medjueces 24

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MÉDICOS Y JUECES
El delito de revelación de secretos
Los hechos
U
n facultativo, que prestaba sus servicios como especialista neurólogo y en concepto de médico residente en un
hospital, atendió a una paciente ingresada en la sección de ginecología debido al estado de gestación en que se encontraba.
Al visitar a la paciente, el doctor la reconoció por proceder
ambos de la misma pequeña localidad.
El facultativo y la embarazada tuvieron que examinar el
historial clínico de ésta, donde constaba, entre otros extremos, que tenía como antecedente quirúrgico “la existencia
de dos interrupciones legales de embarazo”. El doctor comunicó a su madre dicha circunstancia, y la madre del facultativo, a la primera ocasión que tuvo en el pueblo, indicó a la
hermana de la gestante el estado de gravidez de ésta y
la existencia de dos anteriores interrupciones legales (hechos, por otra parte, previamente conocidos por la hermana
de la embarazada).
Frente a los hechos que acabamos de relatar, la paciente presentó una querella criminal contra el médico. A resultas de dicha
querella, el Juzgado de Instrucción instruyó sumario contra el facultativo, por delito de revelación de secretos y remitió el mismo
a la Audiencia Provincial, que acordó absolver al acusado.
Tanto el Ministerio Fiscal como la Acusación Particular de la
gestante decidieron recurrir dicha sentencia en casación. El Tribunal Supremo declara haber lugar al recurso de casación, por
lo que casa y anula la sentencia de la Audiencia y dicta segunda
sentencia por la que impone al facultativo: a) la pena de un año
de prisión y multa de 12 meses con cuota diaria de 1.000 pesetas; b) la inhabilitación especial para el ejercicio de su profesión
por 2 años, y c) el pago de una indemnización de 2 millones de
pesetas a la embarazada por los daños producidos, declarándose
la responsabilidad subsidiaria para el pago de dicha cantidad al
hospital donde el médico prestaba sus servicios.
El análisis
E
sta sentencia –una de las escasas que se han dictado
en el ámbito penal en relación con el secreto profesional
médico– nos da pie a hablar, precisamente, de las notas
características del delito de revelación de secretos.
El Código Penal tipifica el delito de revelación de secretos
cometido por el profesional que, con incumplimiento
de su deber de sigilo, divulga los secretos de otra persona.
La comisión de dicho delito conlleva una pena de 1-4 años
de prisión y multa e inhabilitación de 2-6 años para el
desempeño de su profesión. El bien jurídico protegido
mediante la tipificación de este delito es la intimidad y la
privacidad, como manifestaciones del libre desarrollo de la
personalidad y de la dignidad de las personas.
Por lo que se refiere al autor (sujeto activo) de este delito
especial, sólo puede ser un profesional, es decir, una persona
que realice una actividad con carácter público
y jurídicamente reglamentada.
La acción típica consiste en revelar secretos,
con incumplimiento de la obligación de sigilo.
En el caso que nos ocupa, la obligación de sigilo viene
impuesta por la Ley General de Sanidad, la cual establece
que los ciudadanos tienen derecho “a la confidencialidad
de toda la información relacionada con su proceso y con su
estancia en instituciones sanitarias” y concurrente en el
historial sanitario, en el que deben “quedar plenamente
garantizados el derecho del enfermo a su intimidad personal
y familiar, y el deber de guardar secreto por quien, en virtud
de sus competencias, tenga acceso a la historia clínica”.
Por lo que se refiere a la divulgación de secretos,
el Tribunal precisa que divulgar significa comunicar por
cualquier medio, sin que se requiera que se realice a una
pluralidad de personas. Por secreto ha de entenderse lo que
concierne a la esfera de la intimidad, es decir, que sólo es
conocido por su titular o por quien él determine. Para
diferenciar la conducta tipificada en el Código Penal de la
mera indiscreción, añade el Tribunal, es necesario que lo
comunicado afecte a la esfera de la intimidad que el titular
quiere defender.
Es precisamente sobre este último punto donde el
Tribunal Supremo se aparta del criterio seguido por la
Audiencia. Según ésta, la conducta del doctor carecía de
relevancia penal, al no tratarse “más que de simples cotilleos
propios de lo que en la actualidad se denomina prensa
amarilla o del corazón”. En cambio, el Alto Tribunal entiende
que esta calificación supone una frivolización de los
sentimientos de las personas: ha habido una divulgación
de un hecho que pertenece a la intimidad, por lo que la
conducta resulta punible.
De todo lo anterior podemos concluir que comunicar
datos personales relativos a los pacientes puede conllevar
consecuencias muy graves, incluso, como hemos visto,
cuando el destinatario sea un único familiar muy próximo.
H. Jausàs, abogado.
Jausàs, Nadal & Vidal de Llobatera.
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