COMUNICACIÓN CRISTIANA DE BIENES

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COMUNICACIÓN CRISTIANA DE BIENES
I. LA SAGRADA ESCRITURA
I. ANTIGUO TESTAMENTO
PRECEDENTES DE LA COMUNICACIÓN CRISTIANA DE BIENES
En el antiguo Israel había unas instituciones en las que nosotros podemos entrever hoy las bases de las
que se nutre la sensibilidad y la práctica cristiana de la comunicación de los bienes en la comunidad y
con los más necesitados.
«Recuerda el día del sábado para santifícarlo» (Éx 20,8-11). Estamos delante del cuarto
mandamiento del Decálogo con normas de conducta de la Antigua Alianza del Sinaí por la que Dios y
el pueblo de Moisés se pertenecen mutuamente y, de una forma definitiva y empiezan unas relaciones
que son el fundamento de un pueblo que va a ser portador de la salvación. En efecto, la Alianza del
Sinaí va a tener un carácter paradigmático en el sentido de que todas las tradiciones históricas de Israel
obtendrán en ella sentido, referencia, orientación, identidad y misión. Es una de las categorías nucleares
en la Sagrada Escritura. La palabra «sábado» deriva del verbo hebreo «shabat» que, más que idea de
reposo, tiene significado de plenitud y perfección, que nos conecta con el número «siete» y establece
una relación indudable y original entre esta cifra y la institución del sábado.La exigencia del sábado
viene dada por una doble motivación, teológica y social: por una parte es el día de reposo semanal, consagrado a Yahveh, que descansó el séptimo día de la creación (Gén 2,2-3) y, por otra parte, es el día
del descanso del trabajo de los hombres y de los animales (Éx 23,11; Dt 5,14).
La tradición de los años sabático y jubilar la podemos encontrar en el libro del Levítico que se escribe
en el tiempo del retorno del exilio de Babilonia, hacia el año 538 aC.: Así como el séptimo día de la
semana de la creación, el sábado, se descansaba, el calendario israelita obligaba también a descansar el
séptimo año de cada serie de siete; era el «año sabático», que pretendía mantener la tradición histórica
de la disponibilidad en todo a la voluntad de Dios, tanto del tiempo (historia) como del espacio
(territorio).
El «año jubilar» estaba también organizado en función de la estructura septenaria de la creación, pero
ahora se trata de «siete semanas de años», y al final del séptimo de los años sabáticos se celebraba
solemnemente como el año jubilar. Con ocasión de estas celebraciones se recomendaban prácticas de
generosidad y caridad como las siguientes:
1. El libro del Levítico (cap. 25,1-7) nos indica que, además de las personas, los campos también tenía
derecho a descansar para reconocer a Dios como único Señor de toda la creación: “Cuando entréis en la
tierra que yo os voy a dar, la tierra gozará del descanso del Señor. Durante siete años sembrarás tus
campos y durante seis años vendimiarás tus viñedos y recogerás sus cosechas. Pero el séptimo será el
año del descanso solemne para la tierra: el descanso del Señor. No sembrarás tus campos ni
vendimiarás tus viñas. Ni segarás el grano de ricio ni cortarás las uvas de cepas bordes. Es año de
descanso para la tierra. El descanso de la tierra os servirá de alimento a ti, a tu esclavo, a tu esclava, a
tu jornalero. a tu criado, y al emigrante que vive contigo. Se entera cosecha servirá de pasto a tu
ganado y a los animales salvajes” (Lv 25,1-7) La tierra gozará del descanso del Señor para que los
frutos que se produzcan espontáneamente sean para los necesitados. En esta práctica del barbecho
tenemos la primera de las claves del año sabático.
2. Una de las principales causas de la esclavitud eran las deudas que no podían ser pagadas por el
deudor. La condonación de las deudas para obtener de nuevo el don preciosos de la libertad, será
también una de las exigencias tanto del año sabático como del año jubilar “Cada siete años harás la
remisión. Así dice la ley sobre la remisión: Todo acreedor condonará la deuda del préstamo hecho a su
prójimo, no apremiarás a su prójimo, porque ha sido proclamada la remisión del Señor. Podrás
apremiar al extranjero, pero lo que hayas prestado a tu hermano lo condonarás” (Dt 15,1-3).
3. Además de la práctica del barbecho y de la remisión de las deudas, en el año sabático se exigía la
prohibición la práctica de la usura: “Si un hermano tuyo se arruina y no puede mantenerse, tu lo
sustentarás para que viva contigo. No le exigirás ni intereses, ni recargo. Respeta a tu Dios, y viva tu
hermano contigo. No le prestarás dinero a interés, ni impondrás recargo a su sustento”. (Lev 25,35-37).
Se rechaza así mismo la posibilidad de exigir intereses a los miembros de la propia tribu (Dt 23,20-21).
4. Otra de las exigencias jubilares era la obligación de liberar a los esclavos, que se encontraban en tal
situación como botín de guerra, o por ser deudores insolventes. Se recuperaba el don de la libertad y,
con ella, la dignidad de haber sido creado por Dios como señor de la creación: “Si un hermano tuyo se
arruina y se te vende, no lo trataras como esclavo, sino como jornalero o como criado. Trabajará
contigo hasta el año del jubileo, cuando él y sus hijos quedarán libres para retornar a su familia y
recobrar su propiedad paterna”. (Lev 25,39-41).
5. El año jubilar comportaba también la devolución de las propiedades cuando por alguna necesidad
un israelita había tenido que vender casas o fincas. En tal caso, en el año jubilar recuperaban la
propiedad sobre las mismas, evitando de esta manera los grandes latifundios. “La tierra no se vendará
sin derecho a retracto, porque es mía y en lo mío sois emigrantes y criados. Daréis posibilidad de
rescate a todas las tierras de vuestra propiedad”.(Lev 25,23-28)
6. En el tiempo prescrito por la ley debía proclamarse un año jubilar, que venía en ayuda de todos los
necesitados. “Cuando seguéis la mies de vuestras tierras, no desorillarás tu campo, ni espigarás
después de segar, se lo dejarás al pobre y al emigrante: Yo soy el Señor, vuestro Dios” (Lev 23,22).
Esto exigía un gobierno justo. La justicia, según la ley de Israel, consistía sobre todo en la protección
de los débiles, debiendo el rey distinguirse en ello “Así son los malvados: siempre seguros acumulan
riquezas. Entonces, ¿para qué purifico mi conciencia y me lavo las manos como inocente?” (Sal 72,
12-13).
Los presupuestos de estas tradiciones eran estrictamente teológicos, relacionados ante todo con la
acción creadora y providente de Dios. De hecho, era común convicción que sólo a Dios, como
Creador, correspondía el señorío sobre todo.
lo creado y en particular sobre la tierra (Lev 25,23). Si Dios, en su providencia, había dado la tierra a
los hombres, esto significaba que la había dado a todos los hombres. “Por ello las riquezas de la
creación se debían considerar como un bien común de toda la humanidad” (TMA 13)
La historia de Israel, sin embargo, parece más bien la historia de las infidelidades a estas exigencias,
hasta el punto de que el mismo Juan Pablo II reconocerá que “en gran parte los preceptos del año
jubilar no pasaron de ser una expectativa ideal, más una esperanza que una concreta realización,
estableciendo por otro lado un anuncio de futuro, un anuncio de la verdadera liberación que habría de
ser realizada por el Mesías venidero” (TMA, 13).
II. NUEVO TESTAMENTO
1. PRÁCTICA DE JESÚS
A) LA BOLSA COMÚN DE JESÚS Y LOS DOCE
… Lo que has de hacer hazlo pronto. Ninguno de los comensales comprendió por qué lo decía.
Algunos pensaron que, como Judas tenía la bolsa. Jesús le había encargado comprar lo necesario
para la fiesta o dar algo a los pobres: Nada más tomar el bocado, salió. Era de noche (Jn 13, 27-30)
B) MUJERES QUE ATENDÍAN A JESÚS Y A LOS DOCE
A continuación fue recorriendo ciudades y aldeas proclamando la buena noticia del reinado de Dios.
Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que había curado de espíritus inmundos y de
enfermedades. María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa,
mayordomo de Herodes, Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes. (Lc 8,1-3)
2. PRÁCTICA DE LA COMUNIDAD PRIMITIVA
A) LA COMUNICACIÓN INTRACOMUNITARIA
En el libro de los Hechos de los Apóstoles podemos encontrar dos sumarios que nos muestran de una
forma general la vida interna de la comunidad cristiana primitiva de Jerusalén.
San Lucas en estos sumarios sintetiza aquello que creía mas característico y significativo de la vida de
la Iglesia de aquellos tiempos y aquí es donde podemos encontrar las mas importantes prácticas sociocaritativas de los primeros cristianos.
1. PRIMER SUMARIO (2, 42-47)
(42) Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el
partir el pan y en las oraciones.
(43) Todo el mundo estaba impresionado por las muchas señales y prodigios que los apóstoles
realizaban. (44) Los creyentes vivían todos unidos y los tenían todo en común; (45) vendían
posesiones y bienes y lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno.
(46) A diario frecuentaban el templo en grupo; partían el pan en las casas y comían juntos alabando
a Dios con alegría y de todo corazón, siendo bien vistos de todo el pueblo; (47) y día tras día el Señor
iba agregando al grupo a los que se iban salvando”
Todo parece indicar que los vv. 42-43 nos refieren una tradición que determinaba los constituyentes
esenciales de la vida de la comunidad cristiana: La enseñanza de los apóstoles, la comunidad de vida, la
fracción del pan, la plegaria y los prodigios. Los vv. 44-47 no son más que un desarrollo de la mayoría
de los constituyentes reseñados.
a) La enseñanza de los apóstoles : Consistiría en la transmisión de las palabras del Jesús histórico
vinculadas a la Pascua y respecto de las cuestiones morales o de conducta que se fuesen planteando, al
mismo tiempo que contenidos doctrinales referidos a Cristología y Escatología. En esta enseñanza
habría mucha argumentación a partir de la sagrada Escritura. Frente a la enseñanza farisaica, la de los
apóstoles no sería una repetición meticulosa de tradiciones normativas para ser aplicadas a las diversas
situaciones de la vida, sino que más bien se trataría de poner de relieve que a la luz del acontecimiento
Cristo, ya se habría hecho visible la revelación salvífica del final de los tiempos.
b) La comunión de vida : No consistía en la comunión espontanea de gente animada por los mismos
sentimientos, con la finalidad de desarrollar el crecimiento del sentido religioso de cada individuo, sino
en la realidad concreta de una poderosa intervención salvífica sobre un colectivo de personas concreto.
La comunión (Koinonia) es en torno a Jesucristo que sigue viviendo en la comunidad generando vida
compartida, comunitaria, por medio del regalo permanente de la salvación.
c) La fracción del pan : Se trata de la celebración de la Eucaristía. En efecto, se debe admitir que el
comportamiento singular de Jesús durante la cena de la última noche fue aquello que siempre se
considera como una autorización expresa y la más fundamental para hacer presente la comunidad de
mesa de Jesús, hasta la segunda venida en la Parussía (Mc 14,25; 1Cor 11,26). En todo caso, la cena del
Señor fue el origen del desarrollo ulterior de una liturgia especificamente cristiana , independiente del
culto judío.
d) La plegaria: La oración de los primeros cristianos estaba vinculada a las costumbres judías; por
ejemplo, la plegaria de los salmos. No obstante, la experiencia del don del Espíritu Santo abrió un
horizonte de oración totalmente distinto y nuevo (Rm 8,15; Gál 4,46). Los cristianos podían mantener
con Dios un diálogo de tipo interpersonal, conscientes de que rezaban inspirados por el Espíritu de
Jesús. El modelo de plegaria pasó a ser el padrenuestro (Mt 6,9-13; Lc 11,2ss), signo de identidad y
pertenencia al grupo de Jesús.
e) Los prodigios: Los prodigios que hacían los apóstoles producían en el ambiente un temor
reverencial. El Nuevo Testamento nos ofrece muchos ejemplos de curaciones y de otros fenómenos
maravillosos que se daban en la primitiva comunidad. (Gál 3,5; Heb 2,4). Todo lo cual va a configurar
la imagen de la externa de la nueva comunidad. Los apóstoles eran especialmente considerados como
taumaturgos (Ac 3,1-10; 5,12-26; 2Cor 12,12).
Lucas interpreta la comunidad de vida mencionada en el v. 42, como una plena comunidad de bienes.
Quiere dar la impresión de que en Jerusalén era normal la renuncia a la propiedad privada y que los
miembros de la comunidad vivían de un fondo común. Lucas hace resonar ecos de alguna escuela
filosófica bien conocida; lo que realmente quiere indicar es que en la primitiva comunidad cristiana se
realiza plenamente esta situación, propuesta como ideal en amplios círculos de pensamiento coetáneo.
No obstante, la realidad debió de ser bastante diferente.
2. SEGUNDO SUMARIO ( 4, 32-35)
(32) En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y
nadie consideraba suyo nada de lo que tenía. (33) Los apóstoles daban testimonio de la resurrección
del Señor Jesús con mucha eficacia; (34) todos ellos eran muy bien mirados, porque entre ellos
ninguno pasaba necesidad, ya que los que poseían tierras o casas las vendían, llevaban el dinero y
(35) lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno”.
Esta representación de la comunidad cristiana de san Lucas es, sin duda una imagen ideal de los
primeros tiempos del cristianismo. Lucas describe la vida de la comunidad naciente con una serie de
características que en cualquier lector de cultura helenística despertarían recuerdos de una idea muy
extendida en esta filosofía popular de la época: La famosa utopía de un tiempo primordial de inocencia
perdida, pero que un día se recuperará en toda su integridad.
El modelo de un mundo sin las limitaciones de la propiedad privada, en el que todos posean “todo en
común” (panta koina), era fascinante. La misma formulación textual de Act. 2,44: Los creyentes vivían
todos unidos y lo tenían todo en común” y de Act 4, 32: … lo poseían todo en común y nadie
consideraba suyo nada de lo que tenía”, recuerda el proverbio de Aristóteles: “Entre amigos todo es
común” (Ética a Nicómaco 1168b).
Lo mismo se decía, con gran admiración, de algunos pueblos tan remotos como los bárbaros escitas,
entre los cuales aún continuaba vivo el ideal de los orígenes: “Su forma de vida es sóbria y nada
codiciosa: gobierna entre ellos un orden perfecto, porque todas sus posesiones son comunes…”
(Estrabón VII 3,9)
Séneca consideraba que en la tendencia a la propiedad privada se encontraba el pecado original que
introdujo la corrupción en el hombre y en el mundo que sería vencido por la predicación moral de los
filósofos (estoicos): “Los hombres dejaron de poseer todas las cosas en cuanto comenzaron a codiciar
la propiedad privada. Por el contrario los primeros hombres y sus sucesores obedecían,
incontaminados, la ley natural” (Epist. 90, 3ss)
Por último, el historiador judío Flavio Josefo presenta, al menos indirectamente, la comunidad de
bienes que practicaban los esenios, como cumplimiento de este ideal utópico (Bell. II 122)
Sin embargo, en Lucas podemos observar un sentido de responsabilidad histórica y de realismo
cuando presenta esta imagen ideal del cristianismo primitivo con cautela y reserva. Sería normal que,
de acuerdo con las ideas de la filosofía popular de su tiempo, describa la iglesia inicial como una
especie de comunidad de propietarios y productores, rigurosamente organizada y regida por un duro
estatuto legal; pero no es así. Por eso, está fuera de lugar la expresión de E. Troeltsch “comunismo de
amor”. En realidad, esta expresión ignora que Lucas no habla de una socialización de los medios de
producción, ni de una administración común de la economía, ni de un ingenuismo sectario,
simplemente dice que los propietarios vendían sus propiedades, con la finalidad de colaborar a la
manutención de las necesidades. Los particulares ponían sus propiedades a disposición de la
comunidad con total libertad y según lo requerían las exigencias del momento, considerando las
contribuciones como espontáneas. Desde este perspectiva es como mejor se aprecia la diferencia
radical entre esta imagen del cristianismo primitivo y la comunidad de bienes practicada por los esenios
de Qumran. Esta última constituía todo un sistema complejo y perfectamente coordinado de
administración económica colectiva y de productividad, sobre la base de una ausencia absoluta de
propiedad privada y personal. Quien entraba a la comunidad estaba obligado a dar su fortuna a la
colectividad, además de trabajar para el grupo; quien no cumplía estas normas recibía una seria
penalización. Con el producto del trabajo del campo y otras actividades manuales se mantenían las
necesidades de la comunidad.
El modelo de comunidad representado por Lucas tiene mucho de verdad histórica, aunque existe una
contradicción entre las afirmaciones referidas al grupo en general (2,44 y 4,32) y los casos particulares
de Bernabé (4,36) y Ananías y Safira (5,1-11) que nos dan a entender que no todos los miembros de la
comunidad vendían sus posesiones; pero esta contradicción no es absoluta, sino únicamente relativa.
En efecto, según Act 5,1ss, la venta del campo de Ananías fue una iniciativa totalmente libre, pero de
ninguna manera extraordinaria, como se deduce del contexto. Igualmente, en la mención de Bernabé
(Act. 4,36ss) no se hace referencia a una caso especial, sino que probablemente es un ejemplo
concreto, que se ha conservado en la tradición por su carácter biográfico de uno de los personajes más
significativos de la comunidad de Antioquía.
El modelo histórico de comunión de bienes de Jerusalén adquiere perfiles bien definidos si
consideramos los siguientes factores que contribuyeron a su configuración:
a) Situación externa de los cristianos de Jerusalén
Los discípulos de Jesús, galileos de origen , abandonaron su país, después de la Pascua y se
trasladaron a Jerusalén. Como eran pescadores y labradores de profesión, con frecuencia, se
encontraban sin recursos económicos en la ciudad, por lo que era natural que los miembros del
colectivo de cristianos residentes en Jerusalén se hiciesen cargo de ellos. Al mismo tiempo, estos
extranjeros inmigrados de Galilea, por el hecho de haber abandonado las posesiones que allí tenían,
constituían para los residentes en Jerusalén un testimonio de generosidad que les influiría
poderosamente. Las nuevas y sorprendentes condiciones de vida de los cristianos estimularían la
improvisación y la creatividad.
b) El modelo de atención a los pobres de los fariseos
Siempre desde el punto de vista externo, se podría haber producido una adaptación al modelo de
atención a los pobres practicado por los fariseos. Por eso, se supone que durante las comidas
comunitarias se haría una colecta, como era costumbre en la sinagoga, con motivo de alguna promesa
pública que se daba a conocer en presencia de toda la asamblea.
c) El ambiente apocalíptico
Un factor importante tuvo que ser el ambiente de expectación escatológica que había en la comunidad,
pero que no aparece explícitamente en Lucas, dado el carácter de su obra. Para una gente que esperaba
la llegada inminente y definitiva del Señor después de las apariciones del Resucitado, cualquier
previsión en orden a garantizar la subsistencia era irrelevante. Nadie tenía dificultades en poner a
disposición de los necesitados, según lo requería la situación, los medios materiales de que disponía
porque, ¿qué mejor uso de los bienes materiales que utilizarlos para salvar la distancia que les separaba
de la inminente Parussia? Esta expectación apocalíptica explica, por una parte, la libertad y la
espontaneidad de la donación y, por otra, la evidente falta de una planificación económica a largo
plazo.
d) El impulso de la tradición sobre Jesús
El factor más decisivo hemos de buscarlo en el impulso que encontraba la comunidad en la tradición
sobre Jesús. Jesús había renunciado a toda posesión personal, había criticado la riqueza (Lc 6,24;
16,19-31; Mc 10,23ss), había hecho una seria advertencia sobre los agobios y ansiedades de la vida (Mt
6,11.25ss); y este testimonio continuaba influyendo sobre la comunidad. Es cierto que Jesús no exigió
la renuncia total a sus seguidores, sino únicamente a los íntimos, a los que había llamado a una
consagración al servicio del Reino de Dios (Lc 9,3; 10,4), y cualquier tipo de rigorismo ascético fue
ajeno a su mentalidad (Mt 11,19; Lc 7,34); pero la comunidad primitiva no podía pasar por alto la
posición crítica de Jesús respecto de las posesiones.
Para Jesús, la propiedad constituye un peligro, porque tiene el riesgo de convertirse en un medio para
defenderse de las radicales exigencias de Dios. El rico es presa fácil de la fascinación de un poder que
le aleja de Dios (Lc 12,16-21), porque le induce a querer tomar posesión del mundo entero para él
mismo, en lugar de dejarse a Dios y el prójimo. La comunidad primitiva no solo lleva adelante el
desprendimiento de Jesús respecto de las propiedades, sino que, con la comunidad de bienes, intenta
poner en práctica una forma de vida en la que los bienes materiales, en cuanto don de Dios, pudiesen
unir y no dividir.
Desde fuera el experimento fue un fracaso. Ya en Act 5,1-11 (Ananías y Safira) caen las sombras
sobre esta imagen idílica de los orígenes; y, más adelante, Act 6,1ss (desatención a las viudas de los
helenistas), el panorama se hará más oscuro. Es necesario reconocer que hubo muchas dificultades que
no se pueden atribuir únicamente a la improvisación de los primeros tiempos, sino también a las
particularidades sociológicas de la comunidad de Jerusalén y a la situación general de Palestina (la gran
carestía mencionada en Ac 11, 28). De hecho, otras comunidades tuvieron que movilizarse a base de
colectas, para ayudar a la comunidad de Jerusalén; pero, a pesar de todo, es claro que los cristianos de
Jerusalén, nunca abandonaron su convicción de ser realmente “los pobres” (Gál 2,10; Rm 15,26).
Con todo, el hecho de que Lucas presente aquí la comunión de bienes como un ideal significa que esta
concepción sigue la línea, tan marcada en toda su obra, de la crítica a la riqueza (Lc 1,51; 6,24; 16,13;
etc). Lucas es el autor neotestamentario que insiste con más fuerza en la pregunta ¿cuál es la verdadera
actitud delante de la propiedad y las posesiones? Una pregunta que se sigue haciendo la Iglesia.
3. DOS CASOS CONCRETOS (4,36; 5,1-11)
Para documentar esta imagen desidealizada de la comunidad de bienes, Lucas añade dos episodios
concretos totalmente diferentes en cuanto a la forma y el contenido.
a) El caso de Bernabé (4,36)
(36) José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé (es decir, Consolado), que era clérigo judío y
natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el importe y lo puso a disposición de los
apóstoles.
Se trata de un breve apunte biográfico sobre Bernabé. Lucas lo tomó de sus fuentes antioquenas, con
la intención de reproducir en su obra lo que se contaba en Antioquía sobre los antecedentes de Bernabé,
figura central en los orígenes de aquella comunidad cristiana. La noticia se reduce a la participación de
Bernabé, mediante una iniciativa ejemplar, en el admirable experimento de la comunidad de bienes
practicada por los cristianos de Jerusalén.
b) El caso de Ananías y Safira (5, 1-11)
(1) En cambio, un tal Ananías vendió una propiedad de acuerdo con su mujer, Safira, y a sabiendas
de ella, retuvo parte del precio y puso el resto a disposición de los apóstoles…
Este hecho refleja una experiencia fundamental de la Iglesia primitiva, que va a causar una profunda
preocupación y perplejidad, precisamente por considerarse ella misma como la definitiva comunidad de
salvación, bajo la guía del Espíritu Santo. El hecho de que hubiese miembros que aceptaban las normas
comunitarias solo externamente y con hipocresía, pero que internamente no estaban dispuestos a una
donación total y sin reservas, constituyó una dura experiencia.
Este hecho supondría un enorme perplejidad porque se percibe un evidente rigorismo difícilmente
compatible con el evangelio de la misericordia de Jesús (Ananías cayó al suelo y expiró…(Safira) en el
acto cayó a sus pies y expiró) y que, tal vez, por eso mismo, no hizo escuela en el desarrollo posterior
de la disciplina eclesiástica en el cristianismo primitivo.
Además, tendría como consecuencia la alerta crítica de la pretensión de que la Iglesia debe de ser en
la tierra la perfecta comunidad salvífica donde no existen pecadores y la asunción responsable de que la
Iglesia tiene que seguir viviendo con el pecado y la hipocresía ubicadas en su interior y dejar para el
futuro el juicio que separa el trigo de la cizaña. (Mt 13, 37-43)
4. LOS SIETE SERVIDORES DE LA MESA (6,1-7)
(1) Por entonces, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de
lengua hebrea; decían que en el suministro diario descuidaban sus viudas.(2) Los apóstoles
convocaron el pleno de los discípulos y les dijeron:
-No está bien que nosotros desatendamos el mensaje de Dios por servir a la mesa. (3) Por tanto,
hermanos, escoged entre vosotros a siete hombres de buena fama, dotados de espíritu y habilidad y les
encargaremos esta tarea…
(5) …eligieron a Esteban…a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás… (6) Se los
presentaron a los apóstoles y ellos, imponiéndoles las manos, oraron…
Este relato refleja una de las transformaciones más trascendentales de la historia del cristianismo
primitivo, es decir, el nacimiento en Jerusalén de una comunidad autónoma compuesta por judeocristianos de cultura helenística. No se trata únicamente de la instauración de un servicio comunitario
que viniese en ayuda pastoral de los apóstoles en la vida de la comunidad cristiana.
En este sentido se puede verificar como los ‘Siete’, encargados de servir a las mesas, en adelante se
dedican más bien a la proclamación de la palabra. En efecto, Esteban (7,1ss) y Felipe (8,4-8) hacen lo
mismo que los apóstoles. Su predicación es más crítica con el Templo, con la Ley de Moisés y el sector
fariseo, que la de Pedro y los apóstoles (6,14). La persecución contra la comunidad (8,1) por la
controversia de Esteban se dirige hacia el grupo helenista ; los Doce y el grupo de lengua aramea no
fueron molestados.
Los helenistas son judíos de la diáspora, de lengua griega, convertidos al cristianismo (2,5ss) y tenían
sinagogas propias en Jerusalén (6,9; 24,12). Los hebreos son judíos de Palestina que hablan arameo
(Flp 3,5; 2ªCor 11,22).
La dificultad que se planteó con motivo de los pobres, puede ser una consecuencia de la vida
independiente que podrían llevar los dos grupos.
Lo bien cierto es que en suministro diario de alimentos se perjudicaba a las viudas helenistas ya que
hemos de considerar que muchos judios de la diáspora, profundamente religiosos, iban a Jerusalén a
pasar los últimos años de su vida, porque deseaban ser enterrados allí. Muchas de sus viudas no tenían
ningún pariente que les pudiera ayudar y parece que no eran consideradas como sujeto de ayuda. La
misma comunidad actuaba más por actitudes espontaneistas y entusiásticas que con criterio de
planificación y organización social.
Los Doce convocaron inmediatamente una asamblea de la comunidad. Dos instancias eclesiales
orgánicas se constituyeron: de una parte, los Doce, de otra la Asamblea Comunitaria. Los Doce,
después de convocar la Asamblea, presentan la propuesta; la Asamblea designa, por elección, los
responsables de este servicio comunitario.
La asistencia a los pobres debe de encomendarse a partir de ahora a un servicio especial. Eso no
quiere decir que los Apóstoles, por la sobrecarga de trabajo, renuncien a una función desarrollada hasta
ahora por ellos y que excluyan de su ministerio un nuevo servicio. Más bien lo que se indica es que los
apóstoles no pueden asumir de ahora en adelante un servicio añadido, exigido por las circunstancias,
sin descuidar el campo de acción que les es propio, el ministerio de la Palabra. La fórmula, “ministerio
de la Palabra”, es indudablemente de Lucas, en contraposición con la fórmula “servir a la mesa”,
originada en la tradición que caracterizaba la función de caridad. Más aún, probablemente estemos en
lo cierto si admitimos que Lucas da una importancia de primer plano a la palabra servicio (diakonia),
porque está pensando en el ministerio diaconal que estaba normalizado en su Iglesia proveniente del
paganismo (Flp 1,2; 1Tim 3,8.12). Lucas parece que no interpreta el nombramiento de los “Siete”
como fundamento directo de la institución posterior del diaconado y, por eso, evita el uso de la palabra
“diáconos”; con todo, aprovecha la ocasión para indicar a sus destinatarios la necesidad y el sentido del
ministerio diaconal. El relato de este acontecimiento da luz al desarrollo posterior, aunque sin
establecer una relación causal entre ambos momentos.
La institución de este servicio se hace mediante la oración y la imposición de las manos de parte de
los apóstoles. Es una costumbre de los judíos (Nm 27, 28) que confiere la misión que capacita para el
cumplimiento del ministerio y, al mismo tiempo, el don de la sabiduría necesaria para ponerlo en
práctica. Ahora bien, si se tratatase de una ordenación sacramental, se echan de menos elementos
esenciales de este rito como son la transmisión de la tradición de los apóstoles (2Tim 2,2) y la
profesión de fe del ordenado en presencia de toda la comunidad (1Tim 6,12). Se trata de un acto en el
que se expresa claramente la estructura fundamental de todos los ministerios comunitarios. Es el
cumplimiento la norma fundamental de Jesús encomendada a la Iglesia que consiste en servir.
B) LA COMUNICACIÓN INTERCOMUNITARIA
1. LA COLECTA DE ANTIOQUÍA A FAVOR DE JERUSALÉN (11,27-30)
(27) Por entonces bajaron a Antioquía unos profetas de Jerusalén. (28) Uno de ellos llamado Agabo,
movido por el Espíritu, se puso en pie y anunció que iba a haber una gran carestía en todo el mundo
(sucedió en tiempo de Claudio). (29) Los discípulos acordaron enviar un subsidio, según los recursos
de cada uno, a los hermanos que vivían en Judea: (30) así lo hicieron enviándolo a los responsables
por medio de Bernabé y Saulo”.
Este relato hace referencia a la época de la actividad de Bernabé en Antioquía, es decir, el tiempo que
transcurrió entre la fundación de la comunidad y el Concilio de Jerusalén. Bernabé procedía de la
comunidad de Jerusalén y tuvo que estar interesado en establecer contactos entre su comunidad de
origen y los cristianos de Antioquía. Además, Bernabé habría sido uno de los pioneros de la comunión
de bienes que se practicaba en Jerusalén (4,36ss). Es muy posible que intentase que la experiencia de
compartir los bienes y la experiencia de la asistencia a los necesitados propia de la comunidad de
Jerusalén sirviese de orientación a la diaconía de la comunidad de Antioquía. Con esta colecta
antioquena, Bernabé marcaba el camino para la gran colecta que más tarde el Concilio de Jerusalén
impondría como obligatoria a toda la Iglesia de los gentiles: … Santiago, Cefas y Juan, que eran
considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mi (Pablo) y a Bernabé:
nostros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos: sólo que nosotros debíamos tener presentes
a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero (Gál 2,9-10)
Lucas vincula la colecta a la profecía de Agabo respecto del gran hambre generalizado durante la
visita del profeta a la comunidad de Antioquía. Esta es la primera vez que en el libro de los Hechos de
los Apóstoles aparecían directamente unos profetas que tuvieron gran importancia en la comunidad
antioquena en relación al fenómeno carismático. La función que aquí se les asigna de revelar el futuro
no es la más importante, ya que lo fundamental es anunciar la voluntad del Señor glorificado, con toda
su vigencia para el tiempo presente (Ap 1,3; 19,10), dar voz a las instrucciones del Espíritu (Act 11,28)
y, desvelar y descubrir los secretos del corazón humano (1Cor 14,24ss). Tal vez el anuncio de la
carestía por boca de Agabo originariamente estaba relacionada con el anuncio de las angustias del final
de los tiempos que se consideraba inminente (Mc 13,8; Mt 24,7; Lc 21,22; Ap 18,8)
La frase sucedió en tiempo de Claudio quiere dejar constancia de que la profecía de Agabo se cumplió
realmente.
De acuerdo con el modelo de comunión de bienes que se practicaba en Jerusalén, tampoco aquí, en
Antioquía se impone ninguna obligación a nadie en particular. Sobre la base de una actitud responsable
respecto de los hermanos, se deja a la libre decisión personal la cantidad con la que cada cual desea
colaborar. La palabra griega diakonía, significa literalmente servicio y en el Nuevo Testamento tiene
generalmente el significado concreto de servicio mutuo, según la norma establecida por Jesús para los
suyos (Mc 10,45; Lc 22,27; Rm 12,7; 1Cor 12,5; 2Cor 4,1; 5,18; 6,3… . Tanto aquí como en Pablo
(2Cor 8,4; 9,1.12s) aparece como término técnico referido a la colecta; todo lo cual implica que la idea
de servicio, inculcado por Jesús a su comunidad, se realiza en la mutua ayuda material entre los
cristianos. (ROLOF, J. Hechos de Apóstoles. Ed. Cristiandad. Madrid. 1984)
2. LA COLECTA DE LOS CORINTIOS A FAVOR DE JERUSALÉN (2ª Cor 8.9)
(8) (1) Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.
(2) Pues, aunque probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza han
desbordado en tesoros de generosidad. (3) Porque atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre
sus posibilidades, espontáneamente (4) nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar en el
servicio en bien de los santos.
(5) Y superando nuestras esperanzas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a
nosotros, por voluntad de Dios, (6) de forma que rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros
esta generosidad, tal como la había comenzado. (7) Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en
palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en
esta generosidad.
(8) No es una orden; sólo quiero, mediante el interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra
caridad. (9) Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por
vosotros se hizo pobre a fin de que os enriqueciérais con su pobreza.
(10) Os doy un consejo sobre el particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año
pasado habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar la iniciativa. (11)
Ahora llevadla también a cabo, de forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la
realización conforme a vuestras posibilidades. (12) Pues si hay prontitud de voluntad es bien acogida
con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene. (13) No que paséis apuros para que otros tengan
abundancia, sino con igualdad. (14) Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que
la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad, (15) como dice
la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.
(16) ¡Gracias sean dadas a Dios, que pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!, (17)
pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia iniciativa fue donde vosotros. (18) Con él
enviamos al hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.
(19) Y no sólo eso, sino que fue designado por elección de todas las Iglesias como compañero nuestro
de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria del mismo Señor, por iniciativa
nuestra. (20) Así evitaremos todo motivo de reproche por esta abundante suma que administramos;
(21) pues procuramos el bien no sólo ante el Señor sino también ante los hombres. (22) Con ellos os
enviamos también al hermano nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de
muchas maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en vosotros. (23)En
cuanto a Tito, es compañero y colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos,
son los delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.
(24) Mostrad, pues, ante la faz de las Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto
de vosotros.
(9) (1) En cuanto a este servicio en favor de los santos, me es superfluo escribiros. (2) Conozco, en
efecto, vuestra prontitud de ánimo, de la que me glorío ante los macedonios diciéndoles que Acaya está
preparada desde el año pasado. Y vuestro celo ha estimulado a muchísimos.
(3) No obstante, os envío a los hermanos para que nuestro motivo de gloria respecto de vosotros no
se desvanezca en este particular y estéis preparados como os decía. (4) No sea que vayan los
macedonios conmigo y os encuentren sin prepararos, y nuestra gran confianza se torne en confusión
nuestra, por no decir vuestra. (5) Por tanto, he creído necesario rogar a los hermanos que vayan antes
donde vosotros y preparen de antemano vuestros ya anunciados generosos dones, a fin de que sean
preparados como dones generosos y no como una tacañería.
(6) Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en
abundancia, cosechará también en abundancia. (7) Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no
de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. (8) Y poderoso es Dios para colmaros
de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para
toda obra buena.
9) Como está escrito: Repartió a manos llenas; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente.
(10) Aquel que provee de simiente al sembrador y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará
vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia. (11) Sois ricos en todo para toda
largueza, la cual provocará por nuestro medio acciones de gracias a Dios. (12) Porque el servicio de
esta ofrenda no sólo provee a las necesidades de los santos, sino que redunda también en abundantes
acciones de gracias a Dios.
(13) Experimentando este servicio, glorifican a Dios por vuestra obediencia en la profesión del
Evangelio de Cristo y por la generosidad de vuestra comunión con ellos y con todos. (14) Y con su
oración por vosotros, manifiestan su gran afecto hacia vosotros a causa de la gracia sobreabundante
que en vosotros ha derramado Dios. (15) ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!
Esta colecta tiene una gran importancia en la vida del apóstol. Pablo se había obligado a ella en el
Concilio de Jerusalén. En efecto en la asamblea conciliar se acordó en palabras de Pablo que
solamente nos pideron que nos acordemos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con gran
solicitud (Gál 2,10). La preocupación por la colecta aparecerá en varias ocasiones en sus cartas (1Cor
16,1-3; Rm 15,25-26). Aquí le dedica dos capítulos. Pablo comenzó a organizar esta colecta en Acaya
en los comienzos del tercer viaje apostólico (1 Cor 16, 1).
Hay tres motivos que le dan importancia a estra colecta: 1º La necesidad extrema de los ‘santos’ de
Jerusalén (Act 11, 27-30); la colecta sería un signo visible de solidaridad entre los heleno-cristianos y
los judeo-cristianos a quienes les unía una misma fe. 2º La colecta sería una prueba de que la autoridad
apostólica de Pablo se había restablecido definitivamente en Corinto ante los judaizantes que le ven
como poco respetuoso de la ley de Moisés. 3º Con esta solidaridad con los hermanos de Jerusalén
Pablo quiere mostrar su plena comunión con aquella Iglesia y los Doce.
En el capítulo 8 recomienda la colecta y designa a los delegados para hacerla. Los cristianos
macedonios (Tesalónica, Filipos …) han sido muy generosos y los cristianos de Corinto deben imitar
esta generosidad a ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos. Por otra parte, no se trata de
empobrecer a nadie: lo supefluo de unos remediará la necesidad perentoria de los otros, estableciendo
una igualdad muy al estilo del ideal ético de la equidistancia de la cultura moral griega. Los delegados
para la colecta son Tito y otros dos a los que no menciona por su nombre; el primero es, sin duda,
Lucas; el otro no puede identificarse.
El capítulo 9 es otra recomendación en el mismo sentido. Los corintios deben organizar con prontitud
la colecta para demostrar a los macedonios que Pablo tenía razón al gloriarse de ellos y de su
solidaridad. Deben dar con generosidad, pues dar es sembrar y la cosecha, el día de la Parussía, será
proporcionada a la actual sementera: Quien dé con abundancia, recibirá de Dios con abundancia.
Además la colecta es una especie de sacrificio litúrgico y, finalmente, les valdrá la estima y la unión
con sus hermanos de origen judío
II. SUGRENCIAS DE LOS SANTOS PADRES
… Lo que los apóstoles transmitieron (Tradición) comprende todo lo necesario para una vida santa y
para una fe creciente del Pueblo de Dios, así la Iglesia en su enseñanza, en su vida y culto conserva y
transmite a todas las edades lo que es y lo que cree.
… Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas
van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora (DV 8)
La Tradición y la Escritura están estrechamente uniddas y compenetradas; mana de la misma fuente,
se unen en un mismo caudal, corren hacia un misma fin. La Sagra Escritura es la Palabra de Dios, en
cuanto escrita por inspiración de Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios,
encomendada por Cristo y por el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores;
para que ellos iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan
fielmente en su predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de
todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción (DV 9)
SIGLO II-III
El testimonio ejemplar de los Hechos de los Apóstoles sobre la forma de comunicar los bienes en la
comunidad de Jerusalén, siguió siendo el ideal de los cristianos en los dos primeros siglos del
cristianismo para financiar las necesidades de la Iglesia y la atención a los pobres.
Clemente romano afirma con claridad que el fuerte cuide del débil y el débil respete al fuerte; el rico
suministre al pobre y el pobre dé gracias a Dios, que le deparó quien remedie su necesidad … (Carta a
los Corintios, 38,2)
Por su parte, en esta misma linea, el Pastor de Hermas invita a los creyentes así: Haz el bien a todos
los necesitados del producto de los trabajos que Dios te ha concedido, sin preocuparte de saber a
quién das y a quién no das; da a todos; porque Dios quiere que todo el mundo se aproveche de sus
propios beneficios (El Pastor, 27,4)
Para ellos se trata no solo de compartirlo todo,sino más bien de mantener una actitud fraternal, tal y
como la que ha de reinar entre los que han realizado un nuevo nacimiento en el bautismo. Se han hecho
hermanos al ser hijos de un mismo Padre.
El fuerte ha de cuidar del débil y el rico ha de asistir al pobre. La Didajé recomienda por su parte
repartir generosamente los bienes entre los miembros de una ‘fraternidad’ de pobres. Deduce sus
instrucciones de una especie de ‘regla de los pobres’ que circulaba por el mundo judío y que exigía a
sus adeptos la puesta en común de los bienes. Añadía a ello ciertas consignas sobre la hospitalidad
vigentes entre todos los cristianos y, ante todo con los que se entregaban a la proclamación de la buena
nueva: Acogida sí, pero atentos a desenmascarar a los que se portaban como traficantes de Cristo.
(12,5). A falta de profetas, serán los pobres los que gozen de hospitalidad y de las limosnas, pero
dejándole a cada uno la medida de su don: Retira las primicias de tu peculio, de tu ropa y de cualquier
otro bien según tu juicio, y entrégalas según tu mandato’ (13,7)
No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Si adquieres algo por el
trabajo de tus manos, de ello como rescate por tus pecados. No vacilarás en dar, ni murmurás
mientras das, pues has de saber quién es el buen recompensador de tus limosnas. No rechazarás al
necesitado, sino que comunicarás en todo con tu hermano y de nada dirás que es tuyo propio. Pues si
os comunicáis en los bienes inmortales, ¿cuánto más en los mortales? (Didajé, 4,5-8)
La Carta de Bernabé deduce de los escritos del Manual de Disciplina la obligación de poner los bienes
en común. El autor se inspira en las costumbres del Qumrán o el gran referente de la comunidad de
Jerusalén: Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo y no dirás que las cosas son tuyas propias,
pues si en lo imperecedero sois participes en común ¡cuánto más en lo perecedero!...
No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar … No vacilarás en dar, ni
cuando des murmurarás, sino que conocerás quién es el buen pagador de tu galardón. Guardarás lo
que recibiste, sin añadir ni quitar cosa cosa … (Carta de Bernabé 19,8-11)
Los apologistas, como Justino, ven en la comunidad de bienes una de las manifestaciones de la
conversión a la fe cristiana, un cambio de corazón: Amábamos y buscábamos sobre todo eel dinero y
las posesiones; hoy ponemos en común lo que tenemos y lo compartimos con los pobres (Primera
Apología 14,2).
El autor de la Carta a Diogneto sitúa en la imitación de Dios el fundamento mismo del don generoso.
El que da los bienes recibidos de Dios se convierte en un imitador de Dios. La conversión supone de
hecho un deseo de compartir, una voluntad de reproducir la generosidad de Dios, de quien proceden
todos los bienes: Ahora que has conocido a Dios Padre. ¿de qué alegría piensas que serás colmado?
¿O como amarás a quién hasta tal extremo te ha amado antes a tí? Y cuando le ames te convertirás en
imitador de su bondad … Porque no está la felicidad en dominar tiránicamente sobre nuestro prójimo,
ni en querer estar por encima de los más débiles, ni en enriquecerse y violentar a los necesitados … El
que toma sobre sí la carga de su prójimo; el que está pronto a hacer bien a su inferior en aquello
justamente en que él es superior; el que suministrándo a los necsitados lo mismo que él recibió de
Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano, es es el verdadero imitador de Dios (Carta a
Diogneto 11,3-6)
En tiempos del Papa Cornelio la Iglesia de Roma atendía a mil quinientas viudas y necesitados. La
Didascalia recomienda: Acuérdate de los pobres, tómales de la mano a aliméntalos (XIV); y poco más
tarde afirma: Si uno de los cristianos cae en la orfandad, tanto si es niño como niña, convendrá que
uno de los hermanos que no tiene hijos, lo tome como hijo, y si ya tiene algún hijo, que tome a la joven
y se la dé por esposa, cuando llegue el tiempo, para coronar su obra en el servicio de Dios (XVII)
SIGLOS IV-V
Hacia el año 300, la comunidad cristiana era el grupo mayor y mejor organizado en Alejandría y
Antioquía. El antagonismo Iglesia-Imperio perdía progresivamente su intransigencia. Los últimos
apologetas, Lactancio y Eusebio de Cesarea, proclamaban que el cristianismo era la única esperanza
para salvar al Imperio.Las causas del triunfo final de la evangelización cristiana son muchas.
(1) Ante todo, la fe inquebrantable y la fuerza moral de los cristianos, su valor ante la tortura y la
muerte, adimrado incluso por sus peores enemigos, Luciano de Samosata, Marco Aurelio, Galieno,
Celso.
(2) Por otra parte, la solidaridad de los cristianos no tenía rival; lacomunidad asumía el cuidado de las
viudas, los huérfanos, los ancianos y rescataba a los prisioneros de los piratas. Durante las epidemias y
los asedios que sufrían las ciudades, los cristianos eran los únicos que curaban a los heridos y
sepultaban a los muertos. Para todos los desarraigados del Imperio, para las multitudes que sufrían
desamparo, para las víctimas de la alienación cultural y social, la Iglesia era la única esperanza de
hallar una identidad y recuperar el sentido de la existencia.
(3) Al no existir barreras sociales, raciales o culturales, cualquiere podía hacerse miembro de aquella
sociedad optimista y paardójica en que un poderoso ciudadano, chambelán del emperador, se postraba
ante un obispo que quizá era un antiguo esclavo suyo. Es muy probable que cualquier otra sociedad
histórica haya conocido ni antes ni después el equivalente de esta igualdad, caridad y de este amor
fraterno que se vivían en las comunidades cristianas de los cuatro primeros siglos.
(4) La innovación más inesperada, que además tuvo notables consecuencias en la historia religiosa,
cultural y social de Europa, fue el monacato, caracterizado por el alejamiento del mundo y una dura
ascesis. Este fenómeno apareció de manera independiente durante el siglo III no sólo en Egipto, como
se creía hasta hace poco, sino también en Palestina, en Siria y en Mesopotamia. San Antonio funda el
monacato egipcio, pero fue Pacomio el que organizó la vida monástica en el desierto de Tebaida
(donde finales del siglo IV había unos siete mil monjes). El notable prestigio de los monjes es
consecuencia de su victoria sobre los demonios, del dominio que ejercen sobre las fieras, de su
capacidad de inclinar con sus plegarias la voluntad de Dios y de su valor para oponerse a ciertas
decisiones del emperador. (Elíade, M. Historia de las creencias y de las ideas religiosas. Cristiandad.
Madrid. Tomo II. Págs. 399-400
Epifanio de Salamina compuso una suma de herejías antiguas (Panarion, botiquín de medicinas). Allí
nos presenta la secta de los ‘apostólicos’ que renunciaban al matrimonio y a la propiedad. Epifanio no
les reprocha la práctica de la pobreza y la abstención del matrimonio, sino el que quieran imponer su
estilo de vida todos los cristianos: La Iglesia posee la castidad y no condena la vida conyugal; la
iglesia posee la pobreza y no se levanta contra los que tienen justamente riquezas y han heredado de
sus padres, a fin de sustentarse ellos y los pobres … La barca de la Iglesia recoge toda categoría de
pasajeros, excepto a los ladrones y piratas (Panarión, herejía 61)
Basilio de Cesarea no se contenta con defender en sus homilías la causa de los pobres, sino que
aparece como uno de los primeros organizadores de la ayuda caritativa. Apnas nombrado obispo,
funda el establecimiento al que en el siglo V batizaron con su nombre ‘Basiliada’. Planteado al
principio como hospedería o posada detinada a acoger a los forasteros y vagabundos, proyecto
desemboca en un conjunto de construcciones que forman una verdadera ciudad de los pobres, hasta el
punto de desplazar el centro de la actividad ciudadana. Basilio tuvo que justificar ante su amigo Elías,
gobernador de la provincia, su proyecto de ‘Basiliada’: ¿A quién perjudicamos construyendo posadas
para los forasteros, para todos los que viajan y para todos los que necesitan cuidado cuando están
enfermos? Había que establecer lo que era necesario para su atención, enfermeros, médicos, bestias
de carga, acompañantes. También fue necesario añadir a ello los oficios que son necesarios para la
vida y todos los que se han inventado para segurar una existencia decente; y además, otras casas,
preparadas para los trabajos; todo eso supone un progreso para la localidad y un motivo de orgullo
para nuestro gobernador, ya que los elogios recaen sobre él. (Carta 94)
Juan Crisostomo se planteó la cuestión del origen de las riquezas. Admite la honestidad de los bienes
adquiridos por el trabajo y por la cría de ganado. Jacob recibió la recompensa de sus esfuerzos. Incluso
Abrahán fue enriquecido directamente por Dios. Pero la acumulación de bienes procede muchas veces
de la injusticia. En efecto, al principio Dios creó la tierra para todos. Hoy algunos poseen inmensas
propiedades mientras que otros no poseen nada; esto es indamisible. El obispo de Constantinopla
denuncia las fortunas considerables que no han podido obtenerse sin injusticia, ya que se rozan con
miserias innumerables, impidendo al pobre el poseer el más pequeño lote de tierra. Condena la
propiedad que se basa en el robo y no en la bendición de Dios.
Por otra parte, desde el referente ejemplar de la práctica paulina propone a sus cristianos una medida
muy práctica para compartir los bienes con los necesitados, la caja de los pobres: … siguiendo el
consejo del bienaventurado Pablo, pongamos en nuestra casa la caja de los pobres. Puede estar en el
lugar que tienes para hacer oración y, cuando entres para orar, deposita antes tu limosna y manda
luego a Dios tu plegaria; y, como no te resignarías a orar sin haberte lavado las manos, así tampoco
sin depositar tu limosna (1 Co h. 43, 4).
San Gregorio Magno, cuya influencia habría de marcar todo la teología moral del siglo VII, compuso
un tratado que sería muchímas veces en la posteridad. Son normas y pautas para los pastores. Empieza
su razonamiento sobre la riqueza hablando del destino que se debe dar a los bienes. De ahí concluye
que los que poseen tienen que procurar lo necesario a los que que carecen de ellos. Podría ser la
primera encíclica social. Aportamos el texto en el que describe las actitudes cristianas de quien
comunica bienes: A los que ya reparten misericordiosamente lo que poseen, se les debe advertir que se
reconozcan como administradores de los recursos temporales puestos por el Señor de los cielos, y que
se comporten con humildad, conforme saben que no es suyo lo que reparten. Y que, considerando que
han sido puestos en el ministerio de aquellos que deben distribuir los bienes recibidos, de ninguna
manera debe hinchar la soberbia de su espíritu, antes bien deben sentir temor. Por lo cual es necesario
que reflexionen con solicitud para que no distribuyan indignamnente lo encomendado, a fin de que no
presten ayuda a quien no deben dar nada y no dejen sin ayudar a quien deben hacerlo; a fin de que
tampoco den mucho a quien deben dar poco, ni poco a quienes deben dar mucho. También es
necesario que no den inútilmente, por precipitación, lo que reparten, ni causen daño a los que piden
por su demasiada tardanza, que no les domine la intención de recibir recompensa, ni el deseo de
alabanzas pasajeras extinga el mérito del don; ni hagan el bien con tristeza que anula el don ofrecido;
ni se dejen llevar, más de lo que conviene, de la alegría en las buenas obras; ni se atribuyan algo a si
cuando cumplieron rectamente todas las cosas, no sea que, después de haberío consumado todo, lo
pierdan todo (S. Gregorio Magno, Regla pastoral 3, 20).
Una de las instituciones que llegará hasta la Alta Edad Media es la matrícula de lo pobres. Creada en
el Oriente egipcio en siglo IV era una especie de oficina de beneficencia que funcionaba en toda la
parte oriental del Imperio con el nombre de ’diaconía’. Los monasterios la extendieron por occidente.
En Africay en Italia,emn el siglo V, el término griego cedesu lugar a la palabra ‘matricula’, es decir,
lista o registro. Organizada en Roma por León Magno y Gelasio, la matrícula se extiende en el siglo VI
por todas las ciudades y poblaciones mayores de las Galias.
Esta institución se encarga de los pobres válidos, pero sin trabajo, de las mujeres sin recursos, sobre
todo viudas. Pero se trata sólo de una minoría de pobres, inscritos en una lista, a los que puede
considerarse privilegiados: 40 en ka catedral de Autun o de Reims, 726 en Metz, para todas las Iglesias
de la ciudad y de sus suburbios.
Estos pobres son llamados los ‘pobres de Cristo’. Alojados en una casa llamada matrícula o mansio
pauperum , ellos pasan a llamarse matriculari. La Iglesia les da casa, comida y vestido. Los fieles les
dan también limosna. Los matriculari llegan a representar un papel importante en la elección de los
obispos, ya que un criterio de selección es la disposición de recursos para atender a estas instituciones
y la población se mostraba partidaria de estas personas ricas y generosas. Cuando Carlos Martel
interviene en la imposición de obispos partidarios suyos se le llamará ‘ladrón de los bienes de los
pobres’ por intervenir en la elección al margen de los intereses de la mismos pobres. En esta época,
siglo IX, los matriculari se han convertido en sevidores de las Iglesia y los verdaderos pobres andan
desarraigados por los campos y lo único que les queda es llamar a la puerta de los monasterios
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