Índice de Populismo AUTORES Andreas Johansson Heinö Diego Sánchez de la Cruz COLABORADORES Axel Kaiser Gloria Álvarez El apoyo a los partidos populistas y autoritarios está alcanzando máximos históricos en Europa. Se dedican muchos titulares de prensa al auge de la derecha radical y a la reaparición de una izquierda autoritaria, pero ¿cómo han evolucionado estas fuerzas a lo largo del tiempo? He ahí la principal pregunta que responde el Índice de Populismo Autoritario (IPA). El informe ha sido desarrollado por el investigador Andreas Johansson Heinö, del think tank sueco Timbro. La difusión y adaptación del trabajo para España corre a cargo de CIVISMO, que junto a Timbro forma parte de la red liberal europea EPICENTER. El IPA incluye a todos los partidos de corte populista y autoritario que, sean de extrema izquierda o de extrema derecha, han concurrido a las elecciones generales de 33 países del Viejo Continente a lo largo del periodo comprendido entre 1980 y 2016. La conclusión del análisis es clara: existe un alarmante desarrollo que está conduciendo a que estas ideas no paren de ganar influencia a lo largo y ancho del Viejo Continente. Pero el IPA no solamente contempla la evolución del populismo autoritario en Europa, sino que se centra también en analizar la situación española, con un especial énfasis en el auge de la extrema izquierda a lo largo de los últimos años. Diego Sánchez de la Cruz, director de CIVISMO ha adaptado el trabajo original de TIMBRO para España y ampliado el estudio para desarrollar un subíndice que mide el peso del populismo en España. Contó con la colaboración de Daniel Portero, investigador de CIVISMO. Además, el IPA de TIMBRO y CIVISMO cuenta con la colaboración especial de Axel Kaiser y Gloria Álvarez. El jurista chileno y la politólogo guatemalteca se han erigido en dos figuras clave para analizar el fenómeno del populismo en los países iberoamericanos. En el apéndice que ambos firman y que sirve como cierre para este trabajo, Kaiser y Álvarez reflexionan sobre la importancia de articular una respuesta efectiva a través de los think tanks. ÍNDICE DEL INFORME Índice del Populismo Autoritario (IPA) en Europa Introducción … P. 5 El concepto de populismo autoritario … P. 6 El discurso del populismo autoritario … P. 8 Metodología … P.10 El renacimiento del radicalismo político en Europa … P. 11 Índice de Populismo Autoritario (IPA) en Europa … P. 14 ¿Cuál es la respuesta liberal al populismo autoritario? … P. 22 Índice del Populismo en España La evolución de la extrema izquierda en España … P. 25 Otras vertientes del populismo … P. 27 Podemos y la confluencia del comunismo y el populismo … P. 29 La anatomía del populismo autoritario en España … P. 36 El apoyo a Podemos e IU, por comunidad autónoma … P. 39 El Índice de Populismo en España … P. 41 Apéndice “Construir un nuevo sentido común para romper el engaño populista”, de Axel Kaiser y Gloria Álvarez … P. 44 Fuentes y referencias P. 54 Sobre los autores P. 58 Sobre Civismo P. 59 ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO: EUROPA Autor del IPA para Europa: Andreas Johansson Heinö Adaptación para España: Diego Sánchez de la Cruz INTRODUCCIÓN Los partidos populistas y autoritarios nunca han tenido tanto apoyo en Europa como hoy en día. De media, uno de cada cinco votantes del Viejo Continente confía en opciones radicales de izquierda o de derecha. La intención de voto para estas corrientes es un fenómeno imposible de ignorar. Casi todos los países europeos han experimentado, en mayor o menor medida, la irrupción de este tipo de formaciones políticas. De hecho, el voto al populismo autoritario alcanzó su máximo histórico en 2015. Todo apunta a que esta evolución no ha terminado, a raíz de los acontecimientos políticos observados en la primera mitad de 2016 en países como Alemania, Austria, España, Irlanda, Italia, Serbia, Eslovaquia, Chipre… Que el populismo autoritario vaya a más no significa en todos los casos que llegue al poder. Evidentemente, esto depende de los pactos de gobierno, de las leyes electorales, de las dinámicas políticas... A mediados de 2016, el populismo autoritario había accedido al gobierno en 9 países europeos y actuaba como apoyo parlamentario clave para otros dos Ejecutivos. De media, uno de cada tres países europeos está gobernado directa o indirectamente por partidos enmarcados en el populismo autoritario. Por supuesto, es imposible saber en qué punto del ciclo nos encontramos. ¿Estamos en los primeros minutos del partido, en el tiempo de descanso o en la prórroga final? No podemos ofrecer una respuesta para el largo plazo pero sí parece claro que, a corto y a medio plazo, la evolución de los últimos años apunta a un cambio estructural en el mapa político europeo, que no sufría tantas alteraciones desde los años posteriores a la caída de la Unión Soviética. Este desarrollo no puede coger a nadie por sorpresa. Los medios de comunicación han prestado especial atención al continuo auge electoral de estas formaciones. A todos los europeos del Norte, Centro o Sur del continente les suenan ya apellidos como Le Pen, Iglesias, Wilders, Orban, Tsipras… En el ámbito académico, las investigaciones sobre el populismo autoritario han ido a más en los tres últimos lustros. ¿Qué novedades aporta el Índice de Populismo y Autoritarismo (IPA)? En esencia, hay cuatro aspectos por los que merecía la pena un proyecto así. En primer lugar, mostrar la evolución de esta corriente a lo largo de más de 30 años; en segundo lugar, tocar todas las vertientes del fenómeno del populismo autoritario, abarcando la la extrema izquierda pero también la extrema derecha; en tercer lugar, valorar el reto a la democracia que suponen estos partidos; en cuarto lugar, promover una reflexión sobre la agenda que deben seguir los demócratas en general y los liberales en particular para reaccionar ante este fenómeno tan complejo. EL CONCEPTO DE POPULISMO AUTORITARIO Desde el final de la II Guerra Mundial, el consenso europeo ha sido desarrollado por cuatro grandes familias políticas: los conservadores, los democristianos, los liberales y los socialdemócratas o socialistas moderados. Todas las agrupaciones políticas tradicionales europeas están de acuerdo en una serie de principios fundamentales, tales como la democracia representativa, los derechos humanos, las libertades individuales, los límites constitucionales al poder, la independencia del poder judicial, el periodismo independiente y libre, la protección de las minorías frente a la tiranía de las mayorías, el respeto a la economía de mercado, la apertura a la globalización comercial y cultural, etc. Este consenso europeo no es rígido ni cerrado. De hecho, con el desplome de la Unión Soviética se observó una evolución de formaciones socialistas o ecologistas que partían de postulados más radicales pero terminaron aceptando estas posiciones en gran medida. El resultado de esta progresiva convergencia ha sido el desarrollo de un gran proyecto integrador como es la Unión Europea. Esto no quiere decir que todos los partidos defiendan lo mismo. Ahí están las diferencias en el grado de apoyo a todos los puntos anteriores, así como las posiciones más diferenciadas que se siguen observando en cuestiones como la inmigración, la seguridad, la energía, la educación, la sanidad, el medio ambiente… Eso sí, estás discrepancias suelen resolverse sin recurrir a posiciones radicales y extremistas. Frente a este consenso, el populismo autoritario construye un nuevo paradigma en el que más importante aún que las ideas es el modo en que éstas se presentan al electorado. El rasgo común de todos estos partidos es su mensaje simplista, centrado en decir lo que la gente quiere oír y en ofrecer soluciones mágicas a problemas complejos. No todos los estudiosos del fenómeno ven con malos ojos el populismo. Margaret Canovan y Cas Mudde reconocen elementos correctivos en este tipo de expresiones políticas. Según esta interpretación, la aparición de formaciones populistas ayuda a regenerar y a revitalizar la democracia, ayudando a corregir los excesos y equivocaciones de los partidos tradicionales. Por este motivo, este trabajo no está consagrado simplemente al estudio del populismo, sino que se centra en aquel populismo que tiene un sello autoritario en sus planes políticos. El concepto de populismo autoritario engloba a todos los partidos políticos del Viejo Continente que rechazan los principios fundamentales del consenso europeo. Hay dos grandes familias bajo este paraguas: la extrema izquierda y la extrema derecha. Como norma, se observa que todos los partidos populistas de éxito tienen elementos autoritarios y que todos los partidos autoritarios de éxito tienen elementos populistas. No Autoritario No Populista Populista Consenso europeo: conservadores, democristianos, liberales y socialdemócratas o socialistas moderados. Movimientos anticorrupción Autoritario Fascistas, marxistaleninistas, trotskistas… Extrema derecha (FPÖ, Frente Nacional), Extrema izquierda (Syriza, Podemos…) EL DISCURSO DEL POPULISMO AUTORITARIO En primer lugar, cabe señalar que todos los partidos incluidos en el IPA enarbolan, en menor o mayor medida, un discurso común en el que sus dirigentes dicen ser los verdaderos representantes del pueblo, elegidos para combatir a una élite corrupta. Margaret Canovan señala que este discurso es transversal entre los extremismos políticos. De forma reiterada, los populistas autoritarios cargan contra la supuesta falta de legitimidad unos dirigentes políticos que se estarían sirviendo de las instituciones para enriquecerse y actuar en contra de los intereses generales. Este planteamiento facilita la penetración social del populismo autoritario, ya que basta con erigirse como representante del pueblo para evitar confrontaciones más elaboradas de ideas y propuestas. Al mismo tiempo, este enfoque promueve la división política. Lo vemos en España, donde Podemos identifica como los partidos de la casta a PP y PSOE y, al hilo de esta distinción, se presenta como una formación ajena a dicho establishment. Otro rasgo habitual del discurso del populismo autoritario tiene que ver con la urgencia que, en su opinión, tiene la adopción de cambios radicales. A estos partidos les obsesiona acabar con los contrapesos institucionales que moldean la aprobación o derogación de leyes y normas. Las minorías quedan desdeñadas y las mayorías tienen derecho a aprobar todo aquello que los populistas autoritarios consideran oportuno. Esto explica que promuevan continuamente todo tipo de referéndums, como vía para acelerar los tiempos políticos y darles una apariencia democrática. De nuevo, no hace falta salir de España para comprobar la importancia que da Podemos a estas cuestiones. Existen elementos comunes entre esta estrategia y la del nacionalismo, que también deja a la persona en segundo plano y concentra su discurso en reforzar el poder de quienes dicen actuar en defensa de la patria. De hecho, la mayoría de estos nuevos partidos políticos abraza el nacionalismo con entusiasmo, principalmente cuando hablamos de formaciones de extrema derecha. Cuando el populismo autoritario se enmarca en la extrema izquierda, el discurso se construye en torno a la idea de que hay que defender al pueblo. Se recicla la vieja retórica de la lucha de clases, pero ahora cambiando la vieja terminología marxista por un relato mucho más sencillo: “hay que defender al pueblo de los políticos corruptos y de los abusos empresariales”. Eso sí, sea de extrema derecha o de extrema izquierda, el populismo autoritario defiende siempre un Estado mucho más fuerte y grande. Bajo su discurso, el Estado siempre tiene que hacer más, siempre es la solución a los problemas, siempre es el elemento vertebrador del “cambio social”. Por eso, el populismo autoritario va de la mano de recetas impregnadas de intervencionismo y estatismo, que en el caso de la extrema derecha se centran en cuestiones como la seguridad, el orden, los valores sociales… mientras que, por el flanco de la extrema izquierda, el refuerzo del poder del Estado se concentra en el empeño de restringir y controlar la economía de mercado. En cuanto a los valores sociales que defienden estos partidos, el populismo autoritario de derecha acostumbra a defender valores conservadores tradicionales: la familia, la nación, la religión… Por su parte, el populismo autoritario de izquierda abandera el multiculturalismo, el feminismo, etc. Hay otras cuestiones transversales que acercan a la extrema derecha y a la extrema izquierda europea: alto grado de euroescepticismo, marcada hostilidad hacia la OTAN, cierta simpatía estratégica hacia la Rusia de Putin, respaldo a medidas proteccionistas… Así queda reflejado, por ejemplo, en las votaciones sobre la Eurozona que se celebraron el pasado invierno en el Parlamento Europeo. En las mismas, formaciones de extrema izquierda como Podemos se unieron a grupos de extrema derecha como el Frente Nacional para oponerse a la moneda única. METODOLOGÍA El IPA arranca el trabajo de medición de resultados electorales en 1980 y abarca hasta 2016. En el Índice se incluye a todos los países miembros de la Unión Europea, así como a Islandia, Noruega, Suiza, Serbia y Montenegro. Todos los países incluidos están considerados como democracias liberales según los estudios de Freedom House. Para la elaboración del estudio, se han estudiado los resultados electorales cosechados en las Elecciones Generales al Parlamento de cada uno de los 33 países elegidos. La nota de corte para entrar en la valoración es generosa: basta con haber alcanzado un voto popular del 0,1% para entrar en el informe. A la hora de clasificar a los partidos, se ha recurrido a la base de datos de Parties and Elections y al registro de resultados electorales de Wikipedia. En caso de duda, se analizaron manifiestos programáticos de las formaciones políticas, con ánimo de determinar con claridad y certidumbre la categoría asignada. Finalmente, para fortalecer la muestra con más información sobre las posiciones de los partidos ante diversas cuestiones, se ha recurrido a los estudios la Chapel Hill Expert Survey. El IPA no solamente pondera el aumento del respaldo social hacia estos partidos, sino que también mide su acceso al poder. Esto significa que también se estudia si los partidos son capaces de traducir los votos en representación parlamentaria, algo que resulta especialmente complicado en el caso de Francia o Reino Unido, como consecuencia de sus respectivos sistemas electorales (el galo con segunda vuelta, el británico de corte mayoritario). No todos los partidos populistas y autoritarios responden punto por punto al retrato robot de estas formaciones. Encontramos, por ejemplo, a aquellos que sí defienden un alto grado de libertad económica pese a estar enmarcados en el campo del populismo de derecha. También entre la extrema izquierda encontramos excepciones que, sin embargo, se quedan en discrepancias puntuales con un patrón más o menos común. En cualquier caso, a la hora de calificar a un partido, apenas surgen dificultades. Las propias formaciones suelen asumir, con más o menos naturalidad, cuál es su posición en el espectro político. En cuanto a la definición de lo que constituye o no autoritarismo, es evidente que la visión hostil de la democracia liberal que tienen estos partidos ayuda establecer la categorización con facilidad. Evidentemente, aquellos partidos que beben del nazismo, el fascismo, el comunismo, el maoísmo… entran sin discusión en esta clasificación. EL RENACIMIENTO DEL RADICALISMO POLÍTICO EN EUROPA El periodo comprendido entre la I y la II Guerra Mundial estuvo marcado por un fuerte auge de los radicalismos políticos en Europa. En Alemania, las últimas elecciones libres (celebradas en 1932) arrojaron un apoyo electoral del 33% para el nacionalsocialismo de Adolf Hitler, así como un respaldo del 17% para las listas comunistas. Tras la II Guerra Mundial, los partidos democráticos lograron alcanzar posiciones cada vez más hegemónicas en el espectro político, desplazando a la marginalidad a la extrema derecha y la extrema izquierda. En el año 1987, solamente el 9,5% de los votantes europeos optaba por opciones políticas de corte radical. En el campo de la izquierda, los partidos comunistas tuvieron cierto éxito después de la II Guerra Mundial, pero fueron experimentando una decadencia progresiva conforme aumentó el rechazo a la Unión Soviética. La socialdemocracia y el socialismo moderado heredaron esos votos y la extrema izquierda cedió terreno. El apoyo a la extrema izquierda tocó fondo en 2006, cuando cayó al 3,7% a nivel europeo. Sin embargo, entre 2011 y 2016, el respaldo de los votantes a estos partidos no ha parado de crecer, sobre todo por el auge del populismo autoritario de izquierda que se viene dando en países del Sur de Europa como España, Grecia, Italia y Portugal. En menor medida, también se ha observado un renacer de estas posiciones políticas en Dinamarca, Bélgica, Irlanda, Rumanía y Croacia. En el seno del populismo autoritario de izquierda se siguen observando corrientes internas vinculadas al comunismo más radical. En Grecia, el KKE sigue defendiendo el experimento soviético y emplea la hoz y el martillo como emblema. Por su parte, la gobernante Syriza es una coalición de grupos radicales en la que están presentes colectivos maoístas o escisiones del KKE como la KOE, tan radical que se desmarcó en 1956 del KKE como protesta ante lo que entendían como un alejamiento del estalinismo… En Portugal, la principal formación comunista es el PCP, que sigue citando el leninismo como base ideológica. En Francia, el Frente de Izquierda incluye al Partido Comunista de los Trabajadores, nacido en 1979 con Albania como inspiración. En España, Izquierda Unida tomó parte en la Transición a la democracia pero sigue manteniendo postulados de extrema izquierda. La irrupción de Podemos ha multiplicado el alcance electoral de dicho mensaje, hasta desembocar en una coalición electoral que suma a ambos partidos de cara a las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016. En cualquier caso, las posturas revolucionarias de todos estos partidos han pasado a un segundo plano y el grueso de su mensaje político se centra en lanzar críticas radicales contra el capitalismo. Hablamos de formaciones que suelen oponerse al proyecto integración europeo, a la globalización… pero que rara vez explican con claridad el sistema que proponen como alternativa. Por el flanco de la extrema derecha, el final de la Segunda Guerra Mundial parecía haber desterrado a las agrupaciones fascistas y totalitarias del ruedo político. En 1980, el voto medio a estos tipos de partidos se quedaba al 1% a nivel europeo. Sin embargo, desde la segunda mitad de 1980, el respaldo electoral a la extrema derecha ha subido de forma continuada y ya se coloca cerca del 12%. En 1986 se produjo el primer gran éxito electoral de la nueva derecha populista y autoritaria del Viejo Continente. En dicha ocasión, el Frente Nacional alcanzó el 9,9% de los votos en las elecciones legislativas francesas. Ese mismo año, el FPÖ austriaco cambió de liderazgo y empezó a experimentar un crecimiento que, cuatro años después, ya se traducía en un respaldo del 16,6% en los comicios parlamentarios. La familia política en la que se puede agrupar a estos partidos engloba la resistencia antiinmigración y una línea muy crítica con el proyecto de integración europea. Existen también algunas corrientes fascistas como las que representan Aurora Dorada, Ataka en Bulgaria e incluso Jobbik en Hungría. Si combinamos el apoyo al populismo autoritario incluyendo tanto a la extrema izquierda como a la extrema derecha, vemos que los votantes europeos nunca habían estado tan cerca de estos partidos desde el periodo de entreguerras. Si el estallido de la crisis económica en 2008 se produjo con un voto medio del 12% para estas agrupaciones que ya de por sí resultaba preocupante, en 2016 vemos que ese respaldo no ha parado de crecer y se sitúa ya en el 17,3%. ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO (IPA) EN EUROPA País IPA (%) Hungría 66,4 Grecia 57,0 Polonia 46,4 Italia 33,7 Suiza 33,1 Chipre 29,4 Dinamarca 28,9 Austria 25,0 España 24,7 Rep. Checa 22,7 Francia Portugal 21,7 20,5 Finlandia 18,2 Bulgaria 17,5 Noruega 17,4 Rep. Eslovaca 17,2 Letonia 16,6 Rumania 15,3 Alemania 14,6 Serbia 13,1 Suecia 12,9 Reino Unido Holanda 12,6 10,1 Lituania 8,5 Estonia 8,3 7,8 Croacia Bélgica Irlanda Eslovenia Luxemburgo Islandia 7,4 4,1 2,2 1,6 0,1 Malta 0 Montenegro 0 Los 33 países incluidos en el Índice de Populismo Autoritario tienen 7.843 escaños en sus parlamentos nacionales. En la actualidad, 1.489 de dichos asientos están en manos de partidos populistas y autoritarios, un 18,9% del total. Por tanto, casi uno de cada cinco parlamentarios europeos está adscrito a estas corrientes políticas. En algunos casos, el resto de partidos políticos ha optado por aislar a estas agrupaciones y por desarrollar cordones sanitarios para evitar su influencia en la toma de decisiones. Sin embargo, el creciente apoyo electoral al populismo autoritario favorece que las líneas rojas se vayan diluyendo y los partidos conservadores, liberales, socialdemócratas… empiezan a negociar acuerdos políticos y legislativos con estas fuerzas. A fecha de hoy el populismo autoritario está presente en nueve gobiernos europeos: Hungría, Polonia, Grecia, Noruega, Finlandia, Letonia, Lituania , Eslovaquia y Suiza. Además, forman parte de acuerdos legislativos que condicionan la acción del gobierno en Dinamarca, Portugal, Bulgaria… En la Europa de 2016, el gobierno de uno de cada tres países europeos está directa o indirectamente ligado al populismo autoritario. Solamente hay tres países entre los 33 analizados en los que el apoyo al populismo autoritario es casi inexistente: Islandia, Malta y Montenegro. También nos encontramos con niveles muy bajos de apoyo en Luxemburgo, Eslovenia o Irlanda. En el extremo contrario, nos encontramos con aquellos países en los que el populismo autoritario ya supera el umbral del 20% del voto electoral. Es el caso de Chipre, Dinamarca, Austria, España, República Checa, Francia y Portugal. Más fuerte aún es el populismo autoritario en Suiza e Italia, con niveles de respaldo que superan el 30%. Polonia, por su parte, ocupa el tercer lugar del ranking europeo: más del 40% del voto popular va a opciones de este corte. En el segundo lugar de la lista está Grecia, donde ya se ha rebasado el umbral del 50%. Pero el liderato del IPA a nivel europeo es para Hungría, donde el populismo autoritario concentra más del 60% de los votos. Al sur de Europa, solamente Italia tenía una tradición más clara de partidos radicales con gran influencia política. En la década de 1990, el resto de países mediterráneos observaba una cierta caída del apoyo electoral a grupos radicales, pero de nuevo Italia rompía con esta tendencia a favor del auge de la Liga Norte, que se mantiene como el único ejemplo exitoso de populismo autoritario de extrema derecha en esta región de Europa. El estallido de la crisis ha vuelto a cambiar el panorama con el despegue de una izquierda populista y autoritaria en todos estos países: Syriza en Grecia, Podemos e Izquierda Unida en España, el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, y el bloque de izquierda y el Partido Comunista en Portugal. Francia tampoco se libra del auge de las opciones políticas radicales, sobre todo con el progresivo avance del Frente Nacional. Ya en 2002, Jean-Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta de las Elecciones Presidenciales. Ahora, su hija Marine Le Pen comanda con éxito al partido de extrema derecha. A esto se suma un populismo autoritario de sello izquierdista que se ha reorganizado bajo el paraguas del Frente de Izquierdas de Jean-Luc Mélenchon. Hungría, Grecia y Polonia están a la cabeza del Índice de Populismo Autoritario. En estos tres casos, la izquierda tradicional ha colapsado electoralmente, hasta el punto de que los socialdemócratas polacos ya ni siquiera tienen representación en el Parlamento. En Grecia, el populismo autoritario de izquierda ha arrasado con la socialdemocracia; además, han aparecido partidos de extrema derecha como Aurora Dorada. Tanto en Hungría como en Polonia, el buen comportamiento económico y el fuerte respaldo al nacionalismo ha favorecido el auge del populismo autoritario de sello derechista. Tanto en Suiza como en Austria, el respaldo a la derecha de corte populista y autoritario se viene desarrollando desde la década de 1990. En el pequeño país helvético, el Partido Popular de Suiza ya ha formado parte de distintas coaliciones de gobierno. Por su parte, el FPÖ austriaco ya rebasó la frontera del 25% del voto popular en 1999 y en 2016 ha estado cerca de hacerse con la Presidencia del país. En el caso alemán, el apoyo a la extrema izquierda y la extrema derecha dio un primer salto a comienzo de la década de 1990, quizá explicado por la asimilación de nuevas corrientes políticas tras la reunificación. Posteriormente, la década comprendida entre 2005 y 2015 ha estado marcada por la aparición de agrupaciones como La Izquierda o Alternativa para Alemania que, desde la extrema izquierda y la extrema derecha, han ido recabando más y más apoyo de los votantes germanos hasta cosechar ya el 15% del voto. Los países nórdicos no son inmunes al fenómeno y vienen experimentando un fuerte auge de la extrema derecha que ha ido a más desde 2010. Aquí figuran formaciones como los Verdaderos Finlandeses (Finlandia), el Partido del Progreso (Noruega), el Partido Popular (Dinamarca) o los Demócratas Suecos (Suecia). ¿CUÁL ES LA RESPUESTA LIBERAL AL POPULISMO AUTORITARIO? Una y otra vez, los defensores de la democracia liberal y la economía de mercado se preguntan cuál es la mejor forma de responder a la amenaza que entraña el auge del populismo autoritario. Gracias al Índice de Populismo Autoritario se puede observar mejor cuál ha sido la evolución de este fenómeno, pero ¿qué podemos hacer para frenar esta peligrosa corriente y volver a poner en valor las ideas de la libertad? De entrada, huelga decir que no hay evidencia empírica que permita aprender lecciones sobre las pautas que debemos seguir para frenar el crecimiento de estos partidos. Al fin y al cabo, la tendencia observada en las últimas décadas muestra que su tendencia es alcista. Por otro lado, desde el punto de vista de las ciencias políticas y del debate público, hay que admitir que el grueso de las discusiones sobre el populismo autoritario suele estar impregnado de un tono claramente negativo hacia el fenómeno. Esto es comprensible, pero no ayuda a conducir la discusión de forma racional y fría. Se podría decir que la creación de un consenso europeo en torno a valores como la democracia liberal o la economía social de mercado reduce las diferencias entre las familias políticas tradicionales, estrechando el margen de discrepancia y de diferencia en la competencia política convencional. En este sentido, el populismo autoritario sería la respuesta alternativa a esa falta de competencia. Esto nos plantea un serio debate sobre la opción del aislamiento: establecer cordones sanitarios puede resultar útil para mantener a estos partidos alejados del gobierno… pero el apoyo popular seguirá siendo alto mientras los partidos tradicionales no aborden los debates y cuestiones que insisten en poner encima de la mesa las formaciones extremistas, recogiendo el desencanto y canalizándolo hacia soluciones sensatas. El populismo autoritario no solamente crece por la crisis económica: también tenemos ejemplos de crecimiento en momentos de bonanza. Sería un error pensar que basta con consolidar la recuperación para que los radicalismos empiecen a remitir. Es cierto que un contexto socioeconómico más favorable puede ayudar, pero no se puede dejar todo en manos de esta esperanza. Por otro lado, parece evidente que el reto político que presentan estas formaciones es hoy mucho más complejo que antaño, ya que las ideas totalitarias de corte fascista o comunista han cedido terreno ante un discurso populista que resulta mucho más transversal y no tiene la misma apariencia extremista. ¿Y qué hay con el resto de partidos? ¿Acaso no les contamina el populismo autoritario, conduciéndoles hacia posiciones más radicales? Es cierto que los grupos políticos más moderados que pierden votos con la aparición de estos partidos pueden caer en la tentación de emular a sus competidores más radicales. Sin embargo, también es cierto que los propios líderes del populismo autoritario saben que sus perspectivas electorales tienden a mejorar cuando adoptan una actitud más moderada y centrista. En consecuencia, la extrema derecha y la extrema izquierda suavizan postulados que antaño hubiesen defendido de forma más radical. Desde el punto de vista liberal, es importante centrar el debate en las ideas y no en las siglas políticas o en los liderazgos personales. Todo apunta a que estos partidos se han convertido ya en elementos permanentes del sistema, al menos para el corto y medio plazo. Por tanto, centrar el debate en la efectividad de las ideas propuestas es la mejor forma de preservar nuestras libertades y nuestro bienestar. La retórica de confrontación que enarbolan estos partidos refuerza, de hecho, la importancia de centrarse en criticar sus propuestas y no sus siglas. Hay que disputar el relato del populismo autoritario de izquierda que se arroga la defensa del “bienestar social”. También hay que contestar al populismo autoritario de extrema derecha que dice representar los “verdaderos valores” de Occidente. Lo peor que puede pasar es que las fuerzas liberales callen y estas ideas calen, porque en el marco del enfrentamiento político y social que fomentan los partidos radicales, la derrota empieza el día en que el electorado reconoce cierta superioridad moral entre estos nuevos partidos. También es importante que los partidos liberales combatan todos y cada uno de los intentos de los partidos populistas y autoritarios por limitar la división de poderes, el Estado de Derecho y el sistema de pesos y contrapesos que permite el buen funcionamiento de la democracia y evita su devenir en tiranía. En ese sentido, ha llegado la hora de hacer política con mayúsculas y volver a reflexionar sobre los límites del poder. No sirve de nada perder algunas batallas: hay que plantar cara en cada uno de los frentes que abren los populistas autoritarios. Otro aspecto clave a la hora de combatir este fenómeno tiene que ver con la capacidad del campo liberal para explicar que el estado no puede ser la solución a todos los problemas. Los propios partidos tradicionales han otorgado a las Administraciones Públicas un papel excesivamente grande, en el marco de un discurso excesivamente estatista según el cual los político nos garantizan empleo, bienestar, seguridad… El populismo autoritario plantea la exacerbación de estos excesos, por lo que el discurso liberal tiene que ser claro a la hora de explicar la insostenibilidad de estas políticas redistribucionistas. En última instancia, parece claro que tendremos que convivir a corto y medio plazo con estos nuevos planteamientos políticos, por lo que nada es más importante que desmontar punto por punto las falacias programáticas que propone el populismo autoritario a los europeos. Solamente así el debate empezará a centrarse en la razón y no en la emoción. ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA Autor: Diego Sánchez de la Cruz LA EVOLUCIÓN DE LA EXTREMA IZQUIERDA EN ESPAÑA Desde la Transición a la democracia, España ha celebrado numerosas Elecciones Generales en las que el respaldo a opciones de corte populista y autoritario nunca había sido significativo… hasta la cita con las urnas del 20 de diciembre de 2015. En la década de 1980, el techo electoral del populismo autoritario fue del 16,5%, bajo el liderazgo de Santiago Carrillo. En la década de 1990, el populismo autoritario logró consolidar niveles de apoyo más o menos constantes en el entorno del 10% del voto popular, al calor del liderazgo de Julio Anguita. El cambio de siglo coincidió con el paso atrás de Anguita, un fuerte golpe que dejó a Izquierda Unida en niveles de voto comprendidos entre el 4% y el 6%, casi la mitad que una década antes. La crisis económica se tradujo en un leve repunte del respaldo a Izquierda Unida, que pasó del 3,9% al 7,1% entre 2010 y 2013. Sin embargo, la irrupción de Podemos en 2014 relanzó el voto de la extrema izquierda, que se triplicó desde el 7,1% hasta el 24,7% logrado en las Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015. Observando el largo plazo, nos encontramos con que la extrema izquierda española venía experimentando una cuesta abajo hasta que la aparición de Podemos permitió relanzar su agenda política de la mano del liderazgo carismático de Pablo Iglesias y de discursos, postulados y mensajes de innegable inspiración populista. En suma, así ha evolucionado el peso del populismo autoritario en España desde 1980 hasta 2016: OTRAS VERTIENTES DEL POPULISMO El populismo autoritario europeo se enmarca en numerosos países del Viejo Continente en el seno de la extrema derecha. Sin embargo, tanto en España como en Grecia, Italia o Portugal, el fenómeno se ha dado a partir del auge de la izquierda radical. ¿A qué se debe esta evolución? En el caso espaol entrada, hay que recordar de entrada que el peso específico del Partido Comunista (PCE) entre los partidos opositores al régimen franquista fue más que notable. Con la Transición, el PCE aceptó el nuevo marco constitucional y renunció a sus postulados más extremistas. Las sucesivas elecciones celebradas en la nueva España democrática enfriaron las perspectivas electorales del PCE, con resultados discretos que contrastaban con el buen desempeño del PSOE, convertido desde 1982 en el partido hegemónico de la izquierda. Ni la popularidad de Julio Anguita ni el cambio de nombre a Izquierda Unida impidieron el progresivo descenso del apoyo a la vieja formación comunista. Esta decadencia contrasta con el acelerado crecimiento de Podemos, que irrumpió con fuerza en las Elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo de 2014. Desde entonces, el partido morado no solamente se ha colocado claramente por delante de Izquierda Unida, sino que las encuestas lo sitúan por encima del PSOE de cara a las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016. Este sorpasso se produce, eso sí, tras el establecimiento de una alianza electoral entre Podemos e Izquierda Unida, que acudirán a las urnas bajo la candidatura conjunta de Unidos Podemos. La extrema derecha española solamente consiguió representación parlamentaria en 1979, cuando la coalición Unión Nacional que lideraba Blas Piñar logró el 2% del voto popular y obtuvo un escaño en el Congreso de los Diputados por la circunscripción de Madrid. Desde entonces, ningún partido de extrema derecha ha conseguido acceder al Parlamento, lo que hace de España una rara avis del panorama político europeo. En el debate académico sobre esta cuestión, se han aportado numerosas teorías que beben de razonamientos históricos, sociológicos, culturales… pero es imposible achacar a una única causa esta peculiaridad del arco parlamentario español. Un planteamiento recurrente aduce que el Partido Popular ha demostrado una gran capacidad para aglutinar a todas las corrientes políticas de la derecha y canalizar su voto hacia postulados moderados de centro-derecha. Ya desde los tiempos de Alianza Popular, los cuadros dirigentes impusieron un alejamiento de los planteamientos autoritarios que sí se daban en partidos de la extrema derecha postfranquista como los de la coalición que lideraba Blas Piñar. También se cita en ocasiones el pasado franquista como un factor que complica la defensa de postulados políticos que, evidentemente, no tardan en ser asociados con el discurso del régimen. Otro aspecto mencionado de manera recurrente en la literatura sobre la escasa relevancia política de la extrema derecha en España es el de la inmigración. En nuestro país, el grueso de la población extranjera proviene de países europeos o iberoamericanos, lo que complica la emergencia de sentimientos excluyentes y xenófobos como los que sí se observan en otros lugares del Viejo Continente. El partido de extrema derecha que más cerca ha estado de entrar en el debate nacional ha sido Plataforma per Catalunya, una agrupación dirigida por Josep Anglada que llegó a sumar 67 concejales en las Elecciones Municipales de 2011. Otros partidos como España 2000 consiguen representación local en algunas ciudades españolas, pero hablamos de niveles muy reducidos de apoyo que, en las Elecciones Municipales de 2015, apenas se tradujeron en siete concejales. En el ámbito extraparlamentario sí nos encontramos con movimientos políticos de derecha radical, como el caso de Hogar Social Madrid, un colectivo fundado en 2014 que ha sido calificado por los medios como una formación neofascista. Lo que sí ha surgido en España son distintos ejemplos de líderes demagogos y populistas que consiguen cierto eco en clave autonómica o local, si bien no defienden planteamientos autoritarios. Es el caso de Miguel Ángel Revilla, el mediático líder del Partido Regionalista de Cantabria. Anteriormente, el polémico Jesús Gil llegó a la alcaldía de Marbella y el empresario Ruiz Mateos logró dos escaños en las Elecciones al Parlamento Europeo de 1989. PODEMOS Y LA CONFLUENCIA DEL COMUNISMO Y EL POPULISMO La aparición de Podemos supone una novedad en el panorama político español, ya que entraña una simbiosis hasta ahora desconocida en España entre el extremismo político de izquierda y el populismo de masas. La Real Academia Española define el populismo como la “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares” y aclara igualmente que se suele utilizar en sentido despectivo. Esta definición es reduccionista, porque, si bien es cierto que el populismo suele dirigirse de manera prioritaria al “pueblo”, en este concepto de “pueblo” no sólo se encuentran las clases populares sino que la voluntad de alcance es mucho más amplia.. El populismo de Podemos no se puede reducir a una única circunstancia: es parte estructuradora de su pensamiento político y de su estrategia electoral. Los líderes de la formación morada son conscientes de que su gran reto es alcanzar a segmentos de la población poco proclives a interesarse por la política. Pablo Iglesias ha citado en diversas ocasiones las teorías de la “hegemonía cultural” del comunista italiano Antonio Gramsci. Otros referentes de la cúpula de Podemos son Ernesto Laclau o Chantal Mouffe. Siguiendo estos planteamientos, la formación morada aspira a generar nuevos consensos sociales en torno a ciertos mensajes centrales. La visión de la historia de Podemos mira con pesimismo el desplome del comunismo soviético y carga las tintas con la liberalización económica que alentaron en la década de 1980 políticos como Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que seguían las ideas de economistas y pensadores como Friedrich Hayek y Milton Friedman. Según Podemos, el avance del liberalismo habría sido asumido por la izquierda a raíz de la tercera vía que lideró en la década de 1990 el primer ministro británico, Tony Blair. Por tanto, los planteamientos de extrema izquierda de la formación morada se presentan como la única alternativa al sistema actual. El populismo de Podemos se apoya en el amplio desencanto de la ciudadanía española con la crisis institucional y económica. La desafección hacia los partidos políticos tradicionales favorece el discurso rupturista de Pablo Iglesias y los suyos. Las premisas centrales de la estrategia populista con la que Podemos blanquea el autoritarismo de extrema izquierda son pocas y simples: • • Abandera elementos bien valorados por el grueso de la población: la lucha contra la corrupción, la defensa de la sanidad y educación… Centra su mensaje en episodios capaces de movilizar las emociones • • • • de la población: los desahucios, el desempleo… Articula su programa político en torno al liderazgo carismático de su líder, Pablo Iglesias. Ofrece propuestas irrealizables que consisten en proponer soluciones mágicas para problemas complejos. Designa un enemigo exterior e interior: fuera de España, “la Troika”; dentro, “la casta”… Alienta la división pero sustituye los viejos términos marxistas de la “lucha de clases” por un discurso de basado en defender a la “gente” o “el pueblo”. Un episodio clave a la hora de lanzar este relato al mainstream fueron las protestas de los “indignados”. A raíz del movimiento 15-M y de las “acampadas” en la Puerta del Sol durante la primera mitad del 2011, se abrió un camino a las primeras páginas de actualidad para los mensajes que han popularizado después los líderes populistas. Si analizamos las búsquedas en Google del término “15-M”, vemos la enorme curiosidad que despertaba aquel movimiento de protesta entre los españoles. El siguiente pico llegaría en 2013, cuando las campañas contra los desahucios pasaron a ocupar el centro de la actualidad. Una figura clave en este ámbito es la de Ada Colau, que lideraba la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y ha terminado alcanzando la alcaldía de Barcelona y el liderazgo del bloque de partidos catalanes asociados a Podemos. El siguiente pico de interés ha sido el de la corrupción, que ha centrado la curiosidad política de los internautas españoles entre 2014 y 2016. A través de estas campañas y líneas de comunicación, el populismo autoritario ha entrado en el debate político de gran alcance. Esta nueva estrategia de la extrema izquierda supone un cambio de planteamiento radical: el grueso del discurso ya no es propositivo, sino denunciatorio. En vez de explicar con detalle las propuestas de expropiación de viviendas que incluyen sus manifiestos, mejor denunciar el drama de los desahucios y dejar en el segundo plano los ataques a la propiedad privada. Al final, partidarios y detractores han sido testigos de un fuerte repunte del populismo autoritario en España. Los próximos años permitirán comprobar si esta evolución puede ser revertida y controlado o si el auge imparable observado en Grecia fue el preludio de lo que puede ocurrir aquí. LA ANATOMÍA DEL POPULISMO AUTORITARIO EN ESPAÑA ¿Qué caracteriza al votante de Podemos e Izquierda Unida, las dos opciones políticas que representan el populismo autoritario en España? Para determinarlo con precisión, hemos acudido a la encuesta post electoral del CIS que se publicó tras las Elecciones Generales del pasado 20 de diciembre de 2015. Conviene advertir que el recuerdo de voto de los encuestados muestra un desvío a la baja en los resultados del PP y al alza en los de Podemos e Izquierda Unida. Partido Recuerdo de voto Voto en las Elecciones Generales de 2015 PP 25,10% 28,72% PSOE 22,40% 22,01% Podemos + IU 27,30% 24,33% Ciudadanos 14,20% 13,93% Podemos e Izquierda Unida logran el apoyo del 60% de los votantes que se auto-posicionan en la extrema izquierda (1 o 2 sobre 10). En ese segmento, el apoyo al PSOE ronda el 20%. Esto apunta a que, ante todo, el voto de Podemos e Izquierda Unida bebe de la movilización de votantes de extrema izquierda. Antaño, el PSOE lideraba la captación de voto en este segmento, superando incluso a IU. Sin embargo, el auge del populismo autoritario ha coincidido con una pérdida de respaldo al PSOE en estos grupos del electorado. La ubicación ideológica de los españoles en la escala de 1 a 10 que traza el CIS se ha situado históricamente entre el 4,5 y el 5. Es por eso que se suele describir a España como un país de centro-izquierda. Sin embargo, la evolución de la ubicación ideológica no es del todo inmutable y sí arroja tendencias interesantes cuando se observa en el largo plazo. Por ejemplo, de 1996 a 2002 hay un progresivo desplazamiento a la derecha, mientras que de 2003 a 2008 se consolidó un giro a la izquierda. La crisis favoreció un nuevo desplazamiento a la derecha entre 2009 y 2012, pero entre 2013 y 2016, coincidiendo con el auge del populismo autoritario, la autoubicación ideológica de los españoles ha vuelto a desplazarse hacia la izquierda. Pero más significativa aún es la evolución del porcentaje de españoles que se ubica en la extrema izquierda en las encuestas del CIS. Al comienzo de la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, el apoyo a estos postulados rondaba el 4-5%. Sin embargo, en la actualidad ya supera el 10%, habiéndose duplicado en la última década (2006-2016). Por tramos de edad, el porcentaje de voto que logran Podemos e Izquierda Unida entre los jóvenes se mueve en el entorno del 40%. PP, PSOE y Ciudadanos se mueven en niveles muy inferiores, que van del 10% al 20%. Conforme avanzamos hacia tramos de mayor edad, el voto de Podemos e IU empieza a caer. Sin embargo, el populismo autoritario lidera en los grupos de 15 a 24 años, 25 a 34 años, 35 a 44 años y 45 a 54 años. ¿LA SITUACIÓN ECONÓMICA EXPLICA EL POPULISMO¿ ¿Hay una correlación entre el voto al populismo autoritario y la evolución de las variables macroeconómicas que estructuran el discurso político de partidos como Podemos? ¿Hasta qué punto la evolución de los grandes indicadores va de la mano con el voto a estos partidos? Fijémonos primero en los “recortes”. Pese a los ajustes en el gasto público que han ocupado el debate político durante los últimos años, no parece que la reducción del gasto sea una variable que influye de manera sustancial en un aumento del voto a Podemos e Izquierda Unida. Pasemos ahora a la “desigualdad”. La diferencia de ingresos medidas según el coeficiente Gini aumentaron en España a lo largo de la última década… pero el voto a Podemos e Izquierda Unida no se activó en línea con este desarrollo, sino que surgió a posteriori. Por tanto, tampoco se observa un vínculo tan estrecho entre ambos indicadores. De hecho, cuando el CIS estudia la evolución del voto a PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos según el nivel de ingresos de los hogares, comprobamos que Podemos es la fuerza con más respaldo electoral en los tres tramos de mayor renta. Se rompe por tanto el mito de que el populismo solamente cala en esferas de menor poder adquisitivo. La correlación que cruza el voto al populismo autoritario de Podemos e Izquierda Unida con la evolución de la tasa de paro sí es más marcada. Aunque no se puede deducir necesariamente una relación de causalidad, parece evidente que la existencia de un paro masivo es una de las causas más claras por las que una sociedad se desestructura. La frustración de los jóvenes es el perfecto caldo de cultivo para que el populismo autoritario fructifique. Podemos se ha valido de una grave situación de crisis económica para dotar de credibilidad a un discurso extremista, explotando el descontento generalizado en beneficio de unas ideas que, si se planteasen en frío, despertarían un mayor rechazo. De cara a las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016, diversas encuestas apuntan que la coalición Unidos Podemos, que agrupará definitivamente a Podemos con Izquierda Unida, va a superar al PSOE y puede incluso acercarse al PP, que sigue siendo favorito para ganar los comicios. Esto muestra que el mensaje populista ha permeado de manera duradera en la sociedad española y que los discursos agresivos e ideologizados han convencido a millones de españoles. Esto constituye el mayor reto político que ha enfrentado la democracia liberal y la economía de mercado desde el retorno de la democracia. EL APOYO A PODEMOS E IU, POR COMUNIDAD AUTÓNOMA Tomando la clasificación de TIMBRO como referencia y refiriéndonos al voto de Podemos e Izquierda Unida en las Elecciones Generales de 2015, vemos que las regiones donde más ha calado el mensaje del populismo autoritario son Asturias, Comunidad Valenciana, País Vasco, Navarra y Canarias. Madrid ocupa el sexto puesto y Cataluña, el noveno. En regiones en las que el PSOE ha tenido más experiencia en el gobierno, caso de Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura, el calado del populismo autoritario es menor. Así es el mapa del populismo autoritario en España, anotando por comunidad autónoma el nivel de voto cosechado por Podemos e Izquierda Unida en las pasadas Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015: El ascenso electoral del populismo autoritario parece especialmente fuerte en aquellas regiones en las que el voto nacionalista tiende a ser más elevado. La calculada ambigüedad de Podemos en su discurso territorial nacional ayuda a captar apoyos entre el separatismo de izquierdas de las comunidades periféricas. De hecho, la formación morada concurrió a las Elecciones Generales de diciembre de 2015 en alianza con partidos abiertamente partidarios de la ruptura de España. Un ejemplo lo tenemos en la Comunidad Valenciana, donde la debilidad del PP en los últimos años y la histórica falta de apoyos del PSOE contrastan con la línea ascendente que ha seguido el populismo autoritario, apoyado en la alianza de Podemos con Compromís. Cierto es que el gobierno autonómico acabó en manos del PSOE tras las Elecciones Autonómicas del 24 de mayo de 2015, pero no es menos cierto que desde entonces se ha seguido observando un desgaste electoral de los socialistas que contrasta con la buena salud de las fuerzas populistas y nacionalistas. EL ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA Hasta ahora hemos seguido la clasificación elaborada por TIMBRO, que se centra en las fuerzas del populismo autoritario que tienen peso en clave nacional. Sin embargo, las dinámicas de política autonómica también deben ser consideradas para obtener una foto más completa del panorama político español. Y es que la irrupción del populismo autoritario no solamente ha favorecido el clima electoral en el que se mueven Podemos e Izquierda Unida: también ha reforzado las perspectivas de otros partidos que abogan por políticas más radicales que las que eran tolerables mientras el mapa político de la izquierda giraba en torno al PSOE. En clave autonómica, hay tres grandes líneas de populismo: en primer lugar, el populismo autoritario, que ha sido analizado en profundidad a lo largo de todo este informe; en segundo lugar, el populismo separatista, en el que prima el discurso territorial pero también se incorporan postulados de extrema izquierda; en tercer lugar, el populismo carismático, personificado por el liderazgo del polémico Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria. Así queda el Índice de Populismo en España: PUESTO CCAA PODEMOS IU OTROS TOTAL 1 Navarra 13,67 3,69 14,25 (BILDU) + 15,83 (GEROA BAI) 47,44 2 País Vasco 25,97 2,94 15,07 (EH BILDU) 43,98 3 Cantabria 8,89 2,52 29,89 (PRC) 41,3 4 Cataluña 24,74 0 15,98 (ERC) 40,72 5 C-Valenciana 11,55 4,26 18,19 (COMPROMÍS) 34 6 Asturias 19,06 11,93 7 Islas Baleares 14,69 0 15,33 (MÉS) 30,02 8 Aragón 20,56 4,22 4,58 (CHA) 29,36 9 Galicia 25,04 0 4,32 (NÓS) 29,36 10 Canarias 14,53 2,15 10,24 (NUEVA CANARIAS) 26,92 11 Madrid 18,64 4,14 22,78 12 Andalucía 14,8 6,89 21,69 13 Murcia 13,15 4,81 17,96 14 Castilla y León 12,14 4,15 16,29 15 La Rioja 11,22 4,15 15,37 16 C-La Mancha 9,75 3,11 12,86 17 Extremadura 8,02 4,24 12,26 30,99 * Como norma, los datos analizados para componer el Índice de Populismo en España son los resultados de las Elecciones Autonómicas del 24 de mayo de 2015. Sin embargo, para Galicia y País Vasco se toma como referencia el resultado de las Elecciones Generales del 20 de diciembre de 2015, ya que los últimos comicios autonómicos datan de 2012. Por otro lado, para Cataluña se analizan también los resultados del 20-D ya que las Elecciones Autonómicas celebradas el 27 de septiembre de 2015 estuvieron marcadas por la cuestión territorial y arrojaron una alianza puntual entre CDC y ERC, dos partidos que normalmente ocuparían espacios enfrentados en el arco parlamentario. A la cabeza del Índice de Populismo en España figura Navarra. La deriva de la política foral hacia postulados de izquierda radical no viene solamente apuntalada por Podemos e Izquierda Unida, sino también por fuerzas como EH Bildu o Geroa Bai. En suma, un 47,44% del voto va a parar a estas agrupaciones políticas. En segundo lugar aparece el País Vasco, donde las Elecciones Generales del 20 de diciembre arrojaron un 43,98% de respaldo político a la suma de Podemos, IU y EH Bildu. Tanto en Navarra como País Vasco, la suma del populismo autoritario con el populismo separatista apunta a un claro desplazamiento del discurso político hacia postulados de la izquierda radical nacionalista. Completa el podio Cantabria, donde el populismo carismático del candidato regionalista Miguel Ángel Revilla (29,89% de los votos) se suma al populismo autoritario de extrema izquierda que encarnan Podemos (8,89%) e IU (2,52%). El resultado de esta suma de fuerzas llega al 41,3% del voto popular. Sin embargo, la agenda de gobierno de Revilla no sigue postulados de izquierda radical, tanto por la agenda relativamente moderada del Partido Regionalista Cántabro como por la influencia del PSOE, que también forma parte del acuerdo de gobierno. A continuación, cerrando el “top 5” del Índice de Populismo en España, nos encontramos con Cataluña y la Comunidad Valenciana. ERC y Compromís representan el populismo separatista que, sumado a Podemos e IU, se traduce en un respaldo popular del 40,72% y del 34%, respectivamente. Cuatro de las cinco siguientes posiciones del Índice de Populismo en España vuelven a caer del lado del populismo separatista. Es el caso de Baleares, Aragón, Galicia y Canarias, que donde MÉS, Chunta Aragonesista, NÓS y Nueva Canarias encarnan a una izquierda de convicciones nacionalistas que también es más radical en sus postulados socioeconómicos que el PSOE. Solamente Asturias rompe con esta tendencia: alcanza el sexto puesto simplemente con la suma de Podemos e Izquierda Unida. Las siete regiones que se colocan a la cola del Índice de Populismo en España son la Comunidad de Madrid, Andalucía, Murcia, Castilla y León, La Rioja, Castilla-La Mancha y Extremadura. En ninguno de estos territorios hay liderazgos populistas de corte separatista ni tampoco de naturaleza carismática. Esto ayuda a que el voto populista se limite a Podemos e IU, que cosechan entre el 12% y el 23% del apoyo en este grupo de comunidades. Por tanto, a la hora de evaluar la dimensión autonómica de este fenómeno en España, es preciso incorporar las lecciones europeas sobre el auge del populismo autoritario, pero también es necesario analizar la alianza que están desarrollando partidos como Podemos e Izquierda Unida con otras fuerzas políticas que, desde el populismo separatista o el populismo carismático, también contribuyen a desplazar el mapa político hacia posturas más radicales que se alejan del consenso europeo. CONSTRUIR UN NUEVO SENTIDO COMÚN PARA ROMPER EL ENGAÑO POPULISTA APÉNDICE Axel Kaiser y Gloria Álvarez Fragmento de “El engaño populista” (Editorial Deusto) APÉNDICE: CONSTRUIR UN NUEVO SENTIDO COMÚN PARA ROMPER EL ENGAÑO POPULISTA Para lograr romper el engaño populista del que nuestros países son víctimas, necesariamente debemos trabajar en la construcción de un sentido común opuesto al que ha prevalecido. En otras palabras debemos lograr que ciertas ideas y ciertos conceptos que hoy no parecen ser populares lleguen a serlo. Derrotar al populismo —o, al menos, contenerlo— pasa entonces funda- mentalmente por una revolución ideológica y de valores. El escepticismo frente al poder del Estado, el hacernos responsables de nuestras propias vidas, el jugar limpio y el respetar los proyectos de vida individuales y la propiedad ajena son esencialmente valores anclados en ideas y formas de ver el mundo. En el capítulo anterior vimos la relevancia de las ideas, del lenguaje y de los intelectuales en el curso de la evolución social. Es imposible plantear la respuesta al problema del populismo sin volver a tocar estos puntos y sin elaborar un diagnóstico muy claro sobre lo que hace fracasar a nuestros países. El premio Nobel de Economía Douglass C. North ha explicado que lo que define el éxito de las naciones son sus instituciones formales e informales. Las instituciones formales son aquellas creadas por el hombre, como la Constitución, las leyes y otras; mientras que las informales son las creencias, las tradiciones, los hábitos y los valores que imperan en una sociedad. De estos dos tipos de instituciones, North explicó que las informales son más importantes porque, al final, reflejan la realidad estructural de una determinada sociedad. North dice que se pueden copiar (o trasplantar) todas las leyes de un país desarrollado en uno subdesarrollado, pero que eso no va a mejorar necesariamente al país pobre. La razón es que la cultura puede ser completamente contraria y adversa a las instituciones importadas. Por ejemplo, los estadounidenses han fracasado total- mente en su intento de construir una democracia en Afganistán porque la cultura y la tradición histórica tribal de los afganos hacen imposible que en ese país funcione, al menos por ahora, una democracia occidental. Del mismo modo, en países en que la creencia predominante es que el Estado debe hacerse cargo de todo, resulta muy difícil que se sostengan instituciones liberales y de gobierno limitado, pues la gente no las apoyará o no jugará de acuerdo a las reglas del juego informales que estas requieren: honestidad en los intercambios, cumplimiento de los contratos, respeto del derecho de propiedad, etc. North explica que las instituciones reducen la incertidumbre en el mundo en que funcionamos, haciendo posible la existencia del mercado y de la vida en comunidad. Si no sabemos qué es lo nuestro ni si vamos a ser víctimas de estafa, robo o ataques, no podremos desarrollar ninguna actividad productiva ni convivir pacíficamente. El orden social colapsará. Ahora bien, es aquí donde las ideologías tienen un rol decisivo. Según North, “las ideas, ideologías, prejuicios, mitos y dogmas tienen importancia, ya que desempeñan un papel clave en la toma de decisiones”. Y agrega: “para hacer comprensibles situaciones inciertas, los humanos desarrollarán explicaciones. La omnipresencia de los mitos, tabúes y, particularmente, las religiones a lo largo de la historia (y también la prehistoria) sugiere que los seres humanos siempre han sentido la necesidad de explicar lo inexplicable, y que, de hecho, es probable que sea un rasgo evolutivamente superior el tener una explicación que el no tener ninguna explicación” Ideologías como el comunismo, explica North, son “sistemas de creencias organizadas que con frecuencia tienen sus orígenes en religiones que hacen exigencias prescriptivas al comporta- miento humano. Estas incorporan, tanto puntos de vista sobre cómo “funciona el mundo” como sobre la forma en que debería funcionar. Como tales, proporcionan una guía para tomar decisiones”. Siguiendo esta línea argumental, North explica que las ideologías son un aspecto clave para entender el mal desempeño económico de los países del Tercer Mundo, donde estas, por lo general, conducen a políticas e instituciones que no alientan las actividades productivas. Esto porque, según explica el mismo North, en democracia las personas tienden a votar por razones ideológicas más que racionales, poniendo presión para que las instituciones formales cambien hacia modelos que destruyen incentivos para salir adelante. Robert Dahl, destacado politólogo de la Universidad de Yale, argumentó en el mismo sentido que “las creencias individuales influyen en las acciones colectivas y, por lo tanto, en la estructura y el funcionamiento de las instituciones y los sistemas”. Por tanto, el desafío consiste en cambiar las ideas en la sociedad de manera tal que el sentido común, las creencias y los valores predominantes sean aquellos que favorezcan la libertad y la prosperidad. Sin ese trabajo riguroso, sistemático y profundo, de corto, medio y largo plazo, resulta imposible contener el avance socialista o populista. Antonio Gramsci y los teóricos socialistas siempre han tenido clara la relevancia de la batalla por las ideas y la cultura a la hora de construir hegemonía o sentidos comunes que los favorezcan. En el caso de los partidarios de una sociedad libre la tarea no es diferente. No sirve de mucho ganar elecciones si no se logra un cambio de fondo en la mentalidad y la cultura de un país, por- que, como hemos visto mil veces en América Latina, luego regresan los populistas de siempre y destruyen lo avanzado. La batalla por la cultura y, como diría Gramsci, por la conciencia de las personas es la clave de cualquier proyecto que pretenda ofrecer esperanza. La filosofía libertaria y republicana que ha permitido a Occidente salir adelante, incubada especialmente en el mundo anglosajón, es una que, salvando los matices que pueda presen- tar en las diversas culturas, en términos generales debe pasar a formar parte del sentido común. Existen diversos casos de éxito, y vale la pena repasar algunos para entender parte de la estrategia. El más emblemático es el de Inglaterra. A mediados de la década de 1940, un adinerado empresario llamado Anthony Fisher leyó en el Reader’s Digest una versión sintetizada del libro Camino de servidumbre, del entonces profesor de la London School of Economics Friedrich A. Hayek. En la obra, que se convertiría en un best seller mundial, Hayek advertía sobre los riesgos del avance de la economía planificada en Inglaterra, y señalaba que la pérdida de las libertades económicas que proponía el socialismo llevarían necesariamente a la destrucción de todas las demás libertades. Impactado por el mensaje del libro, Sir Antony Fisher, quien había sido piloto de combate de la Royal Air Force durante la guerra, decidió contactar con el profesor Hayek en Londres. Fisher le comentó que había quedado muy preocupado por lo que decía su libro, contándole, además, que estaba pensando en dedicarse a la política para hacer algo al respecto y evitar el avance del socialismo en su país. Al contrario de lo que esperaba, Hayek le dijo que no perdiera su tiempo, porque los políticos no eran líderes, sino seguidores de las ideas que estaban de moda. Si quería cambiar las cosas —le sugirió Hayek— debía financiar a los intelectuales para que sus ideas se hicieran populares. Una vez que eso haya ocurrido, según le comentó el profesor austríaco, los políticos las van a seguir. Fisher recordaba aquel momento de la siguiente manera: “Fue para mí una reunión decisiva. Hayek me advirtió sobre la pérdida de tiempo que implicaba emprender una carrera política —de lo cual estaba yo entonces tentado—. Explicó que la influencia decisiva en la gran batalla de las ideas y en las políticas públicas y económicas era ejercida por los intelectuales [...]. Si yo compartía la opinión de que las mejores ideas no estaban recibiendo una oportunidad justa, su consejo fue que debía unirme con otros en la formación de una organización de investigación académica para proveer a los intelectuales de las universidades, de las escuelas, del periodismo y de la radiodifusión de estudios autorizados de la teoría económica de los mercados y su aplicación a los asuntos prácticos” Fue así como Fisher resolvió fundar el Institute of Economic Affairs (IEA), think tank aún muy vigente y activo, y de alto nivel académico, que, desde las ideas y mediante trabajos de investigación, se dedicó a influir en el clima de opinión intelectual de Inglaterra, entonces dominado por corrientes socialistas y colectivistas. El IEA desarrolló una política sistemática de acercarse a periodistas para explicar sus ideas e investigaciones, participando activamente en el debate público. La influencia que tuvo fue tan gigantesca que Margaret Thatcher debió su elección como primera ministra, en buena medida, a la labor del instituto fundado por Fisher, cuyo trabajo había conseguido cambiar las ideas dominantes en la sociedad e intelectualidad británica. La misma Thatcher dijo que sobre el IEA “eran unos pocos, pero tenían razón… y salvaron a Inglaterra”. Pero Fisher no sólo fundó el IEA en Inglaterra, sino muchos otros think tanks en el mundo que continúan siendo extremadamente influyentes y en torno a los cuales han circulado decenas de premios Nobel. No es una exageración decir que, a pesar de ser relativamente desconocido, Fisher fue probablemente el empresario más influyente del siglo XX; y ello debido a la red de intelectuales que creó para cambiar el clima de opinión en el mundo. El caso de Fisher es una prueba de que quienes creen que sólo es la política como oficio el camino para realizar los cambios están simplemente equivocados. Es más, al final, la política es un resultado de las ideas de moda, y no hay forma de lograr cambios sostenibles en el tiempo si un nuevo proyecto político no cuenta con el respaldo de las creencias generales de la población en un régimen democrático. Cuando el filósofo británico John Stuart Mill sostuvo que la “opinión es en sí misma una de las fuerzas sociales más activas” a la hora de definir las instituciones gubernamentales, agregando que “una persona con una creencia es un poder social igual a noventa y nueve que sólo tienen intereses”. Ciertamente no estaba exagerando. Como explica Alberto Benegas Lynch (hijo), presidente de la Academia de Ciencias Económicas de Argentina, “en última instancia, los políticos son cazadores de votos, son cuasi megáfonos, por lo que están inhibidos de pronunciar discursos que los votantes no comprenden y, en su caso, no comparten. Para que los políticos puedan modificar la articulación de sus discursos, es menester trabajar sobre las ideas para que la opinión pública cambie la dirección de sus demandas, alejados de muchedumbres que exigen frases cortas y lugares comunes que no admiten razonamientos serios”. Para lograr el objetivo que señala Benegas Lynch es necesario tomar posiciones en universidades, escuelas y medios de comunicación, escribir textos de difusión y académicos, entrar en la televisión, llegar a las iglesias y mucho más. Las ideas deben estar presentes en la cultura, en la música, en el arte, en las películas… Y eso debe hacerse de manera honesta, inteligente, atractiva y optimista, mostrando la verdad respecto a qué son los populistas, sin temor. Debemos convencer a empresarios de buena voluntad, especialmente a los que han visto arruinados sus países, de que inviertan en think tanks y en esfuerzos intelectuales para difundir y promover estas ideas y hacerlas masivas. Esto es esencial, pues sin inversión sostenida y bien orientada es poco lo que se puede hacer para cambiar las cosas. Es de personas como Sir Antony Fisher —es decir, de empresarios que se preocupan de algo más que de su propio bolsillo y tienen cierta profundidad cultural para entender lo decisivo que es el clima de opinión— de las que depende en buena medida la suerte de nuestras naciones. No pocos empresarios, especialmente los latinoamericanos, se han acomodado siempre a los políticos populistas y corruptos de turno, esperando beneficiarse a expensas del resto. Al final, esto les ha salido más caro que la alternativa. No sólo porque se convierten en víctimas de países en que la violencia se desata y viven aterrados de que los secuestren a ellos o a sus hijos, sino porque, cuando se radicalizan los proyectos populistas — como tiende a ocurrir en Latinoamérica—, expropian y confiscan empresas y recursos de quienes, en su servilismo hacia el gobierno de turno, creían estar seguros. No debemos olvidar que Chávez llegó al poder con el apoyo de buena parte de la decadente clase empresarial venezolana y que, en Chile, las políticas socialistas contra los terratenientes en la década de 1960 fueron incluso apoyadas por los industriales, hasta que el gobierno de Salvador Allende nacionalizó también sus empresas. Historias como estas se cuentan por decenas en la vida de América Latina. Y se enmarcan sin duda en el fenómeno que Milton Friedman denominó “el impulso suicida de la comuni- dad empresarial”, que consiste en financiar a quienes buscan destruir el orden de mercado. Según un estudio citado por Friedman y publicado en 1999, por cada dólar que la comunidad empresarial de Estados Unidos destinaba a apoyar a grupos partidarios del libre mercado, tres dólares iban destinados a financiar grupos de izquierda interesados en destruirlo. (…) Las fuerzas que ponen en marcha estos empresarios suelen definir el clima de opinión intelectual en favor del estatismo y el populismo, el mismo que una vez desatado se convierte en su principal enemigo. Para la mayoría de las personas, este proceso es imperceptible, pero tiene el potencial de arruinar completamente a la sociedad, tal como hemos visto en América Latina tantas veces. El punto de no retorno en esta evolución es aquel en que, en palabras de Isaiah Berlin, “las ideas han adquirido un impulso tan incontrolable y un poder tan irresistible sobre las multitudes que es demasiado violento como para ser afectado por la crítica racional”. Cuando eso ocurre, el dogmatismo ha desterrado el diálogo racional como mecanismo de resolución de diferencias, reemplazando la civilización por la barbarie. (…) Ahora bien, el triunfo de la libertad siempre ha sido obra de minorías, dijo lord Acton. Y, como en todas las cosas, también entre empresarios existen minorías convencidas moviendo las ideas en la dirección correcta. En España y América Latina existen diversos think tanks que cuentan con el apoyo de profesionales y con gente comprometida del mundo de la empresa. Aunque los esfuerzos son insuficientes para el desafío que se debe enfrentar, el impacto bien vale la pena. (…) En España, el think tank Civismo o el Instituto Juan de Mariana tienen un enorme impacto. (…) También merece la pena analizar el caso sueco. La mitología popular dice que este país es el grandioso producto de su Estado grande, lo cierto es que este país nórdico era muy pobre hasta que, en el siglo xix, dio comienzo a una serie de reformas liberalizadoras en su economía que lo convirtieron en el cuarto país con mayor ingreso per cápita del mundo… y todo ello con un Estado muy pequeño. En 1763, un pastor llamado Anders Chydenius, conocido como el “Adam Smith nórdico”, escribió un ensayo llamado ¿Por qué tanta gente abandona Suecia? En él exponía lo dramático de la pobreza en su país, responsabilizando de ello al gobierno interventor, que, con sus regulaciones e impuestos, hacia imposible a la gente trabajar productivamente. Según Chydenius, “toda persona espontáneamente trata de encontrar el lugar y el negocio en el que mejor se puede aumentar la ganancia nacional, si las leyes no le impiden hacerlo”. Es decir, “todo hombre busca su propio beneficio”, lo cual consideraba una “inclinación tan natural y necesaria que todas las comunidades del mundo se fundaron en ella”. Chydenius sostenía que, para que prosperaran las naciones, debía prevalecer una amplia libertad económica que permitiera a las personas emprender, disponer de su propiedad y perseguir su interés. Estas ideas liberales comenzaron a influir decisivamente en la sociedad sueca, especialmente cuando Chydenius ocupó un puesto en el Parlamento de ese país. Si bien las transformaciones se demoraron hasta después de su muerte, la influencia de sus ideas trascendió, hasta que, a mediados de 1800, una verdade- ra revolución liberal tuvo lugar en el país nórdico. Como explica Johan Norberg: “No es exagerado decir que Suecia experimentó una revolución libe- ral no violenta entre 1840 y 1865. El sistema gremial fue abolido, y cualquiera podía entonces iniciar un negocio y competir libremente. Las regulaciones que habían dejado el desarrollo de las industrias de la madera y del hierro se levantaron. Suecia desarrolló la ley de sociedades por acciones tan temprano como en 1848. Los bancos fueron permitidos y las tasas de interés fueron desreguladas. La inmigración y la emigración libres se instituyeron. Las antiguas escuelas, que tenían la misión de hacer de los hijos de la élite sacerdotes o funcionarios, fueron reemplazadas por una educación práctica para todos. La libertad de prensa y de religión se expandió radicalmente. Las mujeres ganaron el derecho a poseer y heredar bienes, obtener una educación y hacer una carrera” Fue esa revolución liberal que comenzó en el mundo de las ideas la que hizo de Suecia uno de los países más ricos del mundo. Incluso en 1950, los impuestos en Suecia eran más bajos y el tamaño del Estado era menor que en el resto de Europa y Estados Unidos. Luego de eso, las ideas estatistas comenzaron a retornar y, con la riqueza ya creada, los políticos suecos comenzaron a levantar ese Estado benefactor que se hizo famoso en el mundo entero. La economía comenzó a ser intervenida masivamente, ciertos privilegios fueron otorgados a industrias especiales y la redistribución de la riqueza se masificó. El resultado del intervencionismo estatal fue un fracaso, llevando al país a caer del cuarto puesto al decimocuarto en términos de ingreso per cápita en el mundo, así como a gestar un conjunto de problemas. (…) Finalmente, el Estado benefactor sueco fue insostenible. En la década de 1990 terminó quebrando y entrando en una gran crisis que sextuplicó el desempleo, hizo caer en seis puntos el PIB, desbocó la deuda estatal (que se duplicó entre 1990 y 1994) y devaluó masivamente la corona sueca, forzando al banco central de ese país a subir la tasa a un dramático 500 por ciento. Todo ello condujo a los suecos a implementar una vez más políticas liberales que les permitieran salir adelante. Hoy, a pesar de tener ciertamente impuestos más altos de lo que deberían, son, sin embargo, uno de los países con mayor libertad económica en el mundo. Pero lo interesante de este episodio es que, nuevamente, esto fue posible gracias a la construcción de un nuevo sentido común en el imaginario colectivo de una sociedad, el cual llevó a que las ideas liberales modernas prevalecieran una vez más. En un interesante estudio sobre el giro de Suecia hacia las ideas liberales, la profesora sueca de ciencias políticas de la Universidad de Estocolmo Kristina Boréus analizó cómo, a partir de la década de 1970, el lenguaje había cambiado progresivamente en dicho país nórdico desde políticas más socialistas a posiciones liberales. Según Boréus, su estudio comprendía “el cambio ideológico que ocurrió en el debate público sueco entre 1969 y 1989”, y “la batalla por los corazones y las mentes” que se dio mediante “el control del uso del lenguaje”. El análisis fue realizado tomando diversas fuentes, tales como prensa escrita, debates parlamentarios, programas de partidos políticos y otros textos de diversos actores. Según Boréus, a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 se dio un punto de inflexión respecto al discurso político dominante, y, a partir de ahí, cada vez más ideas y conceptos de la corriente liberal fueron ganando terreno en el debate público sueco. Mas aún, según la académica, “hasta 1980, el cambio hacia la derecha muestra ser casi enteramente liberal”. En otro tipo de análisis no cuantitativo, sino más bien cualitativo, Boréus encontró una gran penetración ideológica de ideas liberales favorables a la privatización de empresas estatales, las libertades económicas y la restricción del tamaño del Estado. Incluso la idea de igualdad antes dominante fue desplazada del debate público. Si se comparan las décadas de 1970 y 1980 con las anteriores, se concluye que el liberalismo social y económico, simplemente, había triunfado frente a ideologías que cuestionaban el capitalismo, ya sean estas socialistas o bien socialdemócratas reformistas. Según Boréus: “a finales de la década de 1980, todas las ideas expresadas eran social-liberales o neoliberales. Ya no se cuestionó que el capitalismo era el único modo viable económicamente, a pesar de sus efectos secundarios a veces criticados. (…) A principios de la década de 1970, el subdesarrollo económico a menudo se explicaba con referencia a los factores estructurales de la economía mundial y a la dependencia de los países pobres de los ricos. A finales de la década de 1980, por el contrario, el subdesarrollo económico se explicaba con referencia a factores internos de los países pobres, como la mala gestión, la corrupción y los intentos de restringir las fuerzas del mercado. Tampoco se cuestionaba, a finales de la década de 1980, que la única manera de desarrollar las economías subdesarrolladas era a través del aumento de la liberalización de sus economías y del libre comercio, a pesar de que no todos estaban completamente de acuerdo en cuanto a los medios apropiados para alcanzar este fin”. Lo que refleja el estudio de Boréus es que, una vez más, el triunfo de las políticas liberales en Suecia fue un triunfo del lenguaje y de las élites intelectuales, es decir, un triunfo en la batalla de las ideas y por la ideología. (…) Los think tanks y las revistas proliferaron, al igual que el cultivo de relaciones con la prensa, los contactos con los políticos, la edición y el trabajo dirigido a los estudiantes y profesores, desde primaria hasta el nivel universitario. (…) En la década de 1960 la socialdemocracia sueca se había radicalizado hacia el socialismo, amenazando existencialmente las bases del sistema de libertades de ese país. La mayoría de los empresarios, simplemente, no hicieron nada ante una posible nacionalización o confiscación de sus empresas. Pero hubo un pequeño grupo que no se quedó de brazos cruzados. El primero en reaccionar fue el entonces director de comunicación de SAF, la antigua patronal sueca. Sture Eskilsson, alarmado por lo que estaba ocurriendo en su país, decidió tomar cartas en el asunto en 1971. Su primera acción consistió en redactar un memorando de ocho páginas en el que describía un plan de acción para que la SAF contuviera el avance socialista. Reconociendo que una acción decidida requería una inversión de recursos relevante, Eskilsson sostuvo que la clave era la batalla de las ideas. Se requería mayor presencia en colegios, universidades y en medios de comunicación. Y la clase empresarial debía salir al debate público y articular sus valores e ideas defendiéndolas con convicción. Este fue el inicio del fin de la hegemonía de la izquierda en el debate público sueco. Eskilsson, junto al politólogo Carl Johan Westholm, estudió el surgimiento de think tanks en Estados Unidos e Inglaterra y la influencia que lograban. Inspirados en instituciones como el IEA de Reino Unido o la Heritage Foundation de Estados Unidos, decidieron fundar la organización TIMBRO. Reclutando académicos de primer nivel, TIMBRO comenzó a publicar obras liberales clásicas que no se encontraban traducidas al sueco. La primera fue The constitution of liberty, de Friedrich A. Hayek. La segunda, Demain le capitalisme, del francés Henri Lepage, que desató un inmenso debate en Suecia. Siguieron obras de Milton Friedman, Adam Smith y Thomas Paine, entre muchas otras. Finalmente, TIMBRO terminó siendo el think tank más influyente en Suecia, desempeñado un rol clave en la construcción de un nuevo sentido co- mún hasta el día de hoy. Lo hemos dicho en varias oportunidades, pero debemos insistir: si América Latina y España quieren superar la amenaza populista y socialista, e incluso si quieren avanzar desde las posiciones socialdemócratas en las que se encuentran, deben trabajar en el mundo de las ideas, las ideologías y el lenguaje a fin de convertir aquellos valores y principios de la sociedad libre en patrimonio universalmente aceptado. Por supuesto, al mismo tiempo, tal estrategia debe llevar a que la alternativa populista y estatista genere rechazo o resistencia en una parte importante de los líderes intelectuales, empresariales y políticos, así como en la mayoría de la población. Para ello se requiere de intelectuales capaces de desarrollar, defender y promover ideas en el debate público, lo cual, a su vez, requiere del apoyo de personas con recursos y que estén comprometidos con la causa de una sociedad libre y exenta de la lacra populista. En todos los países existen iniciativas, instituciones y personas dispuestas a formar focos de promoción de esas ideas que hicieron grandes a los países desarrollados y con las que se combate el populismo. Lo que falta son los apoyos de una clase empresarial que, con pocas excepciones, se ha mostrado ignorante, indiferente e incluso cómplice con aquellos que arruinan nuestros países, bien por no incomodarse, o bien para obtener ganancias a corto plazo a expensas del resto de la sociedad. Es hora de que esos hombres de empresa despierten de su pasividad y hagan una real contribución a la sociedad en que viven, por el bien de esta y también por el de sus propios hijos. FUENTES Y REFERENCIAS Abedi, Amir (2004), Anti-Political Establishement Parties: A Comparative Analysis. Routledge. Akkerman, Tjitske (2005), “Anti-immigration parties and the defence of liberal values: The exceptional case of the List PimFortuyn”. Journal of Political Ideologies, 10:3. 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(Om PVV) SOBRE LOS AUTORES ÍNDICE DE POPULISMO AUTORITARIO (IPA) EN EUROPA Andreas Johansson Heinö es el director de publicaciones de TIMBRO, el think tank liberal de referencia en Suecia. Doctor en Ciencias Políticas, Johansson Heinö es el autor del Índice de Populismo Autoritario para Europa. ÍNDICE DE POPULISMO EN ESPAÑA Y ADAPTACIÓN DEL IPA Diego Sánchez de la Cruz es el director de CIVISMO, uno de los laboratorios de ideas liberales más influyentes de España. Máster en Relaciones Internacionales, Sánchez de la Cruz desarrolló la adaptación para España del Índice de Populismo Autoritario, tarea para la que contó con la ayuda de Daniel Portero, investigador de CIVISMO. APÉNDICE Axel Kaiser es el director ejecutivo de la Fundación para el Progreso de Chile. Doctor en Filosofía por la Universidad de Heidelberg, es titular de la cátedra Friedrich von Hayek en la Universidad Adolfo Ibáñez y ha escrito varios libros como “La miseria del intervencionismo”, “La fatal ignorancia” o “La Tiranía de la Igualdad”. Es coautor de “El engaño populista” (Editorial Deusto), firmado al alimón con Gloria Álvarez. Gloria Álvarez es una politóloga guatemalteca que se dio a conocer internacionalmente con el discurso que pronunció en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud en 2014. En dicha intervención defendió el uso de las nuevas tecnologías como freno a los gobiernos. El vídeo fue un fenómeno viral en internet y ya ha sumado más de un millón de visualizaciones. Álvarez presenta un programa de radio y un programa de televisión en su Guatemala natal y participa como ponente en foros internacionales. Es coautora de “El engaño populista” (Editorial Deusto), firmado al alimón con Axel Kaiser. SOBRE CIVISMO El think tank CIVISMO defiende la libertad económica y el fortalecimiento de la sociedad civil. En 2015 sumó más de 800 apariciones en 70 medios distintos, alcanzando una audiencia superior a 250 millones de impactos. Presidido por Julio Pomés y dirigido por Diego Sánchez de la Cruz, cuenta con una amplia red de colaboradores entre los que figuran Pedro Schwartz, Daniel Lacalle, Francisco Cabrillo o Rafael Pampillón. En sus actos y conferencias han participado personalidades como Mario Vargas Llosa, Carlos Herrera, Luis Linde, John Müller o Juergen Donges. CONTACTO Responsable de Comunicación: Marta Quintín 914 02 30 95 - [email protected] Director: Diego Sánchez de la Cruz [email protected]