La Soria de Antonio Machado: hartos de mirar sin ver

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•
al
encuentro
“Las ascuas mortecinas
del horizonte humean…
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas”
•
HARTOS DE MIRAR SIN VER
“¡Álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!”
Ermita de San
Saturio,
a orillas del
Duero, testigo
de innumerables
paseos
de Machado.
“Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban…”
són, Soria, siempre que te
escuche el caminante, tendrás el sonido de la visión nueva.
SORIA
LA
DE ANTONIO MACHADO
Han transcurrido cien años desde que Antonio Machado llegara a Soria para hacerse cargo de la
cátedra de francés en el instituto. Así que viene a cuento mirar la capital castellana, quizás con
los ojos de otro Juan de Mairena, un siglo después. Y si no, al fin y al cabo, el Duero sigue
corriendo hacia el mar por los campos de Castilla.
Texto y fotos: J. ORTIZ
F
UE en mayo de 1907
cuando
Machado
puso rumbo a la estación de tren soriana,
siempre sobre la madera
de su vagón de tercera. Na-
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ció en la capital andaluza,
cierto que llenó su tierna
infancia de recuerdos de
un patio de Sevilla y un
huerto claro en el que madura el limonero, pero a
los ocho años se trasladó
a Madrid con su familia y
allí se hizo el Machado
adolescente y joven. Tras
viajar a París un par de
veces, y codearse con figuras como Oscar Wilde,
Pío Baroja, Rubén Darío
o Jean Moréas, obtuvo la
Cátedra de Lengua Francesa del Instituto General
y Técnico de Soria. Co-
mienzan así los cinco años
que orientaron sus ojos y
su corazón hacia lo esencial castellano.
Será necesario citar,
para mirar esta Soria del
siglo XXI sin falsos velos, al alter ego filosófico
de Machado, Juan de
Mairena: “no olvidemos
que, precisamente, es el
tiempo (el tiempo vital del
poeta con su propia vibración) lo que el poeta pretende intemporalizar, digámoslo con toda pompa:
eternizar. El poema que
no tenga muy marcado el
acento temporal estará
más cerca de la lógica que
de la lírica”. Por eso los
campos de Castilla y los
de Soria, el viejo arco de
ballesta del Duero, el ol-
mo hendido por el rayo o
los caminos –¿a dónde el
camino irá?–, por más
que sean los mismos que
eternizó –con toda pompa, de acuerdo– el poeta,
no se podrán ver con ojos
de su tiempo, sino con el
acento propio, aún recordando a Machado, de
quien hace camino por
las mismas calles y tierras. Los mismos rincones, tiempos diferentes;
como la guitarra de me-
Tiempo para mirar. El primer curso escolar del
nuevo catedrático de
francés empieza en octubre. Sólo tiene dos clases
al día, una quincena en
total de alumnos adolescentes de trece o catorce
años, y mucho tiempo para pasear la ciudad y fijarse en sus gentes. Su tiempo libre discurre por la
Dehesa –así conocen los
sorianos a la Alameda de
Cervantes, pulmón verde
de la ciudad–, alguna parada en el casino Amistad
de la calle Collado, caminata hasta el paseo entre
San Polo y San Saturio y,
en fin, las clases que desinteresadamente –si es
que dedicar tiempo a instruir a los más desfavorecidos es desinterés– impartía en la Escuela de
Artes y Oficios.
A pocos metros de la
puerta de su pensión, camino de la Dehesa, está
la Plaza de Ramón Benito Arceña, que fue y sigue siendo para muchos
la Plaza de Herradores.
Allí vivieron los hermanos Bécquer y allí se gestaron leyendas de Gustavo Adolfo como “El Rayo
de Luna” o “El Monte de
la Ánimas”, ambas situadas en Soria. ¿Alguien se
anima a descubrir, entre
el bullicioso tapeo que
hoy puebla la plaza, las
sensaciones del profesor
de francés recién llegado
intentando revivir los
sentimientos de un Bécquer, también sevillano,
que unos años antes había puesto paisajes castellanos a su literatura?
Antiguo
convento de los
jesuitas, en 1907
era el Instituto
General Técnico.
Desde los años
sesenta se llama
como quien
fuera su
profesor de
francés.
Amor quinceañero. Soria,
para Machado, es seguramente sinónimo de Leonor. En diciembre, aunque quizá ya la había visto antes, conoce a Leonor
Izquierdo: trece años
ella, treinta y dos él. Era
sobrina de los patrones
de su primera pensión, la
de la calle Collado, e hija
de los que se quedaron en
aquella fecha con el negocio y lo trasladaron a la
calle Estudios. A él le debió enamorar el espíritu
infantil –¡qué otro cabría
esperar!– de ella, pero
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PÚBLICA 79
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al
encuentro
“Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!”
•
“No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores”.
emocionante verle empujar la silla de ruedas a
diario, camino del lugar,
colmándola de cuidados.
Él habría dado mil vidas
por la suya, pero en agosto de 1912 se rompió el
hilo entre los dos. Machado no lo soportó y abandonó Soria ocho días
después.
también seguramente la
sensibilidad hacia lo que
escribía. A ella le gustó,
seguro, el aura de profesor dedicado –en marzo
de 1908 le nombraron vicerrector del Instituto–,
su capacidad de observación, sus poemas, su amable condescendencia con
sus actitudes niñas. Y ambos soñaron que iban por
la blanca vereda, en medio
del campo verde, hacia el
azul de las sierras, hacia
los montes azules, una mañana serena.
Paseo hasta San Saturio arriba, calle Zapatería
abajo, calle Collado arriba, Plaza Mayor abajo…
Ya compartían la misma
casa, pero los amores de
entonces nacían en los
paseos, quizá en las miradas furtivas, sí; pero sólo
miradas. Por eso alguna
amiga dejó caer que algún joven barbero hacía
“tilín” a la niña –¿trucos
de adolescente?– Ay, si la
niña que yo quiero preferirá casarse, con el mocito
barbero. Ganó el profesor
poeta.
La boda entre Antonio y Leonor tuvo lugar
en julio de 1909 y se celebró en Santa María la
Mayor, no sin provocar
algunos desacuerdos sociales en aquella Soria
fría de principios del siglo XX por la diferencia
de edades. Dos años más
tarde ambos viajan a París merced a una beca de
estudios del profesor.
Ella vuelve enferma de
tuberculosis a Soria.
Le recomiendan aire
seco y limpio. Él lo encuentra, paseo del Mirón
adelante, en Los Cuatro
Vientos. Decían, quienes
les vivieron, que resultaba
Escritura
80 PÚBLICA
Hombre sensible. Así que,
algún posterior homenaje
al margen, la relación Soria-Leonor con Antonio
Machado tiene cinco años
de vigencia en cronos y
muchos más –Baeza, Segovia, Madrid, Valencia,
Collioure– en el recuerdo.
Dice de sí mismo que es
hombre extraordinariamente sensible al lugar en
que vive. Y añade que la
geografía, las tradiciones,
las costumbres de las poblaciones por donde pasa,
le impresionan profundamente y dejan huella en su
espíritu.
No debe preguntarse el
lector si, en sentido contrario, Machado dejó huella en Soria. Intelectualmente sí; quizá también
geográficamente. Pero la
ciudad y los campos pisados por el poeta tienen la
impronta de lo temporal y
ya se sabe lo que dejó dicho Juan de Mairena. Claro que, ¿importa acaso para versificar de nuevo Soria? El propio Antonio
–cien años mediante– lo
habría hecho para evitar
la tristeza de volver sobre
nuestra obra, que no proviene de la conciencia de lo
mucho logrado, sino de lo
mucho que renunciemos a
acometer.
Cabe pues, señor profesor de francés, hacer
ese camino suyo desde la
primera pensión hasta el
Instituto por la calle del
mismo nombre, quizás
haciendo unos metros
más allá hasta la Iglesia
de Santo Domingo para
contemplar las cuatro
magníficas arquivoltas y
esa broma románica de
los tres Reyes Magos durmiendo en una misma cama. Y volver luego por la
calle Estudios abajo, pasar delante del mercado y
moverse por Collado hasta el casino de la Amistad, a compartir café con
los hombres que no son de
ayer ni de mañana.
La tarde, buen Antonio, es propicia para bajar por Zapatería y Real,
con la Iglesia de San Nicolás y la Concatedral de
San Pedro –bello claustro– al paso, para desembocar en San Agustín,
cruzar el puente sobre el
Duero y dirigirse hacia
San Polo, primero, cruzar
los dos arcos paralelos del
antiguo monasterio y enfilar la alameda hacia
San Saturio, más hermoso, si cabe, cuando el sol
naranja del atardecer ilumina su fachada más flu-
“He vuelto a ver los álamos dorados
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas”
Olmo seco en la Iglesia del Espino, anexa
al cementerio en el que está la tumba de Leonor Izquierdo.
Dos arcos del Monasterio de San Polo abren paso a la ribera que lleva hasta
San Saturio y que puede considerarse el lugar machadiano por excelencia.
vial. Habrá bullicio en el
camino, risas de jóvenes
posiblemente; y ecos de
muchas Leonores y muchos Antonios que han
hecho el mismo camino
decenas, cientos de veces,
sonriendo al amor unos,
encontrando las palabras
para fotografiar ese Duero que corre terso y mudo,
mansamente, otros.
Algún día también, vicerrector Machado, en el
camino de vuelta desde
San Saturio cabe un breve paseo hasta San Juan,
cuyos arcos del viejo
claustro impactan por su
variedad de formas y a
los que Gerardo Diego
–también profesor en el
mismo instituto, años
más tarde– dedicó sus
versos. Al frente, mirando por encima del Río, el
monte de la Ánimas que
Bécquer convirtió en leyenda. ¡Cuánta inspiración contagia desde ese
rincón de sus aguas el
Duero!
La Plaza Mayor, entre
alegrías y penas, tiene su
rincón en la esquina de
Santa María la Mayor:
boda un mes de julio y
funeral dos agostos más
tarde… Amada, el aura
dice tu pura veste blanca.
El reloj y la campana siguen presidiendo la Casa de la Ciudad –antes
Audiencia- y el Ayuntamiento, antigua Diputación de los Doce Linajes,
mantiene también su escudo heráldico mirando
de reojo a la viajera
Fuente de los Leones.
El Camino de la Santa
Cruz, que parte de San
Pedro y lleva hasta El
Mirón –¡cuánta pena rodó monte arriba!–, se
mantiene como siempre:
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PÚBLICA 81
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al
encuentro
•
“Agua transparente y muda
que enorme muro de piedra,
donde los buitres anidan
y el eco duerme, rodea”
Laguna Negra,
en los Picos
de Urbión,
elemento
esencial en
la leyenda de
“La tierra de
Alvargonzález”.
INFORMACIÓN
Patronato Provincial
de Turismo
C/ Caballeros, 17
42003 – Soria
Tel.: 975 220 511
[email protected]
www.sorianitelaimaginas.com
www.centenariomachadoensoria.org
ALOJAMIENTO
RUTA SORIA
Hotel y mesón Leonor ****
Paseo del Mirón, s/n
42005 - Soria
Tel.: 975 220 250
Soria y el Duero desde
Los Cuatro Vientos, muy cerca
de El Mirón, donde el poeta
llevaba a su esposa enferma
para tomar aire puro.
[email protected]
http://www.hotel-leonor.com
Restaurante Casa Augusto
Plaza Mayor, 5
42001 - Soria
Tel.: 975 213 041
[email protected]
www.casaaugusto.com
RUTA “ALVARGONZÁLEZ”
Casa Rural Quinta de San Jorge
C/ Única, s/n
42156 – El Quintanarejo (Vinuesa)
Tel.: 975 378 293
www.quintasanjorge.com
El Balcón del Brezal
C/ Única, s/n
42156 – El Quintanarejo (Vinuesa)
Tel.: 975 378 293
por él no pasa el tiempo. Y
al lado de la Ermita, a
unos metros de Los Cuatro Vientos, un nuevo edificio dedicado a acoger a
los viajeros lleva el nombre de Leonor. Sí se puede
decir aquí que la huella
del amor, más que la de
poeta, quedó marcada en
este mirador del Duero.
Tierra de Alvargonzález.
El Duero emocionó a Antonio Machado hasta el
punto de querer ver su
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82 PÚBLICA
“¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda”
nacimiento, de adentrarse en los Picos de Urbión
y las poblaciones de su
entorno para conocer esa
otra Soria. Es posible
imaginar a un Machado
feliz y enamorado, poco
antes de comenzar el curso de 1910, que se embarca en una excursión a las
fuentes del Río. Cidones,
Vinuesa, Covaleda, La
Laguna Negra –el sondarla inútil fuera, que la
laguna es insondable–,
tormentas, conversacio-
nes… Paisaje y paisanaje
que hacen posible “La
Tierra de Alvargonzález”, ora prosa ora verso,
porque el profesor vivió
y sintió aquel ambiente
con toda intensidad. Subí
al Urbión, al nacimiento
del Duero. Hice excursiones a Salas, escenario de
la trágica leyenda de los
Infantes. Y de allí nació el
poema de Alvargonzález.
Quien lo camine hoy
no se perderá: está todo
bien señalizado. Se pue-
den hacer por separado
los dos ramales que circundan a la Laguna Negra: siempre desde Vinuesa, por un lado, Salduero, Covaleda, Duruelo
y, poco más adelante,
una pista forestal para
llegar a la Fuente de Berro; por otro lado, hacia
Santa Inés para, cerca de
Quintanarejo, seguir la
ruta que lleva hasta la
Laguna. De este modo se
habrá llegado por ambos
lados a la “insondable”.
Otra alternativa, que necesita coche de apoyo, es
ir por uno cualquiera de
los lados y, ya sea desde
la Fuente del Berro o desde la Laguna Negra, para
ver las Fuentes del Duero
en un entorno magnífico
y descender por el otro…
Campos de Soria, al fin,
capaces de llenar el alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
■
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