UNIVERSIDAD DE SALAMANCA XXV SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA EDUCACIÓN "LAS EMOCIONES Y LA FORMACIÓN DE LA IDENTIDAD HUMANA" Salamanca. Noviembre de 2006 ADDENDA . Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las regulaciones nacionales e internacionales. 1 ¿PUEDO SENTIR LO QUE QUIERO SENTIR? Rafael Sáez Alonso Universidad Complutense de Madrid [email protected] La emoción es una reacción circunstancial y transitoria, que desaparece cuando ha hecho su catarsis y ha cumplido su misión de avisar de lo que está ocurriendo o ha ocurrido a nuestro alrededor. Usamos el término emoción como un mensaje que nos informa a nosotros mismos de aquello que sentimos ante determinada situación, que desarrolla el ser humano y que se suscita en las situaciones inter e intrapersonales. Nadie puede guardar sus emociones en un cajón cuando se relaciona con los demás o consigo mismo. Ante la presencia de un estímulo, un hecho o una idea se desencadena dentro de nuestro sistema psicofísico, una energía realmente intensa que podemos percibir o no, pero que tiene la misión de alertar a nuestro sistema para que actúe en consecuencia. La emoción es inteligencia ya que ayuda a comprender y evaluar el episodio que vivimos. Esta energía equivale según la teoría transaccional a las cinco emociones auténticas que son: alegría, amor, miedo, rabia y tristeza. Las emociones son el primer recurso que tenemos para abordar una situación concreta. La expresión emocional nos permite hacer una valoración global y rapidísima de lo que nos está pasando o nos puede pasar. Ante el peligro, sentimos miedo; ante la frustración, rabia y ante la pérdida, tristeza. Las emociones desatan el proceso de alarma del organismo. Pero, a veces, algo o alguien nos impide manifestar esas emociones en el momento en que aparecen. Entonces se sustituyen las emociones no aceptadas o prohibidas por un racket o rebusco. Como educadores podemos ayudar a dar permiso para sentir lo que cada persona quiere sentir, aquí y ahora, promocionando la construcción y el mantenimiento de la higiene emocional y, generando, de este modo, salud física, psíquica y social. Queremos responder afirmativamente a la pregunta que encabeza este artículo, siendo inteligentes emocionalmente, es decir, sabiendo qué es lo que realmente sentimos y conociendo cómo se llaman nuestras emociones que sentimos. 1. EL TÉRMINO EMOCIÓN Las emociones han tenido en los últimos años un amplio eco en la literatura, en la filosofía, en la psicología y en la educación. Las dimensiones que se trabajan en las emociones se mueven desde la sociología, la antropología y la psicología, hasta la educación y la epistemología. Incluso en el siglo pasado, Xavier Zubiri, filósofo, ya insistía en la necesidad de comprender al ser humano como un todo absolutamente integrado, denominando a esta realidad como inteligencia sentiente. Con los conocimientos actuales solo desde un punto de vista interdisciplinar y abierto se puede abordar la complejidad de este tema . Todas las emociones son impulsos que nos llevan a actuar. La raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino movere que significa moverse, más el prefijo “e”, significa movimiento hacia, sugiriendo que en toda emoción hay implícita una 2 tendencia a la acción. Sería muy exhaustivo referir las numerosas definiciones dadas por los diversos autores de acuerdo con los modelos o paradigmas que las sustentan. No obstante algunos ejemplos nos pueden ser de gran ayuda para observar la heterogeneidad de ellas, sabiendo que hay que echar mano para nuestras deliberaciones sobre este tema de todas las teorías filosóficas, psicológicas y educativas, de todos los datos científicos objetivos y de nuestra experiencia subjetiva de la vida. Por ejemplo, Vallés y Vallés (2000, 28) nos presentan definiciones de las teorías conductistas, cognitivas o con componentes más psicofisiológicos. Elegimos una definición de la emoción que nos parece que señala y abarca la complejidad a la hora de definirla. La emoción es: una respuesta somática caracterizada por alteraciones en la temperatura de la piel, cambios en la distribución de la sangre, alteración del ritmo cardíaco, modificación de la respiración, respuesta pupilar lenta, secreción salivar anormal, respuesta pilomotriz, movilidad gastrointestinal, tensión muscular y sudor helado. Sin duda alguna, las reacciones fisiológicas que se producen con las emociones alteran la química del sistema nervioso e inciden en la presión sanguínea. Toda emoción tiene estas consecuencias, aunque la intensidad sea baja. Otras definiciones inciden en el peso específico que poseen las estructuras cerebrales. Como ha escrito Mosterin (2006, 363): “la naturaleza humana se plasma en un cerebro plástico y complejo, que coordina y controla la conducta del individuo en función de la información que recibe del entorno, orientándose tanto por sus propios sentimientos y preferencias congénitas como por las normas culturales adquiridas”. En este caso, las definiciones insisten en que las emociones están reguladas por estructuras nerviosas subcorticales, y son consecuencia de la actividad de determinados circuitos neuronales del hipotálamo y del sistema límbico. Uno de los autores modernos más citados en el área de la inteligencia emocional como es Goleman (1996) se refiere con el término emoción a un sentimiento y los pensamientos, los estados biológicos, los estado psicológicos y el tipo de tendencias a la acción que lo caracterizan. Se trata con palabras del mismo Goleman (2002, 18) de adquirir la habilidad de poner “juntas cabeza y corazón” para dirigir las emociones y no ahogarlas. También Echebarría y Páez (1989, 46) aportan diferentes definiciones de las emociones según las orientaciones teóricas de los autores. En resumen, afirman que toda emoción es un fenómeno que se puede considerar como un proceso multidimensional (fisiológico, expresivo, conductual y de vivencia subjetiva). Se podría ejemplificar la definición de emoción con más autores. Sin embargo, para casi todos los que hemos estudiado, la emoción involucra al pensamiento, al estado psicofisiológico del cuerpo, al afecto y a la acción – reacción expresiva. Es decir, todos hacen referencia a un estado personal complejo, a una respuesta somática por la agitación o perturbación de la mente por la emoción. Pensamiento, estado biológico y estado psicológico con tendencia a la acción como reacción a la información que procede de los problemas personales o de las relaciones interpersonales. Se mantiene la constante de que lo corporal y lo mental están totalmente imbricados. “Los seres humanos integran el pensamiento, el sentimiento y la acción en cada experiencia que 3 tienen” ( Novak,1998,195), que son las tres dimensiones de la emoción: biológica, psicológica y social. Como resumen, presentamos una definición que sin ser definitiva, vincula, sin embargo, los conceptos y los hechos experimentados en el ser humano cuando irrumpe la emoción: es aquella reacción inmediata y de muy breve duración ante un estímulo, un hecho o una idea, externos o internos a la persona y desencadenada dentro del sistema psicofísico de la persona; implica manifestaciones expresivas, conductuales, reacciones fisiológicas y percepciones y cogniciones subjetivas. 2. LAS EMOCIONES BÁSICAS De la literatura psicológica y pedagógica actual, observamos que el Análisis Transaccional aporta a la práctica educativa unos instrumentos que favorecen la perspectiva pedagógica de educar las emociones a través de la adquisición de un conjunto de destrezas y habilidades por parte del individuo. Uno de sus instrumentos, entre otros muchos, es el de las emociones, o mejor, el del manejo adecuado de las mismas. El educador puede iniciar un proceso educativo integral con unas intenciones educativas precisas: desarrollar la habilidad de conocer las propias emociones; identificar las emociones de los demás; desarrollar la habilidad de dar permiso para que cada persona pueda sentir lo que quiere sentir, sean emociones agradables o amenazantes. Es la aptitud, la capacidad o la habilidad de aprender a manejar las emociones de forma cada vez más catártica y homeostática, canalizándolas y dándoles salida adecuada según los casos. Queremos precisar que no hay emociones buenas y malas. Todas las emociones son útiles, porque cada expresión emocional es significativa, sirve a la adaptación, moviliza algún resorte psicológico destinado a modificar la situación (Massó, 2003). Eric Berne (1961, 1975, 2002) desarrolló una psicoterapia llamada Análisis Transaccional. Utilizó esta expresión para designar a todo su sistema: Análisis Estructural de la persona, Análisis Transaccional, Análisis de los Juegos Psicológicos y Análisis de los Guiones de Vida. Berne (1964) describe y desarrolla una técnica para ayudar a comprender las emociones propias y ajenas. La teoría que subyace al Análisis Transaccional es que todos experimentamos sentimientos de <estar bien> y <no estar bien> durante la infancia y a lo largo de la vida. Para él y para la gran mayoría de los analistas transaccionales las emociones son uno de los aspectos más centrales y omnipresentes en la comunicación humana. La comunicación es un fenómeno presente en todas las parcelas de la vida humana. En ningún caso se trata de algo que la persona elija y tenga, a la vez, posibilidad de rechazar. En absoluto. La comunicación constituye para toda persona un hecho inevitable. Todo en la vida humana es comunicación. Y sólo existimos en la comunicación y para la comunicación. “La persona humana es comunicación, su esencia no es otra que comunicar y recibir comunicación” (Thayer, 1975, 36-37). Siendo así la persona, totalmente comunicación, afirmamos que las emociones están en el centro de la comunicación. Son el corazón y el motor de la comunicación. La comunicación no se puede realizar sin emoción. La emoción atraviesa toda la comunicación. No se puede comunicar sin emoción. 4 La emoción atraviesa totalmente la comunicación humana. La emoción es vehículo de comunicación. Podríamos con toda libertad sustituir el célebre “Cogito ergo sum” ( Pienso, luego existo) cartesiano por “Me comunico con emoción, luego existo” “Me comunico-Emoción, luego existo”. Sencillamente porque nuestra existencia se hace patente en el contacto con los demás. Por todo ello, no debe sorprendernos que las emociones son las que dan color, profundidad y riqueza a las relaciones humanas. El énfasis expuesto para subrayar la omnipresencia de la emoción en la vida humana quiero emplearlo también para destacar su complejidad. El análisis de las emociones es todo menos fácil. Y la razón de la dificultad tiene que ver, evidentemente, con la propia complejidad del proceso emocional. A la hora de presentar las cinco emociones básicas quiero salvar la meticulosidad del ámbito científico. A la vez, y el espacio nos lo exige, de manera relativamente sencilla y pedagógica deseo reflexionar desde la teoría transaccional sobre las emociones auténticas, sobre las que todos hemos recibido tan poca formación y cuyo adecuado manejo nos es tan necesario para lograr el desarrollo personal. Son cinco las emociones básicas, auténticas. Estas emociones son: alegría, amor, miedo, rabia y tristeza. Las personas no nacemos con estas emociones totalmente programadas. Las emociones primarias son naturales, nos introducen en el proceso interactivo, donde, además de las emociones naturales, también aprendemos a orientar estas emociones y a expresar otras diferentes que forman parte de la cultura a la que pertenecemos. Así, aprendemos hacia quién o hacia qué dirigirlas. Aprendemos hacia quién demostrar amor o afecto. Aprendemos de quién o de qué sentir miedo. Aprendemos hacia quién o hacia qué sentir rabia (Román, 1983, 120). Aprendemos cuándo hay que sentir tristeza. En definitiva, aprendemos de pequeños la dirección y el objeto de las emociones, según las creencias, los conocimientos y los marcos de referencia de las familias y de las culturas (Kertesz, 2003, 129). Como afirma Ekman (2004, 18) sobre la expresión y el gesto de las emociones estas son “factores socialmente aprendidos y culturalmente variables”. Por ello, ante una misma idea, situación o hecho se originan emociones distintas. Así pues, las emociones que tenemos en este momento son respuestas aprendidas en situaciones originales de nuestra infancia y niñez y que si tenemos permiso para vivirlas nuestro comportamiento no será caótico, sino coherente. Pasamos a hacer una breve descripción de cada emoción auténtica. Alegría: o reacción expansiva que activa comportamientos de gozo y disfrute, de entusiasmo y entrega a la situación que se está viviendo. Amor: o reacción de sociabilidad que activa comportamientos que inducen al acercamiento entre personas; mantiene la vivencia del bienestar por la compañía; favorece el intercambio de caricias positivas y la entrada en relaciones de intimidad. Miedo: o reacción de alarma frente a un peligro que activa conductas de evitación, repulsa o rechazo que pueden manifestarse, bien huyendo del elemento estimular (conducta efectiva) bien generando conductas desorientadas y caóticas (confusión o conducta ineficaz). Rabia: o emoción de rebeldía que nos faculta para podernos defender y desencadena comportamientos agresivos, no necesariamente destructivos, de ataque, a veces directo hacia el estímulo, a veces indirecto, descargándose vicariamente. Tristeza: o emoción de duelo que genera comportamientos melancólicos, pasivos, de añoranza, de resignación y de despedida. 5 Estas emociones básicas son patrimonio del Estado del Yo que en el Análisis Transaccional se denomina Niño Natural. El Estado del Yo Niño está constituido por los registros de nuestras emociones cuando nos vemos obligados a relacionarnos con los demás o con nosotros mismos, lo que conduce a la posición existencial <yo estoy bien> o <yo no estoy bien>.Tienen sus raíces en lo biológico, puesto que son comprobables mediante pautas de conducta interna neurofisiológica y endocrina. Por ello el cuerpo posee un lenguaje que le es propio y que trasluce las emociones que está experimentando la persona con mayor fidelidad que la que consiguen las palabras. El cuerpo y sus gestos son herramientas poderosas para comprender la conducta emocional. Bien es cierto que el marco de referencia de cada cultura tiene su propio código cifrado y, en consecuencia, es preciso andar con cautela a la hora de hacer “lecturas” del lenguaje corporal. Pueden tenerse en cuenta, a este respecto, la diferente expresividad de las emociones en los estudios transculturales de Ekman (2004). Sin embargo, el lenguaje emocional del cuerpo es quizá la mejor llave disponible para penetrar en el mundo de la vida emocional. Dentro de la cultura del modelo transaccional se reconocen estas cinco emociones naturales. Todas estas reacciones son beneficiosas, porque son indicativas de un proceso interno agradable o desagradable, que tanto el Yo de la persona como todas las demás personas han de considerar y respetar para poder orientarse de forma sucesiva. Las personas pueden sentir lo que quieren sentir. Yo puedo sentir lo que quiero sentir porque es un indicador válido para poder analizar una situación y atemperar el paso que se ha de dar a continuación. Desde que un estímulo activa una serie de emociones, estas generan conductas y alcanzan vías de manifestación eficaz. Se recorre, así, un circuito que si es positivo puede tener estos cinco pasos (Massó, 2003): 1. 2. 3. 4. La situación estimular activa una serie de sensaciones en los órganos sensitivos. Las sensaciones provocan una reflexión, una toma de postura decisional. Esta, a su vez conlleva una reacción operativa adecuada a la situación estimular. Estas reacciones son las que orientan, al individuo y a los grupos, en pro de encontrar vías de acción eficaz. 5. Las nuevas fórmulas de acción crean nuevas situaciones estimulares que proveen nuevas sensaciones, etc... 3. EL GRADIENTE EMOCIONAL Cuando las personas tenemos permiso para activar el circuito positivo descrito anteriormente, las emociones generan energía y cumplen su objetivo. Ahora bien, este comportamiento ideal raramente se da al cien por cien. Lo más frecuente es que algunas de las emociones auténticas que la persona expresa, en determinado lugar o tiempo, puedan ser reprimidas o sustituidas por un racket o rebusco. En el cuadro I se hace intuitiva la relación existente entre las cinco formas más frecuentes de expresión de una emoción auténtica y el control ejercido sobre los hijos por los padres, la sociedad u otras figuras parentales durante la infancia y la niñez. Observamos en el siguiente cuadro cómo la expresión conductual de las emociones oscila desde la inhibición total hasta el descontrol paralizante: 6 CONTROL LIBERACIÓN COMPORTAMIENTO Inhibir o reprimir la emoción Sentir hacia dentro la emoción 4 ( máximo) 0 ( nula) 3 ( alto ) 1 ( baja) 2 ( medio) 2 ( media ) Expresar la emoción 1 ( bajo ) 3 ( alta ) Activar la emoción 0 ( nulo ) 4 ( máxima ) Activar la emoción sin más Cuadro I Relación existente entre los grados de control parental y los niveles de manifestación de las emociones. 7 También podemos ver en el cuadro II la relación existente entre los grados de control y los niveles de liberación de las emociones. Control parental creciente Grados de control parental. Mensajes predominantes. Tipo de manifestación de las emociones No sientas. No sientas lo que sientes (cámbialo por un rebusco) Reprimir la emoción auténtica (ni siquiera sentir) No expreses lo que sientes. Sentir la emoción, pero no expresarla. Poder sentirla y verbalizarla, pero no actuar de acuerdo a ella. No hagas lo que sientes. Expresar sólo la emoción verbalmente. No te controles. Actuar sin controlar la emoción auténtica. Manifestar la emoción auténtica bajo la dirección del adulto cuando conviene y respetando a los demás. Creciente libertad de manifestación emocional Cuadro II Relaciones entre niveles de percepción y expresión emocional. 3. EL RACKET O REBUSCO EMOCIONAL Muchas veces inhibimos la expresión de una emoción natural, sustituyéndola por otra. Si no expresamos la emoción, inhibimos su función catártica, frustramos en parte su poder social, psíquico y biológico, dando origen a otros procesos psicológicos y psicosomáticos poco aconsejables desde el punto de vista educativo. Cuando la reacción emocional es desmedida o incoherente con relación al estímulo que la despierta, nos encontramos ante un racket o rebusco: una emoción falsa, aprendida, que tiene carácter manipulador y que procura esconder la otra reacción emocional natural que no está permitido sentirla ni expresarla. El rebusco es un sucedáneo. 8 Hemos afirmado anteriormente que la emoción es una energía que tiene la misión de alertar a un sistema para que actúe en consecuencia. Podemos recurrir a una metáfora para comprenderlo mejor. Nos imaginamos que nuestro organismo total, el cuerpo, la mente y el ambiente somos una manguera. La canilla de unión a la red de agua es un estímulo. Cuando se abre, corre el agua –la energía- dentro del sistema, dentro de la manguera. Al otro extremo de la manguera está el pico de salida y por ahí sale el chorro de agua – energía -, siempre y cuando no tenga impedimentos. Esa salida por el pico representa, metafóricamente estamos hablando, nuestra expresión de las emociones, es decir, su reconocimiento y su expresión. Pero, ¿qué pasará si alguien pisa la manguera en algún lugar de su trazado y la estrangula? El agua se las debe ingeniar, se las debe buscar, mejor, se las debe “rebuscar” para salir por otro lado: se zafará la manguera de la canilla, explotará en algún lugar, rompiendo y debilitando la goma, brotará con fuerza por algunos agujeritos ocultos de la manguera, etc. Si nos fijamos bien, si bien el agua – la energía, las emociones- va por otros lados, eso no es lo adecuado ya que la función de la manguera es transportar agua a distancia, adonde nosotros queremos que llegue. El agua que sale normalmente por el pico o por la boca de la manguera, sin impedimentos, equivaldría a la salida de las cinco emociones auténticas. Pero, ¿ qué pasará si algo o alguien obstaculiza la manifestación de las emociones en el momento en que aparecen o, por lo menos, impide darse cuenta de que las siente aunque por razones “sociales” no le convenga manifestarlas difiriendo su expresión para después? En la metáfora del agua que hemos puesto anteriormente, ¿qué hace el agua si se le impide la salida por el pico de la manguera? Se las ingenia para salir por otros lados. En el ser humano esas vías de escape de la energía psicofísica de las emociones son variadas. Y aparecen a través de los rebuscos. Eric Berne observó que la educación, la familia y la cultura modifican cualitativamente la intensidad, la duración y la vivencia de las emociones, cambiando una emoción inaceptable para aquellos, por otra. Si durante la infancia ha habido un control extenuante de las emociones, este control influirá de manera clara posteriormente en la vida adulta y se manifestará en el rebusco emocional. Este sustituye la emoción inaceptable o prohibida. Berne la llamó <racket>, traducible al lenguaje castizo como <trapisonda>; algo tramposo. El racket o rebusco “es una emoción sustitutiva, inadecuada, fomentada por los padres o sus sustitutos en la infancia, que reemplaza a la emoción auténtica, ignorada o prohibida por éstos” (Kertesz, 2003,129). El rebusco sobrevive cuando nos prohibimos la expresión de una determinada emoción y la sustituimos por un “sucedáneo” que nos parece “más aceptable en sociedad”. El rebusco es una conducta emotiva inadecuada, patológica, modelada en la infancia; es una emoción utilizada para manipular a los demás (Berne, 1964); no es adecuada al aquí y ahora, puesto que es un elemento manipulativo de la conducta propia y ajena. Es un timo emocional pues confunde al que la vive y a los que le rodean. Tiene carácter sucedáneo que nunca logrará satisfacer la emoción natural y de ahí su comportamiento reverberante. 9 5. DIFERENCIA ENTRE REBUSCO Y EMOCIÓN NATURAL Podemos resumir en cinco los criterios por los cuales se diferencian los rebuscos de las emociones naturales. 1. Adecuación cualitativa entre el comportamiento emocional y el estímulo que lo ha desatado. 2. Intensidad. La conducta emocional es desproporcionada en su manifestación respecto al estímulo. 3. Duración. La emoción auténtica se vive aquí y ahora, inmediatamente. 4. Contagio. La conducta emocional, si es auténtica, se infunde y contagia a las personas que la contemplan. El rebusco es artificial, forzado y teatral. 5. La historia personal. Indagando la historia personal, podemos distinguir si lo que se siente “aquí y ahora” es emoción natural o manipulación, según que en la infancia, la alegría y el afecto, fueron compartidos; el miedo y la tristeza dieron lugar a protección; y la rabia fue permitida y compartida. O, por el contrario, la alegría y el afecto no se exteriorizaban o se descalificaban permitiéndose la culpabilidad, la ansiedad, la envidia y el resentimiento; el miedo y la tristeza daban lugar a caricias de lástima y/o fue torpedeada su expresión; la rabia daba lugar a caricias agresivas o negativas incondicionales, permitiendo la confusión, la vergüenza y la falsa rabia. 6. PUEDO SENTIR LO QUE QUIERO SENTIR Podemos sentir lo que queremos sentir, “pues estamos genéticamente programados para ocuparnos de nosotros mismos” (Mosterin, 2006, 387). He afirmado anteriormente que la existencia humana es comunicación-emoción. Admitir el papel nuclear que juega ésta en la vida personal es fundamental. El éxito o fracaso de la existencia humana va a depender del modo como vivamos las emociones. La habilidad para la comunicación de las emociones se convierte en la piedra angular sobre la que descansa el éxito o el fracaso de una vida. En su ausencia, es imposible evitar el más rotundo de los fracasos. El analfabetismo emocional y la represión emocional ignoran todo lo relativo a las emociones y tiene consecuencias destructoras para la persona. La persona sometida a sistemas inhibitorios de las emociones, aunque siente, desconoce qué es lo que siente, no sabe poner nombre a sus emociones. Al contrario, para nosotros una alfabetización emocional conlleva poder sentir lo que queremos sentir, nominar las emociones, conocer cómo es el proceso biológico, psicológico y social de nuestras emociones, en definitiva, adquirir conciencia de nuestras propias emociones. Finalmente y a modo de resumen, queremos presentar algunas conclusiones sobre la importancia que tiene la correcta expresión de las emociones para que la comunicación educativa constituya una experiencia viva y rica. 1. La comunicación en cada situación vivencial genera una emoción. Nuestras emociones son elementos indicativos que nos permiten analizar esa situación vivida y catalogarla como agradable o desagradable. Muchas veces, las emociones nos previenen de las dificultades y peligros que vamos a enfrentar. Así pues, podemos decir que la emoción forma parte de la vida humana igual 10 que la solera forma parte de la característica de un buen vino. La plasticidad de nuestra forma de sentir puede también formar parte de nuestra naturaleza humana. Asumimos que somos seres emocionales. 2. Sentir no es una manifestación de debilidad. Las emociones son simplemente una función psicológica del mismo rango que pensar, imaginar, crear o recordar. Como dice Corbellá (1992, 38) es preciso reivindicar un tipo de diálogo que esté “al servicio de las emociones y no al servicio de las reflexiones”. 3. No engañamos a nadie cuando tratamos de ocultar nuestras emociones. Ahora bien, la expresión de las emociones es muy útil y engendra salud en nosotros mismos y en nuestros semejantes. Si buscamos el modo de expresar nuestras emociones, estamos cuidando la higiene emocional, nuestra y la del grupo. 4. La expresión de las emociones facilita la comunicación. Las emociones sentidas, reconocidas y expresadas se convierten en información utilizable, que puede ser válida para analizar la situación y conocer cuál es la disponibilidad de cada persona. 5. El contenido de cuanto expresamos mediante las emociones es más claro y concreto de lo que transmitimos mediante las grandes ideas generales. Muchas veces nos enzarzamos en discusiones estériles argumentando y contraargumentando sobre teorías y racionalizaciones, mientras bastaría decir, “tengo miedo” o “me alegro”, para cortar el zipizape. 6. Si cada persona confesara cuál es su emoción ante las situaciones problemáticas, es seguro que se daría con una solución más indicada Las interacciones en las que predomina el permiso para expresar al otro las emociones auténticas, con libertad, son totalmente contrarias a aquellas transacciones, que son incapaces de manejar sus verdaderas emociones, las ocultan, las falsifican o las sustituyen por lo que hemos denominado racket o rebusque. 11 7. BIBLIOGRAFÍA BERNE, E. (1961) Análisis Transaccional en psicoterapia. Buenos Aires, Psiqué. BERNE, E. (1964) Games people play. Nueva York, Grove Press. BERNE, E. (1975) Sex in Human living. Nueva York, grove Press. BERNE, E. (2002) Qué dice usted después de decir “Hola”? Barcelona, Mondadori. CORBELLÁ, J. (1992) Vivir en pareja. Madrid, Círculo de lectores. ECHEVERRÍA, A. Y PÁEZ, D. (1989) Emociones: perspectivas psicosociales. Madrid, Editorial Fundamentos. EKMAN, P. (2004) ¿Qué dice ese gesto?. 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