Parte III: 1900-1904

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PARTE TERCERA
1900 - 1904
RELACION DEL
MOVIMIENTO DEL
31 DE JULIO DE 1900
"Escribo esta relación de 10 ocurrido el 31 de julio de 19001
con el fin de que, publicada en la forma y en la época que sean
más convenientes, sirva para que mis conciudadanos y en especial mis descendientes se penetren de que si en la fecha expresada
me encargué del mando supremo, no lo hice por ambición personal ni por ningún interés bastardo sino por la consideración
de que si no 10 hacía habían de seguirse males gravísimo s no
sólo para mi partido sino para toda la república.
"Para hacer la presente relación me valgo en parte de los
recuerdos que conservo de 10 que yo mismo hice o presencié y
en lo más de ella de los datos que me han suministrado algunos
individuos de los que más parte tuvieron en los sucesos que hicieron memorable aquella fecha.
"Lejos de haber tenido yo antipatía o prevenciones contra el
doctor San clemente y su Gobierno, cuando al principio de la
guerra agitó los ánimos de los conservadores históricos y de los
que no se hallaban ligados por algún interés con aquel Gobierno,
la cuestión de si debía o no prestarse apoyo a este mismo Gobierno ya tomando las armas en defensa suya, ya de cualquiera
otra manera, muchos individuos me consultaron y yo les contesté
que prestar tal apoyo era deber ineludible y por medio de cartas
y de la prensa sostuve la misma opinión.
"El Gobierno del señor San clemente era la desesperación de
cuantos temían el triunfo de los revolucionarios. Nadie podía
ignorar que la cabeza de aquel anciano ya no estaba para desempeñar labores tales como las que hacían indispensables para el
Gobierno las extraordinarias circunstancias en que se hallaba
el país.
"Fue notorio en Bogotá que al hablarle algunas personas al
doctor San clemente acerca de los hechos del general Próspero
1) Este escrito fue
del 12 de agosto de
doctor Luis Martinez
si se quiere familiar
de tanta importancia
publicado por primera vez en "El Debate", edición
1927, páiPnas 1 y 9. Debe tomarse nota -dice el
Delgado, al comentarlo- del estilo y de la manera
como el sefior Marroquln narra un acontecimiento
y trascendencia. - Nota del B.
215
Pinzón, en la campaña del Norte, dicho doctor Sanclemente
exclamó:
"¡Ah! Sí: el general Franco Pinzón.
"El General José María Franco Pinzón, muerto en Zipaquirá
en la acción del 20 de mayo de 1854, era más recordado por el
doctor Sanclemente, que don Próspero Pinzón, personaje de inmediata actualidad.
"El General Próspero Pinzón poco después de haber venido
de la campaña del Norte, quiso cerciorarse de si el estado de
la cabeza del presidente era el que se le había pintado, y el que
justificaba el paso dado el 31 de julio. Regresó de VilIeta completamente satisfecho y convencido de la incapacidad mental de
aquel personaje.
"El triunfo de la revolución se consideraba corno inminente:
las victorias alcanzadas por las fuerzas del Gobierno antes lo
debilitaban que lo hacían fuerte y temible; de la famosa jornada
de PaJonegro y de toda la campaña del Norte había resultado
la desorganización del ejército que la había hecho. Me atrevo
a afirmar esto, porque el General Pinzón me dijo más de una
vez: 'yo no sirvo sino para desorganizar'. Ello fue que me trajo
a la capital un ejército de generales y muy pocos soldados.
"Habiéndose extendido la revolución por toda la república.
en muy pocas partes podía sentirse la acción del Gobierno; la
autoridad de sus agentes o no era acatada o se ejercía de tal
manera que no podía haber ni para la dirección de la guerra
ni para la administración de los demás negocios públicos la
unidad de acción indispensable.
"Se aseguraba públicamente y se afirmaba por la prensa
oficial que el plan de los que dirigían al doctor Sanclemente
consistía en formar una convención, en hacer que ésta declarara
suprimida la vicepresidencia y, en que, retirándose el señor
Sanclemente, tornara uno de los ministros el mando supremo.
Este ministro debía ser, aunque la prensa no lo dijera, don Rafael María Palacio. El me había hecho saber que si yo le dejaba
su cartera de Gobierno, yo me haría cargo de éste. Más tarde
me dijo: 'La resolución de usted de no admitir mi propuesta
fue honrada pero no fue política.'
"Este nuevo jefe del poder ejecutivo entraría en composiciones
con los liberales para acabar con la guerra.
"Otro poderoso motivo de malestar había sido algún tiempo
antes la suma desconfianza con que se miraba a don José Santos
que desempeñaba el ministerio de guerra. Muchísimas personas
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aseguran que estaba en connivencia con los liberales y que ellos
mismos podían probarlo de una manera inconcusa.
"Cuantas personas se dirigían a los pueblos de tierra caIiente
-Tena, Anapoima, Villeta- en que residió el doctor Sanclemente, observaban que ciertas personas de su familia lo manten,an como secuestrado e incomunicado, pretextando para ello
que su salud estaba muy quebrantada. Si algunos pocos individuos pudieron verlo y tratar con él, fueron muy pocos los que
consiguieron estar con él a solas.
"Fue de toda notoriedad que, en todo el tiempo que el doctor
Sanclemente estuvo encargado de la presidencia, en lugar de
firmar él mismo los decrelOs, las leyes y todas las resoluciones,
providencias o documentos que debieran llevar su firma, hacía
uso él mismo, o hacían uso los que lo rodeaban, de un sello;
y hasta se creía, no sin fundamento, que había más de un sello;
y que por consiguiente el peligro de que se abusara de él, era
mucho más grave.
"En todos los sitios y ocasiones en que se hablaba del Gobierno, se comentaba cierto cargo que no afectaba en lo mínimo
a la persona ni al buen nombre del presidente, pero el que entre
todos los que se hacían a su Gobierno era más grave, el que
ofrecía prueba palmaria de que su Gobierno no era Gobierno.
El decoro y la caridad me impidieron exponer este cargo en el
mensaje que dirigí al congreso y en que justifiqué lo hecho el
31 de julio; pero podrían declarar sobre dicho cargo y sobre su
gravedad cuantos se acercaron o pretendieron acercarse al doctor
Sanclemente en todo tiempo que residió fuera de la capital.
"Estas cosas hicieron odioso el Gobierno del doctor Sanclemente e infundieron el deseo de ver derribado su Gobierno.
Abrigaban especialmente tales sentimientos los del partido llamado histórico y era tanto más natural que lo abrigaran cuanto
el partido nacional tan aborrecido por ellos, era el que rodeaba
y sostenía al doctor Sanclemente.
"Algunos individuos del partido histórico habían empezado
a entenderse con don Aquilea Parra y otros liberales residentes
en la capital, haciéndoles esperar que una vez que ellos -los
históricos- se adueñaran del Gobierno, se podría por medio de
mutuas concesiones, hacer cesar la guerra.
"De suerte que aunque los que me rodeaban condenaban la
conducta de los que rodeaban a Sanclemente, algunos de ellos
también se inclinaban a que se entrara en composiciones con
los liberales y pretendían que se les ofreciera ventajas tales como
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la de que los batallones no depondrían las armas sin que se les
hubiera cumplido la condición de entregarles uno o dos departamentos, y otras igualmente inaceptables. Yo declaraba siempre
que a los revolucionarios que rindieran las armas no se les perseguiría, ni se les despojaría de sus bienes, ni se les encausaría;
pero que no se les dejaría gozar próximamente de ventajas
políticas.
"Para resolver --como siempre lo tuve resuelto-- no amenazar a los revolucionarios que fueran vencidos con castigos y
persecuciones, me sirvió la experiencia adquirida en cabeza de
don Mariano Ospina, quien en 1861 intimó repetidas veces al general Mosquera y a sus compañeros que el ejército los perseguía
para aprehenderlos con el fin de que fueran sometidos a juicio
como cualesquiera otros infractores de artículos del Código Penal.
"i Medrados habríamos quedado conminando a doce o catorce
mil colombianos con un juicio y con meterlos a la cárcel!
"A no ofrecerles a los revolucionarios conveniencias políticas
se oponía en mi ánimo la consideración de que en el camino
de las concesiones era imposible que los liberales se detuvieran;
y la de que la primera concesión que se les hiciese era muy
probable que la aprovechasen para seguir haciendo la guerra
con facilidades y ventajas de que antes no estaban disfrutando:
y si sin tales ventajas y facilidades habían reducido al país a la
miserable condición en que ya se le veía y puesto al Gobierno
a Dunto de desplomarse ¿qué habría sucedido si se les hubiera
allanado en más el camino del triunfo?
"No formando junta sino visitándome como amigos, se reunían muchas noches en mi casa varios de los individuos del partido histórico, como el General Jaime Córdoba, Carlos y Luis
Martínez Silva, Agustín Uribe, Abadía y Pacho Gutiérrez.
"La conversación en estas reuniones versaba sobre los abusas
y las arbitrariedades que se estaban cometiendo y sobre la ineptitud y los errores de los que trataban de debelar la revolución
y consiguientemente versaba también sobre la necesidad de derrocar el Gobierno.
"Afirmábase en la tertulia aquella que el triunfo de la revolución era muy preferible al de un Gobierno tal como el que
nos regía. Yo replicaba que esto no podía admitirse, estando de
por medio los intereses de la religión y de la Iglesia. Contradecíame Carlos Martínez Silva diciendo que hasta cuándo se
habían de tolerar gobiernos como el de Caro y el de Sanclemente sólo porque no hicieran guerra a la Iglesia.
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"En una de las mismas reuniones se me preguntó si, llegado
el caso, yo quería encargarme del Gobierno. Contesté afirmativamente, pero expresando que ese caso, que podía llegar, habría
de ser uno de los previstos por la Constitución. Todos los que
me trataban me conocían bien y debían estar persuadidos de
que yo no había de prestarme a maniobras que pudieran ser
tachadas de violentas o de ilegales.
"Hacia los días a que me voy refiriendo, vino a Bogotá don
Marcelino Vélez; me habló con calor en el mismo sentido en
que me hablaban los de la tertulia, me preguntó también si me
encargaría del mando cuando fuera necesario y me encareció
mucho lo grave de la obligación en que yo estaba. cuando lo
fuera, de asumir el mando.
"A pesar de que el directorio conservador que funcionó en
1899 había recomendado no intervenir en apoyo del Gobierno
nacionalista en caso de revolución, cierto grupo de históricos
resolvió aprovechar alguna coyuntura favorable para ofrecer
sus servicios. esperando que así se le facilitaría el cambiar el
personal del Gobierno. No todos los históricos abrigaban esta
intención. Los que no la abrigaban estaban completamente desligados del Gobierno; y hasta tal punto lo estaban, que muchos
de ellos sostuvieron por la prensa la ilegalidad de la posición
tomada por el doctor Sanclemente.
"La ocasión deseada se presentó con motivo de que las
fuerzas del Gobierno sufrieron un descalabro en Sibaté, perdiendo
el Gobierno dos batallones y quedando herido el General Ospina
Chaparro. Ofrecieron sus servicios al ministro de guerra, General
Manuel Casabianca, los que lo tenían resuelto y entraron a prestarlos los Generales Jorge Moya Vásquez, Mariano Tovar y Clímaco Silva. Es de suponerse que al ministro de guerra le
manifestaron dichos ¡efes que su apoyo no sería incondicionaL
es decir, lo prestarían en cuanto él pudiera servir al partido
conoervador.
"Moya Vásquez obtuvo el mando de una división con la cual
debía abrir operaciones sobre el Sur de Cundinamarca, llevando
como iefe de estado mayor al General Mariano Tovar; y Silva
organizó en la capital una columna de cívicos.
"Cuando al salir yo el 31 de julio, a eso de las once de la
mañana de la iglesia de San Carlos, donde había asistido a la
fiesta de San Ignacio, me encontré en la primera calle real con
el General Casabianca, ministro de guerra; él, tomándome del
brazo, me hizo seguir hasta el capitolio diciéndome:
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-"Venga, que tengo que hablar con usted.
"A la entrada del edificio estaba un jefe caucano, a quien
dijo: Aguárdeme usted aquí.
(El general Córdoba me dice que él y C. Martínez Silva estuvieron en casa esa mañana y me predicaron la necesidad de
que me encargara del Gobierno. No lo recuerdo.)
"Ya encerrados en la pieza del despacho dd ministro, éste
me hizo leer, no recuerdo si dos cartas o una sola con posdata,
en que Jorge Moya, que se hallaba en Tequendama con la división de su mando, le anunciaba a Casabianca que con dicha
fuerza iba a dirigirse a Villeta a apoderarse del doctor Sanclemente para derribar su Gobierno. En la segunda carta o en la
posdata de la primera, anunciaba que había cambiado de resolución, que en lugar de dirigirse a VilIeta, se vendría para
Bogotá, proponiéndose siempre derrocar al Gobierno. Acabada
la lectura, Casabianca me dijo: '¡No ve usted las locuras de
Moya! ¡Me va a obligar a echarle encima los batallones ... !
"Hago reminiscencia de que Casabianca y yo hablamos de la
necesidad de enviarle comisionados a Moya para hacerlo desistir,
pero sin acordar nada definitivamente.
"Yo me dirigí a casa a almorzar y, previendo que habrían de
acosarme infinitas personas luego que se divulgara la venida de
Moya, unas para instarme que me hiciera cargo del Gobierno
y otras para disuadirme de ello, con lo cual me aturdirían, antes
de que yo supiera a punto fijo lo que pasaba, me retiré a casa
de un pariente.
"No recuerdo por boca de quien supe que Carlos Martínez
Silva, Francisco Gutiérrez y el General Córdoba iban a salir
en coche al encuentro de Moya, para disuadirlo del propósito
de entrar en la ciudad, con el fin que lo había movido a dejar
su campamento.
"Esto fue lo que se me dijo, así como aquello de que no se había verificado la entrevista con Moya; pero todo salió falso.
"Córdoba, Martínez y Gutiérrez salieron efectivamente al
encuentro de Moya; pero lo encontraron ya casi dentro de la
ciudad, y vinieron a la cabeza de la tropa, que marchaba en
formación. Pero según me dice el General Córdoba, ya antes
habían partido Pacho Gutiérrez y Abadía a informar a Moya, y
lo haMan encontrado a bastante distancia.
"Alguna persona de confianza refirió que Moya se hallaba
ya en el puente Uribe, y un poco más tarde, que se le había
visto pasar por las calles centrales de la ciudad.
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"Pasado bastante tiempo, una de las personas que me veían,
me refirió que acababa de ver en la calle a Tomás Brigard, que
venía a caballo, y que debía haberse unido. antes a Moya, y que
le había dicho que todo se había perdido. Yo permanecí toda
la tarde en la más penosa incertidumbre. No fue sino ya entrada
la noche, cuando Arturo Brigard, que había tomado parte en
el movimiento, logró descubrir mi paradero e introducirse en
él. con lo que yo pude tener noticias ciertas sobre lo que estaba
ocurriendo.
"El General Moya Vásquez, que estaba dispuesto a obrar
sobre el Sur, como lo dije más arriba, recibió la noticia de que
los revolucionarios habían sido destrozados en la jornada de
Tibacuy, por fuerzas mandadas por el General Nicolás Perdomo.
Así, ya no tenía enemigo que combatir, y quedando reducido
a la condición de un jefe de plaza al servicio del doctor Sanclemente. Entonces resolvió contramarchar sobre Bogotá, para derrocar al Gobierno, contando con la cooperación del grupo de
amigos que estaban conspirando.
"Moya V ásquez, al entrar en la ciudad, que sin duda le pareció sumida en un reposo y un silencio alaJ1mantes para él,
debió de creerse abandonado por sus amigos.
"Pero la verdad era que los otros conspiradores se habían trasladado al cuartel de San Agustín, a ver de acabar de arreglar con
ciertos militares la manera de llevar a cabo el movimiento que
con ellos se había proyectado. Luis Martínez y Abadía estaban
en el cuartel; ellos habían empezado a tratar con el jefe.
"Moya Vásquez llegó a casa del general Casabianca, que
habia salido a caballo a su encuentro; juntos llegaron a dicha
casa, y allí Moya entregó su espada al ministro.
"Arturo Brigard me enteró de que muchísimos individuos,
tales como los Martínez Silva, el General Quintero Calderón,
José Vicente Concha, Miguel Abadía Méndez, Alejandro Osorio, Gerardo Arrubla, Pedro Ignacio Barreta, se fueron de la
casita con armas, tras el coche en que iban Carlos, Quintero,
Gutiérrez con todos (sic); estaban reunidos Joaquín Pérez y
el General Córdoba; y que el General Casabianca se había presentado allí y se había hecho reconocer por el batallón, pero
que su presencia no obstaba para la ejecución del plan concebido; que Carlos Martínez Silva y el General Quintero habían
perorado; que se me aclamaba con gran vehemencia y entusiasmo; que la concurrencia era ya inmensa; que no había habido
resistencia de parte de ningún cuerpo; que se había visto al de
221
policía, con el General Fernández a su cabeza, en actitud pacífica, y que todos los que habían encabezado el movimiento
me llamaban con las mayores instancias para que fuera a encargarme del mando supremo."
Como era natural, averigüé si con la debida anticipación se
habían puesto de acuerdo los corifeos del movimiento con jefes
militares. Se me contestó que así se había hecho y que todos
estaban conformes, decididos a reconocerme y a derrocar al
Gobierno de Sanclemente.
Pero 10 cierto es que se estuvo tan lejos de haber comprometido o siquiera avisado a los jefes militares, que Jorge Moya
dejó a su espalda, por allá en las cercanías de Soacha, una
numerosa fuerza caucana, mandada por el General Tenorio y
por el General Lindo, con los cuales nadie había contado y a
quienes el nuevo Gobierno tuvo después por desafectos durante
algím tiempo.
El General Moya Vásquez dejó al General Tovar encargado
de vigilar estas fuerzas caucanas. El Coronel Antía, jefe de un
cuartel inmediato al de la artillería, no tuvo conocimiento de
la evolución, sino después de que se había efectuado, no obstante que dicho cuartel estaba comunicado por una puerta con
el de artillería. La única precaución que se tomó fue la de
colocar en esa puerta un cañón cargado. Si el arriesgadísimo
plan pudo salir bien, eso se debió únicamente a lo pujante y
uniforme de la opinión. Fueron muy señaladas las manifestaciones de desaprobación. Hiciéronlas varios de aquellos nacionalistas a quienes interesaba más el triunfo de su parcialidad
que el de los principios conservadores; hízola don José Manuel
Goenaga, que rehusó seguir de gobernador de Bolívar bajo mi
autoridad. Entre los militares que estaban en servicio, no recuerdo
que hubiera habido otro adverso que Juan C. Ramírez. El General Perdomo fluctuó algo, pero ello fue que siguió combatiendo
la revolución, y que nunca desconoció mi autoridad. A estos dos
jefes les envié en comisión al doctor Juan Evangelista Trujillo.
quien movido por su patriotismo, hizo el doloroso sacrificio de
deiar su casa en la que su madre estaba expirando, para prestar
oportunamente un servicio, cuya importancia le había encarecido yo sobremanera.
En cambio de aquellas manifestaciones de desaprobación, la
noticia del movimiento del 31 de julio fue recibida en los campamentos del ejército del Norte y de otros campamentos con
frenético entusiasmo.
222
Entre los testimonios favorables, merece especial mención el
de don Carlos Calderón Reyes, ministro que habia sido del doctor
Sanclemente, en que pocos días después del 31 manifestó a uno
de los conspiradores que aquel golpe había sido necesario.
El que servía de mensajero en las primeras horas de la noche
del 31, para tenerme comunicado con los autores de la evolución era Arturo Brigard. Conservo una carta o nota, suscrita
por los mismos autores, en que se me instaba que admitiese
el cargo. Yo la contesté por escrito.
Con el mismo Brigard mandé a preguntar si, caso que yo no
quisiera asumir el mando, se desistiría de la empresa, y se me
contestó que eso no se haría de ninguna manera. El General
Córdoba dice que pensó que si yo no aceptaba, se encargaría
del mando Quintero Calderón.
Esto me hizo discurrir que si yo rehusaba encargarme del
Gobierno, no les quedaría a los ya comprometidos otro arbitrio
que el de declarar dictador a alguno de ellos, lo que no podría
menos de producir la anarquía y la prolongación de la guerra
y gran aumento de prestigio para la revolución, la que se convertía en sostenedora de la legitimidad, arrimándose al doctor
Sanclemente, en la esperanza de que muchos de los jefes y
partidarios de dicho doctor, se unirían a los revolucionarios.
caso en el cual, una vez derrotadas las fuerzas conservadoras,
vendría, si no a ser dueño del Gobierno y del país, sí a compartir
con sus nuevos aliados los laureles y las ventajas positivas del
triunfo. Y esto sería lo menos malo para el país; otra cosa mucho
más grave había que temer, y era también la más probable: que
sorprendidos los jefes del ejército constitucional y los del bando
opuesto con el inesperado cambio e imposibilitados para tomar
consejo. para ponerse de acuerdo, y para obrar con reflexión,
cada uno se habría apresurado a tratar de aprovecharse de él.
ora en provecho de su parcialidad política, ora en beneficio
propio. De todo esto resultaría una confusión, un barullo en
que nadie se entendería con nadie, y en que cada uno de los
innumerables jefes del ejército, de divisiones. de batallones y
hasta de compañías, que tenían a su disposición gente y armas,
se empeñarían en sostener, por medio de éstas la oninión o el
plan patriótico o antipatriótico que hubiera concebido. En este
caso habrían seguido y se habrían multiplicado los san!!;fientos
combates, las denredaciones y horrores infinitos como los que
ya tf'nían postrada a Colombia.
Discurriendo todo esto, me persuadí de que para mí podría
ser obligación de conciencia hacerme cargo del Gobierno. Entre
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asumirlo yo y dejárselo asumir a quien careciera de todo título,
habla una daerenCla muy su~tanclaL A mI se me habla eleg.do
vicepresideme, por una mayona de electores bastame supenor a
la que había tavorecido al doctor Sanclememe, y habla sido
elegIdo para que elec[Ívamente gobernara, mientras que aqud
ciudadano sólo había sido, según la intención de los que votaron
por él, sino únicamente para que no tuera elegido olro y para
que no dejara de cumplirse una formalidad legal.
Sanclemente tue un cero que se puso para que yo quedara
en segundo lugar. Todo el mundo estaba persuadido, al tiempo
de la elección, y hasta mucho más tarde, de que el doctor Sanclemente no había de gobernar. Esto mismo diJo Miguel Amonio
Caro, en dos conferencias que tuvimos en palacio, en las que él
trabajó por seducirme a aceptar la candidatura.
A pesar de todas las retIexiones que quedan apuntadas, mi
conciencia no estaba tranquila, y con el fin de tomar consejo,
hice llamar a don José María González Valencia, ciudadano
capaz y muy respetable, que con toda serenidad e imparcialidad
podría formar juicio acerca-de la situación y de lo que yo debía
resolver. Su opinión fue la de que yo debía aceptar el cargo que
se me estaba ofreciendo.
Presentóseme otro amigo, el doctor Miguel Abadía Méndez.
no supe si enviado por los del movimiento, o de "motu proprio".
Su parecer no era dudoso, una vez que él pertenecía al grupo
de los conspiradores.
Luego que tomé mi resolución y que ésta fue comunicada,
fui conducido a palacio en un coche, acompañado por dicho
doctor Abadía. En no sé qué punto del tránsito, había guardia,
y se nos quiso detener, pero no hicimos caso de ello. Al llegar
a la esquina inmediata a palacio, hallamos inmenso gentío, el
que me aclamaba y me vitoreaba desaforadamente.
En el palacio estaban ya una gran parte de los del movimiento,
y muchas personas más. üyéronse las salvas, para dar las
cuajes los cañones fueron sacados por el doctor Carlos Martínez
Silva y otros de sus compañeros, con sus propias manos. Lo
primero que se necesitó en palacio, fue recado de escribir
para extender nombramientos y poner telegramas. El edificio
habia estado ocupado hasta algún tiempo antes. por don Pene
Santos, y desde que él se retiró había estado como abandonado
y había sido menester ocurrir a la casa de Luis Pardo, a pedir
prestados útiles que se necesitaban.
Poco d"s'-'ués de mi llegada a palacio, se me presentó el
General Emiliano Caicedo, que venía enviado por el doctor
224
Arcadio Dulcey, gobernador de Cundinamarca, para preguntarme si era cierto que yo me encargaba del mando, con el !in
de entregar el que él ejercía. Por de contado le contesté afirmativamente.
Según lo que supe después, nunca ha habido conspiración o
revolución tan barata como la del 31 de julío. Ni para ganarse
voluntades de militares o de empleados, ni para ninguna otra
cosa se había gastado un centavo. Mal hubiera podido hacerse
erogaciones, cuando lo rápido de la evolución no había permitido colectar fondos, y los más de los comprometidos eran
pobres, casi de solemnidad.
Tampoco se hizo promesa alguna grande ni pequeña, a ninguno de cuantos debían tomar parte en el movimiento, ni de
los que hubieran podido oponerse a él.
Esta fue una prueba más de que el cambio de gobierno fue
obra de la opinión.
Los del movimiento, y más los liberales, estuvieron luego muy
descontentos porque, para la paz, no se había adelantado nada.
El 19 o el 2 de agosto se reunieron en casa muchos de los
del movimiento para increparme el nombramiento de Fernández
para gobernador. Yo entreví que alguno atribuía ese nombramiento a influencia de Marcelino Vargas. Yo me arrebaté: les
eché ajos, les declaré que si habían esperado, al eievarme, tener
en mí un instrumento, se habían equivocado.
225
LA SEGUNDA
ADMINISTRACION
ANTECEDENTES
A pesar de las complicaciones internacionales, que amargaron el principio de mi administración, con la consiguiente agitación intestina y la presencia amenazante de una escuadra italiana
en nuestras costas; a pesar de dificultades y graves cuestiones
pendientes cuando entré a ejercer el mando, aquella época parecía ser el principio de días de paz y de prosperidad para Colombia. Estaba yo lleno de esperanzas viéndome rodeado y apoyado, no sólo por la generalidad de los hombres públicos, sino
especialmente por todos los miembros de la legislatura; y cuando
más tarde, algunos de éstos parecieron oponerse a mi política,
presenté al Senado mi renuncia de la Vicepresidencia de la
República. Viniéronme entonces calurosas manifestaciones de
habitantes de la capital y de los departamentos, en que se me
instaba que retirara tal renuncia, y ésta no me fue admitida por
la misma honorable corporación a la cual la había presentado,
y de cuyo seno habían salido aquellas voces de desacuerdo que
me obligaron a presentarla.
Las mismas causas que me indujeron a dicha renuncia, fueron
parte también para que yo apoyase el llamamiento que se hizo
al Presidente titular, ausente entonces de la capital de la República, para que viniera a encargarse del Gobierno. Amigos políticos míos y enemigos de aquel alto magistrado, ya del seno de
las cámaras, ya de fuera de ellas, tomaron empeño en que no
se posesionara él de su cargo, y ocurrieron a mí con el fin de
que, por medios violentos, impidiera su posesión, y de que yo
continuara ejerciendo el poder: neguéme a esto constante y rotundamente, y cuando el 3 de noviembre de 1898 se trató de
impedir aquel acto por medio de tumultos y motines, yo mismo.
valiéndome de mi autoridad oficial y de la fuerza pública, hice
que se consumara, y permanecí en la capital y en ejercicio de
mis funciones hasta que tuve conocimiento de que el doctor San-
231
clemente había entrado en posesión de la Presidencia de la República y nombrado ministerio.1
Dejé entonces e,l mando con satisfacción tan grande cuanto grande había sido mi repugnancia a tomarlo, esperando no tener que
volver al puesto en que había experimentado lo grave y amargo de
las fatigas. deJas penalidades, de los desengaños y de las zozobras
que no pueden dejar de torturar al que lo ejerce en este país.
Un año después sobrevino la revolución, estando el Gobierno en
manos de Sanclemente y halIándose éste ausente de la capital. 2
Durante veinte meses no tuve parte en la administración pública sino en mi calidad de Presidente del Consejo de Estado. ni
me incumbían otras funciones que las correspondientes al puesto
que ocupaba; y en la política sólo intervine dos veces: una cuando
dirigí a todos mis compatriotas la manifestación publicada el 11
de noviembre de 1899, sobre la obligación en que estaban de
prestar su aooyo al Gobierno,3 y otra cuando, accediendo a indicaciones del Arzobispo de Bogotá y del Ministro del Ecuador,
me dirigí. junto con elIos, a algunos cabalIeros liberales con el
fin de que fuesen en una misión de paz a entenderse con los
Al señor Marroquín le dejaron entrever alguna parte del proyecto
enérgicamente. Si hubiera sido preciso, él se habría
pre.p"tedo person"lme"te pI ejercicio para prestar el apoyo de que
necesitó ese día el señor Sanclemente.
En comisión del señor Marroquín fui yo a la casa del doctor Sanclemente, poco más o menos a la una de la tarde; regresé a )Joco tiempo
al Palacio de San Carlos a dar aviso al señor vicepresidente de la
resolución irrevocable del doctor Sanclemente de tomar posesión en
ese día de la Presidencia de la República.
La alarma crecía, la excitación fermentaba instante por instante, y
en ese momento se supo que la casa del señor doctor Aparicio Perea,
residencia del doctor Sanclemente, era amenazada por las turbas. El
señor Marroquín mídió la gravedad de la sítuación, y erguido, con tono
enérgico, me dío esta orden:
"Busque usted inmediatamente al señor Mínistro de Guerra y al Comandante en Jefe del Ejército, y dígales que en el acto dispongan la
salida de los batallones a prestar garantías al doctor San clemente, y
poner en seguridad su persona y su casa ... "
El señor Marroquín me ordenó que fuera en su coche, que esperaba
en la puerta del Palacio Presidencial, a trasladar la Corte al lugar
convenido...
Fue después de que los cañones en la plaza principal
proclamaron con sus retumbos el reconocimiento que hacía el ejército
del nuevo magistrado, cuando el señor Vicepresidente se retiró de la
ciudad.
(Relación del señor Luis María Terán, edecán del señor Marroquín.
"La Crónica", Bogotá, 21 de enero de 1899.)
2) Mensaje al Congreso de 1904.
3) Manifestación del Vicepresidente de la República. Consultado por
muchos individuos sobre si se debía en las presentes circunstancias
prestar apoyo al Gobierno, les he manifestado que están obligados a
1)
y él los desahució
232
principales jefes de su partido que en el Norte de la República
sostenían la lucha armada desde el mes de octubre del año
mencionado.
La guerra que había principiado en octubre de 1899, continuaba al año siguiente desolando la República, a pesar de
brillantes aunque costosísimos triunfos obtenidos por las fuerza's
del Gobierno, los cua,les no impedían que el espíritu revoluciO'llario
fuera extendiéndose por todas partes y cobrando cada día nuevo
vigor. La opinión pública atribuía esta desgracia a que el Gobierno,
atento más a la consecución de fines políticos que a la buena organización del ejército y a una sabia y activa dirección de las operaciones militares, no adoptaba las medidas urgentes y necesarias
que la salvación de la patria y la pacificación del territorio hacían
indispensables en aquellos críticos momentos.
La continuada permanencia del doctor San clemente en un
lugar distante de la capital de la República y su separación de
algunos de los ministros del despacho, que sí residían con más
frecuencia en ésta, trajeron consigo, como era natural, de la
dis!oc'lc:ión del Gobierno, la falta de unidad en los planes administrativos y militares, el desconcierto en las filas sostenedoras
de las instituciones, y la consiguiente preponderancia del elemento rebelde.
La situación no podía ser más crítica, y el descontento que
con tal motivo reinaba entre las gentes sensatas conocedoras de
aqueoIlos planes y de la pujanza de la revolución, hizo ver como
indispensable un cambio político que produjera la anhelada unidad en el Gobierno, la residencia de todos sus miembros en un
punto fijo de la República, la conveniente organización de los
aprestos bélicos para la defensa, y la confianza en los jefes
militares y civiles que, sin preocuparse de otro móvil político,
contrajeran toda su atención al desarme de los contrarios y a la
pronta pacificación del territorio.
Así fue como tuvo origen el cambio en el personal administrativo que tanto y de tan diversas maneras ha sido comentado.
hacerlo. Se me ha asegurado que, a pesar de esto, no falta quien afirme
que yo me he abstenido estudiadamente de exponer mi dictamen sobre
tan grave punto. Siendo conocidas mis opiniones y especialmente la
convicción, de que he dado pruebas, de que la legitimidad ha de ser
acatada y defendida en toda ocasión, nadie ha debido dudar de que yo
profeso, ahora como siempre, el principio de que a todo buen ciudadano
obliga a contribuir, según sus facultades y la posición que ocupe, al
sostenimiento del Gobierno legitimamente constituido, al de las instituciones, y al restablecimiento del orden público cuando sea turbado.
Bogotá, 11 de noviembre de 1899. - José Manuel Marroquín.
233
quizás con sobra de apasionamiento, o más bien de ignorancia
de los hechos que lo motivaron. Un movimiento irresistible de
la opinión pública que desconoció al Presidente, dejándolo sin
medios efectivos para sostenerse, para gobernar y para mantener y hacer eficaz su autoridad gubernativa, me obligó a asumir
el mando supremo el 31 de julio de 1900, no sin que yo lo
hubiera rehusado porfiadamente.
Aquella situación imprevistaJ excepcionalmente
anormal y
sobre todo erizada de peligros, no sólo para la nación misma,
sino de manera muy especial para las instituciones y para el
partido que las sostenía. exigía un procedimiento rápido, que
aunque no hubiera sido ajustado rigurosamente a la letra del
canon fundamental, que mal podía prever un caso tan excepcional y peligroso, como no lo previene constitución alguna, sí
sería justificado por una necesidad suprema.
Para entrar en ejercicio del poder en la fecha mencionada
estaba facultado por el precepto constitucional que habla de
faltas accidentales o absolutas del Presidente de la República, y
establece el modo de llenarlas. Era notorio que existía la primera
desde hacía ya bastante tiempo, y que el mando supremo no se
hallaba efectivamente en sus manos sino en otras que autorizaban
de manera irregular los actos públicos de mayor gravedad y
trascendencia. De aquí que el absoluto desconocimiento de la
autoridad presidencial del señor San clemente llegara a ser un
hecho irrevocable. Los acontecimientos que se siguieron inmediatamente al movimiento político así lo comprobaron. En aquena emergencia, todo hubiera podido suceder, menos que el señor
doctor Sanclemente continuara en el mando; porque si yo hubiera
seguido rehusándolo, si hubiese declarado definitivamente que
no me encargaba de él, habría resultado infaliblemente la acefalía completa de la nación, es decir, que ésta habría permanecido
sin Gobierno, hasta que, por ausencia del designado residente en
el extranjero, cualquier militar de los más prestigiosos hubiera
querido asumir la dictadura, o, lo que es más probable, que la
revolución, triunfante al fin sin seria resistencia, hubiera formado su Gobierno.
Creo firmemente que mi resolución de encargarme del poder
ejecutivo preservó la nación de la anarquía, atajó el desastre
inevitable que amenazaba las instituciones y la sociedad. y.
234
por más que otra cosa se diga, salv6 el principio de autoridad
en Colombia.4
La Corte Suprema de Justicia expidió ha poco un acuerdo en
que, con lujo de argumentación hermenéutica, declaró regular y
válida mi vuelta al solio presidencial, como también válidos y
exequibles los decretos legislativos expedidos por mí en ejercicio
de las atribuciones constitucionales y legales que corresponden
al primer magistrado de la nación. 5
4) "Bogotá, 31 de julio, a las 7 p. m. Excelentisimo señor Vicepresidente
de la República. S. M. Todos los cuerpos del Ejército acantonad06 hoy
en esta plaza, todos los miembros del partido conservador, rebosantes
de entusiasmo, exigen del patriotismo de vuestra excelencia que os
encarguéis esta misma noche del poder ejecutivo, con el fin de hacer
cesar asi la situación profundamente
perturbadora
que atraviesa la
república de meses atrás.
Estamos resueltos a no deponer las armas por ningún motivo hasta
presentarlas a vuestra excelencia.
Salvad, excelentisimo señor, la causa por la cual se han hecho tan
cruentos sacrificios; afianzad la paz y devolved la confianza y el entusiasmo a vuestros capartidarios y a todos los colombianos.
Somos de vuestra excelencia muy respetuosos y adictos servidores
y amigos.
GuilIermo QUintero Calderón, Carlos Martínez Silva, Jorge Moya V;\squez, Jaime Córdoba, Francisco Antonio Gutiérrez, Luís Martinez Silva.
Emlliano lsaza, Francisco de P. Gaitán."
•••
"Bogotá, 31 de julio de 1900. Señores Guillermo Quintero Calderón,
Carlos Martinez Silva, Jorge Moya Vásquez, Jaime Córdoba, Francisco
Antonio Gutiérrez, Luis Martinez Silva, Emiliano Isaza y Francisco de
P. Gaitán. He recibido la apreciable comunicación de ustedes, en que
me part'cipan que todos los cuerpos del ejército y todos los miembros
del partido conservador exigen de mi patriotismo que me encargue
esta misma noche del poder ejecutivo, con el fin de hacer cesar la situación perturbadora que atraviesa la República de meses atrás.
Una vez que el movimiento que ha dado lugar a la resolución de
ustedes se ha verificado de una manera pacifica, y una vez que es
notorio que ha llegado el caso de dar cumplimiento al articulo 124 de
la Constitución, digo a ustedes que convengo en hacerme cargo del
Gobierno ejecutivo.
Mañana, cuando haya sido posible hacer uso de la imprenta, manifestaré a
la nación lo mismo que he tenido el honor de expresarles a ustedes.
Ustedes mismos me excusarán el que no me preste, por el momento,
a ser objeto de aclamaciones ruidosas, que me son repugnantes y que
en ningún caso son convenientes.
Suscríbome de ustedes muy atento, seguro servidor y compatriota.
José Manuel Marroquín,"
3) "La Corte Suprema de Justicia, única entidad que tenia facultad
legal en este caso para Interpretar la Constitución y las leyes, y decidir
el punto de acuerdo con ellas, dictó el siguiente acuerdo:
CONSIDERANDO:
12. Que no existiendo disposición ninguna en la Constitución que
permita al Presidente de la República ejercer indefinidamente el poder
235
Al día siguiente de posesionarme
publiqué el siguiente Mani-
fiesto:
"Conciudadanos:
Aunque ajeno por mis antecedentes a toda ambición de mando,
y antes bien deseoso de rehuír la ponderosa carga del Gobierno, me he visto hoy en la imperiosa e ineludible necesidad de
no desatender la potente voz de la opinión pública que de tiempo
atrás viene clamando por el restablecimiento de un Gobierno
justiciero, probo y enérgico para el bien, que por medios rápidos
.y, adecuados procure la terminación de la pavorosa guerra que
hoy desangra y postra a la República.
, Incapacitado el primer mandatario para residir en la capital
'de la República y para dirigir los negocios públicos por sí mismo
y con la atención y consagración que demanda la acción ejecutiva en todos los países, y señaladamente en los regidos por un
Gobierno netamente presidencial como el que nuestras instituciones consagran, la opinión pública venía clamando de tiempo
.atrás por el restablecimiento de la normalidad legal. La situación
por extremo azarosa que ha atravesado Colombia en los últimos
meses, mi aversión al ejercicio del Poder y la persistente renuencia con que hasta ahora había resistido a los clamores de la
opinión y a las exigencias de los amigos de las instituciones, han
sido parte a retardar este cambio, al cual me presto hoy cedien.do a una nueva manifestación encabezada por representantes de
lo más selecto y autorizado de diferentes clases, estados y condiciones; y al hacerlo, imploro la protección del Altísimo para mi
patria, y para mí las luces, el acierto y el valor que he menester.
Entro a desempeñar la primera magistratura en circunstancias
<lifíciles, en las que no he de poder, a lo menos por algún tiem,ejecutivo fuera de la capital, sino en el caso citado del ordinal 99 del
artículo 120; y no habiendo ocurrido ese caso, la ausencia del Presidente, de la capital, debe considerarse como falta que ha de llenarse
.por el Vicepresidente, de conformidad con lo dispuesto en el articulo
124 de la misma Constituci6n; y
13. Que a esta corporaci6n corresponde llamar al funcionario que
debe reemplazar, según la Constituci6n, al encargado del poder ejecutivo, lo que implica forzosamente facultad para resolver y declarar
,cuando es el caso de hacerlo,
ACUERDA:
La Corte Suprema de la naci6n declara que el Vicepresidente de la
República, en virtud del título de que está investido, ha podido asumir,
por derecho propio, el poder ejecutivo para ejercer las atribuciones de
Presidente, y que en consecuencia, el Decreto número 46 de 24 de
agosto último es exequible. Comuníquese a quienes corresponda."
236
po, consagrarme, consultando siempre la opmIOn pública, a trabajar por la prosperidad y el engrandecimiento de la patria, y
establecer el reinado de la ooncordia entre todos los colombianos.
U na guerra sangrienta los divide. Yo querría hacerla cesar
mediante la promesa que hago solemnemente de respetar y hacer
que se respeten los derechos civiles y políticos de todos. Espero
que se reconozca la sinceridad con que hago esta promesa, pues
he dado pruebas de no proponerme en el Gobierno otra mira
que la de labrar la felicidad de la patria, sin que en lo mínimo
me muevan intereses personales míos o ajenos.
Espero asimismo que en el ánimo de los que combaten el orden político establecido obre la consideración de que ya se ha derramado bastante sangre de hermanos y de que la ruina y el
atraso en que se hallaba el país antes de comenzar la guerra,
lIegarán, si ésta se prolonga, a un extremo tal, que nuestros nietos no alcanzarán a ver remediados los males que nos afligen.
Si tal promesa y tales consideraciones no fueren poderosas a
desarmar a aquelIos de mis conciudadanos que se han alzado en
armas contra un Gobierno que ya no existe, me veré en la penosa, penosísima "lecesidad de continuar la guerra y de hacerla
con la energía que está obligado a mostrar todo el que se halla
en un puesto como el que yo ocupo y en defensa d~ los principios salvadores que encarna la actual Constitución. Pero en cuanto de mí dependa, y en cuanto lo permitan las leyes y exigencias de la guerra, ésta seguirá haciéndose tal como se hace en
los países cristianos y cultos y con las consideraciones debidas
a quienes han visto la luz en un mismo suelo.
A colocarse bajo la bandera de la constitucionalidad y de la
legitimidad lIamo a todos los colombianos que, amando a su patria, estén penetrados de que para ella no puede haber bien
alguno mientras no impere el orden. b;¡sado en la justicia. y la paz.
Cuando Dios y la buena voluntad de mis compatriotas nos
restituyan estos bienes. yo haré cuanto en mi mano esté para merecer el dictado de gobernante justo, imparcial y desinteresado.
Bogotá, agosto 19 de 1900
José Manuel Marroquín'"
6) "~p comnrenderá
fáf'ilmente cuan diflciles son las circunstanci~s en
que entré a ejercer el Poder. Atendiendo solamente a graves considpra';~ conpipnci8 '1;1 ñp nat";ntismo.
y 'Dor evitpr males trascenden.
tales que juzgué ineludibles, eché sohre mis hombros, tan ponderosa
car~a, confiando en que el auxilio divino, la pureza y rectitud de mis
intenciones y el apoyo de torios los buenos patriotas me proporcionen
los medios de salir con felicidad de tan ardu'l empresa."
(Fragmentn de un discurso del señor Marroquln pronunciado el 7 de
agosto de 1900.)
cinnes
237
LA GUERRA CIVIL
Una vez encargado del poder ejecutivo, toda mi atención
hubo de dirigirse a poner término a la guerra. Esta tarea era
mucho más difícil que lo que han sido todas las de la misma
naturaleza que gobernantes de nuestro país, y aun de todos los
de la América, hayan tenido a su cargo. 1
Propúseme sin embargo, no sólo al principio de mi nueva administración, sino durante largo tiempo, poner fin a la guerra
y restablecer el orden público echando mano, más que de la
violencia, de medidas conciliativas. Mi primer acto fue ofrecer
un indulto amplio y general para todos los revolucionarios que,
deponiendo las armas en determinado plazo, prometieran someterse al régimen legal. 8 Aunque estaba yo investido de todas las
1) "S6lo puedo alegrarme de lo que aqui ocurrl6 el 31 de julio por la
esperanza que puede abrigarse de que Dios, que suele valerse de instrumentos viles para realizar grandes y misericordiosos designios, haya procedido asi en este caso. Por 10 que hace a mi persona, no me ha dado
motivo sino para vivir en una penosisima lucha enteramente desproporcionada a mis fuerzas y contraria a mL~hábitos y a mis inclinaciones.
No sabrán nunca los colombianos, ni aun los que están aqui a mi
lado, cuál es el cúmulo de dificultades invencibles y de amarguras de
que está rodeado mi Gobierno."
(Carta al doctor Ignacio Gutlérrez Pon ce, mayo de 1901. Archivo del
sefíor Marroquin.)
8) "Yo no puedo ofrecer a los enemigos armados del Gobierno otras
cosas que las que ya les tengo ofrecidas: garantias completas para sus
personas y para sus intereses y retirada honrosa para los jefes. También les tengo hecha y les repetiré siempre a ellos, como a todos mis
conciudadanos, la de que mi Gobierno será justo, honrado y exacto
cumplidor de la Constituci6n y de las leyes; que apenas se restcblezca
la paz, dispondré que se efectúen hs elecciones, empleando cuantos medios estén en mi mano para que ellas sean puras y legales; que reuniré
el Congreso y que acataré sus disposiciones.
El Gobierno cumplirá sus promesas; y yo quiero hacer ahora presente, para que se reconozca la fidelidad con que está cumpliendo las
relativas a garantlas, que por los lugares públicos de esta capital y de
otras poblaciones se ve andar con toda libertad a muchisimos individuos
que, habiendo pertenecido a guerrillas o a ejércitos revolucionarios,
han depuesto las armas y presentádose a las autoridades:'
(Contestaci6n dada a un memorial por el Vicepresidente de la República. 1902. Imprenta Nacional. Véase el decreto de indulto de 12 de
iunio del mismo afio.)
239
facultades que da el Derecho de Gentes y que confirma nuestra
Constitución para reprimir el alzamiento, esperaba poder darle
término sin adoptar los medios rigurosos que para ello se me
ofrecían, y por eso procuré muchas veces hacer penetrar en el
ánimo de los revolucionarios la segura esperanza de que, acogiéndose al indulto, nada tendrían que temer ni para sus personas
ni para sus propiedades. En este sentido· hice manifestaciones
oficiales y públicas, y me valí también de la intervención de individuos particulares, para conseguir la pacificación del país sin
·ocurrir a medios más violentos que a los ineludibles que consisten
'en combatir las fuerzas de los que desconocían la autoridad del
Gobierno. Pero habiéndose visto la ineficacia de tales medios y
viéndose crecer día en día el encarnizamiento de los combatientes,
la desohción en que iba quedando la República, la destrucción
de la riqueza, la paralización de las industrias agrícola y pecuaria
.y de todo comercio interior y exterior, con lo que la miseria
y el hambre amenazaban ya a todas las clases sociales; viéndose
propagar de manera pavorosa las epidemias engendradas por la
guerra y la desmoralización que hacían prever la ruina total de la
República, me vi forzado a ocurrir a medios rigurosos, haciend.9ll1e a mí mismo violencia, no mucho menos dolorosa que la
que creí de mi deber emplear con algunos de los jefes de la rebelión.
Como es sabido, las dichas medidas y la energía, la actividad
y buen acierto en las operaciones militares, dieron al fin el resultado apetecido disponiendo a los revolucionarios a reconocer la
.autoridad del Gobierno y a deponer las armas, como en efecto
·10 hicieron por los arreglos celebrados en Panamá, Santander y
Magdalena a fines de 1902.
Ellos han tenido que reconocer la sinceridad y la buena fe con
que el Gobierno les había ofrecido todo género de garantías para
el día en que se sometiesen: ellos quedaron inmediatamente después de aquellos arreglos en condición igual a la de los ciudada:nos más pacíficos.
La fe que se tuvo en la disposición del Gobierno a cumplir su
promesa y en lo inviolable de la palabra oficial, hizo que muchos
de los principales jefes de la revolución se reunieran voluntariamente en la capital de la República y muy poco después de haber
depuesto las armas, gozando en ella de la misma libertad y la misma seguridad de que gozaran los mejores defensores del Gobierno.
Los hechos se encargaron de demostrar que, al colocarlos en
aquella condición, suspendiendo amenazas y medidas represivas,
240
procedió el Gobierno con acierto, pues cesaron las hostilidades,
y el trabajo renacieron como por encanto.
Habíase conseguido el restablecimiento del orden y la completa
pacificación del territorio, merced al heroico denuedo de nuestros
so!dados, y más que todo a la visible protección de la Providencia Divina, que permitió al fin, después de cruento y rudo batallar y después de cuantas desgracias de todo género había traído
consigo la guerra, que volviera a reinar la tranquilidad y comenzaran en breve a sentirse los benéficos efectos de aquel bien
inestimable.
Mi primer acto, para volver a la vida republicana; para cumplir la palabra oficial solemnemente empeñada en más de un documento público; para ver de satisfacer las infinitas necesidades
creadas por la guerra; para buscar pronta solución a complicadísimos problemas de vital importancia y muy señaladamente para
tener yo a quién dar cuenta de mi conducta como Magistrado,
fue disponer lo necesario para que se verificasen las elecciones
de Senadores y Representantes conforme a las leyes vigentes, y
convocar en seguida el Congreso a sesiones extraordinarias.
Reunióse éste el 20 de julio de 1903.
Anhelaba porque mi administración fuese por lo menos tiempo
de tregua. El país sabe que mis actos en los primeros días en que
estuve encargado del Gobierno, en 1898, tendieron, como siempre,
a la satisfacción de esos anhelos, los que en parte empezaron a
verse realizados.
Dos años después mis esperanzas y mis ilusiones estaban ya
desvanecidas: cuando volví al poder en 1900, había estallado
la guerra entre el Gobierno y sus sostenedores con el partido
liberal; la división era ya demasiado profunda, y no se podía
pensar siquiera en un acuerdo entre los contendientes; ni yo podía hacer otra cosa que someter a los rebeldes, después de que
me hube convencido de la ineficacia de los medios pacíficos para
lograr aquel acuerdo.
Ya que no me era posible hacerme centro de todos los colombianos, dirigí mi esfuerzo a unir las diferentes fracciones del antiguo partido conservador, y declaré pública y solemnemente este
propósito.
Llamé a puestos civiles y militares a ciudadanos de aquellas
diversas fracciones, muchos de los cuales se habían declarado
enemigos políticos míos y de mi Gobierno. Ningún resentimiento,
así como ningún afecto personal, obraron en mi ánimo, como no
han obrado nunca, al hacer la elección de servidores públicos.
y la tranquilidad
241
En tratándose del bien público, he dado al olvido ofensas, ingratitudes y negras deslealtades.
Para terminar lo tocante a mi política de conciliación y de
concordia, haré notar que he sido el único jefe del Estado, después de la implantación del régimen vigente, que ha llamado a
su Ministerio a distinguidos miembros del partido liberal, y esto
a raíz de la revuelta que había ahondado la división y apasionado
los ánimos.
Sin odiar a nadie entré al poder, y de él salgo sin odiar a
nadie. A hacer las precedentes observaciones no me mueve, pues,
en manera alguna, ningún resentimiento, ni mucho menos un
recelo de lo que de mi conducta como Magistrado pueda decirse en adelante: cuento con los fallos favorables de mi conciencia
y de la historia. Todo lo que pudiera inventarse contra mí, ha
sido dicho ya por la prensa, a la cual he dejado la libertad más
absoluta para juzgar mis actos como gobernante. Ni creo que
entre los colombianos pueda haber imitadores del déspota oriental que osó violar las tumbas de los Faraones.
242
EL CONGRESO DE 1903
.•A mi Gobierno se le ha presentado este dilema: o deja que
nuestra soberanía padezca detrimento y renuncia a ciertas ventajas pecuniarias a que, según la opinión de muchos tenemos
derecho, o mantiene rigurosamente nuestra soberanía y reclama
de un modo perentorio la indemnización pecuniaria a que nos
podamos considerar acreedores.
En el primer caso, esto es, en el de consentir en el menoscabo
de nuestra soberanía y en el de no poder aspirar a una cuantiosa
indemnización, si llega a abrirse el canal por Panamá, se satisfarán los justos deseos de los habitantes de ese Departamento y
los de todos los colombianos, exponiéndose el Gobierno a que
luego se le haga el cargo de que no defendió debidamente nuestra
soberanía y el de que sacrificó intereses de la nación.
En el segundo caso, si el canal no se abre por Panamá, se
le increpará al Gobierno el no haber dejado que Colombia consiga ese bien, que es mirado como principio y condición de
nuestro engrandecimiento.
Ya he deiado entender mi deseo de que el canal interoceánico
se abra por territorio nuestro. Pienso que, aun a costa de sacrificios, debemos no oponer obstáculos a tan grandiosa empresa,
así porque esa es una gigantesca mejora material para nuestra
tierra, como P9rque, una vez abierto el canal por los americanos
del norte, estrecharemos y ensancharemos nuestras relaciones con
ellos, con lo que ganarán incalculablemente nuestra industria,
nuestro comercio y nuestra riqueza.
Felizmente para mí, la inmensa responsabilidad que ha de pesar sobre quien decida esta cuestión, toca asumirla al Congreso,
que es quien, en definitiva, ha de aprobar o desaprobar el convenio propuesto por el Gobierno norteamericano." 9
9)
Alocución del 1'1 de enero de 1903.
243
"Honorables Senadores:
La revolución más potente de cuantas han conmovido a nuestro
país ha sido debelada durante mi administración. De ello pudiera yo envanecerme; pero, atribuyendo a la Providencia Divina el triunfo de nuestras armas, sólo tengo que gloriarme de
haber sido escogido por Ella, como humilde instrumento para la
realización de sus designios. La gloria que me pertenece, lo que
me da títulos al aprecio de mis conciudadanos, consiste en que
me haya tocado ejecutar, convocando al Congreso. el acto que
más p3lnablemente hace sentir el retorno a la normalidad legal.
que es la vida de la República.
Entre todos los congresos que se han reunido en esta ciudad
desde el 22 de diciembre de 1810 hasta el presente, ninguno ha
habido a quien la Providencia haya confiado una misión más
alta que la de este año; ninguno llamado a resolver cuestiones
más arduas; ninguno que de una manera más absoluta haya tenido en sus manos la suerte de la patria, que éste que, con inefable satisfacción, veo instalado en esta fecha, que, según es de
esperarse, vendrá a ser una de las más faustas y memorables de
cuantas ha de registrar nuestra historia.
Los primeros Congresos de la Gran Colombia y de la Nueva
Granada tuvieron que crearlo todo en materia de administración
pública; la tarea del presente es más ardua porque. como 10 enseñan la experiencia y la historia, siempre es más difícil reformar
que fundar.
La reforma que más nos urge no es la de determinadas leyes:
con las que nos han regido hemos podido vivir y habríamos prosperado a la sombra de la paz. La reforma necesaria es la de
nuestras costumbres y prácticas políticas; y ésta consiste en que,
adoptándose un camino distinto del que hemos seguido por largos 2ños, nos propongamos todos los que hemos de intervenir
en la cosa pública no dejarnos guiar por sentimientos que no sean
los del más acendrado patriotismo. ¡Que ni intereses personales,
ni intereses de partido, ni intereses de determinada sección de
la República prevalezcan sobre el interés general! iQue ni la
ambición, ni los rencores, ni la memoria de pasados disturbios
agiten los ánimos de aquellos en cuyas manos han puesto su
suerte nuestros compatriotas! ¡Que queden desterradas de entre
nosotros las ruines intrigas, y que las ambiciones mezquinas dejen
lugar en nuestros pechos al anhelo por lo noble, por lo que da
gloria y fama! ¡Que reine aquí esa serenidad que, si es indispensable para el estudio y el manejo de los negocios particulares de
244
un individuo, -lo es desmedidamente más para el estudio y el
manejo de los de una nación entera!
El primero de los bienes que hemos de proponemos alcanzar,
así para afianzar la paz como para entrar en el camino del progreso, es la unión. La concordia y la tolerancia patriótica y cristiana traerán consigo todos los bienes que nos faltan.
Espero que escuchéis con benévola deferencia la voz de un
compatriota vuéstro que ha estado en situación harto propicia
para observar y descubrir las causas de nuestras desventuras y de
nuestra decadencia, y que ya no espera gozar de otra satisfacción que la de ver que para su Patria empiecen a lucir días
serenos, ni ambiciona más que un retiro en que pueda preparar la
cuenta que, acaso muy en breve, ha de rendir ante el Dominador
de los que dominan a las naciones.
Grandes son las esperanzas que en vuestro patriotismo finca
Colombia. Grandes serán vuestros merecimientos y muy señalado
será el lugar ocupado por vuestros nombres en la historia, si
dejáis colmadas aquellas esperanzas. Si ellas no quedan frustradas. este Congreso. con más razón que el de 1830, será apellidado
el Congreso admirable. 10
Una de las mayores necesidades era la de que la legislatura
nacional se formara y se reuniera; pero a esa necesidad no pudo
atenderse durante la guerra, porque muchos de los municipios
de la República estaban ocupados, unos de continuo y otros a
breves intervalos. por fuerzas rebeldes, sin que en ellos pudiesen
permanecer ni funcionar autoridades legítimas.
Facultado estaba yo para convocar un Congreso a sesiones
extraordinarias; pero ni había Diputados elegidos para la Cámara
de Representantes, ni el número de Senadores estaba completo.
Siendo tales las circunstancias, resolví, no bien cesaron o se hicieron insignificantes los combates, disponer que se procediese
a verificar las elecciones para miembros de las asambleas departamentales y para representantes, señalando para cada uno
de los actos prescritos por las leyes electorales, fecha diferente
de la fijada por ellas.
Al hacerlo me movió la consideración de que el Congreso que
debiera su existencia a aquella disposición, no podría dejar de
aprobarla, y la de que la cuestión relativa a la apertura de un
canal interoceánico por el istmo de Panamá exigía solución más
pronta que la que pudiera dársele en el Congreso que debe re10)
Discurso del sefior Marroquín al instalar el Senado de 1903.
245
unirse el 20 de julio de 1904. Hasta era posible que el diferir
la resolución que el Gobierno de los Estados Umdos esperaba
del de Colombia equivahera a desechar detinitivamente el proyecto de contrato.
Ni habna podido yo dejar convocar el Congreso, habiéndolo
ofrecido en varias ocasiones solemnes y en documentos importantes, y habiéndose contraído el propio compromiso a nombre mío,
por agentes tan autorizados y respetables como los que firmaron
las capitulaciones al fin de la guerra.
Al mismo tiempo que he esperado que la Legislatura, en las
sesiones de este año, resuelva esa cuestión, he deseado y esperado
también que resuelva otras de suprema importancia, y que dicte
providencias que remedien los intinitos males ocasionados por la
última guerra y que preparen y abran para Colombia una era de
engrandecimiento, de bienestar y de sosiego.
El Ministro de Relaciones Exteriores os presentará el proyecto
de convenio propuesto por el Gobierno de los Estados Unidos
de América, os expondrá los antecedentes y dará las explicaciones
que, en orden al convenio sobre el Canal, puedan parecer interesantes.
Creo inoficioso manifestaros que, una vez que he dejado recaer
sobre vosotros toda la responsabilidad que trae consigo la decisión
sobre este asunto, no pretendo hacer pesar mi opinión acerca de
él. Siempre que he dado instrucciones a nuestros representantes
en Washington, les he ordenado que expresen terminantemente
mi resolución de someter el estudio y la decisión de este gravísimo asunto, en su esencia y en sus detalles, al Supremo Congreso." 11
11)
Fragmento del Mensaje al Congreso. de 1903.
MANIFIESTO DEL GOBIERNO A LA NACION
EL 1Q DE NOVIEMBRE DE 1903, AL
CLAUSURARSE EL CONGRESO
"En medio de una guerra civil cuyos efectos se sienten todavía,
se inició la actual admillistración, con el cuantioso legado de necesidades que le dejaron las anteriores, aumentado por las naturales exigencias de aquella honda perturbación del orden público.
En aquel crítico estado de descomposición, cuando los colombianos esperaban de la acción del Gobierno el remedio para los
males que sobre ellos pesaban, el Jefe del Ejecutivo procuró sin
demora la cesación de todo procedimiento personal contra sus
enemigos del día anterior; hizo el llamamiento del pueblo a
elecciones; devolvió a la prensa la más completa libertad; restituyó a los colombianos el ejercicio de los derechos y garantías
que la Constitución y las leyes les otorgan; declaró inmediatamente que fue oportuno, el restablecimiento del orden público;
determinó la reunión del Congreso, y, en una palabra, puso
cuanto estaba de su parte, aun a riesgo de darles armas a los
conspiradores, porque imperaran en el país la Constitución y
las leyes y se hiciera efectiva la inviolabilidad del derecho.
La palabra oficial empeñada en ocasión solemne, el deseo
manifestado por la opinión pública de que se volviera a la normalidad y se expidieran actos legislativos que procurasen algún
bienestar al país, las grandes necesidades creadas en todos los
ramos por la guerra civil, y el anhelo vehemente de procurarse
en la representación nacional un colaborador activo y eficaz,
tales fueron los móviles que obraron en el ánimo del Gobierno
para hacer la convocación del Congreso a las sesiones extraordinarias que acaban de clausurarse.
Al hacer aquel llamamiento se abrigaban por parte del ejecutivo fundadas esperanzas de que tan sólo el sentimiento patrio
y el espíritu de concordia ante las necesidades generales, presidirían a las deliberaciones del cuerpo legislativo, y que su iabor,
si no conseguía remediar todos los males y dar provechosa solución a todos los problemas, sí traería consigo algún bien para
la nación y un poco de desahogo al Gobierno para el desempeño
de sus funciones. Aquellas esperanzas, vivamente manifestadas
en el acto de la instalación de las cámaras, y el llamamiento a
la unión de todos para la obra común de reparación, no eran la
expresión de las personales aspiraciones de un jefe de partido ni
del deseo de darle lustre a una administración cuyo período
constitucional estaba próximo a expirar: eran la manifestación
de los deseos de los colombianos que aspiraban a disfrutar en
medio de la paz del goce efectivo de todos sus derechos, bajo
el amparo de leyes protectoras y adecuadas a las necesidades
actuales.
Hoy el cuerpo legislativo, cuya reunión despertó tan vivo
interés en el ánimo de todos, acaba de dar por terminadas sus
labores.
El asunto de mayor importancia, el único si se quiere, entre
los que determinaron la reunión del Congreso era el tratado
para la apertura del canal interoceánico, que fue sometido a su
consideración en los primeros días de las sesiones. El Senado,
después de debates en que se hizo sentir demasiado el espíritu
de oposición al jefe del Gobierno, negó su aprobación al tratado,
y determinó que una comisión de tres de sus miembros, consultando en lo posible la opinión de la otra cámara, estudiase la
manera de satisfacer el anhelo del pueblo colombiano tocante
a la excavación del canaL en armonía con los intereses nacionales
y el respeto a la legalidad.
Como la reunión de las dos comisiones no produjera resultado
alguno, la del Senado presentó un proyecto de ley 'por el cual
se ratifica una improbación y se dan autorizaciones al ejecutivo
para la apertura del canal interoceánico'. Aprobado este proyecto
en primer debate, pasó al estudio de una nueva comisión. y
ésta lo devolvió con un informe en que manifestaba que dicha
ley no era constitucionaL y que, además, era inconveniente. innecesaria y prematura. Observó que, como punto fundamentaL
debía decidir el Congreso previamente sobre la validez de la
prórroga concedida a la compañía nueva del canal en 1900.
Concluía el informe de la comisión pidiendo la suspensión indefinida del proyecto de ley de autorizaciones y presentando
uno nupvo aprobatorio de la citada prórroga.
Acogió el Senado la resolución con que terminaba el informe,
y resolvió. en con~cuencia.
susnender indefinidamente el meno
cionado proyecto de autorizaciones.
248
Quedó, pues, ampliamente discutido y definitivamente resuelto en el Congreso el asunto principal que motivó su convocación, o sea lo relativo al tratado sobre construcción del canal
interoceánico.
Sin embargo, siendo de vital interés para la República, y
especialmente para el Departamento de Panamá, la apertura del
cana!, se comunicaron a nuestro encargado de negocios en
Washington las decisiones del Senado, con el fin de que las participara al gobierno de los Estados Unidos. Se le instruyó para
manifestarle que el de Colombia, atendidos los conceptos del
Congreso que acaba de cerrar sus sesiones y la opinión nacional.
aiustarÍa nuevas negociaciones sobre bases que juzga serán aceptables por el próximo Congreso; de suerte que si el Gobierno
norteamericano persiste en el propósito de abrir el canal, lo
cual es de presumirse porque nada ha dicho ni ejecutado en
sentido contrario. es de esperarse que la magna obra sea al fin
llevada a cabo por territorio colombiano.
Es de lamentarse que el Senado de la República, posponiendo
los intereses generales a conveniencias políticas de carácter accidental y transitorio. haya tratado aquellos asuntos de mayor
importancia para el país, no ya en su fondo ni desde el punto
de vista de la conveniencia nacional, sino en sus relaciones con la
persona del Jefe del Ejecutivo, o la de sus agentes inmediatos:'
249
DOS CARTAS
HI5TORICA5
RENUNCIA DE DOS MINISTROS
y
CONTESTACION
DEL
VICEPRESIDENTE DE LA REPUBLICA
1
BOGOTA
Imprenta Nacional
1903
1) En estos días se ha hablado mucho de la presidencia del señor Marroquin. Reproducimos un curioso folleto, que es hoy auténtica curiosidad
bibliográfica. (Nota inserta en el "Boletín de Historia y Antigüedades".)
RENUNCIA DE DOS MINISTROS
Excelentísimo señor Vicepresidente de la República, encargado
del poder ejecutivo;
Señor doctor Luis Carlos Rico, Ministro de Relaciones Exteriores;
Señor doctor David Pontón, Subsecretario encargado del despacho de Hacienda;
Señor General D. Alfredo Vásquez Cobo, Ministro de Guerra;
Señor doctor D. Francisco Mendoza Pérez, Ministro del Tesoro, encargado del despacho de Gobierno.
Presentes.
Al hacer la siguiente, honrada y leal exposición, creemos cumplir con un deber sagrado, que nos impone nuestro carácter de
ministros del despacho.
Juzgamos nosotros que la situación actual es de la más alarmante gravedad, y que ha llegado el momento de que el Gobierno adopte medidas supremas, de las cuales pende la suerte
de las instituciones y el porvenir de la República.
No bien terminada la más sangrienta, la más pertinaz y más
bárbara de cuantas revoluciones han azotado nación alguna del
continente americano; humeantes todavía las charcas de sangre,
y cuando blanquean insepultos en los campamentos los huesos
de cien mil colombianos; cuando no se han enjugado las lágrimas de tantos hogares sumidos en la orfandad y la miseria;
cuando el país apenas comienza a creer que la paz no es un
ensueño irrealizable; cuando el hambre y las epidemias, en sus
más variadas y horripilantes formas, diezman las poblaciones y
les recuerdan que no en vano pasó por ellas el carro de la
Restauración Liberal, asoma ya entre el tumulto una nueva revolución, más formidable, si cabe, y de peores caracteres que
esa otra cuyos resultados comenzaron a recoger.
No oarece sino que el eterno enemigo encuentra ya demasiado larga la tregua Que le olu!!ó concedernos, y quiere vengarse
de que hayamos osado aprovecharla.
255
Demasiado pronto pasan en estos pueblos las impresiones; y
cuando era tiempo de que, amaestrados por la desgracia, los
ciudadanos se aplicaran de consuno a extirpar las raíces de
tantas desventuras y a levantar diques contra la anarquía, han
ido rompiendo filas, oponiendo círculo a círculo, clamando por
no se qué libertades y garantías, acumulando combustibles para
el próximo incendio, y socavando los restos del combatido y ya
tambaleante edificio de la autoridad social.
Los vociferadores frenéticos son aplaudidos como apóstoles
del derecho; los verdugos de ayer, todavía teñidos con la sangre
de nuestros hermanos y cubiertos con los despojos del robo, se
hacen pasar por víctimas indefensas; los hombres que pugnan
por refrenar el desorden son maldecidos como tiranos y puestos
en el catálogo de los déspotas.
Empleados del ramo judicial, olvidados de que tienen a su
cargo el depósito de las leyes y la misión de hacer respetar y
cumplir las providencias emanadas de la autoridad legítima para
el bien común, han sido los primeros en lanzar el grito de
rebelión, desconociendo la fuerza obligatoria de los decretos
legislativos y de otras disposiciones encaminadas sólo a afianzar
el poder público y a dar a la sociedad las necesarias garantías.
Internretando la Constitución de manera judaica y servil, con
esníritu idólatra del texto muerto, se quiere estrechar más y
más la esfera de acción del Gobierno, como si éste fuera el enemil!o a quien hay que combatir y maniatar a todo trance,
privándolo de aquellos recursos que el derecho natural y la
misma Constitución ponen en sus manos para que, reprimiendo las pasiones turbulentas y sofocando todo conato de revuelta.
cumpla con su misión primordial, que consiste en dar seguridad
a los asociados.
Pretender que en una época de absoluta anormalidad. cuando
todo está desquiciado y confundido, cuando todo tiembla ante
la perspectiva de nuevas e inminentes catástrofes, se aplique
la ley normal, la regla ordinaria, es contrario a la razón y a
la justicia, y pretensión explicable sólo en quienes han vinculado a los trastornos sociales sus esperanzas de medro y sus
ambiciones de poderío.
La revolución entiende de manera tal la división y el equilibrio
de los poderes públicos, y deriva de ese concepto consecuencias
tales, que el decantado equilibrio no viene a ser sino una pugna
permanente, una perturbación sistemática, un método sencillo
y eficaz para llegar al desideratum socialista: la menor suma
256
posible de poder y la mayor suma posible de libertades abso·
lutas, santas, inalienables e imprescriptibles.
Entendemos nosotros que, siendo los poderes públicos cuerpos
donde se encarna y medios por donde se manifiesta la autoridad,
y siendo ésta una en su principio y una en su fin, cual es la
armonía social, el equilibrio de tales poderes, lejos de consistir
en la oposición y de engendrar trastornos ha de estribar en el
orden y traducirse en apoyo recíproco, mayormente cuando
pasiones desaforadas sacuden los espíritus poniendo en peligro
la existencia misma de la sociedad.
Que la división de los poderes sea una necesidad y una garantía, es punto que no controvertimos; seguramente la independencia de carácter es una de las más nobles prendas del
hombre, y la primera virtud de un magistrado; pero ampararse
con la inviolabilidad de la ley para soltar tempestades sobre el
mecanismo de las instituciones, no es señal de entereza de ánimo
ni es consecuente, ni patriótico; investir de autoridad a los que
acaban de rebelarse contra ella, a los que con la doctrina o con
las obras zapan los fundamentos de la autoridad y del Gobierno,
es repugnante contrasentido; someter a los pueblos a ser juzgados
por los que ayer no más los asolaban y enhambrecían, es someterlos a prueba excesiva, acaso temeraria, que presupone en
quienes hayan de soportar una educación exquisita, sentimientos
nada vulgares y virtudes muy sólidas, virtudes que, por desdicha,
no suelen ser comunes; convertir a los matadores, a los verdugos,
en jueces de las víctimas, es una iniquidad, es una infamia.
Mientras esto pasa en la esfera judicial, la prensa incendiaria
azuza a la lucha y arroja entre los poderes que ya juzga desavenidos, nuevos elementos de discordia, estimulando la soberbia
levantisca y todo linaje de pasiones inquietas, que en ánimos
juveniles arden por manifestarse en actos de sonora independencia y melodramática altivez republicana.
Ha sido y sigue siendo imposible declarar restablecido el orden
público; semejante declaratoria sería una necia falsedad; entra·
ñaría la afirmación de un hecho que en realidad no existe; lejos
de hallarse restablecido, el orden público se halla hoy hondamente perturbado, a lo cual contribuyen intrincados problemas
de diverso género que ciertas ambiciones políticas y el espíritu
revolucionario procuran enmarañar hasta lo infinito. Y cuando
el orden público no se halla restablecido, la prensa, no ya libre,
sino licenciosa y atrevida, lanza toda suerte de denuestos y
provocaciones al Gobierno y se entrega con increíble audacia a
257
propagar las mismas doctrinas disociadoras que han llevado a
Colombia a tan deplorable situación de abatimiento. Hombres
cuyos sentimientos humanitarios son para muchos algo como un
problema, y que ejerciendo el poder salieron resueltamente del
carril de la legalidad estricta, y aun hollaron más de una vez
las leyes por móviles ni caritativos ni justicieros, alzan la bandera
de la más escrupulosa legalidad, así como en los días de mayor
consternación y peligro, cuando por una parte se robaba y asesinaba y por otra se combatía contra el asesinato y el robo,
pusieron el grito en el cielo abogando por los criminales, sin
perjuicio de tocar la flauta, more neroniano, y de reír a carcajadas ante el incendio que contribuyeron a prender.
En plena revolución, y cuando el liberalismo afrentaba al país
con todas las traiciones y todas las felonías, hemos oído proclamar en ciertas profesiones de fe las libertades absolutas, principio y germen de todas nuestras desdichas; hemos oído predicar
que el poder apenas debe conservarse como símbolo y a manera
de incómoda antigualla.
Al propio tiempo, los cabecillas revolucionarios, los autores
de tantos males, jactándose de su impunidad y escudados con
aquella clemencia criminal, impasibles ante los sollozos de los
huérfanos y ante la justa indignación de nuestros héroes vencedores, se pasean osadamente por la capital, recorren de un extremo a otro la República, afanados en aumentar los caudales
atesorados en medio de la matanza, y, viendo cuán ilimitada es
la clemencia y cuán lucrativa aquella sangrienta granjería, se
perciben, no ya en la sombra ni en parajes desiertos, sino en
la capital y a la luz meridiana, para nuevas depredaciones que
serán ocasión de nuevas benignidades.
El crimen, el enorme crimen de la guerra, no sólo ha quedado impune, sino que ha puesto a sus autores en las más
apetecibles condiciones.
Espectáculo vergonzoso no puede menos de entristecer y consternar a los hombres honrados, ni de sumir en el más profundo
desconcierto al partido conservador, que no ha recogido en
forma ninguna el fruto de tantos esfuerzos y de tantos sacrificios,
y que al regresar del campo de sus victorias, halla al enemigo,
al vencido de ayer, impune, insolente y listo para la próxima
contienda.
Creemos que arrancar el país al abismo de escándalos y miserias en que agoniza, es obra de extraordinaria energía. de
inquebrantable perseverancia, de solicitud infatigable, de abne258
gación que llegue hasta el sacrificio; solicitud y abnegación, perseverancia y energía que no es potestativo de los gobernantes
emplear o no emplear, sino que constituyen deber esencialísimo,
obligación sagrada, de cuyo cumplimiento pedirán estrecha cuenta Dios, la República y la historia.
El poder no es una alegoría, diga lo que quiera la revolución,
ni es tampoco una dádiva graciosa ni una investidura honorífica;
es una carga que impone Dios, interviniendo legítimamente la
comunidad, y que lleva consigo tremendas responsabilidades.
No en vano se ha establecido la autoridad entre los hombres; ni
en vano es el gobernante árbitro de los destinos de una nación;
no en vano ciñe el poder la espada. A grandes males es forzoso
aplicar grandes remedios; y la nación colombiana cansada de
utopías y de teorías ampulosas, empobrecida y desangrada,
cubierta de harapos y de afrentas, reducida a los extremos de
la desesperación, pide clamorosamente, pide con perfecto derecho y espera por instantes, el remedio supremo; remedio que
consiste en el ejercicio de un poder. tan honrado como fuerte,
fuerte por la justicia, fuerte por la energía y por la inquebrantable fe con que ha de hacer cumplir sus decisiones.
Si alguna enseñanza suministra la historia, que acostumbra
darlas tan elocuentes, aunque a veces y por dl'sdicha tan mal
aprovechadas, esa enseñanza es que la revolución nunca se ha
parado en el camino de las concesiones; la de que echando por
ese camino no hay poder que no se haya derrumbado, y la de
que ninguna nación llegó a consolidarse firmemente y a engrandecerse sino mediante la disciplina de una educación severa,
vil!OTosa y renresiva.
El liberalismo (y no parece que forman en él no sólo quienes
se llaman liberales sino cuantos profesan las ideas constitutivas
de ese sistema, sea cual fuere el nombre con que se disfracen)
es por su esen6a revolucionario, es la revolución misma, es "mal
sustancial", según la expresión de una víctima ilustre. Si toda
su historia de atentados no fuera bastante a demostrar su índole
y sus tendencias. tres años y medio de lucha, la más encarnizada
y nertinaz. probarían hasta la saciedad que es imuosible reprimirlo de otra manera que por medio de la fuerza. Tales son,
exnuestas con la convicción más profunda. las ideas que profesamos acerca de la situarión actual de la Reuública y de los
medios necesarios para rpmediarla. ('omo consecuencia. y vi·
ni"ndo a con"lusiones prá"ticas. Tlrol"onemos con todo resueto
a V. E. y a VV. SS. h ado"'ción de las si!mientes medidas. que
nosotros estimamos indispensables y urgentes:
259
1\l. Aplicación inflexible de los decretos relativos al ramo judicial, y expedición de algunos otros que repriman las tendencias subversivas de ciertos empleados de dicho ramo.
2\1 Inmediato, ejemplar castigo de todos aquellos individuos
que en cualquier torma aparezcan complicados en planes revolucionarios.
3\1 Suspensión inmediata de todas las hojas periódicas particulares.
4l;l Cumplimiento perseverante del plan fiscal adoptado.
5l;l Abstención completa de contratar en cualquier caso que
no tenga por mira el beneficio indudable del erario y del servicio público.
M Adopción de todas las medidas posibles contra el agio,
contra el estancamiento de los víveres, y, en general, contra
aquellos sistemas de especulación injusta que mantienen la sociedad en excitación y penuria, y
7l;l Nombramientos de gobernadores en ciudades que se hallen
en esta corriente de ideas y estén dispuestos a secundarlas y
hacerlas prácticas.
Si el programa que acabamos de exponer y las medidas enunciadas lograren aceptación, continuaremos prestando con el celo
de siempre nuestros modestos y desinteresados servicios como
miembros del Gobierno; si así no fuere, presentamos, Excmo.
Sr. Vicepresidente, formal e irrevocable renuncia de las carteras
que se nos han confiado, lo que no hacemos sin dar expresivos
agradecimientos por el honor que se nos ha dispensado, y al
cual hemos correspondido en la medida de nuestras fuerzas.
Somos de V. E. y de VV. SS. muy obsecuentes servidores y
compatriotas,
Aristides Fernández, Ministro de Gobierno, encargado del despacho de Hacienda.
José Joaquín Casas, Ministro de Instrucción Pública.
Bogotá, 17 de mayo de 1903.
260
CONTESTACION DEL VICEPRESIDENTE
DE LA REPUBLICA
Bogotá, 17 de mayo de 1903
Señores General D. Aristides Fernández y doctor D. José
Joaquín Casas.
Muy estimados señores y amigos:
Los señores Ministros Mendoza Pérez, Rico y Vásquez Cobo,
el señor subsecretario de Hacienda, Pontón, y yo, recibimos la
importante carta de ustedes, fecha 10 del corriente.
Con el asentimiento y aprobación de dichos señores doy a
ustedes la presente contestación.
Refiriéndome en general al conjunto de las opiniones expuestas
por ustedes respecto de medidas que haya de dictar el Gobierno
en vista de la situación presente, diré a ustedes que la adopción
de las más de las medidas propuestas equivaldría a una declaración de que el jefe del Gobierno asume la dictadura.
Aparte de que tal declaración entrañaría una violación del
juramento que presté al posesionarme de la Vicepresidencia, yo
me abstendría de hacerla, considerando que ella traería consigo
perturbaciones más hondas y resultados más duraderos que
todos los males que con ella se trataría de remediar.
Tres dictaduras son las que registra nuestra historia; alcancé
a observar algo de lo que resultó de la primera, y vi muy cerca
lo que fueron las otras dos. En la primera no pudo sostenerse
todo un Bolívar, y ella suministró a los primeros liberales de
nuestro país armas poderosas. Mosquera y Melo se declararon
dictadores, contando (como yo contaría ahora si me propusiera
imitarlos) con el apoyo de las bayonetas, y ambos sucumbieron.
Conozco mucho a mis paisanos, por haber vivido setenta años
observándolos con la serenidad propia de quien no se mezcla
263
en sus contiendas políticas; y abrigo la plena certidumbre de que
en ningún caso tolerarían una dictadura. La mía daria motivo
para un nuevo alzamiento; y sería una bandera alrededor de la
cual se reunirían muchas de las agrupaciones políticas que ahora
están desunidas. Y es inútil tratar de probar que una nueva guerra
intestina, cualquiera que fuese su resultado final, acabaría de
postrar y aniquilar a Colombia.
Si nuestras frecuentes revoluciones hacen formar de nuestro
pueblo y de nuestro Gobierno en los paises extranjeros un concepto desfavorable, y nos privan en ellos del crédito que con
tanta urgencia necesitamos, una dictadura que ahora apareciera
nos acabaría de privar de él, y haría mirar a nuestro Gobierno
como el menos estable y el menos digno de tratar con los
gobiernos, con los establecimientos de crédito y con los capitalistas extranjeros.
Pasando ahora a tratar en particular de los puntos propuestos
por ustedes, les diré que la colisión entre el poder ejecutivo y
el judicial es ciertamente cosa tal vez la más grave y delicada
que se ha presentado en mi Gobierno; pero que el allanarla por
medios violentos sería desconocer el espíritu de nuestras instituciones y traería inmediatamente, o a la larga, consecuencias
más funestas que las que vendrían del empleo de medidas de
naturaleza contraria. Habiendo sido ya reconocida en diferentes
actos por la Corte Suprema, y por otras autoridades del ramo
judicial, la validez de los decretos de carácter legislativo, espero
poder poner en armonía las aspiraciones de ciertos empleados
de dicho ramo con los derechos del poder ejecutivo y con la
necesidad, hoy tan imperiosa, de sostenerlos.
Proceder contra los que fueron rebeldes, sin tener pruebas
concluyentes de que conspiran, es quebrantar la solemne promesa hecha por el Gobierno, de conceder plenas garantías a los
que depusieron las armas. Yo preferiría ver otra vez encendida
la guerra a ver calificada de pérfida mi conducta. Yo pasaría
no sólo a los ojos de mis compatriotas, sino a los de las naciones extrañas, como un hombre sin fe ni conciencia. Además,
procediendo contra unos pocos de los que fueron cabecillas de
fuerzas rebeldes, se les daría a los demás plausible pretexto para
volver a alzarse. Por último, con la falta de cumplimiento de
las promesas hechas, quedaría ineludiblemente establecido que
una guerra intestina no podría determinarse entre nosotros sino
264
con el exterminio total de una de las partes contendientes. Si
un Gobierno que ha sido tan general y tan justamente reconocido
como honrado viólase sus más solemnes promesas, ¿qué partido
de los que pueden en lo futuro pelear por el poder depondría
las armas fiándose en ofrecimientos hechos por su contendor?
Si yo me creyese con derecho a quebrantar los que se hicieron
en nombre mío, no me atrevería aún a hacer quedar como
felones a los beneméritos servidores públicos que hicieron y
firmaron los convenios de paz.
. Tan convencido estoy, como lo están ustedes,. <le que las impresiones y los resultados que ha .dejado la guerra intestina
últim::lmente terminada, y la circunstancia de haber sus autores
hecho profanar nuestro suelo por enemigos . extr~njeros, hacen
indispensables las medidas más rigurosas .contra. los que pretendan encenderla de nuevo. A tomadas está resuelto mi Gobierno;
pero también está convencido de que hay procedimientos permitidos por las leyes, bastantes para reprimir un nuevo alzamiento.
Respecto d,~ la prensa, el Gobierno no considera deber hacer
otra cosa que someter los periódicos a previa censura. Esto
equivale. en cuanto a los efectos, a la suspensión de todos ellos.
y no ofende tan gravemente a los que; con miras patrióticas,
pretenden manifestar al público sus opiniones. El Gobierno necesita defenderse de los cargos que se le hacen no sólo por la
prensa, sino en convers(l.ciones privad(l.s; necesita desmentir las
falsas noticias que se hacen circular acerca de sus actos; necesita
muchas veces explicar los motivos de sus procedimientos. Para
esto tiene que permitir que subsistan los periódicos amigos
suyos; y sería repugnante y poco noble reservarse el derecho de
hablar y negarles el de contestar a los que crean que pueden
hacerlo.
El plan fiscal se sostendrá en cuanto al aumento de contribuciones, y en cuanto a lo que se ha ordenado relativo a Jos
gastos que se han dejado a cargo de los departamentos. Si se
juzga conveniente o indispensable se crearán otros imouestos y
se introducirán reformas parciales en 10 que ya está decretado.
cuando sea manifiesta la necesidad de tales reformas.
A lo que ustedes exponen, relativo a contratos. nada hay
que objetar.
Contra los especuladores y agiotistas, nada puede hacer la
autoridad que no produzca efectos desastrosos. La experiencia
265
hecha por el Gobierno en estos últimos años lo patentiza bien.
Lo único que puede hacerse para evitar ciertos abusos, es hacer
cumplir las disposiciones legales dictadas para impedir monopolios. Uno de ustedes ha ocupado por bastante tiempo puestos
importantes en el Gobierno; ha conocido las dificultades que
se presentan para impedir el agio y las especulaciones perjudiciales al público y al Gobierno, y no ha propuesto las medidas
que ahora recomendaría.
La conducta de los actuales gobernadores de los departamentos no los hace acreedores a una remoción. Yo no se la haría
sufrir sino a aquel a quien se acusase de graves faltas, siempre
que estas se probaran de manera inconcusa.
Siento en el alma que mis opiniones en cuanto a los más
de los puntos tratados difieran de las de ustedes. Ustedes han
visto siémpre cuanta ha sido mi deferencia por las suyas, y
que en mil ocasiones éstas han prevalecido sobre las mías.
Sólo el sentimiento del deber y la luz que me ha dado mi
larga experiencia, han podido obligarme ahora a apartarme de
su modo de pensar.
No olvidaré nunca, ni nunca dejaré de reconocer que la feliz
terminación de nuestra última guerra se debió casi exclusivamente a la habilidad con que uno de ustedes, aprovechándose
del valor y la decisión de nuestros jefes militares y de nuestros
soldados, redujo a nuestros adversarios a solicitar la paz.
Tampoco olvidaré nunca ni dejarán de ser motivo de gratitud
para mí los servicios que en el Ministerio de Instrucción Pública
han sido prestados a mi Gobierno por el agente suyo que, lleno
del espíritu que ha animado siempre a mi partido, ha sostenido,
solícita y constantemente, sus principios y ha dado impulso al
ramo de la administración que le ha estado encomendado.
Las pruebas de adhesión a mi persona y a la causa en cuyo
sostenimiento hemos trabajado juntos, que ustedes me han dado
por mucho tiempo, me hacen confiar en que ustedes al dirigirme
su carta, no han sido movidos por otros sentimientos que el del
amor más entrañable a esa misma causa y por el vivo deseo de
que mi Gobierno y nuestras instituciones se afirmen más y más.
La parte perversa y murmuradora del público, y acaso algunos
individuos interesados en dividir los ánimos y sembrar la discordia, harán malignos comentarios acerca del paso que ustedes
han dado al dirigirme la carta a que me estoy refiriendo, y a
la exposición que yo les hago de opiniones diversas de las suyas
266
Por fortuna ustedes me conocen bien y vivirán convencidos de
que ni ocultas miras políticas ni deseos de privarme de sus
servicios han podido obrar en mi ánimo.
Cuento con que si ustedes se separan de los empleos que tan
a satisfacción mía han estado desempeñando, he de seguir teniéndolos a ustedes por amigos y cooperadores en la difícil tarea
que está a mi cargo.
Quedo de ustedes afectísimo amigo y estimador,
José Manuel Marroquín
267
HISTORIA DE LA
NEGOCIACION DEL CANAL
y DE LA INSURRECCION
SEPARATISTA DEL ISTMO
l
1) Este escrito hace íntegramente parte del "Mensaje que el Vicepresidente de la República, encargado del poder ejecutivo, dirige al Con¡reso Nacional en sus sesiones ordinarias de 1904". el cual contiene
mayores adiciones. - Nota del Jl:.
Propóngome no sólo dar cuenta de mis procedimientos como
supremo magistrado, sino también dejar consignados los antecedentes y los datos de que la historia y la posteridad habrán de
necesitar para juzgarme y para formar justa idea de los acontecimientos que han afectado a mi Gobierno y en que él ha
tenido parte.
Me veo, pues, obligado, para cumplir mi propósito, a hacer
mención de no pocos hechos y circunstancias que los precedieron
y que explican mi conducta pública durante los seis últimos años.
Todo en este sexenio en Colombia ha sido anormal e imprevisto; han dejado de reunirse dos legislaturas ordinarias; no sólo
no he podido llevar a cabo los patrióticos pensamientos que me
ocupaban cuando por primera vez me encargué del mando supremo, sino que tampoco me ha sido dable hacer más que
tratar de evitar males y desgracias, o escoger entre desgracias y
males inevitables, los menos graves y dolorosos.
273
MISION DEL DR. CARLOS MARTINEZ SILVA
Poco tiempo después de encargarme por segunda vez del poder
ejecutivo, en medio de las agitaciones y conflictos, y en tanto
que se esforzaba el Gobierno por sofocar la revolución, no pude
permanecer extraño a los ecos que venían del exterior y que
revelaban el anhelo del pueblo americano de que el Gobierno
de esa república llevase a término la construcción de un canal
entre los dos océanos. Al propio tiempo en Colombia, y espe·
cialmente en Panamá, todos los hombres que veían con interés
los asuntos internacionales, exigían que el Gobierno, en aquel
momento supremo, no permaneciese indiferente a un asunto en
que estaba directamente interesada nuestra patria. La abstención
de mi Gobierno habría sin duda levantado quejas por medio
de los habitantes del istmo, a quienes Colombia siempre miró
con particular deferencia, y que solicitaban ahincadamente el
que no se ahorrara esfuerzo por mi Gobierno para inclinar la
opinión de los Estados Unidos en favor de la vía de Panamá.
En tal virtud determiné que una persona de reconocida competencia se trasladara a Washington con el carácter de representante de Colombia. Se escogió para este delicado cargo al
ilustrado y patriota doctor Carlos Martínez Silva, que desem·
peñaba por aquel entonces la cartera de Relaciones Exteriores.
Las instrucciones que se le dieron en enero de 1901 miraban
principalmente a los siguientes puntos: debía el comisionado
obtener y comunicar todos los informes necesarios para que mi
Gobierno y la opinión pública en Colombia pudieran considerar
el asunto en sus diversas fases y resolverlo con las m"yores
ventajas. Encarecíase igualmente al comisionado que no omitiese
esfuerzo para demostrar de una manera evidente las ventaias de
P8namá sobre cualquiera otra vía proyectada, y particularmente
sobre la vía de Nicaragua, que en aquellos momentos presentaba
una seria competencia a la vía colombiana.
Previne, sí. al enviado extraordinario, tanto de palabra como
por escrito, que dado el doble carácter de que iba investido y
275
lo delicado del asunto, se abstuviera de hacer promesas aun
cuando lUera ad re¡erendum y que en todo punto de alguna
gravedad dIera aviso al Gobierno, con el lin de que pudiera proceder en tales casos con especiales y previas autorizaciones.
No bien llegó nuestro Ministro a territorio norteamericano
comunicó que allí la opinión publica estaba decidida en favor de
Nicaragua; que el inlorme de la comisión ístmica optaba definitivamente en favor de aquella vía, a pesar de que reconocía
el hecho de ser ella más diüdl y costosa. Por último, nuestro
agente imormaba que en la prensa, y el Senado prevalecía la
opmión de que "el canal debía abrirse con caplLal amencano, en
terreno americano y con dirección americana".
Coincidió la llegada del doctor Martínez Silva con el grave
incio¡;nte diplOmático de los preliminares de la abrogación del
tratado, Clayton-Bulwer, lo cual tenia para nuestro país doble
importancIa: por una parte se permitía a los Estados Unidos
hacer un canal propio por Nicaragua, y en tal virtud la competencia por aquella vía se hacía aún más seria y temible; por
otra parte, y esLO era aún más grave, se rompían ,los diques
puestos a lo que se ha llamado el imperialismo americano, y el
Gobierno de los Estados Unidos podría arrojarse a ejercitar su
soberanía sobre el campo centroamericano, contando con la
tolerancia o la aquiescencia de los gobiernos europeos. En este
caso todas las pruebas que se adujeran en favor de Panamá, si
por una, parte era motivo de esperanza, encerraban también, por
otra, serias amenazas y peligros. El engrandecimiento de aquella
república, sus ambiciones desmedidas, sus ímpetus de conquista,
y ya sin el freno del tratado que se abrogaba, hacían surgir
de pronto el peligro americano.
El doctor Martínez Silva, en sus informes posteriores, se manifestaba optimista y desechaba la idea de que Inglaterra pudiera consentir en la abrogación total del tratado Clayton-Bulwer.
que tantas ventajas presentaba para ella; pero aquellas esperanzas de nuestro Ministro quedaron desvanecidas cuando se ratificó el tratado denominado Hay-Pauncefote, y aquel cambiaba
la faz de la cuestión y hacía la situación para el Gobierno en
extremo oscura, delicada y compleja: la acción y la inacción presentaban igualmente grandes problemas y motivos de zozobra.
El 28 de febrero informaba nuestro Ministro que la situación
mejoraba porque el Senado, que estuvo a punto de votar el
Bill Hepburn, había cerrado sus sesiones, sin votar esa ley, que
obligaba al Gobierno americano a optar definitivamente por la
276
vía de Nicaragua. Al propio tiempo el señor Martínez Silva recomendaba que se estudiara aquí la validez de la última prórroga concedida a la nueva Compañía del Canal, pues en concepto de nuestro Ministro el decreto legislativo que autorizó esa
prórroga no se apoyó en ninguna ley de autorizaciones, ni era
de los asuntos que, según la Constitución, pueden ser materia
de decretos legislativos; y confiaba él en que si esto se deter~
minaba, podría obtener extraordinarias ventajas.
Las esperanzas de nuestro Ministro iban en aumento, corrio
lo revela su nota de 22 de marzo, en que decía: "De todos
modos no queda en pie sino la ruta de Panamá, y como esta ha
sido declarada por la misma comisión americana, en el punto
de vista técnico, la más barata, la más corta y la que tenía
menos curvas y esclusas, la atención pública habrá de concretarse
a ella." Esas palabras sostenían mi confianza de que los sacrificios y concesiones que hubiera de hacer Colombia para satisfacer las aspiraciones de los Estados Unidos, habían de ser tanto
menores cuanto mayores eran las ventajas reconocidas que ofrecía la ruta por Panamá. Este hecho me confirmaba en la creencia de que nuestra legislación no daría paso alguno que comprometiera a mi Gobierno. que revelara sus intenciones o que de
cualquier manera precipitara la negociación. Mi voluntad era
que ésta no se ultimara sino cuando la paz interior estuviera
asegurada, para. llevar adelante las gestiones con la serenidad
necesaria y cuando ya los peligros de la guerra no influyeran
en manera alguna sobre aquellas determinaciones.
La comunicación a que acabo de referirme concluía, sin embargo. anunciando que a solicitud del Secretario de Estado
nuestro Ministro preparaba un Memorándum
que serviría de
base a una negociación. "Estoy preparando -decíaeste trabajo que presentaré en la semana entrante, y que será mantenido
en la más absoluta reserva, para que apenas tengan conocimiento de él los dos Gobiernos."
En efecto, poco después presentó al Secretario de Estado las
bases a que había hecho referencia. Tales avances al Gobierno
americano y a la prensa se hacían por el Ministerio cuando,
por el contexto de nota inmediatamente posterior, se acentuaba
más la buena situación de Colombia, lo cual indicaba que el
acierto del negocio estribaba en la circunspección y la actitud
expectante, ya porque debía aguardarse segundo informe de
la comisión ístmica, ya porque la actitud de Inglaterra nos
colocaba en situación ventajosa.
277
Un mes después de haber presentado nuestro Ministro su
Memorándum a la comisión ístmica, se le dirigió un cablegrama
en el cual se le decía: "Sus declaraciones canal alarmantes. Omita
nuevas declaraciones mientras recibe carta. Relea instrucciones."
y en oficio de 14 de mayo se le observaba de nuevo, continuando siempre el plan general del Gobierno sobre la necesaria
prudencia en el negociado: "Usía queda investido de iniciativa
en este asunto, pero procurará no prometer nada que imponga
responsabilidades o serios compromisos al Gobierno, sin autorización previa, que habrá de darse a Usía después de conocidos
y estudiados los informes de Usía."
Con todo, las negociaciones continuaron; los miembros de
la comisión del canal ístmico. al Almirante Walker y el senador
Pasco, enviaron a nuestro Ministro un Memorándum relativo a
los puntos que debían incluírse en un tratado entre las dos
naciones. En seguida el día 4 de julio de 1901, nuestro Ministro
contestó proponiendo "modificaciones" entre las cuales como
primordial, presentaba la siguiente: "Al tenor de esta concesión.
los Estados Unidos de América tendrán derecho exclusivo -durante un lapso de noventa y nueve años contados desde la fecha
de ratificación de este tratado- de excavar, construír, conservar.
explotar, fiscalizar, inspeccionar (control) y proteger un canal
marítimo del Océano Atlántico al Pacífico, a través del territorio
de Colombia, con suficiente profundidad y capacidad para buques del mayor arqueo y del mayor calado que hoy se emplean
en el comercio. Los mismos derechos se extenderán a la construcción, conservación y explotación de las líneas de ferrocarril,
de telégrafo y de teléfono y a las demás obras auxiliares que
fueren necesarias y convenientes para la conservación y cxplotación del canal. "
Por el tenor de este artículo se aceptaba en principio el
control de los Estados Unidos, o sea la jurisdicci6n civil y criminal y el servicio de policía en la zona del canal. Y esta modificación propuesta por nuestro Ministro, en la parte fundamental de la soberanía, se insertó luego textualmente en el
tratado Herrán-Hay.
En nota de 22 de junio nuestro Ministerio le recalcaba a la
legación en Washington: "Usía debe estar tranquilo por lo que
toca a susceptibilidades locales injustificables, y sobre la doble
e imprescindible condición de que se garantice suficientemente
la soberanía de Colombia en su territorio y de la neutralidad
del canal, puede Usía adelantar las negociaciones ad referéndum
que se le han encomendado."
278
Al dar cuenta a nuestro Gobierno sobre el Memorándum y
las modificaciones propuestas, el doctor Martínez Silva manifestaba en 27 de julio: "Algo se resentirá con este arreglo -cuyos
detalles se fijarán a su tiempoel principio de la soberanía;
pero ello es consecuencia inevitable de las circunstancias en que
Colombia está colocada."
Finalmente, nuestra legación en Washington redactó un "proyecto de tratado presentado por el enviado extraordinario y
Ministro plenipotenciario de la República de Colombia sobre las
bases formuladas por la comisión del canal ístmico", proyecto
que era de desarrollo de las modificaciones propuestas en julio,
y si bien no fue presentado oficialmente, sí llegó a conocimiento
de la comisión y del Secretario de Estado. Este hecho, de que
dio cuenta luego el sucesor del señor Martínez Silva, trazó en
definitiva una línea infranqueable respecto de las concesiones
colombianas en los puntos fundamentales; comprometió la actitud del Gobierno, que debía ser prudente y reservada, y por
añadidura hizo en extremo difíciles las gestiones del que le
sucediera en la legación.
Aquellos pasos de nuestro Ministro se daban a tiempo que
el tratado Hay-Pouncefote abrogaba el Clayton-Bulwer, y según
comunicaba la legación en seis de diciembre, "dejaba en libertad a los Estados Unidos para construír y dirigir por su propia
cuenta cualquier canal ístmico".
Acaso no sea oportuno citar aquí las palabras que en aquella
misma fecha dirigí al señor Martínez Silva, dado que ellas revelan el estado de mi ánimo, mi resolución de no comprometer
la soberanía y los propósitos de donde emanaron las instrucciones
dadas a la legación. Si más tarde varió mi opinión fue en virtud
de la manera como en Washington se plantearon y adelantaron
las negociaciones, arrebatado por una fatalidad invencible, y
haciendo violencia a mi voluntad y a mis más vehementes deseos:
"Bogotá, diciembre 6 de 1901
"Señor doctor don Carlos Martínez
Silva, Washington.
"Mi querido Carlos:
" . .. También tengo ansia de conocer lo que el Congreso
norteamericano haya tratado o trate con relación al canal.
"Respecto de este negocio, le repito que abrigo la incontrastable resolución de no convenir en cosa alguna que menoscabe
nuestra soberanía: ni jurisdicción norteamericana sobre un palmo
279
de nuestro territorio, ni nada que el Gobierno de los Estados
Unidos hubiera de rechazarnos a nosotros si se cambiaran los
papeles ...
"Su siempre afectísimo amigo,
losé Manuel Marroquín"
Suspendiéronse las negociaciones iniciadas por nuestra legación desde el mes de julio hasta el de diciembre de aquel año,
tanto por las vacaciones de verano, cuanto por la ausencia de
nuestro Ministro que se había trasladado a México con el objeto
de representar a Colombia en la Conferencia Internacional Americana~ Cuando él regresó a Washington vio disiparse muchas
de las antiguas ilusiones, pues Inglaterra no era ya un obstáculo
con el tratado Clayton-Bulwer. "Los términos del problema
-decía
nuestro Ministro explicando la situación en aquellos
momentosestán, pues, hoy perfectamente simplificados y se
reducen a lo siguiente: el Gobierno de los Estados Unidos puede
y quiere, porque lo necesita. un canal interoceánico gobernado
por ellos; y teniendo dos vías para escoger, está en capacidad
de imponer hasta cierto punto sus condiciones."
. En posterior nota, fecha de 23 de diciembre, explicaba la
naturaleza de las exigencias de aquel Gobierno, en los siguientes términos: "Cuáles son las condiciones exigidas por el Gobierno de los Estados Unidos, lo sabe ya muy bien vuestra
señoría por el proyecto de contrato o de tratado que me fue
sometido por el Almirante Walker, y que remití en copia con
mi despacho de 9 de julio del presente año."
Deseando el jefe de nuestra legación en Washington tener
instrucciones precisas sobre aquel grave asunto, determinó conferirle al señor Bidlake el carácter de correo de gabinete y encargarlo de la conducción a Bogotá del despacho de 8 de enero
de 1902, que se insertó en los documentos publicados para conocimiento del Congreso en sus sesiones de 1903. En dicho oficio, según puede recordarse, la legación informaba que la Compañía del Canal ofrecía al Gobierno de los Estados Unidos el
traspaso de la concesión por la suma de cuarenta millones de
dólares; y que de esta suerte, los términos del problema quedaban absolutamente simplificados y se reducían "a saber si el
Gobierno de Colombia concedía al de los Estados Unidos el
derecho de abrir por su territorio el proyectado canal con el
control necesario y con la extensión de la faja hasta tres millas
280
a uno y otro lado de la vía marítima, o si se rechazaba toda
propuesta en este sentido".
Comprendía yo, como lo comprendían todos los miembros del
gabinete, la inmensa responsabilidad que la respuesta a aquellas
preguntas aparejaba; en tal virtud tomé el partido de consultar
la opinión pública tomando el parecer de personas autorizadas
y capaces de la capital. Los varios conceptos emitidos entonces
en una respetable junta que se efectuó en el Palacio Presidencial
el 13 de febrero de 1903, así como otras opiniones que expusieron a solicitud mía, fueron cnviados a nuestra legación para
que pudieran servirle de guía e ilustrar su criterio en la prosecución del asunto que se debatía.
La situación en que mi Gobierno debía adoptar las graves
resoluciones que de él se solicitaban era la menos a propósito
para que pudieran tomarse en medio de la serenidad y libertad
de espíritu que la gravedad del asunto demandaba, y porque la
honda perturbación que en aquel momento agitaba la República
daba al Gobierno americano y a los enemigos de la vía de Panamá superioridad manifiesta: la revolución hacía un esfuerzo
desesperado que mi Gobierno rechazaba desplegando todas sus
energías y agotando sus recursos. A tiempo que la capital misma
se encontraba asediada, se presentaban nuevas invasiones por el
Oriente de la República y en el mismo Departamento de Panamá.
281
MI8ION DEL DR. JOSE VICENTE CONCHA
Tanto por haber surgido divergencias políticas entre mi Gobierno y el Ministro en Washington, en el modo de apreciar los
sucesos relacionados con la revolución, como por la necesidad
de que un nuevo Ministro pudiera continuar la negociación sin
s~ntirse cohibido por compromisos personales anteriores, determiné sustituír al doctor Martínez Silva por el doctor José Vicente
Concha, yal efecto se le dieron a éste, en lo sustancial, las siguientes instrucciones suscritas por el doctor Miguel Abadía
Méndez como encargado del despacho de Relaciones Exteriores:
"Usía está penetrado de la necesidad de procurar, por todos
los medios que estén a su alcance y dentro de las facultades del
Gobierno, que se adopte definitivamente el istmo de Panamá
para la apertura del canal interoceánico. Conseguir esto, en las
mejores condiciones para la República, sin menoscabo de integridad territorial y de la soberanía nacional, es el objeto principal
de la honrosa misión que el poder ejecutivo ha confiado a Usía.
"Es muy probable que el Gobierno americano haga a Usía
exigencias extraordinarias, de las cuales Usía naturalmente irá
dando oportuno aviso al Gobierno, usando del cable, con el fin
de que Usía pueda obrar en los casos más delicados con especiales autorizaciones previas del Gobierno, por lo grave que
sería una promesa, aun cuando fuera ad referéndum ...
"Llegado el caso y recabando las concesiones posibles, otorgará Usía en nombre del Gobierno el permiso para que la
Compañía Nueva del Canal de Panamá traspase la concesión
a otra comnañia. suietándose el trasnaso a las prescripciones
constitucionales y legales que Usía conoce perfectamente. En el
evento de que las exigencias para el traspaso salgan de la órbita
legal. Usía puede suscribir, si 10 cree conveniente, contratos ad
referéndum sujetos a la posterior aprobación del Congreso.
"Oueda Us'a aütoriz~do nara hacer gestiones con los renresentantes en Washington de Francia, Inglaterra y demás. naciones,
283
en el sentido de obtener el control internacional del Canal de
Panamá y su neutralidad, garantizada por todos los países.
"Si se obtuviere este arreglo internacional, procederá Usía a
denunciar el Tratado de 1846 con los Estados Unidos.
"Bogotá, 22 de enero de 1902."
El 27 de enero se dieron al nuevo Ministro las siguientes instrucciones adicionales:
"Para permitir el traspaso de la concesión que la Compañía
Nueva del mismo canal tiene para la apertura de éste, bien sea
pura y simplemente a una Compañía americana, o bien ad referéndum al Gobierno de los Estados Unidos, hay que pedir como
indemnización para la República de Colombia no menos de
veinte millones de dólares."
Como complemento de estas instrucciones y encargado ya el
doctor Concha de la Legación en Washington, se le dirigió el
siguiente cable:
"Ministro Colombia-Washington
Reunión miembros Gobierno y particulares estudiando asunto
Canal de Panamá, vista nota Martínez Silva Carlos, 8 enero,
éstos unos favorables negociación con Estados Unidos, otros adversos por contrato con la Compañía del Canal, cuyo cumplimiento podemos exigir, tenemos derecho indiscutible propiedades
canal, cosas que la Compañía del Canal, que no pude terminar
obra, ofrece dar por cuarenta millones que nos pertenecen en
parte, haciéndose indispensable, de acuerdo con artículos 21 y
22 contrato, arreglo previo entre el Gobierno y la Compañía
del Canal antes de entrar aquel tratar con el Gobierno de
los Estados Unidos de América. Usted puede decirlo así Representante de la Compañía del Canal para que ella indique
lugar celebración arreglo previo y comunicar nuestras instrucciones. El Ministro de los Estados Unidos en Bogotá lleva privadamente bases arreglo con el Gobierno de los Estados Unidos. Remítolos a usted el próximo correo. En negocio tanta importancia
no debemos dejarnos precipitar con amenazas, intrigas; Canal
de Panamá será hecho en todo caso, siendo vía Nicaragua más
difícil y costosa. Tenemos fundamento creer que Panamá piensan como el Poder Ejecutivo. Usted puede asegurar nosotros tenemos voluntad tratar con Estados Unidos condiciones equitativas.
Usted puede explicar términos satisfactorios nuestra actitud y
284
aun procurar posible apoyo Estados Unidos para arreglo previo
con 'la Compañía del Canal, si usted lo cree conveniente.
Marzo 17 de 1904."
En oficio de 24 de marzo de 1902 se le remitieron al doctor
Concha los diversos conceptos emitidos en la Junta a que hace
referencia el anterior cablegrama, y por añadidura el doctor
Paúl, Ministro de Relaciones Exteriores, envió un Memorándum
con las siguientes bases que abarcaban el conjunto de la negociación, ya con la Compañía del Canal, ya con el Gobierno de
los Estados Unidos:
"19 El Gobierno de Colombia no debe adelantar negociación
alguna con el de los Estados Unidos sino después de haberse en~
tendido con la actual Compañía del Canal sobre los diferentes
puntos que constituyen derechos y obligaciones entre ambos.
29 Una vez celebrado este acuerdo procedería a negociar con
los Estados Unidos sobre las siguientes bases principales:
a) Garantía de la conservación de la soberanía de Colombia
30bre todas y cada una de las partes del territorio del Istmo.
b) Garantía de la neutralidad del canal, el cual estaría siempre
abierto, en paz y en guerra, para todas las naciones.
c) Duración de la vigencia del contrato por noventa y nueve
años, transcurridos los cuales pasará el canal, con todas sus
anexidades, al poder de Colombia.
d) Cesión de una faja hasta de tres millas a cada lado del canal, con la salvedad establecida en el punto a).
e) Establecimiento de un Cuerpo de Policía, con personal colombiano, para conservar el orden en la línea, pero costeado por
el concesionario.
f) Cooperación del Gobierno de Colombia en las expropiacio~
nes de terrenos que se crean necesarios para la Empresa, pero
el valor de ellos a cargo también del concesionario.
g) Concesión de los terrenos necesarios para establecer, durante la vigencia del contrato, depósitos de carbón en las islas de
la bahía de Panamá, dejando siempre a salvo los derechos de
particulares, y en caso de tener que verificar expropiaciones, el
costo de ellas será como queda establecido en el punto anterior f).
h) Exigiría Colombia un aumento en la proporción del producto bruto del canal respecto de 10 que está hoy establecido
con la Compañía Francesa.
285
i) Conservar la estipulación vigente hoy sobre ceslOn de quinientas mil hectáreas de tierras baldías ubicadas en el Istmo,
adjudicables en lotes ahernados dc a 5 .000 hectáreas cada uno.
El valor de la concesión sería materia que se trataría después
de verificado el arreglo preliminar con la actual Compaüia
Francesa.
El contrato que se celebrará con el Gobierno de los Estados
Unidos tendría siempre que ser sometido a la aprobación del
Congreso de Colombia."
Estas bases precisas iban acompañadas de las siguientes observaciones que debían determinar la actitud de nuestro Representante en Washington:
"De acuerdo con lo que llevo expresado en esta nota, la acción
de Usía en el negocio del canal habrá de limitarse necesariamente,
por ahora, a la notificación al Representante de la Compañía relativa a la necesidad del arreglo previo como resultado de sus
gestiones ante esa honorable Legación, y a ratificar al Gobierno
de los Estados Unidos la manifestación de los buenos deseos que
animan al de Colombia de entenderse con él en el importante
asunto del canal, siempre que tales notificaciones y ratificación
las crea Usía necesarias."
Los dolorosos acontecimientos que se han cumplido últimamente me ponen en la necesidad de insertar in extenso algunos
documentos que patentizan, con suma claridad, la situación de
Colombia durante la época de la negociación y que a mi ver explicarán el curso de los acontecimientos sucesivos y señalarán la
parte de responsabilidad que en el encadenamiento de los hechos
toque a mi persona y a mi Gobierno.
No bien se hizo cargo el doctor Concha de la Legación y del
estado del asunto puesto a su cuidado, en nota oficial de 20 de
marzo de 1902 comunicó lo siguiente:
"Cuando llegué al país, el doctor Martínez Silva tenía preparado un proyecto de tratado, el cual viene a ser como un contramemorándum del presentado extraoficialmente por el Almirante
WaIker en nombre del Gobierno de los Estados Unidos. Tal
Memorándum se remitió en copia a ese Ministerio desde el mes
de enero próximo pasado.
Estudiando detenidamente el citado proyecto de tratado, he
hallado que disiente en varios puntos capitales de las instrucciones,
tanto vel,bales como escritas, de ese Ministerio, por lo cual me
veo en la necesidad de modificarlo en el sentido de tales instrucciones, no sin prever que el Gobierno americano probable286
mente declinará tales modificaciones y podrá llegar hasta asumir
una actitud contraria a nuestros intereses. Pero ni me es dado
desatender las instrucciones recibidas, ni tendría objeto plausible
hacer ofrecimientos que de seguro no ratificaría el Congreso co10mbiano.
Las disposiciones del proyecto que he creído necesarias modificar, son las siguientes:
a) La relativa a la perpetuidad de la concesión de la zona.
b) La que trata del permiso para establecer un Cuerpo americano de Policía en la misma región.
c) La que establece la jurisdicción civil y criminal de las autoridades americanas en la faja que se concede.
d) La que permite usar de fuerzas extranjeras para restablecer el orden o asegurarlo en las regiones adyacentes a la misma
zona.
e) La que señala una cantidad por indemnización para Calombia; y
f) La que permite al Gobierno americano adquirir todos los
baldíos de las Compañías del Canal y del Ferrocarril, conforme
a sus respectivas concesiones.
Para apreciar debidamente la propuesta que esta Legación presentará, deben tenerse en cuenta las circunstancias en que se
hace, que no son precisamente las conocidas en esa capital en las
regiones del Gobierno."
Después de manifestar el Ministro en Washington la imposibilidad en que se hallaba la Compañía del Canal para terminar
la obra, la abstención de los Gobiernos europeos en este asunto, y
la inminencia de que se votara en la Cámara de los Estados
Unidos el Bill-Hepburn, en el cual se optaba por la vía de Nicaragua agregaba:
"A tiempo que aquí se presentan las cosas por tal aspecto, en
Panamá predomina entre la gente de mejor posición y notoriedad la idea de que ha de tratarse con el Gobierno de los Estados
Unidos a todo trance, y a costa de cualquier concesión. Esa manera de pensar predominante en el Istmo tiene mucha significación, especialmente si se considera que los rebeldes han
cobrado allí mucha fuerza en los últimos días, y que el antiguo
germen de secesión renace y puede conducir a un estado de
cosas muy difícil. Bastaría un apoyo de no mucha consideración
a esa idea, para que en poco tiempo cobrase grande incremento
llevando así a toda la República a una pavorosa complicación,
cuyas funestas consecuencias son incalculables.
287
En mi sentir, pues, no es conveniente; oportuno ni de espíritu
práctico, asumir en este momento en el trascendental asunto en
que me ocupo, actitud de abierta resistencia a las pretensiones
de los Estados Unidos, so pena de llevar a la República a gravísimo conflicto, en el cual no se salvaría, de cierto, su integridad,
ysí se expondría a males mayores de los que hoy se pueden
presumir.
Lo preferible sería aplazar la solución del asunto por los medios posibles; pero ya hoy no está en nuestras manos hacerlo,
si los Estados Unidos por su parte no lo juzgan conveniente para
sus intereses.
En tales circunstancias la falta de respuesta a los telegramas
que he dirigido a ese Ministerio en todo el cUrso del presente
mes, ha venido a aumentar mis dudas y perplejidades; pero a
pesar de todo, me he visto en la necesidad, como dejo dicho, de
adoptar una resolución por los motivos expuestos."
Efectivamente, en virtud de tal resolución, el Ministro presentó el Memorándum anunciado, el cual, según lo indicó en
nota de 1 9 de abril, fue ~n su conjunto considerado por el Secretario de Estado como aceptable para los Estados Unidos. En
el mismo oficio ratificaba la Legación sus conceptos relativos
a Panamá, en los términos siguientes que tienen hoy singular
importancia:
"Hay que averiguar en tesis general si Colombia tiene o no
interés en que los Estados Unidos realicen la obra del canal, o
mejor, si los perjuicios de diferente índole que emanarían para
aquella de su negativa a tal concesión, serían mayores o menores que las ventajas que le resultarían de abstenerse en negociar.
Lo primero que viene a' la mente, a este respecto, y en esnecial
por la situación política actual del Istmo, es el peligro inminente
de que se produzca un movimiento de secesión en aquella región
de la República, ya espontáneamente, ya por sugestiones indirectas de intereses extranjeros, lo cual sería para la República fuente
de males incalculables.
La opinión que prevalece en el Departamento de Panamá.
según aparece de publicaciones y correspondencias que constantemente recibe la Legación, es muy marcada y decidida en pro de
la concesión del canal a los Estados Unidos a cualquier costa;
cada día se marca más en todos los partidos políticos del Istmo
un sentimiento de desvío, por no decir de repulsión, por el Gob;erno central: la influencia americana, su lengua y sus costumbres. se extienden constantemente en aquella región y si se opu288
siera una resistencia abierta a la opini6n predominante en el
Departamento nombrado, se aceleraría un conflicto que, por
el contrario, se evitará desde que una potencia como los Estados
Unidos garantice la integridad de nuestro territorio, satisfaciendo
así además los deseos, en gran parte razonables, de aquellos
colombianos.
Cerradas las puertas del territorio nacional en son de hostilidad
a los Estados Unidos, ellos, en retaliaci6n denunciarían -como
ya la prensa lo ha propuesto-- el tratado de 1846, y una vez
rotos los compromisos de ese pacto, mirarían impasibles los sucesos que se desarrollasen en Panamá, para ocupar luego el territorio en la primera interrupci6n del servicio del ferrocarril, o
para acoger cualquier tendencia en el camino separatista, por
donde se llegaría a una lesi6n de la soberanía colombiana de
muchas mayores consecuencias que cualquier limitaci6n a que se
sujete la República en el uso de una determinada zona de su
territorio.
La cesación de los efectos del Tratado de 1846 con los Estados Unidos traería, por otra parte, a Colombia resultados muy
funestos, dada la situaci6n de guerra en que se halla Panamá, y
en momentos en que varias potencias formulan reclamaciones
de diversas clases ante nuestro Gobierno. A la inversa, la cordialidad de las relaciones con los Estados Unidos podría servir para
evitar o aminorar las dificultades que con naciones extranjeras
pudieran surgir en los momentos actuales.
Cualquiera que sea el juicio que merezca el Memorándum, se
imponía la necesidad de presentarlo -aún
sin esperar las últimas precisas instrucciones del Ministerio de Relaciones Exteriores ofrecidas desde algún tiempo atrás-, por la circunstancia de
estar señalado un día pr6ximo para debatir en el Semtdo americano el proyecto de ley, aprobado antes en la Cámara de Representantes, por el cual se elige la vía de Nicaragua para la
aoertura del canal: sin nin!!Una pronosici6n por parte de Colombia, se hubieran producido inmediatamente las consecuencias
antes apuntadas."
289
CONCEPTOS DE LOS DOCTORES MARTINEZ
SILVA Y JOSE VICENTE CONCHA
CARTA DEL DOCTOR MARTINEZ SILVA
Permítaseme que transcriba igualmente algunos conceptos de
una carta del doctor Martínez Silva, contestación a la mía de
6 de diciembre, de que antes hice mérito. La contestación del
doctor Martínez Silva refuerza la argumentación del doctor
Concha y manifiesta cómo las instrucciones dadas por mí y por
el Ministerio de Relaciones Exteriores a nuestro Representante
en Washington no se cumplían por razones que ellos mismos expresan. Las apreciaciones de ambos Ministros respecto del peligro de la separación del Istmo de Panamá si la negociación se
paralizaba, se entorpecía o se frustraba, han quedado corroboradas por la historia. La negociación del canal estaba por desgracia
enterameñte ligada con la integridad del territorio colombiano.
Dice así el doctor Martínez Silva:
"Washington, D. C., marzo 11 de 1902
Señor don José MaAuel Marroquín--Bogotá.
Mi muy querido y respetado don Manuel:
Los últimos seis meses han sido para mí de verdadera tortura:
obligado y acosado día por día en diferentes momentos críticos,
para expresar categóricamente los propósitos del Gobierno de
Colombia, tenía que apelar a todo género de dilatorias sin comprometer el éxito de las negociaciones. Mantener este equilibrio,
esta maroma, este procrastinamiento indefinido, no era ya posible cuando la Cámara de Representantes votó casi por unanimidad el hill en favor de Nicaragua; cuando la Compañía Francesa,
amenazada de muerte, hizo su propuesta de venta por 40 millones; cuando en vista de esa propuesta la Comisión del Canal
ístmico recomendó definitivamente la vía Panamá, y cuando la
Comisión del Senado se preparaba a rendir su informe, que de-
291
bía considerarse casi como decisivo. En estas circunstancias.
comprendiendo yo que no había momento que perder, resolví
preparar un proyecto completo del Tratado, afrontando todas las
cuestiones y asesorándome para ello con un comisionado especial
que pedí al Gobernador de Panamá, el doctor Facundo Mutis
Durán, y con don Enrique Cortés, que se encontraba aquí en
Washington y cuyo concurso como liberal caracterizado consideraba yo de mucha importancia para el éxito futuro del Tratado.
Todo estaba ya listo para ser sometido al Secretario de Estado.
haciéndome la consideración de que si el Tratado, en todo o en
parte, no convenía a Colombia según el criterio del Gobierno o
del Congreso, habría tiempo de enmendarlo o de negarlo, mientras que la demora cn hablar y proponer algo podría traer un
daño irreparable.
Por dicha para mí, en el mismo día en que iba yo a llevar el
proyecto al Secretario de Estado, recibí el telegrama de usted en
que me ordenaba aguardar instrucciones antes de contraer compromiso ni opinar sobre las proposiciones que hiciera la Compañía Francesa del Canal al Gobierno de los Estados Unidos.
Dudo mucho que el proyecto preparado por mí quepa dentro
del margen de sus instrucciones, a juzgar por las ideas que me
emite usted en su carta de 6 de diciembre próximo pasado; y
como estoy perfectamente seguro de que no se podrá conseguir
nada de lo consignado en él, el señor Concha va a tener que dar
el doblemortllorio a la Empresa de Panamá. Ahora, si apartándose él de sus instrucciones, en vista de la urgencia de las circunstancias, que ya está palnando, resolviere aceptar mi proyecto,
quedaría yo plenamente justificado.
Todavía puede suceder otra cosa, sobre la cual llamé oportunamente la atención del Gobierno: si los hombres de influencia
política en este país llegan a convencerse, como es posible y aún
probable, de que la ruta de Panamá es la que conviene a los
Estados Unidos, y si Colombia no se allana en oportunidad a un
arreglo relativamente ventajoso, está en la lógica de los acontecimientos que nosotros perdamos definitivamente el Istmo. Y no
digo esto al aire: tengo datos serios que justifican mi aserto; y
lo más grave en esta materia es que el Gobierno de los Estados
Unidos encontrará sin mucho trabajo un punto de apoyo en el
Istmo, tanto por la actual situación de guerra allí, como porque
los panameños de posición y de recursos pecuniarios no se resignarán nunca de buen grado a que el canal se abra por otra parte
que por el istmo. Ellos comprenden muy bien que la adopción de
292
la ruta de Nicaragua sería la ruina moral y material de Panamá;
y este sacrificio, que no encontraría compensación alguna, pue;.
de ser muy superior al concepto de un patriotismo platónico.
Esta cuestión la he visto yo también por otro aspecto: si nosotros no aseguramos ahora, sobre alguna negociación con el canal, una renta fija con qué atender a la amortización del papel
moneda, este pavoroso problema no tendrá solución posible. Con
quinientos o seiscientos millones en billetes en circulación, si es
que con esa suma alcanza a liquidarse la guerra, toda combinación para valorizar el papel será baldía. La horrible depreciación
a que éste ha llegado obligará al Gobierno a subir enormemente
los sueldos de todos sus empleados, so pena de anular el servicio
público. Este aumento de gastos hará imposible la nivelación de
los presupuestos, base indispensable de toda reorganización fiscal. Hacer subir en la misma proporción el producto de las rentas, ya estableciendo nuevos impuestos, ya reagravando los existentes, es excusado pensarlo, porque la miseria pública impone
un límite intraspasable. Esta miseria será causa de un profundo y permanente malestar; y así, aniquilado el país, estancadas las rentas. cegadas las fuentes de futura prosperidad,
alejados los capitales extranjeros, el porvenir de Colombia es
verdaderamente pavoroso.
Hago votos muy sinceros por la felicidad de usted y de su familia. por el buen éxito de su Gobierno, y por la dicha de la
amada Patria, y me repito de usted, ahora como siempre, afectísimo amigo.
Carlos Martínez Silva"
El 11 de abril decía nuestro Ministro en Washington, doctor
Concha, al Ministro de Relaciones Exteriores:
"Como lo habrá visto Su Señoría por mis comunicaciones
anteriores y por los cables que he dirigido tanto a ese despacho
como al Excelentísimo señor Vicepresidente de la República,
desde el día 31 de marzo había presentado la Legación a la Secretaría de Estado el Memorándum de bases para la celebración
de un tratado o convención con los Estados Unidos para la apertura del Canal de Panamá, mediante la transmisión al Gobierno
de dicha República de los derechos y acciones de la Compañía
del Canal."
Después de repetir las razones que lo había determinado a la
presentación del Memorándum que se apartaba de la instrucción
cablegráfica de 17 de marzo, agrega:
293
"No existiendo oferta del Gobierno americano a la Compañía
del Canal, mal puede pedirse a ésta una indemnización determinada, ni puede celebrarse con ésta un arreglo previo, mientras
que no se tenga certeza de que aquel Gobierno haga la compra. Se
impone, pues, la necesidad de contratar previamente con los Estados Unidos, sin lo cual no se llegaría a ningún resultado, y de
aquí también que la indemnización que haya de obtener Colombia
por ese concepto, debe demandarla del Gobierno americano, y
no de la Compañía, siendo claro que en definitiva la Compañía,
en realidad, será la que pague el monto de lo que Colombia obtenga por razón de traspaso de la concesión actual, puesto que
el comprador deducirá esa suma del precio que pague por la cosa,
y para la República que recibe un valor, nada significa que él
vaya de las manos del comprador en vez de ir de las del vendedor.
En vista de estas razones juzgó la Legación, antes de recibir
el cablegrama del Ministerio, de 17 de marzo, que no era necesario, ni podía hacerse arreglo previo con la Compañía del Canal.
y procedió en consecuencia.
Además, debe tenerse presente que cuando el infrascrito se
encargó de la Legación, su predecesor había autorizado expresamente y por escrito al representante de la Compañía del Canal
para hacer al Gobierno de los Estados Unidos la propuesta que
luego hizo aquel, y que no siendo dado, por motivos obvios, al
nuevo Ministro de Colombia dehacer lo hecho, éste ya tenía limitado su campo de acción.
Creo dejar explicadas satisfactoriamente a Su Señoría las rarones del procedimiento de la Legación, en cuanto a la fecha de la
presentación del Memorándum, y a su misma presentación, sin
haber verificado arreglo alguno previo con la Compañía del Canal, cosa que, por otra partel podría intentarse aún hoy, si el
Gobierno insistiere en ello, porque ni el Memorándum
tiene
carácter definitivo, ni es probable que los Estados Unidos lo
acepten sin proponer reformas a las cuales de cierto no podrá
asentir la Legación. Fundo la presunción dicha en que el Ministro de. Colombia, señor Martínez Silva, dejó conocer las bases
de su proyecto de tratado que contenía concesiones a los Estados
Unidos mucho más amolias que las del Memorándum, por lo
cual este Gobierno concibió esperanzas de obtenerlas, de lo cual
no desistirá fácilmente."
Concluye. el dcsnacho incluyendo copia de cartas dirigidas al
mismo doctor Concha (que han visto la luz pública) de los se·
294
ñores Carlos Martínez Silva, Ricardo Becerra, Facundo Mutis
Durán y otros colombianos distinguidos, que patentizan la conveniencia de hacer concesiones de soberanía en vista de ciertas
necesidades y a trueque de las ventajas que, según ellos, obtendría
Colombia del Tratado, aun cuando en él se menoscabara nuestra
"oberanía en la Zona del Canal.
Dichas cartas, dice el doctor Concha, "deben figurar en todo
caso en el archivo de ese negociado".
Al recibir el Ministro en Washington las instrucciones precisas
comunicadas a la Legación por el señor doctor Paúl, antes transcritas e incompatibles con su Memorándum, puso el siguiente
cablegrama:
"Wa,hington,
mayo 1902.
abril 29 (4:50; Buenaventura,
29; Honda,
1h
Exteriores-Bogotá
He recibido su nota de 24 de marzo hoy. Presentadas anteriormente al Gobierno de los Estados Unidos las bases de Colombia
para la concesión del Canal de Panamá, todo sometido a la aprobación de nuestro Congreso. Ya no es tiempo de negociar con la
Compañía del Canal, la que fue autorizada por mi predecesor
para iniciar la negociación con el Gobierno de los Estados Unidos. He cumplido instrucción 22, 27 enero. El Ministro de Relaciones Exteriores no habría podido romper la negociación iniciada el año último sin ofender a los Estados Unidos, precipitar la
situación del Istmo, hacer elegir el canal de Nicaragua. Yo no
puedo retirar proyecto sin producir complicaciones incalculables.
Charles Burdell Hart, Ministro de los Estados Unidos en Bogotá,
haría penosa mi posición ante el Departamento de Estado en
Washington al momento de retirarlo; el Gobierno de los Estados
Unidos me consideraría como persona no grata por haber dirigido
una petición de retiro al Ministro de Relaciones Exteriores. Creo
que debo retirarme. Sírvase informarme por cable.
Concha"
Luego en nota oficial del 2 de mayo, sobre el mismo punto
manifiesta:
"La nombrada nota de Su Señoría ha venido a poner en claro
la comunicación telegrá:fica de fecha 17 de marzo, recibida. aquí
el 2 de abril, cuando ya se había sometido al Secretario de Estado de los Estados Unidos un Memorándum de las condiciones
que Colombia propondría, llegado el caso, para aprobar la ce-
sión de derechos de la Compañía del Canal al Gobierno de los
Estados Unidos. Ya he explicado a Su Señoría los motivos que
me llevaron a presentar ese Memorándum y las circunstancias
en que se dio tal paso, que acaso no son conocidas o no han podido ser apreciadas debidamente por los distinguidos colombianos
que últimamente se han ocupado en este asunto para responder
a una consulta del Gobierno; pero en todo caso debo dejar constancia de que en todos mis procedimientos me he sometido a las
instrucciones escritas que recibí del Ministerio de Relaciones
Exteriores,2 a tiempo de partir para esta ciudad a encargarme de
la Legación, y por otra parte, que no siendo el negocio aludido
un asunto nuevo, sino iniciado ya por mi predecesor, con discusiones y redacción de proposiciones en que intervino el Presidente
de la Junta Istmica, como representante de los Estados Unidos,
no era moralmente posible, conforme a las prácticas diplomáticas,
romper esa negociación, sin resolverse a no reanudar nunca una
inteligencia en la materia con el Gobierno americano, puesto
que con aquel proceder no solo se hubiera desautorizado a un
individuo sino a la Legación de Colombia y hasta al Gobierno
en cuyo nombre había principiado a discutir la cesión el mismo
Ministro de Relaciones Exteriores de la República, carácter con
que vino investido a este país el doctor Carlos Martínez Silva. ,.
MEMORANDUM
DEL DOCTOR CONCHA
Llamo de manera muy especial la atención hacia el concepto
siguiente, porque previene las objeciones que pudieran hacerse
a la celebración de un tratado con los Estados Unidos, que estuviera o pudiera estar en pugna con nuestra Constitución o
con nuestras leyes:
"No me incumbe -continúa
el doctor Concha-,
como Ministro Diplomático, analizar los dictámenes emitidos por los
miembros de la Junta que tuvo a bien convocar el Excelentísimo
señor Vicepresidente para oír opiniones sobre el asunto del canal, y s6lo me limito a hacer presente que en ningún tiemuo ha
propuesto la Legación arreglo alguno que ten~a el carácter de
firme y definitivo, y que antes bien, siempre se ha hecho constar
de una manera expresa que cuanto pudiera hacerse en estas materias exige para su validez la aprobación del Cuerno Legislativo
colombiano; y si es verdad que en alguna de las bases o condi~) Las del doctor Miguel Abadla Méndez.
296
ciones del convenio se encuentran diferencias con las leyes vigentes, precisamente se ha podido hacer eso porque el convenio
mismo en todas sus partes queda bajo la autoridad del legislador,
el cual puede modificar las leyes sin restricci6n.
El Memorándum presentado al Despacho de Estado por esta
Legación no tiene carácter definitivo, y estipula que el tratado
se hará, llegado el caso, ad referéndum.
Es indudable que el Senado de los Estados Unidos exigirá
mayores concesiones, y se iniciará una larga discusión; y aun
puede presumirse que en las actuales sesiones no alcance el Congreso a debatir totalmente el asunto. Hay pues, tiempo sobrado
para ilustrar la opinión pública en Colombia con datos no conocidos allá hasta el presente."
A mediados de mayo se recibió en Bogotá el Memorándum
presentado por el doctor Concha, y mientras se conocían aquí y
se discutían las bases propuestas, se le ordenó que permaneciese
en Washington. En tanto el Gobierno, ya que era imposible, a
causa de la guerra, convocar el Congreso, como lo deseaba ardientemente, constituyó una Junta de especialistas para el estu~
dio del asunto del canal, "en previsión -según se le comunicó
a la Legación oficialmentede que llegue a ser necesario continuar las negociaciones antes de la reunión del Congreso, o bien
para presentar a éste el resultado del examen que se haga, por
corresponderle decidir en definitiva de las condiciones del arreglo".
El 22 del mismo mes de mayo tuvo conocimiento el Ministerio
de Relaciones Exteriores del texto completo del Memorándum
propuesto por el doctor Concha al Gobierno de los Estados
Unidos.
Pero cuando ésto sucedía ya el Gobierno americano. dcspl1sS
de estudiar desde el punto de vista de sus aspiraciones dicho documento, determinó darle su aquiescencia y aceptación de una
manera precisa, en los siguientes términos:
"Departamento de Estado - Washington, abril 21 de 1902.
Señor:
Tengo el honor de acusar recibo de la comunicación fechada
el 31 de marzo de 1902 y otra del 18 de abril que acompaña una
propuEsta de la República de Colombia sobre una convención
o tratado entre la República de Colombia y la de los Estados
Unidos de América, para excavar, construír, conservar, explotar,
vigilar (control) y proteger un canal interoceánico en el istmo
de Panamá.
297
Tengo autorización del Presidente para decir a usted que estaré pronto a firmar con usted la convención propuesta tan
pronto como:
Primero, el Congreso de los Estados Unidos autorice al Presidente para entrar en tal arreglo, y
Segundo, tan pronto como los abogados (Law oflicers) de este
Gobierno decidan lo referente al título que la Compañía Nueva
de Panamá pueda presentar de todas las propiedades y derechos
que le pertenezcan relativos a un canal y comprendidos (covered)
en la propuesta pendiente.
Acepte usted, señor, las seguridades de mi más alta consideración.
John Hay"
"Señor don José Vicente Concha, etc."
Llamo de manera especial la atención sobre este documento.
Según aparece de las comunicaciones relacionadas con el arduo
negociado, fue esta la primera vez que la legación en Washington presentó de una manera directa y oficial las bases de un
tratado con el Gobierno americano para la apertura del canal y
fue ésta, asimismo, la primera vez que el Presidente de aquella
nación, también de un modo directo y decisivo, dio su concepto
y aceptó la propuesta.
De tal propuesta y de tal aceptación, así como del proyecto
del señor Martínez Silva, conocido del Gobierno mismo de los
Estados Unidos, surgió la Ley Spooner.
En efecto, el doctor Martínez Silva, que conocía las pretensiones de aquel Gobierno, le decía al doctor Concha en 1Q de
abril de 1902: "El punto de partida que no debe perderse de
vista es que el Gobierno de los Estados Unidos en ningún caso
emprenderá la obra del canal por Panamá si no tiene allí un
control efectivo y absoluto; y, por consiguiente, si ese control
no puede concedérsele, es inútil y baldío adelantar cualquier
negociación." De suerte que cuando el Presidente de los Estados
Unidos aceptó la propuesta, a reserva de obtener la ley consi·
guiente, tuvo entendido que se le concedía el control efectivo.
Se hace indispensable transcribir la fórmula primitiva que
consagró el susodicho control y que persistió a través de toda
la negociación, desde que la inició el doctor Martínez Silva hasta
su conclusión por el señor Tomás Herrán, que no introdujo
en ella variación alguna.
298
He aquí una comprobación gráfica:
Propuesta del doctor Martínez Silva al Almirante Walker
(julio de 1901):
"Los Estados Unidos de América tendrán el derecho exclusivo de excavar, construir, conservar, fiscalizar, inspeccionar
(control) y proteger un canal marítimo."
Proyecto completo de tratado del doctor Martínez Silva. El
artículo 19 autoriza a la Compañía del Canal para traspasar sus
derechos de manera que "el Gobierno de los Estados Unidos
tenga un título claro y perfecto para abrir, administrar, manejar
y proteger el canal".
Memorándum del doctor Concha, artículo 29: "Los Estados
Unidos tendrán derecho exclusivo para excavar, construír, conservar, explotar, vigilar (control) y proteger un canal marítimo
del Atlántico al Pacífico."
Tratado Herrán-Hay, artículo 29: "Los Estados Unidos ten·
drán derecho exclusivo para excavar, construír, conservar, ex·
plotar, dirigir y proteger el cana!." Texto inglés: "To excavate,
construct, maintain, operate, control and protect the maritime
cana1."
Debemos ahora observar que el tratado Herrán·Hay se redactó
sobre la Ley Spooner, y en el punto fundamental del control la
fórmula precisa de ese tratado fue, como acabamos de verlo,
la misma exactamente propuesta por el doctor Concha.
Respecto de la perpetuidad de la concesión, otro punto esencial de la Ley Spooner, la letra y el espíritu de ella está en
conformidad con el Memorándum del doctor Concha y con el
tratado Herrán-Hay.
Memorándum del doctor Concha, artículo 111: "Esta concesión
durará por el término de cien años prorrogables a la opción de
los Estados Unidos por períodos de la misma duración."
Tratado Herrán-Hay, artículo 111: "Hace la concesión por el
término de cien años prorrogables a la exclusiva y absoluta opción de los Estados Unidos, períodos de igual duración."
Votado el Bill Spooncr, nuestro Ministro comunicó la urgencia
que había de resolver de una manera definitiva el asunto. En 27
de junio decía en nota oficial: "Hoy mismo pasa a la sanción
del Presidente de la República el proyecto, y mañana tendrá el
carácter de ley. Ha llegado, pues, el momento de que se resuelva
de una manera definitiva la ardua cuestión de tan magna tras·
cendencia para Colombia, sin que por parte de su Gobierno
pueda oponerse dilación de ningún género." Y en 11 de julio:
"Con fecha 21 de abril el Secretario de Estado manifestó a la
legación que estaba dispuesto a firmar en forma de tratado el
Memorándum presentado por ella, mediante el cumplimiento
previo de las condiciones expresadas en la misma nota, cuales
son la autorización del Congreso de los Estados Unidos y la
comprobación de la legalidad del título de la Compañía Nueva
del Canal de Panamá. La primera de esas condiciones se ha
cumplido, y respecto de la segunda, estudia actualmente el asun·
to el Procurador General."
Aunque surgieron algunas discusiones en desarrollo del M emorándum presentado al Secretario de Estado por nuestro Ministro, acaso juzgaba éste que pronto llegaría a un acuerdo.
puesto que en 25 de julio decía: "Aunque tengo credenciales
de ese Ministerio, suficientes para celebrar cualquier tratado, es
necesario· que se me remita a la mayor brevedad una credencial
especial para la celebración del tratado del canal llegado el caso,
conforme a la práctica establecida.. Dicho documento deberá ser
enviado a· la oficina postal de Barranquilla con un mensajero
especial, para evitar una demora que podría ocasionar graves
perjuicios. "
En el punto a que habían llegado las negociaciones entre la
legación de Colombia y el Departamento de Estado en Washington, no se podía retroceder sin engendrar acaso nuevos con·
flictos y complicaciones. Así las cosas, y procurando en lo posible no tomar por sí mismo la resolución de aquel asunto,
dejando su consideración a la representación nacional que me
proponía convocar con ese determinado objeto en cuanto se
restableciera el orden público, se le comunicó al Ministro en
Washington lo siguiente, en 13 de agosto:
"Debiendo quedar éste (el tratado) sometido a la aprobación
del Congreso de Colombia, Usía procurará dejar en él claramente
establecido que no se trata aquí de una simple formalidad, y
que nuestra representación nacional tiene pleno derecho para
aceptar o no el pacto en el todo y en cada una de sus partes.
y que puede, en consecuencia, introducir en él cuantas modificaciones estime convenientes.
"Tanto más necesaria es esta salvedad, cuanto que Usía no
podrá suscribir el tratado, ni se le autoriza para hacerlo, sino
ad re/erendum, con el fin de que no se entienda o pretenda más
tarde que al Congreso de los Estados Unidos se le da cuenta de
300
él en forma definitiva; y será preciso, además, que se acuerde
que podremos disponer del tiempo suficiente para la instalación
del Congreso colombiano, la cual no podrá verificarse sino después de la completa pacificación del país, y de las elecciones
para miembros de esa corporación."
En 9 de septiembre se le enviaron al Ministro instrucciones
especiales sobre varios puntos, y en lo relativo al control se le
dice lo siguiente:
"Concediéndose por el artículo IV a los Estados Unidos el
uso perpetuo de la zona del canal, parece que deberá suprimirse
la palabra dominio, que implica la enajenación del suelo y no se
aviene con los derechos de soberanía que se reserva Colombia."
Como además de las instrucciones del Ministerio se le enviaran a nuestro representante en Washington algunos conceptos
sobre la misma importante materia, de personas consultadas por
el Gobierno, manifestaba el doctor Concha la grave dificultad
en que ya se hallaba para retroceder en el compromiso, y se
expresaba en los siguientes términos, el 3 de octubre de aquel
año:
"Sin que el suscrito pretenda descargarse de las responsabilidades que legal y moralmente le incumban, debe repetir que su
labor se ha reducido a mitigar o retirar las condiciones del
proyecto de Memorándum del señor Martínez Silva, discutido
desde el año anterior con los comisionados del Gobierno de los
Estados Unidos, Memorándum, que aun sin haber sido presentado oficialmente. se reputaba, por el citado Gobierno. como
terreno adquirido por él en la negociación."
301
EPISODIOS DE LA GUERRA CIVIL EN EL
ISTMO DE PANAMA
Debo ahora llamar la atención hacia un asunto relacionado
más con la guerra interior, generadora de toda clase de dificultades y complicaciones, que con la gestión diplomática del
tratado.
Triunfante en Aguadulce el ejército revolucionario, se lanzaba sobre todo el territorio del istmo, invadía la línea del
ferrocarril y amenazaba de la manera más seria a Colón y Panamá. Las fuerzas con que contaba el Gobierno para hacer
frente a la revolución estaban reducidísimas, particularmente
por causa de las enfermedades. Las negociaciones mismas que
se adelantaban, el funesto espectáculo que se estaba dando a la
faz del mundo, la necesidad suprema de terminar cuanto antes
la guerra, que ya desaparecía en el interior de la República,
obligaron a mi Gobierno a tomar una resolución extrema, cual
fue la de apelar al americano, por medio de su MinistiO en
Bogotá y de la legación en Washington, para que fuerzas americanas restablecieran la libertad del tráfico del ferrocarril de
Panamá. No era nuevo este procedimiento, y aunque sobremanera penoso, no había producido hasta entonces los resultados que podía temer el patriotismo colombiano.
Con esta resolución se aunaba el rápido envío del prudente
y valeroso General Perdomo, que, como Ministro de Gobierno,
con facultades presidenciales, marchó al istmo con un numeroso
ejército para combatir a la revolución y cubrir la línea del ferrocarril, garantizar el tráfico y demostrar a las naciones, que
tenían los oíos fijos en Panamá, que Colombia era capaz de
volver al reinado de la normalidad y el orden.
Si en otras ocasiones había sido íustificada aquella medida.
en ésta lo estaba mucho más, porque la preponderancia o el
triunfo de la revolución en Panamá, además de poner al Gobierno en el más grave peligro y de alejar la hora de la anhelada
303
paz, engendraba amenazas para la integridad nacional y amen·
guaba las ventajas que la República pudiera obtener en la nego·
ciación sobre el Canal de Panamá.
Además de los conceptos a este respecto emitidos, tanto por
el doctor Martínez como por el doctor Concha, sobre las complicaciones que presentaba la guerra en Panamá para el buen
éxito de las negociaciones, conceptos ya transcritos, inserto
ahora otro del doctor Concha referente al mismo asunto, que
me exponía en carta particular de 21 de mayo: "Es mi deber
hacerle presente a usted que aquí han trabajado los revolucio·
narios con grande empeño en inclinar a los Estados Unidos hacia
su causa, y que, si el Gobierno colombiano no procede hoy con
mucho tacto, se perderán en una hora los sacrificios de dos años."
Además, es sabido que jefes autorizados de la revolución
prometían tratar con el Gobierno americano la apertura del
Canal de Panamá, caso de triunfo, estableciendo de esta manera
ruinosa competencia para la nación misma.
El supremo director de la guerra, General G. Vargas Santos
y su Jefe de Estado Mayor, doctor Foción Soto, declaraban por
la prensa, en Washington: "Si el resultado final de la presente
guerra favorece las armas liberales, nosotros tomaremos, sin
duda, posesión de esas propiedades (las de la Compañía) en
1904, y las vendemos a los Estados Unidos."
El llamamiento de fuerzas americanas al istmo en cumplimiento del tratado de 1846 se había verificado ya durante la
revolución en circunstancias idénticas a las que me ocupan;
produjo los resultados que se deseaban, sin menoscabo de la
soberanía, y mereció la completa aorobación del antecesor del
doctor Concha en la legación de Washington.
Cito este concepto con preferencia a otros muchos, por
juzgarlo el más pertinente:
HA mi llegada a Washington --decía el doctor Mariínez Silva
en nota de 6 de diciembre de 1901- encontré ya muy desoejada
la situación del istmo con la derrota de los rebeldes y la ulterior
rendición de Colón. Todavía no conocemos bien los pormenores
de lo ocurrido allí; pero de lo publicado por los diarios de los
Estados Unidos y por los informes obtenidos en el Departamento
de Estado, se viene en conocimiento de que el Gobierno de
los Estados Unidos prestó un auxilio muy eficaz y oportuno
para restablecer el orden en la zona del ferrocarril y contribuír
a la capitulación de Colón.
304
"No estará por demás hacer saber a vuestra señoría que en
los momentos de mayor angustia y cuando la ciudad de Panamá
parecía en riesgo inminente de ser atacada y quizá tomada por
los rebeldes, el señor Aristides Arjona, quien obrara allí como
autoridad superior, en ausencia del Gobernador, se dirigió a
esta legación instando con urgencia para que se obtuviera del
Gobierno de los Estados Unidos el desembarque de tropas suyas
en el istmo para hacer efectiva la neutralidad de la vía y mantener el libre tráfico por el ferrocarril. El señor Tomás Rerrán,
encargado de negocios durante mi ausencia, hizo las gestiones
del caso y obtuvo 10 que con tanta urgencia se pedía por la
Gobernación de Panamá. Parece ser, sin embargo, que allí se
han despertado después susceptibilidades y recelos; pero el hecho
es quc tan pronto como el orden quedó restablecido, los marinos
americanos se han retirado a sus respectivos buques de guerra,
sin ha(;er exigencia alguna indebida ni comprometer en nada
la soh"ranía de Colombia."
Dados tales antecedentes, y como surgieran idénticos peligros
en 1902. se dirigió al doctor Concha el siguiente despacho
por cable:
"Bogotá. 20 de septiembre de 1902.
"Ministro Colombia, Washington.
"El Ministro de Gobierno Perdomo sigue rápidamente a Panamá como General en Jefe. Remos enviado 5.000 hombres.
Enviaremos aun 10.000 si necesítanse. Interior país totalmente
tranquilo. momento exigir Gobierno Estados Unidos de América ejecución convención año 46 asegurar tránsito Panamá
Colón.
Marroquín, Paul."
El siguiente despacho
anterior:
cablegráfico
precisaba
el alcance
del
"Bogotá, 22 de noviembre de 1902.
"Ministro Colombia, Washington.
"Ignoramos la forma de intervenci6n del Gobierno de los
Estados Unidos de América. Exigimos solamente la ejecución
del artículo 35 del tratado de 1846, como se ha hecho ya en
circunstancias análogas.
Marroquín, Paul."
305 ,
Dos días después me dirigía el Gobernador de Panamá el
siguiente cable:
"Americanos desembarcaron tropa ciudad Panamá. Concha
díceme proteste, apele fuerza llegado caso impedirlo."
Al día siguiente dirigí en contestación el siguiente despacho
al Gobernador, firmado por mí y los Ministros de Relaciones
Exteriores y de Guerra:
"Pidióse hoy Ministro Hart reembarco tropa americana. El
cableó pidiéndolo a su Gobierno. Reiteramos orden evitar colisiones."
En la misma fecha, para evitar las temidas colisiones y el
peligro incalculable que ellas encerraban y para unificar la
acción del Gobierno y radicar la dirección de este asunto en
Bogotá, se puso al doctor Concha el cable que a continuación
se inserta:
"Bogotá, 25 de septiembre.
"Ministro Colombia,Washington.
"Absténgase usted tratar negocio intervención americana en
Panamá. El Ministro de Relaciones Exteriores lo trata aquí."
No tengo para qué recordar que, en cuanto el General Perdomo llegó a Panamá, hizo desaparecer la anarquía y ocupó
con sus fuerzas la línea del ferrocarril; las fuerzas americanas
evacuaron el·. territorio del istmo.
No obstante, nuestro Ministro en Washington juzgó que el
incidente del desembarco de fuerzas americanas en el istmo
falseaba el espíritu del artículo 35 del tratado de 1846 y le
daba un alcance imprevisto y peligrosísimoal servir esa cláusula
de base al proyecto del tratado. He aquí sus palabras en 3 de
octubre de 1902:
"Los últimos acontecimientos cumplidos en Panamá con la
intervención armada de los Estados Unidos modifican por su
base la negociación inidada. El jefe de las fuerzas americanas
ha asumido de hecho la autoridad superior en la región del
istmo que no está en poder de los rebeldes; las tropas colombianas son desarmadas por las de los Estados Unidos; sus individuos viajan custodiados por éstas; al mismo Gobernador se da
escolta como a Jedive; el comandante americano notifica en
igual forma a los empleados del Gobierno y a los rebeldes, qué
permitirá y qué no permitirá hacer en la región que ocupa; y, por
último, al Ministro de la República en Washington, cuando anuncia que ha pedido los informes necesarios para formular la
306
protesta que el Derecho Internacional y la más elemental dignidad nacional ordenan, se le impone perentoriamente silencio
por el Jefe del Poder Ejecutivo en Colombia y por su Ministerio
de Relaciones Exteriores."
Con el fin de hacer la debida distinción entre un incidente
de la guerra en Panamá, y las gestiones diplomáticas en Washington, se le dirigió al Ministro el siguiente despacho:
"Continúe usted negociación Canal de Panamá. Esta es la
mejor ocasión para fijar la interpretación del tratado del 46
sobre ocupación temporal, como usted la ha propuesto en el
artículo 23 del Memorándum. Indicación de que usted se abstenga no tiene ninguna relación con la negociación del canal.
Si usted se descorazona todo es perdido."
Se dirigió este cable el 30 de octubre, y el 31 de ese mismo
mes se le transmitió este otro:
"Ninguna discusión con el Ministro de los Estados Unidos
en Bogotá. Haga usted abstracción asunto Almirante. Continúe
usted negociación Canal de Panamá.
Marroquín, Paul."
El 14 de noviembre comunicaba
el Ministro:
"Hoy tengo noticia extraoficial, pero de fuente digna de crédito, que se harán retirar del istmo las fuerzas americanas, en
virtud de haberse modificado por completo la situación allí y
de no existir amenaza alguna sobre la línea, como tuve el
honor de informarlo por cable a su señoría hace algunos días."
Estaba pues cumplido lo estipulado en el artículo 35 del
tratado de t 846. a que se referían los cables de septiembre.
307
ULTIMAS GESTIONES
DEL DOCTOR CONCHA
El Memorándum propuesto por la legación en Washington y
aceptado por el Departamento de Estado no podía servir de
texto completo de un pacto internacional, porque él requería
discriminaciones y aclaraciones; porque algunos principios generales sentados necesitaban desarrollo, y porque había puntos
enunciados que habían quedado sin resolverse; entre los últimos
el más importante era la cuantía de la indemnización que había
de recibir Colombia por sus concesiones y el modo y forma en
que el pago debiera .efectuarse.
.
Ya en conferencias entre MI. Hay y el doctor Concha, ya
en notas confidenciales, ya en proyectos y contraproyectos Pre:sentados por ambas partes, se adelantaba la negociación para que
se ultimara hasta llegar a la definitiva redacción del tratado.
El 11 de noviembre presentó nuestro Ministro en Washington
una minuta al Departamento de Estado, que versaba sobre
puntos siguientes:
"Baldíos. Constitución de un apoderado de la Compañía del
Canal en Bogotá para tratar la transmisión de sus derechos al
Gobierno de los Estados Unidos. Sustitución del término a per;.
petuidad, por el que aparece en el respectivo Memorándum;
Navegación del río Chagres. Faros, indemnizaciones pecuniarias.
Artículo nuevo y adicional respecto del modo de resolver las
dudas que suscite la inteligencia del tratado."
El 18 de noviembre remitió el Departamento de Estado su
contraproyecto a la legación de Colombia, a que acompañ6 una
nota, cuya transcripción es necesaria:
"Departamento de Estado. Washington, noviembre 18 de 1902.
"Señor: tuve el honor de recibir el 11 del presente vuestra
atenta carta y ;'lfemorándum, en el cual están contenidas todas
las modificaciones ~:ropuestas por vuestro Gobierno al proyecto
de tratado que tuve el gusto de entregaros hace cuatro meses.
"Es tan urgente apresurar una finalizaci6n, que me permitir~
tratar inmediatamente· cada una de las modificaciones por pri-
los
309
mera vez presentadas por vuestra excelencia ahora, sin contestar
en esta ocasión las cuestiones referentes al tratado de 1846 (si
es que tales cuestiones existen). Confío que el conjunto del nuevo
tratado completará y establecerá todas las relaciones de nuestros dos países en esta gran empresa.
"El presidente ha considerado con mucha atención si puede
admitir la enmienda que consideráis tan importante para vuestro
P<iís (l¡l sustitución del primitivo artículo 23 al último artículo 23."
Deseoso de manifestar de una manera indudable la buena voluntad de esta nación para con Colombia, el Presidente me
autoriza para decir que, si todas las demás estipulaciones se
aceptan a satisfacción de los Estados Unidos, consentirá él en la
sustitución del artículo 23 del primer instrumento al mismo
artículo del de 18 de junio de 1902; pero de otra manera esa
aquiescencia no tendrá lugar.
"Además os remito adjunto un Memorándum en que contesto
p<>rmenorizadamente a las diversas modificaciones que proponéis.
y también una copia en limpio del tratado que se redacta en
conformidad con dicho Memorándum y esta nota.
"Respetuosamente me permito sugerir que vuestro Gobierno
no demore más indicar cual de las alternativas del artículo 25
eHgepara incorporarla al tratado.
"Servíos aceptar, señor Ministro, de nuevo las seguridades de
mi alta consideración.
lohn Hay."
EI,19 de noviembre dirigió el señor Ministro Concha la comunicación telegráfica que va en seguida, motivada por la nota
que antecede:
"Exteriores. Bogotá.
"El Departamento de Estado en Washington contestóme asunto
Canal de Panamá forma ultimátum. Artículo 23 primitivo Memorándum, Niega aumentar sumas indemnización, sostiene cambio contra Memorándum 18 julio. No admite que la Compañía
del Canal celebre arreglo previo con el Gobierno de Colombia,
sino pretende tratado constituya permiso para cesión derechos
al Gobierno de los Estados Unidos sin otras condiciones. Niega
3) Empleo de fuerza annada por los Estados Unidos para la seguridad
o protección del canal. Asunto que habla cobrado importancia singular
por el incidente de Panamá, y en el cual el doctor Concha manifestaba
interéS decisivo.
310
devolución baldíos Colombia, no acepta señalar término conclusión. Puede no hacerse jamás sin que Colombia recupere
derechos. Yo creo que inadmisible tratado esa manera. Con testarélo así obedeciendo instrucciones recibidas antes. Comunicación el Departamento de Estado en Washington no puede
admitir nueva objeción. Avíseme recibo de este cable."
El mismo día puso este otro:
"Me refiero a su calograma del 14 recibido hoy. Yo no
puedo en conciencia convenir en un tratado propuesto últimamente por el Departamento de Estado en Washington, porque
sacrificaría a Colombia sin la excusa siquiera de una ventaja
pecuniaria; porque recibiría menos de 10 que recibe hoy solamente por el ferrocarril. Tan pronto como regrese el Secretario
ausente, dentro de seis dlas, encargarélo de la legación. Mi
resolución inquebrantable."
Algunos días después esta resolución se había alterado en
el ánimo del señor Ministro y determinaba continuar en la legación. a pesar del ultimátum del Secretario Hay.
El 12 de diciembre se me dirigió el siguiente cable:
"Nueva York,
"Vicepresidente.
12.
Bogotá.
"Sigo con Concha:
Canal de Panamá.
él conviene
en
reanudar
González
311
negociación
Valencia."
SE ENCARGA A DON TOMAS HERRAN
En esta fecha, habiendo llegado a Bogotá los dos del doctor
Concha que dejo transcritos, había recibido la legación el señor
Tomás Herrán, como encargado de negocios mi interim. En tal
carácter se dirigieron al señor Herrán las comunicaciones telegráficas que van en seguida, fechas 11, 26 Y 31 de diciembre:
"Como encargado de negocios es usted Ministro Diplomático. El Gobierno de Colombia le confiere plenos poderes para
adelantar negociación Canal de Panamá. Haga lo posible por
obtener diez millones dólares de contado y seiscientos mil renta
anual, y todas las ventajas posibles de acuerdo con instrucciones
anteriores. Exija declaración por escrito de que el Gobierno de
los Estados Unidos no mejora propuesta si este fuere el caso, y
firme tratado con cláusula indispensable de que éste queda
sometido a lo que determine el Congreso de Colombia. El
próximo correo llevará ratificación poderes. Córdoba continúe
legación."
"Ininteligible su calograma de 19. Si usted no ha firmado,
continúe negociación de acuerdo, hasta donde sea posible, con
las observacioncs de Concha en su nota al Departamento de
Estado en Washington del 22 de noviembre. Insista sobre diez
millones de contado y seiscientos mil anualmente. Congreso
reuniráse después del mes de marzo."
"De acuerdo con sus últimos cables esperamos con impacicncia ultimátum anunciado, para resolver si usted debe firmar."
Dado el estado en que ya se encontraban los asuntos, después de año y medio de negociaciones, las continuaba el señor
Herrán estrechado por grandes dificultades. En 8 de enero
de 1903 nuestro Ministro en Washington, después de manifestar
que había la posibilidad o el peligro de que aquel Gobierno
"en cumplimiento de lo dispuesto por la Ley Spooner procediese a negociar con Nicaragua", decía lo siguiente: "El Presidentc se manifiesta resuelto a dejar terminadas las negociaciones
313
sobre la construcción de un canal interoceánico, bien sea por
Panamá, o bien sea por Nicaragua, ames del 4 de marzo, fecha
en que el actual Congreso clausurará sus sesiones; es decidido
partidario de la vía de Panamá, pero no rechaza la de Nicaragua.
y probablemente la adoptará en el caso de no llegar a un advenimiento que le satistaga con Colombia."
Ahora, con el objeto de poner de manifiesto que no se negociaba con la libertad requerida en tales casos, que este asunto
del canal había creado intereses, despertado codicias y levantado
en torno suyo como una ola invasora que nos estrechaba y envolvía, traeré a memoria el recuerdo de tales peligros presentados antes por quienes debían informar de ellos, y llamaré la
atención a las siguientes líneas:
"Otra alternativa que se nos presenta -continúa
el señor
Herránes la adopción del alevoso proyecto del Senador Cu110m, la expropiación de la codiciada zona en Panamá invocando
para ello utilidad pública universal, y ofreciendo pagar a
Colombia el valor del territorio así usurpado, mediante avalúo
de peritos. Muy improbable me parece esta contingencia, pero
no me a.trevería a calificarla de absolutamente imposible.
"En la lucha desigual que trato de sostener, tengo embarazos
adicionales que mis predecesores no tenían...
en semejantes
circunstancias. .. bien difícil es que obtenga yo lo que no
estuvo al alcance de mis distinguidos y bien equipados predecesores.
"Hago, sin embargo, cuantos esfuerzos están a mi alcance
para satisfacer los deseos del Gobierno, y debo agregar mis propias vehementes aspiraciones; pero en medio de tantas y tan
graves dificultades como las que me rodean, muy problemático
me parece el éxito fina!."
De aquÍ se telegrafiaba ellO
de enero:
"He recibido su calograma del 3. Suponemos que han sido
admitidas últimas condiciones de Concha José Vicente. Trabaje
usted por obtener mayores ventajas pecuniarias y por reducir
el tiempo de comenzar a percibir renta. Si esto no es posible,
y usted ve que se puede perder todo por el retardo, firme el
tratado.
Marroquín, Paul.'·
La disyuntiva para el Gobierno, como se ve, se presentaba
ya con siniestra nitidez: o se ordenaba firmar un tratado en que
314
se menoscababa la soberanía de la República, condici6n indisdispensable para la existencia de ese tratado, o se ordenaba la
suspensión de las negociaciones, o mejor dicho, que éstas se
rompieran, lo que podía aparejar para la nación menoscabo de
soberanía infinitamente mayor que el que encerraba el tratado mismo.
Había otro factor poderoso, otra fuerza subterránea no señalada por nuestros Ministros y que habían de agitarse en la
sombra: la Compañía Nueva del Canal, que se había constituído
no para terminar la obra sino para especular con los despojos
de la empresa del Gran Francés. Esa compañía de especuladores no se resolvía fácilmente a dejar ir de entre las manos los
doscientos millones de francos que iban a recibir si se firmaba
y aprobaba el tratado. El silencio de la compañía, su resistencia
para dar instrucciones a su gente en Bogotá, la indiferencia con
que parecía ver el asunto, eran pruebas inequívocas de que
ellos no omitirían medio, aun cuando hubieran de gastar sumas
enormes, para que el Gobierno americano abriera el Canal de
Panamá:~
El Gobierno americano urgía y urgía; Mr. Hay decía al doctor
Herrán en 16 de enero, en nota confidencial: "Querido doctor
Herrán, pienso que debo decir a usted que he manifestado a
nuestro Ministro en Bogotá, por telegrama de hoy, que si el
Gobierno colombiano persiste en su presente actitud, hará imposibles ulteriores negociaciones."
El 22 de enero, en nota oficial, comunicaba nuestro Ministro:
"Me manifest6 el Secretario de Estado que el proyecto de
tratado que había presentado el 18 de noviembre era el resultado
de las discusiones que se habían sostenido durante año y medio,
que contenía cuantas concesiones podía hacer a Colombia el
Gobierno de los Estados Unidos, que tenía el carácter de ulti·
mátum, y que por eso se había abstenido de continuar la discusi6n provocada por el doctor Concha con su respuesta del 22
de noviembre.
"Fueron infructuosos los esfuerzos que hice para discutir de
nuevo algunas de las estipulaciones que contiene el proyecto
-4) La intervención de agentes de la Compafiia Nueva en Panamá
para atizar el sentimiento separatista ha quedado probada con publicaciones que se han hecho últimamente en Francia. El mismo instigador
se ufana de ello, y el Gobierno francés, que fue de los primeros en
reconocer la República de Panamá, le ha dado una condecoraci6nrecientemente.
315
de tratado; pero como las estipulaciones de carácter pecuniario
tienen en el proyecto forma de alternativa, pude introducir la
discusión sobre ellas, y esta discusión se sostuvo en varias conferencias. " Me hizo el señor Hay la propuesta que comuniqué
a su señoría por cable de 3 de enero: pago inicial de diez millones y renta de cien mil dólares que ha de empezar nueve
años después.
"Como tampoco acepté estas condiciones, de nuevo se paralizaron las negociaciones, y la situación vino a ser en extremo
crítica, como lo demuestra la esquela del Secretario de Estado
que acompaño en copia con mi evasiva contestación.
"Entre tanto he estado gestionando esta cuestión con algunos
senadores y valiéndome de un buen conducto con el Presidente mismo.
"He puesto en claro que de Bogotá se ha informado a este
Gobierno que tengo orden de firmar el ultimátum con las condiciones ofrecidas; pero he hecho saber al Presidente que aunque
para ello Se me autorice, no aceptaré la anualidad de cien mil
dólares.
"Entiendo que de hoy a mañana se me presentará formal
ultimátum con la anualidad duplicada o algo más. Si así sucediere la aceptaré en' cumplimiento de la orden contenida en el
calograma de su señoría del 10 de este mes. No aguardo una
propuesta que satisfaga; pero sí creo que la que se me haga
será la definitiva, y si la rechazo, irrevocablemente perderá
Colombia la oportunidad, que aún está a su alcance, de que se
excave un canal interoceánico por su territorio. Además, mi
aceptación se dará en conformidad con las órdenes e instrucciones que su· señoría me ha comunicado. De todos modos, Jo
que yo haga no tendrá el carácter de definitivo, y en manos de
nU'2'stro Congreso estará aceptar o rechazar lo que yo haga."
Al siguiente día 23. y en consecuencia de lo manifestado por
el señor Herrán en la nota que acabo de transcribir, firmó el
tratado, según lo anuncia el siguiente despacho por cable:
"Washington.
23. Buenaventura,
24 enero de 1903.
"Exteriores: '
"Tratado firmado hoy aceptando ultimátum diez millones y
doscientos cincuenta mil dólares renta.
Herrán."
Así lo comunicaba nuestro
nota que íntegra inserto:
Ministro
316
en Washington
en la
"En la tarde del día 22 del presente mes, después de haber
despachado la nota que con esa misma fecha dirigí a su señoría,
recibí el ultimátum que en copia acompaño.
"Esa misma tarde tuve una entrevista con el Secretario de
Estado, en su casa particular, y allí firmé el tratado aceptando
las últimas condiciones definitivas propuestas por él.
"Este asunto ya no admitía otro emplazamiento, y tuve que
tomar uno de los dos caminos que se me presentaban:
aceptar
un tratado que no satisfacía, o abandonar toda esperanza de que
por territorio colombiano se abriera el canal interoceánico. Apoyándome en las órdenes categóricas que su señoría me ha comunicado y reiterado sobre la aceptación del ultimátum en un
caso como en el que se presentó, me decidí por la primera
alternativa.
"Corresponde ahora al Congreso de Colombia dar resolución
definitiva a este grave asunto, pues sin su aceptación ningún
valor tiene el tratado celebrado, y en completa libertad queda
el Congreso para aprobarlo o para rechazarlo.
"A las muchas dificultades que me han rodeado en el curso
de estas arduas negociaciones, se agregaron embarazos adicionales provenientes de recientes calogramas del Ministerio americano en Bogotá y del agente de la Compañía del Canal. Ambos
aseguraban y reiteraban que me había ordenado el Gobierno de
Colombia que aceptara el ultimátum que se me presentara, aun·
que no se aumentara la anualidad de $ 100.000.
"Esto me comunicó el Secretario de Estado: le contesté que
no eran fidedignos los datos que le habían transmitido, y agregué
que persistiría en mi resolución de rechazar tan exigua anuali·
dad. Esta contestación dio por resultado el ultimátum que
acompaño, en el cual la anualidad se eleva a $ 250.000. Por
las razones que ya he apuntado, acepté esta final propuesta,
aunque no le di mi aprobación.
"Acompaño ejemplares originales de las versiones castellana
e inglesa del tratado, y una copia impresa de la inglesa.
"Tengo el honor de suscribirme de su señoría, atento y obsecuente servidor.
Tomás Herrán."
°
317
CONSIDERACIONES SOBRE EL TRATADO
HERRAN-HAY
Una vez que se ha hecho esta larga relación de los sucesos
y que se está en posesión de gran número de los documentos
necesarios para seguir paso a paso la historia de la negociación,
considero conveniente presentar todos los antecedentes del Tratado Rerrán-Hay, y entrar a estudiar en éste los puntos fundamentales de derecho, por los cuales mereció la censura del
Senado en sus sesiones de 1903.5 A la luz de las observaciones presentadas por la mayoría de la Comisión del Senado;· se
ve con claridad que tales bases fundamentales del Tratado están
en armonía con la labor de los antecesores del señor Herrán en
la Legación en Washington.
La primera objeción presentada por la Comisión del Senado
se funda en la necesidad de que al Tratado precediera un arreglo
entre el Gobierno de Colombia y las Compañías del Canal y del
Ferrocarril. Ahora bien: según el Memorándum del señor Martínez Silva, "el Gobierno declara que autorizará a la Compañía
5) Por motivo de la guerra civil de 1899 a 1902, en dicho perfodo no
se reunió el Congreso. Al instalarse éste el 20 de junio de 1903, el
Vicepresidente de la República encargado del poder ejecutivo envió
el siguiente mensaj e:
............................................................................
El Ministro de Relaciones Exteriores os presentará el proyecto de
convenio propuesto por el Gobierno de los Estados Unidos de América,
os expondrá los antecedentes y dará las explicaciones que, en orden
al convenio sobre el canal, puedan parecer interesantes.
Creo inoficioso manifestaros que, una vez que he dejado recaer sobre
vosotros toda la responsabilidad que trae consigo la decisión sobre este
asunto, no pretendo hacer pesar mi opinión acerca de él. Siempre. que
he dado instrucciones a nuestros representantes en Washington, les he
ordenado que expresen terminantemente mi resolución de someter el
estudio y la decisión de este gravísimo asunto, en su esencia y en sus
detalles, al supremo Congreso.
Por fortuna, para tratar con el Gobierno de la Unión Americana
sobre el negocio del canal, los días presentes son más propicios que
aquellos en que, viéndonos anegados en un piélago de dificultades y
de peligros, no podíamos trabajar por nuestros intereses con serenidad
y desembarazo. Por otra parte, después de largos afios en q.uec esa· ·CUe3-
319
Nueva del Canal de Panamá para vender y traspasar todos sus
derechos, franquicias, propiedades y concesiones al Gobierno
de los Estados Unidos". Según el Memorándum del señor Concha, "el Gobierno de Colombia autoriza a la Compañía Nueva
del Canal de Panamá para vender y traspasar a los Estados
Unidos sus derechos, privilegios, propiedades y concesiones. como también el ferrocarril de Panamá y todas las acciones o parte
de ellas en dicha Compañía". Por último, según el Tratado
Herrán-Hay, "el Gobierno de Colombia autoriza a la Compañía
Nueva del Canal de Panamá, para vender y traspasar a los Estados Unidos sus derechos, privilegios, propiedades y concesiones.
como también el ferrocarril de Panamá y todas las acciones o
parte de ellas en dicha Compañía".
En otro punto objetó el Senado de Colombia la fórmula de la
duración del Tratado, por considerarla "elástica, pero en puridad
de verdad fatalmente inexorable".
Memorándum Martínez Silva:
"Por el término de cien años que puede prorrogarse a opción
absoluta de los Estados Unidos, por períodos iguales."
Memorándum Concha:
"Esta concesión durará por el término de cien años prorrogables a la opción de los Estados Unidos por períodos de la misma
duración."
Tratado Herrán - Hay:
"Los Estados Unidos tendrán derecho exclusivo durante el
término de cien años prorrogables a la exclusiva y absoluta optión se había estado tratando de un modo vago y sin precisar condiciones, hoy se nos presenta de manera que la discusión sobre ella no
puede dejar de llevarnos a resultados y conclusiones prácticos y positivos. Ha sido indisputable triunfo diplomático nuestro el que el Senado
y el Gobierno norteamericanos declaren, no obstante los ingentes esfuerzos hechos en contrario, la superioridad de la via colombiana.
Corno 10 tengo expuesto a vosotros y a todos mis conciudadanos, atribuyO a la intervención de la Providencia Divina la feliz terminación
de la última guerra; a ella atribuyo igualmente el que hayan podido
empezar a remediarse los infinitos males de que esa misma guerra fue
origen; y de ella espero para vosotros el honor de que vuestros nombres vengan a figurar en nuestra historia como los de los legisladores
que, en la época de mayor abatimiento y de mayor atraso, han acertado a procurarle a Colombia, ya que no la inmediata posesión, si la
segura esperanza de los bienes que para ella sofiaran sus fundadores.
Honorables Senadores y Representantes.
,José Manuel Marroquín.
Bogotá, junio 20 de 1903.
320
clOn de los Estados Unidos, por períodos de igual duración,
mientras así lo deseen, para excavar, etc."
La Comisión del Senado objetó "la manera como está redactado el artículo VII, porque en ella hay redundancia y vaguedad
inconvenientes, si no es que se ha querido formular esa parte con
una ambigüedad y amplitud excesivas que no suenan bien tratándose de establecer las facilidades para la realización de una
obra bien determinada y precisa en sí misma".
Memorándum Martínez Silva:
"La República de Colombia incluye en la precedente conces\on
el derecho sin obstáculo, costo o impedimento alguno a la libre
navegación y uso de las aguas del río Chagres y otras corrientes,
lagos y lagunas, y de todas las vías fluviales naturales o artificiales dentro de la jurisdicción y dominio de la República en
el Departamento de Panamá que puedan ser necesarias o convenientes para la construcción, conservación y manejo del canal
y de sus obras auxiliares."
Memorándum Concha:
"La República de Colombia incluye en la precedente concesión
el derecho sin obstáculo, costo o impedimento alguno a la libre
navegación y uso de las aguas del río Chagres y otras corrientes,
lagos y lagunas, y de todas las vías fluviales naturales o artificiales dentro de la jurisdicción y dominio de la República en
el Departamento de Panamá, que puedan ser necesarias o convenientes para la construcción, conservación y manejo del canal
y de sus obras auxiliares."
Tratado Herrán-Hay:
"La República de Colombia incluye en la precedente concesión el derecho sin obstáculo, costo o impedimento, a la dirección, consumo y utilización general de las agulls del río Chagres y otras corrientes, lagos y lagunas de todas las aguas no
navegables, ya sean naturales o artificiales, para aprovecharlas
de la manera que hallen necesario los Estados Unidos para el
disfrute de las concesiones y derechos que este tratado les concede; como también a la navegación de todos los ríos, corrientes.
lagos y otras vías fluviales que, en el Departamento de Panamá,
bajo la jurisdicción y dentro del dominio de la República de
Colombia, situados dentro o fuera de la zona mencionada, puedan ser necesarios o convenientes para la construcción, con321
servaClOn y explotación del canal principal y de sus auxiliares
u otras obras."
La restricción VI de la Comisión del Senado co!ombiano "se
refiere a puntos delicados por excelencia y que son los que más
detuvieron la consideración de la comisión", y pide la total
supresión del artículo por contrario al artículo X de la Constitución y por imponer a nuestro país "un sacrificio de decoro
inaceptable para nosotros, dada la actual legislación d~ la República".
Memorándum Martínez Silva (artículo XII):
"El Gobierno de los Estados Unidos tendrá el derecho de
mantener, en la referida Zona del Canal, la fuerza de policía
que sea necesaria para protegerlo y darle seguridad, así como
para conservar el orden y la disciplina entre los trabajadores y
las demás personas que afluyan a la mencionada localidad por
razón de los trabajos de la empresa, y para impedir qL:e de allí
se perturben la paz y el orden en el territorio adyacente. Los
dos Gobiernos de Colombia y de los Estados Unidos acordarán
Jos reglamentos necesarios y especiales, sanitarios y de policía.
que habrán de ponerse en vigencia en dicha zona para los fines
indicados, así como para la captura y entrega de los criminales
a las autoridades respectivas; y los empleados o agentes de
policía del Gobierno de los Estados Unidos conocerán, por delegación del Gobierno de Colombia, de las contravenciones a
dichos reglamentos, y harán eficaces las resoluciones que para
Jales casos se dicten, aplicando las penas correspondientes; pero
en todos aquellos casos en que sean parte ciudadanos colombianos, éstos tendrán derecho de apelar ante la comisión mixta de
que trata el artículo In.
"Artículo XIII. De conformidad con la última parte del precedente artículo, y en los mismos términos, se dictarán reglamentos y procedimientos especiales y se nombrarán empleados
también especiales, por el Gobierno de los Estados Unidos, para
decidir sobre las controversias que se susciten respecto a los
contratos que se celebren, relativos a la construcción y manejo
del canal y de sus obras y dependencias, así como para el juzgamicnto y castigo de los delitos que se cometan dentro de la
dicha Zona del Canal; pero en todos aquellos casos que no se
refier:m a meras infracciones de policía. y en que se ventilen
intereses de personas o entidades colombianas, en causas civiles
o criminales, podrán interponerse por éstas el recurso de apelación para ante el Tribunal Superior de Panamá. en la forma y
322
términos que se determinarán
contratantes. "
posteriormente
por ambas partes
Memorándum Concha (artículo XIII):
"El Gobierno de los Estados Unidos tendrá la autoridad necesaria en la referida Zona del Canal, para protegerlo y darle
seguridad, así como a los ferrocarriles y demás obras auxiliares,
y para conservar el orden y la disciplina entre los trabajadores
y personas que concurran a aquella región por motivo de los
trabajos de la empresa. Los dos Gobiernos, de Colombia y de
los Estados Unidos, acordarán los reglamentos necesarios para
los fines indicados, así como para la captura y entrega de los
criminales a las autoridades competentes.
"También se acordarán reglamentos especiales, en la forma
dicha, que establezcan las reglas y jurisdicción para decidir
sobre las controversias que se susciten respecto de los contratos
relativos a la construcción y manejo del canal y sus obras y
dependencias, así como para el juzgamiento y castigo de los
delitos que se cometan dentro de la dicha Zona del Canal."
Tratado Rerrán-Hay (artículo XIII):
"Los Estados Unidos tendrán autoridad para proteger y dar
seguridad del canal, así como a los ferrocarriles y demás obras
auxiliares y dependencias, y para conservar el orden y la disciplina entre los trabajadores y otras personas que concurran a
aquella región y dictar y hacer cumplir los reglamentos de policía y de sanidad que se juzguen necesarios para la conservación
del orden y de la salud pública, así como para proteger de
interrupción o daños la navegación y el tráfico del canal, de
los ferrocarriles o de otras obras y dependencias.
"1. La República de Colombia podrá establecer tribunales
judiciales dentro de dicha zona, para decidir en conformidad
con sus leyes y procedimientos judiciales, las controversias que
en adelante se especificarán.
"Los tribunales así establecidos por la República de Colombia
tendrán exclusiva jurisdicción, dentro de dicha zona, de todas
las controversias que se susciten entre ciudadanos de la República de Colombia y extranjeros que no sean ciudadanos de
los Estados Unidos.
"II. Salvo la soberanía general que ejerce Colombia en dicha
zona, los Estados Unidos podrán establecer en ella tribunales
judiciales que tendrán jurisdicción en ciertas controversias, que
323
en adelante se especificarán, y las cuales se determinarán de
acuerdo con las leyes y procedimientos judiciales de los Estados Unidos.
"El tribunal o los tribunales así establecidos por los Estados
Unidos, tendrán exclusiva jurisdicción en dicha zona de todas
las controversias que se susciten entre los ciudadanos de los
Estados Unidos y entre ciudadanos de éstos y los de otros
países, con excepción de los de la República de Colombia; así
como de toda controversia que de cualquier manera provenga
de la construcción, sostenimiento y explotación del canal, del
ferrocarril o de otras propiedades y obras.
"III. Colombia y los Estados Unidos, de común acuerdo.
establecerán y conservarán en dicha zona tribunales judiciales
que tengan jurisdicción civil, criminal y de almirantazgo, y que
se compondrán de juristas nombrados por los Gobiernos de
Colombia y de los Estados Unidos, de la manera que más tarde
acuerden los dos Gobiernos, y estos tribunales tendrániurisdicción en las controverSias que en adelante se especificarán, y de
todos los delitos, crímenes y faltas que se cometan dentro de
la zona, y de todas las cuestiones de almirantazgo. en conformidad con las leyes y procedimientos que más tarde se acordarán y fijarán por los dos Gobiernos.
"Este tribunal judicial mixto tendrá exclusiva jurisdicción.
dentro de la dicha zona. de todas las controversias que se susciten entre ciud'ldanos de Colombia y de los Estados Unidos. y
entre otros ciudadanos que no sean de Colombia ni de los Estados Unidos; como también de los delitos, crímenes y faltas
que se cometan dentro de la dicha zona, y de todas las cuestiones de almirantazgo que en ella se susciten.
"IV. En lo futuro, y de tiempo en tiempo, según lo exijan
las circunstancias, los dos Gobiernos acordarán y fijarán las
leyes y procedimientos que deben regir a dicho tribunal judicial
mixto, y que han de ser aplicables a todas las personas y cuestiones, baio la jurisdicción de este tribunal, y también crearán
los funcionarios y emnleados que en dicho tribunal se requieran.
y determinarán su autoridad y deberes; y además dictarán medidas adecuadas, de común acuerdo, para la persecución, captun, prisión, detención y entrega, dentro de la mencionada
zona. de las personas acusadas de la comisión de d•.•litos, crímenes o faltas fuera de la zona; y para la persecución, cantura.
Nisi6n. detención y entrega. fuera de la dicha zona, de las
pl"rwnas acusadas de la comisión de delitos, crímenes y faltas
dentro de la zona."
324
Este artículo, en armonía con los Memorándums anteriores.
desarrolló y completó en la práctica el principio sentado en ellos.
Graves objeciones se hicieron por el Senado respecto de la
autoridad y dominio (control) de los Estados Unidos en la zona
del istmo, punto de donde emanaban todas las restricciones a
la soberanía de Colombia.
La comisión observó que se debía "expresar claramente que
Colombia otorga a los Estados Unidos el derecho de servirse
de la Zona del Canal y parte del territorio adyacente, excluyendo toda idea de traspaso de dominio". En un proyecto de
ley que abarcaba toda la cuestión, se declaraba "que siendo
materia de la convención Herrán-Hay la ejecución de obras
públicas en grande escala, y la ocupación a perpetuidad de una
porción del territorio colombiano por el concesionario, y que
no siendo éste una persona jurídica cuyos actos hayan de regirse
por el Derecho Civil y por las leyes colombianas, sino un
cuerpo político soberano, si la convención hubiese de llevarse
a efecto quedaría establecida la coexistencia de dos poderes públicos, uno nacional y otro extranjero, expuestos permanentemente a colisiones y forzosamente limitada a la jurisdicción de
la nación colombiana dentro de su propio territorio, situación
incompatible con las leyes constitucionales y la tradicional organización de la República".
Quisiera no fatigar poniendo de manifiesto no ya la armonía,
como en pasajes anteriores, sino la perfecta similitud de términos en el tratado Herrán-Hay, y todos los documentos que he
venido citando, porque esta confrontación está ya hecha en otro
lugar. Pero debo repetirla, porque el asunto control es el todo
de la cuestión, y porque esta confrontación se relaciona directamente con la impugnación al tratado Herrán-Hay y contenida
en el proyecto de ley que acaba de transcribirse.
ll4emorándum Concha:
"Los Estados Unidos tendrán derecho exclusivo para excavar,
construír, conservar, explotar, vigilar,· y proteger un canal marítimo. etc."
Tratado Herrán-Hay:
"Los Estados Unidos tendrán derecho exclusivo, durante el
término de cien años prorrogables a la exclusiva y absoluta op6) El vocablo control se ha traducido Indistintamente en las diversas
redacciones por inspeccionar, vigilar, dirigir, manejar.
325
Clon de los Estados Unidos por períodos de igual duración
mientras así lo deseen, para excavar, construír, conservar, explotar, dirigir y proteger el canal marítimo, etc."
El tratado Harán-Hay fue para unos un pacto inconveniente
y ruinoso para la República; para otros un arreglo que no tan
s6lo apartaba peligros, sino que encerraba ventajas positivas;
ventajas que excedían el menoscabo de soberanía en una parte
del territorio colombiano donde el Gobierno no la tuvo nunca
completa desde que se firm6 el tratado del 46 con los Estados
Unidos. La cláusula 35, que encerraba para ellos un tratado
de protecci6n, la garantía misma de soberanía en el istmo, prueban que Colombia no la ejercía allí de manera absoluta. Juzgo
que la opini6n que entonces fue adversa al tratado, le es hoy
ciertamente favorable. Un plebiscito nacional le daría hoy su
sanci6n, a no dudarlo.
Sea como fuere, cuantos intervJnlmos en el negociado, cuantos tuvimos parte directa en las gestiones y actos para la conclusión y firma de ese pacto, fuimos siempre movidos por el
más puro patriotismo, por el vehemente anhelo de conseguir
prosperidad a la República, por el deseo ardiente de traer felicidad para los hijos de Colombia. Los Ministros diplomáticos
a quienes tocó gestionar el asunto en Washington son colombianos de honradez intachable y de patriotismo indiscutible.
326
EL TRATADO Y LA OPINION PANAMERA
La repugnancia con que autorizaba yo gestiones y actos para
la conclusión de un' tratado en que se menoscabara la soberanía,
repugnancia de que se ha dejado prueba en una carta al doctor
Martínez Silva, y en la mayor parte de las instrucciones que
se comunicaron a la legación en Washington, la completa pacificación de la República, mi deseo de que se obtuvieran las
mayores ventajas, mi aspiración· de no ser yo sino el Congreso
próximo a reunirse quien resolviera en definitiva la cuestión,
la esperanza de que un corto retardo no habría de causar graves
perjuicios ni comprometer definitivamente el éxito del asunto,
me movieron a poner al señor Herrán un cable en que le decía,
ignorando yo que el convenio estuviera firmado:
"Bogotá, 24 de enero
"No firme tratado canal sin recibir
por carta hoy.
instrucciones
que irán
Marroquín,
Paul."
La carta decía así:
"Bogotá, enero 24 de 1903
"Señor doctor Tomás Herrán.
Washington.
"Muy estimado amigo:
"El señor Paul y yo hemos dirigido a usted un cable en esta
misma fecha, en que le hemos dicho que no firme el tratado relativo al Canal de Panamá sin recibir nuevas instrucciones.
"Nuestras circunstancias han cambiado mucho: el triunfo so-bre la revolución ha dado al Gobierno el poder y el prestigio
que antes podían faltarle por la duda que se abrigaría en los
Estados Unidos y en todas partes sobre cual había de ser por
fin la entidad política dueña del istmo. Hoy tiene que reconocer
327
el Gobierno de los Estados Unidos que, de tratar con alguno,
ha ser con el mío. Otras circunstancias me hacen pensar que
nuestra posición es hoy mucho mejor que en la época en que
se principiaron las negociaciones.
"Por otra parte, la aprobación del tratado por parte del Gobierno tendría demasiada importancia, por más que para darle
validez se aguarda el asentimiento del Congreso colombiano. El
poder ejecutivo es colegislador, y con una resolución suya favorable, el Gobierno americano tendría andada la mitad del
camino para salirse con sus pretensiones, y el Congreso colombiano tropezaría con un embarazo que le quitaría en mucha
parte la libertad que debe dejársele para decidir la gravísima
cuestión del modo que juzgue más conveniente.
"La opinión general en Colombia, o por lo menos la más
digna de ser atendida, es la que no se apruebe el tratado en
las condiciones propuestas por el Gobierno de los Estados Unidos. Se quiete menor menoscabo para nuestra soberanía y se
desean ventajas pecuniarias mucho mayores que las ofrecidas.
"Lo que quiero ahora es no manifestar mi opinión sin consultar la del Congreso, el cual, por fortuna, se reunirá dentro
de unos dos meses. Creo que el Gobierno americano no necesita
con urgencia conocer aquella opinión.
"Espero que usted, sin ponerle de manifiesto al Gobierno
americano lo que le expongo en esta carta, procure mantener en
expectativa a dicho gobierno, valiéndose discretamente de los
medios que usted como diplomático conoce mejor que yo.
"Quedo de usted afectísimo amigo y estimador,
lCMé Manuel Marroquín."
Según ya dije, el cablegrama y la carta llegaron tarde. Y
como habrá de notarse, por el contexto de aquel último cable
y de los inmediatamente anteriores, vacilación, incongruencia y
desconcierto, permítaseme que presente dos cartas más de carácter íntimo que manifiestan las torturas de mi espíritu, el
conflicto en que me encontraba ante la tremenda alternativa,
sacrificio que hube de imponerme para ordenar la firma de un
tratado en que se menoscababa la soberanía. Sí, vacilé, no tuve
un rato de sosiego y de calma desde que nuestros Ministros diplomáticos me pusieron al tanto de la situación y del conjunto
de dificultades que la rodeaban hasta el día de su fatal desenlace. Veréis allí también cómo se enredaban en mi ánimo an328
gustiado el convenio del canal con la separación del istmo. A
la idea de que estas dos cuestiones no eran sino una sola, había
llegado por las reiteradas manifestaciones de nuestros agentes en
Washington. Sensible es que el Senado colombiano no hubiera
tenido en cuenta esos pronósticos en sus deliberaciones.
"Bogotá, 24 de octubre de 1902
"Señor doctor don Benjamín Aguilera. Panamá.
"A nadie se escapa, y menos al Gobierno, que de la suerte
de Panamá depende la de toda la República, y que es ésta una
cuestión de vida o muerte para Colombia; de aquí que todos
debamos mirarla como la más importante de cuantas se hayan
presentado hasta ahora, y tratar de resolverla del mejor modo
posible. He llegado a convencerme de que el único modo de
contentar a los panameños y evitar los desastres que se nos
e3peran, es hacer firmar el tratado a pesar de la oposición
que se le hace.
"Desde el día en que murió el General Albán, hasta hoy, no
he tenido uno solo que no sea de intranquilidad y de zozobra,
con motivo de los sucesos ocurridos en ese departamento. Créame usted que por ninguno otro me preocupo tanto, ni he hecho
en favor suyo ahorro alguno de esfuerzos y de sacrificios de toda
especie; y sin embargo, los panameños y algunos no panameños
siguen creyendo que el Gobierno Nacional se preocupa muy
poco de la suerte de Panamá, cuando precisamente ha colmado
la medida de aquellos esfuerzos para remover los obstáculos que
embarazan la acción pronta y eficaz encaminada a acabar allá
con la guerra.
"Me repito su afectísimo amigo y estimador,
losé Manuel Marroquín."
Sensible es igualmente que el Senado, en sus deliberaciones,
no hubiera tomado en consideración y dado la importancia que
tenían a manifestaciones como la siguiente, que no eran las
únicas de esa especie ni estaban aisladas. Acaso lo guió el optimismo, acaso se dejó desviar por manifestaciones hechas dentro
de su mismo recinto, de que las amenazas anunciadas eran
quiméricas y carecían de fundamento:
329
"Panamá,
19; Buenaventura,
19 de junio de 1903.
"Vicepresidente República Colombia. Bogotá.
"Colombianos residentes y nacidos istmo, sin distinción colores políticos, consideramos vital importancia aprobación tratado
Herrán-Hay, que consulta intereses y aspiraciones actuales y
futuras. Improbar tratado, cuando trabájase hacer adoptar vía
Nicaragua, equivaldría decretar ruina del istmo, causando mal
sin reparación y sin medida, y daría origen sentimientos antipatrióticos. Suplicamos comuníquelo Congreso. Correo lleva originales.·
"Panamá, junio 19 de 1903.
"Nicanor A. de Obarrio, Eusebio A. Morales, José Agustín
Arango, Federico Boyd, Manuel Amador Guerrero, Inocencio
Galindo, Ricardo Arias, Oscar Miller, Rafael Aizpuru, Ricardo
Pizarro, Domingo Díaz A., Eduardo Isaza, Demetrio H. Britd,
Samuel Lavis, Manuel J. Cucalón P., Ismael G. de Paredes,
Manuel Espinosa, Nicanor Vallalaz, E. de la Guardia, José
María Chiari R., Ramón Valdés, Antonio Papía Aizpuru, Julio
Ardila, Félix A. Vélez M., Nicolás Remón, Paulo Emilio Morales, Manuel M. Méndez, J. Arjana, Francisco de la Espriella.
Siguen dos mil firmas de colombianos en Colón; interior del
departamento levántanse numerosas adhesiones entusiastas."
Hoy, a la luz de los hechos, cuando las conjeturas antiguas se
convierten en dolorosas certidumbres, cuando el movimiento
separatista del istmo de Panamá arroja lumbraradas siniestras,
puede verse de manera evidente que la dilación habría sido inútil y no hubiera apartado de mí responsabilidades e impugnaciones.
Los hechos que se cumplieron en noviembre se hubieran cumplido antes si el Congreso americano hubiera intentado optar
por Nicaragua en vista de las dilaciones de Colombia; o después, si al, presentar al Congreso colombiano las únicas bases
sobre que trataba el Gobierno de los Estados Unidos, aquel
cuerpo las hubiera declarado inaceptables, como declaró inaceptableel tratado Herrán-Hay.
Qúiero suponer también que mi Gobierno, en lo relativo al
Canal de Panamá, se hubiera mantenido dentro de la abstención
absoluta; que no hubiera enviado al doctor Martínez Silva a
Washington, que hubiéra esperado tranquilamente a que terminara la prórroga concedida a la Compañía del Canal: tampoco se hubiera evitado la catástrofe.
330
Si la negociación no se hubiera iniciado, si se hubiera frustrado
o siquiera interrumpido, entonces el heroico y pundonoroso
General Albán, en lugar de encontrar ignota tumba en las os.;
curidades del océano, se hubiera hecho matar sobre las murallas
de Panamá, encontrando así la más bella ocasión para un soldado
de Colombia de ofrendar su vida por ella. ¡Hubiera sido el mártir
de la integridad nacional! Faltó la sangre, nimbo y sello de los
grandes sacrificios, tizne de los grandes crímenes.
.
Porque las fuerzas que obraban en contra nuestra, porque
los elementos que se conjuraron para arrebatarnos el istmo,
estaban entonces vivos aunque latentes, poderosos y fuertes; tales
eran: la Compañía Nueva del Canal, que removía todo obstáculo
para alejar su ruina y obtener pingüe ganancia; el imperialismo
americano, que rompió las ligaduras del tratado que atajaba su
conquista; la revolución, que relajaba los vínculos nacionales;
la ávida impaciencia del istmo, que consideraba la apertura del
canal como única fuente de riqueza y. de paz en medio del
trastorno y miseria colombiana.
El tratado Herrán-Hay era el hilo que unía el istmo de Panamá con el resto de la nación, y el Senado lo rompió. El Senado
colombiano rompió ese vínculo el 12 de agosto de 1903; al
votar la no consideración del tratado votó la separación del
istmo de Panamá del territorio patrio.
Pero la historia le será benigna, porque el acto de su negativa
no fue otra cosa que la interpretación del sentimiento nacionttl;
porque el representante de los Estados Unidos, al dirigir una
amenaza contra Colombia. de parte d~ su Gobierno, al declararle
que la representación nacional no podía deliberar, al declarar
en nombre de su nación que el tratado era irreformable, hacía
imposible toda modificación que lo hubiera hecho viable, y pre~
tendía arrancar a este cuerpo su soberanía con el mismo desen~
fado con que nos arrancó luego la de· Panamá.
Será favorable el fallo de la historia para él, porque no pudo
prever, como no lo preví yo, como no lo previó ningún colombiano,
que el Gobierno. de los· Estados Unidos uniera la astucia de la
zorra a la fuerza del elefante para despojar a la débil, inerme.
y desgraciada Colombia.
Algunos de nuestros agentes diplomáticos, al anunciar 'los trd~
piezos que encontraría el tratado Herrán-Hay, señalaban entre
ellos los esfuerzos de ·lá compañía americana, de los pilrtidatio.s
de la vía de Nicaragua para influír sobre el Senado de Colombia
331
con el fin de que, dándole su improbación, se debilitara la
construcción del canal o se adoptara, según la Ley Spooner,
la vla rival.
No; no hubo influencias sobre el Senado en este sentido; no
hubieran sido escuchadas; él deliberó según su conciencia y las
conveniencias públicas. Pero parece que el agente de esas como
pañías, el interesado en retardar la negociación o en hacerla
imposible, hubiera sido el mismo representante del Gobierno
allÍericano, que consiguió con sus declaraciones la negativa uná·
nime, rotunda y definitiva del convenio.
Debe recordarse, y siempre debe tenerlo presente en particular el Gobierno de los Estados Unidos, que la mayoría de la
comisión del Senado presentó un informe aprobatorio, y sólo
con reformas que habrían dado base a negociaciones ulteriores.
En armonía con ei mismo sentimiento se aceptaron luego en
el Senado proposiciones que son bien conocidas y que se comunicaron inmediatamente por telégrafo al Gobierno de los Estados Unidos.
y esta actitud del mismo Gobierno era tanto más inesperada
e injustificable, cuanto que mi Gobierno había instruído a la
legación en Washington, y ésta había cumplido la instrucción,
siempre que fue pertinente, en el sentido de que la aprobación
del Congreso no era una vana. fórmula, y que éste quedaba en
libertad absoluta para deliberar, discutir, reformar, proponer,
aprobar o negar, sin que esto implicara mala voluntad o burla
para el Gobierno americano.
Con el propósito de dejar constancia de los móviles que había tenido el Senado y de la intención que abrigaban tanto
éste como el Gobierno sobre la construcción del canal, dejando
la puerta abierta a nuevas negociaciones, se transmitieron los
siguientes cables:
"Ministro Colombia. Washington.
"Senado por unanimidad desaprobó tratado canal, entre otras
razones emitidas, por menoscabo soberanía y no arreglo previo
compañías con este Gobierno, para traspaso privilegios: contribuyeron desaprobación total, notas Ministro americano contra
introducción reformas al Memorándum del mismo sobre posible
rechazo tratado y demora canje. Considérase probable Congreso
dé bases reanudar negociaciones.
332,
"Comunique Usía por cable legaciones Europa.
"Agosto 13. Rico."
y en septiembre 8 del mismo, al señor Herrán:
"Diga usted al Departamento de Estado en Washington que.
adóptese o no proyecto presentado Senado sobre nuevas autorizaciones .tratado Canal de Panamá, el Gobierno de Colombia
propondrá al americano reanudar negociación sobre bases juzgue
aceptables Congreso del próximo agosto, atendidos conceptos
del presente y opinión nacional. "
El mismo día 13 de agosto se dirigió. este otro cable:
"Gobernador. Panamá.
"Pida copia de mi cable de hoya
tivo tratado canal; publíquelo.
Ministro Washington rela-
R·lCO. ,.
Los pronósticos tantas veces formulados por los señores Martínez Silva, Concha y Herrán sobre el resultado de la negatiVa
del tratado o suspensión de negociaciones tocantes a movimientos separatistas en el istmo, parecían quiméricos. Las apren'siones y zozobras que se abrigaron por otros muchos sobre el
particular, parecían desvanecidas; el Departamento de Panamá
parecía tranquilo, el silencio apartaba la alarma, las noticias que
llegaban de fuera inspiraban confianza.
Comunicaba nuestro Ministro en Washington, en nota de
16 de octubre:
"La negativa dada por nuestro Senado al tratado del canal
produjo en este país, como ya se ha informado a su señoría,
gran sorpresa; despertó un sentimiento muy general de resentimiento, y muchas publicaciones agresivas se hicieron. Sin embargo, pronto se verificó una reacción favorable, y algunos periódicos influyentes hicieron en sus secciones editoriales hábiles
defensas de Colombia. El telegrama de su señoría del 14 de
agosto fue recibido muy oportunamente, y su publicación contribuyó mucho a acabar de desvanecer la mala impresión producida por la unánime desaprobación que nuestro Senado dio
al tratado. Este asunto ya no se discute, y creo que en las
actuales circunstancias sería perjudicial provocar la renovación
de la discusión con la publicación del interesante discurso pro333
nunciado por sus señoría ante el Senado en defensa del convenio,
en la sesión del 12 de agosto.
"El presidente Roosevelt, partidario decidido de la vía de
Panamá, no manifiesta inclinación de declarar que haya expirado
el tiempo razonable que la Ley Spooner le concede para tratar
con Colombia, y probablemente dejará que el próximo Congreso
asuma la responsabilidad de resolver este asunto.
"Se aguarda la nueva propuesta que su señoría ha anunciado;
entre tanto la actitud de este Gobierno es de paciente expectativa y la del público es parecida."
¿Qué más? Todo esto auguraba bonanza; los antiguos temores se desvanecían por completo, renacía la tranquilidad: era
la calma, era el silencio que suele preceder a las grandes catástrofes.
Había cumplido yo mi deber, satisfecho mis promesas y mi
deseo vehemente de que fuera el Congreso colombiano quien,
impuesto en la negociación y penetrando la cuestión por todas
sus fases, considerara el pacto resultado de aquellas negociaciones, diera remate al asunto y dictara sobre él el fallo definitivo. Pudo caberme a mí responsabilidad en ordenar la conclusión del tratado; responsabilidad que no rehuyo ni declino:
el juez más severo no ·echaría sobre mí ninguna, por las consecuencias de la negativa de aquel tratado.
334
LA NEGATIVA DEL TRATADO Y LA
INTERVENCION DE LOS ESTADOS UNIDOS
Permítaseme que recuerde mis palabras al clausurarse las sesiones extraordinarias del Congreso de 1903, convocado y reunido puedo decir, con el exclusivo objeto de resolver el asunto
de un tratado internacional para la apertura del Canal de
Panamá.'
"Al hacer aquel llamamiento se abrigaban por parte del ejecutivo fundadas esperanzas de que tan s610 el sentimiento patrio
y el espíritu de concordia ante las necesidades generales, presidirían las deliberaciones del cuerpo legislativo, y que su labor,
si no conseguía remediar todos los males y dar provechosa soluci6n a todos los problemas, sí traería consigo algún bien para la
naci6n y un poco de desahogo al Gobierno para el desempeño
de sus funciones. Aquellas esperanzas, vivamente manifestadas
en el acto de la instalaci6n de las cámaras, y el llamamiento
a la uni6n de todos para la obra común de reparación, no eran
la expresi6n de las personales aspiraciones de un jefe de partido
ni del deseo de darle lustre a una administraci6n cuyo período
constitucional estaba pr6ximo a expirar: eran la manifestación
de los deseos de· los colombianos que aspiraban a disfrutar en
medio de la paz del goce efectivo de todos sus derechos, bajo
el amnaro de leyes protectoras y adecuadas a las necesidades
actuales.
"Hoy el cuerpo legislativo, cuya reuni6n despert6 tan vivo
interés en el ánimo de todos,. acaba de dar por terminadas sus
labores. El país las juzgará serena e imparcialmente, así como
juzgará los esfuerzos hechos por el ejecutivo dentro de la esfera
de sus obligaciones y de sus facultades, para mantener la bitena
armonía que debe reinar entre ·los dos poderes.
7) ManJfiesto
del Gobierno a la nación; 19 de noviembre.
335
"De nadie son desconocidas hoy las causas que hicieron poco
fructuosa la tarea del Congreso en las pasadas sesiones. Los
elementos disidentes de las cámaras, empeñados en no dar paso
alguno que facilitase la labor del poder ejecutivo, dificultaron
la expedición de muchos actos; y en tanto que la mayoría de la
Cámara de Representantes, con celo y actividad que la enaltecen,
se esforzaba por despachar los múltiples asuntos sometidos a
su estudio, la mayoría de la otra se ocupaba, durante días y
semanas, en deliberaciones que sólo producían el efecto de difi·
cuItar la solución de graves problemas. Ha sido siempre funesto
para los intereses generales de la administraci6n el antagonismo
político .entre las cámaras legislativas; y en esta ocasión .ese
resultado se ha puesto en evidencia.
"El asunto de mayor importancia, el único si se quiere, entre
'os que determinaron la reunión del Congreso, era el del tratado
para la apertura del canal interoceánico, que fue sometido a su
consideración en los primeros días de las sesiones. El Senado,
después de debates en que se hizo sentir demasiado el espíritu
de oposición al Jefe del Gobierno, neg6 su aprobación al tratado,
y determinó que una comisión de tres de sus miembros, consultando en lo posible la opini6n de la otra cámara, estudiase
la manera de satisfacer el anhelo del pueblo colombiano tocante
a la excavación del canal, en armonía con los intereses nacionales y el respeto a la legalidad.
"Como la reunión de las dos comisiones no produjera resultado
alguno, la del Senado presentó un proyecto de ley 'por el cual
se ratifica una improbación y se dan autorizaciones al ejecutivo
para la apertura del canal interoceánico'. Aprobado este proyecto en .primer debate, pas6 al estudio de una nueva comisión,
y ésta lo devolvió con un informe en que manifestaba que
dicha ley no era constitucional y que además, era inconveniente,
innecesaria y prematura. Observó que, como punto fundamental,
debía decidir el Congreso previamente sobre la validez de la
pr6rroga concedida a la Compañía Nueva del Canal en 1900.
Concluía el informe de la comisión pidiendo la suspensión indefinida del proyecto de ley de autorizaciones y presentando uno
nuevo aprobatorio de la citada pr6rroga.
"Acogió el Sénado la resolución con que terminaba aquel
informe y resolvió, en consecuencia, suspender indefinidamente
el mencionado proyecto. de autorizaciones.
"Quedó pues ampliamente discutido y definitivamente resuelto en el Congreso el asunto principal que motivó su con·
836
vocación, o sea lo relativo al tratado sobre construcción del
canal interoceánico.
'
"Sin embargo, siendo de vital interés para la República, y
especialmente para el Departamento de Panamá, la apertura
del canal, se comunicaron a nuestro encargado de negocios en
Washington las decisiones del Senado, con el fin de que las
participara al Gobierno de los Estados Unidos. Se le instruyó
para manifestarle que el de Colombia, atendidos los conceptos
del Congreso que acaba de cerrar sus sesiones y la opinión nacional, ajustaría nuevas negociaciones sobre bases que juzga
serán aceptables por el próximo Congreso; de suerte que si el
Gobierno norteamericano persiste en el propósito de abrir el
canal, lo cual es de presumirse porque nada ha dicho en sentido
contrario, es de esperarse que la magna obra sea al fin llevada
a cabo por territorio colombiano."
A fines de octubre llegaron .noticias alarmantes de Panamá;
pero éstas no -se referían al temido movimiento sepáratista: parecían referirse a unas postreras convulsiones de la revolución
que acababa de ser ,debelada. Movimientos de esta naturaleza
no presentaban en manera alguna ,motivos de grande alarma,
porque como se vio antés repetidas veces, el Gobierno estaba
en capacidad de sofocarlos inmediatamente. Además, los cablegramas que, dando informaciones sobre este punto me llegaron,
tendían a tranquilizarme. Sin embargo, si el objeto que se propusieron quienes los dirigían fue paralizar la acción del Gobierno. no lo consiguieron; antes de que seeerrara el Congreso
y sin haber recibido noticia especial que despertara desconfianzas. se enviaron a Panamá tropas y recursos suficientes y a un
militar prudente y prestigioso provisto de cuantas facultades se
creyeron oportunas para dar a sU acción la apetecible eficacia.
Los despachos cablegráficos deCían así:
"Panamá, 21; Buenaventura, 21 de septiembre de 1903.
"Vicepresidente Marroquín. Bogotá.
"Posesionéme ayer presencia numerosísima honrosa concurrencia. Calmado espíritu separatista; •aguárdase solución favorable. Partidos, directorios, cuerpos, etc., ofrécenme cooperación;
Julio Fábrega, Manuel E. Amador, Nicolás Victoria, Secretarios
Gobierno, Hacienda, Instrucción Pública. Nombramientos satisfacen ampliamente. Confío secundar vuestros sanos propósitos
conservar tranquilidad istmo; prensa modérase; envío discurso.
Salúdolo respetuosamente.
Obaldía."
337
"Panamá, 10; Buenaventura, 10 de octubre de 1903.
"Vicepresidente República. Bogotá.
"Noticias transmitidas Cauca alarmantes. Vigilo. Espero órdenes. Comunicaré llegada revolucionarios Toro. Aquí tranquilo.
Castro impuesto.
Obaldía."
"Panamá, 17; Buenaventura, 17 de octubre de 1903.
"Vicepresidente. Bogotá.
"Todo tranquilo. Cauca noticias alarmantes; pueblo ofréceme
demostración neutralidad medidas prudentes. Gran demostración
anoche nombramiento Prefecto Obarrio. Nada temo.
GobernmJor. ,.
"Panamá, 23; Buenaventura, 23 de octubre de 1903.
"Vicepresidente. Bogotá.
"Tobar demora Costa; istmeños desean Pablo Arosemena
Ministro Washington; nuevos refuerzos canal. Calma absoluta.
Gobernador .••
"Panamá, 25; Buenaventura, 25 de octubre de 1903.
"Ministro Guerra. Bogotá.
"Norte Veraguas desembarcó invasión nicaragüense mando Federico Barrera, constante setenta; dirígense Penonomé. Envío
veintiuno fuerzas mando Comandante Tascón. Conceptúo movimiento .guerrillero sin apoyo liberales istmeños importantes.
"Panamá, 27; Buenaventura, 27 de octubre de 1903.
"Ministro Guerra.
Bogotá.
"Recibí cable. Colombia llegó Penonomé ayer noche. Vernaza
levanta fuerza Santafé. Envío recurSos Veraguas. Invasión será
debelada. Zelaya niega ayuda. Tres comunicaré Tobar espere
ir para enviar fuerzas. Tenemos elementos. Juzgo plan fracasado.
Liberales aquí condenan invasión prensa. Gran actividad prefectos; telégrafo bastante bien; Veintiuno, regresó anoche; Bogotá salió madrugada importante comisión. Tengo absoluta confianza sostener Gobierno.
G b nad ,.
o er
oro
338
"Panamá,
31; Buenaventura,
31 de octubre de 1903.
"Vicepresidente, Ministro. Bogotá.
"Provincias noticias satisfactorias. Si hubo invasión carece
importancia. Ignórase paradero; presos puestos libertad, fianzas.
Pueblos favorecen Gobierno. Pedido carb6n veinticuatro. Sahuer
díjome ayer no entregar carb6n sin ser pagado totalmente;
ofrecíle contado dóscientas cincuenta toneladas, neg6se; pedí
negativa escrita; cable San Francisco conseguir carb6n Pacific
Mail; espero respuestas. Veintiuno listo salir Buenaventura. Compañías tienen contratos, impiden vender carbón. Trasladé ésta
parque Co16n. Ansío llegada Tobar. Preparo cuartel tropas Cauca.
Gobernador."
"Panamá,
31; Buenaventura,
octubre
31 de 1903.
"Ministro de Guerra. Bogotá.
"Fuerzas están Penonomé; traerélas. Noticias invasi6n no se
confirman; pocos hombres desconocidos causaron alarma PIe-fectos; jefes liberales aquí; telégrafo bien, todo tranquilo.
Gobernador:'
El 30 de octubre, sí, el 30 de octubre, tres días antes de que,
en connivencia con el Gobierno· americano se diera el grito de
independencia en el istmo, se dirigi6 el siguiente cable:
"Washington,
30; Buenaventura,
octubre
30 de 1903.
"Exteriores. Bogotá.
"El Gobierno de los Estados Unidos de América ignora carácter invasión istmo. El Departamento de Estado de Washington
declar6me hoy que el Gobierno de los Estados Unidos de América solamente intervendrá por preservar tráfico.
Herrán."
Esta seguridad, la confianza de que el Gobierno americano
no solamente no tenía parte en el movimiento subversivo, sino
que antes bien estaba dispuesto siempre a cumplir el tratado
de 1846 empleando su autoridad y su fuerza para mantener la
obediencia al Gobierno colombiano. conservando de esta manera la integridad nacional, daban todo aspecto de verdad a las
339
informaciones anteriores. Por algo dije antes que el Gobierno
del Presidente Roosevelt empleaba todo su poderío y toda su
astucia para arrebatarnos el istmo, para usufructuar en provecho
de su naCIón el mIsmo territorio, la misma codiciada taja de
tierra contiada a su honor y a su rectitud.
¿Cómo admitir a pesar de pronósticos y fatales augurios, que
el Gobierno americano iba a romper la integridad, a arrebatar
la soberanía que él mismo garantizaba?
Por más que debiera tomarse en cuenta la política tradicional de los Estados Unidos, por más que vinieran a las mientes
los recuerdos de Tejas y de Cuba, no podían ellos aplicarse a
nuestras circunstancias, ni podría esta política de conquista ser
una amenaza para Panamá, puesto que el Gobierno americano
no había garantizado por medio de un tratado solemne en vigor
hacía medio siglo, tal como el que existía entre Colombia y los
Estados Unidos, ni la soberanía de México sobre Tejas, ni la
soberanía de España sobre la Perla de las Antillas. Justamente
en previsión del despojo de que hemos sido víctimas, justamente
para resguardar a Panamá de la codicia europea, idearon los
próceres colombianos confiar, a falta de fuerza propia, la llave
de los mares de Occidente al Gobierno de los Estados Unidos.
y esa confianza semisecular, la Certidumbre del honor de un
Gobierno, la confianza en la palabra empeñada por éste, fue la
que vino a perdernos. Si alguna censura merezco por haber
obrado de acuerdo con esa seguridad, debo compartirla con el
doctor Manuel María Mallarino, con el General Pedro Alcántara Rerrán, con el doctor Manuel Ancízar, con todos los di~
plomáticos colombianos, con todos los Gobiernos anteriores al
mío que iniciaron ese pacto, que lo aplaudieron, que lo conservaron.
Pero ese sagrado depósito, esa palabra solemne fue violada:
mientras aquí se confiaba en ella, el Gobierno americano se
entendía con los jefes separatistas, preparaba el tratado que
había de firmar con ellos; por medio de sus legaciones sugería
o imponía el reconocimiento de la nueva República a todos los
países del mundo; alistaba las naves de guerra que en ambos
mares habían de detener el paso de nuestras tropas.
La línea del cable quedó interrumpida inmediatamente después de recibidos los desoachos de fines de octubre, y por consiguiente la incomunicación con el istmo se hizo absoluta.
340
EL MOVIMIENTO
SEPARATISTA
El día 5 de noviembre se recibi6 el siguiente telegrama de
nuestro Ministro en el Ecuador:
"República de Colombia. Telégrafos Nacionales. Urgentísimo.
Penitud, Quito, 4 de noviembre de 1903.
"Señor Ministro de Relaciones Exteriores. Bogotá.
"Comunican de Panamá que ayer a las 6 p. m. efectu6se alli
movimiento separatista proclamando independencia del istmo;
que Gobernador y Generales Tobar y Amaya están presos; que
se han apoderado de buques del Pacífico, y esperan ocupar hoy
a Colón y tomar el vapor Cartagena. Suplícase a autoridades
de tránsito enviar por posta este telegrama donde el telégrafo está interrumpido.
ISlI%a"
Vinieron después los dos siguientes de la misma procedencia:
"Quito, 5; Ipiales, 5 de noviembre de 1903
"Señor Ministro de Relaciones Exteriores--Bogotá
"Anteayer tres, hubo en Panamá levantamiento separatista. El
Gobernador y los Generales Tobar y Amaya están presos. No
ha sido tomado vapor Bogotá qUe está en Panamá, ni la flotilla
del Atlántico, y el Jefe Torres sostiene en Co16n. Es indispensable mantener expedita línea telegráfica.
I.raU'''
"Quito, 8 de noviembre de 1903
"Señor Ministro de Relaciones Exteriores--Bogotá
"Gobierno provisional de Panamá ha sido reconocido por el
Gobierno de los Estados Unidos. Presidente Roosevelt ha dado
341
al público su proclama sobre nueva situación; impedirá que Colombia someta por la fuerza a los istmeños; para lo cual ha dado
orden de mandar refuerzos a los buques de guerra americanos.
lsazd'
Súpose luego por telegramas de Popayán y Buenaventura,
que el movimiento separatista de Panamá era un hecho. En la
tarde del 3 de noviembre habíase dado el grito de independencia
en aquel Departamento con el apoyo de parte de la fuerza armada y de algunos Jefes del Ejército y Comandantes de buques
que hacían el servicio en aquella plaza. Presos los Oficiales de
alta graduación que habían llegado recientemente y algunos empleados del Gobierno Nacional, bien se comprende que el movimiento tuvo que efectuarse sin mayor resistencia.
Con motivo de los temores de nuevos trastornos en la Costa
comunicados de Panamá, como queda dicho, pocos días antes del
suceso, habíanse despachado tropas para sofocarlos en caso de
llegar a realizarse. Un Cuerpo del Ejército fue reducido a la
impotencia en Colón por fuerzas americanas desembarcadas del
buque' de guerra Nashville y obligado a retirarse a Cartagena.
Suficientes. eran estos datos para que el Gobierno Nacional
asumiera las facultades extraordinarias ~onferidas por la Constitución para el caso de guerra exterior o de 'conmoción interior,
y así lo hizo por Decreto del mismo día 6, declarado turbado el
orden público en los Departamentos de Panamá y Cauca; en el
prime[o, por ,el movimiento revolucio~ar.io- ejecutado, cuyo alcance aún no podía preverse; y' en 'el segundo, porque acaso,
contagiado por las subversiones vecinas, pudiera no ser ajeno a
ellas, particularmente en las",costas del Pacífico. Además" para
las operaciones militares' que iban a emptenderse' sobre el Istmo
era preciso que en Departamento limítrofe pudiera el Gobierno
obrar con suma prontitud y energía, disponiendo de todos' los
recursos que la situación reclamaba.
Dictáronsetambién
varios Decretos sobre alistamiento general
y sobre suscripción de un' empréstito voluntario para los gastos
de' lá guerra.
No es posible describir el espontáneo brote de indignación que
la traición panameña produjo en la . República entera. ¡Tras
una guerra civil. la más larga y desastrosa que ha azotado a Colombia. dejándola sembrada de cadáveres, de desolación y de
miseria; cuando apenas empezábamos a convalecer de tan prolongada y. violenta crisis·, el fantasma .de ·la revolución volvía
otra vez a tocar a nuestras puertas con todo su cortejo de crímenes y de desgracias de todo género! Y la intervención de
manos extranjeras en la contienda, que ya se había hecho indudable por las pocas noticias recibidas, puso el colmo al sentimiento unánime de reprobación que repercutió en todos los árn~
bitos del país con una elocuencia, con una igualdad, .con una
energía sólo vistas en los homéricos tiempos de la Independencia.
Un prestigioso militar, el General Rafael Reyes, púsose a la
cabeza de aquella noble manifestación nacional. A él se le
confió el cargo de Jefe Generalísimo de los Ejércitos del Atlántico y del Pacífico, llevando corno primeros ayudantes a los connotados Generales Pedro Nel Ospina, Jorge Holguín y Lucas
Caballero, quienes iban, además, investidos con el carácter de
consejeros y adjuntos de la Legación en Washington, a cargo
del mismo General Reyes, a quien se acreditó Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República, con plenos poderes para gestionar diplomáticamente el asunto en caso
necesario.
Correspondía al Gobierno Nacional encauzar aquellas corrientes
impetuosas para llevarlas al fin apetecido, y su primer paso fue
dar la siguiente proclama:
"¡COLOMBIANOS!
A tiempo que el Gobierno creía asegurada por muchos días la
paz de la República, y cuando se consagraba a reparar los estragos causados en el país por la última rebelión armada, ha
venido a sorprenderlo dolorosamente la noticia de haber estallado en el Istmo de Panamá un movimiento revolucionario sin
bandera política alguna, cuyo único objeto· es el de desmembrar
el territorio colombiano, haciendo de aquel Departamento un
Estado independiente y autónomo.
La nueva de tan incalificable suceso ha llegado precisamente
en los momentos en que personas autorizadas del Istmo se esforzaban por tranqulilizar al Gobierno respecto a los temor:esque
pudiera abrigar de ocultos planes de separación por parte de los
enemigos de la integridad nacional en aquella región .. Mas a
pe~ar de tales informes y para abundar en precauciones, el Go:
bierno continuó persistente
sus aprestos de defensa, convencido de que no hay esfuerzo que resulte inútil; ni sacrificio que
no se justifique ante la necesidad de mantener intacta la soberanía
nacional·· en todo ·el territorio.
e~.
343
Como resultado de aquellas precauciones y de la activa vigilancia desplegada por el Gobierno para frustrar los siniestros
planes separatistas, por r~motos que pudieron parecer, en los
instantes en que tenía lugar aquel antipatri6tico movimiento,
pisaba territorio istmeño un lucido Cuerpo del Ejército Nacional
y emprendía con calor y decisi6n la defensa de nuestra soberanía
en aquel Departamento; y hoy, a virtud de 6rdenes dictadas por
el Gobierno se dirigen allá por distintas vías, con no menos entusiasmo, otros Cuerpos de ese mismo Ejército, quienes, bajo el
mando y direcci6n del ilustre General Reyes, sabrán cumplir su
deber como buenos hijos de Colombia.
Es de esperarse que el insensato levantamiento no haya echado
hondas raíces en la opinión de los hombres probos de aquel De·
partamento; y que, por el contrario, habrá recibido la reprobaci6n
y la protesta de todos aquellos, y debe confiarse en que secunda·
rán eficazmente la labor de defensa nacional que el Poder Ejecutivo ha emprendido, para que sin demora quede pacificada
aquella regi6n y sometida nuevamente a la autoridad del Gobierno. Mas si así no fuere, y si la magnitud del movimiento y
la indolencia o complicidad de muchos trajeren por resultado la
prolOligaci6n de aquel estado de desconocimiento a la autoridad
nacional, el Gobierno cree hacer una interpretaci6n correcta del
sentimiento de los colombianos, declarando, como declara, que
no habrá esfuerzo que no haga ni sacrificio que rehuse para mano
tener la soberanía e integridad del territorio patrio.
Siendo ésta una obra de conservaci6n nacional que a todos nos
interesa, el Gobierno tiene derecho a esperar que los colombia·
nos dignos de tal nombre, depuestas las antiguas disensiones y sin
tener en mira otra cosa que la salvación del país, rodearán en
esta grave emergencia la bandera de la patria y pondrán su es·
fuerzo unánime y entusiasta al servicio del honor nacional ame·
nazado.
¡Colombianosl El Gobierno Nacional, olvidando en este día
solemne para el país que hay opiniones políticas que os dividen,
os llama a todos a colaborar en la obra común de mantener la
soberanía e impedir la desmembraci6n de la patria. Si no queremos mostrarnos indignos sucesores de quienes la conquistaron
para nosotros a fuerza de sacrificios sin cuento, debemos confundir nuestro esfuerzo en favor suyo para mantenerla unida y
por consiguiente poderosa y grande.
Bogotá, noviembre 6 de 1903.
l(Mé Manuel Marroquín
344·
El Ministro de Gobierno, Esteban Jaramillo; el Ministro de
Relaciones Exteriores, Luis Carlos Rico; el Ministro de Hacienda, Ruperto Ferreira; el Ministro de Guerra, Alfredo Vásquez
Cobo; el Ministro de Instrucción Pública, Antonio José Uribe; el
Subsecretario del Ministerio del Tesoro, encargado del despacho,
José M. Cordovez Moure."
Puede decirse sin temor de errar que ni uno solo de nuestros
compatriotas dejó de corresponder a la excitación del Gobierno
para coadyuvar en la empresa noble y grandiosa de impedir la
desmembración del territorio. Viéronse entonces reunidos en el
Palacio de San Carlos los Jefes más prestigiosos de la última contienda al lado de sus adversarios del día anterior en el campo de
batalla, todos listos a defender el honor nacional. Por varios días
el vestíbulo y las antesalas de la mansión presidencial estuvieron
colmados, aun en altas horas de la noche, por gentes de todas
las clases sociales y de todos los colores políticos, deseosos de
que se les señalara puesto en las filas, o misión qué llenar de manera gratuita. Las corporaciones públicas; las empresas mercantiles; las asociaciones religiosas; los planteles de educación; los
clubes respetables; los centros científicos, y en fin, cuantas agrupaciones oficiales o privadas funcionaban en la capital, sentaron
en sus actas respectivas la manifestación de enérgica protesta
contra aquel atentado. Todo el virtuoso y patriota clero colombiano levantó a una voz de indignación, y nuestro ilustre Arzobispo Primado, hizo llegar la suya a uno de los más célebres prelados de la Iglesia Católica de los Estados Unidos. El telégrafo
funcionó sin cesar trayéndome idénticas manifestaciones, en que
cada Municipio, aÚÍl de los más retirados, y cada ciudadano, aun
de los más oscuros, se apresuraban a ofrecer, no sólo sus servicios personales, sino sus intereses, sus haciendas, sus vidas, para
concurrir a la obra de la reintegración nacional.
Bellísima página de nuestra historia podría formarse con sólo
recopilar todas aquellas manifestaciones patrióticas, que pudieran
llenar volúmenes y perpetuar la memoria del valor y las virtudes
cívicas que han distinguido siempre el carácter colombiano. Por
un momento parecía haberse realizado el último anhelo del
Libertador: la cesación de los partidos y el afianzamiento de la
concordia en el suelo que le admiró glorioso y le veneró moribundo.
En busca del apoyo de los pueblos hermanos de la América
Latina, se envió por cable la siguiente circular a los Presidentes
de las Repúblicas de Venezuela, México, Guatemala, San Salva-
345
dor, Honduras, Costa Rica, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Perú,
Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Haití, Santo Domingo y Cuba:
"Excelentísimo señor Presidente de
.
Sabe Vuecencia que en el Departamento de Panamá se ha da·
do el grito de separación, no ya por razones de orden superiOl
que han motivado siempre laS guerras de independencia, sino
por un sentimiento de impaciente codicia, que no ha tenido obstáculo en valerse de medios tan reprobables como el de sobornar
la guarnición del Istmo, induciéndola a traicionar la patria. Como
la causa de la soberanía e integridad de los países de la América
Latina es solidaria, pues todo lo que tienda a desmembrarlos
labra su debilidad y los expone a ser víctimas de los más fuertes,
haciendo así infructuosa la magna obra de los que les dieron
autonomía e independencia, mi Gobierno espera fundadamente
que los pueblos hermanos de la América Española cooperarán
con sus muestras de simpatía a la labor patriótica que he emprendido de mantener la unidad de Colombia, y darán su improbación elocuente a los actos de lesa patria que se están cumpliendo en el Istmo de Panamá. Si éstos negan a consumarse,
constituirán el· más peligroso antecedente para el porvenir de
estos países.
Mi Gobierno y la N ación que me acompaña en esta hora suprema tienen el inquebrantable propósito de mantener la integridad sin ahorrar en la contienda ni los recursos del país ni la
sangre de sus hijos. Grande y buen amigo.
José Manuel Marroquín"
Con alguna excepción, todos los presidentes de aquellas Repúblicas contestaron sólo acusando recibo de la comunicación
anterior; pero la verdad es que en sus respuestas no podía hallarse una prenda tangible de cooperación y ayuda al Gobierno
de Colombia para lavar la ofensa de que éramos víctimas inermes. Bien se veía que en todas las naciones del mundo, mejor
informadas que nosotros del movimiento político universal, se
conocía perfectamente el punto donde radicaba el verdadero gérmen de la insurrección, y apenas se atrevían algunas a protestar
contra la injusticia cometida. Si a muchos de esos pueblos les
importaba sobremanera la apertura del canal interoceánico, y si
en la separación de Panamá veían vinculado el principio de
aquella magna empresa, lo natural era que permanecieran callados, si no se afiliaban francamente en el partido separatista.
346
Nuevas comunicaciones telegráficas, llegadas de los puertos
del Pacífico el día 10, anunciaban la constitución del "Gobierno
provisorio de Panamá"; la formación de un ejército propio y el
envío a Washington del señor Buneau Varilla,8 el más fuerte
accionista de la Compañía Nueva del Canal, como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la naciente República.
Aprovechábase la defección de la fuerza colombiana para
formar un ejército propio con elementos del personal mejor
equipado y disciplinado de tropa que tenía la nación en el punto
más visible de su territorio.
Un nuevo telegrama de Don Bmiliano Isaza vino a despejar la
incógnita en este gravísimo asunto, haciendo palmaria la intervención americana en él, que ya empezaba a dejar de ser un
misterio. Decía así:
"Quito, 8 de noviembre de 1903
Señor Ministro de Relaciones Exteriores-Bogotá
Gobierno provisional de Panamá ha sido reconocido por el
Gobierno de los Estados Unidos. Presidente Roosevelt ha dado
al público su proclama sobre una situación; impedirá que Colombia someta por la fuerza··a los istmeños, para lo cual ha dado
orden de mandar refuerzos a los buques de guerra americanos.
lsaza"
El mismo día 10 se recibió un cable de don Tomás Herrán,
Encargado de Negocios, en que anunciaba haber anticipado su
protesta contra la notificación del reconocimiento del Gobierno
del Istmo, enviada por el Departamento de Estado de Washington
por conducto del Ministro de los Estados Unidos en Bogotá.
Al señor Rerrán se le contestó lo siguiente:
"Ministro Colombia-Washington
Retírese presentando
protesta ante Gobierno americano.
Marroquín"
Bastaban estos hechos, prescindiendo del cúmulo de antecedentes que había en la materia, para formar un conjunto de in8)
El condecorado ahora por el Gobierno francés.
347
dicios gravísimos que probaban la complicidad de los Estados
Unidos en el movimiento separatista de Panamá.
Vino a confirmarla de manera indudable la nota que con fecha
11 de noviembre presentó el Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario de los Estados· Unidos, señor A. M. Beaupré,
personalmente al Consejo de Ministros, después de que el de
Relaciones Exteriores lo había interrogado repetidas veces sobre
el particular; decía así:
"Legación de los Estados Unidos-Bogotá, noviembre 11 de 1903
Señor: Tengo el honor de informar a Vuestra Excelencia que
esta tarde, a las tres y media, recibí un telegrama de mi Gobierno en el sentido de que, habiendo el pueblo de Panamá por un
movimiento aparentemente unánime, disuelto sus lazos políticos
con Colombia y reasumido su independencia, adoptando un Gobierno propio, de forma republicana, con el cual ha entrado en
relaciones el Gobierno de los Estados U nidos de América, el
Presidente de este país, de acuerdo con los vínculos de amistad
que por tan largo tiempo y tan felizmente han existido entre las
respectivas naciones, recomienda muy encarecidamente a los Gobiernos de Colombia y de Panamá el pacífico y equitativo arreglo de todas las cuestiones entre ellos.
Declara, además, que está obligado no sólo por los Tratados
existentes, sino también por los intereses de la civilización, a
procurar que el pacífico tráfico del mundo por el Istmo de Panamá no sea interrumpido ya más por una sucesión constante
de innecesarias y asoladoras guerras civiles.
Acojo esta oportunidad para reiterar a Vuestra Excelencia las
protestas de mi más distinguida consideración.
A. M. Beaupré"
"A su Excelencia doctor Luis Carlos Rico, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Colombia."
Son conocidas y corren publicadas en diferentes lugares las notas que nuestra Cancillería dirigió al Ministro americano sobre lo
insólito del procedimiento de su Gobierno y sobre la manera rápida e inesperada con que reconoció a raíz del movimiento separatista la independencia y soberanía de una fracción del territorio desmembrada violentamente de la metrópoli, sin esperar
a que se cumplieran los hechos que deben preceder siempre al
reconocimiento de una nueva nacionalidad. Como semejante proceder hacía ya indudable la oposición resuelta de los Estados
348
Unidos al uso de nuestro derecho de reconquista por la fuerza.
el Ministro de Relaciones Exteriores terminó una de aquellas
notas interrogando categ6ricamente al de los Estados Unidos sobre las intenciones de su Gobierno a este respecto, después de
protestar de manera solemne y enérgica contra aquel reconocimiento inmediato, que implicaba flagrante violación de un Tra·
tado público.
El Ministro señor Beaupré se limitó a decir lo siguiente:
"Legaci6n de los Estados Unidos-Bogotá, noviembre 14 de 1904
Señor: Tengo el honor de acusar recibo de la carta nota de
Vuestra Excelencia, fechada el 12 de los corrientes, relativa a
los sucesos de Panamá, y de manifestarle que he transmitido hoy
por cable los puntos contenidos en el último párrafo de la expresada nota a mi Gobierno, para que los tome en consideraci6n
y proceda como estime conveniente.
Cúmpleme asimismo informar a Vuestra Excelencia que acabo
de recibir instrucciones telegráficas de mi Gobierno en el sentido
de que no se juzga deseable (desirable) permitir que desembarquen
tropas colombianas en el Istmo, por cuando ello precipitaría la
guerra civil e interrumpiría por tiempo indefinido el libre tránsito
que mi Gobierno está obligado a proteger.
Teniendo mi Gobierno vehementes deseos de que se arreglen
de manera amigable los asuntos pendientes entre Colombia y Pa·
namá, ha dado instrucciones a nuestro Cónsul General en Panamá, al efecto de que interponga sus buenos oficios para conseguir que al General Reyes se le haga un recibimiento cortés
y se le preste la atención debida.
Válgome de esta oportunidad para reiterar a Vuestra Excelencia las protestas de mi más distinguida consideración.
A. M. Beaupré'"
349
LA PROTESTA DE COLOMBIA
Después de esta declaración, brusca en el fondo, cortés y diplomática en la forma, no cabían ni podían caber dudas ni esperanzas.
Era ella, en el momento en que se hizo, la prueba irrefutable de la
connivencia, mejor dicho, de la participación del Gobierno ameri~
cano en la separación del Istmo. Ese Gobierno cubría con la bandera de su país aquel acto y lo garantizaba con sus soldados y sus
escuadras. La garantía de soberanía de Colombia se tornaba en garantía de independencia para la República de Panamá. Y como toda
aquella maniobra preparada en la sombra, de larga mano, y efectuada con audacia singular, tendía tan sólo a hacer territorio
americano la zona más barata para un canal, ese Gobierno venía a
las claras a borrar de nuestro escudo el Istmo para agregar esa
estrella al pabellón americano.
Inútil era pues pensar en la reconquista del Istmo por las armas:
todos los esfuerzos tendientes a aquel noble objeto tendrían que
convertirse fatalmente en mayor ruina y desastre de la nación. Nos
quedaba un recurso, el recurso del débil oprimido y atropellado:
nos quedaba el derecho de protesta; y yo la levanté en nombre
de mi nación ante todos los pueblos civilizados del mundo; yo la
hice llegar al seno mismo de la nación cuyo Gobierno nos
despojaba.
Los vagos augurios de nuestra Legación en Washington empeza·
ban a cumolirse de manera concreta. Esos tres elementos formidables de que hablé atrás se habían ¡untado, obraban de consuno
y triunfaban. La codicia les había dado cita en el Istmo.
Los periódicos venidos en esos días de los Estados Unidos
hablaban ya con bastante claridad sobre la actitud que asumiría
ese Gobierno en caso de no ser aprobado el Convenio RerránHay, y aun contenían fuertes expresiones de amenaza contra Colombia, proferidas en las regiones oficiales de ese país. Los
órganos de la prensa que así lo declaraban llegaron a la capital
varios días después de verificado el movimiento separatista, cuan,.
351
do ya no era tiempo de prevenirlo; pero sí dieron luz en el asunto
haciendo ver esa actitud amenazante, a la cual había de sernos
de todo punto imposible oponer alguna resistencia.
Bien comprendió entonces el Gobierno que todo lo ocurrido en
Panamá y el apoyo prestado a ese Departamento para su insurrección sólo obedecía a combinaciones políticas mercantiles, no
de la colectividad, sino de un Gobierno más celoso del interés
pecuniario que de los fueros de la justicia.
Recordóse la conducta del pueblo americano para con nosotros en cierta emergencia que la hizo noble y generosa. Por lo
cual, haciendo un llamamiento a la opinión pública de ese país,
acaso no contaminada todavía por las perniciosas influencias que
vinieran de las altas esferas, dirigí por cable a los Estados Unidos
el siguiente manifiesto:
"EL PRESIDENTE
DE COLOMBIA
Al Pueblo Americano
La nación colombiana acaba de ser víctima de inesperada agresión, y está amenazada de perder la mejor parte de su territorio.
Un movimiento de cuartel, y no un sentimiento popular, ha
dado origen a la proclamación de la independencia del Istmo; y
el Gobierno americano, que siempre se había contado entre los
mejores amigos de Colombia, ha impedido con sus marinos y sus
buques que el Ejército leal someta a los traidores y ahogue en su
origen aquel levantamiento.
Un Tratado solemñe entre los dos Gobiernos, reconocido hasta
el presente por el de Washington, obliga a los Estados Unidos,
no sólo a respetar la soberanía y propiedad de Colombia en el
Istmo de Panamá, sino a prestar· brazo fuerte al Gobierno de
Colombia para mantener esa soberanía y esa propiedad. Los procedimientos del Ejército y Marina americanos en el Istmo, y las
declaraciones del Ministro en Bogotá, son escandalosamente violatorios de ese Tratado.
El Istmo de Panamá, la más codiciada porción del globo, el
más preciado jirón del territorio patrio, respetado siempre por
todas las naciones, es un depósito sagrado confiado por Colombi:}
al honor y poderío del pueblo de los Estados Unidos.
Además. las tradiciones de ese gran pueblo, celoso defensor
del derecho y adalid de la civilización ante el mundo. han sido
352
siempre contrarias al reconocimiento de la secesión de territorios
continuos desprendidos de la madre común. El no reconocimiento
de los Estados confederados durante la guerra separatista, confirma elocuentemente esta verdad, cuya aplicación es decisiva en
los presentes solemnísimos momentos.
El pueblo americano no permitirá la violación de Tratados y
el desconocimiento de tradiciones gloriosas, para obtener violentamente lo que el pueblo de Colombia está resuelto a conceder
de buen grado por medios leales, pacíficos y equitativos.
Colombia entera desea estrechar cada vez más sus relaciones
de amistad y de comercio con el pueblo americano, segura de
que esa amistad será vigoroso impulso a comunes intereses, a su
propio adelanto y al mayor poderío y gloria de su hermana mayor, la Gran República de los Estados Unidos. Los procedimientos
del Ejecutivo de Washington vienen a interponerse entre la
amistad de ambos pueblos, y a ser una valla a más altas empresas para uno y otro país y para la humanidad entera.
El pueblo de Colombia, tranquilo en la fuerza de su derecho
y seguro en los sentimientos de equidad y de justicia del gran
pueblo americano, apela a la conciencia nacional de los Estados
Unidos, la cual constituye una fuerza más grande que los acorazados y los ejércitos para la salvaguardia de su honor y la integridad de su territorio.
La bandera estrellada, cara siempre a todos los republicanos
de América, no recibirá en tierra colombiana afrenta ni mancilla
cualesquiera que sean los procedimientos del Ejecutivo de Washington, y las personas y bienes de los ciudadanos americanos
quedan bajo la alta garantía del honor tradicional del Gobierno
y del pueblo colombianos.
Bogotá, noviembre de 1903
Marroquin"
Pero no bastaba esto sólo; era preciso subir un poco más:
levantar más alto la voz de protesta; llevar la queja al trono de
los Soberanos europeos, como se hizo sin dilación; y aun en el
seno mismo de la Unión Americana buscar la corporación más
respetable y darle parte de lo ocurrido en demanda de justicia.
El Congreso se había reunido el 9 en Washington. Al Senado.
y también por el cable, dirigí a un tiempo con el manifiesto al
pueblo americano, la siguiente apelación:
353
"Bogotá, noviembre
13 de 1903.
Señor Presidente del Senado--Washington
5xcelencia:
El Gobierno y el pueblo de Colombia han sido dolorosamente
seorprendidos con la notificación hecha por el señor Ministro
de los Estados Unidos de América, de que el Gobierno de
Washington se apresuró a reconocer el Gobierno surgido de UD
golpe de cuartel en el Departamento de Panamá.
Los vínculos dea,mistad sincera y nunca interrumpida entre
los dos Gobiernos y los dos pueblos; el compro~iso solemne contraído por la Unión Americana en Tratado público, de garantizar la propiedad y la soberanía de Colombia en el Istmo de
Panamá; la protección de que han gozado y ,seguirán gozando
entre nosotros los ciudadanos de ese país; las tradicionales doc"
trinas del Gobierno americano en contra de movimientos sepa.
ratistas; la buena fe ql,le ha caracterizado a ese gran pueblo en
sus relaciones internacionales; la manera como se ha efectuado
la rebelión, y lo festinado del reconocimiento, hacen esperar
al Gobierno y al pueblo de Colombia que el Senado y pueblo
de los Estados Unidos reconocerán el derecho que nos asiste
para mantener la integridad del territorio y reprimir aquella
insurrección, que no es siquiera resultado de' un sentimiento
popUlar.
'~Colombia apela en demanda de justicia a la dignidad
honradez del Senado y del pueplo americanos.
y
Marroquín."
En busca de apoyo de otras potencias dirigí entre otros, los
siguientes cables:
"Ministro
Colombia .. Madrid.
. "Comunique Ministros colombianos en Europa que protesten
enérgica y formalmente ante Gobiernos respectivos contra violación por Estados Unidos tratado 46, por haber fomentado
abiertamente rebelión istmo, haber amparado la titulada nueva
República e impedir Gobierno soberano someter sublevados,
que cuenta con medios y' recursos sobrados para ello.· Nación
354
entera sin distinción colores políticos apoya y rodea al Gobierno
con entusiasmo patriótico. Haga propaganda prensa europea esta
protesta, levantando opinión por país ultrajado. Encabece este
movimiento.
Marroquín."
"Bogotá, noviembre
12 de 1903.
Ministro Colombia. Londres.
"Gobierno americano, principal responsable separación Panamá, fomentando espíritu separatista, reconociendo Gobierno,
impidiendo acción nuestra para someter rebelión. Haga conocer
protesta Colombia y violación tratado 46. Levante opinión europea. Comunique Ministros.
Marroquín."
"Bogotá, noviembre
"Ministro
Colombia.
12 de 1903.
Quito.
"Gobierno americano, principal responsable separación Panamá, fomentando espíritu separatista, reconociendo Gobierno,
impidiendo acción nuestra para someter rebelión. Haga conocer
protesta Colombia y violación tratado 46. Levante opinión latinoamericana. Comunique todos nuestros Ministros de Europa
y América.
Marroquín."
355
MISION AL GENERAL REYES Y ULTIMOS
ESFUERZOS DEL GOBIERNO
Prontamente llegó el General Reyes con su comitiva a Baorranquilla, y después de dictar allí importantes medidas preparatorias de un movimiento militar bien combinado, para el caso
de que no fuera imposible obrar sobre el istmo, hizo rumbo a
Colón. Entre tanto en el Ministerio de Guerra y en las comandancias militares de distintos puntos de la República se formabl:\
un alistamiento general y se hacían aprestos bélicos con la prontitud que el caso requería.
Seis acorazados en el Atlántico y otros tantos en el Pacífico
impidieron el desembarco de la comisión colombiana, y patenti~
zaron la imposibilidad de emprender campaña sobre el istmo,
como lo declaró allí el Almirante Coglhan. La conferencia ce~
lebrada a bordo de un vapor mercante con los comisionados
panameños, hizo ver asimismo la inutilidad de los esfuerzos
pacíficos.
Siguió, pues, el General Reyes con sus compañeros para los
Estados Unidos, en ejercicio de los cargos diplomáticos que se
les habían confiado, para procurar un arreglo del asunto en
otra forma.
A su llegada a Washington, nuevos y trascendentales sucesos
habían tenido lugar: no sólo los Estados Unidos sino casi todas
las potencias europeas, y aun algunas del continente americano,
habían reconocido la nueva República de Panamá, y entre el
Secretario Hay y el enviado panameño Buneau Varilla acababa
de firmarse un tratado en toda forma para la excavación de un
canal interoceánico y sobre garantía de la independencia de
aquella porción de nuestro territorio.
'
El General Reyes, movido por los más altos y generosos sentimientos, emprendió aquella marcha con el fin de hacer una
campaña desesperada, y si esto no era posible, una campaña
diplomática, que ofrecía, a no dudarlo, dificultades asimismo.
357
insuperables. Tuvo noticia durante su marcha de aquel rápido
reconocimiento de la independencia de Panamá por los Estados
Unidos, y a pesar de que este hecho alejaba la esperanza de un
éxito favorable en toda gestión diplomática, no vaciló en intentar
este último esfuerzo en favor de su desventurada patria.
El doble aspecto que tomaba entonces la cuestión de revolución intestina y desafuero internacional, hacían necesario que
se unificara la acción, y que ésta quedara en manos de un solo
individuo. Por ese motivo se confió al General Reyes, como
queda dicho, la doble misión de .jefe de las operaciones militares
sobre el istmo y de Ministro Diplomático en Washington. Siguiendo este plan, el único cuerdo y posible en aquel momento
supremo, lleno de complicaciones y peligros, el ejecutivo de
Bogotá no debía obrar sino de conformidad con las disposiciones
e informes del jefe de la misión: él, que iba a estar en posesión
de todos los datos necesarios para resolver en cada caso, se hallaba en meior situaci6n que el Gobierno para acordar lo que
debía hacerse u ordenarse.
Por ese motivo, en virtud de sus informes, hubieron de suspenderse las .operaciones militares confiadas exclusivamente <:
su cuidado.
A pesar de todo, el Gobierno, con el fin de no manifestarse
porfiadamente opuesto a la opini6n de los muchos que clamaban
por la guerra, dict6 medidas para que en la Costa Atlántica se
preparasen las fuerzas para hacer campaña en el istmo, envió
algunas más desde la capital y desde Santander y trat6 de proveer de recursos a todas ellas.
Ordenó igualmente que en el. Departamento del Cauca se hiciesen aprestos bélicos, invistiendo a las autoridadescaucanas
de las facultades necesarias para que se pudiese obrar con la
misma actividad y la misma energía de que en nuestro país se
ha usado siempre en tiempo de guerra.
No en todas partes se empezó a usar de tal energía y tal
actividad, y el verlo le patentizaba más al Gobierno la dificultad
de reducir por entonces a Panamá por medio del Ejército.
Si yo no temiese ofender a algunos ciudadanos que antes de
la revolución del istmo habían prestado a la patria y al Gobierno
insignes servicios, diría cómo el temor de que sobreviniesen en
otras secciones de la República acontecimientos iguales al que
estábamos deplorando, embarazaba la acción del Gobierno, y
me explicaría más claramente acerca de los motivos que hacían
imposible la guerra en Panamá.
358
No queriendo contrariar a los que predicaban la guerra y
pretendían que era cosa hacedera invadir el istmo y luchar con
el coloso del norte, consentí en que se organizasen en esta capital expediciones de voluntarios, y facilité su marcha hasta la
Costa Atlántica. Este nuevo esfuerzo estaba desde un principio
condenado a la impotencia.
Se sabía que en Colón había habido antes del 3 de noviembre
fuerzas marítimas y terrestres extranjeras; el representante deJ
Gobierno de los Estados Unidos nos había anunciado la actitud
hostil que tomaría su Gobierno, como se ha visto, y la prensa
europea _anunciaba el atentado con todos sus caracteres; pero
como no era posible hacer absoluta renuncia de un esfuerzo
titánico, y aun podía abrigarse esperanza de que fuera dable
emprender campaña solamente contra Panamá, continuaron haciéndose los aprestos bélicos y enviándose fuerzas a nuestras
costas. Alguna vez la comisión colombiana residente en Washington nos hizo revivir aquella esperanza dando como factibles las
operaciones sobre el istmo, y entonces se despacharon las expediciones; per~ nuevas comunicaciones de la comisión mencionada, la presencia de poderosas escuadras y la imposibilidad de
penetrar por tierra en aquella región, hicieron ver una vez más
que la lucha era imposible.
Lo único razonable y provechoso que pudo hacerse fue guar;'
necer las costas del Golfo de Urabá y la región del Atrato, con
el fin de que 'los rebeldes no pretendiesen extender hasta: ellas
su dominación.
Imposible era,' repito, la guerra en Panamá: 'fuera de 'las
causas que he expresado, existía la causa suprema que hoy nadie
puede desconocer, la de' que tal guerra no habría ido a hacérsele
a una sección de la República, cuyas fuerzas hubieran podido
ser cien veces arrolladas por cualquiera de los cuerpos denueSitro bizarro Ejército: aquella gUerra se habrfa intentado contra
una de las naciones más poderosas del mundo, contra uná dé
las que poseen más poderosos elementos y escuadras invencibles,
contra la que, aunque hubiésemos sido capaces de hacer algún
lucido esfuerzo, habría podido disponer de inagotables recursos
para reoarar las pérdidas que el valor colombiano hubiera alcanzado a causarle.
Mucho se habló' entonces, mucho se dijo en discursos y en
impresos sobre la humillación nuestra al abstenernos de entrar
en operaciones militares; pero infinitamente mayor humillación
habríamos padecido arrojándonos temerariamente al peligro de
359
aquella contienda monstruosamente desigual. Basta pensarlo siquiera para comprender sin exceso de perspicacia que el enemigo,
ofendido y victorioso, nos habría impuesto para dejarnos existir
condiciones tan vergonzosas, que quien ame un poco a Colombia
no se atreve ni aun a imaginárselas.
Hablaron también nuestros oradores y nuestros publicistas
de heroicos y gloriosos sacrificios que era preciso hacer por la
patria; glorioso y heroico hubiera sido en efecto el del colombiano que a ojos abiertos hubiera ido a hacerse quitar la vida
én el territorio defendido por extranjeros; pero sacrificios como
el de Eleázar Macabeo, el de Marco Curcio y el de Antonio
'Ricaurte, no se imponen: un hombre puede hacerlos; un gobernante no puede exigirlos.
Más, si el Gobierno tenía convencimiento de que "guerra con
Panamá quería decir guerra con los Estados Unidos", si ya de
ello se le había hecho anuncio oficial en términos bastante
claros, y si nuestros representantes en el exterior y muchos colombianos residentes en los Estados Unidos y en Europa se lo
habían advertido así, ¿por qué facilit6 la marcha de las expediciones? ¡.Por qué continu6 por algunos días los aprestos bélicos?
La oscuridad casi comoleta en que nos hallábamos al principio,
y la esperanza de que el Gobierno americano hiciera alguna vez
justicia a nuestra causa y cesara en sus inauditos atrooellos,
dieron motivo a la preparación de una defensa heroica que s610
más tarde vino a considerarse como humanamente imposible.
En mí no había más que lo que siempre ha habido: amor a mi
patria y a mis conciudadanos, y vivos deseos de evitarles males
y de procurarles todos los bienes posibles.
Creo suficientes los datos anteriores y la somera exposici6n
que he venido haciendo, para que se pueda iuzl!ar con sereno
criterio de los actos de la administraci6n que dentro de poco
:expira.
He dado 6rdenes para que en un volumen especial se publi'CIuentodos los documentos relativos a la negociaci6n del canal,
durante mi administración, & pues aunque desde el año pasado
el Ministro de Relaciones Exteriores, con autorizaci6n mía, puso
a disposición del Senado todo el archivo diplomático, juzgo
conveniente que la naci6n entera tenga pleno conocimiento de
11) En el mismo mes de julio de 1904 se public6 el "Libro Azul" con
los documentos sobre el canal y la rebeli6n del istmo d. PaDamA. DoírotA. Imprenta Nacional. - Nota del B.
360
tan importante materia, hasta en sus menores incidentes. Esa
publicación, que permitirá seguir día por día los varios sucesos
de aquel asunto, pondrá de manifiesto, ante las potencias extranjeras, la franqueza, la sinceridad, la absoluta lealtad con que
Colombia se ha conducido, permaneciendo fiel a sus tradiciones
do;::rectitud en las negociaciones internacionales.
De la lectura de este mensaje, en el cual he querido resumir
los actos de mi administración, se deduce que nunca un Gobierno tuvo que resolver más grandes problemas ni vencer mayores dificultades con menores recursos. Creo que en la tormentosa vida colombiana jamás se habrá presentado una época tan
ardua, tan llena de peligros y complicaciones de todo género, ya
interiores, ya internacionales, como ésta en que me ha tocado
regir los destinos de la República. Cada día, cada hora, he
tenido que concretar toda mi atención a conjurar peligros, a
evitar escollos, reducido a escoger entre males, y consagrado a
restablecer el orden, base de la sociedad y fuente de todo derecho. ¡Cuánto más hubiera estado en armonía con mi naturaleza
y con mi programa de Gobierno, el haber podido consagrarme
a fomentar en medio de la paz, en una época serena, la construcción de los ferrocarriles, el desarrollo de la industria y la
riqueza, en suma, el progreso material, que tanto requiere nuestra patria!
Pór la exposición que me he detenido a hacer, se podrá ver
que en todo asunto he procedido con probidad, con rectitud,
con absoluta ¡ealtad a mis principios, sin más móvil que el
amor a la prosperidad, al honor y el buen nombre de Colombia.
Abrigo la esperanza de que así lo veréis, Inliados únicamente
por un esníritu imoarcial y justo: y del pronio modo confío en
qu~ me ha de ser favorable el fallo de la Historia.
Bogotá. julio 20 de 1904.
José Manuel Marroquín
361
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