addenda - Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación

Anuncio
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
XXV SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA
EDUCACIÓN "LAS EMOCIONES Y LA FORMACIÓN DE LA
IDENTIDAD HUMANA"
Salamanca. Noviembre de 2006
ADDENDA
.
Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las
regulaciones nacionales e internacionales.
1
¿PUEDO SENTIR LO QUE QUIERO SENTIR?
Rafael Sáez Alonso
Universidad Complutense de Madrid
[email protected]
La emoción es una reacción circunstancial y transitoria, que desaparece cuando ha
hecho su catarsis y ha cumplido su misión de avisar de lo que está ocurriendo o ha
ocurrido a nuestro alrededor.
Usamos el término emoción como un mensaje que nos informa a nosotros mismos
de aquello que sentimos ante determinada situación, que desarrolla el ser humano y que
se suscita en las situaciones inter e intrapersonales. Nadie puede guardar sus emociones
en un cajón cuando se relaciona con los demás o consigo mismo.
Ante la presencia de un estímulo, un hecho o una idea se desencadena dentro de
nuestro sistema psicofísico, una energía realmente intensa que podemos percibir o no,
pero que tiene la misión de alertar a nuestro sistema para que actúe en consecuencia. La
emoción es inteligencia ya que ayuda a comprender y evaluar el episodio que vivimos.
Esta energía equivale según la teoría transaccional a las cinco emociones auténticas
que son: alegría, amor, miedo, rabia y tristeza. Las emociones son el primer recurso que
tenemos para abordar una situación concreta. La expresión emocional nos permite hacer
una valoración global y rapidísima de lo que nos está pasando o nos puede pasar. Ante
el peligro, sentimos miedo; ante la frustración, rabia y ante la pérdida, tristeza. Las
emociones desatan el proceso de alarma del organismo.
Pero, a veces, algo o alguien nos impide manifestar esas emociones en el momento
en que aparecen. Entonces se sustituyen las emociones no aceptadas o prohibidas por un
racket o rebusco. Como educadores podemos ayudar a dar permiso para sentir lo que
cada persona quiere sentir, aquí y ahora, promocionando la construcción y el
mantenimiento de la higiene emocional y, generando, de este modo, salud física,
psíquica y social. Queremos responder afirmativamente a la pregunta que encabeza este
artículo, siendo inteligentes emocionalmente, es decir, sabiendo qué es lo que realmente
sentimos y conociendo cómo se llaman nuestras emociones que sentimos.
1. EL TÉRMINO EMOCIÓN
Las emociones han tenido en los últimos años un amplio eco en la literatura, en la
filosofía, en la psicología y en la educación. Las dimensiones que se trabajan en las
emociones se mueven desde la sociología, la antropología y la psicología, hasta la
educación y la epistemología. Incluso en el siglo pasado, Xavier Zubiri, filósofo, ya
insistía en la necesidad de comprender al ser humano como un todo absolutamente
integrado, denominando a esta realidad como inteligencia sentiente. Con los
conocimientos actuales solo desde un punto de vista interdisciplinar y abierto se puede
abordar la complejidad de este tema
.
Todas las emociones son impulsos que nos llevan a actuar. La raíz etimológica de la
palabra emoción proviene del verbo latino movere que significa moverse, más el prefijo
“e”, significa movimiento hacia, sugiriendo que en toda emoción hay implícita una
2
tendencia a la acción. Sería muy exhaustivo referir las numerosas definiciones dadas por
los diversos autores de acuerdo con los modelos o paradigmas que las sustentan. No
obstante algunos ejemplos nos pueden ser de gran ayuda para observar la
heterogeneidad de ellas, sabiendo que hay que echar mano para nuestras deliberaciones
sobre este tema de todas las teorías filosóficas, psicológicas y educativas, de todos los
datos científicos objetivos y de nuestra experiencia subjetiva de la vida.
Por ejemplo, Vallés y Vallés (2000, 28) nos presentan definiciones de las teorías
conductistas, cognitivas o con componentes más psicofisiológicos. Elegimos una
definición de la emoción que nos parece que señala y abarca la complejidad a la hora de
definirla. La emoción es:
una respuesta somática caracterizada por alteraciones en la temperatura
de la piel, cambios en la distribución de la sangre, alteración del ritmo
cardíaco, modificación de la respiración, respuesta pupilar lenta,
secreción salivar anormal, respuesta pilomotriz, movilidad
gastrointestinal, tensión muscular y sudor helado.
Sin duda alguna, las reacciones fisiológicas que se producen con las emociones
alteran la química del sistema nervioso e inciden en la presión sanguínea. Toda emoción
tiene estas consecuencias, aunque la intensidad sea baja.
Otras definiciones inciden en el peso específico que poseen las estructuras
cerebrales. Como ha escrito Mosterin (2006, 363): “la naturaleza humana se plasma en
un cerebro plástico y complejo, que coordina y controla la conducta del individuo en
función de la información que recibe del entorno, orientándose tanto por sus propios
sentimientos y preferencias congénitas como por las normas culturales adquiridas”. En
este caso, las definiciones insisten en que las emociones están reguladas por estructuras
nerviosas subcorticales, y son consecuencia de la actividad de determinados circuitos
neuronales del hipotálamo y del sistema límbico.
Uno de los autores modernos más citados en el área de la inteligencia emocional
como es Goleman (1996) se refiere con el término emoción a un sentimiento y los
pensamientos, los estados biológicos, los estado psicológicos y el tipo de tendencias a la
acción que lo caracterizan. Se trata con palabras del mismo Goleman (2002, 18) de
adquirir la habilidad de poner “juntas cabeza y corazón” para dirigir las emociones y no
ahogarlas. También Echebarría y Páez (1989, 46) aportan diferentes definiciones de las
emociones según las orientaciones teóricas de los autores. En resumen, afirman que toda
emoción es un fenómeno que se puede considerar como un proceso multidimensional
(fisiológico, expresivo, conductual y de vivencia subjetiva).
Se podría ejemplificar la definición de emoción con más autores. Sin embargo, para
casi todos los que hemos estudiado, la emoción involucra al pensamiento, al estado
psicofisiológico del cuerpo, al afecto y a la acción – reacción expresiva. Es decir, todos
hacen referencia a un estado personal complejo, a una respuesta somática por la
agitación o perturbación de la mente por la emoción. Pensamiento, estado biológico y
estado psicológico con tendencia a la acción como reacción a la información que
procede de los problemas personales o de las relaciones interpersonales. Se mantiene la
constante de que lo corporal y lo mental están totalmente imbricados. “Los seres
humanos integran el pensamiento, el sentimiento y la acción en cada experiencia que
3
tienen” ( Novak,1998,195), que son las tres dimensiones de la emoción: biológica,
psicológica y social.
Como resumen, presentamos una definición que sin ser definitiva, vincula, sin
embargo, los conceptos y los hechos experimentados en el ser humano cuando irrumpe
la emoción: es aquella reacción inmediata y de muy breve duración ante un estímulo,
un hecho o una idea, externos o internos a la persona y desencadenada dentro del
sistema psicofísico de la persona; implica manifestaciones expresivas, conductuales,
reacciones fisiológicas y percepciones y cogniciones subjetivas.
2. LAS EMOCIONES BÁSICAS
De la literatura psicológica y pedagógica actual, observamos que el Análisis
Transaccional aporta a la práctica educativa unos instrumentos que favorecen la
perspectiva pedagógica de educar las emociones a través de la adquisición de un
conjunto de destrezas y habilidades por parte del individuo. Uno de sus instrumentos,
entre otros muchos, es el de las emociones, o mejor, el del manejo adecuado de las
mismas. El educador puede iniciar un proceso educativo integral con unas intenciones
educativas precisas: desarrollar la habilidad de conocer las propias emociones;
identificar las emociones de los demás; desarrollar la habilidad de dar permiso para que
cada persona pueda sentir lo que quiere sentir, sean emociones agradables o
amenazantes. Es la aptitud, la capacidad o la habilidad de aprender a manejar las
emociones de forma cada vez más catártica y homeostática, canalizándolas y dándoles
salida adecuada según los casos. Queremos precisar que no hay emociones buenas y
malas. Todas las emociones son útiles, porque cada expresión emocional es
significativa, sirve a la adaptación, moviliza algún resorte psicológico destinado a
modificar la situación (Massó, 2003).
Eric Berne (1961, 1975, 2002) desarrolló una psicoterapia llamada Análisis
Transaccional. Utilizó esta expresión para designar a todo su sistema: Análisis
Estructural de la persona, Análisis Transaccional, Análisis de los Juegos Psicológicos y
Análisis de los Guiones de Vida. Berne (1964) describe y desarrolla una técnica para
ayudar a comprender las emociones propias y ajenas. La teoría que subyace al Análisis
Transaccional es que todos experimentamos sentimientos de <estar bien> y <no estar
bien> durante la infancia y a lo largo de la vida. Para él y para la gran mayoría de los
analistas transaccionales las emociones son uno de los aspectos más centrales y
omnipresentes en la comunicación humana.
La comunicación es un fenómeno presente en todas las parcelas de la vida humana.
En ningún caso se trata de algo que la persona elija y tenga, a la vez, posibilidad de
rechazar. En absoluto. La comunicación constituye para toda persona un hecho
inevitable. Todo en la vida humana es comunicación. Y sólo existimos en la
comunicación y para la comunicación. “La persona humana es comunicación, su
esencia no es otra que comunicar y recibir comunicación” (Thayer, 1975, 36-37).
Siendo así la persona, totalmente comunicación, afirmamos que las emociones están en
el centro de la comunicación. Son el corazón y el motor de la comunicación. La
comunicación no se puede realizar sin emoción. La emoción atraviesa toda la
comunicación. No se puede comunicar sin emoción.
4
La emoción atraviesa totalmente la comunicación humana. La emoción es vehículo
de comunicación. Podríamos con toda libertad sustituir el célebre “Cogito ergo sum” (
Pienso, luego existo) cartesiano por “Me comunico con emoción, luego existo” “Me
comunico-Emoción, luego existo”. Sencillamente porque nuestra existencia se hace
patente en el contacto con los demás. Por todo ello, no debe sorprendernos que las
emociones son las que dan color, profundidad y riqueza a las relaciones humanas.
El énfasis expuesto para subrayar la omnipresencia de la emoción en la vida humana
quiero emplearlo también para destacar su complejidad. El análisis de las emociones es
todo menos fácil. Y la razón de la dificultad tiene que ver, evidentemente, con la propia
complejidad del proceso emocional. A la hora de presentar las cinco emociones básicas
quiero salvar la meticulosidad del ámbito científico. A la vez, y el espacio nos lo exige,
de manera relativamente sencilla y pedagógica deseo reflexionar desde la teoría
transaccional sobre las emociones auténticas, sobre las que todos hemos recibido tan
poca formación y cuyo adecuado manejo nos es tan necesario para lograr el desarrollo
personal.
Son cinco las emociones básicas, auténticas. Estas emociones son: alegría, amor,
miedo, rabia y tristeza.
Las personas no nacemos con estas emociones totalmente programadas. Las
emociones primarias son naturales, nos introducen en el proceso interactivo, donde,
además de las emociones naturales, también aprendemos a orientar estas emociones y a
expresar otras diferentes que forman parte de la cultura a la que pertenecemos. Así,
aprendemos hacia quién o hacia qué dirigirlas. Aprendemos hacia quién demostrar amor
o afecto. Aprendemos de quién o de qué sentir miedo. Aprendemos hacia quién o hacia
qué sentir rabia (Román, 1983, 120). Aprendemos cuándo hay que sentir tristeza. En
definitiva, aprendemos de pequeños la dirección y el objeto de las emociones, según las
creencias, los conocimientos y los marcos de referencia de las familias y de las culturas
(Kertesz, 2003, 129). Como afirma Ekman (2004, 18) sobre la expresión y el gesto de
las emociones estas son “factores socialmente aprendidos y culturalmente variables”.
Por ello, ante una misma idea, situación o hecho se originan emociones distintas. Así
pues, las emociones que tenemos en este momento son respuestas aprendidas en
situaciones originales de nuestra infancia y niñez y que si tenemos permiso para vivirlas
nuestro comportamiento no será caótico, sino coherente.
Pasamos a hacer una breve descripción de cada emoción auténtica. Alegría: o
reacción expansiva que activa comportamientos de gozo y disfrute, de entusiasmo y
entrega a la situación que se está viviendo. Amor: o reacción de sociabilidad que activa
comportamientos que inducen al acercamiento entre personas; mantiene la vivencia del
bienestar por la compañía; favorece el intercambio de caricias positivas y la entrada en
relaciones de intimidad. Miedo: o reacción de alarma frente a un peligro que activa
conductas de evitación, repulsa o rechazo que pueden manifestarse, bien huyendo del
elemento estimular (conducta efectiva) bien generando conductas desorientadas y
caóticas (confusión o conducta ineficaz). Rabia: o emoción de rebeldía que nos faculta
para podernos defender y desencadena comportamientos agresivos, no necesariamente
destructivos, de ataque, a veces directo hacia el estímulo, a veces indirecto,
descargándose vicariamente. Tristeza: o emoción de duelo que genera comportamientos
melancólicos, pasivos, de añoranza, de resignación y de despedida.
5
Estas emociones básicas son patrimonio del Estado del Yo que en el Análisis
Transaccional se denomina Niño Natural. El Estado del Yo Niño está constituido por
los registros de nuestras emociones cuando nos vemos obligados a relacionarnos con los
demás o con nosotros mismos, lo que conduce a la posición existencial <yo estoy bien>
o <yo no estoy bien>.Tienen sus raíces en lo biológico, puesto que son comprobables
mediante pautas de conducta interna neurofisiológica y endocrina. Por ello el cuerpo
posee un lenguaje que le es propio y que trasluce las emociones que está
experimentando la persona con mayor fidelidad que la que consiguen las palabras. El
cuerpo y sus gestos son herramientas poderosas para comprender la conducta
emocional. Bien es cierto que el marco de referencia de cada cultura tiene su propio
código cifrado y, en consecuencia, es preciso andar con cautela a la hora de hacer
“lecturas” del lenguaje corporal. Pueden tenerse en cuenta, a este respecto, la diferente
expresividad de las emociones en los estudios transculturales de Ekman (2004). Sin
embargo, el lenguaje emocional del cuerpo es quizá la mejor llave disponible para
penetrar en el mundo de la vida emocional.
Dentro de la cultura del modelo transaccional se reconocen estas cinco emociones
naturales. Todas estas reacciones son beneficiosas, porque son indicativas de un proceso
interno agradable o desagradable, que tanto el Yo de la persona como todas las demás
personas han de considerar y respetar para poder orientarse de forma sucesiva. Las
personas pueden sentir lo que quieren sentir. Yo puedo sentir lo que quiero sentir
porque es un indicador válido para poder analizar una situación y atemperar el paso que
se ha de dar a continuación. Desde que un estímulo activa una serie de emociones, estas
generan conductas y alcanzan vías de manifestación eficaz. Se recorre, así, un circuito
que si es positivo puede tener estos cinco pasos (Massó, 2003):
1.
2.
3.
4.
La situación estimular activa una serie de sensaciones en los órganos sensitivos.
Las sensaciones provocan una reflexión, una toma de postura decisional.
Esta, a su vez conlleva una reacción operativa adecuada a la situación estimular.
Estas reacciones son las que orientan, al individuo y a los grupos, en pro de
encontrar vías de acción eficaz.
5. Las nuevas fórmulas de acción crean nuevas situaciones estimulares que proveen
nuevas sensaciones, etc...
3. EL GRADIENTE EMOCIONAL
Cuando las personas tenemos permiso para activar el circuito positivo descrito
anteriormente, las emociones generan energía y cumplen su objetivo. Ahora bien, este
comportamiento ideal raramente se da al cien por cien. Lo más frecuente es que algunas
de las emociones auténticas que la persona expresa, en determinado lugar o tiempo,
puedan ser reprimidas o sustituidas por un racket o rebusco.
En el cuadro I se hace intuitiva la relación existente entre las cinco formas más
frecuentes de expresión de una emoción auténtica y el control ejercido sobre los hijos
por los padres, la sociedad u otras figuras parentales durante la infancia y la niñez.
Observamos en el siguiente cuadro cómo la expresión conductual de las emociones
oscila desde la inhibición total hasta el descontrol paralizante:
6
CONTROL
LIBERACIÓN
COMPORTAMIENTO
Inhibir o reprimir la
emoción
Sentir hacia dentro la
emoción
4 ( máximo)
0 ( nula)
3 ( alto )
1 ( baja)
2 ( medio)
2 ( media )
Expresar la emoción
1 ( bajo )
3 ( alta )
Activar la emoción
0 ( nulo )
4 ( máxima )
Activar la emoción sin más
Cuadro I
Relación existente entre los grados de control parental y los niveles de manifestación de
las emociones.
7
También podemos ver en el cuadro II la relación existente entre los grados de
control y los niveles de liberación de las emociones.
Control
parental
creciente
Grados de control
parental.
Mensajes
predominantes.
Tipo de manifestación
de las emociones
No sientas. No sientas lo
que sientes (cámbialo por
un rebusco)
Reprimir la emoción
auténtica (ni siquiera
sentir)
No expreses lo que
sientes.
Sentir la emoción, pero
no expresarla. Poder
sentirla y verbalizarla,
pero no actuar de acuerdo
a ella.
No hagas lo que sientes.
Expresar sólo la emoción
verbalmente.
No te controles.
Actuar sin controlar la
emoción auténtica.
Manifestar la emoción
auténtica bajo la
dirección del adulto
cuando conviene y
respetando a los demás.
Creciente
libertad de
manifestación
emocional
Cuadro II
Relaciones entre niveles de percepción y expresión emocional.
3. EL RACKET O REBUSCO EMOCIONAL
Muchas veces inhibimos la expresión de una emoción natural, sustituyéndola por
otra. Si no expresamos la emoción, inhibimos su función catártica, frustramos en parte
su poder social, psíquico y biológico, dando origen a otros procesos psicológicos y
psicosomáticos poco aconsejables desde el punto de vista educativo. Cuando la reacción
emocional es desmedida o incoherente con relación al estímulo que la despierta, nos
encontramos ante un racket o rebusco: una emoción falsa, aprendida, que tiene carácter
manipulador y que procura esconder la otra reacción emocional natural que no está
permitido sentirla ni expresarla. El rebusco es un sucedáneo.
8
Hemos afirmado anteriormente que la emoción es una energía que tiene la misión de
alertar a un sistema para que actúe en consecuencia. Podemos recurrir a una metáfora
para comprenderlo mejor. Nos imaginamos que nuestro organismo total, el cuerpo, la
mente y el ambiente somos una manguera. La canilla de unión a la red de agua es un
estímulo. Cuando se abre, corre el agua –la energía- dentro del sistema, dentro de la
manguera. Al otro extremo de la manguera está el pico de salida y por ahí sale el chorro
de agua – energía -, siempre y cuando no tenga impedimentos. Esa salida por el pico
representa, metafóricamente estamos hablando, nuestra expresión de las emociones, es
decir, su reconocimiento y su expresión. Pero, ¿qué pasará si alguien pisa la manguera
en algún lugar de su trazado y la estrangula?
El agua se las debe ingeniar, se las debe buscar, mejor, se las debe “rebuscar” para
salir por otro lado: se zafará la manguera de la canilla, explotará en algún lugar,
rompiendo y debilitando la goma, brotará con fuerza por algunos agujeritos ocultos de
la manguera, etc. Si nos fijamos bien, si bien el agua – la energía, las emociones- va por
otros lados, eso no es lo adecuado ya que la función de la manguera es transportar agua
a distancia, adonde nosotros queremos que llegue. El agua que sale normalmente por el
pico o por la boca de la manguera, sin impedimentos, equivaldría a la salida de las cinco
emociones auténticas.
Pero, ¿ qué pasará si algo o alguien obstaculiza la manifestación de las emociones en
el momento en que aparecen o, por lo menos, impide darse cuenta de que las siente
aunque por razones “sociales” no le convenga manifestarlas difiriendo su expresión para
después? En la metáfora del agua que hemos puesto anteriormente, ¿qué hace el agua si
se le impide la salida por el pico de la manguera? Se las ingenia para salir por otros
lados. En el ser humano esas vías de escape de la energía psicofísica de las emociones
son variadas. Y aparecen a través de los rebuscos.
Eric Berne observó que la educación, la familia y la cultura modifican
cualitativamente la intensidad, la duración y la vivencia de las emociones, cambiando
una emoción inaceptable para aquellos, por otra. Si durante la infancia ha habido un
control extenuante de las emociones, este control influirá de manera clara
posteriormente en la vida adulta y se manifestará en el rebusco emocional. Este
sustituye la emoción inaceptable o prohibida. Berne la llamó <racket>, traducible al
lenguaje castizo como <trapisonda>; algo tramposo. El racket o rebusco “es una
emoción sustitutiva, inadecuada, fomentada por los padres o sus sustitutos en la
infancia, que reemplaza a la emoción auténtica, ignorada o prohibida por éstos”
(Kertesz, 2003,129).
El rebusco sobrevive cuando nos prohibimos la expresión de una determinada
emoción y la sustituimos por un “sucedáneo” que nos parece “más aceptable en
sociedad”. El rebusco es una conducta emotiva inadecuada, patológica, modelada en la
infancia; es una emoción utilizada para manipular a los demás (Berne, 1964); no es
adecuada al aquí y ahora, puesto que es un elemento manipulativo de la conducta propia
y ajena. Es un timo emocional pues confunde al que la vive y a los que le rodean. Tiene
carácter sucedáneo que nunca logrará satisfacer la emoción natural y de ahí su
comportamiento reverberante.
9
5. DIFERENCIA ENTRE REBUSCO Y EMOCIÓN NATURAL
Podemos resumir en cinco los criterios por los cuales se diferencian los rebuscos de
las emociones naturales.
1. Adecuación cualitativa entre el comportamiento emocional y el estímulo que lo ha
desatado.
2. Intensidad. La conducta emocional es desproporcionada en su manifestación
respecto al estímulo.
3. Duración. La emoción auténtica se vive aquí y ahora, inmediatamente.
4. Contagio. La conducta emocional, si es auténtica, se infunde y contagia a las
personas que la contemplan. El rebusco es artificial, forzado y teatral.
5. La historia personal. Indagando la historia personal, podemos distinguir si lo que
se siente “aquí y ahora” es emoción natural o manipulación, según que en la
infancia, la alegría y el afecto, fueron compartidos; el miedo y la tristeza dieron
lugar a protección; y la rabia fue permitida y compartida. O, por el contrario, la
alegría y el afecto no se exteriorizaban o se descalificaban permitiéndose la
culpabilidad, la ansiedad, la envidia y el resentimiento; el miedo y la tristeza
daban lugar a caricias de lástima y/o fue torpedeada su expresión; la rabia daba
lugar a caricias agresivas o negativas incondicionales, permitiendo la confusión, la
vergüenza y la falsa rabia.
6. PUEDO SENTIR LO QUE QUIERO SENTIR
Podemos sentir lo que queremos sentir, “pues estamos genéticamente programados
para ocuparnos de nosotros mismos” (Mosterin, 2006, 387). He afirmado anteriormente
que la existencia humana es comunicación-emoción. Admitir el papel nuclear que juega
ésta en la vida personal es fundamental. El éxito o fracaso de la existencia humana va a
depender del modo como vivamos las emociones. La habilidad para la comunicación de
las emociones se convierte en la piedra angular sobre la que descansa el éxito o el
fracaso de una vida. En su ausencia, es imposible evitar el más rotundo de los fracasos.
El analfabetismo emocional y la represión emocional ignoran todo lo relativo a las
emociones y tiene consecuencias destructoras para la persona. La persona sometida a
sistemas inhibitorios de las emociones, aunque siente, desconoce qué es lo que siente,
no sabe poner nombre a sus emociones. Al contrario, para nosotros una alfabetización
emocional conlleva poder sentir lo que queremos sentir, nominar las emociones,
conocer cómo es el proceso biológico, psicológico y social de nuestras emociones, en
definitiva, adquirir conciencia de nuestras propias emociones.
Finalmente y a modo de resumen, queremos presentar algunas conclusiones sobre la
importancia que tiene la correcta expresión de las emociones para que la comunicación
educativa constituya una experiencia viva y rica.
1. La comunicación en cada situación vivencial genera una emoción. Nuestras
emociones son elementos indicativos que nos permiten analizar esa situación
vivida y catalogarla como agradable o desagradable. Muchas veces, las
emociones nos previenen de las dificultades y peligros que vamos a enfrentar.
Así pues, podemos decir que la emoción forma parte de la vida humana igual
10
que la solera forma parte de la característica de un buen vino. La plasticidad de
nuestra forma de sentir puede también formar parte de nuestra naturaleza
humana. Asumimos que somos seres emocionales.
2. Sentir no es una manifestación de debilidad. Las emociones son simplemente
una función psicológica del mismo rango que pensar, imaginar, crear o recordar.
Como dice Corbellá (1992, 38) es preciso reivindicar un tipo de diálogo que esté
“al servicio de las emociones y no al servicio de las reflexiones”.
3. No engañamos a nadie cuando tratamos de ocultar nuestras emociones. Ahora
bien, la expresión de las emociones es muy útil y engendra salud en nosotros
mismos y en nuestros semejantes. Si buscamos el modo de expresar nuestras
emociones, estamos cuidando la higiene emocional, nuestra y la del grupo.
4. La expresión de las emociones facilita la comunicación. Las emociones sentidas,
reconocidas y expresadas se convierten en información utilizable, que puede ser
válida para analizar la situación y conocer cuál es la disponibilidad de cada
persona.
5. El contenido de cuanto expresamos mediante las emociones es más claro y
concreto de lo que transmitimos mediante las grandes ideas generales. Muchas
veces nos enzarzamos en discusiones estériles argumentando y contraargumentando sobre teorías y racionalizaciones, mientras bastaría decir, “tengo
miedo” o “me alegro”, para cortar el zipizape.
6. Si cada persona confesara cuál es su emoción ante las situaciones problemáticas,
es seguro que se daría con una solución más indicada Las interacciones en las
que predomina el permiso para expresar al otro las emociones auténticas, con
libertad, son totalmente contrarias a aquellas transacciones, que son incapaces de
manejar sus verdaderas emociones, las ocultan, las falsifican o las sustituyen por
lo que hemos denominado racket o rebusque.
11
7. BIBLIOGRAFÍA
BERNE, E. (1961) Análisis Transaccional en psicoterapia. Buenos Aires, Psiqué.
BERNE, E. (1964) Games people play. Nueva York, Grove Press.
BERNE, E. (1975) Sex in Human living. Nueva York, grove Press.
BERNE, E. (2002) Qué dice usted después de decir “Hola”? Barcelona, Mondadori.
CORBELLÁ, J. (1992) Vivir en pareja. Madrid, Círculo de lectores.
ECHEVERRÍA, A. Y PÁEZ, D. (1989) Emociones: perspectivas psicosociales. Madrid,
Editorial Fundamentos.
EKMAN, P. (2004) ¿Qué dice ese gesto?. Descubre las emociones ocultas tras las
expresiones faciales. Barcelona, RBA
GOLEMAN, D. (1996) La inteligencia emocional. Barcelona, Kairós.
GOLEMAN, D. (2002) La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona, Kairós.
KERTESZ, R. (2003) Análisis Transaccional Integrado. Buenos Aires, Ippem.
MASSÓ, F. (2003) Los pilares del poder humano. Madrid, Eneida.
MOSTERIN, J. (2006) La naturaleza humana. Madrid, Espasa.
NOVAK, J.D. (1988) Conocimiento y aprendizaje. Los mapas conceptuales como
herramientas facilitadotas para escuelas y empresas. Madrid, Alianza.
ROMÁN, J. M. (1983) Análisis Transaccional. Modelo y aplicaciones. Barcelona,
Ceac.
SÁEZ ALONSO, R. (1984) El comportamiento emocional, Revista de Análisis
Transaccional y Psicología Humanista, 6, 18-24.
SÁEZ ALONSO, R. (1993) The Educator and Licenses. Motivation to know. European
Education 25 (3), 81-96.
SÁEZ ALONSO, R. (2001) Los juegos psicológicos según el Análisis Transaccional.
Dos no juegan si uno no quiere. Madrid, CCS.
THAYER, L. (1975) Comunicación y sistemas de comunicación. Barcelona, Península.
VALBUENA, F. (2004) Eric Berne, visto desde la teoría del Cierre Categorial, El
Catoblepas, 29, 12-45.
Descargar