mmncm m éPiea SEMANARIO CIENTiFICO, LITERARIO-Y ARTiSTICO Año XVI Barcelona, 24 de diciembre de 1898 INSPIRACIÓN ^ • Num. 834 L A ILUST RACIÓN IBÉRICA 818 ron para presentar al Sr. Sempau como lo que, bien claro se ha visto ahora, era absolutamente falso. Líbrenos Dios de tales corresponsales, que, si supieran cumplir con su obligación, deberían procui L se les dimitiera, por el odioso papel que env-.^nces hicieron representar á los papeles que les publicaban sus telegramas. SUMARIO TEXT^: Cos'ys de! dia, por Alfredo Opisso.—io que sucede, por Federico Pita.—Pequeñeies, por M. de las Cuevas García.—^%, por Antonio Osete.—El articulo (conclu«ión), por Gregorio Pérez Arroyo.—Noche de Navidad, por Federico Flores G»lindo.— Un diamante e. candido (continuación), por Alicia O' Hanlon. GRABADOS; Inspiración.—lA la e,scuel»l—El bosquecillo —Escutla de niños—Estatua del coronel Angus.—Retrato.—El profesor Huxler.—Palacio de Chambord.— Ciinpesino ruso.—Decliados.—Vasos pintados en el Museo del Ermita^e de San Petersburg-o.—Stanhope Forbes.—Enrique Irving.—Reginaldo Easton.—Lord T.ennyson.—Lápida cb bronce.—Papeles pintados. * * En el Centro constituido por los amigos del general Weyler en Palma le fué entregado al "Hace constar el general que España no tiene colonias, porque abandonó en Cuba la conducta concreta, firme y razonada que él siguió y que señaló comc^ necesaria para la defensa de la causa nacional. "—Consumado el desastre,-añadió el gen«'ral Weyler,—no me quedaría otro camino que el de retirarme á mi casa de Son Roca; pero no soy de los que desesperan, y entiendo que la regeneración puede y debe emprenderse. Y porque así pienso, apoyaré cor. todas mis fuerzas á quien quiera levantar á la patria de la postración en que yace. "Terminó el general diciendo: "—¡Loado sea el día en que pueda desenvainar esta espada para defender á la patria contra el extranjero." Son muy salados los Epigramas fusilados de nuestro querido colega CalineB. En Barcelona toma proporciones alarmantes la fiebre tifoidea, con la circunstancia de no estar localizada la enfermedad en determinados barrios, sino que se ha propagado por todos. Era imposible que dejara de suceder así con las constantes é interminables remociones,de tierras, y con el Ayuntamiento de que gozamos, que es un tifus de primera calidad, digno del gobierno que nos honra y regenera. Párrafo de una Real Orden, publicada hace unos cuantos días en la Gaceta de Madrid: "Los mencionados sustitutos deben servir precisamente en Ultramar, y siendo conveniente que su número no exceda del que sea preciso utilizar cuando se considere necesario..." ¿En Ultramar? Pues no trae poco mojados los papeles el Sr. Correa. ¡iEn Ultramar!! * * i ' Según dice El Globo, el único hombre capaz de regenerarnos es el Sr. Sagasta. y opinamos lo mismo: el Sr. Sagasta les da quince y raya á Hardenberg, á Stein, á Thiers, á Gambetta, al mismísimo Regenerador del cabello del doctor Ayer Es regenerador, remozador, rejuvenecedor, reconstituyente, tónico y analéptico. Que les dejen hacer á él, á su yerno, sus sobrinos y demás parientes, y ya verá España como la regeneran entre todos, que no la va á conocer ni la madre que la parió. Sobre todo ahora que ya cuenta con Weyler, Canalejas, Romero Robledo, y posiblemente Bosch y Fustegueras, á quien de buena gana veríamos en el ministerio de Hacienda, para que el gabinete fuese más omogéneo, como escribía el ilustre Prim. Ué * * ¡A L A ESCUELA! * • Sarcasmo del día: ¡Felices Pascuas! ALFREDO OFISSO COSASJDEL DÍA por el Jurado, en el juicio celebra y-*- do el 11 de octubre último, el joven don Ramón Sempau, hubo entonces el fiscal de pedir nueva vista de la causa, la cual tuvo efecto el pasado día 15, recayendo por parte del Tribunal Popular nueva declaración de inculpabilidad. Felicitamos al Sr. Sempau por su absolución, y sirva de escarmiento lo sucedido á la indisculpable ligereza de ciertos corresponsales barceloneses de periódicos de Madrid, que, en honor á la verdad, hicieron cuanto pudieTTBSUELTO casipacificador de Cuba la espada de honor que le regalara el pueblo, y diciendo el pueblo claro está que deben figurar en las listas los muchos apreciables ex suscriptores de este periódico que tenemos en Palma, y á quienes no acertamos á dar gusto en nuestras apreciaciones sobre el invicto caudillo mallorquín. Hé aquí, según el corresponsal Filernón, de La Publicidad, algo del elocuente discurso del Sr. Weyler: "El general Weyler recordó su gestión en Cuba, malograda per irreparables decisiones, cuyas consecuencias han traído la realización de los pronósticos que hizo al abandonar la Isla. -•s^- LO QUE SUCEDE # Salió un día espléndido cual ninguno, en que el cielo, azul purísimo, reflejaba sus claras nubecillas en las tranquilas aguas del puerto, en las que descansaba majestuoso el negro trasatlántico, lanzando negras bocanadas de humo y esperando una sola orden para levar anclas en medio del Océano, con su noble y preciada carga Los muelles atestados de gente; los brillan- 819 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA tes destellos de los cristales de las casas confundiéndose con el blanco de los mil pañuelos que en son de despedida se agitaban allá en la pintoresca población; las numerosas embarca clones que rodeaban al monstruo pronto á partir, y en las que mil caras amigas los despe•íían, ya con la sonrisa del amigo, ya con la tristeza del sentimiento maternal, formaban pintoresco y sentimental contraste. La bocina lanzó su formidable adiós de des pedida; sucedióle el seco ruido de la cadena del ancla al ser levada, y las unísonas y acompasadas revoluciones de la hélice pusieron en movimiento al barco, que, entre gritos, lloros, agitar de pañuelos y alegres ecos musicales, abandonaba el puerto con rumbo á Cuba. Poco á poco fué perdiéndose de vista aquella preciada y nunca olvidable patria; el sol fué declinando, y cuando allá, en el límite de cielo y mar, una mancha rojiza parecía como sumergirse paulatinamente en el agua, sólo se dis tinguía desde la popa del barco una tenue y negra línea, coronada de mil oscuras nubeciUas, salpicadas de brillantes constelaciones. lEra el suelo en que quedaban nuestros padres y amigos, á los que sólo podíamos enviar nuestro pensamiento, que, á no dudar, las olas, al romper suavemente en la playa, serían encargadas de transportarlo! que, á medida que más sube, más aprisa se deshace. II Tan sensible al amor era Librada, que á fuerza de amar tanto no ama nada. Yo les pedí á las aves su armonía para cantar tus raras perfecciones, y todas á la vez me respondieron: "No son dignas de tanto nuestras voces." Tupido bosque de palmeras se extendía al frente; la columna tenía necesidad de pernoctar allí, y en un momento fué establecido el servicio de seguridad. Los centinelas, arropados con sus mantas y resguardados de la lluvia en algunas garitas improvisadas de ramaje, pensaban en la p a t n a amada, y cuando el rojizo resplandor del rayo hería su vista y el retumbar del trueno ensordecía sus oídos, cuando algún murmullo en la enramada ó algún graznido de ave perturbaba el acompasado caer de la lluvia, sus manos apretaban el fusil como único elemento de salvación, y su mirada se esparcía por todos lados. ¡Cuántas noches como ésta les esperaban á los recién .llegados á la campaña! El fuego había sido horroroso; innumerables heridos yacían en el campo de la acción; los médicos y sanitarios se desvivían por cuidarlos á todos; un lú2;ubre convoy de camillas y carretas marchaba por un sendero, custodiado por los que habían quedado con vida; los que habían muerto, allí, en común fosa, recibieron, con el adiós de sus compañeros, la pie garia del sacerdote, y grotesca cruz de palma indicaba la tumba donde dormían el sueño eterno los héroes de aquella jornada. El trasatlántico se puso en marcha; la más i. completa soledad reinaba en los muelles; alguno que otro reimpatriado, presa de terrible fiebre, tendido en el suelo ó en alguna camJUa, recibía los auxilios de la ciencia. En el barco sólo se oían los quejidos de los moribundos ó los ayes de los enfermos; los médicos, sin descanso, recorrían la cubierta y bodegas, auxiliando á los reimpatriados. Es de noche y faltan unas horas para llegar á la patria amada. Un fúnebre grupo, compuesto del capellán de á bordo con seis ú ocho más, á la luz de tenue farolillo, envuelven en blanco sudario el cadáver de un soldado, átanle á los pies una pesa, y con la última frase de la plegaria coincide el ruido seco del choque del inanimado cuerpo en el Océano. La luna, enviando un plateado rayo, parece como alumbrar la tumba de aquel héroe desconocido. EL BOSQUECIIiLO III Cuando la vista al firmamento llevo, pienso tanto mirando las estrellas, que ante su vista elevo á más altura el pensamiento que ellas. IV FEDERICO P I T A PEQUENECES El corazón es un mar, las penas son sus borrascas, y el agua que en sus vaivenes salpica airado, las lágrimas. M. DE LAS CUEVAS GAIÍCÍA I Comparo las ilusiones al humo que lleva el aire; Mérida (Yucatán) Yo les pedí su brillo á las estrellas, queriendo hacer galanos estos versos que te dedica el alma enamorada, y "Es poco nuestro brillo", respondieron. Yo les pedí á las ñores sus perfumes, y sus perfumes me negaron ellas, diciendo que eres tú la mejor rosa á quien vida le da la primavera. Sin música, sin luz y sin aroma aquestos pobres versos te dedico; mas de todo tendrán, estoy muy cierto: germinan, nacen, crecen con buen sino. Sí, de todo tendrán, estoy muy cierto: la armonía es tu acento regalado, el brillo tus pupilas seductoras, • el perfume tus labios... ANTONIO OSETE 820 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA EL ARTICULO (CONCLUSIÓN) Mientras daba este recado, hubo de fijarse en que el muchacho mantenía en la mano un protesta ruidosa, y, paladeando con fruición de bestia las heridas que le infería aquel zarpazo de la crítica apasionada, sintió cierto doloroso placer, pues, al fin, podía asestar contra alguno todo aquel espantoso odjio que ha tiempo lo envolvía, tan pesadamente, que creía ESCUELA DE NIÑOS (ESCUELA HOLANDESA) periódico, y, llevado de esa curiosidad propia del escritor, instintivamente, le quitó el diario y al desdoblarlo se encontró que, en la "Sec ción doctrinal" y bajo la firma de X (pseudónimo que ocultaba un nombre ilustre en el campo literario) aparecía un largo artículo en que le atacaban y ponían como digan dueñas. Al encontrarse frente á aquel inusitado y sangriento ataque, sintió esa rabia sorda y contenida que es mil veces más temible que la que la impotencia habría de llegar á asfixiarlo. ¡Por fin encontraba alguien en quien saciar aquel paroxismo de venganza que rodaba espantosamente por todo su ser! Se acercó de nuevo á la mesa, recogió nerviosamente la pluma, como si empuñase el arma con que había de ensañarse hiriendo, y, con toda aquella sombría desesperación de que se sentía invadido, pensando la frase más sangrienta, buscando el concepto más depresivo. gozándose en asestar los golpes y paladeando la satisfacción de las heridas que infería, con más pasión que juicio, confeccionó el artículo, réplica á aquel que leía y releía, para gozarse en la contestación y enardecerse en el ataque. Satisfecho de su obra, sintiendo el satánico orgullo de haber, á conciencia, cau sado un mal y presintiendo, con placer, que tras aquel horrible escrito era inevitable un encuentro personal, que anhelaba, pafa saciar aquella ardorosa sed de fiera que sentía, iba á entregar las cuartillas al aprendiz, cuando un grito estridente que parecía el desgarramiento de un alma, saliendo de aquel cuarto, donde una madre gemía á los pies del lecho de su hija enferma, hizo que, estremecido é impresionado por un súbito terror, se precipitase, anhelante, en aquella silenciosa sala. Cuando penetró en el cuarto, una escena, dolorosa y bella al mismo tiempo, conmovió su alma. La madre, de pie, rígida, con la enfermita en los brazos, surcadas las mejillas por hilos de silenciosas lágri mas, fijos los ojos en aquel cuadro de la Virgen, bañada por el círculo luminoso que proyectaba la lámpara, ofrecía, balbuciente, su hija á la divina imagen, demandando con -todo su ser de madre el poderoso auxilio de la Reina del Cielo. Al entrar, con las cuartillas en su aganotada mano, y ver aquel cuadro de una tan angustiosa belleza, sintió que todas las energías le abandonaban y que sus nervios, antes contraídos violentamente, se espaciaban, como madejones de hilo flojo, entre sus carnes, ardorosas por la fiebre. —¡Perdonadme, Madre mía, perdonadme, por haber desconfiado de vos!—bulbuceaba, sollozando, la infeliz madre. Y, al ver á su mando, dirigiéndose á él y conduciéndole ante la santa imagen, le hizo arro dillar, juntamente con ella, ante aquella Virgen que había hecho el milagro de ahuyentar, con su divino soplo, la muerte y que había impreso su beso de vida en aquel cuerpecito, tan rudamente golpeado por las dolencias. Sugestionado por aquel cuadro de efusión maternal, también él clavó sus ojos, llenos de gratitud, en el techo del cuarto, ahora para llevar su manifestación de agradecimiento á los pies de una misericordia infinita que, como una ondulación de divino afecto, presentía, derramando se por todas partes; y sus labios, exteriorizando aquel dalce sentir que le embargaba, murmuraron, trémulos, la palabra perdón. Sus manos se abrieron para juntarse y entrelazarse, como en acción de gracias, y aquellas cuartillas, llenas de injurias y ahitas de odio, cayeron al suelo, como puñal que se des prendiese de la mano de un espantado asesino, y, como ofrenda á aquella Virgen, se esparcieron por el suelo aquellas páginas sangrientas que componían el artículo. G. PÉREZ ARROYO NOCHE DE NAVIDAD Vestidas de azul y grana y con sus mantos de perlas el horizonte iluminan las magníficas estrellas, " LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA V para el pueblo devoto', esta noche es Nochebuena, Sólo Herodes, iracundo, alma cobarde y perversa, á venerar al Ungido con obstinación se niega. aiiuncianciu la Hígada ' . del que redimió las penas y en una cruz expirando mostró sin igual clemencia, perdonando ;l sus verdugos, del sacrificio la afrenta; V para el pueblo devalo esta noche es Nochebuena Sale la luna en Oriente cual del tálamo una reina, mostrando en su disco de oro la imponderable diadema, mientras las ñores del Líbano bajo sus rayos despiertan para incubar los perfumes de la fiel Naturaleza, llevando á los corazones del beneficio la ofrenda; y para el pueblo devalo esl a noche es Nochebuena. Fúlgida brilla en el éter de Jacob la sacra estrella, para guiar los tres Magos en la fatigosa senda, que han emprendido piadosos para arribar á Judea, donde verán el portento de la sabia Providencia, al nacer humilde Cristo del vientre de una doncella; y para el pueblo devoto esta noche es hochebuena. De Belén, en un establo, tiernos pastores rodean al casto José y la Virgen, que los ángeles celebran, por el fausto alumbramiento que anunciaron los profetas, y es el misterio solemne que los cristianos veneran, porque es la luz de las almas que del Empíreo nos llega; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. El Niño está dormitando sobre las faldas maternas; pobres pañales lo envuelven en un rincón de Judea; , pero escucha á los querubes que á venerarlo vinieran, y cantan ¡Gloria'... gozosos sobre su faz de azucena, y... ¡Gloria!¡Gloria!... repiten los pastores con voz tierna; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. Tres Reyes Magos de Oriente al establo humilde llegan, donde se detuvo entonces la rara mística estrella, despareciendo en seguida del ápside de la esfera, lanzando el último rayo sobre la Virgen angélica, que levantada la vista su regocijo demuestra; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. Grato incienso, mirra y oro los Magos dan como ofrendas, pues el arcano conocen ' de la espiritual esencia;, y postrados de rodillas con humildad le veneran, felicitando á la Virgen como á la madre perfecta, cual dechado de hermosura y de castidad violeta; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. Sacros perfumes exhalan los jazmines y azucenas; se oyen melódicos cantos que al espíritu enajenan, y cautivan los sentidos la modulación patética con que ángeles y pastores al niño Jesús festejan, que abriendo á la luz los ojos es una rosa entreabierta; 821 herir la justicia eterna asesinando al Ungido, cuyo reinado le aterra, y entre esos niños prejuzga encontrar al que desea, que al puñal del asesino ESTATUA DEL CORONEL ANGUS, por T. Brock t .. después que ofreció á los Magos adorar cuando naciera el Salvador prometido á Moi.-:és y los profetas, y en su venganza terrible á los crímenes se apresta; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. Manda inmolar inocentes el Petrarca de Judea, porque ambiciona el malvado ha de entregarlo su estrella; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. El casto José y la virgen la suerte del Niño velan, y por un ángel guiados toman de Egipto la senda, burlando así los furores del Petrarca de Judea, que en su despecho iracundo miles de niños degüella. LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA ^22 sin encontrar al que busca su satánica querella; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena, Sacro misterio inefable que la humanidad respeta, en el órgano y la orquesta, el Gloria in excelsis Deo que el Nacimiento recrerda; •V para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. El Nacimiento divino significando'con ellos cuan grata fué la promesa de bajar Dios humanado ú redimir la ancha tierra; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. RETRATO, por "W. Onless porque, naciendo el Ungido por disposición excelsa, se halla el Paraíso abierto al pecador que se entrega á llorar sus extravíos y á plañir la culpa negra, de los pecados mortales la expiación justiciera; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. Sonó las doce en la torre, y la campana congrega, á oír la Misa del Gallo en la parroquial iglesia, donde los fieles acuden para escuchar las endechas, los cánticos religiosos al pie del altar se encuentra, con mil vistosas figuras que el misterio representan; y entre búcaros de trigo al Niño Jesús acuestan, teniendo cerca el regazo de la sacra Virgen bella, y al casto José tranquilo, que su dulce sueño vela; y para el pueblo devoto esta noche es Nochebuena. El incruento Sacrificio \ el sacerdote celebra, al compás de las canciones de la bulliciosa orquesta, donde á los ecos divinos ecos mundanos se mezclan, Hombres, mujeres y niños compran muchas frioleras, promoviendo la algazara en la ciudad ó la aldea; y en el hogar más humilde se halla servida la cena, cual si de boda ó bautizo conmemorara la fecha; y nadie duerme tranquilo ni en su lecho se recuesta; y para el pueblo devoto esta noche es JSiochebuena. FEDERICO FLORES G A U N D O LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA mó al punto á la esposa de Colé, que por su conducta dio pruebas de ser mujer de buen corazón, enérgica y sensible, digna de mejor suerte que la de estar unida con un bribón como Pedro Colé. Sin hacer preguntas respecto al estado del Sr. Bretherton, y hasta absteniéndose de proferir una exclamación al verle, comenzó á ser virse de ciertos restaurativos que produjeron el mejor efecto, siendo tal su eficacia, que el Sr. Brether ton recobró muy pronto el sentido. Después la buena mujer corrió á la cocina, calentó un poco de leche casi hasta el punto de ebullición, se la sirvió en una taza al anciano, permitiéndose sólo entonces hacer una observación. —La leche caliente,—dijo, —es lo mejor que hay en el mundo para una persona débil, ó que pierde sus fuerzas. Ya verán ustedes como el pobre hombre se reanima. A raí me parece que también convendría la-varíe un poco, y, si creen que no hay inconveniente en ello, lo haré ahora mismo. Hasta el último día de su encierro, el Sr. Bretherton, sumamente cuidadoso de su limpieza personal, había reclamado de sus guardianes su baño diario; pero últimamente se le desatendió en este servicio, y por eso ahora aceptó con gusto la ablución, consintiendo que la señora Colé le esponjase el rostro y le lavara las manos en la jofaina como si fuera un niño. Por esta operación, á la que siguió la de peinar le sus cabellos blancos, el pobre EL PROFESOR HUXLE'B. Retrato por John Gollier UNÜIAMANTE ESCONDIDO ALICIA O' HANLON ; CONTTNUACIÓN) —Conque ¿ha visto á su hijo?—exclamó Arturo.—¿Y tuvo el joven v^lor para mirar cara á cara á padre? — ¡Bah! ¡Como que le habló esta mañana!—contestó Colé, hijo, que • acababa de acomodar al Sr. Bretherton en un sillón junto al fuego. — Y si ha perdido la razón, el joven fué la causa de ello, pues el señor se hallaba muy bien antes de que viniera ese tunante; pero tal vez esto sea pasajero y se repondrá muy pronto. * V—Háblele usted, Arturo, y veamos si le reconoce,—murmuró Víctor. Pero el pobre Sr. Bretherton no reconoció tampoco al joven baronet. —No, caballero: no recuerdo el nombre de usted, —dijo, contestando á la pregunta de Arturo;—pero sea usted bien venido á la granja... Siéntese usted: Ida vendrá muy pronto, pues solamente ha ido á dar una vuelta con su doncella y no puede tardar. Ellas... y la abuela... El Sr. Bretherton se interrumpió, porque sus palabras se confundían y no acertaba á pronunciar. Los tres jóvenes cruzaron miradas de tris teza, y durante un momento no pronunciaron una sola palabra. Después, el Sr. Bretherton, sin mirar en torno suyo, comenzó á murmurar, al parecer, para sí: —Hace frío, muchísimo frío. Yo creo que vamos á tener otra tempestad de nieve; mas este fuego consuela, sí, consue... De repente, el Sr. Bretherton resbaló de su sillón, y, á no ser por el robusto brazo de Gui- 823' llermo, que le cogió á tiempo, habría caído en el fuego. Aquel cambio repentino, al pasar desde la fra, húmeda y ose :ra bóveda á un aposento lleno de luz y de calor, había sido una transí Clon demasiado brusca para la delicada salud del Sr. Bretherton; y cuando se le volvió á colocar en su sillón observóse que había perdido el conocimiento. Por indicación de uno de los / ~'" S r . Bretherton se pareció algo más á lo que era; pero cada vez se hizo más evidente que había trartorno en sus facultades mentales, pues pronunciaba palabras incoherentes, haciendo observaciones que no tenían razón de ser ni sentido común. A intervalos, su rostro tomaPALACIO ba también una expresión extraña, DE como si le acosara alguna grave CHAMBORD (FRANCIA) preocupación, ó bien dirigía en torno suyo miradas vagas, fijándolas á veces en el suelo con int r e s c a b a - sistencia. También fruncía las cejas á menulleros se 11a- do, y su rostro expresaba turbación, parecien- LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 824 no separarse del enfermo; de modo que la medida adoptada resultó casi inútil. Y no porque la joven temiera r e a l mente que su padre muriese, pues desde un principio pareció convencida de que esto era imposible: recobrar su padre solamente para verle morir, sin que éste la reconociera, parecíale un sarcas mo déla suerte, de masiado cruel para que pudiera acep tarlo como posible. Confiada en su soli citud, alentando la esperanza de que su padre se restablecería y feliz por tenerle en casa, aun que estuviera enfermo, Ida sufrió todas sus privaciones con gusto, y hasta se Borde estrecho Huberto Bos: CAMPESINO RUSO do que luchaba en vano para recordar alguna idea y manifestar su pensamiento. Lo mismo para Víctor que para sus dos amigos, los inútiles esfuerzos del Sr. Breiherton eran muy dolorosos de ver, y compadecían sinceramente al pobre hombre. —Llevémosle á.casa,—dijo Víctor.—Cuanto más pronto, mejor será para él. CAPITULO XLVII NADA PUEDE SEPARARNOS AHORA w ^ _ • • Por espacio de cerca de quince días después de su vuelta á Monks wood, el Sr. Bretherton guardó cama en su cómoda habitación, peligrosamente,enfermo, tanto, que su estado se declaró realmente grave. La terrible prueba que había sufrido y la sacudida que le produjo la visita de su hijo habían perturbado sus facultades intelec tuales, mientras que la permanencia en aquella húmeda y sucia bóveda, mal ventilada, bastó para quebrantar, aunque Ida no lo sos pechase, la constitución del señor Bretherton. Al entrar en la casa, después de su cautiverio, no había reconocido á su amada hija, y, durante los quince días que siguieron, su inteligencia estuvo trastornada, sin que echase de ver, aparentemente, que se hallaba otra vez en su antigua casa y : entre sus amigos, pues se le oía delirar á menudo. Durante aquellos quince días, Ida no quiso separarse apenas un momento de la cabecera del lecho de su padre. Los médicos, dos de los cuales visitaban varias veces cada día al enfermo, después de hacer muchas observaciones á la señorita Bretherton, demostrándole que su excesiva solicitud podría costarle una seria enfermedad, acabaron por hacer venir de Londres u n a buena enfermera del hospital; pero, mientras hubo inmediato peligro, Ida persistió en privó de dormir, r e s i s t i e n d o muy bien la falta de reposo. Bien es verdad que la joven, además de sus envidiables dotes físicas, hallábase'dotada de una fuerte constitución y de la salud más envidiable. Uno ó dos días Uechado Inserción color de crexna LA ILUSTRACIÓN Bordado fantasía Bordado francés sobre cañamazo: Dechado 825 IBÉRICA después de la vuelta de su p a d r e , Ida tuvo conocimiento de la muerte de su h e r m a n o por conducto de la S r a . Mac Nicoll; pero el hijo de ésta fué quien le refirió los te 1 ribles detalles reft r e n t e s al triste fin de Pablo. Casi todos los días, a u n q u e la joven se n e g a b a p a r a la m a y o r p a r t e de sus v i s i t a n t e s , bajaba uti momento, aunque sólo fuera un minuto, p a r a hablar algunns p a l a b r a s con Víctor Mac Nicoll, pues comprendía muy bien que éste la a m a b a con toda la fuerza de su j u v e n t u d , por más que no le hubiese hecho nunca la menor declaración. No se te ocultaba tampoco á Ida que ella correspondía rt V í c t o r , y que ahora a m a b a por la primera vez en su vida. Com p a r a n d o el sentimiento q u e le inspiriiba V í c t o r , por el hecho de reconocer su mérito, Ida icconn ció que la simpatía que en otro tiempo profesaba á Carlos Nunnerley, y que ,il a pensó q'ie dií g e n e r a r í a en anior, no había sido mrts que una emoción pasajera. P o r o t r a p a r t e , V í c t o r era quien había descubierto el p a r a d e r o de su p a d r e , devolviéndole á sus brazos, y el a g r a d •cimiento au m e n t a b a su amor. Sin e m b a r g o , al mismo tiempo, Ida se m o s t r a b a impaciente y Crisi i r r i t a d a c o n t r a el joven por s i singular persistencia en no sa'.isfacer su curiosidad, diciéndole cómo y de qué modo pudo descu- Porción de un ángulo 826 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA brir dónde se hallaba su padre. Víctor la mantenía en la ignorancia de cosas que ella debía conocer, ó, por lo menos, tal era su opinión; pero poco presumía cuáles podían ser los y terribles padecimientos que había sufrido. —No importa, querido padre, — añadió con dulzura;—no pensemos ahora en tales cosas; y está usted en casa, en su propia casa, en su E L MITO D E PERSEO Y ANDRÓMEDA , VASOS PINTADOS EN E L MUSEO D E L "ERMITAGE" D E SAN P E T E R S B U R G O BANDEJA INDIANA D A N A E Y EL ESPEJO DE detaUes. No debía tardar mucho en saberlos del todo. —Ida,—preguntó cierto día el Sr. Bretherton, que había despertado muy débil, aui^que con la imaginación equilibrada ya, al parecer; —Ida, hija mía, ¿he estado yo fuera de casa en alguna parte? —Sí, querido padre,— contestó la joven con dulzura;—pero no piense usted ahora en eso, ni hable de ello hasta que esté más fuerte. —Pues no es un sueño entonces lo de aquel horrible lugar, donde me encadenaron como un perro. ¿No es verdad, hija mía? —¡Padre, padre!—exclamó la joven con expresión de horror. Y, al pronunciar estas palabras, se representó mentalmente el mismo sitio á que su padre aludía, aquella oscura bóveda que la afectó de una manera tan extraña el día de la partida de campo. —Dígameusted, padre,—preguntó, olvidando que acababa de aconsejar prudentemente al enfermo que no hablara de aquel asunto hasta que estuviera más fuerte;—¿qué especie de lugar era aquél? El pobre Sr. Bretherton se estremeció, paseó su mirada al rededor de su agradable y cómodo aposento, y, con una expresión de es panto, repubo: — Casi me inchno á creer ahora que todo ha sido un mal sueño, una pesadilla; mas todo lo recuerdo ahora claramente, como si me hallara en el sitio. Había allí un hombre á quien faltaban algunos dedos en la mano: él me lie vaba lo que debía comer y beber, y algunas veces me dejaba tener luz; pero, en general, hallábame en l a oscuridad y parecíame que ésta se introducía en mi cerebro; de modo que... —Padre, ¿era aquel sitio Shelving Cove?¿Se llamaba el dueño Pedro Colé?—preguntó Ida, cogiendo el brazo del enfermo casi con rudeza en medio de su excitación. Ese acto sobresaltó al Sr. Bretherton; estaba tan nervioso y débil aún que la menor agitación podía bastar para que recayera en la fiebre de que ya se reponía, é Ida comprendió que cometía un error al interrogarle así, y que de ningún modo le debía recordar los extraños ORO habitación y acompañado de su hija, que le cuidará mucho. La joven estrechó la mano de su padre, que ya no era colorada ni áspera, y el temblor que le agitaba cesó de pronto. —Sí, hija mía, adorada hija, — dijo el señor Bretherton;—demos gracias á Dios por haber —¿Teme acaso, — continuó el Sr. Bretherton, — que yo no pueda perdonarle? Seguramente es así; pero si está triste y se arrepiente, dile, querida hija, dile... — ¿Cómo, padre, que debe usted perdonarle? La joven había levantado la cabeza y miraba al enfermo con los ojos dilatados. —¡Pablo! — exclamó.—¿Es posible que...? El Sr Bretherton guardó silencio, reflexionando, al parecer; sus mejillas se colorearon vivamente y palidecieron de nuevo un momen - to después. —¿Qué he dicho, hija mía?—preguntó.—Tal vez desbarraba un poco... yo creo que sí. No hagas caso de mis palabras, porque no estoy aún hiende la cabeza, y... quisiera dormir un poco. Así diciendo, el Sr. Bretherton cerró los ojos y volvió la cabeza, mientras que Ida arreglaba las almohadas silenciosamente, experimentando un horror apenas definido. En aquel instante se oyó un golpecito en la puerta. Era la enfermera, que venia á decir que el DANAE y permitido que volvamos á estar juntos, pues yo había perdido ya la esperanza de volver á verte. Pero, hablando de otra cosa,—añadió el enfermo, haciendo un esfuerzo y con cierta vacilación;—¿dónde está... dónde está Pablo? Ida no contestó, é inclinóse para ocultar su rostro. ¿ Cómo podía decirle que su hijo había muerto? PERSEO Sr. Mac Nicoll se hallaba abajo, y que, si la se ñorita Bretherton quería ir á recibirle, ella se quedaría entretanto junto al lecho del enfermo. La joven hizo una señal afirmativa, y, bajando la escalera presurosa, penetró casi corriendo en la habitación donde Víctor la esperaba. En su impetuoso deseo de convencerse de que la horrible idea que acababa de concebid LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA no podía ser una verdad, olvidóse hasta de sa ludar á Víctor. —Sr. Mac Nicoll, — dijo, —ahora sé dónde encontró usted á mi pobre padre: fué en esa... en esa granja cerca de Shelving Cove, y de la cual es dueño Pedro Colé. Víctor se sonrojó al ser interpelado tan bruscamente, y balbuceó: —Conque ¿su señor padre lo sabía? ¿Se lo ha dicho á usted? — ¡Ahí ¡Así es! " Y la joven aplicó una mano sobre su corazón, añadiendo con más calma: —¡Y allí fué, cerca de Shelving Cove, donde mi hermano murió asesinado! ¿Para qué iría allí, en opinión de usted? —Tal vez para buscar al padre de usted: ya sabe usted que convinimos en que debía ser así. —Pero usted no me dijo que él tenía motivos para sospechar que se hallaba allí. Señor iMac Nicoll, necesito saber qué móvil pudo impulsar á esos bribones. —Tal vez... probablemente con la idea de que se les pagara un rescate,—contestó Víctor, que no era nada práctico en el arte de engañar,—Señorita Bretherton, yo quisiera... —Dispense usted, — interrumpió Ida;—ante todo, qaiero saber si se persigue á esos hombres, ó si están en la cárcel ya. —Aun no,—contestó Víctor, muy contra su voluntad. —Y ¿por qué? — preguntó la joven, palideciendo, con expresión de angustia en sus hermosos ojos.—¡Ah! ¡No es necesario que me lo diga usted! ¡Lo sé... lo adivino todo! Y, sin añadir más palabra, la joven salió del aposento tan bruscamente como había entrado, y alejóse corriendo, poseída de horror al ver confirmadas sus sospechas. Durante tres largas semanas, Mac Nicoll no EL MONSTRUO VENCIDO POR PERSEO ba salir de su habitación y pasarla mayor parte del día en otra que ella había arreglado para él. Siendo, pues, todas las noticias buenas, ¿por qué no se las daba la misma Ida en A.MASIS volvió á verla. Todos los días iba á la casa á preguntar por el Sr. Bretherton; pero Ida se limitó á enviar corteses contestaciones á sus preguntas. Su padre estaba mejor; se le permitía levantarse para estar sentado una hora, pues ya recobraba fuerzas, y hasta se le deja 827 persona? ¿Por qué no quería verle? ¡Cuando su padre estaba en verdadero peligro, Ida no rehusó nunca bajar, y ahora no podía veila ni un momento! Al fin, el joven no pudo resistir más, y quiso obtener una explicación acerca de la conducta de la joven. Olvidando que aun no había declarado á Ida por la palabra ni indirecta el amor que hacía tanto tiempo abrasaba su corazón, y que tenía motivos para creer que era correspondido, cierto día rasgó una hoja de su librito de memorias y envióla á la joven, después de escribir estas dos líneas: "¡Ida: está usted martirizándome! ¡Por piedad hágame el favor de bajar, aunque no sea más que un momento!" Después comenzó á pasear de un lado á otro de la habitación, ansioso por conocer el resultado; pero no tuvo que esperar mucho tiempo. A los pocos minutos la puerta se abrió silenciosamente y volvió á cerrarse: Ida acababa de entrar en la habitación. Durante un minuto, los dos se miraron sin pronunciar una palabra ni moverse, y los ojos de ambos expresaban toda una revelación. En aquellas tres semanas, durante las cuales no se habían visto, y que á los dos les parecieron un año, habíase producido un cambio en su respectiva actitud, cambio sutil, pero poderoso, y tanto él como ella comprendieron que era llegada la crisis en sus relaciones. El amor, reprimido y rechazado por una parte, y aparentemente desdeñado por la otra, se vengaba, tomando en los corazones'de ambos jóvenes el carácter , de una pasión, de un torrente impetuoso que arrolla cuanto se opone á su curso. Al entrar en la habitación, Ida estaba muy pálida; pero poco á poco sus mejillas fueron coloreándose, y una dulce sonrisa entreabrió sus labios; mientras que sus hermosos ojos brillaban bajo las largas pestañas límpidas y expresivas: jamás le había parecido al joven tan hermosa. Víctor la miró, como encantado durante aquel largo minuto, que fué suficiente, para efectuar semejante transformación en la joven; y esta última dio, al fin, el primer paso; el encanto se desvaneció, y, adelantándose hacia á Ida, Víctor la estrechó entre sus brazos. —¡Ida, Ida! - exclamó.—¿Por qué se ha negado usted á verme? ¿Por qué no me ha permitido participar de su tristeza? ¿J\o sabía usted, adorada Ida', que yo la amo con verdadera pasión? 828 STANHOPE FORBES, ilustre pintor inijléa Por toda respuesta, la joven volvió á levantar los ojos, y Víctor vio que estaban llenos de lágrimas. Entonces, sin darse apenas cuenta de lo que hacía, Víctor se inclinó para besar la frente de Ida, y después sus labios se encontraron como los de dos amantes. Sin hacer protesta alguna, la joven aceptó esta caricia, y de este modo, sin palabras casi, su amor quedó declarado. Para ambos fué aquél un momento de infinita dulzura, pero también de solemnidad. Sin embargo, Ida se deshizo muy pronto de los brazos de Víctor y dijo en voz baja: MEDALLA E N H O N O R A LUIS PASTEOR (ANVERSO) — ¡Oh! Me parece que no debía haberle permitido á usted esta libertad. —¿Por qué, Ida?—contestó Víctor, sorprendido.—¿No me ama usted? Yo estoy seguro de que sí. —Es verdad; no lo niego: le amo á usted sinceramente, Víctor, más de lo que yo podría decir; pero... LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA —Pero ¿qué? —interrumpió el joven.— No hay pero que valga, si usted me ama, Ida. Y quiso estrecharla de nuevo entre sus brazos, pero la joven se desvió. —Escuche usted, Víctor; —dijo, - deseo hablarle seriamente sobre un asunto, y para esto es preciso sentarnos. Y cruzando la habitación con aquella infinita gracia, tan natural en ella, fué á sentarse en una silla baja, indicando á Víctor que tomase otra y se colocara á su lado. Hízolo así íste, é interrogó á la joven con los ojos. —Voy á manifestarle á usted, primeramente, por qué no he querido verle durante estas tres últimas semanas .. Al pronunciar estas palabras, sus mejillas se colorearon un poco, pero muy pronto volvieron á quedar casi tan pálidas como cuando entró en la habitación. —Todo ha sido, - continuó Ida,— por cuestión de mi hermano... —¿Cómo es eso?—preguntó Víctor, algo inquieto por este princi- • pió. —Me sentí tan degradada,—continuó Ida, —tan humillada al saber que pudiera tener un hermano capaz de semejante felonía, que durante largo tiempo llegué á desear la muerte para no sufrir tanta vergüenza y horror. Hasta me parecía haber cometido yo tan abominable perversidad y no ser ya digna de asociarme con las personas honradas. En su consecuencia, querido Víctor, resolví no dejarle á usted EL ILUSTRE ACTOH E N R ' Q U E I R V I N G EN EL PAPEL DE «MATÍAS» ( E s t a t u i t a por Onslow Ford) saber ni sospechar siquiera que yo le amaba, porque, porque... — ¡Oh Ida! ¿Cómo ha podido usted pensar semejante cosa? ¡Usted perversa! Tan sólo la idea es intolerable para mí, y... —No,—interrumpió la joven;—esto era muy natural;—pero al mismo tiempo he reñexiona- do, Víctor, que mi pensamiento era injusto. La perversidad de otros, hasta de los más Juan Van Os: FRUTAS Y FLORES próximos parientes, no pueden degradar al que es bueno. ¡Oh!—añadió Ida.—¡Yo nunca podría perdonar á mi hermano, jamás! Si lo hubiera hecho conmigo, tal vez sí; pero con mi padre... ¡qué horror! —¡Pobre Ida, cuánto ha sufrido usted!—exclamó Víctor, arrodillándose ante la joven.— Pero ahora todo ha pasado, y no debemos recordar ya cosas tan desagradables. Yo consagraré toda mi vida á labrar la felicidad de usted, á evitar que sufra el menor disgusto, y proporcionarle toda la dicha posible. Amo á usted con una pasión exagerada, y daría mi vida para preservarla de un dolor. REGINALDO EASTON, pintor miniaturista Ida toleró que el joven cogiera sus dos manos y las estrechase entre las suyas; mientras que le miraba, llenos sus ojos de nuevas lágrimas que brillaban como diamantes. —Sí, — contestó sencillamente, — creo que usted me ama, y puede estar seguro de que yo también le correspondo. ¿No lo cree usted asi? Víctor se inclinó y besó las manos de Ida antes de contestar. 829 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA —porque u s t e d será mi esposa. ¿No es así, Ida? —No, Víctor, y esto es lo que más ansiaba decir á usted. Si pudiese darle mi mano, lo haría... La joven dijo estas palabras sin afectar reserva ni una modestia fingida. —Pero, amigo m í o , — continuó, — no puede ser; yo no puedo casarme con nadie, porque mi vida pertenece á mi padre, y debo consagrarme solamente á él. Víctor, que parecía muy inquieto al comenzar estas declaraciones, dejó escapar un suspiro, como si las últimas palabras le aliviaran de un peso. — ¡Oh! Si eso es todo, nada tengo que oponer. Natural es que se consagre usted á su padre; pero esto es cosa que podemos hacerla los do'-. — I Oh! Veo que usted no me comprende, Víctor: yo debo resarcirle á mi padre de todo cuanto ha LORD TENNÍBON, ilustre pintor inglés sufrido, y ya no debo pen sar en mi propia, ni tampoco en mis deseos. para siempre, y creía de mi deber decírselo —Pero los de usted sepor esta sola vez. rán también los de él,— Espero que me lo dirá usted cente- replicó Víctor. nares de A ero=—repuso Víctor sonriéndose. — Ciertamente, si el les —Es casi demasiado honor y felicidad para mí; pero sí que lo creo. — Deseaba que lo supiera usted de una vez LORD XSNNYSON. Retrato por Herkomer conociera; pero cs preciso que los ignore: no debe saber que yo pre- feriría permanecer aquí y que marcharme, séparándome de usted, será lacerarme el corazón. — ¡Salir de Inglaterra, Ida! ¿Qué quiere usted decir? No comprendo. P A P E L E S PINTADOS / í^^ i'sm^mM LÁPIDA BN BRONCE A LA MEMORIA DE WILLIAM GRAHAM, por Alfredo Gilbert Papal «Jacobino» para escaleras LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 830 que yo deseaba ir. Solamente la idea de hallarse otra vez en su antigua casa, como él dice, ha contribuido por mucho á su res tablecimiento. Su corazón ha estado siempre allí, con sus antiguos amigos, y ahora es preciso proporcionarle todo cuanto desea. Necesario es, Víctor, que se dé por satisfecho con saber que le amo, y usted me permitirá hacer lo que creo justo, ayudándome á ello en lo posible. —Seguramente q u e lo haré Ida. Amo al Sr. Bretherton, y él será nuestro padre. Si se trata de restablecer completamente su salud, haciéndole olvidar cuanto ha sucedido, ciertamente convendrá que demos una vuelta por América; pero... —Pero no quiero decir una vuelta,—interrumpió Ida. — Si él es más feliz allí (como seguramente ló será), permanecerá en el país el resto de su vida, y no volveremos nunca á Monskwood. Al decir esto, Ida palideció y sus labios temblaron. —Ya ve usted, Víctor, — continuó,—que, aunque nos amemos, será preciso limitarnos á ser ami Papel «Brujas». Dibujo de William Morris gos. —Yo no lo veo así,—repuso Víctor.—¿Cree usted que yo renunciaría á su mano? ¡No: nunca! La esperaré á usted diez años, E3 l'\^'\'M°m'°¡q¡°W°W'] E3 a í<>faW°hW3W>\>Wi»1 p i B la'nWaWttVx'cWoMahV»; f!^ veinte, si es preciso; pero ha de ser mi esposa. No veo claramente aún cómo se allanará el camino; mas no dudo que todo se arreglará. Recuerde usted que entre nosotros no hay diferencia; y en cuanto á su padre, los dos le atenderemos con preferencia á todo, pero trabajando juntos y siempre de concierto. No me hable usted más de ser puramente amigos: somos amantes, ó, más bien, esposos, ya por nuestros corazones y ante Dios. Inútil es, por lo tanto, martirizarnos inútilmente y hablar en el sentido de que sea posible separarnos para siempre, ni aun por largo tiempo. Yo pensa ré lo que se ha de hacer. Los últimos escrúpulos de Ida cedieron ante aquel lenguaje varonil y autoritario, que nadie había usado con ella antes. iQué dulce era para la joven oirle hablar así, y qué confianza le infundían sus palabrasi Víctor se conformaba con hacer cuanto ella creyera justo y conveniente, y esto era para ella una verdadera «Dado» de Grosvenor satisfacción; pero no veía cómo Mac NicoU podría vencer la última dificultad, porque estaba reIda estrechó las manos de Mac NicoU, y dos suelta á volver á América,-no por su lágrimas se deslizaron por sus mejillas. gusto, sino para complacer á su padre. Y, sin embargo, Víctor dijo al despe—Querido Víctor,—dijo,—apenas mi padre tenga bastante fuerza para resistir el viaje, dirse; —¡Nada puede separarnos ahora! volveremos al valle de Aguas Claras. Ya hemos hablado de ello, y le he inducido á creer Papel «Tile» l « ^ »wv '^C^^Ss» » ^ I\|^ y^ mM^YCi^'e\^WC rM\' ^É s ¿jBFflLjSsíír ^ rrik' Zm m^ 1 i Friso del Colegio del Rey P^^P^i^l^ modelo «Cuatro Vientos». Dibujo de WalterJ'Crane CAPITULO XLVIIl ASUNTO Friso RESUELTO — Y ¿es ése elfindel libro, Ida? —Sí, padre: éste es el fin. —Y ¿crees tú que quiere decir que el pobre Manuel se ahogó? —Indudablemente que sí. Escuche usted lo que dice, padre mío: "La tempestad duró siete días, y no cesó hasta que las olas quedaron cubiertas de restos del naufragio. Miles de personas lloraban LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA Papel para cielos rasos /, Papel para cielos rasos 831 en las orillas, esperando á cada momento oir la voz del desgraciado; pero no volvió á resonar, y el sol brilló de nuevo, aunque para algunos seguía siendo noche aún." —Ya ve usted, padre,—dijo Ida,—que esto no puede significar ninguna otra cosa. —Mucho temo que no, hija mía,—dijo el señor Bretherton;—pero, en mi opinión, el desenlace no debía haber sido tan triste. Sin embargo, el libro es bueno, y en extremo interesante, y se ve que la señora que lo escribió tenía talento; pero no debió con cluir de una manera tan triste. Yo no lo hubiera hecho así, y habría preferido casar á los dos jóvenes. Fatigado por lo que acababa de hablar, el Sr. Bretherton se recostó en su'cómodo sillón, rodeado de mullidos almohadones, c u y a s fundas apenas eran más blancas que la cabeza que en ellos se apoyaba. El rostro del an ciano pálido aún por efecto de su larga enfermedad, y surcado de profundas arrugas, revelaba toda una historia de padecimientos; pero, sin duda, éstos no habían acibarado el alma del paciente. Muy por el contrario, los ojos, aunque hundidos, se conser vabán brillantes, expresando, como siempre, inefable bondad, y todo el aspecto, aunque revelando mucha m á s edad de la que el enfermo tenía realmente, indicaba singular dulzura. Corría la primera semana del mes de diciembre, y era la entrada de la tarde. Se había acercado el sillón del inválido á la chimenea, donde el fuego brillaba, é Ida, sentada en una silla baja junto á su padre, acababa de cerrar el hbro, del cual le había dado lectura durante una hora. Fuera de la casa, el aspecto era triste, verdaderamente de invierno, nebuloso y frío, con la atmósfera pesada, que parecía amenazar la primera caída de la nieve; pero Papel para escaleras Papel Neogriego Friso «Hakewell» Dado la tristeza exterior realzaba más la comodidad interior. —Me parece, padre,—dijo Ida, sonriendo,— que últimamente ha pensado usted mucho sobre matrimonios. ¿Será tal vez por haber visto qué felices parecían Dora y su esposo cuando regresaron del viaje de boda? ¿Verdad que sí? No: no es eso precisamente, aunque tal vez haya contribuido, porque, en efecto, esos jóvenes casados me parecen que son muy felices gozando de las alegrías de su nuevo estado. (Se concluirá) LA ILUSTRACIÓN J32 IBÉRICA AS ÚNICAS GASAS ENCARGADAS DE RECIBIR LOS ANUNCIOS EXTRANJEROS _^ : PARA ESTE PERIÓDICO SON: EN PARÍS: «L'AGENCE HAVAS», 8, PLACE DE LA BOURSE EN MADRID: LA «SOCIEDAD GENERAL DE ANUNCIOS DE ESPAÑA^ ALCALÁ, 6 Y 8 BIBLIOTECA DE LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA -^ LA REVOLUCIÓN F R A N C E S A i ^ por Alfredo Opisso L a R e v o l u c i ó n Francesa lia tenido muchos historiadores; pero pocos habrá que h a y a n demostrado lá imparcialidad que el autor de la que anunciamos. N o se t r a t a para él de alabarlo ni de darlo todo por perverso y malo, S!JIO de explicar los hechos y de sacar del pasado una lección para lo futuro. —Uu tomo encuadernado en tela, 7'60 ptas. - ^ H I S T O R I A DE LA O I V I L I Z A C I Ó N ^ por Carlos Mendoza ^ fu» ^o * ^ E s t a obra, única en su g é n e r o en E s p a ñ a , c o n s t i t u y e u n Gompletisimc cuadro "del estado de la civilización en todos l o s pueblos, e s t u d i a d o s en su medio y s u raza, e n s u historia, en s ú l e n g u a , en s u s creencias religiosas, i n s t i t u c i o n e s , usos y costumbres, ciencias, industria, literatura, arquitectura, bellas artes, artes industriales, comercio, etc., etc.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 p t a s . ^ I. FvnMciu ru Thrtwni d e l O» S O S I I X T d . A I K r - S A . R . N A . Y , e o n M d a r o I m p a r l » ! • M tamiUn muj tHeaeit pu* toii>lmtlr tt tttitñimmto / ¡lurgan ooa §uaoUat j tín eáUeo*. "£ REDUCCIÓN Ot '•'^ I Polvo* adlieroiite» C A L L I F L O R E FLORDEBELLEZA'Mioii invitibleí p^n< eom»' ihaH rastro aamvüüau (toncada mMka, frismt deleec^ilta ^ ¡ ^ il^^i • wa • wm • • |^m^^ m i Hjleitam i Por «i saem nodo emplnr narMad. Ademas d« as alai Maai», de u * j^en aotaMe, ktf eaalm natlcei de RacM j át Rota, deade el asái ptlUs kuta elt asit inMdo. Cada cual baltad, p«i, exactamente el color qae coanriese i ta roitra. En la - P e r f u m e r í a C e n t r a l d e A g n e l , 1 6 , A v e n u e d e l ' O p é r a , P A R Í S t «n 'a> se'S P'.rfumer'As suoursates auo posea en Parit, atl coma en íorfaj /a Ai/enas Perfumerías, - ^ V I A J E POR AMÉRICA DEL SURÍ^ por Octavio Velaseo del Real Interesante por todo extremo es este libro, e n el que n o solamente s e da cuenta de lo más notable que puede ver el viajero, sino que se hace un profundo estudio de los recursos y del porvenir de cada uno de los Estados, con la historia de su desenvolvimiento desde s u emancipación h a s t a la actualidad. Trátase, por consiguiente, de Tina obra llena de importantes datos, habiendo atendido el autor más al beneficio de l o s lectores que n o á hablar de su persona.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 ptas. -^ LEYENDA DE LAS P L A N T A S ^ por Carlos Mendoza Bü üIlANTO » B UNA Contra el E S T R E Ñ I M I E N T O A R E A L EL HIJA CUADERNO y sus consecuencias. — VBRDADEROS GJiANOS.eSALUD.,DTRANGK R. «COLINAS, EDITOR L a L e y e n d a de l a s P l a n t a s no es u n a obra de v u l g a r e n t r e t e n i m i e n t o , s i n o u n verdadero estudio científico, que se r e m o n t a á l a s m á s elevadas f u e n t e s de la m i t o l o g í a comparada. El autor h a tratado de presentar el fruto de sus profundas i n v e s t i g a c i o n e s bajo u n aspecto t a n a m e n o , que admira l a m a n e r a cómo h a podido presentar e n forma t a n g r a c i o s a y casi hvunoristica u n asunto por demás arduo y d i f i c i l í s i m o . — U n t o m o encua. dernado en t e l a , 7'60 ptas. CUBIER'IOS Y DEMÁS ARTÍCULOS DE MESA dopoBÍtatla en ESPAÑA EL JUDIO ERRANTE GOMBAÜLT ESPECIALIDAD P A R A POR F O N D A S , CAFÉS, ETC. fABRIOAClÓN Y faOPlEDAD EXCLUSIVAS DEF. C H É R O N Y C'% Paris UNIDOS GOMBAÜLT Exigir la marra y el Dombre GOMB>ULT S U C E S O R E S DE GO M B A U L T - 0 E S C L E R G S C a s a Fundada, en Í886 DE VENTA enlospriDCipaltt ilmicenesde PLATEBlA, QUINCALLERÍA,'PORCELANA, etc. I.fl ro II TASTE. —En artículos, supiicamos la inarca diseñada al coronado, y el nombre NOVEÍ.A- ILUSTRADA CON GRAN NUMERO DE MAGNÍFICOS GRABADOS Y LÁMINAS EN COLOR vista de Jas numerosaa talaificaciones de nuestros á los compradores que recliSLZen loe que no lleven margen, la que se eompono de una ® en un escudo GOIIIBAUI.T. ANEMIACLOROSIS*ÚOP1LACIÓR -—-EnfErmEiisáes ds las dávnrms •— CADA PILDORA LLeVA IMPRESO EL NOMBRE OCL mUCNTW , Venta p o r tóayor-fl.SeiOR£IiUl-PaRIS d!lD!BLAUD€ ADMINISTRACIÓN I RAMÓN MOLINAS, BOITOR: PLAZA DB TBTDÁN, NÚUBRO 60. — BARCBLONA v>»l -C « « € « « « « < « < < « « « KIBSBBVADOS LOS DBBaOBOS DB PROPIBDAD ARTÍSTICA T LITB&AKIA •(•. IMBAKTBSB Ó XO, HO SB BBTÜBL^B NMaÚX. OUatNAL iSi. BsTABLlciMiKNTO TlPOLlTOG«AHCO EDITORIAL D« L A I L U S T R A C I Ó N I B É R I C A : PLAZA DM TBIUAN, 5 0 . — B A R C B L O Ñ A •A.>. |h