éPiea - Hemeroteca Digital

Anuncio
mmncm
m
éPiea
SEMANARIO CIENTiFICO, LITERARIO-Y ARTiSTICO
Año XVI
Barcelona, 24 de diciembre de 1898
INSPIRACIÓN
^
• Num. 834
L A ILUST RACIÓN IBÉRICA
818
ron para presentar al Sr. Sempau como lo
que, bien claro se ha visto ahora, era absolutamente falso.
Líbrenos Dios de tales corresponsales, que,
si supieran cumplir con su obligación, deberían procui L se les dimitiera, por el odioso
papel que env-.^nces hicieron representar á los
papeles que les publicaban sus telegramas.
SUMARIO
TEXT^: Cos'ys de! dia, por Alfredo Opisso.—io que sucede,
por Federico Pita.—Pequeñeies, por M. de las Cuevas
García.—^%, por Antonio Osete.—El articulo (conclu«ión), por Gregorio Pérez Arroyo.—Noche de Navidad,
por Federico Flores G»lindo.— Un diamante e. candido
(continuación), por Alicia O' Hanlon.
GRABADOS; Inspiración.—lA la e,scuel»l—El bosquecillo
—Escutla de niños—Estatua del coronel Angus.—Retrato.—El profesor Huxler.—Palacio de Chambord.—
Ciinpesino ruso.—Decliados.—Vasos pintados en el
Museo del Ermita^e de San Petersburg-o.—Stanhope
Forbes.—Enrique Irving.—Reginaldo Easton.—Lord
T.ennyson.—Lápida cb bronce.—Papeles pintados.
* *
En el Centro constituido por los amigos del
general Weyler en Palma le fué entregado al
"Hace constar el general que España no tiene colonias, porque abandonó en Cuba la conducta concreta, firme y razonada que él siguió
y que señaló comc^ necesaria para la defensa
de la causa nacional.
"—Consumado el desastre,-añadió el gen«'ral Weyler,—no me quedaría otro camino que
el de retirarme á mi casa de Son Roca; pero
no soy de los que desesperan, y entiendo que
la regeneración puede y debe emprenderse. Y
porque así pienso, apoyaré cor. todas mis fuerzas á quien quiera levantar á la patria de la
postración en que yace.
"Terminó el general diciendo:
"—¡Loado sea el día en que pueda desenvainar esta espada para defender á la patria contra el extranjero."
Son muy salados los Epigramas
fusilados
de nuestro querido colega CalineB.
En Barcelona toma proporciones alarmantes la fiebre tifoidea, con la circunstancia de
no estar localizada la enfermedad en determinados barrios, sino que se ha propagado por
todos.
Era imposible que dejara de suceder así con
las constantes é interminables remociones,de
tierras, y con el Ayuntamiento de que gozamos, que es un tifus de primera calidad, digno
del gobierno que nos honra y regenera.
Párrafo de una Real Orden, publicada hace
unos cuantos días en la Gaceta de Madrid:
"Los mencionados sustitutos deben servir
precisamente en Ultramar, y siendo conveniente que su número no exceda del que sea
preciso utilizar cuando se considere necesario..."
¿En Ultramar? Pues no trae poco mojados
los papeles el Sr. Correa.
¡iEn Ultramar!!
* *
i
'
Según dice El Globo, el único hombre capaz
de regenerarnos es el Sr. Sagasta.
y opinamos lo mismo: el Sr. Sagasta les da
quince y raya á Hardenberg, á Stein, á Thiers,
á Gambetta, al mismísimo Regenerador del
cabello del doctor Ayer Es regenerador, remozador, rejuvenecedor, reconstituyente, tónico y analéptico. Que les dejen hacer á él, á su
yerno, sus sobrinos y demás parientes, y ya
verá España como la regeneran entre todos,
que no la va á conocer ni la madre que la parió.
Sobre todo ahora que ya cuenta con Weyler, Canalejas, Romero Robledo, y posiblemente Bosch y Fustegueras, á quien de buena
gana veríamos en el ministerio de Hacienda,
para que el gabinete fuese más omogéneo,
como escribía el ilustre Prim.
Ué
*
*
¡A L A
ESCUELA!
*
•
Sarcasmo del día: ¡Felices Pascuas!
ALFREDO OFISSO
COSASJDEL DÍA
por el Jurado, en el juicio celebra
y-*- do el 11 de octubre último, el joven don
Ramón Sempau, hubo entonces el fiscal de pedir nueva vista de la causa, la cual tuvo efecto el pasado día 15, recayendo por parte del
Tribunal Popular nueva declaración de inculpabilidad.
Felicitamos al Sr. Sempau por su absolución, y sirva de escarmiento lo sucedido á la
indisculpable ligereza de ciertos corresponsales barceloneses de periódicos de Madrid, que,
en honor á la verdad, hicieron cuanto pudieTTBSUELTO
casipacificador de Cuba la espada de honor
que le regalara el pueblo, y diciendo el pueblo
claro está que deben figurar en las listas los
muchos apreciables ex suscriptores de este
periódico que tenemos en Palma, y á quienes
no acertamos á dar gusto en nuestras apreciaciones sobre el invicto caudillo mallorquín.
Hé aquí, según el corresponsal Filernón, de
La Publicidad, algo del elocuente discurso del
Sr. Weyler:
"El general Weyler recordó su gestión en
Cuba, malograda per irreparables decisiones,
cuyas consecuencias han traído la realización
de los pronósticos que hizo al abandonar la
Isla.
-•s^-
LO QUE SUCEDE
#
Salió un día espléndido cual ninguno, en que
el cielo, azul purísimo, reflejaba sus claras nubecillas en las tranquilas aguas del puerto, en
las que descansaba majestuoso el negro trasatlántico, lanzando negras bocanadas de humo
y esperando una sola orden para levar anclas
en medio del Océano, con su noble y preciada
carga
Los muelles atestados de gente; los brillan-
819
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
tes destellos de los cristales de las casas confundiéndose con el blanco de los mil pañuelos
que en son de despedida se agitaban allá en la
pintoresca población; las numerosas embarca
clones que rodeaban al monstruo pronto á partir, y en las que mil caras amigas los despe•íían, ya con la sonrisa del amigo, ya con la
tristeza del sentimiento maternal, formaban
pintoresco y sentimental contraste.
La bocina lanzó su formidable adiós de des
pedida; sucedióle el seco ruido de la cadena
del ancla al ser levada, y las unísonas y acompasadas revoluciones de la hélice pusieron en
movimiento al barco, que, entre gritos, lloros,
agitar de pañuelos y alegres ecos musicales,
abandonaba el puerto con rumbo á Cuba.
Poco á poco fué perdiéndose de vista aquella
preciada y nunca olvidable patria; el sol fué
declinando, y cuando allá, en el límite de cielo
y mar, una mancha rojiza parecía como sumergirse paulatinamente en el agua, sólo se dis
tinguía desde la popa del barco una tenue y
negra línea, coronada de mil oscuras nubeciUas, salpicadas de brillantes constelaciones.
lEra el suelo en que quedaban nuestros padres
y amigos, á los que sólo podíamos enviar nuestro pensamiento, que, á no dudar, las olas, al
romper suavemente en la playa, serían encargadas de transportarlo!
que, á medida que más sube,
más aprisa se deshace.
II
Tan sensible al amor era Librada,
que á fuerza de amar tanto no ama nada.
Yo les pedí á las aves su armonía
para cantar tus raras perfecciones,
y todas á la vez me respondieron:
"No son dignas de tanto nuestras voces."
Tupido bosque de palmeras se extendía al
frente; la columna tenía necesidad de pernoctar allí, y en un momento fué establecido el
servicio de seguridad. Los centinelas, arropados con sus mantas y resguardados de la lluvia en algunas garitas improvisadas de ramaje, pensaban en la p a t n a amada, y cuando el
rojizo resplandor del rayo hería su vista y el
retumbar del trueno ensordecía sus oídos,
cuando algún murmullo en la enramada ó algún graznido de ave perturbaba el acompasado caer de la lluvia, sus manos apretaban el
fusil como único elemento de salvación, y su
mirada se esparcía por todos lados. ¡Cuántas
noches como ésta les esperaban á los recién
.llegados á la campaña!
El fuego había sido horroroso; innumerables
heridos yacían en el campo de la acción; los
médicos y sanitarios se desvivían por cuidarlos á todos; un lú2;ubre convoy de camillas y
carretas marchaba por un sendero, custodiado por los que habían quedado con vida; los
que habían muerto, allí, en común fosa, recibieron, con el adiós de sus compañeros, la pie
garia del sacerdote, y grotesca cruz de palma
indicaba la tumba donde dormían el sueño
eterno los héroes de aquella jornada.
El trasatlántico se puso en marcha; la más
i. completa soledad reinaba en los muelles; alguno que otro reimpatriado, presa de terrible
fiebre, tendido en el suelo ó en alguna camJUa,
recibía los auxilios de la ciencia.
En el barco sólo se oían los quejidos de los
moribundos ó los ayes de los enfermos; los médicos, sin descanso, recorrían la cubierta y bodegas, auxiliando á los reimpatriados.
Es de noche y faltan unas horas para llegar
á la patria amada. Un fúnebre grupo, compuesto del capellán de á bordo con seis ú ocho
más, á la luz de tenue farolillo, envuelven en
blanco sudario el cadáver de un soldado, átanle á los pies una pesa, y con la última frase de
la plegaria coincide el ruido seco del choque
del inanimado cuerpo en el Océano.
La luna, enviando un plateado rayo, parece
como alumbrar la tumba de aquel héroe desconocido.
EL BOSQUECIIiLO
III
Cuando la vista al firmamento llevo,
pienso tanto mirando las estrellas,
que ante su vista elevo
á más altura el pensamiento que ellas.
IV
FEDERICO P I T A
PEQUENECES
El corazón es un mar,
las penas son sus borrascas,
y el agua que en sus vaivenes
salpica airado, las lágrimas.
M. DE LAS CUEVAS GAIÍCÍA
I
Comparo las ilusiones
al humo que lleva el aire;
Mérida (Yucatán)
Yo les pedí su brillo á las estrellas,
queriendo hacer galanos estos versos
que te dedica el alma enamorada,
y "Es poco nuestro brillo", respondieron.
Yo les pedí á las ñores sus perfumes,
y sus perfumes me negaron ellas,
diciendo que eres tú la mejor rosa
á quien vida le da la primavera.
Sin música, sin luz y sin aroma
aquestos pobres versos te dedico;
mas de todo tendrán, estoy muy cierto:
germinan, nacen, crecen con buen sino.
Sí, de todo tendrán, estoy muy cierto:
la armonía es tu acento regalado,
el brillo tus pupilas seductoras,
•
el perfume tus labios...
ANTONIO OSETE
820
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
EL ARTICULO
(CONCLUSIÓN)
Mientras daba este recado, hubo de fijarse
en que el muchacho mantenía en la mano un
protesta ruidosa, y, paladeando con fruición
de bestia las heridas que le infería aquel zarpazo de la crítica apasionada, sintió cierto doloroso placer, pues, al fin, podía asestar contra alguno todo aquel espantoso odjio que ha
tiempo lo envolvía, tan pesadamente, que creía
ESCUELA DE NIÑOS (ESCUELA HOLANDESA)
periódico, y, llevado de esa curiosidad propia
del escritor, instintivamente, le quitó el diario
y al desdoblarlo se encontró que, en la "Sec
ción doctrinal" y bajo la firma de X (pseudónimo que ocultaba un nombre ilustre en el
campo literario) aparecía un largo artículo en
que le atacaban y ponían como digan dueñas.
Al encontrarse frente á aquel inusitado y
sangriento ataque, sintió esa rabia sorda y
contenida que es mil veces más temible que la
que la impotencia habría de llegar á asfixiarlo. ¡Por fin encontraba alguien en quien saciar
aquel paroxismo de venganza que rodaba espantosamente por todo su ser!
Se acercó de nuevo á la mesa, recogió nerviosamente la pluma, como si empuñase el arma con que había de ensañarse hiriendo, y,
con toda aquella sombría desesperación de que
se sentía invadido, pensando la frase más sangrienta, buscando el concepto más depresivo.
gozándose en asestar los golpes y paladeando
la satisfacción de las heridas que infería, con
más pasión que juicio, confeccionó el artículo,
réplica á aquel que leía y releía, para gozarse
en la contestación y enardecerse en el ataque.
Satisfecho de su obra, sintiendo el satánico
orgullo de haber, á conciencia, cau
sado un mal y presintiendo, con
placer, que tras aquel horrible escrito era inevitable un encuentro
personal, que anhelaba, pafa saciar
aquella ardorosa sed de fiera que
sentía, iba á entregar las cuartillas
al aprendiz, cuando un grito estridente que parecía el desgarramiento de un alma, saliendo de aquel
cuarto, donde una madre gemía á
los pies del lecho de su hija enferma, hizo que, estremecido é impresionado por un súbito terror, se
precipitase, anhelante, en aquella
silenciosa sala.
Cuando penetró en el cuarto, una
escena, dolorosa y bella al mismo
tiempo, conmovió su alma. La madre, de pie, rígida, con la enfermita en los brazos, surcadas las mejillas por hilos de silenciosas lágri
mas, fijos los ojos en aquel cuadro
de la Virgen, bañada por el círculo
luminoso que proyectaba la lámpara, ofrecía, balbuciente, su hija á
la divina imagen, demandando con
-todo su ser de madre el poderoso
auxilio de la Reina del Cielo.
Al entrar, con las cuartillas en
su aganotada mano, y ver aquel
cuadro de una tan angustiosa belleza, sintió que todas las energías
le abandonaban y que sus nervios,
antes contraídos violentamente, se
espaciaban, como madejones de hilo
flojo, entre sus carnes, ardorosas
por la fiebre.
—¡Perdonadme, Madre mía, perdonadme, por haber desconfiado de
vos!—bulbuceaba, sollozando, la infeliz madre. Y, al ver á su mando,
dirigiéndose á él y conduciéndole
ante la santa imagen, le hizo arro
dillar, juntamente con ella, ante
aquella Virgen que había hecho el
milagro de ahuyentar, con su divino
soplo, la muerte y que había impreso su beso de vida en aquel cuerpecito, tan rudamente golpeado por
las dolencias.
Sugestionado por aquel cuadro de
efusión maternal, también él clavó
sus ojos, llenos de gratitud, en el
techo del cuarto, ahora para llevar
su manifestación de agradecimiento
á los pies de una misericordia infinita que, como una ondulación de divino afecto, presentía, derramando
se por todas partes; y sus labios,
exteriorizando aquel dalce sentir
que le embargaba, murmuraron,
trémulos, la palabra perdón. Sus
manos se abrieron para juntarse y
entrelazarse, como en acción de
gracias, y aquellas cuartillas, llenas
de injurias y ahitas de odio, cayeron
al suelo, como puñal que se des
prendiese de la mano de un espantado asesino, y, como ofrenda á
aquella Virgen, se esparcieron por
el suelo aquellas páginas sangrientas que componían el artículo.
G.
PÉREZ ARROYO
NOCHE DE NAVIDAD
Vestidas de azul y grana
y con sus mantos de perlas
el horizonte iluminan
las magníficas estrellas,
" LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
V para el pueblo devoto',
esta noche es Nochebuena,
Sólo Herodes, iracundo,
alma cobarde y perversa,
á venerar al Ungido
con obstinación se niega.
aiiuncianciu la Hígada
' .
del que redimió las penas
y en una cruz expirando
mostró sin igual clemencia,
perdonando ;l sus verdugos,
del sacrificio la afrenta;
V para el pueblo devalo
esta noche es Nochebuena
Sale la luna en Oriente
cual del tálamo una reina,
mostrando en su disco de oro
la imponderable diadema,
mientras las ñores del Líbano
bajo sus rayos despiertan
para incubar los perfumes
de la fiel Naturaleza,
llevando á los corazones
del beneficio la ofrenda;
y para el pueblo devalo
esl a noche es Nochebuena.
Fúlgida brilla en el éter
de Jacob la sacra estrella,
para guiar los tres Magos
en la fatigosa senda,
que han emprendido piadosos
para arribar á Judea,
donde verán el portento
de la sabia Providencia,
al nacer humilde Cristo
del vientre de una doncella;
y para el pueblo devoto
esta noche es hochebuena.
De Belén, en un establo,
tiernos pastores rodean
al casto José y la Virgen,
que los ángeles celebran,
por el fausto alumbramiento
que anunciaron los profetas,
y es el misterio solemne
que los cristianos veneran,
porque es la luz de las almas
que del Empíreo nos llega;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
El Niño está dormitando
sobre las faldas maternas;
pobres pañales lo envuelven
en un rincón de Judea;
, pero escucha á los querubes
que á venerarlo vinieran,
y cantan ¡Gloria'... gozosos
sobre su faz de azucena,
y... ¡Gloria!¡Gloria!... repiten
los pastores con voz tierna;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
Tres Reyes Magos de Oriente
al establo humilde llegan,
donde se detuvo entonces
la rara mística estrella,
despareciendo en seguida
del ápside de la esfera,
lanzando el último rayo
sobre la Virgen angélica,
que levantada la vista
su regocijo demuestra;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
Grato incienso, mirra y oro
los Magos dan como ofrendas,
pues el arcano conocen
'
de la espiritual esencia;,
y postrados de rodillas
con humildad le veneran,
felicitando á la Virgen
como á la madre perfecta,
cual dechado de hermosura
y de castidad violeta;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
Sacros perfumes exhalan
los jazmines y azucenas;
se oyen melódicos cantos
que al espíritu enajenan,
y cautivan los sentidos
la modulación patética
con que ángeles y pastores
al niño Jesús festejan,
que abriendo á la luz los ojos
es una rosa entreabierta;
821
herir la justicia eterna
asesinando al Ungido,
cuyo reinado le aterra,
y entre esos niños prejuzga
encontrar al que desea,
que al puñal del asesino
ESTATUA DEL CORONEL ANGUS, por T. Brock
t
..
después que ofreció á los Magos
adorar cuando naciera
el Salvador prometido
á Moi.-:és y los profetas,
y en su venganza terrible
á los crímenes se apresta;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
Manda inmolar inocentes
el Petrarca de Judea,
porque ambiciona el malvado
ha de entregarlo su estrella;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
El casto José y la virgen
la suerte del Niño velan,
y por un ángel guiados
toman de Egipto la senda,
burlando así los furores
del Petrarca de Judea,
que en su despecho iracundo
miles de niños degüella.
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
^22
sin encontrar al que busca
su satánica querella;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena,
Sacro misterio inefable
que la humanidad respeta,
en el órgano y la orquesta,
el Gloria in excelsis Deo
que el Nacimiento recrerda;
•V para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
El Nacimiento divino
significando'con ellos
cuan grata fué la promesa
de bajar Dios humanado
ú redimir la ancha tierra;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
RETRATO, por "W. Onless
porque, naciendo el Ungido
por disposición excelsa,
se halla el Paraíso abierto
al pecador que se entrega
á llorar sus extravíos
y á plañir la culpa negra,
de los pecados mortales
la expiación justiciera;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
Sonó las doce en la torre,
y la campana congrega,
á oír la Misa del Gallo
en la parroquial iglesia,
donde los fieles acuden
para escuchar las endechas,
los cánticos religiosos
al pie del altar se encuentra,
con mil vistosas figuras
que el misterio representan;
y entre búcaros de trigo
al Niño Jesús acuestan,
teniendo cerca el regazo
de la sacra Virgen bella,
y al casto José tranquilo,
que su dulce sueño vela;
y para el pueblo devoto
esta noche es Nochebuena.
El incruento Sacrificio \
el sacerdote celebra,
al compás de las canciones
de la bulliciosa orquesta,
donde á los ecos divinos
ecos mundanos se mezclan,
Hombres, mujeres y niños
compran muchas frioleras,
promoviendo la algazara
en la ciudad ó la aldea;
y en el hogar más humilde
se halla servida la cena,
cual si de boda ó bautizo
conmemorara la fecha;
y nadie duerme tranquilo
ni en su lecho se recuesta;
y para el pueblo devoto
esta noche es JSiochebuena.
FEDERICO FLORES G A U N D O
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
mó al punto á la esposa de Colé,
que por su conducta dio pruebas
de ser mujer de buen corazón,
enérgica y sensible, digna de mejor
suerte que la de estar unida con
un bribón como Pedro Colé.
Sin hacer preguntas respecto al
estado del Sr. Bretherton, y hasta
absteniéndose de proferir una exclamación al verle, comenzó á ser
virse de ciertos restaurativos que
produjeron el mejor efecto, siendo
tal su eficacia, que el Sr. Brether
ton recobró muy pronto el sentido.
Después la buena mujer corrió á
la cocina, calentó un poco de leche
casi hasta el punto de ebullición, se
la sirvió en una taza al anciano,
permitiéndose sólo entonces hacer
una observación.
—La leche caliente,—dijo, —es lo
mejor que hay en el mundo para
una persona débil, ó que pierde sus
fuerzas. Ya verán ustedes como el
pobre hombre se reanima. A raí me
parece que también convendría la-varíe un poco, y, si creen que no
hay inconveniente en ello, lo haré
ahora mismo.
Hasta el último día de su encierro, el Sr. Bretherton, sumamente
cuidadoso de su limpieza personal,
había reclamado de sus guardianes
su baño diario; pero últimamente
se le desatendió en este servicio, y
por eso ahora aceptó con gusto la
ablución, consintiendo que la señora Colé le esponjase el rostro y le
lavara las manos en la jofaina como si fuera un niño. Por esta operación, á la que siguió la de peinar
le sus cabellos blancos, el pobre
EL PROFESOR HUXLE'B. Retrato por John Gollier
UNÜIAMANTE ESCONDIDO
ALICIA O' HANLON
; CONTTNUACIÓN)
—Conque ¿ha visto á su hijo?—exclamó Arturo.—¿Y tuvo el joven v^lor para mirar cara
á cara á padre?
— ¡Bah! ¡Como que le habló esta
mañana!—contestó Colé, hijo, que
• acababa de acomodar al Sr. Bretherton en un sillón junto al fuego.
— Y si ha perdido la razón, el joven
fué la causa de ello, pues el señor
se hallaba muy bien antes de que
viniera ese tunante; pero tal vez esto sea pasajero y se repondrá muy
pronto.
*
V—Háblele usted, Arturo, y veamos si le reconoce,—murmuró Víctor.
Pero el pobre Sr. Bretherton no
reconoció tampoco al joven baronet.
—No, caballero: no recuerdo el
nombre de usted, —dijo, contestando á la pregunta de Arturo;—pero
sea usted bien venido á la granja...
Siéntese usted: Ida vendrá muy
pronto, pues solamente ha ido á dar
una vuelta con su doncella y no
puede tardar. Ellas... y la abuela...
El Sr. Bretherton se interrumpió, porque
sus palabras se confundían y no acertaba á
pronunciar.
Los tres jóvenes cruzaron miradas de tris
teza, y durante un momento no pronunciaron
una sola palabra. Después, el Sr. Bretherton,
sin mirar en torno suyo, comenzó á murmurar,
al parecer, para sí:
—Hace frío, muchísimo frío. Yo creo que
vamos á tener otra tempestad de nieve; mas
este fuego consuela, sí, consue...
De repente, el Sr. Bretherton resbaló de su
sillón, y, á no ser por el robusto brazo de Gui-
823'
llermo, que le cogió á tiempo, habría caído en
el fuego.
Aquel cambio repentino, al pasar desde la
fra, húmeda y ose :ra bóveda á un aposento
lleno de luz y de calor, había sido una transí
Clon demasiado brusca para la
delicada salud del Sr. Bretherton; y cuando se le volvió á colocar en su sillón observóse que
había perdido el conocimiento.
Por indicación de uno de los
/
~'"
S r . Bretherton
se pareció algo
más á lo que era;
pero cada vez se
hizo más evidente que había trartorno en sus facultades mentales, pues pronunciaba palabras incoherentes, haciendo observaciones que no tenían razón de ser ni sentido común. A intervalos, su rostro tomaPALACIO
ba también una expresión extraña,
DE
como si le acosara alguna grave
CHAMBORD (FRANCIA) preocupación, ó bien dirigía en
torno suyo miradas vagas, fijándolas á veces en el suelo con int r e s c a b a - sistencia. También fruncía las cejas á menulleros se 11a- do, y su rostro expresaba turbación, parecien-
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
824
no separarse del enfermo; de modo que
la medida adoptada
resultó casi inútil.
Y no porque la joven temiera r e a l mente que su padre
muriese, pues desde un principio pareció convencida de
que esto era imposible: recobrar su padre solamente para
verle morir, sin que
éste la reconociera,
parecíale un sarcas
mo déla suerte, de
masiado cruel para
que pudiera acep
tarlo como posible.
Confiada en su soli
citud, alentando la
esperanza de que su
padre se restablecería y feliz por tenerle en casa, aun
que estuviera enfermo, Ida sufrió todas
sus privaciones con
gusto, y hasta se
Borde estrecho
Huberto Bos: CAMPESINO RUSO
do que luchaba en vano para recordar alguna
idea y manifestar su pensamiento.
Lo mismo para Víctor que para sus dos
amigos, los inútiles esfuerzos del Sr. Breiherton eran muy dolorosos de ver, y compadecían
sinceramente al pobre hombre.
—Llevémosle á.casa,—dijo Víctor.—Cuanto
más pronto, mejor será para él.
CAPITULO
XLVII
NADA PUEDE SEPARARNOS AHORA
w ^
_
•
•
Por espacio de cerca de quince
días después de su vuelta á Monks
wood, el Sr. Bretherton guardó
cama en su cómoda habitación, peligrosamente,enfermo, tanto, que
su estado se declaró realmente
grave. La terrible prueba que
había sufrido y la sacudida que le
produjo la visita de su hijo habían
perturbado sus facultades intelec
tuales, mientras que la permanencia en aquella húmeda y sucia bóveda, mal ventilada, bastó para
quebrantar, aunque Ida no lo sos
pechase, la constitución del señor
Bretherton. Al entrar en la casa,
después de su cautiverio, no había reconocido á su amada hija,
y, durante los quince días que siguieron, su inteligencia estuvo
trastornada, sin que echase de
ver, aparentemente, que se hallaba otra vez en su antigua casa y
: entre sus amigos, pues se le oía
delirar á menudo.
Durante aquellos quince días,
Ida no quiso separarse apenas un
momento de la cabecera del lecho
de su padre. Los médicos, dos de
los cuales visitaban varias veces
cada día al enfermo, después de
hacer muchas observaciones á la
señorita Bretherton, demostrándole que su excesiva solicitud podría costarle una seria enfermedad, acabaron por hacer venir de
Londres u n a buena enfermera
del hospital; pero, mientras hubo
inmediato peligro, Ida persistió en
privó de dormir,
r e s i s t i e n d o muy
bien la falta de reposo. Bien es verdad que la joven,
además de sus envidiables dotes físicas, hallábase'dotada de una fuerte
constitución y de la
salud más envidiable.
Uno ó dos días
Uechado
Inserción color de crexna
LA ILUSTRACIÓN
Bordado fantasía
Bordado francés sobre cañamazo: Dechado
825
IBÉRICA
después de la vuelta de su p a d r e ,
Ida tuvo conocimiento de la muerte de su h e r m a n o por conducto de
la S r a . Mac Nicoll; pero el hijo
de ésta fué quien le refirió los te
1 ribles detalles reft r e n t e s al triste
fin de Pablo.
Casi todos los días, a u n q u e la
joven se n e g a b a p a r a la m a y o r
p a r t e de sus v i s i t a n t e s , bajaba
uti momento, aunque sólo fuera
un minuto, p a r a hablar algunns
p a l a b r a s con Víctor Mac Nicoll,
pues comprendía muy bien que
éste la a m a b a con toda la fuerza
de su j u v e n t u d , por más que no le
hubiese hecho nunca la menor declaración. No se te ocultaba tampoco á Ida que ella correspondía
rt V í c t o r , y que ahora a m a b a por
la primera vez en su vida. Com
p a r a n d o el sentimiento q u e le
inspiriiba V í c t o r , por el hecho de
reconocer su mérito, Ida icconn
ció que la simpatía que en otro
tiempo profesaba á Carlos Nunnerley, y que ,il a pensó q'ie dií
g e n e r a r í a en anior, no había sido
mrts que una emoción pasajera.
P o r o t r a p a r t e , V í c t o r era quien
había descubierto el p a r a d e r o de
su p a d r e , devolviéndole á sus
brazos, y el a g r a d •cimiento au
m e n t a b a su amor.
Sin e m b a r g o , al mismo tiempo,
Ida se m o s t r a b a impaciente y Crisi
i r r i t a d a c o n t r a el joven por s i
singular persistencia en no sa'.isfacer su curiosidad, diciéndole
cómo y de qué modo pudo descu-
Porción de un ángulo
826
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
brir dónde se hallaba su padre. Víctor la
mantenía en la ignorancia de cosas que ella
debía conocer, ó, por lo menos, tal era su opinión; pero poco presumía cuáles podían ser los
y terribles padecimientos que había sufrido.
—No importa, querido padre, — añadió con
dulzura;—no pensemos ahora en tales cosas;
y está usted en casa, en su propia casa, en su
E L MITO D E PERSEO Y ANDRÓMEDA
,
VASOS PINTADOS EN E L MUSEO D E L "ERMITAGE" D E SAN P E T E R S B U R G O
BANDEJA INDIANA
D A N A E Y EL ESPEJO DE
detaUes. No debía tardar mucho en saberlos
del todo.
—Ida,—preguntó cierto día el Sr. Bretherton, que había despertado muy débil, aui^que
con la imaginación equilibrada ya, al parecer;
—Ida, hija mía, ¿he estado yo fuera de casa en
alguna parte?
—Sí, querido padre,— contestó la joven con
dulzura;—pero no piense usted ahora en eso,
ni hable de ello hasta que esté más fuerte.
—Pues no es un sueño entonces lo de aquel
horrible lugar, donde me encadenaron como un
perro. ¿No es verdad, hija mía?
—¡Padre, padre!—exclamó la joven con expresión de horror.
Y, al pronunciar estas palabras, se representó mentalmente el mismo sitio á que su padre
aludía, aquella oscura bóveda que la afectó de
una manera tan extraña el día de la partida de
campo.
—Dígameusted, padre,—preguntó, olvidando que acababa de aconsejar prudentemente
al enfermo que no hablara de aquel asunto
hasta que estuviera más fuerte;—¿qué especie
de lugar era aquél?
El pobre Sr. Bretherton se estremeció, paseó su mirada al rededor de su agradable y
cómodo aposento, y, con una expresión de es
panto, repubo:
— Casi me inchno á creer ahora que todo ha
sido un mal sueño, una pesadilla; mas todo lo
recuerdo ahora claramente, como si me hallara en el sitio. Había allí un hombre á quien
faltaban algunos dedos en la mano: él me lie
vaba lo que debía comer y beber, y algunas
veces me dejaba tener luz; pero, en general,
hallábame en l a oscuridad y parecíame que
ésta se introducía en mi cerebro; de modo
que...
—Padre, ¿era aquel sitio Shelving Cove?¿Se
llamaba el dueño Pedro Colé?—preguntó Ida,
cogiendo el brazo del enfermo casi con rudeza
en medio de su excitación.
Ese acto sobresaltó al Sr. Bretherton; estaba tan nervioso y débil aún que la menor agitación podía bastar para que recayera en la
fiebre de que ya se reponía, é Ida comprendió
que cometía un error al interrogarle así, y que
de ningún modo le debía recordar los extraños
ORO
habitación y acompañado de su hija, que le
cuidará mucho.
La joven estrechó la mano de su padre, que
ya no era colorada ni áspera, y el temblor que
le agitaba cesó de pronto.
—Sí, hija mía, adorada hija, — dijo el señor
Bretherton;—demos gracias á Dios por haber
—¿Teme acaso, — continuó el Sr. Bretherton, — que yo no pueda perdonarle? Seguramente es así; pero si está triste y se arrepiente, dile, querida hija, dile...
— ¿Cómo, padre, que debe usted perdonarle?
La joven había levantado la cabeza y miraba al enfermo con los ojos dilatados.
—¡Pablo! — exclamó.—¿Es posible que...?
El Sr Bretherton guardó silencio, reflexionando, al parecer; sus mejillas se colorearon
vivamente y palidecieron de nuevo un momen
- to después.
—¿Qué he dicho, hija mía?—preguntó.—Tal
vez desbarraba un poco... yo creo que sí. No
hagas caso de mis palabras, porque no estoy
aún hiende la cabeza, y... quisiera dormir un
poco.
Así diciendo, el Sr. Bretherton cerró los ojos
y volvió la cabeza, mientras que Ida arreglaba las almohadas silenciosamente, experimentando un horror apenas definido. En aquel instante se oyó un golpecito en la puerta.
Era la enfermera, que venia á decir que el
DANAE y
permitido que volvamos á estar juntos, pues
yo había perdido ya la esperanza de volver á
verte. Pero, hablando de otra cosa,—añadió el
enfermo, haciendo un esfuerzo y con cierta vacilación;—¿dónde está... dónde está Pablo?
Ida no contestó, é inclinóse para ocultar su
rostro.
¿ Cómo podía decirle que su hijo había
muerto?
PERSEO
Sr. Mac Nicoll se hallaba abajo, y que, si la se
ñorita Bretherton quería ir á recibirle, ella se
quedaría entretanto junto al lecho del enfermo.
La joven hizo una señal afirmativa, y, bajando la escalera presurosa, penetró casi corriendo en la habitación donde Víctor la esperaba. En su impetuoso deseo de convencerse
de que la horrible idea que acababa de concebid
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
no podía ser una verdad, olvidóse hasta de sa
ludar á Víctor.
—Sr. Mac Nicoll, — dijo, —ahora sé dónde
encontró usted á mi pobre padre: fué en esa...
en esa granja cerca de Shelving Cove, y de la
cual es dueño Pedro Colé.
Víctor se sonrojó al ser interpelado tan
bruscamente, y balbuceó:
—Conque ¿su señor padre lo sabía? ¿Se lo ha
dicho á usted?
— ¡Ahí ¡Así es!
"
Y la joven aplicó una mano sobre su corazón, añadiendo con más calma:
—¡Y allí fué, cerca de Shelving Cove, donde mi hermano murió asesinado! ¿Para qué iría
allí, en opinión de usted?
—Tal vez para buscar al padre de usted: ya
sabe usted que convinimos en que debía ser
así.
—Pero usted no me dijo que él tenía motivos para sospechar que se hallaba allí. Señor
iMac Nicoll, necesito saber qué móvil pudo impulsar á esos bribones.
—Tal vez... probablemente con la idea de
que se les pagara un rescate,—contestó Víctor, que no era nada práctico en el arte de engañar,—Señorita Bretherton, yo quisiera...
—Dispense usted, — interrumpió Ida;—ante
todo, qaiero saber si se persigue á esos hombres, ó si están en la cárcel ya.
—Aun no,—contestó Víctor, muy contra su
voluntad.
—Y ¿por qué? — preguntó la joven, palideciendo, con expresión de angustia en sus hermosos ojos.—¡Ah! ¡No es necesario que me lo
diga usted! ¡Lo sé... lo adivino todo!
Y, sin añadir más palabra, la joven salió del
aposento tan bruscamente como había entrado, y alejóse corriendo, poseída de horror al
ver confirmadas sus sospechas.
Durante tres largas semanas, Mac Nicoll no
EL MONSTRUO VENCIDO POR PERSEO
ba salir de su habitación y pasarla mayor parte del día en otra que ella había arreglado
para él. Siendo, pues, todas las noticias buenas, ¿por qué no se las daba la misma Ida en
A.MASIS
volvió á verla. Todos los días iba á la casa á
preguntar por el Sr. Bretherton; pero Ida se
limitó á enviar corteses contestaciones á sus
preguntas. Su padre estaba mejor; se le permitía levantarse para estar sentado una hora,
pues ya recobraba fuerzas, y hasta se le deja
827
persona? ¿Por qué no quería verle? ¡Cuando su
padre estaba en verdadero peligro, Ida no
rehusó nunca bajar, y ahora no podía veila ni
un momento!
Al fin, el joven no pudo resistir más, y quiso
obtener una explicación acerca de la conducta
de la joven. Olvidando que aun no había declarado á Ida por la palabra ni indirecta el
amor que hacía tanto tiempo abrasaba su corazón, y que tenía motivos para creer que era
correspondido, cierto día rasgó una hoja de su
librito de memorias y envióla á la joven, después de escribir estas dos líneas:
"¡Ida: está usted martirizándome! ¡Por piedad hágame el favor de bajar, aunque no sea
más que un momento!"
Después comenzó á pasear de un lado á otro
de la habitación, ansioso por conocer el resultado; pero no tuvo que esperar mucho tiempo.
A los pocos minutos la puerta se abrió silenciosamente y volvió á cerrarse: Ida acababa
de entrar en la habitación.
Durante un minuto, los dos se miraron sin
pronunciar una palabra ni moverse, y los ojos
de ambos expresaban toda una revelación. En
aquellas tres semanas, durante las cuales no
se habían visto, y que á los dos les parecieron
un año, habíase producido un cambio en su
respectiva actitud, cambio sutil, pero poderoso, y tanto él como ella comprendieron
que era llegada la crisis en sus relaciones.
El amor, reprimido y rechazado por una
parte, y aparentemente desdeñado por la
otra, se vengaba, tomando en los corazones'de ambos jóvenes el carácter
, de una pasión, de un torrente impetuoso que arrolla cuanto se opone á su curso.
Al entrar en la habitación, Ida
estaba muy pálida; pero poco á
poco sus mejillas fueron coloreándose, y una dulce sonrisa entreabrió sus labios; mientras que sus
hermosos ojos brillaban bajo las
largas pestañas límpidas y expresivas: jamás le había parecido al
joven tan hermosa.
Víctor la miró, como encantado
durante aquel largo minuto, que
fué suficiente, para efectuar semejante transformación en la joven; y
esta última dio, al fin, el primer
paso; el encanto se desvaneció, y,
adelantándose hacia á Ida, Víctor la estrechó
entre sus brazos.
—¡Ida, Ida! - exclamó.—¿Por qué se ha negado usted á verme? ¿Por qué no me ha permitido
participar de su tristeza? ¿J\o sabía usted, adorada Ida', que yo la amo con verdadera pasión?
828
STANHOPE FORBES, ilustre pintor inijléa
Por toda respuesta, la joven volvió á levantar los ojos, y Víctor vio que estaban llenos de
lágrimas.
Entonces, sin darse apenas cuenta de lo que
hacía, Víctor se inclinó para besar la frente
de Ida, y después sus labios se encontraron
como los de dos amantes. Sin hacer protesta
alguna, la joven aceptó esta caricia, y de este
modo, sin palabras casi, su amor quedó declarado. Para ambos fué aquél un momento de
infinita dulzura, pero también de solemnidad.
Sin embargo, Ida se deshizo muy pronto
de los brazos de Víctor y dijo en voz baja:
MEDALLA E N H O N O R A LUIS PASTEOR
(ANVERSO)
— ¡Oh! Me parece que no debía haberle permitido á usted esta libertad.
—¿Por qué, Ida?—contestó Víctor, sorprendido.—¿No me ama usted? Yo estoy seguro de
que sí.
—Es verdad; no lo niego: le amo á usted
sinceramente, Víctor, más de lo que yo podría
decir; pero...
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
—Pero ¿qué? —interrumpió el joven.—
No hay pero que valga, si usted me ama,
Ida.
Y quiso estrecharla de nuevo
entre sus brazos, pero la joven se
desvió.
—Escuche usted, Víctor; —dijo,
- deseo hablarle seriamente sobre
un asunto, y para esto es preciso
sentarnos.
Y cruzando la habitación con
aquella infinita gracia, tan natural
en ella, fué á sentarse en una silla
baja, indicando á Víctor que tomase otra y se colocara á su lado.
Hízolo así íste, é interrogó á la
joven con los ojos.
—Voy á manifestarle á usted,
primeramente, por qué no he querido verle durante estas tres últimas semanas ..
Al pronunciar estas palabras,
sus mejillas se colorearon un poco,
pero muy pronto volvieron á quedar casi tan pálidas como cuando
entró en la habitación.
—Todo ha sido, - continuó Ida,—
por cuestión de mi hermano...
—¿Cómo es eso?—preguntó Víctor, algo inquieto por este princi- •
pió.
—Me sentí tan degradada,—continuó Ida, —tan humillada al saber
que pudiera tener un hermano capaz de semejante felonía, que durante largo tiempo llegué á desear
la muerte para no sufrir tanta vergüenza y horror. Hasta me parecía
haber cometido yo tan abominable
perversidad y no ser ya digna de asociarme
con las personas honradas. En su consecuencia, querido Víctor, resolví no dejarle á usted
EL ILUSTRE ACTOH E N R ' Q U E I R V I N G
EN EL PAPEL DE «MATÍAS»
( E s t a t u i t a por Onslow Ford)
saber ni sospechar siquiera que yo le amaba,
porque, porque...
— ¡Oh Ida! ¿Cómo ha podido usted pensar semejante cosa? ¡Usted perversa! Tan sólo la
idea es intolerable para mí, y...
—No,—interrumpió la joven;—esto era muy
natural;—pero al mismo tiempo he reñexiona-
do, Víctor, que mi pensamiento era injusto.
La perversidad de otros, hasta de los más
Juan Van Os: FRUTAS Y FLORES
próximos parientes, no pueden degradar al
que es bueno. ¡Oh!—añadió Ida.—¡Yo nunca
podría perdonar á mi hermano, jamás! Si lo
hubiera hecho conmigo, tal vez sí; pero con
mi padre... ¡qué horror!
—¡Pobre Ida, cuánto ha sufrido usted!—exclamó Víctor, arrodillándose ante la joven.—
Pero ahora todo ha pasado, y no debemos recordar ya cosas tan desagradables. Yo consagraré toda mi vida á labrar la felicidad de
usted, á evitar que sufra el menor disgusto, y
proporcionarle toda la dicha posible. Amo á
usted con una pasión exagerada, y daría mi
vida para preservarla de un dolor.
REGINALDO EASTON, pintor miniaturista
Ida toleró que el joven cogiera sus dos manos y las estrechase entre las suyas; mientras
que le miraba, llenos sus ojos de nuevas lágrimas que brillaban como diamantes.
—Sí, — contestó sencillamente, — creo que
usted me ama, y puede estar seguro de que yo
también le correspondo. ¿No lo cree usted asi?
Víctor se inclinó y besó las manos de Ida
antes de contestar.
829
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
—porque u s t e d será mi
esposa. ¿No es así, Ida?
—No, Víctor, y esto es
lo que más ansiaba decir
á usted. Si pudiese darle
mi mano, lo haría...
La joven dijo estas palabras sin afectar reserva ni
una modestia fingida.
—Pero, amigo m í o , —
continuó, — no puede ser;
yo no puedo casarme con
nadie, porque mi vida pertenece á mi padre, y debo
consagrarme solamente á
él.
Víctor, que parecía muy
inquieto al comenzar estas
declaraciones, dejó escapar un suspiro, como si las
últimas palabras le aliviaran de un peso.
— ¡Oh! Si eso es todo,
nada tengo que oponer.
Natural es que se consagre
usted á su padre; pero esto
es cosa que podemos hacerla los do'-.
— I Oh! Veo que usted
no me comprende, Víctor:
yo debo resarcirle á mi
padre de todo cuanto ha
LORD TENNÍBON, ilustre pintor inglés
sufrido, y ya no debo pen
sar en mi propia, ni tampoco en mis deseos.
para siempre, y creía de mi deber decírselo
—Pero los de usted sepor esta sola vez.
rán también los de él,—
Espero que me lo dirá usted cente- replicó Víctor.
nares de A ero=—repuso Víctor sonriéndose.
— Ciertamente, si el les
—Es casi demasiado honor y felicidad para
mí; pero sí que lo creo.
— Deseaba que lo supiera usted de una vez
LORD XSNNYSON. Retrato por Herkomer
conociera; pero
cs preciso que los
ignore: no debe
saber que yo pre-
feriría permanecer aquí y que marcharme, séparándome de usted, será lacerarme el corazón.
— ¡Salir de Inglaterra, Ida! ¿Qué quiere usted decir? No comprendo.
P A P E L E S PINTADOS
/ í^^
i'sm^mM
LÁPIDA BN BRONCE A LA MEMORIA DE WILLIAM GRAHAM,
por Alfredo Gilbert
Papal «Jacobino» para escaleras
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
830
que yo deseaba ir. Solamente la
idea de hallarse otra vez en su
antigua casa, como él dice, ha
contribuido por mucho á su res
tablecimiento. Su corazón ha estado siempre allí, con sus antiguos amigos, y ahora es preciso
proporcionarle todo cuanto desea. Necesario es, Víctor, que
se dé por satisfecho con saber que
le amo, y usted me permitirá hacer lo que creo justo, ayudándome á ello en lo posible.
—Seguramente q u e lo haré
Ida. Amo al Sr. Bretherton, y
él será nuestro padre. Si se trata
de restablecer completamente su
salud, haciéndole olvidar cuanto
ha sucedido, ciertamente convendrá que demos una vuelta por
América; pero...
—Pero no quiero decir una vuelta,—interrumpió Ida. — Si él es
más feliz allí (como seguramente
ló será), permanecerá en el país
el resto de su vida, y no volveremos nunca á Monskwood.
Al decir esto, Ida palideció y
sus labios temblaron.
—Ya ve usted, Víctor, — continuó,—que, aunque nos amemos,
será preciso limitarnos á ser ami
Papel «Brujas». Dibujo de William Morris
gos.
—Yo no lo veo así,—repuso
Víctor.—¿Cree usted que yo renunciaría á su mano? ¡No: nunca!
La esperaré á usted diez años,
E3 l'\^'\'M°m'°¡q¡°W°W'] E3 a í<>faW°hW3W>\>Wi»1 p i B la'nWaWttVx'cWoMahV»; f!^
veinte, si es preciso; pero ha de
ser mi esposa. No veo claramente
aún cómo se allanará el camino;
mas no dudo que todo se arreglará. Recuerde usted que entre nosotros no hay diferencia; y en
cuanto á su padre, los dos le atenderemos con preferencia á todo,
pero trabajando juntos y siempre
de concierto. No me hable usted
más de ser puramente amigos:
somos amantes, ó, más bien, esposos, ya por nuestros corazones
y ante Dios. Inútil es, por lo tanto,
martirizarnos inútilmente y hablar en el sentido de que sea posible separarnos para siempre, ni
aun por largo tiempo. Yo pensa
ré lo que se ha de hacer.
Los últimos escrúpulos de Ida
cedieron ante aquel lenguaje varonil y autoritario, que nadie había usado con ella antes. iQué
dulce era para la joven oirle hablar así, y qué confianza le infundían sus palabrasi Víctor se conformaba con hacer cuanto ella
creyera justo y conveniente, y
esto era para ella una verdadera
«Dado» de Grosvenor
satisfacción; pero no veía cómo
Mac NicoU podría vencer la última dificultad, porque estaba reIda estrechó las manos de Mac NicoU, y dos suelta á volver á América,-no por su
lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
gusto, sino para complacer á su padre.
Y, sin embargo, Víctor dijo al despe—Querido Víctor,—dijo,—apenas mi padre
tenga bastante fuerza para resistir el viaje, dirse;
—¡Nada puede separarnos ahora!
volveremos al valle de Aguas Claras. Ya hemos hablado de ello, y le he inducido á creer
Papel «Tile»
l « ^ »wv
'^C^^Ss» »
^
I\|^
y^
mM^YCi^'e\^WC
rM\'
^É
s
¿jBFflLjSsíír
^
rrik'
Zm
m^
1
i
Friso del Colegio del Rey
P^^P^i^l^
modelo «Cuatro Vientos». Dibujo de WalterJ'Crane
CAPITULO XLVIIl
ASUNTO
Friso
RESUELTO
— Y ¿es ése elfindel libro, Ida?
—Sí, padre: éste es el fin.
—Y ¿crees tú que quiere decir que el pobre
Manuel se ahogó?
—Indudablemente que sí. Escuche usted lo
que dice, padre mío:
"La tempestad duró siete días, y no cesó
hasta que las olas quedaron cubiertas de restos del naufragio. Miles de personas lloraban
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
Papel para cielos rasos
/,
Papel para cielos rasos
831
en las orillas, esperando á
cada momento oir la voz del
desgraciado; pero no volvió
á resonar, y el sol brilló de
nuevo, aunque para algunos
seguía siendo noche aún."
—Ya ve usted, padre,—dijo
Ida,—que esto no puede significar ninguna otra cosa.
—Mucho temo que no, hija
mía,—dijo el señor Bretherton;—pero, en mi opinión, el
desenlace no debía haber sido
tan triste. Sin embargo, el
libro es bueno, y en extremo
interesante, y se ve que la
señora que lo escribió tenía
talento; pero no debió con
cluir de una manera tan triste. Yo no lo hubiera hecho
así, y habría preferido casar
á los dos jóvenes.
Fatigado por lo que acababa de hablar, el Sr. Bretherton se recostó en su'cómodo sillón, rodeado de mullidos almohadones, c u y a s
fundas apenas eran más blancas que la cabeza que en ellos
se apoyaba. El rostro del an
ciano pálido aún por efecto
de su larga enfermedad, y
surcado de profundas arrugas, revelaba toda una historia de padecimientos; pero,
sin duda, éstos no habían acibarado el alma del paciente.
Muy por el contrario, los ojos,
aunque hundidos, se conser
vabán brillantes, expresando,
como siempre, inefable bondad, y todo el aspecto, aunque revelando mucha m á s
edad de la que el enfermo
tenía realmente, indicaba singular dulzura.
Corría la primera semana
del mes de diciembre, y era
la entrada de la tarde. Se había acercado el sillón del inválido á la chimenea, donde
el fuego brillaba, é Ida, sentada en una silla baja junto á
su padre, acababa de cerrar
el hbro, del cual le había dado
lectura durante una hora.
Fuera de la casa, el aspecto
era triste, verdaderamente de
invierno, nebuloso y frío, con la atmósfera pesada, que parecía amenazar la primera caída de la nieve; pero
Papel para escaleras
Papel Neogriego
Friso «Hakewell»
Dado
la tristeza exterior realzaba más la comodidad
interior.
—Me parece, padre,—dijo Ida, sonriendo,—
que últimamente ha pensado usted mucho sobre matrimonios. ¿Será tal vez por haber visto
qué felices parecían Dora y su esposo cuando
regresaron del viaje de boda? ¿Verdad que sí?
No: no es eso precisamente, aunque tal
vez haya contribuido, porque, en efecto, esos
jóvenes casados me parecen que son muy felices gozando de las alegrías de su nuevo estado.
(Se concluirá)
LA ILUSTRACIÓN
J32
IBÉRICA
AS ÚNICAS GASAS ENCARGADAS DE RECIBIR LOS ANUNCIOS EXTRANJEROS
_^
:
PARA ESTE PERIÓDICO SON:
EN PARÍS: «L'AGENCE HAVAS», 8, PLACE DE LA BOURSE
EN MADRID: LA «SOCIEDAD GENERAL DE ANUNCIOS DE ESPAÑA^ ALCALÁ, 6 Y 8
BIBLIOTECA DE LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA
-^ LA REVOLUCIÓN F R A N C E S A i ^
por Alfredo Opisso
L a R e v o l u c i ó n Francesa lia tenido muchos historiadores; pero pocos
habrá que h a y a n demostrado lá imparcialidad que el autor de la que anunciamos. N o se t r a t a para él de alabarlo ni de darlo todo por perverso y
malo, S!JIO de explicar los hechos y de sacar del pasado una lección para
lo futuro. —Uu tomo encuadernado en tela, 7'60 ptas.
- ^ H I S T O R I A DE LA O I V I L I Z A C I Ó N ^
por Carlos Mendoza
^
fu»
^o
* ^
E s t a obra, única en su g é n e r o en E s p a ñ a , c o n s t i t u y e u n Gompletisimc
cuadro "del estado de la civilización en todos l o s pueblos, e s t u d i a d o s en su
medio y s u raza, e n s u historia, en s ú l e n g u a , en s u s creencias religiosas,
i n s t i t u c i o n e s , usos y costumbres, ciencias, industria, literatura, arquitectura, bellas artes, artes industriales, comercio, etc., etc.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 p t a s .
^
I.
FvnMciu
ru Thrtwni
d e l O» S O S I I X T d . A I K r - S A . R . N A . Y , e o n M d a r o I m p a r l » !
• M tamiUn muj tHeaeit pu* toii>lmtlr tt tttitñimmto / ¡lurgan ooa §uaoUat j tín eáUeo*.
"£ REDUCCIÓN Ot '•'^
I Polvo* adlieroiite»
C A L L I F L O R E FLORDEBELLEZA'Mioii invitibleí
p^n< eom»'
ihaH
rastro
aamvüüau
(toncada mMka,
frismt
deleec^ilta
^ ¡ ^ il^^i
• wa
• wm
• • |^m^^
m i Hjleitam
i Por «i saem
nodo
emplnr narMad. Ademas d«
as alai Maai», de u * j^en aotaMe, ktf eaalm natlcei de RacM j át Rota, deade el asái ptlUs
kuta elt asit inMdo. Cada cual baltad, p«i, exactamente el color qae coanriese i ta roitra.
En la - P e r f u m e r í a C e n t r a l d e A g n e l , 1 6 , A v e n u e d e l ' O p é r a , P A R Í S
t «n 'a> se'S P'.rfumer'As suoursates auo posea en Parit, atl coma en íorfaj /a Ai/enas Perfumerías,
- ^ V I A J E POR AMÉRICA DEL
SURÍ^
por Octavio Velaseo del Real
Interesante por todo extremo es este libro, e n el que n o solamente s e
da cuenta de lo más notable que puede ver el viajero, sino que se hace un
profundo estudio de los recursos y del porvenir de cada uno de los Estados, con la historia de su desenvolvimiento desde s u emancipación h a s t a
la actualidad. Trátase, por consiguiente, de Tina obra llena de importantes
datos, habiendo atendido el autor más al beneficio de l o s lectores que n o
á hablar de su persona.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 ptas.
-^ LEYENDA DE LAS P L A N T A S
^
por Carlos Mendoza
Bü üIlANTO » B UNA
Contra el E S T R E Ñ I M I E N T O
A R E A L EL
HIJA
CUADERNO
y sus consecuencias. — VBRDADEROS
GJiANOS.eSALUD.,DTRANGK
R. «COLINAS,
EDITOR
L a L e y e n d a de l a s P l a n t a s no es u n a obra de v u l g a r e n t r e t e n i m i e n t o ,
s i n o u n verdadero estudio científico, que se r e m o n t a á l a s m á s elevadas
f u e n t e s de la m i t o l o g í a comparada. El autor h a tratado de presentar el
fruto de sus profundas i n v e s t i g a c i o n e s bajo u n aspecto t a n a m e n o , que
admira l a m a n e r a cómo h a podido presentar e n forma t a n g r a c i o s a y casi
hvunoristica u n asunto por demás arduo y d i f i c i l í s i m o . — U n t o m o encua. dernado en t e l a , 7'60 ptas.
CUBIER'IOS Y DEMÁS ARTÍCULOS DE MESA
dopoBÍtatla
en ESPAÑA
EL JUDIO ERRANTE
GOMBAÜLT
ESPECIALIDAD P A R A
POR
F O N D A S , CAFÉS, ETC.
fABRIOAClÓN Y faOPlEDAD EXCLUSIVAS
DEF.
C H É R O N Y C'%
Paris
UNIDOS
GOMBAÜLT
Exigir
la marra y el Dombre
GOMB>ULT
S U C E S O R E S DE GO M B A U L T - 0 E S C L E R G S
C a s a Fundada, en Í886
DE VENTA enlospriDCipaltt ilmicenesde PLATEBlA, QUINCALLERÍA,'PORCELANA, etc.
I.fl ro II TASTE. —En
artículos, supiicamos
la inarca diseñada al
coronado, y el nombre
NOVEÍ.A- ILUSTRADA CON GRAN NUMERO
DE MAGNÍFICOS GRABADOS
Y LÁMINAS EN COLOR
vista de Jas numerosaa
talaificaciones
de nuestros
á los compradores
que recliSLZen loe que no lleven
margen, la que se eompono de una ® en un escudo
GOIIIBAUI.T.
ANEMIACLOROSIS*ÚOP1LACIÓR
-—-EnfErmEiisáes ds las dávnrms
•—
CADA PILDORA LLeVA IMPRESO EL NOMBRE OCL mUCNTW
, Venta p o r
tóayor-fl.SeiOR£IiUl-PaRIS
d!lD!BLAUD€
ADMINISTRACIÓN I RAMÓN MOLINAS, BOITOR: PLAZA DB TBTDÁN, NÚUBRO 60. — BARCBLONA
v>»l
-C
« « € « « « « < « < < « « «
KIBSBBVADOS LOS DBBaOBOS DB PROPIBDAD ARTÍSTICA T LITB&AKIA
•(•. IMBAKTBSB Ó XO, HO SB BBTÜBL^B NMaÚX. OUatNAL
iSi.
BsTABLlciMiKNTO TlPOLlTOG«AHCO EDITORIAL D« L A I L U S T R A C I Ó N I B É R I C A : PLAZA DM TBIUAN, 5 0 . — B A R C B L O Ñ A
•A.>.
|h
Descargar