465 LA SANIDAD COFRADÍA Y OBRA PÍA DEL HOSPITAL. El

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Ginés de la Jara Torres Navarrete
Historia de Torreperogil
LA SANIDAD
COFRADÍA Y OBRA PÍA D E L H O S P I T A L .
El Hospital, situado en la plazuela del mismo nombre, fue una de las
fundaciones más antiguas de la villa, ya funcionaba en 1752 y su finalidad
fue dar cobijo, alimentos y asistencia sanitaria a los pobres de la población y
al mismo tiempo dar posada a los caminantes enfermos y desamparados
para cuyo fin fue dotado de seis camas.
Antiguo Hospital.
Regía esta obra pía su propia Cofradía de la que nos habla el escribano
torreño Juan Esteban de Ortega-Cabrio de esta forma:
«... Parecieron Diego Almonazí, Francisco Doncel y Juan de Molina,
alias Zulejo, vezinos desta referida villa a quienes doy f e e conozco...
dijeron: Que por el Ylmo. Sr. Don Agustín Rubín de Zeballos, Obispo de
Jaén, se a nombrado por administrador de las Cofradías de Ntra. Sra. del
Rosario, la de Santiago y el Santo Hospital de pobres forasteros desta villa a
el dicho Diego Almonazi con tal que a de dar fianza y satisfacción a Don
Alonso de Munuera, presvítero y vezino desta villa...»342.
En 1827 aún seguía abierto según consta al folio 2 v. del «Libro de
Acuerdos de la Junta Inspectora de Enseñanza», que se guarda hoy en
nuestro Archivo histórico procedente del Juzgado de Paz. Este año tenía dos
habitaciones para pobres transeúntes y el resto lo ocupaba la escuela de
342
Archivo de Protocolos de Úbeda, estante XII-XIII, tabla 3.a.
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niños y varios vecinos, pese a su estado ruinoso. Consta en este documento
que el mismo era en 1827 propiedad de la Iglesia, pues se pide al obispo de
Jaén que se venda mediante censo al Concejo.
Hasta nuestros días en que sus instalaciones han pasado al antiguo
convento de las H. H. de la Cruz, calle Eras, maravillosamente dotado, este
caserón que fue construido de nueva planta en 1944343 cumplió con los
fines de la fundación salvo algunos años que fue dedicado a Casa Cuartel de
la Guardia Civil.
Aquella obra pía mal lo hubiese pasado a no ser por las limosnas del
Concejo y de los vecinos de la villa, pues sus propiedades, en contraposición
con algunas cofradías eran bien escasas, pues estas estaban formadas así:
Una casa en la Plaza del Hospital que ocupaban los pobres, y otras
habitaciones que alquiladas a particulares rentaban catorce ducados
anuales. Poseía tres censos de escasa cuantía: Uno de 8 reales 28
maravedís sobre un olivar en La Carrera contra Jerónimo Jiménez. Otro de
8 reales 28 maravedís sobre olivar en dicho sitio contra Fernando Hurtado,
y otro de 13 de reales sobre una casa en la calle Casares contra herederos
de Manuel de la Rosa. Gastaba en la conducción de pobres a Úbeda y otras
partes 135 reales al año.
CUADRO SANITARIO DESDE 1735
De los primeros médicos que tenemos noticia es de don Pedro Díaz
Ramírez y don Laureano Mayor Sánchez el año 1735. Este último era
natural de Palop (Valencia) y casó en Torreperogil con doña María Juárez
de la Rica. Ambos cobraban anualmente de los fondos municipales 225
ducados de vellón y seguían en sus cargos en 1744.
En 1752 era médico don Antonio Cobo Bruna con 250 ducados
anuales y ya en 1782 lo era don Luis Ventura Hidalgo y don José Sánchez
que cobraban del Concejo 300 ducados. En 1790 era «Maestro de Cirugía»
don Salvador Serrano. Aparece también en 1752 don Manuel Simón García
médico.
En 1807 vemos a otro don Laureano Mayor (que suponemos hijo del
anterior) y a don Antonio Malo de Molina. De 1800 a 1807 era boticario
único don Antonio Moreno del Castillo.
Hasta 1804 fue médico don Esteban de Ortega-Cabrío (de aquí natural)
y en cabildo de 21 de junio de 1805 se contrata en su lugar a don Antonio
Malo de Molina «... con la condición de que se le avían de dar sobre los
quinientos ducados de los propios, otros trescientos por los vezinos, siendo
de cargo de la Villa el cobrar dicha cantidad».
En 1808 contaba Torreperogil con dos médicos cirujanos: don Antonio
Malo de Molina con 5.500 reales al año y don Salvador Serrano con 2.200
reales de vellón. Seguía Moreno del Castillo con su botica.
En 1815 era médico cirujano don Francisco Tornero que lo fue largos
años, y en 1833 sólo contaba la villa con un «Maestro Albeitar» (veterinario)
llamado don Francisco de Aranda y Chaves.
343
Consta en acta de 18-8-1944 la inauguración del nuevo edificio.
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Don Ricardo de Federico era un médico que llevaba en Torreperogil
desde 1820. Debió ser de familia con posibilidades económicas ya que en
1837 se le debían los honorarios de más de diez años que ascendían a
10.000 reales nada menos. El Ayuntamiento, para saldar esta deuda se vio
obligado a enajenar la «Dehesilla de Torremocha» con 50 cuerdas de
extensión situada junto al cortijo «Las Piqueras», comprándola a bajo
precio el duque de Medinaceli344.
En 1837 continuaba don Francisco Tornero y aparece don Juan de
Munar. Por estos años (1840) era único boticario don Manuel Serrano
Bedmar.
En 1844 ya había cinco médicos. Don Manuel de la Torre del Villar (hijo
del que fuera regidor don Sebastián de la Torre Ortega), don José María
Calderón, don Francisco Tornero, don Antonio del Campo y Llanos y don
José Sansón. En 1854 seguía Sansón, don Manuel de la Torre, don
Gonzalo López y don Antonio Gallardo Moreno345.
En 1856 continuaba el boticario don Manuel Serrano Bedmar. En acta
de la sesión de 17 de diciembre de este año consta: «...que lleva diez y seis
años ejerciendo aquí su profesión, que sus ingresos han sido bastantes
limitados y por ello solicita la baja por no poder seguir con el establecimiento abierto».
En 1863 seguía don Antonio Gallardo Moreno y aparece don Pedro
Gómez Gris que ejerció toda su vida en Torreperogil casando aquí con
doña Carmen Guerrero Mendieta346.
En acta de la sesión de 3 de marzo de 1868: «Se da cuenta del
fallecimiento del facultativo don Manuel de la Torre del Villar ocurrido el
23 de febrero de este año por lo que conviene que esta plaza la ocupe don
Diego Martínez». Éste era también natural de Torreperogil.
En 1871 se contrata como médico titular a don Jacinto Viedma Ballar
natural de Jaén, que casó en Torreperogil el año siguiente con doña
Antonia Guerrero Velasco por lo que ejerció aquí su profesión largos
años347.
Al boticario don Manuel Serrano no se le admitió la dimisión en 1856 y
sí recibió ayuda para poder continuar con la botica abierta. Pero he aquí
que en 1871, el bueno de don Manuel eleva nuevamente instancia al
Concejo solicitando se le abonen las medicinas facilitadas a los pobres de
la villa durante los últimos catorce años. «Se disculpa la Corporación ya que
ello va en perjuicio de la Beneficencia y del Sr. Serrano que tan buenos y
desinteresados servicios tiene prestados a la humanidad doliente en los
treinta y un años que lleva residiendo en esta población sin haber recibido
jamás retribución alguna en concepto de farmacéutico titular»348. Lo fue
hasta 1873.
En 1872 seguía don Jacinto Viedma y aparece don Rafael García Cerdán.
344
Libro de Propios, 1797-1820.
Libro de Subastas de 1837-1847.
346
Acta de 15-1-1854.
347
Acta de 20-9-1863.
345
348
Acta de 23-4-1871.
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Era veterinario don Juan Martínez Ruiz.
En acta de 13 de mayo de 1876 consta la dimisión de los facultativos
don Jacinto Viedma y don Rafael García, que queremos vislumbrar fue por
malos entendimientos con las autoridades, pero esta situación se resolvió a
satisfacción de todos, pues en 27 de mayo del mismo año consta que
ambos retiraron la dimisión <c.. ya que las causas que los llevaron a ello
han desaparecido».
En acta de 11 de julio de 1876, por renuncia de don Jacinto Viedma se
cubre la plaza de médico de la Beneficencia con don Ángel Malo Martínez
«...pues sus certificaciones dicen que fue sobresaliente en sus estudios».
Era éste natural de Torreperogil y actuó hasta el 1.° de octubre de 1876 en
que hubo de renunciar por grave enfermedad. Le reemplazó don Basilio
Jiménez, vecino de Úbeda y don Jacinto Viedma que se reincorpora en 16
de diciembre de este año.
En 1877 atendían la salubridad pública don Jacinto Viedma, don
Rafael García Cerdán y don Luis Rodríguez Ruiz. Boticario único don
Diego José Martínez de la Torre, natural de esta villa que había casado en
segundas nupcias con doña Carmen Calleja (hermana del famoso editor
Calleja), pues viuda ésta dice: «Que teniendo abierta la farmacia en la
forma legal que previenen las ordenanzas municipales, con el regente don
Gregorio Álvarez, se le concede el despacho de los medicamentos que se
suministran gratuitos por el Ayuntamiento a enfermos pobres alternando
con el licenciado don Pedro Ascarza Martín». Todo esto después de 1844.
Veterinarios en 1877 don Juan Martínez y don Ildefonso López
Martínez, de esta naturaleza.
En 1883 aparece el doctor don Manuel Guerrero Velasco, torreño de
nacimiento que alternó su profesión con la política local.
En 8 de agosto de 1884 falleció el que fue largos años médico don
Rafael García Cerdán. En acta de 9 de dicho mes y año consta que era
médico titular de esta plaza el hijo de éste, don Enrique García Úbeda. Eran
farmacéuticos en 1884 don Pedro Azcarza Martín y don Diego José
Martínez de la Torre. Este año ganaban los «vigilantes de sanidad» seis
reales diarios349.
En 1896 tomó posesión el médico don Ricardo Bautista Marín que casó
con doña Ana de la Torre García, hija del general torreño don Sebastián de
la Torre del Villar350. Estuvo don Ricardo en Torreperogil hasta el 29 de
agosto de 1900 en que dimitió. En su lugar fue nombrado médico titular de
la villa don Jerónimo Casado García, en 14 de julo de 1901. En 3 de enero
de 1904 dimite como farmacéutico don Pedro Azcarza y se nombra a don
Pedro Campos de Navarrete, natural de Sabiote.
En acta de la sesión de 7 de mayo de 1907: «Se acuerda que el
349
Acta de 2-7-1871.
Acta de 27-9-1884 y acta de 27-6-1896.
Posteriores hallazgos nos han confirmado que en 1751 era boticario don Gaspar Noguera,
en 1763. médico don Antonio Mayor con 3.300 reales al año y boticario don Pedro de Borja.
En 1765 los anteriores y don Alonso Díaz, médico. En 1791, don Joaquín Leal, natural del
Castalla (Valencia).
350
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suministro de medicamentos se distribuya entre los titulares don Pedro
Campos y don Juan Salas Toribio por mensualidades y en turno riguroso.
Había otra farmacia, la de don Rafael García de las Peñas.
En acta de la sesión de 14 de julio de 1908 consta que por enfermedad
de don Enrique García Úbeda, «se admita como médico a don Dámaso del
Real Mendieta. Falleció don Enrique el 11 de noviembre de 1908.
Don Jacinto Viedma Bailar, fue médico de Torreperogil hasta 27 de
diciembre de 1916 en que renunció a su cargo..
En 5 de julio de 1916 dimite también don Dámaso del Real por
traslado a su pueblo (Peal de Becerro), nombrándose, con carácter
interino, a don José García de las Peñas.
En 2 de marzo de 1920 eran médicos don José García de las Peñas y
don Manuel Ruiz Oria. En 22 de octubre, encontrándose vacante la plaza
de farmacéutico titular, se nombró interino a don Juan Salas Toribio.
En 1924 continuaban los médicos don José García y Ruiz Oria, y el 28
de abril de 1930 se nombró médico interino de la Beneficencia, a don
Guillermo Salmerón Pellón que, al casar en Torreperogil, ejerció toda su
vida hasta su fallecimiento en 15 de junio de 1965. Eran farmacéuticos don
Pablo Martínez de la Torre y don Juan Salas Toribio, ambos de aquí
naturales.
En 1932 eran médicos don Jerónimo Casado García, don Manuel Ruiz
Oria, don Guillermo Salmerón Pellón y don Francisco Gallo Ruiberri de
Torres. Farmacéuticos don Luis Arredondo Muñoz-Cobo, don Juan Salas
Toribio y don Pablo Martínez de la Torre. Veterinarios, don Antonio
Espinosa Medina y don Baltasar del Moral Fernández. En sesión de 7 de
marzo de 1932 se acuerda nombrar farmacéutico titular a don Hilario Sevilla
Camino y en 31 de mayo de 1933 a don Rafael Martínez García como
médico.
En 1935 seguían don Manuel Ruiz Oria, don Guillermo Salmerón Pellón
y aparece don Rafael Martínez García. Practicante, don Justo Jiménez
Montes. Comadrona doña Manuela Arcos Salinas. Farmacéuticos don Pablo
Martínez de la Torre y don Hilario Sevilla Camino. Veterinarios don Baltasar
del Moral Fernández y don Francisco Javier Malo Villar.
En 1939 continuaban don Manuel Ruiz Oria, don Guillermo Salmerón
Pellón, don Rafael Martínez García y aparece don Nicolás Arredondo
Albandoz, torreño de nacimiento. Farmacéuticos don Pablo Martínez de la
Torre y don Hilarió Sevilla Camino. Veterinarios don Baltasar del Moral y
don Francisco Javier Malo.
En 1940 era médico don Francisco Morales y León y en 1942 era
veterinario don Matías Martín-Gil Utrillas.
En 3 de septiembre de 1953 se autoriza la apertura de una nueva
farmacia a doña Mercedes Poyatos Lorite. En 1954 eran comadronas doña
Ana Navarrete Navidad y doña María Valderas del Moral. En 1959 (9 de
abril) tomó posesión el médico don Jesús Rodríguez Sánchez-Puerta que
cesó el 10 de enero de 1961. Este año y en posteriores seguían como
médicos don Guillermo Salmerón y don Nicolás Arredondo.
En 10 de noviembre de 1961 cesa el veterinario interino don Alfonso
Garrido Martínez y toma posesión don José Sánchez Martínez. Fueron
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también veterinarios en años siguientes don Rafael Jiménez Mansilla y don
Melchor Garrido Suárez. En la actualidad son médicos don Juan José Salido Campos, don Alfonso Ariza Hidalgo y don Francisco Merino Megías.
Farmacéuticos la señora viuda de don Hilario Sevilla, doña Mercedes
Poyatos y don Manuel Garrido Salas. Veterinarios don Samuel Rodríguez
Martínez y don Victor Campos Masdemot. Practicantes don Pedro Casas
Orellana y don Diego Poyatos Torres.
EPIDEMIAS.
El azote de las epidemias diezmaba frecuentemente pueblos y ciudades.
Torreperogil no podía escapar al fenómeno. La falta de higiene y la escasez
de casi todo llevaban a los pueblos a la desesperación de las enfermedades
y del hambre causando estragos.
Ignoramos los brotes epidémicos acaecidos con anterioridad a 1854 por
falta de documentación en estos archivos, pero de este año a nuestros días
estas son las noticias que podemos ofrecer:
En acta de la sesión de 13 de agosto de 1854 se da cuenta de la
suspensión de las Ferias de Jaén por la aparición del cólera morbo asiático,
previniendo a la población y al cuadro facultativo de entonces para
combatir la enfermedad.
Como se temían los señores del Concejo, el cólera hace acto de
presencia en esta villa y dicen en la sesión de 26 de julio de 1855: «El Sr.
Alcalde participa que desde el día 15 de este mes padece la Villa el terrible
cólera morbo asiático si bien con benignidad».
Reunido el Concejo en 12 de agosto de 1855 para tratar de las
próximas fiestas en honor a la Patrona se acuerda: «... prevención en la
celebración de las Ferias y Fiestas de la Virgen por haber cólera en otros
pueblos».
La epidemia fue combatida con eficacia y en acta de la sesión de 23 de
agosto del mismo año se puede proclamar: «En la Villa de Torre Pedro Gil
manifiesta el Alcalde que a la vista del parte dado por los facultativos del
arte de curar, en que se manifiesta que gracias a la Divina Providencia ha
cesado el cólera morbo asiático. Que en acción de gracias se cante un
solemne Te Deum con asistencia de las Autoridades y del pueblo, en la
Parroquia».
Siempre en guardia las autoridades previenen en la sesión de 5 de
septiembre de 1855: «Que la Ciudad de Úbeda ha sido invadida por el
cólera morbo». Y llegó la epidemia a Torreperogil y ya en 6 de abril de 1856
se da cuenta de una carta de don Manuel María Benavides de fecha 26 de
marzo de este año en la que participa su gratitud por la hospitalidad y
cuidados dispensados a su hermano por este pueblo cuando en 1855 iba
camino de Villacarrillo y fue atacado por el cólera morbo. Envía una
limosna al «Caballero Párroco para que se reedifique la Ermita de Santiago». Los señores regidores acuerdan agradecer al señor Benavides el gesto
«pues por nuestra parte esta Villa sólo obró cumpliendo con su deber».
El ilustre enfermo fue más tarde cardenal Benavides y en pago a la
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protección de Nuestra Señora de la Misericordia ofrendó personalmente su
valioso pectoral.
En 1870 es la viruela la que hace su aparición. En acta de la sesión de
30 de enero se dice: «Que se trate de evitar en lo posible la propagación de
la enfermedad de viruela. Que se pida al Instituto Médico de Valencia
cuatro cristales de linfa-vacuna para proceder a la vacunación de todas las
personas que quieran hacerlo siendo obligatorio para todos los niños
menores de tres años. Que se publique un bando». Vuelve la viruela en
1874 y se pagan por acuerdo de 21 de junio al Instituto Médico Valenciano
ocho duros por los ocho cristales de linfa para la vacunación.
En la sesión de 17 de abril de 1870 se da cuenta: «Se recibe
comunicación del Sr. Gobernador Civil de Jaén en la que se hace constar por
dicha autoridad la satisfacción con que ha visto el celo desplegado por este
Ayuntamiento para estinguir la epidemia de viruela que se había desarrollado
en esta población. Los concurrentes oyeron con agrado tan alagueña
manifestación y teniendo en cuenta el celo y extraordinario servicio prestado
por los dos facultativos titulares de esta Villa Don Rafael García Cerdán y
Don Diego Martínez y Martínez, acordaron participar a los Profesores la
satisfacción con que el Ayuntamiento ha visto el celo desplegado por los
mismos para combatir la epidemia de viruela, dándoles las gracias en nombre
de todo el vecindario por su atinado proceder».
En la sesión de 31 de julio de 1870 propone el alcalde: «Que no siendo
muy higiénico para el abasto al público la venta de borregos y machos en
vena, se dejen de vender a menos que no estén capados, cuyo acuerdo en
beneficio de la población comenzará a regir a partir del primero de agosto
próximo hasta que la estación lo permita. Del mismo modo se prohibe la
venta de carnes hasta las oraciones de cada día, que sean las doce de la
mañana la hora fijada para el cierre. Que se proceda a sancionar a los
propietarios de carruajes que los tengan en la vía pública, tomándose las
mismas medidas con los vecinos que tengan estiércol en las calles y puertas
así como muladares extramuros de la población por ser perjudiciales a la
salud pública. Que como mínimo los estercoleros se sitúen a cien metros de
la última casa de la población».
Presentes los servicios prestados por los médicos de la población en
sesión de 20 de noviembre de 1870 se acuerda pagar a los facultativos
titulares mil pesetas anuales pagaderas por mensualidades vencidas por la
asistencia a las doscientas familias (800 habitantes) pobres de la Villa.
Quedaban libres los médicos para establecer convenios con los vecinos no
pobres. Los facultativos titulares don Rafael García Cerdán y don Diego
Martínez, solicitan ayuda de la autoridad para que las familias no pobres
satisfagan los atrasos que se les adeudaban de los años 1868 y 1869.
Ya en 1872 y en la sesión de 10 de marzo, se dice: «Que por motivos de
sanidad se prohiben las exequias de cuerpo presente en la Iglesias donde se
celebre culto».
No cesaban de rondar las epidemias y en 24 de septiembre de 1873
propone el alcalde: «Teniendo en cuenta el mal estado de salud pública
reinante en algunas poblaciones limítrofes y las alarmantes noticias que
circulan sobre el de algunas naciones de Europa, acuerda el Concejo adoptar
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las siguientes disposiciones: Castigar a los vendedores de productos
adulterados o en estado de corrupción. Vigilar la venta de vinos agrios,
viciados o adulterados. La limpieza de las vasijas de los vendedores. No
dejar sacar agua de los pilares. No dejar estiércol en las puertas. No tirar a
la calle aguas sucias, ensuciarse u orinarse en las calles y otras cosas
semejantes».
En 1882 aparece de nuevo el cólera morbo. En sesión de 23 de
septiembre se acuerda tomar las medidas necesarias para evitar el contagio
del cólera «que tantos estragos causa en las posesiones españolas del
Archipiélago Filipino».
En sesión de 4 de agosto de 1883 se vuelve a insistir: «Se recuerda la
prohibición de celebrar las exequias de cuerpo presente y depósito de
cadáveres en los templos con el fin de evitar cualquier motivo que
perjudique la salud pública. Que se comunique al Señor Cura Párroco de
esta Villa para que en el momento de recibir la comunicación cumpla lo
ordenado».
En 1884 es la viruela la que ataca. En sesión de 12 de enero dice el
Alcalde: «Que para evitar el contagio de viruela se proceda a la vacunación
de los niños...»
Y no se dormían aquellos regidores, pues en 1884 Francia padecía el
azote del cólera y se previene en sesión de 12 de julio: «Que se tomen
medidas a fin de evitar el desarrollo del cólera morbo asiático que invade
poblaciones de nuestra vecina Francia».
En sesión de 23 de agosto de este año se acuerda: «Siendo conveniente
prevenirse del cólera morbo, halla en este Ayuntamiento una comisión
especial de salubridad pública. Se nombra a los señores concejales don
Diego Martínez Antolínez, don Ildefonso Salido Méndez, D. Juan Villar Ortiz
y don Clemente Espinosa Hidalgo, los cuales se encargarán de todos los
asuntos relacionados con la salud pública, aseo, limpieza e inspección de los
alimentos líquidos y sólidos».
Prevenir es curar. Organizada aquella comisión de sanidad, pronto
tuvieron necesidad de actuar. Para arbitrar fondos con los que combatir la
epidemia, en sesión de 6 de septiembre del mismo año se acuerda: «Que se
abra una suscripción voluntaria en la Villa para atender a los gastos que
pueda ocasionar la invasión del cólera y que no se haga efectiva hasta tanto
no se declare dicha enfermedad. Que dé cuenta la Junta Local de Sanidad
de los medios con que se cuenta para el caso de que esta enfermedad se
desarrolle poner todos los medios para combatirla. Que se prepare así
mismo un edificio destinado a hospital de coléricos y material
correspondiente, como otro edificio convenientemente situado para
establecer un lazareto y que se organice un servicio de vigilancia con objeto
de impedir la entrada a la población a personas y efectos que no hallan
sufrido la cuarentena. Que se establezca un cordón sanitario en las
entradas de esta población cuya vigilancia se encarguen los dependientes de
este Ayuntamiento y particulares que el Alcalde crea conveniente y que los
gastos que se ocasionen se abonen con arreglo al capítulo 11 de
presupuesto de gastos».
Se recibe comunicación del gobernador de fecha 5 de septiembre de
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1884 por la que habiéndose declarado oficialmente el cólera en toda
España, quedaba suprimida la feria de esta localidad, no permitiendo la
entrada en la población a feriantes procedentes de la provincia de Alicante.
Publica el alcalde un bando participando este acuerdo prohibiendo así
mismo que no salieran los ganados, desalojando los puestos de los
feriantes. Mas no sabemos por qué el entonces alcalde don Manuel de San
Martín, haciendo caso omiso a las disposiciones del gobernador celebró las
ferias hasta con corridas de toros. La reacción no se hizo esperar. Enterado
el gobernador de aquella celebración a través de la oposición local, fue
destituido el Ayuntamiento en pleno. San Martín recurre al ministro de la
Gobernación y haciendo uso de su poderosa influencia pronto fue repuesto
en su cargo pero no sin forcejeo.
Aquel brote de cólera se declaró al fin y el 20 de septiembre de 1884 se
instaló un hospitalillo de coléricos en la casa en construcción que poseía
Juan López Fernández en la calle del Guindo. Fue esta la última de las
invasiones del cólera morbo asiático.
Para atender a la salubridad pública, en sesión de 26 de febrero de
1888 el primer teniente de alcalde propone la construcción de un lavadero
público en el camino viejo de Úbeda con la recogida de aguas del antiguo
caudal de la Fuente Nueva o Pocico.
El estado de la población dejaba mucho que desear en 1895. En
sesión de 4 de diciembre consta: «Cuanto se relaciona con la policía
urbana, la higiene pública y demás servicios encomendados al
Municipio, están completamente abandonados, hasta el extremo de que
en algunas de las calles que desembocan a la Plaza pública se permite y
consiente el oreo de los capachos destinados a la conducción de pescados y
depósitos de inmundicias que producen olores pestilentes y forman focos
perjudiciales a la salud del vecindario». Así lo manifiestan los propios
concejales, y por estas anormalidades quedaron suspendidos los señores
del Ayuntamiento según inspección de don A n tonio de la Rosa y
González, delegado del gobernador.
Tiempos difíciles aquellos, en los que el hambre y las enfermedades
hacían vestir de luto a muchas familias. No acababa España de encontrar el
camino de la justicia. En sesión de 18 de abril de 1896 vemos: «Se da
cuenta de la epidemia de gripe y de la escasez de trabajo que causa gran
daño en las familias pobres y enfermos. Se acuerda librar 48'48 pesetas.
Poco llegaría a solucionar tan exigua cantidad.
Celo sobraba por parte de las autoridades, lo que faltaban eran medios
económicos, las arcas estaban vacías con las guerras en las últimas colonias
y su mantenimiento. En sesión de primero de agosto de 1896: «... manifestó
el Sr. Alcalde que habiéndose dado algunos casos en los pueblos vecinos de
«Hidrofobia», había dictado órdenes para que los perros fueran con las
seguridades debidas, castigándose las faltas dando muerte a los mismos».
Y seguían las calamidades, pues en sesión de 7 de noviembre de este
año se acuerda: «Que se proceda a la vacunación para prevenir la invasión y
propagación de la epidemia "variolosa" que está extendida por casi todos los
pueblos de la Provincia».
En sesión de 5 de septiembre de 1911 se acordó: «... que este
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Ayuntamiento carece de Laboratorio para análisis. Que sólo dispone de un
local para aislamiento de enfermos sospechosos de casos de epidemia en
edificio de su propiedad sito en la calle Santa María, número 5. Que el
personal médico está formado por don Jacinto Viedma, don Dámaso del
Real, titulares y don Jerónimo Casado, médico particular. Que con carácter
definitivo se nombra a don José Jiménez Ruiz practicante titular a quien en
su día se gratificará si llegase el caso de utilizar sus servcios. Que este Ayuntamiento carece hoy de desinfectantes. Que la cantidad hoy asignada en el
presupueto para estos fines es sólo de 1.500 ptas.». Poco dinero era...
De la última de las epidemias que tenemos conocimiento es la de las
fiebres de Malta en 1934. Dice el acta de la sesión de 2 de julio: «Que la
Junta Municipal de Sanidad trate de la enfermedad tan extendida de la
fiebre de Malta y se tomen las medidas necesarias».
LA BENEFICENCIA
La Beneficencia Municipal ya existía en 1847. Se solía contratar a los
facultativos titulares señalándoles una cuota por la asistencia gratuita a
todos los vecinos de la población con fondos de los propios de la villa y lo
que faltaba mediante reparto equitativo entre las clases pudientes.
Por el reparto de 1856 sabemos que la población era de mil vecinos,
unos cuatro mil habitantes, todos labradores, propietarios, peujareros y
jornaleros. A cada uno de los médicos se le asignaron 800 ducados anuales
que equivalía a 6.600 reales.
En acta de la sesión de 23 de abril de 1871, consta que las familias
pobres acogidas a la Beneficencia eran 300, unos 1.200 habitantes. Se
nombró médico cirujano de esta institución a don Jacinto Viedma quien
por atender a estas familias cobraría 4.000 reales.
La Beneficencia estaba atendida con arreglo a la cortedad de los fondos
y de medios a su alcance. Así en el acta de la sesión de 1 de marzo de 1876
vemos: «Se recibe instancia de Manuel Miras en la que pide al ayuntamiento
se le abonen 106 ptas. que se le adeudan por suministros de sanguijuelas a
los enfermos pobres de la Villa hechas por el año 1869 y 1870 en virtud de
mandamiento del Señor Alcalde de aquella época».
En sesión de 14 de julio de 1883 da cuenta el alcalde: «... de la
entrevista mantenida con los farmacéuticos con objeto de contratar las
medicinas para los pobres por menos cantidad del año anterior y
aminorando el número de familias, pero no siendo posible convenir en
ninguna de ellas por creer que la cantidad asignada es insuficiente para
atender con ella a esta necesidad aun cuando se rebaje el número de
familias, acordaron que por el Sr. Alcalde se autoricen las fórmulas de
aquel que más lo necesite distribuyendo su despacho entre dichos señores,
alternando por mensualidades».
En la sesión de 16 de noviembre se clasifican 400 vecinos pobres con
derecho a los beneficios de la Beneficencia, unas 1.600 almas. Esto debe
darnos una idea de la situación de nuestros pueblos, pues sólo eran
incluidos los casos de mayor necesidad. La pobreza seguía siendo un azote
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al borde mismo del siglo xx.
En el mes de octubre de 1891 un transeúnte que carecía de todo y cuyo
nombre archivado poco importa, fue atropellado por un carro (cosas de la
circulación) dejándolo maltrecho. El caso llegó de las autoridades y «...
necesitando alimentación por ser pobre de solemnidad y no tener otro
amparo que la caridad de sus semejantes, este Ayuntamiento acuerda se
socorra de las arcas municipales y que se abonen las cuentas que presente
el posadero a razón de 6 reales diarios». El posadero que se llamaba Antonio
Pinto, presentó en la sesión de 1 de noviembre de 1891 la cuenta por
alimentación, cuido y asistencia del infortunado viandante. El descuido de
aquel carrero ocasionó al Ayuntamiento la perdida de 103'50 pesetas por
los 69 días de convalecencia. En esta misma sesión: «Por el dependiente de
farmacia don Higinio Márquez del Barrio, se presentó una factura de
recetas de enfermos pobres de la villa no comprendidos en la lista de los
que gozan del beneficio de medicamentos y alimentación gratuita. Se acuerda
pagar la factura que asciende a 66'45 pesetas».
En 1896 se pagaron en un solo trimestre según el acta de la sesión de 4
de julio, 78'21 pesetas al farmacéutico don Pedro Campos de Navarrete
(natural de Sabiote) y 37'83 a don Pedro Azcarza por las medicinas
facilitadas a las 425 familias (unas 1.700 almas) alistados en la
Beneficencia.
Y como eran tiempos de penas y de desgracias a los que no se les
buscaban justas soluciones, en 24 de octubre de 1896 un pobre de
solemnidad, del que poco importa saber su nombre, se le quema en un
fuego desvastador el poco ajuar de su casa. No era aquello una enfermedad,
era mucho peor, y recurre a la Beneficencia. Es socorrido con 3 pesetas y
pese a estar todo a muy bajo precio poco podría solucionar aquel Cristo
viviente, pues Cristo está en todo ser que sufre y que padece.
Y seguía la Beneficencia atendiendo a los enfermos en la medida de su
economía y en sesión de 28 de noviembre de 1896 se acuerda abonar a
don José Jiménez cinco duros por «sangrías y sanguijuelas suministradas
a enfermos pobres».
En la sesión de 14 de noviembre de este mismo año manifiesta el
alcalde «que el facultativo don Ricardo Bautista había puesto en su
conocimiento que estaba curando dos enfermos pobres que de ningún
modo obtendrían mejoría si no se le facilitaban recursos, y habiendo
manifestado que éstos eran Lorenzo Peña Pérez y Antonia Munuera Utrera,
se acordó que al primero se le facilite un cuarto de kilo de carne diaria y a
la segunda una libra de pan hasta que se recuperen totalmente».
El último año del siglo xix seguía habiendo en las listas de la
Beneficencia 1.700 pobres, pues en sesión de 24 de septiembre se leyó una
instancia del farmacéutico don Pedro Campos ofreciendo al Ayuntamiento
servir las medicinas de las 225 familias incluidas en la Beneficencia, por 750
pesetas al año. Disfrutaban este servicio los farmacéuticos don Pedro
Ramírez y don Pedro Azcarza. Siempre la competencia.
En el primer trimestre de aquel año 1899 se pagaron 16 pesetas por los
socorros hechos a transeúntes pobres con cargo a la Beneficencia.
Y siguen los pobres vagando de un lado para otro, y en sesión de 3 de
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mayo de 1916 se da cuenta de que de enero a abril habían sido socorridos
los pobres transeúntes con 16 pesetas.
En sesión de 16 de agosto de 1918, se ordena el pago de 15'50 pesetas
a don Rafael García de las Peñas por medicamentos facilitados a los
«enfermos pobres en épocas de calamidad». Y como estas «épocas de
calamidad» eran tan frecuentes, en sesión de 13 denoviembre de 1918 se
ordena el pago a don Luis Arredondo Muñoz-Cobo de 130 pesetas por las
medicinas servidas.
Todos los años son de calamidad para el que carece de todo y aquellos
no se acababan. En sesión de 29 de septiembre de 1920 se acuerda se
abonen a don Rafael García 105'25 pesetas por los medicamentos
«suministrados a enfermos pobres en épocas de calamidad». Y como los
pobres han andado siempre vagando de acá para allá, también cruzaban
por Torreperogil, pues consta en la sesión de 20 de octubre de 1920 que en
los primeros seis meses del año fueron éstos socorridos con quince duros y
una peseta. Por las mismas fechas de 1921 se habían repartido doce duros
y nueve reales a «pobres y enfermos transeúntes».
En acta de 26 de noviembre de 1923 se acuerda le sean abonadas al
farmacéutico interino don Juan Salas Toribio, 83 pesetas «por suministrar
medicinas a los vecinos pobres». Y los pobres eran algunos menos en 1925
pues en acta de la sesión de 21 de septiembre eran 356 familias en las listas
de la Beneficencia, unos 1.424 habitantes.
Y aunque llegó la II República con buenos deseos de solucionar todos
aquellos males, nada se consigue tampoco, pues en acta de la sesión de 19
de septiembre de 1931 se dice: «Que el importe recaudado de los llamados
verdes del Paseo del Prado se destine a la Beneficencia para pobres que
necesitan trasladarse a los baños, hospitales o clínicas», y en sesión de 21 de
abril de 1933 se propone el cierre de la Beneficencia y se da cuenta del paro
tan alarmante que padecían los braceros de la villa. La Beneficencia siguió
en pie. ¿Por qué derribar aquel benefactor pararrayos?
En sesión de 17 de junio de 1933 dice el concejal señor Conchillo que
se proceda a admitir en la Beneficencia a todos los pobres. Y como siempre
ha habido aprovechados y desaprensivos manifiesta el concejal señor
Morales que «se da el caso de que los verdaderos necesitados no vienen a
alistarse porque les da vergüenza». Otro concejal pregunta: «¿Cuándo va a
funcionar el Hospitalillo?»... Pobres habrá hasta la consumación de los
siglos, lo dijo el propio Cristo, pero habrá pobres de muchas clases...
En sesión de 18 de diciembre de 1936, ordena el pago de 165 pesetas
10 céntimos al centro farmacéutico Jiménez por medicamentos para la
Beneficencia. Un año más tarde, en sesión de 30 de julio de 1937 se abonan
10.882'20 pesetas por los medicamentos facilitados por la Beneficencia, lo
que indica que tan benemérita institución desplegó grandes servicios.
En sesión de 15 de diciembre de 1938 se dice: «Que donde estuvo el
Convento de las Hermanas de la Cruz se instale un hogar para 40 ancianos
pobres». Los pobres siguen implorando la caridad y ésta nunca falta.
En sesión de 30 de julio de 1939, la junta de Beneficencia estaba
compuesta por don Lorenzo Charriel Varela, prior de la villa, don Manuel
Ruiz Oria, médico, don Enrique García de las Peñas, doña María Gracia
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Linares Ramírez y doña María de la Paz Campos, maestras.
En nuestros días sigue funcionando la Beneficencia para asistir en todo
a unas cuantas familias ancianas que carecen de la Seguridad Social, si
bien está en trance de desaparición gracias al nivel de vida alcanzado en los
últimos años. La implantación de la Seguridad Social por los años 1945, dio
un golpe mortal a tanta calamidad. España camina hacia un futuro
esperanzador.
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