
79,0
21,0
14788
1959
66,0
34,0
1960
64,0
36,0
1961
62,0
38,0
1962
60,0
40,0
1963
58,0
42,0
1964-1966
54,0
46,0
1967
59,2
40,8
1968-1972
61,9
38,1
20221
1973-1980
46,7
53,3 (2)
1981-1984 (3)
48,5
51,5 (4)
5
23548
1988
42,3
57,7 ( )
6
23548 y modificaciones
2006
68,1
31,9 ( )
Fuente: Elaboración propia en base a Manzanal (2006: 341, Tabla 1) y Patrucchi (2007:14)
1
Notas: ( ) Sistema de las leyes 12143 y 12147, sancionadas en 1935.
2
( ) Incluye el 1,8% destinado a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, financiado por
la Nación y el Fondo de Desarrollo Federal.
3
4
( ) Los fondos de coparticipación sufrieron un recorte destinado a la seguridad social. ( )
Incluye el Fondo de Desarrollo Regional (3%).
5
( ) Incluye Aportes del Tesoro Nacional.
6
( ) Ley 23548/88 sin considerar leyes especiales posteriores a 1988 ni transferencias
discrecionales del Poder Ejecutivo nacional.
Ley
Período
1
2) El incremento en la participación de las provincias sobre la distribución
primaria no significa que la Nación resigne ingresos. El crecimiento de la
14
Las denominadas pre-coparticipaciones consisten en deducciones de recursos que integran la
distribución primaria antes que estos se distribuyan vía distribución secundaria. Entre 1981 y 1983 el
gobierno de facto desvió anualmente cerca de la mitad de los recursos coparticipables para solventar la
previsión social y la política habitacional (Cetrángolo y Jiménez, 1995: 14). Sin embargo, esta práctica
persistió y se agudizó durante los sucesivos gobiernos democráticos debido a los problemas de
financiamiento de servicios. Respecto a la seguridad social, se optó por girar recursos a partir de una
deducción de 11% y 20% del total recaudado por el IVA y el Impuesto a las Ganancias, respectivamente.
En el caso de la educación, la Ley 23906 sancionada en 1991 estableció una quita de lo producido por el
Impuesto a los Activos, que luego sería redistribuido en función de coeficientes específicos. Estas y otras
pre-coparticipaciones conllevaron a una distorsión real de la distribución primaria y secundaria establecida
en la Ley 23548/88 (Patrucchi, 2007: 7).
participación provincial en la distribución primaria no debería necesariamente
entenderse como un incremento real en el total de los ingresos tributarios
recaudados por la Nación.15 Pues, Cetrángolo y Jiménez (2004: 126-127)
sostienen que el peso de los recursos destinados a las provincias en el total
de ingresos tributarios recaudados por la Nación a partir de 1935 no describe
una evolución ascendente. Para estos autores, el devenir debe ser evaluado
a la par de las transformaciones en la estructura y nivel de tributación. Según
ellos, la expansión, financiamiento y desarrollo del sistema de seguridad
social, las fluctuantes presiones impositivas sobre el comercio exterior y la
evolución de otros esquemas de asignación específica de impuestos son
factores causales del comportamiento errático en los recursos efectivamente
transferidos en relación a lo que recauda la Nación por todo concepto.
3) En la década de 1990 variaron los recursos efectivamente girados así
como la potestad para gastarlos. En efecto, la evolución de la recaudación
tributaria y la distribución primaria describe hasta 1992, a) un fuerte aumento
en las transferencias a las provincias; b) un crecimiento de la participación de
asignaciones específicas en el total de las transferencias a las provincias, en
detrimento de la Coparticipación.16 Y a partir de aquel año, a) un
comportamiento constante de las transferencias totales con independencia
de los cambios en la recaudación total; y b) un reemplazo de los impuestos
sobre la nómina salarial por tributos para el financiamiento de la Nación
(Cetrángolo y Jiménez, 2004: 128; citado en Manzanal, 2006: 342-343).
4) Se demora la discusión y sanción de un nuevo régimen de coparticipación
a pesar de que la perduración de la Ley 23548/88 y sus modificaciones
poseen implicancias políticas y fiscales.
En la actualidad, el Estado Nacional remesa recursos a las provincias
mediante dos fuentes: los recursos de origen nacional (RON) y las
transferencias presupuestarias. La primera fuente consiste en las
transferencias, con o sin asignación específica, establecidas tanto en la
distribución primaria como en la secundaria. Aquí se hallan la Coparticipación
Federal de Impuestos (CFI) y las Leyes Especiales como las derivadas de las
asignaciones de IVA, Ganancias, Bienes Personales, Monotributo, etc. La
segunda fuente deviene del Presupuesto de la Administración Nacional y
resulta independiente de criterios de distribución establecidos a priori (de ahí
que se las conozca como discrecionales o no automáticas).17 Dentro de esta
fuente también pueden observarse los los Programas de Financiamiento
Ordenado (PFO), de Asistencia Financiera (PAF), los Convenios de
Suspensión de Intereses y, por último, el Plan de Desendeudamiento
Provincial. Desarrollados desde 2003, habitualmente estos instrumentos
consisten, en otorgarles créditos a tasas preferenciales. Como estos créditos
representan una inversión financiera para el Estado Nacional se registran
como una Aplicación Financiera y en consecuencia no se contabilizan como
un gasto público o transferencia). (Iñiguez y Manzanal, 2011: 27)
Considerar ambas fuentes resulta fundamental para comprender la
afectación de los balances de poder Nación-provincias y la relación (sea
beneficiosa o perjudicial de gobernadores e intendentes) a la discrecionalidad
15
González Villar (2004: 177) considera que el reparto real de recursos a las jurisdicciones llega a menos
de 40%. Esto se debe al crecimiento de los ingresos federales en concepto de impuestos no
coparticipados tales como las retenciones a las exportaciones.
16
Durante el lapso 1996-2006 las transferencias discrecionales corrientes -gasto social- y de capital -obra
pública- elevaron su participación en el financiamiento total de 4,5% a 9,6% (Arlia, 2007: 2).
17
La posible única excepción de fuente presupuestaria no discrecional sea el Fondo Federal Solidario
(FFS, tratado más adelante). Este Fondo forma parte de las transferencias para financiar erogaciones de
capital y se distribuye de forma automática entre las provincias de acuerdo a los coeficientes dispuestos
en la Ley Nº 23.548 (pfr. Iñiguez y Manzanal, 2011: 27). Más adelante se observan sus especificidades,
federal. Si bien se trata de medidas que apuntarían a sanear y financias las
estructuras estatales provinciales, sigue sin establecerse una Ley que
organice la distribución de los recursos establecidos fundamentalmente en la
primera fuente (RON). Según el mandato constitucional que emana de la
reforma de 1994, el Régimen establecido por La Ley 23548/88 debía ser
transformado antes de diciembre de 1996. El mismo fue fijado como
provisorio aunque paradójicamente resulta ser el de mayor perduración,
modificaciones y críticas mediante.
i) Sin embargo, la vigencia de la Ley 23548/88 no impidió que la propia
dinámica política y fiscal nacional haya impactado en las distribuciones
primaria y secundaria efectivamente realizadas (Patrucchi, 2007: 13). Esto
sucede porque la base tributaria efectivamente coparticipable se distribuye
a partir de una red difusa de decretos que fueron acumulándose en forma
de pre-coparticipaciones y que no guardan relación con criterios objetivos
sino con situaciones coyunturales (Grundke, 2005: 6). Como resultado de
esto, los ingresos por Coparticipación junto con otros recursos tributarios de
origen federal y transferencias para gastos corrientes y de capital,
determinan una distribución secundaria variable en función de hechos
gravitantes y fluctuantes en cada ejercicio (Francomano, 2007: 4). Esta
situación puede ser tributaria de las falencias de la propia Ley 23548, de las
necesidades de financiamiento del sistema previsional y del propio retraso
de la discusión de una nueva Ley de coparticipación
Sintéticamente, entre las detracciones más significativas que en la
actualidad se efectúan a la coparticipación federal de impuestos, cabe
destacar:
Tabla 2. República Argentina. Deducciones de la masa coparticipable (Ley 23548, 2010)
Del total
Deducción de 15% de la masa coparticipable para abonar obligaciones
previsionales nacionales y gastos operativos.
De impuestos
Detracción de 20% (Impuesto a las ganancias) y de 11 % (IVA) en relación
al total recaudado en tales conceptos para financiar el sistema provisional.
“Además, en Ganancias rigen mecanismos alternativos para asignar
recursos a las provincias que determinan que sólo ingresa a la masa
coparticipable el 64% de lo obtenido por este impuesto” a Iñiguez y
Manzanal (2011: 27).
De distribución
En “Bienes personales, Monotributo, Créditos y Débitos Bancarios, entre
secundaria
otros, las provincias reciben parte de la recaudación pero con parámetros
distintos a los de la Ley y se detrae otra parte para otros destinos” (ibidem).
Fuente: Elaboración propia en base a Iñiguez y Manzanal (2011: 26-27)
ii) Ante las evidencias planteadas en el ítem anterior, cabe preguntarse qué
y quienes obstruyen la discusión y sanción de un nuevo régimen con
criterios objetivos. Porto (2003: 59) sostiene que el ámbito institucional
para abordar las alternativas de la Coparticipación Federal es el Congreso
Nacional, aunque este nunca aportó claridad ni guías para la discusión y
análisis del actual Régimen. Este autor concluye que los gobernadores se
apropiaron discursivamente de la temática y obtuvieron un poder político
inusual que se reproduce en las negociaciones por los recursos fiscales.
En tanto, Gaggero (Entrevista personal, 4-8-2006) analiza la cuestión
focalizándose en el papel legislativo. Asegura que no existió voluntad de
los representantes por armonizar los intereses en conflicto. Según este
especialista, tal situación es previsible si se consideran las sucesivas crisis
económico-fiscales y la sobre-representación de las provincias menos
pobladas en el Congreso Nacional. Estas lograron una importante
participación en la distribución secundaria establecida en la Ley 23548/88,
por lo que es improbable la aprobación de una nueva legislación que afecte
directamente sus intereses fiscales.18
5) Junto a la demora en la discusión y sanción de un nuevo régimen existe
una restricción presupuestaria blanda. Este tipo de restricción alude a los
escasos incentivos provinciales y locales para incrementar la recaudación
propia o reducir su déficit dado que la Nación es el garante financiero
(Velásquez Guadarrama, 2003: 70). La contracara de estos “salvatajes"
podría ser la inconsistencia entre la recaudación y el gasto (Falleti, 2004a:
24) junto a la pérdida de autonomía efectiva de las provincias, sobre todo las
periféricas.19
Desde la asunción de la administración de Néstor Kirchner y hasta 2010, se
ha respetado la distribución primaria, evitándose de este modo un perjuicio a
los intereses subnacionales (Iñiguez y Manzanal, 2011: 25-27). Estos autores
identifican solo dos normativas trascendentes que alteraron la relación
nación-provincias:
i) La Ley 26.075/06 de Financiamiento Educativo implica un cambio en la
distribución entre provincias. Dispone la asignación específica a educación
de parte de los incrementos de coparticipación tomando como base la de
2005. Al emplear indicadores objetivos de desempeño educativo de cada
provincia modifica la distribución secundaria entre provincias. El indicador
se construye en función de: a) matrícula (80% de la composición del
mismo; b) incidencia relativa de la ruralidad en la matrícula (10%); y c)
población no escolarizada de 3 a 17 años (el restante 10%) (ibidem).
ii) En el contexto de la puja distributiva suscitada en torno al errónea
denominación popularizada como “conflicto del campo”, el Decreto de
Necesidad y Urgencia 206/09 de marzo de 2009 conlleva a derivar a las
provincias recursos que por la propia Constitución Nacional no son
coparticipables. Tal medida se estableció a través Fondo Federal Solidario
(FFS), que deriva el 30% de la recaudación de los Derechos de
Exportación a la soja y sus subproductos centralmente hacia obras de
infraestructura sanitaria, educativa, hospitalaria, de vivienda o vial -en
ámbitos urbanos o rurales-. En la normativa se prohíbe el empleo de las
transferencias en gastos corrientes de los ordenes provincial o municipal
(Tomasetti, 2011).20
18
Iñiguez y Manzanal (2011: 26) notan que la Ley 23548/88 consideró los coeficientes discrecionales de
participación de cada provincia asignado a ellas en el período 1985-87. En este lapso, “los recursos eran
transferidos discrecionalmente por la Secretaría de Hacienda de la Nación. El perjuicio ocasionado a la
provincia de Buenos Aires es el caso más emblemático: esta Ley le asigna el 22% cuando en la Ley
anterior (la 20.221 de marzo de 1973) tenía el 28%, además, si se usaran parámetros devolutivos se
debería contemplar que genera cerca de un tercio del producto y tiene el 38% de la población. Aunque la
coparticipación no debe regirse solamente por criterios devolutivos y corresponda que contenga un
carácter redistributivo en términos geográficos para tender a corregir las desigualdades regionales, éste
debería ser explícito y difícilmente pueda justificarse una diferencia tan significativa mediante criterios
técnicos” (ibidem).
19
Falleti (2004: 24) destaca que en 1996 Formosa, Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja tuvieron
una recaudación genuina que representaba menos del 15% de sus presupuestos.
20
Los fondos se transfieren diariamente de manera automática a las 24 provincias en porcentaje a cada
una de ellas, de acuerdo a la distribución secundaria fijada “en los artículos 3º, 4º, 8º, correlativos y
concordantes de la Ley Nº 23.548 y sus modificatorias (…). Actualmente las alícuotas por derechos de
exportación a los porotos de soja es del 35 %, a los granos de girasol el 32 %, a los granos de trigo el 23
% y a los granos de maíz el 20 %.- carne bovina 15 % -frutas frescas 10 % - hortalizas frescas 5 % - leche
y productos lácteos 5 % - vinos 5% - aceite de oliva 5 % - duraznos preparados 5% -aceituna conservas
5%.- El monto total distribuido de retenciones a las exportaciones que integraron el Fondo Federal
Solidario, en los 9 meses del año 2009, desde su creación, fue de $ 2.941.331.000..- en el año 2010,
ascendió a $ 6.534.444.000.- y en el primer trimestre del año 2011, siempre por el mismo fondo, se han
transferido a las provincias $ 716.462.000” (Tomasetti, 2011). Para citar un caso de destino de estos
recursos, en la Provincia de Mendoza parte de esta devolución en concepto de exportaciones financia
proyectos de mecanización colectiva de agricultores familiares.
iii) Considerando estas modificaciones, Iñiguez y Manzanal, 2011: 25-27
evalúan que también deben estimarse las transferencias prespuestarias de
Nación a provincias en concepto de: a) financiamiento de planes sociales;
b) incentivo y compensación salarial docente en las transferencias
corrientes; c) obras públicas de infraestructura y d) programas nacionales
de vivienda.
Considerando lo expuesto a lo largo del presente punto III, resulta necesario
destacar que el actual enredo normativo en lo que a coparticipación federal
se refiere, genera y conlleva a un sistema de prácticas ad hoc que beneficia o
perjudica a las provincias de acuerdo a la capacidad negociadora de sus
respectivos representantes. En este escenario, la previsión normativa resulta
desplazada por la capacidad de lobby de que disponga cada provincia,
generándose un escenario que no necesariamente beneficiará a las
poblaciones más necesitadas. A la luz del pensamiento dorreguiano, esta
situación política e institucional podría equipararse (salvando las distancias
temporales y de situación mencionadas) a los principios organizacionales del
centralismo porteño, combatidos por aquel dirigente en su oposición a
Rivadavia.
6) Los recursos efectivamente coparticipados resultan altamente vulnerables
a los ciclos económicos nacionales. Por ende, la variabilidad fiscal interanual
es otro elemento a considerar para el diseño y generación de políticas con un
horizonte temporal de previsibilidad financiera (ver Tabla 3). Analicemos qué
sucedió al respecto:
Tabla 3. República Argentina. Fondos coparticipados totales, producto bruto interno (19932006, en miles de pesos de 1993¹) y su relación con los recursos coparticipados
Ejercicio
Recursos coparticipados a
las provincias (¹)
12853
13424
12061
12769
14146
15306
15353
15025
13650
6828
8762
11710
11713
14792
16923
19506
PBI
Coparticipación en % del
PBI
5,4
5,3
5,1
5,3
5,4
5,6
5,7
5,8
5,4
4,1
5,2
6,2
5,7
6,5
6,8
6.7
6,6
1993
236505
1994
255757
1995
237897
1996
242197
1997
260365
1998
274560
1999
270688
2000
260921
2001
252457
2002
165814
2003
169142
2004
187546
2005
205615
2006
229187
2007
248975
2008
290835
2009
19324
292537
Promedio
13773
Fuente: Elaboración propia.
SIPM (INDEC, 2011a).
Para 1993-2005, fondos
coparticipados: Subsecretaría de Relaciones con las Provincias (2007). PBI: Informes del
Avance del Nivel de Actividad (INDEC, 20011b). Para 2006-2009, CEPAL (2011).
Notas: (¹) Para esta estimación no se incluyen los Aportes del Tesoro Nacional.
En la Tabla 3 puede observarse que los recursos coparticipados no siguen
una tendencia lineal, aunque alcanzan su mayor magnitud en el lapso 19982001 y 2007-2009, registrándose sus niveles mas bajos durante la crisis
fiscal de 2002-2003, tras lo cual se inicia un paulatino proceso de
recomposición. En cuánto al peso de los recursos coparticipados en el PBI,
tiende a incrementarse.
En definitiva, las transferencias de recursos federales han recorrido un derrotero de
más de siete décadas hasta llegar a la compleja, delicada y controversial situación
actual. Sin embargo, este proceso que determina los recursos regularmente girados
debe considerarse a la par de las responsabilidades efectivamente asumidas por las
provincias.21
IV. Reflexiones sin ánimos de conclusión
Esta investigación nos adentró en la discusión sobre las relaciones político-fiscales
inter-jurisdiccionales. Ha intentando rastrear las raíces históricas del federalismo
argentino a partir de la reconstrucción de un escenario social de las primeras décadas
de la independencia, en donde la figura de Manuel Dorrego ha sido significativa para
comprender discusiones que incluso se observan en la actualidad. Durante el siglo XX,
se incrementó la participación de las provincias en la distribución primaria, aunque
esta tendencia casi secular ha sido modificada al menos temporalmente tras la salida
de la convertibilidad, gracias al nuevo escenario del comercio exterior y a las
sucesivas alteraciones del régimen vigente. Qué orden recauda, cuál gasta y quién se
responsabiliza por brindar los servicios públicos son cuestiones centrales en la puja de
poder entre las entidades subnacionales y el ámbito federal.
Esta puja de las entidades federadas con el ámbito nacional no sólo se dirime en la
arena fiscal. Como observamos, existe una tendencia secular al incremento de la
participación provincial en el total recaudado por impuestos coparticipables. Sin
embargo, encontramos dos mecanismos por los cuales la Nación condiciona de hecho
la autonomía política de cada jurisdicción. Uno es propio a las políticas públicas.
Consiste en la descentralización de servicios tan complejos y centrales como la
educación y la salud sin necesariamente transferir los recursos fiscales o las
potestades tributarias suficientes para que las provincias puedan mantener o
desarrollar una cobertura y calidad aceptables (al respecto ver García, 2008). El
segundo mecanismo es producto de la no inclusión de impuestos recaudados por la
Nación en la masa coparticipable o de su inserción parcial.
Existen situaciones que son más antiguas de lo que parecieran ser. Sin embargo, a
principios de siglo XXI la inusual holgura fiscal nacional corre a la par de situaciones
provinciales críticas. Efectivamente, las entidades federadas pueden observar una
tendencia hacia la complejización de las fórmulas que dirimen la efectiva
Coparticipación, mientras tienen a su cargo la responsabilidad central y cotidiana por
los gastos corrientes (sobre todo, salarios) de los servicios de educación y salud
(García, 2008). En esta interfase es donde federalismo fiscal y descentralización
adquieren mutua implicación. El actual escenario argentino depara desiguales
respuestas provinciales en relación a la posibilidad de cada jurisdicción de financiar y
decidir sobre su agenda pública.
A la luz de lo expuesto en Carretero (1968 y 1971) y en relación a la actual
concentración de recursos en manos federales, cabe poner en consideración la
aparente o efectiva dicotomía entre descentralización recaudatoria de las provincias y
eficiencia del gasto por parte del Estado Nacional. -sea por su escala, por su mayor
independencia de decisión sobre los grupos hegemónicos locales, o debido a su
dotación de recursos humanos calificados-. En efecto, aducir linealmente que las
dificultades emanadas de una legislación cuestionada como la Ley 23548/88 conllevan
automáticamente a la pérdida de autonomía fiscal subnacional puede ser una
aseveración facilista. No se ha encontrado una argumentación semejante respecto a la
instrumentación del Fondo Federal Solidario y una eventual pérdida de autonomía
21
Cuando nos referimos a las provincias debemos considerar que las 24 jurisdicciones que componen el
régimen federal argentino cuentan con diferencial capacidad fiscal y desigual peso en las decisiones
políticas nacionales. Esto último acontece tanto en lo relativo a la sobre-representación de las provincias
chicas en el Congreso Nacional, como en el disímil poder de lobby de los grupos económicos que actúan
a través de los gobiernos subnacionales o por la heterogénea capacidad y posibilidad de estos últimos
para incrementar su participación en el reparto arbitrario de los recursos federales.
fiscal del Estado Nacional. Más aún, pese a que este delegó parte de la recaudación
de los derechos de exportación por un concepto no incluido en la Coparticipación. En
tal sentido, puede pensarse que la autonomía política no siempre puede tener relación
con tener para sí la recaudación impositiva o las decisiones de inversión. En la puja
por los recursos, el Fondo Federal Solidario viene a representar un avance
subnacionales sobre las fuentes fiscales federales. Solo el tiempo dirá qué acontece
con esta situación.
Por lo demás, el legado de Dorrego ofrece interesantes pistas para reflexionar en
torno a quienes tienen que ser objeto de derecho. Si con ello se entiende que son las
personas por sobre las entidades federadas, tal vez pueda allanarse un camino
distinto para discutir la demorada reforma de la Coparticipación Federal de Impuestos
considerando criterios de equidad y no a partir de medidas discrecionales. Esta
resultaría la cuestión central, debatir con y a través el legado federal argentino para
desarrollar las bases de un régimen de Coparticipación cuyo norte sea la satisfacción
de las necesidades sociales de las mayorías. Si en el siglo XIX, Dorrego observaba las
potencialidades del federalismo como sistema tendiente a emancipar los intereses
locales y regionales de los extranjeros, dos centurias más tarde este podría convertirse
en un sistema que además de asegurar intereses nacionales persiguiera una
distribución más equitativa del ingreso entre sus habitantes.
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