Parte II 197 Secretario General142, solicitándole que enviara de inmediato a otro equipo de expertos para investigar un bombardeo con armas químicas que supuestamente se había efectuado el 2 de agosto. El 5 de agosto el Presidente del Consejo de Seguridad informó al Secretario General de que los miembros del Consejo consideraban que, a la luz de la resolución 612 (1988) y de la gravedad que atribuían al asunto, habría que investigar cualquier nueva denuncia relativa al empleo de armas químicas143. Se envió a una misión de especialistas y su informe llegó a la conclusión de que se habían utilizado armas químicas contra civiles iraníes en una zona adyacente a un centro urbano, que carecía de toda protección contra ese tipo de ataque143. En su 2825a. sesión, celebrada el 26 de agosto de 1988, el Consejo incluyó los informes en su orden del día. El Consejo inició su examen del tema de conformidad con un acuerdo alcanzado en consultas anteriores. El Presidente se refirió a un proyecto de resolución presentado por la República Federal de Alemania, Italia, el Japón y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte144. A continuación sometió a votación el proyecto de resolución, que se aprobó por unanimidad como resolución 620 (1988)145. La resolución dice lo siguiente: El Consejo de Seguridad, Recordando su resolución 612 (1988), de 9 de mayo de 1988, Habiendo examinado los informes de 20 y 25 de julio y de 2 y 19 de agosto de 1988 de las misiones enviadas por el Secretario General para inS/20084. S/20134. 144 S/20151. 145 Para la votación, véase S/PV.2825, pág. 6. 142 143 vestigar las denuncias sobre la utilización de armas químicas en el conflicto entre la República Islámica del Irán y el Iraq, Profundamente consternado por las conclusiones de las misiones de que había habido uso repetido de armas químicas en el conflicto entre la República Islámica del Irán y el Iraq y de que la utilización de dichas armas contra los iraníes se había intensificado y se había hecho más frecuente, Profundamente preocupado por el peligro de la posible utilización de armas químicas en el futuro, Teniendo presentes las negociaciones en curso en la Conferencia de Desarme sobre la prohibición completa y efectiva del desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas químicas y sobre su destrucción, Decidido a intensificar sus esfuerzos por poner fin a toda utilización de armas químicas en violación de las obligaciones internacionales, ahora y en el futuro, 1. Condena decididamente la utilización de armas químicas en el conflicto entre la República Islámica del Irán y el Iraq, en violación de las obligaciones contraídas en virtud del Protocolo relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos, firmado en Ginebra el 17 de junio de 1925, y en desafío de su resolución 612 (1988); 2. Alienta al Secretario General a que lleve a cabo investigaciones a la brevedad posible, en respuesta a las denuncias que señale a su atención cualquier Estado Miembro en relación con toda posible utilización de armas químicas y bacteriológicas (biológicas) o toxínicas que pueda constituir una violación del Protocolo de Ginebra de 1925 u otras normas pertinentes del derecho consuetudinario internacional, a fin de determinar la realidad de los hechos, y a que informe de los resultados; 3. Exhorta a todos los Estados a que sigan aplicando, instauren o intensifiquen un estricto control de la exportación de productos químicos que puedan utilizarse en la producción de armas químicas, en particular a las partes en un conflicto, cuando se haya determinado que han utilizado armas químicas en violación de las obligaciones internacionales, o haya razones concretas para creer que las han utilizado; 4. Decide examinar sin dilación, teniendo en cuenta las investigaciones del Secretario General, medidas apropiadas y eficaces de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, si se produjese en el futuro cualquier utilización de armas químicas en violación del derecho internacional, dondequiera que ocurriese y quienquiera fuese responsable de ella. 4. LA CUESTIÓN DE SUDÁFRICA Decisión de 12 de marzo de 1985 (2574a. sesión): resolución 560 (1985) Por carta de fecha 28 de febrero de 19851 el representante de Egipto, en su calidad de Presidente del Grupo de Estados Africanos en las Naciones Unidas durante el mes de febrero, solicitó una sesión urgente del Consejo de Seguridad para examinar la grave situación imperante en Sudáfrica como resultado del asesinato de manifestantes africanos indefensos que habían expresado su oposición contra los traslados forzados, las detenciones y las acusaciones de “alta traición” contra los dirigentes del Frente Democrático Unido (FDU) y la intensificación constante de la violenta represión por parte del Estado del apartheid. Por carta de fecha 6 de marzo de 1985 dirigida al Secretario General2, el representante de la India transmitió el texto de un comunicado aprobado en la misma fecha por el Buró de Coordinación del Movimiento de los Países No Alineados en el que se condenaba al régimen de Pretoria por la despiadada matanza de hombres, mujeres y niños inocentes que estaban protestando porque se los llevaban por la fuerza de Crossroads y otros lugares para su reasentamiento; se recordaban las resoluciones 473 (1980), 554 (1984) y 556 (1984) del Consejo de Seguridad , así como otras resolucio- nes pertinentes, y se instaba al Consejo de Seguridad a que adoptara las medidas necesarias para dar cumplimiento a esas resoluciones y resolver debidamente la grave situación en Sudáfrica mediante la imposición de sanciones obligatorias amplias, con arreglo al Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas. En su 2571a. sesión, celebrada el 8 de marzo de 1985, el Consejo incluyó en su orden del día la carta de fecha 28 de febrero de 1985 del representante de Egipto y examinó el tema en las 2571a. y 2574a. sesiones, celebradas el 8 y 12 de marzo de 1985. En el curso de sus deliberaciones, el Consejo invitó a los representantes de Guinea, la República Árabe Siria, la República Unida de Tanzanía, Sudáfrica, Viet Nam y el Yemen Democrático, a petición suya, a participar, sin derecho de voto, en el debate sobre el tema3. El Consejo extendió también una invitación, respondiendo a su solicitud , al Presidente interino del Comité Especial contra el Apartheid4. En la 2571a. sesión, celebrada el 8 de marzo de 1985, el representante de Guinea, en su calidad de Presidente del Grupo de Estados Africanos durante el mes de marzo, declaró que la lucha del pueblo oprimido de Sudáfrica no era Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento. S/PV.2571, págs. 18 y 19; véase también el cap. III del presente Suplemento. 3 S/16991. 2 S/17009. 1 4 198 solamente la lucha del continente africano, sino también la de toda la humanidad , y que cualquier connivencia con el régimen de Pretoria, cuyo fin exigía la Carta de las Naciones Unidas, era un crimen contra la humanidad en su conjunto. Añadió que había llegado el momento de que los pueblos del mundo, que en 1945 habían declarado su determinación de preservar la paz y la seguridad internacionales, pusieran término a la tiranía racista de Pretoria oponiendo a su ideología ponzoñosa la de la igualdad entre los hombres y las razas. El apartheid no podía ser reformado y había que extirparlo, por lo que era imperioso que la comunidad internacional mantuviera y aumentara la presión sobre Pretoria para obligarle a respetar los derechos legítimos del pueblo sudafricano, puesto que sólo la eliminación del apartheid y el establecimiento de una sociedad democrática y no racial basada en el diálogo de las comunidades y dentro del marco del ejercicio por todos del sufragio universal podía conducir a una solución justa del problema de Sudáfrica5. En la misma sesión, el representante de la India, hablando en nombre del Movimiento de los Países No Alineados, manifestó que el apartheid era la causa de la grave amenaza a la paz y la seguridad que seguía existiendo en el África meridional y que la obsesión por mantener y consolidar el apartheid constituía la principal razón de las transgresiones de Sudáfrica a la Carta de las Naciones Unidas y al derecho internacional, como ponía de manifiesto la humillación y represión desencadenadas contra la comunidad mayoritaria, la continua ocupación ilegal de Namibia y los reiterados actos de agresión, injerencia y desestabilización contra los Estados africanos independientes. Dijo que la preocupación inmediata del Consejo en esa sesión se veía acrecentada por los graves acontecimientos recientes, que incluían el asesinato indiscriminado en Crossroads y otros lugares de hombres, mujeres y niños inocentes que protestaban porque se les había obligado a abandonar sus hogares y a reinstalarse en los bantustanes infames, la detención arbitraria de un gran número de dirigentes y miembros del Frente Democrático Unido (FDU) y otras organizaciones y la acusación de alta traición contra muchos de ellos por participar en el movimiento pacífico de masas a favor de una Sudáfrica unida, no racial y democrática. Citó extensamente el comunicado difundido por el Buró de Coordinación del Movimiento de los Países No Alineados6, que expresaba, entre otras cosas, la convicción de que la constante intensificación de la violenta represión del Estado del apartheid contra el pueblo oprimido y desposeído de Sudáfrica justificaba aún más la legitimidad de su lucha, por todos los medios de que disponía, incluida la lucha armada. A continuación presentó un proyecto de resolución7 patrocinado por Burkina Faso, Egipto, la India, Madagascar, el Perú y Trinidad y Tabago. Calificó las disposiciones del texto del proyecto como un compendio de todos los aspectos de interés inmediato y los principios que debía sostener el Consejo, y expresó su deseo de que el proyecto recibiera el apoyo de todos los miembros del Consejo. Concluyó recordando el nombre del poblado sudafricano, Crossroads, que recientemente había sido el escenario de trágicos acontecimientos, y afirmó que desde hacía tiempo Ibíd., págs. 4 a 6. S/17009, anexo. 7 S/17013, sustituido posteriormente por S/17013/Rev.1 y aprobado como resolución 560 (1985). 5 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales el Consejo de Seguridad se encontraba en una encrucijada con respecto a esta cuestión y que, frente a la continua oposición de Sudáfrica, era ya hora de que el Consejo saliera de la encrucijada y procediera a imponer medidas obligatorias adecuadas contra Pretoria8. En la misma sesión el representante de la República Unida de Tanzanía, hablando en su calidad de representante del entonces Presidente de la Organización de la Unidad Africana, indicó que el apartheid era un sistema maligno calificado como crimen de lesa humanidad por la Asamblea General, el Movimiento de los Países No Alineados, la Organización de la Unidad Africana y toda la comunidad internacional. Subrayó que el sistema de apartheid planteaba una amenaza a la paz y la seguridad internacionales y que por lo tanto había que adoptar medidas concretas dentro del marco del consenso internacional para obligar al régimen sudafricano a abandonar sus malvadas políticas. El aumento de la violencia, el recurso a arrestos en masa, los cargos de alta traición contra los dirigentes del Frente Democrático Unido constituían una prueba de que Sudáfrica no estaba dispuesta a realizar cambios pacíficos y de que el carácter inherentemente agresivo del régimen también se reflejaba en sus ataques militares y otras formas de desestabilización contra los Estados independientes vecinos de Angola, Botswana, Lesotho, Mozambique, Swazilandia y Zambia. Las presuntas reformas del régimen de Pretoria se habían desenmascarado y se habían presentado como lo que eran realmente: una campaña orquestada de engaño, un intento de dividir a la oposición interna al apartheid tendiente a desnacionalizar al pueblo negro, establecer bantustanes y fomentar el conflicto fratricida en el seno de la población negra no sólo en Sudáfrica, sino en toda el África meridional, y que este objetivo a largo plazo, para la consecución del cual el régimen sudafricano estaba estableciendo, entrenando y fortaleciendo a ejércitos tribales, no debía permitirlo el Consejo de Seguridad. Calificó la creciente campaña en pro de la desinversión y de la adopción de otros tipos de medidas como alentadoras y exhortó a la comunidad internacional, en especial al Consejo, a que apoyara plenamente esas y otras medidas que pudieran obligar al régimen a abandonar el apartheid. Reiteró la insistencia por parte de los Estados Miembros de la Organización de la Unidad Africana en que nada que no fuera la imposición de medidas eficaces en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas obligaría al régimen sudafricano a abandonar su odiosa política. Afirmó asimismo que el apartheid , como sistema malévolo, tenía que utilizar la violencia para sobrevivir y que el Consejo, al oponerse a la violencia actual, debía demostrar que estaba dispuesto a extirpar totalmente el apartheid. Mientras tanto, el Consejo tenía que exigir que el régimen de Pretoria pusiera fin de inmediato al desplazamiento por la fuerza de la población negra de sus hogares, defender la legitimidad de la lucha y exigir asimismo que el régimen racista retirara los cargos de traición contra las personas enjuiciadas y les concediera la libertad inmediata e incondicional9. En la misma sesión el Presidente Interino del Comité Especial contra el Apartheid dio lectura, al concluir su declaración, al texto de un mensaje del obispo Desmond Tutu dirigido al Presidente del Consejo de Seguridad en el que el 6 8 9 S/PV.2571, págs. 7 a 12. Ibíd., págs. 13 a 18. Parte II obispo afirmaba que el Frente Democrático Unido, organización que se había dedicado constantemente a procurar un cambio pacífico dentro de los límites de las leyes sudafricanas y que no había patrocinado la violencia, había sufrido la detención de sus dirigentes, y manifestaba su deseo de que la comunidad internacional expresara su desagrado ante los actos perpetrados por el Gobierno sudafricano que impedían la oposición pacífica a su política malvada. El Presidente Interino dijo que todo lo que se había hecho a lo largo de decenios por parte de las Naciones Unidas para encontrar una solución justa y pacífica al apartheid , de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de Derechos Humanos, había resultado vano y que la situación se había agravado peligrosamente ante la determinación manifiesta de Pretoria de sofocar por la violencia toda veleidad de los africanos en el sentido de reivindicar su derecho a la libertad , la igualdad y la dignidad humanas. Declaró asimismo que, además de los recientes actos de represión en los que un total de 200 personas habían resultado muertas y 1500 gravemente heridas, el régimen de Pretoria seguía reforzando su arsenal militar, gracias al cual mantenía su dominio sobre las mayorías, perpetuaba la ocupación ilegal de Namibia y trataba de imponer su hegemonía a los Estados vecinos. Hizo referencia a la reciente propuesta del Sr. R. F. Botha de estudiar una fórmula que reconociera derechos políticos a los negros establecidos en la periferia de las zonas urbanas y al rechazo de Nelson Mandela, símbolo de la resistencia, de la oferta de liberación que se le había hecho a condición de que “renunciase a la violencia”, y declaró que el único propósito de todas esas maquinaciones era reforzar el sistema del apartheid , en violación del principio del derecho de los pueblos a decidir por sí mismos, universalmente aceptado. Hizo hincapié en que el África meridional no conocería la paz y la estabilidad hasta que el apartheid quedara totalmente eliminado y todos los habitantes de Sudáfrica, sin distinción de raza, color o creencia, pudieran ejercer su derecho a la libre determinación. Concluyó su intervención recordando que el Consejo de Seguridad , ya en 1963, se había declarado convencido de que la situación en Sudáfrica perturbaba gravemente la paz y la seguridad internacionales, y lanzó un llamamiento al Consejo, como órgano principal para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, para que no se desembarazase de la responsabilidad que le incumbía en virtud de la Carta y aprobara por unanimidad el proyecto de resolución presentado por el representante de la India10. En la misma sesión, después de una breve suspensión, el representante de Sudáfrica declaró que la sesión del Consejo se había convocado en forma irregular, en contravención flagrante de las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, que inequívocamente prohibían la intervención en los asuntos internos de un Estado Miembro, y que sería difícil imaginar un abuso más cínico de los poderes del Consejo de Seguridad que la convocación de esa sesión. Declaró asimismo que los patrocinadores del proyecto de resolución sometido al Consejo habían dejado de lado las disposiciones de la Carta y habían optado, en cambio, por insistir en su venganza y su campaña desesperada e irracional contra Sudáfrica y sus pueblos en momentos en que, como nunca 10 Ibíd., págs.17 a 21. 199 antes en la historia de ese país, se habían realzado en forma tan espectacular las oportunidades de una mayor buena voluntad y cooperación entre todos los pueblos y comunidades de ese país complejo y multifacético. Calificó el proyecto de resolución como una asombrosa tergiversación de los acontecimientos en Sudáfrica y dijo que las acusaciones que formulaban sus patrocinadores contra su país podrían haberse hecho más adecuadamente contra algunos de sus propios gobiernos. Con respecto a las referencias hechas a Crossroads en la sesión del Consejo y a fin de poner los acontecimientos que habían ocurrido allí recientemente en su debida perspectiva, debía tenerse presente que el fenómeno del movimiento de la población a las ciudades, unido a los campamentos resultantes de precaristas y los problemas que conllevaban, habían afectado y ciertamente seguían afectando a casi todos los países en desarrollo y que la República de Sudáfrica no había quedado a salvo de ese problema. Dijo que Sudáfrica no había podido detener el movimiento humano a través de las fronteras hacia las zonas metropolitanas y rurales; que había más de 1.500.000 trabajadores extranjeros que voluntariamente, y en la mayoría de los casos ilegalmente, cruzaban las fronteras procedentes de Estados vecinos en búsqueda de una vida mejor, y que Crossroads, que se había convertido en el refugio de 80.000 indigentes empujados a ese lugar por la pobreza, la recesión económica y la sequía, debería considerarse más bien un símbolo de compasión y no un símbolo de opresión, como se representaba en el proyecto de resolución. Subrayó que los habitantes de Crossroads vivían en condiciones sociales y físicas inaceptables, que no sólo amenazaban la salud y la seguridad de la comunidad , sino que también daban lugar a crímenes y actos de terror cometidos por facciones rivales. A ello se añadieron, pese a las garantías dadas por el Gobierno, rumores infundados acerca de desahucios en masa que provocaron una situación de pánico y, durante los disturbios que siguieron, ataques contra la policía por turbas que lanzaban piedras y disparaban con balas, obligando a la policía a devolver el fuego. Insistió en que su Gobierno lamentaba la pérdida de vidas humanas, que estaba aplicando activamente un programa destinado a evitar la repetición de tan trágicos acontecimientos y que estaba dispuesto a considerar medidas, incluida la posibilidad del mejoramiento adecuado y el desarrollo urbano de Crossroads y otras zonas. Con respecto a las acusaciones según las cuales Sudáfrica estaba deteniendo arbitrariamente a la gente bajo acusación de alta traición por su oposición a las políticas del Gobierno, dijo que los sudafricanos no eran ni podían ser detenidos ni sometidos a juicio por oponerse al Gobierno; que diversos partidos políticos, organizaciones, individuos y periódicos expresaban su oposición todos los días libre, abierta y legalmente, como en la minoría de países del mundo donde se permitía ejercer esos derechos, y que, si alguien ponía en duda su aseveración, desafiaba al Consejo de Seguridad a que designara un comité para que investigara la libertad de expresión en todos los países. En relación con las personas a las que se refería el proyecto de resolución, afirmó que no hubo nada arbitrario en su detención que, lejos de deberse a sus creencias políticas o a su pertenencia a cualquier organización, fue el resultado de un proceso jurídico correcto; que el Gobierno de Sudáfrica, orgulloso de la independencia, integridad e imparcialidad de sus tribunales, no podía inmiscuirse en el proceso jurídico, y que las exigencias por parte de los patro- 200 cinadores del proyecto de resolución de liberación inmediata e incondicional de los acusados reflejaban el poco respeto que demostraban por el debido proceso jurídico. Concluyó afirmando que, en momentos en que Sudáfrica había iniciado una reforma constitucional y un desarrollo pacíficos y ordenados, basados en un plan de consultas y negociaciones con los dirigentes de todos los grupos populares de todas las razas y credos, era lamentable que su Gobierno se viera obligado a hacer frente a una serie de acusaciones absurdas en el Consejo de Seguridad por parte de una mayoría de países de las Naciones Unidas para los que una solución pacífica de los problemas sudafricanos era un anatema y que deseaban e instigaban el conflicto11. En la 2574a. sesión, celebrada el 12 de marzo de 1985, el representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, explicando el voto antes de la votación, afirmó que la nueva racha de violencia concentrada en Crossroads, así como la continua exclusión de la inmensa mayoría de los sudafricanos negros de la vida política, la denegación de sus derechos fundamentales civiles y políticos y la política de traslados forzosos eran deplorados en todo el mundo. Al propio tiempo, el Reino Unido había reconocido la indicación, dada por el Presidente del Estado sudafricano en su discurso de 25 de enero, de una mayor flexibilidad y un compromiso a entablar un mayor diálogo entre su Gobierno y una muestra representativa de la opinión negra sudafricana. El Consejo de Seguridad , lejos de descartar un cambio pacífico, debía alentar dicho diálogo y presionar para que se llevaran a cabo reformas fundamentales que serían necesarias para satisfacer las legítimas aspiraciones de la mayoría negra de ese país y que, en consecuencia, el Reino Unido no interpretaba que la referencia a “la legitimidad de la lucha” estuviera vinculada a la lucha armada o a la ampliación del uso de la fuerza. Puso fin a su intervención indicando que su delegación votaría a favor del proyecto de resolución, que en su forma revisada simplemente reclamaba que los cargos de alta traición fueran retirados y que no se prejuzgara el resultado de los procedimientos judiciales12. El proyecto de resolución revisado fue sometido a votación en la misma sesión y aprobado por unanimidad como resolución 560 (1985)13. La resolución dice lo siguiente: El Consejo de Seguridad, Recordando sus resoluciones 473 (1980), 554 (1984) y 556 (1984), en las que, entre otras cosas, se exigía la cesación del desarraigo, el reasentamiento y la desnacionalización de la población africana autóctona, Observando con profunda preocupación el agravamiento de la situación en Sudáfrica como resultado de los reiterados asesinatos de indefensos opositores del apartheid en diversos municipios en toda Sudáfrica y, hace muy poco tiempo, el asesinato de manifestantes sudafricanos que expresaban su oposición a los traslados forzosos en Croosroads, Gravemente preocupado por las detenciones arbitrarias de miembros del United Democratic Front y de otras organizaciones de masas que se oponen al régimen de apartheid , Profundamente preocupado por la formulación de acusaciones de “alta traición” contra la Sra. Albertina Sisulu, el Sr. Archie Gumede, el Sr. George Sewpershad , el Sr. M. J. Naidoo, el Reverendo Frank Chikana, el Profesor Ismael Mohammed , el Sr. Mewa Ramgobin, el Sr. Cassim Saloojee, el Sr. Paul David , el Sr. Essop Jasset, el Sr. Curtis Nkondo, el Sr. Aubrey Mokoena, el Sr. Thomazile Qweta, el Sr. Sisa Njikelana, el Sr. Sam Kikine y el Sr. Isaac Ngcobo, dirigentes del United Democratic Front, y contra otros Ibíd., págs. 62 a 76. S/PV.2574, págs. 8 y 9. 13 Para la votación del proyecto revisado de resolución (S/17013/Rev.1), véase ibíd., pág. 11. 11 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales opositores del apartheid por su participación en la campaña no violenta en pro de una Sudáfrica unida, sin distingos de raza y democrática, Consciente de que la intensificación de la represión y las acusaciones de “alta traición” contra destacados opositores del apartheid por parte de la Sudáfrica racista constituye un esfuerzo por seguir afianzando el dominio de la minoría racista, Preocupado porque la represión socava aún más las posibilidades de una solución pacífica del conflicto sudafricano, Preocupado por la política de desarraigo, desnacionalización y desposesión aplicada hasta la fecha por la Sudáfrica racista contra tres millones y medio de habitantes africanos autóctonos, que van a engrosar las filas de los otros millones ya condenados al desempleo permanente y al hambre, Observando con indignación que la política de bantustanización practicada por Sudáfrica tiene también por objeto la creación de bases internas para la promoción de un conflicto fratricida, 1. Condena enérgicamente al régimen de Pretoria por el asesinato de africanos indefensos que protestaban contra su traslado forzoso de Crossroads y de otros lugares; 2. Condena enérgicamente la detención arbitraria por el régimen de Pretoria de miembros del United Democratic Front y de otras organizaciones de masas que se oponen a la política de apartheid de Sudáfrica; 3. Exhorta al régimen de Pretoria a que ponga incondicional e inmediatamente en libertad a todos los presos y detenidos políticos, incluidos Nelson Mandela y todos los demás dirigentes negros, con quienes deberá entenderse en todo examen válido del futuro del país; 4. Exhorta también al régimen de Pretoria a que retire las acusaciones de “alta traición” formuladas contra los dirigentes del United Democratic Front, y lo insta a que los ponga inmediata e incondicionalmente en libertad; 5. Elogia la resistencia unida y masiva del pueblo oprimido de Sudáfrica contra el apartheid y reafirma la legitimidad de su lucha en pro de una Sudáfrica unida, sin distingos de raza y democrática; 6. Pide al Secretario General que informe al Consejo de Seguridad sobre la aplicación de la presente resolución; 7. Decide seguir ocupándose del asunto. Decisión de 22 de marzo de 1985: declaración del Presidente. El 22 de marzo de 1985, el Presidente del Consejo emitió la siguiente declaración en nombre de sus miembros14: Los miembros del Consejo de Seguridad me han encomendado que exprese en su nombre la grave preocupación del Consejo por el rápido deterioro de la situación en Sudáfrica como resultado de la oleada de violencia contra opositores indefensos del apartheid desatada en todo el país y, más recientemente, el 21 de marzo de 1985, en la ciudad de Uitenhage, donde la policía sudafricana abrió fuego contra personas inocentes que asistían a un funeral, dando muerte y dejando heridas a veintenas de ellas. Los miembros del Consejo deploran enérgicamente tales actos de violencia, que sólo pueden agravar más la situación en Sudáfrica y hacer más difícil la búsqueda de una solución pacífica del conflicto sudafricano. Los miembros del Consejo recuerdan las disposiciones de la resolución 560 (1985), aprobada por unanimidad el 12 de marzo de 1985, en la que el Consejo observó con profunda preocupación la intensificación de la represión en Sudáfrica, elogió la resistencia unida y masiva del pueblo oprimido de Sudáfrica contra el apartheid y reafirmó la legitimidad de su lucha en pro de una Sudáfrica unida, sin distingos de raza y democrática. Los miembros del Consejo instan al Gobierno de Sudáfrica a que cese inmediatamente la violencia y la represión contra la población negra y otros opositores del apartheid , y a que adopte con urgencia medidas para eliminar el apartheid. Decisión de 26 de julio de 1985 (2602a. sesión): resolución 569 (1985). Por carta de fecha 24 de julio de 1985 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad15, el representante de Francia 12 14 15 S/17050. S/17351. Parte II expresó la profunda preocupación de su Gobierno por la persistencia y la gravedad creciente de los sufrimientos humanos que ocasionaba el sistema de apartheid en Sudáfrica y solicitó la convocación de una sesión urgente del Consejo. Por carta de fecha 25 de julio de 1985 dirigida al Presidente del Consejo16, el representante de Malí, en su calidad de Presidente del Grupo de Estados Africanos, solicitó una sesión urgente del Consejo para examinar la situación en Sudáfrica. En su 2600a. sesión, celebrada el 25 de julio de 1985, el Consejo incluyó en su orden del día las cartas mencionadas precedentemente de fecha 24 y 25 de julio de 1985 transmitidas por los representantes de Francia y Malí, respectivamente, y examinó el tema en las 2600a. a 2602a. sesiones, celebradas el 25 y 26 de julio de 1985. En el curso de las deliberaciones, el Presidente, con el consentimiento del Consejo, formuló una invitación a los representantes de Cuba, Etiopía, Kenya, Malí, la República Árabe Siria, la República Centroafricana, la República Democrática Alemana, el Senegal, Sudáfrica, Yugoslavia y el Zaire, a petición suya, a participar en el debate sin derecho de voto17. El Consejo decidió también extender una invitación al Presidente del Comité Especial contra el Apartheid de conformidad con el artículo 39 del reglamento provisional18. En la 2600a. sesión, al comienzo del debate, el Presidente del Consejo señaló a la atención de los miembros el proyecto de resolución presentado por Dinamarca y Francia18. El representante de Francia declaró que su país se oponía totalmente a la discriminación racial y la rechazaba, particularmente allí donde se había convertido en sistemática. Citó a su Primer Ministro, quien, el 23 de julio, había afirmado que para todas las personas apegadas a la justicia y a los derechos humanos el régimen del apartheid de Sudáfrica era inadmisible. Francia compartía esa posición con los otros miembros de la Comunidad Europea, cuyos ministros de relaciones exteriores habían expresado, el 22 de julio, su más profunda preocupación ante la persistencia de los sufrimientos humanos que provocaba en Sudáfrica el sistema del apartheid. Manifestó asimismo que el apartheid contravenía los principios morales y políticos que constituían la base de una sociedad civilizada y que la única solución radicaba en la eliminación y el establecimiento en su lugar de una sociedad fuerte y democrática fundada en la igualdad de derechos civiles y políticos y en el respeto equitativo de la dignidad de todos los seres humanos. Al referirse a los acontecimientos y hechos que habían conducido a su Gobierno a solicitar una sesión urgente del Consejo de Seguridad , citó de nuevo al Primer Ministro de Francia, quien había declarado que: Los acontecimientos de los últimos días muestran un nuevo y grave deterioro. Al instaurar el estado de emergencia, al conferir plenos poderes al ejército y a la policía, al multiplicar los arrestos arbitrarios, al dar la orden de disparar sobre la población, el Gobierno de Sudáfrica acentúa su represión. El Consejo tenía el deber de reiterar su condena del sistema del apartheid y de las prácticas que de él se derivaban, S/17356. Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento. 18 S/17354, posteriormente sustituido por S/17354/Rev.1 y aprobado como resolución 569 (1985). 16 201 incluidos los arrestos masivos a los que acababa de proceder el Gobierno de Sudáfrica, y debía igualmente pedir el levantamiento inmediato del estado de emergencia y la liberación sin demora y sin condiciones de todos los prisioneros políticos, incluido Nelson Mandela, quien había estado encarcelado desde hacía más de veinte años. Puso fin a su intervención declarando que mientras que Francia, por su parte, había decidido la retirada de su Embajador de Sudáfrica y la suspensión inmediata y sin condiciones de toda nueva inversión francesa en dicho país, el proyecto de resolución que su delegación había sometido pedía encarecidamente a los Estados Miembros que tomaran varias medidas firmes y realistas, en vista de la flagrante violación de derechos humanos fundamentales, y con la esperanza de que otros países se unieran a Francia para que la justicia y la sabiduría se impusieran por fin en esa parte del mundo19. En la misma sesión el representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte indicó que la violencia, que no sólo había tenido lugar entre miembros de distintos grupos raciales, sino también dentro de esos grupos, había continuado a lo largo de los años precedentes y había costado más de 400 vidas. Esa violencia era el resultado trágico pero inevitable de la profunda frustración de la mayoría del pueblo de Sudáfrica, que sólo podía superarse a través de reformas de fondo y no por medio de la represión. Citó al Secretario de Asuntos Exteriores británico, quien, el 23 de julio, había declarado que el apartheid era inaceptable, no viable e indefendible, y que lo más repugnante de todo había sido que las desigualdades entre una minoría dominante y una mayoría desposeída no solamente habían sido enormes sino que se basaban en la discriminación racial. Afirmó que aunque no había desacuerdo alguno en el Consejo de que el apartheid debía terminar cuanto antes, sí había diferentes puntos de vista acerca de la manera de lograrlo y que, para su Gobierno, el camino de la negociación y el diálogo entre las comunidades interesadas debía estar por encima de la lucha armada, la violencia y la represión que eso engendraba. Advirtió que el Consejo no debería promover la violencia ni pedir la adopción de medidas que, sobre la base de una amplia experiencia del pasado, incluida la experiencia de Rhodesia del Sur, a su juicio no serían eficaces, y que sería una irresponsabilidad por parte del Consejo pedir medidas que causarían efectos dañinos a la población de Sudáfrica y de los países vecinos sin lograr la meta deseada. Instó a que hubiera un acuerdo basado en la insistencia en que se realizaran amplias reformas manteniendo un equilibrio de presión y persuasión en las relaciones con Sudáfrica, conservando abiertos los canales de comunicación así como las perspectivas de progreso económico para los sectores más pobres de la comunidad20. En la misma sesión el representante de Dinamarca manifestó que la declaración de las autoridades sudafricanas de un estado de emergencia en algunas regiones parecía demostrar que la represión constituía la única respuesta de que disponía la minoría blanca para hacer frente a las demandas de la mayoría negra, que quería ejercer sus derechos políticos y civiles. Condenó el inhumano sistema de apartheid y dijo que su Gobierno había insistido anteriormente en la necesidad de que el Consejo adoptara sanciones obligatorias contra 17 19 20 S/PV.2600, 6 a 8. Ibíd., págs. 12 y 13. 202 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales la República de Sudáfrica, que, por sus actos de agresión y rupturas de la paz que violaban las disposiciones de la Carta, había creado una situación que constituía una amenaza grave a la paz y la seguridad internacionales. Concluyó diciendo que para Dinamarca, que patrocinaba el proyecto de resolución sometido al Consejo, era importante que el Consejo —en espera de la aprobación de sanciones obligatorias en virtud del Capítulo VII de la Carta— llegara rápidamente a acuerdos sobre medidas que pudieran aumentar eficazmente la presión sobre el Gobierno de Sudáfrica, con miras a hacerle entender que el sistema de apartheid debía ser abolido por medios pacíficos, mientras ello fuera posible 21. En la misma sesión el representante de los Estados Unidos de América dijo que el debate del Consejo debía centrarse en la meta primordial que consistía en saber qué podía hacer el mundo para ayudar a abolir el sistema de apartheid , según el cual se consideraba que una persona era social y políticamente inferior si no era blanca. Recordó la terrible guerra civil que su país soportó para desembarazarse de la servidumbre y el prejuicio institucionalizados, y expresó su deseo de que ningún país sufriera la misma hemorragia de vidas y talentos que se producía inevitablemente cuando un hombre trataba de oprimir a otro. Aunque los objetivos de los Estados Unidos eran ampliamente compartidos, había quienes criticaban los medios que empleaban alegando que ningún cambio significativo podría ser eficaz sin aislar totalmente a Pretoria, tanto en lo económico como en lo político. Sin embargo, los Estados Unidos estaban convencidos de que un aislamiento de ese tipo llevaría a un mayor baño de sangre, a una autosuficiencia mayor de la economía sudafricana, a una limitación de las posibilidades de favorecer desde el exterior el cambio y, por último, a un mayor sufrimiento para el propio pueblo al que todos estaban tratando de ayudar. La seriedad de la convicción del Gobierno de los Estados Unidos de que el apartheid tarde o temprano llevaría a Sudáfrica al caos fue subrayada por la adopción de varias medidas: los Estados Unidos habían embargado las ventas de armamentos a ese país desde 1963 y en 1977 se habían acoplado a las Naciones Unidas para imponer otro embargo de armas obligatorio contra Sudáfrica, junto con otro embargo, aprobado por el Consejo en diciembre del año anterior, de la importación de armamentos y municiones producidas en ese país. Al mismo tiempo que los Estados Unidos habían restringido recientemente las relaciones comerciales con Sudáfrica y no habían otorgado créditos oficiales a ese país, el Gobierno de los Estados Unidos intentaba erradicar el apartheid empleando todo el poderío de su diplomacia, trabajando con personas dentro de Sudáfrica que compartían una visión de paz y armonía, alentando prácticas justas de empleo y participando en programas financieros que darían a los negros sudafricanos mejor capacitación y más oportunidades. Su Gobierno creía que esas medidas habían producido efecto, pero dudaba de la conveniencia de ciertos elementos del proyecto de resolución que se examinaba, en especial la suspensión de nuevas inversiones como medio para desalentar al apartheid , puesto que esas medidas podían interrumpir el funcionamiento de una economía que recientemente se había abierto cada vez más a los negros y les había dado un poder creciente para eliminar el apartheid. Concluyó alegando que era ya ahora de que la comunidad internacional actuara de forma responsable, hiciera uso de su influencia de forma constructiva y se abstuviera de tomar medidas que tendrían el efecto contrario al que se buscaba22. En la misma sesión el representante de Australia manifestó que el estado de emergencia se había impuesto después de meses de protesta violenta por parte de la comunidad negra contra las medidas constitucionales del Gobierno y que, desde la promulgación de la nueva Constitución discriminatoria en 1984, alrededor de 500 personas habían muerto y miles habían resultado heridas. La respuesta del Gobierno de Sudáfrica a la protesta legítima y a las quejas había sido una represión generalizada, y el estado de emergencia, lejos de poner fin permanente a la violencia, era más probable que indujera a la gente a creer que la única forma de avanzar era el enfrentamiento y la violencia. El Gobierno de Australia no condonaba la violencia sino que, como había indicado ya claramente en varias ocasiones, opinaba que sólo unas sanciones económicas plenamente respetadas y aplicadas universalmente podrían ser verdaderamente eficaces23. En la misma sesión el representante de China arguyó que las autoridades sudafricanas no solamente habían desafiado las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea General que exigían la completa eliminación del apartheid , sino que, al contrario, habían intensificado la política bárbara de represión del pueblo negro y de agresión contra los países vecinos. El Consejo debía no solamente condenar a las autoridades sudafricanas, sino también exigir el levantamiento inmediato del estado de emergencia y la puesta en libertad de todos los presos políticos, así como exhortar al conjunto de la comunidad internacional a que adoptara diversas sanciones contra Sudáfrica y apoyara la lucha del pueblo contra el apartheid. Puso fin a su intervención afirmando que, en el caso de que las autoridades sudafricanas continuaran desafiando las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad debería considerar seriamente la imposición de sanciones obligatorias amplias, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta24. En la misma sesión el representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas afirmó que muchas de las decisiones de las Naciones Unidas habían definido las políticas de Sudáfrica como una amenaza para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y que esencialmente se estaba librando una guerra entre ese régimen y la mayoría de la población en rebelión contra él. Declaró que sanciones obligatorias amplias, no sanciones económicas limitadas como habían sugerido algunos de los oradores precedentes en el debate del Consejo, conducirían a la eliminación del régimen de apartheid , que había sido alentado por la política de participación constructiva para intensificar su represión y persecución contra los que luchaban contra el racismo en Sudáfrica, así como sus actos de agresión contra países vecinos. Recordó una declaración de la Asamblea General según la cual sólo la eliminación del apartheid y el establecimiento de una sociedad democrática y no racial basada en el sufragio adulto universal podría conducir a un solución justa de la explosiva situación en Sudáfrica, y su insistencia en que el Consejo debía estudiar medidas que permitieran asegurar la expulsión del régimen de Pretoria de las NacioIbíd., págs. 17 a 19. Ibíd., págs. 21 a 24. 24 Ibíd., págs. 27 y 28. 22 23 21 Ibíd., págs. 14 a 16. Parte II nes Unidas y de su sistema de organizaciones, así como la imposición de sanciones de conformidad con el Capítulo VII de la Carta. El Consejo debía actuar con todo el peso de la responsabilidad que se le investía en virtud de la Carta y tomar medidas proporcionales a la situación en Sudáfrica, que representaba una seria amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Puso término a su intervención declarando que, a pesar de que la Unión Soviética continuaría con su política de apoyo a los movimientos de liberación nacional, incluidos los de Sudáfrica, lamentablemente consideraba el proyecto de resolución sometido al Consejo insatisfactorio y que, en consecuencia, su delegación se reservaba su opinión sobre el texto25. En la misma sesión el representante de Sudáfrica dijo, al final de su declaración, que su Gobierno no consideraba que la situación interna de Sudáfrica fuera un asunto que debiera examinar el Consejo de Seguridad y que rechazaba la aplicación de normas diferentes en que incurría el Consejo al discutir la declaración de un estado de emergencia en algunas partes de su país mientras decidía no tener en cuenta situaciones similares en otros países. Señaló que la sesión del Consejo había sido solicitada por Francia, un país, dijo, que hacía poco había proclamado el estado de emergencia en Nueva Caledonia, adonde, según las investigaciones, había enviado a más de 5000 miembros de sus fuerzas de seguridad a fin de restaurar la ley y el orden. Recordó asimismo los recientes enfrentamientos entre la policía y los manifestantes en el archipiélago de Guadalupe, gobernado por Francia, y observó que esas situaciones deberían haber recordado a Francia la dificultad de hacer frente a problemas tan emotivos como el de los derechos civiles y políticos, pero que a Francia le pareció adecuado solicitar una sesión del Consejo para condenar a Sudáfrica por la forma en que había manejado una situación que era inmensamente más compleja. Arguyó que su Gobierno estaba dispuesto y se comprometía a iniciar el diálogo y las negociaciones con quienes representaban la opinión de los negros con el fin de encontrar una solución equitativa a los problemas, satisfaciendo las aspiraciones razonables de todos los pueblos de Sudáfrica e intentando crear estructuras de gobierno que permitieran la participación de todos, sin dominación. Se refirió a una declaración que su Presidente había pronunciado el 29 de junio en el Parlamento sudafricano en la que rechazaba la acusación de que sus objetivos constitucionales eran contrarios a los conceptos civilizados de los derechos humanos, de la dignidad y de la libertad , independientemente de la raza, el color o la religión; que su Gobierno estaba a favor de un proceso evolutivo de adaptación e innovación que se basara en las circunstancias sudafricanas; que el principio de la libre determinación a que se habían comprometido no era rígido, sino que abría el camino a posibilidades ilimitadas compatibles con las preferencias que cada grupo de población o cada comunidad pudiera eventualmente tener, y que, en consecuencia, el problema no era el objetivo, sino el método que asegurara la participación política sin destruir la estabilidad y el progreso en todas las esferas de la vida de todas las comunidades. El representante de Sudáfrica hizo hincapié en que la única condición que se había establecido era que se debía renunciar a la violencia como medio para lograr fines políticos. Los disturbios en Sudáfrica habían 25 Ibíd., págs. 30 a 36. 203 sido y seguían siendo instigados para impedir el proceso de reforma y, mientras se intimidaba a los líderes negros moderados con amenazas a sus vidas y propiedades con miras a evitar que participaran en el proceso de negociación, los excesos perpetrados por los elementos extremistas incluían no sólo los asesinatos, los incendios y la destrucción de propiedades, sino también actos como la quema de personas vivas. Después de meses de esfuerzos para restaurar el orden con los poderes habituales a su disposición sin resultado alguno, las autoridades sudafricanas habían aplicado medidas de emergencia para proteger las vidas y la propiedad de los negros en las zonas negras. Lamentaba que, en caso de que se pusieran en práctica las medidas propuestas por Francia, los pueblos negros de Sudáfrica y sus vecinos serían los primeros en sufrir los efectos de las medidas ideadas para socavar la economía sudafricana, y aseguró al Consejo que se levantaría el estado de emergencia impuesto por el Gobierno tan pronto como disminuyera la violencia y que el proceso de diálogo y deliberación se continuaría con el fin de lograr lo más conveniente para todos los pueblos de Sudáfrica26. En la misma sesión el Sr. Joseph Garba (Nigeria), Presidente del Comité Especial contra el Apartheid , recordó las resoluciones 554 (1984), en la que el Consejo denunciaba la denominada nueva Constitución, y 560 (1985), que condenaba al régimen de Pretoria por la represión y asesinatos y exigía poner fin a esos actos, y dijo que, en ambos casos, el Gobierno de Sudáfrica había respondido con un aumento aún mayor de los asesinatos y la represión en abierto desafío al Consejo de Seguridad. A pesar del aumento de la violencia y la represión, el régimen racista había sido incapaz de eliminar la resistencia del pueblo oprimido, que luchaba por sus derechos elementales. El tema que el Consejo tenía ante sí no era ni el simple aumento de la represión contra un pueblo que luchaba por los principios de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos, ni las horrorosas matanzas como las que habían tenido lugar en Sharpeville, Soweto y Uitenhage, sino que, como habían demostrado los acontecimientos, el régimen de Pretoria era un régimen terrorista que se enfrentaba a la protesta legítima sólo con la violencia, decidido a no detenerse ante nada para preservar el racismo blanco, y que era incapaz de restaurar el orden público o proceder a una reforma. El punto de partida para cualquier debate sobre la grave crisis en Sudáfrica debía ser la legitimidad de la lucha del pueblo oprimido por una Sudáfrica unida, no racial y democrática, como había reconocido repetidas veces el Consejo de Seguridad , muy recientemente en sus resoluciones 554 (1984) y 560 (1985). Se refirió a la inevitable responsabilidad del Consejo de Seguridad , que había reconocido a raíz de la matanza de Sharpeville de 1960 el peligro que representaba el apartheid y el conflicto racial para la paz y seguridad internacionales, y adujo que el Consejo había sido incapaz de cumplir las responsabilidades que le incumbían debido a que algunos de sus miembros permanentes se habían opuesto, a pesar de las agresiones y los actos de terrorismo que el régimen de Pretoria cometía contra Angola y Botswana, Zambia y Zimbabwe, Mozambique y Lesotho, e incluso las Seychelles, a una decisión adoptada con arreglo al Capítulo VII de la Carta, según la cual la situación en Sudáfrica representaba una amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Recordó la decla26 Ibíd., págs. 40 a 47. 204 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales ración que había hecho anteriormente en la misma sesión el representante de los Estados Unidos y dijo que la declaración había dejado de lado lo esencial, que el apartheid no era una mera cuestión de igualdad de oportunidades de empleo, sino que negaba primordialmente a la mayoría de la población el ejercicio de su derecho inalienable a la libre determinación. El pueblo oprimido de Sudáfrica tenía el derecho a esperar del Consejo medidas concretas y positivas que pusieran fin al sistema inhumano del apartheid y al terror que lo acompañaba inseparablemente. Concluyó recordando la resolución 3411 C (XXX) de la Asamblea General, aprobada en 1975, en la que la Asamblea había proclamado que las Naciones Unidas y la comunidad internacional tenían una especial responsabilidad para con el pueblo oprimido de Sudáfrica y los movimientos de liberación, así como para con las personas encarceladas o exiliadas por su lucha contra el apartheid27. En la misma sesión el representante de Malí, hablando en su calidad de Presidente del Grupo de Estados Africanos, manifestó que la proclamación del 20 de julio de 1985 de un estado de emergencia en 36 aldeas negras sudafricanas y la posterior imposición de un bloqueo informativo tenían como objetivo perpetrar la matanza del pueblo y consolidar y perpetuar el abominable sistema de apartheid. El Grupo Africano condenaba la política de participación constructiva y cualquier otra forma de colaboración con el apartheid y pedía a las Naciones Unidas, en particular al Consejo de Seguridad , que asumieran la responsabilidad que les correspondía en vista de la creciente amenaza para la paz y la seguridad internacionales, y que tomaran las medidas necesarias de conformidad con el Capítulo VII de la Carta para lograr el total aislamiento del apartheid. Puso fin a su intervención reafirmando la solidaridad del Grupo Africano con el pueblo de Sudáfrica y sus movimientos de liberación en la lucha legítima por la libertad , la justicia y la paz28. En la misma sesión el representante de Kenya declaró que había sido y seguía siendo la firme convicción de su país que lo que ocurría entonces en Sudáfrica no era nuevo ni era un asunto interno ante el cual la comunidad internacional, representada por el Consejo de Seguridad , pudiera permanecer indiferente. Adujo que la situación no era nueva porque los sudafricanos negros habían vivido durante años con un estado de emergencia de facto, en el que no tenían ningún derecho a la privacidad de sus hogares y en el que los arrestos arbitrarios y los asesinatos oficiales desenfrenados se habían convertido en una forma de vida. El constante desafío que planteaba el régimen racista a la opinión pública mundial, inclusive a la opinión del mismo Consejo, no era sólo prueba evidente de lo inadecuadas e inútiles que resultaban las medidas y los métodos que se habían empleado hasta entonces, sino también un testimonio elocuente de la verdadera condición de Sudáfrica de Estado fuera de la ley. Con su propia conducta, los opresores habían renunciado a cualquier pretensión de hablar en nombre de todos los sudafricanos y no se les podía permitir que justificaran sus actos criminales apelando a la pretensión de mantener el orden público, cuando eran ellos precisamente los que se dedicaban a destrozar las vidas de negros sudafricanos, a los que se había negado la paz desde hacía mucho tiempo. Dijo que resultaba irónico leer una cita del Presidente del régimen de 27 28 Ibíd., págs. 50 a 54. Ibíd., pág. 59. apartheid publicada en el número de aquel día del New York Times, donde decía: “Sudáfrica tenía una responsabilidad que cumplir con su pueblo, no incumbía a ningún Gobierno extranjero señalar ‘cuáles eran los mejores intereses del pueblo sudafricano’ ”. El representante de Kenya manifestó asimismo que, si bien había que reconocer que de conformidad con las Cartas de la Organización de la Unidad Africana (OUA) y las Naciones Unidas, así como también en virtud del derecho internacional, ningún Estado —y mucho menos las Naciones Unidas— podía injerirse en los asuntos internos de otro Estado, excepto en circunstancias muy limitadas, el apartheid había sido condenado, rechazado y declarado un “crimen de lesa humanidad”, y que, en consecuencia, el apartheid o cualquier otro acto que directa o indirectamente lo promoviera no era ni podía ser un asunto interno de Sudáfrica, y que, en cualquier caso, los arrestos y detenciones arbitrarios y los asesinatos injustificables de hombres, mujeres y niños inocentes no eran hechos que se llevaran a cabo en el mejor interés del pueblo de Sudáfrica, fuera este blanco o negro29. El Presidente del Consejo, a solicitud del representante de Francia, con el apoyo de Burkina Faso, hablando en nombre de los miembros no alineados del Consejo, suspendió la sesión con el propósito de celebrar consultas entre los miembros acerca del proyecto de resolución que se les había sometido30. Cuando el Consejo reanudó su 2600a. sesión, después de la celebración de consultas oficiosas, el representante de Francia propuso que el proyecto de resolución presentado por su delegación se sometiera a votación31. El representante de Burkina Faso, hablando también en nombre de los miembros no alineados del Consejo, solicitó que la votación se pospusiera a fin de permitir que algunos de los miembros del Consejo pudieran consultar con sus Gobiernos sobre varios puntos, después de lo cual el Presidente, con el consentimiento del Consejo, levantó la sesión32. En la 2602a. sesión, celebrada el 26 de julio de 1985, el representante de Francia presentó el proyecto revisado de resolución que, dijo, tenía en cuenta en gran medida las sugerencias que se habían hecho, y pidió que se sometiera a votación33. El Presidente del Consejo sometió a votación primeramente la enmienda al proyecto revisado de resolución propuesta oralmente por Burkina Faso, Egipto, la India, Madagascar, el Perú y Trinidad y Tabago34, que preveía la inserción de un nuevo párrafo dispositivo después del párrafo 5 existente. El resultado de la votación fue de 12 votos a favor contra 2 y una abstención, y la enmienda no fue aprobada debido a los votos negativos de miembros permanentes del Consejo35. De conformidad con la enmienda, el Consejo habría advertido severamente a Sudáfrica que el no cumplimiento de la resolución “obligaría al Consejo de Seguridad a reunirse sin Ibíd., págs. 85 a 88. Ibíd., págs. 91 y 92; véase asimismo el cap. IV del presente Suplemento. 31 Ibíd., pág. 96. 32 Ibíd., véase asimismo el cap. I del presente Suplemento. 33 S/PV.2602/Corr.1, pág. 42. 34 Ibíd., págs. 42 a 45. 35 Para la votación de la enmienda propuesta oralmente, véase ibíd.; véanse asimismo los caps. I y IV del presente Suplemento. 29 30 Parte II dilación para considerar la adopción de medidas apropiadas, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, con inclusión del Capítulo VII”36. A continuación el Consejo sometió a votación el proyecto revisado de resolución, que fue aprobado por 13 votos a favor contra ninguno y 2 abstenciones como resolución 569 (1985)37. La resolución dice lo siguiente: El Consejo de Seguridad, Profundamente preocupado por el empeoramiento de la situación en Sudáfrica y por la persistencia de los sufrimientos humanos que provoca en ese país el sistema de apartheid , que el Consejo condena enérgicamente, Indignado por las medidas de represión, y condenando la detención arbitraria de centenares de personas, Considerando que la imposición del Estado de emergencia en treinta y seis distritos de la República de Sudáfrica constituye un grave deterioro de la situación en ese país, Considerando absolutamente inaceptable la práctica del Gobierno de Sudáfrica de llevar a cabo detenciones sin proceso y desplazamientos forzados, así como la legislación discriminatoria vigente en ese país, Reconociendo la legitimidad de las aspiraciones de toda la población sudafricana de ejercer todos los derechos civiles y políticos y de crear una sociedad unida, sin distingos de raza y democrática, Reconociendo además que la causa misma de la situación en Sudáfrica reside en la política de apartheid y las prácticas del Gobierno de Sudáfrica, 1. Condena enérgicamente el sistema de apartheid , así como las políticas y prácticas a que da lugar; 2. Condena enérgicamente las detenciones en masa y los encarcelamientos que ha llevado a cabo recientemente el Gobierno de Pretoria y los asesinatos que se han cometido; 3. Condena enérgicamente el establecimiento del estado de emergencia en los treinta y seis distritos en que se ha impuesto y exige su levantamiento inmediato; 4. Exige al Gobierno de Sudáfrica que ponga inmediatamente en libertad incondicional a todos los presos y detenidos políticos y, en primer lugar, al Sr. Nelson Mandela; 5. Reafirma que solamente la erradicación total del apartheid y la instauración en Sudáfrica de una sociedad libre, unida y democrática sobre la base del sufragio universal pueden conducir a una solución; 6. Insta a los Estados Miembros de las Naciones Unidas a que tomen contra Sudáfrica medidas como las que se indican a continuación: a) Suspensión de toda nueva inversión en Sudáfrica; b) Prohibición de la venta de krugerrands y de todas las demás monedas acuñadas en Sudáfrica; c) Restricciones en materia de deportes y relaciones culturales; d) Suspensión de los préstamos garantizados por concepto de exportaciones; e) Prohibición de la celebración de cualquier nuevo contrato en la esfera nuclear, f ) Prohibición de toda venta de material de computadoras que puedan utilizar el ejército y la policía sudafricanos; 7. Felicita a los Estados que han aprobado ya medidas voluntarias contra el Gobierno de Pretoria y los insta a que tomen nuevas disposiciones, e invita a aquellos que todavía no lo hayan hecho a que sigan su ejemplo; 8. Pide al Secretario General que informe al Consejo de Seguridad sobre la aplicación de la presente resolución; 9. Decide mantener en examen esta cuestión y reunirse nuevamente, en cuanto el Secretario General haya publicado su informe, a fin de examinar los progresos realizados en la aplicación de la presente resolución. Decisión de 20 de agosto de 1985: declaración del Presidente El 20 de agosto de 1985, el Presidente del Consejo de Seguridad , después de celebrar consultas con los miembros S/PV.2602, pág. 45. Para la votación del proyecto revisado de resolución (S/17354/Rev.1), véase S/PV.2602, págs. 48 a 50; véase asimismo el cap. IV del presente Suplemento. 36 37 205 del Consejo, hizo una declaración en su nombre38. La declaración dice lo siguiente: Los miembros del Consejo de Seguridad se han enterado con profunda preocupación de que las autoridades de Sudáfrica se proponen llevar a efecto en breve la sentencia de muerte dictada contra el Sr. Malesela Benjamin Maloise. Los miembros del Consejo recuerdan la resolución 547 (1984) del Consejo, en la cual, entre otras cosas, se exhortaba a las autoridades de Sudáfrica a que no llevaran a cabo la ejecución del Sr. Maloise. Los miembros del Consejo instan nuevamente a las autoridades de Sudáfrica a que revoquen la sentencia de muerte dictada contra el Sr. Maloise, convencidos de que llevar a efecto la ejecución, además de constituir un desafío directo a la mencionada resolución del Consejo, dará por resultado un deterioro aún mayor en una situación que ya es extremadamente grave. Decisión de 21 de agosto de 1985 (2603a. sesión): declaración del Presidente En la 2603a. sesión, celebrada el 21 de agosto de 1985, después de la aprobación del orden del día, el Presidente del Consejo de Seguridad señaló a la atención de sus miembros ocho cartas dirigidas al Secretario General por varios Estados Miembros39. En la misma sesión, después de celebrar consultas con los miembros del Consejo, el Presidente hizo una declaración en nombre del Consejo. La declaración dice lo siguiente40: Los miembros del Consejo de Seguridad , profundamente alarmados por el agravamiento y deterioro de la situación de la oprimida población negra mayoritaria de Sudáfrica desde la imposición del estado de emergencia, el 21 de julio de 1985, expresan una vez más su profunda preocupación por esa deplorable situación. Los miembros del Consejo condenan al régimen de Pretoria por seguir haciendo caso omiso de los reiterados llamamientos de la comunidad internacional, incluida la resolución 569 (1985) del Consejo de Seguridad , en que se exigía, en particular, el levantamiento inmediato del estado de emergencia. Los miembros del Consejo condenan enérgicamente la continuación de las matanzas, detenciones en masa y encarcelamientos arbitrarios que lleva a cabo el Gobierno de Pretoria. Una vez más, exhortan al Gobierno de Sudáfrica a que ponga en libertad inmediata e incondicionalmente a todos los presos y detenidos políticos y, en primer lugar, al Sr. Nelson Mandela, cuyo hogar ha sido objeto últimamente de un incendio intencional. Los miembros del Consejo creen que una solución justa y duradera debe estar basada en la erradicación total del sistema de apartheid y el establecimiento en Sudáfrica de una sociedad libre, unida y democrática. Los pronunciamientos del régimen de Pretoria, de no estar acompañados de medidas concretas que apunten a esa solución justa y duradera en Sudáfrica, no pueden constituir más que una reafirmación de su apego al apartheid y ponen de relieve que el régimen persiste en su intransigencia a pesar de la oposición cada vez mayor en los planos nacional e internacional al mantenimiento de un sistema político y social que carece de justificación alguna. En este contexto, los miembros del Consejo expresan su gran preocupación por los pronunciamientos más recientes del Presidente del régimen de Pretoria. Decisión de 17 de octubre de 1985 (2623a. sesión): declaración del Presidente En la 2623a. sesión, celebrada el 17 de octubre de 1985, con anterioridad a la aprobación del orden del día41 sobre S/17408. Cartas S/17382 y S/17384 de fecha 5 de agosto de 1985, del Senegal y el Japón respectivamente; S/17391 de fecha 9 de agosto de 1985, de Indonesia; S/17398 de fecha 12 de agosto de 1985, del Uruguay; S/17402 de fecha 15 de agosto de 1985, del Brasil; S/17405 de fecha 16 de agosto de 1985, del Senegal; S/17406 y S/17407 de fecha 19 de agosto de 1985, de Tailandia y la India respectivamente. 40 S/17413; véase asimismo S/PV.2603, págs. 3 y 4. 41 El orden del día de la sesión era “La situación en el Oriente Medio”; véase S/PV.2623; véase asimismo el cap. IV del presente Suplemento. 38 39 206 otra cuestión, el Presidente hizo una declaración en nombre del Consejo. La declaración dice lo siguiente42: Los miembros del Consejo de Seguridad han recibido con indignación y la más grave preocupación la noticia de que las autoridades de Sudáfrica tienen la intención de ejecutar la sentencia de muerte dictada contra Malesela Benjamin Maloise, a pesar de los llamamientos del Consejo al respecto. Los miembros del Consejo señalan una vez más a la atención de las autoridades de Sudáfrica la declaración del Presidente del Consejo, de 20 de agosto de 1985, y la resolución 547 (1984) del Consejo en que, entre otras cosas, se pedía a las autoridades sudafricanas que no llevaran a efecto la ejecución del Sr. Maloise. Los miembros del Consejo están convencidos de que llevar a cabo la ejecución sólo podrá hacer aún más difícil una situación ya extremadamente grave. Una vez más, los miembros del Consejo exhortan firmemente al Gobierno de Sudáfrica a que dé pruebas de clemencia hacia el Sr. Maloise y revoque la sentencia de muerte que se le ha impuesto. Decisión de 13 de junio de 1986 (2690a. sesión): declaración del Presidente Por carta de fecha 10 de junio de 198643, el representante del Zaire, en nombre del Grupo de Estados Africanos, solicitó una sesión urgente del Consejo de Seguridad para examinar la grave situación de Sudáfrica con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de las matanzas de Soweto. En su 2690a. sesión, celebrada el 13 de junio de 1986, el Consejo incluyó la carta de fecha 10 de junio de 1986 del representante del Zaire en su orden del día y examinó el tema en la misma sesión. Después de la aprobación del orden del día, el Consejo formuló una invitación a los representantes de Guyana, la India, Rumania y el Zaire, a petición suya, a participar, sin derecho de voto, en el debate del tema44. El Consejo expidió asimismo una invitación al Presidente interino del Comité Especial contra el Apartheid44. En la misma sesión el representante del Zaire, hablando en nombre del Grupo de Estados Africanos, dijo que el Grupo Africano había solicitado la convocación de la sesión del Consejo con la finalidad de formular medidas para impedir que el régimen sudafricano perpetrara nuevas matanzas premeditadas de la población negra de ese país con motivo del próximo décimo aniversario de la matanza de Soweto. Recordó la mañana del 16 de junio de 1976 cuando más de 20.000 estudiantes habían protestado en forma pacífica contra el decreto que había impuesto la lengua afrikaans como idioma de educación en los liceos negros y declaró que fue el asesinato por la espalda, en la protesta, de un joven de 13 años por parte de la policía lo que había provocado los motines en Soweto y lo que sirvió como pretexto a la policía y al ejército sudafricanos para disparar a quemarropa sobre los jóvenes manifestantes, causando la muerte a 618 e hiriendo a 1.500. Esa insurrección espontánea, añadió, despertó en tal medida a toda la población negra de Sudáfrica, que nada podía ya detenerla en su lucha por la recuperación de su libertad y de sus derechos fundamentales estipulados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la Carta de las Naciones Unidas. Recordó asimismo que 1.600 personas habían sido asesinadas desde la entrada en vigor S/17575. S/18146. 44 Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento. 42 43 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales el 4 de septiembre de 1984 de la nueva “reforma” constitucional y que la cifra aumentaría próximamente al acercarse la conmemoración de la matanza de Soweto. Declaró que los sudafricanos negros se habían organizado en sus sindicatos, iglesias y escuelas para conmemorar, el 16 de junio, el triste acontecimiento y participar activamente en todas las manifestaciones previstas con ese fin. Afirmó asimismo que, en el mismo contexto, las Naciones Unidas, junto con la Organización de la Unidad Africana, pensaban inaugurar en París en esa misma fecha la Conferencia Mundial sobre la Adopción de Sanciones contra la Sudáfrica Racista, de acuerdo con lo que se había pedido en la resolución aprobada en la Reunión en la Cumbre de Jefes de Estado o de Gobierno de la Organización de la Unidad Africana, y que posteriormente las Naciones Unidas habían hecho suya, apoyando la legitimidad de la lucha librada por el pueblo negro sudafricano en pro de su libertad , su dignidad y el reconocimiento de sus derechos fundamentales. Hizo hincapié en que los hitos de la cronología de las tragedias en Sudáfrica eran las matanzas de Sharpeville, acaecida el 21 de marzo de 1960, y de Soweto, el 16 de junio de 1976, y las que habían ido teniendo lugar sistemáticamente desde el 4 de septiembre de 1984 y continuarían el 16 de junio próximo, y que, en cada caso, la comunidad internacional se había limitado a proclamar una mera condena de los monstruosos crímenes. El Consejo de Seguridad , al que se había encomendado la primordial responsabilidad de mantener la paz y la seguridad internacionales, tenía derecho a defender la justa causa de los negros sudafricanos y la comunidad internacional debería reaccionar contra cualquier guerra racial, fuera esta de negros contra blancos o particularmente de negros contra negros, puesto que el enfrentamiento entre negros estaba siendo alentado y organizado por el régimen de Pretoria. Adujo que el Gobierno de Sudáfrica, al no obtener la aprobación por el Parlamento del proyecto de modificación de la ley sobre la seguridad pública y del proyecto de modificación de la ley sobre la seguridad internacional, había reinstaurado el estado de emergencia el 11 de junio de 1986, en vísperas de la conmemoración del décimo aniversario de la matanza de Soweto. El Grupo Africano estaba convencido de que el Consejo adoptaría las medidas necesarias, las cuales debían estar a la altura de las atrocidades que Sudáfrica continuaba cometiendo. Puso fin a su intervención citando el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión45. El representante de los Estados Unidos de América declaró que el objetivo de la declaración del Presidente del Consejo, que debía leer aquel día, debería haber sido en esencia un llamamiento a la calma en una situación explosiva, y a que todos los sudafricanos emplearan medios pacíficos en la ocasión solemne del décimo aniversario del levantamiento de Soweto, y que era lamentable que no se hubiera hecho más hincapié en esos aspectos. Su Gobierno no consideraba apropiado que el Consejo prescribiera el tipo de gobierno que debía instaurarse en la Sudáfrica posterior al apartheid , 45 S/PV.2690, págs. 4 a 12; para la cita de la Declaración Universal de Derechos Humanos, véase el tercer párrafo del preámbulo de la resolución 217 A (III) de la Asamblea General, de 10 de diciembre de 1948. Parte II puesto que se trataba de un asunto que debían decidir los mismos sudafricanos46. El representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte manifestó que su delegación había dado pleno apoyo a la propuesta del Consejo de empeñarse en una diplomacia preventiva haciendo un llamamiento con antelación al aniversario de los trágicos acontecimientos ocurridos en Soweto en 1976, pero que, sin embargo, debía dejar constancia de sus reservas en relación con dos aspectos de la declaración que tenía que pronunciar el Presidente: a) que creía que tales declaraciones deberían haberse basado estrictamente en las posiciones asumidas en común por todos los miembros del Consejo, y b) que la declaración debería haber expresado la preferencia del Consejo por soluciones pacíficas y justas, y haber incorporado un llamamiento a todos los interesados para que demostraran la mayor moderación posible y trabajasen juntos por medios pacíficos. La preocupación debería ser tratar de impedir otro derramamiento de sangre en el logro del objetivo común de erradicar el apartheid , siendo consecuentes con el propósito de las Naciones Unidas de lograr el arreglo de controversias o situaciones que podían llevar a un quebrantamiento de la paz y con el principio según el cual la responsabilidad primordial por el mantenimiento de la paz y la seguridad correspondía al Consejo47. El representante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas declaró que las Naciones Unidas, con inclusión del Consejo de Seguridad , la Organización de la Unidad Africana (OUA) y el Movimiento de los Países No Alineados se habían pronunciado unánimemente a favor de la idea de que el apartheid era una forma vergonzosa de opresión racial, un crimen de lesa humanidad y una afrenta contra los derechos y la dignidad humanos, y que, en consecuencia, el Consejo debía tomar medidas preventivas y eficaces para obligar al régimen de Pretoria a someterse a las exigencias de la comunidad internacional, a renunciar a la violencia y a la represión contra la mayoría de los habitantes africanos en Sudáfrica y a sus actos de agresión cometidos contra Estados africanos vecinos. Manifestó asimismo que su delegación lamentaba que la declaración que debía pronunciar el Presidente se quedara corta a la hora de comunicar al régimen de Pretoria una clara advertencia en forma de medidas de conformidad con el Capítulo VII de la Carta, así como a la hora de confirmar la legitimidad de la lucha del pueblo africano para eliminar el apartheid48. En la misma sesión, después de celebrar consultas con los miembros del Consejo, el Presidente pronunció la siguiente declaración en su nombre49: Con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de las injustificables matanzas perpetradas por el régimen de apartheid en Sudáfrica contra el pueblo africano de Soweto, los miembros del Consejo de Seguridad desean recordar la resolución 392 (1976) del Consejo, en la que se condenaba firmemente al Gobierno de Sudáfrica por su recurso a la violencia masiva y a las matanzas contra el pueblo africano, incluidos niños en edad escolar, estudiantes y otras personas que se oponen a la discriminación racial. Los miembros del Consejo están convencidos de que la repetición de esos trágicos acontecimientos agravaría aún más la seria amenaza que representa la situación en Sudáfrica para la seguridad en la región y podría tener importantes repercusiones para la paz y la seguridad internacionales. S/PV.2690, pág. 12. Ibíd., págs. 13 a 15. 48 Ibíd., págs. 16 a 21. 49 S/18157. 46 207 Asimismo, condenan la política y todas las medidas represivas que sólo sirven para perpetuar el sistema de apartheid , especialmente la reciente imposición del estado de emergencia en toda la nación y el arresto y la detención de miles de personas vinculadas con la lucha contra el apartheid. Instan a que se ponga inmediata e incondicionalmente en libertad a todas las personas detenidas a ese respecto. En particular, hacen un llamamiento para que se levante inmediatamente el estado de emergencia a fin de que se pueda celebrar el décimo aniversario de la matanza de Soweto sin interferencias o intimidaciones provocadoras por parte de la policía y las fuerzas militares. A ese respecto, los miembros del Consejo, que han asumido el compromiso de buscar una solución justa y equitativa que permita erradicar totalmente el apartheid y evitar nuevos sufrimientos humanos en Sudáfrica, advierten al Gobierno de Sudáfrica que se lo considerará plenamente responsable de cualesquiera violencia, derramamiento de sangre, pérdidas de vidas humanas, lesiones y daños a la propiedad que pudieran resultar de los actos de represión e intimidación producidos con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de la matanza de Soweto. Los miembros del Consejo de Seguridad reafirman la legitimidad de la lucha del pueblo oprimido de Sudáfrica por la eliminación total del apartheid y recuerdan las resoluciones anteriores en las que se instaba al régimen racista de Sudáfrica a abolir el apartheid y a establecer una sociedad democrática no racial, basada en el gobierno de la mayoría, mediante el ejercicio pleno y libre del sufragio universal de los adultos, en una Sudáfrica unida y no fragmentada. También el 13 de junio de 1986, el representante de Sudáfrica, mediante una carta dirigida al Secretario General50, envió el texto de una declaración pronunciada en la misma fecha por el Ministro de Relaciones Exteriores de Sudáfrica, en la que el Ministro decía que la celebración de la sesión del Consejo y la emisión de una declaración en relación con el 16 de junio de 1986 estaba encaminada a exacerbar el odio, la violencia y la revolución, y que constituía un uso impropio del Consejo de Seguridad , especialmente si se tenía presente que la función primordial del Consejo era mantener la paz y la seguridad. Decisión de 28 de noviembre de 1986 (2723a. sesión): resolución 591 (1986) Por carta de fecha 24 de noviembre de 1986 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad51, el Presidente del Comité del Consejo de Seguridad , establecido con arreglo a la resolución 421 (1977), relativa a la cuestión de Sudáfrica, transmitió el texto de una recomendación aprobada en la misma fecha por el Comité. En su 2723a. sesión, celebrada el 28 de noviembre de 1986, el Consejo incluyó en su orden del día la carta de fecha 24 de noviembre del Presidente del Comité establecido en virtud de la resolución 421 (1977)51 y examinó el tema en la misma sesión. Después de la aprobación del orden del día, el Presidente señaló a la atención de los miembros del Consejo la recomendación en forma de proyecto de resolución que figuraba en la carta del Presidente del Comité del Consejo de Seguridad. En la misma sesión, el representante de Trinidad y Tabago, en su condición de Presidente del Comité del Consejo de Seguridad establecido en virtud de la resolución 421 (1977) relativa a la cuestión de Sudáfrica, hizo una declaración en la que comunicó la recomendación que figuraba en su carta dirigida al Presidente del Consejo. Indicó que el Comité había presentado su recomendación en cumplimiento de las funciones que se le habían encomendado, entre otras, 47 50 51 S/18158 S/18474. 208 estudiar los medios y arbitrios en virtud de los cuales podría hacerse más eficaz el embargo de armas obligatorio impuesto a Sudáfrica con arreglo a la resolución 418 (1977)52. Si bien algunos países habían cumplido claramente las resoluciones del Consejo que estipulaban la prevención del envío de armamentos a Sudáfrica, había formas de eludir el embargo y las recomendaciones que tenía ante sí el Consejo estaban encaminadas a garantizar su plena aplicación para cerrar esas vías de escape, tal como lo estipulaba el párrafo 11 de la parte dispositiva de la resolución 473 (1980)52. Dijo que las escapatorias habían permitido el envío de armas y tecnología bélica para consolidar la industria de armamentos en Sudáfrica y que eran necesarias medidas adicionales, puesto que, a la luz de las políticas y acciones del Gobierno de Sudáfrica, la adquisición por parte de ese país de armas y materiales conexos constituía una amenaza para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Subrayó que la eficacia del embargo dependía del empeño que pusieran todos los Estados en cumplir plenamente lo dispuesto en el proyecto de resolución, para tomar medidas individuales y colectivas destinadas a reforzar el embargo, y para cooperar con el Comité del Consejo de Seguridad y dar cuenta de cualquier violación53. En la misma sesión, el Consejo aprobó la recomendación del Comité por consenso como resolución 591 (1986)54. La resolución dice lo siguiente: El Consejo de Seguridad, Recordando su resolución 418 (1977), por la que decidió imponer un embargo de armas obligatorio contra Sudáfrica, Recordando su resolución 421 (1977), por la que encomendó a un comité integrado por todos los miembros del Consejo la tarea, entre otras, de estudiar los medios y arbitrios por los cuales se podría aumentar la eficacia del embargo de armas obligatorio contra Sudáfrica, y hacer recomendaciones al Consejo, Recordando su resolución 473 (1980) sobre la cuestión de Sudáfrica, Recordando el informe correspondiente a 1980 del Comité del Consejo de Seguridad establecido por la resolución 421 (1977) relativa a la cuestión de Sudáfrica sobre los medios para aumentar la eficacia del embargo de armas obligatorio contra Sudáfrica, Recordando su resolución 558 (1984), por la que se pidió a todos los Estados que se abstuvieran de importar armas, municiones de todo tipo y vehículos militares fabricados en Sudáfrica, Recordando además su resolución 473 (1980), por la que pidió al Comité del Consejo de Seguridad establecido por la resolución 421 (1977) que redoblara sus esfuerzos por asegurar la plena aplicación del embargo de armas contra Sudáfrica y que, a esos efectos, recomendara medidas encaminadas a cerrar todos los resquicios del embargo de armas, a fortalecerlo y a hacerlo más completo, Reafirmando su reconocimiento de la legitimidad de la lucha del pueblo sudafricano por la eliminación del apartheid y por el establecimiento de una sociedad democrática, de conformidad con sus inalienables derechos humanos y políticos, establecidos en la carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, Condenando firmemente al régimen racista de Sudáfrica por haber agravado aún más la situación y por su masiva represión contra todos los opositores al apartheid , por el asesinato de manifestantes pacíficos y de detenidos políticos, y por su incumplimiento de las resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad , en particular la resolución 417 (1977) del Consejo de Seguridad , Reafirmando su resolución 418 (1977) y subrayando la permanente necesidad de que se apliquen estrictamente todas sus disposiciones, 52 Para más información sobre los antecedentes relativos a la aprobación de la resolución, véase el Suplemento 1975-1980, cap. VIII, parte II, con el mismo título. 53 S/PV.2723, págs. 2 a 5. 54 Para la decisión del Consejo sobre la recomendación del Comité (S/ 18474), véase ibíd., pág. 5. Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales Consciente de las responsabilidades que le incumben en virtud de la Carta en cuanto al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, 1. Insta a los Estados a que tomen medidas para asegurase de que no lleguen componentes de los artículos embargados ni a las fuerzas militares ni a la policía de Sudáfrica por conducto de terceros países; 2. Exhorta a los Estados a que prohíban la exportación de repuestos para aeronaves y otros equipos militares embargados pertenecientes a Sudáfrica y cualquier participación oficial en el mantenimiento y servicio de tales equipos; 3. Insta a todos los Estados a que prohíban la exportación a Sudáfrica de artículos que tengan fundadas razones para creer que están destinados a las fuerzas militares o de policía de ese país, que puedan tener un uso militar y se destinen a fines militares, a saber, aeronaves, motores para aeronaves, partes de aeronaves, equipo electrónico y de telecomunicaciones, computadoras y vehículos de tracción en las cuatro ruedas; 4. Pide a todos los Estados que, en lo sucesivo, la expresión “armas y material conexo” mencionada en la resolución 418 (1977) incluya, además de todo el equipo nuclear y estratégico y armas convencionales, todos los vehículos y equipos militares, paramilitares y de policía, así como armas y municiones, repuestos y suministros para los anteriores, y la venta o transferencia de aquéllos; 5. Pide a todos los Estados que apliquen estrictamente su resolución 418 (1977) y se abstengan de toda cooperación en la esfera nuclear con Sudáfrica que pueda ayudar a ésta a fabricar y desarrollar armas nucleares o artefactos explosivos nucleares; 6. Renueva su petición a todos los Estados de que se abstengan de importar armas, municiones de todo tipo y vehículos militares fabricados en Sudáfrica; 7. Exhorta a todos los Estados a que prohíban la importación o entrada de armamentos sudafricanos de toda índole para su exhibición en ferias y exposiciones internacionales bajo su jurisdicción; 8. Exhorta además a los Estados que no lo hayan hecho a que pongan fin a los intercambios, así como a las visitas e intercambios de visitas de funcionarios públicos, cuando esas visitas e intercambios sirvan para mantener o aumentar la capacidad militar o policial de Sudáfrica, 9. Exhorta además a todos los Estados a que se abstengan de participar en cualquier actividad en Sudáfrica que tengan fundadas razones para creer que pueda contribuir a reforzar su capacidad militar; 10. Pide a todos los Estados que velen por que su legislación nacional o directrices políticas comparables garanticen que las disposiciones específicas destinadas a aplicar la resolución 418 (1977) incluyan penas para disuadir de la transgresión; 11. Pide además a todos los Estados que adopten medidas para investigar las trangresiones, impedir que en el futuro se burle el embargo y fortalecer sus mecanismos para la aplicación de la resolución 418 (1977) con miras a controlar y verificar eficazmente las transferencias de armas y equipo de otra índole en contravención del embargo de armas; 12. Pide además a todos los Estados, incluidos los que no son miembros de las Naciones Unidas, que actúen de conformidad con lo dispuesto en la presente resolución; 13. Pide además al Comité del Consejo de Seguridad establecido por la resolución 421 (1977) relativa a la cuestión de Sudáfrica que, en cumplimiento de la resolución 418 (1977), persevere en sus esfuerzos por asegurar la plena aplicación del embargo de armas contra Sudáfrica a fin de hacerlo más eficaz; 14. Pide además al Secretario General que presente al Consejo de Seguridad informes sobre los progresos realizados en la aplicación de la presente resolución, el primero de los cuales deberá ser presentado a la brevedad posible, pero en todo caso el 30 de junio de 1987 a más tardar; 15. Decide seguir ocupándose de la cuestión. Después de la aprobación de la resolución 591 (1986), el representante del Congo declaró que, para que la acción internacional contra el apartheid fuera lo más eficaz posible, el embargo de armamentos, por importante que fuera, no debía considerarse como un fin en sí mismo y que la erradicación del flagelo del apartheid exigía la consideración de la imposición de sanciones más restrictivas y globales fuera o dentro del ámbito del Capítulo VII de la Carta55. El Presidente (Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte), hablando 55 Ibíd., pág. 6. Parte II en su condición de representante de su Gobierno, declaró que su delegación se había unido al consenso sobre la base de que el texto aprobado estaba redactado en términos no obligatorios y representaba una aclaración de la resolución 418 (1977) más que una extensión de sus disposiciones, que su Gobierno ya había acatado plenamente. Se refirió a los párrafos 3, 4, 5 y 9 y dijo que no podían interpretarse de manera que restringieran la libertad de las personas de viajar o de realizar actividades comerciales legítimas y que la resolución tenía como objetivo evitar que equipos militares llegaran a las fuerzas militares y policiales de Sudáfrica. Se refirió asimismo al párrafo séptimo del preámbulo y manifestó que su Gobierno no podía aceptar la legitimidad de la lucha armada y que el régimen de apartheid debía cesar por medios pacíficos56. Decisión de 20 de febrero de 1987 (2738a. sesión): rechazo de un proyecto de resolución de cinco Potencias. Por carta de fecha 10 de febrero de 1987 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad57, el representante de Egipto, en su condición de Presidente del Grupo de Estados Africanos, solicitó la convocación de una sesión urgente del Consejo para examinar la situación en Sudáfrica. En su 2732a. sesión, celebrada el 17 de febrero de 1987, el Consejo incluyó en su orden del día la carta de fecha 10 de febrero de 1987 del representante de Egipto57 y examinó el tema en las 2732a. a 2738a. sesiones, celebradas entre el 17 y el 20 de febrero de 1987. En el transcurso de sus deliberaciones, el Consejo expidió una invitación a los representantes de Angola, Argelia, Checoslovaquia, Cuba, Egipto, Etiopía, Guyana, la India, la Jamahiriya Árabe Libia, Kenya, Kuwait, Marruecos, Mongolia, Nicaragua, el Pakistán, la República Democrática Alemana, la República Socialista Soviética de Ucrania, la República Unida de Tanzanía, el Senegal, Sudáfrica, el Sudán, Togo, Uganda, Yugoslavia y Zimbabwe, a petición suya, a participar sin derecho de voto en el debate del tema58. El Consejo formuló asimismo invitaciones al Presidente del Comité Especial contra el Apartheid , al Presidente interino del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, al Presidente del Consejo de las Naciones Unidas para Namibia, al Sr. Makatini del Congreso Nacional Africano de Sudáfrica (ANC), al Sr. Clovis Maksoud , Observador Permanente de la Liga de los Estados Árabes (LEA), al Sr. Makhanda del Congreso Panafricanista de Azania (PAC) y al Sr. Ahmet Ansay, Observador Permanente de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC)58. En la 2732a. sesión, el representante de Egipto, hablando en su condición de Presidente del Grupo de Estados Africanos durante el mes de febrero, recordó la historia de la lucha prolongada y penosa de las masas sudafricanas contra la opresión y el racismo y dijo que el Congreso Nacional Africano (ANC), que recientemente había conmemorado el 75º aniversario de su fundación, había tratado durante cincuenta años de lograr sus objetivos de que se reconocieran los derechos de la mayoría y se estableciera una sociedad Ibíd., págs. 12 y 13. S/18688. 58 Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento. 56 57 209 democrática mediante el diálogo y la resistencia pacífica, pero que la reacción del régimen minoritario había sido la promoción del apartheid como una política oficial, junto con más violencia y brutalidad. Durante 1986, los actos de violencia contra el pueblo oprimido en el interior de Sudáfrica no solamente habían aumentado, sino que el régimen racista había persistido en su política de agresión y terror contra los países africanos vecinos independientes, en sus planes para desestabilizar a esos Estados y en sus intentos de chantajearlos económicamente, e incluso las capitales de Zambia y otros países habían sido víctimas de las políticas y planes criminales de ese régimen. A lo largo del mismo año, las fuerzas que luchaban contra el apartheid sudafricano se habían movilizado, la comprensión internacional de la situación en Sudáfrica se había generalizado y el boicoteo internacional contra el régimen racista se había acentuado, reflejando la convicción de varios países de que Pretoria, a pesar de sus pretendidas medidas de reforma, que no eran más que meras maniobras, era responsable del deterioro de la situación en la región. El apartheid , el terror y la violencia que lo acompañaban no sólo eran una humillación y desafío al pueblo de Sudáfrica, sino que constituían un serio desacato a la paz y la seguridad internacionales en todo el mundo. Era urgentemente necesario poner fin en forma rápida y total al empeoramiento de la situación en ese país. El Consejo de Seguridad , al que en virtud de la Carta de las Naciones Unidas se le asignaba el cometido de mantener la paz y la seguridad internacionales, tenía la responsabilidad y la facultad de prevenir una situación internacional que podía resultar de las políticas y prácticas del régimen de Pretoria, y que el cumplimiento de esas funciones y de esa responsabilidad era la única razón de ser del Consejo. Pidió al Consejo que pusiera en conocimiento de Sudáfrica las advertencias que figuraban en la resolución 566 (1985) y que adoptara las medidas que fueran necesarias de conformidad con la Carta, incluidas las sanciones previstas en el Capítulo VII. El Grupo de Estados Africanos estaba plenamente convencido de que la imposición de sanciones obligatorias al régimen de Pretoria, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta, era la manera más práctica y pacífica de obligar al régimen a acatar las normas de la comunidad internacional y de cumplir las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas. Sin embargo, el Grupo Africano sometía en aquel momento al Consejo una lista de sanciones selectivas que muchos Estados habían ya aplicado. El Grupo Africano lo hacía con el propósito de que el Consejo pudiera superar las dificultades que había tenido en el pasado para adoptar sanciones globales y obligatorias contra Sudáfrica. Esas sanciones selectivas, sometidas a la aprobación del Consejo, no eran un fin en sí mismas, sino que más bien pretendían, junto con otros esfuerzos internacionales contra el apartheid , complementar la lucha del pueblo sudafricano por la creación de una sociedad democrática y justa y de condiciones de paz y seguridad en la región. Terminó su intervención afirmando que, si bien el Grupo Africano estimaba que la victoria de la lucha de la mayoría oprimida en Sudáfrica era inevitable, esas sanciones selectivas eran solamente una forma de acelerar la consecución del objetivo de poner fin al sistema de apartheid , que representaba una negación de todos los derechos humanos y había sido declarado por las Naciones Unidas crimen de lesa humanidad59. 59 S/PV.2732, págs. 6 a 12. 210 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales En la misma sesión, el Sr. Joseph Garba (Nigeria), Presidente del Comité Especial contra el Apartheid , describió pormenorizadamente la campaña continuada de terror y violencia genocida llevada a cabo por el régimen de Pretoria contra la población negra en Sudáfrica, y dijo que, por otro lado, la resistencia del pueblo oprimido, que se había extendido por todo el país, se había vuelto más resuelta y se había organizado mejor en los últimos tiempos. Manifestó que la población, enfrentada con el creciente reinado del terror del régimen, no tenía más opción que intensificar la resistencia armada; que la resistencia era una reacción legítima a la violencia perpetrada contra ella, y que el Comité Especial, en nombre del cual hablaba, deseaba reafirmar que el pueblo sudafricano y sus movimientos de liberación tenían el derecho de servirse de todos los medios, incluida la lucha armada, necesarios para el desmantelamiento del racismo y el apartheid. Mientras las declaraciones del régimen de Pretoria sobre las reformas carecían de sustancia, el fracaso del esfuerzo del Commonwealth en la mediación demostraba que el régimen no tenía ninguna intención de entrar en negociaciones con los verdaderos representantes de la mayoría negra, y que el fracaso había puesto de manifiesto la urgencia de adoptar medidas eficaces contra Sudáfrica para obligar a desmantelar el apartheid. Indicó que existía un amplio consenso internacional y una creciente corriente de opinión favorable a la adopción de sanciones obligatorias efectivas y globales por parte del Consejo, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta, como había demostrado la Conferencia Mundial sobre Sanciones contra Sudáfrica organizada por el Comité Especial en París en el verano de 1986, las últimas reuniones del Movimiento de los Países No Alineados, la Organización de la Unidad Africana (OUA) y el proyecto de ley sobre sanciones, aprobado por el Congreso de los Estados Unidos en octubre de 1986. Era, pues, responsabilidad del Consejo tomar las medidas adecuadas y los miembros permanentes del Consejo que en el pasado habían impedido la adopción de tales medidas debían sumarse al consenso internacional en la imposición de sanciones globales y obligatorias contra Sudáfrica. Exhortó al Consejo a que asumiera sus responsabilidades en virtud de la Carta mediante el reconocimiento de la grave amenaza que la política y las actividades del régimen de Pretoria representaban para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en África, y a que exigiera sin ambages: a) el levantamiento del estado de emergencia; b) la liberación de todos los prisioneros políticos, incluidos Nelson Mandela y Zephania Metapong; c) el levantamiento de la prohibición de todos los movimientos y organizaciones políticas sudafricanos, y d) el inicio de negociaciones entre todos los interesados en el establecimiento de un gobierno democrático y no racial en una Sudáfrica unida. Puso fin a su intervención diciendo que el Consejo podía contribuir a llevar eso a cabo y a evitar futuros baños de sangre en Sudáfrica mediante la adopción de medidas apropiadas, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas60. En la misma sesión, el representante de Sudáfrica dijo que la sesión del Consejo se había convocado para explotar la actual histeria internacional que se manifestaba en medidas punitivas contra su país y en la esperanza de que la econo- mía sudafricana se debilitaría con las medidas propuestas. Declaró que a su Gobierno ni se le podía coaccionar para que aceptara remedios externos ni se le haría abandonar con amenazas e intimidación el programa de reformas políticas y constitucionales controladas que había puesto en marcha. Añadió que las medidas punitivas propuestas sólo podían demorar el proceso de reforma en Sudáfrica, alentar a los instigadores de la violencia y la intimidación y dificultar la posición de los dirigentes negros moderados que estuvieran más dispuestos a sentarse a la mesa de negociaciones. La suposición de que las sanciones favorecían los intereses de los negros sudafricanos y constituían una alternativa pacífica a la violencia era una ilusión, puesto que las mismas comunidades a las que pretendían ayudar y los demás países africanos de la región serían los que padecerían las consecuencias de las medidas punitivas de las Naciones Unidas. El Gobierno de Sudáfrica no había desafiado a la comunidad internacional, sino que eran más bien las Naciones Unidas las que habían intervenido en los asuntos internos de su país en contravención de las disposiciones claras de la Carta. A continuación describió detalladamente lo que llamó “reformas de largo alcance”, que ya se habían introducido, y declaró que, dada la naturaleza multicultural de su sociedad , el Gobierno se había comprometido a tomar medidas adecuadas para proteger los derechos individuales y de grupo y que eso se lograría promoviendo la libre determinación máxima y su realización por medio de la deliberación conjunta y la participación en el poder sin dominación. Invitó al Consejo a que reflexionara sobre la violencia extrema propugnada y perpetrada por el Congreso Nacional Africano y subrayó que su Gobierno continuaría empleando los medios a su disposición para erradicar el mal del terrorismo, dondequiera y en cualquier forma que se presentara61. En la 2734a. sesión, celebrada el 18 de febrero de 1987, el representante de la India dijo que la economía del apartheid estaba ya débil, estancada y era claramente sensible a la presión de las sanciones y que incumbía, en consecuencia, a la comunidad internacional instituir inmediatamente esas medidas con el propósito de lograr un desmantelamiento pacífico del odioso sistema del apartheid. Hizo hincapié en que el argumento según el cual las sanciones afectarían adversamente a los Estados de la línea del frente y también a las masas oprimidas en Sudáfrica se había aducido como una excusa para evitar esas medidas y que lo que debía escucharse eran las voces de los representantes de las masas oprimidas de Sudáfrica y de los Estados vecinos que habían reclamado sanciones, independientemente de los efectos adversos de tales medidas, incluida la represalia de Pretoria. Era necesaria la acción internacional para robustecer la capacidad económica y financiera de los Estados de la línea del frente de combatir el apartheid y apoyar a los movimientos de liberación en Sudáfrica y Namibia, así como para ayudar a esos países vecinos a aplicar sanciones contra Sudáfrica y a enfrentarse a cualquier consecuencia adversa para ellos, y, con esos objetivos en vista, el Movimiento de los Países No Alineados había adoptado la iniciativa de crear el Fondo Africano62. En la 2736a. sesión, celebrada el 19 de febrero de 1987, el representante de Francia dijo que la política de su Gobierno 61 60 Ibíd., págs. 14 a 18. 62 Ibíd., págs. 18 a 23. S/PV.2734. Parte II respecto a la cuestión que se examinaba la había repetido ya su Primer Ministro a principios de 1987 con motivo del establecimiento de la Comisión Consultiva Francesa de los derechos humanos, cuando manifestó: Francia rechaza con la mayor energía el sistema inaceptable de apartheid practicado en Sudáfrica, que constituye una forma especialmente indignante de ataque a los derechos de la persona. El inicio de un diálogo con todas las fuerzas opositoras del apartheid constituía la única opción no violenta con miras a la transición de Sudáfrica a una sociedad democrática sin distingos raciales y ése era el camino por el que había que avanzar. A continuación subrayó lo que dijo eran las “bien conocidas” condiciones para un diálogo nacional auténtico y afirmó que era conveniente ejercer presión, incluso mediante sanciones, a fin de inducir al Gobierno de Sudáfrica a entablar un diálogo de ese tipo, pero que su Gobierno no creía que las sanciones amplias y obligatorias fueran oportunas, puesto que no les acercarían al objetivo deseado de abolición del apartheid. Subrayó que la gestión progresiva de sanciones voluntarias, susceptibles de recabar el mayor consenso en la comunidad internacional, no sólo parecía la más productiva, sino que además mantenía la posibilidad de acentuarlas si era necesario, mientras que las sanciones obligatorias podrían llevar a Sudáfrica a una situación de aislamiento que agravaría la represión. Se había añadido una nueva dimensión a los problemas de la región debido al agravamiento de la crisis en Sudáfrica y a la extensión del campo de aplicación de las sanciones contra ese país, y su Gobierno, que compartía la inquietud de los países de la línea del frente ante los serios riesgos que conllevaban las consecuencias humanas, económicas y sociales de las sanciones que se le iban a aplicar, ayudaba a esos países participando en varias operaciones, bilaterales y dentro del marco de la Comunidad Europea. Su Gobierno había decidido iniciar su contribución al Fondo Africano con una participación que se concretaba aquel año en 20 millones de francos franceses y se alegraba de estar en condiciones de dar su apoyo a un esfuerzo que tenía como fin permitir que los Estados de la línea del frente se liberaran de la dependencia respecto de Sudáfrica63. En la misma sesión, el representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte dijo que, ante el telón de fondo de la continua deterioración de la situación en Sudáfrica y la amenaza y el uso de la fuerza por parte de Sudáfrica contra países vecinos, el Consejo tenía que considerar cuidadosamente cómo podía contribuir a resolver el problema complejo que existía en ese país. Puesto que no había desacuerdo en cuanto al problema principal, que el apartheid era repugnante y contrario a los principios fundamentales de los derechos humanos, la primera tarea del Consejo debía ser la de enviar una señal firme y unitaria al Gobierno de Sudáfrica sobre la necesidad de cambios políticos. Instó a los miembros del Consejo a trabajar en forma constructiva y a que se guiaran por el principio de la libre determinación, derecho inalienable consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. A continuación hizo referencia a un pasaje de la declaración que el representante de Sudáfrica había pronunciado en una sesión anterior 61, en la que decía: “Esto se logrará promoviendo la libre autodeterminación máxima y su realización”, y dijo que su delegación no aprobaba la 63 S/PV.2736, págs. 5 a 7. 211 máxima libre determinación si ello significaba una libre determinación insuficiente. Sudáfrica, a diferencia del resto de temas del orden del día del Consejo, era un problema interno en sí y un problema moral para la comunidad internacional, sin respuestas claramente definidas. No sería correcto prescribir los futuros arreglos constitucionales de Sudáfrica, salvo en la medida en que el apartheid debía ser reemplazado por un sistema de gobierno representativo y no racista con salvaguardias apropiadas para las minorías. Puntualizó diciendo que esto significaba un sistema electoral democrático con participación de múltiples partidos y derechos civiles universales para todos los sudafricanos adultos y que el Consejo, con el debido respeto al derecho de los sudafricanos a gobernarse a sí mismos, debía abstenerse de cualquier medida que pudiera empeorar la situación. La manera más segura de empeorar la situación sería la imposición de sanciones económicas punitivas, puesto que exacerbarían el conflicto existente, alentarían a que se creara una mentalidad de estado de sitio entre los sudafricanos blancos y, en consecuencia, dificultaría la solución pacífica. Las sanciones económicas punitivas, al aumentar la injusticia y el sufrimiento y no ayudar a la abolición del apartheid , socavarían la política de mantener contactos políticos mediante los cuales la comunidad internacional sería capaz de influir, e incluso de insistir, en el proceso de reforma. La comunidad internacional debía esforzarse por preservar la futura estabilidad y prosperidad del África meridional, impulsando la abolición pacífica del apartheid , reconociendo que las sanciones podrían precipitar un enfrentamiento económico entre Sudáfrica y los países vecinos y ayudando a esos Estados a reducir su dependencia económica de Sudáfrica y estableciendo otras vías de transporte que se necesitaban urgentemente64. En la 2738a. sesión, celebrada el 20 de febrero de 1987, el proyecto de resolución presentado por la Argentina, el Congo, los Emiratos Árabes Unidos, Ghana y Zambia65, cuyo texto el Presidente había señalado a la atención de la 2736a. sesión, celebrada el 19 de febrero de 1987, se sometió a votación y obtuvo 10 votos a favor contra 3 y 2 abstenciones, pero no fue aprobado debido a los votos negativos de dos miembros permanentes del Consejo66. En virtud del preámbulo del proyecto de resolución, el Consejo habría reafirmado, entre otras cosas, la legitimidad de la lucha por una sociedad libre, unida, sin distingos de raza y democrática en Sudáfrica; habría tenido presentes las obligaciones de los Estados en virtud del Artículo 25 de la Carta, y habría actuado con arreglo al Capítulo VII en cumplimiento de sus responsabilidades respecto del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. En virtud de la parte dispositiva del proyecto de resolución, el Consejo habría declarado, entre otras cosas, que la negativa de Sudáfrica a acatar las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General constituía un desafío directo a la autoridad de las Naciones Unidas y una violación de los principios de su Carta; habría determinado que las políticas y prácticas de apartheid aplicadas por el régimen de Pretoria constituían una grave amenaza para la paz y la seguridad internacionales; habría decidido, en virtud del Capítulo VII de Ibíd., págs. 8 a 14. S/18705. 66 Para la votación del proyecto de resolución (S/18705), véase S/ PV.2738, pág. 67; véase asimismo el cap. IV del presente Suplemento. 64 65 212 la Carta y de conformidad con su responsabilidad respecto del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, imponer, de conformidad con el Artículo 41, sanciones obligatorias contra Sudáfrica, incluidas a) la prohibición de importar rands sudafricanos, artículos militares, uranio y carbón, productos agropecuarios y alimentos, azúcar, hierro y acero, y productos de organizaciones paraestatales; b) la prohibición de exportar a Sudáfrica computadoras, petróleo crudo y productos del petróleo; c) la prohibición de conceder préstamos al Gobierno sudafricano, y la prohibición del transporte aéreo, del intercambio comercial nuclear, de efectuar nuevas inversiones, de hacer compras gubernamentales y de promover el turismo. Asimismo, el Consejo habría invocado explícitamente el Artículo 25 de la Carta y exhortado a todos los Estados Miembros a que aplicaran la medida especificada en el texto del proyecto, y habría decidido establecer un comité para vigilar la aplicación de esas medidas. Decisión de 16 de abril de 1987: declaración del Presidente El 16 de abril de 1987, después de celebrar consultas con los miembros del Consejo, el Presidente emitió una declaración en su nombre67, que dice lo siguiente: Los miembros del Consejo de Seguridad expresan su profunda preocupación por el decreto promulgado por las autoridades sudafricanas el 10 de abril de 1987, con arreglo al cual se prohíben casi todas las formas de protesta contra las detenciones sin juicio previo o de apoyo a los detenidos. Los miembros del Consejo expresan su profunda indignación ante esta última medida, que tiene su base en el decreto de junio de 1986 por el cual se impuso el actual estado de emergencia en todo el país, decreto cuya anulación pidieron en una declaración que en su nombre hizo el Presidente en la 2690a. sesión del Consejo, celebrada el 13 de junio de 1986. Instan a las autoridades sudafricanas a que dejen sin efecto el decreto del 10 de abril de 1987, que es contrario a los derechos humanos fundamentales consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y a las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad y sólo puede agravar la situación todavía más, ocasionar un aumento de los actos de violencia e intensificar más aún los sufrimientos humanos en Sudáfrica. Reconociendo que la raíz de la situación imperante en Sudáfrica es el apartheid , condenan enérgicamente una vez más el sistema de apartheid y todas las políticas y prácticas que de él derivan, incluido este último decreto. Instan nuevamente al Gobierno de Sudáfrica a que ponga fin a la opresión y represión de la mayoría negra poniendo término al apartheid y a que trate de obtener una solución pacífica, justa y duradera de conformidad con los principios de la Carta y la Declaración Universal de Derechos Humanos. También instan al Gobierno de Sudáfrica a que ponga en libertad de inmediato y en forma incondicional a todos los presos y detenidos políticos a fin de evitar que la situación se agrave aún más. Instan al Gobierno de Sudáfrica a que entable negociaciones con los representantes auténticos del pueblo sudafricano con miras al establecimiento en Sudáfrica de una sociedad libre, unida y democrática basada en el sufragio universal. Por carta de fecha 17 de abril dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad68, el representante de Sudáfrica adjuntaba el texto de una carta de la misma fecha dirigida al Presidente del Consejo por el Ministro de Relaciones Exteriores de Sudáfrica, en la que se rechazaba el punto de vista que figuraba en la declaración del Presidente, emitida el día anterior en nombre de los miembros del Consejo68. El Ministro decía que el deber de su Gobierno era mantener el orden público, que el Consejo de Seguridad sabía muy bien que el Congreso Nacional Africano quería ganar poder en Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales Sudáfrica mediante la violencia y la muerte, y que el Congreso Nacional Africano y sus organizaciones “de fachada” en Sudáfrica, lejos de mostrar respeto por la democracia o por los derechos humanos fundamentales, abusaban de la democracia con miras a destruir la libertad. Decisión de 8 de marzo de 1988 (2797a. sesión): rechazo de un proyecto de resolución de seis Potencias. Por carta de fecha 2 de marzo de 1988 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad69, el representante de Sierra Leona, como Presidente del Grupo de Estados Africanos, solicitó una sesión urgente del Consejo para el 3 de marzo de 1988 con el fin de examinar la cuestión de Sudáfrica. Por carta de fecha 2 de marzo de 1988 dirigida al Presidente del Consejo70, el representante de Zambia solicitó una sesión urgente del Consejo para estudiar el tema titulado “La cuestión de Sudáfrica”. En su 2793a. sesión, celebrada el 3 de marzo de 1988, el Consejo incluyó en su orden del día las dos cartas de fecha 2 de marzo de 1988 de los representantes de Sierra Leona y Zambia y examinó el tema en las 2793a. a 2797a. sesiones, celebradas entre el 3 y el 8 de marzo de 1988. En el curso de sus deliberaciones el Consejo expidió una invitación a los representantes de Botswana, Bulgaria, Checoslovaquia, Guyana, la India, Kuwait, Malasia, Nigeria, el Pakistán, Sierra Leona, Somalia, Sudáfrica, Túnez y Zimbabwe, a petición suya, a participar sin derecho de voto en el debate del tema71. El Consejo formuló asimismo una invitación, de conformidad con el artículo 39 del reglamento provisional, al Presidente del Comité Especial contra el Apartheid , al Sr. Neo Mnumzana del Congreso Nacional Africano de Sudáfrica (ANC), al Sr. Lesaoana Makhanda del Congreso Panafricanista de Azania (PAC), al Sr. Helmut Angula de la Organización Popular del África Sudoccidental (SWAPO), al Presidente interino del Comité Especial de la Situación respecto de la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, y al Presidente del Consejo de las Naciones Unidas para Namibia71. En la misma sesión, el representante de Sierra Leona, hablando en su condición de Presidente del Grupo de Estados Africanos durante el mes de marzo, dijo que el Consejo se había convocado para examinar la situación en Sudáfrica a la luz de los acontecimientos recientes que habían ido sucediendo desde la proscripción, cinco días atrás, de una cantidad de organizaciones opuestas al apartheid. Declaró que la puesta en prisión, el 29 de febrero, de clérigos pacíficos y la prohibición de organizaciones como el Frente Democrático Unido y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), e inclusive de personas como el Arzobispo Desmond Tutu, daban muestra al mundo de que el Gobierno de Sudáfrica no estaba dispuesto a un cambio pacífico y que, después de un estado de emergencia de doce meses que se extendía a toda la nación, la situación general se había deteriorado aún más, levantando de modo considerable el espectro de una violencia prolongada. Dijo que los Estados Africanos estaban convencidos de que se debía explorar S/19567. S/19568. 71 Para más detalles, véase el cap. III del presente Suplemento. 69 S/18808. 68 S/18814. 67 70 Parte II todo medio y toda posibilidad disponibles de detener ese avance inexorable y evitar un conflicto sangriento en Sudáfrica. Se refirió a la intransigencia y al largo desacato del régimen de apartheid con respecto a las Naciones Unidas, y manifestó que había llegado el momento de que la conciencia colectiva de la comunidad internacional dictara un rumbo de acción más firme y resuelto para poner término a esa prolongada aberración y que el Consejo de Seguridad , como órgano al que incumbía la responsabilidad primordial del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, debía actuar de conformidad con la conciencia de la humanidad72. También en la misma sesión, el representante de Sudáfrica desestimó las condenas de las medidas adoptadas hacía poco por su Gobierno para hacer frente a fuerzas revolucionarias, etiquetándolas como “una actitud histérica e hipócrita”. Dijo que, mientras esas fuerzas revolucionarias tenían como objetivo claramente definido derrumbar el orden y la estabilidad en Sudáfrica, las reglamentaciones, que habían fijado ciertas restricciones a las actividades de 17 organizaciones, habían estado dirigidas a fomentar la paz y garantizar un orden legal en su país en forma no violenta, y que era ridículo llamar a eso una amenaza a la paz. Dijo asimismo que esas reglamentaciones no eran arbitrarias ni represivas, ni tampoco habían tenido la intención de suprimir la oposición legítima en Sudáfrica, como se había sugerido. Se refirió a lo que denominó una burda exageración de la naturaleza de las reglamentaciones, y dijo que, por ejemplo, el Frente Democrático Unido tenía 750 organizaciones afiliadas, de las cuales sólo 10 estaban afectadas, lo que demostraba que las actividades sindicales de buena fe no se veían afectadas por las reglamentaciones; que éstas sólo entraron en vigor mientras continuó en el país el “estado de emergencia limitado”, y que las medidas tomadas no habían constituido una prohibición total ni irrevocable de la oposición política negra. Hizo hincapié en que las restricciones afectaban solamente a las actividades que ponían en peligro la seguridad pública y socavaban el mantenimiento del orden público, y que su Gobierno, que no toleraría ninguna injerencia externa en sus asuntos internos, continuaría esforzándose por llegar a una solución negociada de los complejos problemas del país, sin desentenderse de la responsabilidad de mantener el orden público mediante una vigorosa oposición a las fuerzas de destrucción y violencia73. En la misma sesión, el Sr. Neo Mnumzana del Congreso Nacional Africano (ANC) dijo que la demora en la convocación de la sesión del Consejo, que debería haber tenido lugar el 24 de febrero o inmediatamente después de la imposición, el 23 de febrero, de severas restricciones a 17 organizaciones democráticas de masas y a 18 personas, había conferido al tema objeto de examen mucha mayor urgencia. Trazó la historia del apartheid en Sudáfrica, mencionando en particular la prohibición en 1960 del Congreso Nacional Africano (ANC), la proscripción de 17 organizaciones populares en 1977 y el fortalecimiento y la expansión del estado de emergencia en 1987, y declaró que las medidas restrictivas del 23 de febrero representaban la tercera generación de prohibiciones de organizaciones populares y personas opuestas al apartheid. Manifestó que el estado de emergencia y la última 72 73 S/PV. 2793, págs. 8 a 11. Ibíd., págs. 12 a 16. 213 ronda represiva llevada a cabo por el régimen racista habían socavado radicalmente la capacidad del pueblo oprimido de mantener en forma realista su compromiso de seguir la lucha por medios exclusivamente pacíficos, y citó, entre otros, a Azzar Cachalia del Frente Democrático Unido, quien había dicho: “El Gobierno ha declarado la guerra contra la oposición pacífica a sus políticas”. Adujo asimismo que el apartheid en Sudáfrica había sido condenado innumerables veces por sus numerosísimas transgresiones contra la vida humana, el decoro y los derechos y libertades más fundamentales y que había ignorado las exhortaciones internacionales que pedían que se desmantelara el apartheid y, en cambio, había continuado tratando de “convencer con sus supuestas reformas”, que eran engaños calculados para afianzar aún más su odiosa política racista. La violencia del apartheid se había convertido en un reino de terror dentro de Sudáfrica y se había desbordado sobre los Estados africanos vecinos e independientes y sobre Namibia, y el actual conflicto, a menos que se evitara, llevaría a una conflagración interracial y a una profunda desestabilización de la paz y la seguridad internacionales. Puso fin a su intervención diciendo que la comunidad internacional debía reiterar su condena del apartheid y exigir que el régimen de Pretoria revocara las últimas restricciones, y que el Consejo de Seguridad , con el propósito de dar verosimilitud a la condena y a las exigencias, debía sin demora imponer sanciones obligatorias selectivas a Sudáfrica, en el entendimiento de que ellas serían reemplazadas por sanciones obligatorias amplias de conformidad con el Capítulo VII de la Carta en el caso de que el régimen racista persistiera en su intransigencia74. Al inicio de la 2794a. sesión, celebrada el 4 de marzo de 1988, el Presidente del Consejo dijo que varios miembros del Consejo se habían dirigido a él para señalar a su atención la declaración hecha por el representante de Sudáfrica en la sesión anterior del Consejo73. Los representantes que habían hablado con él habían expresado firmemente la opinión de que la declaración había constituido una afrenta a la comunidad internacional, a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad , y que era absolutamente inaceptable. Sólo revelaba, indicó asimismo el Presidente, que Sudáfrica estaba decidida a continuar su política racista, haciendo caso omiso de la comunidad internacional y de las decisiones de las Naciones Unidas75. En la 2796a. sesión, celebrada el 8 de marzo de 1988, el representante de Zimbabwe se refirió a lo que él calificó como la marcha de los “camisas pardas” de nuestros días en Sudáfrica y la creciente tendencia del Estado de apartheid a recurrir a “tácticas nazis” contra sus oponentes, lo que había dado lugar a una nueva categoría de víctimas denominada “los desaparecidos”, y citó extensamente el testimonio de un representante de Amnistía Internacional que en una reciente reunión de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra había detallado los casos de activistas de los derechos humanos y políticos que se habían convertido en víctimas de “ejecuciones extrajudiciales”. Declaró que el conflicto en Sudáfrica estaba arraigado no en la organización de tribus, como habían sugerido algunos recientemente, sino más bien en el racismo, el fascismo y el militarismo, y que el apartheid , que era una ideología agresiva y racista que 74 75 Ibíd., págs. 16 a 21. S/PV.2794, pág. 2. 214 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales debía ser erradicada, era la causa fundamental de la crisis, no sólo en Sudáfrica, sino en todo el subcontinente. Añadió que el empeoramiento de la situación en la región exigía que la comunidad internacional adoptara de inmediato medidas concertadas que obligaran al régimen de Pretoria a abandonar sus políticas inmorales, y que el Consejo de Seguridad , al que se le había conferido la importante tarea de mantener la paz y la seguridad internacionales en virtud de la Carta, tenía la responsabilidad de garantizar que la situación explosiva reinante en el África meridional no empeorara más. Acogió con beneplácito los diversos conjuntos de sanciones ya aprobados por los países del Commonwealth, la Comunidad Económica Europea (CEE) y varios Gobiernos, incluidos algunos miembros del Consejo, y señaló que el conjunto de sanciones de la CEE constituía el mínimo denominador común hasta el momento de todos los conjuntos de medidas aprobados por cualquier miembro del Consejo. Dijo que era importante que, como primer paso, esas medidas mínimas se adoptaran bajo la égida de las Naciones Unidas y que fueran obligatorias. Indicó que el proyecto de resolución presentado al Consejo76 incorporaba dos innovaciones constructivas en relación con el alcance de las medidas que se debían adoptar y un plazo para su aplicación, y que esas innovaciones tenían la intención de apuntar hacia algunas de las dificultades que habían surgido en el último intento de internacionalizar las medidas adoptadas por el Congreso de los Estados Unidos. Profundizó en la significación de las innovaciones introducidas en el presente proyecto de resolución diciendo: a) que la aplicación de las medidas se llevaría a cabo durante un período de tiempo de un año, sujeta a revisión dependiendo del progreso, basado en la prueba de buena fe por parte del régimen de Pretoria, que se hubiera alcanzado en la liberación de todos los prisioneros políticos, en el regreso de los exiliados sin temor a ser arrestados, en la supresión de la prohibición de los partidos políticos y en el inicio de un diálogo político genuino con los dirigentes de la mayoría en Sudáfrica; b) que la oposición del Consejo al apartheid y a la opresión no significaba que la comunidad internacional deseara dictar al pueblo de Sudáfrica el tipo de sistema político que debería tener; c) que las sanciones podían retirarse una vez que Sudáfrica demostrara su buena fe; d) que cualquiera de los cinco miembros permanentes del Consejo podía servirse de su “veto” para poner término a la aplicación de las medidas si consideraba que las exigencias se habían cumplido; e) que las medidas propuestas coincidían con el conjunto mínimo aprobado por la CEE y que las tendrían en cuenta los miembros del Consejo que no estaban preparados para ir más allá de las medidas ya aceptadas, y f ) que el argumento de que las sanciones perjudicarían a los Estados vecinos o a los africanos en Sudáfrica no se esgrimiría, puesto que las medidas mínimas que figuraban en el proyecto de resolución se encontraban ya en vigor, al menos en teoría77. En la 2797a. sesión, celebrada el 8 de marzo de 1988, el Presidente sometió a votación el proyecto de resolución presentado por Argelia, la Argentina, Nepal, el Senegal, Yugoslavia y Zambia76. El resultado de la votación fue de 10 votos a favor contra 2 y 3 abstenciones, y el texto del proyecto no fue aprobado debido a los votos negativos de dos miembros 76 77 S/19585. S/PV.2796, págs. 18 a 28. permanentes78. De conformidad con la parte dispositiva del proyecto de resolución, el Consejo habría declarado, entre otras cosas, que la negativa de Sudáfrica a cumplir las decisiones pertinentes del Consejo y las resoluciones de la Asamblea General constituía un desafío directo a la autoridad de las Naciones Unidas y una violación de los principios de su Carta; habría determinado que las políticas y prácticas de apartheid , que eran la causa radical del agravamiento progresivo de la situación en Sudáfrica y el África meridional en su conjunto, constituían una seria amenaza para la paz y la seguridad internacionales; habría decidido, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta y con su responsabilidad de mantener la paz y la seguridad internacionales, imponer, con arreglo al Artículo 41, sanciones obligatorias contra Sudáfrica, incluidas la cesación: a) de las inversiones y de la concesión de créditos financieros; b) de todas las formas de cooperación militar, policial o en cuestiones de información secreta, en particular la venta de equipo de computadoras, y c) de la exportación y venta de petróleo; habría decidido asimismo que esas medidas deberían, en primer lugar, permanecer en vigor durante un período de doce meses, después del cual el Consejo debería reunirse de nuevo para determinar si el régimen sudafricano había cumplido o no con los requisitos de: i) abolición del apartheid; ii) legalización de todos los partidos políticos y demás movimientos democráticos de masas; iii) puesta en libertad de todos los presos políticos; iv) autorización del regreso de todos los exiliados sin temor a ser arrestados, y v) inicio de un diálogo constructivo con los dirigentes auténticos de la mayoría del pueblo sudafricano. Decisión de 16 de marzo de 1988 (2799a. sesión ): resolución 610 (1988) Por carta de fecha 15 de marzo de 1988 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad79, el representante de Zambia solicitó una sesión urgente del Consejo para examinar la cuestión relativa a la pena de muerte dictada por el régimen de Sudáfrica contra Mojolefa Reginald Sefatsa, Reid Molebo Mokoena, Oupa Moses Diniso, Theresa Ramashamola, Duma Joshua Khumalo y Francis Don Mokhesi, conocidos con el nombre de los Seis de Sharpeville, así como la decisión adoptada recientemente por dicho régimen de ejecutarlos el viernes 18 de marzo de 1988. En su 2799a. sesión, celebrada el 16 de marzo de 1988, el Consejo incluyó en su orden del día la carta de fecha 15 de marzo de 1988 de Zambia y examinó el tema en la misma sesión. Después de la aprobación del orden del día, el Presidente señaló a la atención de los miembros del Consejo el proyecto de resolución presentado por Argelia, la Argentina, Nepal, el Senegal, Yugoslavia y Zambia80, que se sometió a votación y fue aprobado por unanimidad como resolución 610 (1988). La resolución dice lo siguiente81: 78 Para la votación del proyecto de resolución (S/19585), véase S/ PV.2797, págs. 19 y 20; véase asimismo el cap. IV del presente Suplemento. 79 S/19624. 80 S/19627, aprobado posteriormente como resolución 610 (1988). 81 Para la votación del proyecto de resolución (S/19627), véase S/ PV.2799, págs. 2 y 3. Parte II El Consejo de Seguridad, Recordando sus resoluciones 503 (1982), de 9 de abril de 1982, 525 (1982), de 7 de diciembre de 1982, 533 (1983), de 7 de junio de 1983, y 547 (1984), de 13 de enero de 1984, en las que, entre otras cosas, expresó su profunda preocupación ante la práctica del régimen de Pretoria de condenar a muerte y ejecutar a sus opositores, que tiene consecuencias adversas para la búsqueda de una solución pacífica de la situación sudafricana, Gravemente preocupado por el deterioro de la situación en Sudáfrica, el agravamiento de los sufrimientos humanos resultantes del sistema de apartheid y, entre otras cosas, la renovación del estado de emergencia por el régimen sudafricano, la imposición, el 24 de febrero de 1988, de severas restricciones a dieciocho organizaciones de lucha contra el apartheid y sindicales y a dieciocho personas dedicadas a formas pacíficas de lucha, así como el hostigamiento y la detención de líderes eclesiásticos el 29 de febrero, acciones todas que menoscaban aún más las posibilidades de una solución pacífica de la situación sudafricana, Habiendo considerado la cuestión de las condenas a muerte dictadas el 12 de diciembre de 1985 en Sudáfrica contra Mojalefa Reginald Sefatsa, Reid Malebo Mokoena, Oupa Moses Tiniso, Theresa Ramashamola, Duma Joseph Khumalo y Francis Don Mokhesi, denominados los Seis de Sharpeville, así como la decisión de ejecutarlos el viernes 18 de marzo de 1988, Consciente de que las actuaciones del Tribunal respecto de los Seis de Sharpeville demuestran que el Tribunal no pudo establecer que ninguno de los seis jóvenes sudafricanos declarados culpables de homicidio hubiera causado efectivamente la muerte del Consejero y que los declaró culpables de homicidio y los condenó a muerte sólo porque decidió que habían tenido un “propósito común” con los verdaderos autores, Profundamente preocupado por la decisión del régimen de Pretoria de ejecutar a los Seis de Sharpeville el viernes 18 de marzo de 1988, haciendo caso omiso de los llamamientos del mundo entero, Convencido de que esas ejecuciones, de llevarse a cabo, agudizarán la situación ya grave imperante en Sudáfrica, 1. Exhorta a las autoridades sudafricanas a que suspendan la ejecución y conmuten las condenas a muerte dictadas contra los Seis de Sharpeville; 2. Insta a todos los Estados y organizaciones a ejercer su influencia y a tomar medidas urgentes, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, las resoluciones del Consejo de Seguridad y los instrumentos internacionales pertinentes, para salvar la vida de los Seis de Sharpeville. Por carta de fecha 16 de marzo de 1988 dirigida al Secretario General82, el representante de Sudáfrica transmitió el texto de una declaración emitida en la misma fecha relativa a la aprobación por el Consejo de Seguridad de la resolución 610 (1988). En esa declaración se argumentaba que el Gobierno de Sudáfrica se oponía enérgicamente a las deliberaciones del Consejo, que interferían, desconociendo las disposiciones de la Carta, en un asunto interno de Sudáfrica que era además el resultado del debido proceso legal. Decisión de 17 de junio de 1988 (2817a. sesión): resolución 615 (1988) Por carta de fecha 16 de junio de 1988 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad83, el representante de Zambia solicitó una sesión urgente del Consejo para examinar la cuestión relativa a la pena de muerte impuesta por el régimen de Sudáfrica a los Seis de Sharpeville, así como la decisión adoptada por el Tribunal Supremo de Pretoria el 13 de junio de 1988 de rechazar el recurso de apelación en que se solicitaba que se reabriera el caso para garantizar un proceso justo. En su 2817a. sesión, celebrada el 17 de junio de 1988, el Consejo incluyó en su orden del día la carta de fecha 16 de junio de 1988 de Zambia y examinó el tema en la misma 215 sesión. Después de la aprobación del orden del día, el Presidente señaló a la atención de los miembros del Consejo el proyecto de resolución presentado por Argelia, la Argentina, Nepal, el Senegal, Yugoslavia y Zambia84, que se sometió a votación y fue aprobado por unanimidad como resolución 615 (1988). La resolución dice lo siguiente85: El Consejo de Seguridad, Recordando sus resoluciones 503 (1982), de 9 de abril de 1982, 525 (1982), de 7 de diciembre de 1982, 533 (1983), de 7 de junio de 1983, 547 (1984), de 13 de enero de 1984, y 610 (1988), de 16 de marzo de 1988, en las que, entre otras cosas, expresó su profunda preocupación ante la práctica del régimen de Pretoria de condenar a muerte y ejecutar a sus opositores, que tiene consecuencias adversas para la búsqueda de una solución pacífica de la situación sudafricana, Gravemente preocupado por el deterioro de la situación en Sudáfrica, el agravamiento de los sufrimientos humanos resultantes del sistema de apartheid y, entre otras cosas, la renovación del estado de emergencia por el régimen africano el 9 de junio de 1988, la imposición, el 24 de febrero de 1988, de severas restricciones a dieciocho organizaciones de lucha contra el apartheid y sindicales y a dieciocho personas dedicadas a formas pacíficas de lucha, así como el hostigamiento y la detención de líderes eclesiásticos el 29 de febrero, acciones todas que menoscaban aún más las posibilidades de una solución pacífica de la situación sudafricana, Habiendo considerado la cuestión de las condenas a muerte dictadas el 12 de diciembre de 1985 en Sudáfrica contra Mojalefa Reginald Sefatsa, Reid Malebo Mokoena, Oupa Moses Diniso, Theresa Ramashamola, Duma Joseph Khumalo y Francis Don Mokhesi, denominados los Seis de Sharpeville, así como la decisión de ejecutarlos, Consciente de que las actuaciones del Tribunal respecto de los Seis de Sharpeville demuestran que el Tribunal no pudo establecer que ninguno de los seis jóvenes sudafricanos declarados culpables de homicidio hubiera causado efectivamente la muerte del Consejero y que los declaró culpables de homicidio y los condenó a muerte sólo porque decidió que habían tenido un “propósito común” con los verdaderos autores, Profundamente preocupado por la decisión del Tribunal Supremo de Pretoria, de fecha 13 de junio de 1988, de rechazar una apelación en que se solicitaba la reapertura de la causa para asegurar un juicio justo, Profundamente preocupado también por la decisión del régimen de Pretoria de ejecutar a los Seis de Sharpeville haciendo caso omiso de los llamamientos del mundo entero, Convencido de que esas ejecuciones, de llevarse a cabo, agudizarán la situación ya grave imperante en Sudáfrica, 1. Exhorta una vez más a las autoridades sudafricanas a que suspendan la ejecución y conmuten las condenas a muerte dictadas contra los Seis de Sharpeville; 2. Insta a todos los Estados y organizaciones a ejercer su influencia y a tomar medidas urgentes, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, las resoluciones del Consejo de Seguridad y los instrumentos internacionales pertinentes, para salvar las vidas de los Seis de Sharpeville. Por carta de fecha 17 de junio de 1988 dirigida al Secretario General relativa a la aprobación por parte del Consejo de Seguridad de la resolución 615 (1988)86, el representante de Sudáfrica sostuvo que una vez más el Consejo había considerado una cuestión que no tenía relación alguna con la Carta de la Organización, y que el caso de los “seis asesinos del Sr. Kuzwayo Jacob Dlamini”, ya condenados, y la manera ejemplar en que los tribunales sudafricanos habían manejado el caso hasta aquel día no tenían relación alguna con el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, que seguía siendo el principal objetivo de las Naciones Unidas. Declaró asimismo que el Gobierno de Sudáfrica se oponía enérgicamente a las últimas deliberaciones del Consejo, que S/19940, aprobado posteriormente como resolución 615 (1988). Para la votación del proyecto de resolución (S/19940), véase S/ PV.2817, pág. 2. 86 S/19944. 84 85 82 83 S/19632. S/19939. 216 Capítulo VIII. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales constituían una abierta injerencia en los asuntos internos de Sudáfrica. Decisión de 23 de noviembre de 1988 (2830a. sesión): resolución 623 (1988) Por carta de fecha 23 de noviembre de 1988 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad87, el representante de Zambia solicitó una sesión urgente del Consejo para examinar la cuestión de la pena de muerte impuesta por el régimen de Sudáfrica a Paul Tefo Setlaba a la luz de la intención de las autoridades sudafricanas de aplicar la pena de muerte. En su 2830a. sesión, celebrada el 23 de noviembre de 1988, el Consejo incluyó en su orden del día la carta del mismo día de Zambia y examinó el tema en la misma sesión. Después de la aprobación del orden del día, el Presidente señaló a la atención de los miembros del Consejo el proyecto de resolución presentado por Argelia, la Argentina, Nepal, el Senegal, Yugoslavia y Zambia88, e inició el proceso de votación. El representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, dando una explicación de su voto antes de la votación, expresó que su Gobierno frecuentemente se había unido a las peticiones de clemencia formuladas por el Consejo cuando las cuestiones involucradas habían sido de naturaleza claramente política y había circunstancias atenuantes o fundamentos para dudar de la equidad del proceso judicial, pero que, después de haber examinado cuidadosamente las circunstancias en el caso del Sr. Setlaba, no estaba en condiciones de apoyar el proyecto de resolución sometido a la consideración del Consejo89. El representante de los Estados Unidos de América, en explicación también de su voto antes de la votación, hizo constar que su Gobierno había expresado muy claramente su oposición a la continua violencia que existía en Sudáfrica y que, si bien seguía firmemente opuesto al sistema del apartheid , había claramente expresado asimismo su opinión de que no debía haber violaciones de los derechos humanos de ningún ciudadano sudafricano. Añadió que, con respecto al caso particular que tenía ante sí el Consejo, no se podía ignorar que la persona involucrada había participado en el acto por el cual había sido procesado y que, consecuentemente, su Gobierno debía abstenerse en esa votación90. El proyecto de resolución de las seis Potencias se sometió a votación y fue aprobado por 13 votos a favor contra ninguno y 2 abstenciones como resolución 623 (1988)91. La resolución dice lo siguiente88: El Consejo de Seguridad, Habiéndose enterado con grave preocupación de que las autoridades sudafricanas se proponen hacer cumplir la condena a muerte dictada contra el Sr. Paul Tefo Setlaba, un activista que se opone al apartheid , sobre la base del denominado “propósito común”, Insta firmemente al Gobierno de Sudáfrica a que suspenda la ejecución y conmute la condena a muerte dictada contra el Sr. Paul Tefo Setlaba a fin de evitar que se agrave aún más la situación en Sudáfrica. S/PV.2830, págs. 3 a 5. Ibíd., pág. 6. 91 Para la votación del proyecto de resolución (S/20290), véase S/ PV.2830, págs. 6 y 7; véase también el cap. IV del presente Suplemento. 89 90 87 88 S/20289. S/20290, aprobado posteriormente como resolución 623 (1988). 5. LA SITUACIÓN EN NAMIBIA Decisión de 3 de mayo de 1985: declaración del Presidente El 3 de mayo de 1985, previas consultas entre los miembros del Consejo, el Presidente emitió una declaración1 en nombre del Consejo de Seguridad. La declaración dice lo siguiente: Los miembros del Consejo de Seguridad se han enterado con indignación y grave preocupación de la decisión adoptada en Pretoria de establecer un denominado Gobierno provisional en Namibia, que se halla ocupada ilegalmente. Esta maniobra va en contra de la voluntad expresa de la comunidad internacional y constituye un desafío de las resoluciones y decisiones de las Naciones Unidas, en particular las resoluciones 435 (1978) y 439 (1978) del Consejo de Seguridad , en las cuales se declaraba que todas las medidas unilaterales adoptadas por la administración ilegal en Namibia en contravención de las resoluciones pertinentes del Consejo eran nulas y carentes de validez. Esta última medida del régimen ilegal de ocupación de Namibia hace caso omiso de las exigencias de libre determinación y auténtica independencia del pueblo namibiano, así como de la voluntad de la comunidad internacional. Se complican así aún más los esfuerzos por lograr la pronta aplicación de la resolución 435 (1978), que sigue siendo la única base aceptable para una solución pacífica e internacionalmente reconocida de la cuestión de Namibia. Ello hace dudar una vez más de la determinación de Sudáfrica de aplicar la resolución 435 (1978). Los miembros del Consejo condenan y rechazan toda medida unilateral de Sudáfrica encaminada a hallar una solución interna con prescindencia de la resolución 435 (1978) por considerar que es inaceptable, y declaran 1 S/17151. que el establecimiento del denominado gobierno provisional en Namibia es nulo y carente de validez. También declaran que cualquier medida adicional que se tome con arreglo a esta acción quedará sin efecto. Piden a todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas y a la comunidad internacional en general que repudien esta acción y se abstengan de reconocerla. Los miembros del Consejo piden a Sudáfrica que revoque la medida adoptada y que coopere para facilitar la aplicación del plan de las Naciones Unidas contenido en la resolución 435 (1978), tal como se pide en la resolución 539 (1983) del Consejo. Los miembros del Consejo reafirman que las Naciones Unidas tienen la responsabilidad fundamental y directa respecto de Namibia. En cumplimiento de esa responsabilidad , el Consejo de Seguridad tiene la intención de mantener en examen la situación en Namibia, así como los acontecimientos relacionados con el Territorio, a fin de asegurar el pleno cumplimiento de Sudáfrica en la aplicación pronta e incondicional de la resolución 435 (1978) del Consejo. Decisión de 19 de junio de 1985 (2595a. sesión): resolución 566 (1985) Por carta2 de fecha 23 de mayo de 1985 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad , el representante de la India, en nombre del Movimiento de los Países No Alineados, pidió la convocación de una sesión urgente del Consejo para examinar más a fondo la situación en Namibia, de conformidad con el llamamiento de la Reunión Ministerial Extraordinaria sobre la misma cuestión del Buró de Coordinación de 2 S/17213.