Precios y cambio agrícola durante el primer tercio del siglo XX

Anuncio
Precios y cambio agrícola durante
el primer tercio del siglo XX
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
Universidad de Barcelona
El desarrollo de la agricultura catalana (y española) durante la época contemporánea
se ha visto fuertemente condicionado y, además, determinado por circunstancias que
podríamos denominar externas. En este sentido hay que advertir que los grandes elementos condicionantes -o determinantes- de las transformaciones experimentadas por
la agricultura son, fundamentalmente, tres, sin que el orden de su enumeración implique, necesariamente, ningún tipo de ponderación jerárquica, sino que se encuentran
estrechamente interrelacionadas: 1) en primer lugar, la Revolución Liberal comportó
cambios muy profundos tanto por lo que respecta a la distribución de la renta -liquidación
de las prestaciones feudales, reforma del sistema fiscal...-, como a la abolición del
sistema intervencionista característico del Antiguo Régimen en relación a la producción
y circulación del producto agrario, que dio lugar a una agricultura de tipo capitalista
fundamentada en la propiedad privada de la tierra y en la creación de las condiciones
para que el producto pudiera adquirir valor de cambio de forma ilimitada, transformación que se debe considerar externa a la voluntad del campesinado o, al menos, a la de
buena parte de éste, dado que se tuvo que imponer a través de una sangrienta guerra
civil; 2) en segundo lugar, en el transcurso de este príodo se experimentó una transformación cualitativa de los medios de transporte -que consistió en la construcción de la
red ferroviaria, en la mejora de las carreteras, en el desarrollo de la marina de vapor...que implicó una enorme disminución de los gastos de circulación, lo cual contribuyó a
multiplicarlas posibilidades de comercialización del producto agrario y de especialización
de los cultivos; pero hay que tener en cuenta que, este proceso ha anulado, en gran
parte, el efecto protector que habían comportado, ancestralmente, los elevados gastos de
transporte y, por consiguiente, el sector quedó sometido a la acción de una creciente
competencia exterior procedente, incluso, de países de Ultramar; y 3) en tercer lugar,
el hecho de que la Cataluña del siglo XIX registrara la reanudación de un proceso de
industrialización, iniciado durante el siglo anterior, lo cual afectó la evolución del sector
agrario por diversas causas: la materialización de una política económica que respondía,
79
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
básicamente, a los intereses del sector industrial y que condicionó enormemente el
desarrollo agrario; el crecimiento de la población urbana vinculada a actividades secundarias o terciarias que comportó la aparición de demandas que significaron oportunidades de crecimiento agrario por la vía de la especialización; la presencia de una
industria con un nivel de salarios que influyó, más o menos intensamente, según zonas,
sobre los salarios rurales...
Respecto a esta cuestión, observaremos que el sector agrícola ha desempeñado históricamente un papel esencial en la configuración del proceso de industrialización, y se
ha señalado que sus aportaciones en este sentido han sido:
l. Un aumento de la producción agraria --conseguido, fundamentalmente, por vía intensiva, es decir, a través de incrementos de los rendimientos y de la productividad
del sector- que ha posibilitado alimentar una población creciente ocupada en actividades no agrarias, ya sea directamente mediante la producción excedentaria de
productos alimenticios: cereales, carne... destinados a cubrir las demandas del mercado interior, como en el caso inglés, o indirectamente a través de procesos de
especialización susceptibles de generar un notable volumen de exportaciones -por
ejemplo de vino o de derivados de éste- que han ofrecido un amplio margen de
cobertura para financiar la importación de productos alimenticios básicos: cereales,
pesca salada, etc.
2. La liberalización de mano de obra que se incorporó como fuerza de trabajo a los
otros sectores productivos y, fundamentalmente, a la industria, lo cual evitó que se
produjeran tensiones alcistas pronunciadas -sobre todo en momentos de coyuntura
expansiva- en el mercado de trabajo de las ciudades industriales que habrían repercutido negativamente sobre los costes y sobre el desarrollo de la demanda de productos manufacturados, sin que estas transferencias de fuerza de trabajo implicasen,
en principio al menos, que la población activa vinculada al sector agrario disminuyera en términos absolutos.
3. Una fuente de acumulación de capital que se invirtió, en una proporción considerable, según parece, en la financiación de otros sectores, aunque las vías a través de
las cuales se ha producido esta transferencia de recursos son diversas y complejas:
mediante la inversión de las rentas acumuladas por la clase terrateniente en la financiación de empresas industriales y de servicios -que en el caso de la Cataluña
contemporánea no fue, posiblemente, negligible; por vía fiscal, es decir, que el
Estado orientase la inversión de aquella parte del gasto presupuestario que se convertía en capital social fijo a financiar la construcción de obras de infraestructura que
respondían, básicamente, a las necesidades de crecimiento del sector industrial; por
efecto de la evolución diferencial, a medio y a largo plazo de los precios relativos
de los productos agrarios y manufacturados y inputs consumidos por el sector agrícola, y debemos tener en cuenta que en la evolución de aquellos, la política comercial tiene siempre un papel decisivo...
4. Y, finalmente, el hecho de que el sector agrario ocupará, hasta una fase muy avanzada del proceso de desarrollo industrial, una proporción absolutamente mayoritaria
de la población activa determina que se convirtiera en el elemento esencial del
so
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
mercado interior de la industria, en la medida en que se intensificó la división social
del trabajo entre campo y ciudad y tendían a desaparecer las adherencias entre los
trabajos agrícolas y las industrias rurales domiciliarias.
De manera que si la Revolución Liberal creó las bases para que fuera posible el
desarrollo de una agricultura altamente comercializada, el hecho de que ello tuviera
lugar, en el caso de Cataluña, en un contexto caracterizado por el desarrollo de un
proceso de industrialización comportó que el crecimiento agrario catalán del siglo pasado se viera altamente condicionado por las demandas originadas por aquél y "armonizado" en gran medida, con las exigencias derivadas de la mencionada transformación
estructural de la economía catalana. Teniendo en cuenta este condicionante básico, el
rasgo fundamental que caracterizó la evolución de la agricultura en Cataluña durante los
siglos XIX y XX es su creciente adaptación -a pesar de que ello se produjo después y
como culminación de seculares progresos de las relaciones mercantiles en la agricultura- a las demandas del mercado interior y a las posibilidades de especialización que
ofrecían los mercados exteriores. En estas circunstancias, los avances de la especialización -en función de las mencionadas demandas- comportaron un creciente retroceso a
pesar de que el ritmo de transformación estuvo caracterizado, sin duda, por fuertes
diferencias a nivel comarcal, de la agricultura tradicional, fundamentada en el
autoconsumo de proporciones muy elevadas del producto obtenido y en la que la
comercialización de una parte de aquél era a menudo un hecho marginal.
El mencionado desarrollo comportó que los precios de los productos agrarios adquirieran gran importancia en la formación del ingreso real obtenido por el campesinado,
a medida que se intensificaba el proceso de especialización de las explotaciones y que
se incrementaban, en términos absolutos y relativos, los volúmenes de producción comercializada. Por tanto, se puede considerar que el elemento principal condicionante de
la evolución del sector agrícola en el transcurso del período indicado han sido los
precios relativos de los productos agrarios determinantes, en definitiva, del valor de
cambio percibido por los campesinos. Sus variaciones han influido, de forma decisiva,
en el equilibrio o desequilibrio de las explotaciones agrarias, forzándolas a procesos de
ajuste a situaciones cambiantes, lo cual ha significado transformaciones profundas en
los tipos y sistemas de cultivo, en la estructura de los costes de producción, en las
dimensiones medias de las explotaciones e incluso en las relaciones de producción
imperantes en la agricultura catalana. Por otra parte, hay que tener en cuenta que los
cambios sobrevenidos en los precios de los productos agrarios han sido efecto tanto de
transformaciones en los elementos determinantes de los costes -el conjunto de factores
que integran el cambio técnico- como de las variaciones experimentadas por la demanda, sujeta a la incidencia de múltiples variables que podríamos calificar de externas, pero
con un notable impacto sobre la dinámica del sector. Por consiguiente, las expresadas
consideraciones justifican que el análisis de los rasgos estructurales del sistema agrario
surgido de las transformaciones del marco institucional que comportó la reforma agraria
liberal y de la adaptación del sector a una situación caracterizada, a largo plazo, por un
proceso de constante desarrollo de otros sectores productivos, se efectúe a partir de los
factores condicionantes del ingreso monetario real obtenido por el sector y de la distribución de este ingreso entre las diferentes clases sociales determinadas por el sistema
de propiedad y por las relaciones de producción existentes en el campo catalán.
81
PERE PASCUAL [ DOMENECH
Una representación estática de la comercialización, distribución y transformación
del producto agrario
Las reformas del marco institucional, así como la modernización de los sistemas de
transporte y las pautas básicas de la política económica desarrollada iban dirigidas,
obviamente, a conseguir un modelo distributivo del producto agrario que llevaba implícito el hecho de que la actividad del sector comportara una oferta de alimentos y,
subsidiariamente, de materias primas que se transformaban, por una parte, en formación
neta de capital -susceptible de ser invertido o no en el mismo sector- y por otra, en
demanda de productos alimenticios, manufacturados y de los inputs necesarios para
asegurar la reproducción del proceso productivo. La representación estática -que se
formula suponiendo, lógicamente, la existencia de una situación en equilibrio- del
expresado modelo (véase gráfico 1) es útil para plantear la cuestión de las magnitudes
relativas a la distribución de la renta entre las diferentes clases en que se divide la
sociedad rural catalana durante la época contemporánea -y observamos que los coetáneos
debían tener algunos postulados sobre las magnitudes óptimas a este respecto-, determinantes de la tasa de acumulación existente en el sector agrario y, por tanto, del
volumen de la demanda generada por la reproducción del proceso productivo. Lamentablemente, la carencia casi absoluta de información empírica sobre las mencionadas
variables hace totalmente imposible efectuar cualquier aproximación a la mencionada
cuestión, por lo cual las magnitudes consignadas tienen un carácter hipotético-deductivo,
sin más valor que el de servir de elemento ilustrativo para facilitar el análisis que sigue
a continuación. En este sentido observamos que:
l. A pesar de que la lógica del desarrollo agrario comporte, a largo plazo, la reducción
de la proporción de la renta total producida por el sector que es autoconsumida por
los mismos productores en la reproducción del proceso productivo -ya sea de
alimentos para el consumo humano: cereales, hortalizas, etc., o de inputs como
simientes, paja...-, hay que tener en cuenta que el sector agropecuario continúa
caracterizándose en la actualidad por el hecho de que volúmenes de cierta consideración de la producción obtenida son autoconsumidos en el seno de las propias
explotaciones campesinas, los cuales no son objeto, por tanto, de comercialización.
Por consiguiente, ello obliga a diferenciar dentro de la renta total producida por las
actividades agropecuarios la parte que se autoconsume de la proporción, absolutamente predominante, relativa a la producción comercializada, la cual determina, bajo
el condicionante del nivel de precios, el ingreso monetario obtenido por cada
campesino en particular y por el conjunto del sector agrario. Por tanto, si a efectos
simplificadores suponemos una agricultura especializada en un único cultivo, el
ingreso monetario obtenido (Ym) estará en función del precio del mencionado
producto (Pi) y de las cantidades (Qi) recolectadas:
Ym
= Pi.
Qi
2. El ingreso monetario obtenido por los cultivadores directos como resultado de la
comercialización de una proporción del producto agrario -como hemos advertido, en
cualquier caso muy considerable en el transcurso de la época que nos ocupa- se
distribuye entre las diferentes clases integrantes de la sociedad rural por efecto, de
82
ESQUEMA REPRESENTATIVO DE LA COMERCIALIZACiÓN, DISTRIBUCiÓN, FORMACiÓN NETA DEL CAPITAL Y DEMANDA GENERADA POR EL PRODUCTO AGRARIO
Distribución
R nta total
b J1a del
se :tor agrario
Ym generado por
la producción
agraria comercializada
Ym
PO
1I
1%
e
s:
¡,>
ro
."
ro
a;'
e
g¡
~
a:
"
u
"
~
~
iil
:I:
Producción autoconsumida 20
{~
100
,
~
.
.~
g ~
.];.
<J)
clase
activa
;¡;
8
O
V>
-c
n
;¡,
12~
s:
ro
O
~8
,
~
10~
~
~
oo--iioo
12
40
Alimentos:
estado (sector público)
clase rentista
jornaleros
campesinos (cultivadores directos)
00
~
JI)
!
14
14
10
;>:J
ñ
O
r-
;¡,
30
el
c::
~
z
¡;j
¡!l
al
~
3
3
-
-
8
-
2
-
-
15
Productos manufacturados (de consumo):
estado
-clase rentista
jornaleros __
campesinos
3
3
-
-
14
42
-
~
s:
rn
;>:J
-l
'O
~
O
el
6
Inputs y reposición de los bienes de equipo:
clase rentista (caso arrendatarios "medianeros")
campesinos _"
Total demanda
;¡,
el
12
42
Demanda generada por la reproducción simple
de las condiciones de producción
<.;>
"";>:J
----
6
~
80
clase
rentista
16
~
Producción comercializada
Consumo y formación de capital
B
¡!l
V>
7
Ci
5
><
><
9
4
9
6
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
un lado, de exigencias del marco institucional orientado hacia la explotación del
trabajo campesino, y de otro, a causa de otro rasgo estructural del sistema agrario:
la coexistencia de un campesinado que dispone de explotaciones de unas superficies
que no es posible cultivar a partir, únicamente, de la fuerza de trabajo disponible en
el seno de la unidad familiar y de sectores de la sociedad rural que no poseen tierra
o que la poseen en dimensiones insuficientes para asegurar su subsistencia, por lo
cual se ven obligados a contratarse total o parcialmente como fuerza de trabajo
asalariada. En relación a la parte del ingreso dedicado al pago de salarios, hay que
advertir que si bien la contratación de trabajo asalariado se ha generalizado tradicionalmente en determinadas épocas del año -en el momento de la recolección, de la
vendimia ...-, ha variado mucho según el tipo de cultivo y, a largo plazo, se ha visto
lógicamente afectado por las transformaciones experimentadas por los medios de
producción empleados, que han comportado cambios muy notables en la productividad del sector. Respecto a la distribución del mencionado ingreso, ocasionada por
la existencia del marco institucional, observaremos que éste implicaba dos tipos de
transferencia de renta: a) la derivada del pago de los impuestos acreditados por el
Estado y por las administraciones locales; b) la exigida por el pago de rentas agrarias
percibidas por la clase terrateniente que no cultivaba directamente una parte o la
totalidad de las tierras poseídas, sino que cedía su cultivo a terceros a través de
contratos de aparcería "rabassa marta" o arriendo. De manera que el esquema
distributivo del ingreso generado por la comercialización del producto agrario obliga
a diferenciar la parte de aquél que percibe la clase que podríamos denominar "improductiva" -el Estado y los que perciben rentas agrarias en dinero o en especie- de
la parte restante que se distribuye entre rentas salariales e ingresos que permanecen
en poder de los cultivadores directos, una vez pagados los gastos de contratación de
la fuerza de trabajo utilizada.
3. Por otra parte, advertiremos que las proporciones del mencionado ingreso obtenidas
por el Estado y por la clase rentista -percibidas, las de esta última, en buena parte
en especie, pero que consideramos en su equivalente en valor monetario-, por los
jornaleros rurales -que durante gran parte del período considerado debieron continuar cobrando una proporción del salario en especie- y por los campesinos que
poseían la tenencia de explotaciones agrarias -grupo en el que se incluyen desde los
arrendatarios, colonos, "rabassaires"... hasta los grandes o pequeños propietarios
dedicados a trabajar directamente la tierra- se transforman en: a) ahorro susceptible
de ser invertido en el sector agrario, lo cual había de comportar un crecimiento de
la producción de éste, o bien en otros sectores; b) en consumo, con el fin de asegurar
la reproducción simple de las condiciones de producción, generándose de este modo
una demanda de productos alimenticios, de inputs, herramientas y bienes de equipo
destinados a la reposición de los medios de producción empleados y de productos
manufacturados para cubrir las necesidades de vestido y de calzado, utensilios
domésticos, etc. de la población activa vinculada a la agricultura. Respecto al ingreso obtenido por el Estado -a través, fundamentalmente, de la contribución territorial-, cabe sospechar que se convertía en una proporción muy elevada, en gasto
dedicado a pagar los servicios de funcionarios, capítulo en el que acaparaba, sin
duda, una parte sustancial la remuneración de la guardia civil que tenía a su cargo
el mantenimiento del orden social y la observancia del marco institucional. Evi84
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
dentemente, el importe de las expresadas remuneraciones se convertía en gasto de
los funcionarios públicos, que dedicaban a adquirir alimentos y productos manufacturados para vestir, calzar, etc. Sin embargo, el mencionado ingreso se transformó,
en alguna proporción probablemente baja si nos situamos en una perspectiva a largo
plazo, en inversiones estatales que comportaron la formación de capital social fijo:
carreteras, ferrocarriles, obras de riego... y otras inversiones que han implicado una
intensificación de la comercialización y de la producción agraria.
En cuanto a las rentas agrarias percibidas por los propietarios que tenían la totalidad
o una parte de sus tierras cedidas en contratos de arrendamiento, aparcería, "rabassa
morta'', etc. se convertían, probablemente, en alguna proporción, en demanda de bienes
de consumo -alímentos, productos de lujo, etc.-, pero cabe sospechar que una parte
sustancial de tales rentas se transformaba en ahorro que no se invertía en la agricultura,
o que sólo lo hacía en una mínima parte, sino que se dedicaba a financiar empresas
industriales o del sector servicios. No obstante, respecto a la clase rentista, recordemos
que el contrato de aparcería obliga al propietario de la tierra a aportar parte del capital
circulante empleado en la explotación -frecuentemente la mitad de éste en forma de
simientes, abono, etc.-, 10 cual comporta, como es obvio, que estos gastos se deban
deducir de su participación en el producto obtenido -que el sistema contractual establecía, comúnmente, en una mitad de éste- con el fin de evaluar la renta neta percibida por
el propietario de la tierra.
Por último, en relación a la parte del mencionado ingreso recibida por los jornaleros
del campo y por los campesinos titulares de las explotaciones, cabe suponer que las
rentas de carácter salarial se transformaban íntegramente en demanda de bienes de
consumo -destinada a reproducir la fuerza de trabajo-, es decir, en demanda de alimento y de productos manufacturados. En cambio, la utilización del ingreso recibido por los
segundos presenta una mayor complejidad, porque una parte de este ingreso se convierte, sin duda, en ahorro -que, muy probablemente, no era invertido en su totalidad en el
mismo sector-, mientras que la parte restante se transforma en demanda destinada a
reproducir el proceso de reproducción: alimentos necesarios para completar la subsistencia de las familias campesinas; adquisición de inputs -simientes, abonos, productos
químicos para combatir enfermedades en los cultivos...- o bien, reposición, por desgaste, del instrumental empleado: animales de tiro o maquinaria, útiles y herramientas, etc.;
y productos manufacturados para cubrir las necesidades de vestido, calzado y toda la
variada gama de artículos de uso doméstico.
El análisis precedente permite, pues, inferir que: 1) la oferta de productos alimenticios y de algunas materias primas generada por las actividades agropecuarias, comporta
una formación neta de capital -acumulación que al ser invertida, en parte, en el mismo
sector implica la existencia de una tendencia históricamente creciente del producto
agrario, pero que en una elevada proporción ha sido canalizada, con toda probabilidad,
hacia la financiación de otros sectores- y una demanda de bienes de consumo, tanto de
alimentos, como de todo tipo de productos manufacturados y de una gran diversidad de
inputs y de bienes de equipo que da lugar a intercambios intersectoriales --entre agricultura e industria- y exteriores por efecto de que una parte de los bienes de consumo
e inputs empleados por el sector agrario se consiguen a través del comercio exterior; 2)
el equilibrio de todas y cada una de las explotaciones y del conjunto del sector --en una
situación como la que tenemos planteada de creciente y elevada comercialización de la
85
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
renta total generada por la agricultura- depende, en definitiva, de la evolución de los
precios relativos de los productos agrarios, dado que éstos determinan la magnitud del
ingreso obtenido por el sector, el volumen de acumulación y la capacidad adquisitiva
de las diferentes clases que integran la sociedad rural.
En consecuencia, una tendencia alcista de los precios de los productos agrícolas, en
coexistencia con un incremento inferior, estabilidad o disminución de los precios de los
industriales, a la vez que debió contribuir decisivamente a mantener el equilibrio
económico de las explotaciones y a apaciguar los conflictos sociales inherentes a las
relaciones de explotación propias del capitalismo agrario, potenció el desarrollo de la
capacidad de acumulación del sector, sin que ello tuviera que implicar, necesariamente,
una mejora de la capacidad adquisitiva de la mayor parte del campesinado en caso de
producirse, paralelamente, un incremento de la renta de la tierra. Una evolución de los
precios agrarios de signo contrario ha comportado, pues, el desequilibrio de buena parte
de las explotaciones campesinas, una intensificación de la cont1ictividad social agraria
y disminuciones, tanto en la capacidad de acumulación del sector, como en la capacidad
adquisitiva de todas y cada una de las clases sociales del campo. Por tanto, cabe deducir
que la evolución de los precios relativos de los productos agrarios es el principal factor
explicativo de la dinámica experimentada por el sector agrario en el transcurso de la
época contemporánea -en el contexto, naturalmente, de una estructura agraria que ha
comportado la existencia de una determinada forma de conflictividad social en tomo a
la distribución del producto agrario- y hay que tener en cuenta que la evolución de tales
precios a largo plazo, es decir, al margen de las oscilaciones de los precios derivadas
de desajustes circunstanciales entre oferta y demanda, ha sido determinada por las
modificaciones experimentadas, en sentido alcista, por los rendimientos de la productividad de las actividades agropecuarias que han posibilitado un sustancial abaratamiento relativo de los costes de producción y, en consecuencia, de los precios relativos de
los productos agrarios.
La expresada transformación ha sido el resultado, como es harto conocido, de un
secular proceso de intensificación de las actividades agropecuarias, que se ha caracterizado
por: la progresiva especialización en los tipos de cultivo que mejor se adaptan a las
condiciones climáticas y a los suelos agrícolas, lo cual ha comportado avances considerables en los rendimientos; la creciente utilización de inputs destinados a incrementar
la eficiencia del trabajo humano, tales como simientes seleccionadas, mayor consumo
de abonos ..., o a paliar la incidencia negativa sobre la producción de diferentes
condicionantes de tipo ecológico; la existencia de una oferta de fuerza motriz en expansión
-consistente, primero, en un incremento de los animales de tiro y, posteriormente, en
la disponibilidad de un número creciente de motores fijos y automotores- y de maquinaria
cada vez más adecuada a las exigencias de las tareas del campo, que han multiplicado
la productividad del trabajo agrario a costa, no obstante, de comportar la reducción de
la población activa ocupada en el sector, y transformaciones considerables en las dimensiones de las explotaciones agrícolas; la consecución de nuevos equilibrios y
complementariedades entre agricultura y ganadería que, en ocasiones, han implicado
una mayor integración entre ambos y en cualquier caso han coadyuvado a paliar el
problema del paro encubierto en el campo y, por tanto, a aumentar también la productividad del sector. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el desarrollo a largo
plazo de los mencionados procesos de intensificación se ha visto mediatizado por la
86
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
incidencia de diferentes factores condicionantes -que han contribuido a acelerar o a
disminuir el ritmo de las transformaciones y a determinar las formas concretas, dentro
de las vías antes apuntadas, que éstas han adoptado- que pasamos a enumerar a continuación:
l. El marco institucional que, como hemos advertido, regula las proporciones en que
se distribuye la renta entre las diferentes clases de la sociedad agraria, lo cual
determina, obviamente, las disponibilidades de inversión que tienen los campesinos
titulares de los diferentes tipos de explotaciones y por consiguiente las posibilidades
de intensificación del proceso productivo a través de cualquiera de las vías anteriormente señaladas.
2_ La modernización de los medios de transporte -tanto terrestres como marítimos- y
el abaratamiento de los gastos de circulación que ello comporta, que, a la vez que
ha contribuido a disminuir el precio de la producción agraria situada en los mercados
de consumo y a multiplicar las posibilidades de expansión del sector por la vía de
una especialización creciente de la producción en aquellos cultivos que demandaba
el mercado, ha implicado que el desarrollo agrario se haya tenido que efectuar en
unas condiciones de constante incremento de la competencia externa, lo cual puede
haber contribuido, en determinadas circunstancias, a acelerar la dinámica hacia una
creciente especialización de la producción agropecuaria.
3. Las transformaciones experimentadas por la producción mundial de alimentos y
materias primas de origen vegetal y animal que han incidido enormemente tanto
sobre los cambios experimentados por la competencia exterior en el abastecimiento
de la demanda interna, como sobre las posibilidades de expansión de proceso de
especialización agraria fundamentados en la demanda exterior. Pero hay que tener
en cuenta que el efecto de las mencionadas transformaciones se ha visto enormemente
mediatizado por las vicisitudes experimentadas por la política comercial y, por
extensión, por el conjunto de la política económica practicada por el Estado, dado
que en su vertiente arancelaria ha podido contribuir a limitar la competencia exterior
e influir decisivamente sobre las pautas del crecimiento agrario y que en su dimensión
monetaria puede haber incidido sobre el nivel de los precios, el equilibrio de la
balanza de pagos, el tipo de cambio y, en definitiva, potenciado o limitado
coyunturalmente el volumen de las exportaciones e importaciones de productos
agrarios y, por tanto, a alterar sustancialmente todo el proceso de formación de los
precios en el mercado interior y las condiciones de producción de las explotaciones
del sector agrario.
Modificaciones en el ingreso, desequilibrio económico y transformaciones de las
explotaciones campesinas
En una agricultura caracterizada por un elevado nivel de comercialización del producto
agrario, y éste es el caso de la agricultura catalana (y española) durante la época
contemporánea, el ingreso real del sector y, por tanto, el hecho de que gran parte de las
87
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
explotaciones agrarias tiendan a una situación de desequilibrio o de desequilibrio económico ha dependido, fundamentalmente, de la evolución, a medio y a largo plazo, de
los precios relativos de los productos agrícolas. A pesar de que la determinación del
mencionado ingreso (Ym) adquiere enorme complejidad a causa de la existencia de una
gran diversidad de cultivos -con sus correspondientes precios- con diferentes volúmenes de producción, que a largo plazo experimentan notables mutaciones tanto por lo que
respecta a precios como a productos y a cantidades recolectadas, podemos considerarlo,
a nivel formal, equivalente a la resultante de establecer el ingreso generado por cada
cultivo, a través de obtener el producto del precio (Pi) por la cantidad recolectada (Qi)
de cada uno, y de agregar los resultados relativos al número (n) total de cultivos:
n
L
=
Ym
i
Pi Qi
=1
Sin embargo, si de la esfera de la comercialización pasamos a la órbita de la producción, tenemos que el mencionado ingreso es la resultante de agregar el coste de
producción (Cp) y el excedente económico (E) derivado del ciclo productivo, el cual se
desagrega, según hemos podido constatar en el apartado precedente, en los impuestos
y rentas agrarias pagadas por los cultivadores directos y en los beneficios que quedan
en manos de éstos. Por tanto, el ingreso monetario también es equivalente a
Ym = E + Cp
Formulación que se puede representar con un mayor grado de desagregación si
consideramos que: 1) el excedente es el resultado de sumar el total pagado en concepto
de impuestos (Ym) y de rentas agrarias (Rt) y los beneficios obtenidos por los cultivadores directos (n); 2) el coste de producción es equivalente a la agregación de los gastos
necesarios para reproducir la mano de obra (RMO) -el total pagado en concepto de
salarios y el consumo familiar de los titulares de las explotaciones campesinas-; el coste
de adquisición de los inputs (IN) empleados en el proceso productivo: abonos, semillas...; y los costes de reposición (AM) del desgaste experimentado por el capital fijo
(herramientas, maquinaria, animales de tiro, etc.) en el transcurso de la actividad productiva. Por consiguiente,
Ym
= (1m + Rt + n) + (RMO + IN + AM)
Por otra parte, observaremos que las formulaciones planteadas permiten establecer
la siguiente igualdad:
n
L
i = 1
88
Pi Qi
= E + Cp
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
No obstante, el objeto de este ensayo no es, evidentemente, efectuar una cuantificación
rigurosa del ingreso generado por el sector agrario en un año o a lo largo de un período
determinado, sino que se limita a intentar mostrar que las variaciones experimentadas
por el ingreso real obtenido a medio y a largo plazo pueden comportar tendencias hacia
el desequilibrio de las explotaciones campesinas, hasta obligar a éstas a difíciles y
conflictivos procesos de reajuste que determinan transformaciones profundas, en el
conjunto de variables implicadas en la formación del ingreso agrario únicamente en una
situación de descenso tendencial de los precios relativos a los productos agrícolas; 2)
considerar el caso de una agricultura totalmente especializada en un único cultivo, que
suponemos que se trata de trigo; y 3) aceptar la hipótesis de que a medio y a largo plazo,
la superficie cultivada permanece constante y que también se mantienen inalterados el
total pagado en concepto de renta de la tierra, el rendimiento obtenido por unidad de
superficie y la productividad del factor trabajo.
En este sentido, hay que señalar que la primera de las premisas que acabamos de
precisar se corresponde totalmente con la evolución registrada por el precio del trigo en
la España del primer tercio de este siglo, pero no así con la tercera de aquellas, dado
que, según todos los indicios, la superficie cultivada de este cereal experimentó una
cierta expansión en el transcurso del período indicado y que a causa del incremento del
área cultivada, la renta de la tierra tuvo también, probablemente, una orientación más
o menos alcista durante esta época. De manera que en el desarrollo de la investigación
orientada a tipificar las vías de recuperación del equilibrio económico que se ofrecían
a las explotaciones campesinas después de la ruptura de éste, ocasionada por la caída
de los precios relativos, partiremos de las hipótesis antes mencionadas, utilizando como
precios de referencia los precios relativos españoles del trigo, que evolucionaron de la
forma que precisamos a continuación:
1891-1895 (a)
1896-1900
1901-1905
1906-1910
1911-1915
1916-1920
1921-1925
1926-1930
1931-1935
(1)
(2)
Precios
del trigo
Indice general
de precios
1/2
100,0
1I5,7
113,9
108,6
118,7
185,7
177,4
186,4
184,5
100,0
11I,8
125,0
126,0
130,6
239,7
233,7
221,9
218,1
1,000
1,034
0,911
0,861
0,908
0,774
0,759
0,840
0,845
(a) Base 100 = promedio de los precios del período 1891-95.
Bajo las mencionadas hipótesis, este descenso de los precios relativos habría
comportado, obviamente, el desequilibrio de buena parte de las explotaciones de una
agricultura altamente especializada en el cultivo de trigo. Podemos ejemplificar esta
proposición suponiendo que el nivel de precios del quinquenio 1891-95 es equivalente
89
PERE PASCUAL 1 DüMENECH
a una unidad monetaria; que la producción obtenida equivale a 100 unidades de trigo;
que el excedente se citaba en 25 unidades monetarias, resultado de agregar 8 unidades
relativas a los impuestos pagados, 12 a las rentas agrarias percibidas por los propietarios
y 5 en concepto de beneficios que han quedado en poder de los cultivadores directos;
y que el coste de producción ascendió a 75 unidades monetarias, de las cuales 50 fueron
gastadas en la reproducción de la fuerza de trabajo, 20 en la adquisición de inputs y las
5 restantes en la reposición del capital fijo desgastado en el transcurso del ciclo productivo. El hecho de que el nivel de precios hubiera descendido a 0,75 entre el mencionado quinquenio y el de 1921-25 comportó, lógicamente, y como ya hemos señalado,
el desequilibrio económico, si no de todas, sí de la mayor parte de las explotaciones
campesinas, porque:
1) 1891-1895
II) 1921-1925
1 . 100 = (B + 12 + 5) + (50 + 20 + 5)
0,75 . 100'# (8 + 12 + 5) + (50 + 20 + 5)
En estas circunstancias, las vías de reequilibrio de las economías familiares campesinas y del conjunto del sector agrario -si descartamos la hipótesis de una sustitución
más o menos masiva del trigo por cultivos más remuneradores- debía fundamentarse,
necesariamente, en: 1) un aumento de la cantidad del producto obtenido con la exigencia de mantener estable el coste de producción; 2) una disminución del coste de producción, sin que se haya de incrementar ineludiblemente el volumen producido; o 3) un
descenso de las transferencias de renta por la totalidad o por uno de los conceptos antes
mencionados, lo cual podía o no repercutir en un aumento de la cantidad producida. Sin
embargo, hay que advertir que el hecho de precisar estas diferentes vías que pueden
conducir al reequilibrio de una agricultura fundamentada en las mencionadas hipótesis
no quiere decir que todas ellas sean incompatibles entre sí, sino que el reequilibrio se
puede conseguir por efecto de la combinación de dos o incluso de las tres.
i) Ajuste por vía de aumentar la producción
En el supuesto de que tanto el excedente transferido como el coste de producción
se hubieran mantenido estables en términos reales (a 25 y 75 unidades monetarias,
respectivamente) y que el nivel de precios por unidad de producto hubiera .descendido
a 0,75, el ajuste se habría debido conseguir a base de incrementar la producción hasta
la magnitud que precisamos a continuación:
1) Pi Qi = E + Cp
II) 0,75 . Qi = 25 + 75
III) Qi = 133,3
Ahora bien, el aumento del producto obtenido manteniendo la condición antes indicada -que la superficie explotada permaneció constante- determina que éste se haya
tenido que conseguir, necesariamente, a partir de un incremento del rendimiento por
unidad de superficie que exige aumentar los inputs empleados en el proceso de producción
(utilizar más abonos, semillas de mejor calidad...) y comporta, por tanto, que se incremente
90
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
el coste de este apartado, que suponemos que pasa, por esta causa, de 20 a 30 unidades
monetarias, lo cual, dada la exigencia de que el coste total de producción se mantenga
estable, implica transformaciones en la estructura de éste. Por otra parte, el hecho de
que las amortizaciones del capital fijo empleado sean indispensables para reproducir el
proceso reproductivo obliga a que el ajuste por la vía que nos ocupa se haya de efectuar,
en definitiva, en detrimento de la remuneración de la fuerza de trabajo:
1) Pi Qi = E + (RMO + IN + AM)
11) 0,75 . 133,3 = 25 + (RMO + 30 + 5)
I1I) RMO = 400
En consecuencia, el ajuste por esta vía determina que los recursos asignados para
reproducir la fuerza de trabajo -concepto que comprende tanto la masa de cultivadores
directos como los trabajadores asalariados- se hayan visto reducidas en términos reales
de 50 a 40 unidades monetarias, es decir, del orden de un 20%. Evidentemente, esta
fuerte disminución de la capacidad adquisitiva de la mayor parte de las clases sociales
del campo: jornaleros, aparceros, "rabassaires"... implica una progresiva degradación de
las condiciones de vida de la población rural activa hasta comportar, finalmente, la
expulsión de algunos sectores del campesinado de la actividad productiva. En esta
eventualidad, se crearían, como es obvio, las condiciones para que se produjeran
modificaciones importantes tanto en el área cultivada y en el tipo de cultivos, como en
la superficie media de las unidades de explotación campesinas. No obstante, hay que
advertir que los efectos sociales que comporta esta vía de ajuste pueden ser mitigados,
en parte, si los poderes públicos desarrollan una actuación eficaz para impulsar la
organización del campesinado en cooperativas que, a la vez que se ocuparan de la
comercialización de las cosechas en las mejores condiciones posibles para los productores,
procurasen al campesinado la adquisición de herramientas y de todo tipo de inputs en
las mismas condiciones y, mejor aún, con facilidades crediticias. Por último, observaremos
que si bien por esta vía de ajuste, el sector agrario conserva la capacidad de acumulación
de capital, por lo que respecta a la demanda generada por la oferta de la producción
comercializada se producen cambios de consideración, porque: de un lado, se registra
un incremento sustancial de la demanda de abono y de otros inputs, que pueden tener
efectos expansivos sobre algunos subsectores de la industria química -en el caso, como
es lógico, de que no se haya de recurrir total o parcialmente a importaciones para cubrir
estas demandas- y de otro, la industria manufacturera se ve, sin duda, afectada muy
negativamente a causa del acusadísimo descenso experimentado por la capacidad adquisitiva de la población activa vinculada a la agricultura.
ii) Ajuste por la vía de disminuir el coste de producción
En caso de que el reequilibrio se efectuara por la vía de reducir el coste de producción
-en la hipótesis que tanto las transferencias de renta como la superficie cultivada
permanecieran constantes-, dado que los rendimientos por unidad de superficie se
mantendrían estables y que, por consiguiente, el producto total obtenido no se
incrementaría, sería necesario que el coste de producción se redujera a la siguiente
magnitud:
91
PERE PASCUAL 1 DOMENECH
1) Pi Qi = E + Cp
II) 0,75 . 100 = 25 + Cp
III) RMO = 15
La expresada reducción del coste del factor trabajo se ha conseguido, pues, a costa
de una considerable disminución de la población activa ocupada en el sector, lo cual
implica que el ajuste se efectúa a través de la ruina de muchos cultivadores directos arrendatarios, aparceros, "rabassaires" e incluso pequeños propietarios- y de un incremento del paro encubierto de los asalariados rurales. Evidentemente, en caso de que
este proceso no tenga lugar en una coyuntura de rápida expansión de la ocupación en
otros sectores o en la que no existieran condiciones favorables para que estos excedentes
de mano de obra emprendieran el siempre triste y forzado camino de la emigración
hacia el exterior, la acumulación en el campo de esta masa de población total o parcialmente desocupada podía llegar a crear una situación política y socialmente
insostenible. De otro lado, hay que observar que los incrementos de la productividad por
efecto del aumento de la mecanización consustancial a esta vía de reequilibrio del sector
agrario exigen: 1) ampliar la superficie media de las explotaciones -modificación que
se puede ver facilitada por el hecho de la ruina de muchos pequeños campesinos,
inherente a este proceso de ajuste a fin de maximizar las economías de escala que se
pueden derivar de un uso más generalizado de maquinaria; 2) ofrecer un servicio de
crédito agrario -barato y en buenas condiciones de amortización- con el fin de facilitar
a los campesinos subsistentes la adquisición de la maquinaria necesaria para adaptarse
a las nuevas condiciones del mercado de productos agrarios. Por tanto, en este supuesto,
el sector agrario también conserva la capacidad de acumulación, mientras que la demanda
generada por la comercialización del producto experimenta, como en el caso anterior,
una transformación caracterizada por: un fuerte descenso de la demanda de productos
manufacturados de consumo -que comporta efectos depresivos sobre la industria ligeraque se contrapone con el hecho de que el creciente uso de maquinaria tiene un impacto
positivo sobre la industria de bienes de equipo autóctona en la medida, naturalmente,
que haya alcanzado el grado de desarrollo necesario para poder cubrir, a costes razonables, esta demanda.
iii) Ajuste por la vía de la desaparición de la transferencia de rentas agrarias
De hecho, a un proceso de reequilibrio del sector agrario mediante la reducción de
las transferencias de renta se puede llegar por efecto de la simple intensificación del
descenso de los precios relativos, si la expresada tendencia es coincidente con: 1) la
existencia de rigideces respecto a la modificación de la supeficie media de las explotaciones hasta adecuarlas a las dimensiones óptimas a fin de aprovechar al máximo las
economías de escala inherentes a la mecanización, rigideces que al comportar un cuantioso
desaprovechamiento de recursos productivos pueden determinar que el ajuste se haya de
efectuar, en parte, por la vía de la disminución de las mencionadas transferencias; 2) que
el desequilibrio de las explotaciones campesinas ocasione un auténtico éxodo rural -por
efecto de que los otros sectores en rápida expansión ofrezcan empleos mejor remunerados,
o de la aparición de oportunidades de conseguir ocupaciones bien retribuidas en países
92
PRECIOS Y CAMBIO AGRICOLA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX
extranjeros...-, que obligue, finalmente, a una parte considerable de los propietarios a
asumir el cultivo directo de la tierra ante el hecho de la caída del precio de los
arrendamientos que lleva implícito el mencionado éxodo. No obstante, la experiencia
histórica muestra que una de las formas más importantes de conseguir el reequilibrio del
sector agrario por la vía de la desaparición de las transferencias de renta han sido las
actuaciones políticas tendentes a modificar el marco institucional. Se trata, en definitiva,
de las reformas agrarias o de los intentos de acometerlas que se han desarrollado en el
transcurso de este siglo, cuyo éxito o fracaso depende, en gran medida, como se ha
señalado, de: 1) que tengan un carácter reformista, es decir, que sean promovidas desde
arriba por gobiernos preocupados por los problemas derivados del creciente paro existente en el campo y del aumento de la miseria campesina, ocasionados por el desequilibrio
de las explotaciones del sector y por el peligro de que tal situación condujera a una
insurrección del campesinado; 2) que se plantee como consecuencia de una revuelta
social agraria provocada, precisamente, por la conjunción de las relaciones de explotación
inherentes al marco institucional y el desequilibrio económico de las explotaciones
campesinas -ocasionado por la evolución de los precios relativos de los productos
agrícolas-, en la que la actitud revolucionaria del campesinado hace inevitable una
transformación radical de todo el sistema de relaciones de producción de la agricultura.
En cualquier caso, de efectuarse el reequilibrio de las explotaciones del sector agrario
por esta vía, en el supuesto que hemos planteado, el ajuste comportaría la siguiente
transformación:
1) Pi Qi = E + Cp
II) 0,75 . 100 = E + 75
III)E=O
Observaremos que en este caso, el volumen de ocupación del sector no disminuye
y se evitan, por tanto, la multitud de dramas humanos que hay detrás de prolongadas
situaciones de creciente miseria y de paro en aumento que condenan a familias e incluso
a pueblos enteros a la triste suerte del emigrante, pero la agricultura pierde absolutamente, por exigencias de restablecimiento del equilibrio económico de las explotaciones
campesinas su capacidad de acumulación y, por consiguiente, de financiación de otros
sectores productivos. Por otra parte, el hecho de que la gran masa del campesinado
adquiera plena seguridad de poder disponer de la tierra cultivada ya sea en explotaciones de carácter familiar o de tipo colectivo comportaría, sin duda, la existencia de un
estado de ánimo favorable para conseguir el máximo aprovechamiento de los recursos
disponibles; pero a pesar de ello, en las expresadas circunstancias, el crecimiento del
producto agrario a través del aumento de los rendimientos y de la mejora de los niveles
de productividad sólo sería factible si el Estado desplegara una actuación eficaz en una
doble dirección: 1) crear los instrumentos crediticios necesarios a fin de que el campesinado pudiera disponer de volúmenes considerables de crédito barato con objeto de
posibilitar la intensificación de sus disponibilidades de fuerza motriz, inputs, instrumental
y maquinaria adecuados; 2) fomentar el cooperativismo tanto en la vertiente de la
comercialización del producto, como en la adquisición y uso de maquinaria, inputs, etc.,
desarrollando los servicios de asesoramiento técnico convenientes al efecto.
93
PERE PASCUAL 1 OOMENECH
BIBLIOGRAFIA BASICA
BROWN, Jonathan (1987): Agriculture in England. A survey offarming, 1870-1947,
Manchester, Manchester U.P.
CARRION, Pascual: Los latifundios en España. Su importancia. Origen. Consecuencias
y solución, Barcelona, Ariel, 1972.
CHAMBERS, I.D. I MINGAY, G.E.: The Agricultural Revolution. 1750-1880, Londo,
Batsford, 1982 (reimpresión).
DORNER, Peter: Reforma agraria y desarrollo económico, Madrid, Alianza Editorial,
1974.
FLORES DE LEMUS, Antonio: "Sobre una dirección fundamental de la producción
rural española", Hacienda Pública Española, 42-43 (1976), pp. 471-485.
FONTANA, Josep: "Transformaciones agrarias y crecimiento económico en la España
contemporánea", en Cambio económico y actitudes políticas en la España del
siglo XIX, Barcelona, Ariel, 1973, pp. 149-196.
FONTANA, Josep: "La crisis agrícola de comienzos del siglo XIX y sus repercusiones
en España", Hacienda Pública Española, 55 (1978), pp. 177-190.
GALLEGO MARTINEZ, Domingo: "Transformaciones técnicas de la agricultura española en el primer tercio del siglo XX", R. Garrabou, C. Barciela i J.1. Jiménez
Blanco (eds.), Historia agraria de la España contemporánea. 3. El fin de la
agricultura tradicional (1900-1960), Barcelona, Crítica, 1986, pp. 171-229.
GARRABOU, Ramón: "La crisi agraria espanyola de finals del segle XIX: una etapa
en el desenvolupament del capitalisme", Recerques, 5 (1985), pp. 162-216.
GARRABOU, R. y SANZ, J.: "La agricultura española durante el siglo XIX: ¿inmovilismo o cambio?", en R. Garrabou i J. Sanz (eds.), Historia agrícola de la
España contemporánea. 2. Expansión y crisis (1850-1900), Barcelona, Crítica,
1985, pp. 7-191.
GRUPO DE ESTUDIOS DE HISTORIA RURAL, Los precios del trigo y la cebada en
España, 1891-1907, Madrid, Banco de España, 1980.
LEAL, J.L.; LEGUINA, J.; NAREDO, J.M. et al.: La agricultura en el desarrollo capitalista español (1940-1970), Madrid, Siglo XXI, 1975.
LEWIS, W., Arthur: "Economic Development with Unlimited Supplies of Labour", The
Manchester School of Economic and Social Studies, 22 (1954), pp. 139-191.
NADAL, Jordi: Elfracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913, Barcelona,
Ariel, 1975.
NADAL, Jordi: "La debilidad de la industria química española en el siglo XIX. Un
problema de demanda", Moneda y Crédito, 176 (1986), pp. 33-70.
PUJOL I ANDREU, Josep: "Les crisis de malvenda del sector vitivinícola catala entre
el 1892 i el 1935", Recerques, 15 (1984), pp. 57-78.
94
Descargar