Crónicas - Yo Soy Lajas

Anuncio
Alfredo Velázquez González
Crónicas
de mi pueblo...
...�ajas
un buen pueblo para
nacer, vivir y morir.
---Bartolo Diaz
Editorial Yo Soy Lajas
1
Crónicas de mi pueblo
Crónicas De Mi Pueblo
•3•
Alfredo Velázquez González
Editorial Yo Soy Lajas
Lajas, Puerto Rico
2
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi Pueblo
Alfredo Velázquez González
Esta publicación es
propiedad intelectual de
Editorial Yo Soy Lajas.
Todos los derechos reservados.
Tiene permiso para citar
pequeños segmentos,
siempre y cuando
ofrezca el crédito
correspondiente.
© 2015
Primera publicación
Mayo 2015
Editorial Yo Soy Lajas
PO Box 594
Lajas, Puerto Rico 00667
http://www.yosoylajas.org
Crónicas de mi pueblo
3
Tabla de Contenido
Introducción.........................................................................................5
Dedicatoria...........................................................................................7
De cenicienta a Reina..........................................................................9
El día de Reyes................................................................................... 13
Flora.................................................................................................... 15
Una visita a la Perry.......................................................................... 17
Días de playa..................................................................................... 19
La Estación de Abajo.........................................................................23
Ayer y hoy...........................................................................................25
Los cementerios.................................................................................27
El día del milagro...............................................................................29
Los Cumbancheros............................................................................. 31
Promesa a los Reyes..........................................................................33
Doña Petrona “Tona” Toro Muñoz...................................................35
Don Ricardo Pagán Tenorio..............................................................37
El aviso...............................................................................................39
El Cerro............................................................................................... 41
El día de los fieles difuntos...............................................................43
El entorno...........................................................................................45
El Hotel de don Juan “Rufo” Ramírez.................................................7
El viajero solitario..............................................................................49
Eleuterio Alvarado Morales “Lilo”.................................................... 51
Estampas de Lajas.............................................................................53
La agencia hípica............................................................................... 57
La cigarrería de don Felipe...............................................................59
La Línea Lajeña................................................................................. 61
La luz de tránsito...............................................................................63
La muerte de Felo..............................................................................65
La O.D.A.L..........................................................................................67
La promesa de doña Petra................................................................69
4
Alfredo Velázquez González
La Pumona......................................................................................... 71
La Semana Santa...............................................................................73
“La vida del centro de mi pueblo”....................................................75
Los Berros..........................................................................................77
Los Carreteros....................................................................................79
Los limpia botas................................................................................. 81
Mi abuelo............................................................................................83
La Nana..............................................................................................87
Remembranzas - Recuerdos..............................................................89
Noche de serenata............................................................................. 91
Parque de Bombas.............................................................................93
Personajes de mi pueblo...................................................................95
Torneo 90 Aniversario.......................................................................97
Un viaje a la Cueva Pita....................................................................99
Una reunión histórica...................................................................... 101
Una estadía en casa de doña Mela................................................ 105
Vamos a recordar. . ......................................................................... 107
Alfredo Velázquez Luciano.............................................................109
Alfredo Velázquez González.......................................................... 113
Colofón.............................................................................................. 116
5
Crónicas de mi pueblo
Introducción
Este trabajo es un regalo a nuestro pueblo de Lajas escrito por don Alfredo Velázquez González con el propósito de
que quede plasmada parte de nuestra historia, personajes y
lugares que se van borrando en el recuerdo.
Esta serie de relatos en forma de crónica permiten darles
vida permanente a todos los actores y lugares aquí mencionados.
Agradezco a don Alfredo el haberme designado para manifestar estas breves palabras de presentación de su trabajo. A pesar de estar en la distancia por medio siglo, nunca
estuve lejos.
Cuando don Alfredo me comunicaba, allí estuve para recodarle y apoyarle en cualquier detalle de índole histórico
relacionado con nuestro querido pueblo.
— Vicente Barta
6
Alfredo Velázquez González
7
Crónicas de mi pueblo
Dedicatoria
Dedico este trabajo a mis primeros maestros,
que moldearon mis sentimientos y valores…
Mami y Papi
doña Luz Selenia González Lugo
don Alfredo Velázquez Luciano,
8
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
9
De cenicienta a Reina
En una casona del barrio Rancheras de Yauco, vive doña
Librada, una de cuatro hermanas. Son estas doña Nona,
doña Rosa y doña Celia. No muy lejos de la casa, un gran
sembradío de tabaco rodea la estructura. Doña Librada era
comadrona, de cuando en vez aparecía por allí don Ramón,
montado en su hermoso corcel. Este era capataz en los sembradíos de caña pertenecientes a su hermano don Felipe, un
rico terrateniente de Yauco.
Estas continuas visitas los llevan a desarrollar un amor
clandestino que culmina con la llegada al mundo de dos hermosas criaturas. La primera fue bautizada con el nombre de
Ramona “Monchi” y la segunda con el nombre de Estela. Ambas fueron frutos de un amor prohibido. Don Ramón vivía
con su esposa doña Carmen en una casa grande, de balcón
amplio, localizada en el sector La Joya, quedaba frente al camino principal, allí cohabitaban dos hermanas de este: doña
Francisca y doña Julia, que vendrían siendo tías de Ramona
y Estela. Doña Nona visitaba todos los fines de semana a su
hermana y sobrinas.
Doña Librada muere cuando Ramona tenía tres años,
doña Carmen, madrastra de las muchachas, cuidó de estas
por un tiempo. En una de las visitas que hace doña Nona al
barrio, se lleva a Estela para su casa en el pueblo, cerca del
puente Colorado. Sentados en la sala, dialogan sobre el futuro de las criaturas.
Al cabo de algún tiempo, don Antonio, que era el esposo de doña Nona, se levanta del sillón, pasea por dentro de
la casa, se recuesta un rato en la cama, luego llama a doña
Nona y le pide que le lleve un poco de licor. Este se da varios
10
Alfredo Velázquez González
sorbos y le comunica a doña Nona que adoptara a Estela. Ramona se queda con doña Carmen, que sigue criando a esta
junto con sus tías Francisca y Julia. Pasado un año, doña
Nona vuelve a Rancheras, visita a doña Carmen y le comunica que va a llevarse a Ramona para que viva con ella, Estela
y don Antonio.
Para esa época, los tiempos eran difíciles y el único que
trabajaba en el ferrocarril era don Antonio. Al tiempo doña
Nona Reconoce que no puede criar a la muchacha bajo el
mismo techo por la situación económica. Visita a su prima
doña Genoveva, en las parcelas Lluveras, esta habla con
doña Veve para ver si puede dejar a Ramona y que la siga
criando por un tiempo. Doña Veve contesta en la afirmativa
y allí queda Ramona. Ángel, otro primo de Ramona, era barbero y recortaba un niño bajo el árbol de quenepo.
Transcurrido un año, doña Nona se mueve hasta lajas a
visitar a doña Basilia, su prima, que residía en el sector La
Haya de este pueblo. Sentadas en la sala esa noche, doña
Nona, le explica a Basilia el porqué de su visita. Doña Estéfana, mamá de doña Basilia y tía de Nona, sale del cuarto, a
pesar de su avanzada edad, y se confunde en un abrazo con
su sobrina. Doña Nona le entrega a Ramona a doña Basilia,
doña Estéfana la abraza y la bendice. Doña Nona le pide a
doña Basilia que por favor la ponga en la Escuela. Doña Basilia era, para esos años, una política activa del Partido Socialista. Esta situación cambia en Ramona e influyó en el desenvolvimiento en la vida de esta, que dedicó prácticamente su
juventud a criar los cuatro hijos de doña Basilia y don Juan.
Doña Basilia se vino a vivir al sector de la Calle Abajo,
y Ramona se vino a vivir con ella, fue allí donde Ramona
disfrutó los mejores años de su vida, sus mejores amigas
y amigos eran del sector. Don Alberto, un joven mayor que
ella, ya estaba celando a la adolescente. Cuando doña Basi-
Crónicas de mi pueblo
11
lia se enteró de las intenciones del mozo, esta se mudó para
Aguadilla. Ella desaprobaba esta relación, pues según esta,
don Alberto era un mujeriego y bohemio.
El destino era otro. Las manecillas del reloj aceleran el
tiempo. Para el año de 1937, don Fidel Pabón casa a don Alberto con Doña Ramona, procreando tres vástagos: Alberto,
Elvin y Ramón. Don Alberto se dedicó a varios oficios para
echar el hogar para adelante. Fue cortador de caña, carpintero, celador, vendedor, fumigador los pueblo de Ponce y Juana Díaz y obrero en la construcción del proyecto de regadío
del Valle de Lajas. Doña Ramona se dedicó domésticamente
a lavar, planchar y coser pañuelos. Luego, don Fidel Ramírez
establece el primer “laundry” en el pueblo, siendo las operadoras doña Basilia Muñoz, doña Ramona, doña Dora Irizarry
y doña Carmen Santiago. Don Alberto y doña Ramona dieron
de su vida para la buena crianza de sus hijos y dejar al mundo sus únicos haberes.
≈≈≈≈≈
En esta crónica podemos ver como una niña se va desarrollando,
de mano en mano, como cenicienta, pero que para orgullo de sus
cercanos, terminó siendo una reina. Don Alberto, falleció anciano
un diciembre de 1995 y doña Ramona dejó este mundo en su
ancianidad un noviembre del 2005.
12
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
13
El día de Reyes
Un 5 de enero de 1950, era todo algarabía, música típica
por la radio, promesas de aguinaldo, campanas que tañen,
haciendo el llamado al pueblo y los padres ordenando a sus
hijos que buscaran la hierba para los camellos de los Reyes.
Los padres decían que tenían que acostarse temprano y
portarse bien con estos si querían que los Magos les trajeran algo. Ese día los niños se desbordaban de ilusión porque la mañana siguiente los Reyes tal vez les traerían un
regalo. Los muchachos de aquel tiempo no eran exigentes,
quizá uno que otro pediría algo en particular, en general,
estos no pedían nada y se conformaban con lo que apareciera debajo de la cama. Esa noche se acostaban temprano,
los mayores disfrutaban de alguna parranda que se efectuaba por el barrio.
Al otro día, la muchachería se levantaba temprano, perico
comenzó a soplar la corneta de lata que le habían dejado los
Magos, Berto disparaba con la pistola fulminante, José sacó
la bolsa de bolitas de colote, Chago hacía croar un sapo de
lata que le habían dejado en casa de su tía, Yeyo traía puesta
una pavita que le había dejado en casa de su padrino, Yuman, único hijo de doña Canda Rodríguez, aparece con un
traje de vaquero con doble vaqueta, Minga llegó con su muñeca de trapo, se sentía feliz, Tati llamaba a los muchachos
para jugar Jack, Tabi arrastraba un camioncito que le había
construido su papá, Julio nos enseñaba su trompo de madera y como se hacía bailar, Pucho tenía un carrito de cuerda,
a Júnior, el papá le había hecho un tren con latas de jamón
que hacían de casillas del mismo, la máquina era de madera
y lata, al igual que las ruedas.
14
Alfredo Velázquez González
El niño alegre y contento arrastraba el juego de latas. A
los que tenían juguetes de mejor calidad o cuantía, los padres los llevaban a la plaza pública para que disfrutaran el
día y los vieran con su particular regalo. Para ese pasado,
el danger de Santa Claus no tenía presencia por la comarca.
Hoy, con algunos años que han pasado, el día de los santos Reyes me voy al campo y con paso lento me pongo a
observar los lugares por donde jugábamos, que prácticamente ya no existen. Como dice la canción: “Ilusión perdida,
¿porqué te fuiste para nunca más volver?” y/o como diría el
poeta: “hay madre melancolía que ya no somos nosotros”.
15
Crónicas de mi pueblo
Flora
Todas las tardes, al silbato del tren, Perico y yo partimos
hacia el campo, a casa de doña Paulina Ruiz y don Desiderio Morales. Por el camino saludábamos a los vecinos de la
comarca. En casa de Gladys y Sené, compartimos con Miguel, Chito, Freddy, Chomby y Güito. Prosiguiendo, vemos
a Alice, la hija de don Toño Medina, por su acostumbrado
turbante (pues padecía de alopecia) con un paso ligero, ya
que iba hasta la tienda de don Aurelio Ortiz para hacer una
pequeña compra.
Al cruzar la quebrada del camino, nos detenemos un momento para escuchar a don Francisco Morales y a don Bilo
Segarra en una discusión sobre religión, que no llegó a ningún lado (ambos eran pentecostales). Don Edwin Rodríguez
molía caña en su trapiche para vender su guarapo.
Poco a poco llegamos a la parada, allí se encuentra el
negocio de don Yuyo Cruz. Don Tito Gayá, con machete en
mano, cruza el camino, y Pilile y Rosel juegan a las canicas o
bolas de corote. Seguimos adelante, entre cañas y mayas, el
camino que nos conduce a nuestro destino, don Rafa Lugo,
que descansaba en el soberao, nos ve y se levanta. A unos
pasos de la casa, en el árbol de cerezo, estaba la vaca Flora
esperando las caricias de don Rafa a las tetas de su ubre,
que hacia brotar el preciado líquido.
Don Justo Morales, con cara seria y de pocos amigos, observa a Juancito y a Harry que corrían por el patio, doña
Cecilia les llama la atención. Nosotros regresamos, en el trayecto vemos a don Pedro Ruiz “Pellón” vestido de blanco en
su carro Ford negro, que iba a revisar la finca que poseía en
Piedras Blancas.
16
Alfredo Velázquez González
Al llegar a la parada, observamos a los muchachos bañándose en el canal de riego, la tarde ha sido estupenda la vida
campestre cual remanso hincha el espíritu y nos transporta,
es como otra vida, es como otro lugar. ¡Hasta la próxima!
Crónicas de mi pueblo
17
Una visita a la Perry
Es el primero de Julio de 2014, cumple años nuestro pueblo de la separación de San Germán como barrio de este.
Una de las actividades a presentarse es una exhibición de
arte y/o pinturas en la antigua escuela Perry de Lajas.
Al pasar el umbral de la antigua puerta, el cuerpo se contrae y comienzo a ver espíritus. Fijo bien la mirada y comienzan a discurrir los actores, allí está Sales Ortiz replicando
las campanas no muy lejos la figura de Nerí Cuevas que era
otro de los conserjes que le daba mantenimiento a la histórica estructura. Caminando un corto trecho, penetro al salón
donde cursé mi primer grado con la maestra doña Georgina
Rivera de gratos recuerdos.
Al lado este pegaba el tercer grado que dictaba doña
América Martínez, miro hacia al fondo, pegado a la residencia de don Emilio Figueroa estaba la oficina del superintendente Agrait de San Germán, quien era asistido por don
Mario Pagán.
Llego al centro y observo lo que era el patio, donde
existió un árbol en un terreno accidentado, allí jugábamos
todos bajo la tutela de don Sales y Nerí. Los baños o servicios sanitarios consistían de una letrina con varios orificios de uso. Al norte del pasillo central, se encontraba
el salón de doña Altagracia Flores “Tita”, la única de las
maestras que aún vive.
Subiendo del servicio, miro hacia la pared y solo veo tres
cabezas de tornillo, allí estaba colgada la vieja campana de
la Perry, uno de tantos recuerdos (la misma fue robada del
pedestal hace algunos años “penoso detalle”.)
Frente la escuela, la tienda grande de la familia Frank,
18
Alfredo Velázquez González
donde recurríamos a la hora del recreo. Recuerdo las figuras
de Salvador Vélez Ortiz, Israel Delgado, Pedro “Peyo” Ortiz y
Miguel Alameda Piña “Castillo”.
La actividad fue todo un éxito, diez compueblanos participaron de la misma y más de doscientas personas acudieron
a disfrutar de esta. Salgo del edificio llevando un bonito recuerdo. Espero volver.
Crónicas de mi pueblo
19
Días de playa
Don Francisco “Sico” Santiago y doña Aurelia Acosta fue
un matrimonio que vivió en Piedras Blancas al lado de Joaquín Alameda y su esposa doña Mariana.
Allí vivieron también don Lolo Alameda, doña Cruz, Santos Alameda, Áureo Morales con Lolita Martínez y sus hijos
Áureo, Toñita, Zoé, y Elen. Residían también Francisco Morales, Carmen Morales y Poldi Morales. Al paso de los años,
don Sico se muda y nos convertimos en vecinos en el camino
que conduce al campo.
Ya integradas al vecindario y como una familia, Constancia, la única hija de don Sico, apadrina junto a su esposo
Pelegrín a mi hermano Elvin Ramón.
Don Sico poseía un carruaje arrastrado por un caballo
blanco, que llamaban Suki, que dedicaba al recorrido de basura en el pueblo.
Más tarde, don Francisco se interesa en aprender a conducir y compra una guagua Ford de color rojo a don Nicolín
Pérez. Luego este busca la ayuda del Sr., Nelson Padilla para
que sirviera de conductor de esta. Con la adquisición de la
misma, don Sico se dedica a la venta de calabazas en el área
metropolitana, y poco tiempo después comienza a ser giras
para la playa los domingos.
La primera se llevó a efecto en la playa de Boquerón. Esta
era la primera vez que yo veía el mar. Le pregunté a don Sico
qué era ese montón de agua lo que él me explica.
Yo siempre viajaba en la cabina de la guagua por motivos
de seguridad. Llegamos al poblado de Boquerón. Cuando se
entraba, al lado izquierdo había un negocio muy concurrido
que servía de salón de baile. Hacia el lado derecho, había allí
20
Alfredo Velázquez González
una casona donde funcionaba un circo y otra al lado que había pertenecido a don Juan Cancio Ortiz. Cerca de la orilla,
se levantaba un inmenso palmar y una cantidad de chozas
hechas con ramas de palma, que servían de alojamiento o
guarida por el tiempo de la estadía.
Una gran cantidad de yolas de remos que se alquilaban
para dar paseos por el Boquerón y una inmensa cantidad de
mosquitos que perturbaban lo agradable de la estadía. Recuerdo algunos nombres de bulla de aquel momento: doña
María Morales, don Héctor Medina, don Áureo Morales, don
Miguel Montalvo, doña Constancia Santiago, don Ramón
Morales, doña Dolores Torres, doña Bartola Torres, don Ángel Luis Morales, don Israel Ortiz, doña Ester Rivera y doña
Elena Rodríguez. Poco tiempo después, don Sico mueve las
giras hacia la playa de Caña Gorda.
El grupo sigue siendo el mismo y de cuando en vez uno
que otro. El viaje es agradable y pintoresco, se podía apreciar el valle en todo su esplendor.
Por la vieja carretera 315, los árboles se entrelazaban formando un túnel natural bordeado de mayas, árboles frutales
y guirnaldas de cundeamores.
La Laguna Anegado era un sueño, allí nos deteníamos
por algún rato y se observaba cantidad de aves de diversos
colores, tamaños y procedencias. Las casitas amarillas en
la ladera del monte, residencia de los obreros de la central
Guánica marcaban la entrada del barrio Ensenada, prácticamente propiedad del ingenio azucarero.
Ensenada era un poblado dotado de un hospital, iglesias,
correo, biblioteca y un sistema de agua potable.
Dejamos el poblado y cruzamos el pueblo de Guánica
hasta llegar a un camino accidentado y escabroso. La cuesta
era empinada, teníamos que apearnos de la guagua para que
esta pudiera subir al tope.
Crónicas de mi pueblo
21
Nosotros a pie subíamos el pedregoso camino hasta llegar a la misma para abordarla y seguir al destino. Los árboles de Maví se adentraban entre los arbustos.
Llegamos a la playa, al centro un inmenso bohío era el
salón de baile. Al lado, una cantina de igual aspecto. El hielo
en bloque se mantenía bajo la arena para su duración y rendimiento, pues no había luz eléctrica.
La orquesta Happy Hills y Felipe Rodríguez, con sus Antares amenizaban. Mañana es otro día...
22
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
23
La Estación de Abajo
Bajando la vieja carretera 315, llegamos a un edificio de
dos plantas llamado el Sportsman, y que más tarde se llamó el Paralelo 38, administrado por don Armando Detrés. Al
frente existió un cañaveral perteneciente a don Juan Ángel
Tió, donde más tarde se construyó el nuevo parque de pelota, al lado derecho había un terreno, propiedad de don Rafael Muñoz, un muro de alcantarilla y un árbol de almendro.
Saliendo de la carretera, cojemos el camino que conduce
a la Estación de Abajo y/o Estación Campo. Al lado izquierdo
del camino, un inmenso tamarindo, testigo mudo. Al lado
derecho, un sendero que conduce a la residencia de don Rafael Montalvo y a la de don Adolfo Muñoz y doña Matilde
Jiménez, con salida al sector Piedras Blancas. Siguiendo la
ruta principal, llegamos al negocio de don Pedro Santiago
“Pata Gorda”. Más adelante y a mano izquierda se encuentra
la tienda de don Juan José Lugo. En la parte trasera de esta
se podía observar una serie de casas de madera donde residían José Ángel Lugo, José Lugo “Chito” y Jorge Lugo.
No muy lejos de allí, la cambija, que daba abasto de agua
a las máquinas de vapor, frente a esta, la línea férrea y sus
desvíos. Estando ya en terrenos de la estación, a mano derecha, la grúa de tres postes en metal, y cerca, el taller de mantenimiento y dos fosas para el mismo fin y un tanque para
aceite. Hacia la parte izquierda se encontraba la estación de
pasajeros, la romana y otro de combustible.
A la parte sur, los cuarteles que servían de morada a oficiales y obreros del ferrocarril. Cerca del área de mantenimiento, estuvo el cuartel para empleados de otros pueblos
(donde está localizado hoy Mr. Special). En lo que actual-
24
Alfredo Velázquez González
mente es la urbanización El Valle Segundo, que conecta al
sector Cañitas, existía un ramal de vías que se utilizaba
para el cambio de dirección de máquinas llamado el Triángulo. Caminando hacia el oeste, cerca del camino había un
lago, donde abundaban las jicoteas y/o tortugas. Para esos
tiempos, y cerca de allí, vivía doña Carlina Rivera, quien
preparaba almuerzos y parvas para venderles a los obreros de la caña.
Para terminar el relato, voy a mencionar algunos apellidos muy identificados con la histórica y siempre recordada
Estación Campo: Lugo, Montalvo, Toro, Rivera, Muñoz, Jiménez, Ortiz, Mercado, Segarra, Martínez, Polanco, Morales,
Santiago y Pagán.
25
Crónicas de mi pueblo
Ayer y hoy
El comercio es el alma de un pueblo, actúa como termómetro de medición en el desarrollo económico de la comunidad, es lo que le da vida al entorno.
Para 1908, existió en Lajas un grupo comercial que daba
vitalidad al pueblo, estos fueron: la ferretería de don José
Antonio Morales, quién poseía además, una fábrica de gaseosas y una licorería, la panadería y tienda de la familia
Frank, el puesto de viandas de don Domingo Acosta.
Las pulperías de don Manuel Rivera, don Francisco Irizarry y don Tomás Toro, la barbería de don Marcial Urrutia en
la calle Lealtad, que luego se convertiría en la primera Iglesia
Pentecostal, la zapatería de don Pedro Cintrón, la tabaquería
de don Felipe Valle.
La tienda de mercerías de don Lalo Martínez, el correo,
administrado por doña Ángela Toro de Castillo, el cafetín de
Rancho y Elisa Torres, el trapiche de don Serafín Morales.
Las carretas de transporte de don Tomás Báez, vendiendo agua por las calles y las carretas de bueyes de don Irene Cancel y don Sandalio Pagán, recogiendo y repartiendo
mercancía por las tiendas del pueblo, la farmacia Amparo
de don Arturo Dávila y la fábrica de don Víctor Buenahora.
Esta fue la vida comercial de la patria chica, a pesar de los
tiempos difíciles y de estrechez que nos asediaban en aquellos
días.Hoy en tiempos del modernismo y de mayor movimiento
económico, mi pueblo languidece y agoniza, locales vacíos, falta
de servicios y de autoridad, fantasmal...
26
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
27
Los cementerios
Para los años de su fundación, el primer cementerio,
según el acta municipal, estuvo enclavado en el sector La
Haya, a la parte Sur de la verja del matadero. Por motivos de
salubridad, es reubicado en el sector de La Calle Abajo. Luego para 1910, el municipio adquiere por compra una cuerda
de terreno perteneciente a doña Carmen Romaguera, y se
establece allí el nuevo campo santo.
Una gran muralla de ladrillos protege la propiedad, una
puerta en forma de arco y dos hojas de madera hacían la
entrada, una pequeña caseta servía de capilla y guardar los
aperos de uso. Un gran panteón de ladrillos con una torre y
el número 1910, una cruz de metal y rodeada de nichos, es la
tumba de don Fernando Calder Toro.
Existían otras cuatro tumbas de ladrillo y nicho, a la parte
Sur, un frondoso limonero. Cerca de la tumba de don Fernando Calder, don Emilio López tenía su casa. La parte Sur,
cerca de la quebrada, estaba destinada para los niños e indigentes, algunas personas distinguidas que descansan en
el lugar son: don Arturo Grant Pardo y esposa, don Aurelio
Ramírez Ramírez, don Aurelio Ortiz Castro, don Carlos del
Toro Lacour, don Adolfo Marti, don Augusto Pérez, don Arturo Dávila, doña Monserrate Figueroa Garastazú, don Emilio
Figueroa Garastazú, don Lupercio Lluch Figueroa, don Raúl
Rodríguez, doña Alfonsa Pabón, doña Alice y Elisa Dávila, el
panteón de la familia Frank, doña Carmen Romaguera, doña
Edna Tomei, Ezequiel Lugo Morales y otros que se escapan
a la memoria.
En la parte Norte, terrenos de don Manuel Muñoz, hacia
el Sur, un gran cañaveral perteneciente a don Juan Ortiz
28
Alfredo Velázquez González
y a doña Ana Noriega, al Oeste, la quebrada El Chorro, terrenos de don Manuel Rodríguez y de los Basora y hacia el
Este, la vía del ferrocarril, terrenos de don Juan Irizarry,
el árbol de anacahuita y el camino de lo que conducía a la
última morada.
En aquel momento, los difuntos se depositaban en la tierra. Las cajas o ataúdes eran de madera, unas sencillas para
los menesterosos y las que tenían obra para los más pudientes. Al día de hoy, el viejo cementerio sigue en uso, años más
tarde, el gobierno expropia terrenos a don Heber Ortiz para
ampliar el mismo.
Los cementerios de mi pueblo son la cuna, la morada de
generaciones, de los pro-hombres que escribieron y fueron
actores de todo nuestro legado histórico, en especial a nuestros jíbaros y nuestros campesinos.
Crónicas de mi pueblo
29
El día del milagro
Es temprano, tía Rate, doña Lola, Elena, Áureo, Héctor y
mi persona estamos listos para el viaje. Don Ángel Flores poseía una guagua Ford abierta y con barandas. Allí nos fuimos
montando, el perro de doña Lola “Palomo” también se coló.
Partimos en la mañana pensando en el estacionamiento. Las
caravanas se demostraban de diferentes lugares.
Llegamos al pueblo y nos estacionamos cerca de la plaza
pública. Nos apeamos y emprendemos a pie el camino hacia
el barrio Rincón, había de cuatro a cinco kilómetros de distancia desde el lugar hasta donde se iba a efectuar el acontecimiento. El Gobierno envió a la actividad varias guaguas de
la autoridad para transportar la cantidad de personas que
allí se aglomeró hasta el lugar de la reunión. Pudimos apreciar un sinnúmero de servicios sanitarios portátiles apostados en diferentes lugares para el uso del público allí presente. Los cerros a la vuelta del lugar estaban engalanados de
sombrillas abiertas y de todas las tonalidades, formando un
jardín artificial.
Llegamos a la finca y nos colocamos en el mismo lugar
de otras ocasiones (la escuelita Lola Rodríguez de Tió), los
niños decían que la señora estaba dentro de la escuela. Al
poco tiempo se formó el remolino de hojas, la Virgen hacia
presencia. Se comenzó la procesión hacia el pozo, en la parte central del lugar se levantó una tarima y sobre esta, un
ciudadano sirviendo de presentador pedía que miraran hacia lo alto y observaran los símbolos, imágenes y visiones
que se estaban formando en el cielo. Luego, este pidió que
pusieran las palmas de las manos hacia arriba, porque iba a
llover en colores, y así fue. Al rato le pidió a la aglomeración
30
Alfredo Velázquez González
allí presente que observaran las mismas, estas estaban secas. Todo fue un remanso, no sentimos sed ni necesidad de
ir al sanitario, el sol no castigaba.
La actividad culmina y la gente comienza a replegarse.
Cerca de la carretera pudimos ver a don Juan Ortiz, acompañado de su hijo don Hernán Ortiz, los cuales se encontraban
en la actividad. Otro señor, que recibió el milagro de volver
a caminar, comenzó a hacer una colecta para regresar a su
pueblo de Aguadilla.
Todo el pueblo era una congestión vehicular, la policía
comienza a despejar el tránsito por varias rutas, a nosotros
nos desviaron por la carretera de Maricao hasta llegar a Mayagüez para luego dirigirnos a Lajas. Para aquellos tiempos,
la carretera de Maricao era angosta y peligrosa, un tremendo aguacero nos bautizó por el camino. El frío nos arropó
por todo el trayecto.
Ese día ocurrieron sucesos. ¿Milagros? ¿Falta de fe? ¿Vacío
espiritual? Evalúe usted.
Crónicas de mi pueblo
31
Los Cumbancheros
Corría la década de los años setenta, un grupo de jóvenes
bohemios se reúne periódicamente para practicar y afinar
instrumentos. Estamos en el mes de mayo y reunidos en las
cercanías del cementerio, preparamos el listado de laas mamás a quienes se les va a regalar una serenata.
Recuerdo que primero fuimos a la casa del señor alcalde para que nos otorgara un permiso y poder llevar a cabo
nuestra intención. Para ese tiempo el incumbente era don
Enrique Ortiz Ortiz, quien tan pronto le explicamos el porqué de esta visita, nos dijo que no necesitábamos ningún
permiso de su parte y que nos fueranos a serenatear.
El equipo de nosotros era itinerante, a veces uno y a veces otro. Algunos de los integrantes de los Cumbancheros
fueron: Domingo Castillo, Marcos A. Irizarry, Rubén Segarra,
Ariel Ramírez, Alfredo Velázquez, Nicky Aponte y Julio Bracero. Esa noche, alcanzada la madrugada, vimos obsequiar
a quince madres.
Pasado el día de las madres, seguimos reuniéndonos los
fines de semana en los mismos lugares de siempre: los siete
muros de la antigua carretera 315, en la carretera 116, cerca
de la Iglesia pentecostal y en el sector Las Canelas en terrenos del amigo Miguel Vargas. En estos lugares compartíamos, nos dábamos el trago y nos poníamos a cantar.
El mes de octubre se va acercando y es tiempo ya de ir
practicando con el grupo la música típica para cuando llegue
este comenzar las parrandas de la época. Ocasionalmente
tocaban con el grupo don Arturo Irizarry (padre), don Mortimel Henríquez, el cuatro, don Enrique Castillo y don Carlos
Suárez “Dago”, percusión.
Siempre tratamos de diseminar las parrandas por diferen-
32
Alfredo Velázquez González
tes lugares del pueblo para lograr una mayor influencia de
nuestra tradición. Logramos presencia en diferentes lugares
fuera del pueblo de Lajas, algunos de estos fueron: Ponce,
Cabo Rojo, San Juan, Hatillo y/o Isabela, Aguadilla, San Germán y Mayagüez.
El amigo Luis “Pimba” Alvarado jugaba béisbol con los
Indios de Mayagüez y nos solicitó llevar una parranda a los
peloteros del equipo. Una noche que el equipo jugaba en Mayagüez nos reunimos y marchamos, él nos esperaba en la
carretera, luego de terminado el juego nos encontramos y
fuimos hacia el cerro Las Mesas, donde quedaba la residencia que visitaríamos.
Allí componían la trulla los siguientes compañeros: Domingo Castillo, Marcos “Turín” Irizarry, Alfredo Velázquez,
Rubén Segarra, Nicky Aponte y Julio Bracero. Pasamos una
noche maravillosa y pletórica de manifestaciones musicales.
En mi opinión, creo que fuimos únicos en contar con un grupo que reunía variedad de instrumentos musicales, sobresaliendo el cuatro, la mandolina y el violín.
El tiempo varió los intereses, compromisos y los destinos
de los integrantes, es así como las complejidades de la vida,
acallaron la alegría que manifestaron los Cumbancheros.
Crónicas de mi pueblo
33
Promesa a los Reyes
En tiempos pasados se llevaba a efecto promesa a los Reyes, que se cumplía llevando aguinaldo de casa en casa, una
persona cargaba unos reyes tallados en madera dentro de
una caja que hacía de pesebre.
Por lo general, se tocaba un aguinaldo alusivo a los santos
Reyes, las ofrendas de gracia variaban de cantidad, a veces
se ofrendaban varios centavos por un aguinaldo. Si la persona deseaba que se continuara con otro ofrecía cinco centavos, de esta manera, el grupo continuaba de casa en casa.
Pellín Morales y don Tuto Camacho eran los versadores,
don Martín Camacho tocaba el bombo, don Juan Morales
tocaba el cuatro, Benigno Camacho tocaba la guitarra y en
ocasiones participaba don Lelo Phi y José Benítez Delgado
las maracas y güiro.
La trulla comenzaba temprano en la mañana para poder
visitar cantidad de hogares y negocios del pueblo. Las familias cooperaban, invitaban y obsequiaban a los músicos con
manjares y bebidas de la temporada.
Cuando se tocaba en los negocios, los parroquianos se
acercaban y hacían coro y los transeúntes se arremolinaban
en el local, ya que estos sabían versar.
Algunos de los negocios visitados fueron: funeraria de
don Julio Olán, el billar de Monserrate Quiñones “Gandil”,
la cafetería Almodóvar, la tienda de Jorge Ortiz, negocio de
Berto Nazario, al tienda de don Carlos del Toro, la tienda de
don Ángel Pagán, el negocio de don Domingo Delgado, el de
don César Feliú, la dulcería de don Augusto Pérez, la fonda
de Elisa Torres y Rancho Torres, el negocio de Juanití Ramírez, el de Amílcar Vilanova “Toro” y la Plaza del Mercado.
34
Alfredo Velázquez González
Contado el dinero ofrendado, la mayor parte de este se
le dona a la Iglesia. Fueron tiempos bonitos, de respeto, de
hermandad, de humanidad y de espiritualidad.
Ya la tradición no es, diferentes agresiones a nuestra cultura y tradiciones han hecho estragos en nuestra manifestación tradicional de pueblo.
Exhorto a las generaciones por venir a rescatar la misma.
Crónicas de mi pueblo
35
Doña Petrona “Tona” Toro Muñoz
Nació en Lajas, Puerto Rico el 14 de abril de 1898, hija de
don Cantalicio Toro y doña Brígida Muñoz.
Con el tiempo, doña Petrona conoció a don Rafael Pérez,
con el cual cohabitó por varios años y se fueron a vivir al
lugar conocido como el Chorro, construyendo una casita en
la cual procrearon siete hijos, de estos, Dolores, la más pequeña, falleció de meses.
Los demás responden al siguiente hombre: Luis M. Toro
Muñoz, Catalina Pérez Muñoz, Rafael Pérez Muñoz, Santos
Pérez Muñoz, Marcos Pérez Muñoz, Tomasa Pérez Muñoz y
Maurica Pérez Muñoz.
Al paso de los años, don Rafael cae en cama y toma la
decisión de casarse con Petrona, el casorio se efectuó el 29
de julio de 1965 en su residencia, por el Rvdo. P. Rafael Candelas Morales.
A pesar de su estrechez económica, Tona envió a todos
sus hijos a la escuela, donde adquirieron los conocimientos
básicos, solo la más pequeña estudió una profesión la cual
nunca ejerció.
Doña Petrona Toro Muñoz fallece el 25 de noviembre de 1986.
≈≈≈≈≈
Referencias: Heriberto Riveiro, nieto preferido de doña Petrona.
36
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
37
Don Ricardo Pagán Tenorio
Don Ricardo Pagán Tenorio era hijo de don Narciso Pagán
y de doña Josefa “Chepa” Tenorio.
En su juventud trabajó por muchos años en la tienda
grande de la familia Frank como dependiente. Con el paso
del tiempo decide marchar a los Estados Unidos en busca
de mejores horizontes, donde reside cerca de 50 años, por
allá se hizo de su profesión y desarrolló su vida intelectual.
Para la década de los años setenta, regresa a su patria
chica y reside en la casa que fue de sus padres en la calle Unión, acompañando a su hermana, doña Monserrate
Pagán. Don Ricardo todas las noches visitaba la plaza de
recreo y con libro en mano se sentaba aislado en uno de los
bancos de la misma.
Poco a poco los jóvenes de entonces le fuimos haciendo
ruedo para escuchar sus relatos, fue así como le fuimos haciendo acercamiento hasta establecer una estrecha amistad.
Don Ricardo nos contaba sus experiencias vividas en el continente, era una persona educada y culta.
Don Ricardo era como un maestro, sabía proyectar sus
conocimientos para deleite e interacción del grupo, de cuando en vez intercambiábamos ideas y conocimientos, lo que
hacía interesante y educativa la tertulia. Algunos de aquellos
jóvenes hoy peinan canas.
Estos son: Carlos Juan Muñoz, Edwin Ramos Ronda, Alfredo Velázquez González, Johnny Ramos Ronda, Julio Morales Ronda y Ricardo Cancel; dos de nuestros compañeros
se habían adelantado en el tiempo: Edwin “Güiche” Santiago
(QPD) y Danol Ramos Ronda (QPD).
Fueron muchos los años que compartimos juntos, en las
38
Alfredo Velázquez González
comparsas subsiguientes se notaba la falta de nuestros amigos y compañeros ausentes. Las palabras de estímulo de
don Ricardo sirvieron de aliciente y comprensión.
Por varias noches notamos la ausencia de don Ricardo
en sus acostumbradas visitas a la plaza, nos preocupamos y
nos preguntábamos, pero no había contestación.
Una noche nos comunicaron que don Ricardo estaba enfermo, pero nosotros no tuvimos conocimiento de dónde se
encontraba para irlo a visitar y confortar.
Pasados los días nos llegó la infausta, don Ricardo había
muerto y lo habían enterrado en el viejo cementerio de Lajas. Con la muerte de don Ricardo terminaron las tertulias, la
plaza quedó solariega y los bancos vacíos.
Aún hoy día mencionamos su nombre y recordamos tiempos idos que siguen presentes, nos duele que nunca supimos
nada de su condición y trato para haber asistido y acompañarlo a esta última reunión.
39
Crónicas de mi pueblo
El aviso
Corría la década del 1950, fueron años álgidos, la Guerra
de Corea, la Gesta Nacionalista y el Plebiscito.
La prensa y la radio difunden la noticia de que los niños
Juan Ángel, Ramonita e Isidra Belén de Sabana Grande habían visto la imagen de la Virgen en un pozo localizado en el
barrio Rincón de ese pueblo.
La gente, al saber la noticia, comenzó las peregrinaciones a dicho lugar. Asistí con mi tía en varias ocasiones al
sitio de la aparición, era una finca de caña, al llegar, lo primero que se nota es una escuelita rural con el nombre de
Lola Rodríguez de Tió.
Al entrar al lugar, vemos un sendero que conduce a un
pequeño pozo que está localizado bajo de un mangó rodeado por tres colinas y/o montes. A la parte derecha del lugar,
existía una vereda bordeada de mayas que conducía a la residencia de los niños en cuestión.
En una visita de las varias que hice, nos apostamos a la
parte de atrás de la escuelita, allí los niños comentaron que
había llegado la Virgen. De forma instantánea, comenzó a
formarse un remolino con la paja de caña.
Se organizó una procesión que desfiló hasta el pozo. Ese
día los niños manifestaron el anuncio de que la madona había de efectuar un milagro en una fecha definida. Es de esta
forma que se comenzaron los preparativos para dicha ocasión. Seguiremos relatando...
40
Alfredo Velázquez González
41
Crónicas de mi pueblo
El Cerro
Les voy hablar de otro lugar pintoresco de mi pueblo de
Lajas. Es el Cerro. Este está localizado en la parte noreste, al
final de la calle Victoria.
El Cerro es un caserío de estructuras de maderas, que
por muchos años estuvo en la categoría de arrabal. Muchos
años más tarde, el gobierno lo designó como zona de mejoramiento y a la vez fue dotado de sistema de alcantarillado.
En dicha zona, ubicó un tanque que le suplía agua al Pueblo de Lajas. Les voy a narrar y mencionar con sus nombres
los vecinos que allí moraron por largos años. Así como también sus personajes.
Antes de subir la loma, nos encontramos la vía del tren, la
estación Pueblo y la pluma pública. A pesar de que la comunidad estaba compuesta mayormente de gente de escasos
recursos o habitaban en el mismo lugar, personas de reconocimiento en la sociedad lajeña.
Entre estos se encontraban don Bartolo Díaz, maestro,
doña Antonia “Toñita” Irizarry maestra, don Ángel Juan
Lugo, comerciante, don Israel Irizarry, juez de paz, doña
Fidelina Irizarry, maestra, don Pedro Figueroa, farmacéutico, don Julio Milán, comerciante, Don Ricardo Irizarry, músico del conjunto Libertad, don Ramón Corazones, músico
del conjunto Libertad, don José Nazario, locutor y amenizador, don Emilio Castillo, dependiente del puesto de leche de don Domingo Ramos y del negocio de don Ramón
Martínez “Tinito”.
Don Wilfredo Ramos, técnico del Registro Demográfico
por toda la isla de Puerto Rico, don Ramón Acosta, pintor de
brocha gorda, Filiberto Ramírez, policía estatal, don Cesáreo
42
Alfredo Velázquez González
Pabón, comerciante, don Alfredo Ramírez, coime del casino
del Mayagüez Hilton, don Sebastián Rodríguez, gallero, don
César Valle, este distribuía el pan de la panadería Frank y
doña Dolores Torres, comadrona.
Hasta el momento les he mencionado las personas y vecinos que ostentaban alguna distinción cívica. Ahora voy
hacer mención de forma general los nombres del vecindario
para ese momento.
Quiero recordarles que ya las figuras se van desvaneciendo al igual que los nombres. Lo más que uno recuerda son
los motes o sobrenombres y no creo justo ni honorable referirse a ellos con estos y sí con sus nombres de pila; Adolfo
Ortiz, José Toro, Ángel Juan Lugo, Nin Calder y Blanca Martínez; Teresa Morales, Israel Irizarry, Mercedes Díaz.
Don Bartolo Díaz, doña Antonia Irizarry, César Valle, Flor
y Bismar; Fidelina Irizarry, Tomasa Matei, Enrique Mercado,
“El Cojo”, Arturo Pagán, Emilio Castillo, Sebastián Rodríguez, “Chano”, Gelo Irizarry, Celia Irizarry, Teófila y Herminio Toro José Nazario; Julio Milán, Pedro Figueroa, Juanita
Montalvo y don Julio Irizarry; Amada Alvarado, Wilfredo
Ramos, Lucila Alameda.
Ramona Ramos, don José Cheo Rodríguez, don Domingo Pagán, doña Juana Ojeda, don Carlos Pagán y Celi; doña
Antonia Montero, Ramón Corazones, doña Victoria Torres,
Ricardo Irizarry, doña Gela y Margot; Grace Ronda, Román
Pagán, Ramón Acosta, Manán Cintrón, y Cesáreo Pabón.
Crónicas de mi pueblo
43
El día de los fieles difuntos
En otrora, el día de todos los santos y el día de los muertos
eran días solemnes en la sociedad de entonces, si uno no podía asistir al cementerio, se hacían encendidos de velas en la
casa y se hacían altares para significar estos. El campo santo
se abarrotaba de familiares y dolientes que se dedican a limpiar las tumbas y a pintarlas, mayormente de color blanco.
Don Aurelio Pagán Figueroa “Remedios” era el pintor más
solicitado, mezclaba la cal blanca con agua y comenzaba con
su menester. Las letras de las lápidas se pintaban mayormente de negro y de dorado. Se adornaban las tumbas con variedad de flores, algunos llevaban parrandas al difunto.
Don Julio Martínez Cintrón y don Ramón Ortiz hacían
trabajos relacionados, don Silvén Irizarry y don Serafín Morales cavaban algunas fosas. Por la noche, el cementerio se
convertía en una inmensa luminaria, velas y velones por
doquier, el espíritu del fuego fatuo se levantaba en eras y
se pierden en lo infinito.
La oscuridad existente hace del campo santo un espectáculo. La quebrada El Chorro bordea el recinto y los imponentes bambúes cual guirnaldas bailaban de lado a lado, y como
inmenso abanico, desbordan el frío de la noche. Las melodías
del coquí y el croar de los sapos hacen compañía en la soledad, varios rezadores se dispersan por el campo buscando
quién solicite sus oficios.
El Padre Antonio Pinto hace su agosto durante estos dos
días, rezos y responsos. El tren de las once hace su aparición,
interrumpe, y entonando su peculiar silbato, se aleja rumbo
a la estación del pueblo. A la media noche queda desierto y las lumbres se manifiestan hasta ir muriendo.
44
Alfredo Velázquez González
45
Crónicas de mi pueblo
El entorno
Cuando el entorno donde uno se crió y se desarrolló comienza a decaer, a deprimirse, incluso a desaparecer, uno
corre por la misma vereda. Cada lugar, cada rincón, cada
estructura, somos nosotros. El llamado “progreso”, mentes
y actitudes insensibles son cómplices.
Siempre en mis caminatas que hago por el pueblo y por
el campo, me dedico a observar lo que estaba y ya no está.
Cada observancia me deprime, se van desapareciendo y
rompiendo las piezas, voy muriendo.
Me siento en algún lugar y veo desfilar cantidad de sucesos, lugares y personajes que marcaron para siempre mi ser.
El deterioro ha sepultado el entorno, las figuras se esfuman,
las remembranzas de lo que aquí he expuesto nos transporta a la vieja vida, que en su momento fue el presente.
Vienen a mi memoria lugares que ya no son: la vieja casona de don Nicolín Pérez, la hospedería de don Juan “Rufo”
Ramírez, la tienda de don Francisco “Panchito” Lugo, la tienda de don Aurelio “Yeyo” Ortiz, la tienda de don Augusto Flores, la tienda de don Eugenio Morales, la tienda de don Bartolo Morales, la casa de don Juan Ortiz y doña Ana Noriega.
La fonda de don Leoncio Pagán y doña Victoria Cruz, la
logia Juan Ramírez Ortiz, el centro espiritista, la P.R.E.R.A
(Puerto Rico Emergency Relief Administration), la casa de
don Bartolo Gayá, la casa de don Domingo Delgado, la casa
de don Dolores “Lolo” Monfort Medina y doña Josefa “Pepa”
Pagán, la farmacia de don Monserrate Ortiz, la casa y tienda
de don Ángel Pagán.
La tienda de don Juan “Nito” Casiano, el cine Rairi, la Terraza Figueroa, la casa de don Arturo Dávila, la casa de don
46
Alfredo Velázquez González
Salvador Ramírez, la Farmacia Figueroa, la casa de doña Isabel Figueroa, un domingo en la gallera de don Ramón Santiago, un viaje en el tren, la estadía en un corte de caña, el circo
de los hermanos Marco, la terraza El Oasis de don Ramón
“Tinito” Martínez y la dulcería de don Augusto Pérez.
Por estos escenarios se desarrolló mi desenvolvimiento social que al momento se mantienen impresos en mi
consciencia.
Crónicas de mi pueblo
47
El Hotel de don Juan “Rufo” Ramírez
La casa de hospedaje estaba localizada en la carretera
101 (calle Unión) y de un camino propiedad de don Juan Ortiz, que con el paso del tiempo se asfaltó y se denominó calle
Villa Anita en honor a doña Ana Noriega.
La estructura contaba de 7 habitaciones, de las cuales algunas tenían servicio sanitario compartido, una amplia cocina, la nevera enfriaba por medio del uso de gas y un amplio
balcón que daba hacia la carretera.
Allí residía doña Blanca Ramírez, hija de don Juan, y doña
Ramona, que hacía los servicios domésticos, entre ellos, el
culinario para los que allí se hospedaban.
Al frente del local estaba la cigarrería de don Felipe Flores
y la residencia de don Augusto Flores, al lado Oeste, la residencia de don Joaquín Espinosa y doña María Ortiz, y en la
parte Norte y/o trasera se guardaban los camiones de arrastre de doña Ana Noriega y las carretas cargadas de rabos de
caña de don Juanití Ramírez, estaba también la residencia
de doña Lidia Morales y de don Agustín Acosta.
Al culminar la zafra, el solar quedaba desalojado para recibir allí el Circo de los Hermanos Marco.
Ocupaban la hospedería, entre otros, los vendedores de
la Isla y uno que otro doctor que el Gobierno asignaba a Lajas para rendir su servicio, viene a mi memoria las figuras
del doctor García Quevedo y su esposa, don Juan “El Cojo”
era el mandadero del lugar.
Todas las tardes los comenzares se sentaban en el amplio balcón y todos formaban el diálogo. Don Juan poseía un
perro de raza extranjera que se mantenía sentado su lado
mientras se mecía en su sillón.
48
Alfredo Velázquez González
Este relato es uno de los tantos que forjaron mi ser y forman parte de los mejores años vividos.
Crónicas de mi pueblo
49
El viajero solitario
“El manto negro de la noche arropa los confines, los astros celestiales se manifiestan en su esplendor, las estrellas
titilan como lumbreras en la oscuridad, los planetas con su
brillantez hacen presencia en el concierto astral.”
El día 9 de febrero de 1986, un grupo de amigos nos reunimos en la madrugada, la atalaya campestre sirve de vigía
para observar en el infinito al viajero solitario que nos visita cada 75 años.
Nos encontramos observando el fenómeno doña Aidé Ramírez, doña Tomasa Rivera, don Alfredo Velázquez González, don Ariel Ramírez, don Arquelio Torres Martínez y don
Elvin Velázquez Cortés, quién se encargó de documentar el
evento, tomando fotografías de este y de los allí presentes.
La presencia más notable de este se efectuó en el año
1910, para ese año, el mismo se presentó de forma majestuosa en la oscuridad existente para ese tiempo. La ignorancia
de la gente de la época los llevó a creer que era el fin del
mundo, lo que llevó a muchos al suicidio.
El cometa Halley fue descubierto por el astrónomo inglés
Edmond Halley, y fue designado con su nombre en el año
1758, es el cometa mejor documentado por las referencias
que existen sobre el por cronistas chinos, babilónicos y europeos medievales del año 1066.
Es observado por primera vez en el año 239 a.C. Es el primer cometa observado y estudiado en detalle por naves espaciales durante la aparición de 1986, y el primero en ser reconocido como periódico (de tiempo en tiempo) en el año 1705.
≈≈≈≈≈
Edmond Halley no pudo observar el retorno del cometa, ya que
fallece en el 1742, 16 años antes de su próxima visita.
50
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
51
Eleuterio Alvarado Morales “Lilo”
En una mañana apacible del mes de mayo de 2002, era el
mes de las madres, de las flores y de la radio. Desde temprano se corrió la voz de que Lilo había fallecido.
De ser así, ya no se vería más aquella figura de baja estatura, de escasa melena y de voz chillona dirigiendo el tránsito, vendiendo números, haciendo mandaos y gritando
nombres y situaciones.
Por la noche, la sociedad de todas las posiciones acudió a
la funeraria Nazario ante la ida del humilde y valioso ciudadano. Se enmudeció una típica voz del Lajas que se fue.
Amigos y familiares compartimos en el velatorio, recuerdos y experiencias vividas por Lilo. “Lilo Presley”, como fue
bautizado por sus amigos, laboró por muchos años como estibador de carga para los señores Francisco Santiago Suárez
y Agustín Báez.
A las 4 de la tarde del día 25 de mayo, partió la comitiva,
dando un recorrido hacia el sector Ancones, donde se crió
Lilo. Luego subió por la calle Victoria, de regreso a la calle
Amistad, y por último, a la calle José Toro Basora. Una gran
concurrencia acompañó a Lilo hasta su última morada.
Ya en el cementerio, se dirigieron a los asistentes los señores Sigfredo Rivera, Marco Antonio Ortiz “Curiro” el señor
Alcalde Marcos Irizarry Pagán, José Radamés Rivera “Ramito”, Edgardo Irizarry (asambleísta) y Modesto Lugo (cuñado)
para dar el último adiós al “bohemio elegante”.
Como bien lo descifró el señor Sigfredo Rivera “Exaltando
la humildad y el carácter de servicio que adornó a Lilo por
vida.” El señor Sigfredo Rivera invitó a los amigos de Lilo:
Juan, Mateo, Ismael y Juan, a rodear el ataúd.
52
Alfredo Velázquez González
En dos ocasiones, los aplausos solicitados sellaron la admiración que los presentes sentían hacia Lilo y acentuaron
el dolor colectivo de su pueblo.
Ya frente a la tumba, el Pastor Manfredo Rodríguez se dirigió a los presentes con un mensaje espiritual que aliviaría
el dolor, además de expresar las palabras de que la gente
no quería a Lilo y si, Lilo quería a la gente. La tarde caía y el
pueblo, poco a poco, se va retirando.
Allí quedó el amigo, el pregonero, el mensajero.
Crónicas de mi pueblo
53
Estampas de Lajas
Sentado en una acera de mi pueblo, hago un recuento visual por las diferentes calles que están a mi alcance. La mente empieza a discurrir y el tiempo de ayer se convirtió en hoy.
Doña Petrona Toro Muñoz “Tona”, con su hijo Marcos en
ancas y el lío de ropa en su cabeza, recogiendo en diferentes
residencias para ir a lavar.
Doña Salomé Frangie, mamá de Yamil Galip, vendiendo
prendas por los salones de la escuela Luis Muñoz Rivera.
El maestro Escalona, esposo de doña Josefina Irizarry, visitando todos los salones de clase en la escuela Luis Muñoz
Rivera con su palillo de dientes
Doña Lupe González sentada en el balcón de su residencia y el hermoso limonero que engalanaba la misma.
Don Carlos Suárez haciendo yuntas de cuero para la venta.
Don Gustavo Suárez afilando cuchillos y machetes y arreglando sombrillas y paraguas.
Don Leoncio Pagán, Julio Olán, Manuel Olán “Mino”,
Epifanio Tenorio y Eligio Vélez fabricando cajas de madera
para difuntos.
Don Eligio Vélez, su barbería y alquiler de bicicletas.
Don Francisco Santiago “Pancho Cabezón” vendiendo
fuerza, toalla y mondongo en un latón.
Pascual Seda “El Bobo”, aguantando los postes para que
no cayeran.
Juanito “El Cojo” haciendo mandados en casa de don Juan
“Rufo” Ramírez.
Don Juan Basora recogiendo friegue para la crianza de
cerdos que poseía.
Don Julio Alameda con su batea para vender dulces en la
Hacienda Amistad.
54
Alfredo Velázquez González
Don Felipe Ortiz, “El Tuerto”, vendiendo empanadillas y
pasteles en el tren.
Don Juan Matos y don Pompilio Morales repartiendo pan
por las mañanas.
Doña Inés Blanco en su peregrinar desde París para la
misa de por la mañana.
La Negra Lula en su bicicleta hacia la Escuela Presbiteriana desde Palmarejo.
Don Esteban Quiñones vendiendo verduras en su carretilla.
Don Alejandro Pagán con sus bolas de millo, ajonjolí
y orchata.
Las peleas de doña Berta Escobar cuando una bola
de pelota caía en su propiedad desde la Escuela Luis
Muñoz Rivera.
Don Juan Alvarado “Moroño” y sus borracheras en las cunetas de desagüe.
Don Digno Ayala “Cilindro’ conduciendo el cilindro
compactador.
Don Nicio Laboy y su carrito de helados por las calles
del Pueblo.
Don Sandalio Pagán y su carreta de bueyes distribuyendo mercancía por los comercios del pueblo seguido
por su cabro Pepe.
Pacheco y sus malabares con su bastón.
Moncho “El Loco” recortándose, él mismo, el pelo con
una navaja en la barbería de Áureo Morales.
Néstor Camacho “Antonino” y Raúl Seda, los plomeros
del Pueblo.
Juan Alameda y Tomás Mercado, los electricistas del Pueblo.
Don Bienvenido Delgado, “Don Güin”, y su quincalla frente
la tienda de don Domingo Delgado.
Los puestos de leche de don Domingo Ramos y Enrique Irizarry.
Crónicas de mi pueblo
55
Las fondas de Rancho y Elisa Torres, Eulogia Basora,
Leoncio Pagán y Victoria Cruz.
Don José Vilanova “Cheo Macetero” y su ritual viaje a Palmarejo, ida y vuelta descalzo.
Don Joseito Basora (papá de don Juan Basora) vestido de
traje blanco y descalzo. Emilia Alvarado y sus donas.
Seguiremos Pensando…
56
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
57
La agencia hípica
Para la década de los años 60, don Enrique Ramírez Irizarry establece en la calle 65 de Infantería la agencia hípica número 82, esta era administrada por don Arturo Lugo Cancel.
Al fondo del local, don Enrique tenía su oficina y un pequeño taller de reparación de radios, donde don Arturo Lugo
laboraba de cuando en vez como técnico.
En la parte superior de la entrada, un rótulo neón suponiendo un jinete o “jockey” al galope, el mismo era atractivo
y vistoso y ofrecía lucidez a la calle principal.
La agencia se convirtió en un lugar de asistencia obligatoria y de tertulia continua. Recuerdo al doctor Roché de San
Germán, don Efraín Mercado y sus escupitinas en el piso,
situación que enfurecía a don Arturo, al ex-alcalde de Cabo
Rojo Piro Frankie Acosta, Eric Pagán, don Miguel Rivera, don
Hermenegildo Rivera “don Bolito”.
Don Alfredo Velázquez padre, don Juan Enrique, don
Lorenzo Rodríguez, don Efraín Ramírez y sus quisquillas,
don Efraín Irizarry, don Adolfo Rodríguez, Harlin Feliú, don
Herman Laboy, don Salvador Luchettti Torres, don Rafael
Pancorbo Ortiz, don Pedro Pardo Lugo, doña Miriam Ortiz
Pagán, Carlos Suárez y otros tantos que se escapan en el
tiempo. Muchos de los personajes ya han fallecido, la nostalgia es profunda.
En cierto año electoral, el Partido Independentista perdió
su franquicia, don Rubén Berríos Martínez llega a Lajas y
sostuvo una larga conversación con don Enrique en la oficina del local. La semana siguiente se allegó hasta la agencia
don Carlos Gallizá Bisbal, para desde allí continuar la inscripción del partido.
58
Alfredo Velázquez González
Lamentablemente, una mañana del 10 de junio de 1976,
don Enrique es impactado por un vehículo mientras hacía
su corrida rutinaria por la carretera 116, que conduce hacia la Parguera.
El grito de la ambulancia anunciaba la urgencia, pero ya
estaba marcada la ficha, Enriquito era difunto.
Don Arturo siguió con la agencia por algún tiempo, luego
se vende la franquicia, es de esta forma como desaparece el
lugar obligado de reunión, de bullicio y de comparsa… La
agencia hípica número 82 de don Enrique Ramírez.
Crónicas de mi pueblo
59
La cigarrería de don Felipe
En la calle Unión, y frente al hotelillo, propiedad de don
Juan “Rufo” Ramírez, existió una pequeña estructura de madera que albergaba la cigarrería de don Felipe Flores.
Tenía dos puertas frontales y una lateral, en la parte trasera se levantaba un hermoso árbol de higüera, en donde
colgaba un columpio, y al lado de este, la letrina.
El interior de esta estaba dividido por un mostrador,
otros útiles lo componían hojas de tabaco, tabaco en rapé,
una prensa, pega, la chaveta y cintillos de papel para enrolar los mismos.
Sentados detrás del mostrador, don Felipe junto a sus empleados, comienzan la tarea del día.
Era casual que estos se vieran conversando entre sí, ya
que se mantenían concentrados en su labor, en ocasiones se
ponían a intercambiar temas de la ocasión o del diario vivir.
A veces entonaban estrofas de música típica o alguno que
otro bolero de la época. Don Felipe era una persona de estatura normal, de hablar pausado, y un bigote patriótico vestido de blanco.
La cigarrería estuvo ubicada primeramente en la calle
Abajo, al lado de la residencia de sus hermanas Amelia y
Benigna Flores.
Mi primo y yo visitábamos a don Felipe Flores todas las
tardes en la cigarrería, así fue que los empleados del lugar
decidieron enseñarnos como era el proceso de hacer un
cigarro, y de cuando en vez nos entreteníamos haciendo
el producto.
Fue una experiencia bonita, que de cuando en vez rememoramos.
60
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
61
La Línea Lajeña
La transportación por medio del ferrocarril va languideciendo, el carro público hace su aparición y este acelera la
desaparición de la transportación colectiva del caballo de
acero, este cruza las llanuras del Valle de Lajas por última
vez en el año del 1953.
Los silbatos lastimeros se escuchaban a la distancia y se
iban acercando hasta llegar a la estación del pueblo, ubicada
al comienzo de la calle Amistad, al lado del sector El Cerro.
Recuerdo que el vagón de carga del correo venía repleto
de televisores.
Es para esa época que un grupo de conductores se reúnen y fundan la Línea Lajeña: Guillermo Irizarry, Antonio Rodríguez, José Toro y Ramón Sambrana fueron los pioneros,
luego, Marcos Pagán, Pedro Cruz “Cale” Vidal Cruz, Jesús Rivera, Francisco Cancel “Papi” y Crescencio Martínez se unen
al grupo de servidores.
El viaje hasta San Juan tenía un costo de $2.50, la ruta
mayormente utilizada era la carretera #2, de cuando en vez,
alguno decidía viajar por la carretera #1, pasando por el pueblo de Salinas, cruzando las cuestas de la Piquiña, cerca de
las Tetas de Cayey.
En Arecibo existía un negocio de nombre El Gran Café,
que era parada obligada de todos los conductores, allí se
descansaba un rato y se desayunaba. El viaje era largo y
aburrido, solo algún viajero parlanchín rompía la monotonía
y lograba establecer alguna comunicación, que hacía más
llevadero el trayecto.
Al paso del tiempo, la línea fue perdiendo vigencia, por
los costos onerosos del viaje y que la presencia del vehículo
62
Alfredo Velázquez González
privado ha suplantado el uso de esta en la importancia y
necesidad que en otrora representó para la comunidad. Seguiremos hablando…
≈≈≈≈≈
Esta crónica es dedicada al amigo Julio Morales Ronda, último
secretario de la Línea Lajeña, cuando esta estaba ubicada en la
acera de la calle Victoria, al lado de la Iglesia Católica.
Crónicas de mi pueblo
63
La luz de tránsito
Para la década del 1950, las autoridades concernidas dotaron a Lajas de su primer semáforo de control vehicular.
Este estuvo enclavado en la calle principal del pueblo, que
para ese entonces estaba denominada con el nombre “Lealtad” desde la fundación del pueblo.
Las señales de la misma funcionaban solo a tres direcciones, las dos de la calle principal y hacia la calle Unión, que
conduce hacia el barrio Palmarejo.
Hacia la dirección Este no existía calle y sí el almacén de
madera de don Antonio “Toñito” Rivera. El artefacto fue de
poca duración, ya que este sufría los embates constantes
de la abultada carga que conducían los camiones de varios
pueblos aledaños que utilizaban la ruta de Lajas hacia la
central Guánica.
Esta situación obligó a las autoridades de la policía a medir el exceso de carga de los transportes de caña.
Esta medida se llevaba a efecto en donde estaba localizada la guardabarrera, o paso de nivel del ferrocarril, que estaba localizada cerca de la residencia de doña Berta Alvarado
y don Juan Escobar a la salida del pueblo hacia la Parguera.
Hoy día, en la antigua propiedad, radica el comedor de la
escuela Luis Muñoz Rivera. Uno de los policías que se dedicó
a esta labor fue un oficial de apellido Belén.
La situación creó gran malestar entre los acarreadores
de caña. La luz fue removida y ya no fue más, lo demás es
historia. La luz de tránsito fue una novedad y algo raro para
nosotros, que para aquel entonces éramos adolescentes.
64
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
65
La muerte de Felo
Es el año del 1940 y caía la tarde, en el camino hacia Piedras Blancas, cerca del árbol de tamarindo y de la pluma
pública en la propiedad de don Augusto Flores, se levantaba
el circo de Ballito Vargas. Cerca de allí se encuentran los
señores Luis Morales Morales, Rafael “Felo” Cruz y el policía
de apellido Rafol.
Se cuenta que hubo un altercado entre Felo y el gendarme Rafol y que luego de este, Felo comenzó a correr, el oficial
desenvainó su arma de reglamento y disparó varias veces
contra el susodicho, alcanzándole y cayendo herido.
Don Luis, que se encontraba cerca de la escena, pudo
apreciar todo lo sucedido. Don Felo ya hacía en un charco
de sangre y en el remazo de esta, la gorra del policía.
Don Julio Olán, quien era vecino cercano del lugar, se
allegó hasta donde cayó el cuerpo y confirma que este está
muerto. Don Julio Olán era cuñado de Felo, pues estaba casado con su hermana doña Teresa “Teté” Cruz.
La comunidad se consterna y ante la desgracia cuentan
los vecinos y amigos que el policía tenía una persecución
contra don Felo hacía bastante tiempo, todo esto porque
don Felo vendía bolita.
El oficial mostraba siempre cierto interés en apresar a
don Felo, pero este era hábil y escurridizo, lo que impedía
lograr su propósito.
Don Felo y otros tantos eran ayudados por la vecindad,
la bolita y la Múcara se habían convertido ya en parte de
nuestra cultura y ante los tiempos difíciles y de escasez se
hacía lo indecible para poder subsistir. Felo fue víctima de la
incomprensión, ruta que designaba o imponía el momento.
Una rendija de duda e incertidumbre quedó en el tiempo.
66
Alfredo Velázquez González
67
Crónicas de mi pueblo
La O.D.A.L.
La Organización Deportiva Atlética Lajeña, O.D.A.L., Inc.,
se funda en el mes de enero de 1986 en el negocio de don
Luis “Chiquin” Morales, hoy panadería Mercados, como una
organización sin fines de lucro con el número 9523 en el Departamento de Estado de P.R.
Esta se incorpora el 19 diciembre de 1977. Estuvieron
presentes; Freddy Vargas Sanabria, Marcos Arturo Irizarry
Pagán “Turin”, Alfredo Velázquez González, Arquelio Torres
Martínez, Walter Rodríguez, Arnaldo Irizarry y Ricardo Rodríguez Irizarry. Esta se dio a la tarea de promover el deporte en Lajas.
Se organizó el torneo de baloncesto 90 Aniversario y se
unieron los primeros equipos. Estaban Las Águilas de Palmarejo y su dirigente Pedro Pardo Lugo, Los Atléticos del
Valle con Francis Lluch, Los Astros del Caserío y sus dirigentes Enrique Castillo y/o Teudy Basora y Los Doc. del Pueblo
con Freddy Vargas.
Con el paso de los años, este se convirtió, para la década
de los 70, en la mayor atracción competitiva celebrada en
Lajas. En la vieja cancha del parque de pelota José “Joe” Basora, el pueblo se desbordaba todas las noches para ver la
competencia.
Todo era algarabía y reunión familiar. La Federación de
Árbitros de San Germán sirvieron de oficiales en la contienda. Otros que sirvieron en ocasiones fueron Armandito Torres Ortiz y “Kobo” Santa Rosa, de Mayagüez.
Otras actividades organizadas por la O.D.A.L., lo fueron;
el Mini Piña Basket, cuyo propósito era desarrollar jóvenes
que pasarían luego al torneo grande. Luego se adquirió una
68
Alfredo Velázquez González
franquicia para el torneo primera categoría. Allí estuvimos
varios años.
Organizó competencias ciclistas en conjunto a la Federación de Ciclismo de P.R. Se hizo cargo de organizar lo que se
llamó el Fuego Panamericano, ya que la antorcha pernoctaría en la Plaza del Pueblo de Lajas.
En el año 1983 se organiza el maratón Enrique Ramírez
Irizarry, a la distancia de 42 kilómetros, por cinco años el
mejor organizado de P.R., por parte del Comité de Fondismo
de Puerto Rico.
Participaron por 5 años como jueces en el Festival de
Chiringas y Tigüeros, celebrado en el barrio Candelaria de
Lajas, por la Agrupación de los Chiringueros. Se organizó la
competencia tres pa’ tres de Baloncesto.
Esto fue efectuado como un evento donde hubo participación de todos los barrios.
Miembros de la O.D.A.L. fueron; Freddy Vargas Sanabria,
Manuel Olán, Arquelio Torres Martínez, Ricardo Rodríguez
Irizarry, Alfredo Velázquez González, Ariel Ramírez Ortiz,
Marcos Arturo Irizarry Pagán “Turin”, Thomas Báez, Eric
Báez, Walter Rodríguez Irizarry, Domingo Castillo, Juan Lucena, José Tereso Morales, Jorge Ortiz Naveira, y José Luis
Torres Vázquez.
Crónicas de mi pueblo
69
La promesa de doña Petra
Los tres santos Reyes llegan a este altar
Los tres santos Reyes llegan a este altar
Porque esta promesa le dedicarán
Porque esta promesa le dedicarán.
Es un día de Reyes, en el lugar, la casa está lista, en la
sala, don Raúl Rodríguez “El Negrito” levanta un altar a los
santos Reyes.
El día es atareado, el patio de la casa se convierte en un
inmenso fogón, se preparan allí, utilizando leña, latones de
pasteles, morcilla, arroz con dulce y almojábanas.
Por la tarde, ya la cocina está repleta de bandejas conteniendo ricos manjares que se repartirán en el transcurso
de la promesa. Llegó la noche y la residencia de doña Petra
Pagán está repleta de gente, llega don Leopoldo Acosta con
el tambor y su grupo, don Ángel Rivera “Salchichón”, uno de
los cinco versadores.
Se procede al acto religioso frente al altar, luego de terminado, don Raúl Rodríguez se sienta al lado del arreglo, y
en un plato esparrama cien granos de maíz, con el propósito
de ir contando los aguinaldos según se vayan interpretando.
Una caja de ron Palo Viejo blanco se coloca a los pies de
los parranderos. Los cánticos se llevarán a cabo de cinco en
cinco, según los versadores presentes y/o a cualquier persona que quisiera manifestarse, el público todo hace el coro.
En la madrugada se hace un receso y se comienza a repartir
los diferentes platos típicos.
La promesa de Reyes de doña Petra “Paguín” como se le
conocía, era una bien reconocida en la región, de allí, que se
dieran cita personas de otros pueblos y lugares.
70
Alfredo Velázquez González
Comienza la última parte de esta, ya algunas personas se
ven desgarbadas. Angelito Benítez “Mortadella”, seguido por
el tambor de don Leopoldo Acosta, da rienda suelta a los
últimos versos.
A eso de las seis a.m., la gente comienza a despedirse, la
promesa ha terminado.
El dios Baco ha hecho estragos sobre ellos, pero aún así
se hacen cita para el próximo año.
Los primeros rayos del sol despuntan, la magia se hace
ver y tres figuras galopan al horizonte.
71
Crónicas de mi pueblo
La Pumona
En la finca de don Rafael Muñoz, en un terreno rodeado
de caña de azúcar, y que era parte de la hacienda San Rafael,
existió una bomba de extracción de agua para regadío dentro de una estructura construida de madera y zinc, por una
parte lateral de la construcción sobresalía un tubo de ocho
a diez pulgadas de diámetro, por donde brotaba un caudal
de agua limpia y clara.
Cerca de la bomba, se levantaba una casa de dos aguas
fabricada de los materiales antes mencionados y un sótano.
Allí vivieron para ese entonces doña Providencia Ortiz, don
Juan Mercado, Luz Mercado Ortiz, Epifanio Tenorio, Juana
Tenorio y Elizabeth Segarra.
Un angosto camino bordeaba el lugar que conduce a la
hacienda Amistad y el sector Piedras Blancas desde donde
vecinos acudían al lugar para bañarse y llevar agua para
otros menesteres. Los residentes de la Estación Campo también iban al local con los mismos propósitos y necesidades.
La Pumona era lugar de encuentro, muchachos de diferentes lugares nos dábamos cita para allegarnos a la bomba
y pasar un día agradable, voy a hacer mención de ellos, algunos ya no están: Aurelio Rodríguez, Aurelio Pagán, Osvaldo
Pagán, José Luis Flores, Santos Felipe Flores, Ramón Ortiz,
Alfredo Velázquez, Miguel Flores, Pedro Pascual Morales,
Morgan Torres, René Morales, Freddy Ortiz, Eric Ortiz, Ferninand Ortiz, Luis Ángel Pagán, Juan Medina, Julio Rodríguez y José Morales.
Todos los antes mencionados fueron mis amigos de infancia, con ellos corrí, con ellos jugué, con ellos pasé los
mejores días...
72
Alfredo Velázquez González
≈≈≈≈≈
Un invite a la Pumona era algo especial a nosotros de pensar
adolescente, a nuestra edad veíamos escenas fastuosas y lo
insignificante, grande. Toda esta visión de nuestra vivencia nos
transporta en el espacio a mejores experiencias. Hoy la pena
embarga, un breve recorrido por estos lugares en su estado actual
sacuden el espíritu y afligen el alma. Exhorto a la juventud a que
estudie y conozca la historia de su Lajas, no tiene que ser una
asignatura escolar y sí una obligación auto-impuesta como legado a
generaciones por venir.
Crónicas de mi pueblo
73
La Semana Santa
Un oreo constante se desparrama en el ambiente, el calor
y la sequía se hacen cómplices. Es tiempo de chulas y volantines, los vientos cálidos anuncian la Cuaresma, víspera de
la Semana Santa, llega el miércoles de las marcas de cruz en
la frente y el domingo de ramas de palma, que anuncian la
llegada de Jesús a la ciudad de Jerusalén.
La Semana Santa en mis tiempos era ocasión de solemnidad. Antes de la semana mayor, como se llamaba antes, las
amas de casa hacían todos los quehaceres del hogar con el
fin de no tener que realizar labor alguna la semana posterior,
de allí el nombre de Semana Santa.
La música que se escuchaba en la radio era clásica, la emisora WTIL de Mayagüez transmitía películas narradas por el
Sr. don Gilbert Mamery, las películas en el cine Rairi eran de
temas religiosos, las campanas de la Iglesia se manifestaban
llamando a los fieles a las actividades religiosas, las damas
cubrían sus cabezas con mantillas.
Los vecinos y muchachos del barrio hacían un muñeco
que rellenaban con las pajas de caña seca y le llamaban Judas, este podía ser quemado, arrastrado y/o colgado, esta
actividad se lograría el viernes.
El Viernes Santo sería el día de la gran procesión a las 5:00
p.m., no se tocaban las campanas, y sí la traca, que era un
instrumento de madera con mango y se le daba vueltas, produciendo un ruido especial, para atraer o llamar la atención
de los concurrentes.
La Academia San Luis hacía una presentación en vivo del
vía crusis por las calles como parte de la procesión. El primero que hizo de Cristo fue don Benito Camacho Torres.
74
Alfredo Velázquez González
A la media noche se hacía otra procesión denominada El
Encuentro, las efigies de María y Jesús salían en rutas diferentes del pueblo y se encontraban frente a la tienda de don
Jorge Ortiz, localizada en la calle Lealtad.
La procesión de entonces era bien concurrida, don Raúl
Rodríguez “El Negrito” era el que organizaba todo lo referente y su voz en los cánticos era inconfundible.
El tiempo ha transcurrido, la tradición ya no es, hoy apenas se celebra la Semana Santa, lo demás es bullicio, ruido,
escándalo y falta de respeto, el sentido se ha perdido.
¡Ay madre melancolía, que ya no somos nosotros!
Crónicas de mi pueblo
75
“La vida del centro de mi pueblo”
Serían la 7 p.m., la mesa estaba lista para la competencia.
A la 7:30 p.m. comienzan a llegar los competidores. El radio
grande esta sintonizado en los acontecimientos que están
ocurriendo en la guerra de Corea.
Los primeros en llegar son Pepe Toro y Chanes Vargas.
Al rato llegan don Enrique Figueroa con la caja de dominó y
sus famosas arandelas, que servían de o hacían las veces de
monedas de intercambio. Luego llegan Nicolín Pérez e Israel
Irizarry, el juez de paz. Comienza la jugada.
Algunos jóvenes hacen ruedo, pero don Enrique le llama
la atención y estos se dispersan. La noche cobra vida, a lo lejos el timbre del teatro Rairi, hace su llamado. Las parejas invaden la calle Concordia con sus paseos tradicionales. En la
esquina, don Eladio Vélez “Pelayo” vende piraguas y chinas,
la gente observa como con su estilo peculiar monda la china.
Todo es bullicio, las golondrinas descansan en el tendido
eléctrico. La Diligencia de don César Feliú, es otro lugar de
reunión y vida social. Al frente de la tienda La Candelaria de
Mariano Martínez, se coloca Teyo Rodríguez, personaje pintoresco que coloca una mesa donde despliega diversos productos culinarios, entre ellos, un latón de pasteles, lechón
asado, que atiende Eleuterio Rodríguez, y de cuando en vez,
Luis Rodríguez “Mr. Cobre”.
Edilberto Rodríguez “Truco” se desplaza por las calles canasto en mano vendiendo empanadillas. En la plaza algunas
personas están sentadas, las parejas se pasan dando vueltas alrededor del árbol central.
El Oasis de Tinito, localizado en la calle Lealtad, esq. Concordia, cerca de la Terraza Figueroa, desplega también su ac-
76
Alfredo Velázquez González
tividad social. La gente comienza a entrar al negocio de don
Enrique, unos llaman a Baldín pidiéndole horchata o sándwich y otros a Blanco pidiéndole limber. En una esquina hay
una mesa solariega.
Sobre de ella, una caneca de ron y sentado otro personaje, es don Julio Milán, reconocido comerciante del Pueblo. Mientras tanto, Ramón Martínez “Tinito”, Alice Dávila
y Edna Toméi, luego de mantener un corto dialogo con don
Julio Alameda, el dulcero, hacen su entrada al cine.
La película es mexicana, y cae el telón…
77
Crónicas de mi pueblo
Los Berros
Los sapos interrumpen la sinfonía del coquí, las mayas
suponen la empalizada, sobre estas, el cundiamor se esparrama, el moriviví se reposa a la vera y la pingamoza sigilosa
se abraza al alambre de púas.
La quebrada de los berros es una afluente que desde la
parte norte pasa bajo el puente que existe al lado de don Alfredo Flores, el herrero, pasando luego cerca de don Nicolás
Mercado, por terrenos de Nicolín Pérez y Florencio Seda, y
luego, sobre el camino que conduce al sector Piedras Blancas hasta descargar a la quebrada El Chorro.
Los Berros se utilizaban para condimentar la comida y
se producían en cantidades a la orilla de esta que quedaba
a la propiedad de don Florencio Seda, cruzando el camino,
frente la propiedad de doña Andrea Pagán, don Aurelio Pagán, don Juan Pagán, don Bartolo Pagán “don Toyo” y don
Gabriel Lugo “Belito”.
Por muchos años fue tributario de la quebrada grande y
las crecientes en tiempos de lluvia eran respetadas.
Por largo tiempo, los muchachos de la época disfrutaban de esta en diferentes formas. Ya para a mediados de los
años sesenta, la quebrada dejó de fluir agua sobre el camino
principal. Para los años noventa, el Gobierno Municipal de la
época canalizó la misma.
El agua ya no fluye como en otrora, no parece que por allí
discurriese un cuerpo de agua.
Las condiciones adversas cegaron la misma, lo que condujeron a cambiarle el nombre por la Quebrada Seca.
78
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
79
Los Carreteros
Para el periodo de 1939-40, don Manuel Rodríguez Segarra ” don Neco”, establece en el sector Piedras Blancas, en
terrenos de su propiedad una grúa de acero y de dos mástiles y un malacate tirado por una bestia. Este daba servicio a
pequeños cañicultores del área.
Los primeros carreteros de servicio que este utilizó en
esta tarea ardua y sacrificada fueron don Daniel Lugo, don
Juan Lugo y Portal Lugo.
Le siguieron don Antonio Medina, Felipe Cruz, don Santos Nazario Martínez, padre e hijo, Adolfo Espinosa, Saturno
Ojeda, Ramiro Blanco y Santos Feliciano.
Los romaneros, o los que pesaban la caña, fueron; el primero don Desiderio Morales “Tito” y Ramón Morales Rodríguez “Moncho”.
En estos mismos predios de la grúa, existió una tienda de
comestibles atendida y administrada por don Higinio Ojeda
del barrio La Plata.
Los pequeños agricultores a los que don Manuel les
ofrecía servicios se nombran de la siguiente forma: don
Florencio Seda, don José Ortiz, don Ernesto Pardo, doña
María Luisa Rodríguez Basora, don Manuel Rodríguez, don
Augusto Flores, don Juan Morales, don Carlos Segarra y
don Heber Ortiz.
Los camiones cariocos de doña Ana Noriega eran los que
más embalaban la caña hacia la central Guánica y/o Rufina.
De cuando en vez, don Rafael Ortiz “Cócora” también cargaba la caña de don Heber Ortiz a los mismos destinos. Era
común ver cuando uno de estos se volcaban en el camino.
Don Nicolín Pérez poseía una yunta de bueyes de la raza
80
Alfredo Velázquez González
Cebú, que se utilizaban para enderezar los mismos, pues estos eran grandes y fuertes.
Recuerdo que había que quitar las verjas o empalizadas
para que estos pudieran pasar a realizar su trabajo. Don Nicolás Bermont Ramírez era el carretero o persona de confianza de don Nicolín Pérez para disponer de esta cuando
fuera necesario.
Para ese entonces era común ponerles nombre a los animales que rodeaban a uno, y estos no fueron la excepción.
Luna y Tesoro son parte de nuestra historia. Don Manuel
Rodríguez poseía una cuarta, que carreteaba don Adolfo Espinosa. Estos eran Jardín y Flores.
Seguiremos Hablando…
Crónicas de mi pueblo
81
Los limpia botas
La situación precaria económica y de sustento de los
tiempos aquí reflejados obligaba a buscarse la subsistencia
de diferentes formas y maneras.
Para el tiempo para el que hago referencia, existían en
mi pueblo una clase humilde pero laboriosa que rindieron
honor a su oficio, me refiero a los limpia botas.
Cada cual con su astucia, y cargando con su caja con los
diferentes ingredientes y aperos necesarios para llevar a
cabo su labor, se desplegaban a diferentes lugares: betún negro y marrón, paños para el lustre, cepillos, el grande para
limpiar el sucio del zapato y/o bota y los finos para aplicar el
griffin o el anilina del color predilecto a los zapatos del cliente.
Para la época referida, se utilizaba mucho el zapato blanco y negro de marca Cordoban con orificios en la punta del
calzado, lo que hacía obligatorio el tener las tonalidades antes mencionadas para hacer del lustre uno delicado.
El costo del brillo era de cinco a diez centavos, y quince
el blanco y negro.
Los lugares de mayor actividad para estos fueron: la acera
de don Ramón Martínez “Tinito”, la plaza pública o de recreo
Juan Ramírez Ortiz, la esquina donde ubicaba el negocio de
don Ángel Pagán y parada de los carros públicos que conducía hacia el barrio Palmarejo.
Algunos nombres que me vienen al recuerdo son: Santiago “Chago” Flores Torres, Pedro “Millito” Castillo Morales,
Julio Rodríguez Suárez, Emilio “Yito” Castillo Morales, Enrique Castillo Morales, Julio “Lulo” Rodríguez Morales, Jaime Morales Ronda, Julio Morales Ronda, Edison Andrade
Figueroa, Salvador Luchetti Torres, Santos Marín Pagán, Fre-
82
Alfredo Velázquez González
ddy Cruz, Luis Figueroa Montero, Ramón Figueroa Montero,
Efraín Ramos, Julio César “Diplo” Andrade, Nicolás “Colacho” Flores Torres, Ángel Flores Torres, Bernardo Andrade,
Samuel “Chamorro” Nazario, Darío Irizarry, Gonzalo Santiago, Edwin Morales, Manfred Morales y Felipe Morales.
Estos jóvenes de entonces cruzaron por caminos tortuosos y difíciles, pero el respeto, la educación y el castigo a
tiempo se impusieron, logrando hacer de estos hombres de
bien, padres y abuelos que aportaron lo mejor de ellos a la
sociedad.
Todo esto prueba y demuestra que la pobreza y la necesidad no son el motor de la delincuencia.
83
Crónicas de mi pueblo
Mi abuelo
Es un día cualquiera, voy hasta la campiña lajeña, rebusco con los ojos el lugar que he de elegir, el cuerpo cansado.
Cerca de la vereda, pude observar un frondoso árbol de jagüey, lo observo, me acerco y allí me recuesto, y mirando en
la lontananza, la mente se pone a divagar.
Lo primero que se manifiesta es la figura de mi abuelo,
don Ramón Morales Luciano. Soy el mayor de sus nietos, y
pude disfrutarlo en todas sus capacidades.
Don Ramón era de estatura normal, pecoso, pelo blanco,
de hablar grueso y mano fuerte. Tenía dos lugares favoritos
donde reposar, el primero era un sillón de espaldar alto y
tallado en la sala de su casa, y el segundo, debajo de algún
árbol de quenepo de los que existían en el lugar.
Me sentaba a su lado y comenzaba a preguntarle sobre
diferentes inquietudes en el transcurso de su vida. Le pregunto sobre sus padres, él me ilustra, y me dice: “Mi padre
se llamó don Vicente Luciano, y mi madre, doña Margarita
Morales, ambos de Candelaria.
Me sobrevivieron tres hermanos: Dolores ‘Lola’ Morales,
José Morales y Monserrate Morales. Vicente y Ramona fallecieron a temprana edad.”
Don Alfredo Velázquez Luciano, el hijo mayor de don
Ramón, es producto de una relación prematrimonial con
doña Isabel Medina Velázquez. Don Ramón contrae nupcias con doña Juanita Rodríguez, de la cual procrearon
cuatro hijos, de nombre Ramón Morales Rodríguez, Salvador Morales Rodríguez, Monserrate Morales Rodríguez y
Luis Morales Rodríguez.
Dolores “Lola” Morales casó con don Pedro Rodríguez,
84
Alfredo Velázquez González
procreando seis hijos, de nombre Antonia, Belén, Malén, Guillermo, Juana y Ramón. José nunca se casó y no dejó prole.
Monserrate Morales casó con don Manuel “Neco” Morales
Morales, procreando varios hijos, de nombre Lidia, Pascual,
Luis, Juan Esteban, Leonor, Sifredo y Carmen. Don Ramón nos
enseñó que los hijos de sus hermanas eran nuestros primos.
Le pregunté sobre el tamaño del camino, y él me contestó que el mismo era bien ancho, pero los vecinos hacían
las empalizadas con mayas. Al nacer el hijo, estos sacaban
la vieja y dejaban el renuevo, achicando de esta forma el
tamaño de este.
Don Ramón nunca fue a la escuela, pero estaba dotado
de la sabiduría del jíbaro o campesino. Este siempre fue un
obrero agrícola, en especial, machetero en la hacienda cañícola de la Amistad, que para la época administraba don
Pedro Pascual Vivoni.
Don Ramón vivía inmerso en la tradición campesina, el
cántico del gallo era su despertador, contaba las lunas para
determinar el tiempo transcurrido.
Los sábados sacaba su machete, lo encajaba en su amolador rústico, que estaba montado en uno de los árboles existentes y comenzaba a sacarle filo al instrumento.
Luego de asearse, todas las tardes bajaba hasta la Calle
Abajo, y frente a la casa de don Lolo Montfort, varios mayores montaban la tertulia.
Me contó sobre huracanes, el cometa Halley del 1910, epidemias y el terremoto de 1918, sus narraciones hacían que
uno viajara o se trasladara a los mismos.
Para el año de 1954, el abuelo fue diagnosticado con cáncer
labial por el doctor Tejada. Se hicieron todos los trámites necesarios y se llevó a operar al Hospital Oncológico de San Juan
Isaac González Martínez, esta primera vez ganamos la batalla.
Para el año de 1959, el mal vuelve a atacar, esta vez en
Crónicas de mi pueblo
85
la garganta, no podía tragar, la lucha para su bienestar fue
intensa. Para ese verano me fui para San Juan, partí a sabiendas de lo que iba a suceder, le estaba huyendo a la realidad.
Ese mismo verano de 1959, Papá cerró sus ojos en el sueño profundo, yo no quería estar presente en ese momento,
se marchaba el único abuelo que disfruté.
86
Alfredo Velázquez González
87
Crónicas de mi pueblo
La Nana
Duérmete mi Júnior
Duerme por favor
Mira que ya es tarde
Duerme...
No le tengas miedo al cuco infernal
Mira que ya es tarde
Duerme...
Duerme con los ángeles de cielo, bebé
Mira que ya es tarde
Duerme...
≈≈≈≈≈
(Nana con la que dormían a Alfredo)
88
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
89
Remembranzas - Recuerdos
A través del paso del tiempo, según nos vamos desarrollando en nuestro espacio social, nos relacionamos con diferentes personas que se convierten en parte de nuestro crecimiento y familiaridad.
Ante la muerte y la desaparición de estos, se nos va parte
de nuestra vida. Es por tal razón que voy hacer un listado
de hombres y mujeres que me ayudaron a crecer el entendimiento y la bondad.
Doña Dolores Torres, la comadrona, don Aurelio Ortiz
Castro, en su tienda, don David Casiano, dona María Ortiz,
don Juan Ramírez, en su balcón, don Alejandro Pagán, su
horchata, maví , bolas de millo y ajonjolí.
Doña Monserrate Llave, doña Benigna Flores, doña Aurelia Acosta, don Luis Torres, doña Pola Forondona, doña Eduviges Alameda, doña Matilde Pagán, doña Aurora Martínez,
doña María Luisa Rodríguez, doña Gladys Rodríguez.
Doña Andrea Pagán, don Aurelio Pagán, don Emilio Guasp,
doña Elba Vega y doña Juana.
Don Pepe Cubillé, don Marcos Pagán, don Bartolo Pagán
“don Toyo”, don Gabriel Lugo ”Belito”, doña Carmen Morales, don Miguel Flores, don Antonio Medina, don Desiderio
Morales “don Bello”, doña Paulina Ruiz “Lengue”, don Higinio
Ojeda, don Saturnino Ojeda.
Don Alcides Toro “el manco”, don Joaquín Feliú, doña Emilia Alvarado, don Beltrán Quiñones, don Hernán Ortiz, doña
Ana Noriega, don Francisco Santiago, don Vilo Segarra, don
Edwin Rodríguez, don Manuel Rodríguez.
Doña Guillermina Camacho, don Rafael Lugo, doña Cecilia
Lugo, don José “Cheo” Medina, don Pascual Santana, don
90
Alfredo Velázquez González
Julio Olán, don Joaquín Alameda, don Carlos Segarra, don
Francisco Ortiz, don Bianes Pagán, don Santos Feliciano, don
Domingo Acosta, don Enrique Vélez, don Florencio Seda.
Don Natanael Seda, don Juan Cantor, doña Juana Segarra,
don Ramón Morales, doña María Dolores Farías, don Ángel
Lugo, doña Ramona Cruz, don Ramón Torres “Pollino”, don
Digno Ayala, don Víctor Suárez, don Carlos Suárez, don Eddie Pabón, don Luis Flores, don Juselino Falú, don Juanito “el
Cojo”, don José Vilanova “Cheo Macetero”.
Don Juan Basora, doña Hilda Lugo, doña Juanita Pagán,
doña Maria Ramírez, don José Dolores Irizarry “Lolí”, don
Marcos Ramírez, don Jaime Torres, don Juan Montalvo,
doña Magdalena Morales “Malén”.
Belén, Berto y Antonia Rodríguez “Toña”, Efraín Flores,
Ángel Flores y Alfredo Flores. La lista sería interminable,
este desfile de compueblanos no ha muerto, viven en mi recuerdo, son parte de mi desenvolvimiento social y cultural.
Crónicas de mi pueblo
91
Noche de serenata
Era un sábado de la década del 50, un grupo de estudiantes de la escuela Luis Muñoz Rivera comenzó a reunirse en
la plaza pública.
Este lo componían Morgan Torres, Edgardo Rodríguez “El
Negrito”, Eliezer Pérez Cancel “Sesé”, Japhet Cancel, Saúl Ramírez y el que escribe.
Eliezer y Edgardo respondieron al llamado de La Divina
Custodia, los demás todavía estamos dando tumbos por este
mundo, algunos de los muchachos estaban enamorados.
El compañero Eliezer tenía carro y era uno de los alcanzados por las flechas de Cupido, como estábamos juntos
acordamos ir todos los sábados, otros compañeros fueron
Secundino Vargas e Hilario Ramírez.
Para aquel entonces, en la Parguera no había el atractivo que
existe hoy, eso sí, era más tranquilo y el ambiente era de paz.
Había una sola acera que llegaba hasta la entrada frontal
del Hotel Villa Parguera, el paseo se hacía por la mencionada
en forma de ida y vuelta, los padres de las muchachas siempre iban al frente cogidos de brazos.
El proyecto de parcelas ya se había entregado a la comunidad, una manada de cabros y cerdos se paseaban por
los alrededores.
Entrada la noche, el poblado duerme; Saúl saca la guitarra
y se pone a puntear y a practicar varias canciones en el lugar donde hoy se encuentra la plaza de recreo, que para ese
tiempo, era un solar de tierra.
Nos dirigimos hacia las parcelas para llevar las serenatas ya acordadas y la primer casa que escogimos nos dieron
la gracias, en la segunda hubo un silencio sepulcral, en la
92
Alfredo Velázquez González
próxima, cuando nos estábamos preparando para empezar
la canción, notamos que la puerta se estaba entreabriendo,
rápidamente corrimos hacia el camino, para ese entonces,
las calles de las parcelas no estaban asfaltadas.
Esa noche había llovido, una puerca descansaba en el fango, faltó poco para haberla envestido.
Al regreso de la Parguera, entramos al sector Cañitas, por
allí vivía Pulica, la que más tarde se convertiría en la esposa
de nuestro amigo Edgardo.
Saúl, guitarra en mano, comenzó a cantar Lucerito de Plata, canción esta que interpretaba el Trío Vegabajeño en aquellos días. Han pasado bastantes años de estas experiencias.
Las remembranzas tribulan mi interior
Crónicas de mi pueblo
93
Parque de Bombas
Lajas tuvo su primer parque de bombas en el año de 1950,
anteriormente nuestro pueblo carecía de este servicio.
El Gobierno de Puerto Rico para ese tiempo planificó las
estructuras de estos de igual forma, que consistía de dos
plantas, en la parte superior estaban los dormitorios y el
servicio sanitario y en la parte baja se colocaba el camión,
este era rojo, de la marca Chevrolet.
Contaba con un juego de mangueras, una escalera de extensión, tanque de agua y un hacha de emergencia. Los primeros bomberos que albergaron el edificio fueron Leonardo
Flores, Israel Rodríguez y Anibal Medina.
Los mismos se dieron a la tarea de construir el edificio,
este estuvo ubicado en la calle Unión, sector “Calle Abajo”.
La defensa civil daba apoyo a los bomberos en todo momento, al igual que paisanos independientes.
Al cabo de algún tiempo, se nombraron otros tres miembros del cuerpo, siendo estos don William Báez, Julio Álvarez y Manuel Ortiz.
A pesar de sus esfuerzos en la labor con los escasos
recursos con los que contaban, lograron realizar una labor
encomiable.
94
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
95
Personajes de mi pueblo
Don Luis González vivía fronterizamente entre el barrio
Cotuí de San Germán y Lajas. Creo, según testimonio personal, que vivía en la parte de Lajas, donde estaba enclavada
su pequeña casa.
No muy lejos de allí vivía la familia Ortiz.
Don Yoyo Berríos y doña Chate vivían a la orilla del camino de piedra que conducía al sector La Haya, pasando
por terreno de don Baldomero Ronda, donde existía un
gran sembradío de árboles de aguacate en un sector pedregoso de la finca.
Don Luis González era una persona de estatura normal,
fuerte y de carácter serio y, a pesar, de faltarle una pierna y
conducirse con una muleta, bajaba el camino de quebrada
onda hasta el barrio Candelaria.
De allí bajaba lentamente ajorando a los niños meneando el tuco de la pierna. Don Luis era un jugador empedernido a pesar de su limitación física, apostaba a los dados
y a las barajas.
“Placeres”, otro personaje de mi pueblo.
Benito Collado, de figura quijotesca, vestido de negro, gafas oscuras, una flor en la solapa, una sombrilla y/o paraguas
y un cigarro artesanal en boca, así transitaba Benito por las
calles de mi pueblo.
Benito padecía de desviación sexual, cuando pasaba
por el lado de los jóvenes, les comentaba lo bueno que
estos estaban.
Los muchachos, que siempre han tenido un período
maldito en su desarrollo, se satisfacían al gritar epítetos
a los demás.
96
Alfredo Velázquez González
“Aguacero, Aguacero” gritaban los muchachos; este se detenía por un momento y les devolvía un manojo de palabras
mal sonantes, abría su sombrilla y se perdía a la distancia.
Mañana Benito volverá a la rutina. Benito, una estampa
de mi pueblo.
Crónicas de mi pueblo
97
Torneo 90 Aniversario
El torneo de baloncesto 90 Aniversario fue idea de varios deportistas lajeños interesados en aportar con alguna actividad a la celebración del aniversario del pueblo, se
dan a la tarea.
Este grupo estuvo integrado por las siguientes personas:
Gabriel “Cefo” Lugo, Freddy Vargas Sanabria, Salvador Morales Nieves y Marcos “Turin” Irizarry Pagán. La primera presentación estuvo presidida por el doctor Morales Nieves.
Los primeros equipos contendientes lo fueron: Los Atléticos del Valle, dirigidos por el doctor Eric Báez, Las Águilas
de Palmarejo, dirigidos por Pedro Pardo Lugo, Los Astros
del Caserío, dirigidos por Teudy Basora y Los Doc del Pueblo, dirigidos por Freddy Vargas Sanabria.
Ese primer año del torneo, abrasaron el campeonato los
Atléticos del Valle.
El primer grupo de arbitraje estuvo compuesto por un grupo de lajeños que responden al nombre de: Miguel Suárez,
Félix Rosado Pabón, Jaime Pagán Lugo, Nicolás Flores Torres,
Teudy Basora, René Morales Corazón y Luis “Papo” García
Irizarry. Más luego se unieron al torneo otros equipos.
Estos fueron: El Tokío, Olivares, Parguera y Knicks, siendo su apoderado Julio Vélez.
El torneo 90 Aniversario es un ícono en nuestra historia
deportiva, es una página del calendario de nuestro desarrollo deportivo. La vieja cancha fue escenario de cantidad de
recuerdos que pululan hoy en el recuerdo.
El pueblo todo esperaba por el mismo todos los años, las
gradas se atestaban todas las noches de público enardecido
ante la contienda, vítores, algarabía, compañerismo.
98
Alfredo Velázquez González
Éramos una familia extendida; Lolí, Tito Luz, Obdulio,
Félix Rosado, Chago Montes, Yomary, don Ariel y Cefo, por
mencionar algunos personajes: Richipietri, Leocadio Morales, Armandito Torres y Antulio “Cobo” Santa Rosa.
Recuerdo cuando llovía, todo el mundo se integraba y se
esmeraba por secar la cancha para que el juego no se suspendiera y continuara la competencia.
Desde la mesa de oficiales, Domingo “Mingo” Castillo
llevaba a cabo las narraciones del juego, y sus ocurrencias
impregnaban de emoción y entusiasmo la concurrencia. La
pizarra electrónica, establecida por la organización cívica
APLUCAAM, llevaba la puntuación.
Las manecillas del reloj se aceleran, toca la puerta el llamado “progreso” y/o “mejoramiento”, que la mayor parte de
las ocasiones crea retroceso. Hoy vemos nuevas facilidades,
pero son locales fantasmales donde no se ve ni escucha el
bullicio y el salero de mi pueblo.
Las emociones invaden, algunos de los que estuvieron ya
se marcharon al otro lado del jardín, al mundo de lo etéreo.
Las remembranzas hacen eco y el manto de la noche arropa
el firmamento.
Este es un mero relato de lo que representó el torneo 90
Aniversario a nuestro pueblo
Crónicas de mi pueblo
99
Un viaje a la Cueva Pita
Para los tiempos de nuestra adolescencia, siempre el grupo contemporáneo nos criamos jugueteando y disfrutando
de la campiña lajeña, era otro destino, era un edén, cantidad
de pájaros surcaban el aire, de árbol en árbol, de confín en
confín, se respiraba aire puro, el clima agradable, árboles
frutales por doquier mitigaban la necesidad.
El campesino honrado, trabajador y honorable nos invitaba, conocían a nuestros padres. Para ese entonces existía y
existe en el sector Piedras Blancas un lugar enigmático, era
un local de visita obligada, los vecinos hablaban de la Cueva
Pita. Algunos iban en su juventud, otros solo hacían comentarios de la misma y otros nunca habían ido.
Un día nos reunimos y planeamos una visita a esta, el lugar fue en el sector La Parada. Allí nos presentamos Aurelio
“Yeyo” y Santiago Flores, José Luis Flores, Ramón Ortiz, Ferdinand Ortiz, Arturo Flores, René Morales, Morgan Torres y
Alfredo Velázquez. Se preparan mechones y una soga larga.
Llegó el día, cojimos el camino que lleva hasta el monte
donde está la cueva. Por el camino saludamos al vecindario:
doña Lolí, Toles Gayá, Tito Gayá, Tonita Cruz y Lorenzo hasta llegar donde vivía don Joaquín Alameda y su esposa Mariana, don Francisco Santiago y doña Aurelia Acosta. Estas
eran las familias que más cerca vivían del lugar.
Le pedimos un poquito de agua a doña Mariana para saciar la sed y luego nos internamos en el monte. La primera
realeza que vimos fue una fosa u hoyo redondo como de 25
pies de profundidad. Proseguimos buscando la entrada. No
era fácil, ya que esta es vertical y la vegetación la oculta.
Llegamos y comenzamos a bajar, se llega a un salón de
100
Alfredo Velázquez González
gran tamaño, en el interior existen otras dos cuevas. Una corre hacia el Este, y otra hacia el oeste, allí el grupo se divide
en dos, con el propósito de explorar ambos lados. A la cueva
del Este se le llama la cuesta de jabón, ya que corrientes de
agua en el interior crean limo y esto la hace resbaladiza. La
del oeste es profunda y accidentada, hay un lugar por donde
hay que pasar acostado y otro que hay que cruzar de lado.
Había unas formaciones que parecían asientos y petroglifos que habían sido mutilados por las manos ignorantes
del hombre. Cuando ya nos encontramos bastante profundos, los malditos muchachos apagaron los mechones y quedamos en una tenebrosa oscuridad. El miedo se apodera, y
lentamente, usando el tacto y el cuidado, me regreso. Poco a
poco, llego al gran salón, donde entra la luz de la salida.
Salgo con la cara tiznada y me recuesto bajo el árbol de
mangó en espera de que los muchachos salgan. Al cabo de
varias horas, estos hacen su aparición por la boca de la cueva. Ya fuera, las burlas a mi actitud no se hacen esperar, yo
permanezco en silencio. Bajando la cuesta de piedra, la casa
de doña Cruz y don Santos Alameda. Áureo Morales se encuentra en su balcón recortando a Luis Rodríguez.
Don Francisco Morales descansaba en su hamaca y doña
Carmen “Mela” Morales agitaba el brazo de la bomba para
extraer el preciado líquido. Yeyo se adelanta y se encarama
en el árbol de guamá que se levanta a la orilla del camino,
allí nos agrupamos a saborear la rica fruta.
Adelantando el camino, llegamos a la quebrada de Los Berros, una pobre corriente de agua se desliza sobre el camino.
Debajo del quenepo, la humilde casa de doña Monserrate
Llave, nos detenemos. Al cabo de algún tiempo comenzamos
el regreso a nuestros hogares.
Atrás quedó la experiencia de un viaje a la Cueva Pita.
Crónicas de mi pueblo
101
Una reunión histórica
El día 21 de abril de 1965 los medios noticiosos informaron al país la muerte del último mártir de siglo XX, don Pedro Albizu Campos.
El pueblo todo se estremece ante la partida del patriota, aún los que diferían de sus posturas. Se nos iba un gran
puertorriqueño, firme y combativo en su ideario.
Toda América sintió la partida del hombre que era condenado solo por exigir la liberación de su pueblo, que vivía
bajo la bota y el tutelaje de una nación extranjera.
La libertad e independencia de su pueblo fueron su norte.
La manifestación de duelo fue una impresionante y vigilada
por las fuerzas del estado y la metrópoli.
El gobierno emitió una orden que exhortaba a la policía
a no intervenir contra ninguna manifestación vehicular que
viajara para asistir al sepelio.
Ya en el ateneo pudimos apreciar el cuerpo de don Pedro
por bastante tiempo, pues habíamos llegado temprano al velatorio, vestía con un traje de usanza, lazo y zapatos negros.
El ataúd estaba abierto a cuerpo completo.
Estuvimos presentes Francisco Pérez Santana “Paco”,
Leonel Cuevas Ortiz “Ñeque”, Geijel Montalvo y Alfredo Velázquez. Mi hermano Elvin para ese tiempo vivía en Puerto
Nuevo y estuvo presente con nosotros en la Catedral.
A eso de las 9:00 a.m., frente al ateneo se había ordenado
una fila que se perdía a la distancia para desfilar ante el féretro y rendirle tributo al último mártir latinoamericano.
Mientras todo parecía tranquilo, dentro del ateneo se levantaba una polémica entre don Juan Maribrás y doña Laura
Meneces, la viuda de don Pedro, esta quería llevarse el cuer-
102
Alfredo Velázquez González
po para Cuba, mientras don Juan le hacía comprender que
el patriota era pertenencia del pueblo puertorriqueño, doña
Laura recapacita y desiste.
El día está claro, una gran banda de músicos ponceños,
todos de la raza negra, marcha al frente del cortejo y marca
el paso del mismo.
Una inmensa cantidad de coronas es distribuida entre
todas las damas presentes y, los caballeros, formando una
gran cadena, echan a andar; comienza el desfile.
El coche fúnebre queda prácticamente en el centro, una
urdimbre humana se une al desfile.
Pasando por el frente del Capitolio, varias féminas del
sector La Perla comienzan a exigir que se baje la bandera de
Puerto Rico a media asta, ante el coro de la protesta, la policía que estaba apostada frente al Capitolio se interna en este.
Don Gilberto Concepción de Gracia, a pesar de su padecimiento físico, marchó a pie con su bastón al lado de nosotros e intervino y nos pidió que siguiéramos adelante para
no deslucir la actividad.
Una maraña de gente comienza a invadir la calle San Francisco y una lluvia de flores comienza a caer sobre la comitiva. Un sacerdote que vivía en una de las residencias pidió
que se detuviera la misma para echar una bendición.
Llegamos a la Catedral, esta ya estaba atestada de público. Luego de terminados los ritos religiosos, el tumulto de
gente se dirigió hacia el cementerio municipal de San Juan.
Llegamos a la angosta arqueada que conduce al cementerio, al entrar y mirando hacia la derecha se pueden observar
los nichos en las murallas del fuerte, la madeja de seres invade el campo santo.
Las fuerzas represivas comienzan su tarea, repartiendo
macanazos a todas las personas que están sentadas en las
murallas del fortín.
Crónicas de mi pueblo
103
Todo sucede al mismo tiempo, el féretro con el cuerpo de
don Pedro se acerca a su última morada. El oleaje del Atlántico descarga su furia.
Mientras don Juan Maribrás despide el duelo, de nuevo
aparece la intromisión de las fuerzas represivas, un helicóptero militar se posa prácticamente sobre don Juan y la multitud allí agregada, el coraje invade y la gente comienza a
lanzar epítetos hacia los intrusos.
“La patria es de quien la firma, no de quien la representa.”
“¿Porqué los pueblos que aherrojó el tirano también no
aprenden a morir de rabia?”
“El árbol de la libertad hay que abonarlo de cuando en
vez con sangre, es su nutriente natural.”
104
Alfredo Velázquez González
Crónicas de mi pueblo
105
Una estadía en casa de doña Mela
Una visita al campo, en especial a una amistad, despeja,
el ambiente es diferente. La tranquilidad y el abaco de los
árboles abrazan el espíritu. La vida es apacible. Llego al portón: ¡Mela, Mela, Mela!
En el balcón aparece la figura de la bendita mujer. Con su
pelo canoso y un moño de peineta, me induce a entrar, aves
de todas clases escarcean el espacio. Un sinnúmero de candelarias, haciendo de empalizada, demarcan la propiedad.
Lo primero que me ofrece es un poco de café recién colado en una media, pues no tenía colador. En el balcón, una
hamaca y un butacón de madera invitan a la siesta, en la
sala, un pequeño juego de muebles en pajilla, en la pared, dos
quinqués de pipa rellenados de pirunías iluminarán la noche.
Paso a la cocina y Mela me pide que la ayude a tostar un
maíz para luego molerlo en un molinillo de pared y preparar
gofio para la venta. En una esquina de la cocina, un filtro de
agua de pozo sirve para saciar la sed.
Al centro, un fogón de tres salidas u hornillas y una estiba
de leña están preparados para cuecer la comida de la tarde. Dos linternas y varias mazorcas de maíz recién recogido
cuelgan de la solera.
Al lado de la cocina, un pequeño rancho guarda un pilón hecho de quenepo y un molino de piedra. En la parte de
atrás de la casa, el conuco está sembrado de árboles frutales
y diferentes especies.
Tina, la hija de Mela, llega y me invita a expurgar el arroz
en dos ditas de higüera. Los vecinos se reúnen y dialogan,
Tina saca unos cartones para jugar lotería y el batey se en-
106
Alfredo Velázquez González
ciende. “Ambo, las banderitas de Italia, para arriba y para
abajo”, todo es alegría y armonía en el vecindario.
Felipe, hijo también de doña Mela, aprovechando la actividad, forma una manigua de topos al lado de la bomba de
agua, Ángel Manuel, su primo, participa al igual que el vecino, don Lolo Alameda.
Poco a poco, la noche se va disipando, es hora de ir a
dormir. Me adentro en el cuarto, voy hasta la ponchera, me
lavo las manos y la cara, pongo el mosquitero y la escupidera debajo de la cama, me acuesto al son de una serenata de
coquíes, rezo un padre nuestro y cierro los ojos.
Amanece, la luz del sol de la mañana hace su entrada por
los rotos del seto. El gallo con su cantar anuncia la llegada de
un nuevo día. Me levanto, voy a la palangana y me aseo. Regreso al cuarto, quito el mosquitero, arreglo la cama y vacío
la escupidera en la letrina.
Al regreso, Mela ha preparado el desayuno que consiste de unos sorullos con café prieto y una tortilla de
huevo. Llegó el momento de la despedida, todos se reúnen y me acompañan hasta el portón. Salgo al camino y
comienzo a alejarme.
Regresaré el próximo fin de semana.
≈≈≈≈≈
Dedico este escrito a doña Carmen “Mela” Morales, de gratos
recuerdos en mis años de juventud.
Crónicas de mi pueblo
107
Vamos a recordar. . .
Para la época que yo comencé a estudiar en escuela Perry,
Mr. Danger intervino e entorpecía el sistema escolar, a pesar
de todo, existieron educadores y hombres que se impusieron
a la trastocada del ajeno que aún asoma sus garras.
¿Te acuerdas de Ana y Pepe, Fido y Pucito?
¿Te acuerdas cuando se cantaba:
“Gallina-chicken, pollito-hen, lápiz-pencil y pluma-pen?
¿Te acuerdas del saludo a la bandera norteamericana?
¿Te acuerdas del que nunca dijo una mentira?
¿Usaba cuando niño unos bonetes,
Marchaba por las calles cual soldado,
¡Que viva Jorge Washington que viva!
¿Que fue el soldado más valiente y el más bravo?
¿Qué profesor nos recibía con la frase “position straight”?
¿Qué maestra utilizaba comúnmente la palabra “pánfilo”?
¿Qué profesor enviaba a uno al Padre Pinto si este presentaba excusas?
¿Qué profesor le decía al grupo que tenía que traer una
bacineta por que nadie iba a salir fuera del salón?
¿Qué maestro pagaba un centavo a quien contestara correctamente la pregunta?
¿Te acuerdas de la cisterna de almacenamiento de agua
potable de la escuela Luis Muñoz Rivera?
¿Te acuerdas de la consejera que terminaba todo con la
frase ¿noverdad?
¿Te acuerdas de la agresión al conserje don Julio Álvarez?
¿Te acuerdas del estudiante que se fugaba por la ventana
del salón de Mr. Morales?
108
Alfredo Velázquez González
¿Te acuerdas de la voz de doña Mercedes Díaz en el comedor escolar de la escuela Luis Muñoz Rivera?
¿Te acuerdas de las novelas El final de Norma, A Tale of 2
Cities, Doña Bárbara, El Indio Tayaué, La hermana San Sulpicio y Lorna Dune?
¿Te acuerdas de los corajes y el vocabulario de don Emilio
Torres?
¿Te acuerdas de la primera reina de deportes que tuvo
Lajas?
¿Te acuerdas del Día del Árbol?
¿Te acuerdas de las canciones escolares?
Doña Ana no está aquí
Que está en su vergel
Buscando la rosa
Sembrando el clavel”
Alálimon, alálimon, que se rompió la fuente
Alálimon, alálimon, mándala a componer
Urí urí urá, la reina va a pasar
Mambrú se fue a la guerra
Que dolor, que dolor, que pena
Mambrú se fue a la guerra
¿Qué noticias traerá?
En mi jardín hay flores
Que llaman la atención
Por su gentil belleza
Su aroma y su color.”
¿Se recuerdan?
Los dejo en la imaginación. . .
Crónicas de mi pueblo
109
Alfredo Velázquez Luciano
Nace el 12 de enero de 1910, hijo de don Ramón Morales
Luciano y doña Isabel Medina Velázquez. Estudió hasta el
tercer grado de escuela primaria. Su vida fue de aventura,
don Juselino Falú, esposo de doña Roquina Semidei, quería
que el joven se hiciera de la profesión de tornero mecánico.
Para 1922, se marcha en el ferrocarril hasta San Juan
para ver si logra realizarse, pero este se fue de casa de don
Juselino y desvió la ruta e hizo una vida independiente, no
obstante mantuvo seriedad y responsabilidad en todo lo
que realizaba.
Su primer trabajo lo realiza en la farmacia Torregrosa del
Viejo San Juan como mensajero en bicicleta, en tiempo parcial tocaba la marímbola frente al teatro Liberty, vendía los
periódicos La Democracia, El Imparcial y El Mundo. El 27 de
junio de 1927 fueron ahorcados los delincuentes Arocho y
Clemente, don Alfredo organizó un grupo de jóvenes al otro
día para que le vendieran los periódicos, anticipando la demanda ante el ajusticiamiento de estos.
La venta fue un éxito, se logró vender la cantidad de
$17.00, en un altercado que sucede entre varias personas en
la calle, don Alfredo intervino e intercambió golpes con dos
de estos por lo abusivo de la situación, al llegar las autoridades, arrestaron al grupo, entre ellos, a don Alfredo, quien fue
internado en la cárcel La Princesa.
Las personas que conocían a este salieron a socorrerlo,
entre ellos, el señor Torregrosa y el señor Falú. Don Alfredo tuvo el privilegio de presenciar los siguientes eventos:
el aterrizaje que hizo Charles Limberd en el escambrón, el
entierro de don Cayetano Coll y Toste y el entierro de don
110
Alfredo Velázquez González
Eduardo Georgetti en Santurce.
Don Alfredo era fanático del boxeo, estuvo presente en
varias peleas importantes, entre ellas, una de Sixto Escobar.
Ya más crecido, trabajó en la Central Azucarera de Juncos,
regresa a Lajas a traerle un bizcocho a su hermana Monserrate que cumplía años para esos días. Reuniéndose con
varios amigos y compañeros, se olvida de regresar a San
Juan y comienza una nueva etapa en su vida. Trabaja en los
tachos de la Central Rufina de Guayanilla.
Por allí cerca vivió su mamá doña Isabel, trabajó en Ponce
y Juana Díaz, en el proyecto de lectores en el departamento
de salud, erradicando una epidemia de mosquitos que había
para entonces. Para 1935, don Domingo Delgado inauguró
las vitrinas de su tienda La Flor de Lis en la calle Unión, es
allí donde don Alfredo, pintado de negro, se introduce en la
misma y comienza a hacer gestos de un maniquí viviente,
con el propósito de atraer la gente hacia el comercio.
En 1937 cupido flecha el corazón de don Alfredo, quien
después de un noviazgo titánico logra casarse con doña Luz
Selenia González Lugo, natural de Yauco, pero que ya llevaba
bastantes años residiendo en Lajas, don Fidel Pabón casó la
pareja de forma civil. De este enlace se procrearon tres varones: Alfredo Velázquez González, Elvin Ramón Velázquez
González y Rafael Velázquez González.
Don Alfredo fue una persona rica en anécdotas y experiencias históricas vividas, era un privilegio dialogar con él.
Don Alfredo deja este mundo en edad longeva el 19 de diciembre de 1996.
Crónicas de mi pueblo
111
Alfredo Velázquez González
Nació en Lajas Puerto Rico el 7 de diciembre de 1941, el silbato del
tren #3 de Ponce a San
Juan marcó la hora del
alumbramiento, eran las
10:00 p.m.
Esa noche se llevaba
a cabo un “blackout”,
por lo cual no se podía
encender ningún tipo
de luz. Gracias a la cooperación de don Plácido Feliú Servera, quien para la época era el jefe de lo que
hoy sería la defensa civil, otorgó un permiso especial para que se colocara una luz tenue al lado de la
cama para que la comadrona, doña Rosa Galarza
“Rosa la Norsa” pudiera cumplir su tarea.
Fueron sus padres doña Luz Selenia González
Lugo, natural de Yauco, y don Alfredo Velázquez Luciano, natural de Lajas, ambos ya fallecidos. Tiene
dos hermanos: Elvin Ramón Velázquez Gonzales y
Rafael Velázquez González. Cursó sus estudios primarios en la escuela Oliver Hazard Perry, y los grados intermedios y superiores en escuela Luis Muñoz
Rivera de Lajas, en dónde se gradúa de cuarto año de
escuela superior en el 1960. Lamentablemente, la situación apretada y de estrechez de aquellos tiempos
y un impedimento de salud, le impidieron seguir sus
112
Alfredo Velázquez González
estudios universitarios.
A pesar de estas adversidades, y de forma autodidacta, se ha dedicado a enriquecer sus conocimientos
en varias asignaturas como la historia, la escritura,
la música y la lectura. Formó parte de varias organizaciones que lo han ayudado en el desarrollo sociocultural de su patria chica. Algunas de estas fueron:
APLUCAAM (Asociación de Poneros Lajeños Unidos
del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas)-socio
honorario, fue miembro fundador de la Organización
Deportiva Atlética Lajeña (ODAL), donde ejerció los
cargos de secretario y tesorero, es socio fundador
de la Sociedad Histórica de Lajas, Inc., donde sirvió
de secretario y miembro fundador de Surcando la
Historia, Inc.
Hoy el almanaque del tiempo sigue su ritmo y va
dejando huellas y limitaciones. Todos los días, en su
paseo por las calles de su pequeño pueblo y su gran
ciudad, en algún lugar, mirando lo que no se ve, piensa
en el Lajas que ya se fue, pero que no muere.
113
Crónicas de mi pueblo
Colofón
Este libro fue
compuesto y diseñado
en la Editorial Yo Soy Lajas,
de Lajas, Puerto Rico.
Una entidad sin fines de lucro
que se dedica a publicar libros
de interés para los amigos
del portal YoSoyLajas.Org.
Crónicas de mi pueblo...
fue diseñado para
distribuirse electrónicamente.
En la portada se utilizaron
las familias de letras
Goudy Old Style, Luminary y Papyrus.
En su interior las familias
ITC Chelthenham Standard.
Arial, Adobe Caslon Pro,
Minion Pro y Helvetica.
Se utilizaron los programas de
Adobe InDesign CS6 y Photoshop CS6.
La diagramación se llevó a cabo en una Apple iMac.
El mismo se publicó
en Mayo 1, 2015.
Editorial Yo Soy Lajas
Lajas, Puerto Rico
Visite nuestro portal electrónico
www.YoSoyLajas.Org
Descargar