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Percepciones a la Parashá
por
Rav Yaakov Hillel
Rosh Yeshivat Ahavat Shalom
Parashat Tzav
Cómo preservar la santidad del Bet HaMikdash
El Tabernáculo y el Templo
“Y ellos harán para Mí un santuario y Yo moraré entre ellos” (Shemot 25:8).
“Hashem habló con Moshé, para decirle: ‘Ordena a Aarón y a sus hijos, para
decirles: Esta es la ley de la Ofrenda Quemada. Es la Ofrenda Quemada en el fuego
del altar. Toda la noche hasta la mañana, con el fuego del altar será quemada allí’”
(Vayikrá 6:1-2).
“Habla a Aarón y a sus hijos, para decirles: ‘Esta es la ley de la Ofrenda del
Pecado. En el lugar donde la Ofrenda Quemada es degollada, allí la Ofrenda del
Pecado será degollada ante Hashem. Es Kódesh HaKodashim. El Kohén que haga
la Ofrenda del Pecado la comerá. Será ingerida en un lugar sagrado, en el patio de
la Tienda de Reunión’” (Vayikrá 6:18-19).
Todas las parshayot a partir de Terumá hasta el final del libro de Shemot hablan
acerca de la construcción del Tabernáculo y sus utensilios sagrados. El libro de
Vayikrá habla acerca de los sacrificios que se efectuaban allí.
La importancia del Tabernáculo y el Templo radica en que eran lugares donde
residía la Presencia Divina (Shejiná). La voluntad de Hashem es que Su Presencia
resida en el mundo inferior, como vemos de los siguientes versículos:

“Estableciste un lugar para Tu morada, Hashem” (Shemot 15:17).

“Y ellos me harán un Santuario y Yo moraré entre ellos” (Shemot 25:8).

“Y Yo pondré Mi santuario entre ustedes” (Vayikrá 26:1).
1
 “Pues así dijo el Poderoso y Elevado, quien mora para siempre y Su
Nombre es santo: ‘Yo moro elevado y santificado, pero también estoy con los
oprimidos y con los de espíritu humilde, para dar vida al espíritu de los
humildes y a los corazones de los oprimidos’” (Yeshayahu 57:15).
 “Pues Hashem escogió a Tzión, lo deseó para Su morada” (Tehilim
132:13).
El principal propósito del Templo era dar satisfacción al Todopoderoso, como
está escrito: “Una fragancia agradable, una ofrenda quemada a Hashem” (Shemot
29:18). Como los Sabios explican, nadie jamás durmió en Jerusalén con la culpa
encima de algún pecado. El sacrificio del Tamid en las mañanas expiaba los
pecados cometidos durante la noche y el Tamid del atardecer expiaba los pecados
cometidos durante el día (Pesiktá Rabatí 15).
En vez de…
En nuestra época carecemos de esas enormes ventajas espirituales. El Bet
HaMikdash fue destruido, nuestro pueblo fue exilado de su tierra y estamos muy
lejos de nuestro hogar. Careciendo del Templo, de los Kohanim y los sacrificios,
hemos perdido casi todo. Y aun así, las palabras sagradas de nuestros Sabios nos
dan fortaleza y aliento. Ellos nos dicen que incluso en nuestra época, sumergidos en
las profundidades del exilio, no todo se ha perdido. Hashem nos dio sustitutos que
ocupan el lugar del altar y los sacrificios, conservando así las ventajas del Templo.
Los Sabios mencionan tres tipos de reemplazos:
 “Desde el día que el Templo fue destruido, el Santo –bendito es– no
tiene más que los cuatro codos de la halajá” (Berajot 8a).
 “Cuando el Templo existía, el altar expiaba para el hombre. Y ahora
que el Templo ya no existe, la mesa del hombre expía por él” (Menajot 97a).
 “Los rezos fueron instituidos para corresponder a los sacrificios del
Tamid” (Berajot 26b).
Con estas enseñanzas, nuestros Sabios nos instruyeron cómo compensar de
cierto modo lo que perdimos con la destrucción del Templo. Tratemos de entender
de qué manera estas tres cosas reemplazan el Templo y sus sacrificios.
2
En el Bet HaMidrash
“Desde el día que el Templo fue destruido, el Santo –bendito es– no tiene más
que los cuatro codos de la halajá” (Berajot 8a).
¿Qué son los “cuatro codos de la halajá” y de qué manera logran convertirse en
la morada de la Shejiná en nuestra época?
Los cuatro codos de la halajá representan cualquier lugar donde el judío estudia
Torá. Nuestros Sabios nos dicen que el esfuerzo dedicado al estudio puede
reemplazar al sufrimiento del exilio (Zóhar, volumen I, página 27a). Encontramos
este concepto en la vida del patriarca Yaakov, quien envió primero a su hijo Yehudá
a Egipto para preparar el camino antes que el resto de su familia llegase (Bereshit
46:28). Rashí cita a los Sabios (en Bereshit Rabá 93:3) y señala que Yehudá fue
enviado para establecer una Yeshivá en la región de Goshen. Yaakov sabía que
dedicándose arduamente al estudio de Torá, sus descendientes aminorarían el
sufrimiento de la servidumbre en Egipto. La tribu de Leví, que sólo se dedicó al
estudio de la Torá, jamás sufrió la esclavitud (Shemot Rabá 5:16). Esta es también
la razón por qué los judíos que fueron exilados a Babilonia aceptaron gustosamente
el yugo de la Torá Oral con la misma disposición con la que aceptaron la Torá
Escrita, como lo vemos en el versículo: “Cumplieron y aceptaron [la Torá], sobre
ellos y sus descendientes” (Ester 9:27, en base a la explicación en Shabat 88a).
Ellos se dieron cuenta que mientras estuviesen en exilio, su único consuelo ante los
duros decretos serían los “cuatro codos de la halajá” (véase Tanjumá, Nóaj 3).
Nuestros Sabios definen el estudio de Torá como los “cuatro codos de la halajá”,
porque cada individuo posee su propio espacio vital, sus “cuatro codos” personales
(véase Rambam, Hiljot Shelujim 3:7). Si esta persona se coloca dentro de los cuatro
codos de la halajá, crea un espacio personal aparte, dedicado a la santidad de la
Torá y lejos de las influencias externas negativas.
El término “cuatro codos” también alude a los cuatro niveles de entendimiento
en el estudio de la Torá: peshat, rémez, derush y sod (Introducción a Shaar
haMitzvot, página 1a).1 Rav Jayim Vital relata que su maestro, el Arizal, explicaba
cada concepto talmúdico de seis maneras distintas, y de una séptima manera
acorde con las enseñanzas cabalísticas (Shaar haMitzvot, Parashat Vaetjanán,
página 33b). Un sabio de la Torá que estudia Guemará en estos cuatro niveles,
estará seguro dentro las paredes protectoras de sus “cuatro codos” de la Torá.
1
Peshat: significado literal del texto. Rémez: argumentos y explicaciones de las ideas de la Torá
con base en alusiones de otros versículos de la Escritura. Derush: explicaciones basadas en
versículos y en las enseñanzas de los Sabios. Sod: interpretaciones esotéricas de la Torá, sin
relación con su significado literal.
3
El Tabernáculo y el Templo fueron construidos para servir de sede para la
residencia de la Presencia Divina en la Tierra. Tras la destrucción del Templo, la
Shejiná ya tiene otra morada: el lugar donde un judío estudia Torá. El Bet
HaMidrash tomó el lugar del Bet HaMikdash.
Encontramos también este concepto en la enseñanza de nuestros Sabios: “Rabí
Jalaftá ben Dosá de Kefar Jananiá dice: “Diez que se sientan y se dedican a la Torá,
la Presencia Divina está con ellos, como está escrito: ‘D-os está en la congregación
Divina’ (Tehilim 82:1). ¿Cómo sabemos que esto también aplica cuando son cinco?
Porque está escrito: ‘Y Su grupo fue fundado en la Tierra’ (Amós 9:6). ¿Y cómo
sabemos que también cuando son tres? Porque está escrito: ‘Él juzgará en medio de
los jueces’ (Tehilim 82:1). ¿Y cómo sabemos que también se aplica incluso con
dos? Porque está escrito: ‘Aquellos que temen a D-os hablaron uno con el otro y
Hashem escuchó’ (Malají 3:16). ¿Y cómo sabemos que también cuando es uno
solo? Porque está escrito: ‘En todo lugar donde Mi Nombre sea mencionado, Yo
vendré a ti y te bendeciré’ (Shemot 20:21).
Comida elevada
Las otras dos enseñanzas citadas anteriormente se refieren a dos tipos de
sacrificios que se ofrecían en el Tabernáculo y en el Templo. Uno de ellos era el
sacrificio de Olá, la Ofrenda Quemada que se consumía totalmente en el altar. En
este tipo de ofrenda, todo el sacrificio ascendía al Cielo, y ni el Kohén que lo
manejaba ni la persona que lo presentaba podían ingerirlo. El sacrificio Tamid que
se ofrecía dos veces diariamente era un sacrificio de Olá.
Había también sacrificios de los cuales las personas podían participar: El Jatat
(Ofrenda de Pecado), el Asham (Ofrenda de Culpa) y los Shalmei Tzibur (Ofrendas
de Paz comunitarias) podían ser consumidos por los Kohanim y quienes llevaron el
sacrificio consumían los otros tipos de sacrificios de Shelamim.
Tratemos de entender la conexión entre estos dos tipos de sacrificios, la mesa de
la persona y las plegarias.
Nuestros Sabios analizan la importancia de la mesa. La ingestión de alimentos
con pureza y santidad –con la intención de servir a Hashem– corresponde a los
sacrificios que eran consumidos por el individuo.
“Rabí Shimón dice: Tres personas que comieron en una mesa y no pronunciaron
palabras de Torá en ella, es como si hubiesen ofrendado sacrificios a ídolos
muertos, como declara el versículo: ‘Y todas las mesas estaban llenas de vómito y
excremento’ (Yeshayahu 28:8). Pero tres personas que comieron en una mesa y sí
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dijeron palabras de Torá en ella es como si hubiesen comido en la mesa del
Omnipresente, bendito es, como está escrito (Yejézkel 41:22): ‘Y él me dijo: Esta es
la mesa que está delante de Hashem’” (Abot 3:3).
Al parecer, se necesita más que simplemente comer comida kasher y decir las
bendiciones correspondientes para que la mesa donde uno come sea considerada
como “mesa del Omnipresente”. Esta mishná parece ser la fuente de la explicación
del Arizal sobre el versículo (en Mishlé 19:2): “Y también sin sabiduría, el néfesh
[alma] no es bueno” (Séfer haLikutim, Bereshit 1, página 1). ¿Por qué el versículo
dice “Y también sin sabiduría…”, implicando que hay un factor adicional a la
sabiduría que no está explícito en el versículo? Además, ¿por qué “no es bueno”
para el néfesh la ausencia de la sabiduría?
El Arizal explica que el propósito último de nuestro servicio a Hashem es el
proceso conocido como birur (recuperación). Es decir, después que Adam
haRishón pecó, todos los mundos se mezclaron de bien y de mal. Chispas de
santidad cayeron y fueron dispersadas en todo el mundo. Todas las criaturas,
incluyendo objetos inanimados, vegetales, animales y en general todos los niveles
de existencia, contienen chispas de santidad que son la fuerza vital de esas
creaturas. Algunas de estas chispas sagradas cayeron en las fuerzas de impureza
conocidas como kelipot (literalmente, “cáscaras”), dándoles vida también. Al
cumplir mitzvot, esas chispas sagradas son recuperadas de las fuerzas de impureza
y son elevadas y rectificadas.
Lo mismo aplica a nuestra ingestión de alimentos. Al comerlos, recuperamos y
elevamos las chispas sagradas dentro de esos alimentos, elevándolos a un nivel
superior de santidad. El hecho mismo de comer es un proceso de separación de los
nutrientes de los demás componentes que eventualmente serán desechados. A un
nivel espiritual, el acto de comer separa las chispas de santidad existentes dentro la
comida de las fuerzas del mal y la impureza del mundo físico, permitiendo que se
eleven a su posición original en los mundos superiores. Una mitzvá hecha aquí en el
mundo inferior estimula la raíz superior de esa mitzvá en los mundos superiores,
llevando un flujo de bendición y bienaventuranza a todos los niveles de la Creación
(Zóhar, volumen 1, página 162; véase también Shaar HaMitzvot, Parashat Ékeb,
BeBiur Kavanat HaAjilá y Parashat BeHar, página 25b).
Nefesh, Rúaj y Neshamá
En general, existen tres niveles de santidad que corresponden a los tres niveles de
la esencia espiritual del ser humano que juntos conforman la estructura espiritual
completa del alma.
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La estructura física del ser humano también corresponde a estos tres niveles. El
néfesh, que es el nivel inferior del alma, se encuentra en el hígado, la parte más baja
del cuerpo; el rúaj, un nivel poco más elevado, está en el corazón, que está en el
centro del cuerpo y la neshamá, el nivel más elevado del alma, está en el cerebro. A
estos tres niveles corresponden tres niveles de impureza, conocidos como “rúaj
seará (“viento tempestuoso”), anán gadol (“gran nube”) y esh mitlakájat (“fuego
abrasador”), con noga alrededor de él” (Yekézkel 1:4). Existe también un nivel que
conecta los niveles de santidad con los niveles del mal, llamado kelipat noga. La
kelipat noga es parcialmente buena y parcialmente mala, uniendo así la santidad
con la impureza. Puede ir hacia el bien o hacia el mal, dependiendo de nosotros.
Cuando hacemos una mitzvá o comemos con las intenciones correctas,
elevamos las chispas de santidad de estos tres niveles del mal hacia los tres niveles
de santidad, siendo noga el conducto entre ellos. Este proceso puede ser también
inverso: si comemos sólo para satisfacer nuestra ansia de comida, arrastramos esas
chispas hacia el mal. Si comemos adecuadamente, con la intención de hacer una
mitzvá, diciendo las bendiciones y hablando palabras de Torá acompañando
nuestra comida, elevamos esas chispas a niveles superiores de santidad.
Las intenciones cabalísticas (kavanot) al comer recuperan las chispas de
santidad de esos tres niveles de impureza a través de la kelipat noga, elevándolas al
nivel más superior llamado neshamá. Para rectificarlas permanentemente dentro la
santidad, las chispas deben ser elevadas a por lo menos los dos niveles inferiores, el
del néfesh y el del rúaj. Si no es así, si sólo son elevadas al nivel del néfesh, esa
elevación espiritual no durará y regresarán a las fuerzas de la impureza. Como
podemos ver en el versículo: “Y un alma (néfesh) que peca…” (Vayikrá 4:2, 5:17 y
5:21), el nivel inferior del néfesh está peligrosamente cerca del pecado y, de allí, la
caída es inminente.
El Arizal explica que ingerir comida kasher con las bendiciones adecuadas antes
y después de comerla eleva las chispas al primer nivel, al del néfesh. Las palabras de
Torá que se hablan en la mesa las eleva al nivel del rúaj y aquellas personas
conocedoras de las intenciones cabalísticas propias del comer pueden elevarlas al
tercer nivel, el de la neshamá.
Con esto en mente, podemos entender el origen de la explicación del Arizal del
versículo: “También sin sabiduría el néfesh no es bueno”. La mayoría de nosotros
carecemos del conocimiento esotérico necesario para transmitir a nuestra ingestión
las profundas intenciones cabalísticas necesarias para elevar las chispas de santidad
al elevado nivel de la neshamá y lograr rectificarlas completamente. Sin embargo, sí
somos capaces de estudiar Torá en la mesa para elevarlas al segundo nivel, el del
rúaj. Si carecemos también de este elemento, sólo se elevan al nivel inferior del
6
néfesh y, como el versículo afirma eso “no es bueno”. El néfesh por sí solo, sin la
sabiduría del estudio de la Torá, “no es bueno”. Esa elevación espiritual al primer
nivel no durará y las chispas recaerán otra vez a las fuerzas de la impureza.
La explicación del Arizal de este versículo está basada en una mishná en Pirké
Abot: “Tres personas que comieron en una mesa y no pronunciaron palabras de
Torá en ella, es como si hubiesen ofrendado sacrificios a ídolos muertos”. Si los
elementos de santidad en esa comida fueron solamente la kashrut de la comida y la
recitación de las bendiciones, sin el beneficio adicional de las palabras de Torá, los
alimentos se elevan exclusivamente al nivel del néfesh, donde no permanecerán
permanentemente allí y recaerán a las fuerzas de la impureza. Por eso los Sabios
dicen que una comida sin palabras de Torá es como si proviniese de las fuerzas de
la impureza, haciéndola equivalente a comer de “sacrificios de ídolos muertos”.
La mishná continúa: “Pero tres que comieron en una mesa y sí dijeron palabras
de Torá en ella…”, rectificando así la chispas al nivel del rúaj, son “como si hubieran
comido de la mesa del Omnipresente, bendito es”, equivalente a comer los
sacrificios que se presentaban en el altar de Hashem.
Podemos interpretar el versículo: “Pues no sólo de pan vive el hombre, sino de lo
que surge de la boca de Hashem vive el hombre” (Debarim 8:3) conforme a esta
enseñanza del Arizal.
“Pues no sólo de pan vive el hombre” significa que el “pan”, que representa lo
más básico al comer –que el alimento sea kasher y pronunciar las bendiciones
correspondientes– sólo elevará las chispas de santidad del pan al nivel del néfesh, lo
cual es de beneficio precario y provisional. Además, esa comida está siendo
alimentada de las fuerzas de la impureza, que son el origen de la muerte, y no de las
fuerzas de santidad, que son la fuente de vida. Por lo tanto, el néfesh no será
suficiente para mantenernos espiritualmente vivos. Para que sí sean fuente de vida,
necesitamos “lo que surge de la boca de Hashem”, es decir, las palabras de Torá
dichas en la mesa. La Torá eleva las chispas de santidad al nivel de rúaj, de donde
pueden seguir existiendo y ascendiendo. Esta es la manera a través de la cual “vive
el hombre” en un sentido espiritual. Si nuestras comidas están acompañadas de
Torá, es como si hubiésemos comido de los sacrificios de la “mesa del
Omnipresente”, atrayendo así bendición y abundancia al mundo.
Como ya se indicó, es la mesa de la persona lo que expía por ella en nuestra
época, rectificando lo que antiguamente se lograba con los sacrificios. Comer en
una mesa kasher, donde los alimentos se elevan a través de las palabras de Torá, es
equivalente a la expiación lograda por la ingestión de los sacrificios del Templo que
en parte se comían por los Kohanim y en parte por las personas que presentaban
esos sacrificios (véase Shaar Rúaj haKódesh, BeKavanat haTaanit, página 6b).
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En aras de Él
“Las plegarias fueron instituidas para corresponder a los sacrificios del Tamid”.
El Tamid se consumía totalmente en el altar, ascendiendo al Cielo sin beneficio
físico alguno para la persona. La plegaria, como esos sacrificios, debe ser en aras de
Hashem y dirigidas exclusivamente a D-os. Como los Sabios afirmaron, el rezo
forma parte de las cosas que se encuentran “en la cima del mundo” por su
importancia (Berajot 6b).
Vista superficialmente, los rezos podrían parecer simplemente como los medios a
través de los cuales la persona le pide a Hashem que le satisfaga sus necesidades,
pero ese no es su propósito principal. Las plegarias son para enaltecer el honor de
Hashem, no para satisfacer los deseos de las personas (véase Abodat haKódesh de
Rabí Meir Gabai; Shelá HaKódesh, Jélek HaAbodá, capítulo 2 y Néfesh HaJayim,
Shaar Alef, Capítulo 9).
Rabí Natán Shapiro explica este concepto y escribe que una persona que no sabe
cómo rezar según las intenciones cabalísticas para rectificar los mundos superiores,
está sirviendo a Hashem en aras de recibir recompensa. Cuando esta persona reza y
sólo tiene en mente el significado simple de las palabras, las frases “Bendícenos…”,
“Cúranos…” o “Recuérdanos para la vida…” son simplemente peticiones que hace
cuando pronuncia esas bendiciones. Mientras más esfuerzo le pone a sus rezos, más
fervientemente le está pidiendo a D-os que le satisfaga sus necesidades y deseos
personales. Lo mismo ocurre con sus mitzvot: toma un lulav en Sucot para prevenir
que caiga algo que destruya su cosecha y nada más. Sus rezos y su cumplimiento
de los mandamientos de la Torá son para recibir pagos anticipados por los servicios
prestados.
Pero una persona que está familiarizado con la sabiduría de la Kabalá, sí está
consciente de los significados más profundos de las bendiciones. Cuando reza
“Bendícenos…” o “Cúranos…” no está pidiendo nada para sí mismo, sino que tiene
la intención puesta en el flujo de bendición que manará a los mundos superiores a
través de esas bendiciones. Esta persona sirve al Todopoderoso como un hijo que
sirve a su padre o a su madre. Su servicio a Hashem es perfecto y completo, pues
surge del amor y no del deseo de beneficiarse personalmente y recibir recompensa.
Una persona que merece estar en este nivel es en verdad afortunado (Introducción a
Perí Etz Jayim).
Los rezos son, en su nivel más alto, para el Todopoderoso, para rectificar los
mundos superiores y lograr una mayor revelación de la luz del Todopoderoso, no
para recibir beneficios personales (véase Shaar haMitzvot, página 1b, para un
mayor análisis de este concepto).
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Rab Jayim de Volozhin analiza el paralelismo entre el rezo y los sacrificios
quemados que se consumían totalmente en el altar y cita las palabras de los Sabios
acerca de Janá, la madre del gran profeta Shemuel: “Y Janá le rezó a [literalmente
‘sobre’] Hashem” (Shemuel 1, 1:10). Los Sabios dicen que ella “arrojó palabras
sobre Hashem” (Berajot 31b). Janá, amargada por no poder tener hijos, le habló a
Hashem con dureza: ¿de qué le servía ser creada como mujer si no tenía hijos?
El Néfesh HaJayim explica de una manera levemente distinta: Janá no estaba
pidiendo un hijo para satisfacer su deseo de tenerlo, por lo que ella “arrojó palabras
a Hashem”, conectando su dolor al de Hashem, metafóricamente hablando. Si ella
sufría, Hashem también sufría y esa era su preocupación principal. Ella rezó: “Dame
un hijo, termina con mi sufrimiento para que también termine el Tuyo”. La
Guemará continúa: “Eliahu arrojó palabras al Cielo, como está escrito (Melajim I,
18:37): “Y Tú les diste la espalda… Y Hashem concordó con Eliahu”. Eliahu rezó
que no hubiera profanación del Nombre de Hashem; su preocupación era por el
honor del Todopoderoso.
Nuestros Sabios enseñan que Hashem se angustia con las angustias de Sus
hijos: “Yo estoy con él en su pesar” (Jaguigá 15b, citando Tehilim 91:15). Janá rezó
para que terminase el dolor de la Shejiná, no para que terminase su propio dolor.
Encontramos este concepto en otra de las enseñanzas de los Sabios: “Si una
persona incluye el nombre de Hashem en su sufrimiento, se le duplica su sustento”.
Cuando tenemos problemas, no debemos rezar por nosotros mismos, sino por el
dolor de la Presencia Divina que comparte nuestro pesar. Esto se parece al principio
que si una persona pide misericordia por su prójimo cuando él mismo requiere de
ese mismo tipo de misericordia, a él se le concede esa misericordia primero (Babá
Kamá 9a; véase también Néfesh HaJayim Shaar Bet, Capítulos 11 y 12, donde se
explica con mayor amplitud esta idea).
En las Selijot pedimos a Hashem que nos ayude en el mérito de los hombres
rectos y, entre ellos, los niños inocentes que estudian Torá y aquellos que dieron su
vida santificando Su nombre. Concluimos, sin embargo, con la petición más
importante: “Hazlo por Ti”. Esta petición es la más poderosa, que garantiza que
nuestras plegarias reciban una respuesta favorable. No lo pedimos para nosotros ni
por nuestros problemas, sino en aras de la Presencia Divina que también sufre
cuando nosotros sufrimos.
Este es el significado de la enseñanza de los Sabios acerca que nuestros rezos se
corresponden con el sacrificio Tamid. Nuestras plegarias deben ser como el Tamid:
así como ese sacrificio iba directamente al Cielo, sin beneficio alguno para el ser
humano, así los rezos deben ser exclusivamente en honor del Todopoderoso y no
por nuestras propias preocupaciones.
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Incluso en estos años de amargo exilio podemos todavía recibir los beneficios
espirituales del Tabernáculo y del Templo. Estos hogares sagrados de D-os fueron
la morada de la Presencia Divina en la Tierra. Hoy en día, tenemos los Batei
Midrash, donde la Presencia Divina reside entre los judíos que se dedican al estudio
de la Torá. En el pasado, recibíamos expiación con la Ofrenda de Pecado y con la
Ofrenda de Culpa, en los que los Kohanim participaban: “Los Kohanim comían del
sacrificio y los dueños recibían expiación” (Pesajim 59b). Hoy en día, la mesa donde
ingerimos los alimentos permitidos por las leyes de la Torá, diciendo las bendiciones
correspondientes antes y después de comerlos y diciendo palabras de Torá, son
nuestra manera de recibir expiación. En el Tabernáculo y en el Templo estaban las
ofrendas Olá, que se consumían totalmente en el altar, en honor a Hashem y sin
beneficio alguno para el ser humano. Hoy en día, podemos todavía servir a Hashem
a este nivel a través de nuestras plegarias: al dedicarlas exclusivamente al
Todopoderoso para así llevar mayor perfección espiritual al mundo en vez de
concentrarnos en nuestras propias necesidades, llevamos una ofrenda sagrada
dedicada completamente a Hashem.
Este ensayo contiene dibré Torá.
Por favor trátelo con el debido respeto.
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