sexo, amor y otros misterios

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SEXO, AMOR
Y OTROS MISTERIOS
de la Torre Victorio, Carolina
* Gracias a Peter Punk por el ordena.
* Gracias a Isaac; interlocutor de extensas charlas
telefónicas, compañero en las noches de rebelión,
filósofo del sexo, el amor y sus misterios,
infalible servicio técnico y AMIGO ALTRUISTA.
(Mil gracias por el entusiasmo mostrado por este
libro desde el primer al último momento).
* Gracias a Mayra y a Ana, que aparecieron por
sorpresa en la tarde del 3 de Octubre de 2002.
(Sin esa tarde magnífica la catarsis
dentro de mí no habría tenido lugar
y este libro jamás hubiera nacido).
* Gracias al conocimiento empírico
que me proporciona la vida.
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Dedicado a los que por encima de todo aman
dentro y fuera de sí mismos la HONESTIDAD.
Y a los que creen saber algo de mí.
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Prólogo
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Cuando las imágenes se transforman en deseo y el deseo se convierte en obsesión. Cuando las
cuestiones dan lugar a un pensamiento constante en el que la intención de alcanzar respuestas es
más débil que los intentos de sentir una verdad a la que aferrarse. Cuando todo lo que creímos
conocer deja de tener sentido y se transforma en un nuevo mundo que explorar, un nuevo lugar
del que aprender y un nuevo paisaje en el que reinventarse. Cuando las historias vividas de
manera personal o ajena se instalan en el recuerdo dispuestas a ser analizadas, llega el momento
de escribir, contar y tratar de aclarar los esquemas que las estructuran. Por eso estoy aquí.
Últimamente, sin premeditación y con mucha frecuencia, hablo de sexo y amor con la gente
que conozco. Gracias a este acontecimiento casi cotidiano, he llegado a darme cuenta de que
mujeres y hombres, hombres y mujeres, sentimos como algo secreto, recóndito y enigmático
muchos de los acontecimientosde nuestra vida (especialmente los relacionados con el aspecto
sexual y sentimental) hasta que un buen día hablamos con otra persona de ellos y nos percatamos
de que, íntimamente, tenemos más en común con quien nos ha escuchado de lo que jamás
hubiéramos creído. Nunca pensé que estos dos asuntos pudieran asemejar tanto a los individuos.
A pesar de la asiduidad de mis/nuestras conversaciones y por más que suceden, nunca
consigo saber del todo en qué instante del camino se dio el paso inductor que nos condujo hacia
esas charlas íntimas, comprometidas y sorprendentes. Y en especial me resultan esto último
porque cualquiera de las historias que oigo o comento, acaban convirtiéndose en una revelación
con la que sentirme más o menos identificada.
Gracias a ellas, he descubierto que no sólo Woody Allen y yo somos las únicas personas del
mundo que experimentan pulsiones desconcertantes o extrañas en las que se encuentra la
necesidad de esclarecer y hallar alguna clave lógica.
Resulta curioso observar como el sexo y el amor se aclaran y se oscurecen y se enredan y se
desenredan tanto como la vida misma, y como si a esto añades la sangre, la poesía, Freud y la
filosofía que todo ser humano lleva dentro de sí, los misterios que derivan de semejante
mezcolanza quedan servidos.
También resulta interesante ver la manera en que el análisis de esa sucesión ininterrumpida de
acontecimientos manifiesta respuestas, respuestas vinculadas a todo lo que conlleva la carnalidad
y la psicología humana pero que, aún con ellas en la mente y en la mano, no dejan de evidenciar el
enigma inaccesible e intrínseco que genera los misterios de los que somos presas y protagonistas a
lo largo de nuestra vida.
Repito; cuando las imágenes se transforman en deseo y el deseo se convierte en obsesión.
Cuando las cuestiones dan lugar a un pensamiento constante en el que la intención de alcanzar
respuestas es más débil que los intentos de sentir una
mundo que explorar, un nuevo lugar del que aprender y un nuevo paisaje en el que reinventarse.
Cuando las historias vividas de manera personal o ajena se instalan en el recuerdo dispuestas a ser
analizadas, llega el momento de escribir, contar y tratar de aclarar los esquemas que las
estructuran. Por eso estoy aquí. Por eso Sexo, amor y otros misterios está aquí.
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26 de marzo
del año en que vivimos
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26 de Marzo del año en que vivimos
Sin más, le pregunté -¿Te has masturbado alguna vez pensando en mí?
Y él contestó un tanto avergonzado –Sí, muchas veces.
Yo al oírlo no supe si debía sentirme halagada. Aún así, y sin que él me lo pidiese, le informé
–También yo me he masturbado pensando en ti muchas veces.
-¿Las chicas os hacéis pajas?- pronunció ligeramente asombrado.
-Sí- respondí con naturalidad y sin emoción.
Con una leve sonrisa en su boca, él replicó –Lo suponía, pero ninguna me lo había dicho
claramente.
Yo le miré con ironía y dije –Bueno, ya sabes que ser clara y directa forma parte de mi
encanto.
Él rió con ganas y pronunció dulcemente –Sí.
Después, allí quietos en el andén, nos besamos hasta que llegó el tren de cercanías.
Y es que cuanto más tiempo pasa, mayor es la atmósfera de intimidad y confianza que en
pocos instantes puede crearse entre Nico y yo. Me he dado cuenta de que siempre que
mantengamos el respeto el uno por el otro, podremos decirnos cualquier cosa sin correr el riesgo
de crear un drama. Por eso no tengo miedo a la necesidad de comentarle todo lo que me inquieta
antes de hacer el amor con él por primera vez. Porque el hecho de que los dos seamos vírgenes y
nos encontremos en igualdad de condiciones, no aplaca ninguna de las dudas que me abordan
cada vez que le doy vueltas a este asunto.
Aún no hemos hablado abiertamente de esto (creo que Nico está esperando a que yo dé el primer
paso) pero tanto mis sensaciones físicas como personales, me conducen, de forma inevitable,
hacia la necesidad de una unión sexual con él. Y por fortuna, mi intuición y sus reacciones
indican que a mi amor le ocurre lo mismo.
Cuando sus padres no están en casa, yo voy allí a pasar la tarde, y cuando mis padres no están,
Nico viene aquí. Allí o aquí, cada vez que estamos juntos y a solas, pasamos la mayor parte del
tiempo abrazados en el sofá hablando, escuchando música, besándonos y... también
acariciándonos o... Bueno, para ser más precisa y sincera; nos metemos mano. Él se recrea con
mi culo, mi cuello, mis tetas, mi... Y yo con su culo, su cuello, su polla...
Hace poco descubrimos que yo, bueno las chicas, tenemos un punto super G que se llama
clítoris y que el punto super G de los chicos es el glande. Lo vimos en un libro titulado
Descubriendo el sexo que Marta encontró en su casa y que me pasó.
Fue muy divertido e instructivo dedicar toda una tarde a investigar en él. Ja,ja, Nico se puso rojo
cuando se lo enseñé pero luego se animó mucho, es más, los dos nos animamos mucho.
A partir de esa tarde el contacto entre nosotros alcanzó un nivel nuevo ya que, en silencio y
sin una propuesta explícita, decidimos empezar a meternos mano por debajo de la ropa para
comprobar si el libro educaba con verdades o con fantasías.
En él se explicaba todo, es decir, desde la función y composición del aparato reproductor de la
mujer y el hombre, resabidos desde el colegio, hasta temas más interesantes como las diferentes
posturas para hacerlo, el fetichismo, sugerencias para la pareja, la utilización del preservativo o
mi parte favorita: el mapa de las zonas G, que por cierto se llaman erógenas y que yo llamo super
G porque, a parte de eso; erógenas son GENIALES.
Ji, ji, no paro de sobarme el clítoris.
Otra de las cosas que más me gustó descubrir esa tarde fue la suavidad de una polla, ¡qué piel
más guay!
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¿Algo tan suave puede causar dolor?
El dolor es un tema que me inquieta. Me he preguntado muchas veces si me dolerá cuando Nico
y yo lo hagamos por primera vez.
En una conversación que mantuvimos Virginia, Marta y yo estando en el recreo hace unas
semanas, les hablé de esto y cada una me dio una versión distinta de sus experiencias. Virginia
dijo que la primera vez no le dolió, pero Marta comentó justo lo contrario.
-Sería porque estabas nerviosa- apuntó Virginia al escuchar la historia.
-Sí, es que tenía miedo de que mis padres llegaran y nos pillaran en su cama.
-Pero, ¿no estabas húmeda?- pregunté yo.
-¡Sí, tenía el chocho empapado! Pero nada, tía, no entraba y cuando consiguió meterla, me
dolió muchísimo y tuvimos que dejarlo. La segunda vez pasó lo mismo; cerrado a cal y canto.
Hasta la tercera en su casa, NADA. Esa fue genial. A partir de ahí, todo ha sido coser y cantar.
Después de escuchar con mucho interés, no supe con cuál de las dos versiones quedarme:
¿dolor o placer? Tengo la esperanza de que resulte tan placentero como meterse mano.
En el libro ponía que una de las claves para disfrutar de las relaciones sexuales estaba en la
confianza y la tranquilidad que se proporcionaran los cónyuges (por cierto, cónyuges es una
palabra que suena fatal, por lo menos a mi edad) y de eso hay mucho entre Nico y yo.
Por supuesto también hablaba de la importancia de la atracción, pero eso tampoco supone ningún
problema.
Esas tardes en las que Nico y yo estamos a solas haciendo nuestras cosas, el mundo exterior
parece desvanecerse progresivamente hasta sólo existir lo intenso y visceral que ocurre dentro de
nosotros.
La necesidad sexual crece y crece cada día y desde luego es cuestión de tiempo acabar follando.
Es decir, haciendo el amor, porque yo estoy enamorada de él y él de mí y las parejas enamoradas
no follan, hacen el amor.
Quiero tener todas las dudas resueltas antes de que suceda.
Muchas veces me pregunto si Nico se planteará cuestiones relativas a este asunto, de hecho
me pregunto si los chicos tienen dudas sobre ello.
Una sexóloga de la tele aseguró que sí que las tienen y comentó algo que yo había pensado
anteriormente por mi cuenta. Habló de que en realidad, frente a una nueva relación sexual,
siempre eres virgen dado que nunca lo has hecho con esa nueva persona y no sabes cómo van a
salir las cosas.
Pero... En serio, ¿tienen dudas? Total, como dijo una vez aquel chaval: ellos sólo tienen que
sacarla, ponerse el preservativo y meterla.
Escuché la frase un día en el que iba en tren hasta Recoletos porque Nico me estaba esperando
allí para que pasáramos la tarde en el Retiro después de su clase de informática.
Detrás de mi asiento iban sentados tres chicos de unos 18 o19 años que conversaban semi
discretamente sobre sexo. Parecía ser que uno de ellos se encontraba en mi situación, era virgen,
y estaba preguntando cosas al respecto a sus amigos.
-¿Y si no sé?- Escuché como preguntaba preocupado.
-¡No sabes qué, tío! Lo único que tienes que hacer es sacarla, ponerte el preservativo y
meterla- dijo bruscamente y como si hubiera sido el inventor del sexo uno de los chicos que le
acompañaban.
El chaval de la pregunta se quedó en silencio el resto del trayecto y yo me imaginé lo que estaría
pensando. <<¡Sí, claro! Tú lo ves todo muy fácil pero hay que estar ahí>>.
Seguro que el tío ese no lo había hecho nunca y quería fardar con lo que le soltó.
Menos mal que mi amor no es de esos porque yo jamás podría enamorarme de alguien que
escupe frases tan insensibles como aquella. Probablemente el tipejo era un desconsiderado de los
que tocan mal las tetas, uno de esos fantasmones que no saben ni quieren aprender (porque los
fantasmones creen que lo hacen todo bien).
Nico no es en absoluto así, de hecho, cuando empezamos a meternos mano, él me preguntaba
frecuentemente cosas como: -¿Te gusta como te toco las tetas?
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-Sí, ¿por qué lo preguntas?- quisé saber yo muy sorprendida.
-No, por nada. Es que David me contó que cuando se las tocaba a Sandra, ella se quejaba y le
decía que parecía que estaba amasando pan.
-No, tú no lo haces así. En realidad más que tocar, acaricias, por eso me gusta tanto- expliqué.
-A mí también me gusta la forma de acariciar que tienes tú. Además besas fenomenal.
<<¿Beso fenomenal?>> ¡Cómo me alegró escuchar aquello! ¡Y sin proponérmelo!
Puede que la clave para hacer las cosas bien resida en el acto de no empeñarte en hacer las
cosas bien. Quizás con el sexo ocurre lo mismo, sólo tienes que dejarte llevar por las sensaciones
y el momento.
Y eso es exactamente lo que hago cuando estoy con Nico; dejarme llevar todo el tiempo. Me
dejo llevar por sus palabras y las mías, por nuestras miradas y nuestras confesiones, por sus
caricias y por la necesidad de acariciarle, por las sonrisas, por los morreos intensos que nos
damos, por los paseos agarrados el uno al otro, por el amor desmesurado que siento. Es como
bailar.
Ja, ja, en ocasiones también me dejo llevar por los cabreos que pillamos de vez en cuando, aun
que en general, nos entendemos muy bien. Tan bien, que a veces parece magia.
¿En una relación mágica todos los aspectos de ella están destinados a ser mágicos?
Si la respuesta es afirmativa, no debería preocuparme tanto por cómo salgan las cosas cuando lo
hagamos.
Mi tía Amanda siempre dice que las cosas nunca son tan buenas ni tan malas como la primera
vez.
Esta debe ser de las pocas opiniones que comparto con ella. La soltó en la última comida familiar
que tuvimos el pasado domingo cuando mi abuela Clara me pidió que invite a Nico a estar en la
próxima reunión de familia para presentárselo a todos.
A mí me hizo mucha ilusión oirlo, y mi abuela debió notármelo en la cara porque dijo
cariñosamente -¡Ahy, cómo está de feliz y de enamorada esta chica...!
Pero la muy imbécil de mi tía tuvo que saltar con una de las suyas –Hasta que les vaya mal. A su
edad, tarde o temprano eso se acaba. Pero no importa, después de la primera vez, las cosas nunca
son tan buenas ni tan malas.
Es una maldita envidiosa. Mi madre y yo la miramos con mala cara cuando terminó de hablar.
Hace un tiempo, en medio de otra reunión familiar, pregonó a los cuatro vientos
–Eso a lo que a los diecisiete una llama amor es sólo una ilusión inalcanzable de novelita.
¡Qué idiota es! Lo dijo justo después de que mi madre informara que, por aquellos entonces
(hace ocho meses), yo había empezado a salir con Nico y que nos iba muy bien. Sé que a mi tía
Amanda lo que más le jodió fue justamente esa parte, la de les va muy bien y que para ella, su
mierda de frase, resultó la manera diplomática de decirme <<Eres una cría con la cabeza llena de
pájaros. Estás en el mundo real y en el mundo real los cuentos no existen>>.
Es una amargada envidiosa y sin cojones a la que le fastidia que cualquiera tenga mejor vida
personal que ella.
Porque mi tía Amanda lleva 25 años casada con mi tío Manuel, o sea un personaje con el que
ha conseguido una casa gigante en un buen barrio, un par de coches caros, tres visones y dos
hijas que no se merecen. A parte, por supuesto, de un gran aburrimiento, una ausencia total de
sonrisas y besos, palabras que no suenen a algo más que a recriminaciones, un dormitorio con
camas separadas y una nulidad existencial que despierta vergüenza ajena.
Lo peor de todo es que además tiene el morro de decir que se siente satisfecha, la muy
gilipollas... ¡¿Quién piensa que la cree?!
Nico y yo vamos a estar juntos para siempre. No creo que el amor sea una ilusión
inalcanzable de novelita porque entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo?
El amor existe. Lo sé porque lo estoy sintiendo, y él también. Varias veces hemos hablado de
este asunto intentando capturar la inmensidad que nos envuelve y que al mismo tiempo se nos
escapa.
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Dándole vueltas a todo esto me he dado cuenta de que existen muchas formas de entender el
amor romántico y que, curiosamente, sólo las personas amargadas que viven en y una mentira,
como mi tía Amanda, catalogan el sentimiento auténtico correspondido con ese estúpido término
de ilusión inalcanzable de novelita o con algún otro parecido. SE MUEREN DE ENVIDIA.
Cuando sea mayor no quiero convertirme en alguien como ella, no quiero conformarme con
sentirme satisfecha. Ambiciono el extra, quiero lo que todos nos debemos; ser feliz. Y la
situación que estoy viviendo me hace serlo.
Sí, tengo 17 años, me va bien en los estudios, tengo buena relación con mis padres y con mi
panda de amigas y amigos y estoy enamorada de Nico, Nico, Nico, NICO. No me canso de
pronunciar su nombre, es muy chulo. Cuando se lo escuché pronunciar me encantó.
Ocurrió la primera tarde que entablamos conversación, la misma tarde en la que nos
declaramos.
Las primeras veces entre él y yo han sido geniales así que, si todo continúa su curso... El sexo
será tan fascinante como la primera vez que cruzamos las miradas.
Nos bastó una sola para saber que nos habíamos enamorado.
Tuvo lugar a comienzos del verano pasado, allá por junio.
Yo paseaba casi todas las tardes por el mismo lugar con Marta y él siempre estaba sentado en
uno de los bancos del parque con sus amigos.
Cada vez que andábamos por la zona, yo me sentía observada pero, a pesar de la intriga que
despertaba en mí la sensación, nunca me atrevía a echar un vistazo porque me daba vergüenza,
ya que intuía que la mirada venia del grupo de chicos del banco.
Una tarde en la que no pude soportar más el deseo de mirar, dominé la vergüenza, me atreví a
hacerlo y le vi. Justo al girar mi cabeza, él agachó rápidamente la suya. Aún así mantuve fija y
expectante la dirección de mis ojos confiando en forzar un encuentro visual y, casi al momento,
con la cabeza todavía agachada él alzó la vista y entonces NOS ENCONTRAMOS.
El magnetismo fue instantáneo y alucinante. Ji, ji, todavía siento como el cosquilleo me avasalla.
A partir de entonces, transcurrió casi un mes a lo largo del cual sólo nos comunicamos con los
ojos cuando nos veíamos en el parque.
Por supuesto yo pasé tardes y tardes merodeando por allí ansiosa por declararme o por que él se
levantase, se acercase a mí y confesara todo lo que yo intuía. ¡Madre mía! Hasta soñaba con ese
deseo mientras dormía.
Al final, como los días se sucedían y no ocurría nada, sintiendo mi carácter y viéndome como
una auténtica mujer del siglo XXI, aparté la timidez que me paralizaba, me decidí y efectué un
paso de aproximación.
Tomé la iniciativa en un momento en el que, por casualidad, le encontré solo sentado en el banco
habitual.
Me puse muy nerviosa cuando le vi pero aún así, me di cuenta de que me encontraba ante la
situación perfecta para confesarle todo lo que estaba ocurriendo dentro de mí y me insté a
aprovecharla. Tuve que armarme de valor para caminar hacia donde se encontraba y animarme
durante el tramo para no meter la pata al empezar a hablar.
Fue muy gracioso porque cuando llegué a su posición, noté cómo se escondía la sonrisilla que le
provocaba la sorpresa y también cómo mis nervios no impedían que me dirigiese a él de forma
directa pero mesurada. Por nada del mundo quería parecer una mujer fatal de 17 años.
-Sabes, cada vez que te veo pienso en lo mucho que me gustas y en que me encantaría
conocerte- le declaré al fin.
Él, con la cabeza agachada, las mejillas rojas y sus ojos verdes alzados dijo suavemente – A
mí me pasa lo mismo.
Y los dos sonreímos a la vez tímidamente cuando terminó de pronunciar aquella frase que me hizo
languidecer.
-¿Cómo te llamas?- quise saber.
-¿Yo? Me llamo Nico,- (Nico comenzó a parecerme el nombre más guay del universo) - ¿y
tú?
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Le dije el mío.
-¿Te apetece que vayamos a dar una vuelta y hablemos un poco?- propuse expectante.
Él contestó –Sí- y abrió la puerta a una conversación que duró hasta que entró la noche. Fue
maravillosa, hablamos como si nos hubiéramos conocido desde siempre.
Es curioso porque ya han pasado ocho meses y aún no sentimos que nos lo hayamos dicho
todo el uno al otro. Es como si constantemente tuviéramos algo que aportarnos. Espero que dure
hasta la eternidad.
Los famosos que salen entrevistados por la tele y que llevan mucho tiempo con una pareja
estable, con frecuencia comentan ese punto como la base de su relación; la comunicación, la
complicidad.
He oído también que una buena vida sexual ayuda, pero eso no lo dicen los famosos, lo dice todo
el mundo.
Nico y yo, por ahora, creo que no tenemos vida sexual, entendiendo por vida sexual las
relaciones con penetración. Aun que eso tiene los días contados porque yo ya estoy loca por que
me la meta. Eso sí, no va a entrar sin preservativo. Tengo pánico a la idea de quedarme
embarazada o a contagiarme con algo raro.
Mis amigas siempre lo han hecho con preservativo, lo sé porque se lo pregunté.
-¿Utilizaríais condón, no?
-¡Pues claro, tía!- contestaron ofendidas las dos a la vez.
Marta se desmarcó –No pienso quedarme embarazada antes de los treinta.
-Ni yo, ¡no te jode! Y además puedes pillar algo- protesté.
-Nico no tiene nada, no ves que no lo ha hecho nunca.
-¿Y qué? Pero en esa charla que nos dieron en el insti, explicaron que hay otras
enfermedades extrañas o infecciones que pueden pillarse en servicios públicos. Había una
enfermedad que tenía un nombre muy raro tipo... Fonorrea o pornorrea.
-¡¡¿Pornorrea?!! JA, JA. ¡¡¡GONORREA!!!- gritaron mis dos amigas a la vez. Pornorrea...¡Anda que tú también! Y en vez de ladillas, las tías como tú cogen pardillas. ¡Ja, ja!
-Sí, mucha risa pero nunca se sabe. Además también tengo miedo a que se rompa el
preservativo mientras lo hacemos.
-¡Joder, tía!- se quejó Virginia. -Como andes pensando en todo eso vas a tener el chocho más
cerrado que ésta cuando Nico te la meta- añadió refiriéndose a Marta. -Preocúpate por los
problemas cuando existan, no cuando te los imagines. Además, cuando estás caliente es como si
todo dejara de existir, sólo estáis tú, él y el deseo. ¡Disfruta, coño!
Lo cierto es que ella tenía razón respecto a eso porque cuando Nico y yo nos metemos mano
de lo único que me doy cuenta es de lo caliente que estoy y de lo dura que se le pone (¿cuánto le
medirá? Los tíos se la miden, ja ja ja).
Se nota que Virginia tiene 19 años y que sabe más de la vida.
A pesar de los consejos tranquilizadores que escucho y que me procuro, no logro evitar darle
vueltas y vueltas a lo que conlleva el sexo primerizo. Porque hay muchas otras dudas que me
abordan y que me planteo constantemente como por ejemplo la de si le gustaré desnuda. Yo no
soy como las tías que salen en las fotos porno que tiene guardadas en el disco duro.
En una ocasión pregunté a Nico –¿Te parezco guapa?
-Sí, mucho- contestó.
-¿En serio?- insistí.
-Sí- repuso él.
-Pues yo no me veo muy similar a las tías que salen en los anuncios. Debo parecértelo porque
estás enamorado de mí.
Cuando terminé mi conjetura, Nico, mirándome directamente a los ojos, dijo -¿Necesitas tú
que yo me parezca a los tíos de los anuncios de colonia?
-No- respondí medio riéndome porque su pregunta me había parecido muy aguda.
-Pues a mí me pasa lo mismo contigo.
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Escucharle decir aquello resultó tranquilizador. Ayudó a que no me obsesionase con los
defectos que localizo en mi cuerpo cuando me observo detenidamente en el espejo, es decir: las
espinillas, el tamaño de las tetas, la bolsa de celulitis en el culo...
A veces pienso que los espejos deberían desaparecer del planeta y dejar de darnos la lata, y ya
que nos ponemos, los anuncios de la tele y las revistas llenas de gente embadurnada de maquillaje
y retocada por ordenador también.
Pero volviendo al tema que me interesa; mis temores pueden resumirse en cuatro apartados
principales:
1) Miedo a que la penetración me cause dolor.
2) Miedo a que se rompa el preservativo.
3) Miedo a no resultar deseable porque no le guste desnuda.
4) Miedo a no saber moverme, a no saber hacerlo.
Demasiado miedo, miedo, miedo. MALDITO MIEDO.
Quiero tener estos cuatro puntos muy claros porque aseguran que en la definición de los
temores está la clave que te ayuda enfrentarte a ellos.
Aunque ésta confrontación no depende exclusivamente de mí ya que somos dos personas las que
estamos involucradas. Así pues, ¿qué hago? ¿Hablo ya con Nico? Reconozco que me da un poco
de vergüenza.
Se me ocurrió que debería conversar primero con alguien mayor que entienda del tema, así
pues llamé a mi tía Tania para pedirle consejo pero ella me dijo que en ese momento no podía
atenderme y todavía estoy esperando su llamada, que está tardando más de la cuenta. Seguro que
ella puede ayudarme, tiene pinta de saber mucho sobre el asunto, y además tenemos mucha
confianza. Es mi tía favorita, mola un montón, no como la imbécil de Amanda.
El caso es que no me gusta la idea de tener que esperar más para aclarar esta historia porque el
tiempo pasa, el deseo crece, el recelo y la vacilación aumentan y yo ya empiezo a estar harta de
los temores no expresados.
Creo de verdad que ha llegado el momento de sacar a relucir las cuestiones y examinarlas con
Nico, porque va a ser
del único modo que logre dejar de darles tantas vueltas
y consiga
respuestas válidas para ambos. Si continúo aplazándolo enloqueceré. Voy a hacerlo esta tarde.
Sí, me siento lo suficientemente segura.
Por cierto, he quedado con mi amor a las seis y media para ir al cine y hacer que vemos una
película mientras ya sabes qué.
Son y diez, así que me despido ya. Chao.
P.D. Por favor, que él también tenga dudas.
¡QUE LAS TENGA, QUE LAS TENGA!
Tania, ¿por qué no me has llamado?
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confesiones
de una vagina insatisfecha
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Y no es que quiera reducir el cuerpo y el ser de una mujer a una vagina, o que pretenda
abarcar todo su concepto mediante tal calificativo, (yo soy feminista, eso no está contemplado en
mi lógica). Lo que sucede es que esta vez, por primera vez, será ella quien hablará a través de mí
sobre las cosas que siempre ha callado o las que nunca se ha atrevido a confesar.
Veamos... Es sencillo, tengo X? años y en todo este tiempo jamás nadie se ha introducido en
mi cuerpo. Bueno, eso no es del todo cierto. Un beso con lengua es una forma de introducirse en
el cuerpo de otro, y de eso sí he tenido. También, en alguna ocasión, me masturbaron con el dedo
anular hasta hacerme sentir un orgasmo y una vez, tuve el pene de un chico con el que salía
metido en la boca pero... en la vagina, lo que se dice una polla metida en la vagina, de eso no he
tenido nunca. Como mucho me he penetrado con diferentes clases de objetos fálicos o con uno o
varios dedos de la mano derecha, lo cual no está nada mal.
Aun así, siempre te preguntas si con una buena polla la cosa sería distinta. De entrada, si llega el
turno de que él empuje, tú sólo disfrutas. Si te toca estar debajo no tienes que preocuparte por el
ritmo de la penetración, el dueño de la polla es quien se ocupa de eso. Claro que el acto no tiene
que realizarse necesariamente tumbados; las posibilidades son múltiples, sólo hay que mirar y
practicar el Kamasutra (especialmente si aspiras a convertirte en contorsionista).
En muchas ocasiones me he planteado la posibilidad de adquirir un vibrador.
Hace poco, en una revista de ventas por correo, encontré una sección íntima donde mostraban
diferentes tipos de vibradores que podías obtener de una forma cómoda y
discreta.
VIBRADORES desde 11,90 euros. Funcionan con 2 pilas R6. Material plástico. Potencia
regulable.
1 año de garantía. Largo aprox,15-25 cm según modelo
-Flexible, 16 cm. -11,90 euros-.
-Fluorescente, 19 cm.-14,90 euros-.
-Extensible, de 18 a 25 cm.-23,90 euros-.
-Natural, 21 cm.-16,90-.
-Negro, 25 cm.-30,90 euros-.
-Natural con venas marcadas, 21 cm.-20,95 euros-.
-Vibrador con 5 accesorios, 18 cm.-37,99 euros-.
Pensé que sería una gran idea comprar uno de esos aparatos dado que siempre había
imaginado que podría ser el artilugio perfecto para cubrir las carencias sexuales que padezco. Así
pues, lo encargué (Extensible) y lo recibí unos días más tarde sin ningún tipo de percance.
Desde entonces soy la envidia de todas mis amigas. Una tarde en la que merendábamos juntas
y la atmósfera estaba cargada de risas y comentarios picantes, terminamos confesando
unánimemente que por lo menos, en alguna ocasión, se nos había pasado por la cabeza con
seriedad, rotundidad y NECESIDAD la idea de adquirir un vibrador porque... hablemos claro;
cuando pica, PICA.
Aquel momento resultó fascinante porque se me otorgó un conocimiento revelador; NO
ESTABA SOLA EN ESTO DE TENER UNA VAGINA INSATISFECHA.
Y es que, sin darnos cuenta, empezamos a profundizar en la conversación y Mara nos confió
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que cuando pasaba más de dos semanas sin follar, su estado de ánimo se tornaba irascible, en
concreto sus palabras fueron -me pongo rabiosa.Ana confesó que desde que cató el sexo con
polla por primera vez, ya no había conseguido frenar la necesidad de que se la metan lo más
frecuentemente posible. De hecho, ahora nunca deja de echar un polvo cada vez que se le
presenta la ocasión. Isabel comentó que lo hizo con su actual novio la noche en que se
conocieron porque llevaba unos ocho meses sin probar nada y estaba histérica. Y Bea nos contó
que puso fin a su relación con Alejandro porque no le daba todo lo que ella necesita, es decir,
unas tres veces por semana aparte de cariño, comprensión, apoyo y bla bla bla bla, cosa que Rafa
sí le proporciona.
Yo hablé de todo este asunto con Irene, una de mis compañeras de trabajo, y ella, para mi
sorpresa me lo agradeció sinceramente. Dijo -¡Vaya, qué bien que me hayas comentado esto!
Estaba empezando a pensar que era la única que tiene sensaciones parecidas con respecto al
sexo. Es más, he llegado a creer que quizás me estaba convirtiendo en... En una especie de
ninfómana o algo por el estilo.
Al escucharla tuve la impresión de que en más de una oportunidad se había sentido culpable
debido a esas sensaciones o a causa de los pensamientos que aparecían en su mente.
También charlé sobre este tema con Luis, mi mejor amigo. Le conté todo lo que conseguí
recordar de las palabras de Mara y también de las de Ana, Isabel y Bea. Después le hablé de mi
conversación con Irene.
Él analizó lo que había escuchado y me dio su opinión. –Tania, todo eso es normal,- dijo -no
deberíais preocuparos. El problema no está en vosotras sino en los mitos. Uno de ellos es ese, el
mito que ha hecho creer a los hombres que las mujeres no tienen pensamientos sobre el sexo y el
mito que, durante tanto tiempo han creído las mujeres, de que vosotras no sólo no tenéis
pensamientos acerca del sexo sino que además, no debéis albergarlos en caso de que se denexplicó Luis de manera convincente.
-Mira, los tíos también tenemos desgraciados San Benitos a los que hacer frente, y no sólo con
los que respectan a vosotras. Por ejemplo: eso de que a un tío siempre le apetece o lo de que nos
vale cualquiera. ¡VENGA YA! Si cuando vuelvo del trabajo no tengo ganas ni de respirar...
A nosotros nos han hecho creer y hemos creído. A vosotras os han hecho creer y habéis creído;
ambos somos culpables. Por ese motivo, cuando la verdad aparece, asusta y nadie sabe qué hacer
con ella ni qué pensar de ella.
Muchas mujeres no están preparadas para esta verdad, y muchos hombres tampoco. Por eso
Irene se siente culpable.
Luis tenía razón. Pero YO ESTOY PREPARADA PARA LA VERDAD y no me siento
culpable por ninguna de las sensaciones que aparecen en mi interior, ni por ninguno de los
pensamientos que tengo.
QUIERO FOLLAR, NO QUIERO HACER EL AMOR, LO QUE YO QUIERO ES FOLLAR,
¡FOLLAR CON UNA BUENA POLLA! Pero no hay manera de conseguirlo a pesar de que lo
intento.
Por eso muchas veces recurro a la fantasía. Imaginar es lo mejor que a una le puede ocurrir si
se encuentra en esta situación. Es maravilloso, las fantasías me avasallan y yo me rindo pronto
ante ellas. Adoro recrearme con las sensaciones y las visiones.
En esas visiones, existen momentos en los que me encuentro como protagonista de alguna
historia sugerente y sexual que los rincones más salidos de mi mente y mi vagina son capaces de
crear para mi entretenimiento y autosatisfacción.
Últimamente, una de las historias con la que más tiendo a fantasear es esa que tiene lugar en
una discoteca. Allí llevo un rato manteniendo un juego morboso de miradas sesgadas y sonrisas
prometedoras con un chico que se encuentra al otro lado de la sala.
Yo sé lo que quiero y también sé lo que él busca así que, me dirijo a los lavabos y percibo que
él me sigue.<< Bien>>. Al llegar, me paro en la puerta y con toda la naturalidad del mundo,
como si ambos nos hubiéramos encontrado en esa situación anteriormente, él se coloca tras de
mí, me sostiene y me acaricia la espalda. Después, sin mediar palabras, comenzamos a
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morrearnos y nos introducimos en uno de los servicios. Una vez dentro, le pido que se apresure y
tan rápido como él me sube la falda y me baja las bragas, yo le desabrocho los pantalones y abro
las piernas. Rápido me la mete. Follamos provocando que el acto se convierta en sexo
momentáneo, sólo sexo, y siento como me gusta. Disfruto.
Tengo que acallar mis gemidos para no llamar la atención. Él empuja. <<Empuja con más
fuerza, por favor>>. LLeva las riendas y embiste con fuerza. <<Sí>>. Potencia los movimientos
con rigor y yo sucumbo <<Más>>. El placer es trepidante, la excitación se hace súbita, el
orgasmo irrumpe... La relajación es magia. Todo acaba con fugacidad.
Se abrocha los pantalones. Me subo las bragas y bajo mi falda. No hay palabras, sólo un morreo
final, una carnal despedida. Sintiéndome satisfecha, quedo tranquila. Sonrío.
Las historias pueden ser interminables, la imaginación puede crear tantas como te propongas.
Yo las cuento por decenas. Cualquier pequeño deseo puede convertirse en la simiente para
engendrar la fantasía que te desborde. La mente y el tiempo las definen hasta hacerlas perfectas y
reales.
Por ejemplo; yo he llegado a alcanzar cotas máximas de estimulación con esa fantasía en la que
estoy con dos tíos a la vez.
Ella tiene lugar en una habitación desconocida y sugerente pero a la vez familiar para los tres
porque se trata de la habitación del hotel dónde quedamos todas las semanas.
No hay objetos ni muebles en la estancia, sólo una cama cubierta por una única sábana blanca y
un par de almohadas del mismo color. Yo estoy desnuda sobre ella y los dos chicos gemelos
también están desnudos junto a mí. Nos sentimos cómodos y confiados mientras charlamos.
A través de un ventanal situado frente a la cama, la luz anaranjada del atardecer penetra en la
habitación y toma contacto con un vacío que se transforma en una cálida y embriagadora
atmósfera sepia. El sepia lo colorea todo y es absoluto; la cama se tiñe, las paredes se tiñen,
nuestros cuerpos se tiñen y se funden con él.
La escena sucede entre bromas y juegos. Ellos me acarician y me muerden los pezones porque
saben lo mucho que me gusta que me soben los dos a la vez. Sus pollas están tiesas todo el
tiempo, su belleza me fascina y yo las agarro encantada. La excitación creciente se apodera de
mí y siento la intensa necesidad primaria de follármelos.Voy a follármelos.
Morreo al primer gemelo. Cubro su polla con un preservativo estriado y le monto. Entra a la
primera porque estoy más que lubricada y dilatada. Cabalgo.
Quiero follarle como nunca nadie le ha follado. Me muevo con fuerza y ordeno -¡Grita, hijo de
puta, grita!- La energía está conmigo.
Sus manos se hayan posadas sobre mis caderas, las aferra y gime. Yo también gimo como un
animal puesto que ahora soy un animal insaciable. Sacudo mi cuerpo. No quiero parar.
Su figura se extiende en la cama, incorpora su tronco y lo acerca al mío. Todo es placer y sudor.
Los dedos de mi mano se introducen entre los mechones de su pelo negro y tiro de su cabeza
para que el rostro quede visible. Le pego en la cara. A él le gusta que le pegue. ¡Zaass! Se
relame.
Vuelve a tumbarse. El gemido final se asoma, el placer rotundo se acerca , viene, llega. El
orgasmo está aquí.
Ya no me sirve su polla flácida. Necesito otra; una tiesa, dura y dispuesta a follarme.
Su gemelo no es de los que se dejan follar, en esta ocasión será él quien mande. Es un bestia y
hace un rato que se la acaricia. Se ha calentado mirando como su hermano y yo lo hacíamos.
Todo está listo. -¡Vamos, zorra!
Me coloco a cuatro patas. La mete y el placer obsceno irrumpe. Él quiere conseguir que todo
vibre, no tiene piedad. -¡Vamos, puta!
Con fuerza sujeta mi cuerpo y continúa embistiendo. Él sabe que me vuelve loca que llegue hasta
el fondo así que penetra hasta alcanzarlo y disfruta grotescamente de mi gozo -¿Te gusta, zorra,
te gusta?
El fondo me transporta al cielo. –¡Dime que te gusta!
-¡Me gusta, me gusta!.
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Azota mi nalga excitándome aún más. La respiración se entrecorta.- ¡Ah!, ¡Ah!-. No para de
moverse. Mis tetas vibran. -¡No pares!-. El placer crece. -¡¡Ah, ah!!-. Todo mi cuerpo es sexo.
Él me tira del pelo y mi rostro queda atrás. El éxtasis se aproxima. De nuevo azota mi nalga. ¡Venga, putita!- y embiste.
-¡Más, más!- Nueva embestida. -¡¡Sí, sí!!-. Empuja.
–¡¡Ah!!- Mi orgasmo está aquí, AQUÍ. ¡AH, AH, AAAAHH!
Su orgasmo aparece. ¡SÍÍ!
Inmediatamente la agitación se relaja. El fin es nuestro y la descarga vital infinita.
Es curioso, los hombres de mis fantasías sexuales se parecen los unos a los otros físicamente,
por eso muchas veces los convierto en gemelos. Es muy estimulante imaginar que dos tíos, que
están igual de buenos, acceden a tus zonas erógenas por partida doble y al mismo tiempo.
Piénsalo, un lóbulo y un pezón mordidos a la vez, o los dos pezones, o la boca y el interior de un
muslo... Mmmmm.
Estos hombres siempre tienen el pelo y los ojos oscuros, intensos. Sus músculos están
marcados y su piel, perfectamente limpia, no posee vello. La tienen grande, recta y tentadora,
deseas mamársela. Son tan apetecibles que sientes ganas de follar ininterrumpidamente.
En este aspecto mi imaginación se encuentra muy poco abierta a otros cánones y, creo que en
la vida real me sucede algo parecido.
A mí me encantaría poder follar con cualquiera (envidio a la gente que puede follar con
cualquiera) pero yo no soy capaz de hacerlo porque cualquiera no me atrae.
Cuando tomo plena conciencia de ello, me digo -¡Venga, deja de soñar y de creer en mentiras!
¡Eres incapaz de hacerlo con el primero que aparezca!-. Y entonces, al cerciorarme de la
realidad, envidio a Isabel que sí es capaz de hacerlo, o a Ana a la que le ocurre lo mismo.
Ellas tienen la gran suerte de sentirse atraídas casi por cualquier tío que les tire los tejos, y a
mí no me sucede eso en absoluto.
Por ejemplo: a Paz, otra de mis compañeras de trabajo, le ponen guerrera los tíos más bajitos
que ella, con un buen culo y cara de niño, el resto le da igual. A mí lo del buen culo sí que me
pone pero no que sean más bajos, de hecho me gusta que me saquen por lo menos una cabeza, y
si tienen cara de niño sólo me despiertan el instinto maternal.
Y a mi amiga Bea le resultan sexys los tíos delgados con una gran sonrisa, independientemente
del aspecto de sus dientes.
El chico de esas características con el que se enrolló la última vez (antes de empezar a salir con
Rafa), tenía los dientes tan amarillos por culpa del tabaco que parecían
de oro. Yo jamás podría morrear a alguien con semejante aspecto bucal. ¡QUÉ ASCO!
Más ejemplos: Isabel. A ella le hacen enloquecer los tíos que visten ropa estrecha, son
simpáticos y la llaman princesa. Su último novio vestía ropa estrecha, era simpático y la llamaba
princesa (un encanto la verdad), lo malo es que le olían las axilas a cebolla y, desde luego para
mí, ese atributo hubiera resultado determinante para anular el resto de cualidades y no querer
practicar nada con él.
¡JODER! ¡¿CÓMO COÑO ERA CAPAZ DE FOLLAR CON UN TÍO QUE DESPRENDÍA
TAL HEDOR?!
Nunca he llegado a entenderlo.
Se lo conté a Luis y no pudo ayudarme a esclarecer mi duda ya que él se había enrollado una
vez con una tía a la que le olía el aliento.
Yo no consigo enternderles, a mí lo de los malos olores me resulta antierótico. Y es que hay cada
uno suelto...
Me acuerdo de Isabel, que cada vez que salimos se pone a ligar con cualquier graciosete que se
encuentre con tal de echar un polvo en el coche.
Una noche se lió con un maromo que rondaba los 100 kilos, tenía entrecejo y llevaba puesta una
camiseta del pato Lucas.
<<Por lo menos va limpio y no le huele nada>> pensé al verle.
Hubo una temporada en la que le di muchas vueltas a este asunto de la atracción y, ni
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entonces ni ahora, he logrado determinar si soy una persona supeficial.
Un punto que sí quedó claro, siendo honesta conmigo misma admití que cuando me encuentro en
la fase ESTOY SALIDA Y DESESPERADA, NECESITO UNA POLLA, le abriría las piernas a
cualquiera sin dudarlo.
De todos modos la contestación que ando buscando sólo puede hallarse entre las siguientes
propuestas que declaro:
1ª) quizás se trate de meras exigencias un tanto maníacas.
2ª) una más de mis múltiples rarezas o,
3ª) simple gusto natural y personal (cada cual tiene los suyos, ¿no?), puede que a otras mujeres
no les seduzca lo que yo considero atrctivo.
Por estos motivos he desaprovechado varias oportunidades que se me han presentado para tener
una polla dentro.
Por ejemplo, recuerdo que durante una buena temporada estuve saliendo con un chico
agradable y precioso, digo precioso porque parecía un ángel. Tenía el pelo rubio decorado con
rizos suaves y perfectos, sus ojos eran claros y su rostro muy dulce y delicado. Era dueño de un
cuerpo proporcionado de piel nacarada. Solía vestir de un modo bastante personal, determinadas
prendas le conferían un aspecto muy sexy.
A todas mis amigas les encantaba porque realmente era una monada, lo malo es que a mí aquella
monada no me ponía caliente. Se me asemejaba físicamente a un niño y claro, como yo no soy
una pederasta, mi líbido se adormecía y a cambio se me despertaba el ya anteriormente
mencionado instinto maternal.
Tuve que dejarle, mis amigas jamás lo comprendieron.
Desde que empecé a ser honesta conmigo misma en lo que concierne al sexo, las cosas han
cambiado mucho. De entrada ya no salgo con tíos como el que acabo de describir. Tampoco con
esos que son todo encanto, dulzura y sensibilidad porque sí, son preciosos, delicados, suaves y
tiernos pero YO LO QUE QUIERO ES FOLLAR y con un tío así no me caliento.
Creo que es sencillo, no busco un látigo, tampoco obscenidades grotescas (aunque a veces
fantasee con ellas), ni un hombre sudoroso lleno de pelo, ni tan siquiera algo salvaje. Yo lo único
que pido es un tío que me atraiga físicamente y que quiera follar, SÓLO FOLLAR, porque con
eso tengo otro gran problema.
Los chicos con los que salgo, o están enamorados de mí o se acaban enamorando, y yo no deseo
amor, no necesito compromisos emocionales, ¡YO SÓLO QUIERO SEXO, JODER!
No es tan fácil como parece encontrar a alguien que únicamente quiera echar un polvo.
Hay gente (especialmente hombres) a la que le gusta creer que -un tío se acuesta con cualquiera
en cualquier momento. Y yo digo: ¡MENTIRA!, ese es otro mito que todos conocen pero que no se
atreven a admitir públicamente.
Luis terminó tan mal con la última tía con la que salió que dejó de interesarle hasta para follar a
pesar de que ella era muy buena en la cama.
“Es demasiado fácil” o “Quiere que nos liemos pero a mí ella no me atrae en absoluto” son
frases que he escuchado pronunciar en boca de hombres.
Algunas de mis amigas se han topado con casos en los que a ellas les apetecía enrollarse y ellos
soltaban -Primero vamos a conocernos un poco.
Bea y su antiguo novio Alejandro, tardaron en hacerlo por primera alrededor de seis meses
porque él siempre estaba cansado y nunca le apetecía.
Yo, como no avanzo en este asunto y veo que carezco de futuro sexual con los chicos
convencionales pienso, cada vez con más frecuencia, en la posibilidad de conseguir un amante o
en contratar a uno de esos tíos que se ofrecen para follarte a domicilio por un módico precio. Lo
malo es que no tengo piso propio.
Últimamente, siempre que un periódico cae en mis manos, me voy directa a la sección de
contactos para echar un vistazo a los anuncios. En ellos se puede encontrar a mucha gente
buscando simplemente sexo.
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para su primera vez.
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¿Te imaginas mi anuncio?
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polla mayor de edad, para mantener
sexo sin compromiso.
(Se exige higiene)
De todas formas creo que aún no debo desanimarme porque, en más de una ocasión, he visto
algún tío con el que sé que no me lo pensaría dos veces a la hora de abrir las piernas.
Me resultan magníficos siempre que la suerte los hace aparecer ante mis ojos. Su pelo es oscuro,
son altos y de cuerpo atlético, con antebrazos marcados como a mí me gustan. Aseados. Con la
mirada intensa y los dientes limpios. Desprenden calor y fuerza, tienen carisma. Resultan viriles
sin rozar lo grotesco. SON ESPLÉNDIDOS Y PERFECTOS PARA MÍ. Seguro que tener a uno
de ellos como amante es increíble, ¡figúrate! Alguien con quien únicamente quedas para follar y
que te pone cachonda con tan sólo mirarle. GUAUU...
Una noche vi una historia muy parecida en una peli porno. Estuvo bien.
A la mayoría de las chicas que conozco les desagradan las películas pornográficas. Yo no lo
entiendo porque a muchas de ellas les gusta leer libros de ese género que, al fin y al cabo, son lo
mismo y además para llegar a las mismas metas: entretenerse y masturbarse. Creo que prefieren
imaginar a mirar. A veces yo también lo prefiero.
De cualquier modo, ese tipo de material, entre por el sentido que entre resulta una gran ayuda
de cara a estimular y ampliar las fantasías sexuales. Yo en las mías jamás tuve como coprotagonista a otra mujer hasta que no vi, en una de esas pelis, a dos tías besándose, lamiéndose
y sobándose con ardor frenético.
De hecho, llegué a crear una fantasía en la que el escenario es un internado femenino en el
que acabo de ingresar. Allí todo el profesorado es masculino y a las alumnas se nos obliga llevar
las faldas tableadas del uniforme a ras de culo.
Los profesores son unos pervertidos que nos meten mano a la menor oportunidad y que se pasan
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el día mirando las partes de nuestras braguitas blancas que, de vez en cuando, se muestran
debido al tamaño de las mini-minifaldas que vestimos.
A mí ese ambiente me da morbo y procura que a lo largo de la jornada mi líbido se mantenga
a punto para lo que pueda surgir, lo malo es que existe un gran problema; allí no se puede hacer
nada con los profesores porque no son ellos quienes dirigen el internado. Quien lo hace es una
chica prepotente e intimidadora que consigue pasar, a cualquiera que le plazca, por su agresivo y
poderoso instinto sexual. Ella se siente atraída por las chicas, especialmente las nuevas, y yo soy
nueva.
La escena comienza en el comedor. Ella no ha parado de observarme desde que llegué, en
concreto, se fija casi obsesivamente en mis muslos.
Yo me doy cuenta de eso y decido tentarla para divertirme un poco, así pues entreabro
ligeramente las piernas.
La chica, haciéndose consciente del gesto, comienza a lamer de manera lasciva la cuchara con la
que está tomándose el postre y yo, tengo la sensación de que su voluptuosa boca promete cosas.
A continuación me muestro falsamente indiferente, quiero hacerme la dura. Noto que eso le
molesta hasta enfadarla y que a mí me divierte.Sé que cuando se enfada encoleriza y que su
agresividad encuentra liberación en el sexo. Me apetece cabrearla por completo así que
abandono la sala derrochando aires de superioridad.
Ahora sé que me buscará; es mía. Quiero que me busque.
Me dirijo a la habitación asignada para mi estancia en el internado y, antes de que haya
alcanzado la puerta, un grupo de cuatro chicas me retienen y empujan hacia algún lugar.
-¡Vamos, vas a recibir tu merecido! –advierten.
<<Deseo recibir mi merecido>>.
Se extiende un pasillo largo y oscuro, al fondo se divisa una luz tenue escapándose por la
ranura de una puerta.
-¡Camina, novata!
Obedezco, quiero obedecer.
Me sueltan.
Tomo el picaporte, abro la puerta y encuentro un despacho. Ella está esperándome allí.
Yo sonrío cínicamente, es mía.
El silencio se rompe y ella pregunta muy enfadada - ¿A ti qué te pasa?
-A mí no me pasa nada pero creo que a ti sí- contesto segura de mí misma.
Sus ojos miran fijamente, su respiración se entrecorta. Sé que anhela mi boca, se acerca
despacio.
Camina alrededor y pronto sitúa su cuerpo muy cerca del mío. La voluptuosidad de sus labios me
abruma.
<<Bésame ya, por favor>>, deseo en silencio.
Su boca se acerca a mis labios, sus manos empujan mi cuerpo hacia la mesa y lo sientan en ella.
Quiere cumplir las promesas que soñé.
Sostiene con ambas manos mi cabeza y me besa; placer. Lame; placer. Muerde; más placer. Las
fronteras languidecen. Su lengua cumple las promesas. Mi boca es suya.
Después sitúa la voluptuosidad en mi cuello. Besa, lame, muerde. Su lengua continúa
cumpliendo las promesas hasta hacer mi cuello suyo.
Cuando lo ha logrado, desnuda mi tronco y libera mis pechos. Lame y muerde con avidez. Me
gusta.
-¡Más! – le exijo.
De nuevo su lengua consigue cumplir las promesas. Mi tronco y mis pechos son suyos.
Alcanza mis muslos, sus manos se recrean en ellos. La falda tableada no estorba. El deseo arde,
quiero que su boca cumpla lo prometido. Ella se arrodilla, su lengua trabaja exigentemente.
-¡Un poco más!
Ella me regala todo lo que le pido; placer. Su boca alcanza las cotas prometidas. Mis muslos
son suyos.
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Ahora tengo la certeza de que no parará hasta conquistarme. ¡CONQUÍSTAME!
Las braguitas blancas que me protegían salen volando. Ella inspira y llena sus pulmones
colmando su sentido de perfume íntimo.
Uno de sus dedos se introduce en mi húmeda vagina. Me estoy rindiendo. El juego comienza,
sitúa el pulgar en mi clítoris y lo presiona provocando un placer infinito. A mí gusta tanto...Me
gusta demasiado. Voy a rendirme.
Su boca expulsa al dedo. Ella ordena cumplir promesas.
<< Sí, por favor >>.
Lame. ¡Ah! Succiona. ¡Ah! Muerde. ¡Sí, no pares! ¡Ah! Presiona con su lengua. ¡Así! El
momento se transforma en frenesí, el orgasmo se aproxima. -¡Ah! ¡Ah! Me rindo-. Me rindo.¡Síí! ¡Ah!- El sexo alcanza su plenitud, el orgasmo lo conquista todo, se convierte en todo.
La sonrisa cínica ya no se dibuja en mi cara. Su boca ha cumplido las promesas. Ahora soy
suya.
Recuerdo haber hablado en alguna ocasión sobre las fantasías homosexuales con Oliver, el
ex-novio de Lydia (mi ex-mejor amiga). Él me contó que estaba muy contento de haber
ampliado sus visiones eróticas con ellas. Incluso me confesó que había encontrado en su casa
una herramienta con mango fálico y redondeado que utilizaba cada vez que surgía en su
imaginación una fantasía homo. Se emocionó tanto comentando el asunto que me recomendó el
mango de una espátula para autocomplacerme.
Él es hetero pero me dijo que siempre había tenido la impresión de que Lydia cortó con él
porque pensaba que ese tipo de fantasías sólo podían darse en una mente homosexual. Y, por
supuesto, que Oliver se metiera el mango por el culo le pareció el colmo.
A él le ocurre lo mismo que a mí, no entiende por qué hay personas que no comprenden eso
de utilizar objetos para conseguir satisfacción sexual.
Creo que les sucede porque no observan el mundo. Fijémonos en algo que se nos escapa. ¿Acaso
este mundo en el vivimos no se reduce físicamente a la penetración? ¿Acaso no se trata
meramente de cosas que entran y salen?
Bolígrafos que entran y salen de sus tapas, flores que salen y entran en floreros, dinero que entra
y sale de los bancos para después entrar y salir de los monederos y de los bolsillos, pies que
entran y salen de zapatos, personas que salen de y entran a tiendas, casas, camas, coches,
edificios, piscinas... Agua que entra y sale de tuberías, cajones entrando y saliendo de sus
huecos, aire que sale y entra en los pulmones, comida que entra por la boca y sale por el ano,
bebés saliendo de úteros y muertos entrando en ataúdes... La enumeración es infinita, entonces...
¿Por qué preocuparnos
tanto de que alguien haga entrar y salir un objeto de su cuerpo? El mundo nace y se rige por una
ley; la de la penetración, todo es una metáfora viva y tangible de ella.
De cualquier modo Lydia siempre me ha parecido una reprimida, sólo hay que fijarse en la
cara de amargada que lleva.
Una vez reconoció que jamás se había masturbado. A mí no me entra en la cabeza que una
persona pueda vivir sin masturbarse, de hecho, yo nunca me fío de alguien que asegura que no se
masturba. Creo que es antinatural y un síntoma de que el organismo no le funciona
correctamente.
Aunque ahora que lo pienso... Cuando iba camino de cumplir quince años, estando en el
instituto, afirmé que no me masturbaba. Una gran mentira, claro.
Recuerdo que nos hallábamos en medio del tiempo de recreo, tras la clase de historia y antes
de la de francés y que, alrededor de un par de mesas, nos agrupamos unas cuantas chicas y
chicos de la clase que sin saber cómo ni por qué, comenzamos a hablar de sexo. Alguien, no me
acuerdo exactamente quién, hizo una propuesta; se formularía una pregunta y todos y todas, uno
a una, deberíamos contestar la verdad. Yo me animé a pronunciar la primera cuestión -¿Quién ha
pillado alguna vez a sus padres haciéndolo?
Las risas explotaron y cada uno relató su historia, fue muy divertido.
-¿Quién de los que estamos aquí lo ha hecho alguna vez?- preguntó otro.
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Después, entre comentarios jocosos, se sucedieron algunos interrogantes más hasta que
finalmente llegó la cuestión más atrevida e íntima: -¿Quién se ha masturbado alguna vez?
Todos los chicos contestaron yo sin ningún pudor, incluso varios de ellos contaron alguna que
otra historia memorable sobre pajas en solitario y en grupo.
Luego llegó el turno de las chicas; por supuesto todas contestamos que no practicábamos la
masturbación pero los chicos no nos creyeron y se quedaron un poco mosqueados.
Nunca he sabido si las demás mintieron, imagino que sí, yo desde luego lo hice. Tampoco
conozco los motivos que las llevaron a ello aun que sí conozco los míos.
Yo mentí porque sabía que el mito estaba encerrado en sus cabezas, tanto en las de ellos como en
las de ellas. Admitámoslo, ese ejercicio se tiene como algo muy normal en el caso de los chicos
pero no en el de las chicas;
pensé que me llamarían guarra, y supe que no podrían ni estarían
dispuestos a entender. Eran unos niñatos, se escandalizarían y procurarían hacerme sentir
culpable.
Sabía que lo mirarían como un acto extraordinario y lo pregonarían a los cuatro vientos para
convertirme en objeto de burla. Me avergonzarían.
A nadie le gusta que ridiculicen sus pensamientos, sus actos o sus sentimientos. Por eso mentí, y
por eso imagino que ellas mintieron también.
Pero ya no importa, el tiempo pasó y ahora las cosas han cambiado. Los años te conceden
seguridad y creo que actualmente casi nada ni nadie pueden conseguir que me avergüence. Es
fantástico, ya no miento.
En una conversación muy privada y personal, Lydia también me contó que Oliver tiene una
buena polla, y una BUENA POLLA es justo lo que yo necesito.
Él, al igual que Luis, es de las pocas personas que conozco con las que puedes hablar clara y
sinceramente de cualquier detalle relacionado con el sexo. Ellos no tienen la cabeza contaminada
de prejuicios.
Oliver no es de los que se escandalizan por tonterías, es abierto y discreto. Le gusta escuchar y
sabe escuchar, también sabe expresarse. Él es muy respetuoso con cualquier cosa que aparece en
su mente o en la de cualquier otra persona. Vamos, que no es la clase de persona que te toma por
una loca a la primera de cambio.
Le gusta aprender y enseñar, y no es como esos imbéciles que piensan que es algo raro que las
mujeres se masturben. No tiene el estúpido mito del que hablaba Luis insertado en el cerebro (yo
tampoco lo tengo). Oliver es estupendo, y para colmo Lydia dijo que la tiene grande .
DEBERÍA FOLLAR CON OLIVER.
Nunca se lo he confesado pero, en más de una ocasión, han aparecido en mi cabeza fantasías
sexuales que tienen que ver con él.
Hace aproximadamente dos años, Luis, Mara, Isabel, Oliver, Lydia y yo pasamos unas
vacaciones de verano alojados en una casa rural.
Durante la estancia, todas las noches justo antes de dormirme, tenía la misma fantasía. Esa
fantasía mostraba una escena en la que ya había entrado la madrugada y todos dormíamos. En
medio de ella yo me despertaba sintiendo mucha sed y me levantaba para ir a la cocina en busca
de agua fresca. Allí, con el vaso en la mano dispuesta a beber, notaba como alguien se situaba
detras de mí y me acariciaba las caderas. Yo, asustada, me giraba instintivamente y me
encontraba cara a cara con Oliver.
-¡Oliver! – exclamaba sorprendida.
-Ssshh- me pedía él con el índice en los labios.
Seguidamente, sin ningún reparo, tocaba mi cuerpo y yo me excitaba deseando que continuase
pero, de repente, veía a su novia, mi amiga Lydia, en mi cerebro y me sentía culpable por lo que
estaba sucediendo.
-¿Y Lydia? – susurraba.
-Lydia no importa ahora- replicaba él.
Era cierto, ¿a quién le importaba Lydia si yo estaba tan caliente? Sí, era una amiga pero
repito: yo estaba TAN CALIENTE...
22
Después Oliver tomaba mi mano y me conducía a una casita colindante que en otro tiempo
debía haber sido un lugar en donde se guardaban los utensilios de labranza.
Al abrir la puerta sólo encontrábamos una butaca y una vela encendida.
Él, tomando asiento en la butaca, decía: -Tienes que hacer que se ponga tiesa sin tocarme-. Y
como sabía que yo me sentía muy excitada y que deseaba ansiosamente que me la metiese,
amenazaba -No voy a follarte hasta que me la pongas dura sin contacto.
Entonces yo me situaba frente a él y a la luz de la vela empezaba a contonearme y a acariciar mi
cuerpo al son de una música inexistente.
Me movía con toda la insinuación que aquella melodía inspiraba; lamía y mordía mis labios,
separaba las piernas y acariciaba el interior de mis muslos, lentamente me desprendía del pijama
de verano hasta alcanzar el desnudo y humedecía con la lengua uno de mis dedos para
conducirlo hasta los pezones. Una vez situada lo más cerca que las fronteras de su orden me
consentían, le ofrecía mi cuerpo vestido de sexo.
Cuanto más evidente se hacía su excitación, mayor era el ardor que se desarrollaba dentro de
mí con lo que, instintivamente, la vagina me reclamaba el dedo anular y yo lo introducía.
Mientras, Oliver ponía al descubierto su polla tensada con energía sexual dando como resultado
un paisaje fascinante.
-¡Acércate y ponte de rodillas!- exigía.
Yo obedecía sumisa. Sus manos controlaban mi cabeza y su voz mi voluntad.
-¡Abre la boca!
Y la boca escondía su polla. Mi lengua recorría toda su extensión y mis labios besaban y
succionaban la corona ardiente.
-¡Más!
Él quería más y yo deseaba más. De nuevo le regalaba poderosas succiones. Un
par
de
minutos después, Oliver la sacaba de mi boca y la colocaba entre mis tetas.
-¡Vamos, haz que me corra!
Yo continuaba aplicándome en mi labor.
-¡Ah!, ¡Ah!, ¡Sigue!- Ya no lograba soportar tanto placer concentrado. -¡Ah!, ¡Ah!- Sus
gemidos me excitaban, yo también iba a tener un orgasmo. -¡Ah!, ¡Más!, ¡Más!, ¡Oh!
Al final llegaba la explosión; el semen bañaba mis senos y mi coño goteaba lubricante.
Esta fantasía era ideal para masturbarse y relajarse antes de dormir.
Algunas mañanas, alguien de los que habitábamos
la casa rural, me preguntaba -¿Cómo
puedes dormir tan profundamente con el calor que hace?
Yo solía reírme y no contestar, especialmente si la pregunta venía de Oliver o Lydia, ja, ja, ja...
Porque debo ser sincera, es mejor que no siga negándolo, hacerlo resultaría absurdo; sí, lo
admito, siempre me sentí atraída por Oliver. Yo me repetía obstinadamente << ¡Es el novio de
una amiga!>> pero supongo que utilizaba esta idea para culpabilizarme, para no obsesionarme
con la atracción que me provocaba. De nada importaron todos mis intentos, y lo peor fue que esa
atracción aumentó cuando tuve la certeza de que Oliver satisfacía sexualmente a Lydia pero
Lydia a Oliver no.
Me di cuenta gracias a ciertos comentarios que él realizaba cuando surgía entre nosotros una
charla íntima.
Por el contrario, cuando afloraban conversaciones con matices sexuales entre Lydia y yo, ella
sonreía mucho al hablar en ese aspecto de él.
Yo la envidiaba mientras escuchaba y continúo envidiándola al recordar sus confesiones porque,
para mi desgracia, jamás he estado con un tío que me satisfaga psicológica o sexualmente.
Supongo que en cierto modo Oliver siempre ha sido un amor platónico. Porque poseo una
extraña tendencia natural para lo de los amores idealizados.
En mi antiguo empleo me encapriché platónicamente, en dos etapas diferentes, de un par de
tíos casados: José Manuel y Francisco.
Me parecían los hombres perfectos para convertirse en amantes porque en su situación, yo
supuse que no querrían complicar las cosas más allá del sexo.
23
Además, físicamente estaban dotados de todo lo que exijo a ese nivel y personalmente... Bueno,
la verdad es que apenas llegué a hablar con ellos, me refiero de forma oral
porque lo que se
dice visual... El asunto era muy distinto; comunicación constante y eléctrica a través de las
miradas.
Aquella situación despertaba en mí un deseo exquisito y noté que a ellos les sucedía lo mismo.
Rememoro esas dos etapas como fantásticamente morbosas y oníricamente húmedas.
Oníricamente húmedas porque en aquella época me encontraba ocupadísima con el trabajo en la
oficina por las mañanas y con las clases por las tardes. El tiempo no me daba para más así que
por las noches, mientras dormía, mi inconsciente recurría a los sueños húmedos para satisfacer
las necesidades sexuales que sentía y a las que no lograba dar rienda suelta en la vida real.
Muchas madrugadas despertaba a causa del desenfrenado movimiento pélvico que los sueños
sexuales me provocaban. Se dieron mañanas en las que al abrir los ojos me encontré con las
piernas abiertas y las bragas mojadas.
Los orgasmos eran intensos y sensacionales gracias a las noches repletas de inconsciente
carnalidad. Aún hoy mi mente consigue evocar las imágenes y las sensaciones que tenían lugar
en los sueños.
Recuerdo que los que me hacían despertar moviendo la pelvis tenían como escenario el
interior de un coche, el de José Manuel o el de Francisco, según la etapa, en el que follábamos
después del trabajo.
El coche podía encontrarse estacionado en el aparcamiento de un centro comercial o en el del
edificio de nuestras oficinas, incluso en algún lugar en medio de la nada. Sólo necesitábamos un
poco de soledad y que él reclinara el asiento. Yo le follaba hasta la extenuación o hasta
despertarme, según se mire.
Los otros, esos que hacían que me encontrará por las mañanas con las piernas abiertas y las
bragas húmedas, podían representarse en cualquier rincón de la oficina
que en ese momento estuviera vacío.
Sucedía sin premeditación, nos encontrábamos por casualidad y nos mirábamos instintivamente,
después él se acercaba a mí y situándome contra la pared me follaba como un animal. La idea de
que repentinamente nos sorprendieran en plena faena lo hacía aún más excitante.
El contexto era perfecto, todo predisponía a imaginar y yo llegué a ilusionarme con la idea de
que, por fin, un rollito saldría adelante.
Lo malo fue que durante unos meses estupendos de miradas y sonrisas de ensueño, ellos, no me
explico cómo, se terminaron enamorando de mí y yo, por supuesto, corté con los tanteos de
forma inmediata porque no me interesaba ni me interesa para nada el amor.
El primero, José Manuel, logró hacerme saber que estaba enamorado, a parte de con su
comportamiento, mediante una frase simple y directa justo a la salida de la
oficina. -Estoy enamorado de ti.
Y el segundo, Francisco, me dejó bajo el teclado del ordenador un sobre cerrado que contenía
una nota en la que podía leerse: NO PUEDO EVITAR PENSAR EN TI, ESTOY
ENAMORADO.
¡Joder!, ¡yo sólo quería follar! ¡¿Por qué tuvieron que estropearlo todo con cursiladas?! ¡Creí
que ellos querían lo mismo; enrollarnos y nada más!
Con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que quizás ellos pensaron que
diciéndome eso lo tendrían más fácil para acostarse conmigo pero, ya ves, en mi mundo esas
palabras sólo dificultan las cosas.
Desde que abandoné aquel trabajo y las clases finalizaron, todo ha cambiado.
Como ahora tengo un vibrador y más tiempo para fantasear, los sueños húmedos aparecen con
menor frecuencia.
Aún así las fantasías siguen acompañándome siempre que lo deseo porque, afortunadamente,
ellas nunca terminan, son tan infinitas como la capacidad de creación que una persona pueda
tener.
24
Recuerdo que una vez intenté engañarme a mí misma, en una ocasión pensé: <<Quizás algún
día consiga una buena polla para meterme y todo esto acabe: la insatisfacción frustrante, los
deseos sensuales, las visiones eróticas, la carnalidad que una es capaz de autoproporcionarse, el
imperialismo de una vagina anhelante…Quizás algún día la historia cambie y mis palabras
queden catalogadas dentro de un título antónimo que informe:
CONFESIONES DE UNA VAGINA SATISFECHA
¡Qué estúpida! Divagué, se dio un momento en el que creí de verdad que esto podría acabar.
Es más, llegué a pensar que consiguiendo su fin me sentiría mejor. También recuerdo que un
rato después reflexione profunda y sinceramente sobre el tema y las preguntas se abalanzaron
sobre mí irguiéndose críticas: ¿realmente deseas que eso deje de ocurrir? Si la respuesta es
afirmativa dime por qué. ¿Acaso no disfrutas imaginando? ¿Es el placer algo de lo que desees
librarte? ¿De verdad piensas que podrías deshacerte de todo lo que hay encerrado dentro de ti? Y
la cuestión más importante: ¿quieres y necesitas auténticamente que las fantasías y la masturbación
terminen?
Las dudas se tornaron amenazantes. Rápidamente exclamé en voz alta -¡NO!- y fue entonces
cuando vi algo que jamás había logrado: no se trataba de deshacerse de una clase de satisfacción
para sustituirla por otra. Se trataba y se trata de que no sólo ambiciono el placer que yo pueda
concederme sino también el que otros puedan proporcionarme.
Así pues y gracias a este descubrimiento certero fue como conseguí entender a mi vagina
insatisfecha y a sus ansias impertinentes de encontrar una buena polla.
Eso sí, que quede bien claro que haber llegado a entenderla no implica haber conseguido que se
calme, motivo por el cual decidí comprar el vibrador que me ayudase a consolar mi esclavizante
desconsuelo.
Por cierto, que tanto hablar de este asunto ha incrementado el ya de por sí continúo apetito
sexual que sufro así que, me retiro por el momento para ponerme a fantasear un ratito y saludar a
mi polla motorizada, porque hace tres horas que no sé nada de ella y ya la estoy echando de
menos.
Pero... Oh, oh. ¡Se me había olvidado! Una pregunta; y después de confesar todo esto...
¡¿Cómo coño le cuento yo ahora a mi sobrina que he follado menos que ella y que en realidad no
puedo aclararle ninguna de sus dudas sobre ser virgen a pesar de tener la cabeza llena de
obscenidad?!
Quedé en llamarla. Uups.
25
del amor al odio
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-¡Le odio! ¡Le odio! ¡Le odio!
Beatriz pensó que a Malena iba a darle un ataque de nervios antes de que llegaran a la terraza
del bar.
-¡Tranquilízate, por favor!- le pidió.
-¡Es un maldito hijo de puta! ¡Espero que a partir de ahora la vida le vaya fatal y arda en el
infierno!- sentenció Malena tomando asiento.
-Pero, ¿se puede saber qué coño ha pasado?- preguntó Beatriz sentándose también e
ignorando por completo al grupo masculino que las miraba con obscena avidez desde una mesa
cercana.
-¡Mira, Bea! Tú siempre has estado de su lado pero aquí, ¡la víctima soy yo!
-¡Pídete una tila! ¡Pídete una tila porque estás insoportable! Además, yo no estoy del lado de
nadie. Lo único que te estoy pidiendo es que me cuentes lo que ha pasado y qué es lo que te ha
dicho para que te alteres tanto.
La camarera llegó y al notar la tensión en la mesa 4, no supo que cara poner.
-Buenas tardes, ¿qué van a tomar, señoritas?
Beatriz echó un vistazo a Malena que se hallaba cabizbaja mirando al suelo con el ceño
fruncido y siendo presa de una tempestad de odio mental que la impedía pronunciar algo más
que no fueran insultos contra Mario.
-Para mí, un granizado de limón y para ella, una tila.
La camarera tomó nota y se marchó.
Beatriz suspiró mirando de nuevo a su amiga y preguntándose qué hacía otra vez esa historia
de mierda apareciendo en una tarde radiante y estupenda.
<<¡Ah, sí! A veces se me olvida que es mi amiga, ¡y desde el instituto!>> dijo para sí misma.
A Beatriz se le olvidaba que Malena y ella eran amigas cada vez que Malena se ponía
excesivamente neurótica y pesada.
-¿Me lo cuentas o qué?- pidió con resignación.
-La escena ha tenido lugar de la forma más sencilla- comenzó a explicar con voz estridente y
nerviosa la alterada chica. -Ha venido a por sus cajas y me ha preguntado: “¿estás bien?”
¡¿Cómo leches se atreve a preguntarme que si estoy bien?!
<<Si no te lo hubiera preguntado te estarías quejando justo de lo contrario>> pensó Beatriz
sin querer decir nada para no echar más leña al fuego.
-Yo he empezado a gritarle ofendida por la pregunta y ni siquiera me ha dejado terminar, ha
cogido sus cosas y se ha marchado. ¿Pero se ha ido sin más? ¡No! Antes de marcharse me ha
dado un beso y ha dicho: “Espero que todo te vaya bien”. ¡El muy cínico!
Pues yo no espero que le vaya bien. Yo lo que quiero es que se pase el resto de la vida
mordiendo el polvo. ¡Le odio! ¡Le odio! ¡Le odio!
La camarera regresó y sirvió el granizado y la tila.
Alrededor todo era luz y alegre alboroto. Beatriz adoraba el ambiente que reinaba por las
tardes en las cercanías de la calle Doctor Drumen.
-La otra vez también dijiste que le odiabas y después de tres meses, volvistéis a estar juntos.
-¡No me lo recuerdes! ¡En qué hora! Te aseguro que esta vez es la definitiva.
Bea sabía muy bien que ella tenía razón y que esta vez se encontraba ante el fin de la historia
entre Malena y Mario.
Hacía exactamente una semana que había hablado por última vez con él y se había dado
cuenta de que, en esta ocasión, no iba a haber marcha atrás.
27
La situación era irrevocable y a Bea le parecía lo más apropiado y positivo para ambos. Se
alegraba de que por fin uno de los dos hubiera sido honesto y realista.
-Admítelo, la relación entre Mario y tú nunca ha tenido futuro. No eráis compatibles en
absoluto y lo sabes de sobra. Además, no sé porque te pones de esta forma si los dos habéis
tomado la decisión de dejarlo.
Malena se sintió indignada -¿Pero no entiendes su escenita? ¿Un beso y espero que te vaya bien?
¡¿Espero que te vaya bien?! ¡¿No te das cuenta de su cinismo y sus mentiras?!
-La que no entiende nada eres tú. Simplemente se ha tratado de una despedida y no creo que
haya mentido. Sabe que estás jodida y como él se siente bien, te desea lo mejor. Él no te odia ni
nada por el estilo, es más, siente cariño hacía ti a pesar de todo lo que ha ocurrido entre vosotros.
No eres capaz de entender que hay personas que prefieren terminar sus relaciones civilizadamente
antes de que las cosas se compliquen demasiado y el odio acabe irrumpiendo. Tú le odias, y como no
te está dando lo que le estás pidiendo, o sea odio, te pones histérica.
-Él nunca me ha dado lo que yo necesitaba- replicó con voz hosca Malena.
-¡Cierto! Y aunque supiste muy pronto que jamás lo haría, te empeñaste en seguir con la
relación cuando lo que deberías haber hecho era dejarle en el momento en que te diste cuenta de
que la historia no iba a funcionar.
-Eso fue porque pensé que las cosas podían cambiar.
-Sí, pero no cambiaron por mucho que lo intentastéis. Además, tú tampoco le diste lo que él
necesitaba.
-¡Eso! ¡Ponte de su parte, di que sí! ¡Ponte de su parte!- se agitó aún más Malena.
-¡Y dale!- se quejó Bea. -¡No me estoy poniendo de parte de nadie! Sólo te estoy contando
lo que tú ya sabes y has sabido siempre pero nunca has tenido el valor de admitir.
Beatriz estaba empezando a contagiarse del nerviosismo de su amiga y sintió que se fallaba a
sí misma. <<A veces me saca de quicio. ¡Odio a las personas que no pueden ser sinceras consigo
mismas!>> pensó dando varios sorbos al granizado de limón que ya empezaba a derretirse.
Las dos permanecieron en silencio unos momentos que Bea aprovechó para respirar hondo,
mirar el nuevo cartel del Museo Reina Sofía en el que se anunciaba una exposición temporal
sobre la obra de Oteíza y para tomar nuevas fuerzas intuyendo las próximas embestidas que
estaba segura llegarían pronto.
Observando el rítmico sube y baja de los ascensores del museo, recordó que una tarde de
sábado en la que había ido a visitar con Rafa la exposición sobre Litchtenstein, Malena le había
presentado a Mario.
Desde el principio él le había caído bien y se había alegrado del inicio de la relación con Malena
pero después, tras unos meses en los que había podido conocerle un poco mejor, se había dado
cuenta de que el romance no duraría mucho.
Bea se percató de que se trataba de una persona que, al igual que su amiga, tenía pánico a la
soledad y que también, al igual que a Malena, le valía cualquiera que se cruzase en su camino y
estuviera dispuesto a mantener una relación, aunque fuese tormentosa.
Beatriz entristecía siempre que pensaba en eso; en el miedo a la soledad que se daba en
muchas personas que había conocido. Al mismo tiempo y paradójicamente, también hacía que se
sintiera orgullosa y satisfecha por no tenerlo. Sabía que esa era una gran base de cara a una
relación auténtica consigo misma o con otra persona. <<Esta base ayuda a no caer en relaciones
conformistas de mierda y dependencia. En la soledad empieza la verdad con una misma>>
pensaba cada vez que veía alguna situación que ella catalogaba como relación basura.
El temor que ella sentía era de índole contraria; no tenía miedo a estar sola, a lo que tenía
verdadero pánico era a mantener una relación que no mereciese la pena.
-Bueno, y si yo no le daba lo que necesitaba... ¿Por qué no me dejó, eh? ¡¿Por qué no me
dejó?
La paz había terminado, Malena volvía a la carga.
-Exactamente por el mismo motivo por el que tú no le dejaste a él. Porque estaba cagado ante
la idea de quedarse solo de nuevo.
-¿Y ahora qué? ¿Por qué se ha atrevido a dar el paso en este momento?
28
-Vamos a ver, es muy sencillo- Bea comenzó a hablar de nuevo intentando mantener la calma.
-Vuestra historia ha durado, para asombro de todos, un año. Los primeros tres meses os fue
bastante bien porque os gustabáis y apenas os conocíais- <<De ahí que os gustaséis>> pensó. -A
partir de ese momento empezaron a surgir los primeros problemas agravados por el comienzo de
la convivencia. Llegó un punto en el que no soportastéis las continuas discusiones y hartos, en
medio de una de ellas, rompistéis. Justo ahí, es donde debería haber terminado definitivamente lo
vuestro. Pero, ¿qué ocurrió? Que en los dos meses posteriores a vuestra ruptura no encontrastéis a
nadie para que os suplantara y como ambos preferís, consciente o inconscientemente, tener una
relación basura a estar solos, os volvistéis a unir.
Os engañastéis creyendo que con esta nueva oportunidad las cosas serían distintas porque ya os
conocíais algo más y pensastéis que todo podría cambiar; pero no cambió nada.
Habéis pasado otros cuatro meses de mierda hasta que él, ¡por fin!, se ha dado cuenta de la
situación, ha sido sincero consigo mismo y contigo y ha decidido que prefiere dejarlo y estar solo
el tiempo que necesite, antes que seguir en este infierno a tu lado.
¡Joder, deberías estar contenta de librarte de eso!- Bea perdió la calma de nuevo.
-¡Pues, joder, tú deberías ser psicóloga porque siempre lo estás analizando todo y la vida te
va de puta madre!
-¡Genial! Me pides la verdad, me pides opinión y cuando la escuchas no quieres saberla. ¡Pues
que te den!- Nerviosa, Bea le dio un fuerte sorbo a lo que le quedaba de granizado.
-Además, no me va constantemente bien, yo también tengo mis problemas, sabes. Lo que pasa
es que siempre que quedamos hablamos sólo de los tuyos-.
-Pues yo nunca te oigo quejarte de tus historias amorosas- protestó Malena.
-Eso es porque yo las quejas se las expongo a la persona que tiene que ver directamente con
ellas, no mantengo el silencio delante de su cara y después voy dando la coña y pagando los
problemas de la relación con los demás- replicó muy enfadada Beatriz dando paso a un silencio
que contrastaba con los sonidos que llenaban las proximidades de la calle Doctor Drumen.
-¿Por qué tu nunca odias a tus ex?- inquirió Malena repentinamente.
A Bea le pareció una gran pregunta. Cerrando los ojos y respirando profundamente, pensó un
instante.
-Quizás sea porque yo nunca he intentado forzar lo que no podía ser. Parto de la creencia de
que todas las relaciones tarde o temprano se acaban y de que el soñado amor eterno es una
utopía.
Hay uniones que duran días, semanas, varios meses... Las hay que duran tres años, diez... pero
todas, antes o después, finalizan.
Antiguamente, las personas seguían emparejadas, fueran cuales fuesen las circunstancias, y
acababan aburridas y amargadas de por vida porque era lo lógico, la tradición y porque no se
aspiraba a mucho más.
Ahora, en nuestro tiempo, quienes tratan de seguir con una relación acabada ya sea por miedo a
la soledad, por motivos económicos, etc, están abocados al odio.
Cuando el fin se presenta, tienes que estar dispuesta a asumirlo. Si no lo haces, fuerzas las
circunstancias y acabas odiando por toda la frustración que genera la situación indeseada.
Yo siempre he sabido aceptar el fin cuando ha llegado.
-Sabes, -comentó Malena con mucho sosiego -yo al principio amé de verdad a Mario.
-Lo sé-. Beatriz sabía que su amiga sentía unas pasiones tan intempestivas como ella misma.
Bip-bip-bip. En ese momento ambas se sobresaltaron porque sonó un teléfono móvil.
-¡Es el mío!- dijo Bea- ¡Hoolaa!- saludó a su interlocutor con voz melosa. – Estamos en la
plaza del Reina Sofía tomando algo. Sí. Sí. ¿Vienes? Vale, hasta ahora-. Bea colgó. -Es Rafa,
viene a buscarme.
Con desaliento Malena preguntó -¿Qué tal os va?
-Fenomenal- contestó su amiga con una amplia sonrisa.
-Bueno, pues yo me marcho- anunció Malena levantándose con nerviosismo. –He quedado a las
nueve con mi amiga Patricia para contarle toda la historia.
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-¡¿Otra vez vuelves a lo mismo?!- preguntó horrorizada Bea.
-¡Sí! ¡Sí! Es que hablar de esto me libera de la tensión que me produce odiarle.
Porque le odio, sabes. ¡LE ODIO!
-Sí, chata. Me ha quedado muy claro. Ya nos veremos- dijo Bea sin fuerzas mientras su
amiga, el odio y el nulo efecto de la tila se iban a paso ligero.
Cansada de tanta tensión, miró su reloj y después a su alrededor; todo seguía irradiando
energía. Verdaderamente adoraba aquel rincón de Madrid.
De repente, alguien le tapó los ojos y sonriendo ella dijo
-¡Hola, amor!
Era Rafa. -¿Te encanta este lugar, verdad?- preguntó retóricamente mientras tomaba asiento.
-Sí, tanto como tú- contestó Bea acercándose para besarle.
Rafa llamó a la camarera y Bea y él pidieron lo mismo. Después ella, fijando la mirada en los
ojos de su novio, le sonrió.
Estaba realmente fascinada con él. Rafa le devolvió una sonrisa similar y dijo algo gracioso para
iniciar una larga y amena conversación que duró horas.
En el transcurso, la imagen alterada de Malena apareció varias veces en la mente de Beatriz
que, observando a Rafa, se preguntó si alguna vez sería capaz de odiar a alguien a quien ahora
estaba amando tanto.
<<No, seguro que no>> se dijo en silencio.
30
algo Más
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(2:20. Pensamientos de madrugada.)
No pretendo dármelas de especial cuando afirmo que yo no soy como ninguna mujer ni como
ningún hombre que hayas conocido. Tampoco intento resultar transgresora o hacerme la
interesante si te cuento que leo con asiduidad textos de Sartre, que paso la mayoría de las noches
escribiendo pensamientos mientras escucho música griega o jazz, que fumo en pipa, que no le
dedico a la televisión más de dos horas a la semana, que El Quijote me parece uno de los mayores
tostones jamás escritos, que la gente que compra ropa de marca junto con los que consagran su
vida a la religión me parecen una panda de gilipollas sin personalidad carentes de ideas propias,
que mi expresión favorita cuando me cabreo con alguien es ¡cómeme el coño cuando me venga la
regla! o que me hago pajas pensando en cualquiera que no sea mi novio porque mi novio no me
da ningún morbo. ¡Perdón! ¿He dicho mi novio?
Bueno, en realidad ya no lo es puesto que esta mañana le he dejado.
-Mira, no sé si habrás notado que últimamente me siento muy incómoda con la relación y
prefiero dejar lo nuestro ahora antes de que las cosas empeoren y que entonces no podamos ni
pronunciar un hola cuando nos encontremos.
Me gusta ser tu amiga pero no quiero seguir siendo tu novia.
-Me lo temía. Vale- ha comentado él con una extraña expresión en su rostro tras escucharme
anunciar la ruptura.
No me ha pedido explicaciones y yo no se las he dado. La tensión del momento resultaba
demasiado extrema como para hablar o escuchar. Simplemente nos hemos dicho adiós y al
marcharnos, nerviosos, hemos tomado direcciones opuestas.
Sé con seguridad que no será mañana pero, tarde o temprano, él demandará su derecho a
conocer los motivos que me han empujado a tomar esta decisión y yo tendré que dárselos, lo cual
no supondrá ningún problema porque los conozco de sobra.
Ayer Dani también quiso que se los presentara.
-¿Me puedes explicar por qué vas a dejar a un tío inteligente, bueno, con tantas pelas, un
cochazo y que te hace tantos regalos?
-Porque no es tan inteligente como tú piensas; porque de ser tan bueno resulta tonto y aburrido;
porque a mí lo de las pelas me da igual dado que gano mi propio dinero; porque su cochazo me
suda el coño ya que me encanta andar, montar en bici y si quisiera un coche lo compraría; porque
sus regalos son joyas cuando sabe de sobra que lo que más me agrada son los discos, libros, pelis
de cine independiente, velas aromáticas, dulces y viajes; porque si me quedara con él por interés
me sentiría como una fulana de tres al cuarto; y porque no me da ningún morbo.
¡¿TE PARECEN POCOS MOTIVOS PARA DEJARLE?!
Por supuesto Dani, evaluando desde el lado en que más se fija, no entendió nada de la exposición
que yo acababa de realizar.
-Pero...
-¡Pero nada, tío! Está muy claro que él y yo no tenemos un auténtico transfondo común.
-Cualquier tía estaría loca por pillar algo así- apuntó él todavía incrédulo.
-¡Qué pesado! Primero: sabes de sobra que yo no soy
ni como cualquier tía, ni como
cualquier tío, NI COMO NADIE. Y segundo: te aseguro que pasado un tiempo, viviendo lo que
yo he vivido, también acabarían dejándole presas del aburrimiento más hastiante y hartas de
padecer importantes carencias conyugales.
-Y si es tan nulo, ¿por qué empezaste a salir con él?- quiso saber mi amigo.
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-Porque prometía- expliqué yo. -Pero con el transcurso de los meses me he dado cuenta de
muchas cosas, además la relación se ha convertido en un absoluto fiasco.
¡Joder, pero si ni siquiera conseguimos ya mantener una conversación que dure más de tres
minutos! No tenemos nada que decirnos. ¡Es como salir con un muerto!
-Pues en los comienzos no opinabas lo mismo- apuntó Dani.
-Bueno, es que al principio, cuando le conocí y charlamos sobre nuestros gustos, me pareció
que teníamos un montón de inquietudes comunes que podían ser capaces de unirnos. Ahí estaba
Anne Rice, Sartre, las novelas Shangai Baby y La conjura de los necios, Billie Holliday, Bob
Dylan, The White Stripes... Pollock, Warhol, el cine de Allen... No sé, automáticamente creí que
tenía la actitud; MI ACTITUD y la filosofía de vida; MI FILOSOFÍA DE VIDA y por supuesto
me gustó, me pareció una persona interesante. Pero, tras la emoción del momento inicial,
descubrí que él estaba cerca de todo eso sin más, sin reflejo, sin creer, sin sentirlo, SIN ALMA...
Y, claro está, llego la gran decepción.
-Joder, Sil. ¿Por qué lo complicas todo?- me preguntó Dani cansado.
-En realidad son tus baratas y banales excusas las que lo complican. Voy a dejarle y punto,
me da igual si lo entiendes o no. Sólo quería informarte.
-¿Y así de repente?
-No tan de repente, créeme.
Es cierto, lo que ocurrió es que no le conté a Dani el argumento al completo. Y no lo hice
porque él, muy a mi pesar, roza el convencionalismo y no hubiera entendido esa parte de la
historia puesto que va camino de convertirse en lo que yo tengo tanto miedo de convertirme, es
decir; en una cucaracha.
Dani no sabe que en realidad comencé a dejar a Sergio hace cosa de dos meses, justamente
tras aquella semana en la que fuimos a conocer el nuevo piso de su hermana y su cuñado en
Valencia.
Ellos no iban a acompañarnos durante nuestra estancia allí porque estaban de vacaciones en
Praga así que, esos días resultaron una oportunidad de auténtica convivencia entre Sergio y yo.
No es que las cosas durante la estancia en Valencia salieran mal pero... ¡¡¿PERO CÓMO COÑO
PUDO PREGUNTARME AQUELLO?!!
Aún me quedó sin aliento y me pongo nerviosa cuando recuerdo la escena.
Nos encontrábamos en la preciosa habitación de paredes amarillas en la que habíamos
dormido (sólo dormido). Yo me disponía a meter en la mochila un par de objetos personales que
quedaban fuera y sin que me diese cuenta, Sergio se acercó a mí por detrás, me abrazó, me besó
en la nuca y con dulzura me preguntó -¿Te gustaría que viviéramos juntos en un pisito como
este?
A mí se me cayó el mundo encima, se me cortó la respiración y se me heló la sangre al escuchar
aquello.
Ni si quiera fui capaz de articular una palabra, supuse que él sólo sería capaz de contestase dado que
sabía la respuesta: NO.
¡JODER,! ¡¿PERO CÓMO COJONES PUDO PREGUNTARME ESO?!
¡¿Cuántas veces le había explicado a Sergio mis teorías sobre lo fatal que resulta la
convivencia para el amor?! ¿Cuántas veces le había asegurado que es el camino más rápido para
aburrirse y acabar con la relación?!
¡¿Cuántas veces me había oído decir que 32 años no es edad suficiente para llevar una vida de
adultos viejos?!
¡¿En cuántas ocasiones le había hecho ver que no soy como todo el mundo, que no pienso
como todo el mundo, que no aspiro a lo que todo el mundo, que no estoy de acuerdo con todo el
mundo y QUE NO QUIERO CONVERTIRME EN UNA CUCARACHA?!
Él mismo me había comentado en muchas oportunidades que no me parecía a nadie que
hubiera conocido antes y que no tenía nada que ver con el resto de chicas con las que había salido.
Por eso aún no me explico como tuvo el valor de preguntarlo.
En cuanto recobré la actividad pulmonar, supe que tenía que dejarle lo antes posible. Aquella
acojonante cuestión me ayudó a confirmar lo que ya prácticamente sabía con respecto a nosotros,
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es decir; que tener gustos afines, en nuestro caso, no implicaba tener personalidades y ambiciones
de vida comunes, que Sergio creía que yo era capaz de practicar lo mismo que él, o sea; dar la
imagen de ser diferente sin tener la actitud interior verdadera, y que no había entendido nada de lo
que le había contado sobre el máximo temor existente en mí; menciónese de nuevo la conversión
al cucarachismo.
Hace un tiempo, Dani, a la luz de un par de velas aromáticas y acompañados del leve rumor de
un disco de Miles Davis, me preguntó en una de nuestras alcoholizadas madrugadas bohemias qué
era eso de convertirse en una cucaracha.
-¿Tiene algo que ver con La metamorfosis de Kafka?
-¡¿La metamorfosis de Kafka?! Ja, ja, ja. Espero que hayas hecho esa pregunta porque estás
borracho- le repliqué yo aún más ebria. –No, no... En realidad tiene que ver con el hecho de salir
con un nene o una nena como con la que tú sales y rendirse.
-¡Explícame eso, bellaca!- exigió tras darle un nuevo sorbo a la botella.
-Es muy sencillo, joder. ¿No te acuerdas de ese anuncio de la tele?
-Tú no ves la tele- comentó.
-¡Calla, coño! La veo de vez en cuando. Además, el anuncio del que te hablo es antiguo, de cuando
éramos pequeños. Tienes que recordarlo porque era muy contundente. Decía algo así como... Las
cucarachas nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Dani no me dejó continuar. -¡Ah, sí! Cucal, las mata bien muertas- recordó mi amigo el
eslogan.
-¡Exacto!- balbucí emocionada. –Pues yo quiero convertirme en el Cucal, no en la cucaracha.
-Sigo sin entender- me informó con una mueca etílica.
Con mucha resolución, a pesar de mi estado, yo me dispuse a continuar explicándole mi teoría
sirviéndome otro cubatita.
-Mira, tío. Lo que intento decirte es que tienes que aspirar a ser el insecticida porque de lo
contrario la vida se te escapa y lo único que habrás hecho con ella será lo mismo que hacen las
cucarachas y el resto de animales: nacer, crecer, reproducirte y morir.
-¿Y qué más quieres hacer?- preguntó Dani algo confuso tras escuchar mi argumento.
-¡¿Me preguntas qué más quiero hacer?!- alcé la voz indignada. -¡¿En serio la vida se reduce a
eso?! ¡¡PUES VAYA MIERDA!!
-Joder, tía. Entre esos cuatro pasos suceden cosas.
-¿Suceden cosas? ¡Venga ya!- exclamé disconforme. -¡¿Qué cosas?! ¿Labrarse un futuro, una
hipoteca, conocer a sus padres, el dolor del parto, el coche familiar, cuernos, vacaciones en Gandía,
noches haciendo el amor a la tele, preguntas sin curiosidad, cuchicheos para salir de la rutina,
redecorar en el exterior lo que no se puede en el interior, una identidad aburrida, pereza,
rendición, vejez, nada?-. Mi temperamento volvió a irrumpir. -¡¡Ah!! Es que me niego a seguir la
cadena animal. No me creo que la existencia de una persona se reduzca a tan poco.
-¿Y qué pretendes?
-Pues mira,- contesté yo -de entrada tengo muy claro que cuando cumpla 80 años y me
pregunte qué he hecho con mi vida, no quiero ver que ha sido lo de siempre, es decir, que perdí mi
esencia tratando de convertirme en “uno” con otra persona cuando yo ya era UNO por mí misma;
que nos compramos el pisito de los huevos para vivir juntos porque ya nos habíamos cansado de
hacer los esfuerzos necesarios para mantener la relación; que nos casamos por cumplir una
estúpida tradición retrógrada y que trabajé sin una buena recompensa para alimentar a
tamagotchis de carne y hueso.
-Tamagotchis...- repitió Dani. -¡Pobres niños...!
-De probres niños nada, son un coñazo. Además, la mayoría de la gente se arrepiente de
tenerlos porque les roban toda la libertad y les absorben la energía.
Después de esas últimas palabras se hizo un silencio entre nosotros, un instante de quietud que
no consiguió apaciguar el enfado que me provocaba aquella conversación.
-Y ¿sabes qué?- pronuncié de sopetón. -Que tampoco quiero contemplar que me hice mayor
sintiendo que no le había sacado el máximo partido a mi vida y que después me dediqué a
envidiar o criticar por rencor a los que para mí sí lo habían hecho, porque para colmo, en ese
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momento y antes de que me pueda dar cuenta, me habré transformado en una vieja amargada a la
que no le quedan oportunidades porque la muerte le acecha.
-¡Pero qué brutal te pones! Ja, ja, ja...- rió casi con sorna Dani tras escucharme anunciar el
lúgubre destino. -Oye,
¿a qué te refieres cuando dices eso de los esfuerzos necesarios para mantener la relación?preguntó después.
-Pues ya sabes...- comencé ahora a informar más tranquila. -Sacar tiempo para nosotros, ir a
buscarnos allá donde estemos, telefonearnos y quedar para aclarar alguna discusión, organizarnos
independientemente y contarnos luego los por menores... En definitiva, mantenernos activos para
que relación no muera- dije. -Creo que la convivencia acomoda a los cónyuges demasiado y que
por ello se acaba perdiendo el interés.
-Bueno, para eso se supone que son los hijos, para activarla y teneros entretenidos e interesados
en un proyecto común- alegó mi colega consiguiendo finalmente sacarme de quicio.
-¡Qué asco!- exclamé con odio. -¡Joder, vaya mierda de propuesta, tío! CUCARACHISMO
PURO Y DURO. Sabes qué; ni de coña quiero tener hijos con alguien, los queramos o no de
verdad y estemos o no capacitados para ello, porque ya toca después de x años juntos. La mayoría
de los críos que llegan al mundo bajo ese planteamiento tienen una educación familiar precaria y a
los 35 acaban llenando las consultas psicológicas por falta de cariño, atención verdadera y
respuestas sobre los hechos más elementales de la vida. Algunos incluso acaban siendo
criminales, alcohólicos y drogadictos, otros se convierten en maltratadores, pederastas y
violadores. Los más afortunados vagan por la vida como zombis y les enseñan la misma mierda
que ellos aprendieron a sus vástagos. ¿Sabes qué?- le hice saber a Dani. –Las familias
convecionales son un criadero de delincuentes juveniles. Y tienes razón en lo de que entre esos
cuatro pasos suceden cosas, pero son cosas que no anhelo porque desde mi punto de vista, son el
producto de un error, de un error engendrado por el super-ego social al que la humanidad aún no
se ha atrevido a plantar cara.
-Sil y sus sentencias- se quejó él.
-En serio, ¿no están todos cansados de hacer lo mismo durante siglos y siglos a pesar de saber
que ello les aboca a la casi nulidad existencial y al más absoluto de los aburrimientos? ¿Se puede
saber qué tiene de maravilloso o interesante el estilo de vida de los padres y madres de familia?
Porque yo todavía no he logrado encontrarle el encanto. ¿De verdad alguien puede ser capaz de
invitarme a tal suicidio y creer que voy a aceptar?- pregunté agotada.
-Joder, tío. ¿Te has fijado alguna vez como esa gente quiere y se esfuerza por llevar una vida
catalogada como “normal” pasando la mayor parte de su tiempo libre mirando basura catódica y
encerrados en centros comerciales comprando la mierda que les ha mostrado la televisión? Y
hablan de forma banal y estúpida con esas malditas frases hechas extraídas de la cultura de usar y
tirar de un mundo en donde lo más real, auténtico y rentable es el plástico. ¿No te parece
lamentable?
Babeando un poco, Dani habló. –Bueno, sí... pero también me parece que exageras un poco.
Yo creo que tú no quieres acabar así porque eres un poco rarita.
De nuevo me enfadé al oírle. -¡¿Rarita?!- exclamé con sorna recordando la cantidad de veces
que había tenido que escuchar el adjetivo a lo largo de los años. –Te diré algo- me dispuse a emitir
un nuevo discurso. -Voy a explicarte lo que entiendo yo por alguien rarito o directamente raro,
como tú prefieras; RARO es quien se tira a una oveja, quien se hace pajas mirando niños
desnudos o quien se gasta un pastón en una boda en vez de utilizar ese dinero en procurarse unos
meses de descanso o un gran viaje. RARO es quien tiene cuatro coches cuando sólo necesita uno,
quien trata de amenizar su aburrida existencia cotilleando en la vida activa de los demás o quien
malgasta sus días venerando a dioses que nadie sabe si realmente existen. RARO es quien está
dispuesto a pagar 100 euros por una camiseta con un bordado estúpido teniendo la posibilidad de
pagar 20 por una camiseta igual sin el bordado estúpido o quien se entrega sin remisión al
cucarachismo. ESO, eso sí que es ser raro, no lo mío.
35
Moviendo la cabeza de un lado a otro en forma de leve negación, Dani comentó sin malicia -En
serio, no sé como una tía como tú puede estar con un tío tan normal como Sergio.
<<Ni yo. Pero eso se va a acabar pronto>> me advertí aquella madrugada.
-Aunque admito que al principio pensé que él era uno de los tuyos- prosiguió.
-Y yo- le reafirmé.
-Anda que como te acabes casando con él...- comentó divertido sabiendo de sobra que ese
comentario me molestaría.
-¡NO ME VOY A CASAR NUNCA!- protesté. -Primero: porque eso es para gente como todo
el mundo, segundo: porque legalizar los sentimientos es absurdo, y tercero: porque me parece una
horterada disfrazarse de pastel de nata y de pingüino para jurar amor eterno delante de una estatua
gore.
-¿Sabes cuál es tu problema?- preguntó Dani con mucha intención.
-A ver, dime- le pedí sin un ápice de intriga.
-Que te crees superior a los demás porque eres diferente. A veces me parece que tienes
complejo de Dios- explicó. -¿Qué pasa, te quedaste en el camino para lograrlo?
-Sí,- pronuncié con ironía –me suspendieron las oposiciones porque se enteraron de que no soy
creyente.
-Ja, ja- rió Dani con burla –No creyente y mujer.
-Es cierto, desde luego Dios no puede ser mujer- aseguré yo.
-¿Por qué?- preguntó él sorprendido y contrariado.
-Está muy claro. Porque si lo fuera no habría hecho las cosas tan mal.
Después de aquella alcoholizada madrugada, mis ganas de dejar a Sergio aumentaron. A pesar
de ello, me esforcé por realizar un último intento para tratar que la relación despertase del letargo
en el que se estaba sumiendo así pues, hablé con él y, como de su boca no salió nada, yo
desarrollé un monólogo que me aseguró entender pero que no consiguió empujarle a tomar una
actitud laboriosa en pro de un cambio porque, en el fondo, para Sergio una pareja era eso en lo
que nos estábamos convirtiendo; comunicarnos profunda y sinceramente muy de vez en cuando,
follar también muy de vez en cuando, empezar a convivir tras una temporada saliendo, tener hijos
tras eso, vacaciones en Gandía, comida con sus padres una vez a la semana, aburrirse hasta morir
y bla, bla, bla, bla. El rollo zombi de siempre que no encaja conmigo y que me estaba haciendo
agonizar.
Con franqueza, a mí me parece muy bien que haya millones de personas raras que aspiren a
este modo de vida sin cuestionarlo y sin exigir algo más. Pero que no se le ocurra a ninguna de
ellas pedirme que yo camine por ese decepcionante sendero. Y te aseguro que no tienen respeto y
lo hacen constantemente, creyéndose sensatos, con preguntas banales y frases tontas que
pretenden iniciar alguna absurda conversación, cotillear en tu vida o echarte en cara una situación
con la que no están de acuerdo; ya sea por envidia, porque les toca no estar de acuerdo porque han
aprendido que uno no debe de estar de acuerdo con eso, PUNTO; o bien porque tratan de entender
sin tener capacidad para ello.
La táctica empleada es algo así como: <<¿Bueno, no piensas sentar la cabeza nunca?>>,
<<¿Cuándo os casáis?>>, <<Como sigas en este plan, se te va a pasar el arroz>>, <<¿No vas a
buscarte un trabajo de verdad con la edad que tienes?>>,<<¿Por qué no te echas novia, macho?
Joder, ya tienes pelos en los huevos. Deberías estabilizarte>>.
Yo, cuando alguien me viene con estos asuntos extraños y sectarios, aparte de pensar que se
está dirigiendo a mí un perdido o una cucaracha, contesto contundentemente:
<<Y a ti que te importa>>, <<Jamas me casaré, no quiero acabar como tú>>, <<Tener un perro es
mejor que tener un hijo ya que es más barato, menos consumista y no tienes que avalarle cuando
se compra un coche o pide una hipoteca>>, <<Si un trabajo de verdad exige levantarse temprano
y llevar las ojeras que tienes, prefiero uno de mentira>>, <<No me busco un novio porque no soy
estúpida>>, <<Y tú deberías cerrar la puta boca y preocuparte por estabilizar la actividad de tu
única neurona>>.
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Es magia, ja, ja. Después de escuchar una frase de éstas, nunca saben qué decir o cómo continuar
con lo que pretendían empezar. A veces también se enfadan, ja, ja, ja.
Y es que creo que resulta lícito soltar cosas así a la gente que no tiene consideración por las
personas que intentan llevar una vida normal como la mía.
¡DEJÁDNOS EN PAZ, MALDITOS MANÍACOS!, ¡ACÓLITOS DE LA TRIVIALIDAD!, ¡NOS
PARECEIS UN ATAJO DE SUMISOS GILIPOLLAS!
¡Joder!, nosotros no les damos la coña durante comidas, reuniones, encuentros, etc con
preguntas y frases tipo: <<Desde que te casaste has engordado un montón, deberías
divorciarte>>, <<En serio, ¿alcanzas el orgasmo follando con alguien con quien llevas 15 años
casada?>>, <<Trabajar diez horas al día es una mierda, ¿por qué no te buscas un trabajo en el que
sólo inviertas cinco?>>, <<¿Piensas levantar la cabeza y cambiar de vida?>>, <<¿No te jode tener
que mantener a ese polvo sin condón que no para babear y llorar mientras duermes, o a ese otro
que no deja de pedirte dinero para recargar el móvil?>>, <<Lo único que haces es trabajar,
quejarte, ver la tele y pasar tu tiempo libre comprando en centros comerciales, ¿sientes con
frecuencia ganas de suicidarte?>>
Lo más curioso de las cucarachas es que cuando se encuentran a solas conmigo o con uno de
los míos, se sinceran y acaban revelando verdades íntimas que no se atreven a contar delante de
los suyos. Dicen: <<No te cases nunca porque acabaras aburrida de todo>>, <<Tener hijos no es
tan bonito como lo pintan>>, <<No pensé que la vida fuera a ser esto>>, <<Te casaste, la
cagaste>>, <<Tú no sabes la suerte que tienes de estar a tu aire>>.
-Sí que lo sé, por eso me quedo como estoy- le repliqué al último que pronunció con
resignación esa frase ante mí.
¿A quién quieren engañar? Tener que vivir fingiendo debe ser horrible.
Cuando era pequeña solía plantearme en qué clase de persona me convertiría cuando fuese
mayor. Siempre me imaginaba llevando una vida bohemia e independiente y pensaba que acabaría
trabajando en algo artístico y que me mantendría soltera o tendría un novio que sería mi colega,
viviría de forma similar a mí y estaría de acuerdo, tanto a nivel intelectual como en cuestión de
actitud, en lo referente a los aspectos más importantes de la existencia humana.
Pronto, ya en la infancia y a lo largo de la adolescencia, tuve las ideas muy claras; juré que no
me casaría nunca porque me parecía una tontería anticuada, innecesaria e hipócrita (¿cuánta gente
que no creyente se casa por la iglesia sólo para que las fotos queden más bonitas?) y porque
además, todos los matrimonios examinados me inspiraban desconfianza y rechazo. Me prometí
que no tendría hijos porque me di cuenta de que el 99% eran el resultado de polvos irresponsables
o de la inercia del porque toca y de que son unos seres esclavizantes y egocéntricos que exigen
todo y a cambio sólo ofrecen una mísera sonrisilla interesada. Me comprometí con la idea de vivir
con mi propio dinero para no tener que depender nunca de nadie y jamás tener que escuchar la
palabra “mantenida”. Juré que conseguiría un espacio (una casa pagada por mí) del que disfrutaría
yo sola aunque tuviese pareja. También me prometí que intentaría llevar un estilo de vida que se
alejase, lo máximo posible, del de una ama de casa con los consabidos, repetidos, aburridos y
reducidos comentarios sobre sus vástagos, su marido y los últimos cotilleos del barrio o los
famosos, y me animé a interesarme por la gente diferente porque sabía que son las únicas
personas de las que verdaderamente puedes aprender algo valioso y las que me comprenderían
una vez alcanzase la edad adulta.
La realidad actual es que, hoy en día, tengo 32 años, continúo jurando que nunca me casaré y
que no tengo ni tendré hijos. Dispongo de mi propio dinero y no dependo de nadie. Poseo un
modesto piso de 85 m2 en el que vivo sola. Me gano la vida como fotógrafa y me muevo con
gente bastante disímil puesto que la mayoría se dedican de un modo u otro al arte. Vamos, que
podría afirmar que he cumplido las expectativas que me propuse gracias al estandarte que a lo
largo de mi vida ha reinado en mi cabeza: QUERER ES PODER.
Dani, el amigo menos yo y más Pepito Grillo que tengo desde el colegio, me dijo en una
ocasión:
-Venderse es cuestión de tiempo.
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-Bueno, si eso es cierto- comenté algo molesta- tú no tienes que preocuparte por ello dado que
jamás has creído ni luchado por algo distinto. Como siempre has estado inmerso en lo evidente,
nunca sentirás que han vencido, que te has rendido o que te has vendido.
-No, si no lo digo por mí.- replicó él. - Es por ti, estás demasiado aferrada a tus ideales.
-Estar aferrada a ellos me mantiene alerta y alejada de lo que detesto.
-Ya, el rollo de las cucarachas y el Cucal...- dijo comprendiendo.
-Exacto. Además, tengo la teoría de que si no consiguieron lavarme el cerebro con las visiones
de futuro de padres, profesores y amigos cuando era más joven y vulnerable, dudo que puedan
lograrlo en la actualidad-. Tras esta sentencia, intrigada le pregunté -Oye, tío. ¿Por qué te jode
tanto que aún no me haya vendido?
Muy serio, Dani respondió –Porque te crees superior por ello.
¡¿Me creo superior por ello?!
Quizás Dani tenía razón pero, ¿acaso ellos no se sienten superiores a mí y los míos por haber
alcanzado sin rechistar lo que el mundo les propuso y esperaba?
Porque es justo ahí donde estriba la diferencia entre esas personas y yo; ellos han conseguido lo
que el Super- ego social les exigió, y yo he alcanzado lo que mi fuero interno me pedía.
No estoy presumiendo ni me gustaría parecer arrogante pero sí, he de admitir que semejante logro
me hace sentir orgullosa.
Dani, siguiendo con el tema, también apuntó algo que me hizo pensar. -Es fácil afirmar que no
cederás cuando no estás enamorada y tienes el control, pero si elamor verdadero llegase... Me ibas a
contar lo segura que estás de todo.
-Perdona. ¿Recuerdas a alguien llamado Sergio?- dije cínicamente en aquellos días.
-Sil, no intentes timarme. Sabes de sobra que no estás enamorada de Sergio. No has salido en
toda tu vida con un tío de quien estuvieras enamorada. Te cagas de miedo cuando un chico va
demasiado en serio contigo.
Él tenía razón. ¡¿Qué podía yo alegar en contra?! He salido con tíos que me resultaban
interesantes, con otros que me daban morbo y hasta con algunos a los que tenía cariño; nueve en
total sin contar a Sergio, pero salir con un tío por el que estuviera loca... NUNCA.
Y eso que he sentido el amor desenfrenado en dos ocasiones, lo malo es que no ocurrió nada con
ellos. La primera vez fue por Jakob, el canadiense super sexy que conocí durante el primer ciclo de
la escuela de fotografía y que regresó a su país antes de acabar el curso sin llegar a saber jamás que
yo estaba loca por él. No me atreví a decirselo.
Y la segunda; por Luis, el mejor amigo de la SALIDA de mi prima Tania, que acabó yéndose a vivir
felizmente con Mara y teniendo una hija con ella; la cándida e inocente Claudia.
De todos modos a Dani objeté -¿Qué cojones tiene que ver el amor con ser o no la clase de
persona que deseo o con llevar el tipo de vida que siempre he querido?
Él no puede comprenderlo porque es muy dependiente, me recuerda a esa extrambótica amiga de
mi galerista Patricia Von. Malena, creo que se llama, que ha irrumpido esta tarde en la galería al son
de un constante “¡le odio, le odio, le odio!” cuando yo me encontraba instalando mi nueva exposición
fotográfica.
He escuchado su historia, como quien no quiere la cosa, mientras colocaba mis trabajos y me ha
parecido una mema. Era como Dani, cada vez que una de sus relaciones ha terminado, le ha faltado
tiempo para salir disparada en busca de otra nueva sin haber examinado ni aprendido nada de la
anterior. ¡Pobres locos desesperados!
Ellos, al igual que millones de terrícolas, entienden, organizan y basan su existencia en torno, al lado,
debajo, encima, con, por y junto a otra persona. Y eso es terrible, porque les convierte en seres
dependientes e incompletos para siempre.
Deberían aprender a entender, organizar y basar su vida de cara a sí mismos. Juro que eso no es
egocentrismo, simplemente es independencia, honestidad, la mejor de las inversiones de cara al
presente y al futuro. Cuando puedes ser leal y considerado con tu libertad y con tu crecimiento
personal, también puedes serlo con el de la persona a la que amas, y por extensión con el del resto la
humanidad. ¿Y no es eso algo verdaderamente magnífico?
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Por mi parte no estoy dispuesta a renunciar a ello por nada ni nadie porque no creo que halla algo
más valioso. Si te pierdes a ti mismo, lo pierdes todo. A mí no me vale eso del amor a cualquier
precio.
¿Es esto tan difícil de entender en el mundo de las cucarachas?
Les han engañado, se han dejado embaucar por la poesía y las promesas baratas de las baladas
pop y se han creído como palabra de dios las quiméricas pasiones cinematográficas. No se dan
cuenta de que todas esas idealizaciones les han hecho olvidarse por completo de que las cosas son
sólo lo que son y de que te conducen al cucarachismo si no prestas atención y no te empeñas en lo
contrario. Prefieren no cerciorarse de que ningún amorío va a salvarles a largo plazo de la
monotonía y su trance hipnótico ni de que la ilusión creada por los cuentos, las novelas y las
películas es tan sólo el calmante ficticio para el dolor que provocan los bofetones de realidad y su
consiguiente desencanto. De este último drama nace el arte y el arte es la génesis del sedante
utópico que les mantiene embaucados.
El amor, tal y como nos lo han mostrado, es mentira. Únicamente el esfuerzo de uno mismo
puede lograr algo diferente y, para mi gusto, laudable. Lo malo es que sé que ese esfuerzo, esa
pugna implica demasiada constancia y, con el tiempo, resulta ardua, exigente y fatigante. Ante ella
siempre corres el riesgo de caer en la vagueza (admitámoslo, es muy tentadora) y en esa comodidad
en la que no tienes que perseverar en luchar y luchar y luchar y luchar contra el mimetismo y la
alienación que impone el despótico Super- ego social. Vamos, que puedes rendirte y abandonar en
cualquier momento.
Por eso yo no soy de las que se engañan creyendo que lo que les pasa o les ha pasado a los
demás, no puede ni me va a pasar a mí. Y tampoco soy una ilusa de las que esperan un cuento, una
novela o una película en cuanto a estilo de vida y romances se refiere.
No creo de verdad que la existencia de una persona se encuentre en tal límite ilusorio. De ahí que
siempre haya pedido, buscado y peleado por algo más real y aún por ello diferente. Y no considero
que ese acto sea una rareza, creo que sólo se trata de lo que entiendo como justo y de lo que
cualquiera que se respete y valore debería solicitar al mundo, a la vida y a sí mismo. Sobre todo a sí
mismo.
Me niego a concederle el beneficio de la pena a los que no están dispuestos a afrontar este
compromiso y que después andan quejándose, envidiándonos o criticándonos.
Dani, mundo, no quiero estar muerta antes de morir.
¿Es este deseo tan extraño? ¿Por qué os empeñáis en convenceros y convencernos de que
estamos equivocados? ¿Es una cosa tan simple algo más?
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ClAudiA y MaRCos
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Claudia y Marcos tienen la misma edad, viven en la misma ciudad y se conocen desde que
nacieron. Sus padres también se conocen e incluso, al igual que ellos, son amigos y están muy
contentos y satisfechos por ello.
Todo el mundo sabe que cuando Claudia se entera de que Marcos va a pasar la tarde en casa, ella
se pone muy contenta.
Y a Marcos le sucede lo mismo. Cuando le informan de que pronto verá a Claudia, se alegra
tanto que su estado podría confundirse con nerviosismo.
Esta tarde, como cada tarde cada cierto tiempo, Claudia y Marcos se encontrarán y al verse se
darán un gran y afectuoso abrazo.
De hecho ya son casi las seis así que, Marcos y sus padres tienen que estar a punto de llegar.
Cuando el reloj marca las 18:08, el timbre suena.
A las 18:10, Marcos y sus padres entran por la puerta. Y a esas mismas 18:10, Claudia y Marcos
se funden en un magnifico abrazo. ¡Ahora sí que empieza la tarde!
Estando en el salón y mientras sus padres charlan y pican algo, Claudia y Marcos se cuentan
historias, ríen y meriendan. Todo es perfecto cuando están juntos.
Después de comerse unos bocadillos de jamón y de beber unos zumos de naranja, ambos, sin
planearlo, se marchan a la habitación de Claudia para estar más tranquilos y dejar a los mayores
hablando de sus cosas.
Allí ella le enseña a su amigo un nuevo libro repleto de personajes simpáticos que su tía Miriam
le regaló hace poco.
El libro es precioso y está lleno de colores. Los protagonistas son una doctora y un doctor que
viven en la selva y son amigos de los animales. Mirándolo, a Claudia y a Marcos se les ocurre,
como muchas otras veces, jugar a médicos.
Jugar a médicos es divertido porque siempre descubren cosas sorprendentes.
Por ejemplo, una vez en casa de Marcos, Claudia descubrió que si tocaba la nuca de su amigo
tratando de hacerle un vendaje con un rollo de papel, Marcos no paraba de reírse porque tenía
muchas cosquillas en esa zona.
En otra ocasión, unas vacaciones en las que se marcharon juntos a la playa, Marcos descubrió
que lo que había visto por la tele era verdad; golpeando con una pala en la rodilla de Claudia, su
pierna subía automáticamente.
Otro día, de nuevo en casa de Marcos, ambos se percataron de que tenían algo diferente al
bajarse los pantalones para ponerse, con un lapicero, una inyección en el culo que les curase la
fiebre que les había subido por comer más de un millón de galletas. Claudia y Marcos se habían
sorprendido mucho al ver aquello.
-¿Tú eres igual que una mamá o que un papá?- le había preguntado Marcos a su amiga al
observar la diferencia.
-Creo que como una mamá, ¿y tú?- dijo Claudia.
-Yo como un papá porque tengo colita. Mi mamá dice que las chicas no tienen colita- informó
Marcos. -¡Mira! La colita es como ésta- señaló bajándose sus calzoncillos estampados con motos
para mostrarsela a su amiga.
Claudia se acercó y observando atenta dijo –Mi papá también tiene una como esta, pero es
más grande.
-¡Mira, mira!- exclamó Marcos sujetándose la colita -¿Ves este agujerito? Pues por aquí sale
el pis.
-Yo también hago pis- replicó Claudia un tanto ofendida.
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-¿Por dónde? Si no tienes colita, ¿por el culito?, je, je.
-No, yo también tengo un agujerito porque mi mamá me lo dijo, sólo que está metido y casi
no se ve.
-¡Déjame mirar, a ver si lo encuentro!- le pidió Marcos intrigado.
Claudia, dispuesta a que su amigo echase un vistazo, se bajó las braguitas de ositos. -¿Lo
ves?- preguntó.
-Mmm, sí pero me parece que tienes la colita escondida- apuntó Marcos preparándose para
iniciar su búsqueda. –Déjame, a ver si la encuentro- volvió a pedir manipulando torpemente los
genitales de su amiga.
-Ji, ji- escuchó reírse a Claudia. –Me gusta- pronunció muy sonriente la niña despertando el
espíritu competitivo de Marcos.
-Pues a mí me gusta hacer esto- y su amigo se tocó la colita hasta que notó como se endurecía.
Admirada, Claudia dijo -¡Halá! ¡A ver!- y apretó con su manita la colita de Marcos.
-Ji, ji, ji- rieron los dos a la vez.
Aquella tarde fue increible, descubrieron que si Marcos ponía su manita en la colita escondida
de Claudia, ella sentía ahí mismo un cosquilleo mágico, y que si Claudia ponía su manita en la
colita de Marcos, él sentía también ese cosquilleo mágico.
Esta tarde, estando en la habitación de Claudia, quieren que suceda de nuevo aquella cosa
asombrosa y divertida.
-¿Me tocas la colita?- pregunta Marcos después de que su amiga le haya puesto una inyección
en el culo para que se le pase el dolor que tiene en la nariz.
-¡Vale!- A Claudia le encanta tocarla porque la colita es muy suave, se pone dura y además,
puede jugar con ella como si fuera un muñeco de goma que nunca pierde la forma. Ella se
complace apretándola fuerte con su manita o acariciando con los deditos la cabeza del muñeco.
También le gusta tratarla como a un muelle. -¡Mira lo que hace!- Claudia baja la colita todo lo
que puede llevándola hacía los muslos de Marcos para después soltarla y ver cómo recupera su
posición natural por sí sola.
-Ji, ji- ríen ambos.
A Marcos también le gusta tocar esa parte del cuerpo de Claudia porque es suave, regordeta y
cuando la acaricia y pellizca dulcemente, Claudia sonríe mucho y se ríe.
Tras unos cuantos minutos de juego, primero uno y después el otro, sienten el cosquilleo
mágico y se ponen muy contentos. Unos instantes después, Marcos anuncia cansadamente –
Tengo sueño.
Sin prestar atención a lo que su amigo acaba de decir, Claudia pregunta -¿Me tocas otra vez?
-Es que tengo sueño- insiste Marcos bostezando y tumbándose en la cama de su amiguita.
Antes de que Claudia pueda volver a pedírselo, Marcos se queda dormido dejando a la niña un
tanto decepcionada. <<Bueno, pues me toco yo>> resuelve su mente infantil.
-Ji,ji-. Es casi tan divertido como cuando Marcos utiliza su mano.
Mientras Claudia mueve su manita, mira con curiosidad hacia abajo tratando de descubrir qué
habrá en esa zona que es capaz de proporcionarle esa sensación tan divertida si la toca.
Absorta, ya han transcurrido varios minutos desde que ha comenzado a disfrutar de nuevo
cuando, de repente, su mamá irrumpe en la habitación preguntando -¿Qué andáis haciendo?
Mara, la mamá de Claudia, se lleva una gran sorpresa cuando encuentra a Marcos durmiendo en
la cama de su hija con los pantalones bajados y a Claudia acariciándose los genitales.
-¿Qué haces?- pregunta Mara a la niña imaginándose sobradamente lo que ha sucedido y lo
que Claudia está haciendo.
-Mamá, si me toco aquí me gusta- informa Claudia inocente y sonriente.
<<Y a mí>> piensa Mara. –Anda, déjalo ya y vente al salón a jugar- dice meneando la cabeza de
un lado a otro con ternura.
Dirigiéndose con Claudia al salón, en la mente de Mara aparecen recuerdos infantiles que
tenía casi olvidados de cuando ella hacía lo mismo con su primo, y todo lo que Luis le había
contado, en cierta ocasión, sobre lo que hacía con su hermano cuando eran pequeños.
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<<¡Vaya lío!>> piensa Mara.
Cuando todos se marchen, hablará con él de la escena que ha encontrado en la habitación y
ambos tendrán que echar un vistazo a ese libro que compraron hace dos años sobre temas
importantes para tratar con los hijos e hijas.
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todas putas
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Habían discutido durante 20 minutos sobre si la revisión del coche se pasa en este o en aquel
lugar.
-Te digo que no es allí.
-Y yo te digo que sí.
Habían alzado desmesuradamente la voz para ofrecer la información verídica que cada uno
creía tener sobre si un teléfono móvil de la compañía A costaba más barato que uno de la
compañía M.
-¡¿Quieres que vayamos al escaparate a verlo, listo?! ¡¿Quieres que vayamos?!
-No me hace falta porque sé que el de A es más barato.
-¡Qué no! ¡Te digo que no!
Se habían insultado para tratar de imponer su criterio en la respuesta a la pregunta sobre si un
último modelo que se anunciaba en la televisión tenía más caballos que otro coche, también
último modelo, que anunciaban en la radio.
-¡Tú eres gilipollas, chaval! ¡¿ Pero cómo va a tener más caballos?!
-¡Pues los tiene porque lo he oído en el anuncio!
Y casi habían llegado a las manos en el momento que habían decidido pagar las
consumiciones antes de pedir la siguiente ronda.
-No saquéis la cartera que ésta la pago yo.
-Déjate, yo pago.
-¡Qué no!¡Qué no! He dicho que la pago yo, y se acabo.
Cuando el dueño del establecimiento les llamó la atención por el alboroto, se calmaron y
Ander, después de dar el último trago a su jarra de cerveza y rogar a Jesús que guardara silencio,
pidió explicaciones a Sergio sobre el acontecimiento del día -Bueno, entonces... ¿qué es lo que
ha pasado?
Sergio, sin pensárselo demasiado, respondió -Pues qué va a pasar, lo que me temía desde hace
algún tiempo. Hemos quedado esta mañana y ella ha puesto fin a nuestra relación sin quedarme
del todo claro cuáles son sus motivos aunque, conociendo a Sil, seguro que resultan de lo más
interesantes y elaborados.
Al escuchar esto, los cuatro miembros de la mesa guardaron unos instantes de silencio.
Después, Ander se animó a hablar de nuevo.
-O sea que se ha terminado definitivamente.
-Sí- corroboró Sergio.
-¿Y no le has preguntado nada?
-No, porque la verdad es que todo ha sido muy rápido y no me ha quedado ánimo para
cuestiones. Simplemente se ha terminado y ya está, supongo que cuando pasen unos días
intentaré hablar con ella sobre el asunto y sacaré alguna conclusión aclaratoria.
Iván, uno de los miembros que rodeaban la mesa de la terraza-bar en donde se encontraban, se
despertó del ensimismamiento que le tenía cabizbajo y que le había permitido mantenerse al
margen de las discusiones que se habían sucedido a lo largo de la tarde, y comentó con voz
desapasionada -Sergio, tío. Admite que Silvia no era una persona adecuada para ti- para después
volver a sumergirse en un semi autismo que le alejó de sus tres amigos.
-¡Qué la jodan! Son todas unas putas, que les den por culo, yo ya ni las miro – añadió Jesús,
otro de los cuatro componentes de la mesa. -¿Por qué no pueden ser simples y claras como
nosotros?- preguntó retóricamente al tiempo que hacía una señal a la camarera situada en la
cercana puerta del bar para indicarle que se acercase. –A ver, guapa, ponnos otra de lo mismo a
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todos.
Ella, mirándole despectivamente, se encaminó en busca del pedido; cuatro cervezas muy frías
en jarra. <<No soporto a este tío, es un completo imbécil, lleva diciendo estupideces desde que
llegaron. ¿Ser como vosotros? Preferiría morir antes que convertirme en un cretino como tú>> se
dijo a sí misma mientras andaba.
-¡Atención, atención: hembras a la vista y sin compañía masculina!- anunció
Jesús mientras dos chicas cruzaban la plaza de la calle Doctor Drumen ignorándoles por
completo. –Ni puto caso, ¡vaya unas zorras!
Las dos jóvenes, que se comunicaban de forma vehemente, tomaron asiento al otro lado de la
terraza en donde se encontraban los cuatro amigos; Ander, Sergio, Jesús e Iván, y siguieron
hablando.
En la plaza que formaban las calles cercanas al museo Reina Sofía, la luz y la energía
emanaban de todas partes y los sonidos de las personas que la poblaban resonaban alegremente.
Aún así, dos voces destacaban entre aquel homogéneo jaleo.
-Mira, el 80% de las mujeres no valen para nada. Olvídate de esa tía rara y no te compliques
más la vida- sentenció Ander refiriéndose a Sil, la ya ex novia de Sergio.
–Es verdad, si no fuera porque la chupan, no serían más que meros instrumentos de cocinaafirmó Jesús.
En su silla, absorto y cabizbajo, Iván seguía mostrando una actitud distante que realmente
intrigaba a Ander. -¿Se puede saber qué te pasa?- preguntó ansioso.
Iván, mirándole de un modo desafiante, guardó silencio y agachó de nuevo la cabeza.
Unos instantes después la camarera llegó con las jarras de cerveza y tras servirlas se acercó a
la mesa que habían ocupado las dos chicas, una de ellas visiblemente nerviosa.
-Esa tía está histérica- dijo Jesús observando- Seguro que le va a venir o está con la regla.
Menuda guarra, son todas unas locas. Me acuerdo que cuando salía con Sara casi no podía
acercarme a ella el día antes de que le bajara.
-¡¿Salir con Sara?!- exclamó incrédulo Sergio -¡Pero si sólo estuvistéis juntos un fin de
semana hace más de cinco años...! El resto del tiempo no dejaba que te acercaras a ella porque
decía que no te soportaba. Ja, ja, ja- se burló.
-¡Pero qué dices, gilipollas! Estaba loca por mí.
-Sí, seguro- comentó Ander con ironía -¿Cómo ibas a gustarle con lo bestia que eres?
Jesús, dolido, dijo -¿Y tú cómo coño eres, capullo? ¿A ver listo, cuánto hace que no te comes
un chocho?
<<Mucho>> Ander agachó la cabeza avergonzado y no respondió.
-Además, paso de ellas. Como las hagas caso acabarás igual de tonto que este- sentenció Jesús
mirando a Iván y echando un vistazo fugaz a las dos chicas del otro lado de la terraza que
estaban siendo servidas en ese momento el granizado de limón y la tila que habían pedido.
Al terminar, la camarera; Laura, se situó de nuevo en la puerta cercana a la mesa de los cuatro
amigos y una vez ahí, se fijó de nuevo en el tipo que hablaba llamativamente alto: Jesús.
<<Vaya pinta de ceporro que tiene ese. Debe pensar que sus amigos son sordos y que al resto
del mundo nos importa la mierda que está soltando. Es un machista increíble. Espero que se calle
pronto porque me estoy poniendo enferma>>.
-¿Pasas de ellas o ellas pasan de ti?- volvió a burlarse Sergio.
-Mira tío, no te hagas el chulito porque hayas estado saliendo con una tía durante meses.
Recompuesto del último ataque, Ander volvió a tomar la palabra –Callaos de una vez, joder.
Estáis empezando a parecer dos nenas envidiosas.
-Es verdad, no quiero ser como ellas, los tíos competimos por ser el número uno, las tías por
envidia y porque son unas desleales que se ponen a parir las unas a las otras. Si pudieran se sacarían
hasta los ojos. Son más zorras... Mira, como esa que va por ahí con la minifalda- dijo Jesús mientras
echaba un vistaszo de arriba a bajo a una chica que pasaba cerca.
<<Vaya atajo de miserables, ¿incluirán también a sus madres en lo que están diciendo? Estos
son los típicos a los que ninguna tía hace caso y que por ello intentan vengarse de ellas
verbalmente. ¡Qué gilipollas de mierda! Estoy deseando que la terraza se llene para no parar de ir
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y venir y no tener que escuchar más estupideces>>.
-Si es que se visten como si fueran a salir a hacer la calle, sobre todo las crías, parecen unas putas
con la pinta que llevan...- comentó Sergio precediendo a un silencio que todos aprovecharon para dar
un sorbo a sus bebidas y que condujo a una exposición de manifestaciones presuntuosas que
testimoniaban la cantidad de cervezas que él y sus amigos habían sido capaces de ingerir en
diferentes momentos de su vida y a lo largo del tramo de una hora.
Tras ello, Ander, volviendo a poner sus ojos sobre el semi autista Iván, le preguntó -Y tú qué,
chaval, ¿no piensas decir nada en toda la tarde?
Iván, sin dejar de mirar su jarra, dijo con sequedad -Me voy a marchar pronto-. Después dio un
trago largo a la cerveza.
-Oh, oh. Siento informar de que las una de las dos hembras se marcha - anunció Jesús.
Ander, mientras miraba como la joven se alejaba, comentó -¿Por qué te vas a ir? Estás muy raro,
tío. De verdad que hay veces que no te entiendo...
-Y ahora aparece un macho fornido- informó de nuevo Jesús.
De repente, con Ander hablándole aún, Iván alzó la vista y la fijó en la pareja que se había
formado gracias a la marcha de una de las chicas del otro lado de la terraza y a la aparición del
“macho fornido”. Los dos miembros se sonreían embelesadamente; ella le acariciaba la cara y él
la besaba cada vez que terminaba de pronunciar una frase.
<<¡Qué enamorados están!>> pensó Iván al verles. <<¡¡No lo soporto!!>>.
-...Es como si no quisieras contarnos nada, te aislas tú sólo y aunque intente comunicarme
contigo no lo consigo- seguía diciendo su amigo.
-¡Me marcho! - hizo saber efusivamente Iván al levantarse de la silla. -He quedado.
-¿Por qué? ¡No, espera! ¿Te has enfadado?- se apresuró a hablar Ander mientras veía cómo su
amigo echaba a andar.
-Adiós.
Sergio, tomando su jarra de cerveza, dijo –Déjale, seguro que le ha pasado algo con Vanessa.
Bastante tengo ya con lo mío. A saber lo qué le ha hecho... ¡Mira que son malas las mujeres!
La camarera, Laura, seguía allí cerca junto a la puerta, dispuesta a atender a la clientela y
escuchando sin más remedio todo lo que llegaba a sus oídos desde la mesa de los cuatro que en
ese instante se quedaban en tres.<<¡Qué pesados con las mujeres! Es que me estoy cabreando de
verdad. Mala será tu puta madre que es la que trajo a un mierda como tú al mundo.
Y ese que estaba tan callado mirando a la mesa por qué no ha dicho nada. Se ha marchado.
Siempre pasa lo mismo, hay uno que no es un imbécil como los demás pero que no tiene cojones
para demostrarlo>>.
-¿Malas? ¡Ja! ¡UNAS PUTAS! Eso es lo que son todas, ¡UNAS PUTAS!-proclamó Jesús para
hacer gritar a Laura dentro de sí <<¡Odio a este tío! No puedo más>> y fuera de ella -¡UNA
PUTA LO SERÁS TÚ, PEDAZO DE MIERDA!- al tiempo que tiraba al suelo la mesa de los tres
amigos.
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te espero, te busco, te AMO
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Cuando el día destruye a la noche y la noche divide al día llega el momento de irrumpir de
nuevo en el otro lado, en el lado en el que te encontrabas antes de que el hechizo del alcohol, la
música a todo volumen, la penumbra y el sexo se conjugasen para atravesar el sendero que
conduce a una experiencia Morrison.
Tengo que reconocer que la madrugada ha resultado increíble a pesar de que tú no te
encontrabas en ella.
De nuevo he mirado, te he esperado y te he buscado ansiosa entre la gente. Como de costumbre,
no has aparecido. Quien sí lo ha hecho ha sido el chico que he conocido bailando casi borracha en la
tarima y con el que he terminado enrollándome.
Puntuación del polvo: 6,5 (era bastante joven, 21 años, e inexperto). Prácticamente he tenido que
hacerlo todo yo.
Ligármelo ha sido sencillo, estaba conseguido de ante mano gracias al par de grados etílicos que
le lubricaban el cuerpo y la mente. Era guapo y graciosete, con unos muslos de en sueño (porque
juega en un equipo de fútbol), una polla de unos 14 centímetros y un nombre que no he
pronunciado mientras lo haciamos: Fernando.
¿Te llamas tú Fernando? Me pregunto con frecuencia cuál será tu nombre.
Se ha presentado como un acto totalmente fortuito. Para nada me había propuesto echar un
polvo esta noche al salir de casa, simplemente quería reírme y bailar hasta el amanecer y, por
supuesto, en el fondo de mi corazón y mi alma, quería encontrarte.
En mi dulce rutina, he buscado y buscado con mis ojos escrutando los alrededores, las
personas que les daban vida, su aspecto y las miradas que poseían.
NADA. Tú no estabas entre ellos.
El tal Fernando ha propuesto que nos volviésemos a ver tras el polvo, después me ha pedido
el número de teléfono. -No estaría mal que quedásemos un día de estos, ¿te gustaría? Dame tu
móvil y te doy un toque.
<<Vas listo>> he pensado mientras le mentía y cogía la libreta y el boli de la guantera.
-No, mejor dame el tuyo porque no me sé el número y además mi móvil lo lleva mi amiga en
su bolso- le he dicho.
¿Para qué quiero yo entablar alguna especie de relación con alguien que no eres tú?
No he pensado en nada mientras lo hacía con él, sólo disfrutaba hasta un nivel 6,5. Ahora me
pregunto qué estarías haciendo en ese momento, ¿durmiendo, trabajando, comiendo quizás,
leyendo, caminando, follando también?
Me duele pensar que podrías estar follando con otra cuando podrías estar haciéndolo conmigo
que te amo tanto como tú a mí. El sexo, incluso el más lúdico y carnal, también esta dotado de
poesía aunque a algunos les joda. Y no me gusta fijarme en la idea de que compartes esa fracción
de belleza con alguien que no soy yo. ¿Pensarás tú lo mismo sobre este asunto?
Continúo esperándote y me pregunto si allá donde estés, tú también aguardas por mí.
Esperar es agotador cuando la espera se prolonga demasiado. ¿No son suficientes 27 años? Es
toda mi vida, desde que nací hasta ahora. ¿Cuántos años tienes? ¿Desde qué momento esperas?
¿Cuánto tiempo hace que me buscas?
La demora transcurre, las preguntas se suceden, las respuestas no encuentran su hora y lugar y la
imaginación desencadena un alivio no del todo fiable para el vacío que ansía ser llenado.
Escribir para ti no difumina la necesidad de encontrarte. Es duro saber que existes pero no de
forma tangible en mi mundo.
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Hace poco Iván me preguntó: -¿Y si no le encuentras nunca? ¿Y si no existe? Al fin y al cabo
es un ser imaginario que deseas que llegue a tu vida para colmarla-. Y yo no comenté nada
porque supuse que su visión racional no comprendería mi argumento: su existencia no es algo
que sé, es algo que siento.
No le culpo por no creer en esto y mucho menos sabiendo lo mal que le van las cosas con
Vanessa, creo que su relación está a punto de terminarse. Pobre...
Pero yo sé que tarde o temprano nos encontraremos y que a partir de ese momento todo
quedará equilibrado, completo, resuelto y perfecto. Llevo enamorada de ti desde que nací, estoy
segura de que si existen vidas anteriores tú y yo estuvimos unidos en ellas.
Estoy loca por hablar contigo de lo que nos ha pasado durante el tiempo que no hemos estado
juntos. Y no me importa en absoluto que nadie me entienda. Ya me comprenderás tú cuando
llegues.
En una ocasión tuve que escuchar decir: -Hablar con alguien incorpóreo es absurdo y un tanto
esquizofrénico- lo soltó alguien que cree en Dios y me aconsejaba sobre este asunto.
No necesito consejos, te necesito a ti. Así pues, incomprendida, imbécil y un tanto
esquizofrénica, te espero.
Esperar no implica dejar de buscar y yo busco sin saber a dónde ir para encontrarte o de qué
modo podría lograr que nos acercásemos.
Te llamo a menudo pero nunca me escuchas, debes andar muy lejos. ¿De qué lugar eres?
He viajado por distintas ciudades del mundo haciendo turismo y echando de paso un vistazo.
Puede que no estés tan lejos como parece y simplemente se trate de que no estamos emitiendo
los sonidos adecuados o de que el trasiego de la urbe los disipa hasta hacerlos inaudibles o
ininteligibles a nuestros oídos mortales.
¿Escucharemos la llamada cuando sea emitida de forma correcta?
No he desistido de localizarte de forma visual aún a pesar de que mis ojos se han posado
ávidos y observadores en cualquier sitio que yo haya pisado sin obtener éxito.
Calles, parques, museos, clases, salas de teatro, tiendas
de ropa, farmacias, discotecas... Han
sido examinados. También en cualquier situación en la que me haya encontrado he practicado el
ejercicio; paseando, sentada en algún banco, comprando, yendo en tren... Y he analizado a
cualquier hombre con el que me haya cruzado buscándote; vecinos, profesores, amigos,
dependientes, funcionarios, transeúntes anónimos... NADA en ningún caso. Ninguna señal,
ningún indicio.
Mi abuela suele decir: -Los novios no se buscan, se encuentran-. Si eso es cierto ceso
inmediatamente mi búsqueda y aguardo expectante tu aparición.
La palabra aparición contiene cierta dosis de misticismo al igual que la relación que mantengo
contigo. ¿Puedo incluir la palabra magia?
Yo creo en ti. Creo en ti más allá de la lógica y la presencia, por encima de los prejuicios y la
diligencia y sobre toda la fe de la tierra.
Tengo un sueño indestructible y ese sueño indestructible eres tú. Y te quiero a pesar de tener que
escuchar decir a Iván frases como:
-Amar a alguien intangible, sin defectos y con quién no convives es fácil e, incluso, cobarde.
Así yo también querría eternamente y desde el principio de los tiempos a Vanessa.
Yo no doy importancia a lo que dicen, cuando por fin nos hayamos reunido todos sus recelos
desaparecerán y ya sólo serán capaces de ver lo mucho que nos amamos. Hasta entonces te
esperaré, te buscaré y te amaré con toda la fuerza de mi cuerpo, mi alma y mi mente.
Me despido con el deseo habitual de que llegues pronto. Por favor.
Siempre tuya, D.
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FUSILADOS Y
DESCUARTIZADOS
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Laura, recorriendo el bar como un animal enjaulado, siguió gritando con todas sus fuerzas.
-¡NO PIENSO HABLAR CONTIGO! ¡NO PIENSO DECIRTE NAADAAA!
¡ERES UN MALDITO TÍO! ¡OS VOY A MATAR A TOOODDOOOSSS! ¡A TODOS! ¡HASTA
UN PAPEL DESPUÉS DE HABERME LIMPIADO EL CULO VALE
MÁS QUE
CUALQUIERA DE VOSOTROOOOSSS! ¡¿HAS ENTENDIDO?! ¡OS ODIOO, OS DETESTOO!
¡QUIERO VEROS MUERTOOOSSS!¡MUERTOOS!
Antonio, el dueño de la terraza-bar ubicada frente al museo Reina Sofía, preguntó muy
asustado -¡¿Pero qué te he hecho yo?!
-¡SEER UN HOMBREEE! ¡TE ODIO! ¡OS ODIO A TODOS! ¡VOY A HACERME
LESBIANA!
Antonio, aún desconcertado por lo que había ocurrido, continuó queriendo saber y trató de pedirle
explicaciones a Laura -¡Pero por lo menos explícame qué es lo que ha pasado!
Ella, con creciente indignación al escuchar la voz de su jefe, comenzó de nuevo a bramar -SÓLO
VOY A REPETIRTE LO QUE LE HE GRITADO A ESE GILIPOLLAS: ¡OJALÁ, OJALÁ
FUERAMOS UNAS AUTÉNTICAS ZORRAS PORQUE DESDE LUEGO SI LO FUÉSEMOS
NOS IRÍA MUCHO MEJOR, MUCHO MEJOR! DE ENTRADA NO PASARÍAMOS NI UNA A
SERES DESPRECIABLES COMO VOSOTROS.
DEBERÍAMOS ASESINAROS SEGÚN NACÉIS, COMO
EN LA LEYENDA DE LAS
AMAZONAS, ASÍ NO TENDRÍAMOS QUE AGUANTAR TODA LA MIERDA QUE SOLTAÍS
CONTÍNUAMENTE SOBRE NOSOTRAS.
TENDRIAÍS QUE ARRODILLAROS PARA DARNOS LAS GRACIAS POR HABEROS
PARIDO Y DEJAROS CON VIDA TENIENDO EN CUENTA QUE VOSOTROS SOÍS QUIENES
REALMENTE NO VALEÍS PARA NADA Y QUE ENCIMA NOS ESTORBAÍS, NOS
DEGRADAÍS, NOS MENOSPRECIAÍS Y NOS PAGAÍS MENOS POR IGUAL TRABAJO.
¡OS MORIS DE ENVIDIA PORQUE OS ESTAMOS BAJANDO DE VUESTRO PEDESTAL
IMAGINARIO!
¿SABES POR QUÉ DECIS TANTAS TONTERÍAS? PORQUE OS OLVIDAÍS DE DONDE
VENIS, Y QUIEN OLVIDA DE DÓNDE VIENE ESTÁ DESTINADO A CONVERTIRSE EN UN
IDIOTA DE REMATE.
¡¿¿MALAS?!! ¡JA! NO CONOZCO A NINGUNA MUJER QUE SE LLAME JAMES
MANSON, AUGUSTO PINOCHET, ADOLFO HITLER, OSHAMA BEN LADEN, FRANCISCO
FRANCO, SADAM HUSEIN O JACK EL DESTRIPADOR. Y TAMPOCO CONOZCO
NINGUNA ASOCIACIÓN DE HOMBRES MALTRATADOS O VIOLADOS, NI INGUNA
HISTORIA DE RECHAZO SOCIAL POR NO HABERSE TIRADO AL FUEGO CUANDO
INCINERARON A SU MUJER TRAS SU FALLECIMIENTO NI NINGUNA OTRA SOBRE
HABER MUERTO APEDREADO POR HABER ENGENDRADO UN HIJO FUERA DEL
MATRIMONIO.
¡HACED UN FAVOR A LA HUMANIDAD Y MORÍROS TODOS DE UNA MALDITA VEZ,
ESTÚPIDOS CABRONES!
-¡Yo nunca te he pagado menos!- replicó muy nervioso Antonio recordando una de las frases
que Laura había pronunciado.
-¡DÉJAME EN PAZ! ¡ME MARCHO! QUE YA ES MI HORA DE SALIDA Y VOY A
LLEGAR TARDE A LA CLASE DE TEATRO. ¡Y NO ME IMPORTA QUE ME DESPIDAS POR
HABERLES TIRADO LA MESA SI ES LO QUE QUIERES HACER!
-¡No quiero despedirte!
Andando muy deprisa por culpa del enfado, Laura salió del bar, llegó a su coche, montó en él
y encendió la radio que en ese momento emitía una canción interpretada por una voz masculina.
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-¡¡¡¡JODER, QUE NO QUIERO OÍR LA PUTA VOZ DE UN TÍO, COÑO!!!!- gritó mientras
pulsaba el play.
Instantáneamente un disco de Janis Joplin estalló fulminándolo todo excepto el odio
desenfrenado que sentía la camarera hacía los miembros del sexo masculino.
-¡MALDITOS SEAN, MALDITOS SEAN, MALDITOOOS SEEAAAN!
¡¡¡HE PINTADO LA CASA DE ARRIBA ABAJO MÁS DE UNA VEZ DESDE QUE TENÍA 15
AÑOS, HE PUESTO EL SUELO ENTERO DE MADERA, HAGO TODO TIPO DE ARREGLOS
DOMÉSTICOS. CONDUZCO, SÉ TRES IDIOMAS, TRABAJO DIEZ HORAS AL DÍA, TENGO
MI PROPIO DINERO, VOY A CLASE DE TEATRO TRES DÍAS POR SEMANA, ME HICE
CARGO DE MIS HERMANOS CUANDO SÓLO TENÍA TRECE AÑOS Y MIS PADRES
TRABAJABAN DURANTE TODO EL PUTO DÍA Y AÚN ASÍ NO TENÍAN DINERO PARA
PAGAR A ALGUIEN QUE CUIDASE DE NOSOTROS. HE HECHO ALA DELTA Y
PARACAIDISMO, HE DADO CLASES DE DEFENSA PERSONAL Y PUEDO ENFRENTARME
A CUALQUIER PRUEBA A LA QUE ME SOMETA LA VIDA SOOOLAAA!!! ¡¡Y COMO YO
HAY MILLONES DE MUJERES EN EL PLANETA!! ¡¡MILLONES!!
¡¡¡¿¿¿QUÉ MÁS QUERÉÍS, DESGRACIADOS MAMONES DE MIIIEEERRRDAAA???!!!
¡JODIDOS ENVIDIOSOS! SE CUENTAN A SÍ MISMOS QUE SON SUPERIORES Y
CUANDO UNA TÍA LES PLANTA CARA Y LES DEMUESTRA QUE NO ES ASÍ, SE
ENFADAN, SE MUEREN DE ENVIDIA E INTENTAN PISARNOS POR TODOS LOS MEDIOS.
¡QUÉ FRÁGIL ES VUESTRO ESTÚPIDO EGO! ¡QUÉ POBRES VUESTROS ARGUMENTOS!
¡¡¡QUIERO VEROS MUERTOS A TOOODDOOSS!!!
¡¡¿¿UNAS PUTAS??!! ¡¡¿¿MEROS INSTRUMENTOS DE COCINA??!! ¡VOY A METEROS POR
EL CULO EL PALO DE UNA FREGONA, DESGRACIADOS!
¡¡¡¡AAAAAAAAAAHH!!!!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡TENGO QUE CONSEGUIR COMPRAR UNA METRALLETA POR INTERNET PARA
FUSILAAARLES Y LUEGO DESCUARTIZAAARLLEESS Y DAR SUS TROZOS A LOS
PERROS PARA QUE LOS CAGUEN Y LES CONVIERTAN EN LO QUE SON: UNA MIERDA
HORRENDA Y MALOLIENTE QUE NO VALE NI PARA SER PISAAADDAAAA!!!!!!!!!!
¡ME VOY A HACER LESBIANA! ¡ME CAGO EN DIOS MIL PUTAS VECES, QUE SEGURO
QUE ES UN TÍO!
¡Y EL CABRÓN ESE POR QUÉ ESTABA TAN CALLADO! ¡¡¿POR QUÉ?!! ¡¡¿POR QUÉ?!!
¡¡¿POR QUÉ?!!
Preguntando esto al aire y acelerando, Laura se dirigió a su clase de teatro con decenas de
gritos más inundándole la boca y un odio incendiario calcinando todos los rincones de su ser.
En el trayecto el nombre y el rostro de Joana aparecieron en su mente.
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ENTENDER // sangre, poesía,
filosofía y freud
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Tras un intenso silencio, Iván continuó llenando el aire de la sala con sus palabras.
-¿Quién fue el primer poeta que nos engañó haciéndonos creer que los besos tienen sabor a
frutas, que los corazones son capaces de arder y romperse, que ser virgen es la edad de la
inocencia, que una música celestial suena de fondo cuando estás con alguien que te gusta y que
convertir a dos personas en una es lo máximo a lo que se puede aspirar?
¡Maldito idiota!
Nosotros creímos y creemos porque la realidad carece de auténtica poesía y, sin ese aditivo, el
mundo es sólo el lugar que es; un sitio feo, carente de sentido y cruel. Tratamos de embellecerlo
para hacer su despiadada realidad más soportable- sentenció.
-Diga todo lo que tenga que decir sobre este tema- le pidió Mónica.
Iván acalló sus palabras durante unos segundos y después continúo expresándose.
-Tamizamos el amor con metáforas ficticias, símiles absurdos y con expresiones evocadoras
que nos ayuden a olvidar que, verdaderamente, los besos no saben a nada (como mucho a lo
último que has comido, bebido o fumado), que a eso que nos empeñamos en llamar corazón no es
otra cosa que el hipotálamo, que la primera vez es una mierda porque estás demasiado nervioso
como para que salga bien del todo, que si alguien te deja no morirás (simplemente lo pasarás mal
durante un tiempo más o menos prolongado) y que esas reacciones físicas que resumimos y
catalogamos dentro de la palabra amor, tan sólo son el conjunto de la actividad química que se
produce en el organismo cuando estás delante de alguien cuyas hormonas hacen reaccionar a las
tuyas.
Tras comentar en voz alta estas opiniones y, bajo la atenta mirada de la terapeuta Mónica, Iván
volvió a guardar unos instantes de silenció y prosiguió de nuevo levantándose esta vez del asiento
e iniciando un paseo por la habitación.
-Somos sangre. Sangre sin más que fluye llena y vacía de poesía inventada. Sangre dotada con
la curiosa capacidad de ver belleza donde no la hay y ponerla donde no existe, hecho que,
paradójicamente, también nos convierte en poesía y nos hace hermosos y extraordinarios.
Sus pasos cesaron y mirando directamente a su interlocutora dijo –Sabe, tengo que confesar que
yo antes de toda esta historia era de esa clase de personas que creían en la magia, los sentimientos
nobles y verdaderos y en el amor idealizado de las baladas pop. Estaba loco por enamorarme y
comprobar lo que prometían.
-Sí, ya me he dado cuenta. Usted ha experimentado una evolución considerable sobre este
asunto- le ratificó Mónica.
-Exacto, y esta vez no voy a andarme con ñoñadas de trovador barato. Estoy jodido- informó
tomando de nuevo asiento. –Hoy estoy realmente jodido.
-¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?
Iván, muy serio, respondió -Vanessa me ha dejado, se ha marchado, se ha ido definitivamente
con el tío con el que intuía que me estaba poniendo los cuernos. Sucedió ayer por la noche.
-¿Cómo ha reaccionado usted?- intervino Mónica.
Lanzando primero un gran suspiro, Iván contestó -No la odio, no la quiero, ya no siento nada
con respecto a ella. Simplemente estoy cabreado por cómo han sucedido los acontecimientos y
por la manera inexplicable que nos ha conducido hasta este punto.
Además, esta tarde ha sido una auténtica mierda. Los idiotas estaban realmente insoportables y se
han dedicado a soltar mierda sobre y en contra de las mujeres cuando Sergio, ya sabe, mi amigo,
ha contado que Sil, su novia, había puesto fin a la relación por la mañana.
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Sólo me ha dado tiempo a decir <<Sergio, tío. Admite que Silvia no era una persona adecuada
para ti>> porque a continuación el imbécil de Jesús, su maldita bocaza y su genial <<¡Qué la
jodan, tío! Son todas unas zorras>> han abierto una competición que consistía en soltar el
comentario más gracioso, o sea machista, para quedar como reyezuelo del grupo.
Se nota que ninguna chica les hace caso. No me extraña.
A mí me hubiera gustado decir algo sensato que restara un poco de estupidez y añadiese un
poco de cordura a todas las tonterías que estaban diciendo, pero estaba demasiado ocupado
pensando en lo de Vanessa.
Por supuesto no he querido sacar a la luz mi historia para no echar más leña al fuego y porque, sé
de sobra, que jamás la entenderían y se pondrían a juzgarla superficialmente sin habérselo pedido.
Al final he terminado marchándome antes que ellos porque necesitaba estar solo antes de venir
aquí. No me quedaban ganas de soportar lo que estaba escuchando ni de seguir viendo la escena
que tenía lugar al otro lado de la terraza. Además la camarera nos miraba con odio contenido y me
daba vergüenza que me estuviera confundiendo con uno de los idiotas. Hay momentos en los que
desearía cambiar de sexo con tal de no tener nada en común con mis congéneres.
-¿A qué se refiere cuando dice “la escena que tenía lugar al otro lado de la terraza”?- escuchó
preguntar Iván.
Rememorando, él contestó -Había una pareja sentada al otro lado de la terraza que no paraba
de charlar, reír y besarse como Vanessa y yo lo hacíamos durante los dos primeros años de
relación. Se notaba que estaban muy enamorados.
No podía evitar mirarles y preguntarme en qué momento nosotros perdimos lo que ellos tenían,
porque he estado rebuscando en el pasado tratando de encontrar la respuesta y no he tenido ningún
éxito.
-¿Recuerda en que instante concreto ha reparado en ellos?- le incitó Mónica a recordar
mientras tomaba notas.
Iván, visualizando de nuevo la escena, contestó -Pues... al principio la chica de la pareja estaba
con una amiga, o algo así, que parecía muy nerviosa. Me he fijado en ellas porque uno de los
idiotas ha dicho en voz alta: <<Hembras a la vista y sin compañía masculina>>.
No entiendo cómo se atreven a criticar a las mujeres si luego no paran de fijarse y de ir tras ellas
babeando como perritos falderos.
-Olvídese de sus amigos por el momento y explíqueme más cosas que tengan que ver
directamente con usted- le pidió la psicóloga.
-Es que, justamente, las primeras veces que Vanessa y yo quedamos me confesó que se había
fijado en mí porque no era, soy como los demás.
Cuando escuché aquello me sentí muy halagado y le dije, sin ánimo de hacer la pelota, que yo
tenía la misma sensación con ella. De hecho esa sensación no me defraudó en ningún momentole explicó Iván.
-¿Diría que la relación ha merecido la pena a pesar del final?
-Sin duda. Estar con ella ha resultado una de las experiencias más alucinantes de toda mi vida a
pesar, como usted dice, del lamentable y convencional final.
¿Quién va a poder igualar o superar lo que está relación me ha hecho vivir?- preguntó con
desesperanza al aire Iván.
-Por favor, no especule con el futuro. Ciñámonos al pasado y al presente- requirió Mónica.
-Sabe qué, envidio a D por creer firmemente en que el ser ideal aparecerá para completar su
vida.
-Cuando menciona a D se refiere a su amiga Delia, ¿verdad?
-Sí. Para mí Vanessa era el ser que D espera encontrar hasta que, pasados unos meses de
nuestro segundo aniversario saliendo, decidimos marcharnos a vivir juntos.
Recuerdo que, ya la ex-novia de Sergio, Sil, tenía auténticas convicciones sobre lo fatal que
resultaba la convivencia para el amor. Sergio jamás la ha comprendido porque es como Delia, un
soñador. Yo en la actualidad estoy plenamente de acuerdo con todo lo que ella dijo aquella noche
en la que los cuatro: Vanessa, Sil, Sergio y yo, cenamos en aquel estupendo italiano.
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-¿Ocurrió algo especial?- preguntó Mónica dispuesta a tomar más notas.
-¿Qué si ocurrió algo especial? Ja- pronunció Iván recordando con ironía el suceso. –Se dijeron
muchas cosas esa noche, sabe... Pero lo que pasó es que cuando regresábamos a casa dando un paseo,
Vanessa preguntó de forma muy directa y desafiante “¿Estás de acuerdo con ella?”
-¿De acuerdo con qué?- pregunté desconcertado.
-Con toda la mierda que ha soltado sobre la convivencia de una pareja. Parecías darle la razón.
Yo me temía que cualquier cosa que comentara al respecto generaría una discusión, así pues
callè.
-Quien calla otorga, sabes- me incitó.
-No otorgo nada.
-¿Entonces?- insistió. Vanessa sabía las respuestas pero aún así, quería escuchármelas decir.
-Entonces nada... Estoy de acuerdo con algunas partes de lo que Sil ha dicho.
-¿Y desde cuándo estás de acuerdo: desde antes o después de empezar a vivir conmigo?
Me alegró que no me permitiese contestarla porque sabía que era una pregunta trampa.
Inmediatamente, sin darme tiempo a nada, añadió –A mí me parece una cobarde que no se atreve
a enfrentarse a la vida de los adultos. No sé que hace un chico como Sergio con una tía tan rarita,
y si tú estás de acuerdo con ella no sé tampoco qué haces viviendo conmigo.
-No he dicho que opine exactamente lo mismo. Sólo me refería a algunas partes- dije lo más
diplomáticamente que mi voz me consintió.
En realidad ella no quería saber mi opinión sobre el asunto, lo que de verdad pretendía era
reanudar una discusión que había tenido lugar por la tarde a propósito de la idea que se me había
ocurrido.
-Sabes, en el fondo tú también eres un cobarde. ¿Vivir de nuevo cada uno por nuestra cuenta?pronunció muy indignada recordando mi propuesta.
-Sí,- le aseguré -vivir de nuevo cada uno por nuestra cuenta. Creo que eso salvaría nuestra
relación si es que quieres que se salve.
-Pues mira, ya no lo tengo muy claro.
El orgullo comenzó a irrumpir.
-Yo tampoco- protesté.
-Vivir por nuestra cuenta.... Vivir por nuestra cuenta... ¡QUÉDATE Y LUCHA, MARICÓN!gritó de repente como una loca.
Yo me puse nerviosismo al oírla decir aquello -¡Maricón! ¡¿Maricón yo?! ¡¿Pero, de qué vas?!
Mira, son casi las dos de la madrugada y no pienso discutir ahora. Ya me da igual todo, sabes.
¡ME DA IGUAL!- grité marchándome a paso ligero por otro lado.
Iván se había excitado evocando el incidente y respiraba con ansiedad.
-No pare, ¿qué ocurrió después de eso?- insistió la psicóloga que necesitaba todos los datos y
pretendía que su paciente se librase de toda la emoción negativa que aquel suceso le provocaba.
-Me cabreé. Me cabreé tanto...- informó levantándose otra vez del asiento. -Deseé presentarme
en casa de Sil y... y...
-¿Y qué?
-Y contárselo todo para lograr que alguien entendiese la situación que estaba viviendo.
-¿Algo más?- quisieron saber Mónica y su libreta.
-Sí, ¡no! ¡Qué sé yo! Follar con ella a lo bestia para librarme de toda aquella incómoda tensiónconfesó casi gritando Iván.
Cuando Mónica notó como la angustia de su paciente se relajaba y desaparecía, prosiguió con
la investigación psicológica.
-¿Se había sentido sexualmente atraído por Sil antes de aquella discusión?
-No, ya sabe, sólo se trataba de una escena de estrés súbito. Lo único que necesitaba era
liberarme- explicó Iván con calma.
-¿Cómo termina esta historia?- preguntó profesionalmente Mónica.
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Tras un nuevo suspiro, Iván dijo –Al final me fui a dormir a casa de mis padres y pasé la
noche allí harto e inquieto, reflexionando entre sueños desasosegantes. Dos días después aparecí
en su consulta.
-Sí, me acuerdo- comentó la psicóloga. -Pero, dígame, ¿qué pensó? ¿Qué ocurrió dentro de
usted aquella noche?
-Pues... Sencillamente no podía parar de hacerme preguntas, casi todas con la expresión por
qué como gran abanderada; ¿por qué ya no conseguíamos reconciliarnos tras las peleas? ¿Por qué
últimamente no parábamos de discutir? ¿Por qué la extrema tensión? ¿Por qué ya no podíamos
mirarnos a los ojos más de tres segundos sin sentir el desafío de dos fieras? ¿Cuándo habían dado
el pistoletazo de salida para esta carrera de obstáculos?
¿Por qué no nos apetecía hacer el amor desde hacía medio año? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?
Sabe, cuatro años no bastan para entender un mundo creado entre dos, a veces ni siquiera es
suficiente toda una vida.
-Todo es compresible si se lucha por entender, otro asunto diferente es que, una vez halladas
las respuestas, gusten o disgusten- explicó Mónica. -Y uno también debe hacerse consciente de
que cada respuesta es susceptible de generar una nueva pregunta. También somos filosofía, sabe.
-Pues yo todavía no me he rendido y lucho por comprender, por encontrar las respuestas, por
tratar de vislumbrar en qué momento se activó el resorte que dio vida a la sucesión de
acontecimientos lamentables. Para mí la gran cuestión es esta: ¿por qué dos personas que se
entendían perfectamente dejan de repente de entenderse?- preguntó y se preguntó Iván.
Mónica, dispuesta a explicar, tomó la palabra. -En realidad nada sucede de repente. Todo es
consecuencia de una serie de sucesos conscientes o inconscientes, declarados u ocultos, físicos o
psicológicos- le aclaró. –¿Qué teoría baraja usted?
-Una que tiene mucho que ver con lo que me acaba de comentar. Es la teoría de los deseos no
expresados.
En algún instante su consciente o su inconsciente comenzó a emitir deseos paralelos a los que
ambos teníamos en común. Deseos que jamás mencionó y que yo no supe atisbar. Inquietudes que no
encontraban la satisfacción que necesitaban en mí, en lo nuestro.
-Debe esforzarse por recordar cualquier detalle que a usted en su momento le pareciese algo
trivial pero que sin duda es el indicio de que ella no mencionaba algo importante. ¿Usted le hacía
preguntas con frecuencia? ¿Se interesaba realmente por su estado de ánimo, por las cosas que
pensaba, sus inquietudes...?- continuó Mónica como si de un detective se tratase.
-Sí, claro que me interesaba por ella pero... Pero yo creía que teníamos superada la etapa de
adivinar el pensamiento.
-¿A qué se refiere?
-A lo de la bocadillería.
-¿La bocadillería? No conozco esa historia. Cuéntemela, por favor- requirió extrañada la
psicóloga.
-Bueno, supongo que debo comenzar diciendo que Vanessa era de las que esperan que les
adivines el pensamiento hasta el día de la bocadillería.
Estábamos en el centro de Madrid y había llegado la hora de buscar algún sitio para ir a comer.
-Nena, tengo hambre. Deberíamos ir buscando un sitio para ir a comer- le dije.
-Sí, ¿qué te apetece?- me preguntó.
-Pues no sé, hay bastantes opciones. Podemos entrar en una hamburguesería, tapear, entrar al
asador o a un chino... Donde tú prefieras- comenté al tiempo que notaba que ella adquiría un
silencio glacial y caminaba muy seria.
Seguimos andando callados mientras yo, de vez en cuando, la miraba de reojo.
-¿Qué pasa, a dónde vamos?- pregunté desconcertado.
-No sé, sólo camino- respondió escueta y seca.
Cuando habían pasado unos dos minutos en los que continuábamos andando sin rumbo y en
silencio, yo le pedí que parase.
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-¡Para! A ver, creo que está ocurriendo esto; resulta que tú ya habías decidido de antemano el
lugar en el que íbamos a comer y, seguramente, no lo he nombrado en la lista de opciones. Tú
debes de creer que yo sé, o que debería saber, cuál es el sitio en el que te apetece comer pero la
verdad es que no tengo NI PUTA IDEA de lo que has elegido- terminé la exposición desesperado.
Ella me miró con indignación y dijo -¿En serio no lo sabes?
-Si lo supiera no estaría aquí volviéndome loco. No, – le expliqué rotunda y francamente- no sé
dónde te apetece comer. Y juro que me encantaría poderte leer el pensamiento pero NO PUEDO.
-Pues estaba muy claro que quiero ir a la bocadillería- me informó al fin Vanessa.
Yo confundido dije -¿Claro? En tu cabeza no lo dudo pero fuera de ella... Mira, cariño, estas
cosas me desquician. Ya sabes que me encanta complacerte en todo, y estoy seguro de que a ti te
gusta que lo haga, pero si no me echas una mano, vamos de culo.
-De acuerdo, pero luego no te quejes si soy clara y directa- aceptó ella sin remilgos.
-Juro que no lo haré- dije para continuación sellar el pacto con un apasionado beso.
Al terminar de relatar la historia, Iván exclamó–¡¿Por qué las mujeres quieren que les leamos el
pensamiento?!
-La respuesta la tiene al final de su relato- le hizo saber Mónica. -En su inconsciente Vanessa
se debatía por culpa de lo que, como a muchísimas otras, le han inculcado: complacer, agradar a
los demás, aún a riesgo de quedarse sin lo que realmente desean.
Ella tenía muy claro que quería ir a la bocadillería pero temía que usted desease algo distinto y
que le desagradase la propuesta de ir al lugar que ella había elegido.
-¡Qué lío, no?- pronunció Iván bastante desconcertado.
-En realidad no. Lo único que sucede es que la mayoría de las mujeres temen que si expresan
claramente lo que quieren (sea lo que sea) dejen de gustar. Todo es producto de los mensajes
sexistas y contradictorios que reciben, recibimos del sistema desde que nacemos.
Hay otra cosa; cuando esté intentando comprender a alguien, independientemente del sexo al
que pertenezca (porque no me creo que entienda a todos los hombres con los que se encuentra),
mire y examine a esa persona como el ser individual que es y no como alguien integrado en un
gran número de individuos. Cuando usted dice las mujeres está refiriéndose ¡a la mitad de la
humanidad! Si ya es complicado entender a un sólo sujeto, imagínese a millones.
-Tiene razón- afirmó Iván. -¿Padece también usted ese problema?
-¿Cuál?
-El de no decir claramente lo que quiere.
-Ja, usted no me paga para hablar de mí- dijo la terapeuta zafándose de la pregunta mientras
pensaba <<a veces>>.
-Continuemos con su relato. ¿Se produjo algún cambio de actitud por
parte de Vanessa desde aquella escena?
-Sí, bueno, en realidad lo que sucedió es que nos entendimos todavía mejor de lo que ya lo
hacíamos, con lo cual discutíamos menos y, además, nuestra vida sexual creció. Por eso
justamente este dato hace tan desconcertante nuestra historia y consigue que no me explique qué
ocurrió con nosotros. ¡¿Qué pasó, empezó de nuevo a querer que le leyese el pensamiento o
directamente me mentía sobre lo que deseaba?!
Iván rompió a llorar desesperado.
Tras otorgarle unos momentos de silenciosa cortesía, Mónica tomó de nuevo la palabra. -Sabe,
usted no está aquí porque tenga realmente un problema psicológico- dictaminó ella. –En realidad
sólo se trata de que no entiende la actitud que tomó con respecto a ustedes y su relación su ahora
ex-pareja. Quizás lo ideal fuese que Vanessa estuviera aquí en vez de usted-. Tomándose unos
segundos para reflexionar, Mónica siguió hablando. -Escuche, le voy a ser franca. Creo que sobra
decir que no soy una consejera conyugal, eso podría catalogarse dentro de un ámbito de la
psicología al que no me dedico, pero le recomendaré una cosa-. Iván prestó mucha atención. –
Deje que transcurra un poco de tiempo, un tiempo que les sirva a ambos para tranquilizarse y
acomodar pensamientos. No la atosigue con llamadas ni nada por el estilo, eso sólo conseguirá
empeorar las cosas en los dos bandos.
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Espere hasta que se sienta seguro y verdaderamente sosegado, entonces habrá llegado el momento
de pedir explicaciones, todas las explicaciones que usted necesita. Porque yo puedo darle una
versión profesional de su historia pero, aún así, en su fuero interno seguirá conjeturando lleno de
dudas porque no es de mí de quien realmente necesita escuchar las respuestas sobre lo que ha
pasado.
Puedo llegar a meterme y entender su mente pero no puedo hacerlo más que superficialmente con
la de Vanessa dado que no tengo su versión de la historia.
A Iván le pareció muy sensato todo lo que escuchó.
-Y lo siento- se disculpó Mónica mirando su reloj- pero ya va siendo hora de terminar por hoy.
Exclamando -¡Sí, ya es la hora!-, Iván se despertó del estado hipnótico en el que se había
sumido mientras escuchaba a la psicóloga. -Pero... Aún que deje transcurrir ese margen de tiempo
del que habla y con el que estoy de acuerdo, ¿puedo seguir viniendo a la consulta, no?
Mónica, mirándole con ternura, le preguntó –¿Me permite darle otro consejo?
-Sí, por supuesto- respondió Iván.
-Cambie de amigos. Si tuviera unos amigos en condiciones no necesitaría estar pagando por ser
escuchado.
Iván se tomó la sugerencia con humor –Sí, je. Pero si todo el mundo tuviera esa clase de
amigos su trabajo no existiría. ¿Qué diría Freud si levantara la cabeza?
-Ja, diría que los que no existiríamos seriamos nosotros sin él. Creo que Freud nos hizo
personas, sabe- respondió Mónica también con humor.
-Je, ¿sí?. Yo lo que creo es que Freud inventó el sexo. Antes de sus teorías sobre impulsos
sexuales sólo éramos animales que copulabamos- dijo Iván atusándose la ropa que se le había
quedado un tanto arrugada.
-Sí, algunos siguen siéndolo a fecha de hoy...- replicó la psicóloga rememorando una antigua
relación sentimental.
-Entonces... ¿Me da cita para la semana que viene?- quiso saber Iván.
-¿Para la semana que viene? Mmm... No, tiene que ser para dentro 14 días porque mañana me
voy a un congreso en Lisboa y no vuelvo hasta el viernes de la próxima semana.
Veamos... Jueves, 23 a la misma hora- informó Mónica apuntando la cita en el ordenador.
-De acuerdo, pues buen viaje entonces. Adiós- se despidió el paciente cerrando la puerta.
-Adiós, gracias- se despidió la psicóloga pulsando enter.
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El sueño de Lisboa // Bienvenida
61
<<Sangre, poesía, filosofía y Freud>> pensó Mónica recordando la última sesión de la tarde
del jueves. <<Pero... mmm, ¿qué tal: sangre, poesía, Freud y filosofía? Sí, suena mejor. Además
el orden de los factores no altera el producto>> se dijo ordenando las palabras en su mente.
<<La verdad es que es un buen modo de definir a una persona. Sangre en referencia a nuestra
carnalidad. Poesía como eufemismo de nuestros sentimientos y de la necesidad que tenemos de
embellecer la realidad que nos rodea y que a su vez somos. Freud, nombre que resume las
vorágines internas que padecemos y nos enloquecen. Filisofía, por nuestro hábito innato para
cuestionar el mundo que somos y que creamos. Es perfecto>> admitió mientras echaba un
vistazo por la ventanilla del avión y después fijaba los ojos en el reloj de su muñeca; 9:25 de la
mañana.
En menos de una hora aterrizaría en su amada Lisboa.
La psicóloga bostezó pero, aún somnolienta, decidió hacer algo práctico durante el viaje así
pues, tomó su bolsa de mano y sacó el relato que una paciente, a la que trataba desde hacía poco
tiempo, le había pedido que leyese. Se titulaba Infatuación y contaba la historia de una chica
(la paciente) que poseía una tendencia extrema para obsesionarse con desconocidos que veía por
la calle y que por algún motivo despertaban su interés.
Antes de que pudiera darse cuenta y, sorprendentemente para su orientación temporal, el relato
estaba leído y el aterrizaje se acercaba.
<<Esto tengo se lo tengo que pasar a Nadia. Me recuerda a su obsesión con los hombres, ja, j
a>> se divirtió pensando en una amiga al meter el texto de nuevo en la bolsa y prepararse para
pisar tierra en unos instantes.
Ya en el suelo, Mónica se hizo cargo del equipaje y se apresuró a tomar un taxi. -A la Praça
da Figueira, cruzando por la Avenida Gago Coutinho y siguiendo por la Avenida Almirante Reis,
por favor- pidió al taxista en perfecto portugués.
Aunque la convención a la que se disponía a asistir durante casi una semana tendría lugar en
un gran hotel situado en la Praça Marquês de Pombal, Mónica había decidido acomodarse en el
acogedor lugar en el que venía alojándose desde la primera vez que visitó Lisboa a los 25 años;
el hostal Da Souza.
Siempre reservaba la misma habitación; la 301, porque desde ella se divisaba a la perfección
el Castelo de Sao Jorge. A ella le gustaba que fuera lo primero y lo último que sus ojos veían al
levantarse y al acostarse.
También, como siempre que viajaba, había efectuado un horario de actividades para organizar
y aprovechar el tiempo al máximo. El plan previsto era el siguiente: a partir del sábado a las 10
de la mañana darían comienzo las conferencias a las que tenía previsto asistir (exceptuando la
bienvenida y presentación que se celebraría ese mismo viernes a las 12 de la mañana) con lo cual
Mónica se despertaría cada día a las 8:30, se arreglaría y desayunaría y, a las 9:30, se obligaría a
ir a paso ligero hasta la zona de Rossio y allí tomar la Avenida da Liberdade para llegar al hotel
de reunión en la Praça Marquês de Pombal.
Durante los seis próximos días asistiría a las dos conferencias de cada mañana, comería en el
hotel para conocer y charlar con otros compañeros de profesión y utilizaría las tardes para pasear
y revisitar sus lugares favoritos de la ciudad por este orden: la ribeira do Tejo, el Castelo de Sao
Jorge, el miradouro da Graça, el Convento do Carmo, el barrio de Chiado, el miradourode Sao
Pedro de Alcântara y Belém.
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Por supuesto, no saldría por las noches porque no quería perder horas de sueño; ni siquiera se
acercaría a alguno de los clubs nocturnos de jazz que tanto le gustaban porque se había dicho que
este no se trataba de un viaje de placer sino de trabajo. SÓLO TRABAJO.
Al llegar al hostal saludó con un fuerte abrazo a João, el dueño del establecimiento, al que
conocía desde hacía 12 años. Él era un hombre amable y dicharachero al que le alegraba
enormemente que los clientes repitieran estancia en su morada.
-¡Senhorita Mónica, bienvenida! ¡De nuevo en Lisboa! Cómo está, passou bem?- João era uno
de esos lisboetas encantadores que mezclan el portugués y el castellano cada vez que hablan con
un español.
-Bien, obrigada, encantada de volver a verle. E você?- como a la psicóloga le hacía gracia la
mezcla de idiomas de João, siempre le seguía el juego.
El baile de lenguas se alargó durante un cuarto de hora en el que ambos se pusieron al día de
sus respectivas vidas y de la marcha de sus profesiones. Después, Mónica subió a la habitación
para acomodarse y refrescarse un poco antes de asistir a la presentación de las conferencias.
El equipaje que llevaba consigo era abundante debido a que iba a necesitar ropa formal para
asistir a las ponencias de las mañanas y ropa deportiva para andar cómodamente por Lisboa
durante las tardes. Aún así, le dio tiempo a colocarlo todo en el armario y salir a las 11:38
dispuesta a encaminarse hacia el hotel de convenciones.
Al tomar presencia en las calles se dio cuenta de que el ambiente era magnífico y vigorizante,
y de que la zona de Rossio trepidaba de energía.
Lisboa le parecía una ciudad maravillosa durante todo el año pero, muy especialmente, cuando
se acercaba la época estival porque su vitalidad de duplicaba con la llegada de turistas y, debido
al aumento de las horas de luz, todo brillaba con un potente resplandor.
Caminando con rapidez, a las 12 en punto, Mónica atravesó el vestíbulo del hotel que, según
las indicaciones y el número de personas que se dirigían hacia el fondo, conducía al salón de
actos. Una vez allí, sacó el carnet con el que daba a entender al asistente de recepción que estaba
autorizada para asistir a todo lo relacionado en la VIII Convención de Psicología Europea, o lo
que es lo mismo, que había pagado la gran suma de dinero que se exigía para asistir al
acontecimiento.
La presentación duró alrededor de 45 minutos y en ella se mostró un vídeo de bienvenida, se
explicó brevemente el tema elegido para cada conferencia y se repartieron los programas en los
que se exponía detalladamente las fechas y horarios de los eventos.
A las 13:00 todos los asistentes estaban saliendo del salón de actos y Mónica aprovechó para
saludar a algunos y algunas compañeras de carrera que también estaban allí. Entre ellos se
encontraba Benjamín, el novio que tuvo a los 25 años y con el que pisó por primera vez Lisboa.
-¡Mónica! ¿Cómo no? Unidos de nuevo por Lisboa. Me hubiera decepcionado no encontrarte
aquí- exclamó Benjamín mientras esquivaba a algunas personas para acercarse a ella.
-¡Hola, Benja!- le saludó abrazándole y dándole dos besos. –Sí, ya sabes que estoy enamorada
de esta ciudad.
-Claro, te enamoraste de ella y te desenamoraste de mí- comentó su antiguo novio en tono de
broma.
-Ja, no seas malo. ¿Qué tal la familia? Hacía mucho tiempo que no nos veíamos... Tus hijos
ya estarán muy grandes...- se interesó sinceramente Mónica.
-Sí, sobre todo la niña. ¡Oye!, ¿dónde te has alojado? ¿Comemos juntos?
-De acuerdo- aceptó la psicóloga contenta por haberse encontrado con su amor de juventud.
<<El bueno de Benja siempre me hace reír>> recordó.
En ese momento los dos se dirigieron al restaurante del hotel y allí, mientras degustaban
deliciosos platos basados en la gastronomía portuguesa, mantuvieron una afable y encantadora
conversación de viejos amigos. Tocaron todos los temas: familia, salud, profesión, hogar,
amistades, viajes y ese otro que a Mónica no le gustaba mencionar; el sentimental.
-Bueno, ¿y tú qué? ¿Sales con alguien ahora?- le preguntó Benjamín.
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-No, la última persona con la que estuve fue Carlos, no sé si te acuerdas de él, el arquitecto
que me presentó Nadia. Hace un año y medio que lo dejamos de mutuo acuerdo y desde entonces
no he salido con nadie.
-Ja, siempre te he considerado una soltera vocacional, ¿sabes?
-Bueno, es eso y que además me cuesta mucho encontrar a hombres que me gusten- aclaró
ella.
-¿Física o mentalmente?- preguntó Benjamín.
-Ambas cosas. Yo soy de esas personas que necesitan estar enamoradas para estar con
alguien.
-Para echar un polvo no hace falta amor.
-Benja, cariño, no seas bestia. Yo sí que lo necesito- comentó la psicóloga con un pequeño
asomo de tristeza.
-Te noto un poco apagada, ¿qué pasa, echas de menos estar con alguien?
-Bueno, en realidad no es para tanto lo que ocurre es que a veces me canso de estar sola y
pienso que me gustaría conocer a algún hombre que mereciera la pena o... no sé, incluso
estabilizarme. Una se acaba hartando de intentarlo y reintentarlo, sabes.
-¡Ehy!, ¿no sería estupendo que te enamoraras de un lisboeta? Con lo que a ti te gusta este
sitio...- a Benjamín se le iluminaron los ojos cuando pronunció esta ocurrencia.
-Bueno, no estaría mal pero mi debilidad siempre han sido los italianos- apuntó Mónica
sonriendo y guiñando un ojo.
-¡Oh, sí! Recuerdo a Fabio, aquel becario florentino que te tenía loca cuando estábamos en la
facultad. Al final le dejaste por mí, ¿te acuerdas?- con sorna echó la vista atrás Benjamín.
-Ja, ja, claro que me acuerdo, ¡pero pasaron dos años estando con él antes de eso!
-Aaah, no importa. Le dejaste por mí... Anda, dime, ¿qué planes tienes para el resto de la
semana?- preguntó su antiguo amor.
-No sé, improvisaré- mintió Mónica queriendo parecer espontánea.
-¡Mentiroosaaa...! Seguro que tienes un programa perfectamente estructurado de horarios y
actividades en alguno de tus cuadernos. Te morirías de miedo si no tuvieras las cosas planificadas.
-Je, pues claro que tengo planes, ¿y tú?- admitió sonriendo la psicóloga.
-Yo me quedaré hasta el viernes. Si quieres podemos comer juntos estos días y así aprovecho
para presentarte a algunos conocidos que también van a estar por aquí.
-Perfecto- convino ella.
El almuerzo se prolongó hasta cerca de las tres. Tras el café, los antiguos novios se
despidieron y Mónica regresó al hostal porque quería echarse su sagrada siestecita. Después
tenía pensado dar un paseo por la ribeira do Tejo y escribir un poco sentada en algún sitio
mientras veía la puesta de sol. Contemplar esa escena siempre le hacía sentirse relajada y en
conexión con la belleza natural del mundo, sobre todo si además le acompañaba buena música.
Finalmente, tras 29 minutos de sueño, la psicóloga se despertó a las 16:25 y remoloneó en la
cama hasta pasadas las cinco mientras se decía que había sido muy agradable encontrarse y
charlar de nuevo con Benja. Guardaba muy buenos recuerdos de la relación que mantuvieron
hacía más de diez años.
Como los postigos del balcón estaban abiertos y la cortina retirada, lo primero que Mónica
había visto al
abrir los ojos y girar la cabeza a la izquierda, había sido
el Castelo de Sao
Jorge. <<Mañana por la tarde iré a visitarte>> le había dicho en silencio.
Le fascinaba ese lugar porque toda Lisboa podía contemplarse espléndidamente desde allí y
además, cerca se encontraba uno de los mejores restaurantes, para su gusto, de la ciudad junto
con el que estaba en las proximidades del miradouro de Graça. De hecho, entre los planes se
encontraba cenar en este último mañana.
Pero, efectivamente, eso tendría lugar el sábado, <<aún es viernes por la tarde>> se dijo en
tanto que elegía un conjunto deportivo muy en contraste con el elegante traje de chaqueta y falda
que había vestido por la mañana.
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Una vez puesto, mirándose en el espejo se lavó los dientes, se cepilló su melena castaña y se
recogió unos cuantos mechones de pelo con una pinza celeste.
Preparada, se echó un vistazo general. Sí, se encontraba estupenda y dispuesta a pasar una tarde
amena.
Tras el propósito, sacó de la maleta una pequeña mochila blanca y metió en ella un monedero
con 20 euros y su carnet de identidad, un cuaderno de 16X13, un par de bolígrafos, el
reproductor MP3, unas cuantas golosinas y una botella de agua. También decidió apagar el móvil
y dejarlo en la habitación, ¿para qué iba a llevarlo consigo si apenas la llamaba gente, y mucho
menos cuando se encontraba fuera de España?
<<Fuera de España>> cabiló. <<Nunca me siento fuera de casa cuando estoy en Portugal>>.
Después miró el reloj y se sorprendió porque quedaban cinco minutos para las seis. No entraba
en los planes salir más tarde de esa hora así que, se apresuró a coger la mochila, la llave de la
habitación y marcharse de allí.
La luz en la Praça da Figueira aún era espléndida y el elevado número de transeúntes
desprendía un contagioso desasosiego. Desde luego se notaba que era viernes.
Mónica decidió bajar tranquilamente por la Rua da Madalena y llegar hasta la Casa do Bicos
para comenzar allí su paseo por la ribeira. Se dijo que regresaría al hostal a eso de las ocho y
media por la Rua Augusta.
Cuando llegó a los pies de la desembocadura del Tajo, sus pasos adquirieron una marcha lenta
y degustada. Contemplaba con la quietud que solía faltarle en Madrid el escenario por el que
caminaba y dejaba que el aire tibio le tonificara el cuerpo y el ánimo.
Divisar el Ponte 25 de Abril siempre le hacía sonreír y sentirse en paz y, en esa ocasión no fue
diferente, aquella réplica del Golden Gate le parecía maravillosa.
Lo que más le gustaba de pasear por allí es que lograba que su mente dejara de darle vueltas y
más vueltas a todo: la consulta, las conversaciones, los análisis, el ir y venir apresuradamente, las
llamadas, las cosas de la casa, sus propios pensamientos... Resultaba muy terapéutico.
De este modo, haciéndose consciente de su relajación, transcurrió una hora hasta que tomó
asiento en un banco situado en Cais do Sodré. Allí se dispuso a tomar un par de chocolatinas y a
sacar su cuaderno para escribir un poco sobre las impresiones del día.
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Sexta-feira) Viernes, 10- Maio -del año en que vivo los 37.
Son algo más de las siete y todavía hay buena luz, es lo ventajoso de que el verano esté tan
cerca.
Estoy sentada en un banco de Cais do Sodré disfrutando de la tarde y esperando a la puesta de
sol. Unas cuantas nubes delgadas rasgan el horizonte así que el ocaso promete ser espectacular.
Por los alrededores pulula una señora paseando a su perro y hay una preciosa pareja de
veinteañeros besándose a mi derecha. Mirándoles me preguntó cuándo me llegará a mí el
momento de volver a estar así con alguien. Hace ya un año y medio que no vivo una situación
igual con nadie y empiezo a estar cansada y aburrida de pasar tanto tiempo sola. A veces siento
que me volveré loca si transcurre más tiempo de esta manera y pienso que tendré que aplicarme
toda la psicología que empleo con mis pacientes.
¿Enamorarme de un lisboeta? Sinceramente, no se me había pasado por la cabeza. Para mí
esta ciudad es el remanso de paz que necesita mi mente cada cierto tiempo después de pasarme
meses y meses escuchando y analizando los problemas de los demás. En absoluto la tengo
asociada a un espacio de ligue. Además, para colmo, en esta ocasión he venido sólo por trabajo.
¡Cómo no me enrolle con alguien de la convención...! Pero yo tengo demasiados escrúpulos
para hacer eso. En realidad yo tengo demasiados escrúpulos para casi todo.
Me gustaría ser como Nadia en este sentido; si le atrae un tío, se va a por él y lo consigue. No se
anda con miramientos.
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Yo soy muy remilgada y siempre espero a que él dé el primer paso, cosa que nunca sucede
porque SON TODOS UNOS COBARDES.
Por suerte y desgracia, soy de esas a las que los hombres miran con fascinación y las
mujeres de frágil ego con envidia. Lo malo es que, según me dijo alguien en su día, impresiono
tanto que ningún tío se atreve a acercase a mí. Siempre me digo que no sé de qué me vale que la
gente me encuentre atractiva si luego no ocurre nada interesante.
Pero da igual, ¿qué importa eso en este lugar y este instante? Estoy en la ciudad de mis sueños.
LA CIUDAD DE MIS SUEÑOS. ¿Puede Lisboa hacer mis sueños realidad?
Me ha alegrado mucho encontrarme a Benjamín en la presentación de la convención y
charlar con él. También estoy contenta por haber acordado comer juntos todos los días hasta
nuestra marcha.
Pensando en él y en cómo han transcurrido nuestras vidas después de haber sido novios, me doy
cuenta de la cantidad de similitudes que compartimos pero también de las disparidades; él, un
psicólogo felizmente casado con una hija y un hijo y yo, una psicóloga desparejada a quien no le
importaría tener su propia familia.
No me estoy quejando, sólo trato de decir que me gustaría que mi vida ya hubiese tomado otros
derroteros porque llevo así (sin una relación lo suficientemente estable) mucho tiempo y me
apetece cambiar.
Quizás debería haberle propuesto a Benja quedar para salir a tomar algo esta noche pero no
quiero perder horas de sueño y que mi ritmo se desajuste.
Cenaré en el hostal y después escucharé música hasta que me quede dormida.
Ayer antes de acostarme, cargué en el MP3 dos discos de Van Morrison, el último de Diana
Krall, mi favorito de Eric Clapton y “The sound of music” de Pizzicato Five.
Espero quedarme dormida alrededor de la media noche.
Veo que la pareja preciosa se marcha.
No llevo chaqueta y no tengo frío porque la temperatura es perfecta.
Estoy encantada de estar aquí.
Era cierto, se sentía plenamente colmada y satisfecha. Los rincones de la urbe de Lisboa
solían evocar en ella impresiones adormecidas cada vez que los recorría o reposaba en ellos. Era
algo que había notado la primera vez que pisó la ciudad y la sensación jamás le había defraudado
en ninguna de sus posteriores visitas. <<Supongo que por eso estoy enamorada de este sitio>>
sonrió Mónica hablando consigo misma.
A continuación, tras guardar el bolígrafo y el cuaderno, tomó el reproductor musical y se puso
los auriculares. Una vez conectado, la canción Rough God goes riding de Van Morrison
comenzó a sonar. Su voz y su música le parecían idóneas para escuchar al atardecer.
Al llegar al tema Sometimes we cry, el sol crepuscular matizó el cielo y las delgadas nubes
adquirieron colores que cambiaban por momentos; amarillo, ámbar, naranja, rojo, malva,
morado, rosa se combinaban en una abstracción reconocible de íntima e inefable hermosura.
Mónica, conmocionada por la belleza de la escena, comenzó a llorar. Ella pensaba que una
puesta de sol es el espectáculo más hermoso que los ojos humanos pueden contemplar <<y
además es gratis>>.
Después, una vez disfrutada la escena, a las 20:50 la psicóloga se dispuso a marcharse del
lugar y comenzó a caminar sobre sus pasos en dirección a la Praça do Comércio que se
encontraba prácticamente vacía. Una vez allí, contempló la escena esculpida en la que dos seres
alados que estaban siendo coronados con laurel en lo alto de la puerta de acceso a la Rua
Augusta y se dirigió hacía ella.
Por la Rua aún transitaba bastante gente a pesar de que la mayoría de los establecimientos ya
estaban cerrados. Mónica, a medida que caminaba, se fijaba en los locales hosteleros y en los
escaparates que más destacaban; su favorito era el de la tienda de calcetines porque siempre
estaba decorado con prendas de colores llamativos.
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Rozaban las 21:15 cuando llegó al hostal. Al entrar en la habitación, decidió darse un baño
relajante después de cenar, escuchar a Diana Krall y quemar una barilla de incienso de romero
antes de dormir.
Así fue decido y así fue hecho. Había sido un buen día.
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Sábado) Sábado, 11– Maio -del año en que vivo los 37.
Son las ocho y me encuentro en el miradouro da Graça , hace un ratito que he llegado. Hoy
voy a ver la caída del sol desde aquí y luego cenaré en el restaurante próximo que tanto me
gusta. El tiempo es tan espléndido como el de ayer: templado y envolvente.
Hay mucha gente paseando por los alrededores y todos los asientos del mirador están ocupados.
Ya se pueden encontrar turistas por la ciudad.
Una chica, que parece inglesa, está haciendo exactamente lo mismo que yo en estos momentos;
escribe en lo que intuyo que es un diario de viaje. Su amiga está haciendo fotos muy
entusiasmada.
También me las he encontrado anteriormente en el Castelo de Sao Jorge. Se han quedado
alucinadas con las vistas. ¿Quién no? Han tomado imágenes en todas direcciones y no
paraban de sonreír maravilladas como yo la primera vez que las divisé. Ja, ja, me lo he pasado
muy bien obsevando sus reacciones. Las dos tienen una pinta simpática. He estado allí de 6:30 a
7:30.
Tengo que reconocer que la tarde se me está pasando muy rápido en comparación con la
mañana que ha resultado un aburrida con tanta exposición y palabrería.
La primera conferencia ha sido muy interesante, he tomado muchos apuntes y he realizado
algunas preguntas pero el resto... Espero que las que me quedan sean como la primera y no
como la última.
La comida con Benjamín ha sido muy divertida porque ha traído a dos conocidos (pareja de
hecho) de lo más dicharacheros. Nos hemos reído mucho.
Se llaman José Furtado y María Carrascal; él es de Coimbra y ella de Valladolid.
Se conocieron gracias a un amigo común cuando José pasó una temporada en Valladolid.
Viven allí y tienen un gabinete de psicología.
Hemos quedado para comer mañana todos juntos otra vez. Lo estoy deseando.
Daba gusto mirarles, se notaba que se entienden a la perfección y que están muy
compenetrados. Parecían tener la clase de relación que yo siempre he deseado: eran amigos
además de amantes.
¿Cuándo estaré yo así con alguien? ¿Existe alguna persona con quien pueda vivir algo
auténticamente inolvidable? Quizás soy demasiado romántica.
He vivido historias bonitas, lo malo es que todas han pasado... ¿Cuándo llegará por fin la
definitiva?
No quiero obsesionarme con esta cuestión porque sé que no me conduce a ninguna parte pero...
Es que deseo tanto... Me muero de envidia cada vez que veo a una pareja bonita.
Nadia suele decir que se alegra de no estar en esta fase anhelante de romanticismo y yo, al
escucharla, siempre pienso que eso es fácil de decir cuando te encuentras en sus circunstancias
y estás menopausica.
Además, en muchas ocasiones me conformaría con un simple rollete. Hace un año y medio que
no echo un polvo y a veces estoy que me tiro por las paredes.
Benja me ha dicho que él, José, María y alguien más habían pensado en salir esta noche a
tomar unas copas por los bares de fado. Me han invitado a ir con ellos pero yo me he negado
porque no quiero romper con la disciplina establecida para esta estancia ni perder horas de
sueño. Además, incluir a Benja en una pandilla significa acabar todos borrachos entonando
canciones de la Tuna por la calle a altas horas de la madrugada, lo cual implica no tener
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mañana el cuerpo para conferencias. He tenido que pagar mucho dinero por la mayoría de
ellas, no puedo desperdiciarlo haciendo el bobo.
Me suenan las tripas, tengo hambre. No he merendado nada, ni siquiera una mísera
chocolatina. En cuanto caiga el sol iré al restaurante a ponerme las botas.
Transcurrieron veinte minutos desde que Mónica escribió sus últimas palabras hasta que se
levantó para encaminarse al establecimiento acompañada de la música de Pizzicato Five.
Una vez en la puerta, y divisando una mesa libre ubicada en una esquina, se dirigió a ella
saludando primero al camarero jefe.
Le complacían las mesas arrinconadas porque desde ellas era más fácil pasar desapercibida
cuando se entretenía observando a los demás; siempre había sido una espectadora a la que le
complacía de forma especial examinar los gestos que realizaban los demás al hablar y la
expresión que adoptaban sus ojos al comentar o escuchar una historia.
El local se encontraba medio lleno y seguía gozando del encanto que desde el primer
momento había cautivado a la psicóloga. La sala había sido dotada de una curiosa y estudiada
decoración que, sin resultar añeja, rememoraba perfectamente la cultura tradicional portuguesa.
Los comensales eran en su mayoría autóctonos y charlaban animadamente creando una
atmósfera cordial. Mónica creyó atisbar algún español entre ellos.
-Boa noite. ¿Española?- preguntó en castellano un empregado que parecía haber salido de la
nada.
-Sim, mas falo português- hizo saber la psicóloga en tanto que el camarero le ofrecía la carta.
Elegir resultaba complicado cuando se presentaban tantos platos suculentos. Ella los repasó uno
a uno recordando su sabor y finalmente se decantó por –Sopa de espárragos y bife de vaca
entolado à lisbonense. Para beber: vinho de Souselas.
Mientras le servían, Mónica aprovechó para visitar el servicio, lo cual provocó que al recorrer
el salón perdiese el anonimato que había conseguido situándose en la mesa arrinconada.
Su llamativo y atractivo físico, de talla 38 y 1`70 de estatura, arrancó más de una mirada indiscreta
a las que Mónica no prestó atención porque ya estaba acostumbrada a que siempre sucediera lo
mismo <<Mucho mirar y luego
nada de nada>>. Este hecho solía mortificarla porque se
preguntaba <<¿De qué me sirve que piensen que estoy buena si luego siempre acabo sola?>>
Al regresar del servicio, los ojos descarados e impresionados de los comensales volvieron a
fijarse en su figura. Entre ellos se encontraban los de un hombre que estaba sentado junto a una
mujer de rasgos asiáticos en la mesa arrinconada paralela a la de Mónica y que, desde ese
momento, no dejó de mirarla con fascinación sin que la psicóloga se percatase de ello.
Aquel tipo tenía aspecto mediterráneo, rondaba los 35 años, vestía ropa informal; vaqueros y
camiseta negra y su rostro poseía una intrigante y profunda mirada castaña. Sin duda el conjunto
de su presencia arrojaba un magnetismo singular.
Él, en el mismo instante en que vio a la psicóloga, empezó a posar con intencionalidad y
regularmente sus pupilas en la imagen de la mujer situada al otro lado de la sala para examinarla
y hacerse notar.
Al cabo de diez minutos de intensa entrega en el acto de observar, el segundo plato para Mónica
fue puesto en la mesa y ella se dio cuenta de que aquel hombre existía porque se sintió
extrañamente fisgada. De repente, había alzado la vista y había descubierto como unos ojos
oscuros la examinaban con asiduidad.
La psicóloga mantuvo durante unos instantes la mirada clavada en la del tipo, con ánimo de
percatarse de lo que estaba sucediendo. <<¿Me está mirando ese tío? Creo que sí. ¿Pero qué
hace?>>
Era cierto, la estaba observando y ella, al reparar en la insistencia de las miradas de aquel
hombre, empezó a sentirse incómoda <<¿De qué va? Sí que me obseva... ¿Cómo puede tener
tanto morro? Y encima lo hace desvergonzadamente delante de su novia. ¡Qué grosero! Parece
español, seguro que es español. Sólo a un machito ibérico se le ocurre hacer semejante
horterada>>.
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Lo que ocurrió fue que cuando él ponía sus ojos en los de ella, Mónica aguantaba unos
segundos la mirada y luego la retiraba, y cuando la psicóloga <<Por curiosidad>> posaba los
ojos en los del mirón, él mantenía la mirada fija durante un pequeño lapso y luego la apartaba.
Con el vaivén Mónica empezó a ponerse nerviosa. <<Concéntrate en tu cena y no en el tío
ese>> se ordenó.
Y aunque el bife de vaca entolado à lisbonense estaba realmente exquisito, ella no le estaba
prestando la atención que merecía. <<He de reconocer que es muy atractivo. Je, tiene tan buena
pinta como lo que me estoy comiendo. ¡Calla! Vale, está bueno, ¿y qué? Va con su novia y esto
es absurdo, creo que te estás emborrachando con el vino. Tienes 37 años y pareces una niña
pequeña en el comedor del colegio>>.
Sí, la verdad es que la situación resultaba algo tonta pero también muy morbosa.
La psicóloga, tras sus inquietas divagaciones, decidió no volver a mirarle para demostrar
indiferencia y se dispuso a poner toda su atención en el siguiente manjar.
-¿Va a tomar postre?- preguntó el camarero tras retirar el plato y los cubiertos.
-Sim, mousse de chocolate, por favor- contestó Mónica, que había dedicado más tiempo del
necesario a mirar la carta de los postres porque no quería alzar la vista y encontrarse con los ojos
del mirón.
<<¿Qué hora será?>> echó un vistazo al reloj. <<Casi las diez. Se me está haciendo un poco
tarde. Todavía he de recorrer un buen trecho hasta el hostal. Quería darme un baño relajante y
acostarme pronto. Seguro que el mirón se va de juergacuando termine de cenar. ¡Ehy, que ha
llegado más gente a su mesa!>>.
-Su mousse- presentó el postre el camarero.
Así fue, un grupo de cinco personas; dos varones y tres féminas, se emplazó en la mesa del
mirón y de la mujer de rasgos asiáticos.
<<Silencio>> se pidió la psicóloga para intentar cazar alguna palabra.
Murmullo ininteligible. Nada. Decepcionada comenzó a tomar la suculenta mousse de
chocolate que le había sido servida.
<<Cuánta gente. ¿Serán turistas? No tienen pinta, parecen portugueses. ¿Será él portugués? No sé,
diría que no... ¡No le mires tanto!>> divagó mientras saboreaba el postre.
Cuando Mónica se dispuso a levantarse tras cenar y pagar la cuenta, echó una última ojeada al
mirón y vio que este la observaba algo turbado.
-Buenas noches, señorita. Vuelva pronto. ¡Gracias por venir! - se despidió el camarero de la
psicóloga al verla marchar.
-Não há de quê. Adeus- también se despidió ella al abrir la puerta de salida.
El domingo por la mañana Mónica no sabía si sentirse consternada o alegrarse por lo que
había ocurrido en su cama durante la noche. <<La verdad es que hacía mucho tiempo que no
experimentaba un orgasmo tan intenso>> se dijo camino a la Praça Marquês de Pombal.
Sonriendo visualizó, por cuarta vez desde que se había despertado, el acontecimiento. <<Me lo
he pasado bomba, ja, ja>>.
Al entrar en el hotel de convenciones se encontró con María Carrascal, la psicóloga
vallisoletana, que se quedó sorprendida al verla -¡Mónica, estás radiante! ¿Te has levantado
contenta o qué?- exclamó.
<<Si yo te contara...>> pensó Mónica mientras recordaba el suceso nocturno. ¿Contenta? Sí, ¿por qué no? Lo que pasa es que como no salí de marcha, he podido descansar
bien. <<Ji, ji>>.
-Eso es lo que teníamos que haber hecho nosotros. ¿Te puedes creer que acabamos borrachos
cantando canciones de la Tuna por las calles de madrugada?
-No me digas- exclamó sin sorpresa Mónica a la vez que se despertaban en su mente imágenes
de épocas pasadas.
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-Sí, ja, ja. Es que Benjamín nos lió... ya sabes como es. No ha podido levantarse, se va a
perder todo el programa de hoy- terminó de informar su colega al tiempo que entraban en el
salón de actos.
Pese a que las ponencias del día fueron muy interesantes, Mónica no prestó verdadera
atención a ninguna porque no conseguía dejar de darle vueltas y más vueltas al sueño que había
tenido y a lo que había ocurrido durante la cena del sábado en el restaurante. <<¡Joder con el
mirón!>>.
Durante las conferencias, ella se dedicó a examinar casi con profesionalidad las miradas del
tipo, sus propias reacciones, lo mucho que le gustó que él se quedara turbado cuando Mónica se
marchaba, el sexo onírico transcurrido durante las horas de sueño...
<<No intentes engañarte, te sentías realmente atraída por él pero te hiciste la dura porque
sabías que el suceso no conllevaría trascendencia alguna. Eres incapaz de abandonarte a algo que
pienses de antemano que puede decepcionarte>> cabiló. <<Además, ¡¿qué coño?! Él tenía novia.
¡A la mierda con este asunto!>> se instó sin convencimiento auténtico.
A la hora de la comida, Benjamín apareció ojeroso pero dispuesto a relatar las aventuras de la
noche.
-Móni, ¡vaya juega que te perdiste ayer! Tenías que habernos visto.
<<No me perdí nada, cariño. Créeme>>. -Deja que lo adivine. Os emborrachastéis y terminastéis
cantando canciones de la Tuna por la calle de madrugada.
-¡Ehy, qué pasa! ¿Ya se lo habéis contado?
-Ja, ja , ja- rieron todos los componentes de la mesa al unísono.
-No, hombre. Ha sido intuición femenina- añadió la psicóloga.
La comida y la tertulia se alargaron hasta que Mónica se marchó cerca de las cinco al hostal.
<<Vaya, la reunión de hoy ha sido aún más divertida que la de ayer>> fue pensando por el
camino <<Pero me he quedado sin siestecita. Por lo menos he podido dejar de rememorar el
sueño. Ha habido dos momentos durante la segunda conferencia que realmente me he excitado
pensado en la historia. Anda que si llego a tener que salir al servicio para tocarme... Ja, ja, ja >>.
De repente se imaginó entrando a toda velocidad en uno de los compartimentos y bajándose
los pantalones y las bragas a toda prisa. <<Hubiera tenido que acallar la respiración acelerada y
los gemidos...>>.
Las visiones obscenas que aparecieron en su mente la excitaron.
Al llegar a su habitación se tumbó en la cama, se masturbó recreándose en la imaginada
peripecia en el hotel de convenciones y se quedó dormida durante aproximadamente media hora.
Al despertarse se enfadó -¡Oh, mierda! Me he quedado dormida con lo tarde que es... Joder, son
más de las seis y tenía planeado visitar las ruinas del Convento del Carmo. ¡Ya he fastidiado el
horario!
Cuando terminó de quejarse, se puso un conjunto deportivo (camiseta estrecha roja, pantalón
blanco, zapatillas rojas), se comió dos chocolatinas, se lavó los dientes, cogió su pequeña mochila
blanca y salió de la habitación directa hacia su destino.
La caminata entre los paseos de los lisboetas, algunos turistas y la cálida temperatura
ayudaron a disipar el enojo. De nuevo se encontraba preparada para maravillarse con uno de los
rincones más enigmáticos de la ciudad; el Convento do Carmo, un lugar situado en el Largo do
Carmo que, tras sufrir un terremoto en 1755, pasó a ser una ruina familiar para la capital lusa y
después un reclamo turístico.
La primera vez que Mónica lo visitó, quedó tan hechizada por su belleza que pasó cerca de
una hora y media boquiabierta contemplando los pilares y los arcos de la nave principal, y casi
gastó la tarjeta de memoria haciendo fotos.
En esta ocasión, como de costumbre, al llegar allí pago la entrada, abrió la puerta de acceso y
volvió a deslumbrarse con las espectaculares ruinas.
Aquel lugar le parecía verdaderamente fascinante. ¿Cómo habían podido aquellos enormes arcos
soportar el temblor de tierra? Eran sin duda grandiosos.
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Nuevamente se sintió conmocionada y cautivada por el magnetismo del escenario y una vez
más, mientras caminaba con lentitud, intentó definir lo indefinible con palabras. <<Este sitio
provoca dentro de mí una sensación de inmensidad que me colma y me relaja. Me encanta el
contraste que se produce entre la arquitectura esencial y la fuerza que aún así desprende. Es un
lugar resplandeciente, hipnótico y absolutamente... ¡Oh, dios mío! ¡ESTÁ AHÍ!
¡Está ahí y me ha visto!>>.
Sí, el mirón estaba allí y la había visto.
¿Quién se quedó más sorprendido con la coincidencia; Mónica o él?
Probablemente ambos.
¿Qué actitud tomaron el uno con respecto al otro en esta ocasión? Veámoslo.
La psicóloga no supo qué hacer ni dónde esconderse.
A Mónica le temblaban las manos y se las metió en los bolsillos del pantalón mientras pensaba
<<Si supieras que esta noche hemos follado en mis sueños...>>
Por su parte el mirón se inquietó, agachó la cabeza y tomó su cámara de fotos al tiempo que
prestaba atención a algún comentario que <<¡Oh, no!>> la mujer de rasgos asiáticos le hacía.
<<Joder, ¿de dónde ha salido esa? ¡Ah, del museo! ¡¿Oh, qué hago?! Venga, camina hacía
allá y muéstrate indiferente. Mantén la serenidad porque aquí no pasa nada>>.
Mónica siguió sus propias ordenes y echó a andar invadida por la vergüenza en dirección al
museo. El mirón, al ver que ella se acercaba, la observó embelesado y sin ningún reparo y ella,
deseosa de echar un vistazo, no pudo resistirse y clavó los ojos en sus ojos.
Sólo quien haya estado en el cielo y el infierno al mismo tiempo, podrá entender lo que
sucedió entre ellos en los tres segundos que duró la escena.
De nuevo las ruinas del Convento do Carmo fueron testigos de la intensidad desatada esta vez
por un terremoto hormonal.
<<Podría enamorarme de ti para el resto de la vida>> pronunció Mónica en su fuero interno
cuando consiguió arrancar la mirada de los ojos del mirón y entrar en el museo.
Dentro, las curiosas piezas expuestas estaban allí imperturbables para que todo el que entrara
las contemplase pero, por supuesto, para los ojos de la psicóloga pasaron completamente
desapercibidas porque la pieza que realmente le interesaba se encontraba fuera.
<<No me puedo creer que mi fantasía esté ahí mismo. ¡Vaya coincidencia! Me tiembla todo el
cuerpo, tengo que tranquilizarme. ¡Qué bueno está! Respira profundamente. ¿Qué ha pasado hace un
momento? Creo que me he enamorado. ¡No, es un desconocido! Un desconocido con novia. Esto es
de película... ¡OH! ¡¡ESTÁ ENTRANDO Y VA SÓLO!!>>.
El mirón traspasó la puerta del museo y se dispuso a verlo todo sin percatarse de nada.
Mónica disimuló fingiendo que examinaba un texto <<¿Me estará mirando? ¡Ojalá me esté
mirando!>>
La tensión entre ambos fue creciendo hasta que la situación resultó demasiado turbadora para
la organizada psicóloga y, en un arranque incontenible de nervios, echó un nuevo vistazo al
mirón y salió apresuradamente del museo y de la nave del convento.
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Domingo) Domingo, 12- Maio -del año en que vivo los 37
Sentada en la terraza de un bar en la plazoleta situada a la entrada del Convento do Carmo.
Él está ahí dentro, ¡AHÍ DENTRO! Y yo aquí fuera, AQUÍ FUERA.
Esto es absurdo; afirmo que quiero encontrar a alguien y cuando lo encuentro, salgo corriendo
y me alejo. ¡OH, MÓNICA...!
¿Cómo se hace esto? ¿Cómo se liga con un desconocido al que le acompañana su novia en un
lugar en el que no se encuentra?
¡Mierda!, esto no entraba en mis planes. ¡Ah, ah! Están saliendo, ¡QUÉ SALEN! ¡DISIMULA!
¡Ojalá me mire! ¿Estará mirándome? Me muero por echar un vistazo pero... No quiero hacerlo.
LO HE HECHO. Están hablando, shshshsh, ¡calla!. ¡Oh!, hablan en italiano. ¡ES ITALIANO!
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¡MADRE MÍA, MADRE MÍA! SE HAN SENTADO EN ESTA MISMA TERRAZA TRES
MESAS ALEJADOS DE MÍ. PUEDO CONTEMPLARLE A LA PERFECCIÓN. ¡NO LO
HAGAS!
Acabo de pedir un zumo natural. Y pensar que anoche follé con ese tío en sueños. ¿Cómo se
llamará?Fue una fantasía super excitante.
Yo entraba a la habitación del hostal y él estaba tumbado en mi cama con el pecho
descubierto y el botón y la cremallera de sus vaqueros desabrochados. Se le veían los
calzoncillos negros que llevaba.
Yo no me sorprendía de encontrarle allí y él me hablaba con naturalidad.
-¿Qué tal el día, nena?
-No tan bien como tú- respondía yo acercándome a él sinuosamente y dándole a entender,
con una sonrisa cargada de sensualidad, que estaba cachonda perdida.
Cuando llegaba al borde de la cama, él se incorporaba y empezaba a acariciarme los muslos
hasta que llegaba al botón y la cremallera de mis pantalones de rayas diplomáticas y me los
desabrochaba. Después los bajaba y sonreía al encontrarse frente a frente con la carita de
Piolín estampada en el frontal de mis bragas.
-¿Te he contado alguna vez que llevo dentro de mí el espíritu de un gato al que le encanta
comer pájaritos?- preguntaba él juguetonamente.
Ja, ja, a mí me encantaba su picardía.
-Pues venga- le susurraba yo, -empieza a comerte el pájarito.
Y él comía, me comía el coño hasta casi alcanzar el éxtasis. Unos momentos antes de
conseguirlo yo exclamaba -¡Fóllame! ¡Fóllame! Quiero que me la metas- le pedía suplicante.
A lo que él contestaba -Ya sabía yo que a ti te ponen más los perros salchicha-. Ja, ja, ja –Ven
acá- y asiéndome fuertemente por las caderas, se levantaba y me ponía de cara a la pared. Después
desnudaba su polla al rojo y me la metía embistiendo como un animal hasta el orgasmo y más allá.
Ha sido sensacional. Me he despertado con la mano metida en las bragas.
¡BIEN! Acabo de pillarle mirándome. Si supiera lo que acabo de escribir...
¡Vaya! Él también ha pedido un zumo natural.
¡La mujer de rasgos asiáticos se marcha! ¿Se va a quedar sólo? ¡Sí, SE QUEDA SÓLO!
¡¿Qué hago?!
No seas tan descarada, no le mires tanto. Haz que escribes y piensa algo práctico que pueda
-Seguro que lo que está escribiendo no es ni la mitad de interesante que usted.
<<¿Qué?>> Mónica alzó la cabeza y se encontró con la figura del mirón junto a su mesa.
<<¡Está aquí! ¡Se ha atrevido a acercarse a mí! ¡Ooh!>>
-Bueno, yo diría que sí lo es- comentó la psicóloga aparentando tranquilidad y cerrando el
cuaderno bruscamente.
-¿Puedo sentarme con usted?- preguntó con cortesía y voz grave el mirón.
-Sí- <<¿Cómo que sí?>> -Disculpe pero... ¿de dónde es su acento y cómo sabe que hablo en
castellano?
-Je, bueno... Supongo que el acento es de Roma. Soy italiano pero entiendo y hablo
perfectamente castellano y sé que usted lo habla por cómo se despidió el camarero anoche
cuando se marchaba del restaurante. ¿Le importa que le pregunte su nombre?
<<Muy observador>> -No, me llamo Mónica- contestó la psicóloga poniendo la guardia en
alto.
-El mío es Adriano- dijo el mirón al extender su mano para estrechar la de Mónica. – ¿Qué le
ha parecido el convento?
<<Adriano...>>. -Maravilloso, como siempre.
-¿Ya lo había visitado?
-Sí, no es la primera vez que vengo a Lisboa. ¿Es su primera vez?- preguntó Mónica con
timidez.
-Sí para mí, no para mi acompañante.
<<Joder, su acompañante. Se me había olvidado su maldita acompañante>>
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-Ella vive aquí- prosiguió Adriano. -¿Le gustó la cena de anoche?- dijo clavando sus ojos en
los de la psicóloga.
<<Tiene morro pero es educado>>.-Sí, estaba deliciosa- contestó ella rememorando lo que
había sucedido durante la misma.
-Espero que no le molestara que fijase la vista en usted.
<<¡Dios, qué directo! Sólo me pareció algo impertinente>>. -En absoluto.
-Me imagino que ya debe de estar acostumbrada a deslumbrar a todo el que la mira.
<<Más o menos>>. –Para nada. ¿Puedo preguntarle el por qué de su insistencia ayer?
-Por favor, tutéame. ¿Puedo tutearte, Mónica?- preguntó Adriano manteniendo sus
penetrantes ojos atentos a todo lo que tenía que ver con la psicóloga.
<<No sé... No me fío>>. –Por supuesto.
-Bueno... Puede decirse que me quede fascinado contigo y quería que te quedase muy claro.
<<¡Bien!>>. -¿Qué pasa con tu acompañante?- pronunció con mucho recelo Mónica poniendo
sus ojos en el zumo natural y esperando una respuesta satisfactoria.
-¿Tatianna? Oh, es sólo una buena amiga, una amiga a la que le gustan las mujeres- se
apresuró a explicar Adriano - Fue ella quien reparó primero en ti.
<<¡JOODEER! Tocada y hundida>>.
-¿Qué opinas de mí?- preguntó sin timidez el italiano.
<<Que me tienes alucinada>>. –Que no te conozco.
-Bueno, estaré en la ciudad hasta el próximo jueves por la tarde. ¿Hasta cuándo te quedas tú?
-Hasta el próximo viernes por la mañana- informó Mónica sin filtrar la alegría que le
provocaba saber que aún les quedaba tiempo por delante.
-Pues entonces tenemos los próximos cuatro días para conocernos todo lo que quieras.
<<¡Qué morro tiene!>>. –Ya veremos, estoy aquí por trabajo- pronunció la psicóloga con
seriedad.
-Yo también, pero me lo tomo con calma. Me gusta disfrutar.
<<Se nota>>. -¿A qué te dedicas?- quiso saber Mónica.
-Soy representante de una firma italiana de calzado. Por las mañanas me dedico a hablar
con los empresarios y por la tarde y la noche disfruto de Lisboa.
Y tú, ¿a qué te dedicas?
-Soy psicóloga. Estoy en la ciudad asistiendo a una convención.
-Psicóloga... Muy interesante. Seguro que gracias a tu profesión puedes ver con más
claridad las intenciones de la gente.
<<Pues las tuyas no me quedan nada claras>> -Sí, la mayoría de las veces sí.
Adriano, algo preocupado, notando el recelo de la terapeuta dijo –Mónica, no me gustaría
estar dándote la impresión de que soy un cara dura o un seductor.
<<Pues sí que me la estás dando>>
-Lo que pasa es que esta situación me ha pillado totalmente de imprevisto y no tengo ni
idea de cómo comportarme ni de cómo afrontarla- añadió él.
Mónica cabizbaja dijo en su mente <<Yo tampoco>>.
-¿Cómo se toma contacto con una absoluta desconocida? Juraría que ha pasado algo entre
nosotros cuando nos hemos mirado dentro del convento.
<<Sí, claro que ha pasado>>. -Sí, ha ocurrido algo que me ha desbordado. Nada de esto
entraba en mis planes, sabes- confesó Mónica bajando la guardia y fijando sus ojos en los de
Adriano.
-Ni en los míos...- afirmó él con un tono de voz más bajo.
73
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Segunda-feira) ya Lunes, 13- Maio -del año en que vivo los 37
Siento que aún es domingo a pesar de haber entrado ya en el lunes.
Son ¡LAS 2 DE LA MADRUGADA! y acabo de llegar al hostal. He estado con Adriano hasta
ahora.
¡OH! HA SIDO MARAVILLOSO, MARAVILLOSO. Hemos cenado juntos en el restaurante
pegado al bar-terraza donde nos encontrábamos y... y hemos hablado y hablado y nos hemos
reído muchísimo.
ÉL ES FABULOSO, INTELIGENTE, LOCUAZ, DIVERTIDO, TIENE MORBO Y ESTÁ BUENÍSIMO.
¡¿QUÉ MÁS SE PUEDE PEDIR?! Que se quede conmigo el resto de la vida.
¡No te pongas tonta, por favor! Esto es un ligue de aquí te pillo, aquí te mato.
Hemos quedado para mañana a las seis en la misma plazoleta donde hemos pasado la tarde y
la noche.
Tengo que acostarme, mañana-hoy madrugo.
El lunes 13, a las 8:30 de la mañana, el despertador-alarma del teléfono móvil de Mónica
comenzó a sonar llenando la habitación con una melodía de Tchaikovsky.
A las 10:34 de esa misma mañana, Mónica se despertó.
-¡Oh, dios! ¡Pero si es tardísimo!- exclamó al ver la hora. -¿Cómo he podido quedarme
dormida?- se recriminó. <<Adriano>> susurró mentalmente al recordar lo que había sucedido el
domingo, <<fue increíble>>.
Sonriendo se dispuso a concederse unos minutos extras. Embelesada por los recuerdos, volvió
a tumbarse en la cama y fijó su vista en el horizonte que conducía al Castelo de Sao Jorge, -Lo
siento, eres hermoso pero no tanto como él- hizo saber al monumento.
Espontáneamente su mente se inundó de evocadas imágenes que procedían de lo insólito del
ayer cercano. En ellas podía contemplar a Adriano escenificando su personal lenguaje corporal;
su sonrisa, su forma de hablar, la manera en que prestó atención a Mónica...
La psicóloga conseguía sin esfuerzo hacer audibles muchas de las cosas que él había
comentado a lo largo de la extensa y dinámica conversación que mantuvieron; “Se hace difícil
encontrar a alguien con quien conectar según vas cumpliendo años porque con ellos aumenta el
nivel de pretensiones, creo que uno se vuelve más exigente en ciertos aspectos”. “Bueno, la
verdad es que por lo que me cuentas creo mi vida en Roma se parece mucho a la tuya en Madrid;
disfruto del trabajo, tengo buenos amigos pero me sigue faltando algo”. “Yo también creo que
puede existir un significado oculto en determinadas coincidencias”. “Me gustaría gozar de tu
compañía en los próximos días, si te apetece y me lo permites”- había pronunciado el italiano.
<<Claro que te lo permito, mi amor. Estoy deseando volver a verte, ojalá fuera ya la hora de
la cita. ¿Por qué has estado tan lejos de mí, cariño? Tenemos muchísimas cosas en común. Creo
que lo que falta en tu vida soy yo>> soñó con los ojos abiertos la psicóloga.
Cerca de seis horas más tarde, a las 16:02, Mónica regresaba al hostal caminando lentamente
y hablando consigo misma como de costumbre.
<<Casi hubiera sido mejor no asistir hoy a la conferencia porque total, no me he enterado de
nada. Y durante la comida me ha ocurrido otro tanto de lo mismo. Hasta me han preguntado que
por qué estaba tan absorta. Me he limitado a decir que no había dormido lo suficiente. Benjamín
se ha quedado alucinado cuando se ha enterado de que había llegado tarde esta mañana.
“Mónica, ¿te has quedado dormida? ¿En serio?” ¡Qué tonto!, je, no podía creerse que mis planes
se hubieran trastocado. Pues sí, lo han hecho.
He preferido no hacer comentarios referentes a Adriano porque aún es muy pronto para
tomarse en serio el asunto y porque, me imagino, que hubieran pensado que soy una insensata
74
por dar coba a un desconocido. Pero es que ellos no saben lo que sucedió en el restaurante y en el
convento. ¿Quién lograría entender algo tan extraordinario?
He pasado el día acordándome de todo lo referente a la tarde y la noche de ayer; que si bebe
zumo natural como yo, que si ama el teatro, que si como yo adora el color rojo, que si Madrid y
Toledo le encantaron cuando las visitó, que si es muy educado, que si tiene los dientes muy limpios,
que si la ropa que llevaba le sentaba fenomenal, que si se le marcaba mucho el paquete... Me he
sentido como la protagonista de Infatuación aunque supongo que sólo se trata de que intento asimilar
lo increíble que me resulta todo lo relacionado con él.
Me dediqué la mayor parte del tiempo a examinarle y no le encontré fallos por más que lo
intenté. Y esta mañana durante la ponencia a la que me ha dado tiempo ha asistir he hecho lo
mismo. Sólo podía pensar y repensar en mi dios italiano. ¡¿Tu dios italiano?! No seas ridícula.
Que te quede claro que es alguien a quien has conocido de repente y que, casi de igual forma, va
a desaparecer de tu vida. No te hagas muchas ilusiones con este asunto. Además, recuerda que
estás aquí por trabajo.
Lo sé, lo sé pero es que me tiene fascinada, es tan... Y además resulta muy intrigante a pesar de
la sinceridad y la claridad que exhibe al hablar.
Me dijo que “escribe cositas” y que le gusta la literatura de Susanna Tamaro. ¡Susanna Tamaro
es mi escritora favorita! ¿No es fantástico?
Ya quedan menos de dos horas para verle de nuevo. Me cosquillea el estómago y me pongo
nerviosa al pensar en la cita >>.
Cuando Mónica entró en la habitación, se tumbó en la cama y sin querer se durmió. A las 17:57 se
despertó de nuevo.
-¡¿Las seis menos tres minutos?! Pero... ¡¿QUÉ ME PASA HOY?! ¡Joder, si he quedado a en
punto con mi amor!
Sin darse tiempo para desperezarse, rápidamente, se cambió de ropa y...
–Voy a llamarle para decirle que llego tarde. Pero... si no tengo su teléfono- Mónica se
sorprendió al darse cuenta de ello. Con tanta conversación se les había olvidado pedirse los
números.
-¡Qué nerviosa estoy, qué nerviosa estoy! ¡Respira hondo! Voy a llegar hecha un flan.
¡Respira!- se exigió la psicóloga metiendo su monedero en la mochilita blanca y saliendo a toda
prisa de la estancia.
Eran las 18:22 cuando Adriano echó un nuevo vistazo a su reloj y al levantar la vista
reconoció a Mónica acercándose velozmente. Ambos se sonrieron.
-¡Perdona!- dijo la psicóloga sin aliento –Me he quedado dormida y no tengo tu número para
llamarte.
-Tranquila- dijo sonriendo pausadamente Adriano y dándole un beso en la mejilla.
-Es que odio que me hagan o hacer esperar, es tardísimo- añadió ella con timidez tras el beso
recibido.
-No importa, sólo estaba empezando a pensar que te habías arrepentido de lo de ayercomentó el italiano con naturalidad y algo de sorna.
-¡En absoluto!- exclamó Mónica asustándose por el énfasis de sus palabras.
-Toma- indicó Adriano sacando un ramo de tulipanes fuxias de una bolsa de papel turquesa en
la que la psicóloga no había reparado. -¿Los tulipanes eran tus favoritas, verdad?
-¡Oh, qué encanto!- se sorprendió ella <<Se ha acordado de lo que le conté sobre las
flores...>>. -¡Gracias!
En lo alto del ramo había un pequeño sobre con una nota escrita a mano dentro que decía
BIENVENIDA
AL AROMA DE LA BELLEZA
Mónica sonrió al leerla y olió el perfume, después repitió –Gracias.
Adriano la miró complacido.
Seguidamente empezaron a caminar en dirección a Chiado y de allí al miradouro de Sao
Pedro Alcântara.
75
Durante todo el trayecto el italiano rodeó con dulzura la cintura de Mónica y ella lo permitió
sin ningún reparo a pesar del cosquilleo que sintió.
Hacían tan buena pareja que los transeúntes les miraban embelesados al pasar.
Mónica tenía la sensación de que todo era perfecto y llegar al mirador no hizo sino
incrementar la percepción que se había instalado dentro de ella.
<<Lisboa, esta sensación es tan hermosa como tú>> le hizo saber a la capital cuando
contempló las vistas.
-¿Cuál es tu lugar favorito de la ciudad?- preguntó Adriano divisándola por entero.
-El Convento del Carmo- informó la psicóloga.
-Ja, no en serio...
-Juro que es ese, me enamoré de él desde el primer momento. Es un sitio muy especial para
mí.
Sonriendo Adriano dijo –Para mí también lo es desde ayer.
Mónica languideció al escuchar aquello pero aún así replicó –Sólo lo dices para complacerme.
-En absoluto y hablando de complacer, ¿me complacerías tú en algo?- quiso saber el italiano
de forma juguetona.
<<Te complazco en todo lo que quieras, cariño>>. –A ver de qué se trata.
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Terça-feira) Ya martes, 14- Maio -del año en que vivo los 37
Es la 1:22 de la madrugada y sólo quiero apuntar que la tarde y la noche con Adriano han
sido increíbles y que creo que me estoy enamorando si aún no lo estoy.
El tiempo se me ha pasado volando y ¡NOS HEMOS BESADO! Nos hemos besado en el
mirador de San Pedro.
Charlábamos muy cerca el uno del otro mientras contemplábamos las vistas y me ha hecho una
pregunta muy insinuante de modo encantador “¿me complacerías tú en
algo?” Yo estaba deseosa de continuar con el juego y de repente, nos hemos mirado del mismo
modo que ayer en el convento y ha ocurrido. Sus sensuales labios han acariciado mi boca una y
otra vez durante el resto de la jornada.
Resultaba que un beso era justo lo que quería pedirme junto con... ¡QUIERE VER ESTE
CUADERNO! Dice que se quedó muy intrigado mientras ayer me veía escribir. Esa era la otra
petición.
-¡NO!, ¡OH, ME MUERO DE VERGÜENZA, MI CUADERNO ES DEMASIADO INTIMO!le he dicho mientras contenía la risa nerviosa que me ha avasallado al recordar que aquí relato
mi sueño húmedo en el que los dos somos protagonistas.
La jornada ha sido fantástica y él es...
¿Se puede vivir algo así de bello en un lugar tan hermoso? SÍ, SE PUEDE. Yo soy testigo.
La vida es maravillosa, Adriano es maravilloso y esta ciudad se ha convertido en el paraíso
prometido. Lisboa, ¿has soñado esta historia para mí?
Sí, esto debe ser un sueño tuyo porque de otra manera no podría ser más perfecto.
Hoy Adriano me ha acompañado hasta aquí. He estado a punto de proponerle subir pero no
quiero precipitar las cosas aún a pesar de que estoy loca por que nos acostemos.
Él también lo ha querido así dado que no ha mencionado o dejado entrever nada. Es un
caballero.
Nos hemos citado para mañana de nuevo a las seis en nuestra plazoleta.
Si por mí fuera también nos veríamos por las mañanas para aprovechar más el poco tiempo del
que disponemos pero él no tiene más remedio que trabajar. A mí no me importaría dejar de
asistir a la convención aún perdiendo el dinero, pero he decidido seguir yendo para no pasar las
mañanas pensando obsesivamente en él.
Me ha dicho que va a preparar una sorpresa y yo no tengo ni la menor idea de qué puede
tratarse. Si es tan alucinante como lo de los tulipanes, por mí encantada.
76
Voy a acostarme ya, pero antes pondré el ramo encima de la mesilla para respirar “el aroma
de la belleza” mientras duermo.
Lisboa, GRACIAS por ser tan generosa conmigo.
-Mónica, ¿te pasa algo?- le preguntó Benjamín durante la comida del martes.
Ella, saliendo de su estado de ensoñación contestó -No, ¿por qué?
-No sé, es que te noto ausente, como si no te enterases de nada...
-Debe ser porque hoy tampoco he dormido suficiente.
-¿Tienes insomnio?- se interesó Benjamín.
-Sí, más o menos- aclaró Mónica rememorando el nuevo sueño erótico que había
protagonizado con Adriano mientras dormía esa noche.
En él, esta vez, el deseo no había sido la estrella de toda la escena, de hecho el sexo sólo fue
el culmen de una historia onírica en la que, el italiano y la psicóloga, ardían en deseos de amarse
carnalmente tras haber mantenido una cita y una conversación románticas. En este episodio,
Adriano le hacía saber a Mónica, en el rinconcito de un jardín adornado con decenas de
tulipanes, que quería pasar el resto de la vida con ella, y ella, entusiasmada por sus palabras, le
abrazaba y le propinaba un apasionado beso que inauguraba una sesión lasciva al aire libre.
<<Ha sido un sueño espléndido, ji, ji...>>
Para tratar de disimular su ensimismamiento, la psicóloga hizo un esfuerzo por conversar con
el resto de los comensales y, casi consiguió integrarse del todo, cuando su mente y ella se
hicieron conscientes en una evidencia en la que no habían reparado.
<<En realidad sólo nos quedan dos días, Adriano se marcha el jueves. ¡Oh, no! No quiero que
nos separemos. Él es perfecto para mí, nunca he conocido ha nadie igual>>.
Mónica se estremeció y sintió como una gran pesadumbre le abordaba. <<¡¿Qué vamos a
hacer?!>>
El sol había iniciado su descenso y daban las 8:24 de la tarde cuando Adriano, mirando al
horizonte que se divisaba en la ribeira do Tejo, preguntó con suavidad -Mio amore, ¿qué te
ocurre?
-Nada- pronunció escuetamente ella.
Habían pasado horas desde que a Mónica le abordó la inquietante certeza pero seguía tan
lejana y ensimismada como durante la comida.
El italiano, tras escuchar la poco convincente respuesta de la psicóloga, se situó frente a ella
para examinarle la mirada. -Mónica, no me digas que no te pasa nada cuando estoy viendo en tus
ojos que sucede algo- insistió. –Han perdido brillo y evitas mirarme directamente. Los conozco
porque son iguales que los míos, hablan sin palabras.
Ella, rindiéndose y ansiosa por sentir algún grado de liberación, dijo –Cariño, ¿te das cuenta
de que apenas quedan dos días para que te marches?
-Sí,- contestó Adriano poniendo su vista en el suelo –estás preocupada, ¿verdad?
-No exactamente, más bien me pongo triste al pensar en ello. ¿Cómo te lo estás tomando tú?
Él, suspirando y sonriendo a medias, contestó –Me consuelo con la idea de Internet, el
teléfono, los mensajes... También pienso en que Roma y Madrid no están excesivamente lejos en
avión.
En serio, Mónica, yo espero que nuestra separación sea un punto y aparte y no un punto y final.
-Yo también- apuntó ella ligeramente aliviada por lo que acababa de escuchar.
-En realidad tú por lo que estás triste es porque piensas en la posibilidad de que esta historia
empiece y acabe en Lisboa, ¿verdad?
-Sí- confesó ella buscando refugio entre sus brazos.
Él la acarició y la besó. -Amore, no quiero perderte, tenemos mil cosa en común y he
conectado contigo desde el principio como nunca lo había hecho con nadie.
77
Ella guardó unos instantes de silencio mientras le sentía. Tras ello dijo –Adriano, me estoy
enamorando de ti.
-¡Oh! ¿Te das cuenta de lo mucho que puede cambiar el mundo de una persona en cuestión de
segundos?
-Sí- admitió Mónica recordando todo lo que le había sucedido desde que llego a la ciudad
portuguesa.
-Quiero decir,- explicó él –estás visitando un lugar, sin más, sólo contemplando con
curiosidad lo insólito de él y de repente ¡zas!, aparece alguien a quien miras, te quedas fascinado
y tu vida adquiere un matiz extraordinario y diferente.Aunque yo ya me había fijado en ti el
sábado...- añadió sonriendo.
La psicóloga embelesada comentó -Es cierto, yo siempre he pensado que el resto de tu vida
puede depender de un segundo.
-Estoy de acuerdo con eso- afirmó el italiano -Hay que ir con cuidado. Las personas somos
animales no preparados para las sorpresas, vamos con demasiada confianza, hemos perdido
nuestro instinto natural. Y hablando de sorpresas, yo teprometí una ayer.
Mónica, sonriendo sin recelo, preguntó -¿He de desconfiar?
Con una voz muy juguetona Adriano dijo -Juraría que no- e hizo que ella le siguiese
tomándola suavemente de una mano y besándola.
La psicóloga, divertidamente intrigada, quiso saber -¿A dónde vamos?
-Shshshshshs- le hizo guardar silencio el italiano poniendo el dedo índice en su boca. –Vamos
hacia Alfama- anunció mientras echaban a andar dejando el morticino sol atrás.
Un rato más tarde se encontraban subiendo las escaleras de un edificio del barrio de Alfama.
Allí, las escaleras eran de madera vieja y el aspecto general de la construcción estaba dotado de
cierto aire bohemio.
-¿A dónde vamos?- insistió de nuevo Mónica al tiempo que hacían parada en el tercer piso.
Ella estaba desbordada por la curiosidad y no lograba contener la risilla nerviosa que se le
escapaba constantemente.
-Preciosa, tengo que pedirte que esperes aquí durante unos momentos- dijo
Adriano entrando por una de las puertas del piso antes de que la psicóloga lograse decir nada.
Pasaron cuatro minutos, que a la intrigada Mónica se le hicieron eternos, cuando Adriano
abrió la puerta y anunció –Ya puedes entrar.
Al pasar a la casa, Mónica percibió un bello resplandor que sus ojos confirmaron como la luz
de las múltiples velas que Adriano había distribuido por toda la estancia haciendo que el lugar
adquiriese un tono ambarino y una atmósfera envolvente, cálida y sugerente.
-Pero...
No sabía qué decir, jamás había vivido una experiencia como esa. Lo más romántico que
recordaba en su vida sentimental de los últimos tres años, era aquella tarde en la que Carlos (su
último novio) apareció sin avisar en la consulta para regalarle un osito de peluche que anunciaba
con letras bordadas en el pecho:
CONSERVAS VILCHE
-Alguien ha dejado una nota para ti sobre la mesa- le informó su sorprendente acompañante
italiano.
La psicóloga muy curiosa se acercó a una mesa y pudo leer
BIENVENIDA
A LA NOCHE DE LA LUZ
<<Oh, te quiero>>. -Me tienes totalmente cautivada, sabes- confesó ella con un susurro
entrecortado.
-Y tú a mí- pronunció él con su voz grave mientras se aproximaba a Mónica para propiciarla
un suculento beso.
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DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Quarta-feira) Miércoles, 15- Maio -del año en que vivo los 37
La vida me sonríe como nunca lo había hecho hasta ahora.
Son las 12:37 de la mañana y me siento increíblemente feliz. Estoy desnuda, recién duchada y
tumbada en la habitación del hostal. Hace un rato que he llegado.
¿Por dónde se empieza cuando tienes un millón de cosas fantásticas que contar?
La noche fue... Adriano llenó de velas la casa de Tatianna y preparó una cena deliciosa. Después
pasamos el resto de la velada embelesados mientras John Coltrane sonaba de fondo. Antes,
habíamos pasado la tarde en la ribera paseando y hablando de lo nuestro. Yo me atreví a decir –
Adriano, ¿te das cuenta de que dentro de dos días nos vamos aseparar?
-Sí,- respondió él con tristeza –pero hay muchos medios para seguir en contacto y España e
Italia no están muy distanciadas en avión.
Yo sentí que se encendía una luz dentro de mi corazón al oír eso.
-Mónica, no quiero perderte. Tenemos muchísimas cosas en común y hemos conectado como
nunca antes lo había hecho con nadie.
Escucharle decir esta última frase fue lo que me dio fuerzas para confesar
–Adriano, me he enamorado de ti.
TODO FUE PERFECTO o casi perfecto, porque Tatianna apareció justo cuando empezábamos a
calentarnos y a mí me dio vergüenza continuar con ella metida en una de las habitaciones así que,
simplemente hemos dormido juntos.
Será hoy, hoy será cuando hagamos el amor sobre esta cama. He fantaseado ya decenas de
veces con ello.
De momento hemos quedado para comer y pasar la tarde en Belém.
No sé qué voy a ponerme ni sé si llamar a Benja para que no se preocupe por mi falta en la
convención y en la comida.
Por cierto, con tanta historia yo continúo sin tener el teléfono de Adriano ni Adriano el mío.
Ja, ja, él, anoche mientras cenábamos, volvió a pedirme que le enseñe lo que aquí escribo.
Me preguntó si había seguido apuntando cosas después de lo del Convento del Carmo.
-Sí, por supesto- le dije.
-¿Sobre mí?
-Quizás-. Era muy divertido tenerle intrigado.
He pensado en algo sobre este cuaderno, voy
¡Oh, el móvil está sonando! Es Benja, a ver qué le cuento.
Belém seguía tan hermoso como siempre. La luz lo bañaba todo y la brisa resultaba un soplo
de energía. Los edificios emblemáticos continuaban causando admiración.
Mónica, como si de una guía turística se tratase, le contó a Adriano todo lo que sabía acerca
de la Torre, el Monumento a los Descubrimientos y el Monasterio de los Jerónimos a medida que
los visitaban.
Él se quedó impresionado con la belleza de los tres lugares.
Antes de que pudieran darse cuenta, y gracias a la charla, el recorrido, los pasteles de crema y
el encanto, habían transcurrido cuatro horas y el sol caía ante ellos sentados en la bahía.
-Mónica, este viaje ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, me gustaría
que no acabase nunca...- dijo Adriano.
La psicóloga cerró los ojos, le abrazó intensamente y luego le besó. -Esto no tiene por qué acabar
nunca si no lo queremos.
-Mañana a las siete regreso a Italia. He pensado que podríamos pasar el día juntos hasta que me
vaya al aeropuerto.
-De acuerdo, si me he saltado las conferencias de hoy puedo hacerlo también con las de
clausura. Quiero pasar contigo el mayor tiempo posible antes de que te marches.
79
Cuando Mónica terminó de pronunciar esta frase, Adriano y ella se besaron larga y
profundamente. Después él, con timidez, dijo -Creo que anoche dejamos algo pendiente.
-Sí, je, yo también lo creo- afirmó Mónica recordando que Tatianna había llegado en el
momento menos oportuno.
-No me gustaría que nos fuésemos de Lisboa sin haber hecho el amor- comentó el italiano con
delicadeza.
-A mí tampoco me gustaría. Podemos cenar en el hostal y pasar la noche en mi habitación.
-De acuerdo- convino él para a continuación propinarle un nuevo beso a la psicóloga.
–Mónica,- dijo después acariciándole la cara -quiero sentirte plenamente, sabes, al cien por
cien...
-Sí, eso es exactamente lo que también quiero yo.
Adriano, dudando, mantuvo unos instantes de silencio y a continuación explicó –Es que no sé
si entiendes de verdad a qué me estoy refiriendo.
-Sí, sí que lo entiendo. Vámonos y te lo demostraré- propuso Mónica sugerentemente.
En el tranvía de vuelta ninguno de los dos pronunció palabra alguna, eran innecesarias debido
a que se estaban comunicando con la mirada.
Los ojos de Adriano eran tan grandes, tan oscuros y tan profundos como los de Mónica, y
ambos tenían la capacidad de transmitir una sensualidad inusitada a través de ellos.
Mónica pensó <<Te quiero>> y Adriano le sonrió y la besó.Después ella se aproximó a su
fuerte pecho y al estrecharse contra él notó cierta dureza en la zona de la bragueta.
<<Me alegro de que estés caliente porque yo tengo las bragas caladas>>.
Y es que hay que reconocer que no hay nada más morboso que estar excitado en público.
Adriano, teniendo a Mónica tan cerca, comenzó a acariciarle las nalgas y sintió como la
psicóloga languidecía. Ella por su parte, besaba y propiciaba pequeños mordiscos al cuello de su
amado.
Al llegar al hostal y entrar en la habitación apenas hubo tiempo para dedicarlo a algo más que
no fuera desnudarse. Precipitadamente, Adriano se quitó la camiseta, desabrochó el sujetador de
Mónica y le asió con fuerza los pechos. Ella se estremeció sintiendo el placer y permitió que él le
bajase las húmedas bragas.
Tras ello, Mónica desnuda se puso de rodillas, bajó los pantalones y los calzoncillos blancos de
su dios italiano y comenzó a lamerle y morderle el interior de los muslos con las uñas
prácticamente clavadas en sus nalgas.
El pene de Adriano adquirió tal rotundidad que Mónica no quiso desaprovechar la
oportunidad de pasear por su cuerpo semejante deleidad así pues, levantándose con lentitud, rozó
el glande de su dios italiano desde la frente pasando por la nariz, los labios, la barbilla, el cuello,
los pechos y la tripa para acabar estrellándolo contra el clítoris. Una vez completamente de pie,
Adriano y ella se mordieron la boca para caer después en la cama.
-Adriano,- susurró la psicóloga –necesitamos un preservativo.
-¿Un preservativo...?- también susurró él mientras besaba con intensidad el cuello y los
pezones de Mónica –Amore, a esto me refería con sentirte plenamente; quiero hacerlo sin nada,
sólo tú y yo...
<<Sólo tú y yo...>> rememoró Mónica incorporándose –Cariño, para que sigamos siendo sólo
tú y yo necesitamos tomar precauciones.
-¡Oh, Mónica!- se quejó con voz mimosa Adriano -No estropees las cosas, iban muy bien...
Además, no tengo un preservativo, no me gustan y si tenemos que salir a buscarlo la noche
pasará y mañana por la tarde me habré ido. ¿De verdad quieres que ocurra eso?
<<No>> se dijo la psicóloga con tristeza <<Pero es que... ¡Joder! ¿Cómo coño pude olvidar
poner una caja de condones en la maleta? ¡Oh! Es que vine aquí por trabajo...¿Un hijo?>> continúo
Mónica planteándose velozmente la situación. <<En realidad nunca me ha importado la idea de tener
uno... Y además no es seguro que ocurra>>.
-De acuerdo, yo también quiero sentirte al cien por cien- admitió lanzándose sobre Adriano
para besarle el pecho y comenzar a hacer el amor.
80
El primer acto duró tan sólo 11 minutos porque los dos estaban demasiado excitados como
para no alcanzar el orgasmo casi de inmediato.
El segundo acto vino precedido de un par de minutos de descanso y resultó mucho más
prolongado y extenuante. Comenzó con una cabalgada con diferentes cambios de ritmo por parte
de Mónica y terminó con una monta por detrás por parte de Adriano mientras su compañera la
recibía a cuatro patas sobre la cama.
Todas las promesas sexuales que se habían vislumbrado en los ojos de ambos durante el
recorrido en tranvía se habían cumplido con creces; sus cuerpos se acoplaban a la perfección y el
placer que se habían procurado había sido casi insoportable. La pareja tuvo que tomarse una
buena tregua antes de empezar a hablar.
-No te muevas- le pidió levantándose Adriano a Mónica.
-Ja, no podría moverme aunque quisiera- señaló ella notando como el semen le resbalaba por
los muslos.
Él, tras sacar algo de la mochila que había transportado durante toda la tarde, se acercó a la
cama de nuevo y dijo –Toma- ofreciéndole a Mónica un pequeño paquete.
Ella lo desenvolvió y encontró una cajita en cuyo interior se hallaba una alianza de oro blanco
en la que podía leerse un grabado que decía BIENVENIDA AL AMOR
Mónica sonrió cautivada por la nueva sorpresa de su dios italiano. –¿Siempre eres así?- le
preguntó.
-¿Cómo?- quiso saber él.
-Maravilloso...- susurró ella.
Era cerca de medianoche pero ninguno de los dos tenía sueño a pesar del esfuerzo realizado. El
incienso prendido aún hechizaba con su seductor aroma y el silencio contemplativo acunaba las
caricias que los amantes se regalaban.
-Amore, ¿pensarás en mí cuando estés en Madrid?- preguntó Adriano rozando con su boca la
suave piel de la psicóloga tendida a su lado.
-No creo.
-¡¿Por qué?!
-Porque estaré hablando contigo por Internet- respondió provocando la risa del italiano. –Por
cierto, tienes que darme tu correo electrónico y tu número de teléfono.
-Mmm... Y tú tienes que darme esa cosita que tienes por ahí abajo...- comentó juguetón él
extendiendo la mano para alcanzar el pubis de Mónica e iniciar un nuevo acto xxx que les
condujo al sueño tras otro trepidante orgasmo.
El jueves, a las 12 del medio día, sonaba en algún sitio una emisora de radio anunciando la
hora. Mónica, abriendo los ojos para dirigirlos hacia el Castelo de Sao Jorge, escuchó las señales
horarias y se dio cuenta de que Adriano estaba durmiendo a su lado. Mirándole y recordando en
qué día se encontraban, se echó a llorar silenciosamente.
<<Esta tarde se marcha y no sé cuándo voy a volver a verle. Por mí podría ser el próximo fin
de semana. Reservo un vuelo y me voy a Roma el viernes 24 a última hora de la mañana y
regreso a Madrid el domingo a última hora de la tarde. ¡Oh, dios, ojalá no tuviera que
marcharse!>>.
Unos momentos después, Adriano se despertó y encontró a Mónica llorando. Él logró
consolarla con besos y palabras tranquilizadoras y hasta consiguió que la psicóloga sonriese.
Después hicieron de nuevo el amor y a la hora de comer se marcharon a la casa de Tatianna.
-Allí cocinaremos algo y prepararé la maleta- planeó Adriano.
Eran cerca de las 14:45 cuando empezaron a tomar el primer bocado y rondaban las 15:30
cuando terminaron de comer y empezaron con una nueva celebración sexual presas de la
desenfrenada atracción que sentían el uno por el otro.
Esta vez fue Mónica quien lideró toda la función tapando los ojos de Adriano con un pañuelo
que encontró encima de una mesita y la que le cabalgó sentado en un enorme sillón de mimbre.
Fue tanta la energía empleada en el acto que se quedó extenuada y dormida durante un rato en
el sofá que había frente a la televisión, momento que Adriano aprovechó para ausentarse.
81
A las 17:23 Mónica abrió los ojos y vio como Adriano entraba por la puerta principal
llevando consigo una extraña caja.
-Cariño, ¿a dónde has ido?- preguntó la psicóloga desperezándose y tratando de localizar su
ropa.
-¿A preparar un regalo sorpresa de despedida...?- pronunció él picaramente camino de una
habitación.
-¿Ah sí? ¡Enséñamelo...!- pidió mimosa y muy intrigada Mónica.
-Nooo... Aún no es el momento... Es para cuando me haya ido.
-¡Oh, Adriano, no menciones eso...!
-Lo siento, amore. ¿Me ayudas a hacer la maleta? Hay que salir en nada para el aeropuerto.
Mónica entró en la habitación que Adriano y sus cosas habían ocupado durante la estancia en
Lisboa.
En ese instante, Tatianna llegó a la casa y se apresuró a cambiarse de ropa y a despedirse de
Adriano antes de marcharse a toda velocidad a la cita que tenía, según ella, con una amiga muy
especial.
-¡Adriano, deja las llaves dentro del buzón cuando te vayas! ¡Arrivederci!- gritó antes de
cerrar la puerta para dejar de nuevo a los amantes a solas.
-Amore, ¿puedes llamar a un taxi?- le pidió Adriano a Mónica metiendo un cepillo de dientes
en la bolsa de aseo.
-Sí. Este final de día juntos esta siendo más precipitado de lo que esperaba, sabes- anunció la
psicóloga mientras marcaba en el móvil.
-Tranquila, ahora en la espera del aeropuerto habrá tiempo para decir todo lo que necesitamos.
-Sí- admitió ella evitando echarse a llorar.
El taxi apareció y les llevó al aeropuerto. Después de facturar las maletas, Mónica y Adriano
decidieron tomar en la cafetería un zumo natural y hablar hasta el embarque del italiano.
Sentados mientras bebían cabizbajos Adriano, sacando un paquete no muy grande de su bolsa
de mano, dijo –Toma, esto es un regalo para ti que quiero que abras cuando llegues a Madrid.
-¡¿Cuando llegue a Madrid?! Cariño, ¿estás loco?
-Sí, pero por ti.
-En serio, no puedo esperar tanto...- insistió ella. -Me muero de curiosidad.
-¡Oh, qué impaciente! Hazme caso, esto tendrá más sentido si lo abres allí...
-Adriaanooo...- se quejó ella.
-Por favor, confía en mí. Es un regalo para que no me olvides nunca. Anda, júrame que lo
abrirás cuando estés en Madrid- le pidió él.
Mónica, casi resignada, dijo -Sólo dime una cosa, ¿tiene alguna nota que empieza con la
palabra bienvenida?
-Pues claro que sí- le contestó él cogiéndole las manos y mirándola como a una niña pequeña.
-Vale, entonces te lo juro. Te lo juro porque sé que el regalo será espléndido- aceptó ella.
-Y sorprendente- añadió él.
-Tú sí que eres sorprendente- dijo Mónica sonriendo. –Sabes, yo también tengo algo para tianunció.
Adriano, muy intrigado al ver que la psicóloga tomaba su mochilita blanca, preguntó –¿En
serio? ¿De qué se trata?
-De esto- informó ella sacando su diario de viaje y provocando que los ojos de su dios italiano
resplandeciesen al contemplarlo. –Es para ti, pero también tienes que prometerme algo.
-Dime.
-Que no lo abrirás por lo menos hasta que no estés bien sentado en el avión, ja,ja, porque te
estoy viendo las intenciones...
Verdaderamante, Adriano estaba loco por echarle un vistazo. -¿Qué contarán estas páginas...?
¿Qué contarán...?
La psicóloga rió al escuchar la intencionalidad de la pregunta y al recordar algunas de las
cosas escritas.
82
Antes de poner el cuaderno en las manos de Adriano, Mónica arrancó un par de hojas nuevas
de él. –Son para escribir mientras tú no estés- le hizo saber.
Después se besaron apasionada y largamente hasta que la hora casi se echó encima. Porque en
las despedidas el tiempo siempre pasa demasiado rápido y en esta ocasión no fue diferente.
A las 18:54, tras un fuerte abrazo, Adriano enseñaba la documentación en la puerta de
embarque mientras una llorosa Mónica le miraba y era avasallada por un flash recordatorio ¡Adriano, los teléfonos y las direcciones!
-¡Dios, es verdad! ¡Apúntamelo en alguna parte!
Mónica cogió rápidamente un bolígrafo y una de las hojas que había arrancado del cuaderno
y, sobre un mostrador, apuntó su teléfono fijo, móvil, su dirección en Madrid y su correo
electrónico para dárselo inmediatamente a su amor.
-¡Recuerda que Italia está aquí al lado, no te preocupes! ¡Abre el paquete en Madrid! Adiós,
mio amore.
La psicóloga le lanzó un sonoro beso y lloró lágrimas agridulces que demostraban lo hermoso
que había sido todo y lo rápido y efímero que había sucedido. Esta historia se asemejaba a un
sueño, un bello sueñoque entristece al que lo sueña por tener fin.
-A la Praça da Figueira, cruzando por la Avenida Gago Coutinho y siguiendo por la Avenida
Almirante Reis, por favor- pidió Mónica al entrar desolada en un taxi.
DIARIO DE VIAJE. LISBOA.
(Quinta-feira) Jueves, 16- Maio -del año en que vivo los 37
De nuevo en el mundo real, un poco más feo e insípido sin Adriano a mi lado.
No sé cuánto tiempo dura el vuelo desde Lisboa a Roma pero supongo que mi dios italiano
me hará una llamada o me escribirá un mensaje cuando aterrice.
Estoy otra vez sentada en la ribera del Tajo esperando a la puesta de sol como el día de mi
llegada, con la diferencia de que en esta ocasión escribo sobre una mísera hoja.
Siento una extraña mezcla de emociones porque me había acostumbrado rápidamente a la
presencia de Adriano, dentro y fuera de mí, y ahora... Ahora es sólo el más hermoso de los
recuerdos.
ESTOY LOCA POR VOLVER A HABLAR CON ÉL. Me he dado cuenta de que no tengo ni
una foto suya para echarle un ojo de vez en cuando. Hemos vivido esta historia de una manera
tan precipitada que se nos ha olvidado TODO, incluido, que pronto íbamos a dejar de vernos.
Tengo su regalo a mi lado y siento la tentación de abrirlo una y otra vez. No me imagino lo
que puede ser porque hay algo dentro de la caja que se mueve cuando ando. Je, casi me hace
más ilusión la nota que el regalo. Tengo muchas ganas de saber ya lo que dice pero voy a
cumplir mi juramento. También voy a intentar pasar el tiempo que me resta aquí evocando a
Adriano sin entristecer.
Le echo mucho de menos pero aferrarme al hecho que él me mostró “Italia está aquí al lado,
no te preocupes” me da fuerzas. Pronto nos veremos y tendremos todo el tiempo del mundo para
disfrutar el uno del otro.
Benja me ha llamado hace un rato preocupado por mi nueva falta esta mañana en la
clausura. Esta vez no he tenido miedo de contarle lo que me ha pasado porque ahora sé que las
cosas con Adriano tienen futuro. Ha comentado “Aah, qué pillina y qué callado se lo tenía.
Nosotros trabajando y ella... Ejem, ejem...” Ja, ja, siempre me hace reír.
He quedado con él para ir al aeropuerto juntos.mañana a las 8:30. Mi avión sale a las 10:15 y el
suyo dos horas más tarde pero me ha dicho que prefiere estar allí antes de tiempo para hacer
compras.
¿Sobrevolará mi dios italiano España en estos momentos, quizás el Mediterráneo? Adriano,
¿estarás ahora pensando en mí? Cariño, has dado un vuelco a mi vida.
83
Viernes, 15. (10:47 de la mañana)
Mónica se había despertado más animada de lo esperado debido a que había pasado la noche
soñando con Adriano.
En esta ocasión no se había dado ni una pizca de erotismo puesto que el sueño evocaba un
reencuentro en el Convento do Carmo para cambiar de escenario y situarse paseando abrazados
juntos por Roma.
Aunque la psicóloga tenía que admitir que había sido un poco decepcionante no encontrar al
despertar ni una señal de Adriano en el móvil. Pero recordaba que él le había mencionado de
pasada que su aparato era nuevo y que no sabía todavía utilizarlo muy bien. De todos modos ella
tenía la corazonada de que se encontraría un e-mail en su ordenador de Madrid y eso la
esperanzaba y la alegraba.
Además también estaba contenta porque pronto vería por fin de qué se trataba el último regalo
sorpresa de su dios italiano.
El viaje se le hizo corto pensando en todo esto.
Daban las 12:43 cuando Mónica ya se encontraba bajando de un taxi y entrando en el portal de su
piso en la calle Atocha. A las 12:44 estaba subiendo a toda velocidad las escaleras para llegar lo más
rápidamente posible a su casa y abrir el regalo de Adriano. Unos segundos más tarde, inquieta,
abría la puerta del piso, tiraba el equipaje al suelo, corría al ordenador, lo ponía en marcha y
mientras este se accionaba, ella desempaquetaba la caja que el italiano le había dado en el
aeropuerto.
Estaba tan ansiosa por descubrir el misterio del paquete que las manos se le enredaban en el
papel de regalo. Al fin, cuando consiguió desprenderla del envoltorio, vio de nuevo la extraña caja
que él había llevado consigo cuando entraba por la puerta principal de la casa de Tatianna la tarde del
jueves.
Reconociéndola, Mónica la abrió impaciente con una sonrisa infantil y divertida dibujada en su
rostro. Después, al levantar la tapa, su cara cambió de expresión, sus ojos de agrandaron
desorbitadamente y todo su ser quedó espantado por la imagen que encontró; allí, en el hueco de la
caja que su amor le había regalado, había un pájaro degollado, decenas de plumas arrancadas del
cuerpo del animal y una nota escrita con sangre que decía
BIENVENIDA
AL
MUNDO DEL SIDA
La psicóloga, temblando con la nota en la mano, se sentó en una silla, activó su cuenta de
correo electrónico y no vio nada, miró su teléfono móvil y tampoco vio nada. No había nada
allí, ni en el contestador ni en ninguna parte.Conmocionada, Mónica volvió a mirar el pájaro
degollado y la nota y después se desmayó.
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Infatuación
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Ahora puedo envidiar a Alanis Morisette desde mi atalaya de observación y neurosis porque
ella es, desde 1998, una Supuesta ex adicta a la Infatuación y precisamente eso de la infatuación es
lo que me genera problemas, problemas que se agravan debido a mi adicción a ella. Definamos.
INFATUACIÓN: Dícese del estado irracional que padecen las personas con tendencia a
obsesionarse con alguien.
Mis últimas obsesiones se han llamado: Víctor, Manuel, José Luis y Alexander. La actual se
llama Oscar.
Oscar no me conoce, ignora mi nombre, no recuerda mi cara porque creo que ni siquiera es
consciente de mi existencia, no sabe absolutamente nada de mí.
Oscar tampoco sabe que yo lo sé todo sobre él. Su nombre al completo: Oscar García Vallés.
El lugar donde reside: Plaza Mayor, 28- piso3ºA, con sus padres: Amparo y Javier, y con sus
hermanas: Raquel y Estela. Su número de pie: 44. Su talla de camiseta: XL y de pantalón: 42. Su
número de teléfono fijo y el del móvil. El tipo de música que le gusta: Reagge y Hip Hop. A qué
se dedica: técnico de sonido en el teatro municipal. El nombre de la última chica con la que salió:
Estefanía. Su bebida favorita: cerveza. El nombre de su mejor amigo: el Rober. El color de sus
ojos: verde aceituna. El sonido de su voz: grave. Su color favorito: azul. Etc, etc, etc.
Desde hace tres meses, todos los días camino prácticamente a la misma hora por el mismo lugar
con mi perro.
Mi perro, Poly, es un animal de hábitos precisos y concretos que no se han modificado en
años. Al salir de casa, sé exactamente dónde va a mear por primera vez y dónde por última, y
cuál es la zona de la explanada en la que elegirá defecar.
Mientras él hace sus necesidades, yo me dedico, gustosamente y para no aburrirme, a observar
a las personas que se encuentran por los alrededores. Si prestas atención puedes ver las cosas
más sencillas o extravagantes del mundo como abuelos con sus nietos, parejas metiéndose mano,
gente haciendo deporte, otras personas paseando a sus mascotas, transeúntes con la mirada
pérdida, un joven aspirante a matados toreando a su mastín, un grupo de ancianos preparando
una barbacoa al lado de la carretera, dos policias tomando cañas en el Josele o un chico
preparándose porros mientras escucha bakalao. También puedes ver a Oscar.
Él se sienta cada tarde con sus amigos en los bancos de la zona ajardinada del barrio cercano
al mío. Allí todos comparten historias, risas, comentarios, silencios, música, cigarros, bebida, frío
y calor. Supongo que también comparten cosas que desconozco.
Mi fijación con Oscar comenzó, hace hoy exactamente, tres meses y una semana, y surgió como
el resto; casualmente.
Una tarde en la que yo regresaba a casa, una camiseta de un rojo brillante hizo que reparara en
la persona que la llevaba puesta. La persona en cuestión se hallaba situada en la acera opuesta a
la que yo me encontraba y examinaba, atenta y delicadamente, una hoja seca que había recogido
del suelo. Su actitud despertó al instante mi curiosidad e inicié una observación algo más
exhaustiva; se traba de un
chico alto, desaliñado, que rondaba los 26, que tenía el pelo castaño peinado en delgadas rastas y
que miraba aquella hoja seca de un modo especial.
Mantengo la teoría de que un mínimo detalle fuera de lo convencional es capaz de contar más
cosas sobre alguien que mil palabras definitorias juntas.
Una sonrisa audaz como en el caso de Víctor, unos cordones naranjas en unos zapatos negros
como en el de Manuel, la singular manera de sostener el cigarrillo como en el caso de José Luis
o la frialdad desafiante en el rostro como en el de Alejandro pueden captar mi fascinación e
interés.
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Contemplar esa hoja seca de aquella manera fue el detalle extraordinario de Oscar y el detonante
de mi infatuación con él.
A lo largo del tiempo me he dado cuenta de que en el problema de la infatuación también
interviene cierta dosis de platonísmo así que supongo que, en cierto modo, me enamoré.
Cuando te enamoras de alguien deseas saberlo todo sobre esa persona y no tienes espacio en
tu mente para otros asuntos que no tengan que ver con ese ser. Podría afirmarse que,
automáticamente, el resto del mundo pasa a considerarse de menor importancia y el primer y el
último pensamiento del día van dedicados a tu amor platónico. Emprendes una carrera de análisis
continúo y dominante hacía cualquier cosa que tenga que ver con el elegido porque necesitas
hacer todo su universo tuyo, y cada elemento que recoges se instala en tu cabeza de forma
colonial y enfermiza hasta el punto en el que realmente acabas volviéndote loca.
ES HORRIBLE. Las energías nacen por él, te mueves por él, vives por él y te mueres por él.
El único camino que conozco para llegar a combatir, curar y vencer este problema es el de la
investigación, la investigación exhaustiva y empalagosa. Esa que te lleva a saber tanto del
elegido que termina perdiendo el misterio y deja de interesarte.
Como si un detective privado te trataras, las capacidades de observación, recabación y análisis
de datos se desarrollan de tal manera, que te conviertes en un psicólogo infalible. Y todo lo que
aprendes sobre esa persona es aplicable al resto de la humanidad, esa humanidad en la que se
encuentran tus futuras infatuaciones.
Antes, fácilmente, una infatuación podía parasitar en mí durante la media de un año. En la
actualidad sólo duran unos meses gracias al desarrollo mencionado.
Antiguamente pensaba y cavilaba los movimientos que debía realizar para obtener la
información que colmara mis ansias de saber.
Ahora los pasos surgen por inercia, sólos, sin ser forzados, emergiendo de la práctica que realizo
durante las pesquisas.
El proceso de investigación requiere tiempo, dedicación, capacidad de observación, dotes de
relaciones públicas, discreción, a ser posible un perro, astucias y unos prismáticos.Comencemos
por esto último.
PRISMÁTICOS ( De prisma): Dícese del utensilio imprescindible con el cual todo buen
infatuado observará minuciosamente y desde una distancia no menor de 20 metros a la persona que
ha despertado su problema de infatuación.
Después de que Oscar finalizara el examen al que sometió a la hoja seca, echó a andar no sin
antes poner al resguardo de las pisadas al objeto de su contemplación colocándolo sobre el techo
de un coche.
Yo, alterada al cerciorarme de la escena, me dispuse a cruzar rápidamente la carretera para
alcanzar la acera sobre la que él caminaba y seguirle, por supuesto a una distancia prudencial. Al
mirar hacía donde se dirigía exclamé en un susurro -¡No puede ser!
Él pertenecía a esa panda de chicos a la que nunca había prestado atención y que yo tantas
veces había divisado desde la explanada por donde paseo con mi perro.
-¡Oscar!- le gritó uno de sus amigos mientras él se acercaba al grupo.
-Ooossscarr- me recreé suavemente con su nombre. -Así que... Lleva ahí todo este tiempo y
nunca me había fijado en él – cavilé en otro susurro decepcionada conmigo misma.
En ese momento tuve por seguro que me había metido de lleno en un nuevo estado de
infatuación y el proceso de recabación de datos dio comienzo.
ASTUCIA Nº 1: Reaccionar y mirar la hora.
De repente desperté, reaccioné y miré la hora; 19:38.
Desde aquel instante paseo por la explanada todos los días, como quien no quiere la cosa, con mi
perro Poly de 17:30-20:30 ataviada con una botellita de agua y con los prismáticos compactos
que compré al inicio de mis primeras infatuaciones.
ASTUCIA Nº 2: Comportarse con discreción.
Lo cual significó dejar de gritar -¡Poolyy, tráeme la pelotita!- y buscar un hueco entre los
arbustos salvajes del final de la explanada para resguardar mi presencia y no ser descubierta
mirando concienzudamente a través de los prismáticos.
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ASTUCIA Nº 3: Observar y observar. Y tratar de analizar todo lo que ves.
Porque los movimientos del cuerpo son los que delatan a la verdad de las personas.
Si quieres saber cómo es alguien realmente, obsérvale mientras no sepa que lo haces. No le
escuches, las palabras pueden mentir. Los movimientos corporales serán los que te confiesen
qué clase de persona es porque ellos surgen del inconsciente, y el inconsciente es sincero y
honesto.
Por ejemplo; yo conseguí averiguar, gracias a esta táctica, que Oscar es una persona tímida, a
pesar de la actitud dicharachera y sonriente que exhibe, por lo que sucedió una tarde de las
muchas que le he observado.
Lo que ocurrió fue que una chica con mucho estilo y un físico estupendo pasó justo por la
zona donde él siempre se sienta con sus amigos. Ellos hablaban animadamente y al verla, todos
callaron al unísono y a la vez la miraron directa y descaradamente. Oscar fue el único que no la
miró de esa forma, es más, agachó la cabeza mientras ella pasaba. Algo después, la levantó
pensando que la chica ya estaba lejos.
La chavala aún no había abandonado la zona y estaba tan sorprendida con la reacción que había
tenido el grupo, que les miró alucinada.Oscar, al ver que la chica les aguantaba la mirada, volvió a
agachar la cabeza como si tuviera dentro de sí toda la vergüenza ajena de la que carecía el resto de la
panda.
Su timidez se delató y a mí me encantó descubrir eso en él. Le confiere un aire encantador.
Gracias a la observación espía, también averigüé algo que he comentado antes; se trata de una
persona alegre y dicharachera. Sonríe a menudo y suele contar anécdotas con las que sus amigos
rien a carcajadas. Además, mientras las relata se pone en pie interpretándolas, lo cual las hace
más divertidas.
Yo misma, cuando le miro a través de los prismáticos, río al ver las caras y los gestos que realiza
para que las historias ganen credibilidad. Resulta de lo más simpático. Eso también me gusta
mucho de él.
Otro detalle que siempre me ha tenido fascinada es el de los colores que elige al vestirse.
Nunca lleva la misma ropa dos días seguidos y las camisetas que se pone son siempre de colores
luminosos y vibrantes: azul turquesa, ámbar, verde esmeralda, celeste, rojo perfecto... (Para mí el
rojo perfecto es el de una gota de sangre). ¡Me alegran el día! Con la celeste está especialmente
guapo, le llena de luz.
Suele llevar pantalones anchos y decora su cuello con un cordón negro de los que se utilizan para
sujetar colgantes. Siempre le encuentro maravilloso.
Aunque no suelo sensualizar las infatuaciones (éstas se reducen a mero platonismo) he de
reconocer que ese cordón... Ese cordón me hace soñar de vez en cuando.
Porque esa es otra de mis aficiones: fijarme en el cuello de los tíos que se encuentren dentro
de mi alcance visual.
Me parecen realmente atractivos aquellos que están tocados con algún tipo de cadena, cordón o
algún otro complemento que roce esa zona tan deseable. El contacto que surge entre ambos
inspira a los rincones más eróticos de mi mente.
Siempre me imagino retirando el cordón de su cuello y convirtiendo mi boca en su sustituto.
Creo que podría besar el cuello de Oscar hasta la eternidad.
También he advertido que es una persona coqueta e interesada por su imagen. Lo descubrí al
fijarme en el número de veces (6) que es capaz de atusarse el pelo en el tramo de 20 minutos.
Habitualmente suele llevar las rastas recogidas en una coleta o retiradas de la cara con alguna
cinta. Y si, gracias al tacto, nota que una de ellas se encuentra mal situada, él rápidamente se
dispone a colocarla en el lugar que entiende como el correcto.
Otra de sus cualidades es su disposición a activarse, porque exceptuándole a él y a un par de
chavales, el resto del grupo es bastante pasivo. Oscar siempre se ofrece para ir a comprar, junto
con los otros dos, bebidas y fritos de bolsa.
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Mi elegido suele acabar con una cerveza en la mano. Odio eso de él, aunque es de las pocas
cosas malas que le encuentro. Además es educado, cada vez que alguien le hace un favor como
alcanzarle las pipas o las patatas fritas, da las gracias.
Sabes que tienes información fiable y certera cuando contrastas los hábitos con el paso del
tiempo, es decir; yo no podría asegurar que Oscar es una persona coqueta si sólo le hubiera visto
atusarse el pelo una tarde.
Lo que hace creíble la información es el habito con el que se repite el gesto.
El proceso de investigación no siempre es un camino de rosas. Esto de observar a través de
unos prismáticos entre los arbustos del final de una explanada diafana, a veces acarrea problemillas
por mucho que controles y aunque actúes con discreción. Por ejemplo: ¿cómo le explicas a una niña
de unos siete años que no eres una espía de un gobierno extranjero?
-¿Qué es eso?- surgió ella de la nada asustándome con su presencia y su pregunta
comprometedora.
-Eh... ¿Esto? Unos prismáticos- le contesté insegura.
-¿Son para espiar?
<<¿Cómo coño sabe que estoy espiando?>>. -¿Espiar? No, sólo estoy mirando.
-¿Qué miras?
-Los alrededores- comencé a ponerme nerviosa.
-¿Eres espía?
<<¡Qué pesada!>> -No, sólo... - terminé de ponerme nerviosa.- Sólo los estoy probando
porque son nuevos- se me ocurrió.
-En una peli vi como un espía de un gobierno extranjero los utilizaba desde un coche.
<<¡¿Cómo coño puede conocer el término espía de un gobierno extranjero?! ¡¿Y por qué
tengo que justificarme ante ella?! ¡Mándala a la mierda, joder! ¡Sé desagradable! Así se asustará
y se largará>>. -Mira, ¿te gusta mi perro? Se llama Poly- dije con amabilidad.
Ella dulcemente pronunció –Sí. ¡Poly!- y le acarició con su manita hasta que se cansó y se
marchó corriendo.
ADORO TENER PERRO.
Más preguntas. ¿Cómo mantienes el tipo ante la mirada sorprendida de una chica que hace
deporte en las proximidades y que te mira como a una loca? Porque supongo que si yo estuviera en
el otro bando y viese a alguien semi escondida entre unos arbustos, sólo pensaría cuatro cosas:
1. Que es una loca.
2. Que se trata de una pervertida (sobre todo lo pensaría si el que está escondido es un hombre
porque, admitámoslo, las mujeres tenemos mucha más clase y no vamos por la vida haciendo
cosas tan horteras como masturbarnos en medio de la calle)
3. Que es alguien que se hace pis o caca rabiosamente y a quien no le ha dado tiempo a llegar
a un lugar con servicio.
4. Que es una espía de bajo presupuesto.
Existen más problemillas con los arbustos; todos los perros de la zona suelen mear allí. Si la
tarde es demasiado cálida, suben los vapores y huele fatal.
Temo contraer una infección.
Otro de los posibles contratiempos que pueden darse es que Poly lloriquee por culpa del
aburrimiento. Porque él es realmente un ser activo. A parte de comer y dormir en la cama de mi
hermano, lo que más le gusta del mundo es que le lancen lo más lejos posible su pelota amarilla una
y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez hasta la extenuación, por
supuesto, de quien lanza la pelota.
Si los lloriqueos dan comienzo porque Poly se aburre estando quieto entre los arbustos, no
sólo tengo que estar pendiente de Oscar a través de los prismáticos sino que, además, tengo que
acariciar la cabecita de mi perro y premiar de vez en cuando su paciencia con un hueso de pienso
industrial.
Recuerdo una tarde en la que yo estaba tan absorta observando, que no me di cuenta de que
Poly se había enfadado, escapado y marchado a casa.
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Cuando entré por la puerta y le vi, me quedé alucinada. Él me miró como si estuviera resentido.
Creo que aquello sucedió porque esa tarde no llevé ningún hueso para chantajearle.
De todos modos, y a pesar de esas pequeñas jugarretas, YO LE ADORO. Y le adoro no sólo
por la alegría que proporciona a la casa, o porque es el único que me saluda y al que saludo al
llegar, o también porque gracias a él estoy obligada a salir cuando me recluyo voluntariamente
en mis etapas de rechazo social, o porque siento que crecí como persona al responsabilizarme de otro
ser y porque, desde que le tengo, mi amor por los animales y la naturaleza se disparó.
No, no es sólo por todo eso.
También es porque hace cosa de un mes y medio, se me presentó uno de esos golpes de suerte
que únicamente a las personas con perro se les aparecen.
¿O no es un golpe de suerte conocer a un amigo de Oscar para sonsacarle información?
ASTUCIA Nº 4 Sacarle el máximo partido a tu mascota.
Jamás me había fijado en él, así de sencillo.
Sucedió, como ya he dicho, hace cosa de un mes y medio durante el descanso que me tomé en
una de mis tardes de investigación.
Yo, a parte de los huesos de pienso para Poly, había llevado conmigo unas deliciosas barritas
de chocolate con galleta que me dispuse a comer sentada en una piedra cercana a la zona de los
arbustos.
Como Poly estaba algo inquieto, decidí soltarle para que se diera una vuelta por las
proximidades y así de paso, comerme las barritas sin la atención de los ojos lastimosos que pone
cuando ve comida y quiere que le des.
Aquella chuchería estaba tan sabrosa que hizo que me olvidara de todo, incluido mi perro, lo
cual supuso que no le diera importancia a lo que estaba haciendo hasta que escuché un pequeño
ladrido que me hizo girar la cabeza para buscarle.Cuando mis ojos le divisaron, observé que
estaba haciendo amistad con el Foxterrier de un chico con coleta que merodeaba por allí.
Poly es una mascota singular porque tiene aspecto de lobo. En muchas ocasiones las personas
que le ven me preguntan que si realmente lo es, y aquel chico con coleta no fue una excepción.
Acercándose a la zona donde yo me encontraba me preguntó -¿Es un lobo?
-No- dije riendo un poco porque era la millonésima vez que me hacían esa pregunta.
-Pues lo parece. ¡Qué mestizaje tan extraño! ¿De dónde lo sacaste?
Es curioso como las personas con perro hablan con otras personas con perro como si se
conociesen de toda la vida.
-Me lo encontré cuando él tenía unos siete meses. Estaba abandonado por aquí cerca.
-¡Qué cabrones!
-Sí, y además le habían maltratado. ¿Tú compraste al tuyo?
-No, me lo regaló mi tía de la camada que tuvo su perra Mily hace cinco años.
No sé qué ocurrió pero intuitivamente le di conversación y seguimos hablando y hablando
haciendo surgir unos comentarios tras otros con la excusa de los perros.
Cuando nos quisimos dar cuenta, había pasado algo más de una hora y yo me había enterado de
que su perro se llamaba Tony, que vivía cerca de la zona ajardinada donde Oscar pasa las tardes
con sus amigos, que vivió durante algún tiempo en Cáceres, que su hermano trabajaba como
fotógrafo en el periódico local, que él trabaja para una cristalería, que es conocido de Óscar y su
panda <<¡¡¿Conocido de Oscar?!! ¡BIEN!>>, y que, anteriormente, alguna vez él me había visto
cerca de los arbustos (o sea, que me había pillado espiando, ¡QUÉ VERGÜENZA!).
A partir de esa tarde se produjeron varios encuentros que resultaron determinantes para la
racabación de datos sobre mi elegido y en los que tuve que poner en práctica una de las astucias
más importantes.
ASTUCIA Nº 5. Hacerse la tonta sin pasarse de lista.
Porque no quería que se enterase de que llevaba una investigación sobre un conocido suyo así
que, poco a poco, con mucha sutileza, me fui enterando de que el chico del Foxterrier, Álvaro,
conocía a la panda de Oscar porque había ido con ellos al colegio, y de que antes de irse a vivir
con su novia, salían todos juntos los fines de semana.
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También, gracias a Álvaro, averigüé que mi elegido trabaja como técnicode sonido en el teatro
municipal y que había conseguido ese empleo gracias a Estefanía, la última chica con la que salió.
La información vino a cuento porque yo le hice saber a Álvaro que me gusta el teatro.
-Ah, ¿te gusta el teatro? Pues mira, ¿ves a aquel chaval de allí que lleva rastras?- preguntó
señalando con el dedo.
Poniéndome un poco nerviosa respondí -Sí.
-Pues ese es el técnico de sonido del teatro municipal.
-¿Ah sí? No le había visto en mi vida- disimulé.
-Sí, se llama Oscar. ¡Menuda suerte tuvo el tío...! Estuvo saliendo con una chica que trabaja
en el ayuntamiento y, después del curso que hizo, le metió allí.
Haciéndome la tonta pregunté -¿Una chica que trabaja en el ayuntamiento...? ¿No se llamará
Cristina?- me inventé.
-No, se llama Estefanía pero ya no sale con él, lo dejaron hace cinco o seis meses.
<<Cinco o seis meses, ¿eeh? Vaya, vaya...>> grabé la información.
Pero lo mejor de todo no fue enterarme de eso, el gran golpe de suerte apareció cuando Álvaro me
contó esto otro.
-Pues he quedado para mañana con él y con el Rober porque queremos ir a comprarnos algo de
ropa.
<<¡BINGO! ¡Dale coba, dale coba!>> -Pues en el Gran Centro hay buenas ofertas- volví a
inventarme.
-Sí, es verdad. Vamos a ir allí por la mañana.
<<¡¿Cómo que es verdad?! ¡Dale más coba, MÁS COBA! ¡La hora, entérate de la hora!>> -O sea
que te va a tocar levantarte temprano- me hice la gracioseta.
-No, como estamos de vacaciones pasamos de madrugar. Con que salgamos para allá en el
autobús de las doce... Está bien.
<<¡AJÁ! ¡¡A las 12!!>>.
Y claro, ya os podéis imaginar que estaba haciendo yo a media mañana de la jornada
siguiente.
ASTUCIA Nº6. Camuflarse y mantener la distancia de seguridad.
Me pasé parte de la noche debatiéndome entre si debía presentarme en la parada del autobús
para forzar la casualidad y que Álvaro me presentara a Oscar y al Rober, con toda la vergüenza
que implicaba eso, o perseguirles convenientemente por todo el centro comercial e ir acaparando
todos los datos que de sus compras se derivasen.
Sé que lo más práctico e inteligente hubiera sido elegir la primera opción pero... ¿Realmente
quería que me presentasen a Oscar? La verdad es que no. Además tuve una corazonada y siempre las
sigo porque la intuición nunca me falla. Así pues elegí la segunda opción y el debate interno
finalizó.
A las 11:55 del día siguiente aparecí, lo más discretamente que pude, en las inmediaciones de la
parada del autobús con la bici, ropa deportiva, una gorra, gafas de sol muy oscuras y una
cantimplora bandolera llena de agua fresca.
Eché un vistazo y vi que allí se encontraban Oscar, el Rober y... <<¿Dónde está Álvaro?>> El
chico del Foxterrier no estaba con ellos en ese momento y más tarde no apareció. Jamás he
llegado a enterarme del por qué.
Su incomparecencia hizo que de nuevo me alegrara por tener una intuición hiper desarrollada
y por haber hecho caso a la corazonada de la noche anterior.
Antes de que el autobús llegase a la parada, yo emprendí la ida hacia El Gran Centro
Comercial y llegué justo cuando el vehículo iba a acceder al aparcamiento del comercio.
Mientras Oscar y el Rober bajaban del autobús, yo le puse la cadena a la bici y esperé,
fingiendo que miraba un escaparate, a que ellos entraran en el establecimiento.Por supuesto, no
se percataron en absoluto de mi presencia y conseguí situarme tras ellos a una distancia
prudencial de entre 3 y 6 metros para vigilar todos sus movimientos.
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Observándoles, interpreté que se dirigían directamente hacia alguna tienda concreta porque
no prestaban la menor atención a ninguno de los atractivos escaparates que encontraban a su
paso.
De vez en cuando, comentaban alguna trivialidad entre ellos y puede decirse que la conversación
era más bien escasa.
Después de unos tres minutos caminando, entraron sin más dilación a la gigantesca tienda de
deportes del centro comercial. Yo, a su vez, hice lo mismo.
En ningún momento desde que salí de casa me había quitado las gafas de sol y la gorra así
que, de repente me dije <<Si no te han visto nunca y además vas camuflada, ¿por qué no acortas
la distancia para enterarte así de todo lo que hablen?>> Y esa fue exactamente la acción que
realicé.
Como quien no quiere la cosa me aproximé a escasos dos metros y, mientras disimulaba
haciendo que me fijaba en las prendas que veía, escuché lo que Oscar y el Rober manifestaban;
opiniones de las prendas que cogían fundamentalmente.
Todo iba bien hasta que pasados 15 minutos, mi elegido encontró un conjunto azul de
bermudas y camiseta sin mangas y se lo enseñó al Rober.
-¡Mira, tío! Azul, como a mí me gusta.
-Pues mira lo que he encontrado yo- le hizo saber su amigo alzando un bañador negro. –Este
me va a venir de puta madre para la piscina.
Entonces los dos se encaminaron a los probadores y yo, tomando lo primero que alcanzaron mis
manos, fui tras ellos.
Los probadores de señora, que estaban a la derecha del fondo del local y los de caballero que
quedaban justo enfrente, consistían en varias estructuras metálicas cubiertas y separadas las unas
de las otras con cortinas, lo cual me alegró porque resultaba ideal para seguir escuchando.
-¿Te enseñé el nuevo disco de reagge que me compré?- se dirigió Oscar al Rober.
-No, a ver si me lo pasas.
-¿Le gustó a tu hermano el directo que te llevastes?
-Me dijo que no estaba mal pero que le gusta más el del `77.
Mi elegido y su amigo se encontraban en medio de una conversación musical y yo estaba muy
tranquila y atenta oyendo sus comentarios cuando, por arte de magia, se me cayó de las manos la
prenda que había tomado. Por supuesto, me agaché para recogerla, lo malo es que...
-¡Joder! ¿Qué ha sido eso?- escuché pronunciar sorprendido a Oscar.
-Alguien se ha tirado un pedo.
-¿Un pedo? ¡Un huracán!- exclamó mi infatuación.
Era verdad, la palabra pedo se quedaba corta para definir lo que había salido de mi culo.
-¡Joder, y qué mal huele! ¿Quién ha sido?- preguntó el Rober casi gritando.
Bajando la voz, Oscar dijo –Me parece que hay una tía en el probador. Ha sido ella.
Qué neviosa me puso escuchar aquello. La única persona que había allí era yo, ¡y claro que había
sido yo!
Con la voz aún baja mi elegido añadió –Ahora cuando salga nos fijamos.
<<¡¡¿Cómo que nos fijamos?!! ¡¡¡NNNOOO!!>>
Aquel comentario provocó que me tuviera que quedar 10 minutos escondida en el probador
hasta que, por una rendijita, vi como Oscar y el Rober pagaban en caja y se marchaban. <<¡QUÉ
SE VAN!>> Y yo tuve que salir a toda velocidad de la tienda.
Mi actitud debía resultar tan apresurada y sospechosa para quien me miraba que los guardias
de seguridad empezaron comunicarse a través de los walkie talkies a medida que me veían pasar.
Krishh: -¡Atención! Hay una mujer de unos 30 años y aspecto raro comportándose de manera
llamativa-. Piii.
Krishh: -Está saliendo de la tienda de deportes y se dirige hacia tu posición-. Piii.
Krishh: -Lleva una gorra granate, ropa deportiva, gafas de sol muy oscuras y una cantimplora
colgada al cuerpo-. Piii.
Krishh: -¿Una cantimplora? ¡¿La ha robado?!- Piii.
Krishh: -No, pero estad alerta-. Piii.
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Krishh: –De acuerdo. Tenemos a la guiri localizada-. Piii
Yo normalmente me hubiera muerto de vergüenza al escuchar cosas así a mi paso pero, en
esta ocasión, iba tan preocupada porque mi elegido y su amigo se me estaban escapando que no
me importó lo más mínimo nada de lo que sucedía a mi alrededor. Alguna ventaja tenía que
conllevar esto de la infatuación.
La estrambótica escena terminó cuando yo me tranquilicé al incluir de nuevo en mi campo de
visión a Oscar y al Rober encaminándose hacia la salida y de allí a la parada.
<<¡AJÁ!>> Miré el reloj y vi que aún restaban unos 6 minutos para que el autobús apareciese,
6 minutos que me venían estupendamente para coger la bici y salir disparada hacía la próxima
parada en la que los amigos bajarían.
Pedaleando a máxima velocidad, conseguí llegar lo suficientemente pronto como para buscar
una buena ubicación desde la que pasar desapercibida y echar un traguito al agua que todavía se
conservaba fresca en mi cantimplora.
Alrededor de dos minutos después, el autobús apareció y mi elegido y su amigo bajaron de él.
Yo pensé que como aún no era la hora de comer decidirían ir a pasar un rato al lugar donde
solían sentarse por las tardes, pero resultó que no fue así.
Lo que ocurrió es que ambos se despidieron y que a mí se me presentó una oportunidad de oro
para enterarme de más datos sobre Oscar.
ASTUCIA Nº7. Seguir manteniendo la distancia de seguridad y reprimir la emoción.
Mi elegido y su amigo tomaron caminos diferentes; Oscar continuó de frente y el Rober se fue
por la derecha.
Yo, para no tener que vigilar la velocidad y la distancia, resolví que lo mejor era seguirle a pie,
así que me coloqué la cantimplora, tomé el manillar y me dispuse a caminar haciendo que la bici
me acompañase.
Mientras Oscar andaba tranquilamente atusándose de vez en cuando las rastas, yo me preguntaba
a dónde nos dirigiríamos.
Debí deducirlo por lógica pero la verdad es que ni en mis mejores sueños hubiera imaginado que
íbamos hacia ...
Habían transcurrido 10 minutos y ya nos habíamos adentrado en el casco antiguo de la ciudad
cuando él se situó en los sopórtales de la Plaza Mayor y llamó, para sorpresa mía, al telefonillo
del número 28.
Yo, que tuve tiempo para esconderme detrás de una columna, muy expectante conseguí
escuchar.
-¿Sí?
-Estela, pregúntale a mamá si compro el pan.
Después se hizo un breve silencio al tiempo que en mi cabeza todo eran gritos. <<¡Oh, dios! ¡Vive
ahí! ¡VIVE AHÍ!¡AAAHH!¡Y tiene una hermana! ¡SILENCIO!>>
-Dice que ya lo ha comprado ella.
-Vale, pues abre.
<<¡Oh, sé donde vive! ¡SÉ DONDE VIVE!¡ESTO ES GENIAL, GENIAL, GENIAL!>> Estaba
tan emocionada...
Cuando Oscar entró al portal y cerró la puerta yo comencé a dar saltos y saltos hasta que conseguí
calmarme y de nuevo empecé a razonar.
-OOOhh, ahora puedes enterarte de más cosas. Sííí- me dije fascinada. –Entra ahí y mira en los
buzones.
Afortunadamente no pasó mucho tiempo hasta que un señor abrió la puerta y pasé al portal.
Noté como el hombre se quedaba un poco extrañado al verme y miraba mi cantimplora con
estupor.
Yo no le hice caso y ansiosamente me dispuse a revisar los buzones.
-Oscar... Oscar... Oscar... ¡AQUÍ!- Había encontrado su nombre. -¿Oscar de la Vega Ruíz? ¿Sólo
él? No, no creo, además no aparece ninguna Estela. A ver, a ver... Mmmm... ¡AQUÍ! Oscar García
Vallés y ¡anda, tiene otra hermana!
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Raquel García Vallés. Hijas e hijo de Amparo Vallés López y Javier García Yebra. Piso 3ºA.
¡GENIAL!- exclamé de lo más contenta.
Estaba memorizando estos datos cuando escuché como la puerta de alguna casa se abría y se
cerraba y tuve que salir corriendo para no despertar sospechas.
El susto no impidió que me montara en la bici con esa sonrisa que se me pone cuando consigo
algo importante, o sea la sonrisa de oreja a oreja que me acompañó de regreso a casa. Aún se
dibuja en mi rostro cuando recuerdo aquello.
Pero desde entonces las cosas han cambiado mucho. Con el paso de los días, fui adquiriendo
cada vez más y más información y actualmente ya lo sé prácticamente todo sobre Oscar.
No hay duda de que el misterio se desvanece con el conocimiento y por eso, a día de hoy
también puedo afirmar que la infatuación está a punto de terminar. Sé que el fin llegará en
cuanto descubra la matrícula del coche del novio de su hermana Raquel y el número de color de
tinte que escoge su madre para untarse en el pelo.
En multitud de ocasiones, a lo largo de todos y cada uno de mis enamoramientos, me he
preguntado por qué me sucede esto y jamás he logrado obtener una respuesta fiable.
He barajado decenas de posibilidades, entre ellas la de que quizás soy una loca. Incluso he pensado
que puede que sólo sea una persona con inquietudes extrañas o que a lo mejor es sólo una afección
transitoria relacionada con la edad. No sé...
También me he planteado que quizás llevar dos aburridos años en el paro y siete sin echar un
polvo tenga algo que ver.
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hombres, hombre
hombres, hombres
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¡7 AÑOS SIN ECHAR UN POLVO! ¡Pobre, chica! No me extraña que esté mal de la cabeza.
Yo siempre he dicho que la falta de sexo puede volver loco a cualquiera.
Tengo que decirle a Mónica que no me siento en absoluto identificada con el relato que acabo
de leer por mucho que ella se empeñe en que la protagonista le recuerda a mí. A lo mejor no lo
ve tan claro como yo porque aún se encuentra afectada por la jugarreta del cabrón italiano,
¡pobre Mónica! Menos mal que se ha calmado un poco con el resultado negativo de las pruebas
del SIDA que tuvo que hacerse. ¡Menudo hijo de puta!
La chica de la narración es una obsesa que no pasa del estado contemplativo, y es cierto que a
mí me gusta mirar a los hombres, pero también necesito contacto físico.
En realidad me recuerda a una que yo me sé, esa que no para de repetir obstinadamente que
quiere una buena polla, que quiere una buena polla y luego... NADA DE NADA, ja, ja.
Lo mío es muy distinto. Mi historia no tiene nada que ver con eso. Yo me llamo Nadia, tengo
52 años, una hija; Joana y un hijo; Samuel, con los que me llevo bastante bien, y trabajo como
profesora de primaria en un colegio público. Cuando cumplí 48 mi vida dio un vuelco y cambió
de rumbo porque Erlan y yo decidimos separarnos tras 4 años de noviazgo y 25 de matrimonio
La ruptura produjo de forma civilizada porque ambos fuimos honestos ante el desgaste que se
había producido en la relación y decidimos, de mutuo acuerdo, ponerle fin sabiendo que era lo
mejor para los dos. Nuestros hijos, Joana y Samuel, aunque con tristeza, entendieron a la
perfección las explicaciones que les dimos, lo cual facilitó mucho las cosas.
Desde entonces, Erlan y yo nos profesamos un gran cariño y respeto aunque nuestras vidas
han seguido caminos muy dispares. Él, por supuesto, como todo buen hombre que se precie,
salió raudo y veloz en busca de otra mujer para que su existencia tomase de nuevo sentido y la
encontro, y yo... Yo... ¡¿Por dónde empezar?!
Diré que antes de contraer matrimonio yo era de esa clase de chicas que aprovechan cualquier
instante que se les presenta para examinar el aspecto y el halo de los chicos que encuentran a su
paso y que también era de las que tienen la habitación llena de fotos de guapos famosos.
Supongo que podría decir que oficialmente descubrí la belleza de los hombres a los 14 años.
Se produjo durante una semana en la que visité a una compañera de clase porque cayó enferma
debido a una extraña afección.
La profesora, Sor Inés, me encargó que cada día le llevara a Eva los deberes para que perdiera, lo
menos posible, el ritmo de las clases así pues, todas las tardes, sobre las cinco, yo me dirigía a su
casa dispuesta a entragarle las tareas y a sorprenderme con el descaro pervertido de su padre al
mirarme y el fascinante semi desnudo que su hermano de 17 años exhibía mientras andaba sin
camiseta por la estancia.
Yo me quedaba boquiabierta cada vez que veía a este último y contemplaba su joven torso
esculpido; parecía una tonta, soñaba con poder acariciarlo y besarlo allí mismo. Con frecuencia,
al llegar la noche, me masturbaba pensando en él al tiempo que me sentía culpable por estar
realizando un acto pecaminoso.
Fue Josué, así era como se llamaba el hermano de Eva, con su pecho descubierto y sus
sonrisas quien me hizo sentir por vez primera el deseo y quién accionó el resorte que despertó mi
fascinación por el sexo opuesto.
Me pasé los cinco años posteriores a aquella semana mirándo a los chicos obsesivamente y
deseando hacerles míos. Unas veces lo conseguí y otras no.
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A los 19 conocí a Erlan y nos enamoramos profundamente. Cuatro años más tarde nos juramos
amor eterno y fuimos felices durante muchísimo tiempo; un período en el que no me hizo falta
contemplar ni desear a nadie más porque Erlan estaba dándome todo lo que necesitaba.
Durante ese cuarto de siglo de matrimonio, perdí la costumbre de contemplar a los hombres.
Después, a los 48, con el hábito totalmente olvidado, madre de dos hijos y con la menopausia
acechando, Erlan y yo nos separamos.
Es de sobra sabido que, en el 90% de los casos, cuando una mujer madura se ha librado de un
hombre no quiere ni en broma dejar entrar a otro en su vida; y no necesariamente porque les
acabe detestando o algo por el estilo sino porque, a medida que va cumpliendo años, se hace más
consciente de que los príncipes azules suelen acabar convirtiéndose en sapos y porque aprende
a valorar su libertad e independencia por encima de todo.
Cuando una es joven tiende a imaginar a su chico ideal y a soñar cómo será el resto de tu vida
con él. En esa etapa se cree en el amor eterno, la fidelidad, el compromiso y en el maldito y
sonriente anuncio de televisión en el que deseas convertir tu vida. Después las experiencias
dispares se suceden, los colores se difuminan, el sueño se desvanece y... Y dejas de ser gilipollas,
así de sencillo.
No sabría cómo catalogar con exactitud la evolución que he experimentado en estos cuatro
años de separación, pero lo que sí puedo afirmar es que han hecho de mí una persona mucho más
rica, distinta y abierta, sobre todo abierta.
Creo que debo empezar haciendo saber que el primer año de mi renovada soltería lo pasé
acomodándome a la nueva situación en la que me encontraba; tanto a nivel emocional como
físico, ya que empecé a sentir los trastornos de la menopausia hasta que ¡por fin! perdi la
capacidad para tener hijos. Esa etapa fue maravillosa porque ocurrió algo que no me había
sucedido nunca; me encontré cara a cara conmigo misma. Y es que había pasado tanto tiempo
ocupándome de otros que llegué a olvidarme de mí. De repente podía ver qué clase de persona
era yo y en quién me había convertido. Necesitaba aprender y disfrutar de mi propia compañía
por encima de todo y pasé mucho tiempo libre en casa conociéndome, examinándome y
prestándome una atención que anteriormente había pasado por alto de manera continua.
Conseguí realizar un análisis completo de mi vida e hice un montón de descubrimientos.
El segundo año fue muy muy divertido porque, transcurrida la necesaria etapa de reflexión
sobre mí misma, empecé a salir con un par de compañeras de trabajo, también separadas, y con
algunas amigas suyas (Tania entre ellas). Realizamos juntas todo tipo de actividades:
quedábamos para ir al teatro, charlábamos tomando copas, íbamos a cenar, hacíamos
excursiones, senderismo, frecuentábamos discotecas... Me lo pasé bomba.
Exactamente en una discoteca fue donde comenzó el tercer año de mi flamante nueva vida y
en donde sucedió algo que hizo tambalearse las estructuras de lo que hasta entonces yo tenía
admitida como mi sexualidad.
Era noche vieja y todo el mundo se sentía exuberantemente alegre y con ganas de fiesta.Yo me
había comprado para la ocasión un impresionante vestido negro que me hacía más alta, más
delgada y con el que, para mi gusto, me sentía verdaderamente preciosa. Hacía siglos que no
asistía a un cotillón de fin de año y tiré la casa por la ventana en la peluquería y la boutique.
Fue genial, disfruté muchísimo; me pasé la noche entera bailando, riendo, bebiendo y haciéndome
fotos con cualquiera que se me acercase. Gocé tanto que las horas parecieron volar y se me
olvidó que cuando amaneciese la luz se llevaría todo el jaleo consigo.
Por supuesto y desgraciadamente, la fiesta terminó a las siete de la mañana y mis amigas y yo
salimos de la discoteca bromeando las unas con las otras dispuestas a tomar un taxi. No
conseguíamos ponernos de acuerdo para decidir si indicábamos ruta camino a casa o a una
chocolatería del centro y, desde luego las payasadas que decíamos para provocarnos la risa no
ayudaban lo más mínimo.
Yo apostaba por ir a dormir, me sentía cansada y mis pies estaban pidiendo con un insistente
dolor que nos marchásemos a casa pero, justo en el momento en el que estaba a punto de
anunciar que el cuerpo no me daba para más, sucedió el hecho histórico que ha determinado de
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forma crucial los acontecimientos de los últimos dos años; de repente, mis ojos repararon en el
atractivo de un más que espléndido cuarentón vestido con esmoquin.
<<¡Dios! ¡Qué maravilla!>> pensé al contemplar lo guapo que era aquel tipo.
Él estaba allí, tranquilo y elegante, sonriendo a la que supuse era su mujer o su novia y
despidiéndose de unos conocidos. En ningún momento se percató de que yo le observaba con
admiración y para él, aquel acto que yo estaba realizando, no significó absolutamente nada, es
decir todo lo contrario que para mí.
Porque esto, a primera vista, quizás pueda parecer un acontecimiento nimio para cualquier
persona pero yo aseguro que para alguien que se ha pasado 29 años de su vida haciéndolo con el
mismo tío y 31 sin fijarse de verdad en la belleza de un hombre, el hecho es todo un bombazo.
<<Se me había olvidado lo hermosos que son>> pensé conmocionada.
Y es que me había quedado realmente sobrecogida.
Sin poder contener la sensación creciente que emergía dentro de mí, algo nerviosa, giré con
rapidez la cabeza hacia la derecha y mi campo visual fue justo a topar con el torneado culo
vestido en vaqueros de un chico que abría
la puerta de su coche, <<¡Dios, qué culo!>>.
Golpeada por el hallazgo, giré de nuevo de la cabeza esta vez hacía la izquierda y topé con la
cálida sonrisa de un treintañero que hablaba por el móvil, <<¡Madre mía, esa sonrisa es
preciosa!>>. Me pasé varios minutos enloquecida mirando a uno y otro lado y descubriendo,
con cada vistazo, algo sexy y apetecible perteneciente todo ello al mismo género; masculino, y
adquiriendo consciencia de un hecho que llevaba más de treinta años olvidado << ¡Qué
hermosos son los hombres! Todos tienen algo deseable>>.
De repente, Josué y su torso desnudo regresaron desde el recuerdo, y todo lo adormecido hasta
ese día, se despertó con el impulso de quien revive dando paso a un nuevo ciclo en mi existencia.
Porque mi biografía desde los 19 años había estado tan ligada y girada entorno a Erlan que
había dejado de fijarme en los miembros del sexo opuesto. ¡SACRILEGIO! Y encima tras
separarme había estado tan ocupada conmigo misma al principio y divirtiéndome después, que
no les había hecho el menor caso.
Debo admitir que nunca me ha quedado del todo claro qué es lo que quiere decir un hombre
cuando afirma que le gustan mucho las mujeres (¿es su forma diplomática de hacer saber que
le gustaría follar con toda la que se presente?) pero desde luego sí que tengo muy claro qué es lo
que yo quiero decir en la actualidad cuando hago saber que me gustan mucho los hombres.
Cuando mis amigas y yo montamos en el taxi y pusimos rumbo a casa no fui capaz de prestar
atención a nada de lo que comentaban mis acompañantes porque pasé todo el trayecto
examinando al conductor desde mi posición; observé sus fuertes manos al volante, <<me
gustaría probar sus caricias>>, el perfil de su nariz, <<bien proporcionada>>, la parte de su cuello
que lograba ver, <<hace siglos que no beso uno>> y el tono de su voz que se activaba para hacer
algún simpático comentario, <<¿cómo sonarán sus palabras en un susurro al oído?>>. Me
gustaba.
Cuando bajé del coche y subí a casa, mi cerebro procesaba a doscientos por hora el transcurso
de la noche y la impresión que me había causado redescubrir a los miembros del sexo opuesto. Aún
así, estaba tan exhausta que me quedé dormida pronto pero cuando desperté, pasadas las 5 de la
tarde del primer día de enero, ocurrió algo inesperado, envolvente y agradable; noté cómo un
pasado interior se despedía de mí, cómo un prometedor futuro me saludaba y cómo surgía una
voz interna que me anunciaba que ya no era la misma Nadia que en el año anterior.
OBRA Y GRACIA DEL 1º CUATRIMESTRE DE LA NUEVA NADIA.
-Enero, febrero, marzo, abril-Me he hecho un dedo.
-¡¡¿QUEÉ?!!
-Que me he masturbado, ya sabes...
-Y qué, yo me masturbo todos los días. Bueno, en realidad me masturba el vibrador.
-Ya, pero es que yo no lo hacía desde hace siglos.
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-¡¿Qué no te masturbabas?! ¡Venga ya, Nadia!- exclamó incrédula mi amiga Tania al otro
lado del teléfono.
-Te lo juro.
-Yo no me fío de alguien que no se toca, si me llego a enterar de eso jamás hubiéramos
llegado a ser amigas. Lo digo en serio.
-Tania, ¿te das cuenta de que tú y yo nunca hemos hablado sobre sexo abiertamente?
-Bueno, no lo hemos hecho porque siempre te muestras muy reservada en ese sentido. Yo
hablo de ello con la gente frecuentemente, en especial con Luis.
-Ya... –cabilé tomándome unos segundos de silencio.
-¿Qué ocurre?- preguntó ella ligeramente confundida.
Yo no tenía ni idea de cómo detallarle lo que estaba sucediendo dentro de mí en aquellos
instantes así pues me limité a decir -¿Te has fijado alguna vez en lo hermosos que son los
hombres?
-¡¿Hombres?! Yo lo que necesito es UNA BUENA POLLA- dijo Tania pronunciando con rabia y
exageradamente las últimas palabras de la frase.
-Sabía que ibas a decir eso- SIEMPRE DICE LO MISMO. –Bueno, ya tendrás más noticias
mías. Adiós- informé al tiempo que colgaba y escuchaba cómo ella me pedía que le diera alguna
explicación más.
-De esta manera; masturbándome por primera vez desde tiempos inmemorables mientras
pensaba en el atractivo cuarentón de por la mañana y telefoneando después a la salida de Tania
para comentar algo sobre lo que jamás había hablado, fue como dio comienzo mi nuevo año. Y
lo mejor de todo es que ocurrió sintiéndome libre y desinhibida; como si un lugar desconocido y
recóndito de mi ser se abriese y respirase al fin.
Era verdad, no mentí cuando le conté a Tania que había transcurrido mucho tiempo sin
experimentar un orgasmo facturado por la imaginación y la mano. Porque Erlan no veía con
buenos ojos aquello y para colmo, aunque sé de sobra que es extremadamente típico decir eso de
que
me eduqué en un colegio de monjas, en mi caso es desgraciadamente cierto. Y ya sabéis
y os imagináis todos los miedos y prejuicios que le meten a una en la cabeza en esos lugares del
diablo.
Días después, rememorando y volviendo a practicar el acto me dije:<<Joder, lo que me he
estado perdiendo>>. No pensé en ello como un vicio al que aferrarme sino como una forma de
autoconocimiento y como la satisfacción de una necesidad biológica que apremiaba
interiormente. Me pregunté: <<¿Por qué está bien lavarse los dientes, mear, comer, respirar, oír,
mantener el cuerpo limpio y no lo está masturbarse? ¿Por qué se han empeñado durante siglos y
siglos en que nos avergoncemos de nuestra carnalidad?>>
No estoy de acuerdo con la visión sobre la sexualidad de esas personas que dicen hablar en nobre
de un dios que han inventado para colmar las dudas que conlleva la existencia; un fantasma que
pretende esclavizar mental y físicamente a la humanidad. Un dios que le exige a un ser humano
ir en contra de su naturaleza para sentirse complacido es un vanidoso, un fascita y un gilipollas.
Después, reflexionando aún más sobre el asunto, me di cuenta de que en realidad no sabía
gran cosa acerca del sexo en general y de mi sexualidad en concreto. Vi que quería y necesitaba
aprender algo más porque, desde que habían empezado las clases tras las vacaciones de Navidad,
con la fascinación a flor de piel y tantos hombres a la vista, mi organismo se había alterado y mi
mundo se había revolucionado.
De pronto todos valían, había desperdiciado tanto tiempo aletargada que no quería perder ni
un segundo más. Cualquiera que derrochase testosterona y que entrará dentro de mi campo visual
(por la calle, en supermercados, en el parque, en el propio colegio en el que doy clase...) era
presa del fascinante examen al que les sometía; ojos, boca, forma de andar, manera de vestir,
tono de voz... Cada cosa tenía su importancia y despertaba mi estado contemplativo. Me pasé
enero y febrero admirando hombres obsesivamente (llegué a aficionarme a la sección de deportes
del telediario sólo por ver tíos sudados o recién duchados). Sentía un creciente torbellino sexual
que necesitaba ser saciado lo antes posible pero que se veía frenado por la barrera de la
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ignorancia porque en el fondo ¿qué sabía yo de ligar, gustar, seducir, de hacerlo con alguien que
no fuese Erlan o de algo más en definitiva que no fuera lo que hasta el momento había conocido?
NADA DE NADA, por eso decidí ponerme manos a la obra para llenarme de conocimientos.
Me hice consciente de que ante todo me necesitaba a mí para emprender esta cruzada pero,
tras la emoción y dándole vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que tener una aliada que
estuviera sexualmente liberada y por qué no salida con la que aprender, entretenerme y hacer
comentarios, estaría muy bien, así pues, y de nuevo, no se me ocurrió mejor candidata a la que
recurrir que la señorita QUIERO UNA BUENA POLLA o lo que es lo mismo: Tania.
En el mes de marzo, tras haber mantenido varias conversaciones íntimas con ella y después de
haberme puesto los dientes largos mientras escuchaba la relación que mantenía con su vibrador,
decidí que era hora de avanzar dando un paso más.
-¡Vamos, por favor! Di que me acompañarás- le rogué desde la puerta del colegio a través del
móvil.
-Me da vergüenza- contestó ella sorprendiéndome.
-¡¿Qué te da vergüenza?! ¿A ti? ¡Tania, no me jodas! Te va a encantar ir a un sex shop.
-¿Por qué no puedes encargarlo como yo hice?
-¿Comprar un vibrador por catálogo...?¡Venga ya! Quiero verlos en vivo para poder decidir
mejor. Además en una tienda hay más variedad y en la compra también me gustaría incluir algún
artículo extra que resulte interesante.
-¡Pero bueno! ¿Se puede saber qué te está pasando? Últimamente estás irreconocible- me
preguntó Tania muy extrañada.
-Sí, ya te dije que en año nuevo tuve una revelación– le expliqué. -Mira, llevo mucho tiempo
sin hacerlo y para colmo mi vida sexual en el tiempo que estuve casada no fue muy espectacular.
Quiero aprender cosas nuevas y recuperar el tiempo perdido. Además no tengo ni idea de cómo
va a reaccionar mi chichi cuando le meta una polla que no es la de Erlan.
-Pues cómo va a reaccionar, ¡de puta madre!- me increpó mi amiga. -¿Y qué pasa, tienes a
alguien en el punto de mira?
-Sí, a todos los hombres guapos que se encuentran mis ojos. ¿Te he comentado ya lo
fascinada que me tienen los hombres?- le recordé sonriendo embelesada. –Me encantan, no
puedo parar de mirarlos, y juraría que ellos también me miran.
-¡Hombres, hombres...!- pronunció ella ligeramente enfadada. –¡¡UNA BUENA POLLA, eso
es lo que a mí me fascina!!- añadió casi gritando.
-¡Qué pesada eres! Bueno, ¿te vienes sí o no?
-¡Madre mía, éstas menopáusicas...! Mmm...- hizo que dudaba la muy teatrera. –Vale.
-Genial- me alegré. -A las seis paso a buscarte. Hasta luego.
Y así fue, a las seis en punto de aquella tarde estaba con mi coche en la puerta de su casa
dispuesta a realizar una acción inédita en mi vida; comprar un vibrador.
¿Cómo explicar, cómo dejar constancia de las sensaciones que tuvo una mujer como yo
cuando entré por primera vez en una tienda del sexo?
Diré que Tania no paraba de sonreír emocionada y de pronunciar susurrando -¡MIRA
CUÁNTAS POLLAS, MIRA CUÁNTAS POLLAS!- mientras examinábamos la estantería en la
que debía haber al menos 40 modelos diferentes de vibradores. Por mi parte yo... Yo estaba
alucinada, cautivada y avergonzada hasta límites inhumanos.
Me sentía realmente subyugada por todo lo que estaba viendo; vibradores, muñecas inchables,
vaginas de látex, lubricantes, condones fluorescentes, de sabores, esposas, utensilios sadomaso...
Había oído hablar de aquello pero nunca lo había tenido tan cerca. Me dije que seguramente
debía de tener una cara de boba impresionante, la advertencia hizo que reparara en lo que podía
estar pensando el dependiente al vernos curiosear. Eso provocó que le mirase y me fijase en los
pronunciados pectorales que se intuían bajo su estrecha camiseta.<<¡Qué bueno está! Seguro que
piensa que somos unas guarras>>.
De repente él miró y me pillo observándole. Luego me sonrió. Por aquellos entonces yo aún
no sabía que todo el mundo no tiene la misma basura metida en la cabeza que a mí me
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inculcaron y que a los dependientes de las tiendas del sexo les da exactamente igual quién ande
por el establecimiento con tal de que no robe ni haga estropicios.
Tania estaba tan entusiasmada con la sección de falos motorizados que se quedó allí
admirándolos. Yo seguí paseando casi hechizada hasta que al llegar a la sección de cine porno
me detuve porque llamaron mi atención un par de títulos. Observé las fotografías que decoraban
la carátula y vi que uno de las películas tenía como protagonistas a una pareja heterosexual de
casados morbosos y la otra a dos homosexuales varones. Tomé ambas propuestas. Después
captaron mi interés el apartado de bolas chinas (tras examinarlas, cogí un juego) y el de literatura
erótica y sexual del que me lleve El mundo del sexo para quien no sabe nada de sexo. Unos
minutos más tarde me reuní de nuevo con Tania.
-¡¿Qué haces?!- le pregunté asustada al percatarme de lo que llevaba en las manos. -¡¿A dónde
vas con tres vibradores?!
-Los necesito todos, el que tengo está perdiendo potencia- me explicó ella.
-¡Pues claro que está perdiendo potencia! ¡Si no lo dejas descansar!
-¡Qué exagerada! Vamos a ver lo que haces tú cuando tengas uno. Además, no es sólo por lo
de la potencia, es que se me ha quedado pequeño. Necesito algo más contundente.
-Algo más contundente... Pero mira que eres bestia. A ver, déjame lo que has cogido- le pedí
con cierto reparo. -Uno extra de anchura, ¡madre mía, otro doble penetración! y uno con turbo.
¡JOODEER!
Tania, sin inmutarse por el asombro que exhibí, me preguntó -¿Y tú cuál vas a llevarte,
listilla?
-¿Yo? No sé, uno sencillito para empezar- dije.
-Mira, aquí hay una recomendación de gelatina para principiantes con su propio cargador-.
Ella lo mostró muy sonriente y como si fuera una experta en la materia.
Al ver el color del artilugio, me quedé un poco decepcionada. -¿Morado?
-¡Nadia, por favor!- exclamó Tania casi ofendida. -Un falo es atractivo tenga el color que
tenga- explicó acariciando el envoltorio de plástico.
La verdad es que tenía razón. -De acuerdo, me lo llevo.
Cuando nos dirigimos a la caja para pagar, noté como el chico que la regentaba no dejaba de
examinarme.
-¡Hola, preciosas! ¿Qué lleváis?- dijo con naturalidad y mirándome directamente a los ojos.
Tania, con mucha resolución y sin ningún complejo, anunció –Tres rabos- y los dejó encima
del mostrador.
Al escucharla, el dependiente se rió suavemente al tiempo que marcaba los códigos de barras,
mientras yo pensaba ruborizada por completo <<¡Qué bochorno! Y decía que le daba vergüenza
venir...>>.
Ligeramente nerviosa por lo que mi amiga acababa de decir y porque el chico fijaba sus ojos
en mí con insistente intencionalidad, yo solté los productos que había elegido sin pronunciar
palabra.
Él, tras cobrarlos y meterlos en sus respectivas bolsas, nos dijo con voz coqueta –Chicas, os
meto éstas tarjetas del sitio en el que trabajo los fines de semana por si alguna vez os apetece
venir a verme.
-Vale, gracias- dijimos nosotras con el mismo tono de voz que él había empleado. - Adiós-.
Cogimos las bolsas.
La escena había resultado tan tentadora que no pude resistirme; antes de salir de la tienda,
eché un último vistazo al chico y vi como seguía mirándome con descaro. A mí me gustó tanto lo
que estaba haciendo <<¡qué morbazo!>> que le sonreí y él respondió a mi gesto con un guiño de
ojo.
Tras ello, de inmediato, la imagen se perdió al cerrarse la puerta de salida. Al pisar la calle
exclamé como loca -¡Vaya pectorales que tenía! ¡Y qué brazos!
-El dependiente, ¿eeeh? Estaba buenísimo- me reafirmó Tania.
-Saca las tarjetas, vamos a verlas- le pedí inquieta por la curiosidad.
101
Ella metió la mano en la bolsa, sacó una y leyó:
SHOW
Diviértete y pasa momentos inolvidables
en nuestra sala de striptease masculinos.
(Sola o acompañada, tú decides)
En el dorso podía verse la dirección y el teléfono del local, además la tarjeta llevaba una pequeña
firma con bolígrafo que indicaba: Sandro.
-Asi que se llama Sandro- cabilé.
-Pues el tal Sandro no te quitaba los ojos de encima- apuntó Tania.
-Ya me he dado cuenta.
-Te estaba desnudando con la mirada- dijo mi amiga con voz hosca.
Un poco desconcertada por su actitud le pregunté -¿Qué te pasa?
-Nada, es que no entiendo cómo se ha fijado en ti si eres mucho más mayor que yo.
-Muchas gracias, chata. Pues sabes qué... Te parecerá increíble pero me he dado cuenta de que
los hombres dejan de fijarse en ti cuando tú dejas de fijarte en ellos, y eso es aplicable a la
inversa. Claro está que cuando digo fijarte no me refiero exclusivamente al hecho de saber que
están ahí o a desear frenéticamente su polla.
-Buuuu...- abucheó Tania mi apunte.
-Lo digo en serio. No te lo creerás pero desde que he vuelto a saber que los hombres existen y
les observo, recibo muchas miradas insinuantes a pesar de que yo no soy físicamente gran cosa.
Y es que no cabía duda de que desde principios de año, había recibido más miradas sugerentes
por parte de ellos que en el transcurso de toda mi vida. Lo mejor de aquello era que esas miradas
provenían de toda clase de hombres y de que no parecía importarles en absoluto que yo fuese una
mujer de 51 años que aparentaba 51 años, que medía y mido 1`60, que tenía alguna que otra
arruga y que me sobraban los cuatro kilos que había engordado desde la menopausia.
Esa tarde, después de entrar a merendar en una cafetería y charlar sobre la compra que
habíamos realizado, Tania y yo nos despedimos con la misma frase en la boca: –Que te lo pases
bien.
¡Y QUÉ BIEN ME LO PASÉ! . Desde luego llegué a comprender por qué el primer vibrador de
mi amiga había perdido potencia.
Aquel mes de marzo lo dediqué casi en su totalidad a reflexionar y librarme de los prejuicios
que poblaban mi mente, a experimentar con los artilugios adquiridos y a disfrutar de las
sensaciones que me proporcionaban.
A veces estimulaba mi imaginación visualizando alguno de las películas que había comprado y
otras, mi propia fantasía trabajaba pensando en Sandro. Le imaginaba en diversas situaciones:
Sandro quitándose la camiseta y dejando al descubierto su torso, Sandro masturbándose mientras
yo le gravaba en vídeo, Sandro metido entre mis piernas, Sandro introduciendo en mi vagina las
bolas chinas, Sandro y yo protagonizando una peli porno... Llegué a obsesionarme tanto con su
imagen que, cansada de ello, la primera noche de sábado del mes de abril decidí pasarme por la
sala de striptease donde nos dijo que trabajaba.
Intenté que Tania me acompañase en la aventura pero, cuando llamé a su móvil para tratar de
convencerla, una voz me informó con la consabida frase de que “el teléfono al que llama está
apagado o fuera de cobertura” y yo pensé <<seguro que está con el doble penetración y lo ha
desconectado para que nadie la interrumpa>>.
Sintiéndolo mucho por ella <<seguro que allí hubiese probado una buena polla>> conseguí sin
esfuerzo que un par de compañeras del trabajo se vinieran conmigo.
Tengo que reconocer que, cuando nos dirigíamos hacia el lugar, me notaba inquieta con
decenas de expectativas agolpándose en mi cabeza y la imagen de Sandro y sus fascinantes
pectorales torturando mi deseo. Para colmo la ropa que llevaba puesta no ayudaba en absoluto a
aplacar mis nervios, sentía que me había vestido como una puta y pensé que mi aspecto resultaría
vulgar y fuera de contexto. Por suerte, al llegar a la puerta del SHOW, vi que por allí rondaban
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mujeres de diferentes edades que iban vestidas más o menos como yo. Me dije que era una tonta
por haber pensado aquello. (¡Estúpidas monjas! ¡Maldita educación!)
En la entrada del local llamativamente iluminado, había un treintañero con chistera que nos
recibió con mirada morbosa, sonrisa exuberante, músculos voluptuosos y dos besos en las mejillas.
-Pasadlo bien, princesas- dijo con picardía.
Desde luego la bienvenida resultaba de lo más prometedora aunque yo seguía inquieta porque
nunca me había encontrado en una situación parecida.
Cuando accedimos al interior de la sala, para liberar un poco de tensión, tomé la iniciativa de ir a
la barra a pedir mientras que mis compañeras se sentaban en una mesa. Tras ella había dos
camareros entre los que no pude decidir cuál era más guapo; uno era moreno y el otro rubio,
ambos tenían un físico despampanante y vestían únicamente un pareo negro hasta los pies y
pajarita de lentejuelas también negra.
Me cautivaron al momento.
-No llevan nada debajo de la falda- me dijo al oído una drag queen haciendo que me
despertara del hechizo contemplativo del que había caído presa.
Instantáneamente solté una carcajada. Después, mientras esperaba que uno de los dos se acercase
para atenderme, mi cerebro empezó a tener una mini fantasía erótica en la que yo me ponía de
rodillas, subía el pareo de uno de ellos y le comía la imaginada descomunal polla. (¡Dios! Se me
está pegando la manera de hablar de Tania).
-Dime, guapa- me despertó en esta ocasión la voz del rubio.
Me moría de ganas por preguntarle cualquier cosa sobre Sandro pero finalmente dije -Tres
margaritas.
Cuando trajo la bandeja, me atreví. –Oye, ¿trabaja aquí un chico que se llama Sandro?
-¿Sandro? Sí, sale en la cuarta actuación.
<<Cuarta actuación>>. -¿Por cuál van?
-Por la segunda. Cada hora hay una.
O sea que faltaban alrededor de una hora y 35 minutos para volver a verle.
Procurando sosegarme hasta entonces, regresé a la mesa con las copas y encontré a mis
compañeras riendo con un travestí al que le comentaban –Esto es una pasada. Estábamos locas
por venir a un sitio así.
-No me extraña, pecoras- dijo él con voz divertidamente afeminada. –¡Con la cantidad de
hombretones que hay por aquí, guarronas!
¡Y QUÉ RAZÓN TENÍA! ¡VAYA HOMBRES! Para mi gusto no tenían nada que envidiar a
los jugadores de fútbol. Los había de varias razas y edades que parecían oscilar de los 20 a los 42
años.
-¿Cuál te gusta más?- me preguntó una de mis compañeras riendo.
-Me gustan TODOS- contesté al tiempo que les echaba un vistazo .–Pero yo vengo a por
Sandro- aclaré.
Llegados a este punto he de decir que esta vez sí que había llegado a parecerme a la protagonista
de Infatuación porque, exactamente así, infatuada, es como me encontraba desde aquella tarde en la
que fuimos a la tienda donde él trabajaba.
No había dejado de imaginarme a Sandro desnudo ni un sólo día y había especulado mil y una
veces con la manera que tendría de moverse al hacerlo. También había pensado: <<Si se mostró
tan sugerente conmigo entonces, ¿por qué no habría de serlo de nuevo si me presento en el
local?>> y animada por esa idea me encontré allí; bebiendo margaritas, rodeada de hombres
incitantes, mujeres desesperadas y sintiendo un fuerte desasosiego mientras aguardaba a que el
chico con el que estaba obsesionada saliese a escena.
El tiempo de espera se me hizo corto gracias a la conversación, el buen ambiente reinante (las
drag queens son la sal de la tierra) y el desnudo realizado por Adolfo, o lo que es lo mismo;
stripper que saltó al escenario en la tercera actuación y que se sentó en la barra tras su
espectáculo de cowboy.
-¿Quién va a pedir esta vez?- pregunté a mis compañeras divisándole.
Con decisión, la profesora de 4º de primaria que se había quedado prendada de él cuando éste
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le había restregado el paquete por el escote, dijo –Yo- y se marchó dejando libre su asiento que
fue ocupado al instante por una reinona que estuvo haciéndome reír hasta la actuación de mis
sueños.
Fue a la una de la madrugada cuando Lulú, derrochando glamur anunció con voz afeminada –
¡Hola de nuevo, guarronas! Es la una y eso significa que un hombre con mayúsculas, ya sabéis
dónde, está a punto de aparecer para que vuestros ojos y lo que os dejéis se deleiten. Así que,
como os veo tal que perras en celo, presentaré sin más dilatación al artista de la metralleta...
¡SANDRO!
Y al son de una animada música, Sandro apareció sobre el escenario vestido con uniforme
militar dispuesto a mostrar su metralleta.
-Es ese, ¿no?- me preguntó mi compañera.
Yo, con las entrañas estremecidas, afirmé <<Sí>> moviendo la cabeza de arriba abajo.
Cuando las palmas del público empezaron a sonar al ritmo de la canción, yo casi no era capaz
ni de respirar. Increpándome: <<Llevas todo este tiempo deseando volver a verle ¿y ahora te
paralizas?>>, intenté despabilar del estado en el que me encontraba.
Esa noche él estaba aún más espléndido que la tarde en la que le conocí. Como un rey del
escenario, se movía con soltura insinuante y sonreía haciendo ver a las asistentes que realmente
disfrutaba con toda la admiración que estaba recibiendo.
Por mi parte sentía de verdad que la situación me sobrepasaba; mis nervios estaban dentro, el
deseo estaba dentro, la espera y las ganas de verle desnudo también estaban ahí y los celos,
viendo como todas aquellas mujeres le contemplaban hacían que quisiese matar. Demasiadas
emociones martirizándome.
Me pregunté <<¿Cómo vas a conseguir que se fije en ti con este alboroto alrededor? ¿Cómo
se llama la atención entre tantas locas que intentan atraerle a su vez?>>
No conseguí responderme y me sentí desesperada. Y mientras yo pensaba, la sala ya se había
convertido en un auténtico gallinero porque Sandro estaba a punto de quitarse los pantalones.
Desde luego yo me moría de ganas por verle desnudo aún teniendo que soportar que las
demás babeasen por él, así pues le animaba y me animaba en susurros –Vamos, cariño,
enséñamelo todo. Vamos, Nadia, piensa en cómo llamar su atención.
Él se contoneaba, insinuaba la bajada de la prenda con estampado de camuflaje que le cubría
las extremidades inferiores para luego efectuar un giro que rompía la acción y se desabrochaba el
botón y la cremallera dejando entrever un tanga y el tatuaje que llevaba en la nalga. La avidez de
las espectadoras bailaba con la actuación.
De repente, cuando fijaba mis ojos en el dibujo tatuado de su trasero, la respuesta que
necesitaba irrumpió, <<¡Ya sé! Haciendo lo contrario a lo que ellas hacen>> me dije. <<En una
muchedumbre heterógenea, sólo quien sea distinto conseguirá captar la atención>>.
Así pues crucé los brazos permaneciendo sentada con el rostro serio e indiferente y dispuesta a
no dejarme embaucar por la hipnótica sensualidad que Sandro desprendía.
Reconozco que resultó un acto sobrehumano, afortunadamente dio sus frutos justo cuando él
bajó del escenario haciendo saltar por los aires los pantalones y sus ojos fueron a chocar con los
míos. Je, je, noté cómo se producía una microgesticulación en el radiante aspecto de su cara y
cómo su expresión se sorprendía. <<¡BIEN!>>
Desde luego no contaba con que me hubiera reconocido pero el simple hecho de que hubiese
reparado en mí, ya suponía un logro.
Finalmente se desnudó a pie de pista y permitió que varias chicas le acariciasen los torneados
músculos de su deslumbrante físico.
Él me pareció aún más espectacular de lo que había supuesto y ver la escenita con las dos
chicas hizo que palideciese de envidia.
Unos minutos después la exhibición finalizó entre un gran aplauso. -¡Bravo! ¡Bravo! ¡Queremos
más!
<<Y ahora qué>> me dije. No tenía ni idea de lo que debía hacer a continuación.
Decepcionada, bebí cabizbaja mi segundo margarita hasta que pasado un buen rato, escuché una
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voz que me devolvió a la vida.
-Siento que el espectáculo te haya defraudado.
-¡Sandro!- dije sintiéndome como una cría tonta.
-Vaya, ¿nos conocemos?- preguntó él ligeramente sorprendido.
-Sí, bueno... no...
-El caso es que me suena tu cara- me escrutó él tratando de recordar.
-Pues es que...- No sabía cómo explicárselo, estaba indefensa. –Una amiga y yo estuvimos en
la tienda en la que trabajas hace cosa de un mes...
-¿Un mes?
-Sí, y tú nos diste unas tarjetas en las que...
-¡Ah, ya sé! Tú eres amiga, ja, ja, de la de los tres rabos, ¿verdad?
<<Tres rabos. ¡Maldita Tania!>>. –Sí, exacto- aseguré con timidez.
Cambiando la expresión de su mirada y adoptando la que tenía aquella vez dijo -Ya
recuerdo..., sí... Pero dime, ¿tan mal he bailado?
-¿Qué?- De pronto no sabía a que se refería.
-Es que nunca había visto a ninguna mujer cruzada de brazos y tan seria en este lugar.
Mi estratagema había funcionado.
Resulta curioso como en un mundo lleno de gente que clama y lucha por ser normal (o sea,
como todo el mundo), la diferencia y el misterio sorprenden, atraen y se agradecen.
Si aquella noche yo me hubiera comportado como todas las mujeres que estaban allí, Sandro
jamás se hubiese fijado en mí y entonces no hubiera tenido lugar la conversación con la que nos
sedujimos ni las sucesivas veladas en las que nos acostamos.
Desde luego él, en aquella etapa, se alzó como el elemento exacto e ideal que en ese momento
necesitaba mi físico y mi vida. Nuestra relación fue sobre ruedas dado que era un varón joven,
poco amigo de los compromisos, que disfrutaba poniendo en forma a alguien como yo.
Durante unas once sesiones de sexo activo, Sandro ejerció de profesor experimentado
enseñándome muchas cosas que pusieron al día a mi chocho menopausico tras 29 años de
relaciones con Erlan y dos de barbecho.
Creo que hubiéramos podido mantener aquello durante más tiempo si mi caprichosa
fascinación no se hubiese posado en René y mis ansias por gozarle no hubieran dado
obsesivamente la lata.
Porque otra vez, como si de la protagonista de Infatuación me tratase, un nuevo hombre capturó
sin saberlo mi atención y yo concentré todas mis energías en conquistarle.
OBRA Y GRACIA DEL 2º CUATRIMESTRE DE LA NUEVA NADIA
-Mayo, junio, julio, agostoFue a mediados de mayo de aquel año de mi nueva vida cuando mis ojos repararon en René,
el padre de uno de mis alumnos de 5 años llamado Marcos. Me fijé en él una jornada en la que
fue a recoger a su hijo a la salida de clase.
Yo no le había visto jamás y me quedé muy impresionada al divisarle en el momento en el que me
disponía a salir con el coche del aparcamiento para profesores.
Él, René, estaba apoyado en la parte delantera de su Audi y vestía unos pantalones vaqueros
que se le ajustaban a los muslos y al paquete de manera casi provocadora.
<<¡Qué muslos!>> pensé para a continuación examinar el resto de su físico. <<Pelo castaño
con ondas, cuerpo proporcionado, bíceps ligeramente marcados, gafas de sol... ¡Mierda, gafas de
sol!>>. Me fastidió que las llevase porque semienmascaraban su rostro.
Después de aquel primer vistazo, pasé varias jornadas apresurándome a la salida de clase para
poder contemplarle hasta que el pequeño Marcos se acercaba a él y juntos se marchaban.
Me parecía realmente fascinante y de nuevo, poco a poco, de forma creciente como ya me había
ocurrido con Sandro, me obsesioné con él hasta comenzar a desearle con fervor.
Una de las primeras cosas que hice a medida que me avidez aumentaba dentro de mí fue
recopilar datos sobre su persona. Gracias a la ficha de su hijo que existe en los archivos del
colegio me enteré de llamémoslos los aspectos técnicos; su nombre, fecha de nacimiento,
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número de teléfono, domicilio, ocupación... También obtuve información mediante las preguntas
que inocentemente le planteaba al pequeño Marcos cuando tenía oportunidad de hablar con él
mientras le corregía los trabajos de clase en mi mesa..
Para mi suerte, cierta mañana en una de nuestras conversaciones, el niño me contó que el papá
de su amiga Claudia le había regalado un gatito.
-¿Una gatito? Anda, ¡qué bien!, yo siempre he querido tener uno- le hice saber.
-Pues si quieres le puedo decir al papá de Claudia que me dé uno para ti, porque la gatita de la
abuela de Claudia ha tenido ocho y los va a regalar todos menos uno, que se va a quedar con su
mamá. Pero le tengo que decir a mi papá que se lo diga a Luis y que lleve el gatito al trabajo para
traértelo a ti.
Sinceramente, yo creí que la charla iba a quedarse sólo en eso hasta que al día siguiente, justo
cuando sonó el timbre y abrí la puerta para que los pequeños salieran, me encontré, para sorpresa
mía, cara a cara con René.
<<¡Vaya! Es super atractivo!>> No llevaba las gafas de sol puestas.
-¡Hola! Soy René el padre de Marcos- se presentó. -Quería hablar con usted un momento si no
tiene mucha prisa.
Antes de que yo pudiese pronunciar palabra, el pequeño Marcos se abalanzó sobre su padre
para saludarle y darle un beso. Después, acallando la emoción por el encuentro, puede decir ¡Hola, encantada! Soy Nadia, la profesora de su hijo- y le estreché la mano muy sonriente.
<<¡Madre mía, le tengo aquí mismo! ¿Qué querrá? ¡Haz algo! ¡Aprovecha!>>.
-No me hables de usted por favor. Es que me hace sentir demasiado mayor- dijo René con
simpatía.
-Tú has empezado- le repliqué yo intrigada porque quería enterarme lo antes posible de por
qué estaba allí.
Comenzamos a conversar mientras el pequeño Marcos aprovechaba para ir a divertirse con los
juguetes del fondo de la clase que ahora no tenía que compartir con nadie.
-Pues es que ayer cuando llegamos a casa, Marcos me comentó que tú estarías interesada en
tener un gatito.
-¡Ah, lo del gato!- No me esperaba que hubiera entrado por eso. –Sí, es cierto. Le dije que no
me importaría tener uno, ¿puedes conseguirlo?
-Sí, sin ningún problema. Es que la gata de la madre de un compañero del trabajo tuvo ocho
cachorros hace poco y ahora los regala. Tienen un mes.
La conversación, que pasó del asunto del gatito a las mascotas que habíamos tenido siendo
niños, cruzando el tema del abandono y el maltrato a los animales, y que terminó con una cita
para que al día siguiente me trajera el cachorro, duró unos 50 minutos y dio lugar a que
tuviéramos que pedir a la conserje que nos abriese la puerta del colegio porque ya había sido
cerrado.
Por supuesto, mientras hablábamos, puse todo mi empeño en mostrarme agradable y coqueta.
También por supuesto, creo que sobra decir que mantuve una pequeña pugna interna debida a los
pensamientos que luchaban por expresarse <<te tumbaba en una mesa y te follaba aquí mismo>>
y a los que debía decir <<Siempre es lo mismo; los cogen por Navidades y los abandonan en
verano>>.
Estaba tan emocionada por haber conocido a René que quería pregonarlo a los cuatro vientos.
Y me encontraba tan inquieta por la cita que habíamos fijado que, al día siguiente desperté antes
de que sonase el despertadorporque mi mente no paraba de darle vueltas al vestuario insinuante
con el que iba a vestirme; una camiseta roja escotada de tirantes, pantalones estrechos blancos y
zapatos de tacón, cubiertos con una chaqueta austera para no levantar sospechas en el colegio.
Ni que decir tiene la impaciencia que sufrí durante toda la jornada, me pasé la mañana entera
desconcentrada. No veía el momento de que llegase la hora del encuentro y finalmente, cuando
lo hizo, tuve que camuflar la alegría con indiferencia para disimular.
El pequeño Marcos estaba muy contento y no paraba de repetir mientras veía acercarse a su
padre –¡Ya viene tu gatito, ya viene tu gatito!
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Yo le sonreía y pensaba <<¡Qué ganas tengo de ver a tu padre, qué ganas tengo de ver a tu
padre!>> al tiempo que me quitaba la chaquetanaustera para resultar más atractiva
Cuando René llegó por fin a nuestra posicón, pude ver a un gatito de pelaje gris perla
sentadoen su mano.
-¿Cómo le vas a llamar?- se apresuró a preguntar con su vocecilla el niño.
-¡Doraemon! Como el gato cósmico de los dibujos- anuncié yo provocando un gran alborozo en el
pequeño Marcos.
Puede decirse que a partir de esa fecha, entre René y yo surgió una relación que tomaba vida a
la hora de la salida de clase y que poco a poco fue alcanzando matices de evidente atracción
sexual.
Nunca supe con exactitud cómo sucedieron las cosas, lo único que recuerdo es que a partir del
episodio de Doraemon, él se acercaba cada día al aparcamiento de profesores para charlar
conmigo hasta que aparecía Marcos y que yo provoqué un coqueteo incitante que derivó en un
entretenimiento para mí y en una aventura fuera del matrimonio para él.
René era un hombre verdaderamente inteligente con el que mantuve buen sexo (no tan bueno
como con Sandro. Nadie a logrado superarle) y estupendas conversaciones después de hacerlo.
Solíamos citarnos en mi casa unas tres veces por semana y casi siempre comenzábamos
nuestras uniones sexuales con un sensual masaje lubricado con aceite aromático; su favorito era
el de esencia de coco y el mío el de limón. Nos estimulaba desnudarnos sin tocarnos, mirándonos
fijamente a los ojos y situándonos frente a los enormes espejos que forman las puertas del
armario de mi habitación. Embadurnándonos las manos de aceite, nos acariciábamos
mutuamente el cuerpo mientras nos besábamos y nos propinábamos pequeños mordiscos. Una
vez calientes, yo le sometía bajo la animal necesidad de mis caderas o él me domesticaba con el
natural imperialismo de su falo.
Tras ello, exhaustos, permanecíamos varios minutos en silencio hasta que uno de los dos daba
sonido a los pensamientos.
Resultaba realmente estimulante poder hablar de cualquier cosa tras haber follado; era como
si además de haber saciado el apetito de nuestros cuerpos necesitásemos también saciar el de
nuestras mentes.
René estaba muy interesado en saber cosas sobre mí, en una ocasión me comentó que yo le
parecía una persona muy intrigante y frecuentemente me preguntaba qué opinión tenía sobre
determinadas cuestiones. Recuerdo que una vez me pidió consejo sobre algo que había ocurrido
en su ámbito familiar.
-Sabes, Luis me ha dicho esta mañana que la otra tarde cuando Soraya, el niño y yo estuvimos
en su casa, Mara, encontró a la hija de ambos: Claudia masturbándose y a Marcos dormido con
los pantalones bajados, con claros indicios de que él se había masturbado también.
-No te asustes- intenté tranquilizarle. -Yo también pillé a mis hijos masturbándose mutuamente
cuando eran pequeños.
-¡Pero si son hermanos!- exclamó escandalizado René.
-Los niños no entienden de parentescos,- apunté rememorando viejas lecciones de pedagogía
infantil -ni siquiera entienden lo que es la masturbación. Simplemente tienen una sensación en
los genitales y se tocan, forma parte de la experimentación y el descubrimiento del propio
cuerpo. No tiene nada que ver con el sexo, tal y como los mayores lo entendemos, ni con la
promiscuidad.
-O sea, ¿qué no debo preocuparme?- preguntó mi amante un tanto incrédulo.
-No.
De nuevo, retomando la información que le había dado, interrogó -¿Cómo reaccionaste tú
cuando pillaste a Samuel y a Joana?
-Primero me escandalicé y luego me tranquilicé recordándome lo que había aprendido en los
seminarios de psicología infantil a los que había asistido cuando terminé la carrera y empecé a
dar clase.
-¿Por qué te escandalizaste?
107
Reflexionando, hablé -Bueno, me eduqué hasta los 18 años en un colegio de monjas, ya sabes
la incultura que ha padecido y a la que ha sometido siempre la religión a los que han tenido
cerca. Con decir que todo es obra de dios o del diablo solucionan cualquier cuestión. Si no llega
a ser porque surgieron los estudiosos y los científicos, estaríamos todavía como en la edad
media.
-¿Tú te has masturbado alguna vez con algún familiar?- quiso saber René con mucha
naturalidad.
-No, pero sí con una compañera de instituto.
-Guau, lesbos adolescente- se burló.
Un tanto enfadada, repliqué -Oye, que yo de lesbiana no tengo ni un pelo, me encantan los
hombres.
-¿Qué pasa, tienes algo contra ellas?
-No,- expliqué -es simplemente que un chocho no me pone. Me sorprende que una mujer
pueda sentirse atraída por otra aunque vale, ahí están todas esas teorías sobre las hormonas y la
psicología.- Cambiando de bando, quise saber -¿Y tú, te masturbaste alguna vez con un familiar?
-Sí, con mi prima.
-¿Tu prima y tú os tocabais y te extraña que Marcos explore su cuerpo con su amiguita
Claudia?
Dudando, René contestó -No sé, es que siempre me he sentido culpable por haber hecho eso
con ella.
-Así que tú también tienes la cabeza llena de mierda, ¿eh?
Aquellas jornadas supusieron en mi vida la experiencia de ser la otra. Descubrí que serlo era
algo muy agradable cuando no esperas ni quieres algo más de tu amante. En una ocasión René
me preguntó que si yo había sido infiel alguna vez durante el tiempo que estuve casada y si no
tenía miedo de quedarme sola el resto de mi vida.
-No. Nunca le fui desleal a Erlan.
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué?- Me pareció extraña su pregunta.
-Sí, ¿nunca tuviste la oportunidad o te lo planteaste?- especuló él.
-Supongo que tuve la oportunidad con algún amigo suyo que se me insinuó alguna vez, pero
la verdad es que nunca me lo planteé. Primero porque la mayor parte de mi matrimonio estuve
satisfecha y segundo porque tenía la cabeza puesta en muchas cosas: el trabajo, criar a los
niños... Nunca me he sentido tan libre como en este momento de mi vida, sabes.
-Entiendo. ¿Le echas de menos?
-Bueno, al principio le extrañé un poco, más que nada por la costumbre, después ese poco se
desvaneció y se convirtió en nada.
-¿No te da miedo permanecer sola el resto de tu vida?
-En absoluto- dije completamente convencida. –He elegido la soledad como opción personal.
René parecía preocupado por este asunto e insistió. –Dicen que la soledad es muy mala.
-Para quien no esta a gusto consigo mismo, desde luego- alegué. -Pero mi teoría es que nos la
venden como tal para que la temamos y nos sometamos sin cuestionar al orden social
establecido.
Dime, ¿es la primera vez que tú le eres infiel a Soraya?
-Sí, y tengo que admitir que nunca pensé que fuera capaz de algo así.
-La verdad es que no te pega. ¿Te sientes culpable?- quise saber.
-A veces- respondió él.
-Supongo que debe resultar extraño preguntarse <<¿qué hago aquí con una cincuentona
cuando tengo una mujer joven, preciosa y encantadora en casa que además es la madre de mi
hijo?>>
-Nadia, la edad no tiene nada que ver con esto- objetó René. -Sí, Soraya tiene mis años, es bonita
y un encanto pero tú...
Yo sabía de sobra lo que ocurría. -La belleza despierta y genera admiración pero el atractivo
es perturbador, morboso y tienta a probar a quien lo posee, ¿verdad?
108
-Exacto- admitió. -Nadia, te encuentro super interesante y muy atractiva.
-Yo también a ti.
-Sabes,- añadió el problema es que nos venden la belleza como una garantía de éxito social a
todos los niveles, nos hacen creer que si conseguimos ser guapos (gracias a sus productos)
obtendremos todo lo que deseamos, incluida la felicidad. Por eso, cuando a alguien hermoso le
ponen los cuernos, nos resulta tan extraño, injusto y pertubador.
Quiero que sepas que esta deslealtad, e incluso, esta falta de respeto hacia Soraya, merece la
pena por ti.
Me fascinaba escuchar a René, siempre hacía comentarios inteligentes y valederos. Además era
tan sexy...
Desgraciadamente con él ocurrió una cosa con la que no contaba; casi me enamoro, y para
colmo sucedió algo aún peor; él se estaba enamorando de mí.
Cuando empecé a sentirme libre de verdad y redescubrí a los hombres me prometí dos cosas:
una, que no volvería a convivir con ninguno para no perder otra vez mi libertad y dos, que no
volvería a mantener durante más de seis meses una relación porque ello supondría la restricción
de mi renovado apetito sexual.
Al darme cuenta de que las citas entre René y yo estaban adquiriendo matices mucho más
íntimos y profundos de lo implícitamente acordado, me asusté. Y aquel mensaje recibido a
principios de agosto lleno de palabras románticas que tenían que ver con nuestra última cita antes
de marcharnos de vacaciones; él a Gandía, yo a Jamaica, fue el detonante para tomar la decisión
de romper la relación y no volverle a ver.
Sabía que terminar con él y con lo que manteníamos iba a ser difícil dado que no existía
ningún motivo razonable para hacerlo así que, cavilando decidí que, en la última sesión juntos
antes de emprender nuestros viajes, provocaría una fuerte discusión que sirviese de excusa para
romper.
La inicié de este modo encontrándonos aún desnudos después de haber practicado sexo.
-¿Has estado alguna vez con una prostituta?- le pregunté a bocajarro.
-Nadia, ¿por qué me preguntas eso?
-Simple curiosidad.- Mi intención era exclamar “¡Qué asco!” No puedo seguir acostándome
contigo ahora que
sé que hiciste algo así!” en el caso de que contestara afirmativamente, lo
malo es que él respondió:
-No he hecho nada así en toda mi vida, eso queda reservado para Juanín y El león de
Serengeti.
-¿El león del Serengeti?-. ¿A qué se refería con aquello?
-Ja, sí, es el apodo que tenemos en la empresa para un tío rubio con el pelo muy largo; cuando
se suelta la coleta que lleva parece un león. Él y Juanín suelen pasarse por el zoo como a ellos les
gusta decir.
-¡Qué vulgares!
Esperaba que René comentase que no tenía nada de malo ir de putas, pero dijo -La verdad es
que sí. Personalmente, la prostitución me parece bastante repugnante, y si me apuras hasta
inhumano.
-¿Inhumano por qué?- Me tenía descolocada.
-Porque aprovecharse de las pésimas circunstancias de otra persona para disfrutar, lo es.
Quiero decir, el 90% de esas mujeres se prostituyen casi a punta de pistola porque vienen medio
secuestradas de sus países de origen, les roban los pocos papeles que traen y las amenazan. El
otro 10% llevan una vida de mierda en la que necesitan dinero rápido para pagar deudas o
comprar la droga que las ayuda a evadirse de su medio de subsistencia. Esas pobres mujeres se
quedan sin un ápice de dignidad y además están expuestas a mil peligros tanto físicos como
psicológicos. A la larga, mantener la obligación de follar con alguien que no te atrae puede
resultar demencial. En serio, me dan pena esas pobres chicas.
<<Joder, así no hay quien discuta>>. -Vaya, eso es muy feminista- apunté.
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-Sí, la verdad es que siempre me he considerado como tal- corroboró él. -Tengo madre,
hermanas, amigas... No me gustaría que se encontraran en esa situación.
<<¡Por fin mi oportunidad!>> -Sabes, yo siempre he pensado que hasta el más feminista de
los hombres en el fondo es un misógino egoista- le informé preparando una encerrona.
-A mí no me ocurre eso- replicó él con seguridad.
<<Desafíale>> me animé a continuar con lo que me proponía. –Je, puedo demostrarte que
eres un machista en cuanto me lo proponga.
-¿A sí?- dijo él dispuesto e intrigado ante mi mesurada afrenta. -Prueba.
-De acuerdo- escondí el regocijo. -Contéstame a una pregunta, ¿qué harías si Soraya se
enterase de que la estas siendo infiel?
Sin pensarlo demasiado, René contestó -Supongo que le pediría perdón y esperaría que me
diese otra oportunidad.
-Bien- <<Eres mío>>.- Ahora dime, ¿qué harías tú si te enterases de que Soraya te pone los
cuernos?
Repentinamente, preso de una ira súbita mi amante respondió -¡MATARLA!
-¡Lo sabía! ¡Siempre es lo mismo!-. <<Ja, ja, ja>>.
-No, espera. Quería decir...-. Estaba arrepentido de haberme dado inconscientemente la razón.
Yo había ganado.
–¡Déjalo, ya lo has dicho todo!- ordené con voz estridente dispuesta a pasar a la acción. -Así
que el dolor que conlleva una traición sólo importa cuando es el tuyo, el de ella te lo pasas por
los cojones, ¿verdad? ¡Que la traiciones tú es menos importante a que te traicione ella! ¡Típica
vanidad machista! ¡Menudo feminista estas tú hecho! Los tíos sois una mierda sabes, ¡UNA
MIERDA!
-Nadia, yo...
-¿Tú qué? ¡No sé qué coño estoy haciendo con un misógino egoísta como tú!
-Pero...
-Ahora que sé qué clase de persona eres de verdad, no quiero volver a estar contigo.
¡Marcháte!
-Nadia, espera, por favor...
Casi me dio pena, se le veía realmente turbado y desesperado. -¡Y yo que pensaba que eras
diferente...! VETE y no vuelvas a contactar conmigo si no quieres que le cuente lo nuestro a tu
mujer.
-¡No! ¡¿Pero qué te ocurre de repente?!
¡Pobrecillo! Conseguí que se fuese de mi casa unos diez minutos después de iniciar aquella
escena. Me pasé el resto de agosto echándole de menos y recibiendo durante mi estancia en
Jamaica mensajes telefónicos suyos a los que no respondí.
Por fortuna, pronto llegó septiembre y le olvidé.
OBRA Y GRACIA DEL 3º CUATRIMESTRE DE LA NUEVA NADIA –
Sept, octubre, noviembre, diciembreLe olvidé porque dejé de ser la profesora de su hijo Marcos y porque alguien nuevo apareció
en mi mundo.
Y es que, por aquellos entonces, a mi vida añadí una circunstancia novedosa al comenzar a
asistir, tres veces por semana, a clases de yoga alternadas con la sala de musculación de un
gimnasio cercano a mi domicilio. Ese gimnasio del que hablo fue el lugar en donde vi por
primera vez a Alejandro.
Alejandro, Álex para los amigos, era un chico de 23 años del que me llamó la atención la
manera en que le caía el pelo alrededor de la cara mientras se ejercitaba. Llevaba el cabello largo
hasta el mentón y cuando sudaba al coger las pesas, se le humedecía y le confería un aspecto
extremadamente sexual.
110
Desde aquellos días sé que los gimnasios no huelen a deporte, huelen a sexo, el sexo flota por
todas partes debido a la fuerte carga hormonal que allí se desata a causa del ejercicio provocando
que los instintos se alteren. Gracias a esto no me resultó muy difícil conquistar a Álex.
Ya sé que comparado conmigo él era un niño, y supongo que la pregunta obligada es, ¿cómo
una cincuentona consiguió ligarse a un chico de la edad de su hijo?
Bueno, lo primero que tengo que decir es que, en estos últimos años, me he dado cuenta de
que hay un montón de hombres que se sienten halagados y que hasta les da morbo que una mujer
más mayor se fije en ellos. Álex pertenecía a ese grupo.
Lo segundo que debo dejar claro es esto: da igual el aspecto que tengas, no importa la edad,
tampoco la clase social o la vida que lleves; si consigues llamar la atención de alguien de forma
intrigante, seguro que acaba en tu cama. El misterio es capaz de arrastrar a cualquiera. ¿Cómo lo
hice?
Observándole sin acosar durante muchos días para que se percatase de que me sentía atraída por
él y luego fingiendo que anulaba mi interés. Con ello conseguí que se plantease el motivo por el
que había dejado de mirarle y se acercase a mí para averiguarlo.
Él mismo me hizo saber una vez juntos: -Lo que me llamó la atención fue que había visto a
hombres mayores fijarse en chicas jóvenes pero nunca a una mujer madura mirar a un chaval.
Yo le dije -Te aseguro que esas mujeres también se fijan en vosotros lo que sucede es que no
lo notáis porque no babeamos al contemplaros y pasamos desapercibidas.
A él le pareció muy graciosa mi hipótesis. Yo juro que es cierta.
Después, también me dijo –No sé, es que ya me había acostumbrado a tener tus ojos
pendientes de mí, resultaba agradable así que, en el momento en que dejaste de posar tu mirada
no entendí nada. Me enfadé por haberla perdido, sabes. Quería descubrir por qué ya no era su
dueño.
Recordando, comenté –Sí, y te dedicaste a pasar por delante de mis narices una y otra vez
intentando llamar mi atención.
Je, je. No pretendo dármelas de erudita pero es que me las sé todas en cuestiones de ligar.
En el transcurso de estos años aplicada al arte de seducir he aprendido a observar, a
recrearme, a fascinarme, a elegir, a trazar un plan y a pasar a la acción seduciendo.
Puedo resumir la relación que mantuve con Alejandro con esta frase; él me hacía un favor y
yo le enseñaba las cosas que había aprendido con anteriores amantes; era prácticamente un
novato.
Fue entretenido estar con él hasta acabar el año. Ni que decir tiene que al final le dejé porque
un nuevo hombre fascinante apareció en escena.
Cínicamente apuntaré que el colofón de la historia con el veinteañero lo lleve a cabo mediante una
gran frase que pronuncié con un tono muy serio – Álex, necesito una relación que no esté basada
simplemente en el sexo-. Ja, ja, ja, ja.
¡¿Qué más puedo contar?! ¡Tengo tantas anécdotas sobre mis ligues...!
A veces pienso que lo más divertido de las conquistas es el proceso en el que me hallo
envuelta hasta conseguirlas; me encanta sentir la atracción, los nervios, trazar la estrategía, dar y
recibir miradas, acercarme...
Mónica, la psicóloga, asegura que bajo mi búsqueda de la satisfacción sexual se esconde
un afán de poder hedonista.
Tania, la señorita QUIERO UNA BUENA POLLA, explica mi comportamiento basándose en la
revolución hormonal que sufrí durante el transcurso de la menopausia.
Y yo, Nadia, argumento que los motivos de mi conducta se deben a que cuando mis ojos ven
esos culos moverse, mis oídos escuchan esas voces sonar, cuando mi imaginación fantasea con
esas manos acariciándome y con esos cuerpos sintiéndome, a que cuando contemplo toda esa
belleza cargada de testosterona, todo mi ser sólo oye y se rige por un grito de guerra:
¡HOMBRES, HOMBRES, HOMBRES!
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Laura
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La niña
María Cristina
Ventura
Galván Prieto
Muerta al nacer
asesinado en
1961
Santiago Blázquez
1911-1977
Tu viuda
y tus hijos
no te olvidarán
1954
Descansa en paz
Que Dios haga
justicia
Antonio Salcedo Vilches
Isabel
Rodríguez del Hoyo
1965-1982
1922-1989
Fallecido
en accidente de moto
Tu marido y tus hijos
te recuerdan
R.I.P
¿Cómo se lo diría, empezaría con “Mamá, me he enamorado de una mujer” o pronunciaría
“Nadia, estoy enamorada de una chica”?
La verdad es que en los momentos importantes a Joana le gustaba dirigirse a su madre por el
nombre ya que, de esa forma, tenía la sensación de que hablaba con ella de mujer a mujer y no
de niña pequeña a mamá. <<Llamarla mamá será como estar avisándola de que su nenita ha
hecho algo de lo que se siente avergonzada>> pensó <<y para nada esto es así actualmente>>.
Carla
Fernando
Galván Escudero Zaldíbar Rejuelo
1807-1880
1920-1952
Que el señor te
acoja en su seno
Entregó su vida
por los demás
Cosme
Tomeo Garei
1895-1970
Encarnación
Gónzalez Sancho
1925-1988
Timoteo
Galasar Matamoros
y
Eva Cobos Alíaz
Que tu luz nos ilumine
eternamente
Vuestro espíritu por
siempre con nosotros
Desde hacía ya muchos años, Joana era aficionada a visitar el cementerio cuando se
encontraba preocupada por algo. Fue una costumbre que adquirió en tiempos estudiantiles y que
le había dado muy buenos resultados en época de exámenes o de rupturas sentimentales. Siempre
decía que le relajaba leer las inscripciones de las lápidas. <<Desde luego hacen que te olvides de
ti misma y que relativices los problemas de la vida>>.
Algunos de sus antiguos novios habían catalogado aquel hábito como algo siniestro. Ella, sin
inmutarse ante tal comentario, solía responder –El cine tiene la culpa de esos prejuicios. Los
cementerios son lugares hermosos y llenos de paz. Deberías acompañarme alguna vez a leer esas
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inscripciones, son realmente fascinantes. Además me recuerdan a las pipas; cuando empiezas
con una, ya no puedes parar.
Maite Carrión
Alonso
J. Ignacio
Balbuena
Estebaránz
Estefanía
Cepeda
Belinchón
Muerta en
accidente de
Muerto en acto de
tráfico a la edad
voluntario en
de 27 años
1972
Descansa en paz Tu mujer y tu hija
por siempre
te recuerdan
El niño
David López Peco
1980
Fallecida por
enfermedad a
los 4 años
Julio Díaz Hita
1951-1983
1977-1982
Muerto a manos
de su esposa
R.I.P
Te lloramos
La tarde era encantadora y soleada y la brisa tibia que soplaba entre los nichos y las tumbas
despeinaba algunos mechones del cabello de Joana. Aquel pequeño detalle le hizo recordar a
Laura. <<Me encanta su aspecto con esos mechones descuidados con los que aparece siempre
después del trabajo>>.
Desde luego estaba entusiasmada pensando en que iba a volver a verla a las 10, <<Por mí nos
veríamos las 24 horas del día>>, sonrió. Pero de nuevo la cita con su madre a las 7 hizo mella en
su embelesamiento.
–Nadia- dijo en voz alta. <<Definitivamente la llamaré por su nombre>> decidió.
El antiguo cementerio de la ciudad apenas era ya honrado con alguna visita ocasional <<Los
familiares de toda esta gente muerta deben haber fallecido también, hay tumbas realmente
viejas>>. Y aunque Joana era una habitual <<Me fascina este sitio>> de vez en cuando no se
resistía a la tentación de acudir al cementerio más moderno donde todo estaba más cuidado y
había tumbas más recientes y espectaculares.
Observando las lápidas a veces pensaba en su voluntad final. Ella tenía el deseo de que
cuando muriese su cuerpo fuera incinerado para que con las cenizas sembrasen la semilla de un
árbol <<Un álamo>> que prorrogase o recordase al menos su existencia.
Pero ese sería un incendio controlado para el futuro, ahora ella se decía que ardería en vida si
continuaba manteniendo en secreto a Nadia la relación que había iniciado con Laura.
No sabía muy bien por qué había tomado esa actitud pero suponía que aquella frase que su
madre pronunció una vez había resultado determinante; “No entiendo cómo puede haber mujeres
a las que les guste otras mujeres, ¡si no tienen polla! ¡Con lo que a mí me gustan los hombres!”
Cierto era que Nadia se había vuelto muy moderna desde que su padre y ella decidieron
separarse pero <<me temo que sólo en lo que respecta a los tíos>>.
Y es que claro, el asunto se complicaba porque hasta hace unos meses Joana únicamente
había mantenido relaciones con chicos y sólo se fijaba en chicos.
<<¿Me habré vuelto lesbiana?>> se preguntaba con insistencia y extrañeza al principio de
conocer a Laura. <<Fue tan inesperado...>>.
Aún recordaba perfectamente la primera vez que la había visto.
114
Se habían terminado las vacaciones de Semana Santa y las clases de teatro empezaban de nuevo
aquel jueves. Antes de las festividades, el grupo estaba compuesto por 8 personas pero, como era
de suponer, tras las vacaciones el número se había incrementado como cada año.
Al entrar en la sala donde solían ensayar, Joana había atisbado caras nuevas; dos de chico y tres
de chica; entre ellas se encontraba la de Laura.
Laura le había parecido encantadora desde el primer instante en el que sus ojos habían
reparado en ella; aquellos dos moñetes a cada lado de la cabeza que dividían su pelo negro, sus
intensos ojos azules y la deliciosa sonrisa que dibujaba frecuentemente su cara habían resultado
determinantes para sentirse atraída por ella.
<<¡Pero si es una chica!>> se había increpado entonces muy asustada.
Y es que a Joana nunca jamás le había sucedido algo parecido. De hecho ella era de las que
andan mirando el culo de los chicos que van por la calle y de las que se masturban pensando en
actores, cantantes y futbolistas.
<<Esto no me puede estar pasando, quizás atravieso un extraño momento personal que no había
notado hasta el momento>> intento engañarse reacia a aceptar lo que le estaba sucediendo.
Pero lo cierto fue que según fueron transcurriendo los meses y las clases, la atracción por
Laura había ido creciendo irremediablemente a pesar de que ella había intentado, por todos los
medios, no sentir lo que estaba sintiendo.
Entre sus tácticas había intentado mirar y hablar con Laura lo menos posible, había procurado
apresurarse en la salida para no dar pie a acompañamientos (se enteró de que ella vivía en un
barrio cercano al suyo) y también se había propinado toda clase de insultos y argumentos lógicos
para tratar de disuadirse de semejante fijación obteniendo prácticamente resultados nulos.
<<¿Qué voy a hacer?>> se había preguntado con lágrimas en los ojos después de tantos
esfuerzos infructuosos.
Laura le parecía maravillosa, así de sencillo.
Sin poder resistirse, Joana a veces la escuchaba relatar historias al resto de compañeros y se
quedaba embobada con la forma tan locuaz que tenía de transmitirlas. Laura era bastante
parlanchina y solía compartir con los asistentes las anécdotas de su vida cotidiana y las del bar en
donde trabajaba.
En una ocasión ella había contado que tenía un tira y afloja con un ex por volver a retomar una
antigua relación, y a Joana se le habían retorcido las entrañas al escuchar aquello. <<¡QUÉ
DOLOR! Olvídate de ella, por lo que más quieras>> se suplicó.
Varias veces había pensado en abandonar la clase de teatro para no volver a verla pero
tuvo que desechar la idea por culpa de un argumento bastante sensato; <<Si no la veo estoy
igual de mal que si la veo, o sea que hacerlo no valdría para nada. Además estamos a un mes
de representar la obra, no puedo dejarles tirados ahora, soy co-protagonista>>.
¡Menos mal que a Laura no le habían dado el otro papel principal!, porque si llega a ser así
probablemente Joana no hubiese podido soportar lo que ocurría en su interior cuando ella se
encontraba cerca; inquietud, deseo, contradicciones, alegría, frustración, locura... Hubiera sufrido
mucho.
Joana a veces fantaseaba con la posibilidad de que a Laura, de repente una tarde, le
sucediese lo mismo que le había ocurrido a ella; <<Que se fijase en mí casi por casualidad y
que repentinamente surgiese el cosquilleo en su estómago al mirarme>> se decía sonriendo.
<<Pero eso es imposible>> se recordaba para entristecer después.
Justamente una tarde en la que todo le había resultado insoportablemente complejo y
turbador, había decidido ir, como era su costumbre, a visitar el cementerio antiguo para
serenarse pero, esta vez, con una variante efectuada a lo largo del paseo hasta allí; <<Voy a
observar a todas las chicas que encuentre por el camino>>. Con esta iniciativa Joana trataba
de clarificar lo que ocurría dentro de sí.
En el trayecto se había encontrado a chicas de condiciones variopintas y diferentes
edades; había visto a guapas con el cuerpo feo, a feas con el cuerpo bonito, a guapas en
general y a feas en general, a chicas altas y esbeltas, a chicas bajitas y frágiles, a chicas
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rubias, morenas y alguna pelirroja teñida. Había visto chicas y chicas y ninguna le había
gustado. La peripecia no le ayudó a entender. <<¿Soy lesbiana? ¿No? ¿Entonces por qué me
gusta Laura?>>
Cuando llegó al cementerio se alegró de haber tomado la decisión de visitarlo porque, una vez
allí, se sintió mucho más relajada <<Este lugar siempre surte efecto en mí>>.
Lo primero que hizo al entrar fue inspeccionar la antigua y pequeña sala forense situada a
la derecha de la puerta de acceso; se encontraba completamente vacía y dotada aún de lo que
en otro tiempo fue la mesa en donde reposaban los cadáveres que iban a ser analizados.
También había un pequeño armario vitrina en donde Joana supuso que se guardaban los
utensilios médicos. <<¿Cuanta gente habrá sido examinada aquí?>> se preguntó echando un
largo vistazo al lugar.
Después, al salir de la sala, su mirada se trasladó a la zona de los panteones y se dirigió hacia
ellos con paso directo y lento. Aquellos viejos mausoleos aún cubiertos por el polvo eran
realmente espléndidos.
FAMILA
GUTIERREZ SANZ
Hermanos
LARA VILLALVILLA
Esteban1851-1932
Paula 1852-1948
Manuel 1884-1969
Fabiola 1880-1973
José 1906-1937
Marcelo 1908-1938
Lorenzo 1911-1938
Es bello el recuerdo
y triste el pesar
Por siempre juntos y en paz
FAMILIA
NAVARRO BUÑUEL
Roberto Rivas Gamo
Leonor Segura Tobar
Estela B.-Javier
María-Macarena
Estela N.-Francisco
SI EL AMOR ES VIDA,
AMAD
Y Joana estaba amando, pero sin ser correspondida. No hay amor más doloroso que el que
está silenciado en el corazón había leído una noche en uno de los versos de `X.
Siempre había pensado que `X e `Y formaban una pareja rara a pesar de todas las inquietudes
coincidentes que compartían. <<¿Resultaría extraña una relación entre Laura y yo?>> se
preguntó suspirando.
<<Mira, ahí está toda esa gente sin vida y sin poder hacer nada, como yo. Ni siquiera el amor
puede unir tanto a las personas como la muerte.>>.
Una lagartija que en ese instante correteaba entre las profundas fisuras del panteón que tenía
ante ella, se adentró en la vieja lápida y despertó a Joana de sus reflexiones. Después prosiguió
con ellas. <<Ella representa la vida entre la muerte y como a mí, no le importa pasearse entre los
muertos>>.
Esa tarde después de su relajante paseo por el cementerio se había dirigido de nuevo a la clase
de teatro con la frase SI EL AMOR ES VIDA, AMAD redundando en la cabeza.
Por el camino, varias ideas le habían abordado y algún rayo de luz pareció iluminar su
sombría mente. <<El amor es hermoso se sienta por quién se sienta y por eso el mío no tiene
nada de malo o avergonzante>> decretó con seguridad.
¿Se atrevería alguna vez a confesárselo a Laura? Joana estaba verdaderamente rendida ante lo
que sentía.
Aquella víspera en la que iban a dar los últimos retoques a la obra antes del ensayo general;
sin aviso ni insinuación, pillándola desprevenida, le reparó una sorpresa rotunda y absolutamente
116
inesperada. Al entrar en la sala observó como un corrillo de compañeros se agolpaban entorno a
Laura mientras ella gritaba de manera frenética
-¡MALDITOS SEAN, MALDITOS SEAN! ¡VOY A MATARLES Y NO VA A QUEDAR NI
UNO!¡ODIO A TODOS LOS HOMBRES DEL PLANETA! ¡LES ODIO!- y a continuación
mirando a Joana directamente dijo – VOY A HACERME LESBIANA.
Al escuchar aquello Joana quedó tan conmocionada que sintió un espasmo y sin poderlo
resistir se marchó huyendo al servicio.
<<¡¿Qué es lo que ha dicho?! ¿Qué es lo que ha pronunciado? ¿He oído lesbiana?
¡LESBIANA! Yo no soy lesbiana, sólo estoy enamorada de ella. ¡¿Qué ha sido
esa mirada?1
¡¿QUÉ SIGNIFICABA?!>>. Se encontraba inhumanamente desconcertada.
<<¡Respira! Respira con el diafragma. Sólo lo ha dicho porque está enfadada, porque está
enfadada>> se repitió compulsivamente intentando calmarse. <<Respira hondo, ¡respira!>>
Aún en la sala de ensayos, Laura, que mantenía en vilo a sus compañeros porque no entendían
su turbación, les explicó vívidamente un altercado que había tenido lugar en el bar-terraza de su
trabajo y en donde, por lo visto, había tenido una monumental trifulca verbal con -¡UN PERRO
MACHISTA!- que no paraba de repetir -¡SON TODAS UNAS PUTAS!
-¡CABRÓN DE MIERDA!
-¡Qué le den por culo, tía! Ya deberías saber lo sumamente imbéciles que son los tíos- le
aseguró una compañera sentándose a su lado. –Yo no les hago caso.
Después de terminar de contar la historia, un poco más calmada pero no menos decidida,
Laura se fue en busca de Joana y, al encontrarla en los servicios, la miró con intensidad, se
acercó a ella y la besó forzada y apasionadamente.
Joana muy impresionada se apresuró a preguntar -¡¿Pero qué haces?!
-Sé que te gusto y tú me gustas a mí.
-¿Qué yo te gusto?- preguntó confundida la amante de los cementerios.
-Sí, desde hace meses pero no he querido demostrártelo hasta ahora porque no entendía nada
de lo que estaba pasando dentro de mí- explicó Laura.
-Yo no soy lesbiana- aseguró la hija de Nadia.
-Ni yo, pero aún así me atraes. Siento mucho la escena de la sala de ensayos, pero es que no
sabía cómo decírtelo- dijo Laura desesperada.
Entonces, tras el desconcierto originado por la precipitación de los acontecimientos, Joana
y Laura se quedaron unos instantes en silencio y después, en un abrazo, percibieron sus
suaves labios besándose con ternura.
Alfonso
Rebollo Sáinz
Pereció a causa
del cáncer en 1872
Descansa
en el cielo
Roque
Villanueva
de la Hoz
1844-1889
1800-1883
Gloria Saffers García
Dover 1799
Segovia 1892
J.A.
Blume Gutierrez
Que en
gloria este
Raimundo
Contreras Gámez
1799-1893
Te echaremos de menos
R.I.P
117
<<¿Será Nadia capaz de ver toda la belleza que existe entre Laura y yo? Papá y Samuel lo han
hecho>> cabiló de nuevo mientras paseaba ahora entre los nichos más olvidados y recordaba
cómo había transcurrido la historia desde la primera mirada.
<<La madre, el padre y los hermanos de Laura también han sido capaces de entenderlo y
nuestras amigas y amigos también. ¿Por qué ella no iba a hacerlo, simplemente por aquel
comentario? No es una persona intransigente y si llegásemos al punto de la incomprensión,
siempre puedo soltarle que se han visto cosas más raras entre parejas heterosexuales. Si no que
mire a `X y a `Y>>.
Reflexioando aún, Joana echó un vistazo al reloj y vio que todavía quedaban 29 minutos para
su cita con Nadia. <<Todavía es pronto>> se dijo al tiempo que sonreía pensando en que ya
quedaba menos para volver a ver a Laura y se dirigía a la salida mirando las últimas tumbas.
Magdalena
Navas Díez
Manuela
Cejuelo Conar
1935-1963
Bernardo
Belinas
Zabaleta
Por siempre con
nosotros
1932-1968
Tu recuerdo es
mi consuelo.
Juan
Rodrigo
Carmona Vaquero
DOLORES
ECHEGARAY RUANO
R.I.P
1943-1974
1911-1972
la muerte no borra
la vida que dejas
118
Un hombre llamado`X
una mujer llamada`Y
// 9 meses
119
En un segundo, con un primer vistazo, mirar a una persona puede suponer que tu atención
quede ligada a su esencia durante un margen de tiempo más o menos prolongado. Una imagen,
una impresión, una sensación o un pensamiento es capaz determinar la actuación y los
acontecimientos del porvenir de dos seres que tratan de unirse y formar un elemento perfecto o, al
menos, satisfactorio.
Creo que satisfacción es una palabra que pertenece a lo constante con lo cual, en esta historia
no podremos encontrarla, así pues... ¿Cómo la catalogaremos? ¿Cuál es su fundamento? ¿Qué es
esto?
Una vez leí que cuando se atraen dos individuos cuyas personalidades pertenecen a lo que
comúnmente se conoce como polos opuestos, es debido a que los dos o uno de ellos se enamora
de una persona del pasado que se refleja de algún modo en la persona del presente que ha captado su
atención.
Así pues quizás, y sólo quizás, esta sea la explicación para los siguientes 9 meses.
Uno.
Se aproximaban las seis de la tarde cuando una mujer llamada `Y llegó al nuevo centro
cultural de la ciudad para asistir al estreno de la obra de teatro en la que participaba su amiga
Joana.
Al entrar en el vestíbulo, ella se había encontrado con una importante algarabía de gente que
esperaba el momento en el que las puertas de la sala donde se representaría la obra se abriesen
para permitir el acceso.
Entre todos esos presentes `Y no había reconocido a nadie de su entorno a quien saludar así
pues, dispuesta a entretenerse durante la espera, se dedicó a examinar el recinto <<Es
increíblemente funcional y moderno>> hasta que sus ojos toparon con un desconocido que le
llamó la atención porque a ella le pareció que él tenía el rostro más dulce que había visto en su
vida.
El individuo, un hombre llamado `X, de porte robusto y dulzura facial, también examinaba a
su vez el lugar hasta que en su campo visual aparecieron los enormes ojos de `Y contemplándole
sin vacilación. Al reparar en la presencia de la fémina, `X pensó <<Vaya, ¡qué chica! Con esos
ojos tan grandes me recuerda a los personajes de los cómics manga>>.
Pasados unos minutos, las puertas de sala fueron abiertas y el público asistente entró. `Y tomó
asiento en la zona derecha de las butacas y `X hizo lo mismo situándose a su lado sin ninguna
intención aparente.
Impuntualmente, la obra fue puesta en escena y tras ser representada, su final arrancó los
aplausos entusiastas del público. Una vez silenciados éstos, `Y, con su característica
espontaneidad, preguntó al desconocido que tenía al lado: -¿Qué te ha parecido? A mí me ha
encantado.
El desconocido, `X, con voz sobría y algo sonrojado, respondió –Ha sido muy interesante.
-El texto me ha parecido de lo más original, y además lo han interpretado muy bien. ¿Conoces
a alguno de los que actuaban?- volvió ha inquirir muy sonriente `Y.
<<Sí>> contestó sin pronunciar palabra `X con un movimiento nervioso de cabeza.
-Yo conozco a Joana, la que hacía de hermana- informó ella sin haber sido preguntada. Somos amigas desde hace mucho. Antes yo también hacía teatro.
¿A quién conoces tú?
-A Guillermo- dijo quedamente él.
120
Ella, sin recordar a quién correspondía ese nombre, preguntó -¿Cuál ha sido su papel?
-Protagonista.
Este pequeño diálogo fue el precursor de una conversación que finalmente dio pie a una cita.
En aquella primera cita entre `X e `Y las cosas fueron muy bien; estuvieron en el cine y
cenaron en un indú; él, con su voz sobría, le contó a `Y un montón de anécdotas de cuando era
pequeño, también le habló de su pasión por los escarabajos peloteros, el teatro, los cómics y las
películas manga y le comentó la admiración que sentía por el director de cine japonés Takeshi
Kitano. También le habló de sus múltiples viajes alrededor del mundo y le informó de cuáles
habían sido los anteriores empleos a los que se había dedicado antes de poder llegar a vivir de la
poesía.
Ella, con su voz dicharachera, a su vez también le contó a `X recuerdos de cuando era
pequeña y le habló de que lo mucho que le gustaba el teatro, la música, la fotografía, la literatura
y los animales. También le dijo que determinados trabajos del cine manga le parecían auténticas
obras maestras y le comentó algunas cosas sobre un autor de cómics que le gustaba llamado Neil
Gaiman. Además aprovechó para informarle de que había visto toda la filmografía de Takeshi
Kitano, de Woody Allen, de Alfred Hitchcock y de Gus Van Sant, y le hizo saber que se ganaba
la vida como redactora en un periódico local de edición qunicenal. Así mismo le habló de los
viajes que siempre había querido realizar y de que se había aficionado a la poesía gracias a que
en la época del instituto tuvo como lectura obligatoria las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo
Bécquer.
-Me encantó desde el primer momento- expresó ella refiriéndose al autor romántico. –Con el
tiempo también descubrí a Pedro Salinas, a Pablo Neruda y a Octavio Paz. También me gusta
Lorca, pero le prefiero como autor de teatro; Bodas de Sangre me impacto muchísimo, además
tuve la suerte de representarla.
-A mí me gusta Antonio Machado- comentó él para después seguir comiendo mientras `Y
hablaba.
Al final de la velada, `X, después de haber acompañado a `Y, se marchó a casa pensando
<<¡Qué chica tan simpática!>> e `Y se puso el pijama diciéndose <<¡Qué bien me lo he pasado
esta noche! ¡ES POETA!¡POETA! Nunca pensé que fuera a conocer a un auténtico poeta. Estoy
loca porque me deje leer alguno de sus libros. ¿No sería maravilloso que escribiera un poema
pensando en mí? ¡Oh! ¿Quién no a querido alguna vez ser la musa de un escritor, un artista...?
¡Y le gusta Takeshi Kitano! ¡Qué gracia me hace que cuente las historias de esa forma tan
desapasionada! Con ello consigue un contraste de lo más cómico... ¡Cómo me he reído! Le
gustan los escarabajos peloteros... ja, ja, ¡a quién se le ocurre...! Estaba guapísimo con esa
camisa negra, no podía dejar de fijarme en lo bien que le sentaba, y me gusta su boca carnosa.
¿Cómo besaran sus labios?>>
Esa noche, antes de que el sueño llegase y ambos cerraran los ojos, `X pensó <<Me gusta>> y
se quedó dormido. Al mismo tiempo, sobre su cama, `Y se dijo <<Me gusta>> y se masturbó
pensando en él.
En aquel primer mes se produjeron varias citas más entre `X e `Y; en ellas siguieron
intercambiando paseos, sonrisas, miradas, algunos piropos y más información; `X solía hablar
con su voz sobria de la vida de los escarabajos peloteros provocando las carcajadas de `Y (que
no se explicaba semejante afición) y de los nuevos poemas para su siguiente libro.
Ella, por su parte, reía, hablaba de cualquier asunto que se le ocurriese y, en secreto, esperaba
convertirse en la musa del poeta y recibir pronto un beso suyo.
Cuando las tardes se convertían en noches y llegaba el momento de que cada cual regresara a
su casa ,`Y solía pensar al subir las escaleras <<¡Qué serio es, me hace una gracia! Parece que
está enfadado siempre, ja, ja. El tiempo se me pasa volando cuando estamos juntos... Si esto
continúa así, estrenaré el año teniendo novio. ¡Qué ganas tenía de que ocurriese esto de nuevo!
Hacía siglos que no salía con nadie. Es encantador que me agarre de la mano con tanta dulzura,
es un cielo... “¡Hay, qué maninas tan bonitas!” me dice siempre. Es la primera vez, desde que
tenía 19 años, que no me acuesto con un tío tras las cinco primeras citas, y eso está bien, pero
121
creo que lo del beso ya esta tardando demasiado. Tengo ganas de darle un buen morreo pero no
surge la ocasión y no veo ningún amago por su parte. Seguro que sus labios son tan tiernos como
él>>.
Por otro lado, `X solía pensar cuando caminaba hacia su domicilio <<¡Qué ojillos y qué
maninas tan bonitas tiene mi nenita! En cuanto llegue a casa me preparo un bocadillo de chorizo
y me pongo a escribir>>.
Porque él a veces escribía durante la madrugada hasta alcanzar el amanecer puesto que
solía ser el tramo del día en el que más inspirado se sentía. En especial esto ocurría desde
que veía a `Y cada tarde. Ella estaba convirtiéndose verdaderamente en una persona muy
importante, y `X había empezado a dejar constancia de ello a medida que los versos
emergían de su mente.
De hecho, en los últimos escritos durante la madrugada anterior, había aparecido una
pregunta crucial entre los dos personajes que protagonizaban la composición y que deja
constancia de lo que estaba sucediendo dentro de él.
-Entonces, amigo mío,
¿es una certeza lo que destella en tus ojos?
-Sí, pero no es ese su nombre, compañero.
Lo que ves se llama amor.
Dos.
A mediados del segundo mes de relación, `X e `Y se llamaban respectivamente osito y osita.
Los apelativos habían surgido porque una tarde a ella se le había antojado pasar a una tienda de
peluches para amenizar la explicación que había obtenido de `X tras plantearle la siguiente
cuestión. -¿Estás enfadado?
-No- había respondido él con cara de enfadado.
Insistiendo, ella replicó -Entonces, ¿por qué tienes esa cara? Algo te pasará...
-No me pasa nada. Esta mañana he estado con mi madre y mi hermano y también me han
preguntado lo mismo.
-Ah, entonces no es sólo cosa mía.
Desde luego a `Y no le convenció nada lo que `X le había contado porque, ciertamente el
rostro de él mostraba aspecto enojado sin cesar.
Como `X notó que ella no se quedaba satisfecha con lo escuchado, le propuso -Mira, para que
veas que no estoy enfadado, voy a regalarte esto- dijo tomando un encantador osito de peluche.
-Ooh, es precioso. ¡Mira, y además tiene una novia!- indicó `Y al tiempo que tomaba la
versión femenina del regalo de `X. –Bueno, pues yo te voy a regalar a la chica para que la
pongas encima de tu cama y te acuerdes de mí cuando la mires.
-Gracias, pero a mí no me hace falta un objeto para recordarte, te tengo presente siempre,
sabes- confesó él. -En especial cuando escribo poemas.
`Y languideció al escuchar aquello, <<¡Piensa en mí cuando escribe versos!>> después
sonriendo se acercó a `X para besarle profundamente.
Como respuesta a su gesto, ella obtuvo el primer beso de la relación que consistió en un
rápido y leve roce de labios por parte de él acompañado de la siguiente exclamación –¡Mira,
parece un escarabajo pelotero!-. La apreciación fue aderezada con el repentino movimiento que
`X efectuó para coger de un estante un muñeco negro con aspecto de insecto. Tras ello, pasó el
resto de la tarde hablando del curioso animal.
En aquella época, cuando `Y llegaba a casa después de haber sido acompañada y besada
durante un segundo por `X, se decía <<¿Cuándo pensará darme un morreo en condiciones?
Porque lo de los piquitos está muy bien pero... Lo que pasa es que él es muy dulce. Si es que es
poeta, ¡¿qué esperas?! Tengo un novio poeta, no me lo puedo creer. Todo el mundo se queda
alucinado cuando lo cuento, y están locos por conocerle, sobre todo las chicas>>.
122
Explicaré que cuando `Y mencionaba a las chicas se refería a sus dos mejores amigas: India y
Joana.
<<Creo que lo mejor será organizar una gran cena para presentarle. Será divertido porque
siempre que nos juntamos un buen grupo, lo pasamos en grande y no paramos de reír>>.
`X por su parte, camino a su domicilio, solía pensar <<¡Qué bonita es mi osita! Los zapatitos
de charol que se pone me recuerdan al armazón de los escarabajos. Tiene los piececitos muy
chiquitines. Escribiré un poemita sobre eso y se lo regalaré>>.
Zapatitos, zapatitos,
¿hacia dónde camináis con pies tan chiquititos?
¿Es vuestra fuerza al pisar
tan grande como el corazón que palpita al andar?
Mis respetos a la musa que os calza
porque a ella le debo la inspiración
que en estos versos se alza.
Días después `Y recibió esta rima en la que aparecía la palabra musa junto con un libro que
protagonizaba el insecto preferido de su osito.
<<¡Ooh! Me llama musa... MUSA>>.
Tres.
En el tercer mes de relación `X e `Y seguían propinándose pequeños besos en los labios
mientras ella se preguntaba cuándo surgiría uno apasionado, ya que la situación empezaba a
resultarle infantil. Como el acontecimiento deseado nunca irrumpía durante las parrafadas sobre
el escarabajo pelotero que `X sostenía durante las citas vespertinas que ambos mantenían, un día,
cansada de esperar, ella se situó ante él, le pidió que guardara silencio colocando el dedo índice
sobre su boca y a continuación le besó notando cómo él oponía resistencia al principio y cómo se
acababa rindiendo al final.
Aquella misma tarde en la que ¡por fin! consiguió un beso con lengua, ella recibió un extraño
regalo por parte de él; se trataba una cajita de cerámica negra en cuya tapa había pintado a mano
un escarabajo pelotero. Al abrirla, `Y encontró en el interior una nota que decía así: Yo te doy el
hilo, haz tú la madeja.
Confusa por el mensaje, preguntó -¿Qué significa esto?
-Una cosa que yo me sé- respondió `X.
-Pues no entiendo nada- afirmó con sinceridad `Y.
Moviendo la cabeza de un lado a otro a modo de dulce negación, su novio explicó -Es muy
sencillo, osita. Significa que a partir de ahora yo te voy a dar unas pautas de comportamiento, y
tú vas a tener que averiguar con qué se corresponden o a qué se deben.
A `Y le dejó fría la explicación y siguió sin comprender nada de lo que `X pretendía, aún así
pensó que sería divertido y estimulante un poco de misterio dado que estaba empezando a
resultarle un poco pesada toda la información que recibía cada tarde sobre el escarabajo pelotero.
Después, olvidando lo que no había entendido, anunció –Oye, estoy pensando en organizar una
cena para que conozcas a todos mis amigos.
-Vale- dijo `X sin añadir nada más.
Un par de semanas después, la cena planeada por `Y se llevó a cabo y `X fue presentado a
todo el que asistió; allí estaban Joana e India, Jonathan, dos compañeros y tres compañeras del
periódico donde trabajaba con sus respectivas parejas y el hermano pequeño de `Y junto con su
novia.
El grupo que se formó era vivaracho y divertido. Todos hablaban entre sí y no paraban de reír
con las bromas que ingeniaban. Mientras tanto, `X había aprovechado para sentarse a solas en un
rincón dándoles la espalda.
-¿Qué le pasa?- le preguntó India a `Y al ver al novio de su amiga en la esquina.
-No sé- respondió `Y muy extrañada y preocupada.
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Mirando también hacia el rincón, Joana comentó -Es muy serio, ¿no?
-Un poco- dijo `Y dispuesta a acercarse a `X para averiguar el por qué de su actitud. –Cariño,
¿qué te ocurre?
Con la habitual sobriedad de su voz, él contestó -Nada.
-Entonces, ¿por qué te apartas y nos das la espalda a todos? ¿No te han caído bien?- quisó saber
una contrariada `Y.
<<No es eso>> dio a entender `X moviendo silenciosamente la cabeza de un lado a otro.
Cogiéndole de la mano, su novia le pidió -Anda, vente que nos estamos riendo mucho.
<<No>> contestó `X de la misma forma que antes. –Prefiero quedarme aquí, osita- añadió
sonoramente un instante después.
Cansada y sin haber aclarado nada, `Y volvió a reunirse con el grupo de amigos dispuesta a
seguir divertiéndose no sin echar de vez en cuando un vistazo a su amor.
Se aproximaban las tres de la madrugada cuando los invitados comenzaron a levantarse de sus
asientos y rozaban en punto en el momento que `Y le propinaba dos besos a India como
despedida. Al cerrar la puerta tras el último adiós, mirando muy enfadada hacia el fondo del
salón, vio cómo `X salía del rincón en donde había permanecido las casi cuatro horas que había
durado la velada.
-Ahy, mi osita... ¡Qué guapa se ha puesto esta noche!- dijo èl con un suspiro al volver a ver a
su novia.
`Y, prácticamente gritando, dijo -¡¿Se puede saber de qué coño vas, chaval?!
`X, muy sorprendido, guardó silencio.
-¿Me puedes decir en qué cojones has estado pensando mientras estabas ahí sentado?
-¿Por qué estás tan enfadada?- preguntó `X sin saber a cuento de qué venía el tono de voz de
su novia.
-¡Respóndeme, joder! ¡¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO?!
Con la mayor naturalidad del mundo, él contestó -En nada, he dejado la mente en blanco.
-¡¿La mente en blanco?! O sea que organizo una cena para que conozcas a las personas más
cercanas a mí y tú te pasas casi cuatro horas en un rincón ignorándoles. ¡Haz el favor de decirme
por qué has hecho eso!
Sin titubeos `X le hizo saber -No me apetecía ver a nadie.
-Entonces, ¡¿para qué has venido?!- gritó ella.
-Para verte a ti- añadió él sin más.
A `Y le pareció tan absurdo lo que acababa de escuchar que sintió cómo un arrebato iracundo
la avasallaba. -¡JODER, QUÉ ENFADADA ESTOY! ¡Venga, lárgate! Ya nos veremos.
-No, osita, me quedo contigo hasta que se te pase- replicó él con voz infantil. -Si quieres te
doy un masaje.
<<Este tío es tonto>> pensó `Y al tiempo que se zafaba del abrazo que `X pretendía darle. –
VETE.
Ante la nueva orden de su amada, él se marchó quedamente.
Más tarde, mientras ella intentaba conciliar el sueño presa de un gran desasosiego por la
actitud que su novio había mantenido en el transcurso de la noche y por la incoherente discusión
sostenida, por su mente vagaron fulminantes pensamientos <<¿A esta mierda es a lo que se
refería con lo de “yo te doy el hilo, haz tú la madeja”? ¿Esto es lo que él entiende por “misterio”
en una relación? ¡Vaya un poeta! Pues casi mejor que no haya dicho nada en toda la noche
porque para hablar del escarabajo pelotero como hace cada vez que queda conmigo... Joder, sus
libros son muy interesantes, ¿cómo alguien que escribe esas cosas puede ser tan aburrido y tan
poco imaginativo? Y siempre tiene esa cara de enfadado...>>.
Y es que debo apuntar que llegadas estas fechas `Y se había dado cuenta de que sabía más
cosas sobre un insecto que no la importaba en absoluto que de su novio. Porque él nunca hablaba
de su familia, ni de sus gustos, ni de relaciones anteriores, ni de lo que sentía en el presente.
Además nunca preguntaba a Ý sobre ningún asunto y ella había interpretado este hecho como
una falta de interés hacia su persona.
124
Como propinando todo un cúmulo de gritos mentales `Y no lograba relajarse, finalmente
decidió masturbarse pensando en el novio de una de sus compañeras de trabajo.
La fórmula obtuvo un resultado positivo.
En tanto que esto sucedía en el interior de ella, `X se dirigía a su casa pensando << >> y se
acostó pensando también en << >>.
Al día siguiente él hizo enviar un ramo de flores a su enfadada osita acompañándolo de una
nota que decía:
Mi musa, no sé lo que hice pero te pido mil veces perdón.
Cuatro.
En el cuarto mes de relación `X seguía hablándole a `Y sobre el maravilloso mundo del
escarabajo pelotero en cada cita, al tiempo ella fingía que le escuchaba mientras pensaba en sus
cosas. Por aquella época `Y también se hacía dos preguntas insistentes: << ¿Cuándo haremos el
amor primera vez?>> y <<¿Cómo un tío que escribe poesía puede tener tan pocos temas sobre
los que conversar?>>
Porque a ella le habían resultado realmente fascinantes los libros de poesía escritos por él y
todos los datos obtenidos durante la fase de tanteo del mes en el que se conocieron; `X había
recorrido el mundo entero, conocía las películas de Takeshi Kitano, le gustaba el teatro... Por eso
ahora no entendía cómo alguien que era capaz de escribir versos tan hermosos y que había tenido
una existencia interesante, en su vida cotidiana no tenía nada mejor que hacer que hablar de un
insecto repugnante que empujaba una bola de mierda día tras día.
-¿Te das cuenta de que llevas toda la tarde hablando de lo mismo?- le `Y preguntó en una
ocasión.
-¿De qué te gustaría hablar?- le respondió `X con otra pregunta.
-Pues no sé... Existen tantos temas de conversación como elementos componen el planeta.
-¿De qué te apetece hablar a ti, osita?
-En principio de cualquier cosa que no tenga que ver con ese insecto por el que sientes tanta
admiración. Porque a este paso voy a pensar que te haces pajas pensando en él en vez de en míañadió `Y con ironía.
-Yo no hago eso- pronunció ´X con su voz sobría.
-¿El qué? ¿Lo de hacerte pajas pensando en él? Era broma, hombre...
-No, lo de masturbarme.
Presa del asombro y la incredulidad por lo que acababa de escuchar, inmóvil sobre sus pies,
`Y preguntó -¿Esperas que me crea eso de verdad?
-Sí- pronunció rotundamente `X.
Por el tono de su voz ella supo que lo que acababa de confesar su novio era absolutamente
cierto. Aún así se atrevió a añadir –No me creo que un tío no se haga pajas, todos lo hacen.
-Yo no- replicó él. -Me parece una guarrería asquerosa.
Indignada por lo que acababa de escuchar , la mujer llamada `Y pronunció -No me puedo
creer que pienses en serio lo que acabas de decir. ¿Y el sexo con penetración? ¿Qué te parece
entonces el sexo con penetración?
-Prefiero las uniones espirituales- aseguró el hombre llamado `X sin agregar nada más.
<<¿Uniones espirituales?>>. En ese momento, tras la perturbadora declaración que su novio
había efectuado,`Y oyó como a su lado se abría la puerta del portal de un edificio residencial. Por
ella salió un anciano que llevaba una bolsa de basura y al que le acompañaba un caniche.
Antes de que la puerta se cerrase, `Y tomó la mano de `X ordenándole suavemente “Ven” para a
continuación dirigirse al interior del inmueble. Una vez en él, sin mediar palabra, ella comenzó a
juguetear oralmente con todas las zonas erógenas que conocía en el cuerpo de un hombre
esforzándose en despertar el anhelo sexual de su novio. Por desgracia, cuando llegó a la zona
genital de `X, la acarició notando una flacidez irreparable. `Y, muy decepcionada, aún de rodillas,
preguntó -¿Qué tengo que hacer para excitarte?
125
-Nada, no hagas nada.- dijo él. -Tengo mucho control mental- le hizo saber golpeando con el
dedo índice una de sus sienes. –Sólo yo puedo hacer que se ponga dura.
Sintiéndose ridícula, ella se levantó e incitó a su novio a salir del portal y a que la acompañase
a casa. Llegada allí, comenzó a llorar desolada rememorando la tarde.
`X, por su parte, se marchó hacía su domicilio pensando en << >>.
Cinco.
Llegados al quinto mes de relación, el aburrimiento de `Y cuando estaba con `X era tal, que
empezó a fijarse en cualquier chico que pasara por su lado imaginándose y preguntándose cómo
sería el sexo con él.
Por estas fechas ella ya estaba arrepentida de haberle gritado una tarde a `X -¡Joder, quieres
dejar de hablar de una maldita vez del escarabajo pelotero de los cojones! ¡Llevas cuatro meses
así! ¡Qué pesado!- Porque desde entonces, si sus citas ya de por sí resultaban desalentadoras,
actualmente se habían convertido en un auténtico tedio.
Las tardes se sucedían más o menos de esta forma:
–Hola, osita.
*quedaban alrededor de las seis. Al verse se decían
-Hola, osito.
Y se daban un pequeño beso en los labios. Después ella preguntaba -¿Qué has hecho hoy?
-Nada- solía responder él o –Escribir.
Luego `Y, sin ser preguntada, (`X nunca le preguntaba nada a pesar de haber asegurado en
alguna ocasión que quería saberlo todo sobre ella) hacía algún comentario sobre el trabajo y tras
ello los dos se quedaban callados mientras caminaban agarrados de la mano. Después `Y,
incómoda por tanto silencio, decía –Podíamos ir a algún sitio.
-¿A dónde quieres ir, osita?
-Elige- pedía ella entonces para ver si por una vez no le tocaba decidir.
-No, elige tú, osita. Donde tú digas a mí me parece bien.
Llegados a ese punto, `Y solía proponer ir al cine o al teatro porque de este modo transcurría
alrededor una hora y media en la que no tenía que pensar de qué hablar con él.
También le gustaba dirigirse hacía alguno de esos dos lugares porque en el trayecto se fijaba en
todos los chicos con los que se cruzaban y tenía alguna mini fantasía que, por la noche,
desarrollaba mentalmente mientras se masturbaba.
`X por su lado solía aprovechar el paseo en silencio para pensar en << >> y cuando, en
alguna ocasión, pillaba a su novia mirando obscenamente a otro, pronunciaba con voz mimosa
como llamada de atención–¡Ahy mi osita, qué maninas tan bonitas tiene!- y después le daba un
beso a la mano que llevara entrelazada con la suya.
En ese momento `Y se sentía culpable por estar siendo infiel a una persona que la quería tanto.
Seis.
Fue durante el sexto mes cuando ella se dio cuenta de lo mucho que le desquiciaba que `X
utilizara diminutivos al hablar. Se percató de ello una tarde en la que volvió a recibir un regalo
por parte de él; en esta ocasión se trató de un lujoso juego de servilletas color salmón.
-¿Por qué me regalas esto?- había preguntado `Y muy extrañada dado que el obsequio le
pareció fuera de lugar.
-Porque hoy hace seis meses que mi osita y yo nos conocimos.
Sin entusiasmo, `Y replicó -Bueno, gracias pero lo que no comprendo es por qué me regalas
exactamente un juego de servilletas.
-Te lo he comprado porque me apetecía y para que te limpies la boqui con una telilla
suavecita.
<<¿La boqui con una telilla suavecita?>>. -Oye, ¿por qué tienes la manía de utilizar
diminutivos para expresarte?
Con una voz que a `Y le resultó irritantemente empalagosa, `X pronunció -A mi osita la hablo
despacito y cariñosamente, como a los niños.
126
-Es cursi- replicó ella con hosquedad para después pasar a los más que habituales incómodos
silencios.
En aquel mes no ocurrió nada más digno de reseñar excepto que, por primera vez, `Y deseó
que `X finalizase lo antes posible su nuevo libro de poesía dedicado a ella para abandonarle.
Siete.
Corría el séptimo mes de relación cuando una tarde en la que `Y había conseguido librarse
de`X, su amiga Joana se presentó en su casa para merendar acompañada de una chica de la que
`Y había oído hablar pero a la que no conocía personalmente. La chica en cuestión se llamaba
Laura y era actual pareja de la autodeclarada “no lesbiana” Joana.
`Y palidecía de envidia contemplando lo enamoradas que estaban. -¡Cuánto me alegro de
haberte conocido por fin, Laura! Os veo tan felices...
-Nos ves felices porque justo así es como estamos- apuntó Laura cogiendo de la mano a su
novia. –Joana me ha hablado mucho de ti y de India. Dice que sois sus confesoras espirituales.
-Ja, la verdad es que sí- admitió `Y. –Bueno, dime, ¿cómo se lo tomó tu madre cuando le
contaste lo vuestro?- preguntó a continuación refiriéndose al hecho de que Joana tenía la
intención de informar a su progenitora de su nueva relación no lésbica.
Rememorando la expresión de Nadia al escuchar la noticia, Joana dijo -Se quedó muy muy
sorprendida, ja, ja. Bueno, en realidad casi alcanzó el shock. Digamos que está asimilándolo y
aceptándolo.
¿Qué tal te va a ti con `X?
Laura, antes de que `Y pudiera contestar a su amiga, comentó entusiasmada –Jo, debe ser
maravilloso y super interesante salir con un poeta.
<<¡Buff!>> pensó `Y. -Si yo os contara...-. <<Me aburro tanto con él... Es un plasta
impresionante>>.
-¿Es verdad que todos los poemas de su nuevo libro están inspirados en ti?- intervino de
nuevo Laura muy intrigada ante el hecho atípico de estar conociendo a una musa.
-Sí, eso dice- afirmó `Y sin ninguna satisfacción.
Observando la actitud de su amiga, Joana se quejó -¡Vaya cara que pones!
-Si tú estuvieras en mi lugar... Juro que este tío es lo más coñazo que me echado a la cara. En
serio, cuando le conocí pensé que salir con alguien que se gana la vida escribiendo poesía iba a
ser una de las experiencias más alucinantes de mi vida, pero actualmente... Es TAN serio, y para
colmo casi ni habla y cuando lo hace es para decir algo sobre ¡el escarabajo pelotero! o para
soltar alguna cursilada. De verdad, he llegado a pasar una hora entera caminando con él en
absoluto silencio. Es como si las palabras no tuvieran cabida cuando estamos juntos.
-Joder...- pronunció Joana atónita por lo que acababa de escuchar. -No, si ya se vio que era
rarito la noche que organizaste aquella cena para presentárnoslo.
-¡¡Puff!!, no me lo recuerdes, por favor. Juro que parece un muerto, es una nulidad en todos
los sentidos. Estoy harta de él.
-¿Y por qué no le dejas?- inquirió Laura.
-Llevo preguntándome eso meses. Últimamente procuro citarme lo menos posible con él
porque acabó hastiada cada vez que nos vemos. Lo malo es que si no quedamos me llama o me
escribe un mensaje diciéndome que me echa mucho de menos y que si no me ve no le salen los
versos. Y a mí, claro, me da pena y acabo cediendo.
-¿Has intentado hablar con él de todo eso?
-¿Hablar? Sí, pero es como hacerlo con una pared, no se entera de nada. Es horrible; apenas
comenta algo sobre el trabajo, no me hace ninguna clase de pregunta, no sé prácticamente nada
de su familia, casi no da su opinión sobre las cosas... Lo único que me dijo hace algunos días al
sacar otra vez a la luz nuestros problemas de comunicación fue esto: “Todo lo que pienso y
siento por ti lo estoy diciendo en mi nuevo trabajo. Eres mi fuente de inspiración. Sabes, es la
primera vez que compongo bajo los influjos de una musa”. Y yo me contenté sin insistir más
porque ya os digo que es como un muro.
127
Imaginaos cómo será el asunto que a veces, con tal de decir algo, fuerzo una discusión de
besugos con el fin de no permanecer en silencio mucho tiempo.
-¡JODER!- exclamaron Joana y Laura a la vez.
-Escuchad alguna de ellas- se dispuso a relatar `Y. -Por ejemplo: El otro día estábamos en una
pizzería y a nuestro lado, sentados en otra mesa, había una pareja preciosa que no paraba de
besarse, hablar, acariciarse y sonreírse. Me moría de envidia observándoles porque yo estaba ahí,
con el muermo.
-Ja, ja, ja-. Al escuchar esa palabra Joana y Laura rieron escandalosamente.
-Sí, vosotras reíros- se quejó `Y -pero no sabéis lo deprimente que resulta estar en un lugar
donde todo el mundo se relaciona y parece feliz mientras tú te encuentras con esa mole que ni
siente ni padece-. Éstas últimas palabras fueron pronunciadas con verdadera desolación. –Bueno,
el caso es que yo me sentía tan incómoda por la escena que dije sin venir a cuento “No es bueno
para ti que comas tanta pizza”.
-¿Por qué, osita?- me preguntó él.
-¿Cómo que por qué?- No quise decirle el motivo, primero porque no existía y segundo porque, en
el caso de existir, si se lo hubiera dicho la conversación hubiera terminado ahí. Así pues, continué
con el sin sentido. –¿ En serio no lo sabes?
-No.
-No seas cínico, por favor- le regañé para ganar credibilidad.
Tomándome las manos con preocupación, él dijo -¿Qué te pasa, osita? ¿Estás enfadada?
-Para estar enfadada tendría que tener algún motivo y no lo tengo a no ser que tú creas que hay
uno.
-No, no tengo ninguno pero como a veces te enfadas conmigo sin razón...
-Con esas palabras me sentí verdaderamente indignada porque os aseguro que siempre que me he
cabreado con él, tenía un buen motivo. “¿Sin razón?”- le dije.
-Sí. De repente te enfadas y parece que quieres discutir.
-Hombre, si discutiésemos por lo menos hablaríamos de algo- le increpé. -¡Qué idiota!
¿Sabéis lo que se atrevió a afirmar? “Pero osita, si tú y yo hablamos mucho”
-¡¿Qué hablamos mucho?! ¿De qué, del escarabajo pelotero?
-Ves ya estás enfadada, pues yo no pienso enfadarme contigo para que veas que te quiero
mucho.
-¡¿Qué no se enfada contigo para que veas que te quiere mucho?! ¿Ese tío es tonto o qué?preguntó repentinamente Joana.
-Pues debe ser,- conjeturó `Y -porque es la única explicación que le encuentro para que sea
como es.
Laura, extrañada por todo lo que acababa de escuchar, formuló una cuestión trascendental
para intentar entender por qué la confesora espiritual de su novia seguía con semejante zoquete. ¿Por lo menos en la cama funcionará bien, no?
-Digamos que directamente ni funciona. Todavía no hemos follado.
-¡¿NO?! ¡¿POR QUÉ?!- gritó la pareja “no lésbica” a la vez azorada por algo que
consideraban escandaloso.
-Pregúntadselo a él. Teniendo en cuenta que ni siquiera se hace pajas... Una vez me dejó leer
uno de los poemas de su nuevo libro que resultaba de lo más revelador, decía así:
Mi castidad es la apología del respeto que siento por ti.
Mis silencios son la voz de las interrogaciones a las que castigo por emerger de mí.
Te amo y te adoro tanto
que lucharé contra los instintos que desean irrumpir
más, si te abrazo y estalló en llanto,
pido perdón por haberme convertido en un ser vil.
-¿Pero está loco o qué? ¿Qué hace, disculparse por tener emociones y sexualidad?- preguntó
espantada Joana.
128
Cansada, `Y afirmó -Mirad, ya me da igual todo.. No me apetece lo más minímo acostarme
con él, especialmente desde que descubrí que besa con los ojos abiertos.
-¿Con los ojos abiertos?
-Sí, menudo asco de descubrimiento. No sé por qué, hace unos días, durante el beso de
despedida, me dio por despegar los párpados un poco y vi que `X los tenía completamente
abiertos y que dirigía su mirada perdida al infinito mientras movía la lengua.
-¡QUÉ ASCO!
-Desde luego, parecía un zombi. Estuve a punto de darle un rodillazo en los huevos para intentar
que regresase a la vida.
En serio, estoy loca por echar un polvo, pero no con él. Cuando voy por la calle no paro de
fijarme en todos los tíos que entran en mi campo visual. Estoy más salida que el pico de una
mesa.
-No me extraña- dijo comprensivamente su amiga Joana.
Laura, muy convencida, replicó -A ti lo que te hace falta es una buena juerga.
Ocho.
En este mes fue cuando llegó la juega a la que Laura se refirió en su día. Se organizó para
celebrar la convivencia que ella y Joana habían iniciado en un piso de alquiler. Pero este fue un
acontecimiento que tuvo lugar a finales del octavo mes y en el que sucedió algo que puede
resultar inexplicable si antes no dejo constancia del antecedente que lo precede.
El antecedente mencionado es este:
Como `Y cada día se aburría más estando con `X, se esforzaba por citarse con él lo menos
posible a pesar de las insistentes peticiones de su novio por verse a diario.
Una tarde en la que se hallaban sentados en el banco de una plazoleta acompañados de su más
que habitual silencio, `Y, cansada de la situación y harta de ver pasar a embelesadas parejas,
comenzó de golpe a escupir palabras, declaraciones de vida e incluso experiencias oscuras
buscando alguna clase de reacción trascendente por parte de `X. Sin preámbulos comenzó a
hablar a bocajarro.
-Cuando era pequeña dejaba que mi primo me tocara el chocho y yo le tocaba la polla detrás
de la casa de campo de mis abuelos, una vez nuestra abuela nos pilló acariciándonos y se quedó
espantada. Muchas veces me masturbo pensando en cualquiera que no seas tú, de hecho, nunca
me hago pajas pensando en ti porque tu imagen no me excita. Sabes, el poema sobre los zapatitos
de charol me pareció un bodrio infantil, no entiendo como pueden pagarte por escribir esa
mierda. Me repatea que utilices diminutivos al hablar. El año pasado estuve acostándome con un
tío casado mientras su mujer estaba embarazada. Y en la época que me tocó ser presidenta de la
comunidad de vecinos robé un poco de dinero. Cuando tenía catorce años intenté asesinar a mi
padre en dos ocasiones: una mezclando polvos desinfectantes en una fabada y otra añadiendo
lejía a su garrafa de vino. Le detesto, es el mayor hijo de puta de la historia de la humanidad,
siempre he querido verle muerto. Nunca me ha remordido la conciencia por hacer todo lo que he
hecho.
¿Qué te parece lo que te acabo de contar?
Sin inmutarse, `X respondió –Que tus motivos tendrías para hacer lo que hiciste.
-¿Y nada más?- preguntó exhausta y sorprendida `Y.
Él, con un movimiento de cabeza, contestó en silencio <<No>>.
<<Este tío es un completo estúpido>> pensó ella presa de un creciente enfado.
-¡¿Tú estás vivo o estás muerto?!- preguntó a continuación violentamente.
`X, sin responder a la cuestión que `Y acababa de efectuar, sacó una bolsa de pipas de su pantalón
y se dispuso a engullirla.
-Me sacas de quicio, sabes- declaró ella. -¡A veces tengo ganas de pegarte!
Al terminar de abrir y tragar una pipa, su novio replicó calmadamente -Pues pégame.
`Y, colocándose de pie frente al hombre llamado `X, gritó llena de ira -¡PERO CÓMO TE
VOY A PEGAR, IMBÉCIL!
-Sí- dijo él abriendo una nueva pipa y consiguiendo convencer a una encolerizada `Y.
129
¡ZAASS! Le soltó ella un bofetón pensando <<Te odio>>.
`X, mirando al suelo, tomó otra pipa y se la comió.
¡ZZAAASS! De nuevo `Y le propinó un fortísimo golpe en la cara que hizo que él parpadease y
continuase comiendo.
¡FAAAKAAA! Esta vez el manotazo fue monumental y de la nariz de `X surgió un hilillo de
sangre que él se limpió para seguir engullendo pipas.
<<¡Sangre!>> exclamó en su mente `Y loca de alegría al contemplar como su novio sangraba.
–Así que no eres un muñeco que se mueve. ¡Estás realmente vivo!
-Pues claro, osita. Ya te lo había dicho.
`Y, cautivada y desolada por el descubrimiento, se sentó de nuevo junto a `X y comenzó a
llorar mientras él vaciaba la bolsa con el manjar para loros.
Unos días más tarde tuvo lugar la fiesta previamente citada en donde produjo el
acontecimiento que a `Y le supuso un soplo de vida.
El evento se celebró, como ya ha sido dicho, a razón de que Joana y Laura habían decidido
empezar a vivir juntas y habían conseguido alquilar un piso estupendo en el que querían invitar a
pasar una velada animada a todos sus conocidos.
Desde luego, `Y junto con su novio `X habían sido invitados.
-Bueno, ya sabes que `X también puede asistir a la fiesta- le había comentado Joana por
teléfono.
-Ni de coña quiero que me acompañe ese muermo- había asegurado hoscamente `Y. –Si te
cuento lo que pasó hace unos días sentados en una plazoleta, alucinas.
Por supuesto, la insólita historia sobre las confesiones a quemarropa y los guantazos
propinados a `X fue relatada para asombro y desconcierto de Joana. –En serio, no sé qué haces
perdiendo el tiempo con ese tío. No te aporta nada y encima te amarga- había sentenciado ella
tras escucharla.
-Lo mejor será que no me acompañe a la fiesta. Ya veré cómo me libro de él.
`Y intentó zafarse de `X mediante un mensaje de móvil cuando a medio día él, con otro
mensaje, le preguntó si finalmente acudiría al evento organizado por las no lesbianas. `Y
escribió:
SÍ, PERO LO YO QUE QUIERO HACER ESTA NOCHE
ES EMBORRACHARME Y BAILAR.
Lo que ella pretendió exactamente al utilizar estas palabras fue decir “SÍ, Y NO QUIERO
QUE VENGAS”, pero utilizó las expuestas porque `X no bebía alcohol y no le gustaba bailar,
con lo cual `Y pensó que empleándolas él sabría justamente lo que ella había querido decir.
Lo que la mujer llamada `Y consiguió con esto fue que `X no se diera por aludido y se
presentara a las nueve en el portal de su casa.
-¿Qué haces aquí?- le increpó precipitadamente ella al verle.
-Acompañarte, osita- respondió él con una sonrisa infantil que `Y interpretó como algún tipo
de venganza premeditada.
<<Estoy hasta la coronilla de ti. Te vas a enterar>>.
Ella echó a andar con paso firme y aspecto impasible. Por fortuna, al llegar al piso de Joana y
Laura, la cara le cambió al ver a toda gente simpática que sus amigas habían conseguido reunir y
al par de tíos guapos que divisó entre el alboroto.
<<Te vas a enterar>>.
Al pasar por la puerta, ella soltó de forma automática la mano de su novio mientras pensaba
<<Apáñatelas como puedas, capullo>> y se acercaba a la terraza para saludar a los que habían
salido a fumar.
Puede decirse que la noche transcurrió al son de las carcajadas que salían de la boca de India
por culpa de las anécdotas que Jonathan contaba a parte de los asistentes en la terraza, los besos
que las “no lesbianas” se propinaban, los comentarios sobre teatro que algunos aficionados
realizaban, las opiniones sobre el piso alquilado, la música disco, algunos cotilleos, los fritos y
refrescos, los pequeños bocadillos, el alcohol, las sonrisas, los juegos de móvil con los que `X se
130
entretuvo sentado en la cocina y el flirteo que mantuvieron `Y y uno de los tíos guapos que había
divisado al llegar.
A medía noche `Y realizó una pequeña llamada de atención a Joana y cuando ésta llegó a su
lado le preguntó -¿Dónde está `X?
-En la cocina, lleva toda la noche ahí jugando con el móvil- informó su amiga antes de volver
al grupo que había abandonado.
Mirando insinuantemente al tío guapo con el que había flirteando la velada entera, `Y le
preguntó -¿Te apetece echar un polvo?
El tío guapo, sonriendo, contestó –Estaba a punto de preguntarte lo mismo.
-Vamos a la cocina- ordenó ella dirigiéndose hacía allí.
Cuando entraron agarrados de la mano, `Y y el tío guapo encontraron a `X sentado en una silla y
pegado al móvil. Al verles entrar, su habitual rostro imperturbable cambió mínimamente de
expresión y sus ojos se clavaron en los de su novia.
`Y, sintiendo algo parecido a la venganza, respondió a ello besando apasionadamente al
sorprendido tío guapo que no entendió nada de lo que estaba sucediendo. -¿Qué pasa con él?preguntó mientras `Y le besaba el cuello.
-Nada- contestó ella. –Ese es el problema-. Después continuó besándole mientras `X
reanudaba su partida en el vídeo juego del móvil.
`Y y el tío guapo follaron sin reparos ante él y cuando terminaron, el amante ocasional se
reintegró a la fiesta y ella se quedó en la cocina bebiendo un refresco y observando
mezquinamente a su novio que seguía con la vista puesta en la pantalla de su teléfono.
Sin pronunciar palabra alguna, `Y consumió la bebida y al terminarla echó la lata a la basura y se
dispuso a salir de la estancia. Justo en el momento en que empujaba la puerta, `X se abalanzó
sobre ella y abrazándola le suplicó –No me dejes nunca, osita. Eres mi poesía.
Ella, zafándose, replicó –¡Deja de decir gilipolleces, imbécil!- y se marchó a casa.
Nueve.
Como era de esperar, en este noveno mes, `Y no pudo soportar la nada que generaba la
relación y rompió con el impasible `X.
Lo hizo una noche de sábado en la que, mientras sostenía un encuentro con su amiga India,
recibió un mensaje lastimero de su poeta que decía así
Mi musa, no soporto tu ausencia,
necesito tus palabras.
-¡¿QUÉ NECESITAS MIS PALABRAS, JODIDO CAPULLO?! ¡¡SI NUNCA
HABLAMOS!!- había gritado ella saliendo del pub en el que había dejado a India charlando con
su vecino Yenai.
–¡Joder, estoy harta de aguantar esta mierda sólo para conseguir que me dedique su maldito libro
de poesía! Mientras todo el mundo lo pasa en grande yo estoy aquí amargada por culpa de ese
zoquete. ¿Por qué no puedo tener algo como lo de Joana y Laura? ¿Por qué yo no tengo lo de
India y Jonathan? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¡Me da igual si no consigue acabar su
trabajo, que le den por el culo! ESTO SE VA TERMINAR AHORA MISMO.
Y fue verdad que se terminó.
131
MÁS QUE AMIGOS
132
Habían pasado la tarde tumbados en el césped de un parque mientras comían gominolas y
hablaban sobre cualquier tema que surgiese. Señalar la expresión cualquier tema tratándose de
India y Jonathan podía incluir, como de hecho así fue, hablar sobre la discografía de Paula Cole
y de la decepción que les había supuesto aquella obra tan mala de teatro que fueron a ver; contar
historias sobre el hermano de ella; informar de las averías que se sucedían en el piso de él; hablar
de los nuevos preservativos que anunciaban en la tele; realizar comentarios sobre un gato
callejero con el que India topó hace poco y de un perro abandonado al que le pilló un coche; de
parachoques; del vehículo con el que viajarían a los Pirineos; de accidentes; de leyendas urbanas;
películas de terror y de caras monstruosas. También incluía reírse de lo repugnantes que son
algunas reliquias y de la cara de bobos que les ponen a los santos en las figuras y en las imágenes
de los calendarios; debatir sobre la existencia o no de dios; hablar del dolor que conlleva la
infidelidad; del amor en general; de la masturbación; del chico que le gustaba a India y de las
miradas que se propinaban cada vez que se encontraban después del trabajo, y de que los cepillos
eléctricos son más efectivos que los manuales a la hora de eliminar la placa
Ahora ellos caminaban a lo largo de una prolongada y ancha calle comercial que se
encontraba atestada de gente en esa tarde de jueves. Mientras la recorrían, India y Jonathan
bebían unas latas de refresco y hacían comentarios chistosos acerca de las cosas dispares que
veían a su paso.
En un momento dado, ella dijo –¡Mira, una tienda de animales! Entremos- a lo que él añadió –
Vale- y ambos entraron en el local.
Después de pasar varios minutos compadeciéndose de los pobres seres que veían encerrados y
sobre el característico olor que el lugar encerraba, salieron y echaron a andar de nuevo.
Transcurrido un rato, él dijo- Mira que ropa tan chula hay en esa tienda. ¡Entremos!- e India
pronunció –Vale- y los dos se adentraron en el comercio.
Una vez allí encontraron prendas de vivos colores y se probaron y compraron las que
creyeron que les sentaban bien. India se llevó una falda y dos camisetas y Jonathan un pantalón y
una camisa. Tras ello salieron y continuaron caminando con las bolsas en las manos.
Instantes después, ambos miraron hacia el mismo lugar y pronunciaron al unísono –Mira, una
tienda del sexo. Entremos. Vale. Ja, ja, ja- y entraron en ella al son de sus propias carcajadas.
Al verles pasar, el dependiente preguntó a modo de saludo -¿Ya estáis por aquí?
-¡Hola, Sandro!- le saludó India -¿Te han llegado?
Entretenido en sus quehaceres, Sandro informó -No, hasta mañana o el lunes nada.
Jonathan, que había ido a la zona de películas porno para alquilar, tomó uno, se lo enseñó a su
amiga y ella afirmó con un gesto de cabeza dándole a entender que estaba de acuerdo con la
elección.
Cuando salieron de la tienda, ella preguntó -¿Te apetece que vayamos a mi casa, preparemos
unas pizzas y veamos la peli?
Él respondió –Guay- y se dirigieron hacía allí.
Al llegar a la casa, India se descalzó y se puso ropa cómoda. Jonathan mientras tanto prendió
una varilla de incienso, introdujo un disco de Dinah Washington en la pletina del equipo de
música y ayudó a preparar la cena.
Las pizzas que cocinaron estaban tan sabrosas que se las comieron ferozmente. Después
charlaron sobre la exuberante voz de Dinah, apagaron la música, encendieron el reproductor para
ver la película y se masturbaron un par de veces gracias a las escenas pornográficas que
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protagonizaban una rubia oxigenada con tatuajes en las tetas y un morenazo con una polla
espectacular.
Un poco más tarde se quedaron dormidos.
**********
El viernes por la mañana India despertó a eso de las 11 y se encontró sola acurrucada en el
sofá. Echando un vistazo a su alrededor para orientarse percibió que el día era muy luminoso y
se topó con una nota encima de la mesa que decía
7:32 de la mañana
¡Qué morro tienes!
Estoy loco por empezar las vacaciones
Me voy al trabajo, gandula
Te llamo
A partir del medio día, India aprovechó la jornada para hacer una buena compra que llenase el
raquítico interior de su frigorífico y para preparase una comida sustanciosa. Una vez terminó de
comer, se dispuso a pasar la tarde en la tienda-librería del museo de arte contemporáneo.
Antes de llegar a su destino, se encontró con el chico que le gustaba y mantuvo una pequeña
conversación con él. Después retomó la ruta a la que se dirigía y estuvo varias horas en el lugar
señalado.
En ese sitio, y a pesar de la quietud que procuraba, le parecía que el tiempo transcurría aprisa
debido a lo entretenido que le resultaba curiosear lo que se exponía y a lo interesante que le
parecía ojear todos aquellos libros sobre arte, creación y artistas.
India estuvo en la tienda-librería hasta que, a eso de las 8 de la tarde, recibió una llamada de
Jonathan en la que muy contento le informaba de que sus ansiadas vacaciones habían comenzado
a las 4. De paso aprovecharon para hablar del planeado viaje a los Pirineos y de las ganas que
tenían de marcharse ya. También hicieron comentarios sobre la peli que habían visto la pasada
noche y sobre la siesta en el sofá después de la diversión. Hablaron incluso de lo que había hecho
India durante el día, del libro sobre Mondrian que acababa de comprar, del precio de los arreglos
de las averías de la casa de Jonathan, del encuentro de ella con el chico que le gustaba y de las
indirectas directas que él le había lanzado cuando se había parado para saludarle de camino al
museo, de lo fascinada que se quedaba cada vez que le veía, de lo mucho que le había disgustado
a Jonathan que su ex le mandase un mensaje a medio día, del corte de pelo que pensaba hacerse
antes de que se fueran, de tintes y mechas, de gomina, de que los calcetines color pistacho eran
una horterada y de que los colores al vestir hablaban de la gente. Por inercia también repasaron
los diferentes tipos de personalidad que existen, la historia sobre la colección de tomos de
psicología práctica que había en casa de los padres de India y la colección de tebeos manga que
Jonathan seguía guardando como un tesoro desde su adolescencia. Al final de la charla él quedó
en encargar comida china para cenar y le insinuó a India algo sobre una sorpresa que tenía para
ella y que le enseñaría cuando se vieran a las 9:30 que, por cierto, estaban ya cerca.
-Joder, con tanto hablar casi ha llegado la hora.
-Siempre nos pasas lo mismo. Anda... Dime qué es lo que tienes para mí- le suplicó India a su
amigo.
-No te digo nada, ahora cuando vengas a mi casa y nos veamos lo sabrás. Creo que te va a
gustar mucho.
-Jonathan, dame una pista..., por favor- continuó rogándole su amiga para sonsacar algo.
-Ni una.
-Veengaaa.
-A ver, prueba a decir tres cosas para adivinarlo y si no aciertas, te vas a tener que esperar- le
advirtió él.
-Tres cosas... –repitió India satisfecha por las oportunidades. -Vamos a ver... Un florero sin
flores- probó suerte.
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-No.
-¿No? Pues entonces... Una estrella apagada encerrada en una caja de plástico transparente.
-No, no- aseguró Jonathan. –Última oportunidad.
-¿Tampoco? Mmm...- cabiló ella. –¡Ya sé! ¡Las cuatro tuercas y los dos tornillos que me
faltan!
-Nooo.
-¿No?- preguntó decepcionada. -Oooh. Hasta luego.
-Hasta luego, ja, ja.
India llegó a casa de Jonathan a la hora acordada y en cuanto él abrió la puerta ella le exigió
apremiante –¡Enséñamelo, enséñamelo!
-Tranquilidad- pidió serenamente él. ¿Quieres que cenemos primero?
-¡No! ¡¿De qué vas?!
-Ja, ja, ja- se rió Jonathan de la impaciencia de su amiga. –Vale. Esta tarde he ido a devolver
la peli que alquilamos anoche y he comprado cuatro cosas; dos para ti y dos para mí- informó
tomando una bolsa y empezando a sacar objetos. –Veamos... En primer lugar tenemos para la
señorita un vibrador con un aspecto tan real que casi parece una polla auténtica. En segundo
lugar tenemos un gel lubricante.
-¿Para qué has comprado un gel lubricante?- preguntó India un poco desconcertada.
-Shshsh. Espera un poco y lo sabrás. En tercer lugar tenemos una cadenita dotada de unas
pincitas capaces de pellizcar los dos pezones y el clítoris a la vez.
-¡Ah!- exclamó ella con alegría al verla.
-Y por último y para mí, unas bolas chinas con mango. las cuales, evidentemente, acompañan
al gel.
-¡Bravo!- gritó entusiasmada India
Jonathan, sonriendo orgulloso ante la reacción que había generado en su amiga, apuntó -Sabía
que te enloquecerían mis regalitos.
-Sí, pero no entiendo cómo te puede gustar meterte cosas por el culo- apuntó ella extrañada.
-Me pone, así de sencillo. Deberías probarlo.
-No sé...- dudó India al escuchar la propuesta. -Es que yo me acuerdo del daño que me hacía
mi madre cuando me metía supositorios por el culo estando mala, y se me quitan
automáticamente las ganas.
-Tonterías. Bueno, ¿y ahora que te apetece hacer?- preguntó Jonathan.
-Mmm, ¿qué me apetece hacer?-. Reavivando en el recuerdo el nuevo juego que últimamente
ambos mantenían, ella propuso -¿Qué tal si jugamos a que seas mi puta?
-Así que quieres que celebremos el inicio de mis vacaciones, eh, pillina...
-Ja, ja. Sí- afirmó.
-Muy bien, ¿y cómo quieres a tu puta, activa o pasiva?
-Ja, ja, ja. ¡Activa, activa que para eso pago!- proclamó India.
-De acuerdo, tú lo has querido- dijo Jonathan muy serio acercándose sinuosamente a ella para
empezar a morderla con sensualidad el cuello y desnudarla.
India pensaba que Jonathan era un auténtico artista de los prolegómenos; sabía despertar el
deseo ardoroso estimulando con el toque y el tiempo justo, las diferentes zonas erógenas del
cuerpo hasta el insoportable punto en el que una mujer le suplicaba que se la metiera. Él solía
estimularla durante varios minutos hasta que India daba la orden.
-¡Métemela ya, zorra!
Jonathan, separándose por completo de su amiga, dijo –No- y la observó recreándose.
-Jona, por favor, no seas sádico.
-Ja, ja- rió él pensando en lo mucho que le gustaba hacerse de rogar y marchándose
precipitadaemte a su habitación.
-¡Vuelve aquí inmediatamente!
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Cuando Jonathan regresó al salón, exhibía una gran sonrisa, un desnudo provocativo y un
preservativo en la mano. -Te vas a enterar- amenazó.
Después cogió las pincitas con cadenilla que había comprado y las puso en los pezones y el
clítoris de India.
Ella, sinteindo que iba a morir de placer, pronunció con un hálito de voz –Eres una puta, una
zorra sádica.
-Con que sí- replicó Jonathan tirando de la cadenilla y provocando que India se estremeciese
en un gemido y goteara flujo lubricante. –Ahora verás.
Subiendo a su amiga a la mesa del comedor, abriéndole las piernas y poniéndose el
preservativo estriado, comenzó a penetrarla con fuerza y continuidad hasta que le hizo sentir un
orgasmo. -¿Una zorra, eh...? ¿Tiene una puta una como esta?
Cuando la representación terminó, India se tumbó desnuda en el sofa y Jonathan fue a la
cocina para disponer en platos la cena de gastronomía china que íban a degustar.
El acto sexual les había abierto el apetito y ambos devoraron pero, en el momento en que India
estaba empezando con el postre y Jonathan había acabado con el suyo, él dijo –Necesito un
extra- y se fue directo a por el lubricante y las bolas chinas que había comprado por la tarde.
-¿Te importa que lo haga delante tuya?- preguntó consideradamente a su amiga.
-No. Estoy segura de que te pone que te miren.
Pensando en lo que estaba a punto de hacer, él confesó.-Je, la verdad es que nunca lo he
probado.
-Pues empieza, que te ha llegado la oportunidad- le animó ella mientras saboreaba un helado
de yogur.
Resuelto, Jonathan abrió el frasquito de lubricante y untó un poco de gel al final de su recto y
en las bolas, después las introdujo lentamente en su cuerpo.
-Esto es una maravilla, sabes- le hizo saber con la respiración entrecortada a India.
-Ya veo, ya. Bueno, dime, ¿te gusta más con público?
-La verdad es que no me estoy enterando porque tú eres muy silenciosa y yo tengo los ojos
cerrados. ¿Te mola?
-Me estás dando envidia- admitió ella mirando como las bolas chinas penetraban el culo de su
amigo.
-Pues anímate que ahí está el otro cacharro- dijo él refiriéndose a uno de sus regalitos.
Apartando la cuchara y el helado de yogur, India fijó sus ojos en el vibrador sin estrenar que
tenía a su disposición y finalmente se acercó a él y lo desempaquetó para cargarlo con las pilas
que venían incluidas. Después lo lamió como si de un auténtico falo se tratase, lo introdujo en su
vagina y lo accionó.
Ambos disfrutaron y a los dos les resultaron muy excitantes los gemidos que escucharon el
uno del otro. Jonathan primero y luego India alcanzaron el orgasmo.
Tras el gozo, ella se fue a dormir a una habitación y él se quedó viendo un concierto de Edith
Piaf.
**********
El sábado, pasada la 1 de la mañana, fue Jonathan el que se encontró solo y quien se topó con
una nota encima de la mesa que decía
¿Quién es el gandul ahora?
Pareces la bella durmiente, ja, ja.
Son las 12:40 y me marcho para ducharme y
arreglarme un poco. A las 2:15 tengo
cita para comer con mis padres.
Me llevo los regalitos. Pórtate bien con los tuyos.
Nos vemos.
Jonathan aprovechó el resto del día para ordenar la casa, hacer alguna compra y navegar por
Internet hasta la hora en la que había quedado con sus compañeros de trabajo para salir a tomar
algo; a las 22:30.
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India por su parte comió con sus padres, pasó la tarde curioseando en un par de tiendas de
discos y, cerca de las nueve, recibió un mensaje en el que su amiga`Y le preguntaba si le apetecía
quedar a las 11 para verse. Ella respondió afirmativamente.
Al llegar a casa, India se preparó la cena, se cambió de ropa, se maquilló tenuemente, puso un
par de billetes en el monedero y se marchó a buscar a `Y.
`Y, al verla, la recibió con un fuerte abrazo, dos sonoros besos, un “qué guapa estas” y una
exclamación desesperada -¡Estaba loca por verte y salir un poco!
Echando a andar hacia el Memnoch, India comentó con sarcasmo -Por lo que acabas de decir
deduzco que tu relación con `X continua con el viento en popa y a toda vela-. Seguidamente
preguntó -¿Has avisado a Joana para que se viniera?
-Sí,- contestó `Y –pero se había ido con Laura a pasar el fin de semana fuera. ¡ME MUERO
DE ENVIDIA, SABES! Es decir, que a dos tías que ni siquiera son lesbianas les va de puta
madre, que tú te lo montas con tu mejor amigo y yo, mientras tanto, me pudro con un muermo
que ni siquiera se hace pajas.
India, mirando a la irritada `Y con condescendencia, le dijo –Estás así porque te da la gana.
No entiendo cómo puedes aguantar a ese plasta-. Después preguntó incrédula -¿En serio no se
hace pajas?
`Y, enfadada al recordar, afirmó -Sí, ni se hace pajas ni hace nada de nada porque es una
pared. ESTOY HARTA, voy a dejarle en cuanto termine su nuevo libro.
-¿Por qué vas a esperar?- se extrañó India abriendo la puerta para entrar al Memnoch.
`Y explicó -Porque si le dejo ahora se deprimirá y no podrá terminar el trabajo.
A India aquel argumento le pareció un tanto ridículo. <<Que le den>> pensaba ella, pero no
se lo hizo saber a su amiga porque de repente `Y le preguntó -¿Qué hay del chico que te gusta?
Recordando, contestó –Pues, la verdad es que poca cosa. Hemos hablado informalmente
varias veces y él se ha mostrado muy insinuante. Creo que está dispuesto a enrollarse conmigo,
lo malo es que sigue teniendo novia y a mí eso no me gusta ni un pelo.
-¿Piensas mucho en él?- quiso saber su amiga.
-Sí, pienso en él y en la misteriosa forma que tiene de enfrentarse a mis miradas. También
considero los indicios que me llevan a saber que yo le gusto y las señales corporales que ha
emitido siempre que nos hemos encontrado.
Un camarero llegó en ese instante a la mesa donde se habían sentado y ambas pidieron una
consumición; martini blanco y limón con lima.
-No entiendo cómo te puede gustar él y follar con Jonathan- prosiguió `Y con la conversación.
-Jonathan y yo sencillamente vemos el sexo como un complemento de nuestra amistad,
intentar vislumbrar algo más a parte de eso es perder el tiempo y buscarle tres pies al gato- le
explicó India.
-No lo entiendo de todas formas.
-Pues es muy fácil. Mi teoría se basa en que si puedes cenar con un tío, reír con él, comprar con
él, dormir con él, ir de vacaciones, al cine o a cualquier otro lado, contarle cosas, etc, etc, etc, ¿por
qué no vas a poder follar con él? Follar es un acto más en la vida de una persona, es tan natural y tan
biológicamente necesario como respirar o dormir.
El problema, por el que la mayoría de las personas no podéis entender algo como lo que
Jonathan y yo mantenemos, reside en que idealizáis y delimitáis el amor, el sexo y las relaciones
interpersonales, ya tengan que ver con la amistad, con la atracción sexual, con el
comportamiento de padres e hijos o, incluso, con el que uno mantiene consigo mismo. Tenéis
mil pautas, mil reglas, mil prejuicios y mil mentiras sobre cómo deben o deberían ser las
relaciones entre las personas por eso, en cuanto la definición de los parámetros se extiende o
directamente se rompe, quedaís desconcertados.
-Yo no lo veo tan claro, sabes. No me creo que seas capaz de follar con cualquiera por muy
liberada que estés.
-¿Follar con el primero que venga? Ni de coña, pero con cualquiera que me ponga y que
entienda las cosas como yo, desde luego que sí. Igual que tú- añadió India lanzando una mirada
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cómplice a su amiga para recordarle al tío guapo con el que se enrolló delante de `X en la cocina
del piso alquilado por Joana y Laura..
-¡Bruja!- le increpó amistosamente `Y.
-Ja, ja , ja- rieron las dos a la vez.
Unos segundos más tarde, el contacto visual intencionado que surgió entre ellas, fue
interrumpido con el imprevisto saludo de un conocido de `Y que se quedó charlando largo y
tendido con la pareja de amigas.
**********
El domingo cerca de la 1:30 de la mañana, India abrió la puerta de su casa a Yenai y ambos se
despidieron con un pequeño beso en los labios y la expresión encantado/a de haberte conocido
en la voz.
Alrededor de las 4 de la tarde, el teléfono sonó y al descolgarlo India escuchó Jonathan al otro
lado.
-¿Sí?
-¡Hola, guapa! ¿Qué andas haciendo?
-Nada, he terminado de comer y me he puesto a organizar unos papeles. ¿Qué tal ayer, saliste?
-Sí, quedé con los del trabajo- informó él. -¿Y tú?
-Yo también, quedé con `Y, ja, ja.
Muy extrañado al oír el alborozo de su amiga, Jonathan preguntó -¿De qué te ríes?
-Cuando te cuente lo que me pasó anoche, vas a flipar- anunció India.
-¿A sí? Pues cuando yo te cuente lo mío...
-Uhuu- se divirtió ella intrigada. -¿Qué pasó? ¿Qué pasó?
-Luego te lo digo, ¿quieres que nos veamos?
-Sí, pero dame un adelanto, anda.
-¿Ya estás?- preguntó retóricamente Jonathan sabiendo lo que le esperaba.
-Sííí, vengaaa...
-Bueno- claudicó él. -Di tres cosas, a ver si adivinas lo que ocurrió.
Dudando, India tanteó. –Mmm... Encontraste a una rana aullando a la luna.
-No.
-Bebiste un whisky con sabor a tequila.
-No.
Poniendo todo el ingenio del que la chica con nombre de país era capaz, se arriesgó por
último. -Pues entonces... lo que pasó es que transplantaste uno de tus cactus a un tiesto más
grande con la esperanza de que se convirtiera en un geranio.
-Ja, ja, ja- estalló en risas Jonathan. –¡NO!
-¿Noo?- preguntó India decepcionada. -¡Ooh!
-¿A las 9 en la fuente del parque?
-Vale- acordó ella rendida.
A la hora establecida Jonathan se presentó en el parque con las manos metidas en los bolsillos
del pantalón e India apareció muy sonriente con una mochila a la espalda. Al mirarse se rieron.
-¡Hola!- saludó con vocecilla infantil ella.
-Joder, vaya sonrisa que traes. ¿Qué llevas ahí atrás?
-El vibrador, ya no puedo vivir sin él, ja, ja, ja- se divirtió con su respuesta India. -Venga,
déjate de tonterías y cuéntame lo que te pasó- añadió.
Jonathan, escrutando el rostro de su amiga, dijo -No sé por qué me da que tu historia es más
interesante que la mía. Empieza primero.
Apenas sin respirar, India anunció a bocajarro -Anoche me acosté con un bisexual de 20 años
y nombre exótico que regresaba de haber echado un polvo con su novio.
-¡¿QUÉ?! ¡JODER!
-Ya ves que si joder...
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-¿Y cómo coño pasó eso?- quiso saber un conmocionado Jonathan.
-Ji, ji. Digamos que una cosa llevó a la otra. Se llamaba Yenai, un nombre de Canarias según
me explicó, y era conocido, vecino exactamente, de `Y.
-¿Y qué?- preguntó su amigo impaciente por escuchar la historia al completo.
-Pues lo cierto es que apareció de repente en el Memnoch y lo primero que hizo según llegó
fue echarme un vistazo general y luego saludar a `Y, después se me presentó.
-Pero no había quedado allí con `Y, ¿verdad?
-No, en absoluto- aclaró India. -Por lo visto sólo había entrado a comprar tabaco y la había
visto por casualidad. Más tarde él me contó que yo le gusté y que por eso se acercó, ja.
-¡Qué cabrona!- exclamó con envidia Jonathan.
-Joder, el caso es que cuando le escuché hablar y vi los ademanes con los que se expresaba,
yo estaba segura de que él era gay- explicó la chica con nombre de país.
-Aunque me pareció que estaba buenísimo, no me mostré nada insinuante. Lo que pasa es que
luego él...
-¿Qué?- cuestionó su amigo con urgencia.
-Pues que va y nos empieza a contar que hacía poco se había comprado un nuevo móvil
superchulo con cámara de fotos, vídeo y no sé cuántas mil cosas más, y a continuación nos
enseñó todas las imágenes que tenía almacenadas haciendo comentarios tipo: “esta es mi prima
la bollera, otra bollera, yo posando sexy, yo sin camiseta, mi compañero gay del trabajo, yo en
calzoncillos, un ex, otro ex, la bollera de Paola, uno de mis tatuajes, otra bollera del pub, el
tatuaje de mi jefa, una ex, otra ex, yo enrollándome con Salva...”
¡Joder, tío! Tenía por lo menos sesenta fotos por el estilo, hasta había algunas de él posando
desnudo.
-¿Y quién le hace esas fotos?- preguntó curioso Jonathan
-Ja, ja- se divirtió India. -¡SU MADRE!
-¡¿Su madre?! ¡No jodas!
-Sí. En serio, yo estaba tan alucinada con lo que nos estaba enseñando que le dije: “¿Te gusta
exhibirte, ¿eh?” y él me contestó “Hombre, es que este cuerpo es para ir enseñándolo, ¿no
crees?”
-Ja, ja, ja.
-Hay que reconocer que el tío tenía mucha gracia cuando hablaba, y mejor de todo es que
daba confianza para que le soltaras comentarios picantes. Hubo un momento en que le indiqué:
“Bueno, pues viéndote en todas esas poses sugerentes ya sabemos con quien vamos a tener
fantasías sexuales esta noche” y el tío empezó a reírse y a decir “Así me gusta, así me gusta...”
Le encantaba sentirse admirado.
-Pero... ¿estaba realmente bueno?- quisó saber Jonathan.
-Sí, y no es sólo que estuviera bueno sino que tenía...- India no sabía de qué manera
expresarlo. -Ya sabes, sex appeal, encanto. Me resultaba muy morboso el contraste que surgía
entre su aspecto hiper masculino y esos ademanes de maricón que derrochaba al hablar. Al final
me atreví a preguntarle que si era gay, y ¿sabes lo que hizo? Mirándome a los ojos cargado de
obscenidad, contestó muy sonriente “No, soy bisexual”.
-Información que te dejó muy clara para constatar la evidencia de que no le importaría
hacérselo contigo, ¿verdad?
-Ji, ji, ¡sí! Te juro que me puso cachonda la manera en que lo pronunció.
-Había que ver la escena...- comentó Jonathan imaginándosela.
-¡Calla, golfo!, que hay más. El tío era un espectáculo... Cuando terminó de enseñarnos las
fotos le dije “Ha sido un auténtico placer ver tu álbum”, y él va y dice “Pues si os apetece volver
a verlo podéis encontrarlo en Internet, pero tranquilas que todavía no han terminado las
imágenes. Tengo un extra”.
-¡Dios! ¡A saber lo que era!- se escandalizó el amigo de India.
-Ja, ja, ja eran dos videos; uno de él follando con una tía y otro de él follando con su novio.
Ja, ja, ja- se rió la chica con nombre de país observando la cara de pavor de Jonathan.
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-¡¿QUÉ?! ¡¿Y quién se supone que había grabado eso?!
India echándose de nuevo a reír, respondió –¡Su jefa!
-¡¿Su jefa?! ¡¿Y TE LO ENSEÑA TAN PANCHO?!
-Si ya te he dicho que era un auténtico exhibicionista...
-Se nota, se nota. ¿Pero cómo surgió lo de acostaros?
Ante esta nueva cuestión, India guardó unos segundos de silencio y finalmente contestó Chico, es que ver cómo se enrollaba con su novio me dio TANTO morbo que se me empaparon
las bragas y, como ya estaba lanzada, le solté: “Sería mejor que no me enseñaras estas cosas
porque me ponen MUY MALA”, a lo que él comentó: “Cariño, me pillas un poco cansado
porque vengo de echar un polvo con mi novio pero... Eso lo arreglo yo rápidamente con un poco
de cafeína”. Después seguimos tonteando y tonteando y...
-A la piltra- remató Jonathan.
-Exacto, ja, ja, ja.
-¡Qué suerte tienes, cabrona!- dijo su amigo volviendo a sentir envidia sana. –Oye, ¿y qué fue
de `Y?
-¿`Y?- recordó India. -Se largó enfadada porque `X le mandó un mensaje diciéndole no sé qué
mierda lastimera. Dice que va a romper con él en cuanto termine su nuevo libro.
-Falta le hace.
-Sí, pero no divaguemos, volvamos a la parte que nos interesa. Creo recordar que tienes una
historia para mí.
-Je, je. Sí, es mi turno- admitió Jonathan. -Veamos... ¿Cómo lo diría sin rodeos...? Mmm, ayer
tuve la oportunidad de hacer realidad una de mis fantasías sexuales y... Me rajé.
-¿Qué? ¿Cómo que te rajaste? ¿Qué pasó?- preguntó su amiga ansiosa.
-Pasó que conocí a dos tías que quisieron hacérselo conmigo y yo me acojoné y no me atreví.
India lo intentó pero no lo pudo evitar, explotó –¡Ja, ja, ja, ja, ja!
-Sabía que te ibas a partir cuando te lo contara- comentó Jonathan con una sonrisa resignada.
-Ja, ja, ja, ¡¿y qué quieres, tío?! Es que siempre estás dando la lata con el rollo de que te mola
pensar que te lo haces con dos tías a la vez y luego... ja, ja, ja.
-¡Qué hija de puta eres!
-Ja, ja, ja. Así que... ¿no eres tan zorra como pensabas, eh...?
Jonathan confesó -Je, pues no, resulta que no soy tan zorra.
Burlándose de nuevo, India dijo –Tranquilo, a todos os pasa lo mismo. Os creéis más de lo
que sois, pensáis que sois capaces de hacer más de lo que podéis y luego llega la realidad, os da
una hostia en la cara y aparecen los traumas y los complejos. ¡¿Cuándo aprenderéis?!
-¡Calla, bruja!
-Je, je. Es verdad.
-Ya lo sé- aceptó Jonathan.
En el parque la luz natural se había disipado hasta desaparecer y las farolas se habían
encendido.
India miró su reloj y pensó que era un buen momento para sacar los dos bocadillos de salmón
ahumado y las botellas de agua que llevaba en la mochila.
Jonathan al ver las provisiones se alegró y tomó uno de los bocadillos.
Cuando terminaron de comerlos siguieron hablando hasta la madrugada sobre las fantasías y la
realidad; sobre que India a veces se masturbaba imaginándose que era violada pero que eso no
significaba que en la vida real desease que ocurriera; de que Jonathan se escandalizaba con el
sexo cuando era pequeño; de algunas páginas web en las que se anunciaban juguetes y
complementos sexuales; de circuncisiones; del tío de una peli porno que se metía bolas de billar
por el culo. También sobre el escozor que produce el sillín de una bici el primer día; de algunas
anécdotas sobre acampadas y de otras sobre los días de colegio; de la madre de Jonathan, del
trabajo, de lo caro que estaba todo, de ropa, de los discos de Maceo Parker y de los últimos libros
que habían leído; de una película que Jonathan le había recomendado a India titulada Lie with me
y de otra que India le había recomendado a Jonatha titulada Closer; de documentales y de los
140
bellos matices que adquiere el cielo al atardecer; de la próxima remodelación de la Plaza Mayor
de la ciudad; del chico que le gustaba a India; de las infatuaciones, de la relación de Joana con
Laura y del programado viaje a los Pirineos.
**********
El lunes los dos amigos despertaron en sus respectivas casas a la hora de comer y, tras
desperezarse e ingerir algo, se dispusieron a preparar las maletas con todo lo que llevarían para
su estancia en el noreste del país. Ambos optaron por meter ropa deportiva, un par de prendas un
poco más formales por si salían por la noche, calcetines, ropa interior y productos y elementos de
aseo personal. Jonathan por su parte también decidió incluir en el equipaje una vídeoconsola
portátil y un libro de Dovstoievsky. India optó por un reproductor de música cargado con 215
canciones distintas y un libro sobre Antoni Tápies.
Estaban a punto de llegar las 8 de la tarde cuando Jonathan telefoneó a su amiga para
preguntarle si ya tenía listo el equipaje y para hablar sobre la mejor hora para emprender la ruta.
También le propuso que se pasase sobre las 9:45 por su casa para cenar juntos. Ella aceptó y
acordaron que dormiría en la morada de Jonathan porque la salida a la Nacional quedaba mejor
situada desde allí.
Cuando colgaron, India se duchó, se puso un vestido vaporoso y, al terminar de organizar la
casa, cogió la maleta con ruedas, una mochila con dos sprays de pintura y se dirigió andando
hasta la casa de su amigo.
Al llegar, le encontró ojeando pornografía en Internet.
-¿Qué pasa, tío? Como en los Pirineos no vas a tener ordenador estás apurando al máximo tu
relación con él antes del viaje, ¿eh?
-Ja, no es eso. Lo que pasa es que todavía me acuerdo de las dos tías del sábado y estaba
buscando imágenes de tíos que se atreven a llevar a cabo lo que yo no pude.
-Hombre, se atreven porque les pagan para ello- apuntó India.
-Ya. Bueno, además es porque me apetecía una pajilla- añadió Jonathan.
-¡Oh, pobre!- se compadeció ella al escuchar el comentario. -Si es que no echó ni uno doble ni
uno sencillito...
Su amigo rió al oírla.
-Con lo bien que me lo pasé yo con Yenai...
-¡Calla, por favor!- exclamó él con una mueca de dolor fingido. -¿Era bueno?
-Mmm, más pasivo que activo- informó India.
-¿Grande o pequeña?
-Normal.
-¿Puntuación?
-7,5.
-¡¿7,5 un pasivo?!- exclamó Jonathan sin dar crédito.
-Te aseguro que tenía una pasividad de lo más sugerente- aclaró ella.
-Me estoy poniendo- aseguró él.
-¿Por qué?
-No sé, creo que tengo las hormonas alteradas.
-Te irá a venir la regla- se burló India acercando su mano izquierda al paquete de su amigo y
notando como se endurecía. –Sé hacer una cosa que vale por dos tías a la vez- añadió a
continuación antes de salir corriendo hacia el cuarto de Jonathan.
Cuando India reapareció, portaba en entre sus dedos un preservativo con sabor a fresa.
Jonathan al verlo sonrió y se bajó los pantalones cortos que llevaba.
-Mmm, no llevas calzoncillos- dijo ella desprendiendo el preservativo del envoltorio.
-Lo sé- reafirmó él mientras notaba como su polla era avasallada por el preservativo y la boca
de India.
Cuando la mamada finalizó, los dos cenaron una tortilla de patata excelente y hablaron de
restaurantes y de los deportes de aventura que les esperaban, también comentaron hermosos que
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son los paisajes del norte, recordaron la excursión que realizaron cuando estaban en el instituto al
Cañón del río Lobo y los porros que se fumaron los malotes de la clase metidos en una cueva que
encontraron. Charlaron sobre monitores, caballos, sobre la pequeña granja que tenían los abuelos
de India, de pollos y gallinas, de árboles frutales, de lo cara que estaba la fruta, de supermercados
y las ofertas, de que la dependienta de la charcutería se parecía a Mona Lisa, de Da Vinci, de
museos, de parecidos y peinados, de las greñas que llevaba el chico que le gustaba a India, de
que India no iba a verle en mucho tiempo, de que todo era absurdo y de que el chaval era un
cabrón por estar ligando con ella teniendo novia.
India, al recordar ese detalle, se enfadó mucho repentinamente.
-A mí me suele funcionar golpear un cojín contra el sofá- sugirió Jonathan al percibir el enojo
de su amiga.
Ella, tomando un cojín, probó el remedio pero no consiguió tranquilizarse.
-Necesito hacer algo radical que me libere- anunció.
-¡¿A las 2 de la madrugada?!- exclamó Jonathan. -Deberíamos ir a dormir.
-De eso nada. Quiero conducir tu coche por las calles a toda velocidad.
-Si ni siquiera tienes carnet.
-¿Y qué? A estas horas no hay peligro, no hay nadie. Venga, tú me explicas cómo se hace y
yo lo ejecuto.
Jonathan, mirando a su amiga fijamente para asegurarse de que no bromeaba, sonrió. Después
se puso unas bermudas, una camiseta y las zapatillas, cogió las llaves del coche y las de casa y
tomó a India de la mano. Ella dijo -¡Espera!- y atrapó apresuradamente la mochila que había
traído junto al equipaje.
-¿Para qué la llevas?- quisó saber su amigo.
-Se me ha ocurrido una idea.
En la calle la quietud y el silencio eran brevemente rotos por el rumor del motor de algún
coche de vez en cuando y la oscuridad era iluminada por el resplandor de las farolas que miraban
impasibles a los dos transeúntes nocturnos.
Cuando Jonathan sacó el coche de la plaza de aparcamiento, India se montó en el asiento del
conductor y él en el de copiloto. Después, el chico comenzó a explicarle de manera sencilla la
forma para mover correctamente el vehículo.
-A la izquierda está el embrague que debe pisarse cada vez que se cambia de marcha, en el
centro está el freno y a la derecha el acelerador.
India prestaba mucha atención a todo lo que escuchaba.
-El arranque siempre se realiza en primera y a continuación hay que pisar el embrague y cambiar
de marcha...
En el momento en el que India se aseguró de que le había cogido el tranquillo a las
explicaciones teóricas, arrancó, aceleró y, al escuchar el estridente rugido emitido por el motor,
soltó repentinamente el embrague y el coche se caló.
-Te recuerdo que tenemos que viajar con él mañana- apuntó Jonathan con serenidad.
Inquieta, su amiga replicó -Ya sé, ya sé. Lo siento- y giró la llave de contacto para volver a
empezar correctamente.
Esta vez todo salió bien e India consiguió, tras un poco de práctica, conducir a más de 60 por las
calles principales de la ciudad saltándose algunos semáforos y sintiéndose pletórica. Mientras,
Jonathan recordaba embebido sus tiempos en la autoescuela.
Fue al llegar al final de una recta cuando despertó al oír a India exclamar -¡Quiero hacer un
gran giro y cambiar de sentido!
Para cuando Jonathan se percató del riesgo y gritó -¡NO!- su amiga ya había realizado la
hazaña y reía infantilmente.
–Ja, ja, ja, ja. ¡Soy la mejor! ¡La mejor! ¡LA MEJOR!
-Reduce y aparca el coche- ordenó él con renovada serenidad.
-¿Por qué?- preguntó divertida ella.
-Porque la poli está a unos 70 metros de nosotros y viene de frente.
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-¡Oh, oh!
Era cierto, un coche patrulla se estaba aproximando lentamente y, para cuando se encontró a
la altura del vehículo de Jonathan, India ya lo tenía aparcado y se disponía a sacar la llave de
conexión al tiempo que su amigo se retiraba el cinturón de seguridad.
Al pasar, los dos policías que ocupaban el coche patrulla les miraron con suspicacia, aguardaron
unos segundos y se marcharon.
-Menos mal que no has atropellado a ningún gato- se burló Jonathan contemplando a su
sonriente amiga.
-Ji, ji, calla. ¡Mira lo que tengo!- informó ella sacando de la mochila que la acompañaba dos
botes de pintura en spray.
-¡¿Pero a dónde vas con eso?!- se sorprendió Jonathan al verlos.
-Los tenía por casa y al encontrarlos pensé que a ti te podían venir bien para cubrir las
descamaciones que han producido las averías domesticas, pero la verdad es que he cambiado de
idea y lo que me apetece realmente hacer con ellos es echar unas pintadas.
-¡¿Unas pintadas?! No he hecho eso en mi vida.
-Lo sé, por eso tenemos que hacerlo. LLevamos toda nuestra puta vida portándonos bien y ya
estoy harta.
Al salir del coche, India se alejó un poco, destapó uno de los sprays, lo agitó y escribió en una
pared
NOCHE DE REBELIÓN
A continuación le pasó uno de los botes a Jonathan y caminó hacia otra pared en la que dejó
constancia de algunas expresiones legendarias como
PICHA VIOLADORA,
A LA LICUADORA
y el dibujo de un chico gordo que hacía un corte de mangas al que añadió un texto rodeado por
un bocadillo que decía:
ALCALDESA,
PONTE A TRABAJAR
En el momento en el que se acercó a Jonathan para averiguar qué estaba haciendo, pudo ver
que él había escrito su nombre en un banco y que en ese instante terminaba la silueta de un
imaginado cadáver tirado en el suelo.
Los dos se rieron al mirarse.
-¿Qué tal?- preguntó él satisfecho.
-Ji, ji. De puta madre.
-Otra vez están aquí- avisó Jonathan divisando de nuevo al vehículo patrulla.
-Joder, hacen rondas.
Rápido, los dos amigos se aproximaron al coche, montaron y guardaron los sprays antes de
que los policías volvieran a mirarles recelosamente.
-Espero que piensen que somos una pareja a punto de pnerse a follar aquí dentro, porque la
multa es gorda si nos pillan con los sprays.
-Ya. ¿Qué te apetece hacer ahora?- preguntó India.
-¿A mí? Tú eres la que está en plan nihilista- apuntó Jonathan al que no se le ocurría nada.
Cerrando los ojos para escuchar atentamente el rumor que procedía de la autopista cercana, la
chica con nombre de país sonrió y dijo –Al final del muro que separa esta zona de la autopista
hay un hueco por el que se puede pasar. Je, je... La idea es situarnos en el borde de la calzada y
enseñar el culo a los coches que pasen mientras contamos hasta 20.
Jonathan se echó a reír al escuchar la idea. -¿En serio quieres hacer eso?
-Sí, ¿por qué no?
-De acuerdo- convino él poniendo en funcionamiento el motor y pensando en lo divertido que
iba a ser todo.
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El coche arrancó y Jonathan mantuvo una marcha tranquila alrededor de un minuto. Él e India
guardaron silencio mientras recorrían la extensa recta que les separaba de su destino hasta que
ella gritó de improviso -¡PARA! ¡Para el coche, rápido!
-¡Qué! ¡¿Qué pasa?!- se asustó Jonathan. -¡Dime!
Con voz hosca y pausada, India pidió -Aparca aquí mismo.
Cuando su amigo estacionó el vehículo junto a la acera, miró con preocupación y atentamente
el aspecto pétreo que había adquirido el rostro de ella y le preguntó -¿Qué pasa?
-Está ahí enfrente- dijo India sintiendo como sus entrañas hacían estragos.
-¿Quién?
-El chico que me gusta. Está dentro de aquel coche follando con su novia- añadió haciendo un
gesto con la cabeza que indicaba la dirección.
Jonathan dirigió su mirada hacia la indicación y divisó un pequeño Wolskvaguen granate en
el que se intuían dos personas abrazándose. -¿Estás segura de que es él?
-Sí, es la matrícula de su coche y además percibo sus greñas- aseguró India con pesar.
-Lo siento.
-No importa, ya sabía que tarde o temprano iba a toparme con algo así.
-¿Quieres que nos marchemos a casa?
-No. Vamos a esperar aquí hasta que terminen- decretó ella.
Sin entender, Jonathan preguntó -¿Por qué te quieres hacer esto?
Tomando una honda bocanada de aire, India contestó –Supongo que para intentar
concienciarme completamente de que es con ella con quien está, es con ella con quien comparte
su tiempo, es a ella a quien besa y es con ella con quien folla.
Es como si yo misma me estuviera cogiendo por el pelo y me dijese “¡Mira! ¡Mira eso, jodida
gilipollas! ¡A ver si te enteras de una puta vez!”
-Es cruel- opinó su amigo.
-Más cruel es haberme encontrado con esto- pronunció ella friamente. -Me siento traicionada,
sabes.
-Hace mucho que sabías que tiene novia.
-Ya, pero una cosa es saberlo y otra verlo con mis propios ojos. No sé qué cojones hace
flirteando conmigo mientras sale con ella.
-No te entiendo. ¿Estás enamorada de él?- quisó saber Jonathan ante el arranque de sinceridad
que se había efectuado por parte de India.
-¿De ese cabrón? Ni de coña- aseguró ella. –Una cosa es que me guste y otra que esté
enamorada.
-¿Cómo estás tan segura de eso?
Sin pensarlo, India respondió -Una persona sabe que está enamorada cuando sus ojos, su
corazón y sus genitales miran a la vez al mismo individuo. En mi caso, mis ojos suelen mirar a
cualquiera que esté bueno, mi corazón está ciego y a mi coño le es indiferente la de ese, la tuya o
la de quien venga con tal de que le dé morbo.
Él es sólo un capricho, sabes.
-Entonces, ¿por qué te estás aguantando las lágrimas?
-Porque odio que me pongan la miel en los labios si no me la van a dar y porque odio no
conseguir lo que deseo- dijo rabiosamente la chica con nombre de país para comprensión
absoluta de Jonathan que conocía el espíritu competitivo y ganador de su amiga.
Tras la aclaración, el silencio tomó el pequeño habitáculo y la desolación marchitó a India.
Jonathan, cerciorándose de la situación, ordenó - Sal del coche, tengo una idea.
-¿Qué?
-Sal y sígueme el juego.
Obedeciendo, India pisó de nuevo la calle y escuchó un largo pitido que Jonathan realizó con
el claxón.
-¿Qué haces?- preguntó ella muy sorprendida.
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Él, sin contestar, abandonó el vehículo, se acercó a India y le exigió –No cierres del todo los
ojos y observa su reacción.
-¿Qué reac-. Antes de que ella pudiese finalizar la pregunta, Jonathan la había interrumpido
con un apasionado beso y la había subidó al capó del coche. <<Ya entiendo>> pensó mientras
notaba cómo él empezaba a meterla mano.
El perfecto y previsible acto reflejo causado por la acción que Jonathan efectuó, sabedor de la
reacción que provocaría en el chico que le gustaba a India, se produjo 39 segundos después de
haber comenzado a besar a su amiga; el dueño del Wolskvaguen granate salió del coche y les
contempló estupefacto.
Ella, muy emocionada, anunció –¡Acaba de salir! ¡Acaba de salir! ¡Está afuera!
-¿Qué hace?- preguntó Jonathan sin dejar de sobar a una más que húmeda India.
-Nos está mirando.
-¡Ajá!- disfrutó él del resultado obtenido. -No se cree lo que está viendo el muy gilipollas.
Pues se va a enterar ese hijo de puta- dijo al tiempo que se agachaba y dejaba plenamente visible
a su amiga. –Te lo voy a comer en vivo y en directo sólo para sus incrédulos ojos.
-Ja, ja- se animó India al contemplar como el chico que le gustaba les observaba tan
horrorizado como ella se había quedado al verle a él con su novia. <<¿A que jode...?>> susurró
mientras se deleitaba con la venganza.
-¿Qué está pasando?- quiso saber Jonathan por debajo del vestido vaporoso que ahora le
cubría la cabeza.
India, abandonada ya al placer que le procuraba la lengua de su amigo, respondió sin fuerzas Lo primero: que yo estoy a punto de correrme, y lo segundo: que él se ha montado en el coche
dando un portazo al cerrar. Creo que se marcha.
Efectivamente, el chico que le gustaba hizo un breve comentario a su acompañante, se puso el
cinturón de seguridad, arrancó y aceleró violentamente echando un vistazo final a la pareja de
amigos y llevándose de recuerdo la cara de éxtasis de India antes de pasar de largo.
-¡DIOS!- exclamó ella tras el júbilo genital. -¡Esto ha sido GLORIOSO! ¡EL SEXO Y LA
VENGANZA DE LA MANO! ¡AAHAA!- emitió un alarido. -¡QUÉ CHUTAZO DE VIDA!
Jonathan, poniéndose de nuevo en pie, se limpió la boca con el brazo y sonrió satisfecho al
ver otra vez pletórica a su amiga.
-¡JONATHAN, TE QUIERO!- gritó India efusivamente al verle.
Lanzándose en un abrazo, él exclamó -¡Y YO A TI!-. Y ambos comenzaron a reír uno en
brazos del otro.
Después, con la celebración todavía palpitando, a ella se le ocurrió –Llévame a su barrio.
-¿Para qué y dónde está?- preguntó él recordando que al día siguiente partían de viaje.
-Ya lo veras. Está cerca del mío. Yo te indico.
-Es muy tarde- objetó Jonathan.
-No te preocupes.- le tranquilizó su amiga. -Va a ser rapidito.
El chico que le gustaba a India vivía en el número 4 de la no muy lejana calle Pablo Ruiz
Picasso. Cuando los dos amigos legaron allí y se apearon, India se acercó con un spray a la acera
de entrada del portal en donde residía el chaval y escribió sobre ella
Piensa en mí cuando
te la folles, mamonazo.
A continuación volvieron al coche y, justo en el instante en que desocupaban el hueco en
donde habían aparcado, el chico que le gustaba a India apareció.
-La ha llevado a casa- apuntó la creadora de la noche de rebelión mientras contemplaba con
regocijo la cara de sorpresa que se le quedaba al chaval al reconocerles de nuevo.
-Sí- estuvo de acuerdo Jonathan con la apreciación. -Bueno, pequeña. Ha sido una madrugada
larga e intensa, es el momento de volver a casa- anunció cambiando de marcha.
-Sí, ya va siendo hora de dormir. Los Pirineos y la aventura nos esperan- sentenció India muy
contenta pensando en que recordaría esa noche el resto de su vida.
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Waiting for James Dean
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Puedes pasar el resto de tu vida recordando una noche, un rostro, un olor, un acontecimiento,
una alegría o un temor. Mi recuerdo más hermoso siempre es el mismo.
Cada noche veo a Romeo y a Julieta desde mi balcón. Este nuevo Romeo y esta nueva Julieta
deben de tener más o menos la misma edad que nosotros entonces pero ellos, a diferencia
nuestra, se ven, se sienten y se besan a diario.
Él llega todas las noches sobre las once y se acerca a la ventana de un piso bajo que da a la
calle y ella aparece ahí pasados unos segundos; después juntos hablan y se besan a través de los
barrotes hasta alcanzar la madrugada.
Mirándoles pienso en James Dean y en aquellas tardes, también en mi nieta, en su novio Nico y
en lo enamorados que están.
Cuando alcanzas los ochenta y cuatro años y te das cuenta de que lo que te queda por vivir es
mucho menos que lo que has vivido ya, corres el riesgo de caer en la nostalgia y evaluar tu vida.
Mi vida ha estado siempre rodeada y llena de amor; primero del que mis padres se profesaron
constantemente y del que nos dieron a mis hermanas y a mí, después del que di y el que me dio
el hombre que fue mi esposo hasta que murió y, actualmente, llena del amor que le hemos dado a
nuestra familia y el que ella nos ha dado y me da.
Nunca he mentido ni exagerado cuando he dicho que he sido una persona dichosa y
afortunada prácticamente a lo largo de toda mi existencia, pero he de admitir que toda existencia,
por muy feliz que haya transcurrido, siempre lleva consigo y guarda algún pequeño secreto o
acontecimiento recóndito que regresa a la memoria en oleadas y que hace que te plantees cómo
hubiera discurrido el resto de tu vida si en un momento determinado, mientras estaba sucediendo
un hecho importante, hubieras actuado de forma contraria a como hiciste. Yo por supuesto no he
sido una excepción en ese sentido y reconozco que ese evento en mi biografía se llamó James
Dean.
James Dean fue el nombre del famoso y mítico actor de Hollywood con el que llamé al chico
que hace más de sesenta años hizo que mi corazón latiese desbocado cada vez que me cruzaba
con él.
A pesar de que aquellos fueron días de juventud hoy ya muy lejanos, todavía recuerdo a la
perfección cómo en esos tiempos mis padres estaban empeñados en mandarme a estudiar a
Inglaterra una buena temporada para que aprendiese correctamente el idioma de los Beatles. Aún
me parece escuchar cómo decidieron, antes de nada, que yo asistiera a clases intensivas de
lengua inglesa para no me sentirme desvalida cuando me enviasen a la isla.
Yo, que estaba loca por ver el mundo entero, me entusiasmé desde el primer momento con sus
intenciones y acepté de buen grado la didáctica propuesta así que, al poco tiempo, comencé a ir
tres veces por semana durante una hora; de cinco y media a seis y media, al domicilio de la
licenciada en filología inglesa Marcela Durán para recibir sus lecciones.
Ella, Marcela, vivía muy cerca de mi casa, en concreto al otro lado del Paseo de los Álamos, y
yo sólo tenía que emplear diez minutos andando para llegar a su morada.
Todas las tardes de lunes, miércoles y viernes de aquel invierno yo me dirigía tranquilamente
hacía allí, sobre las cinco y veinte, dispuesta a sacar el máximo partido a sus clases con vistas a
mi futura estancia en el país anglosajón al llegar el verano.
En muchas ocasiones, mientras caminaba hacia mi destino, la fantasía prodigiosa que
inundaba mi cerebro siendo joven, imaginaba cómo serían los días en Inglaterra, cómo me las
arreglaría cuando me hablasen y no entendiese algo y qué sensaciones tendría si finalmente iba a
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Londres y tenía la oportunidad de pasear por las orillas del Támesis, divisar el Big Ben o
curiosear en Portobello Road.
La verdad es que andaba tan ensimismada en mis pensamientos que tardé más de un mes en
reparar en su presencia.
Recuerdo que advertí que James Dean existía una tarde próxima a marzo en la que, yendo
hacía la casa de Marcela, me pregunté si encontraría muy diferente el aspecto de los chicos
ingleses comparado con el de los españoles. Porque a mí me habían contado que allá en
Inglaterra había gente con aspecto estrambótico y realmente desaliñado y, claro está, la cuestión
hizo que me fijara en los varones que encontraba a mi paso más de lo habitual para poder
comparar.
Aún puedo visualizar con total nitidez el momento en que le vi en la mitad del Paseo de los
Álamos andando en dirección contraria a la mía; llevaba un rictus tan serio e impenetrable que
pensé que el invierno se había convertido en carne y hueso.
Después, observándole disimuladamente un poco más, me dí cuenta de que parecía bastante
extraño aunque peculiarmente familiar. Sin duda fue aquel detalle el que provocó que, durante el
tramo restante hasta la morada de mi profesora de inglés, yo me preguntase con obstinación: <<
¿A quién me recuerda ese chico?>> sin obtener respuesta alguna.
Más tarde, entretenida por el aprendizaje, la insistente cuestión cesó y cuando regresé a casa
tras la clase, el asunto había quedado tan olvidado que tuvieron que transcurrir dos días, hasta
que a la misma hora, en el mismo paseo, volví a encontrarme con el semblante pétreo de aquel
chico para hacer que la duda que me había intrigado un par de jornadas antes, volviese a mi
cabeza con la misma fuerza: <<¿Me recuerda a alguien? Pero... ¿A QUIÉN?>>. Y de nuevo no
pude contestarme.
Es extraño pero, por algún motivo desconocido, aquella falta de respuesta inquietaba mi
mente. El vacío generado producía una insólita desazón que ansiaba ser calmada.
Por desgracia esa tarde, a la interrogación inicial, se añadió una nueva pregunta que no ayudó
en absoluto a saciar la avidez que despertaba la intriga: <<¿Han sido dos coincidencias fortuitas
o es que este chaval pasa por aquí los mismos días que yo?>> Porque solía recorrer el Paseo de
los Álamos tan abstraída que apenas me enteraba de lo que sucedía a mi alrededor.
¿Quién necesitaba una realidad imperfecta cuando en mi mente podía crear un mundo
maravilloso?
Siempre he sido una boba fantasiosa pero tengo que reconocer que si ha habido y hay algo
que verdaderamente ha logrado despertarme, sorprenderme e impresionarme a lo largo de la
vida, eso han sido, sin lugar a dudas, las coincidencias.
Dicen que nada sucede por casualidad y que cuando, frecuentemente, te encuentras con
alguien de manera impremeditada es porque esa persona y tú tenéis algo que deciros que puede
resultar revelador para uno de los dos o para ambos.
¿Cuál era el mensaje para nosotros?
Finalmente el transcurso de los días me confesó que las circunstancias provocaban encuentros
tres veces por semana. Gracias a ellos, pude examinar a conciencia el rostro de aquel chico y
averiguar la procedencia del eco que su imagen evocaba en mi recuerdo.
Una tarde en que la primavera se acercaba descaradamente, la voz de mi cerebro gritó mientras
me dirigía a la casa de Marcela: <<¡James Dean! ¡Sí! Me recuerda a James Dean en Rebelde sin
causa>>, y la respuesta generó tal conmoción en mi interior que dejé de andar y me quedé
inmóvil al tiempo que él pasaba a mi lado extrañado por la reacción que tuve. Esta reacción, que
a él debió parecerle una locura, se produjo de manera tan exagerada porque para mí, la figura y
el mito del actor habían pasado a formar parte de mi fascinación cuando vi por primera vez esa
película que se había convertido en mi favorita. De algún modo, en su día, yo me había sentido
identificada con los personajes, y la belleza del intérprete protagonista me había cautivado.
Y es que él realmente poseía un parecido extraordinario con la leyenda de Hollywood; el
mismo color de pelo, la misma forma de peinarse, los símiles rasgos faciales y el mismo aire
peculiar y magnético.
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Yo llevaba días notando cómo sensaciones desconcertantes tomaban vida dentro de mí, así
que supongo que no es de extrañar que la revelación se alzase como el detonante perfecto para
que al instante me sintiese platónicamente atraída. Pero... ¿me enamoré de él en ese momento?
No, un parecido nunca ha sido suficiente para seducirme. En realidad el encantamiento se
produjo durante los posteriores encuentros que se dieron y en los cuales, desde la tarde en que
conseguí nombrarle, adquirieron un matiz diferente y hechizante.
Ese matiz del que hablo fue el hecho de que, al aproximarnos cada vez que nos topábamos en el
Paseo de los Álamos, ambos comenzásemos a mirarnos directamente a los ojos y que, más tarde, yo
empezase a arreglarme antes de salir de casa y que él se presentase oliendo llamativamente a colonia.
Je, me acuerdo de lo excitante que era cerrar la puerta de casa a toda velocidad deseando
cruzarme con él después de haber transcurrido casi dos días sin vernos y de haber planteado,
hasta casi enloquecer, un millón de cuestiones relacionadas con su persona: <<¿Cuál será su
verdadero nombre? ¿Cuántos años tendrá? ¿Dónde vive? ¿A dónde se dirige cada vez que nos
vemos? ¿Se pone esa colonia de suave perfume para mí? ¿Se habrá dado cuenta de que me visto
así para él? ¿Pensará alguna vez en mí? ¿Es impresión mía o yo también le gusto?>>
Analizaba cada mínimo gesto, cada mirada, la intención de su expresión... Determinadas dudas
quedaban saciadas en el certero instante en el que nos alcanzábamos pero otras, en cambio,
permanecieron interrogantes eternamente.
Muchas veces a lo largo de mis ochenta y cuatro años me he preguntado por qué los seres
humanos somos capaces de interpretar lo que sucede en el interior de alguien con tan sólo
mirarle. También he evaluado las respuestas posibles sobre la importancia que ha tenido en mi
vida la información que han desprendido los ojos de quién he encontrado en mi camino y me he
planteado qué hubiera sido de mí si hubiese nacido ciega.
En aquel pasado de ensueño sus ojos se expresaban y los míos también lo hacían. Podía intuir
lo que estaba ocurriendo dentro de él porque sus reacciones eran semejantes a las que yo tenía; la
misma mirada fija y expectante durante la distancia, los mismos gestos nerviosos en el momento
justo en el que más próximos nos encontrábamos, la misma cabeza gacha debido a la timidez, la
misma mirada final con el cuello girado.
Cuanto más le veía, más le deseaba; y el deseo creció y creció y se convirtió en algo tan
obsesivo e incómodo que ya no me era suficiente verle durante el pequeño lapso que se producía
tres días a la semana, así que empecé a cruzar el Paseo de los Álamos a diario con la esperanza
de coincidir con él.
Nunca supe si me leyó el pensamiento o sencillamente las coincidencias siguieron su curso y
él se veía obligado a pasar por allí cada día a la misma hora, el caso es que, para mi suerte y mi
deseo, el resultado del nuevo movimiento que efectué fue óptimo; más instantes que compartir,
más encuentros de los que disfrutar.
Recuerdo que me hice una observación a mí misma; pensé que la historia había empezado fría
como el invierno en el que comenzó, se había templado con la primavera en la que nos
encontrábamos y si continuaba de aquel modo, al menos yo, acabaría ardiendo como el
mismísimo verano que inevitablemente llegaría.
<<¿Verano?>> me acordé de que para entonces yo me marcharía a Inglaterra y me asusté al darme
cuenta de lo que eso implicaba. <<No volver a verle>>. <<Pero aún estamos en primavera>> me
tranquilicé.
Y como ella misma me sentía yo: loca, ansiosa y llena de vida e inquietudes referentes a mi James
Dean particular. <<¿Le sucederá a él lo mismo?>> Me gustaba pensar que sí y hubiera apostado
afirmativamente por ello.
En esa época hubo un beso, un beso ante nosotros que nos hizo entristecer porque no éramos
los protagonistas de él. Se dio en una de las tardes en la que caminaba hacía casa de Marcela y en
la que, una chica y un chico de edad parecida a la nuestra, se besaron apasionadamente justo en
el momento en el que James Dean y yo nos habíamos situado a la misma altura.
Fue curiosa la reación simétrica que se produjo al contemplar aquel incidente romántico; lo
observamos, languidecimos, nos miramos a los ojos y nos dijimos con su silenciosa voz: <<Eso
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es exactamente lo que me gustaría hacer contigo>>. Después entristecimos y continuamos
caminando.
¿Cuáles son los motivos por los que las personas callamos cuando debemos hablar? ¿Cuál es
la respuesta para el misterio de dejar pasar la oportunidad en el instante preciso en el que
aparece? ¿Por qué aún sabiendo algo con certeza necesitamos que nos lo aseguren? ¿De dónde
surgen las barreras que restringen la libre demostración de lo que sentimos? Y lo más
importante: ¿Por qué ninguno de los dos se atrevió a decir nada?
Recuerdo que me quedaba literalmente en blanco y anulada cuando le veía y que luego me
regañaba por no haber sido capaz de pronunciar ni una palabra, ni un mísero hola.
Constantemente me instaba a exorcizar la timidez, los nervios paralizantes, el tumulto de
cuestiones que se agolpaba gritando en mi cerebro... Además a eso se añadía que tenía la
esperanza de que ocurriese algo por sí solo, que se presentase una oportunidad aún más evidente
de las que se sucedían o que él tomase la iniciativa de forzar un primer contacto verbal.
Pero el deseo, sino va acompañado de la acción, está abocado a vagar por el mundo como un
mero sueño. Y no había acción.
El tiempo pasaba y nada de lo que ansiaba ocurría. Así pues, antes de que consiguiese darme
cuenta y más rápido de lo que me temía, el verano llegó y con él el previsto y antiguamente
esperado viaje a Inglaterra.
Ni con un millón de palabras lograría dejar constancia de los nervios, el miedo y la tristeza
que irrumpieron dentro de mí ante lo que se me avecinaba.
Ya con los preparativos del viaje a finales de primavera me había inquietado mucho por el futuro
hecho de dejar de ver a James Dean. La reserva de billete, las lecciones intensivas, la propia
cotidianeidad de mi vida no habían logrado apartar mis pensamientos de semejante final con lo
que, desesperada, y a una semana antes de la marcha hacia tierras anglosajonas, me prometí algo;
me dije que en ese primer día de la semana, aún acongojada por la vergüenza y dejándome la
vida, hablaría con él y le confesaría todo lo que había estado ocurriendo dentro de mí en lo que
iba de año. También me advertí que si finalmente le escuchaba decir que él sentía lo mismo que
yo, hablaría con mis padres y anularía el viaje a Londres para que pudiéramos estar juntos y
recuperar el tiempo perdido.
Es sorprendente la determinación y la confianza que pueden surgir dentro de una persona
cuando se encuentra en una situación límite. Realmente estaba dispuesta a todo por él.
Proyectadas esas decisiones, aquel mismo lunes esperé con ansiedad el momento de dirigirme
al domicilio de Marcela con intención de cumplir lo que me había prometido. La espera a lo
largo de la jornada se me hizo eterna pero al llegar la hora, muy arreglada, salí veloz de casa, fui
hasta el Paseo de los Álamos y una vez allí, lo crucé como siempre encontrándome, en esta
ocasión, con una terrible variante: James Dean no apareció. <<¿Dónde se había metido?>>. No
podía ser verdad.
La mismísima Marcela notó mi turbación cuando entré en su casa. Me costó un gran esfuerzo
controlarme para no preocuparla; era la primera vez durante todos aquellos meses que no me
cruzaba con el chico de mis sueños y me desmoroné por completo. Pensé en una enfermedad, un
retraso, un acontecimiento imprevisto y hasta en la muerte. <<No puede ser>>. Lo peor de lo
ocurrido es que había sucedido el día en el que había decidido declararme. <<¿Por qué?>>
Afortunadamente conseguí tranquilizarme como buenamente pude hasta conseguir que un
destello de esperanza surgiera de la decepción. Recobré el aliento percatándorme de que aún
restaban seis días hasta mi marcha y de que en ese tiempo podría llevar a cabo mi promesa. Lo
malo es que en lo que quedaba de jornada, sólo podía invocar a la paciencia y esperar
acompañada por pensamientos inoportunos.
¿Cuán tediosa y larga puede resultar la demora para el que ansía que un momento preciso
llegue? ¿Por qué nuestra mente puede crear monstruos mientras dormimos y hacernos agonizar
presas de nuestros temores?
Apenas logré pegar ojo durante la noche que unía el lunes con el martes, y en los momentos
que lo hice, tuve pesadillas relacionadas con la impotencia que había sentido ante James Dean en
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decenas de ocasiones. En ellas se repetía una y otra vez la incapacidad experimentada ante el
deseo de entablar contacto con él; podía versele ante mí y a mí intentando hablar pero sin
conseguirlo porque mis labios estaban fuertemente pegados. En una nueva escena él se alejaba
cruzando el Paseo de los Álamos y yo corría a cámara lenta intentando alcanzarle sin éxito. En
otra yo esperaba y esperaba y él no aparecía, después se hacía de noche y sintiéndome
desesperada, intentaba emitir un alarido que resultaba inaudible a pesar de los esfuerzos que
realizaba por darle sonido.
Esta última pesadilla se hizo prácticamente realidad al llegar el momento que todos los rincones
de mi ser anhelaban.
Resulta paradójico ver cómo la vida por sí misma tiene el poder de hacernos escenificar
nuestros peores miedos y, en cambio, cómo sólo nosotros con nuestro humano empeño podemos
ser capaces de alcanzar aquellos sueños por los que suspiramos.
Ahí estaba por fin la tarde del martes. Ahí estaba de nuevo el Paseo de los Álamos. Ahí estaba
la hora que día tras día el destino había acordado. Ahí estaban también las expectativas y lo
prometido. Ahí estaba yo. Pero... ¿DÓNDE ESTABA ÉL?
Paseé; paseé teorizando enloquecedoramente de arriba a bajo y vuelta a empezar. Observé;
observé sin ver nada excepto el emergente vacío que se alzaba ante mí. Esperé; esperé una, dos,
tres horas hasta el anochecer. Y me marché; marché de vuelta a casa con el corazón encogido y
un universo de pesadumbre dificultando mi respiración compungida. ¿POR QUÉ NO HABÍA
APARECIDO?
Por el desconcierto de los sentimientos se paga un precio muy caro, si a esto añades la
incertidumbre del no saber, el abismo al que te enfrentas puede resultar letal.
¿Y si realmente había muerto? ¿Y si yo ya no le gustaba y él había decidido no volver a pasar
por allí en una buena temporada? ¿Y si había cambiado de horarios? ¿Y si se había cansado de la
situación? Quizás se había marchado a vivir a otro lugar. ¿Y si todo había sido un incidente sin
más al que yo había concedido demasiada importancia?
¿Dónde estaban las respuestas? ¿Quién las tenía?
Supongo que está de más decir que en la tarde del miércoles tampoco le encontré de camino a
la casa de mi profesora de inglés ni tampoco en la del jueves, en la del viernes ni en la del
sábado. Aún así, por supuesto, todas aquellas vísperas decidí aguardar con el desaliento
transformándose en una inmensa y recurrente tristeza.
Durante las interminables horas barajaba cualquier posibilidad. ¿Y si James Dean había cruzado
el paseo en los lapsos que mi cuerpo había hecho acto de presencia ante Marcela? ¿Y si era un
fantasma que sólo yo podía ver? ¿Y si todo era producto de una esquizofrenia? ¿Y si alguien nos
había soñado y aquel sueño reincidente había finalizado?
NO, no podía ser. La fantasía tiende a especular para mitigar el dolor que provoca la
ignorancia, pero yo sabía perfectamente lo que había ocurrido; los encuentros, las miradas con su
voz silenciosa, el deseo, la timidez, la atracción, las sensaciones no confesadas, las palabras
nunca dichas.
Mortificada ante la certeza de que no volvería a verle, en la mañana del domingo preparé mi
equipaje con desánimo y llorando decidí pasar la última tarde, antes de mi partida, sentada en
uno de los bancos del Paseo de los Álamos.
Allí esperé sin esperar nada, ¿o quizás sí? Abatida rememoré cada instante que se había dado
entre nosotros y me lamenté por la cobardía, el silencio y el final. Como si de una sentencia se
tratase, con una de las llaves de la puerta de casa, grabé en la madera del banco en el que estaba
sentada
WAITING FOR JAMES DEAN
Al día siguiente me marché a Inglaterra y nunca más volví a saber nada de él.
¿Existe un misterio en los sucesos extraordinarios de nuestras vidas que cada cual debe
encargarse de descubrir? ¿Son las palabras el medio más sencillo y hermoso de iluminar la
oscuridad? ¿Será cierto que tras las coincidencias se esconde un mensaje?
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Aguardar la oportunidad; ese es el peligro. Desear que ocurra algo por sí sólo es la trampa.
Esperar y esperar teniendo una vida por delante es la tentación colmada por el miedo a hacer el
ridículo. Refugiarse en la comodidad del silencio es un crimen para nuestra alma.
Finalmente sí que hubo un mensaje, al menos para mí.
Mis padres, que se amaron profundamente durante toda su vida, antes de morir dejaron como
última voluntad que en la lápida de su sepultura compartida hiciéramos inscribir:
SI EL AMOR ES VIDA, AMAD.
Yo, Clara, una mujer de ya ochenta y cuatro años que he creído siempre en el amor también
digo: Si el amor es vida, amad, pero amad sin esconderos, sin rodeos, sin demoras y sin miedo.
Amad EN VOZ ALTA. Amad.
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Epílogo
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¿Es cruel, es bella, es un sin sentido? ¿Es pecado y vanidad? ¿Es sexo o amor? ¿Es alma?
¿Es un misterio?
Yo no invento, inventar historias resultaría absurdo cuando tengo a mi disposición la vida.
La vida es un ente heterogéneo que funciona con la naturalidad y la lógica de uno homogéneo y
que lo llena, lo vacía, lo arrastra y lo transgrede todo, incluidos tú y yo.
En ella, en la mía, suceden cosas tan inverosímiles que nadie las creería jamás aunque yo jurase
y perjurase que son ciertas. Por ello he terminado convirtiéndome en una ladrona de la realidad
que transcribe los hechos para disfrute y desconcierto propio y ajeno.
¿He conseguido dar respuesta a alguna pregunta o he logrado plantear aún más?
Quién sabe...
Vive, observa y podrás contar; ese es un gran consejo, un consejo inherente a mí que a veces
pesa como una losa.
No lo olvidéis nunca; somos Sangre, Poesía, Freud y Filosofía, y no hay dios que pueda
cambiar eso.
Octubre 2006
Obra amparada bajo la Ley de la Propiedad Intelectual
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