El estado del bienestar: perspectivas de futuro

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Coloquio
El estado del bienestar:
perspectivas de futuro
http://www.uoc.edu/symposia/caixamanresa/jornadaeconomia/
esp/gonzalezpujol.pdf
Felipe González y Jordi Pujol
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Coloquio
El estado del bienestar: perspectivas de futuro*
http://www.uoc.edu/symposia/caixamanresa/jornadaeconomia/esp/gonzalezpujol.pdf
Felipe González y Jordi Pujol
Resumen
En el marco de la IX Jornada de Economía que organizó Caixa Manresa el 25 de mayo de 2004, Jordi Pujol, ex presidente de la Generalitat, y Felipe González, ex presidente del Gobierno español, participaron en una charla que tenía
por título «El estado del bienestar: perspectivas de futuro». En ella coincidieron en afirmar que el modelo de bienestar europeo es el mejor a escala mundial, pero que hay que remodelarlo mediante el diálogo social y político para que
no incentive políticas que fomenten la pasividad. También hay que adaptarlo a la nueva sociedad de la información.
Tras hacer una breve reflexión histórica sobre la formación del estado del bienestar, mostraron su perplejidad y preocupación por las políticas corporativistas que se siguen aplicando en Europa y por el débil papel que desempeña en
aspectos como las nuevas tecnologías, el liderazgo político, los cambios demográficos, el empleo, las crisis económicas y la inmigración, entre otros. Una Europa que parece distraída en cuestiones menos pragmáticas, como la creación de una Constitución europea y el reparto de poder, y que pierde fuerza ante otros continentes emergentes como
el asiático. Con objeto de superar esta grave situación del estado del bienestar, es necesario llevar a cabo una revolución cultural europea en todos los ámbitos y hacer un llamamiento para que los políticos la lideren.
Palabras clave
estado del bienestar, Europa, crisis, revolución cultural, nuevas tecnologías, inmigración, demografía, diálogo
Presentación
Moderador (Josep Antich)
Buenos días a todos. Es para mí un gran honor moderar esta mesa
redonda entre el ex presidente del Gobierno español, Felipe González, y el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol.
Somos afortunados, porque no todos los días se tiene la oportunidad de ver y de escuchar un debate entre el presidente González y el presidente Pujol. Si a ello añadimos que el tema del debate es de tanta actualidad como el estado del bienestar, el placer
de escucharles es doble.
Sin duda alguna, son dos de los grandes políticos españoles que
ha habido para toda una generación, de la que formo parte. El presidente González fue presidente del Gobierno desde 1982 hasta
1996. Hizo las grandes transiciones de España: la entrada en la OTAN,
la entrada en la Unión Europea y la consolidación de la democracia. El presidente Pujol fue presidente de la Generalitat desde 1980
hasta noviembre de 2003, en unos momentos también de consolidación
de la democracia. Bajo mi punto de vista, ha sido el mejor presidente que ha tenido Cataluña en su historia.
El debate puede empezar de muchas formas. Desde un enfoque más tradicional, más clásico, podríamos afirmar que si el siglo
XX ha sido el siglo del estado del bienestar, el siglo XXI será el siglo
del recorte del bienestar. O bien –si queremos enlazar con lo
expuesto por el profesor Anthony Giddens–, podemos plantearnos el hecho de que si el estado del bienestar sólo puede funcionar estando cohesionada la sociedad, con la diversidad este estado del bienestar acabará teniendo problemas. Esta reflexión topa
con la inmigración, que a menudo se presenta como la solución a
alguno de los problemas que tiene en estos momentos el estado
del bienestar. En fin, cedo la palabra al presidente González en primer lugar, para que elija el enfoque que crea más oportuno.
Felipe González
Muchas gracias. Ya saben que tengo la voluntad expresa de provocar, si no se hace muy aburrido. Estoy encantado de hacer un
*Coloquio mantenido en el marco de la IX Jornada de EconomÍa Caixa Manresa, celebrada en Manresa el 25 de mayo de 2004 y organizada por Caixa Manresa.
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
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debate con mi amigo el presidente Pujol. Creo que siempre nos
divertimos intelectualmente cuando debatimos. Voy a hacer una
pequeña advertencia previa. Como esta institución me invitó
antes del 14 de marzo, olvídense de qué pasó el 14 de marzo. Yo
soy exactamente el mismo antes y después del 14 de marzo. En
este sentido, vivo una situación casi excepcional. Lo más peculiar de lo ocurrido el 14 de marzo es que los que se han ido no
tenían ni idea de que se iban a ir y los que han llegado, salvo Zapatero, no tenían ni idea de que iban a llegar. Así que espero que
me oigan sin connotaciones añadidas y peligrosas. Sigo hablando en nombre de quien hablaba antes del 14 de marzo, es decir,
en nombre propio. Me apasionan algunas de las reflexiones añadidas por Anthony Guiddens, pero mi enfoque será más bien para
hacer un coloquio con el presidente Pujol y con todos ustedes, si
es posible y hay tiempo.
El modelo europeo del estado
del bienestar
Nos planteamos el problema de la sostenibilidad del estado del bienestar. La sostenibilidad tiene dos componentes: uno económico
puro y otro social, que tiene mucho que ver con el económico. Imaginemos un modelo en el que pudiéramos tomar una decisión asumida social y culturalmente de que el 25% del producto bruto que
generásemos, lo dedicaríamos a tres partidas básicas. Primero,10
ó 10,5 puntos del producto a sostener a una población envejecida, que ya no es de 65 años, porque con las prejubilaciones ya se
es viejo a los 45 –salvo si se es jefe; entonces ya no se es viejo a
ninguna edad. Pero se presume que toda la gente que trabaja para
uno tiene menos de 40. Segundo, imaginemos que dedicamos 7,5
puntos del producto bruto a redistribuir ingresos en la asistencia
sanitaria pública. Tercero, lo que nos queda hasta llegar a 25,
otros 7,5 puntos de producto, a redistribuir ingresos en materia de
educación, formación, I+D+I, que después tendríamos que decidir si son gastos de inversión o corrientes. Respecto de las cifras
actuales, tendríamos mucho margen.
A partir de ahí, haría una primera pregunta para el debate: ¿Si
el producto bruto generado funcionara competitivamente en la
economía global, podría destinarse el 25% a lo que hemos dicho
sin graves riesgos? Mi respuesta personal es que sí, pero resulta
imposible convencer a la gente, porque sociológica y culturalmente
es una batalla perdida. Estados Unidos gasta casi 15 puntos de
producto bruto en el sistema sanitario y excluye a 42 millones de
norteamericanos de cualquier tipo de asistencia sanitaria. Gasta
más del doble del producto per cápita que nuestro propio sistema en asistencia sanitaria, pero no es ni un sistema mejor ni peor.
Como en todas las cosas, Estados Unidos tiene algunas puntas de
tecnología y de capacidad científica y asistencial insuperables. Pero
en la media, no es mejor ni con mucho. Es decir, en lo que afecta a la inmensa mayoría de la población, no sólo no es mejor, sino
que es más deficiente. Y en lo que afecta a la población excluida, no digamos. Pregúntenle al escritor Carlos Fuentes, que estuvo a punto de morir porque se le olvidó la tarjeta de crédito y le
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
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dio un amago de infarto en una calle en Nueva York. Afortunadamente, llamándose Carlos Fuentes, pudo llamar a un amigo para
que lo avalase. Si no, allí mismo se habría muerto.
Esto tiene mucho que ver con el concepto «modelo europeo
versus modelo americano», donde se tiende a desenfocar los elementos de comparación. En los acuerdos de Lisboa de 2000 se
empezaron a analizar cuáles son los elementos que nos distancian
de Estados Unidos en términos de eficacia económica, competitividad, sistemas educativos, etc., y se llegó a unas conclusiones
harto conocidas. Los acuerdos decían que si corregimos los problemas de relaciones industriales en el sentido amplio, la pesadez
de nuestro sistema de seguridad social, la rigidez de las relaciones laborales y demás, Europa en el 2010 será la primera potencia económica y tecnológica del mundo –aunque no se lo cree nadie.
Además, como estamos un poco distraídos respecto a la importancia de las nuevas tecnologías, lo cierto es que no se analizó que
la peor rigidez del modelo europeo no son las relaciones industriales, sino la rigidez corporativa en el sentido social, político y
económico.
En Europa, las nuevas tecnologías sólo las trabajan unos pocos,
de tal manera que los treinta principales iconos de la economía
europea de hace treinta años son exactamente los mismos que
hoy, mientras que en Estados Unidos, los treinta grandes iconos
de hace treinta años han sido sustituidos por veinte que entonces no existían. Por lo tanto, hay movilidad ascendente y descendiente.
Allí competir significa algo. Que conste que no estoy exaltando
el modelo, pero allí hay movilidad ascendente y descendente y aquí
las cosas, incluso las nuevas tecnologías, sólo las hacen unos
cuantos. En esto estamos de acuerdo todos: políticos de izquierdas y de derechas, financieros y empresarios de derechas, de
izquierdas –los que queden– y sindicatos. En Italia, Francia o Alemania siempre se ha trabajado corporativamente. ¿Cómo no lo
va a hacer Siemens, Deutsch Telecom, France Telecom o Telefónica? Estas son las cuestiones que me preocupan en cuanto al modelo y que no están en la mesa de discusión de Europa.
Cambios demográficos y flujos migratorios
Otro impacto es el demográfico. ¿Cómo compensamos la demografía? Pues analizando traumáticamente los flujos migratorios.
Esto lo compartimos con Estados Unidos e incluso con Canadá.
Es decir, el norte de América dependerá de los cincuenta millones de mejicanos menores de 21 años para sostener el sistema.
Esta es una de las grandes variables estratégicas de Méjico, dentro del Tratado de Libre Comercio del Norte. En general, habrá
muchos flujos de población hacia el norte y deslocalizaciones
hacia el sur. Sin embargo, no se trata como una variable estratégica, sino como una invasión, o como dice Huntignton ahora, como
la nueva amenaza. Antes la amenaza era el conflicto de civilizaciones y ahora es ese tipo de inmigración no integrable. Hace poco
me preguntaron sobre esto. No me irrité tanto como Carlos Fuentes, pero dije: «¿Si no son integrables en el sistema? ¡Que se lo
pregunten al general Sánchez y que no lo manden como gene2
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ral de todas las fuerzas en Irak!». Por lo tanto, tenemos un problema demográfico muy serio.
Seguiré diciendo cosas que no gustan ser dichas ni oídas en
público. Si la jubilación respondiera al júbilo que a mí me crea estar
jubilado, debería ser tratada como un derecho y no como una obligación. De esta forma, resolveríamos una parte del problema. El
aumento de la esperanza de vida no es sólo un aumento en una
situación de incapacidad a partir de una determinada edad.
Aumenta la esperanza de vida y la capacidad de respuesta de la
gente que ha cumplido una determinada edad y que hace 50, 60
ó 70 años era imposible verlos integrados en el sistema. Ahora se
ha producido un cambio de civilización, de la generación de la inteligencia analógica –a la que pertenezco– a la generación de la inteligencia digital. Las grandes amenazas demográficas con relación
al sistema de pensiones afectarán a los jóvenes de la inteligencia
digital. Los que ya están en la nueva generación, por lo tanto, no
tienen un problema de inadaptación al sistema, sino un problema cultural serio. Parte de la crisis que vivimos desde el año 2000
la ha causado esta moda absolutamente destructiva de no poder
exhibir a gente plenamente capacitada de menos de una determinada edad, al no ser presentables para el sistema, para los
analistas de inversión, para los calificadores de riesgos. Parte del
fracaso que se ha producido en empresas punta de las nuevas tecnologías ha sido debido a la pérdida de una parte del capital
humano y de la experiencia acumulada. Muchos de los despedidos por razones de edad son subcontratados para que ayuden a
salir de la crisis de gestión, que se ha planteado justamente por
haber eliminado ese capital humano acumulado durante años.
Por lo tanto, se debe hacer un tratamiento distinto de la jubilación. El día en que empecemos a pensar que la jubilación es un
derecho y no una obligación, a lo mejor cambiamos un chip
importante en el funcionamiento del sistema. Obviamente, quien
no tiene capacidad, independientemente de la edad, no puede seguir
prestando un servicio, pero quien tiene una determinada edad y
está en plena capacidad creativa y de madurez, tampoco tiene que
dejar de prestarlo –normalmente con cargos a los presupuestos
generales en las prejubilaciones, que alargan enormemente el
período de vida pasiva.
«El día en que empecemos a pensar
que la jubilación es un derecho y no
una obligación, a lo mejor cambiamos
un chip importante en el
funcionamiento del sistema.»
Tenemos un problema con la inmigración. No entraré demasiado en él, sólo lo apunto. Los necesitamos pero lo no los queremos. Además, en el conjunto de España, tenemos un comportamiento de nuevos ricos. Antes queríamos que no maltrataran
a nuestra gente que emigraba. Yo siempre digo: «Traten a los que
llegan ahora como querían que tratasen a sus familias cuando tenían que emigrar». Hay pocas familias en nuestra geografía que no
hayan conocido de una u otra forma algún flujo migratorio, sea
hacia el continente americano o hacia otros lugares. Por lo tanto,
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
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somos un país de emigrantes, mucho más que de inmigrantes, por
lo menos en los últimos siglos. Es verdad que tiene que haber políticas de Estado con relación al tema. La inmigración responde a
una necesidad, pero se utiliza como una desestructuración del mercado de trabajo peligrosa. Como seguimos empeñados en competir por salarios baratos y no por productividades por persona
ocupada crecientes, es decir, por valor añadido, la única manera
que tenemos de suplir la falta de valor añadido es buscando
mano de obra barata, que la encontramos en la emigración, o bien
en la precariedad de los contratos de las nuevas generaciones.
Nuevas tecnologías y empleo
También les hablaré de un último aspecto relacionado, que es el
problema del valor añadido. A pesar de que es un síndrome general, no sé cuánto tiempo puede aguantar un país como el nuestro
sin aumentar la productividad por persona ocupada. Yo creo que
el modelo se está agotando y que la deslocalización continuará si
no aumentamos la productividad por persona ocupada. Para
aumentar la productividad, que tiene mucho que ver con la sostenibilidad del modelo en conjunto, tiene que haber un cambio social
y cultural muy importante. No se soluciona diciendo que se incorporarán nuevas tecnologías, porque no pertenecen a un sector de
actividad, sino que inciden en la totalidad de las actividades económicas, sociales, culturales y comunicativas. Ya no hablamos de
I+D, sino de I+D+I, que debe difundirse por todo el sistema.
«La deslocalización continuará si no
aumentamos la productividad por
persona ocupada y, para aumentar la
productividad, tiene que haber un
cambio social y cultural muy
importante.»
A la gente le preocupa el déficit que genera el presidente Bush
de los Estados Unidos. Yo estoy menos preocupado, créanme. Ha
descubierto a Keynes guerrillero vistiéndolo de uniforme, está haciendo muchísimos gastos, el salto tecnológico que darán será gigantesco y lo difundirán rápidamente en el sistema. Sin embargo, tiene
un endeudamiento enorme. Machado decía que los conservadores
son buenos administradores en su casa. En este caso, Clinton era
el conservador, el buen administrador de su casa. Como decía, ese
inmenso déficit lo pagaremos con ahorros de todo el mundo a intereses negativos o neutrales, insignificantes. ¿Por qué tienen que
estar preocupados? Ya sé que la economía ortodoxa dirá que es
un disparate, que hay un desequilibrio y que cuando pasen las elecciones habrá otra caída, etc. Créanme, no lo creo; probablemente habrá un ajuste de crecimiento. En cambio, aquí aún no nos
decidimos a incorporar las nuevas tecnologías. Como leía en las
páginas económicas de un diario, algunos encargados de introducir elementos de nuevas tecnologías tenían el dinero invertido
en fondos de inversión en vez de gastarlo en agilizar los procesos de adaptación a las nuevas tecnologías.
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Finalmente, está el problema del empleo. A mis amigos sindicalistas les rechinará lo que digo. Seguimos discutiendo sobre
el empleo o las relaciones industriales en términos de sociedad industrial y la sociedad industrial se acabó. Estamos ante una fase distinta. Algunas sociedades industriales reciben los flujos de inversión que se deslocalizan en sociedades que ya son algo distinto.
Es probable que según la terminología clásica sean sociedades de
servicio. Por ejemplo, nosotros nos vemos afectados por las oscilaciones del turismo, que es una actividad típica de servicios.
Conviene recordar que el turismo es un consumidor intensivo de
territorio, no es una fábrica de componentes de automóvil, sino
un desplazamiento de flujos humanos muy importante. Piensen
que el turismo consume no menos de 60 servicios, casi 140 en
muchos casos, que nada tienen que ver con la hostelería. ¿Cuántos servicios se verán afectados si hay una crisis en el sector turístico? Los de hostelería, más muchos otros de distintos sectores que
consumen las personas que van a nuestro país.
Hace poco discutía estas cuestiones con el catedrático de
Derecho del Trabajo Miguel Rodríguez Piñero, antiguo jefe mío.
El empleo hoy no se garantiza con una legislación protectora y lo
lamento, porque he dedicado una parte de mi vida a las relaciones laborales. No conozco a nadie que tome una decisión de contratación o de despido –salvo por los temores culturales que sigue
habiendo– en función del coste que la ley carga por reducción de
plantilla. Puede tener en cuenta otras consideraciones, pero aunque el coste fuera cinco veces más elevado, el mercado siempre
premiaría la reducción de plantilla, muy por encima del coste
indemnizatorio de la reducción del 20%. Por lo tanto, la protección de la estabilidad del empleo no es un problema estrictamente
de regulación. Es un problema de una sociedad completamente
distinta, donde no existe una formación que dé conciencia a la
gente de qué oferta es cada ser humano y qué valor añade a los
demás para tener estabilidad en el empleo, me da igual que sea
ingeniero electrónico o camarero. Si alguien tiene suficiente nivel
de formación para conocer estos dos factores, tendrá un grado
de estabilidad en el empleo extraordinariamente importante, e incluso los emprendedores se pelearán por ese tipo de oferta de
empleo. Los contratos también deberían ser entendidos en sus propios términos en una sociedad de cambio vertiginoso como esta
y deberían ser radicalmente distintos a los de la sociedad industrial de hace cincuenta años.
Europa en el mundo
¿Qué es lo que me abruma? Estamos distraídos respecto a un cambio que ya pasó y del que nosotros seguimos hablando como de
futuro. Es el cambio de la sociedad industrial a la sociedad de la
información, correspondiente a la revolución tecnológica y que altera la totalidad de las relaciones humanas. ¿Por qué no va a alterar también las relaciones industriales y de producción? Dicen que
tenemos que hacer un esfuerzo para conquistar el futuro. Yo les
digo que tenemos que hacer un gran esfuerzo y rápido para
recuperar el pasado, porque el futuro ese ya se fue. Tenemos que
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
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adaptarnos rápidamente, no sólo los españoles. En Europa discutimos
cómo se reparte el poder, pero no qué poder queremos para
Europa. Se discute más bien sobre el poder reglamentario, que no
es muy estimulante. Nunca se discute sobre qué poder de decisión tenemos respeto a la situación en Oriente Próximo, por
ejemplo. ¿Por qué no se discute sobre eso? Porque nuestro poder
es totalmente irrelevante. ¿Qué clase de potencia mundial, y no
digo imperial, quiere ser Europa si no tiene nada que decir? No
digo ya sobre la crisis de Corea, sino sobre los acontecimientos
en Oriente Próximo, que es nuestro parque de vecindad. En fin,
todo suyo, Sr. Pujol.
«En Europa discutimos cómo se
reparte el poder, pero no qué poder
queremos para Europa.»
El estado del bienestar:
perspectivas de cambio
Jordi Pujol
Intentaré ser provocador, aunque no sé serlo tanto como el presidente González, así es que no se divertirán tanto. De todos modos,
empezaré con una provocación, que no es mía, porque, como les
he dicho, no es mi fuerte. El profesor Pedro Nueno tiene una frase
tremenda. Dice: «Podría suceder que dentro de unos años en el mundo
existieran unos Estados Unidos con una hegemonía tecnológica, económica y militar, una Asia que fuera la fábrica del mundo y una Europa que fuera un continente lleno de viejecitos atendidos por subsaharianos y sudamericanos, que de paso les pagasen las pensiones».
El mundo podría ser esto, pero esperemos que no lo sea. Como toque
de alarma, creo que merece la pena plantearlo.
Otro punto, no tan provocador, pero más reflexivo, es el
siguiente. Existe un movimiento, que ha adquirido consistencia en
los últimos tiempos, que rechaza una serie de características de nuestra sociedad y que puede englobarse bajo el nombre «Otra Europa es posible». Ante esto, nosotros necesitamos una revolución cultural, como acaba de afirmar el presidente González, pero no esta
revolución, porque tenemos que ofrecer ciertas alternativas. De momento, si no alternativas técnicas, al menos alternativas en las actitudes. Cuando se dice «Otra Europa es posible», yo me pregunto si
hay algún sistema mejor en el mundo que el sistema europeo. Un
sistema que combine mejor la capacidad de crear riqueza, de distribuirla, de promover a la gente, la igualdad de generaciones, la
política medioambiental, el respeto a las minorías, etc. ¿Existe
algún sistema mejor y que tenga, además, un estado del bienestar tan desarrollado como el nuestro? Hay sistemas que tienen cosas
mejores, el presidente González acaba de citar algunos de ellos.
Por ejemplo, los Estados Unidos poseen una tecnología mejor y,
en algunos aspectos, también los asiáticos deben de tener cosas
mejores porque progresan mucho más deprisa. Ahora bien, en conjunto, valorando los elementos positivos y negativos, nosotros
tenemos un buen sistema. Por lo tanto, tenemos que ver cómo pode4
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mos conservarlo y no criticarlo mediante un tipo de despedazamiento
que no ofrece alternativa alguna y que consiste en una especie de
destrucción sistemática de conceptos y de valores.
«Cuando se dice “Otra Europa es
posible”, yo me pregunto si hay algún
sistema mejor en el mundo que el
sistema europeo.»
Quería mencionar el peligro que nos predice Pedro Nueno y
la necesidad de una reacción, partiendo de la base de que nuestro sistema es bueno. No sabemos si será sostenible, pero debemos tratar de aguantarlo, no mediante una excitación sentimental, sino afrontando los problemas de una forma muy seria, tanto
técnicamente como desde el punto de vista de la revolución cultural a que hacía referencia el presidente González.
Cuestiones más allá de la Constitución europea
En esta línea, yo también querría insistir en el hecho de que estamos perdidos o concentrados en temas que a veces no son los más
importantes. Estamos discutiendo la Constitución europea, que es
muy importante, pero sin tener en cuenta otra serie de problemas que no atacamos. Además, la Constitución, por muy buena
que sea, no resolverá por sí misma problemas como los que mencionaba el presidente González del papel de Europa en el mundo,
que afecta decisivamente a la sociedad del bienestar.
En los últimos treinta o cuarenta años, la clase política, intelectual y mediática europea ha cometido un gran pecado de frivolidad, porque nunca se ha planteado el tema demográfico.
Quizás lo digo con un punto de irritación porque sí que he hablado de ello y he sido objeto de grandes sarcasmos. En general, la
actitud ante las cuestiones demográficas ha sido de una gran
irresponsabilidad. En muchos países nunca se han planteado cuestiones como la natalidad y la familia. Y, evidentemente, eso no lo
va a resolver la Constitución. Por ejemplo, el 30% de las mujeres alemanas de hasta cuarenta años afirman que no quieren
tener ni un hijo. Tienen sus razones, la sociedad está planteada
de una forma que explica esta reacción, no voy a discutirlo. No
obstante, si el 30% de las mujeres alemanas no quieren tener ni
un hijo y el otro 70% tendrán entre uno y dos hijos, los alemanes podrán tener algunos votos más o menos en Europa, pero dentro de cuarenta años, en vez de ser ochenta millones, serán treinta. Por lo tanto, su capacidad de influencia, cuando se rompan los
anillos de continuidad generacional, será inferior.
«En los últimos treinta o cuarenta
años, la clase política,
intelectual y mediática europea ha
cometido un gran pecado de frivolidad, porque nunca se ha
planteado el tema demográfico.»
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
Otro tema importante es el del crecimiento económico, como
ha comentado el presidente González. Antes, el profesor Giddens
ha dicho que el estado del bienestar en Gran Bretaña tomó impulso durante la Segunda Guerra Mundial, con William Beverdidge
y Max Weber. Luego evolucionó durante muchos años, en Gran
Bretaña y en toda Europa, por razones éticas, políticas y sociales,
pero sobre todo por una cuestión. Este gran desarrollo del estado del bienestar en Europa se produce coincidiendo con aquello
que los franceses llaman les trente glorieuses, los treinta años de
crecimiento ininterrumpido de la Europa continental y de Gran Bretaña. Afortunadamente, en vez de dedicar el crecimiento a hacer
castillos para unos cuantos que iban de caza, se dedicaron a distribuirlo. Los alemanes reconstruyeron el país, y cuando lo hubieron reconstruido, en lugar de quedarse el dinero unos cuantos,
también los repartieron. Eso fue muy positivo.
El presidente González ha advertido del problema de quedarse
atrás en la tecnología. Para resolver las cuestiones tecnológicas
necesitamos la Constitución, que quede claro, pero sin Constitución
también lo podríamos haber hecho. También podríamos haber puesto en marcha los acuerdos de Lisboa, e incluso antes de los acuerdos de Lisboa ya sabíamos que teníamos un gran reto tecnológico.
Así mismo, tenemos el problema de la formación. El canciller
Schröder afirmó hace poco: «Necesitamos crear en Alemania diez
eliteuniversiteter». Es decir, universidades de elite. Al decirlo, todo
el mundo se le echó encima. Generalmente, la mayoría de los países europeos tienen una mejor enseñanza primaria que la norteamericana, pero la enseñanza europea no es tan buena en relación con los posgrados, con la investigación, con las especializaciones,
con lo que Schröder denomina eliteuniversiteter. El canciller Schröder debió de verse muy atrapado por sus responsabilidades o muy
perdido con vistas a las próximas elecciones, al manifestar algo plenamente impopular. La revolución cultural consistiría en poder
decirlo sin que le atacara toda la prensa y la oposición. Seguramente,
incluso los miembros de su propio partido, bajo mano, le aconsejaron que no lo dijera. Necesitamos un cambio cultural para poder
afirmar con tranquilidad que en Europa y en Alemania se necesitan eliteuniversiteter. Yo, personalmente, como presidente, estimulé la creación de alguna universidad pública con una mentalidad elitista. Me criticaron por todos lados y nadie me defendió,
empezando por las propias universidades que ya existían.
La inmigración es un tema que ya han tocado el profesor Giddens y el profesor García-Margallo. Son temas que están sobre
la mesa y que también debemos ser capaces de afrontar más allá
de la Constitución. Nos guste o no, tanto el discurso del presidente
González como el mío se pueden interpretar en clave pesimista.
La revolución cultural que necesitamos sin duda no es la de los
que van por la calle diciendo «Otra Europa es posible», porque,
entre otras cosas, una revolución cultural tiene que hacer propuestas.
Es otra revolución, mucho menos vendible desde el punto de vista
del divertimento colectivo y de los medios de comunicación. El mundo
intelectual europeo tiene un fallo: es débil. El hecho de que ahora
nos lo digan los americanos no nos obliga a criticarlo. En este sentido, el profesor Giddens es una excepción dentro del alto nivel
de la intelectualidad europea. Anthony Giddens y Tony Blair han
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hecho una revolución cultural. Ya veremos si saldrán adelante o
no, pero dicen cosas que no dice la mayoría. Y ahora les expondré alguna de ellas.
El diálogo político y la responsabilidad
como instrumento de cambio
Debemos superar esta situación, aunque sea difícil –y lo es, porque
conlleva cambiar aspectos que tenemos muy arraigados en nuestro interior. Nos hemos autojustificado mucho, pero debemos intentarlo. Algunos países consiguen mantener vivo el estado del bienestar cambiándolo, no necesariamente rebajándolo. A veces sí que
rebajan cosas, pero en otros casos las mejoran, las proyectan en el
tiempo o simplemente las remodelan. Por ejemplo, el profesor Giddens antes ha dicho que no es verdad que el modelo sueco sea un
modelo inmutable. El modelo sueco ha sufrido muchos cambios mediante las únicas armas posibles. Ha mantenido el crecimiento económico y ha habido mucho diálogo social y mucho diálogo político.
Un sueco me dijo en una ocasión: «Es muy importante que el sindicato de trabajadores y la patronal se entiendan, pero de todas formas la garantía última de las reformas sociales que hemos introducido
en Suecia nos la da la amplia mayoría parlamentaria». Finalmente,
han de ser los partidos políticos quienes asuman esta responsabilidad. Y todas las reformas que se han aplicado en Suecia han tenido siempre el apoyo de cuatro de los cinco partidos que hay en el
parlamento. Es decir, el partido comunista ha quedado fuera, pero
los demás partidos han votado las reformas, desde el partido socialdemócrata hasta el partido conservador, pasando por el partido liberal y el partido de centro, que es el antiguo partido agrario.
En España también tenemos algún ejemplo de acuerdo, en el
que tengo la satisfacción de decir que Convergència i Unió y el Partido Socialista colaboraron, y que posteriormente también fue recogido por el Partido Popular; me refiero al Pacto de Toledo. El Pacto
de Toledo es un buen ejemplo de cómo se tienen que hacer las cosas.
Nuestro partido desempeñó un papel importante, porque inicialmente la propuesta provino de un diputado nuestro, Rafael Hinojosa. No podía ser que las pensiones fueran un arma electoral cada
cuatro años; así no se resolvía el problema. El Pacto de Toledo es
un buen ejemplo que nos ha de llenar no sólo de satisfacción, sino
también de confianza. Si hemos podido establecer un pacto para
las pensiones, también lo tendríamos que poder hacer para otras
cuestiones. Así pues, debemos combinar la experiencia propia con
la de otros países, como por ejemplo la de los países escandinavos.
Dicho esto, tampoco desearía alargarme mucho más. Creo que
será más importante el coloquio que pueda haber entre todos nosotros. Como ex presidentes, nuestras valoraciones ahora no tienen
tanto mérito, son más complicadas cuando afrontas unas elecciones,
pero convendrán en que pueden ayudar a que los políticos llamen
las cosas por su nombre en el terreno económico, tecnológico, político y también en los valores. Tony Blair, que es un político valiente y hábil, dice: «No podemos ir bien si no recordamos a la gente
que el responsable de las cosas es cada uno». Ésta es una apelación a la responsabilidad personal. Desde la Administración, desde
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
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el Estado, desde el Gobierno, tenemos que ayudar a poder luchar
contra los peligros que conlleva la vida, la edad o el envejecimiento,
la enfermedad, el accidente, debemos hacer lo que sea necesario para que la gente pueda estudiar y formarse, para que haya
promoción social, osmosis, permeabilidad social, etc. No obstante, nunca tenemos que olvidar que finalmente cada uno tiene su
responsabilidad. Esto debe decirse, aunque no es tan fácil decirlo, se lo advierto.
Yo, por ejemplo, cada vez que inauguraba una escuela –y son
muchas las que he inaugurado–, hacía un discurso que siempre,
indefectiblemente, era atacado por alguien. Decía: «¿Queréis una
escuela? El Gobierno de la Generalitat en este caso tiene la obligación de hacerla, de traer a los maestros, pagarlos, etc. Pensando en la formación de sus hijos, ¿qué es importante? Los maestros. El buen maestro bajo un pino forma escuela. Es decir, un buen
maestro puede trabajar en una escuela con pocos recursos y conseguir que sus alumnos aprendan mucho, pero también puede suceder que en una escuela estupenda con muchos recursos y malos
maestros, los chicos no aprendan nada. Ahora, finalmente, el responsable más importante de sus hijos no es el presidente de la Generalitat, ni el alcalde, ni los maestros, a pesar de todo. Son ustedes».
Cada vez que decía esto, al día siguiente los diarios, unos más que
otros, me destrozaban y la oposición decía siempre lo mismo, ya
era una frase estereotipada: «Pujol renuncia a su responsabilidad
por incompetencia y la quiere trasladar a los ciudadanos». Yo creo
que Pujol tendría que ser capaz de seguir diciendo eso. Ahora, Felipe González y yo, como no tenemos tanta responsabilidad, lo podemos expresar con más rotundidad. Debemos ayudar a quienes tienen responsabilidades a poder decir cosas elementales y básicas
sin ser atacados. Si no, no tenemos sociedad del bienestar.
Hay un artículo que les recomiendo que lean. Se titula «Ética
para una globalización diferente» y lo escribió un filósofo español que se llama José Antonio Marina. Afirma que el estado del
bienestar no se puede convertir en el estado de la comodidad de
la gente, ni en el estado de la renuncia de la responsabilidad de
la gente, ni en la renuncia del esfuerzo de la gente. Es lo mismo
que dice Tony Blair, pero en un lenguaje un poco más retorcido
y filosófico. Esto es lo que tenemos que hacer ahora, y ya veremos cómo se hará. Deberíamos poder hacer este tipo de debate
en muchos lugares y con la máxima rotundidad.
«El estado del bienestar no se puede
convertir en el estado de la
comodidad.»
Hace un momento le comentaba al presidente González que
me quedé muy impresionado porque, hace tan sólo una semana,
la prensa alemana publicó en primera página el discurso del presidente saliente socialista, que se llama Johannes Rau, un hombre
de gran calidad moral. Se sublevaba contra el pesimismo –que en
Alemania es tan abundante– y hablaba de la necesidad de reaccionar. Al día siguiente aparecía el discurso del futuro presidente,
que se llama Köhler. Éste no es socialista, sino democratacristiano,
y decía lo mismo: «Si tenemos que hacer caso del estado de ánimo
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
de la ciudadanía alemana, las perspectivas son oscuras». En España esto no pasa, porque es un país que desde hace 25 años progresa, todavía estamos dentro de la línea optimista. En cambio, los
franceses y los alemanes, que están mucho más arriba que nosotros, pero encallados, sin saber cómo solucionar los problemas, han
caído en un cierto pesimismo. A nosotros fácilmente nos podría suceder lo mismo, porque realmente las perspectivas que tenemos
como sociedad en Europa y en España son complicadas. Y es que
son absolutamente necesarias reacciones fuertes contra este sentimiento pesimista, no ya únicamente políticas, sino de carácter cultural, intelectual, moral, social. Creo que hay mucha gente dispuesta
a hacer esta revolución cultural que reclamaba el presidente González. Por ejemplo, él ha citado los sindicatos. La evolución que han
tenido los sindicatos en España en estos últimos años es altamente positiva. Cuando hay problemas, la más alta cúpula sindical tiene
una comprensión mayor que otra gente teóricamente mucho más
entendida. Por lo tanto, hay gente sensible a estas cuestiones.
Hace muchos años que hablo del fenómeno de la inmigración
y debemos tener una política más abierta hacia el Tercer Mundo.
Recuerdo una anécdota de Felipe González y yo..., en la que yo
quedo muy bien y él también, por lo tanto la explicaré. Era hacia
el año 1995-1996, y me dijo: «Yo, el presidente del Gobierno español, he dado mi consentimiento a un acuerdo de la Unión Europea con Marruecos, que requería que España aceptara la entrada
de algunas toneladas más de tomates, y me ha surgido mucha oposición. Como tú siempre te has mostrado muy sensible con los problemas de Marruecos y crees que debemos tener un trato preferente con ellos, ¿sabes lo que podrías hacer? Ir a defender este acuerdo.
Se celebrará una reunión en Madrid en la que habrá dos notables
socialistas, pero iría bien que hubiese una persona que lo defendiera y que nadie pensara que tiene connotaciones con el Gobierno. Podrías ir tú.» Y fui a defender la importación de tomates marroquíes. No me envió a defenderlo a Valencia, pero sí a Madrid. Estas
actitudes son positivas: ir a defender cosas que van un poco en contra de aquello que es la opinión inmediata de la gente.
Con vistas a conseguir una buena convivencia como objetivo final, tenemos que fijarnos en lo que sucede en Suecia o en
Finlandia, que son países con una buena cohesión y diálogo
social. Es necesario que los políticos seamos capaces de adaptarnos para conseguir este diálogo social, por difícil que sea. He puesto este ejemplo porque se produjo en un momento en que él y
yo teníamos responsabilidades de gobierno y, por lo tanto, en mi
opinión estuvimos a la altura de las circunstancias. Y nada más.
No sé si he provocado lo suficiente, pero aquí tienen mi buena
voluntad, gracias por su atención.
Debate entre los ponentes
Felipe González
Me gustaría relacionar dos o tres cosas más. A propósito de los
tomates, la mayor parte de las importaciones que vienen de
Marruecos las producen empresarios mediterráneos y españoles.
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
Naturalmente, los que se irritan son los que sólo viven de su producción en ese sector.
También quiero decir que no soy pesimista, soy un optimista
escarmentado. Además, no debería ser pesimista, por eso advertí que iba a hablar como si no hubiera ocurrido el 14-M. Me parecería totalmente deshonesto que mis preocupaciones por los
desafíos que tenemos como país o como europeos, a partir del
momento en que se produce un hecho como el 14-M, fueran diferentes. Siguen siendo las mismas, qué le vamos a hacer. ¿Eso quiere decir que no estoy contento con el cambio? Incluso se me ha
quitado de encima un cierto peso, pero a los del PP, más. No creo
que mi aproximación sea pesimista, pero cuando se tiene menos
responsabilidad –que no quiere decir ser irresponsable–, te sientes más obligado a abrir vías de debate, que son más difíciles cuando se está institucionalmente comprometido con la petición de voto.
Por eso, agradezco a Caixa Manresa que haga un debate de este
tipo, porque hay que abrir unas pocas vías de debate muy serias
dentro y fuera de nuestro país. No sólo sobre el bienestar social,
sino también sobre el modelo europeo a seguir.
Coincido con Jordi Pujol en que este es el mejor modelo de
convivencia que se conoce a escala mundial. No conozco ninguna alternativa mejor en el mundo. Puede que nos pase como a
ese señor al cual los Reyes Católicos –que entonces eran menos
civilizados que él– echaron de Granada, cuando había construido la maravilla de la Alhambra y había llegado a un grado de desarrollo y de bienestar superior en cuanto al modelo de referencia
de la época. ¿Tenemos que preservar el modelo? Sí. ¿Cuáles son
los nuevos desafíos para preservar, modernizar y actualizarlo?
Debemos responder algunas preguntas que no nos hacemos.
¿La redistribución del ingreso que ha supuesto la creación del
estado del bienestar es simplemente la aplicación del crecimiento
de los gloriosos años 30, después de la Segunda Guerra Mundial,
o es también la causa de ese crecimiento sostenido durante treinta años? Es decir, ¿el hecho de que se haya redistribuido ingreso
en educación, en asistencia sanitaria, en sistemas de pensiones, no
ha sido un factor absolutamente clave para fortalecer ese mercado interno que hoy es el mercado europeo, y darle solidez a ese
crecimiento durante treinta años? Si no respondemos a esa pregunta, trabajamos en el vacío. Caer en según qué actitudes es una
tentación que desarticula mucho socialmente. Por ejemplo, una persona con un buen puesto de trabajo y que gana mucho dinero,
podría pensar que no tiene necesidad de hacerse cargo de un sistema pesado de seguridad social que da asistencia sanitaria a un
montón de gente que ni siquiera está dentro del sistema, cuando
podría tener su propio sistema personal y familiar en materia de
sanidad o educativa y pagar un fondo de pensiones sin tener que
cargar con el resto. Si se aplicaran medidas para cambiar el estado del bienestar, ¿qué consecuencias tendrían desde el punto de
vista de la sostenibilidad, no ya del estado del bienestar, sino del
propio modelo económico de crecimiento en el tiempo? Yo creo
que conviene preguntárselo, porque ese es el gran desafío de
América Latina como región emergente, que tiene el mismo producto bruto que hace veintidós años y ha conseguido el milagro
de haberlo distribuido mucho peor que hace veintidós años. O sea,
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
que la aplicación del neoliberalismo fundamentalista excluyente,
en lugar de fortalecer este mercado, lo ha liquidado.
Si dibujamos el mapa del mundo en el futuro, Estados Unidos,
dentro de 20 ó 25 años, a pesar de la desventura en la que está y
en la que nos ha metido a todos en Oriente Próximo, seguirá siendo previsiblemente la primera potencia económica, tecnológica y
militar del mundo. Sin embargo, la segunda potencia económica,
tecnológica y militar del mundo será China. ¿Cuál es la diferencia?
Estados Unidos tendrá el 3,2% de la población mundial, mientras
que China tendrá la cuarta parte de la población mundial. Mucho
antes de ese horizonte, tendrá el doble de producto bruto que hoy.
Es decir, en el año 2013, con la tasa de crecimiento actual, tendrá
el doble de producto bruto que hoy, que a la vez es el doble del
que tenía hace diez años. Cuando llegue el año 2013, China tendrá el producto per cápita que tenía en 1850. No me he equivocado de fecha ni de siglo. Además, consumirá más del doble de la
energía no renovable que consume ahora, mucha más que Estados Unidos. Será una potencia económica tecnológica y militar
que consumirá más de la cuarta parte de la energía. La otra cuarta parte, la consumirá Estados Unidos. Puede que Europa pueda garantizar fuentes de suministro para consumir el 20%, ya lo veremos.
Y puede que Japón, también. Muchas veces nos han contado el cuento de la caperucita roja y del lobo. Al final, vendrá el lobo cuando
más distraídos estemos. En algún momento tendremos una crisis
de oferta en serio, no por manejos de la OPEP, sino por un crecimiento de la demanda exponencial en áreas tan importantes como
China. Pakistán y la India son potencias nucleares y la línea de fractura que se produce en toda la zona energética no pasa sólo por
Irak y por Arabia Saudí, sino que sigue hacia el Cáucaso.
«Dentro de 20 ó 25 años, la primera
potencia económica, tecnológica y
militar del mundoseguirá siendo,
previsiblemente, los EE.UU; sin
embargo, la segunda será China.»
¿Qué papel tiene Europa en ese mundo que se avecina? ¿Cómo
define su política exterior y de seguridad? ¿Cómo define su poder
económico y tecnológico? ¿Cómo mantiene los elementos de cohesión y es capaz de dar un salto cualitativo desde el punto de vista
tecnológico? La cohesión del futuro no se realizará mediante las autovías de cemento, sino mediante las nuevas tecnologías. Por lo tanto,
no se dedicarán esfuerzos para fondos estructurales destinados a cemento, pero sí para políticas que sean capaces de convertirnos en una
potencia tecnológica. Y por lo tanto, una potencia capaz de añadir
valor y de mantener la cohesión social. ¿Cuál es el problema en Europa? Que no se discute de eso. Se ha debatido mucho sobre la Constitución, pero, ¿qué poder queremos para que Europa sea relevante en la globalización? En eso no perdemos el tiempo discutiendo.
Sabemos que no queremos competir con Estados Unidos como
potencia militar. A mí me parece muy bien. Ni se quiere ni se puede,
salvo si se quieren perder las elecciones. No hay ni un sólo modelo
de servicio militar obligatorio en Europa, se ha puesto de moda que
todos sean servicios militares profesionales. Los últimos que quedá© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
bamos illo tempore defendiendo lo contrario éramos Helmut Kohl
y yo, ni siquiera Jordi Pujol. Menos mal que en España el cambio lo
hizo la derecha. Lo hace la izquierda y nos habrían acusado de traición a la patria y no sé cómo la liberaríamos. Ahora estamos sin sistema de defensa, no tenemos capacidad para reclutar a 80.000 soldados. Por lo tanto, tenemos que activar los consulados en América
Latina para ofrecer esos puestos a los latinoamericanos. Entonces sí
que les daremos permiso de trabajo, cuando acaben el período de
prestación de servicio y juren lealtad a la bandera –que cada día es
más grande y que no es la suya, por cierto.
«La cohesión del futuro no se realizará
mediante las autovías de cemento,
sino mediante las nuevas
tecnologías.»
No nos tomamos en serio el cambio de modelo, Europa no piensa en su papel en la seguridad internacional, en su función económica y tecnológica como continente. Cada vez que tenemos un
problema empresarial grave, como el de Almston, la solución tiene
que ser corporativa. Tiene que arreglarlo el estado francés, con el
apoyo de los sindicatos y de todo el empresariado francés, no mediante una fusión, ni la reestructuración de la empresa, ni la búsqueda de ahorros en el mercado, por lo tanto privados, para relanzar
la empresa. Está claro que la empresa en pañales no se conserva,
es mentira. Si hacemos una inversión de 3.000 millones de euros,
dentro de diez años habrá otro plan de reestructuración de otros
10.000 millones más. ¿Cuándo podrán estos grandes iconos de la
economía europea trabajar en campo abierto? Por no hablar de
la economía española. Hay unas pocas empresas con inversiones
fantásticas, que son un oligopolio de oferta para nuestro mercado, que no sé si resistirían trabajar al descubierto, con una competencia real, tanto en el sistema financiero, como en los sectores
industriales, las nuevas tecnologías, etc. Tengo la tentación de
pensar que algunas no lo resistirían porque andan demasiado distraídas con pocas inversiones y con demasiados analistas financieros
al frente. La definición de Europa en el mundo es muy inquietante. Europa no puede conformarse con ser el mejor modelo de hedonismo decadente que se ofrece a un ciudadano para vivir bien. Tiene
que comprometerse incluso para seguir siendo el mejor modelo y
tener capacidad de influir en las decisiones mundiales.
«Europa no puede conformarse con
ser el mejor modelo de hedonismo
decadente que se ofrece a un
ciudadano para vivir bien.»
Jordi Pujol
Felipe González ya lo ha dicho todo. Me ha gustado mucho lo que
ha dicho de que el estado del bienestar ha sido un factor de crecimiento económico formidable. Es decir, al principio, si no hubiera
habido crecimiento económico, quizás no habría existido el estado
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
del bienestar, pero luego, en cambio, este estado del bienestar ha
propulsado el crecimiento. Explicaré una anécdota del abecé del estado del bienestar en los Estados Unidos, durante la Gran Depresión.
El presidente Roosevelt tenía una política keynesiana de gasto y obra
pública, pero no del todo, como ahora verán. La Gran Depresión
situó a muchos americanos en un nivel de pobreza. Esto significa
que centenares de miles de americanos iban a buscar cada día
sopa caliente a una serie de lugares de distribución de comida existentes en todas las ciudades americanas. Con el paso del tiempo,
la economía empezó a reaccionar, bajó el paro y el Gobierno de Roosevelt decidió que podía ponerse fin a estas ayudas. Tengamos en
cuenta que esto no era estado del bienestar, era asistencia, caridad.
Morgan, el secretario de estado de Economía, recomendó que ese
dinero se dedicara a la economía; debía acabarse lo de ayudar a la
gente porque se perdía dinero. Así pues, suprimieron la ayuda, pero
decenas de miles de personas continuaban yendo a buscar el plato
de sopa. Entonces, Keynes envió una carta a Roosevelt en la que
le decía algo muy importante: «No se equivoque. Ustedes no tienen un problema de sobreproducción, sino de poco consumo.»
Felipe González
Claro. De falta de demanda.
Jordi Pujol
Jordi Pujol
Nos falta liderazgo. Ahora seré muy imprudente: creo que el
único político europeo de entre los presidentes de gobierno que
es valiente y capaz de plantar cara es Tony Blair. Pero Tony Blair
tiene un problema: es inglés, y los ingleses siempre están dentro
y fuera. Yo me hice europeísta en 1946, cuando tenía 16 años,
porque hubo un inglés que me engañó.
Felipe González
Un inglés rodeado de escoceses.
Jordi Pujol
Fue Churchill. Yo era muy jovencito, pero leía el diario –en esto siempre he sido precoz. Y entonces leí un discurso de Churchill que decía:
«Europa debe unirse». Y yo pensé: «Es verdad, tiene razón, Europa debe unirse». Desde entonces soy europeísta. Al cabo de unos
años, los europeos nos empezamos a unir y le dijimos a Churchill,
que volvía a ser presidente del gobierno británico: «Churchill, ya nos
estamos uniendo, ya puede venir», y él contestó: «No, os tenéis que
unir vosotros». Éste es el problema inglés. Por lo demás, Tony Blair
es un político capaz con bastante peso en Europa. Hay otros políticos, pero de países más pequeños. Yo siempre digo que un buen
político es Juncker, pero claro, es presidente de Luxemburgo.
Por lo tanto, si quieren que la economía reaccione, tienen que ayudar a la gente a sobrevivir, como mínimo. Y, en fin, pongan en práctica todas las medidas sociales que permitan un incremento de consumo. Keynes estaba de acuerdo con Ford, que impulsó la economía
americana a base de hacer más fácil el consumo, en este caso el
consumo de coches. Ford y Keynes seguramente eran de procedencias muy diferentes, pero tuvieron puntos de contacto. Digo
esto porque se piensa que con el estado del bienestar la economía queda atrapada y frenada. Puede quedar atrapada si lo hacemos mal. El profesor Giddens siempre afirma que la política fiscal
no se puede hacer únicamente pensando en términos sociales, sino
también en términos económicos. Si tiene que haber competitividad, tiene que combinarse la acción social y el crecimiento económico. En cambio, yo sí que creía en aquello de Lisboa. Leí el acuerdo y me dije: «Vamos bien». El problema es que no lo hemos hecho.
Para que Europa pueda tener un papel en el mundo como actor
mundial y no como sujeto pasivo, nos falta liderazgo político.
Felipe González
«Para que Europa pueda tener un
papel en el mundo como actor
mundial y no como sujeto pasivo, nos
falta liderazgo político.»
Felipe González
Totalmente cierto.
Jordi Pujol
Ya veis que tengo simpatía por Blair. ¿Por qué lo decía, esto?
Felipe González
Lo anterior lo decía porque no es marxista; no cree que la cantidad da siempre calidad.
Jordi Pujol
No lo soy. Blair tampoco lo es.
Yo creo que ni tan sólo ha leído a Marx.
Jordi Pujol
Felipe González
En eso está de acuerdo con Aznar.
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
Wilson Churchill decía que no había leído a Marx: «¿Yo, leer a Marx?
¿Un tomo así de tremendo, que luego a la segunda línea ya hay
una nota de pie de página que dura dos páginas? No, hombre, no.»
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
Turno de preguntas
Moderador
Como ustedes saben, este debate es seguido en directo a través
de Internet...
Felipe González
¡Haberlo advertido antes!
Moderador
...en colaboración con la UOC y se retransmite en directo por la
televisión de Manresa. A través de estos dos conductos o canales, se han formulado a los ponentes tres preguntas relacionadas
con el estado del bienestar.
Maria de Palamós pregunta a los dos ponentes: «Se reclaman
más recursos para mejorar las prestaciones del estado del bienestar,
pero no se habla de gestionar más eficazmente los recursos existentes. ¿Por qué los políticos no tienen la valentía de exigir un mejor
funcionamiento de la administración funcionarial y burocratizada, que malbarata muchos de los recursos recaudados mediante
los impuestos?».
Jordi Pujol
Es la crítica que nos hacen siempre.
bajando en Hamburgo con el frío que hace? Se tendría que eliminar el tipo de redistribución que crea pasividad y sustituirlo por
otro que cree incentivos.
En segundo lugar, vuelvo a dar un toque de atención. Estamos
muy distraídos respecto a la revolución tecnológica. Por ejemplo,
se habla de la necesidad de hacer una oficina presupuestaria para
saber los costes de funcionamiento del aparato funcionarial del Estado. Está en el programa de mi partido, así que no lo puedo reprochar. Por primera vez en España tendremos una oficina presupuestaria
en el parlamento. Me parece muy bien, pero la terminología que
utilizamos es de hace más de cincuenta años. La oficina presupuestaria
sería prescindible si simplemente se pudiera hacer un seguimiento en línea de cada comisión parlamentaria, no sólo de la totalidad del presupuesto, si no de cada una de las partidas presupuestarias,
de su ejecución, de la contratación... Consistiría en un sistema de
conexión en Intranet, si no se quiere ser demasiado transparente,
al que podría tener acceso cualquier parlamentario, sin necesidad
de una oficina de presupuestos. Además, nos ahorraríamos un montón de preguntas orales y escritas que no sirven para nada, sólo
para que las eluda el ministro correspondiente, sea de un partido
o del otro, casi todas referidas al presupuesto: «¿Quién se llevó la
contratación? ¿Cuánto tiempo tarda? ¿Cuándo va a llegar el AVE
a Barcelona?» Nunca. Tal como va la ejecución presupuestaria, nunca.
Yo le dije a Jordi que llegaría en el 2007 y me dijo: «Anda, no exageres, será en el 2005.» Ya nos acercamos al 2005 y va veremos.
No hemos sabido comprender ni el valor democratizador de trabajar en abierto a través de los sistemas que nos ofrecen las nuevas tecnologías, ni el inmenso ahorro de coste que suponen, ni la
transparencia que se gana. Las nuevas tecnologías nos permitirían dar un salto exponencial en la administración de los recursos,
pero cada vez que alguien se siente nombrado jefe de tribu se pone
seis plumas y quiere tener muchos indios. Si no, ¿qué jefe de tribu
va a ser?
«No hemos sabido comprender el
valor democratizador de trabajar en
abierto a través de los sistemas que
nos ofrecen las nuevas tecnologías.»
Felipe González
Yo, que llevo más tiempo fuera del poder, diría: «amén». No sé
qué dirá Jordi, pero yo estaría de acuerdo. Sin embargo, querría
añadir dos claves por donde se podría indagar una respuesta
seria a esta cuestión, que, sin duda alguna, no es sólo de volumen de recursos, sino de una buena administración de los mismos. En primer lugar, el bienestar social es la redistribución del ingreso como técnica para mantener la cohesión social. La redistribución
de la renta como técnica que, a veces, sirve para modular presiones
salariales directas que encarecen el coste laboral unitario. Por lo
tanto, la redistribución del ingreso, algo que empezó a hacer
Tony Blair y que no profundizó, debería hacerse evitando las
trampas de la pasividad para el mantenimiento de un sistema productivo eficiente. El gran problema no es cuánto se ingresa, sino
cuánta pasividad genera una ineficiente redistribución del ingreso. Dicho en otros términos, si tengo treinta años y hay un tipo
de seguridad social que me permite estar 30 ó 40 ó 50 meses seguidos con unas prestaciones de desempleo con las que puedo vivir
fantásticamente bien en las Canarias, ¿por qué voy a estar tra© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
Jordi Pujol
Esta señora tiene razón. Supongo que existe la tendencia natural, al ser nombrado jefe de negociado o presidente de gobierno,
de complicar las cosas sin darse cuenta. Kafka ya había escrito al
respecto hace muchos años y Larra, en 1840, también. La Administración tiene tendencia a enredarse, a mantener su parcela de
poder de esta forma. Ahora bien, no es una tarea fácil, porque la
complejidad de la Administración es muy grande. Es verdad que
con las nuevas tecnologías, por ejemplo, se pueden mejorar
muchas cosas, pero, de todos modos, la complejidad persiste.
Hay que ir con cuidado, sin embargo. A veces, quien complica la Administración es la población. En Europa y en Cataluña la
población es muy proteccionista, es decir, quiere que se tengan que
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
pasar muchos filtros antes de que algo pueda salir adelante. Todo
el mundo considera impresentable que se tarden cuatro años en
hacer una carretera, pero cuando esta carretera pasa por un campo
o jardín propio, se utilizan todos los recursos para retrasar su construcción. Yo he sido presidente de 1980 a 2003. Cuando en 1980
decíamos que haríamos una carretera, al cabo de seis meses ya estaba hecha. Entonces, la oposición y los diarios criticaron el sistema
y el procedimiento se complicó por la presión de la población y también por Europa. Europa es una complicación tremenda. Cualquier
cosa que quieras hacer tiene que pasar por Bruselas, y los procesos se alargan meses y meses. Además, encontramos nuevos conceptos que tienen una fuerza enorme –en ocasiones yo creo que
excesiva–, que antes no existían, como son las políticas medioambientales. Si aparece una lagartija, la carretera ya no puede pasar
por allí y se tiene que desviar. Además, están las alegaciones.
Hemos pasado de los quince días para alegaciones a dos meses.
En definitiva, no lo hacemos suficientemente bien, debe de ser un
mal bastante general y algo de culpa tenemos los políticos que hemos
estado ahí durante estos años, pero yo pido que la población también comprenda qué conlleva tener el 100% de garantías en todo.
Es decir, si analizamos los problemas que hemos tenido con el trazado del TGV, veremos que una parte de la culpa del retraso es
nuestra, de la sociedad, de los ayuntamientos y de la Generalitat,
porque se han agotado todos los recursos posibles.
Felipe González
Menos el ministro de Fomento, todos los demás son culpables.
Jordi Pujol
El retraso en la construcción del tramo de la N-II entre Cervera e
Igualada es culpa de todos, menos del ministro de Fomento. Al
final, la posibilidad de recurso por parte de la sociedad es tan grande que se llevó a los tribunales y un juez decidió por dónde tenía
que pasar la carretera, lo que considero una aberración que obliga a una reflexión.
Felipe González
Cada uno en su papel, claro.
Moderador
Andreu, de Manresa, le pregunta al presidente González que si
tuviera que privatizar alguna partida de las que conforman el estado del bienestar en estos momentos, cuál sería y por qué.
Felipe González
Es una buena pregunta. Hay una tendencia, que es algo más que
una moda, hacia la privatización. Es decir, los poderes públicos se
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
retiran de la generación directa de producto bruto, que queda en
manos de actores privados. Esa tendencia ha llegado a servicios
públicos que podíamos considerar esenciales, en el sentido de que
responden a derechos previamente reconocidos. Ahí es donde más
resistencia ofrecería a privatizar. Me refiero a la educación, a
pesar de que tengamos el sistema mixto, o a la sanidad.
Sin embargo, los servicios públicos que no responden a derechos reconocidos previamente como derechos universales, como podrían ser las telecomunicaciones o los también llamados monopolios
históricos o naturales, no creo que haya ningún inconveniente en
privatizarlos. Puede que con la privatización se gane eficacia en la
prestación del servicio, aunque no está garantizado. Por lo tanto,
retiraría la actividad pública, pero no el papel de regulador, que no
sería de tenedor de la acción de oro, ni de entrometerme en quién
tiene que ser el presidente de una determinada compañía por proximidad en el pupitre infantil... El regulador no puede de ninguna
manera renunciar a su capacidad y a su responsabilidad.
Les pondré un ejemplo brutal, para aclarar lo que quiero decir.
En España, la extracción de recursos energéticos obviamente no
depende del Estado. De las dos grandes compañías que se dedican al petróleo y al gas, una de ellas ha renunciado a la exploración, porque tiene una alianza con una compañía francesa que ya
explora. Por lo tanto, tenemos una gran «potencia» que se dedica a todo el ciclo, como es Repsol. ¿El Estado no debería preocuparse, dentro de unos años, de una futura crisis de oferta por
la superación de la demanda? ¿Qué garantías tenemos de suministro energético a medio plazo? Obviamente, nadie le pedirá explicaciones a un empresario privado que tiene que optimizar sus resultados empresariales, por lo menos desde el punto de vista del
ciudadano. En una crisis energética, se pedirán explicaciones a los
gobernantes, centrales o autonómicos.
Después nos tendríamos que meter en el presupuesto, partida por partida y decidir cuáles son francamente ineficaces. Como
dicen los mejicanos, quien vive fuera del presupuesto, vive en el
error. Por eso la mayoría quiere vivir en el presupuesto, porque
sabe que después es casi imposible salir de él. Narcís Serra lo comprobó cuando fue ministro de Defensa. Estar en el presupuesto
español, europeo o autonómico es como tener un banco pintado en la mili. Lo pinta uno, le pone un vigilante para que nadie
se manche y veinte años después siguen vigilando el puñetero banco
sin saber por qué se hace una guardia inútil. Nadie más volvió a
sentarse en ese banco, porque el primer soldado al que le dieron
la orden, la transmitió. Por lo tanto, de bancos pintados tenemos
los presupuestos llenos y cualquiera que haya trabajado en la Administración lo sabe. Hay que ver la cantidad de razones que recibe uno para que nadie se apee del presupuesto. En el fondo, hay
una tentación clientelar inevitable. Este es el drama.
¿Debemos privatizar la sanidad, porque ahora está de moda
hacerlo? No creo que gastemos menos producto bruto per cápita con la sanidad privatizada. Sin embargo, si alguien me demuestra que se garantiza la universalidad del servicio y que además el
coste, en términos de producto bruto y en eficiencia de la prestación de servicio, es comparable al público, no estoy casado con
el servicio público inexorablemente.
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El estado del bienestar: perspectivas de futuro
Moderador
Acuerdos de Lisboa (conclusiones de la Presidencia del Consejo
Europeo de Lisboa, 23 y 24 de marzo 2000)
Muy bien, muchísimas gracias. En nombre de Caixa Manresa, que
ha organizado este acto, agradecemos al presidente González y
al presidente Pujol que hayan participado en este debate.
http://www.europarl.eu.int/summits/lis1_es.htm
Pacto de Toledo (documentación recogida en el diario El Mundo)
http://www.el-mundo.es/
economia/pactotoledo/pactotoledo1.html
Enlaces relacionados
[fecha de publicación: agosto de 2004]
IX Jornada de Economía de Caixa Manresa
http://www.caixamanresa.es/jornadaeconomia
Para citar este documento puedes utilizar la siguiente referencia:
GONZÁLEZ, Felipe; PUJOL, Jordi (2004). «El estado del bienestar: perspectivas de futuro» En: IX Jornada d’Economia de Caixa
Manresa (2004: Manresa) [documento en línea]. Caixa Manresa. [Fecha de consulta: dd/mm/aa]
http://www.uoc.edu/symposia/caixamanresa/jornadaeconomia/esp/gonzalezpujol.pdf
Jordi Pujol i Soley
Ex presidente de la Generalitat de Cataluña
Licenciado en Medicina por la Universidad de Barcelona. Debido a su destacada militancia antifranquista, fue condenado a siete
años de prisión en 1960, de los que cumplió dos años y medio de condena. Durante la década de los sesenta, colaboró en la
creación de Gran Enciclopèdia Catalana, así como en la creación de Banca Catalana en 1962, de la que fue vicepresidente ejecutivo. También colaboró en la dinamización de infraestructuras culturales y sociales. En el año 1974 pasó definitivamente al
ámbito político al fundar Convergència Democràtica de Catalunya, partido del que fue secretario general de 1976 a 1989. Tras
las primeras elecciones democráticas de 1977 y con el restablecimiento de la Generalitat, Jordi Pujol fue nombrado consejero
del gobierno provisional de la Generalitat de 1977 a 1980. Al mismo tiempo, también fue jefe del grupo parlamentario de Convergència i Unió en el Congreso de los Diputados de Madrid. En 1980 fue elegido presidente de la Generalitat, cargo que ocupó
hasta el año 2003, después de ser reelegido consecutivamente en los años 1984, 1988, 1992, 1995 y 1999. De 1988 a 1992
fue vicepresidente de la Asamblea de las Regiones de Europa, institución de la que ocupó la presidencia de 1992 a 1996. En el
año 2003 se retiró y dejó el liderazgo del partido. Es autor de numerosos libros y ha recibido títulos honoríficos de instituciones
y gobiernos de Gran Bretaña, Francia, Bélgica, España, Estados Unidos, Chile, Canadá, Portugal y México.
Felipe González Márquez
Presidente de la Fundación Progreso Global
Ex presidente del Gobierno español
Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, especializado en cuestiones laborales. En 1964 se afilió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cuando era un partido prohibido en España, y acabó siendo su secretario general de 1974 a 1997.
Fue el candidato número uno por Madrid al Congreso de los Diputados en las primeras elecciones generales de junio de 1977,
y desde entonces fue diputado en todas las legislaturas hasta abril de 2004. En 1982 fue elegido presidente del Gobierno español, cargo que ocupó hasta 1996, después de ganar las elecciones generales en 1986, 1989 y 1993. Bajo su mandato, España entró en la entonces denominada Comunidad Europea, en 1986. Fue vicepresidente de la Internacional Socialista de 1978
a 1999 y forma parte de la comisión Progreso Global para la renovación de la Internacional Socialista desde septiembre de
1996. En 1996 también fue nombrado representante personal del presidente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE) con objeto de estar al frente de una delegación conciliadora en el conflicto de la República Federal
de Yugoslavia. Ha recibido numerosos premios honoríficos de prestigio internacional, entre los que destaca el Premio Carlomagno, concedido en 1993 por su contribución europea. Es presidente de la fundación Progreso Global desde septiembre de
1997 y actualmente dirige y participa en seminarios y conferencias, y también hace colaboraciones periodísticas.
© Felipe González Márquez y Jordi Pujol Soley, 2004
© de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004
Título original: L'estat del benestar: perspectives de futur
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