LOS APORTES DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO ÁL CONOCIMIENTO EN LAS CIENCIAS SOCIALES, LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LACONCEPCIÓN DE LOS ESPACIOS* Suzy Bermúdez Q. Marcela Londoño Arlene B. Tickner** LA CONTRIBUCIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO Y EQUIDAD A LAS CIENCIAS SOCIALES La construcción histórica de la praxis social y cultural en el mundo occidental, moldeada en gran medida por la influencia de los imaginarios de la tradición judeocristiana, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, se cimentó en la creación de relaciones asimétricas de dominación, así como en la constitución de jerarquías fundamentadas en aspectos como género, raza, clase y etnia, las cuales ocasionaron la "invisibilizadón" de ciertos grupos sociales frente a la preeminencia de otros. En esencia, la consolidación de estas perspectivas discriminatorias fue el resultado de la tendencia occidental de valorar lo masculino por encima de lo femenino, a partir de lo cual se configuró una interpretación del mundo, basada en dicotomías excluyentes, tales como el yo/otro, lo público/privado, lo letrado/iletrado y lo racional /irracional. De forma paralela, y como producto de esta representación particular de la experiencia humana, los marcos teóricos y planteamientos científicos de las ciencias sociales, formulados desde la tradición del Occidente letrado hegemónico, se construyeron sobre pilares culturales caracterizados por un marcado androcentrismo. En consecuencia, la transmisión del conocimiento elaborado en este contexto histórico-social, coadyuvó a la justificación y legitimación de modelos de relación social pro- * El presente documento corresponde a un resumen ejecutivo realizado por Marcela Londoño, en el cual se esbozan los planteamientos generales más importantes que se exponen en los primeros cuatro capítulos de la parte I de la investigación "Las relaciones internacionales en el marco de la equidad para las mujeres. El caso de Colombia" del Centro de Estudios Internacionales (CEI). Este proyecto fue elaborado por Arlene B. Tickner y Suzy Bermúdez Q., y financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Dirección Nacional de Equidad para las Mujeres. * Suzy Bermúdez Q. se desempeña como profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Marcela Londoño es investigadora del CEI. Arlene B. Tickner es la actual directora del CEI. 28 • Colombia Internacional 45 vistos de serias limitaciones frente al respeto por la diferencia y la pluralidad. ral, sin tener en cuenta la pluralidad social. En efecto, los saberes generados por las diversas disciplinas dentro de las ciencias sociales han fomentado la perpetuación de relaciones sociales de desigualdad, al pretender darles a éstas una explicación con base en aproximaciones esencialistas y biológicas que tienden a separar la relación que existe entre la naturaleza y la cultura, creando, por lo tanto, una acentuada reticencia a aceptar la naturaleza social de la construcción de la experiencia humana. Durante la primera mitad de este siglo aproximadamente, la generalización e imposición de estas interpretaciones particulares y ahistóricas, formuladas mediante los análisis teóricos y empíricos de las ciencias sociales, favorecieron la cristalización de relaciones patriarcales, y procesos de explotación y subordinación del hombre hegemónico frente a la mujer (y otros sujetos sociales). No obstante, hacia la segunda mitad del siglo, el cambio en la situación de la mujer y su papel dentro de la sociedad, a pesar de haber estado gestándose durante varios siglos de forma anónima y cotidiana, comenzó a manifestarse en diversos escenarios y momentos. Concomitantemente, a medida que estas transformaciones sociales se fueron haciendo cada vez más visibles, la experiencia de las mujeres y su labor contributiva en todos los dominios de la vida comenzó a ser reconocida de manera lenta, aunque creciente, por parte de las ciencias humanas gestadas en el Occidente letrado, principalmente desde la década de los años setenta. A través de esta lectura de la realidad, basada en binariedades asimétricas, uno de los polos de las categorías utilizadas para denotar diferentes contextos y espacios sociales suele mostrarse como el superlativo y deseable frente al otro, al tiempo que es asociado con actitudes y comportamientos de género. En esta medida, a lo femenino se le han endilgado propiedades de inferioridad, tales como el otro, lo privado, lo iletrado, lo subjetivo y lo irracional, mientras que se tiende a asignar los atributos opuestos a lo masculino (el yo, lo público, lo letrado, lo objetivo, lo racional) y, por ende, superiores, con lo cual se han sustentado, de manera aparentemente "objetiva", las diferencias fundamentales entre el hombre y la mujer. Al ser generadas desde el conocimiento masculino-hegemónico y etnocéntrico, en el cual se privilegia el supuesto uso de la razón, estas aproximaciones han sido presentadas como "neutrales" e "imparciales" y, en consecuencia, como las únicas válidas y universales para todos los demás grupos humanos en gene- De forma paulatina, ciertas disciplinas, como la psicología, la antropología, la sociología, la historia y, posteriormente, la ciencia política y las relaciones internacionales, dieron inicio a fuertes cuestionamientos y reflexiones acerca de los pilares de la cultura occidental y sus premisas para justificar un orden social de opresión y exclusión generalizadas. El surgimiento de una variedad de interrogantes en torno a esta condición permitió la consolidación de diversas corrientes alternativas al conocimiento Los aportes de la perspectiva de género • 29 tradicional, entre las cuales se encuentran los debates de la teoría crítica, la posmodernidad y la perspectiva de género y equidad. La incursión de este tipo de enfoques en la construcción del conocimiento en las ciencias sociales ha hecho posible la aceptación de algunos planteamientos que hasta el momento no habían sido contemplados a cabalidad. Sin duda, el más importante de éstos es la afirmación de que toda interpretación de la realidad, al igual que todo paradigma desarrollado por la ciencia, no son más que creaciones históricas particulares y, por consiguiente, arbitrarias, contingentes y, en esa misma medida, transformables. Como resultado, se ha podido demostrar que las ópticas esencialistas y biológicas para diferenciar al hombre de la mujer sólo esconden el hecho de que el género es una idea construida mediante interacciones histórico-sociales entre los seres humanos. Desde sus inicios, los debates suscitados alrededor de la problemática de la mujer fueron liderados por las corrientes feministas, dentro de las cuales se empezaron a cuestionar las relaciones patriarcales, junto con la situación de opresión y subordinación que vivían las mujeres, partiendo del estudio centrado casi exclusivamente en éstas. Sin embargo, el foco de estudio se fue ampliando más adelante hacia un examen integral de las relaciones entre hombres y mujeres, en la medida en que la perspectiva de género alude a la construcción tanto femenina como masculina de la realidad en términos históricos y culturales, y no simplemente a la búsqueda de una reivindicación de lo femenino. En este sentido, cabe anotar que la perspectiva crítica predominante en el análisis de este tema hasta el último decenio ha sido particularmente la "mujercentrada", aunque tal delimitación ya ha comenzado a ser superada, en la medida en que en algunos países han comenzado a desarrollarse estudios acerca de los hombres y la forma como éstos han ejercido históricamente su hegemonía, tanto en el ámbito de la cultura como en la producción y socialización del conocimiento. En términos generales, gracias a los aportes de la perspectiva de género fue posible develar las implicaciones éticas de los supuestos de la filosofía masculina hegemónica, y evidenciar las ya mencionadas limitaciones de las ciencias humanas tradicionales para producir modelos sociales abiertos a la diferencia, manifiestas en aspectos como el racismo, el etnocentrismo, la lectura dicotómica de la realidad y la prerrogativa del hombre blanco. En este sentido, las aproximaciones "naturalistas" y esencialistas han sido ampliamente rebatidas y reemplazadas por análisis a partir de categorías simbólicas, abiertas a actores diversos y atravesados por el género. Adicionalmente, se pasó de plantear la "igualdad" de las mujeres con respecto a los hombres, cuyo punto de referencia eran las categorías controladas por el hombre blanco, anglosajón y defensor de la propiedad privada, a proponer una visión más asimilable a la "equidad", la cual aboga por una examinación de la igualdad dentro de un contexto de heterogeneidad, marcada por diferencias dentro del mismo sistema cultural en términos de etnia, edad, cía- 30 • Colombia Internacional 45 se y origen, entre otras, que no siempre son equiparables a los preceptos que se reclaman como "válidos" dentro de la óptica occidental letrada. Entre los proyectos más importantes de la perspectiva de género se encuentran la deconstrucción del conocimiento occidental androcéntrico y la reconstrucción de éste desde parámetros sensibles al problema de género. La labor deconstructiva ha permitido identificar la existencia de diversos factores de opresión no sólo hacia las mujeres, sino hacia todos los sectores no hegemónicos dentro de la población, entre los cuales también están incluidos los hombres tradicionalmente subyugados por los grupos humanos hegemónicos. En este sentido, el principal logro de la deconstrucción ha sido rescatar la importancia de múltiples sujetos silenciados históricamente, lo cual ha implicado reconocer que lo femenino, lo doméstico y lo cotidiano también han jugado un papel preponderante en la transformación de la historia. De forma similar, a través de esta visión se pudo avanzar en la aceptación del hecho de que, en la medida en que existe una clara interdependencia entre lo femenino y lo masculino, no es posible estudiar al nombre ni a la mujer como categorías singulares, ya que se trata de grupos heterogéneos que presentan diferencias y paradojas no solamente entre sí, sino al interior de ellos mismos, lo cual ha abierto sendas más propicias para el fortalecimiento de relaciones de equidad de género. Por su parte, el proyecto reconstructivo intenta ir más allá de los menciona- dos reconocimientos históricos. De esta forma, busca explorar las implicaciones teóricas y prácticas que se ponen de manifiesto al escrutar las fuentes estructurales de exclusión social presentes en el conocimiento androcéntrico, en la medida en que resalta no sólo el rol de las mujeres en la sociedad, sino también el valor del conocimiento producido por las mismas, al igual que por los demás actores no hegemónicos, y su contribución a la creación de formas alternativas de percibir y conceptualizar la realidad. En suma, el análisis reconstructivo desde una perspectiva de género ha generado nuevas propuestas epistemológicas desde las cuales se ha rebatido el modelo positivista, objetivo, racional, y con pretensiones de "neutralidad", sobre el cual se han forjado las ciencias sociales tradicionales. Asimismo, la crítica al proyecto de la modernidad como reflejo de dicha filosofía positivista ha posibilitado la inclusión de categorías normalmente asociadas a lo femenino, tales como la subjetividad, la sensibilidad y la contingencia, como variables válidas en los debates que se libran en la actualidad en torno al conocimiento y la cultura. De esta forma, las diversas corrientes de pensamiento alternativo que se han puesto de manifiesto en el marco de la perspectiva de género y equidad, en su empeño por "desnaturalizar" las relaciones de dominación a lo largo de la historia, han ofrecido nuevas visiones ontológicas, epistemológicas y metodológicas desde la ciencia que hoy por hoy son imprescindibles para abordar la realidad social de una forma más justa y tolerante. Los aportes de la -perspectiva de género • 31 LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES A raíz de la experiencia histórica de la Guerra Fría y la amenaza nuclear en el contexto mundial, el estudio de los problemas internacionales durante aproximadamente cincuenta años se centró exclusivamente en el análisis del papel que jugaban en el escenario internacional los Estados soberanos, y en especial las grandes potencias. En este sentido, en las principales escuelas tradicionales de pensamiento al interior de la disciplina de las relaciones internacionales se han generado aproximaciones teóricas que privilegian asuntos, tales como la centralidad, naturaleza unitaria y racionalidad del Estado como actor principal en el sistema internacional, la defensa del interés nacional, el ejercicio de poder, la soberanía, la autoayuda, la anarquía y las cuestiones de paz y guerra, entre otros, en la medida en que se le confirió al paradigma realista, planteado fundamentalmente por autores norteamericanos, un rol preponderante en la evolución de dicha disciplina. A modo de generalidad, de acuerdo con la interpretación del mundo, proferida desde el paradigma realista, las premisas centrales en torno a los actores, temas de la agenda global, conceptos sobre el poder, herramientas metodológicas y mecanismos de cooperación entre naciones empleadas para la construcción teórico-práctica de la disciplina de las relaciones internacionales se han ubicado en las esferas de la guerra, la seguridad nacional, los asuntos estratégico-militares y la diplomacia, dominios que, por antonomasia, han pertenecido históricamente al campo de acción del hombre hegemónico eurocéntrico. Al designar la política del poder y la defensa de la seguridad nacional como ejes de las relaciones internacionales, la escuela realista suele medir el poder del Estado en términos de su capacidad militar y habilidad política para sortear las diferentes situaciones que surgen dentro del escenario de anarquía propio del sistema internacional. Esta interpretación teórica del quehacer mundial, reforzada por una concepción relacional del poder, propició en la práctica un modelo de jerarquización internacional caracterizado por una división tajante entre países del centro y la periferia, junto con una clara posición desventajosa de los países subdesarrollados, frente a los más desarrollados en cuanto a su posibilidad de injerencia en el ámbito internacional, mediante un ejercicio efectivo del poder. Por su parte, debido a la entronización del Estado unitario y racional como actor principal de las relaciones internacionales, el paradigma realista no logró escapar del imperio de la lógica racional de Occidente y su implacable tendencia a delimitar lo "pertinente" y a excluir lo "irrelevante" en pos de una maximización de los beneficios en la toma de decisiones. En este sentido, la rotunda preponderancia de la alta política (que comprende los fines estratégico-político-militares relacionados con la defensa de la seguridad nacional) sobre la baja política (que incluye asuntos económicos, sociales y culturales, entre otros) ha determinado que las esferas de lo doméstico y lo privado (espacios de interacción de la familia, la mujer y grupos sociales no hegemónicos en general) ha- 32 • Colombia Internacional 45 yan sido sistemáticamente excluidas por largo tiempo de los procesos de formulación y toma de decisiones estatales sobre política exterior. De esta forma, los desarrollos teóricos asociados a la escuela realista anglosajona, generados en función de las experiencias y necesidades de las élites de los países del centro, y cimentados en la observación de supuestas leyes objetivas y naturales de la historia, han sido exhibidos como parte de un "conocimiento universal" e "irrebatible", ajustado a las aproximaciones positivistas y empiricistas desde las cuales, como se ha señalado, han sido abordadas tanto las relaciones internacionales como las demás disciplinas construidas desde la óptica sesgada de la cultura letrada occidental. Pese a lo anterior, el advenimiento de procesos histórico-sociales de gran envergadura mundial, tales como la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la consecuente aceleración del proceso de globalización, trajo consigo la iniciación de un "nuevo orden mundial" que produjo una realidad mundial más desequilibrada y fluctuante de lo que se tenía pensado. Dicho contexto ha producido una convulsión en las estructuras tradicionales de poder y presupuso el reconocimiento de diversas identidades, relaciones intersubjetivas y formas de asociación distintas a los Estados como partícipes activos y, de una u otra forma, influyentes dentro del sistema internacional. De igual modo, a partir de dicha coyuntura histórica, aproximadamente a partir de la década de los ochenta, la forma dominante en que ha sido abordada la disciplina de las relaciones internacio- nales comenzó a ser polemizada desde múltiples corrientes teóricas, entre las cuales cabe destacar el postpositivismo, la teoría crítica, el posmodernismo y, en especial, la perspectiva de género y equidad, las cuales se condensan en lo que se conoce en la actualidad como el "Tercer Debate". Las controversias generadas ante el surgimiento de las mencionadas corrientes permitieron objetar la cimentación positivista-empiricista de las relaciones internacionales, así como situarla como una disciplina que, si bien no ha sido ajena a los avatares de la construcción social, ha sido desarrollada tradicionalmente de manera ahistórica, sin tener en cuenta la práctica social y la construcción lingüística de la realidad. De otro lado, desde la perspectiva de género se ha identificado cómo las relaciones internacionales han secundado el forjamiento de una sociedad internacional militarizada, etnocéntrica, androcéntrica y, por ende, "hipermasculinizada" y adversa a la mujer, en la medida en que la perspectiva realista ha asociado lo femenino a lo débil, desordenado e indefenso y, en consecuencia, a lo proclive a desafiar la seguridad estatal y el interés nacional. Varias teorías alternativas al realismo, entre las cuales se incluyen la interdependencia y las ya aludidas corrientes que conforman el Tercer Debate, han avanzado en el cuestionamiento de la centralidad del Estado en los estudios internacionales y en la definición práctica de los temas de la agenda global. En este sentido, desde diferentes puntos de vista, han explorado las múltiples relaciones existentes entre éste y la sociedad Los aportes de la perspectiva de género • 33 heterogénea en su interior, como crítica al modelo sociopolítico tradicional defendido por el realismo, tendiente a la homogeneización y dominación cultural y al establecimiento de órdenes sociales de opresión y subordinación internacional. De esta manera, se ha superado el posicionamiento de los Estados como figuras exclusivas de la política internacional, para pasar al reconocimiento de los derechos de asociaciones culturales y genéricas, diversas tanto al interior de las naciones como por fuera de ellas. A pesar de que las escuelas de pensamiento asociadas a la representación realista del mundo continúan ejerciendo una fuerte influencia en el ámbito de las relaciones internacionales, la perspectiva de género y equidad ha advertido la urgencia de actualizar las interpretaciones tradicionales sobre la problemática internacional, a los procesos y desafíos que plantea la sociedad mundial contemporánea. A este respecto, la adecuación de los planteamientos teóricos, procesos políticos globales y programas de desarrollo a las necesidades de la sociedad mundial contemporánea, en función del género, comienza por la eliminación del predominio de los temas estratégicomilitares propios de la "alta política" y se amplía a la incorporación de los asuntos político-sociales y culturales, tradicionalmente considerados de "baja política", dentro de las aproximaciones a las relaciones internacionales y la formulación de la política exterior de los países. Lo anterior implica readecuar los postulados y marcos teóricos convencionales de la disciplina a un tratamien- k.o. adecuado de la tensión que se presenta actualmente entre la heterogeneidad de identidades socioculturales en el ámbito doméstico y local, y la tendencia a la homogeneización cultural propia del proceso creciente de globalización política, económica y cultural del sistema internacional. En este sentido, con el fin de enfrentar los efectos desiguales y desafíos que este proceso impone en diversos ámbitos sociales y culturales, la perspectiva de género plantea la necesidad de profundizar en la aceptación de las diferencias culturales, el reforzamiento de las identidades de género y etnia y el logro de un "empoderamiento" de múltiples actores sociales provistos de una heterogeneidad de intereses y necesidades. Al indagar sobre las distintas formas de ser y actuar que tanto hombres como mujeres exhiben en sus localidades, de acuerdo con las culturas en las cuales se inscriben, se unen en una sola propuesta el multiculturalismo y el género, lo cual permite hacer referencia a una perspectiva cultural de género. Esta supone el reconocimiento de la íntima relación que existe entre género y cultura, necesaria para alcanzar la convivencia de las comunidades y sociedades diversas en un mundo globalizado. El reto de acoger los aportes de la perspectiva de género como una variable cultural, tanto en la teoría como en la práctica de las relaciones internacionales, constituye un imperativo ineludible que obliga a reconocer la relevancia de la dimensión doméstica e interna de lo político, dentro de las consideraciones efectivas sobre la política exterior y las relaciones internacionales, más allá del marco convencional unilateral del Esta- 34 • Colombia Internacional 45 do, y teniendo en cuenta el carácter interméstico que estas últimas han adquirido en el contexto de la globalización. La perspectiva de género invita no sólo a indagar las especificidades de cada espacio local e identificar las divergencias culturales y genéricas de los actores de lo doméstico, sino además a asegurar la participación activa y "empoderamiento" de los mismos en la multidimensionalidad de las relaciones internacionales. Al permitir la inclusión no sólo de temas estratégico-militares, económicos o políticos dentro de las prioridades de la política exterior, sino también temas sociales, culturales, ecológicos, ideológicos y de toda índole, se le da cabida a los variados intereses presentes en el seno de las sociedades y, por ende, las relaciones internacionales se ven nutridas de la cotidianidad política que surge de la dimensión doméstica, a su vez permeada por relaciones diversas de género, raza, etnicidad y clase. La apertura al reconocimiento de las relaciones intersubjetivas que conlleva la noción de diferencia cultural de género aquí expuesta, al identificar la absoluta inseparabilidad entre las cuestiones domésticas y las internacionales y su continua retroalimentación, señala la necesidad de buscar la desaparición de las fronteras entre lo público y lo privado, y lo doméstico y lo externo que han caracterizado durante tanto tiempo el quehacer político del mundo occidental. Asimismo, exhorta a valorar las contribuciones históricas de las mujeres y hombres no hegemónicos en las esferas del desarrollo humano a través de actividades que hasta hace poco sólo esta- ban catalogadas como parte de lo privado y, por ende, eran invisibilizadas. No obstante, vale recalcar que, más allá del simple reconocimiento de los aportes de las mujeres y demás actores históricamente marginados de la participación en asuntos de política exterior, y su eventual inclusión dentro de las relaciones internacionales, el reto que aspira enfrentar la perspectiva de género en el de- sarrollo de esta disciplina es ante todo la creación de nuevos tipos de acción política efectiva que, partiendo de una conciencia acerca de las diferencias genéricas y culturales existentes al interior de las mismas naciones, permitan poner en práctica el poder transformativo de actores sociales heterogéneos, de suerte que éstos tengan la posibilidad de interactuar en el contexto de la globalización, encarando sus desafíos a través de sus acciones directas desde el ámbito doméstico. LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LOS ESPACIOS En la medida en que, como se ha indicado con anterioridad, la teoría y la práctica de las relaciones internacionales han sido tradicionalmente dominadas por la "racionalidad" defendida por la perspectiva realista, la cual centra su atención en la "política del poder" en desmedro de los asuntos político-sociales, esta disciplina se ha revelado ahistórica y, por lo tanto, ajena a cualquier consideración conceptual sistemática acerca de las implicaciones de los entornos espaciales. Sin embargo, es precisamente el espacio la categoría sobre la cual dicha disciplina se construye. Los aportes de la perspectiva de género • 35 En el contexto de una crítica al paradigma predominante de las relaciones internacionales desde una perspectiva de género, el abordaje del tema del espacio se torna esencial, por cuanto el análisis de la forma en que éste se ha concebido en la visión occidental y la teoría en las ciencias sociales contribuye a consolidar la búsqueda de las raíces de la invisibilización de ciertos grupos humanos, dado que es el espacio lo que delimita las posibilidades o impedimentos de los actores sociales para desempeñarse de una u otra forma dentro de la construcción social-histórica de la realidad humana. De hecho, el espacio constituye una dimensión de la experiencia humana que se encuentra presente tanto en la simbología de la construcción de la vida comunal, como en la materialidad del ejercicio del poder. Es decir, se trata de una categoría planificada y heredada que determina los intereses que se defienden y la forma como las distintas sociedades perfilan su organización política, social, económica y legal. Por lo tanto, el entorno posee una injerencia directa en la definición de qué identidades son incluidas o excluidas al interior de un contexto social determinado. Por esta razón un examen crítico del espacio es un complemento imprescindible de las reflexiones en torno a la posibilidad de abrir caminos hacia el respeto por la diferencia, a partir del lente crítico de la perspectiva de género y equidad. En la realidad mundial actual, en donde el proceso de la globalización ha intensificado las intercomunicaciones entre diferentes actores individuales y colectivos y ha hecho posible la relación entre múltiples instancias a nivel inter- nacional, multilateral y transnacional, se ha conformado una sociedad mundial de tipo interdependiente, en la cual se hallan articuladas todas las escalas espaciales que van desde el cuerpo, la localidad, la nación y el sistema internacional, hasta el planeta en su totalidad. En este ambiente de apertura que se ha configurado, las identidades individuales, genéricas, étnicas, nacionales, regionales, transnacionales e internacionales se hallan concatenadas espacialmente. Comenzando por el cuerpo, espacio con el cual se relaciona en primera instancia el individuo, la cadena relacional de la "realidad global" contemporánea pasa por lo habitacional, lo local y lo nacional, hasta llegar a lo global. La fuerte tendencia a la desterritorialización de las actividades humanas, y en especial de aquéllas desarrolladas en los ámbitos de la economía y los medios de comunicación, se encuentra al mismo tiempo en una continua tensión con procesos contrarios de territorialización. Las contradicciones entre la globalización y la localización constituyen el resultado lógico de una realidad, en la cual se ha ampliado sustancialmente el número de escalas y relaciones espaciales tenidas en cuenta para la conceptualización de lo internacional y geopolítico, pues se pasa de consideraciones centradas en lo estatal y lo nacional, al examen de otras categorías de análisis que van de lo doméstico o urbano-rural, hasta lo nacional o estatal y, por último, lo internacional o global. En este contexto, la tendencia predominante dentro de la disciplina de las relaciones internacionales ha sido presentar esta nueva realidad espacial a 36 • Colombia Internacional 45 partir de la óptica occidental hegemónica, es decir, como "el mundo planetario" o como "un solo mundo", con la consiguiente inclinación a homogeneizar las percepciones que actores sociales heterogéneos en distintas sociedades puedan tener sobre un mismo entorno, así como a desdeñar las diferencias que sobre el particular puedan erguirse a nivel de localidad, habitación o corporalidad. En efecto, al definir la territorialidad del Estado como dimensión espacial por excelencia para la reflexión teórico-práctica tradicional sobre las relaciones internacionales, puede afirmarse que éste en principio asume un papel mediador entre lo doméstico y lo global, pues se instituye como la entidad política encargada de canalizar y planear las realidades políticas de las comunidades, así como de aglutinar identidades en torno a la idea de identidad nacional. No obstante, en la medida en que el espacio occidental se elabora desde una óptica androcéntrica, la espacialidad proporcionada por el Estado se vuelve la norma por seguir y, por ende, absorbe y homogeneiza forzadamente a los actores heterogéneos de los sistemas periféricos. Entre tanto, los asuntos estatales delineados de este modo pasan por alto lo local, lo habitacional y lo corporal para definir las prioridades en lo internacional, es decir, no consultan el nivel "micro" con el fin de articularlo con el nivel "macro", y por eso la mediación estatal entre lo doméstico y lo global resulta débil en lo referido al reconocimiento de la diferencia. La microespacialidad del cuerpo, primer espacio natural y simbólico, es la instancia en la cual se articulan la natu- raleza y la cultura, dimensiones normalmente tratadas por separado en la visión hegemónica occidental. Asimismo, es el lugar en el cual confluyen categorías tales como etnia, género, nación o lo global, y en donde, en esencia, se anclan los procesos de localización y globalización. Desde el punto de vista de la teoría crítica y el debate postestructuralista, el Estado ya no es el único ente involucrado en los asuntos de relaciones internacionales, pues éstas son también un asunto que compete a los individuos y colectividades dentro de la comunidad política nacional. Por esta razón resulta primordial reconocer el espacio de la corporalidad individual como parte de la formulación de la política internacional, ya que constituye la piedra angular que permite desentrañar la conexión existente entre identidad personal, identidad nacional y relaciones internacionales. Por otra parte, tal como se ha dilucidado a lo largo de este resumen, la mentalidad occidental ha identificado espacios arquitectónicos y simbólicos de actividad claramente definidos para lo masculino y lo femenino, referidos específicamente a los ámbitos público y privado respectivamente, sobre los cuales se han trazado los lincamientos de los roles sociales de género. Mientras que históricamente sí se han producido cambios sociales que han facilitado una mayor conquista del espacio público a las mujeres, con implicaciones directas en torno a la igualdad de éstas frente a los hombres, la posibilidad de apertura del espacio doméstico a estos últimos se ha generado de forma más lenta -aunque ha venido incrementándose desde los años sesenta-, en la medida en que Los aportes de la perspectiva de género • 37 las repercusiones de esta transformación plantean cambios más profundos en relación con la equidad y, por lo tanto, van más allá de la simple igualdad entre ambos sexos. Una visión crítica de la dicotomización de los espacios en el Occidente permite afirmar que las particularidades del cuerpo y lo habitacional no pueden pasarse por alto en la definición y ejecución de las prioridades nacionales e internacionales, pues las identidades de género, etnia y cultura son los puentes vinculantes al interior de la intrincada interrelación entre las diferentes escalas espaciales existentes en la contemporaneidad mundial. De hecho, en la medida en que los límites entre localidades, regiones y países se disipan cada vez más en la realidad presente, es inevitable plantear el carácter mundial y el sentido de "globalidad" presente en cada una de las experiencias espaciales que se inscriben en este contexto. Por lo tanto, tener en cuenta las especificidades de cada nivel espacial resulta imprescindible para que la participación política de los diversos actores en la sociedad mundial se inscriba en el marco de una verdadera "espacialidad de la diferencia". Por último, vale resaltar que una política internacional contemporánea que realmente reconozca a todos los actores sociales, debe comenzar por considerar todas las escalas y niveles espaciales en toda su diversidad genérica y multicultural, de manera que procure una adecuada mediación entre las particularidades de cada identidad genérica y cultural y las tendencias mundiales hacia la homogeneización. BIBLIOGRAFÍA Bermúdez, Suzy, Hijas, esposas y amantes. Género, clase etnia y edad en la historia de América Latina, Bogotá: Ediciones Uniandes, 1994. Burton, John, "Relaciones internacionales o sociedad mundial?", en: John Vásquez, Relaciones Internacionales. El pensamiento de los clásicos, México: Noriega Editores, 1991. Grant, Rebecca y Kathleen Newland, eds., Gender and International Relations, Bloomington: Indiana University Press, 1991. 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