Índice de Populismo

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Índice de Populismo
AUTORES
Andreas Johansson Heinö
Diego Sánchez de la Cruz
COLABORADORES
Axel Kaiser
Gloria Álvarez
El apoyo a los partidos populistas y autoritarios está alcanzando
máximos históricos en Europa. Se dedican muchos titulares de
prensa al auge de la derecha radical y a la reaparición de una
izquierda autoritaria, pero ¿cómo han evolucionado estas
fuerzas a lo largo del tiempo? He ahí la principal pregunta que
responde el Índice de Populismo Autoritario (IPA).
El informe ha sido desarrollado por el investigador Andreas
Johansson Heinö, del think tank sueco Timbro. La difusión y
adaptación del trabajo para España corre a cargo de CIVISMO,
que junto a Timbro forma parte de la red liberal europea
EPICENTER.
El IPA incluye a todos los partidos de corte populista y
autoritario que, sean de extrema izquierda o de extrema
derecha, han concurrido a las elecciones generales de 33 países
del Viejo Continente a lo largo del periodo comprendido entre
1980 y 2016. La conclusión del análisis es clara: existe un
alarmante desarrollo que está conduciendo a que estas ideas no
paren de ganar influencia a lo largo y ancho del Viejo
Continente.
Pero el IPA no solamente contempla la evolución del populismo
autoritario en Europa, sino que se centra también en analizar la
situación española, con un especial énfasis en el auge de la
extrema izquierda a lo largo de los últimos años.
Diego Sánchez de la Cruz, director de CIVISMO ha adaptado el
trabajo original de TIMBRO para España y ampliado el estudio
para desarrollar un subíndice que mide el peso del populismo en
España. Contó con la colaboración de Daniel Portero,
investigador de CIVISMO.
Además, el IPA de TIMBRO y CIVISMO cuenta con la colaboración
especial de Axel Kaiser y Gloria Álvarez. El jurista chileno y la
politólogo guatemalteca se han erigido en dos figuras clave para
analizar el fenómeno del populismo en los países
iberoamericanos. En el apéndice que ambos firman y que sirve
como cierre para este trabajo, Kaiser y Álvarez reflexionan
sobre la importancia de articular una respuesta efectiva a través
de los think tanks.
ÍNDICE DEL INFORME
Índice del Populismo Autoritario (IPA) en Europa
Introducción … P. 5
El concepto de populismo autoritario … P. 6
El discurso del populismo autoritario … P. 8
Metodología … P.10
El renacimiento del radicalismo político en Europa … P. 11
Índice de Populismo Autoritario (IPA) en Europa … P. 14
¿Cuál es la respuesta liberal al populismo autoritario? … P. 22
Índice del Populismo en España
La evolución de la extrema izquierda en España … P. 25
Otras vertientes del populismo … P. 27
Podemos y la confluencia del comunismo y el populismo … P. 29
La anatomía del populismo autoritario en España … P. 36
El apoyo a Podemos e IU, por comunidad autónoma … P. 39
El Índice de Populismo en España … P. 41
Apéndice
“Construir un nuevo sentido común para romper el engaño populista”, de
Axel Kaiser y Gloria Álvarez … P. 44
Fuentes y referencias
P. 54
Sobre los autores
P. 58
Sobre Civismo
P. 59
ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO: EUROPA
Autor del IPA para Europa: Andreas Johansson Heinö
Adaptación para España: Diego Sánchez de la Cruz
INTRODUCCIÓN
Los partidos populistas y autoritarios nunca han tenido tanto apoyo en
Europa como hoy en día. De media, uno de cada cinco votantes del Viejo
Continente confía en opciones radicales de izquierda o de derecha. La
intención de voto para estas corrientes es un fenómeno imposible de
ignorar.
Casi todos los países europeos han experimentado, en mayor o menor
medida, la irrupción de este tipo de formaciones políticas. De hecho, el
voto al populismo autoritario alcanzó su máximo histórico en 2015. Todo
apunta a que esta evolución no ha terminado, a raíz de los acontecimientos
políticos observados en la primera mitad de 2016 en países como Alemania,
Austria, España, Irlanda, Italia, Serbia, Eslovaquia, Chipre…
Que el populismo autoritario vaya a más no significa en todos los casos que
llegue al poder. Evidentemente, esto depende de los pactos de gobierno,
de las leyes electorales, de las dinámicas políticas... A mediados de 2016,
el populismo autoritario había accedido al gobierno en 9 países europeos y
actuaba como apoyo parlamentario clave para otros dos Ejecutivos. De
media, uno de cada tres países europeos está gobernado directa o
indirectamente por partidos enmarcados en el populismo autoritario.
Por supuesto, es imposible saber en qué punto del ciclo nos encontramos.
¿Estamos en los primeros minutos del partido, en el tiempo de descanso o
en la prórroga final? No podemos ofrecer una respuesta para el largo plazo
pero sí parece claro que, a corto y a medio plazo, la evolución de los
últimos años apunta a un cambio estructural en el mapa político europeo,
que no sufría tantas alteraciones desde los años posteriores a la caída de la
Unión Soviética.
Este desarrollo no puede coger a nadie por sorpresa. Los medios de
comunicación han prestado especial atención al continuo auge electoral de
estas formaciones. A todos los europeos del Norte, Centro o Sur del
continente les suenan ya apellidos como Le Pen, Iglesias, Wilders, Orban,
Tsipras…
En el ámbito académico, las investigaciones sobre el populismo autoritario
han ido a más en los tres últimos lustros. ¿Qué novedades aporta el Índice
de Populismo y Autoritarismo (IPA)? En esencia, hay cuatro aspectos por los
que merecía la pena un proyecto así. En primer lugar, mostrar la evolución
de esta corriente a lo largo de más de 30 años; en segundo lugar, tocar
todas las vertientes del fenómeno del populismo autoritario, abarcando la
la extrema izquierda pero también la extrema derecha; en tercer lugar,
valorar el reto a la democracia que suponen estos partidos; en cuarto lugar,
promover una reflexión sobre la agenda que deben seguir los demócratas en
general y los liberales en particular para reaccionar ante este fenómeno tan
complejo.
EL CONCEPTO DE POPULISMO AUTORITARIO
Desde el final de la II Guerra Mundial, el consenso europeo ha sido
desarrollado por cuatro grandes familias políticas: los conservadores, los
democristianos, los liberales y los socialdemócratas o socialistas
moderados.
Todas las agrupaciones políticas tradicionales europeas están de acuerdo en
una serie de principios fundamentales, tales como la democracia
representativa, los derechos humanos, las libertades individuales, los
límites constitucionales al poder, la independencia del poder judicial, el
periodismo independiente y libre, la protección de las minorías frente a la
tiranía de las mayorías, el respeto a la economía de mercado, la apertura a
la globalización comercial y cultural, etc.
Este consenso europeo no es rígido ni cerrado. De hecho, con el desplome
de la Unión Soviética se observó una evolución de formaciones socialistas o
ecologistas que partían de postulados más radicales pero terminaron
aceptando estas posiciones en gran medida. El resultado de esta progresiva
convergencia ha sido el desarrollo de un gran proyecto integrador como es
la Unión Europea.
Esto no quiere decir que todos los partidos defiendan lo mismo. Ahí están
las diferencias en el grado de apoyo a todos los puntos anteriores, así como
las posiciones más diferenciadas que se siguen observando en cuestiones
como la inmigración, la seguridad, la energía, la educación, la sanidad, el
medio ambiente… Eso sí, estás discrepancias suelen resolverse sin recurrir a
posiciones radicales y extremistas.
Frente a este consenso, el populismo autoritario construye un nuevo
paradigma en el que más importante aún que las ideas es el modo en que
éstas se presentan al electorado. El rasgo común de todos estos partidos es
su mensaje simplista, centrado en decir lo que la gente quiere oír y en
ofrecer soluciones mágicas a problemas complejos.
No todos los estudiosos del fenómeno ven con malos ojos el populismo.
Margaret Canovan y Cas Mudde reconocen elementos correctivos en este
tipo de expresiones políticas. Según esta interpretación, la aparición de
formaciones populistas ayuda a regenerar y a revitalizar la democracia,
ayudando a corregir los excesos y equivocaciones de los partidos
tradicionales. Por este motivo, este trabajo no está consagrado
simplemente al estudio del populismo, sino que se centra en aquel
populismo que tiene un sello autoritario en sus planes políticos.
El concepto de populismo autoritario engloba a todos los partidos políticos
del Viejo Continente que rechazan los principios fundamentales del
consenso europeo. Hay dos grandes familias bajo este paraguas: la extrema
izquierda y la extrema derecha. Como norma, se observa que todos los
partidos populistas de éxito tienen elementos autoritarios y que todos los
partidos autoritarios de éxito tienen elementos populistas.
No Autoritario
No Populista
Populista
Consenso europeo:
conservadores,
democristianos, liberales
y socialdemócratas o
socialistas moderados.
Movimientos
anticorrupción
Autoritario
Fascistas, marxistaleninistas, trotskistas…
Extrema derecha (FPÖ,
Frente Nacional), Extrema
izquierda (Syriza,
Podemos…)
EL DISCURSO DEL POPULISMO AUTORITARIO
En primer lugar, cabe señalar que todos los partidos incluidos en el IPA
enarbolan, en menor o mayor medida, un discurso común en el que sus
dirigentes dicen ser los verdaderos representantes del pueblo, elegidos para
combatir a una élite corrupta.
Margaret Canovan señala que este discurso es transversal entre los
extremismos políticos. De forma reiterada, los populistas autoritarios
cargan contra la supuesta falta de legitimidad unos dirigentes políticos que
se estarían sirviendo de las instituciones para enriquecerse y actuar en
contra de los intereses generales.
Este planteamiento facilita la penetración social del populismo autoritario,
ya que basta con erigirse como representante del pueblo para evitar
confrontaciones más elaboradas de ideas y propuestas. Al mismo tiempo,
este enfoque promueve la división política. Lo vemos en España, donde
Podemos identifica como los partidos de la casta a PP y PSOE y, al hilo de
esta distinción, se presenta como una formación ajena a dicho
establishment.
Otro rasgo habitual del discurso del populismo autoritario tiene que ver con
la urgencia que, en su opinión, tiene la adopción de cambios radicales. A
estos partidos les obsesiona acabar con los contrapesos institucionales que
moldean la aprobación o derogación de leyes y normas. Las minorías quedan
desdeñadas y las mayorías tienen derecho a aprobar todo aquello que los
populistas autoritarios consideran oportuno. Esto explica que promuevan
continuamente todo tipo de referéndums, como vía para acelerar los
tiempos políticos y darles una apariencia democrática. De nuevo, no hace
falta salir de España para comprobar la importancia que da Podemos a estas
cuestiones.
Existen elementos comunes entre esta estrategia y la del nacionalismo, que
también deja a la persona en segundo plano y concentra su discurso en
reforzar el poder de quienes dicen actuar en defensa de la patria. De
hecho, la mayoría de estos nuevos partidos políticos abraza el nacionalismo
con entusiasmo, principalmente cuando hablamos de formaciones de
extrema derecha.
Cuando el populismo autoritario se enmarca en la extrema izquierda, el
discurso se construye en torno a la idea de que hay que defender al pueblo.
Se recicla la vieja retórica de la lucha de clases, pero ahora cambiando la
vieja terminología marxista por un relato mucho más sencillo: “hay que
defender al pueblo de los políticos corruptos y de los abusos
empresariales”.
Eso sí, sea de extrema derecha o de extrema izquierda, el populismo
autoritario defiende siempre un Estado mucho más fuerte y grande. Bajo su
discurso, el Estado siempre tiene que hacer más, siempre es la solución a
los problemas, siempre es el elemento vertebrador del “cambio social”. Por
eso, el populismo autoritario va de la mano de recetas impregnadas de
intervencionismo y estatismo, que en el caso de la extrema derecha se
centran en cuestiones como la seguridad, el orden, los valores sociales…
mientras que, por el flanco de la extrema izquierda, el refuerzo del poder
del Estado se concentra en el empeño de restringir y controlar la economía
de mercado.
En cuanto a los valores sociales que defienden estos partidos, el populismo
autoritario de derecha acostumbra a defender valores conservadores
tradicionales: la familia, la nación, la religión… Por su parte, el populismo
autoritario de izquierda abandera el multiculturalismo, el feminismo, etc.
Hay otras cuestiones transversales que acercan a la extrema derecha y a la
extrema izquierda europea: alto grado de euroescepticismo, marcada
hostilidad hacia la OTAN, cierta simpatía estratégica hacia la Rusia de
Putin, respaldo a medidas proteccionistas… Así queda reflejado, por
ejemplo, en las votaciones sobre la Eurozona que se celebraron el pasado
invierno en el Parlamento Europeo. En las mismas, formaciones de extrema
izquierda como Podemos se unieron a grupos de extrema derecha como el
Frente Nacional para oponerse a la moneda única.
METODOLOGÍA
El IPA arranca el trabajo de medición de resultados electorales en 1980 y
abarca hasta 2016. En el Índice se incluye a todos los países miembros de la
Unión Europea, así como a Islandia, Noruega, Suiza, Serbia y Montenegro.
Todos los países incluidos están considerados como democracias liberales
según los estudios de Freedom House.
Para la elaboración del estudio, se han estudiado los resultados electorales
cosechados en las Elecciones Generales al Parlamento de cada uno de los 33
países elegidos. La nota de corte para entrar en la valoración es generosa:
basta con haber alcanzado un voto popular del 0,1% para entrar en el
informe.
A la hora de clasificar a los partidos, se ha recurrido a la base de datos de
Parties and Elections y al registro de resultados electorales de Wikipedia.
En caso de duda, se analizaron manifiestos programáticos de las
formaciones políticas, con ánimo de determinar con claridad y certidumbre
la categoría asignada. Finalmente, para fortalecer la muestra con más
información sobre las posiciones de los partidos ante diversas cuestiones, se
ha recurrido a los estudios la Chapel Hill Expert Survey.
El IPA no solamente pondera el aumento del respaldo social hacia estos
partidos, sino que también mide su acceso al poder. Esto significa que
también se estudia si los partidos son capaces de traducir los votos en
representación parlamentaria, algo que resulta especialmente complicado
en el caso de Francia o Reino Unido, como consecuencia de sus respectivos
sistemas electorales (el galo con segunda vuelta, el británico de corte
mayoritario).
No todos los partidos populistas y autoritarios responden punto por punto al
retrato robot de estas formaciones. Encontramos, por ejemplo, a aquellos
que sí defienden un alto grado de libertad económica pese a estar
enmarcados en el campo del populismo de derecha. También entre la
extrema izquierda encontramos excepciones que, sin embargo, se quedan
en discrepancias puntuales con un patrón más o menos común. En
cualquier caso, a la hora de calificar a un partido, apenas surgen
dificultades. Las propias formaciones suelen asumir, con más o menos
naturalidad, cuál es su posición en el espectro político.
En cuanto a la definición de lo que constituye o no autoritarismo, es
evidente que la visión hostil de la democracia liberal que tienen estos
partidos ayuda establecer la categorización con facilidad. Evidentemente,
aquellos partidos que beben del nazismo, el fascismo, el comunismo, el
maoísmo… entran sin discusión en esta clasificación.
EL RENACIMIENTO DEL RADICALISMO POLÍTICO EN EUROPA
El periodo comprendido entre la I y la II Guerra Mundial estuvo marcado por
un fuerte auge de los radicalismos políticos en Europa. En Alemania, las
últimas elecciones libres (celebradas en 1932) arrojaron un apoyo electoral
del 33% para el nacionalsocialismo de Adolf Hitler, así como un respaldo del
17% para las listas comunistas.
Tras la II Guerra Mundial, los partidos democráticos lograron alcanzar
posiciones cada vez más hegemónicas en el espectro político, desplazando a
la marginalidad a la extrema derecha y la extrema izquierda. En el año
1987, solamente el 9,5% de los votantes europeos optaba por opciones
políticas de corte radical.
En el campo de la izquierda, los partidos comunistas tuvieron cierto éxito
después de la II Guerra Mundial, pero fueron experimentando una
decadencia progresiva conforme aumentó el rechazo a la Unión Soviética.
La socialdemocracia y el socialismo moderado heredaron esos votos y la
extrema izquierda cedió terreno.
El apoyo a la extrema izquierda tocó fondo en 2006, cuando cayó al 3,7% a
nivel europeo. Sin embargo, entre 2011 y 2016, el respaldo de los votantes
a estos partidos no ha parado de crecer, sobre todo por el auge del
populismo autoritario de izquierda que se viene dando en países del Sur de
Europa como España, Grecia, Italia y Portugal. En menor medida, también
se ha observado un renacer de estas posiciones políticas en Dinamarca,
Bélgica, Irlanda, Rumanía y Croacia.
En el seno del populismo autoritario de izquierda se siguen observando
corrientes internas vinculadas al comunismo más radical. En Grecia, el KKE
sigue defendiendo el experimento soviético y emplea la hoz y el martillo
como emblema. Por su parte, la gobernante Syriza es una coalición de
grupos radicales en la que están presentes colectivos maoístas o escisiones
del KKE como la KOE, tan radical que se desmarcó en 1956 del KKE como
protesta ante lo que entendían como un alejamiento del estalinismo…
En Portugal, la principal formación comunista es el PCP, que sigue citando
el leninismo como base ideológica. En Francia, el Frente de Izquierda
incluye al Partido Comunista de los Trabajadores, nacido en 1979 con
Albania como inspiración.
En España, Izquierda Unida tomó parte en la Transición a la democracia
pero sigue manteniendo postulados de extrema izquierda. La irrupción de
Podemos ha multiplicado el alcance electoral de dicho mensaje, hasta
desembocar en una coalición electoral que suma a ambos partidos de cara a
las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016.
En cualquier caso, las posturas revolucionarias de todos estos partidos han
pasado a un segundo plano y el grueso de su mensaje político se centra en
lanzar críticas radicales contra el capitalismo. Hablamos de formaciones
que suelen oponerse al proyecto integración europeo, a la globalización…
pero que rara vez explican con claridad el sistema que proponen como
alternativa.
Por el flanco de la extrema derecha, el final de la Segunda Guerra Mundial
parecía haber desterrado a las agrupaciones fascistas y totalitarias del
ruedo político. En 1980, el voto medio a estos tipos de partidos se quedaba
al 1% a nivel europeo. Sin embargo, desde la segunda mitad de 1980, el
respaldo electoral a la extrema derecha ha subido de forma continuada y ya
se coloca cerca del 12%.
En 1986 se produjo el primer gran éxito electoral de la nueva derecha
populista y autoritaria del Viejo Continente. En dicha ocasión, el Frente
Nacional alcanzó el 9,9% de los votos en las elecciones legislativas
francesas. Ese mismo año, el FPÖ austriaco cambió de liderazgo y empezó a
experimentar un crecimiento que, cuatro años después, ya se traducía en
un respaldo del 16,6% en los comicios parlamentarios.
La familia política en la que se puede agrupar a estos partidos engloba la
resistencia antiinmigración y una línea muy crítica con el proyecto de
integración europea. Existen también algunas corrientes fascistas como las
que representan Aurora Dorada, Ataka en Bulgaria e incluso Jobbik en
Hungría.
Si combinamos el apoyo al populismo autoritario incluyendo tanto a la
extrema izquierda como a la extrema derecha, vemos que los votantes
europeos nunca habían estado tan cerca de estos partidos desde el periodo
de entreguerras. Si el estallido de la crisis económica en 2008 se produjo
con un voto medio del 12% para estas agrupaciones que ya de por sí
resultaba preocupante, en 2016 vemos que ese respaldo no ha parado de
crecer y se sitúa ya en el 17,3%.
ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO (IPA) EN EUROPA
País
IPA (%)
Hungría
66,4
Grecia
57,0
Polonia
46,4
Italia
33,7
Suiza
33,1
Chipre
29,4
Dinamarca
28,9
Austria
25,0
España
24,7
Rep. Checa
22,7
Francia
Portugal
21,7
20,5
Finlandia
18,2
Bulgaria
17,5
Noruega
17,4
Rep. Eslovaca
17,2
Letonia
16,6
Rumania
15,3
Alemania
14,6
Serbia
13,1
Suecia
12,9
Reino Unido
Holanda
12,6
10,1
Lituania
8,5
Estonia
8,3
7,8
Croacia
Bélgica
Irlanda
Eslovenia
Luxemburgo
Islandia
7,4
4,1
2,2
1,6
0,1
Malta
0
Montenegro
0
Los 33 países incluidos en el Índice de Populismo Autoritario tienen 7.843
escaños en sus parlamentos nacionales. En la actualidad, 1.489 de dichos
asientos están en manos de partidos populistas y autoritarios, un 18,9% del
total. Por tanto, casi uno de cada cinco parlamentarios europeos está
adscrito a estas corrientes políticas.
En algunos casos, el resto de partidos políticos ha optado por aislar a estas
agrupaciones y por desarrollar cordones sanitarios para evitar su influencia
en la toma de decisiones. Sin embargo, el creciente apoyo electoral al
populismo autoritario favorece que las líneas rojas se vayan diluyendo y los
partidos conservadores, liberales, socialdemócratas… empiezan a negociar
acuerdos políticos y legislativos con estas fuerzas.
A fecha de hoy el populismo autoritario está presente en nueve gobiernos
europeos: Hungría, Polonia, Grecia, Noruega, Finlandia, Letonia, Lituania ,
Eslovaquia y Suiza. Además, forman parte de acuerdos legislativos que
condicionan la acción del gobierno en Dinamarca, Portugal, Bulgaria… En la
Europa de 2016, el gobierno de uno de cada tres países europeos está
directa o indirectamente ligado al populismo autoritario.
Solamente hay tres países entre los 33 analizados en los que el apoyo al
populismo autoritario es casi inexistente: Islandia, Malta y Montenegro.
También nos encontramos con niveles muy bajos de apoyo en Luxemburgo,
Eslovenia o Irlanda.
En el extremo contrario, nos encontramos con aquellos países en los que el
populismo autoritario ya supera el umbral del 20% del voto electoral. Es el
caso de Chipre, Dinamarca, Austria, España, República Checa, Francia y
Portugal.
Más fuerte aún es el populismo autoritario en Suiza e Italia, con niveles de
respaldo que superan el 30%. Polonia, por su parte, ocupa el tercer lugar
del ranking europeo: más del 40% del voto popular va a opciones de este
corte. En el segundo lugar de la lista está Grecia, donde ya se ha rebasado
el umbral del 50%. Pero el liderato del IPA a nivel europeo es para Hungría,
donde el populismo autoritario concentra más del 60% de los votos.
Al sur de Europa, solamente Italia tenía una tradición más clara de partidos
radicales con gran influencia política. En la década de 1990, el resto de
países mediterráneos observaba una cierta caída del apoyo electoral a
grupos radicales, pero de nuevo Italia rompía con esta tendencia a favor del
auge de la Liga Norte, que se mantiene como el único ejemplo exitoso de
populismo autoritario de extrema derecha en esta región de Europa.
El estallido de la crisis ha vuelto a cambiar el panorama con el despegue de
una izquierda populista y autoritaria en todos estos países: Syriza en
Grecia, Podemos e Izquierda Unida en España, el Movimiento Cinco Estrellas
en Italia, y el bloque de izquierda y el Partido Comunista en Portugal.
Francia tampoco se libra del auge de las opciones políticas radicales, sobre
todo con el progresivo avance del Frente Nacional. Ya en 2002, Jean-Marie
Le Pen llegó a la segunda vuelta de las Elecciones Presidenciales.
Ahora, su hija Marine Le Pen comanda con éxito al partido de extrema
derecha. A esto se suma un populismo autoritario de sello izquierdista que
se ha reorganizado bajo el paraguas del Frente de Izquierdas de Jean-Luc
Mélenchon.
Hungría, Grecia y Polonia están a la cabeza del Índice de Populismo
Autoritario. En estos tres casos, la izquierda tradicional ha colapsado
electoralmente, hasta el punto de que los socialdemócratas polacos ya ni
siquiera tienen representación en el Parlamento. En Grecia, el populismo
autoritario de izquierda ha arrasado con la socialdemocracia; además, han
aparecido partidos de extrema derecha como Aurora Dorada. Tanto en
Hungría como en Polonia, el buen comportamiento económico y el fuerte
respaldo al nacionalismo ha favorecido el auge del populismo autoritario de
sello derechista.
Tanto en Suiza como en Austria, el respaldo a la derecha de corte populista
y autoritario se viene desarrollando desde la década de 1990. En el pequeño
país helvético, el Partido Popular de Suiza ya ha formado parte de distintas
coaliciones de gobierno. Por su parte, el FPÖ austriaco ya rebasó la frontera
del 25% del voto popular en 1999 y en 2016 ha estado cerca de hacerse con
la Presidencia del país.
En el caso alemán, el apoyo a la extrema izquierda y la extrema derecha
dio un primer salto a comienzo de la década de 1990, quizá explicado por la
asimilación de nuevas corrientes políticas tras la reunificación.
Posteriormente, la década comprendida entre 2005 y 2015 ha estado
marcada por la aparición de agrupaciones como La Izquierda o Alternativa
para Alemania que, desde la extrema izquierda y la extrema derecha, han
ido recabando más y más apoyo de los votantes germanos hasta cosechar ya
el 15% del voto.
Los países nórdicos no son inmunes al fenómeno y vienen experimentando
un fuerte auge de la extrema derecha que ha ido a más desde 2010. Aquí
figuran formaciones como los Verdaderos Finlandeses (Finlandia), el Partido
del Progreso (Noruega), el Partido Popular (Dinamarca) o los Demócratas
Suecos (Suecia).
¿CUÁL ES LA RESPUESTA LIBERAL AL POPULISMO AUTORITARIO?
Una y otra vez, los defensores de la democracia liberal y la economía de
mercado se preguntan cuál es la mejor forma de responder a la amenaza
que entraña el auge del populismo autoritario. Gracias al Índice de
Populismo Autoritario se puede observar mejor cuál ha sido la evolución de
este fenómeno, pero ¿qué podemos hacer para frenar esta peligrosa
corriente y volver a poner en valor las ideas de la libertad?
De entrada, huelga decir que no hay evidencia empírica que permita
aprender lecciones sobre las pautas que debemos seguir para frenar el
crecimiento de estos partidos. Al fin y al cabo, la tendencia observada en
las últimas décadas muestra que su tendencia es alcista.
Por otro lado, desde el punto de vista de las ciencias políticas y del debate
público, hay que admitir que el grueso de las discusiones sobre el populismo
autoritario suele estar impregnado de un tono claramente negativo hacia el
fenómeno. Esto es comprensible, pero no ayuda a conducir la discusión de
forma racional y fría.
Se podría decir que la creación de un consenso europeo en torno a valores
como la democracia liberal o la economía social de mercado reduce las
diferencias entre las familias políticas tradicionales, estrechando el margen
de discrepancia y de diferencia en la competencia política convencional. En
este sentido, el populismo autoritario sería la respuesta alternativa a esa
falta de competencia.
Esto nos plantea un serio debate sobre la opción del aislamiento: establecer
cordones sanitarios puede resultar útil para mantener a estos partidos
alejados del gobierno… pero el apoyo popular seguirá siendo alto mientras
los partidos tradicionales no aborden los debates y cuestiones que insisten
en poner encima de la mesa las formaciones extremistas, recogiendo el
desencanto y canalizándolo hacia soluciones sensatas.
El populismo autoritario no solamente crece por la crisis económica:
también tenemos ejemplos de crecimiento en momentos de bonanza. Sería
un error pensar que basta con consolidar la recuperación para que los
radicalismos empiecen a remitir. Es cierto que un contexto socioeconómico
más favorable puede ayudar, pero no se puede dejar todo en manos de esta
esperanza.
Por otro lado, parece evidente que el reto político que presentan estas
formaciones es hoy mucho más complejo que antaño, ya que las ideas
totalitarias de corte fascista o comunista han cedido terreno ante un
discurso populista que resulta mucho más transversal y no tiene la misma
apariencia extremista.
¿Y qué hay con el resto de partidos? ¿Acaso no les contamina el populismo
autoritario, conduciéndoles hacia posiciones más radicales? Es cierto que los
grupos políticos más moderados que pierden votos con la aparición de estos
partidos pueden caer en la tentación de emular a sus competidores más
radicales. Sin embargo, también es cierto que los propios líderes del
populismo autoritario saben que sus perspectivas electorales tienden a
mejorar cuando adoptan una actitud más moderada y centrista. En
consecuencia, la extrema derecha y la extrema izquierda suavizan
postulados que antaño hubiesen defendido de forma más radical.
Desde el punto de vista liberal, es importante centrar el debate en las ideas
y no en las siglas políticas o en los liderazgos personales. Todo apunta a que
estos partidos se han convertido ya en elementos permanentes del sistema,
al menos para el corto y medio plazo. Por tanto, centrar el debate en la
efectividad de las ideas propuestas es la mejor forma de preservar nuestras
libertades y nuestro bienestar.
La retórica de confrontación que enarbolan estos partidos refuerza, de
hecho, la importancia de centrarse en criticar sus propuestas y no sus
siglas. Hay que disputar el relato del populismo autoritario de izquierda que
se arroga la defensa del “bienestar social”. También hay que contestar al
populismo autoritario de extrema derecha que dice representar los
“verdaderos valores” de Occidente. Lo peor que puede pasar es que las
fuerzas liberales callen y estas ideas calen, porque en el marco del
enfrentamiento político y social que fomentan los partidos radicales, la
derrota empieza el día en que el electorado reconoce cierta superioridad
moral entre estos nuevos partidos.
También es importante que los partidos liberales combatan todos y cada
uno de los intentos de los partidos populistas y autoritarios por limitar la
división de poderes, el Estado de Derecho y el sistema de pesos y
contrapesos que permite el buen funcionamiento de la democracia y evita
su devenir en tiranía. En ese sentido, ha llegado la hora de hacer política
con mayúsculas y volver a reflexionar sobre los límites del poder. No sirve
de nada perder algunas batallas: hay que plantar cara en cada uno de los
frentes que abren los populistas autoritarios.
Otro aspecto clave a la hora de combatir este fenómeno tiene que ver con
la capacidad del campo liberal para explicar que el estado no puede ser la
solución a todos los problemas. Los propios partidos tradicionales han
otorgado a las Administraciones Públicas un papel excesivamente grande,
en el marco de un discurso excesivamente estatista según el cual los
político nos garantizan empleo, bienestar, seguridad… El populismo
autoritario plantea la exacerbación de estos excesos, por lo que el discurso
liberal tiene que ser claro a la hora de explicar la insostenibilidad de estas
políticas redistribucionistas.
En última instancia, parece claro que tendremos que convivir a corto y
medio plazo con estos nuevos planteamientos políticos, por lo que nada es
más importante que desmontar punto por punto las falacias programáticas
que propone el populismo autoritario a los europeos. Solamente así el
debate empezará a centrarse en la razón y no en la emoción.
ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA
Autor: Diego Sánchez de la Cruz
LA EVOLUCIÓN DE LA EXTREMA IZQUIERDA EN ESPAÑA
Desde la Transición a la democracia, España ha celebrado numerosas
Elecciones Generales en las que el respaldo a opciones de corte populista y
autoritario nunca había sido significativo… hasta la cita con las urnas del 20
de diciembre de 2015.
En la década de 1980, el techo electoral del populismo autoritario fue del
16,5%, bajo el liderazgo de Santiago Carrillo. En la década de 1990, el
populismo autoritario logró consolidar niveles de apoyo más o menos
constantes en el entorno del 10% del voto popular, al calor del liderazgo de
Julio Anguita.
El cambio de siglo coincidió con el paso atrás de Anguita, un fuerte golpe
que dejó a Izquierda Unida en niveles de voto comprendidos entre el 4% y el
6%, casi la mitad que una década antes.
La crisis económica se tradujo en un leve repunte del respaldo a Izquierda
Unida, que pasó del 3,9% al 7,1% entre 2010 y 2013. Sin embargo, la
irrupción de Podemos en 2014 relanzó el voto de la extrema izquierda, que
se triplicó desde el 7,1% hasta el 24,7% logrado en las Elecciones Generales
del 20 de diciembre de 2015.
Observando el largo plazo, nos encontramos con que la extrema izquierda
española venía experimentando una cuesta abajo hasta que la aparición de
Podemos permitió relanzar su agenda política de la mano del liderazgo
carismático de Pablo Iglesias y de discursos, postulados y mensajes de
innegable inspiración populista.
En suma, así ha evolucionado el peso del populismo autoritario en España
desde 1980 hasta 2016:
OTRAS VERTIENTES DEL POPULISMO
El populismo autoritario europeo se enmarca en numerosos países del Viejo
Continente en el seno de la extrema derecha. Sin embargo, tanto en España
como en Grecia, Italia o Portugal, el fenómeno se ha dado a partir del auge
de la izquierda radical.
¿A qué se debe esta evolución? En el caso espaol entrada, hay que recordar
de entrada que el peso específico del Partido Comunista (PCE) entre los
partidos opositores al régimen franquista fue más que notable. Con la
Transición, el PCE aceptó el nuevo marco constitucional y renunció a sus
postulados más extremistas. Las sucesivas elecciones celebradas en la
nueva España democrática enfriaron las perspectivas electorales del PCE,
con resultados discretos que contrastaban con el buen desempeño del PSOE,
convertido desde 1982 en el partido hegemónico de la izquierda.
Ni la popularidad de Julio Anguita ni el cambio de nombre a Izquierda Unida
impidieron el progresivo descenso del apoyo a la vieja formación comunista.
Esta decadencia contrasta con el acelerado crecimiento de Podemos, que
irrumpió con fuerza en las Elecciones al Parlamento Europeo del 25 de
mayo de 2014.
Desde entonces, el partido morado no solamente se ha colocado claramente
por delante de Izquierda Unida, sino que las encuestas lo sitúan por encima
del PSOE de cara a las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016. Este
sorpasso se produce, eso sí, tras el establecimiento de una alianza electoral
entre Podemos e Izquierda Unida, que acudirán a las urnas bajo la
candidatura conjunta de Unidos Podemos.
La extrema derecha española solamente consiguió representación
parlamentaria en 1979, cuando la coalición Unión Nacional que lideraba
Blas Piñar logró el 2% del voto popular y obtuvo un escaño en el Congreso de
los Diputados por la circunscripción de Madrid. Desde entonces, ningún
partido de extrema derecha ha conseguido acceder al Parlamento, lo que
hace de España una rara avis del panorama político europeo.
En el debate académico sobre esta cuestión, se han aportado numerosas
teorías que beben de razonamientos históricos, sociológicos, culturales…
pero es imposible achacar a una única causa esta peculiaridad del arco
parlamentario español. Un planteamiento recurrente aduce que el Partido
Popular ha demostrado una gran capacidad para aglutinar a todas las
corrientes políticas de la derecha y canalizar su voto hacia postulados
moderados de centro-derecha. Ya desde los tiempos de Alianza Popular, los
cuadros dirigentes impusieron un alejamiento de los planteamientos
autoritarios que sí se daban en partidos de la extrema derecha
postfranquista como los de la coalición que lideraba Blas Piñar.
También se cita en ocasiones el pasado franquista como un factor que
complica la defensa de postulados políticos que, evidentemente, no tardan
en ser asociados con el discurso del régimen. Otro aspecto mencionado de
manera recurrente en la literatura sobre la escasa relevancia política de la
extrema derecha en España es el de la inmigración. En nuestro país, el
grueso de la población extranjera proviene de países europeos o
iberoamericanos, lo que complica la emergencia de sentimientos
excluyentes y xenófobos como los que sí se observan en otros lugares del
Viejo Continente.
El partido de extrema derecha que más cerca ha estado de entrar en el
debate nacional ha sido Plataforma per Catalunya, una agrupación dirigida
por Josep Anglada que llegó a sumar 67 concejales en las Elecciones
Municipales de 2011. Otros partidos como España 2000 consiguen
representación local en algunas ciudades españolas, pero hablamos de
niveles muy reducidos de apoyo que, en las Elecciones Municipales de 2015,
apenas se tradujeron en siete concejales.
En el ámbito extraparlamentario sí nos encontramos con movimientos
políticos de derecha radical, como el caso de Hogar Social Madrid, un
colectivo fundado en 2014 que ha sido calificado por los medios como una
formación neofascista.
Lo que sí ha surgido en España son distintos ejemplos de líderes demagogos
y populistas que consiguen cierto eco en clave autonómica o local, si bien
no defienden planteamientos autoritarios. Es el caso de Miguel Ángel
Revilla, el mediático líder del Partido Regionalista de Cantabria.
Anteriormente, el polémico Jesús Gil llegó a la alcaldía de Marbella y el
empresario Ruiz Mateos logró dos escaños en las Elecciones al Parlamento
Europeo de 1989.
PODEMOS Y LA CONFLUENCIA DEL COMUNISMO Y EL POPULISMO
La aparición de Podemos supone una novedad en el panorama político
español, ya que entraña una simbiosis hasta ahora desconocida en España
entre el extremismo político de izquierda y el populismo de masas. La Real
Academia Española define el populismo como la “tendencia política que
pretende atraerse a las clases populares” y aclara igualmente que se suele
utilizar en sentido despectivo.
Esta definición es reduccionista, porque, si bien es cierto que el populismo
suele dirigirse de manera prioritaria al “pueblo”, en este concepto de
“pueblo” no sólo se encuentran las clases populares sino que la voluntad de
alcance es mucho más amplia..
El populismo de Podemos no se puede reducir a una única circunstancia: es
parte estructuradora de su pensamiento político y de su estrategia
electoral. Los líderes de la formación morada son conscientes de que su
gran reto es alcanzar a segmentos de la población poco proclives a
interesarse por la política.
Pablo Iglesias ha citado en diversas ocasiones las teorías de la “hegemonía
cultural” del comunista italiano Antonio Gramsci. Otros referentes de la
cúpula de Podemos son Ernesto Laclau o Chantal Mouffe. Siguiendo estos
planteamientos, la formación morada aspira a generar nuevos consensos
sociales en torno a ciertos mensajes centrales.
La visión de la historia de Podemos mira con pesimismo el desplome del
comunismo soviético y carga las tintas con la liberalización económica que
alentaron en la década de 1980 políticos como Margaret Thatcher y Ronald
Reagan, que seguían las ideas de economistas y pensadores como Friedrich
Hayek y Milton Friedman.
Según Podemos, el avance del liberalismo habría sido asumido por la
izquierda a raíz de la tercera vía que lideró en la década de 1990 el primer
ministro británico, Tony Blair. Por tanto, los planteamientos de extrema
izquierda de la formación morada se presentan como la única alternativa al
sistema actual.
El populismo de Podemos se apoya en el amplio desencanto de la
ciudadanía española con la crisis institucional y económica. La desafección
hacia los partidos políticos tradicionales favorece el discurso rupturista de
Pablo Iglesias y los suyos.
Las premisas centrales de la estrategia populista con la que Podemos
blanquea el autoritarismo de extrema izquierda son pocas y simples:
•
•
Abandera elementos bien valorados por el grueso de la población: la
lucha contra la corrupción, la defensa de la sanidad y educación…
Centra su mensaje en episodios capaces de movilizar las emociones
•
•
•
•
de la población: los desahucios, el desempleo…
Articula su programa político en torno al liderazgo carismático de su
líder, Pablo Iglesias.
Ofrece propuestas irrealizables que consisten en proponer soluciones
mágicas para problemas complejos.
Designa un enemigo exterior e interior: fuera de España, “la Troika”;
dentro, “la casta”…
Alienta la división pero sustituye los viejos términos marxistas de la
“lucha de clases” por un discurso de basado en defender a la “gente”
o “el pueblo”.
Un episodio clave a la hora de lanzar este relato al mainstream fueron las
protestas de los “indignados”. A raíz del movimiento 15-M y de las
“acampadas” en la Puerta del Sol durante la primera mitad del 2011, se
abrió un camino a las primeras páginas de actualidad para los mensajes que
han popularizado después los líderes populistas.
Si analizamos las búsquedas en Google del término “15-M”, vemos la
enorme curiosidad que despertaba aquel movimiento de protesta entre los
españoles.
El siguiente pico llegaría en 2013, cuando las campañas contra los
desahucios pasaron a ocupar el centro de la actualidad. Una figura clave en
este ámbito es la de Ada Colau, que lideraba la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH) y ha terminado alcanzando la alcaldía de Barcelona y
el liderazgo del bloque de partidos catalanes asociados a Podemos.
El siguiente pico de interés ha sido el de la corrupción, que ha centrado la
curiosidad política de los internautas españoles entre 2014 y 2016.
A través de estas campañas y líneas de comunicación, el populismo
autoritario ha entrado en el debate político de gran alcance. Esta nueva
estrategia de la extrema izquierda supone un cambio de planteamiento
radical: el grueso del discurso ya no es propositivo, sino denunciatorio. En
vez de explicar con detalle las propuestas de expropiación de viviendas que
incluyen sus manifiestos, mejor denunciar el drama de los desahucios y
dejar en el segundo plano los ataques a la propiedad privada.
Al final, partidarios y detractores han sido testigos de un fuerte repunte del
populismo autoritario en España. Los próximos años permitirán comprobar si
esta evolución puede ser revertida y controlado o si el auge imparable
observado en Grecia fue el preludio de lo que puede ocurrir aquí.
LA ANATOMÍA DEL POPULISMO AUTORITARIO EN ESPAÑA
¿Qué caracteriza al votante de Podemos e Izquierda Unida, las dos opciones
políticas que representan el populismo autoritario en España? Para
determinarlo con precisión, hemos acudido a la encuesta post electoral del
CIS que se publicó tras las Elecciones Generales del pasado 20 de diciembre
de 2015. Conviene advertir que el recuerdo de voto de los encuestados
muestra un desvío a la baja en los resultados del PP y al alza en los de
Podemos e Izquierda Unida.
Partido
Recuerdo de voto
Voto en las Elecciones
Generales de 2015
PP
25,10%
28,72%
PSOE
22,40%
22,01%
Podemos + IU
27,30%
24,33%
Ciudadanos
14,20%
13,93%
Podemos e Izquierda Unida logran el apoyo del 60% de los votantes que se
auto-posicionan en la extrema izquierda (1 o 2 sobre 10). En ese segmento,
el apoyo al PSOE ronda el 20%.
Esto apunta a que, ante todo, el voto de Podemos e Izquierda Unida bebe
de la movilización de votantes de extrema izquierda. Antaño, el PSOE
lideraba la captación de voto en este segmento, superando incluso a IU. Sin
embargo, el auge del populismo autoritario ha coincidido con una pérdida
de respaldo al PSOE en estos grupos del electorado.
La ubicación ideológica de los españoles en la escala de 1 a 10 que traza el
CIS se ha situado históricamente entre el 4,5 y el 5. Es por eso que se suele
describir a España como un país de centro-izquierda. Sin embargo, la
evolución de la ubicación ideológica no es del todo inmutable y sí arroja
tendencias interesantes cuando se observa en el largo plazo.
Por ejemplo, de 1996 a 2002 hay un progresivo desplazamiento a la
derecha, mientras que de 2003 a 2008 se consolidó un giro a la izquierda.
La crisis favoreció un nuevo desplazamiento a la derecha entre 2009 y 2012,
pero entre 2013 y 2016, coincidiendo con el auge del populismo autoritario,
la autoubicación ideológica de los españoles ha vuelto a desplazarse hacia
la izquierda.
Pero más significativa aún es la evolución del porcentaje de españoles que
se ubica en la extrema izquierda en las encuestas del CIS. Al comienzo de la
primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, el apoyo a estos
postulados rondaba el 4-5%. Sin embargo, en la actualidad ya supera el 10%,
habiéndose duplicado en la última década (2006-2016).
Por tramos de edad, el porcentaje de voto que logran Podemos e Izquierda
Unida entre los jóvenes se mueve en el entorno del 40%. PP, PSOE y
Ciudadanos se mueven en niveles muy inferiores, que van del 10% al 20%.
Conforme avanzamos hacia tramos de mayor edad, el voto de Podemos e IU
empieza a caer. Sin embargo, el populismo autoritario lidera en los grupos
de 15 a 24 años, 25 a 34 años, 35 a 44 años y 45 a 54 años.
¿LA SITUACIÓN ECONÓMICA EXPLICA EL POPULISMO¿
¿Hay una correlación entre el voto al populismo autoritario y la evolución
de las variables macroeconómicas que estructuran el discurso político de
partidos como Podemos? ¿Hasta qué punto la evolución de los grandes
indicadores va de la mano con el voto a estos partidos?
Fijémonos primero en los “recortes”. Pese a los ajustes en el gasto público
que han ocupado el debate político durante los últimos años, no parece que
la reducción del gasto sea una variable que influye de manera sustancial en
un aumento del voto a Podemos e Izquierda Unida.
Pasemos ahora a la “desigualdad”. La diferencia de ingresos medidas según
el coeficiente Gini aumentaron en España a lo largo de la última década…
pero el voto a Podemos e Izquierda Unida no se activó en línea con este
desarrollo, sino que surgió a posteriori. Por tanto, tampoco se observa un
vínculo tan estrecho entre ambos indicadores.
De hecho, cuando el CIS estudia la evolución del voto a PP, PSOE, Podemos
y Ciudadanos según el nivel de ingresos de los hogares, comprobamos que
Podemos es la fuerza con más respaldo electoral en los tres tramos de
mayor renta. Se rompe por tanto el mito de que el populismo solamente
cala en esferas de menor poder adquisitivo.
La correlación que cruza el voto al populismo autoritario de Podemos e
Izquierda Unida con la evolución de la tasa de paro sí es más marcada.
Aunque no se puede deducir necesariamente una relación de causalidad,
parece evidente que la existencia de un paro masivo es una de las causas
más claras por las que una sociedad se desestructura. La frustración de los
jóvenes es el perfecto caldo de cultivo para que el populismo autoritario
fructifique.
Podemos se ha valido de una grave situación de crisis económica para dotar
de credibilidad a un discurso extremista, explotando el descontento
generalizado en beneficio de unas ideas que, si se planteasen en frío,
despertarían un mayor rechazo.
De cara a las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016, diversas
encuestas apuntan que la coalición Unidos Podemos, que agrupará
definitivamente a Podemos con Izquierda Unida, va a superar al PSOE y
puede incluso acercarse al PP, que sigue siendo favorito para ganar los
comicios.
Esto muestra que el mensaje populista ha permeado de manera duradera en
la sociedad española y que los discursos agresivos e ideologizados han
convencido a millones de españoles. Esto constituye el mayor reto político
que ha enfrentado la democracia liberal y la economía de mercado desde el
retorno de la democracia.
EL APOYO A PODEMOS E IU, POR COMUNIDAD AUTÓNOMA
Tomando la clasificación de TIMBRO como referencia y refiriéndonos al voto
de Podemos e Izquierda Unida en las Elecciones Generales de 2015, vemos
que las regiones donde más ha calado el mensaje del populismo autoritario
son Asturias, Comunidad Valenciana, País Vasco, Navarra y Canarias. Madrid
ocupa el sexto puesto y Cataluña, el noveno.
En regiones en las que el PSOE ha tenido más experiencia en el gobierno,
caso de Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura, el calado del
populismo autoritario es menor.
Así es el mapa del populismo autoritario en España, anotando por
comunidad autónoma el nivel de voto cosechado por Podemos e Izquierda
Unida en las pasadas Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015:
El ascenso electoral del populismo autoritario parece especialmente fuerte
en aquellas regiones en las que el voto nacionalista tiende a ser más
elevado. La calculada ambigüedad de Podemos en su discurso territorial
nacional ayuda a captar apoyos entre el separatismo de izquierdas de las
comunidades periféricas. De hecho, la formación morada concurrió a las
Elecciones Generales de diciembre de 2015 en alianza con partidos
abiertamente partidarios de la ruptura de España.
Un ejemplo lo tenemos en la Comunidad Valenciana, donde la debilidad del
PP en los últimos años y la histórica falta de apoyos del PSOE contrastan con
la línea ascendente que ha seguido el populismo autoritario, apoyado en la
alianza de Podemos con Compromís. Cierto es que el gobierno autonómico
acabó en manos del PSOE tras las Elecciones Autonómicas del 24 de mayo
de 2015, pero no es menos cierto que desde entonces se ha seguido
observando un desgaste electoral de los socialistas que contrasta con la
buena salud de las fuerzas populistas y nacionalistas.
EL ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA
Hasta ahora hemos seguido la clasificación elaborada por TIMBRO, que se
centra en las fuerzas del populismo autoritario que tienen peso en clave
nacional. Sin embargo, las dinámicas de política autonómica también deben
ser consideradas para obtener una foto más completa del panorama político
español. Y es que la irrupción del populismo autoritario no solamente ha
favorecido el clima electoral en el que se mueven Podemos e Izquierda
Unida: también ha reforzado las perspectivas de otros partidos que abogan
por políticas más radicales que las que eran tolerables mientras el mapa
político de la izquierda giraba en torno al PSOE.
En clave autonómica, hay tres grandes líneas de populismo: en primer
lugar, el populismo autoritario, que ha sido analizado en profundidad a lo
largo de todo este informe; en segundo lugar, el populismo separatista, en
el que prima el discurso territorial pero también se incorporan postulados
de extrema izquierda; en tercer lugar, el populismo carismático,
personificado por el liderazgo del polémico Miguel Ángel Revilla, presidente
de Cantabria.
Así queda el Índice de Populismo en España:
PUESTO
CCAA
PODEMOS
IU
OTROS
TOTAL
1
Navarra
13,67
3,69
14,25 (BILDU) + 15,83 (GEROA BAI)
47,44
2
País Vasco
25,97
2,94
15,07 (EH BILDU)
43,98
3
Cantabria
8,89
2,52
29,89 (PRC)
41,3
4
Cataluña
24,74
0
15,98 (ERC)
40,72
5
C-Valenciana
11,55
4,26
18,19 (COMPROMÍS)
34
6
Asturias
19,06
11,93
7
Islas Baleares
14,69
0
15,33 (MÉS)
30,02
8
Aragón
20,56
4,22
4,58 (CHA)
29,36
9
Galicia
25,04
0
4,32 (NÓS)
29,36
10
Canarias
14,53
2,15
10,24 (NUEVA CANARIAS)
26,92
11
Madrid
18,64
4,14
22,78
12
Andalucía
14,8
6,89
21,69
13
Murcia
13,15
4,81
17,96
14
Castilla y León
12,14
4,15
16,29
15
La Rioja
11,22
4,15
15,37
16
C-La Mancha
9,75
3,11
12,86
17
Extremadura
8,02
4,24
12,26
30,99
* Como norma, los datos analizados para componer el Índice de Populismo en España son
los resultados de las Elecciones Autonómicas del 24 de mayo de 2015. Sin embargo, para
Galicia y País Vasco se toma como referencia el resultado de las Elecciones Generales del
20 de diciembre de 2015, ya que los últimos comicios autonómicos datan de 2012. Por otro
lado, para Cataluña se analizan también los resultados del 20-D ya que las Elecciones
Autonómicas celebradas el 27 de septiembre de 2015 estuvieron marcadas por la cuestión
territorial y arrojaron una alianza puntual entre CDC y ERC, dos partidos que
normalmente ocuparían espacios enfrentados en el arco parlamentario.
A la cabeza del Índice de Populismo en España figura Navarra. La deriva de
la política foral hacia postulados de izquierda radical no viene solamente
apuntalada por Podemos e Izquierda Unida, sino también por fuerzas como
EH Bildu o Geroa Bai. En suma, un 47,44% del voto va a parar a estas
agrupaciones políticas. En segundo lugar aparece el País Vasco, donde las
Elecciones Generales del 20 de diciembre arrojaron un 43,98% de respaldo
político a la suma de Podemos, IU y EH Bildu. Tanto en Navarra como País
Vasco, la suma del populismo autoritario con el populismo separatista
apunta a un claro desplazamiento del discurso político hacia postulados de
la izquierda radical nacionalista.
Completa el podio Cantabria, donde el populismo carismático del candidato
regionalista Miguel Ángel Revilla (29,89% de los votos) se suma al populismo
autoritario de extrema izquierda que encarnan Podemos (8,89%) e IU
(2,52%). El resultado de esta suma de fuerzas llega al 41,3% del voto
popular. Sin embargo, la agenda de gobierno de Revilla no sigue postulados
de izquierda radical, tanto por la agenda relativamente moderada del
Partido Regionalista Cántabro como por la influencia del PSOE, que también
forma parte del acuerdo de gobierno.
A continuación, cerrando el “top 5” del Índice de Populismo en España, nos
encontramos con Cataluña y la Comunidad Valenciana. ERC y Compromís
representan el populismo separatista que, sumado a Podemos e IU, se
traduce en un respaldo popular del 40,72% y del 34%, respectivamente.
Cuatro de las cinco siguientes posiciones del Índice de Populismo en España
vuelven a caer del lado del populismo separatista. Es el caso de Baleares,
Aragón, Galicia y Canarias, que donde MÉS, Chunta Aragonesista, NÓS y
Nueva Canarias encarnan a una izquierda de convicciones nacionalistas que
también es más radical en sus postulados socioeconómicos que el PSOE.
Solamente Asturias rompe con esta tendencia: alcanza el sexto puesto
simplemente con la suma de Podemos e Izquierda Unida.
Las siete regiones que se colocan a la cola del Índice de Populismo en
España son la Comunidad de Madrid, Andalucía, Murcia, Castilla y León, La
Rioja, Castilla-La Mancha y Extremadura. En ninguno de estos territorios
hay liderazgos populistas de corte separatista ni tampoco de naturaleza
carismática. Esto ayuda a que el voto populista se limite a Podemos e IU,
que cosechan entre el 12% y el 23% del apoyo en este grupo de
comunidades.
Por tanto, a la hora de evaluar la dimensión autonómica de este fenómeno
en España, es preciso incorporar las lecciones europeas sobre el auge del
populismo autoritario, pero también es necesario analizar la alianza que
están desarrollando partidos como Podemos e Izquierda Unida con otras
fuerzas políticas que, desde el populismo separatista o el populismo
carismático, también contribuyen a desplazar el mapa político hacia
posturas más radicales que se alejan del consenso europeo.
CONSTRUIR UN NUEVO SENTIDO COMÚN
PARA ROMPER EL ENGAÑO POPULISTA
APÉNDICE
Axel Kaiser y Gloria Álvarez
Fragmento de “El engaño populista” (Editorial Deusto)
APÉNDICE: CONSTRUIR UN NUEVO SENTIDO COMÚN PARA ROMPER EL
ENGAÑO POPULISTA
Para lograr romper el engaño populista del que nuestros países son
víctimas, necesariamente debemos trabajar en la construcción de un
sentido común opuesto al que ha prevalecido. En otras palabras debemos
lograr que ciertas ideas y ciertos conceptos que hoy no parecen ser
populares lleguen a serlo. Derrotar al populismo —o, al menos, contenerlo—
pasa entonces funda- mentalmente por una revolución ideológica y de
valores. El escepticismo frente al poder del Estado, el hacernos
responsables de nuestras propias vidas, el jugar limpio y el respetar los
proyectos de vida individuales y la propiedad ajena son esencialmente
valores anclados en ideas y formas de ver el mundo.
En el capítulo anterior vimos la relevancia de las ideas, del lenguaje y de
los intelectuales en el curso de la evolución social. Es imposible plantear la
respuesta al problema del populismo sin volver a tocar estos puntos y sin
elaborar un diagnóstico muy claro sobre lo que hace fracasar a nuestros
países. El premio Nobel de Economía Douglass C. North ha explicado que lo
que define el éxito de las naciones son sus instituciones formales e
informales. Las instituciones formales son aquellas creadas por el hombre,
como la Constitución, las leyes y otras; mientras que las informales son las
creencias, las tradiciones, los hábitos y los valores que imperan en una
sociedad. De estos dos tipos de instituciones, North explicó que las
informales son más importantes porque, al final, reflejan la realidad
estructural de una determinada sociedad.
North dice que se pueden copiar (o trasplantar) todas las leyes de un país
desarrollado en uno subdesarrollado, pero que eso no va a mejorar
necesariamente al país pobre. La razón es que la cultura puede ser
completamente contraria y adversa a las instituciones importadas. Por
ejemplo, los estadounidenses han fracasado total- mente en su intento de
construir una democracia en Afganistán porque la cultura y la tradición
histórica tribal de los afganos hacen imposible que en ese país funcione, al
menos por ahora, una democracia occidental. Del mismo modo, en países
en que la creencia predominante es que el Estado debe hacerse cargo de
todo, resulta muy difícil que se sostengan instituciones liberales y de
gobierno limitado, pues la gente no las apoyará o no jugará de acuerdo a las
reglas del juego informales que estas requieren: honestidad en los
intercambios, cumplimiento de los contratos, respeto del derecho de
propiedad, etc.
North explica que las instituciones reducen la incertidumbre en el mundo
en que funcionamos, haciendo posible la existencia del mercado y de la
vida en comunidad. Si no sabemos qué es lo nuestro ni si vamos a ser
víctimas de estafa, robo o ataques, no podremos desarrollar ninguna
actividad productiva ni convivir pacíficamente. El orden social colapsará.
Ahora bien, es aquí donde las ideologías tienen un rol decisivo. Según
North, “las ideas, ideologías, prejuicios, mitos y dogmas tienen
importancia, ya que desempeñan un papel clave en la toma de decisiones”.
Y agrega: “para hacer comprensibles situaciones inciertas, los humanos
desarrollarán explicaciones. La omnipresencia de los mitos, tabúes y,
particularmente, las religiones a lo largo de la historia (y también la
prehistoria) sugiere que los seres humanos siempre han sentido la necesidad
de explicar lo inexplicable, y que, de hecho, es probable que sea un rasgo
evolutivamente superior el tener una explicación que el no tener ninguna
explicación”
Ideologías como el comunismo, explica North, son “sistemas de creencias
organizadas que con frecuencia tienen sus orígenes en religiones que hacen
exigencias prescriptivas al comporta- miento humano. Estas incorporan,
tanto puntos de vista sobre cómo “funciona el mundo” como sobre la forma
en que debería funcionar. Como tales, proporcionan una guía para tomar
decisiones”.
Siguiendo esta línea argumental, North explica que las ideologías son un
aspecto clave para entender el mal desempeño económico de los países del
Tercer Mundo, donde estas, por lo general, conducen a políticas e
instituciones que no alientan las actividades productivas. Esto porque,
según explica el mismo North, en democracia las personas tienden a votar
por razones ideológicas más que racionales, poniendo presión para que las
instituciones formales cambien hacia modelos que destruyen incentivos
para salir adelante.
Robert Dahl, destacado politólogo de la Universidad de Yale, argumentó en
el mismo sentido que “las creencias individuales influyen en las acciones
colectivas y, por lo tanto, en la estructura y el funcionamiento de las
instituciones y los sistemas”. Por tanto, el desafío consiste en cambiar las
ideas en la sociedad de manera tal que el sentido común, las creencias y los
valores predominantes sean aquellos que favorezcan la libertad y la
prosperidad. Sin ese trabajo riguroso, sistemático y profundo, de corto,
medio y largo plazo, resulta imposible contener el avance socialista o
populista.
Antonio Gramsci y los teóricos socialistas siempre han tenido clara la
relevancia de la batalla por las ideas y la cultura a la hora de construir
hegemonía o sentidos comunes que los favorezcan. En el caso de los
partidarios de una sociedad libre la tarea no es diferente. No sirve de
mucho ganar elecciones si no se logra un cambio de fondo en la mentalidad
y la cultura de un país, por- que, como hemos visto mil veces en América
Latina, luego regresan los populistas de siempre y destruyen lo avanzado.
La batalla por la cultura y, como diría Gramsci, por la conciencia de las
personas es la clave de cualquier proyecto que pretenda ofrecer esperanza.
La filosofía libertaria y republicana que ha permitido a Occidente salir
adelante, incubada especialmente en el mundo anglosajón, es una que,
salvando los matices que pueda presen- tar en las diversas culturas, en
términos generales debe pasar a formar parte del sentido común.
Existen diversos casos de éxito, y vale la pena repasar algunos para
entender parte de la estrategia. El más emblemático es el de Inglaterra. A
mediados de la década de 1940, un adinerado empresario llamado Anthony
Fisher leyó en el Reader’s Digest una versión sintetizada del libro Camino
de servidumbre, del entonces profesor de la London School of Economics
Friedrich A. Hayek.
En la obra, que se convertiría en un best seller mundial, Hayek advertía
sobre los riesgos del avance de la economía planificada en Inglaterra, y
señalaba que la pérdida de las libertades económicas que proponía el
socialismo llevarían necesariamente a la destrucción de todas las demás
libertades.
Impactado por el mensaje del libro, Sir Antony Fisher, quien había sido
piloto de combate de la Royal Air Force durante la guerra, decidió
contactar con el profesor Hayek en Londres. Fisher le comentó que había
quedado muy preocupado por lo que decía su libro, contándole, además,
que estaba pensando en dedicarse a la política para hacer algo al respecto y
evitar el avance del socialismo en su país. Al contrario de lo que esperaba,
Hayek le dijo que no perdiera su tiempo, porque los políticos no eran
líderes, sino seguidores de las ideas que estaban de moda. Si quería
cambiar las cosas —le sugirió Hayek— debía financiar a los intelectuales
para que sus ideas se hicieran populares. Una vez que eso haya ocurrido,
según le comentó el profesor austríaco, los políticos las van a seguir. Fisher
recordaba aquel momento de la siguiente manera:
“Fue para mí una reunión decisiva. Hayek me advirtió sobre la pérdida de
tiempo que implicaba emprender una carrera política —de lo cual estaba yo
entonces tentado—. Explicó que la influencia decisiva en la gran batalla de
las ideas y en las políticas públicas y económicas era ejercida por los
intelectuales [...]. Si yo compartía la opinión de que las mejores ideas no
estaban recibiendo una oportunidad justa, su consejo fue que debía unirme
con otros en la formación de una organización de investigación académica
para proveer a los intelectuales de las universidades, de las escuelas, del
periodismo y de la radiodifusión de estudios autorizados de la teoría
económica de los mercados y su aplicación a los asuntos prácticos”
Fue así como Fisher resolvió fundar el Institute of Economic Affairs (IEA),
think tank aún muy vigente y activo, y de alto nivel académico, que, desde
las ideas y mediante trabajos de investigación, se dedicó a influir en el
clima de opinión intelectual de Inglaterra, entonces dominado por
corrientes socialistas y colectivistas. El IEA desarrolló una política
sistemática de acercarse a periodistas para explicar sus ideas e
investigaciones, participando activamente en el debate público.
La influencia que tuvo fue tan gigantesca que Margaret Thatcher debió su
elección como primera ministra, en buena medida, a la labor del instituto
fundado por Fisher, cuyo trabajo había conseguido cambiar las ideas
dominantes en la sociedad e intelectualidad británica. La misma Thatcher
dijo que sobre el IEA “eran unos pocos, pero tenían razón… y salvaron a
Inglaterra”.
Pero Fisher no sólo fundó el IEA en Inglaterra, sino muchos otros think tanks
en el mundo que continúan siendo extremadamente influyentes y en torno a
los cuales han circulado decenas de premios Nobel. No es una exageración
decir que, a pesar de ser relativamente desconocido, Fisher fue
probablemente el empresario más influyente del siglo XX; y ello debido a la
red de intelectuales que creó para cambiar el clima de opinión en el
mundo.
El caso de Fisher es una prueba de que quienes creen que sólo es la política
como oficio el camino para realizar los cambios están simplemente
equivocados. Es más, al final, la política es un resultado de las ideas de
moda, y no hay forma de lograr cambios sostenibles en el tiempo si un
nuevo proyecto político no cuenta con el respaldo de las creencias
generales de la población en un régimen democrático. Cuando el filósofo
británico John Stuart Mill sostuvo que la “opinión es en sí misma una de las
fuerzas sociales más activas” a la hora de definir las instituciones
gubernamentales, agregando que “una persona con una creencia es un
poder social igual a noventa y nueve que sólo tienen intereses”.
Ciertamente no estaba exagerando. Como explica Alberto Benegas Lynch
(hijo), presidente de la Academia de Ciencias Económicas de Argentina, “en
última instancia, los políticos son cazadores de votos, son cuasi megáfonos,
por lo que están inhibidos de pronunciar discursos que los votantes no
comprenden y, en su caso, no comparten. Para que los políticos puedan
modificar la articulación de sus discursos, es menester trabajar sobre las
ideas para que la opinión pública cambie la dirección de sus demandas,
alejados de muchedumbres que exigen frases cortas y lugares comunes que
no admiten razonamientos serios”.
Para lograr el objetivo que señala Benegas Lynch es necesario tomar
posiciones en universidades, escuelas y medios de comunicación, escribir
textos de difusión y académicos, entrar en la televisión, llegar a las iglesias
y mucho más. Las ideas deben estar presentes en la cultura, en la música,
en el arte, en las películas… Y eso debe hacerse de manera honesta,
inteligente, atractiva y optimista, mostrando la verdad respecto a qué son
los populistas, sin temor.
Debemos convencer a empresarios de buena voluntad, especialmente a los
que han visto arruinados sus países, de que inviertan en think tanks y en
esfuerzos intelectuales para difundir y promover estas ideas y hacerlas
masivas. Esto es esencial, pues sin inversión sostenida y bien orientada es
poco lo que se puede hacer para cambiar las cosas.
Es de personas como Sir Antony Fisher —es decir, de empresarios que se
preocupan de algo más que de su propio bolsillo y tienen cierta profundidad
cultural para entender lo decisivo que es el clima de opinión— de las que
depende en buena medida la suerte de nuestras naciones.
No pocos empresarios, especialmente los latinoamericanos, se han
acomodado siempre a los políticos populistas y corruptos de turno, esperando beneficiarse a expensas del resto. Al final, esto les ha salido más caro
que la alternativa. No sólo porque se convierten en víctimas de países en
que la violencia se desata y viven aterrados de que los secuestren a ellos o
a sus hijos, sino porque, cuando se radicalizan los proyectos populistas —
como tiende a ocurrir en Latinoamérica—, expropian y confiscan empresas y
recursos de quienes, en su servilismo hacia el gobierno de turno, creían
estar seguros. No debemos olvidar que Chávez llegó al poder con el apoyo
de buena parte de la decadente clase empresarial venezolana y que, en
Chile, las políticas socialistas contra los terratenientes en la década de
1960 fueron incluso apoyadas por los industriales, hasta que el gobierno de
Salvador Allende nacionalizó también sus empresas.
Historias como estas se cuentan por decenas en la vida de América Latina. Y
se enmarcan sin duda en el fenómeno que Milton Friedman denominó “el
impulso suicida de la comuni- dad empresarial”, que consiste en financiar a
quienes buscan destruir el orden de mercado. Según un estudio citado por
Friedman y publicado en 1999, por cada dólar que la comunidad
empresarial de Estados Unidos destinaba a apoyar a grupos partidarios del
libre mercado, tres dólares iban destinados a financiar grupos de izquierda
interesados en destruirlo. (…) Las fuerzas que ponen en marcha estos
empresarios suelen definir el clima de opinión intelectual en favor del
estatismo y el populismo, el mismo que una vez desatado se convierte en su
principal enemigo.
Para la mayoría de las personas, este proceso es imperceptible, pero tiene
el potencial de arruinar completamente a la sociedad, tal como hemos visto
en América Latina tantas veces. El punto de no retorno en esta evolución es
aquel en que, en palabras de Isaiah Berlin, “las ideas han adquirido un
impulso tan incontrolable y un poder tan irresistible sobre las multitudes
que es demasiado violento como para ser afectado por la crítica racional”.
Cuando eso ocurre, el dogmatismo ha desterrado el diálogo racional como
mecanismo de resolución de diferencias, reemplazando la civilización por la
barbarie.
(…) Ahora bien, el triunfo de la libertad siempre ha sido obra de minorías,
dijo lord Acton. Y, como en todas las cosas, también entre empresarios
existen minorías convencidas moviendo las ideas en la dirección correcta.
En España y América Latina existen diversos think tanks que cuentan con el
apoyo de profesionales y con gente comprometida del mundo de la
empresa. Aunque los esfuerzos son insuficientes para el desafío que se debe
enfrentar, el impacto bien vale la pena. (…) En España, el think tank
Civismo o el Instituto Juan de Mariana tienen un enorme impacto.
(…) También merece la pena analizar el caso sueco. La mitología popular
dice que este país es el grandioso producto de su Estado grande, lo cierto es
que este país nórdico era muy pobre hasta que, en el siglo xix, dio
comienzo a una serie de reformas liberalizadoras en su economía que lo
convirtieron en el cuarto país con mayor ingreso per cápita del mundo… y
todo ello con un Estado muy pequeño.
En 1763, un pastor llamado Anders Chydenius, conocido como el “Adam
Smith nórdico”, escribió un ensayo llamado ¿Por qué tanta gente abandona
Suecia? En él exponía lo dramático de la pobreza en su país,
responsabilizando de ello al gobierno interventor, que, con sus regulaciones
e impuestos, hacia imposible a la gente trabajar productivamente. Según
Chydenius, “toda persona espontáneamente trata de encontrar el lugar y el
negocio en el que mejor se puede aumentar la ganancia nacional, si las
leyes no le impiden hacerlo”. Es decir, “todo hombre busca su propio
beneficio”, lo cual consideraba una “inclinación tan natural y necesaria que
todas las comunidades del mundo se fundaron en ella”.
Chydenius sostenía que, para que prosperaran las naciones, debía
prevalecer una amplia libertad económica que permitiera a las personas
emprender, disponer de su propiedad y perseguir su interés. Estas ideas
liberales comenzaron a influir decisivamente en la sociedad sueca,
especialmente cuando Chydenius ocupó un puesto en el Parlamento de ese
país. Si bien las transformaciones se demoraron hasta después de su
muerte, la influencia de sus ideas trascendió, hasta que, a mediados de
1800, una verdade- ra revolución liberal tuvo lugar en el país nórdico. Como
explica Johan Norberg:
“No es exagerado decir que Suecia experimentó una revolución libe- ral no
violenta entre 1840 y 1865. El sistema gremial fue abolido, y cualquiera
podía entonces iniciar un negocio y competir libremente. Las regulaciones
que habían dejado el desarrollo de las industrias de la madera y del hierro
se levantaron. Suecia desarrolló la ley de sociedades por acciones tan
temprano como en 1848. Los bancos fueron permitidos y las tasas de
interés fueron desreguladas. La inmigración y la emigración libres se
instituyeron. Las antiguas escuelas, que tenían la misión de hacer de los
hijos de la élite sacerdotes o funcionarios, fueron reemplazadas por una
educación práctica para todos. La libertad de prensa y de religión se
expandió radicalmente. Las mujeres ganaron el derecho a poseer y heredar
bienes, obtener una educación y hacer una carrera”
Fue esa revolución liberal que comenzó en el mundo de las ideas la que hizo
de Suecia uno de los países más ricos del mundo. Incluso en 1950, los
impuestos en Suecia eran más bajos y el tamaño del Estado era menor que
en el resto de Europa y Estados Unidos. Luego de eso, las ideas estatistas
comenzaron a retornar y, con la riqueza ya creada, los políticos suecos comenzaron a levantar ese Estado benefactor que se hizo famoso en el mundo
entero. La economía comenzó a ser intervenida masivamente, ciertos
privilegios fueron otorgados a industrias especiales y la redistribución de la
riqueza se masificó. El resultado del intervencionismo estatal fue un
fracaso, llevando al país a caer del cuarto puesto al decimocuarto en
términos de ingreso per cápita en el mundo, así como a gestar un conjunto
de problemas.
(…) Finalmente, el Estado benefactor sueco fue insostenible. En la década
de 1990 terminó quebrando y entrando en una gran crisis que sextuplicó el
desempleo, hizo caer en seis puntos el PIB, desbocó la deuda estatal (que
se duplicó entre 1990 y 1994) y devaluó masivamente la corona sueca,
forzando al banco central de ese país a subir la tasa a un dramático 500 por
ciento. Todo ello condujo a los suecos a implementar una vez más políticas
liberales que les permitieran salir adelante. Hoy, a pesar de tener ciertamente impuestos más altos de lo que deberían, son, sin embargo, uno de
los países con mayor libertad económica en el mundo.
Pero lo interesante de este episodio es que, nuevamente, esto fue posible
gracias a la construcción de un nuevo sentido común en el imaginario
colectivo de una sociedad, el cual llevó a que las ideas liberales modernas
prevalecieran una vez más. En un interesante estudio sobre el giro de
Suecia hacia las ideas liberales, la profesora sueca de ciencias políticas de
la Universidad de Estocolmo Kristina Boréus analizó cómo, a partir de la
década de 1970, el lenguaje había cambiado progresivamente en dicho país
nórdico desde políticas más socialistas a posiciones liberales. Según Boréus,
su estudio comprendía “el cambio ideológico que ocurrió en el debate
público sueco entre 1969 y 1989”, y “la batalla por los corazones y las
mentes” que se dio mediante “el control del uso del lenguaje”. El análisis
fue realizado tomando diversas fuentes, tales como prensa escrita, debates
parlamentarios, programas de partidos políticos y otros textos de diversos
actores.
Según Boréus, a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 se
dio un punto de inflexión respecto al discurso político dominante, y, a
partir de ahí, cada vez más ideas y conceptos de la corriente liberal fueron
ganando terreno en el debate público sueco. Mas aún, según la académica,
“hasta 1980, el cambio hacia la derecha muestra ser casi enteramente
liberal”.
En otro tipo de análisis no cuantitativo, sino más bien cualitativo, Boréus
encontró una gran penetración ideológica de ideas liberales favorables a la
privatización de empresas estatales, las libertades económicas y la
restricción del tamaño del Estado. Incluso la idea de igualdad antes
dominante fue desplazada del debate público. Si se comparan las décadas
de 1970 y 1980 con las anteriores, se concluye que el liberalismo social y
económico, simplemente, había triunfado frente a ideologías que
cuestionaban el capitalismo, ya sean estas socialistas o bien
socialdemócratas reformistas.
Según Boréus: “a finales de la década de 1980, todas las ideas expresadas
eran social-liberales o neoliberales. Ya no se cuestionó que el capitalismo
era el único modo viable económicamente, a pesar de sus efectos
secundarios a veces criticados. (…) A principios de la década de 1970, el
subdesarrollo económico a menudo se explicaba con referencia a los
factores estructurales de la economía mundial y a la dependencia de los
países pobres de los ricos. A finales de la década de 1980, por el contrario,
el subdesarrollo económico se explicaba con referencia a factores internos
de los países pobres, como la mala gestión, la corrupción y los intentos de
restringir las fuerzas del mercado. Tampoco se cuestionaba, a finales de la
década de 1980, que la única manera de desarrollar las economías
subdesarrolladas era a través del aumento de la liberalización de sus
economías y del libre comercio, a pesar de que no todos estaban
completamente de acuerdo en cuanto a los medios apropiados para
alcanzar este fin”.
Lo que refleja el estudio de Boréus es que, una vez más, el triunfo de las
políticas liberales en Suecia fue un triunfo del lenguaje y de las élites
intelectuales, es decir, un triunfo en la batalla de las ideas y por la
ideología. (…) Los think tanks y las revistas proliferaron, al igual que el
cultivo de relaciones con la prensa, los contactos con los políticos, la
edición y el trabajo dirigido a los estudiantes y profesores, desde primaria
hasta el nivel universitario.
(…) En la década de 1960 la socialdemocracia sueca se había radicalizado
hacia el socialismo, amenazando existencialmente las bases del sistema de
libertades de ese país. La mayoría de los empresarios, simplemente, no
hicieron nada ante una posible nacionalización o confiscación de sus
empresas. Pero hubo un pequeño grupo que no se quedó de brazos
cruzados. El primero en reaccionar fue el entonces director de
comunicación de SAF, la antigua patronal sueca. Sture Eskilsson, alarmado
por lo que estaba ocurriendo en su país, decidió tomar cartas en el asunto
en 1971.
Su primera acción consistió en redactar un memorando de ocho páginas en
el que describía un plan de acción para que la SAF contuviera el avance
socialista. Reconociendo que una acción decidida requería una inversión de
recursos relevante, Eskilsson sostuvo que la clave era la batalla de las
ideas. Se requería mayor presencia en colegios, universidades y en medios
de comunicación. Y la clase empresarial debía salir al debate público y
articular sus valores e ideas defendiéndolas con convicción. Este fue el
inicio del fin de la hegemonía de la izquierda en el debate público sueco.
Eskilsson, junto al politólogo Carl Johan Westholm, estudió el surgimiento
de think tanks en Estados Unidos e Inglaterra y la influencia que lograban.
Inspirados en instituciones como el IEA de Reino Unido o la Heritage
Foundation de Estados Unidos, decidieron fundar la organización TIMBRO.
Reclutando académicos de primer nivel, TIMBRO comenzó a publicar obras
liberales clásicas que no se encontraban traducidas al sueco. La primera fue
The constitution of liberty, de Friedrich A. Hayek. La segunda, Demain le
capitalisme, del francés Henri Lepage, que desató un inmenso debate en
Suecia.
Siguieron obras de Milton Friedman, Adam Smith y Thomas Paine, entre
muchas otras. Finalmente, TIMBRO terminó siendo el think tank más
influyente en Suecia, desempeñado un rol clave en la construcción de un
nuevo sentido co- mún hasta el día de hoy.
Lo hemos dicho en varias oportunidades, pero debemos insistir: si América
Latina y España quieren superar la amenaza populista y socialista, e incluso
si quieren avanzar desde las posiciones socialdemócratas en las que se
encuentran, deben trabajar en el mundo de las ideas, las ideologías y el
lenguaje a fin de convertir aquellos valores y principios de la sociedad libre
en patrimonio universalmente aceptado. Por supuesto, al mismo tiempo, tal
estrategia debe llevar a que la alternativa populista y estatista genere
rechazo o resistencia en una parte importante de los líderes intelectuales,
empresariales y políticos, así como en la mayoría de la población. Para ello
se requiere de intelectuales capaces de desarrollar, defender y promover
ideas en el debate público, lo cual, a su vez, requiere del apoyo de
personas con recursos y que estén comprometidos con la causa de una
sociedad libre y exenta de la lacra populista.
En todos los países existen iniciativas, instituciones y personas dispuestas a
formar focos de promoción de esas ideas que hicieron grandes a los países
desarrollados y con las que se combate el populismo. Lo que falta son los
apoyos de una clase empresarial que, con pocas excepciones, se ha
mostrado ignorante, indiferente e incluso cómplice con aquellos que
arruinan nuestros países, bien por no incomodarse, o bien para obtener
ganancias a corto plazo a expensas del resto de la sociedad. Es hora de que
esos hombres de empresa despierten de su pasividad y hagan una real
contribución a la sociedad en que viven, por el bien de esta y también por
el de sus propios hijos.
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SOBRE LOS AUTORES
ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO (IPA) EN EUROPA
Andreas Johansson Heinö es el director de publicaciones de TIMBRO, el
think tank liberal de referencia en Suecia. Doctor en Ciencias Políticas,
Johansson Heinö es el autor del Índice de Populismo Autoritario para
Europa.
ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA Y ADAPTACIÓN DEL IPA
Diego Sánchez de la Cruz es el director de CIVISMO, uno de los laboratorios
de ideas liberales más influyentes de España. Máster en Relaciones
Internacionales, Sánchez de la Cruz desarrolló la adaptación para España
del Índice de Populismo Autoritario, tarea para la que contó con la ayuda
de Daniel Portero, investigador de CIVISMO.
APÉNDICE
Axel Kaiser es el director ejecutivo de la Fundación para el Progreso de
Chile. Doctor en Filosofía por la Universidad de Heidelberg, es titular de la
cátedra Friedrich von Hayek en la Universidad Adolfo Ibáñez y ha escrito
varios libros como “La miseria del intervencionismo”, “La fatal ignorancia”
o “La Tiranía de la Igualdad”. Es coautor de “El engaño populista” (Editorial
Deusto), firmado al alimón con Gloria Álvarez.
Gloria Álvarez es una politóloga guatemalteca que se dio a conocer
internacionalmente con el discurso que pronunció en el Parlamento
Iberoamericano de la Juventud en 2014. En dicha intervención defendió el
uso de las nuevas tecnologías como freno a los gobiernos. El vídeo fue un
fenómeno viral en internet y ya ha sumado más de un millón de
visualizaciones. Álvarez presenta un programa de radio y un programa de
televisión en su Guatemala natal y participa como ponente en foros
internacionales. Es coautora de “El engaño populista” (Editorial Deusto),
firmado al alimón con Axel Kaiser.
SOBRE CIVISMO
El think tank CIVISMO defiende la libertad económica y el fortalecimiento
de la sociedad civil. En 2015 sumó más de 800 apariciones en 70 medios
distintos, alcanzando una audiencia superior a 250 millones de impactos.
Presidido por Julio Pomés y dirigido por Diego Sánchez de la Cruz, cuenta
con una amplia red de colaboradores entre los que figuran Pedro Schwartz,
Daniel Lacalle, Francisco Cabrillo o Rafael Pampillón. En sus actos y
conferencias han participado personalidades como Mario Vargas Llosa,
Carlos Herrera, Luis Linde, John Müller o Juergen Donges.
CONTACTO
Responsable de Comunicación: Marta Quintín
914 02 30 95 - [email protected]
Director: Diego Sánchez de la Cruz
[email protected]
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