Del ciudadano moderno a la ciudadanía nacionalista en Venezuela

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V Congreso Europeo CEISAL de Latinoamericanistas
Bruselas, abril 11-14 de 2007
Simposio: HIST/RI-4: El mundo norandino desde las reformas borbónicas hasta la
actualidad
Ponencia
Ciudadanía y educación pública para el proyecto de nación republicana en
Venezuela, 1811-18301
Dra. Belin Vázquez V.
Universidad del Zulia
Centro de Estudios Históricos
Maracaibo- Venezuela
E-mail: [email protected]
Introducción
La formación histórica nacional deviene de la construcción del Estado- nación y
es correlativa con las prácticas ciudadanas y educativas que interactúan como
mediaciones del poder para configurar los cuerpos sociales con específicos propósitos.
Desde estos fundamentos que nutrieron el surgimiento de los estados nacionales, el
estudio particulariza sobre este proceso en Venezuela originado por el ideario político
liberal-ilustrado que dio lugar a los Estados soberanos republicanos y funcionó en
paralelo con las funciones que el ordenamiento jurídico-político le atribuyó a la
educación pública y a la instrucción de los ciudadanos.
Durante los últimos años, problemas atinentes a esta cuestión han ocupado la
atención de los debates públicos y académicos. Precisamente, en torno a los derechos
ciudadanos inspirados en los valores universales que surgieron con la razón ilustrada y
consagrados en los preceptos constitucionales de las nacientes repúblicas desde los
inicios del siglo XIX, su discusión se orienta a reivindicar el ejercicio pleno de los
derechos de los “otros” que, por razones históricas, fueron excluidos por la sociedad
diferenciada e inherente al funcionamiento del Estado moderno.
Durante la naciente república decimonona, el ciudadano <<…concierne al
fundamento contractual de la ciudadanía democrática y su relación con la noción de
1
Avances de investigación del proyecto “Ciudadanía, identidades y democracia desde el ser y el saber”,
adscrito al Programa de Investigación: Identidades, poder y prácticas sociales”, bajo nuestra coordinación
y financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad del Zulia.
2
estatus>>1. Durante el transcurrir histórico de este estatus diferenciado, las prácticas
ciudadanas han marchado de la mano con las inequidades y exclusiones. Por ello, los
recientes debates plantean como perentorio construir una sociedad igualitaria, con
fundamento en la democracia social inclusiva asumida desde el carácter ético,
protagónico, humano y participativo de todos los ciudadanos en igualdad de
condiciones.
Un propósito explicativo sobre esta construcción histórico-social, amerita un
esfuerzo de síntesis que posibilite reflexionar sobre los contextos y escenarios por los
cuales han transitado estas prácticas, en asocio con los modelos educativos inscritos en
las lógicas del poder inmanentes al desarrollo histórico del sistema-mundo. Se trata, en
consecuencia, de aportar contribuciones orientadas a comprender porqué la relación
ciudadanía-educación-nación, han funcionado coligadas a la historización de las
relaciones de poder implicadas en la formación y consolidación de lo nacionalhomogeneizador, en consonancia con el sistema-mundo moderno.
Asumiendo como unidad de análisis el estudio del caso venezolano, de similares
características en los Estados soberanos de la América antes española, se explicará este
proceso que emergió con el proyecto fundacional de construir una "república para los
ciudadanos", para lo cual instruir en la moral y las luces implicaba la limpieza del
cuerpo, el control de las pasiones y las virtudes públicas, instituidas como parte
sustantiva del objetivo político de cultivar el patriotismo republicano implicado en la
naciente opinión pública. .
Estos componentes históricos que han configurado las identidades ciudadanas
en Venezuela, sirven de propósito al tema propuesto en este trabajo. Su explicación
posee un carácter multidimensional, pero solamente nos ocuparemos de lo atinente al
ciudadano y la ciudadanía fomentada por la educación pública entre los inicios del siglo
XIX y la creación oficial de la República de Venezuela.
Ciudadano moderno: soberanía del pueblo y libertades públicas para la nación
republicana
En tiempos de la “ ciudadanía antigua”, los ciudadanos estaban insertos en una
red de pertenencias comunitarias configuradas por el estatus hereditario inherente a la
estructura estamental de las ciudades; en tanto que con la “ciudadanía moderna”, la
calidad de ciudadano se politiza sobre los principios universalistas de las libertades
instituidas por los derechos individuales, proclamados originariamente mediante los
ideales democráticos del derecho a la participación política, esto es, <<soberanía de la
3
nación, en el sentido de 1789, es decir, de la nación reunida en asamblea>>2. El sentido
de tal distinción lo clarifica Rousseau cuando afirma:
<<Esta persona pública que se constituye por la unión de todas las otras,
antes se llamaba Ciudad, pero ahora lleva el nombre de República o
cuerpo político, al cual sus miembros denominan Estado cuando es pasivo,
soberano cuando es activo y Poder en comparación con sus semejantes.
En cuanto a los asociados, colectivamente toman el nombre de pueblo,
particularmente el de ciudadanos, cuando participan de la autoridad
soberana y súbditos, cuando están sometidos a las leyes del Estado>>3.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) originó
que la política del orden antiguo fuese progresivamente desplazada por los derechos
contractuales individuales formalizados en las leyes de la nueva república. Uno de sus
grandes ideólogos fue John Locke (1632-1704) quien planteaba que por la ley divina del
estado de naturaleza, todos los hombres nacían libres e iguales y, como tal, eran
poseedores de derechos inalienables, por lo cual el gobierno civil debía asegurarles y
garantizarles el disfrute y preservación de la libertad y la propiedad 4.
Estos <<Derechos del hombre>> fueron confirmados años más tarde por Rousseau
al fundamentar que, por el pacto social, los <<Derechos del ciudadano>> establecen
<<…una igualdad tal que todos se comprometen bajo las mismas condiciones, y deben
gozar todos de los mismos derechos>>. En este sentido, advertía que por el derecho
natural de gentes los hombres nacían libres y eran poseedores de derechos inalienables y
lo que se traspasaba a la comunidad política era la parte de sus derechos naturales, cuyo
uso importaba a la comunidad. Con este contrato social -añadía- se producía un cuerpo
moral y colectivo que encerraba un compromiso reciproco entre el hombre público o
ciudadano y los particulares, a partir de una doble relación: <<…primero: como
miembro del soberano para con los particulares; y segundo, como miembro del Estado
para con el soberano>>5.
Esta distinción entre homme y el citoyen fue fundamental pues, desde entonces, el
ciudadano sintetizó las dos condiciones antes separadas de súbdito y de soberano. Por
consiguiente, los derechos que comportaban la condición natural de los hombres fueron
anteriores al contrato social, en tanto que los derechos del ciudadano derivaron de este
acto contractual o de asociación6.
Entonces, ¿Quién era el pueblo para estos Estados soberanos que imitaban el
republicanismo de los antiguos, el proyecto jacobino de los franceses y el
constitucionalismo de los ingleses?. Para ellos, el pueblo eran los ciudadanos, a quienes
4
se les delegaba la <<soberanía>> mediante un pacto social; por lo tanto, el pueblo
soberano eran los <<los ciudadanos con derecho a sufragio por medio de sus
apoderados legalmente constituidos>>.
De este modo, en las jurisdicciones de la América antes española, las sucesivas
declaratorias oficiales en Estados soberanos para instaurar el proyectado cuerpo de la
nación con su gobierno y leyes7, el poder soberano de los pueblos fue delegado a los
ciudadanos electores en quienes, por la naturaleza del pacto social, recaía la voluntad
general de la soberanía del cuerpo social para procurar el goce de la felicidad y de los
mismos derechos; Estado de derecho que fue plasmado desde los inicios del siglo XIX
en las Constituciones de las nacientes repúblicas oficialmente ordenadas.
En tal sentido y acopiando lo planteado por Chiaramonti 8, en las ciudades,
estados o provincias soberanas que desde 1777 integraron formalmente el territorio de
la Capitanía General de Venezuela, al igual que en otras hispanoamericanas que se
proponían afirmar su independencia del gobierno despótico en las autoridades
hispanocoloniales, el ciudadano hace parte sustantiva de la soberanía reasumida que
emergió encarnada en los ayuntamientos, los cuales se abrogaron su representación
política en la figura del diputado de la nación que durante las primeras décadas del siglo
XIX se formulaba en términos contractualistas.
Los actores políticos aspiraban forjar una nación para los ciudadanos, en
correspondencia con una civilidad idealizada en la moral y las luces inspiradas en el
espíritu de libertades y de virtudes para conducir a la prosperidad de utilidad pública.
Con fundamento en este ideario liberal-ilustrado, el pensamiento educacional y su
discurso pedagógico fueron conectores de este proyecto político para generar lealtades
hacia la naciente república imaginada desde las bases doctrinarias de la <<Proclamación
de los derechos del pueblo>>9, los cuales instituían la delegación de la soberanía en los
ciudadanos electores.
Al marchar de la mano con el utilitarismo y el iusnaturalismo, el ciudadano que
idealizaban los ilustrados opuestos al despotismo absolutista, se institucionalizó con las
libertades que conferían los derechos civiles (opinión, reunión, igualdad jurídica y
política, trabajo, propiedad, seguridad), la pertenencia a una comunidad política y el
ejercicio de derechos políticos. Estas libertades políticas y civiles, así como la garantía
de los derechos, delimitaron formalmente la diferencia entre la ciudadanía para los
antiguos y modernos, aunque en el imaginario pervivió la tradición del lenguaje político
republicano premoderno.
5
Por otra parte, igual que entre los antiguos, la patria también se significaba en la
res publica, aunque para los modernos se le concebía como una comunidad
autogobernada por individuos que vivían juntos en justicia bajo el gobierno de la ley;
así como la política republicana era entendida como buen gobierno y autogobierno.
Contrario al antiguo patriotismo republicano del gobierno ejercido desde arriba
por los regímenes despóticos y tiránicos, para los ilustrados se entendía como la
sumisión a las leyes, la obediencia a las autoridades constituidas, la libertad e igualdad y
el servicio y amor a la patria modelada por la moral pública, consagrada en <<…la
práctica de las virtudes privadas y domésticas>>10. Villori nos recuerda que para los
modernos, <<El patriotismo es el afecto que el pueblo siente por su patria, entendida
ésta no como la tierra natal, sino como una comunidad de hombres libres que viven
juntos por el bien común>>11.
Según estas bases doctrinarias de los ilustrados modernos, una buena
constitución política y un buen gobierno eran el fundamento del patriotismo republicano
consagrado en las libertades y los derechos políticos y civiles. De este modo, los
ciudadanos pasivos disfrutaban de los derechos civiles o sociales, en tanto que los
derechos políticos eran atributo de los ciudadanos activos, <<…y éstos consisten en el
derecho para el pleno ejercicio de la civilidad expresada en la función pública para
legislar y administrar los asuntos públicos…>>12. Principios que también fueron
inspirados en el Espíritu de las Leyes de Montesquieu, quien en 1735 advertía: “Hay
que tomar consciencia de lo que es la independencia y de lo que es la libertad. La
libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un
ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habrá libertad”13.
De conformidad con estos preceptos, la felicidad pública descansaba en los
derechos y deberes del ciudadano, condición que se alcanzaba mediante las libertades
civiles, atributo de los hombres virtuosos, instruidos, con modo honesto de vivir y
templanza. Idea de ciudadanía que la hará suya la comunidad de individuos en un
Estado de derecho democrático, que sustenta el cuerpo político de la soberanía en el
nuevo credo liberal. De este modo, con la universalización de la calidad o el estatus de
la ciudadanía, se le asocia en el imaginario colectivo con la conquista de la soberanía
del pueblo, están por ligadas por su misma naturaleza al Estado-nación en el seno del
espacio público.
6
Afirmamos con Alfredo Cruz Prados14, que bajo el influjo doctrinario de la
Revolución Francesa, el sujeto moral del nuevo orden social recaía en la proyectada
nación política que poseía como patrimonio político la libertad, la igualdad, la
seguridad, la propiedad y la fraternidad. Al ser la nación una creación política, la
comunidad constituida generó un nacionalismo político, pues se luchaba contra los
políticamente diferentes y no contra los culturalmente diversos.
Instrucción pública en la moral y las luces para el ciudadano republicano
Para la fundación republicana moderna, la distinción entre el homme y el citoyen fue
fundamental en la propuesta político-pedagógica, respecto al proyecto educativo del
Estado liberal republicano que debía velar por su función pública y obligatoria. El
debate originado sobre la obligación del servicio público estatal para con los
ciudadanos, a fin de garantizar la igualdad de los derechos para el ejercicio de la
libertad y soberanía, tuvo su concreción en la propuesta de
instrucción pública
divulgada por el Marqués de Condorcet ante la Asamblea Nacional francesa, al
presentar un proyecto de decreto15 para que el poder público, en acto de justicia,
dispusiese de los medios que garantizaran la igualdad civil y política entre todos los
ciudadanos, pues se trataba de universalizarla para:
<<Ofrecer a todos los individuos de la especie humana los medios para
atender sus necesidades, de asegurar su bienestar, de conocer y ejercer
sus derechos, de comprender y de cumplir sus deberes; Asegurar a cada
uno de ellos la facilidad de perfeccionar su industria, de capacitarse para
ejercer las funciones sociales a las que tiene derecho a ser llamado, de
desarrollar toda la extensión de los talentos que ha recibido de la
naturaleza, y de ese modo establecer entre los ciudadanos una igualdad
de hecho, y hacer real la igualdad política reconocida por la ley; Este
debe ser el primer objetivo de una instrucción nacional y, desde ese
punto de vista, la instrucción nacional es para el poder público un deber
de justicia>>16.
Esta propuesta de una instrucción pública nacional a cargo del Estado, para cultivar
durante toda la vida el espíritu libertario mediante el desarrollo de las facultades
morales, físicas e intelectuales, estaría imbricada en el cuerpo político de la nación
cívica, en razón de lo cual se estableció que los ciudadanos también debían disponer de
medios indirectos de instrucción, como los espectáculos, desfiles solemnes y la
celebración de las fiestas nacionales y particulares, de manera que lograsen conocer y
7
amar los valores patrios, al consagrar la memoria de épocas históricas y de hombres
ilustres por ser gloriosas para la libertad.
<< […] para recordar vivamente épocas en las que es útil fijar la
atención de los pueblos, para alimentar en ellos, para excitar hasta el
entusiasmo los sentimientos generosos de la libertad, de la
independencia, de la devoción a la patria; para grabar, en fin, en los
espíritus un pequeño número de principios que forman la moral de las
naciones y la política de los hombres libres>>17.
En tiempos tempranos de esta fundación de la nación cívica en Venezuela, el
proyecto liberal- ilustrado de república se formalizó en sus primeras constituciones
denominadas por sus redactores Federal para los Estados de Venezuela (1811), de
Cúcuta (1821, precedida por la Ley Fundamental de Colombia) y de Venezuela (1830)18
. Estos ordenamientos jurídico-políticos liderados por la intelectualidad liberal-ilustrada,
transitaban entre el discurso del antiguo régimen, las luces de la razón, la moral cristiana
y la moral republicana. Sin embargo, la desestabilización en todos los órdenes fue lo
característico de estos años fundacionales de la nación republicana, con los
consecuentes intentos fallidos por designar un mismo gobierno regido por sus leyes.
A partir de 1830, con la instauración oficial de la República de Venezuela, uno
de los muchos problemas sin lograr resolver fueron las virtudes cívicas y políticas,
dictaminadas desde el ideario que habría de conducir a la ciudadanía patriótica
republicana. Por tanto, la instrucción pública ocupaba la atención entre los ideólogos
durante este proceso de construcción del Estado-nación, pues era una convicción
heredada del pensamiento de los antiguos por el moderno político-liberal, edificado
sobre las bases de los derechos conforme a la igualdad, la propiedad, la seguridad y las
libertades políticas.
Investidas de honrar el cumplimiento de los << derechos del hombre y el ciudadano
>> conforme a lo cual fueron plasmados en las Constituciones sancionadas, las
máximas republicanas establecían que para ser virtuoso el ciudadano de la república
debía ser <<… buen padre, buen hijo, buen hermano, buen amigo y buen esposo >>19.
Con fundamento en lo postulado por Montesquieu20, al afirmar que <<…cuando la
virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la
codicia se apodera de todos los demás>>, construir la virtud política requería de los
ciudadanos un patriotismo encarnado en la igualdad democrática, que solo era posible si
se doblegaban los deseos de poseer bienes exclusivos para uno mismo y para su familia.
8
En este sentido, se entendía que la educación era depositaria de la libertad política
para obedecer, controlar las pasiones y los placeres exclusivos al servicio del bien
común. Se trataba de una moral ciudadana, que transitaba entre las pertenencias reales
y simbólicas del iusnaturalismo escolástico.
En 1819 exponía Bolívar ante los delegados del Congreso de Angostura, que la
observancia de las nobles pasiones de un ciudadano exigía que la república, además de
libre y fuerte, fuese virtuosa con el progreso de la ilustración y las facultades morales
emanadas <<…del espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana>>.
De allí que planteara la necesidad de una instrucción popular nacional con sus dos
pilares y regida por el Estado: <<La educación popular debe ser el cuidado primogénito
del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y
luces son nuestras primeras necesidades>>21.
Con la naciente nación republicana, se legitimó la homogenización cultural
implicada en la nación moderna de esencia unitaria, de modo que las Constituciones en
Hispanoamérica sólo reconocieron como oficial el idioma castellano o español y la
religión católica.
La historiadora Rossana Barragán, nos muestra cómo la igualdad jurídica sólo
era practicada entre los iguales de la elite masculina. Entre los legisladores el respeto de
los derechos civiles, mantuvo los criterios estamentales para continuar y legitimar las
prácticas cotidianas de la segregación étnica. Esta república restrictiva apostaba por los
notables para ejercer la libertad política, ya que se les consideraba más capacitados para
no caer en el vicio de la embriaguez, vagancia y comportamiento indecente. En virtud
de su educación, riqueza, poder y prestigio, se les consideraba, capaces no sólo de
ejercer el derecho de sufragio, sino también de actuar como árbitros de un futuro
proceso de ampliación ciudadana, a través de una reforma de la educación. En suma, al
igual que ocurrió en toda Latinoamérica, la elite propuso para Bolivia una sociedad
desigual y jerárquica, en la que la ciudadanía era un privilegio de los individuos
reconocidos socialmente. Los que quedaban excluidos eran catalogados de salvajes,
infames, analfabetos, de mala reputación y desconocidos, a la vez que incapaces de
comprender la ley de la igualdad ni el derecho de la propiedad. Se oficializó una
república "fundada con individuos libremente asociados", mientras que los otros, los
diferentes, debían permanecer al margen de lo público, hasta que por medio de la
educación eliminaran sus taras22.
9
Se trataba de una “república de las letras” con los derechos consagrados para el
“pueblo”, personificado en los “ciudadanos iguales”. Desde entonces, el principio de
“excluir para ser” quedó anclado y legitimado constitucionalmente en los inicios del
siglo XIX. Si bien se sustentó en la igualdad formal de derechos y obligaciones, la
garantía para su ejercicio y la pertenencia a una comunidad política (no solamente el
Estado), lo común han sido las inequidades manifiestas entre deberes y derechos. En
buena medida, esto se explica porque la "universalidad" moderna de los derechos
ciudadanos, ha invisibilizado a los sectores excluidos del modelo hegemónico,
representado en el pensamiento blanco occidental.
De este modo y, acopiando el sentido democrático de una comunidad política de
hombres libres e instruidos, se consagró el Estado Constitucional como el espacio
político de la libertad para los iguales en el que, abandonando la condición de súbditos,
se convertían en ciudadanos y protagonistas en la gestión y custodia de los asuntos
públicos; por lo cual los valores de la civilidad quedaban establecidos para que los
sentimientos patrióticos pudieran ser coherentemente integrados en el proceso político
del demos.
También la intelectualidad liberal hizo suyo este ideario que proclamaba las
libertades públicas. Persuadido de ello, en 1822 argumentaba Tomás Lander, editor de
El Venezolano, que la república nacía de la virtud e ilustración y la condición para ser
libres estaba en la formación del espíritu público obtenido por la instrucción, la
educación patriótica y moral, el establecimiento de imprentas y el desarrollo del
comercio, la industria y comunicaciones23.
En la propagación de estos ideales como objetivo político esencial, para las
libertades consagradas en la opinión pública y la educación, fue decisivo el proyecto
educativo impulsado por el maestro don Simón Rodríguez, quien en 1828 publicaba en
Arequipa (Perú) su obra intitulada Sociedades Americanas.
En ella expresaba el carácter formativo de la Escuela Primaria, popular, nacional y
pública; y que el gobierno republicano, en su función educadora fuera <<…protector de
las Luces Sociales, porque sus Instituciones saben que sin luces no hay virtudes>>24.
En su concepción socio-racionalista de la libertad humana, planteaba el carácter social
de la escuela para edificar el sistema republicano liberal, pues a la escuela se le
relaciona con la civilidad. De este modo, exponía que la política republicana, <<…en
cuanto a instrucción es formar hombres para la sociedad>>25, pues la instrucción debía
10
preparar al goce de la ciudadanía, mediante la adquisición de conocimientos de carácter
social, corporal, técnico y científico.
Esta idealizada república para formar a los ciudadanos en las virtudes patrióticas
republicanas, la propuso Simón Bolívar cuando decretó en 1825:
1º Que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo.
2º Que esta educación debe ser uniforme y general.
3º Que los establecimientos de este género deben ponerse de acuerdo
con las leyes del Estado.
4º Que la salud de una República depende de la moral que por la
educación adquieran los ciudadanos en su infancia26.
Al siguiente año fue decretada la Ley orgánica de Educación Pública (1826)
para asimilarla al pensamiento liberal-ilustrado de los constitucionalistas, ideólogos y
libertadores. Esta ley establecía instruir a los ciudadanos en el seno de la comunidad
política, en los valores morales para la industria productiva, a la par de las virtudes
cívicas para cultivar el patriotismo que se tradujera en lealtad hacia la república,
entendida como el amor a la patria, a las instituciones, a la Constitución y a la
soberanía.
Esto implicaba la observancia de las máximas republicanas sobre la limpieza del
cuerpo, el control de las pasiones y modo honesto de vivir, según rezaban los Deberes
del hombre en sociedad, con los cuales el patriotismo exigía la sumisión a las leyes, la
obediencia a las autoridades constituidas, la libertad e igualdad y el servicio a la patria.
Así, en nombre de la lealtad a la patria, por precepto constitucional y por decreto
de instrucción, en sus inicios la educación pública estaba dirigida a los ciudadanos
blancos activos, requeridos de ser virtuosos e instruidos, pues sus propiedades y bienes
les garantizaba la representación del pueblo en las urnas, además de estar obligados a
procurar la felicidad general, aumentar su trabajo, la industria, las riquezas para alcanzar
la prosperidad.
En observancia de ello, en 1829 José Antonio Páez como Jefe superior, civil y
militar de Venezuela, decretó la Creación de la Sociedad Económica de Amigos del
País, con el propósito de reunir a los hombres de inteligencia, poseídos de amor patrio y
11
de un espíritu nacional, que promovieran <<…los progresos de la agricultura, del
comercio, de las artes, oficios, población e instrucción>>27.
Por tratarse de fines políticos de primer orden para los notables miembros de
esta sociedad de pensamiento ilustrada, era de obligatorio cumplimiento, que los
ciudadanos se instruyeran para fomentar el trabajo y la riqueza de utilidad pública. Así
lo confirma uno de sus miembros, Tomás José Sanabria quien exponía ante la Junta
General de la Sociedad celebrada el 3 de febrero de 1833, que en el trabajo, la industria
y la instrucción estaban las bases del progreso y el aumento de la producción. A favor
de ello, argumentaba: <<…alentemos sus virtudes y talentos, y de este modo no sólo
crecerá la industria y la labor, sino que se aumentará la producción y se mejorarán
nuestros artefactos>>28.
Sin embargo, los forjadores de esta moderna nación republicana no prosperaron
en sus intentos de poner en marcha la obra instruccionista invocando la moral y las
luces para la república unitaria idealizada, pues además de la inestabilidad política
reinante en todas las jurisdicciones de la República de Colombia, la ley promulgada en
1821 para organizar la educación establecía que todas las Escuelas de primaria estarían
a cargo de los gobiernos provinciales y en ellas debían obtenerse conocimientos de
aritmética, leer y escribir, conocer el catecismo y sus deberes y derechos ciudadanos.
Fue a partir de 1830, con la creación de la República de Venezuela ante la
desmembración de Colombia, cuando tímidamente el gobierno de la nueva república se
ocupara de construir la nación cívica al proyectar un orden <<civilizatorio>> por
intermedio de la Dirección de Instrucción Pública, creada en 1838 y encargada de
vigilar la aplicación de un pensum uniforme para todas las escuelas de la república.
Funcionarios del gobierno republicano y hombres de la notabilidad ilustrada,
elevaban sus voces para instruir los talentos mediante los conocimientos útiles; pero,
además, para que los ciudadanos asumieran las prácticas de comportamiento propias de
la moral cristiana y la moral republicana.
En esta naciente sociabilidad liberal-ilustrada, el proyecto político apelaba a
construir una república de notables, fueran éstos letrados, hacendados o comerciantes.
Cabe señalar que si en el imaginario emancipador, si la nación denotaba una
construcción de inclusión- propia de los principios de las libertades consagradas en la
12
soberanía republicana-, esta dimensión se fue esfumando cuando se impuso el proyecto
de construir una república de ciudadanos propietarios con fundamento en <<…el
modelo utilitarista del individuo industriosos e ilustrado que persigue sus propios
intereses y cuya máxima fidelidad, como ciudadano virtuoso, sería al Estado civil>>29.
En aras de la construcción del Estado-nación republicano, el surgimiento del modelo
educacionista fue afín con estas prácticas y la obtención de conocimientos elementales
para el futuro manejo de los asuntos públicos. La cuestión no era si <<…debía haber
indios, criollos, mulatos o mestizos, sino 'pobres y ricos'>> 30, pues la sociabilidad
moderna dejaba como enseñanza que <<…el cuerpo 'bárbaro' (…) se debe contener en
beneficio de un ceremonial 'decente'>>31.
De acuerdo con este propósito, característico de los procesos fundacionales
republicanos, la educación debía fabricar ciudadanos para cumplir la misión patriótica
que promovían
los Amigos del País, los catecismos políticos y los manuales de
civilidad. La escuela elemental fue esencial para este proyecto educacionista en el
naciente Estado-nación que pudiéramos denominar de formación de la ciudadanía
republicana y tuvo en los libertadores y librepensadores ilustrados de la capital con sede
en Caracas, a sus representantes pioneros y en las Diputaciones Provinciales a los
ejecutores de las reglamentaciones en materia educativa.
Su plataforma fue la Constitución de 1830, generadora de instituciones en la recién
instalada república, la cual disponía en su artículo 161 el deber de promover y
establecer las escuelas primarias en las provincias de Venezuela con enseñanzas
comunes en todas ellas. Valga citar, a modo de ejemplo, el <<Reglamento de Escuelas
Primarias>> elaborado en 1834 por la diputación Provincial de Maracaibo, para regir en
todas las escuelas de la ciudad maracaibera y que ordenaba en su Art. 2:
En las escuelas de la capital se enseñará a leer y escribir según el método
combinado de Bell y Lancaster; las reglas elementales de aritmética; el
compendio de la Gramática y ortografía de la lengua castellana; el de
Doctrina cristiana y principales fundamentos de la religión; las
máximas de moral y principios de urbanidad y cortesía práctica32.
.
Este modelo educacionista que rigió para las provincias venezolanas, como ocurrió
en toda Hispanoamérica, en nuestro caso venezolano, dio comienzo en la década del 30,
debido a que <<…se colectivizaba una concepción de la moral que no había sido
consensualmente aceptada en años anteriores: la que se asociaba a la formación de la
ciudadanía>>33. A partir de entonces, la nación cívica en construcción, tuvo sus voceros
directos en los órganos de opinión pública, como publicaciones periódicas y libros
13
impresos y otras tantas lecturas que impregnaban el discurso político-educativo, los
cuales predicaban normas e instrucciones para disciplinar y regular comportamientos y
vicios que debían ser transformados, o más bien ordenados, de conformidad con la
naciente sensibilidad orientadora de la civilidad34.
Además de ordenanzas municipales y decretos emanados desde las respectivas
diputaciones provinciales sobre el orden público en general, proliferaron las lecturas
sobre doctrinas, leyes y catecismos para instruir a la ciudadanía en los principios de las
virtudes cívicas, la rectitud moral, religión, limpieza del cuerpo y de las pasiones 35, de
conformidad con el proyecto de la nación cívica preconizada por el discurso ilustradoliberal heredado de la modernidad occidental.
Reflexiones finales:
Es preciso puntualizar que desde las nacientes repúblicas modernas, los criterios
de inclusión/exclusión, fueron inherentes al tiempo histórico del capitalismo liberal,
que estuvo implicado y anclado en todos estos procesos fundacionales republicanos
occidentales, y no puede ser atribuida su responsabilidad a los hombres de armas y
letrados que descollaron en este proceso.
Con estas reflexiones deseo afirmar que el liberalismo y, con éste, el patriotismo
constitucional, encarnado en el Estado moderno, contribuyó a la formulación de una
ciudadanía universal excluyente, basada en la concepción que los derechos de
ciudadanía son de competencia jurídica y que tuvieron su edificación ideológica en el
surgimiento de la instrucción pública.
En este sentido, la civilidad quedó consagrada a los iguales, así como instruir a
los ciudadanos equivalía a incluirlos de manera uniforme; esto es, incluir a los iguales
para servir a la homogeneización. Aquí radica la razón de ser del imaginario de la
nación y la identidad nacional, que amerita de un tratamiento aparte del propósito que
anima estas reflexiones. Si los incluidos eran los ciudadanos, es lo mismo que afirmar
que esta inclusión construyó prácticas identitarias que implicaban la exclusión de los
otros, de los diferentes, todo lo cual tenían efectos de poder y eran efecto de las
relaciones de poder.
Esta educación bajo la protección del Estado, además de orientar las prácticas
que rigieran en armonía con la sociedad disciplinaria, debía servir a los fines de
consolidar la ideología política del liberalismo, por lo cual se requería instalar en las
14
conciencias ciudadanas la cultura racional fundada en el progreso material dentro del
orden instituido.
En este mismo sentido, el Estado constitucional, por intermendio de la
instrucción pública, debía velar porque se cumplieran un conjunto de dispositivos
identitarios para que los ciudadanos fijaran un régimen de pertenencias y legitimaran la
normatividad de las relaciones sociales en el cuerpo de la nación, por ello, el sistema
educativo debía servir a principios reguladores, homogéneos y lineales para construir el
espacio-tiempo nacional y las identidades quedaron territorializadas y temporalizadas
dentro del Estado-nación unitario. Asimismo, el modelo educativo se construyó sobre
estos universos simbólicos, tradiciones y memorias colectivas36.
Desde estas bases fundantes de las inequidades construidas por la implosión del
sistema-mundo moderno, como esencia negadora de una ciudadanía inclusiva de
esencia pluralista, tenemos que la diferencia fue asumida en la alteridad inmersa en la
universalidad de la Modernidad que, en palabras de Dussel, comenzó al final del siglo
XV con la conquista y la colonización, pues el nuevo mundo originario y mestizo fue el
primer <<bárbaro>> que el sistema-mundo de la Modernidad necesitó para su
definición37.
Como quedó demostrado, las relaciones de poder han sido intrínsecas a la
ciudadanía moderna en los inicios del siglo XIX, pues surgió en condiciones de
profunda inequidad, al tratar a los diferentes como desiguales. Por ejemplo, la
dimensión política y civil de los derechos ciudadanos, se instituyó para el pueblo
soberano, representado en los ciudadanos letrados y propietarios, con exclusión de los
diferentes (indígenas, mestizos, negros, mujeres, analfabetos, mendigos, entre otros).
Referencias Bibliográficas
1
Etienne BALIBAR, Derecho de ciudad. Cultura y política en democracia, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2004,
p. 56.
2
Ibidem, p.50.
3
Jean-Jacques ROUSSEAU, El contrato social, Bogotá, Panamericana Editorial, 1996, pp. 22-24.
4
Véase John LOCKE, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin
del Gobierno Civil, Madrid, Alianza Editorial, 2004.
5
ROUSSEAU, op. cit., pp. 12, 25 y 51.
6
José Luis ARANGUREN, Etica y política, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1999, p. 107.
7
ROUSSEAU, op. cit. p. 51.
8
José C. CHIARAMONTE, “Estado y poder regional: constitución y naturaleza de los poderes regionales”, En Josefina
VAZQUEZ y otros (eds.), Historia General de América Latina, Vol. VI, La construcción de las naciones latinoamericanas,
París, UNESCO/Trotta, 2003, pp. 150-154.
9
<<Proclamación de los derechos del pueblo>>, Caracas, 1 de julio de 1811, en Documentos que hicieron historia. De
la Independencia a la Federación (1810-1864), Tomo I, Caracas, Presidencia de la República, Edición Conmemorativa
Sesquicentenario de la Independencia, 1962, p. 38.
…, p. 38.
10
Ibidem.
11
Mauricio VIROLLI , Por amor a la patria. Un ensayo sobre el patriotismo y el nacionalismo. Madrid, Acento Editorial,
1997, pp. 86-87 y 80.
12
Omar NORIA, La teoría de la representación política del abate Sieyès, Caracas, Universidad Católica Andrés
Bello/Universidad Simón Bolívar, 1999, p.73.
13
MONTESQUIEU, Del espíritu de las Leyes, Madrid, Editorial Tecnos, 5ª Reimpresión, 2002, p.106.
14
A. CRUZ PRADOS, El nacionalismo. Una ideología, Madrid, Editorial Tecnos, 2005, pp.17-18.
15
En su proyecto propone la división para la instrucción pública en cinco grados: Las escuelas primarias formarán el
primer grado; en ellas se impartirán los conocimientos rigurosamente necesarios a todos los ciudadanos. Las escuelas
secundarias, en las ciudades, formarán el segundo grado y en ellas se enseñará lo necesario para ejercer los empleos en
la sociedad y cumplir las funciones públicas. Las escuelas de tercer grado se llamarán institutos, donde se impartirán
conocimientos para el desempeño de funciones públicas y para el perfeccionamiento de la industria. El cuarto grado
estará formado por los liceos, donde se enseñarán las ciencias y las artes y el último grado de instrucción será la
sociedad nacional que dirigirá la enseñanza y se ocupará del progreso de las ciencias y de las artes y del
perfeccionamiento de la razón humana. Jean- Antoine- Nicolas de Caritat CONDORCET: Informe y proyecto de decreto
sobre la organización general de la instrucción pública presentados a la Asamblea Nacional, en nombre del Comité de
Instrucción Pública los días 20 y 21 de abril de 1792, en: Cinco memorias sobre instrucción pública y otras escritos.
Madrid, Ediciones Morata, 2001, p. 316.
16
Ibidem, p.281.
17
Ibidem, << Tercera Memoria sobre la instrucción común para los hombres>>, p.194.
18
Inspirada en los Derechos y Deberes de Hombre y del Ciudadano (1789), la Declaratoria de los Derechos del
Pueblo, aprobada por el Congreso de Venezuela el 1º de julio de 1811, en su capítulo <<Derechos del hombre en
sociedad>>, diferenció a los ciudadanos en sufragantes y no sufragantes, este criterio del voto censatario se estableció
con base a la cualidad de propietarios y residenciados en la república. Las Constituciones de 1821 y 1830 distinguieron
a los ciudadanos en activos o de primera categoría y pasivos. Se combinó la condición de saber leer y escribir con
poseer propiedades o elevados ingresos. Estos debían poseer una propiedad raíz no menor de 500 pesos, o una renta de
ingresos anuales de 300 pesos, un grado militar o que ejerzan alguna ciencia, arte liberal o mecánica (Título 3, Sección
Primera, Artículo 4º). Estos ciudadanos con derecho de sufragio tenían la potestad de nombrar a sus representantes
(Artículo 2º). Se les obligaba a procurar la felicidad general, aumentando su trabajo, talentos o industrias, riquezas y
comodidades propias para la prosperidad nacional (Sección Segunda, Artículo 6º). Constitución de Cúcuta, 30 de
agosto de 1821, en José GIL FORTOUL, Historia Constitucional de Venezuela, Vol. III, México, Editorial Cumbre, 1976,
pp. 334-367.
19
<<Proclamación de los derechos del pueblo>>, Op. cit., p. 38.
20
MONTESQUIEU, Op. cit., p.20.
21
<<Discurso de Angostura>>, Angostura, 15 de febrero de 1819, en Simón BOLIVAR, Doctrina del Libertador, Caracas,
Fundación Biblioteca Ayacucho, Vol. 1, 1985, p. 121.
22
Citada en Marta IRUROZQUI, “Ciudadanía y clientelismo en Bolivia. Los artesanos de la paz, 1880-1925”, CSIC,
Madrid en http://www.ucm.es/info/cecal/encuentr/areas/politica/1p/irurozqui
23
Tomás LANDER, <<Política>>, El Venezolano, Nº 28, 23 de diciembre de 1822, en Tomás LANDER, Pensamiento
Político Venezolano del Siglo XIX, Textos para su estudio, Nº 4. La Doctrina Liberal, Caracas, Presidencia de la
República, Ediciones Conmemorativas del Sesquicentenario de la Independencia, 1961, pp. 20-22.
24
Simón RODRIGUEZ, Sociedades Americanas, Caracas, Biblioteca Ayacucho, vol. 150, 1990, p.199.
25
Rosario HERNANDEZ DE SANCHEZ, Libertad de opinión y educación en el pensamiento político de Simón Rodríguez,
Caracas, Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 2000, p.304.
26
<<Decreto sobre el sistema educativo de la nueva Nación Boliviana>>, Chuquisaca, 11 de diciembre de 1825, en
BOLIVAR , op.cit., p.208.
27
<<Creación de la Sociedad Económica de Amigos del País>>, Caracas, 26 de octubre de 1829, en Documentos…Op.
cit., p. 351.
28
Salvador YANNUZZI RODRIGUEZ, “La Sociedad Económica de Amigos del País: Sueños e ideas para la transformación de
Venezuela”, En Montalbán, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1998, Nº 31, p. 56.
29
Ch. A., HALE, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, México, Editorial Siglo XXI, 1977, p.177,
citado por QUIJADA, Mónica, “Qué nación?. Dinámicas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano”, en
Antonio ANNINO y Francois-Xavier GUERRA (Coords.), Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX, México, Fondo de
Cultura Económica, 2003, p. 309.
30
Ibidem.
31
Elías PINO ITURRIETA, Fueros, civilización y ciudadanía, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2000, p. 163.
32
<<Reglamentos de Escuelas Primarias>>, Maracaibo, 19 de noviembre de 1834. Archivo Histórico del Estado Zulia
(en adelante, AHZ), año 1834, t. 4, 1-11. Según lo establecía el Reglamento en su artículo 3, para la lectura en todas las
escuelas de Venezuela, fueron designados las siguientes cartillas de silabarios impresos: <<…la traducida por Don José
Méndez del Yermo, por el Abate Sabatri, por Pedro Blanchard. Para la escritura las muestras de Palomares, o de Torio
de la Rivee, o las de letras extranjeras. Para la aritmética cualquiera de los catecismos de este ramo, que se imprimen en
Caracas; para la religión y doctrina cristiana, los catecismos de Henri y Ripalda; para la moral y urbanidad el de Pbro.
Santiago Delgado o el de don José de […] y para la Gramática y ortografía el de Luis de Mata y Araujo>>.
33
Mirla ALCIBIADES, La heroica aventura de construir una república. Familia-nación en el ochocientos venezolano
(1830-1865), Caracas, Monte Avila Editores Latinoamericana/Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos,
2004, p.63.
34
A este respecto, apuntaba el Presidente de Venezuela José María Vargas la necesidad de uniformar <<…toda la masa
de los venezolanos en sentimientos idénticos de libertad y adhesión a las leyes tutelares que aseguran su bienestar, ir
desarrollando en todos el espíritu del orden, y el amor al trabajo, y haciendo la transformación efectiva de las
costumbres del antiguo régimen colonial por las muy diversas que deben constituir la esencia del gobierno que hemos
proclamado>>. <<Mensaje del Presidente de Venezuela al Congreso de 1836>>, Caracas, 20 de enero de 1836. En
Pensamiento conservador del siglo XIX, Caracas, Monte Avila Editores, 1991, p.469.
35
Ibidem, pp. 63 y ss. Entre los más divulgados para instruir en la lectura sobre las virtudes cívicas y morales, citamos
los siguientes: Catecismo político arreglado a la Constitución de la república…para uso de las escuelas de primeras
letras del Departamento del Orinoco de José Grau; el Manual del colombiano ó Explicación de la ley natural. Van
añadidos los deberes y derechos de la nación y del ciudadano, publicado por Tomás Lander; Manual político del
venezolano ó Breve exposición de los principios y doctrinas de la ciencia social que deben ser conocidos por la
generalidad de los ciudadanos de Francisco Javier Yanes (1839), entre otros.
36
Boaventura DE SOUSA SANTOS, Reinventar la democracia. Reinventar el Estado. Quito, Ediciones Abya- Yala, 2004,
pp. 8-9.
37
Enrique DUSSEL, Etica de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión, Madrid, Editorial Trotta, 1998,
p.63.
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